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FUENTES SOBRE TELEVISIÓN BASURA

Fuente 1: El mito de la pantalla que educa. Televisión y educación en el Perú: tensiones


y posibilidades
http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/lamiradadetelemo/article/view/3489/3382

Desde el primer momento de la llegada de la televisión al Perú, sus curvas fueron objeto de
deseo para la clase política y sujeto de sospecha para el sistema educativo. Un invento novedoso,
exótico, pero también poderoso, sobre todo para llegar a donde el Estado no podía (o quería).Fue así
que los contenidos informativos y propagandísticos antecedieron al entretenimiento lúdico, hoy
requisito ineluctable asociado al éxito comercial de los programas. Resulta anecdótico recordar, a
propósito de los 50 años de televisión en el país, que las primeras transmisiones ocurridas en 1958
hayan sido hechas desde la sede del Ministerio de Educación. Esta paradoja se inscribe en una tensa y
ambigua relación, casi de amor-odio, que han sostenido desde siempre la televisión y la educación en
la pantalla nacional.
Cuando hablamos de televisión educativa imaginamos, casi por defecto, a nuestro peor profesor
repitiéndonos una clase horrible, sólo que esta vez, en nuestra pantalla del televisor: aquella reservada
para la diversión y el relajo y que se ve contaminada por la presencia enemiga de alguna reminiscencia
colegial. En general, la idea de televisión educativa representa para el común de los peruanos una
síntesis de experiencias negativas –escolares y televisivas– y funciona, para decirlo en términos
silvestres, como un matrimonio disfuncional para el que la convivencia resulta insoportable.

Ver o no ver: el eterno dilema


Existe una doble moral, de académicos, especialistas y consumidores, para enfrentar el asunto de
la calidad televisiva. Por el lado del consumo, los televidentes exigimos una “televisión con contenidos
educativos”, pero casi nunca la vemos. La última encuesta del Grupo de Opinión Pública de la
Universidad de Lima, al respecto, revela explícitamente que una de las razones más importantes por la
que los peruanos vemos televisión es por sus “contenidos educativos y culturales”. Si a ello le
sumamos que también la vemos “por la información internacional [que brinda]”, podríamos referirnos
a una clara exigencia educativa que dista mucho, a la hora del análisis, de las cifras de audiencia.
A propósito, de la mencionada encuesta, el crítico de televisión Fernando Vivas (2008) comentó
respecto a los resultados:
En las preferencias por géneros se confirma esta peruana adicción: 62,6% prefiere noticieros,
seguida de un 41,5% que prefiere películas y 29,7% deportes. Para reconfirmar esta sed de noticia y
desconfianza en el show, 51,8% dice que ve TV para informarse, 40,7% para entretenerse y solo 3,7%
para educarse (con este último dato respondo a los que me dan la lata con la misión educativa de la
tele. ¡La gente no zapea para educarse, para eso están la universidad y el colegio!).
De un tiempo a esta parte, decir que vemos documentales sobre la procreación de los osos panda
en Nat Geoo que somos fieles seguidores del programa La función de la palabra de Marco Aurelio
Denegri nos ubica en un hipócrita estatus de “consumidores responsables”. En contraparte, cuesta
demasiado admitir que vemos el programa de chismes de farándula de Magaly Medina que –
“inexplicablemente”- encabeza las sintonías. Este divorcio entre la tele y la educación está
impregnado por el tufillo del deber ser, en términos de oferta y demanda, y no de los lo que es o lo
que puede ser, en términos de posibilidades reales.
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Por otro lado, no es nuevo decir que la televisión no está hecha para educar y ampararse, para
ello, en una serie de falacias conocidas y sobre las que ya bastante se ha escrito. Entre las principales,
el experto español Pérez Tornero (2007:33-34), criticando al estadounidense Casey en sus Television
Studies nos presenta cuatro:
 La televisión no puede “enseñar”, porque es percibida como un medio recreativo, usado
principalmente para el entretenimiento y la relajación.
 Ver televisión es concebido como una actividad pasiva mientras que la adquisición de
habilidades y conocimientos es considerado como una actividad intencional.
La televisión representa un flujo de información en un solo sentido mientras que el espectador
(aprendiz) tiene escaso o nulo control sobre la transmisión de la información (a diferencia del aula, no
puede implicarse en el proceso de aprendizaje).
 La televisión se relaciona, sobre todo, con lo que se consideran tradicionalmente formas no
letradas de enseñanza, porque es esencialmente oral y visual.
Como se lee, la mayoría de argumentos se vinculan a cualidades impuestas por el uso social y no
por lanaturaleza específica del medio. La idea de que la televisión sólo sirve para relajar es ya de por
sí una rémora para su voluntad educativa; difícilmente alguien crea en esa posibilidad en tanto el
consumo mayoritario se mantenga en las antípodas. Como señala Protzel (2008: 114), “la oferta
definitivamente influye sobre la demanda al inculcarle determinados hábitos de decodificación al
presentarle sobre todo modelos de identificación y proyección aspiracionales y al ‘engreírla’ con
productos carentes de filo reflexivo”.
También son discutibles las ideas de la unidireccionalidad de la televisión como óbice para el
ejercicio pedagógico. De hecho, la participación activa del estudiante en el proceso de aprendizaje es
una corriente relativamente moderna. Durante siglos los niños o discípulos tenían como una misión
ver y aprender (imitar) y las preguntas estaban reservadas para ciertos momentos. La interacción, si
bien fundamental, no es un requisito sine qua non para aprender. Además, hoy la mayoría de
programas televisivos tienen presencia en Internet a través de foros, blogs y chats, lo que permite
resolver de alguna manera ese reclamado vínculo directo. La televisión digital, por otro lado, podría
ser capaz de resolver esa limitación de modo autónomo.
Que la televisión relaje, por otra parte, no se contradice a su acción pedagógica. Esta concepción
resulta tan absurda como pensar que las escenificaciones públicas de las tragedias griegas cumplieron
el mismo fin que los circos romanos. Aquéllas estaban pensadas para la reflexión sobre las cuestiones
sociales y cumplían un claro efecto educativo, a diferencia de éstas, que eran, como dicen que es la
televisión, para el relajo, el morbo y la catarsis. En efecto, los griegos, hace ya algunos años,
comprendieron que con las cátedras en las ágoras (para las elites) y con las representaciones trágicas
en los teatros (para las masas) se lograba el mismo cometido: educar. ¿Por qué limitar de circo y privar
de teatro a la teleaudiencia?
Negar el valor pedagógico de la televisión en una sociedad como la peruana, que atraviesa una
intensa crisis educativa, es contraproducente. Como recuerda Teresa Quiroz e su más reciente estudio:
Los medios de comunicación en general y la televisión en particular les permitieron a las masas
urbanas acceder a un consumo que llena su tiempo libre, “enseñándoles” [la cursiva es mía] muchas
cosas, proporcionándoles referentes para la conversación cotidiana, así como fruición a través de
estéticas y relatos efectistas, facilistas, superficiales e inmediatos, muy distantes de la oferta cultural
para las élites. (Quiroz, 2008: 31)
Este artículo, lejos de “seguir dando lata”, aspira a volver la atención sobre algunas
posibilidades educativasde la televisión, ad portas del emocionante apagón analógico y de la
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reinvención que este supone a nivel de contenidos y posibilidades para la televidencia. No se trata,
repito, de elaborar un juicio histórico, sancionador, o de victimizar a la responsable audiencia de sus
contenidos, sino de plantear a la producción audiovisual otra entrada a la temática educativa con más
adrenalina que moralina.

