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Principios éticos de la Antigua Grecia

En el texto se plantean los siguientes principios La justicia, el coraje, la moderación,


la «piedad», la liberalidad entre los siglos IV y V. Y aunque parezca que son un poco
diferentes a las de la actualidad pues ante una situación ya se sabe que es y no lo
virtuoso, esto se convierte en una razón prima para elegir hacer el bien. En el Gorgias de
Platón, Sócrates propone un análisis similar con respecto al arete: al denominar
«vergonzosas» las acciones injustas, lo que él quiere rebatir es la concepción de que
comportarse de manera injusta o incorrecta es a menudo mejor para el agente.

Por otro lado, la justicia es más una limitación de la libertad de obrar, impuestas por la
sociedad, por el gobierno, o cualquier entidad que ejerza poder sobre nosotros, todo con
el fin de sus intereses. Lo que refleja claramente la ambivalencia no solo de la justicia,
sino, de los otros principios de este entonces. Se supone que la finalidad de los
atenienses era llegar a la eudaimonía (felicidad propia), Por ello, también para él, el hecho
de que determinados tipos de conducta parecían suponer la preferencia de los intereses
de los demás al propio interés era el problema mismo, no la solución; y cualquier defensa
con éxito de la justicia y similares tenía que mostrar de algún modo que éstas iban,
después de todo, en interés del agente.

Para Platón y Aristóteles, el uso de la razón es una condición necesaria, no suficiente,


para vivir la vida de la arete práctica. De hecho, señalan que no todos los actos permiten
la reflexión, ya que, si vemos a una señora a punto de ser arrasada por un camión, no nos
daría tiempo de razonar y el camión ya la hubiera pasado a la decisión que Sócrates
hubiera hecho, si yo me arriesgo a salvar a la señora sería un acto de coraje y demostrará
la decisión razonable de mi obrar. Sócrates hubiese estado de acuerdo con esto como
una modificación importante de su posición. O bien podría haber ofrecido un modelo de
razonamiento diferente que hubiese incluido de algún modo las decisiones instantáneas,
como parecen haber hecho los estoicos, pero lo que se sabe es que para ellos lo correcto
es hacer en cualquier circunstancia, y actuado en consecuencia

Aristóteles, y los hedonistas como Epicuro, defienden que estas virtudes tienen un lugar
siempre y cuando aumenten el placer. Aunque la definición de placer es bastante grande,
Epicuro la explica como la ausencia del dolor, entonces el hacer lo justo hacer lo justo
será la forma más eficiente de evitar daños dolorosos para uno mismo, una actitud
moderada hacia los placeres nos ahorrará tanto la frustración del deseo insatisfecho como
las consecuencias de los excesos, y el coraje resultante de razonar sobre las cosas que
tememos eliminará la forma más potente de angustia mental. Aunque esto hace énfasis
en autointerés y puede parecer egoísta y Epicuro la definiría así.

Pero si solo importa las acciones buenas o correctas, ¿Cómo es que llegamos a
diferenciarlas de las malas decisiones? Para los hedonistas la acción correcta era la que
tenía como fin tener una contribución de placer. Por otro lado, Sócrates afirma que ni él
puede dar una explicación adecuada de eso que valora tanto, la arete, ni ser capaz de
encontrar a nadie que pueda hacerlo y Platón lo describe como una persona que se
comporta como si cualquiera pudiese descubrir su contenido.
Platón empieza a tener más fuerza con su teoría general del conocimiento (la «teoría de
las formas») tiene mucho en común con la teoría de las ideas innatas. Lo que se conoce,
al nivel supremo y más general, es una colección de objetos, de la que todos tuvimos
conocimiento directo antes de nacer (las «formas» o «ideas»), por esto se dice que todos
tenemos ideas de que es lo correcto o de verdades generales pero que solo las personas
más sabias tienen el poder de recordarlas al pie de la letra La consecuencia es que la
propia arete sólo está totalmente accesible a éstos, por cuanto supone el ejercicio de la
razón y la elección deliberada (no se puede elegir lo que no se conoce), y la mayoría, si
quiere ser capaz de imitar la armonía descubierta por las personas intelectualmente más
dotadas, debe ser despojada de su autonomía.

Platón nos habla mucho de tipo de persona que deberíamos ser, y sobre el porqué y
expone dos tipos de conducta correcta por ejemplo en su famosa «doctrina del término
medio», que sitúa cada una de las «virtudes» entre los correspondientes «vicios» del
exceso y el defecto. El coraje será cuestión de encontrar el equilibrio correcto entre el
miedo y la confianza; la moderación está entre la gratificación excesiva y la total
insensibilidad al placer; el ingenio entre la grosería y la falta de humor, y así
sucesivamente. También subraya, mucho más de lo que lo hizo Platón, lo difícil que es
aplicar estas descripciones a los casos concretos, y en general lo imprecisa que es la
ciencia de la ética. El mundo está plagado de problemas —sobre las formas de la guerra,
sobre la propia guerra, sobre la vida y la muerte, la sexualidad, la raza y la religión—
sobre los cuales apenas podemos considerar adecuado el mero aseguramiento de
Aristóteles: ‘’la madurez traerá la respuesta’’.

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