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PULSO DE LOS SENTIMIENTOS

Un hombre caminaba descalzo en aquel solitario bosque, no sabía ni cómo había llegado hasta
allí. Los párpados le pesaban, se sentía agotado y cada vez más confuso de su situación; sin nada
de recuerdos, ni una imagen de su vida; sólo un inmenso cansancio que le hacía arrastrar los pies.
¡Maldita sea, estoy perdido, pensó mientras movía la cabeza al darse cuenta que un sendero sin
fin lo invitaba a seguir avanzando. Su única opción era ese camino por donde empezó a andar
esperanzado; quizá más adelante, podría encontrar a alguien que le ayudara a salir de aquel
embrollo.

Cual náufrago en un mar de árboles, que imponentes lo hacían sentir tan pequeño; como una
hormiga que ha osado vagar entre la jungla humana de alguna ciudad. Debía seguir, no claudicar;
«si voy a morir, lo haré luchando y de pie» se decía; aunque sus fuerzas no congeniaran con
aquellas palabras.
De pronto, creyó escuchar a alguien que le hablaba y se le ocurrió observar de soslayo. Al
contemplarlo quedó atónito y una bella figura lo dejó cautivado. Era una hermosa criatura, un
ser divino, tal vez un enviado del cielo en forma de mujer; que le sonreía dulcemente y que
quizá el creador había mandado, para que al fin pudiera salir de aquel escollo.

Sin dejar de mirarla, el hombre se dirigió hacia ella un tanto perturbado. Era como si aquellos
ojos hechizaran a su conciencia; haciendo su andar descuidado en el escabroso terreno. Tanta fue
su torpeza que tropezó con algo, golpeando a sus pies desnudos.
¡Ay maldita piedra, tan bonito que estaba soñando! —refunfuñó Remigio Briseño con gestos de
dolor.
¿Qué te pasa amigo? —preguntó su compañero de “alcoba”.
Son varias veces que tengo ese mismo sueño, que casi siempre se torna feo y me agobia; pero al
final algo lindo sucede y cuando lo mejor está por llegar… pasa algo, esta vez me despertó un
fuerte calambre en el dedo gordo —respondió aquel hombre un tanto malhumorado mientras se
sobaba el pie.
En un lugar apartado de la ciudad; en los entresijos de la sierra, al cobijo de la fronda de los
árboles en un improvisado campamento un par de personas conversaban. Eran Gerardo y
Remigio, dos ingenieros forestales que ya tenían varios meses trabajando en el bosque.
—Te juro, que ya estoy hasta al copete de esto compadre —dijo uno de ellos.
—Yo también —asintió Briseño—, llevamos 7 meses en esto, solo bajamos a la ciudad cada 40
días; nuestros jefes se hacen más ricos y nosotros no salimos de donde mismo.
—Es duro todo esto compañero —acotó Gerardo—, pero de nada vale quejarnos y hay que
levantarnos porque ya está por amanecer.
—Un día, encontraré la forma de ser alguien en la vida y todo será diferente —murmuró Remigio
mientras buscaba sus botas.
—No sé cómo le harás, pero puedes seguir soñando amigo —replicó el otro socarronamente.
Las estrellas aún parpadeaban cuando subieron al vehículo, uno de ellos tomó el volante y echó
a andar la pickup con maestría; el cielo empezaba a clarear y una densa cortina de polvo veló al
campamento en la distancia.
—Ahora conduciré yo —aclaró Gerardo— como sabes, hoy me toca ir más lejos y cuando
termine mi trabajo te recogeré de regreso.
¡De acuerdo! —expresó Remigio repantigándose en el asiento.
Sumido en sus pensamientos, el copiloto fijó la mirada en el bello paisaje agreste; que parecía
correr a prisa en sentido contrario al que avanzaba la camioneta. Los rayos del sol ya se colaban
entre las copas de los árboles cuando el conductor sacó del ensimismamiento a su compañero.
