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I. INTRODUCCIÓN
II. UBICACIÓN
VI. BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
“Este cerro de la Sal es muy famoso por el grande concurso de los indios infieles,
que de las regiones más remotas de la montaña acuden a él por sal; porque como
dentro de la montaña hay pocas salinas les es forzoso venir a este cerro a buscarla,
los unos para su uso y consumo, y otros para comerciar con ella otras cosas que
necesitan de las otras naciones”
José AMICH1
El Cerro la Sal es testigo de los muchos sucesos y transformaciones que en sus territorio
ocurrieron durante los últimos cinco siglos, donde los pueblos yáneshas y ashánincas
jugaron un papel protagónico. La historia del Cerro la Sal es su historia. Importante
también fue la labor franciscana, es a partir de los frailes que se posee una copiosa
documentación donde se describe gran cantidad de sucesos de los últimos cuatro siglos,
así como las primeras cartografías del área explorada. Actualmente, los escritos
franciscanos son la principal fuente para conocer la historia de toda la región.
Para la presente reseña ordenamos la historia del Cerro la Sal en tres etapas. La primera
etapa empieza la narración con la historia de las poblaciones originarias, aquellas que
establecieron una estrecha relación con el cerro y le impregnaron una fuerza simbólica, la
dinámica alrededor del cerro que ellos impostan será el punto inicial al
desencadenamiento de los futuros acontecimientos. La segunda, corresponde a la historia
de la labor evangelizadora emprendida por frailes franciscanos y sus esfuerzos en la
fundación de misiones en el Cerro la Sal, hasta la irrupción de la rebelión de Juan Santos
Atahualpa. La tercera etapa relata la historia de colonización a partir del s. XIX, con la
ambición republicana por ocupar la selva central, el establecimiento de las colonias, el
progresivo retiro indígena de sus territorios, hasta llegar a la situación actual.
1
AMICH, José. Historia de las Misiones del Convento de Santa Rosa de Ocopa. Iquitos: CETA, 1988 (1771),
p. 55
La reseña propuesta no tiene por intención ser un estudio minucioso de cada hecho
histórico, su propósito es servir de insumo para aproximarnos a la historia del Cerro la Sal,
exponerla y constatarla con el conocimiento local. Por ello, no se trata de una versión
final, sino de continua recomposición conforme los aportes se vallan adquiriendo.
II. UBICACIÓN
El Cerro de la Sal es una pequeña cadena montañosa cuya suave pendiente conduce al río
Quebrada de la Sal, afluente del río Paucartambo, ubicado antes de su encuentro con el río
Chanchamayo. Está a una distancia aproximada de tres kilómetros del actual centro
poblado de Puente Paucartambo, distrito de Villa Rica, provincia de Oxapampa. Lo cubre
una espesa vegetación y bajo su superficie yacen diferentes variedades de sal.
Antiguamente demarcaba zona límite entre los territorios yáneshas y ashánincas
ashenincas.
Definir con precisión la población nativa que habitaba la zona del Cerro la Sal antes de la
llegada de los españoles ha sido un tema difícil de aclarar en la historiografía de la selva
central. En un inicio se creía que el cerro se encontraba en territorio asháninca, deducción
realizada a partir de documentación temprana del siglo XVII. No obstante, las primeras
expediciones españolas no distinguían las distintas filiaciones étnicas, agrupando a todas
bajo el mismo nombre genérico de andes o campa (asháninca), recién a inicios del siglo
XVIII se diferencia a yáneshas de ashánincas. Gracias a una nomina de 1716 de Fray
Fernando de San Joseph, se demuestra que el Cerro de la Sal se encontraba en territorio
yánesha, mas no significa que eran los únicos que ocupaban el lugar. Gente de otros
pueblos de la región, de las familias lingüísticas Arahuac y Pano acudían periódicamente y
se asentaban por cortos lapsos de tiempo en el lugar.
La existencia de la familia Arahuac en la selva central se remonta a más de tres mil años de
antigüedad. Se ha identificado que hacia el año 1200 a. c. se había desarrollado una red
comercial que tenía como eje central al Cerro la Sal. La extracción de sal generaba un
intercambio socioeconómico y cultural entre las diversas etnias amazónicas, articulaba y
cohesionaba a pueblos distantes entre sí.
