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retrovisor
En la política chapina, que muy poco tiene de democrática y mucho de corrupción, las
elecciones de este 2019 bien pueden asemejarse a la lotería mexicana de don Clemente pues,
si bien aún no se completan las 54 opciones de este popular juego de mesa y de ferias,
contamos con 26 organizaciones políticas con sus candidatas y candidatos a presidente y
vicepresidente inscritos, entre los que hay, desde el pescado hasta el cotorro, pasando por el
alacrán y la araña; desde la dama hasta el borracho, pasando por el catrín y la chalupa; desde
la sandía hasta el melón, pasando por la palma y el nopal; todo según el gusto y disgusto de
los electores.
Aunque está de moda esconder la ubicación ideológica de las organizaciones y sus
candidatos, así como a los líderes partidarios y a sus financistas les disgusta ubicarse en una
corriente ideológica determinada, queriendo hacer creer que están más allá del bien y el mal,
quieran o no, dependiendo de cómo entiendan el papel del Estado y lo que proponen hacer
de llegar a su control, puede determinarse cual es su ubicación ideológica, pues, a diferencia
de los cartones de lotería, estar a la derecha o a la izquierda, arriba o abajo en estos asuntos,
establece con cierta claridad lo que podemos esperar de ellos.
Incluso si lo quieren ocultar, todas las organizaciones tienen un conjunto de propuestas y
visiones de mundo que se pueden clasificar en un continuo ideológico. Ser de derechas o de
izquierdas no es ningún defecto ni deformación personal, es una característica inherente de
un pensamiento y opinión política.
I. Las derechas
Para aclarar la reflexión, digamos que se considera de derechas a toda aquella organización
y propuestas políticas que tienden a favorecer a los dueños del capital por encima de los
trabajadores, que son los únicos que producen riqueza. Que se orientan a estimular la
ganancia, castigando principalmente al trabajador y a los consumidores de bajos ingresos.
En la derecha están los que, en mayor o menor grado, se identifican con los discursos
religioso-conservadores, apelando al sentimentalismo más que a la convicción, promoviendo
comportamientos evidentemente patriarcales, homofóbicos y racistas, hasta los que, desde
una perspectiva más liberal, sin mayor énfasis, combaten estas posiciones. Si en el extremo
de la derecha anidan toda clase de racismos, hay derechas que, habiendo superado tal
deformación, no logran promover prácticas políticas y sociales que den a los descendientes
de los pueblos originarios la posibilidad de actuar como naciones.
Partimos, además, del supuesto de que, aunque no exista una clara y consciente identificación
del elector con una posición ideológica, todas las corrientes y tendencias tienen, al final de
cuentas, un apelo sentimental, que hacen que el elector se adscriba más a una que a otra. De
esa cuenta, la emotividad, y hasta el oportunismo, tienen al final de cuenta un claro rasgo
ideológico.
En todas las agrupaciones de esta corriente encontramos una mescolanza entre las ideas
trasnochadas del viejo anticomunismo del MLN, con el autoritarimos religioso del
desaparecido FRG, entrelazadas con el despotismo militarista del que ha hecho gala el actual
gobierno efecenista, promoviendo, además, el supuesto eficientismo autoritario del arzuismo.
De esa cuenta, Zury Ríos (Vamos) y Pablo Duarte (Unionista) que iniciaron su vida política
detrás de Efraín Ríos Montt, hoy compiten contra candidatos que, como Estuardo Galdámez
(FCN-Nación) y Alejandro Giammattei (Valor) defienden los mismos postulados
ultraconservadores, parapatedos todos en una supuesta tradición cultural que deifica el
autoritarismo, la violencia, así como la opacidad en la gestión de fondos públicos, mantos de
protección de la corrupción inveterada.
Mientras Galdámez, muy probablemente a un alto precio, trata de salvar los restos mortales
del partido de Jimmy Morales, condenado por lo que se ve a la casi desaparición política;
Giammattei, quien como Mario Estrada va a su cuarta campaña presidencial y con su cuarta
organización política, parece empecinado en ser el eterno candidato de la ultraderecha
guatemalteca. Les acompañan el oscuro y folklórico Danilo Roca (Avanza), quien abraza
cualquier radicalismo con tal de no salir de escena, Mauricio Radford (Fuerza), que por lo
que parece pretende lavar los recursos obtenidos de manera oscura a su paso por Renap, y el
desconocido Isaac Farchi (Viva) quien, descendiente de israelitas, considera que su éxito
puede estar en el tufo conservador y neofascista del régimen de Netanyahu que idolatra el
actual gobierno y que imagina predominante en la sociedad guatemalteca.
