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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


COLEGIO DE HISTORIA

MEMORIA COLECTIVA EN TORNO DEL


CULTO AL CRISTO NEGRO EN EL SANTUARIO DE OTATITLÁN,
VERACRUZ. (S.XX)

TESIS
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADA EN HISTORIA

PRESENTA:

VERONICA ESPINOSA GARDUÑO

ASESOR:

DR. J. JESÚS MARÍA SERNA MORENO

MÉXICO, CIUDAD UNIVERSITARIA, ABRIL, 2016.


A mi madre y mis hermanas por su presencia incondicional.
A Diego por tanto amor.
A los santuareños por compartir conmigo sus vivencias y memoria.
A mis amigos porque su existencia me entusiasma el camino.

1
Un par de agradecimientos muy especiales.

Para Chucho, porque con su consejo y acción nos estimula a continuar


conscientes y comprometidos con nuestra gente. Gracias también al CIALC y a
todos quienes conforman al proyecto PAPIIT-IN 404013 “Interculturalidad y
relaciones interétnicas entre los afrodescendientes y los indígenas de México y
Nuestra América” por permitirme participar como becaria y adquirir aprendizajes
tan significativos.

Igualmente gracias al CEIICH y a los miembros del proyecto PAPIIT -IN 400911
“Geografías médicas. Discursos, prácticas y representaciones de la medicina en la
Nueva España (siglos XVI-XVII)” por las experiencias académicas que obtuve
durante mi participación como becaria en el proyecto, gracias al Dr. Mauricio
Sánchez Menchero porque su siempre atenta lectura y sus comentarios han sido
de gran ayuda en la construcción de mi investigación.

2
Memoria colectiva en torno del culto al Cristo Negro en el Santuario de
Otatitlán, Veracruz. (S.XX)

Índice

Introducción.......................................................................................................... 6

1. Desarrollo histórico de la localidad ........................................................24


1.1 Las culturas mesoamericanas y su relación con el bajo
Papaloapan.
1.2 La invasión Española: el proceso colonial.
1.3 La evangelización.
1.4 De la conformación del municipio a la Guerra Cristera.
1.5 Del “oro verde” a finales del siglo XX.
2. La composición étnica en Otatitlán......................................................... 54
2.1 Los antecedentes indígenas.
2.2 La transculturación colonial.
2.3 Los habitantes del Santuario en el siglo XX.
3. Las festividades en el Santuario ............................................................. 69
3.1 La Santa Cruz el 3 de mayo.
3.2 La exaltación de la Santa Cruz, origen y desarrollo.
4. El culto al Cristo Negro en Otatitlán....................................................... 87
4.1 La efigie de Cristo Crucificado.
4.2 Memoria colectiva en torno a la hierofanía, el mito en el siglo
XX y sus antecedentes.

3
4.3 La Profanación del Señor del Santuario.
5. Conclusiones .......................................................................................... 114
6. Bibliografía .............................................................................................. 125
7. Anexo ....................................................................................................... 131
7.1 Documento
7.2 Entrevistas
7.3 Ilustraciones

4
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ALABADO DEL SEÑOR DE
OTATITLÁN

Bendito sea y alabado


el Señor de Otatitlán.

Que en aqueste su santuario


es consuelo universal.

De los cielos descendió


con hombres a conversar.

Que son todas las delicias


de su amor y su bondad.

En el purísimo vientre
de María terso cristal.

Por obra del Santo Espíritu


se vistió carne mortal.

Para en ella redimirnos


padeciendo hasta expirar.

Y con su vida y ejemplo


enseñarnos la verdad.

En su santísima vida
a todos quiso tratar.

Con satisfacción de hermanos


con cariño paternal.



5

Introducción

D
esde que comenzamos este proyecto, nos hemos planteado la
investigación de la religiosidad en Otatitlán con la premisa de poder
contribuir en el campo de las ciencias sociales, específicamente en el
estudio de la religiosidad contemporánea, generando en lo posible la comprensión
de un área no explorada como lo es; la memoria colectiva de los otatitlecos.
Nos planteamos como objetivo principal el análisis del tejido social otatitleco
en su relación con lo sagrado, a partir de la interpretación de textos culturales
múltiples que nos permitieran demostrar la composición holística de la religiosidad
local y regional. De hecho nos interesaba que el fenómeno religioso local no
quedara desdibujado de procesos más amplios, a la vez que se comprendiera en
su especificidad.
El proceso de investigación ha tenido como eje principal las siguientes
preguntas: ¿Qué tipo de dinámicas colectivas permiten que un fenómeno religioso
se continúe a pesar de los cambios sociales?, ¿En qué forma la memoria colectiva
común entre los otatitlecos se va a relacionar con el culto al Cristo Negro?, ¿Qué
función cumple el culto al Cristo Negro entre la comunidad de otatitlecos?, y ¿Cuál
es la importancia del santuario de Otatitlán en el Sotavento?
Al principio de la investigación, cuando realizamos el primer acercamiento a
la cultura de los otatitlecos, nos percatamos de la importancia que tienen las
fiestas de mayo y el culto al Cristo Negro entre la comunidad, lo que nos llevó a
plantearnos las siguientes hipótesis para nuestra investigación:
I. Las dinámicas de cambio sociocultural en Otatitlán han estado
profundamente vinculadas al culto al Cristo Negro. La religiosidad que de
ello se desprende ha sido incorporada al espacio social a través de relatos
y rituales que fortalecen y también articulan la identidad de los otatitlecos en
el marco de la localidad y la región Sotavento.

6
II. Las fiestas de mayo en Otatitlán son parte de un entramado simbólico inter
relacionado a las culturas agrícolas del maíz que se desprende de la
antigua Mesoamérica.
La religiosidad y la formas de devoción van a ser entendidas en un sentido
general como acción contractual, por medio de la cual el fiel da y solicita en un
modo simbólico de intercambio; la necesidad explicativa a partir de entidades
superiores y el depósito de obligaciones en estas entidades con base en las
propias necesidades materiales, son también fundamentales para entender el
fenómeno religioso. Así lo sagrado es intencional, pues existe aunque no existiera
ninguna realidad divina.
Consideramos que hablar de religiosidad popular es un tanto ambiguo, mejor
pensamos en términos de qué y quienes lo practican, utilizamos “religiosidad local”
entendiendo tal categoría como la focalización de una forma de culto, en base a
vínculos identitarios en una comunidad, en este caso, la comunidad de otatitlecos.
Acerca de la delimitación espacio-temporal de esta investigación tenemos
que considerar lo siguiente; el trabajo aborda el siglo XX, porque es a partir de
inicios de tal siglo que el Sotavento se vuelve sinónimo de la “cuenca del
Papaloapan” (aunque se reconoce la existencia de las llanuras de Sotavento) y
porque a mediados del siglo se comienzan a dar cambios significativos en lo
cultural; el crecimiento urbano de los años cincuenta, la introducción de los medios
masivos de comunicación, los nuevos transportes y la migración entre otros
aspectos nos dan idea de los cambios acaecidos en la sociedad 1 y sus formas de
relación con lo sagrado.

1
Federico A. Bolaños y Serrato, “Capitalismo o evolución: la disyuntiva latinoamericana”, en:
Revista Latinoamericana de Economía. Problemas del desarrollo. México. Vol. 23, No. 91, octubre-
diciembre de 1992. passim.

7
Los cambios en las relaciones sociales se comienzan a ver con mayor
fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XX, época en que se insertan las
políticas neoliberales en la zona, y se amplía la
Sotavento
actividad industrial; sus impactos ecológicos se
Cuenca del
Papaloapan radicalizan. Así podemos observar con el analisis
de un siglo, los principales cambios y continuidades
de la sociedad que se vincula al santuario.
Villa de
Otatitlán Se entenderá la influencia cultural del
santuario de Otatitlán en tres distintos niveles: el
pueblo de Otatitlán, el área cuenca Papaloapan y la
región Sotavento2. Siendo todas categorías originadas en temporalidades
distintas, pero que ayudan a explicar los rasgos culturales compartidos y los
límites de estos mismos ya en el s XX.
Hablar de sotaventinos, cuenqueños, jarochos, indígenas o mestizos lleva
ese rasgo de la distinción que ha sido un mecanismo ideológico; que ubica,
ordena y da significados, ya que asigna funciones, derechos y obligaciones en el
gran orden social, político y económico. Más adelante vamos a aclarar en que
sentido utilizamos estos términos.
Durante la investigación nos hemos centrado en Otatitlán, pero cuando es
necesario vamos hacia otras dimensiones como la cuenca del Papaloapan y el
Sotavento, aunque no son nuestro objetivo central.

Los conceptos clave


 Identidad, memoria colectiva y tradición oral.
En esta investigación nos estamos situando en el plano de las colectividades, es
por eso que nos interesa analizar las experiencias compartidas por conjuntos
humanos en relación a lo sagrado. Los prototipos identitarios y la reafirmación
cultural, con sus orientaciones y representaciones internas y externas, son parte y
fuente de la diferenciación entre grupos que se da consciente e

2
Diagrama de elaboración propia.

8
inconscientemente, pues, los seres humanos tenemos la necesidad de ubicarnos
en el contexto social, pues sólo en la alteridad la identidad tiene sentido.
En la investigación la identidad es entendida como “la (auto y hetero)
percepción colectiva de un –nosotros- relativamente homogéneo y estabilizado en
el tiempo, por oposición a los –otros3- en función del (auto y hetero)
reconocimiento de caracteres, marcas y rasgos compartidos (que funcionan como
signos o emblemas), así como de una memoria colectiva común.” 4
La memoria puede definirse entonces como “la ideación del pasado” 5,
siempre en función del presente lo que hace dinámica, la memoria colectiva nos
refiere entonces al pasado compartido, construido y reconstruido constantemente
por el grupo. De hecho, tal pasado es funcional porque se reactiva en el presente
a partir de muchos mecanismos, que van desde las historias escritas, los rituales,
iconografía, etc. hasta la propia tradición oral que nos interesa particularmente en
esta investigación, porque supone la comunicación de la memoria colectiva de
boca en boca a futuras generaciones6.
La memoria colectiva es entonces: una constante actividad creadora en
función de la identidad social, que necesita ser aprendida y reaprendida
permanentemente. Para realizar la presente investigación se acude a la tradición
oral de los otatitlecos como fuente primaria, porque permite ahondar en la forma
en que sienten, viven y representan el fenómeno religioso del Culto al Cristo
Negro.
 La larga duración, el núcleo duro mesoamericano.

El estudio de la religión como proceso histórico ha tomado en cuenta los


elementos de larga duración presentes en el culto y sus diversas formas de
expresión. En La Historia y las ciencias sociales, Fernand Braudel nos explica la
larga duración cuando nos dice que en el decurso histórico existen diversas

3
La alteridad va ser entendida justo como eso “otros”.
4
Giménez Montiel, Gilberto. Teoría y análisis de la cultura. México, 2006. Volumen I: p 90.
5
Ibid. P 97.
6
Jan Vasina. “Tradición oral, historia oral: logros y perspectivas” en: Historia, Antropología.
Fuentes Orales. No. 37. Año 2007, 3° época. (ENTRE-VISTAS). p 151.

9
realidades cronológicas, es decir, que el tiempo histórico ocurre en capas
simultáneas “como las hojas de un libro”. Esas diversas capas atienden a
procesos históricos distintos entre sí, pero, inseparables en lo social. Los temas
que atienden al individuo y al acontecimiento corresponden al tiempo breve; la
historia económica y social está ritmada lentamente, y la historia de aliento mucho
más sostenido pertenece a la larga o muy larga duración. 7

En este trabajo la propuesta de la larga duración ha sido retomada desde


las reflexiones de Alfredo López Austin: para entender como algunos de los
elementos que históricamente comprendieron la unidad mesoamérica se
prolongan hasta nuestros días. A tales elementos puede entéreseles bajo la
propuesta del núcleo duro mesoamericano8 del mismo autor.
En cuanto al núcleo duro, es el conjunto de elementos de una cosmovisión que
tienen una gran resistencia al cambio histórico y estructuran y dan sentido al resto de la
cosmovisión. El núcleo duro mesoamericano es una entidad de extraordinaria antigüedad:
fue formado por las sociedades igualitarias aldeanas del Preclásico Temprano, y muchos
elementos perduran en las comunidades indígenas de hoy, pese al tremendo impacto de la
conquista española.9
Una parte fundamental para este trabajo son las partes del núcleo duro
mesoamericano que refieren a los soportes del cielo en los árboles de los
extremos del mundo y el axis mundi en la planta del maíz, porque nos van a
ayudar a entender la importancia de una fiesta relacionada a los ciclos agrícolas;
la celebración de la Santa Cruz en Otatitlán.
 El mito
El mito como forma de construcción y transmisión de valores sociales, nos ha en
permitido en parte, articular la función de la religiosidad en la colectividad. El mito,
como relato o forma de captar y expresar un tipo específico de realidad, es, en su

7
Fernand Braudel. “La larga duración” en: La historia y las ciencias sociales Madrid, 1979. Passim.
8
Liviu Popescu y Javier Martínez Villarroya. Entrevista a Alfredo López Austin. En: EX NOVO:
Revista de historia y humanidades (en línea). No. 4. p 145-166. 2007.
http://www.raco.cat/index.php/ExNovo/article/view/144754 [Consulta: 15-02-16]
9
Ibid. p 146.

10
forma colectiva y tradicional, un “texto oral” anónimo, producto del pensamiento,
demostración del sentido interno de la vida humana. 10
Las historias míticas son, entonces, hechos históricos de producción de
pensamiento social; inmerso en recursos de larga duración. “El mito es un hecho
complejo y sus elementos se aglutinan y ordenan principalmente en torno a dos
núcleos, que son recíprocamente dependientes, el primero, una concepción causal
y taxonómica de pretensiones holísticas y, el segundo, los relatos orales.” 11
El mito se hace actualidad como “expresión repetida de un suceso
poderoso”. Comúnmente relata la irrupción del otro tiempo en el tiempo del
hombre, provocando el origen, principio o fundamento de algo relevante en lo
social. “Pero no sólo es necesario tomar en cuenta su génesis, sino su capacidad
generadora y condicionadora de otros procesos ya que se trata de un hecho
ideológico”.12
Los mitos, adquieren múltiples funciones en cada sociedad y, distintas
pueden operar simultáneamente, tales formas no son inmutables. Alfredo López
Austin identifica como las principales funciones del mito a las siguientes:
I. Mantiene viva la tradición, porque es uno de los lugares en donde la
memoria se conserva y se transforma.
II. Educa; bajo la transmisión generacional de valores y conocimientos.
III. Ordena el conocimiento; estructurando y clasificando el cosmos y en el
orden refuerza el saber; no se trata de explicar, sino de ubicar los
fenómenos al establecer un orden.
IV. Explica y es guía de la acción.
V. Cohesiona al reafirmar por medio de la creencia y la narración el
carácter común de los conocimientos y valores del grupo.
VI. Legitima y autentifica el poder al construir jerarquía.

10
López Austin, Alfredo. Los mitos del tlacuache. México, Alianza Editorial, 1990. p 47.
11
Ibid. p 481.
12
Ibid. p 108.

11
La acción humana se produce en un medio en que los intereses
individuales, grupales o de clase son diferentes y opuestos, los mitos y las
creencias pueden validar derechos concretos entre distintos grupos de personas,
en un espacio social muy acotado.
 La transculturación
El concepto transculturación nos funciona en este trabajo para dibujar los
procesos de unión de varias sociedades que desembocan en una nueva, hemos
optado por transculturación y no por mestizaje para diferenciar el proceso de unión
biológica, del proceso de cambio social que provoca tal unión.
Retomamos el concepto de Fernando Ortiz porque nos parece que da una
dimensión más profunda al proceso histórico de la composición étnica de los
pueblos de América como es el caso de los pueblos del bajo Papaloapan y nos
permite acentuar las relaciones sociales (sobre todo coloniales) que dieron forma
a la sociedad otatitleca y con ello a la religiosidad en torno al Cristo Negro.
Entendemos que el vocablo “transculturación” expresa mejor las diferentes fases del
proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en
adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz angloamericana
“aculturation”, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o
desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial
“desculturación”, y además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos
culturales que pudieran denominarse “neoculturación”(...) En todo abrazo de culturas
sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo
de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos. En
conjunto, el proceso es una “transculturación”, y este vocablo comprende todas las
13
fases de su parábola.

Las fuentes.
Para realizar esta investigación, de corte histórico, podemos comenzar por
expresar que asumimos y nos planteamos el análisis como una “regresión”, es
decir, comenzando a investigar en torno a un momento cercano al presente, en lo

13
Fernando Ortiz. Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar (Advertencia de sus contrastes
agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación). Cuba-España,
1999, p. 83.

12
que se ha llamado deconstrucción del presente, porque hemos ido de la
observación etnográfica a la construcción histórica.
Por lo anterior se acudió al testimonio surgido de la retroalimentación:
narrador-escucha en la entrevista oral y, también a otras fuentes, algunas de ellas
forman parte de la cultura de la oralidad como lo son; la música, cuento, mito, etc.,
otras son registros materiales la memoria colectiva: la fotografía, escultura, fuentes
textuales, etc.
Cabe decir que los testimonios que se presentan a continuación fueron
tomados entre el 2014 y el 2015, de esta forma, los habitantes de Otatitlán
entrevistados narran partir de lo que sus padres o abuelos les contaban que
sucedió, lo que puede ser considerado como su tradición oral y en algunos
momentos nos brindan testimonio de lo que ellos han vivido.
Las entrevistas fueron semiestructuradas, más que seguir preguntas
específicas, se buscaba hablar de los siguientes temas con cada entrevistado: la
llegada del Cristo Negro a Otatitlán, la profanación, las fiestas de mayo y la
exaltación de la Santa Cruz, la inundación de 1944, la época del “oro verde”, la
inserción de la modernidad en Otatitlán y la relación particular del entrevistado con
el culto al Cristo Negro.
Las entrevistas fueron pensadas con base en cortes culturales; generación,
género, oficio, clase social, grupo étnico, lugar de origen y relación particular con
el Cristo Negro14. De entre los habitantes del santuario tratamos de buscar a
personas representativas de grupos al interior del poblado, se buscó antes que
excepcionalidad, que las personas fueran comunes y claro que tuviesen una
disposición favorable para transmitir su memoria. Hemos entrevistado
campesinos, amas de casa, escritores, un obrero, un comerciante, una empleada
doméstica y un profesionista: las actividades anteriores pueden darse de forma
simultánea en una misma persona.
En cuanto a la generación, procuramos que los entrevistados fuesen
mayoritariamente personas de más de cincuenta años, las entrevistas a gente más
14
Véase anexo de entrevistas.

13
joven buscan crear un contraste y visibilizar algunos cambios discursivos en sus
relatos.
Todas las personas entrevistadas habitan actualmente el santuario, se
buscó que la mayoría fuesen nacidos y criados allí para poder encontrar las
diferencias entre ellos y un par de entrevistadas que no son originarias de la
localidad y que étnicamente tienen otras identidades: mazateca y nahua. Todas
las entrevistas fueron realizadas por la autora de este trabajo, en Otatitlán, Ver.
Se generó un soporte de audio de 6 hrs con 18 min de grabación.
Para referirnos a los entrevistados en el texto hemos abreviado su nombre
comenzando con sus iniciales, y a cada número de entrevista se le ha agregado
“M” para el caso de la mujeres y “H” a los hombres. Por ejemplo: Entrevista No.
3M, LBM.
Hemos tratado, en la medida de lo posible, de no forzar el lenguaje que
percibimos en quienes nos expresan su sentir respecto a lo religioso, lo histórico,
etc., en ocasiones ello puede resultar confuso para el lector y por eso queremos
aclarar que se ha nombrado a la escultura Cristo Negro para familiarizar al lector
con la realidad que desde nuestra perspectiva y otredad encontramos; pero, la
gente del santuario lo llama el “Señor”, y algunos peregrinos lo llaman “el Señor
Santuario” o el ”Cristo”, rara vez se le llama entre los fieles “Cristo Negro”.
En cuanto a la revisión historiográfica hemos, acudido a los estudios
regionales y locales sobre el tema o relacionados, que nos han aportado gran
cantidad elementos para realizar nuestra investigación, tenemos como principales
a los siguientes15:
I. Gonzalo Aguirre Beltrán. Pobladores del Papaloapan: biografía de una hoya
II. Alfredo Delgado Calderón. Historia, cultura e identidad en el Sotavento.
III. Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de
Veracruz y su litoral a Sotavento, 1518-1821.
IV. José Velasco Toro: De la historia al mito: mentalidad y culto en el santuario
de Otatitlán, Santuario y Región. Imágenes del Cristo Negro de Otatitlán.

15
Para consultar los registros completos, véase bibliografía.

14
“Catolicismo popular en México; líneas temáticas para el estudio de los
ámbitos de influencia ritual y devocional.”, “Cosmovisión y deidades
prehispánicas de la tierra y el agua en los pueblos del Papaloapan
veracruzano”.
V. Winfield Capitaine, Fernando. “La cofradía del Cristo Negro en el siglo
XVIII”, “Otatitlán y Yacatecuhtli”.
VI. Gustavo Vergara Ruíz. “Otatitlán en el perfil del tiempo”.

Términos clave.
En el presente trabajo se han utilizaron constantemente los términos
Sotavento (categoría socio-económico-cultural) y jarocho (identidad étnica). Su
uso puede referir a distintas realidades por ser términos históricamente
determinados; hemos optado por aclarar que no siempre significaron lo mismo y
explicar brevemente a que nos referimos.
Respecto a “jarocho” sabemos que los grupos de vaqueros que arreaban
16
con lanzas y garrochas fueron en el siglo XVII la casta de los “jarochos” que era
la denominación regional de la mezcla entre negro e india; en la sociedad de
aquella época se conoció más comúnmente esta forma de mestizaje como
“zambo” o “pardo”, ya para el siglo XVIII; jarocho denomina más formas de
mestizaje, es decir, a un sector poblacional cada vez más amplio que incluía
sangre de: indígenas de distintos grupos étnicos, europeos y afrodescendientes.
La versión más probable que “(…) refiere a –jarocho- viene de “jara” en el
sentido de saeta, flecha o lanza, llamándose antiguamente “jarocha” a la vara o
garrocha con que los arrieros puyaban a los animales, y jarochos a los que usaban
este instrumento. Esta misma designación recibían los milicianos negros
integrados en los cuerpos o compañías de lanceros que custodiaban las costas.”
“La palabra –jarocho- se aplicó después a todos individuos con rasgos físicos
negroides y finalmente sirvió para designar a los habitantes de la costa

16
También se les llamó “moriscos”, no utilizaré esta forma pues tiene muchas implicaciones
históricas que podrían confundir.

15
sotaventina, los que hoy, con orgullo, se asumen como jarochos.” 17 Como
denominación de tipo étnico históricamente ha tenido muchos matices que van del
modo colonial peyorativo a toda una forma de autoadscripción étnica en una
región cultural
En el siglo XX “jarocho” es una categoría que tienen mucho que ver con los
estereotipos18 culturales generados en épocas anteriores, que eran muy populares
en representaciones visuales, lenguaje hablado, la música y las costumbres.
Jarocho no es un gentilicio típico de los veracruzanos en general, parecía ser un
calificativo limitado al uso de aquellos pobladores de la Cuenca del Papaloapan y
concretamente a los sectores campesinos y populares de dicha zona.19
Durante la época colonial jarocho se encuentra ligado a la población negra
o mulata de la costa y las llanuras de Sotavento; con el paso del tiempo y el
constante mestizaje de tales poblaciones, se eliminaría la categoría pardo y
zambo del imaginario colectivo. El calificativo jarocho ya no sólo tenía que ver con
orígenes étnicos, sino, con costumbres, actividades económicas, lugar de
asentamiento, etc.
Un aspecto importante a considerar en la catergoria jarocho es que durante
el siglo XIX y buena parte del XX las elites y extranjeros utilizaban la categoría
como un término despectivo y se empeñaban en inviabilizar la presencia de la
sangre europea en el mestizaje de Sotavento, para justificar, según sus ideas
colonialistas y positivistas, la diferencia étnica, que más bien era una diferencia de
clase social. Se le atribuía a la raíz negra del jarocho cuatro elementos centrales:

17
Ibid. p 79-80.
18
“Estereotipo pretende ser la síntesis de las características anímicas, intelectuales y de imagen,
aceptadas o impuestas, de determinado grupo social o regional. Se manifiesta en una gran
cantidad de representaciones, conceptos y actitudes humanas, desde el comportamiento cotidiano
hasta las más elaboradas referencias al estado nacional. Los estereotipos se cultivan tanto en la
academia como en los terrenos de la cultura popular, en la actividad política y desde luego en los
medios de comunicación masiva.” vid. Ricardo Pérez Montfort. Estampas del nacionalismo popular
mexicano. CIESAS, 1995.
19
Pérez Montfort, Ricardo. “Lo –negro- en la formación del estereotipo jarocho durante los siglos
XIX y XX”. Sotavento. México, Universidad Veracruzana. v. 1, no. 2, verano de 1997, p. 137.

16
la alegría, lo lenguaraz (malhablado), la desfachatez y lo silvestre. 20 Luego
también se agregará su “musicalidad”.
Durante el siglo XIX y XX la identidad del jarocho estuvo ligada a muchas
pautas originadas en la construcción del nacionalismo en México. Sobre todo
después del proceso revolucionario de 1910-1920, lo típico de esta región se
caracteriza de forma estereotipada con el jarocho vestido de blanco, con paliacate
y la jarocha de vestido blanco y delantal negro que baila “la bamba”, ese ya no era
el jarocho de la clases populares, sino un personaje folclórico representante de
Veracruz en el plano de lo nacional; siendo una representación simbólica-
institucional que borraba el origen popular, campesino e indígena al jarocho. Sin
duda fue Miguel Alemán21 el principal promotor de esa imagen entre la élite
política. En el cine, la radio y otros medios masivos de comunicación esa imagen
tuvo gran eco.22
El tema no está agotado y jarocho sigue adquiriendo nuevas connotaciones,
en la segunda mitad del siglo XX con la revitalización del son tradicional y la
formación del “movimiento jaranero” lo jarocho va despojándose en parte de la
figura “oficial” “institucional”. Como hemos visto, lo “negro” dio ese eco
diferenciador al jarocho, acentuándose esa característica (estereotípica) en el
imaginario del siglo XIX y principios del XX.
Ahora bien, la composición étnica y cultural del jarocho no ha dejado de
tener una presencia una en la realidad y en lo cotidiano las diversas formas
culturales de las identidades que le dieron origen y, por supuesto, no ha sido igual
para todos; por ello realizamos un breve capítulo sobre la identidad étnica en
Otatitlán.
Hablar de “lo negro” o “lo africano” presupone la unidad inexistente de los
grupos humanos de muy diverso desarrollo económico y cultural en todo un
continente, razón por la cual preferimos utilizar la categoría de afrodescendiente

20
Pérez Montfort. op. cit. p 148.
21
Presidente de la República de 1946 a 1952. Originario de Veracruz.
22
Pérez Montfort. op. cit. p 152

17
para indicar el origen étnico de alguna característica cultural especifica en la
compleja transculturación de Sotavento.
La región Sotavento ha tenido desde el siglo XVII diversos límites y
convergencias internas, la unidad cultural de la llamada “Costa de Sotavento” se
generó desde hace aproximadamente 30000 años de antigüedad, en las
sociedades mesoamericanas; ligada por un corredor comercial y rasgos culturales
de la ancestral cultura olmeca. Con el proceso colonizador aquellos vínculos
permanecieron, agregándose más actores sociales y nuevas formas culturales que
no borraron las anteriores, sino que se nutrieron de ellas.
No pretendo abordar la historia del Sotavento como región, solamente en este
caso es necesario anotar los elementos que nos permitan comprender cómo era
el llamado Sotavento en el siglo XX y qué papel jugó el Santuario de Otatitlán en
esta región que nos ocupa ahora. Para ello hay que tomar en cuenta que para el
siglo XX la región estaba un tanto dispersa, en comparación con la Colonia y
épocas anteriores. Los factores de tal dispersión fueron múltiples. Antonio García
de León identifica como principales los siguientes:

 La creación y penetración de intereses norteamericanos sobre el Istmo de


Tehuantepec en el siglo XIX, durante la época de Santa Anna (1850
aproximadamente). Las reformas liberales ubicaron en la división política
del estado de Tabasco a la parte sur del Sotavento incorporando esta área
a una nueva realidad económico-administrativa.
 En el siglo XX el tráfico comercial con el Istmo de Tehuantepec hace que el
sur de Veracruz se considere Istmo veracruzano, desplazando al Sotavento
más al norte, siendo considerado como tal, fundamentalmente, la Cuenca
del Papaloapan.23
Conforme las divisiones políticas en estados del siglo XIX; el Sotavento
quedó restringido al sur de Veracruz, pero la cultura sotaventina sigue permeando

23
García de León, Antonio. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a
Sotavento, 1518-1821. México, Fondo de Cultura Económica-Gobierno del Estado de Veracruz-
Universidad Veracruzana, 2011.p 795-805.

18
partes de Oaxaca y Tabasco. En el Sotavento confluyen elementos culturales
como: el son jarocho, la tradicional Quema del año viejo, la Rama, los Portalitos,
los culebreros, la agricultura y gastronomía, los santuarios (Otatitlán y Catemaco),
la mitología y varios elementos más que son identitarios de varios sectores de las
clases subalternas; pequeños propietarios, campesinos, colonos y obreros. 24
Ya para el siglo XX, que nos ocupa, el Sotavento es territorialmente, en
gran parte, la cuenca del Papaloapan; pero, culturalmente, no ha dejado de ser
mucho más amplio. Se caracteriza tanto por su fuerte permanencia como por su
constante adecuación al devenir histórico. Sus componentes se encuentran en
constante reacomodo.
Datos generales
En la región se identifican dos Santuarios de influencia macroregional en el
culto católico, las imágenes de tales Santuarios; Nuestra Señora del Carmen en
Catemaco y el Señor Crucificado de Otatitlán; en su relación, pueden pensarse
como una complementariedad del conjunto simbólico de los habitantes del
Sotavento: desde la Colonia hasta la actualidad, podemos imaginar el lugar del
padre y la madre, el sol y la luna, el agua y la tierra, etc 25., a ambos llegan
peregrinos de muy distintos núcleos socioculturales, favoreciendo así encuentros
de la alteridad social de una riqueza inigualable.
El Señor de Otatitlán y la Virgen del Carmen26 son antípodas dentro del tiempo
sagrado, pues, mientras el primero es celebrado principalmente en el periodo de -secas-,
época del calor más cruento y agobiante, la segunda es festejada en plena temporada de
lluvias. Los dos son personajes vinculados al elemento acuático y cuentan con un santuario
27
construido en las inmediaciones de un rio y una laguna respectivamente.

24
Delgado Calderón, op. cit. p 31.
25
Véase. Vargas Montero, Guadalupe.“Santuarios del sur de Veracruz. Cosmovisión y ritual de los
carmelitas y santuareños.” En: Félix Báez Jorge. Et. al. Devoción y creencia religiosa en el
amanecer del tercer milenio. México, Gobierno del Estado de Veracruz, 2005.
26
Los habitantes de Otatitlán acostumbraban visitar con sus familias a la Virgen del Carmen en
Catemaco cada año.
27
Ángel Rubio, Miguel. “Relaciones interetnicas y alteridad de cultos en el Santuario del Señor de
Otatitlán”, en: La morada de los santos. Expresiones del culto religioso en el sur de Veracruz y en
Tabasco. México, INI – Secretaria de Desarrollo Social. 1995. p 47.

19
La cuenca del Papaloapan ocupa 46 517 kilómetros cuadrados, repartidos
desigualmente entre los estados de Veracruz y Oaxaca, forma parte de la llamada
llanura de Sotavento; a la cuenca, como su nombre lo indica, la compone
específicamente la zona que va a lo largo del rio Papaloapan 28 y ha tenido como
región un desarrollo histórico profundamente marcado por la relación cultural de
sus habitantes con el rio.
A grandes rasgos la villa de Otatittlán, cabecera del municipio del mismo
nombre, se localiza en la región baja de la cuenca del Papaloapan, en la margen
derecha del “río de las mariposas” 29, que colinda al norte con el municipio de
Cosamaloapan, al sur y oeste con el estado de Oaxaca y al este con Tlacojalpan.
La superficie municipal es pequeña, apenas alcanza los; 53.46 km², a una altura
sobre el nivel del mar de 30 metros, el clima es cálido, con una temperatura
promedio de más de 25° y una precipitación pluvial de 1762.5 mml.
La flora es de bosque alto y mediano tropical perennifolio, predominan los árboles
de chicozapote, cedro rojo, mango, almendra y naranja. Por su parte, la fauna silvestre es
variada: hay palomas, pericos, garzas, grullas, conejos, tejones, mapaches, tlacuaches,
iguanas, tortugas, onzas, coyotes, etc. La principal actividad económica es agropecuaria;
se cultiva plátano macho, caña de azúcar, mango, maíz y frijol. La ganadería consiste en la
cría de ganado bovino, porcino, caprino y aves de corral.30
En la actualidad, las condiciones de deterioro del medio ambiente son
evidentes, debido principalmente a la contaminación producida por los residuos
industriales y desagües improvisados, implementados a mayor escala desde
mediados del s. XIX, lo que ha favorecido la desaparición de algunas especies. En
la época precolombina podían encontrarse en abundancia árboles; de cedro rojo,
primavera, cocuite y ceiba principalmente; la fauna era aún más abundante, había:

28
La palabra Papaloapan se origina de: papalo=papalotl/mariposa, a=atl/agua-río y pan/en, lo que
puede entenderse como “río de las mariposas”.
29
“El gran rio asociaba desde antes de su conquista por los aztecas, no solamente al Tlalocan,
sino también al trayecto de las almas de los guerreros muertos, que en su viaje al oriente se
transformaban en mariposas y así regresaban al mundo de los vivos.” García de León, op, cit. p.
136.
30
Arias Hernández, Rafael (coord.). Información básica municipal de Veracruz. México, Fundación
Cambio XXI, 1992. p 286- 290.

