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LOS MITOS
RACIALES por
J u a n C o m as
Profesor de Antropología
de la Escuela Nacional de Antropología de México
UNESCO PARÍS
Acabóse de im p rim ir el 23 de ju n io de 1952
en la im prenta Georges Thone, Lieja (B élgica), por la
Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura, París
SS.S2.II.1S
i. Generalidades acerca de los prejuicios y mitos
r a c i a l e s ........................................................................... 5
ii . El mito de la sangre y de la inferioridad de los
m e s tiz o s ...........................................................................13
ni. El prejuicio del color: el mito negro . . . . 20
iv. El mito ju d ío .................................................................. 28
v. El mito de la superioridad de la «raza aria» o «nór
dica» .................................................................................. 34
Origen de los a r io s .....................................................34
Doctrina del «arianismo» y «teutonismo» . . 35
La antroposociología y la teoría de la selección
s o c i a l ...........................................................................38
La tesis «aria» del nazismo y del fascismo con
temporáneos ............................................................40
El supuesto ((tipo an glosajón»..............................42
El « celtism o » ............................................................43
Crítica y refutación de estas teorías . . . 45
vi. C o n c lu s ió n .................................................................. 49
B ib lio g ra fía .......................................................................... 52
I. GENERALIDADES ACERCA DE LOS PREJUICIOS Y MITOS
RACIALES1
O r ig e n d e l o s a r io s .
D o c t r in a d e l « a r ia n is m o » y « t eu t o n ís im o ».
L a t e s i s « a r ia » d e l n a z ism o y d e l f a s c is m o c o n te m p o r á n e o s .
La orientación nacionalista del «racismo ario» tuvo en H. S.
Chamberlain, Woltmann, Theodor Pesche y Cari Penka sus
partidarios decididos, quienes, con Richard Wagner, contri
buyeron poderosamente a que arraigara en Alemania la tesis
de la supremacía de la «raza aria» o «teutona». En 1894 la
creencia en la superioridad germánica por la gracia de Dios se
transformó en un verdadero culto religioso, y se creó en Fri-
burgo, bajo la presidencia de L. Schemann, la «Gobineau Yerei-
nigung». Las doctrinas de la «pureza y superioridad de raza»
tuvieron una importancia política mucho más considerable
en este país que en cualquier otro, hasta convertirse en artículos
de fe que —por lo menos en parte— provocaron, con la pri
mera guerra mundial, una peligrosa situación: mientras los
dirigentes alemanes excitaban frenéticamente a su pueblo para
la defensa de la cultura teutónica y su propagación entre las
otras razas ((menos civilizadas de Europa», éstas a su vez repli
caban que los «rubios» alemanes no eran europeos sino de
origen asiático, descendientes de los ((hunos», desprovistos de
todos los elementos de la verdadera cultura, sin la menor
noción del concepto de libertad y democracia, y que deberían
ser exterminados hasta el último hombre.
La inexistencia del «tipo ario» o ((nórdico» fué demostrada
por un precedente histórico digno de recordarse: Antes de 1914
Guillermo II quiso formar el mapa racial de Alemania para
hacer resaltar el elemento «ario»; los datos recogidos no
pudieron publicarse por motivo de que la heterogeneidad era
tan grande que en regiones enteras, como el ducado de Badén,
no se encontraba un solo individuo del «tipo nórdico» puro.
La postguerra (1919-1939) no mejoró las relaciones entre
los pueblos, y el «mito racista ario» sirvió de nuevo a los
fines políticos de nazis y fascistas. J. L. Reimer (Ein panger-
manisches Dentschland) tuvo la audacia de proponer el
establecimiento de un sistema de castas basado en las diversas
proporciones de «sangre germana»: a) la casta superior, de
alemanes de «pura sangre», de «teutones ideales», que gozarían
de todos los privilegios políticos y sociales; b) la casta inter
media, con sangre «más o menos germana», que disfrutaría
sólo de privilegios restringidos; y c) los individuos no alemanes
que serían privados de todo derecho político y deberían ser
esterilizados para la salvación del Estado y el porvenir de la
civilización.
Hans F. K. Gunther (1920-1937), teórico del racismo hitle-
rista, caracterizó psicológicamente al hombre de tipo alpino
como «particularmente indicado para llegar a ser el propie
tario deslumbrado de una casita rodeada de un jardincillo»;
y a la mujer alpina como «una mujer marchita, que envejece
en el mundo estrecho y ruin». Según él, todos los alpinos
son «criminales mezquinos, tramposos en pequeño, ladrones
y pervertidos sexualmente», mientras que los nórdicos son
«capaces de más hermosos crímenes». Pero hay racistas
fanáticos aún menos serios que Gunther. Para Gauch (Neue
Grundlagen der Rassenforschung, 1933) la diferencia de
estructura anatómica e histológica (en pelo, huesos, dientes y
tegumentos) entre el hombre y los animales es menor que la
existente entre el nórdico y las otras razas humanas; además,
únicamente los nórdicos poseen el lenguaje articulado perfecto
y mantienen la posición bípeda correcta. Sugiere, en fin, que
se proceda a una separación radical entre el hombre «nórdico»
y la animalidad toda, comprendiendo dentro de ésta a la
humanidad no nórdica.
Y el propio Hitler (Mein Kampf, 1920) afirmaba la
superioridad germana diciendo: «La historia establece con
evidencia espantosa que cuando el ario ha mezclado su sangre
con la de los pueblos inferiores, el resultado de este mestizaje
ha sido siempre la ruina del pueblo civilizador. Los Estados
Unidos de América, cuya población está compuesta en su
enorme mayoría por elementos germánicos que solamente en
muy reducida escala se han mezclado con pueblos inferiores
que pertenecen a razas de color, presentan una humanidad
y una civilización diferentes de las de América central y del Sur,
en las cuales los inmigrados se han mezclado en su gran
mayoría con los autóctonos...»; «el germano que ha seguido
puro y sin mezcla se ha convertido en el amo del continente
americano y seguirá siéndolo mientras no se sacrifique a su
vez con una contaminación peligrosa.» O sea que el latino
americano —según los racistas alemanes— está destinado a
una degeneración biológica irremediable y por tanto a vivir
bajo el dominio de la raza pura «aria o germana».
Huelgan los comentarios. Tan sólo recordemos, como lo
dijimos en el capítulo anterior, que el fascismo italiano no
sólo proclamó su antisemitismo, sino también su «racismo
nórdico» para realizar su unidad nacional y su alianza política
y económica con el nazismo.
América tampoco está libre de esta orientación. Ciertos
autores norteamericanos genuinamente racistas como Madison
Grant (Passing of the Great Race, 1916), Clinton B. Stoddard
(America’s Race Heritage, 1922), Lothrop Stoddard (The
Revolt against Civilization; the Menaje of the Under
Man, 1922), mantienen y difunden su criterio de «superioridad
del nórdico». Así, afirman que la proporción de sangre nórdica
en cada nación da la medida justa de su fuerza ,en la guerra y
su lugar en la civilización. Ven en la «decadencia» de Francia
un signo de disminución de ese precioso líquido y creen que
«la superstición y falta de inteligencia del español de ahora»
se deben a que el elemento nórdico ha sido sustituido por
las estirpes alpina y mediterránea.
E l s u p u e s t o « t ip o a n g l o s a jó n ».
E l « c e l t is m o ».
C r ít ic a y r e f u t a c ió n d e e s t a s t e o r ía s .