No se posee información que confirme la presencia inca en el lugar. Si bien se sabe que
bajo el reinado de los incas Pachacutec y Tupac Yupanqui se lograron conquistas hasta la
zona de Tarma, no se ha reportado hasta la fecha la existencia de ruinas incaicas que estén
ubicadas más al oriente. Si se puede afirmar, a partir de crónicas, tradiciones orales
nativas y patrones culturales similares; el contacto comercial entre pueblos amazónicos
del piedemonte y el imperio incaico.
“Todos los ashaninkas venían de Bermudez, del Gran Pajonal, del Tambo,
del Perene, pasaban por allí hacia el Cerro de la Sal, que nosotros
consideramos como patrimonio desde hace mucho tiempo. El Cerro de la
Sal es de donde sacamos sal para todos los ashaninkas que viven hacia
adentro. Pasaban por allí, por mi comunidad. Ahí dormían. Todo era un
camino céntrico, antiguo, de miles de años. Por allí pasaban ellos”
Miqueas Michari Motaf2.
Las familias se organizaban para la extracción de sal fortaleciendo los lazos internos, todos
sus miembros participaban. Jóvenes y mujeres cargaban los bloques más pequeños
mientras los hombres cargaban hasta dos de los bloques grandes. La extracción de sal
otorgaba prestigio e influencia a social a quienes lo realizaban. Para la elección de los jefes
se tomaba en consideración las habilidades para satisfacer necesidades de la comunidad,
la experiencia en expediciones por sal podían ser decisivas.
Las expediciones por sal tejían redes sociales, en el recorrido de las rutas se relacionaban
miembros de parcialidades distantes entre sí. Dependiendo del lugar de procedencia, las
expediciones podían demorar de entre un par de días hasta un mes de duración. El viaje
requería de víveres para el consumo durante el recorrido y, de ser larga la distancia,
puntos de alojamiento. Por ello en todas las rutas era importante contar con vínculos
2
VEBER, Hanne. Historias Para Nuestro Futuro. Yotansti Atsí Otsipanki. Grupo Internacional de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas
IWGIA, 2009, p. 130. Testimonio de Miqueas Mishari Motaf, dirigente asháninca.
sociales, como familia extensa o ayumparis3, que facilitaran la satisfacción de necesidades
durante la expedición. El movimiento de gente en las expediciones propiciaba también la
comunicación entre diferentes puntos a lo largo de las rutas.
Las expediciones, cuando llegaban al Cerro de la Sal, solían acampar durante varios días. La
confluencia de gente lo convertía en punto de encuentro clave, se desarrollaban reuniones
importantes para tratar temas de interés colectivo, tal es el caso de la entrevista entre
lideres yáneshas y ashánincas con Juan Santos Atahualpa, de la que se hablara más
adelante. El testimonio de Agusto Capurro, ex dirigente asháninca, nos da algunas luces
sobre la continuidad de estas reuniones: “Tres puntos muy importantes que nos unían a
todos fueron la toma de masato en las lunas llenas, la pesca y lo último fue la recolección
de la sal de la mina. Así se practicaban las asambleas generales, que hoy en la actualidad
la mayor parte se practica bajo las costumbres occidentales”4.
“La sal de esos cerros que forman uno de los últimos contrafuertes
cordilleranos que penetran en la selva casi como una ofrenda andina a los
habitantes del bosque, ha sido siempre un importantísimo elemento de
cambio para los campa asháninca e inclusive para los otros grupos de la
montaña central”
Stefano VARESE5
Cerro la Sal fue centro de intercambio de bienes, así como foco principal de una red de
rutas de trueque. La sal era un producto sumamente preciado entre las naciones indígenas
debido al valor de su uso y la dificultad, respecto a distancias, para obtenerlo. Además de
ser usada la sal como condimento para la preparación de comidas, su importancia se debía
a la utilidad que se le daba como conservante de alimentos. La sal permitía acumular
reservas de alimentos para viajes o épocas donde no se podía depender de la caza.
El valor de uso de la sal y su fácil transporte hicieron que fuera usada como bien de
intercambio. Cumplía funciones similares al dinero, era una suerte de moneda de cambio
generalizada para transacciones comerciales. Las expediciones que iban al cerro extraían
un volumen de sal para el autoabastecimiento de sus comunidades por uno o dos años,
más un pequeño excedente destinado a ser intercambiado por otros productos locales y
regionales.
3
Ayumpari es la denominación asháninca para referirse al hombre con el que se está en una relación de comercio, posee atribuciones
sagradas.
