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Discurso sobre la dignidad del hombre

El discurso sobre la dignidad del hombre fue escrito con la intención de servir como preludio
de la 900 tesis que Giovanni Pico della Mirandola presentó. En este discurso pueden
distinguirse cuatro partes. En la primera Pico expone su concepción del hombre. En la
segunda dicta la importancia de la filosofía como herramienta para construir la humanidad.
En tercer lugar, expone la forma en que la filosofía ha de servirnos para purificarnos.
Finalmente, hace un esquema de la forma en que se dividen sus 900 tesis. Veamos con detalle
cada parte del discurso.
Pico inicia diciendo que varios hombres han dicho que el hombre es sin duda lo más
espléndido que hay en el mundo1. Sin embargo, dice el mirandolano, aunque las razones que
dan para sostener su afirmación son buenas, no son las principales. El hombre no es la criatura
más admirable porque sea el vínculo entre las criaturas inferiores y las superiores o porque
sea capaz de interpretar la naturaleza gracias a los sentidos y el intelecto2; es la criatura más
sorprendente porque goza de libertad, una libertad creadora. A diferencia de todos las otras
cosas que existen, el hombre no está determinado desde su creación. En un extenso pasaje,
Pico explica que al crear el mundo, no le dio un perfil definido al hombre, sino que lo tomó
y le dijo:

“No te di, Adán, ni un lugar determinado, ni un aspecto propio de una prerrogativa tuya, con
el fin de que el lugar, el aspecto y las prerrogativas que tú elijas, todo eso obtengas y
conserves según tu intención y tu juicio. La naturaleza definida de los otros seres está
contenida en las precisas leyes por mi prescriptas. Tú, en cambio, no constreñido por
estrechez alguna, te la determinaras según el arbitrio de cutas manos te puse. Te he
constituido en medio del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él hay. No
te hice ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que, como árbitro y soberano
artífice de ti mismo, te plasmes y cinceles en la forma que tu prefieras. Podrás degenerar en

1
Giovani Pico dela Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre [estudio preliminar, traducción y notas
de Silvia Magnavacca], Ediciones Winograd, Buenos Aires, 2008, p. 203.
2
Ver ídem
los seres inferiores que son las bestias, podrás ser regenerado en las realidades superiores que
son divinas, de acuerdo con las determinación de tu espíritu”3.

Así, la grandeza del hombre es que dentro de él se encuentra la semilla de todas las cosas y
es él quien elige. Dependerá de sí mismo para elevarse por encima de la naturaleza terrestre
o bien, avanzar en el sentido inverso para parecerse a las bestias o a las plantas4.

Es por ello que Pico hace notar que debe aprovecharse el sitio en el que se nos ha colocado
y dejar que “invada nuestro ánimo una cierta ambición sagrada de no contentarnos con cosas
mediocres, de anhelar las más altas, de esforzarnos por alcanzarlas con todas nuestras fuerzas,
dado que podemos, si lo deseamos”5. Se trata de despreciar lo mundano para poder alcanzar
lo que está más allá de esta tierra. Mas ¿cómo puede lograrse?¿Cómo podemos equipáranos
a esos seres que viven próximos a la divinidad? ¿Cómo podemos semejarnos a los serafines,
los querubines y los tronos?6 Dado que somos seres carnales, hay que intentar primero el
perfeccionamiento de nuestra humanidad. Para poder llegar a donde nos hemos propuesto
primero hemos de ser “bien instruidos y preparados para movernos con orden, de escalón en
escalón, sin salir nunca del transito de la escala y sin impedirnos el paso unos a otros”7.
Es por eso que la filosofía resulta esencial para poder alcanzar el sitio que deseamos.
La filosofía moral nos ayudará a resolver las luchas internas que tengamos8, ayudará a
“reconducir hasta sus justos límites los ímpetus de las pasiones”9. La dialéctica servirá para
que la razón proceda con orden10 y “calmará la razón, ansiosamente mortificada entre las
pugnas de las palabras y los silogismos capciosos”11. Por su parte, la filosofía natural

3
Ibid, pp. 207,209.
4
Ver ibid, p. 209.
5
Ibid, p. 213
6
Ver ídem
7
Ibid, p. 221
8
Ver ibid p. 223
9
Ibid, p. 231
10
Ídem
11
Ibid, p. 223
“pacificará los conflictos de opinión y los disensos que desgarran de diversos modos el alma
inquieta”12. Esto será complementado con la teología, que “nos mostrará la vía hacia la paz
y oficiará de guía”13. Siguiendo este camino “gozaremos de la ansiada paz, paz santísima,
unión indisoluble, amistad unánime por la cual todos los seres animados no sólo coinciden
en esa Mente única que está por encima de toda mente, sino que de modo inefable se funden
en uno solo”14. Será así como “ […] remitiendo a lo eterno las cosas que son, que fueron y
serán, y observando en ellas su primigenia belleza, como apolíneos vates, nos convertiremos
en sus amadores alados, hasta que, puestos fuera de nosotros en un indecible amor, como
poseídos por un estro y llenos de dios como Serafines ardientes, ya no seremos más nosotros
mismos, sino Aquel que nos hizo”15.
En la última parte del discurso, responde a las acusaciones que le hacen por presentar
tantas tesis a su corta edad. Explica también que no defiende las tesis de ningún filósofo en
especial16 y se justifica por proponer esas 900 tesis. Finalmente, nombra algunas de las tesis
que propone, entre las que se encuentran que hay un acuerdo entre Platón y Aristóteles, que
algunas opiniones de Escoto y Tomás son coincidentes con las de Avicena, que se puede
filosofar a través de los números, que no toda la magia es execrable y que en los textos
cabalistas se encuentran muchas doctrinas cristianas y que, por ende, se podrían usar para
refutar y convencer a los hebreos en cada una de las cuestiones que los cristianos han
discutido con ellos.

12
Ídem
13
Ibid, pp. 223,225.
14
Ibid, p. 225
15
Ibid, p. 231.
16
Ver ibid, p. 251

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