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LA LEYENDA DEL KHARISIRI

Se afirma que antes de la conquista española el Kharisiri era un ser maléfico invisible, causante
por lo general de las enfermedades consuntivas, aprovechando del sueño de sus victimas, a las
que con un pequeño corte, como queda dicha, les extraían la grasa. Después de la conquista,
impresionados los andinos con ver degollar a los ajusticiados, y reducir el cadáver a cuartos,
creían que el verdugo era un ser extraordinario, un malvado, representación del Kharisiri, que
terminaba su sangrienta faena, andaba en las noches vestido con el hábito despojado al difunto
y aún lleno de tierra y sangre, cubierta la cabeza de un capuchón, que sólo dejaba al descubierto
su rostro pálido como la muerte y sombrío como la noche.

El Kharisiri llevaba en la mano tina campanilla, cuyo lúgubre sonido se escuchaba de rato en
rato. Decían de él que se alimentaba de carne humana, prefiriendo devorar la de los niños que
encontraba a su paso. Poco a poco y a medida que las ejecuciones en esa forma disminuyeron,
la imaginación de los andinos fue confundiendo al verdugo con el fraile que acompañaba al
condenado a la pena de muerte, hasta que el primero se volvió de su memoria y sólo el último
quedó con el mote de Kharisiri.

Con el transcurrir de los años, probable es que la circunstancia de ver trajinar con alguna
frecuencia a los frailes sólo y caminos silenciosos y desiertos, haya dado también lugar a la
formación de esta leyenda con todos sus lúgubres contornos. Cuando el andino no ha visto ni se
ha encontrado con este personaje de lúgubre fama y siente, sin embargo, dolor al vientre y se
presenta en la parte exterior la terrible mancha roja, se cree que el vampiro se hizo invisible
para mejor y más cómodamente extraerle la grasa, y el infeliz dominado por tal idea desconfía
de los remedios, para luego encontrar la muerte.

En la época de la colonia, el fraile simbolizó para el


andino, de autor de la carestía y hambre en el
sector rural, porque supone que en las grandes
alforjas se lleva consigo, con el poder de la
nigromancia que profesa, recoge cuantos víveres
encuentra, dejando al pobre andino que por falta
de ellos, muera por inedia con la barriga pegada al espinazo. En todas las minas de la región
andina se consideró de mal agüero la presencia de un fraile, cuando uno o más de éstos se
presentaban en el lugar, los mineros se turbaban, les invadía la pesadumbre, e inquietos y
tristes, esperaban que de un momento a otro les sobrevenga alguna desgracia personal o algún
accidente en la mina; temían que se pierda la yeta del metal que explotaban o se derrumbe y
mate obreros o mueran de manera violenta uno o más de ellos.

En la década de 1930 en las minas que se explotaban en la región andina del departamento de
Puno, los mineros se oponían a que se llevara un acto religioso, alegando que la presencia de un
sacerdote les traía la mala suerte; porque los genios subterráneos, habitantes de las
profundidades de los cerros, dueños y señores de las vetas, las ocultarían indignados por la
profanación de que eran objeto, para que jamás las encuentren y a ellos les castigaría dándoles
enfermedades.

FIORELA YERICA CAMA NAYRA 1


EL TORO ENCANTADO
Rasuhuillca es una laguna situada a unos quince kilómetros de la población de Huanta. Está en
medio de otras tres lagunas que la rodean, pero Rasuhuillca es la más grande, por lo tanto la
principal. La laguna está en la cima de un cerro que domina la entrada del pueblo, por eso se ha
construido en ella una represa que suministra de agua para el regadío, y para el consumo del
pueblo.

