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(Organización y Método)

Presentación
Nombre (s):
Raul Beltre Polanco
Matrícula:
15-SPSS-6-027
Materia:
Teoría de la personalidad.
Tema:
Personalidad de Adolf Hitler
Número:
10
Profesor (a):
Gesner Michel
Sección:
581
Fecha:
01-12-2018
Índice

Introducción …………………………………………………………………………………3-4pag
Biografía……………………………………………………………………………………… 5-6pag
Infancia………………………………………………………………………………………. 7-9pag
Juventud en Viena y Múnich ………………………………………………………9-11pag
Primera guerra mundial …………………………………………………….…….…12-14pag
Inicio de la actividad política ………………………………………………………15-20pag
Mein Kampf …………………………………………………………………………………21-22pag
El ascenso al poder ………………………………………………………………………22-23pag
Triunfos iniciales ………………………………………………………………………………23pag
La caída ……………………………………………………………………………………………24pag
Boda con Eva Braun y testamento……………………………………………….24-25pag
Suicidio…………………………………………………………………………………..……25-26pag
Rasgos de su personalidad …………………………………………………...…….27-30pag
Autodidacta y lector empedernido ………………………………………………30-31pag
Antisemitismo…………………………………………………………………………….…31-32pag
Teorías sobre el origen de su antisemitismo………………………….………33-34pag
Perfil psicológico de Hitler…………………………………………………………..…34-38pag
Conclusión ………………………………………………………………………………..……….39pag
Referencia bibliográfica.......................................................................... 40 pag
Introducción
Querido lector gracias por el interés en este resumido análisis de la
personalidad de uno de los dictadores mas sanguinarios que conocido la
humanidad Adolf Hitler, pero antes de empezar quiero hablarte un poco
de personalidad, ¿qué es personalidad?, ¿Porque es tan importante su
estudio para psicología?
Wikipedia define la personalidad de la siguiente manera:
La personalidad es un constructo psicológico, que se refiere a un conjunto
dinámico de características psíquicas de una persona, a la organización
interior que determina que los individuos actúen de manera diferente ante
una determinada circunstancia. El concepto puede definirse también como
el patrón de actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio
conductual que caracteriza a una persona, y que tiene una cierta
persistencia y estabilidad a lo largo de su vida de modo tal que las
manifestaciones de ese patrón en las diferentes situaciones poseen algún
grado de predictibilidad.
Si bien Wikipedia trata de dar una definición aceptable de lo que es la
personalidad, digo trata porque a pesar de no hacerlo mal, nos da muchas
palabras tal vez rebuscadas. Para definir la personalidad la primera palabra
que hace eco en mi mente es “conducta” la personalidad esta impregnada
en su totalidad de esto, somos lo que hacemos, como lo hacemos,
nuestras acciones son las que nos definen, importa poco lo que digamos
cuando lo que hacemos es contrario, no nacemos como tal con
personalidad, si bien hay componentes biológicos que en muchos casos
son determinantes, el mayor rol lo juega el ambiente y esto incluye todo lo
que nos rodea desde que estamos en el vientre de nuestra madre. Somos
moldeados atreves del desarrollo de nuestra historia.
La personalidad esta compuesta por el temperamento, que es origen
genético, y el carácter que es resultado de nuestro ambiente. Estos
componentes nos hacen únicos he irrepetibles.
La psicología se interesa por la personalidad porque la misma es la materia
prima de su objeto de estudio que es la psique, la mente, la psicología
estudia el comportamiento para controlar, mejorar y predecir el mismo.
Establecer un perfil psicológico de una persona en concreto sin observar ni
analizar su comportamiento y características de manera directa es
complicado y poco efectivo, puesto que no se puede realizar una
exploración psicológica real.
La personalidad de Adolf Hitler fue un aspecto que preocuparon en gran
medida a diferentes gobiernos durante la Segunda Guerra Mundial.

Biografía
Adolf Hitler (Braunau am Inn, Austria-Hungría, 20 de abril de 1889-Berlín,
Alemania, 30 de abril de 1945) fue un político, militar, pintor y escritor
alemán, de origen austríaco; canciller imperial desde 1933 y Führer —líder
— de Alemania desde 1934 hasta su muerte. Llevó al poder al Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, y lideró un régimen
totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o Alemania nazi.
Además, fue quien dirigió a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial,
que inició con el propósito principal de cumplir sus planes expansionistas
en Europa.

Hitler se afilió al Partido Obrero Alemán,


precursor del Partido Nazi, en 1919, y se convirtió
en su líder en 1921. En 1923, tras el
pronunciamiento en la cervecería
Bürgerbräukeller de Múnich, Hitler intentó una
insurrección, conocida como el Putsch de
Múnich, tras cuyo fracaso fue condenado a cinco
años de prisión. Durante su estancia en la cárcel
redactó la primera parte de su libro Mi lucha (en
alemán, Mein Kampf), en el que expone su
ideología junto con elementos autobiográficos.
Liberado ocho meses después, en 1924, Hitler
obtuvo creciente apoyo popular mediante la exaltación del
pangermanismo, el antisemitismo y el anticomunismo, sirviéndose de su
talento oratorio apoyado por la eficiente propaganda nazi y las
concentraciones de masas cargadas de simbolismo.
Fue nombrado canciller imperial (Reichskanzler) en enero de 1933 y, un
año después, a la muerte del presidente Paul von Hindenburg, se
autoproclamó líder y canciller imperial (Führer und Reichskanzler),
asumiendo así el mando supremo del Estado germano. Transformó la
República de Weimar en el Tercer Reich y gobernó con un partido único
basado en el totalitarismo y la autocracia de la ideología nazi.

El objetivo de Hitler era establecer un Nuevo Orden basado en la absoluta


hegemonía de la Alemania nazi en el continente europeo. Su política
exterior e interior tenía el objetivo de apoderarse de Lebensraum (‘espacio
vital’) para los pueblos germánicos. Promovió el rearme de Alemania y tras
la invasión de Polonia por la Wehrmacht el 1 de septiembre de 1939, se
inició la Segunda Guerra Mundial. Con estos actos, Hitler violó el Tratado
de Versalles de 1919, que establecía las condiciones de la paz tras la
Primera Guerra Mundial
Bajo la dirección de Hitler, las fuerzas alemanas y sus aliados ocuparon en
1941 la mayor parte de Europa y África del Norte. Esas conquistas
territoriales decrecieron paulatinamente después de la batalla de
Stalingrado, hasta 1945, cuando los ejércitos aliados derrotaron al ejército
alemán. Por motivos raciales, Hitler causó la muerte de diecisiete millones
de personas,3 incluyendo una cifra en torno a seis millones de judíos4 y
entre medio y millón y medio de gitanos, en lo que posteriormente se
denominó «Holocausto»
En los últimos días de la guerra, durante la batalla de Berlín en 1945, Hitler
se casó con su antigua amante, Eva Braun. El 30 de abril de 1945 los dos se
suicidaron en el búnker de la Cancillería, para evitar ser capturados por el
Ejército Rojo. Posteriormente, sus cadáveres fueron quemados.

Primeros años
Infancia
Adolf Hitler nació en Braunau am Inn, una
pequeña aldea cerca de Linz en la
provincia de la Alta Austria, no muy lejos
de la frontera alemana, en lo que entonces
era el Imperio austrohúngaro. Nacido en una
familia de clase media, su padre, Alois
Hitler (1837-1903), fue un agente de
aduanas. Su madre, Klara Pölzl (1860-
1907), fue la tercera esposa de Alois.
Hitler fue el tercer hijo de la pareja. Como los padres de Hitler eran
primos, debieron obtener una dispensa papal para el matrimonio. De los
cinco hijos de Alois y Klara, sólo Adolf y su hermana Paula llegaron a la
edad adulta. El padre de Hitler también tuvo un hijo, Alois Jr., y una hija,
Angela, con su segunda esposa.