Aprender sin querer queriendo


Por el lado de la producción, a muchos –y muy buenos- hacedores de programas, les da
espasmos admitir que sus programas son o puedan ser educativos. Muy pocos consideran que el
contenido de los mismos persigue ese fin, pero se muestran satisfechos ante tal resultado. Durante el
último semestre, se realizaron una serie de grupos focales con televidentes para evaluar el impacto
educativo de algunos programas peruanos –actuales y pasados–; la mayoría de consumidores
coincidieron en la siguiente contradicción: dudaban de haber participado en algún proceso de
aprendizaje mientras veían sus programas infantiles, pero todos recordaban con increíble exactitud las
letras de las canciones y podían enumerar una serie de valores, comportamientos y conductas positivas
estimuladas por ellas.
Como bien cuestiona Alejandro Piscitelli (2008: 54), que los niños sean capaces de recordar el
nombre y las características de cientos de muñecos de Pokemon, pero sólo pueden retener el nombre de
un par de ríos en el mundo es un claro indicador de que algo en la educación tradicional está fallando.
No es un problema cognitivo, ni siquiera de “falta de concentración”, como reclaman muchos
sicólogos, sino del gran ruido generado por el alejamiento de la emoción a la razón en el acto
educativo. La televisión, por su naturaleza espectacular, tiene un potencial mayor al del maestro en ese
sentido. Y en tanto competencia, el propio sistema prefiere recluirlo a las calderas de la duda.
Pero no sólo nos referimos al ámbito infantil donde es más “fácil” aceptar que se está educando
(es más “natural”). Hablemos de comedias de situaciones (sitcoms) como Así es la vida, o miniseries
de personajes folclóricos populares que con determinación superaron la adversidad. Son un rotundo
éxito en la pantalla peruana y proponen, queriéndolo o no, un “aprendizaje de roles sociales y la
fijación de niveles de aspiraciones personales, vale decir, de comportamientos que sirvan de modelos
imitables” (Protzel, 2008: 134). En los grupos focales realizados, televidentes de distintas edades
confesaban “encariñarse” con algunos personajes en particular, lo que les permitía reflexionar
éticamente sobre sus conflictos y utilizarlos como referentes en su conducta cotidiana. No hay un
efecto espejo, desde luego, pero los logros y fracasos de los que aparecen en la tele siempre estarán
allí, en nuestra mente imaginada a la hora de plantear nuestras propias acciones.
Resulta claro que el rol primario de la televisión no es educar, pero ya hemos dicho, lo hace.
Otro tema es que lo haga bien, regular o mal; pero a ese costal no entraremos (por miedo a no salir
nunca, desde luego). Los niños juegan a ser los personajes que aparecen en la tele (no sólo los héroes
superpoderosos de la ficción, sino los periodistas del noticiero e incluso los invitados del reality) y los
adultos discuten en sus reuniones y centros de trabajo respecto a las noticias que la tele-agenda
difunde. La vida toda está atravesada por ese aparato, presente en casi todos los hogares peruanos6 y la
cultura audiovisual en que vivimos ha superado por completo la idea de aprendizaje único dado por los
padres y los maestros. En hogares cada vez menos fortalecidos y en escuelas cada vez más
cuestionadas la televisión e Internet -que en algún momento podrían ser lo mismo- son las nuevas
fuentes de saber. La legitimación social migró delmagíster dixit al as seen on TV.
Ahora bien, es preciso establecer una clara diferencia entre la intención y
la consecuencia educativa en la programación. La primera parte de una clara finalidad educadora, una
motivación explícita de transmitir saberes específicos o dotar al televidente de habilidades precisas. En
esta categoría encontramos desde los programas gastronómicos que muestran recetas y cómo