La tradición huantina dice que dentro de ésta laguna se encuentra un toro negro hermoso y
corpulento, sujeto con una cadena de oro cuyo extremo guarda una anciana de cabellos canos.
Hace muchos años, el toro logro vencer a la anciana y salió a la superficie; e inmediatamente las
aguas de la laguna se embravecieron y rompieron los diques con grandes oleajes, inundaron el
pueblo, arrasaron toda la población produciendo grandes estragos; entonces, los indios de la
altura, al darse cuenta de esto, procedieron rápidamente a echar lazo al toro y lo hundieron
nuevamente. Desde aquel día la gente teme que otra vez el toro pueda escaparse y la laguna
inunde la floreciente ciudad de Huanta

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EL CONDENADO
Un arriero que traía de Ayacucho cuatro cargas de plata a lomo de mulos, por encargo de su
patrón, se alojó en las inmediaciones de Izcuchaca (Huancavelica), en un lugar denominado
“Molino” de propiedad del señor David, quien tenía su cuidador; éste muy de madrugada,
mientras el arriero cargaba el cuarto mulo, hizo desviar una carga y arrojó solo al animal.

Mientras el cuidador se repartía el dinero con el propietario del sitio, el arriero desesperado con
su desventura a cuestas, puesto que, para reparar la pérdida tenía que trabajar el resto de su
vida y tal vez hasta sus descendientes, impetraba de rodillas a los causantes quienes por la
codicia del dinero tornándose indolentes y sordos al clamor el pobre indio cuyas inocentes
lágrimas llegaron hasta el cielo en procura de la justicia divina.

Al poco tiempo murió el cuidador del “molino”, su mujer y su hijo. Aquel por ser el culpable
directo se condeno, es decir, arrojado “alma y cuerpo” de la vida ultraterrena, debía refugiarse
por entre los montes tomando la forma de un animal con cabeza humana gritando de vez en
vez: David devuelve la plata… Inclusive creen que por causa del humo don David, dueño del
molino, que aún vive, sufrió de
parálisis en sus piernas.

Algunos indios astutos aprovechan


de esta superstición del
“condenado” para llevarse, en
época de cosecha, un poco de
cereales de las eras.

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EL ZORRO SANTIAGO
EL ZORRO Y SANTIAGO (RELÁMPAGO)

En una ladera estaba comiendo una llama, pero el zorro le pregunto a Santiago tu matas o yo lo
mato a la Llama, el zorro se adelantó yo lo motare de tres golpes con me cola dijo, Santiago dijo
empieza, el zorro corrió y a la llama empezó a golpear tres veces con su cola, no pudo matar a
la llama, entonces el Santiago dijo: mi no puedes yo lo matare con un solo golpe, Santiago mato
de un solo relámpago a la llama y al zorro.

El relato se cuenta en todos


las zonas de aymara y quechua
y nos enseña que no debemos
de adelantar en los desafíos.

Había una vez un ratón muy


trabajador, en la época de
cosecha había recogido mas de
treinta sacos de cebada, para
todo el año, el pajarito era muy
flojo que no le gustaba guardar
los frutos y en la época de
escasez siempre iba donde
su vecino ratón a prestarse un saco de cebada y el ratón le prestaba según la solicitud y el
pajarito regresaba contento llevando en fruto y después de una semana nuevamente volvió
donde su vecino a prestarse, otro saco de cebada y le presto nuevamente el ratón y volvió
contento. Paso mucho tiempo el pájaro seguía prestándose hasta que un día el ratón ya no le
quiso prestar y discutieron; el ratón le dijo: vecino eres muy flojo con puro prestado nomas
quieres mantener a tus hijos y solo te gusta cantar encima en las lomas de los árboles. El pajarito
solo escucho.

El relato tiene el mensaje de no solo viver el momento, sino en cada momento del ciclo del año,
en la vivencia campesina siempre se tiene que guardar los frutos para otras épocas del año.

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ZORRO QUE FUE AL CIELO
Dicen los achachilas que cierta vez el zorro se encontraba al lado de un río y melancólicamente
observaba las imágenes que reflejaban sus aguas. Se veía a gente bailando, bebiendo y riendo.
¿Qué pasaba? Las aguas del río no hacían más que reflejar la algarabía que allá arriba se vivía:
en el cielo estaban de fiesta.

El zorro, que andaba cabizbajo y pensativo, no se dio cuenta que un cóndor había bajado a tomar
agua. Al verlo se le ocurrió una gran idea.

- ¿Qué pasa amigo tiwula? – preguntó el cóndor.

