La Oración, dependencia y obediencia.
Las relaciones correctas en el hogar,
la oración es un diálogo entre Dios y
los hombres.
La oración presupone por la fe de que
Dios existe, oye, se interesa y "es
galardonador de los que le buscan.
El orar supone que existe una relación
correcta entre el suplicante y
Su Creador, o que debe restaurarse
dicha relación, a través de la oración.
Idealmente, la oración es una
expresión del alma hacia Dios que
manifiesta amor y aprecio, el deseo de
la conducción divina, la confesión del
pecado o pedidos específicos.
Su propósito no es tanto Producir un
cambio en el Señor como en el
suplicante, y condicionar su mente y
su vida para que Dios pueda realizar
su voluntad de bien en él y por él
La fe es un ingrediente esencial de la
oración (Mateo 21:22).
Mediante las parábolas del amigo que
llamo a medianoche (Lucas 11:5-13) y
la del juez injusto (Lucas 18:1-8) Jesús
enfatizo la importancia de la
persistencia, la perseverancia, y el
fervor en nuestras oraciones.
son importantes para que nuestras
oraciones no tengan estorbo (1 Pedro
3:7).
Un espíritu perdonador es esencial
para poder obtener el perdón de
nuestros pecados confesados en
nuestras oraciones (Mateo 6:14-15).
La humildad también es un
ingrediente esencial en nuestras
oraciones (Lucas 18:10-11)
La oración debe ser ofrecida a Dios en
el nombre de Jesús (Juan 14:13-14).
Las oraciones motivadas por el
egoísmo, no pueden ser contestadas
por Dios (Santiago 4:3).
Dios no escucha las oraciones de los
que deliberadamente le desobedecen
o que tienen el propósito en su
corazón de desobedecerlo (Proverbios
15:29 / 28:9).
En vista de que la oración refleja la
conciencia de la necesidad nuestra y la
fe en el poder de Dios de suplir lo que
hace falta, Dios a menudo hace por
nosotros, como resultado de ella, lo
que de otro modo no haría. Algunas
personas no tienen porque no piden
(Santiago.!4:2).
La oración debe ser sencilla y no
ostentosa (Mateo 6:5-7).
Para que sea respondida, es esencial
que nuestro pedido este en armonía
con la voluntad de Dios, es más
deberíamos orar siguiendo el ejemplo
de Jesús “Pero no sea como yo quiero,
sino como tú” (Mateo 26:39).
También el apóstol Juan nos recuerda
que, si pedimos alguna cosa conforme
a su voluntad, él nos oye (1 Juan 5:14).
Pablo Y de igual manera el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad; pues qué
hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos
indecibles. (Romanos. 8:26).
Y en esta noche quisiera que Ud. Se
hiciera una pregunta acerca de su vida
de oración:
¿Se ha encontrado Ud. Orando en la
noche junto a su lecho y ha tenido que
despertarse para decir amen?
No es una pregunta para
avergonzarse, y mucho menos para
que influir en Ud. Sentimientos de
culpa, pienso que si Ud. Esta entre los
87% de cristianos que les ha sucedido
esto.
Ha estado orando y su mente suele
divagar, al punto que llega a olvidar
cual era el motivo de su oración.
Pues los libros en general dicen que
debemos adquirir el habito de orar,
sin embargo, esta encuesta dice que la
oración para muchos cristianos, se ha
convertido en un habito que
practicamos automáticamente, al
punto que a muchos les cuesta
reconocer cuando comenzaron y
cuando terminaron de orar y que fue
lo que dijimos entre el principio y el
fin.
Exp. Campamento “Lo mismo de ayer”
Automatizada la misma oración.
Un día almorzando, no recuerdo si ya
había orado y volví a orar.
Y lo peor de todo, nosotros culpamos
a Dios porque no escucha nuestras
oraciones. Y la verdad es que somos