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prepararlas, hasta la emisión de una conferencia científica o una clase a distancia. Ambos productos
comparten la misma intención, aunque las fórmulas y formatos disten entre sí.
Hay productos que, por el contrario, sin tener una concepción o deseo educador, terminan
transfiriendo datos o promoviendo comportamientos o conductas con tanto o más éxito que los
estrictamente llamados “programas educativos”. Es aquí donde este artículo pretende llamar la
atención: Volvemos la mirada sobre la recepción inconsciente y la dicotomía entre pensar y sentir. El
especialista catalán Joan Ferrés (2003: 65) sostiene que el “éxito de los medios de masas audiovisuales
se explica en buena medida por la facilidad con la que dan respuesta a necesidades emotivas más o
menos inconscientes”. Los personajes de las telenovelas son socialmente queridos u odiados en la
medida que reflejan o se alejan de nuestros paradigmas, o sirven, precisamente, de referentes para
construirlos. La televisión se vuelve una práctica cultural o, en términos del crítico colombiano Omar
Rincón (2002: 48), un pegante simbólico, un producto para vernos e imaginarnos.
Resulta claro entonces que “el entretenimiento se convierte en un modo de educarse también en
la medida que se consumen valores, significaciones, que pretenden articular simbólica, afectiva y
racionalmente” (Quiroz, 1984: 98). Más que la aprehensión de datos por parte del televidente
(concepción que el pedagogo brasileño llamaba educación bancaria) los contenidos televisivos
proponen múltiples entradas sensoriales al mundo; más que reflexiones acabadas, nos bombardean con
imágenes seleccionadas, muchas veces lejanas a nuestra experiencia inmediata, que la convierten en
una ventana hacia lo ajeno. La trama discursiva de la pantalla confunde los sentidos: puede embobar y
encantar, puede adulterar y ser sincera, puede manipular o invitar a la exploración; hace todo lo que un
maestro al frente de sus estudiantes: ofrece, siguiendo a Freire, los insumos simbólicos para la
construcción de nuestro propio mundo.
A pesar de todo, como bien recuerda Guillermo Orozco, la relación entre educación y televisión,
singularmente en América Latina, siempre ha estado gobernada por la mutua sospecha sobre sus
potencialidades y confinada a compartimentos independientes y estancos:
La educación equiparada con la instrucción, las instituciones educativas confinadas a las
instituciones escolares, los aprendizajes entendidos como productos sólo legítimos de la enseñanza,
los educandos asumidos sólo como alumnos, el conocimiento entendido como nociones y los saberes
sólo como resultantes de prácticas de laboratorio son apenas algunos de los múltiples reduccionismos
vigentes. (Orozco, 2001: 70)
En una magnífica investigación publicada el 2006, Rosa María Alfaro y Alicia Quezada
presentan el juicio crítico de niños y adolescentes peruanos para los que hace mucho la televisión
forma parte de su habitus cultural. Entre los valores más apreciados está el del aprendizaje –
espontáneo o programado– que los programas no educativos les brindan. Los niños dicen
aprender tanto de las telenovelas y noticieros como de los documentales y series de corte cultural
(2006: 56).
Partiendo de esta reflexión es conveniente detenernos y reconocer que nos enfrentamos a un
sistema de doble vínculo. Uno que podríamos llamar el vínculo formal establecido por la relación
abierta entre el sistema educativo oficial y los medios de comunicación, y el otro, el vínculo
informal constituido por el contenido de datos, información y valores emitidos por programa no
oficiales y organizados por la propia audiencia en función de su consumo y necesidad. Cada uno, en
sus funciones, limitaciones y posibilidades, brinda un programa de experiencias en los televidentes que
les permite, en el terreno más amplio, aprender y comprender. Sin miedo de caer en la noción ambigua
de que “todo educa”, debemos reconocer que televisión ocupa un lugar relevante en la estructura
social, más que objeto de culto, como instrumento de mediación y legitimación de los discursos
sociales (emitidos por las personas con poder mediático).

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De la Teleducación al Eduentretenimiento
Los orígenes de la comunicación educativa se remontan a 1920 con el reconocimiento de los
medios de comunicación nacientes como instrumentos que podrían servir al campo de la instrucción,
esto es, como auxiliares didácticos –algo así como el uso insulso que algunos le dan a
los powerpoints en nuestros días–. Pero la televisión como nueva inquilina tecnológica recién entró a
escena hacia fines de la década del 50 y con ella, el gran dilema de su (dis)función educativa.
Con la dictadura militar encabezada por Velasco Alvarado, la televisión –como todo– pasó a
manos del Estado (¡gobierno, perdón!). La conculcación fue sustentada por “razones de seguridad y
por ser medios de educación masiva”. Por primera vez, un régimen político peruano sustentaba las
potencialidades educativas de la televisión de forma explícita y argumentaba que para que esa
educación sea posible, el Estado debía controlarla, tanto en su propiedad cuanto en su gestión, sus
contenidos, su programación y hasta su publicidad (Perla, 1995: 84).
A partir de 1962, hubo una marcada tendencia hacia la producción de programas con enfoques
pedagógicos y de difusión cultural (de alta cultura, por cierto, en su concepción menos
interaccionista). En poco tiempo se fundó el Instituto Nacional de Teleducación (INTE) cuya misión
era “ampliar y mejorar la cobertura del sistema educativo”. Con él, una etapa de producción
explícitamente dirigida a “educar a las masas”. Los televisores eran repartidos por el Gobierno en
parroquias, plazas y escuelas y la teleaudiencia como actor social empezaba a formarse (Quezada y
Paredes, 2006: 140).
El enfoque gobernante entonces era el de la Teleducación, entendida como el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación para proveer educación a distancia. Múltiples
esfuerzos nacionales, regionales y continentales estaban dirigidos a la creación de redes de producción
de programas bajo esta corriente y los pocos satélites habían sido comprometidos a las tareas de
enseñanza. (Crovi, 1998)
Hasta antes del golpe militar de Velasco Alvarado, la pantalla nacional ya tenía una clara
orientación hacia este enfoque. Programas como La Telescuela del 7 y TV en el Aula eran elaborados
bajo los principios detelematizar los contenidos escolares a través del espectro electromagnético, suplir
al maestro. El gobierno militar aportó en gran medida a la especialización de esos programas hacia el
segmento infantil y la gran proporción de ciudadanos analfabetos que existía en el país. Uno de los
programas con mayor éxito y recordación fue Titiretambo, serie dirigida a niños entre 4 y 7 años cuyo
aporte en la formación de valores fue trascendente. En la elaboración de los libretos participaban los
niños beneficiarios e incluso las voces de muchos de los títeres que protagonizaban el espacio eran
prestadas por ellos. Esas ideas colocaron el programa en una posición de vanguardia para las fórmulas
de la época, siendo reconocidas por la UNESCO como un aporte innovador al desarrollo de la
Teleducación, que fue perdiendo terreno con la llegada de otro dictador, Morales Bermúdez, y con los
gobiernos democráticos sucesivos. (Quezada y Paredes, 2006: 141-145).
En paralelo y sin llamar la atención, un nuevo enfoque fue tomando cuerpo sin proponérselo: el
Eduentretenimiento. Hasta entonces no se había discutido el uso potencial de
programas no concebidos para la educación, como las telenovelas, para llegar a un público más
amplio. Es algo que se conoce bajo el concepto de educación indirecta y que resulta un recurso
exitoso, por ejemplo en poblaciones que dependen de la televisión ante las deficiencias de los sistemas
de instrucción formal.
Una de las grandes inspiradoras de este enfoque fue, sin duda, Simplemente María, telenovela
peruana aparecida en 1969 que narraba las desventuras de una humilde costurera provinciana que se
enamora de un joven millonario y deja la pobreza a punta de esfuerzo y una máquina de
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coser Singer. La historia fue un referente latinoamericano del triunfo contra la adversidad: María fue
al colegio de adultos para aprender a leer y escribir, lo que ocasionó un evidente incremento de las
tasas de matrícula en escuelas para adultos en la región. Otro indicador innegable del impacto de esa
telenovela fue el astronómico aumento de venta de máquinas de coser, como la que la protagonista
usaba, al punto que los dueños de la marca le regalaron a la protagonista –Saby Kamalich– una
máquina de oro. Pero más allá de lo anecdótico, hablamos de los orígenes de lo que hoy se
denomina product placement.
Hoy el Eduentretenimiento es un concepto ampliamente difundido, aunque aún subvalorado por
algunos sistemas de educación formal resistentes al cambio, como el peruano. Países como Brasil, sin
embargo, han incorporado esta corriente a través de productos de éxito rotundo y de consumo mundial,
como sus afamadas telenovelas:
Desde la década de 1970, la experiencia ha mostrado buenos resultados en la inclusión de
temas de interés público, como la necesidad del cuidado ambiental, el problema de las drogas o la
importancia de la educación formal. El secreto consiste en no perder de vista que el entretenimiento
es lo que convoca en primer lugar. Dice la guionista brasileña Gloria Peres, autora, entre otras, de la
exitosa El clon: ‘La novela no se puede tornar una clase ni puede ser aburrida. Yo siempre introduje
en todas mis novelas campañas de esclarecimiento sobre asuntos muy presentes en la vida de la
población. Pero hay que hacerlo de forma que emocione, sin detener la historia’.

