Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Enfoque Psicoanalítico
Entregado a:
Entregado por:
-UDI-
Bucaramanga, 2018
Sigmund Freud, Familia.
A los dos años y medio Freud confiesa que su libido se había despertado y encauzado hacia su
madre. Experimentaba por ella un amor secreto reforzado por una verdadera pasión erótica, que
desafiaba los tabúes religiosos y que lo llevó a considerar que encontrar el objeto sexual no es
más que reencontrarlo. Amalia nunca supo que había representado un papel fundamental en la
elaboración del complejo de Edipo y que le inspiró a Freud la siguiente reflexión: “Encontré en
mí, como en cualquier otra parte, sentimientos de amor para con mi madre y de celos hacia mi
padre, sentimientos que, pienso, son comunes a todos los niños…”
Al igual que todos en ese barrio judío, el único deseo de Freud era triunfar, para poder abandonar
el barrio y ganar su lugar. Era un excelente alumno y durante siete años seguidos, fue el primero
de su clase observando una conducta ejemplar.
En su casa es el único de sus hermanos que tiene el privilegio de disponer de una habitación para
él solo y su madre lo consiente y le da siempre la razón. Freud se consideró como un judío
totalmente ateo, alejado de la religión de sus padres como de toda religión, aunque festeja
gustosamente las fiestas tradicionales judías.
En 1885, a los 29 años, viaja a París y descubre con interés los trabajos del famoso neurólogo
Charcot sobre la histeria. En 1886 abre un consultorio médico especializado en enfermedades
nerviosas en el centro de Viena. (Rthausstrasse 7) Al principio, el padre del psicoanálisis estaba
tan frustrado por su falta de clientes que pensó en mudarse a Nueva York. Ese domingo de
Pascua colocó un anuncio en la Neue Freie Presse que decía que el Dr. Sigmund Freud, docente
de enfermedades nerviosas en la universidad, ha regresado de su viaje de estudios a París y
Berlín y tiene horas de consulta. Fue dos semanas antes de su 30 cumpleaños. Fue durante sus
cinco años en Rathausstrasse, entonces llamado porque el ayuntamiento está a una cuadra y
media al norte donde comenzó su transición de un investigador basado en laboratorios
hospitalarios a un practicante que usa su trabajo clínico para refinar sus teorías sobre la psique
humana e inconsciente. Se casa al mismo tiempo con Martha Bernays con quien tiene seis hijos,
entre ellos, Anna, que a su vez se convertirá en psicoanalista y fue la única de sus hijos que
decidió seguir los pasos de Freud.
Sigmund Freud tenía 25 años y poquísimo dinero cuando conoció a Martha Bernays, durante la
época en la que él trabajaba como investigador en la universidad. Martha, cinco años mayor que
él, acudió como invitada de una de sus hermanas a casa de la familia. Sigmund se quedó
boquiabierto cuando la vio ayudando a preparar la cena, según escribió años después: “Aquella
chica, sentada a la larga mesa, hablaba con un encanto sorprendente mientras pelaba manzanas
con sus pequeños dedos; desde ese día creo en los milagros”.
Martha se volvió tan valiosa para Sigmund como su propia vida. Inspiró a su marido tanto en el
ámbito privado como en el profesional, y su relación revela a un Freud muy alejado del
estereotipo del ecuánime pionero del psicoanálisis.
Martha tuvo seis hijos en los ocho años posteriores al matrimonio
El nacimiento de su última hija, Anna, en 1895, coincidió con un hecho que, según parece,
provocó una crisis en su matrimonio. Minna, la hermana de Martha, se mudó a casa de los Freud,
y su cercanía a Sigmund hizo que se extendiera el rumor de que tenían una aventura. La realidad
es que no les faltaron oportunidades. Durante algunos años viajó más con Minna que con Martha,
ya que ésta detestaba los viajes.