Su padre, Alois Hitler, fue un hijo ilegítimo, por lo que durante los primeros
treinta y nueve años de su vida llevó el apellido de su madre,
Schicklgruber. En 1876, el padre de Alois, Johann Georg Hiedler, finalmente
lo reconoció. En el siglo XIX eran comunes en Austria las variantes del
apellido Hüttler, Hiedler, Hittler y Hitler. La teoría del escritor Franz
Jetzinger de que el apellido guarda relación con el checo Hidlar o Hidlarcek
ha sido citada en la literatura en numerosas ocasiones, pero es
actualmente rechazada: lo más probable es que todas esas variantes
deriven de Hütte (choza), con lo que el apellido significaría algo así como
«pequeño campesino» o «el que vive en una cabaña».
La propaganda de los Aliados explotó el apellido original de la familia de
Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Panfletos portando la frase Heil
Schicklgruber fueron lanzados desde el aire sobre ciudades alemanas. Sin
embargo, Adolf nació legalmente como Hitler; además, se encontraba
también relacionado con Hiedler a través de su abuela materna, Johanna
Hiedler.
El nombre Adolf viene del antiguo alto alemán y significa «lobo noble»
(Adel=nobleza + Wolf=lobo). De ahí que uno de los apodos de Hitler
puestos por él mismo fuera Wolf o Herr Wolf —comenzó a usar este apodo
a principios de los años 1920 y se le dirigían con él solo los amigos íntimos
(como «Tío Wolf» por los Wagner) hasta la caída del Tercer Reich.
Los nombres de varios de sus cuarteles generales dispersos por la Europa
continental (Wolfsschanze en Prusia Oriental, Wolfsschlucht en Francia,
Werwolf en Ucrania, etc.) reflejan esto.
Incluso Hitler sugirió a su hermana Paula que se cambiara de nombre
durante los juegos Olímpicos en Garmisch y se mantuviera en estricto
incógnito bajo el apellido Wolff, manteniendo su nombre si quería. Por
sugerencia de Paula, se añadió el calificativo de Frau (Señora) para hacer
menos sospechoso el cambio de nombre ante sus conocidos (haciendo ver
que el cambio de nombre fuera debido a un matrimonio). Hitler era
conocido como Adi por su familia y parientes más cercanos.
Hitler dijo que, de niño, era azotado a menudo por su padre. Años más
tarde le dijo a su secretaria: «Entonces tomé la decisión de no llorar nunca
más cuando mi padre me azotaba. Unos pocos días después tuve la
oportunidad de poner a prueba mi voluntad. Mi madre, asustada, se
escondió en frente de la puerta. En cuanto a mí, conté silenciosamente los
golpes del palo que azotaba mi trasero»
La familia de Hitler se mudó a menudo, de Braunau am Inn a Passau,
Lambach, Leonding y Linz. El joven Hitler fue un buen estudiante en
primaria. Pero en sexto, en su primer año de enseñanza secundaria
(Realschule) en Linz, fue suspendido y tuvo que repetir el curso. Sus
profesores dijeron que no tenía «deseos de trabajar». No obstante, quedó
cautivado por las lecturas pangermánicas del profesor Leopold Poetsch,
quien influyó notablemente en la mente del joven.

En Mein Kampf, Hitler concluyó que su bajo desempeño en la educación


fue una rebelión contra su padre, que quería que su hijo siguiera una
carrera como agente de aduanas; en cambio, Hitler quería convertirse en
pintor. Esta explicación se sostiene aún más por la posterior descripción de
Hitler de él mismo como un artista incomprendido. Sin embargo, Alois
Hitler deseaba que su hijo llegara a ser funcionario como él, empleo del
que se sentía muy orgulloso y al que había llegado prácticamente sin una
base académica. Pero al joven Hitler ese futuro no le seducía en absoluto,
ya que estaba demasiado alejado de su objetivo, las artes. No obstante,
después de la muerte de Alois el 3 de enero de 1903, el trabajo escolar de
Hitler no mejoró. A la edad de dieciséis años, Hitler abandonó la educación
secundaria sin un título.

Juventud en Viena y Múnich


A causa de su mediocre expediente académico Hitler debió abandonar en
1904 la Realschule de Linz y se trasladó a la de Steyr, distante unos
ochenta kilómetros. En 1905 su madre mudó la familia a un cómodo piso
en Urfahr, un suburbio de Linz, donde Adolf disponía de una habitación
propia, llevaba una vida bastante indolente y, con el pretexto de una
enfermedad fingida o más probablemente algo exagerada, convenció a
Klara de que no podía seguir en la escuela. Así pues abandonó los
estudios a los dieciséis años, después de haber sido calificado
positivamente en la asignatura de dibujo y haberse convencido a sí mismo
que su futuro estaba en la pintura. Durante tres años, Hitler se mantuvo
en Linz sin buscar trabajo, muchas veces en compañía de August Kubizek,
probablemente el único amigo que tuvo en su adolescencia; según Hitler,
estos años serían los «mejores años de su vida». Aunque Hitler
consideraba que su futuro estaba en la pintura o la arquitectura, era un
voraz lector, prefiriendo obras de historia y mitología alemana.18 Para los
dieciséis años, Hitler ya era un ferviente nacionalista pangermano, y
aborrecía a los Habsburgo y a la diversidad étnica del Imperio
austrohúngaro.
Óleo sobre lienzo pintado por Adolf Hitler en 1913, donde se representa a Jesucristo durante su infancia con su
madre María

Al cumplir diecisiete años, Hitler viajó a Viena


por primera vez y pudo prolongar su
estancia en la ciudad dos meses
gracias a la ayuda monetaria de su
madre y otros parientes. Durante
su estadía, visitó la Academia de
Bellas Artes, donde consultó los
requisitos para ser admitido con el
fin de convertirse en pintor. En
octubre de 1907 regresó a Viena y se presentó a la prueba de admisión;
sin embargo, no logró ser admitido al no poseer el talento deseado, lo cual
lo decepcionó mucho. Al año siguiente lo intentó de nuevo, con peores
resultados. El rector de la Academia le aconsejó intentar en el campo de la
arquitectura, pero como Hitler no se había graduado del colegio, era muy
difícil que fuera admitido en la respectiva escuela. Sin embargo, en esos
años jóvenes con «talento excepcional» eran admitidos en la escuela de
arquitectura sin diploma de secundaria, pero se desconoce si Hitler intentó
ingresar alguna vez.

A pesar de su fracaso, Hitler decidió quedarse en Viena, aunque por unos


meses continuó viviendo en Linz con su madre, quien estaba agonizando
por causa del cáncer de mama. Después de la muerte de su progenitora, el
21 de diciembre de 1907, Hitler viajó a Viena, donde inicialmente se ganó
la vida gracias a diversos trabajos como barrer la nieve, cargar maletas en
la estación de trenes y ser un obrero de construcción. Sin embargo, sus
problemas económicos no terminaron, y un año después de haber llegado
a Viena fue desalojado de su apartamento y tuvo que vivir en un miserable
hostal, recurriendo a comedores de indigentes para poder aplacar el
hambre. No obstante, para 1910 su situación económica era más estable, y
se mantenía exclusivamente pintando cuadros. Viena, una ciudad
cosmopolita, con mucha vitalidad intelectual y multicultural, le fue por
completo incomprensible. Aunque en posteriores discursos Hitler
afirmaría que Viena era «una perla ante mis ojos», Baldur von Schirach lo
contradiría:
“Hitler nunca amó a Viena. Odiaba a su gente”

Sin embargo, su estadía en Viena fue muy importante. De acuerdo a Hitler,


su antisemitismo se formó en esta ciudad; aunque su amigo Kubizek lo
contradice, ya que asegura que Hitler ya era un profundo antisemita en
Linz. No obstante, de acuerdo al propio testimonio de Hitler, sus ideas
políticas y raciales fueron formadas, o por lo menos moldeadas, en esa
ciudad. Hitler mismo reconocería que la ciudad le enseñó todo lo que
tenía que saber en la vida:

“En este período tomó forma dentro de mí una imagen universal y una
filosofía que se convirtió en la base de todos mis actos. Además de lo que
entonces creé, he tenido que aprender poco, y he tenido que cambiar
nada”

El 24 de mayo de 1913 y acompañado de Rudolf Häusler, un compañero


del albergue para hombres donde residía, se trasladó a Múnich. Debió
esperar a cumplir los veinticuatro años para poder cobrar la herencia
paterna y, aunque afirmaba querer ingresar en la Academia de Arte
muniquesa, probablemente la razón principal de su marcha era eludir el
servicio militar, inscripción que llevaba demorando desde 1909, cuando
debería haberlo hecho para incorporarse a filas con veintiún años.
Aparentemente no deseaba servir junto con eslavos y judíos, aunque
también siempre se había sentido atraído por la prosperidad y fortaleza
que mostraba el Imperio alemán, en contraste con el decadente Imperio
austrohúngaro.
Por su parte, Hitler declaró que abandonó Austria porque la mezcla de
razas en Viena le causaba «repugnancia». No obstante, las autoridades
austríacas consiguieron localizarlo y el 18 de enero de 1914 un agente de
policía le entregó una citación judicial en la que se exigía su regreso:
esquivar el servicio militar era motivo de una importante multa, pero el
hecho de abandonar Austria para ello se consideraba deserción y
conllevaba pena de cárcel. Hitler debió viajar entonces a Salzburgo, donde
fue examinado el 5 de febrero, pero fue declarado no apto para prestar
servicio militar.

Primera guerra mundial


El 28 de julio de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial; una semana
después, Hitler se presentó como voluntario en el Ejército alemán y fue
asignado a un regimiento bávaro. El inicio de la guerra ocasionó gran
entusiasmo en el joven Hitler, quien pensó que había llegado una
oportunidad para cambiar su vida:

“No estoy avergonzado de decir que, arrastrado por mi


entusiasmo, me arrodillé y agradecí al Cielo desde el fondo
de mi corazón ... por haberme permitido vivir en ese
tiempo.”
Hitler (derecha) junto a varios compañeros durante la guerra .

