Sei sulla pagina 1di 9

Capítulo 4

El sistema nervioso neurovegetativo


Introducción
Nuestro sistema nervioso se compone de un sistema nervioso central (SNC), compuesto por el
encéfalo y la médula espinal, y un sistema nervioso periférico (SNP), formado a su vez por el sistema
nervioso somático (SNS) y el sistema nervioso neurovegetativo (SNV), cuyas partes se desarrollarán
más adelante.

La fisiología humana permite desarrollar una respuesta biológica relacionada con el ambiente y con
las necesidades corporales a través del SNC y del SNP. Es primordial que tengamos una visión
integral del sistema nervioso. Por lo tanto, no podemos considerar un sistema sin el otro. Solo así
podremos entender la reacción fisiológica del cuerpo y la respuesta emocional de la psique, que se
desencadenan al recibir un impacto emocional.

El sistema nervioso neurovegetativo también se conoce con los nombres de autónomo, visceral o
ganglionar. Se trata de la parte del sistema nervioso que controla las acciones involuntarias, a
diferencia del sistema somático, que interviene en las voluntarias.1
En síntesis, el sistema nervioso humano está formado por:
• Sistema nervioso central (SNC), compuesto por el encéfalo y la médula espinal.
• Sistema nervioso periférico (SNP), integrado por:
– Sistema nervioso somático (SNS), donde encontramos
nervios espinales y nervios craneales.
– Sistema nervioso vegetativo o autónomo (SNV), que se compone a su vez de:
* Vías aferentes (sensitivas), estimuladas a través de receptores químicos y receptores de presión o
barorreceptores, que son sensibles a los cambios de presión arterial y se sitúan en las paredes de la
arteria carótida interna y del cayado de la arteria aorta.
* Vías eferentes (motoras), representadas por los sistemas nerviosos simpático y parasimpático.
A diferencia del SNS, el SNV recibe información de las vísceras y del medio interno para actuar
sobre los músculos, las glándulas y los vasos sanguíneos. Se activa a partir de centros nerviosos
situados en la médula espinal, el tallo cerebral y el hipotálamo. También algunas porciones de la
corteza cerebral, como la corteza límbica, pueden transmitir impulsos a los centros inferiores y así
influir en el control autónomo desde el SNC hacia la periferia.2

Así pues, el SNV es sobre todo un sistema eferente e involuntario que transmite impulsos desde el
SNC hacia órganos periféricos. Estas funciones incluyen el control de la frecuencia cardíaca y la
contracción y dilatación de los vasos sanguíneos, así como la contracción y relajación de los
músculos lisos en varios órganos, la acomodación visual, el tamaño pupilar y la secreción de las
glándulas exocrinas y endocrinas. Por tanto, interviene en la regulación de funciones tan importantes
como la digestión, la circulación sanguínea, la respiración y el metabolismo. Este SNV, al recibir un
impacto emocional, que por ejemplo afecte a nuestra homeostasis, alterará nuestra fisiología
aumentando la presión arterial, la frecuencia cardíaca, dilatando las pupilas, etcétera.

El sistema nervioso autónomo funciona también mediante reflejos viscerales, es decir mediante
señales sensoriales que inciden en los ganglios autónomos, la médula espinal, el tallo cerebral o el
hipotálamo.

Dichas señales originan respuestas reflejas adecuadas que son devueltas a los órganos para
controlar su actividad.3 Los reflejos simples terminan en los órganos correspondientes, mientras que
los reflejos más complejos son controlados por centros autónomos superiores en el sistema nervioso
central, principalmente el hipotálamo.
El sistema nervioso vegetativo (Figura 1) se divide funcionalmente en:

Fig. 1. Sistema nervioso vegetativo. Esquema de las funciones del sistema parasimpático y
simpático.
• Sistema simpático: también llamado sistema adrenérgico o noradrenérgico. Está constituido por
una cadena de ganglios paravertebrales, situados a ambos lados de la columna vertebral, que
forman el llamado tronco simpático, así como por unos ganglios prevertebrales o preaórticos
adosados en la cara anterior de la aorta (ganglios celíacos, aórticorrenales, mesentérico superior y
mesentérico inferior).
Emplea como neurotransmisores la noradrenalina y la adrenalina.
Y la hormona predominante es la cortisona.
Interviene en actividades que requieren gasto de energía. Es el que predomina durante las
actividades diurnas y prepara al cuerpo para reaccionar ante una situación de estrés.4 Cuando se
vive un acontecimiento estresante, se pueden producir dos tipos de respuesta corporal: un ataque o
una huida (fight or flight).

