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PAISAJE Onofrio PACENZA ILUSTRES HIMALAYAS. EL NACIONALISMO EN NUESTRO ARTE Don José Leén Pagano, como ustedes saben, el Himalaya de la mediocridad, que con otras similares cumbres condecora este pais para su mayor descrédito intelectual, pronuncid una conferencia en ‘‘Los Amigos del Arte", algo asi como ‘El na- cionalismo de nuestro arte’. Sin gusto ni humor para es- cuchar la lata verbal, in voce, nos avenimos mansamente, corderilmente, a leerla escrita; nos resignamos, con un pre- sentimiento aciago, a internarnos en esa selva obscura y densa lugares comunes, retequecomunes, todos igualitos y aun mechados por innumerables citas, Cuando al cabo pudimos salir indemnes de entre esa atmdsfera enervante, baja, casi siempre pegada a ras de tierra; cuando después de la extrema laxitud en que nos dejé ese pesado, fatigoso viaje a través de esa fronda palabrera, calva de ideas, y nos fué posible vol- vernos a encuadernar mentalmente, hubimos de preguntarnos: ?En esencia, medularmente, cual concepto era el suyo, el de este don J. L, Pagano? jAh, si!; partiendo del adjetivo incipiente—segiin él des- doroso para el arte argentino—, arribaba, en su prosa a sal- titos, como tantos pisaverdes y en su resuello asmiatico, a esta Tuminosa cuan enganadora conclusién: ‘ Nuestros artistas entre Pininos y pininos, hacen, crean, ejecutan obras maestras."’ (Ci- tamos de memoria.) No merece la pena de rebatir, con pruebas, ejemplos y hechos fehacientes, esta solemne estupidez en forma de afir- macién, encaminada a hacerle cosquillas al chauvinismo ce- 272 A ee L A gatén, porque incurrir en ello seria desde“todo punto estéril y sin utilidad alguna, ni para nosotros, ni para nadie. Si todos nuestros artistas se creen maestros y piensan haber lo- grado lo sumo de perfeccién, mejor o peor para ellos. Por cierto, no intentaremos disuadirlos. Ellos y Pagano pueden descansar.en paz sobre sus presuntos laureles, que algun dia condimentarin sus mutuas mancomiunadas glorias. Pero lo insoportable de este hombre es que finge ignorar al pintor Malharro, a la Unica personalidad definida, de vi- gorosa enjundia; el unico valor plastico de cierta original pro- fundidad que tuvo la antigua generacién de artistas argen- tinos, fundadora de la rudimentaria y primitiva Academia de Bellas Artes. Ninguno de esa pléyade iniciadora han de vivir péstumamente muchos afios; ninguno de ellos resistird el em- hate invisible ¢ ineluctable del tiempo. Y cuando todos hayan desaparecido o sigan viviendo la gloria marchita e inane de los pergaminos; cuando como tantas momias se las catalogara en algtin archivo arqueoldgico, Malharro subsistira. como pintor, como el primer didactico en la ensefianza del dibujo: como el Unico maestro de juventudes y como un caracter de extraordinaria virilidad fecundadora. De mediar en el conferenciante la mas elemental hones- tidad, ef anhelo sincero de informar ampliamente a su audi- torio, era tanto mas necesaria la cita y la exégesis de la obra malharriana, cuanto si hubo aqui alguien que intentd reac- cionar contra el nacionalismo de almanaque, con el gaucho buen mozo, la tapera, el ranchito, la pampa y su ombt—ad- miniculos de que se vale la pintura chapucera para obtener efectos gruesos de un regionalismo superficial—, fué Malharro al traernos’la luz rutiladora de los impresionistas fraticeses. Al aplicarla al paisaje argentino, transplantaba una no des- defiable conquista técnica y de concepto libertador que habria de prolongarse en, grandes y fecundas repercusiones en nuestro medio artistico. Inicié asi la pintura de tinte vernacular, apo- yado por su recio temperamento y su discreta sinceridad que todo lo traducia en accién. Ninguno de sus contemporaneos dejé una pléyade de discipulos espirituales, como los dejé él; ni ninguno ejercié la menor influencia pictérica en las jovenes 273

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