4
VEBER, Hanne. Historias Para Nuestro Futuro. Yotansti Atsí Otsipanki. Grupo Internacional de Trabajo
Sobre Asuntos Indígenas IWGIA, 2009, p. 192. Testimonio de Agusto Capurro Mayor, dirigente asháninca.
5
VARESE, Estefano. La Sal de los Cerros. Resistencia y Utopía en la Amazonia Peruana. Lima: Cuarta
Edicion: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2006, p. 49
El acceso a la sal se daba comúnmente bajo dos modalidades: o bien se le podía extraer
directamente, cortando y empaquetando bloques de sal bruta en hojas de plátano; o de
forma indirecta a través de los salinistas, nombre que dieron los franciscanos a los
pobladores locales del cerro que se dedicaban a la extracción y comercialización de sal. Los
salinistas actuaban como intermediarios en amplias redes comerciales del piedemonte
andino y de los llanos amazónicos, suministrando sal a aquellos lugares donde su
extracción representa demasiado esfuerzo, como era el caso con el pueblo Piro, ubicados
en las mediaciones del río Ucayali.
Como bien de intercambio, la sal era bien retribuida con productos como el chamairo,
textiles, madejas de algodón hilado, estuche de achote, cañas de resina vegetal, carne
ahumada, pescado salado e incluso conchas de perla. En los últimos años la sal en su rol de
intercambio se fue sustituyendo por bienes occidentales como la escopeta, cartuchos,
cuchillos y otros similares.
“El promontorio era concebido por los naturales como un espacio sagrado.
Un mito local atribuía al dios Pachakamáite, el hijo del sol, la posesión de
todos los bienes (…) El cerro participaba de la sacralidad de su dueño,
convirtiéndose en un templo natural levantado por la propia divinidad y,
por lo tanto, en una epifanía”
Arturo DE LA TORRE LÓPEZ6
Para las poblaciones nativas, el Cerro la Sal no era únicamente fuente del preciado
mineral, sino también constituía un lugar sagrado en sus cosmovisiones. La sal era un don
de los dioses para ser utilizada por todos, se le debía agradecimiento y respeto. La
importancia ritual del Cerro la Sal hacía de él un elemento unificador en la cultura de la
gente yánesha y asháninca (y probablemente también para otras poblaciones de la selva
central). Es así que en las tradiciones orales de estos pueblos encontramos mitos donde se
narran el origen de la sal del cerro.
6
DE LA TORRE LÓPEZ, Arturo. Juan Santos Atahualpa. Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2004, p. 38
El mito asháninca cuenta que la diosa civilizadora Pareni realizo un viaje desde la periferia
del territorio arahuac hacia su centro, al área que correspondería al Cerro la Sal, donde se
convirtió en la veta de sal roja del cerro, mientras que su hija se convirtió en una veta de
sal blanca de uno de los cerros vecinos más pequeños.
El interés de los españoles por ingresar y explorar la selva responde a dos motivaciones
diferentes. Una de ellas era para la búsqueda de riquezas, la creencia de tierras míticas
como el dorado despertó la codicia de muchos soldados españoles con sed de aventura,
todas las expediciones en búsqueda de oro tuvieran resultados decepcionantes. La otra
motivación responde a una causa más mística, el ansia evangelizadora de adoctrinar a los
pueblos infieles de las indias, siendo motor principal para las incursiones misionales
franciscanas y jesuitas.
Las misiones eran organizaciones de la Iglesia Católica que tenían como tarea adoctrinar a
los indígenas dispersos por todo el virreinato. Las órdenes religiosas que ingresaron a la
selva fueron la Compañía de Jesús y la Orden de Frailes Menores Franciscanos. Para
desempeñar con la mayor amplitud posible su labor evangelizadora, la selva amazónica se
dividió en dos zonas de influencia: Los jesuitas por la región nororiental, abarcando los
afluentes del río Marañon, Amazonas, Napo, Ucayali y parte del Huallaga; y los
franciscanos en la región de selva central, logrando alcanzar presencia en los valles del
Huancabamba, Chorobamba, Paucartambo, Chanchamayo, Perené, hasta el Ucayali, y en
las provincias de Urubamba y Madre de Dios.
El primer contacto entre nativos y españoles en la selva central se dio a finales del siglo
XVI, en el año 1595, con la incursión del misionero jesuita Joan Font. La entrada misional
continuaría con los padres franciscanos a partir de 1635.
