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Niños - padres - institución escolar: una relación
compleja1
Introducción
Transmisiones parentales
Como ya se dijo anteriormente, partimos de la idea de una subjetividad que se
constituye atravesada por los avatares de los múltiples encuentros,
enmarcados en una realidad socio-histórico determinada. Metapsicología que
anuda la dimensión intersubjetiva y el lazo social.
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Esta clase está basada en algunas ideas del capítulo “Intersecciones entre la clínica y la
escuela” del libro “Niños desatentos e hiperactivos. Reflexiones críticas acerca del
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A.D.D” (comp. Beatriz Janin, 2004, Ed. Noveduc) y del Capítulo 1 “Los trabajos de
subjetivación en la infancia” del libro “Versiones actuales del sufrimiento infantil”
Cuando se les solicita a los padres de los niños con dificultades atencionales,
que relaten su historia, a menudo nos encontramos con ciertos fragmentos no
tramitados que se transmiten a través de las diferentes generaciones. R.
Rodulfo (1989) propone pensar el “mito familiar” como un sistema heterogéneo,
como un collage, cuyos componentes se superponen, se pueden contradecir
unos a otros, promoviendo lo imprevisible. Cada elemento de la trama familiar
cumple una función, pudiendo ocurrir múltiples vicisitudes, sin embargo las
mismas no son necesariamente, la causa directa de lo que le sucede al niño,
sino que plantean ciertas condiciones de origen, con las que el pequeño tendrá
que ver qué puede construir, en un trabajo que le es propio.
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Les recomendamos para profundizar esta temática el libro “Trasmisión de la vida
psiquica entre generaciones”. (1996) Autores Kaes - Faimberg - Enriquez - Baranes.
También la película francesa “Un Secreto” de Claude Miller, que es excelente y aborda
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la temática desde la perspectiva de un niño (por favor no confundir con la película “El
secreto”, que no tiene nada que ver)
En numerosas ocasiones, lo que se intenta inscribir es efecto de dicha historia
devenida traumática. No se trata de que lo vivido per se se registra como
traumático, sino que dependerá de cómo se pudo procesar, que esto devenga
traumático para ese sujeto en particular. Con asidua frecuencia, cuando se
realiza el rastreo de las historias parentales - al menos en los casos que he
investigado - nos encontramos con numerosas problemáticas no tramitadas
psíquicamente, que se repiten a lo largo de las generaciones, como por
ejemplo situaciones de abusos o de violencia, sin que aparezca siquiera la
posibilidad de cuestionarse el porqué de la repetición.
El autor define que la “violencia de la transmisión” deja una marca más allá
de la accesibilidad del lenguaje que se transforma en “una transmisión de
cosa.” O sea que este tipo de transmisión es anterior a la posibilidad de
significación. Habría ciertas transmisiones que bajo la forma del “encriptado,
está en estasis sin ser inscripto (...) los objetos perdidos por quienes nos
precedieron y que son trasmitidos aun parcialmente en duelo, así como
también los significantes congelados, enigmáticos, brutos, sobre los cuales no
se ha operado ningún trabajo de simbolización” (p10).
Por lo tanto, en estas condiciones, ¿qué posibilidades tendría el Otro que se
supone que debería ser garante del sostén libidinal en los primeros tiempos, de
poder ocupar ese lugar?
Entonces ¿qué sucede con aquellos fragmentos que están allí, a la vista del
niño, pero sobre los cuales está vedada la posibilidad de ligazón de esos
elementos?, ¿podría suceder que la atención del niño quede capturada en la
imposibilidad de ligar dichas piezas?, ¿podría ocurrir con algunos niños, que
intenten descargar fallidamente ese malestar que no pueden ligar, a través del
polo motor?
El discurso materno tiene una función de anticipación, nomina los afectos y sus
límites, lo vivenciado siempre desborda la posibilidad de ponerle palabras, pero
¿qué sucede cuando este desborde no resulta ocasional, sino que es
constante?
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Tengan en cuenta que hablamos de padre y madre como funciones y no como personas concretas de
sexo femenino o masculino.
Ese “yo anticipado” al que se dirige el discurso materno, inscribe al niño en un
orden temporal y simbólico. Como no le está permitido soñar que el niño
venidero realizará un retorno al pasado, la madre tiene derecho (lo que es una
necesidad para el niño) a soñar con la belleza, con los parecidos, con la
vitalidad de ese cuerpo. La madre asume el riesgo (necesario) de investir por
anticipado una imagen, en ausencia de su soporte real, asumiendo también el
riesgo de descubrir el desajuste entre la imagen y el soporte (Aulagnier, P.,
1985).