20
jaguares, venados, pumas, coyotes, iguanas, tortugas y una extensa variedad de
aves de las que se obtenían plumajes preciosos.
Por sus características geográficas, la zona ha sido identificada con la
fertilidad desde tiempos mesoamericanos. Para los antiguos nahuas era el
“Tlalocan terrenal” por su abundancia en: flores, hule, ríos, peces, alimentos, aves
y otros rasgos preciosos; para los primeros españoles que la visitaron era “tierra
abundante en todo lo que Dios ha creado” y para los norteamericanos en el siglo
XX la tierra del “oro verde”; es decir, la región ha sido pensada como lugar
privilegiado desde distintas cosmovisiones. Esta geografía ha sido sacralizada en
el imaginario colectivo, lo que será muy importante en su consolidación como sede
terrena de deidades, dioses patronos y antepasados.
La época de lluvias abarca en mayor medida de junio a noviembre. Por sus
características, el Papaloapan fue el principal medio de transporte durante una
buena parte del siglo XX.
Otatitlán ha conservado bastante su arquitectura vernácula de fuerte estilo
caribeño. El templo es de fachada neoclásica y en el centro podemos notar con
facilidad que el edificio de la iglesia predomina a cualquier otra construcción 31. La
plaza central es cuadrangular igual que el resto del poblado, que se divide en
barrios. Durante la época colonial el centro era habitado por la elite de la localidad,
y existía una clara relación entre el barrio que se habitaba y la posición
socioeconómica, situación que ha permanecido de forma parcial.
En otro orden de ideas y para cerrar la introducción vamos a explicar la
forma del capitulado. De un modo general busca llevar al lector de aspectos
generales la región y Otatitlán a lo particular del culto al Cristo Negro entre los
otatitlecos, esta lógica atiende también a las etapas en que se fue dando la
investigación.
El primer capítulo atiende el desarrollo histórico de la localidad, realizamos
en él una breve revisión del devenir histórico en Otatitlán. A rasgos generales
partimos de la época mesoamericana en el bajo Papaloapan, para luego tratar
31
Véase anexo de ilustraciones.

21
algunos aspectos del proceso colonial en la región y la evangelización; seguimos
con la conformación del municipio y finalizamos en la segunda mitad del siglo XX
con los cambios acontecidos a partir de la industrialización del bajo Papaloapan.
La temporalidad y aspectos que podríamos abordar son muy amplios, por lo que,
nos hemos enfocado en los aspectos que pueden arrojarnos alguna luz sobre el
fenómeno religioso del culto al Cristo Negro. Hemos decidido introducir al lector de
esta forma porque es un modo de situar las particularidades de la localidad en el
contexto de la región.
En el segundo capítulo seguimos con un breve análisis de la composición
étnica en Otatitlán, vamos a abordar aquí el proceso de transculturación que
aconteció en Otatitlán, con el fin de definir en que consiste la identidad de los
oatitlecos y así poderla relacionar al fenómeno religioso.
En el tercer capítulo el campo de la religiosidad colectiva y compartida con
otras regiones es el principal, nos interesa desarrollar la relación de las fiestas del
Santuario los cultos agrícolas de larga duración. Esto porque, son justo las fiestas
en donde aparecen explícitamente los elementos culturales compartidos por los
habitantes de sotavento. La construcción de este capítulo se ha fortalecido de
fuentes como: cuentos, canciones, fotografías, relatos, alabanzas, etc. El análisis
de estos productos culturales se va a complementar con la observación
etnográfica y las notas que de esta se desprenden.
El cuarto y último capítulo busca explicar algunas particularidades del culto
al Cristo Negro entre los Otatitlecos, mediante el análisis de la memoria colectiva:
a partir de los mitos, documentos escritos y tradición oral acerca de la llegada del
Cristo al bajo Papaloapan. En el segundo apartado se continua con el análisis de
la tradición oral, pero en esta ocasión a propósito la profanación del Cristo que se
dio en el marco de la “guerra cristera”.

22

Al Señor de Otatitlán
buscamos con gran
anhelo
donde todos hallarán
la salud y gran
consuelo.

Es el padre universal
que al mundo da
bendición
y libra del todo mal
al que implora su
perdón.

De distintas poblaciones
todos forman sus
cuadrillas
tributan sus oraciones
hincándose de rodillas.

(fragmento “Canto de
los peregrinos de
Coamoapan” al salir
hacia el Santuario de
Otatitlán.)



23

Capítulo1. Desarrollo histórico de la localidad

L
a historia de Otatitlán ha sido abordada principalmente por Gonzalo
Aguirre Beltrán, José Velasco Toro y Gustavo Vergara Ruiz 32, a ellos se
deben gran parte de los datos que aquí se presentan.
Uno de los argumentos que guían la investigación es la relación que existe
entre las religiosidad del siglo XX en Otatitlán y la que se fraguó en épocas
anteriores. Al analizar el estado tal cuestión, encontramos la constante alusión a la
hipótesis que plantea la relación de continuidad entre el culto dedicado a
Yacatecuhtli y el culto al Cristo Negro en Otatitlán; por ser de gran relevancia en el
tema que nos concierne debemos aclarar que fue hacia 1950 cuando Gonzalo
Aguirre Beltrán desarrolló tal asociación. En la obra Pobladores del Papaloapan:
biografía de una hoya.33 Aguirre Beltrán dedica un capítulo a hablar de Otatitlán y
ahí aparecen por primera vez las descripciones de Otatitlán como un lugar de
paso y asiento de mercaderes; un santuario dedicado a Yacatecuhtli. Su hipótesis
se elabora bajo los supuestos teóricos del sincretismo y en adelante poco va a
variar tal postura entre los estudiosos del tema.
Más adelante, en 1979, tal hipótesis será retomada por Fernando Winfield
Capitaine, en su artículo “Otatitlán y Yacatecuhtli”34. En este trabajo, se hace
énfasis en la relación entre Quetzalcóatl y Yacatecuhli. Posteriormente otros
autores que han trabajado Otatitlán 35 retomaran la hipótesis, en continuidad con
estos dos trabajos pioneros, es importante aclarar que tal relación de los cultos a
Yacatecuhtli y al Cristo Negro, aún permanece en el estado de hipótesis, pues se
carece de fuentes que nos indiquen con certeza que el proceso histórico de la
religiosidad en Otatitlán pudo ser así. Para este capítulo, vamos a retomar algunos

32
Véase introducción.
33
Aguirre Beltrán, Gonzalo. Pobladores del Papaloapan: biografía de una hoya. México, 1992. p
159-170.
34
Winfield Capitaine, Fernando.“Otatitlán y Yacatecuhtli” La palabra y el hombre. Universidad
Veracruzana. no. 32, octubre-diciembre 1979. p. 25-30
35
Véase introducción.

24
elementos de la anterir hipótesis, que nos permiten analizar el caso del Culto al
Cristo Negro en su dimensión histórica y cultural. Lo primero que aclaramos es
que la relación entre la pintura facial negra de Yacatecuhtli y el color del Cristo
Negro es un elemento insuficiente para plantear la conexión de los cultos.

1.1 Las culturas mesoamericanas y su relación con el bajo


Papaloapan
Lo que llamamos Mesoamérica existió como una realidad histórica y fue una
secuencia milenaria de sociedades fuertemente vinculadas entre sí, si bien en
determinadas épocas y regiones mesoamericanas prevalecieron algunos tipos de
relaciones de poder sobre otros el valor de lo mesoamericano deriva de todo el
complejo de relaciones, de sus combinaciones y pesos relativos.
Se identifica el comienzo del proceso histórico de la conformación de
Mesoamérica a partir del sedentarismo agrícola de los diversos grupos que la
habitaron. En el transcurrir de su historia, los mesoamericanos formaron
sociedades dentro de una amplia gama de complejidad: desde aldeas agrícolas,
hasta concentraciones de alta densidad con sociedades de clases y estados
centralizados.36 A grandes rasgos “En Mesoamérica existió un fundamento
económico y cultural común, su carácter agrícola con base en el cultivo del
maíz.”37
Los pueblos del Papaloapan se desarrollaron en la ribera del río,
estableciendo una íntima relación con el mismo. La región fue ocupada con
asentamientos desde el Preclásico Temprano 38 (1800 a. C, economía aldeana) y
ha tenido desde entonces injerencia de grupos de diversos orígenes, lo que ha
permitido que la cultura se desarrolle en un complejo mosaico pluriétnico.
Los pueblos mesoamericanos de la cuenca asociaron el cielo, el rio y la
tierra con los niveles del cosmos. Se puede decir que en esta región, dichos

36
López Austin. op.cit. p 28-29.
37
Popescu, Liviu y Javier Martínez Villarroya. Entrevista a Alfredo López Austin. op. cit. p 146.
38
Ortiz Ponciano y Carmen Rodríguez. Donde el tigre y la serpiente dominaban en México antiguo.
Antología de arqueología mexicana. México, SEP, 1995, p 54-55.

25
elementos coexisten en un mismo espacio, no como parte del entorno, sino como
la dinámica de la vida misma.
El Papaloapan como muchos otros complejos fluviales se asoció al cambio,
a la transformación, a la vida y a la muerte, por ser un sistema espacial en donde
predomina el agua; ésta fue sacralizada y divinizada en todas sus variantes: como
lluvia fertilizadora, como agua que inunda, como corriente que trae sustento, etc.
La región se concebía entonces como habitada por fuerzas sobrenaturales.
Todo ello, dio pie a una compleja multiplicidad de valores y advocaciones que se
corresponden con ciclos y fenómenos de la naturaleza presentes en el
Papaloapan. Es decir, las características geográficas pueden ser vistas como
representación de la dinámica que lleva el cosmos.
Hablando del Papaloapan en general y de Otatitlán en particular se puede
decir que:
Cada sitio es un centro simbólico donde la naturaleza deviene como una imagen donde
habita la divinidad. Y en este juego de espejos refleja las interacciones entre uno o varios
sistemas históricos con un presente que constantemente actualiza el pasado porque
entrelaza elementos de los relatos míticos que se hacen coincidir con la topografía del
asentamiento, recuerda la remota tierra de origen y revela una articulación de los lugares
dentro de un sistema donde ocurrían procesos cósmicos particulares cuya energía deviene
de una totalidad. 39
Los olmecas o popolucas fueron la población más extendida en el bajo
Papaloapan por lo que su cultura fue la base del desarrollo social posterior en la
cuenca. Estos primeros núcleos culturales se fueron modificando a partir de la
llegada de toltecas a la zona. Los estudios lingüísticos ubican a los pobladores
más antiguos de Otatitlán como hablantes de popoluca, lengua del tronco mixe-
zoqueano,40 que se extendieron en ambas riberas del Papaloapan. 41

39
Velasco Toro,José. “Cosmovisión y deidades prehispánicas de la tierra y el agua en los pueblos
del Papaloapan veracruzano” La Palabra y el Hombre. México, Universidad Veracruzana. no. 129,
enero-marzo 2004, p. 59.
40
Aún existen dudas al respecto, no se sabe con certeza si el popoluca hablado por estos pueblos
corresponde al grupo lingüístico; zoque-mixe o al mazateco. Delgado Calderón, op. cit. p 18.
Posteriormente se hablara un popoluca nahuatizado una variante regional con la que se
encontraron los conquistadores.

26
Según algunas hipótesis,42 Otatitlán fue un pueblo nahuat alrededor de los
siglos 900-1200 d.C en que los toltecas dominaron buena parte del Papaloapan a
partir del vasallaje militar, el control del comercio y la introducción de sus formas
culturales, en un proceso que se conoce como la nahuatlización de la población
del bajo Papaloapan. “Mediante el control de las rutas de comercio y extracción
del tributo, fueron entrelazados los espacios étnicos y simbólicos de la cuenca del
Papaloapan, chinantecos, mazatecos, nahuas, popolucas y mixtecos tenían un
punto de confluencia común en Tochtepec. 43”
La gente nahuat que se estableció en Otatitlán y que arrebató al señorío de
Acuetzpaltepec44 una pequeña porción de su amplio territorio; un pueblo de
esencia comerciante, no necesitó ampliar la cuña que había introducido en tierra
popoluca; se conformó con asentar firmemente en el sitio estratégico de donde
partían hacia los cuatro rumbos cardinales las expediciones de los pochtecas.45
Una de las características de este momento histórico en Mesoamérica fue
la difusión del culto a Quetzalcóatl, “Al caer la provincia del Papaloapan bajo el
dominio mexica, en 1452, se impuso el culto a Yiacatecuhtli, señor de la partida o
señor de la nariz, en alusión a la deidad que guía y protege los caminos,
Yiacatecuhtli era una advocación de Xólot-Quetzalcóatl (…)” 46
A esta deidad se le describe de la siguiente manera:
La imagen de este dios se pintaba como un indio, que iba caminando con su báculo, y la
cara tenía manchada de blanco y negro; en los cabellos llevaba atadas dos borlas de
plumas ricas que se llamaban quetzalli; iban atadas en los cabellos del medio de la cabeza,
recogidas como una gavilla de todo lo alto de la cabeza; tiene unas orejeras de oro; está
cubierto con una manta azul, y sobre el azul una red negra, de manera que el azul se
parece por las mallas de la red; tenía una flocadura esta manta por todas las orillas, en la

41
Velasco Toro, José. De la historia al mito: mentalidad y culto en el santuario de Otatitlán.
Veracruz, Instituto Veracruzano de la Cultura, 2000. 184 p.
42
Velasco Toro, José. Et al. Santuario y Región. Imágenes del Cristo Negro de Otatitlán. Instituto
de Investigaciones Histórico/Sociales UV, 1997. Apud. Aguirre Beltrán. op.cit.
43
Velasco Toro. De la historia al mito…p 48.
44
Acuetzpaltepec “lugar del lagarto” fue llamado por los españoles Huaspaltepec, fue uno de los
centros político-religiosos más importante de la época, ubicado en el actual municipio de Playa
Vicente.
45
Aguirre Beltrán. op.cit. p 165.
46
Velasco Toro. “Cosmovisión…, p. 54.

27
cual estaban tejidas unas flores; tenía en la garganta de los dedos unas como calzuelas de
cuero amarillo, de las cuales colgaban unos caracolitos mariscos. Tenía en los pies unas
cotaras muy curiosas y labradas; tenía una rodela teñida de amarillo con una mancha en el
medio, de azul claro, que no tiene ninguna labor. Tenía en la mano derecha su báculo con
47
que van camino.
El topónimo Otatitlán48 puede entenderse en su traducción literal como
“lugar entre otates”, “en el jeroglífico que del nombre trae el Códice Mendoza49
está representado el lugar por una vara de bambú, en forma de cayado invertido
(…) en realidad representa un otlatopilli, es decir, un báculo o bastón” ello ha
llevado a desentrañar el profundo significado de Otatitlán como “lugar en donde se
adora al dios de los mercaderes”.50
El otlatopilli era una de las principales representaciones de Yacatecuhtli,
consistía en un “báculo de caña maciza” que se adoraba y se ornamentaba con
papel amate y plumas como un dios; aquel báculo era llevado por los mercaderes
cuando partían a alguna parte a tratar y durante sus ceremonias principales. 51
Yacatecuhtli, por su parte, se compone de Yiacatl que significa “nariz” y
tecuhtli “señor”, entendiéndose “el señor de la nariz”, “el que va por delante” o “el
que guía”, lo que hace alusión a la función de espionaje que ejecutaban los
mercaderes “para recoger información sobre las riquezas y posiciones
estratégicas de territorios no ocupados”52.
Se considera que Yacatecuhtli por ser una fusión de deidades tendría
además atributos ligados a Quetzalcóatl. Se le concibe asociado a la cruz y a la
agricultura por su larga nariz, que puede ser asimilada como el palo plantador y el
bastón del comerciante, además de estar relacionado a Tláloc en su atributo de

47
De Sahagún, Fr. Bernardino. Historia general de las cosas de Nueva España. México, Porrúa,
1992. p 26-29.
48
El nombre del poblado “Otatitlán” fue seguramente impuesto por los comerciantes tenochcas, se
desconoce su anterior denominación.
49
Véase la ilustración 1 en el anexo de ilustraciones.
50
Entre los mayas existe un dios homólogo, Ek Chuak, “El señor negro”. Aguirre Beltrán. op cit. p
159-160.
51
De Sahagún. op. cit. p 493-509
52
Winfield Capitaine, op. cit. p. 25-30

28
lluvia. Y es por todas estas características por las que surgieron las hipótesis que
relacionan a esta deidad con el Cristo Negro de Otatitlán.
Durante el final del periodo postclásico mesoamericano (900 d.C – 1500
d.C) Otatitlán era uno de los 7 señoríos nahuat 53-popoloca de la cuenca del
Papaloapan, único que se encontraba sobre la ribera del “rio mariposa”. En 1452
Moctecuhzoma Ilhuicamina, que estaba al frente del imperio de la Triple Alianza,
sujetó los señoríos de Tuxtepec y Cosamaloapan; Otatitlán era entonces tributario
de Tenochtitlan (cacao, hule, plumas, almagre, etc.). Las relaciones con el centro
de poder configuraron al poblado como frontera en la ruta comercial que provenía
del altiplano central 54, y que concluía en su primer parte en Tochtepec
(actualmente Tuxtepec, Oax.); este era el puerto fronterizo de intercambio y
asiento de una colonia de ricos tratantes de esclavos, los cuales habían llegado
originalmente de Tlatelolco. Allí estaba la puerta del territorio enemigo, la cual
cruzaban rumbo a dos centros de intercambio del sur: Xilango y Xoconusco 55, es
decir, el Golfo de México y el área maya. Dentro de la dinámica comercial Otatitlán
fungió como proveedor de cargadores (tamemes); es decir, aquí reclutaban
tamemes los pochtecas antes de emprender su camino, pero en lo general el
poblado no contaba con gran importancia regional.
Se considera que desde entonces Otatitlán pudo ser sede de rituales
ligados a la protección, por ser Santuario de Yacatecuhtli y muy cercano a
Tuxtepec:
(…) y si alguna vez los conocían a estos mercaderes mexicanos los naturales, los
mataban, y así andaban con gran peligro y con gran miedo; y cuando ya venían, y salían
de aquella provincia para venir a su tierra, venían con los mismos trajes, que entre aquella
gente habían usado y en llegando a Tochtépec, donde eran tenidos en mucho, allí dejaban
aquel traje y tomaban el traje mexicano, y allí los daban bezotes de ámbar, y orejeras y

53
Que no son los mismos que los nahuas de la región centro, Gonzalo Aguirre Beltrán distingue
étnicamente a los nahuat como un grupo con influencia mexica, pero propio de la cuenca del Bajo
Papaloapan.
54
Aguirre Beltrán. op. cit. p 161.
55
Chapman M., Anne. “Puertos de intercambio en Mesoamérica Prehispánica”. En: Acosta Saignes
y Miguel León Portilla. El comercio en el México Prehispánico. México, Instituto Mexicano del
Comercio Exterior, 1975. p 134.

29
mantas de maguey, tejidas como telas de cedazo, y les daban aventaderos y moscaderos
hechos de plumas ricas, y también les daban unos báculos adornados con unas borlas de
pluma amarilla de papagayos, con que venían por el camino hasta llegar a México. 56
Es necesario anotar que si bien eran los pochtecas quienes organizaban el
comercio, necesitaban de una gran cantidad de trabajadores a su servicio,
Otatitlán suministraba fuerza de trabajo para el transporte de las mercancías. Los
tamemes o cargadores tenían condiciones de trabajo poco favorables, pues eran
explotados en beneficio de los pochtecas. De hecho “hacían a estos miserables
cargar todo el día y hasta dos o tres seguidos, sosteniendo el fardo en la espalda
con cuerdas cruzadas sobre el pecho y con una gruesa banda de cuero en medio
que pasaba sobre la cabeza a la frente, soportando así la carga de manera que al
finalizar el viaje iban desangrándose por la frente, con la piel desollada o
arrancada o con marcas en la cabeza” 57.
En esta organización del trabajo para el comercio vemos un punto
importante de la relación con lo sagrado, si bien los pochtecas pudieron haber
establecido a Otatitlán como localidad clave del culto a Yacatecuhtli, fue en tal
caso el conjunto de personas relacionadas al comercio quienes colocaron a esta
deidad en el imaginario como un protector.
1.2 La invasión española: el proceso colonial
A la llegada de los españoles, la población de la cuenca del Papaloapan estaba
sujeta al poderío del imperio de la Triple Alianza encabezada por los mexicas,
relación que facilitó la penetración hispana y una rápida sujeción de las naciones
indias. Bernal Díaz del Castillo informa que Gonzalo de Sandoval llegó en 1522 a
Tuxtepec y ahí se enfrentó con la guarnición mexica, a quienes derrotó
disponiéndose a controlar la zona, que le fue dada en encomienda.
Cuando se instauró el poder virreinal, Otatitlán quedó bajo la jurisdicción
civil del corregimiento de Cosamaloapan, que se creó en 1530 y en lo religioso
perteneció a la diócesis de Oaxaca. El poblado fue nombrado San Andrés de
Otatitlán y declarado República de Indios con sus tres agregados: Zacatixpan,
56
De Sahagún. op. cit. p 499.
57
Chapman M. op. cit. p 97-158.

30
Cacahuaxochitla y Teoatl 58. Se sabe que en 1565 el poblado fue dado en
encomienda por primera vez, pues se le otorgó a Juan Limpias Carvajal quien se
59
mantuvo hasta 1597, año en que lo heredó a Fernando de Limpias Carvajal
Los datos más antiguos para Otatitlán en la época colonial los proporciona
Francisco del Paso y Troncoso quien informa 60 que en 1546 había en el pueblo 82
casas y sus tributarios daban 25 cargas de cacao, además de sembrar algodóny
maíz y tener pesquerías en el rio Papaloapan y el –Estanque de Dios-.
A su llegada los españoles se dieron cuenta no sólo de la riqueza natural de
la cuenca, sino también de su importancia como puente para el comercio con otras
regiones. Todo ello, aunado a las condiciones climáticas, hicieron orientar el perfil
topográfico de la zona hacia el desarrollo de la ganadería y el comercio como
principales actividades económicas durante la etapa colonial.
Durante el siglo XVI a Otatitlán llegaban canoas repletas de mercancías
procedentes de los puertos de Veracruz, Alvarado y Tlacotalpan, que eran
comercializados e intercambiados por productos provenientes de la sierra de
Oaxaca y la región del Istmo veracruzano. Para el siglo XVII Otatitlán era un punto
central en el tráfico mercantil lo que le dio renovada importancia regional, gracias a
la red fluvial se erigía como entramado natural del mercado interno.
Como en muchas otras regiones, las condiciones de explotación a los
indígenas61 en manos de encomenderos y corregidores, así como las
enfermedades traídas del llamado Viejo Mundo mermaron a la población local,
que para finales del siglo XVI presentó un importante decremento; en 1597
Fernando de Limpias Carvajal informa que en ese año tributaban 168 familias,
mientras que para 1600 lo hacían solo 45. 62 En un memorial los indígenas
expresan al virrey que sufrían grandes abusos por parte de los colonizadores que

58
Báez-Jorge . Et. al. Devoción y creencia religiosa en el amanecer del tercer milenio. México,
Gobierno del Estado de Veracruz, 2005. p 102.
59
Velasco Toro. “Cosmovisión…, p 68.
60
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 72. apud. Francisco del Paso y Troncoso. Colección
de Mendoza o Códice Mendocino, México, Innovación, 1980.
61
Utilizo el término indígena para denominar a la población originaria de esta región, aunque es
necesario apuntar que tenían diversos orígenes étnicos.
62
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 72.

31
los trataban como esclavos y no les proporcionaban alimentación alguna, por lo
que “se trasladó a la población india al antiguo barrio de Cacahuaxochitla en
donde permanecieron durante 80 años, hasta que una peste los obligó a regresar
a Otatitlán para no abandonar el lugar jamás”63.
La caída demográfica tuvo un efecto inmediato en la pérdida del control y
ocupación de suelo y pesquerías por parte de los pueblos indígenas. La nueva
colonización de “tierra caliente” tuvo como base el acaparamiento de territorio por
parte de los colonizadores, y para sancionar la ocupación de esos espacios se
instrumentaron tres procesos jurídicos interrelacionados: la concesión de sitios de
pesquería y de mercedes ganaderas así como la congregación en pueblos de los
indios sobrevivientes64. Con el paso del tiempo, bajo el proceso de dotación de
mercedes de tierra para la cría de ganado mayor, se originaron grandes haciendas
ganaderas de producción extensiva en la región, lo que a la larga impactaría la
composición étnica de la localidad aunque la actividad ganadera no fue
especialmente próspera.
Debido al constante abuso de la fuerza del trabajo indígena, y a las quejas
de los mismos ante las autoridades virreinales se prohibió el uso de tamemes para
la carga; la medida fue efectiva a la introducción del ganado. “El caballo y la mula
sustituyeron al sufrido tameme; dando origen al sistema de recuas que en
combinación con el transporte de cabotaje cruzaban de norte a sur, y desde este
a oeste la cuenca alta y baja del Papaloapan”65.
La implantación de las estructuras coloniales produjo un efecto devastador
sobre las poblaciones originales. Durante los tres siglos que duró la dominación de
la Corona la región presentó baja densidad demográfica y en aquella nueva lógica
externa “(…) las pocas comunidades originales sobrevivientes convivieron
forzosamente y se mezclaron con las gentes venidas de Europa, África y Asia. Se

63
Ibid. p 72, apud, AGN, Mercedes: 208.
64
Velasco Toro. De la historia al mito…p 51.
65
Velasco Toro. De la historia al mito…, op. cit. p 58.

32
originó así desde finales del siglo XVI una población mestiza original y local, de
ascendencia primordialmente indígena y africana.” 66
Las actividades económicas demandaban la exportación de mano de obra
y como respuesta los españoles introdujeron poblaciones traídas de África bajo el
sistema esclavista: “la población negra se ocupó en las plantaciones azucareras,
haciendas ganaderas y pesquerías.” 67 Sin embargo, dicha información es de orden
general, porque se desconoce la magnitud particular de este proceso en Otatitlán,
pero, estableciendo relación con otros procesos similares en la cuenca baja del
Papaloapan, podemos decir que la llegada de afrodescendientes a la cuenca fue
mayoritariamente en situación de cimarronaje y no de esclavitud. Así que por
estas razones la composición social de Otatitlán presentó variaciones
importantísimas, pues también por este tiempo arribó población mazateca
proveniente de Puctlancingo.
La mezcla de negro e indio o apardamiento de la población se hará más
notoria a mediados del siglo XVIII, es necesario decir que la formación de núcleos
familiares entre las poblaciones provenientes de África fue muy difícil, pues
cuando arribaban lo hacían en relación de dos hombres por una mujer, lo que los
imposibilitaba en un inicio para reconstruir núcleos familiares de acuerdo a sus
propios patrones culturales (polígamos), que era una práctica condenada por la
Iglesia católica. Otra problemática a la que se enfrentaron fue la legislación del
sistema esclavista, según la cual una mujer esclavizada heredaba dicha condición
a sus hijos.
Las poblaciones afromestizas se encontraban en constante contacto con los
indígenas y, por ende, fue muy común el establecimiento de núcleos familiares
entre hombres esclavizados y mujeres indígenas, que si bien en muchos aspectos
eran oprimidas por el sistema colonial, tenían hijos libres. “De ahí se originó una

66
García de León, op. cit. p 20.
67
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región … p 69-70.

33
mezcla constante de negros e indias, que dio nacimiento a una población mulata
abundantísima, la población entonces y aun llamada jarocha.”68

En esta temporalidad se comienza a hablar del Sotavento como un área


que abarca las jurisdicciones que correspondieron a provincias prehispánicas y las
primeras jurisdicciones coloniales, se establece aquel como concepto náutico, que
toma al puerto de Veracruz como región central y que divide hacia el norte la
región que se nombró Barlovento y al sureste el llamado Sotavento.69 En esta
época támbien se le sumó a buena parte del bajo Papaloapan población de origen
francés70 dedicada al cultivo y procesamiento de algodón 71.

1.3 La evangelización
En el abrupto encuentro entre culturas, tanto los pueblos de tradición
mesoamericana como los de tradición hispana y africana tuvieron que negociar
sentidos y símbolos en búsqueda de un orden dinámico, aunque no podemos
dejar de lado que dicha búsqueda se dio dentro de los supuestos del colonialismo
y bajo los parámetros del dominio político que ostentaban los hispanos.
Al instaurarse el virreinato los mecanismos de control tendieron hacia dos
formas de ejecución del poder opresor, por un lado, la sujeción militar y , por otro,
la penetración que ejecutaron las instituciones religiosas a través de la
evangelización, con lo que se buscaba imponer la visión occidental del mundo a
las poblaciones que se estaba invadiendo y esclavizando.
Así el aseguramiento territorial, real y simbólico de la tierra estuvo también legitimado de
manera imaginaria por la organización religiosa de la región, que siempre fue, por su clima
y sus características sociales poco atractiva para las labores permanentes de
evangelización, pues en un principio los límites de las jurisdicciones religiosas aparecían

68
Aguirre Beltrán. op. cit. p 94-95.
69
Véase anexo de ilustraciones. Costa de Sotavento Jurisdicciones coloniales.
70
Inmigrantes que también se ocuparon en la ganadería, el cultivo de caña de azúcar y el
comercio.
71
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 70-71.

34
sobre extensos territorios que empalmaban sus pretensiones, aunque el acomodo de los
72
obispados hacia dimensiones cada vez más reales fue poco a poco imponiéndose.
La estrategia evangelizadora comenzó por imponer en cada localidad a un
santo patrono o protector cristiano, al que se buscaba relacionar con los atributos
numiosos de las deidades prehispánicas. De esta forma se pretendía igualar los
actos de los dioses ancestrales a los hechos heroicos de los nuevos santos
cristianos. Y con el paso del tiempo y el entrecruzamiento de distintas
concepciones de lo sagrado, estos primeros intentos de sustitución se modificaron,
en un proceso en que las poblaciones locales estaban participando activamente
en la construcción de lo sagrado bajo el nuevo orden. En el caso de Otatitlán se
impuso en un primer momento la figura de San Andrés apóstol a quien muy
probablemente se le introdujo por ser pescador de oficio, pero posteriormente se
adoptó a Cristo por su relación con la Cruz y en su asociación a la fertilidad, el sol
y el árbol cósmico mesoamericano.
Cabe señalar que esta relación entre la deidad y santo fue establecida
desde la perspectiva de los cristianos, es decir, que en ocasiones se encontraron
paralelismos, o se quisieron ver, según los atributos numiosos de dos
representaciones de lo sagrado.
En este proceso colonial de entrecruzamiento entre la cultura
mesoamericana, el catolicismo y otras formas de religiosidad se conservó la
representación simbólica mesoamericana de la dualidad. Es el caso del par agua-
tierra siempre en simbiosis, una relación de opuestos complementarios.
Velasco Toro identifica en el Papaloapan dos zonas diferenciadas y, a la
vez, emparentadas del ámbito geográfico y simbólico. Es decir, por un lado, los
sitios ubicados en área de inundación ligados a las diosas madres y la diosa
Chalchiuhtlicue; emparentados con el ámbito húmedo, el nacimiento y lo frio, y los
otros en terrenos elevados, con cubierta vegetal densa y suelo fértil, ligados a
Tláloc y Quetzalcóatl en el ámbito de la germinación, el verdor y lo cálido.

72
García de León, op. cit. p 53.

35
El componente religioso católico que fue impuesto en un primer momento
no siempre tuvo éxito, pues dependía también de su aceptación o rechazo. En el
caso de los lugares acuíferos, en donde la protectora mesoamericana era
Chalchiuhtlicue, las advocaciones de María terminaron prevaleciendo, así en
Alvarado se adoptó a Nuestra Señora del Rosario, en Tlacotalpan a la Virgen de la
Candelaria, y en Cosamaloapan a la Purísima Concepción. Sin embargo, en
Ixamatlahuacan localidad de pescadores, Santiago Apóstol permaneció. En los
lugares térreos se adoptó a Cristo; en Otatitlán a Jesús Crucificado y en
Chacaltianguis al Padre Jesusito.73
El proceso de evangelización transcurrió con mayor eficacia con la llegada
del Cristo Negro a Otatitlán, pues de algún modo se atendió a la necesidad de
cristianizar en una misma región a pueblos de diversos orígenes étnicos. Según
algunos datos en 1597 la imagen fue llevada al poblado para dar inicio a la
construcción del templo bajo el plano de Manuel de Lémur. Más adelante
analizaremos tales datos, por ahora sólo anotamos que fue en esta época que se
desarrollaron en la región; las asociaciones del Cristo en la cruz con la fertilidad y
el árbol de la vida.74
Ya en el siglo XVII, esta simbiosis terrenal y celeste, conformaba el ámbito
“triunfal” de la Iglesia vencedora del mal, por lo que la Nueva España evidenció en
la suntuosidad arquitectónica de sus catedrales e iglesias aquella pretensión de
dominio. Los lienzos y esculturas de sus artistas sublimaron con escenas los
sacros recintos y todas estas imágenes rivalizaban en suntuosidad y riqueza, poco
a poco los recintos fueron siendo dotados de gran ostento.
En el siglo XVII Otatitlán se consolidó como santuario siendo centro de una
“región devocional”75 que se desarrolló de forma muy dinámica. Ciertamente el
conjunto de personas que se relacionaba con dichos espacios aún estaba
profundamente diferenciado. Fungieron como motores de esta otra articulación de
lo sagrado, la búsqueda de beneficios empíricos y utilitarios por parte de los
73
Velasco Toro. “Cosmovision…, Passim.
74
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p. 250-256.
75
Ibíd. passim.