Tras la muerte de Fray Jerónimo Jiménez, la misión de San Francisco de las Salinas quedo
abandonada por un lapso de casi 50 años. Durante ese periodo se reporto la incursión al
cerro de españoles en busca de oro, tales fueron los casos de Don Alonso Sánchez
Bustamante, asesinado por indígenas a mitad de expedición; Don Francisco Bohorquez,
quien en 1645 se llega a asentar en el Cerro de la Sal, pero por altiveces y desordenes en
su conducta fue expulsado por orden del gobierno superior del virreinato; y don Andres
Salgado de Araujo, que en 1649 fundó un asentamiento en el cerro, al tiempo de tres años
recibe la orden de retirada del virrey Conde de Salvatierra.
Los padres franciscanos se rehusaban a perder la valiosa posición del Cerro la Sal, en 1687
se vuelve a instalar una misión, esta vez estableciendo un control burocrático sobre la
extracción de sal para así obtener el dominio de los indígenas. El malestar provocado a los
nativos con el nuevo sistema no se hizo esperar y el mismo año los padres responsables
fueron asesinados y expulsados.
Las agresiones contra misiones franciscanas no solo sucedieron en el Cerro la Sal, en 1691
los padres responsables de las misiones de Quimiri y Huancabamba, pese a que contaban
con la protección de una guardia, fueron asesinados en levantamientos indígenas. Tal
situación empujo al padre Comisario General, fray Gabriel Arregui, dar orden de retirada a
la labor misional.
7
AMICH, José. Historia de las Misiones del Convento de Santa Rosa de Ocopa. Iquitos: CETA, 1988 (1771),
p. 133
Iniciado el siglo XVIII, se reinicia con mayor vitalidad la labor misional. Para ello entran en
juego dos elementos claves: la llegada de fray Francisco de San Joseph, padre formado en
el colegio de misiones de Guatemala de futuro prometedor, a quien se le otorga el titulo
como Primer Comisario de Misiones en el Reino del Perú, sus funciones serian
precisamente las de enrumbar el resurgimiento de la campaña misional; como segundo
elemtno, la fundación del convento de Santa Rosa de Ocopa, centro apostólico desde el
cual se administrarían las misiones de toda la región.
Uno de los primeros desafíos propuestos para esta nueva etapa fue la recuperación de la
misión del Cerro de la Sal. Fray Francisco de San Joseph se encargaría personalmente de
tal reto. En 1709, con el apoyo de una guardia armada, se consigue recuperar la misión del
enclave de sal, refundada con el nombre de Cristo Crucificado de Cerro la Sal. Otras
misiones que fray Francisco fundara los años siguientes en territorio yánesha son: Nuestra
Señora de Quimiri, San Antonio de Eneno, San Joaquín de Nijandaris y Purísima
Concepción de Metraro; extendiendo así el dominio franciscano sobre toda la región.
Años más adelante, entre los años 1742 y 1760, los esfuerzos de las misiones franciscanas
tendrán un drástico retroceso con el surgimiento de las rebelión de Juan Santos
Atahualpa. Los padres franciscanos continuarían su trabajo de evangelización a finales del
siglo XIX por Oxapampa en dirección a los ríos Chanchamyo y Paucartambo.
La rebelión de Juan Santos Atahualpa fue uno de los hechos más impactantes registrados
en el periodo colonial, marca un hito en la historia de la alta amazonia. Durante el
desarrollo de la rebelión, el Cerro de la Sal fue continuamente punto estratégico en el
diseño de los planes tanto de españoles como rebeldes. Si bien no fue escenario
protagónico, los alcances de la rebelión permiten comprender los sucesos siguientes que
en el cerro acontecen.
Temiendo que la rebelión se extienda hacia los andes, las autoridades virreinales
cambiaron de una estrategia ofensiva a una defensiva, en 1756 replegaron todas sus
fuerzas de la amazonia a resguardar las entradas a la sierra, dejando así aislada la zona
andina de la selva central. La rebelión de Juan Santos Atahualpa dio termino a la presencia
española en Cerro la Sal y el resto de la región por alrededor de cien años. Si bien los
padres franciscanos aun conservarían algunas vías de comunicación con el Ucayali, no es
hasta 1847 que la población indígena vuelve a sufrir la intromisión en sus territorios.
