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ROGER GRIFFIN

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en


el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas
de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización
MODERNISMO Y FASCISMO
reproduzcan, plagien, distribuyan o com uniquen públicam ente, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte. La sensación de comienzo
bajo Mussolini y Hitler
T ra d u c c ió n d e
Jaime Blasco Castiñeyra

Título original Prólogo de


M odernism and Fascism. The Sense o f a Beginning under M ussolini and H itler Stanley G. Payne

© Roger Griffin, 2007

Publicado originalm ente por Paigrave M acm illan,


una división de M acm illan Publishees Limited.
Esta edición se ha traducido y publicado bajo acuerdo con Paigrave Macmillan.

© Ediciones Akal, S. A., 2010


para lengua española

Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
M adrid - España

Tel.: 918 061 996


Fax: 918 044 028

w w w .akal.com

ISBN: 978-84-460-2972-4
Depósito legal: M -38.926-2010

Impreso en Lave], S. A.
Hum anes (Madrid)
This ain't no time for doubting your power Este libro está dedicado al recuerdo de mi madre
This ain't no time for hiding your care y al futuro de mi hijo
You're climbing down from an ivory tower
You’ve got a stake in the world we ought to share •
This is the time of the worlds colliding
This is the time of kingdoms falling
This is the time of the worlds dividing
Time to heed your call
Send your love into the future
Send your precious love into some distant time
And fix that wounded planet with the love of your healing
Send your love into the future
Send your love into the distant dawn*.

«Send Your Love», Letra y Musica de Sting © 2003


R eproducido co n p erm iso de S teerpike (O verseas)
L td/E m i M usic P ublishing L td., L ondres W C 2H OQY

* No es m om ento de dudar del poder I No es mom ento de disim ular la preocupación /


Estás bajando de una torre de marfil / Tienes que vivir en el mundo que debem os com partir
/ Es el mom ento del choque de m undos ! El m om ento de que caigan los reinos / El m om en­
to de que los m undos se dividan / El m om ento de atender a tu llamada / Envía tu am or al
futuro / Envía tu val ioso am or a una época lejana / Y cura con él a este planeta herido / Envía
tu am or al futuro / Envía tu am or al lejano amanecer. [N. del T.¡
PRÓLOGO

Stanley G. Payne

Desde 1945 los estudios sobre el fascismo han llegado a estable­


cerse como uno de los temas más extensos e importantes dentro del
campo de la Historia contemporánea de Europa. Han pasado por va­
rias fases, la primera de ellas -d e 1945 a 1960, aproxim adam ente- de­
dicada a la investigación y narración de los aspectos más prominentes,
a través de estudios monográficos y nacionales. Durante una segunda
fase, con mayor distancia y perspectiva históricas, se abrió el llamado
«debate sobre el fascismo» que tuvo lugar en las décadas de los años
sesenta y setenta del siglo xx. Este debate se dedicaba a las cuestiones
de conjunto y de interpretaciones comparativas en cuanto al significa­
do histórico del fascismo, y la cuestión del «fascismo genérico» -si
tuviera razón en términos históricos y de análisis político de definir el
fascismo como un fenómeno general, un género político en sí, más
allá de la investigación del fascismo italiano, el nazismo alemán y
otros movimientos individuales-. Este debate no se ha extinguido sino
que se continúa, aunque durante los últimos veinte años, en la tercera
fase del estudio de la historia del fascismo, se ha pasado a profundizar
y ampliar la investigación para abarcar muchos aspectos nuevos, for­
mando así una historia más completa, con el efecto de revisar algunas
de las interpretaciones básicas de las dos primeras fases.
Esta tercera fase más reciente del estudio del fascismo se ha visto
fuertemente influida por el «giro cultural» en la historia, y ha estudia­
do mucho más que anteriores investigaciones la cultura y la estética
fascistas, y su empleo en el arte» la propaganda y el espectáculo. Gra­
cias a ello se ha adquirido un entendim iento más completo del carác­
ter moderno de las técnicas y prácticas fascistas, y también de los
temas y el contenido tanto de Ja cultura fascista como de las ideolo­
gías fascistas.

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El más destacado de los nuevos expertos surgido# en las dos últi­ la producción cultural y la actividad social desde m ediados del si­
mas décadas es el historiador británico Roger Griffin, de lu Oxlbrd glo xix en adelante. Su común denominador se halla en el intento de
Brookes University. Tras publicar The Nature o f Fascism (1991), que lograr una sensación de valor, significado o propósito trascendentes a
presentaba una nueva interpretación del fascismo genérico, editó la pesar de la pérdida de un sistema homogéneo de valores y una cosmo­
mejor selección en un solo tomo de textos escritos por los propios logía dominante de la cultura occidental provocada por las fuerzas
fascistas, Fascism (1995), la mejor antología crítica de interpretacio­ secularizadoras y desarraigadoras de modernización».
nes del fascismo, internacional Fascism: Theories. Causes and /he Existe una distinción fundamental entre el modernismo y lo que se
New Consensus (1998), y más tarde (con Matthew Hcldmun) la impo­ ha denominado más recientemente posmodernismo, y es que el m o­
nente y exhaustiva antología en cinco volúmenes Ftmisin: Critical dernismo proponía alternativas específicas y enfáticas, mientras que el
Concepts in Political Science (2004). posmodernismo plantea únicamente una elección permanente. El mo­
Modernismo y fascism o es el mejor y más importante libro de (¡rif- dernismo fascista sería así absolutamente congruente con lo que el
fin, y se propone presentar una nueva interpretación de un» de las di­ crítico estadounidense Ihab Hassan llamó el principio de autoridad en
mensiones más importantes del fascismo. Los recientes cambios en el el modernismo, en contraposición al principio de anarquía del posmo­
estudio de este fenómeno, ya mencionados, han preparado un ambien­ dernismo. Otra diferencia entre el modernismo y el posmodernismo
te receptivo, pero Griffin va mucho más allá de lemas monográficos estriba en que mientras que los modernistas rechazaron drásticamente
para presentar un análisis global de la relación entre fascismo y mo­ los aspectos clave de la cultura, la sociedad, la economía y la política
dernismo. de la modernidad, los posmodemistas generalmente aceptan y reflejan
Tras un capítulo inicial que pone de relieve las «paradojas» del las tendencias culturales, sociales y económicas de la así llamada épo­
modernismo fascista, dedica un total de cinco capítulos a presentar ca posmodema.
una definición e interpretación del modernismo y de sus diversas for­ Los orígenes del fascismo italiano en la rivoluzione mancata [re­
mas de manifestarse. Esta sección por sí sola es un logro importante, volución frustrada] de la Italia del siglo xix y su estrecha asociación
porque presenta lo que es probablemente la interpretación del moder­ con la revuelta modernista de comienzos del siglo xx en la intelligent-
nismo más sofistacada que se ha formulado en ningún ámbito, ya que sia y la elite artística italianas son generalmente bien comprendidos
Griffin no se ocupa simplemente del modernismo artístico e intelec­ por los especialistas, a pesar de que no son igualmente percibidos por
tual, sino también del «modernismo programático», la expresión del la opinión común. Junto con el comunismo soviético, el fascismo ita­
modernismo en proyectos políticos y sociales a partir de la segunda liano fue una de las dos grandes y novedosas formas radicales de «mo­
mitad del siglo xix. La mayor parte de los estudios anteriores se habían dernismo programático» de la década de 1920. Abrazaba de lleno el
limitado a poco más que el modernismo estético («epifánico», en la estilo modernista, y la arquitectura «racionalista» (el término italiano
terminología del historiador británico) y generalmente se han desde­ para referirse a la arquitectura modernista) se convirtió en el estilo
ñado por completo sus dimensiones social y política. semioficial del régimen, y esto bastante más que en el sovietismo. El
Esto requiere, por supuesto, una distinción entre los procesos nor­ más amplio objetivo programático era crear una nueva revitalización
males de «modernización», la existencia de diversos estados de «mo­ moderna de la nación, con una estructura y un proyecto político nue­
dernidad», y el «modernismo», que adopta la forma de una crítica y de vos que desarrollaran una nuova civiltà [nueva civilización].
un proyecto o proyectos. Al igual que algunos otros analistas, Griffin No obstante, el eje del libro no es el análisis del fascismo italiano,
data el comienzo del modernismo a partir de mediados del siglo xix, sino el estudio del modernismo del nacionalsocialismo alemán que,
originado en un revuelta contra lo que se percibía como la decadencia junto con el extenso análisis introductorio del modernismo, constituye
y la deformidad que estaba pasando a ser, supuestamente, característi­ uno de sus principales logros. Durante los años setenta, e incluso más
ca de la modernidad en sus formas actuales. El modernismo dio origen allá, persistió la antigua interpretación del nazismo como intrínseca­
a una serie de proyectos para, a partir de aquel momento, revitalizar la mente reaccionario. Lo que esto pasaba por alto es que lo característico
modernidad y darle lo que se percibía como una expresión y una for­ del modernismo era la combinación de lo subjetivo y lo no racional con
ma más verdaderas, más auténticas. Así, en la interpretación de Grif­ nuevas formas en la búsqueda de una síntesis novedosa de estas cosas
fin, «el modernismo es un término genérico para un enorme desplie­ con los estilos y modos de tecnología y organización más recientes, un
gue de iniciativas heterogéneas, individuales y colectivas, que se modelo frecuentemente repetido en el modernismo programático. El
llevaron a cabo en las sociedades europeizadas en todos los ámbitos de resultado no fue una vuelta a una utopía preindustrial «reaccionaria»,

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sino una «modernidad alternativa», nueva y radical, en la que el Tercer
Reich habría de estar a la cabeza del mundo en tecnología al tiempo
que construía una utopía que combinaba todos los valores primordia­
les de la raza con las nuevas formas del siglo xx.
Nada en política es más típicamente moderno que el mito de la
AGRADECIMIENTOS
nación, llevado a un mayor extremo en la Alemania nazi que en ningún
otro lugar. A este respecto, Griffin señala convincentemente que el
famoso Mein K am pf de Hitler fue un documento prototípicamente
modernista, que hacía especial hincapié en las numerosas semillas de
declive que llevaba aparejada la modernidad. Más que volver a una
cultura del tradicionalismo o el cristianismo histórico, Hitler ofreció
un programa enteramente modernista de redención que combinaba lo
racialmente primordial e irracional, por un lado, y un proyecto político
radical que habría de introducir una nueva época milenaria.
Este estudio se apoya fundamentalmente en Italia y Alemania, los
dos únicos países en que los regímenes fascistas se mantuvieron en el
poder durante periodos prolongados, pero al final del libro Griffin plan­ No podría haber escrito este libro sin la ayuda del Arts and Huma-
tea la cuestión del modernismo en relación con otros movimientos fas­ nities Research Council y de la Oxford Brookes University, que me
cistas menos importantes. Hace mucho tiempo que se ha reconocido el concedieron sendas becas, permitiéndome gozar de un periodo sabáti­
modernismo literario e intelectual de los escritores fascistas franceses, co de dieciocho meses en total. Espero que el resultado final justifique,
al igual que ha sucedido con lo que podría llamarse el modernismo eco­ en cierto modo, la confianza que algunos asesores anónimos han depo­
nómico o la sofisticación de las ideas de Oswald Mosley y la Unión de sitado en mí. Asimismo, estoy en deuda con varios miembros de la
Fascistas Británica. En Latinoamérica, los integralistas brasileños for­ School of Arts and Humanities de la Oxford Brookes University, que
maron el movimiento de tipo fascista de mayores dimensiones de la me ofrecieron un apoyo moral o práctico que me ha ayudado a avanzar
región, que introdujo su propia doctrina, absolutamente personal, de a lo largo del proceso de gestación de este libro cuando lo he necesi­
sincretismo racial y la «cuarta era de la humanidad», algo que podía tado, y a los cientos de alumnos que, sin saberlo, me han servido de
compararse con el modernismo fascista de Europa, a pesar de ser muy conejillos de indias para probar las interpretaciones y las teorías que
distinto en contenido específico. Al contrario, el neotradicionalismo cul­ han culminado en esta metanarrativa. El entusiasmo espontáneo que han
tural y religioso del régimen de Franco, así como las propias prioridades mostrado algunos de ellos hacia mi enfoque histórico es lo que hace
políticas del dictador, impidieron toda revolución fascista o modernista que merezca la pena dedicarse a la enseñanza. Durante los dieciocho
en España, aunque no impidieron la modernización básica. meses que he tardado en escribir el libro y en reunir las ilustraciones
Lo que ha logrado Griffin es situar el fascismo dentro de sus plenas que aparecen en él, he comprobado lo generosos que todavía pueden
dimensiones históricas con mucha mayor claridad de lo que habían llegar a ser algunos investigadores a pesar de la creciente tensión tem­
hecho los análisis reduccionistas anteriores. Nos ha brindado tanto un poral, burocrática y económica que afecta a esta comunidad global en
gran estudio del modernismo propiamente dicho como de la amplia particular.
variedad del carácter modernista del fascismo. Ésta es la nueva obra Han sido tantas las personas que han participado en la génesis y en
sobre el fascismo más importante que ha aparecido en bastantes años la culminación de este proyecto que la lista se parece a los títulos de
y merece sobradamente la atención de los lectores españoles. crédito que aparecen al final de las películas mientras la gente abando­
na la sala. Si explicara en qué ha consistido la contribución personal
de cada una de ellas no bastaría con escribir un grueso volumen. Por
eso lo que haré será enumerlas democráticamente a todas en el orden
alfabético de su nombre de pila. Todos ellos saben perfectamente en qué
me han ayudado, en algunos casos leyendo el borrador entero, en otros
corrigiendo las pruebas, recomendándome algún libro clave en el que

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no había reparado, escribiendo un artículo que me ha servido de inspi­ I n t r o d u c c ió n

ración o, sencillamente, indicándome un camino emocional o acadé­


mico en el momento oportuno en mi partido de lucha libre personal
contra Crono y la modernidad. Espero que de este modo sencillo, to­
dos ellos, al menos los que todavía están con nosotros, encuentren en AUFBRUCH
el resultado final el reconocimiento de su contribución: Alice Demar-
tini, Alfred Schobert, Andreas Umland, Angelo Ventrone, Aristotle
Kallis, Cassie Watson, Claudio Fogu, Clotilde D ’Amato, Cyprian Bla-
mires, David Baker, David Luke, David Nash, David Robertson, Det­
lev Mühlberger, Emilio Gentile, Francesco Innamorati, George Mos-
se, Gillian Hooper, Gregory Maertz, Ian Kershaw, Jeffrey Schnapp,
John Perkins, John Stewart, Josephine Reynell, Karla Poewe, Marco
Demartini, M ario Medicina, Marius Turda, Mark Antliff, Mary Cham-
berlain, Matthew Feldman, Michael Golston, Michael Strang, Mitch
Sedgwick, Modris Eksteins, Orietta Rossini, Orietta Panicelli, Paul
Hooper, Paul Jackson, Paul Weindling, personal de la Bodleian Li­
«¿Adonde cabalgas, señor?». «No lo sé», dije, «lejos de aquí,
brary, Peter Fritzsche, Peter Harbour, Peter Osbome, Peter Pulzer, lejos de aquí. Siempre lejos de aquí, sólo a si podré ¡legar a m i meta.»
Quinto Demartini, Reginald Cave, Richard Evans, Rob Pope, Robert «¿ A síq u e conoces tu meta?», preguntó. «Sí», respondí,
Murray, Robin Mowat, Roger Eatwell, Rosalba Demartini, Samuele «acabo de decido, “lejvs-de-aquí”, esa es m i meta.»
Demartini, Siegfried Jäger, Stan Mathews, Stanley Payne, Steve King, «No llevas provisiones», dijo. «No las necesito», contesté,
«el viaje es tan largo que me moriré de hambre si no me dan
Sue Neale, Susanne Baackmann, Susan McCrae, Tudor Georgescu, nada en el camino. Ninguna provisión me puede salvar.
Walter Adamson, Werner Loh, Zygmunt Bauman y, por ultimo, pero Es, p o r fortuna, un viaje verdaderamente inmenso.»
no por ello menos importante, Mariella, pues sin ella nada de esto Franz Kaftia, D er Aufbruch [Un nuevo comienzo¡, I922'.
habría sido posible.
L a sensación de fin a l { ...) no ha disminuido, es endémica
Este libro habla de la búsqueda de la trascendencia en las condicio­ a lo que llamamos modernismo, de la mism a fo rm a
nes de la modernidad occidental y de la necesidad humana de m irar al que el utopismo apocalíptico lo es a la revolución política.
pasado para dotar de significado al futuro. Si tuviera que dedicárselo a Frank Kermode, El sentido de un final, 19661
alguien, se lo dedicaría a la persona que en el pasado más se ha esfor­
zado por transmitirme valores «elevados» y me ha enseñado a apreciar
la frágil belleza de la vida, Joan Griffin, y también a la persona a la que
1 Paul Raabe (ed.), Franz Kafka. Sämtliche Erzälungen, Francfort, Fischer, 1975, p. 321.
espero transmitirle todo lo bueno que he aprendido para que le sirva en Este relato, que form a parte de las «Nachlass» de Kafka, es decir, de las obras no publicadas
el futuro, Vincent Griffin. El 11 de diciembre de 2005, cuando estaba en vida, se titula en alemán D er Aufbruch, y se suele traducir al inglés com o M y Destination
escribiendo este libro, mantuve un diálogo con Vincent que demostró [M i destino] (a veces com o Sudden Departure [Partida inesperada}). En cualquier caso, la
idoneidad de la traducción que propongo yo, «Un nuevo com ienzo», la confirma la sugeren­
su precoz comprensión de los principios que rigen la vida académica: cia de traducción de la expresión «Begeisterung für Aufbruch» que aparece en una página
Vincent (de 6 años, mientras mira a las estanterías atestadas de li­ web sobre traducción. En esta página se aconseja traducir esta expresión, en el contexto del
bros de mi despacho): «¿Has escrito todos estos libros?» lenguaje em presarial, com o «el entusiasm o por un nuevo com ienzo». El traductor, M ats
Wiman, observa: «Aufbruch no se refiere a algo específico com o innovación, reform a, reor­
Roger Griffin: «No, los he leído para escribir el mío.»
ganización; es una cuestión de actitud mental o un rasgo de personalidad, es decir, estar
Vincent: «Pero eso es trampa, Rog.» dispuesto / entusiasmado / o tener una actitud positiva a la hora de em pezar algo o de
aceptar nuevos desafios». En [http://w w w.proz.com /kudoz/15886], página consultada el 11
de noviem bre de 2006. La cursiva es añadida. [En castellano este relato se suele traducir
com o «La partida». Con ese título aparece en F. Kafka, El silencio de las sirenas, Barcelona,
Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2005 (N. del I ) .]
- Frank Kermode, The Sense o f an Endíng. Studies in the Theory o f Fiction [1967],
Nueva York, Oxford University Press, 2000, p. 98 [ed. cast.: E l sentido de un final, Barce­
lona, Gedisa, 1983].

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El futuro se ha convertido en presente; la sensación de que se avecina el fin
del mundo ha dado paso a la sensación de que algo nuevo acaba de comenzar.
bro explicaba las implicaciones que se derivan de considerar que el mito
Ahora, el objetivo principal se encuentra sin duda dentro del campo de visión del renacimiento (el mito de la palingenesia) no es sólo un componente
que se abre ante nosotros, y la f e en los milagros se utiliza para la clave a la hora de definir el nazismo, sino el elemento que, en las circuns­
transformación activa del presente. tancias extremas de la Europa de entreguerras, podía concecer un poder
Julius Petersen, The I^onging fo r the Third Reich, 19345.
afectivo y destructivo extraordinario a ciertas variedades de nacionalis­
mo y de racismo. Allí se afirmaba que, lejos de ser antimoderno en
esencia, el fascismo únicamente rechaza «los elementos presuntamente
N u e v o s h o r iz o n t e s
degenerados de la época moderna», y que su «defensa de un nuevo tipo
de sociedad» significa que «representa un modernismo alternativo más
El objetivo de este libro es investigar a fondo el profundo paren­
que un rechazo del modernismo»4.
tesco que existe entre modernismo y fascismo, dos conceptos que para
Con el fin de desarrollar esta afirmación tan críptica me propuse
muchos resultan antitéticos, que, combinados en la expresión «mo­
escribir un librito sobre la cultura fascista, analizando algunos movi­
dernismo fascista» originan un oxímoron, sobre todo en el contexto de
mientos frustrados y otros «exitosos» que habían surgido en el perio­
los regímenes de Mussolini y de Hitler, A pesar de ello, en la segunda
do de entreguerras y durante la posguerra (la Tercera posición o la
parte de este libro se presentarán estos regímenes como ejemplos so­
Nueva Derecha de Europa, por ejemplo), pero me di cuenta de que
bresalientes de «Estado modernista». El motivo central de este estudio
semejante empresa era una utopía. En lugar de ello, lo que he hecho
es que la «sensación de comienzo», de encontrarse en el umbral de un
es dedicar la Primera parte del libro a reconceptualizar el término
nuevo mundo, es un elemento clave en la génesis, la psicología, la
«modernismo», y lim itar mi aplicación del tipo ideal resultante a los
ideología, las políticas y la práxis del fascismo. Se trata de una sen­
regímenes de Mussolini y de Hitler en la Segunda. He elegido estos
sación de expectación embriagadora, hermana gemela dialéctica de la
dos sistemas porque las conceptos de nueva cultura nacional que de­
obsesión por clausurar una época que estudió hace cuarenta años el
sarrollaron son muy distintos y porque son los únicos que no sólo
historiador de la literatura inglés Frank Kermode en El sentido de un
ofrecen estudios de caso de las aspiraciones utópicas del fascismo en
final, uno de los ensayos más importantes que se han escrito sobre el
cuanto proyecto revolucionario, sino también de su aplicación prác­
modernismo. Mientras que él estudió la importancia del «tiempo
tica en cuanto régimen político. Mi objetivo no es estudiar única­
apocalíptico» como topos central de la imaginación moderna, el tema
mente el fascismo, sino también la naturaleza de la modernidad y del
conductor de este libro es el modo en que la convicción de que se
modernismo, y proporcionar por tanto una base para futuros traba­
puede alcanzar la trascendencia a través de transformaciones cultu­
jos, sobre todo para aquellos que aborden aspectos que no se han
rales, sociales y políticas deja su impronta en la ideología, las políticas
podido estudiar a fondo o que ni siquiera se han m encionado en esta
y la práctica del fascismo y el nazismo.
obra debido al descomunal alcance del tema.
El germen de esta empresa se puede encontrar en un pasaje que es­
Por incongruente que pueda parecer, el día que por fin me decidí a
cribí hace quince años en The Nature o f Fascism [La naturaleza del
llevar a la práctica esta aventura en la linterna mágica de la pantalla del
fascismo], una obra en la que intenté ofrecer una definición más útil de
ordenador, después de meses de planificación, de pedir becas y de es­
las que habían aparecido hasta el momento a los historiadores y politó-
bozar propuestas, una imagen kitsch revoloteaba por mi mente: la de
logos que quisieran abordar el estudio de las relaciones entre el fascismo
Leonardo Di Caprio y Kate Winslet encaramados en equilibrio a la
italiano, el franquismo, la Alemania de Hitler y la Rumania de la Guar­
proa del Titanic. De pie sobre una estructura tan alta como un rasca­
dia de Hierro, o el panorama de movimientos fascistas, tanto nuevos
cielos, una potente brisa les despeina, y se encuentran extasiados por
como antiguos, que surgieron antes y después de la guerra. En aquel li-
el vértigo que les produce arar un estrecho surco blanco en la inmen­
sidad gris azulada del Atlántico. El espectador tiene la impresión de

’ J ulius Petersen, Die Sehnsucht nach dem Dritten Reich in deutscher Sage und D ich­ que los dos amantes sienten en cada poro de su piel que están viviendo
tung, Stuttgart, M etzlersche Verlagsbuchhandlung, 1934, p. I . Se cita en Jost Herm and, Old al filo del tiempo y del espacio, entregados a la sensación en parte
Dreams o f a New Reich: Völkisch Utopias and National Socialism, Bloomington, Indiana
University Press, 1992, p, 163. El libro de Henmand es crucial para entender la im portante
metafísica, en parte erótica, de saborear en el aire que respiran un an­
dim ensión arcaizante y m ítica de la ideología nazi, tantas veces tachada de «nostálgica» o de
antim oderna, cuando en realidad, como veremos, es una ideología de futuro, una com po­ 4 Roger Griffin, The Nature o f Fascism, Londres, Pinter, 1991, p. 47. La cursiva es
nente integral del m odernism o nazi. añadida.

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ticipo de la libertad y las posibilidades ilimitadas que les esperan, del Enseguida volveré sobre este tema. La otra interpretación, todavía más
momento en que se conviertan en amo y señora de su destino común. significativa, es que el momento de éxtasis que los dos protagonistas
Los futuros amantes se encuentran en el umbral de un Nuevo Tiem­ viven en la proa del Titanic puede verse como un tableau vivant que
po, inimaginable, y avanzan a toda velocidad hacia un Nuevo Mundo, representa una forma «mítica» que tienen los seres humanos de expe­
una América que más que una realidad geográfica es un mito utópico. rimentar el tiempo en cuanto elemento cargado de potencial fortalece­
Si la escena resulta conmovedora, sensación acentuada por la lacrimo­ dor, renovador y purificador. Dejando de lado la sensación personal de
sa canción de amor irlandesa que acompaña los títulos de crédito fina­ «hacerse a la mar» que tiene para mí la redacción de este prólogo, uno
les, es debido al vacío trágico-irónico que separa el «campo de visión» de los temas más importantes de este libro es el impacto catastrófico
de la joven pareja, alegre pero drásticamente interrumpido, de la infor­ que esta forma de experimentar el tiempo ha tenido en la historia con­
mación de la cual dispone el espectador, a saber, que les espera un fi­ temporánea, cuando se ha trasladado del ámbito de las relaciones per­
nal espantoso. Y sin embargo esta escena se presta a algunas interpre­ sonales y de la poesía al de las aspiraciones políticas y sociales para
taciones más. construir una nueva sociedad cueste lo que cueste.
El 15 de abril de 1912, el día que el barco se hundió, algunos cris­ Esta actitud fue la que contribuyó a que los revolucionarios de la
tianos evangélicos decidieron, sin pensárselo dos veces, que aquel de­ Asamblea Nacional francesa acabaran creyendo que no sólo estaban
sastre era un signo del orgullo desmesurado del hombre moderno, y transformando la política y la sociedad de su país, sino que estaban ade­
algunos artistas contemporáneos le atribuyeron de forma instintiva un más regenerando la historia, creando una nueva clase de «hombre»,
significado apocalíptico. Casi un siglo después todavía resulta tenta­ comenzando desde cero6. Es el mismo estado mental que le hizo creer
dor interpretar que el hundimiento fue un presagio del inminente des­ a Friedrich Nietzsche que sus libros eran «dinamita» intelectual que
tino que le esperaba a la civilización occidental, a punto de zambullir­ serviría para abrir una brecha en los muros opresores que tenían atra­
se de cabeza en las dos décadas de guerras catastróficas, de dictaduras pados a sus contemporáneos en una fase determinada de la evolución
y de asesinatos a gran escala que con tanta crueldad pondrían en evi­ cultural, una brecha que se transformaría en un portal que daría paso a
dencia el mito del progreso ilimitado en el que se fundaba la civiliza­ un tipo de historia de la humanidad absolutamente nuevo basado en la
ción liberal, capitalista e imperialista de la belle époque5. Existen sin «trans val oración de todos los valores»7. Es ese momento de concien­
duda otros aspectos simbólicos de carácter más cósmico que han con­ cia superior que se refleja en el Manifiesto futurista de Filippo Mari-
tribuido a la fascinación perenne que ejerce el destino final del célebre netti, quien, diez años antes de convertirse en miembro del primer
trasatlántico. Sin embargo, en el presente contexto, el hecho de que mi Fascio, afirmaba hallarse «sobre el último promontorio de los siglos»
psique rescatara esta escena de una película que transmuta con total y anunciaba la muerte «del tiempo y del espacio». De hecho, para él,
desvergüenza una catástrofe histórica en un melodrama de Hollywood uno de los símbolos de la nueva conciencia eran «los vapores aventu­
parece sugerir otras dos interpretaciones alternativas, ambas relacio­ reros que olfatean el horizonte»8.
nadas de forma inmediata con el tema que desarrollaré a lo largo de los En este libro se defenderá que el fascismo de entreguerras -a l me­
doce capítulos siguientes. nos para los activistas más comprometidos e idealistas- fue un vehícu­
La primera de ellas es que en el fondo pienso que emprender de lo para hacer realidad la sensación embriagadora de «hacer historia»
nuevo el estudio de la relación que existe entre modernismo y fascis­ ante un nuevo horizonte y un nuevo cielo, en lugar de quedarse con-
mo es una «aventura de alto riesgo», sobre todo porque para hacerlo
tendré que valerme de una estructura que, aunque en otra época se 6 Este aspecto «mítico» de la Revolución francesa se analiza brillantem ente en Lynn
utilizaba constantemente en la investigación académica, hoy en día Hunt, Polilics, Culture, and Ciass in the French Révolution, Berkeley, California University
inspira una desconfianza considerable, a saber, una «narrativa maes­ Press, 1984; M ona Ozouf, L 'Homm e regeneré. Essai sur la Révolution française, París, G a­
tra», y aplicarla a un tema amplísimo e intrínsecamente polivalente. llimard, 1989.
1 Este es el contexto en el que aparece esta caracterización de sí mismo: «Yo conozco mi
destino. Un día mi nombre irá unido a algo formidable: el recuerdo de una crisis com o jamás
5 El significado m etafórico del hundim iento del Titanic y el enorm e im pacto que tuvo la ha habido en la tierra, e! recuerdo de la más profunda colisión de conciencia, el recuerdo de
en la gente de la época en cuanto símbolo de la fragilidad del «progreso» occidental se un juicio pronunciado contra todo lo que hasta el presente se ha creído, se ha exigido, se ha
m enciona con frecuencia en Stephen Kern, The Culture o f Time and Space 1880-1918, Cam ­ santificado. Yo no soy un hombre: yo soy dinamita», Friedrich Nietzsche, Ecce Homo, Nueva
bridge (MA), Harvard University Press. 22003. Bob Dylan utilizó la imagen del Titanic York, Vintage, 1967, p. 326 |ed. cast.: Ecce homo, Madrid, Alianza, 19971.
com o m etáfora de la civilización m oderna en la canción «D esolation Row» que se encuentra * Filippo M arinetli, «The Founding Manifestó o f Futurism », en Um bro A pollonio, Fu-
en el álbum H ighway 61 Revisited {1965). turist M anifestas, Londres, Tham es & H udson, 1973, pp. 21-22.

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templando con impotencia cómo se desarrollaba. Para ello, había que en un tema tabú en los círculos académicos. Algunos piensan incluso
escapar de la trampa de las palabras y los pensamientos y transformar­ que ese tipo de planteamiento guarda alguna relación con el propio «to­
los en hechos, empleando el poder de la creatividad humana no sólo talitarismo» que los fascismos emplearon en su intento de rehacer la
para producir arte como un fin en sí mismo, sino para crear una nueva sociedad y la historia a su propia imagen9. Al margen de lo dudosa que
cultura, en un acto total de creación, de poiesis. Para sus más fieles pueda resultar semejante asociación, no deja de ser paradójico que la
partidarios el fascismo era una promesa de cambio, un movimiento asombrosa proliferación a partir de 1945 de bibliografía, de fuentes se­
que literalmente haría época. cundarias y de perspectivas teóricas sobre cualquier aspecto imaginable
Al final resultó que los dos movimientos que se hicieron con el ti­ de la realidad social pasada y presente en todas las ramas de las huma­
món del poder político fracasaron, no lograron ni por asomo la transfor­ nidades no haya culminado en explicaciones exhaustivas. En lugar de
mación total de la sociedad que pretendían, y mucho menos el cambio ello, en todas las disciplinas reina un ambiente de inseguridad que difi­
histórico radical que prometían. La Tercera Roma de Mussolini duró tan culta cada vez más la aparición de una interpretación definitiva. Esta
sólo veinte años, nada que ver con los cinco siglos del Imperio romano, realidad, combinada con el «giro cultural» impulsado por el posmo-
mientras que el Tercer Reich milenario estaba en ruinas doce años des­ demismo y por el posestructuralismo, ha tenido como resultado la des­
pués de su fundación. El eje que formaron estos dos regímenes condujo legitimación de cualquier explicación de la realidad atribuida a las
directa o indirectamente a la muerte de millones de personas, y las pro­ generaciones anteriores de estudiosos que impliquen reduccionismo,
mesas y los sueños quedaron reducidos a escombros. Sin embargo, para esencialismo o «narrativas totalizadoras». Por consiguiente, da la sensa­
entender las ambiciones, los fracasos y los crímenes contra la humani­ ción de que incluso algunas obras que despliegan una profunda eru­
dad relacionados con estos dos regímenes hay que concederle la rele­ dición en su intento de esbozar una visión de conjunto de un tema am­
vancia que se merece al hecho de que se convenciera tanto a militares plio, como Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt, publicado
como a civiles de que se encontraban inmersos en una experiencia revo­ por primera vez en 1951, o La sociedad abierta y sus enemigos (1945)
lucionaria, que vivían al filo de la historia, que con sus actuaciones esta­ de Karl Popper, pertenecieran a otra era.
ban cambiando su curso, al margen de las limitaciones del tiempo «nor­ Contra este telón de fondo, la tarea voluntaria de replantear la di­
mal» y de la moralidad «convencional». námica sociopsicológica y el alcance del «modernismo», término muy
controvertido, y explorar después la pertinencia de esta nueva defini­
ción en relación con los dos regímenes cuya praxis se supone -aunque
L a bú sq u ed a d e u n a « v is i ó n m á s a m p l ia » en el caso del Tercer Reich se trate de una suposición polémica- que ex­
presa la cosmovisión del «fascismo», otro término bastante problemá­
Como se desprende de las alusiones a Nietzsche y a Marinetti, la tico, implica ir a contrapelo del Zeitgeist académico imperante. Si bien
premisa en la que se basa este estudio es que las «visiones del mundo» no es una actitud temeraria, es sin duda lo qüe los alemanes llaman
[Weitanschauung o visione del mondo} que condicionaron las políticas unzetigemafi -«intempestivo» o «antimoderno»-, término que Nietz­
de los dos regímenes fascistas, bien distintos, que surgieron en la Euro­ sche utilizó para caracterizar una serie de ensayos que, a su juicio, no
pa de entreguerras, estaban íntimamente relacionadas con el modernis­ estaban en sintonía con el espíritu de su época10.
mo artístico y cultural de un modo que escapa a las ecuaciones simplis­ No obstante, quiero dejar claro desde el principio que este libro,
tas o a las fórmulas reduccionistas. Después de medio siglo de esfuerzo aunque sea una obra indudablemente especulativa en virtud de mi pro­
intelectual y de la aparición de un sinnúmero de publicaciones que abor­ pósito de sincretizar distintas áreas de las humanidades para obtener
dan este tema directamente, la mayoría de los expertos que trabajan en un marco de interpretación general, carece de cualquiera de las preten­
este campo piensan que algunos de los problemas básicos relacionados siones características de una «metanarrativa». El hecho de que ofrez­
con el modo en que los Estados que fundaron Mussolini y Hitler «enca­
jan» en la modernidad no están ni mucho menos resueltos. 5 Este tipo de asociación la defiende sobre todo el teórico posm oderno Jean-François
El objetivo de este libro es proporcionar un marco analítico dentro Lyotard. Véase R eed Dasenbrock, «Slouching tow ard Berlin: Life in a Postfascist C ul­
ture», en R ichard Golsan (ed.), Fascismos Return, L incoln, U niversity o f Nebraska Press,
del cual estos problemas se puedan resolver de forma satisfactoria. Y, sin 1998, pp. 247-250.
embargo, irónicamente, uno de los factores que amenazan la credibili­ 111 Friedrich N ietzsche, Unzeitgemäße Betrachtungen, publicado en inglés com o Un­
dad de este intento de obtener una comprensión sinóptica del tema es modern Observations, New Haven (CT), Yale University Press, 1990 fed. cast,: Considera­
que el tipo de «visión general» que se precisa para ello se ha convertido ciones intempestivas, M adrid, Alianza, 2000],

18 19
camos una interpretación general no quiere decir que no seamos cons­ se puede formular como hipótesis falsables», a saber, el de «interpre­
cientes de su artificialidad y de la naturaleza problemática de los cimientos tación histórica», para definir la «tesis» que dará forma a este libro13.
teóricos sobre los que se asienta. Nuestra interpretación es como uno La tesis central de nuestra interpretación sinóptica es que la Italia fas­
de esos edificios modernistas en los que se ven desde fuera los ascen­ cista y la Alemania nazi no sólo fueron manifestaciones concretas de una
sores, las estructuras de apoyo y los tubos y tuberías que le transmiten ideología política genérica y de una praxis que se ha dado en llamar «fas­
su energía. Se basa en la premisa de que en las ciencias humanas hay cismo», sino que además se puede considerar que el propio fascismo es
espacio de sobra para los «lumpers» [partidarios de la agrupación] y una variante del modernismo. Se postulará que esta forma peculiar de
para los «splitters» [partidarios de la división]11, y de que ambos son proyecto revolucionario, cuya finalidad era transformar la sociedad, sólo
indispensables en todos los campos de investigación especializada. pudo surgir en las primeras décadas del siglo xx en una sociedad imbuida
Llevado por este mismo espíritu, Detlev Peukert, uno de los primeros de una serie de metanarrativas modernistas de renovación cultural que
estudiosos que se dedicó a la reconstrucción de la vida cotidiana bajo determinaron una gran cantidad de actividades, iniciativas y movimientos
el Tercer Reich, escribió: «La experiencia cotidiana nunca concuerda «sobre el terreno». En sus distintas combinaciones el fascismo no sólo se
exactamente con las hipótesis analíticas o sistemáticas. Por otro lado, impuso la tarea de cambiar el sistema estatal, sino también la de depurar
es imposible explicar del todo las experiencias sin recurrir además a de decadencia la civilización y promover la aparición de una nueva estirpe
una interpretación sinóptica»'2. De hecho, me parece evidente que la de seres humanos, que no se definía mediante categorías universales sino
constante dialéctica que se produce entre los intentos de sintetizar a través de mitos nacionales y raciales. Los activistas fascistas acometie­
«nomotéticamente» el conocimiento utilizando visiones generales -n o ron la tarea imbuidos del espíritu iconoclasta de la «destrucción creado­
sólo una-, identificando las pautas generales que rigen los fenómenos, ra», que no estaba legitimado por la voluntad divina, ni por la razón, las
y la investigación centrada en la comprensión «idiográfica» de aspec­ leyes naturales o la teoría socioeconómica, sino por la convicción de que
tos particulares de la realidad, garantiza el avance hacia un conoci­ la historia se encontraba en un punto de inflexión y de que los humanos
miento mayor de la realidad. podían determinar su curso, redimir a su nación y rescatar a Occidente de
un ocaso que parecía inminente.
Si bien el sueño de la razón sólo produce monstruos imaginarios,
El f a s c is m o c o m o d e s c e n d i e n t e d e l m o d e r n i s m o las acciones extremas que los «soñadores» fascistas estaban dispues­
tos a emprender con el fin de llevar a cabo su fantasía de una nueva
Por tanto, este libro pretende ofrecer una «interpretación sinópti­ época se plasmaron en edificios de piedra, en inventos tecnológicos de
ca» de la relación íntima y compleja que existe entre el modernismo y hierro y en la carne y la mente de los futuros «nuevos hombres» dis­
los regímenes de Mussolini y de Hitler, utilizando para ello una forma puestos a exigir el «sacrificio» -sobre todo el sacrificio del «otro»-
de narración académica antitotalizadora y antiesencialista. que el proceso de regeneración requería. Bajo esta luz, el poema que
No se formulará como «hipótesis», ya que esto implicaría criterios escribió uno de los artistas más afectados por la tormenta de la moder­
de confirmación o de falsabilidad y, como señala Karl Popper, «los nidad, William Butler Yeats, resulta clarividente en extremo. Escrito
enfoques o puntos de vista históricos» no se pueden evaluar. Y añade, en una época en que el poeta se sentía al mismo tiempo atraído y repe­
con razón, que «no se pueden refutar, y las confirmaciones aparentes lido por el afán de un «nuevo amanecer» que se extendía por la socie­
carecen de valor, aunque haya tantas como estrellas en el cielo». dad europea tras la Primera Guerra Mundial, una de sus estrofas es un
Adoptaremos por tanto el término que Popper propone para sostener presagio de la Segunda. Después de la famosa evocación de la anar­
«un punto de vista selectivo o un foco de interés histórico, cuando no quía de la historia contemporártea, en la que «todo se desmorona» y
«el centro ya no puede sostenerse», da rienda suelta a esa mezcla de
11 Jack H exter popularizó esta distinción en la crítica de Raym ond Carr que escribió miedo y esperanza tan característica del imaginario modernista:
para On Historians, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1979, pp. 241-242. Se cita
en una nota a pie de página de la excelente introducción que escribió Richard Etlin para Art, Sin duda que una revelación es inminente,
Culture, and Media under the Third Reich, Chicago, University o f Chicago Press, 2002, obra
Sin duda que un Segundo Advenimiento es inminente.
en la que también aparece su ensayo sobre la «lógica» del pensam iento nazi, un acto delibe­
rado de «lumping».
12 Detlev Peukert, Inside Nazi Germany, Harmondsworth, Penguin, 1982, p. 245. La 13 Karl Popper, The Poverty o f Historicism [ 1957J, Londres, Routledge and Kegan Paul,
cursiva es añadida. 1974, p, 151 [ed. cast.: La miseria del historicismo, M adrid, Alianza, 1973].

20 21
¡Segundo Advenimiento! Apenas he pronunciado esas palabras propósito de este libro es ayudar a corregir esta situación. Se pretende
cuando una vasta imagen salida del Spiritus mundi aclarar la relación existente entre el modernismo poético y el político
inquieta mi visión: en las arenas del desierto a la que aludía Kermode en 1965, una relación que a él, como catedrá­
una forma con cuerpo de león y cabeza de hombre, tico de literatura inglesa, no le correspondía estudiar en profundidad.
una mirada como el sol, sin piedad ni expresión, A diferencia de Kermode, el objetivo de nuestra incursión en el
mueve sus lentos muslos, y en tomo suyo terreno del «apocalipsis moderno» es dejar al descubierto la relación,
retroceden sombras de aves iracundas del desierto. tanto psicológica como ideológica, que existe entre dos áreas de la
Cae otra vez la oscuridad; pero ahora sé realidad que durante mucho tiempo se han estudiado en distintos de­
que veinte siglos de este sueño pétreo fueron agitados partamentos de las facultades de humanidades. Por una parte, el papel
hasta tornarse pesadilla por una cuna que se mece, que desempeñaron en la literatura y en la cultura modernistas las fic­
¿qué bestia violenta, llegada al lin su hora, ciones «apocalípticas» relacionadas con la decadencia del mundo con­
para nacer camina inclinada hacia B elén?14. temporáneo, con la sensación de transición y de crisis permanentes, y
con la necesidad de renovación. Por otra, la correlación de esas ficcio­
Estos versos están directamente relacionados con la importante nes con las ideologías de los movimientos sociales y políticos empe­
distinción que esbozó Frank Kermode en El sentido de un final. Ker- ñados en solventar la supuesta corrupción y decadencia de la sociedad.
mode subraya la diferencia que existe entre las ficciones poéticas que Se podría decir que estos mitos desempeñan un papel central en
usan los artistas para iluminar o articular aspectos inaprensibles de la cualquier forma de ideología política, sea de derechas o de izquier-
realidad de su época y los mitos politizados que se incorporan a los das,f\ que postule la renovación sociopolítica radical a partir de un
fundamentos ideológicos que sirven para organizar las transformacio­ estado de decadencia, no sólo como herramienta retórica, sino imbui­
nes radicales de la realidad, y cita a Yeats para ilustrar esta distinción. da de un espíritu auténticamente revolucionario y enfocada al cambio
Si bien el grueso de su poesía visionaria se encuentra circunscrita -y permanente y a la renovación social. No obstante, este libro se centra
«a salvo»- dentro del ámbito de la ficción apocalíptica, el animal po­ únicamente en los proyectos de limpieza nacional, social, racial o cul­
lítico que habita en él a veces domina al artista, cruza una frontera in­ tural y de renacimiento que engloba el término «fascismo» y que tu­
visible y se adentra en el reino del mito político o, mejor dicho, del vieron su encarnación concreta en los regímenes de Mussolini y de
mito metapolítico. Así se explica que el pionero del renacimiento cél­ Hitler. Estos mitos generaron políticas y acciones destinadas a provo­
tico fuera asimismo un «entusiasta del fascismo italiano, y partidario car la redención colectiva, la creación de una nueva comunidad nacio­
del movimiento fascista irlandés», los camisas azules. Se podría aña­ nal, de una nueva sociedad y de un nuevo hombre. Su objetivo era el
dir, como prueba de su gusto por la ficción cientificista y por los mitos renacimiento, la «palingenesia» provocada por el poder de un Estado
políticos, que en 1937 ingresó en la Sociedad Eugenésica Británica, moderno, no por un agente sobrehumano17.
una decisión que cobra un importante significado a la luz del concepto Si el objetivo de Modernismo y fascismo fuera alcanzar una conclu­
de modernismo que estudiaremos en este libro. sión satisfactoria-no una conclusión definitiva, por supuesto-, ésta con­
Según Kermode, Yeats ejemplifica a la perfección «esa correlación sistiría en servir de complemento a las conferencias que dictó Kermode
entre la primera literatura modernista y el autoritarismo, una relación de acerca de la «sensación de final» en la literatura visionaria moderna. En
la que se ha hablado en muchas ocasiones, pero que casi nunca se
explica: las teorías de la forma totalitarias se correspondían con la
16 Existen, naturalm ente, profundas afinidades entre el com unism o y el nacionalismo
política totalitaria o eran un reflejo de ella»15. Cuarenta años después, en cuanto ideologías totalitarias. Es más, los Estados com unistas promovieron en la práctica
la existencia de esta correlación cada vez se cuestiona menos en el fuertes corrientes de nacionalismo y de etnocentrism o. En este sentido, existen elem entos de
ámbito académico. Sin embargo, las explicaciones no son suficientes parentesco entre com unism o y fascism o que contradicen la teoría marxista. La polarización
todavía y, lo que es más importante, tampoco se han ofrecido las es- entre derecha e izquierda que se hace en este pasaje es por tanto una sim plificación.
” El térm ino «palingenesia» y su adjetivo correspondiente, «palingenésico», llevan im­
tructuras interpretativas sinópticas necesarias para desarrollarlas. El plícito el significado de «renacim iento», «nuevo nacim iento» y «regeneración». En inglés se
solía utilizar com o un arcaísmo que se aplicaba sobre todo a las religiones y a la biología.
Aparece de forma recurrente en las traducciones de las obras de Emilio Gentile. Para Genti-
14 W. B. Yeats, The Second Coming [1921] en The Collected Poems o fW . B. Yeats, le se trata de un térm ino clave en el análisis del discurso político, pues hace referencia a la
Londres, M acm illan, 1982 [ed. cast.: Antología bilingüe, M adrid, Alianza, 2007], fantasía utópica de los revolucionarios políticos y sociales que creen estar inaugurando una
F. Kermode, The Sense o f an Ending, cit., p. 108. La cursiva es añadida. era radicalm ente nueva.

22 23
las páginas siguentes se ofrecerá una crónica de los complejos vínculos ban que asistían a los dolores del parto de un nuevo mundo bajo un
que existen entre esta actitud literaria y la intensa sensación de estar régimen ideológico y político cuya naturaleza todavía estaba por deci­
inaugurando una nueva época que se expresa en los planes visionarios dir. El «estado de ánimo» que imperaba en Alemania durante los pri­
que engendró el fascismo en la primera mitad del siglo xx. Esta «sensa­ meros años de la República de Weimar, tal como lo describe el histo­
ción de comienzo» politizada e historizada se pondrá en relación a su riador cultural Siegfried Kracauer, tuvo una tremenda repercusión en
vez con un desenlace muy distinto del que preocupaba a Kermode, un el resto del mundo europeizado, donde la sensación de crisis y la ne­
desenlace que no tiene nada de mítico, angustioso en su crudeza y en su cesidad de transformación eran particularmente intensas. Según sus
realidad. La destrucción de esperanzas, de vidas y de cuerpos que, sobre propias palabras, se trataba de un estado de ánimo que
todo en el siglo xx, ciertas corrientes de modernismo social y político
-u n a vez transformadas en la base de una política de Estado- infligieron se puede definir con la palabra Aufbruch. En aquella época este térm i­
con una crueldad física y psicológica sin parangón a categorías comple­ no tenía un significado especial, aludía a la huida de un mundo destro­
tas de vida humana en nombre de la regeneración de la historia y de la zado, una partida desde el ayer en dirección al mañana sobre la base
inauguración de una nueva era. de conceptos revolucionarios [...]. De pronto, la gente entendía la im­
portancia de los cuadros vanguardistas y se veían reflejados en ios
dramas visionarios que anunciaban a una humanidad suicida el men­
A u fbruch saje de una nueva era de hermandad. [...] Creían en el socialismo in­
ternacional, en el pacifismo, en e! colectivismo, en el liderazgo aristo­
A estas alturas ya debería estar claro que este proyecto tiene un crático, en la comunidad religiosa, en la vida, en la resurrección de la
carácter exploratorio o «heurístico» en el amplio sentido de la expre­ nación, y muchas veces se presentaba una mezcla confusa de todos
sión. Se postula la necesidad de intentar romper periódicamente los estos variopintos ideales corno si se tratara de un credo totalmente
marcos conceptuales establecidos para descubrir nuevos horizontes novedosol!l.
que permitan «revisar» incluso los episodios más estudiados y obsesi­
vamente documentados de la historia contemporánea. Se trata de una Una de las premisas fundamentales de este libro es que el ambien­
actitud atrevida, relacionada con el término alemán «Aufbruch» con te de Aufbruch que acabamos de describir fue una de las piezas defini-
todas las connotaciones que posee. Esta palabra puede significar «hui­ torias de una variedad particular de modernismo, una sensación de
da», «ruptura» y «estallido», y se puede utilizar tanto para designar el ruptura y de comienzo que no era exclusiva de las elites culturales, que
final de una reunión, contexto en el que debería entenderse en el sen­ no se limitaba al ámbito del arte y del pensamiento. En la Primera
tido de «disolución», como para hablar de algo que «irrumpe» o del parte, «La sensación de comienzo en el modernismo», se afirmará que
comienzo de una nueva fase o situación. En este sentido tendría, por aun antes de que la Primera Guerra Mundial le transmitiera un pode­
tanto, la acepción de «partida». Es la palabra que utilizó Kafka para roso ímpetu populista y revolucionario, el camino hacia una nueva
titular el relato publicado a título postumo que se cita al principio de visión y una nueva era ya se expresaba cada vez con mayor intensidad
esta introducción. por toda la sociedad europea, y no afectaba únicamente a la esfera de
Al mismo tiempo, Aufbruch puede hacer referencia también al es­ la estética vanguardista, sino al ámbito de la especulación cultural e
tado de expectación inducido por la certeza intuitiva de que una fase intelectual, ámbito desde el cual se buscaban nuevos fundamentos de
de la historia ha terminado y de que comienza una nueva. Esta acep­ significado o de realidad, se promovían movimientos sociales, inicia­
ción resultará crucial en nuestra investigación combinada del moder­ tivas populares que provocaran un sentido renovado de raigambre, de
nismo y el fascismo. La premisa sobre la que se sustenta este libro es comunidad y de bienestar; así como a una política revolucionaria tanto
que los dos regímenes fascistas de la Europa de entreguerras no se de izquierdas como de derechas. Intentaremos descubrir las fuerzas
pueden entender si no se tiene en cuenta la convicción, muy extendida, ideológicas y sociológicas, premodemas y «primordiales», que provo­
de que los trastornos históricos de la época eran los estertores del caron ese deseo modernista y heterogéneo de Aufbruch, y trataremos
mundo moderno que se encontraba bajo la égida de la razón ilustrada
y del capitalismo liberal. No se trataba, ni mucho menos, de «desespe­
18 Siegfried Kracauer, From Caligari to Hitler. A Psychological History o f the German
ración cultural». Nada más terminar la Primera Guerra Mundial, no Film [1947], Princeton (NJ), Princeton University Press, 1970, p. 38 [ed. east.: D e Caligari
sólo los vanguardistas sino millones de «personas corrientes» pensa­ a Hitter. Una historia psicológica del cine alemán, Barcelona, Paidós, 2002],

24 25
de demostrar que su detonante fue una crisis que se pensaba que no
sólo afectaba a la sociedad contemporánea, sino a la experiencia de la
historia y al tiempo en sí. Basándonos en esta caracterización del mo­
dernismo entendido como una fuerza cultural, social y política fruto
de una modernidad occidental que se encontraba en una crisis profun­
damente subjetiva antes de 1914 y objetiva y estructural después, en la
Segunda parte, «El Estado modernista del fascismo», se considerarán
los aspectos de los regímenes nazi y fascista a la luz del análisis del
modernismo que se ofrece en la Primera parte.
A lo largo de este viaje tendremos que traspasar las fronteras inter-
disciplinares tradicionales. A veces tendremos que yuxtaponer o sin-
cretizar áreas específicas de conocimiento especializado y de teoría
académica. Hacia el final del libro muchos aspectos de la relación que
el nazismo y el fascismo tienen con la modernidad, relación que toda­
vía hoy casi todo el mundo considera una desviación o un asalto al
mundo contemporáneo, parecerán expresiones de la modernidad occi­
dental en un determinado momento de su evolución de una «naturali­
dad» inquietante. Además, se entenderá mucho mejor por qué algunos
de los actos más «bárbaros» de la historia contemporánea los cometie­
ron activistas que tenían la sensación de encontrarse en el filo de la F igura I. El com ien zo del d o cu m en tal Trium ph d es W illens [E l triunfo d e la
historia, precursores de una nueva era que no actuaban impulsados por Voluntad], de Leni R iefen stah l, ha sid o visto co m o una sublim inal evocación del dios
el nihilismo o la crueldad, sino por el idealismo visionario, por el nue­ p agano de cielo W otan d escen d ien d o a la T ierra. P ero tam bién puede ser visto com o
vo credo de la redención, la purificación y la renovación. el inicio de un a nueva era h istó rica p ara A lem ania b ajo el nazism o.
He tenido que dedicar una parte entera al proceso de elaboración del
Triumph des Willens, producido por Leni Riefenstahl Studio-Film, Berlín 1935. Distribución
marco conceptual que se precisa para estudiar el modernismo fascista. UFA-Filmverleih.
Aunque espero que sea de interés en cuanto contribución a la concep-
tualización del modernismo y de la modernidad, he concebido estos seis
capítulos ante todo como un marco analítico elaborado que sirva para
estudiar en la Segunda parte las combinaciones particulares de la mo­ siente con tanta pasión la malhadada pareja'en la proa del Titanic, y
dernidad plasmadas en los regímenes de Mussolini y de Hitler. La prue­ hacer un fundido con la imaginería fascista. La secuencia podría comen­
ba de fuego que demostrará si este libro tiene algún valor será hasta qué zar con la escena final de Camicia Nera (1933) de Giovacchino Forza­
punto las políticas y los actos de estos regímenes en distintas esferas de no, que muestra a Mussolini inaugurando el plan de recuperación de
la sociedad se entienden mejor, se pueden explicar mejor desde el punto tierras pantanosas Ibonifica/ de las lagunas pontinas, un lugar en el que
de vista histórico a medida que se despliega el razonamiento sin «nor­ pronto levantarían una nueva ciudad, un símbolo de la modernización
malizarlas» desde un punto de vista moral, y menos aún racionalizarlas y de los planes modernistas de la bonifica de Italia entera. Después, po­
o restar valor a los crímenes contra la humanidad que se cometieron en dría hacerse un nuevo fundido y' mostrar la escena de Vecchia Guardia
nombre del cumplimiento de sus sueños. (1935), de Alessandro Blasetti, de la Marcha sobre Roma de los cami­
Una vez mencionados estos objetivos, en esta Introducción debería­ sas negras, los primeros pasos de la nueva Italia, y fundirla después con
mos ahora abandonar con decisión el ambiente de Aufbruch estrecha­ los últimos planos de Hitlerjunge Quex, un film en el que las apretadas
mente ligado a los peligros de esta empresa en el contexto académico, y filas de las juventudes hitlerianas marchan heroicamente con sus estan­
centramos en la sensación de comienzo que cultivó el fascismo como dartes hacia la nueva Alemania en la que el sacrificio de uno de sus ca­
«movimiento» y como «régimen». Desde el punto de vista cinemático, maradas en la guerra contra los bolcheviques será vengado.
deberíamos dejar de lado las imágenes del éxito de taquilla de Holly­ El plano final podría ser el de los títulos de El triunfo de la volun­
wood que evoca el romanticismo, el ilusorio «nuevo comienzo» que tad (véase figura 1), la famosa imagen de Hitler bajando de las nubes

26 27
como un moderno dios de los cielos y posándose en Núremberg para
presidir el Congreso del Partido de 1934. Al comienzo de la película
se pueden leer estas pomposas palabras:

El 5 de septiembre de 1934, 20 años después del estallido de la


Primera Guerra Mundial, 16 años después del comienzo de nuestros
sufrimientos, 19 meses después del inicio del renacimiento de Alema­
nia, Adolf Hitler voló de nuevo a Núremberg para reunirse con sus
fieles seguidores.

PRIMERA PARTE

LA SENSACIÓN DE COMIENZO
EN EL MODERNISMO

28
I

LAS PARADOJAS DEL «MODERNISMO FASCISTA»

D e hecho, parecer ser que la radicalidad del arte contemporáneo -la ruptura con las
tradiciones falsas, la renovación destinada a comprender la verdadera naturaleza de los
elementos artísticos- implica la creación de ficciones que pueden resultar peligrosas
debido a las actitudes ante el m undo que generan.
Frank Kermode, «The M odern Apocalypse», 1967J.

M ús que negar el proyecto realista y la historia, el modernismo anticipa


una nueva fo rm a de realidad histórica, una realidad que incluye entre sus
supuestamente inimaginables, impensables e incalificables aspectos,
el fenóm eno Hitler, la Solución Final, la guerra total, la contaminación nuclear,
el hambre a gran escala y el suicidio ecológico.
Hayden White, «Histórica! Emplotm ent and the Problem of Truih», 19922.

El eslogan del p rim er manifiesto futu rista de 1909 -« la guerra es la única higiene posible
del m undo » - condujo directamente [...] a las duchas de Birkenau en Auschwitz-
Raúl Virilio, A rt and Fear, 20033.

L a r e b e l ió n c o n t r a e l m u n d o m o d e r n o

El 2 de febrero de 1938 un tal K. Weisthor envió al Reichsführer


Heinrich Himmler un informe sobre una conferencia que se había pro­
nunciado en el teatro de las SS gon el título «La restauración de Oc­
cidente a partir del espíritu ario original». El autor del informe expre­
saba ciertas reservas en relación con algunos aspectos de la charla. No

' F rank Kermode, The Sense o f an Ending. Studies in the Theory o f Fiction [1967],
NuevaYork, O xford University Press, 2Ö0Ü, pp. 110-111.
2 Hayden W hite, «H istorical Em plotm ent and the Problem of Truth», en Saul Fried-
lander {ed.), Probing the Lim its o f Representation. Nazism and the Final Solution, Cam ­
bridge (M A), Harvard University Press, 1992, pp. 52-53.
■! Paul Virilio, A rt a nd Fear, Londres, Continuum , 2(X)3, pp. 29-30.

31
obstante, respaldaba enérgicamente la tesis principal, a saber, que «los A su regreso a Italia, el barón expuso sus teorías raciales basadas
herederos europeos de la tradición aria no deben pasar por alto la con­ en los principios «tradicionalistas» en su Sintesi di dottrina della raz-
cepción solar», un aspecto crucial a la hora de actualizar «la idea de za [Síntesis de la doctrina de la raza] y en su ín d irizziper u n ’educa-
imperio ario», ya que «la materia en sí no es más que la manifestación zione razziale [Directrices para una educación racial ¡, ambas obras
visible de la Eternidad o del ciclo eterno que sólo se puede doblegar y publicadas en 1941, con el fin de recordar a los dirigentes fascistas que
controlar con ayuda de la fuerza de espíritu»4. su misión era la regeneración total del mundo moderno. Para Evola, el
K, Weisthor era en realidad Karl Wiligut, conocido como «el Ras- nuevo hombre «ario» (en lo sucesivo entrecomillaré esta palabra para
putín de Himler»5, miembro de la «Oficina central de las SS para la indicar la naturaleza totalmente mítica de esta categoría racial) era una
raza y la repoblación» y director del «Departamento de Historia me­ combinación de cuerpo, mente y alma. No se definía sobre todo por
dieval y moderna». Ese mismo año caería en desgracia, pero hasta sus propiedades biológicas o genéticas como afirmaban los nazis de­
entonces ejerció una enorme influencia en las creencias esotéricas, la fensores de la eugenesia, que estaban condicionados por el perverso
liturgia y la parafemalia simbólica que Himmler ideó para las SS. Pro­ materialismo moderno y por la ciencia materialista darwinista7. Al fi­
bablemente Wiligut fue el impulsor de la decisión de convertir Wewels- nal, Evola no influyó de forma perceptible en las corrientes principales
burg, un castillo del siglo xvu, en el cuartel general ritual de las SS. El del nazismo o el fascismo, que, al menos desde el punto de vista exo­
conferenciante en cuestión era el barón Julius Evola, autor de La rebe­ térico, discurrían por canales muy alejados del oscuro mundo del ra­
lión contra el mundo moderno, obra traducida al alemán en 19356. cismo ocultista que soñaban los «ariosofistas»8y los «tradicionalistas»9.
Inspirándose en los prolijos estudios sobre las tradiciones místicas y Si a partir de 1945 Evola se convirtió en el gurú de una nueva ge­
ocultistas mundiales que había realizado en los años veinte, Evola in­ neración de intelectuales de extrema derecha en busca de una «visión
tentaba convencer al público invitado allí reunido de que la vitalidad del mundo», hasta tal punto que el líder del Movimiento Sacíale Italia­
de una civilización estaba determinada por el grado en que observaba no neofascista Giorgio Almirante dijo de él que era «nuestro Marcuse,
los preceptos de la «tradición» eterna. Como la civilización occidental sólo que mejor», no fue por su peculiar concepción del racismo, sino
llevaba dos milenios incumpliendo sus leyes morales, estaba a punto por sus virulentos ataques a una Europa democrática y comunista que,
de alcanzar el nadir de su decadencia cultural, un clímax que en la a su juicio, estaba perdiendo el alm a1“. Con todo, su relación con el
cosmología hindú se conocía con el nombre de Kali Yuga - la «Edad fascismo de entreguerras parece corroborar ampliamente el argumento
Negra» de la disolución-. Occidente entraría enseguida en una nueva que se suele utilizar para tachar a este movimiento de antmodernista,
Krita Yuga, o «Edad de la Pureza». La única condición para alcanzar reaccionario y radical: que para los fascistas la modernidad era una
esa nueva fase era que los líderes nazis y fascistas reconocieran la di­ experiencia amenazadora desde el punto de vista psicológico de la que
mensión metafísica de su misión, que consistía en llevar a cabo una intentaban refugiarse. No obstante, diez años antes de que comenzara
revolución material y espiritual contra la putrefacción de la moderni­ a estudiar el «idealismo mágico» y a considerar la posibilidad de que
dad, una putrefacción que se manifestaba a través del materialismo, el apareciera una nueva elite de «sacerdotes-guerreros» que regenerara el
individualismo, el igualitarismo, la ausencia de jerarquía y la erosión decadente mundo occidental, Evola había sido uno de los miembros
de los valores más elevados. más activos de la vanguardia florentina vinculada a las revistas Leo-
4 Pasaje extraído de la página web «Report to Himm ler on Julius Evola», en [http:// 7 Los aspectos racistas y filonazis del pensam iento de Evola se analizan en Francesco
thompkins_cariou.tripod.com/id6.html] (consultada el 15 de noviembre de 2005). El texto pro­ Germinado,, Razzti del Sangue, razza delta Spirito, Julias Evola, ¡'antisem itism o e il nazio-
cede del «Weisthor-Wiligut Dossier» de Renato del Ponte, Aríhos 4,7-8 (2000), pp. 241-265. nalsociafisrno (1930-1945), Turin, Bollad Bpringhieri, 2001.
5 Véase Hans-Jürgen Lange, Weisthor-Karl María Wiligut - Himmlers Rasputin und x Para ia influencia que el ocultism o ejerció sobre el nazismo véase Goodrick-Clarke,
seine Erben, Ergenda, Arun Verlag, 1998. Si se quiere leer algo más sobre W iligut en inglés, The Occult Roots o f National Socialism, un estudio erudito que refuta de form a indirecta los
véase el capitulo «Karl M aria Wiligut. The Private M agus of Heinrich Himmler», en Nicolas delirios «new age» que afirman que la NSDAP era «en realidad» una organización esotérica.
Goodrick-Clarke, The Ocult Roots o f Nazism, W ellingborough, Northam ptonshire, Reino 4 Véase Mark Sedgwick, A gainst the M odern World. Traditionalism and the Secret In­
Unido, Aquarian Press, 1985, una obra en !a que se alude también a las conferencias de tellectual History o f the Twentieth Century, Oxford, Oxford University Press, 2004,
Evola ante las SS (p. 190). La compleja relación entre la ciencia ortodoxa y la «alternativa» )[> Véase Julius Evola, «II mito M arcuse», Oli uom ini e le ravine, Roma, Volpe, 1967.
en los proyectos que desarrolló la Ahnenerbe de Him m ler se analizan en H eather [’ringle, pp. 263-269. Para conocer los a n te ce d e n tes del c o m e n tario de Almirantes véase Roger G rif­
The M aster Plan: H im m ler's Sckolars and the Holocuuxt, Nueva York, Viking, 2006 |ed. fin* «Revolts against the M odern World. The blend o f literary and historical fantasy in the
cast.: El plan maestro, Barcelona, Debate, 2007]. Italian New Right», Literature a nd H istory l l . l (1985), pp. 101-124. También se puede
6 Julius Evola, Erhebung wider die moderne Welt, Stuttgart, Deutsche Verlagsanstalt, encontrar este artículo en [h ttp ://w w w T o se n o ire .o rg /a rtic le s/rev o lts.p h p ] (página consultada
1935, nueva traducción Revolte gegen die moderne Welt, Interlaken, Ansata-Verlag, 1982. el 15 de m ayo de 2006).

32 33
nardo y Lacerba, publicaciones culturales que, como veremos en el
capítulo 7, desempeñaron un papel significativo en la génesis del fas­
cismo. Vinculado durante un tiempo al pintor futurista Giacomo Baila,
se alejó de los futuristas debido al entusiasmo intervencionista que
mostraban, pues se sentía más cercano al culto prusiano a la disciplina
que a la decadencia de Francia y de Gran Bretaña. Más tarde se volve­
ría a relacionar con la vanguardia italiana: Evola fue uno de los repre­
sentantes más destacados del dadaísmo (véase figura 2), una corriente
artística que se supone que es intrínsecamente incompatible con cual­
quier forma de compromiso político, sobre todo con las formas extre­
mas de nacionalismo y de racismo".
Para com plicar todavía más si cabe la cuestión del antim odernis­
mo de Evola y su relación con el fascismo, el personaje que recibió
con mayor entusiasmo la traducción al alemán de la Rebelión contra
el mundo moderno no fue otro que Gottfried Benn, uno de los más
destacados exponentes de la poesía expresionista alemana. En los
años veinte, Benn había aprovechado su experiencia como médico y
patólogo para crear algunas metáforas biológicas inolvidables in­
cluidas en un flujo constante de versos alucinantes, a través de los
cuales expresaba su obsesión por la degeneración física y psicoló­
gica. Su cam paña personal contra la progresiva «cerebralización
del mundo», que presuntamente estaba consumiendo la energía pri­
mordial del universo, le llevó de cabeza a la conversión entusiasta al Figura! 2. «A bstracció n » , 1920. P in tu ra d adaista realizad a por Ju liu s E v o la, que m ás
nacionalsocialismo. Cuando le nombraron miembro de la Academia tarde se haría fam o so en tre los círculos d e d erech as co m o el au to r de L a rebelión
Prusiana de las Artes, una de las instituciones más venerables de contra el m u n d o m oderno.
Alemania (fundada en 1696), promulgó su teoría de que la misión © Francesco Lattuada, Artecentro, Viu dell’Annunciata 3 t, Milán. Imagen reproducida con
del Tercer Reich era desencadenar la revolución cultural y antropo­ permiso de Francesco Lattuada.
lógica necesaria para salvar a la nación de la disolución12. Además,
fue uno de los que apoyó con mayor vehemencia la campaña que se cional de Escritores en 1938, Benn inició sú «exilio interior», que
puso en marcha con el fin de incluir las obras de algunos de sus co­ duró hasta que terminó la guerra, cuando se encontró en condiciones
legas expresionistas y nacionalistas, com o Em st Barlach y Emil Nol- de relanzar su carrera como maestro del expresionismo. A partir de
de, dentro del canon del «arte ario». Su luna de miel con el nazismo ese momento, en las biografías oficiales de Benn su antigua pasión
se interrumpió bruscamente en mayo de 1936 cuando se publicó un por la transformación nazi de la historia universal sería conveniente­
artículo en Das schwarze Korps, la revista oficial de las SS, en el que mente camuflada o sustituida por eufemismos.
se tachaba una antología de su poesía de «widernatürliche Schwei-
nereien» [obscenidad antinatural], una forma de comunicarle que
había caído en desgracia. Después de su expulsión de la Cámara Na- F a s c is m o y m o d e r n i s m o : ¿ a p o r ía o pa r a d o ja ?

11 Para el dadaísm o de Evola véase Jeffrey Schnapp, «Bad Dada (Evola)». en Leah
A !a vista de estos dos ejemplos, la tarea de explicar las relaciones
Dickerman y Matthew S. Witkovsky (eds.), The Dada Seminars, artículos del seminario entre modernismo y fascismo «como una unidad» no resulta nada sen­
CASVA, National Gallery o f Art, Washington, 2005, pp. 30-55. cilla. Las carreras de Evola y de Benn se prestan a toda suerte de inter­
12 P. e, en los ensayos «Kunst und Staat», en D ieter W ellerhoff (ed.), G ottfried Benn.
ferencias contradictorias. El término que suelen emplear los intelectua­
Gesam m elte Werke in acht Bänden. W iesbaden, Limes, 1968, volum en 3, pp. 603-613;
«D er neue Staat und die Intellektuellen» [1933], en W ellerhoff, G ottfried Benn, volumen les de la Europa continental en particular para designar los fenómenos
4, pp. 1004-1013. anómalos o que no se prestan a una explicación sencilla que genera la

34 35
modernidad es «aporía». Su significado literal es «camino cortado» o y tradiciones como la sagra15, promover el regreso a las tradiciones
«callejón sin salida», y lo utilizaban los filósofos griegos para referirse rurales en gran medida mitificadas que se ensalzaban en la película de
a los dilemas intelectuales o puntos muertos que surgían cuando se in­ Alessandro Blasetti Terra Madre (1931), esforzarse con denuedo en in­
tentaba encapsular algún aspecto inaprensible de la realidad fenoménica culcar en todos los italianos un sentimiento de asombro por la gloria
dentro de los estrechos márgenes de una definición o de una categoría pasada de Roma, restaurar cuidadosamente los tesoros nacionales del
lógica. Como, por regla general, el fascismo todavía se relaciona con las patrimonio medieval, renacentista y eclesiástico con el fin de estimular
fuerzas reaccionarias y con la huida del «mundo moderno», no es de el orgullo nacional y la industria turística nacional e internacional, y, al
extrañar que exista una percepción alterada según la cual su relación con mismo tiempo, construir autopistas, drenar zonas pantanosas, electrifi­
la modernidad estaría plagada de aporías. car la red ferroviaria y convertir a los aviadores italianos en héroes na­
En la Italia de Mussolini, por ejemplo, ¿cómo pudo un régimen cionales y, después del viaje trasatlántico de Italo Balbo a Chicago, tam­
dedicado a la destrucción de las fuerzas «progresistas» del socialismo bién internacionales?
y a la renovación de la herencia de la Roma clásica atraer a tantos ar­ La hazaña épica de Balbo ofrece un estudio de caso de la anómala
tistas, arquitectos, diseñadores y tecnócratas importantes de vanguar­ relación entre el fascismo y la modernidad. Balbo partió de Italia el 30
dia? ¿Qué condujo a Mussolini -que, a pesar de la megalomanía y la de junio de 1933 en compañía de un escuadrón de veinticuatro hidroa­
falta de compromiso ideológico auténtico que demostró cuando lide­ viones SM. 55X Savoia-Marchetti, que eran el no va más de la tecno­
raba un régimen reaccionario en sus años de Duce, en sus orígenes logía de la aviación. Seis semanas después aterrizó en el lago M ichi­
había sido un prolífico activista e intelectual socialista" a sucumbir a gan, cerca del lugar donde se había instalado la exposición «Un siglo
la ruidosa campaña en favor del resurgir de la nación que lanzaron de progreso» que se estaba celebrando en Chicago, un acontecimiento
desde las páginas de La Voce algunos de los artistas e intelectuales que, a pesar de los terribles efectos sociales de la Gran Depresión -o
florentinos más destacados -todos ellos apasionados partidarios de lo quizá precisamente gracias a ellos- atrajo a 39 millones de visitantes
moderno en la década anterior a la Primera Guerra M undial?13. ¿Por de todo el mundo. Para conmemorar esta proeza que el público estado­
qué Filippo M arinetti14, el fundador de uno de los movimientos más unidense acogió con verdadero entusiasmo, Mussolini ordenó quitar
radicales de la estética modernista, pensó que el peculiar nacionalis­ una columna de 1.70Ü años de antigüedad que pertenecía a un pórtico
mo de Mussolini era el vehículo ideal para la guerra futurista contra levantado en un lugar cercano a la bahía de Ostica Antica, el antiguo
la decadencia del «culto al pasado»? ¿Por qué otras figuras prominen­ puerto de Roma, y enviarla a Chicago. La colocaron frente al pabellón
tes de la cultura italiana como Gabriele D ’Annunzio, Giuseppe Prez- de Italia. Se utilizaba así un monumento antiguo para celebrar el triun­
zolini o Giovanni Papini traicionaron a la revolución «auténtica» de la fo de la modernidad.
izquierda, a la que se supone que suelen ser leales los artistas de van­ Estas contradicciones evidentes también se observan en el con­
guardia, y apoyaron en cambio la «pseudorrevolución» que proponía traste que existe entre el atrevido, racionalista y ultramoderno diseño
la derecha? de la Casa del Fascio de Giuseppe Terragni, inaugurada con su co­
Las contradicciones no acaban aquí. ¿Cómo fue posible que un rrespondiente ceremonia en 1936 en Como, y el edificio que diseñó
mismo régimen respaldara el Premio de Bérgamo, un galardón de arte Vittorio M orpurgo -u n judío defensor acérrimo del Fascismo al que,
contemporáneo creado por Giuseppe Bottai, financiara algunos de los más tarde, le prohibirían la entrada en su propio edificio- para alber­
experimentos arquitectónicos y urbanísticos más atrevidos de la épo­ gar el Ara Pacis, un proyecto que se llevó a la práctica apresurada­
ca, y, al mismo tiempo, promocionara la pintura «ultrarruralista» del mente y con un recorte de presupuesto radical (véanse figuras 3 y 5).
movimiento strapaesel Con el fin de hacerle la competencia a Bottai, El Ara Pacis, un monumento construido por Julio César, se restauró
el «jerarca» fascista pro nazi Roberto Farinacci creó el Premio de Cre­ concienzudamente y desempeñó un papel central en los fastos de
mona de arte no contemporáneo. ¿Cómo pudo el gobierno de Musso­ conmemoración del segundo milenio del nacimiento del emperador
lini poner en marcha iniciativas para revitalizar las costumbres locales romano. El Estado inviritió una enorme suma de dinero en la organi­
zación de este acto con el fin de dem ostrar que M ussolini era la en-
11 W alter Adam son, Avant-Garde Florence: From M odernism to Fascism, Cam bridge
(MA), Harvard University Press, 1993. 15 La sagra es una festividad local durante la cual se com e un plato elaborado a base de
14 Véase Giinter Berghaus, Futurism and Politics. Between Anarchist Rebellion and patatas y anchoas. Para el regionalism o fascista, véase Stefano Cavazza, Piccole Patrie.
Fascist Reaction, 1909-1944, Oxford, Berghahn. 1996. Feste Popolari tra regione e nazione durante il fascismi}, Bolonia, Il M ulino, 1997,

36 37
Figura 4. Edificio de Vittorio M orpurgo construido con el fin de albergar el A ra Pacis
(term inado en 1938). A dviértase la m ezcla de sim etría clásica con la utilización del cristal
típicam ente m oderna. (Para una historia detallada del proyecto, véase O rietta Rossini, Ara
Pacis Augusta?, M ilán, Electa, 2006.) Imagen reproducida por cortesía de O rietta Rossini,
que ha em pleado esta im agen en su A ra Pacis Augustae, M ilán, Electa, 2006.

Figura i . A lzado de la C a sa del F ascio de G iuseppe T erragni, el cuartel general © Sovraintendenza del Comune di Roma, Museo di Roma, Archivio Fotografico Comunale.
fascista, term inado en C om o en 1936, uno de los edificios m od ern o s m ás fam osos de
la ép o ca. En [h ttp://w w w ,greatbuildings.eom /buildings/C asa_de¡_F ascio,htm l]
(consultada el 30 de noviem bre de 2006), aparecen m ás im ág en es de este edificio.

© Centro Studi Giuseppe Terragni, Como. Imagen reproducida con permiso del Centro Studi
Giuseppe Terragn i.

carnación moderna de las cualidades cesáreas. (Irónicamente, este


«altar de la paz» que Hitler visitó durante su visita a Roma en mayo
de 1938 está decorado con un friso de esvásticas que, al contrario que
las nazis, apuntan hacia la derecha. Probablemente el Führer no re­
paró en este detalle)16. Hitler se habría sentido mucho más a gusto en
el edificio de Morpurgo, que mezclaba elementos contemporáneos
- e l uso del acero y del c ristal- con el neoclasicim o «natural», fa­
m iliar y «arraigado» del m onumentalismo nazi que en el edificio de
Terragni.

F igura 5. M u sso lin i en la in au g u ració n del edificio que alberga el A ra Pacis, el 23 de


septiem bre de 1938. A d v iértan se las esv ásticas clásicas del friso. G racias a O rietta
16 Las esvásticas del Ara Pacis se mencionan en la página web dedicada a la esvástica de
R ossini po r prestarn o s esta foto y p o r darnos p erm iso p ara utilizarla.
la organización neonazi americana Stormfront, en [http://www.stormfront.org/archive/t-4S17.
html] (consultada el 27 de octubre de 2006). © Sovraintendenza del Comune di Roma, Museo di Roma, Archivio Fotográfico Comunale.

38 39
E s t r a t e g ia s p a r a r e s o l v e r l a s a p o r ia s d e l m o d e r n i s m o f a s c is t a

A la vista de estos ejemplos, parece que tiene poco sentido intentar


buscar una pauta uniforme en la relación entre fascismo y modernis­
mo, una relación que en alguna ocasión generó idiosincrasias muy
peculiares. Por ejemplo, el Foro Mussolini, el rutilante estadio depor­
tivo inaugurado en 1928, se construyó utilizando un estilo clásico mo­
dernizado y se decoró con estatuas clásicas. Pero en este estadio tam­
bién había un mosaico que no representaba motivos de la mitología
romana clásica, sino squadristi abanderados, montados en un camión,
dispuestos a marchar sobre Roma o a atacar alguna sede comunista, un
contraste que cierto historiador del arte ha definido como «una estra­
falaria dicotomía»17. El protagonista de BL 15, una ambiciosa expe­
riencia teatral al aire libre escenificada en Florencia en 1934, que con­
sistía en una dramatización del nacimiento del fascismo desde sus
orígenes en la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial y
desde la batalla que los camisas negras, según los fascistas, habían
tenido que emprender con el fin de sofocar el comunismo y la subver­
F igura 6. I .a casa trem en d am en te m o d ern ista q u e A d alberto L ibera le co n stru y ó a
sión del biennio rosso en 1920, también era un camión. ¿Eran estas C urzio M alaparte en Capri.
obras artísticas y estos espectáculos culturales manifestaciones kitsch
© Francesco Saverio Alessio. Itnagen reproducida por cortesia de Francesco Saverio, presidente
del totalitarismo o se basaban en algo más profundo? de Emigrali.il. Sacadade | http://www. fiorense.it|.
Teniendo en cuenta estos ejemplos, no es de extrañar que muchos
historiadores del fascismo piensen que el arte desempeñaba un papel
secundario en este régimen, que la ausencia de lina estética coherente (Kurt Suckert) había encargado construir sobre un escarpado promon­
demuestra que se trataba de una dictadura personal en la cual el espec­ torio aislado de la costa de Capri justo antes del estallido de la Segun­
táculo, la retórica y la ilusión de una revolución permanente eran más da Guerra Mundial (véase figura 6). Confirmando las ideas preconce­
importantes que la transformación substancial de la sociedad italiana. bidas de sus espectadores más cultos, Cruickshank afirmaba que este
Siguiendo esta línea, algunos especialistas suscriben la opinión radical alegato «excéntrico y genial» tanto personal como socialmente, era un
del egregio intelectual antifascista Norberto Bobbio, que, en una entre­ «desafío a su época», ya que encamaba «el modernismo más radical y
vista concedida a L'Espresso afirmó: «Allí donde había cultura no había personal». Después de todo, proseguía, «como Hitler, Mussolini tam­
fascismo, y viceversa. Jamás existió una cultura fascista»11'. Con esta bién intentó estrangular el modernismo», aunque «inexplicablemente
premisa, la búsqueda de una afinidad coherente entre modernismo y este edificio escapó a sus redes»19.
fascismo resultaría inútil, pues se trataría de fenómenos intrínsecamente Más inexplicable todavía, teniendo en cuenta su formación, es que
incompatibles. Aquél, innovador y creativo; éste, un plan elaborado de Cruickshank no mencione el papel decisivo que desempeñó el arqui­
camuflaje de una respuesta reaccionaria a los desafíos de la modernidad. tecto Adalberto Libera en el proyecto de la Casa Malaparte. Libera fue
En su serie documental de 2006 titulada Marvels o f the M odem uno de los arquitectos modernistas más visionarios de su época. Desa­
A [ M a r a v i l l a s ele la modernidad], el historiador de la arquitectura rrolló su carrera bajo el fascismo y, si no hubiera estallado la guerra, la
británico Dan Cruickshank mostraba a sus espectadores el «extraordi­ habría culminado con la construcción de su obra más audaz y vanguar­
nario edificio» que el escritor fascista italogermano Curzio Malaparte dista: el arco que proyectó para la EUR’42, la Exposición Universal de

17 David Crowley, «Nationalist M odernism s», en Chrislopher Wilk (ed.). M m k m ism Dan Cruickshank. M arvels o fth e M o d em Age. 4.a parte de una serie docum ental, I .“
1914-1939. Designing a New World, Londres, V&A Publications, 2006, p. 3 5 1. parle, aproxim adam ente hacia el m inuto 42. Se em itió por prim era vez en la BBC el 9 de
“ Com entario que se recoge en una entrevista concedida a L'Espresso el 26 de diciem ­ mayo de 2006 entre las 21 y las 22 h., con motivo de la exposición «Modernism: Designing
bre de I % 2 , y que se cita en Richard Bosworth, The Italuin Dictatorship, Londres. Arnold. a New World 1914-1939», celebrada en el Victoria and A lbert Museum de Londres durante
1998, p. 155. la primavera de 2006.

40 41
Mussolini y la considerable inversión de fondos en proyectos cultura­
les, algunos de ellos desafiantes en su modernismo, debemos echar
mano de un enfoque mucho más sofisticado que procede de una tradi­
ción muy fructífera bosquejada por primera vez en un famoso ensayo
escrito por una de las víctimas más ilustres del fascismo: Walter Ben­
jamín. A grandes rasgos. Benjamín sostiene que el régimen, con el fin
de proteger al sistema capitalista de la revolución socialista, se embar­
có cínicamente en una «estetización generalizada de la política» y ma­
nipuló los símbolos culturales para nacionalizar la vida intelectual,
académica y artística. Por consiguiente, tanto Hitler como Mussolini
habrían utilizado la cultura como herramienta de ingeniería social y
como estética del Estado a fin de obtener cierta variedad de anestesia
política. Habrían empleado únicamente la envoltura exterior de la re­
volución cultural, y por tanto social, despreciando su esencia para ob­
tener un doble efecto combinado: despolitizar y restar autoridad a las
masas. Así, incluso cuando el fascismo toleró o abrazó el modernismo
lo hizo con una actitud cínica, con una finalidad reaccionaria y por
tanto antimodernista20.
Una interesante variación sobre este mismo tema es la monografía
de Igor Golomstock, una obra impresionante, rigurosa y muy docu­
mentada en la que el autor expone una teoría basada en la «Ley del
totalitarismo». Según Golomstock, aunque la contribución de la van­
F igura 7. F otografía del arco G atew ay de S an Luis. M issouri, d u ran te una to rm en ta guardia resulta crucial para crear el espíritu de dinamismo y de trans­
etéctirca. El arco fue d ise ñ ad o en 1947 y co n stru id o en 1965. formación que precisa cualquier régimen autoritario, el comunismo
©Joseph Malthews. Reproducido gracias al prermisodel fotógrafo, Joseph Malthews. incluido, su influencia desaparece en cuanto dicho régimen se afianza
y cae en manos de la nueva elite gobernante, que a partir de ese mo­
mento promueve la persecución de los sumisos vanguardistas que han
Ronia de 1942. Se trata del imponente arco que aparece en la portada perdido su utilidad21. Como se desprende de la cita que aparece al
de este libro, un proyecto que se llevaría a cabo después de la guerra a principio de este capítulo, el veterano de la teoría de la cultura radical
más de 5.0(X) millas de distancia, en San Luis: el arco Gateway (véase Paul Virilio también ofrece una explicación de este fenómeno. A su
figura 7). De hecho, la totalidad de la obra que Libera diseñó para el juicio, existe un parentesco directo entre el futurismo y Auschwitz.
régimen fascista era una celebración triunfalista de su espíritu futuris­ Esta relación se basaría en el nexo latente que vincula el cruel experi-
ta, y como tal, constituye una elocuente refutación de cualquier teoría mentalismo que se manifiesta en algunas corrientes vanguardistas -s o ­
que afirme que Mussolini odiaba profundamente la estética modernis­ bre todo en aquellas que postulan que el cuerpo humano queda redu­
ta. De acuerdo con esta interpretación equivocada, Cruickshank dedi­ cido a un objeto que se puede manipular con fines amorales para
ca una secuencia entera a ilustrar la productiva sinergia existente entre obtener un placer estético- con los asesinatos en masa, la tortura orga­
la arquitectura modernista y el Estado bolchevique durante los quince nizada por el Estado y la crueldad sistemática que ha mancillado la
primeros años de la Revolución, un ejemplo que sirve para afianzar
todavía más el prejuicio de que mientras el modernismo y el socialis­ 2U W alter Benjamin fundó su fam osa escuela de interpretación en su célebre ensayo de
mo caminaban de la mano, el modernismo y el fascismo eran como el 1937, «La ohra de arte en la época de su reproductibilidad técnica». Veáse Russell Berman.
agua y el aceite, o quizá, como decía André Bretón, como un paraguas «The Aesthetization of Politics: Waller Benjamin on Fascism and the Avant-Garde», en Rus­
sell Berman, M odern Culture and Critical Theory; Art. Politics, and the Legacy o f the
y una máquina de coser sobre una mesa de operaciones.
Frankfurt School, Madison. University of Wisconsin Press, 1989, pp. 27-41
Si buscamos un fundamento intelectual más profundo para inter­ 21 Igor G olom stock, Totalitarian A rt in the Soviet Union, the Third Reich, Fascist Italy
pretar la política artística aparentemente irracional del régimen de am! the P eople’s R epublic o f China, Londres, HarperCollins, 1990.

42 43
historia contemporánea de Europa. Virilio intenta demostrar por todos talismo en los tiempos modernos. Sólo después de despojarlo de su
los medios que este tipo de atrocidades no sólo se han cometido en los familiaridad y de someterlo al compromiso crítico, se podría replan­
regímenes fascistas, comunistas y nacionalistas, sino también en las tear en un sentido progresista el sistema político y social23.
llamadas democracias «liberales». En resumidas cuentas, cada vez que recurrimos a los especialistas
En 1998 Virilio se mostró profundamente conmovido por el jugoso para explicar la enrevesada relación existente entre fascismo y m o­
comentario del artista Günter von Hagens que, después de exponer en dernismo, más que encontrar un coro armonioso topamos con una
el Museo de Técnica y Trabajo de M annheim su obra «El mundo de cacofonía. Ni siquiera una obra que lleva el prom etedor título de
los cuerpos», un conjunto de doscientos cadáveres humanos plastifica- Fascist M odernism [M odernidad fascista], a pesar de su sofisticado
dos, afirmó: «Se trata de romper el último tabú». Virilio hizo el si­ y posmoderno aparato cultural y de su ininterrumpido vigor analíti­
guiente comentario: «Dentro de poco tendremos que reconocer que co, logra llevarnos demasiado lejos. Su autor, Andrew Hewitt, redu­
los expresionistas alemanes que defendían el asesinato no fueron los ce la cuestión -que, en un principio, abarca tam bién la historia del
únicos artistas de vanguardia. Por la misma razón, también lo fueron nazism o- a poco más que un estudio de caso empírico concreto, el
gente como Ilse Koch». Y proseguía: futurismo de M arinetti (no es una coincidencia que se trate precisa­
mente del mismo ejemplo que utilizaba Benjamín en su revoluciona­
Las aspiraciones estéticas de esta mujer conocida como «la zorra de rio ensayo). Además, este estudio de caso se basa en la premisa de
Buchenwald», que despellejó a algunos prisioneros tatuados y convirtió que la naturaleza de la respuesta fascista a la modernidad sería esen­
sus pieles en objetos de artbrut como, por ejemplo, pantallas de lámpa­ cialmente reaccionaria. Se nos asegura que su «estetización de la
ras, eran muy similares a las de nuestro querido Dr. Von Hagens22. política» se encontraba «inscrita desde el principio en la construc­
ción burguesa de la esfera pública», y que se integraba, por tanto, en
Con este tipo de comentarios, Virilio le da la vuelta al argumento «el libidioso proyecto de autodestrucción capitalista»24. Nada de m o­
que afirma que es imposible que exista afinidad alguna entre un tipo de dernismo auténtico o de revolución.
arte genuinamente vanguardista como el futurismo y un régimen fas­
cista. A su juicio, la estetización general de la realidad que supuesta­
mente defendían los vanguardistas sería síntoma y desencadenante del E l enrevesado « a n t im o d e r n is m o » nazi

fracaso de la compasión y de la desaparición de la piedad - la «pitié»


es un concepto clave en la cosmovisión viriliana-, que hacen posible La sensación de que las expediciones académicas hacia el corazón
que el Estado orqueste crímenes contra la humanidad a gran escala de las tinieblas de la modernidad generan cada vez más acertijos en el
«por el bien del pueblo». contexto de los estudios sobre el fascismo se agudiza cuando profun­
Este razonamiento recuerda vagamente a la condena del expresio­ dizamos en la referencia que hacen al expresionismo, la principal co­
nismo que realizó George Lukáes en los años treinta. Lukács acusaba rriente artística de la vanguardia estética en la Alemania de principios
a este movimiento de haber desencadenado una orgía de irracionali­ del siglo xx, tanto Virilio como Lukács. El primer problema con el que
dad que había preparado el terreno para la aparición del nazismo. Pero nos enfrentamos es la falta de consenso académico a la hora de incluir
en caso de que esta variante del marxismo, alternativa y preposmoder- el Tercer Reich dentro del ámbito de los estudios sobre «modernismo
na, se nos antoje una línea de investigación fructífera a la hora de re­ y fascismo». En primer lugar, la política estatal de la nueva Alemania
solver algunas de las numerosas aporías de la relación que existe entre de Hitler y, sobre todo su ejecución, son tan diferentes en tantos aspec­
modernidad y fascismo, no debemos olvidar que algunos compañeros tos de la del régimen de Mussolíni que algunos destacados estudiosos
marxistas de Lukács, sobre todo Erast Bloch y Walter Benjamín, re­ -sobre todo Renzo de Felice, Zeev Sternhell y A. James Gregor- se
chazaron enérgicamente su postura. Fieles al espíritu de Bertolt Brecht oponen terminantemente a calificarlo de fascista. Muchos historiado­
y al del maestro del fotomontaje antifascista Hermut Herzfelde (alias res (no marxistas) alemanes del Tercer Reich, están de acuerdo tácita­
John Heartfield), defendían el arte experimental precisamente por su mente con esta tesis, convencidos de que el empleo de cualquier térmi-
capacidad de subvertir a la tradición realista burguesa nacida del hu­
21 Fredric Jamesoti (ed.), Aesthetic and Pitlitws: The Key Texis o f the Classic Debate
manismo clásico que había servido para mistificar y legitimar al capi­ within Germán Marxism. Adorno, Benjamín, Bloch, Brecht, Lukács, Nueva York, Verso, 1977.
¡4 Andrew Hewitt, Faxcht M odernism: Aesthetics, Polilics, and the Avant-Garde, Stan-
22 Virilio. A rt and Fear, cit., pp. 41-42. ford (CA), Stanford University Press, 1993, p. 17.

44 45
no genérico -co n la excepción parcial de «totalitarismo»- hace que su nazis realizaron de la estética modernista en la «Exposición de arte
«singularidad» se diluya, y que se revele una intención reJativista y degenerado», celebrada en Munich en 1937 -si atendemos al número
por tanto apologética. oficial de visitantes, la exposición de arte contemporáneo que «más
Renzo de Felice, por ejemplo, sostiene que estos dos regímenes éxito» ha tenido en la historia- Parece que existiera un vínculo natural
generaron hábitats completamente distintos para la modernidad. Mien­ entre esta monstruosa «antiexposición» y otros actos rituales de icono­
tras que el fascismo aspiraba a crear «un nuevo tipo de hombre» y clasia del régimen, como la quema de libros «decadentes» presidida
«pretendía transformar la sociedad y el individuo en un sentido que por Goebbels el 10 de mayo de 1933, o la orden que dictó el 20 de
nunca antes se había intentado», la intención del «nazismo era resti­ marzo de 1939 la Comisión de Arte Degenerado de quemar más de mil
tuir una serie de valores, no crear unos nuevos. La idea de la creación cuadros y casi cuatro mil acuarelas y dibujos en el parque de bombe­
de un hombre nuevo no es una idea nazi»25. A primera vista, la violen­ ros de Berlín. Otro de los síntomas de la imagen fundamentalmente
ta guerra que le declaró el Tercer Reich a la estética modernista, una nihilista que se tiene de la política cultural nazi es que, mientras que
campaña que a partir de 1936 adquirió la dureza de una caza de brujas no se ha organizado nunca una exposición de las obras artísticas y ar­
a gran escala, confirmaría esta teoría. Los crímenes genocidas que se quitectónicas promovidas por el régimen, en 1993 el público tuvo la
asocian de forma indeleble con estas políticas culturales hacen que sea oportunidad de contemplar el arte de vanguardia que los nazis conde­
todavía más difícil concebir el nazismo como un movimiento capaz de naron, en la exposición celebrada en el County Museum of A it de Los
apoyar cualquier iniciativa auténticamente modernista, un término Angeles con el título «Arte degenerado: el destino de la vanguardia en
que todavía tiene connotaciones progresistas y liberales. la Alemania nazi». (La profunda distorsión de nuestra comprensión de
Este tipo de afirmaciones sobre la relación opuesta que el nazismo la cultura nazi, debida a la política oficial que se llevó a cabo a ambos
y el fascismo tendrían con la modernidad ayudan a explicar el modo lados del Atlántico con el fin de enterrar la mayoría de los cuadros en
diferente en que ambos regímenes se «comercializaron» a partir de la almacenes inaccesibles, se analizará a su debido tiempo.)
Segunda Guerra Mundial. En 1982, cincuenta años después de la Ex­ Este tipo de episodios refuerzan la imagen de un régimen decidi­
posición de la Revolución Fascista celebrada en Roma, uno de los do a aislarse herméticamente del mundo moderno que produjo una
ejercicios de propaganda estatal más eficaces de la historia, se organi­ anticultura que escapa a los análisis convencionales. Por ejemplo, la
zó en Milán una exposición titulada «Los años treinta: Arte y cultura premisa del estudio de Peter Adam sobre «el arte del Tercer Reich»
en Italia». Como se desprende de su saneado título, la profusión de es que:
obras expuestas no sólo servía de homenaje a la tumultuosa creativi­
dad, vitalidad y capacidad de innovación de la sociedad y la cultura Es difícil, complejo y controvertido. Ni las bellas artes, ni la arqui­
italianas (¿fascistas?) bajo Mussolini, sino también a su modernidad tectura, ni la crítica de cine, ni la música se pueden considerar de la
generalizada, sobre todo a su apasionado romance con la pintura, la misma manera que el arte de otras épocas.'Debe entenderse que son la
arquitectura, la fotografía, la tecnología y el diseño26. expresión artística de una ideología bárbara. El arte del Tercer Reich
Sesenta años después de la caída del Tercer Reich habría resultado debe analizarse a través de la lente de Auschwitz27.
inconcebible organizar una exposición equivalente en Alemania que
llevara el lacónico título de «Los años treinta: Arte y cultura en Alema­ Por tanto, de acuerdo con el marco conceptual del trabajo de Adam,
nia» sin provocar la ira de los revisionistas. Los organizadores habrían lo único que pretendían los nazis era negarle al arte contemporáneo su
tenido que andarse con pies de plomo para evitar que les acusaran de Lebensraum [su espacio vital], y sustituirlo por propaganda kitsch28 para
«normalizar» el nazismo subrepticiamente al utilizar la exposición y encubrir las atrocidades que el régimen iba a cometer en Ja creación del
el texto del catálogo para hacer hincapié en la modernidad de la vida Estado racial. La relación del régimen con el modernismo sería una re­
bajo el régimen nazi pasando por alto los horrores intrínsecos que pa­ lación de vandalismo, persecución y «culturicidio»; el corolario artísti­
decieron los alemanes excluidos de la «comunidad nacional». Lo que co directo de su política de eugenesia y de las campañas genocidas a las
ha quedado grabado en la memoria colectiva es la condena que los que ésta condujo. Sin embargo, como sucede con el fascismo, la cruda

25 M ichael Ledeen, Fascism. An Informal Introduction to its Theory and Practice, New 27 Peter A dam , The Arts o fth e Third Reich, Nueva York, Harry N. Abratns, 1992, p. 9.
Brunsw ick (NJ), Transaction Books, 1976, pp. 55-57. La cursiva es añadida. 28 Para el presunto nexo entre el kitsch del arte nazi y el genocidio com etido por el Es­
26 El espíritu vitalista de la exposición se refleja en su catálogo: Anty' Pansera (ed.), Gli tado nazi, véase Saúl Fríedlander, R efiections o f Nazism. An Essay on Kitsch and Deuth,
A nni Trenta. Arte e Cultura in Italia, Milán, Mazzotta, 1981. Nueva York, H arper& Row, 1984.

46 47
realidad de la historia cultural nazi, que no siempre fue cruel, no se
aviene a la reducción a fórmulas tan tentadoras y simplistas. Es cierto
que en el discurso que Hitler pronunció en el congreso del Partido en
septiembre de 1935 -el mismo congreso en el que se promulgaron las
infames Leyes Raciales de Núremberg-, atacó a los defensores del da­
daísmo. del cubismo y del futurismo «en la medida en que se trata de
efusiones que ejemplifican formas de expresión primitivas», y que re­
cordó al público allí congregado que «el fin del arte» era «intentar supe­
rar los síntomas de degeneración fijando la imaginación en lo eterno, lo
bueno y lo bello»29. Sin embargo, mientras Hitler pronunciaba estas pa­
labras, el poeta ultramodernista Gottfried Benn todavía gozaba de los
privilegios que correspondían a los miembros exclusivos de la Acade­ Figura 8. El proyecto d escarad am en te m o d ern ista q u e W alter G ro p iu s p resen tó al
mia Prusiana de las Artes. De hecho, puede que 110 sea una simple coin­ con cu rso p ara la co n stru cció n del R eichsbank de B erlín. 1933.
cidencia que durante su discurso el Führer no incluyera en su lista negra.
«j Rectory Junta de gobierno de la Universidad de Harvard. Imagen reproducida por cortesía del
de ismos degenerados al expresionismo, un movimiento cuyas creden­ Harvard University Art Museum (IIIJAM), Cambridge. Massachuselts.
ciales arias -com o veremos en el capítulo 9 - todavía eran tema de dis­
cusión entre los fieles nazis. De hecho, incluso después de que algunos
expresionistas pro nazis, como Ernst Barlach y Emil Nolde, fueran ana- los nazis se apresuraron a clausurar nada más llegar al poder en un
temizados oficialmente en julio de 1937. algunos elementos de la van­ gesto que se puede considerar como una de las primeras andanadas
guardia estética sobrevivieron hasta extremos asombrosos, y el diseño que disparó el nuevo régimen contra el «bolchevismo cultural». (Fiste
industrial más atrevido aplicado a los bienes de consumo duraderos tuvo acto en gran medida simbólico no impidió a Walter Gropius, fundador
mucho éxito bajo el mandato de Hitler. de la Bauhaus, presentar sus proyectos para los concursos del DAF y
Por eso no se debe considerar el hecho de que Wassili Luckhardt, del nuevo Reichsbank de Berlín. Véase figura 8.)
que en 1920 ya había diseñado un enorme «Monumento al trabajo» de Uno de los recursos que los historiadores emplean para resolver las
cristal, paradigma de la arquitectura modernista en su variante más aportas que salpican la historia del Tercer Reich es apelar al eufemis­
utópica, propusiera en 1934 construir una estructura de cristal seme­ mo o a la negación. En la biografía de Van der Rohe que se colgó en la
jante a 1111 diamante para el Deutsche Arbeiterfront (DAF. el Frente de red con ocasión de la exposición celebrada en el MOMA con el título
los Trabajadores Alemanes), como una «aporía», sino más bien como «Mies en Berlín», se resumen las circunstancias de su emigración a
una paradoja que se irá resolviendo poco a poco a lo largo de este li los Estados Unidos con esta lacónica frase: «A mediados de los años
bro. De hecho. Mies van der Rolie, una figura que gracias a los rasca­ treinta, el arquitecto se dio cuenta de que su porvenir bajo el régimen
cielos que diseñó en América se ha convertido en la encamación de la nazi, cada vez más opresivo, no era nada prometedor»". Marvels o f
arquitectura modernista, no se sintió presionado hasta el punto de lo­ the Modern Age lM aravillas de la modernidad], el documental televi­
mar la decisión de abandonar el Tercer Reich y emigrar a los Estados sivo de Dan Cruickshank emitido en 2006, aunque hace hincapié en la
Unidos hasta 1938. Antes de exiliarse, había buscado activamente el relación de Van der Rohe con la institución de izquierdas de la Bau­
mecenazgo del régimen y había participado en el concurso para la haus y en su contribución como arquitecto modernista al paisaje urba­
construcción del Reichsbank“1, a pesar de su posición preeminente no de Nueva York y de Chicago, elige la opción más sencilla e ignora
dentro de la escuela ultraizquierdista de la Bauhaus, institución que por completo el incómodo asunto de la connivencia de este antiguo
militante socialista con el régimen de Hitler antes de exiliarse volun­
2(1 A dolf Hitler, Liberty, Art, Nationhood. Three Addresses by A d o lf H itler ( publicado en tariamente32. Sin embargo, en un artículo posterior escrito por Tom
inglés). Berlín, M. M üller& Son. 1935. p. 45.
® El diseño asombrosam ente moderno que M ies van der Rohe propuso, un edificio 51 «M ies's lite», en [http://w ww.iriom a.org/exhibitions/2001/m iesj. página del Mu­
descomunal de ocho plañías (se encontraba entre los seis proyectos finalistas prem iados que seum o f Modern Alt de Nueva York (consultada el 13 de diciem bre de 2005).
no llegaron a construirse) se reproduce en «M odernism: How Bad was it?», cu [http://pc. 32 En el docum ental de C ruickshank no se m encionan los elem entos de continuidad que
blogspot.com /2006/04/inodernism -how-bad was-it.html | (página consultada el 30 de no­ existen entre la Bauhaus y el diseño nazi, ni la enorm e influencia que Le Corbusier ejerció
viembre de 2006). sobre los fascistas franceses, ni las relaciones de este icono de la vanguardia arquitectónica

48 49
Dyckhoff, se analiza esta «cuestión irrelevante» desde una perspectiva que defendía Goebbels no era el jazz, clasificado como «decadente»,
algo diferente: sino el swing, que era una «afirmación de la vida». Más adelante volve­
remos sobre esta cuestión. No obstante, independientemente del barniz
Privado de trabajo, Mies intentó congraciarse con este nuevo mece­ oficial que se le dio a la historia, el breve encuentro en el Scala represen­
nas estatal, rico y poderoso, firmando una moción de apoyo a Hitler en taba un desafío ideológico al favor del que Jack Hylton había gozado
el referéndum de agosto de 1934, y apuntándose a la Reichskulturkam- con anterioridad en los círculos modernistas, muy alejados del nazismo.
m er de Goebbels, una alternativa progresista al ministerio de Rosenberg Sirva como ejemplo que en 1931 Igor Stravinsky había invitado a Hyl­
que buscaba «sangre nueva» y formas alternativas de comunicar «ex­ ton a colaborar en su ópera cómica Mavra.
presión a esta época». Preseleccionaron a Mies para construir el nuevo Con todo, después de leer la novela en parte autobiográfica de Goeb­
Reichsbank del Estado. El proyecto era tremendamente moderno y abs­ bels, Michael: Un destino alemán (1926), una obra que lleva el sello
tracto. Goebbels le presionó incluso para que diseñara la exposición inconfundible del expresionismo tanto en su estilo como en su estructu­
«Deutsches Volk, Deutsche Arbeit». Las cosas le iban cada vez mejor35. ra, la aparición casi surrealista del jerarca nazi en el camerino de Hylton
se presta a una nueva interpretación. En un pasaje de la novela, se des­
La imagen del Reichsminister de Ilustración y Propaganda Joseph cribe una visita a una exposición de arte contemporáneo. Entre toda la
Goebbels animando a Mies van der Rohe a concursar en los proyectos basura expuesta brilla una «estrella» solitaria: Vincen van Gogh. Des­
más prestigiosos del régimen, nos anima a nosotros a «revisar» a fon­ pués de contemplar los lienzos de Van Gogh, el alter ego de Goebbels
do la cuestión de la famosa yihad que los nazis emprendieron contra el hace una reflexión sobre la naturaleza de la modernidad que, a su juicio,
modernismo. es «una nueva manera de experimentar el mundo»:
Un ejemplo todavía más sorprendente, si cabe, de las incongruencias
que aparecen de manera recurrente en la interacción entre el nazismo y El hombre moderno es necesariamente un ser que busca a Dios, y
la modernidad occidental es la debilidad que tenía Goebbels por el jazz, puede que incluso se parezca algo a Cristo. La vida de Van Gogh es
un género musical fustigado oficialmente en cuanto epítome de la «mú­ mucho más reveladora que su arte. En él se combinan los elementos
sica degenerada». Teniendo en cuenta esta afición, no es de extrañar que más importantes: fue un profesor, un predicador, un fanático, un pro­
la noche del 15 de febrero de 1938 Goebbels visitara los camerinos del feta. .. y un loco. A fin de cuentas, todos los que defendemos una idea
Teatro de la Scala de Berlín, en compañía de Hermann Goering, para estamos un poco locos [...]. Lo que define al alemán moderno no es
felicitar por su actuación a Jack Hylton, un músico de jazz inglés de tanto la inteligencia y el ingenio, sino el nuevo espíritu, las ganas de
fama internacional cuya gira por Alemania había batido todos los ré­ fundirse con los demás, de dedicarse a ellos y de sacrificarse de m ane­
cords de taquilla la primavera anterior. (Al parecer, Hitler también asis­ ra infatigable y generosa35.
tió al concierto, pero una vez terminado se fue directamente a casa.)
Esta visita no fue ningún lapsus. El espectáculo había sido previamente Esta declaración pone en jaque las ideas preconcebidas, tan arraiga­
«purificado». Los propios censores de Goebbels habían suprimido el das, sobre la hostilidad nazi hacia la modernidad, según las cuales sería
número de Maureen Potter, que hacía de Shirley Temple, por juzgarlo «obvio», por ejemplo, que la austera geometría rectilínea, despojada
«demasiado americano», y se habían asegurado de que no había ningún de neoclasicismo, de la Haus der deutschen Kunst de Munich, diseña­
judío en la orquesta de Hylton34. Además, oficialmente, el estilo musical da por Paul Troots, simbolizaba los deseos nazis de refugiarse en un
pasado idealizado. El propósito declarado del edificio, mostrar los pro­
con el régim en de Vichy. Por fortuna, M ark Antliff analiza a fondo estos tem as en el capítu­ ductos artísticos «orgánicos» del íenacimiento político y social continuo
lo «La Cité française: George Valois, Le Corbusier, and Fascist Theories of Urbanism », en de la nación, confirmaría este presupuesto. La nueva colección iba a
M ark A ntliff y M atthew A ffron (eds.), Fascist Visions: A rt and Ideology in France and Italy,
Princeton (NJ), Princeton University Press, 1997. Véase también M ark Antliff, Avan-Garde
mostrar el flujo constante de pinturas y esculturas «saludables» que lle­
Fascism. The M obilization o f Myth, A rt and Culture in France, 1909-1939, Durham (NC),
Duke University Press, 2007. entre las 10.30 y las 11.00 h. Para la «historia» com pleta de la tortuosa y com pleja relación
Tim D yckhoff, «M ies and the Nazis», Guardian, 30 de noviembre de 2002. Se puede existente entre el ja zz y el nazismo, que refleja a la perfección la paradójica relación del
leer en [http://arts.guardian.co.Uk/features/story/0,, 850738,OO.htmlj (pagina consultada el nazismo con la modernidad artística en general, véase Michael Kater, D ifferent Drummers,
20 de septiembre de 2006). Oxford, Oxford University Press, 1982.
34 Esta anécdota la cuenta M aureen Potter en el program a de la BB C sobre la historia 11 Joseph Goebbels, M ichael. Ein deutsches Schicksal, Munich, Franz E her Press,
del Jazz titulado «Painting the Clouds with Sunshine», em itido el 12 de noviem bre de 2005 1931, p. 124.

50 51
naba espontáneamente el enorme vacío que habían dejado en el patri­ utópico»37. Si abordamos la cuestión desde la perspectiva que acaba­
monio nacional la crítica despiadada y las tácticas incendiarias que los mos de inaugurar podemos al menos contemplar la posibilidad de que
nazis empleaban con el fin de cumplir la misión que se habían autoim- tanto los fascistas como los nazis, cada uno en su estilo, no rechazaban
puesto de depurar Alemania de su decadencia cultural. Sin embargo, la la modernidad, sino que utilizaban el entorno para echar los cimientos
prolongada cohabitación de Gottfried Benn, Emil Nolde y Van der Rohe de una modernidad alternativa y, por tanto, pretendían desarrollar un
con el régimen, por no mencionar el entusiasmo de Goebbels por Van modernismo alternativo.
Gogh, indican que incluso las irrefutables demostraciones semióticas de Al menos ésta es la perspectiva que adoptó el propio Hitler en la
antimodemismo visceral del régimen, como la del museo de arte alemán última parte de su discurso, aunque, como es natural, evitara mencio­
de Troost, merecen una reevaluación. nar las palabras «modernidad» o «modernismo», expresiones repletas
La revisión de la relación entre fascismo y modernismo no debe de connotaciones decadentes para los nazis. Al final de su discurso, el
limitarse a admitir que la estética modernista prosperó bajo el régimen Führer se dirigía al público y decía que, aunque el cometido del arte
de Mussolini o que el nazismo retuvo a algunos de los prosélitos más es muy importante -u n a afirmación que habrían suscrito muchos de
entusiastas de este movimiento artístico. Para proceder con rigor hay los modernistas de principios del siglo x x - «el arte no alumbra épocas
que observar la cultura nazi y fascista bajo una «lente» completamen­ nuevas». Según Hitler, las nuevas épocas comienzan cuando la vida de
te distinta de la que han empleado Norberto Bobbio o Peter Adam, todo un pueblo asume una nueva forma y busca un nuevo modo de
aplicar un enfoque que permita al menos contemplar la posibilidad de expresión38. No cabe duda de que, en este discurso, el rechazo nazi del
que la producción cultural de estos regímenes no se limitó a la crea­ arte modernista está íntimamente vinculado a lo que Frank Kermode
ción de «propaganda totalitaria». Observemos, por ejemplo, el discur­ ha denominado «la creación de ficciones» necesaria para «innovar».
so que pronunció Hitler el 17 de julio de 1937 durante la ceremonia de Asimismo, se encuentra en armonía con lo que Hayden White llama
inauguración de la Casa del Arte Alemán. Según Hitler el edificio de «la anticipación de una nueva forma de realidad histórica», y anuncia
Troost sería «el punto de inflexión que pondrá fin a la caótica y chapu­ una variante de modernismo en un sentido totalizador que trasciende
cera arquitecura del pasado», el símbolo del esfuerzo del Estado por el ámbito del arte «puro».
sentar «las bases para un arte alemán nuevo y floreciente»36. En su
discurso, Hitler deja bien claro que la finalidad del nuevo museo era
mostrar un tipo de arte que se oponía al experimentalismo de la estéti­ ¿U na « in t e r p r e t a c ió n s in ó p t ic a » d e l m o d e rn is m o f a s c is t a ?
ca modernista y que, en lugar de ello, celebraba los «valores eternos».
Sin embargo, si contemplamos la posibilidad de que el edificio repre­ En su discurso de julio de 1938, Hitler explicaba cuál era el cometi­
sentaba para Hitler un «nuevo comienzo», un Aujbruch hacia una nue­ do que le había asignado al arte alemán: manifestar e inspirar el proceso
va era, algunos pasajes del catálogo que se publicó con ocasión de la de renacimiento cultural, la recuperación triunfal de los años decadentes
inauguración cobran un nuevo significado, como por ejemplo, aque­ de Weimar que habían precedido al Tercer Reich. Afortunadamente, la
llos en los que se alardea de que la construcción tiene un innovador tarea que yo me he impuesto en este libro no tiene tanta trascendencia
sistema de calefacción central alimentado por gas, aire acondicionado histórica. Consiste en establecer un nuevo marco conceptual que per­
y un moderno refugio antiaéreo. Bajo el punto de vista tradicional, los mita estudiar la relación que existe entre modernismo y fascismo, y
elementos modernos de los nuevos edificios como la Casa del Arte que les resulte útil a los historiadores de distintas especialidades que
Alemán, la Casa del Fascio de Como, o la construcción de ciudades se dedican al análisis de la dinámica de la historia contemporánea,
enteras como Sabaudia en la zona de las lagunas pontinas, infestadas sobre todo a los que investigan lás manifestaciones más irracionales o
de malaria, no serían más que síntomas del cinismo fascista de la ma­ destructivas de este periodo. El objetivo no estriba únicamente en re­
nipulación de la cultura. Cualquier rasgo de modernización indiscuti­ solver las tensiones y la ambivalencia con las que uno tropieza cons­
ble se rechaza en la medida en que se encuentra únicamente al servicio tantemente al abordar la historia de la cultura fascista, sino acabar
de la visión de futuro regresiva y reaccionaria del «antimodemismo también con las flagrantes paradojas recogidas en muchas de las obras

36 Discurso de Hitler pronunciado durante la inauguración de la Casa del Arte Alemán 31 Henry A. Turner, «Fascism and M odernization», en Henry A. Turner (ed.). Reap-
el 17 de julio de 1937, extraído de Raoul de Roussy de Sales (ed.), A d o lf Hitler. M y New praisals o f Fascism, NuevaYork, Franklin Watts, 1976» p. 131.
Order, Londres, Angus and Robertson, 1942, pp. 335-336. Raoul de Roussy de Sales (ed,)> A d o lf Hitler, M y New Order, cit., pp. 335-336.

52 53
que se han escrito sobre el tema, como el concepto del «antimodemismo adopción de un «marco de estudio» apropiado para dar cuenta de las
utópico» fascista de Henry Tumer y el «modernismo reaccionario» de «dicotomías extravagantes» que se produjeron en un régimen desgra­
Jeffrey Herf, noción que supuestamente trata de dar cuenta de la actitud ciadamente famoso por sus actos de barbarismo calculado contra la
de los nazis radicales que abrazaron incondicionalmente la tecnocra­ humanidad y contra el modernismo. Crowley se limita a afirmar que la
cia moderna. controvertida cuestión del modernismo del nazismo representa «un
La necesidad de alcanzar mayor claridad y rigor conceptual en este desafío para los historiadores», y remite a los lectores que quieran
campo de investigación se pone de relieve al examinar la brillante co­ profundizar en el tema a la teoría del «modernismo reaccionario» de
lección de ensayos especializados que se escribieron para el catálogo Jeffrey Herf y a la teoría, todavía más radical, del nazismo como «ver­
de «Modemism - Designing a New World, 1914-1939» [Modernis­ sión totalitaria de lo moderno» de Peter Fritzsche, pero en ningún mo­
mo: El diseño de un Nuevo Mundo, 1914-1939], la exposición que se mento intenta resolver las tensiones que existen entre ambas41.
celebró en el Victoria and Albert Museum de Londres en 2006. Como Este libro pretende acabar con los problemas a los que se enfrentan
indica el subtítulo, en este catálogo se establece una ruptura radical los estudios sobre el modernismo que inciden en el fascismo, un tipo
con muchas de las obras escritas con anterioridad. Los once ensayos de estudios que el catálogo de la exposición del Victoria and Albert
que se recogen en él contribuyen a crear un retrato convincente de Museum -obra que, por lo demás, es una representación clara y fiel
cómo la estética modernista impulsó el Aufbruch histórico, de cómo del «estado del arte» en el ámbito de la historia cultural- ilustra a la
este movimiento aprovechó el poder del arte y del diseño para dotar de perfección, ofreciendo para ello, como anunciábamos en la Introduc­
una nueva visión a un mundo que necesitaba con urgencia una renova­ ción, y siguiendo a Detlev Peukert, una «interpretación sinóptica his­
ción social y metapolítica. Sin embargo, caen en la confusión taxonó­ tórica» de la relación entre modernismo y fascismo. Basándonos en
mica de Dan Cruikshank, quien afirmaba que el estilo de la casa que algunas fuentes secundarias, reconstruiremos ambos tipos ideales, de
se construyó Malaparte en Capri no era en absoluto fascista, en lugar forma que, cuando los apliquemos a la Italia fascista y a la Alemania
de aceptar que construirla fue posible precisamente por la ruptura que nazi se podrá observar un profundo parentesco estructural entre ambos
el fascismo provocó con respecto a la tradición liberal italiana a ojos conceptos, un parentesco que suprimirá las paradojas y los silencios
de los que se habían convertido a la nueva era. incómodos que surgen cuando se postula que la cultura en la Italia
Así, mientras que en el ensayo de Christina Lodder «Searching for fascista y en la Alemania nazi era esencialmente antimodemista. Se
Utopia» [En busca de la utopía] se pone de relieve el papel central que intentará demostrar después que la inteligibilidad histórica obliga a
desempeñó el modernismo en los primeros tiempos de la Revolución afirmar que existió una afinidad electiva entre ambos fenómenos, de
rusa, ni siquiera se menciona la relación de Le Corbusier con el fascis­ forma que, de acuerdo con lo que decía Marcel Proust en En busca del
mo francés39. Del mismo modo, en el capítulo de David Crowley dedi­ tiempo perdido, «todo “aunque” es en realidad un “porque”». Si, por
cado al «modernismo nacionalista» se alude sólo de pasada a la rela­ ejemplo, el fascismo dio cabida a algunas expresiones de la estética
ción tumultuosa - y sin embargo prolongada- que mantuvieron el modernista que se avenían a la causa revolucionaria por la que ellos
futurismo y el fascismo40, y no se intenta siquiera identificar la matriz luchaban y tachó a otras de decadentes fue precisamente porque era un
ideológica subyacente que permitió que algunas importantes corrien­ fenómeno intrínsecamente modernista. Y lo mismo se puede decir de
tes modernistas de arte y arquitectura florecieran bajo Mussolini junto la dinámica modernista que aplicó a formas de producción cultural
a otras en apariencia «reaccionarias». A primera vista, la parte dedica­ normalmente vinculadas a la «reacción» y a la nostalgia por los idilios
da al nazismo parece más prometedora, ya que, por una vez, se docu­ pasados. A la luz de los razonamientos que iremos desgranando, se
mentan los esfuerzos que realizó Van der Rohe para trabajar para el verá que un régimen que celebraba el pasado en nombre del futuro, en
Tercer Reich sin retocar los datos históricos, y se admite que los nazis el que los ocultistas se codeaban con ingenieros y científicos en la
aplicaron los principios de la Bauhaus al diseño industrial, a la tecno­ búsqueda de la regeneración racial, era perfectamente compatible con
logía y al ámbito de los bienes de consumo. No obstante, en el ensayo el modernismo, por mucho que rechazara la modernidad progresista y
de Crowley se puede advertir cierta incertidumbre relacionada con la liberal del humanismo «ilustrado».
Para elaborar esta «interpretación sinóptica histórica» primero hay
H C hristina Lodder, «Searching for U topia», en C. W ilk, M odernism 1914-1939, cit.,
que llevar a cabo un prolongado estudio de la naturaleza del modemis-
pp. 23-70.
4I> D. Crowley, «Nationalist Modernisms», cit., p. 352. 41 Ibid., p. 358.

54 55
mo como reacción a las condiciones de la modernidad occidental, que mo sucede algo parecido. A la mayoría de los estudiosos les resulta
será a lo que dedicaremos los capítulos 2, 3 y 4. Pero antes de embar­ bastante difícil diferenciar entre el modo en que ellos emplean el tér­
carnos, en esta primera fase, en la búsqueda de una salida al impasse mino y el de los demás, y a veces les dedican alguna que otra invectiva
en el que se encuentra la enrevesada relación entre modernismo y fas­ a los que mantienen posturas distintas a la suya44. Al igual que sucede
cismo, es necesario resolver otro entuerto de índole metodológica. El con el modernismo, existen varias monografías y recopilaciones de
primer escollo que debemos salvar con el fin de ofrecer una explica­ ensayos consagradas a definir el término45 o a discutir su semántica46.
ción panorámica de esta relación no es la inmensidad de fenómenos No es nuestra intención profundizar en los motivos técnicos y es-
históricos que potencialmente abarca, ni la naturaleza polémica de los pistemológicos que obstaculizan el consenso entre los especialistas
conceptos clave y de su presunta relación. Es la naturaleza, en gran que se dedican al estudio de estas cuestiones, ni explicar por qué ha­
medida discutible, de la ambición de intentar crear un marco de inter­ cerlo sería una utopía con funestas consecuencias para la investigación
pretación sinóptico. académica. Sin embargo, quizá merezca la pena señalar que, a pesar
de la existencia de un «efecto Babel» entre los expertos debido a la
irreductibilidad de cada término polisémico en las ciencias humanas,
E l efecto B a b e l e n e l m u n d o a c a d é m ic o se sigue produciendo un progreso real en todos los campos de estudio
que no sólo se debe al constante aumento del conocimiento empírico
No es de extrañar que los términos «fascismo» y «modernismo» o de los «hechos» obtenidos con ayuda de la investigación directa. El
abarquen tal cantidad de fenómenos concretos, ya que la mayoría de principal motor de este avance es el diálogo constante entre especialis­
los «ismos» se dedican a áreas de hechos empíricos incomprensibles tas que emplean marcos conceptuales, hipótesis y puntos de vista
para cualquier humano, por mucho empeño que se ponga en semejante opuestos, un diálogo inspirado en el espíritu de colaboración entre
tarea. Es más, todos los conceptos genéricos -n o sólo los que terminan colegas. En líneas generales, el diagnóstico de la antropología social
en «ism o»- han dado lugar a sus correspondientes debates académicos que dio Clifford Geertz hace cuarenta años sigue siendo aplicable hoy
en tomo a sus características definitorias, a las líneas de demarcación en día a todas las disciplinas que se dedican al estudio de los fenó­
que los diferencian de otros términos adyacentes o a su relación con menos humanos: «El análisis cultural es intrínsecamente incompleto.
otras nociones superpuestas. De hecho, uno de los rasgos distintivos [...] La antropología, o al menos la antropología interpretativa, es una
de cualquier estudio académico serio que tenga por objeto un fenóme­ ciencia cuyo progreso viene determinado por el refinamiento del deba­
no genérico es que comienza con un análisis pormenorizado de su te, no por la obtención de un consenso. Si mejora es porque cada vez
definición y de la metodología a emplear, con el fin de establecer el nos sacamos de quicio tos unos a los otros con mayor precisión»41.
alcance de la obra y acotar la finalidad de la empresa.
Así, en su introducción a la admirable antología de textos sobre
algunos aspectos del modernismo, Malcolm Bradbury y James McFar- La c r is is m e t o d o l ó g i c a d b l a s h u m a n id a d e s
lane insisten en lo difícil que les resulta a los críticos precisar «una
fecha o un lugar» de inicio del Modernismo, y llaman la atención so­ Sin duda este libro sacará de quicio a mucha gente que se dedique
bre la «profunda confusión semántica» que ha generado esta tarea42. al estudio de las distintas disciplinas que se abordan, pero está escrito,
En su introducción al catálogo de la exposición celebrada en el Victo­
44 Por tom ar sólo dos ejem plos, A. James Gregor, Phoenix, New Brunsw ick (NJ),
ria and Albert Museum, de la que hemos hablado más arriba, una obra
Transaction, 1999; Michael Mann, Fascists,, Nueva York, Cam bridge University Press, 2004
igual de revolucionaria que la anterior, Christopher Wilk afirma que [ed. cast.: Fascistas, Valencia, Universität de Valencia, 2006].
«la ubicuidad del término esconde una soprendente vaguedad y ambi­ 45 Por ejem plo Robert Paxton, The Anatom y o f Fascism, Nueva York, Alfred A. Knopf,
güedad de significado», y señala que incluso en el área concreta de las 2004 [ed. cast.: Anatom ía del fascism o, Barcelona, Peninsula, 2005]; Roger Griffin y Matt
Feldm an, Fascism: Critica! Concepts in Political Science, Londres, Routledge, 2004, volu­
artes visuales «tiene significados distintos, a veces incluso contradic­ men 1: «The N ature o f Fascism».
torios»43. Inevitablemente, en el ámbito de los estudios sobre el fascis- 46 Por ejem plo, la Introducción de A. James Gregor en Interpretations o f Fascism, New
Brunswick (NJ), Transaction, 7\991; Roger Griffin, Werner Loh y Andreas Um land (eds.),
42 M alcolm Bradbury y Jam es M cFarlane (eds.), M odem ism 1890-1930, Harmonds- Fascism Past and Present, East and West. An International Debate and Concepts a nd Cases
worth, Penguin, 1976. pp. 30-31. in the Comparative Study o f the Extreme Right, Stuttgart, Ibidem, 2006.
43 Christopher Wilk. «lntroduction: W hat was M odemism», en C. Wilk (ed.), M odem ism 47 Clifford Geertz, The Interpretation o f Cultures, Nueva York, Basie Books, 1973, p. 29.
I9 I4 -Í9 3 9 , cit.,pp. 12-13. La cursiva es añadida [ed. cast.: Interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1988],

56 57
al menos en lo que respecta a la intención consciente del autor, con riador de la talla de Richard Evans se sintió en el deber de escribir un
vistas a refinar el debate y alcanzar una formulación más precisa de las libro en defensa de su disciplina49, mientras que algunos antropólogos
cuestiones que se analizan. Sin embargo, queremos ofrecer, además, se concentraron en formular estrategias para «reconquistar» su espe­
una nueva «interpretación sinóptica» que transforme o que ayude a cialidad“’0 en respuesta a la acusación postestructuralista según la cual
redefinir algunas de las líneas de demarcación convencionales que se­ todos los estudiosos se encontraban atrapados en el «relativismo abso­
paran las disciplinas que se ocupan del fascismo, el modernismo y de luto». Los libros que escribieron son intentos de escapar -u n acto más
la relación que existe entre ambos conceptos, una cuestión particular­ parecido a una Ausbruch que a un A ufbruch- del autismo conceptual
mente espinosa desde finales del siglo xx. En las dos décadas posterio­ «en el que se disuelven los límites entre la historia y la ficción» y «se
res a las expediciones culturales que Clifford Geertz emprendió con el borra la línea de demarcación que separa la historia de la historiogra­
fin de establecer el papel crucial que desempeña la cosmología, el sim­ fía, y la escritura de la teoría histórica»51. El resultado final es que, al
bolismo y el ritual, no sólo en la legitimación del poder político sino parecer, es imposible comunicar algo objetivo, definitivo o importante
también en la construcción de la razón de ser del Estado, un extraordi­ al resto de la sociedad.
nario proceso cultural ha transformado el terreno por el que caminan Después de que el seísmo metodológico de finales del siglo xx
los estudiosos de las ciencias humanas e incluso el aire que respiran. haya alcanzado a las humanidades, una de las conclusiones que se
Conocido con el nombre de «giro cultural»48 e instigado en parte por pueden extraer de esta catástrofe es que, en lo sucesivo, sólo se podrán
una triple alianza de temibles «ismos» (el posm odernism o, el postes- levantar construcciones modestas, a prueba de terremotos, de una sola
tructuralismo y el deconstruccionismo), ha contribuido -se podría planta - o totalmente planas y desestructuradas-. En la actualidad, las
decir que con la insidia de los programas espía que se cuelan en los construcciones arguméntales sofisticadas, por no hablar de las grand
ordenadores- a la aparición de cierta sensación de inseguridad meto­ récits, parecen tan grotescas y proscritas como las torres de pisos que
dológica dentro de todos los campos de investigación. Todo aquel que invadieron el paisaje urbano en los años sesenta y que hicieron saltar
quiera dedicarse a la investigación especializada conoce por gracia o la señal de alarma por motivos muy parecidos. No obstante, en este
por desgracia la subjetividad que condiciona la compresión humana, libro ofreceremos una solución al aparente callejón sin salida en el que
la naturaleza artificial de los conceptos clave que se utilizan para ex­ nos encontramos, que consiste en insistir en que la narración es nece­
plorar el mundo y, por tanto, la naturaleza incompleta y la arbitrarie­ saria, aunque seamos conscientes de sus defectos intrínsecos, como
dad intrínseca de cualquier tentativa de alcanzar «verdades» definiti­ medio de aprehender y de comunicar la verdad. Esta solución implica
vas o de ofrecer una «visión de conjunto» de cualquier tema. un estado mental paradójico por parte del autor, un estado mental bos­
Este excurso metodológico es de por sí un ejemplo típico del clima quejado en una de las novelas más modernistas de Virginia Woolf, Las
opresivo de reflexión que domina hoy en día la investigación académi­ olas (1931). En un pasaje de la obra, Bemard plantea el dilema de la
ca, en virtud del cual los especialistas se ven obligados a convertirse naturaleza engañosa de las historias y de la necesidad de utilizarlas
en expertos en intentar atrapar su propia sombra. Se trata de un am­ para comunicar la realidad vivida:
biente de desconfianza e introspección que suele tener un efecto profi­
láctico sobre las «metanarrativas», y que, en el caso que nos ocupa, se Pero para que comprendas, para entregarte mi vida, tengo que con­
traduce en el cuestionamiento de la conveniencia de utilizar una «in­ tarte una historia, y hay muchas y muchas historias, historietas de in­
terpretación sinóptica histórica» de la relación entre dos áreas de fenó­ fancia, historias del colegio, historias de amor, de matrimonio, de
menos empíricos tan extensas en potencia como el modernismo y el muerte y tantas otras, aunque ninguna de ellas es verdadera. [...]
fascismo. La ferocidad de los ataques posmodemos contra el orgullo Cómo desconfío de estos esquemas de vida ordenados trazados en
desmesurado de la época anterior, mucho más ingenua, ha obligado a
4V Richard Evans, In Defence ofH istory, Londres, G ranta Books, 2000.
algunas disciplinas enteras a «ponerse a la defensiva». Así, un histo- so Richard Fox (ed.), Recapturing Anthropology. Working in the Present, Santa Fe,
Nuevo M éxico, School of Am erican Research Press, 1991. Wendy James, The Ceremonial
iK Dos libros fundam entales sobre este tem a son: Fredric Jam eson, The Cultural Turn. Animal. A New Portrait o f Antkropology, Oxford, Oxford University Press, 2003, ofrece un
Selected Writings on the Postmodern, 1983-1998, Verso, Londres y Nueva York, 1998 fed. ejem plo muy revelador del tono de precaución m etodológica, de la reivindicación de m o­
cast,: El giro cultural, Buenos Aires, M anantial, 1999}; Victoria E. Bonnel y Lynn Hunt destia para la disciplina y de la cautela de las metanarrativas que caracteriza a la antro­
(eds,), Beyond the Cultural Turn, Berkeley, University of California Press, 1999. Véase tam ­ pología social actual, y adem ás ofrece una visión panorám ica de la variedad de fenóm enos
bién la página web sobre el giro cultural, [http://www.soc.ucsb.edu/ct/] (consultada el 12 de que estudia esta disciplina.
mayo de 2006). 51 R. Evans, In Defence ofH istory, cit., p. 102.

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media cuartilla. Comienzo a desear un lenguaje menor, com o el que de cualquier formulación y aplicación de la tesis central que estructura
utilizan los enamorados, un leguaje de palabras rotas, apenas articula­ cualquier investigación. La plantilla narrativa o «Gestalt» que determina
das, palabras como el sonido de pasos en la acera52. la reconstrucción y el análisis del segmento de la realidad a investigar
no se presenta ya como la «metanarrativa de control» escondida de for­
ma subrepticia - a veces incluso inconsciente- en el análisis de la crí­
L as « h u m a n id a d e s r e f l e x iv a s » y e l i t i n e r a r io d e e s t e l i b r o tica experta que hay que desentrañar. En lugar de ello, se convierte en
una metanarrativa reflexiva, consciente de sus propias limitaciones a la
En los diez capítulos siguientes no formularé una hipótesis con- hora de investigar, una metanarrativa heurística, explícita, que elude las
trastable sobre la relación de complementariedad que existió entre el siniestras, subliminales y míticas connotaciones del prefijo «meta».
modernismo y el fascismo bajo Mussolini y Hitler, sino que ofreceré Puede llegar a ser, como en este caso, una interpretación sinóptica siste­
una nueva interpretación global de esta relación, una interpretación mática, una grand récit a gran escala, pero teniendo cuidado siempre de
que desafía -p ero que no «refuta»- muchos de los prejuicios predomi­ no realizar afirmaciones «totalizadoras».
nantes acerca de su naturaleza. Algunos de los que critican las «meta- El catedrático de Historia de la religión y de la cultura Callum
narrativas» historiográficas han llegado a insinuar que la epistemolo­ Brown ha escrito un útil manual de primeros auxilios para los historia­
gía posmodema ha acabado en cierto modo con la posibilidad de dores que acaban de advertir el alcance de la corrosión que la carcoma
comprensión racional de la realidad a la que aspiraba «el proyecto del posmodernismo ha causado de forma silenciosa en los sólidos ci­
ilustrado». En otras palabras, una vez comprendida de forma adecua­ mientos del «hecho empírico» y de la «objetividad» característicos del
da, la reflexividad del conocimiento humano desbarata cualquier in­ análisis histórico. Según Brown, «la mayoría de los historiadores no
tento de producir una interpretación sinóptica antes incluso de empe­ reflexionan tanto sobre la naturaleza de su quehacer como los estudio­
zar a esbozarla. Sin embargo, el axioma en el que se basa este libro es sos de otras disciplinas, los antropólogos, por ejemplo»54, y advierte
que, una vez analizadas las implicaciones que tiene en relación con el que «cuanto más compleja es la hipótesis del historiador, más se acer­
conocimiento, la reflexividad es un principio metodológico que con­ ca a la dinámica, la amplitud y la desconcertante certidumbre de la
tribuye de forma positiva al intento de provocar un Aufbruch en el metanarrativa»” . Un ejemplo del efecto debilitador que el posmoder­
análisis de cuestiones tan complejas y polémicas como la correlación nismo ha ejercido sobre el espíritu profesional de los historiadores en
que existe entre los estudios sobre el modernismo y los estudios sobre ejercicio, es que Brown ni siquiera considera la posibilidad de que las
el fascismo. Ofrecemos una táctica para enfrentarse al problema de la hipótesis de conjunto, generales, altamente especulativas (las «inter­
reflexividad que nos evite caer en un estado de negación -basado en la pretaciones históricas»), sean todavía legítimas, siempre que se for­
ignorancia o en el orgullo- relacionado con el componente subjetivo, mulen de forma convincente (en lugar de presentarse como incuestio­
inventado, profundamente arraigado en el proceso de adquirir conoci­ nables), se contrasten escrupulosamente (efi lugar de ser ideas al
mientos. Al mismo tiempo, nos permitirá «pensar a lo grande», sin vuelo), y se apliquen con todo el rigor posible a la interpretación de
tener en cuenta los daños que puedan derivarse de ello. fenómenos históricos concretos. Al hacerse reflexiva, lo más seguro es
Para aplicar la metodología que hemos adoptado en este libro ten­ que la metanarrativa historiográfica no totalizadora deje de resultar
dremos que «dormir con el enemigo», en la medida en que reconocere­ «desconcertante» incluso para aquellos historiadores que han asumido
mos humilde y deliberadamente53 -puede que incluso apasionadamen­ el «giro», de forma que puedan reanudar así su función original ilumi­
te-, que existe una reflexividad derivada de los prolongados giros nadora, y generar nuevos debates, nuevas investigaciones y una com­
culturales que han afectado a la historia del arte, a la historia intelectual, prensión más profunda de «cómo sucedieron las cosas en realidad».
a la historia social y a la política, y que por tanto es una parte integrante La tesis que se defiende en este libro es descaradamente «ambiciosa».
Sostenemos que existe una matriz psicocultural homogénea e intrínse­
M Virginia Woolf, The Waves [19311, Londres, Penguin, 2000, p. 183 [ed. casi.: Las
olas, Barcelona, Bruguera, I982J.
camente uniforme que no sólo provocó la asombrosa proliferación de
55 A aquellos que sepan leer en alemán y estén interesados en las cuestiones metodoló­ formas heterogéneas de estética, de cultura y de formas sociales mo­
gicas que estam os analizando les recom iendo que se acerquen a la revista Erwagen Wissen
Ethik ¡Deliberación, conocimiento, ética] cuya m isión es crear un espíritu más reflexivo,
sofisticado desde el punto metodológico y de colaboración en las ciencias humanas o, como ?4 Callum Brown, Postmodernism fo r H istorians, Londres, Pearson Education. 2005,
dicen los alemanes, una Erwügungskuitur [cultura deliberativa]. Su página web es [http:// p. 134.
iug.uni-paderborn.de/ewej {consultada el 12 de mayo de 2006). 55 Ibid., p. 149.

60 61
dernistas, sino que además condicionó, sin llegar a determinarla, la formulado a la comprensión de aspectos ideológicos, políticos y prác­
ideología, la política y también la praxis general del fascismo. En re­ ticos del fascismo y del nazismo.
sumidas cuentas, afirmamos que, aunque no sea el único que se debe El edificio teórico resultante se podría definir como una construc­
hacer, se puede llevar a cabo un análisis fructífero del fascismo en ción modular formada por varios tipos ideales entrelazados y muy
cuanto form a de modernismo. Con suerte, incluso los historiadores complejos: un tipo ideal de «naturaleza humana» en lo que concierne
atormentados por el abismo insondable del relativismo encontrarán a su forma de enfrentarse a la muerte en un mundo sin trascendencia
que nuestra tesis es lo suficientemente atractiva, que sus pruebas em­ «objetiva»; un grupo de tipos ideales relacionados con «lo moderno»;
píricas son suficientemente rigurosas y que su valor heurístico es sufi­ modernización, modernismo, así como modernidad y posmodemidad
cientemente sólido para justificar la escala épica pasada de moda de su entendidos en cuanto conceptos de época; y, además, un tipo ideal de
metanarrativa. Para aquellos lectores que todavía necesiten más argu­ fascismo. Juntos, estos tipos ideales forman un portal a partir del cual
mentos convincentes acerca de la solidez teórica de esta obra, he in­ construir la relación entre modernismo y fascismo, aunque la metáfora
cluido un apéndice metodológico al final del libro. es engañosa en el sentido de que implica una visión pasiva en lugar de
La imagen romántica que empleé en la introducción, la de zarpar a un proceso proactivo de reconstrucción e interpretación.
la aventura hacia un nuevo horizonte de comprensión, podría parecer
ahora un recuerdo lejano de una época más inocente. Sin embargo,
enseguida se verá que el viaje épico sólo se ha aplazado transitoria­ U n a r e v is ió n d e J u l iu s E vola
mente por razones técnicas, a saber, para defender el análisis «totali­
zador» que pretendemos aplicar de los cargos de ingenuidad metodo­ Si bien con estas reflexiones metodológicas nuestra narrativa ha
lógica o de disparate absoluto de los que algunos podrían acusarnos. realizado un desconcertante cambio de dirección y se ha alejado de la
Abordada esta cuestión, nos encontramos por fin en condiciones de «facticidad» del modernismo y del fascismo, podemos reenganchar
ofrecer un resumen más claro de nuestro itinerario. La Primera parte empíricamente con el tema principal de este estudio y ofrecer además
(capítulos 2, 3 y 4) la dedicaremos a elaborar una «interpretación si­ un avance del razonamiento que desarrollaremos en los próximos ca­
nóptica sistemática» de la naturaleza del modernismo. En esta sección pítulos centrándonos en el caso de Julius Evola. Incluso en su estado
haremos hincapié en la influencia que ejerció en la dinámica de este embrionario actual, sin refinar, nuestra tesis ayuda a reducir a simples
movimiento la necesidad humana primordial de erigir defensas psico- paradojas las contradicciones que en otras circunstancias se derivarían
sociales elaboradas no sólo ante la perspectiva - o más bien la certi­ de la trayectoria que siguió su carrera. Antes de la guerra se encontra­
dum bre- de que «todos vamos a morir», sino también ante la de que ba próximo a los círculos futuristas y entre 1920 y 1923 se convirtió
«yo voy a morir», una experiencia que León Tolstoi estudió a fondo en el máximo exponente del dadaísmo; a finales de los años veinte era
en La muerte de Ivan lllich (1886), En el capítulo 5 utilizaremos esta un experto en esoterismo y a mediados de los íreinta formuló su propia
teoría para explicar el parentesco esencial que existe entre algunas filosofía de la historia totalizadora, el tradicionalismo, equiparable a
iniciativas sociales o culturales que se pusieron en marcha entre 1850 La Decadencia de Occidente de Oswald Spengler. En 1941 se trans­
y 1914 y que aparentemente no tienen ninguna relación entre sí. El formó en un ruidoso partidario del nazismo y del fascismo, y en un
objetivo primordial que compartían era acabar con la decadencia y racista «espiritual» -aunque profundamente antisemita-. Después se­
revitalizar la sociedad moderna a escala local, no global. En el capítu­ ría el gurú del «terrorismo negro», del eurofascismo y de la Nueva
lo 6 veremos cómo se produjo un intento de regeneración cosmológica Derecha en la Italia de la posguerra. En todas estas etapas de su reco­
y societal idéntico en el ámbito del modernismo político, un término rrido permaneció fiel a la búsqueda de una «cura» para la crisis de la
que engloba varias reacciones políticas diferentes al impacto destruc­ modernidad.
tor que la modernización tuvo sobre la sensación personal de «trascen­ En este libro postularemos que existe una matriz común detrás de
dencia» y de «pertenencia», agravado por las configuraciones especí­ la desconcertante heterogeneidad de las manifestaciones concretas del
ficas de la crisis histórica que produjo la modernidad. Después nos modernismo a la que los historiadores se han aferrado durante déca­
centraremos en la principal forma de modernismo político que nos inte­ das. Según nuestra tesis, resulta muy provechoso afirmar que esta ma­
resa en esta obra, es decir, en el fascismo, y ofreceremos un tipo ideal triz es la búsqueda de la trascendencia y la regeneración, bien centrada
de este término tan polémico. La Segunda parte la dedicaremos a apli­ en la búsqueda personal de momentos efímeros de iluminación o bien
car los modelos de modernidad, modernismo y fascismo que hemos ampliada de modo que pueda convertirse en un movimiento cultural,

62 63
social o político cuyo objetivo sea la renovación de la nación o de la cal, el más temerario, un fascismo absoluto, hecho de fuerza pura, in­
civilización occidental. Puede incluso que este impulso de renovación mune al compromiso»58. Y además era profundamente racista™.
ambicione regenerar una época histórica entera que se experimenta En su esclarecedor ensayo sobre el apasionado romance que mantu­
como «decadente», pero no irreversible e inexorablemente decadente, vo Evola con el movimiento dadá, Jeffrey Schnapp afirma que, aunque
al encontrar una puerta en el tiempo lineal que conduce a una perspec­ fue breve, sembró «las semillas de esa posterior rebelión general contra
tiva de renacimiento. la modernidad basada en la defensa del elitismo, del racismo espiritual
En la biografía «espiritual» de Julius Evola, El camino del cinabrio y del imperialismo pagano, que hizo que Evola -u n caso único entre los
-u n título que tiene connotaciones de transformación alquím ica- en­ teóricos fascistas-, aparte de influir en la catástrofe de Benito Mussolini
contramos algunas pruebas que demuestran que esta interpretación se y de Adolf Hitler, se convirtiera en un personaje prominente durante la
puede aplicar a la larga y tortuosa trayectoria que siguió este persona­ posguerra»®. El culto a la contradicción que esta rebelión favoreció sir­
je por la Europa del siglo xx. En este libro, Evola explica la importan­ vió «como herramienta para desmantelar el dominio absoluto de la lógi­
cia que el movimiento dada tuvo para él justo después de la Primera ca sobre la existencia cotidiana, para liberar al yo de la atracción gravi-
Guerra Mundial: tacional de la lógica, para demoler la esencia destructiva de un mundo
caído»61. No obstante, la otra cara de esta defensa de la destrucción de
E! dadaísmo no era sólo una tendencia de arte vanguardista. Pro­ Evola fue la creación de una visión palingenésica del proceso del mun­
ponía más bien una visión general de la vida en la que el impulso hacia do, una visión que afirmaba que el mundo podía abrirse a una nueva
una emancipación absoluta que había dado al traste con todas las ca­ modernidad más allá de la «realmente existente». Esto lo logró a través
tegorías lógicas, éticas y estéticas se manifestaba de modo paradójico de una orgía de eclecticismo desenfrenado -Schnapp identifica un mon­
y desconcertante56. tón de influencias distintas en la teoría tradicionalista de Evola- gracias
a la cual elaboró una auténtica metanarrativa reforzada por el relativis­
Según sus propias palabras, Evola se sintió atraído hacia el dadaís­ mo, la reflexividad y la naturaleza heurística de toda teoría. La intención
mo por la «emoción de un nuevo despertar» que inspiraba la campaña de Evola no era crear una fuente de sabiduría que se pudiera impugnar,
a favor de «una gran obra negativa de destrucción» necesaria para sino una gnosis, una sabiduría visionaria que le permitiera actuar en el
«limpiar de suciedad» la modernidad. En otras palabras, lo que le atra­ mundo y alcanzar una sensación de sentido y de pertenencia más allá
jo fue la lógica arcaica de lo que más adelante definiremos como «ni­ del abismo del pluralismo y el nihilismo paralizantes.
hilismo activo» o «destrucción creadora». Espoleado por la profunda Esta concepción del conocimiento como visión que pretendía literal­
sensación de una quiebra inminente de la civilización, Evola buscaba mente hacer época, tan importante para el modernismo tal como lo de­
desesperadamente un Aufbruch que le llevara a una nueva realidad finiremos, es el vínculo subterráneo que une el dadaísmo y el tradicio­
más allá de la que ofrecía la cultura oficial y la política de la Italia de nalismo de Evola, y que permite entender por "qué escribió un ensayo
Giolitti. En 1934, cuando publicó La rebelión contra el mundo moder­ ensalzando la genialidad de la predicción filonazi sobre la aparición del
no, ya se había convencido de que el tradicionalismo ofrecía el diag­ nuevo homo technologicus que Emst Jünger defendía en Der Arbeiter
nóstico más completo de la decadencia del mundo moderno. Además, (1932); del «trabajador» como nuevo tipo humano, a pesar de que el
creía que ofrecía los fundamentos éticos y cosmológicos para el pro­ ímpetu futurista del pensador alemán se encontraba en apariencia
ceso de renovación sociopolítica gracias al cual pretendía salvar a la muy alejado del universo mental del tradicionalismo62. También explica
sociedad de la quiebra total e inaugurar el renacimiento de la civiliza­ el entusiasmo que La rebelión contra el mundo moderno, obra que no
ción (europea), su palingenesia’’1. El suyo era «el fascismo más radi­ tenía nada que ver con el expresionismo, suscitó en el expresionista

56 Julius Evola, Il Cammino del Cinabro, M ilán, Vanni Scheiwiller, 1972, p. 22. J. Evola, Il Cammino del Cinabro, cit., p. 60.
57 Curiosamente, la introducción que escribió Evota para Im tradizione ermetica nei suoi s'‘ El racism o visceral de E vola y su profunda sim p atía hacia el nazism o, que m u ­
simboli, nella sua dottrina e nella sua «Arte Regia» (Bari, Gius. Laterza & Figli, 1931), se ti­ chos pensadores europeos de la nueva derech a tienden a pasar por alto, se docum entan
tula «La realtà della palingenesi» [La realidad de la palingenesia]. El texto se puede leer en la exhaustivam ente en F. G erm inario, R azza de! sangue, razza d ello Spirito, cit.
página web del Centri Studi La Runa, en |http://www.centrostudilaruna.il/realtapalingenesi. 611 J. Schnapp, «Bad Dada (Evola)», cit,, p. 36.
html] (página visitada el 13 de tnayo de 2006), Com o se verá, tanto el término «palingenesia» 61 Ibid., p. 39.
(del griego «palin» que significa «de nuevo» y «genesis», que significa «nacimiento»), serán 1,2 J. Evola, L ’operaio nel pensiero di E m st Jünger, Roma, Arm ando Arm ando Editore,
términos clave en mi formulación del impulso modernista y fascista de renovación y de futuro. 1960.

64 65
Gottfried Benn. En la recensión del libro que escribió para Die Literatur En este campo de concentración estaban especializados en una for­
en 1935, elogiaba a Evola por haber advertido que tanto el fascismo ma de tortura y de ejecución que consistía en utilizar a los prisioneros
como el nacionalsocialismo habían trasladado el «axioma de la religión como esclavos para fabricar bloques de granito que se emplearían
de la raza» como base de la sociedad humana a la realidad histórica. Por después en los ambiciosos planes arquitectónicos destinados a la ex­
ese motivo, se podía decir que habían creado las premisas haustiva reconstrucción de ciudades com o Linz, Munich, Ntírem-
berg, Weimar y Berlín, símbolos del despertar de Alemania. Como
para una nueva conexión de las naciones con la tradición, para la pro­ demostraremos, todos estos proyectos, eran símbolos del escalofriante
ducción de la auténtica historia, y para una nueva legitimación de la dialecto del modernismo cultural64. El lugar más infame de sufrimien­
relación que existe entre el espíritu y el poder (de hecho, gracias a las to y muerte era la cantera Wiener Graben o «escalera hacia el infier­
teorías de Evola se entiende perfectamente que una de las caracterís­ no». Allí se obligaba a los prisioneros a subir por un largo tramo de
ticas naturales de estos movimientos es hacer época). [...] Entonces escalones tallados cargados con bloques de piedra y a veces a saltar
comprendemos en nombre de qué viviremos en el futuro: en nombre desde arriba para morir espachurrados contra el suelo en el llamado
de la tradición, de la transmisión de valores de mundos que tienen una «salto del paracaídas»65.
existencia más profunda, de remotos ciclos históricos, del gran im pe­ Pagano no fue más que uno de los miles de intelectuales y artistas,
rio [Reich], Así seremos, así debemos ser63. modernistas y no modernistas, cuya obra, según los cánones del nazis­
mo, era «degenerada», y que trabajaron hasta la muerte en los campos
Así que, visto lo visto, ¿tiene razón Virilio después de todo? Sin nazis junto a muchos otros presuntos enemigos de la pureza racial:
duda los ejemplos de Evola y Benn indican la existencia de cierto tipo gitanos, homosexuales y prisioneros de guerra rusos. Todos ellos fue­
de nexo entre las formas extremas del modernismo estético y el fascis­ ron víctimas del prolongado intento dei régimen nazi de utilizar los
mo, incluso en su variedad más radical, el nazismo: un nexo que saca a recursos de un continente entero para hacer realidad la ficción y poner
la luz el fantasma de la vinculación directa del futurismo y del expresio­ los cimientos de una nueva época histórica sin reparar en el coste hu­
nismo con Auschwitz. En el transcurso de los capítulos siguientes se mano de semejante empresa. Esta utopía nació de una variedad radical
afirmará que esa conexión existe, pero también que se trata de una co­ de lo que Kermode llama en la cita que aparecí al principio de este
nexión oblicua, lejana, y que el modernismo estético también dio cabida capítulo la «actitud» de «renovación» del mundo, una actitud típica­
a algunas manifestaciones «nrifascistas. Con ei fin de definir y de con­ mente modernista. El destino de estos prisioneros lo determinó la re­
cretar esta cuestión, lo mejor será terminar este capítulo con el ejemplo solución de los nazis de intentar crear las «nuevas e inimaginables
de Giuseppe Pagano, un hombre cuyo destino revela la espantosa con­ formas de realidad histórica» a las que se refiere Hayden White en la
tradicción a la que puede dar lugar la relación entre el modernismo y el otra cita que inaugura este capítulo, y de obligar para ello a millones
fascismo. Pagano fue uno de los exponentes más destacados de la arqui­ de personas a convertirse en víctimas y en verdugos en el «apocalipsis
tectura modernista racionalista y antimonumental que prosperó bajo el moderno» que tuvo lugar a continuación. El primer paso para com­
fascismo. Puede que el ejemplo más destacado de este estilo sea la Cittá prender por qué Pagano fue a la vez víctima y protagonista de este
Universitaria de Roma. Después de poner su creatividad al servicio de la apocalipsis es aclarar el primero de los conceptos básicos de nuestra
que, a su juicio, era la estética modernista oficial del fascismo, se fue investigación: el de modernismo.
apartando cada vez más del régimen una vez que Mussolini inició su
funesta alianza con Hitler, y cuando, tras el armisticio de septiembre de
1943, los nazis ocuparon lo que quedaba de la Italia fascista, se unió al
movimiento partisano. Se convirtió en el jefe de la facción Matteottti, y
los «republicchini» de Mussolini le arrestaron, pero logró escapar. Poco
después le detuvieron de nuevo, le torturaron y le enviaron a un campo
de concentración en Melch. Murió en abril de 1945 en Mauthausen,
64 Si se quiere profundizar en la relación íntim a que existe entre la «econom ía de los
pocos días antes de la liberación.
proyectos para construir edificios monum entales» y el sistema de cam pos de concentración
véase Paul Jaskot, The Architecture u f Oppressiun, Londres, Rnutledge. 2000.
H L a cu rsiv a es añ ad id a. El texto se p u e d e leer en [h ttp ://w w w .y-land.net/juliusevolii/ to Véase la página web memorial [http://www.remeinber.org/camps/maulhauseii/mau-
revolte_re7, 1.php] (p ág in a v isitad a el 20 d e enero d e 2006). list.htm l| (consultada el 12 de noviem bre de 2006).

66
II

DOS MODALIDADES DE MODERNISMO

Y q u ie n q u ie r a q u e te n g a q u e c r e a r lo s v a lo re s d e l b ie n y d e l m a l,
en v e r d a d d e b e r á c o n v e r tirs e e n u n a n iq u ila d o r
y h a c e r a ñ ic o s lo s valores.
Friedrich Nietzsche, A sí habló Zaratustra, 1883'.

L a m o d e r n id a d [ ...] n o s za m b u lle d e lle n o e n u n to rb e llin o


d e d e s in te g r a c ió n y d e re n o v a c ió n p e r p e tu a s , d e lu ch a
y c o n tr a d ic c ió n , d e a m b ig ü e d a d y a n g u stia .
Marshall Berm an, Todo lo sólido se desvanece en el aire. 19822.

P o rq u e [ . . . ] e l m u n d o m o d e r n o se d is tin g u e d e l a n tig u o
e n q u e a q u é l e s tá a b ie r to a l fu tu r o , e l n u e v o c o m ie n z o
d e la é p o c a se re in te rp r e ta a c a d a m o m e n to
y c a d a m o m e n to a lu m b r a u n o n u evo .
Jürgen Habermas, E l discurso filosófico de la modernidad, 1987 ’.

L a l ó g ic a (¿ n efasta ?) d e la « d ia l o g ía » d e l m o d e r n is m o

El centro nace a m edida que se disipa. Las im ponentes narrati­


vas de la m odernidad instituyen su propio desm antel am iento ca­
racterístico y radical. El caos de la m odernidad se alim enta del
orden. El im pulso de ordenar es un producto del caos. El m odernis-

1 Friedrich N ietzsche, Thus Spoke Zarathustra. A New Translation b y G raham


Parkes, O xford, B lackw ell, 2005, p. 100 Led. cast.: A s í h abló Zaratustra, M adrid, A lian­
za, 2003],
2 M arshall Berm an, A ll That is Solid M elts into Air. The Experience o f Modernity,
Londres, Verso, 1982, p. 15 [ed. cast.: Todo lo sólido se desvanece en el aire, M adrid, Siglo
XXI de España, 1991],
1 Jürgen Habermas, The Philosophical Discourses o f Modernity, Cambridge (MA),
M IT Press, 1987, p. 6 [ed. cast.: El discurso filosófico de la modernidad, M adrid, Taurus,
1989].

69
mo necesita a la tradición para renovarse. La tradición nace de la No obstante, existen algunos motivos que aparecen de forma recu­
rebelión4. rrente en los distintos tratamientos sinópticos del tema, y que por tan­
to parecen indicar que se puede establecer una definición más sólida y
Esta es la críptica conclusión -al menos para aquellos que acaban de sustancial que la disolución daliniana de marcos conceptuales en un
adentrarse en el laberinto de los estudios sobre el modernismo- a la que nexo de paradojas que propone Friedman. Se alude reiteradamente,
llega Susan Friedman, experta en la teoría y la práctica del modernismo por ejemplo, a cómo en «plena» modernidad occidental la cultura en­
literario, al final del «excurso definitorio» sobre el significado de los tró en un profundo estado de inestabilidad, y la cohesión social e ideo­
términos «moderno», «modernidad» y «modernismo» publicado en 2001 lógica se degradó y se quebró hasta tal punto que empezó a cundir la
en Modernism/Modernity, la revista más importante dedicada al estudio sensación de que la propia realidad sufría un proceso de ruptura y di­
de este tema. Utilizando un discurso tímidamente posmodemo, la autora solución, y que estaba perdiendo su «centro» mítico. Además, existe
echa por tierra la ingenua esperanza de definición concisa que el título un consenso bastante generalizado sobre la idea de que el modernismo
del ensayo hubiera podido suscitar en el lector tradicional. En lugar de se encuentra en cierto modo íntimamente relacionado con la experien­
ello, aplica una técnica conocida con el nombre de «deconstrucción iró­ cia radicalmente desorientadora y fragmentaria resultante de la mo­
nica», que utilizaban algunos modernistas como Franz Kafka o los da- dernidad. Sin embargo, si se superponen las distintas explicaciones
daístas, para subrayar la imposibilidad de ofrecer una definición semán­ obtenemos el dibujo de una interferencia confusa, más parecido a un
tica «concluyente» de estos términos. En lugar de resolver el problema cuadro abstracto que a un marco conceptual definido, como si el tér­
de la definición del concepto de modernismo, Friedman decide poner de mino hubiera adquirido por osmosis las mismas características de la
relieve que «los recorridos gramatico-filosóficos y político-culturales» realidad que pretende definir.
que ha expuesto a sus lectores «indican que los significados opuestos de Friedman afirma que esta situación es una «dialogía contradictoria»,
moderno, modernidad y modernismo demuestran que existe una dialó- una alusión a la teoría de Mijail Bajtin, crítico ruso que tanto influyó en
gica contradictoria que discurre a través de la formación expresiva e los estudios sobre el modernismo. Según Bajtin, una obra «monológi-
histórica de los fenómenos a los que aluden los términos»5. ca» es en gran medida un universo independiente, mientras que una obra
Al menos Friedman muestra cierta preocupación por definir el dialógica se encuentra en un diálogo permanente con otras obras litera­
concepto, ya que como observa Christopher Wilk en su perspicaz en­ rias y, por tanto, altera la lectura de las obras anteriores a ella de la mis­
sayo «What was Modernism?» [¿Qué era el modernismo?], «hay mu­ ma forma en que éstas la determinan a ella a su vez. Todo debate acadé­
chísimos libros y artículos, algunos de ellos de gran calidad, que, aun­ mico sobre un tema concreto es necesariamente «dialógico» y, por
que lo mencionen incluso en el título, emplean el término modernismo consiguiente, no hay ninguna necesidad de ofrecer una definición con­
sin explicar su significado». Al parecer se conforman con poner de cluyente de un «ismo» genérico clave. No obstante, en lugar de poner de
relieve la dificultad intrínseca de definirlo6. En la introducción de un relieve la imposibilidad de definición siguiendo la tradición posmodema
compendio de estudios sobre el tema se dice únicamente que el térmi­ -una expresión contradictoria de por sí-, en los tres capítulos siguientes
no «engloba numerosas teorías y prácticas, diversas y polémicas, que intentaremos abordar el enigma lexicográfico que plantea el término
aparecieron por primera vez en una época en la que apenas se conocía «modernismo» siguiendo el espíritu de la historiografía reflexiva que
el significado del término tal como lo entendemos en la actualidad», y hemos analizado en el capítulo anterior, en un intento de poner en orden
se deja que el lector adivine qué quiere decir el autor con la frase «tal la maraña de temas que lo rodean y de ofrecer así una narrativa coheren­
como lo entendemos en la actualidad»7. te que nos sirva de marco en el que ubicar su uso.
Con el fin de poner un poco de orden en el caos que rodea al término,
4 Susan Friedman, «Definitional Excursus: The M eanings o f M odern/M odernity/ en este capítulo ofreceremos un tipo ideal y provisional de modernismo
M odernism », en M odernism /M odernity 8/3 (2001), p. 510.
3 Ibid. que quizá a los posmodernos se les antoje claramente «pasado de
Christopher W ilk, «Introduction: W hat was M odernism?», en Christopher Wilk (ed.), moda». Más adelante, en los dos capítulos siguientes, lo ampliaremos y
M odernism 1914-1939. D esigning a New World, Londres, V& A Publications, 2006, p. 12. lo puliremos. Este tipo ideal está compuesto por tres elementos: el con­
Otros ejem plos recientes son David Ayers, M odernism. A Short Introduction, Oxford, Black-
wcll, 2004; y Jane Goldman, M odernism. 1910-1945, Londres, Palgrave M acmillan, 2004.
cepto de «modernización» en cuanto fuerza secularizadora y desorien­
1 Vassiiiki Kolocotroni, Jane Goldman y Olga Taxidou (eds.), M odernism; An A ntho­ tadora que tiende a erosionar un sentido de «tradición» estable y que
logy o f Sources and Documents, Edimburgo, Edinburgh University Press y Chicago, C hi­ favorece la aparición de la «reflexividad»; la identificación de la «mo­
cago University Press, 1998, p. xvii. dernidad» con un cambio cualitativo en la forma de experimentar el

70 71
tiempo resultante de la experiencia reflexiva de la historia y de su «tem- el liberalismo, la secularización, el individualismo, el capitalismo10, el
poralización», que le permite abrirse continuamente a nuevos futuros culto al progreso, la alfabetización, la movilidad social, el desarrollo
potenciales; y el reconocimiento de la existencia de una tendencia cada urbano y la industrialización, la aparición de la clase media urbana
vez más afianzada, a partir de mediados del siglo xix, a pensar que la (capitalista) y de las clases trabajadoras (rural y proletaria) a partir
modernidad ya no es un tropo del progreso sino de la «decadencia», una de una estructura feudal de la sociedad, el desarrollo de los gobier­
sensación que se traduce en la promulgación de modernidades alternati­ nos representativos y de la burocratización, la revolución de las co­
vas por parte de algunos proyectos compensatorios. municaciones y del transporte, los descubrimientos geográficos y la
expansión imperial, los avances de la ciencia convencional y, más
aún, de la tecnología y de la tecnocracia. La interacción de estos
El m alestar en la M o d e r n id a d factores es com pleja e irreductible, es una sinergia que transformó la
realidad material y las relaciones humanas a un ritmo muy irregular
Como según nuestro tipo ideal, el modernismo es un producto de y, además, de un modo muy «desigual» desde el punto de vista geo­
las condiciones peculiares de la modernidad occidental, además de gráfico y social11. Entre los siglos xvi y xx, estos procesos afectaron
una respuesta a ellas, deberíamos explicar a grandes rasgos las con­ a las sociedades tradicionales del mundo europeizado con una fuerza
notaciones específicas que el proceso de «modernización» adquiere penetrante e implacable que dio lugar a la «modernidad».
en este contexto. Por supuesto que este térm ino también es bastante A los que esta visión de conjunto simplista les suena a interpreta­
controvertido, ya que en este campo de estudio todos los conceptos ción totalizadora de la historia, debo recordarles que precisar cuáles
clave se cuestionan en la medida en que un uso académico supuesta­ son los factores que engloba el término «modernización», la relación
mente «neutral» del término puede ofender a los estudiosos que han causal que existe entre ellos, cuándo tuvo lugar -s e trata, por supuesto,
adoptado una perspectiva política más radical -p o r ejemplo a mar­ de un fenómeno m últiple-, el papel concreto que desempeñó cada ele­
xistas, feministas, a quienes se dedican al estudio del Tercer M undo mento, como la secularización, la aparición de la tecnología, el indivi­
o a los ecologistas8- . Aquí lo utilizaremos como nombre colectivo o dualismo o el desarrollo urbano, es el controvertido objeto de estudio
término genérico que designa un conjunto de procesos de la socie­ de un campo especializado que afecta a varias disciplinas. El término
dad occidental desencadenados por una serie de cambios ideológi­ «modernización» es igual de artificial que otros conceptos, y si inten­
cos, políticos, culturales, sociológicos, institucionales y tecnológicos. tamos ofrecer aquí una definición concisa o indicar cómo se debe pe-
Algunos de ellos tienen un carácter específico y aislado, y otros se riodizar, aparecerán un puñado de cuestiones espinosas que, por fortu­
encuentran interrelacionados y se refuerzan entre sí. Todos ellos se na, a nosotros no nos conciernen. Lo que sí podemos afirmar sin miedo
combinaron para provocar un cambio en el sistema de valores (el a equivocarnos es que nos enfrentamos a un proceso constante en el
concepto que la gente tiene de su lugar en el mundo, de la cosm olo­ que intervinieron muchos factores, un procesó que no «comienza» ex
gía y de la moralidad) y en la vida (las condiciones materiales y los nihilo, ni lo hace en un momento o lugar determinados. Como advertía
modelos de existencia) de los seres humanos en Occidente en todos el holandés Johan Huizinga en el título de su estudio de la sociedad
los segmentos de la escala social, un cambio que en los manuales de cortesana borgoñona, el invierno de la «Edad Media» no llegó de
historia se suele definir por medio de expresiones como «el naci­ pronto: primero hubo un otoño12. El cambio fue muy gradual. Algunas
m iento del mundo moderno»9. Algunos de estos procesos son -la
lista no es ni mucho menos exhaustiva- la difusión del racionalismo, 111 A diferencia de la estrategia interpretativa que adoptarem os, ios m arxistas intenta­
rían, com o es natural, centrarse en el nacim iento del capitalism o y en sus consecuencias
sociales y m ateriales com o la principal fuerza impulsora del cam bio y del m odernism o en sí.
8 En David Roberts, The Totalitarian E xperim ent in the Twentieth-Century, Nueva El capitalism o sería, además, el progenitor del fascismo. De hecho, los historiadores marxis-
York, Routledge, 2006, pp. 31-39, se puede encontrar un excelente análisis de los puntos tas se encuentran enzarzados en una discusión interm inable con los no m arxistas acerca del
débiles del térm ino «m odernización» en cuanto «narrativa m aestra» aplicada al totalitaris­ discurso más adecuado para la construcción de una narrativa de la modernidad y de los
m o, que resulta muy pertinente en relación con la tesis que se defiende en este libro (sobre conceptos relacionados con ella.
todo cuando insiste en que el fascism o y el bolchevism o aplicaban «m odernidades alter­ 1 Se alude aquí a la «Ley del desarrollo desigual y com binado» que desem peña un
nativas»). papel importante en la teoría m arxisla del desarrollo del capitalism o (para los m arxistas el
y Para una reciente y bastante irreflexiva m etanarrativa de este tema véase C. A. Bayly, término «m odernización» tiene sospechosas connotaciones liberales y burguesas).
The Birth o f the M odem World, 1780-1914: G lobal Connections and Comparísons, Oxford, 12 Johan Huizinga, The Autum m o f the M iddle Ages, Chicago, University o f Chicago
Blackwell Publishers, 2004. Press, 1996. Esta nueva traducción es m ás fiel al original alem án de 1919 que la versión

72 73
estructuras y fenómenos que se podrían tachar de «medievales» se comunidades rurales, al auge de la ciencia y, sobre todo, al impacto
mantuvieron durante varios siglos, mucho después del xiv, y coexis­ que tuvo el darwinismo en el pensamiento cristiano tradicional y en la
tieron e interactuaron con las nuevas formas de sociedad urbana, de «cosmología» de la gente corriente.
cultura y de economía vinculadas al «Renacimiento» -otro concepto El concepto de «modernidad» tiene algunas peculiaridades caracte­
muy cuestionable-. Fueron los primeros balbuceos de la «moderni­ rísticas. La identificación exclusivamente cronológica que se produce
dad» y por tanto de la «Europa moderna». entre «moderno» y «contemporáneo» lo convierte en un concepto neu­
De hecho, la idea de una Europa estática, cerrada, homogénea y «tra­ tral cuyo punto de partida avanza a medida que el calendario de nuestra
dicional» («premodema», «medieval», «feudal») que se transformó en civilización se amplía, a medida que se abre camino inexorablemente
virtud de un proceso único y uniforme en una Europa dinámica, hetero­ hacia delante como una locomotora suiza. Pero, según Theodor Adorno,
génea, abierta y «moderna» es fruto del pensamiento mítico, no de la «la modernidad es una categoría cualitativa, no cronológica»14. En otras
historiografía: es, de hecho, una «narrativa maestra». No debe conside­ palabras, al menos en el contexto de la historia de Occidente, es un con­
rarse que la «tradición», por ejemplo, es una entidad estática, atemporal, cepto que más que definir un periodo concreto denota los efectos del
sino un conjunto de creencias y de prácticas que evolucionan de forma proceso de modernización en cuanto fuerza social tanto objetiva como
dinámica, y que a veces son muy recientes desde el punto de vista histó­ subjetiva. Por supuesto que tiene una cronología, pero se trata de una
rico. Se sabe que es un mito movilizador porque los que la construyen cronología en litigio, es imposible trazarla con precisión, de forma que
son casi siempre los que tienen la sensación de vivir en una época de se pueden encontrar argumentos para fechar su inicio en el siglo xvu15,
caos y decadencia -sobre todo cuando existen fuerzas objetivas que en el xvm16 o, según algunos historiadores, en el xix17. Lo que sí se pue­
cambian rápidamente y amenazan la estabilidad de su sociedad o de su de afirmar con cierta seguridad es que, al igual que sucede con el térmi­
clase-, y piensan que existe un orden «recibido» o «natural» que se en­ no «modernización», no existe un punto de partida, sino que creció de
cuentra amenazado, una proposición que legitiman invocando la ruptura forma gradual. Así, en el siglo xvm en las sociedades europeas todavía
de la continuidad con un «pasado» igual de mitificado. Al margen del se podía encontrar una mezcla multicolor de elementos derivados de
ritmo al que cambian, las sociedades producen nuevas tradiciones en un diferentes fases de la evolución socioeconómica, tecnológica y política,
proceso interminable de interacción entre transformación y estabiliza­ y su constitución precisa en cada época o lugar estaba condicionada por
ción -las fases «críticas» y «orgánicas» de Henri de Saint-Simon- que el contexto cultural, religioso, económico, étnico, regional, nacional,
modula el sincretismo entre lo antiguo y lo nuevo. imperial específicos de cada localidad.
Independientemente del impacto que tuvo la modernización de Parece obvio que se trata de una situación que escapa a las defini­
Europa en la tradición a partir del siglo xvm, existe un consenso con­ ciones sencillas. Como señala Zygmunt Bauman, uno de los principa­
siderable sobre la naturaleza desorientadora y desestabilizadora del les expertos en la materia:
resultado de este proceso. Así, David Harvey, en La condición de la
posmodemidad, observa que Marx afirmaba que la modernización «¿Qué edad tiene la modernidad?» es una pregunta controverti­
consistía es una serie de procesos sociales engendrados por el capitalis­ da. No hay acuerdo en la periodización. No se sabe qué es lo que se
mo que conducen al «individualismo, la alienación, la fragmentación, lo debe periodizar. Y en cuanto uno se plantea datarla en serio, el obje­
efímero, la innovación, la destrucción creativa, la evolución especula­
tiva, los cambios impredecibles en los métodos de producción y con­
sumo (deseos y necesidades), un cambio en la forma de experimentar 14 Afirmación de Theodor Adorno que se cita en Peter Osborne, The Politics o f Time,
M odernity and the Avant-garde, Londres,, Verso, 1995, p. 9. La cita original aparece en
el espacio y el tiempo así como una dinámica crítica de cambio Theodor Adorno, M inim a M oralia, Francfort, Suhrkam pf, volumen 3, aforism o 140 (sin
social»13. Sin embargo, estas explicaciones materialistas sólo funcio­ número de página) led. cast.: M inim a moralia: reflexiones desde la vida dañada, Madrid,
nan si se le concede la debida importancia a la desarticulación de las Akal, 2006],
15 Z ygm unt Bauman, M odernity and Ambivalence, Cambridge, Polity, 1991, p. 3 [ed.
cast.: M odernidad y ambivalencia, Barcelona, A nthropos, 2005],
anterior, The Waning a f the M iddle A ges ¡La decadencia de la Edad Media], título con el 16 La periodización de la m odernidad com o concepto adscrito a una época es el princi­
que se popularizó la obra en un principio Led. cast.: El otoño de la Edad Media, Madrid, pal objetivo de las obras de Koselleck, Critic and Crisis. Enlightenm ent a nd the Pathogene­
A lianza, 2008], sis o f M odern Society, Oxford, Berg, 1988 [ed. cast.: Crítica y crisis. Un estudio sobre la
l f David Harvey, The Condition o f Postmodemity, Oxford, Basil Blackwell, 1989, p. patogénesis del mundo burgués, M adrid, Trotta, 2007], y The Practice o f Conceptual H is­
111 [ed. cast.; L a condición de la posm odernidad, Buenos Aires, Am orrortu, 1990J. Este tory. Timing History, Spacing Concepts, Stanford, Stranford University Press, 2002.
pasaje pertenece al capítulo dedicado a la «m odernización» en el contexto de la modernidad. 17 P. e. David Harvey, The Condition o f Postmodernity, cit.

74 75
to com ienza a esfumarse. La modernidad, como todas las demás costumbres inmemoriales y los lenguajes heredados y reduce el mun­
cuasi totalidades que intentamos rescatar del flujo continuo del ser, do a un catálogo de materias primas que hay que reconstruir con ayuda
es un concepto escurridizo: Es un concepto cargado de am bigüedad, de la razón»22. Stephen Kem explica cómo el universo limitado y «tra­
y el objeto al que hace referencia es opaco en su núcleo y tiene los dicional», gobernado por el tiempo y el espacio newtonianos, cimen­
bordes desgastados11'. tado en una cosmología cristiana relativamente estable, saltó por los
aires debido al ímpetu de las innovaciones tecnológicas y de los des­
Por fortuna, no es nuestro cometido resolver esas ambigüedades. cubrimientos científicos de finales del siglo xix. Estos acontecimien­
Nuestro propósito es centrarnos en un aspecto de la modernidad con tos no sólo desencadenaron una revolución artística y arquitectónica,
respecto al cual existe cierto consenso académico, a saber, que una de sino que además hicieron que la creencia optimista en la infinita ma­
sus características definitorias es el cambio cualitativo que se produjo leabilidad del futuro y los sombríos temores relacionados con la dege­
en la forma de experimentar el tiempo. Este cambio se puede caracte­ neración y la decadencia adquirieran mayor intensidad23. Otros estudios
rizar como la tendencia de un número determinado de europeos a con­ de la modernidad se centran en cómo los seres humanos «modernos»
siderar que los aspectos de la realidad exterior que se estiman «recibi­ se sienten perennemente exiliados del «hogar» existencial primordial
dos» se estaban erosionando19, que su solidez fenomenològica, una donde vivían las generaciones anteriores24, de modo que los valores
solidez que hasta entonces se apoyaba irreflexivamente en la creencia cristianos o ilustrados o cualquier otra teleología general de progreso
en un orden «superior» metafisico o «natural» (la «tradición»), apun­ o de redención les resultan ajenos.
talada por la sociedad y por las instituciones, se estaba desgastando. El Los precursores de esta fructífera vena de análisis culturales fueron
proceso que provocó que determinadas certezas ontológicas se debili­ un puñado de intelectuales que a finales del siglo xix idearon una serie
taran se puede explicar de muchas formas distintas. En M odernidady de modelos sociológicos para explicar los profundos dilemas psicoló­
ambivalencia, Bauman pone de relieve que la modernización frag­ gicos y sociológicos que estaban surgiendo en la modernidad. Eran las
mentó la relativa cohesión de la sociedad premoderna hasta tal extre­ víctimas de la «enfermedad» de la modernidad y los médicos capaces
mo que la estabilidad dentro de la modernidad reside paradójicamente de curarla. Max Weber, por ejemplo, se centró en el papel que había
en su propia inestabilidad, y que «la disfuncionalidad de la cultura desempeñado el proceso de «racionalización» que había heredado su
moderna es su funcionalidad»20. La experiencia de la coherencia del impulso del culto ilustrado a la razón, de la aparición del capitalismo,
mundo que prevaleció en los siglos anteriores fue reemplazada por la tecnología, la ciencia y la centralización del poder. Para él, lo que
configuraciones dinámicas de orden y de caos que Bauman define había sucedido era que esta racionalización había acabado con la ma­
como «los gemelos modernos», productos que dependen de una histo­ gia del mundo y había provocado el «desencanto» de todos los aspec­
ria que ya no se percibía a través de la lente de unos sistemas generales tos de la realidad que tenían un aura metafísica o sobrenatural. Duran­
de creencias compartidos. te la Primera Guerra Mundial escribió un texto de sociología de la
Este retrato de la modernidad como proceso de crisis constante religión que reza así:
dotado de sentido concuerda con las teorías de otros destacados exper­
tos. Para Anthony Giddens, por ejemplo, una de las consecuencias Existe una tendencia a dividir la unidad de la imagen primitiva del
más importantes de la modernidad es el efecto de «disgregación» que mundo, en la cual todo era magia concreta, en el dominio de la natu­
«deja vacíos el tiempo y el espacio»21. Según Fredric Jameson la mo­ raleza y en el conocimiento racional, por una parte, y por otra en ex­
dernidad es una «catástrofe» que «hace añicos las estructuras tradicio­ periencias «místicas». El contenido inefable de este tipo de experien­
nales y los modos de vida, se lleva por delante lo sagrado, socava las
22 Fredric Jam eson, The Seeds o f Time, Nueva York, Colum bia Press, 1994, p, 84 [ed.
cast.: I m s semillas del tiempo, M adrid, Trotta, 2000J.
Z. Bauman, M odernity and Ambivalence, cit., pp. 3-4. 2 i Stephen Kern, The Culture o f Time a nd Space 1880-1918, cit. Véase sobre todo el
Ml Véase Jean-Luc M arion, Being Given. Towards a Phenomenology o f Giveness, Palo capítulo 4, «The Future».
A lto (CA), Stanford University Press, 2002 [ed. cast.: Siendo dado, M adrid, Síntesis, 2008], 24 Este tem a se refleja en e¡ título de varios estudios sobre la m odernidad, com o Erich
10 Z. Bauman, M odernity and Ambivalence, cit., p. 9. Heller. The Disinherited Mind. Essays in M odern German Literature and Thought, Filadel-
31 Estas cuestiones se abordan en Anthony Giddens, The Consequences o f Modernity, fia, Dufour & Saifer, 1952; Hans H olthusen, D er unbehauste Mensch, M unich, Piper, 1952.
Cambridge, Polity Press, i 990 [ed. cast.: Consecuencias de la modernidad, M adrid, Alian­ Un libro que guarda relación con nuestra tesis es el de Peter Berger. Brigitte Berger y Hans-
za, 2002], y en M odernity and S e l f Identity, Cam bridge, Polity Press, 1991 [ed. cast.: M o­ fried Kellner, The H om eless Mind. M odernization and Consciousness, Harmondsworth,
dernidad e identidad del yo, Barcelona, Península, 2000]. Penguin, 1974.

