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Paradojas epocales
Al respecto, resulta oportuno advertir que en estos tiempos actuales y en el
marco de una sociedad globalizada como la que nos toca vivir, nuestro país
transita un escenario plagado de contradicciones que complejizan la
discusión por una salud mental más justa, menos atada al mercado, y con el
eje puesto en la salud como derecho.
En efecto, se observa por ejemplo cómo mientras no pocos profesionales de
la salud mental y otros sectores abocados a las infancias y adolescencias
denuncian como la industria farmaceútica incita el consumo de drogas
psicoactivas en niños y adolescentes, una importante asociación
psiquiátrica se convoca para criticar una vez más la Ley Nacional de Salud
Mental, con el auspicio de importantes laboratorios multinacionales de
psicofármacos.
La otra foto que también resulta interesante observar, es que en este
momento en que en Argentina se instala la cuestión del narcotráfico como
un tema de primerísimo interés en la agenda mediática, y al mismo tiempo
(¿o como consecuencia?) en la agenda social, se conoce el dato del
Observatorio de Drogas de SEDRONAR que señala que existen 3 millones
de argentinos que consumen psicofármacos[viii]. Es decir, nos
aterrorizamos del supuesto aumento del consumo de sustancias ilegales,
mientras invisibilizamos el enorme consumo de sustancias psicoactivas
legales. La pregunta es: ¿por qué esa disparidad abismal para medir la
dimensión de uno y otro problema?[ix]
Sin dudas que la respuesta a este contrasentido no la debemos buscar en el
plano sanitario[x].
Todas estas normas, incluso las que están aún en proceso de discusión,
tienen una coherencia entre sí en materia de políticas sociales y sanitarias:
apuntan en su conjunto al abandono del enfoque tutelar y a la asunción de
un enfoque de derechos. Esto implica que la forma que el Estado se vincula
con las personas, en particular aquellas en situación de vulnerabilidad, se
modifica sustancialmente. Ya no se trata de hacer “por el otro”, sino de
hacer “con el otro”.
Esto se traduce centralmente, en materia sanitaria, en el concepto de
“consentimiento informado”, que no es un formulario, sino mucho más que
eso. Es una nueva forma de relacionamiento entre el profesional de la salud
y el usuario, que implica dejar atrás la idea de que el profesional es el dueño
del cuerpo del paciente[xi].
Ahora bien, este cambio de concepción abarca incluso a las personas
menores de 18 años, que ya no se consideran “objeto de protección” sino
“sujetos de derecho”.
Es importante señalar este eje porque no es sólo la ley de salud mental, ni
sólo la ley de protección de derechos, sino el conjunto de leyes que se han
sancionado, que van en el mismo sentido.
Las leyes son, en última instancia, consensos mayoritarios de una sociedad
[xii]
Ahora, resulta necesario tener en cuenta que una cosa son las leyes, y otras
son las situaciones reales: las políticas y las prácticas. Y no es que no
tengan relación la una con la otra, sino que entre una ley y su aplicación
plena en la realidad hay una distancia, que es preciso analizar.
Las instituciones y las prácticas en la realidad están constituidas por una
multiplicidad de actores e intereses que no por existir una ley se avienen
automáticamente a cumplirla. Las corporaciones profesionales, los
laboratorios de medicamentos, la industria de los juicios contra los
profesionales, los dueños de clínicas privadas con sus entidades
representativas, los gremios, la llamada “familia judicial”, el statu quo de las
universidades, son, por mencionar algunos actores relevantes, factores que
inciden decisivamente en la posibilidad de modificar, o no, la política de
salud mental en nuestro país.
Es decir, y esta es la gran contradicción que hemos vivido en los últimos
años en la Argentina, las reformas que legítimamente un poder democrático
–en este caso representado por las leyes, y que se constituye a partir una
mayoría- puede querer llevar adelante, se enfrentan habitualmente con la
resistencia de sectores minoritarios pero con poder real de veto, que
perciben que pueden verse perjudicados[xiii].
Hay que poder abrir el debate sobre estas dos cuestiones para enfrentar el
fenómeno creciente de la patologización y medicalización de las infancias y
adolescencias actuales[xiv].