—Hasta aquí llegó tu boleto compadre —le indicó el chofer a su amigo.
—Nos vemos más tarde —dijo el otro hombre mientras se apeaba.
No alcanzó a decir más, sólo escucho el rugido del motor y en un parpadear de ojos; miró cómo
la camioneta se perdía en la sinuosa carretera. Ante él, poderosos árboles «¡que belleza!» pensó
al verlos, mientras tomaba una vereda que lo llevaría hasta el sitio de trabajo.
Al internarse en el bosque y luego de caminar un rato, se percató que el lugar parecía encantado;
tan solitario y misterioso pero un tanto familiar. No sabía por qué su brújula había enloquecido
ni lograba entender cómo es que él se encontraba allí. Sentía miedo, estaba aturdido; como si
vagara en la penumbra en aquel extraño paraje.
¡Estoy extraviado! y este cachivache que no quiere funcionar —masculló con impotencia el
ingeniero—. Aquí como en mis sueños sólo hay un camino, también existen árboles enormes,
sólo falta que se aparezca una bella joven y seamos felices para siempre —murmuró Remigio
esbozando una sonrisa nerviosa, mientras avanzaba lentamente por el interminable sendero.
Intentó serenarse, pero quién iba estar tranquilo en una situación así; era la primera vez que estaba
siendo víctima de un lapsus de orientación. Sólo se veían portentosos árboles que se abrazaban
cual si fueran mudos vigilantes franqueando aquella vereda que quizá era su única salvación.
Cuando el camino se torna incierto, se avanza tan despacio como en la oscuridad. Los pasos se
vuelven inseguros, por el temor de caer a un abismo que está a la espera para devorarnos; así se
sentía aquel hombre, mientras arrastraba los pies con desgano en ese atolladero.
Negándose a quedar vencido, Remigio deambuló algunos metros, «quien se rinde antes de luchar
habrá perdido la batalla» murmuraba tratando de inyectarse ánimos; pero algo lo hizo voltear
repente.
Con la mirada buscó entre los árboles, no era un loco que sufriera de alucinaciones; estaba seguro
que alguien se escondía en las sombras de la vegetación. Tal vez aquel ser misterioso, era quien
lo había llamado por su nombre con una voz tan dulce; que se resistía a creer que fuera producto
de su imaginación.
En su andar distraído, trastabilló con una piedra que lo hizo perder el equilibrio y comenzó a dar
tumbos hasta resbalar pendiente abajo, sin tener consecuencias desagradables; debido a la poca
inclinación del terreno. En su caída un par de arbustos alcanzaron a detenerlo; no le había pasado
nada, sólo pequeñas mallugaduras en ciertas partes del cuerpo; sí que andaba despistado.
Se irguió de rodillas y procedió a retirar la hojarasca de su cabello, también las acículas que tenía
en la boca. Comenzaba a sentirse contrariado y avergonzado por aquella situación, debía intentar
algo para salir de allí, antes de que lo hiciera presa la desesperación.
Mientras trataba de aclarar sus ideas algo llamó su atención, en un viejo roble muy cerca de allí,
un extraño destello se colaba de manera intermitente hacia el tronco de ese árbol. Remigio se dio
cuenta que aquel haz de luz brotaba desde un pequeño matojo y “palpitaba” proyectando bellos
rayos multicolores.
El ingeniero sintiéndose pasmado por tal espectáculo, caminó algunos pasos para averiguar de
dónde salía el resplandor, muy pronto descubriría al artefacto causante del raro fulgor. ¿Qué rayos
podrá ser esto?, se preguntó Remigio, al mismo tiempo que le encontraba parecido con un control
remoto; pero de dimensiones menores.
Tomó en sus manos al desconocido artilugio que todavía le seguía pareciendo raro. Tenía sólo
dos botones, uno en cada extremo y un “orificio” por el cual se escapaba la extraña refulgencia.