76 77
cias sigue siendo el único «más allá» que se añade al mecanismo de un experimentar el mundo: la primera de ellas es el aumento de la «reflexi­
mundo robado a los dioses25. vidad». Por primera vez, los seres humanos son conscientes de su papel
como agentes históricos que viven en una constelación singular de fuer­
En líneas generales, las observaciones de Weber son compatibles zas históricas (en una época concreta). La segunda es que, como resul­
con otros sutiles análisis de la modernidad contemporáneos, sobre todo tado de este aumento de la reflexividad, «la historia se temporaliza». En
con la teoría del fracaso de «la solidaridad mecánica» de Émile Durk- El discurso filosófico de la modernidad (1987), por ejemplo, Jürgen Ha-
heim que establece una relación entre las comunidades religiosas tradi­ bermas afirma que la modernidad de la Ilustración es una nueva tempo-
cionales y la propagación de la anomia26; con la tesis de Ferdinand Ton- raüdad que aparece como resultado de una conciencia del tiempo cada
nies, que sostiene que la «comunidad» [Gemeinschaft] relativamente vez mayor. En su libro sobre la separación creciente entre el «tiempo de
unida y orgánica fue sustituida por una «sociedad» [Gesellshaft] indivi­ la vida» y el «tiempo del mundo»31, Hans Blumenberg postula que uno
dualizada, desunida27; y con el estudio de las nefastas consecuencias de los rasgos definitorios de la Ilustración es que el progreso dejó de ser
espirituales de la aparición del materialismo y de la vida urbana de una consecuencia inevitable del pasado y se convirtió en una realidad
Georg Simmel28. Siguiendo esta «tradición» moderna, en 1930 Sigmund «que se puede hacer avanzar con ayuda de un método, de una organiza­
Freud analizó la sociedad de su época en términos de un omnipresente ción o de una institución, que si se acelera se condensa»32. Todos estos
«malestar»29, y Cari Jung investigó el dilema del «hombre moderno» fenómenos son síntomas de la nueva conciencia de sentirse protagonis­
desconectado de las saludables fuentes de la espiritualidad30. tas de los cambios históricos, pero habría que esperar hasta el siglo xix
para que los seres humanos se convencieran de que podían hacer que la
historia volviera a comenzar desde cero. Anthony Giddens piensa que el
L a M o d e r n id a d c o m o d e c a d e n c ia aumento de la reflexividad individual e institucional es uno de los sínto­
mas principales y una consecuencia de la modernidad tardía, y que tiene
Un planteamiento diagnóstico de la conceptualización de la moder­ su origen en los cambios en la conciencia que se produjeron en el siglo
nidad que influye directamente en el tipo ideal de modernismo que esta­ xix” . En la misma línea, Zygmunt Bauman insinúa que «podemos pen­
mos intentando construir se centra en la relación íntima que existe entre sar la modernidad como una era en la que el orden -del mundo, del há­
dos características del cambio cualitativo que se produjo en la forma de bitat humano, el del sí-mismo y el de la relación entre los tres- es auto-
rreferencial; cuando se convierte en un asunto de consideración, de
25 Max Weber, «The Social Psychology o f the W old’s Religions» [1915], en H ansG erth interés y de una práctica consciente de sí misma»34.
y C. W right Mills (eds.), From M ax Weber. Essays in Sociology, Nueva York, Oxford Univer­ Uno de los historiadores más prestigiosos que se ha dedicado a estu­
sity Press, 1946, p. 282. Uno de los principales intentos de ofrecer una nueva interpretación diar estos aspectos de la modernidad es Reinhardt Koselleck. Sus ex­
sinóptica de la tesis original de Weber se encuentra en M arcel Gauchet, The Disenchantment
o f the World: A Political H istory o f Religion, Princeton (NJ), Princeton University Press, haustivos trabajos sobre la historia intelectual-europea a partir de la Ilus­
1997 [ed. cast.: El desencantamiento del mundo, M adrid, Trotta, 2005], Existen algunas si­ tración le han llevado a la conclusión de que desde la segunda mitad
m ilitudes y divergencias entre la narrativa m aestra de Gauchet del instinto humano de rein- del siglo xvm un nuevo concepto de tiempo que denomina «Neuzeit»
ventar form as de religión secularizadas en una sociedad «postreligiosa» y la teoría del m o­
dernism o que estoy desarrollando, pero no tengo «tiem po ni espacio» para abordarlas aquí.
-«tiem po nuevo» o «modernidad»- se instaló en Occidente.
En M ichael Saler, «M odernity and Enchantm ent», A m erican H istorical Review 111/3 (junio
de 2006), pp. 692-716, se puede encontrar un «análisis historiográfico» importante. Al final 31 Jacques Derrida, Specters o f Marx, the State o f the Debt, the Work o f M ourning & the
del artículo, Saler suscribe la opinión que M ark Schneider expone en su Culture and E n­ New International, Londres, Routledge, 1994, pp. 95-124 [ed. cast.: Espectros de M arx: el
chantment, Chicago, University of Chicago Press, 1993, y afirma, entre otras cosas, que «el estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, M adrid, Trotta, 2003]. En
encantam iento [,.,] es intrínseco a nuestra condición, y, lejos de haber desaparecido debido el capítulo 4 se puede encontrar una fase i riante exégesis de la im portancia de la sensación de
al desarrollo científico se m antiene (aunque no se reconozca) en aquellos ámbitos en los tiem po «dislocado» (una expresión tom ada de la obra M acbeth de W illiam Shakespeare) en
cuales ni la ciencia ni los conocim ientos prácticos funcionan». los análisis m arxistas de la sociedad. La referencia a M acbeth nos recuerda que antes de la
a Ém ile D urkheim, The D ivision o f Labour in Society [1893], Nueva York, The Free m odernidad ya había muchas situaciones en las que el tiem po parecía «dislocado». La expe^
Press, 1972 [ed. cast.: La división del trabajo social, M adrid, Akal, 1987], riencia m oderna de la anom ia es la perm utación de un fenóm eno social recurrente.
27 Ferdinand Tonnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, Leipzig, Fues, 1887. ■
,2 Hans Blumenberg, Lebenzeit und Weltzeit, Francfort, Surhkampf, 1986, p. 240 [ed.
28 Georg Simmel, The Metropolis and M ental Life [1903], Nueva York, Free Press, 1950. cast.: Tiempo de ta vida y tiempo del mundo, Valencia, Pre-textos, 2007].
M Sigm und Freud, Das Unbehagen in d er Kultur, Viena, Internationaler Psychoanalys- 3? Véase por ejem plo Anthony Giddens, M odernity and Self-Identity, cit. Véase también
tischer Verlag, 1930 [ed. cast.: E l m alestar en la cultura, M adrid, A lianza, 1970], M artin O ’Brien, Sue Penna y Colin Hay, Theorising Modernity, Reflexivity, Evironment and
30 Carl G. Jung, M odern M an in Search o f a Soul, Nueva York, Harcourt, Brace & Identity in Giddens ' Social Theory, Londres, Longman, 1999.
World, 1933. 34 Bauman, M odernity a nd Ambivalence, cit., p. 5.

78 79
El tiempo deja de ser la forma en la que todas las historias tienen na del tiempo4*1. La teoría de Koselleck desempeña un papel fundamen­
lugar, el tiempo en sí adquiere una cualidad histórica. La historia deja tal en la explicación de la modernidad en cuanto «tiempo diferente»,
de tener lugar en el tiempo. Ahora sucece a través del tiempo. El tiem­ premisa en la que se basa Peter Osbome para desarrollar su estudio
po se dinamiza metafóricamente y se convierte en una fuerza histórica sobre la «política del tiempo». Osbome analiza el cambio fundamen­
de por sí55. tal que experimentan los proyectos políticos una vez que los seres hu­
manos reflexionan y se ven a sí mismos enmarcados en una época
De este modo, el futuro cede su condición de espacio temporal concreta dentro del despliegue indefinido de la historia. Esta experien­
neutral donde suceden los acontecimientos que trae el destino o la cia les autoriza a crear una nueva época que establece una cesura deli­
providencia y se convierte en un lugar donde los agentes humanos berada con respecto a otra que acaba de terminar. Osbome data el co­
pueden llevar a cabo proyectos transformadores políticos, culturales o mienzo de la modernidad en las décadas próximas al año 1800, fecha
sociales. En consecuencia, las épocas de mayor agitación de la moder­ en la que «lo moderno deja de oponerse a lo antiguo o a lo medieval y
nidad promueven el sentimiento de que «el tiempo actual no es sólo se opone a la “tradición” en general»41.
“el más nuevo”, es algo más: el comienzo de una nueva época»36. Sobre la base de estos estudios, no parece que resulte demasiado
Koselleck destaca dos síntomas que ilustran este cambio radical polém ico identificar la modernidad con la aparición en la Europa de
en la forma de experimentar la historia: en prim er lugar, la publica­ finales del siglo xvni del m odelo reflexivo de conciencia histórica
ción en 1770 de la novela futurista de Louis-Sébastien Mercier, El que legitimó la guerra fundamentalista de los revolucionarios fran­
año 2440, en la que detecta indicios de «la metamorfosis de la utopía ceses contra la tradición y su intento deliberado de sustituirla por
en filosofía de la historia, [...] es decir, la temporalización de la completo por una época totalmente nueva. La presunción de que ese
utopía»37; en segundo lugar, la creación de un nuevo calendario du­ acto de regeneración histórica consciente era posible provocó la ira
rante la Revolución francesa cuyo propósito era que los principios de pensadores conservadores com o Edmund Burke o Joseph de
del humanismo ilustrado le arrebaran la hegemonía al cristianismo. Maistre. Cuando la alianza entre la temporalización de la historia y
Para Koselleck, «lo realmente novedoso es la idea de sentirse capaz los mitos de progreso ilustrados, liberales y revolucionarios se rom ­
de hacer que la historia vuelva a comenzar representándola en tér­ pió, se produjo otro cambio cualitativo en la form a de experimentar
minos de un nuevo calendario»3*. la historia que se convirtió en la condición previa para la aparición
En un estudio del tiempo en la modernidad inspirado en gran me­ del «modernismo».
dida en la obra de Koselleck, Helga Nowotny analiza cómo el aumen­ A mediados del siglo xix los efectos prácticos de la Revolución
to del ritmo de los cambios en el proceso de modernización acaba al­ Dual (la Revolución francesa y la industrial) de Eric Hobsbawm en
terando el «espacio de la experiencia» y hace que se incremente la la sociedad europea ya habían socavado el mito del progreso hasta
sensación generalizada de «expectación [...] dirigida hacia el horizon­ tal punto que para muchos miembros de sus ‘elites culturales la m o­
te despejado del futuro», de modo que, a finales del siglo xix, la histo­ dernidad había perdido sus connotaciones utópicas y empezaba a
ria se entiende como «una constante apertura a algo mejor»39. En su parecer una época de deterioro, de decadencia y de pérdida. En su
explicación de la sociedad contemporánea Nowotny afirma que en el soberbio estudio sobre el impacto de la modernización en la con­
siglo xx la temporalización de la historia atravesó una nueva fase de ciencia europea, David Harvey determ ina que fueron las revolucio­
radicalización que tuvo como resultado que «la categoría temporal del nes europeas de 1847-1848 las que provocaron «un reajuste radical
futuro quedó abolida y fue reemplazada por la de un presente prolon­ en la sensación del tiempo y del espacio en la vida económica, polí­
gado», un proceso que precipitó la aparición de la conciencia posmoder- tica y cultural», y en particular una crisis de la sensación ilustrada de
que el «tiempo que avanza inexorablemente» precipitó la «aparición
del modernismo en cuanto fuerza cultural»42. El antecedente articu­
's Reinhart Koselleck, «The Eighteenth Century as the Beginning ot' M odernity», en
Koselleck, The Practice o f Conceptual History, cit., p. 165. lado de esta transición hacia la toma de conciencia de los aspectos
* Ibid. desorientadores de una historia cada vez más tem poralizada fue el
S1 Ibid.
™ Ibid., «Remarks on the Revolutionary Calendar and “Neue Zeit"», cit., p. 152. La
cursiva es mia. 40 Ibid., p. 51.
15 Helga Nowotny, Time. The M odem and Postmodern Experience [1989], Cambridge, 41 P. Osborne, The Politics o f Time, cit., p. 12,
Polity Press, 1994, p. 48. 4‘ D. Harvey, The Condition o f Postmodemity, cit., capitulo 16, pp. 260-283.

80 81
«Romanticismo negativo»43, o lo que Nietzsche llama, en un contex­ de la modernidad realmente existente y de la forma en que la sociedad
to distinto, el «pesimismo rom ántico»44, con sus sombríos arranques postrevolucionaria se estaba desarrollando. Este retroceso profunda­
de nihilismo y angustia existencial. No obstante, hasta mediados de mente descoordinado, heterogéneo y policéntrico, rechazó la ortodo­
siglo no se empezó a experim entar la modernidad conforme a las xia del progreso político y tecnocrático en cuanto «tradición» supera­
categorías biológicas, morales y estéticas de la degeneración, la co­ da que había que trascender con carácter urgente con el fin de encontrar
rrupción y el agotamiento. nuevas fuentes de significado, espiritualidad y sentido de comunidad.
Esta línea de pensamiento nos conduce al eje mismo de «nuestro» Las variedades más utópicas de modernismo se organizaron para in­
tipo ideal de modernismo. Se postula que el modernismo nace como tentar establecer una base ideológica y social absolutamente novedosa
fenómeno cultural específico de la modernidad cuando45 un grupo crí­ para el progreso de la civilización occidental.
tico de artistas e intelectuales empiezan a experimentar y a expresar (a Mientras que en su «excurso» sobre el significado de los términos
construir) que la época en la que viven no es un periodo de progreso y «moderno», «modernidad» y «modernismo» Susan Friedman entre­
de evolución, sino que se caracteriza por la regresión y la involución. tiene deliberadam ente al lector con un acto de striptease semántico,
En una palabra, es un periodo decadente. Hace treinta años, gracias al David Harvey ofrece una formulación preposm odem a envidiable en
trabajo de Stuart Hughes sobre «la reorientación de la conciencia eu­ su brevedad e im pecablemente acabada: «El modernismo es una res­
ropea» se puso de moda la expresión «rebelión contra el positivi sino»4*. puesta estética, problemática y oscilante, a las condiciones de moder­
La tesis que se defiende aquí es que el modernismo se puede entender nidad producidas por un proceso determ inado de modernización»47.
como una «rebelión contra la decadencia». Fue una rebelión que en Si «desmontamos» esta definición, podemos decir que entre princi­
algunas de sus combinaciones adoptó elementos de la rebelión visceral pios y m ediados del siglo xix el proceso de modernización había
contra el positivismo y que en otras estableció un compromiso apasio­ producido una configuración determinada de la modernidad en algu­
nado con él. La única forma de representar su peculiar configuración nos entornos de la sociedad europeizada que alentó la temporaliza-
ideológica en cada caso particular sería por medio de dos diagramas ción reflexiva de la historia. Una vez que el optimismo con respecto
de Venn en intersección. al proceso histórico dio paso a una atmósfera de pesim ismo genera­
En las décadas posteriores a las revoluciones, en gran medida frus­ lizado, exacerbada por el impacto cada vez más destructivo que la
tradas, de 1848, en contraste con lo que sucedió durante el periodo Revolución Dual ejerció en algunas regiones en la sociedad tradicio­
revolucionario francés que las había posibilitado, la quintaesencia de nal -u n a atmósfera agravada a nivel local por las revueltas sociopo-
las experiencias modernas, la de la historia contemporánea como rea­ líticas y los cambios vertiginosos-, un núm ero creciente de artistas e
lidad abierta a un futuro por definir, una experiencia preñada de una intelectuales se convencieron de que el proceso de m odernización
sensación de «comienzo de una nueva época», empezó a ir a contrapelo había despojado a la modernidad de algunos elementos vitales para
una civilización saludable y una cultura vital. Incluso los millones
43 M orse Peckham , «Toward a Theory o f Rom anticism », PMLA 66/2 (1951), pp. 5-23. de personas que carecían de la capacidad de la vanguardia para la
Véase tam bién la obra clásica de Mario Praz escrita en pleno periodo de entreguerras, The
Rom antic Agony [1933], Oxford, Oxford University Press, 1970 [ed. east.: La cante, la introspección y la conciencia de uno mismo, empezaron a sentir que
m uerte y el diablo en la literatura romántica, Barcelona, El Acantilado, 1999], quizá estaban viviendo los últimos días de una época de la civiliza­
14 Friedrich Nietzsche arremete contra «el pesimism o rom ántico» en el prefacio de la ción que progresaba desde el punto de vista material pero que retro­
«primera secuela» de Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres, publica­
cedía espiritualmente. La historia contem poránea se convirtió así en
do en 1879 con el título de «Opiniones y sentencias varias». Friedrich Nietzsche, Human,
A ll Too Human [1986], Cambridge, Cam bridge University Press, 1996, p. 213 [ed. cast.: una paradoja permanente de crecimiento exponencial en productivi­
Humano, dem asiado humano. Un libro para espíritus libres, M adrid, Akal, 1996]. En La dad, en tecnología, en conocimientos, en riqueza de las clases me­
ciencia jo via l [1887J aborda el mismo tema. Contrapone el pesim ism o romántico al dionisia- dias, en poder imperial, en afirmación nacional (capitalista) y en
co en el apartado 370. Véase Friedrich Nietzsche, The Gay Science, Nueva York, Vintage,
1974, pp. 327 331 [ed. cast.: La ciencia jovial, M adrid, Biblioteca Nueva, 2001].
movilidad social, en detrim ento de la belleza, el significado y la sa­
4Í Como en el caso de la propia m odernidad, un m om ento mítico, y, según un gran nú­ lud tanto física como espiritual. La historia se precipitaba hacia nin­
m ero de estudiosos el punto de partida simbólico del modernismo, es la publicación del en­ guna parte y lo hacía más rápido que nunca.
sayo de Charles Baudelaire «El pintor de la vida m oderna», en 1863. Más adelante veremos
En respuesta a esta nueva condición de la modernidad, un sinnúmero
que también existen motivos para considerar que el M anifiesto Comunista de 1848 es tam ­
bién un mom ento histórico en la génesis del modernismo. de artistas y de personas que se dedicaban a los oficios más variopintos,
“ H. Stuart Hughes, Consciousness and Society. The Reorientarían o f European Social
Thought, 1890-1930, Nueva York, Vintage Books, 1977. 41 D. Harvey, The Condition o f Postmodemity, cit., p, 98.

82 83
buscaron la forma de expresar la decadencia de la modernidad, pero lo fenómeno estético, sino cosmológico, inextricablemente unido a los
hicieron con el fin de afirmar una visión más elevada de la realidad, de trastornos en la percepción del tiempo y el espacio.
ponerse en contacto con «verdades» más profundas, eternas, o incluso
de inaugurar una época radicalmente nueva. Sus actos creativos, sus
iniciativas y los proyectos que emprendieron con el fin de combatir la U n t i p o id e a l d e m o d e r n i s m o
marea de anomia imperante y de encauzar de nuevo el tiempo y el
espacio, constituyen lo que los historiadores culturales han definido de Sobre la base de estas reflexiones se puede formular un tipo ideal
común acuerdo como «modernismo», un fenómeno que, en cuanto de modernismo bastante sucinto, una definición que iremos puliendo
producto de una crisis cultural experimentada de forma desigual es na­ a medida que desarrollemos nuestro razonamiento en los dos capítulos
turalmente «problemático y oscilante». El modernismo expresa el es­ siguientes:
fuerzo por conseguir el Aufbruch, por escapar de la normalidad estable­
cida, por buscar modelos insospechados de orden y de significado MODERNISMO: Término genérico que engloba una amplia variedad
dentro del caos dominante, por transformar el crepúsculo en un nuevo de reacciones compensatorias, palingenésicas, frente a la anarquía y la
amanecer, por comenzar de nuevo más allá del proceso de disolución en decadencia cultural presuntamente resultantes de la transformación radi­
curso, y por lograr una modernidad alternativa o, por lo menos, un refu­ cal de las instituciones tradicionales, las estructuras sociales y los siste­
gio espiritual que dure o que permita pasar al menos una noche a salvo mas de creencias bajo el impacto de la modernización de Occidente. Es­
de los devastadores efectos de la modernidad. El modernismo es el her­ tas reacciones las alentó el aumento de la reflexividad y otro fenómeno
mano gemelo de la «decadencia», término que aquí no se emplea en el concomitante, la progresiva temporalización de la historia característica
sentido del movimiento artístico del siglo xix que lleva el mismo nom­ de la modernidad, una de cuyas consecuencias fue la tendencia a reima-
bre. Es la articulación de la necesidad urgente de regenerar la sociedad ginar el f uturo como un lugar permanentemente «abierto» a la realiza­
contemporánea y de renovar la historia. Convierte la propia moderni­ ción de utopías dentro del tiempo histórico. El modernismo cobró un ma­
dad en un tropo de decadencia que hemos de distinguir del resto de usos yor impulso en la segunda mitad del siglo xix, cuando los mitos de
«de valores neutros» de la Modernidad con mayúsculas. Así, el moder­ progreso liberales, capitalistas e ilustrados perdieron en parte la hegemo­
nismo se puede entender como una rebelión contra la Modernidad que nía cultural que habían alcanzado durante la Revolución francesa y a
se lleva a cabo para inaugurar una nueva modernidad. principios de la industrial. Como consecuencia de este ímpetu, las elites
En una nota a pie de página sobre el término «modernidad», Zyg- artísticas e intelectuales identificaron los múltiples cambios que la socie­
munt Bauman afirma que el modernismo es «una tendencia intelectual dad estaba experimentando con la decadencia, de modo que la propia
(filosófica, literaria, artística)» que consiste en que «la modernidad se modernidad se convirtió en un tropo de la degeneración (Modernidad).
mira a sí misma» en un intento por lograr «clarividencia y autoconcien- Entre la década de 1860 y la Segunda Guerra Mundial, el moder­
cia»4K. A diferencia de Bauman, nosotros postulamos que el modernis­ nismo actuó como una fuerza cultural difusa generada por la dialéc­
mo es el fruto de la reflexividad moderna en crisis, el producto de una tica del caos y del (nuevo) orden, de la desesperación y la esperanza,
autoconciencia temporalizada que, en respuesta a la decadencia de la de la decadencia y la renovación, de la destrucción y la creación, y se
historia que se ha detectado, se ve empujada en algunos casos extremos plasmó en incontables visiones artísticas peculiares que mostraban
a prever la regeneración «total» a través de un proceso de destrucción cómo las nuevas representaciones de la realidad podían servir de ve­
creativa sin precedentes. Donde más claramente se articuló este impulso hículo para revitalizar principios ignorados u olvidados de cierta vi­
fue en las esferas artística e intelectual de la producción cultural, pero en sión redentora del mundo, e incluso contribuir a regenerarla social y
las décadas anteriores a 1914 afectó, además, a fenómenos sociales y moralmente. Más allá del ámbito estético o de la «alta» cultura, la
políticos aparentemente muy alejados del ámbito de la filosofía, la lite­ dinámica palingenésica del modernismo influyó también en numero­
ratura y el arte. Por consiguiente, el modernismo excede las fronteras de sos proyectos personales y en movimientos colectivos cuyo objetivo
la categoría «estética» a la que la definición aforística de Harvey parece era establecer una base ética y social más saludable para la sociedad,
circunscribirlo. No obstante, resulta significativo que en su obra Harvey o inaugurar un orden sociopolítico radicalmente nuevo. Este orden se
documente con todo detalle que el modernismo no es principalmente un entiende como una modernidad alternativa que contempla la perspec­
tiva de acabar con la disolución política, cultural, moral y/o física, y
4íi Z. Bauman, M odernity and Ambivalence, cit.. p. 4. que en algunas ocasiones ansia la aparición de «un nuevo hombre».

84 85
Si se compara esta definición con las demás, lo primero que salta a Obsérvese que, salvo las alusiones de Kermode a la tradición apo­
la vista es el motivo recurrente, tan frecuente en las fuentes secunda­ calíptica que subyace al pensamiento modernista -cuestión que se estu­
rias, de la naturaleza paradójica y «bicéfala» del modernismo, un ras­ diará a fondo en este libro-, ninguna de estas caracterizaciones del mo­
go que le permite expresar simultáneamente optimismo y pesimismo, dernismo, ni siquiera la que acabo de formular de manera provisional,
estados de ánimo desesperados y festivos. Frank Kermode, por ejem­ alude a la psicodinámica subyacente del afán modernista de renovación
plo, afirma que los rasgos arquetípicos del «pensamiento apocalípti­ e innovación o a su origen premodemo. En los capítulos siguientes in­
co», en particular la preocupación por «la decadencia y la renova­ tentaremos rellenar esta laguna. También aclararé más adelante los mo­
ción», son el denominador común de las «ficciones» características tivos en los que me he basado para situar el auge del modernismo entre
del primer modernismo49. En la introducción a su innovadora antolo­ 1860 y 1945. Más que las omisiones, lo que quizá sorprenda a algunos
gía de artículos sobre la literatura modernista, Malcolm Bradbury y lectores es que haya incluido dentro de mi definición fenómenos que
James McFarlane llevan la visión de Kermode un poco más allá: trascienden el ámbito estético y cultural. Por fortuna, al igual que sucede
con el énfasis en la «temporalización de la historia», algunas autorida­
En resumen, en la mayoría de los países el modernismo fue una des eminentes corroboran este razonamiento.
increíble mezcla de futurismo y nihilismo, de revolución y conserva­ En su estudio crucial de la relación entre el modernismo y el fas­
durismo, de naturalismo y simbolismo, de romanticismo y de clasicis­ cismo italianos, Walter Adamson afirma que la dimensión sociopoUti-
mo. Celebraba la era tecnológica y la condenaba a la vez; aceptaba ca de la respuesta del modernismo a la modernidad es determinante a
con entusiasmo que los regímenes anteriores habían desaparecido y la hora de explicar el influyente papel que desempeñó el modernismo
mostraba una profunda desesperación y miedo a que aquello sucedie­ florentino en la génesis del fascismo. Sostiene además que «el moder­
ra; la convicción de que la nuevas formas de expresión escapaban al nismo fue un “adversario cultural” o “una modernidad alternativa”
historicismo y a la presión del tiempo se mezclaba con la creencia en que desafió a las “fuerzas modernizadoras” de la ciencia, del comer­
que eran precisamente su expresión más fiel'". cio, de la industria, casi siempre en nombre de una alternativa “más
espiritual”», una afirmación que respalda mi tesis. Según Adamson,
Del mismo modo, Peter Childs detecta en el modernismo «tenden­ para los modernistas europeos era muy importante «recrear las fuerzas
cias paradójicas, contradictorias incluso, que defendían simultáneamen­ míticas, legendarias y “originales” de la vida cultural», mostrar una
te posiciones revolucionarias y reaccionarias, que temían a lo nuevo y «actitud mesiánica de frenesí, desesperación y esperanza apocalípti­
se alegraban de que hubiera desaparecido lo antiguo, que propugnaban ca». Intimamente vinculada a esta esperanza se encontraba la convic­
el nihilismo y el entusiasmo fanático, la creatividad y la desespera­ ción de que sus esfuerzos intelectuales y artísticos desempeñarían «un
ción»51. Incluso Jane Goldman, que en la línea posmodema de Susan papel central [,,,] en la creación y en la organización de la cultura
Friedman pone todo su empeño en huir de cualquier tipo de definición regenerada»54.
cerrada, reconoce la importancia de la naturaleza palingenésica del En el clásico de Marshall Berman Todo lo sólido se desvanece en
modernismo al elegir el lema de Ezra Pound «Hazlo nuevo» -u n im­ el aire, un intento de revivir «la experiencia de la modernidad» y de
perativo «que siguieron muchísimas personas»52- , como título de la estudiar «la dialéctica» de su fugacidad, también se ofrece una con­
introducción de su libro, y le dedica la última parte de esa misma obra cepción «maximalista» del modernismo. Berman alude a la «unión
al motivo del apocalipsis, un concepto que subsume elementos de paradójica» de la modernidad, «una unión de la desunión: nos arroja
«caída/hundimiento» y de nuevo mundo53. al torbellino de la desintegración y de la renovación perpetuas, de la
lucha y de la contradicción, de íá ambigüedad y la angustia». Se trata
de un torbellino que se crea y se conserva en un «estado de transfor­
4Í F. K erm ode, The Sense o f an Ending. Studies in the Theory o f Fiction [1967], c it., mación constante», y es el resultado de «procesos históricos de alcan­
pp. 93 y 108. La distinción crucial entre «m ito» y «ficción» se analiza en el capítulo 4,
«The M odera A pocalypse», pp. 93-124.
ce mundial» que estimulan «una extraordinaria variedad de visiones y
50 M alcolm Bradbury y James M cFarlane, «The Nam e and Nature of M odernism », en
M alcolm Bradbury y James M cFarlanes (eds.), M odernism 1890-1930, Harm ondsworth, í4 W alter Adamson, Avant-Garde Florence: from M odernism tp Fascism, Cam bridge
Penguin, 1976, p. 46. (MA), Harvard University Press, 1993, pp. 7-9. Adam son se basa en la explicación clásica
51 Peter Childs, M odernism, Londres, Routledge, 2000, p. 17. del m odernism o que acuñó Stephen Spender en The Struggie o f the Modern, Londres, Me-
52 J. Goldm an, M odernism, cit., p. 3. thuen, 1963, pp, 71-97, que cuenta con varios puntos im portantes en com ún con el tipo
53 Ibid., pp. 239-243. ideal que estam os construyendo y otros diferentes.

86 87
de ideas cuya finalidad es convertir al hombre y a la mujer en sujeto y modernismo, esgrime cuatro argumentos que han influido directa­
objeto de la modernización, con el fin de concederles poder para cam­ mente en el desarrollo de nuestra tesis. En prim er lugar, afirma que
biar el mundo que les está cambiando a ellos, para poder avanzar a una de las condiciones previas del modernismo es el efecto devasta­
través del torbellino y hacerlo suyo». Durante el siglo que acaba de dor que la modernización ejerció sobre la sociedad tradicional. Para
terminar, estas visiones y valores se aglutinaron de forma poco precisa él, el rasgo más importante de este fenómeno es «la abrumadora
bajo el término «modernismo»55. multiplicación de las comodidades durante la segunda Revolución
Otro pensador que alude explícitamente a la dimensión sociopolí- industrial». Sus efectos se intensificaron aún más si cabe debido a la
tica del modernismo, aunque lo hace de un modo mucho más circuns­ «desbordante m ultiplicación del conocimiento» y al «desbordante
pecto, ofreciendo una explicación histórica muy bien cimentada de incremento de la población» en Europa y en América del Norte du­
sus efectos, es Modris Eksteins. En Rites ofSpring afirma que el con­ rante el siglo xix. En segundo lugar, pone de relieve que esos cam ­
cepto de modernismo es fundamental no sólo para comprender el arte bios trascendentales ocasionaron «una dislocación del tiempo y del
moderno, sino también «el nacimiento de la era moderna». Plenamen­ espacio» que tuvo como consecuencia que el sujeto de la experiencia
te consciente de lo polémica que resulta semejante ampliación, Eks­ se «temporalizó». En otras palabras, «la situación temporal del suje­
teins añade: «Son muy pocos los estudiosos que han aplicado la idea to de la experiencia -situado dentro de los límites de su vida perso­
de vanguardia y de modernismo a los agentes revolucionarios sociales nal y, desde un punto de vista más general, de los “acontecim ientos”
y políticos además de los artísticos, y al acto de rebelión en general, históricos- se convierte en un elemento constituyente de la naturale­
con el fin de dar cuenta de la gran oleada de sentimientos y de esfuer­ za de esa experiencia»59.
zos que tuvo lugar»56. Peter Osborne también ofrece una teoría «gene­ En tercer lugar, confirma que fue en las últimas décadas del siglo xix,
ral» del modernismo entendido como manifestación de una tensión per­ cuando los mitos ilustrados y liberales de progreso y de revolución ya
petua entre actualidad y esperanza (utópica) de una transformación se encontraban muy debilitados y el proceso de industrialización había
radical, entre la «temporalidad de lo antiguo» y la posibilidad de una desencadenado incipientes trastornos sociales y psicológicos radica­
temporalidad futura radicalmente distinta que nace de la temporaliza- les, cuando «comenzó una crisis de conciencia». La sensación de que
ción autorreflexiva de la historia. En este contexto, el modernismo se el tiempo histórico se estaba acelerando, unida a «la quiebra general
puede explicar como «la autoconciencia cultural afirmativa de la tem­ de la continuidad ontológica», contribuyeron a generar una sensación
poralidad de lo nuevo»57, y no se expresa únicamente en el arte, sino apocalíptica de «novedad» que, según Schleifer, es uno de los rasgos
también en la filosofía y sobre todo en los movimientos políticos que distintivos del modernismo60. Este elemento palingenésico está rela­
pretenden instaurar nuevas temporalidades con el fin de resolver la cionado con la difusión de lo que él denomina «la lógica de la abun­
crisis de la historia tal como la perciben. Peter Fritzsche, formula una dancia», un efecto de la proliferación de experiencias y de perspecti­
versión mucho más sucinta de esta teoría. El modernismo se distingue vas nuevas en el mundo que desbordan los marcos de referencia
porque «rompe con el pasado, inventa sus propias tradiciones cultura­ «tradicionales». En cuarto lugar, el Schleifer no limita su búsqueda de
les e imagina futuros alternativos». Por tanto, «aunque se suele enten­ indicios de la existencia de un «tiempo modernista» a la esfera artísti­
der en términos artísticos o literarios», el modernismo tiene «algunas ca, sino que analiza las narrativas científicas y culturales que unas dé­
implicaciones sociales y políticas sorprendentes»58. cadas antes habían adoptado la homogeneidad del tiempo y la neutra­
Pero el testimonio clave en el que se basa la defensa de la defini­ lidad del narrador/observador, pero en las cuales las explicaciones
ción maximalista que acabamos de proponer es Ronald Schleifer. En convencionales de la realidad objetiva se habían alterado o subvertido.
el transcurso de su penetrante estudio de la relación entre tiempo y Esto implicó que empezaron a emplearse distintas técnicas para refle­
jar los acontecimientos externos, como el pensamiento por analogía,1
15 M. Berman, A ll that is Solid M elts into Air, cit., p. 16. La cursiva es añadida. Para una la invocación a lo no newtoniano, al «tiempo cíclico» y la invención de
crítica m ordaz de la desdeñosa descripción de Berman, véase el análisis que Gladys M. enfrentamientos entre el pasado y el presente para producir una sensa­
Jim énez-M uñoz ofrece en su libro PROUD FLESH: A New Afrikan Journal o f Culture, ción de redención no en el plano atemporal de la existencia al margen
Politics & Consciousness 1/1 (2002). M ás adelante veremos que Osborne también cuestiona
la definición del térm ino que B em ian «se inventa».
56 M odris Eksteins, Rites o fS p rin [19891, Boston, Houghton Mifflin, 2000, p. xvi. 19 Ronald Schleifer, M odernism and Time. The Logic o f Abundance in Literature, Scien­
57 P. Osborne, The Politics o f Time, cit., p. 142. ce and Culture, Cam bridge, Cam bridge University Press, 2000, pp. 4-7.
58 Peter Fritzsche, «Nazi M odern», M odernism /M odernity 3/1 (199ft), p. 12. “ Ibid., pp. 10-11.

89
de la historia, sino en un «tiempo nuevo» al que se podía acceder des­ Como se desprende de la últim a frase, no se trata en absoluto de
de dentro del tiempo histórico61. hastío sino de un sentimiento vehemente de agravio ante el estado en
que se encuentra la sociedad europea. El mito del progreso parece
haberla catapultado al abism o del nihilismo. Las ideas que se pre­
L a r e b e lió n m o d e rn is ta d e N ie tz s c h e sentan en esta colección de ensayos -C onsideraciones Intempestivas
o «inmodernas» - de la que hemos extraído este pasaje, no son por
Si ilustramos algunos de los rasgos principales del tipo ideal de tanto simples «meditaciones» u «observaciones» al margen de la his­
modernismo que hemos formulado con el pensamiento de uno de los toria, sino una llamada al despertar espiritual, a la rebelión contra la
personajes más destacados de la rebelión contra la modernidad deca­ realidad vigente, que tiene su origen en el centro mítico de una so­
dente, Friedrich Nietzsche, añadiremos al esqueleto cada vez más ciedad futura basada en un conjunto revolucionario de valores salu­
completo de la «abstracción idealizada» parte de la carne que necesi­ dables, una serie de valores que Nietzsche se esfuerza por crear con
tamos. En un ensayo escrito poco después de 1871, el año de la funda­ el poder de las ideas. Por eso afirma que sus observaciones son «un-
ción del Segundo Reich, sobre las lecciones que se pueden extraer de zeitgemáss» -«intem pestivas», «inoportunas», «que llevan un ritmo
la obra de Schopenhauer, el principal exponente del «romanticismo distinto al de la época», no «anti» modernas, sino «inm odernas»-.
negativo» en el reino de las ideas, Nietzsche advierte al lector de la Claman contra el presente para echar los cimientos de una nueva
catastrófica sequía espiritual a la que se enfrenta Occidente una vez época, de una nueva era, de una modernidad alternativa, de un nuevo
que las reservas de valores colectivos y de significado que ofrecía la tipo de hombre, el Übermersch, y lo hacen de forma reflexiva.
«cultura» habían empezado a agotarse a marchas forzadas: Nietzsche anticipa así el motivo central de otras obras posteriores
como A sí habló Zaratustra (1883-1885) y Más allá del bien y del
Ahora bien, ¿cómo considera el filósofo la cultura en nuestro tiem­ mal (1886).
po? Ni que decir tiene que de modo muy distinto a esos profesores de Esto es sin duda «pesimismo cultural» o «desesperación cultural»,
filosofía que se muestran tan satisfechos de su Estado62. Quizá le pa­ pero radicalizados hasta tal punto que el cinismo se transforma en la
rezca, si piensa en esa premura general y en ese incremento de la ve­ esperanza utópica de una metamorfosis inminente, de un Aufbruch, de
locidad de caída, en el cese de todo recogimiento y simplicidad, que una palingenesia. En este sentido se ajusta al concepto de «pesimismo
estuviera percibiendo los síntomas de una completa destrucción y ex­ como fuerza» al que hace referencia Nietzsche en las notas que escri­
tirpación de la cultura. Los manantiales de la religión cesan de fluir y bió para La voluntad de poder, su libro inacabado. Se trata de un pesi­
dejan tras de sí pantanos o estanques; las naciones se dividen de nuevo mismo que ha vencido al «pesimismo decadente» vinculado a la sen­
con inusitada hostilidad ansiando devorarse63. sibilidad cosmopolita y refinada y a «la decadencia de los valores
cosmológicos», y se ha hecho «fuerte». Una de las expresiones más
Nietzsche enumera algunos indicios más de decadencia cultural: la lúcidas de este pesimismo activista, vitalista, que no sucumbe al nihi­
fragmentación de las disciplinas académicas, el materialismo desenfrena­ lismo sino que intenta triunfar sobre él, es la descripción nietzscheana
do de las clases cultivadas, y la mundanidad y la falta de amor que gobier­ de su lucha para derrotar a su «Wagner interior», a quien identifica con
nan la sociedad, y concluye que «todo sirve a la barbarie futura, la ciencia una variante «enferma» del romanticismo que aunque aparenta supe­
y el arte actuales incluidos. El hombre culto ha degenerado hasta conver­ rar la decadencia la agudiza insidiosamente:
tirse en el mayor enemigo de la cultura, pues se empeña en disimular la
enfermedad general y se toma un obstáculo para los médicos»154. ¿Qué se exige un filósofd a sí mismo por encima de todo? Trascen­
der a su época por sí mismo, devenir «intemporal». Por consiguiente
¿contra qué debe entablar el más descamado combate? Contra aquello
61 Schieifer explica su sutil e intrieado razonamiento en el capítulo 1 de M odernism and
que le señala como hijo de su época. ¡Pues bien! Soy, como Wagner,
Time, c it, pp. 1-31, titulado «Post-Enlightenment M odernism and the experience o f time».
62 Alusión al Segundo Reich guillerm ino que se había fundado tres años antes con el un hijo de mi tiempo, es decir, un decadente: pero soy consciente de
apoyo entusiasta de la elite cultural alemana. ello y me resisto. El filósofo que hay en mí se resiste. [...] Para llevar
63 F. Nietzsche, «Schopenhauer as Educator», en F. Nietzsche, Unmodem Obsemations, a cabo semejante tarea necesito una autodisciplina especial: tomar
New Haven (CT), Yale University Press, 1990. p. 185 [ed. cast.: Consideraciones intempesti­
vas, Madrid, Alianza, 1996). partido contra todo lo que hay en mí de enfermo, Wagner incluido,
h4 Ibid. Schopenhauer incluido, la «humanidad» moderna incluida. [...] Para

90 91
mí, la mejor experiencia es la recuperación. Wagner no es más que una basada en «una nueva tabla de valores» formulados por él. Esta finali­
de las enfermedades que padezco“ . dad trascendental y metapolítica - y, en última instancia, sociopolíti-
ca - de su «filosofía» se hace explícita en el prefacio de su libro inaca­
Este instinto («voluntad») de autocuración condujo a Nietzsche a bado La voluntad de poder:
establecer una distinción crucial entre dos tipos de nihilismo, el pasivo
y el activo. Cuando prevalece el «nihilismo pasivo» en la sociedad, Pues el título de este evangelio del futuro no debe malinterpretar-
«puede que la fuerza del espíritu se encuentre rendida, exhausta, de se. «La voluntad de poder: un intento de revaluación de todos ios va­
forma que los objetivos y los valores sean desproporcionados y ya lores». En esta formulación se expresa un contramovimiento que es al
nadie crea en ellos; así, la síntesis de los objetivos y los valores (sobre mismo tiempo principio y tarea; un movimiento que en un futuro pró­
la que se asienta cualquier cultura sólida) se disuelve, y los valores ximo sustituirá a este nihilismo perfecto, pero que también lo presupo­
individuales combaten entre sí: desintegración». Por otro lado, en la ne, lógica y psicológicamente, y sólo llegará después de él y a conse­
dimensión personal, el nihilismo puede ser un síntoma de la capacidad cuencia de él68.
de «fijarse un objetivo, un por qué, una fe, y sacar provecho de ello».
En este caso se trata de «una fuerza de destrucción violenta: el nihilis­ De acuerdo con el tipo ideal que acabamos de construir, el impulso
mo activo»66. Si se emplea en este sentido, el nihilismo presenta un nietzscheano de proporcionar «un evangelio del futuro» que inspirara
componente dialéctico de autosuperación que se encuentra implícito una rebelión eficaz contra la decadencia le convierte en el paradigma
en la afirmación de que los anarquistas rusos eran unos «nihilistas» del modernismo, según la acepción maximalista que nosotros propo­
empeñados en acabar con el sistema zarista. Esta segunda acepción nemos. Se trata de una línea de interpretación ampliamente corrobora­
tiene un impulso constructivo, de futuro, diametralmente opuesto a las da por el experto en Nietzsche Robert Gooding-Williams, que afirma
connotaciones del primer significado, que alude a la negación absolu­ que la voluntad de transformación, el motivo central de A sí habló Za-
ta del valor trascendental o del propósito de la vida (lo que en el capí­ ratustra, es un «modernismo dionisiaco», un intento apasionado de
tulo 3 llamaremos «nomos» y «logos»). volver a encantar el mundo, de escapar de la «jaula de hierro» en la
Como acabamos de ver, la intensa experiencia que tuvo Nietzsche que según Max W eber se encontraba prisionera el alma hum ana en
de la decadencia de la modernidad de finales del siglo xix, de una his­ la modernidad. En este contexto, Gooding-Williams utiliza el término
toria contemporánea que progresaba febrilmente en su superficie pero modernismo en cuanto «interrupciones de las prácticas y de las tra­
que se encontraba al mismo tiempo corroída por dentro por un nihilis­ diciones recibidas que generan novedades», interrupciones que a su jui­
mo pasivo o un «pesimismo romántico», le incitó a emprender una cio están estrechamente ligadas a la fantasía «de una pureza estética en
cruzada personal contra la Modernidad de acuerdo con el espíritu del los comienzos del arte no contaminada por el pasado, [...] un comien­
«pesimismo dionisiaco» y del «nihilismo activo». De ahí que la «des­ zo desde cero»69, lo cual encaja a la perfección con nuestra definición.
trucción creativa», que se resume, por ejemplo, en la cita que aparece Para Gooding-Williams, Zaratustra es «la personificación de la vo­
al principio de este capítulo o en Ecce Homo (1888), cuando afirma luntad de cambio cultural modernista»70 y la encamación de la «ambi­
que «Una vida que dice sí: negar y aniquilar son condiciones del decir ción modernista» de seducir a los demás para que se unan a él y se
sí», sea un motivo recurrente en su obra67. Para Nietzsche, sus escritos rindan al «caos dionisiaco y pasional», se sometan a él, y consigan
no eran comentarios a una época, sino manifiestos de una rebelión revaluar así las pasiones humanas y «producir nuevos valores que le
cultura] que, con el tiempo, cobraría la fuerza suficiente para echar impidan al último hombre, al más insignificante, perpetuar la cultura
abajo el orden decadente de su época e instituiría una nueva sociedad racionalista»71. Está claro que se'trata de un proyecto cuya esfera de

“ F. Nietzsche, prefacio a The Case Wagner, Nueva York, Vintage Books, 1967, p. 155
[ed. cast.: Nietzsche contra Wagner, M adrid, Símela, 2002], M F. Nietzsche, The Will o f Power, cit., Prefacio, pp. 3-4. La cursiva es añadida.
“ F. Nietzsche, The Will o f Power. Notes written 1883-1888 [ 1887j , pp. 18-19 [ed. cast.: 69 R obert G ooding-W illiam s, Z a ra th u stra 's D ionysian M odernism , Stanford (CA),
En torno a ¡a voluntad de poder, M adrid, Edaf, 19811. La cursiva es añadida. S tanford U niversity Press, 2001, pp. 4*5, capítu lo 1, «The P ossibility o f M odernism »,
67 F. Nietzsche, Ecce Homo [1908J, Nueva York, Vintage, 1967, Parte 1, par. 4, «W hy I ofrece un retrato bastante tie] de la confusión y los acertijos a los que se han tenido que
am Destiny». Hugo Reinert y Erik Reinert, «Creative Destruction in Economics: Nietzsche, enfrentar los estudio so s que han intentado definir a N ietzsche com o filósofo m oderno o
Sombart, Schum peter», en Jürgen Backhaus y W olfgang D rechsler (eds.), Friedrick N i­ posm oderno.
etzsche. Economy and Society, Heidetberg, Springer, 2006, es un ensayo interesante sobre el 111 Ibid., p. 7.
predom inio de este principio en la econom ía modernista. 71 Ibid., p .247.

92 93
acción se extiende más allá de la renovación del arte y de la literatura, de un estado meditativo en el que el yo se siente engastado en una
y que prevé un nuevo comienzo que no es, ni mucho menos, exclusi­ realidad «superior» intrínsecamente completa: carece de finalidad.
vamente «artístico» (¡a menos que la transformación del mundo sea el Después de experimentar esa sensación no es preciso hacer nada más.
acontecimiento estético definitivo!). A Nietzsche le saca de este estado de gracia Zaratustra, su alter ego
ficticio, que simboliza el aspecto profètico, activista, rebelde de su
obra, su deseo de convertir a sus lectores en «compañeros de creación»
M o d e r n is m o e p l f á n ic o y m o d e r n i s m o p r o g r a m á t ic o cuya misión consiste en «grabar los nuevos valores en las tablas»76. La
profunda experiencia que tuvo Nietzsche de la invasión nihilista de
En el poema «Entre aves de rapiña» Nietzsche advierte: «Los que la modernidad le impedía aceptar que la meditación pudiera ser un fin
aman los abismos necesitan alas, pues de ellos no se puede colgar sin en sí misma. En lugar de ello, pensaba que debía servir a la causa de
más»72. El modernismo no consiste únicamente en ser consciente de «un acontecimiento realmente importante», que debía dotar de propó­
que se ha producido una caída desde una altura vertiginosa al barranco sito y de alma a los vacuos sucesos de la modernidad:
del nihilismo contemporáneo. Es además un intento mágico de desa­
rrollar unas alas que permitan saltar antes de la caída y, si es posible, Los acontecimientos importantes no son nuestras horas más es­
volar hacia un nuevo cielo y un nuevo amanecer. Sin embargo, aunque truendosas, sino las más silenciosas. N o en tom o a los inventores de
hemos puesto de relieve la lucha de Nietzsche por diagnosticar y curar un ruido nuevo: en torno a los inventores de nuevos valores gira el
la enfermedad de la Modernidad gracias a una contramaniobra contra mundo; y lo hace de modo inaudible. ¡Y confiésalo! Pocas eran las
la decadencia, en su obra también se vislumbra el otro lado de su «pe­ cosas que habían ocurrido cuando tu ruido y tu humo se retiraban.
simismo fuerte». En un pasaje de A sí habló Zaratustra, el texto sagra­ ¡Qué importa que una ciudad se convierte en una momia y que una
do del «modernismo dionisiaco» de Nietzsche, se evoca una experien­ estatua yazga en el fango!” .
cia en la que, en «un abrir y cerrar de ojos» -e l significado literal de la
palabra alemana «moment»-, el profeta advierte que lo «infinitesimal- Gooding-Williams subraya que, a diferencia del desenfrenado op­
mente pequeño» es lo que más placer proporciona. Después, ((instan­ timismo que se adivina en El nacimiento de la tragedia, en A sí habló
táneamente» cae «en la fuente de la eternidad»73. En su retiro monta­ Zaratustra, Nietzsche promulga el nuevo evangelio con desconfianza.
ñés de Sils-Maria, Nietzsche tuvo una experiencia similar: Estudia la posibilidad de transformar la realidad social a través de una
transvaloración de todos los valores, y alberga bastantes dudas acerca
Me senté allí y esperé y esperé, pero no me sirvió de nada. Estaba de la viaviiidad de semejante empresa: «Nietzsche duda: su escepticis­
más allá del bien y del mal, y disfrutaba de los juegos de las luces y las mo con respecto a la viabilidad del modernismo de Zaratustra anima y
sombras. No había nada más que el lago, el amanecer y el tiempo sin vertebra la trama del Zaratustra»™. Por su parte, Kermode piensa que,
propósito. Entonces, de pronto, querido amigo, uno se convirtió en en consecuencia, Nietzsche camina en la cuerda floja, y se debate en­
dos, y Zaratustra pasó por allí74. tre la palingenesia como proyecto social y metapolítico -y en última
instancia político y revolucionario- , y la palingenesia «como ficción»,
Estos versos recuerdan a la experiencia que, en su estudio del m is­ como tropo literario, una metáfora utópica con la que investigar la
ticismo, R. C. Zaehner denomina «panteísta». En ella se revela de gol­ realidad sin estrategia definida, incluso sin ganas de intervenir directa­
pe la interconexión de todas las cosas, la «unidad» del todo75. Se trata mente en el proceso histórico con el fin de hacerla realidad71'.
Yo iría todavía más allá y afirmaría que este escepticismo señala
12 F. Nietzsche, Dithyrambs o f Dionysus, Londres, Anvil Press, 1984, p. 41 [ed. cast.: una tensión sin resolver en la respuesta creativa de Nietzsche a la mo­
Ditiram bos dionisiacos, M adrid, Aguilar, 1949J.
73 Esto sucede en el capítulo titulado «Antes de la caída del sol», F. Nietzsche, Thus Spoke
dernidad, una tensión entre dos polos apreciables dentro de la sensibili-
Zarathustra, Parte IV, pp. 286-289 [ed. cast.: A sí habló Zaratustra, M adrid, Valdemar, 2005].
74 F. Nietzsche, Sils-M aria, poem a incluido en et apéndice a Fröhliche Wissenschaft ments o f Being, Nueva York, H arcourt Brace, 1985, pp. 7 1 73, aparece una descripción de
[1882], traducido por Adrian del Caro, en F. Nietzsche, The Gay Science, Cambridge, Cam ­ uno de estos m om entos [ed. cast.: M om entos de Vida, Barcelon, Lum en, 2008],
bridge University Press, 2001, p. 258 [ed. cast.: La ciencia jovial, M adrid, Biblioteca Nueva, lf' F. Nietzsche, Thus Spoke Zarathustra, cit., Prólogo, p. 274.
2001], 77 Ibid., Parte 2, «De los grandes acontecim ientos», p. 154.
75 R udolf Zaehner, M ysticisim Sacred and Profane, Oxford, Oxford University Press, ™ R. Gooding-W illiam s, Zarathustra’s D ionysian Modernism, cit., p. 274.
1961, pp. 28-29, En Virginia Woolf, «A Sketch of the Past», en Jeanne Schulkind (ed.), Mo- 7’ F. Kermode, The Sense o f an Ending, cit., pp. 93-104.

94 95
dad modernista, del «imaginaire» modernista. Hasta ahora nos hemos momentos transitorios son la piedra angular del vasto edificio arquitec­
ocupado únicamente de uno de ellos, del modernismo «programáti­ tónico de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, una obra deu­
co», en virtud del cual el rechazo de la Modernidad se plasma en la dora de la experimentación expresionista en cuanto al estilo, pero cuya
misión de cambiar la sociedad, de inaugurar una nueva época, de em­ concepción es profundamente modernista. En uno de sus pasajes más
pezar desde cero. Se trata de un modernismo que se presta a la retórica célebres, el narrador describe el repentino arrebato de éxtasis que le
de los manifiestos y las declaraciones, y alienta al artista o al intelec­ asalta al probar una magdalena -o , mejor dicho, al «recordar de forma
tual a colaborar de forma proactiva con movimientos colectivos para involuntaria» la misma sensación que experimentó en su juventud-. Se
provocar cambios radicales y emprender proyectos que transformen la le reveta «la esencia de las cosas [.. .1 fuera del tiempo» y se transforma
realidad social y los sistemas políticos. El artista o el intelectual carga­ fugazmente en «un ser extratemporal»84. Según Zaehner, se trata de un
do de modernismo programático pretende inspirar directamente esos ejemplo espontáneo de «la experiencia mística natural» que los budistas
movimientos y actuar como el catalizador que precipita la transforma­ zen denominan satori*5. A Virginia Woolf, esta sensación también le
ción histórica. resultaba familiar. Woolf distinguía aquella parte de la vida «que no se
No obstante, la evocación nietzscheana del «tiempo sin propósito» vive conscientemente» sino envuelto en «una especie de algodón inde­
nos permite vislumbrar un destello de ta otra forma que puede adoptar finido», de los «momentos del ser», que revelan que los seres humanos
el rechazo modernista de la Modernidad, a saber, el cultivo de momen­ se encuentran conectados dentro de un esquema mayor. Es como si «el
tos especiales en los que se produce un Aufbruch puramente interior, mundo entero fuera una obra de arte; y nosotros formáramos parte de
espiritual, en los que desaparece la intención de hacer época, de «crear ella»; «somos las palabras, somos la música, somos la cosa en sí»K6. Para
un mundo nuevo». En este caso, la decadencia de la Modernidad ge­ los que defienden la existencia de las experiencias místicas la realidad
nera una prolongada sensación de desorientación e irrealidad inte­ superior sólo se puede aprehender cuando el mundo se percibe de este
rrumpida por algunos fugaces episodios de unión espiritual con una modo. Según Nicole Urquhart, en esos momentos un individuo
realidad «superior», lo que T. S. Elliot llamaba «el momento abando­
nado, dentro y fuera del tiempo»“0. Nosotros llamaremos a este tipo de no sólo es consciente de sí mismo [sic] sino que alcanza a vislum ­
modernismo artístico que gravita alrededor de experiencias inespera­ brar su conexión con una pauta m ayor escondida tras la opaca super­
das e insostenibles de la luminosidad del ser, «epifánico»81, basándo­ ficie de la vida cotidiana, Al contrario que los momentos de no ser,
nos en el término «epifanía» tal como lo empleaba James Joyce para en los que el individuo vive y actúa inconscientemente, como si es­
describir estos momentos de revelación mundana82. tuviera dormido, el momento del ser le abre la puerta a una realidad
Toda una hueste de novelistas, poetas, pintores y pensadores moder­ escondida“7.
nos han dedicado su creatividad a dar forma a la inesperada suspensión
de la anomia de la Modernidad que provoca la repentina sensación de Se podría decir que Kafka es el paradigma del «modernismo epifá­
«encontrarse fuera» del tiempo normal -« en estado de éxtasis», si nos nico», un personaje que habitaba un universo creativo en las antípodas
atenemos al significado estrictamente etimológico de la palabra-. Según de la visión panorámica de la condición humana que Zaratustra con­
la terminología que propone Frank Kermode, por ejemplo, son momen­
tos en los que el tediosísimo chronos del «tiempo de la espera» cede por m ovem os (epifánicos) para que el segundo se im ponga sobre el prim ero es uno de los m o­
arte de magia al kairos, «un espacio temporal preñado de importancia, tivos principales üe! capitulo titulado «Fictions», pp. 35-64.
“ Maree! P ro u st,/! la reche rche du tem ps perdu, París, Gallim ard, 1945, volum en 3,
henchido de un significado derivado de su relación con el final»83. Estos p. 871 |cd. casi.: En busca del tiem po perdido, M adrid, Alianza, 1998],
115 R. Zaehner, Mysticism Religious a nd Profane, cit., p. 55. El capítulo 4 (pp, 50-83)
* T. S. Eliot, «The Dry Salvages», en The Four Quartets III [1941], en The Complete está dedicado al análisis de las experiencias místicas naturales de Proust y de Arthur Rim-
Poems á Plays. T. S. Eliot, Londres, Faber & Faber, 2004, p. 190 [ed. cast.: Cuatro cuar­ baud, muy relacionadas con el «m odernism o epifánico» que estam os estudiando, en especial
tetos, M adrid, Cátedra, 19901. con el peculiar concepto de trascendencia que cultiva, tan alejado de los objetivos del
* Alusión a la novela de M ilan Kundera, The Unbearable Lightness o f Being, Londres, m odernism o program ático, que pretende inaugurar una era y una sociedad com pletam ente
Faber & Faber, 1984 [ed. cast.: La insoportable levedad del ser, Barcelona, Tusquets Edito­ nuevas dentro del tiem po histórico.
res, 1985], 8t’ Virginia Woolf, «A Sketch of the Past», en Schulkind, M om ents o f Being, cit., pp.
s- Jam es Joyce em plea este térm ino en la novela Stephen Hero [19441 [ed. cast.: Ste­ 70-72. M oments o f Being es adem ás el título de la biografía postum a de Virginia Woolf
phen el héroe, Barcelona, Lum en, 1984], publicada en 1941.
85 F. Kermode, The Sense o f an Ending, cit., p. 47. La distinción entre eronos, el tiem po 87 Nicole Urquhart, «Moments of Being in Virginia W oolf’s Fiction». en [http://w riting.
linear y entròpico, y kairos, el especial y revelador, y los esfuerzos realizados por los artistas colostate.edu/gallery/m atrix/urquhart.htm l (página visitada el 21 de julio de 2005).

96 97
templaba desde lo alto de su montaña. El universo kafkiano es un tos disfruto de la libertad de movimiento de la que carezco aquí, en
universo de reflexión atormentada, de una ambivalencia profunda y otro nivel»91.
tragicómica. Un universo en el cual la realidad superior, puramente En sus «Reflexiones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y
espiritual, que sólo alcanza a divisar, embelesa y atormenta al mismo el verdadero camino» evoca uno de esos «buenos momentos»;
tiempo. Zygmunt Bauman observa que «la vida de Kafka, como la
vida moderna, es una vida intermedia: intermedia en el espacio, inter­ No es necesario salir de casa. Quédate sentado a la mesa y presta
media en el tiempo, intermedia en todos los momentos fijos y lugares atención. Ni siquiera prestes atención, sólo espera. Ni siquiera esperes,
establecidos que, gracias a su fijeza, ostentan una dirección, una fecha quédate en silencio y a solas. El mundo se te ofrecerá a fin de revelarse
o un nombre propio»88. Kafka dedicó su extraordinaria energía crea­ a sí mismo: no podrá remediarlo. Se retorcerá ante ti extasiado92.
dora a la exploración metafórica, con un desprecio casi absoluto del
éxito o del impacto que pudiera tener su obra, de las aportas de la
existencia cotidiana en las que se sentía atrapado, aunque los barrotes L as m e m b r a n a s p o r o s a s d e l o s m o d e r n is m o s
de la jaula en la que se encontraba estaban lo suficientemente separa­
dos como para escapar de haberlo deseado89. Cuando los historiadores culturales hablan de las distintas combi­
Entretanto, permaneció en una vigilia constante, atento a esos mo­ naciones de modernismo que acabamos de definir, el «programático»
mentos efímeros en los que se le revelaba misteriosamente una armo­ y el «epifánico», parece que se tratara de fenómenos aislados. Así, si
nía escondida o un propósito más elevado. Kafka no pedía que suce-. bien Malcolm Bradbury y James McFarlane sostienen que «el activis­
dieran «milagros» ni que el escenario de la vida contemporánea se mo era un componente esencial del modernismo» y que este espíritu
«iluminase», pues para él «cada día es un milagro»: «El escenario no se resumía en la tendencia de algunos artistas a promulgar sus princi­
está a oscuras. De hecho, lo inunda la luz del día. Por eso los seres pios estéticos en forma «de programa y de manifiesto»93, en la misma
humanos tienen que cerrar los ojos y no ven nada»1*’. Cuando los «mo­ antología editada por ellos hay un ensayo de Richard Sheppard sobre
mentos del ser» le pillan desprevenido es cuando vive los «tiempos la «crisis de lenguaje» característica de gran parte de la poesía moder­
felices» o los «buenos momentos», a los cuales alude en una entrada nista, una crisis que ilustra a la perfección La carta a Lord Chandas de
de su diario de 1922, cuando la tuberculosis que padecía se encontraba Von Hofmannsthal,J4. Sheppard explica que en este libro el poeta ex­
ya en una fase muy avanzada. En este texto discute (consigo mismo) presa por boca de su alter ego su «pesimismo con respecto a la posibi­
la sensación de abandono y de aislamiento con respecto a los demás lidad de revivificar el lenguaje» y, por tanto, de crear obras artísticas.
seres humanos, sus iguales, una situación que atribuye al hecho de que En este contexto el artista se siente condenado a vivir en una época en
su principal fuente de alimento [Hauptnahrungj no es la sociedad, la que la armonía del mundo se ha perdido irreparablemente, por haber
sino «otras raíces que respiran otro aire», y afirma desafiante que nacido demasiado tarde:
«aunque estas raíces se marchiten, son mucho más resistentes». Esto
significa que se encuentra atrapado entre la atracción que siente por Eliot, Yates y Rilke parecen empeñados, como Hofmannsthal, en
«su mundo» y la que emana del «mundo de los seres humanos». La proteger la sensación de eternidad que habita en los pocos fragmentos
mayor parte del tiempo, sin embargo, se encuentra «en otro lugar», de
forma que la perspectiva de depender de los demás para obtener una
sensación de realidad supondría encontrarse completamente perdido, 1,1 K afka Project, Diaries and Travel Diaries, volumen 12, entrada correspondiente al
19 de enero de 1922, en [http://kafka.org/index.php7hl2] (página visitada el 21 de julio de
una «ejecución inmediata». De hecho, los que le aman lo hacen por­ 2005).
que se encuentra «abandonado». Sienten que «en mis buenos momen­ 92 Franz Kafka, «Betrachtungen Uber Sünde, Leid, Hoffnung und den wahren Weg», en
Max Brod (ed.), Franz Kafka. Hochzeits-vorvereitungen a u f dem Lande und andere Prosa
aus dem Nachlaß, Fráncfort del M eno, Fischer, 1980, p. 40 [ed. cast.: Cuadernos en octavo;
“* Z. Bauman, M odernity and Ambivalence, cit., p. 183. seguidos de reflexiones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el verdadero camino,
m Kafka Project, Diaries and Travel Diaries, volumen 12, entrada del diario correspon­ M adrid, A lianza, 19991.
diente al 13 de enero de 1922, en [http://kaíka.org/index.php?hl2] {página visitada el 21 de n M alcolm Bradbury y Jam es M cFarlane, «Movements, M agazines and Manifestos:
juSio de 2005). The Successsion from N aturalism », en Bradbury y M cFarlane, Modernism, 1890-1930, cit.,
1"’ Conversación con Gustav Janouch entre 1920 y 1924. Se cita en Gustav Janouch, p. 192.
Gespräche mil Kafka, Aufzeichnungen un Erinnerungen, Fráncfort de! M eno, Fischer, 1968, ,4 Hugo von Hofm annsthal, The Lord Chandos Letter and O ther Writings, Nueva York,
p. 38 [ed. cast.: Conversaciones con Kafka, Barcelona, Destino, 1997], New York Review of Classics, 2005 [ed. cast.: Una carta, Valencia, Pre textos, 2008],

98 99
del pasado que quedan, pues consideran que sin ella todo sería oscuri­ trada de su diario escrita tres días antes de mencionar la nueva cábala,
dad, a b u r r im ie n to y desesperación9’’. Kafka explica que acaba de sufrir una especie de crisis nerviosa, que
sus realidades interior y exterior se encuentran totalmente desincroni-
Una vez que, a juicio de estos tres poetas, la realidad se ha frag­ zadas, divorciadas: «Los relojes no se ponen de acuerdo. El reloj inte­
mentado hasta tal punto que el lenguaje ha perdido incluso su capaci­ rior se acelera de forma diabólica o demoníaca, inhumana en cualquier
dad para expresarla de forma adecuada, el modernismo programático caso, mientras que el exterior avanza vacilante a un ritmo normal». No
pierde su razón de ser. Sin duda se puede incluir a Kafka en esta cate­ obstante, tiene la sensación de que si consigue evitar que «la parte más
goría de escritores. Pero el caso de Kafka, además de servir de ejem­ pequeña» se hunda, será capaz de dejarse arrastrar por esta «persecu­
plo del éxtasis que se siente al experimentar «la sensación de eterni­ ción», este «ataque a la última frontera terrenal»'’7. Resulta significati­
dad» cuando se levanta el velo, también ilustra a la perfección lo vo que este último ataque al mundo material no es sólo el ataque de
erróneo que sería considerar que el «modernismo epifánico» se en­ alguien ajeno a él, sino que además ni siquiera depende de él: se deja
cuentra herméticamente sellado, aislado del compartimento de su con­ arrastrar por él.
trapartida «programática». Como se verá a lo largo de este libro, la La ambición de los modernistas programáticos está hecha de una
división que existe entre ambos tipos de modernismo es similar a los pasta más resistente. Proyectan una nueva visión, una nueva tempora­
barrotes de la celda de Kafka: los artistas incluidos en una de estas lidad ideada en lo más profundo de su mundo interior, sobre la «histo­
categorías a veces muestran rasgos de la otra, o incluso pasan en oca­ ria», buscan vías utópicas para que la sociedad se encuentre en armo­
siones de un extremo al otro. Se trata de una pauta de comportamiento nía y en sincronía con esa nueva visión, y no atacan las fronteras
que ya detectamos en el caso de Julius Evola, un hombre que pasó del terrenales, sino la ciudadela de la decadencia. Después de la Primera
dadaísmo a una forma muy peculiar de fascismo, así como en su ad­ Guerra Mundial, el arquitecto Walter Gropius afirmaba que «el artista
mirador Gottfried Benn, que se convirtió al nazismo y después regresó actual vive en una era de disolución y desorientación. No tiene ningún
a! refugio seguro de la poesía apolítica. apoyo. Las formas antiguas están en ruinas». Sin embargo, estas pala­
La permeabilidad de las membranas que separan las dos esferas de bras formaban parte de un discurso pronunciado en el congreso del
ia actividad modernista explica por qué el ojo de la tormenta de ideas Consejo Mundial del Arte de Berlín en el que dejaba bien claro que
que Nietzsche lanzó contra los bastiones de la Modernidad, en una creía ciegamente que su misión era contribuir a formular «la nueva
efusión de literatura cuyo objetivo era provocar una revolución de la forma» del «espíritu humano antiguo» invalidado por la historia, y «el
conciencia europea, lo formaban unos cuantos «momentos del ser» nuevo orden» que resurgiría de las cenizas del antiguo9*. El pesimismo
aislados. Este mismo fenómeno explica que Kafka contemplara fugaz­ de sus declaraciones, de esta especie de manifiesto, es un pesimismo
mente en su diario la posibilidad de que en el núcleo de su intensa «fuerte», el nihilismo es «activo» y la tendencia destructiva es «crea­
experiencia de irrealidad se encontrara el meollo de un punto de vista dora». Son el resultado del socialismo visionario de Gropius, una teo­
judío sobre la Modernidad de una gran resonancia potencial que, «si ría política que le hizo convencerse de que la sociedad se podía rege­
no fuera por el sionismo», podría «convertirse en una nueva doctrina nerar con ayuda de la arquitectura y del diseño, y que le convertiría,
esotérica, en una cábala». Si Kafka no desarrolló más a fondo este como director de la Bauhaus, en el arquitecto más visionario de su
razonamiento tan atrevido fue porque consideraba que hacía falta «un época, la materia con la que se fabrica el Modernismo.
don casi sobrenatural para encontrar en los siglos anteriores las raíces
Ide este movimiento] con el fin de renovarlas»96.
En el caso de Kafka, el enorme abismo que existe no sólo entre el E n b u s c a d e l m o d e r n i s m o d e l f a s c is m o
«tiempo de la vida» y el «tiempo del mundo» de Hans Blumenberg,
sino entre el tiempo interior y el exterior, frustraba cualquier intento Quizá la diferencia entre el modernismo epifánico y el programáti­
de fundar o aún de unirse a un movimiento transformador. En una en- co sea en última instancia una diferencia de temperamento. En otra
entrada de su diario, Kafka emplea una metáfora alucinante para evo-
Richard Sheppard, «The Crisis o f Language», en Bradbury y M cFarlane. M oder­
nism. 1890-1930. d t „ p. 324.
Kafka Project, Diaries and Travel Diaries, volum en 12. enlrada del diario correspon- 1,7 ibid.
diente cl 16 de enero de 1922, en [http://kafka.org/index.php7hl2J (pagina visitada el 21 dc ™ Walter Gropius, «Ja! Stimmen des Arbeitrates für Kunst in Berlin» (Berlin, 1919), se
julio dc 2005). cila en C. Wilk, «Introduction: W hat was Modernism?», cit.. p. 11.

100 101
car las diferencias extremas que existen en el modo en que los indivi­ yor alcance. Esta tendencia ha sido reforzada por el hecho de que,
duos reaccionan al «desastre» de la Modernidad: sobre todo en el ámbito de la poesía y la literatura, esta rebelión se
expresó a través del cultivo de momentos estéticos o espirituales subli­
Con la visión mermada de una perspectiva puramente terrenal, nos mes que destacaban como destellos sobre un cielo oscurecido, y que
encontramos en la misma situación que los pasajeros de un tren que ha expresaban una sensibilidad que, en general -aunque con algunas ex­
tenido un accidente en medio de un túnel, en un punto en el que ya no cepciones notables-, era totalmente ajena al espíritu del fascismo o del
se vislumbra la luz de la entrada y la de la salida es tan débil que hay nazismo. Por eso en la mayoría de las fuentes secundarias el moder­
que buscarla continuamente, porque viene y va. Ni siquiera sabemos a nismo se interpreta en cuanto fenómeno apolítico cargado de ambiva­
ciencia cierta dónde está la entrada y dónde la salida. Debido a la lencias derivadas de su naturaleza «dialógica».
confusión o a la sensibilidad extrema de nuestros sentidos, podemos Como veremos en los capítulos 5 y 6, algunos historiadores de la
ver criaturas de otro mundo y un juego de imágenes caleidoscópico, pintura y la arquitectura, y muchos historiadores de la cultura han am­
fascinante o agotador, según el humor y las heridas de cada uno. pliado la profundidad del campo de sus estudios para poder analizar el
«¿Qué debo hacer?» o «¿Por qué debo hacerlo?», son preguntas que nexo que conecta en distintos planos el arte modernista, sobre todo en
uno no se plantea allí dentro". su variedad programática, con los movimientos no artísticos de reno­
vación social y política. Sin embargo, incluso estos estudios se dejan
Los modernistas programáticos eran más propensos que los epifáni- llevar por una tendencia general a centrarse en la afiliación socialista
cos a quedarse fascinados con la Modernidad, en lugar de agotados, y a o comunista de los artistas y pasan por alto las abundantes pruebas que
sentir la necesidad de formular proyectos trascendentales en busca de la demuestran que existió cierta connivencia entre los modernistas y las
modernidad alternativa que se encontraba en el extremo del túnel opues­ formas políticas ultranacionalistas y racistas. Así, incluso en las publi­
to al de la decadencia. Hasta 1914, millones de seres humanos en apa­ caciones más «vanguardistas» que han aparecido sobre el tema, toda­
riencia ontológicamente estables que, como el sirviente de La partida vía se entiende el modernismo como un fenómeno cultural que tiene
de Kafka100, no oían las trompetas que les llamaban a emprender un una afinidad natural con los fenómenos sociopolíticos de izquierdas. A
«viaje realmente impresionante» cuyo destino era «lejos-de-aquí», so­ diferencia de ellos, nosotros postulamos que el modernismo es una
brepasaban de largo en número a los modernistas de ambas categorías. fuerza palingenésica capaz de expresarse directamente por medio de
Desde una perspectiva modernista, eran los sonámbulos «hombres movimientos sociopolíticos de izquierdas o de derechas, sin media­
modernos»101 o «últimos hombres» de Nietzsche. «Saltando como una ción estética.
pulga en una Tierra que encoge»102, se las arreglaron para acostumbrarse Para ilustrar este razonamiento, recurrirem os a la descripción que
a llevar vidas aparentemente adaptadas a la modernidad, olvidando la ofrece Christopher Wilk de este movimiento en la introducción al
profunda crisis cultural que, según ambos tipos de modernistas, socava­ catálogo de la exposición sobre modernismo que se celebró en Lon­
ba ios fundamentos espirituales y sociales de la época. dres en 2006. Wilk sostiene que el modernismo era «una colección
A estas alturas, deberían empezar a aclararse algunos aspectos de de ideas sueltas» que abarcaba distintos movimentos y estilos en
nuestro proyecto y a aflojarse ciertos nudos aporéticos y paradójicos. muchos países, sobre todo en algunas ciudades clave de Alem ania y
Si la yuxtaposición de «modernismo» y «fascismo» todavía suena su­ Holanda, en París, Praga y, posteriormente, en Nueva York.
rrealista y discordante, es en gran medida porque los historiadores
tienden a centrarse en las manifestaciones artísticas de la rebelión mo­ Todos estos lugares fueron el escenario de la adhesión a lo nuevo
dernista contra la decadencia, ignorando los profundos vínculos que y de un rechazo de la historia'y de la tradición igual de estrepitoso; del
existen entre dicha rebelión y otros fenómenos sociopolíticos de ma­ deseo utópico de crear un mundo mejor, de reinventar el mundo desde
cero; de una creencia casi mesianica en el poder y el potencial de la
máquina y en la tecnología industrial. [...] Todos estos principios se
99 Franz Kafka, entrada de su diario correspondiente a 1917-1918, en H einz Politzer
(ed.), D as Kafka Buch, Fráncfort del M eno, Fischer, 1965, p. 247. combinaban con frecuencia con opiniones sociales y políticas (en su
100 Véase Introducción. mayor parte de tendencia izquierdista) que sostenían que el arte y el
11)1 Nietzsche, «Schopenhauer as Educator», cit., p. 169. diseño podían y debían transformar la sociedad103.
102 Véase Nietzsche, Thus Spoke Zaraihustra, cit., Prólogo, p. 46: «La Tierra se ha vuel­
to pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hom bre, que todo lo empequeñece. Su
estirpe es indestructible, com o el pulgón; el últim o hombre es el que m ás tiempo vive». 103 C. Wilk, «Introduction: W hat was M odernism ?», cit., p. 14.

102 103
En este texto hay dos afirmaciones que llaman la atención. En primer dinámica psicológica y social del modernismo en su intento por alcan­
lugar, está claro que la definición de Wilk elude las divisiones existentes zar la liberación epifánica de la maldición de la Modernidad y por
entre fas distintas disciplinas y, de acuerdo con las tesis de Ekstein, Ber- buscar soluciones utópicas programáticas que pudieran acabar con la
man y Osbome, ofrece un concepto del modernismo en cuanto fuerza decadencia de una vez por todas. Para llevar a cabo ambas búsquedas
que arrasa la limitada frontera de lo estético, si bien todavía postula que no sólo había que retirar el velo de la historia con el fin de vislumbrar
el modernismo es un fenómeno principalmente estético y cultural. En la realidad trascendental que se esconde detrás, sino que además era
segundo lugar, afirma que existe una relación predominante entre la necesario reencauzarla, como si de un río inmenso y salvaje se tratara,
creatividad modernista y la política de izquierdas. El artículo de Chris- para poder inaugurar una nueva era y una nueva modernidad. Por con­
tina Lodder sobre el utopismo modernista que aparece en el catálogo siguiente, dedicaremos el próximo capítulo a investigar la relación del
después de la introducción se basa en las mismas premisas. Lodder sos­ modernismo con una paradoja antiquísima o, quizá, la aporía definiti­
tiene que el modernismo «tiende un puente entre la afirmación y el re­ va: el deseo de inmortalidad ante la certeza humana, una epifanía ne­
chazo de la modernidad, un puente de visiones espirituales, de actitudes gativa característica de nuestra especie, de nuestra muerte física en el
dionisiacas y racionalistas con respecto a la era de las máquinas, a las tiempo individual, lineal. Nuestro nuevo itinerario no com enzará en
versiones comunistas y socialistas de una ideología política radical»1'14. el ámbito del arte o del pensamiento, sino en el reino del ritual político
Una vez más, la derecha se queda fuera de la foto, y se considera que el y social, en apariencia muy alejado de las\fingustias y los éxtasis típi­
denominador común entre, por ejemplo, el constructivismo y el bolche­ cos de la «destrucción creadora» modernista. Sin embargo, como se
vismo es el utopismo, no el modernismo. demostrará, es precisamente la persistencia del comportamiento litúr­
El cometido de este libro es ofrecer una interpretación sinóptica gico en la era moderna, el modo en que las crisis sociales parecen
alternativa a las que se pueden encontrar en la actualidad, a las que alentar la intensificación de las actividades rituales en lugar de erradi­
acabamos de mostrar. Postulamos que el modernismo no sólo es capaz carlas, io que nos ofrecerá algunas pistas vitales para entender la natu­
de colaborar con movimientos sociopolíticos, sino que se expresa di­ raleza de «la sensación existencial de no tener hogar» generada por el
rectamente en ellos sin mediación artística alguna, y que se puede ma­ torbellino de la modernidad. Además, nos ayudará a entender el meca­
nifestar tanto en los valores y en la política de la derecha como en los nismo por el cual los seres humanos «modernos» necesitan satisfacer
de la izquierda. Pensamos que, en general, los modernistas involucra­ lo que Habermas llama «la necesidad de consuelo» resultante de nues­
dos en proyectos políticos y sociales ultranacionalistas de renovación tra peculiar conciencia del tiempo, y la sensación de vulnerabilidad
de derechas -con la excepción de los futuristas italianos y de Ernst que la acompaña, buscando un refugio alternativo1111.
Jünger- no intentaron por todos los medios «reinventar el mundo des­
de cero», como sostiene Wilk, sino llevar a la práctica una utopía a
partir de elementos del pasado que ellos consideraban saludables. Esta
nueva configuración del modernismo, nuestro tipo ideal, es una herra­
mienta útil para comprender por qué el fascismo atrajo la lealtad de
algunos artistas de vanguardia, a saber, porque se podía establecer una
fuerte afinidad electiva entre los revolucionarios artísticos y los políti­
cos que rechazaban radicalmente el presente y anhelaban el nacimien­
to de una nueva época. Y lo que es más importante, permite interpretar
el fascismo en cuanto expresión del modernismo por derecho propio,
a pesar de que algunos de sus defensores adoptaran una actitud agresi­
va con respecto a algunas expresiones estéticas del modernismo cuan­
do lo condenaban en cuanto expresión de la degeneración de la Mo­
dernidad en lugar de considerar que era una forma de curarla.
No obstante, antes de alcanzar esta fase de nuestra exposición, de­
bemos introducir un largo excurso con el fin de analizar la profunda

104 Christina Lodder, «Searchingfor Utopia», en C. Wiik, Mndernism 1914-1939, cit., p. 24. 1,15 Véase nota 3.

104 105
Ili

UNA ARQUEOLOGÍA1DEL MODERNISMO

El terror y la decadencia son dos elementos recurrentes del modelo


apocalíptico: la decadencia se suele relacionar con la esperanza de renovación.
Frank Kermode, El sentido de un final, 1966*.

Excavemos donde excavemos, debemos encontrar siempre el mismo río antiguo


y subterráneo que alimenta los arroyos de todo arte y de todo descubrimiento.
Arthur Koestler, The A ct o f Creation, I9 6 4 \

En la era neolítica ya existían ciaros indicios de las ideas de espacio, número,


vida, muerte y renacimiento que han conservado la misma forma simbólica a
través de los milenios siguientes.
Anthony Stevens, A riadne 's Clue, 19984.

L O S RITUALES DE LA MODERNIDAD

Una de las primeras teorías no marxistas que intentaron dar cuenta


del fascismo en cuanto fenómeno político, la que escribió el catedráti­
co de filosofía y religión Herbert Schneider poco después de que Mus-
solini inaugurara la era fascista, cuando todavía no se había nacionali­
zado americano, ponía de relieve la extraordinaria energía que el

1 Obviamente, en este contexto, el térm ino «arqueología» no se puede em plear sin tener
en cuenta las revolucionarias obras de M ichel Foucault, Las palabras y las cosas. Una ar­
queología de las ciencias humanas y La arqueología del saber. Por eso debo subrayar que
nosotros lo utilizarem os m etafóricam ente, sin las connotaciones técnicas foucaultianas.
2 Frank Kermode, The Sense o f an Ending [1967], Oxford, Oxford University Press,
2000, p. 9 [ed. cast.: E l sentido de un final, Barcelona, Gedisa, 2000],
3 A rthur Koestler, The A c t o f Creation [1964], Londres, Pan Bóoks, 1975, p. 391 [ed.
cast.: E l acto de la creación, Buenos Aires, Losada, 1965],
4 A nthony Stevens, A riadne ’s Clue. A Guide to the Symhols o f Humankind, Londres,
The Alien Press, 1998, p. 170.

107
régimen estaba invirtiendo en crear una «nueva religión»5. Esta obser­ -y, por tanto, de acuerdo con la creencia popular, «episodios reaccio­
vación se vería confirmada ampliamente durante las décadas siguien­ narios»-, o sencillamente «lavados de cerebro». Por su parte, los estu­
tes. El 18 de diciembre de 1935, por ejemplo, en los momentos más diosos marxistas siempre han afirmado que se trata de jugosos estudios
críticos de las tensiones internacionales suscitadas por la invasión ita­ de caso del fenómeno que Walter Benjamín denominó «estetización
liana de Etiopía, el Duce presidió una demostración de solidaridad de la política», un concepto que ha dado origen a toda una industria
nacional cuidadosamente orquestada: la «Giornata della fede», un ju e­ artesanal propia que estudia cómo el arte se utilizaba cínicamente para
go de palabras muy complicado que en italiano significa al mismo camuflar la actitud reaccionaria en los regímenes de derechas9. Con la
tiempo «el día del anillo de bodas» y «el día de la fe». Cientos de miles publicación de La sociedad del espectáculo, la obra del marxista situa-
de mujeres italianas, encabezadas por la reina en persona, donaron en cionista Guy Debord, se produjo un giro importante en la historia de
público sus anillos de boda para financiar la campaña con la que la batalla de la izquierda contra la política del espectáculo caracterís­
Mussolini pretendía volver a instaurar el Imperio romano en el cuerno tica del fascismo. Debord afirma que este racionalismo «inmensamen­
de África. A cambio, recibieron un anillo de metal. En retrospectiva, te irracionalista» es
está claro que estos anillos no tuvieron el valor simbólico que espera­
ban los propagandistas del régimen. una resurrección violenta del mita que exige la participación de una
Una vez en el poder, el Tercer Reich eclipsó incluso a la Tercera comunidad definida por pseudo-valores arcaicos: la raza, la sangre, el
Roma en su capacidad de escenificar un flujo constante de aconteci­ jefe. El fascismo es el arcaísmo técnicamente equipado. Su ersatz
mientos rituales en los que participaron cientos de miles de personas descompuesto del mito es retomado en el contexto espectacular de los
y que además se difundieron aprovechando el creciente poder del medios de condicionamiento e ilusión más modernos10.
cine y la radio. Uno de los momentos cumbre de la concentración
anual del NSDAP en Núremberg tuvo lugar cuando A dolf Hitler tocó Esta visión astu ta-au n q u e a nuestro juicio descabellada- se pue­
solemnemente las banderas nazis con la «Blutfahne», la bandera con de considerar el punto de partida de la siguiente etapa de nuestra
la esvástica presuntamente manchada con la sangre de los com pañe­ exploración de la jungla conceptual del «modernismo». La «inter­
ros que habían participado en el golpe de Estado frustrado de M u­ pretación sinóptica histórica» que estamos construyendo poco a poco
nich en 1923. La «Fahnenweihe» o «consagración de las banderas» en estos capítulos reinterpreta radicalmente la fusión de lo arcaico
sólo era uno de los incontables rituales recién inventados de la litur­ con lo moderno bajo los regímenes fascistas que Debord creía haber
gia continua de las rebuscadas «religiones políticas» de M ussolini6 y detectado, y la sitúa en un nexo causal distinto. Nosotros la sacamos
de Hitler7. del contexto m arxista en el que se la considera esencialmente una
El lugar que ocupa el aspecto ritual, litúrgico del fascismo dentro función del capitalismo reaccionario -e n su encarnación «terrorista»
de la modernidad es un tema muy controvertido8. En el pasado, los en lugar de liberal y «progresiva»- y la situamos en un marco con­
historiadores «empíricos» de ideología liberal tendían a restar impor­ ceptual que se centra en el modernismo revolucionario entendido
tancia a este tipo de episodios y a considerarlos propaganda totalitaria como fuerza que perpetúa elementos arcaicos de la conciencia hu­
mana. Esta definición revisada carga las tintas en el papel crucial que
5 Herbert W. Schneider, M aking the Fascist State, Nueva York, Oxford University desempeña la «resurrección del mito» y otros elementos aparente­
Press, 1928, p. 229. mente retrógrados, regresivos de la m odernidad occidental también
* Véase sobre todo Emilio Gentile, The Sacralization o f Politics in Fascist Italy, Cam ­
en sus manifestaciones de izquierdas. Después de todo, mientras las
bridge (MA), Harvard University Press, 1996; Mabel Berezin, Making the Fascist S e lf Itha­
ca. Nueva York, Cornell University Press. 1997. amas de casa italianas donaban sus alianzas a la causa sanguinaria de
1 La escuela anglófona de estudios fascistas todavía no ha alum brado una m onografía la ocupación fascista de Abisinia, en la Rusia soviética ya se organi­
exhaustiva en inglés que analice la religión política del fascismo que esté a la altura de la zaban desde hacía bastante tiem po desfiles para conm em orar el Pri­
obra de Klaus Vondung, M agic und M anipulation - Ideologischer Kuli and politische R eli­
gión ties Nationalsozialismus, Gotinga, Vandenhoeck and Ruprecht, 1971, o de la de Genti­
mero de Mayo, cada vez más elaborados, belicosos y cargados de
le, The ScwmUiation o f Politics in Fascist Italy. No obstante, se podrían escribir páginas y
páginas sobre las imágenes del Triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, y la dim ensión ’ Por ejem plo Sharon Stockton, «Aesthetics, Politics and the Staging of the World:
ritual del nazismo. W yndham Lewis and the Renaissanee-author», Twentieth Century Literature 20/2 (1996),
* Para el debate sobre la im portancia del concepto de «religión política» en los estu­ pp. 4 9 4 -5 15.
dios sobre el fascism o, véase Totalitarian M ovem ents and Political Religion 5/3 (20G4) y 1,1 Guy Debord, Society o f the Spectacle, Detroit, Black and Red, 1983, p. 110. La cursiva
6/2 (2005). aparece en el origina] |ed. cast.: U t sociedad del espectáculo, Valencia, [’re-textos, 2002}.

108 109
simbolismo. Estos desfiles se celebraban en M oscú y su finalidad era bólicos, que operan «como vehículos que nos sirven para dotar de
establecer relaciones primordiales entre la prim avera y la renovación significado en primera instancia al mundo que nos rodea; nos permiten
cíclica y la fuerza, y tenían la misma energía que los del Tercer Reich11. ver lo que vemos e incluso lo que somos». Los seres humanos «hacen
Las purgas de Stalin y los procesos organizados con fines propagan­ frente al caos de la experiencia que los rodea y lo ordenan» con ayuda
dísticos, además de ofrecer espectáculo, también tenían su parte ri­ de símbolos. Objetivamos y cosificamos las categorías simbólicas que
tual y espectacular. construimos hasta tal punto que creemos que son «un producto de la
No es menos desatinado pensar que en la actualidad la organiza­ naturaleza en lugar de creaciones humanas»13.
ción de espectáculos de carácter mítico es un monopolio de los regí­ En este sentido, existe un parentesco fundamental y una continui­
menes totalitarios. En junio de 2005, por ejemplo, se celebró en la dad histórica ininterrum pida entre los recargados rituales y símbolos
costa sur de Inglaterra el segundo centenario de la muerte de Nelson, que celebraban la divinidad de los faraones o que garantizaban la
la mayor «regata» internacional de barcos de guerra de la historia. Se rotación del sol para los aztecas, y las políticas teatrales, de culto, que
pretendía conmemorar así la victoria de los británicos sobre los fran­ los regímenes nazi y fascista utilizaron deliberadamente para crear
ceses en la batalla de Trafalgar y la muerte de su principal artífice y un nuevo orden. Ambos Estados se basaban en «políticas de espectá­
mártir. Uno de los momentos álgidos del espectáculo fue la «Drumhead culo» en las que el ritual estaba inextricablemente unido al poder,
Ceremony», un servicio religioso tradicional en recuerdo de los caídos aunque su finalidad no era mantener engañadas y en estado pasivo a
en la batalla que consiste en que los soldados desfilan formando tres las masas explotadas, com o sugiere Guy Debord. Su función era ha­
de los lados de un cuadrado hueco. El cuarto lado lo ocupan un m on­ cer creer a la población y al enemigo que los mitos cosmológicos
tón de tambores apilados en forma de altar, cubiertos con los colores que sustentaban el experimento fascista «total» de trasladar la heren­
del regimiento. Este rito mortuorio militar, diseñado ex profeso para cia m ítica de la Roma antigua a la Italia contem poránea o la tenta­
este día, alcanzó su clímax cuando se encendieron tres antorchas de­ tiva nazi de crear un imperio ario en Europa en pleno siglo xx, apro­
bajo del monumento a los caídos de la marina de Portsmouth, que vechando ambos la tecnología más novedosa de la que disponían,
simbolizaban según el comunicado de prensa oficial- «el recuerdo, eran reales.
el servicio y la esperanza». Las observaciones de Kertzer señalan la necesidad de llevar a cabo
una revisión exhautiva del concepto de «modernidad» o «antimoderni­
dad» de la rebelión activista contra la decadencia que emprendieron
U n a t e o r ía « p r im o r d i a l is t a » d e l m o d e r n is m o los «modernistas programáticos», y de considerar hasta qué punto su
impulso renovador debe reubicarse dentro de aspectos arquetípicos y
Tanto el Día de la Fe celebrado en Roma como el Ritual de la Ban­ perennes de la cultura humana. El t e l o s último de esta tarea, en esta
dera Ensangrentada de la concentración de Núremberg de 1938 o la fase de nuestra «metanarrativa reflexiva», es "la reformulación del tipo
«Drumhead Ceremony», son instancias de los «ritos de poder» que el ideal de modernismo ofrecida en el capítulo anterior de forma que in­
antropólogo social David Kertzer ha estudiado en profundidad. Kert- corpore el componente «arquetípico» del comportamiento simbólico
zer se apoya en argumentos sólidos para demostrar que las prácticas humano cuya existencia estamos tratando de demostrar. Nuestra tesis
rituales y las liturgias públicas al servicio de la representación de ideas es que existe una facultad humana innata que proyecta sobre los «he­
políticas, bien para legitimar su statu quo o para cuestionar su hege­ chos en bruto» de la realidad exterior una cantidad infinita de mode­
monía, desempeñan un papel central tanto en las sociedades modernas los, de símbolos, de propósitos fundamentales, todos ellos arraigados
como en las «tradicionales». En el núcleo de estas liturgias aparecen en un orden superior, inmanente o sobrenatural. Afirmaremos que esta
símbolos que constituyen una parte esencial «del tejido mítico que facultad arcaica ha seguido influyendo en los acontecimientos históri­
ayuda a estructurar y a entender el mundo político»12. Para cumplir cos a pesar de las condiciones aparentemente hostiles creadas por la
esta función actúan como formas especializadas de los sistemas sim­ secularización y el materialismo que se impusieron en el mundo euro­
peo a partir del siglo x v i i i .
11 En Iain Boyd W hyte, «Berlin, 1 M ay 1936», en Dawn Ades et al. (eds.), A rt and
Al afirmar que las teorías dél modernismo que se encuentran disponi­
Power. E um pe under the Dictators, ¡930-45, Londres, Hayward Gallery, 1995, aparece una
buena descripción de las celebraciones nazis del Prim ero de Mayo. bles en la actualidad se pueden complementar reconociendo el papel de-
12 David Kertzer, Ritual, Politics and Power, New Haven, Yale University Press, 1988,
p. 13. ,J Ibid., p. 4.

110 111
terminante que desempeñan las fuerzas mitopoéticas cuyo origen se pier­ L a n e c e s id a d d e u n « do sel sa g r a d o »
de en la noche de los tiempos, lo que intentamos es aplicar al vasto campo
del estudio de la modernidad y del modernismo una teoría equivalente al Existen varios puntos de partida posibles para comenzar a elaborar
«primordialismo» que Anthony Smith utiliza para explicar el nacionalis­ nuestro tipo ideal sincrético de la necesidad primordial humana de
mo. Los teóricos a los que Smith llama «modernistas» -término que en el crear «cultura» que desempeñó un papel formativo en la articulación
contexto en el que él lo emplea se encuentra por completo despojado de del modernismo. Nosotros hemos elegido la teoría del prestigioso so­
las connotaciones que tiene en este libro-, insisten en que el Estado na­ ciólogo Peter Berger quien, mucho antes de que el posestructuralismo
ción y la lealtad que le han profesado las masas en momentos clave de la empezara a deconstruir a conciencia la realidad humana - y los inten­
historia moderna son relativamente recientes. Por su parte, la teoría «pri- tos de conceptualizarla de los antropólogos- se quedó fascinado con
mordialista» sostiene que las distintas variantes de nacionalismo populista las técnicas rituales y cognitivas que nuestra especie utiliza para for­
que han dominado la historia contemporánea son herederas directas de los mar la sociedad y con sus incontables combinaciones. Escrito hace
profundos lazos afectivos de naturaleza étnica o cultural engendrados por más de cuarenta años, El dosel sagrado ofrece, según los criterios mo­
agrupamientos sociales (tribus, pueblos, civilizaciones, etc.) en los tiem­ dernos, una singular metanarrativa irreflexiva y nada autocrítica del
pos premodemos, agrupamientos que en retrospectiva se pueden conside­ «hombre» en cuanto ser que se encuentra «en desequilibrio» «consigo
rar «naciones» en estado embrionario. El propio Smith adopta una versión mismo» y se ve por tanto obligado a emprender una labor comunal
del primordialismo al afirmar que «las naciones están vinculadas a través constante, una labor material y simbólica, con el ñn de completar los
de la cadena de la memoria, del mito y del símbolo a un tipo de comuni­ procesos biológicos que le permiten vivir.
dad extendida y duradera, a una etnia, y este vínculo es el que les otorga Para Berger, el «mundo humano» es una herencia natural que tiene
su carácter único y la influencia que tienen sobre los sentimientos y la que construirse de forma artificial16. El resultado es un compuesto de
imaginación de tanta gente»14. creencias, prácticas y rituales englobados bajo el término «cultura»
Hay que subrayar que con nuestra reconstrucción de los mecanis­ que no sólo suministra la base de la supervivencia física, sino que
mos psicosociales primordiales (perennes, universales, arquetípicos) además garantiza a los miembros de la sociedad la certeza experi­
que subsume el modernismo no pretendemos ni mucho menos formu­ mental de que sus vidas forman parte de una realidad superior, una
lar una teoría antropológica general del «hombre». Sería una osadía realidad cuya cohesión se debe a un principio organizador, cósmico
por nuestra parte y una actitud disonante con respecto al estado extre­ y sobrehumano que Berger denomina el «nomos». Al menos en las
madamente reflexivo que esta disciplina tiene en la actualidad. Tam­ sociedades premodernas, la cultura asume una estructura cosmológica
poco es nuestra intención dar un salto atrás y adoptar las desacredita­ relativamente homogénea, estable y normativa que se manifiesta en un
das teorías del «inconsciente arquetípico» vinculadas a Cari Jung y a conjunto de pautas de creencia y de actuación matizadas y variopintas.
Joseph Campbell. En lugar de ello, y conforme al espíritu de la inter- Aunque esta cultura la han «construido» los húmanos colectivamente,
disciplinariedad15, nuestra intención es sincretizar un tipo ideal com ­ los que se encuentran inmersos en ella la experimentan como una rea­
puesto a partir de las tesis sobre la cultura humana expuestas por algu­ lidad vivida impuesta por una «tradición» cuyo origen es una realidad
nos expertos que se dedican a distintas especialidades. El punto en el eterna y metafísica. La coherencia de esta realidad no se concibe en
que todas estas teorías convergen es en la existencia del instinto de términos antropocéntricos, sino de forma «cosmocéntrica».
alcanzar la trascendencia y crear nuevos universos culturales innato en Berger explica que la función más importante de cada nomos cul­
el ser humano, un instinto que se activa sobre todo cuando el orden tural es su capacidad de actuar como un «escudo contra el terror»17
establecido se encuentra amenazado. -expresión que también emplea David Kertzer en su análisis de la
importancia del ritual político18- . Quizá Rainer Maria Rilke escribió
* Anthony Sm ith, Nations and Nationalism in a Global Era, Cambridge, Polity, 1995,
que la belleza del abrazo de un ángel es «el principio del terror» en el
p. 159. Para un análisis del «modernismo» com parado con algunas variantes del «primordia­
lism o», véase Ibid., pp. 30-41, y el capitulo «Primordialism and Perennialism», en Anthony
Smith, Nat ionalism and modernism. A Critical Survey o f Recent Theories o f Nations, Peter Berger, The Sacred Canopy. Elements o f a Sociological Theory o f Religion,
Londres, Routledge, 1998, sobre todo en pp. 345-159 [ed. cast.: Nacionalismo y m oderni­ Londres, Doubleday, 1967, pp. 4, 22, 2 7 'S ig u ien d o la costum bre de la época, en su ensayo
dad, Madrid, Istm o, 2001]. Nótese que Smith se muestra muy crítico con la aplicación de Berger utiliza el lenguaje m achista típico de las ciencias hum anas de entonces [ed. cast.: El
ambos enfoques de forma unilateral. dosel sagrado. Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona, Kairos, 19991.
J5 Véase «Apéndice. Algunos apuntes más sobre m etodología», en p, 515 del presente 17 Ibid., p. 22, 27.
volumen. 18 Kertzer, Ritual, Politics and Power, cit., p. 4.

112 113
famoso verso inicial de Las elegías de Duino -u n a de las crónicas resulta este mecanismo ahora: en su esencia reside el principio que
poéticas más importantes de la búsqueda humana de trascendencia en afirma que es mejor tener miedo de algo que de nada. En el primer
un mundo secularizado- porque la cultura europea de la época estaba caso sólo se siente amenazada una parte de ti, en el segundo todo tu
perdiendo sus propiedades protectoras. La cultura premoderna le pro­ ser, por no m encionar la monstruosa propiedad que es una parte intrín­
porciona al ser humano un refugio existencial en un cosmos desprovis­ seca e inseparable de lo incomprensible, de lo ilimitado debería decir.
to de finalidad espiritual intrínseca, un cosmos que si se contempla sin Y la angustia es auténtica y completamente incomprensible, ya que
la lente protectora del mito, hace que cualquier esfuerzo por crear sus causas se encuentran en las profundidades del pasado, y no sólo
cualquier obra duradera carezca de sentido. Más importante aún es del pasado del individuo (en este caso la tarea no sería imposible de
que cada nomos cultural -y ha habido muchos millares de ellos a lo resolver y la vida no tendría por qué ser necesariamente trágica), sino
largo de la historia- crea la ilusión de que la muerte se puede vencer del de la familia, el de la raza, la nación, los seres humanos y la pro­
situando «la vida del individuo en una trama de significados global pia naturaleza2t.
que por su naturaleza trasciende esa vida»19. Para los humanos el ais­
lamiento de la sociedad es la peor pesadilla, ya que los hunde «en un
mundo de desorden, ausencia de sentido y locura». «Al individuo la La e r o s ió n d e n u e s t r o « c ie l o pro tecto r»

anomia le resulta tan insoportable que puede darse el caso de que pre­
fiera incluso morir a tener que sufrirla»20. De acuerdo con la «interpre­ Sobre la base de esta «grand récit», Peter Berger ofrece su propia
tación sinóptica» de la condición humana de Berger, la religión en sus versión de lo que Koselleck definiría años después como la «temporali-
múltiples formas se originó cuando el nomos socialmente construido zación» de la historia. Berger observa que la ruptura del dosel sagrado
se «hizo cósmico» y la comunidad lo proyectó en el universo como en Occidente condujo inevitablemente a una «transformación revolu­
orden superior, colocando así un «dosel sagrado» sobre el abismo de cionaria de la conciencia» relacionada con la modernidad. Llegado el
la ausencia de significado. Así, lo opuesto a lo sagrado no es sólo lo momento en que las cifras, cada vez mayores, no permitían experimen­
profano sino, en un nivel más profundo, el caos, el indicio de la nada. tar la historia como una «teodicea» -la reivindicación de la bondad de
El hecho de que en las cosmologías premodernas se repita tantas veces los planes de Dios para la humanidad a pesar de los males que en apa­
el motivo del cielo como una bóveda que se sostiene conforme a un riencia le inflige o permite-, se inauguró una «era de revoluciones» y, en
principio ordenador cósmico para que funcione como un «firmamen­ consecuencia,'se consideró por primera vez que la «nomización» de
to» sobre el que se apoya la existencia humana expresaría un anhelo de Berger ocurría gracias a «las acciones humanas en la historia»23.
certidumbre metafísica más que astronómica21. La interpretación de Berger del impacto que ejerció la moderniza­
Entre las abundantes notas que Samuel Beckett dejó sobre su pro­ ción en la necesidad humana de refugiarse de la anomia otorga una nue­
pia condición ontològica encontramos una de las expresiones más va dimensión a la exhaustiva investigación que llevaron a cabo Cari
acertadas de la diferencia que existe entre el terror pasajero, racional, Jung y sus acólitos -u n a investigación que tiene un valor al margen de
objetivo y la angustia primordial del vacío, la finitud o la absurdidad su errónea interpretación posterior- con el fin de demostrar que existen
cósmica en que se inspira: una serie de «arquetipos» de simbología y mitopoética que estructuran
los esfuerzos que realizan los humanos para interpretar el mundo. Otro
Así es como la angustia empieza a crecer y [comienza] a transfor­ junguiano, el psiquiatra Anthony Stevens, establece explícitamente la
marse una vez más en ese dolor antiguo y familiar. Qué translúcido me premisa de este tipo de investigación en la introducción a Ariadne ’s
Clue, una «Guía panorámica de los símbolos de la humanidad»: «Toda
19 P. Berger, The S a cred Canopy, cit., p. 54. experiencia esencial de la existencia humana se representa por medio de
20 Ibid., p. 23. Berger em plea el térm ino «anom ia» basándose en el análisis de la m o­
dernidad de Émile Durkheim.
21 Dos buenos ejemplos, muy ilustrativos, de esta proyección de la raigam bre existen­ 21 Se cita en M atthew Feldm an, Sourcing ap o retics: A n E m p irica l stu d y on p h ilo so p h i­
cial en el cielo son, por una parte, la im aginería relacionada con el dios egipcio Shu, que «se c a l influences in the develo p m en t o f Sam u el B ec k e tt’s writing, Oxford, Tesis doctoral inédi­
encarga de sostener e! cielo», en [http://w ww.touregypt.net/featurestories/shu.htm ] (página ta, Departam ento de Artes y H um anidades;O xford Brookes University, 2004, pp. 394-395.
visitada el 1 de diciembre de 2006) y, por otra, la Bughola o «bola de tierra» que sujetaban La cursiva es añadida. M atthew Feldm an, B eckett's B ooks: A C ultu ral H istory o f Sam uel
tres elefantes con sus espaldas. Se puede contem plar en el Museo de H istoria de la Ciencia B eckett's in te r w a r N otes, Londres y Nueva York, Continuum , 2006, es un estudio más ex­
de Oxford, en [http://w ww,m hs,ox,ac.uk/im ages/im age no. 156048], con núm ero de inven­ haustivo de la crisis ontològica que inspiró el singular m odernism o epifánico de Beckett.
tario 51703 (página visitada el 9 de noviembre de 2006). 23 P. Berger, The S acred C anopy, cit., pp. 79-80.

114 115
símbolos y relatos que, a pesar de su diversidad, se parecen de forma «matriz temporal» occidental que en tiempos fue muy homogénea pero
sorprendente entre sí, independientemente del lugar donde se hayan ori­ que después se erosionó-''. Como consecuencia de este fenómeno, el
ginado». Así, «el simbolismo es una lengua que trasciende la raza, la ser humano contemporáneo quedó «expuesto» al paso del tiempo se­
geografía y el tiempo. Es el esperanto natural de la humanidad»24. Sobre cular. La pérdida resultante de la dimensión suprahistórica significa
la base de una impresionante cantidad de pruebas empíricas que no sólo que ahora vivimos en «un tiempo de duración indefinida en el que
demuestran la universalidad de determinados motivos simbólicos reli­ incluso los símbolos tradicionales de trascendencia son claramente
giosos, leyendas y cuentos populares, sino también la existencia de mi­ temporales», y «las liturgias y las esperanzas de que se produzca una
tos que funcionan como común denominador de la organización social transfusión milenaria de gracia son meramente temporales». Los seres
de la cultura humana, Stevens considera que «lo más sensato es afirmar humanos modernos siguen ofreciendo sacrificios y peregrinando, pero
que la propensión a crear [estos mitos] se encuentra implícita en la men­ la mayoría de los sacrificios se ofrecen a «deidades humanas» y se
te y en el cerebro humanos»25. peregrina a «ciudades terrenales»30.
Los presupuestos metodológicos en los que se basa la teoría de los Otro ejemplo que concuerda con el análisis de Berger de la crisis
arquetipos de Jung, sobre todo los de su versión original aria26, se en­ existencial de la humanidad contemporánea lo encontramos en la vas­
cuentran en la actualidad casi tan desacreditados en el ámbito de la ta obra del intelectual rumano Mircea Eliade. En su búsqueda de la
antropología profesional como la metodología que empleaba Sir Ja­ trascendencia personal, Eliade apoyó a la Guardia de Hierro rumana y
mes Frazer en La rama dorada (1890), un estudio enciclopédico de se dedicó a practicar el yoga antes de emigrar a los Estados Unidos
los modelos mitológicos universales relacionados con la muerte y el poco antes de la guerra. Allí se convirtió en seguida en uno de los m a­
renacimiento. Aún así, parece ser que la etnografía, la antropología yores especialistas del m undo en los modelos sim bólicos universa­
social y la historia cultural han encontrado una cantidad impresionante les que hacen rebosar la cornucopia mundial de los mitos y los rituales
de pruebas que vienen a demostrar que la mente y el cerebro humanos religiosos. Uno de los puntos fundamentales de su «interpretación si­
poseen una propensión evolutiva a «nomizar» los hechos potencial­ nóptica» -interpretación que ha recibido duras críticas por su carácter
mente devastadores desde el punto de vista psicológico de su existen­ totalizador y rnctanarralivo'1- es que reconoce que el impulso genera­
cia biológica y a construir así complejas ficciones simbólicas del sig­ dor fundamental que subyace a la cultura humana es el imperativo
nificado de la vida. Además, se trata de una facultad que, a pesar de los ontológico de protegerse del «Terror de la Historia»32 manteniendo
efectos que la secularización ha ejercido en la imagen dominante del las creencias en un tiempo, un lugar y una historia sagrados, escru­
mundo, sigue infundiendo a la vida un significado trascendental y pro­ pulosamente aislados del mundo profano de la m ortalidad humana.
porciona al ser humano estrategias para reencantar el mundo, aunque Según Eliade, la mitopoética exige que el «homo religiosus» no cam­
para ello el dosel nómico se erija ahora dentro del proceso histórico, bie a pesar de la profunda secularización generada por la moderni­
no sobre él27. dad. Por tanto, aunque el «hombre moderno» haya perdido contacto
Mi primer intento, algo rudimentario, de estudiar la influencia de en gran m edida con el mundo de las realidades suprahistóricas e in­
este factor en la «psicodinámica» del fascismo aparecía en mi libro temporales en las que se fundaba la estabilidad y la cohesión de las
The Nature ofFascism, y se basaba en la teoría de la trascendencia que sociedades premodernas, aunque lo niegue de manera consciente,
Arthur Koestler ofrece en The Ghost in the Machine [El espíritu de la «todavía conserva una gran reserva de mitos camuflados y de rituales
máquina] (1970)28. El valor heurístico del enfoque de la cuestión pro­ degenerados»:
fundamente laico de Koestler se complementa a la perfección con el
análisis teológico de Richard Fenn, que defiende la existencia de una ” Véase Richard Fenn. Time Exposure, The Personal Experience o f Time in Secular
Societies, Oxford, Oxford University Press, 2000, capítulo 3.
30 Ibid., p. 115.
24 A. Stevens, A riadne's Clue, cit., p. 17. 31 En Bryan Rennie, Reconstructing Eliade. Making Sense o f Religion, Nueva York,
25 Ibid., p. 20. State University o f N ew York Press, 1996, se intentan recuperar aquellas tesis de las denos­
26 Véase Richard Noll, The Jung Cult, Nueva York, Simon & Schuster, 1994. tadas teorías de Eliade que todavía pueden ser de alguna utilidad para los antropólogos so­
27 En Jane Bennet, The Enchantment o f M odem Life: Attachments, Crossings, and ciales y los expertos en religión. S o b re to d o aquellas que tienen que ver con los patrones
Ethics, Princeton (NJ), Princeton University Press, se presenta una teoría más elaborada de perennes de la religiones, las cosm ologías y los rituales.
la persistencia de procesos de reencantam iento que se opone al «desencantamiento del mun­ 32 M ircea Eliade, The M yth o f Eternal Return, o r Cosmos and History [19541, Prince­
do» que postulaba M ax Weber. ton (NJ), Princeton University Press, 1971, capítulo 4, «El terror a la historia», pp. 139-162
-a Véase Roger Griffin, The Nature o f Fascism, Londres, Pinter, 1991, pp. I86-1S8. [ed. cast.: El m ito del eterno retorno, M adrid, Alianza, 2002],

116 117
En sentido estricto, la gran mayoría de la gente irreligiosa no ha
De acuerdo con la narrativa maestra de Berger, el impulso de dotar
conseguido liberarse del comportamiento religioso, de la teología y la
al cosmos de significado con el fin de ahogar el silencio metafísico se
mitología. A veces se quedan pasmados ante una parafemalia magico- considera una propiedad definitoira de nuestra especie, del «homo»
religiosa, que, sin embargo, ha degenerado hasta el punto de la carica­ erectus, faber, economicus, familiaris o sapiens. De hecho, si el curio­
tura y, por tanto, es difícil de reconocer33. so nombre de la subespecie «sapiens, sapiens», es decir, el de nuestra
«raza» de seres humanos, se entiende en el sentido de «consciente de
Estas explicaciones de la modernidad confirman lo que dice T. S. que sabe» y, por consiguiente, en un eufemismo de «consciente de que
Eliot en los Cuatro cuartetos: «El género humano no es capaz de so­ muere» (sapiens moriens), la tautología desaparece. El término se
portar demasiada realidad»34. La universalidad de los mundos simbó­ convierte en un sinónimo del denominado homo refiexivus y, por con­
licos vinculados a la «religión» y al «mito» que surgen de la actividad siguiente, del homo religiosas, del homo symbolicusx , del homo ritua-
cultural a lo largo de la historia humana indica -a l menos para los lis39, del homo sacer40, del homo utopicus o, el más importante en el
desencantados- que la existencia de propósitos definidos que rige la contexto presente, del homo transcendens*'. En resumidas cuentas, los
existencia humana ha dependido siempre de la capacidad mitopoética seres humanos tienen una necesidad intrínseca a su especie -u n impul­
y de los rituales colectivos cuya finalidad es crear un refugio, un «ho­ so, una voluntad instintiva- de trascender su propia e inexorable mor­
gar» donde la insoportable condición humana se pueda tolerar. Desde talidad, una proeza que sólo pueden llevar a cabo en el ámbito simbó­
la perspectiva de la ética evolutiva (una de las muchas perspectivas lico, con el poder de la mente, gracias a la extraordinaria creatividad
que se pueden adoptar), los seres humanos parecen estar «programa­ de su conciencia mitopoética, ritual y simbólica.
dos» cultural o incluso genéticamente para levantar un «cielo protec­
tor»35 esencialmente ficticio con el fin de cubrir el vacío metafísico de
los cielos. Después de todo, la sensación de que el cosmos tiene un La b ú s q u e d a d e l a t r a s c e n d e n c ia
propósito tiene un considerable valor de supervivencia para el «hom­
bre» en la medida en que le evita experimentarlo como la epifanía nega­ Podríamos haber utilizado otras explicaciones alternativas de la
tiva del «aislamiento y la finitud absolutos»16. Mucho antes de que el condición hum ana com o punto de partida de nuestras reflexiones
darwinismo hiciera desaparecer la frontera que separa a los seres hu­ acerca de la base primordial del modernismo, de las reacciones pa-
manos de los primates y enviara la religión a la papelera de reciclaje lingenésicas a la Modernidad. Una de ellas es la teoría de la «con­
de la cultura humana, el filósofo católico Blaise Pascal ya aludía a esta cepción logoterapéutica del hombre»42 del psicoanalista profesional
revelación negativa en sus Pensamientos (1660). «El silencio eterno de Viktor Frankl. A partir de sus experiencias con la muerte como su­
esos espacios infinitos me aterroriza»37. perviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Dachau
-donde perdió a algunos miembros de su fam ilia-, tras la guerra le
33 M ircea Eliade, The S a cred a n d the Profane. The N alure o f R eligión. The Significance
dio un nuevo enfoque a su teoría y acuñó el concepto de «logotera­
o f R eligious M yth, Sym bolism , an d R itual w ithin Life an d Culture, San Diego (CA), Har-
court Brace & Co., 1959, pp. 205-206 [ed. cast.: Lo sa g ra d o y lo profan o , Barcelona, Paidós, pia». El objetivo de la logoterapia es reactivar la capacidad de dotar
1998],
34 T. S. Eliot, «B um t Norton», The Four Q u artets [1935], en The C om plete Poem s an d 3" Véase Terence Deacon, The S ym bolic Species, Londres, Allen Lane / The Penguin
P la ys. T. S. E liot, Londres, Faber & Faber, 2004, p. 172. Press, 1997.
35 Véase Paul Bowles, The Sheltering Sky [1949], Harmondsworth, Penguin, 1990, p. 79. w Véase por ejem plo W endy Jam es, The C erem onial A nim al. A N ew P o rtra it o f A nthro­
36 Llegados a este punto, creo que es importante profundizar en una de las prem isas de pology, Oxford, Oxford University Press, 2Q03.
esta explicación de la condición humana, a todas luces evidente para aquellos que pertenecen 40 Giorgio Agam ben, H om o Sacer: S overeign P o w er a n d B are Life, Stanford (CA),
a cualquier comunidad de fe. Según esta premisa, se supone que detris de la miríada de cielos Meridian, 1998 (ed. cast.: H om o Sacer, Valencia, Pre-textos, 2006].
artificiales o de doseles sagrados creados para protegemos de la nada hay una «oscuridad ab­ 41 Cosim o Quarta, «Homo utopicus sive transcendens», en U topian Studies 12/2
soluta». Puede que entre los lectores de este libro haya algunos que crean fervientemente en (2001), pp. 174-187. Aquellos que piensan que el hombre necesita crear un mundo artificial
una forma de divinidad o en una realidad sobrehumana, y que por consiguiente estén conven­ para desarrollar en él su capacidad única de aniquilación de otras culturas han creado el
cidos de que la vida humana tiene un valor metafísico o valor en cuanto creación. Aún así, les térm ino «hom o pa th o lo g icu s» y los que piensan que el ser hum ano tiene una capacidad para
pido que tengan paciencia con mi razonamiento profano con la esperanza de que la explicación destruir su propio hábitat ecológico lo definen com o «h om o destructivus». Este último tér­
de la modernidad y del modernismo que resultará de él les ayude a comprender mejor la histo­ m ino lo utiliza el «ecofascista» apocalíptico Pentti Linkola.
ria contemporánea y la enorme presión que ejerce tanto en ta fe religiosa como en !a profana. 42 Véase Andrew Tengan, The Search f o r M eaning a s the B a sic H um an M otivation. A
37 Blaise Pascal, Pensées, Harmondsworth, Penguin, 1966, n.° 201, p. 95 [ed. cast.: Pen­ C ritica l E xam ination o f Viktor E m il F rank's L ogoth erapeu tic C on cept o f M an, Francfort del
samiento!:, Madrid, Alianza, 2004], M eno, Peter Lang, 1999.

118 119
a la vida de significado («logos») de todo aquel individuo que haya guíente, de ser a la vez un animal social y cultural, estamos condena­
padecido algún sufrimiento por medio de un acto de «autotrascen- dos a la consciencia de nuestra propia mortalidad, de forma que «en la
dencia» con el fin de vencer a la profunda tentación del nihilismo y condición básica de su humanidad se encuentra implícita la desespera­
de la autodestrucción43. En el curso de la investigación del funda­ ción y la muerte del significado del hombre»47. Al igual que Berger,
mento antropológico de su terapia, publicó Logos und Existenz ( 1951), Becker piensa que, en un acto de creatividad único en el reino animal,
obra en la que acuñó un nuevo epíteto para definir al «hombre», el los seres humanos han construido «sistemas de héroes» conforme a los
concepto de «homo patiens», que ponía de relieve la naturaleza pa­ cuáles los mortales se convierten en actores que viven su propio desti­
radójica de los esfuerzos que el hom bre realiza por encontrar una no en un orden sobrehumano y metafísico, con el fin de protegerse del
justificación a la existencia por m edio del sufrimiento, un fenómeno miedo derivado de la certeza de la propia finitud. Como resultado de
que Frankl denominó «patodicea»44. ello, a lo largo de la historia han ido apareciendo incontables sistemas
El sistema terapéutico de Frankl se basa en una profunda fe -u n a mitológicos, cosmológicos y religiosos que según Becker son «ficcio­
fe que había resistido al inimaginable sufrimiento físico y emocional nes» que «forman un ligero dosel que cubre este mundo desde los tiem­
que había padecido personalm ente- en la capacidad de los seres hu­ pos prehistóricos»48. Por eso piensa que todas las culturas son «distintas
manos «desheredados»45 por la modernidad de crear una fuente de variedades de negación heroica de la muerte», y su propósito esencial
significado alternativa para seguir viviendo, a pesar de haber sido pri­ es trascender la mortalidad4^. «El miedo innato y perenne a la muerte
vados de su «derecho de nacimiento» natural a un nomos tradicional. mueve [al hombre] a intentar trascender la muerte por medio de siste­
De la teoría de Frankl se deduce un concepto de significado muy cer­ mas heroicos y simbólicos estándar»5'1.
cano al que expresó Kafka en las conversaciones con su amigo Gustav Veinte años después, aunque la deconstrucción de las humanidades
Janouch: se encontraba en pleno apogeo, Zygmunt Bauman, el destacado so­
ciólogo de la modernidad que ya hemos citado con anterioridad, em ­
La verdad es lo que todo el mundo necesita para poder vivir, pero prendió la «atrevida» tarea, según sus propias palabras, de analizar
la verdad no se puede obtener o adquirir de ninguna otra persona. To­ las distintas «estrategias vitales» que inventan los seres humanos para
dos los seres humanos deben producirla constantemente a partir de su suprimir la conciencia de su propia muerte. Bauman relaciona esta
propio mundo interior. De lo contrario perecerían. Es imposible vivir conciencia con el momento original de reflexión que la tradición ju-
sin verdad. Quizá la vida y la verdad sean lo mismo46. deocristiana sitúa en el instante mítico en el que «los humanos proba­
ron la fruta del árbol del conocimiento» y fueron expulsados inmedia­
Con unas premisas muy parecidas, al menos en parte, a las de Ber- tamente del paraíso, un mundo en el que se sentían en casa, un mundo
ger y Frankl, y un talante deliberadamente «transdisciplinar», el psicó­ del que disfrutaban -aunque lo hicieran de forma irreflexiva- el resto
logo social Emest Bercker dedicó una enorme cantidad de energía in­ de los animales51. Desde entonces estamos condenados a existir, a vi­
telectual a efectuar una síntesis a partir de un amplio espectro de vir fuera, a no «ser». Bauman también piensa que la cultura es el me­
teorías de la cultura humana, con el fin de ofrecer una visión cohesiva dio que los intrusos de la naturaleza utilizan para obtener «trascenden­
del «animal humano». La metanarrativa que utiliza carga las tintas cia», la «permanencia y la durabilidad de la que carece por completo
sobre la profunda ambivalencia de nuestra impar autoconciencia. A la vida». La certeza de la propia muerte hace que «la permanencia se
cambio de la importancia y el poder debidos a nuestra condición de ser convierta en una tarea urgente, primordial, fuente y medida de todas
la única especie capaz de construir un mundo propio y, por consi-
41 E m est Becker, The B irth an d D eath o f M eaning. A n In terdisciplin ary P ersp ective on
4í Véase Viktor Frank!, M an ’s Search f o r M eaning, Londres, Simon & Schuster, 1959, the P roblem o f Man, Harmondsworth, Penguin, 1962, p. 143.
escrito en 1945, poco después de su liberación [ed, cast.: Et hom bre en busca d e sen tido, “ Ibid.
Barcelona, Herder, 2004], 4g Ernest Becker, E sc a p e fro m Evil, Nueva York, The Free Press, 1975,pp. 125-126.
44 Viktor Frankl, H om o Patiens. Versuch ein er Pathodizee, Viena, Deuticke, 1950. 5,1 Ibid., p. xvii. El consenso existente entre algunos sociólogos destacados justo des­
45 El motivo de los seres humanos «desheredados» en la modernidad aparece en el fa­ pués de la Segunda Guerra Mundial con respecto a la existencia del «terror primordial al
m oso poem a de Gerard de Nerval «El desdichado», publicado en 1854. Véase Erich Heller, vacío» revela la influencia del análisis existencialista de la condición hum ana que se puede
The D isin h erited M ind. E ssays in M o d ern G erm an Literature a n d Thought, Filadelfia, Du- encontrar en la obra de Jean-Paul Sartre, de Albert C am us y de Samuel Beckett,
four & S aifer, 1952. 51 Este estado «animal» inocente de los seres irreflexivos contrasta con los tormentos de
4,1 Gustav Janouch, G esp rä ch e m it Kafka. Aufzeichnungen und Erinnerungen [1954], la razón hum ana que aparecen en la octava elegía de Lus eleg ía s tie Duino, el libro de poe­
Francfort del Meno, Fischer, 1968, pp. 98-99. mas profundam ente m odernista que Rainer Maria Rilke concluyó en 1922.

120 121
las cosas, y, por consiguiente, la cultura funciona como una enorme
fábrica de trascendencia que nunca deja de producir»52.
E l denominador común de estas explicaciones de la existencia hu­
mana es que todas ellas proponen como principio que la sensación de
propósito y de significado trascendental es literalmente una necesidad
vital -d e naturaleza biológica y visceral- cuya finalidad es mantener a
raya el terror ontològico, paralizante y angustioso que se afianzaría in­
mediatamente si se experimentara la realidad sin un «nomos», sin una
sensación de trascendencia. Es probable que Kafka se refiriera a esta sen­
sación cuando hablaba en sus diarios de !a «ejecución inmediata» que
sufriría si no gozara de otro nivel de existencia suprapersonal y espiri­
tual5'. El objeto de este terror primordial no es únicamente la finitud fí­
sica, sino el hundimiento fenomenològico y subjetivo de un «mundo»
cargado de sentido que todo hombre o mujer está condenado a heredar
o a inventarse para poder vivir una existencia biológica plena.

E l m ie d o a C ronos

Espero que haya quedado claro que las teorías que afirman que la
cultura es un producto de los esfuerzos humanos por sobrevivir no
sólo físicamente sino psicológicamente en un cosmos indiferente im­
plican cierta distinción cualitativa de la experiencia del tiempo. Si afi­
namos un poco más, deberíamos afirmar incluso que estas teorías ad­
miten la existencia de una temporalidad dual en el núcleo experiencial
de la existencia humana. Después de todo, una de las propiedades de-
finitorias de la trascendencia es que la facultad mitopoética permite a
los individuos «elevarse más allá» de la temporalidad lineal de una
Figura 9. F rancisco de G oya, « S atu rn o |C ro n o | devorando a un hijo».
vida individual, efímera, irrepetible que se precipita hacia la extinción
eterna, y entrar subjetivamente a partir de ese momento en otro tipo de © Museo del Prado. Imagen reproducida por cortesía del Museo del Prado.

tiempo. Al menos desde un punto de vista laico, esta experiencia resul­


tante que admite tantas interpretaciones religiosas y místicas, parece que marcan los relojes (chronos); un «importante momento temporal
un «truco» de la reflexividad. Como si de una experiencia extracorpo- cargado de un significado que se deriva de su relación con el fin»
ral autoinducida se tratara, la sensación de trascendencia nos permite (¡cairos)5*, y el aevum, un tiempo «que no es ni eterno ni temporal», un
considerar que nuestra vida forma parte de una realidad mayor, que tiempo «en el que las cosas pueden ser eternas». Kermode señala que
estamos incluidos en un modelo de existencia que nos sobrevivirá y los romanos utilizaban la palabra aevum para traducir la palabra griega
que de este modo el dolor que produce la perspectiva de la pérdida aion, que quiere decir «el nuevo orden del tiempo», un nuevo decreto
total se neutraliza o por lo menos se adormece. histórico55. Aunque este esquema tripartito resulta muy útil desde el
En El sentido de un final, Frank Kermode hacía hincapié en la dis­ punto de vista heurístico en el contexto de su estudio de lo apocalípti­
tinción entre tres nociones de tiempo; el tiempo normal y corriente, el co en la literatura moderna, para que se amolde aún mejor a nuestra
investigación heurística de la temporalidad del modernismo es prefe-
52 Zygmunl Bauman, Mortality, imm ortality and Other Life Strategies, Stanford (CA),
Stanford University Press, pp. 3-4. La cursiva es añadida. 54 F. Kermode, The Sense o f an Ending, cit., p. 47.
53 Véase capítulo 2, pp. 100-101. 55 Ibid., p. 72.

122 123
rible sustituir al dios Cronos, el padre de Zeus, la personificación del thropology ofTim e [La antropologia del tiempo]. Geli hace una seria
tiempo cósmico, por Crono, el Saturno de los romanos, la monstruosa advertencia a todo aquel que pretenda formular un modelo dualista o
encamación del tiempo humano56. Una escena de la mitología popular tripartito de la experiencia humana del tiempo como el de Kermode o
que rodea a este titán le sirvió a Francisco de Goya de inspiración para como el que yo mismo que acabo de esbozar:
ese célebre cuadro en el que aparece una criatura con aspecto de ogro
devorando a su propio hijo (véase figura 9), una imagen que represen­ No existe ninguna tierra de ensueño donde la gente experimente el
ta el terror absoluto de un tiempo que todo lo absorbe, mortal y cróni­ tiempo de una forma notablemente distinta al modo en que lo experi­
co, que niega cualquier vía de escape hacia la trascendencia. Siguien­ mentamos nosotros, donde no haya pasado, presente y futuro, donde
do la recomendación de Kermode, proponemos oponer este tiempo al el tiempo permanezca inmóvil, o juegue con su propio rabo, o se mue­
aevum, un término genérico que utilizaremos para definir al tiempo va de acá para allá como un péndulo*7.
trascendental en cualquiera de sus variedades. Esta categoría engloba
los momentos de kairos que, según Kermode, se corresponderían cla­ Geli insiste en que los especialistas confunden constantemente los
ramente con el tiempo que nosotros hemos denominado «epifánico», acontecimientos concretos que han sucedido en el seno de procesos «fí­
así como con los conceptos más prolongados y aun así históricos y sicos», «biológicos» o «sociales», con tiempos fenomenológicos objeti­
íu/j-eternos de inmortalidad que alienta la historia temporalizada. Pre­ vamente distintos, cuando en realidad es el tiempo -intrínsecamente
cisamente cuando la preocupación por restituir el aevum hace que se homogéneo, unitario y unificador- el que coordina esos procesos. Por
vislumbre la perspectiva de «una nueva era» se hace palpable su afini­ tanto, debo subrayar que yo no afirmo que los conceptos de «tiempo
dad con el tiempo del «modernismo programático» y con el renaci­ crónico» o de «aevum» tengan una base científica en cuanto términos
miento social o político. que hacen referencia a las propiedades objetivas del tiempo entendido
Aunque Kermode considera la posibilidad de que el kairos y el como fenómeno físico. Lo que legitima su uso en cuanto constructos
aevum no sean más que «fantasías sin raíces en lugar de ficciones heu­ ideales -n o en cuanto categorías pseudocientíficas o filosóficas- son las
rísticas», es decir, tipos ideales, la antropología ofrece algunos argu­ abundantes pruebas que demuestran la existencia de acontecimientos y
mentos que justifican esa distinción. La posibilidad de que las culturas procesos sociales y psicológicos que se pueden relacionar con dos per­
no occidentales experimenten el tiempo de manera distinta es un cepciones opuestas y perfectamente «normales» («constructos» o «ima­
tema que ha fascinado a los etnógrafos occidentales, y, por consi­ ginaciones» expe ríe riciales) de la existencia. La primera se produce
guiente, se han escrito una inmensa cantidad de obras sobre las di si iri­ desde el punto de vista individual, aislado, egocéntrico. El tiempo se
tas temporalidades que se pueden encontrar en aquellas regiones en percibe como una realidad entròpica, lineal, unidireccional, que condu­
las que la globalización no ha erradicado por completo las «socieda­ ce inexorablemente a la persona a la muerte. La segunda lo percibe a
des tradicionales». Sin embargo, se trata de un terreno resbaladizo en través de una perspectiva imaginaria, suprapersonal, social, antropo-
el que los intrusos procedentes de otras disciplinas debemos compor­ cèntrica o cosmocéntrica. Se considera que cada vida y cada muerte
tarnos con la mayor de las precauciones. Hace algunos años, el antro­ individual, incluso la propia, pertenece a un esquema suprapersonal y
pólogo social Andrew Gell escribió una crítica devastadora contra trascendental. La realidad empírica sanciona ambas perspectivas, ya
aquellos autores que habían postulado la existencia de esquemas tem­ que nuestras vidas son a la vez únicas y al mismo tiempo se integran en
porales diferentes desde un punto de vista cualitativo, lumbreras de la modelos sociales y biológicos más amplios -que a menudo se repiten o
talla de Emile Durkheim, Edward Evans-Pritchard, Claude Lévi- aparecen de forma cíclica-, comunes a toda la humanidad.
Strauss, Edmund Leach, Jean Piaget o Henri Bergson, una crítica que Puede que este dualismo tenga incluso una correlación profunda­
se podría haber aplicado todavía con mayor justicia a Cari Jung, Jo- mente arraigada con una distinción típica de los filósofos del tiempo a
seph Campbell y Mircea Eliade. En la conclusión de su libro The An- la que el archiescéptico y despiadado positivista Geli concede sin em­
bargo una importancia considerable58. Se trata de la distinción entre un
56 En el ensayo «Cronus and Chronos». que form a parte de «Two Essays concerning the tiempo abierto y dinámico que llamaremos «tiempo A» y que avanza
Sym bolic Representation oi'T im e» (en Edmund Leach, Rethinking A nthropology [M ono­ desde el pasado hasta el futuro pasando por un presente siempre en
graphs on Social Anthropology 22), Londres, Athlone Press, 1971, pp. 124-132], se ofrece
un esquem a dualista del tiem po hum ano basado en estas dos ¡¡guras m itológicas, hom ofó-
nieas para m ayor confusión. En Alfred Gel!, The A n th ro p o lo g y o f Time, Oxford, Berg, 55 A. C ell, The A nthropology ofT im e, eit., p. 315,
1992, pp. 30-53, se critica de m anera fulminante la teoría de Leach. Véase ib id .. Parte II, «Time M aps and Cognition».

124 125
movimiento, y el «tiempo B», cerrado, estático, en el que los aconte­ ellos es la forma en que cada una de estas ceremonias escenifica el
cimientos pasados, tanto los anteriores como los posteriores, están triunfo de fuerzas de la vida colectiva sobre la muerte personal. La
dispuestos en una secuencia cronológica, inmóviles, y han ocurrido necesidad de celebrar este tipo de ceremonias tiene su origen en el
«para siempre». Puede que la capacidad de reflexión única del homo hecho de que «la individualidad y el tiempo irrepetible son problemas
transcendens no sólo nos permita desplazamos libremente entre la ex­ muy serios que deben superarse si se quiere afirmar que el orden social
periencia personal de la vida y la de la sociedad, sino movemos ade­ es “eterno”». En otras palabras, el aevum debe imponerse sobre el
más entre una visión orientada hacia el presente y otra que se proyecta tiempo crónico. Bloch y Parry oponen este imperativo a la situación de
hacia un futuro en el que nuestras vidas ya han sucedido y se puede las «culturas occidentales contemporáneas», en las que «el valor tras­
considerar que se encuentran dentro de una conciencia metafórica y cendental» reside en el individuo y la carga ideológica «en su biogra­
simbólica que pertenece a su vez a un modelo mayor de significado fía única e irrepetible» (otra estrategia para garantizar una sensación
social o a un orden cósmico más elevado. Así se explicaría sin duda la de trascendencia)59. En el contexto presente, lo que queda claro es que
aspiración humana universal de «dejar una señal» o de «legar algo» a aunque las tintas se carguen sobre la renovación de la sociedad y la
las generaciones venideras, o, en un sentido algo diferente, de dotar a irrelevancia del individuo, o en la importancia del individuo en cuanto
la vida de un propósito trascendental, aunque sólo sea escribir un libro ser único e irrepetible y en la irrelevancia del plano mundano, los fu­
sobre la trascendencia o sobre la modernidad que modifique de forma nerales representan de forma desafiante el triunfo de la regeneración
temporal el paradigma académico imperante. frente a la muerte. En las culturas premodemas ayudan a mantener
La complejidad de la estructura del tiempo humano está abierta a intacto y en su lugar el dosel sagrado que amenaza con desgarrarse por
la especulación infinita del hombre -a l menos en una escala temporal las costuras para todos aquellos afectados por la muerte de un ser que­
hum ana-, que intenta dar razón de las múltiples experiencias subjeti­ rido o de un miembro de la comunidad.
vas que genera y de la «realidad» que subyace a ella. Lo que sí se puede En el exhaustivo estudio de Angela Hobart de la fiesta de Galungan
afirmar para que quede constancia de ello es que existe una cantidad de Bali se vislumbra la suma importancia del tiempo trascendental en
considerable de datos etnográficos que, independientemente de lo dis­ las sociedades tradicionales, aunque sea dentro de la órbita de la vida
cutible o dudosa desde un punto de vista científico que sea la matriz más que de la muerte. En esta «ceremonia curativa» tan complicada
temporal dentro de la cual se interpretan, demuestran que la creencia desde el punto de vista occidental, se sacan en procesión unas estatuas
en modos trascendentales de tiempo y que la experiencia de distintas que representan a unos espíritus cósmicos llamados «barongs» y al
temporalidades, sea cual sea su fundamento científico «objetivo» o su Señor del Bosque, Rangda, con el fin de «delimitar un ámbito sagrado,
base filosófica, ha tenido una importancia universal en las sociedades un mándala, un universo social ampliado».
humanas a lo largo de la historia. Las sociedades «premodemas» están
o estaban dominadas tanto por la creencia, reforzada por el ritual, de Gracias al poder regenerador que encaman estas figuras los huma­
que la sociedad sigue teniendo sentido después de la muerte de uno de nos, los dioses y los espíritus benévolos entran «en un círculo mágico
los individuos que la forman, como por la convicción de que la vida de creación». En este espacio protegido los participantes se van empa­
personal tiene un valor absoluto e intrínseco independiente de la socie­ pando de las propiedades ordenadoras y purificadoras del cosmos. La
dad. Se trata por tanto de un valor que perdura más allá de la muerte dinámica integradora, concentradora que subyace a esta festividad
física a través de la importancia simbólica de los difuntos para la so­ permite a los humanos reconstruir su realidad en sintonía con las nor­
ciedad que les sobrevive o gracias a la creencia colectiva en que des­ mas morales y sociales de la comunidad. El corolario que se puede
pués de la muerte pasarán a otro reino metahistórico donde su vida extraer de todo esto es que él individuo extiende su conciencia de
física o, al menos, su vida espiritual se prolongará. De una u otra for­ responsabilidad a los espíritus, a las fuerzas de la naturaleza de su
ma, los rituales religiosos celebran el triunfo simbólico del tiempo entorno. El resultado es que la tierra prospera y las plantas florecen60.
aevum sobre el crónico.
En sintonía con el modelo simplista de temporalidad humana que 59 M aurice Bloch y Jonathan Parry (eds.), D eath a n d ¡he R egeneration o f U fe, Cam ­
bridge, Cambridge University Press, 1982, p. 15. En la introducción aparece una interesante
estamos defendiendo, en la introducción a una selección de ensayos
visión de conjunto de cóm o los estudiosos han interpretado la im portancia de los ritos mor­
sobre la extraordinaria diversidad de rituales mortuorios que se utili­ tuorios en el pasado.
zan en las sociedades no cristianas, los antropólogos sociales Maurice 60 Angela Hobart, H ealing P eiform an ces o f Bali, B etw een D arkn ess a n d Light, Oxford,
Bloch y Jonathan Parry afirman que el denominador común de todos Berghahn, 2003, p. 204.

126 127
Hobart sostiene que este tipo de rituales garantizan que los sistemas ker, la autoestima es el producto de la capacidad exclusiva de los hu­
médicos tradicionales permanezcan «inscritos en presupuestos cultura­ manos para «el pensamiento simbólico, temporal e introspectivo».
les relacionados con la unión de cuerpo, sociedad y cosmos»61. Por con­ Esta capacidad, afirma, «ha mejorado en gran medida nuestra habili­
siguiente se puede interpretar que la ceremonia Galungan entera es una dad para sobrevivir en una amplia variedad de entornos», pero la des­
reconstrucción, una recarga de energía del nomos de la cultura balinesa, ventaja es que a cambio sabemos que nos vamos a morir. Por consi­
una celebración vitalista del «mundo» creada para completar y apunta­ guiente, «tenemos la capacidad de preguntamos por qué existimos y
lar la supervivencia biológica en la isla que refuerza el papel que desem­ de considerar la posibilidad de que el universo sea un escenario absur­
peñan los sanadores a la hora de «tender puentes» entre lo que se ve y lo do e incontrolable en el que lo único inevitable es el proceso constante
que no se ve62. Es una dramatización de la presencia perenne de un reino de nuestra decadencia y aniquilación absolutas». Desde este punto de
supraindividual y sobrehumano donde el tiempo entròpico, crónico, de vista, la autoestima se puede interpretar como un mecanismo de de­
tipo «A», de la muerte individual es derrotado extáticamente y trascen­ fensa existencial, una parte integral «del mundo cultural que confiere
dido no sólo de forma simbólica, sino además en se,núáo fenomenològi­ al universo orden, significado, predictibilidad y permanencia», una par­
co, por mucho que el escéptico Geli cuestione la realidad objetiva de te de un mecanismo instintivo de negación sin el cual nos quedaríamos
este tipo de experiencias. De hecho, desde el punto de vista del libro de «paralizados por el miedo»6J.
Hobart, el análisis desmitificador de la antropología del tiempo de Geli Pero la pertinencia de la TM T en relación con la comprensión de la
ilustra de forma inconsciente lo que Cari Jung denominaba «el empo­ modernidad proviene de un perfeccionamiento del modelo original de
brecimiento sin precedentes del simbolismo» de la modernidad. Según Becker, formulada en un artículo que estudia «la reificación del grupo
Jung, en el contexto de la modernidad, los dioses han quedado reduci­ y la identificación social como estrategias de inmortalidad»66. En otras
dos a meros «factores físicos» y a «arquetipos del inconsciente»: «Des­ palabras, analiza las pruebas empíricas que corroboran la hipótesis -u n a
de que las estrellas cayeron del firmamento y nuestros símbolos más hipótesis contrastada empíricamente con mucho detalle- según la cual
elevados palidecieron, [...] consideramos que el cielo es el espacio cós­ la autoestima que se obtiene de la identificación con agrupaciones o
mico de los físicos y el divino empíreo un bello recuerdo de lo que fue­ movimientos sociales que se perciben como una ayuda eficaz, sirve
ron las cosas una vez»63. para «vencer a la muerte» simbólicamente y contrarrestar el malestar
existencial (la depresión). Y lo hace transmitiendo una sensación fuer­
te, fenomenológica, subjetiva, de pertenencia a una temporalidad «más
TMT elevada» que la de las sociedades seculares modernas, que, aunque no
es ni suprahistórica ni metafísica, es suprapersonal y trascendental,
Otra interpretación relevante del peculiar dilema cultural al que se como se pone de relieve en el título del artículo. Tomado de un estudio
enfrenta la cultura occidental en la modernidad desencantada es la sobre el aspecto «cruel» de la identidad social y cultural, este título
Teoría de la Manipulación del Terror (TMT) de la psicología social. hace resaltar dos impulsos humanos fundamentales: en primer lugar,
Esta teoría surgió en los años ochenta como respuesta a ia pregunta: «los esfuerzos destinados a lograr una visión del mundo que trascien­
«¿Por qué los humanos parecen tener una necesidad desesperada y da nuestra existencia, nuestro sufrimiento, nuestras decepciones, que
generalizada de sentirse valiosos (es decir, ¿por qué necesitan la auto­ otorgue significado -aunque sea un significado ilusorio- a la vida y a
estima?)»64. El punto de partida de la teoría fue el análisis de la autoes­ la muerte»; y en segundo lugar, la necesidad que tienen las personas
tima que Ernest Becker llevó a cabo en libros como The Birth and de «sentirse ligadas a una comunidad que las acepte, que las reconoz­
Death qfM eaning [El nacimiento y la muerte del significado] (1962), ca, un grupo en el que se sientan rápidamente comprendidas»67.
y The Dental o f Death [La negación de la muerte] (1973). Según Bec- En el desarrollo de su exposición, los autores exponen tres ideas que
guardan una relación directa con nuestra interpretación sinóptica de la
61 Ibid.
62 Ibid., p. 5. H Ibid., p. 196. La cursiva es añadida.
6:1 Herbert Read, The C o lle cte d Works o f C. G. Jung, Londres, Routledge, 1953 1978, 66 Emanuele C astaño y Mark Dechesne, «On Defeating Death. Group reification and
Par. 50; se cita en S ev en s. A ria d n e '.v Clue, cit., p. J 74. social identification as immortality strategies», E uropean R eview o f S ocial P sych ology 6
M Jeff G reenberg, Torn Pyszczynski y Sheldon Salomon, «The Causes and Conse­ (2005), pp. 231-265.
quences of a Need for Self-Esteem. A Terror M anagem ent Theory», en Roy Baumeisler 67 Amin M aalouf, L es Iden tités M eurtrières, París, Grasset, 1998, p. 128 [ed. cast.:
(ed.), P u blic a n d P riv a te Self, Nueva York, Springer, 1986, p. 198. Iden tidades asesinas, M adrid, A lianza, 1999].

128 129
necesidad humana de trascendencia. En primer lugar, afirman que cuan- siempre a expensas de un repentino ataque de angustia que rompa de
do en la actualidad se produce un aumento en la autoestima debido a la forma violenta las frágiles defensas que ha construido con el fin de
buena clasificación de la selección nacional de fútbol en un mundial, lo proteger un pequeño territorio interior de significado que ha logrado
que sucede en realidad es que uno de los modelos primordiales (arque- conquistar personalmente. Como afirma Peter Berger, los nuevos no-
típicos) de conducta resultantes del imperativo de crear un «mundo» moi de la modernidad, e) sinnúmero de tiendas y de cenadores que
cultural que sirva de escudo protector contra el terror de la no existencia «nosotros» montamos para protegemos del «terror a la anomia» están
ha entrado en funcionamiento. En la exposición de esta tesis los autores «siempre amenazados por las fuerzas del caos y, en última instancia,
ponen de relieve que cada individuo tiene unas «necesidades de clausu­ por la realidad inevitable de la muerte»™.
ra» temperamentales distintas, de modo que la intensidad del impulso La concepción de la condición humana «moderna» que propone la
de refugiarse en las cosmologías trascendentales varía según la persona. TMT se analiza con un ímpetu creativo considerable en La náusea de
En segundo lugar, relacionan la fuerza impulsora que se encuentra Jean-Paul Sartre (1938). En esta novela se narra la historia de Antoine
detrás de la búsqueda de trascendencia bajo sus incontables disfraces Roquellin, un hombre que trata de paliar su sufrimiento metafísico
con el «debilitamiento de la simbolización» que predomina en la mo­ subliminalmente estudiando el papel que desempeñó el marqués de
dernidad. Afirman que este fenómeno se produjo como consecuencia Rollebon en la Revolución francesa, y que comprueba cómo en un
de la difusión de «las ideas novedosas y revolucionarias acerca de la primer momento su método pierde eficacia y por fin deja de funcionar
naturaleza humana y del lugar que ocupa en el universo» propugnadas por completo. Como consecuencia de ello, Roquellin sufre unos ata­
por los pensadores ilustrados, la culminación de un conflicto de cre­ ques de angustia existencial cada vez más intensos y prolongados. El
ciente intensidad de casi dos siglos de duración entre las visiones del artículo sobre la TMT tiene un interés adicional en relación con nues­
mundo teológica, humanista y científica. Los autores sostienen que en tra tesis en la medida en que analiza una de las principales estrategias
su intento de sustituir la teología teocéntrica y trascendental de la cris­ humanas para «vencer a la muerte», que consiste en identificarse con
tiandad por otra antropocéntrica, historicista, los philosophes provoca­ «ideologías colectivas» que fomentan «formas de trascendencia expe­
ron una disfunción de los mecanismos culturales de manipulación del riencia] que se trasladan a una parte considerable de la existencia»71.
terror establecidos. El estudio de caso que proponen como forma de manipular el terror es
En tercer lugar, los autores insinúan que, como resultado directo de el nacionalismo, «una ideología particularmente apropiada para prote­
esta disfunción, la modernidad adquirió algunas de sus características gerse de la angustia de la muerte en la medida en que el grupo nacional
definitorias y se convirtió por tanto en una era permanentemente frag­ suele encontrarse sumamente reificado». La nación es «una entidad
mentada, se produjo el debilitamiento de la simbolización, y se desen­ intemporal y, aunque no exista un Estado o una esencia, se piensa que
cadenó una crisis perpetua en la capacidad de la cultura occidental de caracteriza y unifica a todos los compatriotas»72. Esta interpretación
satisfacer la necesidad primordial de una «visión del mundo» unifica­ del atractivo del nacionalismo en la modernidád la corrobora Zygmunt
da y la sensación de pertenencia a una comunidad. Así se explica la Bauman, quien, en su investigación de las «estrategias vitales» huma­
interminable proliferación bajo la modernidad de estrategias de anes­ nas, dedica un capítulo entero a analizar el poder del nacionalismo
tesia del dolor existencial, una situación a la que alude Becker cínica­ para organizar la trascendencia simbólica de la muerte alentando a las
mente - y que expresa además en un lenguaje exageradamente sexista masas a participar en el proyecto de la «inmortalidad de la nación»,
e inoportuno- cuando afirma que «el hombre moderno bebe y se droga una ilusión que las elites pueden manipular fácilmente para llevar a
conscientemente, o se dedica a ir de compras»68. Al relacionar la obse­ cabo sus fines políticos73.
sión por «matar el tiempo» o por adormecer el dolor emocional por Anthony Smith también subraya el poder del nacionalismo como
medio de estrategias de «manipulación» del terror al vacío, este ensa­ fuente que suministra la trascendencia necesaria para contrarrestar la
yo confirma las tesis de Richard Fenn. Según Fenn, el ser humano anomia característica de la modernidad. Smith sostiene que «la nación
moderno desacralizado suele «esperar con una tranquila impotencia»69, moderna cumple la función de las comunidades etnorreligiosas del pa­
sado: comunidades que comparten una historia y un destino que con­
68 Se cita en Castaño y Dechesne, «On Defeating Death», p. 233. Para un estudio de las
estrategias anestesiantes destinadas a «matar el tiem po» véase Stanley Cohen y Laurie Tay­ 70 P. Berger, The Sacnrd Canopy, cit., pp. 79-80.
lor, E scape A ttem pts. The Theory arid P ra c tic e o f R esistan ce to E veryday Life, Nueva York, 71 E. Castaño y M. Dechesne, «On D efeating Death», cit., p. 254.
Penguin Books, 1978. 72 Ibid., p. 255.
w Richard Fenn, Time Exposure, cit., p. 77. ” Z. Bauman, M ortality, im m o rta lity a n d O th er Life S tm tegies, cit., pp. 104-109.

130 131
fiere a los mortales una sensación de inmortalidad gracias al juicio de Este proceso de temporalización añadió una nueva dimensión a la re-
la posteridad, no al de un dios en una vida de ultratumba». A pesar de su flexividad humana al convertir la humanidad en un proyecto que debía
«lado oscuro», Smith considera que la identidad nacional satisface la llevarse a cabo en el futuro, canalizando así las energías culturales,
necesidad de «realización cultural, de raigambre, de seguridad y de sociales y políticas destinadas a cumplir la «la utopía temporalizada»
fraternidad» de muchos seres humanos modernos, así como «su ansia de Koselleck. Las distintas variantes de esta nueva cosmología -q u e se
de inmortalidad»74. En este sentido, se puede decir que la «patria» identificaba cada vez más con el «progreso»- sustentaban y legitima­
mítica que se encuentra en el núcleo de la visión nacionalista del mun­ ban el liberalismo, el individualismo, el capitalismo, el racionalismo,
do se convierte en el «hogar» primordial de Berger, en el escudo que la ciencia y la tecnología industrial, y formaban además un nuevo do­
les defiende del terror ontológico, en su cielo protector. sel cosmológico que en parte coexistía y en parte se solapaba con los
valores absolutistas y los de la religión tradicional, un dosel que por
primera vez era profano en lugar de sagrado. Su aparición ayudó a
U na r e v is ió n d e l a t e m p o r a l iz a c ió n solventar la crisis nómica cada vez más aguda que en la Europa de la
Edad Moderna se manifestó a través de una oleada de patologías so­
Los elementos convergentes de los enfoques de la modernidad que ciales que alentaron las «guerras de religión» y las «cazas de brujas»
proponen Becker, Bauman y los defensores de la TMT nos permiten pro­ de los siglos xvi y xvn que encontraron su expresión simbólica en los
poner un modelo transdisciplinar de modernidad que nos ayude a com­ cuadros de El Bosco™. Sin embargo, enseguida se descubrió que el
prender un poco mejor la esquiva dinámica del modernismo. Factores dosel existencial basado en el mito de! progreso era de una calidad
tales como el Renacimiento, el crecimiento de las ciudades, el cisma muy inferior a la del dosel sagrado, que incluso estaba hecho de un ma­
religioso, los descubrimientos geográficos, el aumento de la alfabeti­ terial defectuoso.
zación, la ciencia y el humanismo laico, forman una configuración de En primer lugar, no todos los desafectos al cristianismo se sentían
fuerzas culturales que se sitúan en un periodo conocido como la «Edad a gusto en el nuevo «hogar» que ofrecía el racionalismo. Uno de los
Moderna», que desencadenó una «crisis simbólica» que se iba agudi­ pensadores que alcanzó cierta fama articulando las dudas que tenía
zando a medida que el dosel sagrado diseñado por la cristiandad esta­ con respecto al carácter progresista de la nueva civilización contempo­
ba cada vez más «desgastado» y ya no satisfacía las necesidades nómi- ránea y el temor al advenimiento de una nueva era de anomia fue Jean-
cas de una elite culta cada vez mayor. Esta crisis se agravó de forma Jacques Rousseau. Rousseau desempeñó un papel muy importante si­
considerable por culpa del impacto conjunto de la Ilustración y de las multáneamente como Ilustrado, «contrailustrado»77 y prerromántico
Revoluciones francesa y americana sobre la viabilidad del Antiguo Ré­ en la medida en que observó que cualquier revolución que pretendiera
gimen, no sólo en cuanto sistema político, sino además como sistema sustituir al Antiguo Régimen por una sociedad basada en la razón de­
cosmológico y escudo metafísico. bía tomar medidas para afrontar la crisis nómica resultante, una em­
Según algunos historiadores, la crisis nómica que desencadenó presa que el racionalismo no podía abordar en solitario. Ya en 1762, su
Alejandro Magno en el siglo iv a.C. en Oriente Medio se resolvió gra­ teoría del «contrato social» defendía la invención deliberada de «sen­
cias a la aparición del cristianismo, una visión del mundo totalizadora timientos de sociabilidad» y la institución de una «religión cívica» que
y suprahistórica que ofreció durante siglos un escudo contra el terror ayudara a mantener la sensación de trascendencia.
ontológico que demostró ser duradero y eficaz75. Por el contrario, la Con una sensación de urgencia todavía mayor, los románticos adies­
solución al peligro de desarraigo espiritual que propuso la Ilustración traron a sus principales agentes creativos e intelectuales con el fin de
como resultado de la erosión del dosel sagrado de la cristiandad -p ro ­ que encontraran un remedio para acabar con la crisis simbólica y la
ceso que el propio movimiento ilustrado contribuyó a acelerar-, fue pérdida de trascendencia que el humanismo secularizado de la Ilustra­
ofrecer una visión del tiempo histórico secularizado en cuanto lugar ción había provocado. El resultado fue una efusión extraordinaria de
en el que la naturaleza humana podía perfeccionarse a sí misma de novelas, poemas, cuadros y ensayos. En algunos de ellos se expresaba
forma autosuficiente con el fin de crear un nomos colectivo y un lagos. un optimismo visionario con respecto a la posibilidad de restablecer
74 A. Smitll, N ations an d N a tio n a lism in a G lo b a l Era, cit., pp. 158-159. 76 Véase Robert Kinsman (ed.), The P a r k e r Vision o f the R enaissande. B eyon d the
75 David Ulansey, «Cultural Transition and Spiritual Transform ation. From Alexander Fields o f Reason. Berkeley (CA), Llniversity o f California Press, 1974.
the G reat lo Cyberspaee», en Thomas Singer (ed.), The Vision Thing. M yth, Politics a n d 77 Véase G raem e Garrand, R ou sseau 's Counter-E nlightenm ent. A R epu blican C ritique
P sych e in the World, Nueva York, Routledge, 2000, pp. 213-231. o f the P h ilosophes, Nueva York, State University o f New York Press, 2003.

132 133
gracias al poder de la imaginación creativa la integridad espiritual del ción en algunos núcleos urbanos del mundo europeizado había em­
mundo que habían destruido el materialismo, el racionalismo y la cien­ pezado a m inar el mito del progreso, para que la modernidad entrara
cia. Otros se dejaban llevar por un sentimiento lúgubre, melancólico, en una fase sensiblemente nueva. La señal que anunció este cambio
desesperado, nocivo y demente, y evocaban un terror ontológico de­ fue la aparición de un núcleo crítico de individuos en la intelectuali­
masiado profundo para encontrarle una solución a través de la imagi­ dad occidental que tenían lo que los especialistas en TMT llaman
nación o la inspiración. Podemos encontrar testimonios gráficos de una «necesidad de clausura» temperamental acuciante, pero que sin
ambas actitudes, de la «panteísta»78 y de la atormentada, los dos polos embargo no encontraban un «hogar» en el cristianismo, en los valo­
de la experiencia romántica de la modernidad, en la obra de poetas res tradicionales, en el mito del progreso o en culto romántico a lo
como William Blake, William Wordsworth, Guy de Maupassant o Hein­ sublime. En este momento, el esteticism o se convirtió en un contra-
rich Heine. m ovimiento del progreso, el culto a la belleza se transformó en un
En un pasaje del diario de viaje que Heine escribió en 1829, aparece acto de desafío en una era de mediocridad y vulgaridad irredimible.
un testimonio memorable de cómo el «dosel sagrado» ya no puede ser­ Para la nueva generación de los «desheredados», la función del arte
vir para refugiarse del terror a aquellos que tienen una sensibilidad «ar­ era la de recordar el mundo espiritual que se había perdido. Su tarea
tística» y necesidades metafísicas cada vez mayores. Influido por el es­ consistía bien en hacer que el tiempo crónico quedara suspendido a
tado alterado del alma de Lord Byron, Heine exhorta a sus lectores a que través de la evocación de momentos epifánicos de revelación o bien,
no se compadezcan del Zerrissenheit del poeta-térm ino que literalmen­ para los que tenían un pesimismo «fuerte», vencerlo para siempre
te significa «estar hecho trizas»-, una noción clave en el contexto del participando directamente en los nuevos proyectos visionarios que
Romanticismo alemán por sus connotaciones psicológicas y anémicas pretendían regenerar la sociedad e inaugurar una nueva era histórica
extremas. Heine insiste en que lo que debe hacer el lector es lamentar más allá de la decadencia.
«que el mundo entero haya quedado hecho pedazos». Como el corazón En Madame Bovary (1857), por ejemplo, Gustave Flaubert, lleva­
del poeta es «el centro» de ese mundo, es inevitable que se encuentre do por una obsesión por la estética de la composición y del estilo sin
«lamentablemente destrozado», ya que es imposible que «permanezca precedentes en la historia de la narrativa, examina el trágico desenlace
entero» en una era fragmentada. De hecho, los que se sienten completos al que tiene que hacer frente una mujer que intenta hacer realidad sus
lo único que demuestran es su superficialidad. Lejos de aspirar a curar­ fantasías literarias de pasión y belleza, prisionera en una sociedad do­
se, Heine interpreta que el hecho de que los dioses permitan que «el minada por los aburridos valores del «progreso» y del vacío espiritual
enorme desgarro del cosmos [ Weltriss]» afecte a su corazón es un signo de los que la rodean. Confundida, en su intento de alcanzar la trascen­
de la autenticidad y la elevación de su vocación; dencia, cae en las garras de Monsieur Homais, el boticario de la ciu­
dad provinciana de Yonville, un hombre cuya fe ciega en el progreso
Hubo un tiempo en el que mundo era una unidad, en la Antigüedad médico conduce a Madame Bovary a la destrucción física y moral. La
clásica y en la Edad Media, y a pesar de las batallas externas, había carrera literaria de Flaubert se puede interpretar -y de hecho se ha in­
una unidad básica del mundo y había poetas completos. Debemos terpretado"1 como una misión autoimpuesta que consiste en tejer un
honrar a esos poetas y disfrutar de su obra, pero toda imitación es una nuevo dosel sagrado con ayuda del poder del lenguaje, poético y crea­
mentira, una mentira que cualquier ojo sano puede contemplar, y lo tivo, y trascender así el «tiempo muerto» que corrompía a la sociedad
único que se puede hacer es despreciarla7*1. desde dentro. La novela explora indirectamente, a través de la reflexi-
vidad acrecentada aunque desplazada que permite la ficción, la «quin­
En este testimonio de la modernidad en cuanto fuerza fenomeno- taesencia de las enfermedades de la modernidad, la incapacidad de
lógica, se considera que el «progreso» es un retroceso, una fragm en­ incorporar el tiempo a la experiencia»81, y ayuda al autor a sublimar
tación, una ruptura, en una palabra, la «decadencia». Sin embargo, sus «trastornos temporales» y las patologías y neurosis concomitan­
habría que esperar hasta 1850, cuando la sensación generalizada de tes: el propio acto de escribir le sirve como refugio donde resguardar­
malestar social provocada por el impacto creciente de la m oderniza­ se del absorbente Crono.
™ Véase arriba, capítulo 2, p. 94.
™ Heinrich Heine, R eisebilder, Dritter Teil. «Die B äder von Lucca», en Klaus Briegleb
™ Véase Elisa Mar den. D e a d Time. Tem poral D iso rd ers in the Wake o f M ed € m ity
(ed.), H einrich H eine. Säm liche Schriften in sech s Bänden. Volume 2, Munich, Carl Hanser,
(B audelaire a n d F laubert), Stanford (CA), Stanford University Press, 2001.
1968-1976, p. 405. «‘ Ibid., p. 130

134
135:
David Harvey es uno de los estudiosos de la modernidad que ha
El n a c i m i e n t o d e l m o d e r n i s m o e s t é t ic o
reconocido intuitivamente el papel definitorio que la búsqueda de la
trascendencia temporal ha desempeñado en el modernismo. En La
En la segunda mitad del siglo xix, la conjunción de la temporaliza-
condición de la posmodernidad afirma: «En gran medida, el dinamis­
eión de la historia, la erosión del mito del progreso y las ilusiones del
mo estético del modernismo [...] consiste en tratar de rescatar una
Romanticismo dieron a luz al «modernismo estético». El modernismo
sensación de eternidad del flujo continuo»*5. Para respaldar este razo­
estético aparece en nuestra narrativa maestra reflexiva como término
namiento cita un artículo del filósofo Karsten Harries, quien, influido
genérico que engloba los múltiples esfuerzos que los artistas individua­
profundamente por Mircea Eliade, sostiene que determinadas formas
les realizaron con el fin de resolver la profunda crisis nómica provocada,
arquitectónicas deben interpretarse como expresiones de la necesi­
paradójicamente, por el creciente poder social y por el «progreso» ma­
dad humana de defenderse contra la anomia con ayuda de símbolos de
terial de la civilización europea. Cada uno a su manera, con distintos
una realidad intemporal: «Se puede considerar que la arquitectura es una
grados de conciencia y de poder creativo, los modernistas buscaban una
defensa contra el miedo al espacio, pero no debemos olvidar que se
«visión del mundo» que tuviera sentido, trascendental y curativa, y
trata asimismo de una defensa contra el miedo al tiempo»86.
una comunidad de gente que la compartiera, aunque estuviera formada
Para corroborar esta tesis, cita a su mentor, que afirma que en las
exclusivamente por artistas. Según «el humor o las heridas de cada uno»
sociedades premodernas comienza «una “nueva era” cada vez que se
de los individuos implicados en el «descarrilamiento del tren» de la mo­
construye una casa. Cada construcción es un comienzo desde cero que
dernidad descrito por Kafka, unos cultivaron los momentos epifánicos,
pretende restablecer el instante, la plenitud de un presente en el que no
en los que los oscuros nubarrones desaparecían y dejaban ver por un
hay ni rastro de la historia»87. En un sonrojante pasaje escrito en una
breve instante un cielo radiante, trascendental, cargado de significado.
prosa obstinada y paradójica, Harries afirma que la visión modernista
Los otros, los más optimistas, dedicaron sus energías a la fundación «pro­
de la arquitectura considera que la belleza
gramática» de un nuevo mundo, de una sociedad cubierta por un dosel
nuevo o restaurado que erigían desafiantes ante la absurdidad cósmica
nos eleva por encima del mundo terrenal, nos saca de la realidad, nos
para que la mirada humana no tuviera que contemplar el vacío.
conduce a un paraíso construido por el hombre. Como en lodo paraí­
Cada uno a su manera, todos los modernistas se convirtieron así en
so, no hay necesidad alguna de hogar. El hombre no se acerca a la
el «ángel de la historia». En su famosa «tesis de la historia», Walter Ben­
belleza para iluminar la realidad temporal de manera que pueda sen­
jamín describe a este ángel que intenta refugiarse de «la tormenta del
tirse en casa, sino para librarse de ella: para abolir el tiempo dentro
progreso», que, al contrario que los mortales, es capaz de percibir como
del tiempo, aunque sólo sea durante un rato88.
«una catástrofe única que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las
arroja a sus pies». El ángel se esfuerza por «recomponer lo despedaza­
do». Pero el huracán que sopla desde el paraíso «se le ha enredado en las
T r e s e s t u d io s d e c a s o d e m o d e r n i s m o c u l t u r a l
alas» y «le empuja irreteniblemente hacia el futuro»R2. Por su parte, Ben­
jamín no dedicó sus energías creativas a recomponer la integridad del
Con el fin de dar vida a este esquema excesivamente abstracto,
pasado, sino a buscar una fórmula que le permitiera «hacer estallar el
analizaremos brevemente los casos de tres individuos creativos cuya
continuum de la historia» y, por consiguiente, dejar espacio libre para un
obra ejemplifica algunos aspectos destacados de la rebelión modernis­
nuevo nomos cargado de fragmentos de un «tiempo mesiánico» su-
ta contra la decadencia. Los historiadores del modernismo han presta­
prahistórico81. Ésta es sólo una de las incontables vías que los modernis­
do bastante atención a la figura de Charles Baudelaire. Gracias a El
tas siguieron para hallar «nuevas formas» de arte, con la esperanza de
pintor de la vida moderna (1863) se convirtió en uno de los primeros
«poder escapar del historicismo y de la presión del tiempo»*4.
europeos en combinar la descripción de la modernidad como un mun­
do que ha perdido su principio ordenador y su centro mítico -e l mundo
s- W alter Benjamin, «Theses on the Philosophy of History», IX, en Illuminations,
Londres, Fontana, 1992, p. 249 [ed. east,; «Tesis de filosofía de la historia», en Angelus na­
*5 David Harvey, The Condition ofPostm odernity, Oxford, Blackwell. 1990, p. 206.
vas, Barcelona, Edhasa, 197IJ.
“ Karsten Harries, «Building and the Terror of Tim e», Prospecta. The Y ak Architec-
B;' Ibid., p. 253-255.
tural Journal 19 (1982), p. 60.
“ M alcolm Bradbury y Jam es M cFarlane, «The Name and Nature of M odernism», en
Eliade, The M yth o fth e E ternal retiirn, ut Cosmos and History, cit., p. 76.
Malcolm Bradbury y James McFarlane (eds.), M odernism 1890-1930, Harmondsworth,
“ Harries, «Building and the Terror of Time», cit.. pp. 64-65. Cursiva añadida.
Penguin, 1976, p. 46, la cursiva es añadida.

137
136
de «lo transitorio, lo fugaz, lo contingente»-, con la idea de que la ta­ Sin embargo, en el presente contexto, el tropo más importante es el
rea del artista consiste en arrebatarle a ese mundo cierta sensación de motivo del cielo azul, «l’azur». La metáfora del albatros del que se
trascendencia, «lo eterno, lo inmutable»89. En sintonía con esta visión burlan los marineros por su torpeza y su debilidad en la cubierta del
de la trascendencia, en el borrador del epílogo a la segunda edición de barco, el ave cuyas alas diseñadas para surcar los cielos «le impiden
Las flores del mal Baudelaire compara el proceso de transformación caminar»92, señala el profundo deseo de Baudelaire de escapar de su
implícito en la poesía con la destreza del «alquimista perfecto», que «exilio en la tierra», sobrevolar la era moderna de la decadencia y vivir
extrae «oro» del «barro» de la realidad, revoca así el desencanto de la en un mundo celestial que se corresponda con su facilidad para alcan­
modernidad, le confiere al mundo «caído» su propia sublimidad esté­ zar la trascendencia. Un estudio de la importancia del cielo dentro del
tica y, por tanto, una inmortalidad terrenal, un simulacro de lo divino. universo creativo de Baudelaire revela que sus escritos «modernistas»
Los testigos de su triunfo sobre «el tiempo muerto» son unos seres se inspiraban en una imaginería arquetípica vinculada al topos del
sobrehumanos, «ángeles vestidos de oro, púrpura y jacinto», metáfo­ «firmamento», la bóveda metafísica del cielo que paradójicamente se
ras que revelan hasta qué punto para Baudelaire el arte es el único presenta como la base sólida de la realidad y que «aglutina la dimen­
reino disponible del nomos, un mundo poético creado a través de su sión del tiempo y del espacio, y crea un acuerdo entre ellas»93.
imaginación artística que le concede a su existencia un significado «más En El matrimonio del cielo y del infierno, William Blake nos re­
elevado»90. cuerda que «las horas de locura las mide el reloj, pero ningún reloj
El motivo principal de la creatividad de Baudelaire parecen ser los puede medir las horas de la sabiduría». Tanto para Flaubert, cuya Ma-
«momentos de vida» epifánicos. Estos ofrecen la perspectiva tempora­ dame Bovary se publicó en 1857, como para Baudelaire que dio a la
lizada y suprapersonal necesaria para evocar por medio de tandas inin­ imprenta sus Flores del mal en el mismo año, el arte nace de una Ze-
terrumpidas de destrucción creadora el miedo a Crono, caracterizado rrissenheit temporal, de la tensión creativa entre lo trascendental, lo
como el «mal» que hay que transformar en flores de belleza. El resul­ nómico, el aevum, el tiempo primordial del ser, y el tiempo «moder­
tado son una serie de poemas laboriosamente pergeñados en los que se no», la razón, la «existencia» desencantada. En la línea de este enfo­
afirma que la vida humana está maldita, bien por culpa del ennui, o por que primordialista de la obra de estos artistas, Fredric Jameson, uno de
la tiranía del tiempo de los relojes, o por la sensación de encontrarse los teóricos más eminentes en el ámbito de la teoría cultural del mo­
maldito y castigado por toda la eternidad o bien absorbido por un dernismo, afirma que 1857 fue un «año crucial» en la aparición del
mundo material que se ha convertido en tierras movedizas, como si de modernismo. Para Jameson, el arte de Baudelaire y de Flaubert es una
una pesadilla se tratara. Sin embargo, en algunos sonetos se recuerdan respuesta a la crisis temporal de la modernidad. Desde el punto de
instantes en los que, como le sucedía a Virginia Woolf con sus «mo­ vista fenomenológico, para los que comparten su temperamento, el
mentos del ser», el poeta vislumbra su «conexión con una verdad se­ tiempo, por una parte, se ha hecho pedazos y ha degenerado en un tiem­
creta detrás de la superficie opaca de la vida cotidiana»91. Baudelaire po «cronométrico», y por otra, «ni la religión ni los mitos cubren ya el
dejó uno de esos momentos privilegiados «inmortalizado» en el famo­ tiempo vegetativo, profundo, interminable de ser uno mismo». Según
so poema «Correspondencias». En él, describe una unión sinestésica Jameson, esta crisis fue una consecuencia directa del desencantamien­
de los seres humanos con la naturaleza del tipo de la que se producía to, del impacto disgregador de la modernización que hemos analizado
durante la festividad balinesa de la sanación. El hombre «Pasa a través en el capítulo anterior;
de espesuras / De símbolos que observan con ojos familiares». No
obstante, al sujeto tradicional que participa en el ritual balinés y al L a modernización, al despojar a la temporalidad humana de las
poeta «maldito» del siglo xix sorprendido por la alegría momentánea representaciones tradicionales con las que se cubría y se domesticaba,
de una experiencia panteísta de unidad con el mundo les separa un reveló por un instante crudo y prolongado la fa lla en la existencia a
abismo de tiempo histórico. través de la cual se adivinaba la injustificabilidad [sic] del tiempo pa­
sajero94.
1,5 Charles Baudelaire, «The Pointer o l'M odem Life» [1863], se cita cnP. E. Charvet(ed.),
B audelaire: S elected W ritings on A rt a n d U teralure, Nueva York, Viking, 1972, pp. 395-422,
s" Borrador del E pílogo para la segunda edición de L as flo re s d e l m ai. Publicado en «L’Albatros», C. Baudelaire, L es F leurs du M al, cit., p. 20.
Charles Baudelaire, Les F leurs du M al, París, Gallimard, 1964, p. 212 [ed. casi.: Las flores 1.3 E. M arden, D e a d Time, cit., p. 24.
d e l mal, M adrid, A lianza, 1987],
1.4 F. Jam eson, The S e e d t o f Time, cit., pp. 84-85. La cursiva es añadida. Se cita en
51 Véase supra capítulo 2, p. 97. Marden, D e a d Time, cit., p. 189.

138 139
En este pasaje se pueden escuchar los ecos del gran desgarro del antídoto que Nietzsche receta para esta «enfermedad histórica» es la in­
cosmos del que hablaba Heine. mersión en las fuerzas «suprahistóricas» del arte y la religión que cultivan
La Zerrisenheit era también el aire que Nietzsche respiraba, el en­ el poder «no histórico» que se deriva del aislamiento voluntario «dentro
torno en el que vivía. En el capítulo anterior vimos cómo en sus obras de un horizonte limitado»1” . En este contexto, se puede considerar que la
la crítica de la modernidad trasciende la esfera del esteticismo y de la figura de Zaratustra es, de acuerdo con Becker, una «ficción heroica»
filosofía contemplativa y se adentra en el reino de la crítica cultural y cuyo papel consiste en mover a los europeos contemporáneos a trascender
de la metapolítica, la antecámara de la acción política y social. La in­ la decadencia de la modernidad y restaurar el centro mítico y el horizonte
fluencia de la perspectiva primordialista en el modernismo a la hora de limitado necesario para que vuelva a surgir una cultura fuerte en Europa,
entender su cruzada a favor de la trascendencia, se pone de manifiesto aunque para ello haya que desgarrar de una vez por todas el dosel sagrado
en los pasajes de la obra de Nietzsche en los que establece un contras­ del cristianismo. La insistencia de Zaratustra en la «autosuperación»M Ky
te entre el nihilismo del mundo moderno y las épocas anteriores en las en la liberación del «ser superior» que todos llevamos dentro es un sínto­
que «el dosel sagrado» seguía intacto. ma de la necesidad humana primordial de neutralizar el terror provocado
Uno de esos pasajes aparece en El nacimiento de la tragedia, una obra por el nihilismo, y de completar la existencia biológica con la creación
que se puede interpretar como el manifiesto de un modernista programá­ deliberada de un nuevo «mundo» nómico y de un «hogar» mítico, en otras
tico convencido de que el arte de Richard Wagner anuncia el resurgir de palabras, de una nueva cultura.
una fuerza mítica que solucionará la crisis moral en la que se encuentra El peculiarísimo marxismo de Emst Bloch ofrece todavía una ver­
sumida Europa a consecuencia de la pérdida del escudo mítico que la sión más de la «rebelión contra el mundo moderno» a la que nos hemos
salvaguardaba del terror. Esto se hace explícito cuando afirma que «sólo entregado gracias a la perspectiva primordialista que acabamos de bos­
un horizonte rodeado de [o enmarcado en] mitos cierra y otorga unidad a quejar. Aunque Bloch fue famoso por su valiente posición contraria al
un movimiento cultural entero». «Las imágenes del mito» actúan como nazismo durante la República de Weimar, un estudio de El espíritu de la
«los guardianes demónicos, presentes en todas partes sin ser notados», utopía, obra escrita en plena Primera Guerra Mundial, muestra a un jo ­
necesarios para alimentar «un alma joven»; «Ni siquiera el Estado conoce ven que abraza una postura dionisiaca, zaratustriana, contra la decaden­
leyes no escritas más poderosas que el fundamento mítico, el cual ga­ cia del mundo. Bloch tiene una fe absoluta en su misión como partera de
rantiza su conexión con la religión». Por el contrario, Occidente ha de­ un nuevo mundo que nacerá de la agonía del antiguo: «Sólo en nosotros
generado hasta tal punto que su cultura «no tiene una sede original fija arde la llama, mientras que a nuestro alrededor el cielo y la tierra se
y sagrada», y por tanto los hombres que se encuentran inscritos en ella derrumban: ha llegado la creatividad suprema, el momento filosófico»®.
están privados de un nomos vital. El destino del «hombre» moderno es En el último capítulo, «Karl Marx, muerte y Apocalipsis», Bloch
por tanto estar «eternamente hambriento», siempre «excavando» y «re­ pide a gritos una renovación de la trascendencia en un mundo que la
volviendo» en «busca de raíces, aun cuando tenga que buscarlas en las ha perdido. En estas páginas, afirma pertenecer a una élite que trabaja
más remotas Antigüedades». La obsesión occidental por las culturas y las «en favor de la adivinación exterior del soñar despierto, de la aplica­
historias de los pueblos no europeos revela «la pérdida del mito, la pérdida ción cósmica de la utopía». La historia le ha asignado la tarea de «bus­
de la patria mítica, del seno materno mítico»95. car nuevos caminos metafísicos que conduzcan a un nuevo orden, que
En sus Consideraciones intempestivas Nietzsche retoma este motivo. evoquen lo que no está, que construyan en la región azul que rodea al
Lamenta el efecto debilitador del hartazgo de conocimiento histórico que mundo, construirnos a nosotros mismos en esa región para encontrar
ha inundado la cultura occidental «que cambia constantemente de hori­ la verdad, lo real, el lugar donde la objetividad a secas, basada en los
zontes y de perspectivas, y, al eliminar la atmósfera que rodea al hombre, hechos, desaparece... incipit vita « o ra» 100. Serán los sueños febriles,
le impide actuar de forma no histórica. Desde la infinidad de este horizon­ no los hechos objetivos los que regenerarán el mundo.
te retrocede y se repliega sobre sí mismo, se refugia en la diminuta parro­
quia de su egoísmo, donde está condenado a la árida esterilidad»'''1. El ‘n Ibid., p. 142.
™ Por ejem plo en Friedrich N ietzsche, Thus Spoke Zarathustra. A New Translation by
Graham Parkes, Oxford, Blackwell, 2005, pp. 98-101.
,5 F. Nietzsche, The Birth o f Tragedy, Oxford, Oxford University Press, 2000, seceiôn w Emst Bloch, Geist der Utopie, Francfort del Meno, Shurkampf, 1991, p. 216. Primera
23, pp. 122-123 [ed. cast.: E l nacimiento Ue la tragedia, Madrid, Alianza, 1978], edición de 1918, este pasaje lo escribió en 1916. En la edición inglesa. Emst Bloch. The Spirit o f
% F. Nietzsche, «History in the Service and Disservice of Life», en Friedrich Nietzsche, Utopia, Stanford (CA), Stanford University Press. 2000, se encuentra en la p. 171.
U n m /d em Observations [ 1874], New Haven (CT), Yale University Press, 1990, p. 138. lm «The New Life Begins», Ibid., p. 248.

