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Resumen
El desarrollo de las actividades del sector agrícola en el país siempre ha sido un factor
importante en la economía nacional, aunque paradójicamente en un país como el nuestro que
cuenta con las condiciones geográficas y climáticas para ser una potencia en producción agrícola,
este tipo de actividades no cuenta con el desarrollo óptimo y mucho menos con las garantías
suficientes que permitan una alta productividad del sector; además, las precarias condiciones en
las que los campesinos desarrollan sus actividades productivas terminan por contribuir a la
improductividad del campo y a las bajas condiciones de vida de las personas que en él habitan.
En este artículo, en el primer capítulo se plantea como ha sido la evolución agrícola en el país,
exponiendo los antecedentes y orígenes de esta actividad, haciendo un recuento de la historia
desde 1950, evidenciando, además, en el segundo capítulo cómo ha sido la participación de la
agricultura en el PIB nacional y especialmente en el departamento de Antioquia. Finalmente se
expone una visión crítica de la de la situación actual de las actividades agrícolas en el país,
además de exponer una crítica del desarrollo laboral y la deshumanización de las condiciones del
campesino.
EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DE LA AGRICULTURA EN ANTIOQUIA: UNA VISIÓN EN… 2
En este artículo expondremos cómo ha sido el proceso y el desarrollo del sector agrícola
en Antioquia, y cómo ha sido su intervención en el PIB departamental; inicialmente,
expondremos de forma breve cómo ha sido la historia de la agricultura en Colombia, para luego,
tratar el sector agrícola en el departamento en cuestión. Construiremos una cronología de la
participación del PIB desde 1950 hasta la fecha; todo esto, con el objetivo de dar a conocer cómo
ha sido la evolución del sector agrícola en Colombia y dar una visión de la influencia económica
que tiene este sector en el país, haciendo especial énfasis en el departamento de Antioqueño.
Se buscará rastrear los hechos más importantes en la historia del agro en el país, además
de tratar de relacionarlos con temas políticos y económicos que necesariamente tienen incidencia
en el tema en cuestión. Por otro lado, se elaboran estadísticas con los históricos agrícolas del
departamento a partir de la información extraída de fuentes confiables que permitan visibilizar la
situación de una manera más amplia.
no daba muchos resultados: aunque la tierra era la principal fuente de ingresos y riquezas, las
riquezas se reducían a pequeñas producciones, a la circulación mínima de monedas, y la vida
urbana era poco significativa (Mora & Peña, 1985). Fue por esto, que Europa sufrió una gran
crisis que debilitó toda su estructura, y es en ese preciso momento donde América entra a jugar
un papel de mucha relevancia; los campesinos fueron saqueados y despojados de sus tierras por
parte de los criollos y españoles ricos que tomaron las mejores tierras para construir allí sus
haciendas, dejando a los pequeños productores, pequeños terrenos con falencias para cultivar.
América fue ese punto de apoyo que utilizó Europa para sacar provecho y superar la
crisis. La ambición de este último continente era tan grande que, a raíz de esto, se desataron dos
sucesos que marcaron la historia en Colombia: la revuelta comunera en el año 1792 y la guerra de
independencia en 1810. Estos dos grandes hechos tuvieron cabida debido a los intereses políticos
y económicos que tenían los españoles. Desde ese entonces, la lucha por el poder toma su curso,
y es ahí donde nacen los partidos Conservador y Liberal, del afán por conformar un Estado
Federalista o Centralista.
A lo largo de la historia de nuestro país, la lucha entre partidos se ha hecho visible, siendo
la más sangrienta la guerra bipartidista dada entre liberales y conservadores, o conservadores y
liberales (es claro que el orden de los factores no afecta el resultado, pero nos es permitido
especular un poco y decir que, tiempo atrás, el no prestarle atención al orden de mención, habría
podido ser causal de exclusión social debido al ‘comportamiento subversivo’, e incluso de muerte
por la supuesta traición a uno de los dos partidos), la cual tuvo sus inicios en el siglo XIX donde
ocurría que si un miembro de alguno de los dos partidos veía a otro del partido contrario, se
desataba de manera inmediata una guerra de sangre, ya que la diferencia era tan insoportable que
resultaba mejor eliminarla, antes que convivir con ella: “Es regla invariable del poder que resulta
mejor cortar las cabezas antes de que comiencen a pensar, ya que después es demasiado tarde”
(Saramago, 2004, p. 66). Tristemente, la diferencia hoy sigue siendo intolerable. Tal es el caso de
Jorge Eliécer Gaitán y lo que se denominó “El Bogotazo”, un hecho que agudizo la guerra entre
liberales y conservadores aquel 9 de abril de 1948. Este suceso trajo consigo consecuencias
nefastas para el país, como fue la creación de guerrillas rurales donde la violencia fue aún mayor,
creadas como respuesta al acoso y despojo de tierras de los campesinos por parte del
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terrateniente. “De una lucha partidaria se desemboca en luchas guerrilleras que terminaron
enfrentando al poder terrateniente” (Corredor, 1989, p. 152).