36
devotos, así como de complejas dinámicas de poder en torno a este espacio
privilegiado.
Paralelo al proceso de imposición del catolicismo seguían actuando en el
plano de lo religioso curanderos, brujos, rezanderos, etc., sin haber contradicción
en ello pues aún más que el clero conservaban una importante presencia frente a
un binomio como la salud y la enfermedad entre la sociedad indígena y
afromestiza.
La evangelización como proceso complejo se nutrió también de otras
formas culturales como la música indígena (popoluca, nahuat, mixteca, zapoteca,
etc.), española (andaluz) y de elementos afromestizos (vaqueros, milicianos y
milperos).
Precisamente el espacio de difusión del son jarocho y sus instrumentos coinciden con el
intervalo de influencia de tres importantes santuarios del Sotavento que pudieron ser el
crisol de estas expresiones musicales que dieron origen al son: Otatitlán y Mecatepec con
sus Cristos negros y Catemaco con la Virgen del Carmen.76
Hacia la segunda mitad del siglo XVII las autoridades virreinales y
eclesiásticas decidieron congregar en Otatitlán a los mazatecos supervivientes del
pueblo de Puctlancingo, quienes a consecuencia del descenso demográfico
provocado por las epidemias del siglo anterior, se habían visto obligados a
deshabitar la mayor parte de su señorío. 77
El arribo histórico de mazatecos a Otatitlán está lleno de un profundo
simbolismo, inclusive en la actualidad permanece en la memoria un relato que
cuenta que hacia finales del siglo XVI, un 3 de mayo, la escultura de Cristo
Crucificado fue encontrado por un matrimonio mazateco en Puctlancingo, a la
orilla de un árbol de xuchitl. Este hecho fue comunicado al resto del pueblo y el
Cristo se hizo objeto de veneración. Sin embargo, tiempo después y debido a la
peste que había asolado el poblado, los sobrevivientes decidieron emigrar y llevar
consigo la escultura. Así que navegaron rio abajo por el Papaloapan y, luego de
un largo camino un remolino los llevó a la orilla derecha del río, justo donde se

76
Delgado Calderón, op. cit. p
77
Báez-Jorge. Et. al. Devoción…,. p 102-104.

37
encontraba Otatitlán, en donde la efigie fue desembarcada un 14 de septiembre de
1597.
Entre 1777 y 1778 el obispo de Oaxaca, José Gregorio Alonso Ortigoza
propuso la creación del curato de Otatitlán, decisión que fue aprobada por el
gobierno virreinal, otorgándole el título de “Santuario del Santísimo Cristo de
Otatitlán.”78
Por lo menos, a partir de 1779, se tiene el regristro de la existencia de una
cofradía que llevaba el nombre del Cristo de Otatitlán 79 con 600 cofrades inscritos,
entre los que había zapotecos, chinantecos, mazatecos y cuicatecos, si pensamos
en este complejo entramado étnico y social podemos notar que este medio sirvió
como integrador frente a la diversidad cultural y territorial de la zona. El culto al
Cristo Negro fungía ya como un aglutinador social y siguió fortaleciendo las
relaciones comerciales en la región. La organización de la cofradía corría a cargo
“indios caciques” y el cura párroco, en la cual ambos formaban parte de los grupos
privilegiados en Otatitlán, dada la importancia religiosa que había adquirido el
santuario.
Durante el siglo XVIII se agudizó en Otatitlán un largo conflicto por límites y
tierras con los vecinos de Tuxtepec. Por ejemplo se tiene noticia de una
importante demanda contra los de Otatitlán en 1782 por invasión de tierras; este
conflicto tenía su origen en la carencia de terrenos suficientes para la población
indígena de ambas localidades, sobre todo porque esta tierra había sido
acaparada por los colonizadores.80 El origen de la narración mítico-histórica que
narra la llegada del Cristo Negro a Otatitlán puede rastrearse históricamente en
esta etapa de constantes disputas por tierras entre la gente de Otatitlán y
Tuxtepec; más adelante estos acontecimientos se abordaran con mayor
detenimiento.

78
Velasco Toro. De la hitoria al mito…, p 93.
79
Winfield Capitaine, Fernando. “La cofradía del Cristo Negro en el siglo XVIII”, La palabra y el
hombre. Universidad Veracruzana. no. 89, enero-marzo 1994. p 50-53.
80
Ibid. p 74-75.

38
La primera iglesia que se construyó para resguardar al Cristo fue de
hechura bastante rustica madera y palma. Pero para 1780, por órdenes del
entonces obispo de Oaxaca, se comenzó la construcción de un templo de mayor
tamaño utilizando piedra de cal, ripio y ladrillo. No obstante la obra avanzó
lentamente porque los recursos provenientes de limosnas y donaciones fueron
utilizados para otros fines. Así, se reporta que en 1860 la obra seguía en el mismo
estado inacabado. Para la primera década del siglo XIX, los recursos que se
administraban en el Santuario eran cuantiosos por la importancia que éste estaba
adquiriendo; la administración de tales se volvió un buen negocio.

1.4 De la conformación del municipio a la Guerra Cristera


Al lanzarse el Plan de Iguala el 23 de febrero de 1821, se proclamó la
independencia de la América Septentrional, iniciándose una nueva etapa para
México como nación. Con la Constitución de 1824, el indio jurídicamente dejó de
existir y, con ello, la propiedad comunal; el liberalismo mexicano basaba sus
principios en la idea del ciudadano dotado de propiedad personal, por lo que los
ataques a la propiedad comunal comenzaron al tiempo que México se constituía
en una nación independiente. En 1826, en Veracruz, favoreciendo a los
hacendados y especuladores, se aprobó “El repartimiento de terrenos indígenas y
baldíos.” El despojo vendría a complementarse en 1856 con la Ley Lerdo o la
desamortización eclesiástica y civil, que aceleró procesos económicos y políticos
que fueron base del capitalismo moderno, cuya primera fase se consolidó durante
el porfiriato.81
En 1824, Veracruz se elevó a la calidad de Estado y para 1825 la entidad
se dividió en doce cantones que se sujetaban a cuatro departamentos. De esta
forma, Otatitlán ya como municipio fue parte del cantón de Cosamaloapan y del
departamento de Orizaba, permaneciendo así hasta 1917. 82 Para esta etapa, la

81
Velasco Toro, José.”Desamortización civil y resistencia india en México y Veracruz: de la
Independencia a la Reforma” Anuario. Centro de Investigaciones Históricas, Instituto de
Investigaciones Humanísticas, Universidad Veracruzana. Vol. VIII, 1992, p. 56
82
Velasco Toro. Et al.Santuario y Región…. p. 81.

39
economía de Otatitlán estaba basada en la producción de maíz, frijol, algodón,
arroz y pesca; también se contaba con un par de fábricas de aguardiente de caña
y trapiches de hacer panela. En cuanto a las vías de comunicación, se siguió
utilizando el transporte por río fluvial, al igual que algunos caminos.
Se tiene noticia de que el día 14 de Septiembre de 1838 se trasladó al
Cristo Negro al pueblo de Chacaltianguis por orden del entonces obispo de
Antequera, Oax., y que se regresó a Otatitlán un 14 de Septiembre de 1840,
gracias a la petición de peregrinos de Córdoba y Orizaba. Fue el padre José
Blanco quien reinstaló la imagen, murió poco tiempo después y fue sepultado
frente al altar del Sagrado Corazón.
Los años de 1860 y 1861 fueron marcados por diversos desastres
naturales: inundaciones y ciclones que provocaron pérdidas significativas en
cultivos y ganadería. Dichos fenómenos provocaron que numerosos pobladores
emigraran hacia Oaxaca regresando alrededor del último tercio del siglo XIX en
que se intensificó el cultivo de caña, al tiempo que el algodón alcanzaba precios
altos.83 Lo que atrajo a gran cantidad de jornaleros, dicho flujo inmigratorio y la
agroindustria fueron transformando la mentalidad frente al simbolismo del agua.
Para 1876, en el inicio del gobierno de Porfirio Díaz, se fortalecieron las
políticas de fomento agrícola, siendo los terratenientes los mayores beneficiarios.
Y como en el resto del país, la estructura de ingresos descansó fundamentalmente
en torno a aquellos provenientes del comercio exterior, tanto importaciones como
exportaciones, reafirmando en lo general Las leyes de Reforma y la inversión en
infraestructura. “La continuidad entre los gobiernos liberales-clásicos y el
Porfiriato, así como posteriormente, entre los gobiernos de la revolución, no es
otra que la continuidad de un proyecto de nación capitalista dependiente” 84.
En el bajo Papaloapan se fomentó la construcción de la vía férrea Veracruz-
Istmo que logró conectar por tierra con el puerto de Veracruz y, a la par, con
Coatzacoalcos y Salina Cruz; además, se modernizó la navegación fluvial. Todo
83
Ibíd. p 83.
84
San Juan Victoria, Carlos y Salvador Velázquez Ramírez, “El Estado y las políticas económicas
en del Porfiriato”, en Ciro Cardoso, México en el siglo XIX. México, Nueva Imagen, pp 277-314.,

49
ello permitió el desarrollo de la plantación como tipo de gran propiedad, que utilizó
la mano de obra asalariada y aprovechó la infraestructura básica de
comunicaciones y transportes. Los norteamericanos (capital principal) invirtieron
en la plantación de plátano roatán para exportación85.
La gran transformación de los nichos ecológicos del Sotavento se dio en la segunda mitad
del siglo XIX: se multiplicaron las haciendas ganaderas y los trapiches, las plantaciones
tabacaleras, la explotación maderera y las plantaciones de café, cacao y hule, llegándose a
exportar sus productos por los puertos de Minatitlán, Sontecomapan, Tlacotalpan y
Veracruz.86
El cultivo de plátano y caña requirió de trabajadores temporales para la
zafra y permanentes para las plantaciones de plátano; dicha fuerza de trabajo fue
atraída de otras regiones, los inmigrantes extra-regionales provenían en su
mayoría del estado de Oaxaca y eran de origen mixteco, zapoteco y chinanteco;
éstos se establecieron principalmente en torno a sus centros laborales.

Con el despunte económico, se fomentó la inversión en obra pública para la


cabecera municipal, así cnomo la mejora material de las distintas entidades que
integraban su jurisdicción. Durante esta etapa en Otatitlán se comenzó la
recaudación de recursos fiscales, se mejoró la casa municipal, se terminó la obra
del cementerio, se colocó alumbrado público en la plaza, se construyeron algunos
tramos de calzada, se inauguró un reloj público y el campo educativo recibió
atención. Hacia 1873 en Otatitlán había dos escuelas, una para hombres y otra
para mujeres, el 10% de la población acudía a la escuela, siendo muy pocas las
niñas que podían ir.
De la segunda mitad del siglo XIX a la primera década del XX la población
aumentó notablemente. En 1869, Otatitlán contaba con 728 habitantes y en 1888
había 146587 lo que nos indica que en pocos años la población se duplicó debido
al auge algodonero y el comercio; durante estos años, las principales actividades

85
Montero García, Luis Alberto. et al. Mariposas en el agua. Historia y simbolismo en el
Papaloapan. México, Universidad. p 83-85.
86
Delgado Calderón, op. cit. p 279.
87
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 86.

41
del grueso de la población fueron la labranza y el jornal en las fincas. En un
informe gubernamental se caracteriza a la población local como mestiza con sólo
tres españoles y un austriaco88 lo que analizaremos más adelante.
El movimiento revolucionario de principios del XX impactó ligeramente en
Otatitlán, pues en el cantón no existieron movimientos armados de gran magnitud
como los de otras regiones, pero sí hubo grupos rebeldes y gavillas que asolaron
toda la región hasta avanzados los años veinte. Se considera que las principales
motivaciones de tales grupos fueron la protección de los intereses regionales
oligárquicos que habían mantenido el poder hegemónico. Ello se puede entender
si se considera que, en 1910, muere Lorenzo Gómez quien había sido jefe político
del cantón por más de una década. Entonces, algunos grupos buscaban ocupar
espacios políticos y otros sacar provecho de la revuelta. 89
En este municipio se libraron varias batallas entre revolucionarios y federales cuando la
revolución de 1910, aunque ninguna de ellas logró alcanzar mayor relevancia. Se
distinguieron como militantes de las fuerzas revolucionarias, el general Juan Prieto, hombre
de gran valor; el capitán Ramón Prieto, distinguido en batallas y muchos más que se
entregaron a la lucha revolucionaria.90
En el año de 1911, un grupo insurgente comandado por José Santa Cruz
avanzó sobre Otatitlán con la intención de llegar a Cosamaloapan. De 1912 a
1914, aparecieron otros grupos y el poblado fue sede de escenas revolucionarias
sin que ningún grupo lograra trascender. En 1915, ocurrió el ataque más fuerte
pues un grupo de 50 saqueó y quemó, comercios y casas, por lo que muchos
habitantes de las rancherías se refugiaron en la cabecera municipal y en
Tuxtepec, Oaxaca. Los conflictos políticos de la época tuvieron medio de
expresión en El correo de Sotavento en donde porfiristas y opositores hicieron
públicas múltiples acusaciones sobre la administración de la zona.
Los años siguientes fueron de escasez hasta aproximadamente los años
treinta en que hubo un repunte económico por el auge platanero. 91 Dicha

88
Ibid.
89
Ibid. p 94-95.
90
Barrera Aguilar, Vicente. “Otatitlán, inventario del Pueblo”. Cuenca (Otatitlán). s/f. p 27.
91
Ibid. p 94-98.

42
transición dejó el comercio paralizado por años así como una gran inseguridad en
la región, problema que hasta la fecha no ha sido resuelto.
En lo nacional y durante la transición del caudillismo a la institucionalidad,
los gobiernos posrevolucionarios de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles
entraron en abierto conflicto con la Iglesia católica, al que se le conoce como
Guerra Cristera. Al respecto se han señalado como las principales causas; al poco
tacto político para aplicar leyes y al descontento del alto clero por la Constitución
que le privaba de algunos de sus privilegios. Durante el gobierno de Calles se
ordenó el cierre de escuelas católicas y conventos, así como la expulsión de
sacerdotes extranjeros92, lo que alentó a la Iglesia al levantamiento; estas políticas
resultaron muy violentas para algunos sectores de la población, sobre todo en
lugares con una tradición católica más profunda o en donde la Iglesia católica y
sus representantes eran pensados como autoridades de lo social. Por todo ello en
el centro y el bajío del país el conflicto, tomó tintes de guerra civil, no tanto por la
defensa de la institución sino por demanda de tierras mientras que en otras
regiones sólo hubo breves expresiones.
Hasta la primera mitad del siglo XX funcionó la figura institucional de una
“Junta Cívica” formada por damas católicas, vecinos, el cura párroco y las
autoridades municipales. Esta junta fue responsable de hacer mejoras al templo
con los recursos que se colectaban en las festividades y sostenía una escuela
para la enseñanza religiosa, el Colegio Católico, atendido por monjas con el fin de
“propagar la enseñanza y práctica católica”. 93Funcionó hasta 1935, año en que se
cerró porque fue expropiada la casa donde operaba; más tarde en aquel local se
94
instaló la oficina de correos y telégrafo.
Entre 1926 y 1927, el entonces presidente de la República Plutarco Elías
Calles cedió el local que había ocupado el Colegio Católico al municipio de
Otatitlán, para destinarlo a la escuela oficial de niñas que antes había estado a

92
Gallo T., Miguel Ángel y Víctor Sandoval González. Del Estado Oligárquico al Neoliberal. México,
Edicones quinto sol, 2003. p 97.
93
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 89-94.
94
Velasco Toro. De la historia al mito … p 98.

43
cargo del clero. Por su parte a Adalberto Tejeda, el gobernador de Veracruz, se le
recuerda cómo “(…) un gobernador anticlerical que promovió la desfanatización de
la población veracruzana, creó grupos agraristas con ideología socialista y armó a
muchos de ellos durante los dos periodos de su gobierno” 95
En Otatitlán, Eduardo Castelán, quien por entonces fuera presidente
municipal comandaba el movimiento anticlerical que en 1931 96, tuvo su más álgida
expresión en la localidad. En dicho año, el templo fue cerrado y el cura
perseguido, aunque el culto se seguía realizando de manera clandestina en casas
particulares. El día 6 de septiembre de aquel año llegaron a Otatitlán grupos de
agraristas y soldados que fueron ubicados en distintas partes del poblado, en
donde un día más tarde, por la madrugada, aquéllos grupos sacaron del templo la
imagen de Cristo Crucificado y la llevaron dirección al río, justo hasta un ranchito
con bodegas de plátano en donde intentaron quemarla y, finalmente, le cortaron la
cabeza, misma que se llevaron. Cuando la población supo que el Cristo había
sido robado se reunió en el templo al llamado de ¡Viva Cristo Rey” con la intención
de recuperarlo. El cuerpo de la escultura se recuperó pero el paradero de la
cabeza se desconoció hasta 1955 que fue devuelta 97. Actualmente, se exhibe en
una vitrina dentro de la iglesia y se ha convertido en una reliquia. Es importante
anotar que al cuerpo decapitado se le construye una nueva cabeza, que es la que
se conserva en la actualidad, la cual es fenotípicamente distinta a la original. A los
citados acontecimientos se les conoce como la “profanación del Cristo Negro”.
El conflicto y la persecución religiosa continuaron por lo menos dos años
más. Los pobladores recuerdan que “un día entraron por la fuerza a varias
propiedades, sacaron imágenes de santos y vírgenes y cristos, las llevaron a la
plaza pública y las quemaron, otras más las rompieron, mientras gritaban; que no

95
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 99.
96
En el centro del país, la Guerra Cristera cesó en 1929 al tener fin la confrontación militar.
97
Velasco Toro. Et al. Santuario y Región... p 99-100, apud, Testimonios; Evangelina Aguirre Cruz
y Pastor Vázquez Copto, 1993.

44
valían nada”98. Debido a estos conflictos en 1933 la peregrinación que se realiza
anualmente al Santuario fue trasladada a Tuxtepec 99.
En lo cultural, a partir de los años veinte, el país experimenta un arduo
momento en la vida cultural, la llegada de destacadas personalidades extranjeras
y el crecimiento de la empresa del entretenimiento influirá en la renovada
producción de cine, teatro, música, circo, artes plásticas y letras. En Otatitlán
destaca Francisco Aguirre Beltrán, un notable estudioso autodidacta, poeta y
decimero que comenzó a escribir en 1920.

1.5 Del “oro verde” a finales del siglo XX


Durante la Revolución mexicana las fincas que habían estado creciendo con éxito
desde principios de siglo decayeron, y el campo fue parcialmente abandonado,.
Dicha situación no cambió hasta que en la década de los veinte en que se gestó
de nuevo la estabilidad económica de la población de la región. Así, para 1923 la
comercialización internacional de plátano roatán ya era la principal actividad
económica de la región y para 1930 dicho cultivo alcanzó su máximo esplendor
económico en la época denominada coloquialmente del “oro verde”.
Durante el primer lustro de los años treinta el distrito de Tuxtepec y el
municipio de Otatitlán marcaron el paso del cultivo mundial del plátano, pues en
esta zona se registró el porcentaje más alto de racimos de calidad estándar (9
gajos en adelante). De hecho la plantación reforzó al gobierno estatal e inyectó
nuevos recursos a los municipios productores, a partir del pago de altos impuestos
para productores, y del conjunto de ingresos que generaban los trabajadores
ligados a esta actividad.
La organización del trabajo en torno a este cultivo comercial se inclinó a la
organización gremial que llegó a tener gran incidencia política en la región. En
Otatitlán se desarrollaron las siguientes asociaciones: Liga de Resistencia de

98
Ibid. p100, apud. Felipe Aguirre Cruz, 1993.
99
Ibid. p100-101.

45
Campesinos y Jornaleros, Sindicato de Trabajadores de Campo, Liga de
Marineros y Sindicato de Cortadores100.
El esplendor bananero que se desarrolló en la cuenca baja del Papaloapan
abarcó el periodo que va de 1923 a 1939. Pero para 1940 las compañías
abandonaron la zona, las causas de su salida fueron principalmente los desastres
naturales, los problemas sindicales, la baja en el precio del plátano en el mercado
internacional, las plagas y la Reforma Agraria del cardenismo. Sobre este último
punto cabe decir que los habitantes de los asentamientos que surgieron como
consecuencia de la expansión de las plantaciones plataneras pudieron, a partir de
esta política agrarista, solicitar al gobierno federal la dotación de tierras
pertenecientes a las empresas101; con el tiempo los trabajadores formaron centros
de población ejidal que luego se convertirían en pueblos.
En la región “el cultivo de plátano no sólo fue vehículo económico que
impulsó la evolución de un nuevo ámbito social, sino también un elemento
transformador del espacio geográfico en la cuenca del bajo Papaloapan”102. Es
necesario considerar que, anterior a esta época en México no existía un mercado
nacional y menos internacional del plátano, éste apareció a principios del XX con
la llegada de las compañías bananeras 103; a su salida, la crisis regional se
evidenció sobre todo por el desempleo y la perturbación del medio ambiente que
provocaron. Desde la década de los cuarenta la destrucción de los nichos
ecológicos del sur de Veracruz se fue recrudeciendo.
La agricultura en la región tendió al cultivo de variedades más resistentes
de plátano como el “macho” y el “enano”, así como la siembra de pasto para la
cría de ganado, el cultivo de piña y caña de azúcar en grandes cantidades y en
menor medida naranja y chile. Según los habitantes del Santuario, a partir del

100
Montero García. et al. Mariposas en el agua… p 97, apud. Archivo General del Estado de
Veracruz, fondo Junta Central de Conciliación y Arbitraje. 1918-1949.
101
La Liga de Comunidades Agrarias de Veracruz se mantuvo como una de las más combativas
propiciando en gran medida la transformación de la tenencia de la propiedad.
102
Montero García, op. cit. p 81.
103
Las principales empresas en la región fueron: Mexican American Fruit Co., Cuyamel Fruit Co.,
Transcontinental y Standard Fruit and Steamship Of México Inc.

46
último tercio del siglo XX, la caña se colocó “casi” como monocultivo, por lo que
su producción está organizada y acaparada por los ingenios.
Para 1944, ocurre en la región el llamado “diluvio cuenqueño”, la más
catastrófica inundación del bajo Papaloapan en la primera mitad del siglo XX. La
inundación fue ocasionada por un huracán nacido en el Caribe que penetró a tierra
en las cercanías de Coatzacoalcos y los Tuxtlas llegando a la cuenca media el 21
de septiembre, momento en el que comenzó a llover sin parar por días, por lo que
el Papaloapan aumentó su caudal rápidamente hasta desbordase.
La creciente torrencial inundó las calles de los centros urbanos y se llevó a
su paso, casas, cultivos, ganado, etc., por toda la cuenca los habitantes
abandonaron sus habitaciones y se refugiaron con grandes carencias, hasta el 27
y 28 que las aguas del Papaloapan comenzaron a bajar.
(En Otatitlán). La inundación fue una cosa desastrosa; dicen que la creciente y el agua
comenzó a llegar a la iglesia y que cuando llegó al altar mayor, automáticamente el agua
comenzó a descender, esa parte en donde está viene a ser la más alta del pueblo. En ese
tiempo como todos los años se inundaba el pueblo, construían tapancos y ahí se subía
toda la gente a pasar las avenidas, en la inundación mucha gente se refugió en el kiosco
del parque, arriba del palacio municipal, en la iglesia104, en el campanario y en un hotel que
tenía mi abuelo Pancho Aguirre de dos pisos y otras casas con tapanco. Arrasó con todo,
pero fue cosa de dos/tres días, acabo con: animales, plantaciones y sembradíos, fue una
105
crisis muy fea la que resultó de la inundación.
Todas las poblaciones desde Tuxtepec a Tlacotalpan quedaron en
aislamiento total, rodeados únicamente por agua. Las vías del ferrocarril de
Veracruz al Istmo, especialmente el puente Papaloapan, quedaron retorcidas; no
había carreteras ni caminos que no estuviesen bajo el agua; los únicos medios
disponibles eran guardacosta, lanchas y chalanes, principalmente.
Las cosechas estaban perdidas y las familias cuenqueñas se encontraban
en condiciones extremadamente difíciles, porque la ayuda a los damnificados no
llegó a quien la necesitaba de manera oportuna debido a la corrupción. El

104
Se cuenta que para alimentarse la gente aliño una vaca en el altar mayor, la cual paso flotando
aferrada a una puerta de madera. Comunicación personal con habitantes varios de Otatitlán.
105
Entrevista No.5H, AAF.

47
gobierno federal y estatal no auxilió a la población debidamente, llegando lo
recaudado en nombre de los damnificados a partir de octubre, en adelante la
región atravesó por una situación de miseria general. 106
Las casas eran de madera y altas, incluso pisos de madera. Cuando bajo el agua quedó
puro lodo. Volvió otra inundación al segundo año, pero más chica107. A nosotros ya no nos
hace la pobreza porque ya la conocemos.108
En Otatitlán el ciclón ocasionó que se perdieran 102 hectáreas de maíz,
arroz, plátano y caña. Varias casas fueron arrasadas por la impetuosa corriente,
dejando a 55 familias de ejidatarios en la calle. 109
En los años siguientes y como respuesta al problema de las inundaciones
se aceleró el proceso de construcción de la presa Miguel Alemán, también
conocida como Temascal.110
La presa Miguel Alemán cubre 47 000 hectáreas y para su construcción
fueron expropiadas cerca de 52 mil hectáreas de las mejores tierras de alrededor
de 5 mil indígenas de unos cinco municipios. Durante los años ochenta, los
afluentes del Río Santo Domingo, también proveniente de Oaxaca, y parte del
Papaloapan fueron controlados con la construcción de otra presa vecina, la
llamada presa Miguel de la Madrid o Cerro de Oro, terminada en 1988, que se
ubica en el municipio de San Juan Bautista Tuxtepec, Oaxaca. El proyecto
provocó el reasentamiento involuntario de alrededor de 26 000 personas.111
En lo nacional a partir del establecimiento de los gobiernos
posrevolucionarios se desarrollan los siguientes etapas: “Institucionalidad del
Estado” (1920-1929); “El maximato” (1929-1933); “Estado corporativo” (1934-
1957); “Desarrollo estabilizador” (1958-1976); y el “Estado neoliberal” 1976-

106
Montero García, op. cit, passim.
107
Entrevista No. 6M, MK.
108
Entrevista No. 7M, NOP.
109
Montero García. op. cit. p 159.
110
Se concluyó en 1955. La presa controla los escurrimientos del Río Tonto en Oaxaca hacia la
región cuenca Papaloapan, se encuentra ubicada en el poblado de San Miguel Soyaltepec; en la
actualidad cuenta con una central hidroeléctrica que produce importantes ganancias para la
Comisión Federal de Electricidad (CFE), a costa del despojo a los mazatecos de la región.
111
Comisión Nacional del Agua, Geolocalizador de presas de México.

48
1994112. Estas etapas corresponden a políticas económicas impulsadas por el
Estado, en las cuales cada una tendrá sus peculiaridades y aunque todas inciden,
de manera directa o indirecta, en el desarrollo de la localidad que se estudia, se
hará alusión sólo a los elementos que provocaron una evidente transformación de
las formas de vida en Otatitlán.
Después del cardenismo, la figura presidencial quedó plenamente
fortalecida y capaz de concentrar en sí misma el poder de los otros poderes
constitucionales que tenían nula independencia. El control ejercido por el Estado
tenía como ideología al nacionalismo que gestó, desde el empoderado centro y
norte de la Republica, una clara manifestación de la apuesta por el bien de la
“Nación” como entidad teórica y no de las colectividades. El desarrollo del
nacionalismo implicó cambios importantes en la concepción de la pertenencia a “la
comunidad” o “el pueblo”. Así “lo jarocho” fue resignificado, aspecto que se analiza
más adelante.
A partir de los años cuarenta, el Estado tendió a desarrollar un proyecto
industrializador del mercado interno, promoviendo también el desarrollo de las
clases medias y altas hasta consolidar el llamado “Milagro mexicano”. La
industrialización influyó de manera determinante en la urbanización de la sociedad
mexicana y los ingresos del campo fueron sacrificándose paulatinamente a los de
la industria; ello afectaría profundamente a la región Papaloapan en donde el
agricultor se vio forzado a producir materias primas a bajo precio para el sector
manufacturero, principalmente caña de azúcar.
Durante la primera mitad del siglo XX Otatitlán, al igual que otros pueblos de la
cuenca, utilizaban los afluentes fluviales como principal medio de transporte.
Aquí la comunicación que teníamos era con el pueblo de Papaloapan por lancha y de ahí se
salía en el ferrocarril, dicen que para llegar a Veracruz se tardaban de tres a cuatro días. De
Alvarado y Papaloapan venia toda la mercancía en lancha, ya por los treinta se hizo una
brecha hacia el pueblo de Papaloapan y funcionaba un camioncito, nadamas en época de
112
Vid. Gallo T. op. Cit.

49
secas; en aguas113 ya no se podía transitar. A partir de los años cincuenta construyeron la
carretera del otro lado del río, que va para Cosamaloapan (carretera federal) a finales se
construyó el muro que se utiliza para contener al rio y como carretera.114
De hecho se cuenta que el río estaba menos contaminado y en la vida
cotidiana había muchas más actividades que se realizaban en torno a él, en
comparación con la actualidad:
Antes había mucho robalo, venían de lejos a comprarlo junto con la camaya. Ahora ya no hay
porque imagínate; cervecera, papelera, drenaje, animales muertos, todo lo botan al rio y ya no
hay las especies que antes.115 Antes que el agua estaba limpia, íbamos al río a nadar y
bañarnos, el agua ya no está muy limpia116
A partir de la segunda mitad del siglo XX, y los sectores sociales también
presentaron variantes; la clase media no sólo creció en las grandes urbes (aunque
sí mayoritariamente); en espacios como los poblados del Papaloapan, la clase
media se constituía principalmente de pequeños comerciantes, profesionistas
varios, maestros, empleados de la industria y el gobierno 117, todos estos sectores
modificaron las dinámicas culturales en la región a lo largo de la segunda mitad
del siglo.
Los gobiernos capitalistas, proindustrializadores y favorecedores de
Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX, consolidaron el modelo de
Estado capitalista dependiente para México, lo que tendrá muchísimas
repercusiones en lo social; sobre todo porque a partir de los cincuenta, la vida
cotidiana tendió mucho más a imitar las expresiones del modo de vida
norteamericano (AWOL por sus siglas en inglés). La radio y la televisión
adquirieron gran importancia: modas, gustos, aficiones y hasta sentimientos iban
siendo moldeados cotidianamente por los medios masivos de comunicación. Las
décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial tuvieron como característica la
hegemonía productiva de los Estados Unidos y el desarrollo de fenómenos
migratorios hacia dicho país.
113
La temporada de mayor precipitación pluvial va de junio a noviembre.
114
Entrevista No. 5H, AAF.
115
Entrevista No. 6M, MK.
116
Entrevista No. 3M, LBM.
117
Velasco Toro. De la historia al mito (…) p 30.

50
Tenía como 15 años (década de los sesenta) cuando se comenzó a oir más el radio y la
tele, sólo había pocos aparatos, la luz aun no era regular y había una planta que
funcionaba hasta las 10. La radio y tele llamaban mucho la atención porque eran algo
novedoso; no lo habíamos escuchado ni visto; pasaban programas como caricaturas y
118
música. Con eso las cosas cambiaron pero no para bien, nos anunciaban, chocolates,
refrescos, etc. Los que tenían televisión nos presumían a nosotros. Yo llegaba a una casa
donde había tele y por la ventana veía, hasta que se daban cuenta y cerraban. Servía
como entretenimiento pero la mente se empezó a amolar, los vecinos antes se llevaban
distinto, había antes un periódico y lo leía uno y se lo pasaba a otro (…).119
Durante el siglo XX, el Estado ha utilizado proporcionalmente pocos de sus
recursos en gastos de bienestar social en relación con las inversiones en
actividades económicas120, apoyando sobre todo el desarrollo de la élite industrial
y agrícola comercial, pues la propia alta jerarquía política forma parte de las
mismas. Ello ha generado constante descontento y el empobrecimiento de los
sectores mayoritarios. En el campo se continúa la producción campesina de
autoconsumo y también toma fuerza la empresa capitalista rural que emplea mano
de obra asalariada.
Al culminar la Revolución, la protesta social estaba lejos de terminar; las
malas condiciones de vida de la masa trabajadora tanto del campo como de la
ciudad y la inconformidad de algunos sectores de la clase media con el sistema
político autoritario que se ejercía explican el surgimiento de constantes
movimientos sociales a lo largo del siglo.
Para los años setenta, el cambio por los canales democráticos se percibía
como agotado por algunos sectores. La economía del país reflejaba problemas
estructurales, un crecimiento deformado e injusto. Después de la represión
violenta a los movimientos ferrocarrilero, estudiantil, magisterial, médico, obrero y
campesino. El sistema político comandado por el PRI perdió gran credibilidad, por
un lado, se exacerba la guerrilla y, por otro, la burguesía enfrenta serios

118
Entrevista No. 3M, LBM.
119
Entrevista No. 6M, MK.
120
Gallo T. op. cit. p 179.

51
problemas con el gobierno por la pérdida de control sobre el bienestar de sus
intereses. El poder del PAN aumentó en aras de la participación directa de los
empresarios en la política.
Las constantes devaluaciones del peso y la “petrolarización” de la economía
como estrategias para ofrecer un mayor crecimiento económico fueron sólo una
ilusión que dejó al país aún más endeudado; de tal modo que, a partir de los
ochenta, se iniciaban abiertamente los tiempos del neoliberalismo y, con ello, la
reapertura económica que tuvo como consecuencia directa la firma del Tratado de
Libre Comercio con Estados Unidos (TLC) que dejaba a los campesinos bajo las
fuerzas del mercado; en lo social, el incremento acelerado de la globalización se
acentuó, en adelante vamos a buscar explicar cómo ha estado sucediendo este
fenómeno en Otatitlán. De hecho, algunos elementos del culto al Cristo Negro en
la actualidad van a estar vinculados con los cambios globales del último cuarto del
siglo XX.
Los aspectos sociales, políticos y económicos que hemos venido tratando
en este capítulo tienen el fin de ejemplificar el conjunto de circunstancias que
acompañan el fenómeno religioso del culto al Cristo Negro en Otatitlán. Además,
nos ayudan a comprender en los siguientes capítulos como es que la localidad se
articuló y desarrolló, en un sentido cultural. El panorama general de los periodos
más significativos en la historia de Otatitlán se ha construido a partir de la revisión
de bibliografía general y especializada. Para lo acontecido en la segunda mitad del
siglo XX, pudimos introducir algunos testimonios de otatitlecos, tomados en
entrevistas para este trabajo121.
La religiosidad de los habitantes del santuario y su relación con el Cristo
Negro, no puede ser entendida, sin antes indagar quiénes son los protagonistas
de esta historia y cuál es su origen, por lo que en el siguiente capítulo haremos un
breve perfil histórico-cultural de los habitantes de esta zona.

121
Véase la introducción.

52

Somos santuareños

Somos la madera del


árbol verdadero,
el árbol que se siembra en
el bien y la divinidad.
Tenemos el cielo libre,
un río donde navegan las
almas
y cada vez que un pájaro
canta
nace un hombre, nace un
nuevo amor.
Somos la fibra que teje
nuestro corazón,
somos cerro y luz,
somos bosque y mar,
somos Oaxaca y
Veracruz,
somos Otatitlán.