140 141
Este motivo se analiza de forma exhaustiva a lo largo de los tres ria destinada a tensar todavía más la correa opresiva del capitalismo en
volúmenes enciclopédicos y de los 55 capítulos que forman la ópera una lucha a muerte contra los intentos de llevar a cabo una revolución
magna de Bloch, El principio de esperanza. Escrito durante el exilio socialista. Aunque en un sentido se puede decir que tenían una inten­
norteamericano de Bloch, que había huido de la Alemania nazi, este ción manipuladora y pretendían «lavar el cerebro», en otro este proceso
libro fue el resultado de una investigación de diez años de duración fue la expresión gem ina del impulso humano primordial de resolver la
cuya finalidad era documentar la omnipresencia de la utopía en la his­ crisis nómica política y social sin precedentes que afectaba a Europa
toria de la humanidad. Se trata de una completísima recopilación de después de la Primera Guerra Mundial, construyendo para ello un nuevo
hechos históricos y culturales que intentan demostrar que la utopía de orden que ofreciera a los italianos y a los alemanes «saludables» una
un mundo mejor es un componente integral de toda expresión de la nueva patria, tanto material como simbólica.
actividad cultural humana: desde los cuentos de hadas a la poesía, Muchos han sido los que han detectado este aspecto primordial de
desde la filosofía totalizadora de la historia hasta las ideologías revo­ los movimientos sociopolíticos modernos que buscaban el cambio. En
lucionarias, desde las ensoñaciones y los chistes a la música y el teatro la conclusión de En pos del milenio, Norman Cohn señala que «el anti­
de la alta cultura, desde la religión y la filosofía hasta los inventos guo lenguaje religioso ha sido reemplazado por el lenguaje secular,
tecnológicos y los descubrimientos geográficos. Se encuentra latente [...] despojados de su autoridad sobrenatural, el milenarismo y el anar­
incluso en los retratos de la realidad más trágicos o negativos. quismo místico están todavía con nosotros»102. Cohn repasa los esfuer­
El ubicuo «principio de esperanza» es una manifestación de un im­ zos que los marxistas, los nazis y el movimiento contracultural de los
pulso que para Bloch es tan básico como el inconsciente para el psicoa­ años sesenta realizaron con el fin de inaugurar una nueva era precipi­
nálisis freudiano: «Lo todavía no consciente». El desafío de la moderni­ tada por los mismos factores psicodinámicos que impulsaron a los
dad es transformar la utopía en un proyecto colectivo para la construcción grupos marginales en la Europa de la Edad Moderna. Estos grupos
de un mundo mejor. En las últimas líneas del libro se afirma: pretendían acelerar el final de una época corrupta y acabar con la his­
toria recurriendo al Apocalipsis. De esta forma, se borraría el mal de
La raíz de la historia humana es el ser humano trabajador, creador, la faz de la Tierra en un último acto divino de «destrucción creadora».
que reorganiza y reelabora los hechos dados. Una vez que ha entendi­ Mircea Eliade también piensa que es evidente que los instintos pri­
do y que ha decidido lo que es suyo, sin expropiación ni alienación, en mordiales del homo religiosus actúan en «los distintos movimientos
una democracia real, surge en el mundo algo que brilla en la niñez de políticos y en el utopismo social. La estructura mitológica y el fanatis­
todos, un lugar en el que nadie ha estado todavía: la tierra natal101. mo religioso se perciben a simple vista». Como ejemplo no sólo trae a
colación el marxismo, sino algunos otros movimientos que «se decla­
En este contexto, el término «utopía» es un sinónimo del «nomos» ran abiertamente profanos o incluso antirreligiosos», como «el nudis­
de Berger, del «logos» de Frankl, del «cielo» de Baudelaire y de la mo o el movimiento de la liberación sexual; ideologías en las que se
«patria» de Nietzsche, el «seno materno» mítico. pueden detectar rastros de la “nostalgia del Edén” , el deseo de restau­
rar el estado paradisíaco anterior a la caída»103.
Ya hemos visto que tanto la Teoría de la Manipulación del Terror,
La d in á m ic a p r im o r d i a l d e l o s m o v im ie n to s m o d e r n is t a s
como la de Zygmunt Bauman o la de Anthony Smith interpretan el nacio­
nalismo moderno como refugio de la mortalidad. Emest Becker va toda­
Si a estas alturas de nuestra exposición las premisas de una teoría vía más lejos, y afirma que se puede detectar una escalofriante continui-
primordi alista del modernismo no son todavía indiscutibles, deberían
1,12 Norm an Cohn, The P u rsuit o f the M illennium . R evolu tion ary M ilien arian s a n d M ys­
por lo menos haber quedado claras. Como intuyó Guy Debord, la com­
tic a l A narch ists o f the M iddle A g es 11957], Londres, Granada, 1970, p. 286 [ed. cast.: E n p o s
pleja estetización de la política bajo el fascismo y el nazismo fue un d e l m ilenio, M adrid, A lianza, 1997]. C om o la m ayoría de hi storiadores que han estudiado el
«arcaísmo»: se invocaron de forma deliberada fuerzas míticas y se orga­ m ilenarism o y la religión política, Cohn adopta una perspectiva profana pero cristianocén-
nizaron espectáculos orquestados con la intención de «condicionar» a trica. Para una explicación no etnocéntrica del mesianism o judaico y del milenarism o cris­
tiano como dos m anifestaciones de un'm odelo universal de cham anism o véase Gerson Win­
las masas. Sin embargo, este proceso no fue una estratagema reacciona- kler. M a g ic o f the Ordinary. R eco verin g the Sham anic in Judaism', Berkeley (CA), North
Atlantic Books, 2003; Carl M cColm an, E m bracin g Jesu s a n d the G oddess. A R adical C all
f o r S piritu al Sanity, G loucester (M A), Fair W inds Press, 2001.
un Ernst Bloch, The P rin cip le o f H o p e 11953], Cambridge (MA), M IT Press, 1995,
volum en 3, pp. 175-176 [ed. cast.: El p rin cip io d e esperanza, M adrid, Trotta, 2004-2007], 101 M. Eliade, The S a cred an d the Profane, cit., pp. 206-207.

142 143
dad en los episodios violentos y en los regímenes tiránicos a lo largo de la A la vista de estas especulaciones, hay un pasaje de Mein Kampf
historia. Ambos fenómenos serían el resultado de ciertos «mecanismos de que habla del papel vital que desempeñan los «principios ético-mora-
transferencia», sistemas de héroes y de salvadores, sobrehumanos o de­ les» en la existencia humana que adquiere un nuevo significado. Adolf
masiado humanos, que se necesitan desesperadamente «para poder sopor­ Hitler afirma que «en la medida en que contribuye a que el hombre
tar la vida» una vez que «somos conscientes de la muerte». Sirven para supere la categoría de bestia vegetativa, la fe garantiza en realidad la
identificar, localizar y demonizar el mito del mal que nos amenaza, y seguridad y la salvaguarda de su existencia». De hecho, «el hombre no
trasladar así nuestro instinto de superación del «terror» nacido de la re­ sólo vive para servir a ideales elevados [...] sino que son estos ideales
flexión a la lucha contra un «enemigo» temporalizado: los que le facilitan la premisa de su existencia». No obstante, por sí
sola «una “filosofía de la vida” [Weltamchauung], por muy correcta
Desde la violencia del hombre primitivo hasta el holocausto de que sea, aunque sea beneficiosa para la humanidad en grado sumo,
Hitler, la dinámica siempre ha sido la misma: la heroica victoria sobre puede no influir en absoluto en la práctica en la vida de la gente». Para
el mal a través de un cambio en el poder. Y el objetivo es siempre el que influya, sus principios deben «convertirse en la bandera de un mo­
mismo: la pureza, la bondad, la virtud, la inmunidad. Los jóvenes que vimiento combativo» que asegure «la victoria de sus ideas» de manera
se alistaban en las juventudes hitlerianas lo hacían por idealismo [...]. que «los dogmas del partido» se transformen en «los nuevos princi­
El hombre provoca el mal cuando lo intenta vencer heroicam ente1"4. pios estatales de una comunidad del pueblo, la Volkgerneinschaft»'ní.
En estos pasajes, el futuro líder del Tercer Reich admite que la
El objetivo de la Primera parte de este libro es demostrar que entre fuerza del Estado depende de lo que Nietzsche, desde el punto de vis­
1850 y 1945 surgieron en Europa una serie de movimientos que buscaban ta de su modernismo dionisiaco, llam aba las «leyes poderosas, no
la renovación cultural, social y política, y que a todos ellos les alentaba, al escritas». Es consciente de que la fuerza de una cultura depende de
menos en parte, el logos primordial de «la pureza, la bondad y la virtud». una comunidad estrechamente unida bajo un horizonte limitado, un ho­
Aunque su dinámica fuera «religiosa», el espíritu secular de la moderni­ rizonte «definido» y enmarcado por el mito. En el capítulo siguiente
dad garantizaba que se presentaran con la apariencia de utopías tempora­ repasaremos las teorías antropológicas que contribuyen a explicar los
lizadas fundadas con el fin de inmunizar a la sociedad de la decadencia y factores que permiten que surja un nuevo movimiento y una nueva
del terror al nihilismo. De este modo, funcionaban como permutaciones comunidad en plena crisis social y simbólica. Esto nos permitirá com­
de lo que hemos denominado «modernismo programático». En los tres pletar el tipo ideal de modernismo que emplearemos para solucionar
capítulos siguientes terminaremos de exponer nuestra tesis, y dedicare­ una de las aporías fundamentales que plantea la relación entre fascis­
mos la Segunda parte a analizar los distintos modos en los que los regíme­ mo y modernismo: el impulso para hacer realidad la utopía de una
nes fascistas que surgieron tras la Primera Guerra Mundial reflejaban este patria concebida en términos míticos que son a la vez antimodemos e
tipo de modernismo en sus doctrinas, en sus rituales políticos, en sus po­ hipermodemos, futuristas y archiconservadores. En sus distintas va­
líticas, y en la praxis a través de la cual intentaron crear un nuevo orden. riedades, el fascismo no se parecía únicamente a Jano, el dios bicéfalo,
Veremos que la revolución sociopolítica que pretendían alcanzar actúa de sino más bien a una sola cabeza con cuatro ojos. Dos de ellos miran
acuerdo con un «modelo apocalíptico» parecido al que Frank Kermode hacia delante y los otros dos hacia atrás, como en la escena de Harry
detectó en la literatura modernista, a saber, la conjunción entre el «terror», Potter en la que el malvado Quirrell, disfrazado de maestro de escuela,
la «decadencia» y «la esperanza de renovación». En este capítulo hemos se quita el turbante y se da la vuelta:
intentado demostrar que este modelo surge de manera espontánea cuando
el terror primordial que provoca la modernidad una vez que las utopías Harry habría gritado, pero era incapaz de articular sonido algu­
temporalizadas se vienen abajo y sus mecanismos para «matar el tiempo» no. En el lugar que le correspondía a la nuca de Quirrell había una
pierden su efecto narcótico, hacen que «lo todavía no consciente» inicie cara, la cara más terrible que Harry había visto jamás. Era blanca
una actividad frenética. Por consiguiente, un movimiento político moder­ como la tiza, tenía unos ojos rojos y brillantes y en lugar de nariz,
no surgido de una crisis nómica y socioeconómica se convierte así en una dos aberturas, como una serpiente106.
manifestación de la búsqueda colectiva de un nuevo nomos, una nueva
"" A dolf Hiüer, M ein Kampf, Ralph M annheim (Irad.), Londres, Pimlico, 1992, volu­
comunidad que pueda vivir bajo un nuevo cielo.
m en 2, pp. 345-346.
"Ifl J. K. Rowling, H arry Poner and Ihe Philosopher's Stone, Londres, Bluomsbury,
104 E. Becker, Escape fro m Evil, d i., pp. 148-151. 1997, p. 212 [ed. cast.: Harry Potter y la piedra filosofal, Barcelona, Salam andra, 1999].

144 145
IV

UNA DEFINICIÓN PRIMORDIALISTA


DEL MODERNISMO

In o c e n c ia e s e l n iñ o , y o lv id o , u n n u e v o c o m ie n zo , u n ju e g o , u n a r u e d a q u e se
m u e v e p o r s í m ism a , u n p r i m e r m o v im ie n to , u n s a n to d e c ir sí.
Friedrich N ietzsche, A s í h abló Z aratustra, 1885'.

E l p r o p io h e c h o d e l m o d e r n is m o p la n te a la p r e g u n ta d e si la re n o v a c ió n
c u ltu r a l es p o s ib le to d a v ía . E s é sta u n a e n o r m e p a r a d o ja , y a q u e e l
m o d e r n is m o s e id e n tific a c o n la re n o v a c ió n y c o n v ie r te a la tra n s ic ió n
e n e l e s ta d o p e re n n e . D ie B rü cke, e l p u e n te q u e c o n d u c e a l m a ñ a n a q u e
e n s a lz a n la s v a n g u a r d ia s, c o n d u c e a d e m á s a lo d e s c o n o c id o o, m e jo r
d ic h o , a lo q u e n u n c a s e c o n o c e r á .
David Weir, D ecaden ce a n d the M aking o f M odernism , 1996: .

E l m it o d e t r a n s ic ió n

«Un redil, un rebaño, un rey». Con este inaudito lema, en 1534 un


grupo combativo de anabaptistas liderados por el nuevo rey David, un
antiguo aprendiz de sastre llamado Jan van Leiden, intentaron instaurar
en la ciudad alemana de Münster una nueva Jerusalén terrenal. Se habían
enfrentado a los ejércitos papales que pretendían evitar que llevaran a
cabo «su misión sagrada de purificar el mundo del mal y prepararlo para
el segundo advenimiento», y les habían vencido. En el panfleto titulado
Anuncio de la venganza se declaraba que había que «vengarse sin pie­
dad de todos aquellos que no llevaran la marca [de los anabaptistas]»3.
Este tipo de declaraciones fueron el preludio de una serie de terribles

1 Friedrich Nietzsche, Thus Spoke Zarathu stra. A N ew Translation hy G raham Parkes,


Oxford, Blackwell, 2005, p. 24.
2 D avid W eir, D e c a d e n c e a n d the M a k in g o f M o d e rn ism t A m herst, U niversity of
M assachusetts, 1996, p. 203,
s Norman Cohn, The Pu rsuit o f the M illenium f 19571, Londres, Granada, 1970, p. 274.

147
atrocidades cometidas por aquellos que estaban convencidos de estar resultado de la fantasía milenarista según la cual, aunque resulte para­
acelerando el advenimiento del milenio, y de otras atrocidades aún ma­ dójico, si el caos y la violencia se intensifican el antiguo orden entrará
yores cometidas por sus enemigos, que pensaban que un fanatismo se­ en crisis y el nuevo, una época de paz, armonía y justicia, llegará antes.
mejante era una herejía que había que extirpar de forma brutal. La rebelión milenarista contra la sociedad existente adquiere así la
Para Norman Cohn, que documentó este episodio de la historia mo­ categoría de «guerra santa» catártica y purificadora, y aquellos que se
derna con todo detalle, las creencias milenaristas, y sobre todo los epi­ han impuesto la misión divina de luchar contra un mundo pecaminoso
sodios de violencia revolucionaria y de contraviolencia que se deriva­ se convierten en los intérpretes de la voluntad divina, en la medida en
ron de ellas, fueron un presagio de los horrores del totalitarismo del que se considera que la Iglesia está corrupta.
siglo xx, tanto en su versión elitista como en la igualitaria, que conde­ Esta interpretación del milenarismo articula la explicación que
naron a aquellos que no podían exhibir la «marca» adecuada a sufrir ofrece Kermode de la renovada importancia que adquirió el «mito de
tormentos inefables. Cohn explica que las oleadas de milenarismo que transición» en la literatura de principios del siglo xx contra el telón de
se extendieron por algunas zonas de Europa a partir del siglo xm fue­ fondo de una era obsesionada por una variante específica de «la sensa­
ron el resultado de una crisis social. La combinación de la inestabili­ ción de final», a saber, la creencia en el declive de Occidente provoca­
dad socioeconómica con reiterados brotes de peste y hambre que si­ do por la decadencia espiritual. Como ejemplo de la versión moderna
guieron a las epidemias conocidas colectivamente como «La peste», del «paradigma apocalíptico», cita las dos versiones del poema Una
un acontecimiento histórico traumático de por sí, desencadenaron una visión de W. B. Yeats, la de 1925 y la de 1937. Juntas expresan «una
serie de preocupaciones y de fuerzas anómicas, sobre todo entre los creencia firme en la decadencia y una confianza profètica en la reno­
individuos más desfavorecidos de la sociedad desde el punto de vista vación» que resultan de la convicción del artista en que «el instante en
económico. Así, «el milenarismo revolucionario obtuvo su fuerza de el que vive es un momento de crisis total, de cambio de época». En el
una población que vivía al margen de la sociedad»4. contexto de la Primera Guerra Mundial, que analizaremos en el capí­
tulo 5, resulta especialmente significativo el hecho de que el poeta esté
A m edida que las tensiones sociales aum entaban y la revuelta convencido, en sus propias palabras, de la necesidad de «amar la gue­
alcanzaba dimensiones nacionales, apareció en el margen de la so­ rra por sus horrores», de forma que «cambien las creencias y la civili­
ciedad un p m p h e ta con su séquito de mendigos decididos a convertir zación se renueve»7. Aunque Yeats no era ni mucho menos un milena­
esta revuelta en una batalla apocalíptica, en la purificación final del rista cristiano, el «mito de transición» le inspiraba ciertos estados de
mundo5. ánimo que le hacían sentir que vivía en la cúspide de una nueva era
que se anunciaba en la profunda anarquía espiritual y en la violencia
En su estudio de «la sensación de final» en la literatura moderna, autodestructiva, síntomas evidentes de que estaba viviendo los «últi­
Frank Kermode añade una dimensión «cosmológica» a su explicación mos días» de la historia, el escathon moderno.
sociológica. Para ello pone de relieve el papel de pivote que desempe­ Kermode afirma que el mito de transición tiene su origen en los tres
ñó en la imaginación apocalíptica el «mito de transición». Así se ex­ años y medio que la Bestia reinará sobre la Tierra, un episodio que se
plica que algunos fanáticos como los anabaptistas pensaran que esta­ recoge en el Apocalipsis, pero sostiene que fue el monje calabrés Joa­
ban literalmente viviendo en el escathon, en los últimos días de un quín de Fiore el primero que articuló este mito de forma explícita en
mundo condenado, y que por tanto, se encontraban en el umbral de cuanto profecía histórica que ejerció una influencia «extraordinariamen­
una transformación histórica, «en un periodo que no pertenecía pro­ te duradera»8 sobre la tradición milenarista cristiana y sobre la literatura
piamente ni al final ni al saeculum que lo precedía»6. Siguiendo esta modernista. Para Kermode, la «“transición” joaquiniana es el antepasa­
línea de pensamiento, no es de extrañar que el mito escatológico de la do de la crisis moderna»9. No obstante, uno de los principales estudiosos
inauguración inminente de una nueva era prendiera en primer lugar de la modernidad y de su complejidad ideológica y conceptual, Jürgen
entre los más marginados y por tanto los más desafectos al orden exis­ Habermas, advierte que resulta muy arriesgado interpretar etapas exten­
tente. La buena disposición a cometer actos de violencia extrema es el sas de la historia de la humanidad según las estrechas miras de la esca-
4 !bid„ p. 282.
5 Ibid., p. 284. 7 Ibid., p. 99.
6 Frank Kermode, The S em e o f an Ending. Studies in the Theory o f Fiction 11967J, 8 Ibid., p. 12.
Nueva York, O xford University Press, 2000, p. 12. 11 Ibid., p. 28.

148 149
tología cristiana10. Según Habermas no se debe atribuir al «mito de tran­ de paso de muchas civilizaciones importantes y de incontables culturas
sición» ni al «paradigma apocalíptico» que arraigaron en la mitopoética tribales que florecieron antes de la globalización de la modernidad. La
literaria y política de la Europa fin-de-siéde la reaparición, en la estética recopilación de ensayos sobre ritos funerarios que citamos en el capítu­
moderna y en la indumentaria ideológica, de una tradición mística y lo anterior es una de las muchas publicaciones que se han escrito sobre
arcana que se había desarrollado en el marco de la exégesis cristiana de el tema15. Inevitablemente, el tipo ideal que proponía Van Gennep se ha
la historia humana11. Si intentamos interpretar la sensación de apocalip­ modificado con el tiempo.
sis sin ceñimos a los parámetros de la historia cristiana, descubriremos En el exhaustivo estudio sobre la función del ritual en las sociedades
que existe un importantísimo campo de estudios dentro del marco de la premodemas que el antropólogo angloamericano Victor Tumer llevó a
antropología social y cultural que se dedica al análisis del «mito de tran­ cabo en los años cincuenta y sesenta, ofrecía una versión bastante refi­
sición» al que alude Kermode, pero en una de sus variedades más anti­ nada del esquema original de Van Gennep. Para Tumer, la primera fase
guas, universales y ritualizadas: el rito de paso. Se trata de un fenómeno de separación o disgregación «delimita el espacio-tiempo sagrado del
estrechamente relacionado con el modernismo en el sentido amplio en espacio-tiempo terrenal» -o , según nuestro esquema, separa a Crono
el que lo estamos definiendo. del ctevum-. Tumer presta especial atención al conjunto de «símbolos de
nacimiento y renovación» que acompañan a la última etapa del ritual, la
etapa de reagregación. En los años noventa, e! eminente antropólogo
E l r it o d e p a s o social británico Maurice Bloch añadió una nueva mejora al modelo que
aporta un nuevo elemento a la teoría del modernismo que estamos cons­
El primero que estudió los ritos de paso fue Arnold van Gennep en truyendo. La premisa de su modificación del modelo de Tumer era «la
su obra clásica de 190912. En este libro los definía como «ritos que inesperada y llamativa quasi-universalidad de las estructuras religiosas
acompañan cualquier cambio de lugar, de estado, de posición social y de básicas» que modelan las culturas humanas y que se manifiesta en la
edad»13, y explicaba que se caracterizaban por una progresión triple recurrencia de «un mismo modelo estructural en el ritual y en otras re­
(triádica) de etapas que un experto actual resume de la siguiente manera: presentaciones religiosas en distintas épocas y lugares». Bloch ofrece
«1. De separación o pre-liminar (que viene de limen, que en latín quiere una explicación perfectamente compatible con las teorías que postulan
decir umbral). En esta etapa una persona o un grupo se separan de un que existe una necesidad humana universal de acceder a una temporali­
punto de la estructura social fijado con anterioridad o de un conjunto dad suprapersonal, a la temporalidad del aevum que hemos analizado en
anterior de condiciones sociales; 2. Marginal o liminar, cuando el estado el capítulo anterior. Afuma que esas similitudes se deben a que en «la
del sujeto ritual es ambiguo; ya no se encuentra en el estado antiguo inmensa mayoría de las sociedades la vida humana se representa como
pero tampoco ha alcanzado el nuevo todavía; y 3. De agregación o post- si sucediera dentro de un marco permanente que trasciende el proceso
liminar, cuando el sujeto ritual entra en un nuevo estado estable con los natural y transformador del nacimiento, el crecitniento, la reproducción,
derechos y las obligaciones que se derivan de él»14. Como es natural, se el envejecimiento y la muerte»16.
han escrito una gran cantidad de monografías antropológicas desde que Para Bloch, la clave del proceso paradójico de obtención de la tras­
el estudio de Van Gennep viera la luz. En ellas se documentan los ritos cendencia que se deriva de los ritos de paso se encuentra en el proceso
psicosimbólico que tiene lugar en la fase de separación de la sociedad.
1,1 Jürgen Haberm as, T h eorie und Praxis. S o zia lph ilosopkisch e Studien, Neuwied/Ber- Los iniciados entran en «un mundo liminar que está más allá de este
lín, Luchterband, 1963, p. 294 [ed. cast.: Teoría y pra x is. E stu dios d e filo so fía social, M a­ proceso» y se encuentran en condiciones de verse a ellos mismos y a los
drid, Tecnos, 1987],
" E. Bloch también pone de relieve la im portancia de la influencia joaquiniana en la
demás «como parte de algo permanente y que por tanto trasciende la
visión nazi de la historia. Véase Ernst Bloch, The H erita g e o f ou r Times [1962], Cambridge, vida». La experiencia liminar les transforma y les concede una autori­
Polity, 1991, pp. 122-128. dad que les permite convertirse en «personas perennemente trascenden­
” Arnold van Gennep, The R iles o f Passage [1909], Londres, Routledge & Kegan Paul,
tales, capaces por tanto de dominar el aquí y el ahora» al que pertene­
I960 Led. cast.: Los rito s d e p a so , M adrid, A lianza, 2008],
11 Se cita en Victor Turner, The Forest o f Sym bols. A sp e c ts o f N dem hu Ritual, Ithaca, cían antes de escindirse de él por medio del ritual. En la tercera fase de
N ueva York, Cornell University Press, 1967, p. 94 [ed. cast.: La se lv a d e los sím bolos. Aí- reagregación postliminar «se recupera la vitalidad, pero ya no se trata
p e c to s d el ritual N dem bu, M adrid, Siglo XXI de España, 1990],
14 Mathieu Deflem, «Ritual, Anti-structure, and Religion: A discussion o f Victor Tur­
ner’s processual sym bolic analysis», en Journal fo r the Scientific Stu dy o f R eligion 30/1 15 Véase supra capítulo 3, p. 128.
(1991), p. 9. 16 Maurice Bloch, Prey into Hunter, Cambridge, Cambridge University Press 1992. p. 3.

150 151
de la vitalidad terrena a la que el individuo había renunciado». Es «una
afecta este perfeccionamiento al segundo tipo de rito de paso de la
vitalidad conquistada, obtenida de seres exteriores, normalmente de ani­
teoría de Turner, es decir, el que genera una nueva sociedad, bien a
males, pero a veces también de plantas, de otros pueblos o de mujeres».
través de una transformación radical de la sociedad anterior, o bien
Así, el rite depassage «no se considera un regreso a la condición que se
cuando se produce una secesión colectiva de esa sociedad para formar
había dejado atrás en la primera fase, sino el consumo enérgico de una
una nueva cultura. Turner define las condiciones que dan lugar a una
vitalidad que tiene un origen diferente de la que se pierde al principio»17.
revolución en vez de a una transición como «liminoides». Mathieu
Basándose en este análisis, Bloch llega a la conclusión de que la
Deflem explica así este concepto: «Lo liminoide se origina al otro lado
función central de las ceremonias iniciáticas triádicas no es la trans­
de las fronteras políticas y económicas, y tanto su proceso estructural
formación del iniciado, sino la regeneración de la sociedad, la recarga
como sus manifestaciones cuestionan la estructura social general a tra­
del suministro de trascendencia. Su finalidad última es poner cerco a
vés de la crítica social o incluso de la propuesta de una revolución o de
la anomia y a la entropía, aislarla de la colectividad, y por este motivo
una reestructuración del orden social oficial»20.
los ritos de paso desempeñan un papel clave en los complejos proce­
En otras palabras, la transición liminoide hacia un nuevo orden se
sos «cosmogónicos» a través de los cuales las tribus o los pueblos se
produce cuando una sociedad sufre una crisis lo suficientemente pro­
revitalizan escenificando de nuevo «la creación de la vida moral». La
funda para impedir que pueda perpetuarse y regenerarse gracias a sus
fase liminar de los ritos de transición permite a los seres humanos
propios recursos simbólicos y rituales. Estas crisis pueden surgir como
alimentarse de una energía metafísica que no se encuentra disponible
consecuencia de un desastre natural -epidem ias, sequías, inundacio­
en las fases «normales» de la realidad, y recargar así a la sociedad de
nes, o alteraciones en el hábitat- o de la aparición de tensiones socio­
trascendencia a través del regreso simbólico. Los ritos de paso ponen
económicas o políticas intestinas, o de la ocupación, colonización, o
en hora el reloj cósmico de la sociedad y al mismo tiempo renuevan
de actos de agresión infligidos por otras sociedades. Obviamente, la
los vínculos que existen entre la vida individual, la comunidad, la cul­
capacidad de los seres humanos para emprender acciones colectivas
tura, el poder estatal y el cosm os18. En el capítulo anterior vimos que
destinadas a solventar este tipo de crisis creando una nueva sociedad
se han llevado a cabo muchas y exhaustivas investigaciones etnográfi­
con un nuevo nomos es crucial para la evolución de todas las culturas
cas que indican que la función principal de los rituales funerarios es
humanas a lo largo del tiempo, y para adaptarse a los nuevos entornos
revitalizar y volver a legitimar tanto el nomos cultural como el sistema
y situaciones que amenazan continuamente el sistema social imperan­
sociopolítico al que este nomos sirve de sustento. Ahora, estamos en
te. Las «condiciones liminoides» y las reacciones sociales innovado­
condiciones de afirmar que este tipo de rituales son síntomas de un
ras, adaptativas y revolucionarias que generan y que crean un nuevo
modelo regenerador todavía más «arquetípico», un modelo coherente
orden y un «nuevo mundo», son esenciales en la historia de la huma­
con la teoría de Richard Fenn de la función universal, regeneradora del
nidad como los procesos liminares, evolutivos a pesar de su carácter
tiempo y purificadora del mundo, que tiene el ritual19.
conservador, que mantienen y regeneran el statu quo.
A partir de todas estas consideraciones, podemos afirmar que lo
que decía Bloch de las situaciones liminares se puede trasladar tam­
E l m o v i m i e n t o r e v it a l iz a d o r
bién a las liminoides. Más que regenerar las vidas de los individuos, la
finalidad de los rituales que se generan en este tipo de situaciones es
En From Prey to Hunter [De presa a cazador], Maurice Bloch es­
regenerar la sociedad, garantizar la supervivencia colectiva, no la per­
tudia las transiciones liminares que tienen como resultado la restitu­
sonal, m antener la trascendencia eterna a pesar de la mortalidad indi­
ción o la vigorización de la sociedad existente. No sabemos cómo
vidual. La diferencia principal es que en el caso de los ritos de paso
liminoides es la sociedad en conjunto la que entra en la fase de sepa­
17 Ibid., pp. 4-6. ración liminar, y que el resultado no es la reagregación de la sociedad,
18 Ibid., pp. 46-47. sino su renacimiento en una nueva forma. Por eso la nueva comunidad
J9 Richard Fenn, The E nd o f Time. Religion, Ritual, and the Forging o f the Soul, Cleve­
land (OH), Pilgrim Press, 1997. Véase sobre todo el capítulo 4, «Rituals o f purification:
que surge de la quiebra de la .sociedad anterior se suele explicar en
Renewing Time». En la introducción y en el capítulo 6, «Ritual and Elementary Forms of términos palingenésicos y se presenta «bajo el disfraz de una situación
Fascism», Fenn relaciona la proliferación de rituales políticos bajo el fascism o con la expe­ edénica, paradisíaca, utópica, milenarista que demanda para su conse-
riencia de una sociedad a la que «se le acababa el tiem po», una sensación íntimam ente rela­
cionada con el «m iedo a la anomia» de Peter Berger.
1,1 M, Deflem, «Ritual, Antí-structure, and Religión», cit., p. 9.

152
153
cución la acción religiosa y política, personal o colectiva. La sociedad ta un nuevo papel en la sociedad, diseña un nuevo plan para reorgani­
se convierte en una communitas de camaradas libres e iguales, de per­ zarla y propone un nuevo orden que ofrezca un nuevo significado y
sonas totales»21. Si la interpretamos de acuerdo con la teoría de Berger una nueva finalidad a la vida»25. La formulación del nomos de la nueva
analizada en el capítulo anterior, esta representación mítica es el sín­ sociedad es un proceso sincrético de recombinación «lúdica» o «míti­
toma de que el dosel sagrado no ha sido reparado, sino sustituido por ca», de síntesis y de «reagregación» en el que «muchos de los rasgos
uno nuevo, aunque este nuevo dosel aproveche muchos elementos del de las situaciones liminares y liminoides acaban dominando la nueva
material original. religión, se nutren de muchas condiciones tribales que hasta ese mo­
Turner describe así el modo en que la nueva sociedad embrionaria mento se encontraban apartadas»26. Wallace define este proceso como
surge a partir de una situación liminoide: un «cambio de mapa cognitivo». El concepto de mapa cognitivo o
«modelo intrincado» / mazeway] incorpora las connotaciones de «vi­
La gente que comparte una característica importante [...] se aparta sión del mundo» y de «espacio vital»27. Basándose en este concepto,
de forma simbólica, o incluso real, del sistema general, con respecto Kenneth Tollefson sostiene que la revitalización cultural es «una res­
al cual se sienten «alienados» en distinta medida, e intenta buscar el puesta social adaptativa por la cual los valores presentes y pasados, las
resplandor de la communitas entre aquellos con los que comparten costumbres y las creencias -q u e producen una disonancia derivada de
algún rasgo cultural o biológico que, según ellos, es su marca de iden­ la distorsión que existe entre ellos- se analizan y se recombinan en
tidad más característica. La «categoría social» les permite escapar de una nueva síntesis, un nuevo mapa cognitivo o una nueva Gestalt»28.
la estructura alienante del «sistema social» y entrar en una «communi­ El concepto de «mapa cognitivo» [mazeway}, con sus connotaciones
tas» o antiestructura22. arcaicas de búsqueda de un nuevo camino para salir del laberinto [maze],
ha llamado la atención de algunos psiquiatras que estudian los nuevos
Esta «antiestructura social» funciona de la misma manera que otro movimientos religiosos. John Price, por ejemplo, lo identifica con
concepto con el que los antropólogos están muy familiarizados, el de
«movimiento revitalizador». Anthony Wallace, un pionero del estudio el cambio en el sistema de creencias con el que se encuentran los pro­
de este fenómeno23, afirma que un elemento crucial a la hora de formu­ fetas. La salida del laberinto es al individuo lo que la cultura a la so­
lar el nomos de una nueva sociedad es la aparición de un «profeta» que ciedad, de manera que el profeta despierta a una nueva realidad que
haya tenido «una visión o una revelación extática» que le sirva de base intenta inculcar a sus seguidores; si tiene éxito, el profeta se convierte
para, una vez «renovado», acometer la salvación de la comunidad. en el líder de un movimiento religioso; si fracasa, este individuo queda
Este profeta se sirve de ios sermones y del proselitismo para imponer alienado del grupo principal y lo más probable es que se le tache de
«un sincretismo de elementos nuevos y antiguos». La crisis de la so­ enfermo mental’“.
ciedad se resuelve así por medio de la «reafirmación de la identifica­
ción con un sistema cultural definible» creado por el líder24. En esta Este pasaje tiene mucho que ver con la descripción que ofrece Nor­
misma línea, Victor Tumer aborda en Dramas, Fields and Metaphors man Cohn del propheta que surge con el fin de liderar la rebelión de
[Dramas, campos y metáforas[ las situaciones liminoides que dan ori­ los marginados contra la era corrupta en la que viven y para construir
gen a un nuevo «visionario» dentro de la comunidad embrionaria, un la nueva Jerusalén. Obviamente, las fantasías milenaristas de inaugu­
personaje que «experimenta un cambio de personalidad radical, adop­ rar un nuevo aevum son muy anteriores a Joaquín de Fiore e incluso al
cristianismo: los movimientos milenaristas que estudia Cohn con una
21 Victor Turner, D ram as, F ields a n d M etaphors. Sym bolic A ction in H um an Society,
Ithaca (NY), Cornell University Press, 1979, pp. 237-238. 25 Éste es el resum en de las tesis de Turner que ofrece Kenneth Tollefson en su artículo
22 Victor Tumer, «Variations on a Theme o f Liminality», en Sally Moore y Barbara Myer- «Titus: Epistle o f religious revitalization», B ib lica l Theology B ulletin 30/4 (2000), p. 146. El
artículo ofrece una excelente panorám ica de la im portancia de los movimientos revitalizado­
hoff (eds.), Secular Ritual, Forms an d M eaning, Assen, Holanda, Van Gorcum, 1977, p. 48.
res y de su síndrom e de las seis fases en los fenóm enos religiosos que aparecen en la Biblia.
23 Véase Anthony W allaces, «Revitalization M ovements», publicado por prim era vez en
V. Tumer, D ram as, Fields an d M etaphors, cit., p. 212.
Robert Grum et (ed.), A nthon y Wallace. R evita liza tio n & M azew ays. E ssays on C ultu ral
27 Anthony Wallace, «M azeway Resynthesis: A biocultural theory o f religious inspira­
Change, 1, Lincoln, University o f N ebraska Press, 2003, pp. 9-29. Victor Ttim er relaciona las
tion», publicado por prim era vez en 1956, en Grumet, A nthony Wallace, cit., p. 170.
situaciones lim inares con los m ovimientos revitalizadores en Victor y Edith Tumer, «Reli­
gious Celebrations», en Victor Turner (ed.), C elebration. Stu dies in F estivity a n d Ritual, 38 K. Tollefson, «Titus», cit., p. 146.
W ashington DC, Sm ithsonian Institution Press, 1982, pp. 33-57. M John Price, «Anthropology and Psychiatry», The B ritish Journal o f P sych iatry 186
24 Anthony Wallace, «Mazeway Disintegration», en Grumet, Anthony Wallace, cit., p. 181. (2005), pp. 168-169.

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erudición pasmosa deben interpretarse como manifestaciones occi­ a incorporar características de los «movimientos revitalizadores» que lu­
dentales relativamente modernas del movimiento revitalizador arque- chan contra las fuerzas de la Modernidad, aunque para ello tengan que
típico que guía la adaptación y la evolución de la cultura humana desde adoptar la actitud de Zaratustra, de un aspirante a propheta, de un visio­
que el homo reflexivus empezara a caminar por este planeta maravillo­ nario adelantado a su época, ignorado por aquellos que le seguirían cie­
so y aterrador al mismo tiempo. Los anabaptistas aparecieron como gamente si comprendieran la gravedad de la situación31.
resultado natural de las agudas condiciones liminoides que Cohn do­ Enfocado así, descubrimos que el modernismo programático com­
cumenta con tanto detalle, y actuaban según un modelo de conducta parte algunos rasgos con los movimientos revitalizadores premoder-
ritualizado tan antiguo como la propia humanidad, de la misma mane­ nos que, como veremos, serán cruciales en el análisis de la relación
ra que la misión que Jan Bockelson se impuso a sí mismo en cuanto entre modernismo y fascismo que llevaremos a cabo en la Segunda
profeta, la de reorganizar la sociedad a la luz de las revelaciones divi­ parte. Uno de los más obvios es que se suelen formar en tomo a la fi­
nas, era una respuesta adaptativa a una crisis que no condujo a un ae- gura de un líder carismático, de un profeta que se hace cargo de los
vum, sino a una matanza a gran escala30. valores, las tácticas y la visión del mundo [mazewayj necesaria para
Por consiguiente, Frank Kermode no tenía razón cuando afirmaba que se produzca la transición al nuevo orden. Este rasgo cobrará un
que el «mito de transición» moderno tiene su origen en el cristianismo significado especial cuando analicemos el culto al líder común a los
medieval. El motivo «apocalíptico» de la decadencia y de la renova­ dos regímenes fascistas. Otro es la exclusividad y la superioridad de la
ción que para Kermode es un Leitmotiv del universo poético de W. B. nueva communitas que se escinde de la sociedad en crisis o que pre­
Yeats, debe entenderse como una combinación distinta de un modelo tende hacerse cargo de ella, atributos construidos a partir de mitos.
arquetípico que salió a la superficie a partir de 1850, cuando un grupo Conforme a la lógica de la destrucción creadora y del nihilismo activo,
cada vez mayor de seres humanos que vivían en el ámbito de influencia el objetivo principal de este movimiento es, en palabras de Tumer,
europeo comenzaron a experimentar una fase liminoide indefinidamen­ «revitalizar una institución tradicional y procurar al mismo tiempo su­
te prolongada, favorecida por la percepción de un número creciente de primir a las personas, costumbres, valores, e incluso a las culturas ma­
artistas e intelectuales que pensaban que la sociedad occidental se pre­ teriales ajenas a la experiencia de los que están sufriendo un cambio
cipitaba hacia el abismo del nihilismo. traumático y doloroso»12. Así, los movimientos de revitalización polí­
tica tienden a demonizar tanto al orden anterior como a cualquier gru­
po social que se pueda identificar como causa de la decadencia de la
U n a r e v is ió n d e l m o d e r n i s m o p r o g r a m á t ic o sociedad, o como una amenaza al proceso de renacimiento. Obvia­
mente, este rasgo tiene mucho que ver con el concepto etnocéntrico de
Si la aproximación primordialista al modernismo bosquejada en el comunidad nacional, muy diferente en cada caso, que tanto Hitler como
capítulo anterior se considera a la luz de los factores antropológicos de Mussolini adoptaron oficialmente.
los ritos de paso que hemos analizado en éste, el «modernismo progra­ No obstante, los dos rasgos generalmente reconocidos de los mo­
mático» que identificábamos en el capítulo 2 cobra una nueva dimen­ vimientos revitalizadores de los que nos ocuparemos en este capítulo
sión. Mientras que los que practican el modernismo «epifánico», la va­ son, en primer lugar, el intenso sincretismo implícito en la creación de
riedad intimista y diáfana, busca la trascendencia «inmortalizando» un nuevo «mapa cognitivo» necesario para guiar la búsqueda del nue-
destellos del nomos perdido en el arte, en la literatura, en la pintura o en
" Existe una relación obvia entre el concepto de m ovim iento revitalizador y, por una
la música, sus parientes fuertes, sus primos optimistas, los modernistas parte, el concepto weberiano de «movim ientos políticos carism áticos» y por otra el de «me-
programáticos acometen incontables iniciativas personales y colectivas sianism o político» de Jacob Talmon. Véase Douglas M adsen y Peter Snow, The C harism atic
con el fin de resolver las condiciones liminoides provocadas por el im­ Bond. P oiu ical B ek a v io r in Times o f C risis, Cambridge (MA), Harvard University Press,
1996; Jacob Talmon, P olitical M essianism . The R om antic Pkase, Londres, Secker & Vv’ar-
pacto de la modernización. Como es natural, ambas variedades tienden
burg, 1960. Resulta significativo que am bos libros carguen las tintas sobre la relación entre
la crisis (p. e. las condiciones lim inoides) y la aparición del proph eta arquetípico que lidera
JI> A la luz de este análisis, se puede decir que cuando el estudioso del m ilenarism o la nueva com m unitas, un síndrom e cuyo ejem plo más claro fue el del fenóm eno que hizo
m oderno David Bromley afirma que «el m ovimiento a favor del Apocalipsis crea una limi- época en el sentido literal de la expresiórt: la figura de Jesucristo com o mestas de una nueva
naridad estructural» está em pezando la casa por el tejado. Véase David Brotnley, «Cons­ configuración histórica y metafísica.
tructing Apocalypticism. Social and Cultural Elements o f Radical Organization», enT . R ob­ 32 Victor y Edith Turner, «Religious Celebrations». en Víctor Turner (ed.), C elebra-
bins y Susan Palm er (eds.), M illenium , M essiahs, an d M ayhem : C on tem porary A p o ca lyp tic tion. Stu dies in F estivity a n d R itual, W ashington DC, Sm ithsonian Institution Press, 1982,
M ovem ents , Nueva York, Routiedge, 1997, p, 33. pp. 211-212.

1
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vo hogar mítico de la communitas embrionaria, y en segundo lugar, el un movimiento de emancipación que despertó un frenesí de fervor
hecho de que estos movimientos aparezcan «en épocas que se caracte­ religioso entre los indios, que estaban convencidos de que no tardarían
rizan por un marcado cambio cultural y por la correspondiente angus­ en entrar en una tierra prometida donde su forma de vida y su cultura
tia personal»33. El sincretismo de los movimientos revitalizadores no estaría a salvo para siempre.
sólo es el resultado de la imposibilidad práctica de hacer tabla rasa del Lo más importante de la explicación que ofrece Victor Tumer de la
nomos tradicional con el fin de crear uno completamente nuevo sino Danza de los Espíritus es que representaba una fusión de elementos
además de la necesidad instintiva de incorporar todos los elementos rituales tradicionales e innovadores de la cultura india presidida por un
saludables del aparato trascendental, todos los «valores eternos», en la hechicero en nombre de un salvador invisible que había adquirido cua­
fundación de un nuevo orden comunal viable. El funcionamiento de lidades carismáticas que recuerdan mucho a las que los anabaptistas
los cambios de «mapa cognitivo» [mazeway] y sus correspondientes proyectaron en Bockelson. A través de una «combinación lúdica» de
«recombinaciones lúdicas» dentro de la órbita de la cultura modernis­ invocaciones de mitos fundacionales tribales y de representaciones ri-
ta se aclarará en cierta medida en el último apartado de este capítulo, tualizadas de la guerra contra el hombre blanco, la danza se convirtió
cuando analicemos el proceso de fusión de la estética con los ideales en «una restitución simbólica o reconstrucción del pasado creativo o
sociales y políticos que se desarrolló en algunos movimientos van­ generativo en el que la creación estaba, por decirlo de alguna manera,
guardistas artísticos y que ilustra la tendencia del modernismo a cons­ recién acuñada e impoluta». Gracias a ella, «las fuerzas naturales del
truir collages de significado integrando elementos ideológicos de una agua, el viento y el fuego “lavaban”, “hacían volar” o “hacían arder”»
heterogeneidad extrema. El segundo rasgo está relacionado con la na­ el «penoso presente» de la tribu34. Sin embargo, las fuerzas simbólicas
turaleza peculiar de las situaciones iiminoides dentro de la moderni­ del tiempo sagrado no estuvieron ni mucho menos a la altura de las
dad, una peculiaridad que ayuda a explicar la singularidad de los ras­ innovadoras máquinas de matar de los soldados americanos. En enero
gos de los movimientos revitalizadores modernistas con respecto a los de 1891, 3.000 soldados sofocaron un intento de rebelión, un episodio
tradicionales. Sin embargo, antes de abordar esta cuestión, puede que que ha pasado a la historia como la matanza de Wounded Knee. Con
sea útil poner un ejemplo concreto de movimiento revitalizador pre- la muerte del anciano jefe Nube Roja en 1909 se cortó el último víncu­
modemo para establecer las similitudes y las diferencias. lo con el pasado indio.
En la última década del siglo xix, el impacto de la ocupación del
«hombre blanco» estaba destruyendo la cultura milenaria de las tribus
indígenas que habitaban la llanura norte de América del Norte, la La m o d e r n id a d y l o l im in o id e
Dakota del Norte actual. En respuesta a este fenómeno comenzaron a
propagarse de forma espontánea algunas esperanzas y rumores que se La Danza de los Espíritus fue un movimiento revitalizador premo-
fundieron en una visión utópica de emancipación que tenía la marca demo típico. Surgió de forma espontánea para remediar una crisis limi­
arquetípica del mito escatológico. Se decía que existía un salvador que noide temporal cuyo resultado fue la clausura. Esta clausura se podía
vivía más allá de las montañas y que les devolvería a los indios su manifestar bien a través de la destrucción total de la communitas y del
forma de vida tradicional en una nueva patria fuera del alcance del orden antiguo del que ésta se había escindido, o bien transformándose
hombre blanco, donde se reunirían con sus muertos. Dos tribus locales en una nueva cultura viable que se viviría bajo un nuevo dosel sagrado.
enviaron al Oeste de Nevada sendas delegaciones para que establecie­ Sin embargo, bajo las condiciones peculiares de la modernidad occiden­
ran contacto con el nuevo mesías. A su regreso, los emisarios asegura­ tal, las propiedades de la crisis liminoide cambian en un sentido crucial.
ron que las historias que se contaban eran ciertas. En la primavera de Se convierte en una condición permanentemente indefinida que impide
1890 los Sioux representaron la primera Danza de los Espíritus en que la sociedad se cierre «totalmente» por muchas iniciativas que se
Pine Ridge, una ceremonia espectacular. Los jefes de las tribus asegu­ emprendan con el fin de restituir la trascendencia a un nivel microcós­
raban que los cuerpos de todos aquellos que participaran en la danza mico. Bajo la esclavitud de la modernidad, las culturas individuales que­
serían inmunes a las balas y que ese ritual haría que la profecía se dan atrapadas en la segunda fase liminar de la transición hacia un nuevo
convirtiera en realidad. Algunas otras tribus de la zona no tardaron en orden. Frank Kermode percibe este fenómeno y sostiene que la expe­
sumarse a la danza y el lugar se convirtió en el centro de atención de riencia moderna tiene lugar en un «tiempo intermedio», en una era de

35 ibid.
54 Ibid., p. 214.

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«transición perpetua en lo que concierne a cuestiones tecnológicas y situación cultural sin precedentes se puede encontrar en la predicción
artísticas», y por tanto le parece comprensible que sea «una era de crisis que realizó Rousseau en 1762. Rousseau pensaba que Europa estaba
moral y política perpetua»35. Zygmunt Bauman analiza el mismo dilema entrando en una era de «crisis permanente», un dinamismo perpetuo y
desde un ángulo diferente al investigar la relación íntima que existe en­ una inestabilidad que conferían a la historia moderna un potencial revo­
tre «modernidad y ambivalencia». Existe una conexión obvia entre lo lucionario permanente. Por tanto, no es de extrañar que los philosophes
que Bauman identifica como «el horror de la indeterminación»36 que que tenían una visión cíclica de la historia emplearan con tanta frecuen­
puede conducir a algunos individuos, grupos y gobiernos a adoptar so­ cia el término «crisis». Concebir la historia de manera cíclica indica la
luciones draconianas con el fin de «poner fin» a la ambivalencia de modo existencia de un vínculo subyacente entre la sensación de ruptura cultu­
artificial, y el «terror a la anomia» arquetípicamente humano que postu­ ral y las posibilidades de renacimiento y de renovación que se desplie­
lan Berger, Becker y los científicos sociales que defienden la TMT. Tam­ gan gracias a esta misma situación una vez que el pesimismo cultural se
bién existe una relación bastante obvia entre la experiencia de la moder­ convierte en dionisiaco en vez de romántico, y el «principio de esperan­
nidad como era liminoide prolongada y la temporalización de la historia za» de Bloch se pone en marcha.
que analizamos en el capítulo anterior. (Obsérvese que he dicho «pro­ La condición previa para que a partir de 1850 empezara a experi­
longada» en lugar de «permanente» porque la experiencia social de la mentarse la modernidad como decadencia (Modernidad) fue el fin del
modernidad no siempre es liminoide, y existen situaciones en las cuales proceso cosmológico en virtud del cual el mapa cognitivo que propor­
la propia inestabilidad de la modernidad puede suministrar, por paradó­ cionaba el cristianismo se solapaba con las fuentes generadoras de
jico que resulte, un nomos por derecho propio, sobre todo en el caso del nomos basadas en los mitos del progreso racional, científico, liberal,
posmodemismo.) industrial e imperial que habían surgido en la época de Rousseau, A
Una vez que las utopías, las patrias míticas y los doseles sagrados se mediados del siglo xix, a medida que la crisis de credibilidad del cris­
trasladan desde el ámbito suprahistórico, extratemporal y se convierten tianismo y del mito del progreso en cuanto fuentes estables de trascen­
en proyectos realizables dentro del proceso histórico participan de la dencia se agravaba, una cantidad cada vez mayor de artistas e intelec­
indefinición de la transición perpetua. Como dice Richard Fenn, los se­ tuales empezaron a expresar una sensación de pesimismo con respecto
res humanos modernos están condenados a peregrinar sin destino, de al curso que había tomado la historia y al excesivo coste espiritual de
forma que «el limbo se convierte así en una condición social crónica los espectaculares avances materiales que habían tenido lugar. En este
más que temporal»37. Fenn también recurre a la teoría de las condiciones momento, lo liminar dio paso a lo liminoide, un cambio que se articu­
liminoides de Tumer para explicar lo que sucede —o, mejor dicho, lo que ló conforme al proceso que hemos explicado en el capítulo 2, es decir,
no sucede—en la modernidad. Reinhart Koselleck, aunque no hace nin­ conforme a la tendencia creciente de aquellos que se encontraban
guna referencia específica a la taxonomía de Tumer ni a ninguna otra «alienados de la totalidad del sistema» a equiparar modernidad, deca­
fuente antropológica, llega a una conclusión bastante parecida con res­ dencia y caos moral. Fue precisamente en este momento cuando apa­
pecto a la imposibilidad de clausura en la modernidad cuando afirma recieron por vez primera nuevas formas artísticas que no empleaban
que los seres humanos modernos tienen la sensación permanente de vi­ su capacidad creativa para enfrentarse a la razón ilustrada, sino a la
vir «en “el tiempo más nuevo” que es a la vez el comienzo de una nueva decadencia. El modernismo estético acababa de nacer. Por tanto, no es
época»38. Según Koselleck, una de las primeras formulaciones de esta ninguna casualidad que los artistas modernistas nos hayan dejado al­
gunas de las descripciones más vividas de la experiencia moderna de
lo liminoide.
,s F. Kermode, The Sense o f an Ending, eit., pp. 28 y 101.
31 Zygm unt Bauman, M o d ern ity a n d A m bivalen ce, Cam bridge, Polity, 1991. De una de ellas ya hemos hablado con anterioridad. Me refiero a la
vi R ichard Fenn, Time Exposure. The P erson al E xperience o f Time in S ecu lar Societies, metáfora kafkiana del accidente de tren dentro de un túnel donde re­
Oxford, Oxford University Press, 2000, p. 107. El libro de Fenn, The E n d o f Time: ReligUm, sulta difícil distinguir la entrada de la salida, una catástrofe que provo­
Ritual, a n d the Forging o f the Soul, arroja luz sobre un aspecto im portante de la relación del
fascism o con el m odernism o al analizar el papel crucial que desem peña el ritual en la gene­
ca tanto sensaciones de terror como de éxtasis. A principios de siglo,
ración de la experiencia de la purificación, del sacrificio, de la resacralización y de la reno­ el artista decadente checo Jirí Karásek manifestaba una sensación de
vación del tiempo, y al relacionar la proliferación de rituales políticos bajo el fascismo con crisis mucho menos ambivalente y aludía al «horror de la transición,
la experiencia según la cual a la sociedad «se le acababa el tiempo». Véase .sobre todo la la incertidumbre de esta época que ha expulsado todo lo antiguo pero
introducción, el capitulo 4, «Rituals o f Purification: Renewing Time», y el capítulo 6, «Ri­
tual and the Elementary Forms of Fascism», que todavía no ha creado nada nuevo para sustituirlo, una era que no
38 Véase su pra capítulo 2, p. 80. ofrece ningún lugar de apoyo, en la que habrá que escuchar la angustia

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de los que se ahogan»3g, August Strindberg se mostraba igual de lúgu­ miserable es mejor que arrastrarse por el infinito del escepticismo de­
bre cuando juzgaba los tiempos que le habían tocado vivir en un co­ sesperado. Nuestra primera tarea es tomar tierra. Ya encontraremos
mentario de los personajes que había creado para La señorita Julia otras bahías mejores y ayudaremos a los demás, a los que lleguen
(1888). Decía que eran «modernos», y por tanto «divididos y vacilan­ después a recalar41.
tes», «un conglomerado de pasado y presente». La razón que aducía
para esgrimir semejante afirmación era que «vivimos en una era de En el contexto general de su obra, la metáfora marítima que utiliza
transición, mucho más apremiante e histérica que la anterior»4*1. Nietzsche para expresar la sensación de anomia no sólo transmite de­
La experiencia de la modernidad en cuanto época de ambivalencia sesperación, sino la desesperación de querer trascenderla, de alcanzar
perenne e irresoluta, da forma a algunas de las imágenes más repre­ tierra firme aunque se trate de una bahía artificial. Si aplicamos los
sentativas del arte modernista: el grito silencioso de Edvard Munch análisis antropológicos de Turner y de Wallace, la tarea que Nietzsche
ante la perspectiva del crepúsculo de un día que termina o antes el se impuso a sí mismo fue la de utilizar la alienación intelectual con
amanecer de uno nuevo; los paisajes urbanos misteriosos y «metafísi- respecto a su época con el fin de empujar a su mente hasta la etapa fi­
cos» de Giorgio de Chirico, donde la trascendencia se ha convertido nal de la crisis nihilista moderna, un estadio en el que el pesimismo
en una sombra amenazante que cubre los edificios desprovistos de romántico se había convertido en dionisiaco y las condiciones liminoi­
vida; los relojes de Salvador Dalí, que se derriten como helados; la des habían desaparecido gracias a un cambio de mapa cognitivo [ma-
batalla perdida de K., bien para lograr acceder a la justicia o para lle­ zewayf. Esta era la situación ideal para la aparición de Zaratustra, el
gar al castillo en las dos novelas de Kafka cuyo estado fragmentario profeta que llega demasiado pronto pero que es capaz de hallar aco­
acentúa aún más su modernismo; y, en la siguiente generación, el eter­ modo en una nueva forma de modernidad en la que el «hombre euro­
no purgatorio de A puerta cerrada, de Jean-Paul Sartre, y el concurso peo» se encuentra eficazmente protegido del miedo al abismo gracias
sin reglas, imposible de ganar, de Final de Partida de Samuel Beckett. a un nuevo nomos. Este «momento» dialéctico del pesimismo conce­
Todas estas obras transmiten una sensación de aporía, de que el futuro bido como una reacción ante la anomia que consiste en transformar un
se despliega de forma permanente y de que la trascendencia está tan estado mental negativo en la fuente de un proceso regenerativo -c o n ­
temporalizada que parece inundada de neurastenia, uno de los «tras­ vertir la debilidad del último hombre en la fuerza del nuevo hombre-,
tornos temporales» más de moda a finales del siglo xix. Cuando lo su­ se encuentra presente en la obra creativa de todos los artistas que aca­
blime intenta mantener su aura suprahistórica y numinosa, tiene que bamos de citar. Según la hipótesis que estamos construyendo, existiría
retroceder, tentador e inaccesible para aquellos que lo persiguen, como un profundo vínculo estructural entre el estado de «transición perma­
un arco iris que se busca a través de los campos abiertos. nente» que algunos historiadores culturales atribuyen a la modernidad
Aunque Nietzsche estaba convencido de que su misión era formu­ y la «etapa de transición» arquetípica, o fase liminar, de los rituales de
lar una serie de valores que afirmaran la vida y que sirvieran de base regeneración de los antropólogos. El resultado de esta tesis es una in­
al nomos de la nueva era postnihilista, también experimentaba mo­ terpretación «primordialista» del modernismo que ofrece una nueva
mentos de angustia cuando, durante su viaje de descubrimiento, se perspectiva tanto de su dinámica interna como de su dimensión en
sentía prisionero a bordo de El holandés errante, condenado a navegar cuanto fenómeno cultural y de su relación con el fascismo.
a la deriva a través de los océanos liminoides, lejos de tierra firme, La premisa en la que se basa esta interpretación, una premisa es­
condenado a contemplar para siempre un horizonte cambiante, des­ peculativa aunque sostenible en la medida en que está basada en una
provisto de mitos: investigación transdisciplinar, es que la «crisis permanente» de la his­
toria temporalizada que se convirtió en el sello de la modernidad occi­
Grito, ¡Tierra a la vista! ¡Ya he tenido suficiente viaje apasionado dental una vez equiparada con la decadencia, tiende a activar una fa­
y errante por mares oscuros y ajenos! ¡Tierra, por fin! No importa cultad humana igual de permanente e intrínseca a la «naturaleza» del
adonde hayamos llegado: hay que desembarcar; hasta el puerto más homo sapiens. Se trata de una facultad al menos tan antigua como la
conciencia reflexiva de la inmortalidad de nuestra especie, y es im­
■w Jtrí Karásek ze Lvovic, RenaissanCni touhy v uméni, K ritické studie [1902], Praga,
prescindible para desarrollar «nuestra» capacidad de adaptación social
Aventinum, 1926, p. 165. Se cita en Robert Pynsent (ed.), Decadence and Innovation. Aun-
tria-Hungary in the fin-the-siécle, Londres, W eidenfeld & Nicolson, 1989, p. 151.
* Prefacio a I m señorita Julia, citado en M alcolm Bradbury y James McFarlane (eds.), 11 Friedrich Nietzsche, Unmodern Observations, New Haven (CT), Yale University
M a d em ism 1890-1930, Harm ondsworth, Penguin, 1976, p. 47. Press, 1990, p. 138.

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y para la creación de cultura a lo largo de «nuestro» proceso evolutivo. En El espíritu de la utopía, un libro escrito en 1916, Enrst Bloch
Es una capacidad en gran medida subliminal y, utilizando el vocabula­ ofrece una explicación de este estado mental extremo. En un pasaje
rio de Nietzsche, una voluntad de vencer el terror provocado por la escrito mientras «el mundo antiguo» se desmoronaba a su alrededor
perspectiva de la muerte individual a través de una creencia elaborada en las catacumbas de la guerra de trincheras, Bloch escribió que los
de forma mitopoética, cimentada cosmológicamente, y configurada co­ visionarios como él encontrarían «nuevos caminos metafísicos que
munalmente; una creencia en cierta forma suprapersonal de renova­ condujeran a un orden nuevo» y harían realidad el «momento filosófi­
ción. Es el instinto palingenésico y primordial que anima el «nihilismo co, creativo y supremo» concentrándose de manera constante «en so­
activo» de Friedrich Nietzsche, el «principio de esperanza» perenne de ñar despiertos en una vida más pura, más elevada, libre de malicia, de
Emst Bloch, el instinto humano de crear un mundo mítico de cultura y vacío, de muerte y de enigmas, una vida en comunión con los santos,
de nomos que defiende Peter Berger, la construcción perpetua de «siste­ con todo aquello que se encuentra en el paraíso»44. En plena ensoña­
mas de héroes ficticios» que le sirve de hipótesis a Ernest Becker, la ción, los sonámbulos del modernismo programático desplegaron las
proyección de la vida en una visión del mundo trascendental que identi­ alas del kairos y remontaron el vuelo hasta encontrar un momento ín­
ficó Maurice Bloch en cuanto «estructura religiosa quasi universal», y el timo de gloria. A través del portal mágico de la oportunidad que se
«mito de la palingenesia» que yo reivindicaba en The Nature ofFascism abrió de pronto en los asfixiantes muros de la historia, advirtieron que
como «arquetipo de la facultad mitopoética humana»42. un nuevo aevum se aproximaba y les ofrecía un camino «ascendente»
Cuando lo «liminoide» adquiere las connotaciones dialécticas tanto que conducía a una realidad superior, más allá de la interminable tran­
de «crisis perpetua» de «transición permanente», de imposibildad de sición del tiempo lineal. En este estado de falsa trascendencia, el artis­
clausura como de regeneración cultural, renovación de la humanidad e ta visionario o el ideólogo se convierten en una síntesis de los rasgos
inauguración de una nueva era, adquiere un valor heurístico especial que según Joseph Goebbels se combinaban en la figura de Vincent van
para la interpretación del modernismo. Esta «coincidencia de opuestos» Gogh: «Profesor, predicador, fanático, profeta... y loco», e intenta ex­
paradójica resuelve la contradicción que plantea David Weir cuando se­ presar una «idea» redentora que transforme el futuro. En ese «estado
ñala que, como el modernismo «se identifica con la renovación y al elevado», las objeciones escépticas que ponen de relieve la cordura o
mismo tiempo transforma la transición en un estado constante», el la viabilidad de la misión palingenésica que se debe llevar a cabo no
«puente» que tiende hacia una nueva realidad social queda sin terminar, tienen lugar ya que, como admitía el propio Goebbels, «a fin de cuen­
de forma que «la propia realidad del modernismo plantea la pregunta de tas, todos los que tenemos una idea estamos locos»45.
si la renovación cultural en general es posible»41. Desde el punto de vis­ Salvo Arpad Szakolczai46, parece ser que, en general, los sociólo­
ta del observador escéptico o del historiador lo que acabamos de plan­ gos no han reparado en la pertinencia de la antropología cultural y de
tear es una verdad objetiva. Pero para aquellos que tenían la sensación
de que la historia les había lanzado al torbellino de la modernidad, aque­ “ E m st Bloch, The. S p irit o f U topia [1923), Stanford (CA), Stanford University Press,
llos que experimentaron la anomia surgida de las condiciones liminoi- 2000, p. 171. Este pasaje fue escrito en 1916.
4S Joseph Goebbels, M ichael: Ein deu tsch es Schicskal, Munich. Fran/, Eher Press,
des características de la época en toda su intensidad, la voluntad de crear
1931, p. 124.
un nuevo nomos se convirtió en una necesidad tan apremiante que el “ En Reflexive H istóricai Sociology, Londres, Routledge, 2000, el «sociólogo reflexivo»
modernista programático entró en un estado mental utópico, extático y, Arpad S/.akolczai afirma que la limi naridad tal y com o la entiende Victor Tumer «es potencial-
en última instancia, delirante, y así se sintió capaz de llegar a tierra fir­ m ente uno de los términos más generales y útiles de las ciencias sociales», Sin embargo, se
puede decir que la exposición que Szakolczai ofrece acto seguido de la importancia de este
me, de construir un mundo nuevo o, por lo menos, de mover a otros a concepto, a pesar de los evidentes paralelismos con la nuestra, no es del todo acertada, en la
hacerlo. Se trata del autoengaño resultante de una visión idealista de la medida en que pasa por alto la distinción crucial entre las situaciones tintinares, es decir, aque­
realidad, de las utopías secularizadas que sirven para refugiarse de la de­ llas en las que una sociedad se regena, y las lim inoides , que dan lugar a iniciativas que favore­
cen la creación de un nuevo orden. D e acuerdo con nuestro planteamiento, fueron precisam en­
sesperación cósmica, un autoengaño que puede tener consecuencias his­
te las condiciones lim inoides de la sociedad europea entre 1880 y 1945, inducidas por el
tóricas desastrosas cuando se convierte en un programa político cuya apogeo de la modernidad, las que determinaron la aparición de nuevas políticas totalitarias y la
finalidad es inducir el renacimiento total de la sociedad. aniquilación de vidas humanas. El propio Szakolczai insinúa la existencia de este proceso
cuando afirma que «la (area principal» de la sociedad m oderna es «una búsqueda literal de
orden, con la consiguiente angustia existencia! que ello acarrea», y afirma que, al no haber
12 Veuse Roger Griffin, The N atu re o fF a scism , Londres. Pinter, 1991, p. 33. «maestros de ceremonias» com o en las sociedades tradicionales y habida cuenta de la «presen­
1,1 David Weir, D e ca d en ce a n d the M aking o f M odernism . Amherst, University of M a­ cia amenazante de la disolución de todos los marcos estables», «no se podían controlar de
ssachusetts, 1996, p. 203. manera eficaz las fuerzas oscuras liberadas en aquella "situación”».

164 165
los ritos de paso en el análisis de la modernidad. Sin embargo, el puesta en las Tesis sobre la filosofía de la historia, de Walter Benja­
psicoanalista jungiano Anthony Stevens aprovecha al máximo el con­ mín, resulta obvia50.
cepto de experiencia liminoide de Turner. En el transcurso de su ex­ Ronald Schleifer identifica de manera todavía más clara el modelo
posición de arquetipos simbólicos y míticos, explica que las nuevas que hemos interpretado con «una dialéctica de lo liminoide». Afirma que
comunidades simbólicas (las culturas) surgen a partir de condiciones «la sensación apocalíptica de “novedad"» es un producto de la «crisis
liminoides y que lo hacen a través de una serie de mecanismos mito- de conciencia» y del «hundimiento de la continuidad ontológica»sl.
poéticos. Para Stevens, este proceso es crucial para la evolución y la Modris Eksteins también reconoce de forma implícita la existencia de
di versificación de la sociedad humana. Es más, admite que los líde­ esta dialéctica cuando afirma que después de la Primera Guerra Mun­
res carismáticos desempeñan un papel vital en la formación y en la dial «los radicales reclamaban la novedad total porque afirmaban que
viabilidad de las nuevas comunidades que surgen al final, y establece se había producido la quiebra de la historia, y los moderados lo hacían
un vínculo directo entre los «chamanes»47 de la tribu y algunos per­ aduciendo que, como poco, la historia había descarrilado», la misma
sonajes contemporáneos que inspiraron la lealtad fanática de sus se­ metáfora que utilizaba Kafka para definir la modernidad52. Esta dialéc­
guidores, como David Koresh, Jim Jones, Charles M anson y Adolf tica también se encuentra implícita en la obra de Peter Osbome, que
Hitler, una figura crucial en el contexto que nos ocupa. Según Ste­ identifica el modernismo con «la conciencia cultural afirmativa de la
vens, el ascenso del Führer al poder dem uestra «la capacidad que temporalidad de lo nuevo»53.
tiene el simbolismo liminoide que surge del inconsciente de un líder Al aplicar la perspectiva primordi alista a las teorías del modernis­
carismático y mueve a sus seguidores a una acción colectiva de con­ mo existentes, también se pone de relieve la fe en el tratamiento maxi-
secuencias im predecibles»4S. malista que ejemplifican tanto Schleifer como Osborne. Así, se recha­
zan los intentos de restringir el modernismo de modo artificial a los
estrechos confines del arte, y de aislar los fenómenos estéticos experi­
U n a d e f in ic ió n p r im o r d i a l is t a d e l m o d e r n i s m o mentales que tuvieron lugar entre 1850 y 1945 de las fuerzas de trans­
formación social y de renovación política con las que guardan una
Regresamos de nuestra prolongada expedición a través de la exu­ relación tan compleja. Schleifer, por ejemplo, sostiene que el impacto
berante maleza de la psicología social, la sociología reflexiva, la histo­ de la temporalización de la historia en la modernidad se refleja en las
ria conceptual, la filosofía social, la historia de las ideas y la antropo­ representaciones literarias, musicales, físicas, económicas, filosóficas
logía social, cargados de muestras de paradigmas y de fragmentos de y políticas de la realidad, y demuestra que la búsqueda humana de
teorías explicatorias que ofrecen algunas nuevas pistas de la dinámica trascendencia del tiempo anómico varió al pasar a través de la nueva
del modernismo. Por consiguiente, algunas de las teorías que analizá­ reflexividad y produjo expresiones modernistas de configuración de
bamos en el capítulo 2 se prestan a nuevas interpretaciones. Así, cuan­ significado y de propósito en todos estos campos. Peter Osbome tam­
do Bradbury y McFarlane afirmaban que «un rasgo de la sensibilidad bién utiliza su tipo ideal para escudriñar los complejos vínculos que
modernista» es «el atrevido intento de distinguir un momento de tran­ existen entre las formas modernas de política, literatura y pensamiento
sición» en términos de «tiempo significativo», y describían «la inter­ que afirman reflexivamente una nueva temporalidad, un rasgo que se­
sección del tiempo apocalíptico con el moderno»49, aludían, según gún él es el sello del modernismo.
nuestra teoría, a la experiencia activista del momento epifánico, al ¡cai­ Estos dos historiadores son ejemplos de las excepciones que M o­
ros que se puede detectar en los escritos de los modernistas programá­ dris Eksteins tenía en mente cuando hacía referencia, como vimos en
ticos del estilo de Nietzsche. Al final del interminable pasillo del tiem­ el capítulo 2, a «los pocos críticos» capaces de utilizar los conceptos
po crónico se abre una puerta antes invisible, una salida del continuum de «vanguardia» y de «modernismo» para describir «los agentes re-
de la historia para aquellos que pretenden cambiar el mundo. La rela­
ción de esta concepción del tiempo con la teoría de la revolución ex- 50 W alter Benjamin, «Theses on the Philosophy o f History», [X, en illuminations,
Londres, Fontana, 1992, pp. 245-255.

4, M uchos antropólogos se negarían a admitir este uso del térm ino «chamán», aducien­ 51 Ronald Schleifer, M odernism a nd Time. The Logic o f Abundance in Literature, Scien­
do que tiene unas condiciones específicas que no se adecúan a este contexto. ce and Culture, Cambridge, Cam bridge University Press, 2000, pp. 10-11.
4* Anthony Stevens, A ria d n e’s Clue. A Guide to the Sym bols o f Humankind, Londres, 52 M odris Eksteins, Rites o f Spring [1989], Boston, Houghton Mifflin, 2000, p. 257.
The Allen Press, 1998, p. 86. ?3 Peter Osborne, The Politics o f Time. M odernity and the Avant-garde, Londres, Verso,
49 M. Bradbury y J. M cFarlane, M odernism 1890-1930, cit., pp. 51, 36. 1995, p. 142.

166 167
beldes sociales, políticos, así como los artísticos, y el acto de rebelión tiría en un caos. Desaparecerían las estaciones, la civilización, el pen­
en genera], con el fin de indentificar una intensa tendencia de senti­ samiento, la humanidad; incluso la vida se vería afectada, y un vacío
mientos y de esfuerzos»54. Su obra Rites o f Spring es un exhaustivo impotente reinaría por doquier56.
estudio de la «rebelión generalizada» que tuvo lugar en la Europa de
principios de siglo, un retrato de la búsqueda de la liberación, la inno­ Dejando de lado el pesimismo dionisiaco y la confianza zaratus-
vación y la renovación en todos los campos de la actividad artística, triana en uno mismo que impregna el discurso de Apollinaire, nos en­
cultural, social, tecnológica y política, una búsqueda impulsada por un contramos en condiciones de completar la definición ideal de moder­
espíritu común de crisis cultural y de anhelos palingenésicos. Todas nismo que proponíamos en el capítulo 2.
estas perspectivas que amplían el campo de visión para comprender
mejor el modernismo, adquieren una resonancia mayor aún si se si­ MODERNISMO es un término genérico que engloba una amplia
túan en el contexto del esquema antropológico de Peter Berger, según variedad de iniciativas heterogéneas, tanto individuales como colecti­
el cual los imperativos existenciales alientan a los seres humanos a vas, que se emprendieron en las sociedades europeizadas51, en todas
crear su propio «mundo» a través de la cultura. El uso de la palabra las esferas de la producción cultural y de la actividad social desde
«mundo» para hacer referencia a nuestro universo cognitivo, social y ' mediados del siglo xix. El denominador común de todas estas iniciati­
moral, no al planeta Tierra, es lo que Richard Etlin llama una «metá­ vas es el intento de alcanzar una sensación de valor trascendental, un
fora básica», una metáfora literalmente constitutiva de la experiencia significado o un propósito a pesar de la pérdida progresiva de un sis­
humana de la realidad55. tema de valores homogéneos y de una cosmología global (nomos) en
Los esfuerzos que el modernismo programático llevó a cabo con el la cultura occidental, provocada po r la secularización y las fuerzas
fin de fundar un nuevo nomos y una modernidad alternativa que sustitu­ disgregadoras del proceso de modernización. El rechaz.o modernista
yera a una civilización decadente -con el fin de crear «un mundo nue­ de la modernidad contemporánea o la rebelión contra ella, se articuló
vo»- es un proceso totalizador que escapa a la segmentación académica a través de una predisposición innata de la conciencia humana y de la
artificiosa de la creatividad y de la actividad humanas en compartimen­ facultad mitopoética para crear cultura, construir utopías, acceder a
tos estancos. Puede que a una mente académica e imparcial le suene a una temporalidad sobrehumana y pertenecer a una comunidad unida
utopía y a megalomanía que un artista modernista afirme que la capa­ en torno a una cultura compartida. Todas estas predisposiciones sir­
cidad visionaria dota al universo de significado y belleza, como si el ven para refugiarse del insoportable miedo potencial a una muerte
«mundo» dependiera de ellos. Pero si pensamos que el nomos de cada personal desprovista de trascendencia, aunque sea una muerte consi­
cultura funcional es el producto de la mitopoética humana y de la crea­ derablemente humanizada, secularizada e inscrita en la historia.
tividad, de fuerzas poéticas y colectivas que operan a un nivel colectivo, El modernismo puede adoptar una form a exclusivamente artística
no individual, detectaremos en el elogio que Guillaume Apollinaire que suele implicar una experimentación radical con nuevas form as
compuso en honor de Picasso en vísperas de la Primera Guerra Mundial estéticas concebidas para expresar los destellos de una «realidad su­
un elemento antropológico que no debemos pasar por alto: perior» que pone de relieve la anomia y la quiebra espiritual de la
historia contemporánea («modernismo epifánico»), o se puede cen­
Si no hubiera poetas, si no hubiera artistas, el hombre se cansaría trar en la creación de un nuevo «mundo», bien a través de la capaci-
de la monotonía de la naturaleza. La idea sublime que el hombre tiene
del universo desaparecería a una velocidad vertiginosa. El orden que
■" Guillaum e A pollinaire, The C u bist Pointers [ 1913], Nueva York, George W ittenborn,
encontramos en la naturaleza, un orden que es producto del arte, se 1962, pp. 14-15 [ed. cast.: L os p in to re s cubistas, M adrid, Antonio Machado Libros, 1994],
esfumaría inmediatamente. El mundo se descompondría y se conver- 57 Aunque el foco principal de condiciones liminoides que dieron lugar al modernism o
fue la Europa de finales del siglo xix, tam bién hubo algunos «lugares clave» en los que la
energía m odernista em ergió más tarde, sobre todo en los Estados Unidos y en Latinoam érica
54 M. Eksteins, R ites o f Spring, cit., p. xvi. (p. e. México, Brasil y Argentina), en el siglo xx, lugares en !os que ía intelectualidad estaba
55 «Una estructura dominante, indispensable a través de la cual abarcamos nuestro europeizada. Véase por ejemplo: Townsend Ludington, Thomas Fahy y Sarah Reuning
m undo en sentido figurado». Véase Richard Etlin, «Introduction. The Perverse Logic o f Nazi (eds.), A M odern M osaic. A rt an d M odernism in the U nited States, Chapel] Hill, University
Thought», en Richard Etlin (ed.), Art, Culture, a n d M edia un der the Third Reich, Chicago, of North Carolina Press, 2000; Daryle W illiams, C ulture Wars in B razil. The Firs Vargas
The University of Chicago Press, 2002, p. 8. La filósofa Mary Midgley enuncia una teoría Regime, 1930-1945. Durham (NC), Duke University Press, 2001; Mauro F. Guillen, «M o­
sim ilar del papel que desem peñan estas «metáforas básicas» a la hora de articular culturas dernism without Modernity. The Rise o f M odernist Architecture in M exico, Brazil and A r­
enteras, en The M yth s We Live By, Londres, Routledge, 2003, p. 2. gentina, 1890-1940», Latin A m erican R esearch R eview 39/2 (2004), pp. 6-64.

168 169
dad del arte y del pensamiento para form ular una visión capaz de re­ primera vista pueda parecer que algunas variedades de modernismo
volucionar la sociedad como un todo, bien a través de la creación de se preocupan por resucitar la tradición o por comunicar una sensa­
nuevos modos de vida o de una nueva cultura y práctica sociopohticas ción de decadencia cultural, su ímpetu general es optimista y de fu tu ­
que transformen en última instancia no sólo el arte sino a la propia ro. Actúe en el medio que actúe, el modernismo se esfuerza -o, si no
humanidad, o por lo menos a un segmento escogido de la humanidad lo hace, al menos señala la necesidad de que otros lo hagan- por le­
(modernismo programático). vantar un nuevo dosel sagrado de significados míticos y de trascen­
El intento modernista de contrarrestar la amenaza del nihilismo dencia sobre el mundo moderno, un nuevo comienzo.
tomó form a por primera vez en cuanto los mitos occidentales de pro­
greso perdieron credibilidad y la modernidad entró en un prolongado
período liminoide. Este proceso se intensificó debido a la creciente M Á S ALLÁ DE LA DECADENCIA DE LOS VALORES

temporalización de la historia a partir de la Ilustración y se aceleró


todavía más debido a las alteraciones sociales y al aumento del mate­ Para «dar vida» a esta definición de modernismo tan abstracta y abs-
rialismo estimulado por la industrialización de una sociedad estruc­ trusa todavía, vamos a ilustrarla en cierta medida con un ejemplo de
turada en tom o al sistema capitalista de clases. Como consecuencia ' diagnóstico modernista de la Modernidad. Se trata del análisis de «la
de este proceso, las vanguardias artística e intelectual identificaron decadencia de Occidente» y de la necesidad de una renovación cultu­
discursivamente la modernidad con «la decadencia», y asumieron la ral total que el escritor austríaco Hermann Broch intercala, de un
responsabilidad de volver a llenar las reservas acuíferas de la tras­ modo típicamente modernista, en su trilogía Los sonámbulos. Broch
cendencia que se estaban secando a toda velocidad, o de proporcio­ nació en Viena en 1886 y vivió allí hasta que huyó a los Estados Uni­
nar la visión inspiradora necesaria para crear una modernidad alter­ dos poco después de que Hitler se anexionara Austria en 1938. Por
nativa y saludable. Valiéndose de una gran variedad de valores y consiguiente, experimentó directamente la agitación cultural e históri­
técnicas, los modernistas intentaron así clausurar las condiciones limi- ca de principios del siglo xx desde uno de los epicentros tanto de la
noides angustiosas desde el punto de vista psicológico de la realidad crisis de Occidente como del modernismo58. En Los sonámbulos se
contemporánea, y ofrecer soluciones a la crisis espiritual y cultural ofrece un retrato de la época que se extiende entre 1880 y 1918 a tra­
creciente de Occidente, o por lo menos diagnósticos que permitieran vés de tres personajes principales, el romántico Von Pasenow, el anar­
cambiar la vida. Las elites creativas experimentaron esta crisis antes quista Esch y el realista Hugenau, cuyas vidas inconscientemente in-
de J 9 l4 ,y esta sensación se extendió al público en general a partir del terconectadas personifican las distintas fases y aspectos la súbita caída
cataclismo que supuso la Primera Guerra Mundial, aunque deform a de la sociedad moderna en la disolución y la anomia.
menos reflexiva.. Broch emplea la técnica del Verfremdung o efecto de extrañamien­
Fiel a la lógica del cambio de «mapa cognitivo» / mazewayj carac­ to característico de la estética modernista, y entreteje en la narración
terístico de todos los movimientos revitalizadores, el modernismo se episodios de la vida de una chica del Ejército de Salvación, así como
caracteriza tanto en su versión programática como en la epifánica, una extensa digresión sobre la historia de las ideas titulada «La de­
po r una tendencia al sincretismo, deform a que los valores y los prin­ cadencia de los valores». En este ensayo analiza los poderosos pro­
cipios contradictorios que se suelen encontrar en diferentes ámbitos cesos espirituales y culturales que, sin que ellos lo sepan, han m ol­
de la sociedad y de la historia, se combinan en la búsqueda de los deado ineluctablemente los destinos de los tres protagonistas, de la
principios fundadores y de los valores constitutivos necesarios para misma manera que los movimientos de las placas tectónicas hacen
construir un nuevo mundo a partir de la decadencia y del hundimien­ que se muevan los continentes. Por supuesto que este ensayo no es
to del antiguo. En algunas variedades de modernismo programático, más que una «metanarrativa» especulativa y no tiene ninguna objeti­
este fenómeno puede dar lugar a la apropiación paradójica de ele­ vidad historiográfica. Sin embargo, teniendo en cuenta que lo escri­
mentos del pasado premoderno, mítico, «reaccionario», que se incor­ bió alguien que vivió «en sus propias carnes» el hundim iento de la
poran a la tarea revolucionaria de crear un nuevo orden en un nuevo realidad sociopsicológica estable en la Europa de entreguerras, justo
futuro. Otra paradoja es que algunas form as de modernismo estético cuando las condiciones liminoides de la modernidad alcanzaban su
encuentran una vía de trascendencia en la exploración artística y en
la expresión de la decadencia, en lugar de fijarse en los remedios utó­ 58 Carl Schorske, Fin-de-Siecle Vienna. Politics and Culture, Nueva York, Vintage
Books, 1981; Pynsent (ed.), Decadence a nd Innovation, Londres, W eidenfeld, 1989.
picos que se puedan emplear para combatirla. Sin embargo, aunque a

170 171
clímax, una persona que observó de cerca las «incalculables conse­ impusiera a sí misma «la gigantesca tarea [_] de intentar llevar a cabo
cuencias» de este fenómeno, las coincidencias de este ensayo con el una nueva síntesis del mundo y de sus valores bajo la dirección del
tipo ideal prim ordialista de modernismo que hemos definido resultan nuevo escolasticismo jesuita, en un nuevo esfuerzo por recuperar la
muy reveladoras. integridad medieval perdida»6*.
El ensayo empieza con la construcción discursiva de la m oderni­ Adelantándose a los análisis existencialistas y posmodernos del
dad en cuanto realidad fragmentada, decadente, en cuanto «M oder­ relativismo contemporáneo, Broch afirma que la pérdida del estilo y
nidad». El mundo se ha convertido en un lugar «canceroso» y está del «núcleo central de valores» de la cultura moderna significa que
«perdiendo sus contornos», de forma que «el hombre» se ve obligado la dimensión trascendente y simbólica [nomos] sin la cuál «el mun­
a avanzar a tientas «sujeto al delgado y frágil hilo de la lógica a través do visible se haría pedazos, quedando reducido a una serie de capas
de un paisaje que llama realidad y que no es más que una pesadilla informes, sin cuerpo, de cenizas secas, frías y transparentes»65, se
para él»59. La rima y la razón de la existencia moderna se nos escapa: encuentra amenazada, puede desaparecer. La decadencia de los valo­
«Sabemos a ciencia cierta que estamos divididos y desgarrados, y sin res ha llegado hasta tal punto que la realidad m oderna carece de sig­
embargo somos incapaces de explicarlo». En lugar de analizar el de­ nificado global o, utilizando la term inología de Frankl, de «logos»,
sorden de nuestra vida interior preferimos pensar que la historia con- , más allá de «la ausencia de significado de la no existencia»611. Por eso
temporánea «ha enloquecido» o que es «estupenda» y seguimos cre­ la decadencia aflige las vidas humanas «con la maldición de lo ca­
yendo que «somos normales porque, a pesar de la división de nuestra sual, de lo fortuito, que se extiende sobre las cosas y sobre las rela­
alma, nuestra maquinaria interior parece funcionar conforme a princi­ ciones que median entre ellas, y que impide idear cualquier plan que
pios lógicos»™. no sea al mismo tiempo arbitrario y fortuito»'17. El miedo instintivo a
No obstante, el narrador anónimo de Broch detecta una lógica más un tiem po absolutam ente desencantado - lo que hemos definido
profunda en las vidas modernas, pero se trata de una lógica perversa. com o el terror a la anomia, o a C rono- impulsa a los seres humanos
En la Edad Media, el cristianismo todavía suministraba a Europa «el «modernos» a actuar en el espacio de manera febril. Obedecen cons­
núcleo central ideal de valores ['...] al que se subordinaban los demás: tantemente a dictados personales que ya no se encuentran orgánica­
la creencia en un Dios cristiano»61. Este nomos era el «punto de plau- mente integrados en un todo cultural dotado de significado. El resulta­
sibilidad en el que finalizaban todas las líneas de investigación». Hacía do es una sensación despiadada de propósito que carece de propósito
«que la lógica se impusiera y le confería su colorido específico, ese alguno y que encubre el terror subliminal de la disolución y la muer­
impulso creador de estilo que no sólo se expresa en un estilo de pensar te. La gente vive conforme a «una lógica agresiva y brutal» que es­
determinado, sino que además continúa modelando un estilo y carac­ tructura la miríada de «valores y contravalores» a los que da cabida
teriza una época entera mientras que la fe sobreviva»62. Durante el la sociedad moderna.
Renacimiento, «una era rebelde y criminal», el esquema de valores cris­ Broch establece una comparación entre l&lógica del soldado, la del
tiano «se partió en dos mitades, una católica y la otra protestante». hombre de negocios, la del pintor, la del revolucionario y la del bur­
Con la «ruptura y disgregación del órgano medieval, se puso en mar­ gués arrivista. Es precisamente la incesante proliferación de estas ló­
cha un proceso de disolución que se prolongaría durante cinco siglos, gicas contradictorias, cada una con su sistema de valores propio, la que
y se plantaron las semillas del mundo moderno»63. La reacción huma­ para Broch crea la experiencia intrínsecamente aporética de la vida
na a este cisma, a la rasgadura del dosel sagrado, a esta fisura en el en la modernidad. «El hombre moderno» que una vez fue «la imagen
firmamento de lo primordial - la Weltriss de H eine- fue el «miedo ins­ de Dios, el espejo del orden universal creado po r él mismo, ha caído de
tintivo a la soledad y al aislamiento». La subsiguiente crisis social, su estado primigenio». Puede que todavía conserve «algún recuerdo
política y ontológica allanó el camino para que la Contrarreforma se borroso» de la seguridad, del útero mítico que ocupó en tiempos, pero
ahora «se encuentra afuera, en medio del terror del infinito», condena­
do, desprovisto de una cosmología total; «atrapado en el mecanismo
w Hermann Broch, The Sleepwalkers, Nueva York, Grosset and Dunlap, 1964, p. 373
[ed. cast.: Pasenow o el romanticismv, Barcelona, Lumen, 1992; Hugenau o el realismo, de los distintos sistemas de valores autónomos [de la modernidad], sin
Barcelona, Lumen, 1982; Esch o la anarquia, Barcelona, Lumen, 1986J.
“ Ibid., p. 374. M Ibid., p. 486.
61 Ibid., p. 446. 65 Ibid., p. 642.
“ Ibid., p. 447. <* Ibid., p. 559.
Ibid., pp. 480-481. 67 Ibid., p. 742.

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poder defenderse», es «un especialista devorado por la lógica radical incomprensibles acontecimientos de esta era, para que de este modo el
del valor en cuyas fauces ha caído»68. tiempo pueda comenzar de nuevo71.
Por consiguiente, un ciudadano «moderno» como Hugenau, con el
corazón helado, ajeno a cualquier sentimiento espiritual «elevado» o a El poder redentor que parece emanar de ese líder reside en que
cualquier necesidad ontològica «profunda», se mueve subliminalmen- «su» sistema de valores personal y su visión del mundo da sentido a la
te conforme a la lógica del beneficio y la pérdida tanto en el aspecto anomia de la época, le concede «importancia» y le encuentra un fun­
comercial como en el moral, la misma lógica que fundamenta metafi­ damento que «explica algunos acontecimientos que de otro modo pa­
sicamente el capitalismo. No obstante, Hugenau «no puede evitar sen­ recerían una locura»72.
tir el aliento helado que barre el mundo, que todo lo hiela y todo lo De las páginas finales se desprende que la novela es el fruto de la
vuelve rígido, que marchita el significado que tenían las cosas del búsqueda del propio Broch de un escudo nómico que le proteja de la
mundo». Por eso, en todas las reuniones sociales a las que asiste, per­ absurdidad, de su propio dosel mágico. Al final, tiene lugar una singular
cibe «un pavoroso espacio de silencio» que le aisla de sus congéneres peripetia, se produce la transición del Untergang al Aufbruch, del pesi­
humanos. Cuando, al igual que ellos, lee el periódico lo hace para que mismo romántico al dionisiaco. El modernismo epifánico impregnado
«la masa de hechos llene el vacío de un mundo que ha quedado mudo: de «pesimismo cultural» se transforma en una variante metafísica del
cada mañana sienten en sus corazones el terror de despertarse en me- modernismo programático en la versión abiertamente «apocalíptica»
dio de la soledad más absoluta, pues el discurso de la antigua vida que tanto fascinó a Frank Kermode. El narrador describe la profunda
comunal ya no funciona y el nuevo es todavía demasiado débil para fragmentación cultural de la modernidad como la fase liminar de la se­
poder escucharlo»69. paración en un rito de paso, y por tanto como la señal de una inminente
Por este motivo, Broch llama a la generación que alcanzó la mayo­ «transición vertical»73 hacia la última fase de la tríada: una era nueva y
ría de edad en la Europa de principios del siglo xx «los sonámbulos». «absoluta» de la historia en la que la condición liminoide de la moder­
Se trata de una generación que ya no reflexiona, que se guía por la nidad se convierte por fin en trascendental: «Para que se produzca la
lógica ilógica, por las raíces desarraigadas, que se encuentra en un transición entre dos sistemas de valores hay que pasar por el punto cero
centro descentrado, en un laberinto sin salida, en un hogar sin hogar, de la disolución atómica. Para nacer, el nuevo sistema tiene que atrave­
en un mundo simbólico desprovisto de símbolos que determina sus sar una fase en la que se encuentre desconectado por completo tanto del
vidas. Abofeteados por «el huracán helador» de la modernidad70, estos sistema viejo como del nuevo»74. Ahora se revela que el principio del fin
individuos son «parias de su época, parias del tiempo», y cualquiera de la maldición de la temporalización es un acto palingenésico final «de
que «se dé cuenta del aislamiento en el que vive [...] se encontrará anulación de uno mismo, de renovación personal; el último logro ético
arrojado a la angustia animal más profunda, la angustia de la criatu­ de lo nuevo, el más importante, el momento en el que el tiempo queda
ra que padece y que inflige la violencia al mismo tiempo, arrojado a anulado y la historia toma la forma del pathos del cero absoluto»75.
una soledad aplastante». No obstante, la dialéctica del pesimismo cul­ En los párrafos finales de la novela, el narrador de Broch encarna
tural que surge de las condiciones liminoides garantiza que el sistema al personaje del pivpheta milenario. El emocionante torrente de su
de alerta de «lo todavía no consciente» se active y que el «principio de discurso es el signo exterior de que se está revelando la Verdad. Aun­
esperanza» empiece a brillar: que el advenimiento del líder se produzca y no se cumplan las espe­
ranzas de redención prometidas, afirma Broch, «la esperanza de que
El miedo que se percibe en la voz que pronuncia el juicio que un día lo absoluto se haga realidad sobre la Tierra» y de que «un me-
amenaza con brotar de la oscuridad, despierta en su interior la añoran­ sías nos conduzca [...J nunca perecerá»:
za doblemente intensa de un líder que le guíe con suavidad, que le
lleve de la mano, que ponga las cosas en orden y le muestre el camino; En la hermandad inviolable de las humildes criaturas humanas bri­
[...] el líder que reconstruirá la casa para que los muertos la ocupen de lla inviolable e intacta la angustia más profunda, la angustia de la gra-
nuevo; el sanador que con sus acciones dotara de significado los
71 Ibid., p. 647. " '
11 Ibid., p. 375.
“ Ibid., p, 448. La cursiva es añadida, 73 U n concepto que se aplica a los helicópteros.
69 Ibid., pp. 640-642. 74 Broch, The Sleepwalkers, cit., pp. 664-665.
7,1 Ibid., p. 646. 15 Ibid., p. 647.

174 175
cia divina, la unidad de todos los hombres que se refleja en todas las del modernista epifánico de escapar del reino de Crono y tomar parte
cosas, más allá del espacio y del tiempo76. en el aevum o, en palabras de Shattuck, la sensación de que

en medio del torbellino de contradicciones, sueños, disparates, pode­


L a b ú s q u e d a d e l a t r a s c e n d e n c ia e n e l a r t e m o d e r n o mos encontrar un centro fijo, y desde allí contemplar el mundo de
forma inmediata y para siempre mientras se mueve a nuestro alrede­
En Los sonámbulos se ofrece un diagnóstico forense de la deca­ dor, indistinguible de nosotros79.
dencia de la modernidad en el periodo de entreguerras tal como la
experimentó un novelista de temperamento modernista. Además, el (El modernista programático también anhela que el mundo gire a
libro ofrece un estudio de caso bastante elaborado de «la dialéctica de su alrededor, pero en el sentido físico y exterior que implica la trans­
lo liminoide» que transformó la experiencia de la transición desde la formación general de la realidad externa.)
anomia «horizontal» de un continuum infinito a la sensación epifánica La novela de Hermann Broch también pone de relieve que existe
y «vertical» del Aujbruch que conduce a un nuevo mundo. A lo largo una relación íntima entre la experimentación estética, tan característi­
de este proceso de reimaginación de la «crisis permanente» de la mo- ca del modernismo, la búsqueda de niveles profundos o superiores de
dernidad, el pesimismo se convirtió en una fuerza dominante, el nihi­ trascendencia y la tendencia que muestran los artistas a asumir el pa­
lismo entró en actividad y el principio de esperanza alcanzó una inten­ pel de propheta en el proceso de renovación del «mundo». Los histo­
sidad nietzscheana77. Este poderoso acto de magia mitopoética es la riadores del arte más puristas tienden a restar importancia a esta di­
condición previa de los intentos modernistas de renovación de la tras- , mensión metafísica y metapolítica del modernismo, reiterando así de
cendencia, bien a través de la suspensión epifánica de Crono que se forma implícita la «autonomía» del arte con respecto a la sociedad de
alcanza momentáneamente cuando se pasa a través «del punto fijo de la que presuntamente los artistas modernistas querían liberarse a toda
un mundo que gira»7", o bien esforzándose por instaurar un futuro hu­ costa. Por fortuna, no todos los historiadores comparten esa opinión.
mano depurado por fin de caos, ambivalencia y disfuncionalidad, un Varios especialistas afirman que existe un íntimo nexo entre la estética
sueño tan atractivo que hacía que a veces los artistas visionarios y los modernista y la búsqueda de trascendencia, una relación suntuosa y
pensadores unieran sus fuerzas con los arquitectos modernistas, los pla­ compleja. Al hacerlo, confirman que los modernistas que buscaban la
nificadores urbanos, los ingenieros sociales, los tecnócratas o los ex­ revitalización de la sociedad tendían a sincretizar valores potencial­
pertos en higiene racial y eugenesia para alcanzarlo. mente contradictorios y a escapar de improviso del espacio cultural en
En uno u otro caso, parece que en su estudio de la vanguardia fran­ el que se encontraba encerrado el arte en el siglo xix para saltar al
cesa Robert Shattuck pone el dedo en la llaga de uno de los aspectos ámbito de los movimientos de renovación social y de cambio político.
más profundos de la modernidad occidental o, mejor dicho, de la rebe­ Una de las fuentes que más información ofrecen sobre este particular
lión contra ella. Shattuck sostiene que el fantasioso proyecto de Alfred es el catálogo que se publicó con ocasión de la exposición «Lo espiritual
Jarry de construir «una máquina que nos aísle del tiempo» es la encar­ en el arte: la pintura abstracta, 1890-1985», celebrada en el Los Angeles
nación de un anhelo de «tranquilidad absoluta dentro de nuestro siste­ County Museum entre 1986 y 1987. En este catálogo se documenta pro­
ma físico y espiritual». Este experimento de «Patafísica» (la tecnolo­ fusamente la buena disposición de los precursores de la abstracción a con­
gía imaginaria de Jarry) aplicada, ideado a las puertas del siglo xx, vertir sus lienzos en lo que T. S. Eliot denomina una «correlación objeti­
expresa de forma poética, con una pseudofacticidad que anticipa el inun­ va» de la dimensión oculta que ellos creían que se encontraba latente en la
do de fantasía de los surrealistas, lo que podríamos llamar el anhelo realidad, crucial a la hora de suministrar la trascendencia que de modo tan
apremiante se necesitaba para regenerar una sociedad que se deshacía, de
711 ¡ b u l p. 648.
la que sólo quedaba el aspecto material. Así, artistas como Vasily Kandins-
77 Resulta significativo que aunque la definición de m odernism o que ofrece Stephen
Spender en su influyente obra The Stru g g le o f the M odern, Londres, M ethuen, 1963, pp. ky, Frantisek Kupka y Piet Mondrian estaban profundamente influidos
71-97, se lim ita a los parám etros artísticos, el autor afirma que una de sus características por la teosofía, la tendencia ocultista de moda en la época, mientras que
definitorias es «la invención a través ciel arte de un m odelo de esp era n za » basado en la Kazimir Malevich simpatizaba con la teoría de la cuarta dimesión popu-
creencia de los artistas en que la nueva visión de la realidad que se expresa en su obra puede
llegar a «transform ar su entorno contem poráneo» y «revolucionar el mundo», un tema que
ilustra con citas dei grupo D e r B laue R eiler y de Wyndham Lewis. 7’ Roger Shattuck, The Banquet Years. The Origins o f the Avam-garde in France IS85
7* Im agen que aparece en el poem a de T. S. Eliot Burnt Norton ( 1935). lo World War I, Londres, Faber & Faber, 1958, p. 271.

176 177
lanzada por Petyr Ouspensky. Las pinturas conceptuales de los futuristas alude a este proceso al afirmar en su manifiesto de 1911 que «todo hom­
Giacomo Baila y Gino Severini, llevaban el sello inconfundible de la no­ bre que se empape de las posibilidades espirituales del arte está apor­
ción espiritualista de una realidad supramundana, lo cual contradice la tando una valiosa contribución a la construcción de la pirámide espiri­
imagen convencional de los futuristas que afirma que los artistas adscritos tual que algún día alcanzará el cielo»83.
a este movimiento empleaban únicamente un concepto «materialista» -fí­ A la luz de estas consideraciones se puede insinuar -d e forma
sico y matemático- de la velocidad y del dinamismo para «echar abajo las heurística y reflexiva, claro está- que los artistas modernistas con in­
puertas misteriosas de lo imposible», una concepción que, de todas mane­ clinaciones «programáticas» parecen haber utilizado instintivamente
ras, daría lugar asimismo a otro tipo de trascendencia, una trascendencia su marginación social y espiritual (liminaridad) en una sociedad «filis-
cientificista. Las nociones ocultistas que hacen referencia a una realidad tea», cada vez más materialista, para encam ar el papel de iniciados y
superior influyeron en el cubismo de Picasso, en Henri Matisse, en Hilma de prophetas. A partir del siglo xix, su «misión imposible» era buscar
af Klint, en el dadaísmo de Hans Arp, en Kurt Schwitters y en Marcel y encontrar nuevas fuentes de trascendencia entre los desperdicios del
Duchamp. Todos ellos crearon su cóctel particular de estética orientada a desierto de la Modernidad, y canalizar las efusiones de creatividad
la espiritualidad80. resultantes con el fin de apagar la espantosa sed espiritual de la socie­
En su manifiesto Sobre lo espiritual en el arte (1911) y en El alma­ dad, o incluso contribuir a poner fin a la sequía nómica para siempre.
naque de Der Blaue Reiter (1912), Kandinsky se metió en el papel de En este sentido, el artista modernista se puede comparar con esos mo­
«Moisés conduciendo a su pueblo a la tierra prometida» para explicar luscos a los que la nanotecnología de la naturaleza ha implantado so­
que creía que la función principal del arte era contrarrestar la decaden­ fisticados marcapasos circadianos que les hacen seguir abriendo y ce­
cia, la ansiedad y las inseguridades engendradas por la Modernidad81. El rrando su concha al ritmo de la marea aunque se encuentren tierra
hecho de que utilizara el atavío arquetípico del «vidente» cobra un nue­ adentro. El reloj interior de los modernistas estaba sincronizado con el
vo significado en el contexto del enfoque primordialista del modernis­ ritmo y los calendarios cósmicos, imperceptibles para aquellos que
mo que hemos propuesto. Ya hemos visto que para Maurice Bloch la estaban convencidos de que se encontraban a gusto en un «mundo
función comunal de los iniciados en los ritos de paso es absorber la tras­ interpretado»84, sin trascendencia, el mundo del «último hombre» de
cendencia durante la etapa liminar, y que esto les permite recargar las Nietzsche.
reservas de este valor y regenerar la sociedad mediante un proceso de La exhaustiva investigación ocultista de August Strindberg y los
«reagregación». Según el sociólogo Edward Tiryakian, el ocultismo y el contactos de Edvard Munch con los círculos espiritualistas y teosofistas
misticismo suelen reaparecer cuando «se está produciendo un cambio durante su estancia en Berlín deben interpretarse como manifestaciones
de paradigma cultural», en épocas en las que «se pierde la confianza en de este síndrome de comportamiento modernista. Sin embargo, quien
los modelos cognitivos establecidos de realidad, cuando los símbolos de encamó esta conducta a la perfección fue el cofundador del movimiento
identidad colectiva institucionalizados se erosionan». Si traducimos esta dadaísta berlinés, Raoul Hausman. En su afán de síntesis del cristianis­
afirmación a «nuestra terminología» podemos decir que surgen cuando mo, del budismo y del taoísmo en una visión armoniosa de la trascen­
una crisis nómica y simbólica sitúa a la sociedad en condiciones «limi- dencia, se convirtió en un lector ecléctico de obras místicas orientales y
noides». Tiryakian sostiene que el artista se refugia en el ocultismo «en occidentales. La suya no era una búsqueda de iluminación personal.
el sentido religioso, se retira temporalmente para inspirarse, para medi­ Después de hartarse de la sabiduría esotérica y mística inexistente a su
tar, p a ra recuperar la energía física que deberá emplear para reingre­ juicio en Occidente, llegó a la conclusión de que la finalidad del movi­
sar en la vida cotidiana con renovada energía»82. El propio Kandinsky miento dadá era ofrecer «una forma comunal de transición que contribu­
yera a la “descontaminación práctica” del hombre, la premisa para el
Véase M aurice Tuchman, «Hidden M eanings in A bstract Art», en Edward W eisberger redescubrimiento de una experiencia inmediata de totalidad, una “pre­
(ed.), The Spiritu al in Art. A b stra c t Painting 1890 -1 9 8 5 , Nueva York, Abbeville Press, 1986, sencia viva”», «el misterio de la existencia»85. Para llevar a cabo su mi­
pp. 17-61.
81 Rose-Carol Long, «Occultism, Anarchism, and Abstraction: K andinsky's Art of the
Future», A r t Journal 46/] (1987), p. 41, form a parte de un núm ero especial titulado «M ysti­ 83 Kandinsky, C oncernin g the Spiritu al in A rt [1914], Nueva York, Dover Publications,
cism and O ccultism in M odern Art». 1977, p. 20. La cursiva es añadida.
1,2 E dw ard Tiryakian, «Towards the Sociology o f Esoteric Culture», en E dw ard Tirya­ 84 Una alusión a uno de los versos de la prim era E legía d e D uin o d e Rainer M aria Rilke
kian (ed.), On the. M a rg in s o f the Visible. Tow ard the S o c io lo g y o f E so te ric C ulture, Nueva [1912-1922].
York, Wiley, 1974, pp. 274-275, se cita en Linda H enderson, «E ditor's Statem ent: M ysti­ 85 Tim othy Benson, «M ysticism, M aterialism, and the M achine in Berlin Dada», A rt
cism and O ccultism in M odern Art», A r t Jo u rn a l 46/1 (1987), p. 7. La cursiva es añadida. Journal 41/6 (1987), pp. 47, 53.

178 179
sión redentora, debía combinar lúdicamente distintas fuentes de trascen­ antimaterialista, de la filosofía metafísica, de la matemática del azar,
dencia y crear un nuevo mapa cognitivo. El sincretismo que perseguía del ocultismo y del espiritualismo. Las ganas de «vencer a la muerte»
Kandinsky era todavía más exagerado. Estaba ansioso por intercambiar se reflejaban en el artículo que Robert Desnos escribió en el segundo
ideas con los ocultistas, los místicos, ios anarquistas, los socialistas y los número de La revolución surrealista en enero de 1925:
pacifistas que se reunían en Schwabing, el barrio bohemio de Munich a
principios de siglo, aunque los ingredientes principales de su visión to­ La muerte es un fenómeno material. H acer que Dios intervenga en
talizadora eran el anarquismo y la teosofía. la muerte equivale a convertirlo en una figura material. Yo vivo en la
El denominador común de todas las fuentes de trascendencia a las eternidad, aunque parezca ridículo afirmar algo semejante. Creo luego
que recurrían los modernistas era que casi todas ellas eran compatibles vivo, y por tanto soy eterno. El pasado y el futuro se encuentran al
con la temporalización radical de la historia característica de la Ilus­ servicio de la materia. La vida espiritual, al igual que la eternidad, se
tración, opuesta a una noción de la realidad suprahistórica y preterna­ conjuga en modo presente88.
tural. Al ser supraindividual pero no suprahistórica, podía suceder que
la trascendencia modernista se concibiera como un concepto entreteji­ Cuando los nazis ocuparon Francia, Desnos se afilió a la Resistencia,
do de forma inmanente en la trama de la propia vida. En este sentido, le detuvieron y fue a parar a Auschwitz y luego a Theresienstadt, donde
para una generación entera de artistas de vanguardia franceses, las murió de tifus poco después de que el campo fuera liberado.
teorías de Henri Bergson, que defendía la existencia de una tempora­ Con todo, los ingredientes fundamentales de la rebelión modernis­
lidad alternativa latente en la vida orgánica que los positivistas y los ta contra un mundo desprovisto de trascendencia fueron la filosofía
materialistas eran incapaces de percibir, desempeñó el mismo papel, nietzscheana y el anarquismo. Para los artistas, tanto la filosofía de
como sustituto de la sensación de trascendencia que el ocultismo, el Nietzsche como el credo anarquista eran una licencia flexible para po­
misticismo, el espiritualismo o la filosofía oriental para la vanguar­ der declararle la guerra santa a las instituciones establecidas y crear así
dia de París, de Moscú, de Viena, de Praga y de Amsterdam. Una vez un nuevo mundo, siempre y cuando «la pasión por la destrucción re­
mezclada con la variedad más sensata del anarquismo, la filosofía nietzs- belde y nihilista se pusiera al servicio de un fin espiritual»89. Sin em­
cheana o el nacionalismo, la filosofía de Bergson ejerció una influencia bargo, mientras que la destrucción creadora de Nietzsche se limitaba a
crucial sobre los artistas, los científicos y los ideólogos revoluciona­ los libros y su «dinamita» era un arma metafórica, para sus víctimas,
rios deseosos de zafarse de las garras de un materialismo literalmente las bombas de los anarquistas eran una realidad aterradora. A diferen­
soporífero, y liberarse así de la esclavitud de Crono con la que lo iden­ cia de Nietzsche, los anarquistas pensaban que «la orgía purificadora
tificaban86. de la destrucción» precipitada por sus acciones terroristas crearía «las
En el próximo capítulo estudiaremos cómo la actitud modernista condiciones para la llegada de la era de la armonía». Los anarquistas
transformó el wagnerismo, el psicoanálisis de Jung y de Freud y el «se aprovechaban del deseo de escapar del -tiempo histórico en una
monismo científico de Ernst Haeckel en ricas fuentes de significado época de furia revolucionaria y apocalíptica, y pensaban que en el fu­
trascendental que ofrecían el impulso necesario para liberarse de la turo los hombres y las mujeres regresarían cíclicamente al paraíso de
atracción gravitacional que ejercían el materialismo, la anomia, la am­ la inocencia y de la bondad primitivas»90. Estos ideales indican que el
bivalencia y el nihilismo. Por tanto, en el contexto de esta búsqueda anarquismo tiene una profunda afinidad estructural con los movimien­
mundana de trascendencia, no es de extrañar que en «ese deseo de tos revitalizadores premodemos que, como hemos visto, también pre­
acción colectiva que tenía que ver tanto con la superación de la litera­ tendían que la sociedad regresara a su estado edénico anterior a la
tura y del arte como con la transformación social del mundo»87, los caída de Adán y Eva, una afinidad que Richard Sonn reconoce abier­
surrealistas encontraran inspiración en las teorías materialistas de tamente cuando compara el anarquismo con los movimientos revitali­
Freud, y que además se dejaran influir por elementos de la rebelión zadores de los indios americanos en peligro de extinción, y pone como
ejemplo la Danza de los Espíritus91.
86 Esta influencia la analiza brillantem ente M ark Antliff en Inventing B ergson. C ultu ral
P o litics a n d the P arisian A vant-G arde, Princeton (NJ), Princeton University Press, 1993. ™ Ibid., p. 50.
Para un estudio de la profunda interrelación que existe entre el bergsonismo, la política in­ By Richard Sonn, Anarchism an d C ultu ral P olitics in Fin d e S iecle France, Lincoln,
tolerante y la búsqueda de una tem poralidad y de una modernidad alternativas, véase sobre University ol'N ebraska Press, 1989, p. 263.
todo el último capítulo, «The Politics o f Time and M odernity», pp. 169-184. ■" Ibid., pp. 265-267.
*7 Patrick W aldberg, Surrealism , Londres, Tham es and Hudson* 1965, p. 41. 1,1 Ibid., pp. 269-270.

180 181
La afinidad electiva que existe entre el anarquismo y la búsqueda rior». Su percepción de la realidad «contrasta con el ideal provocador
modernista de una nueva temporalidad se puede detectar en la obra de de la liberación humana y de la “nueva realidad”, encamado en el to­
un pintor cubista de la talla de Pablo Picasso® y también en los diarios pos del “nuevo hombre”»96.
que el dadaísta Hugo Ball escribió entre 1912 y 1921 y publicó en 1927
con el título La huida del tiempo, una obra influida tanto por el catolicis­
mo como por Bakunin. Ball sostiene que la misión del dadaísmo, que U n m o d e r n is t a v a l o r a e l m o d e r n is m o
tiene una dimensión redentora y otra creadora (cosmogónica), consiste
en «curar ia locura de la época» y fundar «un nuevo orden de las cosas Hemos visto que, según escribió el poeta surrealista Guillaume
que restablecerá la armonía entre el cielo y el infierno»93. Esta visión Apollinaire en Los pintores cubistas, al menos para él Pablo Picasso
palingenésica de la historia contemporánea facilitó la filtración osmóti­ era la encamación del nuevo hombre. Haciendo gala de la retórica hi­
ca del anarquismo en la vanguardia francesa, e hizo que influyera sobre perbólica tan común desde que Nietzsche escribiera A sí habló Zara-
todo a los simbolistas en la medida en que ellos también «anhelaban la tustra, Apollinaire afirmaba que Picasso era la personificación del
transformación del mundo como contrapartida material de su meta de poder creador de nomos del poeta encargado de «convertir el mundo
alcanzar la trascendencia espiritual». Sonn sostiene que el «deseo ar­ en una nueva representación de él» que condujera a una «enorme
diente de destrucción» de los simbolistas es la expresión del «ansia reli­ conflagración»97. En la época en que Apollinaire escribió este libro,
giosa de trascender el flujo temporal de la historia, de provocar una gran Picasso ya era el artista modernista más famoso del mundo, y por eso
ruptura [Aufbruch] de la que surgiría un nuevo milenio»94. Una muestra resulta tan significativo que la figura del pintor malagueño ejemplifi­
del fervor palingenésico de los simbolistas es el libro de poemas en que a la perfección nuestro modelo: el del sincretismo extremo aplica­
prosaBalades rouges ( 1901). En un pasaje su autor, Émile Bans, prome­ do a la búsqueda de nuevas fuentes de trascendencia unido a la sensa­
te que «la gloriosa noche roja» engullirá los males de la sociedad y que ción axiomática de que el mundo en su estado presente está corrupto,
«la luz dorada de un nuevo amanecer inundará el infinito de un mundo dos características que se combinan con la adhesión a un anarquismo
mejor, y la bendita anarquía hará despertar a la anhelada ciudad de la nietzscheano (dionisiaco) según el cual el arte es un vehículo para la
felicidad y de la armonía»95. renovación social y moral. Aunque Picasso no era muy dado a los ma­
Tanto los nietzscheanos como los anarquistas dejaron su impronta nifiestos programáticos, en privado defendía a veces una visión del
en el expresionismo alemán, un término general que engloba una insó­ papel del artista que confirma las hipótesis de Peter Berger sobre la
lita efusión de poesía, teatro, pintura y arte gráfico que se caracterizó necesidad existencial de «mitos». Un buen ejemplo de esto que acaba­
por arremeter contra la quiebra espiritual de la Modernidad. En la ca­ mos de decir es la explicación que le dio a su compañera Françoise
racterización de la literatura expresionista que ofrece Douglas Kellner, Gilot de la fascinación que sentía por las máscaras africanas que vio
queda claro que este movimientoa buscaba una nueva temporalidad y en el museo etnográfico del Trocadero en 1907, unas máscaras que le
un nomos más allá de los confines de la estética. Kellner hace hincapié sirvieron de inspiración para Las señoritas de Avignon, un hito en la
en el hecho de que «en realidad no se puede separar la dimensión for­ historia del arte modernista. Según sus propias palabras, Picasso tuvo
mal de la ético-política y de la temática sin violar la intención y el un «momento del ser» dentro del «kairos» y comprendió en seguida la
espíritu de las obras», de modo que debe considerarse «que forma función cosmológica, creadora de nomos del arte:
parte de un proyecto de rebelión socioartística más amplio». En su
«intento de trascendencia y de transformación» se produce la fusión Los hombres crean esas máscaras y otros objetos sagrados con un
entre «lo “m undano” y lo “espiritual”» y se pretende así «trascender propósito sagrado, mágico, una especie de mediación entre ellos y las
la vida convencional y alcanzar una “nueva vida” y una realidad supe­
“ Douglas Kellner, «Expresionist Literatura and the D ream of the “New M an”», en
Stephen Bronner y Douglas Kellner (eds.), Passion an d R ebellion. The E xpression ist H é ri­
92 En Patricia Leíghten, R e-ordering the U niverse: P ica sso a n d A narchism , 1897-1914, tage, Londres, Croon Helm, 1983, p. 167.
Princeton (NJ), Princeton University Press, 1989, se ofrece una buena explicación del pecu­ ” A pollinaire, The C ubist Painters, cit., p. 23. L a relación entre la palabra «confla­
liar anarquism o estético que profesaba Picasso. gración» y el nacim iento del nuevo hom bre es una m anifestación más del síndrom e arcaico
95 Robert Short, «Dada and Surrealism», en M alcolm Bradbury y Jam es M cFarlanes de la «destrucción creadora», muy afín a la estructura profunda que conecta la iconoclasia
(eds.), M odernism 1890-1930, Harmondsworth, Penguin, 1976, p. 295. con la purificación ritual. Para un estudio de la form a en que este arquetipo se expresa a
94 R, Sonn, A narchism a n d C ultu ral Politics, cit., p. 284. través de episodios de «libricidio» y «biblioclasia», tanto en Europa com o en otros lugares,
95 Se cita en Ibid., p. 285. véase Rebecca Knuth, Burning B ooks an d L evelin g Librarles, Nueva York, Praeger, 2006.

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fuerzas desconocidas y hostiles que les rodean, con el fin de superar su movimiento incesante»99. Por tanto, estaba destinado a desempeñar un
miedo, su espanto, dándole forma, creando una imagen para este sen­ papel fundamental a la hora de ofrecer valores trascendentales a la
timiento. En ese momento me di cuenta de que la pintura consistía inminente revolución.
precisamente en eso. La pintura no es un acto estético; es una forma Durante los veinte primeros años del siglo xx, Coomaraswamy se
de magia que actúa como intermediaria entre este mundo extraño y embarcó en una incansable campaña de concienciación de los indios
hostil y nosotros, una manera de hacerse con el poder dando forma a para que se dieran cuenta de la importancia de su identidad cultural,
nuestros miedos y a nuestros deseos. Cuando me di cuenta de esto, fomentó el entendimiento entre la cultura oriental y la occidental, y se
supe que había encontrado mi camino9“. empeñó en llamar la atención de los europeos y de los americanos sobre
la revolución de terciopelo que los artistas de vanguardia estaban llevan­
Desde el punto de vista de Berger, un punto de vista más desen­ do a cabo delante de sus narices. A diferencia de los principales intelec­
cantado, la mediación humana es más bien una cortina de seguridad tuales de la época, pensaba que el modernismo no pretendía huir del
contra este mundo totalmente silencioso, «un m undo extraño y hos­ mundo, sino cambiarlo. Los modernistas habían «redescubierto» de ma­
til» que se nos revela cada vez que intentamos arrancarle su sentido nera espontánea una visión de la realidad antigua capaz de levantar un
numinoso. nuevo dosel tejido a partir de unas ideas absolutamente monistas, de una
Quizá el mejor ejemplo de lectura primordialista de la estética m o­ sacralidad profana. Al igual que Apollinaire y que los demás modernis­
dernista no deba extraerse de cualquiera de sus numerosísimas y des­ tas programáticos henchidos de amor propio, Coomaraswamy pensaba
concertantes combinaciones, sino de una figura que fue al mismo que los artistas eran la fuerza creativa e impulsora que pondría en mar­
tiempo crítico social, intelectual modernista y propheta, un hombre cha un proceso que acabaría con la decadencia de la modernidad y mol­
que ofrece una perspectiva no europea de la importancia histórica de dearía un mundo mejor para toda la humanidad. Juntos crearían el nue­
este movimiento. Ananda Coomaraswamy era de ascendencia an- vo nomos para la sociedad decadente y restituirían lo que Broch definiría
gloindia, se educó en Gran Bretaña y asimiló tanto la cultura india más tarde en Los sonámbulos «el núcleo de valores ideal al que todos los
como la europea. Además, le preocupaba mucho la crisis espiritual de demás valores deben subordinarse».
la modernidad típica de finales de siglo, época en que alcanzó la m a­ Con este análisis de la figura de Ananda Coomaraswamy, hemos
yoría de edad. El pensamiento de Coomaraswamy era una síntesis de dejado atrás la frontera invisible que separa el modernismo cultural del
hinduismo, de budismo, del socialismo utópico de William Morris, del social. Al igual que sus héroes Nietzsche, Kropotkin y William Morris,
«comunismo anarquista» de Kropotkin y de la filosofía de Nietzsche. Coomaraswamy pensaba que el arte por sí solo no conseguiría vencer
También estaba influido por algunos místicos contemporáneos como a la Modernidad, que se necesitaba, además, el poder de la la palabra
William Blake o Walt Whitman, y desarrolló una metanarrativa según escrita y hablada. En la India y en Ceilán era célebre por los esfuerzos
la cual la aparición de la estética modernista era el presagio de un que realizó para concienciar al pueblo de su propia identidad étnica y
cambio radical en la historia de Occidente. Para él, el antimaterialismo cultural, siguiendo la línea revitalizadora del «idealismo nacional», y
y la búsqueda de la trascendencia que se daban cita en un pintor como se juntó con Arthur Penny, seguidor de William Morris, socialista,
Van Gogh indicaban una crisis del materialismo que había impulsado anarquista y profeta de la era «postindustrial». En los Estados Unidos
la colonización europea, el imperialismo y la Primera Guerra M un­ sus ideas ejercieron una influencia considerable en algunos modernis­
dial, y anunciaba el principio de una nueva época en la que el indivi­ tas anarquistas como Cari Zigrosser o Rockwell Kent. Una de las prue­
dualismo idealista curaría a Oriente y a Occidente del trauma de la bas que demuestra que sus ideas tuvieron mucho calado es que tanto
historia moderna. Al igual que la escuela medieval de pintura Rajput, las autoridades británicas como las americanas sospechaban de él por
el arte modernista era «metafísico», estaba «saturado de ideas» y am­ sus ideas políticas subversivas.
bicionaba «interpretar lo absoluto en cuanto unidad dinámica, una lla­ En 1905, Coomaraswamy fundó Ja Sociedad para la Reforma Social
ma inmóvil pero imperecedera, una quietud que abarca un infinito de de Ceilán. Una de las primeras invitadas a dar una charla fue Annie
Besant, la presidenta de la Sociedad Teosófica Internacional, que anali-
™ Françoise G ilot y Carlton Lake, Life w itk P ica sso , Londres, Nelson, 1965, pp. 248-
249. Resulta significativo que Vasili Kandinsky experim entara una epifanía sim ilar en su ” Ananda Coomaraswamy, «Rajput Painting and its Artistic Sisterhood to “M odem ist
época de estudiante de derecho, cuando participó en un proyecto etnográfico sobre las Art"», Vanity F air 7 (1916), p. 69: se cita en Alian Antliff, A narchi.it M odernism . A rt, Poli-
leyes tribales en la tribu siberiana de los kom i y adm iró por prim era vez la vitalidad del tic s a n d ¡he F irst A m erican A van t-G arde, Chicago, The University of Chicago Press, 2001,
arte popular. p. 137.

184 185
zó la cuestión de la «reforma nacional». Su defensa de la independencia V
de la India estaba estrechamente relacionada con la creencia axiomática
del movimiento teosòfico según la cual «el mundo» atravesaba «un
“despertar” universal». La conciencia espiritual de la humanidad acaba­
ría «con todas las disensiones sociales, políticas y culturales»100. En el
próximo capítulo analizaremos cómo la rebelión modernista contra la EL MODERNISMO SOCIAL EN LA GUERRA
decadencia se manifestó en los movimientos no artísticos para la reno­ Y EN LA PAZ, 1880-1918
vación social y cultural, un paso importante en la apreciación de la ínti­
ma relación que existe entre el modernismo y el fascismo.

Sí, r e c o n o zc o a Z a ra tu s tra . L ím p id a e s s u m ir a d a y e n s u b o c a n o s e f o r m a
n in g ú n p lie g u e d e ted io . C u a n d o c a m in a p a r e c e q u e d a n za se .
Friedrich N ietzsche, Segundo prólogo a A sí hablé Z aratustm , I8 8 3 1.

¿ P o r q u é n u e s tr a é p o c a e s tá in u n d a d a d e f u e r z a s c re a d o ra s y d e s tr u c to r a s ?
¿ P o r q u é e s u n a é p o c a ta n c a r g a d a d e e s p e ra n z a s? P u e d e q u e la m a y o r ía d e
e lla s m u e r a n d e fie b re , p e r o sie m p r e h a b rá m ile s d e ré p lic a s q u e p r e n d e r á n co n
la m ism a lla m a , e s a lla m a q u e p r o m e te u n f u tu r o m a ra v illo so .
Ernst J ünger, Battle as Inner Experienee, 19222.

M aestros co nsu m a d o s

Cualquiera que acuda al taller que la Sociedad Teosòfica tiene en


Tekels Park, en las afueras de Londres, se quedará sorprendido de lo
bonita que es la finca y de la dedicación de sus miembros a la difusión
de las religiones no europeas. Sin embargo, !o que casi nadie sospecha
es que hubo un tiempo en que ese mismo lugar fue la sede británica de
un poderoso movimiento internacional de regeneración espiritual.
Helena Blavatsky inauguró la primera sede en Nueva York en 1875, y
el movimiento no tardó en extenderse por América del Norte, Europa
y la India. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad
contaba ya con varios cientos de miles de miembros por todo el mun­
do, gente que ansiaba ser iniciada en las verdades fundamentales que
los mahatmas invisibles o «maestros» le habían revelado a madame

1 Friedrich N ietzsche, Thus Spoke Zarathustra. A New Translation by Graham Parkes,


Oxford, Blackwell, 2005, p. 10.
2 E m st Jünger, O er K am pf als inneres E rlebnis [1922], Berlin, E. S. M ittler & Sohn,
"" Ibid., p, 128. 1929, p. 1.

186 187
Blavatsky mientras se encontraba en trance, y que leían los best sellers dos antiguos». Les proporcionaba un horizonte «formulado en e! len­
internacionales ¡sis sin velo (1877) y La doctrina secreta (1888). Se guaje del mito»5. A sus seguidores, la teosofía Ies garantizaba una
escribían un sinfín de panfletos y se organizaban muchísimas confe­ fuente de trascendencia lo suficientemente flexible como para crear
rencias explicando los aspectos fundamentales de las leyes kármicas una sensación personalizada de «nomos» al margen de su formación
que se suponía que gobernaban el progreso tanto de las almas indi­ cultural o religiosa. Esta doctrina conectaba esta sensación de reden­
viduales como de las «razas raíces» -sobre todo de la raza aria-, las ción personal con una visión colectiva del renacimiento de la hum ani­
primeras razas humanas que habrían poblado los continentes perdidos dad a partir de la decadencia y del materialismo de la ciencia occiden­
de Lemuria y la Atlántida. Blavatsky animaba a sus acólitos a buscar tal. La atracción que las lumbreras del mundo artístico sintieron por la
cualquier tradición religiosa mística y oculta en la que se conservara el teosofía era un síntoma de un anhelo mucho más difuso de espirituali­
más mínimo fragmento de la «filosofía perenne»3. dad en la medida en que la teosofía ofrecía un nuevo «mapa cognitivo»
A los seguidores más entusiastas, los que estaban dispuestos a se­ a aquellos a los que ya no les servía el dosel sagrado del cristianismo.
guir adentrándose en las doctrinas esotéricas, se les adiestraba con el La teosofía suministraba un «mapa cognitivo» para consumo a gran
fin de que desarrollaran la clarividencia y el teletransporte, o se les escala, y por tanto llevó a cabo una recombinación lúdica de un alcan­
enseñaba a comunicarse directamente con aquellos gurús personales ce sin precedentes. Se presentaba como una síntesis de elementos de
que habían traspasado el velo de la mortalidad. Fue en pleno apogeo diversas religiones, de la tradición hermética, del humanismo occiden­
teosófico cuando Ananda Coomaraswamy contactó con este movi­ tal, del ocultismo, del espiritualismo, de la antropología cultural, de la
miento en la India y se sintió animado a iniciar su propia búsqueda etnografía y de la teoría de la evolución. Sus líderes, madame Blavats­
espiritual de soluciones ecuménicas a la crisis espiritual universal. ky y Annie Besant, tenían el aura de los profetas que encuentran un
Como vimos en el capítulo anterior, la sabiduría teosófica ejerció una camino para huir del desierto espiritual.
influencia fundamental en algunos pintores abstractos, sobre todo en Conforme al tipo ideal de procesos culturales que nosotros propo­
Kandinsky y en Mondrian, pero hubo muchos otros artistas que se nemos, la teosofía no sólo influyó en la estética modernista -e l mani­
acercaron a este movimiento animados por el deseo de librarse del fiesto Sobre lo espiritual en el arte de Kandinsky no se podría conce­
yugo del materialismo, como Lord Tennyson, Paul Gauguin, Constan- bir sin su influencia- sino que además era una forma de modernismo
tin Brancusi, Theo van Doesburg, Walter Gropius, Robert Delauney, en sí que llamaremos modernismo social. Como se refleja en el caso
Alexander Scriabinj, Arnold Schoenberg, Paul Klee, Franz Marc, Bo- de Coomaraswamy, aunque este tipo de modernismo se superponga o
ris Pastemak, Katherine Mansfield, W, B. Yeats, Gustav Mahler y Alek- interseccione a veces con la estética y la cultura modernistas, suele
sandr Blok. Otro de los personajes que en un momento determinado se cargar las tintas sobre todo en la necesidad de regenerar la sociedad,
dejaron fascinar por la visión no materialista de la realidad y por la no sólo a través de una «visión» que sirva de alimento espiritual, sino
armonía universal de la teosofía fue Mahatma Gandhi4. emprendiendo también algún tipo de acción o de comportamiento so­
El éxito del movimiento teosófico no se debía ni mucho menos a la cial colectivo que busque una nueva fuente de salud física o espiritual.
autenticidad de las teorías cósmicas que propugnaba ni a la eficacia de Por tanto, este movimiento se caracteriza por expresarse por medio de
las técnicas ocultas que empleaba. Para entender su rápida propaga­ actividades que emprenden determinadas asociaciones o instituciones
ción hay que comprender su dinámica social en cuanto movimiento que tienen una misión modernista, en lugar de hacerlo únicamente a
revitalizador. Si nos atenemos a los términos que utilizó Nietzsche través del arte de o de las ideas. Uno de los aspectos del modernismo
para analizar la grave situación de Occidente en El nacimiento de la social que la teosofía ilustra con claridad es el principio según el cual
tragedia, podemos afirmar que la teosofía ofrecía a los occidentales para que surja un nuevo nomos para el Occidente moderno es necesa­
«privados» de metafísica las «raíces» que habían quedado al descu­ rio buscar en las fuentes de espiritualidad perdidas, de «regresar al
bierto tras «excavar» y «hurgar» «incluso en el más remoto de los mun­ futuro» gracias a un proceso que el revolucionario conservador M oe­
ller van den Bruck denominaba una «reconexión hacia delante»6. La
• Se suele afirm ar que el prim ero que postuló la existencia de la ph itosoph ia perenn is cultura occidental sólo se salvaría de sí misma si conectaba de nuevo
que subyace a las distintas tradiciones religiosas y m ísticas del mundo fue el pensador neo-
piatónico M arcilio Ficino {1433-1499), ' Friedrich Nietzsche, The B irth o f Tragedy, Oxford, Oxford University Press, 2(X)0,
4 El libro de Bruce Campbell, A ncient W isdom R evived. A H istory o f the T h eosoph ical sección 23, pp. I 2 2 -123 [ed. cast.: El nacim iento d e la tragedia, M adrid, Alianza, 200 i ].
M ovem ent, Berkeley, University of California Press, 1980, ofrece una historia general del 0 Véase Arthur Moeller van den Bruck, D as D ritte Reich TI923], Hamburgo, Hanseatische
m ovim iento teosófico. Verlaganstalt, 1931, p. 163, donde se habla de una «W iederanknüpfung nach vorwärts».

189
con los estratos más antiguos de la sabiduría y de las creencias huma­ Societas Rosacruciana y la Ordo Templi Orientis. Estos movimien­
nas sepultadas por la Modernidad. Este topos del modernismo encon­ tos también rendían culto a algunos líderes como Aleister Crowley o
tró medios de expresión muy distintos: el primitivismo de Picasso y de Papus (Gérard Encausse)7.
Gauguin; la importancia que tanto para Nietzsche como para Heideg- Para encontrar el punto de partida mítico del ocultismo en cuanto
ger tenían los presocráticos y el pensamiento mítico en general ante­ práctica al margen de su dimensión literaria hay que remontarse a la
riores a la maldición de la reflexividad moderna; el culto a las energías sensación que causaron las experiencias directas con el más allá de las
«primitivas» subrracionales que practicaban movimientos como el fau- hermanas Fox en 1847. A raíz de ese episodio se puso de moda una
vismo y el expresionismo y el papel clave que desempeñó en el surrea­ variante moderna de la antigua práctica conocida como «espiritismo»,
lismo y en el dadaísmo el inconsciente «primitivo» que postulaba Freud; y desde los Estados Unidos se extendió hacia Europa. En 1900 ya era
la teoría del papel que desempeñaba la memoria mitiñcadora en los tan popular que el número de ciudadanos occidentales que habían par­
movimientos revolucionarios; la creencia de Jung en el poder libera­ ticipado en alguna sesión, bien guiados por un médium profesional, o
dor del «inconsciente arquetípico» o la preocupación de Mircea Eliade bien en una sesión «casera» con ayuda de una tabla de espiritismo,
por la necesidad de vencer el empobrecimiento espiritual de la vida eran cientos de miles. Algunas figuras destacadas como William Ja­
moderna gracias al poder del mito y del ritual. mes, Houdini y Cari Jung se tomaron muy en serio los fenómenos del
trance y del mesmerismo, y Thomas Edison trabajó incluso en un ar­
tefacto mecánico que facilitara la comunicación con el mundo espiri­
E l m o d e r n i s m o s o c ia l o c u l t is t a tual. Edison también se sintió atraído por la teosofía, y resulta bastan­
te significativo que la propia madame Blavatsky gozara de una notable
La teosofía no fue más que una de las m anifestaciones de la olea­ reputación como médium antes de fundar su movimiento. El aumento
da de interés por recargar las pilas espirituales de un mundo cada vez del interés en este tipo de fenómenos desembocó en la fundación de la
más materialista a través del conocim iento y de la práctica esotérica Sociedad para la Investigación Física en Londres en 1882. La astrolo-
que se desencadenó en Europa y América a finales del siglo xrx. El gía, la frenología, la quiromancia y otras formas de adivinación tam­
ansia de «recuperación de lo oculto» animó a muchos ciudadanos bién experimentaron un resurgir en la época.
occidentales cultos a adentrarse en los caminos de la sabiduría «orien­ Otro de los aspectos del recrudecimiento del interés por acceder a
tal», a intentar comunicarse con «el más allá» o incluso a coquetear una realidad metafísica más allá de la mortalidad personal fue el auge
con la «magia negra». Aunque no era nada nuevo que una «epide­ creciente del pensamiento oriental. Si bien la teosofía fue el vehículo
mia» de ocultismo asolara Europa en una época liminoide, fenóme­ principal de la difusión del conocimiento no cristiano, tanto la fama
no recurrente desde la decadencia del Im perio romano, la del siglo internacional de Coomaraswamy como el éxito del primer Parlamento
xix fue única, porque se encontraba entrelazada con la literatura, la Mundial de las Religiones organizado en 1893 por Swami Vivekanan-
poesía, la pintura y la ciencia m odernistas y adoptó un papel profun­ da en Chicago, epicentro del modernismo americano, fueron dos ma­
damente ambivalente en la medida en que se presentaba a la vez nifestaciones de una búsqueda de la iluminación no occidental que iba
como síntoma y remedio de la decadencia de la Modernidad. Su pun­ más allá de la mera atracción de la sabiduría arcana. En pocos años,
to de partida simbólico fue la publicación del libro de Eliphas Lévi, Swami fundó varias escuelas vedánticas en Nueva York y en Londres,
Le Dogme et Rituel de la Haute M agie en 1855, un par de años antes dictó conferencias en las principales universidades y contribuyó a des­
de que apareciera Las flores del mal. Anticipándose a los teósofos, pertar el interés occidental por la filosofía hindú. En 1911, en este
Lévi afirmaba que conocía las verdades absolutas, y «revelaba» la ambiente especial característico dé la época, Annie Besant, la sucesora
existencia de una doctrina oculta en todas las tradiciones religiosas, de madame Blavatsky al frente de la Sociedad Teosófica, convirtió al
místicas y esotéricas del mundo que, como aseguraba en la introduc­ joven de catorce años Jiddhu Krishnamurti en el líder de un movi­
ción de su libro, «en todas partes es la misma y se ha ocultado con el miento religioso que tenía aspiraciones universales, la Orden de la Es­
mismo cuidado». Desde entonces em pezaron a florecer un sinfín de trella de Oriente. Otro de los «signos de los tiempos» fue la propaga­
movimientos, sociedades, publicaciones y clubes dedicados a culti­
var las diferentes ramas del ocultismo. Las más famosas fueron la 7 Vease Christopher McIntosh, E liphas Levi a nd the French Occult Revival, Londres,
Orden Herm ética del Alba Dorada, los Nuevos Caballeros Templa­ Rider, 1972; Ruth Brandon, The Spiritualists. The Passion fo r the O ccult in the Nineteenth
rios, la Hermandad Hermética de Lúxor, la Orden de la Rosacruz, la and Twentieth Centuries, Nueva York, Alfred Knopf, 1983.

190 191
ción del bahaísmo en Occidente después de que el fundador de esta visión modernista de la transformación social. No obstante, recurrir al
doctrina, Baha Allah, pronunciara una serie de conferencias entre ocultismo con espíritu regenerador era una práctica tan extendida que
1911 y 1913 en América del Norte, Gran Bretaña, Francia, Alemania no es de extrañar que la historiadora cultural Francés Saunders haya
y Hungría. afirmado que «desde el París finisecular hasta el Nueva York de los
A la luz de nuestro tipo ideal de dinámica cultural, la demanda de años cincuenta, la fascinación por la magia, por lo oculto y por lo so­
ideas místicas y ocultistas, y de lo que hoy en día llamaríamos «nue­ brenatural fueron parte integrante del espíritu m odernista»'1. Por eso
vos movimientos religiosos», es un síntoma inequívoco de la crisis no debe extrañamos que en la última década del siglo algunos arqui­
nómica y espiritual de la Modernidad, el corolario inmediato del triun­ tectos modernistas se dejaran fascinar por la teosofía, de la misma
fo de la industrialización, de la tecnología, de la ciencia, del capitalis­ manera que en los años veinte lo harían los pintores abstractos12, o que
mo y del imperialismo occidentales que en el siglo xix transformaron en 1921, Walter Gropius, cuyo nombre es sinónimo del diseño y de la
a una velocidad de vértigo una sociedad europea que en el xvin todavía arquitectura modernistas, contratara a Georg Muche y a Johannes Itten
era en gran medida feudal, rural y cristiana. La Revolución Dual8 ha­ para que iniciaran a los estudiantes de la recién fundada Bauhaus en la
bía puesto en grave peligro en primer lugar el poder metafísico del Nueva Era de la doctrina de M azdaznan13.
nomos tradicional del cristianismo y después el de su sustituto secula­ Es cuando el ocultismo sirve de vehículo principal de regenera­
rizado, el mito del progreso, que sólo funcionó al principio. Esto no ción de una civilización que supuestamente agoniza después de ha­
significa que queramos equiparar el ocultismo con el modernismo pro­ ber comido la fruta envenenada del progreso cuando se puede inter­
piamente dicho. Aunque el esoterismo influyó profundamente en la pretar como una forma de modernismo social por derecho propio (a
literatura y el arte decadentistas, hasta tal punto que el libro La BaS p^sar de que este significado contradiga algunas ideas preconcebidas
(1891) de Joris Karl Huysmans se convirtió en uno de sus textos canó­ muy arraigadas según las cuales el modernismo sería sólo la postura
nicos, sólo se convierte en una manifestación del modernismo -a l me­ que adoptó una vanguardia de artistas e intelectuales que experim en­
nos del modernismo entendido en su acepción prim ordialista- cuando taban con modos nuevos de ver y de pensar). De acuerdo con este
el pesimismo hastiado adquiere cierto impulso «fuerte», palingenési- criterio, la teosofía, en la formulación original de madame Blavatsky
co y dionisiaco en la dirección de la regeneración social9. El Drácula y de Besant, actuó como una forma de modernismo social, y en cuan­
de Bram Stoker, por ejemplo, publicado en 1897, carece del empuje de to tal muchos m odernistas sociales y estéticos incorporaron las ideas
futuro que dota a Vril, el poder de la raza venidera, de Edward Bulwer- centrales de este movimiento a su mapa cognitivo personal. Lo mismo
Lytton (1871), de un aura modernista. En esta novela el pesimismo se puede decir del vástago más importante de la teosofía, la antropo-
cultural, el esoterismo y e) utopismo se combinan con el fin de suscitar sofía, una doctrina fundada por R udolf Steiner en 1923. La intención
una revolución cultural y antropológica. Para ponerla en marcha es de Steiner era perpetuar su visión personal del universo gracias a una
necesario recurrir a una forma de energía oculta, vril, una idea que red internacional de escuelas, las Steiner Schoóls estadounidenses y
ejercería una fascinación irresistible durante la posguerra sobre los las escuelas W aldorf que todavía existen en la actualidad en todo el
ocultistas nazis10. mundo. El plan de estudios de estos centros de enseñanza está dise­
Por la misma razón, la mayoría de las nuevas corrientes ocultistas, ñado para reem plazar el efecto deshumanizador, carente de espiri­
misticistas y religiosas europeas no fueron formas de modernismo en tualidad, de la enseñanza ortodoxa, y estimular la creatividad y la es­
sí, sino únicamente síntomas de la crisis cultural que las había genera­ piritualidad que necesitan las nuevas generaciones para salvar a la
do. Cuando se incorporaban a un movimiento regenerador, lo hacían civilización del hundimiento total.
únicamente como ingredientes dentro de una variedad concreta de la

11 Francés Saunders, Hidden Hands, Londres, Channel 4, 1995, p. 6. La cursiva es


8 Eric Hobsbawm acuñó esta expresión para denom inar a la com binación de revolución añadida.
industrial y liberal que tuvo lugar entre el siglo xix y el xx. 12 Véase el núm ero especial de Archiironic 8/1 (1999) sobre la arquitectura y la teosofía
41 David Weir ha estudiado a fondo esta dinámica en Decadence and the M aking oj editado por Susan Henderson, sobre todo el artículo escrito por ella, «J. M. L. Lauw eriks y
M odem ism , Amherst, University o f M assachusetts. 1996. Véase sobre todo la p. 203. K.. P. C. de Bazel: Archjtecture and Theosophy», pp. 1-12.
10 Algunos teóricos actuales de derechas que creen en la existencia de una conspiración 13 Si se quiere profundizar en el papel que desem peñó el esoterism o en los primeros
ocultista sostienen que «vril» fue el elem ento vital que ayudó a los platillos volantes que planes de estudio modernistas de la Bauhaus, véase Ludger Busch. «Das Bauhaus und M az­
aseguran que utilizaron los nazis en las últimas fases de la guerra. Véase N icholas Goodrick- daznan», en R olf Bothe, Peter Hanh y H ans Christoph von Tavel (eds.), Das frü h e Bauhaus
Clarke, Black Sun, Nueva York, New York Unsversity Press, 2002, pp. 164-167. und Johannes Itten, Weimar, Kunstsam m lungen, 1995, pp. 83 90.

192 193
E l « entorno d e c u l t o » d e l a m o d e r n id a d dernismo dionisiaco» que, al pasar por otras manos, quedaba reduci­
da a una indefinida llamada a la transvaloración de todos los valores
Tanto la teosofía como la antroposofía eran formas de humanismo y a la destrucción iconoclasta de los ídolos caídos. Una vez asim ila­
ecuménico basadas en la existencia de unas leyes perennes que pre­ da, se la apropiaban los «políticos, teólogos, anarquistas, filósofos,
suntamente gobernaban la vida y que se revelaban en las tradiciones psiquiatras, psicoanalistas, partidarios de la liberación sexual, y
místicas y esotéricas universales. En ese sentido eran, al menos en el cualquiera que defendiera una “nueva ética” -e n realidad todo parti­
contexto de la actitud sincrética del «cambio de mapa cognítivo» mo­ dario del cambio, de la renovación o del renacim iento-»15, y se filtra­
dernista, compatibles con el amplio conjunto de movimientos socialis­ ba incluso en las críticas que tanto los socialdemócratas como los
tas utópicos y de humanismos visionarios que florecieron en las con­ anarquistas o las feministas burguersas dirigían al statu quo im pe­
diciones liminoides de la Europa de finales de siglo. Esta mezcla se rante. Resulta paradójico que aunque más tarde los nazis tuvieran
manifiesta en el desenfrenado eclecticismo de Sobre lo espiritual en el tantas ganas de incluir a Nietzsche en el panteón del Tercer Reich,
arte de Vasili Kandinsky y también en una versión aún más elaborada, hasta 1914 los nacionalistas radicales y los antisemitas alemanes le
en la síntesis intelectual de Ananda Coomaraswamy, en la cual las despreciaban por su desdén del nacionalismo y por sus opiniones
ideas teosóficas se aúnan con el entusiasmo anticolonialista, el anar­ ambivalentes con respecto a los ju d ío s16. El bergsonismo corrió la
quismo sindicalista de Kropotkin, el socialismo utópico del movi­ misma suerte. El destronamiento de la percepción del tiempo lineal,
miento Arts and Krafts de William Morris y John Ruskin, y la teoría racional y newtoniano de Bergson, su celebración de Velan vital y de
«posindustrial» de Arthur Penty, así como con algunos elementos del la temporalidad de la duración [durée] se prestaban a distintas lectu­
idealismo hinduista o budista14. ras y servían para legimitar distintos proyectos sociopolíticos, tanto
En el ambiente exuberante, de invernadero, de una época en la de izquierdas como de derechas, con tal de que su fin último fuera
que las ideologías híbridas crecían a sus anchas, la diferencia entre inaugurar una nueva visión de la realidad y una nueva era histórica,
izquierdas y derechas era bastante fluida, com o demuestra el hecho y desdeñaran el mecanismo de equilibrio de poderes del racionalis­
de que Coomaraswamy promoviera una interpretación de Nietzsche m o17. Todos estos movimientos compartían el elem ento palingenési-
desde la izquierda que tuvo una resonancia considerable entre los co característico del modernismo social.
círculos vanguardistas norteamericanos. Además, publicó algunos La difusión de la filosofía nietzscheana y de la bergsoniana no es
artículos en la revista The New Age (1907-1922) de Alfred Orange, más que un exponente de la transformación intelectual y artística de
publicación que com binaba el radicalism o sociopolítico con las la atmósfera de la Europa de finales de siglo en una potente incuba­
teorías culturales más vanguardistas y que al menos durante diez dora de lo que Colin Campbell ha definido como un «entorno de
años fue el órgano de difusión anglófono más im portante del «pen­ culto»114. Algunos grupos de intelectuales que compartían las mismas
sam iento m odernista» en el sentido más amplio, m axim alista, que ideas colaboraron con tal fervor en la difusión de ideas de cambio
la expresión tiene en este libro. Sus artículos aparecían junto a los que las principales obras que influyeron en su pensamiento se trata­
de algunos m odernistas de derechas, como el crítico Thom as Huí- ban con un respeto reverencial, como la palabra de un profeta. El
me, el defensor de la econom ía católica H ilaire Belloc, el fundador sincretismo extremo característico de estos entornos parece indicar
del futurism o Filippo M arinetti y el crítico cultural y poeta conser­ que el proceso ideológico m odernista de recombinación lúdica típi­
vador W ynham Lewis, que personificaba las turbulentas energías co de los movimientos revitaüzadores se encontraba en marcha. Por
ideológicas de la época y que tam bién alum bró su propio m ovi­
m iento m odernista, el vorticism o, justo antes de que estallara la 15 Richard Noll, The Jung Cult, Nueva Vork, Simon & Schuster, 1994, p. 30.
16 R. H inton Thom as, N ietzsche in G erm an P olitics a n d S o ciety ¡8 9 0 -1 9 1 8 , M anches­
Prim era Guerra M undial. ter, M anchester University Press, 1983, capítulo 9, pp. 112-124.
Coomaraswamy, M arinetti y Lewis ilustran tres modos distintos 7 Véase sobre todo Mark Antliff, Inventing Bergson. C ultural P olitics a n d the Parisian
de utilizar la filosofía de Nietzsche para hacer campaña a favor del A vant-G arde, Princeton (NJ), Princeton University Press, 1993.
cambio social. Los artistas e intelectuales utilizaban una variedad “ Colin Campbell, «The Cult, the Cultic Milieu, and Secularization», en M ichael Hill
(ed.), A S o c io lo g ic a l Yearbook o f R eligion iri B ritain 5, Londres, SMC Press, 1972, pp. 119-
adulterada del pensamiento original del filósofo alemán, de su «mo- 136. Para un estudio de caso de uno de estos «entornos de culto» ciel florecimiento del
m odernism o social de izquierdas en el Nueva York anterior a la guerra, véase el capitulo
14 Vease Allan Antliff, A narch ist M odernism . A rt, P olitics a n d the F irst A m erican «Nietzschean M atrix», en Alian Antliff, A n arch ist M odernism . A rt, Politics, a n d the F irst
A vant-G arde, Chicago, The University of Chicago Press, 2001. A m erican A van t-G arde, Chicago, The University o f Chicago Press, 2001, pp. 146-166.

194 195
consiguiente, no es de extrañar que en su estudio de la subcultura E l m o d e r n i s m o s o c ia l d e d e r e c h a s

völkisch en Alemania, Karla Poewe señale que en su intento de rege­


nerar la sociedad, los líderes de distintos grupúsculos solían «tomar Al cabo de los años, los nazis terminarían apropiándose de ambos
o rechazar de form a oportunista retales de la tradición yóguica y cultos, el de Nietzsche y el de Wagner, y los distorsionarían para legiti­
abrahámica» y los mezclaban con las «vulgarizaciones científicas mar el Tercer Reich. A algunos Ies basta este argumento para descartar­
-o , mejor dicho, pseudocientíficas-, de los conceptos de “raza”, “eu­ los en cuanto formas de modernismo, habida cuenta de la tendencia, tan
genesia” o “evolución”», creando así una síntesis de ideas que «nu­ marcada en el pasado, a equiparar las ideas políticas modernistas, en
trió las nuevas m itologías de los futuros regím enes totalitarios»19. En el caso de que a este movimiento se le presuponiera este tipo de ideas21,
la Europa de fin de siglo había incontables células y corrientes de con el izquierdismo radical. Al mismo tiempo, se suele insistir en la
actividad palingenésica, síntomas de la de crisis nómica cada vez naturaleza reaccionaria, y por tanto antimoderna, que esconde el lustre
más profunda de Occidente. Juntas, formaban un entorno difuso esteticista de la derecha22. Sobre la base de este prejuicio tan arraiga­
contracultural en el que el culto a la personalidad y las ideas radica­ do, no existe contradicción alguna, por ejemplo, en la mezcla de anar­
les relacionadas con una transformación histórica inminente pudie­ quismo nietzscheano, defensa del socialismo del movimiento «Arts
ron prosperar al margen del proceso político. and Crafts» y exaltación de la figura de Van Gogh que se detectan en
Como resultado de la búsqueda general de un «sanador», como el pensamiento de Coomaraswamy. Sin embargo, conforme al mismo
decía Hermann Broch, que «dotara de significado los incom prensi­ presupuesto, el hecho de que Ezra Pound apareciera en la revista The
bles acontecim ientos de esta era», se em pezó a rendir culto no sólo New Age junto a Coomaraswamy resulta anómalo, sobre todo si se
a los gurús indios como Swami Vivekananda y Jiddhu Krishnamur- tiene en cuenta que el poeta norteamericano se acabó convirtiendo en
ti, sino a destacados personajes creativos como Fiodor Dostoievs- un fascista acérrimo. Por tanto, es importante insistir en que el moder­
ki, Leon Tolstoi, Henrik Ibsen, Grabriele D ’Annunzio y Goethe. nismo tiene su lado oscuro al igual que la modernidad, como ya de­
De hecho R udolf Steiner levantó en la sede principal del m ovi­ mostró de forma magistral Zygmunt Bauman en su libro Modernidad
miento antroposófico de Suiza el Goetheanum , un enorme edificio y holocausto (1991). Esta afirmación se sustenta en la aparición de un
con aspecto de tem plo en honor a Goethe. Antes de convertirse él «entorno de culto» que buscaba una nueva modernidad, pero basada
mismo en un gurú finisecular, sobre todo después de perder la ra­ en una variedad de ocultismo según la cual las ideas comunistas, libe­
zón, hasta el propio N ietzsche sucumbió al culto que se desarrolló rales y anarquistas de justicia social universal que hoy en día condena
en torno a la figura de Richard Wagner. Para algunos, asistir a las la Nueva Derecha en cuanto «universalismo» decadente, eran sínto­
representaciones de sus óperas era com o vivir una experiencia ini- mas de degeneración, no de sanación.
ciática, y para miles de «peregrinos» ávidos de tom ar contacto con La existencia de este lado oscuro la ilustra el propio contexto en el
el poder num inoso y trascendental del mito que evocaba «la obra que Coomaraswamy afirmaba que la philosophia perennis era el fun­
de arte total», asistir al festival de Bayreuth era una versión pagana damento de una visión ecuménica y pacifista de ia solidaridad humana
de la peregrinación a Lourdes. Para los alem anes con inclinaciones muy cercana a la teosofía. Durante el periodo de entreguerras Aldous
más nacionalistas, com o Leopold von Schröder, indólogo que tra­ Huxley defendería por su propia cuenta esta misma visión en La filo ­
bajaba en la Universidad de Viena, el teatro de la ópera se había sofía perenne (1938) y, después del cataclismo que representó una
convertido en el lugar geográfico y sim bólico al que, por prim era nueva guerra mundial, en 1948, Fritjof Schuon haría lo mismo en The
vez en 5.000 años, acudían las «tribus arias» a «contem plar la rein­ Trascendent Unity ofReligions. Sin embargo, en los años veinte René
terpretación de los misterios antiguos». En su libro The Fulfilment Guenon ya había utilizado este «tradicionalismo» políticamente ambi­
o f t h e Aryan M ystery at Bayreuth (1911), afirmaba que la sede del guo que reunía todas las características de los movimientos revitaliza-
fam oso festival se había convertido en «el centro de todos los pue­ dores en el ámbito de las ideas modernas. En La crisis del mundo
blos arios», acontecim iento que otorgaba «una asom brosa supre­
macía a A lem ania y a los alem anes»20. •' La naturaleza apolítica, aunque de tendencia izquierdista de la vanguardia se defien­
de por ejem plo en el influyeme libro d e Renato Poggioii, The Theory o f th e A vant-G arde,
Nueva York, H arper & Row, 1968.
'' Karla Poewe, New Religions and the Nazis, Londres, Routledge, 2006, p. 3. ' Una obra paradigtnática de es ni tendencia es JotrVcy Herf, R eaction ury M odernism ,
2,1 Leon Poliakov, The A ryan Myth, Londres, Sussex University Press, 1974, p. 313. Se Technolof’y , Culture, an d P olitics in W eim ar a n d the Third Reich, Londres, Cam bridge Uni-
versíty Press, 1986.
cita en Noll, The Jung Cult, eit., p. 71.

196 197
moderno (1927), Guenon propugnaba un regreso a la tradición espiri­ Liebenfels era partidario de la creación de una nueva Alemania que
tual con el fin de solucionar la decadencia de Occidente, y condenaba uniera a todos los arios en una única nación depurada de la maldad
el materialismo valiéndose de un discurso elitista, antiliberal, antico­ metafísica que encarnaba la degeneración racial.
munista y antidemocrático. Con Julius Evola, el «tradicionalismo» se Von Liebenfels estaba influido por otro racista que, como él, había
alió abiertamente con el totalitarismo, la misoginia, el antisemitismo, adaptado la doctrina teosòfica a la causa de la regeneración de Alema­
el racismo, el imperialismo y la biopolítica, y se convirtió así en cóm­ nia, Guido von List. El misticismo racista que postulaba contribuyó a
plice del fascismo y del nazismo más elitistas, intransigentes y terro­ articular la versión de la ariosofía-entonces un término genérico que ser­
ristas. Y el tradicionalismo de Mircea Eliade sólo adquirió su tranqui­ vía para designar las variaciones ocultistas de la doctrina aria- que con­
lizador talante «democrático» una vez que perdió de vista y olvidó cibió Rudolf von Sebottendorf, quien había sido el líder de la Orden de
(por lo menos en apariencia) la apasionada y pública devoción que en los Germanos, fundada en 1912, antes de inaugurar su propia asocia­
los años treinta le profesó a la Guardia de Hierro23. ción, la Sociedad Thule, una escisión de la rama de la Orden de los
En lugar de considerar que Coomaraswamy era un modernista pro­ Germanos en Múnich, en 1917. En 1919, algunos miembros de esta
gresista y que Evola era un antimodernista reaccionario, lo que noso­ sociedad fundaron el Deutsche Arbeti Partei24. Influido por la ariosofía,
tros pensamos es que aquél era un modernista de izquierdas y éste de Rosenberg aludía crípticamente a la raza de la Atlántida del Norte en su
derechas, y que ambos tenían su propio programa palingenésico y de libro El mito del siglo xx". Y lo más importante es que, guiados por el
futuro cuya finalidad era construir un nuevo dosel sagrado en un mun­ diagnóstico de la modernidad que ofrecía la ariosofía, los nazis pensa­
do decadente. La conclusión de esta línea de argumentación es que, al ron que después del Tratado de Versalles su cometido era crear en térmi­
igual que la teosofía debería entenderse en cuanto forma de modernis­ nos maniqueos una nueva Alemania erradicando al enemigo que encar­
mo social, lo mismo debería hacerse con las perversiones racistas y naba la decadencia de la Modernidad: los judíos. Para ellos, la contienda
antisemitas de este movimiento, algunas de las cuales está demostrado política sólo era la forma exterior de una lucha a muerte entre las razas
que influyeron en la génesis del nazismo. El ejemplo más notorio es el decadentes y las saludables, una guerra que no sólo era apocalíptica en
del austríaco Lanz von Liebenfels, personaje contemporáneo de Ru- un sentido milenarista, sino cosmogónica: su objetivo principal era la
dolf Steiner. Von Liebenfels llevó a cabo una de las nuevas síntesis del creación de un nuevo mundo a partir del caos imperante.
mapa cognitivo características de la época y fundió en una misma doc­ Es este contexto de entorno de culto, en el que surgieron distintas
trina la idea de madame Blavatsky del origen ario de la humanidad y formas de modernismo social tanto de izquierdas como de derechas, el
otras corrientes raciales esotéricas con el nacionalismo alemán radical que debemos tener en cuenta a la hora de analizar la aparición del nacio­
y con un odio fanático a los judíos, y cimentó esta amalgama con una nalismo völkisch a finales del siglo xix, un movimiento revitalizador
panoplia de simbolismo y de rituales inventados por él. El resultado policéntrico del que participaban cientos de asociaciones, revistas, li­
era una visión del mundo global a la que llamó ariosofía, un diagnós­ bros de una ideología de lo más variopinta, bajo el denominador común
tico de las enfermedades de la Modernidad basado en una teoría de la del nacimiento de una nueva Alemania depurada de los síntomas de
evolución concebida en términos maniqueos. Según Liebenfels, en el decadencia que se identificaban con el Segundo Reich. En el próximo
mundo se estaba desarrollando una batalla entre las fuerzas saludables capítulo volveremos a analizar este movimiento en el contexto del mo­
y las fuerzas del mal, una contienda que se libraba en un reino metafí- dernismo político. De momento basta decir que el movimiento völkisch
sico invisible, un choque entre culturas cósmicas. La ariosofía se con­ fue sobre todo una campaña a favor de la revitalización cultural y meta-
virtió en la ideología oficial de la Orden de los Nuevos Templarios, política, algo que se desprende cláramente de sus textos más influyen­
fundada por Von Liebenfels en 1915. A pesar de su profunda antimo- tes. Así, en su éxito de ventas Deutsche Schriften, Paul Lagarde predica
demidad, la ariosofía encontró un impul so de futuro en la suposición la necesidad de despertar la fe germánica, una síntesis de nacionalismo,
de que la verdad oculta de la contaminación demoníaca de la raza aria cristianismo y antisemitismo, con el fin de vencer al materialismo de la
no sólo explicaba la decadencia de la Europa de la época, sino en con­
creto las tribulaciones de la raza alemana, privada de su tierra natal, a
2í Un estudio serio y autorizado de este aspecto de la historia cultural y política tan
merced de fuerzas raciales disgénicas e inhumanas. Por esta razón, oscuro, que se presta a tanto sensacionalismo, es el libro de N icholas.G oodrick-Clarke, The
O ccult R oolx o f N aziíin, cit.
25 Alfred Rosenberg, D e r M yth us d es 20. Jahrhunderts, Múnich, H oheneichen, 1924,
11 M ark Sedgwick. A g a in st the M o d ern World. Traditionalism an d the Secret Intellec­
pp. 21-35 [ed. cast,: E l m ito d e l sig lo xx: una filo so fía d e la historia en b a se a l m ito d e la
tual H istory o f the Twentieth Century, Oxford, Oxford University Press, 2004, pp. 109-117.
sangre, Barcelona, Asociación Cultural Editorial Ojeda, 200fi],

198 199
época. A los «auténticos» líderes dotados de una visión que sobresalía enfermedad y limpia de contaminación. Para los pensadores y los artis­
por encima de la esfera vulgar del poder político les correspondía salva­ tas del movimiento völkisch la Alemania mitificada era el nomos, el
guardar la esencia espiritual de la nación orgánica alemana, cuyo rena­ dosel sagrado, pero este movimiento era una respuesta a las mismas
cimiento implicaba un proceso natural de limpieza: fuerzas culturales que hacían que «la fascinación por la magia, por lo
oculto y lo sobrenatural» y el imperativo de «limpiar, esterilizar, reorde-
Nosotros solos no podemos alcanzar la autenticidad: los gobiernos nar, eliminar el caos y la suciedad»30 se convirtieran en la doble piedra
deben esforzarse por librarnos conscientemente de todo aquello que angular alrededor de la cual giraba el modernismo programático no sólo
ha sido creado de modo artificial, y deben además promover con la en Alemania, sino internacionalmente*1.
mirada fija del amor experto el crecimiento de todo aquello que flore­ Desde este punto de vista, el nacionalismo völkisch es una de las
cerá de la tierra una vez que haya sido limpiada de basura. Las raíces variedades más destacadas del modernismo sociopolítico, un producto
de nuestro ser siguen vivas26. no sólo de la crisis de la ideología alemana -título del libro de M osse-
sino de la crisis ideológica y ontològica de la propia modernidad. Se
En esta misma línea, Julius Langbehn explicaba el renacimiento de ha hablado mucho de la Sonderweg típicamente alemana, pero quizá
Alemania en su libro Rembrandt como educador (1890) -o b ra que en haya que hablar de una Sonderweg más general, de la vía «específica»
1945 ya había alcanzado las cincuenta ediciones-, en términos del y disfuncional de la civilización occidental, dentro de la cual se en­
despertar del genio creativo alemán encarnado en la figura del pintor cuentra engastada la historia de Alemania. Es, por consiguiente, im­
holandés: «Rembrandt es un auténtico ario; cuando el aliento tranqui­ portante considerar que el nacionalismo völkisch surgió en respuesta a
lo y poderoso del espíritu rembrandtiano infunde el tono exclusivo de unas condiciones liminoides particulares provocadas por el impacto
los germanos, su vida se puede renovar una vez más»27. La solución de la modernización en la Alemania guillermina combinado con el
estriba en el renacimiento de la cultura alemana, en una reeducación de «retraso» en su constitución como nación. Pero resulta igual de impor­
los alemanes que les cure de la decadencia. La visión de Langbehn del tante ver esta crisis a su vez como una combinación más de un fenó­
proceso regenerativo no estaba influida por la teosofía de madame meno que tenía lugar en el mundo occidental, allí donde se había
Blavatsky, sino por la de Emanuel Swedenborg, un místico sueco que abierto una falla entre la modernidad y la cultura «tradicional», una
ideó una versión monista del cristianismo que hacía hincapié en la vez que los efectos conjuntos de las revoluciones científica, capitalis­
interconexión que existía entre la vida humana y el cosmos28. ta, tecnológica y liberal se habían acelerado. Por tanto, no es ninguna
En ambos textos, una Alemania mitificada se convierte en el antído­ coincidencia que, paralelamente al desarrollo de la subcultura völ­
to físico y metafísico contra la amenaza del nihilismo a fin de solucionar kisch, el siglo xix fuera el del auge del nacionalismo en Irlanda, de la
«la crisis creada por la modernidad»29, es decir, la Modernidad. La na­ difusión del antisemitismo en Alemania, Austria y Francia, y de la
ción étnica reubica el tiempo y el espacio y vuelve a encantar el mundo. aparición de potentes corrientes de nacionalismo tanto en la Europa
Ofrece un horizonte limitado enmarcado en el mito, el dosel de fe nece­ del Este como en Cataluña, y que Barcelona se convirtiera en un pun­
sario para exorcizar el horror de la anomia. En el marco de este discurso to de confluencia de potentes corrientes de modernismo político y es­
mítico, el Volk en su estado presente se convierte en el punto de intersec­ tético a medida que la sensación de singularidad histórica y cultural
ción de una serie de metáforas que evocan la decadencia: la pérdida de con respecto a la España castellana iba cobrando fuerza.
la trascendencia (el espíritu), la nostalgia de un hogar metafísico, el de­ Detrás de los apasionados proyectos de futuro que se centraban en
sarraigo, el caos, la fragmentación, la enfermedad, la degeneración físi­ el renacimiento nacional se escondían arquetipos de estados prístinos,
ca y la contaminación. Por eso hay que sacralizar el Volk, devolverle la edénicos, no alienados, nómicos, de la comunidad humana in ilio tem­
patria, encontrar sus raíces, fundar un nuevo orden que le sirva de apo­ pore, cuando el orden cósmico todavía estaba intacto, los dioses eran
yo, mantenerlo unido gracias a una comunidad singular curada de la cercanos y la armonía, las raíces y la salud física imperaban, cuando
los seres humanos vivían en un estado armonioso del ser, en lugar del
2fi Paul Lagarde, «Die graue Internationale», Deutsche Schriften [1878], Jena, Eugen
estado de exilio permanente de la existencia. El anhelo de reconquistar
Diedrichs, 1944, p. 337.
10 Saunders, H idden Hands, cit., p. II.
21 Julius Langbehn, Rembrandt als Erzieher, Leipzig, C. L. Hirschfeld, 1890, p. 329.
211 Véase G eorge M osse, The Crisis o f German ideology. Intellectual Origins o f the 31 Poewe, New Religions a nd the Nazis saca a colación el nexo que existía entre el
Third Reich, Nueva York, Howard Fertig, 1998, capítulo 2, «A Germanic Faith», pp. 3 1 -5 1. esoterism o y la preocupación por la salud biopolítica en la Alem ania de Weimar de iorm a
particularm ente acertada.
Ibid., p. 51.

200 201
el paraíso perdido desafiando a la Modernidad no tenía por qué expre­ Kellogg, que sostenía de forma entusiasta que una buena digestión lo
sarse únicamente a través del arte, la ideología o estravangantes acti­ curaba todo. El celo religioso, reforzado por la precisión militar que
tudes religiosas basadas en el culto a la raza. De hecho, la actitud más demostró a la hora de crear todo un mundo nuevo a través de terapias
natural era adoptar un estilo de vida saludable o hacer que la salud se alternativas, como la irrigación del colon y la abstinencia sexual, se
impusiera en una época decadente. parodia despiadadamente en la película El balneario de Battle Creek,
dirigida en 1994 por Alan Parker,
En esta misma época aparecieron también las primeras comunas.
L a p o l ít i c a c o r p o r a l m o d e r n i s t a
Pequeños grupos de ciudadanos occidentales civilizados decidían «aban­
donar» deliberadamente la decadencia occidental para buscar el equi­
En el primero de los discursos de Zaratustra se revela la metamor­ librio saludable entre mente y cuerpo que se les negaba en las ciuda­
fosis final del espíritu. En el desierto, el camello que lleva sobre sus des33. Uno de ellos, la Sociedad Edén, fundada en 1893 por dieciocho
espaldas toda la carga de una era de decadencia se convierte de pronto vegetarianos al norte de Berlín, inventó una margarina vegetal que se
en un fiero león que tiene la valentía necesaria para pronunciar el empezó a com ercializaren 1908 con el nombre de «mantequilla mejo­
«santo no» necesario para desafiar al nihilismo de las normas sociales rada Edén». Después, cuando Hitler subió al poder, la sociedad sufrió
imperantes. Por fin, el león muta en un niño que tiene la inocencia un proceso de nazificación y, más tarde, se «comunizó» en la época de
necesaria para poder «comenzar de nuevo» y «pronunciar el santo sí». la RDA. Por fin, con la llegada de la reunificación alemana en 1991,
Según Robert Gooding-Williams, «la esencia de esta afirmación, el la comuna se «capitalizó», y en el año 2000 sufrió una nueva trans­
“sí” pronunciado con espíritu infantil en el juego de la creación, es la formación, un reflejo de la sensibilidad ecológica de la época, y fue
transformación del caos de las pasiones en un cuerpo recién integra­ rebautizada con e! nombre de Eden Naturbau Gmbh, una sociedad
do». Se trata de un concepto que traiciona la creencia «compartida por especializada en la producción de productos ecológicos que respetan
sus contemporáneos -científicos, médicos y novelistas entre otros-» en medio ambiente. En 2006, con ocasión de los mundiales de fút­
según la cual «la civilización moderna estaba sucumbiendo rápida­ bol, la com una fue elegida como uno de los 365 lugares representa­
mente a las fuerzas de la fatiga física». «El cansancio físico» era un tivos de la creatividad alemana. Una vez más, el Edén se encontraba
síntoma de «decadencia cultural»32. bajo una nueva dirección.
Si Nietzsche hubiera continuado esta epifanía y se hubiera dedica­ Con todo, la comunidad utópica más famosa de la época anterior a
do al yoga o a algún arte marcial oriental, aunque la crisis cultural que 1914 fue la del Monte Verità, en Suiza, situada en las montañas de
intentaba solucionar con sus libros habría seguido despertando reac­ Ascona, al borde del Lago Maggiore. Durante los veinte primeros
ciones «nietzscheanas» de pesimismo dionisiaco, la historia de la filo­ años del siglo xx fue la Meca del denominado Lebensreform o «Mo­
sofía occidental habría tomado una dirección distinta. Sin embargo, vimiento para la reforma de la vida». La relación entre modernismo
había otros mejor preparados que él para adherirse por completo a la social, estético y político se refleja en la lista de las personalidades que
idea de que el cuerpo era un lugar de transformación social y personal, participaron, algunos de forma breve, del estilo de vida vegetariano
dispuestos a poner en práctica este ideal a través de distintos grupos y del «Monte de la Verdad». Los más destacados fueron Hermann Hes-
asociaciones que defendían la reevaluación total de la relación de los se, Cari Jung, Erich M aria Remarque, Hugo Ball, Else Lasker-Schüler,
seres humanos modernos con sus cuerpos, y que se extendieron por el Stefan George, Isadora Duncan, Paul Klee, Rudolf Steiner, Mary Wig-
norte y el centro de Europa a finales del siglo xix. El resultado fue un man, Ernst Toller, Otto Cross y Gustav Stresemann. Todos estos pro­
gran renacimiento del interés por la gimnasia, el culturismo, la caliste- yectos contraculturales de vida alternativa que surgieron en las prime­
nia y distintos tipos de dietas, cada uno con su correspondiente filoso­ ras décadas del siglo xx pueden interpretarse como manifestaciones
fía o ética, algunos basados en las tradiciones religiosas o esotéricas, prácticas del utopismo, una de las características más destacadas de la
otros «cientificistas». Uno de los ejemplos más célebres de esta nueva rebelión modernista contra la decadencia34. Estos movimientos «en­
forma de modernismo social es el del fundamentalista vegetariano, carnaban» literalmente la búsqueda simultánea de la recuperación de
cruzado contra el sexo e inventor de los cereales para el desayuno John
13 Véase G. Mosse, The C risis o f G erm án Ideology, cit., capitulo 6, «Germanie Utopias»,
pp. 108-125.
E Robert Gooding-W illiam s, Z arath u stra's D ionysian M odernism , Stanford (CA), 34 C hristina Lodder, «Searching for Utopia», en W ilk, M odern ism Ì 9 I 4 -I 9 3 9 , cit,,
Stanford University Press, 2001, pp. 127-129. pp. 23-70. A M o d e m U lopia, de H. G. W ells, se publicó en 1905.

202 203
la salud y de las raíces renovadas en beneficio de una humanidad mo­ Otro de los síntomas del redescubrimiento occidental del antiguo
derna que se hundía cada vez más en el cenagal de la decadencia, a precepto mens sana in corpore sano fue la promoción del yoga a partir
través del desvelamiento de un nuevo arjé de la vida moderna, un de los centros vedándoos de Swami Vivekananda, donde se utilizaba
principio ordenador básico que sirviera de base para construir un futuro como complemento de una enseñanza del hinduismo puramente inte­
alternativo tanto desde el punto de vista cosmológico como biológico. lectual. Mientras tanto, el conocimiento cada vez mayor del taoísmo
Esta «reforma vital» tenía unas prioridades políticas bastante ambi­ tuvo como consecuencia una nueva apertura a las tradiciones chinas
guas. La contrapartida racista de Monte Verità, cuyo ethos era clara­ como la acupuntura, la fitoterapia, la medicina holista, las artes mar­
mente progresista, fue la colonia de Nueva Germania, fundada por el ciales y la macrobiótica. En esta misma época se produjo una oleada
cuñado de Nietzsche, Wilhelm Forster, en 1896 con el fin de engendrar de interés por las terapias alternativas, como la homeopatía y la fisio­
una estirpe de campesinos arios y cristianos puros en Paraguay, lejos terapia, cuyo primer cuerpo profesional se estableció en Londres en
de la corrupción moral y racial de la Europa urbana. 1894. Un año después, Freud ya usaba el masaje para tratar la histeria.
El vegetarianismo que adoptaron algunas de estas comunidades La corriente de pensamiento en la que se basaba este aspecto de la
utópicas era un síntoma de lo que Christopher Wilk, comisario de la rebelión contra el materialismo, o que al menos la complementaba, fue
exposición sobre el modernismo celebrada en Londres en 2006, llama un fenómeno conocido con el nombre de «vitalismo», que en la historia
«la cultura del cuerpo sano». Wilk ofrece una panorámica de esta cul­ de la cultura alemana se denomina «misticismo vital» [LebensmystikJ.
tura en un artículo que comienza con esta declaración: «Se puede decir Al socavar de forma radical los preceptos metafísicos del cristianismo,
que al movimiento modernista en conjunto le preocupaba profunda­ el darwinismo también ocupó un espacio cultural para el culto a la vida
mente la salud»35. Según Wilk, hay que buscar el origen de este pro­ biológica. Además, esta teoría provocaba una profunda sensación de
yecto de renovación fundamentalmente social en un momento deter­ irrelevancia absoluta de la vida humana dentro del esquema cósmico
minado del siglo xix en el que no sólo los artistas vanguardistas, sino universal, una epifanía negativa que se vislumbra en las últimas páginas
los habitantes de las ciudades en general, comenzaron a identificar la de La máquina del tiempo (1895) de H. G. Wells. Una reacción tempe­
modernidad con la disgenesia y a percibir las consecuencias contami­ ramental radicalmente opuesta era «reencarnar» el universo desencanta­
nantes y deshumanizadoras del «progreso», no sólo mentalmente, sino do y considerar que era una manifestación física de una misteriosa fuer­
además en sus propios cuerpos. Aunque el vegetarianismo era una za vital que, según acababa de descubrir la ciencia, se transformaba -n o
práctica muy antigua, la obsesión de finales de siglo por la degenera­ a través de la intervención divina sino de la selección natural- en una
ción absoluta de la civilización fue la condición previa esencial para miríada de organismos diferentes que vivían su propio y exclusivo ciclo
que se convirtiera en una variedad de modernismo programático. En vital y que formaban parte de un proceso que había culminado en el ser
1908 ya había suficientes asociaciones vegetarianas nacionales como humano. La sensación de asombro, de temor reverencia] ante el misterio
para que se pudiera celebrar en Dresde un congreso internacional. Allí de la vida, ante el conjunto de la biosfera, cristalizó en el vitalismo, un
acudieron incluso los miembros de la Sociedad Esperanto-vegetaria­ movimiento que, según el historiador de la literatura Wolfdietrich Rasch,
na, tres años después de que se organizara el primer congreso interna­ fue el denominador común de la producción artística de la Europa de
cional del esperanto, una variedad más de utopismo modernista que finales del siglo xix, una tendencia que comparten movimientos tan dis­
pretendía contrarrestar la fragmentación y las disensiones que gober­ pares como el naturalismo, el simbolismo y el realismo. Para los círcu­
naban la sociedad humana. Algunas de las figuras más destacadas los vanguardistas representaba «una conspiración de fuerzas enfrenta­
atraídas por el vegetarianismo fueron Leon Tolstoi, Annie Besant, das» que impedían «la desintegración del mundo en distintos hechos
George Bernard Shaw y Franz Kafka36, por no mencionar a las incon- inconexos». En un mundo entgSttert -literalmente «un mundo al que le
trables personalidades que se dejaron seducir por el yoga, una parte han arrancado los dioses»- hasta tal extremo que los seres humanos
integral de la disciplina37. habían quedado reducidos «a unidades de trabajo o de obtención de
poder, a entidades cuantificables e intercambiables», la misión de la
■*5 Christopher W ilk, «The Healtby Body Culture», en C. W ilk, Modernixm 1914-1939,
poesía era reconstruir el espíritu perdido (el nomos) «transformando los
ciL, p. 250. objetos individuales en símbolos de lo universal»38. Este «misticismo
Parece ser que la reputación de vegetariana de Hitler es un mito popular: véase Ryan
Berry, Hitler Neither Vegetarían ñor Anim al llover, Nueva York, Pythagorean Publishers, 2004.
” Para una explicación contemporánea de la importancia del vegetarianismo en el yoga ,s W olfdietrich Rasch, «Aspekte der deutschen Literatur», en W. Rasch, Z u r Deutschen
véase [http://www.j ivamuktiyoga.com/inspr/veg2.htmll (página visitada el 6 de octubre de 2006). Literatur der Jahrhudem w ende, Stuttgart, J. B. M etztersche, 1967, pp. 1-48.

204 205
secularizado e inmanente, desprovisto de Dios», es un topos que apare­ pensaban que ellos formaban la esencia de un nuevo tipo de alemán,
ce de forma recurrente no sólo en la filosofía de Nietzsche, en la poesía valiente, activo, saludable -beber y fumar estaba prohibido en las con­
de Rainer María Rilke o en las primeras novelas de Thomas Mann, sino centraciones de la Juventud Libre-. Los chicos y las chicas adscritos a
también en la literatura, la poesía, la pintura y la filosofía de la cultura la asociación estaban dispuestos a sacrificarse por la nación tanto en la
europea de principios de siglo, desde Ibsen a Yeats pasando por Zola o guerra como en la paz. En su estudio revolucionario sobre «la reorien­
D ’Annunzio. tación del pensamiento europeo» de finales de siglo, Conciencia y so­
La invocación del estilo de vida vegetariano, de una nueva relación ciedad (1979), Stuart Hughes afirma que esta «promesa melodramáti­
con el cuerpo, de la emancipación sexual39, de los «remedios natura­ ca» era el resumen de la actitud de todos los jóvenes europeos «que
les», de la mejora del «espíritu de la vida» estaba íntimamente relacio­ buscaban un ideal y una fe»40. De hecho, todos los fenómenos intelec­
nada con el anhelo mucho menos filosófico, más físico, de «regresar a tuales que analiza Hughes bajo el encabezamiento «rebelión contra el
la naturaleza» y escapar así de los aspectos degenerados de la moder­ positivismo» estaban profundamente relacionados con una «rebelión
nidad encamados en la sordidez de las ciudades contaminadas, super­ contra la decadencia» más general cuyo medio de expresión, más que
pobladas y disgénicas. La moda que cundió entre la clase media de las imágenes o las palabras, era la acción.
veranear en lugares turísticos en la costa, en la montaña o en ciudades Quizá el ejemplo más destacado de esta preocupación internacional,
balneario; el interés sin precedentes por el ciclismo, la natación, la social y modernista por la salud fuera el Movimiento por la Liberación
playa, los lagos, los pueblos de montaña y los balnearios, el montañis­ del Cuerpo [Freikörperbewegung] que surgió en Alemania en la década
mo, el excursionismo y el senderismo no sólo surgió como consecuen­ de 1890. Resulta significativo que esta expresión no sólo abarque el
cia de la aparición del tiempo libre, sino en respuesta a un cambio ra­ naturismo [Freikörperkultur], sino que englobe además algunas formas
dical en la actitud hacia la «civilización», en parte estimulado por el experimentales de danza de las que el modernismo social y el estético
contagio de enfermedades, sobre todo de la tuberculosis. En esta épo­ son indisociables. La prueba de que el movimiento naturista debe rela­
ca el movimiento scout, que se fundó en 1908 con la primera acampa­ cionarse con la rebelión contra la decadencia y con la búsqueda de for­
da de Banden-Powell en una isla en Poole Harbour, se propagó a toda mas temporalizadas de trascendencia la ofrecen las campañas en defen­
velocidad y se convirtió en un movimiento de alcance internacional sa del naturismo en las que se embarcó Richard Ungewitter. En sus
que tuvo su primer congreso mundial en 1924. El manual Scoutingfor obras Nudity and Morality (1907) y Nudity and Culture (1913), desgra­
Boys se convirtió en el mayor éxito de ventas en lengua inglesa des­ naba el evangelio nudista y afirmaba que esta práctica era una fuerza
pués de la Biblia. emancipadora capaz de «liberar» al cuerpo de los efectos perniciosos de
Mientras tanto, el movimiento juvenil alemán empezaba a despe­ una civilización demasiado cerebral, blanda e hipócrita. En 1913 les
gar gracias al éxito extraordinario de la organización Wandervogel, pidió a los ariosofistas que incorporaran el nudismo a su guerra contra la
fundada en 1896, la precursora de la «bündische Jugend» [Juventud decadencia encamada en los judíos, los comunistas y las feministas41. El
Federada], asociación fundada en 1923 que contaba con 50.000 miem­ hecho de que los alemanes perdieran la guerra no enfrió su entusiasmo.
bros y que finalmente sería absorbida por las Juventudes Hitlerianas. En la década de 1920 escribió libros cada vez más radicales y fanáticos
Según la «cosmovisión» del movimiento juvenil alemán, los concep­ explicando el papel clave que debía desempeñar el nudismo en la rege­
tos de salud, naturaleza, vida y patria se amalgamaban en una única neración nacional y en la recuperación de la esencia nacional42.
entidad de culto que se resumía en la solemne declaración de princi­ Por tanto, el hecho de que la danza moderna irrumpiera en la esce­
pios pronunciada en 1913 después de un ascenso en masa a la cumbre na de principios de la década de 1900 en Alemania y en los Estados
del Hohe Meissner, en el noreste de Hessen, En ella se afirmaba la Unidos, parece indicar que existía una actitud cultural que había reba­
resolución de la juventud alemana, que se encontraba «en un momen­ 411 Stuart Hughes, C onsciou sn ess a n d Society. The R eorien tation o f E um peun Social
to decisivo de la historia», a contribuir a «rejuvenecer la vida espiri­ Thought, 1890-1930, N ueva York, Vintage Books, 1977, pp. 338-339, La tesis que se
tual de la gente» alentando a los jóvenes a desarrollar «una relación sostiene en este libro la corrobora am pliam ente Robert Wohl en The G eneration o f 1914,
íntima con la naturaleza y con el Volk». Los miembros de la asociación Londres, W eidenfeld & Nicholson, 1980.
41 El artículo apareció en Lanz Von1 Liebenfels (ed.), N ackt- un d R assen ku ltu r im
K a m p f gegen M ucker- und Tschandkultur, n.° 66, dentro de la serle de panfletos O stara,
39 Sobre este aspecto de !a «Cultura del cuerpo saludable» y sus conexiones con el Rodaun, 1913.
41 Karl Toepfer, E m pire o f E cstasy. N u dity a n d M ovem en t in G erm an B ody Culture,
teatro y la danza expresionista véase M odris Eksteins, R ites o f Spring [1989], Boston,
1910-1935, Berkeley, University of California Press, 1997, p. 37.
Houghton Mifflin, 2000, pp. 80-89.

