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El país está particularmente expuesto a catástrofes por ubicarse sobre el “Cinturón de Fuego

del Pacífico”, zona sensible a sismos y erupciones volcánicas al estar justo sobre la unión de
placas tectónicas. Su ubicación costera deja a la mayor parte del territorio a merced de
marejadas y tsunamis, al tiempo que debe hacer frente a más de 500 volcanes potencialmente
activos.

En promedio, cada año entre 1980 y 2011, Chile registró pérdidas cercanas al 1,2% de su PIB
debido a desastres naturales, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del
Riesgo de Desastres (UNISDR).

Por tanto, la preparación para enfrentar situaciones adversas es clave. Por sus características,
Chile responde a las emergencias con la infraestructura del Estado –municipios,
gobernaciones, intendencias, Ministerio del Interior– y con las capacidades que organismos
públicos y privados aportan al Sistema Nacional de Protección Civil (SNPC), cuyos organismos
técnicos monitorean las amenazas para activar el sistema de alertas, junto a la Oficina Nacional
de Emergencias (Onemi).

Esta última tiene el papel de coordinar, planificar y ejecuta acciones preventivas, de alerta,
respuesta y rehabilitación. A través de sus Sistemas de Comandos de Incidentes (SCI), también
participan instituciones especializadas y otras que aportan capacidades en distintas instancias,
como las Fuerzas Armadas.

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