• Sistema parasimpático: también denominado colinérgico o vago. Está formado por ganglios
aislados.
Emplea como neurotransmisor la acetilcolina. La hormona que predomina es la melatonina,
segregada por la glándula pineal, que favorece la relajación.
Es el encargado de almacenar y conservar la energía. Además controla el cuerpo en situaciones de
normalidad una vez superado el estrés. En este sentido, es antagónico al simpático: es el sistema
reparador, el que ralentiza todas las funciones corporales y, por lo tanto, es el que se impone durante
la noche.
• Sistema nervioso entérico (SNE): controla el sistema gastrointestinal.5 Está compuesto por cien
millones de neuronas (una milésima parte del número de neuronas alojadas en el cerebro) que
revisten el sistema gastrointestinal. Es un sistema muy complejo, una red neuronal que actúa con
independencia del encéfalo, y es capaz de recordar, de aprender, etcétera. Por eso en ocasiones se
le denomina «segundo cerebro». Se conecta con el SNC a través del SNS y del SNP.
Cuando una situación determinada produce un shock biológico, el nivel de estrés aumenta y se entra
en un estado de simpaticotonía: la persona está alerta, en pleno funcionamiento para poder
sobrevivir, para luchar o huir rápidamente. La simpaticotonía es, pues, un mecanismo adaptativo
ante una nueva situación que afecta a todo el organismo: el corazón se acelera, la digestión se
detiene, se siente frío, etcétera.
Al encontrar la solución, se pasa al estado de vagotonía: se produce una relajación general, aumenta
el apetito, se siente calor, etcétera.

Síntomas generales de la simpaticotonía6


• En el plano emocional y psíquico: la persona se siente nerviosa, frágil, obnubilada, asaltada por
pensamientos obsesivos. Tiene un ritmo diurno permanente.
• En el plano vegetativo: hay pérdida de peso y de apetito, vasoconstricción, manos y pies fríos,
insomnio, despertares frecuentes. También puede haber hipertensión arterial.
• En el cerebro: un escáner revela una imagen muy particular, como si fuera una diana, localizada en
el tronco cerebral si se trata de un conflicto arcaico, en el cerebelo si es un conflicto de protección,
en la sustancia blanca si es un conflicto de movimiento y en el córtex en el caso de conflictos de
relación. La «diana» revela que en esa área hay neuronas que trabajan de forma excepcional.
• En el cuerpo: un órgano recibe un estímulo especial de una zona concreta del cerebro. De esta
manera se limita el estrés a este único órgano o zona y no a todo el cuerpo en general. Será ese
órgano determinado quien se haga cargo del conflicto.
Ya hemos señalado que durante la fase de estrés se siente frío. No obstante, algunas personas,
cuando están estresadas tienen mucho calor. Esto ocurre porque «tener calor» viene a formar parte
de la solución a su conflicto.
Un ejemplo es el de un niño cuya madre trabajaba fuera toda la semana. Cuando se iba, al hijo le
subía la fiebre, pero no tenía otros síntomas de gripe. Cuando ella lo llamaba y le decía que llegaría
por la tarde, la fiebre desaparecía en media hora: el niño entraba en la fase de reparación.
Cuando el conflicto estaba activo, el niño tenía fiebre: «si no recibo calor del exterior, lo voy a
generar yo mismo». El Sentido Biológico guía al nervio vago que, en este caso, haría posible esa
sensación de calor.

