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Antecedentes históricos de la motivación

González y colaboradores (2010) señalan que múltiples corrientes psicológicas y filosóficas han
intentado dar una explicación acerca de la motivación. Estos autores indican que, según Bolles,
desde la perspectiva psicológica, uno de los primeros personajes en plantear un juicio acerca de la
motivación fue Aristóteles, él declaró que la motivación era la razón por la cual las personas
realizaban acciones que les resultaban placenteras o les causaban felicidad.
Bolles (en González y cols., 2010) menciona que McDougall sugirió que los instintos son diferentes de
los impulsos que dirigen una conducta, ya que los instintos, al establecer las metas hacia la actividad
que se dirigen no se reducen solo a actividad humana, sino que son propios de cada especie de
organismos y son los motores que impulsan toda conducta. González y colaboradores (2010),
mencionan que de acuerdo con Bolles, el concepto instinto fue sustituido por el concepto de
aprendizaje debido a la influencia del psicólogo experimental Watson, y más tarde en el modelo
neoconductista de Hull, en sus intentos por explicar la conducta utilizo conceptos motivacionales
como impulso e incentivo.
Por su parte, Maslow (en González y cols., 2010) dice que las motivaciones de la conducta humana
se encuentran en la satisfacción de las necesidades. Este planteamiento lo explicó con una pirámide
motivacional, en la que en la base colocó las necesidades fisiológicas, tales como comer, dormir,
etc., en el segundo nivel ubico la seguridad, en el tercero el amor, en el siguiente nivel la
autorrealización del individuo y en el último nivel, situó las condiciones que permitan satisfacer
necesidades estéticas y cognitivas.
Sin embargo, según Müller (en González y cols., 2010) no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que
dentro de la psicología motivacional se plantearon los enfoques cognitivos y sociocognitivos. Uno de
los científicos que investigó acerca del desarrollo cognitivo fue Jean Piaget, quien en sus estudios
expuso que los niños piensan diferente a los adultos debido a que a la par de la maduración
biológica, se da una evolución del pensamiento.
González y colaboradores (2010), indican que para Piaget, cuando un niño se enfrenta a los objetos
del exterior, es decir, cuando los asimila, surge una necesidad de tipo cognitivo o afectivo, esta
necesidad lleva al infante a pensar o actuar, que da como resultado la reequilibración del
conocimiento adquirido, lo cual se refiere a la adaptación del niño con la situación. Este autor, utiliza
este proceso para definir la motivación, dice que la esta es la reequilibración de una necesidad
producida por un desequilibrio en el medio físico o social y que a partir de ella se crean nuevos
esquemas, es decir, nuevos comportamientos ante una situación. De acuerdo a sus estudios de
desarrollo cognitivo Piaget (en González y cols., 2010) considera que las necesidades y la satisfacción
de estas no son las mismas en todas las etapas del desarrollo cognoscitivo, por lo que lo dividió en
cuatro períodos:
a) Periodo sensoriomotriz: Esta etapa abarca desde el nacimiento hasta los tres años. Durante el
principio este periodo el recién nacido basa sus necesidades en reflejos, tales como llorar para que
su madre lo alimente. Después se enfoca en reconocer el medio en el que se desenvuelve, por
ejemplo, reconocer el rostro de sus padres.
b) Periodo de pensamiento preoperacional: Se divide en dos fases, que son, la fase de
representación y la fase instintiva. La primera abarca los primeros cuatro años del niño y la
satisfacción de las necesidades está en función de su propio punto de vista, de una manera un tanto
egocéntrica, el niño satisface sus necesidades al margen del mundo que lo rodea. Durante la fase
instintiva, que termina a los siete años, el niño satisface sus necesidades mediante equivalencias, por
ejemplo: “Si me porto bien, mi mamá me va a querer mucho”, en este caso el infante hace una
asociación, sin embargo no tiene conciencia del procedimiento que se emplea, sólo actúa
intuitivamente.
c) Periodo de operaciones concretas: Comprende de los siete a los once años y en ocasiones se le
considera otra fase del periodo antes mencionado. A lo largo de esta etapa, por medio del juego
simbólico, es decir, a través de actividades lúdicas muchas veces imitando el medio que los rodea, el
niño logra apropiarse de la realidad y cambia aquello que le causa conflictos o no le satisface.
d) Periodo de operaciones formales: Comienza a los once años y culmina a los quince años.
Debido al dominio del lenguaje a esta edad, da pauta al pensamiento abstracto. Durante este
período, la satisfacción de necesidades se refiere a la cognición y el afecto, por ende, el individuo
trata de identificarse con sus mayores y con sus iguales, de igual manera, se hace preguntas acerca
del entorno en el que se desarrolla.

