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Estefanía Bohórquez

201712237

Resumen

Durante el siglo XIX, el movimiento ideológico de la Escuela de Manchester logró dar


nuevas orientaciones para la disciplina antropológica inglesa. Se pasó de bases relacionadas
con conceptos de integración y continuidad a ideas que abarcaban más un énfasis en los
procesos en sí y en la importancia del cambio en los procesos. Sin embargo, no se había retado
directamente el funcionalismo estructural anteriormente propuesto por Durkheim, ya que
había muchos trabajos cuyas bases implícitas eran las ideas durkheimianas. Es decir, la idea de
que la sociedad es comparable con un organismo funcionalmente organizado aun era bastante
común en el trabajo antropológico.

Sin embargo, los estudiantes de Malinowski y Radcliffe-Brown eran más abiertos a estos
nuevos cambios, y parecía más fácil para ellos considerar los nuevos enfoques de la disciplina.
Un ejemplo de estos es Raymond Firth, quien vio cambio social durante su trabajo de campo y
establece que el individuo es un agente clave en este cambio. Su trabajo teórico plantea la
posibilidad de establecer que hay una flexibilidad en la sociedad. Sin embargo, debido a que el
funcionalismo estructural era aún tan prominente, también incluyó nociones de función y
estructura. En otras palabras, Firth propone un elemento nuevo que tiene en cuenta el
dinamismo de la sociedad, sin rechazar necesariamente lo que ya se había planteado sobre su
organización. En general, Firth afirma que las acciones no siempre siguen las normas
establecidas, sino que se someten a las decisiones estratégicas de contextos particulares.

La Universidad de Cambridge fue una de las instituciones que presentó mayor reto
directamente al funcionalismo estructural. En Cambridge se concentraron muchos de los
estudiantes de Malinowski, quienes consideraban las acciones individuales más allá de las
totalidades determinantes de las sociedades. La universidad no contaba con mayores avances
frente al cambio teórico antes de la dirección de Meyer Fortes, asumida en 1950. Aunque hubo
varios antropólogos en la institución que propusieron teorías individualistas que se separaban
mucho del funcionalismo estructural, no se creó realmente una escuela específica. Una de las
estudiantes de Malinowski que propuso ideas individualistas en Cambridge fue Audrey
Richards, quien defendía que los procesos sociales son demasiado complejos como para
clasificarlos de manera determinantes. Otro grupo de antropólogos que permitió deconstruir la
idea del funcionalismo estructural se centró en lo que se llamó la antropología política, que
analizaba lo que ocurría en la práctica política real, no lo que se decía dictaban las normas
políticas. Dos de ellos fueron Leach y Barth, cuyos trabajos tienen un enfoque analítico grande
que analiza las tensiones y los conflictos en la política.

La aproximación de Leach es novedosa ya que dice que ni los mitos ni los procesos
políticos (ni, por ende, la relación entre ellos) son estables, sino abiertos a interpretación. En su
libro, Leach muestra como la organización de los Kachin osciló entre un modelo igualitario y
otro jerárquico a largo plazo y atribuyó elementos situacionales a la justificación de ambos
modelos. Además, Leach comenta que los modelos son idealizaciones que, aunque útiles, no
necesariamente determinan las acciones en la sociedad. Se muestra, entonces, el espacio que
hay en la sociedad para las decisiones y operaciones individuales.
Estefanía Bohórquez
201712237

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Por otro lado, la aproximación de Barth, estudiante de Leach, busca plantear la política
como un proceso encaminado por los objetivos y las operaciones individuales de las personas
(transaccionalismo). En sus aportes, la estructura social no tiene protagonismo, sino que es un
fenómeno secundario de las decisiones individuales. Básicamente, no se le da a la estructura un
papel explicativo frente a los fenómenos sociales (las cosas no ocurren por haber una estructura
determinada). Además, Barth planteó que la identidad étnica es manipulada por diversas
razones y es una categoría de significado. Barth, entonces, entiende que las características de
una sociedad se reconocen en contraste con las de otra sociedad, pero que estas características
pueden cambiar, no son estáticas y además están atadas a las situaciones contextuales de
determinado momento.

Esta discusión, dada en el Reino Unido, no ganó mucha importancia en la disciplina


estadounidense al estar ella centrada en el concepto de cultura. Sin embargo, agentes como la
Escuela de Chicago y Ralph Linton sí se interesaron en la interacción social. Este último
diferenció posición social (expectativas, posición formal de un agente en torno a sus relaciones.
Estática, guiada.) y rol (traducción de la posición social en la realidad. Dinámico). Erving
Goffman, por otro lado, fue muy reconocido debido a sus estudios de interacción y
comunicación. Desarrolló un aparato de descripción de las rutinas de la vida diaria, con un
enfoque en el individuo, sus acciones, motivaciones e intereses. Él mismo presentó la metáfora
del actor en el escenario para mostrar como hay muchos espacios y posibilidades de decisión
en cada una de las situaciones en la sociedad. Goffman también da énfasis a la reflexividad que
se presenta en muchos de los escenarios de la vida social. Sus planteamientos fueron muy
importantes para la sociología norteamericana. Siendo así, el mundo cambiante exigía métodos
apropiados para pensar este mundo cambiante. Las ideas anteriores no eran lo suficientemente
complejas, y se dio más énfasis al aspecto práctico de la vida y las sociedades, además de un
énfasis a lo individual por encima de lo colectivo.

