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que usa para las cirugías? ¿Cómo sería permitir que un mecánico que no
sabe nada acerca de la electrónica se meta a la computadora de tu carro
para arreglarla? En los dos casos, no sería buena idea. De igual forma, los
cristianos, especialmente los que enseñan y predican la Palabra de Dios,
deben querer entender la Biblia lo mejor posible. Una buena forma de
crecer en este conocimiento es estudiar los idiomas bíblicos.
Estos beneficios son simplemente una lista corta de muchos que podría
mencionar, pero necesitamos ver algunos peligros también.
¿Qué queremos decir con tal afirmación? Nos recuerda que saber un poco
puede ser peor que no saber nada. Te doy un ejemplo. Un pastor se
aprende el alfabeto griego y empieza a meter palabras de griego en su
predicación. No tiene un conocimiento amplio acerca de lo que dice, pero
ahora suena erudito. Este mismo pastor predica acerca del amor y enfatiza
con autoridad, «La palabra ἀγάπη [agape] y el verbo de la misma raíz se
refieren al amor de Dios. El amor agape es un amor puro y santo.» Suena
bien, y seguramente todos lo hemos escuchado si llevamos tiempo en el
evangelio, pero el problema es que esta afirmación no reconoce la
distinción entre una palabra y un concepto. “El amor de Dios” es un
concepto, pero agape es una palabra. Si entendemos esta distinción, no
nos debe sorprender lo que dice 2 Ti 4:10: “porque Demas me ha
desamparado, amando este mundo”. El participio “amando” viene del verbo
relacionado con agape y obviamente no era un amor puro y santo. Saber
un poco puede llevarnos a afirmar cosas que no son ciertas.
Otro peligro es usar un lexicón (diccionario) de los idiomas originales sin
saberlo manejar. Cuando empezamos a realmente estudiar un idioma
bíblico, aprendemos a usar las herramientas de una forma natural. De lo
contrario, podemos fácilmente tergiversar su contenido. [Resisto el deseo
de nombrar algunas sectas que maltratan a los pobres lexicones.]
Por ejemplo, un pastor estudia Juan 10:16: “También tengo otras ovejas
que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y
habrá un rebaño, y un pastor”. Como no entiende bien cómo usar el
lexicón, decide buscar el «significado real» de la palabra “traer” en el
Diccionario Griego-Español [un buen lexicón que lamentablemente no se ha
terminado todavía: http://dge.cchs.csic.es/xdge/). El predicador encuentra
un montón de significados y exclama para sí, “¡Esto va a predicar bien!” De
todas las acepciones en el artículo, saca las más interesantes para
compartir en su prédica. Tal vez el resultado sea algo así: “Hermanos,
cuando vemos la palabra «traer» debemos entender que esta misma
palabra significa traer a casa o desposar. Imagínense, Cristo aquí hace una
referencia a la Iglesia como su novia. No solamente habla de ovejas, ¡sino
de una tremenda boda!”. El problema con esta intervención es que el
pastor no escogió el significado que encaja en el contexto, cuya traducción
correcta es “traer”. Encontró algo en el texto que no estaba.