Con tantos ultraderechistas en el ring, es evidente que solo un golpe de suerte o un fraude
electoral gigantesco puede poner a alguno de ellos en el segundo turno, pues, según los datos
del primer turno de las anteriores elecciones, esta tendencia no pasó del 12 % de los votos
válidos, esto si sumamos los obtenidos por Giammattei (315 774 = 6.5 %) y Zury Ríos
(288 421 =5.9 %), cuyos electorados no son necesariamente afines. Si bien en las últimas
encuestas Ríos se ubica ya con 15 % de las intensiones de votos, sus posibilidades de crecer
son limitadas, pues, insistimos, disputa el mismo espacio de pensamiento que todos los otros
candidatos de esta tendencia, además de contar con pocos candidatos a corporaciones
municipales. Sin embargo, es innegable que representa al sector más conservador de las áreas
urbanas, donde el viejo discurso eferregista aún puede estar inmerso, asociado a la alianza
que Alfonso Portillo y Ríos Montt tejieron a inicios del presente siglo.
Si bien Galdámez es el candidato oficial del actual gobierno, señalamientos de prensa colocan
a Alejando Giammattei como cercano a las estructuras económicas y políticas que sustentan
y se alimentan del actual gobierno, lo que hace que su disputa con Zury Ríos sea directa y
posiblemente hasta encarnizada, pues más que diferenciados en la ideas, los oponen intereses
particulares de asalto a los bienes del Estado.
Pocos serán sus diputados, pues la población se ha habituado a cruzar su boleta, previéndose
que hasta la reelección de Álvaro Arzú Escobar esté cuesta arriba, dado que apuesta por llegar
nuevamente por el listado nacional, donde requerirá muchos votos que su candidato
presidencial, Pablo Duarte, no será capaz de endosarle, como sí sucedió en la elección
anterior cuando, en alianza de Creo con unionistas, González Díaz-Durán disputó la
Presidencia. En esta ocasión, a Arzú Escobar solo le quedan los votos súper fieles a su
micropartido que, como quedó ya demostrado en varias elecciones anteriores, le era fiel Arzú
Irigoyen para la alcaldía de la ciudad capital, ¡pero no más que en eso!
Los micropartidos PAN y Podemos, por ahora capitaneados por Roberto Arzú, mantienen
vínculos ideológicos y comerciales con estas corrientes, separándose de ellas simplemente
porque, por ahora, su medio hermano Álvaro intenta capitanear esta tendencia, a quien la
familia y los allegados al difunto alcalde han ungido como su sucesor, liderazgo que también
le está disputando Zury Ríos, que de llegar a ganar la Presidencia difícilmente haría alianzas
con el arzuismo.
El partido Todos es, en estos momentos, el buque insignia de este grupo de organizaciones.
Saben que Freddy Cabrera, su candidato presidencial, no tendrá mayor trascendencia, pues,
más allá de sus vínculos con el sector menos honesto del gremio de los abogados, no tiene
posibilidades de crecer como candidato presidencial. A lo que aspiran es no solo a mantener
su grupo gansteril en la próxima legislatura, donde Felipe Alejos y Juan Ramón Lau saquen
siempre tajada, sino, además, ampliar su control y dominio sobre la Corte Suprema de Justicia
y, de ser posible, en la de Constitucionalidad, donde su candidato presidencial, exdecano
fundador de la Facultad de Derecho de la Universidad Da Vinci y expresidente del Colegio
de Abogados, les resulta útil para imponer sus alfiles.
Si de los líderes y bases de Unidos se sabe muy poco, párrafo aparte merecen el PAN y
Podemos. El primero, adquirido a precio de quemazón por el hijo mayor de Álvaro Arzú, y
el segundo participando con la ficha del antiguo Movimiento Renvador (MR) que, fundado
por Jorge Briz, ha sido ficha electoral de muchos, cobijando en la actualidad a diputados y
exdiputados de Lider y PP, como Ronald Sierra y German Velázquez (ex PP) y Nery
Samayoa y Mario Rivera (ex Lider), este último también exdiputado del FRG y acusado por
el MP y la Cicig de corrupción.