Francisco Javier Alegría


Osorio. Otatitlán, Ver.
27 de Febrero del 2013



53


Capítulo 2. La composición étnica en Otatitlán

A
partir de la revisión del transcurrir histórico en Otatitlán podemos decir
que quienes visitan y viven en la localidad, han permutado elementos
culturales e ideológicos de manera constante durante su
larga convivencia, de tal forma que algunos símbolos y elementos de
tradiciones de distintos orígenes, van a ser incorporados de acuerdo con los
valores y la cultura local de todos quienes participan en la interacción, en un
complejo y largo proceso, en que poco a poco ha generado una peculiar
idiosincrasia, construida de la experiencia vital.
En este capítulo vamos a emplear “transculturación” 122 como categoría de
análisis, para entender el proceso histórico mediante el cual se conformó la
sociedad cuenqueña. Haremos pues una traza general del perfil de origen étnico
de los “jarochos cuenqueños” que habitan el poblado. Vamos a analizar tal
proceso en el campo de lo cultural, incluso en un modo mucho más particular, nos
interesa su impacto en el fenómeno religioso del culto al Cristo Negro en Otatitlán..
En el santuario de Otatitlán, el culto al Cristo Negro ha sido eje de muchas
relaciones sociales y económicas, sus fiestas religiosas han propiciado la
formación de un espacio multicultural. Su lugar privilegiado en las rutas
comerciales y la construcción de la identidad local son factores que nos permiten
investigar lo particular de su desarrollo histórico, ligándolo a una amplia región
como lo es el Sotavento y también en una esfera menor a un área geográfica
como lo es la Cuenca del Papaloapan.
Tomás García Hernández denomina a la religiosidad practicada en el
santuario como “catolicismo fuertemente influenciado por los valores de la
cuenca”, lo que provoca la reflexión en varios sentidos. En los siguientes
apartados nos ocuparemos de problematizar las relaciones sociales que han
generado esos “valores de la cuenca” considerándolos siempre dinámicos.

122
Véase introducción.

54
Para ello se ha optado por elaborar apartados que ayudan a explicar por
separado quiénes fueron los grupos que se transculturaron en el Sotavento y
específicamente en la cuenca del Papaloapan y sus principales aportes en el
campo del imaginario religioso.
En la actualidad la mayor parte de los habitantes de Otatitlán se
autoadscriben a la identidad “jarocha”. Encontramos también que una pequeña
porción de los pobladores tienen un origen indígena (mazateco, popoluca) y que
su llegada atendió a procesos de migración regional de finales del siglo pasado,
así como a unas cuantas familias con descendencia japonesa 123 que en realidad
pueden considerarse jarochos, porque los valores culturales de tales herencias no
han modificado de manera drástica la cultura de los otatitlecos; se podría afirmar
que se han acoplado a la cultura jarocha de los santuareños. Por ello podemos
considerar que durante el siglo XX en el santuario de Otatitlán la identidad étnica
es esencialmente jarocha, rural, campesina y pecuaria.
Otatitlán ha pertenecido desde la época colonial al Sotavento y durante la
Colonia a la jurisdicción de Cosamaloapan que “constituyó primero una de las
regiones más ricas del imperio mexica y, después, una de las principales
extensiones ocupadas por las mercedes de tierras ganaderas concedidas por la
Corona a los pobladores europeos, región de extensos mayorazgos pecuarios en
poder de familias ennoblecidas y zona privilegiada de mestizaje entre indios y
negros.”124
La transculturación colonial de la zona es fundamentales para entender la
historia posterior de Sotavento, porque el imaginario religioso que se desprende
de tal proceso permanecerá en la posteridad con tan sólo ligeros cambios, así al
pensar en la población de Otatitlán debemos tener presente que las variaciones
culturales más significativas son aquéllas que ha traído la inserción de “la
modernidad”, sobre todo en términos culturales. Por esto mismo vamos

123
En 1923 llegaron al Santuario tres hombres de edad adulta provenientes de Japón, de apellidos;
Kojima, Ogata y Koi. Se dedicaron a la medicina y al comercio, todos tuvieron descendencia en la
localidad, pero no todos permanecieron en Otatitlán. Entrevista No. 6M. MK.
124
García de León. op. cit. p 55.

55
constantemente en la narración haciendo contrastes entre mediados del siglo XX,
y épocas anteriores.
Otatitlán forma parte de un área en donde se localizaron los pueblos que se
han llamado: más “mestizos”, en el Sotavento colonial, como lo fueron:
“Chinameca, Acayucan, Cosamaloapan o Chacaltianguis, [que] comparten en gran
medida esta base civilizadora impuesta desde muy atrás por las formas nahuas y
popolucas de organización territorial.” 125 Lo que resulta muy importante si
pensamos en el santuario y en sus formas religiosas que parten también de los
antecedentes mesoamericanos; incluso en la actualidad se puede identificar tal
herencia.
Durante los primeros tiempos de la Colonia, aproximadamente a finales del
siglo XVI, muchas de las costumbres locales estaban ya perfectamente
conformadas y mostraban todos los aspectos de la transculturación que daría
origen a la típica población de la cuenca. .“Paradójicamente, [esto se generó] en
una de las regiones en dónde la población original disminuyó severamente y el
mestizaje entre indios, negros y europeos se logró desde finales del XVI.” 126
En el plano de lo religioso, las manifestaciones como: peregrinaciones y los
cultos a santos patronos, son el lugar en donde podemos percibir aun
reminiscencias de ritos anteriores a la conquista. Por lo anterior vamos a
comenzar con tales elementos indígenas.

2.1 Los antecedentes indígenas


Con todo lo expuesto acerca de la época mesoamericana en el bajo
Papalopan127 queremos esgrimir la idea de un Yacatecuhtli (si es que fue el caso)
o deidad mesoamericana que fue representativo no sólo del comercio, sino
esencialmente de la cultura de los pueblos de origen popoluca y habla mexicana,
lo que incluye una fuerte presencia de cultos agrícolas mesoamericanos que

125
Ibid. p 437.
126
Ibid. p 154-155.
127
Véase Introducción.

56
serían los que permanecieron al paso del tiempo y que fueron posteriormente
ligados al Cristo Negro.
Dando continuidad a la cultura indígena local: a su carácter agrícola y
pecuario, y a sus redes de comercio, se establecieron los usos y formas de las
cofradías religiosas en torno a santos católicos. De hecho, tomarán forma en el
siglo XVIII al mismo tiempo que se llevaba a cabo un intenso proceso de
transculturación en la zona.
Una buena parte de los elementos de lo sagrado que persisten a través de
los tiempos va más allá de la sucesión de formaciones socioeconómicas
especificas porque contiene lo que se ha llamado una historia de “larga
duración”128 que se distingue de otras partes que son más propensas a ser
modificadas, por eso es justo esta larga duración de elementos simbólicos de lo
sagrado lo que nos interesa resaltar.
En este sentido de los elementos de larga duración podemos encontrar los
aportes indígenas a la cultura jarocha cuenqueña. La baja demográfica de las
poblaciones indígenas en el siglo XVI fue seguida de una recuperación poblacional
inducida durante el siglo XVII, que incluyó nuevos elementos culturales a la
tradición mesoamericana ya existente. “Si bien la conquista y colonización
española significaron un cambio profundo en la cultura, estructura social y
economía de los indígenas, tres siglos de dominación cambiaron sólo
superficialmente a los pueblos indios del sur; la religión, las técnicas de cultivo, la
construcción de casas, entre otros elementos continuaron casi inalterables.” 129
La interacción de los pueblos indígenas con los conquistadores fue siempre
en el plano de la dominación colonial; es bien sabida la constante destrucción y
descalificación de las formas religiosas de los pueblos mesoamericanos por parte
de los conquistadores, sobre todo por los misioneros evangelizadores, lo que
llevó a forjar un catolicismo muy impregnado de culturas regionales autóctonas,
pero siempre bajo advocaciones y fiestas “católicas”.

128
Véase introducción.
129
Delgado Calderón, op. cit. p 277.

57
Al respecto Antonio García de León nos dice que:
(…) las regiones indígenas del Sotavento solamente recibirán un leve barniz evangelizador,
lo que permitirá también la persistencia de fragmentos enteros de las antiguas creencias y
mitologías, insertos en un ritual católico simple, rural y ribereño, efectuado bajo condiciones
materiales que recuerdan más en su porosidad, al Caribe insular que al abigarrado
Altiplano mexicano.130
Existieron entonces importantes persistencias culturales indígenas 131 en las
poblaciones que desde la Colonia habitaron Otatitlán, siendo las más importantes
en el campo religioso, aquellas prácticas vinculadas a sus actividades
económicas; agricultura, pesca y comercio.
Uno de los acontecimientos que en mayor medida fraguó el mestizaje
biologico en Otatitlán fue la congregación de los indígenas en los llamados
“pueblos de indios”. Posteriormente el azote de enfermedades endémicas,
permitió que los sobrevivientes fueran congregados, facilitando así el control de la
población, sobre todo en el cobro de tributos e impuestos. Sin embargo, los
pueblos de indios en realidad fueron congregaciones en donde vivieron
mayormente poblaciones mestizas (transculturadas), luego llamadas jarochas.
En la segunda mitad del s.XVI se realizó la segunda fase de
congregaciones no sin la resistencia de las comunidades indígenas, por lo que
figuras como la del visitador real Joseph de Solís 132 fueron muy importantes para
conocer la forma y composición de los asentamientos.
La evangelización, la administración civil, y la justicia, el pago de tributos y la integración al
mercado interno se veían además favorecidos en la medida en que los indios fueran más

130
García de León, op. cit. p 298-299.
131
“En Otatitlán, Igual que en Cosamaloapan existió durante la Colonia una sociedad india dividida
en dos estamentos; el superior formado por el cacique y los indios principales; el inferior constituido
por el común de los naturales.” No siempre guardaron relaciones cordiales o de alianza, era común
el reclamo de los segundos por el constante abuso de los principales. Aguirre, Beltran, op.cit. p
166-167.
132
Recorrió desde Papaloapan hasta los Ahualulcos.

58
accesibles y cercanos a los caminos principales, estuvieran tasados en los padrones de
tributos y vivieran bajo control más centralizado, en cabeceras y sujetos identificados. 133
Las condiciones sobre las que se generó la transculturación de la zona
fueron, por un lado, los “pueblos de indios” y, por otro, las mercedes de ganado y
pesquerías; realidades que estuvieron en íntimo contacto en la zona en que se
inserta Otatitlán y que permitieron el contacto entre poblaciones de distintos
orígenes étnicos. Aquí se encontraron los vaqueros afrodescendientes y los
indígenas, así como también los europeos.
Esos encuentros fueron forjando procesos de transculturación en todos los
niveles de convivencia, de tal modo que sucedían muchos procesos de forma
paralela, pues al mismo tiempo se buscó repoblar la zona, huir de las
enfermedades, congregar pueblos, evangelizar, etc.

2.2 La transculturación134 colonial


Para mediados de siglo XVI la malaria y la fiebre amarilla provenientes de los
navíos de gente esclavizada procedente de África adquirieron en la zona su propio
ciclo reproductivo comenzando una secuencia cíclica endémica que azotó la
región hasta principios del siglo XX. 135 Bastantes enfermedades endémicas
llegaron con los africanos, los europeos y el ganado, y se favorecieron para
proliferar de la congregación de las comunidades, como mencionamos en el
capítulo anterior la baja demográfica indígena fue enorme, ello fue la principal
causa del mestizaje colonial, pues se necesitaba sustituir la mano de obra perdida.
Desde el siglo XVIII, las primeras formas de relación entre los otatitlecos y
otros grupos vinculados al Cristo Negro fueron las cofradías, que permitieron la
integración de grupos sociales diversos que se asimilaron entre sí; negros y
mulatos, criollos, españoles peninsulares e indígenas de múltiples grupos étnicos
comenzaron o continuaron relaciones, que fueron mediadas generalmente por la
Iglesia católica y que confluyeron en el culto al Cristo Negro. En lo general, dicha

133
García de León, op. cit. p 268.
134
Véase introducción.
135
García de León, op. cit. p. 265.

59
articulación de relaciones se conformó a partir de vínculos de naturaleza política,
económica, ritual, social, etc. “Durante el siglo XVIII la iglesia trato de integrar a los
grupos lingüísticos del norte de Oaxaca en la Cofradía; es decir, la religión sirvió
como medio integrador frente a la diversidad cultural 136 y territorial”137
El culto a los santos patronos, su organización en torno a Cofradías y las
fiestas católicas han sido los elementos más visibles y estudiados de los procesos
de construcción de un imaginario religioso compartido durante la época colonial y
son vistos como reflejo del proceso de mestizaje, pero aunado a estas formas
religiosas “oficiales” existieron muchas prácticas consideradas “mágicas” y
“prohibidas” que, sin embargo, se practicaron ampliamente y que fueron también
alimentándose de la interacción social.
Otros elementos religiosos activos llegaron con la población africana, con los portugueses
y los andaluces, y se sincretizaron en nuevas creencias, en prácticas mágicas clandestinas
y en toda clase de –agüeros y abusiones-. Así, la mayor parte de los ritos que persistieron
entre los indios vivieron en el siglo XVII los últimos estertores de una idolatría más o menos
pura que la Iglesia persiguió con rigor, en tanto expresaba aspectos de una religiosidad
prehispánica muy antigua en la región. Después del siglo XVIII, estos cultos se integraron
en las fuentes más poderosas del sincretismo, la fusión y el mestizaje, quedando como el
tejido principal de las actuales creencias del –universo de lo sobrenatural-(...)138
Las constantes mezclas culturales llevarían a la formación de lo que se ha
llamado un espacio mágico paralelo139, que se forjó a partir de una cultura
marginal que se desarrolló entre mestizos, mulatos, negros y toda clase de almas
segregadas que de manera paulatina desarrollaron una serie de “prácticas
mágicas con fragmentos de lo indígena regional, lo andaluz e ibérico y lo

136
En aquella época en la Hermandad del Señor de Otatitlán había 660 cofrades divididos de la
siguiente forma: Chinantecos 443/57.12%, mazatecos 135/20.45%, zapotecos 48/7.27%,
cuicatecos 24/3.65%, y de Otatitlán o Tuxtepec 10/1.52%. (Seguramente entre indígenas y
pardos). Apud. Winfield. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. p 51-53.
137
Winfield. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. 53.
138
García de León, op. cit p 339.
139
Ibid.

60
africano.”140 Culminando en la formación de un nuevo universo cultural que en lo
religioso encabezaría la Iglesia católica y sus santos patronos.
Se tiene noticia de que los pardos utilizaban en la colonia “aceite del Cristo
Negro de Otatitlán” (aceite de la lámpara) como un antídoto contra el maleficio o la
brujería, se trata de una costumbre que según Alfredo Delgado Calderón se
conservó entre los indígenas y los campesinos. 141
La presencia de los negros esclavos y libertos, y su influencia en la cultura
de Sotavento es uno de los temas menos abordados por los estudiosos de la
religiosidad de la zona. Gonzalo Aguirre Beltrán, Antonio García de León y Alfredo
Delgado Calderón142 han dado los principales aportes en torno a la historia y la
influencia de las poblaciones afromestizas en la cultura de Sotavento, aún falta
mucho por explorar en el rubro de la religiosidad por lo que he optado por
presentar algunos datos que nos permiten pensar el modo en que pudo darse tal
compenetración cultural y social.
Se considera que aproximadamente a partir de la segunda generación
después de su llegada a América los que fueron africanos de origen pueden
considerarse ya negros o mulatos novohispanos; quienes, en el Sotavento,
empezaron a superar en número a los esclavos y se apropiaron de muchos
espacios rurales y de ciertas situaciones de privilegio; de hecho superaron con el
mestizaje, paulatinamente, a los indígenas y “blancos”. 143
No hay que dejar de lado que la población mestiza de negro e india
(llamados pardos) crecieron en número más rápido y a mayor escala que los
mestizos de español e india; desde la Colonia, en lo cultural, estos mestizos
pardos siguieron la tendencia de blanqueamiento, pues, socialmente, les aportaba
beneficios.
Entre los temas más recurrentes relacionados a la presencia de
afromestizos en Sotavento encontramos los casos inquisitoriales por práctica de

140
Ibid. p 388.
141
Delgado Calderón, op. cit. p 72-73, 124-124.
142
Véase introducción.
143
García de León, op. cit. p 538-539.

61
magia y brujería, y las acusaciones de bandidaje a negros cimarrones. Desde la
perspectiva de la dominación colonial, descalificar las prácticas culturales de
negros e indios y generar estereotipos étnicos sirvió a la consolidación del propio
sistema.
Gonzalo Aguirre Beltrán reporta que desde inicios del s. XVI se tiene noticia
de la huida y el cimarronaje de los esclavos negros que se expandieron por la
cuenca del Papaloapan, “por lo menos interactuando allí con las poblaciones
ribereñas”. Estos datos nos dan idea de cómo fueron conviviendo, forjando
relaciones y múltiples identidades étnicas en la zona.
En la cuenca del Papaloapan las poblaciones afromestizas eran en su
mayoría negros cimarrones huidos de la región de trapiches en Córdoba, a
diferencia de la condición de esclavitud dominante en otras partes. “Las
haciendas ganaderas también utilizaban esclavos negros, aunque su número fue
menor en comparación con los vaqueros pardos y mulatos libres que laboraban en
ellas.” Los oficios más comunes de los afromestizos fueron como vaqueros,
jornaleros en las haciendas y trapiches, pescadores, canoeros, carpinteros,
sastres y molenderos.144
En el auge de la expansión ganadera en Sotavento se buscaba a zambos,
mulatos y mestizos por su destreza en el manejo de los caballos, lo que les
brindaba una marca de superioridad social frente a los indígenas y campesinos de
a pie; como hemos mencionado aquellos grupos de vaqueros que arreaban con
lanzas y garrochas fueron en el siglo XVII la casta de los “jarochos”145.
Sabemos que la principal forma de mestizaje en Sotavento fue la unión de
afrodescendientes cimarrones (que se ocupaban de actividades ganaderas) y
mujeres indígenas, pero, ¿cómo es que llegaron a formar núcleos familiares? En
una queja del siglo XVII por parte de los indígenas de Gusapaltepec podemos

144
Delgado Calderón, op. cit. p 65-69.
145
“Los mestizos de negro e india eran en la Nueva España Rural, la base principal del mestizaje y
fueron conocidos ya para finales del periodo colonial, con una gran variedad de denominaciones
regionales, jarochos en Veracruz, loros en el Chiapas central, cambujos en Oaxaca, chinos en
Puebla, zambos en Guerrero, Tabasco y otras regiones.” García de León, op. cit. p 546.

62
encontrar un poco de información al respecto. En este documento los indígenas
hablan del agravio que era perder a sus mujeres a manos de los negros y mulatos
vaqueros.
En 1618, cuando el procurador de indios de Guaspaltepec se quejaba de parte de los
pueblos de Otatitlán, Tlacojalpa y Chacaltianguis, - de que el teniente corregidor de la
provincia los compelía a que vallan al monte a cortarle madera y se la traigan a la ciudad
de Veracruz y a otras partes, en que se ocupan todo el año, por cuya causa no hacen sus
sementeras ni se pueden sustentar y mueren de hambre, ellos y sus mujeres e hijos, por
tenerlos como los tiene en el monte treinta o cuarenta días, obligándoles a desamparar a
sus mujeres y casas, llevándoselas en esa ocasión los vaqueros de las estancias
146
comarcadas.
Desde mediados del siglo XIX Lucien Biart apuntó que los afromestizos
tenían en general menos prohibiciones en lo religioso que los indígenas y
españoles, muy probablemente porque estaban lejos del dominio de las
autoridades eclesiásticas. La relación entre indígenas y afromestizos fue ríspida
durante buena parte de la época colonial; pero, con el paso del tiempo, la
adopción de la cultura indígena local por parte de los afromestizos se hizo un
rasgo típico; de tal modo que, ya para el siglo XX, es imposible encontrar en la
cuenca a poblaciones diferenciadas étnicamente como indígenas y afromestizos,
en su lugar encontramos a los jarochos. En el complejo cultural jarocho existen
muchos rasgos que indican el proceso de transculturación; en lo general se
conserva la importancia de los elementos compartidos por distintos grupos
étnicos, por ejemplo, la sacralidad de las serpientes y sus nexos con el arcoíris y
las tormentas, una cultura culinaria común, la cultura médica, la importancia de los
ciclos agrícolas, las formas musicales, etc.
A principios del siglo XIX en Otatitlán se censaron 50 familias de indios,
esto es, alrededor de 350 individuos. 147 En cambio la población negra y mulata
aumentó en forma considerable. En algunos pueblos como Cosamaloapan,
Tlacotalpan, Tesechoacán y Otatitlán, puntos de importancia capital en el

146
Ibid. p 300. Apud. AGNM, Indios, 8, pp 129-129v. 14 de febrero de 1618.
147
Velasco Toro. De la historia al mito… p 59. apud. AGN “Indios”, 1801, 71:74.

63
movimiento mercantil, los mulatos148 eran abundantes. De hecho sobrepasaban a
la población india que en buena parte se había fundido con la de origen africano,
acelerando el proceso que derivó en el mencionado tipo étnico del jarocho.
El ingeniero Miguel del Corral menciona en su Relación de los
reconocimientos practicados (…) desde la Barra de Alvarado hasta la de
Coatzacoalcos, levantados entre los años 1765 y 1767, que “los pueblos de
Cosamaloapan y Otatitlán eran de españoles, indios y mulatos. Por desgracia no
reportó cifras. En cambio en 1804, Miguel de la Esquina levantó un censo de la
subdelegación de Cosamaloapan y reportó que en ambos lugares los mulatos
eran mayoría (…) Otatitlán tenía 503 habitantes de los cuales 344 eran mulatos
(68%), 88 españoles (17%) y 71 indios (14%).” 149
Nos referiremos a continuación a la población de origen africano que fue
asentada en la cuenca y que se mestizó en la misma como pardos y no como
mulatos, de acuerdo a los datos históricos sobre la composición étnica de la
región. Es decir, a partir de la transculturación entre afrodescendientes e
indígenas se generó un grupo de gente que, en su devenir histórico, adquirió
características culturales particulares que la diferenciaron de la cultura europea y
amerindia. Como ya se ha señalado tal grupo fue nombrado en la época colonial
como pardo, aunque también se le nombró mulato, sería inadecuado utilizar el
término mulato pues invisibiliza la composición negro/indio, haciéndola
español/negro.
Uno de los rasgos indígenas más relevantes que perduraron entre los
jarochos fueron las técnicas de cultivo mesoamericanas; la milpa como el sustento
primordial del ser humano, lo que también los vinculó en lo religioso a los periodos
y celebraciones de petición de lluvia, bendición de granos, festejos en la cosecha,
etc., aunado a toda una cultura culinaria en torno a la milpa y sus productos (maíz,
frijol, calabaza, chile, etc.). “Durante el siglo XVIII gran cantidad de negros y

148 Los censos toman por “mulatos” a todos los mestizos de afrodescendientes e indígenas, así
como también a los de afrodescendientes y europeos.
149
Velasco Toro. De la historia al mito… p 60-61.

64
mulatos obtuvieron su libertad y se dedicaron a milperos itinerantes en las orillas
de los ríos; en el Sur de Veracruz estos milperos afromestizos se establecieron
principalmente en los ríos San Juan, Papaloapan, Hueyapan, Tesechoacán y
Tonto.”150

2.3 Los habitantes del santuario en el siglo XX


El largo proceso de construcción de la cultura local de los habitantes de Otatitlán
no se ha detenido en ningún momento, de la colonia al siglo XX han llegado
nuevas influencias, por lo que no podemos dejar de lado algunos aportes
significativos de las culturas e identidades indígenas del siglo XIX y XX.
Como un apunte relevante, hablaremos sobre la población de origen
mazateco que vive en el santuario; sus aportes en lo religioso para el siglo XX en
Otatitlán son de gran valor pues sus rasgos culturales han fortalecido el complejo
religioso. “(…) el sentimiento religioso de identidad comunitaria se fundamenta,
primero, en el reconocimiento de un ser sobrenatural, ubicado en el pináculo de lo
sagrado y, segundo en la acción conjunta destinada a su veneración.” 151
A principios del siglo XX, alrededor de los años veinte, en que se gestó la
estabilidad económica de Otatitlán, se produjó un importante fenómeno de
inmigración a la cuenca baja del Papaloapan. La creciente y fructífera actividad
agrícola atrajo mano de obra de los alrededores; la presencia de los mazatecos
respondió a esta coincidencia de intereses.
Los pueblos mazatecos visitan Otatitlán por lo menos desde el siglo XVIII;
sobre todo, con motivo de las fiestas en honor a la Santa Cruz en donde el Cristo
Negro es la figura central, pero a partir de inicios del siglo XX sus estancias
atendieron también a migraciones regionales en busca de trabajo, Una de
nuestras entrevistadas hablante de mazateco 152, originaria de Chiquihuitlán,
Oaxaca y actualmente habitante de Otatitlán, nos comentó lo siguiente:

150
Delgado Calderón, op. cit. p 276.
151
Rubio, Miguel Ángel. “Relaciones interétnicas…” op.cit. p 45.
152
Entrevista No 8M, MCCA.

65
Yo empecé a venir de chiquita, en ese entonces veníamos varios de Chiquihuitlán, yotenía
como 7 años, aquí había mucho corte de chile. Al principio venia yo con mi papá al corte de
caña y yo le ayudaba a hacer su café y su comida, pero de chiquita. Veníamos sobre todo
en marzo, abril y mayo que es tiempo que hay chile. Con las personas que ya conocíamos
llegábamos y ahí nos daban un lugar para estar.
Yo antes no hablaba español, cuando venía fui aprendiendo; allá todos somos campesinos
y, afortunadamente, aquí había trabajo y no había trabajo en otros lados, sí en México,
pero ahí iban más muchachos y no tanto gente mayor con su familia, porque ahí es difícil,
hay que rentar un cuarto y no aceptan y todo eso; y aquí no, aquí llega uno y nos prestan el
patio así aunque sea ya estamos acá. Nosotros veníamos al corte de chile y ya nos
quedábamos a la feria, a veces cuando se acababa aquí el corte nos íbamos a Valle a
cortar café.
Los pueblos mazatecos, como muchos otros, se ubican a sí mismos en el
“centro del mundo”; para ellos, el Santuario de Otatitlán se relaciona con el oriente
que es el lugar de nacimiento de la luz, el lugar en donde se encuentra el
Santísimo Cristo Crucificado “el más milagroso y poderoso”. 153
En la mitología mazateca encontramos la asociación de Cristo con el Sol;
en el mundo mesoamericano la cruz se vinculaba a los cinco árboles cósmicos
que conectaban al cielo, la tierra y el inframundo, representándose simbólicamente
en el follaje, el tronco y las raíces; de ahí la asociación del árbol con la cruz. La
vieja cruz atrial conserva la forma y textura de árbol, aunque la actual es de
mármol la anterior se conservó y ahora se encuentra dentro de la iglesia.
Entre los mazatecos se desarrollan diversas ceremonias en las que la figura
del Cristo es fundamental; una de las más socorridas entre ellos, y ahora también
entre los otatitlecos, es hacer vínculos de compadrazgo a partir del
apadrinamiento de un niño frente al Cristo Negro, conocido como ritual de “la
limpia del pie del Señor”154, en la que los padrinos limpian con hojas de albahaca y
una veladora a los niños para pedirle al Cristo Negro que le vaya bien.
Podemos decir que para el siglo XX las asociaciones Cristo-Sol, árbol-cruz,
siguen vigentes; de tal forma que, mediante estas asociaciones y algunos rituales

153
Chapman. Op. cit. p 117.
154
Entrevista No 8M, MCCA.

66
compartidos, como el mencionado anteriormente, los universos culturales de
mazatecos y otatitlecos se han combinado, no sólo por compartir un
espacio/territorio donde se habita sino también porque sus creencias actúan de
forma dialógica permitiendo un sentido de devoción compartida.
La revisión del complejo proceso de transculturación que desembocó en la
conformación de la sociedad “jarocha cuenqueña” que habita el santuario, nos
permite notar que, el núcleo simbólico compartido entre los grupos que se
transculturaron, fue el relacionado a actividades como el comercio, la agricultura,
la pesca y en algunos momentos y lugares la ganadería. De estas actividades y de
los espacios que se tuvieron en común se derivaron las principales asociaciones
de larga duración en el culto al Cristo Negro en Otatitlán, y que son justo las que
se buscaron resaltar.
Ya que describimos los procesos históricos generales de Otatitlán y
posteriormente tratamos aspectos relacionados al proceso de transculturación en
el bajo Papaloapan, vamos a abundar sobre el culto al Cristo Negro analizándolo a
partir de sus principales fiestas y relatos.

67


Fiesta de mayo

Mi oración yo elevo tributo al que limpia el mal.


a la imagen sagrada Al navegar por el río
que está crucificada veo en sus aguas amoríos
por los pecados que debo. que el paisaje encierra
Me persigno y luego tal como a mi tierra
doy mi fe y devoción lugar del amor mío.
al que guía mi camino,
al que traza el destino; Anís, albahaca, romero
arrodillo ante eso curan toditos los males,
mis músculos y hueso hay en la paila tamales,
que cargaron con mi sino. plátanos en el brasero.
Comedor del más austero
Camino al sol de frente, pero rico el mercado,
llego al Santuario aún se ha conservado
y ahí un rosario al pasar de los años
se reza entre la gente; pues no existe engaño
más yo tengo en mi mente detrás de esto amado.
que llegaré a tu altar
para poder pagar Así es matiz de mayo
lo que me fue cumplido renace en tradición
que me hizo peregrino un centro de devoción.
con senderos que caminar. Por más que busco no hayo
en tu tez hallar fallo,
No me trajo aquí mi pie pareciera ser sueño,
sino pagar mi ofrenda, no existe un desdeño,
la vela que encienda Yacatecuhtli ve ceder
brillará en toda mi fe; reino al Cristo con piel
pues esto yo lo viviré igual que un santuareño.
con mis ojos brillando
de alegría ver llegando Francisco Javier Alegría Osorio, 2013
a mis queridos hermanos


y tomados de las manos
posada vamos buscando.
Gustosos venimos a adorar
desde la sierra tuxtleca
con mixtecos, olmecas y
aztecas vienen a pagar

68
Capítulo 3. Las festividades en el Santuario

E
n el santuario de Otatitlán existen dos tiempos claramente diferenciados
para el que habita en la localidad: el primero, es el de la cotidianidad, el
de las calles tranquilas y los vecinos conocidos; el segundo, el de las
festividades, agitado, lleno de emociones y visitantes.
En este segundo tiempo se ubica una parte muy importante de la
experiencia colectiva de lo sagrado, compartida por los miembros de una localidad
y en una esfera más amplia por los miembros de la región.
Este capítulo está dedicado a ese tiempo de las festividades, a su origen y
forma durante el siglo XX; porque son, justo las festividades, aquellos momentos
que han consolidado a Otatitlán como un Santuario y lo que, en mayor medida,
nos permite estudiar a profundidad el fervor religioso que se manifiesta en la
localidad. “Es necesaria una refundición, una creación, un acto positivo para
restaurar la naturaleza y la sociedad, para asegurar al orden una estabilidad
nueva. Ésta es la misión de la fiesta.” 155
En este capítulo he optado por emplear la forma textual de múltiples
testimonios sobre cómo fue la feria en distintos momentos del siglo XX y como se
percibe en la actualidad, con afán de explicar algunas concepciones de los
habitantes de Otatitlán en torno a las fiestas.
Por muy diferentes que se las imagine y que aparezcan, reunidas en una sola
estación o diseminadas en el curso del año, las fiestas parecen cumplir en todas partes
una función análoga. Constituyen una ruptura en la obligación del trabajo, una liberación de
las limitaciones y las servidumbres de la condición humana: es el momento en que se vive
el mito.156
Además de los significados sagrados, En Otatitlán la feria ha estado
vinculada a las condiciones materiales del santuario. El modo en que se acude a
la feria, las actividades que en ella se realizan y lo que representa para los
habitantes de Otatitlán son aspectos sin los que no podríamos entender una
manifestación social como esta, por esto en distintas partes del capítulo

155
Roger Caillois. El hombre y lo sagrado. México, FCE, 2006. p 99.
156
Caillois. op.cit. p 134.

69
3.1 La fiesta de la Santa Cruz (3 de mayo).

En el sur de Veracruz las fiestas se encuentran relacionadas con los ritos


religiosos de aseguramiento de la economía familiar, el bienestar en la vida
cotidiana, el esparcimiento y el entretenimiento.
Por lo general las fiestas se engloban en un ciclo de ferias regionales donde el comercio
tiene un papel muy importante. En ellas intervienen las autoridades municipales, religiosas,
negociantes y la gente. (…) Además de su valor cultural y artístico las fiestas constituyen
un medio de cohesión e identidad entre los individuos así son el eje de la organización
ceremonial que se establece alrededor de los santos. En las fiestas patronales se
157
santifican las siembras y las cosechas.
El antecedente más significativo de la fiesta dedicada a la Santa Cruz fue la
“fiesta de los tlaloques”, la petición mesoamericana de lluvia. Esta fiesta era
realizada durante los primeros días de mayo; en ella, además, se ofrendaban y
bendecían las semillas que habían de plantarse. Aquella fiesta/ritual ha
permanecido vigente hasta la actualidad y profundamente arraigada en las
poblaciones campesinas de toda la antigua Mesoamérica. En un sentido más
amplio, es originada por los ciclos agrícolas, por lo que, a la llegada de los
europeos, la fiesta fue fácilmente relacionada con las celebraciones agrícolas
europeas-andaluces del llamado “mayo florido”. A grandes rasgos, mayo es el mes
en que se prepara la tierra para la siembra y se esperan las primeras lluvias.
Las concepciones básicas de los mesoamericanos se mantuvieron
milenariamente, ligadas a la suerte de las milpas. Y en la sociedad colonial no
perdieron tal importancia pues se han conservado hasta nuestros días en muchas
formas concretas de lo cotidiano y lo sagrado.
El ritual ligado al comienzo de los ciclos agrícolas debió ser, en Otatitlán,
anterior a la conquista. Ello resulta muy significativo para entender por qué la
fiesta es tan socorrida hasta la actualidad; pues, a pesar de los cambios que
produjo el mestizaje y la introducción del catolicismo, y con ello del Cristo Negro,
la fiesta es importante para muchos sectores sociales y para distintas identidades

157
Guido Münch. Etnología del Itsmo Veracruzano. México, Universidad Nacional Autónoma de
México-Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1994. p 242-243.

