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PEQUEÑAS NOTAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LAS NORMAS LABORALES

EN EL ECUADOR Y SU SITUACIÓN ACTUAL 1

Durante la época colonial, en la Real Audiencia de Quito regían las Leyes de Indias
impuestas por la Corona Española. En el año de 1822, los territorios que hoy
conforman el Ecuador se independizaron de España y constituyeron en el Distrito Sur
de la Gran Colombia que tuvo ocho años de vigencia, durante los cuales se vivió una
época de agitación política que impidió toda tarea legislativa específica sobre el tema.

Desde el 13 de mayo de 1830 existe la República del Ecuador, pero en la primera


Constitución aprobada en Riobamba no consta ninguna norma de carácter laboral.
Recién desde el año de 1929 se ha recogido en las varias constituciones que nos han
regido, ciertos postulados básicos relativos a las relaciones obrero-patronales.

En el año de 1861 se expide el primer Código Civil del Ecuador que regula el
arrendamiento de trabajadores, y confirmando el pensamiento de la época respeta el
principio de la autonomía de la voluntad, es decir que se considera que tanto el
empleador como el trabajador están en igualdad de condiciones fácticas, por lo que
libremente pueden negociar las condiciones de una relación de trabajo, sin que se
considere ninguna norma protectora a favor de la parte débil de la relación jurídica.

El 05 de junio de 1895 triunfó la revolución liberal en el Ecuador, encabezada por el


General Eloy Alfaro, iniciándose un periodo de importantes transformaciones
tendientes a separar la Iglesia del Estado; sin embargo no llega a dictarse una ley
específicamente laboral. En el Código de Policía expedido en el año de 1904 se
incluye el Capítulo XX que trata de los jornaleros y en varios artículos se fija un salario
mínimo, una jornada máxima de ocho horas de trabajo y se limita la duración de la
relación laboral en el tiempo, porque seguramente entonces, el afán era evitar las
formas de esclavitud. Hay regulaciones sobre la manera de solucionar controversias
pero constan normas con la del Art. 121 que dispone que el jornalero será reducido a
prisión por el Juez, cuando faltare a su trabajo sin justo motivo o sin licencia del patrono
con el que ha celebrado contrato escrito.

En los años posteriores se dictaron otras leyes laborales con el afán de regular el
contrato de trabajo, las obligaciones de las partes, los salarios, las jornadas y el
desahucio como forma de terminación tempestiva de la relación obrero patronal.

En 1925, los sectores socialistas y militares jóvenes impulsaron la revolución juliana


que terminó con la etapa liberal e inició otra de nuevas transformaciones,
especialmente en lo económico pues se reguló la intervención de la banca y se
fortaleció la gestión del Estado a través del Banco Central y otras entidades públicas
como la Contraloría General del Estado.

1 Apuntes personales de clases del Dr. Fabián Jaramillo Terán.


Como consecuencia de esta nueva tendencia ideológica, en agosto de 1938 se expidió
el primer Código del Trabajo del Ecuador, que recogió y profundizó las normas
anteriores sobre las relaciones individuales entre patrono y trabajadores, y además
incluyó los principios básicos del derecho colectivo pues contiene disposiciones
referentes a las asociaciones de trabajadores, a los contratos colectivos y a los
conflictos colectivos, incluido en derecho de huelga.

El Ecuador fue entonces el segundo país latinoamericano en tener una legislación


específica para regular las relaciones de trabajo, después de México cuya Ley Federal
fue expedida en 1917. Muchos han sostenido que el Código del Trabajo de 1938 con
su normativa de avanzada para la época, fue un freno para el desarrollo industrial y
comercial del Ecuador, que por ello ha tenido una economía mucho más reducida que
la de otros países vecinos en nuestra América. Sin embargo, otros creemos que
aunque ha sido paulatina la aplicación de esa legislación laboral de 1938, la misma ha
sido un factor fundamental para que en el país no existan las graves formas de
explotación que en los países vecinos fueron el origen de movimientos revolucionarios
y subversivos que determinaron que en la segunda mitad del siglo XX, casi todos ellos
tengan que afrontar graves conflictos internos inclusive armados, cuyas secuelas
hasta hoy se mantienen, y en el Ecuador prácticamente no existieron.

El Código del Trabajo de 1938 siguió reformándose, siempre con el afán de consolidar
la protección al trabajador frente a la situación de desequilibrio que se encuentra
dentro de la relación laboral. Específicamente, en el año de 1964 durante una
dictadura militar, se hicieron varios cambios que en la línea de acción antes
mencionada, solucionaba problemas prácticos que se habían detectado en el tiempo.

Sin embargo, en la década de 1980, el Ecuador como muchos otros países debió
afrontar una grave crisis económica originada en múltiples factores externos e
internos, y por primera vez se evidenció el gravísimo problema del desempleo y el
subempleo. Mientras en otras latitudes, esta fue la época de la flexibilización del
Derecho del Trabajo a partir del principio de que la parte más débil de la sociedad ya
no era el asalariado sino el desempleado, y que por lo mismo, el deber del Estado era
fomentar la creación de empleo para incorporar al sector informal y desempleado, en
el Ecuador, lo que se propuso es un congelamiento de los derechos ya reconocidos a
los trabajadores y cambios en las formas contractuales para propender a la creación
de empleo, sin que finalmente se alcancen los objetivos buscados.

