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La impropiedad del ser y la enajenación: ¿Un lugar común en Heidegger

y Marx?

Victor Valdivieso
Introducción.

En este texto me propongo a establecer una posible relación teórica entre Heidegger y Marx.
El punto en común, o los elementos teóricos que a mi modo de ver acercan a estos dos grandes
pensadores, tiene que ver con la idea de impropiedad del ser –en Heidegger- y la idea de
enajenación –en Marx-.

Para demostrar esta hipótesis, me inclinaré primero a determinar qué significa propiedad y
qué impropiedad, para Heidegger. Esta demarcación conceptual la extraeré del parágrafo
Nueve de Ser y Tiempo. En segunda medida, miraré la noción de caída como movimiento
preciso de la impropiedad del Dasein, que se expresa en el parágrafo Treinta y Dos de dicho
texto. Luego, reconstruiré, de manera sucinta la noción de enajenación en Marx,
especialmente desde los Manuscritos del 48. Por último, intentaré establecer la relación entre
estos dos autores, por lo menos en lo que refiere a esos dos conceptos.

Propiedad e impropiedad del ser.

En Ser y Tiempo, Heidegger expresa la noción de propiedad e impropiedad del ser, noción
que podría también expresarse con los conceptos de autenticidad e inautenticidad.

En primer lugar, cabe decir que estas nociones de propiedad y de impropiedad se entienden
como modos de ser del Dasein, es decir, como maneras de asumir y de interpretar la
existencia misma. De otro modo, Heidegger señala que por ser el Dasein el ente al que en su
ser le va su mismo ser, éste ente se comporta de manera coherente con su ser y con su
posibilidad más propia. O sea, la posibilidad más propia de ese ente es ser Dasein, y como el
Dasein es cada vez su posibilidad, dice Heidegger que:

“(…) Este ente puede en su ser escogerse, ganarse a sí mismo, (pero) puede
perderse, es decir, no ganarse jamás o sólo ganarse aparentemente”.
(Heidegger, 2003:42)

En otras palabras, este ente al cual se le llama Dasein, tiene dos posibilidades o modos de
ser, es decir, dos modos de asumir la existencia misma, a saber, la propiedad y la
impropiedad. Para Heidegger:

“Haberse perdido y no haberse ganado todavía, él lo puede sólo en la


medida en que, por su ausencia puede ser propio, es decir, en la medida
en que es suyo”. (Heidegger, 2003:42)

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Lo que significa que estos modos de ser se fundamentan en la idea de que el Dasein, en tanto
Dasein, está determinado por ser el-cada-vez-mío, es decir, propiedad e impropiedad tiene
que ver con los modos de ser del Dasein en tanto su propia incumbencia.

Ahora bien, a modo de aclaración, Heidegger señala que el tema de la impropiedad no es un


asunto de inferioridad, es decir:

“Impropiedad del Dasein no significa, por así decirlo, un ser menos o un


grado de ser inferior”. (Heidegger, 2003:43)

De manera contraria, impropiedad del Dasein para Heidegger, sirve para determinar al
Dasein en su cotidianidad, en sus intereses, en sus goces, etc.

Hasta aquí, hemos visto que la propiedad y la impropiedad son modos de ser de interpretar
el mismo Dasein. Es decir, la propiedad y la impropiedad pueden entenderse como una
tendencia de caída del Dasein entre la posibilidad e imposibilidad de que el Dasein pueda
mirar sus modos de ser. Si esto es así, es preciso indagar ahora sobre la noción de la caída
del Dasein.

La caída y la condición de arrojado.

Para Jorge Eduardo Rivera, traductor próximo de Ser y Tiempo, Verfallen se podría traducir
como movimiento de caída, porque, según él, el Verfallen no es una palabra que refiera a
algo inmóvil o estático, sino, todo lo contrario, es una acepción que refleja un movimiento
que lleva al Dasein a absorberse en los entes del mundo y a interpretarse a sí mismo desde
los entes del mundo, es decir, a olvidar su ser más propio.

