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¡Pasa a la acción!
Nº 2
Cuando estés listo, concéntrate en la punta de los dedos de los pies y siente cómo se aflojan
con la ayuda de la respiración.
El aire fresco que entra vivifica tu cuerpo y el que sale se lleva las tensiones.
Continúa con el resto del pie: el empeine, la planta, el talón, pasando luego a las pantorrillas y
sube la atención por las piernas, relajando todos los músculos a su paso.
Sigue subiendo hacia las rodillas y más arriba, hasta los muslos, aflojando, aflojando, aflojando.
Céntrate enseguida en la cadera, los órganos genitales, el abdomen, sintiendo cómo los órga-
nos internos trabajan en paz y armonía.
En el pecho percibe cómo tu corazón late armónicamente y relaja toda la caja torácica.
Después presta atención a la espalda y siente cómo tu columna se relaja vértebra por vérte-
bra desde el coxis hasta el cuello.
Tu atención se focaliza luego en las manos, que se sueltan y se aflojan. Sube paulatinamente por
los brazos, relajando todos los músculos que encuentres a tu paso, hasta llegar nuevamente
a los hombros y el cuello.
Masajea una vez más el cuello y los hombros hasta que sientas esa zona perfectamente rela-
jada.
Finalmente pasa a relajar el rostro. La mandíbula cae ligeramente sin abrir la boca y la lengua
descansa sin tensión. La labios se aflojan, al mismo tiempo que las mejillas, la frente y el entre-
cejo se pacifican, descansando más y más con cada respiración.
Por último, relaja el cuero cabelludo y disfruta de este momento de relax, notando cómo este
ejercicio aumenta tu vitalidad.
Esta postura es desaconsejada para aquellos que tienen tendencia a dormirse en las prácticas,
porque es demasiado confortable y nos invita a dejarnos llevar por el sueño.
2) Sigue practicando la armonización todos los días, luego de despertarte, frente al espejo.
3) Practica la relajación. Prueba hacerla en la postura del Faraón y en la postura del cadáver.