Alrededor de los años 50’s, la población empezó un proceso de movilización hacia las
ciudades, el cual se vio acelerado gracias al crecimiento de las industrias urbanas propiciado por
las políticas proteccionistas y la ya mencionada violencia en las zonas rurales propiciadas por la
lucha de ideologías (las personas dejaban el campo por las ciudades en busca de mejores
remuneraciones y condiciones de vida -tendencias mostradas en la tabla 1-, y una cierta
protección ante los conflictos armados. La evidencia de esto, está dada por el censo del año 1938
que arrojaba una población urbana cercana al 32%, porcentaje que estaba en 38,2% para 1951 y
en 63% para 1973 (Banguero, 1985, p. 23). Esta dinámica migratoria rural-urbana se ve explicada
en el hecho de que el desarrollo económico de un país modifica sus propias estructuras
productivas y sus dinámicas territoriales (Kalmanovitz & López, 2004, p. 1) por lo que las
economías al adquirir cierto grado de desarrollo tienden a disminuir su población rural con el
ideal de no decaer su producción agrícola, cediendo así mano de obra a las industrias en las
ciudades y generando las materias primas necesarias para su crecimiento.
Tabla 1. Indicador de bienestar para colombia 1951, 1964, 1973, Por area de residencia
Educación
Tasa de Analfabetismo
Urbana 24.9 17.8 17.6
Rural 54.6 45.0 22.9
País 42.5 30.6 20.6
Vivienda
Proporción de casa con Servicio de
agua
Urbana 72.9
Rural 10.9
País 28.8 30.0 65.7
Nota: (Banguero, 1985, pp. 27-28).
En el año 1949, el caso Colombiano fue analizado por la misión del Banco Internacional
de Reconstrucción y Fomento –BIRF- dirigida por Launchlin Currie dando como resultado que:
“La desproporción entre el número de habitantes de las áreas rurales y su productividad fue... uno
de los problemas centrales de la economía colombiana” (Kalmanovitz & López, 2003, p. 7), por
lo que se planteó la posibilidad de volver más productivo el campo por medio de una
industrialización del mismo, y una apertura hacia los mercados internacionales; dicho
planteamiento fue ignorado por parte del gobierno Colombiano por mucho tiempo y se optó por
lo que consideraban una mejor visión, los planes de desarrollo propuesto por el gobierno del
presidente Lleras Camargo que tomaban su eje central en la planeación estratégica de la
intervención por parte del Estado en temas económicos y en el control del desarrollo económico
del país por medio de la misma planeación. Esta idea iba encaminada a la tesis de la recién creada
CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) entre la cual se planteaba la
“industrialización de los países latinoamericanos bajo la dirección del estado” y “la planificación
como instrumento vital en la buena dirección del Gobierno” (López, 2015, p. 76). Lo anterior
ocasionó que se crearan políticas proteccionistas e intervencionistas, que favorecían en gran
medida a las industrias urbanas en crecimiento y que olvidaba y limitaba el desarrollo del campo.
Solo hasta la década de los años setentas las propuestas del BIRF empezaron a tomar
fuerza, debido a la creciente tasa de desempleo urbano y a la baja productividad del campo, como
consecuencia, en parte, de la crisis del Fordismo y la crisis del petróleo, problemas que fueron
afrontados con políticas reformistas que pretendían, frenar la migración rural- urbana por medio
de una nivelación en los ingresos de una persona en el campo y la ciudad; y una reforma agraria
que aumentara la productividad en el país.
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Al inicio de los años 50´s, Colombia entró en crisis en todos sus aspectos, debido a
situaciones nunca antes vividas, en especial, al golpe de Estado del Gral. Gustavo Rojas Pinilla
en el año 1953. Por otro lado, se empieza a ver la inconformidad de los gremios campesinos
quienes apelaban a favor de una reforma agraria, pero no es hasta 1958 donde surgen protestas y
manifestaciones de inconformismo exigiendo políticas que les permitieran mejorar su situación.
