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Las preguntas sobre si la realidad se corresponde con la representación cognitiva de ella tiene el
hombre, o si nos engañan los sentidos, se las vienen haciendo los científicos y estudiosos desde hace
centenares de años. Aunque se admite que suele existir una congruencia aceptable (no siempre)
entre la información proporcionada por la energía física y la experiencia psicológica correspondiente,
también se asume que en dicha experiencia psicológica además de la información estimular y
contextual, intervienen las experiencias previas, las motivaciones, interferencias, expectativas, etc.,
que añaden información en la construcción del mundo perceptual. Percibir es más que ver, oír, oler,
saborear o tocar, la percepción puede ser considerada como el origen y la base de todo nuestro
conocimiento del mundo, del que se alimentan las demás funciones cognitivas y del que llegan a
depender, en buena parte, las emociones, sentimientos y afectos que promueven la conducta.
Según el tipo de información que proporcionan los receptores sensoriales, es posible hacer una
clasificación de la cualidad sensorial en:
a) Exteroceptores: se corresponden con los cinco sentidos clásicos y nos ponen en contacto
informativo con el mundo exterior. Entre ellos se encuentran los sistemas háptico, gustativo y
olfativo, y los sistemas visual y auditivo, con mayor incidencia en el desarrollo cognitivo humano.
b) Propioceptores: informan del tono muscular, los movimientos corporales, la posición postural, el
equilibrio... Se hace distinción entre el sistema cenestésico y el vestibular. El primero proporciona
información relativa a la existencia del propio cuerpo y el esquema corporal (posición y movimiento,
sensaciones en la superficie y en el interior), extiende sus receptores por músculos, tendones, etc,
proporcionando información sobre la estructura, la localización y el movimiento de las distintas
partes del cuerpo, con un papel destacado en la coordinación sensomotora. Por su parte, el sistema
vestibular se asienta en los canales semicirculares que se encuentran en los vestíbulos del oído
interno y está implicado en el equilibrio y el mantenimiento de la cabeza erguida, y aporta
información sobre los movimientos rotatorios de la cabeza e información sobre la orientación
espacial y la aceleración.
c) Interoceptores: situados en órganos ligados a las funciones vitales más prominentes (vísceras,
glándulas, etc.), proporcionan información de carácter difuso sobre el estado general de dichos
órganos. Dicha información tiene que ver sobre todo con el dolor y el placer, con un papel muy
importante en el desarrollo y control de los estados emocionales.
Los seres vivos han evolucionado y se han adaptado selectivamente al medio desarrollando ciertos
rangos de sensibilidad hacia aquellas manifestaciones de la energía que les han sido útiles en su
hábitat y de acuerdo con su tipo de vida. Los órganos sensoriales tienen limitaciones en cuanto al
rango de energía que pueden detectar sus receptores.
b) LA RESPUESTA (output).
Los seres humanos no percibimos las diversas manifestaciones de la energía del medio ambiente en
porciones aisladas (ondas luminosas o acústicas, presión física...), sino que estos elementos de la
estimulación resultan organizados en estructuras perceptuales y jerárquicas (formas, objetos,
escenas, secuencias...), en función de las cuales adquieren significado.
En la medida en la que la percepción resulte modificada por sucesos anteriores, podremos afirmar
que el output o respuesta perceptual no es innato sino adquirido como resultado de un aprendizaje.
Este efecto del, aprendizaje sobre la percepción ha sido atribuido con frecuencia a las expectativas
del sujeto, motivaciones, intereses, necesidades o anticipaciones basadas en suposiciones, fruto de
la experiencia anterior.
c) EL PROCESAMIENTO PERCEPTIVO.