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?


No es gratuito que los países más desarrollados en materia de industrias culturales tengan, a su
vez, las regulaciones más estrictas. Es muy curioso, sin embargo, que precisamente esas sociedades de
marcada tendencia liberal —fuertemente asociadas al lassez fair, lassez passer de Estado—,
comprendan mejor la influencia de los productos mediáticos en sus sociedades, mientras que aquí
seguimos con la vieja monserga de la libertad de expresión y de empresa asociadas como parte del
mismo y truculento paquete.
Una anécdota que bien ilustra esta situación es la que ocurrió con Nubeluz, uno de los programas
infantiles peruanos más exitosos de todos los tiempos, cuando quiso llegar al mercado estadounidense.
El programa, producido por Panamericana Televisión, había iniciado un muy exitoso proceso de
internacionalización que lo llevó a las pantallas infantiles de gran parte de América Latina. Al llegar al
norte, el programa de la nube mágica se encontró con los escépticos podrían considerar una “paranoia
educativa norteamericana”. El Departamento de Educación, aplicando el estricto código de contenidos
de programas infantiles y siguiendo su política de discriminación positiva, exigió que la conducción
del programa muestre una composición étnica más plural (las dos dalinas eran blancas con rasgos
europeos), por eso en los pilotos en inglés aparecen también mujeres de razas negra, latina y
oriental. Asimismo, no había presencia masculina, razón por la cual se crearon
los golmodis (animadores hombres) ¿Por qué tanto alboroto del Departamento de Educación?
“¡Intervención del Estado!”, pensarán los ateos de la tele educativa, pero el razonamiento era claro:
con presumible inconsciencia, el programa representaba ciertos parámetros típicamente “latinos”
(como el machismo o el racismo) que los cuidadosos responsables pidieron corregir para construir para
los niños un mejor referente.
En estos países “desarrollados” educar es una de las funciones centrales de las televisiones
públicas y un componente esencial para la dación de licencias a privados, lo que supone un marcado
compromiso (las campañas de MTV enfocadas a la educación sexual de adolescentes y problemas
medioambientales en todo el mundo dan fe de ello). En el Perú, sin embargo, a partir de la devolución
de los canales y radios a sus antiguos concesionarios [luego de la expropiación que hiciera en nombre
del Estado el Gobierno de las Fuerzas Armadas entre 1968 y 1980], se asume que el rol educativo se
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vuelve pertinencia exclusiva de los medios públicos y que ellos [los medios privados] por qué
preocuparse de ese aspecto.
Entonces el drama se ahonda, porque en el Perú no hay televisión pública; sólo estatal, o más
precisamente, del gobierno y usada sistemáticamente para “transmitir, influir y defenderse”
(Roncagliolo 2006: 208). Entonces todos miramos con envidia experiencias como la BBC inglesa,
la Deutche Welle alemana y la PBS estadounidense mientras nos preguntamos “y ahora, ¿quién podrá
defendernos?”.
El periodista Guillermo Giacosa, en una reciente columna, propuso que:
[…] para tener una TV pública atractiva que “informe, inspire y eduque” y, además, desde su
independencia y pluralismo contribuya a crear valores que consoliden el tejido social dándonos un
sentimiento de pertenencia crítica a la sociedad de la que somos parte, son necesarias tres cosas:
educar, educar y educar. Para ello la televisión tiene un papel fundamental que debería articularse
armoniosamente con las instituciones educativas de la sociedad y con todos los sectores preocupados
por el bienestar general, por el crecimiento intelectual de la población y por el mejoramiento de la
calidad de vida, más allá de sus intereses particulares o sectoriales (Giacosa, 2008).
Otra anécdota triste. Hace más de un año circuló la noticia de que el Ministerio de Educación
había firmado un convenio con el Instituto de Radio Televisión (IRTP) —que es parte del mismo—
para que el programaSucedió en el Perú, producido y emitido desde la señal estatal pueda ser usado
como instrumento didáctico que complemente las clases de Historia del Perú en los colegios públicos.
¡Plop! O sea que alguien se dio cuenta de que la señal de TV Perú —otrora Televisión Nacional del
Perú— era capaz de hacer cosas buenas y que podían ser usadas en el sistema escolar. Con gracia
imponderable, el Viceministro de esa cartera señaló en un diario sobre el hecho: “Se trata sin duda de
una revolución educativa a través de Televisión Nacional. Si tenemos en cuenta que su señal llega a la
mayoría de lugares del país, éste es un hecho inédito que hay que valorar, y constituye un paso
fundamental en el desarrollo de la televisión al servicio de la educación”.
Hubiéramos preferido que nos mientan y digan que “como parte del plan nacional de
Educación”, ese programa, como varios otros, iba a ser incorporado al sistema curricular de manera
regular. Pero no, la clase política suele elegir los peores momentos para decir la verdad. En la medida
en que el Ministerio de Educación siga concibiendo la relación entre medios y educación como
accesoria, los avances que se realicen serán siempre escasos, aislados e intrascendentes.
Son importantes pero insuficientes los esfuerzos que se hacen desde la sociedad civil, en
particular el trabajo que realiza el Consejo Consultivo de Radio y Televisión respecto a la promoción
de la nueva Ley de Radio y Televisión y los foros que organiza sobre el potencial educativo de la tele,
pero todo quedará una idea muy buena siempre que no exista una clara voluntad política para
resolverlos.