Para ese mismo año, nace el Frente Nacional con el fin de dar un cese a la lucha entre partidos,
hecho que no sirvió de nada para algunos grupos guerrilleros, los cuales no quisieron
reivindicarse con la sociedad, sino que se dejaron cautivar por un sinfín de ideologías que
desviaron el objetivo principal que era defender las tierras, acabar con la concentración de
riquezas y recuperar lo que les pertenecía. -Esto, sin ningún ánimo de defender o justificar la
existencia de los grupos armados, la desigualdad que azota al país puede ser uno de los
principales motivos para que estos grupos estén presentes aquí, y sin ninguna intención de irse.
La desigualdad de condiciones, de clases, de tierras, de salarios, ha hecho que se posicionen en el
país pensamientos y actitudes llamadas subversivas que tratan de algún modo hacerle frente a un
problema de mucho fondo-.
Lo anterior generó que la lucha del campesinado continuara sin tregua durante los años
80’s, creando nuevos sindicatos agrarios como la federación FENSA, la cual impulsó e
intensificó la movilización de los mismos para finales de la década.
“Al finalizar el gobierno Barco comenzaba a abrirse una iniciativa para racionalizar el
comercio exterior colombiano” (Kalmanovitz & López, 2003, p. 13), dando las primeras
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muestras de posibilidad de que el país podría entrar a una apertura económica, visión que sería
llevada a cabo por la administración de César Gaviria en 1991. Dicha apertura, sería el comienzo
de un nuevo orden nacional, que traería consigo reformas, tratados, políticas, y convenios que
buscaban favorecer la economía de Colombia y de este modo, hacerla más competitiva.
En teoría, todo esto sonaba muy atractivo, ya que se avizoraba una gran oportunidad para
el productor colombiano, especialmente, el campesino, ya que sus productos se podrían
internacionalizar, generando así nuevas fuentes de ingreso; además, el sector turístico se iba a ver
altamente beneficiado por la presencia de extranjeros en nuestro país que buscarían conocer tanto
zonas urbanas como rurales, y se mejoraría la circulación de divisas contribuyendo así al
desarrollo y crecimiento económico del país. Sin embargo, la apertura no fue lo que se esperaba.
Es importante resaltar que esta trajo consigo varios aspectos positivos para el país, como el hecho
de que se crearán nuevas relaciones entre los países vecinos que se fundamentaron
principalmente en convenios y tratados de libre comercio; pero, la entrada de multinacionales al
país, causó que la producción nacional se fuera a pique y naufragara, ya que estas empresas
incursionaron en el mercado colombiano con un avance en desarrollo de “años luz” comparado
con el de Colombia , trayendo su tecnología de punta, sus grandes capitales y sus nuevos
descubrimientos para competir en un mercado que comparado con el de ellos, se podría definir
como irrisorio.
en gran medida productividad; es así que “para 1995 el 38,3% del área rural del departamento
estaba en manos del 1,4% de los propietarios, fenómeno que se incrementó para 2004 a 39,9%”
(Mora & Muñoz, 2008, p. 73).
Según datos obtenidos del secretario de Agricultura departamental de Antioquia por parte
del periódico El tiempo para un reciente artículo solo el “20,5 por ciento del suelo en Antioquia
sirve para agricultura, pero para esta actividad se está sobre utilizando en un 29,2 por ciento”
donde ademas se menciona que solo el “1,8 por ciento del suelo es óptimo para ganadería, pero
un 26,3 por ciento se está usando como áreas de pasteo” (El Tiempo, 2016, párr. 2-3). Así
mismo, según Tatiana Mora y Juan Carlos Muñoz, para el 2004 , el 49.1% del territorio era
ocupado para actividades por fuera de su vocacion natural. (Mora & Muñoz, 2008, p. 75)
y López, la participación de la agricultura de Colombia se redujo alrededor del 18% pasando del
32 al 14% desde 1950 hasta el 2000 (2004, p. 5). El desarrollo de lo anterior puede observarse en
la gráfica planteada por los mismos autores y la cual nos permitimos utilizar.