Al apretar el pulsador de abajo, se dio cuenta que los destellos habían desaparecido; por lo que
supuso que era el interruptor de apagado.
Cuando oprimió el botón de arriba no sucedió nada, entonces volvió a oprimir el de abajo para
encender de nuevo aquel objeto; tenía curiosidad de saber para qué servía el mando de la parte
superior, pronto lo iba a descubrir.
Al presionarlo quedó estupefacto, un rayo purpúreo y turquesa se proyectó entre el arbolado; de
súbito los hermosos destellos cual auroras boreales adornaron el escenario. Luego, como por arte
de magia se dibujó una entrada, quizá se trataba de un portal dimensional que le abría las puertas
a ese solitario hombre para que fuera en busca de sus sueños.
Un tanto temeroso avanzó hacia aquel umbral y al internarse fue presa del desasosiego por
encontrarse en un “túnel” desconocido que no sabía si le deparaba mejor suerte; algo diferente
de lo que dejaba atrás.
Su angustia fue más cuando se dio cuenta que sus manos se desintegraban, aquel vórtice estaba
maldito, su cuerpo se hacía añicos y él no podría hacer nada; después se perdía su conciencia en
las entrañas de una negra oscuridad.
—Bienvenido Remigio —Una dulce voz sacó al viajero del ensueño.
¡Hola!… —contestó tímidamente el aventurero sin advertir quién le hablaba.
Nada tenía explicaciones, aquel hombre estaba intacto, no sentía ningún malestar; lo más seguro
es que sus figuraciones le habían propinado un mal momento. Sonriente se daba cuenta que se
hallaba en un lugar hermoso; los árboles eran gigantes, cargados de portentosos frutos que a
primera vista se miraban de gran exquisitez.
Un verde vivo reinaba en el monte, también el sol rutilante y un cielo azul eran los demás
comparsas de un fantástico paisaje, que a diario llenaba de alborozo a cualquier ser vivo que
tuviera la suerte de estar en ese edén. Pero, nada podría igualarse con lo que se había posado ante
los ojos del viajero que se encontraba extasiado contemplando a un ser angelical con apariencia
humana; era una diosa encarnada en mujer, con una mirada hechizante capaz de robarle el alma
hasta al individuo de conciencia más negra.
—Hola soy Kyannayk… tú debes ser Remigio —dijo la bella criatura.
—Sí, ese es mi nombre —respondió un tanto embelesado el ingeniero.
—Espero que te guste mi mundo, has sido Teletransportado hasta aquí —Creyó escuchar el
visitante mientras miraba alelado que le sonreía la chica.

Kyannayk vestía de uniforme plateado que hacía juego con sus ojos grises, tan grandes y
seductores. De porte alto sin rebasar los dos metros, con largos cabellos dorados que le llegaban
a dos palmos más abajo del hombro. Su rostro de facciones finas, la tersura de su blanca piel y
su cuerpo hermoso eran la mejor armonía de su belleza; su dulce voz… un lindo trinar que
penetraba hasta lo más profundo del alma.
Remigio seguía absorto, las suaves palabras que había escuchado no eran de aquella mujer,
pues estaba seguro de que esos labios rosados nunca pronunciaron nada. Se sentía tan
confundido que buscaba alguna respuesta, en eso se encontraba cuando de pronto percibió un
nuevo mensaje que lo sacó de sus cavilaciones.

—Querido amigo —Remitió Kyannayk—, pon mucha atención; estoy contactando contigo a
través de la mente; en este instante estás recibiendo mis palabras sin que yo te tenga que hablar
y aunque en este mundo tenemos nuestro propio lenguaje, la manera universal de comunicarse
es por medio de la Telepatía. Sé que tienes muchas interrogantes, las cuales intentaré aclarar y
comenzaré diciéndote que tus pensamientos los puedo percibir, siempre y cuando me lo permitas,
por lo que si quieres manifestarme algo; esa será la mejor forma de entablar una conversación
conmigo.