A pesar de vender a precios altos las candidaturas a diputados, como se demostró al quedar
fuera Linares Beltranena por no tener financista que le apoyara, estas agrupaciones tienen
tantas o menos posibilidades de sobrevivir que las que tuvo el PAN cuando fue franquicia
electoral de Juan Gutiérrez.
Es muy probable que tal vez pueden obtener algunas curules CREO, con Héctor Estrada, y
Prosperidad Ciudadana de Edwin Escobar. Todo apunta a que estos juegan a ganar presencia
política en estos comicios, con miras a consolidar su candidatura en 2023. En todos los casos,
sus diputados, más que fidelidad partidaria, en el Congreso se mantendrán fieles a dos
principios básicos: proteger a los grandes empresarios y esconder la defraudación y los
negocios ilegales suyos y de sus próximos, teniéndose la certeza de que serán inexpresivos
en los debates y propuestas, pero costosos en las negociaciones, tal y como sucedió con el
timorato Óscar Chinchilla cuando fungió como presidente del Congreso, y que busca la
reelección con Creo.
En la UNE, con su candidata Sandra Torres en su segundo intento por llegar a la presidencia,
es donde se nota con más claridad este corrimiento a la derecha, en particular luego de su
alianza con el sector empresarial de Mario Leal en 2015, que resultó, no solo en el corrimiento
de la propuesta política a la derecha, sino en trasladar al partido todo el peso de sus actos
corruptos y delictivos.
No puede negarse que fue la UNE quien promovió, defendió y consiguió aprobar las últimas
reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) en 2016, cuando presidió el
Congreso Mario Taracena, además de apoyar intensamente las reformas constitucionales que
intentaban modificar a fondo el funcionamiento del sistema judicial. Reformas que no pueden
leerse o interpretarse como propuestas de izquierda, aunque sí modernizadoras del sistema
político actual.
Pero en los últimos dos años, se concentraron en protegerse y defenderse de acciones ilegales,
si bien votaron en todas las oportunidades a favor de retirar a Jimmy Morales la protección
del antejuicio, fueron parte activa para modificar la LEPP en lo que a los delitos electorales
se refiere. En todo este período legislativo, la UNE fue incapaz de tomar la iniciativa para
promover leyes que protegieran a los trabajadores, en una evidente renuncia a lo que era su
ideario socialdemócrata.
La candidatura de Sandra Torres, si bien se asienta en una base social que tiende a serle leal,
muestra serias dificultades de superar el marcado rechazo que en las zonas urbanas,
especialmente capitalinas, se le manifiesta. Con organización en casi todo el país, donde se
encuentran candidatos de todos los colores y posiciones ideológicas, en muchos casos de
dudosos antecedentes, tiende no solo a ubicar a su candidata en el segundo turno, sino a
conseguir una bancada de diputados igual o un poco superior a la que consiguió para la actual
legislatura, aunque, dada la composición que se espera tenga el próximo Congreso, no se les
imagina impulsando leyes que caminen a la protección de los trabajadores y del medio
ambiente, mucho menos que sean el partido que impulsa las demandas feministas.
Encuentro por Guatemala (ExG), que desde sus inicios ha tenido como agenda la lucha contra
la corrupción, dada la constitución de sus bases y espacios geográficos donde tiene
organización, se ha perfilado clara y nítidamente como un partido de centro-derecha.
Electoralmente, en sus ya largos doce años de existencia, ExG no ha logrado consolidar un
candidato presidencial, habiendo siempre apoyado candidaturas ajenas a su organización.
Esta vez, si inicialmente se le veía próximo a Thelma Aldana, al no cuajar la alianza, dispuso
llevar como abanderado a Manfredo Marroquín quien, si bien tiene amplio prestigio a nivel
capitalino por su lucha contra la corrupción, es totalmente desconocido en el interior del país,
por lo que es de suponer que, dada la estabilidad que en su electorado tiene Nineth
Montenegro, nuevamente consigan elegir una media docena de diputados, provenientes del
listado nacional, que ella encabeza, distrito central –ciudad capital– y de los municipios del
departamento de Guatemala, con una votación pírrica para su candidato presidencial.