206 207
sado los confines del arte. Esta actitud no sólo afectó a las compañías «N a r r a t iv a s d e c a m b i o » c ie n t if i c i s t a s

de danza que se formaron en Moscú, París, Londres y Nueva York, o a


los ballets revolucionarios que compositores modernistas de la talla de La búsqueda modernista de la salud no sólo se manifestó a través
Stravinski o Prokoviev y coreógrafos como Sergei Diaghilev y Vaslav de la nueva «cultura del cuerpo», sino que penetró en la imaginación
Nijinski se vieron obligados a representar, sino que además transfor­ creativa de los profesionales en todas las esferas de actividad implica­
mó la relación existente entre la danza, la expresión personal, el atle­ das en el bienestar de la sociedad moderna, y afectó a los médicos,
tismo físico, la sensualidad y el espectador. Para Karl Toepfer, autor de ingenieros, diseñadores, arquitectos, urbanistas, pedagogos, teóricos
Émpire o f Ecstasy, una historia enciclopédica de la relación íntima de la educación y, en general, a los pioneros de lo que hoy en día co­
existente entre la reforma vital y la danza moderna, la revolución del nocemos como «el Estado de bienestar social». Además, contribuyó a
movimiento «supuso la reivindicación más potente, y por tanto extáti­ crear un nuevo clima favorable a la investigación en el ámbito de las
ca, del cuerpo. La trascendencia mística se fundió con las ilusiones ciencias naturales y de las ciencias del comportamiento, un ambiente
materiales y con la intrepidez moderna para poder juzgar así la identi­ en el que el espíritu de la rebelión contra la decadencia se integró en lo
dad humana con la mayor objetividad y materialidad»43. La expresión que Hermann Broch llamó en Los sonámbulos la «lógica radical», en
más experimental de la danza, «la danza expresiva» [Ausdruckstanz], cuyas fauces podían caer fácilmente los especialistas más progresistas
también estaba relacionada con el espíritu rebelde del expresionismo de la época46. La consecuencia inmediata fue la aparición del «cienti­
en la medida en que encamaba el anhelo de representar en su dimen­ ficismo», el resultado de la mezcla de la ciencia positiva con los mitos
sión cinética al «nuevo hombre» y a la «nueva mujer», que después de palingenésicos de regeneración de la sociedad o de creación de un
librarse de la decadencia celebraban la nueva modernidad44. nuevo mundo47.
La dinámica modernista de la ruptura revolucionaria con la tradición La obsesión por encontrar el remedio a enfermedades neuróticas,
del ballet clásico se revela con toda su intensidad en la «euritmia» que que hasta entonces se pensaba que eran incurables en una época «en­
ideó Rudolf Steiner como ejercicio antroposófico. Se percibe asimismo loquecida», favorecieron que la técnica terapéutica de Freud basada en
en el viaje a Rusia de Isadora Duncan, pionera de la «danza libre», una su teoría del inconsciente se extendiera más allá de los confines de la
forma estética inspirada directamente en el «modernismo dionisiaco» cte medicina clínica. Según Richard Noli, los más fervientes conversos a
Nietzsche, un viaje con el que pretendía contribuir personalmente a la la terapia del psicoanálisis la transformaron en un movimiento «de
creación de un nuevo mundo socialista que a la sazón se encontraba toda­ revitalización cultural global», hasta tal punto que en 1907, Max We­
vía en su infancia. También se puede detectar en los influyentes cursos d e ber se mostraba preocupado por el hecho de que los analistas freudia-
verano de danza expresiva que organizó en la comuna de Monte Verita el nos se estuvieran convirtiendo en «un grupo carismàtico cuasi místico
húngaro Rudolf von Laban, «el Picasso de la danza moderna», en 1910. .basado en la personalidad y en las ideas de un líder carismàtico al que
Una de los alumnas que se dejó fascinar por esta nueva forma de « te en se le atribuyen cualidades casi divinas»48. En 1930, Freud publicaría
uno de los cursos celebrados en Ascona fue Mary Wigman, quien acabaría su propia crónica del «malestar de la modernidad»49, y la preocupa­
convirtiéndose en la coreógrafa más influyente de su época. Wigman co­ ción por la decadencia social tal como se manifiesta a través de la
laboró en la puesta en escena de los elaborados espectáculos de danza de neurosis fue el Leitmotiv del trabajo de su vida. Sin embargo, Freud se
los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 que inmortalizó Leni Riefenstahl
en El triunfo de la voluntad. (Goebbels suspendió las olimpiadas de danza 46 Véase su pra, capítulo 4, p. 174.
47 Véase Hannah Arendt, The O rigin s o f Totalitarianism , Londres, George Allen &
paralelas que Wigman quería organizar, previendo quizá que a Hitler le Unwin, 1967, p. 346, que cita el ensayo que escribió Voegelin en 1948, «The Origins of
desagradarían sus connotaciones pacifistas e intemacionalistas)45. Scientism»: «la ciencia se ha convertido en ún ídolo que puede curar por arte de magia la
maldad de la existencia y transform ar la naturaleza del hom bre» [ed. cast.: Los orígen es d e l
totalitarism o, M adrid, Alianza, 2006], Si se quiere ¡eer una obra que estudie las catastróficas
4Í Ihid., p- 382, Otro libro que analiza !a relación entre el nudismo, el culto al cuerpo, el consecuencias que el cientificismo ha tenido para la política del siglo xx véase Tzvetan To-
nacionalismo y la higiene racial en el contexto alemán es C had Ross, N aked G erm any. ítorov, H ope a n d M em ory. L esson s fro m the Tw entieth Century, Princeton (NJ), Princeton
Oxford, Berg, 2005. University Press, 2004.
44 M anfred Kuxdorf, «The New Germ an Dance M ovement», en Stephen Bronner y 48 R, Noll, The Jung Cult, cit., p. 46. Eh John Kerr, A M ost D angerous M ethod. The Story
Douglas Kellner (eds.), Passion an d R ebellion. The E xpression ist H eritage, Londres, Croon o f Jung, Freud a n d Sabina Spielrein, Nueva York, Alfred Knopf, 1993, se explica hasta qué
Helm, 1983, pp. 350-362. punto las teorías de Freud adoptaron elem entos de los movimientos revitalizadores.
45 Véase Brigitte Peuker, «The Fascist Choreography: Riefenstahl’s Tableaux», M o d er - * Sigmund Freud, D a s U nbehagen in d e r K ultur £1930J, traducido al castellano como
n ism /M odernity 11/2 (2004), pp. 279-297. E i m alestar en la cultura.

208 \ 209
mostraba mucho más escéptico con respecto al potencial del psicoaná­ hacia un racismo cada vez más descarado en lugar de tomar una direc­
lisis a la hora de resolver la disfunción psicológica de la Modernidad ción humanista. Vacher de Lapouge, el principal ideólogo de la raza
que sus seguidores más fanáticos. aria y del antisemitismo político en Francia53, ofrece el mejor ejemplo
En la década anterior a la Primera Guerra Mundial, el más destaca­ del impacto que tuvieron las teorías de Haeckel en los racistas conven­
do de estos seguidores era Cari Jung. Durante un tiempo, se embarcó cidos. Lapouge «aspiraba nada más y nada menos que al nacimiento
en una ferviente campaña a favor de que el psicoanálisis se convirtiera de una nueva era espiritual, la reforma religiosa que la civilización
en «un movimiento de masas al que fuera imposible resistirse»50, un estaba condenada a llevar a cabo en el siglo xx, [...] y que hundía sus
movimiento de redención y de renacimiento. Para Jung, el psicoanáli­ raíces en el propio “comportamiento de la vida”»54.
sis no sólo ofrecía una vía potencial para la superación de la neurosis Resulta significativo que el propio Richard Noli utilice el modelo
degenerativa, sino que podía además actuar como un sustituto de la antropológico de los ritos de paso para explicar el proceso de conver­
cosmología del cristianismo agonizante. Por otro lado, podía contri- * sión al monismo, aunque este mismo esquema podría aplicarse a la
buir a la recuperación del legado ario en Europa y, por consiguiente, a conversión de cualquier individuo anómico a cualquier movimiento de
la renovación de la propia historia51. Hasta bien entrados los años modernismo social de esta época:
treinta, la fuerza impulsora de sus incesantes experimentos psicológi­
cos con la mitopoética hum ana y el estudio de los símbolos arquetí- Gracias a un rito de paso profano, el monista renace a través del
picos de las tradiciones religiosas, místicas y ocultistas, fue la convic­ rechazo de los principios de la religión organizada (separación), se
ción de que su misión era acercar a los seres humanos modernos inicia en la prueba de la unidad esencial de la materia y del espíritu
-sobre todo a los arios- al conocimiento de los símbolos arquetípicos . (periodo liminar) y después se dedica a promover las ideas monistas
que para él habían suministrado la sangre vital psíquica a las socieda­ en la sociedad local (reagregación)55.
des antes de que la Modernidad destruyera el dosel sagrado.
Sin embargo, el ejemplo más destacado de las corrientes cientifi- La transformación paradójica de la ciencia positiva -e l vector prin­
cistas de modernismo social de este periodo es la Alianza Monista cipal del «desencantam iento»- en una fuente de trascendencia fue la
fundada por el científico Em st Haeckel, un movimiento que en 1906, condición previa para la aparición de la «eugenesia». Cuando Francis
a los pocos años de su fundación, ya se había ramificado por toda Eu­ Galton, que acuñó la expresión en 1883, leyó su artículo sobre «la
ropa. El monismo de Haeckel se basaba en una interpretación vitalista definición, campo de acción y objetivos» ante la Sociological Society
de las teorías de Darwin según la cual en la «milagrosa» complejidad de Londres en mayo de 1904, lo presentó específicamente en términos
de la vida orgánica se podía encontrar un orden metafísico superior de lo que hemos dado en llamar un nuevo mapa congnitivo que debía
que se revelaba todos los días a través de las ciencias naturales, que inculcar el Estado:
atravesaban en ese momento un periodo de rápida expansión. Fiel al
espíritu dominante del misticismo vital de la época, Haeckel pensaba Debe introducirse en la conciencia nacional, como si de una nue­
que la vida no creada era la fuente de lo numinoso y que dotaba a to­ va religión se tratara. De hecho, podría convertirse en un principio
dos los organismos de un aura de sacralidad. Haeckel y sus seguidores de una religión ortodoxa futura, ya que la eugenesia colabora con la
pensaban que esta pasmosa percepción del mundo natural «compensa­ naturaleza garantizando que la humanidad será representada por las
ba ampliamente la reciente pérdida de los los ideales de “Dios, liber­ razas más sanas.
tad e inmortalidad”». En 1877, Haeckel afirmó en una conferencia que
«el alma y el cuerpo humanos» estaban formados por una combina­ Galton concluye: «Por consiguiente, dejemos que sus principios
ción particular de elementos químicos, sobre todo de carbono. «Este actúen en el corazón mismo de la nación, unos principios que tendrán
único razonamiento basta para explicar los misterios del universo, la unos efectos prácticos que somos incapaces de prever en su totalidad»56.
deidad queda anulada y da comienzo una nueva era de conocimientos
infinitos»52. La interpretación del monismo haeckeliano fue derivando 53 Georges Vacher de Lapouge, L'Aryen, París, A lbert Fontem oing, 1899.
54 Daniel Gasm an, H aeckel’s M onism a nd the Birth o f Fascist Ideology, Nueva York,
Peter Lang, 1998, p. 144.
50 R. Noli, The Jung Cutí, cit., p. 188. M R. Noll, The Jung Cult, cit., p. 49.
Ibid., capítulos 10-13. % Francis Galton, «Eugenics, its Definition, Scope, and Aim s», The Am erican Journal
52 Emst Haeckel, The Riddle o f the Universe, Nueva York, Harper & Bros., 1900, p. 337. o f Sociology 10/1 (1904), pp. 1-25.

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A la luz de los acontecimientos posteriores, las palabras de Galton La historia de la eugenesia presenta una gran complejidad62. Todos
tienen un escalofriante aire de profecía. los países europeos seguían su Sonderweg particular y tenían sus pro­
Algunos historiadores culturales han reconocido la influencia que pias versiones de darwinismo social, de antropología física y cultural,
ejerció la eugenesia sobre la imaginación de los artistas modernistas57. Sin de genética, de demografía, de higiene racial, de nacionalismo orgáni­
embargo, una vez que se considera la eugenesia como una forma de co, de antisemitismo, de ocultismo y, sobre todo, proyectos políticos
modernismo social por derecho propio5", la importancia que adquirió a particulares, tanto de izquierdas como de derechas. En Gran Bretaña,
principios del siglo xx no se debe atribuir a la curiosidad científica desin­ por ejemplo, hasta 1914 la derecha radical abrazó la teoría eugenésica,
teresada, ni siquiera al idealismo humanista, sino a la perspectiva de depu­ preocupada por el impacto que la decadencia racial pudiera ejercer
ración de la degeneración de la sociedad que ofrecía a través de una alian­ sobre el Imperio63, pero también simpatizaron con ella intelectuales de
za sin precedentes entre la ciencia moderna y el poder del Estado moderno. izquierdas como H. G. Wells y George Bemard Shaw, así como los
Por tanto, no es ninguna coincidencia que el primer uso del término «bio- líderes socialistas de la Sociedad Fabiana Sidney y Beatrice Webb.
política» se acuñara precisamente en esta época (1911), sino que además Mientras tanto, en Alemania obras fundamentales como los Principios
apareciera en la principal revista modernista de la época, The New Age59. de higiene racial (1895) de Alfred Ploetz, El enigma del universo a
El racismo convertido en ciencia resultó particularmente atractivo en los finales del siglo xix (1899), de Ernst Haeckel o Los cimientos del siglo
ambientes más cultos, en los que el impacto del darwinismo social había xx, de Houston Stewart Chamberlain, todas ellas escritas sobre el telón
despertado un miedo social subliminal, provocado por la modernidad, a la de fondo de las poderosas com entes de nacionalismo volkisch y de
«biologización», debido a la convicción de que existían unas fuerzas de antisemitismo político, determinaron el ambiente eugenésico. En esta
«degeneración» fisiológica y de deterioro racial que estaban destruyéndo­ misma época la Europa del Este asistió a la rápida aparición de la bio-
la sociedad desde dentro. En este contexto, la eugenesia representa un política en cuanto discurso legitimador de proyectos de afirmación
ejemplo perfecto de lo que Koselleck denomina «la temporalización de la nacional, de separación étnica y de prejuicios raciales64. En cada caso
utopía», un hecho que ilustra el breve boceto que esbozó Galton de una particular, el modernismo social se racionalizó con ayuda de la ciencia
sociedad llamada Laputa, en la que se utiliza el control social para fomen­ con el fin de crear proyectos palingenésicos impulsados por el fantas­
tar el trabajo duro60. La impía alianza de la ciencia y los proyectos para ma de la decadencia y por el vago anhelo de trascendencia.
crear una sociedad ideal se percibe de forma todavía más clara en la nove­ Aunque este capítulo se centra sobre todo en el análisis de la apa­
la inconclusa que Galton comenzó a escribir poco antes de su muerte, rición del modernismo social entre 1880 y 1918, merece la pena ilus­
Kantsaywhere. En ella se describe un lugar donde el Estado lleva un con­ trar la forma en que la preocupación, tan extendida antes de 1914, por
trol estricto de la reproducción y de la emigración con el fin de proteger la la degeneración y la decadencia alimentó algunos proyectos concretos
pureza de la raza, y donde se conceden títulos universitarios a los más destinados a efectuar un cambio radical de la sociedad después de la
dotados desde el punto de vista genético61. guerra incluso en aquellos países en los que ¡a democracia liberal ha­
bía permanecido intacta. En este caso, el espíritu predominante fue el
:‘7 p, c. Laura Doyle, B ordering on the Body. The R a cia l M atrix o f M odern F iction an d del reformismo y el pragmatismo, liberado, por fortuna, de la estriden­
Culture, Nueva York, Oxford University Press, 1994; Donald Childs, M odern ism an d E u­ cia de la destrucción creadora y del pesimismo dionisiaco intrínseco a
genics. Woolf, E liot, Yeats a n d the C ulture o f D egen eration, Cambridge (NY), Cam bridge la retórica totalitaria de las revoluciones políticas modernas que se
University Press, 2001.
58 En este contexto, David Bradshaw presenta un interés especia! en la obra editada por
llevaron a cabo bajo Hitler y Stalin. En su estudio de los esfuerzos que
él, A C oncise C om panion to M odernism , Oxford, Blackwell, 2003. A lo largo de sus doce realizaron las filantrópicas y progresistas autoridades británicas du-
capítulos se subrayan «aquellas ideas que proceden de cada cam po en particular que influ­
yeron en el m odernism o, la eugenesia, el primitivismo, las teorías de Freud y la filosofía de 1,2 Para una visión de conjunto véase Daniel Pick, Faces o f D egen em tion . A European
Nietzsche, entre otras». En el marco de nuestra «interpretación sinóptica» todas estas D isorderc. J848-19}8f Cambridge, Cambridge University Press, 1989.
«ideas» son m anifestaciones del m odernism o social, y explican la afinidad electiva que exis­ w Véase A lan Sykes, The R a d ic a l R ig h t in B ritain, Londres, Palgrave M acm illan, 2005,
te entre los m odernistas culturales y los distintos «campos» de la sociedad m oderna que se capítulo 1, «Social Im perialism and Race Regeneration». Véase tam bién Dan Stone, Bree-
consideran. ding Superm an. N ietzsche, R ace a n d E ngentes iti E dw ardian an d In terw ar Britain, Liver­
w G. W. Harris, «Bio-Politics», The N ew A ge 10/9 (28 de diciem bre de 1911), p. 197. pool, Liverpool University Press, 2002.
60 La prim era vez que se habló de la sociedad de Laputa fue en un artículo publicado en (A Véase M arius Turda, The Id ea o f N a tion al S u perio riiy tn C en tral Europe, i 880-1918,
el número 12 de M acm illan M a g a zin e en 1865. Nueva York. Edwin M ellen Press, 2005; M arius Turda y Paul W eindling (eds.)f «B lood a n d
61 G. Clayes, «Introducing Francis Galton, “Kantsaywhere” and “The Donoghues of Hom eland». Eugenios a n d R a cia l N ation alism in C en tral a n d Sou íheast Europe, 1900-
D unno Weir”», U topian S tu dies 12/2 (2001), pp. 188-190. ¡940, Budapest, Central European University Press, 2006.

212 213
rante el periodo de entreguerras para contrarrestar el impacto funesto guardan una relación distante pero indiscutible con los proyectos que se
e imprevisto que la modernización había ejercido sobre los más desfa­ pusieron en marcha en los países fascistas con el fin de crear un nuevo
vorecidos de la sociedad, Elisabeth Darling dedica un capítulo entero orden radicalmente nuevo a través de la intervención estatal a gran esca­
a analizar «el nuevo panorama de la salud» que apareció tras la victo­ la en la vivienda social, la higiene social, la demografía, y en la estruc­
ria. Darling se centra en dos proyectos que pretendían mejorar el bien­ turación del ocio de las masas (p, e. la organización masiva de activida­
estar social en Londres, el Experimento Peckham y el Plan Finsbury. des del «Dopolavoro» u Obra Nacional del Descanso, una campaña
Según afirma la autora, ambos proyectos «los pusieron en marcha los promovida por el Estado con el fin de incrementar la salud y la tasa de
modernistas programáticos» y «ejemplifican la forma en que los re­ natalidad de la nación). No obstante, hasta las medidas reformistas ex­
formadores modernistas se acabaron aliando en algunos campos com­ plícitamente revolucionarias o totalitarias que se tomaron en Italia no
plementarios -la salud, la vivienda, la arquitectura- con el fin de crear fueron más que una suave brisa en comparación con el violento huracán
y promover narrativas de cambio»65. Fue una alianza que, en el sentido de cambio que bramó en este mismo ámbito en la Alemania y en la Ru­
literal del título de la exposición sobre el modernismo celebrada en sia de la época.
Londres en 2006, se dedicó a «diseñar un nuevo mundo». Si bien el libro de Darling ofrece una visión de la nueva realidad
Darling afirma que en su origen estos planes que dieron lugar a social a la que condujo la preocupación por la «falta de vitalidad» y
una concepción del individuo en cuanto «ser biológico y social», si­ «la decadencia racial» bajo formas liberales de modernismo social en
multáneamente «corporal y social», «se entrelazan desde una perspecti­ la Europa de finales de siglo, para entender la dinámica específica­
va ideológica con otra rama de la medicina social, la de la eugenesia mente ideológica del modernismo social fascista nos detendremos en
reformista»66. Se trataba de una corriente de higiene social de izquierdas el impacto que el mismo miedo a la degeneración social tuvo en la
impulsada por la tan extendida preocupación eduardiana por el alto gra­ vida de Max Nordau. Nordau alcanzó fama internacional gracias a sus
do de «deterioro físico» y de «falta de vitalidad» que se reveló en la so­ dos best sellers, Las mentiras convencionales de nuestra civilización
ciedad inglesa después de la guerra de los Bóers, una preocupación que (1883), una feroz condena de la quiebra moral de la sociedad moder­
se entrelaza a su vez con la inquietud cientificista de los partidarios de la na, y Degeneración (1892), un inventario exhaustivo de los síntomas
eugenesia por la necesidad urgente de, como dijo Cecil Chesterton en de la decadencia contemporánea. El éxito extraordinario de estos li­
1906, engendrar el «tipo de raza» adecuado, y con el interés del gobier­ bros indica que el público en general de la época, no sólo las elites
no por incrementar la «eficiencia nacional» de forma que Gran Bretaña creativas, tenía una sensación difusa de decadencia y degeneración68.
no se quedara rezagada con respecto a Alemania o a los Estados Uni­ Al final de Degeneración, la penetrante sensación de pesimismo sólo
dos67. Los dos proyectos que se llevaron a cabo en Londres en los años se disipa gracias a la perspectiva de la erradicación final -d e la «muer­
treinta anticipaban las teorías progresistas del «Estado de bienestar so­ te a palos», en realidad- de los especímenes humanos más decadentes
cial» que se pondrían de moda tras la Segunda Guerra Mundial, ya que con el fin de garantizar la supervivencia de la generación más apta. Sin
pretendían crear una sinergia entre la medicina, la arquitectura, el urba­ embargo, poco después, Nordau encuentra una salida más noble a su
nismo, el diseño de interiores, la estética modernista y la capacidad del anhelo palingenésico: el sionismo.
Estado para estructurar el ocio de las masas e integrarlas en el cuerpo de Descansado a pesar de su prolongada lucha contra la decadencia, Nor­
la nación. Por esta razón, los planes resultantes estaban imbuidos de un dau sitúa en el centro mismo de la misión sionista su visión de un «judais­
espíritu visionario vinculado al enorme potencial que tenía un Estado mo muscular», la contrapartida del movimiento del «cristianismo muscu­
reformista que pretendiera aplicar el poder cada vez mayor de la tecno­ lar» de la época. En su estudio de la influencia de la omnipresente obsesión
cracia moderna a la mejora de las condiciones del conjunto de sus ciu­ por la reforma que caracterizó este periodo en la obra de Max Nordau,
dadanos conforme a un espíritu humanista y progresista. Estos planes Todd Presner se centra sobre todo en su relación con otra de las manifes­
taciones de la rebelión contemporánea contra la decadencia:
65 Elizabeth Darling, Re-forming Britain. Narratives o f M odernity before Reconstruc­
tion, Londres, Routledge, 2006, p. 53. La cursiva es añadida.
Este énfasis en la regeneración corporal no debe sorprendemos, ya
66 Ibid., p. 55. que el sionismo surgió en el mismo entorno cultural de fin de siglo que
67 Para un estudio del clim a eugenesista que influyó en las políticas sociales progresis­
tas en la Gran Bretaña de principios del siglo xix, véase Geoffrey Searle, The Quest fo r
National Efficiency. O xford, Basil Blackwell, 1971; Greta Jones, Social Hygiene in Twen­ 68 Véase Arthur Herman, The Idea o f Decline in Western History, Nueva York, The Free
Press, 1997, pp. 109-144,
tieth Century Britain, Londres, Croom Helm, 1986.

214 215
engendró toda una extensa serie de movimientos reformistas del cuer­ en 1912, una organización juvenil sionista75, consideró que su princi­
po, desde los movimientos de emancipación de la mujer y de los ho­ pio fundacional era la esperanza de que «en los bosques y en los cam­
mosexuales, a los movimientos juveniles, deportivos, al interés por pos, llueva o luzca el sol, el judío alcance a conocer lo que perdió hace
mantenerse en forma y a los movimientos nudistas. Todos ellos aspi­ miles de años, a saber, el amor de la madre Tierra»74.
raban a obtener reconocimiento social e impulso político'’9. La necesidad del mundo moderno de restablecer el contacto con los
componentes originales, revitalizadores de la vida, incluso en la cons­
L a reificación del «cuerpo político» judío, de la redención nacional trucción de las modernas metrópolis, resuena en el alegato de Paul
que no sólo se alcanza a través de una Nueva Patria sino de cada cuer­ Scheerbart a favor de una arquitectura «que permita que la luz del sol, la
po judío, que lleva a cabo Nordau es perfectamente compatible con luna y las estrellas no sólo entren a través de unas cuantas ventanas
«las descripciones modernistas de los cuerpos masculinos, pero sobre abiertas en las fachadas, sino que se filtren a través de la pared siempre
todo femeninos», en las que el cuerpo se convierte en «un lugar de- que sea posible». Según la visión de Scheerbart, las «paredes de cristal
preocupación, alteración, transformación e incluso de reinvención»711. coloreado» crearían un entorno que no sólo haría surgir «una nueva cul­
tura», sino «el paraíso en la Tierra»75. Sin embargo, como decía Goethe,
el avatar de la antroposofía de Rudolf Steiner, «allí donde hay mucha
S ombras d e a d v e rte n c ia luz, también hay muchas sombras». Una densa penumbra cayó sobre la
cultura europea cuando el anhelo de restablecer el contacto con las raí­
El instinto primordial profundamente asentado de evitar la amena­ ces étnicas se unió con los sueños de higiene, con lo numinoso y con la
za de la anomia provocada por las condiciones liminoides imperantes, resurrección nacional. Predispuso tanto a los intelectuales como a la
en la Europa de principios del siglo xx es el nexo que conecta la cam­ «gente corriente» a dedicar su capacidad de fanatismo al culto a la gue­
paña a favor del sionismo muscular de Nordau con otros fenómenos rra entendida como proceso de limpieza y como fuente de trascenden­
modernistas tan dispares como el movimiento fauvista, que utilizaba cia, como solución radical al malestar de la modernidad.
la pintura para acceder a las energías primitivas de las «bestias salva­ Ya habíamos encontrado este topos en la celebración nietzscheana
jes», o la concepción del arte como «fuerza vital» dotada del «poder del «nihilismo activo», en el ansia de provocar «una orgía de destruc­
vigorizante de la religión» de Diaghilev71. Este instinto primordial ción purificadora» de los anarquistas y en el sueño simbolista de «una
también explica que se organizara un congreso de la «Sociedad Inter­ gran noche roja» que engullera el mundo corrupto. La misma espanto­
nacional para la Higiene Racial» durante la Exposición Internacional sa mitopoética impregna uno de los manifiestos más influyentes del
de Higiene celebrada en Dresde en 1911 con el fin de planear la erra­ modernismo social anteriores a la Primera Guerra Mundial, las Re­
dicación de la disgenesia del mundo moderno, una campaña que tuvo flexiones sobre la violencia de George Sorel, publicadas en 1908. So­
bastante calado en la Alemania de la época72. Los modernistas consi­ rel hacía un llamamiento a una revolución que se inspirara en los mitos
deraban que el futuro era «La vieja nueva tierra» [Alteneueland], títu­ utópicos con el fin de regenerar una civilización exhausta y decaden­
lo de la novela utópica que escribió Theodor Herzl, padre del sionis­ te76. Llevado por una actitud similar, el modernista cultural Giovanni
mo, en 1902. La nueva sociedad surgiría en cuanto la modernidad se Amendola declaró cuatro años antes de que comenzaran las campañas
desprendiera de la suciedad física y metafórica de la Modernidad y intervencionistas que arrastraron a Italia a participar en la Primera
regresara a sus fuentes prístinas, primitivas, de pureza y trascendencia. Guerra Mundial, que lo que se necesitaba para completar el Risorgi-
Por eso, cuando Theobald Scholem fundó el movimiento Blau-Weiss mento era «el esfuerzo colectivo, el sacrificio popular, el derrama­
miento de sangre y la afirmación'por la sangre de la voluntad nacional
M Todd Samuel Presner, «Clear Heads, Solid Stomachs, and Hard Muscles: M ax Nor­
dau and the Aesthetics o f Jewish Regeneration», M odernism/M odernity 10/2 (2003), pp. 73 M. Eksteins, Rites o fSpring, cit., p. 30.
285-286. 74 D ie Jüdische Turnzeitung 6 (1908), p. 112, se cita en Presner, «Clear Heads, Solid
711 C. Wilk, «The Healthy Body Culture», cit., p. 251. Stomachs, and Hard Muscles: Max Nordau and the Aestheties o f Jewish Regeneration», cit.,
71 Eksteins, Rites o f Spring, cit., p. 30. p. 286.
72 Véase Paul W eindling, Health, Race and German Politics, Cambridge, Cam bridge 13 Paul Scheerbart, Gla.sarchitektur, Berlín, Geb. M ann, 1914, fjln ch Conrads (trad.),
University Press, 1993, p. 144. Y tam bién Paul Weindling, «The Medical Publisher J. F. Programs and M anifestos on 20th Century Arckitecture, Cambridge (M A), M1T Press,
Lehm ann and Racial Hygiene», en Sigrid Stöckel (ed.), Die «rechte Nation» und ihr Ver­ 1975, p. 32.
leger. Politik und Popularisierng im J. F. Lehmanns Verlag 1880-1979, Berlin, Lehmarms 76 Jack Roth, The Cult o f Violent e. Sorel a nd the Sorelians, Berkeley, University of
M edia, 2002, pp. 159-170. California Press, 1980.

216 217
de desarrollo»77. En 1914, Ernst Stadler publicó una colección de poe­ primordial se refleja en la dramática representación del sacrificio de una
mas titulada D er Aufbruch, «Un nuevo comienzo», el mismo título virgen que se inmola «bailando hasta la muerte ante su tribu»8! en la
que Kafka eligió para el fragmento en prosa de 1922 que se cita en la Consagración de la primavera de Stravinsky, un presagio de la Primera
introducción de este libro. Los poemas de Stadler están cargados de Guerra Mundial. Esta obra también anticipaba la importancia cosmoló­
conexiones míticas entre las fuerzas originales de la primavera que gica que la guerra tendría en la evolución del modernismo.
renuevan la tierra y la agitación de fuerzas ctónicas que aceleran las
energías vitales del corazón humano. En el poema que da título al li­
bro, los soldados levantan el campamento y entran en combate. En 1914: EL COMIENZO DE UN COMIENZO

octubre de ese mismo año Stadler murió en Ypres, víctima de una


granada de mano. En Redemption by War (1982), Roland Stromberg intentó corregir
Goethe también decía que «los grandes acontecimientos proyectan' las deficiencias de las explicaciones históricas que se habían ofrecido
grandes sombras». En el Manifiesto futurista, cuando decía que la hasta el momento para dar cuenta de «la belicosidad casi enfermiza de
guerra era «la única higiene posible del mundo», Filippo Marinetti se los intelectuales europeos, escritores, artistas y científicos, durante los
estaba haciendo eco de una corriente subterránea y difusa de la mito- primeros compases de la terrible guerra que tuvo lugar entre 1914 y
poética modernista según la cual los conflictos bañados en sangre hu­ 1918»82. Las tesis de Stromberg vienen a confirmar que no sólo los
mana eran un acto ritual de catarsis cultural colectiva. Emilio Gentile artistas de vanguardia, sino la gente corriente de todas las clases socia­
alude a los ecos primordiales de esta visión e insinúa que cuando Ma­ les, «estaba deseando contemplar un “renacimiento cultural” en la era
rinetti utilizaba el término «conflagración» en los discursos interven­ de las máquinas y de las masas, no en la de los papas y las princesas»83.
cionistas de 1913 pensaba que el enfrentamiento contra los austríacos Angelo Ventrone, uno de los mayores expertos en la influencia de la
y los alemanes supondría «una actualización del mito estoico del “gran Primera Guerra Mundial en la génesis del fascismo, sostiene que «la
fuego” palingenésico del que surgiría la Gran Italia»78. En 1913, el lí­ era de los nacionalismos había alentado “la ética de la guerra”, es de­
der nacionalista irlandés Pádraic Pearse afirmaba en una línea no me­ cir, la convicción de que la experiencia de la guerra cumpliría la tarea
nos sanguinaria: «El derramamiento de sangre es un acto santificado y de rejuvenecer y de regenerar una civilización que se encontraba en
purificador, y la nación que lo considere el último de los horrores es franca decadencia»84.
que ha perdido su virilidad»79. En 1914, la actitud «belicosa» resultante ya se había convertido en
En 1914, «la inminente guerra europea» que había pronosticado W. B. un factor esencial del origen de la Primera Guerra Mundial85. En Ber­
Yeats en 1896 dejó de ser una de las inofensivas «ficciones» surgidas de lín, Viena, París y Londres «se desencadenó una tormenta de senti­
«la imaginación apocalíptica» modernista de la que habla Frank Kermo- mientos beligerantes» -alg o que sin embargo no sucedió ni en Roma
de, asumió la forma histórica concreta de un conflicto de cuatro años de ni en M oscú-, y la idea de que «la destrucción de una sociedad despre­
duración que tuvo un alcance político, social, tecnológico y humano sin ciable abriría el camino a una mejor» se apoderó de algunos segmen­
precedentes, y sacó a la superficie los peligros inherentes «al tempera­
mento» que tales ficciones «engendraban en el mundo»1®. En la caldera 81 M. Eksteins, Rites o f Spring, cit., p. 10. La parte primera, pp, 1-54, es una brillante
exposición del signifìcado sim bòlico de La consagración de la prim avera de Stravinsky para
de una visión palingenésica sobrecargada por unas condiciones históri­
com prender la relación de! modernism o con la crisis cultura] que se manifestò durante la
cas cada vez más liminoides se forjó una alianza funesta entre el asesi­ Prim era G uerra Mundial.
nato ritual y la renovación cósmica. Según Modris Eksteins, esta alianza 82 Roland Stromberg, Redem ption by War. The Intellectuals and 1914, Kansas, The
Regents Press of Kansas, 1982, p. 5. O tras'obras importantes que documentan lo habitual
que es que la mitopoética de la palingenesia se proyecte en la guerra son Daniel Pick, War
77 Giovanni Am endola, «La Guerra», La Voce, se cita en Emilio Gentile. «The Myth of
Machine. The Rationalization o f Slaughter in the M odem Age, New Haven (CT), Yale Uni­
National Regeneration in Italy. From M odernist Avant-garde to Fascism», en M atthew Af-
versity Press, 1993; John Horne (ed.). State, Society, and M obilization in Europe during the
fron y M ark Antliff, Fascist Visions, Princeton (NJ), Princeton University Press, 1997, p. 29.
First World War, Cambridge, Cam bridge University Press, 1997.
7* E. Gentile, «The M yth of National Regeneration», cit., p. 36. Para los mitos cos­
83 Michael Burleigh, Earthly Powers. Religions and Politics in Europe from the French
m ológicos prem odernos relacionados con la conflagración universal y la renovación véase
Revolution to the Great War, Londres, HarperCollins, 2005, p. 440.
M ireea Eliade, The M yth o f Eternal Return, or Cosmos and History 119541, Princeton (NJ),
84 Angelo Ventrone, La seduzione totalitaria. Guerra, modernità, violenza politica ( 1914-
Princeton University Press, 1971, pp. 87-88, Í34-136.
1918), Roma, Donzelli, 2005, c a p ta lo 1, «L’avvento della società di massa», pp. 3-30.
7y Pádraic H, Pearse. «The Com ing Revolution», en Pádraic Pearse. Political Writings
85 Jam es Joll, The Origins o f the First World War, Londres, Longman, 1992, pp. 199-
a nd Speeches, Dublin, Phoenix Publishing, 1924, p. 99-
233, «The M ood o f 1914».
S,J Véase supra capítulo 1, p. 31.

218 219
tos de la mitopoética colectiva europea. Se consideraba por tanto que Por tanto, la crisis internacional que alcanzó su punto crítico en
la rápida y despiadada aniquilación del enemigo que se precisaba era julio de 1914 transformó a millones de pasivos «últimos hombres»
un acto de purificación ritual, un «fuego purificador»“ . Por una vez, la nietzscheanos en «hombres modernos» sedientos de mito. Aún así,
vanguardia actuó como «la avanzadilla» de un ejército popular, mien­ estos hombres desoyeron la palabra de Zaratustra, pues creyeron que
tras la psicosis de guerra contagiaba a las hordas favorables a la con­ la nación era «el útero», «el hogar» y el «mito delimitado por el hori­
tienda que, entusiasmadas, echaban por tierra cualquier posibilidad de zonte» cuya pérdida lamentaba Nietzsche en El nacimiento de la tra­
una paz negociada, y se percibía lo que Thomas Mann definiría des­ gedia. Por supuesto que los europeos no se convirtieron en masa en
pués como «el comienzo de lo que acababa de comenzar» mientras el vitalistas dionisiacos defensores de la creatividad, la paz y la compa­
mundo occidental se adentraba alegremente en el laberinto de sus pro­ sión como vías para reafirmar el valor de la vida ante la absurdidad del
pias catacumbas mentales. De hecho, la civilización occidental no lo­ cosmos. Lo que hicieron fue saltar como locos, uno detrás de otro,
graría abandonarlas hasta 1945, después de que setenta millones de desde el precipicio de la civilización para caer en el barbarismo meca­
personas entre soldados y civiles hubieran perdido la vida como resul­ nizado, La sacralización de la nación resultante de una filosofía nietz-
tado de la guerra, de la persecución o del genocidio, una cantidad in­ scheana tergiversada alcanzó su cénit cuando Maurice Barres, político
significante comparada con el número de supervivientes cuyas vidas y artista francés defensor del nacionalismo orgánico811, declaró que el
quedaron destrozadas87. 3 de agosto de 1914, el día en que Alemania le había declarado la gue­
Para Stromberg, esta «augusta locura» tuvo su origen en la profun­ rra a Francia, no era sólo un día «histórico» -y a que «en esta época en
da «rebelión contra el intelecto» y en el sentimiento de comunidad q u e ' la que asistimos al nacimiento de un nuevo mundo» todos los días eran
habían surgido a finales del siglo anterior como consecuencia del des­ históricos- sino «un día sagrado además»*.
gaste de la sociedad tradicional debido a la modernidad: «El espíritu Así, la psicosis de guerra fue un movimiento elitista y al mismo
de 1914 era un antídoto contra la anomia resultante del azote, en un tiempo masivo de reacciones modernistas a una crisis histórica que
pasado reciente, de las poderosas fuerzas del desarrollo urbano, el ca­ había dejado de ser un «malestar» amenazador, una sensación de pu­
pitalismo y la tecnología, fuerzas que rompieron de cuajo los lazos trefacción cultural bajo el lustre cosmético del progreso, y se había
primitivos y que forzaron una crisis en las relaciones sociales»85. En convertido en una implosión total del orden social, político y moral del
esta explicación se encuentra implícita la tesis que sostiene que «el sistema político posnapoleónico, la autodestrucción de la Era del Pro­
instinto primitivo de plantar batalla a un enemigo común» que se apo­ greso. En este sentido específico, se puede afirmar que la Primera Gue­
deró de tantos europeos cultos y civilizados en esta época, expresaba rra Mundial fue un acontecimiento modernista que para millones de
lo que hemos dado en llamar una búsqueda instintiva de un nomos personas no era únicamente el presagio de una nueva temporalidad
trascendental y de una sensación de pertenencia a una comunidad que exigía sacrificio y destrucción, sino que además fue un aconteci­
como antídoto contra la Modernidad. Ambos sentimientos cristaliza­ miento que provocó ataques de desesperación y de expectación palin-
ron en 1914 precisamente a través del tipo de movimiento populista genésica más allá de los confines de la vanguardia91. Robert Wohl sos­
impulsado por el mito con el que Sorel había especulado diez años tiene que lo que condujo a «muchos hombres y mujeres jóvenes» a
antes. Al final, el renacimiento no se desencadenó por causa de una pensar que «estaban a punto de ser testigos del amanecer de una nueva
huelga general que derribara de golpe el capitalismo y estableciera la época» fue la sensación de encontrarse «en plena transmutación cul­
justicia social, sino que se apoyó en el mito «de la patria en peligro», tural»92. Si aplicamos nuestro tipo ideal primordialista de modernismo
el último baluarte que resistía a la pérdida de «civilización» o de «cul­
tura» con respecto a aquellos a los que se consideraba bárbaros. No es m Véase infra, capítulo 6, pp. 2 4 7 -2 5 1 .'
ninguna coincidencia que en la época se hablara de la guerra como del *’ Se cita en R. Strom berg, R edem ption by War, cit., p. 43.
Armagedón contemporáneo, la batalla del fin de los tiempos, el prelu­ 1,1 Esta interpretación de ia G ran G uerra en cuanto «acontecim iento m odernista» tiene
cierta afinidad con ia tesis de Hayden W hite que afirma que se experim entó com o un «acon­
dio de una nueva era. tecim iento m odernista», pero tam bién presenta algunas diferencias que no podem os abordar
por falta de espacio. Véase H ayden W hite, «The M odernist Event», en Vivian Sobchack
“ R. Stromberg, R edem ption by War, cit., p. 40. La im agen de una torm enta tam bién se (ed.), The Persistence o f History; Cinemd, Televisión, a nd the M odernist Event, Nueva York,
utiliza en Eric Hobsbawm, The Age ofEm pire, 1875-1914, Londres, Abacus, 1994 [ed. cast.: Routledge, 1996, pp. 21-22. Véase tam bién Claudio Fogu, The Historic Imaginary; Politics
La era del imperio, 1875-1914, Barcelona, Crítica, 2003]. o f History in Fascist Italy, Buffalo (NY), University o f Toronto Press, 2003, pp. 34-35.
87 M. Eksteins, Rites of'Spring, cit., pp. 63-64, 112 Robert Wohl, «Introduction», en Tim Cross (ed.), The L o st Voices o f World War 1,
** R. Strom berg, Redem ption by War, cit., p. 198. Londres, Bloomsbury Publishing, 1988, p. 1.

220 221
a esta afirmación podemos afirmar que el hundimiento repentino del riencia sin precedentes de la sacralización de la nación en cuanto lugar
sistema político decimonónico en Europa sacó a la superficie la cre­ de representación de los valores cristianos de abnegación, sacrificio y
ciente condición Iiminoide en la que se encontraba el continente desde redención. Alien Franzen, por ejemplo, ha estudiado el profundo nexo
hacía algunas décadas. La profunda inseguridad que se desencadenó que existe entre «el honor, el sacrificio y la Gran Guerra» tal como
activó en millones de individuos la facultad arquetípica humana de aparece en los poemas, los diarios y los ensayos de la época, en los que
proyectar las ensoñaciones y las utopías en un futuro que parecía vir­ la guerra se representa como un gesto de «amor» y de «purificación»96.
gen. Como consecuencia de este proceso se impuso la lógica primor­ Por extensión, la guerra en su totalidad se podría entender como un
dial de los ritos de paso y mucha gente tuvo la firme certeza de que la acto colectivo de abnegación redentora en el que se atribuye al derra­
guerra era un proceso de «demolición cultural» vital para «echar los mamiento incesante de sangre un valor trascendental que se evoca, por
cimientos de la cultura de lo nuevo»93. ejemplo, en un pasaje de la novela The Threefrom Heaven (1917), en
Desde un punto de vista humanista, lo lógico sería pensar que la la que el protagonista se da cuenta de pronto de que «la guerra se pue­
realidad infernal de la guerra industrial que se reveló durante los cua­ de apoderar de ti como la religión»:
tro años siguientes habría hecho pedazos las ilusiones de mucha gente.
De hecho, así lo demuestra la poesía de Wilfred Owen o la novela Sin Fue la Gran Guerra de la Redención. Y la redención consistía en
novedad en cífrente de Erich M aría Remarque, el mayor éxito de ven­ que miles y millones de hombres llegaban en trenes militares desde
tas del periodo de entreguerras, obras que representan a miles de indi-, los confines más remotos del mundo para comprar la libertad del mun­
viduos anónimos que pensaban que la experiencia del combate era do pagando con sus cuerposw.
infernal, individuos que pertenecían a la comunidad internacional y en
gran medida silenciosa de los supervivientes que pensaban que las Sin embargo, la religión que se les revelaba a los combatientes re­
promesas de redención eran lúgubres y falsas. Sin embargo, a medida basaba los límites del cristianismo ortodoxo. En su análisis de la sim­
que las perspectivas de una guerra corta se desvanecían y aumentaba biosis que se produjo entre la religión y la política durante la Gran
el número de víctimas de la «guerra de posiciones», se empezaron a Guerra, M ichael Burleigh sostiene que «la exposición al formidable
activar potentes procesos psicológicos que garantizaban que millones despliegue de poder material y la inminencia de la muerte hacía que la
de personas continuaran pensando que la guerra era una experiencia gente pensara en un poder invisible que despertaba una fe que la ma­
catalizadora y trascendental. yoría de los hombres no estaban preparados para articular en términos
Era como si la fantasía de la redención a través del sacrificio, una que resultaran familiares a la Iglesia»98.
fantasía que tanto los combatientes como los observadores se empeña­ La utilización del discurso cristiano en la celebración de la guerra no
ban en defender tozudamente, se alimentara de la sangre de los caídos debe por tanto entenderse en cuanto afirmación de la fe religiosa en
en lugar de apagarse, como cuando se vierte gasolina sobre las llamas. sentido literal. Por una parte, no era más que la articulación a través del
En el capítulo «Liminaridad y guerra» de su libro No M an’s Land, lenguaje convencional de la religión dominante de impulsos humanos
Eric Leed aborda esta paradoja analizando la experiencia en «tierra de arquetípicos con el fin de «redimir» las vidas humanas individuales ante
nadie» bajo la perspectiva de los ritos de paso que estudiamos en el la perspectiva de una muerte miserable, degradante y carente de sentido.
capítulo anterior. Leed sostiene que «los momentos de transición co­ Era, en otras palabras, un eufemismo elaborado: «El lenguaje medieval
lectiva, como la movilización de una nación entera en tiempos de gue­ de la redención cristiana y del honor del guerrero» servía para «lustrar
rra, abren una brecha en el tiempo histórico que se suele llenar con un mundo lleno de sangre, de suciedad y de futilidad»99, un abuso de la
imágenes de “algo nuevo”»94. Por este motivo, muchos combatientes, fe, una blasfemia incluso, que al parecer tiene lugar en la historia de toda
en lugar de sentirse abrumados por el nihilismo, sienten que pertene­
cen a una comunidad «secreta» y que participan en una «revolución
moral» que desembocará en «un nuevo orden», «una síntesis de valo­ * Allen Frantzen, Bloody Good. Chivalry, Sacrifice, and ¡he Great War, Chicago, Uni­
versity of Chicago Press, 2004, p. 261.
res tradicionales»95. Para algunos, este «nuevo orden» era una expe­ 1,1 M ary Sinclair, The Tree o f Heaven, Londres, Cassell and Company, 1917, pp. 330-3 31.
98 M. Burleigh, Earthly Powers, cit., p. 453.
91 Ibid., p. 5. w Babak Rahimi, «Sacrifice, Transcendence and the Soldier». Peace Review 17/1
M Eric Leed, No M an ’í Land and ¡denlity in World War l, Cambridge, Cambridge Uní- (2005), numero especial sobre «La interprelacion psicologica de la guerra», p. 18. La cita
versity Press, 1979, p. 15. aparece en Leo Braudy, From Chivalry to Terrorism. War and ¡he Changing Nature o f M a s­
* ibid., pp. 12-17. culinity, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2003. No se indica en que pagina se encuentra la cita.

222 223
religión secuestrada por la guerra100. Pero en el contexto de la Primera fioritura retórica o de propaganda estatal. Para muchos era una reali­
Guerra Mundial, este discurso expresaba una necesidad esencialmente dad fenomenológica. El historiador italiano Emilio Gentile señala que
modernista de evocar la perspectiva de una renovación histórica, de
transformar una matanza obscena, mecanizada y sin sentido en un holo­ muchos combatientes vivieron la experiencia de las trincheras como
causto, un «sacrificio en la hoguera» que infundiría a esa época deca­ un rito de sangre iniciático para acceder a una nueva vida, la entrada
dente un nuevo sentido de trascendencia. En resumidas cuentas, la com­ en un mundo aparte, [...] un mundo sagrado que, en el transcurso de
binación de la amenaza liminoide de la modernidad, de la profunda la guerra, se fue diferenciando cada vez más del mundo profano de la
liminaridad de la guerra de trincheras y de la inminente perspectiva de retaguardia, de la vida civil. A través del bautismo de fuego se produ­
la muerte desencadenó una serie de respuestas míticas, un mecanismo cía la metanoia™ de la conversión del hombre antiguo en el hombre
de defensa psicológico mucho más antiguo que el cristianismo. nuevo105.
El psicólogo social americano Richard Koenigsberg, que ha escrito
varios ensayos acerca de «la fantasía sacrificatoria» en los que afirma Así fue como millones de soldados «corrientes», una vez que sintie­
que la muerte de un soldado es esencial para la revitalización de la ron que pertenecían a la comunidad del frente, dejaron de experimentar
comunidad o, en concreto, del «cuerpo político», corrobora esta línea la guerra como un absurdo. Para ellos era «un segundo nacimiento» y
de argumentación. Para Koenigsberg, el cuerpo político es una metá­ estaban entusiasmados por «un nuevo sentimiento de comunión nacio­
fora literaturizada, una reificación, que convierte en un organismo nal imbuido de religiosidad profana»106.
«mágico» de carne, hueso y espíritu una tribu, una etnia o, en un con­ De acuerdo con la «estrategia explicatoria» que ofrece la teoría
texto más moderno, una nación. La sacralización exhaustiva de la primordialista del modernismo en cuanto fuerza social a la par que
muerte durante la Primera Guerra Mundial indica la supervivencia en estética, la extraordinaria tolerancia a la matanza cotidiana que, por
los tiempos modernos de la misma lógica primordial que regía la com­ regla general, manifestaron los combatientes, sus familias y sus «ma­
pleja vida social y ritual de los aztecas, construida alrededor del mito dres» patrias en todos los bandos durante cuatro años no fue ni mucho
de la guerra en cuanto necesidad sagrada101. Esta lógica es muy senci­ menos un síntoma del «deseo de muerte» colectivo, como sostienen
lla: si no se capturan durante el combate guerreros enemigos para in­ muchos historiadores107. Más bien fue una reacción íntimamente liga­
molar en el altar piramidal, la sangre del sacrificio no se derramará da a la «rebelión contra la decadencia» de la vanguardia contemporá­
sobre los escalones y el sol dejará de lucir. Como dice Barak Rahimi: nea y al mito arcaico según el cual «luchar y morir por la patria» era
«La sangre del sacrificio del soldado renueva [...] la vida de la comu­ un «medio de limpiar, purificar e incluso de resucitar a la sociedad».
nidad, en la medida en que la destrucción de cada cuerpo individual en La espectacular irrupción de esta creencia religiosa que se acabaría
el campo de batalla se identifica con la realidad de la nación»102. convirtiendo en un mito que dominaría la imaginación histórica y las
En el siglo xx, las fuerzas internacionales del nacionalismo völ­ medidas políticas de toda una civilización durante cuatro años, no se
kisch que la rebelión contra la Modernidad había generado en toda puede concebir al margen del hecho de que «en vísperas de la Primera
Europa ya habían derivado en la obscenidad teológica de mezclar a Guerra Mundial en muchos países europeos se pensaba que la socie­
«Dios» con el «país», y el concepto cristiano de sacrificio había dege­ dad sufría un proceso de degeneración y de degradación vinculado a la
nerado en el deber patriótico103. No se trataba ni mucho menos de una pérdida de ¡os valores viriles, masculinos»10“.
Durante los tres primeros años del conflicto casi todo el mundo
100 Véase Patrick Porter. «War and the Religious Will to Sacrifice», Peace Review 17/1
(2005), pp. 9-16. Sobre la filtración del discurso católico en la interpretación de la muerte en
pensaba que cuanto mayor fuera el número de bajas en la batalla, más
el cam po de batalla com o sacrificio en nom bre de la nación véase tam bién Annette Becker, eficaz sería el proceso de depuración. Esta paradoja aclara la «anoma-
War and Faith. The Religious Imagination in France, 1914-1930, Oxford, Berg, 1998.
101 R ichard Koenigsberg, «Aztec Warfare, Western Warfare, The Soldier as Sacrificial
Victim», en [http://hom e.earthlink.net/-libraryofsocialscience/aztec.htm l] (página consulta­ 1M La «metanoia» es un m om ento epifánico de conversión espiritual e ilum inación sú­
da el 26 de octubre de 2005). Si se quieren consultar los num erosos artículos que Koenigs­ bitas.
berg ha publicado sobre este tema véase [http://hom e.earthlink.net/-libraryofsocialscience/ [’5 E. Gentile, «The Myth o f National Regeneration in Italy. From M odernist Avant-
index.html] (consultada el 6 de octubre de 2006). garde to Fascism», cit., p. 38.
1,12 B. Rahim i, «Sacrifice, Transcendence and the Soldier», cit., p. 5. "* ibid.
103 R. Koenigsberg, «As the soldier dies so does the nation come alive». [http://hom e. 1017 NiaM Ferguson, The Pity o f War, Londres, Allen Lane, 1998, p. 358.
earthlink.net/-libraryofsocialscience/as_the_soldier.httn] (página visitada el 26 de octubre Deborah Buffton, «M em orialization and the Selling of War», Peace Review 17/1
de 2005). (2005), p. 27.

224 225
VI

L A A P A R IC IÓ N D E L M O D E R N IS M O P O L IT IC O ,
1848-1945

lu is m a n ife s ta c io n e s m á s e s p e c ta c u la r e s d e l m o d e r n is m o n o s e e n c u e n tr a n e n un
m u s e o d e a rte e x p r e sio n is ta o e n u n a a n to lo g ía d e p o e s ía en p ro sa , s in o en las
c o la b o r a c io n e s p o lític a s d e u n a v a n g u a r d ia q u e p r o c u r a b a a s im ila r u n m u n d o
c o m p le ta m e n te n u e v o q u e s e c o n s id e r a b a q u e era in e s ta b le y p e lig ro so .
Peter Fritzsche. «Nazi M odera», 1996'.
F igura 10. Paul N ash, «E stam os constru y en d o un m undo nuevo». 1918. En la
S i p e n s a m o s e l fa s c is m o y e l m o d e r n is m o d e s d e la p e r s p e c tiv a
actu alid ad se en cu en tra en el Im perial W ar M useum . Londres. d e la m o d e r n id a d se p o n e d e re lie ve la n e c e s id a d d e q u e lo s h is to r ia d o re s
© T he Imperial War Museum, Londres. Imagen reproducida por cortesía del Imperial War d e l a r te a b o rd e n e l fa s c is m o n o c o m o u n fe n ó m e n o p o lític o a is la d o
o c o m o u n a a b e r ra c ió n q u e a p a re c e en e l c a m in o m o d e r n is ta
M useum.
h a c ia la a b str a c c ió n , sin o c o m o u n a fo r m a d e p o lític a c u ltu r a l
q u e g u a r d a u n a re la c ió n d ia lé c tic a (o d ia ló g ic a ) c o n o tro s m o v im ie n to s
a n tiilu s tr a d o s ta n to d e d e r e c h a s c o m o d e izq u ierd a s.
lía» de la que habla Paul Fussell en su clásico La Gran Guerra y la Mark AntlitT. «Fascism, M odernism and M odem ity», 20022.
memoria moderna, en virtud de la cual «una guerra que representaba
el triunfo del industrialismo, del materialismo y de los sentimientos
modernos» se hacía a base de «conversiones, metamorfosis y renaci­ C r e a t io e x p r o f u n d is
mientos»1™. Para los que alimentaban su chovinismo con la guerra, la
identificación de la muerte con «la primavera, la resurrección, los ro­ Para Europa considerada en su totalidad, el título que le puso Paul
bledales, la naturaleza como símbolos de la nación» era «una tradición Nash a su cuadro inspirado en el frente de la batalla al amanecer,
que permitía percibir la naturaleza en tiempos de guerra como una Estamos haciendo un mundo nuevo, conservó intacto su significado
realidad trascendental apoyada en el mito de la experiencia de la amargo e irónico en los días posteriores al armisticio de noviembre de
guerra»110, un mito que, una vez terminada la contienda, contribuiría a 19 18. El único país donde se podía entender este título en sentido lite­
incubar mitos palingenésicos de transformación social que adoptarían ral fue Rusia. Allí, el apresurado desmantelamiento del dispositivo
una dinámica política revolucionaria, totalizadora, populista e intran­ bélico en marzo de 1917 creó las condiciones necesarias para el as­
sigente impensable antes de 1914. censo de Lenin al poder un año antes de que las hostilidades cesaran
en el frente occidental. En cierto sentido, la Revolución bolchevique
109 Paul Fussell, The Great War and the M odern Memory, Oxford, Oxford University
Press, 1977, p. 115 fed. cast.: La Gran Guerra y hi memoria moderna, Madrid, Turner. 20061. 1 Peter Fritzsche, «Nazi Modern», en M odernism /M odernity 3/1 (1996), p. 12.
"" George M osse. Fallen Soldiers. Reshaping the M em ory o f World Wars, Nueva York. - M arkA ntliff, «Fascism , M odernism and M odernity», The A rt Bulletin 84/1 (2002),
O xford University Press. 1990, p. 111. p. 164.

226 227
fue la aplicación práctica de la teoría de la revolución marxista-leni- nra» y de «la alteración del panorama político cultural del momento» ',
nista. No obstante, como veremos más abajo, la frenética fundación de transmiten una sensación de incorporeidad, habida cuenta de la pro­
la Unión Soviética también se puede interpretar com o la última etapa fundidad de la crisis nómica que los más afectados desde el punto de
de un movimiento triádico en el que se pasa de una fase a otra de la vista espiritual percibían como una tabla rasa cosmológica, como una
sociedad a través de un periodo profundamente iiminoide de sepa­ catástrofe histórica. David Harvey profundiza un poco más en el as­
ración y fragmentación que se correspondería con la anarquía en la pecto emocional de la época y da «cierto crédito» a Stephen Kern, que
que quedó sumida la Rusia absolutista después de que los aconte­ sostiene que «en sólo cuatro años la creencia en la evolución, en el
cimientos pillaran desprevenido al régimen zarista entre 1916 y 1917. progreso e incluso en la historia propiamente dicha se esfumó» ya que
Como demostraremos con ayuda de un estudio del anarquismo y del «la guerra había hecho pedazos el tejido histórico y había aislado a
sindicalismo revolucionario, desde de mediados del siglo xix algunas todo el mundo del pasado de forma repentina e irreparable»4.
corrientes de modernismo político que pretendían crear un nuevo dosel Con el fin de ilustrar la autenticidad de esta afirmación -a l menos
sagrado por medio de la reestructuración política exhaustiva de la socie­ para aquellos que tenían «una profunda necesidad de clausura»-, Har­
dad moderna, venían desempeñando un papel en la historia de Europa. vey trae a colación el impacto que la guerra ejerció en la obra del ex­
Sin embargo, e) primer Estado basado en estas ideas no se formó hasta presionista alemán Max Beckmann quien, a medida que avanzaba el
que se produjo la Revolución de Octubre. En este capítulo, estudiare­ conflicto, empezó a sentir la necesidad de utilizar su obra pictórica
mos detenidamente la Revolución bolchevique con el fin de definir las para tapar el «agujero negro», según sus propias palabras, que se abría
características del modernismo político en cuanto categoría genérica, un ante él «con algún tipo de basura». Después del ataque de nervios que
ejercicio que nos permitirá detectar los rasgos modernistas del fascismo sufrió, los lienzos que pintó durante la posguerra empezaron a expre­
con mayor facilidad en la segunda parte de este libro. sar «una dimensión extraña, casi imposible de imaginar» que se plas­
Con todo, en el mundo occidental, al menos fuera de los círculos maba en «unas obras de una generalidad trascendental, cuasi mística,
marxistas, la Revolución soviética se podía interpretar como otro de que no se correspondían con ningún acontecimiento real»5. Obvia­
los síntomas morbosos de la aguda crisis que afectaba a la civilización mente, la mitopoética de Beckmann, su facultad creadora de cultura,
y de los efectos de las fuerzas del caos sobre el orden establecido. A seguía intacta, pero, como estaba aislado de cualquier tipo de dosel
menos que hubieran encontrado acomodo dentro de un sistema de sagrado o de comunidad, sólo era capaz de expresar el aislamiento y la
creencias alternativo que hubiera sobrevivido a la guerra, los indivi­ anomia utilizando un registro religioso sin especificar como último
duos con conciencia histórica estaban expuestos a agudos ataques de recurso para defenderse del vacío.
anomia y de ansiedad al pensar en el futuro que les esperaba. Incluso Resulta significativo que dos historiadores culturales igual de pro­
entre los ciudadanos de los países que formaban la Triple Entente, la clives a interpretar la guerra en cuanto realidad existencial utilicen la
naturaleza pírrica de la victoria había dejado un legado de problemas misma metáfora de la liminaridad profunda que ya empleara Kafka
sociopolíticos objetivos y de traumas subjetivos que agravaron el su­ para evocar la catástrofe subjetiva y la cesura temporal que acompañó
frimiento físico y psicológico personal que afectó a millones de indi­ al repentino hundimiento del «mundo» decimonónico fuera de Rusia,
viduos después de la guerra. Los acuerdos de paz no acabaron con el o, mejor dicho, la rápida desintegración del nomos anterior a la guerra
malestar. Ni los montones de coronas de flores, ni los monumentos, ni agravada por la lenta concienciación de que después de unos dolores
los homenajes podían curar las heridas o exorcizar las pesadillas de los de parto tan insoportables el tan esperado «mundo nuevo» había naci­
supervivientes y de las familias de los difuntos, inmunes a la patrio­ do muerto. Según Peter Fritzsche, «la historia se convirtió en una de­
tería lenitiva. No había clausura alguna. lincuente. La guerra y la revolución la habían hecho descarrilar, y ya
Como es natural, ni siquiera los historiadores con más talento na­ no avanzaba por las vías rectas y predecibles del siglo xix»;,_ Modris
rrativo logran transmitir la impresión fenomenológica de un mundo en Eksteins también piensa que en 1918 se produjo el «descarrilamiento
ruinas y, por consiguiente, la mayoría de los libros que se han escrito
sobre las consecuencias de la Primera Guerra Mundial tienen cierto 1 Stanley Payne, A History o f Fascism ¡914-45, Londres, University College London
aire eufemístico involuntario. Las alusiones que el discurso académico Press, 1995, pp. 78-79 [ed. cast.: H istoria del fascism o, B arcelona, Planeta, 1995|.
4 David Harvey, The Condition o f Postmodernity, Oxford. Basil Blackwell, 1989, p. 278
convencional hace a la «desestabilización de la síntesis cultural liberal |ed. east.: Lu condición de la posm odemidad, Buenos Aires, Amorrotu, I990J.
del siglo xix y al descrédito de los líderes» producido como conse­ 5 Ibid., p. 279.
cuencia del «cuestionamiento de dicha síntesis desde antes de la gue- 6 P. Fritzsche, «Nazi Modern», cit., p. 13.

228 229
de la historia»7. La historia del periodo de entreguerras no la determi­ Mundial, la Revolución rusa, el hundimiento de tres regímenes abso­
narían únicamente los líderes, sino también el sujeto histórico, las ma­ lutistas y de una poderosa monarquía, y una pandemia de gripe que
sas cuyos reflejos palingenésicos habían despertado debido a la expe­ acabó con más de cien millones de personas en todo el m undo13, hicie­
riencia subjetiva del «fin del mundo», una siniestra sensación de ron que el instinto modernista de protegerse del terror al vacío -a l
catástrofe que había dejado de pertenecer en exclusiva a la vanguardia vacío cultural, social y político- se convirtiera en un fenómeno de
cultural y se había convertido en una realidad social palpable. La de­ masas. La nueva era sería una creatio ex profundis, un acto de creati­
cadencia se había democratizado. vidad que desafiaría al vacío14. La ambivalencia del estado de ánimo
En resumidas cuentas, la guerra objetivó la naturaleza liminoide de resultante, una actitud en la que el nihilismo se encontraba estrecha*
la modernidad, un rasgo que hasta entonces sólo había percibido la mente ligado a la esperanza y el pesimismo al vitalismo rebelde, se
intelectualidad europea. Por tanto, no fueron la desesperación, ni el refleja en el editorial que Wyndham Lewis escribió para el primer nú­
«pesimismo cultural» -salvo en el sentido nietzscheano «fuerte», dio­ mero de la revista The Tyro, que apareció en 1921: «Nos encontramos
nisiaco, del nihilismo «activo»- las actitudes que modelaron Europa, en el comienzo de una nueva época, somos criaturas de un nuevo esta­
que la hicieron descarrilar después de la Primera Guerra Mundial, sino do de la vida humana, tan diferentes del siglo xix inglés como lo fue el
la confluencia, la violenta interacción en algunas ocasiones, de pro­ Renacimiento con respecto a la Edad Media». Sin embargo, los con­
yectos utópicos, movimientos revitalizadores y comunidades ideoló­ tornos del futuro no están claros todavía y la generación de la posgue­
gicas que surgieron ante la apremiante necesidad de millones de seres rra vive «en una especie de atmósfera de tierra de nadie», ahora que no
humanos que, en palabras de Hermann Broch, corrían el riesgo de hay «ninguna autoridad madura capaz de soportar las nuevas y delica­
convertirse en «parias del tiempo» y de «volver a caer en una soledad das fuerzas que aparecen por todas partes en la actualidad, sólo indivi­
insoportable»8. Este aislamiento existencial despertó la necesidad, duos creativos activos»15.
asentada en lo más profundo de los seres humanos, de «controlar» el Para una modernista como Virginia Woolf, que no era nada parti­
terror a la anomia inminente y al tiempo que se acababa «imaginando» daria de los programas o de los manifiestos, los contornos del horizon­
una nueva temporalidad9. Cuatro años de guerra total habían despoja­ te de la posguerra eran todavía más borrosos. Al final de Las olas
do despiadadamente a Occidente de los mitos que confirmaban el ca­ (1931), Bernard, el alter ego de la autora observa que:
rácter progresista de esta civilización y habían dejado al descubierto el
vacío ontològico subyacente. Sin embargo, este desencanto alcanzó El dosel de la civilización ha sido quemado. El cielo es oscuro
tal profundidad que como consecuencia de él surgió una enorme can­ com o un barnizado hueso de ballena. Pero en el cielo hay una palidez,
tidad potencial de individuos deseosos de refundar el dosel sagrado, ya de los faroles, ya del alba. [...] Hay cierto aire de inicio del día. No
de «reconstruir la casa» sobre los escombros del mundo decimonónico lo llamaré alba. [...] El alba es como un emblanquecerse del cielo,
que la guerra había devastado de forma que el tiempo «pudiera co­ como una renovación16.
menzar de nuevo»10.
Este tipo de respuestas encontraron expresión en lo que los histo­ Algunas líneas después, Bernard encuentra la solución a la ambi­
riadores han dado en llamar «las esperanzas apocalípticas en el fin de valencia y a la crisis nómica de una época que ha arruinado su propia
los tiempos»11, y en «el ansia de lo nuevo», que pasó a ser «una preo­ vida, y, en un acto desafiante y vitalista, se suicida. La última frase de
cupación universal en Occidente después de la guerra» en vista de la
13 Véase John Barry, The Great Influenza. The Story o fth e Deadiiest Pandemic in His-
«quiebra» de la historia12. En otras palabras, la profunda anomia y la
tory, Londres, Penguin. 2005. Una de las pruebas que aporta Barry para dem ostrar el im ­
desorientación espiritual intrínsecas a la modernidad de principios del pacto psicológico que tuvo esta pandem ia es el com entario que hizo el célebre filósofo
siglo xx, sobrecargada debido a la coyuntura de la Primera Guerra am ericano John Dewey en 1923: «Dudo mucho que la conciencia de la enferm edad haya
estado nunca tan extendida com o en la actualidad [...]. El interés en la curación y en la sal­
vación es un síntom a de !o enfermo que está el mundo». L a cita aparece en la p. 393 del ¡ibro
7 M odris Eksteins, Rites o f Spring [1989], Boston, Houghton Mifflin, 2000, p. 257. de Barry.
8 Véase supra capítulo 4, pp. 174-175. 14 Para las principales resonancias teológicas del concepto de palingenesia véase Cathe-
9 Véase Richard Fenn, The End o f Time. Religion, Ritual, and the Forging o f the Soul, rine Keller, The Face o fth e Deep. A Theology o f Becoming, Londres, Routledge, 2003.
Cleveland (OH), Pilgrim Press, 1997. 15 Se cita en C. Harrison y P. Wood (e d s.),/lrrj« Theory 1900-1990, Oxford, Blackweil,
1,1 Véase capitulo 4, pp. 174-175. 1992, pp. 244-245.
11 P. Fritzsche, «Nazi M odern», cit., p. 13. 16 Virginia Woolf, The Waves 11931], eit. E ste pasaje aparece un poco antes de que ter­
12 M. Eksteins, Rites o f Spring, cit., p. 257. m ine la novela.

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la novela reza: «¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!». imperativos del nuevo orden de forma totalmente despiadada con el fin
Seguro que al escribir esas palabras Virginia Woolf experimentó uno de «continuar la guerra por otros medios»18.
de sus «momentos del ser» más intensos. Fueron las palabras que su Según Leed, «el mito de la nueva Gestalt moldeada en la guerra»
marido utilizó como epitafio después de que ella se suicidara en 1941. es «una ficción sumamente importante [...] para muchos de los jóve­
El Zeitgeist predominante de la época era el de la crisis aguda, el nes que habían participado en la guerra o que se habían quedado al
de la profunda desesperación cultural aliviada únicamente por la insi­ margen, esperando sin poder hacer nada, y querían aferrarse a la idea
nuación ilusoria de un nuevo comienzo, de la posibilidad de que nacie­ de que la guerra no había sido simplemente una orgía de destrucción
ra una nueva era. Esta actitud fue la que provocó que los dos volúme­ sin sentido, sino un acontecimiento creador de personalidad, del rena­
nes de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler fueran un cimiento y de la regeneración de la nación»19. Leed piensa que en este
éxito de ventas internacional. Además, animado por esa misma forma mito persiste «el antiguo sueño del homo faber: la colaboración en el
de pensar, Emst Jünger, que había servido en el frente occidental desde perfeccionamiento de la materia mientras se asegura a la vez el perfec­
diciembre de 1914 ininterrumpidamente hasta ser hospitalizado grave­ cionamiento propio»20. Se trata de un sueño que nos conduce al cora­
mente herido en agosto de 1918, escribió sobre «una nueva constela­ zón mismo de la facultad de creación de la cultura humana y de erec­
ción» que había aparecido en el horizonte justo después del armisticio, ción de doseles sagrados que, como hemos postulado, es una propiedad
una constelación «que anunciaba un punto de inflexión en la historia definitoria del homo sapiens sapiens. En los escritos de Jünger se des­
mundial, al igual que les sucedió a los Reyes Magos de Oriente»: cribe un proceso por el cual se forjan imágenes de una nueva cultura,
de un nuevo hombre y de un nuevo orden a partir de los recuerdos de
A partir de ahora, una llamarada abrasadora engulle a las estrellas las matanzas y del espectáculo de la civilización en ruinas de la pos­
que hay alrededor, los ídolos quedan reducidos a trozos de arcilla y guerra, una alquimia modernista que se pone en funcionamiento por
todo lo que hasta ahora tenía forma se funde en un millar de hornos primera vez en el contexto de la psicología de masas. Este proceso está
para moldear nuevos valores17. emparentado con la misión del demiurgo de transformar «el mal» en
un espíritu trascendental, una misión que se plasmó en la imaginación
creativa de un solo poeta, Charles Baudelaire, cuando escribió Las
El h o m o f a r e r c o m o m o d e r n is t a p r o m e t e ic o flores del mal. No obstante, la metamorfosis que defiende Jünger no
consiste en que, gracias al arte, la decadencia se convierta en belleza
En el transcurso de su estudio sobre el profundo impacto que la «intemporal». Más bien lo que sucede es que se considera que el pro­
experiencia liminar de la Primera Guerra Mundial ejerció sobre los ceso de disolución cultural engendrará un nuevo orden político y so­
que participaron en ella, Eric Leed subraya las repercusiones simbóli­ cial que renovará el propio tiempo histórico. Aquí, el homo faber reve­
cas primordiales de la inconclusión de las consecuencias políticas y la «su» genuina identidad de homo transcendens. En «sus» manos el
p s ic o ló g ic a s de la guerra en cuanto acontecimiento histórico entendi­ modernismo no sólo adquiere una cualidad dionisiaca, sino prometei-
do en términos narrativos. Para los que regresaron «no había “rituales ca, y reaviva los antiguos sueños de la humanidad de arrebatarle a los
de reagregación” capaces de borrar de la memoria la indefensión ab­ dioses el dominio tecnológico de su propio hogar terrestre.
soluta ante la autoridad y la tecnología. Ninguna conclusión ceremo­ Gracias a esta lógica primordial, la Primera Guerra Mundial se
nial de la guerra podía restablecer la continuidad a la que había puesto plasma para Jünger en otro mito antiguo relacionado con la transfor­
fin». Después, Leed se centra en el estudio del mito esencial que sub- mación al química, el del herrero21. En sus memorias de guerra, la con­
yace a la crónica de Jünger de la guerra como «experiencia interior» flagración aparece representada como un Vulcano moderno que marti­
que tantos anhelos «milenaristas» suscitó. Los años de combate ince­ llea los pedazos incandescentes del mundo antiguo para transformarlos
sante y de matanza mecanizada excavaban un agujero psíquico muy en un nuevo orden en el cual los vivos puedan encontrar la redención,
profundo en el cual «aquellos que se encontraban en condiciones de
hallar una solución» se transformarían en «revolucionarios de la polí­ E ñe Leed, N o Man ’a Land and ¡dentity in World W a r!, Cambridge, Cam bridge Uni-
tica de posguerra», un tipo de ser humano dispuesto a ejecutar los versity Press, 1979, p. 213.
I b i d .,p .} 46.
211 ¡bid., p. 141.
11 Ernst Jünger, D er K a m p fa ls tnneres Erlebnis, Berlín. E. G. M ittler & Son, 1929, 21 La asociación arquetípicu entre el herrero y la talladura de herram ientas también se
pp. xi-xv. El título significa «La guerra com o experiencia interior». conserva en la expresión italiana «il t'abbro», que era com o T. S. Eliot llamaba a E?,ra Pound.

232 233
culminando así el prolongado rito de paso de la Modernidad. La obra Romain Rolland constituye un buen ejemplo de la reacción a la
con la que Jünger completa su visión de la nueva etapa de la evolución Primera Guerra Mundial de un sinfín de artistas que, a diferencia de
humana es Der Arbeiter (1932), y en ella se demuestra que la guerra Jünger o de Lewis, no pretendían erigirse en profetas de una nueva era.
ha alumbrado un nuevo tipo de ser humano, «el trabajador», un híbri­ Rolland fue un prolifico novelista, dramaturgo, biógrafo, ensayista y
do de soldado y tecnócrata cuya misión es la construcción de una nue­ pacifista. En 1915, le concedieron el premio Nobel de literatura, un
va Alemania y de una nueva civilización. Sin embargo, el propio Jün­ claro gesto antibélico por parte de la Academia sueca. Más afectado
ger se mantuvo apartado de la política, reacio a bajar de las alturas de que inspirado por la guerra, en 1924 escribió el prólogo a la antología
su puesto avanzado metapolítico, desde donde podía desempeñar có­ de ensayos sobre la cultura india que publicó Ananda Coomaraswamy,
modamente su papel de portavoz de la generación de la guerra. M u­ cuya figura ya hemos analizado en el capítiulo 4, bajo el título La dan­
chos otros artistas siguieron su ejemplo y se mantuvieron al margen za de Siva. La obra la publicó Sunwise Tum, centro de estudios y li­
del activismo y del compromiso político, se quedaron en el limbo cul­ brería que se había convertido en el epicentro de la floreciente subcul­
tural de la época y se retiraron a las profundidades del reino del mo­ tura del «modernismo anarquista» desde su fundación en 191624.
dernismo epifánico. Por eso, al abordar la producción cultural de los Rolland utiliza el prefacio como un vehículo para expresar la angustia
años veinte resulta muy útil tener en mente la metáfora kafkiana del y la ceguera espiritual debido a las cuales «la raza occidental se en­
accidente de tren, y su afirmación de que el torbellino de sensaciones cuentra atrapada en un callejón sin salida, aplastándose los unos a los
caleidoscópicas provocado por el percance era, según el humor y las otros». Después critica la miopía del «europeo medio» que es «inca­
heridas de cada individuo - y de la situación y del temperamento con paz de ver más allá de los límites de su vida individual, o de la vida de
el que experimentaron en conflicto- «fascinante o agotador». En este su clase, de su país o de su partido» y que persigue la quimera de «los
estado de cosas, la desesperación se mezclaba con la esperanza y el paraísos sociales en la Tierra con ametralladoras Maxim y decretos
horror con el éxtasis. despiadados»25.
Max Beckmann, por ejemplo, una vez superado lo peor del trauma, Para Rolland la importancia de los ensayos de Coomaraswamy re­
se dedicó a desarrollar su personal fusión estética de gótico y cubismo, side en el hecho de que representan una perspectiva de la realidad al­
y, con arreglo a este estilo, pintó algunas alegorías bastante crípticas ternativa a la occidental, la temporalidad característica de «la filosofía
de la desorientación espiritual22. Otros expresionistas alemanes, como de Brahma» que «no espera que la guerra, la revolución o un acto di­
Em st Toller, Fritz von Unruh y Georg Kaiser, al ver que su esperanza vino transformen el mundo de pronto, milagrosamente. [...] Sabe que
de «que surgiera un nuevo orden, como el fénix, a partir del holocaus­ hay tiem po de sobra. [...] Contem pla cómo gira la rueda de la fortu­
to» era frustrada por los acontecimientos, escribieron dramatizacio- na y espera», a sabiendas de que al final «el alma se liberará del tiem­
nes sobre «la quiebra de esos sueños utópicos»23. De hecho, todas las po y sus vicisitudes»26. Para que «sus almas se liberen de la derrota
obras simbólicas que produjo la estética modernista después de 1918 sangrienta» los europeos tienen que «trepar a las altiplanicies asiáti­
expresan de uno u otro modo las profundas heridas que cuatro años de cas»27. Diez años después, T. S. Eliot, que en ese momento era el poe­
destrucción masiva infligieron a la facultad de los seres humanos que ta modernista anglòfono más importante, evocaría cuál era la única
vivían en la modernidad de alcanzar la trascendencia y la sensación forma de trascender a Crono:
de comunidad. Esto sucede tanto con la estética «antirradical» su­
rrealista y dadaísta, como con la obra Seis personajes en busca de En el punto inmóvil del mundo en rotación. Ni camal ni descarnado
autor (1921) de Pirandello, con La tierra baldía de T. S. Eliot, La Ni desde ni hacia; allí, en el punto inmóvil, está la danza28.
habitación de Jacob ( 1922) de Virginia Woolf, Las elegías de Duino
(1923) de Rainer M aria Rilke, La conciencia de Zeno (1923) de Italo
Svevo, El artista del hambre (1924) de Franz Kafka o Una visión 24 Véase Allan Antliff, Anarchist M odernism. Art, Politics and the First Am erican
Avant-Garde, Chicago, The University of Chicago Press, 2001, p. 126.
(1925) de Yeats. 25 A nanda Coomaraswamy, The Dance o f Shiva. Fourteen Indian Essays, con Introduc­
ción de Rom ain Rolland, Nueva York,, The Sunwise Turn, 1924, pp. i, v-vi [ed. cast.: I m
22 Para algunos ejem plos de esta etapa de la obra de Beckm ann véase su cuadro «No­ d a m a de Siva: ensayos sobre arte y cultura india, M adrid, Siruela, 1.996].
che» en [http://w w w .bethel.edu/-letnie/Beckm annNight.jpgl (página consultada el 1 de di­ 26 Ibid., pp. v-vi.
ciem bre de 2006). 27 Ibid., p. i.
23 Richard Sheppard, «German Expressionism», en M alcolm Bradbury y Jam es McFar- 28 T. S. Eliot, «Burnt Norton» f 1935], publicado después com o el prim ero de los Cuatro
lanes (eds.). M odernism 1890-1930, Harm ondsworth, Penguin, 1976, p. 289. Cuartetos en 1943.

234 235
En el imaginario de artistas como Rolland o Eliot, el yo superior orden y la eliminación de la suciedad y del polvo»30. Los planes racio­
podía completar la metamorfosis final en niño y en bailarín a la que nales de regeneración urbana y de higiene social estaban influidos por
aludía Nietzsche en el prólogo de Así habló Zaratustra, y pronunciar el mito de los ritos de purificación y catarsis. Cada uno a su manera,
por fin «el sí sagrado», aunque para ello tuviera que poner una distancia tras la guerra todos los modernistas programáticos, desde los dadaístas
insalvable entre el mundo interior y la historia. Pero estas voces poéticas a los diseñadores de la Bauhaus, ambicionaban una simbiosis de reno­
serían ahogadas por otras mucho más estridentes, las de la nueva estirpe vación estética, social y política. Siguiendo su instinto, se dedicaron a
de los modernistas artísticos, sociales y políticos. Ellos no demandaban la creación de un «nuevo centro de orden» y pusieron «los nuevos ci­
una nueva percepción, sino un nuevo mundo, un mundo que rebasara los mientos físicos y espirituales» que, según Arthur Penty, aliado político
límites de los espiritual y se realizara en la propia historia. de Coomaraswamy en la campaña a favor de una sociedad postindus­
trial y colaborador habitual de la revista The New Age, se necesitaban
para reemplazar la civilización moderna, que era a todas luces «un
E l s o c ia l i s m o d io n is ia c o experimento que había fracasado», un proceso que, en vísperas de la
Segunda Guerra Mundial, bautizó con el nombre de «modernismo
Fuera de los estudios, las bibliotecas y las torres de marfil de los aplicado a la política»31.
pintores y de los literatos, la guerra desencadenó un torrente de m o­ En un principio, esa simbiosis sólo podía producirse en Rusia, el
dernismo programático, social y constructivista que se expresaba a único país en el que, inmediatamente después de la guerra, parecía
través de la extraordinaria efusión de creatividad e inventiva que mos­ que se estaba desarrollando el rito de paso de la «transición perma­
traron en toda Europa las artes aplicadas, la arquitectura, la ingeniería nente» de la Modernidad a la «Nueva Era». El espectacular cambio
civil,-la creación de espacios vitales, de muebles, artilugios para la de espíritu cultural que se podía derivar de este proceso desde el
casa, hogares privados, urbanizaciones, fábricas, sanatorios, estadios, punto de vista individual, el paso del romanticismo romántico al dio­
puentes, coches y, en resumidas cuentas, cualquier cosa que se pudiera nisiaco, del modernismo epifánico puramente cultural a la variedad
diseñar. Europa se había convertido en una eficaz incubadora de «uto­ programática, a! compromiso sociopolítico, se ejemplifica a la per­
pías temporalizadas» de toda clase. Apareció una nueva estirpe de ar­ fección en la singular carrera de Aleksandr Blok (1880-1921). En la
tistas y tecnócratas que, aunque carecían de las cualidades prometei- conferencia que pronunció ante la Sociedad Religioso-filosófica de
cas del trabajador de Jünger, estaban dispuestos a crear un nuevo San Petersburgo el 30 de diciembre de 1908, cuando ya era el poeta
mundo de posguerra con ayuda del poder del diseño, la planificación simbolista más famoso de Rusia, se percibía que era consciente de
y la tecnología. De este modo, se embarcaron en toda suerte de pro­ que vivía en una época de cambios sísmicos en la historia de Occi­
yectos visionarios que dotaron de forma concreta y de substancia his­ dente. El telón de fondo emocional se lo ofreció el terremoto que tan
tórica a las nebulosas ensoñaciones de los expresionistas y futuristas sólo dos días antes había asolado Messina, en Sicilia, acabando con
relacionadas con el nacimiento de una nueva era de la humanidad an­ la vida de cien mil personas (casi la mitad de las que murieron a raíz
teriores a la guerra. del tsunami asiático de diciembre de 2004). Blok utilizó la catástrofe
Por tanto, debemos ubicar las aspiraciones de rediseñar el mundo como m etáfora de la «terrible crisis» que atravesaba la historia con­
moderno de arriba abajo de la Bauhaus y los planes urbanísticos «pu­ temporánea. El magma candente salía a borbotones de debajo de las
ristas» de Le Corbusier, cuya fantasía palingenésica consistía en «qui­ negras montañas, aunque según Blok, no estaba del todo claro si se
tar de en medio los huesos que se pudren en nuestras ciudades»29 en el trataba de un fuego destructivo como el que había asolado Calabria
contexto de este espíritu modernista sociopolítico provocado por la o de un «fuego purificador»: '•
guerra. Al margen de los propósitos prácticos de estos diseños y pro­
yectos o de las necesidades materiales que pretendían satisfacer, eran 30 Ibid., p. 11. Existen dos libros que evocan el profundo espíritu palingenésico del arte
además una respuesta al anhelo generalizado de trascendencia, de es­ y de la tecnología durante el periodo de entreguerras de form a particularm ente eficaz. El
peranza, de un nuevo horizonte. Un síntoma de esta dimensión pri­ primero de ellos es Robert Hughes, The Shock o f the New. A rt a nd the Century o f Change,
Londres, Tham es & Hudson, 198! [ecf. cast.: El impacto de lo nuevo: el arte en el siglo xx,
mordial de gran parte del modernismo tecnocrático es que obedecían
Barcelona, G alaxia Gutenberg, 2000]: y Christopher Wilk (ed.), M odernism 1914-1939. D e­
«al nuevo e irresistible imperativo de la limpieza, la esterilización, el signing a N ew World, Londres, V& A Publications, 2006.
31 A rthur Penty, Tradition and M odernism in Politics, Londres, Sheed & Ward, 1937,
29 Se cita en Frances Saunders, Hidden Hands, Londres, Channel 4, 1995, p. 12. p. 183.

236 237
No sabemos qué nos deparará el futuro exactamente, pero en nues­ Una extraordinaria conjunción de acontecimientos habían catapulta­
tros corazones la aguja del sismógrafo ya está desviada. Ya podemos do a Blok desde la periferia de la sociedad al centro, desde el vanguar­
imaginarnos volando en un avión desvencijado sobre la Tierra contra dismo decadente a la vanguardia de las corrientes populistas de cambio,
un fondo resplandeciente; debajo de nosotros hay un volcán que re­ el lugar que consideraba que debía ocupar para establecer el centro ideal
tumba y escupe fuego, y por sus laderas, detrás de nubes de cenizas, de valores necesarios para dar ia bienvenida a la nueva Rusia.
fluyen ríos de lava ardiente32. El de Blok no fue un caso aislado. Su entusiasmo por el nuevo ré­
gimen es sintomático de la marea de modernismo programático -del
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, Blok se dedicó a culti­ elitista y del populista, del estético y del social, del agrario, del tecno-
var el esoterismo estético que tanto éxito había tenido entre los deca­ crático- cuya historia ha reconstruido con todo detalle Richard Stites
dentes europeos veinte años antes. La obra más famosa de esta época en su análisis de «la visión utópica y la vida experimental en la Revo­
fue La rosa y la cruz, concebido en principio como libreto para un lución rusa». Stites trae a colación el testimonio de Isaak Steinberg,
ballet y después para una ópera simbolista. Las constantes alusiones a uno de los miembros más destacados del Partido Socialista Revolucio­
la Orden de la Rosacruz, a la proyección astral, a la lectura del aura, al nario y primer comisario de justicia soviético. Steinberg describía el
hipnotismo y a la meditación expresan los deseos de Blok de aprove­ ambiente de renacimiento y renovación que se respiraba por todas par­
char las fuentes de iluminación ocultas en una época que se precipita tes. Alentados por este clima, los representantes del régimen empren­
hacia la quiebra social y espiritual33. dieron la tarea de construir una nueva sociedad a partir de las ruinas
Sin embargo, cuatro años después, lo encontramos buscando una del orden antiguo:
redención de una variedad mucho menos etérea. En el turbulento pe­
riodo posterior a la Revolución de Octubre trabajó como empleado de Todos los aspectos de la existencia - e l social, el económico, el
la Comisión para la Reorganización de Teatros y Espectáculos, y en­ político, el espiritual, el moral, el fam iliar- se ofrecían a la interven­
seguida se convirtió en el representante del Comisariado para la Edu­ ción decidida de las manos humanas. Las ideas para la mejora social
cación del Pueblo, en director del Teatro Bolshói, cofundador de la y para el progreso que se habían estado acumulando durante genera­
Sociedad Libre Filosófica y presidente de la sección de Petrogrado del ciones y generaciones en Rusia y en otros lugares, parecían estar espe­
Sindicato de Poetas de Rusia. Y todavía le quedó algo de tiempo para rando a las puertas de la revolución para manar e impregnar la vida del
trabajar como editor de la revista literaria Zapiski Mechtatelei [Notas pueblo ruso. No se trataba sólo de em prender una reforma social y
de Soñadores]. En sus páginas se reveló com o un ferviente partida­ económica, y de llevar a cabo un cambio político minucioso: con el
rio del papel revolucionario que debían desempeñar los poetas a la mismo celo el pueblo que acababa de despertar se adentró en el ám bi­
hora de preparar la sociedad para un nuevo comienzo: to de la justicia y la educación, del arte y la literatura. El impulso
apasionado de crear algo nuevo, algo diametralmente opuesto al
El poeta debe darse cuenta de que Rusia tal como la conocíamos ya «mundo» y a la civilización antiguos invadió todas las esferas35.
no existe, y de que no volverá a existir jamás [...]. Una nueva era se abre
al mundo. La antigua civilización, las viejas ideas sociales, la vieja reli­ El resultado fue que durante los años formativos de la revolución,
gión, han muerto. Por supuesto que hay gente que pretende revivir el bajo el mandato de Lenin y luego de Stalin, se desarrolló un espíritu
cadáver del viejo mundo, pero el poeta, inflamado, debe atacar con su profundo y en gran medida espontáneo de modernismo tecnocrático
ira sagrada a todo aquel que pretenda infundir vigor de nuevo a ese ca­ radical, un espíritu que se puede percibir en las páginas de una publi­
dáver. [...] El poeta debe estar preparado para los importantes aconteci­ cación propagandística como La URSS en construcción. Esta revista
mientos que tendrán lugar y debe aprender a inclinarse ante ellos34. mensual se publicaba en ruso, en inglés, en francés, en alemán y en
español con el fin de difundir los cambios prometeicos y vertiginosos
“ Charles Harrison y Paul Wood (eds.), A rt in Theory. 1900-1990, Oxford, Blackwell,
que tenían lugar en Rusia gracias a los planes quinquenales. A pesar
1992, p. 145. de que el régimen estalinista era contrario al «formalismo», las ilustra-
3J Si se quiere profimdizar en esta etapa «deeadente» de la carrera poetica de Blok
vease Simon M orrison, Russian Opera and the Sym bolist Movement, Berkeley y Los Ange­
les, The University of California Press, 2002. 35 Isaak Steinberg. In the Workshop o f the Revolution, Nueva York. Rineheart, 1953,
34 Se cita en N ina Berberova, A leksandr Blok. A Life, M anchester, Carcanet Press, pp. 44-45. Se cita en Richard Stites, Revolutionary Dreams. Utopian Vision and Experim en­
1996, p. 127. tal Life in the Russian Revolution, Nueva York, Oxford University Press, 1989, p. 39.

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ciones que aparecían en esta publicación eran gráficos inconfundible­ lucionario, pivotal, del artista que ofrece el marco de un nuevo hori­
mente modernistas'''1. zonte: «La tarea del poeta es producir el lenguaje vivo, útil y concreto
Por tanto, la Revolución bolchevique no sólo debe interpretarse en de su época»39. El arte es «la religión de la eterna juventud, de la reno­
cuanto transformación marxista de un sistema absolutista en régimen vación a través del trabajo constante en la tarea fijada», un factor inte­
socialista, sino también como un experimento modernista cuya finali­ grante de la revolución antropológica que ha asumido el bolchevismo:
dad era diseñar y construir una nueva sociedad, un experimento de un «El nuevo ser humano en la realidad, en el desarrollo de sus acciones
alcance sin precedentes, una transformación social, económica, cultu­ cotidianas, en la construcción de su vida material y m ental... eso es lo
ral y política llevada a cabo con un entusiasmo regenerador. El bolche­ que el futurismo debe ser capaz de demostrar»4*’.
vismo suministró un mapa cognitivo a la communitas socialista -lo s Otro de los elementos que se aclara al reconocer la dinámica mo­
«comunistas», no se podía haber elegido un término más apropiado- dernista de la Revolución rusa es el entusiasmo con el que innumera­
que inició un movimiento revitalizador liderado por un nuevo propheta, bles arquitectos, científicos, educadores, profesores y tecnócratas se
Vladimir Lenin. Rápidamente el movimiento se endureció y se convir­ adhirieron en masa al bolchevismo pensando que la revolución era la
tió en un nomos totalizador que los nuevos dirigentes rusos impusie­ partera de un nuevo mundo prometeico; también se explican mejor
ron con un fanatismo cada vez más despiadado. Esta línea de interpre­ los actos espontáneos de violencia y de iconoclasia catártica contra los
tación heurística ayuda a explicar algunos de los rasgos de la sociedad símbolos del antiguo régimen y sus encarnaciones humanas e institu­
rusa entre 1917 y 1930 que, aunque a primera vista pueden parecer cionales; la generación, en parte espontánea y en parte orquestada, de
dispares, se pueden interpretar en cuanto síntomas de una matriz pa- los festivales populares y de las ceremonias litúrgicas que prestaron al
lingenésica común. Uno de ellos es el entusiasmo con el que tantos marxismo-leninismo todo el boato de un «Estado del espectáculo» en
modernistas estéticos -y, por tanto, profundamente anti materialistas- el cual la política se estetizó y se sacralizó; las medidas radicales que
siguieron el ejemplo del poeta futurista Vladimir Mayakovsky y pusie­ el régimen tomó con el fin de idear nuevas formas de vivienda comu­
ron de forma espontánea su creatividad al servicio de la causa revolu­ nal y rural; el despliegue entusiasta de la estética modernista al servi­
cionaria37. cio del nuevo régimen anterior a la imposición estaliniana del «realis­
La pertinencia de la definición maximalista del modernismo que mo socialista»; el culto a la tecnología y a la máquina; los proyectos
hemos pergeñado se hace patente al examinar las declaraciones pro­ comunales y agrarios que se llevaron a cabo para que la nueva Rusia
gramáticas que el poeta y dramaturgo constructivista Sergei Tretyakov se asentara sobre un estado idílico de armonía con la naturaleza; el
-destinado a convertirse en una víctima más de las purgas estalinistas culto al líder que se desarrolló en tomo a las figuras de Lenin y Stalin,
en 1937- escribió en un artículo que apareció en una revista de arte a los que se describía como «sanadores», «salvadores», prophetas, nue­
soviético en 1923. El artículo se titulaba «De dónde a dónde (Las pers­ vos hombres.
pectivas del futurismo)». Tretyakov subrayaba la necesidad social de Esta estrategia interpretativa es perfectamente coherente con la
lo que Peter Berger llama un nomos: «Ninguna Weltanschauung pue­ tesis exhaustivamente documentada de Bernice Rosenthal, según la
de ser vital si no se encuentra ligada a un sentido del mundo, si no cual el bolchevismo, tanto en su fase leninista como en la estalinista,
opera como una fuerza impulsora que determina todas las acciones del estaba impregnado del «nihilismo activo» de Nietzsche. Según Ro­
ser humano, su fisonomía diaria». Y celebraba el hecho de que, desde senthal, en 1921, «los aspectos más “radicales” del pensamiento
sus albores, la poesía futurista «estuvo entrelazada con explosiones de nietzscheano ya se habían fundido con la interpretación voluntarista,
propaganda política relacionadas con la sensación de un mundo nuevo cruel y de futuro que ios bolcheviques hicieron del marxismo, y con­
de los seres humanos»1”. Para Tretyakov era importante el papel revo- tribuyeron además a reforzarla»41: El singular sincretismo del m ate­
rialismo dialéctico con las corrientes dionisiacas y prometeicas del
16 En la página web [http://aibyraaEt.backpackit.com/pub/657l03J (consultada el 8 de
modernismo social es una hazaña que sólo se podía producir en el
octubre de 2006) se reproducen numerosas fotos publicadas en la revista en las que se refle­
ja el espíritu constructi vista de la publicación. contexto candente de renovación y «recombinación lúdica» que sur­
!1 Para un análisis de la profunda sinergia que existía entre la cultura m odernista y el gió como consecuencia del hundimiento no sólo del régimen zarista
bolchevism o véase Boris Groys, The Total A rt o f Stalinism. Avunt-Gurde. A esthetic Dicta-
torship, and Beyond, Prineeton (NJ), Princeton University Press, 1992. ;w Ihid., p. 21 I.
“ Sergei Tretyakov, «From where to where (Futurism ’s perspectives)», L e f 1 (1923), 40 Ihid., p. 216.
pp. 192-203, se cita en Anne Lawton y Herbert Eagle (eds.), Ru.ssian Futttrism thrtmgh its 41 Bernice Rosenthal, New Myth, New World. From Nietzsche to Stalin, Pensilvania,
Manifestoes, 1912-1918, Ithaca (NY), Cornell University Press, 1998, pp. 206-207. Pennsylvania State University Press, 2002, p. 148.

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sino también de su temporalidad y su nomos correspondientes, una E l m a r x is m o c o m o m o d e r n is m o

catástrofe que exigía de forma insistente una nueva temporalidad y


un nuevo nomos. No sería de extrañar que a algunos lectores la interpretación del
Este fenómeno explica la importancia determinante del mito del bolchevismo en cuanto expresión del modernismo les dejara perplejos
«nuevo hombre soviético», «la nueva mujer», «el nuevo culto» y «la o que incluso se indignaran. Por consiguiente, he de insistir que con
nueva moralidad» durante el mandato de Lenin. Rosenthal dem ues­ mi tesis no pretendo en modo alguno despolitizar y «estetizar» el so­
tra cómo la inyección del pensamiento nietzscheano en el bolchevis­ cialismo revolucionario, y tampoco ignorar la carga de humanismo y
mo también arroja una nueva luz sobre «la voluntad de poder» de­ de idealismo genuinos que alimentaron el entusiasmo revolucionario
senfrenada que permitió al nuevo régimen acabar con la clase de los de Lenin y sus seguidores. Lo que pretendo es aclarar un estrato causal
kulak, im plantar de forma inquebrantable los nuevos planes quin­ diferente de la Revolución rusa, que, a mi juicio, no fue únicamente
quenales, imponer una serie de políticas culturales y reformas edu­ una respuesta revolucionaria a la iniquidad del régimen zarista y a la
cacionales draconianas y crear, en muy poco tiem po y a cambio de injusticia social endémica del liberalismo capitalista, sino también una
un tremendo coste social y humano, una ciencia, una tecnocracia, respuesta a la crisis de la modernidad. La inmensa energía que desple­
una industria y una modernidad soviéticas. Incluso las purgas de la garon los revolucionarios bajo Lenin y Stalin con el fin de construir un
década de 1930 se llevaron a cabo en una atm ósfera influida por una nuevo orden radicalmente nuevo no se pueden interpretar únicamente
perversión de la doctrina nietzscheana de moralidad más allá del en términos de compromiso total con una teoría política. La crisis del
bien y del mal que contaminó la visión que el propio Stalin tenía de Antiguo Régimen y las condiciones liminoides agudas que surgieron
su papel histórico42. El «marxismo nietzscheano» contribuyó incluso a continuación pusieron en funcionamiento en la mente de los líderes
a que se impusiera el socialismo realista que acabó desbancando a revolucionarios y de sus más fervientes seguidores unas fuerzas psico­
las teorías vanguardistas del arte y de la estética modernistas. Los lógicas más profundas, arcaicas. Al margen de los objetivos utópicos
defensores de esta corriente artística afirmaban que «constituía una que persiguieran conscientemente, desde un punto de vista psicodiná-
reconstrucción del horizonte que había quebrado el futurismo, recu­ mico se encontraban condicionados por el miedo primordial a Crono
peraba un nuevo m undo y restituía la integridad ontológica en parte y por tanto obligados a construir un nuevo dosel sagrado y una nueva
a través del lenguaje»43. comunidad que les permitiera protegerse del terror a la anomia. Es más,
Tal como se describe en el libro de Rosenthal, el bolchevismo se se podría decir que la energía fanática necesaria para cumplir estas
presta a una interpretación en cuanto «movimiento revitalizador». metas utópicas procedía en parte de la «voluntad de trascendencia»
Una vez en el poder, al movimiento ya no le interesaba sólo reparar intrínseca al socialismo revolucionario.
los daños causados por el descarrilamiento de la Modernidad. Era Para corroborar esta línea de interpretación merece la pena revisar
necesario además situar la historia en una vía más ancha por la que la teoría política de Marx, Peter Osbome, un filósofo que ha abordado
pudiera avanzar tirada por locomotoras diseñadas por la revolución. los aspectos temporales de la modernidad desde un punto de vista ra­
El potente cambio de mapa cognitivo de Lenin, una mezcla de mar­ dicalmente socialista, afirma que dicha teoría es una forma de moder­
xismo con el culto nietzscheano a la voluntad y a la moral elevada nismo. Como vimos con anterioridad44, en su libro The Politics ofTime
del superhombre, suministró el combustible ideológico. Una ex­ identifica el modernismo (programático) con los proyectos destinados
traordinaria conjunción de circunstancias históricas provocadas por a crear una modernidad alternativa a través de «la inestabilidad cultu­
la Prim era Guerra M undial y por el hundimiento del Antiguo Régi­ ral positiva de la temporalidad de lo nuevo»45. En una monografía pos­
men, hicieron posible que la Revolución bolchevique no fuera aplas­ terior, Philosophy in Cultural Theory, completa esta tesis apoyándose
tada como sucedió con la rebelión de la Danza de los Espíritus de los en un concepto «expansivo» -lo que nosotros llamamos «maximalis-
Sioux, o m arginada como la contracultura anarquista parisina. En ta» - del modernismo, e insiste en que su cometido «en su sentido más
lugar de ello, se le concedió una oportunidad única de «hacer esta­
llar el continuum» de la historia y hacer que el tiempo com enzara de 44 Véase supra capítulo 2, p. 88.
nuevo. 45 Peter Osborne, The Politics ofTim e. M odernity and the Avant-garde, Londres, Verso,
1995, p. 142. La búsqueda de una m odernidad alternativa es una de las ideas más impor­
tantes del análisis exhaustivo de la lógica palingenésica del totalitarism o que aparece en
42 Ibid., capítulo 9, pp. 246-265. David Roberts, The Totalitarian Experim ent in the Twentieth-Century, Nueva York, Rout-
« Ibid., p. 323. ledge, 2006.

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b á s ic o o e s e n c ia l[...]n o s e puede restringir de antemano ni al ámbito A lo que el anarquista Alexander Herzen contesta aleccionador:
del arte ni a un periodo concreto de la historia»4*. Aunque la «afirma­ «Pero la historia carece de culminación. Siempre hay lo mismo detrás
ción de lo nuevo» implícita en distintas ideologías y proyectos políti­ que delante»50.
cos varía de forma considerable, su aplicación a formas concretas de La perspectiva primordialista que nosotros postulamos añade un
praxis siempre implica «una sensación de ruptura, de futuro, en la que elemento más a la interpretación de Osbome. Pone de relieve el víncu­
el presente se concibe como una transición (siempre destructiva en lo causal que existe desde un punto de vista mitopoético entre el im­
cierta medida) hacia un nuevo orden (provisional)»47. pulso de Marx de construir un futuro sólido para la humanidad y la
Sobre la base de esta definición, Osbome le dedica un capítulo profunda sensación de gue la realidad moderna tiene una propiedad
entero a la exégesis del Manifiesto comunista en cuanto texto moder­ evanescente, anómica. Esta es la sensación que quedó inmortalizada
nista que no sólo expresa «un futuro histórico cuya cualidad es la no­ en la alusión que Marx hace en el Manifiesto al mundo sólido que «se
vedad, independiente de su penúltimo acto narrativo (la revolución del desvanece en el aire», la frase que tanto impresionó a Berman. La
proletariado), en la dimensión histórica de su forma cultural», sino misma experiencia desorientadora de la Modernidad aparece también
también «un arte modernista crítico y socialmente abierto»48. En el en el subtítulo del breve pero famoso discurso que Marx pronunció en
transcurso de su análisis, Osborne llama a capítulo a Marshall Berman el banquete que se celebró en Londres en 1856 para celebrar el cuarto
quien, como vimos en el capítulo 2, tomó el título de su monografía aniversario de la revista People's Paper, el órgano del movimiento car-
Todo lo sólido se desvanece en el aire de un pasaje del Manifiesto. Os­ tista en Gran Bretaña. En este discurso, Marx subrayaba la profunda
bome demuestra de forma convincente que Berman ha reelaborado el ambivalencia de una era moderna en la que los avances tecnológicos y
modernismo de Marx a su antojo, despojando este documento históri­ científicos sin precedentes coexistían con «síntomas de decadencia
co crucial de su importancia en cuanto tratado revolucionario antica­ que superan con creces los horrores de los últimos tiempos del Impe­
pitalista, con el fin de celebrar la vitalidad y la indefinición del moder­ rio romano». Se trata de una época en la que «todo está cargado de su
nismo liberal en su variante americana. La importancia del Manifiesto contrario». Utilizando una analogía sismológica que se adelantaba
reside en su poderosa articulación de una alternativa radical al capita­ cincuenta años a la de Aleksandr Blok, Marx alude a «las presuntas
lismo destinada a crear una nueva modernidad en la cual la justicia revoluciones de 1848 [...], pequeñas fisuras y fracturas en la corteza
social y el bien común de la humanidad prevalecerán algún día sobre seca de la sociedad Europea» que sin embargo dejan entrever «el abis­
la alienación sistèmica y la explotación. mo» que hay debajo: «Bajo esa superficie en apariencia sólida se pue­
Osborne le devuelve al Manifiesto comunista su condición prístina den ver océanos de materia líquida que sólo necesitan dilatarse para
de «texto fundacional de un modernismo político intemacionalista»49, hacer pedazos los continentes de duro pedernal».
a saber, del comunismo. El Marx que emerge del análisis de Osborne A continuación, el filósofo alemán da un salto m etafórico ex­
pertenece a la misma clase de visionario político que hace época y traordinario y evoca la intensa presión revolucionaria que esta época
busca la trascendencia que el protagonista de la obra Salvage, de Tom ejerce sobre cada individuo, y le plantea a su público la siguiente
Stoppard, quien afirma: pregunta: «Pero, a pesar de que la atmósfera en la que vivimos ejerce
sobre cada individuo una presión de casi diez mil kilos, ¿la sienten
Todo aquello que parecía cruel, malo y feo, las vidas deshechas y ustedes?»55. Como propagandista consumado de una visión política,
las muertes innobles de millones de personas, se entenderá en la m e­ Marx invita conscientemente a su público a compartir con él la sen­
dida en que pertenece a una realidad superior, a una moralidad supe­ sación de urgencia de una revolución. Sin embargo, subliminalmen-
rior a la que resulta irracional resistirse. Un cosmos en el que cada te, la m etáfora también evoca el aumento espectacular de «lo limi-
átomo estaba luchando para que se cum pliera la meta humana de la noide» en una sociedad que está a punto de experim entar un proceso
realización propia y de la culminación de la historia. indefinido de cambio. La «historia» se ha acelerado hasta tal punto
que lo transicional y lo efímero se han convertido en una enfermedad
46 Peter Osborne, P hiiosophy in Cultural Theory, Londres, Routledge, 2000, p. 58.
17 Ibid., p. 61. Por supuesto que los propios revolucionarios son incapaces de admitir 511 Tom Stoppard, Salvage, Prim era parte de la trilogía The Coast o f Utopia, Londres,
que el nuevo orden que desean establecer sólo será «temporal». Faber and Faber, 2002, pp. 117-118.
48 Ibid., p. 73. O sbom e explica que el manifiesto es adem ás uno de los prim eros ejem­ 5i Karl M arx, «Speech at anniversary of People’s Paper», The People's Paper, 19 de
plos de m odernism o estético en el que aparecen al menos seis form as literarias. abril de 1856. Reim preso en David M cLellan, Karl Marx. Selected Wriltings, Oxford, O x­
45 Ibid., p. 63. ford University Press, 2000, pp. 117-118.

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crónica, una afirmación que más adelante suscribirá Baudelaire en Quizá el mejor ejemplo de este fenómeno, es decir, de la incorpo­
su obra sobre el modernismo, el ensayo El pintor de la vida moder­ ración del marxismo a una forma de modernismo programático, tan­
na, publicado en 1863. to social com o cultural, ligeramente disimulado, sea el «movimiento
Desde una perspectiva ontològica, la «presión atmosférica» que de formación de Dios» fundado por Gorky y por Anatoli Lunacharsky
evoca Marx procede del hundimiento del firmamento original que pro­ en la década de 1890. Este movimiento pretendía convertir el «socia­
tegía a los individuos de la incursión del tiempo crónico («el abismo») lismo científico» en una religión profana hecha y derecha, y con ese
y aseguraba una cierta ligereza del ser. El «peso» metafórico al que fin, uno de sus objetivos era seleccionar una serie de seres humanos
alude Marx es el resultado del terror visceral a que la magia y el signi­ a los que adorar en templos sagrados creados a imagen de Bayreuth
ficado se evaporen del mundo de forma tan rápida que éste quede re­ -Lunacharsky fue también el m ayor divulgador de la figura de Wag­
ducido a materia inanimada, desprovista de sentido. La estrategia par­ ner en R usia-. Como era de prever, la prim era deidad socialista que
ticular que Marx encontró para aliviar esta presión existencial fue el movimiento eligió en 1924 fue Lenin56. En esta época, Lunachars­
trabajar en pos de la aparición de una nueva comunidad, de devolverle ky ya era Comisario del Pueblo para la Instrucción Pública, y desde
su solidez y de reconstruir el horizonte que la enmarcaba a través de su cargo supervisó la creación del sistema educativo soviético que
una racionalización económica del mito utópico («el marxismo») que mejoró enormemente la alfabetización de la población rusa, y del
a través de una revolución instauraría el comunismo como nomos ex­ aparato de censura controlado por el Estado. Además, ayudó a su
clusivo del nuevo mundo. antiguo colega Aleksandr Bogdanov a fundar un movimiento muy
Es este modernismo que trasciende la anomia del marxismo, origi­ influyente y semiautónomo de arte proletario, el Proletkultur, Aun­
nado en las necesidades existenciales del propio Marx, el que detectan que este movimiento era contrario al experimentalismo y a la abs­
los historiadores no socialistas que han interpretado esta teoría política tracción, el concepto de artes plásticas que promovió estaba influido
como una versión moderna del milenarismo‘%de la religión política53 en sus comienzos por el constructivismo y en su estética literaria y
o del gnosticismo54. Cada una de estas interpretaciones es una lectura musical por el futurismo. Es más, la creencia axiomática en el poder
distinta del intento marxista de levantar un nuevo dosel sagrado ade­ regenerador del arte era la quintaesencia del modernismo. Siempre
cuado a la era securalizada de la modernidad que acabamos de descri­ que se analiza un aspecto del bolchevismo en detalle, su núcleo m o­
bir, un nuevo dosel basado en la ética de la revolución, en la justicia dernista queda al descubierto.
social y en la compasión humana. De hecho, lo que se conoce como
«revisionismo histórico» se puede interpretar como la apropiación del
marxismo por parte de un grupo de distintos modernismos sociopolí- E l m o d e r n i s m o d e l n a c i o n a l is m o o r g á n i c o
ticos. En todas estas tendencias, el marxismo sería el ingrediente prin­
cipal, pero ni mucho menos el ingrediente exclusivo, de la nueva sín­ Como se suele presuponer que el marxismo y el bolchevismo, en
tesis del mapa cognitivo de un futuro movimiento revitalizador. Este sus fases utópicas, tienen un carácter progresista a casi nadie le pare­
modelo se manifiesta en las diferentes formas de sindicalismo que sur­ cería contraintuitivo relacionarlos con el modernismo tal como lo de­
gieron a finales del siglo xix, en el pensamiento nietzscheano marxista fine Peter Osbome, es decir, como «la condición de posibilidad cultu­
del joven Ernst Bloch y del propio Lenin55, y en la mezcla de marxis­ ral de una serie de formas de experiencia de la historia entendida en
mo, modernismo estético y misticismo judío que se detecta en la filo­ cuanto forma temporal, particulares, orientadas hacia el futuro»57.
sofía de Walter Benjamin. Igual de afianzadas se encuentran las ideas preconcebidas según las
cuales el fascismo y el modemisrrío apuntan hacia direcciones tempo­
52 El mâs destacado es Norm an Cohn, The Pursuit o f the M illennium. Revolutionary rales opuestas. Sin embargo, una vez reconocida la dinámica moder­
M illenarians a nd M ystical Anarckists o f the M iddle A ges [1957], Londres, Granada, 1970,
nista del marxismo revolucionario, sólo es necesario dar un pasito más
pp. 285-286.
53 P. e. Jean-Pierre Sironneau, Sécularisation et religions politiques. La Haya, M outon, para llegar al meollo de nuestro razonamiento en esta Primera parte, a
1982; Klaus-George Riegel, «M arxism -Leninism as a Political Religion», Totalitarian M o­ saber, que el fascismo, a pesar de las connotaciones de regresión, reac-
vements and Political Religions 6/1 (2005), pp. 97-126.
54 Erie Voegelin, The Political R eligions [1938], Lewiston (NY), E. M ellen Press,
1986. 56 Véase Georgii Gloveli, «“Socialism o f science” and “socialism of feeling” , Bogdanov
1,5 Véase Rosenthal, New Myth, New World. From Nietzsche to Stalin, Pensilvania, y Lunacharsky», Studies in E ast European Thought 42/1 (1991), pp. 29-55.
Pennsylvania State University Press, 2002, pp. 127-136, «Lenin: A C loset Nietzschean?». ,7 P. Osborne, Philosophy in Cultural Theory, cit., p. 57.

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ción y huida de la modernidad que todavía le atribuyen muchos estu­ vitales al fascismo. El papel crucial que las energías religiosas primor­
diosos, debe considerarse como una forma destacada de modernismo diales desempeñaron en la estructuración de la actitud ultranacionalis-
político. ta se revela de forma contundente en el libro de James Billington Fire
Ya hemos visto en el capítulo anterior que el nacionalismo völkisch in the Minds ofM en: Origins ofth e Revolutionary Faith, una obra que
que surgió a finales del siglo xix en Alemania asumió la forma de mo­ nos recuerda que en el siglo xix el nacionalismo, no el socialismo, era
vimiento revitalizador social. En el libro La nacionalización de las el credo revolucionario dominante60.
masas, George Mosse aporta pruebas cruciales que demuestran que se En el siglo xix, e) concepto de nación orgánica no es ni mucho
puede considerar asimismo que este movimiento es una forma de mo­ menos exclusivo de Alemania, sino que se podía detectar en los am­
dernismo político. Mosse sitúa el culto völkisch a la germanidad en el bientes intelectuales de la sociedad europeizada entendida como un
contexto de una marejada de nacionalismo intolerante cuya relación todo. La figura de Maurice Barrés ofrece un estudio de caso muy reve­
con la modernidad conceptualiza en términos antropológicos que se lador del aspecto modernista de la dinámica de esta noción. Su prolí-
parecen mucho a la perspectiva primordialista que hemos adoptado en fica producción literaria nos permite reconstruir con detalle su trayec­
este libro. Mosse cita la descripción que ofrece Claude Lévi-Strauss toria, de poeta decadentista a principal ideólogo del ultranacionalismo
de la sensación humana original de «ritmo cósmico» que la moderni­ francés. Cuando rondaba la treintena, Barrés estaba apunto de ser en­
dad trastocó por completo58, y afirma que la espectacular aparición en gullido por el torbellino del naricismo y la desesperación al que su­
el siglo xix del nacionalismo litúrgico fue una reacción al creciente cumbió la intelectualidad francesa después de la aplastante derrota de
«aislamiento» y a la «aceleración del tiempo» que se produjeron como la guerra franco-prusiana61. El resultado artístico de esta época de pro­
resultado de la industrialización y del cambio histórico. Estas fuerzas funda introspección en su vida fue una trilogía de novelas que apare­
contrarrestaron y frustraron «las ansias intemporales», de «totalidad», cieron con el título de El culto del yo: bajo la mirada de los bárbaros
«de totalidad de la vida», de «sacralidad» y la necesidad de «perma­ (1888-1891). Aludiendo a esta época de su vida, Barrés afirmaría que
nencia y [de] puntos de referencia fijos en un mundo cambiante», to­ «si he abandonado “el culto a m í mismo” y me he dedicado a la psico­
das ellas englobadas bajo el concepto bergeriano de «dosel sagrado». logía social, ha sido gracias a mis incursiones en la historia universal
La reacción a este fenómeno fue que un amplio sector del pueblo ale­ y en la historia de la poesía y, sobre todo, en virtud de una necesidad
mán se mostró susceptible a las invocaciones a una historia mitificada de librarme de la moda de la contemplación nihilista, una actitud letal
con el fin de «proteger el orden en medio de la corriente, cada vez más y decididamente insostenible»62. En términos nietzscheanos, diríamos
fuerte, del tiempo»59. que había pasado del pesimismo romántico al dionisiaco.
Una vez más, el miedo a la anomia condujo a algunos sectores del Después de recuperarse de esta enfermedad, Barrés llegó a la con­
público expuestos a la modernidad a buscar una nueva fuente de tras­ clusión de que el estado de decadencia en el que se encontraba la na­
cendencia temporalizada, esta vez en forma de movimiento revitaliza­ ción y el correspondiente desarraigo que dominaba la existencia mo­
dor abiertamente político. Este mismo «marco sinóptico» se puede derna, eran la causa fundamental del profundo malestar que no sólo
aplicar también al sionismo, un movimiento que, como vimos en el afectaba a su vida sino a la sociedad en conjunto. Barrés escribió: «La
capítulo anterior, a pesar de su carácter profundamente político lleva­ grave enfermedad que padecemos tiene su origen en la división, en las
ba también el sello inconfundible del modernismo sociocultural en molestias que se derivan de un millar de deseos e imaginaciones indi­
busca de «una reconexión hacia delante» con las realidades primordial
bíblica, corporal y natural en las que basar el nuevo futuro de los ju­ 60 Jam es Billington, Fire in the M inds o f M en: Origins o f the Revolutionary Faith,
Nueva York, Basic Books, 1980* Para el anhelo de trascendencia que se encuentra en el
díos. El movimiento völkisch y el sionismo no son más que dos ejem­ corazón del ultranacionalism o véase sobre todo el capítulo 6, «National vs. Social Révolu­
plos de la plétora de formas intransigentes de expresión política cono­ tion», pp, 146-190. En el libro tam bién se pone de relieve la actitud palingenésica que in­
cidas como nacionalismo «orgánico», «tribal», «integral» o «redentor» fluyó en el anarquism o ruso, en el sindicalism o revolucionario y en el leninism o (pp. 367-
481). También subraya el papel que desem peñaron la destrucción creativa y los anhelos de
que se dieron a conocer en Europa a finales del siglo xix, y que, según trascendencia en los procesos revolucionarios, simbolizado por la llama, un tropo recurrente
la mayoría de los estudiosos, aportarían alguno de sus ingredientes en la imaginería revolucionaria (véase p. 5).
61 Koenraad Swart, The Sense o f Decadence in Nineteenth Century France, La Haya,
58 Claude Levi-Strauss, Tristes trapiques, Nueva York, W ashington Square Press, 1977 M. Nijhoff, 1964.
[ed. cast.: Tristes trópicos, Barcelona, Paidós, 2006]. 62 Zeev Sternhell, Maurice Barres et le nationalisme français, París, Fayard, 22Ü00, p. 82.
59 George M osse, The Nationalization o f the Massen, Nueva York, Howar Fertig, 1975, L a biografía de Sternhell ofrece una crónica m uy esclarecedora del viaje paradigm ático de
pp. 211-212 [ed. cast,: La nacionalización de las masas, Madrid, M arcial Pons, 2005], Barrés desde el m odernism o estético al político.

248 249
viduales. Estamos fragmentados, carecemos de una comprensión com­ Maurras se mezcló a su vez con el sindicalismo de Sorel y produjo otra
partida de nuestra meta, de nuestros recursos, de nuestro centro. Al forma de «nacional socialismo» que influyó a George Valois, el funda­
carecer de unidad moral, al no existir una definición de Francia con la dor del primer partido fascista francés, Le Faisceau66.
que todos estemos de acuerdo, se entrecruzan los discursos contradic­
torios y tenemos banderas distintas»63. Esta cuestión la analizó en una
nueva trilogía de novelas titulada La novela de la energía nacional R e a c c ió n d e f u t u r o

(1897-1902). En la primera parte de la trilogía, Los desarraigados, se


describe la búsqueda de identidad de siete jóvenes de Lorena. El su libro The Politics o f Time, Peter Osbome ofrece un marco
Inspirado por su musa, Barrés se metió de lleno en política. Era conceptual muy elaborado que nos sirve de base para identificar formas
partidario de un nacionalismo francés visceral, chovinista e instintiva­ orgánicas de nacionalismo de futuro o modernistas. Además, Osbor-
mente antisemita, basado en un sentido elevado de pertenencia a una ne se esfuerza al máximo por poner de relieve las distintas reacciones
tradición cultural y a una geografía únicas. El título de la conferencia a la crisis temporal de la modernidad, y opone la respuesta puramente
que pronunció ante La Ligue de la Patrie Française en 1899 sobre esta estética de Baudelaire, es decir, su intento de «destilar lo eterno a par­
nueva variedad de nacionalismo, «la Terre et les Morts», se convirtió tir de lo transitorio» a través de los versos67 -lo que hemos dado en
en uno de los eslóganes más famosos del nacionalismo orgánico. Ba­ llamar «modernismo epifánico»- al impulso de cam biar la historia
rrés desdeñaba a aquellos que añoraban una sociedad feudal. Antes al -nuestro «modernismo programático»-. Según Osborne, este último
contrario afirmaba que el sentido de lo francés, histórico pero auténti­ no sólo condicionó el compromiso con la modernidad de pensadores
camente moderno, era la clave del «nacional socialismo» que acabaría «progresistas» como Walter Benjamin, sino también de «reacciona­
con las divisiones de clase y garantizaría la justicia social a todos los rios» como Martin Heidegger.
franceses «auténticos». En esta época ya había llegado a diputado, Aunque la reacción ante el nazismo de estos dos pensadores fue radi­
después de embarcarse un año antes en una campaña electoral basada calmente opuesta, ambos utilizaron la filosofía para dictar un diagnóstico
en el «programa de Nancy», un manifiesto político influido por los va­ de la absorbente decadencia de la modernidad después del cataclismo de
lores que Barrés ensalzaba en sus novelas. la Primera Guerra Mundial con miras a trascenderla, y los dos pensaban
La visión de Barrés de una nación refundada, reintegrada, sólo era que la fuente de inspiración necesaria para inaugurar una nueva sociedad
una más de la plétora de nacionalismos intransigentes que surgieron nómica y revitalizada se hallaba en un pasado mitificado. Para Osbome,
de forma espontánea para atajar las condiciones cada vez más liminoi- del hecho de que ambos proyectos de transformación histórica contengan
des de la Francia de finales de siglo y la profunda crisis pública de su propia temporalidad característica «se deduce la existencia de una po­
identidad nacional que cristalizó con el caso Dreyfus. Los detractores lítica del tiempo»68. Conforme a esta línea de pensamiento, analiza los
de Dreyfus no formaban ni mucho menos un grupo cohesionado. Exis­ problemas taxonómicos que plantean algunos críticos alemanes como Ed­
tían divisiones relacionadas con el grupo étnico del que procedían las gar Jung, Moeller van den Bruck, Emst Jünger, Oswald Spengler, Cari
«raíces raciales» francesas (arios, celtas, romanos, francos), con las es­ Schmitt y el propio Martin Heidegger, cuyo denominador común es el
téticas que se consideraban saludables o decadentes (clasicismo, me- rechazo del socialismo y de la democracia. Osbome señala que todo el
dievalismo o modernismo)64, con el papel que se atribuía a la monar­ mundo parece estar de acuerdo en que las dos etiquetas que se suelen
quía, al catolicismo, al socialismo, al antisemitismo en el proceso de emplear para definir su pensamiento político, «revolución conservadora»
regeneración nacional, y con la actitud que había que adoptar ante el o «modernismo reaccionario», son expresiones contradictorias. Ambas
desarrollo urbanístico, la tecnología y la vida rural65. Un análisis del denotan una tensión sin resolver en el centro mismo de unas visiones del
«nacionalismo integral» que postulaba Charles Maurras, por ejemplo, mundo que celebran algunos aspectos de la modernidad como la tecnolo­
revela un ejercicio de recombinación lúdica más de los que se utiliza­ gía o el poder del Estado moderno y que al mismo tiempo adoptan un
ron durante la guerra para combatir la decadencia. El nacionalismo de nacionalismo antisocialista, antiliberal y racista que se supone que es in­
trínsecamente retrógrado y «antimodemo (o antimodemista)».
a M aurice Barres, Scenes et doctrines du nationalisme, París, F. Juven, 1902, pp, 85-86,
La cursiva es añadida. Se cita en Zeev Stemhell, M aurice Barres, cit., pp. 315-316. “ Paul Mazgaj, The Action Française and Revolutionary Syndicaiism, Chapell Hill
64 E sto se observa con claridad en M ark Antliff, Inventing Bergson. Cultural Politics (NC), University o f North Carolina Press, 1979 .
a nd tke Parisian Avant-Garde, Princeton (N I), Princeton University Press, 1993. 67 P. Osborne, The Politics ofTim e, cit., p. 142 .
“ Véase Zeev Sternhell, La droise révolutionnaire, París, Fayard, 2000. “ Ibid., p. 116,

250 251
Osborne afirma que este planteamiento es erróneo. Lo que habría de consenso entre los especialistas en relación con los rasgos definito-
que hacer es considerar que la respuesta de estos pensadores a la mo­ rios fundamentales del fascismo puede llegar a provocar un clamor de
dernidad es «una forma original, compleja pero en cualquier caso in­ disconformidad74. Sin embargo, al analizar los elementos centrales de
tegral de modernismo por derecho propio»69. La presunta «revolución las definiciones que algunos eminentes especialistas en estudios compa­
conservadora» es, por consiguiente, «modernista en el sentido plena­ rativos sobre el fascismo del ámbito angloparlante llevan elaborando
mente temporal en que afirma la temporalidad de lo nuevo»: «Puede desde principios de los años noventa, incluso los observadores más es­
que la imagen de futuro que se defiende derive de la mitología de un cépticos estarán de acuerdo en que se puede apreciar en ellos cierto pa­
origen perdido o de una esencia nacional que ha desaparecido, pero su trón de convergencia. Repasemos algunas de estas definiciones:
dinámica temporal es en rigor una dinámica de futuro». Tanto «lo con­
servador» como «lo reaccionario» le deben su dinámica revoluciona­ «La ideología fascista es una forma de pensamiento que predica la
ria al impacto de la «tormenta de progreso» de la Modernidad que necesidad de un renacimiento social a través de una Tercera Vía holís-
impide la restitución del pasado o la conservación de los valores eter­ tico-nacional radical», Roger Eatwell, 199573.
nos en su estado primigenio. Los revolucionarios conservadores «sa­
ben que lo que les gustaría “conservar” ya se ha perdido (si es que «El fascismo se puede definir como una forma de ultranacionalis-
existió alguna vez, cosa bastante dudosa) y, por tanto, debe crearse de mo revolucionario destinado al renacimiento nacional basado en una
nuevo. Reconocen que, en esas circunstancias, se les presenta la posi­ filosofía que es, ante todo, vitalista», Stanley Payne, 199576.
bilidad de hacer realidad este “pasado” p o r primera vez»7ü. Del mismo
modo, «el modernismo reaccionario no es una forma híbrida de mo­ El fascismo «es una exigencia atormentada, enfurecida y apasiona­
dernismo y reacción. Más bien se centra en la temporalidad modernis­ da de renovación nacional». Es «rotundamente nacionalista, redentor,
ta de la reacción p er se, una vez que la destrucción de las formas tra­ renovador y agresivo», A. James Gregor, 199977.
dicionales de autoridad social ha sobrepasado cierto límite»71. Por
tanto, la batalla entre el socialismo y el fascismo no es una lucha entre La esencia de las ideas y de los mitos fascistas es «la creencia en
«la revolución» y «la reacción», sino entre «la temporalidad revolu­ una revolución nacional y/o racial que expresa el renacimiento a partir
cionaria intrínseca a los proyectos socialistas cuya finalidad es derro­ de una condición existente de sometimiento, decadencia o “degenera­
car al capitalismo» y «la temporalidad contrarrevolucionaria de una ción”, un renacimiento destinado a la creación de un “nuevo hombre
variedad de modernismos reaccionarios»72. fascista”», Martin Blinkhorn, 2000™.

«El fascismo es un movimiento populista y autoritario que preten­


El f a s c is m o c o m o m o d e r n i s m o p o l í t i c o de conservar y restituir una serie de valores patriarcales premodemos
dentro de un nuevo orden basado en comunidades nacionales, raciales
La conclusión que extrae Osborne de este análisis, una conclusión o de creencias», Stephen Shenfield, 200179.
que aplica a la clasificación del fascismo, es sorprendentemente conci­
sa: «Desde el punto de vista de la estructura temporal de su proyecto, el «En un clima de amenaza y de crisis nacional, [los movimientos
fascismo es una forma especialmente radical de revolución conservado­ fascistas] buscan la regeneración de sus respectivas naciones a través
ra». En cuanto tal, «no es ni una reliquia ni un arcaísmo», sino una
«forma de modernismo político»-1. Osborne se contiene y decide no 14 Véase Werner Loti, Roger Griffin y Andreas Um land (eds.), Fascism Past and
ofrecer una definición del fascismo, una actitud prudente si se tiene en Present, E ast and West. A n International Debate a nd Concepts and Cases in the Compara­
cuenta que la mera insinuación de que se empieza a percibir cierto grado tive Study o f the Extreme Right, Stuttgart, Ibidem, 2006.
75 Roger Eatwell, Fascism, Londres, Chatto & Windus, 1995, p. 11.
76 Stanley Payne, A H istory o f Fascism, ¡914-45, Londres. University College London
w Osborne afirma espeeificamente que Heidegger es «un ejem plo de modernismo füo- Press, 1995, p. 14.
séfico», Ibid., p. 166. 77 James Gregor, Phoenix, New Brunsw ick (NJ), Transaction, 1999, pp. 162, 166.
70 Ibid., p. 164. 78 Martin Blinkhorn, Fascism and the Right in Europe 1918-1945, Londres, Longman,
71 Ihid. 2000, pp. 115-116.
72 Ibid., pp. 163-165. ” Stephen Shenfield, Russian Fascism. Traditions, Tendencies, M ovements, Armonk
73 Ibid., p. 166. La cursiva es anadida. (NY), M. E. Sharpe, 2001, p. 17.

252 253
de la destrucción violenta de todas aquellas formas y fuerzas políticas un totalitarismo destinado a crear «un nuevo orden humano y social»
que ellos consideran responsables de la desunión nacional y de la frag­ que «representara un intento extremadamente violento de devolverle
mentación, y pretenden además crear un nuevo orden nacional basado la unidad, la integridad y la totalidad al cuerpo social»83. Las similitu­
en la reforma moral y “espiritual” del pueblo, [y] llevar a cabo “una des con nuestra definición maximalista saltan a la vista.
revolución cultural”», Philip Morgan, 200380. Incluso en el caso de que la intención de los autores responsables
de estas definiciones fuera otra, todas ellas corroboran la tesis de Os­
El fascismo es «una forma de comportamiento político marcada borne que afirma que se puede considerar que el fascismo, a efectos
por la preocupación obsesiva por el declive, la humillación y el victi- heurísticos, es una forma de modernismo político que intenta fundar
mismo de la comunidad, y por los cultos compensatorios de unidad, una modernidad alternativa dentro de una nueva temporalidad. Según
energía y pureza, a través de los cuales un partido integrado por masas nuestra conceptualización primordialista del modernismo, esto signi­
de militantes comprometidos con el nacionalismo persigue con fica que el «nuevo orden» resultante es inseparable de la utopía tem­
una violencia redentora sus objetivos de limpieza interior y de poralizada del fascismo que consiste en convertir la nación renacida
expansión exterior», Robert Paxton, 200481. (en cuanto Estado-nación o etnia) en la base de un dosel sagrado con
el fin de trascender el periodo de profunda degeneración física y cul­
«El fascismo es la búsqueda de la trascendencia y de la limpieza de tural, y de fragmentación social, que, según los fascistas, había dejado
la nación-Estado a través del paramilitarismo», Michael Mann, 2004“2. la Primera Guerra Mundial. Por este motivo, debe estudiarse en cuan­
to movimiento revitalizador modernista equiparable al bolchevismo.
Cada una a su modo, todas estas definiciones, algunas de las cuales El fascismo se esforzaba por ofrecer una solución radical al estado li-
pertenecen a estudiosos en absoluto sospechosos de ser partidarios de minoide de la modernidad, y ofrecía para ello un «horizonte enmarca­
un «nuevo consenso» en lo que atañe a los estudios sobre el fascismo, do en el mito» del cual pudiera surgir una cultura fuerte capaz de ofre­
no sólo reconocen que existe una dinámica de futuro propia del fascis­ cer el nomos exhaustivo de la era de la tecnología y de las masas que
mo, afirmación que durante muchos años tuvo muy pocos partidarios, el liberalismo no había podido suministrar. Su meta era la reintegra­
sino que insinúan además que uno de los principales objetivos de este ción de la nación dentro de un nuevo mapa cognitivo que combinara
movimiento era vencer la decadencia y crear un nuevo nomos saluda­ elementos pasados y presentes en un mito compuesto que hiciera po­
ble, una nueva forma de trascendencia para la era moderna. La defini­ sible la aparición de una nueva communitas nacional, depurada de de­
ción que ofrece otro destacado especialista en la materia, Zeev Stem- cadencia, que llevara a cabo la transición a una nueva era histórica.
hell, se aparta de las anteriores en algunos aspectos, sobre todo en su Aunque, para Osborne, el culto fascista al pasado lo convierta en un
insistencia en el papel que desempeña el marxismo antimaterialista en movimiento «contrarrevolucionario», la contrarrevolución de la que
la síntesis fascista y en la negación de las credenciales fascistas del habla no deja de ser revolucionaria, en la medida en que no sólo reac­
nazismo. Con todo, en su exhaustiva explicación de la ideología fas­ ciona en contra del socialismo, sino del conservadurismo y de la mo­
cista, Stemhell pone de relieve que los fascistas estaban convencidos dernidad liberal en su búsqueda de una nueva temporalidad. El fascis­
de que inauguraban «un nuevo siglo», «una nueva civilización», «una mo se propone literalmente «hacer historia». La convicción fascista de
revolución de la moral», «una revolución del alma», «un nuevo tipo de que estaba terminando una forma fracasada de la modernidad se en­
sociedad» y «un nuevo tipo de hombre». Con su rebelión contra la de­ cuentra relacionada dialécticamente con la sensación creciente de nue­
cadencia, los fascistas pretendían regenerar una Europa cuya «moral» vo comienzo.
se encontraba «en declive», cuya «fe» estaba «degradada». Querían Todas estas consideraciones nos sitúan en una posición que nos per­
imponer «el culto al cuerpo, a la salud y a la vida en la naturaleza» y mite ofrecer una definición discursiva y genérica del fascismo. En esta
acabar así con «una civilización que no quería salir de casa». Para definición se mantienen los puntos principales de la que ofrecí en The
Sternhell, el fascismo era por tanto una ideología «de la vida», «vita- Nature o f Fascism**, pero se incorporan nuevo elementos extraídos de
lista» de una «comunidad orgánica», un movimiento que reivindicaba nuestro análisis de la naturaleza de la modernidad y del modernismo.

80 Philip Morgan, Fascism in Europe, 19I9-Ì945, Londres, Routledge, 2003, pp. 13-14. 8:1 Zeev Stem hell, «Fascist Ideology», en Walter Laqueur (ed.), Fascism. A R ea d er’s
81 Robert Paxton, The Anatom y o f Fascism, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2004, p. 218. Guide, Harm ondsworth, Penguin, 1976, pp. 325-406.
82 M ichael M ann, Fascists, Nueva York, Cambridge University Press, 2004, p. 13. 84 Roger Griffin, The Nature o f Fascism, Londres, Pinter, 1991, pp. 44-45.

254 255
FASCISMO es:a una especie de modernismo político que se originó sión a la lógica de la «destrucción creadora» (que, en casos extremos,
a principios del siglo xx cuya misión es combatir las presuntas fuerzas puede desembocar en la persecución genocida de unos presuntos ene­
degenerativas de la historia contemporánea (la decadencia) provocan­ migos raciales), en la convicción de que una época histórica está ago­
do una nueva modernidad y una nueva temporalidad (un «nuevo orden» nizando y de que comienza una nueva, en la virulencia de los ataques
y una «nueva era» ) basadas en el renacimiento o palingenesia de una contra el materialismo, el individualismo y la pérdida de valores ele­
nación. Los fascistas conciben la nación como un organismo modelado vados que presuntamente ha traído consigo la modernidad. Además,
por factores históricos, culturales y, en algunos casos, étnicos y heredi­ esta dinámica condiciona su form a de operar en cuanto movimiento
tarios, un constructo mítico incompatible con las teorías liberales, con­ revitalizador moderno, el sincretismo extremo de su ideología y los
servadores y comunistas de la sociedad8f>. Los fascistas piensan que la actos draconianos cuya misión es purificar, regenerar y sacralizar la
salud de este organismo se encuentra minada tanto por los principios comunidad nacional, y crear además un nuevo hombre fascista.
del pluralismo cultural e institucional, el individualismo y el consumis- Por consiguiente, los rasgos peculiares del fascismo se pueden re­
mo globalizado que alienta el liberalismo como por el régimen global sumir en la siguiente definición esquemática: «El fascism o es una fo r ­
de justicia social y de igualdad entre los humanos, que según el socia­ ma de modernismo programático cuya intención es hacerse con el
lismo teórico constituye el objetivo último de la historia, así como por poder político para llevar a la práctica una visión totalizadora del
la defensa de la «tradición» de los conservadores. renacimiento nacional o étnico. Su meta última es acabar con la de­
El proceso de regeneración nacional fascista exige una serie de cadencia que ha destruido la sensación de pertenencia a una comuni­
medidas radicales en el ámbito del arte, de la cultura, de la cohesión dad y que ha despojado a la modernidad de significado y de trascen­
social, de la economía, de la política y de la expansión exterior desti­ dencia, y dar comienzo a una nueva era de homogeneidad cultural y
nadas a crear o reafirmar la vitalidad de la nación. Los fascistas pen­ de salud».
saban que, en la situación de profunda crisis que atravesaba Europa
después de 1918, el vehículo natural para llevar a cabo esta regenera­ En la Segunda parte de este libro utilizaremos este tipo ideal de
ción, una vez. alcanzado el respaldo de un número considerable de fascismo para estudiar cómo la sensación de nuevo comienzo que
ciudadanos, era un movimiento nacionalista de masas articulado en cultivó esta ideología y esta política se pueden interpretar como la
torno a una serie de jefes paramilitares que en el periodo de transi­ m anifestación de su naturaleza en cuanto forma revolucionaria de
ción a la nueva nación utilizarían la propaganda y la violencia con el modernismo político. En lugar de ampliar nuestro enfoque y aden­
fin de crear una nueva comunidad nacional. El carisma de los líderes tram os en la historia de la gran fam ilia que forman los movimientos
fascistas dependía del éxito que alcanzaran representando su papel de fascistas del periodo de entreguerras y de posguerra, nos centrare­
propheta moderno que ofrece a sus seguidores un nuevo «mapa cogni- mos exclusivamente en el fascismo y el nazismo. En un ensayo sobre
tivo» (visión del mundo) que redimiera a la nación del caos y que la el problema de la objetividad en la historia, John Passmore arremete
condujera a una nueva era inspirada en un pasado mitificado que re­ contra aquellos estudios que se proponen acometer una empresa de
generaría el futuro. reconstrucción histórica de dimensiones inabarcables, y advierte que
Por tanto, el fascism o se puede interpretar en cierto sentido como «los libros de historia deberían ser más selectivos; cuanto más selec­
una form a intensamente politizada de rebelión modernista contra la tivo es un estudio, más se acerca a la objetividad»87. Karl Popper
decadencia. En el periodo de entregúenos, esta dinámica modernista recom ienda que, si queremos acercarnos más a la objetividad, debe­
se manifiesta en la importancia que se concede a la cultura en cuanto mos «introducir conscientem ente un punto de vista selectivo precon­
lugar de regeneración social total, en el énfasis que se pone en la cebido en [nuestra] historia; es decir, debemos escribir la historia
creatividad como fuente de visión y de valores elevados, en la adhe­ que nos interesa»88.
Por tanto, alentados por esta búsqueda de la objetividad, hemos
85 La definición está escrita en presente porque, por m ucho que se haya marchitado seleccionado el fascismo italiano y el nazismo como estudios de caso
desde 1945, sigue siendo una form a de política activa, sobre todo si se consideran algunos
de sus derivados que surgieron después de la guerra, como la Nueva Derecha. 87 John Passm ore. The Philosophy o f History, Oxford, Oxford University Press, 1974,
w' Para una visión discrepante véase A. Jam es Gregor, The Face ofJanuw M arxism and p. 152.
Fascism in íhe Twentieih Century7New Haven (CT), Yale University Press, 2000, un libro en 88 Karl Popper, The Poverty o f Historicism [1957], Londres, Routledge & Kegan Paul,
ei que se pone de manifiesto el parentesco que existe entre el fascismo y el comunismo. !974, p. 150. Si se quiere profundizar en este tem a véase el apéndice m etodológico del
Además, Gregor le niega al nazismo el estatus de fascismo. presente libro.

256 257
dentro del amplísimo tema genérico del fascismo, y los hemos anali­ LO S REGÍMENES FASCISTAS COMO «ESTADOS JARDINEROS»
zado desde el único «punto de vista selectivo preconcebido» que me
interesa, a saber, su relación con el modernismo89. Al concentramos El primero de estos aspectos está relacionado con la investigación
exclusivamente en los dos únicos regímenes fascistas (según nuestros que llevó a cabo Zygmunt Bauman sobre el miedo a la indeterminación
criterios) nuestro objeto de análisis resulta más manejable y nos per­ que genera la modernidad en Modernidad y ambivalencia. Ya hemos
mite investigar el modernismo del fascismo al mismo tiempo en cuan­ indicado que este miedo es una sensación afín al «miedo a la anomia»
to ideología, en cuanto movimiento y en cuanto sistema estatal real, lo que constituye la fuerza impulsora que se esconde detrás del modernis­
que resulta todavía más importante. El hecho de que estos dos regíme­ mo entendido como forma compleja, creadora de cultura, de «manipu­
nes fueran tan diferentes casi en todos los ámbitos de la política ofi­ lación del terror». En uno de los capítulos más importantes del libro,
cial, tanto en el arte, en la arquitectura, en la religión o en la concep­ Bauman se dedica a rastrear el modo en que los regímenes políticos
ción de la raza, le concede a nuestro planteamiento un valor heurístico modernos han recurrido a este mecanismo con el fin de cumplir su mi­
capaz de resistir el examen más riguroso. sión de entablar «una guerra contra la ambivalencia, que se identifica a
Al margen de las ventajas que ofrece el enfoque de estudios de caso, través del caos y de la falta de control y que, por tanto, resulta aterrado­
un análisis de un tem a tan vasto como el de la relación que existe ra y debe ser exterminada»91. El motivo recurrrente que utiliza para
entre el fascismo y el modernismo está condenado a quedar incom­ abordar esta cuestión es el del «Estado jardinero». Una de las primeras
pleto. Por fortuna, existe una gran cantidad de excelentes fuentes se­ instancias del uso moderno de esta metáfora la ofrece Federico el Gran­
cundarias a las que se puede recurrir para completar las grandes la­ de, según el cual una de las tareas del Estado era «plantar» y «cultivar»
gunas que dejarán las historias de ambos regímenes que narraremos las variedades más saludables de seres humanos.
de modo fragmentario en la Segunda parte de este libro. Además, es El hecho de que un déspota ilustrado del siglo xvm utilizara este
una suerte mayor si cabe que Mark Antliff haya escrito hace poco un discurso orgánico y eugenésico pone de relieve que la Ilustración no
importante estudio sobre la relación fascismo-modernismo en Fran­ sólo contribuyó a intensificar la temporalización de la historia caracte­
cia, una investigación que confirma de modo independiente el valor rística de la modernidad, sino que además anunció el modernismo que
heurístico de nuestra tesis general y que complementa por tanto nues­ aparecería en la segunda mitad del siglo xrx ai generar en la imagina­
tros hallazgos en este campo90. Es de esperar que a su debido tiempo ción histórica esquemas compensatorios de la erosión de la trascen­
aparezcan otras monografías en lengua inglesa que analicen otras dencia religiosa y de su impacto desintegrador en la cultura humana.
manifestaciones del fascismo y la compleja relación que existe entre En pleno apogeo de esta orgía de destrucción creativa, durante la Re­
las distintas corrientes -política, social y artística- que interactúan volución francesa ya se estaban tramando planes de purificación de la
en cada uno de los casos, una cuestión que analizaremos en el último sociedad, como se desprende del discurso que el célebre gramático
capítulo. François-Urbain Domergue pronunció ante el Comité de Instrucción
Antes de que acometamos nuestro estudio, en gran medida parcial, Pública con la intención de que purificaran de doctrinas falsas los li­
del fascismo y del nazismo en la Segunda parte, puede que un análisis bros de la nación, el antecedente directo del discurso biopolítico, par­
de dos aspectos del fascismo genérico que se ponen de relieve al apli­ tidario de la higiene social del siglo xx:
car nuestro tipo ideal de modernismo a las dos únicas instancias de
este movimiento en las cuales un contramovimiento y un antipartido Amputemos los miembros gangrenados del cuerpo bibliográfico.
se acabaron convirtiendo en Estado y en régimen de gobierno, prepare Curemos a nuestras bibliotecas de la hinchazón que presagia la muer­
el terreno para nuestro razonamiento posterior. te; dejemos sólo la robustez sana, único síntoma de salud''2.

Sin embargo, el sueño ilustrado de fundar una nueva religión cívica


s‘* De acuerdo con lo que opinan la m ayoría de los historiadores modernos, pienso que
y de crear una nueva variedad de hombres «purificados de dudas»93 era
el nazismo es una form a de fascismo. La justificación de esta afirmación aparece en The
Nature ofFascism , cit„ pp. 106-110. En los capítulos 9, 10 y 11 del presente libro se confir­
ma exhaustivam ente el valor heurístico de clasificar este movimiento dentro de esta catego­ ,' 1 Zygmunt Bauman, M odernity and Ambivalence, Cambridge, Polity, 1991, p. 15.
ría genérica a la hora de definirlo en los términos que lo he definido, a pesar de su singulari­ 52 Pierre Riberette, Les bibliothèques françaises pendant la révolution 1789-1795; re­
dad (un rasgo que com parten todos los fascismos, por supuesto). cherches sur un essai de catalogue collectif, Pans, Bibliothèque Nationale, 1970, p. 46.
* Mark Antliff, Avant-Garde Fascism. The M obilization o f Myth, A rt and Culture in J1 Z. Bauman, M odernity and Ambivalence, cit., p. 27, en nota. Resulta significativo
France, 1909-1939, Durham (NC). Duke University Press, 2007. que Roberts utilice este concepto de Bauman en The Totalitarian Experiment.

258 259
el producto de una guerra contra la irracionalidad del absolutismo, no Estados totalitarios no deben por tanto interpretarse en cuanto produc­
una rebelión contra el declive de una nación concebida como un orga­ tos de la irracionalidad, la regresión y la barbarie, pues en realidad
nismo, como sucedería un siglo después en la edad de la «decadencia». representan la lógica definitiva de la hiper modernidad; una moderni­
No obstante, en este discurso ya se podía encontrar la temporalizad ón dad intensificada, sobrecargada. Su meta no consistía únicamente en
de la utopía que desempeña un papel tan importante en la tendencia fundar el nuevo orden político y metafísico señalado por Bauman, sino,
modernista al considerar que la sociedad es, en palabras de Bauman, un como sostiene Osbome, una nueva temporalidad redentora, más allá
objeto que se puede «diseñar, manipular, organizar»94 legítimamente. de la anomia, la degeneración y las condiciones liminoides de un mun­
Hubo que esperar al siglo xix, el siglo que inauguró la «amistad do modernizado y carente de sentido. Sobre el telón de fondo del apa­
peligrosa» de la ciencia, el modernismo social y político, y el pesimis­ rente declive de Occidente, este proyecto convirtió a muchos políticos,
mo dionisiaco, para que se pusieran los cimientos cientificistas no sólo científicos, profesores, intelectuales, críticos culturales y visionarios
para la construcción en gran medida planeada, controlada y organiza­ sociales, junto con millones de ciudadanos que anhelaban un nuevo
da de la sociedad fascista, sino además para que surgiera la visión nazi comienzo, en cómplices y ejecutores de los modernismos políticos,
de una comunidad nacional depurada de todo síntoma de desviación tanto de izquierdas como de derechas.
y de degeneración, tanto desde el punto de vista cultural como euge- La jardinería totalitaria no fue únicamente una actividad eugenési-
nésico. Bauman hace hincapié en que la fantasía de la «jardinería» ca. Para llevar a cabo esa revolución antropológica hubo que remode-
política no fue exclusiva de la Alemania nazi y de la Rusia soviética, ' lar y coordinar cada aspecto de la actividad social, desde el arte a la
sino que también se nutrió de algunos elementos pertenecientes a las guerra, desde el trabajo a Jas relaciones personales, aunque en la prác­
elites científicas, académicas, políticas y culturales de las democracias tica los resultados dependieran de hasta dónde estuviera el Estado dis­
«liberales» de principios de siglo, sobre todo de Gran Bretaña y de los puesto a llegar en la consecución de sus fines. En este sentido, la Italia
Estados Unidos. Se trata de una fantasía que aflora de vez en cuando fascista fue un régimen mucho más contenido que la Rusia de Stalin o
incluso en las meditaciones utópicas de H. G. Wells y de T. S. Eliot. la Alemania de Hitler. La utopía que pretendían hacer realidad era tan
Con todo, la crisis objetiva y subjetiva del liberalismo contribuyó a radical y la destrucción masiva necesaria tan desproporcionada que da
que, después de la tormenta de la Primera Guerra Mundial, el crecien­ la sensación de que tanto los dictadores como sus seguidores sufrieron
te poder del Estado modernizado se aliara con la imagen modernista un proceso de «depuración» de la conciencia «normal» basada en va­
de la sociedad entendida como organismo enfermo, en declive, que lores que ellos relacionaban con la decadencia, un proceso que les si­
había que revitalizar por medio de medidas «de mejoramiento» socia­ tuó en una órbita moral que se encontraba, fieles al legado nietzschea-
les y políticas. Esta situación tendría unas consecuencias catastróficas no, «más allá del bien y del mal».
desde el punto de vista humano. El resultado fina! fue que se produje­ De acuerdo con esta lógica, para sus partidarios más fanáticos el
ron «los casos más radicales y mejor documentados de “ingeniería nazismo se convirtió en un sistema ético mucho más sublime que la
social” de la historia moderna», a saber, los que «presidieron Hitler y religión o el humanismo profano. Consciente de esta nueva actitud, el
Stalin», ambos «descendientes legítimos del espíritu moderno»95. escritor modernista Jorge Luis Borges puso en boca de un centinela de
De acuerdo con nuestra tesis, ambos regímenes también descen­ un campo de concentración que estaba a punto de ser ejecutado estas
dían del espíritu modernista que surgió del cataclismo de la Primera escalofriantes palabras: «El nazismo, intrínsecamente, es un hecho
Guerra Mundial. Liberados de las restricciones institucionales y mora­ moral, un despojarse del viejo hombre, que está viciado, para vestir el
les del liberalismo, la democracia, el cristianismo y el humanismo, nuevo»96. En la obra del propio Hitler, un «jardinero» mucho más
estos dos dictadores intentaron utilizar la concentración sin preceden­ competente incluso que Stalin, Mao Zedong, Pol Pot o cualquier otro
tes del poder del Estado para representan los anhelos primordiales de dictador totalitario del siglo xx, al menos en lo que concierne estricta­
un mundo con raíces, ordenado, con un horizonte una vez más enmar­ mente a la magnitud de la matanza ritual que desencadenó, vislumbra-
cado en el mito, con una población depurada de la encarnación social,
cultural y humana del caos, la ambivalencia y la degeneración. Los ® Jorge Luis Borges, «Deutsches Requiem », en Labyrinths, Nueva York, New Direc-
campos de concentración, los campos de la muerte, los gulags de los tions, 1964, p, 144, se cita eti Claudia Koonz, The Nazi Consciente, Cam bridge (MA), The
Belknap Press, 2003, p. 16, una de las pocas obras que estudian en profundidad las im plica­
ciones éticas del nomos alternativo que proponía el nazism o, p. e. la existencia de una m o­
Ibid., p. 7. ralidad alternativa en cuanto función del nuevo nomos ¡W eltam chauungj |ed. cast.: La
Ibid., p. 29. conciencia nazi, Barcelona, Pítidos, 2005],

260 261
mos otro destello de esta moralidad y esta conciencia «superiores». En sociedad. El ritual «es igual de importante para los que dominan y
Mein Kam pf afirmaba: para los que se resisten a la dominación»11“, pero además, según afirma
Kertzer, «lo único a lo que puede aspirar una elite es a reforzar una
Sólo cuando una época deja de obsesionarse por la sombra de su construcción simbólica dominante del funcionamiento ideal de la so­
propio sentimiento de culpa se alcanza la paz interior y la fuerza exte­ ciedad» ya que «jamás podrán eliminar por completo los vestigios de
rior para podar de forma implacable y despiadada los brotes salvajes y los sistemas simbólicos alternativos»119. Por tanto, la hegemonía cultu­
arrancar de raíz las malas hierbas97. ral absoluta es imposible, y lo mismo sucede con la «territorialización
semiótica»100 -d e forma que cualquier régimen que trate de imponer­
las despiadadamente está abocado a degenerar en un Estado de terror-,
El m o d e r n i s m o p o l ít i c o y l a m ir a d a d e G orgona y, además, en aquellos que se rebelan en su interior contra el yugo de
lo nuevo, contra un nomos impuesto de modo artificial se activa el
Acabamos de ver que la teoría primordialista del modernismo ayuda «principio de esperanza», y se crean instintivamente nuevas cosmolo­
a desentrañar el fundamento que subyace a los «Estados jardineros» y gías y rituales que se resisten a la Gleichschaltung. En este sentido, la
los crímenes concomitantes que el fascismo comete inevitablemente de liberación de la tiranía es una conducta que se encuentra inscrita antro­
acuerdo con su propia lógica allí donde llega al poder. Además, esta pológicamente en nuestra humanidad. Es la herencia de una concien­
teoría aporta un nuevo punto de vista que contribuye a entender por qué cia reflexiva que deja abierta la posibilidad de que la facultad mitopoética
cualquier Estado fascista que pretenda cumplir sus objetivos finales está de cada individuo venza a las psicopatologías de los líderes totalitarios,
condenado al fracaso. Si bien la tarea de presentar razonamientos basa­ inflijan los tormentos que inflijan a los cuerpos de los que no se some­
dos en la experiencia que muestren cómo el fascismo y el nazismo fra­ ten, Los dictadores totalitarios, al igual que las clases dominantes para
casaron en la consecución de sus metas es el cometido de los historiado­ Marx, engendran a sus propios sepultureros.
res ideográficos, la interpretación «modernista» del fascismo puede Frank Kermode le dedica un importante apartado a este asunto en
arrojar algo de luz sobre el por qué estos proyectos eran intrínsecamen­ El sentido de un final, e introduce la distinción entre las «ficciones»
te irrealizables a priori. En primer lugar, cualquier empresa que se pro­ de la mitopoética modernista en el ámbito del arte y los «mitos» que
ponga llevar a la práctica utopías temporalizadas a gran escala cae ine­ persiguen los líderes de los regímenes totalitarios. Kermode afirma
vitablemente en la contradicción de confundir el tiempo histórico con el que «las ficciones escatológicas modernistas son inocentes en la m e­
tiempo mítico. El fascismo, en concreto, pretendía o pretende aplicar a dida en que no son más que formas de reordenar el pasado y el pre­
sociedades intrínsecamente evolutivas y plurales un grado de homoge­ sente del arte, y prescribir recetas para el futuro», y cita com o ejem ­
neidad cultural y de unidad de propósitos que son en esencia fantasías plo los versos de Entre colegiales, de W. B. Yeats: «Para Platón la
poéticas. Todo intento de inaugurar una nueva era implica la proyección naturaleza era una espuma que juguetea / Sobre la idea fantasmal de
de narrativas redentoras -soteriológicas- religiosas y metáforas trans­ las cosas», y prosigue:
formadoras místicas sobre una sociedad real. Las sociedades modernas
se resisten tozudamente a los experimentos modernistas que intentan Quitarle la espuma natural a la idea y dejarla limpia en poesía o en
imponerles visiones de un nuevo orden concebido originalmente a partir una teoría de la poesía es una cosa, pero otra muy distinta es, cuando
del miedo a la anomia, en la medida en que no representan una huida se pueden suprimir los estorbos, que un policía o un funcionario que
hacia la realidad objetiva de la existencia humana, sino una huida que la sienten devoción por una solución final acaben para siempre con la
aleja de dicha realidad. espum a101.
La antropología confirma la futilidad de los esfuerzos que los regí­
menes modernos realizan con el fin de provocar una «revolución an­ * David Gellner, «Religión, Politics and Ritual. Remarks on G eertz and Bloeh», Social
Anthropology 7/2 (1999), pp. 135-153.
tropológica». David Kellner, por ejemplo, alaba a David Kertzer, cuya
David Kertzer, Ritual, Power and Politics, New Haven (CT), Yale University Press,
explicación del fundamento primordial de los rituales políticos moder­ 1988, pp. 176-177.
nos ya hemos visto en el capítulo 4, por admitir las limitaciones a las Este concepto se analiza en G ilíes Deleuze y Félix Guattari, /t Thouxand Plateaus.
que se enfrentan las elites que intentan manipular la simbología de una Capitalism and Sckizophrenia, M ineápolis, Univeristy of M inneapolis Press, 1989 [ed.
cast.: M il mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-textos, 1994],
1,11 Frank Kermode, The Sense o f an Ending. Studies in the Theory o f Fiction [1967],
'n A dolf Hitler, M ein Kampf, Ralph M annheim (trad.), Londres. Pimlico, 1992, p. 28. Nueva York, Oxford University Press, 2000, p. 111.

262 263
Algunos arquitectos como Le Corbusier o Walter Gropius demuestran sionado con un pasado mítico; por qué algunos de los arquitectos más
que el modernismo programático atraviesa constantemente la frontera creativos querían construir edificios nuevos para los regímenes totali­
invisible que Kermode dibuja entre mito y ficción, y que las afiliaciones tarios; por qué se destruía tanto en nombre de un nuevo o rden- se vean
políticas de Richard Wagner, Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, ahora como una serie de paradojas solubles. En la Segunda parte ana­
Ernst Jünger, Drieu La Rochelle, Ezra Pound y otros «modernistas reac­ lizaremos en mayor detalle la compleja relación práctica que se esta­
cionarios» ponen en peligro con frecuencia la «inocencia» del moder­ bleció entre el modernismo y el fascismo cuando Mussolini y Hitler se
nismo cultural en cuanto rebelión contra «la historia real». propusieron utilizar su poder para llevar a cabo sus visiones opuestas
No obstante, en esencia Kermode tiene razón: cuando un Estado de un nuevo orden y de una nueva era.
intenta llevar a la práctica la ficción modernista de la regeneración total En su videopoema The Gaze o f the Gorgon / La mirada de Gorgo-
«del mundo» imponiendo un nuevo nomos, fijando un nuevo horizon­ na], Tony Harrison nos ha legado una serie de intensas imágenes visua­
te, creando un nuevo hombre y un nuevo mundo y depurando la socie­ les y verbales que nos ayudan a comprender las consecuencias hum a­
dad de sus elementos decadentes, a la larga sólo consigue crear desas­ nas de la misión de «podar los brotes salvajes» y «arrancar las malas
tres humanos y destruir desde dentro la sociedad que pretende salvar. hierbas» en un mundo que se consideraba degenerado, misión a la que
Según nuestro esquema, las SS de Himmler eran los secuaces de una se dedicaron los modernismos políticos, y que nos permite contemplar
forma de modernismo político potencialmente letal, el fascismo, en la el horror que se impone cuando la crisálida de un movimiento revita-
variante más virulenta que se puede imaginar, el nazismo. Una vez lizador se transforma en un «Estado jardinero» resuelto a eliminar la
alcanzado el poder, el nazismo se especializó en reificar metáforas, en decadencia. Por muy idealista que fuera, el fanatismo que necesitaba
proyectar tropos de degeneración y purificación en la carne de seres ejecutar proyectos de purificación y de renovación total sólo logró au­
humanos vivos y en transformar las ficciones en mitos que se actuali­ mentar el caos y el sufrimiento humano, e hizo caer tanto a las vícti­
zaban a través de la ejecución despiadada de políticas estatales. mas como a los verdugos en la trampa de «la mirada de Gorgona»:
El componente «antropológico» de nuestra teoría refuerza todavía
más la tesis de Kermode al indicar que el aspecto «escatológico» del Los devotos de Gorgona desenrollan
totalitarismo procede subliminalmente del anhelo de resolver el carác­ Los gulags de alambre de espino alrededor del alma
ter liminoide de la historia moderna a principios del siglo xx fundando Los secuaces de Gorgona intentan enderezar
la fase final de un rito de paso triádico. No obstante, en las sociedades La historia
premodernas esta fase es la de reagregación dentro de un nuevo orden Con gorgonismos que ponen
sostenible que pone fin a la profunda inestabilidad de la segunda fase, Freno a todo aquello que fluye,
la fase liminar. Incluso el bolchevismo miraba al futuro, al menos des­ Con el Führer fijo y el crucifijo
de el punto de vista teórico, y esperaba que llegara un momento en el Con políticas que congelan la libertad. ‘
que las generaciones futuras pudieran disfrutar de ese «punto final» en Cada líder, desde su monstruoso plinto
el cual la fase constructiva del socialismo daría lugar por fin al com u­ Nos saluda y nos devuelve al laberinto
nismo. Para el fascismo, sin embargo, al crear un culto a la expansión A través de caminos serpenteantes
permanente, al cambio dinámico y a la destrucción creadora bajo el Derechos a la mirada de Gorgona11’2.
liderazgo de un propheta inspirado, «reimagina» en realidad que la
tercera fase del ritual triádico es una segunda fase perenne, una limi-
naridad perpetuada. Impulsados por el terror a la anomia y a la muerte
personal que se niega incluso a reconocer la muerte de su propio líder,
el fascismo y el nazismo no tienen planes de futuro, no conciben un
Estado posrevolucionario en el que los dolores del parto de la nueva
nación cesen, la cruzada contra la decadencia termine y el líder ceda
su autoridad a un sustituto que no sea carismático.
Espero que a estas alturas, las aporías de la relación que existe
entre fascismo y modernismo que m encionábamos en el capítulo I 1112 Tony Harrison, The Gaze o f the Gorgon, Highgreen Tarset, Gran Bretaña, Bloodaxe
Books, 1992, p. 72.
-cóm o es posible que un proyecto político revolucionario esté obse­

264 265
SEGUNDA PARTE

EL ESTADO MODERNISTA DEL FASCISMO


VII

EL NACIMIENTO DEL FASCISMO


A PARTIR DEL MODERNISMO

¡Nos encontramos sobre el promontorio m ás elevado de los siglos!... ¿ Por qué deberíamos
cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las m isteriosas puertas de lo imposible ?
El Tiempo y el Espacio murieron ayer.
Filippo M arinetd. M anifiesto futurista, 1909'.

¡m historia tal como se hace, no com o se imagina a través de abstracciones -la tínica
historia que existe en realidad- no se encuentra en ei tiem po sino en el pensamiento, y es
del pensam iento; es eterna.
Giovanni Gentile, «Time Ln History», 19362.

M u er te en F l o r e n c ia

El 15 de abril de 1944, Giovanni Gentile, consagrado como una de


las mayores eminencias filosóficas de Europa al final de la Primera
Guerra Mundial, fue brutalmente asesinado cuando salía en su coche
de la villa Montalto al Salviatino, donde había pasado la velada en
compañía del bibliófilo Tammaro de Mariniis. Los autores del atenta­
do fueron los partisanos comunistas de los GAP (Gruppi di Azione
Patriottica), posiblemente confabulados con los Fascistas Republica­
nos que querían castigarle por proteger a algunos antifascistas3. Lo
que es seguro es que acababa de'regresar de la prefectura de Florencia,
donde había estado negociando la liberación de algunos catedráticos
acusados de actividades antifascistas por las autoridades de la Repú-

1 Filippo Marinetti, «The Founding M anifesto of Futurism », Umbro Apollonio, Futu­


rist M anifestos, Londres, T ham es & Ftudson, 1973. pp. 21-22.
2 Giovanni Gentile, «The Transcending o f Time in History», én Philosophy and H is­
tory. Essays presented to Ernst Cassirer, Oxford, Clarendon Press, 1936, p. 104.
' Véase el articulo de Bruno Gravagnuolo, «Chi voleva morto Giovanni Gentile'?»,
L ’Unità, 24 de febrero de 2000.

269
\

blica Social Italiana, el Estado títere que crearon los nazis después de su colega «neoidealista» Benedetto Croce. Croce también pensaba
que el reino de Italia se rindiera a los aliados en septiembre de 1943. Fue que el problema de la modernidad era un problema religioso. Era ne­
el precio final que Gentile tuvo que pagar, no por su lealtad a Musso- cesaria «una orientación que afectara a la vida y a la realidad»5. Sin
lini, sino más bien por haberse encomendado a sí mismo la misión de embargo, Croce dedicó sus extraordinarias energías intelectuales y fi­
moldear el régimen fascista para que se convirtiera en un nuevo Estado losóficas, y su habilidad como polemista, comparables a las de Genti­
capaz de solventar los estragos provocados por el liberalismo «deca­ le, a renovar el humanismo liberal y a la reforma de la política liberal
dente», una meta que se había fijado mucho antes de afiliarse al Parti­ en lugar de «trascenderlas» dialécticamente a través de un nuevo sis­
do Nacional Fascista (PNF) en junio de 1923. tema ético y un nuevo Estado.
El fuerte compromiso de Gentile con el Fascismo4, que le llevó a El momento decisivo en la relación de ambos filósofos fue el esta­
desempeñar el cargo de ministro de Educación de la administración de llido de la Primera Guerra Mundial. Mientras que Croce se opuso a la
Mussolini, era la consecuencia lógica del sistema filosófico que formu­ campaña intervencionista destinada a convencer al gobierno para que
ló en 1916 en su Teoría generale dello spirito come atto puro [ Teoría se alineara con las potencias de la Entente, Gentile la apoyó de forma
general del espíritu como acto puro]. En esta obra, Gentile utilizaba el instintiva. Basándose en su visión extremadamente filosófica del des­
registro técnico e inflexible de la filosofía neoidealista, y presentaba pertar nacional6, Gentile pensaba que la participación de Italia en la
un nuevo sistema ético llamado «actualismo», según el cual los «actos guerra era una fase necesaria para que se completara el Risorgimento,
puros», es decir, las acciones impregnadas de conciencia ética de uno una postura que formuló con todo detalle en el libro P olka y filosofía,
mismo, resolvían la tensión que existía entre lo subjetivo y lo objetivo, escrito poco después del armisticio7. En esta obra, el filósofo sintetiza­
entre la mente y el cuerpo, entre la realidad interior y la exterior. Estos ba el espíritu crítico de la vanguardia cultural, el intervencionismo y el
actos puros permitían «superar» el statu quo y adentrarse en una reali­ actualismo presentando una interpretación de la historia contemporá­
dad histórica idealmente configurada. Aunque sus principales influen­ nea en cuanto conjunción de condiciones en la cual el sueño de Giu-
cias eran Kant, Fichte y Hegel, filósofos que subrayaban la primacía seppe Mazzini de una «religión nacional» populista que uniera a todos
de la mente sobre las fuerzas materiales de la existencia, Gentile tam­ los italianos -u n sueño traicionado por la tradición liberal de Cavour-
bién había sacado provecho de la obra de Marx y de la decadencia con­ podría por fin hacerse realidad en la forma de un «Estado ético» basa­
temporánea que diagnosticaban Henri Bergson, Friedrich Nietzsche y do en la trascendencia de la atomización y del egoísmo de la sociedad
Georges Sorel, autores que había conocido a través de La Voce. Esta moderna. En 1921, cuando el Fascismo dio un giro decisivo hacia la
revista florentina se había embarcado en una ruidosa campaña en favor derecha al abandonar tanto las negociaciones para un «pacto de paci­
del despertar total de la nación a través de la cultura concebida como ficación» con los socialistas, como el anticlerical]smo y el republica­
una mezcla indisociable de visiones de renovación estética, cultural, nismo, Gentile se convenció de que el Fascismo era el vehículo histó­
social y política. rico necesario para la aplicación de su visión de un nuevo orden ético.
En resumidas cuentas, si se utiliza la vara de medir modernismos Este convencimiento se reforzó en octubre de 1922, cuando Mussolini
de Peter Osbome, Gentile se merece el título de «modernista filosófi­ fue nombrado jefe de gobierno después del golpe que asestó a la Italia
co» tanto como Martin Heidegger. El pensamiento de ambos filósofos liberal al frente de los camisas negras, la célebre Marcha sobre Roma.
estaba preñado de lo que Osborne llama «la temporalidad de lo nue­ La conversión al Fascismo, en gran medida pública, de uno de los
vo», en un esfuerzo intelectual por trascender una situación histórica dos filósofos italianos más famosos fue recompensada con una serie
liminoide. Llevado por esta búsqueda de una filosofía trascendental, de cargos clave dentro de la política cultural fascista que le hicieron
Gentile realizó una lectura palingenésica de la historia contemporánea ganarse la engañosa reputación de «filósofo del Fascismo». Como mi­
varios años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. Según nistro de Educación, miembro del Gran Consejo Fascista y director de
Gentile, el sistema liberal se encontraba en una fase de decadencia
moral que debía superarse estableciendo un nuevo orden político y ’ Se cìta e n Emilio Gentile, «The Conquest o f Modernity. From M odernist Nationalism
moral. En 1910 ya se movía en una placa tectónica diferente de la de to Fascism», en Emilio Gentile, The Struggle f o r Modenity. Nationalism, Futurism, a nd Fas­
cism, W estport (CT), Praeger, 2003, pi 53,
'■ Walter Adam son, Avant-Garde Florence: From M o d e r n is m i Fascism, Cambridge
(MA). Harvard University Press, 1993.
4 Se utilizará aquí «Fascism o» con m ayúscula para nom brar al fascismo italiano, y con
7 Giovanni Gentile publicó el ensayo «Politica y filosofia» en Dopo ia villoria. Nuovi
m inúscula para el fascism o genérico y para aquellos casos en que el término no se refiere a
ninguna de las dos acepciones. fram m enti politici, Roma, E diiioni La Voce, 1920.

270 271
numerosas iniciativas e instituciones culturales -e n particular de la que el acento que pone el actualismo en la posibilidad de «hacerse a
Enciclopedia Italiana y del Instituto Nacional Fascista de C ultura- uno mismo» y de «hacer historia» es «la quintaesencia de la utopía
Gentile hizo campaña a favor de que Italia se convirtiera en un Estado modernista», una utopía que se encuentra en el mismo «horizonte in­
genuinamente «totalitario» en el cual el Fascismo funcionara como telectual» que el futurismo, la mayor expresión italiana de la estética
religión profana. Al formar espiritualmente a una generación de «hom­ modernista8. Basándose en un razonamiento compatible con el con­
bres nuevos», la «religión política» que defendía serviría de base al cepto de tiempo modernista en cuanto «historia temporalizada» que
renacimiento cultural de Italia. Las vidas de estos hombres nuevos encontramos en la obra de Reinhard Koselleck, Peter Osborne y Peter
encarnaban los principios éticos trascendentales del Estado y permi­ Schleifer, Fogu cita el libro El bosque sagrado (1922), de T. S. Eliot.
tían así a la nueva Italia cumplir con su misión civilizadora en benefi­ En este ensayo, el poeta insinúa que la «sensibilidad modernista» se
cio del género humano. caracteriza por una «sensación histórica» particular, a saber, «percibir
no sólo lo pasado del pasado, sino su presencia»9. Siguiendo esta línea
de pensamiento, Fogu afirma que, en la época en que publicó Política
El m o d e r n is m o d e l « acto pu r o » e filosofía, es decir, en 1920, Gentile ya había «terminado de formular
su filosofía modernista de la experiencia histórica»10. Esta doctrina re­
En The Historie Imaginary, Claudio Fogu le concede una importan­ solvía -a l menos sobre el papel- la profunda sensación de crisis histó­
cia considerable al actualismo de Gentile en cuanto racionalización filo­ rica resultante de la Revolución bolchevique y de la calamitosa derro­
sófica de lo que él identifica como uno de los rasgos más destacados del ta del ejército italiano en Caporetto, interpretando, de acuerdo con la
Fascismo, a saber, la concepción de la historia como realidad dinámica, teoría actualista, que la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias
viviente, de futuro, que debe «hacerse» proactivamente a través de un positivas para Italia eran «un nuevo comienzo» para Italia, el Aufbruch
esfuerzo, de una visión, y de una voluntad de poder, una realidad que no de una nueva era.
hay que limitarse a reconstruir post hoc en la biblioteca de la universi­ Los intentos de Giovanni Gentile de fundar una religión profana que
dad. La naturaleza de esta realidad no es únicamente historiográfica, sirviera de base a la nueva modernidad italiana transformando el propio
sino histórica. De esta concepción se deriva un planteamiento activista, Estado nación en la fuente de un nomos ético’1y metapolítico, es uno de
intervencionista y vitalista de la realidad contemporánea considerada los mejores ejemplos de la «temporalización de la utopía» que estudia­
como la materia de la que está hecha la «gran» historia. El pasado deja mos en el capítulo 2. La evolución filosófica de Gentile, que se refleja en
de ser una entidad «interrumpida y seca» y se convierte en una reserva el flujo constante de textos publicados, documenta detalladamente cómo
de mitos regeneradores. Se trata de un topos que aparece de forma reite­ la mente y la personalidad de un hombre que vive en un periodo de agi­
rada en el pensamiento de finales del siglo xix, que se manifiesta en sus tación histórica, en unas condiciones profundamente liminoides, puede
distintas combinaciones en contextos políticos tan alejados entre sí utilizar el pensamiento abstracto para «manipular» el miedo a Crono.
como el pensamiento de Friedrich Nietzsche, el de Georges Sorel, el de En un periodo de profunda crisis histórica, utilizó una especialidad aca­
Martin Heidegger o el de Walter Benjamín. Dentro del «imaginario his­ démica, la filosofía, para alcanzar la trascendencia espiritual, y dedicó
tórico», el valor que tenía para Giovanni Gentile y, más tarde, para los toda su vida a trasladar los topoi primordiales de la mitopoética al regis­
fascistas la visión de Mazzini de una Italia unida en cuanto entidad sa- tro lingüístico de la filosofía moderna.
cral no era el papel objetivo que desempeñaría en el Risorgimento, sino Por consiguiente, se puede interpretar que el actualismo era la
su capacidad de inspirar la campaña heroica de los Mil de Garibaldi, estrategia de supervivencia existencial de Gentile. El ensayo «La
cuya finalidad era liberar al sur del yugo del despotismo, un recuerdo trascendencia del tiempo y del espacio», publicado en 1936, lo de­
que todavía se podía utiizar para movilizar las fuerzas sociales de trans­ muestra. Y también su obra postuma Génesis y estructura de la so ­
formación bajo el nuevo régimen.
El actualismo de Gentile justifica racionalmente esta concepción * Claudio Fogu, The Historic Im aginary: Politics o f History in Fascist Italy, Buffalo
«intervencionista», «decisionista» de la historia -cuyo epítome es la (NY), University of Toronto Press, 2003, p. 46.
Marcha sobre Roma de M ussolini- al ofrecerle el respaldo del con­ " Claudia Lazzaro y Roger J. Crum (eds.), Donatello A m ong the Blackshirts. History
and M odernity in the Visual Culture o f Fascist Italy, Ithaca, Nueva York; Cornell University
cepto de realidad en cuanto producto de autoctisi o «autocreación».
Press, 2005, p. 34,
Para Fogu, esta es la clave no sólo de la prolongada relación de Genti­ 10 Fogu, The Historic Imaginary, cit., p. 40.
le con el Fascismo, sino también de su modernismo, en la medida en " Ibid., p. 42.