Después de menos de tres meses de entrenamiento, Hitler fue enviado


al frente occidental. Sirvió en Francia y Bélgica, como mensajero de la 1.ª
Compañía del 16.° Regimiento de Infantería Bávaro de Reserva. Participó
en la primera batalla de Ypres, donde su unidad fue diezmada en cuatro
días. Al finalizar la batalla, de los 3500 soldados iniciales, solamente 600
podían seguir combatiendo.
Posteriormente, sus oponentes políticos lo acusarían de ser un cobarde,
pero la evidencia los contradice.
En octubre de 1916, en el norte de Francia, Hitler
fue herido en la pierna y regresó al frente en
marzo de 1917, ascendido al rango de cabo. Sin
embargo, no fue promovido más allá de este
grado, al considerarse en ese momento que
Hitler no poseía dotes de mando. Hitler fue
condecorado dos veces: recibió la Cruz de
Hierro de 2.ª clase el 2 de diciembre de 1914, y la
Cruz de Hierro de 1.ª clase el 4 de agosto de
1918, honor que era raras veces otorgado a un
soldado de tan baja graduación. De acuerdo a
diversos testimonios, Hitler ganó su última Cruz
de Hierro por haber capturado sin ayuda a quince
soldados enemigos, aunque los registros militares no especifican la razón
de esta condecoración.

Hitler era considerado como un soldado «correcto», pero, según se


informa, era impopular entre sus compañeros debido a una actitud poco
crítica hacia los superiores. «Respetar al superior, no contradecir a nadie,
obedecer a ciegas», dijo, describiendo su actitud mientras era enjuiciado
por el Putsch de Múnich en 1923. Uno de sus camaradas comentó:
“Lo maldecíamos y lo encontrábamos intolerable. Había un cuervo blanco entre nosotros que no
quería seguirnos la corriente cuando maldecíamos la guerra”
En efecto, Hitler nunca se quejaba sobre la suciedad del frente y jamás
pidió un permiso para abandonarlo, aunque pudo salir cuando estuvo
recuperándose de la herida en su pierna en un hospital en Berlín. Cuando
regresó, empezó a pronosticar repetidamente que Alemania perdería la
guerra por causa de los judíos y los marxistas, a quienes acusó de robar a
la nación y no prestar servicio militar. En el aspecto personal, Hitler nunca
recibía cartas o presentes de amigos o familiares, y no acompañaba a los
soldados cuando hablaban de mujeres. Durante la guerra, también
aprovechó la oportunidad para dibujar algunas historietas y dibujos de
instrucción para el periódico del Ejército.

El 13 de octubre de 1918, poco antes del final de guerra, Hitler quedó


atrapado en un ataque de gas venenoso británico, cerca de Ypres. Fue
trasladado a un hospital de campaña, donde quedó temporalmente ciego
por causa de los gases tóxicos. El 10 de noviembre se encontraba
parcialmente recuperado en el hospital militar de Pasewalk, cerca
de Stettin, cuando fue informado que la monarquía había sido depuesta y
que se había proclamado la posteriormente conocida como República de
Weimar. Cuando se enteró de que al día siguiente iba a firmarse
un armisticio y que la guerra se había perdido, Hitler cuenta que se
derrumbó, y posteriormente describió así su reacción: «Todo se hizo negro
de nuevo ante mis ojos».
Una investigación realizada por Bernhard Horstmann indica que su ceguera
temporal pudo haber sido resultado de una reacción histérica a la derrota
alemana. Hitler expresó metafóricamente que, durante aquella
experiencia, al quitarse la venda que cubría sus ojos, fue cuando descubrió
que el objetivo de su vida era lograr la salvación de Alemania. Mientras
tanto, fue tratado por un médico militar y un especialista en psiquiatría,
que, según se informa, diagnosticó al cabo como «incompetente para
comandar gente» y «peligrosamente psicótico». Su comandante declaró:
«¡Nunca promoveré a este histérico!». Sin embargo, el historiador
Sebastián Haffner, refiriéndose a la experiencia de Hitler en el frente,
sugiere que por lo menos tuvo algún tipo de entendimiento con los
militares.
La derrota alemana en noviembre de 1918 lo impactó sobremanera, pues
en la creencia popular alemana el ejército alemán permanecía invicto.
Como muchos otros nacionalistas alemanes, Hitler culpó a los
socialdemócratas («los criminales de noviembre») por el armisticio. Una
explicación extendida por la derecha conservadora sobre la causa de la
derrota fue la Dolchstoßlegende («leyenda de la puñalada por la
espalda»), que pretendía argumentar que a espaldas del ejército los
políticos socialistas y marxistas habían traicionado y «apuñalado» por la
espalda a los alemanes y a sus soldados.

Inicio de la actividad política


Inicios en el nazismo
Al finalizar la guerra, cuya última fase fue sin duda muy importante para su
evolución ideológica,30 Hitler se percató que no contaba con dinero,
amigos, familiares con conexiones, estudios universitarios o experiencia
política; por lo que decidió intentar continuar en el Ejército, algo bastante
complicado en pleno periodo de desmovilización, aunque consiguió
permanecer en sus filas hasta el 31 de marzo de 1920.
Hitler salió del hospital de Pasewalk el 19 de noviembre y el día 21 llegó a
Múnich para reintegrarse a su batallón.

Después de la abdicación del káiser Guillermo II el 9 de noviembre y la


firma del armisticio el día 11, Alemania estaba sumida en el clima de
agitación revolucionaria en que nació la República de Weimar y que en
Baviera, tras la huida el 7 de noviembre del último rey de la dinastía de los
Wittelsbach, Luis III, dio paso a la nueva República de Baviera con un
gobierno provisional dominado por los socialdemócratas del SPD y sobre
todo por el más radical USPD, bajo la presidencia de Kurt Eisner.
Surgieron consejos de obreros y soldados al estilo soviético y Hitler se
encontró a su regreso con que su unidad estaba bajo el control de uno de
ellos por lo que, según su propio relato en Mein Kampf, solicitó ser
transferido a otro destino y fue enviado al campo de prisioneros de guerra
de Traunstein, cerca de la frontera austriaca, donde permaneció hasta
finales de enero o principios de febrero de 1919.
Aunque su versión coincide con la de su compañero Ernst Schmidt, la
actitud que mantuvo durante estos meses debió ser bastante más
ambigua de lo que deja traslucir y hubiera justificado un tratamiento más
extenso de haberse opuesto frontalmente al gobierno que posteriormente
sería calificado como el de los «criminales de noviembre».
No solo Traunstein estaba también regido por consejos de soldados, sino
que Hitler aparece citado el 3 de abril como representante
(Vertrauensmann) de su batallón, un cargo que, entre otras atribuciones,
tenía la misión de cooperar con las autoridades transmitiendo a la tropa
material propagandístico y que muy probablemente Hitler ostentaba ya.
desde febrero
Además, después del asesinato de Eisner el 21 de febrero, se produjo un
periodo de caos y anarquía que culminó con la corta fase de auténtico
dominio comunista, con el fin claro de instalar una república «soviética» y
que es el estrictamente más conocido como Räterepublik o «república de
consejos».
Al día siguiente de su instauración, el 14 de abril, Hitler fue reelegido
representante de su unidad lo que parece indicar un cierto grado de
respaldo por su parte a la política del gobierno socialista o como mínimo
que se abstuvo de exteriorizar ningún tipo de oposición frontal.

Este comportamiento, sea de pasividad o de oportunismo, no solo


trascendió más tarde ocasionalmente en la prensa, sino que también fue
objeto de comentarios por parte de algunos dirigentes nazis como Ernst
Röhm, Ritter von Epp o Rudolf Hess, pero parece fuera de duda su rechazo
a la izquierda revolucionaria y es muy probable que los votos que recibió
fuesen de soldados que compartían ese criterio y conocían su hostilidad
hacia la Räterepublik.

Después de que el gobierno soviético de Baviera fuera derrocado por el


Ejército alemán y grupos paramilitares conservadores, a Hitler se le
encargó la misión que le dio la oportunidad de implicarse en la política por
primera vez.
Su labor consistía en investigar a los miembros de su unidad que habían
colaborado con el gobierno soviético. Su trabajo fue apreciado por sus
superiores, quienes lo emplearon a tiempo completo, asignándolo al
Departamento político de asuntos de prensa del Ejército, a nivel distrital.
De esta manera, Hitler se convirtió en un espía militar, investigando a los
muchos grupos socialistas que estaban naciendo en toda Alemania.
También participó como oficial educador en el «pensamiento nacional»,
cursos organizados por el Departamento de Educación y Propaganda del
grupo bávaro de la Reichswehr.
La principal tarea de Hitler era entonces erradicar «ideas peligrosas»,
como la democracia, el socialismo y el pacifismo.43 Un objetivo clave de
este grupo era crear una «cabeza de turco» para justificar la derrota
alemana.
Las cabezas de turco fueron encontradas en el Judaísmo Internacional, los
comunistas y los políticos liberales, especialmente los miembros de la
coalición de Weimar, que eran considerados como los «criminales de
noviembre».