Finalmente tenemos en esta corriente al Movimiento Semilla, que si bien inicialmente parecía
ir rumbo a convertirse en una clara y abierta organización socialdemócrata, abanderando las
demandas de los trabajadores urbanos y rurales, así como las exigencias de la clase media
por un Estado de bienestar, aunque más en la línea de la ya superada Tercera Vía de Tony
Blair y Fernando Henrique Cardoso, conforme se fue consolidando, y por razones diversas,
aquellos que al menos tímidamente levantaban postulados socialdemócratas fueron siendo
relegados, cobrando fuerza una agenda política de centro, en la que resulta difícil identificar
elementos de compromiso con las demandas de los grupos más vulnerables.
Al tiempo que asumían a Thelma Aldana como su candidata presidencial, su discurso
político, al menos el más conocido, se fue concentrando, asemejándose al de ExG, en la lucha
contra la corrupción, sin lograr, hasta ahora, dar el salto para proponer una agenda de corto
plazo en la que los sectores más desprotegidos puedan gozar de los más mínimos beneficios
sociales. Su candidata aparece en segundo o tercer lugar en las encuestas, teniendo una
tendencia a crecer si finalmente fuese inscrita, pudiendo llegar a disputar el segundo turno
con Sandra Torres o cualesquiera de los candidatos de la ultraderecha que logre superar, al
menos, el 15 % de los votos.
En el país, a partir de 1996, cuando finalmente fue posible que las izquierdas participaran
políticamente sin ser perseguidas legal y criminalmente, sus organizaciones no han
alcanzando mayor apoyo electoral. Los partidos URNG y Convergencia son propuestas
políticas conducidas aún desde las perspectivas y posiciones de la izquierda alzada en armas,
con lo que cierta tendencia al militarismo aún es evidente, además de mostrar una clara
vocación por el ineficiente acomodamiento burocrático. Sin poder trascender su sectarismo
y hegemonismo, además del estigma que desde la ultraderecha se les ha impuesto, las
agrupaciones políticas de la izquierda se han alejado, no solo de movimiento social
progresista, sino de los grandes debates sobre la problemática nacional, haciendo evidente su
total falta de interés por realmente alcanzar el poder. Negándose a construir liderazgos que,
insertos en las grandes masas, puedan promover un cambio profundo en el statu quo, los
partidos surgidos de las antiguas fuerzas guerrilleras han aceptado cómodamente su
marginalidad política y social.
Esta vez, URNG ha optado por una dupla de líderes indígenas como candidatos a la
presidencia y vicepresidencia, más como un acto testimonial que uno efectivamente
orientado a la conquista del poder Ejecutivo. Pablo Ceto, su candidato a la Presidencia,
aunque tiene cierto reconocimiento por su pasado revolucionario, en lugar de aprovechar su
estancia de diputado al Parlacen para movilizarse por el país, promoviendo la lucha contra la
corrupción y el autoritarismo, optó por el acomodamiento y silencio burocrático, lo que lo
hace un desconocido para las amplias masas de trabajadores y campesinos, jóvenes y viejos.
Su listado de candidatos a diputados sufre de la misma dolencia, dependiendo, en mucho, de
lo que en Huehuetenango pueda conseguir Walter Félix, quien se ha mantenido alejado del
debate nacional y, aunque cuenta con el apoyo de cierto sector de población a la que
intermedia favores en Huehuetenango, es muy probable que esta vez, ante el empuje de los
candidatos de los carteles del crimen organizado, quede fuera del Congreso.. La candidatura
de Marina Coronado en el Distrito Central, una vieja luchadora por los sectores populares
urbanos y proveniente del antiguo FUR, es un aire vitalizador del partido, pero siendo una
ave raras en la URNG puede que no alcance los votos suficientes para ser electa.
Peor situación presenta Convergencia que, olvidando que el respeto y apoyo del electorado
se gana palmo a palmo, luego de impulsar al interior del Congreso una agenda legislativa
propia y de cara a las demandas reales de la sociedad, sus líderes, en lugar de postular a la
reelección a sus tres diputados, que en la presente legislatura han hecho un papel más que
decoroso, y así aprovechar su prestigio para promover otros candidatos, optaron por vetar su
reelección, colocando a militantes poco conocidos o con trayectorias cuestionadas como
candidatos. Su sempiterno líder, Jorge Soto (Pablo Monsanto) encabeza la nómina de
candidatos a diputados por listado nacional y lleva como candidato presidencial a Benito
Morales, líder del Consejo de los Pueblos de Occidente (CPO). En los comicios anteriores,
el CPO y el Comité Campesino del Altiplano (CCDA) apoyaron intensamente la candidatura
de Leocadio Juracán, sin embargo, esta vez Juracán intenta la reelección por Winaq, con lo
que Morales y Soto solo cuentan con los votos que CPO pueda reunirles en el occidente del
país. De esa cuenta, si el primero compite más de manera testimonial que con clara
perspectiva de triunfo, Soto tendrá serias dificultades para ser electo nuevamente para el
Congreso y, con ello, salvar su organización partidaria de la desaparición.