—Puedo comprenderte y si quiero que conversemos, pero tengo varias dudas: ¿En qué lugar
estamos, cómo y por qué fue que llegué a este sitio? —Pensó Remigio tratando de concentrarse.
—Si me permites, te brindaré una amplia explicación de todo lo que te gustaría saber, te invito a
que sigas mi detallada “exposición” concienzudamente; ya que después de esta “charla”, te darás
cuenta lo valiosa que será nuestra entrevista y sabrás que ha valido la pena embarcarte en esta
maravillosa aventura.
—Te escucho con atención Kyannayk —“dijo” el forastero en sus pensamientos.
La hermosa joven, tomó de la mano a su nuevo amigo, invitándolo a pasear a la sombra de los
colosales árboles; y mientras avanzaban en un andar sosegado, mirándose el uno al otro por el
rabillo del ojo; comenzaron a detallarse los enigmas que dejarían en claro, el porqué de la visita
de aquel foráneo personaje.
—La historia que vas a conocer, quizá te llegue a parecer un cuento de ciencia ficción; pero es
tan real como lo soy yo —empezó a decir Kyannayk al tiempo que esbozaba una bella sonrisa—
. Lo que a continuación voy a narrarte, despejará varias de tus dudas y servirá de argumento para
que comprendas los motivos por los cuales te encuentras aquí, sin más preámbulos… todo
comienza así:
«—Hace mucho, pero mucho tiempo en algún lugar remoto del universo se reunieron los
principales representantes de la confederación intergaláctica, para discernir el interés de 16 razas
alienígenas por viajar hacia otros “mundos”; los cuales parecían ser muy diferentes al de ellos.
El objetivo principal de esos seres, era el de conocer y entender a las diversas formas de vida
existentes en otras partes del cosmos; y en base a esa justificante, los miembros del mando
supremo interestelar autorizaron tal petición; pero con algunas condicionantes: Mantenerse al
margen, es decir sólo de forma expectante para no intervenir y menos generar algún tipo de daño
a las desconocidas civilizaciones.
»—Una de esas razas, era la de nosotros que procedía de Paraddez; nuestro planeta ancestro.
Aquel “mundo” eran un lugar hermoso… un bello paraíso, no existía la maldad mucho menos la
avaricia. Había siempre equidad y los habitantes se trataban como hermanos; todos trabajaban al
ritmo de sus talentos, con lo que se obtenían los bienes y servicios que se intercambiaban entre
los pobladores, sin llegar a depender de líderes o mundos externos.
»—Cuando la confederación de las galaxias, aprobó que las diferentes razas se trasladaran a
buscar otras vidas; un grupo de compañeros oriundos de nuestro planeta padre, viajó por el
cosmos hasta encontrar un hermoso mundo; estoy hablando del tuyo. Luego, el clan se dividió
en dos partes; una de ellas fundó a Paraddez 2 y la otra a este bello lugar donde ahora nos
encontramos, al que se le dio el nombre de Paraddez 3.
»—Estos “pequeños mundos” están en algún lugar “muy cerca” de tu planeta; la belleza y
cordialidad de Paraddez también se comulgan aquí, ya que nos rige lo mismo: Los buenos
sentimientos; los cuales, en la mayoría de las razas que viajaron por el universo no existen y
estamos muy preocupados por ello, ya que 13 de éstas son perversas y peligrosas; la nuestra y las
dos restantes profesamos la bondad.
»—Las insidiosas razas, pronto le pondrían fecha de caducidad al acuerdo inicial de los “jefes
del universo”; cayendo varios planetas en las garras de esas malvadas criaturas. Tres de ellas son
las que controlan a tu mundo desde las sombras, apoyándose en falsos líderes de tu especie; a
quienes las extrañas entidades les han revelado tecnologías secretas, para hacerlos creer que son
seres superiores.