70
étnicas. Es una fiesta compartida a través de la memoria colectiva común y de un
ritual distinto según la visión del universo de los participantes.
Los asistentes a la fiesta proceden de una amplia región que va desde
Tehuantepec hasta el Valle de Tehuacán y desde Coatzacoalcos hasta la sierra
del Pico de Orizaba. Estas personas son de muy diversos orígenes étnicos:
nahuas, tepehuas, otomíes, huastecos, totonacos, popolucas, zapotecos,
chinantecos, mazatecos, zoques, mixtecos, mixes, jarochos, mestizos, entre
otros.158
Es importante anotar que entre los asistentes tienen gran relevancia
aquellos que peregrinan para llegar hasta este espacio sacralizado, pues gran
parte de las actividades giran en torno a su estancia, aunque, claro, cada grupo a
partir de formas constituidas y constituyentes, va interpretando, creando y
recreando su fe.159
Para el siglo XVIII ya se tenía noticia de la feria de mayo ejecutada de un
modo parecido a la que conocemos ahora; desde entonces y durante las
romerías160 los fieles acudían a visitar al Cristo.161 Lo que nos indica que en
alguna temporalidad anterior al siglo XVIII, o a inicios de éste, Otatitlán se
consolidó como santuario por la presencia del Cristo Negro.
Ciertamente, como toda manifestación social, la festividad dedicada al
Cristo Negro ha estado sujeta a cambios y ha dependido del conjunto de las
relaciones de poder que gestionan su ejecución. Hasta principios del siglo XIX,
Otatitlán pertenecía, en la esfera de lo eclesiástico, al obispado de Oaxaca. Lo que
nos ayuda a entender por qué bastantes poblaciones indígenas provenientes de
Oaxaca llegan a Otatitlán cada mayo; este sería el primer núcleo geográfico de
158
Durante los años 70 el etnólogo Güido Munch realizo trabajo de campo en Otatitlán encontrando
que para aquel momento asistían a las celebraciones de mayo, de los estados de Guerrero,
México, Oaxaca, Michoacán, Tabasco, Chiapas, Distrito Federal e incluso de Guatemala y
chicanos de Estados Unidos. “Vienen muchos nahuas de la zona de Puebla, y la región de
Orizaba, mixes de San Juan Guichicovi o de los Altos, chatinos de la costa occidental, zapotecos
del istmo, nahuas y popolucas del Sur de Veracruz. También en gran cantidad chinantecos,
mazatecos y mestizos.”Münch. op. cit. p 258.
159
Velasco Toro, José. Et al. Santuario y Región. Passim.
160
El término “romería” es distinto de “peregrinación” porque a diferencia del segundo fue utilizado
para denominar desplazamientos colectivos en trayectos cortos.
161
Velasco Toro. De la historia al mito… p 59.

71
origen de los peregrinos que arribaron al santuario. Al pasar a formar parte del
obispado de Veracruz, con sede en San Andrés Tuxtla, se realizó una
propaganda religiosa más eficaz para motivar a la población católica de la costa
para visitar al Cristo de Otatitlán. 162 De esta forma se generó una nueva ola de
peregrinaciones; así, podemos entender, la llegada de poblaciones de la sierra de
los Tuxtla y el sur de Veracruz.
Las celebraciones de mayo han sido consideradas “fiestas de indios” por
algunos autores; con la investigación basada en el testimonio oral, pudimos notar
que, si bien al santuario arriban múltiples identidades étnicas que a rasgos
generales podríamos identificar como indígenas, ladinos, y jarochos, la distinción
es una forma tenue e inacabada para poder comprender los fenómenos que
acontecen; porque, justo, estos fenómenos nacieron de la relación entre todas las
posibles identidades que están presentes. Los otatitlecos no son “anfitriones” en el
sentido profano, pues guardan vínculos y relaciones con los visitantes.
Considerando que los límites del Sotavento fueron de mayor a menor superficie
podremos notar que el área de influencia de los santuarios de Otatitlán y
Catemaco ha articulado a tales sitios como espacios de delimitación de un área
cultural que, como mencionamos, no siempre ha tenido las mismas dimensiones;
su naturaleza es esencialmente histórica. Podemos identificar rasgos culturales
que se han compartido por largo tiempo como la música, las fiestas religiosas, las
formas agrícolas y pecuarias, la actividad ganadera, etc.
Aproximadamente en los años cincuenta del siglo XIX el viajero Lucien Biart
visitó la llamada “tierra caliente” y escribió acerca del santuario elaborando uno de
los testimonios más antiguos e interesantes acerca de la fiesta de mayo en
Otatitlán. En lo que, aparentemente, es un relato de viaje.
He optado por reproducir sus palabras en el texto, porque aunque
impregnadas por muchos prejuicios acerca de las poblaciones americanas, nos
sirven de referencia para imaginar cómo fueron las fiestas de mayo en el santuario
del siglo XIX.

162
Winfield Capaine. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. p 53.

72
Hacia el mediodía llegamos al Santuario. Este pueblito de población mixta es, si no el más
importante, por los menos el más célebre de esta parte de Tierra Caliente. Debe su
renombre a un Cristo gigantesco al que los indígenas, en una radio de cincuenta a sesenta
leguas, reconocen supremacía sobre cualquier otra imagen sagrada. Cada año, el tres de
mayo, del fondo de bosques y sabanas, acuden a dar gracias al poderoso protector; de los
votos escuchados, piden nuevos favores o depositan un exvoto. Durante doce horas, sólo
se oyen letanías, sollozos, súplicas de penitentes que deben algunas muertes.
Los pecadores se revuelcan por el polvo, se arrastran sobre sus rodillas en torno a
la iglesia, hiriéndose el rostro y exhibiendo horribles y vergonzosas llagas: aquello es un
espantoso alboroto de gritos, lamentaciones, oraciones absurdas que harían pensar en
invocaciones al diablo más que a Dios. Llegada la noche, se ven alzarse mesas de juego,
organizarse fandangos, abrirse despachos de licores en dónde, a veces, se entregan a
furiosos combates. Al llegar el día, esta multitud reunida por un tiempo y que ahora se cree
sin mancha, se desparrama de nuevo por los alrededores.
No teníamos ninguna intención de quedarnos en el Santuario; sin embargo,
resolvimos visitar la célebre imagen, por la cual oíamos jurar hacia tanto tiempo. Nos
apeamos frente a la pequeña iglesia, y como a propósito, apareció el sacristán con las
llaves en la cintura. Se prestó de buen grado a nuestro deseo, y penetramos en el coro o,
más bien, en un cuarto oblongo, débilmente iluminado por ventanas laterales. Frente a
nosotros, por encima del altar principal se veía una enorme cortina roja, hacia la cual nos
condujo el sacristán.
Retirado el velo, vimos un inmenso crucifijo de madera, de ejecución peor que
mediocre, cubierto de heridas, lívido y todo lleno de sangre. Esta escultura tenía que
impresionar el espíritu de los rancheros, por la presentación exagerada de las llagas y el
163
realismo del color. Tuvimos una prueba inmediata en el Encuerado, que, de rodillas
desde su entrada en el templo, con una sola mirada dirigida al crucifijo, empezó a sollozar.
Examinamos los innumerables exvotos colgados de las paredes, placas de oro,
plata o cera en la que se había impreso la huella de un pie, una mano, un ojo, etc., según
el lugar de la enfermedad cuya curación se pedía; cuadros de hoja de lata sobre los que se
veían pintadas groseramente aventuras extraordinarias. Recuerdo entre otras un toro de
tres cabezas derribando a un jinete que decía: “¡Señor del Santuario, ayúdame!” El Cristo,
en un rincón de esta extraña composición, respondía casi imperceptiblemente: “Aquí
estoy”. Por encima, una inscripción sin ortografía, me mostró que contemplaba yo el
monstruo del que el Señor había librado a José de la Luz, el 20 de enero de 1852.
Cansados de leer leyendas de este género, salimos después de haber escogido un
magnifico escapulario que costaba un peso. El encuerado nos suplicó que le compráramos

163
Sobrenombre del indígena mixteco que acompañaba a Biart.

73
uno más barato; no pudo contener su alegría cuando le presentamos el que acabábamos
164
de comprar para él.
El texto de Lucien Biart nos apunta varios datos interesantes. Al parecer,
por aquellos años existía en Otatitlán una iglesia de materiales perecederos que
resguardaba al Cristo que es sin duda el elemento más importante de las fiestas.
Según las palabras del visitante, la feria de mayo era ya una feria de
energética actividad económica y encuentro cultural. Características que conservó
durante el siglo XX y que podemos percibir en la actualidad. Los testimonios de los
habitantes del Santuario nos hablan de la ejecución de fandangos durante las
celebraciones hasta por los menos mediados de siglo. La presencia del alcohol y
otras diversiones es también parte importante, pues son motivos aunados para
asistir a la feria.
Hemos venido trazando la forma en que el Cristo y la Cruz guardan una
íntima relación con los cultos agrícolas y, aunque no es fácil establecer el origen
material de la escultura de Cristo, podemos decir que en el siglo XX, tanto Cristo
como la Cruz, forman un conjunto dinámico con significados muy
mesoamericanos, que siguen vigentes entre indígenas y mestizos. Hemos dicho
también que en cada región se fueron consolidado valores propios de lo sagrado;
a continuación daremos algunos datos mucho más específicos al respecto.
En un manuscrito de alabanzas de mediados del siglo XX165 pudimos
analizar algunos cantos de peregrinos de la región de los Tuxtla; dichos cantos,
dedicados algunos a la Santa Cruz y otros al Cristo de Otatitlán estaban
destinados a ser cantados en las fiestas de mayo del santuario y, mientras los
peregrinos se trasladaban a Otatitlán, durante el siglo XX tuvieron gran vigencia.
De hecho, algunos aún se escuchan en voz de los “chontales”166.

164
Winfield Capaine. Op. Cit. apud. Lucien Biart. La tierra caliente. Escenas de la vida mexicana,
1849-1862. Jus, México, 1962. P 316-318.
165
El manuscrito es parte de una biblioteca privada, pero nos fue facilitado para su transcripción y
análisis.
166
En Otatitlán se conoce como “chontales” a los peregrinos reunidos en torno a la peregrinación
corporada del oriente, actualmente a los provenientes de San Andrés Tuxtla, el nombre se debe al
primer líder de los peregrinos de la sierra e Istmo de nombre Florencio Chontal. Apud. Guadalupe
Vargas Montero “La organización de la peregrinación general corporada de oriente al santuario del

74
En la tradición mesoamericana los árboles cósmicos, conectan los extremos
del cosmos: el follaje representa el lugar del cielo, el tronco el espacio ocupado
por la tierra y las raíces el inframundo; así, forman espacios sagrados pues
permiten la conexión de los niveles y entidades numiosas del cosmos con lo
profano. La cruz en que llegó el Cristo a Otatitlán, se conserva en el interior de la
Iglesia y guarda la apariencia de tronco. Dicha cruz es objeto de veneración en sí
misma, en las fiestas de mayo se le adorna con collares de flores frescas y sobre
ella se colocan semillas y otros objetos para pedir su bendición. 167
LA CRUZ SACROSANTA
(…)
Con júbilo tierno
la cruz ensalcemos
y todos postrados
sus glorias cantemos.

Cristianos venid
nos llama Jesús
adorar el árbol
de la santa cruz.

Hoy cruz exaltada


por nuestro señor
échame la santa
y feliz bendición.

Oh cruz adorable
de ti me despido
cantaré tus glorias
por todos los siglos.168
Los versos anteriores son parte de una alabanza procede del manuscrito
que se ha venido mencionando y refuerzan la idea de un íntimo vínculo en la
religiosidad del siglo XX, entre la idea del árbol cósmico mesoamericano y la cruz,
en este caso, la cruz del cristo crucificado; del Cristo Negro, así como también nos
ayudan a explicar de manera concreta la importancia de la Santa Cruz en las
culturas campesinas del sur de Veracruz. Los que no se dedican a las actividades

Cristo de Otatitlán , Veracruz” Argentina, Centro Argentino de Etnología Americana. Vol. XV, núm.
1, 2000.
167
Véase anexo de ilustraciones.
168
Esta alabanza es también cantada en la región de Los Tuxtlas, a los nueve días del
fallecimiento de las personas, en el ritual que se conoce como “levantamiento de la cruz”.

75
agrícolas y que acuden a Otatitlán en las fiestas de la Santa Cruz solicitan también
bienestar y prosperidad para sus actividades, en forma similar a los demás,
estamos frente a códigos compartidos de comunicación con lo sagrado.
Las fiestas dedicadas a la Santa Cruz y al Cristo Negro forman parte de las
fiestas religiosas con ritos de propiciación y aseguramiento agrícola. Según Guido
Münch, la famosa fiesta del 3 de mayo de Otatitlán, se encuentra relacionada
(entre los nahuas y popolucas) con el ascenso del sol y las almas de los parientes
muertos, así como a la curación.
La celebración actual de la Santa Cruz se ha considerado como una de las
principales fiestas del calendario religioso vinculado con algunos fenómenos
meteorológicos y astronómicos; directamente, con el ciclo agrícola, el cual se
encuentra en íntima conexión con los primeros. “El primer paso del Sol por el
cenit, la desaparición de las pléyades y la llegada de la temporada de lluvias
marcan un momento crucial del ciclo agrícola del maíz para lo cual se efectúan
una serie muy importante de rituales alrededor de la siembra.”169
Una parte muy importante de la fiesta de mayo en Otatitlán son los
peregrinos que llegan a visitar al Señor Santuario. Los peregrinos llamados
“chontales” son los más esperados, pues realizan su trayecto en peregrinaciones
corporadas de a pie y a caballo; se les recibe en la entrada del pueblo entre un
acto religioso/político y se les asila en el salón municipal o salón Koi y en los
patios de los otatitlecos que desde hace mucho tiempo guardan relación de
amistad y compadrazgo con la gente otras regiones, a pesar de que no se vean
cada año los vínculos generados en los rituales frente al Cristo son para toda la
vida y suponen un compromiso mutuo.

Los peregrinos procedentes del área de los Tuxtla arriban al poblado el día
29 de abril y a partir de ese momento, la feria y la iglesia tienen gran afluencia;
poco a poco se van incorporando los demás peregrinos y visitantes a la localidad;
y, paulatinamente, van llenando los patios, jardines, palapas y demás espacios de
los otatitlecos que, como pudimos percibir en sus palabras, los reciben en sus

169
Véase http://www.cdi.gob.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=955&Itemid=73,
Consultado el 18-02-2016.

76
casas por tradición; un fenómeno importante, a decir de la forma en que se
generan las relaciones étnicas, es el hecho de que muchos de los visitantes tienen
origen indígena y, como hemos visto, Otatitlán es un pueblo jarocho; aquí se
cruzan formas distintas, y a la vez íntimamente emparentadas por el contacto, de
percibir y actuar en torno a lo sacro; aunque lo que los une es justo esa devoción
compartida.
A continuación nos ocupa describir la feria de mayo, hemos optado por
desarrollar una breve composición de testimonios muy valiosos sobre la feria
durante el siglo XX. Los transcribimos para dar cuenta de lo que sucede y sobre
todo para introducir al lector a la forma en que la festividad es concebida desde la
memoria de quienes habitan y visitan el santuario, la siguiente sucesión de citas
busca ser descriptiva.170
Pareciera que de momento este pueblo se ha entregado al comercio y la diversión
marcados por el propio compás de quien compra, vende, ofrece o regatea. Pero, detrás de
todo ese aparente caos de puestos y diversiones hay un fondo pragmático para toda esta
congregación. Es el día de la Santa Cruz, día de cumplir con la promesa de visitar al señor
de Otatitlán y despojarse de todas las malas influencias con una buena “limpia” 171. Esta es
“la fiesta de El Santuario”, una singular tradición religiosa cuyos antecedentes más remotos
se mezclan con la leyenda y la memoria colectiva.172
Hasta antes de que entrara en operación la presa Temazcal173, el río Papaloapan
llevaba buen caudal en los meses de abril y mayo, siendo aún posible la navegación.
Compañías particulares tenían lanchas de pasaje y carga que iban desde Tlacotalpan
hasta Otatitlán.174
El 3 de mayo, día de la Santa Cruz se festeja la aparición del Cristo en la región. 175
Nosotros los otatitlecos no somos los que hacemos la fiesta, apenas será cosa de unos
veinticinco años que la gente de aquí comienza a poner negocios; pero siempre los hacen
176
la gente de afuera; antes, no era así.

170
Véase anexo de ilustraciones.
171
Al llegar a la iglesia (también en otros espacios sagrados) el común de los peregrinos y
visitantes realiza un protocolo ritual de limpieza del cuerpo con hierbas aromáticas como: albahaca
y romero, la “rameada” o “limpia” consiste en golpear el cuerpo con las hierbas, acto que busca;
purificar, expulsar males, bendecir, o preparar el cuerpo y alma para pedir o agradecer, etc.
172
García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. Cuenca. (a fondo) s/f. p 8.
173
Véase p. 45.
174
Velasco Toro. De la historia al mito… p 120.
175
Entrevista No. 5H, AAF.
176
Entrevista No. 4H, JBL.

77
Los peregrinos cuando vienen y quieren tener un hospedaje seguro se compadran
con uno, aquí la tradición es levantar a un niño a los pies del Señor177 y ese es el
compromiso del compadrazgo, al final de cuentas aseguran, y ya después como eres
compadre de ellos, sientes feo dejarlos afuera y les dejas que entren, son muy inteligentes
178
por ese lado, es la costumbre, la tradición, ya sabe uno.
Recibo peregrinos a pesar de que tiene uno el miedo de tantas cosas que puedan
pasan si uno mete [a su casa] a una persona que no es adecuada para que este
conviviendo con uno, pero a pesar de eso doy alojamiento si me lo piden. Hay muchos
buenas gentes, pero como en este tiempo ha cambiado la forma de ser de las personas
algunos vienen a cumplir una promesa y otros a sobrevivir lo que pueden pescarse. Yo he
presenciado cómo muchos vienen con fe (…) lo que es la fe como el que viene de fuera
179
aquí no es igual.
Mis abuelitos [peregrinos mazatecos de Chiquihuitlan] antes nos decían, según me
acuerdo, que mucho más antes ellos venían también a la fiesta de mayo y se hacían ocho
días de camino porque todo era venir caminando hasta aquí; eso sí, en ese entonces no
había gente de donde nosotros venimos viviendo aquí. Se quedaban en la fiesta bajo los
árboles. Cuando mis abuelos venían a la fiesta llevaban topote para vender [pequeño
pescado de agua dulce, en la región proviene principalmente de Catemaco] y a veces
traían a Otatitlán: pan, polvo de café o cualquier otra cosa que ellos tenían; como chile
picante, que vendían acá a las personas que les gustaba lo que ellos traían de allá, y es
180
como tenían un poco de dinero para comprar acá. Nosotros ya vivimos aquí, dejamos
que cuando viene nuestra gente estén con el Señor; cuando es día de fiesta yo casi no voy
a la iglesia a menos que me busquen para madrina; yo cuando los llevo, les compro, los
limpio y le pido al Señor que a ese niño le vaya bien. La gente de Chiquihuitlán trae en
mayo cualquier semilla que quiere que diosito le multiplique, porque es esa temporada que
se comienza sembrar allá.181
Al llegar a la iglesia [los peregrinos] vienen cantando, prenden sus velas, se limpian
con plantas o reliquias en el Cristo de granito que está en la entrada. Con una ramo de
plantas aromáticas se toca al Cristo tres veces durante el rezo y se limpia a personas del
mismo sexo. Puede haber madrinas o padrinos de ramo, rosario y vela. A cualquier
desconocido se le puede pedir el favor de limpiarlo a uno. En el rezo se dan gracias por

177
Véase p. 63.
178
Entrevista No. 4H, JBL.
179
Entrevista No. 6M, MK.
180
Entrevista No.8M, MCCA.
181
Ibid.

78
llegar con bien y se piden los favores que se quieren. En el piso de la iglesia se queman las
velas, se reza, se dicen plegarias y se cantan alabanzas.182
Alabanza para cantar a su
LLEGADA AL SANTUARIO,
ENTRANDO AL TEMPLO.

En tu santo escapulario
miramos esa grandeza
llegamos a tu santuario
a cumplir nuestra promesa.

Querido templo divino


te cantamos con afán
recibe a los peregrinos
¡oh! Señor de Otatitlán.

Sufriendo miles tormentos


esta peregrinación
antes de llegar al templo
besan la cruz del perdón.

Así lo hemos ofrecido


y todos implorarán
a tus pies caigo rendido
¡oh! Señor de Otatitlán.

A tus plantas yo me humillo


padre mío crucificado
y postrado me arrodillo
en este templo sagrado.

Ante ti lleno de hinojos


con todo mi corazón
con lágrimas en los ojos
vengo a pedirte perdón.

Los Chontales que venían a sufrir por el camino ya casi no lo hay, muchos vienen con
mucha exigencia. En mis tiempos de niñez venían a lo que venían; a la iglesia, era tanta
gente que no podías entrar, día y noche había colas. Ahora ya viene el riquito y se le queda

182
Durante los setenta del siglo XX Guido Münch realiza trabajo etnográfico en el sur de Veracruz,
el testimonio anterior es parte de sus descripciones y busca complementar los testimonios. Hemos
decidido introducirlo en esta parte, porque su descripción se corresponde con lo que podemos
observar en la actualidad y pertenece a la misma temporalidad a la que refieren los testimonios.
Münch. Op. cit. p 258.

79
mirando mal; y aquel pobre se siente humillado, más que acabarse la fe se alejan por el
trato que se les da.183
Recuerdo que el patio de mi abuela se llenaba de peregrinos, hacíamos; tamales y
dulces y todo vendíamos en el patio, porque eran cantidad de gente, y traían trastes,
184
cobijas, etc. La gente de aquí [Otatitlán] vendía: tamales, sandia, tamarindo, pescado,
aguas, tepache. [Mi padre era pescador] a mi me paraban a las dos de la mañana, con un
candil de petróleo por que aun no había luz y a esa hora a hacer medios kilos y kilos de
pescado que ensartábamos; y ya como a las 5:00 am salíamos a vender y mi papá gritaba
“golpe, golpe” y nos daban el paso porque andábamos vendiendo; mi papá en ese
entonces vendía las cantidades de pescado que tuviera; mi mamá hacia tamales con
cochinos que criaba con puro maíz y con un cuerno sonaban en la mañana y como toda la
gente ya sabía se daban una cantidad de pitidos para [anunciar] cochino y otros para
pescado.185
La fiesta de mayo va cambiando mucho ahorita con los presidentes que entran y
salen, les cobran un poco más a los puesteros, y muchos no se completan para pagar su
pedazo, hacen su lucha de venir a vender sus cosas, vienen con sacrificio. 186 Los
vendedores pagan sus mandas y ganan su dinero.
A veces, la gente dice “las ferias ya no están buenas hay poca gente”, ahora con
las vías de comunicación la gente llega en la mañana y se va en la tarde; anteriormente no,
los patios estaban atiborrados de peregrinos y esos se iban a la iglesia, al parque, y la
gente decía “como hay gente” pero la misma gente, y ahora no, pues uno se da cuenta del
fluir de la gente.187 Antes no había como salir, sólo en lancha, ahora vienen y se van en
autobús.188
La feria como yo lo veo ha disminuido comercialmente, pero desde el punto de
vista religioso la fiesta sigue creciendo, cada vez viene más gente a la iglesia, en eso los
medios de comunicación (redes sociales, radio, tv.) podrían influir pero aun no. Cada vez
viene más gente a la iglesia, tal vez porque nos sentimos culpables de todas las cosas que
están sucediendo y acudimos a nuestro Cristo para pedirle que acabe con tanto mal, con
tanta perversidad, con tanta delincuencia que hay, tal vez por eso la gente busca la cobija
189
religiosa del Señor para pedirle que estemos bien, mejor.

183
Entrevista No. 6M, MK
184
Ibid.
185
Ibid.
186
Entrevista No. 2H, JC.
187
Entrevista No. 4H, JBL.
188
Entrevista No. 3M, LBM.
189
Entrevista No. 5H, AAF.

80
Los testimonios que se presentaron provienen de las entrevistas hechas a
habitantes de Otatitlán para esta investigación. Comenzaremos aclarando que
cuando los entrevistados se refieren al tiempo de “antes” están aludiendo
aproximadamente a la década de los cincuenta y sesenta del siglo XX, época en
que vivieron su infancia y juventud, razón por la cual los pobladores del santuario
refieren con nostalgia a los tiempos pasados, en los que la dinámica de la fiesta
les parecía mucho más agradable.
Nos interesaba particularmente, visibilizar el contraste entre lo que fue la
fiesta de mayo cuando aún se utilizaban los transportes fluviales y lo que
representa la introducción de nuevas vías de comunicación.
Las actividades comerciales de otatitlecos y visitantes también han
presentado variaciones importantes, sobre todo en lo que se relaciona al tipo de
productos que se comercializan; aun durante la segunda mitad del siglo XX, los
productos locales como pescado, frutas, dulces, tamales, etc., tenían gran
aceptación, en contraste con la actualidad en que se comercializan una mayor
cantidad de productos industrializados.
Los visitantes que permanecen en las casas de los otatitlecos varios días lo
han hecho desde hace bastantes generaciones, con base en los testimonios y
observaciones podríamos hablar de vínculos interétnicos muy antiguos, con
tensiones, pero también con un alto grado de complicidad. De hecho, la
convivencia parte de la necesidad mutua de compartir el espacio del santuario
durante las fiestas durante la segunda mitad del siglo XX, la forma de relacionarse
ha variado en poco. Los cambios más significativos en la dinámica establecida
entre otatitlecos y visitantes (en los tiempos de la feria) los han desencadenado,
principalmente, la introducción de nuevos transportes, y tecnologías, que acortan
el tiempo de los traslados y, con ello, aminoran la necesidad de permanecer
interactuando en el poblado.
Los rituales compartidos como las “limpias” o el compadrinazgo a partir de
la “limpia del pie del señor”, refuerzan los lazos que emparentan culturalmente a
estas sociedades y que se han ido tejiendo durante muchas generaciones entre
santuareños y peregrinos.

81
La feria religiosa/comercial que se desarrolla durante los últimos días de
abril y los primeros de mayo es, sin duda, el punto de encuentro más relevante del
otatitleco con la alteridad; aunque existen otros momentos de la vida cotidiana en
que, a ritmo pausado, se han incorporado elementos culturales de otras
tradiciones al poblado. La feria es el encuentro esperado y la que ha contribuido
en mayor forma a consolidar el complejo ideológico de quienes habitan el
santuario, así como el momento en que como vimos con los testimonios la
identidad del “jarocho cuenqueño” se reafirma.
Para los habitantes del santuario recibir peregrinos en sus casas tiene
diversos propósitos; les permite percibir algunos ingresos extras con sus ventas y
préstamo de servicios como el baño, además en el plano de la cultura local
perpetua una tradición y refirma su propia identidad como santuareños, porque,
los coloca como distintos del “otro” que es indígena, serrano, costeño, citadino,
extranjero, etc.
En general, los habitantes de Otatitlán no visitan con el mismo fervor las
instalaciones de la Iglesia durante la ferias; porque consideran a los visitantes y
piensan que es mejor dejarles el espacio libre para estar con el Señor, pues ellos
lo tienen cerca todo el tiempo. Aunque los espacios recreativos sí son comunes a
todos.

3.2 La exaltación de la Santa Cruz, origen y desarrollo.


La exaltación de la Santa Cruz es otro momento importante para la religiosidad
practicada en el santuario. Nuevamente, estamos frente a una celebración que
coincide con los calendarios agrícolas. Septiembre es el mes de la cosecha,
aunque los habitantes de Otatitlán relacionan la festividad a un momento histórico
que, me atrevería a decir, es el más importante ocurrido en el poblado: la llegada
del Cristo Negro.

La caminata hacia el poblado de Papaloapan que se realiza para


conmemorar la llegada del Cristo Negro a Otatitlán es una celebración que
comenzó a ejecutarse a finales del siglo XX y que, poco a poco, ha ido
adquiriendo importancia en la localidad, a rasgos generales ha sido bien recibida

82
como “nueva tradición” por los habitantes de Otatitlán quienes participan
activamente en vínculo con los visitantes.
La tercera fiesta del calendario festivo religioso de Otatitlán, dio inicio el 13 de septiembre
de 1997 y nació con motivo de la celebración de los 400 años de la llegada del Cristo
Negro a estas tierras otatitlecas; la iniciativa la hizo el obispo Guillermo Ranzahuer
González, tercer obispo de San Andrés Tuxtla, Veracruz y el párroco Armando Vázquez
Chávez, párroco en turno de la parroquia de San Andrés Apóstol de Villa de Otatitlán, Ver.
“El santuario”.190
Para la celebración arriban al santuario unos cuantos visitantes de Los
Tuxtlas y una peregrinación considerable originaria de Ixhuatlancillo, poblado
náhuatl cercano a Orizaba, quienes además organizan el festejo agrícola a través
de mayordomos de su localidad, quienes rentan camiones y se encargan resolver
la logística de su estancia en el santuario (alimentación, lugar para pernoctar,
etc.), y de proveer el castillo y el torito que son quemados en la noche después del
paseo del Cristo.
Septiembre era el tiempo de visitar el santuario para algunos fieles desde
antes de la institucionalización de la celebración en Otatitlán. Ahora es un
fenómeno emergente y pertenece en mayor medida a la religiosidad y relaciones
de poder del siglo XXI, por lo que vale la pena mencionarlo y brindar alguna breve
descripción.
A continuación transcribimos una breve reseña del paseo que escribió un
habitante de Otatitlán:
La celebración es una remembranza para que sepan los fieles católicos como llegó
a nuestras tierras el Cristo Negro por aguas del río Papaloapan. La tarde-noche de cada 12
de septiembre con unos lienzos largos se baja cuidadosamente el Cristo de la cruz y se le
hace una velación. Toda la noche, la parroquia permanece abierta para que los fieles
puedan velar sin ninguna restricción.

El recorrido comienza a más tardar a las 7:00 de la mañana del 13, el Cristo es
cargado en hombros un trayecto aproximado por tierra de unos quince kilómetros de la
carretera estatal Otatitlán-Pueblo Nuevo, Oax., con un tramo de carretera federal Pueblo
Nuevo, Oax.- San José Papaloapan, Oax.

190
“Reseña del porqué del paseo del Cristo Negro de Santuario de Otatitlán”, Burgos Loyo, Julián.
Villa de Otatitlán, Ver. Septiembre de 2014. p 2.

83
Ahí se oficia una misa en honor del Cristo Negro en el parque de la localidad,
terminando esto se procede con la caminata hasta llegar a la orilla del río Papaloapan
donde ponen al Cristo en la balsa y lo sueltan a la deriva río abajo; detrás de él, van
embarcaciones (lanchas de motor y a remos) repletas de gente. Llevan música de marimba
y de mariachis y hace presencia protección civil de la marina. En el trayecto por agua
también acompaña un grupo de muchachos nadadores. Las riberas del río, al paso de
Cristo, la gente lo espera bajo frondosas o en las playas, soportando las inclemencias del
tiempo. Con mucha fe se elevan en medio del estruendo de los cohetes, gritos y vivas al
Cristo Negro del Santuario.

Llegando al pequeño muelle de la población, la gente lo recibe jubilosa y es vuelto


a cargar en hombros para pasearlo por las calles y centro de Otatitlán, posteriormente, se
le lleva a la capilla del tamarindo dónde llegó a finales de febrero de 1597.191

En la actualidad se sigue conservando la idea entre los otatitlecos de que


“el Cristo escogió nuestra tierra para darnos fe, religión y su luz eterna”. Con el
paseo del Cristo Negro se refirma la importancia de la localidad y la población
interpreta haber sido escogida para resguardar la escultura, además de ser un
acto ritual que recrea un momento sagrado.

En esta festividad emergente y la anterior forman un complejo entramado


de lo religioso, lo comercial y lo recreativo. Podemos decir, que para el fiel son
este conjunto de relaciones lo permite perpetuar la “tradición”. La fiesta de finales
de abril y comienzos de mayo dedicada a la Santa Cruz y el Señor del Santuario
han tenido tal continuidad porque como lo demuestran los devotos, todo ese
conjunto holístico que la compone, la hace funcional en el presente de quienes
habitan y visitan Otatitlán. Ambas festividades, son momentos de reafirmación de
los lazos identitarios entre otatitlecos y son claves para el culto colectivo.
En cuanto a la exaltación de la Santa Cruz, o Paseo del Cristo Negro,
vemos que es también un momento significativo del culto, tanto para otatitlecos
como para quienes acuden de fuera pero bajo una lógica distinta a las fiesta de
mayo. A pesar de ser un ritual emergente es importante para los otatitlecos porque
191
“Reseña del porqué del paseo del Cristo Negro de Santuario de Otatitlán”, Burgos Loyo, Julián.
Villa de Otatitlán, Ver. Septiembre de 2014. p 2-3. Según los datos históricos el Cristo habría
llegado en el siglo XVII, se abundará más adelante, en la razón de las fechas desfasadas.

84
recrea el mito conocido y difundido (en el siglo XX), de la llegada del Señor al
santuario. De hecho, refuerza la memoria colectiva vigente que, como
explicaremos en el siguiente capítulo es distinta de lo que prevaleció en otros
momentos históricos. Para los visitantes, que son en su mayoría campesinos,
representa otro momento crucial en los ciclos agrícolas, esta vez la visita atiende
al agradecimiento por la cosecha y la petición por la prosperidad en el nuevo ciclo.
Para la institución religiosa y las autoridades municipales significa, además, la
posibilidad de reposicionar su importancia frente a otras religiones que están
presentes en la localidad, así como también, replantea la importancia del santuario
del Cristo Negro en el marco de la región de la que hemos venido hablando.