272 273
ciedad. En el último capítulo, «La sociedad trascendental, la muerte E l c l im a p a l in g e n é s ic o e n I t a l ia d e s p u é s d e l a u n if ic a c ió n
y la inmortalidad», escrito en un estado de ánimo condicionado por
la reciente muerte de su hijo en 1943, evoca con intensidad «el m ie­ Debido seguramente al exceso de confianza en la influencia que el
do a la muerte» que «hiela la sangre hasta tal extremo que el pulso pensamiento ético podía ejercer sobre la realidad exterior, Gentile juz­
de la vida casi se detiene» en cuanto tenemos la certeza de que nues­ gó mal la magnitud del papel que un pensador podía desempeñar en el
tra propia existencia «puede caer en el olvido». En ese momento «se desarrollo del Fascismo italiano, y más aún en el proceso histórico en
abre un abismo a nuestros pies y espera allí a engullirnos». Sin em ­ general. Pecó de ingenuo, sobre todo si se tiene en cuenta la cantidad
bargo, este «miedo a la nada» es «susceptible de redención y puede de movimientos que, influidos por las convulsiones debidas a la evo­
iluminarse con una luz ideal» si «se inserta en un sentido social que lución de Italia hacia una nueva sociedad y un nuevo Estado social,
nos transmite la sensación de que nuestra propia existencia está es­ rivalizaban en su época por crear una modernidad alternativa. Utili­
trechamente ligada a la de otros, de forma que nuestra vida no nos zando la manida metáfora de las raíces que tanto les gusta a los defen­
pertenece por com pleto»12. sores del nacionalismo orgánico, podríamos decir que el sistema de
De estos pasajes se deduce que el actualismo de Gentile no sólo raíces ideológicas del Fascismo no sólo estaba muy extendido sino
comparte una matriz cultural con el futurismo, sino también con las que además, a diferencia de las dicotiledóneas, carecía de una raíz
demás formas de modernismo -social, estético, cultural- que se gene­ central. Sus raíces eran de la variedad adventicia que se encuentra en
raron en Occidente en esa época con el fin de contrarrestar la exposi­ el sistema de raíces fibroso característico de las monocotiledóneas:
ción a la nada debida al «declive de los valores» y la erosión del cielo todas las raíces eran igual de importantes. Por eso, si Gentile hubiera
protector de la cultura inculcando un nuevo nomos a la sociedad. To­ dedicado más tiempo al cuidado de su jardín se habría dado cuenta de
dos aquellos proyectos culturales tenían en común la necesidad de que el hecho de que él gozara de una posición dominante dentro de las
llevar a cabo utopías temporalizadas en las que la historia «realmente instituciones culturales del régimen no significaba que su filosofía fue­
existente» no sólo debía trascenderse, sino además debía transformar­ ra a convertirse en el discurso hegemónico.
se en un prolongado aevum, en un tiempo superior. La filosofía de Dejando de lado las peligrosas analogías con la horticultura, lo
Gentile proporcionaba una visión del mundo, un dosel sagrado de sig­ importante es reconocer hasta qué punto el entorno «de culto» de los
nificado suprapersonal. A través de la acción social éticamente cons­ modernistas que en la época inm ediatam ente anterior a la Primera
ciente se sintetizaban la realidad interior y la exterior, el individuo y la Guerra Mundial exigían la renovación de Italia, un ambiente difuso,
sociedad, la mente y la historia, la voluntad y el mundo, y se ofrecía policéntrico y, en gran medida, carente de líder, determinó el carác­
así la posibilidad de «recuperar el lugar propio» y restituir una dimen­ ter del Fascismo. Como ya indicábamos en la Primera parte de este
sión espiritual y suprapersonal en¡ un mundo moderno cada vez más libro, en la Europa de finales de siglo surgieron muchas variedades
atomizado y materialista. Es más, para Gentile el Estado ético era el de ultranacionalismo palingenésico. Cada una se adaptaba de mane­
sustituto perfecto de una tradición religiosa agonizante, capaz de pro­ ra peculiar al microclim a ideológico, y ninguna de ellas había adqui­
porcionar un credo moral laico y metafísico, aunque no metahistórico. rido todavía la dinámica de m ovimiento populista. Algunos ejemplos
Después de la M archa sobre Roma, aceptó el puesto clave de ministro destacados son el m ovimiento völkisch alem án13 y las distintas for­
de Educación, y desde allí pudo aplicar su actualismo a la reforma de maciones políticas que se encontraban más allá «de la derecha y de
la educación. Su carrera como «filósofo del Fascismo» había comen­ la izquierda» que aparecieron en Francia en muy poco tiem po14. Pero
zado, pero también su colaboración cada vez más estrecha con un ré­ en otros lugares como en Irlanda, Finlandia y Rumania también sur­
gimen que consideraba que su sistema filosófico no era más que un gieron otros movimientos parecidos, aunque menos radicales. En
modernismo más del resto de pretendientes que le ofrecían sus favo­ Italia, durante la primera década del siglo xx, se dio una conjunción
res; un régimen que, en este sentido, fue inveteradamente promiscuo de circunstancias que favorecieron la incubación de energías ultra-
hasta el final. Gentile siguió empeñado en negar que su relación con el nacionalistas.
Fascismo fuera unilateral. Su actualismo le hacía parecer desconecta­
do de la realidad y, además, determinó su destino.
13 El estudio más exhaustivo sigue siendu el de Jost Hermand, Óid Dreams o f a New
Reich. Volkish Utopias and National Socialism, Bloomington, Indiana University Press, 1992.
12 Giovanni Gentile, Genesis and Structure o f Society, SJrbana, University of Illinois,
14 Zeev Sternhell, N either R ight N o r Left. Fascist Ideology in France, Berkeley, Univer­
1966, p. 215. sity of California Press, 1986.

274 275
Los factores que generaron el profundo malestar imperante en la dad y un atraso crónicos con respecto a las «grandes potencias» eu­
Italia de finales de siglo se pueden encontrar en cualquier manual de ropeas, sino que además sentían que, en general, el sistema liberal no
historia dedicado a la unificación italiana y a la época inmediatamente había logrado ofrecer una base para la civilización moderna, en Italia
posterior: la variedad de historias, tradiciones, culturas y dialectos de o en cualquier otro lugar. Para la derecha política este sentimiento se
cada región; las divisiones sociales profundamente arraigadas; la po­ agravó todavía más debido al fracaso de la nación como potencia
breza extrema, la anarquía y las condiciones feudales de muchas re­ imperial, un fracaso encam ado en la humillante derrota de las tropas
giones del sur; el proceso de industrialización, apresurado y mal pla­ italianas a manos del ejército etíope en Adowa en 1896. Para la iz­
nificado, y el capitalismo desenfrenado de la esquina noroeste del país quierda la sensación aumentó debido a la reticencia del Estado a
(el «triángulo industrial»), que no se encontraba en sintonía con las con­ abordar los problemas fundamentales de la insuficiencia de las in­
diciones económicas del resto del país; la relativa influencia de las fraestructuras y la justicia social.
clases industriales, tecnocráticas y de la «nueva burguesía» en la polí­ Si se conciben las condiciones liminoides de la Italia de Giolitti como
tica; el analfabetismo generalizado y el rudimentario sistema educativo; un fenómeno dialéctico, es inevitable pensar que la sensación amenaza­
la insuficiencia de las infraestructuras sociales en gran parte de la pe­ dora y creciente de declive histórico -agravada por el miedo subliminal
nínsula, sobre todo en las islas; la ideología ultraconservadora de la a la anomia que conlleva- creó reacciones opuestas, y que proliferaron
Iglesia católica, que todavía era un importante baluarte que determina­ un sinfín de proyectos destinados a inaugurar una modernidad «alterna­
ba la cohesión social y las normas, y su aislamiento del nuevo Estado; tiva» y un «nuevo mundo». Luisa Mangoni sitúa acertadamente el paso
el uso represivo que el Estado hacía de la policía y de los militares con del pesimismo cultural a la esperanza palingenésica que experimentó la
el fin de sofocar los desórdenes públicos y su negativa a abordar las intelectualidad italiana más cosmopolita en tomo a mediados de la dé­
causas que subyacían a esos disturbios. El efecto acumulativo de todos cada de 1890, pero era un cambio que se percibía en el aire desde la
estos factores fue la aparición de un enorme abismo entre la Italia unificación16. Emilio Gentile sostiene que «el mito de la regeneración
«oficial» y la «real» que entorpeció la nacionalización y la democrati­ nacional» ocupa «una posición central en la historia cultural y política,
zación necesarias para que la nación «realmente existente» funcionara desde la unificación hasta el Fascismo». Conforme a este proceso, los ideó­
como fuente de identidad colectiva y personal. logos de las distintas ideologías políticas asignaron «una función palin-
En términos primordialistas, la unificación italiana no tuvo una' genésica tanto a la cultura como a la política en cuanto instrumentos
fase liminar de transición pacífica de un Estado anterior a la unifica­ importantes para llevar a cabo la revolución nacional»17. En La Grande
ción de Italia en cuanto «expresión geográfica» a un nuevo Estado Italia, Gentile reconstruye la polémica batalla ideológica que entablaron
sostenible que transmitiera una sensación predominante de perte­ las distintas facciones y subfacciones que querían imponer su propia
nencia a una nación. La historia,de la unificación quedó incompleta. imagen de la nación en los primeros años del siglo xx.
Aunque los italianos sentían que pertenecían a una nación antigua, La vanguardia artística fue una de las principales fuentes de sumi­
eran incapaces de identificarla con el Estado nación recién formado. nistro de este tipo de imágenes de nación. Los artistas sentían que
Las condiciones «liminoides» resultantes, que no hicieron sino in­ podían aportar la energía visionaria necesaria para la revitalización de
tensificar la condición cada vez más liminoide de la propia m oderni­ Italia, pero se encontraban divididos en distintas corrientes culturales.
dad, se resumen en el célebre comentario relativo a la necesidad de Había un grupo próximo a la figura de Gabriele D ’Annunzio; un cír­
«crear italianos» que M assimo D ’Azeglio pronunció después de la culo florentino formado por personajes de la talla de Giovanni Papini
victoria de Cavour, una expresión que se invocaría décadas después y Giuseppe Prezzolini, que publicaban las revistas Leonardo y La
para llamar la atención sobre la naturaleza incom pleta del proceso de Vbce's; y una tercera facción de futuristas vagamente relacionados con
unificación. Las alusiones de los historiadores actuales a la «historia
inacabada»15 de la unificación italiana apuntan en la misma direc­
ción. Por tanto, podemos decir que entre los intelectuales italianos 1,1 Luisa M angoni, Una crisi di fin e secolo. La cultura italiana e la Francia fra Otto e
Novecento, Turin, Einaudi, 1985, pp. 216-228, «La rinascita dell'idealism o».
no sólo cundió la profunda sensación de que Italia sufría una debili­ 1 Em ilio Gentile, «The M yth o f N ational Regeneration in Italy. From M odernist Avant-
garde to Fascism», en Matthew Affron y Mark Anti iff, Fascist Visions, Princeton (NJ), Prin­
ceton University Press. 1997, p. 25.
15 Norma Bouchard. «Introduction. Risorgim ento as an Unfinished Story», en Norma Fste aspecto de la genesis del fascism o se investiga a fondo en Adamson, Avant-
Bouchard (ed.), R isorgimento in M odern Italian Culture, Revisiting the 19"' Century Past in Garde Florence: From M odernism to Fascism, Cambridge (MA), Harvard University Press,
History, Narrative, and Cinema. Madison (NJ), Fairleigh Dickinson University Press, 2005. 1993.

276 277
Marinetti (no todos ellos acabarían abrazando el Fascism o)19. Otras no». Emilio Gentile engloba los distintos nacionalismos que se deducen
fuentes importantes de radicalismo político eran los ideólogos del sin­ de estas expresiones bajo el término «italianismo», un término que defi­
dicalismo revolucionario «especialmente sensibles a los mitos de po­ ne como «el proyecto destinado a crear la cultura, la conciencia y la
der en su visión de una nueva sociedad de productores que mezclaba política de la nación adecuadas a la nueva realidad social resultante de
elementos de Marx y de Nietzsche»21’, así como una nueva estirpe de la industrialización y la modernización», una «nueva síntesis cultural
«profesionales liberales», tecnócratas e industriales atraídos por la As- entre el nacionalismo y la modernidad» que exigía «una revolución es­
sociazione Nazionalista Italiana. La ANI se había fundado en Milán en piritual total»2'’. Así definido, se puede considerar que el italianismo es
1910 y «aspiraba a la renovación moral y a la rehabilitación de los a todas luces una forma de modernismo político.
italianos, a la palingenesia de la nación y a la resistencia a la impostu­ Un estudio de caso muy revelador de esta transición desde el pe­
ra de la “plutocracia” del mundo moderno»21. No debemos olvidar la simismo hedonista al modernismo italianista en el contexto de la em­
contribución al clima general de expectaciones palingenésicas de cier­ briagadora atmósfera palingenésica que predominaba en Italia antes
ta tendencia católica modernizadora que fomentaba sus propias ver­ del estallido de laPrimera Guerra Mundial, es el de Gabriele D ’Annunzio.
siones de la renovación nacional. Después de consagrarse como el representante italiano más destacado
Todas estas corrientes estaban interesadas, cada una a su manera, en del «decadentismo» con su retrato del exhausto Andrea Sperelli en la
rectificar el declive de Italia, un declive que se expresaba a través de una novela II Piacere (1889), descubrió a Nietzsche y su actitud hacia la
amplia gama de narrativas en conflicto. Como resultado de ello se pro­ vida viró hacia el vitalismo dionisiaco que defendía «la ideologización
dujo una «ideologización de la nación»22 antes de la Primera Guerra de la nación». Esta metamorfosis se anuncia en un pasaje de La vergi­
Mundial que engendró una rica variedad de ultranacionalismos. Todos ne della roccia (1896) en el que el protagonista expresa su anhelo de
ellos pensaban que en las condiciones imperantes era imposible que una nueva Italia, y de forma todavía más explícita en II fuoco (1900),
surgiera el sentimiento de identidad nacional y de grandeza histórica donde el personaje principal toma conciencia de que su misión es uti­
necesario para poner fin a la liminoidalidad de la era de Giolitti2’, una lizar sus dotes creativas para movilizar a las masas y que Italia vuelva
época que, para ellos, era cada vez más «decadente». Empezaron a cir­ a nacer. La actitud de D ’Annunzio no era meramente retórica27. El
cular varios tropos discursivos que indicaban que se había puesto en escritor emprendió una breve carrera parlamentaria, se alió en un prin­
marcha la búsqueda de un nuevo nomos suprapersonal: se hablaba d e 1 cipio con la derecha, luego con la izquierda y, algunos años después,
«las dos Italias» (la vieja y la nueva), de «la nueva Italia»24, de la «Italia realizó una serie de actos «heroicos», poniendo incluso su vida en
auténtica», de «la gran Italia», «la tercera Italia», «el nuevo Estado»25, peligro, con el fin de abrir una brecha en las defensas del liberalismo
de «completar la unificación», de «hacer italianos», y de crear una «nue­ de Giolitti para que las fuerzas del nacionalismo revolucionario pudie­
va civilización» y un «nuevo hombre» o, mejor aún, «un nuevo italia- ran asaltar el poder.
Con motivo de la muerte de Giosuè Carducci en 1907, el principal
19 En Futurism and Politics. Between Anarchist Rebellion and Fascist Reaction, 1909- profeta, después de Giuseppe Mazzini, de la rejuvenecida «joven» Italia,
1944, Oxford, Berghahn, 1995, Giinther Berghaus subraya la im portancia de no equiparar D ’Annunzio pronunció una oración fúnebre en la que se refleja el espíritu
futurism o y fascismo, y la influencia destacada que el anarquismo ejerció en este m ovim ien­
to, una influencia que los investigadores suelen pasar por alto.
de las expectaciones palingenésicas características del italianismo:
211 Emilio Gentile, La Grande Italia. Ascesa e declino del mito della nazione nel vente­
sim o secolo, Milán, M ondadori, 1997, p. 102. Si se quiere profundizar en el sindicalism o Aquí está el nuevo mundo, aquí está la divina com edia de las nue­
nacional véase el influyente estudio de D avid Roberts, The Syndicalist Tradition and Italian vas transfiguraciones, una extraordinaria cantidad de energía espiri­
Fascism, Chapelt Hill (NC), University o f North Carolina Press, 1979.
21 A. James Gregor, Giovanni Gentile. Philosopher o f Fascism, Nueva York, Transac­
tual que está a punto de salir disparada del tumulto para adoptar nue­
tion, 2001, p. 33. Para la ANI véase Alexander De Grand, The Italian N ationalist A ssocia­ vas posturas de belleza: afuera de las minas y de los talleres se están
tion and the Rise o f Fascism, Lincoln, University of Nebraska Press, 1978. formando nuevas imágenes de juego y de guerra [...]. Y en todas par­
22 E. Gentile, La Grande Italia, cit., pp. 85-87.
tes la lucha por los mercados, la lucha por la riqueza trae consigo la
a Giovanni Giolitti fue prim er m inistro en cinco ocasiones entre 1892 y 1921, y su
nombre sim boliza la variante de liberalism o parlam entario que predom inó en la sociedad y
en la política italianas desde finales de siglo hasta la llegada del Fascismo,
24 Véase Giovanni Bardelli, Il mito della «Nuova Italia». Gioachino Volpe tra guerra e 2,1 Emilio Gentile, «Conflicting Modernism'.: I-a Voce against Futurism», en Kmilio
fascism o, Rom a, Lavoro, 1988. Gentile, The Struggle Against Modernity, Westport (CT), Praeger, 2003, p. 29.
25 Este es el tem a principal de Emil io Gentile en // mito dello Stato nuovo dall ’antigiolittis- 27 Para las dudas que tenia Filippo Marinetti en relación con la sinceridad de la conversion
mo al fascismo, Bari, Laterza, 1982. de D’Annunzio al italianismo, véase E. Gentile, Il mito dello Stato nuovo, cit., pp. 135-137.

278 279
amenaza de conflagraciones marciales [...] el mundo entero se ha ten­
tante monografía sobre la influencia que la vanguardia florentina ante­
sado como un arco a punto de lanzar una flecha2*.
rior a la guerra ejerció en la génesis y en la formación del Fascismo.
Adamson utiliza un tipo ideal de «modernismo» muy parecido al nues­
Lejos de los círculos de) esteticismo aristocrático, los socialistas tro. Sostiene que el «modernismo» era el intento de una «cultura adver­
revolucionarios también sucumbieron al impulso gravitacional del ita- saria» o «modernidad alternativa» de provocar «la regeneración cultural
lianismo. En 1909, II Popolo, el periódico de Cesare Battisti, socialis­ por medio de la búsqueda de “valores nuevos" religiosos y profanos,
ta y nacionalista irredentista, publicó un discurso pronunciado en desafiando a las “fuerzas modemizadoras” de la ciencia, del comercio y
Trento en el que se celebraba que la nación había dejado de «parecerse de la industria, casi siempre en nombre de una alternativa más “espiri­
a un cementerio» por fin: «Donde antes los amantes soñaban despier­ tual”». Y afirma que los modernistas europeos, y entre ellos los artistas
tos y los ruiseñores cantaban, ahora suenan las sirenas de las fábricas florentinos que él estudia, subrayaban «la importancia de recrear las
[...]. Los héroes han dejado paso a los productores y los picos arran­ fuerzas míticas, legendarias y “originales” de la vida cultural» con «una
can la esencia para la ciudad. Italia está preparada para inaugurar una actitud mesiánica de frenesí, desesperación y esperanza apocalíptica».
nueva era en la historia de la humanidad»29. El orador se llamaba Be­ Uno de los rasgos principales de esta esperanza era la convicción de que
nito Mussolini. El mismo que, en noviembre de 1914, cuando la cam­ sus esfuerzos artísticos e intelectuales desempeñarían «un papel funda­
paña intervencionista a favor de la participación de Italia en la Primera mental [... ] en la creación y en la organización de una cultura regenera­
Guerra Mundial cobró impulso, fundó su propio órgano de italianis- da»™. Sin embargo, como Stephen Spender, paradigma de este concepto
mo, el periódico II Popolo d ’Italia. de modernismo, Adamson considera que el Fascismo no es una forma
política de modernismo, sino más bien un movimiento político influido
en su fase formativa por el modernismo cultural.
E l m o d e r n i s m o it a l ia n is t a
Como hemos visto, Claudio Fogu amplía el alcance del término más
allá de la esfera de la vanguardia artística. Lo identifica con la visión
De acuerdo con nuestra «metanarrativa reflexiva» de la relación revolucionaria de la historia que tenía el régimen, la de un proyecto en
dialéctica que existe entre el modernismo y la modernidad, el nuevo marcha que debía articular la nueva generación de italianos educados
ansia de espiritualidad y de temporalidad que impulsa lo que Emilio' en las nuevas escuelas, en las nuevas asociaciones de masas; esa gene­
Gentile define como «italianismo» es la expresión del anhelo primor­ ración que después de visitar los nuevos museos, de contemplar los
dial de un nuevo nomos, un nuevo dosel de sacralidad temporalizada nuevos monumentos y las exposiciones, y de asistir a las conmemora­
generado a partir de la experiencia anómica y decadente de la realidad
ciones de los aniversarios comprendió que la historia era una entidad
contemporánea. En otras palabras, su aparición bajo el gobierno de
viva, renovable, «recreable». Uno de los aspectos de esta teoría que
Giolitti revela la presencia de una poderosa subcultura de modernismo
mayor interés potencial presenta para la teoría del Fascismo en gene­
estético, social y político, decidida a echar abajo un sistema liberal que
ral es su concepción del «imaginario histórico» del Fascismo como
se identifica con «la vieja Italia» y que se considera que está destinado
e! eje que une «la estetización de la política» -e l objetivo central de los
a desaparecer en la medida en que ha sido absolutamente incapaz de
estudios marxistas que intentan demostrar el carácter reaccionario del
procesar las fuerzas de la modernización. Los nacionalistas modernis­ Fascismo- con la «sacralización de la política» que para Emilio Gentile
tas pensaban que ese sistema tenía que desaparecer para que la crisáli­
es el punto clave de su dinámica revolucionaria.
da de la nueva Italia pudiera culminar su proceso de metamorfosis. Fogu se atreve a reconciliar estas dos escuelas de pensamiento dia­
Esta interpretación presenta muchas similitudes con las de varios metralmente opuestas apoyándose en la tesis que expone George Batai-
historiadores que se resisten enérgicamente a reducir la historia del Fas­ lle en el ensayo «La estructura psicológica del Fascismo», de 193331.
cismo a una crónica banal de anécdotas y acontecimientos personaliza­
dos y que están interesados en las motivaciones ideológicas y culturales
30 Adamson, Avant-garde Florence, cit., pp. 7-9. A dam son reconstruye la explicación
más generales que subyacen a los fenómenos que se han reconstruido
clásica del m odernism o que aparece en Stephen Spender. The Struggle fo r the Modern,
con tanto esmero. Walter Adamson, por ejemplo, ha escrito una impor- Londres, M ethuen, 1963, pp. 71-97, que, com o hem os visto, contiene algunos elementos
que anticipan «nuestro» tipo ideal.
31 George Bataille, «The Psychological Structure o f Fascism», en George Bataille, Vi­
2K Se cita en E. Gentile, La Grande Italia, cit., p. 101.
sions o f Excess. Selected Writings i 927-1939, M ineápolis, University of M innesota Press,
M Se cita en Ibid., p. 103.
1985, pp. 137-160. La trayectoria intelectual y personal de Bataille ofrece otro estudio de

280 281
Bataille sostiene que el Fascismo no fue una reacción exclusivamente Una ideología, una cultura, un movimiento que surge de la percep­
capitalista, sino que en su formación se produjo además una «apropia­ ción de que la realidad moderna es un época de cambios irreversibles
ción de lo sagrado»32 mediada por un tipo de modernidad y de seculari­ y que pretende abordar y solucionar los problemas humanos, cultura­
zación específicamente católicos y mediterráneos, tan peculiar que es­ les y políticos provocados por la industrialización y la modernización
capa a las teorías de la religión de Max Weber o de Emile Durkheim. En de la civilización, ofreciendo soluciones coherentes con su propia vi­
consecuencia, Fogu afirma que las expresiones públicas de la historia sión de la modernidad37.
«reinterpretada» son el lugar donde «se produce el encuentro efectivo
de la imagen y la política ritual, de Mussolini y las masas, del presente Por consiguiente, para Emilio Gentile el modernismo se manifiesta
fascista y del pasado de la unificación italiana, de la estética modernista en cuanto fuerza cultural y política.
y de los códigos de retórica católicos»33. Esta interpretación atribuye a
la obra filosófica de Giovanni Gentile «un papel central en la formación
del modernismo fascista»34: «Si, como ha subrayado Zeev Stemhell en E l c o n c e p t o m a x i m a l is t a d e m o d e r n i s m o n a c io n a l is t a

tantas ocasiones, las principales raíces intelectuales del Fascismo italia­


no agarraron en el sustrato intelectual de la “revisión antimaterialista del Los factores cruciales de convergencia entre el concepto de moder­
marxismo”, en Italia fue el actualismo el que fertilizó este sustrato»35. nismo de Gentile en el contexto del Fascismo italiano y nuestro tipo
Según la imagen del modernismo fascista que surge de la recombi­ ideal genérico son tres: el enfoque maximalista que da cabida a las
nación lúdica de los distintos paradigmas de modernidad que lleva a fuerzas estéticas, culturales, sociales, tecnológicas, políticas, ideológi­
cabo Fogu, este movimiento es todavía, y sobre todo, una fuerza cultu­ cas y rituales, así como a movimientos enteros; el énfasis que pone en
ral, intelectual, estética y semiótica que se expresa a través de formas de el intento modernista de restituir la dimensión comunal, espiritual, re­
liturgia política. Aunque no es ni mucho menos «minimalista» es una ligiosa y nómica de la vida moderna, erosionada por la moderniza­
definición mucho más restrictiva que la de Emilio Gentile, que elude el ción; y la afirmación según la cual la invocación de las glorias pasadas
reduccionismo implícito en la afirmación de que una sola forma de ita- no tiene nada que ver con la nostalgia: el pasado -la Roma antigua, el
lianismo detentaba el monopolio de la influencia sobre el primer Fascis­ Renacimiento o la unificación italiana- es la reserva de mitos revitali-
mo. Su concepto de modernismo, apenas influido por el «giro cultural» zadores necesaria para construir una modernidad alternativa para Ita­
y por la teoría de la estetización de la política de Benjamín36, es el resul­ lia, una cuestión sobre la que volveremos en el capítulo siguiente.
tado de una exhaustiva investigación empírica del «italianismo» resultan­ Gentile pone un acento especial en el pluralismo de los intentos
te de «la confrontación entre el mito nacional y la modernidad que tuvo modernistas de provocar un Aufbruch en la Italia de Giolitti. Así, alude
lugar a finales del siglo xix». La lucha por dar forma al caos creciente de a las variedades de «nacionalismo modernista» que insistían en la ne­
la modernidad posterior a la unificación de Italia, por encontrar una sa­ cesidad de que la revolución industrial y la masificación de la sociedad
lida a esa situación y encauzarla, dio origen a un abanico multicolor de vinieran acompañadas de una revolución del espíritu, de una «religión
«modernismos». Así, Gentile define e! modernismo como: nacional» capaz de modelar la sensibilidad, el carácter y la conciencia
del «nuevo italiano»38. Las distintas formas que adoptó esta idea varia­
caso del intenso sincretismo del m odernism o program ático en el periodo tle entreguerras: ban según el énfasis que se ponía en el uso de la tradición histórica con
entre sus m últiples influencias se encontraban Hegel, Freud, M arx, N ietzsche, M arcel el fin de apuntalar la identidad patriótica y el activismo de la nueva
Mauss, el m arqués de Sade, Alexandre Kojéve, el surrealismo y los rituales de sacrificios Italia, que en el caso del futurismo fue nulo. No obstante, el denomi­
hum anos. En 1936, en un intendo de fundar una nueva religión, fundó su propia organiza­
ción secreta. Acéphale [acéfalo], cuyo símbolo era un hom bre decapitado.
nador común de todas estas tendencias era la utilización del mito de la
32 C. Fogu, The Historie ¡maginary, cit., pp. 18-19. guerra redentora y regeneradora tan extendido por toda Europa que
5;! ib'ui., p. 51. estudiamos en el capítulo 5. Sus defensores consideraban que el con­
34 Ibid., p. 48. flicto internacional y la violencia eran aceleradores de la modernidad
Claudio Fogu, «Actualism and the Fascist Historie (maginary», Hi.nory and Theorv
42 (2003), pp. 208-209.
que producirían nuevas elites y que generarían un culto al heroísmo y
M Richard Bosworth parece un poco confundido con respecto a la biografía intelectual al sacrificio que permitiría a lá nueva generación trascender el mate-
de Emilio G entile cuando aíirma, de form a com pletam ente errónea, que es uno de los «his­
toriadores culturales» que en los años ochenta «fueron influidos por el "giro cultural” rela­
cionado con Michel Foucault y otros críticos teóricos franceses». Véase Richard Bosworth, 37 E. Gentile, La Grande Italia, cit,, p. 95. La cursiva es añadida.
The Itaüan Dictalorship, Londres, Arnold, 1998, pp. 234-235. 3K Véase sobre todo E. Gentile, «Conflicting M odernism s», cit., pp. 27-40.

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rialismo, el hedonismo y la atomización del presente. En 1911 apare­ franca aceptación de que la vida moderna era una época de transforma­
ció en La Voce un artículo de Giovanni Amendola que llevaba el es­ ciones irreversibles que estaban afectando a la sociedad, a la concien­
cueto título «Guerra». Amendola, un detractor acérrimo del régimen cia y a la sensibilidad humanas, y que estaban preparando las condi­
de Giolitti que años después arremetería contra el Fascismo con la ciones necesarias para la aparición de nuevas formas de vida colectiva,
misma pasión, sostenía que lo que se necesitaba para culminar la unifi­ de una nueva civilización42.
cación italiana era «el esfuerzo colectivo, el sacrificio popular, el derra­
mamiento de sangre y la afirmación sanguinaria de la voluntad nacio­ En resumen, Gentile se niega a aceptar que la fuerza impulsora de las
nal de crecer». La meta final de la revolución resultante era «encontrar nuevas formas de ultranacionalismo que tuvieron un impacto tan decisi­
en el granito de la vida moral, gracias a una religión que nos conecte vo en la historia de Italia en las dos primeras décadas del siglo xx fuera
con los valores más profundos y absolutos de la humanidad, el edificio la necesidad de las eiites gobernantes de prolongar la agonía del capita­
sólido de la ética de la nueva historia de Italia»39. lismo, como llevan postulando los marxistas durante generaciones. En
Cuando Gentile conceptualiza el modernismo se pone de manifies­ lugar de ello, afirma que debe atribuirse «a la exigencia, típicamente
to la afinidad de su teoría con el enfoque «primordialista» que hemos modernista, de formular una respuesta a “la muerte de Dios”»:
empleado nosotros. Cita el libro de Marshall Berman Todo lo sólido se
desvanece en el aire, y afirma que el término modernismo se puede En esle sentido, todos los movimientos de vanguardia anteriores al
aplicar a todas aquellas ideologías políticas que «pretendan devolver a Fascismo que surgieron en Italia tenían aspiraciones religiosas, ofre­
los seres humanos la capacidad de controlar los procesos de moderni­ cían un nuevo sentido a la vida y al mundo, y querían difundirlo entre
zación, de forma que “el torbellino de la modernidad”» -eso que no­ las masas a través de mitos modernos e incorporarlo al Estado nacio­
sotros llamamos el miedo a la anomia, a Crono, a la ambivalencia- nal, e inculcar a las masas la conciencia colectiva de la nación enten­
«no los arrolle». Esto les otorga «el poder de cambiar el mundo que les dida como comunidad de valores que comparte un mismo destino43.
está cambiando, de abrirse camino a través del torbellino y convertirlo
en algo suyo»40. Gentile recalca además la proliferación de visiones Esta búsqueda de una nueva espiritualidad, de un nuevo nomos, de
alternativas de una sociedad mejor resultante de «la lucha por conquis­ una nueva comunidad, es la matriz modernista común que explica fenó­
tar la modernidad», y observa que el antagonismo político que existía menos tan dispares como el giro hacia una abstracción pictórica basada
entre ellas es «quizá uno de los fenómenos más inquietantes, ambi­ en la teosofía de Kandinsky y la búsqueda de una nueva Italia en la po­
guos y trágicos del siglo xx». lítica de finales del siglo xix. Bajo la influencia de las teorías de Walter
La conclusión que se extrae de este análisis es que Gentile considera Benjamín de la estetización de la política y de la preocupación posmo-
que la tendencia a la estetización de la política del nacionalismo moder­ dema por la semiótica de los textos, se ha impuesto la tendencia a afir­
nista procede «directamente de la sacralización de la política, del proce­ mar que estudiar el componente modernista del Fascismo significa apar­
so de institucionalización de una religión profana necesaria para dar tarse del estudio de su historia, en la medida en que bajo este enfoque
unidad espiritual a una sociedad de masas deseosa de afrontar los desa­ sólo se aprecian los aspectos «espectaculares», religiosos o estéticos44.
fíos de la modernidad»41, una postura que subraya la dimensión creado­ El planteamiento historiográfico que Emilio Gentile adopta en relación
ra de nomos y de sentimiento de pertenencia a una comunidad del mo­ con el nacionalismo modernista se aparta de este tipo de distorsiones.
dernismo político. Además, pone de relieve que detrás del intento de Gentile subraya la importancia de «evitar poner énfasis en la “estetiza­
«conquistar la realidad» se esconde un impulso de futuro: ción de la política”, en la medida en que conduce a una especie de “es­
tetización” del propio Fascismo, según la cual los aspectos prioritarios
El nacionalismo modernista no fue un movimiento conservador, de este movimiento serían los literarios, estéticos y simbólicos, y se
no abrigaba nostalgia por un mundo preindustrial, y tampoco soñaba
con retrasar el reloj de la historia. Su característica principal era la 42 Ihid., p. 46.
4J Ibid., p. 53.
44 Un buen ejemplo de esto es la afirm ación según la cual «como el objetivo del fascis­
w Giovanni Am endüla, «La Guerra», L a Voce, 28 de diciem bre de 1928. mo de devolver a la política su dim ensión espiritual se revelaba desde una posición absolu­
40 E. Gentile, «The Conquest o f Modernity», cit., p. 44. En el original inglés Berman tam ente autorreferencial, el régim en daba prioridad a las reivindicaciones de valor estético
utiliza la palabra «maelslrom » en lugar de «vortex». sobre las de cualquier otra naturaleza». Sim onetta Falasca-Zam poni, Fascist Spectacle. The
41 Ibid., p. 55. A esíhetics o f Power in Fascist Italy, Berkeley, University of California Press, 1997, p. !4.

284 285
perdería entonces de vista las motivaciones y las matrices de naturaleza tivo en la transformación de Benito Mussolini desde sus inicios de
esencialmente política». De no hacerlo, se corre el riesgo de «trivializar agitador socialista a líder de un nuevo movimiento revitalizador lla­
la naturaleza fundamentalmente política del Fascismo, de su cultura, su mado Fascismo. Se puede decir que Mussolini alcanzó su mayoría de
ideología y su universo simbólico» hasta el punto «de ocultar otro rasgo edad intelectual justo en el momento en que la tormenta del modernis­
importante del Fascismo, su “politización de la estética”»45. mo afectaba a la intelectualidad europea con mayor intensidad, un
A la luz del tipo ideal que hemos desarrollado en la Primera parte, el efecto que se manifestó a través de la radicalización y del eclecticismo
modernismo italiano de principios del siglo xx se convierte en una fami­ extremo que los socialistas revolucionarios de todo el continente utili­
lia todavía más extensa y mucho menos «artística» de lo que afirma zaron para adaptar el marxismo a la cambiante situación histórica a la
Gentile, ya que no sólo abarca distintas formas de política estetizada, que se enfrentaban. En un principio Mussolini comulgaba con el mar­
sino que además incorpora algunas variedades «nietzscheanas» y dioni- xismo relativamente ortodoxo del socialismo con el que se había cria­
siacas de marxismo; en particular el sindicalismo revolucionario, tan do, pero pronto absorbió el espíritu de la corriente revisionista más de
importante en la metanarrativa insuficientemente reflexiva que ofrece moda en la época después del leninismo, el sindicalismo revoluciona­
Zeev Stemhell sobre el nacimiento del Fascismo4*. Además, gracias a rio. Esta teoría era una variación del socialismo revolucionario -en
nuestro tipo ideal, se advierte cierto parentesco entre los proyectos cul­ algunos aspectos el equivalente al marxismo-leninismo en la Europa
turales y cientificistas que pretendían depurar la sociedad de degenera­ occidental-, y la estrategia para lograr el poder que proponía estaba
ción o estimular la renovación nacional47. Desde esta perspectiva, la muy influida por el culto voluntarista de Georges Sorel, por los mitos
necesidad de nuevas elites que postulaba Vilfredo Pareto, los esfuerzos heroicos «de movilización» que provocaban cambios, y por la función
de modernización que el país debía realizar para mejorar su condición regeneradora de la violencia, otro ejemplo de la simbiosis nietzschea-
demográfica y física según el demógrafo y estadístico Corrado Gini4By no-marxista de la que hablábamos en el capítulo 6. En 1903, en los
el higienista social Giuseppe Sanarelli, uno de los impulsores de la Ex­ artículos políticos de Mussolini ya se reflejaba la influencia de pensa­
posición Internacional de Higiene Social que se celebró en Roma en dores como Gabriel Tarde, Gustave Le Bon, Gaetano Mosca y Vilfre­
19124'\ eran, en su estilo, igual de «modernistas» que el actualismo de do Pareto. Durante algunos años más, se dedicó a elaborar y reelaborar
Gentile. A la luz de esta última reflexión, quizá sería útil definir los in­ su teoría revolucionaria, cada vez más convencido de que la madura­
tentos cientificistas de revitalización nacional como «nacionalismo mcr- ción autónoma del proletariado internacional hasta convertirse en «su­
demista social» y utilizar la etiqueta de «nacionalismo modernista cul­ jeto histórico» no era lo que se necesitaba para crear una nueva socie­
tural» para los proyectos de los artistas vanguardistas como Marinetti y, dad, sino una vanguardia de revolucionarios especializados.
para las obras de los críticos de la cultura como Giovanni Gentile. El punto de inflexión en su evolución ideológica se produciría so­
bre el telón de fondo de una cultura política en ia cual tanto la izquier­
da como la derecha se dedicaban a formular proyectos de renovación
L a b ú s q u e d a d e u n m a p a c o g n i t iv o empleando el discurso del italianismo. En 1908, Mussolini empezó a
DE UN MODERNISTA POLÍTICO CONCRETO leer con asiduidad la revista La Voce, el órgano de la vanguardia flo­
rentina de la época, una época en la que Florencia era el epicentro del
Los fuertes remolinos de modernismo social y político, nacionalis­ nacionalismo modernista italiano. La publicación había sido fundada
mo modernista y estética politizada que invadieron la Italia anterior al por Giovanni Papini, quien en 1904 ya había publicado en colabora­
estallido de la guerra, la Italia de Giolitti, tendrían un impacto forma- ción con Giuseppe Prezzolini el influyente «programa nacionalista».
Este programa tenía como objetivo satisfacer la necesidad apremiante
4? E. Gentile, «The Conquest of Modernity», cit., p. 43.
«de escapar de esta triste depresión y de este febril vacío en el que se
46 Zeev Sternhel l, con Mario Sznajder y M aia Asheri, The Birth o f Fascisi Ideology: From
Cultural Rebellion to Political Revolution, Princeton (NJ.i. Princeton University Press, 1995. encuentra sumido nuestro país», y «devolverle a nuestra vida su senti­
47 La fuente más com pleta en lengua inglesa sobre la contribución de la ciencia social do profundo, un sentido completo a la vida de la nación» ofreciendo
italiana y europea al Fascism o es, A. James Gregor, The Ideology o f Fascism, Nueva York, para ello «una visión unitaria» y un «programa de acción»50. Está cla-
Free Press, 1969.
4* Corrado Gini, «Contributi statisici ai problem i dell'eugenica^. Rivista Italiana di
sociologia 3 /4 (1 9 1 2 ),pp. 6 4 -7 i . 511 Se cita en Adrian Lyttleton, Italian Fascism. From Pareto to Gentile, Londres,
4’ Giuseppe Sanarelli continuo su carrera bajo el fascism o y escribió el paníletu L ’igiene Jonathan Cape, 1973, pp. 102-103. Publieado en Giovanni Papini, Vecchio e nuovo naziona­
nella vita pubblica e privata dell 'antica Roma, Rom a, Istituto di Studi Romani, 1940. lismo, Roma, Giovanni Volpe, 1967.

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ro que este documento le debe su empuje metapolítico, cosmológico y apareció en Jl Popolo, anunciando que Italia pronto dejaría de ser un «ce­
antianómico -q u e revela un marcado modernismo en sentido primor- menterio» y entraría en una nueva era.
dialista- a la evocación del renacimiento cultural que tendrá lugar una Es importante dejar constancia de que cuando Mussolini y otros
vez que la nación «despierte de su letargo»: «Entonces, los actos he­ revolucionarios de izquierdas abrazaron el nacionalismo modernista
roicos y las pasiones sobrehumanas, la naturaleza con toda su luz y no abandonaron el mito de la revolución, sino que lo italianizaron.
todo su misterio, los orgullosos pensamientos que apuntalan el mundo Como señala Emilio Gentile:
con vigas metálicas, aparecerán una vez más en las obras de teatro, en
la poesía, en la metafísica de la nueva generación»51. Dos años des­ El nuevo nacionalismo revolucionario reelaboró, gracias al pensa­
pués, Papini lanzó una campaña a favor del despertar «por la fuerza» miento de Mazzini y a los mitos del radicalismo nacional, una concep­
de la conciencia nacional italiana en las páginas de la revista Leonar­ ción de la revolución entendida como proceso de palingenesia nacio­
do, una publicación aún más importante desde el punto de vista del nal que no sólo debía renovar de forma radical el orden político,
modernismo político que La Vote. económico y social, sino también la cultura, la mentalidad y el carác­
Mussolini se cruzó con la campaña a favor de la revolución total, de la ter, y favorecer la constitución de un nuevo Estado y la creación de un
cultura artística, ética y política, que se defendía desde las páginas de La nuevo italiano sin abandonar su vocación universalista, y transferirla
Voce en una fase crítica de su búsqueda personal de una estrategia cohe­ desde el socialismo intemacionalista al mito de la Gran Italia54.
rente con la que despertar a las aletargadas fuerzas revolucionarias de la
sociedad de la época. La retórica dionisiaca de la transvaloración de los Curiosamente, esta fase vociana, crucial en la evolución de M usso­
valores que aparecía en el artículo le hicieron convencerse de que su des­ lini en cuanto ideólogo y activista ha sido ignorada hasta hoy por
tino era desempeñar un papel protagonista en el drama de la transforma­ varias generaciones de biógrafos superficiales, que interpretan esta
ción política, y le confirió a su visión de la movilización de masas una transición desde el socialismo al nacionalismo como el antojo de un
prioridad específicamente nacionalista. En su exhaustivo estudio de la oportunista político alelado55. Sin embargo, como demuestran de forma
fase «revolucionaria» de Mussolini, Renzo de Felice, que no es ni mucho inequívoca los documentos que han estudiado Renzo de Felice, James
menos un «apologista» del dictador italiano, descubre que el Duce leyó la Gregor y Emilio Gentile, cinco años antes del estallido de la Primera
revista La Voce «desde el principio», es decir, desde diciembre de 1908. Guerra Mundial, Mussolini era un rebelde con causa, una causa mítica
De Felice analiza el texto inédito de la reseña de La teoría sindicalista de y utópica, a saber, desempeñar un papel protagonista en el renacimien­
Prezzolini que Mussolini envió a La Voce en 1909, y demuestra que la to italiano como preludio de una nueva era en la historia occidental.
influencia de la revista fue la que le hizo sentirse como uno de los homines Una causa a la que permanecería fiel, por encima de las contradiccio­
novi nietzscheanos, llamado a transformar ia moralidad, a crear nuevos nes manifiestas de sus tácticas, políticas y declaraciones retóricas pos­
valores y a liderar la revolución social necesaria para superar la deca­ teriores.
dencia de Italia52, El contacto con los Vociani intensificó además su con­ Al menos en sus primeros años, los más idealistas, el exagerado
ciencia de la temporalidad de futuro de la inminente metamorfosis. En sincretismo de su pensamiento, su contenido en constante evolución,
una entrevista que concedió en 1935, el Duce reconocía su deuda abierta­ las tensiones entre sus posiciones a lo largo del tiempo, incluso simul­
mente: «La primera vez que sentí que debía hacer un llamamiento a favor táneas, no deben rechazarse a bote pronto en cuanto síntomas de una
de una nueva era fue cuando inicié mi correspondencia con el grupo de La personalidad patológica. Más bien deben entenderse como los rasgos
Voce»33. Justo después de experimentar esta epifanía política, Mussolini de un individuo con profundas orientaciones políticas y pragmáticas,
pronunció en Trento el discurso que hemos mencionado más arriba, el que angustiado ante el estado del «mundo» que buscaba desesperadamen­
te una fórmula alquímica que pusiera fin a las condiciones liminoides
del tiempo, un nomos que, de acuerdo con las teorías que se postula-
51 Ibid., p. 119.
52 Renzo de Felice, Mussolini il rivoluzionario 1883-Ì920, Turin, Einaudi, 1965, pp. 65-
67. El artículo no se publicó. L a influencia que ejerció el nacionalism o m odernista vociano 54 E. Gentile, Im Grande Italia, cit.. p. J 4 I .
en el concepto de revolución de Mussolini lo confirma adem ás A. James Gregor en Young 55 Como era de esperar, en su biografía de Mussolini, Richard Bosworth trivializa la im ­
M ussolini and the Intellectual Origins o f Fascism, Berkeley, University o f California Press, portancia de la suscripción de Mussolini a Im Voce y la correspondencia que mantuvo con su
1979, pp. 87-89; y también en Emilio Gentile, il mito dello Stato nuovo, cit„ pp. 103-134; editor, Pre/.7.olini, y la interpreta como un síntoma de su deseo de «salir de Trento en busca de
Emilio Gentile, Le origini dei! 'ideologia fascista [ 1975], Bolonia, Il Mulino, 1996, pp. 61-1 ¡Ü. un deporte más importante y em ocionante que quizá encontrara en Florencia, en Milán o pue­
53 E. Gentile, Il mito dello Stato nuovo, cit., p. 105, de que en Roma». Véase R. Bosworth, Mussolini, Londres, Amoid, 21X12, pp. 71-72.

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ban en La Voce, no buscaba proyectar en el proletariado internacional, nova. Se habían reunido allí para inaugurar un monumento conmemo­
sino en la nación italiana. Por tanto, se puede afirmar que el naciona­ rativo de la marcha de los Mil. Hacía cincuenta y cinco años que los
lismo modernista de los vocianos fue un componente vital en el «cam­ camisas rojas de Garibaldi se habían reunido en ese mismo lugar para
bio de su mapa cognitivo» personal, un mapa cognitivo que se comple­ liberar el sur de la nación. El tema central del discurso se resumía en
taría con el mito de la movilización que desencadenaría el despertar una sola frase que resonó por todo el país al día siguiente: «Aquí nació
nacional desde la perspectiva populista. Este mito lo ofrecería la pers­ una Italia más grande»38. Tres semanas después, Italia declaraba la
pectiva de una conflagración nacional. guerra a la Triple Alianza.
Con este discurso, D ’Annunzio actuaba en calidad de portavoz de
una coalición efímera pero poderosa, formada por los distintos naciona­
E l m o d e r n i s m o p o l ít i c o d e l o s p r im e r o s « f a s c is t a s » lismos modernistas unidos por la perspectiva de la redención que, según
ellos, ofrecía la guerra. Filippo Marinetti pensaba que los acontecimien­
El segundo punto de inflexión importante en la evolución ideológica tos estaban haciendo realidad a toda velocidad el sueño de una guerra
de Mussolini se produjo como consecuencia indirecta de la decisión del catártica y revitalizadora que había plasmado en su manifiesto futurista
gobierno de Giolitti de mantenerse neutral en el conflicto que estalló en de 1909 por medio de la célebre afirmación: «Queremos glorificar la
el otoño de 1914. Mussolini decidió abandonar el Partíto Socialista Ita­ guerra-única higiene del m undo- el militarismo, el patriotismo, el ges­
liano (PSI) que todavía defendía el principio de neutralidad, y apoyar el to destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y
intervencionismo de acuerdo con el mismo espíritu que llevó a Giovanni el desprecio de la mujer»59. Para Marinetti, los violentos sucesos que
Gentile a respaldar la intervención basándose en los argumentos que estaban teniendo lugar en el frente eran «el poema futurista más bello
más adelante formularía en su filosofía del «actual ismo». que había visto la luz del día»60, y permitía «a los artistas, al fin vivos,
Aunque no había una base sociológica fuerte que justificara una lejos de la posición elevada del esteticismo desdeñoso», «contribuir
psicosis de guerra en Italia, en este país la intelectualidad estaba tan como si fueran trabajadores o soldados al progreso del mundo»61. La
alejada del gobierno de Giolitti que las connotaciones redentoras de la guerra traerla consigo «el desarrollo de la gimnasia, del deporte, de las
guerra engendraron una serie de expectativas utópicas entre la vanguar­ escuelas de agricultura práctica, del comercio y de la industria». Infun­
dia nacional mucho más febriles que entre sus equivalentes franceses diría «un vigor renovado a Italia, enriquecería a sus hombres de acción,
o alemanes. Así, «para muchos intervencionistas la guerra europea era la obligaría a abandonar las ruinas del pasado, ese clima agradable, y la
el gran acontecimiento que habían estado esperando, un aconteci­ forzaría a utilizar sus propias fuerzas nacionales»62. Los futuristas fue­
miento que precipitaría la revolución italiana, la transformación del ron los primeros que se manifestaron públicamente a favor de la guerra,
Estado y la regeneración de la nación»56. Como consecuencia de ello, y la dinámica de las manifestaciones que organizaban despertaba la ad­
tanto !a extrema izquierda como la extrema derecha experimentó la miración de ideólogos muy distantes a ellos desde el punto de vista po­
crisis generada por la participación de Italia en la guerra como el hito lítico, como el sindicalista revolucionario Angelo Olivetti, que veía en el
que marcaba el final de la «vieja» Italia y el comienzo de la «nueva», fervor palingenésico de ese nacionalismo modernista y belicoso cierta
como una oportunidad providencial para que Italia se hiciera «Gran­ afinidad con su propio movimiento.
de». Los modernistas políticos y culturales de todas las ideologías «sa­ Como es natural la vanguardia florentina también apoyó el interven­
bían» que luchar en el bando de Francia y de Gran Bretaña precipitaría cionismo ardientemente. En 1913, Giovanni Papini fundó junto a Alfre­
«la palingenesia nacional [...] necesaria para la formación de una con­ do Soffici la revista Lacerba, que no tardó en rivalizar con La Voce en
ciencia italiana moderna»57. La expresión del denominador común de
sus esperanzas fue el famoso discurso que pronunció D ’Annunzio el 5 58 Si se quiere profundizar en un contexto italiano mas amplio véase Vincenzo Cali,
de mayo de 1915, «II Discorso della Sagra dei Mille» ante la enorme Gustavo Corni y Giuseppe Ferrandi (eds.), Gli intellettuali e ¡a Grande guerra, Bolonia, 11
M ulino, 2000; Angelo Ventrone, La seduzione totalitaria. Guerra, modernità, violenza poli­
multitud que se congregó en el puerto de Quarto, a las afueras de Gé- tica (1914-1918), Roma, Donzelli, 2003.
59 F. Marinetti, «M anifesto o f Futurism », cit., p. 22.
w L'avvenire, 23 de febrero de 1915, se cita en G. Berghaus, Futurism a nd Politica, cit.,
56 E. Gentile, La Grande Italia, cit-, p. 141. p. 79.

” E. Gentile, «The Conquest of Modernity», p. 58. Para la contribución de los modernis­ M Filippo Marinelti, «Guerra sola igiene del mondo», en Teoria e invenzione, Milàn, Ar­
tas al mito de la Gran Guerra véase M ario Isnenghi, 11 mito della grande guerra. Da Marinetti naldo M ondadori, 1968, p. 284. Se cita en E. Gentile, lì mito dello Stato nuovo, cit., p. 146,
a MaUtpane, Bolonia, 11 Mulino, 1989. 62 Se cita en E. Gentile, «The Conquest of M odernity», cit., pp. 58-59.

29Ü 291
cuanto órgano principal del nacionalismo modernista, con su fusión de momias eternamente inmóviles que siempre miran al mismo horizon­
nacionalismo cultural «florentino» y «milanés» -e s decir, el futuris­ te», y a ponerse de parte de «las fuerzas vivas» de la «nueva Italia»,
mo63-. En agosto de 1914, poco después de que estallara la guerra, cuan­ respondiendo de forma entusiasta a la palabra «terrible y fascinante»
do Italia contemplaba el conflicto impotente, Papini escribió en la pri­ que él gritaba: «¡Guerra!». Resulta significativo que algunos miembros
mera pl ana de Lacerba estas impulsivas -y escalofriantes- declaraciones: destacados de la vanguardia florentina celebraran la aparición de II Po­
polo d ’Italia en la medida en que perpetuaba el espíritu de La Voce, y
Por fin ha llegado el dies irae, después del largo crepúsculo del trataran a Mussolini como el «homo novus» cuya misión era crear una
miedo. Por fin las almas quedarán diezmadas para que la Tierra se nueva Italia*17, coincidiendo precisamente con la imagen que él tenía de
vuelva a purificar. Necesitábamos un baño caliente de sangre oscura sí mismo desde que tomara contacto con el grupo de La Voce. Abando­
después de bañamos tantas veces en la leche tibia de la madre y en las nar Avanti! le permitió un acercamiento todavía mayor ai nacionalismo
lágrimas del hermano. Necesitábamos una buena ducha de sangre para modernista, en la medida en que podía tratar al «pueblo» no como una
combatir el calor de agosto. [...] Somos demasiados. La guerra es una entidad proletaria, sino como una entidad nacional formada por las fuer­
operación malthusiana64. zas juveniles, heroicas y productivas de la nueva Italia surgida de la
guerra. Este fue el mensaje que intentaron transmitir Mussolini y Mari-
Los nacionalistas de la ANI dieron la bienvenida a la guerra con la netti al público que asistió al mitin que organizaron conjuntamente en
misma naturalidad, y la interpretaron bajo la lente de su propia versión Milán el 31 de marzo de 1915. Un mes después les arrestaron en Roma
del darwinismo social que consistía en afirmar que el conflicto era una acusados de organizar una manifestación intervencionista.
oportunidad para que las naciones «se sientan como lo que son en En este clima creciente de expectación palingenésica y de idealis­
realidad, como ejércitos; ejércitos inmersos en la lucha universal por mo italianista ecuménico, el 10 de octubre de 1914, ocho días antes de
la selección y el mejoramiento». Gracias a la guerra, Italia se transfor­ la conversión mussoliniana al intervencionismo, un grupo de sindica­
maría en una nación-Estado imperial, completamente industrializada, listas revolucionarios milaneses encabezado por Filippo Corridoni
unificada por las fuerzas del patriotismo65. Menos predecible fue la fundó el Fascio Rivoluzionario d ’Azione Internazionalista (el FRAI),
reacción de muchos sindicalistas revolucionarios. Los hubo que per­ con el fin de coordinar la presión que los grupos de izquierdas ejercían
manecieron neutrales, pero algunos de sus principales portavoces hi­ sobre el gobierno. Según Angelo Ventrone, al margen de lo que Musso­
cieron que la diferencia de posiciones que existía entre este movimien­ lini afirmara en su autobiografía postuma, La mia vita (1947), hasta
to y el PSI, fervientes partidarios de la neutralidad, se agravara todavía enero de 1915 no se convirtió en la fuerza dominante del movimiento
más al apoyar con todas sus fuerzas el intervencionismo con la espe­ sucesor del FRAI, el FAR (Fasci d ’Azione Rivoluzionaria), durante la
ranza de que el conflicto sería «una guerra de redención» que no sólo celebración de el primer congreso de este partido en Milán ese mismo
les protegería de las fuerzas reaccionarias, sino que además «crearía mes. Su liderazgo al frente del FAR le sirvió a Mussolini para estre­
unas condiciones idóneas para el socialismo»“ . char la relación con algunos sindicalistas revolucionarios como Mi-
La conversión de Mussolini al intervencionismo se hizo manifiesta chele Bianchi y Cesare Rossi, quienes después de la guerra se conver­
cuando tomó la dramática decisión de dimitir como editor deAvanti!, el tirían en miembros fundadores del Fascismo. Además, esta posición
periódico de la facción revolucionaria del PSI, y apoyar Ja causa del in­ también contribuyó a que el término fascio, que en un principio era un
tervencionismo con la fundación de un nuevo diario, II Popolo d ’Italia. término políticamente neutral que quería decir «liga», se empezara a
El editorial del primer número, que apareció el 15 de noviembre de identificar con el intervencionismo y con la celebración del poder re­
1914, se titulaba sencillamente «¡AUDACIA!», escrito en mayúsculas. generador de la guerra. A finaleá de 1915, el término Fascisti ya se
Estaba dirigido a «una juventud que pertenece a una generación a la que utilizaba en las páginas de 11 Popolo d ’Italia con las connotaciones de
el destino le ha encargado “hacer" historia», y, «en una época de disolu­ pioneros heroicos de la nueva Italia*18.
ción generalizada», les exhortaba a abandonar las filas del bando de «las Sin embargo, el FAR estaba condenado a ser una fuerza efímera
cuyo único fin era lanzar una campaña centrada en una única cuestión
'■* Para Ja reJaciôn de Lacerba con el m odernism o politico y cultural véase Adam son,
Avant-garde Florence, cit., pp. 15 5 -1KO.
M Lacerba, 1 de octubre de 19 14, p. 1. w Para el intento de apropiación de M ussolini en cuanto «nuevo hombre» por parte de
“ D. Roberts. The Syndicalist Tradition in Italian Fascism, cit., pp. 122-123. los vociuni en esta época, véase E. Gentile, // mito dello Stato nuovo, cit., pp. 118-131.
“ Ibid., p. 111. “ A, Ventrone, Lu seduzione totalitaria, cit., pp. 47-52.

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política. El objetivo que se había fijado, obligar al gobierno a intervenir desde el punto de vista afectivo- para millones de italianos corrientes
en la guerra en el bando de la Entente, era un objetivo a corto plazo y alejados del sonido de los cañones.
este frente jamás aspiró a convertirse en el núcleo de una «coalición En su estudio de la evolución del «imaginario histórico» del Fas­
multicolor» entre los intervencionistas liberales y la derecha radical, cismo, Claudio Fogu presta una atención especial a la investigación
profundamente dividida, que formaban los nacionalistas, los futuristas y del psiquiatra social italiano Elvio Fachinelli, que analiza la dinámica
los vociani. Además, D ’Annunzio, que ya tenía 52 años, a pesar de su psicológica del trauma colectivo que supuso la derrota de Caporetto,
carisma como orador, tampoco mostraba signo alguno de querer unifi­ una región situada en lo alto de las montañas italoeslovenas, y el espec­
car los valores ideológicos dispares que representaban los intervencio­ tro de la catástrofe total que apareció en Italia después de la batalla.
nistas en un movimiento revitalizador cohesivo. De hecho, la guerra no Fachinelli indica que la perspectiva de la muerte de la madre patria
despertó en Italia el mismo entusiasmo popular que movió a los jóvenes mítica en nombre de la cual ya se habían ofrecido muchos sacrificios,
franceses, alemanes e ingleses a presentarse voluntarios a millares para desencadenó una respuesta masiva de rechazo, que se expresó a través
alistarse. No obstante, la experiencia que adquirió Mussolini a raíz de del traslado «del ideal de la patria al plano de lo absoluto». En este
esta campaña intervencionista le dio la «pista» que necesitaba para salir plano adquirió cierto carácter de inmortalidad que provocó «la anula­
del laberinto de la Italia de Giolitti. Había comprobado que incluso una ción arcaica del tiempo»: la «flecha del tiempo se detuvo»71. Si tradu­
alianza poco rígida entre tendencias opuestas de modernismo político cimos esta explicación al discurso que hemos construido en la Primera
podía generar una poderosa sinergia revolucionaria. parte, lo que está afirmando Fachinelli es que la perspectiva de que
Italia «se quedara sin tiempo [histórico]» desencadenó el impulso
compensatorio de convertir la madre patria en una utopía temporaliza­
E l n a c im ie n t o d e l f a s c is m o c o m o m o v i m i e n t o r e v it a l iz a d o r da con el fin de contrarrestar la voraz labor de Crono, y reconfigurarla
en cuanto firmamento cósmico o dosel sagrado, una comunidad supra-
Aunque el lema de II Popolo d'Italia era «La revolución es una personal fuera del alcance de los estragos del tiempo. El acto mitopoé-
idea que ha encontrado bayonetas», en un principio la idea sintética tico colectivo de elevar la nación por encima del tiempo profano para
que Mussolini tenía de la revolución era demasiado vaga para llegar a rescatarla de la historia vino acompañado de imágenes palingenésicas
un número significativo de lectores, y menos aún para encontrar bayo­ de renovación nacional y de renacimiento que a su vez engendraron
netas que defendieran su causa, habida cuenta de que la mayoría de los rituales de sacralización, sacrificio y celebración simbólica que le con­
italianos «corrientes» o eran contrarios a la guerra o se habían resigna­ firieron a la historia un significado «histórico» renovado de tal modo
do a que su país participara en ella. Sin embargo, el poco tiempo que que finalmente se produjo la reacción positiva de «las masas». De esta
Mussolini pasó en el frente italiano antes de que le hirieran y regresa­ forma, el cese mítico de Crono puso en marcha automáticamente el
ra para continuar su carrera periodística, le sirvió para convencerse del reloj del aevum.
papel fundamental que la guerra debía desempeñar en el despertar na­ En este sentido, la derrota de Caporetto precipitó lo que George
cional69. Paradójicamente, fue la debacle militar que Italia padeció en Mosse ha llamado «la nacionalización de las masas». Al menos para
Caporetto entre el 24 de octubre y el 12 de noviembre de 1917 la que una parte del «pueblo» Italia se sacralizó. A partir de unas condicio­
transformó la situación en el sentido que Mussolini estaba esperando, nes de aguda crisis nacional, el país se convirtió en una entidad viva
ya que a raíz de esta derrota los italianos se solidarizaron en masa con susceptible de ser destruida o de renacer, que exigía amor y sacrificio
el esfuerzo bélico. La rapidez extrema, la magnitud sin precedentes y en cuanto continente de trascendencia. Así, la imagen mítica de una
lo inesperado de la derrota70 crearon una sensación muy real de que la nación orgánica cultivada por primera vez por la tradición Mazziniana
nación se encontraba «amenazada de muerte». Por primera vez, la del Risorgimentó y perfeccionada después por los proyectos del na­
guerra se convirtió en un acontecimiento mítico - y por tanto «real» cionalismo modernista y de las distintas facciones intervencionistas
que buscaban la redención por medio de la guerra se dramatizó y se
Para esta fase del desarrollo del fascism o de M ussolini a la que tan poca atención se hizo «real». Como señala el propio Fogu, la repentina oleada de cho­
le ha prestado, véase Paul O ’Brien, M ussolini in the First World War. The Journalist, the
Soldier, the Fascist. Oxford, Berg, 2005.
711 Las estadísticas finales fueron: 275.000 prisioneros, 40.000 m uertos y 20.000 heri­ 71 Elvio Fachinelli, «fi fenom eno fascista», en La freccia ferma. Tre Tentative di annu­
dos, adem ás de increíbles pérdidas materiales. En pocos días, las tropas austrogerm anas llare il tempo ¡La flecha quieta: tres intentos de anular el tiempo], Milán, Feltrinelli, 1979,
avanzaron más de cien kilóm etros en dirección a Venecia, pp. 147-166.

294 295
vinismo que se generó después de la derrota de Caporetto fue la corre­ dos desmovilizados pudieran formar el embrión de una nueva elite
lación populista del abstruso proyecto intelectual de Giovanni Gentile gobernante que tomara el control de una nueva sociedad posgiolittia-
que tenía como finalidad sacralizar y «dotar de una ética» a la nación na. Aunque el contenido del nuevo nomos estaba todavía por definir,
con ayuda del «actualismo». En los términos «primordialistas» que Mussolini concebía su ideología central en los términos específicos de
nosotros defendemos, al llevar la liminaridad de la experiencia de la una «recombinación lúdica» de la izquierda y la derecha. En cuanto al
guerra en Italia -u n a situación que hizo empeorar todavía más las con­ hombre destinado, al propheta cuya tarea consistía en encam ar el nue­
diciones liminoides de la situación histórica del p aís- a un punto críti­ vo mapa cognitivo, transformar el descontento y el pesimismo en un
co y al hacerla cristalizar, la derrota de Caporetto hizo posible que la potente movimiento revitalizador y guiar a la communitas de italianos
ficción modernista del «hacer historia» que antes sólo era comprensi­ a una nueva era, no era otro que el propio Mussolini. Gracias a la gue­
ble para la vanguardia, se convirtiera de pronto en una fuente de apoyo rra, una inesperada conjunción de acontecimientos históricos le ha­
populista, «democrático» -aunque todavía en estado latente- al cam­ bían ofrecido la oportunidad de cumplir la misión que se le había re­
bio revolucionario. Por primera vez, una cifra considerable de ciuda­ velado en su contacto con La Voce una década antes: sería el «nuevo
danos corrientes creyeron que el mito de la culminación de la unifica­ hombre» que crearía «la gran Italia». Así, después de la batalla de
ción del país se podía llevar a cabo, que después de más de medio Caporetto, Mussolini pudo por fin representar el papel que llevaba en­
siglo de decadencia, la segunda fase del rito de paso, la de la «disgre­ sayando desde 1909, el del «visionario» que «experimenta un cambio
gación» se podía por fin completar. de personalidad radical, asume un nuevo papel en la sociedad, concibe
Uno de los modernistas políticos que se dio cuenta enseguida de que un nuevo plan para reorganizarla y propone un nuevo orden que pro­
Caporetto había abierto una gran brecha en el continuum de la historia mete un nuevo significado y un nuevo propósito de la vida»74 de los
giolittiana fue Mussolini. Apenas un mes después del desastre, cuando movimientos revitalizadores premodemos. Era el momento de repre­
las repercusiones políticas de la derrota estaban en su punto álgido, pu­ sentar el papel del líder carismàtico.
blicó un artículo en II Popolo d ’ltalia con el título «Trincherocracia»72. Pero el mapa cognitivo que Mussolini tenía pensado para el nuevo
En él afirmaba que los veteranos de la guerra eran los elementos indis­ orden de la posguerra se habría quedado en el cajón de los sueños
pensables de la nueva elite gobernante. «La trincherocracia es la aristo­ imposibles de no ser porque Italia, a pesar de hallarse en el bando de
cracia de las trincheras. ¡Es la aristocracia del mañana! La aristocracia los vencedores, se encontró sumergida en una crisis estructural toda­
en acción». Mussolini comparaba su papel con el de la burguesía en los vía más profunda después del cese de las hostilidades75. Los graves
años inmediatamente anteriores a la Revolución francesa, que «aparta­ problemas sociopolíticos que tenía se agravaron debido al trato injusto
rán bruscamente» el sistema político antiguo en cuanto terminara la que Italia recibió por parte de los Aliados en la conferencia de paz de
guerra. Mussolini evocaba la temporalidad de lo nuevo -« la música del París, a la insensibilidad del gobierno de Giolitti ante el estado de
mañana tendrá otro tem po»- para indicar que la fundación de «la Italia ánimo de la población, que esperaba una recompensa tangible a sus
del mañana» implicaba una «transvaloración de los valores»: «Las pala­ «sacrificios», y a las intensas corrientes de agitación que suscitaron los
bras república, democracia, radicalismo, liberalismo, la propia palabra socialistas radicales que sentían que con el despertar de la Revolución
“socialismo” ya no tienen sentido: lo tendrán mañana, pero será el que bolchevique había llegado su momento. La sensación subjetiva de fra­
le den los millones de personas “que regresen”». Y luego, con una clari­ caso y de disfunción se agravó en virtud de los radicales cambios po­
videncia sorprendente con respecto al ascenso del fascismo en varios líticos que tuvieron lugar en una Europa destruida por la guerra y de
países en la década de 1920, añadía: «el significado, por ejemplo, de un una pandemia de gripe que se cobró entre veinte y cuarenta millones
antimarxismo y un nacional socialismo»13. de vidas. En el viejo continente se instaló un ambiente de tristeza cre­
Mussolini tenía la certeza de que por fin había llegado el momento puscular que favoreció que La decadencia de Occidente de Oswald
de la palingenesia. Una nueva Italia surgiría espontáneamente de las Spengler, una metanarrativa del ocaso de una civilización entera, se
profundidades del pueblo una vez que un número suficiente de solda- convirtiera en un éxito de ventas internacional76.

11 Benito M ussolini, «Trineerocrazia», I! Popolo d'ftalia, 15 de diciem bre de 1917. 74 K enneth Tollefson, «Titus: Epistle of religious revitalization». Biblical Theology
Reimpreso en E, Susmel y D. Susmel (eds.), Omnia Opera di Benito M ussolini, Florencia, Bulletin 30/4 (2000), p. 146.
La Fenice, 1951-1963, volum en 10, pp. 140-143. 15 A drián Lyttleton, The Seizure o f Power, Londres, Taylor & Francis, 2004.
73 Algunos extractos de este artículo se pueden encontrar en R oger Griffin, Fascism, 7Í' Para una útil visión general del im pacto de la Prim era Guerra M undial y de sus se­
Oxford, Oxford University Press, 1995, pp. 28-29. La cursiva es añadida. cuelas en la aparición del autoritarism o y del fascism o en Europa véase Juan Linz. «Totali-

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El mito de las dos Italias que tanto había influido a los círculos y un movimiento»™. Mussolini quería que los Fasci constituyeran las
vanguardistas del nacionalismo modernista antes de la guerra se pro­ células de la conciencia revolucionaria nacional, la primera fase de la
pagó gracias a una serie de factores que crearon las condiciones aplicación de la «trincherocracia», una nueva elite que tenía la deter­
ideales para ello. La «vieja» Italia, débil, agotada, la de la quiebra de minación necesaria para inaugurar un nuevo mundo que no gobernaría
los liberales que habían querido permanecer fuera del conflicto béli­ un político, sino un «sanador» que «volvería a construir la casa y haría
co debía dejar paso a la «nueva», la joven, que salía fortalecida de la que el tiempo comenzara de nuevo».
guerra gracias al sacrificio, abierta a aventuras jam ás soñadas. La res­
puesta de Mussolini a la nueva situación fue fundar un nuevo Fascio
tomando como modelo al Fascio di Azione Rivoluzionaria creado U n a c o n f l u e n c ia d e m o d e r n is m o s

cuatro años antes. El 23 de marzo de 1919 se reunió en una sala de


conferencias de la Piazza San Sepolcro de M ilán un variopinto grupo Durante sus primeros meses de vida, el primer Fascio fue ignorado en
de 118 miembros fundadores compuesto por intelectuales, obreros, gran medida dentro de los límites de la vida política milanesa. La
veteranos de guerra, sindicalistas, ex socialistas, nacionalistas, cinco prueba de que Mussolini había interpretado correctamente las runas de
judíos, dos mujeres y Filippo Marinetti, el líder futurista. Lo único la situación de la posguerra no fue la expansión espectacular de su propio
que tenían en común era la visión de la nueva Italia que tenía que movimiento -todo parecía indicar que sus frutos iban a quedar sin reco­
nacer después de la guerra. Con astucia, el movimiento eligió el ger- sino el apoyo público y generalizado al experimento modernista de
nom bre de Fasci di combattimento, que evocaba no sólo a los Fasci D ’Annunzio, que intentó inaugurar la nueva era de la gran Italia por me­
intervencionistas, sino también los valores del combattentismo, un dio de un acto dionisiaco de «hacer historia». En septiembre de 1919, al
término que hacía referencia tanto a la idealización de la guerra y de frente del pequeño ejército de Arditi, las tropas de elite del ejército italia­
la violencia en cuanto necesidad básica hum ana e histórica, como a no, D ’Annunzio entró en la pequeña ciudad portuaria de Rijeka, (Fiume
la celebración del espíritu de solidaridad entre los veteranos de gue­ en italiano) en la costa dálmata, cuando en la conferencia de paz de París
rra com o moral y fuerza política. Los dos principios absolutos en los todavía se estaba intentando llegar a un acuerdo para determinar a qué país
que se basaba el m ovimiento eran el «antibolchevismo» y «la na­ le concedían su soberanía, a Italia o a la futura Yugoslavia. D ’Annunzio
ción», que, según Mussolini, era «una verdad tangible e intangible a gobernó la ciudad hasta que el ejército italiano le obligó a dejar el cargo
la vez [,..] que siente los balbuceos de una nueva vida que está a en diciembre de 1920, durante la llamada «Navidad sangrienta», en medio
punto de estallar con una grandeza tal que sólo el genio italiano pue­ de una tormenta de protestas públicas que cundieron por toda Italia en
de concebir en su conquista de la humanidad»77. contra de la intervención «antipatriótica» del ejército. Según la visión «es­
En resumidas cuentas, lo que más tarde se conocería como el Fas­ tética» de la política de D ’Annunzio, la fuerza animadora de su nuevo
cismo de San Sepolcro quería ser el primer paso hacia la perpetuación orden microcósmico, el prototipo de la nueva Italia, no era la política con­
del impulso revolucionario que los nacionalistas modernistas habían atri­ vencional, sino una mezcla de patriotismo, militarismo, corporativismo,
buido a la guerra desde sus comienzos. La idea no era lanzar un partido poesía, música y «actuaciones» espectaculares. El Estado era ahora una
político, sino lo que los antropólogos culturales denominan una «an­ «obra de arte total» cuyo espíritu modernista se ponía de relieve en el he­
tiestructura», el embrión de una nueva communitas. Como decía Mus­ cho de que, después de comprometerse con el modelo corporativista que
solini en la sección «Doctrina política y social» del artículo sobre el defendía el sindicalista Alceste De Ambris -u n acto extraordinario de sin­
Fascismo que escribió para la Enciclopedia Italiana (1932) de Gio- cretismo para un hombre que había defendido la decadencia aristocráti­
vanni Gentile: «El Fascismo no es el niño de pecho de una doctrina ca-, le dedicó simbólicamente una de las corporaciones al «nuevo hom­
previamente redactada; nació de la necesidad de acción, y era una ac­ bre», «il nuovissimo uomo»79.
ción; no fue un partido sino, en los dos primeros años, un antipartido
78 La cursiva es añadida. El texto se reproduce en Roger Griffin, International Fascism.
tarian and Authoritarian Regimes», en F. I. Greenstein y N. W. Polsby (eds.), H andbook o f Theories, Causes, and New Consensus, Londres, Arnold, 1998, pp. 248-249. El segundo
Political Science. M acropolitical Theory, volum en 3, M assachusetts, Addison-Wesley, 1975, apartado del artículo original, «Ideas fundam entales», lo escribió Giovanni Gentile y en él
pp. 313-321; Stanley Payne. A History o f Fascism 1914-45, Londres, University College ofrece una interpretación neohegeliana, «actualista» del Fascism o com o base del Estado
London Press. 1995, capilulo 3, «The Im pact of World War I», pp. 71-19. ético totalitario.
11 B. M ussolini, Omnia Opera, volumen 8, p. ¡44, se cita en E. Gentile, Le origini 7g Véase M ichael L edeen, The F irst Duce. D ’A nnunzio a t Fiume, Baltim ore, Johns
dell'ideologia fascista, cit., p. 207. Hopkins U niversity Press, 1977; George M osse, «The Poet and the E xercise of Political

298 299
Al final, resultó que fue el Fascismo, no el «d’annunzianismo», el En el torrente de novelas sobre squadristi que se publicaron, con un
movimiento que se apropió del combattentismo. La amenaza -real o éxito considerable, en la década de 1930, aparece reiteradamente un
im aginaria- de una parálisis total o incluso de una guerra civil pro­ patrón mítico muy elocuente. La trama básica de todas ellas es la del
vocadas por la izquierda revolucionaria durante el «biennio rosso» «protagonista que busca una vía de redención». El héroe, por ejemplo,
(1919-1920), hizo que los violentos squadre d ’azione liderados por se sacude de encima el «letargo bestial» de la vida después de la desmo­
veteranos se desplegaran de forma espontánea por el norte y el cen­ vilización y descubre una Italia corrupta, en la que la burguesía celebra
tro de Italia, poniendo de relieve la im potencia del gobierno para fiestas y los socialistas profanan los símbolos nacionales. En ese mo­
restituir la ley y el orden. Como cada escuadrón creó su propio Pás­ mento, rompe conscientemente su vinculación con el pasado refugián­
elo, el Fascismo se convirtió, casi por poderes, en una fuerza autén­ dose en el Fascismo, y su vida se llena de pronto de sentido, comprende
ticamente param ilitar y populista formada por numerosos movimien­ que tiene una «misión» elevada que comparte con el resto de sus cama-
tos revitalizadores paramilitares que se encontraban nominalmente radas desmovilizados, con los cuales se vuelve a encontrar. Al alistarse
al abrigo dei Fascismo y que tenían aspiraciones nacionalistas que en un escuadrón de acción se siente «purificado, ya que pone fin a la
iban mucho más allá de la mera aniquilación de la izquierda. Son vida inmoral que llevaba antes» y se deshace de su yo burgués para
muchos los historiadores que han narrado con todo detalle, aportan­ convertirse en la encamación del «nuevo italiano». Como se dice en una
do todo tipo de pruebas empíricas, la historia del espectacular creci­ de estas novelas, esto no quiere decir que haya que demostrar lo que uno
m iento del Fascismo, desde los cuatro miembros que formaron el vale «participando en un espectáculo de aviación o realizando alguna
primer Fascio en marzo de 1919 hasta convertirse en un movimiento hazaña deportiva», pues «hasta los funcionarios o los tenderos pueden y
lo suficientemente poderoso como para llegar al gobierno en octubre deben convertirse en “italianos nuevos”. Consiste únicamente en entre­
de 19228l>. Sin embargo, apenas se ha estudiado el papel clave que el garse a la nación»83. Está demostrado que el mito del sacrificio squa-
modernismo político desempeñó incluso en esta fase de su ascenso drista a la nación recién nacida se incorporó a la sacralización y la ritua-
al poder. lización de la política del Fascismo. Lo que no se aprecia tan a menudo
El squadrismo casi nunca se analiza a fondo en la medida en que es que la experiencia del squadrista se prestaba a esta mitificación al
se aduce que fue un estallido de violencia reaccionaria dirigido contra vivir conforme al principio de la destrucción catártica tan importante en
las fuerzas progresivas del socialismo católico y marxista, lo cual fue la visión de la guerra como «herrería» de nuevos valores de Emst Jünger
sin duda cierto en el caso de algunos matones oportunistas o anti co­ que vimos en el capítulo 6“4.
munistas. Sin embargo, el acercamiento a los textos relacionados con La capacidad del Fascismo para asimilar corrientes contradictorias
las motivaciones de los squadristi revela la existencia de una potente que ofrecían una energía ideológica revolucionaria en su camino hacia
visión palingenésica, tanto en la actitud de la mayoría de sus ardientes el poder, tampoco se puede desligar de su dinámica esencialmente sin­
activistas como en los mitos que legó al régimen. La convicción de crética en cuanto movimiento revitalizador: David Roberts advierte
que su misión era llevar a cabo la revolución nacional que había co­ que cualquiera que intente reducir el Fascismo a una entidad ideológi­
menzado cuando Italia se metió en la guerra no sólo se refleja en las ca individual, como el sindicalismo soreliano o el modernismo del
memorias y en las historias del Fascismo que escribió el líder squa- grupo de La Voce, debe recordar que desde el punto de vista ideológi­
drista más famoso, Roberto Farinacci81, (conocido como ras, un tér­ co era «una mezcla caótica» y que «su centro de gravedad cambiaba a
mino etíope que significa «jefe»), sino en las crónicas de otras figuras medida que el régimen evolucionaba»85. Lo mismo se puede decir de
menores, los soldados rasos82. los cinco primeros años de existencia del movimiento, antes de llegar
al poder. No obstante, el núcleo relativamente estable de este centro de
Power: G abriele d ’A nnunzio», Yearbook o f Com parative and General Literature 22 gravedad cambiante era el mito proteico de la palingenesia. Si este
(1973), pp. 32-33. movimiento tuvo la cohesión y el dinamismo suficientes para formar
m Para una interpretación del Fascism o que subraya el papel que desempeñó el param i-
primero un gobierno y después un régimen fue porque Mussolini per-
litarísm o en la «lim pieza» de la nación véase Michael M ann, Fascists, Nueva York, Cam ­
bridge University Press, 2004, pp. 93-137.
1,1 Roberto Farinacci, Squadrismo, Roma, Edizioni A rdita, 1934; Storia della rivoluzio­ “* R oberta Valli, «The Myth o f Squadrismo in the Fascist Regime», Journal o f Contem ­
nefascista, Cremona, Crem ona Nuova, 1937. porary History 35/2 (2000), pp. 140-144.
Um berto Banchelli, M em orie di un fascista, Florencia, Edizioni della Sassaiola lìo M Véase supra capítulo 6, p. 233.
rentina, 1922; Mario PiazTKsi, D iario di uno squadrista toscano 1919-1922, Roma, Bonna- “5 David Roberts, «How not to think about Fascism and Ideology, Intellectual Antece­
ci, 1980. dents and Historical M eaning», Journal o f Contem porary H istory 35/2 (2000). p. 208.

300 301
mitía que todas las corrientes de modernismo político y cultural entra­ nacionalizada del sindicalismo revolucionario. Afirmaba que el Fascis­
ran en el redil del Fascismo siempre y cuando el nuevo nomos al que mo era un «ricorso de energías prístinas, bárbaras y saludables, muy
aspiraran y el horizonte que pretendieran fijar no traspasaran los lími­ distinto de la afluencia de la decadencia y de la barbaridad», «la mejor
tes del mito central del italianismo, la creación inminente de una Italia garantía de la perpetuación y de la vitalidad de la sociedad humana»89.
«nueva» y «grande».
El sincretismo que ya se percibía en la reunión de fundación del
Fascismo fue creciendo de forma constante entre 1921 y 1925, a me­ E l f a s c is m o c o m o t e s t d e R o h r s c h a c h d e l m o d e r n i s m o it a l ia n o
dida que más y más individuos -futuristas, sindicalistas revolucionarios,
squadristi, veteranos de guerra, artistas, arquitectos, funcionarios, cien­ El test psicológico de Rohrschach sirve para comprender las fijacio­
tíficos sociales, clérigos católicos, sindicalistas, dannunzianos- unían nes del paciente y el estado en el que se encuentra su mente a partir de
sus suertes a la del movimiento de Mussolini. Todos ellos proyectaban su forma de interpretar una mancha dibujada con la intención de que
en el Fascismo sus propios diagnósticos «italianistas» de la crisis que resulte ambigua y «polisémica». De la misma manera, la naturaleza po­
padecía el país y sus propios planes de cambio. Cuando Mussolini ha­ livalente y polifacética del Fascismo en cuanto proyecto utópico de
blaba del «gran río del Fascismo»“ con sus numerosos afluentes en el cambio histórico permitió que cualquier movimiento político rival se
apartado «Doctrina social y política» del artículo que escribió para la proyectara en él a condición de que fuera una permutación de la idea del
Enciclopedia, la metáfora no sólo se refería a su propia ideología, sino a renacimiento de la sociedad italiana a partir de una situación de deca­
la naturaleza esencialmente pluralista del Fascismo como un todo. La dencia. En cuanto denominador común del italianismo, este topos inde­
decisión de la ANI de coaligarse con el Partido Nacional Fascista cinco finido atrajo a los protagonistas principales de las distintas variaciones
meses después de la Marcha sobre Roma en octubre de 1922 hay que del modernismo nacionalista o nacionalismo modernista. Además, los
entenderla en este contexto. Gracias a esta coalición, algunos naciona­ representantes de otras corrientes ideológicas que eran nacionalistas por
listas destacados como Alfredo Rocco, Luigi Federzoni y Enrico Corra- motivos conservadores, sobre todo los funcionarios, los industriales, o
dini alcanzaron posiciones muy influyentes dentro de un gobierno que por reacción contra el bolchevismo y el anarquismo, como los monár­
se había ganado también la lealtad de sindicalistas revolucionarios de la quicos, los aristócratas, los burgueses, los militaristas o los católicos, que
talla de Sergio Panunzio, Agostino Lanzillo y Paolo Orano. Aunque pro­ no podían adherirse incondicionalmente al Fascismo sin comprometer
cedían de extremos diametralmente opuestos del espectro político, en­ sus principios, también colaboraron con este movimiento90.
contraron acomodo en ese nuevo espacio político «más allá de la iz­ En la década de 1920, en cuanto ganó impulso político, el magnetis­
quierda y de la derecha»87 formado por distintas imágenes de una nación mo del Fascismo atrajo a una gama todavía más amplia de modernistas
renacida o de una civilización liderada por Italia. que de uno u otro modo querían formar parte de un proceso de transfor­
Rocco, por ejemplo, el nuevo ministro de justicia del régimen, justi­ mación cultural dinámico, activo, abierto que parecía avanzar con una
ficaba la abolición de los contratos colectivos de trabajo en las nuevas energía inexorable hacia un «nuevo orden» que sustituiría la ruina del
leyes que regían las relaciones industriales aduciendo que todas las so­ sistema de Giolitti. Como Marinetti al fundar el movimiento futurista,
ciedades tienen ciclos, que pasan del barbarismo a la civilización y vice­ cada vez más italianos tenían la sensación de encontrarse «sobre el últi­
versa. Y para justificar este concepto orgánico de la sociedad no citaba a mo promontorio de los siglos», en unas condiciones en las que se habían
Oswald Spengler sino que se apoyaba en la ley del flujo y el reflujo de trascendido el tiempo y el espacio del pasado decadente y se estaba ha­
las civilizaciones -corsi y ricorsi que postulaba el filósofo renacentista ciendo historia. Desde esta cabeza de puente hacia el futuro, ideólogos
Giovanni Battista Vico. Según Rocco, el Fascismo acababa de inaugurar
«una nueva fase en la lucha eterna y recíproca entre la organización y el 85 Sergio Panunzio, «Stato e sindicato», Rivista internazionale di filosofía del diritto 3 /1
principio de disolución»88. Sergio Panunzio también traía a Vico a cola­ (1923), pp. 4-9. El artículo lo escribió en noviembre de 1922, un mes antes de la m archa
sobre Roma.
ción para explicar su teoría del nuevo Estado basado en una versión ™ La hostilidad subyacente del Vaticano y de la cultura católica en general hacia el in­
tento fascista de fundar una religión política se estudia en Emilio G entile, «New Idols, Ca-
Adam son cita esta metáfora en «M odernism and Fascism », p. 389. tholicism in the Face o f Fascist Totalitarianism », Journal o f M odern Italian Studies 11/2
81 Una alusión al revolucionario estudio de Zeev Sternhell, N either Right nor Left: Fas­ (2006), pp. 143-170. La distancia que la m onarquía m antuvo con respecto al Fascism o tuvo
cist ideology in France, Berkeley y Los Ángeles, University o f California Press, 1986. una im portancia crucial en relación con la caída de Mussolini en julio de 1943, cuando el rey
“ Alfredo Rocco, Scritti e discorsi politici, M ilán, Dott. A, Giuffrè Editori, 1928, volu­ Victor Emmanuel 111 respaldó la decisión del Gran Consejo Fascista de destituirle com o jefe
men 3, pp. 984-985, se cita en E. Gentile, Il mito deilo Stato nuovo, cit., p. 198. de Estado y arrestarle.

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tan alejados desde el punto de vista político como el nacionalista Alfre­ Por tanto, dada la naturaleza radicalmente heterogénea del Fascis­
do Rocco y el sindicalista Sergio Panunzio luchaban juntos por sus ver­ mo en cuanto forma esencialmente sincrética de modernismo político,
siones contradictorias de ricorso o renovación. Junto a ellos, cada vez cuando Giovanni Gentile donó de forma simbólica su programa «ac-
más profesores, intelectuales y ciudadanos pertenecientes a las elites tualista» de renovación nacional al movimiento de Mussolini al unirse
cultivadas se convertían a la causa de la regeneración social y nacional al PNF en junio de 1923, no se convirtió en el «ideólogo principal» del
de la misma manera que lo habían hecho los vociani antes de la guerra, Fascismo, como se ha dicho tantas veces, y es aún menos cierto que su
cuando habían hecho campaña a favor del despertar nacional. teoría filosófica fuera la plantilla ideológica del movimiento. Como mi­
Algunos de los miembros de la vanguardia florentina seguían su nistro de Instrucción Pública y presidente del Instituto Nacional de Cul­
propio camino. Ardegno Soffici se convirtió en un defensor de los va­ tura Fascista, formaba parte de una extensa alianza de esquemas cultu­
lores regionales, antifuturista en su estética pero modernista en espíritu rales, sociales y políticos, en parte convergentes y en parte contradictorios,
y Giovanni Papini se convirtió a un catolicismo profundamente evan­ destinados a la culminación de la unificación italiana. Los ideólogos y
gelista antes de escribir Italia Mia, una evocación chovinista de la Italia los activistas que colaboraron con este movimiento formaban una unión
renacida publicada en 1939, el mismo año que fue nombrado «Acadé­ muy poco rígida en torno a la curiosa mezcla de autoritarismo y libe­
mico de Italia». No obstante, estos dos personajes tarde o temprano ralismo del Fascismo, como caballos que tiraran ideológicamente en
acabarían compartiendo el espacio cultural fascista con luminarias de distintas direcciones. No obstante, entre 1920 y 1922 ofrecieron el
la nueva generación de modernistas político-culturales como Curzio impulso necesario para que el Fascismo se consolidara y fuera capaz
Malaparte, Massimo Bontempelli y la «segunda generación» de futu- de fundar un «nuevo Estado» improvisado por una nueva elite que
ri stas, como el arquitecto Virgi lioMarchi y los pintores de la «aeropi llura»91 «controlaba» posiciones políticas y culturales estratégicas. Los miem­
Giacomo Baila y Fortunato Depero - y por supuesto con Julius Evola bros de esta elite estaban convencidos de que eran los arquitectos de la
y Filippo Marinetti, cuya relación con el Fascismo sería bastante tur­ «gran Italia».
bulenta-, Todos ellos sucumbieron a la ilusión de creer que podían El propio Gentile siempre pensó que podía dotar al Fascismo de
reconducir la Revolución fascista y utilizarla para llevar a la práctica fundamento teórico para que se convirtiera en un «gobierno espiri­
sus anhelos peculiares de una nueva civilización. tual», incluso después de que la oposición a sus políticas culturales y
Ezra Pound, uno de los poetas modernistas más famosos de la época, educativas fuera tan enérgica que ni siquiera el propio Mussolini la
se sintió atraído por el régimen de Mussolini por esta misma razón. Sin pudo ignorar. Después del hundimiento del régimen fascista, Gentile
embargo, entre ios elementos que se recombinaron ludicamente en la no encontró motivo alguno para no aceptar el cargo de presidente de la
peculiar visión del mundo de Pound se encontraba la teoría económica Real Academia de Italia bajo la República Social Italiana, el Estado
del Crédito social, que había descubierto a través de sus colaboraciones títere de los nazis, conviritiéndose así en el símbolo viviente del Fascis­
con la revista The New Age de Alfred Orange92, el vorticismo, la poesía mo intransigente y en objetivo natural de la resistencia. Las terribles
china, Dante, el fonoscopio, que era el último grito tecnológico en cuan­ consecuencias de su decisión «ética» de permanecer fiel al régimen
to a grabación de sonidos, ya que hacía que se revelaran los ritmos de la se «actualizaron» en abril de 1944 cuando lo asesinaron. Un año des­
raza11-, y, por supuesto, una variedad radical de antisemitismo basada en pués, el experimento fascista, que pretendía «hacer historia» y salvar
el presunto parasitismo económico de los judíos que a veces expresaba al mundo de la decadencia se desplomó por segunda vez, esta vez para
con furia eugenésica: «LA USURA es el cáncer del mundo. Sólo el siempre, en medio de la ocupación nazi, la intensificación del terror de
bisturí del ciruj ano fascista puede extirparla de 1as vida de las naciones»94. Estado, las deportaciones masivas y una encarnizada guerra civil. En
el capítulo siguiente analizaremos con mayor detalle la naturaleza m o­
dernista del régimen de Mussolini durante el «ventennio fascista», una
51 Para algunos ejem plos de esta espectacular expresión de la pintura m odernista véase
época que favoreció la aparición de una amplia gama de variedades
la página web sobre aeropittura, [http://w ww.fdabisso.com /aero/acropittura.htm ll (consul­
tada el 2 de diciem bre de 2006). culturales, sociales y políticas de modernismo que, en algunas ocasio­
52 Véase Tim Redman, Ezra Pound and Italian Fascism, Cambridge, Cambridge Uni­ nes, tuvo consecuencias personales para sus protagonistas igual de
versity Press, 2007. terribles que en el caso de Gentile.
1,3 Michael Golston, Rhythm and Race in M odernist Poetry and Science, Nueva York,
Colum bia University Press, 2007.
‘M Se cita en William Cookson (e<J.), Ezra Pound. Selected Prose 1909-1965, Nueva
York, New Directions, 1973, p. 300.

304 305
VIII

EL RÉGIMEN FASCISTA
COMO ESTADO MODERNISTA

A l igual que la Italia rejuvenecida de M azzini, el Partido Fascista [ ...] se está convirtiendo
en la f e de todos ¡os italianos que rechazan el pasado y anhelan la renovación. Una fe
como todas tas que tienen que habérselas con una realidad establecida que hay que
destruir, fu n d ir en el crisol de las nuevas energías y refundir para d a r cabida al
entusiasmo ardiente y a l a intransigencia de un nuevo ideal. Es la mism a f e que maduró en
las trincheras, en la reflexión, en el sacrificio de los cam pos de batalla con la única
finalidad capaz de justificarlo: la vida la grandeza de la patria.
Giovanni Gentile, The M anifestó o fF a scist fntellectualsA 925l.

E l « d e s a f ío a l t i e m p o » d e l f a s c is m o

Lo que se deduce de la explicación tan sucinta, a la fuerza, de la


génesis del fascismo que hemos ofrecido en el capítulo anterior, es que
este movimiento no es sólo el descendiente del modernismo cultural,
sea del futurismo, el grupo de los vociani2 o el actualismo de Gentile;
o que deriva únicamente de las teorías de Sorel, del sindicalismo revo­
lucionario o de otras corrientes de modernismo político3, sino que se
trata de una forma de modernismo político p or derecho propio, pro­
fundamente sincrética y sinergética. Como señala Claudio Fogu, «el

1 Giovanni Gentile e t a i , «M anifesto o f Fascist Intellectuals», en Jeffrey Schnapp (ed.),


A P rim er o f Italian Fascism, Lincoln, University of N ebraska Press, 2000, pp. 297-303.
2 Por ejem plo, en su articulo incluido en «M odernism and Fascism: The Politics of
Culture in Italy, 1903-1922», A m erican H istorical Review 9/2 (1900), p. 360, W alter Adam ­
son sostiene que «M ussolini tom o de los vociani la esencia de su politica cultural» y que «su
fascismo, por tanto, se caracteriza en algunos aspectos im portantes por la poiitizacion del
m odernism o italiano».
3 Este es el argum ento basico de Zeev Stenrhell, con Mario Sznajder y M aia Asheri,
The Birth o f Fascist Ideology: From Cultural Rebellion to Political Revolution, Princeton
(NJ), Princeton University Press, 1995.

307
carácter modernista del fascismo no reside en la “espiritualización de raba que se había sentido obligado a crear el movimiento fascista por­
la tecnología”, ni en su apropiación de las técnicas de la vanguardia, que «las ideas de los demás partidos eran chabacanas e insuficientes,
sino más bien en que se presenta como un movimiento político moder­ incapaces de ajustarse a la formación de una nueva historia y a los
nista para la era de las masas»*. Por tanto, las variadas tensiones ideo­ acontecimientos y a las nuevas condiciones de la vida moderna». Por
lógicas sin resolver, las incongruencias y las contradicciones que algu­ tanto, era vital
nos historiadores5 le atribuyen maliciosamente a la personalidad de
Mussolini y a su régimen no deben interpretarse como síntomas la imaginar una concepción política totalmente nueva que se adecuara a la
megalomanía de una dictadura personal, de una obsesión por el mono­ realidad del siglo xx, y superar al mismo tiempo la veneración ideológi­
polio del poder en su propio beneficio o de una reacción política este- ca al liberalismo, los horizontes limitados de distintas democracias ago­
tizada. Más bien son, en gran medida, el resultado del intento revolu­ tadas y, por último, el espíritu violento del bolchevismo. En una palabra,
cionario de trasladar -en unas condiciones objetivas de cam bio- una sentí la profunda necesidad de una concepción original capaz de dotar a
frágil alianza de proyectos modernistas, a menudo contradictorios, la historia de un ritmo más provechoso en un nuevo periodo histórico.
para la regeneración de la historia y la creación de una nueva Italia, a Había que poner los cimientos de una nueva civilización8.
la praxis de un nuevo sistema político capaz de satisfacer las exigen­
cias de un Estado-nación moderno con el mayor consenso posible. Aunque Angelo Ventrone no emplea el término «modernista» para
Los numerosos problemas prácticos con los que el fascismo se describir esas aspiraciones, en su historia de la génesis del fascismo
tuvo que enfrentar para llevar a cabo esta tarea se agravaron por el durante la Primera Guerra Mundial expresa la convicción de que el
hecho de que el nuevo régimen no nació ex nihilo, sino que surgió a régimen era la encamación concreta del modernismo político tal como
partir de la transformación sin precedentes de un sistema estatal pre­ nosotros lo hemos caracterizado. Ventrone sostiene que después de la
viamente existente sin apoyarse en una doctrina concreta, algo que, guerra «el proyecto del que se apropió el fascismo» consistía en «insti­
teniendo en cuenta el ínfimo porcentaje de fascistas convencidos de la tucionalizar el mito de la nación y hacerlo permanente». La dictadura de
población total, exigió la colaboración de las elites políticas, sociales Mussolini llevó a cabo un experimento que «refino los instrumentos
y culturales. Las alarmantes grietas que aparecieron en este edificio políticos construidos y elaborados en el transcurso de la guerra» para
totalitario desde el principio no se debieron a la naturaleza espuria superar el dominio de la sociedad por «la tecnología, las finanzas, la
del totalitarismo que se deriva del término «fachada»6, sino a la natu­ decadencia y la feminización, el deseo sensual y la atomización, la igual­
raleza fundamentalmente utópica - y por tanto irrealizable en esencia- dad y la entropía que amenazaban a Italia» en la modernidad. Por tan­
del proyecto fascista de crear un Estado modernista capaz de cambiar to, el nuevo Estado se basaba en la búsqueda de «una modernidad ca­
a mejor el curso de la historia italiana y mundial. Por consiguiente, paz de espiritualizar a las masas»9. El objetivo de la revolución que
existen buenas razones para interpretar en sentido literal el pasaje de proponía era convertir en política el deseo «literario en esencia» de
la autobiografía de Mussolini publicada en 1928, cuando la parábola «dotar a la vida individual y colectiva de un nuevo significado»10.
que define su carrera aún se encontraba en ascenso, en el que arremete Ventrone alude específicamente a la teoría del modernismo de Mar­
contra los partidos políticos del sistema de Giolitti7. Mussolini asegu­ shall Berman, y sostiene que el fascismo surgió «de la confluencia de
proyectos políticos diferentes que pretendían devolver a la realidad el
4 Claudio Fogu, The Historie Imaginary. Politics o f History in Fascist Italy, Buffalo
aura de sacralidad, de absoluto, que el proceso de secularización y de
(NY), University o f Toronto Press, 2003, p. 6. L a cursiva es añadida.
5 En particular Denis M ack Smith, Mussolini. A Biogruphy, Nueva York, Vintage laicización le había arrebatado». Por consiguiente, sus enemigos reales
Books, 1983. eran «el desarraigo, la indeterminación, la heterogeneidad, la confusión,
6 Alexander De G rand, «Cracks in the Façade. The Failure o f Fascist Totalitarianism in lo bastardo y las complejidades y las aflicciones características de la
Italy, 1935-1939», European History Quarterly 21 (1991), pp. 515-535.
7 Esta autobiografía se publicó con una entusiasta nota de aprobación de Richard Wash-
modernidad burguesa»11. De acuerdo con la terminología que emplea
bum Child, ex em bajador de los Estados Unidos en Italia, que alababa los logros políticos Frank Kermode en El sentido de un final, el fascismo intentaba traducir
de M ussolini hasta la fecha. Hasta noviembre de 1936. cuando la Italia fascista se alió ofi­
cialm ente con el Tercer Reich, M ussolini era tan popular entre algunos sectores antifascistas 8 Benito M ussolini, M y Autobiogmphy, Nueva York, Charles Scribner, 1928, pp. 68-69.
norteam ericanos y británicos que en cuando se representó el m usical Anithing goes en Lon­ ’ Angelo Ventrone, La seduzione totalitaria. Guerra, modernità, violenza politica
dres en 1935, P. G. W oodehouse cam bió la letra origina! de la canción de C olé Porter (1914-1918), Roma, Donazelli. 2003, pp. 133-151.
«You’re the Top», que quedó así: «You're the top! You’re the Great Houdini! You’re the top! 111 Ibid., p. xii.
You're M ussolini!». 11 Ibid., p. 192.

308 309
las «ficciones» de resurrección de la decadencia a mitos que legitimaran En 1930 los fascistas convencidos de todos los segmentos sociales
un sistema político entero y generar la experiencia de que la superación atestaban la roca florida y escarpada desde la que antes sólo Marinetti
del sistema de Giolitti señalaba el amanecer de un nuevo mundo. Si­ y una selecta elite de artistas disfrutaban de la experiencia embriaga­
guiendo el discurso de Peter Berger, diríamos que el fascismo trataba de dora y nietzscheana de encontrarse «sobre el último promontorio de
crear un nuevo nomos y de levantar un nuevo dosel sagrado para prote­ los siglos». La experiencia del Aufbruch que alababan los poetas ex­
gerse del miedo a la anomia. Si nos atenemos a la teoría de Peter Osbor­ presionistas se había democratizado, la sensación de final había sido
ne, este movimiento aspiraría a inaugurar una nueva temporalidad de sustituida por la embriagadora sensación de comienzo. El propio Emi­
acuerdo con el espíritu de una revolución conservadora radical, activan­ lio Gentile llama la atención sobre este factor al afirmar que «el impul­
do un pasado mítico con el fin de producir una dinámica de futuro co­ so principal del fascismo procedía de su “movimientismo” y del senti­
lectiva. En todas estas interpretaciones, el fascismo se presenta como un miento dionisiaco de la existencia, del mito del futuro, no de la
movimiento decididamente modernista. contemplación estática del pasado». El único elemento que contradice
Es Emilio Gentile quien, gracias a la combinación de un trabajo de esta dinámica de futuro es el culto al mundo romano (romanità) que
archivo impecable con la conceptualización más sofisticada, ha ofreci­ tanta importancia tuvo para el régimen15, pero se trata de una contradic­
do la explicación más autorizada de las credenciales «modernistas» ción aparente, pues este culto era también «una celebración modernis­
del fascismo, y al hacerlo le ha transmitido al término algunas conno­ ta en cuanto mito de acción para el futuro»16. Según Giuseppe Bottai,
taciones que corroboran explícitamente nuestra perspectiva primor^ uno de los tecnócratas más importantes de la gerachia fascista, la fas­
dialista. Gentile afirma que «el modernismo fascista intentó efectuar cinación que sentía el régimen por Roma no nacía «de la erudición, ni
una nueva síntesis entre tradición y modernidad sin renunciar a la mo­ de los libros, ni de la llamada “historia muerta”», sino, por encima de
dernización con el fin de cumplir los objetivos de poder de la nación». todo, del potencial que tenía este mito para inspirar acciones en el
A través de «la sacralización de la política y la institucionalización presente17. Los fascistas no pensaban llevar a cabo «un restablecimien­
del culto a los fascios», el fascismo trató de hacer realidad la am bi­ to sino una renovación, una revolución en la idea de Rom a»18.
ción fundamental del nacionalism o modernista: «La construcción de A finales de la década de 1930, la atracción principal de la resu­
una religión profana para la nación»12. La exhaustiva investigación rrección a gran escala de las glorias imperiales que había emprendido
de la matriz de la ideología fascista a partir del estudio del torrente el Estado, ese proceso que consistía en tomar del devenir histórico lo
de publicaciones que promovió el régimen, y que ha llevado a cabo verdaderamente importante, era la explotación sistemática de la he­
Pier Giorgio Zunino, confirma am pliamente la dinámica de futuro y rencia de la Roma clásica con la intención de legitimar la dictadura de
la misión civilizadora del fascismo que ponen de relieve tanto Ven- Mussolini desde el mito y de fabricarle un aura de destino providen­
trone como Gentile. Zunino explica cóm o para la m ayoría de los cial y de intemporalidad. Una de las instancias más representativas de
fascistas la nueva misión del Estado era «sacar a Italia de la hum illa­ este proceso general fue la del empleo del ritual político y cultural en
ción y de la marginación», y que esta misión estaba vinculada a un aras de identificar al Duce de forma explícita con Julio César. Esta
objetivo mucho más ambicioso, a saber, «esparcir las semillas de una identificación llegó hasta tal extremo que la conmemoración del se­
nueva civilización en la cual los principales problemas que afectaban gundo milenio de su nacimiento se convirtió en la apoteosis profana
a la sociedad contemporánea hubieran quedado finalmente resuel­ de Mussolini como emperador romano, un acto sancionado por el car­
tos»13. Bajo M ussolini, se animó a los italianos a sentir que vivían en denal Schuster en nombre del Vaticano19. Esta misma dinámica histó­
el umbral de una «nueva civilización», de un «ciclo». Zunino insiste rica, modemizadora, de futuro, que subyacía a los fastos de los dos mil
en que los incontables textos, discursos, eventos y rituales dirigidos
a las masas durante el tiempo que Mussolini se mantuvo en el poder ls Véase Rom ke Visser, «Fascist Doctrine and the C ult o f Rom anità», Journal o f Con­
no tenían como finalidad «fabricar un consenso», sino transm itir a temporary History 27/1 (1992), pp. 5-22.
1,1 Se cita en Emilio Gentile, «The Conquest o f Modernity. From M odernist Nationa­
sus más fervientes seguidores el «anhelo del mañana» y «el ansia de lism to Fascism», en Emilio Gentile, The Struggle fo r Modenity, cit., p. 60.
querer [hacer] historia»14. 17 G iuseppe Bottai, «Rom a e Fascism o», Roma 15/10 (1937), p. 351.
IK Ibid., p. 352.
|,J Para la función mítica intencionada del proyecto del Ara Pacis, véase Spiro Kostof,
12 Emilio Gentile, The Struggle f o r Modernity, Westport (CT), Praeger, 2003, pp. 61 -62. «The Em peror and the Duce: The Planning of Piazzale A ugusto Im peratore di Rom a», en
15 Pier G iorgio Z unino, L'Ideolngia del fasci.imn, Bolonia, II Mulino, 1985, p. 164. Henry M ilton y Linda Nochlin (eds.), A n and Architecture in the Service o f Politics, Cam ­
14 Ibid., 123-135. bridge (MA), The MIT Press, 1978, pp. 270-325.

310 311
años del nacimiento de César fue la misma que Vittorio Morpurgo del presente se aplacarían de forma ritual. Al recordarles a los italianos
plasmó en la juiciosa mezcla de neoclasicismo y estética modernista modernos su origen romano, los fascistas les animaban a arriesgarse a
que, como vimos en el capítulo 1, incorporó al diseño del edificio que dar el mismo «salto del tigre hacia el pasado» que según Walter Benja­
albergaría el Ara Pacis. Desde el punto de vista semiótico, el mensaje mín dieron los revolucionarios franceses al forjar un vínculo simbólico
que este edificio quería transmitir era que tras dos mil años de frag­ entre el derrocamiento del Antiguo Régimen y la expulsión de los reyes
mentación y dispersión, el «altar de la paz», una de las muestras más de la Roma antigua. Al anclar un nuevo futuro al recuerdo mítico de las
ilustres del legado de Julio César, serviría de reserva de mitopoética cosas pasadas, los fascistas consiguieron «sacar una época histórica es­
revitalizadora y de energía ritual para una Italia renacida. Como ha pecífica fuera del curso homogéneo de la historia» de la misma manera
señalado Joshua Arthurs, «la Roma antigua era una fuerza vital y diná­ que los revolucionarios bolcheviques23. Hasta el culto a los valores rura­
mica, no un legado enterrado que había que exhumar. Al recuperar y les tradicionales que durante el fascismo se manifestó a través del movi­
restituir esta esencia, el régimen y sus colaboradores pretendían tras­ miento artístico strapaese o la restauración exhaustiva de edificios y
ladar los valores antiguos al mundo moderno y forjar un vínculo direc­ espacios públicos renacentistas que llevó a cabo el régimen, deben inter­
to entre el pasado, el presente y el futuro»20. pretarse en clave modernista. No se trataba de refugiarse del mundo
Por tanto, el culto de la romanità estaba íntimamente relacionado moderno, sino de llevar a la práctica «la modernidad italiana»24.
con el deseo «actualista» de «hacer historia» tan importante en la in­ En este contexto, la aplicación de un nuevo calendario que discu­
terpretación que ofrece Fogu del «imaginario fascista». A la luz de rriría paralelamente al gregoriano, según el cual el año 1922, el de la
este razonamiento, lo más cómodo sería pasar por alto, como han he­ Marcha sobre Roma, sería el año I de la era fascista, es un gesto car­
cho tantos historiadores en el pasado, la vacua retórica de Benito Mus­ gado de significado simbólico. Se puede comparar con la adopción del
solini, quien, en un discurso pronunciado seis meses antes de la Mar­ año y el día decimales25 del calendario de la Revolución francesa (o
cha sobre Roma afirmaba que «la historia del mañana, que es la que «calendario republicano»), asumido el 24 de octubre de 1793 y aboli­
sin duda nosotros queremos crear» no será «una parodia de la historia do el 1 de enero de 1806 por el emperador Napoleón 1, pero que, en un
del ayer», ya que los romanos antiguos no eran sólo guerreros, sino gesto simbólico y elocuente, se recuperó brevemente en la Comuna de
también enérgicos constructores que podían «desafiar al tiempo»1'. París en 1871. La manipulación matemática de la medida del tiempo
De hecho, esta expresión nos conduce al corazón mismo de la concep­ bajo Mussolini indica una profunda voluntad mítica de erar un nuevo
ción del fascismo en cuanto movimiento creador de una modernidad tipo de Estado capaz de llevar a cabo un nuevo orden en el que Crono
alternativa. Hemos visto que en su análisis de la dimensión temporal quedara suspendido y el tiempo histórico volviera a comenzar literal­
del fascismo, Elvio Fachinelli observaba que el nuevo régimen «situó mente. Se trata de una voluntad que ya hemos analizado en el contexto
la patria bajo el cielo mítico de sus orígenes romanos»22. Y lo hizo con de la obsesión por la decadencia de principios del siglo xx, una obse­
el fin de anular un tiempo histórico «real» que se hacía intolerable sión que es la quintaesencia del modernismo. *
desde el punto de vista psicológico. Para los fascistas, «desafiar al
tiempo» era una actitud diametralmente opuesta a retirarse de la reali­
dad exterior y refugiarse en un estado meditativo de contemplación E L MODERNISMO TECNOCRÀTICO DEL FASCISMO
como el que recomendaba el filósofo idealista Arthur Schopenhauer
(1788-1860). Después de todo, fue su exhortación a renunciar a «la En 1933, cuatro artistas, entre ellos Cario Carra y Mario Sironi,
voluntad» lo que precipitó el intenso vitalismo del asalto de Nietzsche dos de los principales defensores del modernismo estético, publicaron
a la modernidad occidental.
Asimismo, el fascismo, al menos según su propio imaginario, era un 23 W alter Benjamín, Illuminationx, Londres, Fontana, 1992, pp. 252-255.
acto dionisiaco de desafío, la irrupción en un tiempo dinámico, sagrado, 24 Véase E. Gentile, «The Conquest o f Modernity», cit., p. 6 Í.
2- El año se dividía en diez meses con nombres poéticos, los más famosos son Thermidor
histórico, en el aevum de la vida nacional en el que las preocupaciones
y Brumario. por los acontecimientos históricos que tuvieron lugar; el día se dividía en diez
horas de cien minutos cada una, divididas a su vez en cien segundos, de form a que cada día
211 Joshua A rthurs, A Revolution in the Idea o f Rome: The A rchaeology o f M odernity in durara exactamente 100.000 segundos. En la ciudad que aparece en Metrppolis (1927). de Fritz
Fascist Italy, Departamento (le Historia de la Universidad de Chicago, tesis doctora] inédita, Lang, una descripción profundamente modernista de un futuro utópico y distópíco a la vez, un
2006, borrador, p. 6. reloj decimal que marca una cuenta atrás a la vista de todos regula las vidas de los trabajadores.
21 Se cita en Ibid,, la cursiva es añadida. En la anécdota apócrifa que afirma que Goebbels le ofreció a Lang el cargo de director de la
25 Se cita en C. Fogu, The Historie Imaginary, cit., p. 44. industria debido a la fuerza que observó en su película se intuye el modernismo del nazismo.

312 313
el Manifiesto de la Pintura Mural. Con este manifiesto celebraban bra también quiere decir «recuperar», en el sentido de recuperar tierras
que el fascismo había conseguido devolverle al arte su propósito social pantanosas-, y, aunque no alude explícitamente a Bauman, afirma:
original. Al «ofrecer unidad de estilo y grandeza de la línea a la vida
comunal» el arte se había convertido una vez más en «el instrumento El concepto de bonifica era importantísimo en muchos discursos
perfecto para el gobierno espiritual»2b. Bajo el fascismo, el arte ya no de la modernidad fascista. [...] La expresión más concreta de este de­
expresaba la «originalidad» del artista ni su «mundo interior», sino seo de recuperar la tierra era su ansia de depurar la nación de cualquier
que restituía el nomos de la nueva comunidad de italianos. patología social o cultural. Las campañas de recuperación agrícola
Desde de 1945 las políticas y las acciones que el régimen fascista (bonifica agrícola), de recuperación humana (bonifica umana) y de
emprendió en el ámbito cultural, social y político han sido estudia­ recuperación cultural (bonifica della cultura), junto con las leyes anti­
das de forma exhaustiva por muchos historiadores que han legado a judías, no eran sino distintas facetas y fases de un proyecto integral
los investigadores una enorme cantidad de datos empíricos relacio­ destinado a combatir la degeneración y a llevar a cabo una renovación
nados con el desmantelamiento del régimen liberal y su sustitución radical de la sociedad italiana «quitando las malas hierbas y limpiando
por un «Estado totalitario». Sin embargo, en esta profusión de datos el terreno»28.
que dan cuenta de qué hicieron los fascistas una vez en el poder se
suele pasar por alto p o r qué lo hicieron. Se trata de una cuestión que Conforme a este espíritu del modernismo social, el proyecto de
casi nunca se aborda, y si se hace se suelen limitar las causas a los secar las lagunas pontinas para acabar con un foco de malaria y dejar
caprichos de un dictador, a la guerra reaccionaria contra el socialis­ en su lugar tierras de cultivo se presentó a los italianos como un acto
mo o a la obtención del m onopolio del poder por parte de una elite arquetípico del fascismo. De hecho, bajo Mussolini el verbo bonifica­
corrupta en su propio beneficio. Sin embargo, espero que a estas al­ re acabó denotando «un impulso tecnocrático de planificación social y
turas haya quedado claro que, a diferencia de las interpretaciones un modo de pensamiento científico que [...] interpretaba la sociedad
que acabo de mencionar, según nuestra perspectiva debe interpretar­ humana en cuanto “organismo manipulable a través de una operación
se el régimen fascista en cuanto Estado modernista equiparable al quirúrgica de gran alcance”»29.
Estado m odernista que se fundó en la Rusia bolchevique en la misma Los análisis del régimen fascista que ofrecen Claudio Fogu, An­
época y con el que se instauraría más tarde en la Alemania del Tercer gelo Ventrone, Pier Giorgio Zunino y Ruth Ben-Ghiat, aunque utili­
Reich. La intención del régimen de Mussolini era perpetuar la diná­ zan marcos de estudio distintos, muestran una profunda afinidad con
m ica palingenésica del fascismo en cuanto movimiento revitalizador la conceptualización del «totalitarismo» de Emilio Gentile. Según su
extrasistémico que había «marchado sobre Roma» creando un siste­ definición, se trataría de «un experimento de dominación política
ma político sin precedentes históricos. Querían hacer realidad la uto­ realizado por un m ovimiento revolucionario» que «después de afian­
pía tem poralizada de una sociedad única que satisficiera las necesi­ zarse en el poder por medios legales o ilegales, destruye o transfor­
dades de las masas para acabar con la decadencia del presente. En ma el régimen anterior y construye un nuevo Estado basado en un
este sentido, el fascismo manifiesta una afinidad íntima con el «mo­ régimen de partido único». Lo hace para cum plir con «la politiza­
dernismo político» tal como lo hemos definido y con el «Estado jar­ ción integral de la existencia, colectiva o individual, interpretada se­
dinero» de Zygmunt Bauman, cuya misión es arrancar de raíz la de­ gún las categorías, los mitos y los valores de una ideología palinge­
cadencia y cultivar una nueva estirpe de seres humanos en su «guerra nésica, institucionalizada en forma de una religión política». Se
contra la ambivalencia»27, o con el «Estado cirujano», con su escal­ pretende así «modelar al individuo y a las masas por medio de una
pelo preparado para extirpar el tejido gangrenado. revolución antropológica, para regenerar al ser humano y crear un
La relevancia de la metáfora de la cirugía o de la jardinería se pone nuevo hombre», aunque la m eta final es crear «una nueva civiliza­
de relieve en el siguiente pasaje del estudio de Ruth Ben-Ghiat sobre las
«modernidades» alternativas que persigue el fascismo. Ben-Ghiat anali­
za el término bonifica -literalmente «mejoramiento», aunque esta pala- 28 Ruth Ben-Ghiat, Fascist M odernities. Italy 1922- 1945, Berkeley, University o f Ca­
lifornia Press, 2001, pp. 5-6. La cita está sacada de O m er Bartov, M urder in our Midst. The
Holocaust, Industrial Killing, and Representation, Oxford, Oxford University Press, 1996,
36 Se cita en E. Gentile, «The Conquest o f Modernity», cit., p. 62, La cursiva aparece en p. 5. Para el concepto de «reclam ación hum ana», véase el capítulo «Bonifica umana» de
el original. Zunino, L ’Ideologia del fascism o, cit., pp. 269-281.
27 Véase supra, capítulo 6. 29 R. Ben-Guiat, Fascist M odernities, cit,, p, 6,

314 315
ción conforme a criterios ultranacion alistas»3". En resumidas cuen­ Esta visión totalizadora sirvió de refuerzo a la serie de medidas le­
tas, el régimen fascista, al igual que el bolchevique, fue una empresa gislativas y de reformas institucionales que se aplicaron a partir de 1925
descomunal destinada a llevar a cabo la bonifica de (una parte) de la con el fin de reemplazar el pluralismo político por un Estado de partido
humanidad, utilizando para ello el poder cultural, social, institucio­ único que enseguida concentró en la figura de Mussolini casi todo el
nal, tecnocràtico y revolucionario sin precedentes que se había des­ poder legislativo y ejecutivo31. Se replantearon de forma radical el sistema
cubierto de forma tan dramática durante la Prim era Guerra Mundial. educativo32, la prensa33 y las artes34, y se instituyó un complejo proceso
Aunque no llegó a los extremos de la Rusia bolchevique o del Tercer por el cual todo aquello que tuviera que ver con la política del nuevo
Reich, encarnó el poder constructivo del modernismo en su sentido régimen se sacralizaba35. Bajo el fascismo, se fundó una nueva «religión
más programático, utópico y prometeico. política» compleja, pagana desde el punto de vista teológico, paralela al
Durante los primeros años de su existencia, el Estado modernista catolicismo, a través del flujo constante de acontecimientos rituales, de
creado por el fascismo representó para sus partidarios más fanáticos, proyectos culturales a gran escala y de la imposición de un discurso re­
no sólo para Mussolini, una tentativa heroica de completar la unifica­ tórico oficial que utilizaba un registro lingüístico abiertamente religioso.
ción italiana que integrara a todos los italianos en una gran Italia mo- Se pretendía que se infiltrara tanto en el ámbito público como en el pri­
demizadora, dinámica, en plena expansión demográfica y territorial, vado para que el espíritu de la sociedad se transformara en una incuba­
poderosa desde el punto de vista tecnológico, y con una cultura viva. dora de «nuevos italianos»36. En este proceso el propio Mussolini se
El fascismo contemplaba el mundo con la sensación de seguridad on­ convirtió en el centro de un exhaustivo culto a la personalidad, en la
tològica y las «raíces» que le prestaban las narrativas del nacionalismo encamación del nuevo hombre y en el propheta de un movimiento revi-
orgánico, y, por consiguiente, esperaban con impaciencia que llegara talizador que había asumido el mando del poder estatal. Los camisas
el día en que Italia, gracias a su recién consquistada energía y cohe­ negras de la communitas formaron la nueva elite dirigente de la nación37.
sión, reanudara la misión civilizadora que la «raza» romana-italiana Lejos de dormirse en los laureles, el nuevo régimen se embarcó en una
había cumplido en otros tiempos en nombre «del mundo», en la fun­ campaña de promulgación de nuevas leyes para que las estructuras se
dación del Imperio romano, de la Iglesia católica, o del Renacimiento. asentaran y puso en marcha una serie de iniciativas destinadas a la asi­
El «principio de esperanza» totalitario que se deducía de esta convic­ milación de la sociedad al fascismo. En este capítulo sólo podremos
ción era que el andrajoso dosel del liberalismo giolittiano se estaba mencionar brevemente algunas de ellas. Sea en la esfera cultural, en la
sustituyendo día a día por un nuevo dosel sagrado que, a diferencia del social o en la tecnocrática, todos los elementos auténticamente fascistas
bolchevique, estaba formado por un conjunto fragmentario de mate­ - a diferencia de los simpatizantes que se «comprometieron» por inercia,
riales tomados de la religión, la historia y la cultura singulares de la oportunismo o corrupción- se esforzaron por convertir Italia en un Es­
nación. Para llevar a cabo el «plan de acción» fascista que estos obje­ tado moderno, eficaz y poderoso, y en una nación saludable, productiva
tivos exigían se precisaba una forma muy avanzada de gobierno tecno­ y socialmente unida. Los fascistas «auténticos» consideraban que su
cràtico, algo que sólo supo comprender una minoría de la jerarquía misión era crear una tecnocracia de «gobierno espiritual» a través de un
fascista -sobre todo Giuseppe Bottai-, pero que atisbo instintivamente proceso de destrucción creadora en el que la violencia era «un tropo
un amplio sector de la elite de tecnócratas burgueses. La tecnocracia retórico, una mística»:
fascista sacó algunas conclusiones lógicas de la buena disposición que
habían mostrado todos los Estados implicados en la Primera Guerra 31 La m ejor visión de conjunto del periodo de form ación de la fundación del régimen
aparece en Stanley Payne, A History o f Fascism 1914-45, cit., capítulo 4, «The Rise of Ita­
Mundial -incluso aquellos que eran supuestamente «liberales»- a des­ lian Fascism, 1919-1929», pp. 80-128, en el t|ue tam bién aparece una bibliografía muy útil.
tinar cada vez más recursos económicos, culturales y humanos a un un n Tracy Koon, Believe, Obey, Fight, Political Socialization o f Youth in Fascist Italy,
programa de aceleración de la «movilización total» para conseguir la ¡922-1943, Chapell Hill (NC), University o f North Carolina Press, 1985.
victoria a cualquier precio. 11 Doug Thom pson, State Control in Fascist Italy. Culture and Conformity, Manchester,
Manchester University Press, 1996.
-u Marla Stone, The Patron State. Culture and Politics in Fascist Italy, Princeton (NJ),
3,1 Em ilio G entile, «The Saeralisation o f Polities: D efinitions, Interpretations and Re­ Princeton University Press, S998.
flections on the Q uestion of Secular R eligion and Totalitarianism », Totalitarian M ove­ hill ¡lio Gentile, The Sacralization o f Politics in Fascist Italy, cit.
m ents a nd Political Religion 1/1 (2000), pp. 18-55. Este artieulo es un capitulo del libro ’f1 Mabel Berezin, Making the Fascist Self: The Political Culture o f Inter-War Italy,
de E. G entile La Religione della politico. Fra dem ocrazie e totalitarismi, R om a-B ari, La- fthaca (NY), Cornell University, 1997.
terza, 2000, publicado cn ingles con el titulo Politics as Religion, Princeton (NJ), P rince­ J7 Véase Emilio Gentile, «M ussolini’s Charisma», en Emilio Gentile, The Struggle fo r
ton University Press, 2006. Modernity. Nationalism, Futurism, and Fascism, cit., pp. 127-144.

316 317
Gracias a una serie de transformaciones míticas y de reconfiguracio­ ni Papini, que defendían planteamientos estéticos opuestos, ya se ha­
nes discursivas, las representaciones fascistas de la violencia glorifica­ bían vinculado al fascismo. Cuando se instauró el régimen fascista
ban la fuerza y la identificaban con la renovación y el renacimiento38. prosperaron todavía más corrientes y estilos artísticos como conse­
cuencia de la política deliberadamente no intervencionista del Estado
Según los criterios humanistas o liberales democráticos, el régimen en los asuntos artísticos, por lo menos en lo que concierne al arte ele­
resultante de tales aspiraciones y la praxis que se forjó a partir de esos vado. Según Emily Braum, hay una frase que define este fenómeno:
tropos, fue un catálogo de incongruencias, disfunciones y desastres: los artistas podían «crear con libertad pero estaban obligados a ser­
proliferaron las contradicciones ideológicas, los fracasos políticos; los vir»40. No había ningún estilo artístico fascista oficial, pero tampoco se
pactos con la monarquía, con el Vaticano, con la burguesía conservado­ proscribía ninguno. Mussolini se resistió a la presión de las facciones
ra, con las grandes empresas; la realidad se fue apartando cada vez más individuales que exigían que se prohibieran determinadas estéticas que
de la retórica; se producían todos los días actos de represión y de coac­ consideraban antifascistas o que nombraran a las suyas estéticas ofi­
ción contra el pueblo, se combatía con violencia al socialismo, se vulne­ ciales del Estado. Por tanto, algunas variantes del realismo ruralista
ró el derecho de las mujeres a ser madres, el de los niños a crecer, el de (p. e. Ottone Rosai) o de la abstracción (p. e. Cario Belli) rivalizaban
los hombres a mantenerse alejados de las armas; se cometieron críme­ encarnizadamente con las distintas corrientes de neoclasicismo mo­
nes de guerra en secreto en Etiopía y en Grecia39, se colaboró con la re­ dernizado del Novecento (p. e. Mario Sironi), por resumir la esencia
belión militar y sanguinaria del general Franco en contra del gobierno de la revolución fascista.
republicano; Mussolini se alió con Hitler y con su antisemitismo, con el Mientras tanto, se empezaron a construir edificios en los que se
Endsieg nazi y con la Solución Final. Sin embargo, ninguno de estos plasmaba toda la variedad de combinaciones posibles resultantes de la
fenómenos era reaccionario o antimodemo, sino modernista, y el fraca­ mezcla del clasicismo con distintas dosis de racionalismo, o de la sus­
so fundamental del régimen se debió a la imposibilidad de convertir fic­ titución total de aquél por éste. Este proceso no se desarrolló única­
ciones en mitos, un discurso palingenésico en una realidad histórica. mente en el apogeo de la actitud liberal en asuntos culturales de finales
Si quisiéramos llevar más allá esta metanarrativa alternativa -y aun así de la década de 1920 y principios de la de 1930, como se suele supo­
reflexiva- del fascismo como Estado modernista, sería necesario analizar ner e incluso afirmar categóricamente en el caso de Igor Golomstock,
cómo el modelo de la destrucción creadora, del objetivo utópico y de Su empeñado en interpretar los acontecimientos que tuvieron lugar en la
fracaso, se aplicaron en cada una de las áreas políticas del régimen. Para Italia fascista a la luz de su engañosa «ley del arte totalitario»41. A
ello, habría que poner en marcha un proyecto totalizador de reconstruc­ pesar de la aparición de un estilo arquitectónico semioficial inspirado
ción historiográfica del mismo tipo que los que los fascistas tendían a de­ en las construcciones del Imperio romano tardío, el «stile littorio», en
sarrollar, pero que no tiene cabida en el proyecto mucho más limitado, la enorme Mostra delle Terre d ’Oltremare [MTO, la Exposición de las
antiutópico del ámbito académico liberal, y mucho menos en un solo ca­ Tierras Extranjeras], celebrada en Nápoles en 1940, se demostró que
pítulo de una monografía tan general como ésta. Aquí sólo tenemos espa­ en las exposiciones que organizaba el Estado oficial todavía se defen­
cio para considerar algunos episodios que ilustren cómo el modernismo día el eclecticismo arquitectónico, aunque Italia estuviera en guerra en
fascista articuló la praxis del régimen de Mussolini, en primer lugar en su el bando del Tercer Reich. Es más, el principio estético de «la arqui­
«producción cultural» y después en la esfera de las reformas sociales. tectura sorpresa», tomado directamente de los manifiestos futuristas
de 1930 que adoptaron los organizadores de la MTO para dar cierta
apariencia de unidad a una exposición en la que se reunían estilos tan
L a «AMEBA VORAZ» DE LA CULTURA FASCISTA dispares, vino a demostrar que, aunque nunca se llegó a convertir en el
lenguaje oficial del régimen, el futurismo y la mezcla estética de cul­
Antes incluso de la M archa sobre Roma, algunos artistas, estetas e tura popular y modernismo vanguardista que propugnaba habían cala­
intelectuales como Gabriele D ’Annunzio, Filippo Marinetti o Giovan- do hasta lo más profundo de la cultura patrocinada por el Estado sin
perder por ello un ápice de su creatividad, vitalidad o humor para ar­

58 Sim onetta Falasca-Zam poni, Fascist Spectacle. The A esthetics o f Power in Fascist
Italy, Berkeley, University of California Press, 1997, p. 28. 411 Emily Braun, «The Visual Arts. M odernism and Fascism», en Adrian Lyttleton (ed.),
M Lidia Santarelli, «M uted Violence. Italian War Crim es in Occupied Greece», Journal Liberal and Fascist Italy, Oxford, Oxford University Press, 2002, p. 197.
o f M o d em Italian Studies 9/3 (2004), pp. 280-299. 41 Vease suprat capitulo I, p. 42.

318 319
tistas como Carlo Cocchia y Enrico Prampolini. Estos dos artistas, que
pertenecían a dos generaciones futuristas distintas, iniciaron sin em­
bargo una fructífera colaboración para celebrar el «espíritu mediterrá­
neo» en un apartado especial de la exposición dedicado a este tema.
En la muestra se presentaba una yuxtaposición de estéticas diferentes
conforme a un espíritu lúdico, irónico, de parque temático impensable
en la Alemania de la época. Uno de los frutos de la exposición fue la
torre Marco Polo, diseñada por Vittorio Calza Bini, un edificio que, en
su deconstrucción de lo rectilíneo y en su afirmación de lo sinuoso
recuerda bastante al biomorfismo de Gaudí (véase figura 11). Olio fue
el mural «Futuro-cósmico» de Prampolini, que evocaba el espíritu afri­
cano, la única obra que se conserva de la exposición42.
Por tanto, teniendo en cuenta esta actitud, la Gleichschaltung de
las artes que tuvo lugar bajo Mussolini no desembocó en la destruc­
ción ritual de libros y de cuadros o en la persecución oficial de artistas
acusados de practicar una estética decadente por la que, por desgracia,
el Tercer Reich se hizo famoso (aunque, como veremos, el «giro racis­
ta» que tomó el régimen a partir de 1938 alentó las cazas de brujas no
oficiales de artistas modernistas en algunos círculos). En tugar de ello,
como señala el historiador de la arquitectura Richard Etlin:

La finalidad de la política cultural fascista era abrazar todos los as­


pectos de la vida intelectual y artística italiana en cuanto signos vitales
de un genio creativo italiano en plena floración bajo la égida del fascis­
mo. En todas las fases de la vida intelectual, cultural, artística y social,
el fascismo actuó corno una ameba voraz: absorbía todo lo que tenía Figura / 1. Torre M arco Polo, diseñada por V ittorio C alza B ini para la M ostra delle
alrededor con el lin de proclamar que todo eran logros fascistas43. Terre d ’O ltrem are, Ñ apóles, 1940. Su estilo renuncia descaradam ente a cualquier
insinuación de neoclasicism o «m onum entalista», estilo co n que se suele identificar la
El resultado, por muy improvisado y caótico que parezca a simple arquitectura del régim en a com ienzos d e la S eg u n d a G uerra M undial.
vista, tenía una lógica que Marla Stone ha definido como «pluralismo Fuente: Illustrazione Italiana 67/22 (2 de ju nio de 1940). La lám ina original nos la proporcionó
hegemónico», una tercera vía a medio camino entre el espíritu laissez- Claudio Fogu.

faire de las artes que favorecieron los regímenes liberales y la planifi­


cación total de la cultura depurada de innovaciones vanguardistas y les obras públicas, exposiciones, concursos, obras de arte y edificios
«formalistas» de Stalin. Por tanto, se puede decir que Italia se convir­ municipales, proyectos urbanísticos o de renovación urbana de un al­
tió en un gitantesco «Estado mecenas»44. Financió con fondos estata- cance sin precedentes con el lin de plasmar el espíritu de un nuevo
Estado y estimular la producción cultural. La organización de la Bie­
4; Para adentrarse en el universo de estas obras profundam ente «alejadas del fascismo», nal de Venecia y de la Trienal de Milán, el ambicioso proyecto de la
que refutan las nociones simplistas que afirman que las expresiones cultura y fascism o son
contradictorias, véase Claudio Fogu, «M ussolini's Mare Nostrum», en Roberto Dainotto y Enciclopedia Italiana supervisado por Giovanni Gentile, el complejo
Eric Zakim (eds.), M editerranean Studies, Nueva York, MLA Books, de próxim a publica­ de edificios de la Universidad de Roma, la creación de la Real Acade­
ción. Este libro pertenece a la serie W orld Literatures Reimagined. mia Italiana y los ultramodernos estudios cinematográficos de Cine­
43 Richard Etlin. M odernism in Italian Architecture, 1890-1940, Londres, M IT Press.
1991. p. 387.
città son sólo algunos ejemplos. Esta generosidad estatal se apoyaba
44 Marla Stone. «The State as Patron. Making Official Culture in Fascist Italy», en M at­
thew Affron y Mark Antliff (eds.), Fascist Visions: A rt and Ideology in Frunce and Italy, fondo esta tesis en The Patron State. Culture and Politics in Fascist Italy, Princeton (N.I),
Princeton (NJ). Princeton University Press, 1997, pp. 205-238. Marla Stone investiga a Princeton University Press, 1998.

320 321
en una poderosa máquina propagandísitica cuyo fin era inculcar en el
pueblo la idea de que gracias a las cualidades visionarias del artista
político por antonomasia, el propio Mussolini45, Italia estaba experi­
mentando un renacimiento cultural paralelo al presunto crecimiento
espectacular que el país experimentaba después de siglos de declive y
decadencia en el ámbito económico y militar, en el de la cohesión so­
cial y en el del prestigio internacional. Esta idea se apoyaba en una
concepción orgánica de la nación que presuponía que existía una rela­
ción axiomática entre el poder político y el cultural, la misma lógica
mítica en virtud de la cual los fascistas británicos atribuían tanta im­
portancia a la era isabelina4'’. Al adoptar esta versión totalitaria de la F igura 12. P royecto que presen tó en 1933 M ario Palanti al co n cu rso del P alazzo del

política del laissez-faire en cuesliones culturales, la Italia fascista L ittorio que iba a co n stru irse cerca del C oliseo. Se m ezcla la arq u itectu ra m o d ern ista

pudo compartir el reflejo de la gloria del considerable dinamismo que de los años treinta con la im agen im p actan te d e un trirrem e ro m an o . (El p ro y ecto se
d escartó porque se co n sid eró una invasión de un lugar tan im portante de la
la elite artística nacional, muy creativa y profundamente influida por
A n tig ü ed ad clásica.)
el fascismo, impartió al régimen. Muchos de los miembros de esta
élite tenían la sensación de encontrarse, si no en la cubierta del gigan­ Fuente: Architettura ( 1934). número especial del concurso en el que aparecen 43 proyectos.
Milán, Fratelli Treves Editores. Roma. p. 69.
tesco trasatlántico en el que se había convertido Italia, al menos en la
sala de máquinas.
Aunque no se puede decir hasta qué punto el patrocinio estatal al­
teró el espíritu original del modernismo, está claro que durante los
años veinte y principios de los treinta el mito movilizador de la «revo­
lución fascista» tuvo un impacto considerable en los artistas de todas
las esferas de actividad, un impacto que se puede equiparar con el
atractivo que ejerció la Revolución bolchevique en la vanguardia rusa
antes de que los muros del eslalinismo empezaran a aplastarla. En
1933, el Sindicato Fascista de Bellas Artes de Sicilia proyectó una
exposición cuyo fin era «dar la bienvenida, con la visión más abierta,
a todas las expresiones artísticas posibles y aceptar todas las ideas y
técnicas»47. Numerosos artistas atendieron la llamada, convencidos de
que su arte era el que se encontraba más en sintonía con el espíritu
revolucionario de la nueva Italia.
La consecuencia de esta situación fue una extraordinaria profu­
sión de diferentes estilos modernistas. George Mosse ha tratado de
ponerlos en orden estableciendo una distinción entre dos estéticas
fascistas distintas, «una dinámica, que acepta todos los aspectos tec­
nológicos, y otra más tradicional en su deseo de anclar el nacionalis­
mo al esteticismo organicista y aurático que perfiló |W alter| Benja-

Figura 13. P royecto para el co n cu rso del P alazzo del L itto rio d e M ario R idolfi,
45 Para la faceta artística de M ussolini, com o escultor que modelaba las «m asas» hasta
V ittorio C allero, E rnesto la P ad u la y E tto re R ossi. L a cu rv a sin u o sa d e la estructura,
convertirlas en una nación, véase Falasca-Zam poni, Fascist Spectacle, cit,. pp. 15-28.
* Véase R oger Griffin, «“This Fortress Built against Infection". The BUF Vision o f qu e se p arece a un m uro, es o tro atrev id o ex p erim en to d e m ezcla de lo n eo clásico con
B ritain’s Theatrical and Musical Renaissance», on Tom Linehan y Julie G ottlieb (eds.). Cul­ lo m odernista.
tural Expressions o f the Far Right in Twentieth Century Britain, Londres, M acM illan. 2003,
Fuente. Architettura ( 1934), número especial del concurso en el que aparecen 43 proyectos,
pp. 45-65.
Milán, Fratelli Treves Editori. Roma, p. 25.
47 Ibid., p. 210.

322 323
m in»48. En la misma línea, Mark Antliff habla de una «máquina de mordial, orgánica, lo cual quiere decir que no era tan decididamente
polaridad» que permitía a la ideología palingenésica del fascismo ac­ «contrario al pasado» como se desprende de la retórica que empleaba.
ceder tanto al pasado como al futuro al afirmar la decadencia del pre­ No obstante, todas estas síntesis estaban de acuerdo en que el arte bajo
sente, que precisaba por tanto una «renovación cultural» regenerado­ Mussolini -e n contraste con la situación predominante en la época de
ra49. Jeffrey Schnapp ofrece un panorama todavía más caleidoscopico Giolitti debía ofrecer los mitos de regeneración necesarios para forjar
y afirma que «el exceso de producción artística» no fue «ni m onolí­ una nueva communitas vital, una comunidad nacional, a partir de una
tico ni homogéneo», sino que dependía de la «capacidad de las imáge- sociedad moribunda, para dar forma al «espíritu» «del gobierno espi­
nes para soportar las contradicciones y para convertir la paradoja en el ritual» fascista.
principio productivo». Para Schnapp así se explica que «la figura retó- Las profundas divisiones derivadas de esta situación que existían
ricaque acecha a todo análisis del fenómeno fascista sea el oxímoron»50. entre los partidarios del fascismo en relación con los principios artís­
Claudio Fogu también subraya la polarización entre el (pasado) «his­ ticos se reflejan en los artículos que escribieron los defensores de las
tórico» y el (presente) «que hace historia», una distinción que «recuer­ distintas corrientes estéticas y que publicó Giuseppe Bottai en Critica
da a la famosa oposición nietzscheana entre lo “histórico” y lo “su- Fascista entre 1926 y 192752. Diez años después, se reveló otra falla en
prahistórico o ahistórico” y, siguiendo esta línea, a toda una serie de los criterios opuestos que se aplicaron para conceder el premio de Cre­
dicotomías, la del modernismo y el historicismo literarios, la de la mona y el de Bérgamo. El primero lo creó el antisemita, anticosmopo­
forma espacial y el tiempo lineal, y la de los actos de habla y la escri­ lita y partidario de los nazis Roberto Farinacci en 1938, en el ambien­
tura narrativa»51. te opresivo de las leyes raciales. El segundo lo fundó un año después
Todas estas observaciones proceden de historiadores culturales el modernizador Giuseppe Bottai con el fin de promover el tipo de
muy especializados que buscan un marco teórico para la práctica hete­ modernismo estético intemacionalista que, ajuicio de la facción de Fa­
rogénea de la estética fascista en lugar de alterar la realidad para que rinacci, estaba contaminando la pureza y el heroísmo de la vida italiana
encaje dentro de una noción preconcebida, a priori, de lo que debería bajo Mussolini.
ser. Además, se encuentran en perfecta sintonía con «nuestro» tipo Todos estos ejem plos llevan el sello del fascismo y del m oder­
ideal de modernismo, que abarca tanto el intento de desligarse del pa­ nismo social, o incluso estético, que buscaba la renovación nacional
sado que representa el futurismo como el cultivo de las apropiaciones y que defendía el poder trascendental del arte para actuar más allá
míticas del pasado en cuanto fuente de regeneración encamado en la de los confines de la estética, del ocio y de las fuerzas de m ercado51.
romanità y el movimiento strapaese. Sin embargo, según la teoría que En este sentido, Farinacci era tan m odernista cultural como Bottai,
hemos desarrollado, la relación entre estas «dos estéticas», estos «dos a pesar de odiar el arte cosmopolita. De acuerdo con esta línea de
polos», estas «dicotomías», fue una relación de sinergia e interacción análisis, el arte fascista fue capaz de desplegar un grado de origina­
constantes, y ambos extremos, a veces, se podían encontrar en un m is­ lidad, de habilidad y de pasión visionaria que refutan el veredicto
mo artista. En la práctica, esto significa que el régimen ejerció su he­ que Norberto Bobbio pronunció sobre la cultura fascista y que no­
gemonía sobre una amplia gama de intentos de síntesis de varios pasa­ sotros citábam os en el capítulo 1: «A llí donde había cultura no ha­
dos mitificados diferentes (el pasado regional, el Renacimiento, el bía fascismo, y viceversa. Jamás existió una cultura fascista»54. S í
Barroco, la unificación italiana, la Roma clásica, el mundo prerroma­ hubo una cultura fascista, pero una cultura muy heterogénea e instru-
no) y de varios futuros concebidos cada uno de forma distinta (el hi- mentalizada. Una cultura que, al margen de sus aspectos formales,
pertecnológico y dinámico, el cosmopolita, o los idilios con la natura­ estaba influida por una ética sociopolítica modernista. Por consiguien­
leza en los cuales se restituía el equilibrio). Incluso el movimiento más te, es im posible juzgar las expresiones artísticas de esta cultura sin
orientado hacia el futuro de todos ellos, la variante nacionalista del
futurismo que defendía Marinetti, celebraba una Italia intemporal, pri-
52 En Jeffrey Schnapp y Barbara Spackmann, «Selections from the Great Debate on
Fascism and Culture: Critica Fascista 1926-1927», Stanford Italian Review, número espe­
111 Se cita en AH'ron y Antliff, Fascist Visions, cit., p. 13. cial sobre «Fascismo y cultura», 8/1-2 (1990), pp. 235-272, se encuentran traducciones al
49 Ibid., p. 11. inglés de algunos de los artículos más importantes.
511 Jeffrey Schnapp, «Epic Demonstrations. Fascist M odernity and the 1932 Exhibition 53 Véase R oger Griffin, «The Sacred Synthesis. The Ideological Cohesion of Fascist
o f the Fascist Revolution», en Richard Golsan (ed.). Fascism, Aesthetics, and Culture, Hano­ Cultural Policy», M od em Italy 3.1 (1998), pp. 5-23.
ver y Londres, University Press of New England, 1992, p. 3, 54 Entrevista en L ’Espresso, 28 (26 de diciem bre 1982), se cita en Richard Bosworth,
51 C. Fogu, The Historic Imaginary, cit., p. 34. The Italian Dictatorship, Londres, A rnold, 1998, p. 155.

324 325
distorsionarlas si se utilizan los criterios críticos y los cánones esté­ Por tanto, lo que Sironi quería era que cuando «los italianos co­
ticos de la tradición cultural occidental que el fascismo intentaba rrientes» contemplaran sus mosaicos y murales tomaran conciencia
echar abajo. del misterioso nexo que existía entre la fugacidad de la vida individual
y la sacralidad de la nación supraindividual que había fundado M usso­
lini. A través del poder metafórico y trascendental del arte, una vida
E l m o d e r n i s m o c u l t u r a l b a j o e l f a s c is m o individual sometida a Crono sufriría una transfiguración profana, y se
sumergiría en el aevum del fascismo.
Uno de los ejemplos más destacados del talento artístico y de la Ardengo Soffici ejemplifica otra forma de «primitivismo modernis­
originalidad que florecieron bajo el mecenazgo del Estado fascista es ta», una variedad que pretendía proyectar a los italianos a un imaginario
M ario Sironi, cuyos esfuerzos prolongados por crear una estética bien distinto del de la Roma clásica modernizada. Esta variedad pone de
fascista han sido analizados en profundidad por Emily Braun en el relieve la profunda tensión que se generó entre e) modernismo estético
estudio Mario Sironi and Italian modernism, una demostración de y el político una vez que el significante que se atribuía al experimenta-
sinergia entre historia del arte, historia de la política y estudios com­ lismo y a la innovación de la estética modernista se desplazó desde «la
parados fascistas. Sironi realizó algunas decoraciones didácticas para renovación cultural» a la «degeneración cultural». Walter Adam son si­
los edificios oficiales del fascismo, inspirándose no sólo en el clasi­ túa el origen de la parábola de Soffici en su celebración de la toscanità
cismo rom ano sino en algunas instancias del primitivismo indígena, en 1906. A través del realismo mágico, en 1910 llega al cubismo de Pa­
com o las esculturas funerarias etruscas, los m osaicos de Rávena o el blo Picasso, y en 1913 al futurismo intervencionista de la revista Lacer­
arte románico. Resulta tentador comparar su estilo con el prim itivis­ ta . Finalmente, después de la guerra, regresa al impresionismo toscano.
mo de otros m odernistas como Pablo Picasso, Paul Gauguin o Igor Lo que determinó su orientación final fue la creciente preocupación por
Stravinsky, aunque también se diferenciaba de ellos en muchos as­ el impacto degenerador que el americanismo y el cosmopolitismo pu­
pectos. Al regresar a las fuentes primitivas de la civilización italiana, dieran ejercer en la vanguardia y la sociedad italianas, y la sensación,
su intención era inyectar simbólicamente el genio creativo eterno de- cada vez más profunda, de que necesitaba encontrar una estética capaz
la nación para contribuir así a la regeneración de la Italia moderna. de transmitir a sus compatriotas un sentido religioso de comunidad.
El suyo fue un modernismo «con raíces» en armonía con el culto «dio­ Desde ese momento, inició una campaña con el fin de que el fascismo
nisiaco» de la romanità. diera prioridad a lo que Adamson denomina «un arte nuevo, con un
El análisis de Braun pone de manifiesto que Sironi pensaba que su nuevo aura»“’6, que celebrara el arraigo orgánico de los italianos a través
trabajo era una contribución a la «rebelión ideológica contra el mate­ de un nacionalismo más cercano al de Barrès, al de «la tierra y la muer­
rialismo y la democracia del siglo xix» del fascismo. Por eso empren­ te», que al futurismo de Marinetti.
dió, con un entusiasmo y una productividad extraordinarios, la tarea En el ámbito de la arquitectura se produjo ana situación análoga de
de transformar los espacios cívicos en lugares donde mostrar al públi­ extrema diversidad. Los ambiciosos proyectos de renovación urbana
co la expresión plástica de la conciencia mítica de la nueva era fascis­ del régimen atrajeron a los arquitectos modernos más talentosos y
ta, de la misma manera que el fin de las vidrieras y los frescos de las apasionados. El espíritu modernista de los programas de reconstruc­
catedrales medievales era reforzar la hegemonía de la Iglesia católica. ción a gran escala y de los proyectos de planificación urbana del régi­
La premisa en la que se basaba era que men se plasmó de forma elocuente tanto en las cuatro ciudades que se
construyeron de la nada57 -e l propio Le Corbusier presentó un proyec­
recurriendo a formas primitivas de expresión (es decir, a los orígenes to para la nueva ciudad de Pontinia, en las lagunas pontinas- como en
de las imágenes), la estética modernista conmovería e inspiraría a las los ambiciosos proyectos de transformación de las capitales coloniales
masas. El modernismo fascista y el primitivismo modernista se basa­
ban en mitos de los orígenes y del renacimiento complementarios, y la 56 Walter Adam son, «A rdengo Soffici and Religion o f Art», en Affron y Antliff, Fascist
revolución inspirada en estos mitos predicaba una renovación cultural Visions, cit., p. 66.
radical55. ” Estas ciudades fueron Littoria (fundada en 1932), que en la actualidad se llam a Lati­
na, Pontinia (1934), Aprilia (1936) y Pom ezia (1938). Véase Henry M illón, «Some New
Towns in Italy in the 1930’s», en M illón y NochJin, A rt an d Architecture in Service o f Poli­
55 Emily Braun, M ario Sironi and Italian M odernism. A rt and Politics under Fascism, tics, cit., pp. 326-341; D iane Ghirardo, Building New Communities. New D eal Am erica and
Cambridge, Cam bridge University Press, 2000, pp. 188-189. Fascist Italy, Princeton (NJ), Princeton University Press, 1989.

326 327
del «Imperio», Trípoli y Adís Abeba38. También se expresó en la mez­
cla de pasado y presente de la transformación total del Palazzo delle
Esposizioni de Roma para la Exposición de la Revolución Fascista
(1932-1933). La exposición atrajo a casi cuatro millones de visitantes,
un acontecimiento cultural se mire por donde se mire, e ilustraba a la
perfección cómo la propaganda, la estética y la política se podían fun­
dir con el fin de «hacer italianos» y «hacer historia». Además demues­
tra la intención del régimen, que pretendía levantar un dosel sagrado
que cubriera a todos los ciudadanos, no sólo a unos pocos elegidos. En
su análisis de la Exposición, Jeffrey Schnapp afirma que se manipula­
ron deliberadamente la estética arquitectónica, los objetos expuestos,
los símbolos, el espacio y las canciones para que el visitante tuviera la
sensación de que se había pasado del caos de los años inmediatamente
posteriores a la guerra a la sublime armonía de la era fascista. En la
última sala se alcanzaba el clímax de la «experiencia total» con la re­
presentación de una concentración fascista, pero no una concentración
cualquiera, sino

una concentración de muertos vivientes que tenía lugar en otro mundo Figura 14. S ala de reuniones de la C asa del F ascio d e C o m o , d iseñ ad a p o r G iu sep p e
profano e indeterminado, «inmortal» y terreno a la vez, en el que se T erragni. A dviértase el diseñ o m o d ern ista de las sillas y la estilización, tam bién
encuentran las víctimas de la historia51*. m odernista, de la im agen del D uce, que su p erv isa el pro ceso en un m ural ab stracto de
fondo.
Una concentración que tenía lugar dentro de la trascendencia pro­ © Centro Studi Giuseppe Terragni. Como. Imagen reproducida por cortesía del Centro Studi
fana y de la utopía temporalizada de la nación renacida. Giuseppe Terragni.
Con la misión de «desafiar al tiempo» en mente, los arquitectos más
creativos descartaron los estilos de arquitectura cívica y las concepcio­
nes del espacio urbano relacionados con la época de Giolitti, y se pu­ elementos modernos o modernistas -incluso con el cubism o-, desti­
sieron a trabajar en una serie de proyectos experimentales que, a gran­ nada a producir el estilo clasicista y «monumental» conocido como
des rasgos y dejando de lado los proyectos fantasiosos del futurismo «stile Littorio».
que nunca se hicieron realidad, se pueden clasificar en dos corrientes Los pioneros de la variedad italiana de racionalismo fueron los com­
estéticas opuestas, el «estilo internacional», vinculado al racionalismo ponentes del movimiento Novecento, con base en Milán, y «el Grupo
arquitectónico (también llamado «moderno» y «modernista»), y la de­ de los Seis» de Turín. Gracias a la munificencia del Estado mecenas a
liberada hibridación de tradiciones clasicistas o mediterráneas con la hora de llevar a la práctica proyectos ostentosos sin imponer una
estética particular, el atrevido experimento del uso simbólico del dise­
ño racionalista (Modernista) y de las técnicas de construcción moder­
58 Véase M ia Fuller, M oderns Abroad. Italian ColoniaI Architecture and Urbanism,
Londres, Routledge. 2006. Para una visión fascinante del modernism o de la estética que nas, entre 1932 y 1936 se construyó en Como la Casa del Fascio de
utilizó el régimen en la arquitectura civil colonial véase Jobst Welge. «.Fascism Triumphans: Giuseppe Terragni que mencionábamos en el capítulo 1 (véase figu­
M odernism "R om anitas”, and Architectural Form», en C laudia Lazarro y Roger Crum ra 14). El modernismo visionario de Terragni se plasmó con la misma
(eds.), Donatello A m ong Blackshirts: History anil M odernity in the Visual Culture o f Fascist
intensidad en el proyecto del imponente Danteum que nunca llegó a
Italy, Ithaca (NY), Cornell University Press. 2004. pp. 83-44. Los ensayos que se recogen en
este lihro ofrecen una visión muy perspicaz de la com plejidad de la estética del m odernism o construirse611. Mientras tanto, Giuseppe Pagano diseñaba el edificio
fascista, y adem ás se analiza el nexo que existe entre la cultura y la revolución social, políti­
ca y «antropológica» que acom etió el régimen.
M J. Schnapp, «Epic Demonstrations», cit.. p. 30. Para otras crónicas instructivas de la Thomas Schumacher. The Danteum. Architecture, Poetics, and Politics Under Italian
exposición véase Fogu, The Historic Imaginary, cit., pp. 132- 164: R. Etlin. M odernism in Fascism. Princeton (NJ). Princeton Architectural Press, 1993: R. Etlin, M odernism in Italian
Italian Architecture, cit.. pp. 407-417. Architecture, cit.. pp. 517-568.

328 329
principal de la Universidad Luigi Bocconi de Milán, inspirada directa­
mente en el proyecto de la Escuela de la Bauhaus que Walter Gropius
había construido en Breslau y que Hitler acababa de cerrar, y se con­
virtió en un escaparate del racionalismo europeo.
En esta misma época, Marceilo Piacentini trabajaba en la construc­
ción del Palazzo del Rettorato de la Universidad de La Sapienza de
Roma, utilizando el «stile Littorio». Después sería nombrado arqui­
tecto jefe del proyecto EUR de Mussolini, la exposición internacional
de Roma, el summum del asalto a la historia del modernismo fascista
y del apogeo de la romanitá (véase figura 15). Cancelado por culpa de
la guerra, este proyecto se había ideado para conmemorar el vigésimo
aniversario del mandato de Mussolini, y, conforme al imaginario fas­
cista, se concibió como unos «Juegos Olímpicos de la Civilización»
que superarían a todas las exposiciones internacionales anteriores y se
convertirían en el punto neurálgico del resucitado Imperio romano.
Por tanto, en términos semióticos, era como si la antigua capital de
Roma se tradujera al discurso del modernismo estético. De ahí que se
utilizara tanto el «stile Littorio» como el racionalismo en el diseño de
los edificios públicos. El símbolo iconográfico de! ímpetu modernista
F igura 15. M aqueta del co m p lejo pro y ecto para la ELIR’42, en la que aparece el lugar
de futuro que encarnaban ambos estilos era el arco que el arquitecto
donde se levantaría el arco de A d alb erto L ibera.
racionalista Adalberto Libera proyectó para la entrada de la exposi­
ción (véase figura 16) y que aparecía en el póster de la exposición que © EUR S. p. A., Roma. Imagen reproducid;! por cortesía de EUR S. p. A., Roma.

hemos utilizado como portada de este libro. Resulta significativo que


en el póster original aparece como año de celebración de la EUR tanto
1942 como el año XX del Fascismo. Los números romanos indicaban
los años que habían pasado desde que se pusiera en marcha el reloj del
nuevo aevum de Italia en 1922, año de la Marcha sobre Roma, que
había inaugurado la era fascista de la historia.
La vanguardia no sólo sucumbió a la perspectiva de desempeñar un
papel clave en la transformación de la sociedad en el ámbito del arte y
de la arquitectura. Algunos escritores intentaron, sin mucho éxito, sa­
car a la literatura de su «torre de marfil» y convertir la novela moderna
en un agente de transformación ética'’1. En el teatro, algunos producto­
res, directores y escritores vanguardistas realizaron un intento algo
más productivo de convertir en instrumento de asimilación fascista
una forma artística cuya finalidad -la evasión- y el público a! que es­
taba destinada -la burguesía- se criticaban cada vez más en la medida
en que se consideraban expresiones «antifascistas». En 1929, el direc­
tor futurista Antón Bragaglia se hizo eco de una opinión muy extendi­
da en los círculos de la vanguardia teatral, arremetió contra la natura­
leza fundamentalmente «antirrevolucionaria» de las producciones de
la época e hizo un llamamiento para que el teatro desempeñara un F igura 16. R ecreación artística de la p ersp ectiv a del arco que diseñ ó A d alb erto L ibera
para la E U R ’42. una m ezcla de estilo neoclásico, b arro co y m odernista.
1,1 R. Ben-Ghiat, Fasci.il M odernities. cil.. pp. 46-69. © EUR S. p. A.. Roma. Imagen reproducida por cortesía de EUR S. p. A.. Roma.

330 331
papel fundamental en la regeneración fascista de la vida espiritual de volver a encantar un mundo desfigurado por la anomia y el materialismo
las masas. Se esbozaron varios proyectos visionarios para la construc­ surgidos de la quiebra de la espiritualidad de la era liberal.
ción de enormes teatros al aire libre, en un intento de trasladar esos En la década de 1930 se produjeron intentos análogos de asimila­
principios tan elevados a la realidad, unos principios que se aprobaron ción al fascismo en el cine, la forma artística más popular de todas, «el
oficialmente en abril de 1933, cuando Mussolini pronunció un discur­ arma más potente del Estado» según había dicho Mussolini en 1922.
so exigiendo un teatro fascista diseñado para que pudieran asistir En los años treinta, gracias sobre todo a la creación del Centro Speri-
20.000 espectadores en una sola sesión. mentale di Cinematografía, fundado en 1935, el régimen se impuso la
A raíz de este discurso, se empezaron a representar numerosas obras tarea de transformar el cine, forma de entretenimiento y evasión, en un
extraídas del repertorio clásico dramático y operístico para públicos vehículo para la «reordenación orgánica de la sociedad» y la «recupe­
masivos, subvencionadas por la organización de ocio del Dopolavoro, ración humana» (bonifica umana) que hemos mencionado más arri­
a las que llegaron a asistir tres millones de italianos al año. Gracias al ba63. Además se estrenaron unas cuantas películas - Treno popolare de
«Carri di Tespi», una compañía de teatro ambulante, el teatro llegaba Raffaello Matarazzo, Gli uomini, gli mascalzoni! y Rotaie de Mario
a las regiones más remotas del país. En abril de 1934, esta corriente de Camerini, La Terra Madre y Solé de Alessandro Blasetti, y Accaio de
modernismo social se fundió con el modernismo estético durante la Walter Ruttm ann- que se pueden interpretar como un intento serio de
representación de la obra ¡8 BL en la orilla izquierda del río Amo, en producir películas populares que al mismo tiempo exploraran las «mo­
Florencia. ¡8 BL era un espectáculo de masas que contaba con una dernidades alternativas» resultantes de los proyectos fascistas de la
complejísima coreografía y que se basaba en el ciclo vital de de un transformación social64. Por tanto, no es de extrañar que algunas tuvie­
camión Fiat que había participado en la Primera Guerra Mundial y que ran un parecido asombroso con el cine soviético de vanguardia“ . No
luego habían utilizado los squadristi en sus expediciones anticomunis­ obstante, en su mayoría el cine continuó siendo un arte marcadamente
tas. Con los actores que participaban en el espectáculo, los vehículos populista. Se hacían películas desprovistas de elementos modernistas
y el material militar se podía haber formado un pequeño ejército. Uno no sólo desde el punto de vista estético, sino del de su función socio-
de los artistas que más influyó en este espectáculo desde el punto de política. Así se normalizaba el fascismo a través de una oferta de en­
vista teórico fue Massimo Bontempelli, el principal ideólogo del No­ tretenimiento -películas importadas de los Estados Unidos o clonadas
vecento, movimiento arquitectónico y de diseño. en Italia a partir de modelos estadounidenses- y se corroboraba la
La idea de Bontempelli de crear un teatro que tuviera la estructura de función propagandística de los noticiarios y los documentales del
un espectáculo ritual de masas encaja a la perfección con el tipo ideal de LUCE que celebraban las hazañas del fascismo66. Sin embargo, el sig­
modernismo que hemos propuesto en la Primera parte. Para Bontempe­ nificado más amplio de esta propaganda ligeramente encubierta sólo
lli, la Primera Guerra Mundial se había llevado por delante una época se hace patente cuando se considera su papel dentro de intentos mucho
decadente. Como resultado de ello, el mundo occidental se encontraba más directos de transformación de la sociedad.
inmerso en una «atmósfera primordial». Las energías dionisiacas que
había en el ambiente favorecerían la recuperación de la dimensión me­
tafísica de la vida que se había perdido. Por tanto, era necesario organi­ L a DINÁM ICA MODERNISTA D E LA TRANSFORM ACIÓN SOCIAL DEL FASCISMO

zar un espectáculo de masas que sirviera de «vínculo sinèrgico entre la


política y la dramaturgia fascistas», dos formas distintas de «reinventar Si nos concentráramos únicamente en las artes, en la arquitectura y
la categoría de lo sagrado y de restablecer los valores de la ritualidad en la cultura popular de la Italia fascista, estaríamos adoptando una pers-
sagrada dentro de unos límites decididamente profanos»62. Bontempelli
pensaba que la tarea del fascismo era reordenar el tiempo y el espacio y
J. Schnapp, Staging Fascism, cit., pp. 91-92.
M Ibid., pp. 80-88.
62 Se cita en Jeffrey Schnapp, Staging Fascism, IS B L and the Theatre o f M asses fo r 6- Piero Garofalo, «Seeing Red», en I. Rice y P. G arofalo (eds.), Re-view ing Fascism
Masses, Stanford (CA), Stanford University Press, 1996, pp. 4 W 2 . Para una perspicaz inves­ Italian Cinem a 1922-1943, B loom ington e Indianápolis, Indiana U niversity Press, 2002,
tigación de la dim ensión sagrada del teatro fascista del que hablaba Bontem pelii y que co­ pp. 223-249.
rrobora indirectamente nuestra teoría «prim ordialista» de) m odernism o, véase el im portante “ Para una visión de conjunto del cine comercial fascista véase James Hay, Popular
ensayo que ha escrito Günther Berghaus, «The Ritual Core o f Fascist Theatre. An Anthropo­ Film Culture in Fascist Italy. The Passing o f the Rex, Bloom ington, Indiana University Press,
logical Perspective», en Giinther Berghaus (ed.), Fascist Theatre. Comparative Studies on the 1987; M arcia Landy, Fascism in Film. The Italian Comm ercial Cinema, 1931-1943, Prince­
Aesthetics and Politics o f Representation in Europe, 1925-1945, Oxford, Berghahn, 1996. ton (NJ), Princeton University Press, 1986.

332 333
pectiva «culturalista» que podría resultar engañosa en la relación del fundaron organizaciones masivas con el fin de inculcar los valores fas­
régimen con el modernismo. Por tanto, es importante interpretar estas cistas a la juventud en todas las etapas de su desarrollo y se reglamen­
manifestaciones en cuanto correlatos del modernismo social que dio tó el ocio de las masas70. Se creó un aparato de propaganda estatal y de
forma a las principales políticas que adoptó el fascismo como «Estado censura, así como estructuras destinadas a la reglamentación de la so­
jardinero» totalitario con el fin de corregir la decadencia del liberalismo ciedad y a silenciar o eliminar físicamente a los que se oponían al ré­
y renovar todos los ámbitos de la actividad humana, desde la cuna a la gimen, entre ellas una policía secreta71. Se acabó con la presunta ame­
tumba. El caso de Giuseppe Bottai nos permite asomamos a este aspec­ naza al renacimiento nacional que representaban los movimientos
to «primordial» que subyacía a la voluntad de renovación social que obreros y el bolchevismo72. Se estimuló la industrialización y la mo­
defendían incluso los «jerarcas» [gerarchi] más partidarios de la moder­ dernización. Y, aunque se hizo de forma poco sistemática y ad hoc, se
nización del régimen. Bottai, un veterano de guerra que antes de conver­ intentó construir un sistema económico corporativista que en teoría
tirse al fascismo se había dejado seducir por el futurismo, acabaría en­ erradicaría los males del capitalismo liberal -la lucha de clases, las
camando la dimensión tecnocrática de la «nueva Italia» como ministro elevadas tasas de desempleo, y la pobreza m asiva- sin perder por ello
de Corporaciones, presidente del Instituto Nacional para el Bienestar el dinamismo productivo73.
Social, gobernador de Roma y ministro de Educación. El nuevo Estado aplicó además una serie de medidas destinadas a
En un discurso que pronunció en Milán en febrero de 1923, dos promover la ética de la familia, de un modo que reflejaba un profundo
años antes de que comenzara el experimento totalitario del fascismo, espíritu patriarcal. Se celebraba la masculinidad tanto en la retórica74
afirmó que este movimiento ofrecía la solución para «la crisis espiritual del régimen como en el sistema educativo concebido únicamente para
de Italia». El régimen de Mussolini defendía la causa del despertar los niños75. Se reprimieron los derechos de la mujer en áreas claves
nacional, y por consiguiente se presentaba como una forma de escapar como el aborto, el divorcio y el empleo76, se controlaban en la medida
del agnosticismo y de la indiferencia ética de la sociedad moderna. de lo posible sus funciones reproductivas77 y se fomentaban las fami­
Hacía varias décadas que el positivismo, el escepticismo y el materia­ lias numerosas78. Con el fin de mejorar la salud de la población e in­
lismo habían acabado con el vínculo orgánico que existía entre las crementar la tasa de natalidad, se introdujeron medidas destinadas a
palabras y los hechos, y por tanto había minado los valores espiritua­ erradicar enfermedades y a mejorar el bienestar social, sobre todo en
les. El resultado de este declive moral había sido un periodo de «crisis el ámbito de los servicios de maternidad79. En la línea del papel pri­
total» que había dado lugar a su vez a la sensación de malestar perma­ mordial de la salud y de la higiene que, como vimos en el capítulo 5SD,
nente y a la hiperactividad sin sentido del alma moderna, atormentada
por el «horror al vacío»67. No obstante, conforme a la lógica del pro­ 1.1 T. Koon, Believe, Obey, Fight; Victoria de Crazia, The Culture o f Consent. Mass
ceso que hemos denominado «la dialéctica de lo liminoide», la moder­ Organisation o f Leisure in Fascist Italy, Cambridge, Cambridge University Press, 1981.
nidad, además de favorecer la anomia, había engendrado la solución a 71 M ichael Robert Ebner, «The Fascist Archipiélago? Political Internm ent, Exile, and
Everyday Life in M ussolini's Italy, 1926-1943», tesis doctoral inédita, Universidad de Co­
este problema, el «hombre de crisis», el fascista, cuya tarea consistía
lumbia, 2005.
en interiorizar los tormentos de la época y crear así la posibilidad de 11 P. e. Tobias Abse, «The Rise o f Fascism in an Industrial City. The Case o f Livorno
un «renacimiento»68. Bottai citaba el aforismo mazziniano según el 1919-1922», en David Forgacs (ed.), Rethinking Italian Fascism, Londres, Wi shart, 1986,
Véase David Baker, «The Political Economy of Fascism. Myth or Reality, or Myth
cual «sólo el pensamiento religioso puede transformar a la política y
and Reality?», New Political Economy 11/2 (2006), pp. 227-250.
al hombre», y sostenía que el fascismo era una revolución más moral 74 B arbara Spackm an, Fascist Virilities. Rhetoric, Ideology, and Social Fantasy in Italy,
que política que llevarían a cabo «los jóvenes purificados por las M ineápolis, University of M innesota Press, 1996.
trincheras»69. La lógica primordial de la guerra, la higiene y el sacrifi­ 75 Véase R. Ben-Ghiat, Fascist M odernities, cit., capitulo 4, «Class Dismised: Fascism ’s
Politics o f Youth», pp. 93-122.
cio a una causa trascendental redimirían y renovarían Italia. 76 Victoria de Grazia, How Fascism R uled Women. Italy 1922-1945, Berkeley, Univer­
Una estructura m ítica similar subyacía a la miríada de iniciativas sity of California Press, 1992.
de transformación social que emprendió el régimen, unas medidas que 11 David Horn, Social Bodies. Science, Reproduction, a nd Italian Modernity, Princeton
en conjunto constituyeron una tentativa de «Revolución fascista». Se (NJ), Princeton University Press, 1994.
lr- Carl Ipsen, Dictating Demography. The Problem o f Population in Fastis! Italy, Cam­
bridge, Cam bridge University Press, 1996.
7.1 M aria Quine, Ita ly’s Social Revolution. Charity and Welfare fro m Liberalism to Fas­
67 Giuseppe Bottai, Il Fascismo e L ’Italia Nuova, Roma, G iorgio Beriulti, 1923, p. 71.
w lbid„ p. 54. cism, N ueva York. Palgrave M acm illan, 2002.
69 Ibid., p, 74. ™ Véase supra, capítulo 5, pp. 2 1 7 -2 18.

334 335
es un componente central del modernismo, se tomaron además medi­ nismo social más que el pensamiento económico racional el que sub-
das radicales con el fin de mejorar la «higiene racial» de Italia, y para yacía a las teorías rivales del corporativismo que proponía Sergio Pa-
ello se promocionó el deporte, el ejercicio físico y el contacto con la nunzio, partidario en sus orígenes del sindicalismo revolucionario de
naturaleza hasta tal extremo que la «religión política» del régimen izquierdas89, y a las de Ugo Spirito90, que defendía un coporativismo
consideraba que el propio cuerpo era un lugar de transformación his­ basado en el concepto del «yo trascendental» de Gentile. Ambos pen­
tórica. El «culto al Duce», por ejemplo, consistía en transformar el saban que el Estado corporativo no era sólo un nuevo sistema econó­
cuerpo masculino de Mussolini en un fetiche81. mico, sino que era además la base de una revolución social y ética,
Para desarrollar el concepto patriarcal y militarista de la grandeza vital para la aparición de un ser humano integral, el «homus novus» u
nacional, el nuevo régimen incrementó el número de militares, milita­ «homo corporativus», un proyecto que se resume en el título del estu­
rizó a la juventud82 y mentalizó a los italianos para que pensaran que dio clásico sobre la sociedad nazi y soviética de Peter Drucker, The
las campañas imperialistas y la participación en los conflictos euro­ End o f the Economic Man [El fin del hombre económico].
peos eran «de interés nacional». Se desarrolló una política exterior agre­ En este «modernismo económico»91 se inspiraba el discurso que
siva con el fin de convertir Italia en una de las grandes potencias euro­ Panunzio, que en esa época era el rector de la facultad fascista de
peas, un proceso que culminó con la ocupación de Etiopía, la joya de Ciencias Políticas de la Universidad de Perugia, pronunció en 1933
la corona del nuevo Imperio romano83. De acuerdo con esa línea de ante el Consejo Nacional de Corporaciones. Panunzio subrayaba la
actuación política, la intervención en la Guerra Civil Española y la necesidad del corporativismo fascista de m antener vivo el «mito» -un
alianza con Hitler parecían inevitables84. término que empleaba en el sentido soreliano palingenésico, de movi­
Por otro lado, el régimen patrocinó algunas iniciativas para estimular lización de m asas- en el que, a su juicio, se inspiraba la teoría corpo-
un renacimiento científico y tecnológico que apuntalara la revolución rativista. No se trataba del mito de la eficiencia económica, sino del
industrial, medidas que se alternaban con la celebración de las virtudes «mito de la nación en cuyo nombre se sacrifican millones y millones
de la vida rural y de las tradiciones regionales. A través del estímulo de de hombres, a la que rinde culto religioso todo nuestro pueblo como
acciones destinadas a la «recuperación» y a la «purificación» de la raza un solo hombre, expiada de las enfermedades y del veneno del mate­
italiana, combinadas con una campaña demográfica*5, otra dirigida a rialismo histórico y del hedonismo social»92. Una vez más, el espíritu
alcanzar la «autarquía» nacional86, y con un sentido elevado de la exclu­ modernista mezclaba lo tecnocrático con lo mítico, lo ultramoderno
sividad de la genialidad italiana alimentado por el culto a la r o m a n i t á 87, con lo primordial.
el fascismo inauguró una tradición nacional de racismo, condición pre­
via para que en 1938 se promulgaran una serie de leyes antisemitas en
la línea de las políticas raciales del Tercer Reich88. L a BÚSQUEDA DE UNA «M O D ERN ID A D CRISTA LIN A »
Todas estas iniciativas alcanzaron la dimensión de lo que hemos
definido como «modernismo nacionalista», en la medida en que, al El modernismo social del fascismo también queda patente en el
menos los fascistas más idealistas, las relacionaban con el mito del prolongado intento del régimen de utilizar políticas demográficas y de
italianismo y de la gran Italia. Por ejemplo, fue el espíritu del moder­ bienestar con el fin de contrarrestar no sólo la degeneración física, sino
el declive moral de Occidente93. En este contexto, la carrera de Corra-
*' Gigliola Gori, «Model o f M asculinity. Mussolini, the “New Italian” o f Che Fascist
Era», en J. A. M angan (ed.), Shaping the Superman. Fascist B ody as Polítical icón - Global
Fascism, Londres, Cass, 1999. 89 Para una explicación detallada de cóm o el socialism o radical d e sindicalistas com o
82 Véase T. Koon, Believe, Obey, Fight, cit. Sergio Panunzio se transform ó en un fascism o izquierdista véase David Roberts, The S yn ­
83 Ruth Ben-Ghiat (ed.), Italian Cokmialism, Londres, Palgrave M acm illan, 2005. dicalist Tradition and Italian Fascism, Chapell H ill (NC), U niversity of N orth Carolina
84 Aristotle Kallis, Fascist Ideology. Territory and Expansionism in Italy and Germany, Press, 1979.
1922-1945, Nueva York, Routiedge, 2000; R. Ben-Ghiat, Italian Colonialism, c it 90 Jam es G regor le dedica un capítulo a Ugo Spirito en Fascist Intellectuals; Fascist
85 Cari Ipsen, D ictating Demography, cit. Social and Political Thought, Princeton, Princeton University Press, 2005.
“ Por el principio de garantizar la independencia económ ica de Italia del com ercio in­ 91 Esta expresión no se utiliza en el sentido técnico que ha adquirido en la teoría econó­
ternacional y de las im portanciones, un objetivo estrecham ente ligado a la decisión de poner mica. Véase Deirdre N. McCloskey, The Rhetoric o f Economics, M adison, University of
al país en pie de guerra. W isconsin Press, 1998.
87 Véase Visser, «Fascist Doctrine and the Cu!t o f Romanitá», cit. ’■ Sergio Panunzio, Riforma Constitutionale. Le Corporazioni; il Consiglio delle Cor­
ss R. Ben-Ghiat, Fascist M odernities, cit., capítulo 5, «A ryans and Others. The Fascist porazioni, il Senato, Florencia, La Nuova Italia, 1934, p. 15.
War against the Jews», pp. 123-170. 1,1 D. Horn, Social Bodies, cit.

336 337
do Gini ofrece un buen ejemplo del grado de compromiso pragmático, del primer Congreso de la Población en Roma en 1931, su desiganción
arribismo y de entrega ideológica sincera implícitos en la connivencia como presidente de la Sociedad Italiana de Genética y Eugenesia en
que tan a menudo se producía en Italia entre la comunidad científica 1935, y como presidente de la Federación Internacional de Sociedades
moderna y el «Estado jardinero» del fascismo. Su brillante curriculum Eugenésicas Latinas en 1936, el mismo año que creó la Facultad de
vitae como sociólogo de renombre internacional, estadista, demógrafo Ciencias Estadísticas, Demográficas y Actuariales.
y eugenecista mejoró todavía más bajo el régimen, y además entabló Como asesor personal de Mussolini, a finales de la década de 1920
una buena relación personal con Mussolini, a quien, obviamente, veía Gini contribuyó a abonar el terreno científico -el culto a la romanità y
como un modemizador radical, a pesar de que se presentara en público la alianza con la Alemania de Hitler fueron factores determinantes en
como un emperador romano de nuestros días. este sentido- para que el nacionalismo fascista se transformara en un
En 1927, Gini publicó un artículo en inglés en la prestigiosa revis­ nacionalismo «ario» y «biológico», una transformación que irrumpió en
ta Política} Science Quarterly. En él exponía «la base científica del la vida italiana a través del Manifiesto de los Científicos Racistas del 14
fascismo» y la premisa en la que se basaba su propuesta para la refor­ de julio de 1938, en el que se reivindicaban los orígenes arios de la civi­
ma del Senado bajo el nuevo régimen. Esta premisa, explicaba, era el lización italiana y se afirmaba que existía «en la actualidad una “raza
concepto nacionalista de la sociedad en cuanto «organismo real y de­ italiana” pura»95. Tanto Panunzio como Gini ilustran a la perfección lo
finido que pertenece a un rango superior al de los individuos que lo fácil que era que los partidarios de la transformación de Italia en una
componen, un organismo que tiene vida e intereses propios». Para que nación moderna encontraran afinidades electivas entre las teorías econó­
estos intereses «se hagan efectivos», «el Estado sacrifica, siempre micas y demográficas más «avanzadas» y la nueva Italia. El resultado de
que sea necesario, los intereses del individuo y actúa en contra de la este fenómeno fue una simbiosis abiertamente modernista entre el fas­
voluntad de la generación actual». Conforme a este concepto orgánico cismo y la tecnocracia que se afianzó lejos de las «reuniones multitudi­
de la política moderna, el gobierno era «una agencia a la que se le narias» que atestaban las plazas de las principales ciudades en las que
confía una misión con carácter histórico, una misión que resume la Mussolini pronunciaba sus discursos, acontecimientos que han dejado
propia razón de la existencia»94. El 26 de mayo de ese mismo año, una impronta indeleble en la «imagen» popular del fascismo en cuanto
Mussolini pronunció su famoso discurso del día de la Ascensión, en el fenómeno primitivo de histeria y de hipnosis de masas.
que hacía hincapié en la necesidad de incrementar la tasa de natalidad La expresión práctica de esta colaboración no fue sólo la rápida
para detener el declive físico y moral de la nación, un discurso que construcción del aparato institucional y legislativo del nuevo Estado,
marcó la inauguración de la campaña demográfica del régimen. sino el intento, en gran medida frustrado, de reestructurar el sistema
El nexo entre esos dos acontecimientos no es tan indirecto como económico general conforme a los principios del corporativismo. Una
podría parecer. El nacionalismo orgánico de Gini hundía sus raíces en intervención que tuvo algo más de éxito fue la creación en enero de
la fructífera tradición de la eugenesia italiana fundada por Cesare 1933 del Istituto per la Riconstruzione Industriale (IRI), con el fin de
Lombroso y pefeccionada por Herbert Spencer, Ernst Haeckel y Fran- combatir la crisis del sector financiero italiano; crisis que jam ás reco­
cis Galton. El vínculo entre la pasión de Gini por la población, las es­ noció la prensa fascista, por supuesto. El régimen de Mussolini le dio
tadísticas de distribución de ingresos, la demografía, la sociología y la un giro modernista a todos los logros que se alcanzaron en el campo
eugenesia era el impulso en esencia modernista de utilizar el conoci­ de la mejora de las infraestructuras, en el del capitalismo industrial, en
miento positivista y la tecnología para la creación de un nuevo Estado el de la industria pesada, en el de la innovación tecnológica, en el del
depurado de la decadencia y del individualismo anárquico engendra­ consumo, y en la batalla que entabló el gobierno con el fin de lograr la
do por la democracia liberal. Por tanto, existe un vínculo subyacente autarquía económica. Todos estos' logros eran expresiones de la palin­
entre el papel clave que Gini desempeñó en la fundación de una Es­ genesia nacional que permitiría a Italia eludir el destino al que estaba
cuela de Estadística en 1928 en la Universidad de Roma y el Comité condenado un mundo liberal agonizante.
Italiano para el Estudio de los Problemas de la Población, que se reu­ Este ethos modernista favoreció la espiritualización de la propia
nió en 1929, así como en su nombramiento como presidente del Insti­ tecnología, recodificando la fuerza deshumanizadora retratada en
tuto Central de Estadísticas de Roma ese mismo año, la organización Tiempos modernos de Charlie Chaplin como un producto del espíritu

1,4 Corrado Gini, «The Scientific Basis o f Fascism», P olitical Science Quarterly 42
” Si se quiere leer e! texto del Manifiesto, véase Schnapp, A Prim er o f Italian Fascism,
(1927), p. 102-103. «Three Docum ents on Race», cit., pp. 172-184.