»—Así fue cómo nació el dinero, que es un instrumento para manipular a la humanidad y que los
oligarcas aprovechan para ser más poderosos; sin importarle el sufrimiento de ustedes y la agonía
de la tierra. La avaricia de estos pseudodioses no tiene límites: pisotean, estrangulan, dividen,
matan, destruyen, etc. y el dolor que lacera a tus iguales; es un exquisito manjar que alimenta el
alma podrida de los que dominan tu mundo y a los seres ocultos que jalan sus hilos».
—Que gran razón tienes amiga —Pensó Remigio—, desgraciadamente eso está sucediendo desde
hace bastante tiempo y ahora que puedo ver las cosas con más claridad; a mis 29 años, me repugna
saber lo que pasa y siento una gran impotencia por no tener la medicina que mitigue aunque sea
un poco el dolor, que nos causa esa terrible enfermedad.
—Si puedes cariño —“expresó” con dulzura la muchacha—, precisamente por eso es que estás
aquí. Cuando nos dimos cuenta del actuar tan mezquino que esas tres razas tienen sobre tu mundo;
se analizó por parte de nuestra especie, la posibilidad de ser un apoyo para ustedes; que les
ayudara a contrarrestar el mal que los está destruyendo. Fue así, como se acordó formar
comisiones con el fin de reclutar “humanos despiertos”; de ideales congruentes y de buenos
sentimientos.
La muchacha después de mirar fijamente al visitante prosiguió.
—Tú eres uno de ellos, desde hace tiempo he logrado conectar en tus sueños; en los que te dibujé
el rastro para que llegaras hasta aquí y me doy cuenta que funcionó; te distingues por ser noble e
inteligente —y la chica volvió a sonreír—. Todo lo que te ha sucedido en el “bosque encantado”,
estaba predispuesto para que vinieras hacia mí, yo fui el señuelo para que pudieras encontrar el
KR-Fulgor; el aparatito que produce un bello fulgor y que te sirvió de llave maestra para abrir la
entrada que te dio acceso a este precioso paraíso llamado Paraddez 3.
—Qué lindo señuelo —“dijo” Remigio apretando con ternura la mano de su compañía—. ¿Y
dónde quedó ese artefacto de luces multicolores?
—Con lo nervioso que estabas no supiste ni dónde lo dejaste; pero no te preocupes, estaba
programado para desintegrarse después de abrir el portal dimensional —repuso Kyannayk—.
Antes de continuar, deseo saber si quieres que te ayudemos a erradicar la maldad que le hace
tanto daño a los tuyos; tu respuesta no debe ser forzada, tiene que brotar desde tu corazón.
—Por supuesto que quiero hacer algo en bien de los míos y de nuestro moribundo hogar: La
Tierra.
—Siendo así… es momento de que te entregue un obsequio —“expresó” la joven al tiempo que
sacaba un raro brazalete del bolsillo de su chaqueta plateada—. Detengámonos y así te explicaré
para qué sirve tu regalo —manifestó la muchacha de cabellera dorada tomándole la mano
izquierda a Remigio.
La chica colocó aquel objeto de peculiar rareza en la muñeca del ingeniero, era de color azul
aperlado con aspecto de un reloj futurista; Remigio al sentir sus manos y tenerla cerca, no pudo
evitar hundirse en un mar intenso de ensoñación. Estaba enamorándose y no sabía hacia donde
lo llevarían esas emociones, una cálida voz lo sacó de sus pensamientos.
—Lo que te coloqué en la mano izquierda se llama Pulsent2 y va en ese lado porque es el costado
donde está el corazón. Fue diseñado especialmente para ti y sólo podrá funcionar en esa muñeca,
ya que la energía se la proporcionará tu pulso. El cerebro que es capaz de generar los
sentimientos, será el encargado de enviar señales a este dispositivo; siempre y cuando tus sentidos
y emociones estén en armonía.