En mayo o principios de junio de 1919, Hitler ya aparece listado como V-


Mann (Verbindungsmann, término alemán para un espía de la policía) del
Comando de Inteligencia (Aufklärungskommando) del Ejército, con el
objetivo de atraer a otros soldados de ideas similares. En septiembre, se le
ordenó que se investigara un pequeño partido denominado Partido
Obrero Alemán (DAP). Aunque este partido era nacionalista, los superiores
de Hitler desconocían esto, y sospechaban que podía ser un partido
socialista o comunista.

El 12 de septiembre Hitler asistió por primera vez a un mitin del DAP


celebrado en la Sterneckerbräu que debía tener como principal orador a
Dietrich Eckart, aunque debió ser sustituido a causa de una enfermedad
por Gottfried Feder.
Cuando en el debate final uno de los presentes se enfrentó a Feder y
comenzó a defender el separatismo bávaro, Hitler replicó con un discurso
de tal intensidad que llamó la atención de Anton Drexler, quien le regaló
un ejemplar de su obra Mi despertar político y le animó a volver y unirse al
partido. En la segunda mitad de ese mismo mes ingresó en el partido y,
aunque él aseguraría posteriormente ser su séptimo miembro, se le asignó
realmente el número 555, también ficticio porque por razones de imagen
se decidió comenzar la numeración en 501 repartiendo los números en
orden alfabético a los primeros militantes.
Pocas semanas después, el 16 de octubre, Hitler pronunció en la
Hofbräukeller su primer discurso público en un acto al que asistieron 111
personas, entre las que se encontraba Ernst Röhm, que poco después
ingresaría también en el partido.

Desde ese momento, la figura de Hitler fue cobrando más y más


protagonismo, participando a tiempo completo en las actividades del
partido y perfilando con nitidez la nueva ideología:

A principios de la década de 1920, Hitler desarrolló un pronunciado


sentido de su «misión nacional» (...). La «misión» puede resumirse como
sigue: nacionalizar las masas; apoderarse del Estado; destruir al enemigo
interno -los «criminales de noviembre» (refiriéndose a judíos y marxistas,
más o menos lo mismo para su punto de vista)-; construir defensas; llevar
a cabo la expansión «por la espada» para garantizar el futuro de Alemania,
superando la «escasez de tierra» (Raumnot) y adquiriendo nuevos
territorios en el este de Europa.49

El 24 de febrero de 1920 el partido celebró su primera reunión de


importancia en los salones de la Hofbräuhaus de Múnich. Ante unos dos
mil asistentes Hitler leyó los veinticinco puntos del programa del partido
que habían redactado él y sobre todo Drexler las semanas anteriores. Esos
veinticinco puntos se convirtieron posteriormente en la teórica base
«inalterable» del programa nacionalsocialista y la fecha del 24 de febrero
en un motivo histórico de celebración anual, aunque en su momento tuvo
una repercusión muy limitada y hasta el Völkischer Beobachter relegó la
noticia a sus páginas interiores.

El 1 de abril de 1920, el Partido Obrero Alemán cambió su nombre a


Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán; ese mismo día Hitler abandonó
el Ejército.
Poco después organizó escuadrones de veteranos de guerra, liderados por
Emil Maurice, para que mantuvieran el orden en las reuniones del Partido,
y expulsasen a los que no estuviesen de acuerdo con los oradores. El 5 de
octubre de 1921, estos escuadrones fueron organizados bajo el nombre de
Sturmabteilung (SA), también conocidos como las camisas pardas por el
color de sus uniformes. Muy pronto, las SA, bajo el mando inicial de
Johann Ulrich Klintzich, dejaron de limitarse a su rol de mantener el orden
y empezaron a atacar a los grupos políticos opositores y a los judíos, lo
cual acabó convirtiéndose en su actividad principal. En la primavera de
1920, Hitler toma como emblemas la Hakenkreuz —la cruz gamada— y el
saludo del fascismo italiano del brazo en alto.

Ya a principios de 1921, Hitler era considerado un gran orador, hablando


frente a muchedumbres cada vez más grandes. Ganó notoriedad fuera del
partido por sus discursos polémicos, atacando el Tratado de Versalles, y a
grupos rivales (sobre todo marxistas y judíos). Ese año, Hitler
personalmente lideró a las camisas pardas contra una reunión de
federalistas bávaros.
Aunque Hitler pasó tres meses en la cárcel por la paliza que sus hombres
propinaron a los federalistas, al salir no mostró arrepentimiento alguno;
por el contrario, estaba más resuelto a emplear la fuerza contra sus
adversarios:

En el futuro, el movimiento nacionalsocialista evitará rudamente, si es


necesario con la fuerza, las reuniones o discursos que puedan distraer la
mente de nuestros compatriotas.

En el verano de 1921, Hitler era el líder del partido; no sólo era el principal
orador y propagandista, sino que también era la principal fuente de
ingresos de ese movimiento revolucionario. No obstante, los fundadores
se encontraban resentidos debido a la conducta dictatorial de Hitler, y
aprovechando que se encontraba de viaje en el norte de Alemania,
planificaron la fusión de su partido con otros grupos políticos; de esta
manera, pensaban reducir la importancia de Hitler y cuestionar su
liderazgo. Hitler se enteró de estos planes y regresó a Múnich, solicitando
poderes dictatoriales en el partido, de lo contrario renunciaría. Drexler
respondió publicando una carta en un periódico, denunciado los abusos
autoritarios de Hitler, pero este presentó una demanda legal en su contra,
y Drexler se tuvo que retractar. Derrotado, Drexler fue retirado de su cargo
de presidente y Hitler lo sucedió, convirtiéndose en el líder indiscutible del
Partido Nazi. De esta manera, se estableció el «principio del liderazgo»,
que formó el sistema de gobierno político de la Alemania nazi.55

En estos años Hitler conoció a Rudolf Hess, Hermann Göring, a Ernst


Hanfstaengl y Alfred Rosenberg, quienes, junto con Eckart, lo introdujeron
a círculos sociales más altos, de los cuales pudo obtener generosas
donaciones para el naciente partido.

Alentado por el rápido crecimiento, Hitler empezó a idear la toma del


poder. Sin embargo, su partido no era todavía la principal fuerza política en
Baviera, y era desconocido fuera de este estado, por lo que Hitler concluyó
que necesitaba el apoyo de las fuerzas políticas y las guarniciones militares
bávaras para lograr este objetivo. Influenciado por la marcha sobre Roma
de Benito Mussolini, Hitler ideó realizar una marcha similar hacia Berlín,
con la que doblegaría al gobierno nacional fácilmente.56

A finales de 1922, contaba ya con una pequeña y creciente banda de


seguidores fanáticos, inspirada por la marcha sobre Roma de Mussolini,
que empezó a ver en él el deseo de un líder nacional heroico. En este
sentido, un libro publicado ese año se refería a Hitler explicando que:
“El secreto de su personalidad reside en el hecho de que lo que yacía
dormido en lo más profundo del alma del pueblo alemán ha cobrado vida
en él [...]. Y eso es lo que ha aparecido en Adolf Hitler: la viva encarnación
del anhelo de la nación.”
Mein kampf
La estadía de Hitler en la prisión de Landsberg le permitió organizar sus
ideas, que dictó a diversos secretarios. El resultado sería una obra titulada
Mein Kampf (Mi Lucha), aunque originalmente había planeado llamarla
Cuatro años de lucha contra mentiras, estupidez y cobardía.69 Esta obra,
dedicada a Dietrich Eckart, era una autobiografía y, más importante aún,
una exposición de la ideología nacionalsocialista.

A través de sus 782 páginas, Hitler detalló los pasos que un futuro Estado
alemán nacionalsocialista debía seguir para finalmente convertirse en el
«amo del mundo».
Primero aboga por la conclusión definitiva de la hostilidad franco-
germana, que se lograría con la destrucción de Francia. Una vez
conseguido esto, Alemania finalmente se encontraría en libertad de
expandirse, con el objetivo de conseguir el llamado «espacio vital
alemán». Hitler concluye que el Tercer Reich no debe buscar colonias en
Asia o África, sino que debe expandirse hacia el este, a expensas de
Rusia.70 Aunque reconoce que diversos pueblos ya habitan en Europa
oriental, asegura que el pueblo alemán tiene el derecho de desalojar a sus
ocupantes:

...la naturaleza no ha reservado esta tierra para la futura posesión de una


nación o raza en particular; por el contrario, esta tierra existe para el
pueblo que posea la fuerza de tomarla.70

Acerca de la expansión alemana hacia el este.