- Es que quiero ir a la fiesta que hay arriba en el cielo y sólo, no puedo. ¿Por qué no me llevas
tata condori? – dijo el zorro.

El cóndor aceptó de buena gana el pedido del zorro y le dijo que se montara en su espalda.
Volando hacia las alturas llegaron al cielo y se unieron a la fiesta. Comieron bastante, bebieron
y se divirtieron.

Al cabo de un rato el cóndor buscó al zorro que andaba perdido entre tanta gente alegre y le
dijo que ya era hora de volver. El zorro, entusiasmado con el festín, no quiso regresar y se quedó
allá arriba. Cansado de esperar, el cóndor retornó sin su compañero a la tierra.

Acabada la fiesta, el zorro, que se había quedado solo, se fue de visita a la casa de una estrella.
Como todavía tenía hambre, la estrella le alcanzó una olla de barro y le dio un granito de cañihua
para que se hiciera una mazamorra. El zorro miró el grano con desconcierto y pensando que eso
no iba a ser suficiente le dijo a la estrella:

- Pero ¿cómo va a alcanzar un solo grano de cañihua para los dos? Eso no alcanza ni para mí.

Y sin que la estrella se diera cuenta, rápidamente aumentó diez granos más a la olla. Así comenzó
a preparar su mazamorra de cañihua mientras se le hacia agua la boca.

El zorro contento seguía en la tarea de remover la mazamorra que estaba casi a punto. De pronto
la olla comenzó a rebalsar y la mazamorra chorreando, chorreando fue a dar al suelo. Como el
zorro andaba muerto de hambre se puso feliz a lamer lo que caía de la olla y casi sin descansar
trataba de comérselo todo. Pero la alegría pronto se convirtió en angustia pues la olla seguí
rebalsándose y la habitación se iba llenando de cañihua sin que el zorro pudiera hacer nada para
detenerla.

La estrella al ver su casa llena de mazamorra se puso muy enojada y colérica y a gritos le dijo al
zorro:

- ¡Zonzo nomás siempre habías sido, tiwula! ¿Por qué has aumentado más cañihua? ¿Acaso no
te había dado suficiente?

¡Ahora todito te lo vas a tener que comer!

El zorro, arrepentido y triste por su desgracia, se angustió más aún y, no pudiendo hacer nada,
pensó que lo único que le quedaba era regresar a la tierra. Entonces se ató a una soga y fue
donde la estrella a suplicarle que le ayudara a bajar.

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La estrella aceptó ayudarlo y sujetó la soga para que el zorro pudiera bajar.Camino a la tierra y
cuando escasamente le faltaban diez metros, el zorro vio a un loro que volaba frente a él y, liso
como era, sin más ni más, lo insultó diciéndole:

- ¡Loro lengua de papa!

- ¡Loro lengua de chuño!

- ¡Yo te puedo matar!

El loro lleno de furia por los insultos del zorro, comenzó a picotear la soga por la que éste
descendía. Al ver que la soga se rompía, el zorro comenzó a gritar fuertemente diciendo:

- ¡Extiendan un frazada suave!

- ¡Extiendan una frazada rosada!

- ¡Miren que vengo del cielo!

Los desesperados gritos de zorro fueron


vanos. Nadie los escuchó. A gran
velocidad cayó en medio de duras rocas
y su panza repleta de mazamorra se
reventó.

Con la caída la cañihua se esparció por


todas partes.

Cuentan los achachilas y awichas


(abuelos y abuelas) que fue así como
apareció este alimento en el altiplano.

