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El documento discute cómo la sociedad ha impuesto un "mandato a la diversión" donde las personas sienten que deben divertirse de ciertas maneras. Señala que en la sexta secundaria, el problema no es tanto liberarse de las prohibiciones sino liberarse de este mandato al goce y poder divertirse como uno realmente quiere sin seguir expectativas. También menciona que escapar a estos mandatos, ya sea al trabajo excesivo o al divertimento excesivo, tiene sus propios costos.
El documento discute cómo la sociedad ha impuesto un "mandato a la diversión" donde las personas sienten que deben divertirse de ciertas maneras. Señala que en la sexta secundaria, el problema no es tanto liberarse de las prohibiciones sino liberarse de este mandato al goce y poder divertirse como uno realmente quiere sin seguir expectativas. También menciona que escapar a estos mandatos, ya sea al trabajo excesivo o al divertimento excesivo, tiene sus propios costos.
El documento discute cómo la sociedad ha impuesto un "mandato a la diversión" donde las personas sienten que deben divertirse de ciertas maneras. Señala que en la sexta secundaria, el problema no es tanto liberarse de las prohibiciones sino liberarse de este mandato al goce y poder divertirse como uno realmente quiere sin seguir expectativas. También menciona que escapar a estos mandatos, ya sea al trabajo excesivo o al divertimento excesivo, tiene sus propios costos.
Tradicionalmente se ha creído que siempre hay obstáculos sociales, prohibiciones paternas
(acaso internalizadas) que impiden el gozo, el disfrute libre. Uno sólo se siente libre cuando rompe esas prohibiciones, cuando transgrede las normas. Por supuesto, esto a veces es visto como una patología, y te hacen sentir culpa. En 6º año quizás el problema no es cómo liberarse de esas prohibiciones, sino cómo liberarse del mandato al goce, cómo dejar de disfrutar del modo en que se espera en que lo haga. El deber quizás no es tanto el deber hacer las tareas, o una obligación que implique un esfuerzo por algo que tradicionalmente no era querido, sino que hoy la ideología dominante aboga por un mandato a la diversión. Y más aún cuando estamos transitando 6º año y, desde el mundo adulto, se aflojan las responsabilidades por cumplir con la educación, la formación, el estudio, etc… El contexto hace que vayamos internalizando un deber divertirse, y que por esa misma internalización no notemos qué tan alienados estamos desarrollando esas prácticas de divertimento. Pero entonces, ¿quién elige por mí cuando quiero divertirme? ¿debo divertirme? ¿de qué modo debo hacerlo? ¿Me divierto como realmente quiero? Por supuesto, siempre se puede escapar al mandato, aunque sea por momentos. Pero, sea a uno u otro mandato, escapar tiene sus costos. Quedarse fuera. E incluso cumplir con exceso con el deber también tiene sus costos: estar borracho como una cuba implica estar inservible hoy y mañana. Trabajar y producir en exceso también tiene sus consecuencias en la salud.