Se mira pero no se toca


Los procesos de enculturación y legitimación son ampliamente reconocidos y asociados a la
televisión, aunque relativamente poco estudiados, no solamente en el caso peruano. Hay muchos
indicios y regulares inferencias, pero contados estudios empíricos de recepción. Hay aquí una tarea
urgente/pendiente y de relevancia multidisciplinar.
Por otro lado, es preciso volver a valorar la producción televisiva en su conjunto como un
producto complejo y con claras consecuencias educativas. Su deficiente –o parcial– comprensión
como medio puramente instrumental —transmisor de relajo— y su desaprovechado potencial para

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promover cambios o valores va a provocar que el círculo vicioso (mala educación - malos programas)
se agrave.
Más que a su decadencia, la televisión educativa, está al inicio de una etapa expansiva.
Reformulada con la suma de enfoques aquí mencionados, se dirige a un mercado cada vez más
exigente y extendido. No es posible concebir un paquete de programación de televisión por cable
sin HBO, pero tampoco sin Discovery Channel. Y siendo que éste es un canal educativo, podríamos
inferir que no a todos nos disgusta educarnos a través de la televisión —y más bien nos da lata el
colegio o la universidad. El grado de diversificación y especialización de los canales-fórmula
educativos (por grupos etéreos y ofertas temáticas) son un claro indicador del insipiente mercado que
empieza a abrirse en el terreno de televisión educativa. En el Perú, el grado de sintonía alcanzado por
los documentales de Alejandro Guerrero, en los 90, o el éxito de los actuales programas dedicados a
relatar de manera divertida la historia y las tradiciones del país (Costumbres, Tiempo de
viaje, Aventura culinaria, A la vuelta de la esquina, entre otros) confirman la aparición de nuevos
segmentos de televidentes con intereses claramente educativos. De este modo, hacer televisión
educativa tampoco tendría que entenderse como un acto de filantropía, sino como un rentable negocio
con el que productores, consumidores y anunciantes, sin riesgo de luces rojas, convivan felices.
El gran reto para los que se suban al carro de la televisión educativa será que logren borrar, con
sutiliza casi quirúrgica, cualquier intento de repetir las fallidas fórmulas clásicas que combinan lo peor
de la educación con lo peor del entretenimiento. Emocionar e implicar deberán ser parte fundamental
de las nuevas metodologías pedagógicas. La educación será una consecuencia lógica, pero si no se
captura y mantiene a la emoción, la razón no podrá entrar con fórceps.
Lejos de proponer una regulación más estricta, lo que debería promover el Estado es un pacto
social. ¿Qué queremos los peruanos de nuestra televisión? ¿Qué queremos de nuestro sistema
educativo? En la medida que sigamos navegando a tientas, las necesidades y carencias de uno y otro
se chocarán repetidamente, generando desgaste, insatisfacción y una idea generalizada de que
televisión y educación son instancias contradictorias, excluyentes y enemigas, y que la posibilidad de
una pantalla que educa es sólo un mito irrealizable.
Adaptado de El mito de la pantalla que educa. Televisión y educación en el Perú: tensiones
y posibilidades. (Consulta: 24 de junio de 2015)
(http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/lamiradadetelemo/article/view/3489/3382)

Actividad:
Actividad:
Completa el siguiente diagrama

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Fuente 2: El poder de los medios de comunicación
http://www.youtube.com/watch?v=j2qtZHuVJhM

Actividad

a. Explique a qué refiere el concepto ‘Dominio comunicativo’ y relacione dicha concepción con la
realidad televisiva de nuestro país.
b. Responda. ¿Qué se entiende por ‘Independencia cultural’? ¿Nuestros medios de comunicación
masiva tienen su propia independencia?
c. Revise el caso de la fusión de AOL y Time Warner. Luego, conteste si es que esto es favorable para
el desarrollo cultural.

Fuente 3: Las 10 Estrategias de Manipulación Mediática - Noam Chomsky leído por Eduardo
Aliverti
https://www.youtube.com/watch?v=c56l0bf2Jb0
1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de
la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y
de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del
diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La
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estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse
por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la
neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los
verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al
público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como
los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado


“problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar
cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea
hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u
organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de
seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para
hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el
desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta
aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que
condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas
durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad,
flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos
cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de


presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento,
para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio
inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el
público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar
mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para
acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el
momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al


gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente
infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de
poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más
se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si
ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella
tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un
sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas
para guerras tranquilas”)”.

10
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto
emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y
finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro
emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas,
deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz


de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La
calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y
mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases
inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las
clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer


que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por


su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de
sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se
autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la
inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de
los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha
entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites
dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha
disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como
psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él
se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un
control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí
mismos.

Actividad:
1. Para cada una de las estrategias de manipulación propuestas por Noam Chomsky, incluya un
ejemplo propio de la televisión peruana y justifique el porqué de su selección.

Fuente 04: Impacto de la “televisión basura” en la mente y la conducta de niños y


adolescentes

11
http://www.detrasdelacortina.com.pe/download/Impactotvbasura.pdf

Definiendo el término televisión basura

El término “televisión basura” o “TV basura” viene dando nombre, desde la década de los noventa, a
una forma de hacer televisión caracterizada por explotar el morbo, el sensacionalismo y el escándalo
como palancas de atracción de la audiencia. La telebasura puede quedar definida por los asuntos que
aborda, por los personajes que exhibe y coloca en primer plano y, sobre todo, por el enfoque
distorsionado al que recurre para tratar dichos asuntos y personajes (tomado de Manifiesto contra la
telebasura en http://www.arrakis.es/~pedra/tvbasura.htm).