Ahora bien, antes de avanzar en el análisis de estas cuestiones a la luz de
la nueva legislación vigente en nuestro país y sus efectos en la clínica con
niños, niñas y adolescentes que padecen situaciones de sufrimiento
psíquico, resulta oportuno detenerse a considerar ¿a qué estamos refiriendo
cuando hablamos de este fenómeno, considerando además sus alcances e
impacto en el ámbito escolar?
¿Qué consecuencias tiene que una Ley Nacional que establece derechos,
dé una definición de salud mental con estas dos premisas?
Significa que un abordaje de la salud mental reduccionista y que
desconozca el dinamismo permanente del proceso salud-enfermedad es
violatoria de los derechos de las personas.
Hay otro punto de este mismo artículo que también resulta necesario
visibilizar:
- Artículo 3º- En ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo
de la salud mental sobre la base exclusiva de:
b) Demandas familiares, laborales, falta de conformidad o
adecuación con valores morales, sociales, culturales, políticos o
creencias religiosas prevalecientes en la comunidad donde vive la
persona;
Este quizás sea el punto más claro para oponer al fenómeno de la
patologización. La ley lo dice con todas las letras. No se puede diagnosticar
en salud mental basándose en falta de adecuación con valores morales o
sociales, o demandas familiares, escolares, etc. Más claro imposible.
Veamos por último un párrafo del artículo del Decreto 603/13, que
reglamenta la Ley de Salud Mental:
Artículo 16º. –
a) El diagnóstico interdisciplinario e integral consiste en la
descripción de las características relevantes de la situación particular
de la persona y las probables causas de su padecimiento o
sintomatología, a partir de una evaluación que articule las perspectivas
de las diferentes disciplinas que intervienen. En aquellos casos en que
corresponda incluir la referencia a criterios clasificatorios de
trastornos o enfermedades, la Autoridad de Aplicación establecerá las
recomendaciones necesarias para el empleo de estándares avalados
por organismos especializados del Estado Nacional, o bien por
organismos regionales o internacionales que la República Argentina
integre como miembro
Esto deja fuera el DSM en todas sus versiones, que es un Manual que no
está establecido por un organismo nacional, ni por uno internacional, sino
por la Asociación de Psiquiatras de los EEUU, y que el propio Gobierno de
ese país ya ha desechado hace poco, por razones más complejas que no
vamos a analizar aquí. Esto no nos salva del problema de la patologización,
pero al menos sí nos salva del DSM, que es el monstruo más grande que se
ha construido con ese fin.
No es la primera vez que la salud es usada como “Caballo de Troya” del
poder económico y del poder represivo[xix]. Parafraseando a Foucault, hoy
deberíamos hablar de “Vigilar y Facturar”.
Tenemos suficientes leyes, y muy buenas. Tenemos que cumplirlas. Pero
para cumplirlas, tenemos que tener en claro que el cambio que buscamos
implica tocar intereses poderosos que no quieren que cambie nada.
Entonces no alcanza con una o cien leyes, aunque son necesarias.
Tenemos que comprometernos, tenemos que denunciar lo que pasa,
tenemos que aprovechar la oportunidad que nos dan estos aires de cambio
porque lo importante es que seamos socios en el deseo de una salud
mental más justa y en la confianza de que la realidad siempre se puede
cambiar.
A modo de cierre:
Desde este paradigma en el que se apoya la nueva legislación, necesitamos
entonces, romper con el discurso dominante que estructura una realidad
naturalizada y ahistórica. Lograr un profundo replanteo de nuestras miradas
y discursos desde una praxis vinculada a las necesidades y sufrimientos de
la población. Desde esta perspectiva se nos impone entonces una reflexión
crítica que historice nuestro que-hacer, revirtiendo la cultura mercantilista
que encierra, silencia y excluye a nuestros niños niñas y adolescentes, de
modo de poder construir colectivamente dispositivos inclusivos,
subjetivantes, que garanticen el derecho a vivir una infancia, una juventud,
amparada por un mundo adulto que logre alojarla, contenerla, propiciarla, y
que logre instarla en lo que Sartre llamaba “vivir un horizonte de posibles,
donde la creación produzca diferencias”. Derechos todos esenciales para la
construcción de una ciudadanía plena.