Síntomas generales de la vagotonía


• En el plano psíquico: se siente una mayor tranquilidad, relajación, paz. Se tiene un ritmo nocturno
permanente, que se mantiene durante el día.
• En el plano vegetativo: hay una fuerte sensación de cansancio, mucho apetito, sensación de
bienestar, fiebre. Pueden haber dificultades para dormirse. Vasodilatación periférica, o sea, manos y
pies calientes. Hipotensión.
• En el plano cerebral: primero habrá un edema; cuyo exceso de agua reparará las neuronas, porque
estaban hiperactivas, en hiperfuncionamiento (de una fase funcional se pasa a una fase orgánica)
durante el estrés. Después, se produce una acumulación de neuroglia o tejido conjuntivo cerebral. El
cerebro en esta zona se vuelve más duro y más rígido. Si este estado se cronifica, se puede formar
un quiste.
Durante la reparación, las células gliales (las células que alimentan a las neuronas, las reparan, les
dan soporte, eliminan sus desechos y les aseguran un riego sanguineo adecuado) se multiplican y se
hinchan de agua. Esto puede provocar migrañas, y también tumores de cerebro (solo en el caso en
que el conflicto durase años). Esta aparición de tumores forma parte del proceso biológico normal y
pueden pasar desapercibidos.
• En el cuerpo: la vagotonía se manifiesta de manera global en el cuerpo. Sus signos generales son
la relajación, el hambre, el calor o la mayor afluencia de la sangre hacia el exterior.
El órgano, que estaba en conflicto activo, pasa a la fase de reparación. Esto no quiere decir que se
cure inmediatamente, sino que está convaleciente. Entonces hay síntomas de recuperación, como
inflamaciones, infecciones, algunas veces hemorragias, etcétera.
Si, por ejemplo, alguien está resentido porque le han hecho una «guarrada», la solución es
eliminarla.
Así, podría tener diarrea, y es el nervio vago el que lo hace posible. Globalmente está en estado de
simpaticotonía, pero localmente actúa el nervio vago.
Otro ejemplo: un niño al que le falta la madre puede tener estreñimiento, porque quiere guardar el
agua, los referentes, en los intestinos. Muchas veces el agua está asociada a la madre, a lo
femenino, y es el nervio simpático el que permite esto. Entonces se está en simpaticotonía, tanto
global como localmente.
Otro caso es el de la úlcera de estómago. Todos los médicos la asocian con el estrés. El doctor
Hamer relaciona la úlcera con una contrariedad en el territorio. En cirugía, para eliminar la úlcera de
estómago se corta el nervio vago, justamente el que provoca la úlcera localmente; en cambio, el
estrés continúa, se sigue en estado de simpaticotonía.

¿Cuál es la implicación terapéutica para nosotros?


Los síntomas físicos no son suficientes para certificar que alguien está en simpaticotonía o en
vagotonía. Los síntomas nos pueden orientar. Así, si la persona está cansada, recupera el apetito de
repente, tiene calor, etcétera, podemos decantarnos por una vagotonía. Pero hay una manera de
asegurar que se está realmente en vagotonía. ¿Cuál es? La presencia del apetito sexual.
Sin embargo, hay excepciones como el caso de la ninfomanía, que supone un conflicto activo. Y el
caso de personas con conflictos de frustración sexual (como un conflicto del ovario, que deriva del
mesodermo nuevo). Este último, en fase de conflicto activo produce más estrógenos y aumentará la
libido.
Entonces, ¿cuál es la manera de saber, ante cualquier tipo de síntoma, si el cliente está en
vagotonía o no? Conocer el impacto emocional y saber en qué fase se encuentra.
La sintomatología solo nos orienta. Por ejemplo, para Hamer, la ascitis (acumulación de líquido en la
cavidad peritoneal) se produce siempre en fase vagotónica. Pero la biología puede decidir, por
determinadas circunstancias, poner líquido en el vientre en estado de simpaticotonía para proteger
los intestinos.

Lo que es importante comprender aquí es que, durante el transcurso de la terapia y en los días
siguientes, es posible que los síntomas se agraven y que aparezcan nuevos síntomas própios de la
fase de reparación (infección, inflamación, entre otras). Es fundamental que los clientes sean
informados de ello, para evitar un segundo impacto emocional. De otra manera, estos nuevos
síntomas pueden provocar lo que llamamos un conflicto autoprogramante, pues los propios síntomas
y la consecuente percepción del cliente de estar empeorando y no «curando», son los causantes de
un nuevo shock emocional.

Esto provocaría que el cliente volviera a entrar en simpaticotonía, paralizando el proceso de


reparación, alargando todo el proceso. Como ejemplo, un proceso inflamatorio, gran representante e
indicador de la vagotonía y reparación, se vería frenado por la acción del cortisol, un antiinflamatorio
fabricado durante la simpaticotonía.

