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Checoslovaquia
Desde la llegada al poder en Alemania de Adolf Hitler, en 1933, cuando fue
nombrado Canciller Imperial, se hacía cada vez más evidente que la ideología de ese
país propugnaba el expansionismo y la hegemonía de los pueblos germánicos. Esa
política desembocó en los mayores enfrentamientos bélicos en la historia humana, en
los que también Checoslovaquia se vio envuelta.
Los acuerdos fueron firmados en la noche del 30 de septiembre de 1938, sin la presencia
y el visto bueno de ningún representante oficial de Checoslovaquia. Francia y Gran
Bretaña, traicionaron con su actuación a Checoslovaquia, su aliado de entonces,
pensando que, al respaldar de esa manera a Hitler, defenderían sus territorios y evitarían
una eventual nueva guerra.
Además, desde el punto de vista militar, el país fue privado de territorios montañosos
que durante siglos representaron una importante barrera defensiva contra los ataques
enemigos. Junto con ello, en el período entre las dos guerras mundiales, con ayuda de
Francia había sido edificado un sistema de fortalezas que comprendía centenares de
puntos de defensa.
Múnich fue el primer paso para borrar Checoslovaquia del mapa de Europa. Muchos
políticos advirtieron entonces que las ambiciones territoriales de Hitler no terminarían
con la anexión de los territorios de los Sudetes en Checoslovaquia en otoño de 1938.
Lamentablemente, tenían razón.
A
comienzos de 1939, el entonces nuevo presidente
checoslovaco, Emil Hácha, temiendo una invasión
militar alemana y sabiendo que ya no podía contar
con la ayuda de Francia y Gran Bretaña, aceptó
ese nuevo dictado y ordenó a las tropas nacionales
rendir las armas y no oponerse a la ocupación.
Los territorios checos eran importantes para Hitler desde el punto de vista estratégico,
para expandir desde allí hacia los países del norte y el este europeo, así como por la
industria pesada avanzada que había en Bohemia principalmente y era muy importante
para los fines bélicos de la Alemania nazi.
No obstante, como afirma el historiador Eduard Stehlík, nadie esperaba que la invasión
de Chequia vendría tan pronto.
”Es paradójico, pero ninguna otra nación en Europa anhelaba tanto una nueva guerra
como los checos. Esto se debió al hecho de que, al finalizar la Primera Guerra
Mundial, después de tres siglos de opresión austro-húngara, finalmente en el siglo XX
se formó un Estado Checoslovaco independiente. Y los checos creían que lo mismo
pasaría después de la Segunda Guerra Mundial, o sea que recobrarían sus territorios y
su independencia. Además, Praga estaba convencida de que Francia y Gran Bretaña
derrotarían pronto a Alemania. Nadie se imaginó entonces que la guerra se
prolongaría tantos años y que sería tan
sangrienta”.
La Real Fuerza Aérea Británica Al ser ocupada Francia, los voluntarios checos se
trasladaron a Gran Bretaña, donde crearon unidades terrestres, así como cuatro
escuadras aéreas de la Real Fuerza Aérea Británica. En ese país había unos mil pilotos y
unos cinco mil soldados de tierra checos.
Pero en este caso fue un poco diferente. Mientras que Lidice no tenía nada que ver con
el atentado, en Ležáky había una estación de radio clandestina y en la aldea se habían
ocultado algún tiempo varios paracaidistas llegados al territorio checo desde Gran
Bretaña.
Sin embargo, según indicó Eduard Stehlík, los historiadores coinciden también en que
uno de los primeros índices de los futuros cambios fue el atentado contra Heydrich en
mayo de 1942 ya que los nazis habían ido ganando hasta entonces en todos los frentes y
sectores.
Con esos cambios en los frentes en el año 1943 principalmente, algunos políticos y
militares optimistas llegaron a creer que la guerra podría acabar en breve.
Lamentablemente, esto se mostró erróneo y la guerra prosiguió largo tiempo todavía,
señala Eduard Stehlík.
”Los checos recibieron con alegría las noticias sobre el éxito de los ejércitos de los
Aliados y de los soviéticos en los frentes occidental y oriental. Inmediatamente
comenzaron a intensificar sus esfuerzos y acciones contra los nazis para ayudar en la
derrota de la Alemania de Hitler. Esa tarea no era fácil, en vista de la ocupación del
país. Además, el territorio checo no es apto para las guerrillas, porque sus bosques y
montañas no son muy extensos. Por ello la resistencia se centró en los sabotajes en las
fábricas y en la ayuda a los paracaidistas, tanto del este como del oeste europeo”.
Más tarde esa postura se mostraría como errónea, pero en ese entonces y, en vista de las
negociaciones entre Moscú y los Aliados occidentales sobre la división de la Europa de
posguerra, llegaba a ser evidente que sería el Ejército Soviético quien llegaría primero a
liberar a Checoslovaquia de los nazis.
El levantamiento de Praga y la capitulación de
Alemania
El 30 de abril, Hitler se suicidó en su
búnker en Berlín En abril de 1945 era
evidente que la guerra llegaba a su fin. El
25 de ese mes entraron en contacto directo
las tropas soviéticas y estadounidenses,
dividiéndose a Alemania en dos partes,
para ejercer en ellas su influencia después
de terminada la guerra.
En los primeros días de mayo, en varias ciudades de Bohemia y Moravia, por ejemplo
en Přerov, comenzaron levantamientos de la resistencia y de los habitantes contra los
nazis que permanecían en el país sin poder retirarse, ya que se encontraban atrapados
entre tropas del Ejército Rojo que venían desde el este y el norte y por las de Estados
Unidos y los Aliados que se avecinaban desde el oeste y el sur.
”Unos tres mil checos fallecieron en el levantamiento de Praga que se prolongó unos
cuatro días. Hay quienes dicen que esa sublevación no tenía sentido si el fin de la
guerra estaba cerca, pero en aquel entonces nadie sabía cuánto tiempo se prolongaría
todavía la guerra. A los muertos en el levantamiento de Praga debemos considerarlos
héroes, porque aceleraron la derrota de los nazis en Bohemia en varios meses a lo
mejor”.
Según Stehlík, un cierto privilegio aunque negativo de los checos fue que en este país
habían comenzado los preparativos para la Segunda Guerra Mundial, con los planes de
ocupación del país del Pacto de Múnich en otoño de 1938 y aquí también terminó la
guerra en el continente europeo.
Los libros de historia mencionan que el último disparo de la Segunda Guerra Mundial
en Europa tuvo lugar cerca del pueblo checo de Milín, al sur de Praga.
Al mismo tiempo destacó que los checos nunca formaron una unidad de las SS que
ayudara a los nazis a combatir a los Aliados, a diferencia de otras naciones europeas
ocupadas por Alemania, como Dinamarca, Holanda o Bélgica.