Debe mencionarse que en esta época, durante el gobierno social demócrata del
Doctor Rodrigo Borja, en el año 1991 se dictó la Ley 133 reformatoria del Código del
Trabajo, que de una manera equilibrada reformó sus normas, en algunos casos
profundizando los beneficios de los trabajadores, y en otros, atendiendo los
requerimientos patronales de una flexibilización. En lo relevante, esta ley estableció
que la formación de organizaciones sindicales requiere de la presencia mínima de
treinta trabajadores en la asamblea constitutiva, cuando la norma originaria del Código
del Trabajo sólo exigía la presencia de quince trabajadores. Esta reforma afectó al
derecho colectivo en general, pues disminuyeron el número de organizaciones
sindicales así como los conflictos e incluso las pretensiones formuladas en los
contratos colectivos; situación que también se originaba en el hecho de que los
dirigentes sindicales estaban conscientes de que en una época de crisis no se podía
seguir con una línea de grandes demandas que en cambio existieron cuando se inició
la bonanza económica del Ecuador por la explotación petrolera, esto es en la década
de 1970.

Actualmente, aunque se afirme que hay crecimiento económico en el Ecuador, es


evidente existe un importante segmento de la población que viven en condiciones de
pobreza, de allí que en estos días se discute de un proyecto de ley para elevar el
monto de un bono directo que ya existe, y que el Estado entrega a las personas en
situación de pobreza absoluta.

En cuanto al derecho laboral individual y a la protección de la seguridad social, sin


lugar a dudas el Gobierno actual ha desplegado esfuerzos por hacer cumplir la ley
vigente, e incluso ha aprobado normativas que han motivado serias discusiones, como
la de prohibir la tercerización laboral, que en cambio es una figura en la moderna
economía mundial que resalta la especialización, como medio para una mayor
productividad en beneficio mutuo del capital y del trabajo, En lo colectivo, no ha podido
desarrollarse la sindicalización por ramas de actividad, por lo que prácticamente en
el Ecuador sólo existe el sindicato de cada empresa, y así mismos la contratación
colectiva sólo se aplica a la relación jurídica entre un empleador y sus trabajadores, lo
que determina muchas veces que en una economía de alta competencia, la empresa
que mayores beneficios económicos otorga a sus trabajadores, tiene un mayor costo
de producción que le coloca en una situación de desventaja frente a otras que han
cicateras en el aspecto social.

El Gobierno del Ecuador ha dicho que busca la sindicalización y contratación colectiva


por ramas de actividad, pero en concreto ningún paso se ha dado en este sentido, y
por el contrario, con fines políticos se ha buscado el fraccionamiento de las grandes
confederaciones de trabajadores que ya han existido como organizaciones sindicales
de segundo piso.

Finalmente, es incipiente el desarrollo de políticas de diálogo y gestión conjunta entre


empleadores y trabajadores aunque si se han estimulado políticas de capacitación y
de previsión y de seguridad social.

El problema central sigue siendo la falta de estímulo para generar nuevas fuentes de
trabajo. La migración de ecuatorianos a Europa y Norteamérica hizo que se note
menos la situación de desempleo, pero la crisis de otras economías está determinando
el regreso de nuestros migrantes, lo que significa por un lado, que se pierden los
ingresos que ellos generaban en el exterior y que remitían al país; y por otro, que sea
mayor el número de desempleados, causándose entonces complicaciones de la más
variada índole, tanto más que en el país no existe seguro de desempleo.

FUNDAMENTOS DE UNA REFORMA:


Cuando han pasado más de cien años desde la primera ley laboral, no es novedoso
el que se hable de la necesidad de reformas e incluso de otro Código del Trabajo.
Varios intentos se han desarrollado en este sentido, pero generalmente no se ha
podido explicar siquiera cuáles son las falencias que la legislación actual tiene, y así
mismo, cuáles son los horizontes y los propósitos que se buscarían con una nueva
normativa.

Es evidente que hoy se vive en una sociedad dinámica, que sufre grandes
transformaciones y cambios y que exige que la legislación se vaya acoplando a las
necesidades de los tiempos. Cuando surgieron las leyes sociales se consideró que la
empresa que nació de la revolución industrial, sería siempre una fuente infinita y
suficiente para ofrecer trabajo a todos quienes lo requerían, y bajo este concepto, la
legislación laboral simplemente se limitó a establecer los derechos esenciales de los
trabajadores como parte débil de esa relación social, y la evolución legislativa,
consistió entonces en la ampliación y mejora permanente de esos derechos
protectores.