Hitler considera que la conquista de Rusia será relativamente fácil, ya que
los bolcheviques la controlan, y por lo tanto los judíos.

En cuanto a la política interior del Tercer Reich, Hitler claramente define


que el sistema de gobierno será una dictadura: Además, el Estado tendrá
muy poco que ver con la economía, ya que en realidad será un «organismo
racial». Después de establecer que la raza aria es superior sobre el resto,
asegura que la misma debe subyugar a las demás para poder «preservar e
incrementar la cultura». Concluye que los alemanes se encuentran en el
estado actual debido a que no preservaron su raza pura, y «gradualmente
perdieron su creatividad cultural». Después de escribir esto, no es
sorprendente que determine que el principal propósito del Estado nazi
sea:

...la preservación de los elementos raciales originales que confieren


cultura y crean la belleza y la dignidad de una humanidad superior.
Asegura que, en un futuro distante, la humanidad se enfrentará a
problemas que solamente una raza superior, con dominio del mundo,
podrá resolver.

El ascenso al poder
La Gran Depresión trajo nuevos tiempos para el revolucionario alemán.
Durante años Hitler había predicho que llegaría y mientras varios bancos
se declaraban en quiebra y millones perdían sus empleos, él declaró su
satisfacción, porque entendió que el momento era oportuno para su
discurso revolucionario:
Nunca en mi vida he estado más dispuesto e interiormente presto a la
lucha que en estos días. Porque la dura realidad ha abierto los ojos de
millones de alemanes a las estafas, mentiras y traiciones sin precedentes
de los marxistas engañadores del pueblo.
Después de obtener apoyo popular, Hitler procedió a buscar el del Ejército.
El discurso nacionalista de Hitler hizo mella en jóvenes oficiales; y una
semana después de las elecciones, durante un juicio contra tres oficiales
que habían promovido la ideología nazi en el Ejército, Hitler fue llamado a
testificar y aprovechó esta oportunidad para intentar ganar el apoyo de los
militares, asegurando que «vengaría» la Revolución de Noviembre y que
eliminaría los límites impuestos al Ejército alemán en el Tratado de
Versalles. La victoria electoral de Hitler también atrajo la atención de los
hombres de negocios germanos. Desde 1931, Walther Funk empezó a
presentar a Hitler poderosos industriales; además, varias empresas
empezaron a financiarlo, entre las que destaca la aseguradora Allianz. Sin
embargo, la mayoría de empresas alemanas se negaron a apoyar al futuro
dictador.

Con su llegada al poder, Hitler estaba lejos de encontrarse en una situación


segura, las mismas fuerzas que habían motivado la renuncia de los tres
últimos cancilleres seguían vigentes, y por lo tanto Hitler tenía que lidiar
con el presidente Hindenburg y su camarilla, quien a su vez era respaldado
por el Ejército y por su propio gabinete de ministros, controlado por los
conservadores e industriales, donde los nazis eran minoría.99 Además, en
el Partido Nazi estaban presentes las expectativas de 4 millones de camisas
pardas que, liderados por Ernst Röhm, no ocultaban su desdén por el
hecho de que tantos elementos conservadores compartieran el gobierno
con Hitler. Adicionalmente se encontraban las fuerzas políticas opositoras
en el Parlamento, socialdemócratas y comunistas, que controlaban
diversos gobiernos regionales; aunque, a pesar de su aversión por el
nazismo, jamás fueron capaces de aproximarse entre sí para formar un
frente común contra este.

Triunfos iniciales
El 12 de marzo de 1938, Hitler presionó a Austria para la unificación con
Alemania (el Anschluss) e hizo una entrada triunfal en Viena el 14 de
marzo. A ello le siguió la intensificación de la crisis de los Sudetes, en la
zona de habla alemana de Checoslovaquia conocida como Sudetes; Esto
condujo al Acuerdo de Múnich de septiembre de 1938, que autorizó a la
anexión y ocupación militar inmediata de estos distritos por parte de
Alemania. Como resultado de la cumbre, la revista TIME proclamó a Hitler
«Hombre del Año» de 1938. El primer ministro británico, Neville
Chamberlain, saludó este acuerdo como la «paz en nuestro tiempo», pero
al dar forma a las exigencias militares de Hitler, Gran Bretaña y Francia
también abandonaron Checoslovaquia a Hitler. Hitler ordenó al Ejército
alemán entrar en Praga el 15 de marzo de 1939, tomando el castillo de
Praga y de Bohemia y proclamando un protectorado alemán en Moravia.

La caída
El 22 de junio de 1941, aún sin doblegar a Inglaterra, tres millones de
soldados alemanes atacaron la Unión Soviética, rompiendo el pacto de no
agresión que Hitler había firmado con Stalin dos años antes. Esta invasión,
llamada Operación Barbarroja, cuya duración se estimaba en unos pocos
meses, incautó grandes cantidades de territorio, incluidos los estados
bálticos, Bielorrusia, y Ucrania. También rodearon y destruyeron muchas
fuerzas soviéticas. Pero los alemanes debido al retraso de cuatro meses
por las operaciones en Grecia y Yugoslavia, no consiguieron llegar a Moscú
en diciembre de 1941, en lo que también influyó la llegada anticipada del
invierno ruso con temperaturas de hasta -50 °C (el más duro en 50 años),
todo ello unido a la feroz resistencia soviética, reforzada con tropas
siberianas del entonces general Zhúkov especialmente adaptadas a las
condiciones extremas. La invasión no había logrado el triunfo rápido que
Hitler quería.

Boda con Eva Braun y testamento


En las primeras horas del 29 de abril de 1945, poco después de la
medianoche, e Hitler contrajo matrimonio con Eva Braun en la sala de
mapas del búnker de la Cancillería. La ceremonia la ofició Walter Wagner,
un funcionario municipal, y además de los contrayentes solo estaban
presentes como testigos Joseph Goebbels y Martin Bormann. El acto fue
muy breve y a su finalización los recién casados se retiraron a sus
habitaciones, donde se organizó una fiesta que se prolongó varias horas,
en el transcurso de la cual su secretaria Traudl Junge mecanografió en una
sala contigua los testamentos privado y político que Hitler le había dictado
sobre las once y media. Los últimos informes confirmaban el avance de las
tropas soviéticas hasta zonas a solo unos cientos de metros de la
Cancillería, ya se combatía en la Potsdamer Platz y se desvanecían las
últimas ilusorias esperanzas de que el ejército de Walther Wenck pudiera
conseguir romper el cerco.

En su testamento privado, del que nombra albacea a Martin Bormann,


Hitler explica su decisión de casarse con Eva Braun, la voluntad de ambos
de morir y ser incinerados para escapar a la vergüenza de la derrota, y lega
sus posesiones al Partido, o al Estado si aquel dejara de existir, con la
excepción de su colección de cuadros, cuyo destino sería un nuevo museo
en Linz, y los recuerdos personales o incluso bienes que, a juicio de
Bormann, fueran necesarios para el sustento de los sirvientes o allegados
que le habían servido con lealtad.

Suicidio
El día 29 de abril Hitler comenzó a realizar los últimos preparativos para su
suicidio. Aunque ya se había enterado de la muerte de Benito Mussolini,
colgado ese mismo día boca abajo junto con su amante Clara Petacci en
una gasolinera de Milán donde sus cadáveres sufrieron todo tipo de
maltratos, no es seguro que conociera los detalles y no tiene fundamento
la tesis de que estos le influyeran más allá de reforzar una decisión ya
tomada.
Por la tarde, antes de la sesión informativa diaria con sus generales, hizo
matar a su perra Blondi. Hitler ya había proporcionado ampollas de ácido
prúsico, suministradas por su médico Ludwig Stumpfegger, a sus
secretarias y otros miembros del personal del búnker y decidió probarlas
con Blondi, para lo que hizo llamar a su antiguo cirujano, el profesor
Werner Haase, que envenenó al animal ayudado por Fritz Tornow, el
sargento encargado del cuidado de los perros del Führer que ya había
matado a tiros a los otros dos que le pertenecían. Hitler no presenció el
envenenamiento, pero acudió a contemplar unos instantes y en silencio el
cadáver del animal.
Hacia el mediodía del 30 de abril comunicó a Martin Bormann la decisión
definitiva de suicidarse y dio a su ayudante Otto Günsche instrucciones
estrictas sobre la cremación de su cuerpo y el de su esposa, según dijo no
quería que fueran exhibidos en el «museo de cera de Moscú».
Inmediatamente Günsche ordenó al chófer de Hitler, Erich Kempka, que
consiguiera unos doscientos litros de gasolina y los hiciera llevar al jardín
de la Cancillería. Después y como de costumbre sobre la una, Hitler
almorzó con aparente tranquilidad en compañía de sus secretarias, Traudl
Junge y Gerda Christian, y de su cocinera Constanze Manziarly.157158
Después de comer Hitler se retiró a sus habitaciones y regresó poco
después acompañado de Eva Braun para una última ceremonia de
despedida. Allí estaban presentes Martin Borman, Joseph Goebbels,
Wilhelm Burgdorf, Hans Krebs, Otto Günsche, Walther Hewel, Peter Högl,
Heinz Linge, Werner Naumann, Johann Rattenhuber y Erich Voss además
de Magda Goebbels, Else Krüger y las otras tres mujeres asistentes a la
comida.159158 Hitler les dedicó solo unas pocas palabras y, tras estrechar
las manos a todos, regresó a su estudio de donde solo volvió a salir para
visitar a Magda Goebbels que, angustiada por su futuro y el de sus hijos,
probablemente le pidió que reconsiderara su decisión de no abandonar
Berlín. Después de la conversación, poco antes de las 15:30 horas, se
encerró por última vez en su despacho acompañado casi inmediatamente
por Eva Braun.