R. Rodulfo (1989) plantea que las rutinas que la madre impone implican modos
de fabricar superficies, sistema de continuidades unificantes que permiten
armar cotidianeidad y fundar subjetividad. Ritmos y rutinas son los cimientos
aportados por la madre, sobre los cuales se construyen las categorías de
tiempo y espacio. Las mismas quedarán indisolublemente anudadas a la
constitución de subjetividad.
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En los casos analizados se observa que en numerosas historias no hubo un espacio para la
constitución de estos ritmos y rutinas que demandan que el adulto sea el que organice y
anticipe al niño, lo cual no sucede, con frecuencia en las familias estudiadas. Les recomiendo
que cuando rastreen la historia vital de estos niños indaguen especialmente sobre esta
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cuestión. Aquí aparece la discrepancia con la idea de “autorregulación” que propone Barkley,
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quien plantea que los niños con A.D.H.D. no pueden autorregular por su inmadurez prefrontal,
sin embargo yo considero que parte del problema ha sido la dificultad de los adultos para
sostener y contener a su prole.
de poder o no poder darse objetos por fuera de la madre como objeto
primordial y trascender el objeto incestuoso.
“Un niño”
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- Por otro lado, cada vez hay menos tiempo y espacio para el juego. En
preescolar ya se espera que los niños tengan cada vez con mayor premura,
ciertas nociones de lectura y escritura (lo cual implica que cada vez se juegue
menos), tanto como de matemáticas, y que acepte que el momento de juego
quedó limitado al recreo y que el programa es una ruta fija por la cual se debe
transitar, prestando atención a contenidos que, por momentos, son lejanos a
los intereses cotidianos de los niños.
parecería más sencillo encontrar una única causa al “fracaso”, buscar una
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por otra parte las actitudes de Gustavo los atemorizaban, los padres de los
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otros niños habían elevado numerosas quejas; la estructura edilicia del colegio
era gigantesca: jardín, primaria, secundaria, con varias divisiones por año,
entre 30 y 35 niños por aula, en un mismo edificio. Todas estas circunstancias,
sumadas a las características de Gustavo y su realidad familiar contribuyeron
para que, desde un lugar terapéutico, se les indicara un cambio de colegio, a
ser efectivizado luego del receso invernal. Si bien, generalmente, las
indicaciones de cambio de escuela suelen realizarse para el siguiente año, en
esta situación era altamente probable que la espera sólo agravara el cuadro.
Dada la propensión de los padres de Gustavo a la búsqueda de soluciones
milagrosas, se trabajó con ellos que, así como no había pastillas mágicas,
tampoco existían escuelas de idéntico tenor, por lo tanto se proponía un
cambio en la escolaridad para mejorar ciertas condiciones, que sólo iban a ser
relevantes en la medida que Gustavo y sus padres continúen con un proceso
terapéutico, y que la nueva escuela pudiera realizar un trabajo en equipo junto
al espacio de tratamiento.
Se trabajó con ambos padres cuáles tenían que ser los criterios para la
búsqueda de la nueva escuela: Ediliciamente tenía que ser una escuela chica,
preferentemente sólo primaria, que tuviera grupos con no más de 15 a 20
alumnos; que académicamente apuntara al procesamiento de la información y
no a la acumulación de datos; que respetara los tiempos y las modalidades de
adquisición de los conocimientos; que el equipo docente estuviera dispuesto al
trabajo conjunto con la terapeuta; que la institución, tanto como los niños y los
padres del grupo correspondiente fuesen permeables a la integración de niños
con dificultades. Por otro lado se consideró necesario, en este caso, indicar que
el niño concurriera a Jornada simple y que, por las tardes, estuviera en su
casa, al cuidado de una misma persona que pudiera acompañarlo en la
realización de las tareas escolares y compartir su juego.
Los Lunes que llegaba con su padre a la escuela solían ser los días más
difíciles para Gustavo, eran los días que su padre lo dejaba en el colegio
despidiéndose de él con un: “Hasta la próxima”, frase que, en su
indeterminación, lo sumergía en la incertidumbre. Algunos de esos Lunes en
que a Gustavo se lo veía mal, y antes de que comenzara a generar problemas
en el aula, se le ofrecía la opción de ir a “trabajar” de ayudante del profesor de
educación física, mientras el docente daba la clase a los más pequeños, le
otorgaba la responsabilidad de que organizara circuitos para sus compañeros,
que llegarían más tarde a dicha clase. Como Gustavo era muy ingenioso,
cuando sus compañeros llegaban festejaban las ocurrencias de su amigo.