nosotros mismos los que no oímos
nuestras oraciones.
Pero la pregunta seria, ¿Cómo cultivar
el habito de orar, sin que se convierta
en una irreflexiva rutina? Ese es el
desafío que nos embarga en esta
noche.
David Salmos 55:17 Tarde y mañana y
a mediodía oraré y clamaré,
Y él oirá mi voz.
En mi experiencia cristiana he
conocido tantas personas que me
aconsejaron el orar cuando el mundo
calla.
Un día en medio de mi estudio
encontré una cita que decía que
Martín Lutero no podía acabar todo su
trabajo de un día a menos que orara
primero esa mañana durante tres
horas.
Luego estaba Juan Wesley, quien se
levantaba regularmente a las 4 a.m.
para orar. David Brainerd, un
misionero del siglo 18, escribió que
una vez oró postrado en el suelo
durante tanto tiempo, que derritió la
nieve que había a su alrededor.
Pero esas historias, en vez de
inspirarme, me hacían sentir
fracasado.
Yo había leído decenas de libros que
hacían hincapié en la necesidad de
orar de manera disciplinada y con
profundidad todos los días.
Por tanto, me dediqué a hacerlo
regularmente cada mañana, pero
pronto me sentí culpable por no poder
continuar.
Pero después comencé a notar que en
la Biblia no había ningún: "Te
levantarás tres horas más temprano
cada día para orar fervientemente en
la nieve".
En vez de eso, leí las palabras de Pablo
en 1 Tesalonicenses 5:17, que dicen:
"Orad sin cesar". De repente, entendí
lo que estaba diciendo: Mantengan
una conversación permanente con
Dios. Nunca dejen de hacerlo. Háganlo
cada vez que piensen en esto.
El Padrenuestro, la oración que Jesús
enseñó a sus discípulos, no toma, en
realidad, más de 20 segundos hacerla.
La famosa "Oración de Jabes"
probablemente se hace en unos 10
segundos (1 Cr. 4:10).
Muchos de los salmos son bastante
cortos, como mis favoritos: Salmos 1,
8, 23 y 100.
Las oraciones escritas de Pablo en
Efesios 1:15-23; 3:16-21; Filipenses
1:9-11 y Colosenses 1:9-12, toman
menos de un minuto hacerlas, pero
son excelentes.
Descubrí que la esencia de las
oraciones hechas por Abraham, Jacob,
Moisés y Jonás no pasaba de los diez
minutos de conversación.
El modelo que vemos con frecuencia
en la Biblia, muestra que la oración no
se trata de hacer un gran
descubrimiento. Usted dice algo, y
Dios responde. Luego usted dice algo
más. (Y así sucesivamente).
Pensé, entonces, que debía probarlo,
haciendo oraciones breves de diez
segundos varias veces al día. Le decía
a Dios todo lo que se me presentaba
en el día, aunque la oración durara
apenas unos segundos.
Al final, mientras aprendía a hablar
con Dios como parte de mi agenda
diaria, descubrí que mi vida de oración
y, por tanto, mi amistad con Dios, se
enriquecía cada vez más. Y,
sorprendentemente, lo estaba
disfrutando.
No estoy diciendo que no haya un
tiempo para orar con profundidad
durante horas. Ambas clases de
oración son normales y necesarias.
Pero, como ocurre con cualquier
disciplina —como hacer ejercicio, o
leer la Biblia—, la mejor manera de
desarrollar el hábito es comenzar
poco a poco. Si usted trata de hacer
mucho al comienzo, se podrá
desanimar si no cumple con las
expectativas.
Por lo tanto, empiece con oraciones
de diez segundos aquí y allá a lo largo
del día. Al ver la respuesta de Dios
usted tendrá más motivación para
seguir haciéndolo. Se interesará más
por las personas que conozca, y
desarrollará un corazón más sensible
al impulso del Espíritu Santo.
La clave es la creatividad y el
propósito. Estas seis ideas que siguen
a continuación para iniciar su vida de
oración, son hábitos sencillos que han