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LOS MÚSICOS Y EL ENCANTO
Para una fiesta de “Casarasiri” (matrimonio) una familia había contratado una banda de músicos.
Esta tenía un contrato para todo el día, pero cuando llegó la noche, los músicos ya estaban
borrachos, es que había tomado mucha cerveza, pero como estaban borrachos ya no les
importaba nada. El dueño de la fiesta les daba más cerveza para que toquen. Ya era cerca a las
12:00 de la noche que decidieron irse. Se fueron tocando por la pampa, tomando y tocando. Así,
tan borrachos en la noche se les apareció un hombre, para ellos era como si fuera de día, ese
hombre les dijo: les voy a pagar todo lo que quieren señores músicos. Bueno, hicieron otro
contrato. Entonces les hizo caminar por una ciudad, los músicos asombrados. Pero antes de
entrar por la puerta uno de los músicos se quedó a orinar, cuando todos entraban, él se ha
desesperado porque no acababa de orinar y de pronto se cerró la puerta, él músico empezó a
tocar la puerta, pero nadie le habría, tanto fue que tocó se cansó, entonces furioso se decidió
seguir caminando, mientras tanto se escuchaba la banda. Así él músico llegó a su casa en la
madrugada, más tarde las esposas de los demás músicos preguntaban donde están sus
compañeros, él un poco mareado le dijo: se fueron a tocar a otro sitio, cuando estuvimos
viniendo se hizo la contrata. Al saber la noticia todos los familiares decidieron ir al sitio, él los
llevó, es aquí dijo, los familiares solo vieron un cerro y se escuchaba la banda de músicos, entre
ellos se miraron. El músico dijo: esta parte del cerro era una puerta dorada y ahora no hay nada,
sólo estás rocas nomás.

Así, que durante una semana seguía tocando de día y noche, esto ha desminuido cada día poco
a poco. Por este
motivo se dice que
cuando
contratamos una
banda de músicos
se deben irse antes
de media noche a su
comunidad, porque
les puede coger el
encanto.

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EL PUKUPUKU Y EL GALLO
Un día el pukupuku y el gallo discutían sobre quién tenía derecho de anunciar con su canto la
llegada del nuevo día.

Discutieron y discutieron pero ninguno quería ceder su derecho al canto mañanero y acordaron
llevar sus quejas a conocimiento de las autoridades del pueblo.

En el camino el gallo hizo amistad con un ratón que le pidió un poco de cancha (maíz tostado)
para sus hijitos que sufrían hambre; a cambio tenía que acompañar y ayudar al gallo hasta que
acabase el juicio.

Cuando llegaron al pueblo, se fueron al despacho del juez.

Señor juez – digo el pukupuku – yo tengo el derecho de anunciar con mi canto la llegada del
nuevo día. Mis antepasados hicieron lo mismo. Ahora, este gallo, trata de usurpar mis derechos.

Bien, presente su demanda por escrito dijo el juez.

Señor juez, yo he adquirido el derecho de cantar al amanecer porque mis padres han
conquistado este país dijo el gallo.

Presente su alegato por escrito – volvió a decir el juez.

Los pleitistas se fueron a preparar sus reclamos y luego los entregaron al juez.

Bien, mañana se verá y resolverá vuestra demanda – les manifestó el juez.

En el alojamiento el ratón tomo la iniciativa.

¿Qué te parece gallo, si voy a robar el recurso del pukupuku y lo hago desaparecer; y le robo,
también, la copia que debe tener en su equipaje?

¡Magnífico! ¡Espléndido!-, dijo el gallo y se puso contento.

El ratón se fue al despacho del juez; entró por un hueco, subió a la mesa; encontró el papel y lo
ratoneó hasta hacerlo añicos.

Luego, el ratón fue al alojamiento del pukupuku, lo encontró dormido. Buscó y encontró la copia
de la queja y se la llevó para destruirla delante del gallo.

Al día siguiente los tres se presentaron ante el juez, quien preguntó con voz firme:

¿Quién es el demandante?

Yo, señor juez dijo el pukupuku.

¿Dónde está su escrito? Preguntó de nuevo.

Lo entregué ayer. Usted lo puso sobre la mesa. El juez buscó y no lo encontró.

No está aquí le dijo ¿No tiene la copia?

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Si, debo tenerla. El pukupuku buscó en su atado y no halló la copia. Entonces el juez se dirigió al
gallo.

¿Dónde está su recurso?

Debe estar en la mesa, señor juez.

El juez buscó y encontró el papel, y junto con él papeles ratoneados.