¡Qué interesante!, y cuál es la finalidad en sí; de que yo posea el “Pulsent2” —inquirió titubeante
Remigio.
—Es una de las tecnologías que te decidimos compartir, funciona con el pulso que envían los
sentimientos que produce tu cerebro; a la que podrás activarle tareas por medio de tus
pensamientos. Una de ellas es la pequeña pantalla que se proyecta en tu brazo, la cual te ayudará
a recibir, enviar y procesar datos de diversos tipos; será la vía que utilizaremos para comunicarnos
contigo.

—Es algo así como un pequeño ordenador del futuro —Pensó Briseño sonriendo.
—Exactamente amigo, será el medio por donde te enviaremos toda la información necesaria
acerca de más tecnologías, que sin duda podrán ser de gran ayuda para la humanidad; además
esta especie de pulsera funge de igual manera que el KR-Fuljor; así es que cuando quieras abrir
una entrada dimensional, sólo tendrás que extender tu mano y activar con tus pensamientos las
refulgencias que develarán la puerta que ha de servir para teletransportarte; eso sí, esto último
sólo podrá ser posible; en puntos muy específicos que te iremos revelando con el tiempo.

—Me parece genial todo lo que me estás diciendo, pero de verdad… esos secretos que me
compartirás podrán romper las cadenas que aprisionan a los seres de mi planeta —“dijo”
Remigio un tanto dubitativo.

¡Claro que sí! —asintió la chica—, aunque antes debes de entender… que el cambio comienza
por uno mismo; y tú ya diste el primer paso para que eso suceda: Has despertado; además tienes
esa inquietud de ayudar a tus semejantes para que hagan lo mismo. El poder de la mente es
inimaginable; pero a los seres de tu mundo, se los han arrebatado los falsos profetas que ustedes
mismos se encargaron de colocar en un pedestal y de eso ellos se aprovechan para succionarles
con saña todas sus energías vitales.
—Lastimosamente es cierto —“susurró” Remigio quien seguía muy atento a la “conversación”.
—Creo sin temor a equivocarme, que se ha llegado el momento de recuperar todos los poderes
que en ustedes están adormecidos, por supuesto no me refiero a los que en apariencia da la
opulencia; sino a las grandes capacidades que una fuerza universal tuvo a bien brindarles y que
líderes mundiales al amparo de seres oscuros han reducido a un poco más que nada; adueñándose
de sus voluntades.
—Todo lo que dices es verdad —“dijo” aquel hombre un tanto absorto.
—Hay varias argucias que han servido de trampa a tus congéneres y estas fueron concebidas
desde las sombras por todos los que mueven los hilos de tu planeta. Estas perversas
conspiraciones, tienen atrapada a tu especie en una compleja maraña; de la que conforme pasa el
tiempo, es más difícil librarse. Algunas de ellas son: el consumismo, el entretenimiento, la
religión, la salud, etc. la mayoría de ellas tergiversadas a su conveniencia; todo con un sólo
propósito: dominar y destruir a tu mundo.
—Malditos sean… mil veces malditos —“masculló” Remigio con enfado.
—Los que se consideran amos de la Tierra, ven a tu especie como pequeñas piezas que en
conjunto hacen funcionar al engranaje de una máquina perfecta generadora de riquezas, en donde
ellos controlan los mandos; pero se han olvidado que ustedes sienten, razonan y eso podría servir
para destruir a tal maquinaria. En otras palabras, cuando los humanos se cansen de cargar la
plataforma donde se encuentran esos nefastos seres que se creen omnipotentes y dejen de
sostenerlos; ese día empezará su desplome.
—Suena tan fácil, pero en realidad todo es tan complicado —“objetó” Briseño—. Qué es lo que
se debe hacer para combatir a esa plaga que ha invadido a nuestro hogar.