Esto se ve muy bien en el caso del acné: el adolescente se siente «ensuciado» y tiene pequeños
granos bajo la piel que apenas se ven. Cuando el cliente soluciona el conflicto, su acné se agudiza.
La visión de sí mismo lo vuelve a colocar en estado de estrés, y de repente tiene menos acné porque
el cuerpo fabrica un poco de cortisona. Ello provoca que esté más tranquilo, más seguro de su
imagen, y vuelve a colocarse en vagotonía… lo que le puede causar más granos. Y puede seguir así
durante años. Hay que decirles a las personas que nos consultan: «Atención, que, cuando mejores,
vas a empeorar».

Las fases de la enfermedad. La crisis épica


Este apartado está basado íntegramente en la segunda ley biológica del doctor Hamer: «Toda
enfermedad en medicina es un suceso bifásico, siempre y cuando llegue a una solución del
conflicto».7

Para la medicina ortodoxa, las enfermedades se dividen en frías y calientes. Entre las características
de las primeras, destacan: piel y extremidades frías, pérdida de peso, insomnio y sueño alterado;
todos síntomas propios de casos de cáncer, esclerosis múltiple, angina de pecho, diabetes,
trastornos mentales, etcétera. Por el contrario, las enfermedades calientes son las infecciosas y
reumatoides, en las que el calor es la principal característica.
Para Hamer, las enfermedades frías y calientes son dos aspectos o fases de la misma dolencia
(Figura 2):
Fig. 2. Fases de la enfermedad. Ilustrado en los estudios de R. Hamer.
Según Hamer, hay un momento en el que se produce el impacto emocional, un instante en que
termina la normotonía y se activa la fase de estrés o de alarma, al que denomina síndrome de Dick
Hamer (DHS) en honor a su hijo, que murió en un accidente.
A partir de este momento se entra en una simpaticotonía sostenida en el tiempo, hasta el momento
en que este conflicto se soluciona. A este punto concreto Hamer lo denominó conflictosis (CF), y
marca la entrada en la fase caliente o vagotónica.

Entendemos por normotonía las fases regulares diurnas (simpaticotonía) y nocturnas (vagotonía), es
decir, el ritmo habitual de cada día. Dentro del ritmo diurno, también rigen estas dos fases: cada hora
y media o dos horas nuestro cuerpo entra en fase vagotónica para recuperarse de la fase de estrés o
de atención. Nosotros vemos esto muy claramente cuando damos clase. A las dos horas, como
máximo, damos unos minutos de descanso para que todos podamos atender las necesidades
fisiológicas y beber o comer algo. Se trata de funciones reguladas por el sistema nervioso autónomo,
ya analizado.
Primera fase, fase de estrés o simpaticotónica (fase de conflicto activo, ca)
El ritmo se altera y el impacto emocional afecta de forma simultánea a la psique, al cerebro y al
órgano.
Esto pone al individuo en una posición más favorable para encontrar una solución al conflicto:
En el plano psíquico: pensamiento continuo y obsesivo, preocupación constante por el conflicto que
el sujeto está viviendo, problemas de sueño. La persona suele despertarse a las 3 am.
En el plano vegetativo: pérdida de apetito y de peso, vasoconstricción, manos y pies fríos,
hipertensión arterial.
En el plano cerebral: aparición de un foco de Hamer con una imagen diana nítida, con anillos
concéntricos, según el tipo de conflicto y el órgano afectado.7
En el plano orgánico: depende de la capa embrionaria originaria del órgano. Habrá crecimiento o
proliferación celular en las capas embrionarias del endodermo y del mesodermo antiguo. Habrá
necrosis o ulceración, es decir, disminución celular, en los órganos afectados por el mesodermo
nuevo y el ectodermo.
En esta fase se pone en marcha el SBS, que significa programa especial con Sentido Biológico.