La motivación desde el punto de vista de Piaget


Según Bolles, Müller y Ardila (en González y cols., 2010) las nociones que tenemos acerca de la
motivación son incompletas, ya que, cualquier tipo de motivación implica deseos, necesidades,
expectativas e incomodidades acerca del medio.
Una de las clasificaciones que se han hecho acerca de la motivación es la de Bojórquez, quien hace
la distinción entre motivación interna y motivación externa. La primera se refiere a la motivación que
surge de manera espontanea y casi siempre sin un motivo evidente, es generalmente más duradera
y su intensidad es de mayor grado. La motivación externa está ligada al desarrollo del infante y de
sus estructuras cognitivas.
De acuerdo con González y colaboradores (2010), Piaget plantea que el desarrollo del niño
comprende dos aspectos: Por un lado se refiere a la evolución corporal, donde los órganos alcanzan
su madurez y el cuerpo logra un máximo nivel de crecimiento. El segundo aspecto explica el
desarrollo mental y psíquico, este desarrollo se refiere a los estados de equilibración, donde pasan de
un nivel menor a uno mayor, ejemplo de esto es el aumento de estabilidad en las relaciones sociales.
Este autor considera que hay funciones en las que el desarrollo mental depende del corporal, por
ejemplo, la agudeza visual, que llega a su punto máximo al final de la infancia y va decreciendo
conforme el individuo crece, sin embargo, también señala que existen procesos en los que ambos
tipos de desarrollo son independientes, ejemplo de ello es la inteligencia, que contrario al ejemplo
anterior, esta no disminuye al final del crecimiento, sino que se va construyendo de manera continua.
Con el fin de explicar cómo es que los niños piensan de manera diferente a los adultos Piaget (en
González y cols., 2010) postuló que es necesario aprender a diferenciar los comportamientos
característicos de cada etapa del desarrollo cognoscitivo, debido a que las estructuras variables son
la manera en que se organizan las actividades mental intelectual y la afectiva. De esta manera,
distinguió seis estadios que señalan el surgimiento de dichas estructuras:
1. De los reflejos o montajes hereditarios. 2. De los primeros hábitos motores
3. De la inteligencia sensoriomotriz o práctica (anterior al lenguaje). 4. De la inteligencia intuitiva
5. De las operaciones intelectuales concretas. 6. De las operaciones intelectuales abstractas.
Todos estos estadios implican diferentes tipos de estructuras diferentes, que distingue a cada uno del
anterior. Estas modificaciones estructurales surgen debido a las demandas del medio con el
individuo. De este modo, en cada estadio se da una manera diferente de equilibrio, cada vez más
compleja conforme al crecimiento del niño, ya que no es la misma equilibración que se da en un
recién nacido que en un adulto.
El equilibrio motivacional en la teoría de Piaget
González y colaboradores (2010), explican que Piaget considera que la energía para el desarrollo de
la inteligencia se deriva de la motivación, es decir, de los estímulos físicos y sociales en el ambiente
donde el niño se desarrolla. Este autor dice que las estimulaciones del exterior actúan sobre el niño y
lo llevan al desequilibrio, este desequilibrio es una de los elementos que más motiva al niño a buscar
el equilibrio con su medio social y físico, es decir, a nuevos procesos de adaptación.
González y colaboradores (2010) indican que para Piaget las equilibraciones y equilibrios surgen a
partir de la necesidad que experimenta el niño para asimilar el medio que lo rodea y que se
encuentra un impulso interno que se expresa y que tiene una función adaptativa. Este autor también
dice que la equilibración sucede en cualquier nivel y gracias a ella se puede crear un sistema
cognitivo estable y definitivo. En conclusión, los desequilibrios no desencadenan el regreso a la forma
anterior de equilibrio, sino a una mejor, esto implica mayor numero de dependencias mutuas.

La motivación y su relación con el aprendizaje


Piaget (en González y cols., 2010) subraya que la motivación y el aprendizaje tienen una relación
estrecha debido a que, la motivación es el motor para que se realice cualquier proceso de
aprendizaje. Piaget e Inhelder (en González y cols., 2010) mencionan que cuando los niños
disminuyen su motivación por aprender es porque no están preparados para enfrentar a nuevas
situaciones, de esta manera, el aprendizaje se puede dificultar si los individuos no están
biológicamente preparados. Esta disminución de la motivación por el aprendizaje puede darse por
diversos motivos, uno de ellos es cuando el niño ejecuta una acción y no obtiene los resultados que
esperaba o no satisface las necesidades que tenía, otro aspecto que afecta la motivación por el
aprendizaje es el grado de dificultad que tengan las tareas que se le presentan al niño, ya que
cuando al infante se le asigna una tarea que tiene un nivel más alto que el de su desarrollo cognitivo
y se le presiona para aprender esto orilla al niño al estrés y a una serie de desordenes psicológicos
que culminan en el fracaso escolar.
Así como menciona los aspectos que pueden contribuir a la disminución de la motivación por
aprender, Piaget (en González y cols., 2010) señala que un buen tipo de motivación para los
problemas de aprendizaje no es impulsar a los niños a aprender con el fin de obtener buenas
calificaciones, ya que es lo que generalmente se hace, sino encontrar una manera de que el infante
tenga una motivación interna que lo lleve a desear aprender por el simple hecho de adquirir
conocimientos. Ortega y Fuentes (en González y cols., 2010) señalan que existen tres tipos de fuentes
de motivación en los niños: intelectuales, emocionales y sociales. Las intelectuales se refieren a los
deseos de vencer dificultades, resolver problemas o simplemente progresar en el conocimiento. Las
emocionales están ligadas a los sentimientos como placer y dolor, en el caso del aprendizaje, el
deseo del triunfo o la ambición y las sociales se refieren a la relación del sujeto con su medio, en este
caso el grado de aceptación o la popularidad.
Por último, González y colaboradores (2010) apuntan que para Bojórquez, una señal de que el niño
está siendo motivado de manera correcta es cuando busca aplicar lo que ha aprendido o siente
curiosidad por investigar más sobre el tema que está aprendiendo.

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