—Puedes tomar como modelo a nuestra hermandad, en este mundo buscamos la autosuficiencia,
cultivamos lo que consumimos, producimos lo que usamos; no dependemos de nadie más que de
nosotros mismos y la fuerza universal que nos ayuda. Desarrollamos la inventiva, por lo que nos
esforzamos por crear tecnologías propias; que nos ayuden a tener mejor calidad de vida. La
educación con valores, es la base fundamental de nuestro crecimiento espiritual; lo que conlleva
a regirnos por los buenos sentimientos.
—Qué bella tu civilización —“expresó” Remigio un tanto emocionado— ¿Qué más se podría
hacer allá en donde vivo?
—Podrías regresar a tu aldea y sembrar la semilla de la esperanza, primero con tu familia y luego
con tus cercanos; producir tu propios alimentos, usar energía limpia o alterna, emular a tus
ancestros en los tiempos que el monte les respondía con comida y sustento; por sentirse
agradecido de cuidarlo y protegerlo. Hay tantas cosas que se pueden hacer… también cuando se
justifique podrás usar nuestras tecnologías —“expuso” un tanto pensativa Kyannayk.
¿Cómo cuáles? —“inquirió” Remigio denotando un gran interés.
—Debes saber que somos capaces de levitar —“expresó” la muchacha al tiempo que se suspendía
en el aire y avanzaba sin tocar la superficie—. También dominamos la Telequinesis —El
ingeniero miró con sorpresa cómo se desprendía un fruto de un árbol y volaba hasta sus manos—
. Nos podemos teletransportar y la muestra de eso es… que hoy tú estás aquí. De todas esas
tecnologías y otras más, podrás apoyarte para empezar a recuperar el gran poder que se encuentra
aletargado en la mente de los humanos; que a decir verdad es prodigiosa. Con el tiempo se darán
cuenta, que no será necesario usar ninguna de estas técnicas desarrolladas en Paraddez; porque
llegará el momento que el cerebro de ustedes, vuelva a ser capaz de realizar cosas que nunca se
imaginaron.
—Ah… en la tierra eso sólo sucede en las películas y las historias de ciencia ficción —“aclaró”
aquel hombre.
—Es lo que les han hecho creer a ustedes los que dominan a tu mundo —atajó Kyannyak—. Es
más, en mi planeta bien sabes que sólo existe la bondad; pero estamos preparados por si algún
virus de la maldad intentara hacernos daño. Nuestras técnicas psíquicas están desarrolladas para
protegernos de un evento así. Cuando a alguien se le mueren los buenos sentimientos sus
pensamientos se vuelven estériles y al sucederle eso, no podrá producir ni conseguir ningún
alimento o satisfactor; por lo que comenzará a marchitarse como una flor cuando le falta agua…
hasta morir.
¡Vaya… Vaya! —“expresó” el viajero.
—Lo mismo podría aplicarse para los seres perversos de tu planeta; pero creo que no será
necesario porque con el tiempo ustedes podrán recuperar todo el poder de la mente. Eso les
liberará de las cadenas que hasta hoy les han hecho tanto daño; es decir, serán totalmente libres
y la maldad ya no podrá alcanzarlos.
—Ahora comprendo varios de mis sueños; están muy relacionados con lo que me has compartido
hoy —“dijo” Remigio sin dejar de ver los grandes ojos que le hacían estremecer—. Te agradezco
mucho que me hayas elegido para emprender esta grandiosa aventura que me hizo conocerte.
Tengo todavía una duda y me encantaría que me la aclararas: ¿Cuándo mencionas a la “Fuerza
Universal” te refieres a Dios?
—Podría ser, aquí creemos en una Fuerza Universal que es la creadora del Todo, la que
mantiene el equilibrio en El Universo y en la cual confiamos. A pesar de que existe la maldad; la
bondad tarde o temprano ha de reinar, porque son varios los seres en el cosmos que somos de
buenos sentimientos.