85

“Nuestras creencias,
más que tenerlas; las
somos”

Ortega y Gasset



86
Capítulo 4. El culto al Cristo Negro en Otatitlán

D
urante el siglo XX, en Otatitlán, lo sagrado se cristalizó en torno a la
imagen sagrada del Cristo Negro o como es llamado en Otatitlán, Señor
del Santuario, siguiendo el culto colectivo que venía de los antepasados
y del antecedente de la cofradía y la hermandad, que desparecerán en la segunda
mitad del siglo XIX.192
En el capítulo anterior he hablado del tiempo de las fiestas religiosas más
importantes que se desarrollan en el santuario 193. De tal suerte que; otros
momentos comunes en la memoria colectiva, en que se externa el sentido de “lo
sagrado” en Otatitlán, serán ahora los que nos ocupen. Comenzamos con la
escultura del Cristo Negro, luego las historias que expresan algo a propósito de la
aparición del Cristo en el bajo Papaloapan y luego su llegada a Otatitlán y
finalmente un acontecimiento que se ha llamado “La profanación del Señor del
Santuario”.
En Otatitlán, como en otros lugares, lo sagrado ha tenido distintas formas
de manifestarse y expresarse; las cuales han estado ligadas a las condiciones
generales de la sociedad. “La experiencia religiosa se halla en relación directa con
una realidad física, social, económica y política de la cual no se sustrae el
individuo, por el contrario, éste establece un lazo con la realidad y la esperanza en
lo extrahumano.”194
Entendemos que lo sagrado pertenece, como una propiedad estable o
efímera a ciertas cosas (los instrumentos del culto, la escultura de Cristo
Crucificado), a ciertos seres (el rey, el sacerdote, el curandero, el rezador), a
ciertos lugares (templo, iglesia, río), a determinados tiempos (el domingo, las
fiestas de la Santa Cruz, la época de las peregrinaciones, etc.). “No existe nada

192
En 1856, durante el gobierno de Benito Juárez se promulgaron las Leyes de Reforma, en una
parte de estas se prohibía o suprimía las corporaciones civiles y eclesiásticas, el sistema de
cofradías y hermandades formaba parte de esas corporaciones.
193
Para el calendario institucional festivo-religioso del santuario también son importantes la
Semana Santa, el 29 de Noviembre día de San Andrés, así como el final de año con las posadas y
la Navidad, en todas estas fechas se llevan a cabo celebraciones más apegadas al pensamiento
oficial de la religión católica.
194
Velasco Toro. “Habitus religioso y plegarias…”. Op.cit. p 20.

87
que no pueda convertirse en sede de lo sagrado, revistiendo así a los ojos del
individuo o de la colectividad un prestigio inigualable. (…) Es una cualidad que las
cosas no poseen por sí mismas y que una gracia mística les concede.”195

Los términos que hemos venido utilizando para referirnos a lo sagrado


parten teóricamente de distintas reflexiones, de las cuales aquí menciono las
principales. Por un lado, Alfredo López Austin y sus ideas en torno al núcleo duro
de la religión mesoamericana y el mito, muy cercano a él; Felix Báez-Jorge con su
análisis de la llamada “religión popular” en México y, por último, Mircea Eliade y
Roger Caillois en sus estudios sobre lo sagrado, el ritual y el mito 196. En esta
reflexión, ellos y muchos otros han sido examinados en conjunto con los datos
históricos, la observación y la tradición oral.

4.1 La efigie de Cristo Crucificado


Actualmente no conocemos con certeza el origen de la escultura de Cristo
crucificado que se encuentra en la Iglesia de Otatitlán, no podría afirmar (por falta
de fuentes) que la escultura que vemos procede de Inglaterra como popularmente
se piensa.197 Lo que sabemos con certeza es que la escultura que se instaló en
Otatitlán desde el siglo XVII ha recibido una restauración de importancia durante el
siglo XX; a su profanación siguió su restauración, de esto sabemos que
comprendió la elaboración de una nueva cabeza y muy probablemente la
sustitución de algunas partes del cuerpo dañadas por el fuego.
El señor crucificado de Otatitlán no es una imagen común, es una talla fina en
madera estufada, enclavada en una característica cruz laqueada en color verde con
protuberancias a manera de inflorescencias198 decoradas en amarillo. Pero lo
verdaderamente extraordinario de esta pieza es su patillaje color negro. Esta singular
escultura no tiene imágenes similares en el entorno inmediato encontrándose otras de sus
mismas características en la zona de los Tuxtlas y en el estado de Tabasco.199

195
Caillois. op.cit. p 12-13.
196
Véase introducción.
197
Más adelante abundaremos sobre el origen de la escultura.
198
La actual cruz es distinta, aunque la cruz antigua se conserva dentro de la iglesia y es también
objeto de culto en las celebraciones de mayo y en la Semana Santa.
199
García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op cit. p 6.

88
La escultura que fue mutilada en 1931, fue de peliculiaridades fenotípicas
que han llamado la atención de muchos; ha sido identificada como parecida a los
indígenas, con rasgos mongoloides200, facciones orientales, con rasgos negroides
o simplemente descrita como “de ejecución peor que mediocre, cubierto de
heridas, lívido (…).201 Más allá de los adjetivos que en cada época y región
pueden asignarse a los rasgos de la escultura, quien fuera el escultor de la efigie
original probablemente realizó su obra atendiendo a rasgos fenotípicos de la
población local.
No conocemos las razones por las que el restaurador realizó una cabeza
tan distinta de la original. Algunos estudiosos del tema han dicho que la cabeza
que manufacturó Olaguíbel (restaurador) en el siglo XX (la que actualmente porta)
es una “cabeza tradicional”, es decir, con rasgos mucho más caucasoides u
occidentales; a diferencia de ello, la anterior tiene rasgos mucho más gruesos.
La escultura original fue, elaborada en el siglo XVII, tampoco sabemos si
fue realizada en Europa o en América. La versión de su origen que encontramos
en el mito historizado es muy difusa pues nos dice que se habría mandado a hacer
por órdenes del rey español Felipe II a un escultor inglés llamado Juan Dornier o
John Dormier202 en el s.XVI; pero no se conoce la biografía y el trabajo de tal
escultor, un aspecto importante a considerar es que en aquella época ambos
reinos se encontraban en abierto conflicto.
Para la segunda mitad del siglo XVI varias ciudades portuarias de América,
la Nueva Veracruz entre ellas, eran acechadas por corsarios franceses e ingleses,
en un contexto mucho más amplio de enfrentamientos internacionales, por el
control del comercio, dichos ataques penetraban hasta Alvarado y Tlacotalpan en
la cuenca baja del Papalopan.
Era una época en que muchos ingleses salían de sus puertos cargados de
productos manufacturados (textiles, municiones, armas, etc.) hacia África
occidental en donde cambiaban sus productos por esclavos africanos que

200
Winfield Capitaine,. “La cofradía del Cristo Negro …” op. cit. p 49.
201
Ibid. p 47. apud. Lucien Biart. La tierra caliente. Escenas de la vida mexicana, 1849-1862. Jus,
México, 1962.
202
Hemos encontrado ambas formas de llamarlo.

89
conducían al Caribe español y de contrabando hacia tierra firme y la Nueva
España, allí los intercambiaban por materias primas: azúcar, algodón y tabaco
principalmente. Estas operaciones representaban una triple ganancia para la
economía británica (también para Holanda, Francia y Portugal que hicieron estos
recorridos mercantiles) que el imperio español no veía con buenos ojos;203 por
ello, es poco probable que el rey español mandase esculpir en aquella época una
imagen religiosa a Inglaterra. Las relaciones político-comerciales entre ambas
potencias se modificaron en el transcurso del virreinato, ya para inicios del siglo
XVIII se consolidaron ferias comerciales de productos de ultramar en puertos
como Veracruz y Acapulco en donde había presencia de sus productos por el
“asiento inglés”.204
En el campo de la religiosidad la veracidad de algunos datos no tiene gran
importancia, aunque para la institución católica es distinto; sus omisiones de
información al respecto también nos hablan de un proceso histórico-político de
dominación que comenzó desde la “aparición” del Cristo Negro en la zona y que
con el paso del tiempo ha tomado distintos matices.
Para hablar del tal proceso tenemos que comenzar por aclarar cómo fue
que llegó la escultura a Otatitlán. Para ello, contamos con información de archivo
sobre una disputa entre los de Tuxtepec y Otatitlán que ya se ha mencionado con
anterioridad y que ahora explicaremos más ampliamente.
En 1782 los de la República de Indios de San Juan Bautista, Tuxtepec
(Jurisdicción de Teutila) presentan una demanda ante el alcalde mayor de
Cosamaloapan en contra de los de la República de Indios de San Andrés, Otatitlán
(Jurisdicción de Cosamaloapan) que, en ese momento, ocupan tierras que
argumentan son de ellos presentando títulos de propiedad de 1711. La disputa
comprendía los parajes de Otlapa y Orilla de la Laguna. Los de Tuxtepec pedían
que con prontitud dejaran libres sus tierras y desembarazadas pues estaban
siendo rentadas a terceros.

203
García de León, op. cit. p 101.
204
Enriqueta Quiroz. "Los mercados en la Colonia". Arqueología mexicana. Comercio y Mercado,
México, vol. XXI, núm.122, año 2013, p.71.

90
Argumentaban que sus antepasados permitieron a los de Putlalcingo
(mazateca baja) que se trasladasen a Otlapa y luego a Tusnenestepeque porque
tenían en posesión la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado; pero, al
parecer por las escasez de agua en algunos meses, los antes mencionados
abandonaron las tierras en lo que a su habitación corresponde pero no en su uso,
mientras se mantenía en ellas a “El Santuario” los de Tuxtepec podían llevar a
pastar a su ganado y su disgusto comenzó cuando les prohibieron hacerlo y como
sus familias fueron también aumentando exigían la restitución de tierras; “(…)
habiendo cesado el motivo que tuvimos para concederles el uso de ellas, cual fue
el de lograr en nuestras pertenencias el Santuario de dicha santísima imagen que
tuviesen dónde y con qué mantenerse los que, como dichos naturales, se
dedicaban particularmente a su culto (…)” 205
Los de Otatitlán también se decían dueños inmemoriales de tales tierras y
se negaban a dejar de utilizarlas “(…) si las tierras donde estuvo situado su pueblo
se les quitasen y mandasen entregar a los de Tuxtepec, sería dejarlos sin tierra
alguna propia para cultivar y subsistir, no sólo ellos sino los infinitos de razón que
están agregados a su dicho pueblo.” 206
En el último apartado del documento se explica cuáles eran
“aparentemente” las causas de la disputa y cual fue el resultado final del conflicto.
Y aunque no podemos saber con precisión lo que sucedió, sabemos, que la
disputa fue resuelta a favor de los de Otatitlán.
Parece ser cierto que la disputa originada por la pretensión de los tuxtepecanos se debía a
un mal conocimiento de la topografía regional, pues entre el lindero que ellos señalaban
por el oriente, la loma de Tusnenestepeque y el lindero hacia ese rumbo de la república de
Tlacojalpa existía una área muy considerable de terreno que abarcaba La Laguna y
Otlapa, misma tierra que perteneció desde tiempo inmemorial a los de Otatitlán, es decir,
desde la fecha que con su imagen pasaron desde Putlancingo de Teutila a Otatitlán de
207
Cosamaloapan.

205
Cosamaloapan, centro de arbitrio de una gran disputa entre Tuxtepec y Otatitlán. Presidencia
Municipal, Villa de Otatitlán, Veracruz. Exp. Único. p 2.
206
Ibid. p 3.
207
Ibid.

91
En aquella época la loma llamada Tusnenestepeque era el sitio que dividía
las jurisdicciones de Teutila y Cosamaloapan, de ahí gran parte de su importancia.
De esta forma, con el conflicto se trataba de remarcar los límites territoriales. Con
la resolución se reafirmó la territorialidad de Otatitlán y se legitimó la pertenencia
que tenían los del pueblo del Cristo Crucificado. Todos estos acontecimientos nos
ayudan a saber que los mazatecos provenientes de Putlalcingo tuvieron arreglos
con la población de Tuxtepec (en donde ya existía el culto a “Nuestro Señor
Jesucristo Crucificado”) para establecerse en la zona de su Jurisdicción y, luego,
establecer la alianza con los de Otatitlán en donde finalmente permanecerían,
formando desde entonces parte de la comunidad de Otatitlán y estableciendo
nexos en el imaginario colectivo entre la mazateca baja y Otatitlán, que se
conservan hasta la actualidad; para tal proceso, la escultura de Cristo debió ser
de vital importancia política y económica, y no sólo religiosa.

4.2 Memoria colectiva en torno a la hierofanía del Cristo


negro. El mito en el siglo XX y sus antecedentes.
Al analizar las entrevistas consideramos de gran valor las aportaciones de
Gilberto Giménez Montiel cuando nos dice que la memoria no es sólo
“representación”, sino también “construcción”, es decir, no es sólo “memoria
constituida” sino también “memoria constituyente”; porque no sólo tiene que ver
con el pasado, la selección o reconstrucción del pasado se realiza en función del
presente.208
Los actos y objetos con carácter sagrado adquieren un simbolismo religioso
para ser tales. “Cuando un árbol se convierte en un objeto de culto, ya no es un
árbol lo que es venerado, sino una hierofanía, es decir, una manifestación de lo
sagrado. Cada acto religioso, por el simple hecho de ser religioso, posee un
significado que, en última instancia, es -simbólico-, puesto que refiere a seres y
valores sobrenaturales.”209Así hablamos de la cruz como símbolo de la totalidad
cósmica mesoamericana (árbol cósmico), o del Cristo como símbolo solar, etc.

208
Gilberto Giménez Montiel. Teoría y análisis de la cultura. México,2006. P.97.
209
Mircea Eliade y Joseph M. Kitawa. (coordinadores). Metodología de la historia de las religiones.
España, Paidós, 1986. p 126.

92
Encontrando que los símbolos pueden revelar una “modalidad de lo real” o una
estructura del mundo no evidente en el nivel de la experiencia inmediata.
En un primer acercamiento, la llegada del “Cristo Negro” a la cuenca del
Papaloapan fue parte de un proceso de dominación colonial presente en otras
partes de América; su expresión particular en ese gran transito fue la implantación
de la religiosidad colonizadora sobre los pueblos que habían sido sometidos en el
proceso armado y que ahora adquirían y adoptaban nuevas categorías; encuentro
y desencuentro de identidades que ha desembocado en la actual sociedad, con
todos sus problemas y virtudes. Su comprensión en el nivel de la localidad nos
permite entender la historia de nuestras sociedades desde una óptica
Nuestramericana, que nos signifique y nos brinde elementos para auto
comprendernos.
Desde la aparición del Cristo Negro en la cuenca y su traslado a Otatitlán se
han desarrollado historias que cuentan “los hechos del Señor”; distintos móviles
sociales las han construido, pues sus orígenes son diversos y en algunos casos
difíciles de rastrear, sobre todo cuando tales historias han formado parte de la
tradición oral de los pueblos de la cuenca y de toda una “región devocional” desde
el siglo XVII.

Mencionaremos todas las historias que conocemos acerca de la hierofanía


del Cristo Negro en la región, pero nos ocupan principalmente las que emanan de
la oralidad. Nos centramos en los detalles de aquéllas historias que han
conservado elementos simbólicos compartidos, por la sociedad de otatitlecos de
distintos tiempos y que nos dicen algo sobre su forma de relacionarse con lo
sagrado. Un habitante del santuario nos definió así la forma en que considera se
han dado la transmisión de las historias de lo sagrado; “Nuestros padres sin tener
una buena fuente de información, nos contaban y cada quien iba poniendo su tinte
original y lo dice a su manera, así no se pierden algunos pasajes.” 210
Hemos optado por reproducir parte de los textos de las historias escritas de
la “aparición” del Cristo Negro y analizarlas en forma conjunta con los testimonios

210
Entrevista No. 4H, JBL.

93
orales generados para esta investigación; así, tenemos un panorama que parte de
la historia colonial y conocemos la historia de lo sagrado en el siglo XX de
Otatitlán. Es importante fijar nuestra atención en las historias mismas; pero,
también, en las condiciones materiales que las engendraron, así como las
dinámicas de poder y tensiones sociales que intervienen en la tradición oral.
Para comenzar con la época colonial y sus historias tenemos que
mencionar antes que a rasgos generales se sabe que, en la cuenca, durante el
siglo XVII los ritos católicos se llevaban a cabo en las iglesias de paja, y estuvieron
a cargo de fiscales, rezanderos locales, zahories y videntes que bajo la lógica de
la época se ocupaban de la difusión del catolicismo. De hecho fue así porque la
zona resultaba de difícil acceso a los misioneros y sacerdotes. Una parte
fundamental de la religiosidad de la zona, como hemos venido desarrollando, es la
relación de los ciclos agrícolas, originados en la época mesoamericana, y los
santos; figuras de lo sagrado que se fueron consolidando en la colonia. Antonio
García de León nos explica tal proceso de la siguiente forma:
Los cultos agrarios repetidos sin cesar desde el incierto comienzo de la vida
aldeana, madre de la civilización olmeca, se tiñeron con un leve barniz de un catolicismo
muy simplificado, ordenado alrededor de santos patrones y vírgenes aparecidas, de una
imágineria hecha a golpe de machete, de ofrendas y sacrificios, en un mundo asediado
permanentemente por los –dueños- y los seres sobrenaturales (…) matizados en algo por
las tradiciones orales del sur de la península ibérica y de la costa occidental de África.”211
En 1746, el cronista de Indias don Joseph de Villaseñor y Sánchez escribió
una versión de la llegada del Cristo a Otatitlán 212, según informa ha tomado por
fuente principal los archivos de la cofradía. Su texto es el siguiente:
Hay en el pueblo un decente y primoroso templo en el que se venera la
milagrosísima imagen de nuestro Redentor Crucificado con el título de Otatitlán, cuyo
origen según consta testimoniado en el archivo de su cofradía, es que a más de cien años
un indio de este pueblo había cortado una troza de cedro y llevándola a su casa deseoso
de hallar un diestro escultor para que le hiciese una imagen de Nuestra Señora, con este
deseo vivió algunos años y un día que se hallaba devotamente ansioso por conseguir su
intento llegaron a su casa dos mancebos hermosos de gallarda presencia, diciéndole que

211
García de León, op. cit. p 340.
212
Esta versión se presenta en base al testimonio de Joseph de Villaseñor y Sánchez que se dio a
conocer por Aguirre Beltrán allá por el año de 1956.

94
sabían muy bien el arte de la escultura, propúsoles el indio el deseo que mucho tiempo
había permanecido en su corazón de tener una devota imagen de Nuestra Señora la
Santísima Virgen, ajustóse con ellos y los hospedó en un jacale o choza donde tenía el
madero, dióles primero la paga, y les previno el alimento necesario para el primer día,
volvió al siguiente a visitarlos por ver si habían principiado la obra y halló ¡Oh prodigio de la
Gracia y Omnipotencia Divina! La troza convertida en prodigiosa efigie de Cristo
Crucificado, retocada y perfectamente acabada, los escultores desaparecieron dejando allí
el dinero y la refacción, ángeles serían, por las circunstancias del prodigio, y el desinterés
213
en dos cosas que tanto apetecen los hombres
Este relato tiene que ver con la cosmovisión colonial de lo sagrado, con la
idea de la revelación divina y el milagro del aparicionismo común en Nueva
España; como forma de hierofanía propia también de la cosmología medioeval en
la que Dios gobierna el universo y la experiencia es intratemporal, 214
características que van a variar notablemente con los relatos del siglo XX en
donde se introduce la idea de temporalidad histórica. Esta versión debió tener
vigencia durante el periodo colonial y mientras existió la cofradía.
Otra versión de la llegada del Cristo Negro a la cuenca fue dada a conocer
en 1951, en una hoja impresa Darío Portugal afirma que la imagen de Cristo se le
apareció a Fray Antonio de Ross en el año de 1543. Dicha aparición ocurrió en el
pueblo de Puctlancingo. La escultura fue trasladada a la Laguna pues las
autoridades eclesiásticas convinieron que ahí se le edificara un templo, en un
lugar cercano a Tuxtepec, Oaxaca (hoy Ejido de Santa Rosa). En 1660 la
población de dicho lugar fue diezmada por el cólera morbus y la viruela (además
de las inundaciones) por lo que sus habitantes se trasladaron por el rio
Papaloapan en balsas, junto con la imagen, deteniéndose en San Martin
(municipio Otatitlán) el 14 de Septiembre de dicho año. 215
Este relato nos llega a través de las investigaciones de Fernando Winfield
Capitaine; en ella existen 117 años de diferencia entre la aparición y la llegada a
Otatitlán. José Velasco Toro ha llamado a tal mito la “alegoría épica del
aparicionismo” interpretado el texto como la afirmación político-religiosa de la
213
Villaseñor 1746, 1:371.
214
Velasco, Toro, De la historia al mito…, op.cit., p 76-77.
215
Fernando Winfield Capitaine. “Peregrinación y culto alrededor de un Cristo Negro” Cuadernos
antropológicos, Universidad Veracruzana. núm. 1. Mayo 1978. p 56.

95
Iglesia católica como institución, en tanto es un ministro de la religión el
intermediario directo entre lo sagrado y las personas. Se desconoce la difusión de
tal historia, lo que sabemos es que la historia de la hierofanía del Cristo Negro
difundida en el siglo XX toma parte del anterior relato.
Durante los años 70 del siglo XX, Guido Münch encuentra la siguiente
versión sobre la llegada del Cristo Negro:
En la tradición popular se dice que Felipe II mando regalar tres cristos, uno para el
Márquez del Valle que tenía su señorío en Santiago Tuxtla, otro para la Capitanía General
de Guatemala, otro para el Santuario de Chalma. Mando que el escultor hiciera los cristos
con las características de los indígenas, color de piel oscura, ojos rasgados y facciones
orientales. Por alguna razón se mandó a Chalma otro Cristo que había en la Catedral de
México y el que obsequió Felipe II es el que se venera ahora como el Señor del Veneno en
la capilla de San Isidro Labrador en la Catedral Metropolitana.216
Carecemos de más información sobre el relato que Guido Münch
encuentra, pero es cada vez más parecido al que llega a nuestros días. Por otra
parte, el sacerdote Jesús Martínez, que sirvió gran parte de su vida en Otatitlán,
afirma, de acuerdo a sus investigaciones que el Cristo llegó en 1611. 217
En su texto de 1934 “Apuntaciones históricas acerca del origen de
Otatitlán”, Alberto Huerta Beltrán218 (Claudio) refiere que un buen amigo de
Chacaltianguis de nombre Anastacio L. Pitalúa, hombre de gran afición a los
relatos históricos, le ha proporcionado unos apuntes que cuentan la historia que
hemos venido llamando mito-historizado y que es la que ha adquirido la categoría
de “oficial” en nuestros días, en estos apuntes se narra la forma en que fue
manufacturado el Cristo y el modo en que llegó hasta Otatitlán. Aquella es la
primera referencia (escrita) con que contamos que narra esa mima historia.
En los años setenta del siglo XX Fernando Winfield Capaine realiza trabajo
de investigación acerca del Cristo Negro de Otatitlán, encontrando que la
información que nos presenta Alberto Huerta Beltrán proviene en parte de un Libro

216
Münch. op. cit. p 256. Apud. Jesús Martínez H. Datos históricos del señor de Otatitlán y su
templo. Veracruz, Tipografía Reforma, (s/f). p 3-6.
217
Winfield. “Peregrinación y culto…”, op. cit., p 56.
218
Profesor originario de Otatitlán.

96
de Cordilleras que no se ha localizado porque fue sustraído del archivo parroquial
en los años de la persecución religiosa.
No tenemos evidencia certera de cómo y cuándo fue construido el relato
que se ha venido llamado mito-historizado; sólo se deduce que surgió de forma
posterior a la Colonia, muy probablemente se originó en Otatitlán. Por ser de gran
importancia en la presente investigación lo transcribiré algunas partes como
aparece en el texto de “Claudio”219:
(…) a principios de septiembre de 1595, FELIPE II, (…) comisionó al duque de
O´Donojú para que se trasladara a la capital de Inglaterra con el objetivo de entrevistar al
escultor Juan de Dornier y contratar con él la construcción de tres esculturas
representando a Cristo crucificado.
(…) En la fecha convenida, el Duque de O´Donojú recibió del escultor Dornier las
tres imágenes que fueron hechas de yeso y madera, contratándose con cuenta del
Gobierno Español el barco inglés Aria para conducirlas al Puerto de Santander, donde se
llegó el diecinueve de enero de 1596, saliendo el mismo día el citado barco con rumbo a
Veracruz llevando O´Donoju a su cuidado dichas esculturas.
Después de ochenta días de travesía sin novedad, el barco Aria fondeó en la rado
de la Villa Rica de la Vera Cruz el día 20 de abril de 1596 a las siete de la mañana. Allí
esperaba su llegada el español Don Jacobo de la Torre, acompañado de dieciocho
indígenas.
[Una de las esculturas fue llevada por el Papalopan río arriba con el objetivo de ]
llegar cerca de la Sierra de Tuxtepec. (…) la expedición emprendió su marcha río arriba
hasta llegar dónde desemboca otro río hoy conocido con el nombre de río Tonto, cuyo
curso subieron hacia arriba hasta que ya era el anochecer, por lo que amarrando las
embarcaciones saltaron a tierra los tres españoles de que nos hemos venido ocupando,
observando que a corta distancia había un arbusto grande de xúchil. Este lugar está
situado muy próximo a una población que desde entonces vivía allí y que hasta la fecha se
220
conoce con el nombre de Putalcingo . Don Ruperto de García y demás acompañantes se
dieron cuenta de que la población indígena tenía conocimiento ya del evangelio, predicado
por los Franciscanos, que fueron los primeros acompañantes de los conquistadores, y
escogieron ese lugar como propio para dejar allí la imagen que llevaban como símbolo de

219
El relato completo puede consultarse en el anexo documental.
220
Puctlantzinco o Putalcingo, en el río Amapa, cercano a Tuxtepec estuvo rodeado de palenques
de negros cimarrones huidos de las estancias y trapiches de Teutila, Córdoba, y Tuxtepec,
durante la etapa colonial pasó a la jurisdicción vecina de Teutila, aunque originalmente se hallaba
en Guaspaltepec. García de León, op. cit. p 140-141. Desde la construcción de la presa Miguel
Alemán, también llamada Temascal quedó sepultado bajo las aguas.

97
la religión cristiana , y al día siguiente (Abril 29 de 1596) don Ruperto de García ordenó a
los cuatro marineros que había traído de Tlacotalpan, que con el cuidado debido, sacaran a
tierra la caja que llevaban conteniendo la imagen de que se ha hablado, y una vez hecho,
Don Romualdo Pedrón habló a los presentes de esta manera: - Esta caja que ustedes ven,
es una imagen de lejanas tierras, que nos han encomendado que la pongamos en este
lugar. Dios así lo ha dispuesto y así lo haremos.- Y después de una larga plática acerca de
la religión católica, procedieron a abrir la caja quitándole la tapa con que venía calzada,
dejando descubierta la imagen de CRISTO en una cruz, que después de reverenciada, fue
colocada en el xúchil, amarrándola con bejucos (…)
[El relato continua contando cómo es que llegando a Guatemala llevaron la
escultura hasta Esquipulas.]
(…) un matrimonio indígena de Putalcingo, compuesto por Rafael Manuel y Toribia
Juana, encontró tan significativo hallazgo el día 3 de mayo de 1596, y como la religión
católica ya era conocida por haberles sido predicada por los Misioneros Franciscanos,
rebelándose así sus nombres de origen netamente españoles, dieron a este hecho toda la
importancia que para ellos tenía, e inmediatamente lo comunicaron a todos los vecinos de
Putalcingo, y a todos los pueblos de la sierra, que en incontables peregrinaciones venían
de todas partes a venerar la imagen aparecida, procediendo desde luego a construirle una
choza de zacate que les sirviera de templo, donde permaneció la imagen hasta el mes de
febrero del siguiente año (1597), para ser trasladada a este lugar, que le dio el nombre de
“EL SEÑOR DE OTATITLÁN”221.
Es importante decir que en la actualidad, tanto la Iglesia como el municipio
divulgan y reconocen el relato anterior como la forma “oficial” de los
acontecimientos.222 Incluyendo los datos de la construcción del templo de teja
desde 1597223. Ello indica varias cosas: por un lado, que la divulgación de textos
académicos es muy reducida en Otatitlán y, por otro lado, que los significados
profundos de la modernidad224 han impactado la mentalidad colectiva en el plano

221
Alberto Huerta Beltrán (Claudio). “Apuntaciones históricas acerca del origen de Otatitlán”, Villa
de Otatitlán, Ver. 1934. p 1-5.
222
Al respecto pueden revisarse los folletos, trípticos, etc., que reparte el municipio en las fiestas
de mayo y también los cuadernillos de “Historia y Oraciones” mediante los cuales divulga la
Diócesis de San Andrés Tuxtla.
223
Los datos generales sobre los templos e Iglesias en la cuenca baja del Papaloapan nos indican
que para el siglo XVIII estarían construidos de madera y palma, no se cuenta mayor información
disponible al respecto.
224
Tratar de problematizar las implicaciones de la modernidad es una tarea que no nos atañe en
este trabajo, por ahora solamente quisiera ocupar el término como una proyección del pensamiento
social (generalizado más no el único) del siglo XX y en adelante, que se basa en la ponderación de

98
de lo religioso, puesto que el éxito de tales narraciones se debe a su apariencia de
veracidad (fechas, lugares precisos) que a primera vista son francamente
indiscutibles. Es pues, un mito que se ha construido de los valores propios del
siglo XX y que gracias a esa transformación mantiene vigente la idea de
sacralidad de la escultura del Señor del Santuario en particular y, de Otatitlán en
general.
Sobre el origen del culto al Cristo Negro, antes de su llegada a Otatitlán, se
tiene noticia de que “A los naturales de Puctlancingo se les considera dedicados
particularmente al culto de la santísima imagen, por lo que siempre viajo con ellos,
debiendo llegar a Otatitlán a mediados del siglo XVII, como señala Dario Portugal,
o bien hacia los primeros años del siglo XVIII (no a fines del siglo XVI como
menciona el mito). Nosotros nos inclinamos por la hipótesis del arribo a Otatitlán
hacia la segunda mitad del XVII, ya que para 1746, como lo consigna Villaseñor y
Sánchez en su Theatro Americano, Otatitlán era un importante santuario
regional.225
Tal fue su importancia en el siglo XVIII que, entre octubre de 1777 y febrero
de 1778, el gobierno virreinal y el obispo Ortigoza aprobaron y crearon el curato
de Otatitlán, bajo el título de “Santuario del Santísimo Cristo de Otatitlán”. Su
nueva demarcación era: “por el Oriente hasta el arroyo del Obispo y cercanías de
las tres cruces de Acuezpaltepec; por el Norte hasta el paraje que llaman la Cruz;
por el Poniente hasta el rio de Chacaltianguis o Cosamaloapan (Papaloapan)
entrando por el río Tonto hacia el sitio que llaman la Peña, División del Obispado
de Puebla; y por el Sur en el paraje de las Tres Cruces”.226

la técnica y la ciencia como valores del dominio racional de los fenómenos del universo, y que se
proyecta en lo que consideramos inteligible o plausible, como se proyectaron otros valores en los
hombres y mujeres de otros tiempos, así podemos hablar de lo mesoamericano, lo colonial, lo
medieval, etc., como formas de pensamiento de condición abstracta, pero, ancladas de forma
dialéctica en condiciones materiales. Bolívar Echeverría. ¿Qué es la modernidad?, México, 1995.
Passim.
225
Velasco Toro. De la historia al mito… p 93.
226
José Gregorio Alonso de Ortigoza, “División del curato de Chacaltianguis y erección del
santísimo Christo de Otatitlán hecha por el ilustrísimo Sr. Dr. Don (…)”. “dignísimo Obispo de
Oaxaca en el año de 1778” AGN, Subdelegados, 1778, 50:62, f. 308. Apud. Velasco Toro. De la
historia al mito…, op.cit., p 93-94.

99
La leyenda del Cristo navegante fue introducida probablemente a finales del
siglo XVIII o principios del siglo XIX, ya que no fue reportada durante la visita de
Joseph Villaseñor a la localidad en 1746, dándole otra versión sobre el origen de
la imagen del Cristo Negro al visitador español (la angelofanía de los archivos de
la cofradía que mencionamos anteriormente). Tampoco existen evidencias
documentales sobre la leyenda anteriores al siglo XIX.” 227
Recapitulando un poco: las evidencias históricas demuestran que durante la
Colonia y mucho antes de que existiera la imagen en la región, el vínculo entre
Puctlancingo y Otatitlán era muy fuerte. De tal forma que, cuando se erige a
Chacaltianguis como beneficiado de la región, tienen lugar diversas operaciones
de los españoles radicados en Otatitlán para contrarrestar este acto, que les
representaba no gozar de los beneficios de los haberes pagados por los demás
pueblos que serían evangelizados.
Como resultado se planea el traslado de la imagen del Cristo Negro de
Puctlancingo a Otatitlán en el siglo XVII, para lo cual los puctlancingas solicitan a
Tuxtepec, en dónde pertenecían políticamente, permiso para relocalizarse de
manera sucesiva hasta incorporarse totalmente a la población de Otatitlán hacia
mediados del siglo XVIII, al respecto existe una querella presentada por Tuxtepec
ante el gobierno español en 1711. 228 “Alrededor de 1760 los últimos
puctlancingas, mazatecos originalmente poseedores de la imagen que nos ocupa,
terminaron por incorporarse a la población de Otatitlán, cerrando así la
desaparición definitiva de este pueblo sucesivamente relocalizado a lo largo de
200 años”229
La región mazateca baja y Otatitlán tuvieron contacto cercano (político-
religioso) durante la época mesoamericana y también en el periodo Colonial, lo
que ha llevado a que en algunos puntos confluya y se amalgame el pensamiento
religioso de sus poblaciones.

227
García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op.cit. p 10. apud. Auto que los naturales
de Tuxtepec tornan contra los de Otatitlán por invasión de tierras. Ramo tierras. Vol.1155, exp. 4.
Fol. 167. Años 1782-1788. AGN.
228
La querella se presenta en 1782, los de Tuxtepec presentan títulos de 1711.
229
García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op.cit. p 7.