Estrategias como estas, por supuesto que no solucionaban toda la situación de
Gustavo, pero comenzaban a darle cierto cauce a la “Hipermovilidad” (Calmels,
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D. 2002) del niño que, al no tener que estar pendiente de las malas notas,
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Mariano tenía 8 años, estaba finalizando 3er grado, cuando la docente lo deriva
a consulta psicológica ya que consideraba que las dificultades escolares del
niño estaban en relación con problemas emocionales originados por la
complicada situación familiar que estaban atravesando en ese momento. La
madre se había ido recientemente de la casa con sus dos hijos luego de una
terrible disputa conyugal; el padre, a su vez, había hecho una denuncia por
abandono de hogar y secuestro de menores, dando intervención al juzgado; los
niños fueron expuestos a pericias, entrevistas con asistentes sociales; etc.
persistían.
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Fue promovido a 4° grado luego de rendir exámenes e n el verano, que aprobó
con innumerables esfuerzos, tanto de parte del niño como de sus docentes.
Concurría a una escuela municipal de jornada completa. La maestra de 4°
grado estaba muy atenta a lo que les sucedía a sus 25 alumnos y en especial a
Mariano ya que le preocupaba su rendimiento escolar, así como también su
lugar en el grupo, era el receptor pasivo de todas las burlas; y ciertas actitudes
“extrañas” le llamaban especialmente la atención.
Con los padres era muy difícil el trabajo, ya que ambos desde lugares muy
diferentes, se negaban a reconocer el sufrimiento particular de Mariano; el
padre porque lo minimizaba, y la madre porque sólo se veía a sí misma
reflejada en el niño.
El “Petit Mal” es: “un trastorno del cerebro que involucra una perturbación
temporal de su función, ocasionada por una actividad eléctrica anormal en las
células nerviosas cerebrales y que se caracteriza por una pérdida abrupta, de
poca duración, en la actividad consciente. Las convulsiones de pequeño mal se
presentan en 2 de cada 1.000 individuos. Son más comunes en menores de 20
años, generalmente en niños entre los 6 y 12 años de edad. Las crisis típicas
de pequeño mal duran sólo unos pocos segundos. Ellas se manifiestan como
episodios de mirada fija o "crisis de ausencia" durante los cuales se presenta
un cese en la actividad o en el discurso del niño. Las 'crisis' pueden ser poco, o
muy frecuentes, presentándose repetidas veces en una hora. Estos ataques
pueden interferir con el desempeño escolar y con el aprendizaje, de aquí que
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se puedan llegar a interpretar como una falta de atención u otro tipo de mala
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Una escuela
José Ignacio tenía 3 años y medio en el momento que sus padres realizaron la
consulta, por derivación del pediatra. El niño concurría a Sala de 4 años de una
escuela bilingüe, de alta exigencia académica. Luego de haberles entregado a
los padres un Informe escolar muy desalentador sobre las conductas del niño,
promediando mitad de año, desde el Gabinete escolar, les indican comenzar
una terapia para modificar conductas que focalizara en los problemas
atencionales del niño. El objetivo era que resuelva, antes de su ingreso a
Preescolar dichas dificultades, ya que, de lo contrario, estas interferirían en su
rendimiento académico. Los padres preocupados, solicitan una derivación al
pediatra, quien indica, como primer paso, realizar un psicodiagnóstico antes de
decidir comenzar con cualquier tipo de tratamiento.
El niño estaba más preocupado por divertirse que por responder en un idioma
que no era el suyo a las consignas de las maestras. Todavía no entendía por
qué no podía jugar en el momento que él quería con los atractivos elementos
de la sala, ni por qué no había alguien a su entera disposición para resolverle
los conflictos, como sucedía en su casa. Lo único que lo inquietaba era qué iba
suceder con sus cosas cuando naciera su hermanita, como la cuna que seguía
usando, la mamadera y el chupete; ya que le habían dicho que todos esos
“tesoros” le serían dados a la beba cuando naciera.
ciencia, los aparentes “nuevos cuadros” que surgen, como estar sobrealertado,
ya que esto puede generar un estado de alarma generalizado. Quiero decir que
es imprescindible que la escuela detecte cuándo un niño tiene problemas, sin
embargo es necesario que evalúe los costos de ciertos encasillamientos. Por lo
tanto será necesario diferenciar entre detección temprana y etiquetamiento.