Pero este modelo suponía la existencia de una sociedad en expansión económica, o


al menos con una estabilidad productiva, y dentro de ella, asumiendo que esa
producción era fuente generadora de riqueza, el derecho laboral buscaba ser un
mecanismo de distribución equitativa de esa riqueza, protegiendo al asalariado como
naturalmente corresponde.

La verdad es que desde la década de los ochenta y por factores de la más variada
índole, se constató que ni la actividad privada ni la pública son capaces de ofrecer un
trabajo remunerado a todas las personas que lo requieren. Esta situación, que alteró
la figura de la sociedad clásica en la que surgieron las leyes sociales, requiere de
soluciones innovadoras que sin enfrentar a los trabajadores que tienen empleo con
aquellos que pugnan por alcanzarlo, haga posible que el Estado cumpla con la
obligación impuesta por el artículo 326 numeral 1 de la Constitución que para sustentar
el derecho al trabajo le obliga a impulsar el pleno empleo y la eliminación del
subempleo y del desempleo, que son los propósitos de una ley reformatoria en la
materia.

En el mundo ya se ha comprobado que la sola flexibilización o desregulación laboral


no constituye un estímulo para la creación de puestos de trabajo; de otro lado, la
inestabilidad en el trabajo, esto es la rotación de trabajadores para evitar relaciones
estables tampoco apoya a la productividad; y así mismo, la disminución del costo de
la mano de obra tampoco favorece necesariamente una mayor competitividad de la
empresa, porque en el precio final del producto influyen altos costos de servicios
básicos, altas tasas de interés para obtener el capital operativo, etc. Ciertamente que
muchos de estos aspectos escapan de la legislación laboral propiamente dicha, pero
no pueden ser ignorados en un proyecto de legislación, por la íntima relación que
tienen en cuanto al desarrollo de las actividades productivas generadoras de puestos
de trabajo.
En los últimos diez años, indiscutiblemente se ha frenado la actividad productiva
privada. No se ha estimulado la inversión ni interna ni externa. Se han denunciado los
tratados de inversión que podían atraer capitales extranjeros que vengan a dinamizar
nuestra economía y a generar empleo. Cualquier actividad económica que aparecía
como productiva, era objeto de controles, de impuestos y de restricciones.

En definitiva la mitad de los ecuatorianos que están en capacidad de trabajar,


actualmente no tienen un trabajo decente o adecuado, esto es el que quisieran tener
y para el que se consideran preparados. Se encuentran en el subempleo o en el
desempleo, lo que genera gravísimas condiciones personales o familiares, y afecta
además a cualquier plan de crecimiento de la sociedad, porque cuando la mitad de la
población económicamente activa no tiene recursos para demandar los productos que
regularmente se necesitan para la vida, la economía y el aparato productivo se
contraen. Los subempleados y desempleados son ahora la parte más débil de la
sociedad, y a ellos debe volcarse la protección de una nueva legislación de trabajo
que estimule los emprendimientos y la inclusión en el régimen laboral y de seguridad
social.

En este contexto, la legislación laboral no puede seguir siendo un simple mecanismo


de redistribución de la riqueza, como lo fueron en su origen las leyes sociales, porque
no hay producción ni riqueza suficiente para distribuir; sino que debe convertirse en
un derecho generador de empleo y de producción, que estimule la inversión y la
creación de fuentes de trabajo, eso sí, sin perder de vista su carácter tutelar porque
en ningún caso el trabajo puede ser tratado como una simple mercancía, ya que atañe
a los seres humanos cuya realidad social no puede ser soslayada. El trabajo no puede
tener sólo una valoración fisiológica o económica relacionada con la materialidad de
la tarea o labor cumplida, sino que tiene un contenido moral, de dignidad humana y
relacionado con el desarrollo progresivo de los pueblos.

Por lo mismo, la normativa laboral, garantizando el derecho de los trabajadores que


actualmente tienen empleo, debe permitir la contratación de los que hoy son la parte
más débil de la sociedad con figuras adecuadas a las diversas necesidades que los
procesos productivos tienen.

De otro lado, este tiempo se caracteriza por el surgimiento de emprendedores que


pugnan por desarrollar actividades por cuenta propia; sin embargo, quien decide iniciar
un negocio no tiene certeza del éxito del mismo, pero en el ámbito laboral y como
efecto de las reformas que se hicieron hace unos pocos años para suprimir el contrato
de plazo fijo, debe contratar a los trabajadores que requiera con el carácter de
indefinidos, cuando más con un periodo de prueba de noventa días. Si el negocio
después de un par de años no ha despegado, el emprendedor no sólo que habrá
perdido el dinero invertido sino que tendrá que asumir la responsabilidad
indemnizatoria respecto de sus trabajadores estables. Lo mismo ocurre al empresario
cuando asume la ejecución de una obra cierta dentro del giro de su negocio, porque
la figura contractual prevista en el artículo 16.1 del Código del Trabajo restringe su
aplicación a las actividades que discriminatoriamente determine el Ministerio del
Trabajo. Y el análisis de estas contingencias, muchas veces frenan los
emprendimientos u obras ciertas que generarían actividad económica y puestos de
trabajo.

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