338 339
romano -e l equivalente italiano al espíritu de Fausto en la metanarra- eléctricos. En todos estos casos, el mensaje que subyacía era que el
tiva de Spengler- y, en cuanto tal, implícito tanto en la palingenesia fascismo no sólo había emprendido un proceso de modernización,
como en la autarquía de la nación. Uno de los episodios más revelado­ sino que además se había propuesto alcanzar una m odernidad salu­
res de este proceso de incorporación de la tecnología al reencanta­ dable y arraigada, despertando para ello el aletargado genio creativo
miento modernista de! mundo es el microcosmos simbólico que se de la raza. Por tanto, los elementos tecnocráticos, prometeicos del
creó en torno al rayón. Jeffrey Schnapp ha demostrado cómo la propa­ fascismo no consideraban que estuvieran enfrentados con la moder­
ganda fascista estimuló el culto a las propiedades maravillosas de esta nidad, sino únicamente con los aspectos decadentes de una moderni­
«fibra de celulosa regenerada», orgánica y, sin embargo, creada por el dad que, al parecer, se manifestaba de forma especialmente clara en
hombre. Según Schnapp, este culto se refleja en el «poema simultá­ la degeneración moral de los Estados Unidos, un país al que por otra
neo» de Marinetti titulado El poema del vestido de leche. En este poe­ parte intentaban em ular101.
ma se narra «un mito de creación típicamente futurista» que describe Si bien este modernismo fue un «modernismo reaccionario» no se
«un nuevo mundo austero, hecho con materiales redimidos, cargados puede decir que sea del tipo paradójico que postula Jeffrey Herf, sino
de espiritualidad», que surgía «de la nada primordial encarnada en la más bien del tipo que, como vimos en el capítulo 6, defiende Peter
materialidad inexpresada de la leche materna»96. En las campañas de Osborne. De acuerdo con esta última interpretación, el término «reac­
propaganda destinadas a despertar la conciencia pública con respecto cionario» tendría la misma connotación de futuro que el término «mo­
a los logros relacionados con la perfección de la tecnología de la fibra dernismo», El espíritu de esta nueva temporalidad permitió que se
artificial, el rayón -inventado en la fuente inagotable de la modernidad desarrollara espontáneamente en las mentes de millones de italianos
tecnológica de los Estados U nidos- se convirtió en el símbolo del pro­ un nexo entre la nueva Italia y las hazañas innovadoras de Guglielmo
greso tecnológico alternativo, un progreso que no se identificaba con Marconi en tecnología de la comunicación, un nexo que se plasmó en
el capitalismo ni con el socialismo, sino con el renacimiento nacional su nombramiento como presidente de la Academia Italiana y como
y la espiritualización de la civilización occidental. Además, la translu­ miembro del Gran Consejo Fascista de Italia. Este mismo espíritu
cidez natural del rayón se convirtió en el emblema de «la modernidad, «globalizador» que convirtió a Marconi en un icono del modernismo
cristalina que había salido de las oscuras sombras de la decadencia»97, fascista se reflejó en la decisión de las autoridades a cargo de la expo­
tomado del culto al cristal de los primeros arquitectos modernistas, sición EUR, de incorporar algunos elementos del proyecto utópico
sobre todo de Bruno Taut98. que el artista sueco Hendrik Christian Andersens había descrito con
Otra «mistificación»99 similar -u n a fetichización que no se basa­ todo detalle en su libro A World Centre o f Communications [Un centro
ba en el capitalismo sino en la «creación de una nueva aura» m oder­ mundial de comunicaciones7(1913)lu2. Andersens era amigo de Henry
n ista- de los logros tecnológicos conforme al concepto de nación James -q u e pensaba que este proyecto de una «ciudad mundial» era
orgánica trascendental se produjo en el ámbito de la construcción de m egalóm ano- y llevaba casi cuarenta años viviendo en Roma, inten­
autopistas100, en el de la electrificación del ferrocarril, en la «recla­ tando perpetuar el embriagador espíritu del modernismo de principios
mación integral» (una bonifica más) y la repoblación de los pantana­ de siglo. A su muerte, en 1940, dos años antes de la fecha planeada
les, en la construcción de nuevas ciudades o en los proyectos hidro- para la inauguración de la exposición, legó su casa, su estudio, sus
artículos y más de 400 obras al gobierno fascista.
* Jeffrey Schnapp, «The Fabric o f M odern Times», Critica1 Inquiry 24 (otoño 1997), Como vimos en el capítulo 1, en 1982 se celebró en Milán otra ex­
p. 192,
91 I b i d p. 202. La cursiva es añadida. posición, Anni Trenta. Arte e Cultura in Italia. Aunque en el título no
M Para la im portancia del cristal, la luz y lo cristalino com o m etáforas del espíritu mo­ se aludía al fascismo, la exposición se inauguró justo en el quincuagé­
dernista, véase Christina Lodder, «Searching for Utopia», en C. W ilk, M odernism 1914- simo aniversario de la Exposición de la Revolución fascista. Seguro
1939, cit.,p p . 25-27.
w En 1931 se fundó en Milán una escuela de elite con el fin de elaborar la ideología fas­
que lo que más impresionó a muchas de las 300.000 personas que vi­
cista. Se llamaba la «Escuela de misticismo fascista»; véase Daniel Marchesini, La scuola dei sitaron la exposición fue la sensación de vitalidad, productividad, de
gerarchi. Mistica fascista. Storia, problemi, istituzioni, Milán, Feltrinelli, 1976. E! ganador al creatividad sin trabas, elegancia y sofisticación técnica que los artefac-
mejor ensayo en 1941 fue Enzo Leone. Su ensayo se titulaba La mistica del razzismo fascista,
Milán, Quaderni della «Scuola di Mistica Fascista» 3, 1941, otra señal que indica que existía
un nexo entre el modernismo sociaS y el cultural en el régimen fascista. K" Vease Emilio Gentile, «Impending M odernity: Fascism and the Ambivalent Image
100 L. Bortolotti y G. De Luca. Fascismo e autostrade. Un caso di sintesi. La Firenze- o f the United States», Journal o f Contem porary H istory 28/1 (1993).
mare, Milán, F. Angeli, 1994. 1(12 R. Etlin, M odernism in Italian Architecture, cit., pp. 395-403.

340 341
tos y las imágenes allí reunidos rezumaban, la modernidad extrema y Incluso después de 1938 la mayoría de los italianos no eran capaces de
la sensación de futuro de la vida bajo M ussolini103. Era posible imagi- entender las leyes raciales.
nar una Italia fascista de la que disfrutaban millones de «italianos co­ Sin embargo, aun en su expresión más moderada, el destino del
rrientes» que no podían imaginar la catástrofe que se avecinaba, el régimen fascista pone de manifiesto la inviabilidad esencial del Estado
desastre en el que quedarían sumidas sus vidas con el estallido de la modernista. Había algunos errores estructurales en su dependencia de
Segunda Guerra Mundial al final de la década, una sensación parecida formas carismáticas de política imposibles de prolongar de modo in­
a la que sin duda experimentaban los ciudadanos romanos de Pompe- definido, sobre todo tras la muerte del líder en el que se sustentaba el
ya y Herculano antes de que el Vesubio entrara en erupción. Los úni­ movimiento, y en una política exterior basada en un impulso expan-
cos objetos expuestos que proyectaban una oscura sombra sobre el sionista inherente. Estos errores obligaron a Mussolini a dedicar unos
ambiente general de nostalgia y celebración, eran los testigos silencio­ recursos económicos y militares de los que la nación apenas disponía
sos de la virulenta campaña antisemita oficial y de la rapidez con la para apoyar a Franco y después a Hitler, con las consabidas consecuen­
que una nueva estirpe de «expertos raciales» adaptaron con entusias­ cias devastadoras para la nación italiana.
mo las disciplinas de las ciencias sociales y humanas al recién descu­ Con todo, una de las causas primordiales del fracaso del régimen
bierto «origen ario» de los italianos. Sin embargo, antes incluso de que fue que la «revolución antropológica» fascista resultó imposible de
este racismo latente se hiciera oficial en 1938 y de que un año después llevar a cabo. La ineficacia de la campaña demográfica, el fracaso del
la nueva Italia se viera envuelta en las maquinaciones del Tercer Reich, proceso de asimilación fascista de la mayoría de los ciudadanos, que
ya se habían puesto de manifiesto las contradicciones fundamentales sólo compartían con el movimiento el afán nacionalista, y la ausencia
del Estado modernista que habían condenado el intento fascista de manifiesta de «nuevos italianos» a medida que el conflicto internacio­
llevar a cabo una utopía temporalizada. nal se avecinaba, a pesar de las dos décadas de ingeniería social y de
intervención estatal, fueron algunos de los síntomas de este fracaso.
La transformación gradual de la gerarchia en «gerontocracia», el inexo­
L a «V ER D A D ER A C A R A » D EL M ODERNISM O FASCISTA rable proceso de envejecimiento en virtud del cual el propio Mussoli­
ni, un homo novus lleno de energía, se convirtió en un neurótico, una
El proyecto de jardinería del fascismo, comparado con el de la Ale­ figura aislada, sin sucesión posible, el abismo creciente que separaba
mania de Hitler, con el de la Rusia de Stalin o con el de la Camboya de la retórica y la realidad en todas las esferas de la transformación pro­
Pol Pot, fue mucho menos draconiano. Inicialmente, la «operación qui­ metida, la degeneración tanto del sistema educativo fascista como del
rúrgica» de «recuperación humana» de la sociedad italiana que llevó a Partido Nacional Fascista que, en lugar de producir nuevas elites, se
cabo el fascismo tan sólo requería la anestesia local de la elaborada re­ acabaron convirtiendo en sistemas autoritarios que alentaban el con­
ligión política para garantizar la cantidad adecuada de consenso popular formismo y la corrupción104, la falsedad creciente de los nuevos ritua­
necesaria para que la revolución siguiera adelante, una vez que la tor­ les políticos, el culto al Duce incluido; todos estos factores parecen
menta del squadrismo se había disipado. La «destrucción», indisociable indicar que antes incluso de que el Consejo Fascista y el rey destituye­
desde el punto de vista dialéctico, del proceso creativo de construcción ran a Mussolini en julio de 1943, el régimen ya padecía una quiebra
de un nuevo orden, tomó la forma de un desmantel amiento sistemático política, material y moral de una magnitud mucho mayor que la del
de la base institucional y social del liberalismo político y del socialismo sistema de Giolitti al que se suponía que pretendía sustituir.
revolucionario, no la de la supresión física de los elementos humanos y Para algunos fascistas, a pesar de la decadencia del régimen, la revo­
culturales que encamaban la presunta decadencia, aquellos culpables de lución fascista no perdió su potencial en cuanto mito de movilización.
lo que George Orwell llamaba «crímenes de pensamiento». Hasta 1938, Michael Ledeen ha estudiado la lucha que algunos idealistas fascistas
el racismo fascista fue, salvo excepciones, una variedad histórica y cul­ iniciaron en vano con el fin de provocar una «segunda revolución» des­
tural mucho más relacionada con el chovinismo y el imperialismo de las tinada a cumplir las aspiraciones radicales originales del régimen105. Ar-
grandes potencias que habían participado en la Primera Guerra Mundial
que con la variedad biológica y genocida que perfeccionaron los nazis.
llB Véase Em ilio Gentile, La vía italiana al totalitarismo, Rom a, Carocci, 2002, sobre
todo la segunda parte, «Il cesarism o totalitario» [ed. cast.: La vía italiana ai totalitarismo,
IU3 En el espléndido catálogo de la exposición se vislumbra en cierta medida esta vita­ Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2 0 0 5 1.
lidad. Anty Pansera (ed.), A nni Trenta. Arte e Cultura in Italia, M ilán, M azzetta, 1982. 1(15 Michael Ledeen, Universal Fascism, Nueva York, Howard Ferlig, 1972.

342 343
dengo Soffici, uno de los protagonistas originales del nacionalismo mo­ La suerte que corrieron algunos de los arquitectos modernistas
dernista, fue capaz de librarse del estado de negación en el que otros, bajo el fascismo ilustra a la perfección la rápida disolución moral del
como Marinetti, Farinacci y Gentile parecían atrapados. Después de de­ régimen en cuanto fuerza de cohesión y de renovación social después
fender una amplio abanico de posturas estéticas en su búsqueda de la de que tuviera lugar el acto supremo de «hacer historia»: el anuncio de
revitalización de Italia, al final «llegó a la conclusión de que la visión que por fin Etiopía era «italiana» que hizo Mussolini desde su balcón
modernista que defendía antes de la guerra era totalmente errónea» y en Roma el 18 de mayo de 1936. A raíz de la promulgación de las le­
que «el proyecto de “renovación cultural” o de “transvaloración de los yes raciales antisemitas de la Declaración de la Raza -firm ada por el
valores” a través de una revolución en el arte había fracasado y no p o ­ rey Victor Emmanuel III, Benito Mussolini y Giuseppe Bottai el 5 de
dría triunfar jam ás»106. Hasta el propio Bottai, el más entusiasta y capaz septiembre de 1938- los arquitectos racionalistas italianos se convir­
de los tecnócratas modemizadores del régimen, se vio obligado a reco­ tieron en personajes especialmente vulnerables a los ataques contra el
nocer al final la imposibilidad de crear la piedra angular de la nueva modernismo estético. El más virulento de estos ataques fue el que or­
Italia, es decir, la «religión política» totalmente interiorizada, tan vital questó el círculo de Farinacci, aduciendo que los edificios que proyec­
para la cohesión social de la comunidad nacional y para la creación de taban estos arquitectos mostraban signos de cosmopolitismo judío
un nuevo dosel sagrado. En 1942 escribió: decadente. En lugar de defender a los judíos italianos o de criticar las
leyes raciales por traicionar los principios originales del fascismo -p o r
El fracaso de toda religión oficial del Estado, de todo arte del Es­ no mencionar a los derechos hum anos- algunos arquitectos se confa­
tado y demás, como todos los intentos de restablecer una religión (y bularon inconscientemente contra el nuevo espíritu y lanzaron un con­
no sólo una religión revelada) basándose en argumentos científicos y traataque que consistía en ensalzar las «propiedades mediterráneas»
racionales, se debe a la incapacidad de apreciar el carácter intrínseco de la arquitectura racionalista autóctona, y en insistir en los orígenes
e irremplazable de toda creencia y de toda fe auténticas107. arios de los colegas a los que acusaban de judíos, dos concesiones al
discurso racista.
Bottai formulaba así la aporía fundamental del modernismo político:. En esta atmósfera corrupta, el debate sobre las propiedades fascis­
el fascismo se había visto obligado a crear un mito colectivo viable con el tas o antifascistas de la arquitectura modernista en los círculos de la
fin de legitimar el régimen precisamente en una época en que la moder­ elite cultural alcanzó su punto critico. El debate se había iniciado en
nidad estaba destruyendo el hábitat de subsistencia de esos mitos. Un 1934 cuando se desató una agria polémica en tomo a si la estética ra­
Estado totalitario, modernista, no sólo «es incapaz de eliminar todos los cionalista era adecuada para el Palazzo del Littorio, el cuartel general
vestigios de los sistemas simbólicos alternativos»108, como afirma David del Partido Fascista Nacional en Roma, el proyecto de «La nave del
Kertzer, sino que además no puede imponer una religión estatal artificial Estado» de M ario Palanti (véase figura 12). Sin embargo, ahora se
desde arriba. La misma modernidad que ha acabado con la hegemonía de habían incorporado al debate cuestiones como la pureza racial o el
la religión revelada hará lo mismo con cualquiera de sus sustitutos. El origen ario de determinados individuos. Teniendo en cuenta que el
nomos o la comunidad totales no se pueden abordar como si de una obra debate tenía lugar mientras al otro lado de los Alpes los nazis aplica­
de ingeniería social se tratara, ya que el cuerpo político -o , mejor dicho, ban su política racial, la discusión no era exclusivamente «académi­
los millones de individuos que lo forman- al final siempre rechazará el ca». La situación degeneró todavía más cuando estalló la Segunda
injerto. El 25 de julio de 1943, cuando el Gran Consejo Fascista que había Guerra Mundial. Giuseppe Terragni, el prolífico paladín del experi-
fundado el propio Mussolini le expulsó del poder, el mito populista de su mentalismo racionalista fue enviado al frente ruso. Cuando regresó
aura de propheta ya se había evaporado y sólo un pequeño núcleo de «in­ diecisiete meses después era un hombre acabado.
transigentes», los mismos que vertebrarían la República de Saló, seguían A los seis meses murió. Le dejó a su mujer una confesión dirigida a
creyendo en él. Quedaba demostrado que el proceso de asimilación al sus antiguos colegas de profesión: «Para él, para nosotros, incluso para
fascismo de todos los italianos era una misión imposible. los verdugos a los que se había unido sin darse cuenta, atraído por su
máscara, no por su verdadera cara, pedía compasión después de haber
1 1 Walter Adamson, Avant-Garde Florence: From M odernism ín Faacism, Cam bridge
descubierto ese rostro en todo su horror»11”. Después del armisticio y de
(MA), Harvard University Press, 1993, p. 250. L a cursiva es añadida.
107 Giuseppe Bottai, «l m itti m oderni», 15 de febrero 1942.
™ David Kertzer, Ritual. Politics and Power, New Haven, Yale University Press, E988, m R. Etlin, M odernism in Italian Architecture, ciu .p . 378. En el apartado «Italian rationa­
pp. 176-177. lism and antisemitism» {pp. 569-597) se ofrece una explicación interesante de las contorsiones

344 345
la creación de la República de Saló, algunos otros camaradas modernis­ fue el judío italiano Primo Levi. Cuando se fundó la República de
tas de Terragni contemplaron la verdadera cara del fascismo y se unie­ Salò, intentó unirse al movimiento partisano Giustizia e Liberta, pero
ron a la Resistencia. Los más destacados fueron Ernesto Rogers, Raff ae- la milicia de la Guardia Nazionale Repubblicana (GNR) lo arrestó.
11o Giolli, Gian Luigi Banfi y Ludovico Begiojoso. En este contexto más Cuando se descubrió que era judío, fue enviado a un campo de in-
amplio de la acelerada decadencia moral, el hundimiento político, social temamiento para judíos en Fossoli, cerca de Módena, y de allí le tras­
y militar, y del vigor renovado del nuevo régimen títere de los nazis, ladaron a Auschwitz en febrero de 1944, en camiones de ganado. Con­
Giuseppe Pagano, el antiguo héroe de la arquitectura modernista fascis­ siguió sobrevivir gracias a un acontecimiento surrealista que tuvo
ta, encontró el horrible final al que aludíamos en el capítulo 1. lugar a mediados de noviembre de 1944, cuando entró demacrado en
Después de la publicación del Manifiesto del Racismo Fascista, la el despacho del Dr. Alex Pannwitz en Auschwitz. Pannwitz le sometió
floreciente prensa antisemita inició un virulento ataque contra él. Le a un examen oral e improvisado de química industrial allí mismo. Su
acusaban de tener antepasados judíos, ya que uno de sus apellidos era vida dependía literalmente de la nota que sacara en ese examen: si
Pogatschnig, de origen eslavo, no judío, y de difundir la decadencia aprobaba, trabajaría en el proyecto que se estaba desarrollando en el
cultural por medio de su estilo arquitectónico modernista. La primera laboratorio de Pannwitz con el fin de obtener una goma artificial lla­
reacción de Pagano fue iniciar un prolongado combate en defensa del mada Buna y sus posibilidades de sobrevivir al duro invierno polaco
modernismo que le sirviera para cubrir la retirada, y, por tanto, no aumentarían de forma considerable. Después de la guerra, Levi re­
abandonó la Escuela de Mística Fascista ni el Partido. Pero a finales de flexionaba a menudo sobre «qué pensaría ese hombre [su examinador]
1942 dejó ambos y en el verano de 1943 se unió a la Resistencia, con­ en su fuero interno; a qué se dedicaría aparte de a la polimerización y
virtiéndose en uno de los partisanos más activos bajo la República de a la conciencia indogermánica». Sobre todo le había fascinado la for­
Saló. Le hicieron prisionero en dos ocasiones, la segunda en septiem­ ma en que Pannwitz le había mirado:
bre de 1944. Esta vez le torturaron y terminó sus días en Mauthausen,
donde murió en terribles circunstancias. Sus compañeros Giolli y Porque aquella m irada no se cruzó entre dos hombres; y si yo su­
Banfi compartieron su destino y acabaron en el mismo grupo de cam­ piese explicar a fondo la naturaleza de aquella mirada, intercambiada
pos de exterminio de Mauthausen-Gusen. como a través de la pared de vidrio de un acuario entre dos seres que
Estos hombres se rebelaron contra la sórdida realidad humana que viven en medios diferentes, habría explicado también la esencia de la
engendraba el fascismo a medida que degeneraba y se alejaba cada gran locura de la tercera A lem ania110.
vez más del modelo de «Estado ético» que postulaba el actualismo de
Giovanni Gentile en la Enciclopedia Italiana. La incorporación del En los capítulos siguientes analizaremos el Tercer Reich e intenta­
feudo de Mussolini, cada vez más reducido, al Tercer Reich les hizo remos arrojar algo de luz sobre la «gran locura» que impulsó las polí­
caer en manos de un «Estado jardinero» todavía más radical, el que ticas y las acciones en el «medio diferente» en el que vivían los nazis,
habían creado los nazis para, en palabras de Hitler, «podar de forma y para ello abordaremos este régimen en cuanto función de la dinámi­
implacable y despiadada los brotes salvajes y arrancar de raíz las ma­ ca modernista del Tercer Reich. De acuerdo con nuestra interpreta­
las hierbas», después de obtener de sus víctimas todo el trabajo y el ción, veremos que de hecho Primo Levi había comprendido intuitiva­
sufrimiento que pudieran. mente la «mirada» de Pannwitz: detrás de esa incapacidad de mirarle
a los ojos se escondía lo que Modris Eksteins ha definido como «la
mezcla de irracionalismo y tecnicismo» que convierte al nazismo en
...Y LA «M IR A D A » DEL NAZISMO «otro descendiente del impulso m odernista»"'. Primo Levi había mi­
rado a la cara al modernismo nazi en el momento en que éste contem­
Otra de las víctimas de la involución autodestructiva del Estado plaba a un ser que encarnaba las fuerzas de la decadencia que preten­
modernista fascista una vez que la ingeniería social utópica y el inten­ día eliminar en el proceso de creación de una nueva comunidad
to de «enraizamiento» dio paso al control social y a la erradicación, nacional basada en la fuerza racial y en la tecnología avanzada.

id eo ló g icas q u e e l m o d ern ism o social y el estético, q u e fu n cionaban d e form a entusiasta bajo 1111 Prim o Levi, I f this is a Man, Harm ondsworth, Penguin, 1987, pp. 1 1 1 1 1 2 led. cast,:
el fascism o, tuvieron q u e h acer a raíz del «giro racial» an tisem ita que dio el régim en, y d e la Si esto es un hombre, Barcelona, El Aleph, 2002],
c o m p leja re d d e libertad y de c o acció n que creó en la práctica el « p luralism o hegem ónico». 111 M odris Eksteins, Rites o f Spring [1989], Boston, Houthton Mifflin, 2000, p. 303.

346 347
IX

EL NAZISMO COMO MOVIMIENTO REVITALIZADOR

El espíritu de la comunidad se manifestaba a veces d efo rm a arrolladora, las masas


hacían juram entos bajo cúpulas iluminadas con focos, se hacían hogueras en las
montañas [ ...] en las iglesias los coros cantaban para celebra r el ascenso nazi ai poder.
/..._/ Daba la sensación de que algo realmente nuevo estaba comenzando.
Rüdiger Safranski, Martin Heidegger, 1999'.

¡Esta era no se conocerá com o la de la decadencia de Occidente, sino como ia de la


resurrección de los pueblos de este Occidente nuestro! Sólo lo viejo, lo decadente y lo
nocivo perecerá; ¡y que perezca! Pero surgirá la nueva vida. La fe se encuentra donde
reside la voluntad.
A d o lf H itJer, D iscu rso del 1 de M ayo, 1935".

Joseph : u n d e s t in o a l e m á n

El 12 de diciembre de 1933, el ministro de Propaganda del Tercer


Reich le envió un telegrama a Edvard Munch, un pintor famoso por
haber creado algunas obras que encamaban el estado de Zerrissenheit
que experimentaba la «mente moderna», una mente que se debatía
entre la locura y una forma más elevada de cordura. Goebbels le feli­
citaba por su septuagésimo cumpleaños y por sus impresionantes lo­
gros artísticos, y le decía que en ¿us lienzos se reflejaba un poderoso
espíritu heredado de la tradición nórdico-germánica que despreciaba
los criterios académicos y luchaba por apoderarse de la verdad desnu­
da regresando para ello a los principios básicos de la creatividad vol-

1 R ü d ig er S afran ski, Martin Heidegger, Between G od and Evil, C am b rid g e (M A ), H ar­


vard U niversity P ress, 1998, p. 229 [ed. cast.: Un maestro en Alemania. M artin Heidegger y
sutiem po, B arcelo n a, T u squets, 1997J.
; A d o lf H itler, M y New Order, L ondres, A ngus & R obertson, 1942, p. 241.

349
kisch3. Sin embargo, en 1937 el ministro de Propaganda del Reich, en 1926, Michael: Un destino alemán6, una novela en la que, como vimos
sintonía con la actitud del Partido hacia la estética modernista, super­ en el capítulo 1, se elogiaba a Van Gogh y a la vez se afirmaba de for­
visó personalmente la depuración de Alemania de «arte degenerado», ma implícita que el nazismo era un intento de trasladar a la realidad
y ordenó sacar de las galerías de arte contemporáneo alemanas unos histórica la «loca idea» del sacrificio a la nación nacido de la búsqueda
ochenta cuadros de Munch. La mayoría de ellos se venderían poste­ moderna de Dios. Las raíces de esa «acepción» tan peculiar del nazis­
riormente a compradores internacionales4. Si analizamos con mayor mo hay que buscarlas en la profunda preocupación que sentía Goebbels
detalle la nota adulatoria que Goebbels le envió al autor de «El grito» por el dilema espiritual que dominaba la modernidad, tal como se re­
llegaremos al corazón de la relación íntima, compleja y profundamen­ fleja en su tesis doctoral sobre Wilhelm von Schütz, dramaturgo y poe­
te paradójica que existe entre modernismo y nazismo en el sentido ta de principios del siglo xix de inclinaciones católicas y conservado­
«maximalista» que nosotros le hemos dado a este término. ras. En esta tesis que Goebbels defendió con éxito en 1921 encontramos
Esta no fue la única vez que Goebbels se puso de parte de Munch. un pasaje muy revelador. Según Goebbels existía una analogía entre la
Se puede afirmar casi con total seguridad que el ministro de Propa­ historia contemporánea y la época romántica. Ambos periodos estaban
ganda nazi intervino en la decisión de que se le concediera al artista imbuidos de «un ateísmo llano, desprovisto de espiritualidad» que ha­
noruego la medalla de plata de las artes «Goethe» en 1932, y que tam­ bía desencadenado la rebelión metafísica de «una generación de jóve­
bién influyó en que, diez años después, el gobierno colaboracionista nes que buscan a Dios, de místicos y de románticos» que suspiraban
noruego le propusiera convertirse en el mascarón de proa de la Junta por un gran hombre que les llevara a un mundo donde encontrar «el
Honoraria de Artistas Noruegos. El pintor, que ya se encontraba muy fervor religioso»7.
enfermo, se mantuvo firme en su negativa y rechazó la propuesta de En la Alemania de Weimar los anhelos inexpresados de trascen­
m ontar una im portante exposición patrocinada por los nazis que se dencia8 se plasmaban en proyectos políticos de renovación, no a través
celebraría en Oslo con ocasión de su octogésimo cumpleaños. Segu­ de obras puramente artísticas o metafísicas, como sucedía con los poe­
ro que la mano de Goebbels también se encontraba detrás de esta tas románticos y los de finales de siglo. De acuerdo con este patrón,
propuesta. Y también detrás del «secuestro» de la organización de una vez convertido al nazismo Goebbels pensaba que Hítler era el
sus funerales que llevó a cabo el gobierno títere noruego en enero de «pastor» de una «nueva fe política nacida de la desesperación produ­
1944, después de la muerte de Munch. Al final, como consecuencia cida por un mundo en crisis, secularizado», y pensaba que sus segui­
de estas maquinaciones, el último acto público de este monstruo de dores se «erguían sobre la cima de la historia»9. Después de encontrar
la estética modernista, un personaje de lo más reservado, anatemiza- su nomos, su comunidad y su propheta, se impuso inmediatamente la
do en la Alemania nazi desde hacía bastante tiempo, consistió en tarea de hacer todo lo posible por convertir el NSDAP en la partera que
aparecer tumbado en un ataúd engalanado con una enorme corona ayudaría a alumbrar una nueva era histórica en la que la anomia sería
«envuelta en lazos de seda llenos de esvásticas», con frases de con­ desterrada del mundo moderno. No obstante, más adelante, Goebbels
dolencia firmadas personalmente por el reichkom missar Josef Ter- llegaría a la conclusión de que esta nueva era sólo se podía concebir en
boven y por representantes del Departamento de Cultura del gobier­ términos de la supremacía de la «raza aria»1“. A finales de los años
no colaboracionista5.
Si bien esta apoteosis nazi de un destacado pintor modernista con­ s El nom bre alude a «der deutsche M ichel» o «el alem án M ichael», la encarnación del
travenía la política cultural oficial alemana, se encuentra en sintonía hom bre de la calle alem án. Para el pasaje que se m enciona véase su pra capítulo I , pp. 50-51.
con un pasaje de la novela autobiográfica que Goebbels escribió en 7 Claus-Ekkehard Barsch, D ie p o litisc h e R eligion d e s N ation al sozialism u s, M unich,
Wilhelm Fink, 1998, pp. 172-178. Et «revolucionario conservador» y ju rista nazi Carl Sch­
mitt utilizaba el térm ino «Rom anticism o» en este mismo sentido en su Politische Romantik,
Berlín, D uncker & Humbiot, 1919 [ed. cast.: R om anticism o p o lítico, Buenos Aires, Univer­

’ El texto com pleto se reproduce en Hans Buderer, E n tartete Kunst. B eschlagnah m eak­ sidad Nacional de Quilm es, 2001J.
tionen in d e r Städtischen K unsthalle M annheim ¡937. K unst und D okum entation, M ann­ s Nótese que el término «trascendencia» se usa aquí en la acepción antropológica que
heim , Städtische Kunsthalle Mannheim, 1991, p. 42. le hemos dado en el capítulo 3, que tiene unas connotaciones opuestas a las que m encionaba
4 A lgunos de los com pradores eran noruegos, de form a que, cotno resultado de esa Ernst Nolte en su fam osa definición de tascism o, en la que identificaba este térm ino c o n ja _
purga, parte de la obra de Munch regresó a su país. Uno de sus cuadros, «Día de verano», resisten cia a la trascendencia «práctica y teórica». Esta definición aparece en T h rej^f^é g f y
pasó a form ar parte de la colección privada de Hermann G oering, y se vendió en una subas­ Fascism, Nueva York, Holt, 1965 [ed. alemana: D e r F aschism us in se in e r Epoqf¡é,~$tIiinich,
ta en 2006 por 24.5 millones de euros.
R. Piper, 1963]. /'
5 Para una explicación com pleta de este grotesco episodio véase Sue Prideaux, E dvard ■
’ E. Barsch, D ie politisc h e R eligion d e s N a tio n a lso z ia lis m u s , cit., p. 17ß ,f; M-
M unch. Beh'tnd the Scream, New Haven (CT), Yale University Press, 2005, pp. 150-151. 10 Véase Léon Poliakov, T h eA rya n M yth, Londres, Sussex University Pr^ssj 197|,".;

350
veinte, todavía tenía una imagen casi mazziniana de Alemania, un país Klee y Lyonel Feininger, al escultor Enrst Barlach y al arquitecto Lud­
que se encontraba en la vanguardia de los «pueblos jóvenes», cuyo wig Mies van der Rohe15. Diez meses después, Goebbels expresaba pú­
destino consistía en contribuir a la «regeneración del mundo y de la blicamente sus diferencias con Rosenberg en este debate al participar en
propia vida». La misión del nacionalsocialismo era fundar un «Esta­ el comité de honor que se formó para dar la bienvenida a los renombra­
do-nación socialista» sin clases, en el que se integraran todas las razas, dos poetas futuristas Filippo Marinetti y Ruggero Vasari en la inaugura­
que traería la coherencia y la dirección a un mundo dominado por el ción de la exposición de «aeropittura» fascista, un arte que demostraba
caos espiritual y por la decadencia burguesa. Se corregiría así el im­ el florecimiento de estética modernista bajo Mussolini.
pacto devastador que la civilización moderna y la era de las máquinas Fue la intervención del propio Hitler lo que zanjó de golpe las di­
habían ejercido sobre la sociedad tradicional". visiones que se habían producido en el mundo del arte nazi en relación
Por consiguiente, analizar el modernismo de Goebbels en térm i­ con el estatus del expresionismo alemán. Aprovechó la concentra­
nos de su amor al jazz, actitud con la que presuntamente rompía un ción que se celebró en septiembre de 1934 para arremeter de forma
tabú, sería trivializarlo. En cualquier caso, lo cierto es que aunque deliberada y al mismo tiempo contra los partidarios de la estética mo­
Goebbels siguiera con el pie el ritm o de la m úsica de la Jack Hylton dernista y contra los grupos de presión völkisch que pretendían «impo­
B and12 y creara la banda de Charlie y su Orquesta con el fin de ofre­ ner a la revolución nacionalsocialista la herencia forzosa del “arte teutó­
cer un swing alternativo y racista sólo para oídos «arios»13, como el nico” que mana del confuso mundo de sus concepciones románticas»16.
resto de los nazis él también rechazaba las formas más abstractas o Sin embargo, atendiendo a la «metanarrativa reflexiva» que hemos de­
frenéticas de este estilo musical en cuanto encarnación de la música sarrollado en este libro, reducir la polémica que surgió entre Goebbels
degenerada. Todavía más significativo resulta que Goebbels apoyará y Rosenberg a un conflicto entre el modernismo y el antimodemismo
la campaña lanzada por la Asociación de Estudiantes Nacional So­ sería distorsionar el problema fundamental. Lo que define a Goebbels
cialistas en junio de 1933 para que se reconociera oficialmente que como modernista no son sus preferencias estéticas, sino la convicción
los artistas m odernistas Emil Nolde, Ernst Barlach, Erich Heckel y profundamente asentada de que se podía emplear la fuerza institucio­
Karl Schm idt-Rottluff encarnaban «la misión creadora de cultura del nal y organizativa del Estado moderno para crear una nueva cultura
nacionalsociali sm o». nacional y una nueva era histórica. La Alemania renacida era para él
Goebbels desafiaba así deliberadamente el rechazo radical de la es­ una cultura total que no sólo expresaría el genio de la raza, sino el
tética modernista que defendían tanto Alfred Rosenberg, recién designa­ nuevo dosel sagrado, y serviría de apoyo a la comunidad orgánica que
do por Hitler para desempeñar un papel destacado en la política cultural debía solucionar los problemas derivados de la modernidad.
nazi14, como los activistas de la Liga Militante para la Cultura Alemana Uno de los recursos fundamentales para alcanzar este objetivo era
[Kampfbund für deutsche Kultur], asociación fundada por el propio Ro­ la utilización de la última tecnología de comunicación de masas, que
senberg en 1929 para luchar por la «arianización» del arte alemán. En serviría para coordinar y canalizar las energías creativas de una nación
mayo de 1933 Goebbels utilizó su posición como Reichsminister de moderna, pluralista, y transformarlas en una fuerza «espiritual» que
Ilustración y Propaganda Nacional para respaldar al movimiento expre­ daría cohesión a la comunidad orgánica nacional, la Volkgemeinschaft.
sionista alemán y a la «nueva objetividad» en un discurso que pronunció Lejos de aplicar políticas nihilistas de vandalismo cultural, da la sen­
ante algunos directores teatrales. Ese mismo mes el crítico de arte pro sación de que Goebbels creía sinceramente, al menos durante sus pri­
nazi Bruno Wemer reivindicaba que «había sido el nuevo arte el que meros años a cargo del ministerio de Propaganda, que la «corporativi-
había allanado el camino para la revolución nacional», y citaba a los zación» sistemática de la producción cultural e intelectual alemana
pintores Ernst Nolde, Max Pechstein, Franz Marc, August Macke, Paul gracias a la Reichkulturkammer qué fundó en 1933 favorecería la de-

■' Bruno Werner, D eutsch e A llgem eine Zeitung, Berlín, 12 de m ayo de 1933. Para el
11 Frank-Lothar Kroll, U topie a ls Ideologie. G eschichtsdenken und po litisc h e s H andeln contexto en el que se escribió este artículo véase Georg Bussm ann, « “Degencrate A rl”. A
im D ritten Reich, Paderborn, Ferdinand Schöningh. 1999. pp. 291-295.
Look at a Useful M yth», en Christos Joachim ides e t a i , G erm an A rt a f the Tw entieth C en­
12 M ichael Kater, D ifferent D rum m ers. Jazz in the Culture o f N azi G erm any, Oxford, tury, Londres. Royal Academy, 1985, p. 117; también Brandon Taylor, «Post-M odem ism in
the Third Reich», en Brandon Taylor y W ilfried van der Will (eds.), The N azification qf'Art,
Oxford University Press, 1997.
!J Véase H orst Bergm eier y Rainer Lutz, H itle r ’s A irw aves. The Inside S tory o f N azi Winchester, The W inchester Press, 1990, p. 131.
R a d io B ro a d ca stin g a n d P ro p a g a n d a Swing, New Haven (CT), Yale University Press, 1997.
11 Hildegaard Brenner, «Art in the Political Power Struggle o f 1933 and 1934», cn Jao
14 El nom bre oficial de su cargo era «director de la Oficina Integrai para la Supervisión Holborn (ed.), K epu blic io Reich. The M aking o f th e N azi R evolution, Ten E ssays, Nueva
York, Random House, 1972, p. 423.
de la Educación y el A diestram iento Ideológico y Cultural del NSDAP».

352 353
puración de la nación de la decadencia y la anarquía que la dominaban lización del «doble pensamiento» orwelliano en un Reich en que la
y que la permitiría entrar en un periodo de renacimiento cultural. En hegemonía cultural y la coacción a veces casi no se podían distinguir.
términos gramscianos, se puede decir que Goebbels pensaba que ese Uno de los símbolos de la perversión de su ideal original de basar la
acto de coordinación era la condición previa para que el Tercer Reich revolución nazi en la movilización ideológica de todos los «arios» fue
lograra la «hegemonía cultural» y pudiera por tanto minimizar el re­ la siniestra campaña de carteles «Pst!», lanzada en las últimas etapas
curso a la coacción, a los lavados de cerebro y al control social (el de la guerra, destinada a difundir una sensación paranoica de terror18.
«dominio») en la aplicación de la revolución nazi. Goebbels aludía de Los millones de personas que, como Goebbels, se habían acercado al
forma explícita a esta creencia en el discurso que pronunció en la con­ nazismo para refugiarse del miedo a la anomia se enfrentaban ahora a
centración de Núremberg de 1934 «inmortalizado» en El triunfo de la un terror mucho menos abstracto, más inmediato. En lugar de crear un
voluntad de Leni Riefensthal: «Que la luminosa llama del entusiasmo nuevo dosel de significado para ellos, el Tercer Reich recurrió al mie­
no se extinga jamás. Sólo ella trae luz y calor al arte creativo de la do al «otro» anónimo con el fin de obligarles a mostrar su conformi­
propaganda política moderna. [...] Está bien detentar el poder por me­ dad con la Volkgemeinschaft, que después de Stalingrado se redeñnió
dio de las armas, pero es aún mejor y más gratificante ganarse los co­ como la Schicksalgemeinschaft, una «comunidad de destino» abocada
razones del pueblo y después defenderlos», a la extinción comunal mientras se cometían cada vez más crímenes
E! intelectual alemán de la Nueva Derecha alemana Rüdiger Sa- horrendos contra la humanidad y cada vez más aprisa.
franski, muy conocido por su perspicaz biografía de Martin Heidegger, La distorsión de la «realidad» resultante se refleja en Kolberg, una
corrobora esta interpretación de Goebbels como modernista político en película encargada por Goebbels con el fin de dramatizar la última
el sentido primordi alista, enfrentado a Crono, cuando afirma que para él batalla «heroica» (es decir, fútil) de una comunidad alemana durante
al principio el nacionalsocialismo era «el catecismo de una nueva fe las guerras napoleónicas. En la película se utilizó la corona original de
política en medio de la desesperación de un mundo sin Dios que se des­ los emperadores romanos y se ordenó traer 187.000 soldados del fren­
moronaba», un camino «para regresar al hogar», una «comunidad», una te para que trabajaran com o extras en las escenas de batalla. L a idea de
manera de expiar sus «sentimientos más sombríos de ausencia de senti­ que un film de estas características pudiera afectar al resultado final
do, miseria social, miedo al abandono»17. No obstante, cuando Goebbels de la guerra -sobre todo teniendo en cuenta las funestas perspectivas de
pronunció el discurso de Núremberg, su visión del «pueblo» ya se había distribución en un Reich arrasado por la bombas, al borde de la des­
despojado de los elementos residuales del «socialismo cristiano» y de la trucción- se puede interpretar como la perversión definitiva del impul­
solidaridad con otras «naciones jóvenes» que se detectaba en el pensa­ so fascista de «hacer historia» aprovechando el poder potencial del
miento de su época más inocente. Su interpretación de la «propaganda» «imaginario histórico». Por la misma razón, representa la degradación
y la «ilustración», que se encontraban a su cargo como ministro, se ha­ total de la creencia de la vanguardia en la capacidad del arte para cam­
bía amoldado por completo a la lógica perversa de la «verdad», se había biar desde dentro una sociedad revitalizada a través del poder transfor­
puesto al servicio del Estado «jardinero». Para Goebbels ia propaganda mador de la visión.
era una herramienta de ingeniería social que los políticos tenían que Por lo que respecta a Goebbels, el recorrido que siguió en su búsque­
utilizar para acometer una sangrienta intervención quirúrgica «en nom­ da personal de trascendencia como consecuencia de la guerra, aunque
bre de los intereses más elevados de la sociedad». Cuando estalló la en principio no tenía una motivación racial, le llevó a defender el exter­
guerra y las cosas empezaron a torcerse para el Tercer Reich, la mega- minio incondicional de judíos y gitanos en una reunión con Otto Thie-
máquina de control social que había diseñado aparcó su proyecto de rack, el ministro de «Justicia», que se celebró en septiembre de 1942.
defensa de los corazones del pueblo y se dedicó a reforzar el poder ob­ Cinco meses antes, en el célebre discurso del Sport Palast, había prome­
tenido con ayuda de las armas y las bombas de las fuerzas armadas, y a tido a la muchedumbre allí congredada y a los millones de personas que
alimentar el aparato de represión y de crimen de Estado al servicio de la le escuchaban a través del «receptor del pueblo» [ Volksempfänger/ que
campaña bélica. el país se embarcaría en una «guerra total». Con esta promesa no sólo le
Como consecuencia de ello, Joseph Goebbels, el antiguo admira­
dor de Van Gogh y de Munch, acabó contribuyendo a la instituciona- 18 Véase Andreas Fischer y Frank Kämpfer, «The Political Poster in the Third Reich»,
en Taylor y Van der Will, The Naziftcation ofA rt, d t., pp. 183-203. Algunos ejem plos de este
tipo de pósters que utilizó la propaganda nazi durante el año 1943 se pueden ver en la pá­
17 Rüdiger Safranski, Wieviel Wahrheit braucht der M ensch? Über das Denkbare und gina del Archivo de Propaganda A lem án en lhttp://w w w.ca!vin,edu/aeadem ic/cas/gpa/pos-
das hebbare, M unich, Hanser, 1990, pp. 143-144. ters2.htm] {consultada el 14 de octubre de 2006).

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dio a los Aliados una razón para aniquilar Alemania a cualquier precio, to de la nueva Alemania totalmente disparatado. Algunos, sobre todo
sino que además contribuyó personalmente a que la única forma de in­ Robert Ley21, Fritz Todt y Albert Speer22, compartían una visión tecno-
terrumpir las campañas de genocidio, asesinato masivo y esclavitud que crática del nuevo orden, una postura que contrastaba abiertamente con
se desarrollaron al amparo de la guerra fuera la derrota militar total y la las bucólicas fantasías de Walther Darré de una aristocracia «aria» de
ocupación de Alemania. origen campesino cuyas raíces se encontraban en la sangre y en el sue-
Gracias a un cúmulo de casualidades, un estudiante de doctorado loM, o las obsesiones ariosóficas de Heinrich Himmler, fascinado por
que investigaba la anomia en la literatura alemana acabó gozando de las raíces «arias» ocultas de la raza alemana24. Su lectura esotérica del
una posición única que le permitió experimentar con la transforma­ nazismo, aberrante incluso para los criterios del resto de los dirigen­
ción cultural de una nación entera, el sueño dorado del modernismo tes, daría lugar a una serie de extravagantes proyectos de investigación
programático. La parábola de su «aventura dionisiaca» terminó de for­ realizados por la Ahnenerbe de las SS, la Sociedad para la Investiga­
ma abrupta en el búnker de Hitler el 1 de mayo de 1945. Para entonces ción y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, fundada de
ya era una gorgona gorgonizada. Envenenó a sus seis hijos con cianu­ forma conjunta por Hermann Wirth y Walter Darré. De no ser por su
ro, después le pegó un tiro a su mujer y por último se suicidó con la relación con la industrialización del terror de Estado y del asesinato,
misma pistola, mientras, unos metros más arriba de sus cabezas, en las algunos de estos proyectos resultarían sencillamente ridículos25.
calles y en los bloques de pisos, casi medio millón de alemanes y de Entretanto, Alfred Rosenberg se inventó una historia total de la cul­
rusos, civiles y soldados, corrían una suerte en muchos casos más te­ tura basada en una idealización völkisch de la existencia de una impor­
rrible y anónima en la batalla de Berlín11’. La «nueva era» por la que tante cultura germánica anterior al judeocristianismo, un elaborado
había apostado su vida se había convertido en la «Stunde Nuil», «la acto de mitopoética basado sobre todo en las «nuevas religiones» que
hora cero», de la nación, y la flecha del tiempo histórico permaneció habían prosperado durante el Segundo Reich. Estas formas de nacio­
suspendida, agonizante, para millones de seres humanos, incluso des­ nalismo orgánico diseminadas, influyentes y antitecnocráticas toma­
pués de que se hubiera detenido para él. ban elementos de distintas tradiciones religiosas, místicas y ocultis­
tas26. El propio Hitler tenía una actitud compleja y ambigua hacia la
modernidad occidental, igual descargaba su bilis contra las mentes
R e c o n e c t a r h a c ia d e l a n t e degeneradas de algunos artistas modernistas que sobre «ese pensa­
miento místico del pueblo que investiga apasionadamente los secretos
Sería engañoso retratar a Goebbels, o a cualquier otro líder nazi, del cosmos»27.
incluso al propio Hitler, como la encamación de una «ideología nazi» En su estudio sobre «el fin del utopismo» provocado por la relativa
homogénea, y mucho menos de una quimérica «personalidad nazi»20. ausencia de fervor palingenésico que acompañó a las revoluciones eu­
Un análisis comparativo detallado del pensamiento nazi -u n a expre­ ropeas de 1989, Joachim Fest observa que la «utopía agresiva» que se
sión que este libro pretende demostrar que no es ningún oxím oron-,
tal como se expresa en los escritos que redactaron los escalones supe­
21 Ronald Smelser, R o b ert Ley, Oxford. Berg, 1988.
riores de la dirección del partido, sólo revela la presencia en los asun­ 22 1.a mezcla característica de tecnocracia y nacionalism o de Albert Speer se refleja con
tos clave, como en el caso del contenido socialista del «nacionalsocia­ claridad en su obra autobiográfica Inside the Third Reich. M em oirs, Nueva York, Macmillan,
lismo», de algunos elementos característicos como la virulencia de! 1970. En esta obra analiza la responsabilidad oficial y moral que tuvo en las atrocidades que
se com etieron com o resultado directo de las medidas que adoptó con el fin de m antener la
antisemitismo, el cientificismo aplicado at racismo en términos de eu­ productividad de la m aquinaria de guerra n^zi tras la m uerte de Fritz Tudt en 1942.
genesia e higiene racial, y el papel que desempeñaron las corrientes 23 Si se quiere leer una biografía declaradam ente «revisionista» y «apologética» de Da­
völkisch contrarias a la industrialización y a la tecnología. En cual­ rré, véase Anna Bram well, B lood a n d Soil. R ichard W alther D a rré a n d H itle r's «O reen
Party», Bourne End, Buckinghamshire, Kensal Press, 1985.
quier caso, no todos los líderes nazis se movían por motivos ideológi­
24 Nick Goodrick-Clarke, The O ccu lt R oots o f N azism , W ellingborough, Reino Unido,
cos al principio. E incluso aquellos que sí lo hacían tenían un concep- Aquarian Press, 1985.
25 C hristopher Hale, H im m te r’s C rusade, Nueva York, Bantam Books, 2003.
'■ M urieron 80.000 rusos y hubo 275.000 heridos; los alem anes perdieron a 150.000 26 Véase sobre todo Karla Poewe, N ew R eligions a n d the N azis, Nueva York y Londres,
hombres. Routledge, 2006.
2,1 Véase Eric Zillmcr, Molly Harrower y Barry Ritzier, The Q uest for the N azi P erson a­ 27 Discurso de Hitler pronunciado en la concentración del Partido en Nuremberg, 6 de
lity. A P sych o lo g ica l Investigation o f N a zi War C rim inals, Hillsdale (NJ), Lawrence Earl- septiembre de 1938. Se puede leer en |http:/Avww.hitler.org/speeehes/09-06-38.htinl] (pági­
baum Associates, 1995. na consultada el 5 de julio de 2006).

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encuentra en el núcleo del nazismo era una mezcla surrealista de ar­ creta» condicionada por «la posibilidad y la realización». A su juicio
caísmo y modernidad. Los portavoces de esta utopía prometían resti­ los nazis «mostraban una preocupación sincera [... 1 por la posibilidad
tuir el «orden mundial» que existía antes de que «el cristianismo, la de trascender y transformar las condiciones materiales del orden exis­
Ilustración y el proceso de industrialización y emancipación lo pervir­ tente y convertirlo en un mundo futuro “diferente” en lo fundamental»31.
tieran» y con él «la consagración de las banderas, el teatro Thingspiel Kroll piensa que «la invocación de la “historia”», en otras palabras,
y el culto a la muerte». Sin embargo, «el anhelo de los nazis de regre­ convertir elementos de una Alemania mitificada o de un pasado «ario»
sar a un estado de cultura primordial» se cruzaba constantemente con en la plantilla mítica para la transformación del país y, por tanto, desa­
una ambición «orientada hacia el futuro» de convertir Alemania en la rrollar una variante nazi de lo que Claudio Fogu denomina el «imagi­
nación tecnológica más avanzada de la Tierra y se repetía constante­ nario histórico», es esencial para la culminación de este proyecto y
mente que había «adelantado al resto de las naciones»28. Como hemos para la legitimación ideológica del Tercer Reich. Este proceso encaja
visto, para Modris Eksteins el modernismo fundamental del nacional­ a la perfección con la teoría de Peter Osbome del modernismo del
socialismo se encuentra precisamente en esta mezcla de lo primordial nazismo como proyecto «revolucionario conservador» que afirma «la
con lo hípermoderno: «El nacionalsocialismo fue un vástago más del temporalidad de lo nuevo» por mucho que «la imagen que tiene del
impulso híbrido del modernismo: la mezcla de irracionalismo y tecni­ futuro derive de la mitología de un origen perdido o de una esencia
cismo. [...] La intención de este movimiento era crear un nuevo tipo nacional desaparecida». Estos dos estudiosos hacen hincapié, cada
de ser humano del que surgiría una nueva moralidad, un nuevo sistema uno a su manera, en la tendencia que tiene el modernismo político de
social y, finalmente, un nuevo orden internacional»29. utilizar la historia o, mejor dicho, un pasado mitificado, como fuente
Dada la extrema heterogeneidad de la ideología nazi desde un pun­ de valores trascendentales convertidos en historia que se proyectan en
to de vista individual, este tipo de generalizaciones resultan arriesga­ una temporalidad «rigurosamente de futuro». Este principio se articu­
das. Sin embargo es la conclusión a la que llega el historiador alemán la con claridad en el discurso que pronunció Hitler en la concentración
Frank-Lothar Kroll después de comparar con todo detalle las visiones del Partido en septiembre de 1938, Después de exponer las premisas
del mundo de Adolf Hitler, Joseph Goebbels, Walter Darré, Alfred Ro­ de la cultura nazi, el Führer afirmaba que «en el momento actual la
senberg y Heinrich Himmler basándose en la investigación de un nù­ expresión de una nueva visión del mundo determinada por el concepto
mero considerable de fuentes primarias. Una de las conclusiones más de raza nos hará regresar a aquellas épocas pasadas en las que ya se
importantes a las que llega Kroll es que no debe pensarse que la ideo­ gozaba de una libertad de espíritu, de voluntad y de mente similares»32.
logía nazi fuera una forma cínica de disimular los atroces actos que Por tanto, el detallado estudio, exhaustivamente documentado, de
cometió el régimen o una simple herramienta para la manipulación de la ideología nazi que ofrece Kroll refuta empírica y teóricamente las
las masas: «Los principales ideólogos del régimen creían en sus res­ tesis de aquellos13 que afirmaban que el nazismo es la encarnación de
pectivas Weltanschauung y trabajaban en pos de ellas»30. Kroll sostie­ una «antimodernidad» retrógrada y reaccionaria. Kroll sostiene que
ne además que existía una matriz común que subyacía a las divergen­ es muy importante abordar el culto al pasado nazi de acuerdo con el
cias extremas de su pensamiento y que afectaba a algunas cuestiones concepto de «reconexión hacia delante» de M oeler van den Bruck
clave. Al parecer todos compartían «la categoría de la renovación que que explicábamos en el capítulo 534. Ateniéndonos a este concepto,
se manifestaba a través de la intención deliberada de inaugurar un m o­
mento decisivo en la historia a través de la fundación del nacionalso­ 31 Ibid., pp, 311-312. La cursiva aparece en el original. Kroll cita la obra de Karl M ann­
heim Id eología y U topía (1929) para apoyar esta definición pragm ática, orientada a la
cialismo, cuya culminación era el acto demiùrgico de creación de un
praxis, del utopismo. «Matriz» es el térm ino que he utilizado yo para traducir la expresión
“nuevo hombre” y de un “nuevo mundo”». Para Kroll, esta categoría Leitgröße.
de renovación es la que hace del nacionalsocialismo una «utopía con- 32 Discurso de Hitler pronunciado en la concentración del Partido en Nuremberg, 6 de
septiembre de 1938. Se puede leeren [http://w w w .hitler.org/speeches/09-06-38.htm l] (pági­
na consultada el 5 de julio de 2006).
-1'- Joachim Fest, D e r zertstö rte Traum. D as Ende des utopistischen Z eitalters, Munich, 33 Sobre todo de Henry Turner, «Fascism and M odernization». W orld Politics 24
S iedler Verlag, 1991, pp. 50-51. La reconstrucción que llevó a cabo Fest de los últim os días (1972), pp. 547-564; M ichael Ledeen y Renzo de Felice, Fascism. A n Inform al Introduction
en D e r U ntergang se convirtió en la inspiración principal de la polém ica película homónima, to its Theory a n d Practice, New Brunsw ich (NJ), Transaction Books, 1976; Jeffrey Herf,
una dram atización de las consecuencias finales del intento de Hitler de hacer historia según R eaction ary M odernism . Technology, Culture, an d Politics in W eim ar an d the Third Reich,
los principios que expuso en M ein Kampf. Nueva York, Cambridge University Press, 1984.
29 M odris Eksteins, R ites o f Spring [1989J, Boston, Houghton Mifflin, 2000, p. 303. 34 A rthur M oeller van den Bruck, D a s D ritte R eich [1923], Hamburgo, Hanseatische
M L. Kroll, U topie a is Ideologie, cit., p. 312. Verlagnstalt, 1931, p. 163.

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el proceso consistiría en la elaboración de una nueva síntesis ideoló­ dad a través de la sangre de Cristo en todas sus variantes, y cuando se
gica conservando los aspectos saludables y redim ibles del presente e afirmaba que representaba la fe «alemana» era una parodia.)
incorporando aquellos que se pudieran recuperar de la grandeza (mí­ El análisis de Poewe confirma a través de una detallada investiga­
tica) del pasado con el fin de crear un nuevo nomos y una nueva co­ ción empírica el valor heurístico de interpretar tanto la recuperación
munidad. El mapa cognitivo resultante estaría basado en el concepto del ocultismo que tuvo lugar en Europa y dio origen a la teosofía y a
de la nación alemana en cuanto raza orgánica y homogénea -u n pue­ la ariosofía, como el «movimiento reformista de la vida»3s que cultiva­
blo con un conjunto exclusivo de cualidades y talentos determinados ba la medicina alternativa, el neopaganismo y el yoga, no en cuanto
cutural, biológica e históricam ente- destinada a «hacer historia» para síntomas de un malestar típicamente alemán, sino como una manifesta­
sí misma y para «el mundo entero». Para los nazis, la aparición de su ción local de formas de modernismo social paneuropeas que pretendían
movimiento en la historia era un acto cosmológico de creación de resolver la crisis espiritual de Occidente generada por el materialismo
una nueva sociedad con una nueva Wetlanschauung, en el que un y el racionalismo39. Además, este trabajo pone de relieve el papel que
inspirado propheta intervenía en un acto nacional de creación propia desempeñó la proliferación de asociaciones, grupos y círculos conoci­
(la autoctisi de Giovanni Gentile) en el marco de una historia tem po­ dos como Bünde (literalmente «ligas») que surgieron en la década de
ralizada: una cosmogonía modernista. 1920 y que proponían visiones del mundo, políticas y estilos de vida
alternativos en la creación de un cierto número de defensores poten­
ciales del nazismo, sobre todo de los grupos antisemitas y ultranacio-
L a m o d e rn id a d a l t e r n a t iv a d e l n a z is m o nalistas conocidos como los bündische Jugend. Existe un vínculo evi­
dente entre esta fase de los orígenes del nazismo y la subisguiente
Es importante tener en cuenta este tipo de consideraciones a la promoción de tradiciones médicas alternativas que defendió el régi­
hora de evaluar el impulso aparentemente antimodemo de algunos ele­ men. Las más destacadas fueron la fitoterapia y la homeopatía, y el
mentos que el nazismo tomó del campo neopagano del nacionalismo líder que se mostró más partidario de este tipo de medicinas fue el jefe
völkisch, sobre todo del arcano racismo ariosófico a partir del cual se de la Cámara de Medicina del Reich, Gerhard Wagner. En 1934 fundó
destiló el nazismo del Deutsche Arbeiterpartei35. En su estudio ex­ un hospital clínico en Dresde con el fin de difundir la teoría «holísti-
haustivo de los vínculos que existían entre la ideología nazi y los mo­ ca» y la práctica de la «Nueva Curación Alemana»40, uno de los nume­
vimientos religiosos «alternativos» en los años veinte y treinta, Karla rosos síntomas de la «arianización» de muchas de las corrientes de
Poewe afirma que la Alemania de Weimar heredó la contracultura que medicina alternativa que surgieron como parte de la reacción del mo­
había florecido de forma exhuberante antes de la guerra, un movi­ dernismo social ante la decadencia. En un momento determinado, la
miento obsesionado por revivir tradiciones antiguas de espiritualidad, nazificación de la fitoterapia llegó hasta el extremo de que a Heinrich
tanto cristianas como paganas. El objetivo de estos movimientos no Himmler le propusieron en serio utlizar el extracto de una planta sud­
era sin embargo escarbar en el pasado para refugiarse del presente, americana, la Dieffenbachia seguine para esterilizar en masa a prisio­
sino trasladar los elementos y los valores de una sabiduría saludable neros de guerra indeseables desde un punto de vista racial41.
que funcionaban antes de la modernidad a una Alemania que parecía Al final, las autoridades nazis escogieron métodos científicos más
encontrarse a punto de entrar en una quiebra espiritual total. Con esta «avanzados» para la campaña de esterilización que se desarrolló entre
maniobra, los defensores de la recuperación espiritual suponían que 1933 y 1945 y que se saldó con una cifra de víctimas en tomo a las
«los símbolos que empleaban los ancestros en la antigüedad impacta­
rían en la gente actual y se podrían utilizar para manejarla»36, y contri­ Para la asimilación y nazificación del m ovimiento alemán para la reform a de la vida
buirían a provocar «un nuevo comienzo» [Anfang]11. (Hay que señalar por parte del Tercer Reich, véase W olfgang Krabbe, « “Die W eltanschauung der Deutschen
que Poewe recalca que sería falaz interpretar en sentido literal la afir­ Lebensreform -Bewegung ist der Nationalsozialism us”. Z ur G leichshaltung einer Alterna-
tivströmung im Dritten Reich», Archiv f ü r Kulturgeschichte 71/2 (1989), pp. 431-461.
mación nazi de que ellos representaban «el cristianismo positivo», ya 35 Véase supra capítulo 5, pp, 202-203.
que el nazismo rechazaba el principio de redención de toda la humani- 40 M ichael Kater, Doctors U nder Hitler, Chapel Hill (NC), University o f North Caroli­
na Press, 1989, pp. 111-120.
41 Michael Kenny, «A D arker Shade of Green: M edical Botany, Hom eopathy, and C ul­
” N . G o o d ric k -C la rk e , '¡'he Occult Routs o f Nazism, cit. tural Politics in Interwar Germany», Social History o f M edicine 15/3 (2002), pp. 481-504:
K. Poewe, New Religions and the Nazis, cit., pp. 84-85. véase también Mary Seeman, «Psychiatry in the N azi Era», The Canadian Journal o f Psy­
17 Ibid., p. 3. chiatry 50/1 (2005), pp. 218-225.

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400.000 (en Estados Unidos entre 1930 y 1970 se esterilizó a 64.000 masia en la medida en que reclutó a los tecnócratas más eficientes de su
personas). Además, bajo el régimen de Hitler la medicina alternativa época y se opuso rotundamente a que el nazismo se convirtiera en una
tuvo una existencia igual de marginal que en la actualidad con respec­ religión völkisch conforme a la cual el Bhagavad Gita compartiera es­
to a la medicina convencional. No obstante, resulta curioso que Hi- tantería con Mein Kampf. Como afirmó ante las apretadas filas de segui­
mmler se tomara muy en serio el informe que le envió el oscuro capi­ dores que le escuchaban en la concentración de Núremberg de 1938,
tán del ejército Emmerich von Moers, un expatriado alemán que al «Nosotros no necesitamos lugares de retiro religioso, sino estadios y
parecer había estado viviendo durante algunos meses en la Amazonia canchas de deportes, y el rasgo que caracteriza a nuestros lugares de
y había entablado relación con los hechiceros de varias tribus. Von reunión no es la penumbra mística de una catedral, sino el brillo y la luz
Moers aseguraba que estos hechiceros le habían confiado algunos se­ de una habitación o de una sala donde la belleza se combine con la bue­
cretos farmacológicos antes de regresar a Alemania a luchar por su na forma física con un propósito»45.
patria42. El Reichsführer de las SS creyó a pies juntillas que, como
sostenía Von Moers, algunas plantas de la selva tropical se podían uti­
lizar para elaborar edulcorantes y afrodisíacos, así como remedios M e in K a m p f c o m o m a n if ie s to m o d e r n is ta
contra la malaria, la sífilis y algunas enfermedades graves de la piel.
Además, Von Moers aseguraba que «los americanos y los ingleses» le La lectura primordialista del modernismo que estamos aplicando
habían ofrecido «enormes sumas de dinero por revelar sus secretos^. al nazismo parece indicar que la simbiosis de la modernidad y de la
Himmler ordenó a la Ahnenerbe conseguir todos los libros sobre las cultura con la «barbarie», y el carácter destructivo del Tercer Reich,
propiedades medicinales de las plantas amazónicas de las que hablaba lejos de ser un síntoma de su irracionalismo esencial, de una actitud
Von Moers en su informe y no perder el contacto con él, ya que «una regresiva con respecto al siglo xx o de las aporías de un sistema polí­
de las primeras tareas que hay que llevar a cabo cuando termine la tico contradictorio, irracional o «demente», revela una realidad más
guerra» consistía en organizar una expedición de las SS a la Amazonia inquietante si cabe: el intento serio y mortífero de llevar a cabo una
en compañía de Von Moers con el fin de reconstruir la vasta farmaco­ lógica, una modernidad, una moralidad alternativas a las que defendía
pea que había conseguido reunir y realizar una valoración científica de el liberalismo, el socialismo o el conservadurismo. En el núcleo mis­
su «enorme» importancia potencial para la nueva Alemania43. Era una mo de esta meta se encuentra la «voluntad» de renovar la nación y
empresa necesaria, ya que un buque inglés había interceptado al barco revitalizar el Volkskörper, el «cuerpo étnico» concebido como organis­
que transportaba los treinta paquetes en los que viajaban las muestras mo vivo que trasciende el plano de la mortalidad individual, opuesto
de Von Moers y había robado la colección completa. al «cuerpo político» de la teoría liberal. Este objetivo, a su vez, hundía
No es nuestra intención afirmar que los credos y las prácticas ocul­ sus raíces en el deseo instintivo de crear un nuevo nomos y una nueva
tistas que prosperaron bajo el nazismo legitiman las teorías de la cons­ comunidad como remedio a la pandemia de a'nomia que las condicio­
piración contracultural relacionadas con la «verdadera historia» del Ter­ nes liminoides extremas de la Alemania de entreguerras y de la histo­
cer Reich que ignoran los historiadores ortodoxos44. El nazismo fue una ria europea habían provocado en la República de Weimar. El nazismo
alianza de rebeliones diferentes contra «la realidad realmente existen­ se convirtió así en una doctrina que propugnaba una revolución políti­
te», y la mayoría de ellas estaban de acuerdo con la ciencia convencio­ ca radical, el mismo síndrome cosmológico que había creado el culto
nal y con los valores de la tecnocracia moderna siempre y cuando apun­ a la guerra, la «voluntad de sacrificio», y el deseo de regenerar la na­
taran en la misma dirección que las fuerzas del renacimiento nacional. ción orgánica que posibilitó que Alemania siguiera en pie de guerra a
Aunque antes de la guerra el propio Hitler estuviera muy interesado en pesar del tremendo coste de víctimas que la nación había tenido que
la ariosofía, se puede decir que era el «modemizador nazi» por antono­ pagar entre 1914 y 1918“**.
Dentro del horizonte mitificado que creó el nazismo, el pueblo
42 La correspondencia que se mantuvu en relación con este estrafalario episodio se en­
alemán [el Volk] experimentó una apoteosis tem poralizada en cuanto
cuentra eir los archivos del antiguo cam po de concentración de Dachau (en ta actualidad el encarnación colectiva de la trascendencia y la sacralidad, una apo-
KZ-Gedenkstätte Dachau), docum ento número DaA 29.597. Le estoy muy agradecido a
Tudor Georgescu y al archivista Dirk Riedel por facilitarme esta información. 4Í Discurso de H itler pronunciado en la concentración del Partido en Núremberg, 6 de
43 «Him m ler an Ahnenerbe betr. Tätigkeit M oers», 9.10.1942, DaA 29.597. septiembre de 1938. Se puede leer en [http://w w w .hitler.org/speeches/09-06-38.htinl] (pági­
14 Uno de los trabajos que más han contribuido a la aceptación de estas teorías es el de na consultada el 5 de julio de 2006).
Louis Pawels y Jacques Bergier, The M orning ofM agicians [1960], Londres, Mayfair, 1971. 4,1 Véase supra capítulo 5.

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teosis que exigía una serie de rituales de consagración y de limpieza ción del libro El Reich sagrado de Richard Steigmann-Gall4", en el
sancionados por una religión política dominante. A pesar de su pro­ que se apunta a que el Führer representaba una forma auténtica de
fundo escepticismo con respecto al concepto de «religión política», «cristianismo positivo» que, según la propaganda nazi, eran las cre­
ían Kershaw alude precisam ente a este aspecto del nazismo cuando denciales espirituales y teológicas del movimiento. Existe sin embar­
habla de «la política de salvación nacional, de Ja redención que se go otra teoría que se encuentra más en concordancia con nuestra línea
conseguía a través de la depuración de lo impuro y de lo pernicioso»47. de argumentación, la del periodista norteamericano Timothy Ryback,
En el apéndice titulado «Idea de último momento», de un volumen que, tras un estudio pormenorizado de los libros que formaban la bi­
sobre la relación entre «el genocidio y la religión en el siglo xx», blioteca de Hitler, llega a la siguiente conclusión: «Hitler era el típico
Kershaw amplía esta tesis y hace hincapié en el importante papel que apóstata. Se rebelaba contra la teología establecida con la que se había
desempeñó en el origen del genocidio nazi «la pseudoreligión» en educado e intentaba llenar el vacío espiritual resultante». Su búsqueda
comparación con la influencia que ejerció sobre el de Pol Pot u otras de un mapa cognitivo personal que le permitiera salir del laberinto de
masacres como las de Mao o Stalin, que perseguían utopías mucho la vida moderna le llevó a consultar una amplia variedad de libros que
más terrenales. En sintonía con nuestra interpretación del totalitaris­ trataban cuestiones metafísicas. De acuerdo con el marco interpretati­
mo en todas sus expresiones como el intento de llevar a cabo una vo que proponemos en este libro, resulta muy significativo que Hitler
visión palingenésica, antianómica y modernista de la nueva socie­ subrayara un pasaje del libro de Ernst Schertel Magia: Historia, teoría
dad, Kershaw afirma que estas atrocidades «se cometieron bajo la y práctica (1923) en el que se afirma con cierto tono nietzscheano:
égida de un tipo de “cruzada”, una ideología exclusivista y moderna «Aquel que no lleve las semillas demoníacas dentro de sí jam ás con­
cuyo objetivo era la renovación de la sociedad». En este mismo en­ seguirá dar a luz a un nuevo mundo»™.
sayo, Kershaw alude inconscientemente al papel que desempeñó Si nos atenemos a la intuición según la cual Hitler se sentía empu­
Hitler en cuanto propheta surgido de la situación liminoide que vivía jado a buscar un antídoto para la quiebra del nomos de la sociedad,
Alemania, una situación que llegó a su punto culm inante en 1929, aceptamos el aspecto redentor del nazismo que tantos historiadores
cuando quedó libre un espacio político que los nazis aprovecharon convencionales han reconocido y lo situamos en el marco del concep­
para llegar al poder. to de modernidad que hemos desarrollado en la Primera parte, nos
encontramos ante una interpretación radical de Mein K am pfde Adolf
La masa de sus fanáticos seguidores describía a Hitler como una Hitler y de la ideología nazi en general.
salvador de la nación, un redentor, que es como él se veía a sí mismo. Mein K am pfes un libro que algunos historiadores solían rechazar
[...] aduciendo que se trata de una expresión rimbombante del «vasto sis­
La demonización de los judíos encajaba a la perfección en su vi­ tema del disparate nórdico» de la ideología nazi51. Eberhard Jackel
sión compensatoria de la salvación nacional, una utopía que debía lle­ ofreció una interpretación revolucionaria d& Mein K am pf como «un
varse a cabo erradicando los focos de la «enfermedad» de una socie­ anteproyecto de poder», y con esa estrategia interpretativa contribuyó
dad presuntamente «decadente», la extinción de «los enemigos del a inaugurar una nueva tradición de interpretaciones «intencionalistas»
pueblo» y la creación de una «comunidad nacional» étnicamente pura. del nazismo52. Nuestro análisis del libro hace hincapié en otro aspecto
La profundidad y el alcance de la crisis de la sociedad alemana abrió
14 Véase Richard Steigm ann-G all, The H oly Reich. N azi C onceptions o f C hristianity,
el camino a la radicalidad de la supuesta solución a esa misma crisis
1919-1945, Cam bridge, Cam bridge University Press, 2003 [ed. cast.: El R eich sagrado,
y ala buena disposición a aceptarla4B. Madrid, Akal, 2007].
511 Timothy Ryback, «H itler’s Forgotten Library: The Man, His Books, and His Search
Por lo que respecta a la actitud personal de Hitler hacia el catolicis­ for God», The A tlan tic M onthly 291/4 (2003), p. 88. Las conclusiones de Ryback se encuen­
tran en sintonía con el exhaustivo análisis de la concepción de Dios que tenía H itler que se
mo y hacia la religión revelada en general se ha discutido hasta la sa­ ofrece en M ichael Rißmann, H itlers G ott. Vorsehungsglaube und Sendungsbew ußtein des
ciedad, una discusión que ha alcanzado su punto crítico con la apari- deutschen D iktators, Zurich, Pendo, 2001. En este libro se afirma que la fuerza providencial
en la que se apoyaba la convicción de H itler de que su m isión era provocar e! renacimiento
47 Ian Kershaw, «Hitler and the U niqueness of N azism », Journal o f C on tem porary H is ­ de la raza alem ana era en esencia pagana, y no era ni mucho m enos cristiana.
tory 39/2 (2004), pp. 245-246. 51 Hugh Trevor-Roper, «The Phenom enon of Fascism », en Stuart W oolf (ed.), Euro­
4S Ian Kershaw, «Reflections on Genocide and M odernity», en Onier Bartov y Phyllis p e a n Fascism , Londres, 1968, p. 55.
Mack (eds.), in G o d 's Nam e. G en o cid e a n d R eligion in the 20"' Century, Oxford, Berghahn, 52 Eberhard Jäckel, H itler's W orld View. A B lu eprin t f o r Power, Cam bridge (MA), Har­
2001, pp. 381-382. vard University Press, 1981.

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que suele pasar desapercibido pero que viene a demostrar que Mein Rusia bolchevique, Hitler equipara el modernismo estético con el po­
K am pfes mucho más que un alegato propagandístico o que una diatri­ lítico de la Rusia soviética, y acuña así un término que será clave para
ba logorréica. Se trata del substrato mítico de las acciones y de los la crítica cultural del nazismo: «Kultur-bolschewismus».
objetivos políticos del nazismo, a saber, un impulso rigurosamente de Según Hitler, uno de los símbolos que ilustraban mejor el declive
futuro, modernista, destinado a evitar que la nación alemana fuera ab­ cultural era la desaparición en las ciudades de la distinción entre la
sorbida por la decadencia, creando para ello las condiciones previas esfera pública y la privada que antes se señalaba construyendo edifi­
para que pudiera gozar de un futuro vi talista y saludable. cios públicos de proporciones monumentales, como la Acrópolis, el
En el capítulo 3 analizamos un breve pasaje de Mein K am pf del Panteón o las catedrales góticas. Para corregir esta situación de decli­
que se desprendía que Hitler había comprendido intuitivamente la re­ ve, Hitler propone actuar de acuerdo con el espíritu del «modernismo
levancia antropológica que tenía el «nomos» («filosofía de la vida», reaccionario» que Peter Osbome redefine en The Politics o f Time, re­
Weltanschauung) como fundamento de la cohesión y del sentido de curriendo a los elementos saludables del pasado nacional con el fin de
una comunidad (nacional)53. Lógicamente, en otros pasajes del libro acelerar, no de corregir, el impulso «rigurosamente orientado hacia el
encontramos signos que parecen indicar que Hitler se veía a sí mismo futuro» del asalto nazi al statu quo: «La finalidad y el significado de
embarcado en una cruzada política y modernista cuyo fin era trascen­ las revoluciones no consisten en echar abajo el edificio, sino en quitar
der la decadencia y la anomia de la modernidad existente. Uno de los lo que está mal o resulta inadecuado y seguir construyendo sobre los
ejemplos que mejor ilustran esta afirmación lo encontramos en el ca­ cimientos firmes que han quedado al descubierto». En sintonía con la
pítulo 10, «Causas de la quiebra». En este capítulo Hitler subraya la preocupación modernista por la salud social que como ya hemos visto
necesidad de atribuir la crisis de 1918-1919 a otras razones distintas a caracterizaba al fascismo, Hitler propone una reforma radical de la
las económicas, la necesidad de tener en cuenta «la política, la ética, educación conforme a la cual la instrucción intelectual se complemen­
la moralidad y la sangre». A continuación ofrece una retrato de Ale­ te con el entrenamiento físico, a través de la gimnasia y del deporte en
mania como Volkskórper, objeto y sujeto de la revolución nazi, y afir­ general (obviamente Hitler se refiere a los «arios», no los judíos mus­
ma que se trata de un organismo que sufre una enfermedad cuyos sín­ culares de Nordau)35. En este párrafo de Mein Kam pf se encuentra la
tomas virulentos ya eran de preocupar antes del estallido de la Primera semilla de la reorientación radical del sistema educativo alemán que se
Guerra Mundial. Entre ellos enumera la distancia cada vez mayor que llevó a cabo durante el Tercer Reich56.
existe entre pobres y ricos, el hecho de que el materialismo, el utilita­ Con el fin de reforzar el proceso de convalecencia moral y ética,
rismo y el espíritu capitalista dominen la sociedad, la intemacionaliza- acto seguido Hitler anuncia desde su cuartel general temporal de la
ción de la vida económica alemana gracias al mercado bursátil, y la cárcel del castillo de Landsberg los planes que ha ideado para «elimi­
debilidad de las clases dirigentes. nar la suciedad que generada por la peste moral de la “civilización”
Para Hitler, las disfunciones de la República de Weimar son la ex­ de la gran ciudad»; «Hay que limpiar el teatro, el arte, la literatura,
presión de un proceso de declive provocado por la «semitización» el cine, la prensa, los pósters y los escaparates de toda manifestación
[Verjudung] de la vida espiritual alemana, la «Mammonización» del de la podredumbre de nuestro mundo y poner estos medios al servi­
instinto de reproducción, el descuido de la higiene racial que se mani­ cio de la moral política y de la idea cultural». Las medidas de higie­
fiesta a través del contagio de la sífilis, la prostitución, la pornografía ne social que se han de tom ar en la esfera social deben apoyarse en
y la corrupción general de la vida metropolitana. Otro síntoma de de­ la eugenesia: se requiere un plan de esterilización masiva que perm i­
cadencia es la infiltración en la cultura alemana de algunas formas ta evitar que los enfermos incurables «engendren una descendencia
artísticas degeneradas derivadas de la anticultura bolchevique y, por igual de defectuosa». Esta medida «que se ejecutará de forma siste­
tanto, judía, en particular «las excrecencias malsanas de hombres de­ mática es el acto más humanitario del género humano», ya que «el
mentes y degenerados con las que nos hemos tenido que familiarizar y
que engloban los términos “cubismo” y “dadaísmo”»5“1. Basándose en S5 Véase W olfgang Weber y Paula Black» «M uscular A nschluss. Germ an Bodies and
el entusiasmo que estos movimientos artísticos habían suscitado en la Austrian Imitators», en Joseph M angan (ed.). Shaping the Superm an. F ascist B ody as Po­
litical Icon. "Aryan" Fascism , Portland, Frank Cass, 1999, pp. 62-81.

v' En Richard Evans, The Third R eich in P ow er 1933-1939, Allen Lane, 2005, pp. 220-
53 Véase supra capítulo 3, p. 145. 320, se puede encontrar una perspicaz visión de conjunto del significado de esta reform a
54 A dolf Hitler, M ein K am pf i Ralph Mannheim (trad.), Londres, Pimlico, 1992, volu­ educativa en el contexto del intento nazi de crear un nuevo tipo de alem án led. cast.: El
m en 2, p. 235. Tercer Reich en e l poder, 1933-1939, Barcelona, Península, 2007j .

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dolor pasajero de un siglo puede y debe redim ir a la humanidad de la insistencia de Mussolini en que el fascismo, como vimos en el capí­
m ilenios de sufrimientos». tulo 7, era un «antipartido», fue crucial para la definición de la postura
Al final de este capítulo, Hitler recalca una vez más la necesidad de del nazismo y para reforzar su atractivo popular.
encontrar un nomos para la comunidad, y afirma que la causa original A estas alturas de nuestra argumentación, espero que esté clara la
de esa decadencia que afecta a todos los ámbitos es «la ausencia de conclusión que queremos extraer de la explicación que aparece en
una Weltanschauung definida, compartida por todos». Esto ha permi­ Mein K am pf de. los objetivos, la organización y las tácticas del NSDAP,
tido que se impongan las «chorradas humanitarias» y que, por consi­ una entidad que para Hitler era una combinación de partido político,
guiente, «al rendirse por debilidad a la enfermedad y a los individuos organización paramilitar y movimiento social populista. El 9 de no­
piadosos se ha sacrificado el futuro de millones de personas». Con su viembre de 1923, después del lamentable fracaso del putsch como estra­
programa de medidas drásticas destinadas a crear una nación física­ tegia para alcanzar el poder, a su salida de la cárcel Hitler se empeñó
mente fuerte, moralmente saludable, a limpiar el cuerpo étnico políti­ en la transformación deliberada del reformado NSDAP en un «movi­
co de la degeneración genética y cultural, y a imponer una cosmología miento revitalizador» que, como el fascismo de Mussolini antes de
unificadora, el nacionalsocialismo promete «detener el declive del 1922, sirviera de vehículo para alcanzar la conquista del poder estatal
pueblo alemán» y poner «los cimientos de granito» para que se asien­ necesaria para llevar a cabo una revolución sociopolítica. El «nuevo»
te sobre ellos un Estado que deje de ser «un mecanismo ajeno de preo­ NSDAP fue concebido en términos modernistas. Dejó de defender el
cupaciones e intereses económicos» y se convierta en «un organismo golpe de Estado militar como forma de alcanzar el poder para convertir­
nacional»: «El Estado alemán del Volk alemán». se en un movimiento de masas destinado a la regeneración social y po­
Estos pasajes muestran claramente que mucho antes de la «toma lítica impulsada por un amplio segmento de la población formado por
del poder» en 1933, Hitler ya tenía una visión coherente de la misión del individuos de distintas clases sociales, que se movilizó basándose en los
NSDAP, que consistía en trascender la decadencia de la historia contem­ mitos de la guerra «santa» contra la decadencia y contra el declive na­
poránea e inaugurar una nueva era. Sería una era cultural, física y espi­ cional de acuerdo con el espíritu de la destrucción creadora y del nihilis­
ritualmente saludable en la que los alemanes participarían como miem­ mo activo. El NSDAP tuvo que actuar en una sociedad mucho más po­
bros de una comunidad orgánica, arraigada y nacional bajo un nuevo' pulosa, heterogénea, tecnológicamente avanzada y rica en recursos
dosel sagrado levantado para sustituir al antiguo, desgarrado por la his­ humanos e industriales que cualquier sociedad premodema, una socie­
toria contemporánea. Aunque Mein Kampf no es una obra en absoluto dad con un concepto de la temporalidad mucho más secularizado e his-
modernista, ni en su estilo ni en su forma, se la puede considerar con torizado que el de cualquiera de las religiones más importantes. Sin em­
todo derecho como uno de los manifiestos más importantes del moder­ bargo, conservó el rasgo principal de cualquier movimiento revitalizador
nismo político del siglo xx. Al conceptualizar el modernismo en térmi­ tal como lo definió el antropólogo Victor Turner. Los nuevos partidarios
nos explícitamente primordialistas, se revela la relación causal que exis­ de la causa nazi buscaban «el brillo de la comniunitas entre aquellos
te entre Mein Kam pf como manifiesto de modernismo político y la individuos con los cuales compartían algún rasgo cultural o biológico
forma particular de fuerza histórica que el nazismo adoptó antes de lle­ que para ellos era su seña de indentidad más relevante»58. Fortalecidos
gar al poder. El 12 de septiembre de 1919, Hitler salió del primer mitin por esa alemanidad comunal arraigada en una «arianidad» primordial,
del Deutsche Arbetipartei al que asistía con una profunda empatia por los nazis consiguieron salir de lo que Oswald Spengler denominó «el
las ideas que defendían los otros cuatro ponentes que habían participado cenagal» [Sumpf] de la República de Weimar, convencidos de que no
en la charla posterior al discurso. Había llegado a la conclusión de que tardarían en hacer que se cumpliera la utopía de una Alemania renacida
existía «el anhelo de un nuevo movimiento que sería mucho más que un y en empezar a hacer historia en lugar de ser víctimas de ellas, echando
partido según el sentido que hasta ese momento tenía la palabra»57. La los cimientos del Reich de los mil años.
idea de que el NSDAP era un «levantamiento nacional» / nationale Er- Obviamente, al abordar la dinámica del nazismo desde la perspec­
hebung], o simplemente «el movimiento» [die Bewegungj, en lugar de tiva del modernismo no se trata de imponer este enfoque exclusiva­
un partido político convencional, una idea en la que la retórica nazi in­ mente para estudiar un fenómeno tan complejo, con tantos niveles
sistía hasta la saciedad y que presenta algunas similitudes evidentes con
5" Víctor Turner, «Variations on a Theme o f Lim inality», en Sally F. M oore y Barbara
57 Hitler, M ein Kampf, volumen l, capítulo 9, «The “G erm an W orker’s Party” », cit., G. M yerhoff (eds.), Secular Ritual: Forms a nd M eaning, Assen, Países Bajos, Van Gorcum ,
pp. 197-204. 1977, p. 48. La cursiva es añadida.

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distintos. Lo que proponemos es utilizarlo como complemento de las jar al concepto de modernización de sus connotaciones actuales de
crónicas históricas de la aparición del nazismo. No cabe duda de que progreso en el sentido liberal y humanista. Algunos historiadores emi­
existe una ingente cantidad de datos objetivos acerca del Tercer Reich nentes como Norbert Frei o Ian Kershaw se lanzaron sobre él aduciendo
en cuanto episodio de la historia contemporánea. Sólo en los últimos que atribuirle a Hitler una «visión social» modemizadora implicaba
seis años se han publicado cinco importantes contribuciones en el mun­ pasar por alto uno de los componentes fundamentales de su Weltans-
do angloparlante, escritas por Ian Kershaw59, M ichael Burleigh60 y chauung, a saber, los esfuerzos basados en el darwinismo social que
Richard Evans61. No obstante, todavía se pueden perfeccionar las «in­ llevó a cabo con el fin de crear un espacio vital para los alemanes pur­
terpretaciones sinópticas» y los términos genéricos necesarios para gado de enemigos raciales, sobre todo de judíos. Además, según ellos
abordar algunas de las principales cuestiones que todavía no se han esta teoría contribuía a relativizar los atroces crímenes que cometió el
resuelto en el marco del debate sobre la naturaleza del fenómeno del Estado del terror nazi y sus programas de persecución y asesinato a
nazism o62. Es en este contexto en el que la definición maximalista gran escala al establecer una comparación metafórica entre estos crí­
del modernismo que hemos ofrecido en la Primera parte se puede con­ menes y las ventajas sociopolíticas que el nazismo proporcionó a los
vertir en una contribución importante al estudio de este tema, sobre miembros «arios» de la Volkgemeinschaft, como si aquéllos pudieran
todo en aspectos tales como las motivaciones afectivas y sociopsicoló­ compensar éstos64.
gicas conforme a las cuales se movilizaron los líderes y sus seguido­ Estas sutiles perversiones de la historiografía del nazismo y de los
res; las condiciones históricas que explican por qué se formó el DAP criterios morales con los que valorar sus objetivos ideológicos y sus
en 1918 y por qué el NSDAP se alzó con el poder en 1933; hasta qué logros se pueden evitar si adoptamos el razonamiento que propone
punto el nazismo fue un fenómeno exclusivamente alemán, y qué fue Peter Fritzsche. La respuesta de Fritzsche al planteamiento de Zitel­
lo que condujo a este movimiento a cometer crímenes contra la huma­ mann consiste en subrayar la necesidad de «dejar de valorar el nazis­
nidad de unas proporciones inimaginables. mo utilizando como modelo a la República Federal de Alemania».
Además, afirma que los historiadores tienen que renunciar a las inter­
pretaciones simplistas de los nazis como «modemizadores» o «anti-
U na r e v is ió n d e l a m o d e rn iz a c ió n n a z i modemos». Según Fritzsche, en lugar de ello deberían estudiar «hasta
qué punto las tradiciones renovadoras o terapéuticas de las civilizacio­
Hay un ejemplo concreto de cómo esta perspectiva puede contri­ nes occidentales influyeron en el nazismo» lo que significa que hay
buir a aclarar una cuestión de la historiografía del nazismo realmente que abordar el estudio de los nazis en cuanto que «modernistas»™.
espinosa relacionada con la controversia que surgió unos años atrás Para corroborar esta teoría tan parecida a la nuestra, Fritzsche caracte­
cuando Rainer Zitelmann, un estudioso, como Rüdiger Safranski, pró­ riza el modernismo como fuerza «que rompe con el pasado, fabrica
ximo a los círculos de la Nueva Derecha alemana, expuso la tesis de sus propias tradiciones culturales e imagina futuros alternativos»66. Al
que Hitler había sido un «modemizador» y que había «revolucionado aplicar este criterio, los nazis «se presentan como modernistas en la
la sociedad» en el ámbio de la tecnocracia, de la sociedad de consumo medida en que reconocen que la discontinuidad de la historia es la pre­
y del Estado de bienestar63, afirmando con razón que había que despo­ misa de sus fantásticos proyectos raciales y políticos»67. Así, el pro­
yecto de cambio radical que defendían les acerca más a «una nueva
actitud nacional que hacía hincapié en la integración nacional, en las
59 Ian Kershaw, Hitler. 1 8 8 9 -1 9 3 6 : H ubris, Nueva York, W. W, N orton. 1998; H itler
1936-1945. N em esis, N ueva York, W. W. N orton, 2000 [ed. east.: Hitler, 1889-1936, B arce­ reformas sociales y económicas»68 con una radicalidad que implicaba
lona, Península, 1999; H itler, 1936-1945, Barcelona, Península, 2001], «la renovación integral del cuerpo del pueblo», que a la nostalgia de
60 M ichael Burleigh, The Third Reich. A N e w H istory, Londres, Macmillan, 2000 [ed. un tiempo «ario» primigenio69.
cast.: El te rc e r Reich, M adrid, Taurus, 2002].
61 Richard Evans, The C om ing o f the Third R eich, Londres, Allen Lane, 2004; The
Third R eich in P o w er 1 9 3 3 -1939, Allen Lane, 2005. Son los dos primeros volúmenes de una M En Kershaw, The N azi D ictatorsh ip, cit., pp. 243-248 se ofrece un resum en del deba­
trilogía fed. cast.: La lleg a d a d e l te rc e r Reich: e l ascen so d e los n azis a l poder, Barcelona, te y la opinión del propio Kershaw.
Península, 2005]. f"5 Peter Fritzsche, «Nazi M odern», M odern ism /M odern ity 3/1 (1996), p. 3.
62 Para una visión de conjunto de estos debates véase Ian Kershaw, The N azi D ic ta to r- “ Ibid., p. 12.
ship, Londres, A rnold, 2000. 67 Ibid., p. 11.
63 Rainer Zitelm ann. Hitler. S e lb stverstä n d n is eines R evolu tionärs, Stuttgart, Klett- “ Ibid., p. 6.
Cotta, 1986. m Ibid., p. 14.

370 371
En un artículo anterior Fritzsche había demostrado cómo en manos to declaró a la decadencia moral y biológica, de la decisión de con­
de los nazis el miedo tan extendido a una inminente época de guerra vertir la retórica de la palingenesia racial en una «voluntad política»
aérea dirigida contra la población civil se transformó en «un mito so­ que desencadenó políticas estatales, tanto oficiales como extraoficia­
cial que reflejaba la peligrosa crisis social y la oportuna redención de les, destinadas a redimir y a purificar la nación. Esto no sólo requería
la nación alemana»70. Para Fritzsche, este proceso es sintomático de un amplio consenso entre los líderes nazis que tenían una posición
cómo el nazismo definió la nueva comunidad étnica ideal en términos central en la estructura de poder policrática del Reich con respecto a
de «crisis y recuperación», un ejemplo del «imaginario histórico» de la distribución de los recursos burocráticos, militares y tecnocráticos
Claudio Fogu aplicado al régimen de Hitler, una actitud que, de acuer­ necesarios para el asesinato sistemático a gran escala. Era necesario
do una vez más con nuestra interpretación, no sólo resulta profunda­ además que un número suficiente de alemanes nulificados -p ero no
mente modernista sino que además guarda una relación estructural todos «los alem anes»- en todos los niveles de la jerarquía interiori­
evidente con el topos de la «bonifica» [recuperación] que, como vimos zaran la lógica de la «guerra» de forma que se cumplieran las órde­
en el capítulo anterior, fue una de las metáforas clave de las políticas nes que encarnaban esos dictados a veces de forma pm acüva. Lo que
fascistas destinadas a provocar el renacimiento nacional. Definir el se interiorizaba no tenía por qué ser necesariamente «el odio racial»,
nazismo como la búsqueda de una modernidad alternativa o, siguien­ sino la prem isa según la cual el prolongado acto de «eliminación
do la terminología de Osborne, de una temporalidad alternativa, nos despiadada de las malas hierbas» que el Tercer Reich llevaría a cabo
permite descartar un discurso equívoco que se presta a interpretacio­ en el jardín de Alemania era una condición previa vital para «progre­
nes revisionistas. Se pone así de relieve que el intento nazi de crear sar» hacia un nuevo orden que desbancaría a la modernidad occiden­
una nueva Alemania, poderosa desde el punto de vista tecnocrático, tal liberal-capitalista en la tarea de asegurar la salvación de la civili­
económico y militar, así como saludable y demográficamente fuerte, zación occidental.
no se originó a partir del mito ilustrado del progreso, sino de la guerra La modernidad alternativa del Tercer Reich era un médico que
antilustrada contra la decadencia. puso en m archa una agresiva campaña antitabaco para salvar los pul­
Por consiguiente, el Tercer Reich, al igual que la Italia fascista y mones «arios» del cáncer (aunque la marca Sturm se siguió vendien­
que la Rusia bolchevique -pero a diferencia del resto de los países do bien)71, mientras que algunos de ellos se dedicaban a realizar ho­
europeos, como la Gran Bretaña liberal o la España de Franco-, fue un rribles experimentos con «infrahumanos» del estilo de reventar los
Estado totalitario modernista basado en el despliegue del poder tecno­ pulmones de los que no eran arios para poder estudiar más a fondo
crático, en la actualización de la sociedad y en la coordinación de la los efectos de los vuelos a elevada altitud72. De acuerdo con la nueva
cultura en el marco de un horizonte apuntalado y formulado por el tem poralidad que los nazis aspiraban a poner en práctica, se podía
mito de la nación orgánica y por el de la raza. En el nuevo nomos que dar el caso de que el ministro de Trabajo defendiera de form a entu­
impuso el nazismo no sólo se encontraba implícito el derecho moral y siasta «la belleza del trabajo» para las manos «arias»73 o una dieta
el deber histórico de crear un imperio europeo por medio de conquis­ saludable para los estómagos «arios»74, mientras sus colegas de otros
tas, sino además, tal como demuestra el desarrollo de los aconteci­ ministerios trazaban sofisticados planes para hacer morir de hambre
miento, de cometer un genocidio contra sus enemigos raciales y contra a m illones de personas m ientras se les hacía trabajar todo lo posible.
los miembros disgénicos de la población. La guerra, la persecución y En el nuevo orden nazi se utilizaban los últimos hallazgos tecnológi­
la aplicación de principios fordistas a la esclavización y exterminio de cos de la IBM para seguir de cerca los movimientos de estos escla­
los enemigos raciales y la producción masiva de sufrimiento por me­ vos7“’. Los recursos burocráticos y ejecutivos del Reich se utilizaron
dio de un Estado de terror dejaron su impronta en la revolución nazi. para institucionalizar la crueldad hasta unos extremos inéditos en la
Los crímenes contra la humanidad resultantes no fueron por tanto ac­
cidentales, sino intrínsecos a la versión nazi de la modernidad.
71 Robert Proctor, The Nazi War on Cancer, Princeton (N J), Princeton University Press,
El asesinato en masa no era el objetivo principal del Tercer Reich, 2000.
pero aun así era un «resultado» inevitable de lo que Richard Etlin ha 72 Robert Proctor, Racial Hygiene. M edicine under the Nazis, Cam bridge (MA), Har­
dado en llamar «la lógica perversa» de la guerra que este movimien- vard University Press, 1988.
,3 Anson Rabinbach, «The Aesthetics o f Production in the Third Reich», Journal o f
Contemporary History 1 1/4 (1976), pp. 43-74.
711 Peter F ritzsch e, «Machine Dreams. Airm indedness and the Reinvention o f G erm a­ 14 R. Proctor, The Nazi War on Cancer, cit.
ny», The A m erican H istorical Review 98/3 (1993), pp. 707-709. 75 Edwin Black, IBM and the Holocaust, Nueva York, Crown Publishers, 2001.

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historia. Para ello se diseñó una compleja red ferroviaria76, o se uti­ las organizaciones y la literatura völkisch*1, la condición de figuras de
lizó la últim a tecnología en hornos77 con el fin de resolver los proble­ culto que alcanzaron Julius Langbehn y Paul Lagarde81, Richard Wagner84
mas técnicos y logísticos que planteaba el genocidio78. Era el m oder­ y Friedrich Nietzsche, la proliferación de varias formas de monismo85,
nismo sociopolítico en su versión más rádical. ocultismo y neopaganismo, la aparición de la danza moderna, el movi­
miento de «cultura del cuerpo libre», los movimientos reformistas que
defendían la salud física y la emancipación sexual86, la difusión de los
L a R e p ú b l ic a d e W e i m a r c o m o s o c ie d a d «en t e n s ió n » movimientos juveniles y de los partidarios del regreso a la naturaleza, la
aparición del antisemitismo y del pangermanismo politizados, la emer­
Reconocer la función del NSDAP en cuanto movimiento revitaliza- gencia de varias formas de modernismo cientificista, sobre todo la «higie­
dor sirve también para arrojar nueva luz sobre su génesis y su posterior ne racial» y la eugenesia, y de la estética modernista, en particular del
llegada al poder. Para ello hay que analizar las condiciones extremeda- expresionismo. En un universo paralelo, durante las dos décadas previas a
mente «liminoides» de la época. La prolongada liminaridad del Segun­ su hundimiento en 1918, la decadencia del Imperio de los Habsburgo ge­
do Reich que engendró bastante antes de 1914 esa exuberante estética neró una serie de condiciones anémicas únicas y una actitud generalizada
modernista, esa cultura social y política que Modris Eksteins describe de «irrealidad» que se refleja en la obra de Franz Kafka, Robert Musil y
de forma tan gráfica, fue la condición previa para la formación del par­ Hermann Broch, y en la filosofía de Ludwig Wittgenstein87. Todos estos
tido justo después de la Primera Guerra Mundial. La liminaridad común factores explican en parte la aparición del ultranacionalismo y del antise­
a todas las naciones occidentales que surgió a raíz de la crisis de las es­ mitismo político88 entre los alemanes étnicos después del Segundo Reich
tructuras feudales se intensificó en el caso de Alemania debido al retraso y el apoyo popular masivo que ofrecerían a las políticas de Hitler destina­
de la unificación bajo Bismarck y a la extrema rapidez del proceso de das a integrarlos en la nueva Alemania de la década de 1930 y poner fin
industrialización y de desarrollo urbano, de forma que antes incluso de así a tantos años de transición.
1871 el proceso de modernización social y la adquisición de la categoría
de Estado ya habían tomado una vía específica: la famosa Sonderweg “ George Mosse, The C risis o f G erm an Ideology. Intellectual O rigins o f the Third Reich,
alemana. Por tanto, la intensa oleada de anomia colectiva que surgió en­ Nueva York, Howard Fertig, 1964.
*’ Véase Fritz Stern, The Politics o f C ultural D espair, California, University o f Califor­
tre 1870 y 1914 avivó las fuerzas del modernismo estético, filosófico y
nia Press, 1974.
sociopolítico que surgieron como reacción a la modernidad y que en el 84 Max Nordau dedica un capítulo en D egen eration (1892) a explicar que el culto a
Romanticismo, el Idealismo y el nacionalismo litúrgico alemanes se en­ Wagner es un síntom a de decadencia moral.
contraban en estado embrionario79. La reacción generalizada ante esta 85 En The Scientific O rigin o f N ational Socialism , Nueva York, American Elsevier, 1971,
Daniel Gasman sostiene con razón que las raíces del monismo de Haeckel y de !a ideología
prolongada crisis cultural y ortológica de la identidad nacional convir­ nazi se encuentran en la rebelión contra la decadencia de finales del siglo xix y el positivismo,
tieron a Alemania en lo que Eksteins llama «la nación modernista par pero se equivoca cuando afirma que hay que interpretar el nazismo com o una puesta en prác­
excellence de nuestro siglo»80. tica del monismo, una actitud reduccionista que también aparece en otro de sus libros:
H aeckel's M onism an d the Birth o f F ascist Ideology, Nueva York, Peter Lang, 1998.
Así, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Alemania se encontra­
86 Para la emancipación sexual que alentó el Tercer Reich com o continuación de una
ba cacad a de energías modernistas: la profunda añoranza de una identi­ tendencia que había comenzado en la época de Weimar, véase Dagm ar Herzog, «Sex and Se­
dad nacional que se expresaba a través de un patriotismo ritualizado81 y de cularisation in Nazi Germany», en Angelica Fenner y Eric Weitz (eds.), Fascism an d N eofas­
cism, C ritical W ritings on the R adical R ight in Europe, Nueva York, Palgrave Macmillan,
2004, pp. 103-123. El artículo se centra en el papel del nazismo a la hora de promover la li­
76 Alfred M iercejewski, H itle r ’s Trains. Ther G erm an N a tion al R a ilw a y an d the Third beración sexual com o parte de una celebración general del placer corporal y del vitalismo, de
Reich, Chapel Hill (NC), University o f North Carolina Press, 2000. forma que para la mayoría de la población «aria» la vida durante el Tercer Reich fue una «li-
77 Franciszek Piper. «Gas Chambers and Crem atoria», en Yisrael Gutm an y M ichael beralización general de las costum bres heterosexuales» que «progresaba y se aceleraba»
Berenbaum (eds.), A n a to m y o f the A usch w itz D ea th Cam p, Bloom ington, Indiana Univer­ (p. 117). En su defensa de que se otorgaran a los hijos ilegítimos los mismos derechos que a
sity Press, 1994. los legítimos, el Dr. R udolf Bechert escribió un artículo para una revísta de derecho que era una
78 Estos crím enes fueron, por supuesto, igualados en los regím enes totalitarios que se celebración del sexo. En este artículo afirmaba: «El am or es la única experiencia religiosa au­
fundaron en sociedades m enos industrializadas del m undo no occidental durante el siglo xx, téntica en el mundo», en D eutsches R echt 23-24 (15 de diciembre 1936), p. 106.
es decir, en Rusia, C hina y Camboya, países que sufrieron las consecuencias de la búsqueda 87 Véase Cari Schorske, F in-de-Siécle Vienna. P olitics a n d Culture, Nueva York, Vin­
de utopías perversas basadas en la renovación nacional. tage Books, 1981; Robert Pynsent (ed.), D ecaden ce a n d Innovation. A u stria-H u n gary in the
75 M. Eksteins, R ites o f Spring, cit., pp. 80-90. F in-de-Siecle, Londres, W eidenfeld, 1989.
Ibid., p. xvi. Eksteins se refiere al siglo xx. *" Véase Peter Pulzer, The R ise o f P olitica l A n ti-Sem itism in G erm an y a n d Austria,
S1 George M osse, The N a tio n a liza tio n o f the M asses, Nueva York, Howar Fertig, 1975. Londres, Peter Halban, 1987.

374 375
La primera explosión llamativa de energías modernistas populistas kisch, del pangermanismo, del antisemitismo político o del chovinis­
fue eí entusiasmo de tantos cientos de miles de alemanes dispuestos a mo masculino. De hecho, el nazismo carecía de una visión del mundo
«sacrificarse» en la Primera Guerra Mundial, un conflicto que en Ale­ homogénea. Era más bien una alianza amplia de proyectos diferentes,
mania se presentó como una batalla entre una «cultura» saludable y a veces incluso contradictorios, para la regeneración de Alemania, y
una «civilización» débil y decadente89. La dinámica modernista de este estas diferencias se producían tanto entre los dirigentes -com o ha es­
episodio de psicosis masiva, lo que Cari Jung llamaba «una epidemia tudiado Frank-Lothar K roll- como entre los seguidores del movimien­
psíquica», se ha analizado en el capítulo 5. La posterior derrota de to. Como el Estado fascista, el Estado nazi, conforme al espíritu de un
Alemania, la pérdida simultánea de la monarquía, del imperio y del «pluralismo hegemónico» administrado por un sanctasanctórum de
territorio, las condiciones humillantes del tratado de Versalles, la ame­ dirigentes que a veces no estaban ni mucho menos de acuerdo en las
naza real e imaginaria que representaba el bolchevismo y el profundo cuestiones políticas básicas, daba cabida a cualquier visión del mundo
caos socioeconómico resultante se combinaron intensificando todavía o a cualquier sistema de valores a condición de que entre sus rasgos
más las condiciones liminoides extremas en las que surgió la Repúbli­ figurara un componente central de «nacionalismo modernista» en su
ca de Weimar, y se avivaron las llamas del anhelo popular de reden­ variedad alemana. Estas visiones iban desde la misión de reconectar a
ción y de renacimiento de la nación. Alemania asistió a la aparición de los ciudadanos modernos con las propiedades curativas de la tierra
una serie de «expectativas apocalípticas relacionadas con el fin de los alemana que se había impuesto Walter Darré, a la celebración del es­
tiempos»50 que impulsaron a los pensadores tando de izquierdas como píritu del poder tecnocrático «ario», capaz de engendrar un sistema de
de derechas a «buscar a tientas una nueva totalidad»91. Autobahn construido con una maravillosa mezcla de eficacia y estilo,
Esta fue la situación de profunda anormalidad y desorientación so­ que propugnaba Fritz Todt, Por consiguiente, el proyecto nazi era mu­
ciales que Hermann Broch describió en Los sonámbulos. Aunque se si­ cho más pluralista y contradictorio de lo que la maquinaria propagan­
tuaba en la Viena posterior a los Habsburgo, el declive de los valores y dística estaba dispuesta a admitir. Una vez más, el concepto de movi­
la crisis de la realidad que retrata Broch eran las mismas que se vivían a miento revitalizador de Victor Tumer y de Anthony Wallace resulta
gran escala en la República de Weimar, hasta tal punto que algunos ciu­ muy útil a la hora de analizar esta cuestión. Como hemos visto más
dadanos de naturaleza moderada anhelaban de forma subliminal un «sa­ arriba, conforme a este- concepto la ideología y el ritual se crean por
nador» que hiciera «que el tiempo volviera a comenzar». George Mosse medio de un cambio de «mapa cognitivo», un proceso que en el contex­
añade un nuevo elemento al análisis de este «estado de ánimo» caracte­ to de un movimiento de masas moderno permite muchas combinaciones
rístico de la República de Weimar anterior a 1918 al documentar cómo de dinámicas cambiantes, caleidoscópicas, del pasado y el futuro, y ade­
después de la derrota fue la derecha la que se apropió del culto a los más admite que distintas visiones rivales de renovación proporcionen
muertos, no la izquierda. Como consecuencia de ello «el mito de la ex­ los diferentes mitos de movilización que necesitan las diferentes faccio­
periencia de la guerra», que surgió de forma espontánea como mecanis­ nes de seguidores y «creyentes» dentro de un mismo partido.
mo para trascender el horror ante la guerra, al mismo tiempo alimentó La dinámica social de los movimientos revitalizadores en las so­
las utopías nacionalistas que se proyectaban en un futuro «como alter­ ciedades premodemas ayuda a explicar otro elemento más de la con­
nativas a la realidad de la Alemania de posguerra»92. quista nazi del poder. En la primera década de su existencia, a la ma­
De la explicación de la génesis del nazismo que se ofrece aquí se yoría de los alemanes les era indiferente el nuevo nomos que ofrecía la
deduce que no tiene sentido atribuir el origen de «su» ideología a un Weltanschauung del NSDAP. Aunque la propaganda del partido ani­
pensador o a un movimiento en concreto. La visión del mundo nazi m aba a todos aquellos que estuvieran descontentos con la modernidad
deriva tanto de Paul Lagarde, de Houston Stewart Chamberlain, de que encarnaba la Repúbica de Wéimar a canalizar sus difusos anhelos
Friedrich Nietzsche o de Richard Wagner como del movimiento vol- de una nueva temporalidad con ayuda del «movimiento de Hitler», el
NSDAP siguió siendo un partido minoritario y marginal que en las
89 Véase Roland Stromberg, R edem ption through War. The In tellectu als a n d 1914. Law­
elecciones de mayo de 1928 sólo consiguió el 2,6 por 100 del total de
rence Regents Press o f Kansas, 1982; George M osse, F allen Soldiers. R eshapin g the M em o ­ los votos. La actitud pública generalizada era nacionalista, pero toda­
ry o f W orld Wars, Nueva York, Oxford University Press, 1990, capítulo 4, «Youth and the vía no era revolucionaria. Poco después la suerte del partido de Hitler
War Experience», pp. 53-69; M. Eksleins. R ites o f Spring, cit., pp. 90-94.
sufrió un giro espectacular. Ian Kershaw señala que después de la cri­
* P. Fritzsche, «Nazi M odem », cit., p. 13.
,l Ibid., p. 15. Fritzsche cita a Ernst Bloch y a Carl Schmitt. sis económica de 1929 «el lenguaje [que Hitler empleaba] para hablar
92 G. Mosse, Fallen Soldiers, cit., p. 106. L a cursiva es añadida. de la renovación y del renacimiento» consiguió hechizar e «intoxicar»

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a «aquellos que no eran afectos a una ideología política alternativa, a transformación nacional, una sacralización que dio lugar a lo que al­
un medio social o a una subcultura religiosa»93. gunos historiadores han definido como «religión política». Según Ian
Joachim Fest corrobora esta interpretación, y observa que las con­ Kershaw, la singularidad del nazismo reside en «la mezcla explosiva
diciones de Weimar crearon «una sensación general de desorientación de las políticas “carismáticas” de salvación nacional con un aparato de
que engendró un anhelo masivo de cambio radical». No obstante, fue Estado extremadamente moderno». Sin embargo, rechaza cualquier
la espectacular intensificación de esta sensación a partir de 1929 -cuan- intento de aplicar al Tercer Reich el concepto de «religión política» en
do tuvo lugar la quiebra económica de la nación en el contexto de la la medida en que supondría «poner de moda una noción antiquísima».
crisis económica global del capitalismo y de la parálisis cada vez más No obstante, el propio Kershaw afirma que «mientras que la búsqueda
aguda del sistema político de W eim ar- la que permitió que el nazismo del renacimiento nacional fue un rasgo común a todos los movimien­
cristalizara y canalizara todos esos anhelos en una revolución contra el tos fascistas, [...], sólo en Alemania alcanzó un tono tan marcadamente
Estado liberal. Para las masas el nazismo se convirtió en una fuente de pseudorreligioso»95. A diferencia de Kershaw, nosotros postulamos la
esperanza: existencia de una relación íntima entre «el nacionalismo redentor» que
se encuentra en el núcleo mismo de la ideología nazi, el empeño de
Y en la distancia, en oposición a esa deprimente realidad, apare­ «moldear de nuevo la psique alemana y reconstruir su carácter» por
ció, con los contornos todavía indefinidos, cubierta por la niebla trans- medio de una «revolución cultural»96 y el estilo litúrgico de política
figuradora que surgía de un mundo purificado, la contraimagen de,l que desplegó en cuanto movimiento revitalizador antes de enero de
nuevo hombre y también la de un sistema cerrado que, a pesar de sus 1933 y en cuanto régimen totalitario a partir de entonces. Se trata de un
deficiencias y anormalidades, prometía instaurar un nuevo orden94. vínculo que se manifiesta al analizar este fenómeno con ayuda de la
teoría de la relación sinèrgica entre estos elementos que propone Emi­
La promesa nazi de renovación nacional dentro de un nuevo orden lio Gentile, y que ya hemos comentado en el capítulo 897, y nuestra
postliberal hechizó a la gente porque la depresión no sólo había desen­ interpretación del nazismo en cuanto forma de fascismo9”.
cadenado una crisis económica, sino también nómica que intensificó las Uno de los estudios más perspicaces de este aspecto del nazismo es
condiciones liminoides de Alemania hasta tal punto que millones de el que realizó Klaus Vondung hace treinta años. En su investigación del
personas se sintieron de pronto obligados a «abandonar el barco» de «culto ideológico» y de la «religión política» del nazismo aparece una
Weimar, que parecía a punto de naufragar. En julio de 1932 el cincuenta exégesis de la compleja ceremonia que se representó en Múnich para
por 100 de los votantes optó por partidos revolucionarios y antidemo­ homenajear a los «mártires» del golpe de Estado fallido del 9 de no­
cráticos. Los alemanes de izquierdas votaron al KDP y los de derechas viembre de 1923. Vondung cita a Mircea Eliade y sostiene que el ritual,
al NSDAP. Los nazis obtuvieron el 37,3 por 100 de los votos, de forma en el que la cantata religiosa secularizada escrita por Herbert Bohme se
que el «Bewegung» se convirtió de la noche a la mañana en una podero­ combinaba con una liturgia coreografiada con 'todo detalle, había sido
sa «antiestructura», una communitas revolucionaria unificada en tomo a
una Weltansauung totalizadora, capaz por primera vez de desafiar al 95 I. Kershaw, «H itler and the Uniqueness o f N azism », cit., p. 247. Para una visión de
poder estatal para levantar un nuevo dosel sagrado. conjunto reciente de! debate sobre la relevancia del concepto de «religión política» en rela­
ción con e! nazismo, véase Klaus Vondung, «National Socialism as a Political Religion.
Potentials and Lim its o f an A nalytical Concept», Totalitarian M ovem ent & Political R eli­
gions 6/1 (2005). Sin duda Kershaw subestim a el poder de «los elem entos pseudoreligiosos»
La s a c r a l i z a c i ó n d e l a p o l í t i c a b a jo e l n a z is m o
en otras form as de nacionalismo fascista, sobre todo en el caso de la G uardia de Hierro ru­
mana. Además, afirma que el «sistem a de] Estado m oderno» del nazismo, basado en la idea
Otro aspecto del nazismo documentado empíricamente que encaja de «misión» [Sendung! destinada a traer la « sa lv a á ó m tR ettu n g l o «redención» [ErlosungJ
es exclusivo de Alemania. Esto im plica ignorar los rasgos que el nazism o tiene en común
con la interpretación del NSDAP como movimiento revitalizador m o­ con el fascismo italiano y con la Rusia bolchevique, que fueron Estados igual de «moder­
derno, es el papel destacado que desempeñaron en su dinámica el ri­ nos» y de modernistas.
tual y el espectáculo destinados a la sacralización total del proceso de vl> Véase R ichard Evans, The Com ing o f the Third Reich, capítulo 6, «H itler’s Cultural
Revolution», p. 461; i. Kershaw, The Nazi Dictatorship, cit., pp. 172-182.
1)1 Véase supra capítulo 8, pp. 315-316.
B I. Kershaw, Hitler. 1889-1936: Hubris, c i t, p. 317. 98 Véase supra capítulo 6, pp. 254-255. Un buen ejem plo de historia «em pírica» del
54 J. Fest, Der zerstörte Traum, cit., pp. 42-43. Véase tam bién D etlef Peukert, The Wei­ Tercer Reich que hace hincapié en la relevancia del concepto de «religión política» es el li­
m ar Republic. The Crisis o f Classical M odernity, Nueva York, Hill and Wang, 1989. bro de M. Burleigh, The Third Reich, cit., véase pp. 9-14 y 252-267.

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diseñado deliberadamente para transformar el Feldhermhíille de Mu­ comportarse», y este cambio «se lograría en gran medida con ayuda de
nich en un espacio sagrado inscrito en un tiempo sagrado. Los escalones símbolos, de rituales y de retórica»™, en otras palabras, lo que Emilio
del edificio se transformaron simbólicamente en el «altar» de un templo. Gentile denomina «la sacralización de la política».
Articulado con ayuda de matrices arquetípicas de la conciencia humana,
el homenaje se convirtió así en el lugar de celebración de un drama ritual
cuya finalidad era que la muerte de los seguidores de Hitler se pudiera H itlb r com o propheta m o d ern o
experimentar como un «martirio», un sacrificio vital para que Alemania
pudiera renacer de la decadencia. Vondung observa que «los símbolos El centro de atención de la religión política del nazismo fue, por
religiosos que se emplearon en la liturgia se sacaron de su contexto ori­ supuesto, el culto al Führer. Como era de esperar, en la ceremonia del
ginal y se transformaron en acontecimientos políticos» de forma que se Feldhermhalle se representaba a Hitler como una «figura mesiánica»,
pudiera interpretar que el 9 de noviembre de 1923 había sido «un mo­ estilizado por medio del mito y la liturgia en un «héroe capaz de tras­
mento decisivo de la historia» y que se había producido «una metamor­ cender la muerte», de convertirse en un redentor del Voik en la medida
fosis de la condición humana». Sin embargo, Vondung advierte que, en que, según rezaba el texto de la cantata que compuso Bóhme, «él
mientras que «según la tradición apocalíptica judeocristiana la metásta­ mismo es presa de la fe fanática». La relación simbiótica entre el cre­
sis [palingenesia] del viejo mundo sólo puede ocurrir por intervención yente y el redentor que se deriva de este fenómeno concuerda con los
divina, conforme a la especulación moderna la acción humana y terrenal testimonios personales que describen cómo experimentaban la presen­
es capaz de ocasionarla». Por tanto, la inmortalidad metafísica se susti­ cia del Führer sus seguidores más fanáticos. En su estudio meticulo­
tuyó por una «inmortalidad simbólica», el nuevo cielo y la nueva tierra samente documentado del culto a Hitler como fuente de «salvación
concebidos teológicamente por una «utopía laica» y la ecclesia cristiana laica», fan Kershaw cita a un seguidor típico que decía que el Führer
inmortal de los elegidos espirituales por la « Volkgemeinschqft inmortal representaba para él «el cumplimiento de un misterioso anhelo», una
de laelite racial»9-. figura que «había traído el milagro de la iluminación y de la creencia
Por consiguiente, la explicación que ofrece Vondung del «culto ideo­ a un mundo de escepticismo y desesperación»1'".
lógico del nazismo» encaja a la perfección con el énfasis que nuestra Sin embargo, a la luz de la perspectiva primodialista según la cua!
teoría del modernismo hace en la «temporalización de la utopía» como ese anhelo sería esencialmente modernista, no vemos a Hitler como el
condición previa a todo intento de crear una temporalidad, y el impul­ mesías de un movimiento religioso «milenarista» y pseudocristianolu2,
so resultante de transformar el propio tejido de la historia en el dosel y tampoco como la encarnación de un «cristianismo positivo» compa­
sagrado necesario para resguardarse de la amenaza que representa la tible con el cristianismo en cuanto religión revelada103. Estos testimo­
anomia, un proceso que implica la ritualizadón de la política, no su nios extáticos reflejan más bien el triunfo de la imagen arquetípica del
estetización. En este sentido, resulta significativo que Vondung esté propheta que conduce a la nueva communitas a un nuevo orden, una
convencido de que estos ritos no son una manipulación cínica de las imagen que Hitler logró imponer con éxito en el transcurso de la Kam-
masas, sino que son el resultado de una visión esencialmente «mági­ pfzeit {la «lucha» del Partido por alcanzar el poder). El cristianismo
ca» del poder que tiene el ritual para provocar la renovación histórica condicionó el discurso religioso, la simbología y el ritual que adoptó
y social. Aunque se muestra igual de escéptico que Ian Kershaw con el movimiento y el modo en que se articuló la respuesta profundamen­
respecto al valor de la «teoría de la religión política», Richard Evans te afectiva a la imagen profética de Hitler. Pero la psicodinámica de
confirma sin embargo esta línea de interpretación cuando afirma que este liderazgo carismático no era cristiana. Esta línea de interpretación
los nazis «buscaban un nuevo hombre, en realidad una nueva mujer, contradice tanto las teorías de Richard Steigman,(Mcomo las de Claus-
que surgiera de las cenizas de la República de Weimar, y que recreara
la unidad en la lucha y el compromiso característicos del frente duran­
11,1 R. Evans, The Corning o f the Third Reich, cit., p. 503.
te la Primera Guerra Mundial». Para ello había que provocar «un cam ­ 101 Ian Kershaw, The H iller Myth, Oxford, Oxford University Press, 1987, p. 26. Para
bio en el espíritu del pueblo, en su forma de pensar y en su manera de más testim onios del poder del culto a Hitler véase Guido K nopp y Peter Hartl, «Der Ver­
führer», en Guido Knopp (ed.), Hitler. Eine Bilanz, Berlin, Siedler, 1995, pp. 31-90.
w Klaus Vondung, M agie und M anipulation. Ideologischer Kuií und pofitsche Religión 102 Es la teoría que defiende Jam es Rhodes, The H iller Movement: A M odern M iltena-
des Nationalsozialismus, Gottnga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1971, pp. 159-171. La idea de rictn Revolution, Stanford (CA), H oover Institute Press, 1980.
Vondung se resum e en «Spiritual Revolution and Magic: Speculation and Political A ction in u>’ R. Stesgmann-Gall, H oly Reich, cit.
National Socialism », M odernA ge 23/4 (1979). IM Ibid.

380 381
Ekkehard Barsch, que juzgan el discurso ligüístico y ritual del nazis­ A continuación, Stevens afirma que el nazismo fue «una nueva re­
mo por sus apariencias105. Sin embargo, se encuentra en sintonía con ligión nacida de la desintegración social y de la aparición compensa­
las ideas de Richard Fenn, que insinúa que el fascismo nació del re­ toria de un líder carismàtico». El enorme poder que acumuló Hitler
curso instintivo a las ceremonias de renovación sim bólica en un mo­ demuestra «el poder que tiene el simbolismo liminoide que surge del
mento en que la sociedad era presa de la sensación de que «el tiempo inconsciente de un líder carismàtico con el fin de mover a su pueblo a
se acababa», una respuesta ritual a la crisis de la realidad muy ante­ la acción colectiva con unas consecuencias incalculables»IIW. Un po­
rior al cristianism o106. der que, en el contexto del impacto devastador que la caída de la Bolsa
En esta fase de nuestra argumentación, las observaciones generales de Wall Street ejerció sobre la viabilidad económica, social y ontolò­
que hace Anthony Stevens en el pasaje de su «Guía de los símbolos de gica de la República de Weimar, amplió su alcance, dejó de afectar
la humanidad», al que aludíamos en el capítulo 4, sobre el «estado li- únicamente a «un subgrupo destacado», al NSDAP de la década de
minar de la sociedad», cobran una especial relevancia. Stevens ofrece 1920. En lugar de ello, Hitler «tomó el mando de esta multitud y des­
una síntesis de la teoría de Victor Turner, quien afirma a su vez que en plazó por completo a la vieja guardia». Según Stevens, este comporta­
las sociedades en crisis pueden surgir «antiestructuras sociales» desti­ miento tan radica! no es único del nazismo, sino que es común a todos
nadas a formar una nueva, y subraya el papel crucial que desempeña los movimientos políticos impulsados por una visión de la regenera­
el líder en el acto de secesión del agonizante antiguo orden de la nueva ción total de la historia intrínsecamente revolucionaria.
sociedad, todavía en estado embrionario: «El líder tiene que inspirar al Por fin, Stevens llama la atención al modo en que la nueva religión
grupo que se escinde un sentido de misión, de propósito, de forma que llegó incluso a parodiar los elementos clave del cristianismo:
pueda vencer todas las dificultades y encontrar la tierra prometida».
Estos líderes carismáticos «aparecen en momentos cruciales de la his­ Así, el nazismo tenía su Mesías (Hitler), su libro sagrado (Mein
toria en todas las sociedades» y muchos de ellos muestran «un tempe­ Kampf), su cruz (la esvástica), sus procesiones (las concentraciones de
ramento esquizoide, paranoide o esquizotípico»107. Por tanto, lo que Núremberg), su ritual (el desfile conmemorativo del golpe de Estado
les permite inducir a sus seguidores a representar el acto colectivo ri­ del Beer Hall), su elite ungida (las SS), sus himnos (el «Horst Wessel
tual del Aufbruch revolucionario es su «cualidad chamánica». Lied»), su excomunión de los herejes (los campos de concentración),
Stevens pone de relieve la importancia del hecho de que el término sus demonios (los judíos), su promesa milenarista (el Reich de los mil
«chamán» proceda de «una palabra de la lengua tungús, saman» que años) y su tierra prometida (oriente)110.
define a «alguien que se encuentra excitado, conmovido, exaltado. El
verbo significa “conocer extáticamente”», una expresión que sin duda Si se necesitan pruebas documentales que corroboren el estilo de
se puede aplicar tanto al Duce como a der Führer y en realidad a m u­ liderazgo «chamánico» de Hitler basta con analizar la escena de El
chos personajes que han liderado movimientos o Estados totalitarios triunfo de la voluntad en la que Rudolf Hess afirma en medio de una
en el siglo xx. Además, Stevens subraya la intensa liminaridad de la ovación literalmente «extática»: «¡El partido es Hitler! ¡Sin embargo,
relación del chamán con la sociedad, y lo hace con un lenguaje que Hitler es Alemania del mismo modo que Alemania es Hitler!». Gracias
recuerda más a Hitler en cuanto figura pública que a Mussolini: al astuto montaje de Lenni Riefenstahl, esta afirmación de simbiosis
total entre el líder y su nueva communitas aparece justo después de
L a figura inspirada siempre se m antiene apartada, centrada total­ que el propio Hitler haya concluido su discurso de clausura del con­
mente en su visión interior. Esto le coloca en un nivel superior al del greso del Partido con las siguientes palabras: «El movimiento es la
común de los mortales. Parece encontrarse en el estado lim inoide, a viva expresión de nuestro pueblo y, por tanto, simboliza la eternidad».
medio cam ino entre el cielo y la tierra, lo cual se traduce en que Hitler personificaba la promesa de pasar a formar parte de un movi­
habla con la convicción de una autoridad superior, algo que im pre­ miento revitalizador que convertiría a la nación en una fuente de in­
siona a sus seguidores10“. mortalidad desacralizada, de trascendencia, que ofrecía un nuevo no­
mos y una nueva comunidad. De este modo, millones de personas que
105 E. Barsch, D ie politische Religión d / 'S Nütioruil-Soziulismus, cit, a partir de 1929 se sentían como «parias del tiempo», en palabras de
Richard Fenn, The E nd ofT im e, Cleveland (OH), Pilgrím Press, 1997, pp. 7-10.
:,T Anthony Stevens, A ria d n e’s Cine. A Cuide u> Ihe Sv/nbals o f Humankind, Londres,
Penguin, 1998, p. 85. ,m Ibid.
108 Ibid., p. 86. 110 Ibid.

382 383
Broch, pudieron escapar de las garras de Crono y entrar en un nuevo una estetización de la política, ni como formas de liturgia política or­
aevum. Por consiguiente, el concepto primordialista de modernismo po­ questadas cínicamente con el fin de hacer que las masas «creyeran» en
lítico añade un nuevo estrato explicativo y causal a ese fenómeno con el régimen, sino más bien como ejemplos modernos de ceremonias
tantas facetas y niveles que los historiadores conocen como «la apari­ arcaicas de «búsqueda de un nuevo centro» y purificación, similares a
ción del nazismo». las que se representaban en la sociedades premodemas. En esas cere­
monias el axis mundi, el símbolo del centro metafísico de la sociedad,
era un árbol cósmico o una montaña mágica que se consagraba de
El n u e v o c o m ie n z o d e A l e m a n ia forma ritual con el fin de renovar el vínculo entre los seres humanos y
el cosmos113. Desde esta perspectiva, la obsesión recurrente del régi­
Gracias al enfoque del nazismo como m ovimiento revitalizador men nazi por la H eim at'H (la madre patria) no debe interpretarse úni­
modernista, hemos establecido cuáles son los rasgos claves de este camente como el anhelo de pertenencia a una comunidad en el sentido
movimiento. El nazismo fue una variedad de fascismo igual de pecu­ sociológico de la expresión que utilizaban algunos críticos pioneros de
liar que cualquier otra de sus manifestaciones. Fue el producto del la modernidad como Émile Dürkheim o Ferdinand Tönnies, sino como
intenso clim a cultural liminoide que surgió en Alem ania después de una preocupación que tiene su origen en la nostalgia arcaica de las
la Prim era Guerra M undial, un producto que se radicalizó y se «de­ raíces y de recuperar el lugar original, una nostalgia más mítica que
mocratizó» durante la posguerra y que se radicalizó todavía más a geográfica, el anhelo de un lugar primordial que proteja a los indivi­
raíz del crash de Wall Street. Estas condiciones crearon un hábitat duos de «la tormenta glacial» de la modernidad de la que hablaba
que condujo a la aparición de varios movimientos revitalizadores, Broch en Los sonámbulos.
uno de los cuales, el NSDAP, dio cabida a una mezcla única de na­ El extenso estudio que ha llevado a cabo Jost Hermand sobre el
cionalismo, racismo, antisemitismo, antimarxismo, y pensamiento significado simbólico del «Tercer Reich» en cuanto proyecto utópico
tecnocrático y antiurbano unificada gracias a una visión de la palin­ confirma el valor heurístico de esta línea de interpretación. En el to­
genesia nacional dentro de un nuevo orden. Incluso las visiones del rrente de literatura völkisch que inundó Alemania antes de que los
m undo de los nazis de m ayor categoría divergían en los detalles, nazis llegaran al poder, se utilizaban expresiones para definir al inmi­
pero todos eran partidarios del proyecto de una Alem ania renacida. nente Reich que se avecinaba como «el Heimat de los fuertes», «la
El líder del Partido, A dolf Hitler, era un hombre sobre el que se po­ tierra cultural del nuevo hombre» o «la hermosa tierra del futuro».
día proyectar el anhelo, tan extendido entre la población, de reden­ Sería «una realidad nueva y purificada» en la cual los alemanes racial­
ción y de un nuevo dosel sagrado, un personaje que logró el apoyo mente depurados y revitalizados se convertirían una vez más en «un
popular suficiente para conseguir que le eligieran canciller con la Volk, una sociedad y una raza orgánicos» que traerían «la luz y la sal­
connivencia de los conservadores, que tenían miedo del creciente vación al m undo»"5. El vínculo entre el anhelo nazi de trascendencia
poder de la izquierda, aprovechando las condiciones excepcionales e inmortalidad historizada que se expresa en estos tropos y el papel del
de crisis que generó la Depresión. NSDAP como movimiento revitalizador se revela con toda claridad en
Bajo esta perspectiva, el flujo constante de acontecimientos ritua­ la proclamación de Hitler que leyó el Gauleiter de Baviera Adolf Wag­
les que generó el nazismo -las concentraciones de Núremberg, la fies­ ner ante el congreso del Partido en 1938. Hay un pasaje en particular
ta nazi del Primero de M ayo111, los funerales de Estado que se organi­ que expresa con claridad la conexión íntima que existía entre las dis­
zaban para los líderes nazis, las representaciones al aire libre de teatro tintas funciones específicas del régimen como vehículo para alcanzar
Thingspielm , la inauguración ceremonia! de la Casa del Arte Alemán, una trascendencia secularizada, para la recuperación del lugar de la
o las fiestas de la cosecha que se celebraban anualmente en Bücke- sociedad, la regeneración nacional y la limpieza cultural y étnica que
berg, en la Baja Sajonia, a las que asistían cientos de miles de fieles conduciría finalmente al genocidio:
procedentes del ámbito provincial y ru ral- no debe interpretarse como
111 Véase el pacaje en el que se habla de la fiesta de G alungan de Bali. capítu lo 3,
111 Iain Boyd W hyte, «Berlín, 1 M ay 1936», en Dawn Ades el al., A rt a n d P ow er: E uro­ pp. 127-128.
p e under D icta to rs 1930-1945, catálogo de la exposición del XXIII Consejo de Europa, 114 Jost H erm and y Jam es Steakley, H eim at, N ation, Fatherland (The G erm an Sense o f
Hayward Gallery, Londres, 1996, pp. 43-49. B elonging), Nueva York, Peter Lang, 1996.
112 W illiam Niven, «The Birth o f Nazi Drama? Thins Plays», en John London (ed.). 15 Jost Hermand, O ld D ream s o f a N ew Reich. Völkisch U topias a n d N ation al S o c ia ­
Theatre U nder the Nazis, M anchester, M anchester University Press, 2000, pp. 54-95. lism, Bloomington, Indiana University Press, 1992, pp. 171-207.

384 385
Puede que en el futuro uno pueda hablar del milagro que el destino nuevo comienzo que les habían prometido, en el fin a la catástrofe econó­
operó en nosotros. Sea como fuere, este milagro se basa en primer lugar mica, en la redención de la nación humillada»119. Los testimonios indivi­
en una creencia firme, la creencia en la nación alemana eterna. [...] El duales recogidos después de la guerra confirman este juicio general. Una
responsable de este renacimiento en el Partido Nacional Socialista de los mujer recuerda que cuando tenía dieciocho años se acercó a Hitler con
Trabajadores. [...] Tiene que limpiar Alemania de todos los parásitos que unas amigas durante otro acto nazi. «Entramos en trance», aseguraba, «no
se enriquecen gracias a la angustia de la madre patria y del pueblo. Tiene sabíamos qué nos pasaba». Otra persona que sucumbió a la «Hitlerma-
que reconocer los valores eternos de la sangre y de la tierra y elevarlos al nía» atribuía la actitud del público a la «imagen mesiánica de Hitler» ante
mismo nivel de las leyes que gobiernan nuestra vida. Tiene que empezar el «vacío cosmológico que dominaba Alemania»120. Por su parte, lan Ker-
a luchar contra el mayor enemigo que amenaza con destruir a nuestro shaw confirma la importancia que tenía para los nazis la dimensión tem­
pueblo: el enemigo internacional judío. [,.. J Su tarea consiste en depurar poral de su revolución. Según Kershaw, «el 30 de enero de 1933 fue el día
la nación, la raza y la cultura alemanas de este enemigo116. con el que todos habían soñado, el triunfo de aquello por lo que habían
estado luchando, la apertura de las puertas de un mundo feliz»'2'. Hasta
La proyección en Hitler de esta utopía temporalizada de una socie­ los protestantes devotos estaban convencidos de que «era como si el ala de
dad purificada, creada en el marco del tiempo histórico, que se encon­ un gran cambio en el destino batiera sobre nuestras cabezas. Tenía que
traba en el núcleo del culto a su personalidad, le permitió encarnar el producirse un nuevo comienzo»122.
papel de propheta que guía a su nueva comunidad a través de un rito En el capítulo siguiente analizaremos el diálogo entre lo arcaico y
de paso colectivo a un nuevo mundo más allá de la decadencia y el lo modernizador, entre «la hegemonía cultural» y el «dominio», entre
declive. Otto Dietrich, jefe de prensa del Tercer Reich, afirmaba con la destrucción y la creación que surgió como consecuencia del intento
motivo del cumpleaños del F ühreren abril de 1935 que «al igual que nazi de transformar la maleza de la cultura de Weimar en un jardín
Adolf Hitler, gracias a una lucha heroica, ha sacado a flote al pueblo inmaculado, perfectamente diseñado, sin malas hierbas y sin fealdad a
alemán y le ha ofrecido una nueva vida, nosotros pensamos que en su la vista. Sin embargo, el hedor cada vez más intenso del humo acre,
trayectoria vital se encuentra incorporado el eterno renacimiento de la visible para todos, de las hogueras que ardían detrás de los altos muros
nación alemana»117. En otra efusión adulatoria, uno de sus admirado­ contradecía la aparente armonía estética y la higiene que mostraba,
res más apasionados escribió un libro titulado La primavera alemana por ejemplo, la curiosa mezcla inanimada de romanticismo y clasicis­
de Hitler. Como prólogo, compuso unas coplas de ciego que lan Kcr- mo de una de las escuelas nazis de pintura. En un segundo plano, se
shaw recoge en uno de sus libros: «Ahora la divinidad nos ha enviado podía escuchar además el redoble pesado y constante de un tambor.
un salvador / las angustias han llegado a su fin / la nación da rienda En 1922, Hitler le dijo al revolucionario conservador M oeller van
suelta a la alegría y al deleite / por fin la primavera ya está aquí»1IS. den Bruck: «Usted aporta el armamento espiritual necesario para la
Puede que en esta primavera mítica resuenen los ecos de las expecta­ renovación de Alemania. Yo no soy más que un tambor y un agitador»l23.
ciones «cristianas» o «milenaristas», pero también activan uno de los to­ La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que fue en la pri­
pos primordiales de la imaginación cosmológica humana: el anhelo de sión de Landsberg donde Hitler decidió cambiar su papel dentro del
trascender a Crono, al tiempo crónico. Puede que en el contexto de los NSDAP y dejar de ser «el tambor de la causa nacional» y convertirse en
mítines multitudinarios, la experiencia de una liberación súbita del miedo el « F ü h r e r Pero, aunque se produjo la transición, no dejó de tocar el
a la anomia cuando el culto a Hitler se encontraba en su apogeo fuera tambor. El tambor militar se transformó en el tambor del chamán, y al son
irresistible y que generara esas energías comunales primordiales caracte­
rísticas en todas las culturas humanas. Guido Kopp, por ejemplo, asegura Ibid.. p. 66.
que «cientos de miles de personas asistían a los discursos [de Hitler] en un 120 G. Knopp, Hitler, cit,, pp. 71, 67.
estado de trance colectivo que los introducía en un torbellino de expecta­ I-L I. Kershaw, Hitler. 1889-1936. H ubris, cit., p, 433. La cursiva es añadida.
122 Ibid., p. 432.
ciones y de sensación de comunidad. [... | Estaban deseosos de creer en el D eclaraciones atribuidas a Hitler después de pronunciar un discurso en la asociación
revolucionaria conservadora del Juni Klyb en 1922, cuando le propuso a M oeller van den
il(‘ D iscurso de Hitler pronunciado en la concentración del Partido en Nuremberg, 6 de Bruck unir sus fuerzas para luchar por la nueva Alem ania. Se cita en Kershaw, Hitler. 1889-
septiembre de 1938. Se puede leer en [http://w ww.hitler.org/speeches/09-06-38.htm ll (pági­ 1936: H ubris, cit., p. 168.
na consultada el 5 de julio de 2006), 1-4 Albrecht Tyrell, Vom, T rom m ler’ zum, Führer. O e r W andel von H itlers S elb stvers­
1,7 Se cita en 1. Kershaw. The H itle r M yth , cit., p. 72. tändnis zw isch en 1 9 1 9 und 1924 un d ie E ntw icklung d e r NSDAP, Miinich, Fink, 1975. Véase
I|fi I. Kershaw. The H itler M vlh, e it.,p . 53. también I. Kershaw, H itler 1889-1936: Hubris, cit., capítulo 6, pp. 167-219: «El tamborilero».

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X

E L M O D E R N IS M O D E L A C U L T U R A N A Z I

C uando llegaron a l p o d e r en enero d e / 933, los n a c ion alsocialistas d e H itler


creían que se encontraban en e l filo de la historia, dispu estos a red irig ir la nación
d e fo r m a que sigu iera e l ritm o d e l fu tu ro a rio que tenían previsto.
Figura 17. U na de las «C atedrales de luz» de A lbert Speer, inspirada en parte en el Peter Fritzsche, «Nazi M odern», 1996'.
artista Paul S cheerbart, figura que tuvo una influencia enorm e en los pro y ecto s de
Incluso en el á m bito d e l arte, en e l que H itle r se encargó de h acer de sa p a re ce r
B ru n o Taut. E sia catedral se creó encim a del E stadio O lím pico de B erlín utilizando
d e las p a red e s d e las ga lería s y los m useos alem anes toda expresión
unos 6 0 reflectores. El pretexto para este im p resio n an te despliegue de poder d e los m ovim ientos m odern istas m ás d e sta c a d o s d e l m om ento, las enorm es
tecn o ló g ico y cultural n a /i fue la visita de M ussolini a A lem ania en 1937. y m usculosas escu ltu ras d e A rno B recker y d e sus im itadores no se inspiraban
en las fo r m a s hum anas tradicionales, sino en las d e l nuevo hombre,
Para la influencia que tuvieron las teorías arquitectónicas m odernistas de Scheebart en
un hom bre físic a m e n te p e rfec to y listo p a ra la acción violenta.
las catedrales de luz de Speer, véase la tesis doctoral de Anne Krauter, D ie Schriften
Richard Evans, The Thinl Reich in Power, 2005’.
Faul S ch eerb a n s un d der Lichtdom von A lbert S p eer - «D as große Licht». U niversidad
de H eidelberg, 1997, disponible en [http://w w w .ub.uni-heidelberg.de/archiv/4903/]
(página consultada el 30 de noviem bre de 2006). L ic e n c ia d o e n l a V ie n a f in d e s i g l o
© akg-itnages, Imagen reproducida por cortesía de akg-irnages, Berlín y Londres.
«Viena fue para mí la escuela de vida más dura, pero también la
de esle último inició una revolución que todavía debía utilizar la fuerza de mejor»3, declaraba Hitler en Mein K am pf tras recordar los cuatro años
que pasó en esta ciudad, viviendo como un indigente, en vísperas de la
las armas, pero aliada con el poder transformador de la cultura y las ener­
gías regeneradoras del trance colectivo125. Los «juramentos masivos que Primera Guerra Mundial, lan Kershaw confirma que «la “escuela” de
se realizaron bajo cúpulas iluminadas con locos» y «las hogueras que se Viena dejó una impronta duradera en su desarrollo», y hace hincapié
prendieron en las montañas» para celebrar la llegada de los nazis al poder en que la ciudad «era la encamación de la tensión -social, cultural,
política- característica de un cambio de época, la muerte del mundo
el 30 de enero de 1933 eran signos de que su táctica había funcionado, de
del siglo xix». El telón de fondo de la existencia cotidiana del joven
que la promesa de un nuevo orden de Hitler encajaba a la perfección con
Hitler era el de la disolución: «El clima de desintegración y declive,
el anhelo populista de metamorfosis. En el capítulo siguiente nos ocupa­
preocupación e impotencia, la sensación de que el orden antiguo esta-
remos de lo que todo esto signilicó para la cultura de Alemania.

' Peter Fritzsche, «Nazi M odern». M odern ism /M odern ity 3/1 (1996), pp. 1-21,
125 Pura la relación entre los tambores, los estados de trance y el cham anism o véase, por Richard Evans, The Third R eicli iti P ow er 1933-1939. Nueva York y Londres, Alien
ejem plo. Tim Hodgkinson. «Im provised M usic and Siberian Sham anism », C on tem porary Lane, 2005. p. 708.
M usic R eview 14/1-2 (1996). pp. 59-66. 1 A dolf Hitler, M ein Kam pf. Ralph Mannheim (trad.), Londres, Pimlico, 1992, p. 114.

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ba desapareciendo, de que Ja sociedad se encontraba en crisis, era también aprendió de él», sobre todo «del concepto de arte como ins­
inequívoca»4. En todo caso, ¿fueron el nacionalismo fanático y la im­ trumento de redención social que defendían los modernistas viencscs»\
perecedera hostilidad hacia la modernidad, el modernismo y los ju ­ No obstante, en lo que concierne a M ahler esta línea de argumentación
díos, lo único que sacó en claro el joven Adolf? En el rescoldo del es difícil de sostener, pues no era la música que compuso, en la cúspi­
Antiguo Régimen europeo había prendido una profunda heterogenei­ de estética del romanticismo y del modernismo, sino sus interpretacio­
dad étnica y cultural. En el viejo continente las tradiciones arcaicas nes de Wagner como director lo que entusiasmaba al joven Hitler. Por
convivían con la hipermodernidad, y el fin del orden antiguo permitía otra parte el arte desempeña un papel subordinado dentro del esquema
contemplar el panorama de otros órdenes alternativos. El intenso cli­ político redentor de los alemanes que aparece en Mein Kampf.
ma liminoide resultante no sólo convirtió la Viena de finales de siglo Con todo, según la tesis de Hamann, Hitler pasó cuatro años de
en un torbellino cultural, sino también en una potente incubadora de penuria material y de anomia psicológica en un ambiente contracul-
experimentación e innovación en todas las esferas de la producción tural tanto desde el punto de vista intelectual com o político en el que
cultural. Los representantes más destacados del m odernism o social abundaban las críticas culturales, políticas y raciales al sistema vi­
y cultural se sentían a sus anchas en esta ciudad, en particular Arnold gente, que se plasmaban en una serie de certidumbres fanáticas con
Schoenberg, Otto Wagner, Adolf Loos, Josef Hoffmann, Karl Kraus, respecto al «giro» que tenían que tomar los acontecim ientos10. Por
Arthur Schnitzler, Robert Musil, Gustav Klimt, Egon Schiele, Oskar tanto, cuando Hitler afrontó la experiencia radical de la Primera
Kokoschka, Otto Weininger, Sigmund Freud y Ludwig Wittgenstein5. Guerra Mundial, a la que estuvo expuesto cuatro largos años, ya des­
Además, Viena se convirtió en el hábitat ideal para la propagación del preciaba la decadencia de «la modernidad realmente existente», y
ultranacionalismo político y del antisemitismo de la Liga Pangermáni- además se había entregado a la causa de la renovación nacional y
ca de Georg von Schönerer, del Partido Social Cristiano de Karl Lueger, racista. Así, se fue gestando en su interior una variante del m odernis­
del Partido Alemán Radical de Karl Wolf, pero también del sionismo mo según la cual los síntomas culturales, sociales, nacionalistas, ra­
de Theodor Herzl así como de otras corrientes radicales de izquierdas, ciales y políticos del declive se fundieron con una experiencia «orgá­
movimientos cuya finalidad era acabar con las causas primordiales de nica» individual de la decadencia cuya solución se encontraba fuera
la decadencia y fundar un tipo radicalmente nuevo de sociedad, es del alcance de cualquier form a establecida de partido político, fue­
decir, eran expresiones del modernismo político6. ra conservador, liberal o socialista. Por consiguiente, para Hitler, la
Como señala Brigitte Hamann en H itler's Vienna, en esta atmósfe­ regeneración exigía que el DAP se transform ara precisamente en lo
ra de modernismo programático en la que se vio inmerso, la actitud que se convirtió a partir de 1923: en un movimiento revitalizador
que adoptó el futuro Führer no fue la del rechazo absoluto, sino la de dirigido por un propheta armado con un mapa cognitivo y com pro­
la osmosis selectiva. Si bien atacaba virulentamente al «modernismo metido en la inauguración de una nueva temporalidad radical más
judío»7, profesaba «la mayor de las admiraciones» por Gustav Mahler allá de la decadencia. En la conclusión que ésboza sobre cuál fue el
a pesar de que la prensa antisemita le insultara y hablara de «los mah- legado principal de la temporada que Hitler pasó en Viena, Hamann
lerianos de nariz ganchuda», pues a Hitler le encantaba la «perfec­ parece intuir el esquema que acabamos de exponer. Cuando por fin
ción» de sus interpretaciones de Wagner“. (Una admiración bastante apareció en público
pasajera, pues no sirvió para impedir que la violinista Alma Mahler, la
sobrina de Gustav, muriese en Auschwitz después de que el Tercer no apareció dentro de un partido, sino como el líder de un movimien­
Reich prohibiera la música de su tío por considerarla «degenerada».) to, el heraldo de su propia Weltanschauung. Quería despertar en los
Paul Reitter insinúa que la simpatía de Hitler hacia Mahler demuestra corazones de sus seguidores la santa convicción de que la vida políti­
que «en Viena no aprendió únicamente a odiar el modernismo, sino que ca de su movimiento no se debía a un eslogan político, sino a una
nueva filosofía de una relevancia fundamental".
4 Ian Kershaw. Hitler. ÌH89-I936: Hubris, Nueva York, W, W. N orton, 1998, pp. 30-3 !.
5 Para la extraordinaria contribución de la ciudad de Viena al m odernism o europeo
véase Allan Janik y Stephen Toulmin, W ittgenstein’s Vienna, Chicago, Ivan R. Dee, 1996. 9 Paul Reitter, «H itler’s Viennese Waltz», The Nation, 9 de agosto de 1999.
6 Carl Schorske, «Politics in a New Key. An Austrian Trio», en Fin-de-Siècle Vienna. 10 Véase sobre todo Hamann, H itler’s Viena, cit., capítulo 7 «Theoreticians o f Race and
Politics and Culture, Nueva York, Vintage Books, 1981. Explainers o f the World», y capítulo 8, «Political Role Models».
7 Brigitte Hamann, H itler's Viena, Oxford, Oxford University Preis, 2000, pp. 78-82. 11 Ibid., p. 406. La cursiva aparece en el origina] con el fin de indicar las expresiones
“ Ibid., p. 66. que pertenecen a M ein Kampf, volumen 2, capítulo I , p. 339.

390 391
« E n l a m e n te d e l F ührer»
mundo y una filosofía [Weltanschauung] que se convirtieron en los
cimientos inamovibles de todos mis actos»12. El principio clave de este
Ya hemos visto que Mussolini pasó del socialismo revolucionario a nomos se revela unos párrafos después: «La actividad social no debe
una forma de modernismo nacional destinado a la renovación cultural. utilizarse nunca, bajo ningún concepto, para tonterías humanitarias,
Sin embargo, en sus comienzos el movimiento mussoliniano estaba des­ sino para eliminar las deficiencias básicas de la organización de nues­
provisto del antisemitismo y del carácter eugenecista que el régimen tra vida económica y cultural». La premisa del cambio era «el sentido
acabaría promoviendo oficialmente. Por el contrario, lo que hizo Hitler más profundo de responsabilidad social destinado a la creación de
fue politizar y racionalizar de forma progresiva su obsesión por la deca­ unos cimientos mejores para nuestro desarrollo, unido a la determina­
dencia racial y sociocultural, una postura influida en parte por el cienti­ ción brutal de acabar con los tumores [Auswüchslinge/» ', Al contra­
ficismo -sobre todo por el darwinismo social- y por ciertas nociones rio que Mussolini, Hitler pensaba que la regeneración de la sociedad
ocultistas -principalmente ariosóíícas- que apoyaban la tesis de la exis­ exigía un proceso de «destrucción creadora» mucho más radical, una
tencia de un conflicto histórico entre los «arios» y los judíos. Si incorpo­ revolución que se desarrollara conforme al discurso de la depuración
ró estos elementos a una ideología de cambio fue porque la naturaleza biopolítica y biocultural, el resultado de una lucha épica entre las fuer­
del entorno en el que vivía le predispuso a concebir la revolución en zas de la decadencia total y las de la renovación, una contienda anti­
términos biopolíticos y culturales, en lugar de basarla en la política y el quísima, muy anterior a los tiempos modernos. El concepto de historia
partido, aunque también entendiera la revolución como una misión que en cuanto batalla maniquea entre la luz y la oscuridad, entre la des­
satisfacía su necesidad psicológica de experimentar las sensaciones «re­ trucción y el renacimiento, entre el Untergang y el Wiedergeburt fue
ligiosas» o «espirituales» de una realidad más elevada. una de las constantes de la visión del mundo hitleriana, desde sus pri­
Puede que el joven Hitler politizara su concepto de misión influido meras diatribas como miembro recién afiliado al DAP hasta el «testa­
por otros pensadores völkisch más radicales, muy activos en la Viena mento político» que le dictó a su secretaria Traudl Junge en el búnker
anterior a la guerra, como Georg Ritter von Schönerer, Karl Lueger y un día antes de suicidarse14. Era una batalla que no sólo debía librarse
Karl Wolf, pero en la esencia de esta transformación se puede detectar en la esfera de la organización económica, de la eugenesia, de la remi­
también la energía de la rebelión contra la decadencia de finales de litarización y del imperialismo, sino también en la de la cultura, la
siglo en su variedad más programática, mítica y «apocalíptica», una «filosofía de la vida» y la «fe» que para Hitler representaban las pre­
variedad con la que Hitler tomó contacto a través de la floreciente misas de los demás aspectos de la existencia hum ana15.
subcultura artística, intelectual y política que frecuentaba a diario. A Ya vimos en el capítulo 6 que una de las metáforas que se asocian
diferencia del Duce, Hitler no empezó a considerarse como el propheía de manera natural con Hitler al fomular esta «lucha» contra la deca­
que necesitaba la nueva comunidad de una época desintegrada hasta dencia es la del jardinero que tiene la confianza en sí mismo y la fuer­
después de la guerra. Sin embargo, y en esto también se diferenciaba za necesarias para «podar de forma implacable y despiadada los brotes
de Mussolini, cuya Weltanschauung se caracterizaba por su célebre salvajes y arrancar de raíz las malas hierbas»16. Cuando se quisieron
inestabilidad, el principio básico del extremadamente sincrético «mapa dar cuenta, los entusiastas seguidores nazis ya estaban inmersos en la
cognitivo» que determinaría el modo en que Hitler cumpliría su mi­ campaña implacable y despiadada que transformaría Alemania en un
sión ya se había fraguado antes de 1914. Consistía en una visión cohe­ jardín perfecto, y no participaron en ella por obediencia ciega o por
rente y estable de un Volk alemán, dividido territorialmente por la his­ miedo, sino porque habían interiorizado el sistema de valores de Hit­
toria, traicionado por los políticos, amenazado por enemigos raciales ler, su Weltanschauung, conforme a un proceso de asimilación ideoló­
y políticos interiores, que había que unificar y regenerar por medio de gica que Ian Kershaw ha definido como «trabajar en la dirección del
un proceso de renovación total. Para Hitler existía un nexo entre la Fiihrer» fworking towards the FührerJ, una traducción poco afortuna­
sociedad, la cultura, la historia y la raza, algo que además de antilibe­ da, como veremos a continuación. Kershaw encontró por primera vez
ral resulta profundamente antihumanista, una actitud que al joven
Mussolini le era totalmente ajena cuando se sintió por primera vez '- Ib id ., p. 21.
llamado a «anunciar una nueva era» en 1909. 11 Hitler, M ein Kampf, cit., pp. 27-28.
Por tanto, uno de los pasajes más sinceros de Mein K am pfes el del 14 Esta «escena» aparece en la película de Oliver H irschbiegel, D er Untergang (2004),
una adaptación del libro hom ónim o de Fest.
capítulo «Años de estudio y sufrimiento en Viena» en el que Hitler
15 Véase supra capitulo 3, pp. 144-145.
afirma: «En esta época tomaron forma en mi interior una imagen del 16 Hitler, M ein Kampf, cit., p. 28.

392 393
esta contundente expresión en un discurso de Werner Willikens, el la sociedad, que para millones de personas encarnaba el Führen «Traba­
secretario de Estado del Ministerio de Agricultura prusiano. Willikens jar en la dirección del Führer» implicaba asimilar la cosmología que él
afirmaba que había que procurar trabajar siempre «im Sinne des encamaba y expresarla activa y prácticamente de una forma que le resul­
Führers», es decir, trabajar de manera fiel a lo que Hitler quiere decir, tará familiar a cualquiera que haya estudiado una comunidad o movi­
a lo que tiene en mente, a su manera de pensar, su propósito, su «espíri­ miento carismàtico, religioso y tradicional.
tu»17. Desde el punto de vista fenomenológico, no sólo equivalía a El análisis que realiza Richard Etlin de la «lógica perversa del pen­
responder de forma pasiva al carisma de Hitler, sino tomar parte activa samiento nazi» en cuanto función de sus «metáforas básicas» ha con­
en su misión. Esta versión profana de la participatio mística es intrín­ tribuido de forma considerable a la comprensión de este «centro ideal
seca a los mecanismos psicológicos conforme a los que actuaba el de valores». Etlin sostiene que la metáfora básica del mito nazi es la de
tristemente célebre «carisma» de Hitler, y logró transformar la Volks- «la sangre y la tierra», según la cual «el enorme atractivo psíquico de la
gemeinschaft de los años treinta, cuando el culto al líder se encontraba sangre se aúna con la metáfora de las raíces, considerándose así que
en su máximo apogeo, en una «comunidad carismática» de alemanes todo lo que parece vital nace de la tierra»20. Según nuestro análisis del
que canalizaban su creatividad y su productividad de forma espontá­ fascismo en cuanto forma de modernismo político, en el caso de Ja
nea en un nuevo Reich concebido como Estado modernista. Como cultura nazi esta metáfora compuesta estaría ligada a otras dos igual de
decía uno de los conversos al nazismo, un hombre que tenía veinte importantes: en primer lugar, a la concepción de la nación o del pueblo
años cuando Hitler fue nombrado canciller: en cuanto organismo vivo, y no nos referim os únicam ente al «cuer­
po político» tan importante en la concepción hobbesiana del Estado,
Irradiaba un carisma [Ausstmhlung] que parecía que nos transmi­ sino a una entidad literalmente biohistórica, el «Volkskorper»; y en
tía. No sólo teníamos la sensación de que se dirigía de forma personal segudo lugar, al mito arcaico según el cual la palingenesia, el declive,
a cada uno de nosotros, sino que pensábamos que nos encontrábamos la muerte y la destrucción son el preludio necesario para la regenera­
en presencia de un hombre con una misión que cumplir, una misión ción, el renacimiento y la renovación. Una lectura atenta de los textos
que iba más allá de lo meramente político18. ideológicos nazis21, demuestra que se suelen aricular en torno a alguna
de estas metáforas en particular o a una combinación de las tres. Jun­
Las implicaciones que el amplio proceso de osmosis ideológica que tas, constituyen la lógica -« el centro ideal de valores»- que anima el
se experimentó en los albores del Tercer Reich tuvo sobre la transformar «nuevo orden» nazi, y que le presta su poder afectivo a motivos tan
ción cultural de Alemania fueron enormes. Resulta comprensible que el recurrentes como «la redención nacional», la «limpieza» cultural y
intento de diseñar una nueva cultura alemana desde arriba por medio de racial y el «sacrificio».
la coacción, sobre todo gracias a las purgas del arte y del pensamiento Dietrich Loder, un oficial poco importante en el Tercer Reich, ex­
decadentes y a la tarea de integración y de coordinación de todas la áreas plicaba así cuál era la relación entre raza y cultura a los lectores del
de producción cultural que emprendió Goebbels con ayuda de la institu­ Vólkischer Beohachter cuatro meses antes de que los nazis «tomaran
ción tentacular de la Cámara de Cultura del Reich, haya dado pie a tan­ el poder»:
tas monografías especializadas. Menos atención se ha prestado sin em­
bargo al factor cultural concomitante de la sinergia que se estableció La cultura es un organismo igual que los demás. (Jn organismo
entre el líder y sus seguidores, que constituyó la base de la hegemonía que vive, crece y se desarrolla, pero que también puede enfermar y
dominante del nazismo mientras parecía que el régimen iba cumpliendo
sus objetivos. Nos referimos a la creación espontánea de un arte y un pen­ absoluto» para explicar la dinám ica de la hegem onía cultural. Véase sus Essays on ídeology,
Londres y Nueva York, Verso, 1971, p. 54.
samiento que, al menos en la mente de cada artista o pensador, daba forma
2,1 Richard Etlin, «Introduction. The Perverse Logic o f Nazi Thought», en Richard Etlin
verbal o plástica a lo que Broch llamaba «el centro ideal de valores»19 de (ed.), Art, Culture, and M edia u n d erth e Third Reich, Chicago, University of Chicago Press,
2002, p. 9.
17 Kershaw m enciona este discurso en Hiller. 1889-1936: Hubris, cit., p. 529. La refe­ 21 Aquellos lectores que no entiendan alemán pueden consultar la antología tem ática en
rencia que da es Niedersächsisches Stattsarchiv, Oldenburg, Best. 131, Nr. 303, Fol. 131v. dos volúmenes de D etlef M ühlberger, H itler's Voice. D er völkischer Beobachter. 1920-1933,
18 Se cita en Guido K nopp y Peter Hartl, «D er Verführer», en Guido Knopp (ed.), Hitler. Berna, Peter Lang, 2004. Esta obra es una buena introducción a la dinám ica ideológica del
Eine Bilanz, Berlin, Siedler, 1995, p. 76. L a cursiva es mía. nazismo en cuanto movimiento de renovación nacional dirigido a todas las clases sociales, y
,,J Existen algunas sim ilitudes inquietantes entre el concepto de «centro ideal» de Broch se hace hincapié en lo erróneo que sería reducir el pensam iento nazi a la ideología de sus
y el papel que le atribuye la teoría lacaniana de la ideología de Louis Althusser al «centro líderes más destacados o, por supuesto, reducirlo a la ideología de Hitler.

394 395
que por tanto puede necesitar curación. Y la cultura alemana moderna Adam, que creció en el Berlín de la época de Hitler, opine que la cul­
está infestada hoy en día de parásitos. Como la cultura nace de la tura nazi no es más que «la expresión artística de la ideología bárba­
esencia del pueblo, de la totalidad de sus condiciones de vida y mani­ ra», y que afirme que «el arte del Tercer Reich sólo se puede juzgar
festaciones vitales, el pueblo padece los efectos de las enfermedades con la lente de Auschwitz»27. Sin embargo, en historiografía a veces
de su cultura. los análisis retrospectivos pueden distorsionar la realidad, y el precep­
to reduccionista de Adam oscurece la complejidad de la relación cau­
A continuación, Loder advertía a los «parásitos» que los anticuer­ sal que existe entre los esfuerzos que realizó el Tercer Reich con el fin
pos de la nación alemana se encargarían enseguida de combatir la in­ de provocar una «revolución cultural» y los crímenes a gran escala
fección, y luego cambiaba de inmediato de metáfora y afirmaba que contra la humanidad que cometió.
«los buitres deberían empezar a buscar sus presas en otro lugar»22. Es innegable que en cierta medida estos horribles crímenes fue­
El propio Etlin ofrece un ejemplo bastante ilustrativo de cómo esas ron impulsados por el vandalismo del conquistador que disfruta aso­
metáforas orgánicas, con sus implicaciones letales para los seres hu­ lando la cultura del enemigo vencido en una orgía nihilista tan anti­
manos, se emplearon en la articulación del pensamiento estético nazi. gua al menos como los propios vándalos. Esta motivación explicaría
Etlin alude a la actitud del experto en arquitectura pronazi Karl Straub, el pillaje y el saqueo de la herencia cultural europea que los nazis
que rechazaba la concepción arquitectónica de la Bauhaus aducien­ llevaron a cabo convencidos de que los alemanes eran un pueblo «ario»
do que la asimetría de sus construcciones carecía de «Wurzelgefühl», inmerso en una guerra contra otras razas inferiores incapaces de
una sensación de raigambre23. Pero la preocupación de Straub por los crear una auténtica cultura. La codicia y la vanidad también fueron
efectos degenerativos que el modernismo arquitectónico «sin raíces» factores que influyeron en «el rapto de Europa», rico en episodios
podía ejercer sobre la vida alemana apunta también a la existencia de individuales de corrupción protagonizados por algunos dirigentes
un «imaginario» organicista de la nación, y es indisociable del mito de nazis, en particular por Hermann Goering28. En un sentido, se puede
la palingenesia. El hecho de que el libro en el que aparecieron las teo-' interpretar que esta actitud es un ejemplo de la iconoclasia ritual
rías de Straub, La arquitectura del Tercer Reich, se publicara en 1932, propia de la Antigüedad, similar a la cruzada protestante contra «los
antes de que existiera el Reich y, por tanto, sin ninguna presión del ídolos» que tuvo lugar en el apogeo de la Reforma o a la destrucción
Estado, confirma esta tesis24. No obstante, hay otro aspecto en el que de los dos gigantescos Budas de Bamiyan cometida por los talibanes
el estudio de la «lógica» del nazismo de Etlin no ofrece una explica­ recientem ente2^.
ción plenamente satisfactoria, y necesita por tanto un complemento en Sin embargo, y aunque parezca paradójico, la devastadora «guerra
el caso de que el veredicto que ofrece Straub del Estilo Internacional contra la cultura» que declararon los nazis se encuentra también ínti­
se utilice con el fin de probar que el nazismo odiaba la estética moder­ mamente ligada a la lógica modernista del Tercer Reich como unidad.
nista en todas sus expresiones. El objetivo de esta guerra era poner unos cimientos sólidos sobre los
No cabe duda de que hay un sinfín de imágenes y de textos convin­ que poder construir el renacimiento cultural que florecería como desa­
centes que indican que este odio existió, como la ridiculización de fío a la decadencia que había engendrado una época dislocada, un des­
cuadros modernistas de la exposición de arte degenerado25 y los histé­
ricos ataques verbales contra el «arte moderno» y contra la «cultura enero de 1928; 27 de abril de 1929; 11 de abril de 1930; 22 de octubre de 1930; 3 de junio
bolchevique» de Hitler, Rosenberg, Goebbels y otros muchos «exper­ de 1931; 21 de febrero de 1931; 7 de octubre de 1931; 14 de julio de 1932; 25-26 de sep­
tiem bre de 1932; 4 de noviembre de 1932. Le agradezco a D etlef M ühlberger que haya teni­
tos en arte» de menor categoría, antes incluso de que el NSDAP llega­ do la generosidad de facilitarme estos dalos.
ra al poder26. Por tanto, es comprensible que el documentalista Peter 27 Peter Adam, A rts o fth e Third Reich, Nueva York, Harry N. Abrams, 1992, p. 9,
28 Las extraordinarias proporciones del pillaje sistem ático del legado artístico europeo
21 D ietrich Loder, «Die Krankheit der deutschen Kultur», Völkischer Beobachter 269/ que llevó a cabo el Tercer Reich han sido estudiadas con todo detalle por Lynn Nicholas, The
270, 25-26 de septiembre de 1932. Rape o f Europa, Nueva York, Vintage Books, 1995; y por Jonathan Petropoulos, A rt as Po­
1! R. Etlin, «The Perverse Logic o f Nazi Thought», cit., pp. 11-12. litics in the Third Reich, Chapel Hill (NC), University o f North Carolina Press, 1996. En
24 Karl Willy Straub, Die A rchitektur im Dritten Reich, Stuttgart, A kadem ischer Verlag ambas obras se describen la avaricia y la corrupción endém icas del Tercer Reich, síntomas
Wedekind, 1932. del vacío que existía entre los ideales de la Weltanschauung nazi y la moral personal de
25 Stephanie Barron, Degenerate Art. T h efa te o f the Avant-gurde in Nazi Germany, Los muchos nazis, otro aspecto de la im posibilidad de llevar a cabo una utopía que estuvo con­
Angeles, Los Angeles County M useum, 1 9 9 1, denada desde el principio.
26 Así lo confirman los num erosos artistas sobre arte, estética y cultura que aparecieron 29 Véase David Freedberg, The Power o f images. Studies in the History and Theory o f
en el Völkischer Beobachter durante el « Kampfzeit», p. e. el 3 de marzo de 1921; 28 de Response, Chicago. The University o f Chicago Press, 1989.

396 397
pliegue de creatividad producido por mentes saludables que converti­ E l m o d e r n is m o d e l a r t e n a zi

ría a la renacida Alemania en el centro neurálgico de una civilización


europea que Hitler había salvado, en el último momento, de caer en el La tesis que hemos esbozado abre una nueva perspectiva radical
cosmopolitismo y en la anarquía espiritual30. El historiador del arte sobre la estética de las obras de arte que el Tercer Reich consideraba
Eric M ichaud confirma esta interpretación. Michaud presta especial artgemäß por oposición a entartet (es decir, «generadas», saludables
atención a un pasaje de Mein K am pf en el que Hitler divide a la huma­ desde el punto de vista racial, lo contrario de «degenerado»), y que por
nidad en tres grupos, «los fundadores, los portadores y los destructo­ tanto estimulaban la salud cultural en lugar de la decadencia. Esta tesis
res de ía cultura»31. Se trata de una categorización que le lleva a dar reconoce que el arte nazi oficial, cuyos rasgos les resultan tan familia­
por sentado el corolario que afirma que la fundación de un nuevo no­ res a los historiadores actuales -la siniestra serenidad de los idilios
mos (una «religión incontrovertible») requiere la eliminación despia­ arcádicos o los paisajes bucólicos, los desnudos desprovistos de ero­
dada de la cultura del enemigo: tismo del neoclasicismo ario, las estatuas que encamaban una «germa-
nidad musculosa» frente a la humanidad disgénica, o las proporciones
El cristianismo no se conformaba con construir su propio altar: no titánicas de los edificios públicos construidos en un estilo neoclásico
le quedó otro remedio que acometer la destrucción de los altares paga­ desprovisto de la gracia y la proporción hum ana-, pueden representar
nos. La única forma de que esta fe apodíctica [incontrovertible] toma­ perfectamente una forma de kitsch34 si se les aplican criterios renacen­
ra forma era gracias a esta intoleracia fanática: esta intolerancia es de tistas o ilustrados. Este estilo expresa sin lugar a dudas un desdén por
hecho una condición indispesable para que surja esa fe32. el espíritu del «arte moderno» que el occidente liberal, individualista
y capitalista lleva más de un siglo celebrando y, por tanto, se puede
Para Michaud, esto significa que «destruir la cultura de otro pueblo decir que en un sentido restringido es «antimoderno». No obstante,
implica la destrucción del pueblo en sí, despojándole de su “derecho nuestra perspectiva parece indicar que -dejando de lado el espinoso
moral a existir”»33. De esta interpretación de la obra de Hitler se des­ asunto de la definición de unos criterios firmes para emitir este tipo de
prende que Michaud ha comprendido la importancia central que el juicios de valor- todos los artefactos culturales que sancionaba la mar­
Führer atribuía a la Weltanschautmg como base de la existencia física ca nazi de religión política son al mismo tiempo expresiones de su
y racial. modernismo sociopolítico fundamental y, por consiguiente, de su mo­
dernismo cultural, independientemente de la escuela estética a la que
pertenezcan.
30 U na de las mejores expresiones de la im agen de purificadores de la cultura que los En este sentido, el desacuerdo que se produjo entre Goebbels y
nazis tenían de sí m ism os, no sólo en A lem ania sino en la Europa aria, se puede encontrar en
Rosenberg con respecto a las credenciales «arias» del expresionismo
Christoph Steding, D a s Retch und d ie K ra k k eit Europas, Hamburgo, Hanseatische Ver-
lagsanstaft, 1938. que mencionábamos en el último capítulo, no debe interpretarse como
31 Hitler, M ein Kampf, cit., p. 263. un conflicto entre el modernismo y el antimodemismo, sino como una
33 ¡bid., pp. 412-413. N ótese que en M ein K a m p f el térm ino «fanático» sólo tiene con­ falta de acuerdo con respecto al significante más adecuado que debía
notaciones positivas. La palabra procede A efanum , que en griego clásico significa «templo».
D e esta misma raíz procede la palabra «profano» (fuera del templo). Por tanto, la fe en el
atribuirse a la estética expresionista, «saludable» o «enfermo», art­
renacim iento de la nación orgánica que defendía Hitler tiene algunos elem entos de «guerra gemäß o entartet. Si se analizan a fondo, incluso en las m anifesta­
santa». ciones antimodernas más «partidarias del pasado» de la estética nazi
33 Eric M ichaud, «National Socialist Architecture as an Acceleration o f Time», C rítical
se detecta una dinám ica de futuro, de desafío al tiempo, la voluntad
E nquiry 19 (1993), p. 224. Para una exposición más extensa del análisis de este concepto
estético de la inm ortalidad tem poralizada que tenían los nazis, véase Eric M ichaud, The C ult de encam ar una nueva temporalidad trascendental. El historiador
o f A rt in N azi G erm an y [19961, Stanford (CA), Stanford University Press, 2004. En esta alemán Ulrich Schmidt reconoce im plícitam ente este rasgo del fas­
obra el autor realiza una sofisticada «interpretación sinóptica» del proyecto nazi de transfor­ cismo cuando afirma que este movimiento «rivalizaba constante­
m ación de la decadencia, y lo exam ina a través de la lente de la historia cultural. El libro de
M ichaud presenta algunas fascinantes sim ilitudes y diferencias con la tesis del modernismo
mente con otras formas de modernismo» y producía un arte en el que
fascista que defendem os en este libro. Desgraciadamente, no podem os analizarlas aquí por «el futuro y el pasado se m ezclaban en un presente intemporal». Y
falta de espacio. Ambas obras se parecen en la relación que establecen entre la «limpieza», esto lo hacía en sintonía con las teorías culturales que «volvían sobre
la función palingenésica del arte nazi, el ritual y la eugenesia. Adem ás, M ichaud confirma la
tesis que afirma que el nazismo intentó utilizar el poder del arte y de la cultura para que
m ediara en la experiencia de un aevum trascendental, un «presente eterno» que liberaría a 34 Saul Friedländer, R eflection s on N azism . An E ssa y on K itsch a n d D eath, Nueva York,
los alem anes de las garras de Crono. Harper & Row, 1984.

398 399
las raíces mitológicas y querían reinstaurar estos modelos culturales El impulso de futuro destinado a trascender la decadencia de la
en un presente radiante que además anticipaba el futuro»*5. Sin em ­ modernidad se refleja por ejemplo en La ducha (1937), un cuadro nazi
bargo, Peter Osbom e, que tanto ha contribuido a explicar la relación de Oskar Martin-Amorbach que a primera vista se puede interpretar
que existe entre el flanco derechista de la vanguardia, la modernidad como expresión de la nostalgia de un mundo preindustrial en el que
y las tem poralidades alternativas, lleva este razonamiento un poco los campesinos vivían en armonía con la tierra. Sin embargo, el cam­
más allá, y, una vez más, ayuda a desenredar una enmarañada cues­ pesino que siembra con sus manos la cosecha del año siguiente se
tión estética e histórica. muestra enmarcado por un arco iris que parece insinuar una renova­
En Philosophy in Cultural Theory, Osbome afirma que resulta muy ción cosmológica, además, este cuadro se encontraba colgado en la
arriesgado dar por sentado que existe una fórmula universal estética Casa de la Educación Alemana de Bayreuth «y su finalidad era animar
que expresa los valores del modernismo cultural, y sostiene que toda­ a los profesores a que “sembraran” los valores nacionalsocialistas en
vía no se ha llevado a cabo «una teorización adecuada de la moderni­ la juventud alemana»37. Por tanto, el mensaje del cuadro no era la nos­
dad socialista en cuanto forma histórica y cultural». De hecho, «en la talgia de un pasado mítico, sino el anhelo de un Reich futuro. Richard
pintura china es mucho más probable que el realismo socialista de Evans pone de relieve el aspecto futural del arte «de la sangre y la tie­
estilo soviético inaugurara el estilo modernista que cualquier otra ex­ rra» en general cuando afirma que «las escenas bucólicas, idílicas [...]
tensión del formalismo que se hubiera originado en su cultura visual no expresaban el regreso a un orden rural anclado en un pasado jerár­
tradicional»36. En otras palabras, el «realismo», que según los criterios quico y aferrado a la tradición, sino más bien un nuevo orden en el que
occidentales expresa los valores del antimodemismo cuando se lo > los campesinos fueran independientes, prósperos y orgullosos, y pro­
compara con Chagall o Picasso, en el contexto del maoísmo y de la dujeran los alimentos necesarios para mantener a Alemania con fuer­
cultura tradicional china a la que intentaba trascender presenta innega­ zas en los conflictos venideros»3“. En resumidas cuentas, «los nazis no
bles connotaciones revolucionarias de ruptura con el pasado. Por tan­ pretendían hacer retroceder los relojes, por mucho que hablaran de
to, se encuentra imbuido de espíritu modernista. volver a utilizar las antiguas jerarquías y reinstaurar los valores de un
Por la misma razón se puede decir que el mundo académico toda­ pasado germánico mítico»3lf.
vía no ha producido una teorización adecuada de la modernidad fas­ Aunque la Gleichschaltung de la cultura nazi se llevó mucho más
cista en cuanto forma histórico-cultural. Si se adopta una postura con­ allá de lo que se hizo bajo Mussolini, no existía una sola fórmula para
traria a las respuestas liberales al arte nazi, víctimas de un proceso de el «correlato objetivo» del renacimiento alemán. Por eso, no resulta en
aculturación, se puede interpretar que cada uno de los artefactos que modo alguno aberrante que algunos artistas partidarios de tendencias
se expusieron en la Casa del Arte Alemán en 1937 -independiente­ estéticas modernistas como Emil Nolde, Emst Barlach, Gottfried Benn,
mente de lo poco originales, grotescos, regresivos o kitsch que nos Em st Jünger y Hanns Johst se sintieran atraídos por la perspectiva de
puedan parecer hoy en d ía - son el equivalente a los productos del rea­ la renovación cultural total que prometía el Tefcer Reich. Y tampoco
lismo heroico que empleaba el «arte revolucionario» que promociona- debe sorprendernos encontrar un espíritu abiertamente moderno inclu­
ba Mao, que eran igual de «falsos y artificiales» que éstos. Tanto las so en la pequeña muestra de artefactos culturales del Tercer Reich en
heroicas posturas de los campesinos liberados como los cuerpos idea­ la que se han basado los historiadores para elaborar interpretaciones
lizados de la masculinidad (y de la feminidad) «arias» son símbolos de del arte nazi hasta la fecha, es decir, las aproximadamente 700 obras
una nueva época, actos de creación depurados deliberadamente de ex- del Reichbesitz der Kunst [Los Fondos del Arte del Reich], que se
perimentalismo «decadente», de autoexpresión y del culto fanático a encuentran desde el año 2002 en el depósito que el Museo de Historia
la innovación. Al perseguir y «arrancar de raíz» los productos de la Alemana de Berlín tiene en Spandau. Esta colección se creó inmedia­
estética modernista que identificaban con las formas degeneradas de tamente después de la Segunda Guerra Mundial, pero las obras no las
la humanidad, la iconoclasia nazi hacía valer el poder regenerador del seleccionaron los historiadores, sino algunos militares del ejército de
arte para traer una nueva era, una afirmación profundamente moder­ los Estados Unidos destinados en Munich, Francfort y Wiesbaden que
nista de iconopoética. tenían a su cargo colecciones de arte, y lo hicieron con el fin de apartar
,7 M ark Antliff, «Fascism, M odernism , and M odernity», The A r t B ulletin 84 (2002),
,s Ulrich Schmid, «Towards a Conceptualisation of Fascist Aesthetics», Totalitarian pp. 150-151.
M ovem ents a n d P o litica l R eligions 6/1 (2005), p. 139. L a cursiva es añadida. ,s R. Evans, The Third R eich in Power, cit., p. 708.
"■ Peter Osborne, P h ilo so p h y in C ultu ral Theory, Londres, Routledge, 2000, pp. 60-61. JS Ibid., p. 501.

400 401
de la vista del público el «arte propagandístico» nacionalsocialista. política que iba mucho más allá de la creación de los atractivos espec­
Con todo, en esta colección hay algunas obras que desafían estereoti­ táculos que se representaban para dismiular sus intenciones reacciona­
pos profundamente arraigados. rias, Hitler estaba convencido de que se podía vencer a la derrota con
En las pinturas nazis en las que aparecen remeros olímpicos, solda­ la «voluntad» y fundir y purificar la materia prima de la realidad his­
dos, bombardeos, tanques al asalto, puentes de autopistas o canteras tórica para crear una nueva forma gracias al poder de una Weltan­
no hay nada de «nostálgico» o de «reaccionario». Asimismo, los cien­ schauung total surgida de un diagnóstico modernista de la crisis de la
tos de obras de Autobahnkunst que se exhibieron en la exposición de modernidad del siglo xx43. Por tanto, existe un pasaje subterráneo que
1936 titulada «Las carreteras de Adolf Hitler en el arte» expresaban conecta la obra de Kandinsky Sobre lo espiritual en el arte con la creen­
cada una a su manera la simbiosis de modernidad y «eternidad» que cia de Hitler en que el arte era una fuente de «energía eterna, mágica
constituía la esencia misma de la estética modernista atlternativa en [...] que domina la confusión y restituye un nuevo orden a partir del
las bellas artes. Los artistas que crearon esas imágenes no «trabajaban caos»44, de la misma manera que existe un pasadizo que une lo que
en contra del Fiihrer». En Hitler and the Power o f Aestheücs, Frederic Kermode llama las «inofensivas» ficciones de renovación con los mi­
Spotts llama la atención sobre el diseño «sencillo, modernista inclu­ tos letales de revolución política. Hitler estaba todavía más convenci­
so» de los pasos elevados de las Autobahnm, y afirma además que «por do que Mussolini de que la cultura purgada de decadencia era el crisol
lo que respecta a las autopistas, Hitler era un modernista»41. Sin em­ del que surgiría la energía candente que transformaría Alemania, una
bargo, no establece ninguna conexión entre el uso que hace de ese visión que a partir de 1929 no sólo adquirió una enorme resonancia
término en cuanto categoría estética y el personaje que describe en su entre los círculos de vanguardia, sino también entre un amplio sector
libro, alguien que «consideraba que la cultura no era sólo el fin al que del público alemán.
debía aspirar el poder, sino además un medio para alcanzarlo y una
forma de conservarlo». Spotts evoca inconscientemente nuestra teoría
primordialista y existencialista cuando cita a Eric Gombrich, quien L a e s t é t ic a m o d e r n i s t a b a jo e l n a z is m o
sostiene que el expresionismo «surgió del miedo a “la soledad total
que reinaría si el arte fracasaba y cada hombre [sic] permanecía ence­ Con todo, la pintura nazi no fue sólo abierta y absolutamente «mo­
rrado en sí mismo”». Y después afirma: derna» en los temas que abordó. El estudioso norteamericano Gregory
I Maetz ha dedicado algunos años a catalogar unos 10.000 cuadros
El propio H itler com partía este miedo, aunque consideraba que creados, expuestos y vendidos de forma relativamente pública bajo el
el expresionism o era la enferm edad que el arte debía curar. Puede Tercer Reich. Se trata de pinturas que se encontraban en los Estados
que su intuición más precoz fuera percibir la anom ia de la vida del Unidos y en Alemania desde 1945, olvidadas, algunas todavía emba­
siglo xx. La m eta que se puso, un elemento clave de su atractivo ladas, pues los gobiernos de ambos países no querían saber nada de
político, fue sustituir el sentimiento de derrota y de aislamiento que estos testigos mudos del cataclismo nazi. Algunos de estos lienzos son
tenían los alemanes por la confianza en sí mismos y el orgullo. La una prueba irrefutable de que cientos de pintores nazis o asimilados al
cultura, que a lo largo de la historia había definido la identidad ale­ nazismo siguieron siendo fieles a la estética modernista -a l menos en
m ana frente a la desunión y a las fronteras am biguas, desempeñó un lo que concierne al estilo y a la técnica- hasta el final. Los extraordi­
papel vital42. narios descubrimientos de Maertz demuestran que en la historia cultu­
ral del Tercer Reich hubo una «nueva era», o por lo menos una fase
En términos de nuestra metanarrativa reflexiva, este pasaje pone de altamente productiva, que hace pensar que dentro de poco lo más sen­
relieve que Hitler no fue un modernista sólo en lo que respecta a las sato será afirmar que existió una continuidad entre la explosión de la
üutobahns: su visión de la cultura, de la historia, de la sociedad y del
poder también era modernista, y esta visión le llevó a una «estetiza- 4? Véase E. M ichaud, The C ult o f A rt in N azi G ermany, cit., pp. 4-5, 34-35, donde se
ción» o, mejor dicho, a una metapolitización de su propio concepto de ofrece un retrato de Hitler com o el artista-Cristo que m odela a los alem anes para convertir­
los en una nueva raza. Véase tam bién Sim onetta Falasca-Zam poni, F ascist Spectacle. The
A esthetics o f P ow er in F ascist Italy, cit., p. 13, donde se describe a M ussolini com o el «líder-
40 Frederic Spotts, H itle r an d the P ow er o f A esthetics, Londres, Pimlico, 2000, p. 387. escultor» que crea nuevos italianos.
4: Ibid., p. 393. 4+ E. M ichaud, The C ult o f A r t in N a zi G erm an y cit-, p, 15. No se especifica de dónde
42 Ibid., p. xii. se ha sacado la observación de Hitler.