Ahora bien, según datos del DANE -Máxima entidad en estudios estadísticos del país-
para el 2.000 la participación de las actividades agrícolas en el PIB nacional estaba situada en un
7.95%, cifra que siguió disminuyendo hasta el 2014 donde se ubicó en 6.18%.
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Nota: Elaboración propia a partir de DANE - Dirección de Síntesis y Cuentas Nacionales – Precios Corrientes-
Precios Constantes del año 2005.
Es evidente entonces, que a nivel nacional desde 1950 se presentó una tendencia a la
disminución en la participación en el PIB por parte de la agricultura; en un primer momento se
debió al aumento y crecimiento de las industrias urbanas de producción, transporte y servicios,
que le restaron factores productivos a la agricultura e hicieron que el nivel de crecimiento de está
fuera mucho menor1; posteriormente desde los años 90’s y hasta hoy , el sector minero-
energético le ha restado protagonismo no solo a las actividades agrícolas sino también a las otras
industrias, lo que ha relegado aún más la participación del agro.
Históricamente, el cultivo de café ha sido de gran importancia para nuestro país ya que,
como se había señalado anteriormente, los capitales acumulados por la exportación de Café
permitieron que las industrias urbanas crecieran a pasos acelerados. Desde que este llegó a
Colombia alrededor del siglo XVIII, cuando los jesuitas introdujeron las primeras semillas al
territorio nacional, el país se fue acogiendo al café poco a poco y a su producción, haciendo de
este la columna vertebral (Cárdenas, 1993, p. 3). Se podría decir que el Café en el inicio y
mediados del siglo pasado era el producto exportable más importante del país, pudiéndose
1
Kalmanovitz & López plantean que es común a nivel internacional que una economía al desarrollarse pierda
participación en el PIB por cuenta de las actividades agrícolas ( 2004, pp. 1-11).
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comparar inclusive, con el auge del petróleo actualmente. No por nada escribía Estanislao Zuleta
en 1976:
Cuando se registra una baja en el precio del grano en el mercado mundial, aunque
sea muy leve, sus efectos se hacen sentir en el conjunto de la estructura
económica: disminuye la cantidad de dólares disponibles para la industria, sube el
precio del dólar, se reduce la capacidad importadora, se afecta el crecimiento
industrial (si no ha habido previa acumulación de divisas, cosa difícil en los
últimos años), etc. El café se comporta como el centro nervioso en el conjunto de
la economía (Zuleta, 1976, p. 46).
Ahora bien, para 1950 Antioquia al igual que los otros departamentos del centro del país,
más específicamente los pertenecientes al área cafetera, ocupaban un puesto importante para la
economía, debido al acelerado crecimiento de dichos departamentos, propiciado por la bonanza
proveniente de la producción del Café. Sin embargo, para mediados de los 50’s el departamento
Antioqueño junto con el departamento del Atlántico “empezaron a presentar números inferiores
de producción respecto del promedio nacional” (López, 2015, p. 73). Prueba de esto es que para
la década de 1950 a 1960 Antioquia presentó un decrecimiento del 0.17% en su PIB percapital,
cifra que mejoraría en la década de 1960 a 1970 ubicándose en un crecimiento del 2.56%
(Cárdenas & Pontón, 1993, p.101).
Gráfico 4- Participación del Agro sin Café en el PIB Departamental 1990- 2014.
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Por otro lado, se puede decir además que la tendencia a la baja de la participación de las
actividades agrícolas sigue siendo notoria aun si se elimina el factor de la variación de los precios
por condiciones de mercados; según datos del DANE la participación agraria en el PIB
departamental a precios constantes de 1994 se vio reducida de 14.21% a 12.33% entre los años
1990 y 2005, tendencia que se mantuvo para las estadísticas entre los años 2000 a 2014 a precios
constantes del 2005 dando como resultado una reducción del 1.86% pasando del 7.68% al 5.82%
(DANE, 1980-2014).
Ahora bien, según estimaciones de Tatiana Mora y Carlos Muñoz, para el periodo
comprendido entre 1995 y el 2004 las subregiones de Urabá y el suroeste antioqueño explicaban
más del 50% de la producción agrícola, con 30.9 y 28,66 por ciento respectivamente, lo que
según los autores demostraba una desigualdad en las estructura agraria por subregiones del
departamento Antioqueño (2008, p. 80).