¡Ajá!, dijo el juez y pensó para sí, “estos me están haciendo trampa”; y llamó al ratón. Este se
acercó temblando de miedo.

Estos papeles picados son obra tuya. ¡Confiésalo!

Si señor juez, yo lo hice para ayudar a mi amigo el gallo.

Ante la confesión del delito, el juez preparó la sentencia y declaró a nombre de la Ley lo
siguiente:

“El gallo es condenado a vivir para siempre preso en las casas por intruso y el pukupuku vivirá
libre. Pero ambos seguirán anunciando la llegada del nuevo día, con cada amanecer”.

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EL CANTO DE LA MUJER PEZ

Los cuentos y cantos de sirena se suceden casi día a día, pero en enero de 2001 el rumor fue
más allá y se hizo noticia. El diario Extra anunciaba que habían atrapado una sirena viva en el
Titicaca. “Era época de lluvias –rescata Max Tancara, quien rastreó al misterioso ser por medio
lago–. Llovía día y noche y todos trataban de buscar una explicación al hecho. Hasta que las
vendedoras de pescado lanzaron su respuesta: dicen que han atrapado una sirena, joven”. Y el
Extra puso en marcha una de las investigaciones más extrañas de su vida“ Recorrimos varias
poblaciones del Titicaca –prosigue Max–. Algunos no sabían nada y otros nos iban dando pistas.
Así hasta que llegamos a Santa Rosa de Taraco. Allá todo era silencio, nadie nos quería hablar.
Pero en las casas que casi se metían en el lago encontramos lo que buscábamos. Según sus
pobladores, uno de los vecinos, Macario Apaza, había encontrado la imagen de una sirena
esculpida en piedra y fue a venderla a la Argentina. Para muchos en el pueblo esa fue la causa
del desfase que atrajo inundaciones hacia el altiplano”. En La Paz fue tal el revuelo que se
agotaron los ejemplares del Extra, en los minibuses se vendían las fotocopias a Bs. 1 y varios
periódicos y semanarios le daban columnas a este suceso. Y las semanas siguientes a la primera
publicación, el 29 de enero, las historias de sirenas llenaban con sus cantos los corrillos de
mercado, las aceras y las tiendas de barrio. Todas tenían similares mimbres: atrapaban a la
sirena, ella rogaba que no la sacaran de su lugar de origen y amenazaba con tormentas nunca
vistas si no lo hacían. En algunos casos se hablaba de la red de unos pescadores de Tiquina en la
que se había enganchado el ser mitológico y donde había muerto; otros decían que se la habían
llevado a Puno; y algunos que medía entre 20 y 40 centímetros. Mientras la lluvia era tan intensa
que ya afectaba a nueve comunidades de la zona y había arrasado con tierras, casas y cultivos
cerca de ViachaY fue entonces que la atención se desvío para otro lado, hacia el puerto de
Guaqui. La pintora Marta Cajías, una enamorada de estas ninfas, lo recuerda aún emocionada.
“A mí me lo contó una comadre de Puerto Acosta. Me aseguró que la había visto. ‘Es rosadita y
con muchos senos’, decía. Según ella, los militares del regimiento de la naval la metieron en una
tina de cemento mientras les increpaba en aymara. Los soldados cobraban por dejarla ver, como
atracción de feria, y muchos pobladores cuentan haberla espiado de las lomas”.

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LOS PUMAS GRISES
(LEYENDA AYMARA)

En otros tiempos no había más que un valle en donde ahora se extiende el lago. Era Wiñay
Marka, un lugar sin odio ni preocupaciones, donde los hombres vivían siempre felices y en paz.

Así lo había dispuesto Apu Qullana Awki, cuando creó el mundo. Les había dicho a los hombres
que no pelearan, que no desearan nunca aquello que no tenían y cuidaran, en cambio, los ricos
tesoros que estaban a su alcance: la tierra, los cultivos, el cielo transparente, los frondosos
árboles y los animales que llenaban de color y
ruido el precioso valle.

Pero Awqa se interpuso. Su maléfico espíritu


tomó la voz del viento para tentar a los hombres
y confundirlos:

─ ¿Por qué conformarse con tan poco? Si Wiñay


Marka fuera tan bueno, Apu también viviría aquí.