100
Se sabe con certeza que los que habitaban Puctlancingo a finales del siglo
XVI y durante el siglo XVII, tuvieron que salir de su lugar de origen, seguramente
por haber sido afectados por las epidemias y las inundaciones que disminuyeron
notablemente a tal población, y que antes de llegar a Otatitlán con la imagen de
Cristo, probablemente estuvieron en Otlapa y después en La Laguna
(perteneciente al pueblo de Tuxtepec). Al trasladarse a Otatitlán siguieron
explotando las tierras de Tuxtepec, razón por la cual, los de Tuxtepec reclamaron
la restitución de las tierras.230
Forjar un sitio de culto católico relevante convino a indios principales y
europeos que administraban los recursos de la zona. Seguramente, dicho
acontecimiento permitió a los mazatecos dueños de la imagen reubicarse, según
su elección, en aquellos tiempos en que las enfermedades azotaron la zona; lo
que provocó una notable baja demográfica con lo cual los pueblos de indios
estaban siendo constituidos como un nuevo orden de organización social en el
que, además, se agregaban constantemente pobladores afromestizos.
Como ya mencionamos: “Los vestigios que hasta el momento hemos
localizado indican que en el último cuarto del siglo XVIII, el templo que albergaba
la escultura de Cristo estaba construido con madera y palma, como todos los de la
parte baja de la cuenca.”231 Lo que nos permite nuevamente inferir que la
información divulgada acerca de la construcción del templo de ladrillo y teja desde
el siglo XVII puede no ser exacta. Sabemos que en 1802 los mayordomos de la
iglesia extendieron una petición con el fin de organizar una colecta de limosnas
entre la cofradía y otras poblaciones devotas, la colecta se debía a la necesidad
de remodelar o reconstruir la iglesia que se encontraba en muy malas condiciones;
según reportó Miguel de la Esquina, y los peritos maestros de carpintería, se debía
actuar pronto para evitar que se desplomara. 232

230
Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit. p. 91-92.
231
Ibid. p. 94.
232
Miguel de la Esquina era en aquella época subdelegado de Cosamaloapan, las autoridades
virreinales le encomendaron que junto con un equipo de peritos “acrediten la necesidad de
construir otra Iglesia Parroquial”. AGN, “Templos y conventos”, Otatitlán, 1082-1808, 18:3. Apud.
Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit., p 94-96.

101
Don Francisco Reyes, maestro de arquitectura originario del puerto de
Veracruz tuvo a su cargo el proyecto; para tal fin, se colectaron fuertes sumas de
dinero, se agregaron los fondos de las limosnas y se utilizaron también las piezas
de milagros que eran de plata. 233 La administración de los recursos resultó
conflictiva, sobre todo entre las autoridades virreinales y los miembros de la
cofradía, ambos querían administrar los recursos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX hubo constantes labores de
construcción; se retiró el techo de madera y teja (1866), se edificaron las bóvedas,
se levantó el coro y se colocó el reloj en la torre principal. En la segunda década
del siglo XX, a cargo de la Junta Cívica, se colocó piso de mosaico en el interior
del templo, se encementó la calzada del atrio y allí mismo se cambió la cruz de
madera por una de mármol. En abril de 1928, un sismo sacudió la región y causó
algunos daños a la iglesia. Algunas partes presentaban cuarteaduras que fueron
reparadas; además, se recubrió la bóveda con azulejo amarillo y negro, se
concluyó la torre y se pintó el templo por el exterior.234
Sobre el mito-historizado (llegada del Señor a Otatitlán) y la profanación;
Miguel Sevilla de las Casas realizó dos oleos que se exhiben en el interior de la
iglesia, los cuadros reafirman el mito del Cristo Navegante que escoge Otatitlán, y
muestran la postura de la Iglesia frente a los sucesos de 1931, así se perpetuán
dos historias que son difundidas entre los devotos del Señor del Santuario.
Durante el siglo XX que nos ocupa especialmente, la versión de los Cristos
Navegantes era ya plenamente conocida y difundida por la Iglesia y las clases
altas de Otatitlán. Resulta importante que, aunque la mayor parte de los habitantes
de Otatitlán sabe de la historia, son solamente algunos cuantos los que la conocen
“completa”; ello se debe a varias razones, entre las más importantes tenemos la
siguiente: la institución y el municipio han acaparado el conocimientos de tales

233
Una forma común de hacer peticiones de milagros, es colocando una pequeña pieza de metal
que represente las necesidades del devoto; una parte del cuerpo, un corazón, un animal, un
vegetal, un automóvil, etc. en el faldón del Cristo, a estas pequeñas piezas se les conoce como
“milagros”.
234
Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit., p 96 y passim.

102
acontecimientos. Han permanecido en la memoria colectiva sólo aquellos que son
vitales en importancia para el conjunto de la población.
En un sistema social soportado en el complejo fluvial del Papaloapan, en la
identidad de los pueblos cuenqueños, de los pescadores y los campesinos, no es
extraño que se recuerde al río como quien trajo al Señor, pues el río siempre lleva
y trae, provee y arrasa, etc. Su divinidad pudo haber sido olvidada en la
transposición simbólica de los tiempos pasados, pero su representación como
parte del equilibrio dinámico del cosmos es innegable. Así, durante el siglo XX la
gente guarda en la memoria colectiva que el Cristo llegó por el río (por el cauce
del rio viejo), a la orilla, cerca de un tamarindo en dónde se puso/o había una
capillita.
Otro aspecto que resalta al escuchar algunos relatos populares del siglo XX
acerca de la hierofanía del Cristo, al arribar a Otatitlán es la asociación espacial de
su procedencia, venia de Oaxaca, lo que nos remite a la época Colonial,
específicamente al siglo XVIII, en que Otatitlán formaba parte del obispado de
Antequera en Oaxaca, De hecho, muchas de sus asociaciones con lo sagrado, en
el campo católico ortodoxo y en la constante relación comercial- social- étnica,
etc., que se tendió entre la región norte de Oaxaca y el Sotavento, y allí está
Otatitlán; como un puente de lo simbólico y lo social.
La historia que se cuenta popularmente es bastante breve y siempre refiere
que el Cristo llegó por el río, hemos encontrado tres versiones constantes que
reproducimos a continuación:
1. “Me contaba mi abuelo que el Cristo llegó en una balsa por el río, venia
de por Tuxtepec, en donde se apareció, pero no lo quisieron porque en esa época
andaba la viruela y mucha gente se murió, mejor lo soltaron al río otra vez para
que él buscará donde quedarse”.235
2.“Dicen que el Señor vino por el agua, en una balsa que venía sola de por
Tuxtepec, antes trataron de agarrarlo pero no pudieron, él paro aquí.” 236

235
Entrevista No. 3M, LBM.
236
Entrevista No. 7M, NOP.

103
3. “Mi abuela me contó que el Cristo llegó por el rio, pero que no lo querían
la gente de ese entonces porque aun creían en sus dioses, entonces lo ponían y el
regresaba, había tres cristos iguales; dos negros y un blanco (Guatemala, Otatitlán
y Chalma).”237
Por lo general la gente originaria de otros pueblos, municipios o estados
que ahora habita Otatitlán desconoce cómo llegó el Cristo, a excepción de saber
que llegó por agua. La gente con mayor afecto a las letras sabe el mito-historizado
que difundió en la localidad Alberto Huerta Beltrán (con base en otras fuentes) y
posteriormente la Iglesia católica y el municipio. El común sabe que llegó por el
rio. Los mayores aún tienen en la memoria el rechazo de la población por el Cristo
y las enfermedades que lo llevaron.
Podemos notar que en la vida cotidiana la memoria no tiene que ver sólo
con lo cuantitativo, no es fundamental el volumen de lo que se evoca y representa
en el habla, sino la posibilidad de conjugar productivamente para imaginar
respuestas a nuevas situaciones, como fue el caso de la profanación que vamos a
analizar más adelante.
Lo autores principales de tales historias son los miembros de la
colectividad, los testimonios escritos no determinan el complejo entramado de
significados que la tradición oral asigna las historias de lo sagrado. Pudimos
reafirmar con la investigación lo que apunta Alfredo López Austin acerca del mito.
“La lucha por el dominio del mito, es parte de la historia del mito y es parte de la
historia de sus funciones.”238
Un aspecto más que queremos apuntar es que, en la villa de Otatitlán
predomina la organización social de corte patriarcal; podemos decir que los roles
de género están orientados por tal estructura. Como podemos percibir en los
testimonio, entre los otatitlecos las mujeres participan mucho más de las
actividades religiosas y, aun así, no pudimos encontrar mujeres de la comunidad
que escriban (o hubiesen escrito) acerca del tema: artículos, poesía, versada,
canciones, etc., de autoría femenina. Como un contraste significativo vemos que

237
Entrevista No. 6M, MK.
238
López Austin. Los mitos del Tlacuache… op. cit. p 391.

104
dentro de la cultura de la oralidad, en los núcleos familiares los mitos y milagros
son transmitidos, casi siempre, por las mujeres, lo que nos indica que la escritura
ha sido un lugar de enunciación privilegiado en las estructuras del poder patriarcal
del poblado.

4.3 La profanación del Señor del Santuario.


Antes de naturaleza
todo lo comprenderán.
Aunque nos causó tristeza,
pero así recordarán.
Le cortaron la cabeza
al señor de Otatitlán.
En el treintaiuno fue,
cuando lo decapitaron.
Es sabido que después
del momento lo encontraron
Y a su templo lo llevaron
esto yo lo contemple.239

La profanación es un evento que los ahora habitantes del santuario recuerdan muy
bien, aunque los actuales moradores no lo vivieron en carne propia recuerdan los
tintes políticos del conflicto y también recuerdan con nostalgia la forma en que el
pueblo defendió al Cristo. Fue un momento de ruptura destacado, en varios
sentidos: por un lado, las alianzas nacionales entre la Iglesia y el Estado se
convulsionaban; por otro lado, el daño que recibió la escultura desató una nueva
posibilidad de reinventar simbólicamente el culto al Cristo Negro en el discurso
social común, así se tejieron historias que cuentan las desgracias que ocurrieron a
quienes participaron en la profanación, de los incendios que causaba la cabeza
cercenada cuando se encontraba en Xalapa y, del mismo modo, se sacraliza los
sitios en que fue violentada la escultura.

Antes de comenzar a analizar los hechos en Otatitlán y las múltiples


interpretaciones que se generaron debemos decir que la llamada “guerra cristera”
o “cristiada” fue un conflicto que se desarrolló en trece estados y que a lo largo del
territorio nacional tuvo distintas magnitudes. En Veracruz el proceso ha sido muy

239
Décimas de Rutilo Parroquín (1925-1990), músico jarocho, originario de Otatitlán, Veracruz.
véase. Documental del Santuario del Cristo Negro. (Sin ficha técnica). Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=McFoUpdNnjw&spfreload=10

105
poco estudiado y se desconocen las particularidades que adquirió en la cuenca del
Papalopan.
En algunas partes como el Centro, el Bajío, Michoacán y Puebla el conflicto
que abarcó de 1926 a 1929, fue muy violento y se ha considerado que tuvo tintes
de guerra civil; costó recursos materiales y muchas vidas, sobre todo porque en
bastantes sitios el pueblo se había levantado o relevantado (recuérdese que la
Revolución mexicana cesó apenas unos años atrás) no tanto por la defensa de la
religión, sino en demanda de tierras.
Los hechos en Otatitlán ocurrieron cuando estaba en la presidencia Pascual
Ortiz Rubio (1930-1932)240 en un momento de la política nacional conocido como
“El Maximato”, en el cual distintos presidentes ocuparon el cargo; pero, en los
hechos, el mando lo conservó Plutarco Elias Calles; sus políticas de
centralización de la economía y el poder estaban vigentes.
El conflicto Estado-Iglesia fue alentado por el alto clero descontento por la
aplicación de algunas partes de la Constitución que afectaban directamente sus
propiedades e ingresos.241 Se dice que Calles orilló a la Iglesia al levantamiento
armado “desde el momento en que ordenó el cierre de las escuelas católicas y
conventos, así como la expulsión de sacerdotes extranjeros.” 242 Lo cierto es que
ambas partes colaboraron en el conflicto que parecía no tener tregua cuando en
1928 un fanático católico asesinó a Álvaro Obregón, hecho que avivó aún más el
conflicto, hasta que se renegoció la deuda externa con Estados Unidos y así se
ayudó a poner fin al conflicto.243
Por lo que hemos podido investigar los hechos de Otatitlán distan mucho de
los ocurridos en otras regiones, seguramente el levantamiento generalizado no se
dio porque se atravesaba por un momento de prosperidad a causa del “oro verde”

240
Cabría anotar que eran los tiempos en que se estrenaba el PNR ahora PRI y que Pascual Ortiz
Rubio era un presidente ilegitimo pues siendo un desconocido ganó las elecciones, con un fraude,
a José Vasconcelos.
241
México tenía una deuda externa muy alta, y se suponía que algunos de los bienes que se le
retiraban al clero tendrían el fin de aminorarla.
242
Gallo T. op. cit. p. 97.
243
Alicia Hernández Chávez. México una breve historia. Del mundo indígena al siglo XX. México,
Fondo de Cultura Económica, 2000. p 364-368.

106
como vimos en el primer capítulo y porque el poblado no tenía antecedentes de
importancia en organización insurgente.
Al gobernador de Veracruz, en ese entonces, Adalberto Tejeda (1920-1924,
1928-1932)244, en el rubro de la religión se le recuerda cómo un gobernador
anticlerical; se sabe que Eduardo Castelán, por entonces presidente Municipal de
Otatitlán, era su seguidor. Gustavo Vergara Ruíz apunta que en 1931 fue cerrado
el templo y perseguido el cura, obligando a los creyentes a realizar el culto de
forma clandestina en varias casas particulares. 245 Él mismo en sus investigaciones
en Otatitlán recogió varios testimonios al respecto; en 1993, Evangelina Aguirre le
narra lo siguiente:
Serían las 5 de la mañana cuando cortaron los barrotes de la ventana que da a la
capilla y por ahí se colaron dos o tres que fueron los que cortaron el candado de la puerta
norte. Enseguida bajaron la imagen y salieron por la banqueta hasta la calle Llave, siguiendo el
camino por los platanales, entraron por un ranchito donde había bodegas de plátanos y como
esos días el río Papaloapan estaba muy crecido, por ser época de lluvias, no pudieron seguir
adelante, ahí bajaron la sagrada imagen, dándose a la tarea de quemarla con leña, palmas y
hojas secas. Al ver que no se quemaba la imagen, le cortaron la cabeza con un serrucho y la
llevaron río arriba al pueblo de Papaloapan, posteriormente a Xalapa, donde permaneció hasta
1955.246
Los testimonios que vamos a presentar a continuación fueron tomados en el
2015, los entrevistados van a construir sus narraciones a partir de aquello que les
fue contado por sus padres y sus abuelos, por lo que podemos decir que tales son
parte de la tradición oral de los otatitlecos acerca de la profanación del Cristo
Negro. Hemos establecido una variante generacional para poder establecer
algunos contrastes en aquello que se narra.
Un habitante del Barrio Centro, de 71 años, nos dio una amplia descripción de
lo que le contaron que sucedió, su testimonio resulta muy ilustrador porque su
familia habitaba el mismo barrio cuando aconteció la profanación, y fue justo el

244
Gobernó Veracruz durante dos periodos, en 1933, el Partido Popular Socialista de las
Izquierdas postuló a Adalberto Tejeda como su candidato a la presidencia de la República,
contendiendo con Lázaro Cárdenas, del Partido Nacional Revolucionario.
245
Velasco Toro, Et.al., op. cit. p 99.
246
Ibid.

107
centro del poblado, el lugar en donde ocurrieron buena parte de los
acontecimientos, su testimonio es el siguiente:
Mis padres vivieron la profanación del Cristo eran jóvenes, chamacos cuando vieron la
tragedia que sufrió nuestro pueblo. Debido al conflicto que había entre Iglesia y gobierno, el
gobierno desató una lucha contra el clero; la guerra de los cristeros, y atacaron principalmente
aquellas imágenes que tenían mucha trascendencia como el Cristo Negro, con el que
decidieron acabar para acabar con la fe de la población. El día 8 de septiembre por órdenes
del gobernador, en ese tiempo el coronel Adalberto Tejeda, llegaron al pueblo con el apoyo del
presidente municipal, que previamente fue avisado para auxiliar al personal que iba a venir por
órdenes de él a destruir al Cristo Negro.
Se metieron a la iglesia y desprendieron de la cruz al Cristo, se lo llevaron a un predio
cerca -San Antonio- , cuentan que lo llenaron de leña y le pusieron basura, combustible y el
fuego; después de muchas horas de fuego que ya sólo quedaban las cenizas, cuál fue su
sorpresa que al destaparlo estaba el Cristo intacto, se le atribuye también como un milagro.
Como el gobernador les había ordenado que lo destruyeran, entonces, al ver que no se
destruyó le cortaron la cabeza para llevarle al gobernador y que viera que habían cumplido
con sus órdenes, se llevaron la cabeza para Xalapa y estuvo perdida alrededor de 20 años.
Apareció en 1951 cuando estaba ya el padre Chucho que la recibió en forma anónima,
vino en un cajón, en ese tiempo la trajo la persona que traía la correspondencia de Papaloapan
para acá y le dijo al encargado de la sacristía “acá le traigo esto al padre Chucho” el padre
pensó que era cera y al destaparla vieron que era la cabeza original del Señor y se ordenó
replicar las campanas, hicieron misa de acción de gracias y pasearon la cabeza por todo el
pueblo y desde entonces le hicieron un nicho. Con esto que sucedió de la quemada y la
decapitada del Señor en lugar de acabar con la fe, más creció la fe de todos.247
Algunas personas dicen que la escultura resistió al fuego como un milagro,
otras, narran que “algunas partes de un brazo y una pierna alcanzaron a ser
parcialmente quemados.” 248Es interesante contrastar los testimonios acerca del
suceso, porque siempre incluyen elementos sobrenaturales; de ningún modo
podemos pensar o adentrarnos en la memoria colectiva de los acontecimientos, al
margen de la sacralidad que se atribuye al Cristo Negro. Quienes cuentan los
hechos nos brindan siempre una explicación particular acerca de los motivos de
quienes ejecutaron la profanación e incluso de los motivos que tuvo el propio
Cristo Negro para permitirlo.

247
Entrevista No. 5H, AAF.
248
García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op. cit. p 9.

108
El testimonio siguiente es un caso representativo de la forma en que muchos
narran lo sucedido, ya que al relatar los hechos se hace énfasis en la personalidad
de quienes ejecutaron el rapto y decapitación de la escultura, estos elementos que
aluden a la personalidad van a ser el eje de otra narración en donde se dice que
todos aquellos que participaron en la profanación recibieron castigo divino por sus
actos.
Los señores que participaron en la profanación fueron: don Luis Beirana, don Fito Prieto,
don Arnulfo Torres, don Manuel Rosca. [Sobre este último nos comentó] “don Manuel Rosca
terminó muy feos sus días, agonizaba. Eso porque cuando salieron del altar mayor el Cristo se
puso muy pesado, don Manuel se quitó una correa y Dijo –ah ¿no vas a salir?- y le dio de
correazos y al Cristo se le quitó el peso y lo pudieron sacar, llegaron hasta donde tenían que
llegar y le cortaron con el serrucho, el aserrín pintaba como sangre, al cuerpo le echaron
lumbre y en vez de quemarse le salían ampollas. Hicieron eso porque no tenían fe ni respeto,
déspotas con dinero que lo llamaban –pedazo de palo- pienso que ya hay más respeto por la
imagen, nosotros sabemos que era una imagen pero la voy a venerar para recordar lo que está
en el cielo.249
Es valioso anotar que varios de los señores que se nombra pertenecían en
aquel momento a las clases altas de Otatitlán, en el testimonio anterior podemos
encontrar un poco de las tensiones sociales que siguen presentes debido a la
jerarquización social del santuario, pues sigue siendo común la discriminación a
las clases populares.
El siguiente testimonio es de una mujer mazateca y lo hemos tomado porque
narra de una forma distinta lo sucedido, a partir de cómo les contaban en su lugar
de origen lo sucedido, trata del mismo suceso y utiliza la idea de sacralidad de la
escultura como en el santuario, pero utiliza una forma imaginativa distinta de aludir
a lo que se considera un milagro.“Cuando éramos chiquitos nos contaban todo eso
(la profanación) pero nosotros no podíamos creer, antes de que yo viniera
pensaba ¿pero cómo es que le cortaron y le nació otra cabeza? Nos contaba mi
bisabuela que en puro milagro le salió otra cabeza, cuando llegamos aquí
vimos.”250

249
Entrevista No. 6M, MK.
250
Entrevista No. 8M. MCCA

109
En cuanto a las consecuencias de los acontecimientos sabemos que la
peregrinación que se hace al santuario fue trasladada a Tuxtepec, tres años
después de la profanación prosiguieron las fiestas en Otatitlán. “El Cristo estuvo
más de un año en un catre en la iglesia, hasta que vino de la ciudad de México el
escultor Juan Olaguíbel, quien cobró diez mil pesos por restaurar al cristo y tallarle
una nueva cabeza.”251 Se cuenta también que la cabeza del Cristo negro, una
vez en Xalapa, fue rodando de oficina en oficina porque en “donde estaba la
cabeza, tenían lugar incendios”.252
Cuando se narran los castigos que recibieron quienes intentaron quemar al
Cristo Negro se está reproduciendo una vieja historia que cuenta cómo el Cristo
Negro es muy milagroso con quien le tiene fe, pero a menudo castiga a quienes no
cumplen sus promesas o realizan alguna acción en su contra. Tal historia tiene
muchas formas, por ejemplo; se cuenta que una mujer enferma que venía con los
peregrinos de la sierra fue llevada a la fuerza al santuario pues no creía en el
Cristo Negro, cuando llegó al pie del Cristo Negro le dio una mordida en la pierna y
al instante se escuchó un fuerte ruido y la mujer se convirtió en serpiente, dejando
las marcas de la mordida a la escultura, de este tipo existen muchas otras
historias que cuentan de castigos a quienes dudan o incumplen, justo como las de
los castigos a los que participaron de la profanación.
No se sabe con precisión cuales fueron los daños que recibió con el fuego la
efigie, y en qué grado se dio la restauración; esta ausencia de información también
es parte del proceso de sacralización de la imagen por parte de las instituciones y
en un modo paralelo pero ciertamente distinto de los que le tienen fe.
Otros estudios han recogido testimonios de mazatecos que interpretan la
profanación como acto de la voluntad de Dios, en donde quienes participaron no
tenían conciencia de hacerlo por mandato divino; “el cuerpo no se quemó para que
le cortaran la cabeza, porque esa cabeza estaba inclinada hacia un lado y cuando
sus devotos la miraban lo hacían de lado y quedaban torcidos del cuello”253.

251
Winfield. “La cofradía del Cristo Negro…” op.cit. p 49.
252
Ibid. p 49.
253
Adolfo Aguirre Fentanes. La legendaria historia del milagroso Cristo Negro de Otatitlán. Folleto
sin fecha, ni pie de imprenta.

119
Versiones similares se han encontrado en Otatitlán; aunque generalmente
predomina la versión que se narra en los párrafos anteriores y que es muy
cercana a lo que el municipio y la Iglesia han difundido como interpretación
“oficial”.
Con los testimonios generados para el presente trabajo podemos notar
importantes diferencias discursivas entre quienes habitan el centro de Otatitlán y
los que viven en otros barrios; las diferencias tienen un origen claro en las clases
sociales a las que se pertenece. Los del centro son descendientes de las familias
empoderadas y en algún modo se apegan a la versión que da peso a las
instituciones, los del pueblo reinterpretan de forma mucho más libre y diversa, en
el marco de orígenes sociales y étnicos distintos. Las historias que se cuentan sin
duda están vinculas al poder y son contadas y reinterpretadas muchas veces,
podemos decir que están vivas mientras se cuenten.
En este capítulo nos guió particularmente la búsqueda de la forma en que la
memoria colectiva de los otatitlecos ha reconstruido las historias sagradas
relacionadas al Cristo Negro, nuevamente utilizamos fuentes textuales y fuentes
producto de la tradición oral.
El estudio de los relatos acerca de la llegada del Cristo Negro al bajo
Papaloapan nos ha permitido reflexionar en torno a los principales móviles que
articulan las formas de la religiosidad en el santuario; tenemos, por un lado, la
importancia de la tradición oral, que en este caso bajo una historia simple y breve
nos cuenta: “El Cristo llegó por el río y venia de Tuxtepec” explicando de esta
forma el momento histórico más relevante para los otatitlecos, por otro lado,
podemos ver que los testimonios escritos sobre el mismo acontecimiento se han
vinculado mucho más a las relaciones de poder presentes en la localidad, las
cuales han estado determinadas históricamente y han ido de la consolidación de
Otatitlán como un santuario católico, a la conformación de un municipio de
importancia regional.
Indagar acerca sobre un acontecimiento importante para el culto al Cristo
Negro en el siglo XX, como lo es la “Profanación del Señor del Santuario” nos deja

111
ver que la memoria colectiva retoma aquellos aspectos importantes para la
colectividad siempre en función del lugar de un individuo dentro del grupo. A partir
de este acontecimiento se puede hablar también de la función de la escultura
como objeto de culto y de su relevancia para la población que deposita en esta la
sacralidad.
El análisis de tales momentos nos ha dado pautas para comprender la relación
que se teje entre la localidad y los procesos que se articulan en amplias regiones,
por ejemplo la evangelización y la guerra cristera.

112

“Somos del Santuario;
nacidos, criados y aquí
nos van a enterrar”

Lucina Burgos,
habitante de Otatitlán.



113




5. Conclusiones
omenzaremos con los aspectos generales que pueden concluirse a partir

C de la presente investigación, para luego abordar algunos elementos más


específicos.
El trabajo de investigación realizado, nos permite afirmar que el Culto al
Cristo Negro en Otatitlán ha sido a lo largo del siglo XX y es en la actualidad, la
principal forma de relación de los otatitlecos con lo sagrado. Por lo que una parte
importante de las dinámicas de cambio sociocultural en el santuario pueden
estudiarse a partir del fenómeno religioso relacionado al Cristo Negro.
Hemos podido comprobar que el culto es incorporado al espacio social a
través de relatos, mitos y rituales que fortalecen y configuran en un sentido
dialectico la identidad del otatitleco o santuareño en el marco de la comunidad y la
región.
El estudio de la memoria colectiva nos ha llevado a advertir que es justo el
culto al Cristo Negro el soporte central de la identidad y la cultura local de los
otatitlecos, porque integra concepciones, creencias y prácticas que los vinculan
con sus antepasados y con el territorio que estos les legaron; de tal suerte que la
tradición oral se mantiene viva por la transmisión generacional de concepciones y
valores, los cuales no han sido estáticos pues se crean y recrean de forma
particular en cada individuo y en la colectividad. Estas concepciones y valores que
hemos vinculado con la identidad del “jarocho cuenqueño” se dibujan en el escrito
a través de la tradición oral que pudimos acopiar con las entrevistas en el poblado
y también, con la observación.
Al hacer un breve recuento hasta aquí, podemos concluir, que a la
devastación de la población indígena de la cuenca del Papaloapan, durante los
primeros tiempos de la Colonia, siguió un el repoblamiento y recuperación
demográfica mediante el mestizaje inducido; del que hablamos en el segundo
capítulo en términos de transculturación, porque pensar así tal proceso, nos brindó
elementos para comprender cómo se ha constituido históricamente la población de
114
Otatitlán y el modo en que una cultura local, distinta de las que le dieron origen,
teje su relación con lo sagrado. Las peculiaridades de la sociedad que habita y
habitó Otatitlán han surgido de la evidente conformación de la villa como un sitio
plurietnico y multicultural, capaz de aglutinar en torno a su territorio intereses
comerciales y religiosos a una gran cantidad de pueblos.
En este trabajo hemos buscado contribuir en alguna forma a explicar en qué
forma particular los indígenas y la gente que hemos venido llamando
afrodescendiente, se fueron insertando en el contexto de diversas identidades y
pertenencias, y desde allí influyeron decisivamente en la conformación de la
sociedad regional. De esta forma le dio un carácter particular haciendo de
Veracruz y el Sotavento una compleja sociedad, mayoritariamente rural, y cuya
identidad regional, una vez lograda, gracias entre otros elementos al Cristo Negro,
“dejaba de lado los orígenes mesoamericanos, europeos, asiáticos o africanos, y
los sustituía por una pertenencia asumida como propia y hecha de todas esas
amalgamas que eran la base de la identidad del mundo jarocho, provista de
formas culturales originales y realidades propias en la difusión del español
andaluz, el folclor, las creencias, la música, las danzas, la poesía popular y la
gastronomía.”254
Así entonces, como hemos venido analizando, desde la época colonial los
santuarios y las fiestas que se organizaron alrededor de santos patronos, con sus
peregrinaciones y ferias, ayudaron a la conformación del mercado interno. De esta
forma también las colectividades que ha habitado las riberas de la red fluvial-
mercantil; fueron forjando sus culturas en el ámbito del Papaloapan y en la
conformación regional de Sotavento.
Podemos decir, a grandes rasgos, que el santuario de Otatitlán tiene
importancia en el Sotavento y por su historia también en aquellos lugares que
fueron jurisdicciones coloniales del obispado de Antequera, Oaxaca al que
también perteneció Otatitlán en el siglo XVIII.
La importancia de este santuario, se deriva de varios órdenes de lo social
que se mueven de forma paralela y que actúan de forma dialéctica. Por un lado;

254
Delgado Calderón, op. cit. p 575.

115
en el plano de lo religioso, logra emparentar múltiples identidades étnicas y
sociales; por otro lado, el santuario enlaza el comercio del centro con el sur y
regionalmente favorece el mercado. No podríamos hablar de su la importancia del
santuario si no fuera por las cualidades numinosas que se le atribuyen, pero
tampoco sin la dinámica económico-política en la que se cohesiona.
Las extensiones territoriales que históricamente ha tenido el Sotavento han
sido diversas. Dichos límites han conservado cierta extensión y valores de forma
estable, lo que ha permitido que un complejo conjunto de de formas -simbólicas,
históricas, míticas, sociales, etc.-, convivan y, a la larga, originen productos
sociales característicos en individuos y pueblos. Un hecho que aquí hemos
buscado en un culto religioso, pero que se encuentra presente y visible en otras
formas sociales como la música o la gastronomía.
Las sociedades de la cuenca se han diferenciado al interior del Sotavento
de aquellas que son serranas o costeñas. Como hemos dicho comparten algunos
valores, pero también han ido formando espacios e idiosincrasias que nos
permiten hablar de sociedades distintas.
Si hemos mencionado al Sotavento como una región amplia que incluye a
Otatitlán, es por que históricamente la Cuenca del Papalopan ha representado un
espacio de menores dimensiones que sin embargo alberga rasgos culturales
propios. Por ello mismo a sus habitantes podemos denominarlos como:
santuareños, cuenqueños y sotaventinos (de menor a mayor dimensión en la
esfera espacial).
Para apuntalar los aspectos que relacionan la religiosidad del santuario con
el Sotavento vamos a transcribir los versos de una alabanza tradicional de los
peregrinos chontales que podemos escuchar en nuestros días; en estos se tejen
múltiples ideas: una amplia región de peregrinaje, alteridad étnica de quienes
confluyen en el santuario, diferencias en sus territorios, así como una unidad a
partir del culto religioso. Este un producto cultural concreto nos puede dar idea de
cómo perciben los habitantes de Sotavento, lo que nosotros describimos como
una región cultural vinculada al culto al Cristo Negro de Otatitlán.

116
Venimos a tu Santuario
a pagar nuestras Jesús Nazareno hermoso
promesas. y de Otatitlán nombrado.

Concédenos Padre amado Los serranos y costeños Al pie de tu divino altar


vida, sosiego y reposo. te ofrecen sus oraciones. gracias dando a tu poder.

Por diferentes caminos Y lloran sin descansar Las gracias a presentar


acabamos de llegar. los más duros corazones. nos libres de Lucifer.

Padre mío de Otatitlán A tu Santuario vamos Y del malhechor también


cansados de caminar. muy unidos como de Acaltzingo, de San
hermanos. Juan.
Como humildes peregrinos
las gracias a presentar. Cansados de caminar Te vienen a saludar
multitud de mexicanos. y gracias tributan sin par.
Ya quiso Dios que
llegamos Acabamos de llegar A tu templo prodigioso
a la mesa de tu altar. de lejas tierras venimos. llega multitud de gente.

Feliz llegamos rendidos Para venirte a visitar Por ver un paraíso


de todas las poblaciones. todos llegamos rendidos. hermoso
nos tienes aquí presente.
Padre mío de Otatitlán
a rendirte adoración.

Particularmente en Otatitlán la función social del culto al Cristo pasa por


muchos niveles distintos y de ninguna forma el Cristo Negro tiene la misma
importancia para todos, pero lo que se desprende de Otatitlán como santuario
atañe a todos sus habitantes. Con la información que se pudo analizar a partir de
las de las entrevistas vemos que no son lo mismo las fiestas para quien espera
adquirir algo en los comercios, para el que recibe peregrinos en su casa o para
quien pone un negocio o brinda un servicio.
Hablando de identidad y alteridad étnica, social y cultural; el santuario es un
lugar privilegiado, Otatitlán ha sido importante sede de reuniones sociales. El culto
al Señor del Santuario ha configurado a lo largo de más de dos siglos muchas
formas de relaciones interculturales. Una manifestación cultural que podría
ejemplificar muy bien los procesos históricos de configuración étnica en el
Sotavento es la música tradicional que conocemos comúnmente como son
jarocho.