revolucionado mi vida con el tiempo.
1. Utilice los tiempos de inactividad
En Efesios 5:15, 16, Pablo nos exhorta
a aprovechar bien el tiempo. Usted
pudiera pensar que no tiene mucho
tiempo para orar, pero muchas veces
son a menudo los momentos más
banales los que nos ofrecen una gran
oportunidad para orar. Piense en los
muchos momentos del día en que no
está haciendo nada:
 Detenido en el tráfico o en una
luz roja
 Esperando en un consultorio
médico
 Esperando que su familia salga
de la casa
 Preparándose para limpiar los
platos después de la cena
  Esperando ser servido en un
restaurante o en una cafetería
 Cortando la grama o trabajando
afuera
 Haciendo ejercicio
 Tratando de dormirse
 Tomando una ducha
 Viendo a sus hijos jugar afuera
 Sacando al perro
Todos estos momentos son ideales
para orar.
En momentos como estos he orado
por multitud de personas que
probablemente no volveré a ver nunca
más durante mi vida en la tierra.
He orado por necesidades
mencionadas en la iglesia o en otras
partes.
2. Responda a lo que se le presente
Cada vez que el Espíritu Santo le
inquiete, dígalo al Señor. Cuando
estoy en una tienda o en una sala de
espera, veo a cada persona y oro,
diciendo: "Señor, bendice a esa
persona. Si no te conoce, revélate a
ella. Y si te conoce, ayúdala en la lucha
que esté teniendo en este mismo
momento". (Mis Clientes)
Cuando uno de los miembros de mi
familia tiene un problema, cada vez
que pienso en ello, oro diciendo
simplemente: "Señor, Tú conoces la
situación. Te ruego que intervengas y
arregles esto, o por lo menos que nos
enseñes lo que Tú quieres que
aprendamos con ella".
Y no olvide tomar un tiempo, también,
para dar gracias por las cosas que le
vengan a la mente. "Gracias, Señor,
por ese espacio para estacionar el
vehículo, porque no tuve que caminar
bajo la lluvia". O: "Casi lo había
olvidado, Señor. Gracias por ocuparte
de ese cheque que finalmente me
llegó. Tú sabías que eso me tenía
preocupado".
3. Haga su propia lista de oración
Las listas de oración no son nuevas,
pero trate de hacer una lista de cosas
por las que nunca ha orado antes.
Yo oro regularmente por una lista
permanente de mis clientes y
conocidos en las diferentes empresas.
Sorprendentemente, este hábito me
permite orar por una lista de
alrededor de 600 diferentes personas,
etc.
 4. Determine turnos para orar Es un Dios que anhela saber de cada
uno de sus hijos:
Decida por qué cosas orará en la  Tus necesidades
mañana, en la tarde y en la noche  Tus triunfos
durante cierto día, una vez a la  Toda tu vida
semana. Por ejemplo, en la mañana y anhela responder las oraciones que
puedo enfocarme en la oración por mi le ofreces hoy, y que le ofrecerás
familia, al pasar de una actividad a mañana y todos los días por el resto
otra. Luego, en la tarde, podré orar de tu vida.
por personas que conocí en mi
juventud, y después, en la noche, por Orando, creyendo, confiando y
personas de mi iglesia. Ésta es una pactando.
manera sencilla de cubrir mucho
terreno y de orar por muchos grupos
diferentes de personas durante el día.

5. Pedir, buscar, llamar

Dios quiere, a veces, que hagamos

más que simplemente pedirle algo. El
Señor quiere que veamos las maneras
en que Él ya está trabajando en la
situación y, muchas veces, para que
actuemos.

Nuestro Dios es un Dios que puede y

tiene el poder de cambiar vidas,
situaciones, corazones y
acontecimientos. El Señor a menudo
nos lleva a orar por las cosas que
honestamente creemos que no son
posible. Pero Él tiene el poder de
hacer lo imposible.