Y los hombres le preguntaron a Apu dónde vivía.


Y él les contestó que en una de las montañas más
grandes del Altiplano, pero que nunca debían subir allí.

─ ¿No ven? ─volvió a la carga Awqa─ Si ustedes suben a la montaña pueden quitarle su poder. Y
dominarán el cielo y la tierra, el aire, el viento y a todas las criaturas que habitan el universo.

Y tanto les insistió, y tanto escucharon los hombres el rumor del viento que les decía: «
¡Rebélense! ¡Tomen ustedes su poder y suban a la montaña!», que Wiñay Marka dejó de ser un
lugar sin odio ni preocupaciones donde ya los hombres no pudieron vivir felices y, mucho menos,
en paz.

Y así, llenos de rencor, subieron; dispuestos a atacar a quien alguna vez había creado, para ellos,
el universo. Y mientras Awqa se regocijaba, Apu Qullana Awki se llenó de pena. Y también de
enojo. De tanto enojo que no tuvo piedad.

Y así vieron los hombres que subían, primero las garras afiladas. Las mandíbulas salvajes, tan
hambrientas, que ya no pudieron ver después nada más. Eran unos pumas enormes, grises. Eran
unos pumas capaces de arrancarles el corazón de un zarpazo. De pintar con sangre el valle de
Wiñay Marka, que en otro tiempo había sido un terruño feliz.

Casi todos murieron. Los pumas parecían no saciarse jamás. Y fue tal la masacre que el Tata Inti
lloró. Y el llanto se escurrió entre sus rayos y llegó a la tierra. Durante cuarenta días y cuarenta
noches las lágrimas del sol limpiaron la sangre de los hombres. Tantas fueron que el valle
comenzó a inundarse. Tantas que los pumas grises quedaron bajo el agua, ahogados.

Y uno de los pocos hombres que quedaban dijo: qaqa titinakawa, que significa en lengua aymara
“ahí están los pumas grises”. Y tantas veces se contó esta historia, y tantas veces se repitió qaqa
titinakawa que el sonido fue cambiando…Qaqa titinaka… titinaka qaqa. Titicaca.

Y así es como encontró su nombre el lago.

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El Muqui
El muqui es un duende minero que vive en las minas de la sierra peruana. La palabra muqui
viene de la palabra quechua murik ‘el que asfixia’. Otra traducción sugiere la palabra mukiq,
como ‘el acto de torcer’ o ‘ahorcar’, en clara alusión al silicio que abunda en las minas, gas letal
que produce la silicosis, que es una grave enfermedad respiratoria.

Los mineros que han logrado ver a estos duendes, los describen como un ser
de estatura pequeña, que nunca llega al metro de altura, es bonachón,
asimétrico y camina como pato. Su cabeza está unida al tronco, pues no posee
cuello. Sus cabellos son largos, de color rubio brillante y su rostro es colorado
cubierto por una larga barba blanquecina y piel llena de vellos. Su voz es grave
y ronca, no concordante con su estatura.

Dicen que su mirada es agresiva, penetrante y hasta hipnótica. Suele vestir


como minero, usa botas de caucho, abrigado por un poncho de lana y usa
casco de protección, lleva una lampara de carburo y una shicullo (soga de pelos de caballo) atado
a la cintura. Suele ser el responsable de extraños ruidos en las minas, pérdidas de herramientas
sin explicación lógica, el agotamiento o el cambio de sentido de una veta de mineral sin motivo
aparente. Los mineros refieren que emiten potentes silbidos, para anunciar el peligro y salvar
mineros de su simpatía. Se dice que es muy comunicativo, y hasta incluso se comunica en los
sueños.