Segunda fase o vagotónica (fase postconflictosis, pcl)


También llamada «fase de curación», es la fase caliente. Es potencialmente peligrosa. En ella
sobreviene, por ejemplo, el infarto de corazón. En algunos procesos de la enfermedad, la fase de
curación conlleva incluso mucho más peligro que la de conflicto activo. La duración de ambas fases
guarda una relación proporcional. Hay que prestar mucha atención y dar los medicamentos
necesarios para que esta fase no sea tan explosiva y reducir el nivel de vagotonía (esto se verá al
analizar las fases de la enfermedad y la medicación). Esta fase se divide en dos partes separadas
por la crisis épica (CE):
Fase pcl-A o exudativa: se activan los procesos fisiológicos de llevar agua y líquido seroso a las
áreas relacionadas del cerebro. Se produce un edema cerebral, causa de los típicos síntomas de
curación, como dolores de cabeza, mareos o visión borrosa.
Fase pcl-B o cicatricial: una vez que el edema ha sido superado gracias a la crisis épica, la neuroglia,
que es el tejido cerebral conectivo, lleva a cabo la reparación en el cerebro. La cantidad de glía que
se acumula depende del tamaño del edema.
En esta fase, el estado de vagotonía se manifiesta:
• En el plano psíquico: la curación física llega con una sensación de gran alivio. Se producen
despertares a partir de las cinco de la mañana.
• En el plano vegetativo: fatiga, apetito, manos calientes, puede haber algo de fiebre.
• En el plano cerebral: hay que distinguir las fases pcl-A de la fase pcl-B, en ambas los típicos anillos,
señalados por Hamer en los tacs, son muy difusos.
• En el plano orgánico: En las capas embrionarias del endodermo y del mesodermo antiguo se
produce reducción o degradación de masa por la acción de hongos o bacterias, hasta alcanzar la
normalidad.

Cuando faltan los microbios, el tumor permanece y queda enquistado.


En las capas del mesodermo nuevo y del ectodermo se verifica una proliferación celular, es decir, la
reconstrucción de la necrosis y las úlceras con la ayuda de bacterias o virus.

La crisis épica (CE)


La crisis épica o epileptoide es una fase crucial en el proceso de curación. Es como una
comprobación que lleva a cabo el inconsciente para asegurarse de que la solución tomada es la
adecuada.
A excepción de los conflictos biológicos de motricidad, que cursan con crisis epiléptica típica en la
fase de solución (fase pcl), básicamente todas las enfermedades suponen una crisis epileptoide.
Epileptoide significa «similar a la epilepsia». Aunque estas crisis no desencadenan convulsiones
tónico-clónicas como en los conflictos de motricidad, cualquier clase de conflicto y de enfermedad
tiene una modalidad específica de crisis epileptoide.

En muchos conflictos corticales del cerebro nuevo, la crisis epileptoide es el momento más peligroso
en el transcurso del conflicto biológico. En este punto se pueden producir infartos cardíacos,
embolias pulmonares, lisis neumónicas, ausencias tras un conflicto de separación, etcétera.
La CE tiene unas características muy claras: el individuo es llevado hacia atrás, a un estado de
actividad o conflicto. Vuelve al estado de estrés o simpaticotonía y se repiten los síntomas
vegetativos.
Su duración no es muy larga (alrededor de unos tres días). El cliente tiene sueños recurrentes.
Puede tener derrames cerebrales, ataques al corazón, de asma, de migraña o de epilepsia
propiamente dicha.
Son solo algunos ejemplos de esta crisis.
Un caso particular es el asma. Esta enfermedad está en constelación,* es decir, afecta a ambos
hemisferios de la corteza, por lo que es uno de los conflictos de miedo por la pérdida de territorio.
Hay dos tipos:
• El asma motriz: es el asma propiamente dicho, y presenta una crisis épica, tanto si afecta a un
hemisferio como a los dos.
• El asma sensorial: es un asma que en la fase pcl presenta una neumonía y va acompañada de una
crisis epileptoide.
El Sentido Biológico de esta crisis es eliminar los líquidos cerebrales. Por eso en algunos casos hay
convulsiones. Después sigue una fase urinaria en la cual el cuerpo elimina el edema retenido en la
primera fase de la vagotonía.
Según nuestra experiencia clínica, cuando una persona hace un gran cambio de conciencia, pasa
directamente a la normotonía, sin CE.

Atención: hay que mantenerse atento cuando hay varios conflictos a la vez. No se debe
desprogramar un conflicto antes de asegurarse de que el primero está en estado neurovegetativo
normal. Esto debe tenerse en cuenta a la hora de prescribir fármacos, aunque esta no es nuestra
competencia.