Para Gustavo Bueno Martínez, filósofo español, por televisión basura “se designa a cierto tipo de
programas que se caracterizan por su mala calidad de forma y contenido, en los que prima la
chabacanería, la vulgaridad, el morbo y, a veces, incluso la obscenidad y el carácter pornográfico”
(Telebasura y democracia. Cada pueblo tiene la televisión que se merece, 2002). Bajo una apariencia
hipócrita de preocupación y denuncia, los programas de telebasura se regodean con el sufrimiento; con
la muestra más sórdida de la condición humana; con la exhibición gratuita de sentimientos y
comportamientos íntimos.
Por lo tanto, la telebasura no es un género televisivo específico (entretenimiento, programas de humor)
aunque así lo parezca, sino que puede estar presente en toda la programación televisiva: desde un
noticiero a un programa de concursos, desde una telenovela a un magazine.
López Talavera y Bordonado Bermejo en su trabajo sobre Telebasura, Ética y Derecho (2005) señalan
que algunos de los argumentos para denunciar un programa como telebasura son la existencia de
manipulación informativa, opinión parcializada o tendenciosa, difusión de rumores e informaciones no
contrastadas, nulo respeto a la imagen, la intimidad y el honor; conversión del dolor y la miseria
humanas en espectáculo recabando en los aspectos más morbosos y sensacionalistas (recordemos
nosotros como en un talk show peruano la conductora ofreció dinero a quien lamiera axilas de un
sujeto totalmente sudoroso); fomento del escándalo y la violencia; utilización y cosificación del
Cuerpo humano, en especial el femenino; trivialización de temas sociales controvertidos, el insulto y el
griterío en vez del diálogo constructivo; fomento de la pseudociencia y el ocultismo; entre otros, la
lista es larga y nos coloca ante la idea que casi todo lo que nos ofrece esa televisión es basura (p. 314).

Este tipo de televisión de contenidos superficiales, manipuladores, embrutecedores, chabacanos y


violentos es a lo que nos referiremos con TV basura. Muchos temas son tratados con la superficialidad
propia de quien únicamente busca el espectáculo lucrativo, generando actitudes y representaciones
negativas en aquél sector de la audiencia que tiene en la televisión a su única –y más creíble- fuente de
información y –quizá- de educación.

Algunas características de la televisión muy bien analizadas por Giovanni Sartori son:
• Se suele creer en lo que se transmite.
• El tipo de comunicación es unidireccional.
• La información que llega tiene que ver con los valores, normas y actitudes de quienes la transmiten.
Finalmente, pero relacionado al caso mediático Chomsky nos recuerda que una forma de manipular al
espectador y consumidor moderno es “estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…” (Chomsky, N.,
2012)

Los contenidos de la TV: Imagen de hombres y mujeres en la pantalla

12
Tendríamos que hacer un listado de los temas que de manera directa o indirecta se ven influenciados,
trastocados y deformados por los contenidos televisivos y sus formas de exposición. Por ejemplo:
• Los roles masculinos y femeninos desfigurados.
• Los estereotipos sexistas.
• Los modelos de belleza femenina.
• La mujer como objeto sexual.
• La ridiculización del homosexual.
• La neurotización de las relaciones de pareja expuestas en las telenovelas. Llamo yo a eso la
teleneurosis. (Arboccó de los Heros, 2009).
• El reinado de la chatura y lo cotidiano.
• La vulgarización de la vida, la destrucción del lenguaje y el empobrecimiento temático y cultural.
• La desinformación y manipulación de los contenidos políticos (los ya conocidos trabajos
psicosociales de los gobernantes de turno).

Los medios de comunicación ejercen un poder mayor que antes por el “aflojamiento” de las estructuras
familiares, ocupacionales y educativas. La televisión, y ahora la internet, se apropian del poco tiempo
del que disponen los niños para dedicarse a las actividades lúdicas y recreativas. Los medios de
comunicación se han transformado en el centro fundamental de socialización para la juventud pobre,
proceso basado en consumismo y violencia (García y Ramos, 1988). Las cadenas televisivas han
producido ciudadanos que muy poco saben y que se interesan por banalidades.

El acoso de la TV
¿Cómo nos puede acosar la televisión con sus contenidos? La respuesta, pensamos, está en la relación
directa con las siguientes temáticas de trabajo:
• Manipulación y falsedad en los contenidos noticiosos.
• El reinado de la cotidianeidad. Historias cotidianas, nada especiales las cuáles son presentadas como
tremendas historias de vida.
• El desprecio por derechos fundamentales como el honor, el respeto, la veracidad o la presunción de
inocencia. Existe un asolapado desprecio por el otro. Una cosa es la broma y otra la burla.
• Vulgaridad. Humor grosero y recurriendo de forma permanente al golpe, la palabrota, el griterío.
• Difamación (las famosas noticias “sin confirmar”)
• Temor y más inseguridad. El miedo como alimento diario.
• Consumismo permanente. Comprar para ser.
• Pensamiento ilógico y supersticioso. Suelen tocarse de la manera más infantil, mágica y animista
temas que ya son explicados científicamente. El despliegue de mensajes esotéricos y de discursos
paranormales, presentados de forma acrítica y en el mismo plano de realidad que los argumentos
científicos.
. La exposición de temas interesantes abordados por personas inexpertas.
. Pérdida de lo privado. La intimidad como espectáculo.
La excesiva puesta en escena de historias superfluas y decadentes que son presentadas como grandes
noticias, ejemplo: músicos chicheros que engañan y pegan a sus parejas, futbolistas “ampayados” (1)
en estado de ebriedad, infidelidades dentro del mundo del espectáculo, “informes periodísticos” del
tipo: ¿existen los extraterrestres?, ¿cómo actúa un macho que se respeta?, ¿crees que se viene el fin del
mundo?, ¿qué le pedirías a los reyes magos? entre otros. Hoy el modelo reconocido no es el sujeto más
inteligente, el más solidario o el más estudioso, es el más gracioso, la de mejor trasero, el más matón o
la que tiene más dinero. Inclusive el que fue más listo en robar.

