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La guerra terminó para finales del siglo XV y ganó la casa de los Tudor por lo que
le rey era Enrique VII, este fascinado por el ambiente cultural y político que había
en la Europa continental, sobretodo en Italia decide invitar a algunos humanistas lo
que incitó al desarrollo del arte en todo el Reino Unido.
Pintura y Escultura:
Los maestros locales de la pintura y escultura inglesa tardaron mucho en
incorporar las innovaciones del Renacimiento, siendo los artistas de la corte
Tudor en su mayoría extranjeros, como las destacadas figuras de Hans Holbein el
Joven (su principal seguidor local fue John Bettes el Viejo), Antonio Moro, Hans
Eworth William Scrots o Federico Zuccaro. También hubo destacados pintores
extranjeros cuyo nombre no se ha conservado, como el llamado Claudia "Maestro
de los retratos Brandon", el autor del retrato de Enrique VII (en algunas fuentes se
identifica con Michael Sittow) o el autor del retrato de Henry Howard.
Las fases más violentas de la Reforma anglicana produjeron una
intensa iconoclastia que destruyó casi todo el arte religioso medieval y cercenó la
continuidad de los talleres ingleses de pintura y escultura. La producción pictórica
se centró en el retrato, género al que se añadió más adelante el paisaje.
Un rasgo local, que puede considerarse invención inglesa (no se extendió por
Europa hasta el siglo XVIII), fue el retrato en miniatura, que esencialmente tomó la
técnica de un arte moribundo: la iluminación de manuscritos, y la transfirió a
pequelos retratos que se disponían en medallones. El género se desarrolló en
Inglaterra por maestros extranjeros, en su mayor parte flamencos, como el
fundador de la tradición, Lucas Horenbout, sustituidos a finales del siglo XVI por
artistas locales, como Nicholas Hilliard (discípulo de éste fue John Bettes el Joven,
hijo de Bettes el Viejo) e Isaac Oliver.