A partir de 1830, tras las guerras independentistas, la actividad en las minas de Cerro de
Pasco se reinician con nuevo vigor. El crecimiento de los centros mineros necesita de
mercado de alimentos y otros productos donde abastecerse, razón que despertó el interés
de la oligarquía de la ciudad de Tarma por la búsqueda de nuevas tierras para la
producción agrícola y ganadera. Con tal motivo se persuade al presidente Ramón Castilla a
reabrir el ingreso a la selva central. En 1847 inicia la reconquista de la región con el
establecimiento del fuerte de San Ramón, donde se ubico un contingente militar para el
resguardo de las haciendas de los colonos ingresantes y la exploración selva adentro en
búsqueda de nuevas tierras y rutas de viaje a los ríos navegables.
Las expediciones militares saquearon muchas herrerías. Los indígenas prefirieron destruir
sus propias herrerías ante el avance de soldados y colonos. Con la fundación de La
Merced, en 1869, la administración de la colonización de la selva central pasa
progresivamente de mano de militares a civiles, y con ello el cese a la violencia.
Dentro del esfuerzo de las autoridades republicanas para la colonización de la selva central
se promulgaron una serie de leyes que facilitaran el ingreso de inmigrantes extranjeros.
Para hacer atractiva la región, se establecieron otras leyes que permitían el libre acceso a
la tierra, pasajes gratuitos y asistencia financiera para iniciar la producción agrícola. Se
8
ORTIZ, Dionisio. Oxapampa, Estudio de una Provincia de la Selva del Perú. San Ramón: Editorial
Imprenta San Antonio, 1967, p. 394
promulgo una ley especial para beneficio de inmigrantes europeos, pues era deseo de la
época incrementar la población blanca por ser símbolo de modernidad. La copiosa
legislación logra el ingreso de varios inmigrantes europeos, así, por ejemplo, en 1859 se
asientan en Pozuzo inmigrantes tiroleses y alemanes, quienes posteriormente se
extienden hacia Oxapampa en 1891 y Villa Rica en 1925.
Las misiones franciscanas no fueron ajenas al nuevo proceso de colonización. En 1881 los
franciscanos reinician su labor misional en la región con la fundación de la misión de
Quillazú, en el valle de Chorobamba. Considerando el valor estratégico del Cerro de la Sal,
el padre Gabriel Sala solicita tierra en el río Paucartambo, próxima a la antigua misión de la
Sal, donde funda en 1886 la misión de San Luis de Shuaro. En 1891, el mismo padre Sala,
con un propósito similar, funda la misión de San José de Sogormo cerca del río
Paucartambo. Años más adelante, el padre Sala se dedicaría a la exploración de los ríos
Puñizas, San Miguel de Eneñas, Entáz, Cacazú y Azupizú. La apertura de las misiones
influye a un acelerado avance de las colonias, forzando a la población indígena a
desplazarse valles más adentro. Con la retirada de los asentamientos yáneshas de la
cuenca del Paucartambo, las misiones de San Luis de Shuaro y Sogormo pierden
convocatoria y fracasan.
La presencia de Peruvian Corporation Company a lo largo del Perene fue otro factor
decisivo en el repliegue de las poblaciones nativas. El estado peruano se había endeudado
financiando costosos proyectos, como la construcción del ferrocarril Lima - La Oroya. En
1889, pese a la entrega de bonos, la presión ejercida por los acreedores ingleses y
norteamericanos empuja al gobierno peruano a firmar un contrato por el cual confiere a
sus prestamistas los ferrocarriles durante 66 años y además pone en concesión dos
millones de hectáreas para los inversionistas británicos, cuya ubicación debía ser definida
en un próximo acuerdo. Para administrar la concesión peruana, los inversionistas
británicos tenedores de bonos fundan la Peruvian Corporation Company. Tras un estudio
de rentabilidad, la Peruvian Corporation reclama medio millón de hectáreas
correspondientes a la cuenca del río Perene, el área comprendía 20 kilómetros de ancho a
ambos lados del río. En 1891 establecen su central en Pampa Whaley e impulsan la
producción agrícola, principalmente de café, a través de una serie de haciendas.
El proceso de colonización se expandió por todos los valles del piedemonte andino
amazónico. La región adquirido un carácter cosmopolita, poseía colonias de italianos,
alemanes, ingleses, yugoslavos, chinos, japoneses, entre otros. Una de las colonias se
estableció cercana al área del Cerro de la Sal, fijando una nueva etapa en su historia con
nuevos actores y dinámicas, pero sin perderse la importancia del mineral. Se trata de la
colonia japonesa en Puente Paucartambo, acá un esbozo de su historia.