Por otra parte, como ya se mencionaba en párrafos anteriores, uno de los problemas del
desarrollo de la economía agrícola departamental -por no decir el principal-, es la
improductividad del campo antioqueño, generado por su nivel de concentración de tierras;
sumado a esto, el desequilibrio existente entre el número de habitantes en las zonas rurales y el
número de tierras dispuestas al cultivo; es decir, el manejo de las tierras se volvió ineficiente
generando un atraso económico para el sector.
Para Mora y Muñoz, Antioquia por sus características de suelos debería dedicarse en su
mayoría a la conservación de bosques, dado que más del 50% del territorio intervenido por el
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hombre posee las condiciones óptimas para esto, pero en el 2004 solo se utilizaba para esta
actividad el 32.8% ; caso similar sucedía en el mismo año con el territorio apto para la agricultura
el cual se ubicaba en el 11.3% pero se usaba solo el 9.4%; ahora bien, a diferencia de las otras
dos actividades agrícolas, la ganadería a sobreexplotado el territorio apto para esta actividad,
según los mismo autores, para el 2004 el 17.9% del territorio poseía la vocación óptima para esta
actividad, sin embargo, se utilizaba para ella el 53.2% (2008, p. 75).
Es evidente entonces, que el mal uso del suelo ha ocasionado, durante la historia
agropecuaria, improductividad y deteriorado de los mismos. Ante esto, la Gobernación ha
planteado la posibilidad de realizar un plan de ordenamiento para las actividades agrícolas,
teniendo en cuenta la vocación óptima de cada terreno en el departamento.
En cuanto a la concentración de los suelos, Mora y Muñoz plantean que “en el período
1995–2004 en Antioquia hubo una polarización de la estructura de la propiedad de la tierra, la
cual evidenció la inefectividad de las políticas que se han llevado en el departamento para
provocar cambios estructurales” (2008, p. 83). Referente a esto, Andrés López plantea que los
intentos de reformas agraria en los últimos 70 años han fallado debido ya que solo se han
concentrado en la repartición y apropiación de la tierra, y han olvidado la dinamización que
permita “el desarrollo integral de todo el sector rural” (2015, p. 79).
Por otro lado, es importante mencionar otro factor que ha aportado a que la brecha que
separa la agricultura del desarrollo, sea cada vez más amplia, el cual es el cultivo de drogas
ilícitas. Colombia ha sido un país que, infortunadamente, se ha caracterizado por los altos
números de cultivos ilícitos, quedando inclusive por encima de Bolivia, según datos de la
Cancillería General de la Nación, aunque cabe resaltar que también ha sido uno de los países que
más se ha esforzado por la incautación de dichos cultivos (Paez, s.f, p.8).
La colonización de tierras no es sólo un hecho que tuvo lugar en siglo XVI, sino que a lo
largo de la historia colombiana, se ha manifestado de forma descarada, a través del despojo,
destierro y arrebatamiento de tierras; y a razón de esto, la evolución del sector rural no ha sido
decreciente en su totalidad, ya que los cultivos ilícitos, han hecho que la agricultura del país tenga
una tendencia de crecimiento, aunque no crecimiento a partir de cultivos de materias primas
como el café, sino, de cultivos ilegales de cocaína, marihuana, amapola, entre otras drogas
ilícitas.
Gráfico 4.
Ituango, Briseño y Valdivia, cuentan con la mayor concentración de hectáreas de uso ilegal (El
Colombiano, 2016, párr. 2). En los últimos 16 años, el departamento ha pasado de tener 2.425
hectáreas con siembras ilegales en el año 2000, a 6.414 en el 2005, evidenciándose un aumento
de aproximadamente 152% (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
[UNODC], s.f, párr. 3).
El DANE en su informe para el segundo trimestre de 2016 planteó que el PIB nacional
creció el 2% con respecto al mismo período en el año 2015 y que además las actividades
agrícolas decrecieron un 0.1% respecto al mismo período en el año anterior, pero creció un 0.1%
respecto al primer trimestre del año (DANE, 2016, p. 3). Estas cifras son atribuidas a la mala
situación que afronta nuestro país, donde la inflación del último trimestre superó con creces la
meta inflacionaria del 3% que inicialmente propuso el Banco de la República. Así mismo, la
sequía por cuenta del fenómeno del niño que azotó el país y los sucesivos paros de inconformidad
han hecho que este año sea complicado para la economía en general.