Para incluir un niño con dificultades a una escuela común no alcanza con la
buena voluntad de la Institución. Componer un todo no significa homogeneizar,
ya que ello implicaría borrar las diferencias subjetivas. Por el contrario, se trata
de construir un grupo, respetando esas diferencias, y enriqueciéndose de las
mismas. Los niños hiperactivos, suelen ser, por ejemplo, osados y creativos, si
podemos tomar esos aspectos como valiosos, para la resolución de algún
problema que se presente, les estaremos devolviendo a estos niños, quizás por
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Trabajaremos mucho más exhaustivamente estos conceptos en la clase 7
primera vez, la imagen de que algunas de sus características también pueden
tener una connotación positiva.
Por otra parte es necesario revisar el concepto de: “Niño con Necesidades
Educativas Especiales” (NEE). Desde la perspectiva que estamos planteando,
en realidad podríamos decir que todas las personas tenemos necesidades
educativas “especiales”, ya que cada uno posee un modo diferente de
acercarse a los objetos de conocimiento. Es cierto que algunos se acomodan
con más facilidad que otros a lo que se espera de ellos; es real que
determinados niños tienen algunas dificultades de orden biológico que habrá
que tomar en cuenta especialmente, pero convengamos que las “recetas” que
circulan por Internet para incluir en la escuela niños clasificados como Déficit
Atencional no hacen más que dejar por escrito lo que el sentido común le
indicaría a cualquier individuo. De hecho ¿a qué niño no lo beneficiaría que lo
miren a los ojos cuando le hablan, o lo llamen por su nombre de pila, o se
tomen un tiempo para escucharlo? Quizás se trate entonces de pensar cómo
organizamos el aula, las tareas, los subgrupos de trabajo, la presentación de
las consignas, las normas a cumplir, etc. para que las mismas puedan ser
aceptadas por cada uno de los integrantes del grupo.
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A veces no se trata de ir muy lejos para encontrar ideas posibles. Siempre me
pregunté por qué las salas del Jardín de Infantes eran tan atractivas en riqueza
de estímulos, diferentes rincones; por qué cuando una docente de Preescolar
planifica una propuesta, en general, se abordan las temáticas desde áreas
diversas pero con un proyecto integrado; por qué el docente de jardín puede
tomarse tiempo para trabajar la dinámica grupal, las normas del grupo
consensuadas. Sin embargo, cuando el niño pasa de Preescolar a Primaria,
con un intervalo de tiempo de solo tres meses, se le exige que preste atención
sostenidamente durante 8 horas, que se concentre, que no se disperse y
fundamentalmente que se adapte a que de ahora en adelante lo más
importante es la producción lecto–escrita, en los márgenes que dictamina el
cuaderno y la eficacia en resolución de problemas matemáticos, que tienen un
único resultado correcto y un único modo de arribar al mismo. “En ningún otro
lado [fuera de las escuelas] hay grandes cantidades de individuos agrupados
juntos durante tantas horas, de los que se espera que se desempeñen con
suma eficiencia en tareas de aprendizaje difíciles y que interactúen
armoniosamente”. (Winstein, 1979, citado por Armstrong, 1999).
Aportes
Si tomamos los aportes del psicoanálisis, pensamos en una ética del sujeto en
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el cual sus síntomas representan una verdad, que no puede ni debe ser
silenciada. Detrás del desorden, la hiperactividad, la falta de atención, la
impulsividad, hay un niño que sufre, por supuesto que también hallamos una
familia que padece y una Institución escolar que no encuentra el modo de
responder a las demandas que se le exigen.
o Permitirles salir por períodos cortos del aula, con alguna consigna
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o Resaltarles sus logros que, aunque pequeños en comparación a los de
sus compañeros, son gigantes para ellos.
o Tener una comunicación fluida con los padres a los cuales se les informe
tanto las dificultades como también los logros.
o Respetarles sus tiempos.
o Revisar qué es lo más relevante del programa y plantearle al alumno
metas posibles.
o Fundamentalmente, la posibilidad del trabajo en un equipo que acepte
que no existe un saber totalizador, ni recetas rápidas y mágicas que
funcionen en todas las situaciones, tratándose, en numerosas
ocasiones, de acompañar los desbordes de estos niños, mientras
construyen su propio borde.
Bibliografía