Bibliografía
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Enfermedades”. Ed Noveduc. Bs As.
- Dueñas, G. (2013) “Niños en peligro. La escuela no es un hospital”.
Ed Noveduc. Bs As.
- Follari, R. (2007) ”La interdisciplina en la docencia”.POLIS-Revista
Latinoamericana.
- Foucault, Michel (2002) “Vigilar y Castigar”. Ed. Buenos Aires.
- Galende, E. y Lodieu, Nabergoi y Sopransi (2012)”Equipos
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- Iriart, C, e Iglesias Ríos (2012) “Biomedicalización e infancia:
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- Leyes Nacionales 26061 y 26657 y sus respectivos decretos
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- Menéndez E. (1985) “Modelo médico hegemónico, crisis socio-
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- Pelento, Marilú (2011) “Incidencia de los cambios culturales en la
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- Van Dijk, Teun A. (2005) “Política, Ideologia y Discurso” Quórum
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NOTAS:
[1] En el marco de un fenómeno mundial extendido por efecto de la
globalización.
[2] En este aspecto, nuestro país se diferencia de EE.UU., donde se
observa una mayor propensión de casos diagnosticados y tratados por
ADD-H entre niños de estratos sociales más desfavorecidos, como los
afrodescendientes y latinos (Sedronar, 2010).
[i] Se refiere a las evaluaciones neurocognitivas que se realizan a través de
protocolos sugeridos por manuales estadístico-descriptivos como el DSM,
como por ejemplo el Cuestionario de Conners para detectar ADD/H o el
CHAT para diagnosticar TEA..
[ii] Paradigma es un término de origen griego “paradeigma”, que significa
modelo, patrón, o sea, algo que servirá como guía, como directriz a seguir
en determinadas situaciones. Condiciona la manera de mirar, de actuar e
interpretar la realidad y están sostenidos por:
a) Una ideología que selecciona valores representativos de intereses de
determinados grupos. Son estos justamente los que fijaran lo que esta bien
o mal, lo que es justo o injusto, correcto o incorrecto, ejerciendo en este
momento un “control social” mediante la imposición de su mirada, o
b) Una ideología que selecciona valores representativos de un interés
colectivo surgido de procesos democráticos de participación y discusión.
[iii] Las nociones de infancia y adolescencia, como todo lo asociado a ellas,
no son naturales, muy por el contrario son construcciones político socio
culturales que se fueron modificando en la arena de las luchas sociales y
fundamentalmente con la doctrina de los derechos humanos aplicada a la
niñez y adolescencia.
Hay diferentes maneras de poder ver a la infancia, sustentadas en
conjuntos de creencias y conceptos que se denominan paradigmas y que
son compartidos por la sociedad en un determinado momento histórico, y
traducidos en políticas publicas.
[iv] Como en otros sectores de la vida social, ligados por ejemplo al campo
educativo.
[v] Esto significa, que reconoce sus necesidades como derechos exigibles,
obligando al mundo adulto no sólo a satisfacer estas necesidades sino a
intervenir siempre que sus derechos sean vulnerados.
Otra diferencia a destacar con las concepciones anteriores, es el énfasis
puesto en reconocer como derechos, el de desarrollarse en el seno de su
familia, en un ambiente sano y libre de violencia, siendo el Estado el garante
de que la familia pueda ejercer su rol de cuidado, educación y transmisión
de valores.
Asimismo, cabe señalar que la Convención tiene carácter vinculante para
todos los Estados Partes, es decir que los compromete a adecuar
legislaciones y desarrollar políticas publicas que condigan con esta visión,
previendo sanciones en caso de incumplimiento.
[vi] Esta ley incorpora toda la normativa nacional e internacional, aquella
legislación donde los Estados partes se habían comprometido en su
cumplimiento y la histórica lucha en materia de Derechos Humanos,
que arranca principalmente después de la segunda guerra mundial ante
situaciones de violaciones sistemáticas de los derechos de las personas.