Algo evidente, es que, a pesar de la caída de las actividades mineras, el crecimiento de las
actividades agrícolas no se ha fortalecido, lo cual ha sido consecuencia del crecimiento de las
industrias manufactureras que según el DANE tuvieron un crecimiento del 5,4% (2016, p. 3) lo
que explica que posiblemente las actividades minero-energéticas cedieron aún más en su
participación en el PIB nacional, participación que seguramente estén ganando las industrias
manufactureras.
Por otro lado, el actual gobierno dirigido por el presidente Juan Manuel Santos ha
buscado desde el 2012 llegar a unos acuerdos de paz con las FARC EP, los cuales permitan darle
fin al conflicto armado que azota al país desde hace más de 5 décadas, terminando, además, con
uno de los más importantes problemas en la productividad agraria, la seguridad en el campo. El
problema en esto es que en Colombia los grupos armados no solo son conformados por las
FARC, y aunque algunos otros grupos armados como el ELN están dispuestos a negociar la paz,
otros como los “Urabeños” denominados también “Autodefensas Gaitanistas de Colombia” están
dispuestos a seguir sembrando el terror en los campos colombianos.
Siguiendo con los tratados de paz, dentro de estos se ha incluido una serie de ideas que
plantea la posibilidad de un desarrollo agrario integral, que no es más que una nueva reforma
agraria; dentro la cual se toca, entre otro temas, la redistribución de tierras improductivas, la
facilitación del acceso y uso productivo a las tierras, el combate contra los cultivos ilícitos, la
restitución de tierras a víctimas de la violencia, la reducción de la miseria en el campo y se
plantea la creación de una frontera agrícola que proteja las zonas de reservas (Mesa de
Conversaciones, 2016, pp, 8-23); dichos acuerdos no fueron aprobados por los colombianos en el
pasado plebiscito, por lo cual tienen que ser modificados y puestos nuevamente a disposición del
pueblo.
Ahora bien, en teoría la reforma agraria planteada por los acuerdos de paz suena
maravillosa, pero en la práctica es necesario tener mucho cuidado para no caer en errores del
pasado. Podemos recordar que los últimos intentos de reformar las políticas del campo han sido
fracasos, y no solo nos referimos a las reformas agrarias del siglo pasado, sino también a políticas
de apoyo a las familias campesinas como Agro-ingreso seguro y a políticas de restitución de
tierras para las víctimas, como la que actualmente se ejerce.
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Con lo anterior no queremos decir que esta posible reforma está destinada al fracaso, por
el contrario, se puede ser positivo y pensar que a diferencia de pasadas reformas esta, no solo se
basa en una retribución de las tierras, sino que también en la reducción de la miseria y el
mejoramiento de las condiciones de vida en el campo, por lo cual si no solo se concentran los
esfuerzos en redistribuir las tierras esta reforma podríamos decir que llegaría a cumplir su
objetivo.
Llegados al punto anterior, recordamos que se ha indicado en el título de esta sección, que
también se iban a poner por tema problemas de deshumanización. Esto es lo que sigue:
Esto, en el deber ser. Durante años, la dignidad del campesino se ha visto atrofiada por
sucesos que han marcado la historia, ampliando cada vez más la brecha existente entre este y su
desarrollo; hechos de conflicto armado como el de Tuluá, Valle en 1999 y muchos otros, son los
que han silenciado al campesino, lo han obligado a callar porque para los grupos armados e
inclusive para el gobierno, la diferencia debía eliminarse o silenciarse antes de que pudiese
obstaculizar el paso. “El ejército llegaba a limpiar la zona, y a los tres días aparecían los
‘paras’...y en las zonas donde nunca fue el ejército, nunca fueron los ‘paras’...yo siempre me
pregunto por qué” (Escobar, 2012) y ante esto, ¿quién se atreve a hablar? ¿quién podría atreverse,
entonces, a afirmar que las que se supone son nuestras fuerzas armadas, estaban involucradas en
la pérdida de dignidad que en un tiempo sufrió el campesino colombiano -y que continúa
sufriendo-? En esta guerra silenciosa, nadie dice nada.
La cada vez menos participación de la agricultura dentro del PIB no ha estado basada sólo
en problemas socio-políticos que tomaron fuerza a mitad del siglo XX, sino que aquí entra a jugar
un factor aún más profundo y de igual relevancia, la deshumanización. Como la misma palabra lo
indica, deshumanización significa pérdida de la humanidad, desintegrar al hombre, reducirlo de
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tal modo que se minimiza por completo su papel como ser humano y se convierte
automáticamente en simples partículas manipulables; es la cosificación de la vida humana, esto
es, cuando la vida no es ya vida, sino cosa, y como cosa se convierte entonces en un objeto más
de la sociedad del intercambio, en un objeto más vendible e intercambiable.
de otros, teniendo que cargar con el desenlace de una querella que permanencia. ¿Es posible,
entonces, tildar como política a esta deshumanización silenciosa que azota al país?