Durante los años 50 también se abordó el concepto de cambio desde varias


perspectivas. Una de ellas tuvo relación con el significado y el simbolismo, que estaba inspirada
en un resurgimiento de las ideas de Max Weber. A diferencia del estructuralismo, que indica
cómo la estructura es un límite a la acción humana, se volvió a dar importancia al significado de
la acción de cada ser humano de manera creativa. Sin embargo, un particularismo histórico no
era tampoco aceptado de manera generalizada debido a su falta de desarrollo teórico y su
enfoque cerrado. El nuevo camino busca encontrar un medio de análisis que no haga uso de
estructuras de control ni estructuras abstractas. De allí se busca el papel del significado y de los
símbolos, llamada antropología simbólica e interpretativa. Estas corrientes se unen en sus
enfoques y objetos de estudio, pero se diferencian en sus lugares de surgimiento.

Es notable que la simbología no era ignorada en la disciplina antropológica, pero se


consideraba únicamente con sus implicaciones sociales y políticas, no independientemente.
Hubo dos antropólogos que tuvieron en cuenta una sociología de integración con un método
interpretativo del significado simbólico: Víctor Turner y Mary Douglas. El primero realizó un
trabajo sobre cohesión social y símbolos con una gran carga durkheimiana a la hora de analizar
rituales (que se supone muestran valores y tensiones de las sociedades). Turner se enfocó en lo
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simbólico, mezclándolos con la integración social. Además, Turner plantea que la integración
social no se puede dar por sentada y es problemática. Dijo que los humanos construyen vida
social contra las fuerzas naturales que representan amenaza para él; los símbolos permiten la
organización de la solidaridad, y se usan para reproducir el orden social.

El problema de la integración también fue abordado por Turner en sus publicaciones,


donde afirma que las sociedades patrilineales y matrilineales abordan criterios distintos para
el manejo de algunos elementos sociales (por ejemplo, se puede ser matrilineal, pero abordar
la herencia de manera patrilocal). Se planteó un sistema social ambivalente, o no estable, e
incluye el drama social (rito de paso) en donde se expresan las reglas sociales de manera
simbólica. Este concepto de drama social contiene implícito un concepto ya tratado: el cambio.
Sus planteamientos desarrollaron la teoría de la comunicación ritualista. Junto con su influencia
de Van Gennep, se consideró que los rituales implican transformación de una posición a otra,
pasando por un estado de crisis en el que el ritual se enfoca e intenta controlar mediante los
valores que la sociedad dicta. En este estado de crisis no aplica ninguna regla, e incluso a veces
se transforman los roles de los individuos. Esto implica también un estado creativo que permite
el cambio. La estructura general, sin embargo, parece mantenerse y reintegrarse, y la
solidaridad (comunitas) no permite el desarrollo de los aspectos revolucionarios durante el
estado de crisis, y genera una decisión consiente de participación en el grupo. Los símbolos,
entonces, pueden ser agentes de cambio, y pueden representar diferentes elementos en
distintos contextos. Siendo así, se puede crear sentido de comunidad con ellos. Turner, en
resumen, invierte el orden establecido instaurando que la crisis y el cambio es en realidad el
centro de la sociedad.

Por otro lado, Mary Douglas, quien generó trabajos africanistas y fue estudiante de
Evans Pritchard. Debido a sus debates con antropólogos de otros países, Douglas es vista como
in puente entre las líneas francesa y británica de la antropología. Su trabajo combina las líneas
estructuralista y simbólica con modelos de estructuralistas y psicoanalíticas. Douglas conecta
las instituciones y los símbolos, que entiende como los medios de clasificación social que
distinguen y separan categorías. Este sistema, dice Douglas, refleja el orden de la sociedad,
aunque algunos fenómenos no caben en la clasificación (resultan amenazas para la estabilidad
social). La antropóloga dice que muchos eventos en las sociedades parecen ambiguos o no
comunes, por lo que su interpretación es compleja, y se usan conceptos como “pureza” y “tabú”
para crear juegos que permiten organizar el mundo y reducir las ambigüedades cotidianas. Las
reglas que evitan anormalidades forjan una idea de normalidad, lo cual fortalece la unión y el
consenso grupal. Douglas plantea la distinción, por ejemplo, de lo sucio y lo puro (desorden
versus orden), donde el desorden tiene que ser controlado. En los rituales, se permite la
creación y recreación de lo puro y lo sucio, lo que permite reforzar los valores de las sociedades,
para entrar en relación con el mundo. En comunidad, Douglas explica que las prohibiciones
ancestrales tienen diferentes categorías que, por ejemplo, definen lo que se puede comer o no.
Estas prohibiciones permiten organizar y clasificar el mundo para crear una realidad en la que
nos sentimos más seguros.

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