Para Heidegger, la caída no expresa, al igual que la noción de impropiedad, un asunto de


inferioridad en el que se encuentra el Dasein. El significado de caída que Heidegger aporta
es el siguiente:

“El Dasein está inmediata y regularmente en medio del mundo del que se
ocupa. Este absorberse en… tiene ordinariamente el carácter de un estar
perdido en lo público del uno. Por lo pronto el Dasein ha desertado siempre
de sí mismo en cuanto poder-ser-sí-mismo propio, y ha caído en el mundo.
El estado de caída en el mundo designa el absorberse en la convivencia
regida por la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad”. (Heidegger,
2003:175)

Ahora bien, ese estado de caída en el mundo que implica el subsumirse en la habladuría, la
curiosidad y la ambigüedad requiere una ilustración. Así las cosas, cabe aclarar que por
habladuría no se entiende el chismorreo sino la forma de hablar a partir el lugar común que
se tiene con los demás. Es decir, estar en la caída en relación con la habladuría implica hablar

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tal y cual como los demás lo hacen, quizá en nuestros términos sea repetir como loro lo que
los demás dicen.

Por curiosidad, Neugier, se entiende la avidez de novedades. Pero para Heidegger está
curiosidad es negativa porque implica un moverse por todas las cosas que nos llaman la
atención, pero no poner atención a ninguna cosa. Es un distraerse, o estar en todas partes y
en ninguna al mismo tiempo. Por lo tanto, la caída implica la curiosidad, es decir, una
desatención total.

Por último, por ambigüedad, debe entenderse como una suerte de equivocación o
incoherencia de interpretación del ser. Es decir, es un no saber qué se sabe y qué no se sabe.
Algo así como lo que ocurría con el concepto del ser, se pensaba que se comprendía que era
el ser, cuando en verdad ocurriría todo lo contrario.

Para Heidegger, impropiedad no debe ser entendido como una negación, como si en ese modo
de ser el Dasein perdiera definitivamente su ser. En realidad, impropiedad según el maestro
alemán significa que:

“(…) no mienta una especie de no estar-ya-en-el-mundo, sino que ella


constituye, por el contrario, un modo eminente de estar en el mundo, en el
que el Dasein queda enteramente absorto por el mundo y por la
coexistencia de los otros en el uno” (Heidegger, 2003:176)

Con todo, el no ser-sí-mismo representa una posibilidad positiva del ente que se absorbe o se
subsume en el mundo. En suma, este no-ser o estado de impropiedad puede entenderse como
el ser inmediato del Dasein en el que se mueve de manera ordinaria.

Por lo anterior, el estado de caída no debe entenderse como el caer de un estado superior a
uno inferior, sino un salir de sí mismo para caer en el mundo. Para Heidegger, por ende la
habladuría es el modo del ser del convivir mismo del Dasein y no desde fuera de él. El mismo
Dasein en la habladuría se concede a sí mismo la posibilidad de perderse en el uno, es decir,
el mismo Dasein es el que potencia la caída.

En consecuencia, la caída es un una forma donde el Dasein se enreda a sí mismo, es un


movimiento donde el ser del Dasein se encubre a sí mismo a causa de caer en el dominio
cotidiano del ser uno públicamente. Es decir, el movimiento de caída es una forma de
impropiedad del ser donde el Dasein se pierde a sí mismo por estar, por decirlo así, imbuido
en el sentido común, de la gente. Podría decirse, entonces, que impropiedad es un estado de
masificación. Si esto es así, es válido, a mi modo de ver, señalar que la impropiedad es una
suerte de enajenación. Veamos, ahora, en qué consiste este concepto para Karl Marx.

La enajenación

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Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 sostiene en el acápite El trabajo
enajenado, la forma como el obrero, circunscrito en las relaciones económicas de explotador-
explotado, está en situación de extrañamiento con los frutos de su trabajo.