Pese a ser una estipulación dentro del contrato de concesión la colonización de “raza
blanca” en las hectáreas otorgadas, la Peruvian Corporation Company no logro ocupar
todas su tierras. La poca capacidad de gestión sobre toda el área motivó a vender tierras
del extremo norte de la concesión a partir de 1920, no distinguiendo raza del comprador.
Años más adelante, ante la cantidad de tierras disponibles, se iniciaron incursiones
invasoras a las que la Peruvian Corporation tuvo que ceder. En 1965, mediante Resolución
Suprema, el gobierno de Belaunde pone fin a la concesión de la Peruvian Corporation.
Ya desde 1893 se tiene noticias del interés de agricultores japoneses por ingresar a la
región de la selva central. Ikutaro Aoyagi es el encargado de iniciar las negociaciones. Pese
a las negativas iniciales, en 1912 se logra fundar una primera colonia japonesa en el Entaz.
En 1931, con conocimiento de la venta de tierras por parte de la Peruvian Corporation,
otro grupo de colonos japoneses compra mil hectáreas y se instala en Punizas. Las colonias
de Entaz y Punizas constituyen la Sociedad Cooperativa Colonizadora Peru Takushoku
Kumiai. En 1935, la cooperativa facilita la formación de una nueva colonia japonesa en
Puente Paucartambo.
La nueva colonia japonesa se funda con las familias Takahashi, Matsumoto, Yoshimoto,
Okawa, Morisaki, Tsukazan, Yino, Doy y Kuriyama. En la distribución de tierras, al señor
Carlos Yino le correspondió la parte ubicada al margen derecho del río Quebrada de la Sal,
frente al Cerro de la Sal; el cerro no fue posesionado por ningún colono japonés. Las
haciendas japonesas se dedicaron a la producción de café y frutos cítricos, la necesidad de
mano de obra propició el arribo de migrantes andinos procedentes de diferentes lugares.
9
VARESE, Estefano. La Sal de los Cerros. Resistencia y Utopía en la Amazonia Peruana. Lima: Cuarta
Edicion: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2006, p. 155
Para la década del 40 se tiene información de la ocupación de los primeros colonos en el
Cerro la Sal. Vecinos del lugar coinciden en señalar a los señores Alejando Galarza, Walter
Cárdenas y Francisco Paredes como los primeros. No se tiene conocimiento exacto si su
asentamiento fue mediante la compra de tierras a un propietario más antiguo, o mediante
la invasión y denuncia de tierras al estado. Las familias japonesas, con motivo de dar
educación superior a sus mayores hijos, empiezan un proceso de migración hacia distintos
puntos del país a partir de la década del 50. Las tierras de las antiguas haciendas eran
vendidas a los peones, colonos andinos. Este no fue el caso del señor Carlos Yino, cuya
propiedad paso a manos de Alejando Tsukazan, esposo de su hija Victoria, donde vivió
hasta su muerte a finales de la década del 80.
Puente Paucartambo fue un importante foco productor de frutas. Junto con San Ramón y
la Merced, sería uno de los principales abastecedores del mercado de frutas de Lima,
logrando niveles más altos de producción y venta con la apertura de la carretera de Lima a
la Merced y Puente Paucartambo, entre los años 1948 y 1956. Otro sustento económico
importante para Puente Paucartambo fue el aserradero Balarín, que funciono desde 1962
hasta la aparición de los grupos terroristas en la década del 80.
Como se menciona líneas atrás, desde la década del 40 el Cerro la Sal empieza a ser
ocupado por colonos andinos, muchos de ellos antiguos peones de las haciendas de los
japoneses. En un inicio tres eran los asentados en el cerro: Aleandro Galarza, Walter
Cárdenas y Francisco Paredes. Galarza y Cárdenas vendieron sus propiedades
progresivamente entre las décadas del 60 y 90, el primero se mudo a Pucallpa y el segundo
a Cacazu. Paredes todavía permanece en el cerro, aunque con parte de su terreno original
vendido. Actualmente el cerro está habitado por cerca de una decena de familias:
Francisco Paredes, Leónidas Galindo, Alejandro Aipo, Esther Chique, Dominga Chique, Juan
Malpartida, la señora María y el señor Willy. Probablemente haya una cantidad parecida al
otro extremo de la pequeña cadena montañosa que comprende el Cerro la sal. Además,
alrededor de 40 familias poseen pequeñas parcelas de cultivo a lo largo del cerro.