117
En las fiestas de la Santa Cruz, llegaban a Otatitlán habitantes de otras
áreas que tocaban, bailaban y versaban sones bajo formas particulares. Las
fiestas formaron espacios de convivencia cultural, como el fandango, que por sus
múltiples cualidades como fiesta popular permitió la convivencia de indígenas con
afrodescendientes, hispanos, criollos, etc. Siendo los tiempos de la feria de mayo
propicios para que con el paso del tiempo la música de distintos orígenes se
entrecruzara hasta llegar al son jarocho que hoy se toca en esta parte del
Papaloapan. Siguiendo los datos que arroja la tradición oral se puede decir que
Otatitlán pudo haber sido, desde la Colonia y hasta inicios del siglo XX un punto
importante de encuentro de los soneros en el Sotavento.
Una de las partes más importantes de nuestro argumento es la relación que
se ha tejido entre la “tradición mesoamericana” y las prácticas religiosas en el
santuario, por lo que es importante establecer algunas consideraciones finales al
respecto. Como se ha podido demostrar estamos frente a sociedades
esencialmente agrícolas y pecuarias, la ganadería aunque importante en lo
cultural solamente representa una “riqueza relativa”. Ello determinó que las
relaciones devocionales de los habitantes de esta localidad fueran más en relación
con los cultos agrícolas de herencia mesoamericana que con otro tipo de formas
religiosas; pero a la vez, la existencia de tal actividad ganadera y la forma de la
transculturación hacen coincidir culturalmente a la localidad (en el marco de la
región Sotavento) con otras regiones en nuestra América.
Esa cultura “casi” idéntica de la que nos habla Antonio García de León,
entre otros, ha variado sobre todo por los aportes regionales del componente
indígena de las culturas. “El carácter y costumbres de los mulatos, sus rutinas
musicales y bailables, y la actividad ganadera hacen casi idéntica la cultura de los
jarochos de Veracruz con la de los jíbaros de Santo Domingo y Puerto Rico, o la
de los guajiros en Cuba, los criollos de Panamá y los llaneros de Venezuela. Pues
estas eran culturas –interiores- nuevas, surgidas todas en los hinterlands rurales y
afrohispanos de los puertos del Caribe español (…) El mar, el gran separador,

118
paradójicamente unía estas retaguardias culturales en un solo complejo cultural –
globalizado-.”255
No queremos decir con ello que estas culturas son iguales, simplemente
apuntamos que a pesar de sus especificidades, pueden encontrarse expresiones
culturales semejantes: “el uso del lenguaje rimado, en particular de la copla y la
décima, la música cordófona con estructuras melódicas y rítmicas identificadas
como de -índole ternario-.”256 Tales elementos son parte de las expresiones
culturales del área que se ha llamado “Caribe (Indo) Afroandaluz” 257
Tal tema no ha sido abordado en el trabajo porque no era nuestro objeto,
pero se considera importante pues es otro tópico relacionado a la identidad, la
memoria colectiva y las fiestas populares de los habitantes de la religión.
Volviendo a las prácticas religiosas, podemos afirmar que las fiestas tienen
un significado profundo entre los habitantes de la villa de Otatitlán; son una forma
de transmitir valores, que pueden ser considerados “tradicionales” por su larga
trayectoria y su profundo significado para estas sociedades. Lo que resulta muy
importante ya que éstas fortalecen la conciencia de grupo en un mundo
globalizado y profundamente desintegrador de las pequeñas unidades, en pro de
la macroidentidad contemporánea. Las fiestas permiten así la confluencia de la
alteridad y de algún modo, revitalizan las expresiones culturales de serranos,
cuenqueños y costeños.
A partir de la Colonia, los procesos de conformación de la identidad étnica
en Otatitlán forjaron una idiosincrasia producto de las formas de interrelacionarse
de sus habitantes; en tal proceso, la territorialidad fue un factor aglutinante
fundamental, pues con el paso del tiempo el espacio que comprende al Santuario
logró reforzar, en lo simbólico, todo aquello que poco a poco se iba apropiando en
las ideas y la materialidad compartida. Claro, los referentes simbólicos atravesaron
el territorio entendido como espacio material y forjaron una territorialidad cultural
ligada al culto del Cristo Negro.

255
García de León, op. cit. p 369.
256
Pérez Montfort, op. cit. p 135.
257
Ibíd. p 136.

119
En el sur de Veracruz, en el mes de mayo, se quema, se barbecha la tierra
y, a partir del día 15 en que se celebra a San Isidro Labrador, se empiezan las
siembras del maíz de temporal, la calabaza y el jitomate. Este mes es rico en
fiestas: se festeja a la Santa Cruz, al Señor de Otatitlán, a la Virgen María y a la
Ascensión del Señor.258 La religión con sus ferias y fiestas sirve en este caso
como una solicitud a lo sagrado dentro de actitudes normadas y especializadas;
así, la apropiación de elementos sagrados mesoamericanos estructuró los relatos
con base en el dogma católico y en los propios códigos culturales de quienes han
habitado el santuario.
Como hemos venido explicando la religiosidad en Otatitlán se encuentra
relacionada a las cuatro estaciones del año, sobre todo con los momentos de la
siembra y recolección. A partir de la tradición oral podemos decir que tales
vínculos tuvieron un mayor arraigo en los habitantes del santuario durante la
época en que una mayor parte de la población se dedicó a las actividades
agrícolas y pecuarias; y antes de que los medios de comunicación favorecieron la
salida constante del poblado. El núcleo duro, como parte de la larga duración
conservó aquí su sentido agrícola, porque las ideologías subsecuentes debieron
mantener su capacidad funcional; tenían que seguir siendo convincentes ante una
población formada mayoritariamente por cultivadores de maíz.
En la actualidad se conserva el sentimiento religioso de divinidad
depositada en la efigie del Cristo Negro. De hecho el devoto sigue cobijándose en
la creencia de su poder protector y su cualidad de milagroso. En este punto
podemos afirmar, que es el conjunto de rasgos que identifican las necesidades del
fiel en las características del Cristo Negro lo que ha dado continuidad a este culto,
a pesar de los constantes y acelerados cambios del último cuarto del siglo XX.
La apropiación colectiva de elementos sagrados es un proceso que va
funcionando de forma permanente, así pudimos ver que hay múltiples
asociaciones del Señor del Santuario y su Cruz que tienen origen y vigencia en
toda el área de la antigua Mesoamérica; podemos encontrar en los otatitlecos
asociaciones relacionadas a la cultura agrícola del maíz que también están

258
Münch. op. cit. p 244.

120
presentes entre otros grupos que comparten el culto en la actualidad y que
históricamente se han transculturado en Otatitlán.
Otro de los aspectos que más desarrollamos a lo largo de la investigación
porque nos permitió profundizar en la religiosidad, fue el análisis de los relatos de
la memoria colectiva que se han vinculado con la aparición del Cristo Negro en la
región. Por todo lo anterior, vamos a presentar algunas ideas para cerrar el tema.
Los relatos míticos coloniales, como la angelofanía que transcribió el
cronista de Indias don Joseph de Villaseñor y Sánchez, muestran, entre otras
cosas, el enorme peso de la Iglesia Católica como institución que va normando
las formas discursivas y que deposita los relatos sagrados en manos de sus
propias organizaciones, en el caso de Otatitlán fue una cofradía.
Para el siglo XX encontramos dos tipos de relatos míticos. El primero es el
que hemos venido llamando “mito historizado” 259 que consiste en un testimonio
escrito que además de tener elementos míticos y mágicos incorpora una forma
discursiva y de lenguaje propio de las ciencias sociales; es decir, que busca
explicar y también justificar lo acontecido con los cánones de nuestra época. El
segundo es la tradición oral de la llegada por el río que ha permanecido en la
memoria de los habitantes del Santuario del Señor de Otatitlán por tantas
generaciones. La rigurosidad y el origen exacto de ambos no son tan importantes
como aquello que enuncian, porque siguen persistiendo algunos elementos que
sin duda son funcionales a los devotos.
Una de las principales funciones de la información de los testimonios fue la
de encontrar dentro de los relatos de tradición oral formas de transmisión de los
“hechos sagrados”. De la misma forma que el mito los relatos de “milagros” nos
brindan algunas ideas sobre cómo perciben los otatitlecos al Cristo, tenemos la
idea generalizada de que “el Cristo es bueno, pero castiga a los que incumplen
sus promesas o lo atacan”, también vemos que a través del milagro se establecen
formas de explicar pasajes de la historia del poblado, como el caso de la
inundación de 1944 cuando nos cuentan que “el agua comenzó a descender

259
Véase anexo documental.

121
cuando llegó al altar mayor” o el caso de la profanación cuando nos narran que “el
Cristo no se quemó y por eso le cortaron la cabeza”.
Durante el siglo XX, en Otatitlán se modificaron importantes elementos de la
vida cotidiana que, sin duda, impactaron fuertemente en el posterior desarrollo
local. La introducción de medios masivos de comunicación, la posibilidad de
acortar los tiempos y costos de los traslados fuera del poblado así como la
acelerada devastación de los nichos ecológicos del Sotavento ocasionada por la
introducción de la actividad industrial, han propiciado cambios importantes en las
actividades y concepciones de los pobladores del santuario.
La salida de más gente en busca de empleos y oportunidades ha dejado
parcialmente abandonado el trabajo agrícola y pecuario que fue por mucho tiempo
el soporte de la religiosidad local. En todo este proceso el culto al Señor del
Santuario no ha perdido vigencia, pero si se han modificado algunas relaciones
simbólicas en torno a este fenómeno; las fiestas de orden agrícola no tienen las
mismas implicaciones: la sacralidad del Papalopan como complejo fluvial icono de
la abundancia se va perdiendo y, en la actualidad, la población del santuario se
inclina a un modo de vida mucho más “occidental” y “globalizado”. En la actualidad
es común encontrar que al Señor de Otatitlán se le pide para obtener éxito laboral,
en los estudios, en algún negocio, etc. A partir de las entrevistas podemos notar
como el siglo XX ha representado cambios generacionales en la cosmovisión de
los otatitlecos. Como hemos dicho, tales cambios tienen que ver con todo un
sistema económico que rebasa al Santuario y al Sotavento.
A grandes rasgos, vemos que durante la primera mitad del siglo, los
habitantes de Otatitlán fueron de la prosperidad económica del “oro verde” a la
devastación social provocada por la gran inundación. La segunda mitad tendría
por telón de fondo los grandes cambios culturales y la tendencia nacional a la
globalización. El siglo XX fue un periodo lleno de acontecimientos; su estudio nos
permite ver cómo las actitudes devocionales, como muchas otras cosas, van
cambiando siempre; y de ningún modo la religión se encuentra aislada o
encapsulada; por el contrario, en las actitudes religiosas podemos encontrar la
expresión de los procesos sociales de valor histórico.

122
El estudio de la comunidad supuso encontrar, antes que formas
homogéneas, fenómenos heterogéneos y en diversos niveles socioculturales que
se fueron explicando a lo largo del capitulado y que en ninguna forma están
acabados. En el análisis que se ha hecho, resultó igual de importante la revisión
historiográfica, la observación crítica y el proceso de familiarización con la
cotidianidad de las personas.
El conjunto de fuentes consultadas, la historiografía, los cuentos sobre las
fiestas de mayo, los relatos sobre la llegada del Cristo, así como alabanzas,
cantos, canciones, poemas, videos documentales, fotografías y muchas otras
manifestaciones culturales nos permitieron tener idea de la importancia del Cristo
Negro en el Santuario de Otatitlán; de los tintes sagrados y la dimensión política-
económica de las fiestas y de muchos sentires profundos acerca de quién vigila y
cuida el Santuario.
Consideramos que la tradición oral es una parte de la historia de los
pueblos muy importante, que merece ser estudiada porque también es parte de lo
humano. En este marco, la realización y análisis de las entrevistas nos supuso
muchos retos; porque estamos siempre frente a personas (no sólo documentos) y
cuando uno se acerca a una persona y le pide su memoria y su imaginación, está
propiciando un tipo de investigación que pone en juego no sólo valores como la
capacidad de análisis o el bagaje cultural del investigador, sino lo humano en él; la
confiabilidad es fundamental, así como la intuición y la percepción que dan gran
valor al producto o testimonio que se genera.
Al realizar esta investigación han surgido muchas nuevas dudas y, sobre
todo, se ha hecho latente la necesidad de profundizar en otras áreas. Podemos
decir que aún queda mucho trabajo por hacer en el campo de los estudios
arqueológicos de la zona, así como en el trabajo de revisión de archivo nacional e
internacional, pues ello podría arrojar nuevos datos que nos permitan profundizar
en el estudio de la localidad y la región.
La experiencia particular en esta investigación nos supone analizar también
nuestras propias categorías; al realizar una entrevista, participar de un festejo,
observar un ritual, etc, no sólo estamos observando/analizando a los otros, ya que

123
esos “otros” también nos observan/analizan. La oralidad es un proceso de
permanente diálogo; por ello, me atrevo a decir que la investigación fue parte del
proceso mismo de oralidad en nuestros pueblos y que los resultados finales son
producto del diálogo intercultural.

124
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Parte 2 https://www.youtube.com/watch?v=McFoUpdNnjw&spfreload=10,
Parte 3 https://www.youtube.com/watch?v=pBA9JMFyiAs&spfreload=10

130
7. Anexo
7.1 Documentos

APUNTACIONES HISTORICAS ACERCA DEL ORIGEN DE OTATITLAN, VER.

Por: Claudio.

Interesado porque se conozca, hasta donde es posible, la verdadera historia del


pueblo de Otatitlán, como amigo que soy de la verdad-histórica, y con los respetos
debidos a quiénes han tratado este asunto, trataré de probar que lo que se ha
dicho hasta hoy, acerca del origen de esta población, es puramente legendario.

Mi buen amigo el Sr. Dr. Luis J. Vives Hermida, en el número 7 del Semanario
“ACCION” en el año de 1929 apareció en nuestro pueblo como una expresión del
ansia de progreso que lo anima, escribió un bellísimo artículo en derredor de un
tamarindo secular que prendió sus raíces a la margen derecha del que en otro
tiempo fuera el cauce del Río Papaloapan, considerándolo como hospitalario
abrigo de los fundadores de nuestro terruño.

Abundan en las mismas ideas, el nunca bien ponderado cronista deportivo del
citado Semanario, nuestro inolvidable José Bravo Origosa, que con el seudónimo
“Jacobo” y a pesar de estar en plena sierra y a muchos kilómetros de la
civilización, continua deleitándonos con su exquisita prosa que semanariamente
publica nuestro periódico “PRAGMA”, ha publicado también en el “DICTAMEN” un
galano boceto histórico relativo al mismo asunto que venimos tratando.

Y últimamente, como homenaje a la hospitalidad recibida por el Sr. Dr. Miguel


Arturo Rueda durante su estancia entre nosotros, nos envía con atenta carta, una
bellísima colaboración para “PRAGMA” en la que haciendo gala de su florido
lenguaje para pintar las bellezas naturales de nuestro suelo nativo, nos relata
sabrosa charla habida entre él y el Sr. Don Bernardo López, buen amigo del que
esto escribe, relativa al mismo asunto que venimos comendo.

131
Por otra parte, un buen amigo de la vecina población de Chacaltianguis, cuna de
artistas, de hombres de ciencia, de ejemplar laboriosidad y con un alto espíritu de
hospitalidad y de hidalguía, el Sr. Don Anastacio L. Pitalúa quien sus amigos
conocen con el nombre de BERNAL DIAZ DEL CASTILLO, por su afición a los
relatos históricos, me proporciono unos apuntes guardando reserva sobre el autor,
apuntes que por los detalles que encierran, voy a permitirme hacerlos conocer a
los [ilegible] lectores de “PRAGMA”.

Dicen así:

LA HISTORIA

En las postrimerías del reino de Augusto, hijo de una infanta portuguesa y de


Carlos V de Alemania y I de España, es decir, a principios de septiembre de 1595,
FELIPE II, luchador contra infieles y herejes, y manejador del arma más terrible del
Siglo XVI que en la historia se conoce con el nombre de “El Santo Oficio”,
comisionó al duque de O´Donojú para que se trasladara a la capital de Inglaterra
con el objetivo de entrevistar al escultor Juan de Dornier y contratar con él la
construcción de tres esculturas representando a Cristo crucificado.

El Duque entrevistó al escultor y después de acreditarse con la carta que el rey de


España le enviaba suplicándole hacer las esculturas, convinieron el precio de seis
mil novecientos marcos por el trabajo, y la entrega del mismo el día último de
diciembre del año citado, recibiendo Dornier como anticipo la suma de dos mil
marcos. O´Donojú a fines de octubre y entregó al Rey el contrato, informándole
ampliamente del resultado de su comisión.

En la fecha convenida, el Duque de O´Donojú recibió del escultor Dornier las tres
imágenes que fueron hechas de yeso y madera, contratándose con cuenta del
Gobierno Español el barco inglés Aria para conducirlas al Puerto de Santander,
donde se llegó el diecinueve de enero de 1596, saliendo el mismo día el citado
barcon con rumbo a Veracruz llevando O´Donoju a su cuidado dichas esculturas.

132
Después de ochenta días de travesía sin novedad, el barco Aria fondeó en la rado
de la Villa Rica de la Vera Cruz el día 20 de abril de 1596 a las siete de la mañana.
Allí esperaba su llegada el español Don Jacobo de la Torre, acompañado de
dieciocho indígenas. A las nueve de la noche de ese mismo día le fue entregada
por O´Donoju una caja conteniendo una de las tres imágenes, con el fin de
conducirla hasta Chalma, pequeña población del Estado de México en la
colindancia con Morelos, dónde todavía se venera con el nombre del Señor de
Chalma.

Dos días después, el barco inglés enfiló su proa rumbo al Puerto de Alvarado, a
donde llegó el día 23 de abril a las dos de la tarde, no pudiendo continuar su viaje
ese mismo día, por haber sufrido averías de alguna consideración en su velamen.
Hechas las reparaciones necesarias el propio barco siguió su derrotero el día 25 a
las once de la mañana con dirección a Tlacotalpan, dónde llegó a las tres de la
tarde del mismo día, llevando otra caja que contenía otro de los CRISTOS al
cuidado de los ilustres caballeros españoles Don Ruperto de García, Don
Romualdo Pedrón y Don José de Márquez Gallardo, quienes llevaban la consigna
de seguir río arriba hasta llegar cerca de la Sierra de Tuxtepec. Como la
profundidad del río no fuera suficiente para el calado del barco, los comisionados
encargados de la conducción del CRISTO tuvieron necesidad de emplear dos
botes pescadores para seguir su camino río arriba, y en uno de ellos se embarcó
la caja portadora de la imagen al cuidado de Don Ruperto de García y de dos
hombres más como remadores llendo en el otro bote los otros dos caballeros
españoles con dos remadores expertos en el manejo de embarcaciones fluviales.
Los citados remadores se llamaban Gregorio de Alvín, Patricio Boss, Joaquín
Pantoy o (Pinto) y Macedonio Miss.

El mismo día 25 de abril de 1596, salieron los dos botes pescadores de que se ha
hecho mención, llegando al anochecer a Cos-Amaloapan, donde pernoctaron, no
teniendo necesidad de saltar a tierra por ir provistos de todo lo necesario para esta
expedición, porque además no querían dar oportunidad para que fuese
descubierto el secreto que guardaban. Al amanecer del día siguiente (Abril 26 de

133
1596) siguieron su camino río arriba hasta llegar a un sitio llamado Tish (o Tischi),
hoy Texas, donde los remadores, ya cansados, aprovecharon las circunstancias
de haber escuchado voces, para detener su camino: eran unos indígenas que
vivían en dos ranchos a corta distancia de la orilla del río, y que al poco rato
bajaron unos chicales para coger agua. Los españoles les preguntaron si aun
estaban muy lejos de la sierra, contestando con mucha dificultad los indígenas por
no conocer muy bien el español, que les faltaría como un día más de camino. Don
Ruperto de García en agradecimiento de la noticia recibida, regaló a los indígenas
pan y tabaco, y estos correspondieron a la fineza, al amanecer del siguiente día se
presentaron a los españoles llevándoles varias carnes de animales de monte.
Momentos después de haberse retirado los indios, la expedición emprendió su
marcha río arriba hasta llegar dónde desemboca otro río hoy conocido con el
nombre de río Tonto, cuyo curso subieron hacia arriba hasta que ya era el
anochecer, por lo que amarrando las embarcaciones saltaron a tierra los tres
españoles de que nos hemos venido ocupando, observando que a corta distancia
había un arbusto grande de xúchil. Este lugar está situado muy próximo a una
población que desde entonces vivía allí y que hasta la fecha se conoce con el
nombre de Putalcingo178. Don Ruperto de García y demás acompañantes se
dieron cuenta de que la población indígena tenía conocimiento ya del evangelio,
predicado por los Franciscanos, que fueron los primeros acompañantes de los
conquistadores, y escogieron ese lugar como propio para dejar allí la imagen que
llevaban como símbolo de la religión cristiana , y al día siguiente (Abril 29 de 1596)
don Ruperto de García ordenó a los cuatro marineros que había traído de
Tlacotalpan, que con el cuidado debido, sacaran a tierra la caja que llevaban
conteniendo la imagen de que se ha hablado, y una vez hecho, Don Romualdo
Pedrón habló a los presentes de esta manera: - Esta caja que ustedes ven, es una
imagen de lejanas tierras, que nos han encomendado que la pongamos en este
lugar. Dios así lo ha dispuesto y así lo haremos.- Y después de una larga plática
acerca de la religión católica, procedieron a abrir la caja quitándole la tapa con que
venía calzada, dejando descubierta la imagen de CRISTO en una cruz, que
después de reverenciada, fue colocada en el xúchil, amarrándola con bejucos, y

134
recomendándose a los marineros que por ningún motivo debían descubrir tal
secreto, regresando inmediatamente a Tlacotalpan, donde los esperaba el barco
inglés Aria.

Don Ruperto de García, después de pagar la suma de diez pesos a cada uno de
los marineros, más cinco pesos por el alquiler de los dos botes pescadores, les
agradeció cumplidamente sus servicios, que con tan buena fe le prestaron, y
despidiéndose de ellos con lágrimas en los ojos, levó anclas el barco el día
primero de mayo de 1596, pasando por la barra de Alvarado, y siguiendo la
dirección de la costa, enfilaron rumbo a Guatemala; llegando al puerto Cabello,
hoy puerto Barrios, el día nueve de mayo del mismo año a las cinco de la tarde,
desembarcando inmediatamente los tres españoles, tomando informes con un
anciano, respecto a la persona de Don Bernardo García de Chilla. El mismo
anciano los llevó a la casa de dicho señor, a quien saludando con el respeto, y
dirigiéndose a él Don Ruperto de García, le hablo en los términos siguientes:
“Hemos sido comisionados por su Majestad el Rey Felipe II para traer a este
Continente tres Cristos; dos de ellos quedaron en la Nueva España, según
consigna que se nos dió y el último Cristo quedará en este lugar, en sitio propio y
conveniente: llevamos cuatro meses de caminar, tiempo en que tenemos de
cumplimentar nuestra misión, y no habiendo otra persona a quien encomendar la
cooperación para con nosotros, nos dirigimos a usted, para que, como buen
cristiano, nos ayude esta vez en beneficio de la religión Católica, Apostólica
Romana.

Don Bernardo García de Chilla, atendiendo a la súplica que se le hacía, mando


inmediatamente un enviado a las autoridades de todos los pueblos, para que, con
estos, se presentaran a la mayor brevedad, con el fin de celebrar una junta que
sería de gran importancia para la región. El 10 de mayo, congregadas las
autoridades y los pueblos, hizo uso de la palabra Don Ruperto de García, que era
el más ilustrado, y le habló de esta manera: “En este barco en que acabamos de
llegar, traemos de muy lejanas tierras un Cristo, el cual será la salvación de esta

135
provincia. Esa imagen la entregaré a ustedes para que le construyan un templo en
donde hará muchos milagros a todos los que en el creyeren.”

Dicho esto, y acompañado de toda la multitud Don Bernardo García de Chilla, se


dirigió al barco, y, sacando la última caja que llevaba, emprendieron el camino
hasta llegar después de algunos días a un pueblo llamado Esquipulas, a la hora
del anochecer. El jefe de esta peregrinación era un indígena llamado Camilo
Lucas, que en unión de todos los que habían conducido la imagen, hicieron
conocer a los españoles su deseo de que el Cristo quedara en ese lugar para
edificarle allí un templo. Los españoles, que oyeron con satisfacción la súplica,
que se les hacía, estuvieron conformes y desde luego mandaron abrir la caja,
apareciendo en ella un CRISTO enclavado en una cruz al cual veneraron de
rodillas, procediendo inmediatamente a la construcción de su templo.

Cumplida así su misión, los españoles tomaron de nuevo el barco el día 23 de


mayo de 1596 para llegar el día 27 de agosto del mismo año, dónde el capitán del
barco recibió por el viaje de que hemos hecho referencia, la suma de veintiseismil
pesetas.

Esta última imagen de que hemos hecho mención, y que quedo en la provincia de
Guatemala, es conocida con el nombre de El Señor de Esquipulas, y por su color
amoratado es llamado por sus creyentes EL CRISTO NEGRO.

Expuesta en el xúchil la segunda imagen de que hemos venido haciendo


referencia en esta contribución a la historia de OTATITLAN, un matrimonio
indígena de Putalcingo, compuesto por Rafael Manuel y Toribia Juana, encontró
tan significativo hallazgo el día 3 de mayo de 1596, y como la religión católica ya
era conocida por haberles sido predicada por los Misioneros Franciscanos,
rebelándose así sus nombres de origen netamente españoles, dieron a este hecho
toda la importancia que para ellos tenía, e inmediatamente lo comunicaron a todos
los vecinos de Putalcingo, y a todos los pueblos de la sierra, que en incontables
peregrinaciones venían de todas partes a venerar la imagen aparecida,
procediendo desde luego a construirle una choza de zacate que les sirviera de

136
templo, donde permaneció la imagen hasta el mes de febrero del siguiente año
(1597), para ser trasladada a este lugar, que le dio el nombre de “EL SEÑOR DE
OTATITLÁN”.

Las circunstancias en virtud de las cuales la citada imagen llegó a nuestro pueblo,
son de todos conocidas, por haber sido expuestas con genial maestría por mis
buenos amigos los señores José Bravo Ortigosa y Dr. Luis J. Hermida, así como
por el Sr. Don Miguel Arturo Rueda, en las bellísimas colaboraciones que he
emncionado al principio en estos apuntes históricos acerca de mi pueblo

El majestuoso TAMARINDO que a pesar de los trecientos treinta y tantos años


que de vida le conocemos, ignorando su edad anterior al año de 1597, y que
todavía retrata el verdor de su follaje en el espejo que forma el antiguo cauce del
Río Papalopan, en la época de sus desbordamientos ocasionados por las
copiosas lluvias en la sierra fué mudo, pero elocuente testigo de la llegada de la
imagen a nuestro suelo, dando abrigo a sus conductores, que con su arribo a este
lugar, nos trajeron también la música exquisita de la lengua del inmortal
Cervantes.

Dijimos en párrafos anteriores que la imagen de que nos venimos ocupando llegó
a nuestro solar en el mes de febrero de 1597, y habiendo determinado los
creyentes que este era el lugar indicado para edificarle su templo, la multitud
procedió inmediatamente a sacarla de la balsa a tierra y la condujeron al mismo
sitio donde hoy se levanta el soberbio edificio en el que está prendida la aguja
diamantina que recibe inmutable los besos de la tormenta.

Teniendo conocimiento el gobierno eclesiástico de aquella época, de la presencia


en este lugar de la imagen dicha, envió catorce albañiles españoles para estudiar
las condiciones necesarias para proceder a levantar el templo, de acuerdo con el
plano que de España había mandado el Prof. e Ing. Don Manuel de Lembur y el
27 de Agosto de 1597 colocaron la primera piedra del edificio bajo la dirección de
Don Emilio de Gan, habiéndose terminado el CAMERIN el 22 de marzo de 1598
donde fue colocado en la cruz el CRISTO de esta parroquia, y con tal motivo fue el

137
primer año que hubo feria, a la que asistieron alrededor de mil almas, trayendo
limosnas de plata y oro.

El cura de la parroquia de aquella época, que era un señor de nombre DAMIAN


mandó a España las limosnas que los creyentes habían traído al SEÑOR DE
OTATITLAN, y regocijado FELIPE II por tan halagador envío, dispuso que saliera
una flotilla compuesta de cinco barcos trayendo mármol, pinturas, y herramientas
necesarias, así como una gran cantidad de vino, llegando dichos barcos con
mucho trabajo, jalados por cables con los indígenas, hasta un lugar llamado PASO
DE SAN ANTONIO, en lo que hoy es la congregación de este municipio
denominada Jesús Ureta; dieciséis días y dieciséis noches fueron empleados para
sacar todo aquel cargamento y el ingeniero Lembur, que antes hemos
mencionado, vino expresamente a encargarse de la terminación del templo bajo
los auspicios del Gobierno Español.

El citado ingeniero dispuso desde luego la instalación de tres grandes fábricas de


ladrillos, en las cuales todos los pueblos contribuyeron con su trabajo personal
para la fabricación de los materiales de construcción, quedando terminado dicho
templo el día 25 de diciembre del año de 1605, con cuyo motivo se celebró la
fiesta más grande que haya habido en el pueblo.

Los apuntes que hasta aquí hemos dado a conocer y que por verdadera
casualidad llegaron a nuestras manos, vamos a ampliarlos con datos posteriores,
correspondientes al siglo pasado. (…)260

En adelante Huerta Beltrán continúa con datos sobre la construcción del templo y
la historia de Otatitlán, no hemos transcrito la segunda parte del texto porque no
es de interés para el tema que nos ocupa.

260
“Apuntaciones históricas acerca del origen de Otatitlán”, Alberto Huerta Beltrán (Claudio). Villa
de Otatitlán, Ver. 1934. p 1-11.

138
7.2 Información de las entrevistas

Las entrevistas fueron realizadas en Otatitlán, Ver. Por Veronica Espinosa


Garduño en el periodo que va de noviembre del 2014 a abril del 2015. Se generó
un soporte de audio de 6 hrs con 18 min de grabación.
Para referirnos a los entrevistados hemos abreviado su nombre
comenzando con sus iniciales, y a cada número de entrevista se le ha agregado
“M” para el caso de la mujeres y “H” a los hombres.
El perfil de los entrevistados y las fechas de entrevistas son los siguientes:

Entrevista No.1M

 FECHA: 05-04-2015
 NOMBRE: SHF
 OCUPACIÓN: Labores del hogar
 EDAD: 33 años
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Cosoleacaque, en Otatitlán desde 2013.
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. El Barquillero
Entrevista No. 2H
 FECHA: 05-04-2015
 NOMBRE: JC
 EDAD: 32
 OCUPACIÓN: Obrero en fábrica de plátano frito y chofer de moto/taxi.
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. El Barquillero
Entrevista No.3M
 FECHA: 07-04-2015
 NOMBRE: LBM
 EDAD: 70
 OCUPACIÓN: labores del hogar
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo

139
Entrevista No.4H
 FECHA: 07-04-2015
 NOMBRE: JBL
 EDAD: -
 OCUPACIÓN: Campesino y escritor.
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, su bisabuelo era de Cotija, Michoacán
y su abuela del Santuario.
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo
Entrevista No.5H
 FECHA: 08-04-2015
 NOMBRE: AAF
 EDAD: 71
 OCUPACIÓN: Médico Veterinario, oferta servicio de renta de cuartos y
sanitarios, escritor.
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. Centro
Entrevista No.6M
 FECHA: 11-04-15
 NOMBRE: MK
 EDAD: 65
 OCUPACIÓN: Labores del hogar y elaboración/venta de repostería
tradicional.
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio la Chinampa
Entrevista No. 7M
 FECHA: 14-11-2014
 NOMBRE: NOP
 EDAD: 77
 OCUPACIÓN: Labores del hogar.
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.

140
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo
Entrevista No.8M
 FECHA:26-04-15
 NOMBRE: MCCA
 OCUPACIÓN: Empleada doméstica y labores del hogar.
 EDAD: 38
 LOCALIDAD DE ORIGEN: Chiquihuitlán, Oaxaca. En Otatitlán desde el
1999
 LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio la Chinampa.

141
7.3 Ilustraciones

Ilustración 1. Glifo de Otatitlán.


Códice Mendoza o Matrícula de tributos mexica. (Edición digital INAH) Fol. 46.
http://codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish&folio_number=52&type=r&se
ction=m

Ilustración 2. Yacatecuhtli- Nácxitl sobre una encrucijada en la que aparecen cuatro huellas de
pies.
Códice Fejérvery-Mayer o Tonalámatl de los pochtecas. (edición digital FAMSI) Hoja 30.
http://www.famsi.org/spanish/research/graz/fejervary_mayer/img_page30.html

Ilustración 3. Yacatecuhtli.
Fernando Winfield Capitaine. “Otatitlán y Yacatecuhtli” La palabra y el hombre. no. 32,
octubre-diciembre 1979. P 27. Apud. Lamina 19 del Códice Bodley.

142
Ilustración 4 Jurisdicciones coloniales de Sotavento.
Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a
Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 81. Apud. AGN.

Ilustración 2. Mapa de mercado y pisos de mercadeo, Siglo XVIII.


Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a
Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 847. Apud. AGN.

143
Ilustración 6. Principales pueblos, cabeceras y sujetos del río Alvarado: VCN, Cos,
Guas.
Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a
Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 142. Apud. AGN.

144
Ilustración 7. Cristo Negro de Otatitlán. Escultura original. spf.

145
Ilustración 8. Iglesia de San Andrés Apóstol. Santuario del Cristo Negro, Otatitlán, Veracruz. spf.

Ilustración 9. Vista panorámica del Santuario de Otatitlán, Veracruz,


spf.

146
Ilustración 10. Centro de la Villa de Otatitlán, spf.

Ilustración 11. Parte trasera de la Iglesia de San Andrés Apóstol en Otatitlán, Veracruz, spf.

147
Ilustración 12. Habitantes de Otatitlán aliñando una vaca después de la inundación de 1944. spf.

Ilustración 13.
Habitantes de
Otatitlán durante la
inundación de 1944,
spf.

148
. Ilustración 14. Vivienda tradicional de Otatitlán, antes de la segunda mitad del
s.XX, spf

Ilustración 15. Habitantes de Otatitlán en una embarcación a orillas del rio


Papaloapan. spf.

149
Ilustración 16. Cabeza original del Cristo
Negro en una vitrina. Fotografía de Felipe
Guriba.

Ilustración 17. La cabeza original del Cristo Negro, rodeada de devotos durante la
feria de Mayo de 2015. Fotografía de Veronica Espinosa.

150
Ilustración 19. Cristo Negro de
Otatitlán, con restauración, Fotografía
Ilustración 18. Cristo Negro de Otatitlán, con de Felipe Guriba. sf.
restauración. spf.

Ilustración 20. Peregrinos realizándose “limpias” en el sitio dónde


decapitaron al Cristo Negro. Fotografía de Veronica Espinosa, mayo,
2015. 151
Ilustración 21. Peregrinos Chontales arribando a Otatitlán. Fotografía de Felipe Guriba. Sf.
raci

Ilustración 22. Peregrinos Chontales en la Cruz del perdón. Fotografía de Felipe Guriba.
Sf.

152
Ilustración 23. Peregrinos Chontales arribando a la iglesia de San Andres de Otatitlán, a su
llegada al santuario. Fotografía de Felipe Guriba. Sf.

Ilustración 24. Antigua cruz atrial, con ofrendas durante las fiestas de Mayo en Otatitlán
2015. Fotografía Veronica Espinosa.
153
Ilustración 25. Antigua cruz atrial, con ofrendas durante las fiestas de Mayo en Otatitlán
2015. Fotografía Veronica Espinosa.

154
Ilustración 26. El santuario de Otatitlán durante las fiestas de mayo. Spf.

Ilustración 27. Vista Panorámica de Otatitlán. Fotografía de Felipe Guriba.sf.

155

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