402 403
F ig u ra 18. U no d e los a p ro x im a d a m e n te 10 .0 0 0 c u a d ro s q u e se c re a ro n , se
Figura 19. O tra de las pin tu ras nazis «perd id as» que se en cu en tran en la actu alid ad en
e x p u sie ro n y se v e n d ie ro n p ú b lic a m e n te b ajo el T erce r R cich , pero que hasta hacií
el D eutsches H istorisch es M useum . « D er O ly m p im R egen» [El m onte O lim po
p o c o e s tu v ie ro n fu era del a lc a n c e de los h isto ria d o re s c u ltu ra le s que se d e d ic a n ¡il
envuelto en un aguacero ], firm ada por O tto M eister en 1943, acuarela sobre papel. Le
e s tu d io d e la c u ltu ra n a z i. U lrio h E rtl. « E rliise rb e rg » [El m o n te d e la re d e n c ió n ],
estoy m uy agradecido a G regory M aertz por d arm e p erm iso p ara u sar las fotos
a c u a re la y tiz a so b re p apel. L e esto y m uy a g ra d e c id o a G reg o ry M a e rtz que me
originales de esle cuadro.
d ie ra p e rm iso p ara ulili/.a r la s fo to g ra fía s o rig in a le s de este c u a d ro q u e te n ía en
su p o d er. Staffel d e r bildenden K ünstlern, C olección de arte de la guerra alem ana, D eutsches
H istorisches M useum . Berlín (núm ero M unich 51315, núm ero G ilkey 4588). Las
Staffel d e r bildenden K ünstlern, C olección de arte de la guerra alem ana. DeuLsches am bigüedades que rodean a la propiedad Segal de esta obra seguían sin resolverse cuando se
H istorisches M useum , B erlín (núm ero M unich 50873, núm ero G ilkey 2111). Las entregó este libro a la im prenta.
am bigüedades que rodean a la propiedad legal de esta o b ra seguían sin resolverse cuando se
en treg ó este libro a la im prenta.

U n c l a s ic is m o m o d e r n is t a
estética modernista de la República de Weimar y la producción cul­
tural nazi, incluso desde el punto de vista del estilo y de la forma, Una vez reformulada la estética nazi de esta forma tan radical, los
algo que hasta ahora nadie podía sospechar. Contrariamente a lo que vínculos entre el arte nazi aparentemente antimoderno y las formas
se cree, la estética modernista no desapareció por completo de la contemporáneas de modernismo social salen a la luz. De este modo,
estera pública, sólo lo hicieron ias obras de arte que abordaban una cuando se analiza la promoción que el Tercer Reich hizo del neoclasi­
tem ática «decadente» o excesivamente distorsionada, o que presen­ cismo en cuanto estética pictórica y escultórica aceptable, se descubre
taban unas propiedades formales ininteligibles que tenían un sabor- que esta actitud no era ni mucho menos una huida de la modernidad.
cilio patológico45. Los desnudos atléticos, desprovistos de erotismo, que miran más allá
Cuando termine el proceso de reevaluación, puede que a los histo­ del espectador hacia un horizonte distante en alegorías, retratos, poses
riadores deje de sorprenderles el empleo expresionista del color en heroicas o escenas deportivas, invocan el clasicismo como reserva de
este cuadro que representa «El monte de la redención» (véase figura los valores «eternos» del «ario» creador de cultura. Además, recuerdan
18)o los elementos tomados del arte japonés y la técnica inspirada en al culto a la salud, a la perfección y la reconexión con la naturaleza que
Turner que se pueden detectar en esta singular evocación del monte articularon algunas tendencias del modernismo social de principios
Olimpo envuelto en un aguacero (figura 19). del siglo xx, como el naturismo del movimiento Freikörperkultur [Mo­
vimiento de la cultura del Cuerpo Libre|4f>, la creciente pasión interna-
45 La reevaluación radical de la historia del arte na/.i de Gregory Maertz basada en la
ingente cantidad de obras nuevas que han aparecido se publicará con el título The Invisible
M useum: M o d em ist A rt in the T h irtlR e k h , New Haven, Yale University Press, 2008. 46 Véase supra capítulo 5, p. 207.

404 405
cional por el atletismo y el deporte espectáculo, el movimiento de la
danza moderna, la «vuelta a la naturaleza» y el «movimiento para la re­
forma de la vida», el culto al cuerpo47, los movimientos juveniles, y las
formas filosóficas, literarias y científicas de vitalismo, monismo, eu­
genesia e higiene racial48.
La insistencia de Hitler en que toda obra de arte estuviera «termi­
nada» y en que las esculturas tuvieran líneas «claras, bien definidas» y
no se distorsionara la perspectiva hum ana-salvo en las proporciones-
es una instancia del principio general que, como vimos, Francés Soun-
ders define como el imperativo de «limpiar, esterilizar y reordenar para
suprimir el caos y la suciedad»49, un componente esencial del moder­
nismo social y estético y de la psicodinámica del Estado jardinero. En
este sentido, el documental en dos partes que realizó Leni Riefenstahl
en 1936 con ocasión de los Juegos Olímpicos de Berlín, Olympiade
(1938), o los colosos «arios» del proyecto escultórico de Josef Thorak
para un «Monumento al trabajo» (véase figura 20), diseñado para la
mediana de una autopista cercana a Salzburgo50, son dos ejemplos des­
tacados de la estética modernista nazi que demuestran el nexo que exis­
tía entre el clasicismo, la cultura del cuerpo y la eugenesia en el proyec­
to nazi de una revolución antropológica «aria».
Algo parecido sucede cuando analizamos los proyectos arquitectó­
Figura 20. Maqueta de la escultura colosal «Denkm al der Arbeit» [M onum ento al
nicos nazis, que se suelen interpretar como el paradigma del antimo-
trabajo] que diseñó Josef Thorak para adornar la mediana de una autopista que se
dem ism o51. A pesar de ello, en su estudio de los planes arquitectónicos acababa de construir cerca del lugar de nacim iento del artista, Salzburgo.
para la ciudad de Berlín, lan Boyd advierte que no se debe interpretar
Fuente: Revista de arte nazi Die KunSl im Orinen Reich, 1938.
la predilección por el monumentalismo de estilo grecorromano en la
arquitectura oficial y en los espacios públicos únicamente como una
celebración de la creatividad «aria» y de la pureza racial, tal como aseguraba la propaganda del régimen52. Boyd sostiene que este estilo
tiene además algunas connotaciones semióticas propias de la utiliza­
47 Los ensayos recogidos en el libro de Joseph Mangan (ed.). Shaping the Superman. ción, muy extendida, del «neoclasicismo desnudo» en el periodo de
Fascist Body as Political Icon - Aryan Fascism, Portland (OR), Frank Cass, 1999, ofrecen entreguerras como emblema de la autoridad del Estado moderno, no
un estudio muy valioso de la im portancia del culto al cuerpo en los m ovim ientos fascistas en sólo en la Italia fascista y en la Rusia comunista, sino en todo el «mun­
general.
4* W ilfried van der Will. «The Body and the Body Politic as Symptom and M etaphor in do liberal». No estaría de más que aquellos que. como Peter Adam,
the Transition o f Germ an Culture to National Socialism», en Brandon Taylor y W ilfried van todavía caen en la tentación de afirmar que el clasicismo nazi, al igual
der Will (eds.). The Nazification o f A n , W inchester, The W inchester Press, 1990, pp. 14-52. que otros productos de la cultura nazi, son «la expresión de una ideo­
‘w Véase supra capítulo S. p. 207.
En [http://w w w .thirdreichriuns.com /ThorakD enkm alA utobahn.jpg] (página visita­
logía bárbara»” , tuvieran en cuenta las observaciones de Brandon
da el 30 de noviem bre de 2006), se puede contem plar una recreación artística del aspecto Taylor, quien afirma que el empleo masivo de bloques simétricos de
que habría tenido la escultura una vez colocada en la m ediana de la autobahn de Sab.bur- piedra pulida bajo en nazismo no sólo evocaba el pasado «ario», sino
go. Esta escultura no expresa nostalgia alguna por el pasado, sino una visión heroica de las supuestas propiedades «eternas» de la lisura, la geometría y la pro­
los trabajadores de la construcción alem ana, transform ados en encarnaciones m odernas de
la renacida raza aria, con sus dotes innatas pura la creación de cultura y de civilización. No porción, rasgos esenciales del modernismo internacional. En la mente
es una coincidencia que en un póster que anunciaba el últim o m odelo de lim usina M erce- nazificada, todas estas cualidades simbolizaban la salud de la sociedad
des-B enz con el eslogan «Expresión de potencia y belleza», apareciera de fondo la m aque­
ta de la escultura de Thorak. Véase Berthold Hinz. A rt in the Third Keich. Oxford. Basil 52 lan Boyd W hyte, «Berlin Architecture. National Socialism and M odernism », en
Blackw ell, 1974, p. 164. Dawn Ades et al. (eds.). A rt and Power. Europe under the Dictators, 1930-45, Londres,
51 P. e. Michael Kaplan, «Degenerate A rt and the New Corporate Style», University o f Hayward Gallery, 1996.
Tennessee Journal o f Architecture 16 (1995), pp. 29-34. 53 P. Adam, A rt o f the Third Reich, cit., p. 9.

406 407
orgánica renacida que las había producido, y por tanto están íntima­ que habían adoptado de forma entusiasta una estética modernista adap­
mente relacionadas con el modernismo, tanto social como estético, tada. Estos últimos, afirma Whyte, tenían «una visión del Estado nacio­
que se expresa en el esfuerzo por superar las propiedades amorfas, nalsocialista modernista que, en su devoción por la tecnología y la ra­
anémicas y disgénicas de la cultura contemporánea y crear una sensa­ cionalización industrial, recordaba a los Estados Unidos». Hitler adoptó
ción de eternidad54. Por tanto, cuando en la inauguración de la Casa una postura «ambigua, como es natural» con respecto a estas dos faccio­
del Arte Alemán a la que aludíamos en el capítulo 1, Hitler explicaba nes, y «animaba a las dos, pero no tomaba partido por ninguna de ellas»58.
el significado del proyecto de Troost, un proyecto que en la actualidad Aunque el Führer arremetiera contra los edificios modernos en Mein
se identifica con el conservadurismo y lo retrógrado, estaba expresan­ Kampf, llegó incluso a cortejar a los arquitectos más progresistas con
do en realidad uno de los principios fundamentales del modernismo estas sorprendentes declaraciones: «De ahora en adelante, el desarrollo
nazi. Según Hitler, el edificio representaba un paso enorme hacía «la se alcanzará utilizando nuevos materiales de construcción, como el ace­
limpieza cultural de la vida del Volk», «un punto de inflexión, la pri­ ro, el hierro, el cristal y el hormigón, y estará condicionado necesaria­
mera de una serie de creaciones inmortales que producirá nuestra vida mente por la finalidad de la construcción y por las propiedades del ma­
artística alemana». Era una obra de arte que no había sido creada para terial que se utilice»59.
el artista, sino para el pueblo, un edificio que marcaba el fin simbólico El hecho de que Hitler se rodeara de tecnócratas reduce a una sim­
de la era de la cultura bolchevique y que anunciaba el comienzo del ple paradoja una de las aparentes contradicciones de la relación entre
renacimiento cultural55. modernismo y fascismo que encontrábamos en el capítulo l . A los
La variedad de propiedades formales que empleaba la arquitectura pocos meses de llegar al poder, el régimen cerró la Bauhaus, pensando
nazi también desafía toda clase de prejuicios establecidos. El «estilo que aquella escuela era un semillero de «bolchevismo cultural». Sin
moderno» sólo estaba prohibido en los edificios públicos. Se utilizaba embargo, como vimos en el capítulo 1, ese mismo año las autoridades
para las grandes urbanizaciones, las fábricas y las centrales eléctricas, nazis preseleccionaron algunos proyectos de Walter Gropius, el funda­
mientras que en el ámbito rural se empleaba una versión actualizada de dor de la Bauhaus, y de Mies van der Rohe, su antiguo director. No fue
la arquitectura típica alemana56. Paul Bonatz demostró una elegancia un error. Ambos se sintieron animados a participar en la exposición
considerable al utilizar una estética indiscutiblemente modernista en el «.Volk alemán, trabajo alemán» de 1934 y Mies tomó parte en el diseño
diseño del puente colgante sobre el Rin que unía Colonia con Rodenkir- de estaciones de servicio para la nueva red de Autobahn. Estas parado­
che en su búsqueda de un «estilo monumental contemporáneo»57. El «es­ jas se desvanecen por completo a la luz del ensayo de Werner Durth
tilo internacional», aunque en una versión opresiva y deshumanizada, se sobre la arquitectura y el urbanismo nazis. Según Durth, los nazis «in­
utilizó también en el bloque de apartamentos de más de tres kilómetros tentaron aprovechar para sus propios fines muchas de las innovaciones
que se construyó en Prora, en la isla de Rügen, en el Báltico, para hos­ artísticas, tecnológicas y materiales de la arquitectura y del urbanismo
pedar a 20.000 veraneantes «arios» durante la posguerra. El edificio se modernos». Y lo hacían siempre que pudieran aplicarlas «de forma
levantó bajo los auspicios de la Kraft durch Freude [Fuerza a través de unidimensional a procesos técnicos de modernización, pero sin hacer
la Alegría], la típica organización de masas que creaban los «Estados referencia a las intenciones políticas, sociales y culturales con las que
jardineros» como solución al problema del ocio en la era de las masas se relacionaban en el pasado»“ .
trabajadoras (arias). Whyte describe el ambiente en el que se desarrolla­ Por esta misma razón, la buena disposición que mostró Van der
ron estos proyectos, y explica que existía una lucha entre los grupos Rohe a seguir participando en los concursos que organizaba el mismo
völkisch que rechazaban de forma visceral la estética modernista y la régimen que había cerrado el instituto que dirigía debe entenderse
facción tecnocrática formada por Robert Ley, Fritz Todt y Albert Speer, como un síntoma de reciprocidad'entre el régimen y la elite creativa de
la nación que iba más allá de la esfera de la arquitectura. Como expli­
5* Brandon Tayior, «Post-M odernism in the Third Reich», en Brandon Taylor y W il­ ca Durth: «Con la esperanza de que la moda del “arte de la sangre y la
fried van der Will (eds.), The N azification o f A n , Winchester, The W inchester Press, 1990, tierra” y de la arquitectura völkisch se pasara y de que las nuevas em-
pp. 135-141.
55 Norman Baynes (ed.), The S peech es o f A d o lf Hitler, A p ril 1922-A ugust 1939, 2
58 B. W hyte, «Berlin Architecture»; cit., p. 261.
volúmenes, Londres, Oxford University Press, 1942. volumen 1, pp. 587-591.
55 Se d t a en Werner Durth. «A rchitektur und Stadtplanung im D ritten Reich», en
56 Para la pluralidad de estilos que se utilizaban en la construcción nazi véase P. Adam.
A rt o fth e T h inl Reich, cit., pp. 206-299.
M ichael Prinz y Rainer Zitelm ann (eds.), N azion alsozialism u s und M odernisieru ng, Darms-
tadt, W issenschaftliche Buchgesellschaft, 1991, p. 139.
57 Harmut Frank, «Bridges: Paul B onatz’s Search for a Contem porary M onumental
«’ Ibid., p. 151.
Style», en Taylor y Van der Will, The N azification o fA rt, cit., pp. 144-157.

408 409
presas que el régimen estaba emprendiendo favorecieran el desarrollo espera». Los templos relacionados con los «mártires de noviembre» y
de las posibilidades técnicas que ofrecían la arquitectura y el urbanis­ la cadena de necrópolis para albergar los restos de los soldados que
mo modernos, muchos de los representantes de la vanguardia cultural diseñó el arquitecto Wilhelm Kreis y que debía extenderse «desde los
que habían sido censurados llegaron incluso a defender el nazismo»61. Urales hasta el Atlántico, y desde Noruega a Grecia» no tenían una
Esta actitud explica en parte por qué Van der Rohe firmó la «Decla­ función conmemorativa en el sentido convencional. Debían funcionar
ración de los Creadores de la Cultura» que se publicó el 18 de agosto como «aceleradores» temporales, herramientas de ingeniería social
de 1934 en el Völkischer Beobachter, un juram ento de lealtad al Führer destinadas a «propulsar al pueblo alemán a su destino común», un
que también firmó Em st Barlach y algunas otras figuras menores. De destino que sólo se podía vivir en un futuro mítico64. De acuerdo con
hecho, varios arquitectos de la Bauhaus tuvieron cargos importantes esta interpretación, la críptica observación de Franz Kafka, que afir­
en el Estado nazi, en particular Hanns Dustmann, el gerente de Gropius maba que «el arte es un espejo que avanza muy rápido, a veces como
hasta 1933, que bajo el régimen llegó a Reichsarchitekt de las juven­ un reloj», cobra un significado siniestro65.
tudes hitlerianas, y desde su cargo diseñó una red nacional de Centros
de Ocio y Juventud; y Ernst Neufert, un colega de Gropius que se con­
virtió en uno de los ayudantes de Speer. Van der Rohe no emigró a los El m o d e r n i s m o d e l a m ú s ic a n a z i
Estados Unidos hasta 1938, cuando la actitud oficial con respecto a la
innovación arquitectónica se había vuelto decididamente hostil y tanto Dada la excepcional contribución alemana a la tradición musical eu­
la persecución racial como el conflicto internacional estaban en el aire. ropea desde el barroco y su naturaleza pública y comunal en cuanto
Allí relanzó su carrera y, paradójicamente, sus rascacielos se convir­ forma de producción cultural, la música tuvo una enorme importancia
tieron en iconos de la arquitectura moderna del mundo libre62, el mun­ práctica y simbólica para el Tercer Reich como expresión de la creativi­
do que acabó con la «barbarie» del nazismo. dad nórdica y de la salud racial. De hecho, a los músicos «arios» les fue
Sin embargo, centrarse en la persistencia de elementos del «movi­ muy bien con el nuevo régimen. Había un flujo constante de representa­
miento moderno» en la arquitectura nazi con el fin de demostrar su ciones de música clásica y popular en los teatros, en las iglesias, en los
deuda con el modernismo es un error. Como en el caso de la pintura, festivales, en las concentraciones y en la radio, aparte de los incontables
un análisis más detallado revela que incluso las fantasías aparente­ eventos musicales patrocinados por el Frente de Trabajo Alemán (DAF)
mente más antimodernas del Tercer Reich presentan una dimensión de de Robert Ley y por las Juventudes Hitlerianas, o las 170 óperas y una
futuro, palingenésica, que se hace patente al aplicarles nuestra defini­ cantidad de obras sinfónicas mucho mayor que se estrenaron.
ción primordialista de modernismo. Esto se percibe claramente en el Los estereotipos predominantes se basan en que el Reich emprendió
estudio que lleva a cabo Eric Michaud de «la ley de la monumentali- una cruzada contra el bolchevismo cultural en este ámbito que condujo
dad» que formuló uno de los numerosos expertos en cultura del Tercer a la censura del experimentalismo «lánguido», «artificial» que encama­
Reich, Friedrich Tamms. Según esta ley, la arquitectura de la nueva ba la música atonal, y en el intento de depurar la industria musical y el
comunidad nacional «debe mostrar el tamaño “de lo que toca los cie­ repertorio clásico de «lo judío», tanto genética como estéticamente. Ade­
los”», trascender «las proporciones humanas» y debe construirse «como más, como consecuencia de esta cruzada se borró del mapa a todos los
si fuera a durar toda la eternidad»63. Michaud demuestra que esta «ley» compositores, críticos y directores de izquierdas, y se obligó al resto de
implica un salto hacia un espacio imaginario de trascendencia tempo­ artistas, intérpretes y productores a «incorporarse» a la Reichsmusikka-
ralizada que se encuentra fuera del alcance de Crono y que, por tanto, mmer [Cámara Musical del Reich] de Goebbels, una maniobra represo­
supone un cambio radical en la función convencional de los monu­ ra que acabó con la creatividad gettuina y condenó al país a una década
mentos. Sufren una metamorfosis y se transforman en el símbolo de de aislamiento con respecto a las novedades europeas. Como era de es­
«el mesías de una comunidad impaciente, el nuevo hombre anunciado perar, a grandes rasgos el jazz de Nueva Orleans se incluyó en el índice
que llega para liberar a la comunidad del tiempo, para poner fin a su nazi de obras prohibidas y se ilegalizó su radiodifusión en 1935. En
consecuencia, en la «Exposición de Arte Degenerado» de 1938 se puso
ibid.
1,1 Véase Elaine S. H ochm an, A rch itects o f Fortune. M ies van d e r R ohe an d the Third
Reich, Nueva York, Fromm International Publishing Corporation, 1990. 64 E. M ichaud, «N ational S o cialist A rchitecture as an A cceleration o f T im e», cit.,
1,5 Friedrich Tamms expone su «ley de la m onum entalidad» en «Das Große in der pp. 226-231.
Baukunst», D ie B aukunst 8 (1944), p. 60 (suplem ento de D ie K unst des D eutschen Reichs). “ Gustav Janoueh, C onversations w ith Kafka, Londres, Quartet Books, 1985, p. 143.

410 411
en la picota a este género musical en cuanto epítome de la anticultura y iniciativa indica que en algunos círculos caló el deseo sincero de crear
de la anticivilización de los negros, una raza que, al igual que la judía una ópera modernista, nazi y saludable que reemplazara a la «occiden-
y la gitana, ajuicio de los nazis carecía de raíces, era disgénica y gené­ taW americana68.
ticamente incapaz de crear arte. Hacia el final de la guerra, la Gestapo se Asimismo, el hecho de que durante los primeros años del régimen
dedicó a perseguir a los atrevidos miembros del movimiento de los «Jó­ se siguieran interpretando las obras de algunos innovadores extranje­
venes del swing», empeñados en perpetuar lo poco que quedaba de la ros como Béla Bartók y Stravinsky es un síntoma de la confusión im­
floreciente escena jazzística de la Alemania prenazi, personas capaces perante en la relación del nazismo con la música modernista. El caso
de arriesgarse a ser deportados a campos de concentración con tal de de Richard Strauss emborrona la imagen todavía más. Dado que
escuchar los programas de radio de swing y de jazz, «genuinamente» Strauss era uno de los precursores más famosos de la música moder­
americanos que emitían los Aliados y de bailar al son de esa música. En nista, tanto su nombramiento como presidente de la Cámara Musical
el contexto de la ofensiva angloamericana contra Alemania, esto se con­ del Reich por parte de Goebbels como su aceptación del cargo no eran
sideraba un acto de traición66. precisamente «previsibles». Las cosas volvieron a la normalidad ense­
Sin embargo, como sucede con la pintura y con la arquitectura, el guida, cuando Strauss fue obligado a dimitir por negarse a quitar del
tema de la modernidad musical bajo Hitler es mucho más complejo de programa de su ópera cómica Die schweigsame Frau el nombre del es­
lo que generalmente se suele suponer. Los problemas musicológicos critor judío Stefan Zweig, autor de la novela en la que se inspiraba el
que se derivan de la definición de «lo judío» y la distinción entre inno­ libreto. En 1935 se prohibió esa ópera. No obstante, antes de retirarse
vación saludable y experimentación degenerada, agravados por las a «la emigración interior», Strauss tuvo tiempo todavía de componer
diferencias en el gusto musical tanto de dirigentes como de expertos, otra ópera, Friedenstag [Día de paz], una crítica pacifista ligeramente
se tradujeron en que «en contra de las interpretaciones convencionales velada al militarismo nazi y al culto a la guerra.
de la naturaleza y de la función de las dictaduras totalitarias, los músi­ La medida que tomaron los nazis de prohibir el jazz tampoco explica
cos alemanes gozaron de un alto grado de libertad de creación y 'de del todo la actitud del régimen. Como en el resto de Occidente, desde
interpretación de sus obras»67. Esto no sólo permitió que existiera una mediados de los años treinta, época en que se puso de moda el baile del
tendencia oculta de estética modernista en la época nazi, sino que ade­ Lindy hop y del Jitterbug entre la juventud, en la vida nocturna alemana
más saliera a la superficie de vez en cuando y que, para indignación de había un apetito insaciable de swing, un tipo de jazz, para big-band que
la NS-Kulturgemeinde [Comunidad cultural] de Rosenberg, lo hiciera se escuchaba en las salas de baile, en los clubes nocturnos y el los espec­
con éxito. Los momentos más destacados de este triunfo del experi- táculos de variedades. A pesar de su origen americano y de que muchos
mentalismo delante de las narices de los censores culturales del Reich de los músicos que cultivaban este tipo de música eran negros y judíos,
fueron las incursiones en el serialismo de Paul von Klenau y Winifried incluso fuera de los Estados Unidos, debido al escaso margen que el swing
Zillig inspirándose en el exiliado «judío» Arnold Schoenberg; la ópera dejaba a la improvisación y al estado de ánimb optimista -d e Lebens-
de Paul Hindemith basada en la vida de M atthias Grünewald, un ico­ freude- que transmitía, Goebbels y los miembros de su círculo, que re­
no del expresionismo, que se estrenó en 1934; la primera representa­ conocían que era necesario que las masas «arias» se divirtieran en los
ción del Carmina Burana de Cari Orff, una obra cláramente influida momentos de ocio que tenían, cada vez más escasos, aceptaron esta
por Stravinsky y la ópera Peer Gynt de Wemer Egk, cuyos rasgos mo­ moda musical. Así se explica que el jwin^ aparezca como banda sonora
dernistas tan apropiados para la adaptación de una obra de Henrik Ib- de algunas películas nazis, que algunas importantes bandas extranjeras
sen hicieron furor. Parece ser que esta obra le debió parte de su éxito a como Jack Hylton y su Orquesta tuvieran una acogida tan entusiasta
que a Hitler le gustó. La NS-Kulturgemeinde también patrocinó el cuando actuaron en Alemania justo antes de la guerra y que, según los
intento de crear una forma moderna y nazi de Gemeinschaftsoper criterios nazis, la escena jazzística «más salvaje» siguiera prosperando
[ópera comunitaria] de Ludwig Maurick a través de la ópera El regre­ al amparo del swing en Hamburgo durante la guerra, hasta el punto de
so de Jorg Tilman. Aunque fue un auténtico fracaso de taquilla, esta que algunos aficionados acérrimos invitaron a una de las mejores ban­
das de Holanda a tocar durante una temporada entera en el Alsterpavi-
“ M ichael Kater, D ifferent D rum m ers. J a zz in the C ulture o f N azi G ermanv, Oxford, llion hasta que intervino la Gestapo.
Oxford University Press, 1997; M ike Zwerin, Sw ing under the N azis. Jazz a s a M e ta p h o rfo r
Freedom, Nueva York, Cooper Square Press, 2000.
67 Michael Kater, The Tw isted M use. M usicians an d their M usic in the Third Reich, 68 Erik Levi, «Opera in the N azi Period», en John London (ed.), Theatre U nder the
Oxford, Oxford University Press, 1997. p. 189. N azis, M anchester, M anchester University Press, 2000, pp. 136-186.

412 413
De la misma manera que algunos alemanes no veían conflicto al­ del renacimiento cultural. No es de extrañar que tantos compositores,
guno en profesar la fe cristiana y, al mismo tiempo, defender a Hitler intérpretes, directores, críticos musicales y musicólogos consagrados72
-cuyo «cristianismo positivo» era una burla de todo aquello por lo que se sintieran a gusto trabajando bajo el nuevo régimen, incluso perso­
Cristo se sacrificó en la cruz69- , otros se las arreglaron para conciliar najes con tanto talento como Richard Strauss, Paul Graener, Gustav
su pasión por el ja zz con la lealtad al Tercer Reich. Uno de los ejem­ Havemann, Wilhelm Furtwángler y Peter Raabe. Después de todo, el
plos más notables de este fenómeno paradójico lo ofrece el Oberleut­ Tercer Reich había prometido conceder a los artistas alemanes un pa­
nant de la Luftwaffe Dietrich «Docktor Jazz» Schulz-Köhn, el promo­ pel mucho más relevante para la vida de la comunidad y de la nación
tor de ja zz más importante antes de 1933. Su pasión por esta expresión que el que tenían en la República de Weimar.
artística tabú no disminuyó después de su conversión al nazismo. Du­ En este contexto, no cabe duda de que la teoría que afirma que el
rante la guerra organizó sesiones clandestinas de jazz [Mitteilungen] culto a la música de Wagner que patrocinaba el propio Hitler era un anti
y, a finales de 1942, se sacó una foto con el uniforme del ejército ale­ modernismo reaccionario debería someterse a revisión73. Ya hemos visto
mán en frente de La Cigale, uno de los locales de jazz más famosos de que en la Europa de fin de siglo muchos identificaban el wagnerismo
París, junto a seis músicos de swing: cuatro negros, un judío y el gui­ con los movimientos contrarios a la decadencia que postulaban la revi-
tarrista gitano Django Reinhardt, personajes que encarnaban la dege­ talización de la sociedad, como el pensamiento nietzscheano, las ideas
neración racial7'1. de Freud o el monismo. Así, cuando Nordau, en su libro Degeneración,
Con todo, esta enumeración de las tensiones que existían entre la trataba de convencer a sus lectores de que el wagnerismo era la contri­
política oficial y la práctica sólo sirve para analizar el modernismo bución alemana a «la mística moderna», que equiparaba con la decaden­
musical de los nazis de manera superficial. El propio Michael Kater cia moderna, estaba en realidad rindiendo un homenaje al modernismo
nos recuerda que «como los nazis se veían a sí mismos como revolu­ esencial de la música de Wagner74, que residía en el intento sistemático
cionarios políticos, sociales y culturales, esperaban que se produjera de utilizar el poder combinado del mito y del arte con el fin de regenerar
un cambio en el arte, una revolución incluso, en consonancia con-el una Alemania asolada por las fuerzas del desencantamiento y de encon­
resto de cambios que ellos pudieran provocar»71. Aunque los nazis in­ trar un nuevo centro espiritual para una sociedad desarraigada. Fue este
tentaran purgar la música alemana de lo que Hitler llamaba «sus excre­ aspecto antidecadente de Wagner el que indujo al modernista cultural
cencias tumorosas» no debemos olvidar el impulso de futuro, de reno­ arquetípico, Nietzsche -a l que Nordau también tachaba de degenerado
vación cultural, de su actitud hacia la música en cuanto fuente de a causa de su «egomanía», y al que los nazis también rendían culto ofi­
artgemäß, de sublimidad «racialmente correcta». Tampoco debemps cialmente- a escribir un himno de alabanza al poder redentor de las
pasar por alto la importancia fundamental que el régimen le atribuía a óperas wagnerianas en El nacimiento de la tragedia.
las artes en general, en la medida en que consideraba que, más allá de Robert Gooding-Williams explica que el primer Nietzsche pensaba
su dimensión lúdica, económica o de su relación con un sentido de la que la m úsica de Wagner encarnaba «la “raíz”'dionisiaca y la esencia
belleza «etéreo» y desarraigado, el arte era la sangre vital de un pueblo del espíritu alemán», y que las representaciones en Bayreuth marcaban
creador de cultura. Conforme a este espíritu, el Tercer Reich estaba «el regreso del espíritu “a su propio ser” a través del poder purificador del
decidido a asimilar todo tipo de música, pasada y presente, que consi­ mito»75. Incluso cuando se retractó de forma tan mordaz en El caso Wag-
derara compatible con su proyecto de renovación y a ponerla al servicio
72 Véase Erik Levi, «M usic and National Socialism. The Politization of Criticism, C om ­
w En H oiy Reich. N azi C onceptitm s o f Christianity, 1919-1945, Cambridge, Cambridge position, and Performance», en Taylor y W ilfried van der Will (eds.), The N azification of Art,
University Press, 2003, Richard Steigmann-Gall intenta corroborar la tesis que afirma que cit., pp. 158-182.
hay pruebas suficientes para postular que los nazis aseguraban que representaban un «cris­ 73 P. e. uno de los críticos que reseñó el libro de Brigitte Hamann, W inifred Wagner. A
tianism o positivo». Sin embargo, sus razonam ientos han sido som etidos a la crítica exhaus­ Life a t the H e a rt o f H itle r’s Bayreuth, Londres, Granta Books, 2005, tituló su artículo «Una
tiva de los cuatro artículos que aparecen en el número de The Journal o f C ontem porary ventana al despotism o para adentrarse en la mente de lo reaccionario».
H isto ry 42/1 (2007), dedicado al debate «Nazismo, cristianismo y religión política». Estos 74 Max Nordau, D egen eration, D, Appleton, 1895, volum en 2, capítulo 5, «The Richard
cuatro artículos, escrupulosam ente docum entados, demuestran que el nazismo era en esen­ Wagner Cult», p. 171.
cia profundam ente hostil al cristianism o e incompatible con la m etafísica, la ética y la sote- 7’ Robert Gonding-W illiam s, T am th u slra 's D ion ysian M oderism , Stanford (CA), Stan­
riología cristianas. El nazismo no quería ofrecer a los alem anes «arios» un cristianismo ford University Press, 2001, pp. 103. Para la celebración de la música de W agner com o ve­
«positivo», sino una religión alternativa al cristianism o. hículo para la redención de la decadencia de Alem ania y Bayreuth com o «lugar de regene­
70 Véase [http://djangomontreal.com/doc/Pictures/htmJ (página visitada el 17 de octubre ración artística», véase W alter Frisch, «Ambivalent M odernism. Perspectives from 1870s
de 2006). and 1880s», en G erm an M odernism . M usic an d the A rts, Berkeley, University o f California
71 M. Kater, The T w isted M u se. cit., p. 177. Press, 2005.

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ner (1888), Nietzsche escribió: «Wagner resume la modernidad. No hay de realizar una síntesis «total» de todas las artes, combinando tonali­
otra opción, uno tiene que haber sido wagneriano»76. Teniendo en cuenta dades clásicas y modernas, el esteticismo con las aspiraciones progra­
esta afirmación no es de extrañar que el musicólogo Walter Frisch piense máticas de renovación social y nacional, con el fin de reconciliar distin­
que Wagner es «la figura más importante» de] modernismo musical del tos elementos dentro de una visión del mundo saturada de nostalgia de
último cuarto del siglo xix. Sus contemporáneos consideraban que sus Heimat, de comunidad, de raíces, y de revelar un pasado germánico
óperas eran «muy avanzadas en técnica y expresión», e «inspiraron incon­ primordial que sería la base del nuevo nomos.
tables obras reconocidamente “modernas” en su época»77. En óperas como Tristón e Isolda los frutos de una sociedad moder­
Sin embargo, Frisch m atiza esta afirmación. Sostiene que Wagner na desencantada se entremezclan con las fuerzas arquetípicas de eros
encarna el modo en que el modernismo que surgió durante el Segundo y táñalos' ' que ya había investigado Sigmund Freud, coetáneo de Wag-
Reich «asumió un perfil particular, un Sonderweg o vía específica» ner, que si se convirtió en uno de los focos de atención del culto mo­
que lo convirtió en «una tendencia ambivalente en la medida en que dernista a la renovación social no fue por casualidad. Como afirma el
acogía la novedad pero al mismo tiempo se aferraba con fervor a un historiador cultural Dieter Borchmeyer, «ante todo, el modernismo
pasado que se consideraba que era (sobre todo el pasado alemán) una heredó de Wagner una nueva manera de entender el mito que ya no
parte esencial del carácter germano a la que no se podía renunciar»78. tenía que ver con la “mitología” [...] sino que era más bien una forma
De acuerdo con nuestro tipo ideal, Frisch acaba de detectar la relación de explicar la realidad»84 -y yo añadiría que no era sólo una forma de
de futuro con el pasado que es la regla de toda la cultura modernista: explicar la realidad sino además de revitalizar la-. La descripción del
la actitud «antipasado» y la exaltación de la novedad de los futuristas mito que ofrece en Ópera y drama (1851), «una imagen concentrada
rusos e italianos, de Wyndham Lewis o de Emst Jünger fueron las ex­ de la realidad» anticipa el concepto de mito en cuanto grupo de imá­
cepciones que confirmaron esa regla. genes movilizadoras que desarrollaría posteriormente el modernista
Por consiguiente, el «modernismo ambivalente»79 de Frisch es un mo­ social George Sorel. Además, indica la existencia de una relación ínti­
dernismo a secas. Esta cuestión se pone de relieve cuando Frisch acepta ma, que casi nunca se menciona, entre Wagner e Igor Stravinsky, un
la tesis de Kevin Repp según la cual el hecho de que artistas como Ri­ compositor cuyas credenciales modernistas en cuanto creador de La
chard Wagner y Paul Lagarde rechazaran die Moderne de forma indis­ consagración de la primavera jam ás cuestionan los historiadores a
criminada en el siglo x t x no era una actitud antimodemista propiamente pesar de que la obra evoque las fuerzas oscuras y primordiales del
dicha. Más bien debe interpretarse como una actitud indisociable de la despertar natural y del sacrificio ritual con un espíritu que recuerda
búsqueda de «modernidades alternativas» como solución a la decaden­ mucho al imaginario wagneriano*5.
cia del Gründerzeit cuando la recién unificada Alemania sufrió el im­ Por tanto, Wagner se prestaba a la canonización del Tercer Reich.
pacto de toda la fuerza de la modernización80. No fue la estetización De la misma manera, a todos los compositores alemanes que fueron
wagneriana del nacionalismo völkisch ni su antisemitismo lo que expli­ bien recibidos en el repertorio nazi independientemente de su ética o
ca la extraordinaria influencia que tuvo su obra en el primer modernis­ de su política, se les dio un «giro» con el fin de asimilarlos a las cuali­
mo europeo81, sobre todo en Francia y en Rusia82, sino más bien su deseo dades consideradas esenciales para el despertar nacional, bien fuera
«el impulso creador faustiano» de Bach o «las raíces» de los Heder de
7I> Friedrich Nietzsche, Prefacio a The C ase Wagner, Nueva York, Vintage Books, 1967, Schubert86 -cuando en realidad algunos de los Heder más famosos los
p. 156. había escrito el judío «desarraigado» Ffeinrich H eine- Sin tomar en
77 W alter Frisch, «Ambivalent M odernism», cit., p. 9.
78 Ibid., p. 8.
consideración lo que habrían pensado los artistas originales al respec­
n Frisch ha tornado este concepto de M arion Deshm ukh, «Cultural M igration. Artists to, el «pluralismo hegemónico» dél Tercer Reich se apropió de gran
and Visual Representation between Americans and Germ ans during the 1930s and 1940s»,
en David Barclay (ed.), Transatlantic Im ages a n d Perceptions. G erm an y a n d A m erica sin ce
1776, Londres, Cambridge, 1997. Los dos polos gemelos de la psique hum ana que postula el psicoanálisis freudiano.
m Kevin Repp desarrolla esta teoria en R eform ers, C ritics, a n d the Paths o f G erm an 84 Dieter Borchmeyer, D ram a a n d the W orld o f R ichard Wagner, Princeton (NJ), Prin-
M odernity. A nti-P olitics an d the Search f o r A ltern ative: t, 1890-1914, Cambridge (MA). Har­ ceton University Press, 2003, p. 3 12.
vard University Press, 1995. 85 En R ites o fS p rin g [1989], Boston, Houghton M ifflin, 2000, M odris Eksteins afirma
81 David Large y W illiam Weber (eds.), W agnerism in E uropean Culture an d Politics, que La con sagración de la p rim a vera es la encarnación del m odernism o y que anticipó los
Ithaca (NY), Cornell University Press, 1984. catastróficos acontecim ientos que tuvieron lugar poco después de la prim era representación
82 Rosam und Bartlett, W agner a n d R ussian Modernism., Cambridge, Cambridge Uni­ de esta obra,
versity Press, 1995. 86 M. Kater, The T w istedM u sem , cit., p. 76.

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parte del extenso repertorio musical alemán y se grabaron infinidad de depurado del «carácter judaico», y que había disponibles ediciones
obras en estudios o en salas de concierto para que sirvieran de ejemplo que enfatizaban las presuntas cualidades arias o la aparición de la
de las cualidades orgánicas, saludables, formadoras de comunidad, de identidad nacional que había estimulado el régimen. La rica literatura
la creatividad «aria». Este legado cultural aumentó gracias a las apor­ canónica del clascismo y del romanticismo alemanes se prestaba a
taciones de una impresionante cantidad de compositores e intérpretes este fin sin apenas modificación. En cuanto a la «literatura moderna»,
alemanes vivos que fueron reclutados con diferente grado de entusias­ la quema pública de libros de ficción y de ensayos organizada por
mo o reticencia para crear música para la nueva Alemania. Mientras Goebbels en 1933 había sido una dura advertencia para cualquier au­
tanto, en algunos campos de exterminio el sufrimiento de algunos mú­ tor tentado a producir alguna obra cuya forma o contenido pudieran
sicos que no eran «arios» y vivían en un infierno humano se prolongó ser acusados de socavar los valores de la nueva «comunidad nacio­
un poco más debido a su habilidad profesional, que los torturado­ nal». Las novelas y la poesía Völkisch, algunas de ellas de una medio­
res utilizaban para no pensar en su trabajo y los torturados para olvi­ cridad execrable si se juzgan con criterios no nacionalistas, sólo tuvie­
dar por unos momentos el destino que les aguardaba87. La pieza es­ ron un auge en gran medida artificial, mientras que la nueva ficción,
crita e interpretada por el compositor m odernista Olivier Messiaen tanto la «autóctona» como la extranjera, estaba sujeta a cuidadosos
en Stalag VIIIA llevaba el elocuente título de Cuarteto para el fin de exámenes previos a su publicación en busca de signos de decadencia.
los tiempos. En cualquier caso, casi todos los escritores liberales, comunistas y
judíos más destacados se habían exiliado, y en su patria natal resultaba
imposible acceder a sus obras: el grupo de intelectuales alemanes y
L a l i t e r a t u r a y l a d a n z a r a c ía lm e n te a c e p ta b le s judíos exiliados que se establecieron en la Universidad de Albany, en
Nueva York, en 1976, eran sólo una pequeña fracción de la abundante
El complejo proceso de nazificación de la música tenía algunas hemorragia de recursos culturales que sufrió Alemania como conse­
similitudes con la Gleichschaltung de la literatura alemana. Aquí tam­ cuencia de las políticas nazis89. El puñado de escritores de talento que
bién el objetivo era en teoría restaurar la relación «orgánica» que exis­ se quedaron y que simpatizaban con el régimen, Gottfried Benn y
tía entre los artistas y la Volkgemeinschaft, en virtud de la cual sus Ernst Jünger entre ellos, se refugiaron en la emigración interior des­
trabajos eran expresiones creativas, vitalistas, del nomos «ario» eter­ pués de que estallara la guerra*'. Quizá en la de la literatura más que
no, en lugar de síntomas patológicos de la agonía y el éxtasis del «hom­ en cualquier otra esfera, la vivacidad modernista fue anulada eficaz­
bre moderno» como individuo aislado. En 1937, Helmut Langenbu- mente conforme a los estereotipos de una sociedad totalitaria91.
cher se sintió en condiciones de comunicar, en la introducción que En el ámbito teatral92, se representó otro enrevesado drama basado
escribió para una antología de literatura «nacional» [volkhaft], que la en la depuración cultural. La creatividad dramática y teatral se «nacio­
tarea de «purificación de la vida cultural alemana de toda distorsión
ajena a su esencia racial [artfremd] se había completado»: la revolu­ ** Véase la página web [http://library.albany.edu/specoll/em igre.htm J (visitada el 17 de
ción política de 1933 había «creado en la esfera de la vida literaria octubre de 2006).
* Para la com pleja relación que m antuvieron estos dos destacados autores con el nazis­
esas relaciones lúcidas, saludables, que por sí solas dotan de significa­ m o y et fascism o de posguerra, véase Russell A. Berm an, «Gottfried Benn. A Double Life in
do a la obra de cualquiera que se dedique a la creación o a la media­ Uninhabitable Regions», en Richard Golsan (ed.), Fascism, A esthetics and Culture, Hano-
ción del arte»88. ver, Univeristy Press o f New England, 1992, pp. 67-80; Elliot Neaman, «Ernst Jünger’s
M illennium, Bad Citizens for the New Century», en Richard Golsan (ed.), Fascism's R e­
En realidad lo que quería decir es que la mayor parte del tesoro de
turn: Scandat, Revision, and Ideology since ¡980, Lincoln (NE), University o f Nebraska
la literatura alemana desde las obras escritas en alto alemán medio Press, 1998.
hasta finales del siglo xix, se podía seguir leyendo como antes pero 91 El enorm e y com plejo tem a de la apropiación y de la reinterpretación de la literatura
alem ana por parte de los nazis se analiza en obras com o Ernst Loewy, Literatur unterm
H akenkreuz■Das D ritte Reich und seine Dichtung, Eine Dokumentation, Frácfort del Meno,
87 Véase Fani Fénélon, con Marcelle Routicr. Playing fo r Time, N ueva York, Atheneum , Europäische Verlagsanstalt, ¡966; Hans Sarkowicz y A lf Mentzer, Literatur in Nazi-D eut­
1977. L a Fundación Víctor Ullman m antiene vivo el recuerdo de la música que se inter­ schland. Ein biografisches Lexikon, Hamburgo, Europa, 2002. Véase tam bién George Mosse,
pretaba en al cam po de concentración de Theresienstadt y de los m úsicos. El propio Ullman, M asses and Man. Nationalist and Fascist Perceptions o f Reality, Nueva York. Howert Fertig,
discípulo de Schoenberg, fue deportado a Polonia y gaseado en Auschwitz en octubre de 1980, capítulo 3, «W hat Germans Really Read».
1944, junto con muchos otros m úsicos que tocaron en Theresienstadt. g2 Para el teatro nazi véase G ünter Berghaus, Fascism and Theatre, Oxford, Berghahn,
“ Helmut Langenbucher, Volkhufte Dichtung d er Zeit, Berlín, Junker und Dünnhaupl, 1996, capítulos 2, 8, 9, 10; John London (ed.), Theatre Under the Nazis, M anchester, M an­
1937. p. 11. chester University Press, 2000.

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nalizó» y se realizó una recodificación semiótica de obras «saluda­ Johst no era una voz que clamara en el desierto por un teatro comunal,
bles» que se sacaron de su contexto original y se reubicaron en el de la «con raíces».
«inmortalidad» de la nueva Alemania. Los insidiosos señuelos que se Antes incluso de 1933, el anhelo que tenían algunos círculos völ­
utilizaron para atraer a artistas de talento considerable para que cola­ kisch de un teatro «transformador», capaz de infundir a la comunidad
boraran en este proceso se describen de forma brillante en la novela nacional energías mitopoéticas primordiales, se había materializado
Mefisto (1936)'", que escribió el hijo de Thomas Mann, Klaus Mann, en la aparición del teatro ThingspieP6. El Thingspiel fue una forma de
inspirándose en la vida de su cuñado, el famoso actor teatral Gustaf teatro experimental cuyo principal protagonista no era un personaje
Grundgens. Sin embargo, el teatro nazi no se limitaba únicamente a individual sino el Sprechchor [el coro parlante]. La finalidad de las
aplicar un proceso de Gleichschaltung. La carrera de Hanns Johst, un propiedades litúrgicas y coreográficas de este coro era inducir una ex­
autor que experimentó con toda clase de técnicas, el naturalismo in­ periencia de catarsis colectiva al representar la redención individual a
cluido, con el fin de articular su visión del «nuevo hombre» al que través de la subordinación a la realidad superior del Volk. Esta concep­
engalanó primero con un atuendo expresionista, luego völkisch y por ción dramática implicaba una ruptura radical y deliberada con la tra­
último nazi, ofrece un estudio de caso que ilustra a la perfección cómo dición del teatro burgués y con los clásicos de Goethe y de Schiller. En
las teorías artísticas que adoptaba un dramaturgo podían meterle de un acto típico del sincretismo modernista, era a la vez antiguo y futu­
lleno en el «camino de la connivencia» con el nazismo. rista, y sus influencias eran muy variadas: desde Richard Wagner al
Johst dramatizó el «martirio» de un joven nazi en Schlageter (1933), expresionismo pasando por la calistenia, el presunto origen grecorro­
obra en la que aparece la famosa frase «cuando oigo la palabra “cultu­ mano de los antepasados «arios» de los alemanes y los espectáculos y
ra” echo mano de la pistola», atribuida erróneamente a Goebbels. Como ceremonias de la religión política nazi. Se podía detectar en él incluso
presidente de la Cámara de Literatura del Reich entre 1935 y 1945, la influencia de la apasionada llamada nietzscheana al resurgir del
Johst supervisó la depuración del catálogo literario nacional y puso en mito de El nacimiento de la tragedia91.
marcha iniciativas destinadas a Ja promoción del arte saludable. Si El movimiento Thing también está relacionado en cierto modo con
analizamos la teoría teatral que defendía en 1928, cuando el nazismo el empeño coetáneo de los fascistas en crear un teatro de masas en
era todavía una fuerza política marginal, observamos que su actitud no Italia, cuya culminación, como vimos en el capítulo 7, fue la represen­
fue un mero acto de oportunismo. Cuatro años antes de afiliarse al tación de 18 BL, «el drama del camión», en un gigantesco escenario
NSDAP, Josht ya afirmaba que la función existencial del teatro era que se construyó a las afueras de Florencia. Hasta 1935, año en que el
proveer «el último refugio a una comunidad viva, desprovista de pre­ movimiento sucumbió al profundo odio que la facción de Rosenberg
juicios, elemental» al inducir en ella «un estado psíquico primitivo» le profesaba a la estética modernista, se realizaron varios experimen­
que había recobrado «su importancia fundamental en la actualidad». tos muy elaborados de puesta en escena del Thingspiel en auditorios al
Por tanto, el papel del teatro era «poner en contacto a los alemanes de aire libre especialmente adaptados o en «lugares sagrados» construi­
nuevo con una Weltanschauung, con la substacia metafísica del mun­ dos en escenarios naturales por toda Alemania. A pesar del poco éxito
do»94. Una vez más, no se trata de «modernismo ambivalente», sino de público que tuvieron, son un buen ejemplo de la importancia que le
de un modernismo inequívocamente orientado hacia el futuro o una concedían algunos nazis convencidos a la búsqueda de una estética
«reconexión hacia delante» impulsada por la necesidad de trascen­ dramática alternativa capaz de hacer retroceder al público a los oríge­
der a Crono, un im pulso que en el caso de Johst se encontraba ya en nes míticos para así poder avanzar.
su fase de formación cuando escribió la obra expresionista El joven: En otras áreas de la cultura nazi, el espíritu de futuro del modernis­
un argumento extático95 en plena Prim era Guerra M undial. La de mo era todavía más marcado, al menos hasta que estalló la guerra.
Como era de esperar, en un principio las autoridades culturales del
Reich fomentaron la danza popular, representada casi siempre con una
'w No se pudo publicar legalm ente hasta 1981. István Szabó se inspiró en ella para la
película hom ónim a realizada en 1982.
precisión clínica y triste. Cuando observaron que no atraía el interés
1.4 Hanns Johst, Ich glaube! Bekenntnisse, Munich, A. Langen, 1928, p. 73, «The Ritual
Cure o f Fascist Theatre», en Gunter Berhaus, Fascism and Theatre, cit., p. 52. Este ensayo 96 W illiam Niven, «The Birth o í Nazi D ram a?: Thing Plays», en J. London, Theatre
es muy im portante, pues investiga la dim ensión antropológica del concepto de teatro fas­ under the Nazis, cit,, pp, 54-95.
cista, un concepto que tiene profundas analogías con la teoría del modernism o que hemos 91 Esta influencia se analiza en M anfred Frank, «Vom Bühnenw eihefestpiel zum
desarrollado en este libro. Thingspiel. Z ur W irkingsgeschichte der neuen M ythologie bei Nietzsche, W agner und
1.5 Hanns Johst, D er Junge Mensch. Ein ekstatisches Szenarium, Munich, Delphin, 1916, Johst», en W. Haug y R. Warning (eds.), D as Fest, M unich, Fink, 1989, pp. 573-601.

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popular -conclusión a la que llegaron después de darle muchas vuel­ era una expresión estética «aria» y alemana aceptable, el equivalente
ta s - decretaron que el vals era el baile alemán más genuino, y también cinético al clasicismo escultórico. Desde luego, tenía muy poco que
decidieron permitir el tango, siempre que se bailara sin la más mínima ver con el erotismo de los bailes de la vida nocturna urbana.
insinuación de erotismo. Con la intención de evitar que alguien cayera Muchos de los miembros de la extensa com unidad alemana de la
en la tentación de cortar el vals con el mismo patrón que el bolchevis­ Nueva Danza respondieron de forma entusiasta y pusieron su arte al
mo cultural, la Reichssippenamt [Oficina de Genealogía del Reich] servicio deJ nuevo régimen. El epítome de la prolongada conniven­
falsificó en Berlín el certificado de nacimiento de Johann Strauss, que cia que generó esta actitud lo encontramos en la carrera de Rudolf
se encontraba en la catedral de San Esteban de Viena, para que no se Laban, el coreógrafo m odernista más destacado del periodo de entre-
supiera que su padre era judío, algo que habría resultado muy embara­ guerras. Laban ya era director de la Ópera Estatal de Berlín cuando
zoso98. En el momento en que la censura se relajó con ocasión de los los nazis llegaron al poder. Convencido de que se podría persuadir al
Juegos Olímpicos, acontecimiento que el régimen quería que fuera el nuevo régimen para que utilizara la «danza de la expresión» como
escaparate del Tercer Reich, el culto al swing arraigó en la Alemania vehículo para alcanzar el renacim iento cultural, decidió «arianizar»
nazi con una fuerza inesperada. su escuela de ballet. El punto culminante del proceso de nazificación
La respuesta de las autoridades a la pasión que los jóvenes sentían de la danza m odernista en esta época fue la colaboración de Laban y
por el swing fue domesticarlo hasta convertirlo en una vía de desahogo Wigman, antigua alumna de Laban en el M onte Veritá y directora de
inofensiva de la euforia juvenil y que, por consiguiente, no guardaba una escuela de danza inaugurada en 1920 en Dresde, ciudad que gra­
ninguna relación con los excesos de la «decadente» escena jazzística, cias a ella se había ganado el apelativo de «ciudad de la danza». La
sino con el vitalismo y el Lebensfreude que podían utilizar los «arios» pareja no sólo ideó la coreografía de los suntuosos números de danza
saludables para divertirse. No obstante, en 1940 el Ministerio de Pro­ que se representaron durante los Juegos Olímpicos de Berlín (los
paganda promulgó una serie de decretos prohibiendo cualquier tipo de mismos que aparecerían en Olympiade de Riefenstahl) sino que ade­
baile eufórico como forma legal de diversión, y por tanto bailar swing, más organizó una competición internacional de danza paralela a la
incluso en privado, se convirtió en un modo de resistencia. Es natural deportiva. El festival de danza Juventud olímpica, que formaba parte
que las autoridades entraran en acción de forma inmediata al enterarse de la ceremonia de inauguración celebrada el 1 de agosto de 1936,
de lo que se tramaba en el Alsterpavillon de Hamburgo. A raíz de estos contó con la colaboración de Cari Orff y de W emer Egk, dos com po­
decretos se impuso una vez más un puritanismo digno de Cromwell. sitores cuyos estilos tenían elementos indiscutiblemente m odernis­
Para divertirse había que pasar a la clandestinidad". tas, y «se diseñó con la finalidad de reunir los logros de la danza y el
En la esfera de la danza moderna -o tra de las disciplinas que influ­ deporte a través de la cultura del cuerpo nazi»1"0. Los Juegos se clau­
yeron en el Tningspiel- de la época volvemos a encontrar la buena suraron con una representación de El lamento p o r la lucha y la muer­
disposición de los árbitros y de los perros guardianes de la cultura nazi te del héroe, un espectáculo en el que las mujeres lloraban a los hé­
para asimilar cualquier forma de modernismo que pudiera contribuir a roes caídos, una síntesis intencionada de lo clásico y lo moderno,
la regeneración racial o moral. Como vimos en el capítulo 5, el movi­ una pieza que mostraba una marcada y atrevida ambivalencia hacia
miento internacional de la danza moderna, alentado por figuras de la el culto a la guerra nazi.
talla de Isadora Duncan, Emil Jaques-Dalcroze, Rudolf von Laban y El acontecimiento artístico, que de haberse representado habría
Mary Wigman en las primeras décadas del siglo xx, expresaba el pro­ sido sin duda uno de los más importantes, pues habría supuesto el
fundo anhelo modernista de volver a poner en conexión a la humani­ clímax de «las amistades peligrosas» entre la danza modernista y el
dad con la naturaleza, con el cuerpo y con las verdades primordiales nazismo iniciada por Laban, se titulaba D el cálido viento y del nuevo
de la experiencia. Este movimiento prosperó durante la época guiller- júbilo, una «obra consagrada al conjunto», en cuatro partes, conce­
mina y la República de Weimar con el nombre de «danza expresiva» y bida para un reparto de mil bailarines, que se habría representado en
las facciones modernizadoras de la política cultural nazi opinaron que el recién construido Anfiteatro Dietrich Eckart. Sin embargo, en el
último momento Goebbels decidió «suspender» la representación,
,s Este episodio se recoge en Peter Kemp, The Strauss Family: Portrait o f a M usical previendo que quizá no sería del agrado de Hitler, que iba a presidir
Dynasty, Turnbridge Wells, Baton Press, 1985.
” M arion Kant, «The Nazi A ttem pt to Suppress Jazz and Swing», en Lilian K arina y
los Juegos Olímpicos y que no era precisam ente un admirador de la
M arion Kant (eds.). H itler’s Dancers. German M odern Dance and the Third Reich, Oxford
y NuevaYork, Berghahn, 2003, parte III, pp. 167-190. JOfl K arina y Kant, H itler's Dancers, cit.> p. 118,

422 423
Ausdruckstanz'01. A partir de ese momento, la danza moderna verda­ muchas comedias que reflejaban la vida cotidiana de la época (p. e.
deramente innovadora, incluso en su versión «aria», cayó en desgra­ Chicos con suerte, 1936), y su función de «lavado de cerebro» consis­
cia hasta tal punto que Laban emigró en 1938 y difundió su m ovi­ tía básicamente en contar dramas, historias de crímenes, romances o
miento en Gran Bretaña (donde todavía sigue desarrollándose como situaciones domésticas def «día a día» sobre el telón de fondo de un
forma de danza contemporánea). La escuela que tenía Wigman en Tercer Reich completamente normalizado y saneado. Estas películas
Dresde se cerró en 1942, pero ella siguió influyendo en la escena de estaban rigurosamente expurgadas de cualquier alusión a las atrocida­
la danza europea gracias a la escuela que dirigió en Berlín entre 1950 des que se estaban cometiendo. El único nexo que se puede detectar
y 1967. La posibilidad de supervivencia de una estética modernista entre las películas propagandísticas y de evasión y el modernismo es
auténtica dentro del M ovimiento de la Danza Alem án se esfumó de­ que estaban integradas en el proyecto de diseño social del Tercer Reich
finitivamente cuando Goebbels decretó en enero de 1942 la prohibi­ en cuanto Estado jardinero y por tanto en la aplicación del modernis­
ción de cualquier forma de espectáculo de danza o de ballet dramá­ mo político.
tico que tuviera un componente conceptual o experimental. Con todo, había una tercera categoría de películas nazis en las que
se podían escuchas los ecos de la rebelión cultural del modernismo en
cuanto movimiento palingenésico. Varias de ellas tenían una naturale­
A TRAVÉS DE LA LEN TE DEL NAZISMO za abiertamente propagandística cuyo mensaje implícito era la necesi­
dad de hacer que retrocediera la marea de la decadencia y de la ano-
El cine nazi refleja una tensión similar a la que encontramos en la mia. En su análisis de Hitlerjunge Quex (1933), la dramatización de la
música y la danza entre la necesidad de ofrecer diversión a la Volkge- conversión al nazismo y del martirio de un adolescente de la clase
meinschaft trabajadora y el intento de utilizarlo como un vehículo de trabajadora, Eric Rentschler recuerda a los lectores que
renovación cultura) y social. El estereotipo según el cual el Tercer Reich
fue un régimen preocupado únicamente por lavar el cerebro a sus ciu­ el cine nazi se concibió como un lugar de transformación, un arte y una
dadanos conforme al espíritu que se describe en 1984 de George Orwell tecnología aplicados al diseño de las emociones, a la creación de un
se basa en las películas realizadas con fines propagandísticos, como el nuevo hombre, y a la recreación de una mujer al servicio del nuevo
documental El triunfo de la voluntad (1935), el largometraje Ich klage hombre y del nuevo orden. Este ser diferente era una amalgama de vita­
an (1941) -u n a película cuya finalidad era «venderle» al público el lismo e irracionalidad, una criatura que anhelaba el renacimiento espiri­
programa de eutanasia'02- y la desgraciadamente famosa producción tual, una vida de éxtasis en la que la actividad no le hiciera deprimirse110.
El judío eterno (1940), un ejemplo extraordinario de «doblepensa-
miento» que ofrecía una justificación implícita de !a Solución Final, Rentschler afirma que el origen de Quex son los «dramas de trans­
aunque el genocidio de los judíos nunca se reconociera abiertamente formación» de algunos expresionistas alemánes como Em st Toller,
en cuanto política oficial y se llevase a cabo con el mismo secreto con Georg Kaiser y Emst Barlach, y las descripciones que ofrecían Gottfried
el que se hacía cumplir el «Decreto Nacht und Nebel» [Noche y nie­ Benn y Ernst Jünger de una vida individual carente de sentido que se
bla] con el que se hacía «desaparecer» a los prisioneros políticos. (El fusiona con un todo comunal, trascendental.
título de la película que dirigió Alain Resnais en 1955 sobre el progra­ El capítulo dedicado al género de las películas «Heimat» -cuyo
ma de exterminación nazi, Nuit et Brouillard, alude precisamente a ejemplo más destacado es Los alemanes quieren volverá casa (1934) ■
esta directiva.) Rentschler trae a colación otro aspecto del modernismo temático del
Había otra clase de películas nazis que eran dramatizaciones de la cine nazi, una parte integral de la búsqueda de la «revolución antropoló­
noción de sacrificio a la patria o de la figura del líder que la salva en gica» que postulaba el régimen. El hogar al que los alemanes anémicos
tiempos de necesidad. No obstante, la mayor parte de las películas que querían regresar no era un lugar geográfico, sino mítico, que encamaba
se producían eran filmes aparentemente anodinos «de evasión». Había el nomos y la communitas que había destruido la modernidad occidental
y los catastróficos acontecimientos que habían tenido lugar en Alemania
111 Ibíd., p. 117-121. Véase Karl Topfer, Em pire o fth e Senses, Berkeley, University of a partir de 1917. Incluso en los dramas románticos más inocentes en
California Press, 1997, p. 315.
ua Para el lugar que ocupaba esta película dentro del program a de «eutanasia» véase
Mark Mosterl, «Useless Eaters. Disability as G enocidal M arker in Nazi Germany». The 105 Eric Rentschler, The M in istry o f Illusion. N azi C inem a a n d its A fterlife, Cambridge
Journal o fS p e c ia l E ducation 36/3 (2002). pp. 157-170. (MA), Harvard University Press. 1996, p. 57.

424 425
apariencia que se produjeron bajo el Tercer Reich estaba latente bajo la Después de estas dos películas se estrenaría Kolberg (1945), esa
superficie el motivo de la seguridad existencial [Geborgenheit] y el de extravagancia involuntaria que, como vimos en el capítulo anterior,
la finitud [Gebundenheit], que se manifestaba a través del género, de la fue la máxima expresión de la estetización de la política bajo el totali­
familia, de las raíces sociales, de la tierra natal, de la historia, del paisa­ tarismo. Sin embargo, al proponer una correlación entre las guerras
je o del Volk, elementos que asumían connotaciones primordiales de napoleónicas y la inminente derrota alemana, la película de Goebbels
pertenencia a una comunidad y de restitución de la totalidad104. Miles resume la reflexividad extremadamente moderna indisociable de la de­
de guionistas de talento, de técnicos, de directores y de actores se adap­ liberada «voluntad de trascendencia» del régimen, que estaba dispues­
taron sin esfuerzo alguno, a menudo sin coacción alguna, sin seguir to a encontrar la inmortalidad aunque fuera a través de una derrota
directrices oficiales, lo cual parece indicar una oleada espontánea de militar aniquiladora en lugar de una victoria, una actitud que recuerda
adhesión al espíritu de la revolución cultural nazi. El resultado fue una a la del asesino de la película de Michael Powel El fotógrafo del páni­
extraordinaria variedad de películas de distintos géneros -entre 1933 y co (1960), que dedica sus últimos momentos a intentar filmar su pro­
1945 se estrenaron más de 1.200- que, juntas, componen un catálogo pia muerte105.
cinematográfico «nacional» y en gran medida «autárquico».
Si bien una película como el obsceno drama histórico antisemita Jud
Süss (1940) se queda grabada en la mente, imposible de digerir, la ma­ La « d e s t r u c c ió n c r e a d o r a » d e l m o d e r n is m o n a zi

yoría de los éxitos de taquilla parecían en su superficie «modernos» y


apolíticos, y de ahí que fueran todavía más insidiosamente eficaces a la No cabe duda de que en 1966, cuando George Mosse publicó una
hora de colocar un velo eufemístico sobre el incalificable sufrimiento antología de fuentes primarias seleccionadas de la historia artística y
que el régimen estaba infligiendo mientras los espectadores permane­ social del Tercer Reich, estaba nadando contra la corriente de algunas
cían sentados en un estado de ensimismamiento controlado. Con todo, tendencias muy arraigadas en el ámbito de los estudios sobre el nazis­
hay dos películas posteriores a que se le empezaran a desprender las mo. En la época de su publicación, el título de esta selección, Cultura
ruedas al juggem aut de la destrucción nazi que ponen de relieve la im­ Nazi"*, todavía tenía un saborcillo a contradicción, incluso a broma de
portancia de interpretar el cine del Tercer Reich como un producto com­ mal gusto. Hoy en día la disciplina ha madurado tanto que el lector no
plejo de modernidad política y cultural, no como un instrumento de encontrará nada de revolucionario ni de herético en las conclusiones
«propaganda» controlada por el Estado o por el Gran Hermano. La pri­ que extraeremos a continuación de este rápido recorrido por un tema
mera de ellas, Paracelsus (1943), era una película histórica que si bien tan extenso en el que todavía queda tanto trabajo por hacer.
se valía de una estética y de una técnica convencionales introducía una En primer lugar, si nos atenemos únicamente a la magnitud de la
crítica implícita a la ficción que se encuentra en la base del mito de Hit- producción cultural, en la primera década del régimen fue tan impre­
ler, cuya sutileza haría disfrutar mucho más a los intelectuales posmo- sionante como la explosión paralela de la producción industrial en los
demos actuales que al público de la época. Todavía más extraordinaria años inmediatamente posteriores a la Depresión. Es imposible que
resulta la película en color Münchhausen (1943), que se las arregla para este «renacimiento cultural» se diseñara desde arriba, ya que dependía
confirmar los estereotipos antisemitas mientras explora al mismo tiem­ de m uchos miles de artistas e intelectuales respaldados por monto­
po el pozo sin fondo de la locura y del nihilismo que había aparecido en nes de miles de técnicos e intérpretes que, con mayor o menor convic­
la dura roca de la realidad que se encontraba bajo los pies de todos los ción y originalidad, trabajaban «conforme al espíritu» del nuevo Reich,
alemanes, de los nazis y del resto. Es más, la estética de la película le «de acuerdo con las ideas» de su Ftíhrer.
debe mucho al surrealismo y, si los orígenes del filme no fueran nazis y En segundo lugar, cuando se analizan todas las esferas de la cultura,
no hubiera un mesaje racial implícito, se consideraría sin duda que se se observa que no funcionaban como una «megamáquina» monolítica,
trata de una producción modernista. o como una colonia de hormigas humanas en la que toda la actividad
estuviera perfectamente coordinada por una «inteligencia colectiva»
II,J En E ntertaining the Third Reich, Durham (NC). Duke University Press. 1996, Linda
Schulte-Sass estudia las técnicas cinem áticas que se utilizaron en las películas nazis con el
,tB El profundo vínculo estructural de la reflexividad con la modernidad plena es e!
fin de crear una ilusión estética de totalidad. Este tipo de ilusiones fue crucial a !a hora de
tem a que se desarrolla en Anthony Giddens, The C onsequ en ces o f M odernity, Cambridge,
articular y norm alizar el descomunal proyecto de construir una m odernidad alternativa, y dio
Polity Press, 1991.
lugar a una creatividad artística y técnica tal en el conjunto de la industria cinematográfica
George M osse (ed.), N azi Culture. Intellectual, C ultu ral an d S ocial Life in the Third
que resulta difícil creer que fuera «dictada» desde arriba.
Reich, Nueva York, Grosset and Dunlap, 1966.

426 427
cuya sumisión a las normas y directivas oficiales se reforzara con el de arte propagandístico más rudimentarias eran una parte integral del
miedo. En lugar de ello, se pone de manifiesto que en cada una de las proceso de depuración cultural, no un «lavado de cerebro».
ramas artísticas el nazismo condujo un complejo hábitat en el que con­ Por eso, lo más sencillo sería afirmar que el discurso que Hitler
vivían facciones estéticas y creativas muy dispares, junto a la tensión pronunció en la inauguración de la Casa del Arte Alemán que hemos
que existía entre el deseo de convertir el arte en una herramienta de mencionado más arriba era propagandísco o filisteo. En este discur­
manipulación de masas y los impulsos poéticos auténticos destinados so Hilter sostenía que el arte «no debe alejarse del desarrollo del
a alumbrar el nuevo mundo que los nazis querían crear para superar la pueblo: su única función debe ser simbolizar ese desarrollo». Luego
decadencia liberal. ampliaba las implicaciones biopolíticas de esta función y explicaba
En tercer lugar, los criterios de evaluación académica de la cultura que «esta nueva época actual debe aplicarse a un nuevo tipp de huma­
nazi tienen que tener en cuenta el «cambio de paradigma» que el régi­ no. Los hombres y las mujeres tienen que ser más fuertes y saluda­
men quería provocar en la manera de concebir la cultura. Según el bles. Hay un nuevo sentimiento vital, una nueva alegría. Nunca antes
nuevo nomos del nacionalismo orgánico y racista alemán, había que estuvo la hum anidad tan cerca de la Antigüedad como en la actuali­
abandonar los criteros románticos de valoración artística. Lo impor­ dad, tanto en su apariencia externa como en su estado de ánimo». A
tante ya no era la genialidad, la originalidad o los avances en la forma continuación se dirige retóricam ente a los defensores de la estética
de observar e interpretar la realidad, sino la manifestación de la iden­ modernista -q u e se encontraban en su mayor parte en el exilio, en la
tidad histórica y racial única del Volk y de sus valores «eternos». A em igración interior o en los campos de concentración- y afirma que
partir de enero de 1933, el arte dejó de ser una actividad profundamen­ son unos «pintores prehistóricos de brocha gorda» y, tras enumerar
te personal o comercial, y se convirtió en el componente esencial de la las eternas cualidades de los saludables hombres y mujeres «arios»
identidad nacional y la salud racial, íntimamente relacionado con los que el Reich pretende hacer revivir, plantea la siguiente pregunta:
aspectos social y político de la vida. Para los teóricos culturales nazis, «¿Qué habéis creado vosotros? Lisiados deformes y cretinos, muje­
la proliferación de movimientos, estéticas e «ismos» distintos en la res que sólo inspiran repugnancia, hombres que parecen bestias sal­
Europa de principios del siglo xx no era un síntoma de vitalidad y vajes, niños que, si realmente existieran, parecerían las víctimas de
progreso, sino de la morbosidad y el declive que se habían producido una m aldición divina»107.
como consecuencia de la capacidad destructiva de la modernidad para Con todo, para crear un nuevo tipo humano no bastaba con conce­
podar las raíces y los zarcillos que conectaban a los artistas con el der premios a las pinturas saludables y vender o quemar las degenera­
pueblo y con la «vida». Por consiguientes, la revolución nazi en las das, ni con asegurarse de que los edificios públicos representaran los
artes era inseparable de la tentativa de revolución antropológica que valores eternos de la proporción y de la escala, ni pronunciar magnífi­
era la esencia del totalitarismo del Tercer Reich. Para crear una moder­ cos discursos acerca de los valores «arios». Las nuevas instituciones,
nidad alternativa se necesitaba un modernismo alternativo. en la medida en que pertenecían a una comunidad étnica unida en un
En cuarto lugar, aunque una parte importante del arte nazi recurre país depurado de todas las fuentes de decadencia física y mental y de
a la estética de la Antigüedad clásica o a la del Romanticismo alemán, cualquier amenaza al nuevo orden, tenían que hacer crecer física y
este fenómeno no se debe interpretar como un sentimiento de nostal­ mentalmente a los nuevos alemanes. Había que transformarlos en cé­
gia antimodema, sino como la evocación de los valores «eternos» ne­ lulas individuales del nuevo tipo de nación, favorecer la fusión del
cesarios para la regeneración del futuro. En sus aspiraciones utópicas, Estado moderno con un Volkskdrper regenerado, una entidad política,
la cultura nazi era una cultura de futuro, cargada de la «temporalidad cultural y racial sin precedentes en la historia. El fin de la frenética
de lo nuevo» en la que incluso la estética que no era modernista -y eso tarea de jardinería que emprendió el régimen era situar a sus ciudada­
que da la sensación de que bajo Hitler a las diferentes estéticas moder­ nos en el centro de un enorme imperio continental en el que todos los
nistas les fue mucho mejor de lo que hasta la fecha se admite de forma enemigos sociales, políticos y raciales hubieran sido derrotados, un
generalizada- se encontraba al servicio de objetivos sociopolíticos y imperio capaz de ofrecer los recursos económicos necesarios para
racistas modernistas. En la medida en que encarnaban ese espíritu, convertir al Tercer Reich en la potencia industrial, tecnocrática, militar
estas estéticas habían sido depuradas de individualismo y de experi- y cultural más importante del mundo.
mentalismo, y se habían curado de ese impulso «enfermizo» por ex­
plorar instintos reprimidos que los nazis identificaban con la creativi­ 1,17 Discurso del 18 de julio de 1937, Baynes, The Speeches o f Adolf Hitler, volumen 1, pp-
dad de una era «decadente». A juicio de los nazis, hasta las expresiones 584-592. El original en alemán apareció en Völkischer Beobachter, e¡ 19 de julio de 1937.

428 429
Nuestra investigación de la cultura nazi ha desembocado por tanto En este pasaje llegamos al motivo central de la fascinación que
«de forma natural» en un análisis de la tecnocracia nazi que algunos Julius Evola sentía por Ernst Jünger, esa extraordinaria confluencia
meses después de «tomar el poder» ya se había embarcado en la tarea de entre el tradicionalismo y la hipermodemidad que el intelectual fran­
llevar a cabo una revolución no sólo política, sino antropológica. Esta cés de la nueva derecha, Guillaume Eaye, denominó «arqueofuturis-
revolución no sólo se servía del poder del Estado moderno y de la cultu­ m o»111. Guiado por este espíritu, Evola, este ex dadaísta reconvertido
ra alemana, sino del de la «Technik», con el fin de crear una Gesamtkunst- en ocultista, exigía «un fascismo más radical, más valiente, un fascis­
werk a partir de la materia prima de las mentes, los cuerpos y las máqui­ mo absoluto hecho a base de fuerza pura, inmune a cualquier compro­
nas humanas, y levantar un dosel sagrado que ofreciera una protección miso»112. Es precisamente al considerar la tecnocracia nazi en cuanto
milenaria al Volk regenerado. En palabras de Gottfried Benn, la nueva fenómeno modernista en el sentido primordialista cuando llegamos al
raza alemana no sería una raza «de dioses, ni de seres humanos medio­ corazón de la modernidad alternativa del Tercer Reich.
cres», sino que «brotaría de la pureza de un nuevo pueblo»108. En Der
Arbeiter (1932), Emst Jünger anunciaba con una prosa metapolítica de
altos vuelos la aparición en el Estado venidero de un nuevo tipo de hom­
bre nacido de la «madre tierra de la raza» que encamaría los principios
de la «movilización total» y del «carácter trabajador»l(W. En este influ­
yente ensayo, Jünger articulaba un mensaje que, para los nazis que no
eran ni artistas ni intelectuales sino tecnócratas de formación y de pro­
fesión, era la condición previa vital para que se pudiera realizar este acto
de creación profundamente modernista.
En palabras de su admirador italiano Julius Evola, lo que se le ha­
bía revelado a Jünger a través de la matanza mecanizada de la Primera
Guerra Mundial era que la tecnología moderna representaba «una
fuerza elemental combinada con la “materia” en una serie de tecnolo­
gías de un potencial destructivo extremo».

La tecnología en su aspecto más elem ental actuaba como una


fuerza inhum ana despertada y puesta en m archa por el hombre. El
hombre debía hacer frente a esta fuerza, transform arse en el instru­
m ento de la m áquina y, al mismo tiempo, en su señor, no sólo física
sino espiritualmente. Esto sólo es posible si los seres hum anos en­
cuentran una nueva form a de existencia y se forja un nuevo tipo de
hombre que sea capaz de extraer precisam ente de estas situaciones
letales para cualquier otro tipo de hombre, !a sensación absoluta de
estar vivo. Con este fin es necesario sin em bargo trascender por
completo la forma de ser, los ideales, los valores y la visión del m un­
do que cultiva la burguesía110.

™ G ottfried Benn, «Züchtung I» [1933], en Dieter W ellerhoff (ed.), G ottfried Benn.


Gesammelte Werke in acht Bänden, W iesbaden, Limes, 1968, volumen 3, p. 784 [ed. cast.:
Obras completas, Palm a de Mallorca, Calim a Ediciones, 2007],
,m E m st Jünger, D er Arbeiter, en E rnst Jünger. Sämlichte Werke, Ensayos, volum en 2
[1932], Stuttgart, Klett-Cotta, 1981, pp. 249-250 [ed. cast.: E l trabajador, Barcelona, Tus-
quets, 1990], 111 Guillaum e Faye, L'Archéofuturisme, París, L’Aencre, 1998.
1,11 Julius Evola, II Cammino del Cinahro, M ilán, Vanni Scheiwiller. 1972, p. 192. 112 J. Evola, 11 Cammino del Cinabro, cit., p. 100.

430 431
XI

EL MODERNISMO BIOPOLÍTICO DEL TERCER REICH

Levantando una barrera defensiva de campesinos en el Este lograremos a islar y proteger


esta tierra de una vez p o r todas del tormentoso torrente asiático, [...] poco a poco,
seguiremos levantando muros d efo rm a que los alem anes que llevan sangre alemana en
sus venas se extiendan hacia el Este y lo colonicen.
R einhardt Heydrich, Protector de Bohem ia y M orabia, septiembre de 19411.

Fausto; Extiéndese hasta el pie de la montaña una ciénaga que inficiona todo cuanto se ha
ganado a fuerza de trabajo; desaguar también esa charca pestilente fu era el logro
supremo. A muchos m illones de hombres les abro espacios donde puedan v /v í j ; no seguros,
es cierto, pero s í libres y en plena actividad. Verde y fé r til es la campiña; hombres y
rebaños se han instalado cóm odamente desde luego en esta tierra del todo nueva. [,,,}
W olfgang Goethe, Fausto, Parte segunda.

L a L eben sfreu d e n a z i ,

«¿Pueden pensar las máquinas?», era la misteriosa pregunta que


aparecía en el número del 18 de mayo de 1941 de la revista semanal
de «Conocimiento, entretenimiento y Lebensfreude [alegría de vivir]»
Koralle2, una publicación nazi dirigida a las familias «arias» que se
publicó durante los años que el Tercer Reich se mantuvo en el poder
(véase figura 21). En el artículo que se podía leer a continuación se
describían los rápidos avances que se habían producido en el campo
de la robótica. Se habían creado máquinas capaces de realizar funcio­
nes humanas. Una de ellas era una calculadora que resolvía en se­
gundos problemas de electrónica y de física cuántica que un cerebro

1 Se cita en David Blackbourn, The Conquest o f Nature. Water, Landscape a nd the


M aking o f M odern Germany, Londres, Jonathan Cape, 2006, p. 262.
2 Dr. Paul Karlson, «Können M aschinen denken?», Koralle. Zeitschrift f ü r Unterh­
altung, Wissen, Lebensfreude 9/20 (1941). pp. 528-530.

433
de un incidente sin importancia que tuvo lugar al final de la guerra, sin
duda habrían cambiado de opinión. En 1945 las tropas británicas des­
cubrieron escondido en el sótano de una casa del pueblecito bávaro de
Hinterstein un enorme aparato cuyo nombre en clave era «V4». Al fi­
nal resultó que ese armatoste mecánico no era la cuarta de las prodi­
giosas armas secretas de Hitler, sino el Versuchsmodell 4 [Prototipo 4),
una calculadora programada con una memoria electromecánica y una
unidad aritmética construida en 1941 por Konrad Zuse con una sub­
vención del Instituto Aerodinámico del Tercer Reich. Era el primer
ordenador moderno que se había conseguido poner en funcionamiento
con éxito, gracias a un mecanismo basado en una serie de armazones
tensados que vibraban.
Que el Tercer Reich estaba abierto a los últimos avances tecnológi­
cos lo demuestra también el uso que hizo de las tarjetas perforadas y del
equipo de clasificación creado por la empresa IBM. En esta ocasión este
sistema no se utilizó para hacer el censo sino que se puso al servicio de
una población con bastante más movilidad, más inestable, que la «aria».
Las SS utilizaron las máquinas que les habían encargado a la filial ale­
mana de IBM, Dehomag, para realizar un seguimiento de los movi­
mientos y las muertes de los millones de prisioneros, de condenados a
trabajos forzados y de esclavos que se encontraban al cargo del Reich.
F igura 21. C ientíficos alem an es ex am in an una m áquina p recursora de los m odernos (Y lo hicieron con la entregada colaboración de la oficina central de
ordenadores. E sla calcu lad o ra se utilizaba «para dibujar la curva de soluciones de IBM en Nueva York que, gracias a las tarjetas perforadas que le vendió
pro b lem as de física cu án tica y electrónica». a la nueva Alemania alcanzó unos beneficios considerables -un millón
Fuente: Revista de interés general nazi Koraile 9/20 (18 de mayo de 1941), p. 531. y medio de dólares sólo en 1943-, En el verano de 1943, se tatuó a todos
los prisioneros de Auschwitz que no eran alemanes los cinco dígitos de
Hollerith de IBM)4. En 1947, la empresa neoyorquina ya había recupe­
humano habría tardado meses en solucionar. Otra, un sofisticado arte­ rado casi todo el equipo de Dehomag (que por aquel entonces ya se
facto que funcionaba con tarjetas perforadas y había permitido sacar el llamaba IBM Alemania), así como los siete millones y medio de reichs-
último censo «en una pequeña fracción del tiempo que tomaba antes marks que habían ingresado por contribuir a que la maquinaria de escla­
realizar esta operación». Después se abordaba la pregunta que daba vitud y exterminación funcionara «como un reloj».
título al artículo, la cuestión cognitiva esencial que el matemático de Todo esto desmiente la tesis de Henry Turner, tan difundida en su
Cambridge, Alan Turing, intentaría resolver con su revolucionario ar­ época, según la cual el nazismo, a diferencia del fascismo italiano, que
tículo «Computing Machinery and Inteligence», publicado en la revis­ sí sería un movimiento «promodernista», fue una forma de «antimo­
ta Mine! en 1950, fruto de los trabajos que llevó a cabo en su esfuerzo dernismo utópico» embarcado en «la búsqueda fanática y en última
por descifrar otro de los retos planteados por los innovadores informá­ instancia suicida de una utopía arcaica inalcanzable»5. En este últi­
ticos alemanes, la máquina Enigma’. mo capítulo de nuestro estudio de la relación existente entre el moder­
Si los investigadores Aliados del Tercer Reich, que pensaban que la nismo y el fascismo veremos cómo la determinación del Tercer Reich
publicación de un artículo de esas características en tiempos de guerra a crear una modernidad «saludable» y alternativa a la vigente no sólo
en una sociedad dominada por el culto a una edad dorada «aria» y pre­ demandaba una nueva cultura artística, sino también la creación de un
térita era un hecho totalmente anómalo, hubieran tenido conocimiento
4 Edwin Black, IBM and the Holocaust. The Strategic AUiance hetween Nazi Germany
and America'a M ost Fowerfid Corporation. Nueva York, Crown Books. 2001, pp. 352-353.
1 David Kahn, Seizing the Enigma. The Race to Break the German U-boat Codes ¡939- 5 Henry Turner, «Fascism and M odernization», en H. A. Turner (ed.), Reappraisals o f
¡943. Londres. Arrow Books, 1996. Fascism, Nueva York, Franklin Watts, 1976. p. 131.

434 435
nuevo tipo de sociedad por parte de una elite profesional tecnocrática debemos pasar por alto el torrente de imágenes que reflejan una moder­
y cultural inspirada en la visión esencialmente modernista del «diseño nidad absoluta, como por ejemplo las que aparecen en un corto cinema­
de un nuevo mundo»6, tanto en lo que respecta a sus valores principa­ tográfico que se realizó con el fin de hacer propaganda al nuevo sistema
les como a su «plan» de conjunto. En las condiciones extremas que ferroviario nazi, el Deutsche Reichsbahn. En esta película, se utilizaban
favoreció la Primera Guerra Mundial, esta tarea pareció de pronto per­ las técnicas de montaje más modernas y avanzadas para mostrar el po­
fectamente factible. Al final, la guerra y la derrota militar se interpu­ der del vapor que llevaría a una nueva generación de alemanes «arios» a
sieron y el experimento nazi que debía servir de base a una civiliza­ sus destinos. Estas imágenes se intercalan en el documental de 2003
ción y una cultura «arias» y occidentales fracasó. De haberse llevado Hitler's Hit Parade con planos en los que se pueden ver los trenes que
a cabo, habría tenido muchos puntos en común y también muchas di­ se utilizaban para llevar a los prisioneros a los campos de concentra­
ferencias con el espíritu «heroico» y constructivista de modernización ción10. En otra película se celebraban los avances tecnológicos del Reich
característicos del fascismo, de los Estados Unidos y de la Rusia so­ en una esfera diferente, la de la lucha contra las plagas, y se mostraban
viética de la época. Es precisamente este espíritu predominante, nacio­ los últimos métodos científicos que se habían descubierto. Cuando la
nalista y palingenésico al mismo tiempo, el que por una parte convier­ cámara enfoca de cerca las latas de pesticida, se puede leer un nombre
te al Tercer Reich en un fenómeno único y por otra lo emparenta con comercial espeluznantemente familiar: Zyklon B 11.
la familia del fascismo tal como lo hemos definido. Estos ejemplos tan extremos ponen de manifiesto que es muy impor­
Como ya vimos en el caso de la arquitectura, uno de los rasgos clave tante evaluar con precaución las pruebas que parecen demostrar que los
de la tecnocracia nazi fue la importancia que le atribuían los nazis a unas nazis huían de la modernidad. La moda de las faldas de campana que
raíces culturales, históricas y biológicas que garantizaran a todos los patrocinó el régimen, por ejemplo, no llegó a cuajar del todo. De hecho,
«arios» la sensación de pertenencia a una comunidad y que permitieran las jóvenes «arias» normales que vivían en las ciudades estaban igual de
utilizar la tecnología con el único fin de satisfacer las necesidades que el pendientes de la moda que las americanas o las francesas. Como conse­
líder interpretaba que tenía el Volk. Por consiguiente, no resulta ni mu-, cuencia de ello, el régimen empleó una cantidad considerable de recur­
cho menos contradictorio que un «Estado racial»7 muy avanzado tecno­ sos en la fundación del Instituto de la Moda Alemana, cuyo objetivo
lógicamente recurriera reiteradamente a la imagen de la naturaleza, a los explícito era crear un modelo de «elegancia nazi» que sustituyera al de
idilios bucólicos, a las tradiciones premodemas y al mito de la H eim af Nueva York, al de Hollywood y al de París -lo s epicentros de la degene­
alemana. Así, una película propagandísitica como Blühendes Land esta­ ración racial-, que definiera el estilo de la mujer alemana «auténtica» y
ba cargada de este tipo de idealizaciones del pasado aparentemente an- que de paso se diera a conocer en el extranjero12. Como señala Irene
timodemas. En el filme aparecían mujeres lozanas, con faldas acampa­ Guenther, una de las pocas autoras que ha abordado este tema tan poco
nadas, rebosantes de una Lebensfreude fingida, recogiendo uvas en la
orilla de un «romántico» río alemán. En otra secuencia de esta película 10 Ibid., aproxim adam ente del m inuto 49 al 52. Para el papel del Reichsbahn bajo el
en la que se evoca una Alemania «floreciente», una campesina moderna nazismo véase Alfred Miercejewsky, H itler's Trains. The G erm án N atio n a l R a ilw a y a n d the
da de comer a unos pollos y a unas cabras en un acto de comunión con Third Reich, Chapel Hill (NC), University o f North Carolina Press, 2000.
11 A xer y Benze, H ilte r ’s H i t Parade, del minuto 66 al 68. Cuando aparece este nombre
la naturaleza lamentable y forzado9. No obstante, por sí solas estas esce­ com ercial el narrador dice: «El ácido cianhídrico se puede utilizar incluso en grandes fábri­
nas no son las que caracterizan el espíritu de la nueva Alemania. No cas sin que afecte a los hom bres o al material». Para el papel del Zyklon B en el program a
de exterminio véase Paul W eindling, E pidem ics an d G enocide in E a ste m Europe, 1890-
6 Véase Christopher W ilk (ed.), M odernism 1914-1939. D esign in g a N ew World, 1945, Nueva York, Oxford University Press, 2000, pp. 111-138.
Londres, V& A Publications, 2006. 12 Irene Guenther, N azi Chic. Fashiotfing Women in the Third Reich, Oxford, Berg,
7 Este es el térm ino que se le aplica al Tercer Reich en M ichael Burleigh y W olfgang 2004, capítulo 6, «Germany Fashion lnstitute», cit., pp. 167-210. L a recodificación semió­
W ipperm ann, The R a cia l State , Cambridge, Cambridge University Press, 1991. Los autores tica de lo potencialm ente decadente en saludable que im plica esta actitud es un fenómeno
piensan que las políticas raciales nazis eran «antimodernas» y cuestionan el valor heurístico recurrente en la historia de la arquitectura moderna. El fascism o nacionalizó el estilo inter­
para su análisis de «las teorías generales del fascism o actuales que se basan en la m oderni­ nacional que surgió en el capitalism o liberal con el fin de expresar los valores de la tercera
zación o en el totalitarismo». Espero que este libro les anim e a reconsiderar su postura en Roma. Del mismo modo, Stalin pensó que el Edificio M unicipal de M anhattan era un buen
ambos aspectos. modelo en el que inspirarse para construir la Universidad de M oscú, una institución clave
“ Eric Rentschler, The M inistry o f I Ilusión. N a zi C inem a a n d its A fterlife, Cam bridge encargada de producir la nueva clase política y tecnocrática de la Rusia soviética. Véase
(MA), Harvard University Press, 1996, capítulo 3, «Home Sweet H eim at », pp. 73-96. Vladim ir Paperny, A rchiteclure in the Age. o f Stalin , Cambridge, Cam bridge University
* Oliver A xer y Susanne Benze, H ilte r ’s H it Parade (Bad Schwartau, C. Cay Wesnigk Press, 2002, una obra en la que se sostiene que, al contrario de lo que se suele afirmar, Stalin
Film producklion, 2003). La secuencia em pieza cuando la película lleva 1 hora 53 minutos y no renunció a la arquitectura vanguardista sino que conservó algunos elem entos modernistas
term ina en 2 horas 52 minutos. en su visión de la cultura.

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estudiado, en el Tercer Reich la tendencia, tan pregonada, de la Sangre
y la Tierra o «Bubo» / Blut und Boden], coexistía con «otra faceta, su­
mamente moderna, tecnológicamente avanzada, muy estilizada y total­
mente a la moda»13.
En los documentales EternaI Beauty14 y H itler’s Hit Parade1\ dos
ingeniosos collages de fragmentos sacados de noticiarios, películas y
canciones del Tercer Reich, se puede apreciar en cierta medida este
aire de modernidad característico de los nazis. Al lado del mensaje im­
plícito en estos documentales, mucho más importante, se adivina que
un aspecto vital de la aceptación popular generalizada de la que gozó
el régimen entre 1933 y 1939 fue el alivio total que sintió una parte
considerable de la generación que en su juventud había padecido el
desorden, la pobreza y la inestabilidad de la República de Weimar, al
encontrarse por fin en una sociedad que ofrecía la oportunidad de dis­
frutar de un estilo de vida moderno. A mediados de los años treinta, las
jóvenes «arias» urbanitas que todavía no habían empezado a cumplir
sus obligaciones con la raza como madres -unas obligaciones que con­ F igura 22. M aqueta para la sede del cen tro de d ifusión rad io fó n ica nazi en B erlín (no
taban con el respaldo de un Estado de bienestar en rápida expansión- se llegó a construir).
podían dedicarse a trabajar en un moderno edificio de oficinas durante © Foto Bison Books Ltd. Se reproduce en Ward Rutherford, Hitler's Propaganda Machine,
el día e ir alguna que otra noche al cine a ver una versión «nortificada» Londres, Bison Books, 1978, reimpreso en 1985.
¡aufgenordet] de una comedia de Hollywood o a bailar un poco de
Fuente: Bison Picture Library. Tanto la editorial Bison Books como la Bison Picture Library hail
swing convenientemente saneado. dejado de existir.
Los pocos privilegiados que tenían los recursos económicos necesa­
rios para ello -el nazismo no intentó en ningún momento acabar con las
diferencias económicas de clase- podían seguir la variante nórdica de la tivo de 650 marcos. Dos años antes, en otra edición de esta misma exposi­
moda masculina y femenina de París, conducir el último grito del diseño ción se había demostrado que las transmisiones de televisión en color eran
«ario» de coches por una de las nuevas autopistas y utlizar alguno de los posibles. De no ser por la guerra, la televisión se habría desarrollado hasta
novedosos aparatos domésticos en una vivienda moderna cuya estética convertirse en un medio de comunicación de masas. Algunos dirigentes
recordaba asombrosamente a la «americana» o a la de la Bauhaus16. En nazis pensaban que la televisión no era simplemente una herramienta de
1936 algunos alemanes ya podían incluso ver cómo Hitler asistía a los manipulación y de propaganda más, como se desprende de la reacción de
Juegos Olímpicos de Berlín a través del último triunfo de la tecnología Hitler cuando le enseñaron una de las cámaras de cine más modernas:
alemana de la comunicación: la televisión17. En la decimosexta Grosse «Todas las familias alemanas deberían tener una para captar cada aspecto
Deutsche Rundfunkausstellung [Exposición de la Radio de la Gran Ale­ del crecimiento de la nación»114. Esta reacción implica que Hitler estaba
mania) de 1939, se mostró por primera vez el Femseh-Volksempfänger absolutamente convencido de que los alemanes «arios», equipados con
-el equivalente al aparato de radio diseñado para el consumo de masas ese aparato de grabación, documentarían de forma espontánea los logros
que tanto éxito había tenido, el Volksempfänger-, con un precio indica- de la nación renacida, el propio proceso de «hacer historia» que se estaba
llevando a cabo en la intimidad de las vidas de la Volkgemeinschaft.
13 I. Guenther, Nazi Chic, cit., p. 265. La visión nazi de una modernidad alternativa se basaba en parte en
J Marcel Sehwierin (dir.), Ewige Schönheit. Good M orning/New Vision. F,AN 878658,
1993.
una concepción de la tecnología en cuanto País de la Cucaña que no
15 A xer y Ben/,er, H ilter's Hit Parade, cit.
16 John Heskett, «M odernism and Archaism in Design in [he Third Reich», en Brandon '* Uno de los numerosos retales de las conversaciones que mantenía Hitler con su sé­
Taylor y W ilfried van der Will (eds.), The Nazification o f Art, Winchester, The W inchester quito durante su retiro en Berghof, en los Alpes, fue descifrado con ayuda de un nuevo pro­
Press. 1990, pp. 110-127. grama informático que lee los labios. FJ público anglosajón conoció la existencia de estos
17 Véase el docum ental de Michael K loft (dir.). Television under Swastika. The History fragm entos gracias al docum ental H itler'v Prívate Life Revealed. que se em itió en el Clian-
o fN a z i Television. Chicago, International Historie Film s, Inc.. 2001. nel 5 británico el 29 de noviem bre de 2006.

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sólo ofrecía a la nueva Alemania un poder m ilitar e industrial sin pre­ Berlín una exposición dedicada a «Los milagros de la vida», un tema
cedentes, sino que además mejoraba el tejido de la vida urbana. Los que, como se refleja en el diseño vanguardista del póster y del catálo­
nuevos artilugios e invenciones se celebraban y se anunciaban a través go, era absolutamente «moderno»15. Con todo, el espíritu que guiaba
de una maquinaria de comunicación y prensa que aparentemente fun­ la exposición estaba influido por el discurso de la «higiene racial», y,
cionaba conforme a la lógica del consumo capitalista y del culto al mientras los «arios» buenos admiraban los objetos expuestos y la in­
progreso material, pero que también estaba dirigida por el Ministerio formación de la muestra, afuera se practicaban esterilizaciones obliga­
de Propaganda. Aunque debido a las deficiencias sociales y a la pobre­ torias a los ciudadanos «disgénicos» de acuerdo con la Ley para la
za de los años posteriores a la Depresión este «estilo de vida moder­ Prevención de la Descendencia Genéticamente Enferma, promulgada
no» se encontrara fuera del alcance de la mayoría de los alemanes que en julio de 1933. La alta costura y el chic nazis se desarrollaron cuan­
se consideraba que pertenecían a la Volkgemeinschaft, el régimen no do la guerra ya estaba muy avanzada, a pesar de la creciente escasez
dejó por ello de mostrar las seductoras imágenes de la modernidad materias primas, y lo hicieron en gran medida gracias a la mano de obra
tecnocrática en películas y revistas recodificadas con el fin de expresar de prisioneros de guerra judíos y de otros «degenerados raciales»20. En
la creatividad de una raza superior. Sin embargo, como señalábamos Auschwitz había incluso una sala de costura en la que se confecciona­
en el capítulo 9, no debemos pasar por alto que el impulso de futuro ban prendas cosidas a mano para las mujeres de los oficiales de las SS
implícito en esta actitud no es ni «progresista» ni «reaccionario», sino y para las centinelas femeninas21.
«modernista», un término que a estas alturas ya debería haber perdi­ Puede que una de las razones de la relativa escasez de estudios
do sus connotaciones de «bueno» o «racional». sobre la «pasmosa», en palabras de Joachim Fest, modernidad tecno­
lógica del Tercer Reich se deba a las ideas preconcebidas según las
cuales el nazismo fue un movimiento que sentía una nostalgia esencial
L a « a l t e r id a d » d e l a m o d e r n id a d n a z i por la época premoderna, exceptuando, eso sí, el análisis en términos
de su «modernismo reaccionario»22. La otra causa puede que sea que
En la práctica esto se traduce en la necesidad de abandonar los ni Hitler ni el resto de dirigentes nazis generaron un cuerpo sustancio­
análisis dicotómicos que, como el de Irene Guenther, abordan el nazis­ so de declaraciones teóricas a partir del cual formular los principios
mo en términos de tendencias «modernas» y «antimodemas». La m o­ básicos de la nueva economía y la nueva tecnocracia de los que depen­
dernidad nazi no tenía dos cabezas como Jano, sino tres como Quime­ día la nueva Alemania. Los puntos fundamentales de la doctrina y de
ra. Entrelazado en con el pasado mitificado y con la modernización la política nazis, como la destrucción de la cultura bolchevique y la
exhaustiva había un tercer elemento, la depuración sistemática de todo creación de un arte alemán, la destrucción del judaismo y del comu­
aquello que se considerara superfluo o perjudicial en relación con el nismo y la creación de un imperio en la Europa del Este, o la destruc­
proceso de regeneración nacional. Al encontrarse ligados al programa ción de una sociedad disgénica y la creación de una Volkgemienschaft
de purificación racial que Alemania puso en marcha en cuanto «Esta­ saludable, se promulgaban con regularidad, pero no los axiomas de la
do jardinero» y a la campaña de expansión territorial a gran escala en visión nazi de una tecnocracia alternativa. Estos axiomas hay que ex­
la que se embarcó en cuanto imperio, los impulsos tecnocráticos, ma­ traerlos de las fuentes primarias. Así, la imagen del «alemán» en cuan­
nifiestamente modemizadores, de los que los nazis se sirvieron para to constructor y tecnócrata, aparece en un breve apartado de Mein
«diseñar un nuevo mundo» implicaban la eliminación de todo aquello K am pfen el que Hitler reflexiona sobre «La nación y la raza». En este
que consideraran malsano, disfuncional, decadente o disgénico. pasaje Hitler esboza la distinción entre fundadores, portadores y des-
Como consecuencia de ello, las despiadadas campañas militares, el
terror de Estado y la crueldad sistemática se convirtieron en una parte 19 Estos posters los diseñó Herbert Bayer, un hom bre que había dado clases de diseño
en la Bauhaus de Dessau y que fue director de Vogue en París. Su obra se incluyó en la ex­
integrante de la modernidad nazi. Una hebra de inhumanidad recorría posición de arte degenerado de 1937, y en 1938 em igró a los Estados Unidos, El sorprenden­
la compleja urdimbre de la nueva sociedad. Sólo cuando se llevaron a la te póster se puede ver en [http://w w w .ikg.uni-karlsruhe.de/projekte/exilarchitekten/architek-
práctica los planes de conquista de los nazis -y se encontraron serios ten/bilder/bayer_2gross.jpg] (página consultada el 30 de noviembre de 2006),
obstáculos para llevarlos a cabo- se puso de manifiesto la magnitud de 211 Véase I. Guenther, N azi Chic, cit., pp. 252-263.
21 Ibid., pp. 4-6.
esa inhumanidad. El escalofriante vínculo que existía entre la moder­ 22 E xpresión popularizada por Jeffrey H erf en Reactionary M odernism. Technology,
nidad nazi y la atrocidad se manifestaba en «la letra pequeña», en los Culture, and Politics in Weimar and the Third Reich, Londres, Cam bridge University Press,
detalles. Veamos dos ejemplos. En la primavera de 1935 se celebró en 1984.

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tructores de la cultura a laque aludíamos en el capítulo anterior, y afirma ción del racismo biológico, la eugenesia y la higiene racial a la política
que los «arios» son los únicos representantes de la primera categoría: estatal. En lugar de ello hace alusión a la idea que tenían los nazis del
Tercer Reich como producto de una nueva forma de política influida
Toda la cultura humana, todos los resultados artísticos, científicos por y basada en las fuerzas de la propia vida, una revolución biológi­
y tecnológicos que contemplamos hoy en día son casi exclusivamente ca. Las numerosas combinaciones de la Weltanschauung nazi funcio­
el producto de la creatividad del «Ario». [...] El es el prometeo de la naban simultáneamente como una «filosofía de la vida» totalizadora,
humanidad, de su frente reluciente ha salido siempre la chispa divina ya que cuando no se basaban en las ciencias de la vida como la biolo­
del genio que mantiene eternamente encendido el fuego del conoci­ gía o la antropología, invocaban el espíritu mucho más nebuloso, no
miento que ilumina la noche de silenciosos misterios y que hace así científico, «dionisiaco», del vitalismo o Lebensphilosophie, el espíritu
trepar al hombre por el escarpado camino que conduce al misterio por que, como vimos en el capítulo 5, tanto calado tuvo en la Europa de
encima del resto de los seres que pueblan esta Tierra23. finales del siglo xix, sobre todo en Alemania, durante la rebelión con­
tra la decadencia. Este espíritu se podía expresar a través de una am­
También se puede encontrar alguna que otra declaración en la pro­ plia variedad de registros, a través del ocultismo, del misticismo, del
paganda nazi en la que se ofrece una imagen del Reich en cuanto des­ romanticismo, la música de Wagner, las ideas de Nietzsche, el milita­
comunal empresa destinada a construir una nueva realidad a partir de rismo, el cientificismo o la tecnocracia. Esta visión política «vitalista»
materias primas físicas y espirituales, a partir de la historia, una ima­ es la que Robert Pois analiza en gran medida en términos de «religión
gen que expresa la voluntad constructiva única de los «arios» encam a­ de la naturaleza»27.
da en el Führer. La última estrofa de un poema hagiográfico que se Dentro del nazismo, este culto proteico, esencialmente «pagano» a
publicó en Der Volksche Beobachter en julio de 1926 (cuando el nazis­ la fuerza vital en cuanto fuente de valores y de significado sustituyó de
mo se encontraba todavía en los márgenes de la política de Weimar) modo eficaz tanto a la ilustración tradicional como a la religión reve­
resume esta idea: lada como justificación de la ciencia, de la tecnología y de la propia
modernidad. Por otra parte sirvió de base a una forma de humanismo
Él señala un amanecer que comienza en la distancia que adoptó como axioma la aplicación de «las leyes de la vida» a la
y todos los corazones se inflaman. historia y a la sociedad en sintonía con el darwinismo social o, más
Sacude el puño y también los espíritus. bien, con un «monismo» -n o necesariamente haeckeliano28- que ta­
¡Ahora, construye tu pueblo, oh Señor, chaba de «decadentes», y por tanto contrarios a la vida, el principio de
una patria nueva y grande!24. igualdad humana y los derechos humanos. Esta moral biopolítica se
expresa con una sequedad escalofriante en el memorándum interno
No obstante, salvo en Der Arbeìter de Ernst Jünger, las percepcio­ que Franz Pfeffer von Salomon envió en la Navidad de 1925 a los
nes más reveladoras del aspecto tecnocràtico del mundo nuevo y feliz miembros del partido. Von Salomon acusaba a Gregor Strasser de fo­
del nazismo hay que extraerlas de fuentes como la autobiografía de mentar un «socialismo alemán» que contravenía el principio elitista
Albert Speer25 o la biografía de Robert Ley, jefe del Frente Alemán del fundamental según el cual «todos los alemanes son distintos», y afir­
Trabajo26. La conclusión que podemos extraer de estos esporádicos maba que el igualitarismo, incluso aplicado exclusivamente a los
testimonios de primera mano, pero sobre todo de la praxis del nazismo «arios», era el fruto envenenado de «la mentalidad judeo-liberal-de-
en sí, es que la revolución nazi tenía una naturaleza biopolítica. En
este contexto, este término no hace referencia únicamente a la aplica­ 21 Robert Pois, N atio n a l S ocialism a n d the R eligion o f Nature, Londres, Croom Helm,
1986, véase también capítulo 5, p. 204.
38 En The Scientific O rigin o f N a tion al Socialism , N ueva York, Am erican Elsevier,
23 A dolf Hitler, M ein Kampf, cit., p. 263. 1971, Daniel Gasman exagera la influencia directa que la filosofía m onista de Ernst Haeckel
24 Otto Bangert, sin título, D e r Völkische B eo b a ch ter 150 [1926], en D etlef M ühlberger ejerció sobre el nazismo. Sin em bargo, com o afirmábamos en el capítulo 5, el misticismo
(ed.), H itle r ’s Voice. D e r völkischer B eobachter. 1920 -1 9 3 3 , Berna, Peter Lang, 2004, volu­ mundano y filosófico que articulaba el monismo fue sin duda uno de los ingredientes de la
m en 1, p. 243. m ultifacética rebelión europea contra el positivismo, el m aterialism o y la decadencia que
25 Albert Speer, Inside the Third Reich, Nueva York, Simon & Schuster, 1970 [ed. cast.: tuvo lugar entre 1880 y 1945, y desem peñó un papel muy importante en la W eltanschauung
M em orias: lo s recuerdos d e l a rq u itecto y m inistro d e arm am en to d e Hitler, Barcelona, El nazi. Para la tendencia equivocada a equiparar el nacionalsocialism o con el Darwinism o
Acantilado]. social, véase Paul W eindling, «D issecting German Social Darwinism . H istoricizing the Bio­
2/1 Ronald Smelser, R o b ert Ley, Oxford, Berg, 1988, pp. 305-306. logy of the Organic State», S cience in C ontext 11 (1998), pp. 619-637.

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mócrata-marxista-humanitaria»: «Mientras exista la más mínima co­ Algunos observadores contemporáneos extranjeros estaban muy im­
nexión, aunque sea tan fina como un zarcillo, entre nuestro programa presionados con la modernidad radical de la nueva Alemania y con la
y esa raíz, seguiremos condenados a tomar ese veneno y por tanto a eficacia con la que combatían la amenaza que representaba el comu­
marchitarnos y a morir miserablemente»29. nismo.
Pocos años después de «tomar el poder», los nazis ya habían crea­ Con todo, la familiaridad y «normalidad» de los logros tecnológicos
do un sistema estatal completo y un conjunto de políticas basándose y de los artefactos de la modernidad nazi es engañosa: están imbuidos
en el supuesto de que el Volk era un organismo vivo al que había que de un espíritu de «alteridad» que procede de la utilización de la tecnolo­
curar y librar de parásitos, incluso de los parásitos «arios». Esto fue gía más avanzada al servicio de un proyecto modernista cuya finalidad
posible gracias a que la Weltanschauung nazi había absorbido previa­ era cambiar el destino de la nación a costa de millones de vidas y de un
mente la «biopolítica» en su sentido primordial, no científico -aunque horrible sufrimiento. Quizá el estudio de esta «alteridad» resultante no
con frecuencia cientificistci - que nosotros postulamos. Esta línea de corresponda a los historiadores, sino más bien a los escritores de ficción.
interpretación encaja a la perfección con la importancia que concede Es la misma que, como veíamos en el capítulo 8, advirtió Primo Levi,
Richard Etlin a la sangre y a las raíces como metáforas básicas del esa «gran locura» del nazismo que observó en los ojos del Dr. Pannwitz.
universo mítico del nazismo30. Bajo el Tercer Reich se impuso un dis­ Pannwitz era un químico industrial que dirigía un equipo de investiga­
curso político en el que se mezclaban las ficciones biopolíticas y los ción en el santuario de Birkenau, un anexo al campo de Auschwitz cons­
mitos con el lenguaje del poder político, una fusión que se adivina en truido para atender al complejo industrial vecino de la empresa IG Far-
los discursos que pronunciaba Hitler casi todos los años con ocasión ben, que se aprovechaba del trabajo de los esclavos para avanzar en la
del Primero de Mayo a lo largo de su carrera política. En ellos, el ciclo producción de una goma sintética y un caburante muy sofisticados y
natural de decadencia y renovación se vinculaba reiteradamente al vanguardistas. A efectos prácticos, la creación del nuevo orden nazi de­
proceso de renacimiento alemán, una ecuación que encontró su expre­ pendía más de la rutina diaria de miles de científicos alemanes cualifica­
sión ritual en la sofisticada ceremonia del Primero de Mayo que se dos que, como Pannwitz, trabajaban tranquilamente en sus respectivos
celebró en Berlín en 1936 a la que aludíamos en el capítulo 331. campos de investigación y aplicaban sus resultados a la ciencia, a la
La conclusión que se puede extraer de este planteamiento es que tecnología y a la administración con el fin de inventar una m oderni­
los equipos de especialistas dedicados bajo el Tercer Reich a avanzar dad tecnocrática, que de los escritos teóricos de ideólogos prominentes
en el conocimiento de su disciplina en todos los ámbitos de las cien­ como Cari Schmitt, Martin Heidegger y Emst Jiinger.
cias humanas y naturales, los que trabajaban en proyectos tecnológi­ Al leer el discurso que Winston Churchill pronunció ante la Cáma­
cos o planeaban una sociedad basada en ios principios de la eugenesia, ra de los Comunes el 18 de julio de 1940, el mismo en el que aparece
se convencieron de que actuaban conforme al principio de «recone­ la famosa expresión «su hora más gloriosa», da la sensación de que el
xión hacia delante», o que estaban estableciendo una nueva conexión primer ministro británico hubiera intuido esta realidad. Después de per­
entre el futuro y la vida. Su misión era crear un Estado moderno dejan­ der «la batalla de Francia», decía Churchill, cuando «la batalla de In­
do de lado las abstracciones trasnochadas del individualismo y de la glaterra» estaba a punto de comenzar, no le cabía la menor duda de
razón liberales y basándose en las fuerzas eternas de la raza y la biolo­ que la civilización cristiana se encontraba en una encrucijada, que una
gía. Su entusiasmo por el nuevo mundo que se estaba forjando gracias fuerza entonces invisible, una forma ultranacionalista de modernismo
a un estallido colectivo y sinèrgico de creatividad prometeica y «aria» político que había desencadenado una movilización en masa cuyo úni­
permitió al régimen nazi concluir antes de que estallara la guerra algu­ co antecedente era la voluntad de derrotar al enemigo que los alema­
nos proyectos extraordinarios de reconstrucción nacional y desplegar nes, los franceses y los británicos habían mostrado durante la Primera
una vez comenzada la contienda una maquinaria militar muy eficaz. Guerra Mundial, había desafiado a la democracia liberal. Resulta sig­
nificativo que en su explicación de lo que estaba en juego en la lucha
25 Franz Pfeffer von Salomon, «“Zucht”. Eine Forderung zum Program m », memorándum contra Hitler no haya ni rastro del fervor palingenésico, del «renaci­
dirigido a «los altos cargos del NSDAP», Navidad de 1925, NSDAP Hauptarchiv, Hoover Ins­ miento» épico y del «nuevo comienzo» glorioso que constituían la
titution Microfilm Collection, rollo 44, carpeta 896, p. 11. En Roger Griffin, Fascism, Oxford, base de la retórica fascista de la época:
Oxford University Press, pp. 118-119, se reproduce un extracto de este memorándum.
30 V éase c ap ítu lo 10, p. 395.
" lain B oyd W hy te, «Berlin, 1 M ay 1936», en Dawn Ades et al. (eds,), A rt and Power. Si somos capaces de hacerle frente, Europa entera quedará libera­
Europe under the Dictators, 1930-45, Londres, Hayward Gallery, 1995, pp. 43-49. da y la vida mundial seguirá avanzando hacia tierras altas, despejadas

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y bañadas por el sol. Pero si fracasamos, el mundo entero, los Estados de communitas, garantizaron la adaptación automática de su mundo
Unidos incluidos, todo lo que conocemos y queremos se hundirá en el interior al «nuevo orden», hicieron posible que su lenguaje y su com­
abismo oscuro de una nueva Edad Media, más siniestra todavía, y portamiento se amoldaran a la realidad de la vida en el Tercer Reich
quizá más duradera, porque la iluminará una ciencia pervertidaM. aunque no fueran conscientes del todo de lo que les sucedía y del pro­
ceso de adaptación que estaban sufriendo. Cada instancia individual
del proceso de nazificación es una historia distinta de adaptación, con­
C o n v e r t ir s e a H it t.f.r nivencia y negación.
Si bien es importante insistir en el grado de resistencia y oposición
Si el Tercer Reich fue capaz de transform arse en un enorme y que existió durante el régimen de Hitler33, también lo es reconocer que
poderoso complejo industrial y m ilitar en tan pocos años después de un gran número de alemanes «arios» profesionales, altamente cualifi­
una crisis económica y política devastadora fue, al menos en parte, cados, contribuyeron a la creación y al funcionamiento del Tercer Reich
debido al espíritu m odernista de la revolución que proponía. M illo­ con mayor o menor sentimiento de culpa, conformismo o sentimiento
nes de alemanes cultos, preparados, con experiencia y especializa­ de «emigración interior»34. Las estadísticas que muestran que más de
dos se sintieron animados a «trabajar en la dirección del Führer», y un cuarto de la población estaba afiliada al NSDAP o a asociaciones
a desarrollar sus habilidades y su personalidad «en sintonía con lo dependientes de él son quizá menos impresionantes que otras formas
que pensaba el Führer». Y no sólo lo hicieron en respuesta a su «ca- más sutiles de connivencia social, económica y moral, como las que se
risma» personal, sino porque como tecnócratas pensaban que esta­ describen en Biologist under Hitler, en The Faustian Bargain y en La
ban contribuyendo a hacer realidad la visión hitleriana de una Ale­ utopía nazi''. «Los alemanes» nunca fueron colectivamente «los ver­
mania que no sólo se convertiría de nuevo en una gran potencia, sino dugos voluntarios de Hitler», tal como postula la teoría simplista de
también en una sociedad moderna en la que los hombres y las m uje­ Goldhagen, pero lo cierto es que millones de alemanes fueron cómpli­
res serían, en palabras de Hitler, «más saludables y más fuertes», y. ces en la creación y el mantenimiento de la modernidad alternativa del
su trabajo y su ocio estarían imbuidos de «un nuevo sentimiento ha­ régimen durante los años cruciales de su formación. El dolor de la di­
cia la vida, de una nueva alegría de vivir». Los acontecimientos que sonancia cognitiva, por no mencionar el miedo absolutamente justifi­
se desarrollaron entre 1929 y 1933 socavaron o destruyeron cual­ cado al sufrimiento derivado de la falta de obediencia, ejercieron una
quier vínculo residual que los alemanes pudieran tener con la Repú­ presión psicológica muy intensa sobre los alemanes «arios» que, em­
blica de Weimar, esa época que había ahuecado su identidad social, pujados por estos factores, apoyaron el mito de la construcción de un
cultural e histórica fundamental y había desencadenado la sensación nuevo m undo e interpretaron en sentido literal la retórica propagan­
intensa -aunque considerablem ente negada y reprim ida- de desorien­
tación, preocupación y anomia que Hermann Broch retrató en Los 13 P. e. Fran M cDonough, Opposition a nd Resistance in Nazi Germany, Cambridge,
sonámbulos. Cam bridge University Press, 2001.
Una vez en el poder, el nazismo llenó este vacío de forma eficaz ■w G itta Sereny, A lb ert Speer, Hix B attle with the Truth, Nueva York, Vintage, 1995, es
una prolongada investigación de lo que Sereny interpreta com o la batalla que tuvo que
para millones de personas, al menos durante los primeros años. Animó entablar uno de los dirigentes nazis m ás destacados consigo m ism o para «confesar» la
a los alemanes «arios» adultos a recuperar las funciones externas de gravedad de los crím enes contra la hum anidad que había com etido durante el tiem po que
sus antiguos trabajos. Convenció a los nazis jóvenes para que trabaja­ estuvo al servicio del régim en. En Gitta Sereny, The Germ án Trauma, Londres, Alien
Lañe, 2000, se analizan más estudios de caso de los dilem as m orales derivados de la cola­
ran, a veces por primera vez, en aquello que para lo que habían sido boración con el régim en. El caso de H ans M ünch, «el hom bre que dijo no» {pp. 262-265),
instruidos, y para que lo hicieran con una sensación de identidad co­ sería un ejem plo particularm ente revelador del potencial de los individuos para resistir a
munal, con un propósito y con una dimensión de futuro impensables la opresión bajo una presión atroz de no ser porque, según parece, M ünch no fue del todo
en el régimen anterior. A partir de 1933, el dinamismo sobrecargado sincero con Sereny al afirm ar que había desafiado a la autoridad nazi. Véase W eindling,
E p id e m ia and Genocide, cit., pp. 248, 253, 259, 365-367, 410 [ed. cast.: A lbert Speer, su
de la recuperación económica, política y social también avivó las lla­ batalla con la verdad, B arcelona, E diciones B, 2006; El traum a alemán, Barcelona, Pe­
mas del entusiasmo. Para los ciudadanos del Reich que no tenían pro­ nínsula, 2005].
fundas convicciones morales o existenciales, el instinto humano de 55 Ute Deichm ann, Biologists under Hitler, Cam bridge (MA), Harvard University
Press, 1996; Jonathan Petropoulos, The Faustian Bargain. The A rt World in Nazi Germany,
supervivencia combinado con el anhelo de trascendencia, de nomos y Oxford, O xford University Press, 2000; Gotz Aly, H itler ’j Vvlksstaut, Fráncfort del Meno,
Fischer, 2005 [ed. cast.: La Utopía nazi: cómo H itler compró a los alemanes, Barcelona,
32 F. W. Heath <ed.), A Churchill Anthology, Londres, Odham s Books, 1962, p. 679. Crítica, 20061.

446 447
dística36. Como consecuencia de ello, sólo una minoría imposible de oscuridad de la tierra»38. Esta frase encarna el anhelo de trascendencia,
cuantificar se resistió a adaptar su visión del mundo personal a la nueva la búsqueda de un nuevo firmamento que, como decíamos en la Prime­
Weltanschauung. La suma de cada compromiso individual de cada ra parte, es la fuerza impulsora existencial que se encuentra detrás del
alemán «ario» le garantizó al Tercer Reich la posibilidad de actuar no modernismo.
sólo sobre la base del «dominio», sino de una considerable «hege­ Aunque Heidegger no se dejó llevar por la psicosis de guerra de
monía cultural» hasta bien avanzada la Segunda Guerra Mundial. 1914, en 1916 ya había sucumbido a los encantos de la «fenomenolo­
Hay un caso célebre que ilustra a la perfección el mecanismo bási­ gía», una doctrina centrada en la experiencia de la realidad, de la que
co de connivencia ideológica y asimilación que afectó a los círculos según Safranski em anaba «el aura de un nuevo amanecer, que hizo
intelectuales, científicos y tecnocráticos; un mecanismo que desde los que se pusiera de moda en una época en que había dos estados de áni­
primeros días del Tercer Reich implicó la aprobación del anticomunis­ mo opuestos, el de la desesperación del juicio final y el de la euforia
mo, el antisemitismo y las políticas raciales que se promulgaban y se de un nuevo comienzo»3''. Heidegger puso una tenacidad intelectual
defendían públicamente. Se trata del caso de un intelectual prominen­ extraordinaria al servicio del análisis de las distorsiones de la concien­
te que estaba profundamente interesado en lo que, según Em st Jünger, cia producidas por la aparición de la anomia moderna, y formuló una
era la tarea principal del hombre moderno, a saber, en dominar la má­ fenomenología perfeccionada: la fenomenología «existencialista». El
quina «no sólo física sino espiritualmente», y que durante un tiempo suyo fue un acto constante de alpinismo filosófico cuya finalidad era
estuvo convencido de que los nazis crearían la base para la aparición alcanzar los extremos del lenguaje y del pensamiento, una tentativa
de una civilización técnica ontológicamente fundada. que le sitúa a la altura de Friedrich Nietzsche, Ludwig Wittgenstein,
William James y Giovanni Gentile, en el olimpo de los filósofos mo­
dernistas del siglo xx. Cada uno a su manera, todos ellos transforma­
E l m a t r im o n io n a z i d e l a t e c n o l o g í a y e l ser ron la filosofía en un vehículo para la afirmación de lo que Peter Os-
bome define como «la temporalidad de lo nuevo», una forma de
En 1933, unos años después de abandonar la fe católica, Martin Hei­ analizar y trascender la crisis de la época40.
degger aprovechó su posición destacada dentro de la comunidad filo­ Safranski pone de relieve que Heidegger acometió esta hercúlea
sófica internacional para abrazar el nazismo de la manera más pública tarea intelectual en el clima «de alboroto revolucionario» que dominó
posible. Resulta muy significativo en el contexto de nuestra explica­ los primeros años de la República de Weimar, un contexto que dio lu­
ción «primordialista» de este tipo de conversiones tan dramáticas a gar a incontables «interpretaciones del mundo de acuerdo con el espí­
una ideología totalitaria en la era moderna que, en su biografía de ritu del “día final” y de un nuevo comienzo radical»:
Heidegger, Rtidiger Safranski afirme que el filósofo era hijo de la mis­
ma era de agitación cosmológica radical que alumbró el modernismo Las ideas raciales y el antisemitismo fanático estaban muy difun­
filosófico de Nietzsche y el modernismo cultural de Hugo von Hof­ didos, el Partido Comunista de Alemania estaba empezando a dar un
mannsthal, Stefan George, Hermann Bahr, Franz Werfel y Wilhelm Dil- giro hacia el bolchevismo, Hitler escribía M e i n K am pfcn la prisión de
they. Su punto de vista también estuvo influido de forma decisiva por Landsberg, millones de personas buscaban la salvación en los movi­
el clima de vitalismo o Lebensphilosophie tan extendido en la Alem a­ mientos sectarios -e l ocultismo, el vegetarianismo, el nudismo, la teo­
nia anterior a 191437. No es de extrañar que, como afirmaba en su obra sofía y la antroposofía- que ofrecían incontables promesas de salva­
autobiográfica Denkenfahrungen, una de las constantes de la carrera ción y una nueva vía41.
filosófica de Heidegger desde sus comienzos fuera su deseo de «abrir­
se a la inmensidad del cielo y al mismo tiempo hechar raíces en la Era una época de «personajes carismáticos y profetas» que predi­
caban sus propias versiones del «milenarismo y del apocalipsis», y
también de «decisionistas que postulaban la renovación del mundo,
* Para una consideración incisiva del discurso (o neolengua) que utilizaban los nazis
para expresar sus proyectos m odernistas, véase Victor Klemperer, The Language o f the 3" Martin Heidegger, Denkerfahrungen, Francfort del Meno, Vittorio.Klostermann, 1983,
Third Reich: LTI, Lingua Tertii Imperii, Londres. M artin Brady, Athlone, 2000 [ed. cast.: p. 38. Se cita en Safranski, Martin Heidegger, cit., p. 3.
LTI: La lengua del Tender Reich, Apunten de un filólogo, Barcelona, Minúscula, 2004|. » Ib id , p. 71.
37 Riiciiger Safranski, Martin Heidegger. Between G od and Evil, Cambridge (MA), Har­ ™ Véase supra capítulo 4, p. 167.
vard University Press, 1998. p. 3, 41 Ibid., p. 153.

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metafísicos furibundos y especuladores». Mientras tanto, en el ámbito y el nihilismo contemporáneos deformados por la lente del idealismo
de la política «florecieron el mesianismo y las doctrinas de redención alemán. Este análisis hacía hincapié en la erosión que la modernidad
tanto de izquierdas como de derechas». El clima palingenésico estaba había provocado en el «ser» metafísico, el concepto sobre el que según
tan sobrecargado que el filósofo Eduard Spranger sostenía que «la ge­ Heidegger se había apoyado durante tanto tiempo la cultura griega
neración más joven, cargada de fe, está esperando un renacimiento inte­ clásica. En segundo lugar, una celebración del nacimiento de una nue­
rior», y que el espíritu de los tiempos expresaba «un impulso hacia la va raza de alemanes basada en la metafísica y a la vez tecnocrática-
totalidad», un «anhelo religioso» y «un abandono de lo mecánico y lo mente poderosa. Lo que había hecho posible este acontecimiento ha­
artifical a favor del eterno manantial de la metafísica»42. En resumidas bía sido la movilización total del hombre y la máquina durante la
cuentas, la búsqueda filosófica de Heidegger no se puede entender sin Primera Guerra Mundial, y su potencial se basaba en el proceso de
tener en cuenta el clima de la Alemania de principios del siglo xx, un renacimiento nacional que había lanzado el movimiento nazi.
hervidero de modernismo cultural y social. Con este diagnóstico Heidegger se convenció de que tenía una mi­
En la fase final de la guerra, Heidegger ya había experimentado cómo sión, de que su interpretación filosófica de la historia le situaba en una
lo sólido se desvanecía en el aire: «El “espíritu” que había dominado posición única para reconocer el potencial del Tercer Reich para solu­
la cultura de los años anteriores a la guerra ya no era real»43. Fiel a la cionar la crisis de la modernidad. Es más, parecía que el destino le
dialéctica del pesimismo dionisiaco, Heidegger consideró que «había había encomendado la heroica tarea de utilizar su influencia como rec­
que buscar un nuevo comienzo»44. A mediados de la década de 1920, tor de la Universidad de Friburgo para difundir la revolución metafísi­
cuando el filósofo ya se había librado de los últimos vínculos que le ca que constituía la condición previa para que la transformación social
unían al catolicismo, sintió que «el antiguo Cielo se había desploma­ y política de Alemania triunfara bajo el Tercer Reich. Para «Dirigir a
do». El mundo, desconectado de su raíz metafísica central, había caído los dirigentes»47. Por eso en su Introducción a la metafísica (1935) alu­
en una «mundanería» total y pedía a gritos una renovación metafísi­ de crípticamente a «a la verdad íntima y a la grandeza» del nacional­
ca45. Al final, Heidegger halló en su encuentro intelectual con Ernst socialismo, una verdad que la mayoría de los nazis olvidaban, a saber,
Jünger, encuentro que tuvo lugar con la parálisis de Weimar y el dra­ que este movimiento representa «el encuentro [Begegnung] de una
mático ascenso del nazismo como telón de fondo, el sendero que le tecnología determinada globalmente con el hombre moderno»48. Con
conduciría a la culminación de su rito de paso intelectual. Según Ri­ esta críptica frase Heidegger alude a su visión del nazismo en cuanto
chard Wollin, las dos obras en las Jünger ofrecía su visión tecnocrática movimiento creador de una nueva síntesis entre la tecnocracia globa-
del nuevo hombre, el ensayo «Movilización total» (1930) y el libro El lizada y la necesidad humana de raíces y de vida metafísica.
trabajador (1932), ejercieron «un impacto indeleble en la forma de Safranski observa que «para Heidegger la llegada al poder nacional­
entender la política moderna de Heidegger». Wollin atribuye la «apues­ socialista fue una revolución. Iba mucho más allá de la política; era un
ta» del filósofo por el nacionalsocialismo a principios de los años nuevo acto de la historia del ser, el comienzo de una nueva época. Hitler,
treinta al hecho de que se había convencido a sí mismo de que «el para él, significó una nueva era»49. Poco a poco se fue dando cuenta de
nazismo era la encarnación legítima de la Arbeitergesellschaft [socie­ que los dirigentes nazis no habían entendido que el propósito «intrínse­
dad de trabajadores] que profetizaba Jünger y que representaba la su­ co» de su revolución no era la depuración racial de Occidente50, sino su
peración heroica del nihilismo occidental que habían pronosticado curación espiritual. Por eso les retiró su apoyo, pero lo hizo después de
Nietzsche y Spengler»46.
Sobre la base de esta revelación de la posibilidad del inminente 47 Se cita en M atthew Feldm an, «Between G eist and Zeitgeist. Martin Heidegger as
Ideologue o f “M etapolitical Fascism ”», Totalitarian M ovements a nd Pol'uiml Religión 6/2
renacimiento metafísico y tecnológico de Occidente, Heidegger for­ (2005), p, 187.
muló su propio cambio de mapa cognitivo a partir de dos componentes “ Martin Heidegger, Einfiihrung in die Metaphysik, Tübinga, Max Niem eyer Verlag,
principales: en primer lugar, el análisis nietzscheano de la decadencia 1935, pp. 151-152 [ed. cast.: Introducción a la metafísica, Barcelona, Gedisa, 1992].
w Safranski, M artin Heidegger, cit., p. 228.
5U Véase el com entario que hizo Heidegger después de la guerra sobre su adhesión al
4- Ibid., p. 91-93. nazismo: «Acepté el com ponente nacional y social (no el nacionalsocialista), pero rechazaba
« Ib id , p. 86. los fundam entos intelectuales y m etafísicos biologistas de la doctrina del Partido, en la m e­
44 Ibid., p. 146. dida en que, tal com o yo lo veía, el com ponente social y nacional no guardaba conexión al­
4Í Ib id , p. 93. guna con la doctrina ideológica del racism o biológico». Se cita en Günther Neski y Emil
46 Richard Wollin, The Heidegger Cantmversy, Cambridge (MA), The M1T Press, 1993, Kettering (eds.), M artin Heidegger a nd National Socialism, Nueva York, Paragon House,
p. 121. 1990, pp. 53-54.

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haber aprovechado todas las oportunidades que le brindaba su posición nueva Alemania inauguraban un horizonte ilimitado para los proyec­
académica para pronunciarse a favor del elevado propósito histórico y tos innovadores en áreas como la planificación urbana, la ingeniería
espiritual del Tercer Reich, y para garantizar que las políticas raciales civil, la producción industrial y la innovación tecnológica, proyectos
se cumplieran sin contratiempos en la universidad de la que era rector que acometería el sector público y el privado con la energía y los re­
p. e., la expulsión de los judíos de los departamentos universitarios que cursos del proceso de reconversión de Alemania en el Tercer Reich.
se encontraban bajo su autoridad-. Por tanto, Heidegger no utilizó du­ Un ejemplo muy elocuente del modernismo tecnocrático y prome-
rante dos años sus conocimientos profesionales y su idealismo para teico resultante lo ofrecen los planes de transformación de las enormes
«trabajar en la dirección del Führer», sino para trabajar en la dirección extensiones de territorio polaco ocupadas por el Tercer Reich en zonas
del renacimiento metafísico de Alemania51. de cultivo «arias» para el nuevo Reich. Entre otras cosas, los nazis pre­
tendían recuperar las amplias zonas pantanosas de la marisma de Pinsk,
en la frontera con Rusia. David Blackboum ofrece un análisis exhaus­
E l c u l t o n a z i a l m o d e r n i s m o t e c n o c r á t ic o tivo de este episodio concreto, sobre los planes generales del Tercer
Reich de construir un Imperio del Este que se extendiera hasta los
Independientemente de su interés filosófico, la importancia de la Urales. Este proyecto dio lugar a una lucha interna entre los conserva­
conversión de Heidegger al nazismo en el contexto de este libro reside dores, preocupados por los riesgos de desertificación, y los tecnócratas
en el hecho de que la misma razón que le indujo a creer que el régimen que proponían planes radicales para la explotación de los recursos
estaba llevando a cabo la profecía del trabajador de Em st Jünger, dotó agrícolas y humanos de la zona52. Todos esos debates estuvieron con­
al Tercer Reich de un atractivo irresistible para muchos académicos dicionados por el discurso biopolítico dominante nazi, tanto en el sen­
que trabajaban en el campo de las ciencias naturales y aplicadas: la tido amplio como en el estrictamente técnico, de las iniciativas para
esperanza de que surgiera una nueva tecnocracia espiritual y vitalista. mejorar la sociedad basadas en la antropología racial, en el darwínis-
Esta esperanza generó un impulso gravitacional aún más fuerte en los mo social y en la eugenesia. Este elemento añade una dimensión total­
propios tecnócratas, una casta moderna que gozaba de una posición mente nueva al discurso metafórico de la bonifica, que por lo demás sería
especial en un país en el que, a pesar de los estragos de Weimar y del equivalente al de los nazis. Como vimos en el capítulo 8, de acuerdo
crash de Wall Street, era todavía la mayor potencia industrial europea con este discurso se procedió al drenaje de las lagunas pontinas con el
en términos de tradición, recursos humanos y potencial. fin de construir nuevas ciudades y de dedicar las tierras a la agricultu­
Desde el punto de vista humano, los científicos y los tecnócratas ra, un acontecimiento que supuso la cristalización de las ambiciones
alemanes no fueron menos vulnerables que sus compatriotas «artis­ palingenésicas del Estado fascista. El concepto de «reclamación» ad­
tas» a la crisis nómica de la modernidad, y en muchos casos la Depre­ quiere así el espíritu específicamente biológico del choque de la cultu­
sión de 1929 afectó todavía más a sus carreras profesionales. La revo­ ra aria con el resto de culturas en su lucha a muerte por la existencia.
lución nazi era una forma de reconciliar el conocimiento positivista y La importancia de Goethe en cuanto joya de la corona de la tradición
la experiencia tecnológica con una poderosa sensación de identidad y literaria garantizó que este tipo de empresas tuvieran cierto sabor faus-
«espiritualidad». Gracias a esta revolución, su quehacer profesional se tiano para los alemanes, ya que en la segunda parte de Fausto, el pro­
inscribía en la realidad histórica y comunal palpable del Volk inmortal, tagonista, redimido y agonizante, ciego y débil, se anima cuando cree
y además tenían la sensación de contribuir a la construcción de un que el sonido de la pala significa que su plan de construir enormes te­
nuevo futuro, de una nueva civilización. Desde un punto de vista más
pragmático, los ambiciosos planes que tenía el Tercer Reich para la 52 D. Blackboum , The C on qu est o fN atu re, cit. La cam paña de población de las tierras
pantanosas revela adem ás !a existencia de un profundo nexo entre las preocupaciones de los
31 El «caso» del nazismo de Heidegger es muy complejo. He recurrido sobre todo a la nazis «ecologistas» por la naturaleza y la ecología, la búsqueda de la suprem acía racial y la
interpretación J e Safranskí porque al cargar las tintas en las condiciones culturales, no filo­ organización de la persecución racial. Todos estos fenóm enos indican que los nazis estaban
sóficas, de la conversión del filósofo, concuerda mejor con mi teoría del modernismo. No totalm ente desprovistos de principios ecológicos. Estaban más interesados en «la sangre»
obstante, existen algunas obras excelentes que com plem entan y am plían la exposición de que en «la Tierra» y no pensaban que hubiera necesidad alguna de proteger la biosfera por
Safranski, o que estudian los procesos de pensam iento de Heidegger, sobre lodo Hugo Ott, el bien de la hum anidad. Véase Franz-Josef Brüggermeier e ta l., H ow O reen w ere th e N a zis?
M artin H eidegger: A P o litica l Life, Nueva York, Basic Books, 1993; HansSluga, H eidcgger's N ature, Environment, an d N alion in the Third Reich. O hio, O hio University Press, 2005.
C risis: P h ilosuphy a n d Política in N azi G erm any, Cambridge (M Al. Harvard University Para un juicio opuesto (y explícitam ente revisionista) del ecologism o del nazismo, véase
Press, 1993; Wollin, The H e id e g g er C ontm versy, cit.; Tom Rockmore, On H eidegger's N a- Anna Bram w ell ,B lo o d a n d Solí. R ich ard W alther D a rr é a n d H itler's «O reen P arty », Bourne
zisrn atul Philosophy, Hemcl Hempsted. Harvester W hcatsheaf, 1992. End, Buckinghamshire, Kensal Press, 1985.

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rraplenes recuperando la tierra del mar y de los pantanos se ha reanu­ mógrafos, especialistas en suelos, ingenieros de montes, botánicos y
dado. En esta visión, el imperialismo tecnológico se funde con el espí­ genetistas de plantas. Con semejante concentración de conocimientos
ritu que desafía a Crono. La última voluntad de Fausto es: a su disposición, las «visiones del Este moderno [que imaginaban los
tecnócratas] eran prácticamente ilimitadas»:
Hallarme en un suelo libre en compañía de un pueblo también li­
bre. Entonces podría decir al fugaz momento: «Detente, pues; ¡eres Las autopistas unirán los asentamientos alemanes desde Leningra-
tan bello!». La huella de mis días terrenos no puede borrarse en el do al Cáucaso, la electrificación rural hará funcionar las máquinas de
transcurso de las edades. ordeñar. Los institutos de medicina tropical llevarán a cabo experi­
mentos para acabar con los mosquitos de la malaria, y un plan de
La recuperación de la tierra que acometieron los nazis también te­ gestión del agua y de plantación creará medios modernos para «el
nía una finalidad racial. «El sacrificio» de una pareja de ancianos ino­ control climático»55.
centes no bastaba para cumplir su misión: había que acabar con toda
la población autóctona53. Los problemas de ingeniería derivados del Una vez más, salen a la luz los tres aspectos característicos de la
drenaje de las lagunas polacas eran indisociables de la tarea de crea­ modernidad alternativa del nazismo. Los nazis defendían «la vuelta a
ción de nuevas tierras de cultivo para los colonos «arios» que ocupa­ la tierra» y al mismo tiempo hacían realidad un mundo de ensueño
rían los miles de kilómetros cuadrados de tierra que ya les habían tecnocrático que sólo se podía crear a través de un proceso de destruc­
quitado a los agricultores polacos. Con todo, para algunos «expertos ción depuradora, gracias a la subyugación despiadada y al «reasenta­
raciales» además había que levantar «un muro defensivo» de campesi­ miento» de las razas eslavas autóctonas, a la erradicación de su cultu­
nos alemanes que hiciera de baluarte contra «el tormentoso torrente ra, a la aniquilación de los judíos, los comunistas, los prisioneros de
asiático», como se puede leer en la cita de Reinhardt Heydrich que guerra y todo aquello que fuera sospechoso de subversión o disgenia.
aparece al principio de este capítulo. Los pantanos también llamaron La lógica moderna, biopolítica y, en última instancia, genocida, de
la atención de los planificadores del genocidio, que veían en ellos una todos los aspectos de la tecnocracia nazi se puede detectar en todas
solución al «problema judío», en la medida en que, por una parte, eran aquellas áreas en las que sectores de la producción capitalista e indus­
un lugar ideal para la aniquilación «natural» de esclavos sometidos a trial se alineaban con los intereses del Estado, en entidades económi­
condiciones de trabajo extremas y, por otra, para «hacer desaparecer» cas tan decididamente «modernas» como la Organización Todt, la em­
a las víctimas de las masacres. El Este era el «Salvaje Oeste» el Tercer presa Hermann Goering, las agencias encargadas de llevar a cabo el Plan
Reich54. Era el campo de acción ideal para los pioneros que querían de Cuatro Años, y algunas empresas y corporaciones como Krupp56,
ensayar las técnicas de colonización y reasentamiento, de explotación Daimler Benz57, Opel, BMW, IG Farben58 y AEG, que estaban desean­
y asesinato en masa características de la era posliberal que Hitler había do poder disponer del fondo ilimitado de trabajadores forzosos y es­
traído a Europa. clavos del terror nazi, una fuerza de trabajo que en 1945 englobaba a
En el breve lapso de tiempo que hubo entre la Operación Barbarro- 7,6 millones de personas.
ja, en junio de 1941, y la decisiva victoria rusa en Stalingrado en fe­ Este mismo espíritu perverso, que combinaba el avance tecnológico
brero de 1943, los tecnócratas se encontraron en su salsa. Konrad Me- con una serie de planes biopolíticos letales, condicionó la naturaleza de
yer, el oficial nazi al mando del Plan General para el Este, se deshacía la modernidad implícita en las investigaciones de la bomba atómica59 y
en elogios cuando hablaba de la «obra de arte» que se crearía a partir de la tecnología de los aviones a reacción. Las condiciones de esclavitud
del caos topográfico de los pantanos cuando el paisaje cobrara forma a las que estaban sometidos los obreros que trabajaban en las fábricas
en manos de los creadores de civilización arios. Para hacer realidad
esta visión, la oficina de Meyer contó con la colaboración de ingenie­
55 Ibid., p. 216.
ros, arquitectos, planificadores regionales, geógrafos, sociólogos, de- 56 Véase Peter Batty, The H ouse o f K rupp, Londres, Seeker & Warburg, 1961.
57 Véase Neil Gregor, D aim ler-B en z in She Third Reich, New Haven (CT), Yale Univer­
5J En la obra de Goethe, M efistófeles se asegura de que una pareja de ancianos, Filem ón sity Press, 1998.
y Baucis, adem ás de un desconocido inocente, m ueran com o consecuencia directa de las 58 Véase Peter Hayes, Industry u n d Ideology. IG Farben in the N azi Era, Nueva York,
acciones de Fausto. Cam bridge University Press, 1987.
54 Véase D. Blackbourn, The C o n q u est o f Natura, cit., pp. 280-296: «The M ystique of 19 Thomas Powers, H eisen berg 's War. The S ec re t H istory o f the G erm an Bomb, Lon­
the Frontier and the “Wild East”». dres, Cape, 1993.

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ubicadas bajo las montañas de Harz, donde se construían los aviones en 1924 cuando se convirtió a Hitler. De la noche a la mañana, esta
V-2, eran tan grotescas e inhumanas que el propio Albert Speer se quedó conversión resolvió la profunda crisis existencial que padecía. La
horrorizado cuando comprobó en diciembre de 1943 los resultados de «desesperación» y el «ateísmo» que había sufrido durante la Primera
las órdenes que él mismo había dictado. Paralelamente a la extraordina­ Guerra Mundial se transformaron en la sensación de que, gracias a la
ria expansión de la industria alemana, en la década de 1930 se asestó el intercesión (literal) de Adolf Hitler, «había un Dios en el cielo» que
primer golpe a las organizaciones de trabajadores independientes y se «le gobernaba» y le «protegía». Este mismo Dios «había bendecido la
empezó a perseguir a los comunistas que las lideraban, y más tarde, obra de Adolf Hitler con el éxito», y consideraba que el Führer, en
durante la guerra, los nazis empezaron a utilizar trabajadores forzosos y lugar de Cristo, era «su unigénito», y que por tanto debía representarle
esclavos extranjeros, y a raíz de aquello la productividad de la economía sobre la faz de la Tierra61. Aunque carecía de la sofisticación filosófica
de guerra nazi se incrementó todavía más, sobre todo cuando Albert del entusiasmo, mucho más efímero, que Heidegger mostró en rela­
Speer sustituyó a Fritz Todt como ministro de Armamento en 1942. ción con el régimen nazi, la motivación «fenomenológica» de Ley era
Bajo el «sistema de apartheid» nazi —un sistema que, a diferencia del la misma: anclar su existencia a la dimensión sagrada y metafísica que
que se aplicaría en Sudáfrica tras la guerra, no era ni reaccionario ni con­ ofrecía el Volk regenerado.
servador, sino modernista y orientado hacia el futuro-, los «no arios» se
veían obligados a trabajar hasta la muerte en pantanos, canteras y com­
plejos industriales. L a p l a n i f ic a c ió n d e l Te r c e r R e ic h
El lado «humano» del modernismo tecnocrático nazi era el de!
Deutsche Arbeitsfront (DAF) que trabajaba codo con codo con otras dos El periodo de entreguerras fue una era dorada para los planificado-
organizaciones hermanas, Kraft durch Freude [Fuerza a través de la Ale­ res que encontraron financiación para llevar a cabo sus proyectos. La
gría] y Amt für Schönheit der Arbeit [Oficina para la Belleza del Traba­ «crisis de la civilización» manifiesta favoreció un abandono del capi­
jo], con el fin de aplicar los principios del modernismo social a la mejo­ talismo liberal y del Estado minimalista y vigilante, los ideales del li­
ra de las condiciones del trabajo y el ocio de los trabajadores «arios» beralismo del siglo xix. Tanto los planes quinquenales de la Unión
corrientes. En defensa de estos trabajadores, el líder visionario de esta Soviética, como el sistema corporativista fascista, la teoría económica
organización, Robert Ley, se propuso hacer realidad una visión tayloris- keynesiana, el New Deal norteamericano o el planismo del pensador
ta utópica. Pensaba que una fuerza de trabajo pura desde el punto de belga Hendrik de Man -q u e después de sus comienzos izquierdistas se
vista racial que trabajara en unas condiciones higiénicas óptimas, tuvie­ pasó a la derecha62- , compartían la creencia en la necesidad de un
ra igualdad de oportunidades para acceder al mercado de trabajo, gozara «gobierno fuerte» que tomara decisiones radicales en tiempos difíciles
de una serie de derechos laborales (sólo para los hombres), se sometiera en interés de los ciudadanos (dirigismo). El futuro tenía una tonalidad
a un reciclaje regular y a una formación continuada, pudiera disfrutar de política muy variada, pero lo que estaba claro és que había que p lani­
asistencia social, de pensiones, y tuviera acceso a una asistencia sanita­ ficarlo. El Tercer Reich se adhirió de forma entusiasta a este espíritu y
ria en la que se combinaran la medicina preventiva, la alternativa y la le confirió una dimensión específicamente modernista, al concebir la
más avanzada, rendiría la máxima productividad. Mientras los esclavos planificación en términos de maximización de la salud de una comu­
trabajaban en unas condiciones insoportables y morían anónimamente, nidad definida como una unidad racial homogénea con el fin de supe­
los heroicos trabajadores «arios» se alojarían en nuevas urbanizaciones rar la crisis de la modernidad63.
construidas en los suburbios, en viviendas diseñadas conforme a los Una de las expresiones del pensamiento atrevido resultante fue la
sólidos principios de la salubridad social y ecológica60. de los proyectos de construcción de viviendas a gran escala de Hans
En el contexto de nuestra teoría primordialista del modernismo, Reichow, que quería poner en práctica su teoría del «urbanismo orgá­
resulta significativo que Ronald Smelser, el biógrafo de Ley, atribuya nico» y publicó algunos artículos en la revista más importante de ur­
la incansable devoción que éste le profesaba a la revolución de la clase
trabajadora «aria» en el Tercer Reich -devoción que implicaba la indi­ 61 Ibid., p. 22.
ferencia absoluta hacia el sufrimiento del resto de categorías de seres n Para el pianism o de De M an véase Zeev Sternhell, N either Right Nur l<eft. Fascisi
Ideology in France, Berkeley, University o f California Press, 1986, pp. 119-141.
hum anos- al temperamento «milenarista» (palingenésico) que mostró
R olf M esserschm idt, «N ationalsozialistische Raum forschung und Raumordnung»,
en Michael Prinz y Rainer Zitelm ann (eds.), N ationalsozialism us und Modernisierung,
“ R. Smelser, Robert Ley, cit., pp. 305-306. Darmstadt, W issenschaftliche Buchgesellschaft, 1991, p. 138.

456 457
banismo del Reich64. Reichow pertenecía a esa generación de urbanis­ Al contrario que Le Corbusier, cuya relación de reciprocidad con los
tas que, después de la guerra, siguieron desempeñando su labor en los urbanistas fascistas nació del modernismo arquitectónico68, Fritsch
países comunistas y capitalistas con el fin de poner los cimientos de concibió su visión de la nueva ciudad inspirándose en las comunas
una sociedad radicalmente distinta. Con todo, la planificación nazi no völkisch, en el movimiento de «regreso a la naturaleza» y en la higiene
se limitaba únicamente al urbanismo. Un enorme sector de la burocra­ racial. Como propietario de la revista antisemita Hammer, se convirtió
cia alemana dedicó sus energías a diseñar el anteproyecto del nuevo en uno de los escritores más prolíficos de Alemania y publicó virulen­
orden europeo resultante de las inminentes e «inevitables» victorias de tos ataques contra los judíos mucho antes de que los nazis imaginaran
la Wehrmacht65. Incluso antes de 1939, otros departamentos de «ma- siquiera que llegarían al poder. En 1944, El manual de la cuestión j u ­
croplanificación» nazis ya habían diseñado algunos planes detallados día, publicado en 1896, alcanzó su 49.a edición después de vender más
de modernización del Reich que se llevarían a la práctica en 1942, fe­ de un millón de ejemplares. Esta obra fue una de las miles de diatribas
cha en la que estimaban que terminaría la guerra. En estos planes se racistas que prepararon el terreno para la creación del primer «Estado
proponía la creación de una serie de sofisticadas infraestructuras dise­ racial» en 1933.
ñadas para resistir el tráfico de nueve millones de coches privados y
enormes aglomeraciones urbanas. Se abordaban los problemas medio­
ambientales resultantes de un desarrollo tan rápido con una actitud E l E s t a d o r a c i a l m o d e r n is t a

que según historiador Michael Prinz era «asombrosamente moderna».


Las zonas peatonales de las ciudades interiores, los carriles-bici y las El pensamiento biopolítico de Fritsch se caracterizaba por un culto
autopistas diseñadas teniendo en cuenta el impacto ambiental que con­ a la «vida» indefinido combinado con una serie de profundos prejui­
cibieron los planificadores nazis se adelantaron algunas décadas a su cios raciales. Fue cuando las corrientes cientificistas del darwinismo
tiempo y eran sintomáticas de un esfuerzo concentrado en establecer social, el monismo, la antropología física, la eugenesia y la higiene ra­
una nueva armonía en la relación existente entre la modernidad tecno­ cial se utilizaron para articular la biopolítica, cuando la dinámica mo­
lógica y las fuerzas de la «naturaleza» y la «vida». dernista del Tercer Reich tuvo unas consecuencias tan devastadoras.
Prinz llama la atención sobre la paradoja que plantea el hecho de Ya dijimos en la Primera parte de este libro que a principios de siglo la
que un tipo de vida urbana tan avanzada y una «cultura del ocio popu­ biopolítica entendida en el sentido que acabamos de mencionar no
lar moderna» coexistieran después de la guerra con el Thingspiel, la tardó en convertirse en un fenómeno internacional, una parte de la re­
poesía Heimat y el movimiento del «regreso a la tierra»66. Sin embar­ acción de las elites de la comunidad científica, tecnocrática y política
go, esta paradoja se resuelve con el concepto nazi de una modernidad a la decadencia cultural, reformulada como un problema de degenera­
basada en las raíces, orgánica, cimentada en el concepto biopolítico ción física y biológica cada vez más grave. El impacto que tuvo esta
del valor de la vida. Esta síntesis de conceptos tampoco era nueva. Dos corriente de modernismo en el pensamiento político fue tan intenso
años antes, el inglés Ebenezer Howard postulaba su visión de la Ciu­ que en el transcurso del siglo xx países como los Estados Unidos,
dad Jardín como fuente de regeneración social en To-morrow: A Pea- Perú, Panamá, la Unión Soviética, India, China, Australia, Canadá,
ceful Path to Real Reform (1898), y ya se habían publicado proyectos Suecia, Estonia, Finlandia, Islandia, Noruega, Eslovaquia y Suiza aca­
que alentaban la simbiosis entre la civilización urbana y la naturaleza baron aplicando programas de esterilización. Antes incluso de que la
en Die Stadt der Zukunft [La ciudad del futuro] de Theodor Fritsch67. Primera Guerra Mundial hiciera que la salud física y demográfica de
las naciones se convirtiera en una preocupación en Occidente, Wins-
M Los proyectos de Reichow se publicaron en R aum forschung und Raum ordnung. M o­ ton Churchill, en su época de ministro del Interior, introdujo un pro­
natschrift d e r R eich sarbeitgem ein sch aft f u r R aum forschung 5/3-4 (1941). yecto de ley que contemplaba la esterilización forzosa. Previamente le
“ Para una crónica de lo avanzado que se encontraba, en plena guerra, el plan de una había escrito un memorándum al primer ministro Henry Asquith en el
Unión Europea basada en principios «arios» una vez ganada la guerra véase Robert H erzs­
que afirmaba:
tein, W hen N a zi D ream s C om e True. The Third R eich's Internal Struggle o v e r the Future o f
E urope a fter a G erm an Victory, Londres, Sphere/Abacus, 1982.
66 M ichael Prinz, «M oderne Elem ente in der G esellschaftspolitik», en Prinz y Zite!- 65 En el capítulo 8 vimos que Le Corbusier presentó un proyecto para el concurso de
mann, N a tio n a lso zia lism u s und M odernisierung, eit„ pp. 315-316. Pontinia. Para la influencia de este arquitecto en los m odem izadores fascistas, véase Mark
61 Véase Dirk Schubert, «Theodor Fritsch and the German (völkisch) version of the A n ú iñ , A van -G arde Fascism. The M obilization o f M yth, A rt a n d Culture in France, 1909-
Garden City. The Garden City invented two years before Ebenezer Howard», Planning P ers­ 1939, Durham (NC), D uke U n iversity P ress, 2007, capítulo 3, «La C ité française: Georges
p e ctive s 19 (2004). Valois, Le Corbusier and Fascist Theories o f Urbanism », pp. 134-170.

458 459
El crecimiento cada vez más rápido, antinatural, de los locos y los Mi movimiento abarca cada aspecto del la totalidad del Volk. Con­
imbéciles, unido a la restricción continua de los recursos económicos cibe a «Alemania» como un cuerpo colectivo, un organismo indivi­
y energéticos de primera calidad, representa una am enaza para la na­ dual. En este ser orgánico no existe nada parecido a la ausencia de
ción y para la raza que no debe incrementarse. [...] Pienso que debe­ responsabilidad; cada célula es responsable, con su m era existencia,
ríamos cortar y condenar la fuente de la que mana esta corriente de del bienestar del conjunto73.
locura este mismo año69.
En Mein Kampf, Hitler ya había mencionado al hombre «que com­
El proyecto de ley fue rechazado. prende a la perfección la angustia de su pueblo y, después de detectar
Cuando los nazis llegaron al poder defendiendo el concepto racial de con claridad cuál es la enfermedad que padece, intenta curarle de ella
la nación orgánica, un antisemitismo virulento y una visión totalitaria del tomándose en serio esta tarea»74. Estas declaraciones visionarias en
papel del Estado, aprobaron, conforme a la lógica «perversa» de este mo­ boca del salvador, el artista, e! caudillo, el protector, el curador y el
vimiento una serie de leyes destinadas a controlar la «amenaza [que repre­ médico de Alemania, eran el permiso que los higienistas raciales y los
sentaba] para la nación» su «corriente de locura» particular y a «cortar[la]» eugenecistas del Reich que «trabajaban en la dirección del Führer»
y «condenarla]». Además, aplicaron estas leyes de forma despiadada y necesitaban para adoptar las medidas que consideraran necesarias
sistemática, con eficiencia burocrática, y emplearon para ello los avances para mejorar la salud biológica de la nación, la carta blanca para aca­
tecnológicos más modernos, algo impensable en las democracias libera­ bar con cualquier amenaza a la pureza y al estado físico de la nación
les. Si bien la justificación biopolítica de estas leyes era una compleja que detectaran. No obstante, las distintas justificaciones para la perse­
urdimbre de rigor científico y fantasías nacidas tanto de la mitopoética cución racial produjeron tensiones ideológicas que todavía se refleja­
cientificista como de la acientífica, se basaba en los mismos principios ban en las discusiones de la conferencia de Wannsee y en el transcurso
primordiales de contaminación y de limpieza que inspiraron el genocidio de la aplicación de la Solución Final75.
de Ruanda en 1994™. Si nos centramos en los principios antropológicos Por simplista que pueda parecer esta explicación del racismo nazi, lo
en los que el régimen basó sus esfuerzos para fundar una «raza pura»71, la que se deduce de ella en el contexto del presente libro es que las dos
influencia dominante fue la confluencia de la búsqueda de la pureza racial, corrientes de odio étnico que comprendía tenían un componente implí­
que propugnaban pensadores como Paul Lagarde, y de la obsesión euge- cito de modernismo social. Ya hemos visto que el movimiento völkisch
necista por la higiene racial que movió a Alfred Ploetz a fundar la Socie­ era la manifestación de una nostalgia de las raíces y de la pertenencia a
dad Alemana para la Higiene Racial en 1905. una comunidad populista, vanguardista y muy extendida. También he­
Ambas corrientes racistas pudieron confluir en gran medida debido mos visto que el origen de la eugenesia fue la llamada del Estado mo­
a que las Leyes Raciales de Núremberg aplicaban una mezcla de crite­ derno a la erradicación de la degeneración y a que el espectacular pro­
rios extraídos tanto del nacionalismo völkisch como del racismo euge- greso científico que había desvelado los misterios de la existencia
nésico a la hora de clasificar a la comunidad «aria» y a sus enemigos biológica de la humanidad le ofreciera al hombre una nueva base nómi-
raciales. Se creó así un marco jurídico-burocrático - y también m en­ ca religiosa. En este contexto, el artículo de Michael Schwartz sobre el
ta l- compuesto a partir del cual el Estado tomó las medidas posterio­ debate de la eutanasia que tuvo lugar en Alemania entre 1895 y 1945
res, que cuadraban perfectametne con la nebulosa metáfora del cuerpo cobra una especial importancia. En él se pone de manifiesto que los que
político orgánico, el Volkskörper12, que Hitler mencionaba en su dis­ defendían la eutanasia bajo el Tercer Reich pensaban que ellos eran la
curso del 27 de enero de 1934:
73 Se cita en Richard Koenigsbergerl «G enocide as Immunology. The Psychosom atic
m Se cita en Clive Ponting, Winston Churchill , Londres, Sinclair-Stevenson, 1994, p. 102. Source of Culture», ensayo online que se puede leer en [http://home.earthlink.net/~libra-
E l memorándum original se encuentra en los A squith Papers, MS 12, f. 224-228, Asquith ryofsocialscience/gi.htm ) {página consultada el 9 de enero de 2007). El modo literal en que
Papers Bodleian Library, Oxford. Hitler y los nazis interpretaron las im plicaciones biológicas de una im agen orgánica de !a
70 Christopher Taylor, Sacrifice a s Terror. The R w andan G en ocide o f ¡994, Oxford, nación es la tesis central de Koenigsberger en su explicación de la dinám ica del Holocausto.
Berg, 1999, p. 145. Desarrolla esta tesis en «Ideology, Perception, and G enocide. How Fantasy Generates His­
71 Edouard Conte y Cornelia Essner, La Q uête d e la R ace. U ne A nthropologie du N a ­ tory», en [http://ideologiesofw ar.com /l5apers/rkJpg.htm ] (página visitada el 22 de enero de
zism e, Paris, Hachette, 1995. 2006).
72 Peter Fritzsche subraya «el papel central que desem peñó en el nacionalsocialism o» 74 Hitler, M ein K am pf, cit., volum en II, capítulo 8, «The Strong Man is Mightiest
el concepto de Volkskörper en «Nazi M odem », M odern ism /M odern ity 3/1 (1996), p. 9, un Alone», p. 466.
artículo indispensable. 71 Conte y Essner, La Q uête d e la Race, cit., pp. 360-368.

460 461
vanguardia de la modernización de la nación, pero también se hace hin­ un programa modernista de gran alcance de medidas culturales, socia­
capié en la entusiasta sensación de misión que tenían: estaban conven­ les, políticas y militares radicales con el fin de depurar Alemania de
cidos de que contribuían a la buena salud de la sociedad una vez erra­ decadencia y crear una sociedad más sana. Este retrato del régimen -e s ­
dicadas las causas biológicas de la degeneración racial76. Detrás de este bozado con una actitud deliberadamente «antirrevisionista» hacia los
entusiasmo científico se puede apreciar el anhelo metafísico de un pro­ crímenes contra la humanidad que se cometieron en el transcurso de la
ceso de catarsis ritual que garantizara la salud y la inmortalidad del Volk, aplicación de este programa—es perfectamente compatible con Moder­
sacralizado en cuanto única fuente de trascendencia y redención de la nidad y holocausto, el magistral análisis del nexo que existe entre el
era moderna. Este acto de sacralización lo simbolizaban los saludables genocidio nazi y las fuerzas de la modernización de Zygmunt Bauman79.
cuerpos de los trabajadores que se duchaban en los aseos de las higiéni­ Se trata de una explicación ampliamente corroborada por el estu­
cas fábricas recién construidas, y que jugaban al fútbol en los campos de dio de Enzo Traverso sobre el fundamento del holocausto en Los orí­
la KdF. Su camaradería y entusiasmo por la vida expresaban la esperan­ genes de la violencia nazi. De acuerdo con Peter Osborne, aunque de
za por el futuro de una nación joven y saludable77. forma independiente, Traverso hace hincapié en la dinámica de futuro
Este aspecto modernista del racismo nazi aparece en cuanto el es­ de la revolución conservadora que dio forma al espíritu del nazismo.
tudio académico se centra en la modernidad de este movimiento, no en Para él, el impacto disgregador de la modernidad en la primera mitad
su barbarismo. Así, Christian Pross, en su introducción a Cleansing del siglo xix creó una situación en la que cualquier intento de restituir
the Fatherland, carga las tintas en la íntima relación que, dentro del los valores supuestamente destruidos por el «progreso» estaba obliga­
programa de eugenesia, existía «entre la destrucción y la moderniza­ do a adoptar un carácter revolucionario en lugar de conservador. En
ción», y subraya que «no se puede entender Auschwitz sin tener tam ­ ese momento, «la nostalgia de una comunidad tradicional se transfor­
bién en cuenta la planta de Volkswagen en Wolfsburg, ni interpretar el mó en una aspiración utópica a una nueva comunidad, una Volkge-
régimen de terror de las SS dejando de lado el programa de seguridad meinschaft de futuro»811.
social, salud y recreo que desarrolló el sindicato nazi, el Deutsche Traverso también confirma nuestra teoría al afirmar que el impulso
Arbeitsfront»78. Cuando la profundidad de campo de «la lente de Ausch­ de trascendencia nacionalsocialista no fue, como aseguran algunos
witz» que Peter Adam nos pide que usemos a la hora de juzgar la cultu­ historiadores, la parodia de los artículos de fe cristianos y de modelos
ra nazi se amplía de forma que se pueden ver también las urbanizaciones de creencia redentores81, sino un vitalismo primordial y profundamen­
de viviendas higiénicas, las instalaciones deportivas o las vacaciones te pagano. Además, pone de relieve la naturaleza esencialmente sin­
pagadas en el mismo plano que los asesinatos a gran escala de enemi­ crética de la Weltanschauung nazi que, según nuestra interpretación,
gos raciales, empieza a percibirse con claridad lo radical que era la es intrínseca a su naturaleza de mapa cognitivo de un movimiento re­
alternativa nazi a la modernidad liberal y lo fanático que fue su entu­ vitalizador. El nazismo fue el producto de una confluencia de factores
siasmo modernista por crear un nuevo orden. que transformaron a Alemania en «el laboratorio de Occidente, un lu­
gar de síntesis de distintos elementos -e l nacionalismo, el racismo, el
antisemitismo, el imperialismo, el antibolchevismo, el antihumanis-
L a « e c o l o g ía » d e l g e n o c id io m o - que existían en el resto de Europa pero que, o bien permanecieron
silenciados o no llegaron a combinarse tóxicamente»82.
La conclusión a la que llegamos después de aplicar nuestro tipo ideal
” Zygmunt Bauman, M odem ity an d the H ohcaust, Cambridge, Polity Press, 1989 [ed.
primordiali sta de modernismo al Tercer Reich es que fue un movimien­ cast.: M odernidad y holocausto, Madrid, Sequitur, 1997], Algunos importantes historiadores
to revitalizador que creó un «Estado jardinero» totalitario para aplicar tienen la tendencia de pasar por alto los niveles «más profundos» de causalidad que estudian
historiadores sociales y culturales como Zygmunt Bauman y Modris Eksteins. Así, Christopher
Browning, uno de los mayores expertos en la Solución Fi nal, sólo alude de pasada la «crisis de la
76 M ichael Schwarz, «“Euthanasie” - Debatten in Deutschland (1895-1945)», Vier­ modernización» y el «modernismo reaccionario» (y ni siquiera menciona la obra de Bauman o
teljahre she fie f ü r Z eitgesch ich te 46 (1998), pp. 617-665. de Eksteins) en el capítulo que le dedica a los antecedentes de la política judía nazi entre 1939 y
11 En el documenta] televisivo que realizó Peter Adam para la BBC en 1989, A r t in the 1942 en The Origins o fth e Final Solution, Londres, Wiliiam Heinemann, 2004.
Third Reich. The O rchestration o f Power, aparecen im ágenes m em orables relacionadas con ™ Enzo Traverso, The O rigins o fN a z i Violence, Londres, The New Press, 2003, p. 137.
esta cuestión. 81 Sobre todo Claus-Ekkehard Barsch en D ie politisc h e R eligión d e s N ation al-S ozialis-
78 Christian Pross, «Introduction», en Aly Götz, Peter Chrousl y Christian Pross, mus, M unich, Wilhelm Fink, 1998, que, sin embargo, reconoce que la religión política nazi
C leansing the Fatherland. N a zi M ed icin e a n d R a cia l H ygiene, Baltim ore (MD), Johns H op­ tenía rasgos «m odernos» no cristianos,
kins University Press, 1994, p. 14. 112 Traverso, The O rigins o fN a z i Violence, cit., p. 148.

462 463
Para Traverso, al igual que para Modris Eksteins y Joachim Fest Ese tipo de sentimientos se reflejan en el testimonio de Ella Lin-
antes que él, el elemento más importante de este cóctel ideológico le­ gens-Reiner, doctora y superviviente de Auschwitz, que en cierta oca­
tal es la combinación de lo mítico con lo cientificista, de la historia y sión le preguntó al médico de las SS Fritz Klein, que se dedicaba a
lo histórico, del arcaísmo con el tecnicismo: realizar experimentos con prisioneros del campo, cómo cuadraba aque­
llo con el juram ento hipocrático. Klein respondió que precisamente el
El espíritu de cruzada dei antiguo antijudaísmo religioso se com ­ juramento era lo que legitimaba su trabajo: «Estoy extirpando un apén­
binó con la frialdad del antisemitismo «científico», y de ahí la horripi­ dice enconado. Los judíos son el apéndice enconado en el cuerpo de
lante mezcla de pogromos y de exterminación industrial, de estallidos Europa. Y por eso hay que acabar con ellos»87.
de violencia brutal y de masacres burocráticas de la Segunda Guerra En este capítulo hemos ofrecido una estrategia interpretativa para
Mundial. La rebelión contra la decadencia de la modernidad se apro­ intentar «entender», como decía el veterano de la cruz roja, la obscena
pió de los medios de la propia modernidad^. proposición según la cual, para la mayoría de los nazis convencidos
que trabajaban para el nuevo Reich, Auschwitz no era un «escenario»
El fruto principal de este compuesto ideológico fue lo que Traverso en el que se representaban fantasías sádicas y odios patológicos, sino
llama la «violencia redentora» del nazismo84, una expresión cargada de el lugar donde se llevaba a cabo la purificación de Europa, tanto en
las connotaciones palingenésicas que tiene la búsqueda de la trascen­ sentido literal como metafórico. Esto quiere decir que Auschwitz, «en
dencia secularizada. Traverso cita a Hans Kohn, quien en 1938 declaró última instancia» -aunque no en primera instancia a efectos de la re­
que la teoría racial nazi «equivale a una religión naturalista en la que el construcción historiográfica- fue el producto de una serie de proyec­
pueblo alemán es el corpus mysticum y el ejército los sacerdotes». De tos modernistas cuyo fin era conseguir un mundo nuevo, mejor y más
acuerdo con este espíritu, el antisemitismo se convirtió en un elemento limpio. Primo Levi captó esta idea con su precisión visionaria caracte­
inseparable de una «religión de la naturaleza» basada en la fe ciega en el rística al afirmar que Auschwitz era «la última alcantarilla del universo
determinismo biológico hasta tal punto que el propio genocidio repre­ alemán»““. De acuerdo con su forma de pensar, los nazis no sólo cons­
sentaba tanto «una desinfección, una depuración, en resumidas cuentas, truyeron este campo para castigar a los judíos y a otras categorías de
una medida “ecológica”», como un acto de sacrificio ritual que se reali­ presunta degeneración racial o moral por ser enemigos del Tercer Reich.
zaba para redimir a la historia del caos y la decadencia85. Fue concebido como una enorme estación depuradora biopolítica, una
Una anécdota que confirma la contundencia del razonamiento de instalación tecnocrática en la que se les quitaba a los residuos huma­
Traverso es la entrevista que un veterano de la cruz roja, que en 1944 nos lo único valioso que les quedaba, la capacidad de trabajo, las per­
realizó una inspección no oficial de los campos de exterminio nazis, tenencias, el pelo, para utilizarlos en la campaña de guerra nazi. El
concedió al célebre reportero de la BBC John Simpson. Cuando éste genocidio se convirtió en una cuestión ecológica radical.
le preguntó por qué no se había enfrentado a Rudolf Hoss, el coman­ El infierno de Auschwitz y del resto de campos de la muerte que el
dante de Auschwitz, habida cuenta de la barbaridad moral que se esta­ Tercer Reich construyó con tanto afán, eran la contraimagen de los
ba cometiendo bajo su autoridad, el entrevistado se quedó visiblemen­ modernos pueblos y ciudades que diseñó el Reich durante la posgue­
te sorprendido ante semejante pregunta. La mera idea de enfrentarse a rra, llenos a rebosar de ciudadanos productivos y saludables. Todos
ellos le parecía ridicula. ellos tenían «una vida que m erecía la pena ser vivida» por su capa­
cidad de contribución potencial a la reserva genética «aria» y al cum­
Esta gente estaba orgullosa de su trabajo. Estaban convencidos de plimiento de los objetivos de la comunidad nacional. Acabar con las
estar llevando a cabo un acto de depuración. Llamaban a Auschwitz el vidas de los prisioneros con esa eficacia tecnocrática era simultánea­
ano de Europa. Había que purificar Europa. Y ellos eran los encarga­ mente, en términos cosmológicos, un «acto sagrado» equiparable al
dos de realizar esta tarea. Si no puede entender eso, es que no ha en­ sacrificio ritual de los aztecas, que mataban a sus enemigos para apa­
tendido nada de nada86. ciguar al dios Sol.

s’ lhid„ p. 143. L a cursiva es añadida. Saskia Barón (productora-directora), Science and the Swastika, Londres, Darlow
84 Ibid., p. 136. Smithson Productions, 2001, serie de docum entales televisivos, episodio 2, «The Deadly
85 ibid., p. 144. Experitnent», aproxim adam ente entre el minuto 29 y el 30.
86 Extracto de una entrevista que aparece en Beth Holgate (productora), Crossing the Lives. “ Primo Levi, M om ents o f Reprieve. A M em oir o f Auschwitz, Nueva York, Penguin,
The History o f the International Red Cross Committee, Londres, BBC2 [Timewatch], 1998. 1987. p. 124. Se cita en D. Blackbourn, The Conquest ofN ature, cit., p. 264.

464 465
Richard Evans ha escrito que: «El Tercer Reich inició un experimen­ mon, ya se había situado al otro lado «del cristal de la pecera» que
to a gran escala de ingeniería humana, tanto física como espiritual, que le separaba de Franz Kafka, Primo Levi y otros presuntos enemigos
penetró de forma ilimitada en el cuerpo y en el alma del individuo para del homo Aryanus. En el memorándum interno que escribió atacando
que pasara a formar parte de una masa coordinada que actuara y que el «socialismo» de Georg Strasser, no quedaba duda alguna del desti­
sintiera como un solo hombre»89. Pero este experimento tecnocrático se no que les esperaba en su utopía de una Alemania renacida a los «aso­
llevó a cabo con un objetivo más elevado, tenía una finalidad redentora, cíales», «cuyas vidas no merecían la pena ser vividas» o a los que no
trascendental, que desafiaba a Crono. Fue un experimento que se realizó eran aptos para participar en el renacimiento de la comunidad nacio­
bajo el signo primordial de la regeneración, la esvástica, pervertida por nal. «Se les ha pesado y se ha constatado que no tienen el peso suficien­
la cosmología nazi, transformada en el símbolo de un renacimiento ex­ te», una alusión a la expresión de! Antiguo Testamento «mené, mené,
clusivamente «ario» basado en la mística de la buena y la mala sangre. teqel ufarsin»92, las palabras arameas que el indignado Jehová escribió
Pero este experimento era una chapuza. en el muro para anunciar el hundimiento inminente del imperio de
En el cuento de Kafka La colonia penitenciaría, uno de los frutos Baltasar. El dictamen de Von Salomon era igual de contundente: «Los
más escalofriantes de la imaginación literaria modernista (y judía)90, el árboles que no dan frutos hay que talarlos y echarlos al fuego»93.
explorador que ha llegado a la isla asiste a una ejecución tan desastro­ Veinte años más tarde, los cuerpos demacrados de los Fremdopfer
sa como el experimento nazi, en la que el ritual ancestral se mezcla -u n término que se empleaba cuando los que se sacrificaban por una
con el asesinato de alta tecnología y con un proceso de redención me­ causa trascendental eran otros-, se quemaban a cientos de miles en los
canizado. A los condenados se los ejecuta con un sofisticado aparato, hornos crematorios de alta tecnología de Auschwitz, diseñados con
la Rastra, que supuestamente hacía que las víctimas comprendieran la esta finalidad por la empresa Topf & Sóhne, de Erfurt, siguiendo las
naturaleza de su crimen a través de las palabras que se grababan en su indicaciones de las SS. El rendimiento máximo de estos hornos era de
piel mientras morían, de modo que sufrían una transformación maca­ 4.765 cadáveres al día94. Para entonces, la artillería aliada, superior a
bra. Pero al final la máquina funciona terriblemente mal: la de los alemanes, ya había hecho trizas la descomunal maquinaria
nazi de metamorfosis cultural y de revolución antropológica. El Wie-
El explorador, en cambio, se sentía muy inquieto; la máquina esta­ dergeburt se había convertido en Untergang. El Aufbruch en otra
ba evidentemente haciéndose trizas; su andar silencioso ya era una Zusammenbruchl>5. El renacimiento en aborto. Hitler, el sanador, el
mera ilusión. [...] La Rastra no escribía, sólo pinchaba, y la Cama no propheta, la encarnación del «nacionalismo redentor», no había con­
hacia girar el cuerpo, sino que lo levanta temblando hacia las agujas. seguido levantar un nuevo dosel sagrado que sirviera para los millones
El explorador quiso hacer algo que pudiera detener el conjunto de la de sonámbulos de Weimar, ni «reconstruir la casa», ni «hacer que el
máquina, porque esto no era la tortura que el oficial había buscado tiempo volviera a comenzar». En lugar de ello, en abril de 1945 ciuda­
sino una franca matanza [...] no se descubría en él ninguna señal de la des alemanas enteras quedaron reducidas a toneladas de escombros.
prometida redención*1. La renovación de la historia prometida, el presunto aevum, había aca­
bado en Stunde Nuil, la «hora cero» de la rendición del Tercer Reich,
En diciembre de 1925, cuando el NSDAP no se encontraba preci­ pero también la hora cero en la que la flecha del tiempo histórico de
samente en su mejor momento, otro Franz, Franz Pfeffer von Salo- los nazis se detuvo, la sensación de un nuevo comienzo fue aplastada
por la sensación de final. Aquí tampoco se descubría ninguna señal de
lra R ichard Evans, The Third R eich in P o w er 1 9 3 3 -1 9 3 9 , Londres, Alien Lañe, 2005,
p. 708.
la prometida redención.
50 L a tesis que sostiene que el «modernismo pleno» del mundo literario de Kafka es en un
sentido una reacción al antisemitismo endémico en la sociedad europea de finales de siglo se
analiza en Sander L. Gilman, Franz Kafka. The Jewish Patient, Nueva York, Routledge, 1995.
51 Nahum Glatzer, The C om plete Sh ort S to ries o f Franz Kafka, Londres, Minerva,
1992, pp. 165-166. El hecho de que el oficial o «commandant» so convierta en una víctima
más del sistema de ejecución creado por él es una situación que tiene un aire palingenésico B Dn 5, 27: «mené, mené, teq el ufarsin » se traduce com o «se han pesado en la balanza
a la luz de la inscripción de su lápida, un espeluznante presagio de la aparición del culto y se ha com probado que su peso es insuficiente».
neonazi a Hitler después de la guerra: «Aquí yace el antiguo com andante. Sus partidarios, 1,3 R. Griffin, Fascism, cit., pp. 118-119.
que y a deben de ser incontables, cavaron esta tum ba y colocaron esta lápida. Una profecía 'M Véase W eindling, E p id e m ia ■a n d G enocide, cit., pp. 266, 317-320.
dice que después de determ inado número de anos el com andante resurgirá y desde esta casa 95 Zusam m enbruch significa «quiebra», «fracaso», y es un térm ino que se utiliza para
conducirá a sus partidarios para reconquistar la colonia. ¡Crean y esperen!». describir la época inm ediatam ente posterior a la derrota m ilitar alem ana de 1918.

466 467
XII

«CASTING OFF»*

A l p rin c ip io de cu alqu ier la b o r d e p un to lo que se hace e s «m ontar» la p rim e ra vuelta.


E sta vuelta serv irá de b a se p a r a la s pun tadas. La últim a vuelta, la que s irv e d e p r esilla a
los la zo s p a ra que n o se suelten se llam a vuelta d e «últim a vuelta» o «rem ate».
Anóm ino>A pren dien do a h acer punto, 20061.

