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TRABAJO PRÁCTICO OBLIGATORIO.

CLASE 3
Clase 1
“Recuperar la evaluación como un lugar de aprendizaje…”
 “La evaluación debe responder a distintos formatos o propuestas para dar
cuenta de los diferentes aprendizajes que se producen en el aula…”
 “La evaluación acorde con criterios genera una única propuesta significativa
respondiendo a la demanda de justicia y objetividad…”
 “La evaluación debería ser respetuosa de lo que fue la enseñanza…”
 “Cuando la evaluación es motivo de fobia debemos recuperar la
humanidad…”
Me paso que en más de una oportunidad la evaluación, además, plantea una situación
de sorpresa con el objeto de que el alumno no se prepare para ella y así poder
reconocer fehacientemente los aprendizajes. Son característicos de estas situaciones el
estrés o el shock admitidos como la situación habitual de los exámenes. Estas prácticas
no tienen por objeto reconocer lo aprendido, sino analizar lo consolidado o lo que
resiste pese a la presión o en una situación de tensión. Evidentemente, esto es ajeno a
un ambiente natural en donde se reconozca un
aprendizaje o se favorezca su concreción.
También, en la búsqueda de reconocer verdaderos procesos de transferencia, muchas
veces las evaluaciones implican exigencias de procesos reflexivos novedosos que
nunca formaron parte de los procesos de enseñanza. La evaluación no mejora lo
aprendido, sino que permite, en el mejor de los casos, su reflejo.

Reflexión

Teniendo en cuenta lo realizado en la clase 1 y el material brindado en la clase 3,


puedo decir que enseñar y evaluar son dos caras de una misma moneda que se
distinguen sobre todo por la intencionalidad con que se realizan y por las decisiones
que se derivarán de cada uno de esos procesos.

Como afirman Coll y Martín (1996): “Las prácticas de evaluación son inseparables de
las prácticas pedagógicas. No son dos cosas distintas, ni siquiera dos cosas
complementarias: son una sola y misma cosa vista desde dos perspectivas diferentes.
La evaluación es inseparable de la planificación y desarrollo de la acción didáctica.
Cuando se toma una opción de metodología didáctica, se está tomando aunque sea
implícitamente, una decisión de evaluación”

Mientras evaluamos, enseñamos, pero también cuando enseñamos, estamos


evaluando.

Desde el punto de vista de la educación por competencias, la diferencia entre una


actividad que sirve para evaluar y una que sirve para enseñar tiene pocas diferencias;
únicamente los recursos y ayudas que les des a los alumnos para resolver la situación
que les plantees.
Una misma actividad puede servir entonces para enseñar y evaluar a la vez, un mismo
ejercicio puede servir para ambas cosas. Lo que se propone cada vez más es que las
actividades de evaluación también sirvan para el aprendizaje.

A mí me gustan mucho las evaluaciones auténticas, las que plantean al alumno una
situación real, como la que puede encontrarse en su día a día. De esta forma se activan
los conocimientos, las aptitudes, el vocabulario, la comunicación, etc. Por ejemplo a la
hora de trabajar en matemática con la multiplicación, los hago meterse en el
problema. Este tipo de evaluaciones deben poner al alumno frente a situaciones lo
más realistas posibles para que desarrollen y activen todos sus conocimientos y
aptitudes. Hay que tener en cuenta y permitir el uso de todas las herramientas,
estrategias, procedimientos que los alumnos tendrían en la vida real. Se trata de que
los alumnos utilicen los recursos que han aprendido en clase enfrentándose a
problemas reales que se encuentran en el día a día, como ir a comprar al negocio o
repartir entre sus compañeros o hermanos por ejemplo. En situaciones reales los niños
y niñas tienen la oportunidad de desplegar conocimiento de matemáticas,
lengua, ciencias naturales, pero también de activar actitudes, emociones,
procedimientos, etc.
Si planteas a tus alumnos evaluaciones reales, resulta más fácil que los alumnos
entiendan cuál es el sentido de lo que vas a enseñar. Pero si propones conceptos
abstractos para formular unos cálculos o analizar unas frases que a lo mejor un día les
sirven para algo, difícilmente el alumno se motivará.

Debemos tener claro qué es lo que queremos evaluar. Esas listas interminables de
competencias abstractas que abundan ahora en las programaciones no ayudan
demasiado. Es mejor que cada profesor determine, en primer lugar, qué situaciones
auténticas deberán ser capaces de resolver sus alumnos al final de curso y luego diseñe
las unidades y planifique las clases de acuerdo a esas situaciones de evaluación.

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