Todo el grupo, al que se unió en el último momento Artur Axmann,


permaneció en espera mientras Günsche hacía guardia ante la habitación
y, tras unos diez minutos en los que no se oyó ningún sonido, g fue Linge
quien asumió la responsabilidad de abrir la puerta haciéndose acompañar
por Bormann. Encontraron a Hitler y Eva Braun sentados en el sofá del
despacho; ella recostada a su izquierda desprendiendo el olor a almendras
amargas característico del ácido prúsico y con un revólver al lado que no
llegó a utilizar, mientras que Hitler tenía a sus pies la pistola Walther PPK
de 7,65 mm con la que se había disparado un tiro en la sien derecha de la
que seguía manando la sangre.

Confirmadas las muertes de ambos, sus cadáveres fueron envueltos en


mantas proporcionadas por Linge y fue también él mismo, con ayuda de
tres miembros de las SS, quien se hizo cargo de transportar el cuerpo de
Hitler hasta los jardines de la Cancillería, para lo que era necesario subir un
tramo de escaleras de unos siete metros y medio. Por su parte Bormann
sacó el cuerpo de Eva Braun y se lo entregó a Kempka en el pasillo, quien a
su vez se lo cedió a Günsche para que lo ascendiera por las escaleras.

Rasgos de su personalidad
El gran interés que despierta la figura de Hitler se debe precisamente a los
ribetes de su extraordinario tipo de personalidad y su halo de
impenetrabilidad. Hitler poseía un extraordinario carisma capaz de
envolver no sólo a las personas, sino también a las masas, además de
poseer una gran oratoria gesticular muy estudiada y una capacidad de
liderazgo notable; pero quien haya permanecido con él diría lo mismo que
opinó su ministro y arquitecto Albert Speer: «Nunca llegué a conocerlo».
Ciertos psicoanalistas, como por ejemplo Arno Gruen, parten de la
premisa de que la relación de Hitler con su padre estaba dominada por la
violencia. Su madre en cambio lo habría «endiosado». Dado que sus tres
hermanos mayores habían muerto poco antes del nacimiento de Adolf, su
madre siempre habría temido perder también a su cuarto hijo.
Esta relación tensionada habría tenido una influencia determinante sobre
el desarrollo de la personalidad de Hitler: la madre no habría podido
proteger al hijo de los castigos por parte del padre, más sin embargo lo
habría endiosado, de manera compensadora, utilizándolo así en un juego
de poder en contra de su padre.
El niño habría experimentado a su madre como una persona débil y digna
de desprecio, tal como la habría percibido su padre. Al mismo tiempo, el
hijo habría deseado proteger a la madre en contra del padre. Esta
situación habría precipitado al niño a determinados conflictos interiores, a
los que solamente habría podido esquivar alienándose de sí mismo y de
sus necesidades.
A causa de esta alienación se habría desarrollado una identidad muy débil.
El vacío interior habría sido rellenado por fantasías violentas y poses
superpuestas.

Hitler era en sí un individuo muy autosuficiente y solitario. Muy pocas


personas integraban su séquito personal, se pueden citar a Albert Speer, el
fotógrafo Heinrich Hoffmann, Martin Bormann, Wilhelm Bruckner, Joseph
Dietrich, Joseph Goebbels, Julius Schaub, Julius Schreck y el arquitecto
Geisler y sus secretarias personales. A ellos les exigía lealtad a toda prueba
y discreción.
Según algunos historiadores, Hitler fue vegetariano, si bien otros lo
descartan, no fumador,1abstemio (dato también cuestionado por algunos
historiadores), ecologista, se dice que promulgó las primeras leyes de la
historia que penaban el maltrato a los animales, aunque la verdad es que
las primeras leyes contra el maltrato animal ya proceden del Imperio
romano. Se dice que no permitía a sus colaboradores fumar ni beber
delante de él.
Hitler jamás visitó una ciudad bombardeada, un campo de concentración o
un hospital, (la única excepción fue para visitar a las víctimas del atentado
del 20 de julio). Un fiel ejemplo de este aspecto es que Hitler se negó a ver
las fotos y filmaciones de las ejecuciones de los involucrados en el
atentado ejecutado por Claus von Stauffenberg hacia su persona en 1944.

Una de las características más relevantes de la personalidad de Hitler era


la capacidad de impresionar (fascinar), encantar, manipular y subyugar a
quienes lo rodearan; había personas que podían ser muy fuertes y seguras
en sus campos de acción, pero en presencia de Hitler estas personalidades
se veían disminuidas y manipuladas hasta el servilismo; por ejemplo,
Hermann Göring expresó al ministro de finanzas Schacht que:
“Cada vez que estoy frente al Führer siento el corazón en un puño”

Hitler, era muy poco proclive a demostrar algún rasgo emocional o


demostrar afinidad hacía alguien cuando se tomaba fotografías en
presencia de personas de su confianza y aceptación; en cambio si
demostraba una faceta muy humana en presencia de niños, sobre todo
cuando era visitado en Berghof.
Hitler demostraba además insensibilidad y falta de escrúpulos cuando se
trataba de deshacerse de enemigos y/o sacrificar soldados; se puede citar
como ejemplo la destrucción del 6º Ejército alemán en Stalingrado.

En su vida sentimental, muy discreta, se asocian los nombres de Geli


Raubal, María Reiter, Eva Braun, quien fue su amante, Unity Mitford e Inga
Ley. Leni Riefenstahl, una de las más sindicadas en su momento, negó
haber sido amante de Hitler. Hitler era muy celoso y no permitía a casi
nadie inmiscuirse en esos temas. Albert Speer en sus memorias señaló que
Hitler mostraba un trato desconsiderado, opresivo y vejatorio a Eva Braun.
Una de las secretarias personales de Hitler, Traudl Junge, describió así la
energía que emanaba de la persona de Hitler:
“Cuando estaba presente (Hitler), todo el edificio bullía de actividad, todos corrían, los
teléfonos sonaban, los radios espectadores no cesaban de enviar y recibir notas de
comunicados (...) Cuando él estaba ausente, todo volvía a una monótona normalidad, Hitler era
como una especie de dinamo.”

Junge describió a Hitler como una persona que presentaba dos


personalidades: una muy considerada y afable, y otra muy fría, iracunda y
avasallante en extremo, apasionada y calculadora.

Cita Junge en sus remembranzas:

“Hitler era vegetariano, gustaba del té y además no soportaba el calor; no se podía fumar en su
presencia y hacía climatizar sus ambientes a no más de 11 °C de temperatura. Otro de los
aspectos es que a Hitler le gustaba escuchar chismes, pues lo distraían de su realidad. Además,
Hitler se acostaba muy tarde, a las tres o cuatro de la madrugada, y se levantaba también muy
tarde, entre las 10:00 y las 11:00 horas; el personal militar de la primera planta se acostaba en
torno a la medianoche, terminada la última reunión de guerra de cada día y se levantaba hacia
las siete.”

Para los miembros cercanos a Hitler, Keitel, Lammers y Bormann, Hitler


predicaba con el ejemplo pagando sus propios costes personales sin
derogar ningún fondo del Estado. Los ingresos de Hitler, hábilmente
administrados por su secretario personal Martin Bormann, sucesor de
Rudolf Hess, provenían de los derechos por su imagen postal y por su libro
Mein Kampf.
Otro de los rasgos característicos de Hitler era su desprecio por la
debilidad ante el enemigo y por éste, sobre todo al judaísmo y en segundo
grado al comunismo, su impulsividad y su obcecación por las metas sin
importar el costo que tuvieran. Por ejemplo: cuando Brauchistch le solicitó
la retirada estratégica de Moscú, Hitler se encolerizó diciendo:

“¡No me podéis quitar Moscú!, ¡quiero Moscú!”