La estupidización del televidente

13
“La televisión peruana ha creado una muchedumbre analfabeta, adicta a lo más barato con programas
salidos del estercolero” (César Hildebrandt)
No es solo la violencia el tema ligado a la TV lo que nos preocupa. Con cierta frecuencia escuchamos
de personas cultas que ya peinan canas, todos ellos asombrados, como los contenidos de la TV actual
(la peruana y las de otros países) son cada vez más simplones, improvisados, baratos en calidad y
sustancia, alejados de la información precisa, científica y humanista, distanciados del lenguaje correcto
y bien empleado, de la facilidad con que a cualquier hijo de vecino se le permite salir y mostrarse en
pantalla. La mayoría de las veces sin mérito alguno, y solo por haberse peleado con alguien o aparecer
en un escándalo cualquiera o haber sido infiel o haber sufrido un “ampay” saliendo de algún lugar o
(en caso de las mujeres) tener un cuerpo mostrable, entiéndase enorme tetamenta y un trasero
agigantado por las siliconas. Nunca como hoy cualquier improvisado(a) y casi mononeuronal
individuo tiene opción de ser visto a lo largo del territorio nacional pudiendo –como ya hemos
demostrado- ser tomados en cuenta por los espectadores

Para el conductor de programas de difusión cultural Marco Aurelio Denegri (2010) los dueños de los
canales (de TV) nunca se van a autorregular mientras tengan éxito comercial. Ellos se amparan en que
uno puede hacer todo aquello que la ley no prohíbe. No hay ninguna ley en contra de esparcir basura.
Además es tajante al decir…“Responsable, no única, pero sí principalísima de esta bestialidad, de este
embrutecimiento, es la televisión comercial. La persona bruta, o la que ha sido embrutecida por la
televisión, no puede desarrollarse ni progresar”. (Revista Domingo, La República, 10 de octubre 2004)

Conclusiones
1. La influencia de la televisión es amplia pero no es ilimitada, aunque impone al televidente un marco de
temas. Los programas masivos afectan el modo de ser de la gente, sobre todo gente sin mucha
profundidad. (Ponce, 2001).
2. Está claro que la observación de episodios agresivos en la TV sirve para estimular sentimientos
agresivos en el espectador Los niños aprenden mientras presencian los espectáculos y les cuesta
diferenciar la realidad de la fantasía. La televisión afecta los valores y modelos de conducta en
proporción al tiempo que se le dedica.
3. La violencia, la discriminación, el sexismo, el pensamiento supersticioso y el sentimiento de culpa
están muy presentes en muchos de los contenidos actuales de la comunicación masiva peruana e
internacional.
4. En los últimos años, el nivel de penetración de la televisión ha crecido tanto, que su impacto y
credibilidad representa el mayor porcentaje de aprendizaje social de un individuo.
5. La publicidad televisiva recibida acríticamente instala al público juvenil en la superficialidad vital, el
embrutecimiento y la estrechez mental.
6. Los estereotipos sexuales empleados por los anuncios televisivos resultan inadecuados y no fomentan
una cultura de la igualdad y la cooperación entre los jóvenes.
7. El uso que se le dé a la TV depende en gran medida de las decisiones que se tomen en la familia.
8.
9. Finalmente, ante este diagnóstico se hace necesario mantener una actitud atenta y crítica ante los
contenidos en los programas de TV (también con la prensa escrita y radial e internet) pues no solo se
trata de ciertas novelas, películas o series groseras o violentas, también existen ciertos “programas
periodísticos”, “noticieros”, “programas de entretenimiento” que contribuyen a la vacuidad,
estupidización y bajura.

14
Adaptado de Impacto de la “televisión basura” en la mente y la conducta de Niños y adolescentes.
Manuel Arboccó de los Heros y Jorge O’Brien Arboccó (consulta: 8 de octubre de 2014)
(http://www.detrasdelacortina.com.pe/download/Impactotvbasura.pdf)

Actividad:
1. Completa el siguiente diagrama con la información de la fuente.

15
Fuente 6: Funciones de los medios de comunicación
http://www.profesorenlinea.cl/castellano/medioscomunicacion_funcion.html

En sus orígenes, los medios de comunicación de masas fueron concebidos exclusivamente como una
herramienta de información.

El desarrollo de las sociedades y en especial los avances tecnológicos, ampliaron las funciones de los
medios convirtiéndolos en ejes esenciales de la actual globalizada vida en común de la humanidad.

Expertos en el tema y los mismos profesionales de las comunicaciones han definido las
diversas funciones de los medios de comunicación de masas, y con algunos matices comunes las
caracterizan así:

Informar
En un sentido amplio, todo lo que aparece en los medios es información.
Por su carácter masivo, todas las personas pueden compartir y conocer, en tiempo real, los
hechos que suceden en su entorno y en el mundo fundamentalmente a través de la radio y televisión
con sus noticiarios.

Entretener
Entrener o entregar diversión también se ha convertido en una función básica de los medios de
comunicación.
Fundamentalmente, la televisión es hoy en día la fuente principal de entretención masiva, pero
no es excluyente.
La radio brinda música para todos los gustos. Las películas, los libros y las revistas de narrativa
corta brindan comedia, tragedia, sexo y acción para divertirnos. Hasta los periódicos ofrecen diversión
en la forma de artículos de interés humano, crucigramas, historietas cómicas y horóscopos.
Hoy, las personas no quieren saber sólo de noticias, que en estos tiempos suelen estar cargadas
de malos sucesos y violencia, también desean hallar un momento de relajo, olvidando las presiones del
día.
Frente a las altas exigencias laborales, buscamos un descanso en las secciones de chistes de los
diarios, teleseries y películas de la televisión, y la gran variedad de sitios de internet.

Educar
La función educativa de los medios se remonta a la aparición de la imprenta, la cual impulsó la
difusión masiva de textos, antes privilegio de muy posos.
La impresión de textos y libros de corte didáctico y educativo se hizo más fácil y desde ese
momento la cultura se abrió a todos los sectores de la sociedad.
Esta función educativa y de difusión de la cultura en general se mantiene y amplifica en nuestros
días, apoyada en la tecnología, y en la masificación de internet.

16
Internet llega a todos los hogares, y los usuarios pueden obtener información de todo tipo,
complementar ideas o aportar en la web, subiendo artículos o textos para que otros puedan acceder a
ellos, permitiendo una especie de red solidaria social educativa.
Asimismo, dentro de su función educativa los medios masivos de comunicación recogen y
transmiten los valores culturales de las distintas generaciones, pues esta es la única forma en que la
comunidad se conozca a sí misma, asuma sus raíces, su pasado, sepa de sus orígenes, reconosca su
identidad y se proyecte al futuro.
En este plano es muy importante el aporte de programas de televisión culturales, de naturaleza,
flora y fauna, cine arte, programación propia de un país, etc.