—Entonces es Dios —“expresó” sonriente el “turista” mientras volvía a tomar la mano de la
celestial criatura—. ¿Te volveré a mirar?… me encantaría…de..—“dijo” aquel muchacho con
voz trémula.
¡Claro que sí amigo!, esto apenas comienza… tú y yo tenemos bastante tiempo que estamos en
sintonía y así seguiremos durante un buen rato más. Regresa con los tuyos; a ese lugar que te dio
la vida; ahí será el semillero en donde habrás de predicar con el ejemplo y podrás despertar las
conciencias de los más cercanos a ti; voy a seguir de cerca todos tus logros y cuando menos te lo
esperes iré a visitarte —dijo sonriente Kyannayk.
—Ah antes de irme —agregó la hermosa joven—; te daré unas últimas recomendaciones: El
Pulsent2 sólo funcionará cuando lo tengas en tu muñeca izquierda, todas las técnicas que te
lleguemos a compartir serán de uso exclusivo tuyo, siempre y cuando se amerite utilizarlas; no
debes abusar de eso. Sé reservado, no andes contando por doquier que posees “secretos que
ayudarán a destruir a los poderosos” porque peligrarías tú y la misión. Si te llegara a derrotar el
“virus del mal”, es decir que nuestras tecnologías cayeran en manos de terceros, ya sea por dinero
o porque te diste por vencido, todo lo que te hayamos revelado o entregado será indescifrable y
te habrás fallado a ti mismo y por ende a la humanidad. Remigio, no defraudes a todos los que
creemos en ti —finalizó diciendo la chica.
¡No los defraudaré! —Pensó con elocuencia el ingeniero.
El viajero presentía que la despedida estaba cerca y siguiendo a los impulsos de sus sentimientos
abrazó a Kyannayk para después plantarle un beso en la mejilla, hubiera querido probar sus
labios; pero sabía que no era correcto ilusionarse así. Cuando retiró sus manos, quiso decirle más
cosas al menos con la mirada; sin embargo no pudo hacerlo, se dio cuenta que ya era muy tarde
para eso, pues la rubia cabellera empezaba a desintegrarse; tenía que despertar de aquel sueño,
una dura realidad lo esperaba.
Las primeras estrellas titilaban en el firmamento, la noche se embriagaba de calma con el chirriar
de los grillos. El viento soplaba perezoso, cuando en la Cueva de los Sapos un haz de luz púrpura
y turquesa iluminó su interior. Al poco, una fulgurante puerta con destellos multicolores se abrió
y un hombre emergió de ella.
Era Remigio Briseño, quien volvía de un fantástico viaje dispuesto a rescatar su gente de la
miseria. Sabía que no estaba tan lejos su terruño, pues la gruta en que se encontraba la había
recorrido palmo a palmo en su juventud; allá abajo estaban sus raíces: el lugar que un día lo viera
nacer.
Tamazolitlan, un viejo pueblo minero del que sólo quedaban ruinas, en ese lugar “subsistían” sus
padres y sus hermanos. Pero los recuerdos añejos alimentaron de esperanza al ingeniero; aquella
población que ante sus ojos se veía desolada, en otros tiempos había sido una tierra de
abundancia.
Estaba consciente que tenía mucho que hacer, para despertar en su gente las ganas de salir de
aquel letargo; para inyectarles la confianza necesaria de creer en ellos mismos; pero estaba
dispuesto a intentarlo predicando con el ejemplo.
Había alguien que lo inspiraba: era Kyannayk, esa bella imagen que ya era dueña de sus
pensamientos. Sus enseñanzas y secretos, lo motivarían a luchar sin descanso por un mundo
mejor; para romper los grilletes que tanto daño le causaban a los suyos. Sabía que aquello sería
posible de lograr, si seguía el rastro de los buenos ideales; sin dejar de hacer caso al Pulso de los
Sentimientos.
FIN

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