[vii] Entre estas experiencias, y de manera particular porque tuve la
valiosísima posibilidad de participar de la misma en sus últimos tiempos,
quisiera destacar el trabajo coordinado por Marilú Pelento del
Grupo Palabra, que se realizó durante varios años con un grupo de
adolescentes pertenecientes a un sector marginal de la población que
concurrían a una fundación del sur de GBA “a charlar”, y cuyo dispositivo de
atención grupal, oportunamente tomado de un diseño de Marcelo Viñar (el
grupo Referencia, en Uruguay), tal como se menciona en otro artículo de
esta revista, partía de la idea que sostener la palabra y permitir que
ésta circule, crea entre los participantes de grupo una matriz socializante, un
´nosotros´ que posibilita dar pasos en el proceso de subjetivación, al mismo
tiempo que atempera la tendencia a la acción.” Gabriela Dueñas.
[viii] “En Argentina unas 3.303.629 personas (el 18% del total de población
nacional), de entre 12 a 65 años hicieron uso de tranquilizantes o
ansiolíticos. Los más utilizados para calmar nervios o para poder dormir son
valium, lexotanil, alplax u otros. El consumo es mayor entre las mujeres y
aumenta a partir de los 35 años” SEDRONAR- “UNA MIRADA
ESPECÍFICA SOBRE LA PROBLEMÁTICA DEL CONSUMO DE
PSICOFÁRMACOS EN ARGENTINA 2012”
[ix] Es decir que en un extremo de esta historia, que termina en la
patologización y medicalización de las infancias y adolescencias, y en
general de la vida cotidiana de todos nosotros, tenemos el fenómeno de la
formación de profesionales fuertemente atada al financiamiento de
laboratorios, y por tanto, a sus intereses comerciales, y una política de
drogas –que de a poco, afortunadamente vamos cuestionando y
abandonando- que criminaliza el consumo de determinadas sustancias,
promueve guerras sangrientas contra su comercialización, e ignora el uso
indiscriminado –recetado y no recetado- de psicofármacos de curso legal.
[x] Sino en el político: el país más poderoso del mundo se beneficia con las
patentes de los medicamentos, con la venta de armas para la guerra contra
las drogas y, de paso, construye un argumento con consenso internacional
que le permite intervenir en asuntos internos de otros países. Al respecto,
unas semanas después de la Jornada el Secretario de Seguridad de la
Nación Dr. Sergio Berni dijo que EEUU es un país que “"importa las drogas
y exporta las muertes" TELAM 6 de mayo de 2014
[xi] Al respecto, obsérvese hasta que punto es difícil abandonar esa vieja
concepción, que todavía hoy seguimos hablando de que “el médico no
autorizó” o “sí autorizó” al paciente a hacer tal o cual cosa, como si fuera el
tutor legal de la persona que le consulta, amo y señor de su cuerpo y su
vida.
[xii] Dejamos afuera los Decretos-Ley de los gobiernos de facto porque
siquiera debemos darle el estatuto de “leyes”.
[xiii] Con la Ley de Medios fue muy claro, pero con la Ley de Salud Mental
también pasó otro tanto.
[xiv] ¿Qué idea de salud tenemos? ¿Es una idea adaptativa? ¿Es otra
cosa? ¿Qué pensamos acerca de los conflictos en un sistema democrático?
¿Son una grieta innecesaria en la sociedad o son los conflictos que
necesariamente tenemos que atravesar si queremos cambiar algo?.
[xv] Y que de acuerdo a lo que puede observarse se van modificando en
función de la época y los modelos sociales en que ésta se va desarrollando,
[xvi] “Normal” como sinónimo de “saludable” en la infancia.
[xvii] A quienes muchos refieren que hoy parece haberse transformado en
una especie de “Biblia” en el campo de la Salud Mental.
[xviii] En todo caso, eso es “multidisciplina”, que no es lo mismo.
[xix] Muchos laboratorios como también clínicas y manicomios públicos y
privados están allí para dar testimonio de ello.