Nuestra experiencia clínica nos enseña que, cuando un cliente tiene varios tumores, debemos
desprogramarlos uno a uno, empezando por el más antiguo. Esto se debe a que, si un conflicto ya
ha pasado la crisis épica, el cerebro está agotado. Si de pronto se activan otros conflictos, se puede
producir un colapso cerebral, como nos ocurrió una vez. Es verdad que, en ese caso concreto, el
cliente llevaba ya unos años de estrés como consecuencia de la medicación y estaba, según los
médicos, en una fase terminal. Como Hamer, creíamos que siempre transcurren unos quince días
entre la fase de conflictolisis y la crisis épica. Pero esa vez no sucedió así: el lapso puede ser de solo
uno o dos días, y el cerebro no alcanza a recuperarse de la CE anterior.

Recidivas por anclajes no resueltos


Todas las sensaciones vividas con todos los sentidos que se asocian a una situación quedan fijadas
en el inconsciente en forma de anclaje o pista. El significado biológico de esta pista es funcionar
como una señal de advertencia para evitar experimentar el mismo «peligro» (DHS) una segunda vez.
En la naturaleza, estas señales de alarma son vitales para sobrevivir.

Las pistas siempre deben ser tomadas en consideración cuando estamos ante condiciones
repetitivas, como resfriados recurrentes, ataques de asma, migrañas, sarpullidos, ataques
epilépticos, hemorroides o infecciones de vejiga.

Por supuesto, cualquier recaída de cáncer también debe ser entendida desde esta perspectiva. Las
pistas también desempeñan un papel en condiciones crónicas, como la arteriosclerosis, la artritis, el
párkinson o la esclerosis múltiple.

En la consulta, reconstruir el evento del DHS junto con las pistas que lo acompañan es una medida
significativa para completar el proceso de curación. Por eso, cuando atendemos clientes con cáncer
o enfermedades importantes, hay que considerar que siempre existen pistas secundarias, y que es
conveniente buscarlas y desprogramarlas.

Veamos el ejemplo de una clienta que se curó de un cáncer de mama. Después de haber tenido un
tumor, durante un año estuvo perfectamente y todos los análisis y revisiones salían bien. Un día
volvió, pues se le había reproducido el cáncer en los ganglios de la mama donde había tenido el
tumor (no había sufrido mastectomía). La pregunta fue: «¿Cuándo empezaste a sentir que algo no
iba bien?». Su respuesta fue muy rápida: «Hace diez días, el día de las elecciones al Parlamento.
Fui a votar y me encontré con mi ex marido. Me preguntó cómo estaba y empezó a contarme su
vida. Resulta que se ha casado y me enseñó el anillo (cuando él nunca se puso nuestro anillo de
bodas durante nuestro matrimonio). La gota que colmó el vaso fue que me dijera que esperaba un
hijo. Noté que se me partía el corazón, se me hizo un nudo en la garganta y sentí ganas de vomitar.
¡Veinticinco años pidiéndole un hijo y siempre me lo negó!».
¡Atención a los anclajes, a las pistas no resueltas: son un peligro potencial, pues pueden
desencadenar recidivas!

Referencias bibliográficas
1. Luna, R. et al., «Anatomic nervous system», en Diccionario médico Dorland, Elsevier, Madrid, 2000, pp.
205-210.
2. Silva, T., «Fisiología del sistema nervioso autónomo», Barcelona,
<www.aibarra.org/Apuntes/Fisiologia/Sistema%20Nervioso%20Autonomo.pdf>.
3. Boeree, C. G., «El sistema nervioso ―emocional‖», General Psychology, Universidad de Shippensburg,
<http://webspace.ship.edu/cgboer/genesp/ emocional.html>.
4. Clemente, J. E., «Sistema nervioso simpático», 13 de agosto de 2003,
<http://www.revistaciencias.com/publicaciones/EpypZlkEykhzoErHSU.php>.
5. Luna, R. et al., op. cit., pp. 302-305.
6. Hamer, R. G., Resumen de la Nueva Medicina Germánica, Amici Di Dirk, Málaga, 2005, pp. 32-35
(traducción española actualizada en 2004).
7. Markolin, C., «La segunda ley biológica», Málaga,
<http://www.germannewmedicine.ca/zdocuments/secundaley.html>, sección: «Introducción a las cinco leyes
biológicas», en el contexto de la Nueva Medicina Germánica.

*NOTA: Este texto es el Capítulo 4 del libro “Tratado en Bioneuroemoción” (2014), de Enric Corbera y Montserrat
Batlló

Potrebbero piacerti anche