Mi o b jetivo no e s d iscu tir la existen cia de un vínculo entre el m odernism o


y e l fa sc ism o : es p e n s a r adon de nos conduce la existen cia d e ese vínculo.
R eed Way Dasenbrock, «Slouching towards Berlín», 19952.

U n f i n a l s in c o n c l u s i ó n

En 1947, el arquitecto americano de origen sueco Eero Saatinen,


presentó a concurso el Arco Gateway de San Luis, de 180 metros de
altura. Este arco, que se inauguró seis años después de la muerte de
Saatinen, es una réplica casi exacta3 del que proyectó Adalberto Libe-

* C om o se verá a lo largo de este capítulo, en inglés el verbo «cast off» tiene dos acep­
ciones bien distintas. Por una parte significa «rem atar», una acepción que se utiliza en cos­
tura por oposición a «cast on», que yo he traducido com o «m ontar», y por otra significa
«soltar amarras». [N. d e l T.}
1 En [http://w w w .w onderful-things.com /new knit! .htm] (página consultada el 2 de mar­
zo de 2006).
2 Reed Dasenbrock, «Slouching toward Berlin: Life in a Postfascist Culture», en Rich­
ard Golsan (ed.), F ascism ’s Return, Lincoln, University of N ebraska Press, 1995, p. 250.
3 Para la afinidad visual entre ambos arcos véase [http://flickr.com /photos/raimist/tags/
arch/] (página consultada el 2 de marzo de 2006). Para una discusión de hasta qué punto se
puede considerar que el proyecto de Saarinen es un plagio, véase |bttp://flickr,com /photos/
raim ist/91076910] (página visitada el 2 de marzo de 2006). Parece ser que Libera contem pló
la posibilidad de dem andar a Saarinen por el flagrante acto de usurpación de la propiedad
intelectual im plícita en el proyecto. Para un estudio fascinante de la influencia de este arco
en el im aginario fascista, véase Johst Welge, «Fascism Triumphans: M odernism “Romani-
tas” , and Architectural Form», en Claudia Lazarro y R oger Crum (eds.), D on a tello A m ong

469
ra, uno de tos arquitectos modernistas más destacados del fascismo, Rohe el edificio Seagram de Nueva York fue Philip Johnson, un hombre
un monumento de altura ligeramente inferior concebido como un de­ que colaboró en la fundación de un partido fascista de los Estados Uni­
safío al tiempo para la EUR’42, la Esposizione Universale di Roma, dos en los años treinta y que formó parte del ejército nazi que invadió
que se habría celebrado en la capital italiana de no haber estallado la Polonia. En 1978 Albert Speer le regaló a Johnson un ejemplar de su
guerra. En 1933, el jefe de las fuerzas aéreas fascistas, Italo Balbo, nuevo libro de arquitectura4 con la siguiente dedicatoria: «A Philip John­
hizo una entrada triunfal en la feria internacional «Un siglo de progre­ son, compañero arquitecto. De un colega que admira sinceramente sus
so» de Chicago después de liderar un vuelo en formación a través del últimos proyectos. Saludos. Albert Speer»5. Speer creó «catedrales de
Atlántico. El poeta Marinetti compuso una oda a la translucidez del ra­ luz» inspiradas en la estética modernista setenta años antes de que se
yón en cuanto metáfora que expresaba la regeneración de Italia. Le utilizaran reflectores con una finalidad parecida para marcar el lugar
Corbusier presentó un proyecto para la nueva ciudad de Pontinia, en donde se encontraba la Zona Cero, el espacio sagrado que se creó en el
las lagunas pon tinas, una zona pantanosa que las autoridades fascistas lugar donde le levantaban las Torres Gemelas del World Trade Center
acababan de recuperar. El pensador tradicionalista Julius Evola, que hasta la mañana del 11-S6. Ezra Pound, uno de los poetas modernistas
en sus inicios había sido uno de los pintores dadaístas más destacados más importantes, interrumpió su labor creativa para difundir propagan­
de Italia, admirador de Ernst Jünger y ensalzado a su vez por Gottfried da pro fascista entre los americanos y los ingleses, y para añadir un ho­
Benn, le presentó a Mussolini una doctrina fascista de la raza. Ernst menaje a la República de Saló a sus Cantos1. Si los lectores no encuen­
Haeckel, uno de los pensadores más científicos de su época, fundador tran nada desconcertante o anómalo en esta relación de faits divers es
de la Liga Monista y pionero de las nuevas disciplinas de la eugenesia porque (ahora) son conscientes de la poderosa afinidad electiva que
y la ecología en Alemania, se afilió a la Sociedad Thule, de tendencias existe entre el impulso del modernismo cultural de crear un nuevo no­
ariosóficas, en 1918, justo antes de que dicha sociedad sufriera una mos de ficción, las aspiraciones de los modernistas sociales a trascender
metamorfosis y se convirtiera en el Deutsche Arbetipartei. Goebbels una época de decadencia y de enfermedad, y la estricta misión de futuro
se identificaba con el espíritu de los cuadros de Vincent van Gogh, y de los políticos modernistas de derechas de construir una sociedad revo­
organizó entre bastidores el funeral de Edvard Munch. Un departa­ lucionaria, pero firmemente arraigada, enmarcada una vez más en un
mento de las SS consideró la posibilidad de valorar las propiedades horizonte mítico fijo.
médicas de las plantas de la Amazonia en cuanto terminara la guerra, En este capítulo no intentaremos en modo alguno dotar a nuestra
y algunos otros ministerios emprendieron campañas antitabaco y dise­ metanarrativa de una conclusión «equilibrada y exhaustiva», habida
ñaron zonas peatonales y carriles-bici para los centros de las principa­ cuenta de que cualquier tentativa de conclusión es imposible en un
les ciudades. campo de estudio tan extenso desde el punto de vista empírico y com­
A Adolf Hitler le apasionaba sinceramente Wagner, uno de los com­ plejo desde el metodológico, sobre todo después de que el «giro cultu­
positores más modernistas de la época. Además, el Führer estaba perso­ ral» haya demostrado el carácter ficticio de' los finales claros e inge­
nalmente interesado en construir una red de Autobahn, una de las expre­ niosos. En lugar de ello, lo que haremos es «rematar» la labor. Esta
siones más destacadas de los principios de la estética, del diseño, de la expresión se puede entender tanto en el sentido que se le da cuando se
ingeniería -tanto social como civil-, de la planificación -tanto regional hace punto, es decir, «rematar los puntos» para que no se suelten,
como a gran escala-, de la tecnología de la construcción, y del Estado como en la acepción náutica que tiene este mismo verbo en inglés, es
jardinero modernistas: el símbolo de una «modernidad alternativa» en decir, soltar de forma temporal las amarras intelectuales que ofrece
construcción. La tecnología del coche que se diseñó para convertir las esta interpretación sinóptica de la modernidad occidental y cambiar de
autopistas en medios de transporte a gran escala, el Volkswagen, era tan rumbo. Espero que al final el lector tenga la sensación de haber termi­
avanzada, y su línea tan pura, que se incluyó en la exposición «Moder-
nism: Designing a New World», celebrada en Londres en 2006. Tanto
4 Albert Speer e t a l , A lb e rt Speer. Architektur. A rbeiten 1933-1942, Francfort del
Mies van der Rohe como Walter Gropius, dos luminarias de la escuela
Meno, Ullstein/Proylaen, 1978.
de tendencia izquierdista de la Bauhaus, presentaron proyectos arquitec­ 5 Robert Hughes, «On Gods and .Men», Guardian, 1 de febrero de 2003, pp. 7, 20.
tónicos bajo el Tercer Reich. El arquitecto que proyectó junto a Van der 6 L as fotos del uso de los proyectores p ara la ilum inación de la Z ona C ero se pueden
ver en internet, por ejem plo en [http://w ww .sm wa.orgJ (página visitada el 1 de diciem bre
de 2006).
B lackshirts: H isto ry a n d M o d ern ity in the Visual C ulture o f F ascist Italy, Ithaca (NY), C or­ 7 Véase Tim Redman, E zra P ou nd a n d Italian Fascism , Cambridge, Cam bridge Univer­
nell University Press, 2005, pp. 83-96. sity Press, 2007, capítulos 7 y 8, pp. 191-274.

470 471
¡

nado un agotador pero muy enriquecedor viaje, pero que además vis­ tos de masas radicales que realizan esfuerzos para crear una forma de
lumbre un nuevo porvenir lejos del escarpado litoral y del bajío trai­ sociedad totalmente nueva cuya imagen metafórica es la de «un nuevo
cionero al que nos hemos aproximado en este libro, en dirección a mundo», y que para ello quieren reemplazar un sistema de gobierno
nuevos destinos intelectuales e historiográficos, liberado de mis servi­ que a su juicio se encuentra en quiebra y que no se adecuará jam ás a
cios como capitán de la nave. A continuación esbozaré algunas con­ las necesidades físicas, sociales y espirituales de los seres humanos
clusiones provisionales, consideraciones y posibles itinerarios de in­ que viven en la modernidad real.
vestigación basados en nuestros hallazgos con respecto a tres temas Algunas de las proposiciones que se deducen de esta definición
muy extensos: el modernismo, el fascismo y la historiografía de am­ maximalista del modernismo se encuentran en la Primera parte. Jun­
bos en las condiciones de la «modernidad tardía». tas, representan una invitación a que los expertos que todavía utilizan
el uso minimalista de la expresión, predominantemente estético o lite­
rario, consideren si esta ampliación deliberada del campo de acción en
M a x im a l iz a r e l m o d e r n i s m o lugar de reducir el valor del término en cuanto herramienta forense
para el estudio de algunos aspectos de la modernidad occidental, lo
En la Primera parte de este libro esbozamos un tipo ideal de «mo­ enriquece (un proceso similar en cierto sentido a la negociación para
dernismo» que se diferencia en algunos aspectos importantes de la la ampliación de la Unión Europea para dar cabida a sociedades nue­
definición «minimalista» que todavía impera en la historia cultural. vas, «extranjeras» desde el punto de vista cultural).
Según esta acepción convencional, que se abstiene de ofrecer una de­ Una de las conclusiones que se pueden extraer de esta ampliación es
finición concisa del término, el ámbito de influencia del modernismo la utilidad de la distinción entre el «modernismo epifánico», según el
serían los fenómenos de la vanguardia artística y literaria, a los que cual el artista o el pensador no pretende ir más allá de la comprensión y
además se les suelen atribuir connotaciones izquierdistas relacionadas la articulación poética de lo que Frank Kermode denomina «ficciones»
con los valores progresistas desde el punto de vista social y antidere­ de estados metafísicos del ser perdidos o renovados, y el «modernismo
chistas desde el político, aunque se postule que el término «modernis­ programático», en el que la comprensión constante de la realidad tras­
mo» no se puede aplicar al activismo político. Si nos atenemos al senti­ cendental o de valores elevados es la base para transformar algunos as­
do maximalista que le hemos dado nosotros, el «modernismo cultural» pectos de la realidad o incluso la sociedad en su conjunto. Aquí, los
adquiere una resonancia más ampiia al aplicarlo a proyectos concebi­ tropos literarios de la decadencia y la renovación se convierten en «mi­
dos como contribuciones a una guerra contra la Modernidad -la mo­ tos» palingenésicos que dotan de cohesión interior y de justificación
dernidad identificada como fuerza histórica o espíritu cultural que racional a las acciones que se realizan en la realidad exterior de modo
alienta la decadencia, la ambivalencia, la anomia y el deterioro de los que infundan nuevos valores y significados a un mundo moderno cuya
valores- que no sólo afectó al campo del arte, sino a una amplia varie­ espiritualidad agoniza. La revista La Voce, qúe creó la vanguardia flo­
dad de ciencias humanas, como la filosofía, la sociología, la antropo­ rentina para difundir un «nacionalismo modernista» que sirviera de base
logía cultural, la jurisprudencia, la teoría política y económica, la crí­ a la nueva Italia o la promulgación de una nueva era cuyo precursor sería
tica social independiente, el comentario cultural y el periodismo. el hombre alemán tecnocrático de El trabajador de Enrst Jünger, son
Aquí, el modernismo cultural se transforma en modernismo so­ algunos de los ejemplos más destacados del modernismo programáti­
cial, y abarca áreas de compromiso académico y de activismo social co en el ámbito cultural, y también lo son el reiterado anuncio de una
que rara vez se relacionan con el modernismo, como los esfuerzos que «transvaloración de los valores» de Nietzsche, el Almanaque de Der
los científicos naturales realizaron con el fin de mejorar o regenerar la Blaue Reiter de 1911 o la plétora'de manifiestos futuristas que aparecie­
sociedad, y los diversos proyectos reformistas o los movimientos utó­ ron en distintos ámbitos de la actividad creativa.
picos que aspiraban a un cambio social radical -y que se manifestaban En la Primera parte indicamos que estos dos tipos de modernismo no
corporal y físicamente a través de la acción, en lugar de hacerlo verbal son mutuamente excluyentes, sino que representan dos polos de opinión
o estéticam ente- cuyo único denominador común era el deseo de cu­ o dos niveles de optimismo en relación con la posibilidad de transformar
rar o de dotar de un idealismo renovado con respecto al futuro a un la Modernidad y curar el daño que esta «tormenta» (Renjamin) o «hura­
segmento particular de la sociedad. Surge aquí el tercer aspecto del cán» (Broch) infligió en la sensación de identidad y trascendencia. M u­
modernismo una vez ampliadas sus fronteras semánticas, el modernis­ chos artistas -p o r ejemplo W. B. Yeats y Ernst Jünger- pasaron años
mo político, que se aplica a las vanguardias o (aspirantes a) movimien­ trabajando en la cúspide, entre ambos polos, mientras que otros, como

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Aleksander Blok o Hanns Johst, ocuparon distintas posiciones en el es­
pectro dependiendo de las condiciones históricas objetivas en las que se
encontraran en cada momento. Si se aplican con sensatez a los estudios
sobre el modernismo como tipos ideales más que como categorías rígi­
das, estos dos términos pueden servir de ayuda a los investigadores a la
hora de explicar un fenómeno que, de acuerdo con nuestra reconceptua-
lización, engloba en un extremo a Franz Kafka, un artista que rehuía la
publicidad, cada vez más absorbido por un «mundo de ensueño inte­
rior», y en el otro a Walter Gropius, un arquitecto extrovertido resuelto
a «cambiar el mundo» gracias al diseño, independientemente del régi­
men que estuviera en el poder en el momento; en un extremo la explo­
ración literaria, dolorosa y sensible, de la experiencia anémica de la
modernidad de Virginia Woolf, suspendida de vez en cuando por algu­
nos momentos diáfanos y atemporales, y en el otro la entrega fanática de
Adolf Hitler y de Joseph Stalin, empeñados en «hacer historia» y en
obligarla a discurrir por un camino recto.
Otro de los desafíos a los enfoques tradicionales que plantea este libro
es la perspectiva «primordialista» que hemos construido, que se basa en la
premisa que afirma que la espada de doble filo de la reflexión predispone
a los seres humanos a sentirse abrumados por el terror en cuanto no en­
cuentran un «dosel sagrado» cultural. Desde un punto de vista estricta­
mente metafórico, esta hipótesis intencionadamente provocativa, más es­
peculativa que científica, relacionada con la dinámica de la formación y
de la producción cultural, tiene cierta afinidad con los últimos hallazgos
científicos acerca de la función que desempeñan los «agujeros negros» en
F igura 23. R ecreació n artística d e un ag u jero n egro su p erm asiv o en el cen tro de u n a
la creación del cosmos. En tiempos, eran meras entidades especulativas o
g alaxia q u e da im pulso y p o r tan to estru ctu ra el esp acio que hay a su alrededor, d e
«posibilidades matemáticas», luego los agujeros negros se convirtieron en
form a que hace posible la creació n de estrellas. Si se quiere p ro fu n d izar en la
algo que los astrónomos no lograban explicarse, y ahora parece ser que no
astrofísica de los ag u jero s negros que m en cio n am o s aq u í por su poder m etafó rico ,
sólo son unos objetos cósmicos cotidianos, sino que además son los cons­
ve'ase la pág in a w eb del Instituto de A stro física d e C a n arias (IA C ), en
tituyentes primarios del universo tal como lo conocemos, o como no lo
[h ttp ://w w w .iac.es/g ab in ete/n o ticias/2 0 0 1 /n o v 2 0 i.h tm ] (p ág in a visitada el ¡ de
conocemos, pues podría ser que el 96 por 100 del universo estuviera for­
diciem bre de 2006).
mado por materia y energía negras cuya presencia los humanos sólo po­
© Gabriel Pérez Día^ (instituto de Astrofísica de Canarias). Imagen reproducida por cortesía
demos inferir. Algunos astrofísicos destacados afirman que gran parte de
del IAC.
las ochenta millones de galaxias que se calcula que existen albergan un
«agujero negro supermasivo» en su centro que «revuelve el gas que hay a
su alrededor» y provoca «el nacimiento de las estrellas, de los planetas y De acuerdo con nuestra explicación del modernismo, el terror
de la propia vida». De ser esto cierto, el proceso de destrucción creadora primordial que sentimos ante el vacío tendría una función paradójica
110 sería sólo un principio metafísico, sino cósmico y cosmogónico en similar. Cuando Marshall Berman habla del «torbellino» que impul­
sentido literal: «Aunque no hay nada tan destructivo en el universo como sa el utopismo contemporáneo se refiere en realidad a una variedad
un agujero negro, los científicos creen que nuestra galaxia se creó a partir m oderna del vacío existencial que la conciencia humana abomina
de un agujero negro supermasivo»8 (véase figura 23). desde siempre. Desde un punto de vista objetivo y profano, este va­
cío ha sido el punto sobre el que se ha apoyado nuestra fugaz exis­
s En [http://w ww.bbc.co.uk/science/horizon/2000/m assiveholes.shtm l] (página visita­ tencia en cuanto organismos vivos desde el amanecer de la concien­
da el 14 ele julio de 2006). cia y de La temporalidad humanas. Sin embargo, para no enloquecer,

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para poder sobrevivir, siempre se ha negado su existencia y se ha ¡Coloquio sombrío y límpido
superado con ayuda de complejas tramas psicológicas, de ilusionis- de un corazón convertido en su espejo!
mo m itopoético, de espejos rituales y de «trucos de sombras» cultu­ Pozo de la verdad, claro y negro,
rales. Esta visión tan sombría de la condición humana no se debe donde tiembla una estrella lívida".
rechazar inmediatamente por su parecido con el existencialism o mo­
derno. Tiene una relación profunda con algunas tradiciones filosófi­ Consideradas bajo esta sombría perspectiva, las complejas cosmo­
cas antiguas, como la budista, la hinduista y la estoica, y también logías y los rituales de la «cultura» humana aparecen como «diversio­
con las «epifanías negativas» de muchos individuos, la m ayoría des­ nes» sistematizadas, a veces extremadamente bellas, pero en última
tinadas al olvido. Puede que la fascinación que ejerce El grito de instancia inútiles. Es ese agujero negro de la conciencia existencial
Edvard Munch resida en su capacidad de evocar sin palabras el terror que habita en todos nosotros, es nuestro miedo al «silencio eterno de
primitivo y la naturaleza ambivalente y crepuscular de la experiencia los espacios infinitos» que tanto inquietaba a Pascal, el que produce la
moderna, Blaise Pascal habla en sus Pensamientos (1660) del «abis­ cultura. Una vez que «lo dado» de la cultura, lo transmitido por tradi­
mo eterno» que reside en el corazón del ser, y ofrece un lúcido des­ ción, se erosiona o se rompe en pedazos bajo el impacto de la moder­
tello del sustrato nihilista de la existencia humana. nidad hasta tal punto que la historia contemporánea se percibe como
No es casual que Pascal dedicara un apartado de su obra al análisis «decadente» y el tejido del mundo se «hace trizas», este agujero negro
del papel que desempeña la «diversión» como lugar donde refugiarse primordial «revuelve» la psique humana y produce una conciencia
del «dolor» y del «vacío» del presente, que nos impiden a la mayoría mitopoética.que se arremolina alrededor del torbellino hasta que se
vivir el momento sin que una agitación y un pánico terrible se apode­ agota o pone en movimiento el principio de esperanza una vez más, y
ren de nosotros9. se engendran nuevos significados míticos que se proyectan en el «mun­
Charles Baudelaire, el decano de los poetas modernistas, recalca la do». Las epifanías palingenésicas y los proyectos utópicos de cambio
importancia de esta conciencia reflexiva primordial del pasado para el resultantes de la modernidad son lo que los historiadores conocen
modernismo10. En la primera estrofa del poema «Le Gouffre» [El abis­ como formas de «modernismo». Son el fruto de un proceso dinámico
mo] de Las flores del mal afirma: de «creación del mundo» del tipo del que menciona Nietzsche en un
críptico aforismo que aparece en el prólogo de A sí habló Zaratustra:
- Pascal tenía su abismo, en él se movía. «Es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una
¡Ay! Todo es abismo -acción, deseo, sueño. estrella danzarina». (Zaratustra añade que el «último hombre» se acos­
¡Palabra! Y sobre mi pelo erizado tumbrará hasta tal extremo a la decadencia y al nihilismo que «llegará
siento el viento del miedo pasar una y otra vez. el tiempo en que el hombre no dará ya luz a ninguna estrella»12.)
Está claro que esta teoría de la dinámica de la creación moderna de
Con este poema Baudelaire regresa al corazón de las tinieblas del un nomos bajo las condiciones de la modernidad, una teoría que aun­
que hablaba en el poema Lo irremediable, a lo que llamaba «la conscien- que resulte tremendamente especulativa está basada en la experiencia,
ce dans le mal». Este verso a menudo se traduce como «la conciencia invita a nuevos debates y estudios. Sobre todo a aquellos que tienden
de hacer el mal» pero, conforme a nuestra teoría de la dinámica pri­ a considerar que el modernismo es un fenómeno exclusivamente mo­
mordial del modernismo, expresa el dilema de la conciencia humana derno, ya que es posible que la relación de la modernidad con la «des­
atrapada en una reflexión infinita sin ilusión, una caída, un alejamien­ trucción creadora» tenga unas raíces adventicias que se puedan exten­
to sin final de la gracia de la trascendencia: der también a las respuestas arquetípicas que los humanos dan al
hecho de estar vivos en el mundo, sobre todo a la necesidad subliminal
9 Blaise Pascal, Pensées [16601, Londres, Penguin, 1966, parte 8, «Diversión», pp. 66-72, de acceder a una temporalidad trascendental, de sentir la presencia de
10 Para otra perspectiva (procedente del campo de la psicología clínica) del íntim o nexo
que existe entre la reflexividad m oderna, una conciencia agudizada del tiempo, una anom ia «lo numinoso». Los historiadores culturales deberían prestar más
profunda, un desgarro de la subjetividad a medio camino entre la angustia intem inable y la atención a las explicaciones de la «condición humana» que ofrecen los
epifanía, y el anhelo de trascendencia, véase Louis Sass, M adness a n d M odernism . Insanity
in ¡he L ighí o f M odern A rt, Literature, an d Thought, Cambridge (M A), Harvard University 11 W illiam Aggeler, The Flowers o f Evil. Fresno (CA), Academ y Library Guild, 1954.
Press, 1992, sobre todo las páginas 28-39 para la naturaleza de la m odernidad y del moder- Se cita en [http://fleur.sdumal.orgJ (página visitada el 23 de octubre de 2006).
nismo, y pp. 154-164 para la necesidad de «escapar de la cronología» que tenían los seres 12 Friedrich Nietzsche, Thus Spoke Zarathuslra. A N ew Translatiim by G raham Parkes,
hum anos en la m odernidad plena. Oxford, Blackwell, 2005, p. 15.

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modernistas cuando adoptan la forma de textos programáticos que ral» del modernismo que hemos esbozado a partir de nuestra posición
exigen que surja un nuevo mundo a partir de la decadencia del presen­ ventajosa, ya que la perspectiva que se obtiene puede producir una reac­
te cual ave fénix. Igual de importantes para la comprensión del aspec­ ción positiva en los que se dedican al estudio de este campo.
to fenomenológico de la realidad social del siglo xx son los inconta­
bles testimonios de experiencias epifánicas, profundas pero fugaces,
que abordan el problema de la aparición de destellos de significado U n a n o t a a p i e d e p á g in a s o b r e l a p o s m o d e r n id a d

suprapersonal bajo una Modernidad cruel y desalmada.


Desde nuestro punto de vista, uno de los textos que merece muchas Como es_sabido, Max Horkheimer dijo en cierta ocasión: «Alguien
páginas de análisis cultural imparcial por su relación con la naturaleza que no esté preparado para hablar de capitalismo tampoco debería ha­
de la modernidad es el repentino Aujbruch de Lucky, el personaje que blar de fascismo»15. De forma menos dogmática, en este libro hemos
pasa de la mudez a la logorrea en la obra de Samuel Beckett Esperando postulado que alguien que no esté preparado para hablar de moderni­
a Godot. Su soliloquio es una dramatización del fracaso de nuestras di­ dad o de modernismo puede, por supuesto, hablar de fascismo, pero
versiones, de la ciencia, la tecnología, la religión e incluso de los mo­ corre el riesgo de pasar por alto algunos aspectos importantes de su
mentos «panteístas» de felicidad13 a la hora de dotar de sentido a un mun­ dinámica, y puede que sea incapaz de solucionar muchas de las para­
do secularizado. Los deportes, las vacaciones, los avances médicos, «los dojas que se desprenden de su relación con la modernidad capitalista
trabajos de Poinçon y Wattmann», «las búsquedas inacabadas y sin em­ y liberal. Y, sobre todo, puede que subestime la relevancia causal en su
bargo coronadas por la Acacacacademia de Antropopopopometría»14, génesis y en su atractivo que tiene el papel crucial del impacto «dis-
las imágenes fragmentarias de «un Dios personal de barba blanca, fuera gregador» y productor de anomia de la modernización, que estimuló
del tiempo», o «el paraíso [terrenal] tan silencioso y tranquilo, con una incontables rebeliones contra la «decadencia» de las cuales el fascis­
tranquilidad intermitente, pero que es mejor que nada» al final no logran mo no es más que una instancia, aunque una instancia que cambió el
cumplir su función primaria estética y anestésica, es decir, hacer que nos curso de la historia moderna en la medida en que acabó con millones
olvidemos de «la cabeza, la cabeza, la cabeza, la cabeza». de vidas. Se trata de una postura que nos obliga además a hablar, aun­
La obra de Beckett se puede ver como una denuncia tragicómica, que sea brevemente, de la posmodernidad.
devastadora y catártica a la vez, de lo andrajoso que es el finísimo velo La misión de reconocim iento a gran altura del terreno de la m o­
que utilizamos todos los días para tapar el vacío y «crear la ilusión dernidad que hemos llevado a cabo, indica que este periodo se puede
de que existimos». Muestra a través del poder de una metáfora drama­ dividir en las siguientes fases de desarrollo: la «prerrevolucionaria»
tizada los trucos y los juegos psicológicos que utilizamos para enga­ (1730-1789) y la «posrevolucionaria» (1790-1850) pertenecerían a la
ñamos momentáneamente, para creer que podemos engañar a Crono y «primera modernidad». Después vendría la «modernidad plena», que
acceder al aevum, en un mundo en el que «en el fondo de la fosa, pen­ comenzaría alrededor de 1850 en algunos entornos urbanos y cosmo­
sativamente, el sepulturero prepara el fórceps». Por supuesto que la obra politas de Occidente y que coincidiría con la aparición del modernis­
Esperando a Godot es un ejemplo de modernismo compensatorio y an­ mo. La importancia de la cesura que supuso la Primera Guerra M un­
tinihilista que lleva a sus últimas consecuencias el poder de la creativi­ dial parece indicar que la «modernidad plena» se puede subdividir a su
dad con el fin de dar una forma apolínea a la indignación humana en vez en una fase finisecular (1850-1914) y otra de entreguerras (1918-
contra de la sensación dionisiaca de futilidad y absurdo cósmicos. Pero 1939), a las que les seguiría la «modernidad tardía» (1945-2001). Las
Beckett sólo es un síntoma de un síndrome cultural mucho más extendi­ dos guerras mundiales crearon unas condiciones excepcionales pro­
do. La modernidad ha producido incontables ejemplos de modernismo pias. Obsérvese que en este esquertia no se habla de nada parecido a la
epifánico y programático, de mezclas únicas en su singularidad de pesi­ «posmodernidad»16. Puede que todavía estemos viviendo la moderni­
mismo romántico y dionisiaco que han dado lugar a visiones culturales, dad tardía, pero cuando el siglo xx¡ haya avanzado un poco más, las
sociales y políticas de mundos alternativos. Por tanto, hay pruebas más
que suficientes para defender la necesidad empírica de esa «visión gene- 15 «Wer aber vom K apitalism us nicht reden will, sollte auch vom Faschism us schw ei­
gen», M ax Horkheimer, «Die Juden in Europa», en H. Dubiel y A. Söllner (eds.), Wirtschaft,
11 Véase supra capítulo 2, p. 95. R ech t und S ta a t im N ationalsozialism us. A n alysen des Instituts fü r Sozialforsch ung ¡939-
14 «Caca» es una expresión infantil que se utiliza en francés fy en castellanol para de­ 1942, Francfort del M eno, S uhrkam pf, 1984, p. 33.
signar a las heces, y «popo», adem ás de significar lo m ism o en inglés y en italiano, en ale­ 16 Para un estudio muy serio en el que se afirma que sí que ha existido, véase David
mán quiere decir «trasero». Harvey, The C ondition o f P ostm odem ity, Oxford, Basi! Blackwell, 1990.

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repercusiones a largo plazo del 11-S y las respuestas de la comunidad a cualquier configuración abstracta de la realidad en la batalla humana
internacional al calentamiento global seguramente marquen para los contra C rono19.
historiadores culturales el comienzo de una nueva fase en la evolución En resumidas cuentas, los posmodernos han desarrollado su propio
de la modernidad para la que todavía carecemos de terminología. movimiento revitalizador de la cultura, con sus propios ritos y con un
Uno de los rasgos del «modernismo tardío» es la retirada general discurso de culto presidido por pensadores «destacados», luminarias
del modernismo de sus posiciones más programáticas y totalizadoras que adoptan la guisa de prophetae que urden hechizos intelectuales
en su lucha permanente contra la anomia. En las décadas posteriores a con sus correspondientes recombinaciones lúdicas e irónicas del pen­
1945, un estado de ánimo de desilusión existencial y de descontento samiento occidental. Algunas de las petits récits de la historia contem­
con los planes utópicos de renovación se extendió entre la intelectua­ poránea que pretenden destronar las narrativas maestras tienen unos
lidad europea, contribuyendo así a la aparición de un nuevo «ismo» delirios de grandeza apenas encubiertos. Mientras tanto, millones de
polisémico, el «posmodernismo». Según la perspectiva primordialista seres humanos como ellos siguen viviendo tranquilamente en la m o­
que hemos adoptado en este libro el posmodemismo no ha anunciado dernidad tardía, no en la posmodernidad, y por tanto se sirven de mun­
un cambio general en el Zeitgeist, y mucho menos una nueva etapa en dos cognitivos, de experiencias y de creencias que no son posmoder­
la evolución de la cultura occidental. En lugar de ello, hay que consi­ nos, enmarcados en un horizonte de mitos, y por tanto se resisten
derar que el posmodemismo es una corriente o una «escuela» contem­ tozudamente a los esfuerzos de deconstrucción y desmitificación en
poránea de pensamiento, una metodología académica que coexiste los que se empeñan meros intelectuales.
con incontables respuestas modernistas a la Modernidad que todavía La tesis de este libro es que la condición de la modernidad y de
buscan soluciones palingenésicas a la (presunta) crisis cultural que sus modernismos compensatorios nunca ha sido -y nunca será- des-
todavía no ha terminado, y que son similares a las que se ofrecieron a bancada colectiva o exhaustivamente por una era total de posm oder­
principios de siglo, si bien la mayoría de ellas han renunciado a las nidad y posmodernismo. Una vez que tanto éste como aquél se inter­
ambiciones totalizadoras. Teniendo en cuenta la época en la que han pretan en cuanto subcorrientes contraculturales enmarcadas en la
nacido, no es de extrañar que sea casi imposible encontrar una dinámi­ modernidad tardía y, por tanto, en cuanto formas de modernismo tar­
ca modernista propia dentro del posmodernismo. dío, los investigadores se pueden centrar en las repercusiones histó­
Algunas escuelas del posmodemismo han estigmatizado al moder­ ricas continuadas de la modernidad ahora globalizada en las socie­
nismo sociopolítico en la medida en que consideran que da lugar a dades tradicionales dentro y fuera de Occidente. Así, si adoptan el
prácticas intelectuales ingenuas desde el punto de vista metodológico enfoque maxim alista y prim ordialista que proponemos en este libro,
y a proyectos totalitarios de transformación de la sociedad {«fascistoi- puede que los estudios políticos modernistas alumbren algunos as­
des») cuya aplicación tiene consecuencias catastróficas. Estas críticas pectos, hasta ahora poco atendidos, sobre las expresiones totalizado­
han servido para desviar la atención del hecho de que el «posmoder­ ras de política sacralizada que surgieron en el siglo xx en sociedades
nismo» es de por s í una expresión de la guerra totalizadora contra la no europeas com o la china y la camboyana20, expuestas a las mismas
decadencia, es decir, una forma paradójica de modernismo. Aunque fuerzas disgregadoras de la modernización que ya hicieron estragos
esta corriente intelectual ha declarado la guerra a las «metanarrati- en el mundo europeizado.
vas», ha generado algunas narrativas imponentes para combatir aqué­ Uno de los fenómenos contemporáneos que esta nueva perspectiva
llas. Esta paradoja se observa claramente en el caso de Jean-Fran^ois puede aclarar es el del «extremismo religioso». La crisis nómica per­
Lyotard, que anunció la muerte de las «grands récits» en La condición petua generada por un proceso aún más agudo de modernización indu­
posmodem a. Informe sobre el saber'1. Como ha demostrado Gary ce a algunos creyentes cuya sociedad ha sido afectada a desarrollar
Browning18, Lyotard absolutiza su propia interpretación de Marx y de una visión maniquea, en la que una comunidad de fe tradicional a la
Hegel «por la puerta trasera», y por tanto traiciona a su propia obra que «se le acaba el tiempo» se convierte en la víctima de una Moder-
con la presencia de una metanarrativa no reconocida que es intrínseca
J Véase sobre todo Paul Ricoeur, Time an d N arrative, Chicago. University of Chicago
17 Jean-Frangois Lyotard, The P o stm o d em C andition. A R e p o rt on K n ow ledge [1979J, Press, 3 volúmenes, 1984, 1985, 1988 |ec¡. cast.: Tiem po v N arración, México D, F.. Siglo
Mineápolis. University o f M innesota, 1993 |ed. cast.: La c on dición p m m o d ern a , M adrid, XXI, 19951.
Cátedra, 1989.]. 211 Véase Rana Mitter, «Maoism in the Cultural Revolution: a Political Religion?», en
18 Véase Gary Browning, L yo ta rd a n d the E nd o /G r a n d N arratives, Cardiff, University Robert Mallett, John Tortoriee y R oger Griffin (eds.), The S acred in Twentieh C en tury P oli­
o f Wales, 2000, pp. 165-171. tics: E ssays in H on ou r o f P rofessor Stanley G. Payne, Londres, Palgrave M acm illan, 200S.

480 481
nidad occidental ajena, el enemigo letal que defiende el «progreso». nes heterodoxas de las Escrituras y la adopción de la tecnología occi­
Siguiendo una lógica existencial primordial, puede darse el caso de dental, como internet y los teléfonos móviles22.
que aquellos que conservan intacta la fe en una tradición religiosa -s o ­ Esta línea de interpretación arroja por tanto algo de luz por una
bre todo los que se sienten personal o indirectamente oprimidos por parte sobre la politización de las religiones no europeas y su transfor­
los agudos problemas socioeconómicos o políticos de sus compatrio­ mación en credos políticos intolerantes23, y por otra sobre el aumento
tas- decidan proteger cueste lo que cueste las fuentes (imaginadas) de del «terrorismo» motivado por la religión que, al menos en un sentido
su cultura y su religión. Actúan así con la esperanza de aplazar la quie­ se puede interpretar como la expresión ritualizada de una guerra palin-
bra del dosel sagrado de su tradición y proteger por tanto a una socie­ genésica contra la Modernidad. De acuerdo con esta perspectiva, resulta
dad que una vez estuvo (míticamente) unificada por una cosmología especialmente significativo que, desde un punto de vista estructural, el
compartida. Este enfoque lo corroboran los trabajos sobre la actitud «extremismo religioso» muestre algunas similitudes con el «fanatis­
del terrorismo «religioso» que han llevado a cabo algunos expertos. mo» del bolchevismo y del fascismo de entreguerras -p o r ejemplo, la
Así, en su influyente estudio sobre este tema, Destroying the World to obsesión por la decadencia y por la purificación de la sociedad, y la
Save it -escrito antes del 11 -S-, Robert Lifton sostiene que la anomia necesidad de eliminar a los enemigos «raciales»-. Además, nuestro
que se experimenta en las sociedades que han sufrido un proceso ace­ enfoque, explica el papel que desempeñan en la racionalización ideo­
lerado de secularización es la que ha engendrado movimientos como lógica del terrorismo algunos elementos de recombinación lúdica que
el de la secta Aum Shinrikyo [Verdad Suprema] en Japón o la organi­ sirven para adaptar la visión del mundo de la religión tradicional a un
zación hoy en día globalizada Al Qaeda, todos ellos basados en la mapa cognitivo apropiado para los creyentes condenados a vivir en la
creencia según la cual la regeneración moral sólo se puede alcanzar a modernidad occidental. Este fenómeno no sólo se plasma en la sofisti­
través de actos de terrorismo catártico dirigidos contra la sociedad do­ cada tecnología globalizada que emplean algunos grupos islamistas
minante. Fieles al principio de la «destrucción creadora» que hemos con el fin de llevar a la práctica su visión de un califato resucitado,
analizado a lo largo de este libro, los defensores de esta violencia qui­ sino también en ios casos en los que se produce una simbiosis entre la
rúrgica pretenden depurar la corrupción de la modernidad decadente e extrema derecha neofascista y el islamismo ultrarreligioso24. Estos fe­
inaugurar un nuevo orden histórico basado en !a restitución de los fun­ nómenos encajan a la perfección con una teoría del modernismo que
damentos metafísicos21. predice el proceso de formación continua de alianzas ideológicas im­
La radicalización de las políticas religiosas y su transformación en probables y de híbridos en pos de un nuevo «mapa cognitivo» como
credos antiliberales no siempre se puede considerar modernismo so- reacción a la globalización.
ciopolítico en el sentido que le hemos dado en este libro. La premisa
operacional del «fundamentalismo religioso» es que el vínculo histó­
22 En el apartado 3 de Islumic Government. Governance o f the Jurist, por ejem plo, un
rico que lo une a la tradición sagrada o a la «base» -e l significado lite­ texto islám ico clave, el imán Jom eini afirma que «la form a de gobierno islám ico» que «aho­
ral de «Al Q aeda»- de la sociedad todavía no se ha roto ni ha sufrido ra que el imán perm anece oculto, todavía es necesaria, es hacer que se respeten las leyes del
un daño irrevocable. Por tanto, los actos de violencia que se cometen Islam relacionadas con el gobierno y evitar la anarquía», Teherán, Instituto para la Recopi­
lación y Publicación de la O bra del imán Jom eini, sin fecha. Se puede leer en | http://al-is-
con el fin de proteger una cultura religiosa ancestral son el resultado lam .org/islam icgovemm ent] (visitada el 29 de octubre de 2006). En e! artículo «What is Is-
de una versión moderna ultraconservadora y reaccionaria de la res­ lamisni?», en Totalitarían M ovements and Polítical Religinns 8/1 (2007), p. 30, Mehdi
puesta al miedo a la anomia, aunque esta versión haya incorporado M ozaffari afirma que el objetivo del Islam ism o es «restituir al califa caído y recuperar su
muchos elementos nuevos a la fe tradicional, como las interpretacio- gloria perdida», una expresión atribuida a Ayman Zawahiri, el sustituto de Bin Laden, que
según se dice murió com o consecuencia de un bom bardeo am ericano en enero de 2006.
2Í Véase Robert Frykenberg, «Hindutva as a Political Religión: A Historical Perspec-
21 Robert Lit'ton, D estroying the World to Save It: Aum Shinrikyo, A pocalyptic Violence, tive», en Robert M allett, John Tortorice y Roger Griffin (eds.), The Sacred in P olitks, cit. En
and the New Global Terrorism, Nueva York, M etropolitan Books, 1999. De m anera similar, este ensayo no sólo se establecen una serie de paralelism os asom brosos entre la construcción
en The Enem y o f my Enemy. The Alarming Convergence o f M ilitant h la m and the Extreme del «otro» (m usulm án) en el hinduism o radical y del «otro» (judío) en el nazism o, sino que
Right, Lawrence, KS, University Press. 2006, p. 36, George M ichael atribuye la génesis del se insinúa además la existencia de unos m odelos universales en la form a en que el impacto
m ovim iento islam ista a una «reacción en contra de la occidentali¿ación y la m oderniza­ destructivo de la modernidad puede generar en la sociedad tradicional una xenofobia com ­
ción». Michael com para la búsqueda de «renovación moral» que ha alentado la expansión de pensatoria que, com binada con las aspiraciones palingenésicas, perm ita a la com unidad «en
la Herm anos M usulm anes por todo el mundo musulmán con los «diversos “grandes desper­ tensión» alcanzar un nuevo orden político depurado de decadencia. Así, la com unidad p o ­
tares” de la historia am ericana», fenómenos que han dejado com o herencia un fervor apo­ dría conservar un horizonte fijo «enm arcado en el mito».
calíptico que todavía articula las principales corrientes de la política norteamericana en la 24 Este tipo de procesos son el tem a central de George M ichael, The Enem y o f M y Ene-
actualidad. my, cit.

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Igual de significativo resulta que los que pertenecen a comunida­ El fascismo es una de las formas que adopta la modernidad política
des de fe minoritarias en sociedades occidentales intenten crear una y cultural, pero es al mismo tiempo una reacción radical contra las
nueva síntesis entre la cultura religiosa tradicional y el pluralismo pro­ formas políticas de «la modernidad realmente existente» que surgió
fano de la cultura del «Primer mundo» en el que viven, abrazando el del derramamiento de sangre organizado de la Primer Guerra Mun­
pluralismo profano en lugar de demonizar a los enemigos imaginarios dial, bien contra el capitalismo liberál (p. e. el de Francia) bien contra
de la fe «verdadera». Se trata de una reacción favorable a la am e­ una dictadura militar autoritaria (p. e. la de Primo de Rivera en Espa­
naza de la anomia en la medida en que genera nuevas formas híbridas ña). Al mismo tiempo rechazaba enérgicamente otras alternativas a
de cultura. Los resultados son un ejemplo del «mestizaje cultural» esta modernidad como las que ofrecía la Rusia bolchevique, o el na­
que defiende Salman Rushdie en la medida en que garantiza la «apari­ cionalismo autoritario modernizado que encamaba el «Estado corpo­
ción de lo nuevo en el mundo». Este enfoque de la cultura abomina del rativo» de la Austria de Engelbert Dollfuss. A diferencia de estas alter­
«absolutismo de lo puro», y acepta que distintas identidades cultura­ nativas, buscaba una nueva temporalidad, o más bien actualizar «la
les y cosmologías «se mezclen entre sí» bajo la modernidad, «como temporalidad de lo nuevo». Incluso cuando tomaba elementos del pa­
los sabores en la cocina». Esta actitud es una combinación de la con­ sado -algunos de los cuales también valoraban los conservadores- con
ciencia posm odem a del relativismo cultural con la capacidad de afir­ el fin de llevar a cabo la síntesis ideológica (mapa cognitivo), el fascis­
mar una identidad fuerte25. Obviamente, se trata de cuestiones de una mo era una expresión del modernismo en el sentido político y rriaxi-
enorme complejidad. No obstante, puede que el refinamiento progre­ malista que hemos propuesto, y como tal estaba imbuida de una orien­
sivo y el «desarrollo» de una definición m axim alista del modernismo tación de futuro característica.
conform e a la línea que nosotros proponem os contribuya finalm en­ Lo importante de este enfoque no es reconocer que existe una «víncu­
te a la aparición de una «visión m ás general» de la m odernidad, lo entre el modernismo y el fascismo» sino, como señala Dasenbrock,
una visión que ponga de relieve los modelos com unes de la dinám i­ ver «adonde nos conduce la existencia de ese vínculo». Al formular su
ca social y psicológica que condicionan el modo en que las socie­ propia variante anticonservadora y revolucionaria de nacionalismo or­
dades tradicionales de todo el m undo responden a la globalización gánico, cada tipo de fascismo generó una posición ideológica única
creciente de la m odernidad tardía en un hábitat planetario todavía adaptada a las condiciones históricas locales en relación con cuestio­
más tenso. nes como la salud o la degeneración de la estética modernista, el racis­
mo y el antisemitismo biológicos, la economía, la tecnología, el impe­
rialismo y la Iglesia. Con todo, a pesar de las diferencias considerables
F a s c is m o : n i m o d e r n o n i a n t im o d e r n o en cuestiones específicas incluso dentro del mismo movimiento, el
sello característico del fascismo en comparación con otras formas de
En su clasificación de las posturas ideológicas fundamentales que nacionalismo liberales o menos radicales es que actuaba como una
adoptan los historiadores con respecto a la naturaleza del fascismo, forma política de modernismo en el sentido maximalista, primordia-
Adrián Hewitt -u n o de los pocos historiadores culturales que han es­ lista, como movimiento («movimiento revitalizador») y como régi­
tudiado en profundidad la relación del fascismo con el m odernism o- men («Estado modernista»), basándose explícitamente en un concepto
señala la existencia de un «eje de distinción crucial», eje que separa a orgánico de nación.
«los que consideran que el fascismo es una de las formas que adopta Hay varias conclusiones que se pueden extraer de este modelo que
la modernidad política y cultural, de los que piensan que es una reac­ requieren un rodaje considerable antes de poder afirmar que represen­
ción más o menos abierta contra la modernidad»26. Si aplicamos el tan una contribución significativa a la historización del fascismo en
planteamiento que hemos ofrecido en este libro no sólo al fascismo y general y a la reconstrucción de episodios específicos de su historia
al nazismo sino al fascismo genérico «como un todo», la dicotomía que puedan llevar a cabo ios especialistas que trabajan «ideográfica­
entre esos dos bandos de opinión queda trascendida [aufgehoben] de mente». En primer lugar, según nuestro modelo, la rebelión modernis­
modo casi hegeliano por una síntesis superior. ta contra la Modernidad suministra el contexto histórico y explica las
causas del aspecto paligenésico de la ideología, de las políticas y de la
25 Salman Rushdie, Im aginary Homelandx, Londres, Penguin, 1992, p. 394.
;f' Adrián Hewitt, «Ideological Positions», en Angélica Kenner y Eric Weitz (eds.), Fas-
praxis fascistas -su intento de construir un nuevo tipo de sociedad y
ci.sm an d N eofascism . C riticaI W rírings on the R a d ica l R igkt in Europe, Londres, Palgrave un nuevo tipo de carácter nacional (de «hombre»)-. Como ya señalé
M acm illan, 2004, p. 24, en el capítulo 6, en The Nature o f Fascism afirmé que esta rebelión

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desempeñó un papel vital en la articulación del fascismo, una tesis que nitivo» de fascismo corre el riesgo de convertirse en una empresa estéril
comparten explícitamente algunos de los historiadores más eminentes y estática desde un punto de vista ideográfico cuando se le resta valor a
que se han dedicado al estudio de este campo en los últimos diez años, «lo que sucedió en realidad». Además, hace que se desaprovechen las
lo cual no significa que piensen que el concepto de fascismo que he valiosas ventajas intelectuales de considerar la evolución del fascismo
elaborado a partir de esa afirmación sea perfecto. La teoría del moder­ como una fuerza histórica viva con sus combinaciones características.
nismo que se presenta en este libro añade una nueva dimensión al ra­ Con todo, espero que la metanarrativa reflexiva que proponemos le pro­
zonamiento que aparecía allí. Según esta teoría, el hecho de que el porcione a los estudios sobre el fascismo la velocidad intelectual nece­
fascismo y el nazismo tengan un componente «modernista» significa saria para salir de la fase de estancamiento en la que el debate parece
que el tema común del renacimiento nacional, de la «limpieza» de la encontrarse en el presente. /
nación de decadencia, la forma ritual de política (la «religión políti­
ca») y el culto a un líder carismàtico -rasgos que en el pasado se solían
tachar de parodia del milenarismo cristiano- se deben situar dentro de L a c a u s a l id a d m o d e r n i s t a d e l f a s c is m o g e n é r i c o

un esquema de instintos humanos arquetípicos que proyectan un dosel


de sentido y de pertenencia a una comunidad sobre el «mundo» cuan­ Un buen ejemplo de cómo el énfasis en el aspecto modernista del
do se enfrentan a los fantasmas del caos y la anarquía. La teoría del fascismo es capaz de favorecer una reorientación de esas característi­
modernismo que hemos esbozado ofrece a las obras que se centran en cas lo encontramos si analizamos brevemente la relevancia de este li­
la dimensión religiosa de estos dos regímenes fascistas, como La sa- bro en relación con las «cinco etapas» del desarrollo de este movimien­
cmlìzacìón de la política en la Italia fascista de Emilio Gentile o El to que propone Robert Paxton en La anatomía del fascism o (2004). Lo
tercer Reich y Causas sagradas de Michael Burleigh27, un marco pri­ que salta a la vista por encima de todo son algunos aspectos de las
mordial y «antropológico» que reemplaza al estrecho marco del cris­ condiciones materiales previas a la primera y la segunda etapa del
tianismo y el eurocentrismo. Es una teoría perfectamente compatible desarrollo del fascismo que Paxton denomina «la creación de movi­
con la tesis que sostienen ambos autores con tanta insistencia, es decir, mientos» y «su enraizamiento en el sistema político»-’0. La primera
que los regímenes que estudian no deben interpretarse como una for­ oleada de movimientos fascistas surgieron en las condiciones profun­
ma de cristianismo, «positivo» o de otro tipo, sino como una expresión damente liminoides de la modernidad plena en la Europa de entregue*
singular que creó su propia forma política de culto. rras. En sus orígenes, todos ellos pretendían crear el núcleo de una
En segundo lugar, mi plantemiento indica que debe considerarse que nueva communitas nacional capaz de «escindirse» de la sociedad exis­
el «modernismo», «el movimiento revitalizador» y, en el caso de los dos tente, que se percibía como una sociedad en los últimos estertores de
regímenes en cuestión, el «Estado jardinero», son rasgos defi ni torios del su agonía, irreparable, con el fin de formar un nuevo orden sobre la
fascismo genérico. Para ser más precisos, deben incluirse en un grupo base de un nuevo nomos, extremadamente sincrético (una visión del
de conceptos genéricos que, como sostiene Emilio Gentile28, se cruzan mundo, un programa), personificado en un líder que, al menos para
e interactúan a la hora de caracterizar al fascismo, como el de «totalita­ sus seguidores más fanáticos, era «carismático».
rismo», el de «religión polítca», el de «política carismàtica», el de «mito Se puede decir que este marco conceptual genérico ofrece una
de la palingenesia», el de «revolución antropológica» y el de «naciona­ perspectiva heurística muy útil con la que analizar la configuración
lismo orgánico». Una tercera consecuencia de interpretar que el fascis­ específica de la crisis predominante en los contextos nacionales en los
mo es una forma de modernismo es que, de esta manera, se puede hacer que surgió un movimiento fascista, y hasta qué punto las fuerzas con­
más hincapié en las políticas y en la praxis que en la reconstrucción trarrevolucionarias, liberales, conservadoras o comunistas, bloquea­
abstracta de la «naturaleza» de este fenómeno29, y abandonar por tanto ron o despejaron el espacio político necesario para que estos movi­
la búsqueda inútil del «mínimo fascista», algo de lo que algunos estu­ mientos prosperaran. Con todo, el aspecto más sobresaliente de la
diosos nos han acusado alguna vez a mí y a algunos de mis colegas. perspectiva modernista es el modo en que permite interpretar la natu­
Como señalan algunos historiadores, la búsqueda de un «tipo ideal defi- raleza sincrética de la ideología fascista en cuanto producto de un pro­
ceso primordial o cambio de mapa cognitivo. Este aspecto alienta a los
27 Michael Burleigh, Sacred Causes: Religión an d P o litic i from E um pean D icta to rs to historiadores a estudiar la forma en que cada movimiento actuó como
al-Q aeda, Londres, HarperCollins, 200fi [ed. cast.: C ausas sagradas, Madrid, Taurus, 2006],
Véase su pra capítulo 8, pp. 315-316.
29 U na alusión a mi libro The Nature o f Fascism , Londres, Pinter, 1991. 30 Robert Paxton, The A natom y o f Fascism, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2004.

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punto de convergencia o lingua franca que daba cabida a distintas co­ segunda fase, la fase liminar, del proceso triàdico implícito en cual­
rrientes de modernismo cultural, social y político que, en unas cir­ quier rito de paso, A diferencia de los bolcheviques, que en teoría es­
cunstancias de una inestabilidad excepcional, pudieron unirse con peraban la desaparición definitiva del Estado, los movimientos fascis­
bastante flexibilidad en torno a la causa común del renacimiento de la tas de entreguerras no tenían una estrategia de salida, no había forma
nación guiado por un líder que adoptó el disfraz de propheta. de detener el perpetuimi mobile que habían puesto en marcha,,no te­
Por lo que respecta a la tercera etapa crucial de «la toma del po­ nían una perspectiva de clausura a largo plazo, Al final, tenían que
der», o el Aufbruch del fascismo hacia lo que consideraban una nueva hundirse a la fuerza por culpa de su dinamismo: morir de vitalismo.
era en forma de régimen totalitario, esto sólo se puede decir que suce­ No era posible la estabilización, la rutinización de la legitimidad caris­
dió en la Italia de Giolitti, en la Alemania de la República de Weimar màtica del Estado, la paz militar o social, los procedimientos institu­
y, en menor medida, en Rumania y en Hungría. A pesar de los ímpro­ cionales de transmisión de poder a un líder no carismàtico o de rein­
bos esfuerzos que realiza Paxton con el fin de demostrar lo contrario, versión en el partido. Para que existiera la posibilidad de devolver el
dos estudios de caso son una base empírica insuficiente para elaborar poder al pueblo a través de un proceso gradual de democratización
a partir de ellos un tipo ideal genérico del «ciclo vital» de fascismo había que abandonar los principios fundamentales del fascismo en
más allá de la etapa de movimiento. Sin embargo, existe un rasgo co­ cuanto proceso de palingenesia permanente. Si Mussolini y Hitler hu­
mún que sobresale entre las profundas diferencias que existen entre bieran conseguido mantenerse en el poder, hubieran logrado envejecer
los dos contextos nacionales del avance fascista: una crisis nómica de «con dignidad» y se hubieran vuelto seniles, ambos regímenes habrían
proporciones nacionales. En Italia, esta crisis se produjo como resul­ seguido una trayectoria similar a la de Salazar en Portugal o a la de
tado de una constelación de factores que crearon una sensación de Franco en España. El poder carismàtico se habría agotado hasta el
estado de emergencia que bastó para convencer a Victor Emmanuel III punto de que, después de su muerte, la renovación de la autocracia
de que Mussolini era el hombre adecuado para liderar una coalición de habría sido imposible y habría tenido lugar un proceso rápido de tran­
gobierno en octubre de 1922, después de que la Marcha sobre Roma sición democrática. No obstante, esa atrofia de las energías modernis­
demostrara la vulnerabilidad del gobierno. Una segunda constelación tas habría sido la última traición a la esencia de la visión del mundo
de factores que surgieron a finales de 1924, después de los ambiguos fascista, una traición que ningún líder estaba dispuesto a contemplar.
resultados de la crisis de Matteoti, legitimó el experimento totalitario Con todo, el «fracaso» del fascismo en cuanto aplicación práctica
fascista con un dictador al frente a los ojos de millones de partidarios que nuestra perspectiva pone de relieve se debe en última instancia a
activos y de simpatizantes pasivos. Del mismo modo, el hundimiento su aspiración fundamental, la «revolución antropológica». El objetivo
de Weimar después de 1929 creó una oportunidad única para Hitler, y de producir una generación de hombres y mujeres «nuevos» que en­
el nazismo se convirtió por vez primera en un auténtico movimiento camaran el renacimiento nacional era intrínsecamente irrealizable. Y
de masas inspirado en la perspectiva de una nueva Alemania. No obs­ lo era porque los objetivos del Estado modernista no se habían conce­
tante, es importante subrayar que en ambos caso, la connivencia o la bido dentro del «arte de lo posible», sino a través de la facultad de la
aquiescencia de las elites políticas, dispuestas a alzar al poder a un lí­ mitopoética metafísica y del culto idealista a la «voluntad». El Estado
der fascista, desempeñaron un papel decisivo en el éxito de los movi­ no consideraba las restricciones derivadas de una evaluación pragmá­
mientos, una contingencia que escapa a las «leyes de la evolución» tica de lo que era viable de acuerdo con los recursos disponibles, e
que rigen la metamorfosis del fascismo en cuanto movimiento revita- intentó aplicar políticas dictadas por la proyección de futuro de esta­
lizador en un Estado modernista. dos místicos de perfección trascendental sobre la realidad humana
El presente enfoque también llama la atención sobre dos aspectos tridimensional, estados que sólo Se podían hacer realidad en la cuarta
causales de la cuarta y la quinta etapa de Paxton, «el ejercicio del po­ dimensión de la ficción, el arte o el mito religioso. La absoluta com­
der» y «la larga duración». Paxton afirma que, en el caso del fascismo, plejidad de las fuerzas sociales y psicológicas que influyen en la natu­
estas etapas implicaron cierta «entropía» y un derrumbamiento inte­ raleza y en el comportamiento humanos escapa a la comprensión y al
rior, y en el del nazismo una «radicalización» catastrófica que precipi­ control de cualquier Estado, por muy poderoso que sea. Ni la ingenie­
tó la derrota militar. En primer lugar, al imaginar un futuro basado en ría social, ni el control, ni el terror de Estado pueden solucionar esta
el gobierno eterno de un líder carismàtico, en el dinamismo continuo, aporía, sobre todo en una sociedad pluralista, atomizada y moderna.
en la expansión territorial incesante y en la revolución permanente, Como dice Richard Evans, «no se puede transformar por completo
ninguno de estos dos regímenes podía escapar hipotéticamente de la una sociedad en sólo seis años de tremenda violencia asesina del tipo de

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la que se dio en Rusia» durante la época del terror y de las purgas. Como
demostró el declive y la quiebra del Imperio soviético en los años ochen­
ta, ni siquiera eso bastó para crear un nuevo hombre soviético’1. Por
tanto, incluso el más radical de los dos regímenes que estamos analizan­
do, el Tercer Reich, encontró «en lodos los ámbitos [_J que el impulso
totalitario se veía obligado a llegar a un arreglo con el problema insolu-
ble de la naturaleza humana»32. Aunque Mussolini y Hitler hubieran
logrado, gracias a su empeño, arrancar de raíz la decadencia tanto fuera
como dentro de sus respectivos países, no habrían podido salvar el esco­
llo de la naturaleza humana. Aunque hubieran dispuesto de décadas en­
teras para poner en práctica sus planes de renacimiento de Occidente, el
Estado nazi, el más despiadado a la hora de arrancar las malas hierbas y
acabar con las plagas de su jardín, habría fracasado en su empeño de
crear un «nuevo alemán» a su imagen, de la misma manera que fracasa­
ron los esfuerzos que realizaron los fascistas para «culminar la unifica­
ción de Italia» y modelar un «nuevo italiano». Si las circunstancias his­
tóricas le hubieran permitido a Speer hacer realidad su proyecto del
«GroBe Halle» de Germania -el Gran Domo del nuevo Berlín, tan in­
menso que las nubes se formarían alrededor de la cúspide- el resultado
habría sido el mausoleo vacío del malogrado «nuevo alemán» (véase
figura 24). Cuando los esclavos terminaran de construir esa cúpula de
proporciones obscenas, habrían podido ver cómo los campos de la
muerte se extendían hasta donde alcanzase la mirada, ya que ninguna
vida auténticamente humana, ni individual ni comunal, podía florecer
mientras los nazis estuvieran en el poder.
Sin embargo, espero que el valor principal de la explicación que
hemos ofrecido del papel del modernismo en los regímenes que crearon
el fascismo y el nazismo para los historiadores no resida en el ámbito de
lo contrafáctico, sino más bien en una mejor comprensión del trabajo
que han venido desempeñando en los pocos años que han tenido para
ello. Al interpretarlos como distintas variaciones de «Estado modernis­
ta» se revela la lógica «perversa» de las doctrinas y las políticas que
aplicaron a la realidad social, el impulso de establecer una modernidad
alternativa basada en un proceso preliminar de regeneración, limpieza o
palingenesia. En cualquier esfera que consideraran merecedora de su
Finura 24. P lano de los actores que ap arecen en el docudi am a S p eer u n d Er, en el que
atención quirúrgica, intentaron alumbrar un nuevo futuro, aunque arti­
aparece H itler en los últim os días del R eich cam b ian d o o p in io n es con su arq u itecto
cularan su visión utópica con el discurso aparentemente «nostálgico del
A lbert S peer sobre los d etalles d el G ro ß e I lalle. Este edificio, cu y as p ro p o rcio n es
pasado» de la «reconexión hacia delante». Esto no sólo es muy impor­
h acían que las d em ás cú p u las q u e se h ab ían co n stru id o a lo largo d e la h istoria
tante a la hora de constatar la existencia tan cuestionada (en otros tiem­
parecieran enanas, iba a ser la atracció n prin cip al d e la tran sfo rm ació n de B erlín en
pos) de una «cultura fascista», sino también para comprender por qué
G erm ania, la capital de un im p erio m undial que sólo ex istió en la m ente del Führer.
11 Richard Evans, The Third Reich in Power 1933-1939, cit.. p. 500. © Bavaria Film 2005/ Stefan Falke. La foto se reproduce por cortesía de Bavaria Media Gmbh.
Ihid., p. 709. Evans señala que. a diferencia de lo que sucedió en la Rusia bolchevi­
que. el Tercer Reich se reservó la aplicación de la violencia para los extranjeros a través de
los actos de terror de Estado y de genocidio que se com etieron al am paro de la guerra.

490 491
estos dos Estados fascistas alcanzaron tan rápido el consenso suficiente y coacción. Sin embargo, nuestra tesis también tiene repercusiones
entre la población para poder acometer la renovación radical de todas considerables sobre el estudio de aquellos movimientos fascistas que
las áreas importantes de la sociedad. Al entusiasmarse con lo que estaba no lograron alcanzar esta etapa, así como sobre los estudios compara­
sucediendo en sus respectivas naciones, millones de italianos y de ale­ tivos del fascismo en general. En concreto, habría que estudiar más a
manes «normales» se convirtieron de jacto en modernistas culturales, fondo las historias particulares de estos fascismos «frustrados»35 con
sociales y políticos que trabajaban en pos de una nueva nación y una el fin de establecer su relación con la modernidad a la luz de nuestro
nueva era. Sus simpatías hacia un régimen que adoptó soluciones radi­ nuevo tipo ideal. Las monografías y los artículos revolucionarios so­
cales con respecto a la sensación de anomia y de decadencia de una so­ bre la relación entre el modernismo, la modernidad y los distintos ti­
ciedad a la que «se le acababa el tiempo» sirvieron de base a una profun­ pos de ultranacionalismo y de fascismo francés que Mark Antliff ha
da receptividad a las soluciones draconianas. Esto, a su vez, alentó la publicado hasta la fecha, son un ejemplo de los frutos que puede dar
colaboración activa de millones de personas con estos regímenes en los este tipo de investigación innovadora e interdisciplinaria, fértil desde
años que duró la fase de consenso (ca. 1929-1936 en Italia y 1933-1941 el punto de vista de la experiencia y sofisticada desde el teórico36. Es­
en Alemania). En el caso del Tercer Reich esta colaboración tácita o tos estudios sirven de complemento al exhaustivo trabajo empírico
explícita tuvo unas consecuencias personales catastróficas para aquellos sobre el fascismo francés que ha realizado Zeev Stemhell y, al mismo
que proyectaron sus esperanzas y su miedo al futuro en el nazismo, por tiempo, modifican considerablemente sus teorías con respecto a la na­
no hablar de las que tuvieron para aquellas personas que el régimen turaleza del fascismo, conclusiones a las que ha llegado después de
demonizó en cuanto enemigos. estudiar las múltiples interconexiones y sinergias entre el modernis­
Otra ventaja que ofrece este enfoque es que, al centrarse en el común mo cultural, los nacionalistas organicistas, los socialistas sorelianos y
denominador del modernismo tanto dentro de las corrientes ideológicas otros tipos de fascismo mimético y nacional que surgieron en Francia
que constituyen el fascismo y el nazismo como entre ellas, sirve de base a finales del siglo xix y en el periodo de entreguerras. Todos estos
metodológica para establecer comparaciones entre ambos regímenes, lo movimientos promovieron de forma activa corrientes de modernismo
cual resulta más valioso desde el punto de vista heurístico que emplear en áreas como la estética, la filosofía, la crítica social, la higiene so­
«una perspectiva “desde afuera hacia adentro»33. En lugar de señalar de cial, la teoría del bienestar, la eugenesia o la planificación urbana, una
forma mecánica las similitudes y las diferencias externas (el culto al lí­ respuesta natural a la crisis que atravesó Francia en el periodo de en­
der, la política demográfica, el culto a la violencia, etc.), nuestra pers­ treguerras, época en la cual la obsesión nacional por la decadencia y la
pectiva anima al investigador a estudiar sus razones fundamentales y su renovación llegó a su punto álgido, y el fin de la civilización liberal se
dinámica palingenésica común, y a intentar comprender, gracias a la veía próximo a todas luces31.
empatia metodológica, los objetivos, las utopías y los sueños de los fas­
cistas convencidos, y poder así explicar mejor sus accionesM. 35 Véase Stanley Payne, A H istory o f Fascism 19 1 4 -4 S', cit., pp. 245-327; Roger Griffin,
The N ature o f Fascism , cit., capítulo 5, «Abortive Fascist M ovem ents in the Inter-war Eu­
rope», pp. 116-145.
16 Las obras clave que ha escrito Mark A ntliff sobre este tem a utilizando un marco
L a in f l u e n c ia d e l m o d e r n i s m o e n l o s f a s c is m o s f r u s t r a d o s conceptual com patible con el que utilizam os en este libro son, Inventing Bergson. C ultural
Politics a n d the P arisian A vant-G arde, Princeton {NJ), Princeton University Press, 1993;
«La Cité française: George Valois, Le Corbusier, and Fascist Theories o f Urbanism », en
En este libro nos hemos centrado en las implicaciones de la diná­
Mark Antliff y M atthew Affron (eds.), F ascist Visions: A r t a n d Ideology in France a n d Italy,
mica modernista del fascismo en relación con la ideología y la praxis Princeton (NJ), Princeton University Press, 1997, pp. 134-170; «The Jew as Anti-Artist.
del fascismo italiano y del nazismo, dos tipos de fascismo que consi­ Georges Sorel. A ntisem itism , and the Aesthetics of Class-Consciousness», O xford A rt Jour­
guieron llevar a cabo con éxito la transición de «antiestructura social» nal 20/1 (1997), pp. 50-57; «M odernism and Fascism: French Fascist Aesthetics between
the Wars», en Oystein Hjort (éd. ). R e-thinking Im ages betw een the Wars: N ew P erspectives
a régimen político capaz de aplicar una serie de planes destinados a la in A r t H istory, Copenhague, M useum Tusculanum, 2000, pp. 13-45; «Machine Primitives.
regeneración nacional, utilizando para ello una mezcla de hegemonía Philippe Lamour, G erm aine Krull, and the Fascist C ult of Youth», Q ui Parle 13/1 (2001), pp.
57-102; A van t-G arde Fascism . The M obiliza tio n o f M yth, A rt a n d C ulture in France, 1909-
33 Este es el enfoque que utiliza intencionadam ente Alexander de Grand. Véase F ascist 1939, Durham (NC), Duke University Press, 2007. El artículo «Fascism. M odernism , and
Italy a n d N azi G erm any: The Fascist Style o f Rute, Nueva York, Routledge, 1995, p. 3. M odernity», The A r t B ulletin 84/1 (2002), pp. 148-169, es un ensayo muy influyente sobre
M Véase George L. M osse, «The Genesis o f Fascism», Journal o f C on tem porary H is­ la íntim a relación que existe entre fascism o y m odernismo.
tory 1/1 (1966), pp. 19-20. Véase la introducción a su libro The F ascist R evolution, Nueva 37 Koenraad Swart, The Sense o f D ecaden ce in N in eteenth-C entu ry France, La Haya,
York, Howard Fertig, 1999, p. x. International Archives of the History o f Ideas, 1964.

492 493
Hay más casos en los cuales la investigación del modernismo fas­ cultura m odernista que realizó el Estado Novo «parafascista»42 de
cista puede aportar una serie de fundamentos que todavía no existen. Portugal y el movimiento fascista frustrado de los camisas azules de
La devoción que la Unión Británica de Fascistas le tenía a la visión Rolao Preto invita a una investigación más exhaustiva. En el artículo
tecnocrática del renacimiento nacional está muy bien documentada, de Zúquete se describe el fracasado intento del intelectual Antonio
y se han publicado algunos trabajos muy interesantes sobre el empu­ Ferro de usar su posición como director de propaganda con el fin de
je palingenésico, antidecadente de la política cultural de este m ovi­ inyectar al régimen de Salazar algunos rasgos de la visión radical del
miento que a partir de 1933 se inspiró en el nazismo, no en el fascis­ nuevo Portugal que había articulado con anterioridad como editor de
mo, com o modelo a imitar con el fin de hacer realidad el nuevo orden la revista Orpheu, un órgano del modernismo nacionalista y cultural,
que defendían38, y sobre el concepto profundam ente moderno de po­ un fenómeno que recuerda a lo que sucedió en la Florencia anterior
lítica que tenían y el uso de los medios de comunicación con el fin de a la guerra43. En la España de Franco el fascismo fue marginado, la
lograr un respaldo mayor39. Todavía no se ha escrito una monografía función de la Falange, a pesar del culto oficial a José Antonio Primo
importante que analice la matriz modernista común que vinculaba al de Rivera, quedó reducida a una labor mèramente propagandística.
conjunto variopinto de prominentes ideólogos que apoyaron a la No obstante, puede que, en el contexto de la teoría expuesta en este
Unión Británica de Fascistas, un conjunto en el que destacaron figu­ libro, haya que revisar el modernismo social de la visión «nacional
ras como Arthur Chesterton (escritor vaguardista y antisemita obse­ sindicalista» que este m ovimiento tenía de la nueva España y el im­
sionado con la decadencia cultural)40, Alexander Raven Thompson pulso de futuro de la estética, sólo en apariencia «pasadista», que se
(antiguo comunista, historiador spengleriano de la civilización y teó­ reflejaba en los artículos que se publicaban en Escorial, la revista
rico del Estado corporativista británico), Henry W illiamson (que cultural oficial de la Falange.
abrigaba fantasías relacionadas con el «reverdecer» de Gran Bretaña La investigación del integralismo brasileño parece revelar una si­
y que defendía la formación de una entente con la Alemania de Hit- nergia del modernismo estético, social y político todavía más profun­
ler), William Joyce (futuro Lord Haw-Haw, defensor del más despia­ da. En unas condiciones extremas de agitación socioeconómica, este
dado antisemitismo nazi) y Ezra Pound. Y no debemos olvidar a Oswald movimiento, que en 1934 contaba ya con 180.000 miembros afiliados,
Mosley, quien realizó su nueva síntesis personal de mapa cognitivo celebraba la excepcional síntesis de razas que formaban la base del
para Gran Bretaña m ezclando elementos de una versión expurgada «brasileñidad», organizaba complejos rituales políticos de integración
de la filosofía de Nietzsche, de Spengler, de un cristianismo desacra- y renovación orgánica comunales y había adoptado como equivalente
lizado y de la economía keynesiana, con un virulento antisemitismo de la esvástica la letra sigma (£), símbolo matemático del sumatorio o
cultural y económico41. de la adición. Es más, el líder de este movimiento, Plínio Salgado,
Por lo que respecta a las obras sobre la relación entre el moder­ escribió algunas obras visionarias en las que anunciaba el advenimien­
nismo y el fascismo que se han publicado en el mundo anglófono no to de la «cuarta era de la humanidad» que triunfaría sobre la era con­
hay mucho más que decir, pero en otros lugares se han llevado a cabo temporánea de disolución44. Salgado intentaba así llevar a la práctica
algunos sondeos experimentales que han revelado la existencia de un la metanarrativa totalizadora que había creado en respuesta a la pro­
terreno de estudio muy rico que debe explorarse con mayor detalle. funda sensación de vivir en el umbral de una nueva era. En 1922 ya
A la luz del artículo publicado por José Zúquete, la asimilación de la había liderado la facción nacionalista y anticosmopolita en la Semana
del Arte Moderno, acto inaugural del modernismo brasileño, celebra­
ss Véase Tomas Linehan, B ritish Fascism 1918-1939, P arties, Id eo lo g y a n d Culture,
da en febrero de ese mismo año, convencido de que su misión era ac­
M anchester, M anchester University Press, 2000; Julie Gottlieb y T hom as Linehan (eds.), tuar como un propheta45.
The Culture o f Fascism. Visions o f the F ar R ight in Britain, Londres, 1. B. Tauris, 2004.
39 Julie Gottlieb, «The M arketing o f M egalomania. Celebrity, Consumption and the 42 Para el uso de este térm ino aplicado a los regímenes del periodo de entreguerras cuya
Development of Political Technology in the British Union o f Fascists», Journal o f C on tem ­ apariencia exterior se inspiraba en el fascism o (en este caso en el de la Italia de M ussolini)
p o r a ry H isto ry 4 1 /1 (2006), pp. 45-65. aunque no tuvieran las mism as aspiraciones revolucionarias, véase The N ature o f Fascixm,
40 Véase David Baker, Id eo lo g y o f O bsession. A. K. C h esterton a n d B ritish Fascism, cit.,p p . 120-128.
Londres y Nueva York, I. B. Tauris & Co. Ltd., 1996, donde se saca a relucir la conversión 43 José Zúquete, «In Search o f a New Society. An Intellectual betw een M odentism and
de Chesterton al fascism o y al antisemitismo con el fin de solucionar su lucha personal con­ Salazar», Portuguese Journal o f S o cia l Science 4/1 (2005), pp. 61-81.
tra la anomia. 44 Plínio Salgado, A Q uarta H um anidade, Sao Paulo, José Olym pio, 1934.
41 Véase Oswald Mosley, M y Life, Londres, N elson, 1968, pp. 3 16-335, «The Ideology 45 El intenso sabor m odernista del integralism o brasileño se describe en H elgio Trinda-
o f Fascism. Science and Caesarism». de, «Fascism and Authoritarianism in Brazil under Vargas (1939-1945)», en Stein Larsen

494 495
¿U na G u a r d ia d e H ie r r o m o d e r n i s t a ? Europa de la época, cuya finalidad era promover la higiene racial en
el periodo de entreguerras51. De hecho, algunos de los defensores de la
La Guardia de Hierro rumana es un buen ejemplo de cómo este tipo eugenesia rumanos más destacados, como lordache Fäcäoaru, Traian
de revisiones sirven para cuestionar las ideas preconcebidas acerca del Herseni y Sabin Manuilä, que dirigió el «departamento bioantropoló-
presunto carácter reaccionario del fascismo. La mayoría de la gente pien­ gico» del Instituto Central de Estadística en el que trabajaba lordache,
sa que este movimiento fue radicalmente antimoderno46 y tan «religioso» eran miembros del movimiento de Codreanu. Si la Guardia de Hierro
que a veces se cuestionan sus credenciales como miembro de la familia hubiera llegado al poder y hubiera hecho realidad su particular visión
del fascismo47. Sin embargo, a través de la lente de nuestro tipo ideal de del Estado totalitario, habría desarrollado su propia tecnocracia y ha­
modernismo se presta a una interpretación absolutamente diferente. Radu bría puesto en marcha un plan de modernización activa y de ingeniería
loanid sostiene que la Guardia de Hierro se esforzó denodadamente por social modernista en el que la eugenesia habría desempeñado un im­
apropiarse del cristianismo ortodoxo rumano y por transformarlo, con un portante papel52.
espíritu «contrario a la espiritualidad y a los valores cristianos». Como En este contexto, la conexión entre los políticos carismáticos de la
resultado de ello, se despojó sutilmente a las creencias religiosas de su Guardia de Hierro53 y los elementos de la cultura modernista, una co­
dimensión metafísica para que pudiera contribuir a la construcción míti­ nexión ignorada por la escuela anglòfona, adquiere una importancia
ca de la «rumanidad» y a la creación del Omul Nou, el nuevo hombre renovada. La estudiosa rumana M aria Bucur ha identificado dos de los
(rumano) dentro del tiempo histórico48. Por tanto, cuando Eugen Weber elementos que influyeron en la formación del nacionalismo orgánico y
pone de relieve las similitudes de este espíritu revitalizador con el de los de la xenofobia extrema que calaron en la generación de estudiantes de
cultos cargo africanos49, no se centra en la ortodoxia religiosa de este la posguerra a la que pertenecía el líder y propketa Comeliu Codrea­
espíritu, sino en su naturaleza de movimiento revitalizador basado en una nu. Uno de ellos fue la revista cultural Cuvántul («La voz», el mismo
política carismàtica, un movimiento que mitificó la religión y el pasado nombre que la célebre publicación del nacionalismo modernista flo­
rumanos en un intento de crear un futuro alternativo. rentino, La Voce) y el otro el carismàtico catedrático de filosofía Nae
Esta interpretación es perfectamente compatible con la implicación lonescu, un hombre que postulaba que la nueva base ética para la
activa de algunos de sus miembros más destacados en las corrientes construcción de la existencia moderna se encontraba «en sintonía con
biopolíticas que prosperaron en torno a los círculos de la tecnocracia la reconstrucción modernista de la renovación espiritual»54. Ya antes
y de la política rumanas5“. Éstos formaban parte a su vez de la cultura de la guerra había surgido una poderosa cultura völkisch antisemita,
académica y tecnocràtica del modernismo social que prosperó en la encamada por el poeta Mihai Eminescu, el economista político Alexan-
dru Cuza y el historiador Nicolae lorga. En las condiciones extrema­
(ed.). F ascism ou tside Europe. The E uropean Im pulse aga in st D om estic C onditions in the
damente liminoides de la Rumania de entreguerras, surgió una inter­
D iffusion o f G lo b a l Fascism, Boulder, Social Science M onographs, Nueva York, Colum bia pretación de la crisis de la civilización de la época que fue calando
University Press, 2001, pp. 491 -52. poco a poco en los círculos vanguardistas. Según esta teoría, la quie­
“ P. e. la Guardia de H ierro rum ana tenía «el discurso m ás antim odem o de la Rumania
bra de la cosmología newtoniana que se había producido a raíz de los
de entreguerras» según Constantin Davidescu, «Totalitarian Discourse as a Rejection of
Modernity», en Mihaela Czobor-Lupp y Stefan Lupp (eds.), M oral, L egal a n d P olitica l Va­ trabajos de Albert Einstein y de Max Planck era el punto que marcaba
lues in R om anian Culture. R om anian P h ilo so p h ica l Studies, IV, W ashington DC, The Coun­
cil for Research in Values and Philosophy, 2002, p. 150. 51 Véase M arius Turda y Paul W eindling (eds.), «B lood a n d H om eland». E ugenics and
n Por ejem plo, en el influyente capítulo «The Concept of Fascism», en Stein Larsen, R acial N ationalism in C en tral a n d S ou th east Europe, 1900-1940, Budapest, Central Euro­
Who w ere the Fascists, Oslo, Universitetforlaget, 1980, p. 22, Stanley Payne afirma que la pean University Press, 2006.
G uardia de Hierro era «una form a m ística, ctónica, de fascismo semirreligioso, el único n M aria Bucur, E ugenics a n d M odernization in Interw ar Rom ania, Pittsburgh, Univer­
m ovimiento de este tipo en un país ortodoxo, marginal dentro de su especie». sity of Pittsburgh Press, 2002.
4" Radu loanid, «The Sacralised Politics of the Romanian Iron Guard», Totalitarian 53 Véase C onstantin lordachi. C harism a, P olitics a n d Violence. The Legion o f the A r­
M ovem ents a n d P olitical R eligions 5/3 (2004), pp. 419-453. ch an gel M ich ael in In te rw a r R om ania, T rondheim , Trondheim Studies on East European
w Eugen Weber, «Romania», en Hans Rogger y Eugen W eber (eds.), The European Cultures and Societies 15, 2004, un estudio perspicaz sobre la G uardia de H ierro que
Right, Berkeley y Los Ángeles, University o f California Press, 1965. Posteriorm ente realizó corrobora algunos de los aspectos de la interpretación de este m ovim iento que hem os ex­
un estudio panorám ico de lo que hemos definido aquí com o m ovimientos revitalizadores: puesto, según la cual no sería un m ovim iento al m argen del fascism o, sino totalm ente
A p o ca lyp ses, P rophesies, C ults , a n d M illen n ia l B eliefs through the A ges, Cambridge (MA), fascista.
Harvard University Press, 1999. 54 M aria Bucur, «Fascism and the New Radical M ovem ent in Rom ania», en A ngelica
50 Marius Turda, «Fantasies o f Degeneration. Some Remarks on Racial Antisemitism in Fenner y Eric D. Weitz (eds.), Fascism a n d N eofascism . C ritica l W ritings on the R a d ica l
Interw ar Romania», J udaic S tu dies 3 (2003), pp. 336-348. R ight in Europe, Nueva York, Palgrave M acm illan, 2004, p. 164.

496 497
el fin de la era física y el comienzo de la metafísica. Las fuerzas de la gioso» como la Guardia de Hierro es un hecho que indica que recono­
mitopoética y de «los sueños» recuperarían su primacía con respecto cer que existe una dinámica modernista en el fascismo puede tener un
a las fuerzas decadentes del racionalismo y el materialismo55. valor heurístico considerable para otro ámbito de estudios especializa­
Estas ideas, cuya similitud con la teoría primordialista del modernis­ dos muy importante. Durante los últimos treinta años ha surgido una
mo resulta tan obvia, no sólo ejercieron una profunda influencia en la cantidad considerable de fuentes secundarias que pretenden desenma­
sacralización de la política de Codreanu, sino en algunos intelectuales rañar las paradojas que se derivan de la relación que algunos escritores
modernistas como Mircea Eliade, Emil Cioran y Constantin Noica. Los e intelectuales modernistas han tenido con el fascismo. Los investiga­
tres emprendieron una búsqueda particular de fuentes de renovación dores casi siempre dan por sentado que el fascismo no es una fuerza
cultural antes de que la Guardia de Hierro los arrastrara. Esta tendencia revolucionaria sino un movimiento intrínsecamente antimodemo, re­
alcanzó su punto culminante en diciembre de 1937, cuando Eliade, que trógrado, en el cual ningún artista o intelectual de vanguardia que se
todavía enseñaba en la Universidad de Bucarest, se presentó como can­ respete a sí mismo se puede sentir cómodo.
didato al parlamento por Totul pentru Tará [Todo por la Patria], la rama En la lista de «sospechosos habituales» suelen aparecer W. B. Yeats,
política de la Guardia de Hierro. Después de la guerra se convertiría en Ezra Pound, Wyndham Lewis, Ernst Jünger, Calr Schmitt, Gottfriend
el rector de la Facultad de Historia de las Religiones de la Universidad Benn, Filippo Marinetti, Louis Ferdinand Céline, Pierre Drieu la Ro-
de Chicago. Allí desarrollaría sus estudios sobre la universalidad de las chelle, y a veces D. H. Lawrence y T. S. Eliot. La vinculación al na­
construcciones culturales del tiempo sagrado y profano, y escribiría al­ zismo de Martin Heidegger ha dado lugar a una industria académica
gunas obras fundamentales que hemos utilizado en el análisis que ofre­ independiente. La premisa que postulan dogmáticamente los historia­
cíamos en el capítulo 3. Asimismo, durante toda su vida Eliade estuvo dores de la cultura marxistas o «marxianos» -co n la notable excepción
vinculado intelectualmente a Julius Evola. de Peter O sbom e- es que el fascismo sólo puede engendrar parodias
Otro síntoma más de la sinergia que existía entre la Guardia de grotescas del estallido de futuro del continuum de la historia56. En esta
Hierro y los intelectuales que defendían que el nacionalismo era el línea, Charles Ferrall sostiene que en Yeats, en Pound, en Eliot y en
mejor remedio para subsanar los males de la modernidad, es el nom­ Lawrence «la modernidad estética radical se combina con un rechazo
bramiento de Emile Cioran como agregado cultural en París durante el casi absoluto incluso de los aspectos emancípatenos de la modernidad
breve espacio de tiempo que el general Ion Antonescu se mantuvo en burguesa». Como resultado de ello, estos personajes sintieron cierta
el poder. Para escribir El rinoceronte (1974), principal expresión del simpatía por el fascismo en la medida en que esta ideología «ofrecía
teatro del absurdo y obra profundamente modernista, Eugène Ionesco una especie de parodia de la “revolución”, un reflejo de la actitud am­
se inspiró en el modo en que la vanguardia rumana, sus amigos Cioran bivalente que tenían en relación con el modernismo»57.
y Eliade incluidos, sucumbieron a la epidemia del racismo orgánico y La reconstrucción del modernismo que proponemos ofrece un
antisemita delante de sus narices a mediados de los años treinta. Si se marco conceptual totalmente distinto. Si nos atenemos a él, estas pa­
estudiaran en profundidad otras expresiones aparentemente antimo- rodias y paradojas sencillamente desaparecen. Los distintos actos de
demas del fascismo de entreguerras, como el fascismo húngaro, el «traición» que cometieron los clérigos del humanismo en su variedad
croata, el finés, el belga, el sudafricano y el irlandés, se vería que la liberal o socialista deben interpretarse teniendo en cuenta que algunos
dinámica modernista influyó en la súbita aparición de tantos rinoce­ artistas mucho menos conocidos y gran cantidad de ciudadanos cultos
rontes en la política europea de la época, animales que se vinculaban y con conciencia «política» hicieron lo mismo y sucumbieron a la ten­
a movimientos de revitalización y de purificación nacionales con el fin tación de creer que podían desempeñar una función en la nueva era
de refugiarse de la creciente anomia. que acababa de inaugurar la revolución bolchevique, la revolución

56 Algunos ejemplos son Fredric Jam eson, F ables o f A ggression . W yndham Lewis, the
L O S INTELECTUALES MODERNISTAS Y EL FASCISMO M odern ist a s F ascist, Berkeley, University o f California Press, 1979; Tim Redman, Ezra
Pound a n d Italian Fascism , Cambridge, Cam bridge University Press, 2007; Andrew Hewitt,
La vinculación de dos de los intelectuales europeos más destaca­ F ascist M odernism : A esthetics, Politics, a n d the A van t-G arde, Stanford (CA), Stanford Uni-
versity Press, 1993; Vincent Sherry, E zra Pound, W yndham L ew is a n d R a d ica l M odernism ,
dos, Cioran y Eliade, a un movimiento aparentemente atávico y «reli- Nueva York, Oxford University Press, 1993.
57 Charles Ferrall, M o d ern ist W riting & R eaction ary Politics, Cambridge, Cam bridge
55 Eugen Weber, «Romanía», cit., pp. 535-536. University Press, 2001, p. 2.

498 499
nazi y la fascista. Ya no nos parece contradictorio que un pintor mo­ cultural o social, presenta un carácter multicausal, más «rizomático»60
dernista como Picasso, fascinado por el arte «primitivo», se dejara que «arbóreo», que excluye cualquier relación directa de influencia o de
arrastrar por el anarquismo, ni que un escritor modernista como Jünger, responsabilidad. Acusar a Filippo Marinetti, incluso en su prosa más
fascinado por las emociones «primitivas» y por tanto regeneradoras extática y «protofascista», o a Ernst Jünger, de fascismo o de nazismo,
que se desencadenaron como consecuencia de la guerra mecanizada, sería como afirmar que Aleksandr Blok, Vladimir Mayakovsky o Vladi­
se dejara arrastrar por el nazismo. Por fortuna, como hemos demostra­ mir Tallin fueron responsables de las purgas de Stalin,
do repetidamente a lo largo de este libro gracias a las fuentes que he­
mos citado, existen varias obras que pueden servir de base para un
proceso de «revisión» radical, un proceso que, obviamente, debe elu­ E l f a s c is m o c o m o p a r t e d e « algo m ás grande»
dir el «revisionismo». Para ello hay evitar quitar hierro a los crímenes
que se cometieron contra la humanidad en nombre del fascismo - o no Afirmar que el Manifiesto futurista es el factor causal directo del
discutirlos siquiera-, crímenes de los cuales los intelectuales o los ar­ genocidio cometido en Auschwitz es una falacia que podría servir de
tistas que simpatizaban con el movimiento fueron cómplices en su advertencia a los historiadores que pretendan alejarse del estrecho en­
búsqueda de trascendencia. foque idiográfico de la singularidad. Pero también se puede interpretar
Sin embargo, si bien hemos subrayado la convergencia potencial como un ejemplo de la diferencia que existe entre el periodismo cultu­
que existe entre el modernismo estético, intelectual y político tanto de ral y la historiografía auténtica. Como señalábamos en el prefacio, la
derechas como de izquierdas, la tesis que hemos desarrollado también historiografía de este libro se basa en la siguiente premisa que postula
ha puesto de relieve lo simplista que resulta afirmar que existe un pa­ Deflet Peukert: «Es imposible explicar del todo las experiencias sin
rentesco directo entre el modernismo cultural y los crímenes del fas­ recurrir a una interpretación sinóptica»61. Esta observación concuerda
cismo. La tesis de Paul Virilio según la cual el eslogan de Marinetti «la con las teorías de Karl Popper, un pensador que en su día influyó de
guerra es la única higiene posible del mundo» condujo a «las duchas forma considerable en el modo en que los especialistas en ciencias
de Auschwitz-Birkenau», quizás a él le hiciera experimentar un momen­ humanas entendían la metodología que empleaban: «No existe la his­
to de catarsis intelectual cuando lo escribió, pero no tiene justificación toria del “pasado tal como sucedió en realidad”; sólo se pueden ofre­
empírica alguna. Es una tergiversación sensacionalista del complejo cer interpretaciones históricas, y ninguna de ellas será concluyente;
nexo causal que relaciona algunos aspectos del modernismo que tie­ cada generación tiene derecho a formular la suya»62. Popper se adelantó
nen que ver con la estética y la higiene sociales con el régimen que cuarenta años a las absurdas críticas reduccionistas de los posmoder­
intentó llevar a cabo los proyectos nazis de eugenesia y genocidio nos y declaró que «esto no quiere decir que todas las interpretaciones
destinados a la «purificación» de Europa. Se trata de un acto de reduc- tengan el mismo mérito»63. Es necesario insistir en estos dos princi­
cionismo equivalente a atribuir la paternidad del fascismo a la «des­ pios, ya que en algunos círculos de la profesión las interpretaciones
trucción de la razón» encamada en la filosofía de Nietzsche y en el históricas que sitúan los hechos dentro de un marco de interpretación
expresionismo, como hizo Georg Lukács38. Como vimos más arriba, analítico general utilizando conceptos genéricos no están bien vistas.
un acto de simplificación parecido ha llevado a Jean-Frangois Lyotard Y esto no sólo sucede en los círculos posmodernos, sino en el campo
a equiparar al fascismo con las narrativas «totalizadoras» que se apli­ especializado de los estudios comparativos sobre el fascismo.
can al modernismo como unidad59. Algunas de las mayores eminencias que se dedican al estudio del
Por el contrario, según nuestro tipo ideal, el fascismo tiene unas co­ fascismo y del nazismo prefieren ignorar la existencia de esta especia­
nexiones muy lejanas con el modernismo «epifánico» de Franz Kafka, lidad, o se dedican a hacer comentarios mordaces o inexactos sobre
con el de Virginia Woolf o con el de Vincent van Gogh -p o r mucho que
Goebbels se entusiasmara líricamente con él y afirmara que era un «vi­
w Para el concepto de rizom a com o form a de evitar los conceptos simplistas de causa­
sionario» que no estaba tan loco como parecía- Incluso la relación del lidad véase Felix Guattari y G ilíes Deleuze, A Thousand P lateau s. C apitalism a n d Schizo­
fascismo con la variedad de modernismo programático, en su vertiente phrenia, , M ineápolis, University of M innesota Press, 1987.
61 Detlef Peukert, Inside N azi G ermany, Harm ondsworth, Penguin, 1982, p. 245,
62 Karl Popper, The O pen S ociety an d its E nem ies [I950J, Londres, Routledge, 2002,
58 Georg Lukács, The D estru ctio n o f R eason {1952], Londres, M erlin, 1980. «Conclusion: Has history any meaning?», p. 297 [ed. cast.: La s o c ie d a d a b ie rta y sus enem i­
M Una útii introducción a esle tema tan esotérico para los no iniciados es Dasenbrock, gos, Barcelona, Paidós, 2002].
«Slouching Towards Berlin», y Hewitt. «Ideological Positions». 63 Ibid.. p. 295.

500 501
ella cuando la aluden. Así, Richard Bosworth se pregunta: «¿Por qué mo era una parte de algo más grande»66. Los distintos especialistas
elaborar una larga lista de factores o escribir un capítulo entero de sostienen que este «algo» fue la «religión política», «el totalitarismo»,
explicaciones floridas si en varias ocasiones el propio Mussolini les «el fascismo», y ahora «el modernismo político». El denominador co­
dijo a los que quería ganarse para su causa que el fascismo era una mún de todos estos conceptos es el intento de crear una modernidad
cuestión muy simple?». Sin embargo, los atajos manifiestos que Bos­ alternativa. En sus libros y artículos, Emilio Gentile suscribe la opi­
worth emplea en su propia narrativa del fascismo -im pecablem ente nión de Masón con respecto al fascismo, y combina el concienzudo
documentada pero muy pobre desde el punto de vista conceptual-, trabajo de archivo con el rigor conceptual con el fin de demostrar que
contestan por sí solos a la pregunta. El consejo que el Duce le dio al este movimiento es «una parte de algo más grande». De hecho, el ré­
general Franco en octubre de 1936, que debía fijarse como objetivo gimen de Mussolini pierde su dimensión histórica si no se sitúa en el
crear un régimen que fuera «al mismo tiempo “autoritario”, “social” y contexto de otros procesos de mayor alcance que determinaron la his­
“popular”», elementos que constituían «la base del fascismo univer­ toria, sobre todo en el del nacionalismo modernista, el del fascismo
sal»64no sólo era simple, sino simplista. Tanto la definición del fascismo genérico, el del totalitarismo y el de la religión política.
italiano como la del fascismo en general que se deriva de esta anécdo­ Aquellos historiadores que se dedican al estudio del fascismo o del
ta es totalmente insuficiente a la hora de investigar el vacío que existe nazismo y que siguen rechazando automáticamente la pertinencia me­
entre los objetivos y los logros del fascismo, o para construir un marco todológica de los términos genéricos y de los marcos de análisis com­
de análisis comparativo que sirva para estudiar la relación que existe parativos, en realidad se aferran a la misma concepción metodológica
entre este movimiento y el resto de formas nacionalistas de autoritaris­ ingenua del «empirismo puro» que tanto han criticado -e sta vez con
mo que abundaban en la Europa de entreguerras. Bosworth piensa que razón- los posmodernos. El pasaje de La voluntad de poder en el que
esta cita revela en cierto modo la irrelevancia de los intentos de dotar Friedrich Nietzsche arremete contra los que se engañan al pensar que
al concepto genérico de fascismo de un valor heurístico historiográfi- se puede obtener un conocimiento objetivo a partir de los datos sin
co, una suposición que en la práctica no contribuye a generar una his­ tener en cuenta la mediación de una mente que los interprete y los dote
toria del fascismo, sino una crónica prolongada de acontecimientos de significado, es algo más que una invectiva irracional:
tachonada de anécdotas cuya acumulación sólo sirve para trivializarlo
en cuanto fenómeno. Este método impide extraer conclusiones incisi­ Los hechos en sí no existen, pues antes de que se conviertan en
vas del fascismo en cuanto fenómeno histórico opuesto a los fenóme­ «hechos» se proyecta en ellos un sentido67. [...] A los positivistas, que
nos vividos. se limitan a estudiar los fenómenos y sostienen que «sólo hay he­
Convencido de que prescindir de marcos de análisis comparativos chos», yo les diría: No, precisamente lo que no hay son hechos, sólo
y de términos genéricos impide el desarrollo de la comprensión histó­ interpretaciones. Es imposible establecer un hecho «en sí»; puede que
rica y empobrece el trabajo de investigación, Tim Masón les recordó a incluso sea una locura pretenderlo siquiera68.
sus colegas durante una conferencia sobre el Tercer Reich que «si bien
podemos avanzar sin tener en cuenta en gran medida el contenido ori­ Lo que hemos intentado hacer en este libro es encontrar un reme­
ginal del concepto de fascismo, es imposible hacerlo sin la compara­ dio para esa locura centrándonos en un ámbito bien delimitado de la
ción»65. Además les advirtió que «la investigación histórica puede aca­ historia contemporánea. Hemos ofrecido un prototipo de interpreta­
bar convirtiéndose fácilmente en una disciplina provinciana» si no ción sinóptica del fascismo basándonos en el concepto de modernis­
admite que «el fascismo fue un fenómeno continental, y que el nazis- mo. Hemos construido y aplicado un marco de análisis conceptual que
nos ha servido para darle «sentido» a los datos empíricos puros rela­
cionados con la ideología y la praxis del fascismo y del nazismo, de
64 Richard Bosworth, M ussolini's Italy, Londres, Allen Lane, 2005, p. 564.
w Para el correlato en antropología a ia afirmación de M ason véase la defensa que hace
Edm und Leach del valor de las generalizaciones (que opone al concepto de «com paración “ Tim M ason, «W hatever Happened to “Fascism ”», en Jane Caplan (ed.), Nazism. Fas­
taxonóm ica»: «Las generalizaciones son inductivas; consisten en percibir leyes generales cism and the Working Class. Essays .by Tim Mason. Cambridge, Cam bridge University
potenciales en las circunstancias especiales de cada caso; se trata de conjeturas, apuestas, Press, 1995, p. 331.
puede que estés en lo cierto o que te equivoques, pero cuando aciertas aprendes algo com ­ 67 Friedrich Nietzsche, The Will o f Power, Londres, Weidenfield & Nicholson, 1967,
pletam ente nuevo», Edmund Leach, «Rethinking Anthropology», en Rethinking Anthropo­ Libro III: P rinciples o f A New Evaluation, volumen I. «M ethods of Enquiry», capitulo 9:
logy, Londres, A thlone Press, 1966 fed. cast.: Replanteamiento de la antropología, Barcelo­ «Thing-in-itself and Appearance», nota 556, p. 301.
na, Seix Barral, 1971], ™ Ibid., capitulo 3: «Belief in the “Ego” . The Subject», nota 481, p. 267.

502 503
modo que encajen como muñecas rusas dentro de una mayor llamada a la hora de formular hipótesis innovadoras, tipos ideales o de propo­
fascismo, que a su vez encaja en el modernismo, una subcategoría de ner una metodología diferente dentro de una tradición intelectual par­
la modernidad. Además, al hacer explícita en reiteradas ocasiones la ticular conocida como «la disciplina». Toda referencia a un libro o a
naturaleza artificial de este marco de análisis y al mostrar otros con los un artículo publicado con anterioridad que corrobore la explicación
que se encuentra en conflicto o en armonía, he logrado que no se ma- que se ofrece es, utilizando una metáfora de Walter Benjamín, como
linterprete mi explicación, que no se me pueda acusar de emplear una un tigre perfectamente amaestrado que salta sobre la tradición anterior
imponente narrativa irreflexiva, a pesar del gran tamaño de mis pince­ a él o sobre las fuentes de archivo. El objetivo de! investigador no es
ladas. De hecho, si se analiza más a fondo, se adivinan al menos dos retroceder sino realizar una «reconexión hacia delante» con el fin de
niveles distintos de mitopoética en la construcción de mi narrativa. El encontrar un asidero sólido que permita saltar hacia una comprensión
primero es intrínseco al proceso de «abstracción idealizada» que se más «avanzada» (de futuro) y «hacer estallar el continuum» del para­
necesita para construir un tipo ideal. Max Weber llamó a este proceso digma dominante. El propósito subliminal es reunir un grupo minori­
una «imagen de pensamiento» que en su «pureza conceptual [...] no tario de rebeldes disidentes que piensen de la misma manera y que
tiene correlato alguno en la realidad, es una utopía»69. La impronta de estén dispuestos a escindirse del modo de ver antiguo, de los pensa­
este género estrictamente académico y heurístico de utopismo se en­ mientos rutinizados, y desbancar al paradigma para formar una nueva
cuentra a lo largo de todo el libro. «corriente» o «escuela» de pensamiento. Hasta que, siguiendo los dic­
tados de Crono, esta nueva communitas intelectual sea a su vez des-
bancada, los hombres que la forman trabajarán como un equipo de
E l m o d e r n i s m o d e l a in v e s t ig a c ió n h u m a n is t a enérgicos jardineros dedicados a poner en orden una esquina cubierta
de malas hierbas de su «campo de estudio». Limpiarán los caminos
El segundo nivel de mitopoética que aparece en este libro lo pone para que se puedan trazar nuevas avenidas de investigación e intenta­
de relieve la teoría primordialista del modernismo que hemos desarro­ rán difundir nuevas variedades de conocimientos, y a veces se ensa­
llado. De esta teoría se deduce en miniatura -y a veces con tal detalle ñarán con las malas hierbas o las cosas inútiles que a su juicio obsta­
erudito que pareciera que hubiéramos empleado una nanoescala- que culicen una comprensión clara.
todo acto de interpretación sinóptica histórica de un tema consolidado En resumidas cuentas, todos los intentos de alcanzar un conoci­
que lleve a cabo un investigador, por muy meticuloso que sea en su miento definido -q u e no definitivo- en un mundo inundado por un
ejecución, se puede interpretar como un gesto simbólico de clausura, caudal creciente de datos, información, teorías y enfoques, se desarro­
de resolución del elemento liminoide intrínseco a cualquier debate llan conforme a una dinámica modernista. El mundo académico es el
prolongado en el contexto del cual cualquier consenso que se pueda hábitat ideal para que prosperen las búsquedas liliputienses y antihe­
alcanzar parece un espejismo. Toda «teoría original» pretende ofrecer roicas de nomos, de trascendencia y de comunidades. En los casos
una nueva visión, fijar un horizonte, un nuevo cielo para el microcos­ extremos, la perspectiva de la inmortalidad metafísica que ofrecían
mos de la especialidad, aunque esta pretensión sea fugaz y se vea «im­ algunas sociedades premodernas ha sido sustituida por la esperanza de
pugnada» cuando la «pureza conceptual» del proyecto original tal sobrevivir a la muerte apareciendo en una nota final de los estudios
como lo concibió el investigador se expone al proceso de recuperación de los demás. Por consiguiente, el subtítulo de este libro, La sensa­
de la sobriedad, al «mancillamiento», a la revisión por pares y a la ción de comienzo, no sólo alude a la temporalidad de futuro del fascis­
crítica de los colegas. mo y del nazismo, sino también al impacto revitalizador subyacente
Esto implica que los planes «mesiánicos» acechan a las tesis que se que pretendemos ejercer -aunque sea una perspectiva poco realista-
formulan y se documentan constantemente en las ciencias humanas, y sobre las disciplinas que se abordan aquí, en especial sobre la de los
que persiguen el objetivo estrictamente racional de transformar el pa­ estudios comparados de la modernidad, el modernismo y el fascismo.
radigma dominante. Los investigadores que pretenden realizar actos Con todo, en nuestra época los historiadores no se pueden permitir
de interpretación sinóptica ambiciosos, especulativos y «originales», este tipo de delirios narcisistas sobre la importancia de realizar peque­
tienen que llevar a cabo antes un acto de cambio de «mapa cognitivo» ñas transvaloraciones zaratustrianas de su especialidad, ni grabar nue­
vas tablillas de verdades académicas en tipografía Sabon román de
m Se cita en T hom as Burger, M ax W eber’s Theory o f Concept Formation, History, Law s diez puntos. En la canción de Sting que cito al principio, el cantante
and Ideal Types, Durham (NC), Duke University Press, 1976, pp. 127-128. nos exhorta a «bajar de nuestra torre de marfil», y nos pide que «viva-

504 505
mos en el mundo». Así que quizá haya llegado el momento de soltarle E p íl o g o
la correa una vez más al principio de esperanza, antes de que se cele­
bre la ceremonia de clausura oficial de esta metanarrativa reflexiva
que, en lugar de finalizar con un espectáculo suntuoso y coreografiado
de forma brillante ante los flashes de los fotógrafos, tomará el aspecto
sombrío de la lúgubre procesión del apéndice, las notas, la bibliografía ¿UN COMIENZO DIFERENTE?
y el índice. En el último aliento quizá quede tiempo para un último
golpe de efecto.

D io n is o s e c o l o g is t a

El 17 de septiembre e 1998, en las noticias de la BBC apareció la


siguiente noticia bajo el titular «El cielo se desploma»; «Según los cien­
tíficos del British Antarctic Survey la altura del cielo ha descendido 8
kilómetros en los últimos treinta y ocho años. Se cree que los gases in­
vernadero como el dióxido de carbono son los responsables de este
fenómeno»1. Esto no es un lapsus metafísico como el que provocó la
expulsión de Adán y Eva del paraíso de la conciencia irreflexiva. Es uno
de los incontables procesos y acontecimientos físicos y terrestres que ha
desencadenado el impacto acumulativo de la acción humana sobre el
ecosistema. Su repercusión a largo plazo no sólo afectará a la atmósfera
meteorológica, sino también a la atmósfera ética y espiritual de la socie­
dad humana, al Zeitgeist. Ya que, como dijo Emest Becker en una época
en la que el calentamiento global no era más que un centelleo de preocu­
pación en los ojos de algunos científicos «estrafalarios»;

Una de las peores cosas de vivir en las últimas décadas del siglo xx
es que el margen que la naturaleza ha dado a la fantasía cultural se está
estrechando ahora de forma drástica. La consecuencia de ello es que por
primera vez en la historia si quiere sobrevivir, el hombre tendrá que
hacer descender hasta cero el elemento en gran medida ficticio que tie­
nen sus sistemas de héroes. Este es el desafío decisivo de nuestra época2.

1 En [http://news.bbc.co.Uk/l/sci/tech/173351.stm] {pägina visitada el 13 de enero de


2006).
2 E m est Becker, The Birth a n d D eath o f M eaning. A n In terdisciplin ary P erspective on
the Problem o f Man, Harm ondsworth, Penguin, 1962, p. 132.

506 507
Con un espíritu similar, algunos comentaristas reaccionaron a los Creíam os que el m arxism o o el fem inism o podían resolver to ­
terribles acontecimientos del 11-S afirmando que se había creado una dos nuestros problem as. «Si consiguiéram os librarnos del racism o,
zona cero ideológica. Para ellos aquel desastre era un aviso a la civili­ cam biar el capitalism o y educar al pueblo todo se n a diferente»,
zación occidental para que «volviera a la realidad» después de décadas pensábam os. Pero ahora sabemos que esas esperanzas y aspiracio­
de sonambulismo colectivo. Así, Michael Mehaffy y Nikos Salingaros nes olvidaban algo fundam ental. Fracasaron porque no tenían en
escribieron: cuenta la Tierra sobre la que cam inam os. Si no hay Tierra no hay
nada. N uestros conceptos utópicos saldrán por los aires. A sí que
Ahora nos encontram os en el mundo de después de las torres tenernos que repensar todas nuestras ideas bajo un nuevo m arco de
modernas, el mundo posterior al modernismo. Sin duda acabaremos análisis4.
con Al Qaeda y con los talibanes [¡sic!]. Pero lo más importante es
que tenemos que acabar con las condiciones insanas en las que sur­ Si en lugar de elaborar su sistema filosófico a finales del siglo xix,
gen hombres como éstos. Para ello tendremos que examinar de nue­ a Nietzsche le hubiera tocado vivir a principios del siglo xxi, entre
vo el tipo de m undo moderno que le hemos im puesto al planeta - la glaciares suizos que se deshacen bajo los cielos en los que el arte abs­
economía, la tecnología y el arte-. Tendremos que volver a examinar tracto de las estelas de vapor frustra la ilusión de trascender el bien y
y a reconstruir los cimientos decadentes de nuestra propia cultura el mal, puede que hubiera tenido que «repensar todas sus ideas» bajo
m oderna1. un «marco de análisis» diferente, más ecológico. En lugar de clamar
contra el advenimiento del «nihilismo», de la «decadencia» y del «úl­
Pero si el modernismo es, como hemos repetido tantas veces, una timo hombre», puede que se hubiera dado cuenta de que el tiempo
reacción instintiva que intenta compensar la decadencia de la moderni­ para cualquier tipo de «eterno retomo» se estaba acabando, y de que
dad y las catástrofes a las que ha dado lugar, este sentido llamamiento a no lo hacía en sentido simbólico sino literal. Su intento de transvalora­
la humanidad a actuar colectivamente más allá del modernismo y a ción de los valores se basaba en la ausencia de cualquier realidad su­
adoptar una perspectiva planetaria es la quintaesencia del modernismo, perior o ámbito metafísico «detrás» de la existencia, y en una visión
de la misma manera que la idea de Becker de un sistema de héroes que del mundo en cuanto «monstruo de energía sin principio ni final; una
no sea ficticio es de por sí una ficción que lucha por convertirse en un magnitud de fuerza firme y metálica que ni crece ni empequeñece, que
mito. Ambos razonamientos reconocen la necesidad urgente y práctica no se gasta sino que se transforma»5. Nietzsche se encontraba en una
que tiene la comunidad, no la nacional sino la internacional, de escapar posición ventajosa para comprender la interrelación de todos los pro­
de las ilusiones de la «posmodemidad» y fundar un modernismo reno­ cesos de la vida y para reimaginar al Übermensch, al «superhombre»,
vado basado en una nueva modernidad que se asiente sobre los princi­ un ser de cualquier raza o género que renuncia al orgullo innato de
pios de la sostenibilidad ecológica y de la justicia social global. nuestra especie para convertirse de verdad en «demasiado humano», y
Cuando el mítico momento decisivo (sólo según las cuentas de los al derecho de crear el «imperio del hombre» al que aludía Francis
cristianos) del año 2000 estaba a punto de llegar, Fay Weldon escribió Bacon en el Novum Organum (1620). Lo más importante a principios
una obra para radio, The Hole at the Top o fth e World, en la que soste­ del siglo xxi no es acabar con el modernismo, ya que cualquier rebe­
nía que era necesaria una «gestalt» radicalmente nueva de la historia lión contra el statu quo está imbuida de un espíritu modernista, sino
contemporánea. Uno de los discursos de la obra destaca por encima de crear una civilización mejor, basada en la ecología, en la que tanto el
los demás en cuanto condena concisa del error fatal de los planes an- modernismo dionisiaco como el prometeico tomen conciencia ecoló­
tropocéntricos o egocéntricos de mejora de la sociedad que han dom i­ gica y puedan así ofrecer las «métáforas básicas» y los «mitos» que
nado la historia occidental en las dos últimas fases de la modernidad, nos permitan vivir en una edad realmente nueva de sostenibilidad, lo
la plena y la tardía: cual no significa «retroceder», sino desarrollar la forma de tecnocracia
más avanzada que se pueda.
3 M ichael M ehaffy y Nikos Salingaros, «The End o f the M odern World», 27 de febrero
de 2002, en la página web de Open Democracy, | http://www.opendem ocracy.net/articles/
ViewPopUpArticle.jsp?id= 10&articleld=173] (página visitada el 14 de noviembre de 2005). 4 Fay Weldon, The Hole at the Top o f the World, Shaun M cLoughlin (dir.), Los Angeles
Véase la enérgica respuesta de Etien Santiago, «M isrepresenting M odernism* del 23 de Theatre W orks/BBC, 1995.
noviem bre de 2002, en íhttp://w ww.opendem ocracy.net/íbrum s/thread.jaspa?forumID=l I I 5 Friedrich Nietzsche, The Will o f Power [1885J, L ibro IV, Discipline a nd Breeding,
& threadID =4I473& start=0] (visitada el 14 de noviembre de 2005). apartado 3, «The Eternal Recurrence», nota 1067, pp. 549-550.

508 509
¿U n c o m ie n z o d i f e r e n t e ? la que no se valoraba a la Tierra llegará a su fin, y los seres humanos
despertarán de «la falta de conciencia del ser»8.
Algunos intelectuales son capaces de desvirtuar incluso una utopía Del texto de Bergfleth se desprende que, al igual que sus m ento­
de una modernidad alternativa que, como ésta, tiene los pies en la res, todavía reclam a una conmemoración del pasado alemán que
tierra. A sí lo demuestra uno de los expertos de la Nueva Derecha Ale­ tuvo lugar bajo un cielo alemán. Las reivindicaciones físicas concre­
mana, Gerd Bergfleth, en su ensayo titulado «Tierra y patria. Sobre el tas que se derivan del objetivo de alcanzar una civilización humana
final de la era de la desolación», un artículo que aparentemente aborda ecológicamente sostenible se traducen gracias a los trucos y a las
la necesidad de superar el nihilismo que subyace a la «falta de hogar» acrobacias intelectuales del pensamiento de la Nueva Derecha en
moderna por medio de un «cambio de paradigma» que adopte una vi­ una metafísica nacionalista y en una metapolítica racista. El concep­
sión del mundo «basada en la Tierra», un «regreso a las fuentes origi­ to de «sangre y tierra» se refórm ala subrepticiamente y se convierte
nales» que al mismo tiempo supondrá «una renovación»'1. Para Berg- en «tierra y patria». Ensayos como éste demuestran el origen fascis­
fleth este cambio implica un «giro de pensamiento que abandone la ta del modernismo político de la Nueva Derecha europea -o tro tema
superficialidad de la Ilustración para regresar al conocimiento primor­ que se debería estudiar a fondo9- . No obstante, se puede considerar que
dial del mito». Sin embargo, las autoridades a las que cita para apun­ el ensayo de Bergfleth es un buen ejemplo «de lo que no se debe ha­
talar su análisis no son ecologistas o humanistas, sino Carl Schmitt, cer», un aviso de lo fácil que es caer en el lodazal del pensamiento
Martin Heidegger y Em st Jünger, los padres fundadores la «revolu­ antiecológico y antropocéntrico incluso cuando aparentemente se
ción conservadora» alemana, en tiempos simpatizantes del nazismo. intenta promover la conciencia ecológica. Puede que la civilización
Siguiendo una línea de razonamiento profundamente antiecocéntrica, occidental, cada vez más globalizada, haya llegado por fin a un pun­
Bergfleth atribuye el anhelo de comunión con la naturaleza que mues­ to en el que aquellos que escuchan trompetas empiezan a estar pre­
tran la filosofía y la poesía alemanas a la condición de Volk «sin hogar parados íntimamente -aunque principalm ente a través de aconteci­
metafísico» de sus compatriotas, un pueblo que sin embargo, en la mientos exteriores calam itosos- para el Aufbruch de la sociedad
medida en que muestra un anhelo de raíces, es orgánico. Como «pue­ humana sostenible. En sus Tesis de la filosofía de la historia, Walter
blo del centro», una expresión tom ada de Heidegger, se encuentra Benjamín habla de la necesidad de «adueñarse de un recuerdo tal
espiritual mente «abierto al mundo» de tal manera que tiene una pro­ como relum bra en un instante de peligro»10. Puede que la generación
funda sensación de «nostalgia». De hecho, la creciente necesidad de actual se esté aproximando a un «instante de peligro» múltiple en el
«pertenencia» y de «raíces» que tienen los convierte en «xenófobos que haya que adueñarse de un momento epifánico de conciencia glo­
por principio[sie/»7. bal, y que esta generación no experimente ese momento com o Hei-
Sobre la base de estos dudosos axiomas, Bergfleth sostiene que degger, sino como un filósofo que vivió hace más de diecisiete siglos
«los alemanes» se encuentran en una situación privilegiada para supe­ y que quedó «inmortalizado» gracias a los aforismos y reflexiones
rar la crisis ecológica actual, que a su juicio es un síntoma externo de que Diógenes de Oinoanda mandó grabar en un muro que se erguía
la desolación espiritual de la modernidad. El carácter nacional nórdico orgulloso en el centro de la plaza del mercado de su ciudad natal, un
les predispone a descubrir la Heimat que anhelan en «la vinculación a muro del que sólo se conservan algunos fragmentos. Hay uno de
la Tierra», y a encontrar «la redención» en una reunión filial extática ellos que, a pesar de sus casi dos milenios de edad, sentimos mucho
con la madre naturaleza. Gracias al temperamento metafísico y ro­ más cercano que cualquiera de las ruinas del Tercer Reich de los mil
mántico de los alemanes, la «llegada del hundimiento total» engendra­ años. En este pasaje se afirma que semejante muestra de sabiduría
rá (al menos en Alemania) una «religión de la Tierra», un «regreso a la intemporal no está destinada únítam ente a la gente del lugar sino a
visión del mundo geocéntrica» basada en la conciencia de que «nues­ «los llamados “extranjeros”». Y luego se explica por qué esa palabra
tro mundo no es el universo, sino una tierra individual sujeta por el carece de significado:
cielo». Bergfleth sostiene que esta epifanía colectiva marcará el ande­
re Anfang que Heidegger ansiaba, «un comienzo diferente». La era en 8 Ibid., pp. 117-123.
5 U na contribución a esta cuestión es R oger Griffin, «Plus ça change!: The Fascist
6 Gerd Bergfleth, «Erde und Heimat. Über das Ende der Ära des Unheils», en Heim o Pedigree o f the Nouvelle Droite», en Edward Arnold (éd.), The D evelopm ent o f the Radical
Schwilk y Ulrich Schacht (eds.). D ie selbstbewußte Nation. «Anschwellender Bockgesang» R ight in France 1890-1995, Londres, Routledge, 2000, pp. 2 17-252.
und weitere Beiträge zu einer deutschen Debatte, B erlin, Ullstein, 1996, p. 107. 10 W alter Benjamin, «Theses on the Philosophy o f History», en Walter Benjam in, Illu­
7 Ibid., pp. 116. minations, Londres, Fontana, 1992, p. 247.

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Ya que, mientras que los distintos segmentos de tierra han dado a pronóstico, al amanecer en una de sus primeras canciones14. En este
los distintos pueblos distinto países, el alcance total de este mundo da nuevo orden, las abundantes provisiones de los recursos naturales y el
a todos los pueblos un único país, la Tierra entera, y un solo hogar, el propio tiempo humano se encontrarán de nuevo disponibles para nuestra
mundo11. especie con el fin de emprender el «viaje verdaderamente inmenso» del
que hablaba Kafka, el de una especie que en lugar de extinguirse co­
Puede que se produzca una coyuntura de crisis ecológica, demo­ menzará a vivir: el homo incipens.
gráfica, económica y política que a pesar de su gravedad no acabe con Al final de su drama alegórico sobre la bondad y la maldad innata
el planeta, a tiempo para que el poder mítico derivado de las visiones de los seres humanos, Bertolt Brecht, artista y político modernista de
de la Tierra en cuanto Heimat para toda la humanidad cristalice y se la «Era de la desolación», dirige al público una serie de preguntas. Son
transforme de pronto en un mito de movilización a gran escala y en un preguntas cuya contestación urge todavía más en una época como la
nomos global. Si eso sucediera —una posibilidad entre otras mucho nuestra, cuando la alternativa a medio plazo de nuestra raza no es ele­
más sombrías, basada descaradamente en la lógica del mito de la pa­ gir entra la palingenesia o el nihilismo, sino entre la metamorfosis o la
lingenesia- la era moderna, dominada hasta ahora por los ejemplos de aniquilación:
la transformación social insostenible que Immanuel Kant llamaba
«palingenesia», dé paso en el transcurso de pocas generaciones a una ¿Dónde se encuentra la solución en la que podamos confiar?
«metamorfosis» sosten ¡ble 2. No se trataría de un acontecimiento sim­ No la encontraremos en el amor ni en el dinero.
bólico que se desarrollara en un ámbito metafísico al margen del tiem­ ¿Podrán los nuevos hombres o los nuevos mundos poner lin a la
po, sino de un proceso de regeneración real que tendría lugar dentro de confusión?
nuestra historia y de nuestro tiempo: el tiempo de la existencia terre­ ¿Quizá los nuevos dioses? O los no dioses... eso sería divertido.
nal. Este tiempo, este aevum terrenal es, a fin de cuentas, la condición [..J
previa de toda vida humana, independientemente de que se someta Querido público, ¡Os animo a que saquéis vuestra propia conclu­
después o no a la transfiguración en una dimensión sagrada que postu­ sión!
la la religión revelada. ¡Tiene que haber alguien bueno en algún lugar, tiene que haberlo,
Este no es ni mucho menos el destino que soñaron las distintas va­ tiene que haberlo, tiene que haberlo!IS.
riantes de modernismo social y político en las décadas anteriores, y sin
duda hay otros puertos que se podrían alcanzar. Sin embargo, la premisa
de su realización no es ninguna utopía, sino una necesidad biológica y
material: el fin de la historia de un planeta incapaz de resistir el peso
ecológico que nuestra especie le ha impuesto en su afán de colonización
del mundo, y el Aufbruch -que quizá se prolongue durante varias gene­
raciones pero que en términos geológicos dura un abrir y cerrar de ojos—
hacia un comienzo diferente «lejos de aquí», hacia una nueva historia de
una vida humana sostenible, viable y estable sobre la Tierra. Cuando
llegue ese momento, la civilización occidental ya no estará condenada a
naufragar como el Titanic en su viaje inaugural, como decía Bob Dylan
en una de sus canciones más famosas13. En lugar de ello, se convertirá
en el barco que consigue entrar triunfalmente en el puerto, contra todo

' 1 Diogenes de Oinuanda (c. 200 a.C.), exiracto de The E picurean Inscription (Com ple­
ta), fragmento 30, traducido por Martin Smith, se puede encontrar una reproducción en
[http://w w w .epicurus.infu/etexts/tei.htrnl#ethicsj (página visitada el 20 de marzo de 2006).
11 Howard W illiam s, «M etam orphosis of Palingenesis? Political Change in Kant», R e­
view o f Politics 63/4 (2001), pp. 693-722. 14 Bob Dylan, «W hen the Ship Com es In», del album The Times They ore A 'Changing
13 Bob Dylan, «Desolation Row», perteneciente al álbum H igh w ay 61 R evisited (1965). (1964).
En la canción Ezra Pound y T. S. Eliot «luchan en el puesto tie m ando» del Titanic. 15 Bertolt Brecht, Epilogo a La buenti pe rso n a de Szechuan 119431 (traducido por mi).

512 513
A p é n d ic e

ALGUNOS APUNTES MÁS SOBRE METODOLOGÍA

A lo largo de los años, algunos colegas han acusado a la primera


monografía que escribí, The Nature ofFascism (1991), de esencialis-
mo, reduccionismo, «revisionismo», de desinterés en la praxis o en la
realidad material e incluso de un idealismo filosófico que trivializa el
sufrimiento humano que provocó el régimen de Hitler. Por tanto, ten­
go que ofrecer a los lectores preocupados por la metodología, a los
que contemplan con escepticismo el tipo de teorización a gran escala
(«metanarración») que forma el grueso de la Primera parte de este li­
bro, algunos párrafos más que confirmen la utilidad del enfoque que
he utilizado y que le confieran cierto linaje intelectual. Se podría decir
que mi planteamiento procede de tres líneas de investigación metodo­
lógica y que sin duda existen otras que las complementan.
Una de ellas es la que se basa en el sofisticado (y a pesar de ello
tantas veces im pugnado) m odelo de la formación de conceptos a tra­
vés de la «abstracción idealizadora»1 desarrollado de forma poco sis­
temática por Max Weber en su lucha contra los fastidiosos dilemas a
los que se tenían que enfrentar los estudiosos más preocupados por
los problemas epistemológicos de la Methodenstreit. Este conflicto
metodológico que afectó a las ciencias humanas anticipó muchos de
los temas del debate que ha tenido lugar a finales del siglo xx sobre
el modo en que las humanidades debían responder al posm odernis­
mo y al giro crítico2. El resultado de esta línea de pensamiento es que
los investigadores deben tratar de ser todo lo conscientes que puedan
de sus limitaciones en el proceso de construcción de los «tipos ideales»

Tilomas Burger, M ax W eber’s Theory o f Concepl Formation. History, Law.% a nd Ideal


Types, Durham (NC), Duke University Press, 1976.
1 Véase Basit Koshul. The Postm odem Significance o f Max Weber's Legacy. Londres,
Palgrave Macmillun, 2005,

515
que influyen en la investigación de un área de la realidad exterior. toria de cada uno; es decir, escribir la historia que nos interesa»1, y, yo
Asimismo, no deben olvidar que su investigación tiene una naturale­ añadiría, presentar nuestros hallazgos de tal modo que puedan intere­
za puramente heurística, y que por esa razón es intrínsecamente par­ sar a otros que trabajan en nuestro mismo campo. De este modo la
cial, incompleta por naturaleza. Una conclusión importante que se objetividad se convierte en una metodología que sirve para producir
puede extraer de ello es que, en lugar de insistir en la superioridad de conocimientos útiles, para formular y aplicar teorías, y no la propie­
las interpretaciones propias frente a las «rivales», hay que buscar de dad inherente de los «hechos», y mucho menos un estado falso «sin
forma proactiva su potencial como complemento de otros análisis teorías» o «libre de personalidad» de la mente que busca estos hechos.
basados en otras investigaciones empíricas, en otras premisas y en La tercera línea de pensamiento en la que se basa el concepto de
otros conceptos. «metanarrativa reflexiva» que he adoptado de forma consciente y deli­
La segunda fuente de interpretación -tam bién anterior al giro cul­ berada procede sin duda de las obras de aquellos especialistas preocu­
tural- es el engañosamente sencillo consejo que daba Karl Popper pados por rechazar la amenaza que representa el giro cultural para su
para resolver los problemas que suscita, en primer lugar, la indefini­ disciplina. Un buen ejemplo es la desafiante conclusión a la que ha
ción intrínseca del proceso histórico y, en segundo, la irreductible llegado Richard Evans en su enérgica defensa, mordaz desde el punto
complejidad de la realidad humana, y el consiguiente elemento de de vista estilístico y empíricamente razonada, de las críticas vehemen­
arbitrariedad o de «subjetividad» indisociable del intento de analizar tes que algunos de los defensores más fundamentalistas del relativis­
cualquier segmento de esta realidad. La estrategia que Popper propo­ mo posmoderno -la ironía es deliberada- han dejado a la puerta de la
nía para solucionar el primer dilema era que todos los investigadores historiografía «tradicional» en general y de su concepto de historio­
-y también, a poder ser, los ideólogos políticos- se resistieran con grafía en particular:
firmeza a m alinterpretar los patrones y las tendencias que detectaban
en los fenómenos y a transformarlas en «leyes» históricas, sobre todo Mirando con humildad al pasado, he de decir que, digan lo que
en leyes predictivas que generan lo que Popper llamaba (equívoca­ digan, en realidad el pasado sucedió, y nosotros podemos, si somos
mente, dado sus connotaciones contradictorias) «historicismo», o lo muy escrupulosos, cuidadosos y autocríticos, averiguar cómo sucedió
que los posmodemos calificarían de «discursos totalizadores» o «me- y llegar a algunas conclusiones sobre su significado que no sean defi­
tanarrativas». Además, Popper recom endaba a los académicos dados nitivas4.
a la especulación nomotética —los que buscan patrones básicos o ras­
gos genéricos en los fenóm enos- m antenerse en guardia frente a las El rumbo que toma Evans con el fin de sortear las tenebrosas y agi­
pruebas confirmatorias confusas a la hora de «probar» o «verificar» tadas aguas del mundo académico posterior al giro cultural encaja en
una hipótesis, sobre todo porque su formulación en el contexto de las líneas generales con las conclusiones que extrajo Marjorie Levinson de
ciencias humanas rara vez permitía someterlas al criterio de falsabi- su tentativa de «replantear la historiografía» diez años antes5. Según el
lidad, que él consideraba crucial en las ciencias experimentales. Por antropólogo Joan Vincent, lo que hizo Levinson fue, en resumidas cuen­
tanto, la posibilidad de proporcionar una conclusión a cualquier asun­ tas, «reconstruir el proyecto historicista» y «concebirlo y dirigirlo como
to fundamental cuya interpretación sea polém ica en las ciencias hu­ proyecto reflexivo»6. De hecho, la adopción cada vez más generalizada
manas es un espejismo. de la metodología reflexiva como condición previa para un «nuevo co­
Sin embargo, Popper no considera que este tipo de restricciones mienzo» en las ciencias humanas o por lo menos para que se reanuden
con respecto al conocimiento objetivo o a las interpretaciones definiti­ los trabajos con normalidad, desterrando la sensación debilitante de ile­
vas deslegitime la historiografía como tal, incluso la más especulativa. gitimidad de todas las interpretaciones y teorizaciones es un motivo que
Y así lo demuestra al utilizar una metanarrativa en su historia del pro­
1 Karl Popper, The P overty o f H istoricism [S957], Londres, Routledge & Kegan Paul,
greso, de los obstáculos a los que éste ha de enfrentarse, en el conoci­
1974, p. Í50. La cursiva aparece en el original.
miento humano en La sociedad abierta y sus enemigos, un libro publi­ 4 Richard Evans, In D efería' o fH isto ry , Londres, G ranta Books, 2000, p. 253. La cur­
cado unos meses después de que terminara la Segunda Guerra Mundial. siva es añadida.
Por lo que respecta a la espinosa cuestión de la objetividad en relación 5 Marjorie Levinson, «The New Historicism . Back to the Future», en R ethinking H is­
toricism . C ritica l R eadíngs in R om antic H istory, Oxford, Basil Blackwell, 1989.
con la proliferación de distintas perspectivas posibles, Popper indica: 6 Joan Vincent, «Engaging Historicism », en Richard Fox (ed.), R eeapiurirtg A nthropo-
«creo que la única manera de vencer esta dificultad es introducir de !o%y. W orking in the Present, Santa Fe, N uevo México, School o f American Research Press,
forma consciente un punto de vista selectivo y preconcebido en la his­ 199!, p. 46.

516 517
aparece en varias obras relevantes de la era postpositivista7. Teniendo en plinas como campos de estudio homogéneos, y de afirmar que los da­
cuenta el énfasis que pusimos en el enfoque antropológico en el capítu­ tos o las teorías que aparentemente les dan la razón constituyen la
lo 3, lo más oportuno es utilizar una respuesta al posmodemismo proce­ única opinión autorizada de esa disciplina sobre el tema en cuestión.
dente de la antropología para explicar cuál ha sido el espíritu metodoló­ Teniendo en cuenta la naturaleza controvertida de cualquier postura
gico en el que se ha inspirado la metanarrativa que hemos desplegado en que se adopte en cualquier rama de las humanidades, está claro que en
Modernismo y fascismo. En su contribución a los esfuerzos colectivos este caso no hemos caído en esa tentación. Por ejemplo, en el campo
por «reconquistar la antropología», Graham Watson afirma que la «an­ de la antropología, la coexistencia de varias escuelas de pensamiento
tropología reflexiva» que defiende se encuentra «casi a medio camino» -e l estructuralismo, el postestructuralismo, el constructivismo, etcéte­
entre «una epistemología mezclada con ontología que afirma que nues­ ra - implica que todos los conceptos clave y las teorías son tremenda­
tras explicaciones reflejan la realidad», y otra posmodema, diametral­ mente polémicos, y que han dado lugar a la proliferación de los deba­
mente opuesta, que afirma que el propio acto de investigar la realidad la tes agravada por el hecho de que, como hemos visto, la disciplina ha
dota de significado8. Este libro opera en una zona intermedia, un lugar a atravesado su correspondiente crisis epistemológica debido al impacto
medio camino entre la objetividad ingenua y el subjetivismo parali­ del posmodernismo.
zante. Se trata de un ejercicio ininterrumpido de interpretación espe­ Una vez más, una dosis razonable de reflexividad nos ayuda a salir
culativa de la relación que existe entre dos amplísimas áreas de datos de este atolladero. Que un historiador se apropie de una explicación
englobadas bajo dos conceptos genéricos o ismos tremendamente polé­ antropológica concreta es legítimo siempre que se considere que dicha
micos. La especulación no es arbitraria sino que se encuentra bajo el explicación no es más que un elemento empleado en la construcción
control de datos contrastados empíricamente y de una serie de teorías del marco de análisis, no una «prueba» de que ese marco tiene validez
reflexivas que tienen en cuenta y que utilizan el trabajo de otros especia­ objetiva o es «verdadero». El edificio teórico resultante, por muy ele­
listas. No tiene ninguna pretensión de ofrecer una interpretación defini­ vados e imponentes que sean los conocimientos que engloba, por flo­
tiva de la relación que existe entre modernismo y fascismo, pero tampo­ rido que sea el registro lingüístico y estilístico que utiliza, aunque in­
co puede considerarse que sea una «ficción» elaborada y descartarse en cluya muchas notas a pie de página y cite muchos libros para apuntalar
cuanto tal. las tesis que se postulan, no puede y no debe aspirar a ser «verdadero».
Esta extensa «advertencia al lector» adquiere una importancia par­ Su objetivo primordial debe ser que otros estudiosos lo encuentren útil
ticular en el contexto del exhuberante sincretismo que caracteriza a desde el punto de vista heurístico para poder avanzar en el conoci­
este libro. Debido a la naturaleza de las hipótesis que he planteado he miento y en la comprensión dentro del área especializada en cuestión.
tratado de sintetizar y de provocar sinergias entre teorías y percepcio­ Debe funcionar de modo parecido a esas plataformas que las cadenas
nes entresacadas de una amplia variedad de disciplinas en las que, de televisión utilizan para seguir las competiciones de golf, importan­
como especialista en estudios compartativos del fascismo, no estoy tes pero provisionales: lo importante es lo que permiten ver en cada
excesivamente versado. Entre ellas se encuentra la psicología social, partido, en este caso el de la relación que existe entre «modernismo»
la antropología social y cultural, la sociología de la modernidad, la y «fascismo».
teoría y la historia del modernismo, la historia del arte, la historia in­ El objetivo de estas observaciones metodológicas no es excusar
telectual, cultural y social contemporánea (y occidental), y la historio­ sino legitimar los ejercicios ambiciosos que, como el nuestro, formu­
grafía del Fascismo y del nazismo. Cuando los investigadores invaden lan hipótesis generales y ofrecen una síntesis de elementos de distintas
una disciplina cercana en busca de visiones y datos que se presten a ser disciplinas, siempre que se lleven a cabo con un espíritu que no sea
integrados en su teoría, existe la tentación natural de tratar estas disci­ totalizador. Este tipo de estudios parecen encontrarse en perfecta sin­
tonía con el espíritu y los objetivos del grupo de estudio que organizó
7 P. e. Pierre B ourdieu y Loic W acquant, An ¡n vitation to R efiexive S ociology, C hi­ la UNESCO en 1992 con el fin de promover la «transdisciplinariedad».
cago, University o f Chicago Press, 1992 [ed. cast.: U na in vitación a la so c io lo g ía rejlexi-
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L ondres, Routledge Studies in Social and Política! T hought, 2000; Ido Oren, «Political pués del seminario celebrado en 1998 se afirmaba que el propósito de
Science as History. A Refiexive A pproach», en D vora Yanow y Peregrine Schw artz-Shea la transdisciplinariedad era «estimular las sinergias e integrar conoci­
(eds.), In terpretarían a n d M e th o d . E m p iricu l R esearch M eth ods a n d the ¡n terpretive Turn,
mientos» creando «un “espacio intelectual” en el que la naturaleza de
Nueva York, M. E. Sharpe, 2006.
* Graham Watson, «Rewriting Culture», en Fox, R ecaptu rin g A nthropology, cit., p. 81. los distintos vínculos que existen entre asuntos aislados se pueda estu­
Watson tam bién llam a a la antropología reflexiva «antropología interpretativa». diar y descubrir, en el que se puedan repensar los temas, reconsiderar

518 519
las alternativas y dejar al descubierto las interrelaciones»9. Uno de los cada partida de ajedrez conceptual o de ping-pong sobre la relación
puntos centrales de la reunión era la necesidad de reflexividad: entre el modernismo y el fascismo se tratara, y que no reparara en las
preguntas que se supone que este libro debe suscitar de modo visceral
El modo de alcanzar un concepto integrado y una práctica en el sobre cuestiones «cosmológicas» como la naturaleza de la moderni­
conocimiento y, por tanto, de abordar muchas cuestiones cruciales de dad, el progreso, el Estado, los orígenes de las creencias y de la vio­
nuestra época es el enfoque transdisciplinado, un enfoque que no con­ lencia a gran escala, la racionalidad y la cultura humanas, o el origen
siste en aplicar procedimientos «mecánicos» prefabricados, basados de los «propósitos elevados» y de «lo sagrado» en una realidad social
en fórmulas automáticas y estereotipadas y en recetas estandarizadas, globalizada. Este libro aspira, a pesar de su «dificultad» intrínseca y al
sino más bien en establecer varios procesos complejos e integradores carácter abstruso del tema que aborda, a romper las barreras artificia­
y aplicarlos con una cautela y un cuidado extremos a la luz de la di­ les que la sociedad occidental suele erigir con el fin de separar el pen­
versidad de criteriosl0. samiento de la experiencia, el intelecto del sentimiento. Aunque está
escrito en un lenguaje académico, aunque emplea una metodología
Nosotros no pretendemos haber descubierto con este libro verda­ académica, guarda una estrecha relación, o al menos eso pretendo, con
des enterradas o haber resuelto satisfactoriamente las cuestiones que el rechazo del pensamiento abstracto que defendía Friedrich Nietz-
se les resistían a otros estudiosos. Aunque no haya escatimado en te­ sche, la encarnación del modernismo filosófico, en uno de los escritos
són y en resolución a la hora de desarrollar y postular la tesis central que dejó sin publicar:
de esta obra, soy consciente de las limitaciones de las inferencias que
he extraído de ella, sobre todo porque este estudio no es el resulta­ Siempre he pensado con todo mi cuerpo y toda mi vida. No conoz­
do de un simposio de expertos, sino las conclusiones a las que he lle­ co los problemas puramente intelectuales \ . . .1 Uno llama a estas cosas
gado después de adentrarme yo solo en los terrenos ajenos de otras pensamientos, pero tus pensamientos no son tus experiencias, son un
disciplinas desde mi campo base de los estudios sobre el fascismo. eco, un efecto secundario de las experiencias. Sin embargo, estoy sen­
Este libro debe juzgarse teniendo en cuenta que es un trabajo de sin­ tado en el carruaje pero con frecuencia soy el propio carruaje".
cretismo especulativo, no de erudición especializada, cuya finalidad es
diseñar un nuevo «espacio intelectual» en el que se puedan revelar Franz Kafka, el arquetipo del modernista literario, despreciaba to­
«nuevas interrelaciones» entre modernismo y fascismo. Los lectores, davía con mayor vehemencia !a interpretación que afirma que el inte­
como intérpretes, deben juzgar si a medida que se adentran en la com­ lecto (el neocórtex) y Jas «emociones viscerales» (el sistema límbico)
pleja trama y en la textura empírica de la obra aparecen o no estas in­ no están relacionados. En 1904 le escribió a su amigo Oskar Pollack:
terrelaciones de modo convincente, cada vez más «manifiesto», de
forma que adquieran una comprensión más profunda de los vínculos Creo que sólo deberíamos leer aquellos libros que nos muerden y
que existen entre una amplia gama de fenómenos del siglo xx cuya nos apuñalan. Si el libro que estamos leyendo no nos hace despertar
afinidad con la obra de algunos modernistas estéticos, como Baudelaire con un golpe en la cabeza ¿para qué leerlo? [... ] Un libro debe ser el
o Kandinsdy, casi siempre se ignora. Por supuesto que puede que los hacha que rompe el mar helado que llevamos dentro12.
lectores lleguen a un punto -o quizá ya hayan llegado, pues he escrito
estas observaciones para que se lean después- en el que la «gestalt» Este no es un libro fácil. Su argumento es sumamente teórico y
conceptual que se esconde detrás de este libro no se reconstruya en sus conceptual y, al mismo tiempo, rebosa «hechos». Escribirlo ha resul­
mentes a través de la magia del lenguaje, que el aparato heurístico que tado agotador, y sin duda leerlo ló será más todavía. Como el resto de
hemos construido se desmorone y que el texto resulte sencillamente libros académicos de síntesis y de especulación, su éxito no debe ju z­
incomprensible. garse sólo por la exactitud y el rigor con el que se ha resumido una
Con todo, casi preferiría que no se me entendiera a que el lector teoría concreta, se ha reconstruido un episodio o se ha aplicado un
respondiera a este libro como si de una invitación a jugar una compli-
11 Friedrich Nietzsche, G esam m elte Werke, M unich, Musarion, 1926-1929, volumen
9 Massimiliano Lattanzi (ed.), Tran,\di.\cipUnarity, París, UNESCO, 1998, p. 3. Se pue­ 21, p. 81.
de descargar en [http://unescodoc.unesco.oig/im ages/0011/00114694eo.pdf] (página con­ 12 Carta de Franz Kafka a Oskar Pollack, 27 de enero de 1904, en Gerhard Neumann,
sultada el 22 de mayo de 2006). Malcolm Pasly y Jost Schilleit (eds,), Franz Kafka, B riefe 1900-1912, Francfort del Meno,
1,1 Ibid., p. 13. La cursiva es añadida. Fischer, 1999, p. 36.

520 521
modelo teórico, sino, como indica Kafka, por su capacidad de «des­
pertar» al lector, de suscitar en él nuevas percepciones, un vuelco en la
comprensión de la realidad.
Está claro que es absurdo esperar que Modernismo y fascismo des­
pierte de su letargo a otros intelectuales o que les resulte una experien­
BIBLIOGRAFÍA
cia edificante o que provoque un cambio de paradigma definitivo en el
modo en que los investigadores abordan el fenómeno de la «produc­
ción» cultural de la vanguardia y del extremismo ideológico en la m o­
dernidad occidental. Tampoco es nuestra intención afirmar que con
este libro hayamos conseguido ofrecer una «visión de conjunto» del
modernismo. Sin embargo, de acuerdo con mis propios criterios, si
este libro logra transmitirle a algún lector la sensación embriagadora
de que se están abriendo nuevas perspectivas de comprensión en rela­
ción con los mecanismos mitopoéticos capaces de transformar una
experiencia de desorientación de la modernidad en una fuente de fana­
tismo tanto religioso como profano, es porque «ha funcionado» como
monografía. Si no hemos logrado que algunos lectores puedan tener F u e n t e s im p r e s a s

una experiencia más directa de cuáles han sido las matrices que duran­
te largos periodos de tiempo transformaron la Europa de la primera A bse, T., «The Rise o f Fascism in an Industrial City. The Case o f
mitad del siglo xx en un enorme campo de la muerte, las mismas ma­ Livorno 1919-1922», en David Forgacs (ed.), Rethinking Italian
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560
INDICE ONOMÁSTICO

Adam , Peter 47, 52,407, 462 B eckett, Sam uel 114-115, 121, 162,
A dam son, W alter 12, 87, 280-281, 327 478
Adorno, T heodor 75 B eckm ann, M ax 229, 234
A ndersen, C hristian 341 B en-G hiat, R uth 314-315
A ntliff, M ark 12, 227, 258, 3 2 4 ,4 9 3 Benjam in, W alter 4 3-44,109, 136,167,
Apollinaire, Guillaume 168-169,183,185 246, 251,272, 285, 313,505, 511
A rendt, H annah 19, 209 B enn, G ottfried 34-35, 48, 52, 66,
A rp, H ans 178 100, 401, 419, 4 2 5 ,4 3 0 ,4 7 0 ,4 9 9
Abbruch 13,24-26,52,54, 59-60,64,84, Berger, P eter 113-115, 117, 119-121,
9 1 ,96,175-176,182,218,273,283, 131-132, 142, 154, 160, 164, 168,
311,382,467,478,488,511-512 1 8 3 -1 8 4 ,2 4 0 ,3 1 0
A uschw itz 3 1 ,4 3 ,6 6 ,1 1 9 ,1 8 1 ,3 4 7 , B ergson, H enri 124, 180, 195, 250,
3 9 0 ,4 1 8 , 4 3 5 ,4 4 1 ,4 4 5 ,4 6 2 , 270, 493
4 6 4 -4 6 5 ,4 6 7 , 501 B erm an, M arshall 69, 87-88, 104,
A uschw itz, «lente de A uschw itz» 47, 244-245, 284, 309, 475
397, 462 Blavatsky, H elena 187-189, 191, 193,
198, 200
B albo, Italo 37, 470 B loch, E rnst 44, 141-142, 150,
B alla, G iacom o 34, 178, 304 164-165, 246, 376
B arlach, E rnst 3 4 ,4 8 ,3 5 2 -3 5 3 ,4 0 1 , B loch, M aurice 1 2 6 -1 27,151-152,
410, 425 164, 178
B arrés, M aurice 2 2 1 ,2 4 9 -2 5 0 ,3 2 7 B lok, A leksandr 1 8 8 ,2 3 7 -2 3 9 ,2 4 5 ,
Bartók, B ela 413 474, 501
B audelaire, C harles 82, 137-139, Bonifica 27, 314-316, 333, 340, 372,
142, 2 3 3 ,2 4 6 , 2 5 1 ,4 7 6 , 520 453
Bauhaus 48-49, 5 4 ,1 0 1 ,1 9 3 , 236-237, B ontem pelli, M assim o 304, 332
3 3 0 ,3 9 6 ,4 0 9 -4 1 0 ,4 3 8 ,4 7 0 Bosworth, Richard 40,2 8 2 ,2 8 9 ,3 2 5 ,5 0 2
B au m an , Z y g m u n t 12, 7 5 -7 6 , 79, 84, B ottai, G iuseppe 36, 311, 316, 325,
98, 121, 131-132, 143, 160, 197, 334, 344-345
2 5 9 -2 6 1 ,3 1 4 -3 1 5 ,4 6 3 B radbury, M alcolm 56, 86, 9 9 ,1 6 6 ,
Becker, E rnest 121, 128-130, 132, Braun, E m ily 319
141, 143, 160, 164, 507-508 B recht, B ertold 44-45, 513

563
Broch, H erm ann 17 T- 175, 177, 185, Fogu, C laudio 12, 272-273, 281-282, 336, 339, 342-343, 346, 349, Levi, Prim o 3 4 7 ,4 1 3 ,4 1 5 ,4 4 5 ,4 6 5 ,
196, 209, 230, 375-376, 384-385, 295, 307-308, 312, 315, 320-321, 351-353, 356-359, 361-372, 467
3 9 4 ,4 4 6 ,4 7 3 324, 359, 372 374-375, 377-398, 402-403, 406, L ew is, W yndham 109, 176, 231, 416,
B urleigh, M ichael 2 1 9 ,2 2 3 ,3 7 0 , Freud, S igm und 78, 180, 190, 205, 4 08-409, 412, 414-415, 422-423, 499
3 7 9 ,4 3 6 ,4 8 6 2 0 9 ,2 1 2 , 2 8 1 ,3 9 0 ,4 1 5 ,4 1 7 426, 428-429, 435, 437-439, Ley, R o b ert 3 5 7 ,4 0 8 , 411, 442, 456
Fritzsche, P eter 1 2 ,5 5 ,8 8 ,2 2 7 , 4 4 1 -4 4 2 ,4 4 4 -4 4 7 ,4 4 9 ,4 5 1 , L ibera, A dalberto 41, 330-331
Casa del Fascio (Com o) 37-38, 52, 329 229-230, 371-372, 376, 389, 460 4 53-454, 457, 460-461, 466-467, L odden C hristina 54, 104, 203, 340
C asa M alaparte 41, 54 4 7 0 ,4 7 4 , 4 8 8 -4 9 1 ,4 9 4 ,5 1 5 L om broso, C esare 338
C hurchill, W inston 445-446, 459-460 G alton, F rancis 2 1 1 -2 1 2 ,3 3 8 ,5 2 9 Homo incipem 513 L ukács, G eo g e 44-45, 500
C ohn, N orm an 143, 147-148, G auguin, Paul 188, 190, 326 Homo transcendens 1 1 9 ,1 2 6 ,2 3 3
1 55 -1 5 6 ,2 4 6 G ell, A ndrew 124-1 2 5 ,1 2 8 M ahler, G ustav 188,390-391
Coom araswam y, A nanda 184-185,188- G entile, E m ilio 1 2 ,2 3 , 1 0 8 ,2 1 8 ,2 2 5 , IBM 3 7 3 ,4 3 5 M ataparte, C urzio 40-41, 54, 290, 304
189,191, 194, 197-198,235, 237 277-283, 285, 288-289, 303, Ibsen, H en rik 196,206,412 Manifiesto Comunista (El) 8 2 ,2 4 4
Crono 12, 123-124, 135, 138, 151, 173, 310-311, 315-317, 341, 343, 379, Manifiesto Futurista 17, 31, 218, 269,
176-177,180, 235, 243,273, 284, 3 8 1,4 8 6 , 503 Jazz 50-51, 352, 4 1 1 -4 1 4 ,4 2 2 291, 501
295, 313, 327, 354, 384,386, 398, G entile, G iovanni 218, 269, 272-274, Joaquin de F iore 149, 155 M arc, F ranz 188, 352
4 1 0 ,4 2 0 , 4 5 4 ,4 6 6 ,4 7 8 ,4 8 1 , 505 282, 286-287, 290, 296, 298-299, Johst, H anns 401, 420-421, 469, 474 M archa sobre R om a 27, 271-272,
305, 307, 3 2 1, 346, 3 6 0 ,4 4 9 Jung, C arl 78, 112, 115-116, 124, 128, 274, 302-303, 312-313, 318, 330,
D ’A nnunzio, G abriele 36, 1 9 6 ,2 0 6 , G eorge, Stefan 203, 448 1 8 0 ,1 9 0 -1 9 1 ,2 0 3 ,2 1 0 , 2 5 1 ,3 7 6 488
277, 279, 290-291, 294, 299, 318 G ini, C orrado 286, 338-339 Jünger, E rnst 65, 104, 187, 232-236, M arinetti, F ilippo 1 7 - 1 8 ,3 6 ,4 5 ,1 9 4 ,
D arre, W alter 357-358, 377, 453 G oebbels, Joseph 47, 50-52, 165, 251, 264, 301, 401, 416, 419, 425, 218, 269, 278, 286, 291, 293, 298,
D e Felice, Renzo 45-46, 288-289, 359 208, 313, 349-356, 358, 394, 396, 430-431, 442, 445, 448, 450, 452, 303-304, 311, 318, 324, 327, 340,
D iaghilev, Sergei 208, 216 3 9 9 ,4 1 1 ,4 1 3 ,4 1 9 -4 2 0 , 423-424, 4 7 0 ,4 7 3 ,4 9 9 -5 0 1 ,5 1 0 344, 353, 470, 499-501
D uncan, Isadora 203, 208, 422 4 2 7 ,4 7 0 , 500 M arx, Karl 74, 7 9 ,1 4 1 , 2 4 3 -246,263,
G olom stock, Ig o r 43, 319 K afka, F ranz 13, 24, 70, 97-98, 120, 270, 2 7 8 ,2 8 1 ,4 8 0
Egk, W erner 4 1 2 ,4 2 3 G ooding-W illiam s, R obert 93, 95, 122, 136, 162, 167, 204, 218, 229, M ason, T im 502-503
E ksteins, M odris 12, 88, 167, 218, 2 0 2 ,4 1 5 234, 375, 411, 466-467, 474, 500, M cFarlane, Jam es 56, 86, 99-100,
229, 347, 358, 374, 464 Gropius, W alter 4 9 ,1 0 1 ,1 8 8 ,1 9 3 , 264, 5 1 3 ,5 2 1 -5 2 2 136, 162, 166
E liade, M ircea 117, 124, 137, 143, 330,409-410, 470, 474 Kairos 9 6 ,1 1 3 , 123-124, 165-166,183 Mein Kam pf 10, 145, 262, 358, 363,
190, 198, 3 7 9 ,4 9 8 G uenon, R ené 197 K andinsky, Vasili 177-180, 184, 365-369, 383, 389, 391-392, 398,
Eliot, T. S. 118, 177, 234-236, 260, 188-189, 194, 2 8 5 ,4 0 3 4 09, 4 4 1 ,4 4 9 ,4 6 1
2 7 3 ,4 9 9 H aberm as, Jürgen 6 9 ,7 9 , 105, 149-150 K erm ode, F rank 1 3 - 1 4 ,2 2 -2 4 ,3 1 ,5 3 , M ichaud, E ric 3 9 8 ,4 0 3 ,4 1 0 -4 1 1
E stad o jard in ero 2 5 9 ,2 6 5 ,3 1 4 ,3 3 4 , H aeckel, E rnst 180, 210-211, 213, 67, 86-87, 95-96, 107, 122-125, M ondrian, P iet 177, 188
338, 346, 354, 406, 425, 440, 462, 338, 375, 443, 470 1 4 4 ,1 4 8 -1 5 0 ,1 5 6 , 1 5 9 ,1 7 5 ,2 1 8 , M orpurgo', V ittorio 3 7 -3 9 ,3 1 2
470, 486 H arrison, Tony 265 263-264, 3 0 9 ,4 0 3 ,4 7 3 M o rris, W illiam 184-185, 194
E tiopía 1 0 8 ,3 1 8 ,3 3 6 ,3 4 5 Harvey, D avid 74-75, 81, 83-84, 137, K ern, S tephen 1 6 ,7 7 ,2 2 9 M osse, G eorge 12, 201, 248, 295,
E tlin, R ichard 20, 168, 320, 372, 395- 229, 479 Kershaw, lan 12, 364,370-371, 322, 376, 427, 492
396, 444 H eidegger, M artin 190, 251-252, 264, 377-381, 386-387,389-390,393-394 M unch, E dvard 1 6 2 ,1 7 9 ,3 4 9 -3 5 0 ,
Evans, R ichard 12, 59, 370, 380, 389, 270, 272, 349, 354, 445, 448-452, Kitsch 15, 40, 47, 399-400 354, 470, 476
4 0 1 ,4 6 6 , 4 8 9 ,5 1 7 4 5 7 ,4 9 9 ,5 1 0 -5 1 1 K lee, Paul 1 8 8 ,2 0 3 ,3 5 3 M unich 47, 51, 67, 108, 180, 199,
E vola, Julius 32-35, 63-66, 100, 198, H eine, H einrich 134, 140, 1 7 2 ,4 1 7 K oselleck, R einhardt 79-81, 115, 379 -3 8 0 ,4 0 1
304, 4 3 0 -4 3 1 ,4 7 0 ,4 9 8 H erzl, T h eo d o r 216, 390 1 3 3 ,1 6 0 ,2 1 2 ,2 7 3 M usil, R obert 3 7 5 ,3 9 0
H ew itt, A ndrew 45, 484, 499-500 K rishnam urti, Jidd hu 1 9 1 ,1 9 6 M ussolini, B enito 2-3, 14-15, 18, 20,
Farinacci, R oberto 36, 300, 325, H im m ler, H einrich 3 1 -3 2 ,2 6 4 , Kroll, Frank-L othar 352, 358-359, 377 23, 26-27, 36-37, 39-43, 45-46,
344-345 357-358, 361-362 52, 54, 60, 65-66, 107-108, 157,
F enn, R ichard 116-117, 130, 152, H indem ith, Paul 412 Lacerba 34, 291-292, 327 265, 270-272, 280, 282, 287-290,
160, 230, 382 H itler, A d o lf 2-3, 10, 14-15, 1 8 ,2 0 , Lagarde, Paul 199-200,375-376,416,460 292-294, 296-299, 301-305,
Fest, Joachim 357-358, 378, 441, 464 2 3 ,2 5 -2 8 ,3 1 , 3 8 ,4 1 ,4 3 ,4 5 , L e C orbusier 49, 54, 236, 264, 327, 307-320, 322, 325, 327, 330,
F laubert, G ustave 135, 139 4 8-50, 52-53, 60, 65-66, 108, 4 5 9 ,4 7 0 , 493 332-336, 338-339, 342-346, 353,
F lorencia 40, 269, 287, 289, 332, 144-145, 157, 166, 171, 203-204, Lebensreform 203 369, 382, 388, 392-393, 401, 403,
4 2 1 ,4 9 5 208, 213, 260-262, 265, 318, 330, Levi, E liphas 190-191 470, 488-490, 495, 502-503

564 565
N ash, Paul 1 2 ,2 2 6 -2 2 7 Pirandello, L u ig i 234 Valois, G eorges 49, 251, 459, 493
Sorel, G eorges 217, 220, 251, 270,
New Age 3 3 ,1 9 4 ,197,212,219,237, 304 Ploetz, A lfred 2 1 3 ,4 6 0 272, 287, 3 0 7 ,4 1 7 ,4 9 3 Van der R ohe, M ies 48-50, 52, 54,
N ietzsche, F riedrich 1 7 -1 9 ,6 9 ,8 2 , Popper, Karl 1 9 -2 1 ,2 5 7 ,5 0 1 , Speer, A lb ert 357, 388, 408, 410, 3 5 3 ,4 0 9 -4 1 0 ,4 7 0
90-95, 100, 102, 140-142, 145, 516-517 442, 447, 456, 471, 490-491 V anguardia 33-34, 3 6 ,4 3 -4 5 , 47-49,
147, 162-164, 166, 179, 181, Pound, E zra 86, 197, 233, 2 64, 304, Spengler, O sw ald 63, 232, 251, 297, 8 3 ,8 8 , 104, 167, 176, 1 8 0 ,1 8 2 ,
183-1 8 5 ,1 8 7 -1 9 0 , 194-197, 202, 4 7 1 ,4 9 4 ,4 9 9 ,5 1 2 302, 340, 369, 450, 494 185, 193, 197, 219-221, 225, 227,
204, 206, 208, 212-213, 221, 236, Presner, T odd 215-217 Squadrismo 3 0 0 -3 0 1 ,3 4 2 230, 239, 271, 277, 281, 285, 287,
241, 246, 264, 270, 272, 278-279, P rim era G uerra M undial 21, 24-25, Stadler, E rnst 218 290-291, 293, 296, 304, 308, 322,
281, 312, 375-376, 415-416, 421, 28, 3 6 ,4 0 ,6 4 , 77, 101, 141, Steiner, R u d o lf 193, 196, 1 9 8 ,2 0 3 , 327, 330, 333, 352, 355, 400, 403,
443, 448-450, 473, 477, 494, 500, 143-144, 149, 167-168, 170, 184, 410, 4 6 2 ,4 7 2 -4 7 3 ,4 9 8 -4 9 9
208, 217
503, 509 1 8 7 ,1 9 4 , 2 1 .0 ,2 1 7 ,2 1 9 ,2 2 1 , Sternhell, Z eev 45, 254, 282, 286,493 Ventrone, A ngelo 12, 219, 291, 293,
N ijinsky, Vaslav 208 224-225, 228, 230, 23 2 -2 3 3 , 235, Stevens, A nthony 107 , 11 5- 11 6 , 166, 3 0 9 -3 1 0 ,3 1 5
Nolde, Em ile 3 4 ,4 8 ,5 2 ,3 5 2 , 401 238, 242, 251, 255, 2 60, 269-271, 382*383 V iena 78, 120, 171, 180, 196, 219,
N ordau, M ax 215-217, 367, 375, 415 273, 275, 278-280, 289, 297, 309, Stone, M arla 320 376, 389-392, 422
N uevo hom bre 23, 33, 46, 85, 91, 316, 332, 342, 366, 3 74, 376, 380, V irilio, Paul 3 1 ,4 3 -4 5 ,6 6 ,5 0 0
Strapaese 36, 313, 324
120, 163, 183, 208, 225, 233, 242, 384, 389, 391, 420, 4 30, 436, 445, Strauss, Johann 422 V ivekananda, Sw am i 191, 196, 205
253-254, 257, 261, 264, 278, 293, 4 5 1 ,4 5 7 ,4 5 9 , 479 Strauss, R ichard 4 1 3 ,4 1 5 Volkgemeinschaft 145, 353, 355, 371,
297, 299, 315, 317, 358, 378, 380, Propheta 148, 155, 157, 175, 177, Stravinsky, Ig o r 51, 208, 219, 326, 4 1 8 ,4 2 4 , 4 3 9 ,4 4 0 ,4 4 1 ,4 6 3
385, 389, 410, 420, 425, 4 3 0 ,4 5 0 , 184, 240, 256, 264, 2 97, 317, 344, 412-413,417 Völkisch 196, 199, 201, 213, 224,
485, 490, 496 351, 360, 364, 381, 386, 391-392, Strindberg, A ugust 162,179 248, 275, 353, 356-357, 360, 363,
N uevo orden 101, 111, 141, 143-144, 467, 488, 495, 497 Strom berg, R olan d 219-221, 376 375, 385, 392, 408-409, 416,
149, 153, 155, 157-159, 1 6 5 ,1 7 0 , Proust, M arcel 55, 97 Swing 51, 352, 412-414, 422, 438 4 1 9 -4 2 1 ,4 5 8 -4 6 1 ,4 9 7
182, 200, 215, 222, 233-234, 237, Von L aban, R u d o lf 208, 422
243-244, 253-256, 261-262, R ep ú b lica S ocial Italian a 305 Taut, B runo 3 4 0 ,3 8 8 Von L iebenfels, L anz 1 9 8 -1 9 9 ,2 0 7
264-265, 270-271, 297, 299, 303, R iefenstahl, L eni 2 7 ,1 0 8 , 2 08, 383, T ercer R eich 10, 18-20, 34, 45-49, Von L ist, G uido 199
313, 342, 357-358, 373, 378, 381, 406, 423 53-54, 108, 110, 145, 195, 197, V ondung, K laus 108, 379-380
384, 388, 395, 401, 403, 425, 429, R ilke, R ainer M aria 99, 113, 121, 308, 314, 316, 319-320, 336, 342,
4 4 5 ,4 4 7 , 458, 462, 482-483, 487, 179, 206, 234 346-347, 349, 354-355, 359, W agner, R ichard 9 1 -9 2 ,1 4 0 ,
4 9 4 ,5 1 3 Risorgimento 2 1 7 ,2 7 1 ,2 7 2 ,2 9 5 361-363, 370, 372-373, 375, 379, 196-197, 247, 264, 361, 375-376,
Romanità 3 1 1 -3 1 2 ,3 2 4 ,3 2 6 ,3 3 0 , 385-386, 390, 394-397, 399, 401, 385, 390-391, 415-417, 421, 443,
O range, A lfred 1 9 4 ,3 0 4 336, 339 470
403-405, 410-411, 414-415, 417,
Orff, C arl 412, 423 R osenberg, A lfred 50, 199, 352-353, 422, 424-429, 431, 433-436, 438, W allace, A nthony 1 5 4 -1 5 5 ,1 6 3 ,3 7 7
O rw ell, G eorge 3 4 2 ,4 2 4 357-358, 396, 3 9 9 ,4 1 2 ,4 2 1 441, 443-444, 446-448, 451-454, W eber, M ax 77-78, 93, 116, 209,
O sborne, P eter 12, 75, 81, 88, 104, R osenthal, B em ice 241-242 456-457, 459, 4 6 1 -4 6 2 ,4 6 5 -4 6 7 , 282, 504, 515
167, 243-245, 247, 251-252, 255, R ossi, E tto re 2 93, 323 470, 4 8 6 ,4 9 0 ,4 9 2 , 5 0 2 ,5 1 1 W eir, D avid 147, 164, 192, 212
2 6 1 ,2 7 0 , 273, 310, 341, 359, 367, R ousseau, Je an -Jacq u es 1 3 3 ,1 6 1 T e rc e ra R o m a 1 8 ,1 0 8 ,4 3 7 W ells, H . G. 203, 205, 213, 260, 422
3 7 2 ,4 0 0 ,4 4 9 , 463, 499 R uskin, John 194 Terragni, G iuseppe 37-38, 329, W hite, H ayden 3 1 ,5 3 ,6 7 ,2 2 1
O uspensky, P etyr 178, 565 345-346 W igm an, M ary 203, 208, 422-424
Sartre, Jean Paul 1 2 1 ,1 3 1 ,1 6 2 Titanic 1 5 -1 7 ,2 7 ,5 1 2 W ilk, C hristopher 5 6 ,7 0 , 103-104,
Pagano, G iuseppe 66, 329, 346 Scheerbart, Paul 217, 388 Tollefson, K enneth 155, 297 204
Palanti, M ario 323, 345 Schleifer, R on ald 88-90, 167, 273 Tolstoi, L eon 6 2 ,1 9 6 ,2 0 4 W ittgenstein, L udw ig 375, 390, 449
Pannw itz, A lex 347, 445 Schnapp, Jeffrey 12, 34, 6 5 , 307, W oolf, V irginia 5 9 ,9 7 , 1 3 8 ,231-232,
Tönnies, F erdinand 78, 385
Panunzio, Sergio 302-304, 337, 339 324-325, 328, 332-333, 339-340 Tretyakov, Sergei 240 2 3 4 ,4 7 4 , 500
Pascal, B laise 1 1 8 ,4 7 6 Schoenberg, A rnold 188, 3 9 0 ,4 1 2 ,4 1 8 Troost, Paul 5 2 ,4 0 8
Paxton, R obert 57, 254, 487-488 S chopenhauer, A rth u r 90-91, 102, Turner, Victor 53-54,150-151,153-155, Yeats, W illiam B utler 21-22, 149, 156,
P earse, Pádraic 218 3 1 2 ,5 4 7 157, 159-160,163,165-166,226, 188,206, 218, 2 3 4 ,2 6 3 , 4 7 3 ,4 9 9
Penty, A rthur 1 9 4 ,2 3 7 ,5 4 8 Schw itters, K urt 178 3 5 9 ,3 6 9 ,3 7 7 ,3 8 2 ,4 0 4 ,4 3 5 Y oga 1 1 7 ,2 0 2 ,2 0 4 -2 0 5 ,3 6 1
P eukert, D etlev 20, 55, 378, 501, 548 Severini, G ino 178
Piacentini, M arcello 330 Sim m el, G eorge 78 U ngew itter, R ichard 207 Zaehner, R. C. 94, 97
Picasso, P ablo 168, 178, 182-184, Sironi, M a rio 3 1 3 ,3 1 9 ,3 2 6 -3 2 7 U topism o 13, 104, 143, 192, Zerrissenheit 134, 139, 349
190, 208, 326-327, 400, 500 Soffici, A rdengo 2 9 1 ,3 0 4 ,3 2 7 ,3 4 4 203-204, 357, 359, 475, 504 Z unino, P ier G iorgio 3 1 0 ,3 1 5

566 567
INDICE DE ILUSTRACIONES

1. F o to g ra m a d e El triunfo de lu voluntad (1 9 3 5 ), d e L eni


R ìe f e n s ta h ì............................................................................................................ 27
2. C u a d ro d a d a ista d e Ju liu s E v o la , 1 9 2 0 ..................................................... 35
3. A lz a d o de la C a sa d el F ascio d e cónno, d ise ñ a d a p o r G iu se p p e
T e r r a g n i................................................................................................................... 38
4. E d ific io d ise ñ a d o p o r V itto rio M o rp u rg o p a ra el A ra P acis, R o m a,
1938 ......................................................................................................................... 39
5. M u sso lin i in au g u ran d o el edificio d e M o rp u rg o p a ra el A ra Pacis
en 1 9 3 8 .................................................................................................................... 39
6. C a sa d e e stilo p ro fu n d a m e n te m o d e rn ista q u e d ise ñ ó A d a lb e rto
L ib e ra p a ra C u rz io M a p a la rte en C a p r i .................................................... 41
7. A rc o G a tew a y de San L u is, M isso u ri, d u ra n te u n a to rm e n ta
e lé c tric a (p ro y ec tad o e n 1947 y c o n stru id o e n 1 9 6 5 ) ......................... 42
8. P ro y e c to d e W a lter G ro p iu s p a ra el R e ic h s b a n k d e B e rlín , 1 9 3 3 .... 49
9. F ra n c isc o d e G o y a, « S a tu rn o d ev o ran d o a u n h ijo » (c. 1 8 5 0 )........ 123
10. P a u l N a sh , « E sta m o s c o n s tru y e n d o un m u n d o n u e v o » , 1 9 1 8 ........ 226
11. T o rre M a rc o P o lo d ise ñ a d a p o r V itto rio C a lz a B in i, N á p o le s, 1940 321
12. P ro y e c to d e M a rio P a lan ti p a ra el c o n cu rso del P alazzo d el L ittorio,
1 9 3 3 .......................................................................................................................... 323
13. M a q u e ta d el p royecto de M ario R idolfi p a ra el P alazzo d el L itto rio .... 323
14. S a la d e re u n io n e s de la C a sa del F a sc io d e C o m o , d e G iu se p p e
T erra g n i, 1 9 3 6 ...................................................................................................... 329
15. M a q u e ta d e l p ro y e c to p a ra e l c o m p le jo d e la e x p o sic ió n E U R 4 2 .. 331
16. R e c re a c ió n a rtístic a d e l a rc o q u e d ise ñ ó L ib e ra p a ra la e x p o sic ió n
E U R 4 2 .................................................................................................................. 331
17. U n a d e la s « C a te d ra le s d e lu z» d e A lb e rt S peer, B e rlín , 1937 .. 388
18. P in tu ra d e U lric h E rti, « E l m o n te d e la r e d e n c ió n » ............................. 404
19. P in tu ra d e O tto M e ister, «E l m o n te O lim p o e n v u elto e n un
a g u a c e r o » ............................................................................................................... 405

569
20. M a q u e ta d e l « M o n u m e n to al tra b a jo » d e J o s e f T h o ra k (no se lle g ó
a c o n s tr u ir ) .............................................................................................................. 407
21. P re c u rs o r a le m á n d e l o rd e n a d o r e le c tró n ic o , 1 9 4 1 ............................... 434
22. M a q u e ta p a ra la s e d e del c e n tro d e d ifu sió n ra d io fó n ic a n a zi en
B e rlín (n o se lle g ó a c o n s tru ir)........................................................................ 439
23. R e c re a c ió n a rtístic a d e un a g u je ro n e g r o .................................................. 475 INDICE GENERAL
24. F o to g ra m a de d o s a c to re s q u e re p re se n ta n a H itle r y a S p e e r
c a m b ia n d o im p re sio n e s so b re lo s p la n o s d e G e rm a n ia ,
p e rte n e c ie n te al d o c u d ra m a Speer und E r ................................................. 491

P rólogo (S ta n le y G . P a y n e ) ...................................................................................... 7
A g ra d ecim ien to s ............................................................................................................ 11

I n t r o d u c c i ó n : A v f b r u c h .................................................................................................. 13

N u e v o s h o riz o n te s , 14 - L a b ú sq u e d a d e u n a « v isió n m á s a m ­
p lia » , 18 - E l fa scism o c o m o d e sc e n d ie n te d el m o d e rn ism o , 2 0
- Aufbruch, 24

P R IM E R A PA R T E .
L A S E N S A C IÓ N D E C O M IE N Z O E N E L M O D E R N IS M O

I. L a s p a r a d o ja s df. l « m o d e r n is m o f a s c is t a » ...................................................... 31

L a reb elió n c ontra el m undo m oderno, 3 1 - F ascism o y m o dernism o:


¿ap o ría o paradoja?, 35 - E strategias p a ra re so lv er las aporías del
m o d ern ism o fascista, 4 0 - E l en revesado « antim o d em ism o » nazi, 45
- ¿ U n a «interpretación sinóptica» d el m o d ern ism o fascista?, 53 - E l
efecto B a b el e n el m u n d o académ ico, 56 - L a crisis m eto d o ló g ic a de
las hum anidades, 57 - L as « hum anidades reflexivas» y e l itinerario
de este libro, 60 - U n a revisión d e Julius E vola, 63

II. D O S MODALIDADES DE MODERNISMO ................................................................. 69

L a ló g ic a (¿ n e fa sta ? ) d e la « d ia lo g ía » d e l m o d e rn ism o , 6 9 - E l
m a le sta r e n la M o d e rn id a d , 7 2 - L a M o d e rn id a d c o m o d e c a d e n ­
cia, 78 - U n tip o id eal d e m o d e rn ism o , 85 - L a re b e lió n m o d e r­
n ista d e N ie tz sc h e , 9 0 - M o d e rn ism o e p ifá n ic o y m o d e rn ism o

570 571
p ro g ra m á tic o , 9 4 - L a s m e m b ra n a s p o ro s a s d e lo s m o d e rn is ­ - E l m o d e rn ism o ita lia n ista , 2 8 0 - E l c o n c e p to m a x im a lista de
m o s, 9 9 - E n b u sc a d el m o d e rn ism o d e l fa sc ism o , ! 01 m o d e rn ism o n a c io n a lista , 2 8 3 - L a b ú sq u e d a d e un m a p a c o g n i-
tiv o d e u n m o d e rn ista p o lític o c o n c re to , 2 8 6 - E l m o d e rn ism o
III. U n a arqueología d e l m o d e r n i s m o ............................................................ 107 p o lític o de los p rim e ro s « fa scista s» , 2 9 0 - El n a c im ie n to d e l fa s­
c is m o c o m o m o v im ie n to re v ita liz a d o r, 2 9 4 - U n a c o n flu e n c ia d e
L os rituales d e la m odernidad, 107 - U na teo ría «prim ordialista» del m o d e rn ism o s, 2 9 9 - El fa sc is m o c o m o te s t d e R o h rs c h a c h d el
m odernism o, 110 - L a necesidad de un «dosel sagrado», 113 - L a m o d e rn ism o ita lia n o , 303
erosión de n uestro «cielo protector», 115 - L a bú sq u ed a de la tras­
cendencia, 1 1 9 - E lm ie d o a C r o n o s , 1 2 2 - T M T , 128 - U n a revisión V III. E l régim en fascista com o E stado m o d ern ista ..................................... 307
de la tem poralización, 132 - El n acim iento d el m o d ern ism o estético,
136 - T res estudios de caso d e m o d ern ism o cultural, 137 - L a diná­
E l « d e sa fío a l tie m p o » d e l fa sc ism o , 3 0 7 - E l m o d e rn ism o tec n o -
m ica prim ordial d e los m ovim ientos m odernistas, 142
c rá tic o del fa sc ism o , 3 13 - L a « a m e b a v o ra z» d e la c u ltu ra fa sc is­
ta, 3 1 8 - E l m o d e rn ism o c u ltu ra l b a jo el fa sc ism o , 3 2 6 - L a d in á ­
IV. UNA DEFINICIÓN PRIMORDIALISTA DEL MODERNISMO .................................... 147
m ic a m o d e rn ista d e la tra n s fo rm a c ió n so cial d el fa scism o , 333
- L a b ú sq u e d a d e u n a « m o d e rn id a d c ris ta lin a » , 3 3 7 - L a « v e rd a ­
El m ito d e tra n s ic ió n , 14 7 - E l rito de p a so , 150 - E l m o v im ie n to
d e ra c a ra » d el m o d e rn ism o fa sc ista , 3 4 2 - ...Y la « m ira d a » del
re v ita liz a d o r , 152 - U n a re v is ió n d e l m o d e r n is m o p r o g r a m á ti­
n a z ism o , 3 4 6
c o , 156 - L a m o d e rn id a d y lo lim in o id e , 159 - U n a d e fin ició n
p rim o rd ia lista d e l m o d e rn ism o , 166 - M á s a llá d e la d e c a d e n c ia
d e lo s v alo res, 171 - L a b ú sq u e d a d e la tra s c e n d e n c ia e n el arte IX . El, NAZISMO COM O MOVIMIENTO R EV ITA LIZA D OR .......................................... 349
m o d e rn o , 17 6 - U n m o d e rn ista v a lo ra el m o d e rn ism o , 183
io s e p h : u n d e stin o a le m á n , 349 - R e c o n e c ta r h a cia d e la n te , 3 5 6
V. E l MODERNISMO SOCIAL EN LA GUERRA Y EN LA PAZ, I 8 8 0 - 191 8 ............. 187 - L a m o d e rn id a d a lte rn a tiv a d el n a z ism o , 3 6 0 - Mein kampf
c o m o m an ifiesto m o d ern ista , 363 - U n a re v is ió n d e la m o d e rn i­
M a e stro s c o n su m a d o s , 187 - E l m o d e rn ism o so c ia l o c u ltista , 190 z a c ió n n a z i, 3 7 0 - L a R e p ú b lic a d e W eim a r c o m o so c ied a d «en
- El « e n to rn o d e c u lto » d e la m o d e rn id a d , 194 - El m o d e rn ism o ten sió n » , 374 - L a sacralizació n d e la p o lítica b ajo el n azism o , 378
so c ia l d e d e re c h a s , 197 - L a p o lític a c o rp o ra l m o d e rn ista , 2 0 2 - - H itle r c o m o propheta m o d ern o , 381 - E l n u ev o c o m ie n z o de
« N a rrativ as d e c a m b io » c ie n tific ista s, 2 0 9 - S o m b ra s d e a d v e r­ A le m a n ia , 384
ten c ia, 216 - 1914: e l c o m ie n z o d e u n c o m ie n z o , 219
X. El MODERNISMO DE LA CULTURA NAZI ................... .......................................... 389
V I. L a APARICIÓN DEL MODERNISMO POLÍTICO, 1 8 4 8 -1 9 4 5 .............................. 227

L ic e n c ia d o e n la V ie n a fin d e s ig lo , 3 8 9 - « E n la m e n te d e l
Creatio ex profanáis, 2 2 7 - El homo fa b e r c o m o m o d ern ista pro-
m eteico , 2 3 2 - El so cialism o d io n isiaco , 236 - E l m arx ism o co m o
Führer», 3 9 2 - E l m o d e r n is m o d e l a rte n a z i, 3 9 9 - L a e s t é t i ­
c a m o d e r n i s t a b a jo e l n a z i s m o , 4 0 3 - U n c l a s i c i s m o m o d e r ­
m o d ern ism o , 243 - E l m o d ern ism o d el n acio n alism o o rg án ico , 247
n i s t a , 4 0 5 - E l m o d e r n is m o d e la m ú s ic a n a z i, 4 1 1 - L a lite r a ­
- R eacció n d e fu tu ro , 251 - E l fa scism o c o m o m o d ern ism o p o líti­
tu ra y la d a n z a r a c ia lm e n te a c e p ta b le s , 4 1 8 - A tra v é s d e la
co, 2 5 2 - L o s re g ím en es fa scistas co m o « E stad o s jard in ero s» , 259
le n te d e l n a z is m o , 4 2 4 - L a « d e s tr u c c ió n c re a d o ra » d e l m o d e r ­
- E l m o d ern ism o p o lítico y la m irad a d e G o rg o n a, 262
n is m o n a z i, 4 2 7

S E G U N D A PA R TE . X I. El m odernismo biopolítico del T ercer R e ic h ....................................... 433


E L E S T A D O M O D E R N IS T A D E L F A S C IS M O
L a Lebensfreude n a z i, 4 3 3 - L a « a lte rid a d » d e la m o d e rn id a d
V II. E l n a c i m i e n t o d e l F a s c i s m o a p a r t i r d e l m o d e r n i s m o ........................ 269 n a z i, 4 4 0 - C o n v e rtirse a H itle r, 4 4 6 - E l m a trim o n io n a z i d e la
te c n o lo g ía y el ser, 4 4 8 - E l c u lto n a zi al m o d e rn is m o te c n o c rá -
M u e rte en F lo re n cia, 269 - El m o d e rn ism o d el « a c to p u ro » , 2 7 2 tic o , 4 5 2 - L a p la n ific a c ió n d e l T e rc e r R e ic h , 4 5 7 - E l E s ta d o
- E l c lim a p a lin g e n é sic o e n Ita lia d e sp u é s d e la u n ific ac ió n , 275 ra c ia l m o d e rn is ta , 4 5 9 - L a « e c o lo g ía » d e l g e n o c id io , 4 6 2

572 573
XII. « C a s tin g o ff » .. 469

Un final sin conclusión, 4 6 9 - M aximalizar el modernismo, 4 7 2


- U na nota a pie de página sobre la posmodemidad, 4 7 9 - Fascis­
mo: ni moderno ni antimodemo, 4 8 4 - La causalidad modernista
del fascismo genérico, 4 8 7 - La influencia del modernismo en los
fascismos frustrados, 4 9 2 - ¿Una Guardia de H ierro m odernis­
ta?, 4 9 6 - Los intelectuales modernistas y el fascismo, 4 9 8 - El
fascismo como parte de «algo más grande», 5 0 1 - El modernismo
de la investigación humanista, 5 0 4

E p íl o g o : ¿ U n c o m ie n z o d i f e r e n t e ? .................................................................................... 507

Dionisos ecologista, 507 - ¿Un comienzo diferente?, 510

A p é n d ic e . A l g u n o s a p u n t e s m á s so b r e m e t o d o l o g í a ........................................... 515

Bibliografía......................................................................................................................................... 523
Indice onom ástico .......................................................................................................................... 563
índice de Ilustraciones............................................................................................................... 569

574

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