Un ejemplo de su aparente flexibilidad es cuando cedió ante Himmler por


la deportación de los holandeses a Polonia, en pro de aumentar
primeramente el contingente de las SS.

Albert Speer llegó a emitir el siguiente comentario al respecto:


“En el lugar donde debía haber un corazón en el pecho de Hitler, había un gran hueco.”
Cuando le tocaba tratar temas variados sobre aspectos técnicos o
militares, mostraba un acabado conocimiento de estos, llegando a
sorprender a sus interlocutores.

Hitler era muy condescendiente con quienes mostraban valor y arrojo en


combate; llegó a diseñar él mismo la Cruz de Brillantes, Espadas y Robles
para Hans Ulrich Rudel, el célebre piloto de «Stukas».

Autodidacta y lector empedernido


Hitler era autodidacta. Sus conocimientos detallados acerca de diversos
temas no los había adquirido en forma sistemática o bajo dirección
científica, dado que además siempre tuvo una aversión contra las
universidades y los profesores universitarios, a los que despectivamente
llamaba "Profaxe". Repetidas veces expresó su aversión a las ciencias
establecidas.
Siguiendo a su mentor Dietrich Eckart, Hitler alababa las enseñanzas
esotéricas y ocultistas de autores como Guido von List o Hanns Hörbiger,
los que unían ciertas tesis científicas con elementos míticos y místicos y
que con frecuencia también integraban ideas nacionalistas o racistas en
sus obras.
No dominaba ningún idioma extranjero aparte de un francés rudimentario
que había aprendido en la enseñanza media de Linz, terminando sus
estudios en el ramo al tercer año con la nota de «insuficiente».201 Es de
suponer que en los años 1914–1918 haya tenido ocasión de refrescar en
algo sus conocimientos de francés en el frente occidental. Como canciller,
Hitler se informaba de la prensa extranjera solamente por vía de su
traductor jefe Paul-Otto Schmidt. Aparte de Praga (1939), Varsovia (1939),
París (1940) y Roma, así como Viena y Berlín, Hitler personalmente no
conoció otras capitales europeas.

Dado que tenía mala vista, pero rehusaba portar gafas por vanidad, los
sirvientes debían distribuir gafas para leer en todas las salas de la
Cancillería, para que Hitler tuviera rápidamente una a mano.
Antisemitismo

El primer testimonio de Hitler sobre la cuestión judía se encuentra en una


carta escrita en septiembre de 1919:

Utilizando la terminología biológica que frecuentemente desplegaría,


declaró que las actividades de los judíos producían «una tuberculosis racial
en las naciones». Afirmó categóricamente que los judíos eran una raza, no
una religión. El antisemitismo como movimiento político, declaró, debería
basarse en la «razón», no en la emoción, y debería conducir a la
eliminación sistemática de los derechos de los judíos. Sin embargo,
concluía:
“El «objetivo final», que sólo podía alcanzarse con un gobierno de «fortaleza nacional» tenía
que ser la «eliminación completa de los judíos».”

Veintinco años después, en vísperas de su suicidio, dejó escrita en su


Testamento Político su valoración de la «raza judía» como la verdadera
culpable de la guerra en curso.

En un pasaje de Mein Kampf, escribió que el sacrificio de los soldados


alemanes en el frente de la Gran Guerra no hubiese sido necesario si
«doce o quince mil de estos judíos corruptores del pueblo hubiesen sido
sometidos a los gases tóxicos»

El antisemitismo de Hitler era un componente muy arraigado y esencial de


su ideología, más allá de los usos propagandísticos que pudo darle a lo
largo de su trayectoria política. Junto con el deseo de asegurar la
hegemonía de Alemania en Europa y la consecución de un espacio vital
para su país, la eliminación de los judíos era el tercer elemento que
conformaba su ideología.
El deseo de venganza que Hitler desarrolló tras la capitulación alemana en
noviembre de 1918 se centró en una serie de enemigos que ya había
identificado años antes, a los que solo se podía combatir mediante la
guerra; Ya que bajo su punto de vista los judíos eran los responsables de
los crímenes más terribles de todos los tiempos -por la «puñalada en la
espalda» de 1918, la capitulación, la revolución, la desgracia de Alemania-;
ya que bajo su pervertida percepción eran los principales protagonistas del
capitalismo de Wall Street y de la City de Londres, así como del
bolchevismo de Moscú; y ya que, según su creencia en la leyenda de la
«conspiración judía.
En este sentido, Hitler se veía como el agente necesario para la salvación
de Alemania y veía la destrucción del poder de los judíos como el medio
indispensable para lograrla.
Con su ascenso al poder el 30 de enero de 1933, su Weltanschauung, ante
todo un conjunto de objetivos visionarios, sirvió para integrar las fuerzas
centrífugas del nazismo, para movilizar a sus activistas y para legitimar
determinadas iniciativas políticas llevadas a cabo siguiendo, de una forma
u otra, su voluntad. Entre tales objetivos estaba la eliminación de los
judíos, idea que supo manejar con criterio táctico a lo largo de su carrera.
Así, Hitler intervenía para canalizar los ataques en forma de una legislación
antijudía tremendamente discriminatoria, aplacando en cada fase a los
radicales y progresando en la radicalización de las medidas adoptadas.
Existía, por lo tanto, una «dialéctica» continua entre acciones «salvajes»
desde abajo y discriminación orquestada desde arriba. Cada fase de
radicalización era más intensa que la que la precedía. De esta manera, la
inercia no se desvanecía nunca.

Teorías sobre el origen de su antisemitismo


Desde su aparición en el mundo político, surgieron toda clase de teorías y
rumores que han intentado explicar los orígenes del antisemitismo de
Hitler.
Se dice que al menos desde la década de los 1920 ya circulaban rumores
de que Hitler tenía alguna ascendencia de sangre judía. La más seria de
estas teorías es la que expuso Hans Frank en sus memorias, escritas
después de la guerra. Frank afirmó haber investigado sus antecedentes
familiares por orden del mismo Hitler y llegado a la conclusión de que su
abuela, Maria Schicklgruber, había dado a luz a Alois Hitler, el padre de
Hitler, mientras trabajaba como criada en una familia judía de Graz
apellidada Frankenberger, de la cual el hijo de la misma, Leopold
Frankenberger, sería el padre de Alois. Ninguna de estas historias, incluida
la de Frank, ha demostrado tener bases factuales.
Lógicamente las implicaciones de estos rumores eran políticamente
explosivas para un proponente de una ideología especialmente racista
contra los judíos. Los adversarios intentaron demostrar que Hitler tenía
antepasados judíos o checos, y aunque estos rumores no fueron nunca
probados, se piensa que para Hitler fueron una razón suficiente para
ocultar sus orígenes.
Según Robert G. L. Waite en The Psychopathic God: Adolf Hitler, el régimen
de Hitler hizo ilegal que las mujeres alemanas trabajaran en familias judías,
y después del Anschluss (anexión) de Austria, convirtió la ciudad natal de
su padre en un área de prácticas de artillería. Waite dice que las
inseguridades de Hitler en este aspecto pueden haber sido más
importantes que si la ascendencia judía pudo ser probada por sus
compañeros.
Por otra parte, diversos autores también aseguran que Hitler fue
seriamente influenciado por la teoría del darwinismo social basada en la
idea de Darwin de "la supremacía del más fuerte" y extendida como una
práctica social por la creencia en una supuesta superioridad e inferioridad
física e intelectual de algunos humanos como resultado de la evolución.
En esta línea de pensamiento, algunos autores consideran que Hitler creía
que los judíos y otros grupos étnicos como los afroamericanos y gitanos,
estaban «corrompiendo» la supuesta «pureza» de la nación germana, y
ponían en peligro su salud física, y su oportunidad de competencia con
otras naciones del mundo.

Perfil psicológico de Hitler

En la época en la que vivió, se encargó a diversos investigadores y expertos


que establecieran un perfil psicológico del dictador. Concretamente
destacan los realizados por Henry Murray para la Oficina de Servicios
Estratégicos (Office of Strategic Services o OSS, precursora de la actual CIA)
y por Joseph McCurry, estando ambos perfiles en consonancia.

La personalidad de Hitler según la inteligencia norteamericana


En 1943, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) encargó al psiquiatra
Henry A. Murray que estudiara la personalidad de Adolf Hitler para tratar
de predecir su comportamiento, durante el conflicto y ante la derrota de
Alemania.
En su informe de 229 páginas, "La personalidad de Adolf Hitler" Murray
describió a Hitler como un paranoico "total" que era "incapaz de
mantener relaciones humanas normales" y que "es imposible esperar de
él ninguna piedad", escribió Murray.

Hay otras ideas más reveladoras de la personalidad de Hitler, según la OSS


eran que Hitler sufría de sentimientos intolerables de inferioridad,
derivado en gran medida de su apariencia física, frágil y
enfermiza durante su infancia. También indica que "Nunca hizo ningún
trabajo manual, nunca participó en deportes y fue rechazado como no
apto para el servicio militar en el ejército austriaco".