Persuadir, orientar y formar opinión


Esta función es aquella que pretende convencer al receptor sobre un tema o sobre algo específico
y utiliza la argumentación como soporte principal y fundamental para este fin.
Los medios se usan para formar la opinión pública, influir en los votantes, cambiar actitudes,
moderar la conducta, derrumbar mitos y vender productos.
La función de persuasión es más efectiva cuando se hace sutilmente, ya que a nadie le gusta la
manipulación.
Esta es una función que cada medio de comunicación adopta según su línea editorial y que
puede considerar posiciones políticas, religiosas, culturales o sociales, las que interpreta según sus
intereses y los deseos de la dirección de cada medio. Esto implica que una noticia puede ser enfocada
desde diferentes prismas, dependiendo del medio en que se emita la información.
Por esta razón, sobre todo en televisión, se dice que lo emitido no representa – necesariamente–
el pensamiento de la entidad comunicativa, aunque sí algo tiene que ver con ella, ya que cada medio
adopta sus posturas y modos de ver las cosas y presentarlas a la población. Ejemplos: documentales,
reportajes de televisión, columnas de opinión insertas en un periódico, entre otros.
Esta intención de persuadir para formar opinión se manifiesta también como una obligación de
orientar, para que el público no se quede en la simple recepción de las noticias, sino que obtenga
gracias al periodismo desarrollado un criterio fundamentado acerca de las diversas actividades
sociales.

Al servicio del sistema


En las sociedades capitalistas, los medios están involucrados en el servicio al sistema económico,
incluso a la subsistencia de los medios mismos, ya que todos deben obtener ganancias. Lo hacen a
través de la información sobre negocios, por medio de la cobertura informativa que dan a las
tendencias económicas, de informar sobre los impuestos y sobre los productos.
El servicio económico más obvio es la función publicitaria, porque acercan entre sí a
vendedores y compradores.

Promover

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La función publicitaria tiene un doble objetivo, el ya mencionado de las utilidades para el medio,
pero también para promocionar y difundir productos y servicios necesarios para los individuos y para
la sociedad en general. Acá hallamos la propaganda, los avisos comerciales, los infomerciales, los
spots y anuncios varios.

Servir a la sociedad
Esta es una función loable de los medios de comunicación. En las tragedias nacionales
provocadas por la furia de la naturaleza han sido medios de prensa los que organizaron y concentraron
la ayuda colectiva para salvar a millares de damnificados. Aunque reparando en esto, es también una
tragedia considerar que sólo en circunstancias extraordinarias y dolorosas el periodismo debe y puede
servir a la sociedad, mientras el resto del tiempo, para ciertas empresas de comunicaciones, es más
importante obtener el lucro rápido.

Fiscalizar la administración pública


Este es un compromiso de la prensa independiente. De aquí la importancia de la investigación
periodística y la actitud del medio de mantenerse sólido en la denuncia sin doblegarse hasta confirmar
que se haya hecho justicia. Darío Klein retoma la singular metáfora de que la prensa es el “perro
guardián” del sistema democrático y que esa tarea se ve potenciada cuando hablamos de periodismo de
investigación, la cual como ninguna otra forma de periodismo cumple esta misión con más idoneidad.

Sesgos y trabas en los medios


Los medios de comunicación masivos han permitido que la gente tenga cercanía con los hechos
y con la cultura, derribando fronteras y el tiempo. Sin embargo, uno de sus inconvenientes es que
puede sesgar la información; es decir, puede tender a dirigir la opinión del que accede al medio,
dependiendo de la orientación que éste (el medio) tenga sobre determinados temas.
Es así como ciertos temas son tocados abiertamente en algunos, pero en otros simplemente son
tabú y no se tratan. A raíz de ello, aparecen dos elementos muy importantes que pueden afectar la
veracidad de la información:
La censura: esto se refiere a la reprobación de algunos contenidos, los que no son emitidos por algún
medio, pues trastoca la línea editorial o la ideología de la organización.
De esta forma, temas no tratados podrían ser la religión, la política o temas de connotación social
controversiales, donde la entidad tenga una opinión tajante, por lo cual prefiere evitar abordar estas
temáticas, ya que quiere evitar verse envuelta en alguna discusión o planteamiento diferente, que
pudiese incomodar a los ejecutivos o al alto mando del medio de comunicación.
En estos casos, la información que se da no es completa, pues una parte de ella se ha censurado o
cortado, con el fin de responder a los requerimientos de la institución, en desmedro de la objetividad e
impidiendo a los receptores al conocimiento cabal de la información, lo que imposibilita a éstos a tener
un juicio acabado respecto a un tema determinado o una opinión con sustento total.
Manipulación de la Información: consiste en cambiar o intervenir la información que un medio
emite, con la finalidad de privilegiar una postura ideológica determinada; esto se realiza dando otra
interpretación a las informaciones, organizando de modo distinto los hechos, para que el destinatario
reciba el contenido de la forma en que la entidad desea que lo haga.

18
Adaptado de Función de los medios de comunicación. En: Profesor en Línea.(consulta: 4 de octubre de
2014) (http://www.profesorenlinea.cl/castellano/medioscomunicacion_funcion.html

Actividad:

1. Completa el siguiente mapa conceptual.

19
Fuente 7: Televisión basura en el Perú. ¡Basta ya!
https://www.youtube.com/watch?v=IlJA9G1XM8E

Actividad:
1. Contesta. ¿A qué conclusiones puedes llegar después de haber visto las imágenes del video?
2. Analiza. ¿Qué imagen se está difundiendo en ellos sobre la juventud?

Fuente 8: Marco Aurelio Denegri - Televisión basura y contagio de la idiotez


https://www.youtube.com/watch?v=olSFElImw00

Fuente 9: Marco Aurelio Denegri - La cacosmia y el enmierdamiento televisivo


https://www.youtube.com/watch?v=UF5UNaVkHDc

Actividad:
1. Elabora un listado con los conceptos principales trabajados por Denegri en ambos videos.
2. Contesta. ¿Estás de acuerdo con la postura del presentador sobre los contenidos televisivos? ¿Por
qué?

Fuente 11: Impacto de la “televisión basura” en la mente y la conducta de niños y


adolescentes
http://www.detrasdelacortina.com.pe/download/Impactotvbasura.pdf (páginas 21-30) (Si pueden,
lean todo)

Actividad:
1. En la encuesta realizada a los jóvenes cusqueños, ¿por qué fueron calificados como positivos
programas como Yo soy?
2. ¿Cómo influyen dichos programas en las relaciones interpersonales de dichos jóvenes? ¿Cómo
se aplicaría esto a nuestra ciudad de Lima?

Fuente 12: Lucha por la televisión basura


https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1367995

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