Marx empieza esta parte del manuscrito sugiriendo que el trabajador, productor de
mercancías, bajo la forma laboral de trabajo asalariado, deviene en una mercancía más, la
cual su precio no es otro diferente que el salario. En este sentido, dice Marx:

“El trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas


las mercancías” (Marx, 2013: 63)

Ahora bien, sin embargo, el elemento paradojal del asunto para Marx reside en tanto se devele
el hecho de que el obrero, a pesar de ser el hacedor de las mercancías y de las riquezas a
través trabajo, siempre es cada vez más pobre. Es decir:

“El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce… El trabajador se


convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías
produce” (Marx, 2013:65)

Es decir, la desvaloración del mundo humano, de la vida, crece a medida que se valoriza el
mundo de las cosas. En otras palabras, en tanto el hombre deviene mercancía hay una pérdida
ontológica del ser humano. El hombre ya no es un ser humano, sino un otro, una mercancía.
Por lo tanto para Marx:

“El objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un


ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del
trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa;
el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su
objetivación” (Marx, 2013: 66)

Así pues, en el capitalismo, el trabajo del hombre se cosifica. Por consiguiente, para Marx
todo producto del trabajo deviene en un objeto, en una cosa. La objetivación del trabajo,
aparece como la pérdida del objeto que el trabajador produce, viéndose privado de los objetos
que necesita para vivir y para trabajar. En esa medida:

“La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento,


que cuantos más objetos produce el trabajador, tanto menos alcanza a
poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir,
del capital” (Marx, 2013:66)

Esto implica que el hombre, asalariado, se relaciona con el producto de su trabajo bajo una
relación de extrañeza. Entonces, cuanto más vuelca el hombre sus fuerzas sobre el trabajo,
más fuerte y poderoso es el mundo extraño. Para demostrar esto, Marx pone el ejemplo de la
religión, cuando dice que así como cuando el hombre pone importancia en Dios, tanto así

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disminuye la importancia en sí mismo. De manera análoga, el trabajador pone la vida en el
objeto a partir de ese momento la vida ya no le pertenece a él, sino al objeto.

En síntesis, es allí donde yo encuentro una relación entre Heidegger y Marx. Este
extrañamiento que he referido, esa pérdida de autenticidad y de propiedad del hombre frente
al producto de su trabajo, es quizá una forma de impropiedad del ser, donde el ser no se
interpreta como ser humano sino como objeto, como cosa o mercancía. Ocurre lo mismo con
la impropiedad, donde el ser en condición de arrojo o de caída no se interpreta a sí mismo,
sino desde el dominio del uno, de lo público.

Conclusión.

En suma, la impropiedad puede entenderse como una tendencia de imposibilidad de que el


Dasein pueda autointerpretarse o mirar sus modos de ser. Aunque se aclara que la
impropiedad no es un modo estático de no interpretación, si por estar imbuido en la
cotidianidad se aleja de la interpretación del ser. De igual manera, podría decirse que en Marx
la producción y el trabajo que el obrero entrega a los dueños de los medios de producción,
genera un extrañamiento entre el hombre y las mercancías. Tal extrañamiento puede
entenderse como la alienación del ser humano en la actividad productiva. Toda la vida
trascurre en el vaivén de la producción de cosas ajenas, que no le pertenecen. Ahora bien,
esta alienación se hace más evidente cuando el obrero no da cuenta de los niveles de
explotación al que es sometido, adorando a quién lo explota. Entonces, ¿la pérdida de
identidad o la pérdida de conciencia de clase es un modo de ser de impropiedad? A mi modo
de ver sí, y si esto es así, es posible sugerir un encuentro entre Marx y Heidegger, por lo
menos en lo que refiere a estas cuestiones.

Referencias bibliográficas:
1- Heidegger, Martin. Ser y Tiempo. Madrid: Editorial Trotta, trad. Jorge Eduardo
Rivera, 2003.
2- Marx, Karl. Manuscritos económicos y filosóficos. Barcelona. Editorial Yulca. 2013.

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