Gran parte de su ira se originó a partir de un grave complejo de Edipo que


cuando niño, se desarrolló tras ver accidentalmente a sus padres teniendo
relaciones sexuales. Hitler, que era sumiso ante su padre, lo veía como un
enemigo que gobernaba la familia "con la gravedad y la injusticia de un
tirano" De acuerdo con el informe, Hitler tenía envidia del poder
masculino de su padre y soñaba con humillarlo para restablecer "la gloria
perdida de su madre."
También según el informe de Murray, sufría de indecisión y se derrumbaba
bajo presión. Incluso en la cima de su poder, Hitler sufría de colapsos
emocionales frecuentes de mala conciencia. "Tiene pesadillas debidos a su
mala conciencia, y los tiene por largos períodos cuando la energía, la
confianza y el poder de decisión lo abandonan".

Según Murray, las reacciones de Hitler ante la desesperación seguían este


patrón:
En primer lugar, estallaba con un arrebato emocional y enojo acusatorio
que termina en lágrimas y autocompasión. Continuaba con períodos de
inacción, agotamiento, melancolía e indecisión.
Seguido de horas de abatimiento agudo y pesadillas inquietantes. Dando
lugar a horas de recuperación.
Y, por último, tomaba una decisión segura y decidida para contraatacar con
gran fuerza y crueldad. La evolución de estos cinco pasos podría durar
desde 24 horas hasta varias semanas.
Hitler fue descrito, en el informe de Murray, como un "masoquista de
pleno derecho", que humilló y abusó de sus parejas y que era "incapaz de
consumar de una manera normal", según viejas parejas sexuales contaron
a Murray. También Murray cuenta que "cuando era un niño de doce años,
Hitler fue obligado a participar en un experimento sexual con una niña; y
más tarde, pareció haber desarrollado syphilofobia, un miedo anormal a la
contaminación de la sangre con sífilis a través del contacto con una
mujer". En 1895 Freud sugirió que Hitler fuera internado en un sanatorio.

Murray explica que los judíos eran claramente un grupo demográfico para
que Hitler proyectara sus frustraciones y errores personales, porque "no se
defienden con puños y armas". Los judíos eran, por tanto, un objetivo fácil
al que podía culpar de casi cualquier cosa, incluyendo los efectos
desastrosos del Tratado de Versalles. La imagen de los judíos que
proyectaba estaban asociados con varias de las aversiones de Hitler, como
los negocios, el materialismo, la democracia, el capitalismo y el
comunismo. Estaba ansioso por despojar a los judíos de su riqueza y
poder.

Mientras que el líder nazi era conocido por ofrecer un apretón de manos
débil con las palmas "húmedas y pegajosas" su presencia fue descrita
como "hipnótica" en el análisis de Murray. Los ojos los describe Murray
como "muertos e impersonales". También señala que el Führer tenía una
"altura ligeramente por debajo de la media, entradas en el cabello, labios
delgados, y manos notablemente bien formadas".
El informe también habla sobre lo exigente que era sobre su comida.

Rasgos de personalidad de Hitler


1. Egolatría y complejo de Mesías

En los diferentes discursos y documentos que se conservan del dictador, es


posible observar como Adolf Hitler se consideraba una fuerza escogida
para liderar Alemania y llevarla la victoria. Se consideraba a sí mismo una
encarnación del bien, destinado a liderar a su pueblo.

Este hecho se vería favorecido por la adoración de gran parte del pueblo
alemán durante su ascenso al poder. En la actualidad, podría llegar a
considerarse que se trataba de un caso de delirio de autorreferencia.

2. Dificultades para la intimidad

La vida íntima de Hitler, al margen de su relación con Eva Braun, resulta


poca conocida. Sin embargo, los registros de la época parecen indicar que,
si bien el dictador podía desplegar un gran encanto con los que le
rodeaban y seguían, tenía severos problemas para establecer relaciones
profundas, en parte por lo dificultoso que le suponía expresar sus
sentimientos en lo relativo al afecto.
3. Sentimientos de inferioridad y autodesprecio
Los diferentes estudios y perfiles que se han llevado a cabo de su personalidad y de su
historia indican que el dictador tenía un fuerte complejo de inferioridad, que a su vez le
impulsaba a buscar la superioridad y la autoafirmación. De hecho, el informe elaborado
por Murray destaca la presencia de una estructura yoica débil, posiblemente producto
de los malos tratos a los que era sometido por parte de su padre.

También resulta en parte revelador que la raza aria que preconizaba gozaba de
características de las que él mismo carecía, cosa que parece favorecer la idea de la
existencia de una autoestima baja y de sentimientos de inferioridad.
4. Desprecio hacia la debilidad

Asociado al rasgo anterior encontramos la presencia de un desprecio a la


debilidad. Este desprecio hacia quienes consideraba inferiores puede
observarse en sus actos y la eliminación sistemática de quienes en la
época eran considerados débiles, como los pacientes psiquiátricos y los
discapacitados intelectuales.
5. Perseverancia

Los diferentes registros y comunicados parecen indicar que Hitler era


especialmente tenaz y obcecado en lo que se refería a sus objetivos, y le
costaba mucho admitir la derrota. De hecho, el informe de Murray
indicaba que existía la probabilidad de que el dictador se suicidara en caso
de perder la guerra.
6. Carisma y capacidad de manipulación

Una de las facetas de la personalidad más conocidas de Adolf Hitler es su


elevada capacidad de carisma. El dictador alemán despertaba pasiones
entre sus tropas y entre las masas, como puede verse en los diversos
documentos gráficos de sus discursos y el comportamiento y lealtad
acérrima hacia su figura por parte de la mayor parte de sus tropas.

Asimismo, destaca su habilidad para convencer y manipular tanto a las


masas como a los individuos de su postura y la veracidad de sus palabras.
7. Teatralidad

Adolf Hitler poseía una gran capacidad de teatralización y al dramatismo,


cosa que favorecía que pudiera llegar fácilmente al pueblo y ayudaba a
convencer a los demás de sus puntos de vista.

8. Obsesión por el poder

Como ocurre con otros muchos dictadores, el poder era importante para
Hitler. La creación de organizaciones como la Gestapo para mantener la
obediencia de la población y la eliminación de disidentes son pruebas de
ello. Del mismo modo se puede observar en su política expansionista,
invadiendo diferentes países como Polonia o intentando atacar Rusia. En el
libro que escribió durante su estancia en prisión, Mein Kampf, llegó a
escribir que su partido no estaba para servir a las masas, sino para
doblegarlas.
9. Poca capacidad empatía

La poca o nula capacidad para identificarse con los pueblos sometidos y la


propuesta de diversos planes de exterminio para diversos tipos de
población como los judíos, homosexuales, gitanos, población con
problemas psiquiátricos y disidentes demuestran una poca o nula
capacidad de empatía.
Conclusiones

Las diferentes características de personalidad junto a la atrocidad de sus


actos han hecho que a lo largo de la historia se le hayan atribuido a Hitler
diversos trastornos mentales. El informe de Murray hablaba de
esquizofrenia, neurosis e histeria, entre otros términos.
Otros autores reflejan que Hitler pudo haber padecido alteraciones debido
al consumo de sustancias, a una esquizofrenia paranoide, a un trastorno
bipolar o incluso al síndrome de Asperger. También se le asocian diferentes
parafilias como el sadomasoquismo. Las características de personalidad
antes descritas pueden tener cierta vinculación con la existencia de un
cierto grado de psicopatía, dado que se cumplen características típicas de
este tipo de sujetos, pero también es muy posible que sean pura
propaganda para desprestigiar su figura aprovechando los estigmas que
pesaban sobre las personas con trastornos mentales.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que ninguna de estas


consideraciones puede considerarse como probada ni afirmarse con
rotundidad, ya que como hemos dicho parten del análisis de sucesos y
documentos sin haber mantenido un contacto real con el analizado.
Asimismo, se corre el riesgo de minimizar la responsabilidad del sujeto, así
como de trivializar algo tan grave como el genocidio masivo cometido por
el líder del nazismo.

Referencias bibliográficas:

http://www.elcajondegrisom.com/2017/05/la-personalidad-de-hitler-segun-la.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Hitler
Koepf, G. & Soyka, M. (2007) Hitler’s missing psychiatric file. European Archives of
Psychiatry and Clinical Neuroscience; 257(4).
Murray, H.A. (1943). Analysis of the personality of Adolf Hitler. With predictions of his
future behavior and suggestions for dealing with him now and after Germany’s
surrender.
Redlich, F. (1998). Hitler: Diagnosis of a Destructive Prophet. Oxford University Press.
Stewart, D. (2005) Inside the mind of Adolf Hitler. BBC.

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