Anna Freud: Fue la última y «no deseada» hija del padre del psicoanálisis y la única de los
seis vástagos del profesor austríaco que siguió sus pasos, dedicando su vida al psicoa nálisis
infantil, y a pesar de ello, «ser hija de quien fue en vez de hacerle un favor, le ha
perjudicado».
Todas las semanas su madre acostumbraba a reunir a sus hijos y a sus nietos para un almuerzo
dominical y hasta más allá de los 93 años seguía tan inquieta y jovial como siempre. Recién a los
95 años Amalia muere de una larga enfermedad. Para Freud fue un gran dolor pero también un
gran alivio porque aquejado de un cáncer en el paladar, temía morir primero, y le aterrorizaba la
idea de que su madre pudiera enterarse. Tras la muerte de su madre emprende un estudio sobre la
sexualidad femenina, tema poco desarrollado por Freud quien reconoce su ignorancia sobre el
tema, ya que para él la mujer sigue siendo “tierra desconocida”.
En abril de 1923, Martha se enteró de que su esposo se encontraba en el hospital. Freud había
descubierto en su boca un bulto y había ingresado para que le operasen sin decir nada a su
familia. Fue el principio de un cáncer de paladar y, desde entonces, Martha y Anna, la hija
pequeña, no se separaron de él. En 1938, tras la anexión de Austria por parte de
la Alemania nazi, se vio obligado a dejar Venecia e instalarse en Londres y estando allí no tiene
la misma posición político- social- económica pero ya era muy conocido tanto así que se asegura
que los taxistas de la ciudad se asomaban a ver la casa del gran Freud, allí en su casa también
tuvo visitas importantes de orden social tales visitas como el pintor y gran ilustre del surrealismo
Salvador Dalí y la gran escritora feminista Virginia Woolf. Freud muere en el año siguiente
(1939) Se dice que Freud se encontraba compartiendo con uno de los perros que estaba en su
casa pero debido al fuerte y horrible olor que el desprendía de su boca ese perro se le alejo y esto
fue lo que lo llevo a tomar la decisión de llamar a un médico y solicitarle que le aplicara una alta
dosis de morfina (exactamente tres inyecciones) para ese momento cito a toda su familia hijos y
nietos pero no a su esposa y así, finalmente murió.
Martha encendió velas al viernes siguiente, su primer gesto religioso en décadas. En las cartas
que envió a sus amigos, Martha explicaba que lo importante era que Freud había estado, hasta el
último de sus días, en plenas facultades mentales. Se sentía agradecida por la vida disfrutada a su
lado y por todo lo que había podido hacer por él. Probablemente se refería a la educación de sus
hijos, a la gestión de la casa, a todo lo que asegurase que se sintiera libre para llevar a cabo sus
tareas profesionales. Todo ello a pesar de que Martha no confiara en la investigación de Freud
sobre el sexo.
Luchó y pasó apuros durante la Segunda Guerra Mundial, sin atreverse a desnudarse por la noche
por si se producían bombardeos en Londres. Tras la guerra, Martha y su hija Anna gestionaron el
legado de Freud y ayudaron a sus biógrafos a diseñar su árbol genealógico. Poco antes de que
ella muriese, gritó “¡Sophie! ¡Sophie!”, tal vez llamando a la enfermera, o quizás a su hija
preferida, que murió de una gripe a los 27 años, cuando estaba embarazada.
Martha falleció el 2 de noviembre de 1951, a los 90 años. Al igual que Freud, fue incinerada, y
sus cenizas depositadas en la misma urna en el crematorio de Golders Green. Anna llamó a un
rabino para que oficiase el funeral. Pensó que sería lo que su madre habría querido para aquel
momento.
Cibergrafia:
https://www.haaretz.com/jewish/.premium-1886-sigmund-freud-opens-a-psychiatric-
office-in-vienna-1.5440044
http://antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=647
http://www.elmundo.es/magazine/2003/198/1057940357.html
https://psicologia.laguia2000.com/general/sigmund-freud-y-su-familia
https://es.wikipedia.org/wiki/Familia_Freud
https://es.wikipedia.org/wiki/Sigmund_Freud