Tres días después del atentado, de mañana temprano, comenzaron las personas a
salir a la calle. Iban en silencio, graves, […] A mí lo que me asombra es que no se
oiga un grito, un viva, un muera, una consigna que diga lo que la gente pretende,
sólo ese silencio amenazador que causa escalofríos… (Saramago, 2004, p. 79).
A una guerra silenciosa como esta, donde los ‘Yo no fui’ se hacen tan usuales y la no
reciprocidad lógica de la que habla Zuleta (2000, p. 4), se convierte en un miembro más de la
familia, sólo se le puede combatir de una forma: con más silencio. No un silencio de esos
cobardes, apaciguados y sumisos, no; es con esos silencios desgarradores, decididos, valientes,
con aire de revolución, silencios que con su presencia generan el más ensordecedor de los ruidos,
silencios insistentes y desesperantes que incomodan hasta a la más dura de las rocas tal y como
sucedió en la marcha del silencio donde miles de personas se unieron a un duelo indecible por las
víctimas de la violencia oficial del país en los tiempos de Gaitán. Entonces, para contrarrestar una
guerra que está pilotada por humanos que buscan acabar con los humanos (hasta dónde llega la
ironía y la irracionalidad, la cual no puede llamarse humana), no es necesario armamento físico,
antorchas literalmente encendidas, ni una turba enardecida que pretenda acabar con el Palacio de
Justicia; lo que se necesita es una revolución que permita alcanzar la tan añorada y poco conocida
libertad psicológica y así poder acabar con ese prefijo (deshumanización) que tantos estragos ha
causado a través del tiempo.
país, y esta a su vez, es el único medio que permite salir de este embrollo que el mismo ser no tan
humano ha creado para sí.
Conclusiones
De acuerdo a lo expuesto en el desarrollo del anterior escrito, las siguientes son, en forma
de proposiciones, las consideraciones finales:
1. En Colombia se ha relegado a un segundo plano las actividades productivas del campo, esto
como consecuencia de la aplicación de políticas inadecuadas para el manejo de los territorios
rurales, intereses personales de un pequeño grupo de personas, y el decaimiento de las
condiciones de vida de las personas que habitan en el campo. Todo lo anterior, a pesar de las
ventajas competitivas en cuanto a diversidad de territorio y climas que posee el país, las
cuales pueden ser utilizadas para el desarrollo de diferentes actividades agrícolas.
2. El desarrollo histórico de las actividades agrícolas en Colombia, y como consecuencia, el
desarrollo en el departamento Antioqueño se ha visto condicionada en primera instancia por
el contexto económico-político propio de cada época, y en segunda instancia por el
crecimiento o decrecimiento de los demás sectores productivos, que para casi todas las
administraciones en los últimos 60 años han resultados más importantes y productivos que el
sector agrícola.
3. La participación de las actividades agrícolas en el PIB tanto a nivel nacional como en el
departamento de Antioquia desde hace 50 años ha mantenido una tendencia hacia la baja,
como consecuencia de los distintos problemas que afectan la productividad agraria, sin
embargo, aunque ha disminuido su participación en el PIB, el sector agrícola ha crecido, solo
que no en las mismas proporciones de otros sectores como por ejemplo el minero-energético,
el manufacturero o el de servicios.
4. En la actualidad la baja participación de las actividades productivas del campo en el PIB ha
generado un olvido casi total de las zonas rurales más alejadas de nuestro país, llevando a que
sólo sean recordadas cuando los réditos políticos lo demandan; ayudando además a darle un
avance al grave problema de la deshumanización del campesino por parte de la sociedad.
5. Los principales problemas que afectan la participación de las actividades agrícolas en el PIB
están dados por: las políticas económicas adoptadas por cada uno de los gobiernos de turno,
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la situación de orden social en los campos, el crecimiento de otros sectores y por los procesos
de deshumanización de los campesinos colombianos, esto en la medida en que cada uno de
los anteriores factores ha influido históricamente en la disminución de la participación de la
agricultura en el PIB.
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