Durante varios años, los colonos de Puente Paucartambo y el resto de centros poblados
cercanos extraían sal del cerro para el autoconsumo y para el ganado de vacas. A
diferencia de los indígenas que usaban picos, los colonos usaban dinamita para extraer
grandes cantidades de sal. En el presente se encuentran pocas vetas de sal al descubierto,
un par de ellas cercanas a la ribera de la Quebrada la Sal, entre Puente Paucartambo y
Pampa Encantada. Las vetas de sal más próximas se encontraban en la propiedad de
Francisco Paredes, quien aprovechaba para comercializarla desconociendo de las
formalidades legales para su extracción. El proceso formal es mediante la denuncia al
Ministerio de Energía y Minas para recibir una autorización de minería artesanal.
Actualmente la denuncia de sal la posee Luis Huamán, esposo de Esther Chique.
Desde hacer alrededor de diez años los pobladores locales ya no recogen sal por dos
razones. La primera, porque en su composición carece de yodo, lo que provoca bocio a
quien la consume. La segunda, porque las vetas de sal están muy cerca a la carretera de
entrada al cerro, al ser extraída la sal por dinamita, su recolección provocaría serios daños
a la carretera. Si bien algunos pobladores indican que la sal del cerro posee un sabor
particular y agradable, está ha sido sustituida totalmente por la sal comercial.
Las expediciones indígenas para la extracción de sal continuaron en el siglo XX, mas es
difícil precisar una fecha de cuando culminaron. Fuentes escritas (Granero 2004; Varese
2006; Veber 2009) señalan las décadas del 50 y 60 como el fin de las expediciones
ashánincas y yáneshas al Cerro de la Sal. Sin embargo, pobladores locales de Puente
Paucartambo sostienen haber visto expediciones ashánincas periódicas durante la
estación seca hasta iniciada la década del 80; cuentan que llegaban en grupos de hasta 50
personas, andaban ordenados en una sola fila y acampaban a lo largo de la Quebrada la
Sal. También, contrario a lo que sostiene los autores mencionados, los lugareños no
recuerdan ningún tipo de hostilidad por parte de los “nuevos propietarios de la sal” hacia
los indígenas. Más allá de precisar fechas, yáneshas y ashánincas abandonaron la
extracción de sal del cerro, tanto por la ocupación de colonos en el territorio, como por el
progresivo cambio de sus costumbres y hábitos, teniendo acercamiento directo con
centros poblados y mercados donde acceden a la sal comercial.
La historia del Cerro la Sal hoy continua, bajo nuevos contextos y con nuevos actores. Pese
a que fue perdiendo importancia económica, social y religiosa para las poblaciones nativas,
su historia y cultura han quedado impregnadas en él. La historia del cerro no es solo la
suma de acontecimientos dispersos, sino el relato de una épica gesta de resistencia que
atravesaron yáneshas y ashánincas; es una muestra que nos dibuja buena parte de la
historia de la región de la selva central. Importante es no dejar que su historia pase al
olvido, sino mantenerla viva en la memoria colectiva de quienes sus antepasados fueron
participes, compartirla con sus habitantes presentes y no dejar de difundirla.
VI. BIBLIOGRAFÍA
AMICH, José. 1988 (1771) - Historia de las Misiones del Convento de Santa Rosa de
Ocopa. Iquitos: CETA.
DE LA TORRE LÓPEZ, Arturo. 2004 - Juan Santos Atahualpa. Lima: Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
LAUSENT-HERRERA, Isabelle. 1998 – Frentes Pioneros Chinos y Desarrollo Regional en
la Selva Central del Perú. En: GARCÍA, Pilar & SALA, Núria - La Nacionalización de la
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MACERA, Pablo & Casanto, Enrique. 2009 - El Poder Libre Asháninca. Juan Santos
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MATEOS, Sara. 1992 - Juan Santos Atahualpa. Un Movimiento Milenarista en la Selva;
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VARESE, Estefano. 2006 - La Sal de los Cerros. Resistencia y Utopía en la Amazonia
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VEBER, Hanne. 2009 - Historias Para Nuestro Futuro. Yotansti Atsí Otsipanki.
Narraciones Autobiográficas de Lideres Asháninka y Ashéninca de la Selva Central del
Perú. Lima: Grupo Internacional de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas IWGIA.