Leyenda del muqui Perú

La leyenda cuenta la historia de don Demetrio, quien fue un minero viudo y vivía con su hijo de
ocho años, llamado José. Un día, don Demetrio mandó a su hijo José a que fuera al río a recoger
agua, pues tenían un actividad en su casa y requerían de este líquido para poder preparar la
"patasca". Ya habían pasado 4 horas desde que el padre le había dado el encargo, y el padre,
preocupado, decidió ir a buscarlo. Al encontrarlo cerca del río, lo sorprendió jugando con una
pequeña criatura, que reconoció de inmediato, era el Muqui. Sin pensar en las consecuencias,
don Demetrio se lanzó sobre el duende, tomó su shicullo lo enredo en la pierna derecha y atrapó
al muqui, quien no mostró resistencia alguna.

Este, a cambio de su libertad, prometió trabajar todos los días recolectando oro de una ciudad
oculta debajo de la tierra para el anciano. Desde entonces, don Demetrio se convirtió en el
minero más rico de toda su región.

Atrapar al Muqui es ambición de todo minero, pues este capturado al pedir su libertad se ve
obligado a trabajar por el minero, en unos casos; en otros, lo hace depositario de una
determinada cantidad de oro, con la que el minero se enriquece.

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CUENTOSEl toro de oro cuto (CUENTO)Publicado 4 meses atrás el 31 enero, 2018 Redactado
por JC

Un campesino muy humilde llamado Aragón, del pueblo de Chucuito de Puno, salió un día en
busca de leña a un cerro llamado Atoja. Un cerro sagrado en donde abundaba la leña o bosta
para cocinar.

Ni bien llego Aragón al sitio adecuado, empuño su machete y se puso a cortar leña. Es eso
cuando de repente vio un toro, grande, de color barroso. No se espantó el leñador, y más bien
observó atento al animal, él que también lo miraba, Al cabo de un momento, y con gran
asombro del lugareño, el toro le hablo y le dijo:

-Mírame que soy tu fortuna.

-¿Mi fortuna? ¿Cómo así?

-Sí, pero antes debes prometerme que no contaras nunca a nadie que me has visto. Si lo haces,
no me encontrarás nunca.

Perplejo y curioso, el campesino dijo:

-Sí, lo prometo.

Entonces el toro le dijo:

-En cada luna llena me traerás azúcar blanca, y a cambio tomaras un parte de mi cuerpo y la
llevarás contigo, y se convertirá en oro en cuando llegues a tu casa.

El campesino asintió, y dejando la leña para otro día, tomó una parte del toro. Uno de los
cuernos del animal. Y éste se fue por el monte y el hombre retornó a su vivienda. Comprobó
entonces que, en efecto el trozo de cuerno se había convertido en oro. “Maravillado”, resolvió
sin embargo no revelar aun el prodigio a su familia.

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El leñador regresó por cierto a cotu en la siguiente luna llena, y en las que vinieron más
adelante. Y en cada ocasión tomaba otro pedazo del cuerno hasta terminar con esa parte del
animal. Y vendiendo de oro comenzó a comprar muchas cosas, algunas muy lujosas. Y a
divertirse a lo grande. Comenzó también a beber en exceso, y fue así como se olvidó de la
promesa, y contó a su familia, y después a sus amigos, que tenía fortuna en el cerro oro cotu.

Leer

Los músicos y el encanto (CUENTO)

A la luna llena siguiente acudió, como antes, a aquel sitio. Pero el toro lo recibió en silencio
muy molesto, y al poco tiempo empezó a correr. En este instante el hombre sintió que le salía
sangre por la nariz, pero a pesar de ello también se echó a correr tras el toro para ver donde se
iba el animal. Alcanzando a ver lo lejos. En el paraje llamado Shirapocu,que se encontraba en
el socavón de una mina abandonada, para no reaparecer más.

El leñador regresó a su morada perdiendo mucha sangre. Contó a sus familiares todo lo
sucedido, y en especial, cuál era el origen exacto de la fortuna que había derrochado. Después
murió.

Desde entonces el ganado que llega a pastar en aquel lugar del cerro oro cotu. También
muere. Y en las noches de luna llena aparecen por allí carneros muy blancos, de grandes
cuernos y vellón muy largo, a tomar agua en el riachuelo que pasa cerca del paraje donde se
mostraba el toro. Y en las noches de luna nueva arden candelas en la boca de la mina
abandonada.

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