En los últimos meses ha surgido el partido Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP),
expresión política del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), que ha despertado la
simpatía no solo de los sectores campesinos organizados a su alrededor, sino de algunos
sectores radicalizados de clase media urbana. Acusados sus principales dirigentes de robo de
energía eléctrica, su detención ha sido considerada ilegal por organismos internacionales de
derechos humanos. A la par de esta clara persecución de parte del empresariado conservador
y sus medios de comunicación, en los últimos doce meses varios de sus dirigentes han sido
asesinados, crímenes de los que, curiosamente, el MP y la PNC han presentado pronto
explicaciones no políticas, al viejo estilo de los asesinatos realizados por los grupos
paramilitares en los años del terrorismo de Estado.
Si su principal demanda a nivel social y económica es que los bienes y servicios públicos
sean de propiedad estatal, eliminando su privatización, políticamente proponen la realización
de un nuevo pacto social que, a través de una Asamblea Constituyente Popular y
Plurinacional redacte una nueva Constitución, reconfigurando las funciones del Estado.
La organización es reacia a construir alianzas con quienes no estén totalmente de acuerdo
con ellos y se someten a su dirección, proclamando, a través de intelectuales que se dicen
orgánicos al MLP, que solo ellos son la izquierda, negando cualquier posibilidad de debate
o cuestionamiento a su propuesta, mucho menos a alianzas con otras organizaciones
partidarias.
A pesar de tener amplia y larga presencia en el sur y occidente del país, Codeca-MLP tiene
pocos vínculos con el movimiento social de esas zonas, aislándose también de las dirigencias
indígenas de otras regiones, como el caso del CPO de Benito Morales, que presentan
planteamientos políticos bastante semejantes. Sin mayores expectativas para alzarse con el
triunfo electoral, sus líderes han mandado al sacrificio a su presidenta Thelma Cabrera,
ungiéndola como candidata presidencial, candidatura que corre la misma o peor suerte que
la de Rigoberta Menchú en eventos anteriores. La nómina de diputados por el listado nacional
la encabeza Vicenta Gerónimo, condenándola desde ya a sufrir la misma suerte que Cabrera.
Si bien pareciera que, al poner en lugares de presencia nacional a dos liderezas, el MLP opta
por una agenda de género, en el fondo la realidad es otra. Mientras las demandas y propuestas
principales del partido y el movimiento social que le dio origen no priorizan la agenda de
género, ambas liderezas tienen pocas posibilidades de ser, durante los próximos cuatro años,
las portadoras del discurso político de la organización en el Congreso, donde al final de
cuentas se tendrían que tomar las decisiones políticas que forman parte de la agenda de
transformación propuesta por el MLP.
Considerando históricamente el comportamiento del electorado del país, y las tendencias que
actualmente se presentan, es dado suponer que este partido apenas tiene posibilidades de
elegir algunos diputados en aquellos distritos de donde proviene la mayoría de sus militantes.
En el mismo espectro ideológico, pero más corrido hacia el centro, aparece el partido Libre,
reconversión del Movimiento Nueva República (MNR) que, recién creado, perdió su registro
electoral en 2015, al no alcanzar el mínimo de votos exigido por la LEPP y no elegir un solo
diputado. Su candidato presidencial, como en 2015, es Aníbal García, abogado de profesión,
quien en 2007 fue electo diputado por Encuentro por Guatemala, y en 2011 fue candidato
vicepresidencial junto a Rigoberta Menchú, en la última gran alianza que las organizaciones
de izquierda lograron construir. Sin mayor posicionamiento a nivel nacional, las
posibilidades de Libre de elegir al menos un diputado se ven altamente difíciles.
De esa cuenta, si bien hay muy poco que ganar en este proceso electoral, es evidente que sí
hay mucho que perder.