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REPORTE DE LECTURA “CONCEPTO, HISTORIA Y ÁMBITOS DE LA NEUROPSICOLOGÍA”


Nombre del alumno: Edgar Álvarez Quintana
Nombre del maestro: Erwin López Ríos
Materia: Introducción a la Neuropsicología
Tema: La neuropsicología en el diagnóstico clínico de la salud
No. De Lectura: 1. El concepto de neuropsicología, José Antonio Portellano
Fecha: 12/05/2019

PRESENTACIÓN

El siguiente reporte de lectura, tiene por objetivo reconocer algunos de los


desarrollos teóricos más importantes de una ciencia relativamente nueva, misma que surge
en sus ya diferenciadas escuelas, como una respuesta a las perspectivas dualistas del
estudio de la relación entre la mente y el cerebro. Nutrida por diversas ciencias, se
caracteriza por ser una interdisciplina, cuya historia se sigue escribiendo, ya que el campo
fértil de acción que significa la investigación, continúa asombrando a diferentes
comunidades científicas con los descubrimientos a los que los equipos de especialistas
llegan por diversos caminos. Hoy en día, a pesar de las discrepancias entre demandas y
necesidad, que se plantean a los profesionales de la psicología, la neuropsicología
contribuye a que la acción del psicólogo se enriquezca por la evaluación concreta y precisa
de lo que se menciona en el texto como alteraciones neurológicas, y sobre todo, tener un
posicionamiento que permita negociar los saberes encontrados con un tratamiento que dé
respuesta a las necesidades reales de los sujetos. Sin lugar a dudas, cada aportación a lo
largo de la historia ha contribuido a colocar a la neuropsicología en un lugar privilegiado, ya
que es necesario decir que los hallazgos y los resultados de su intervención han dado
cuenta de que hay trastornos o patologías que se tienen que abordar de manera
rehabilitatorias, implicando que tanto profesionales como beneficiarios de los servicios,
puedan tener una mayor conciencia de lo que significa la rehabilitación neuropsicológica y
los resultados que se esperan después de un tratamiento. De esta manera, la meta al
redactar este reporte de lectura se circunscribe a brindar un acercamiento a los temas
planteados anteriormente, de manera que se vayan fundamentando las principales bases
sobre la neuropsicología.
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El texto del autor tiene una fluidez y movimiento que deja muy en claro la
importancia de la neuropsicología en la actualidad y en un futuro como ciencia todavía en
desarrollo temprano. De esta manera, la base de la cual parte la neuropsicología es
inscribirse en las “neurociencias”, consistiendo en un abordaje “multidisciplinar del estudio
del sistema nervioso”, tratando de integrar los “procesos neurobiológicos y psicobiológicos”.
En las neurociencias se estudia el sistema nervioso mediante el aporte de diversas
disciplinas como la “biología, la neurología, psicología, química, física, farmacología,
genética o informática”. Sus tópicos giran en torno a la “anatomía, funcionamiento,
patología, desarrollo, genética, farmacología y química”, con el fin de comprender los
procesos cognitivos y el comportamiento humano. Dentro de las características de la
neuropsicología, uno de los aportes de los cual tenderá a nutrirse en un futuro, viene a
partir de la introducción de la “neuroimagen funcional” ya que gracias a las mismas, se ha
observado “las modificaciones que se producen en el cerebro durante la realización de un
determinado proceso cognitivo”, logrando fortalecer el estudio de las causas del
padecimiento y los efectos de los tratamientos, por ejemplo, en el caso del TDAH. A través
del desarrollo de la neuropsicología, los investigadores han tomado diferentes caminos, por
lo que los límites entre las diferentes escuelas de neuropsicología a menudo coinciden y
son claros, no obstante, suele percibirse como “difusos”.
Se podría decir que la madre de la neuropsicología es la neurología, ya que a partir
de la “observación de las distintas patologías causadas por daño cerebral se empezó a
comprender mejor el comportamiento humano”. No obstante, quienes quisieron ir más allá
se interesaron en el “cerebro para comprender mejor la conducta”, como en el caso de los
primeros neuropsicólogos. Lo que si queda claro es que, tal como presenta el autor de la
fuente señalada, mientras que “el neurólogo examina las funciones vegetativas, sensoriales
y motoras, el neuropsicólogo es el encargado de evaluar las funciones cognitivas, para lo
que se requiere un proceso de evaluación más largo y exhaustivo. El neurólogo es el
responsable de los tratamientos farmacológicos, mientras que el neuropsicólogo se
preocupa de programar y administrar tratamientos de rehabilitación cognitiva de las
funciones mentales dañadas”. De esta forma, se puede respuesta a un fenómeno notable y
frecuentemente suscitado en los centros escolares, tanto públicos como privados, cuando
se observa que algunos psicólogos canalizan al neurólogo a alumnos etiquetados con
TDAH o problemas de aprendizaje, lo cual puede ser considerado como un error, ya que
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todavía el psicólogo se encuentra más en contacto con las aportaciones que ofrece la
neuropsicología, desde la parte del estudio de las funciones y su impacto en el desarrollo
humano de los sujetos.
Más adelante, el autor puntualiza las principales características de la
neuropsicología, las cuales son: “estudiar tanto a sujetos sanos como sujetos con daño;
utilizar el método científico natural para el estudio del cerebro, mediante el procedimiento
hipotético-deductivo o método analítico-inductivo; estudia los procesos cognitivos
superiores: pensamiento, lenguaje, memoria, funciones ejecutivas, percepción y motricidad,
y las consecuencias del funcionamiento cerebral sobre la conducta emocional;” por su
especialización y susceptibilidad, “estudia principalmente la corteza cerebral; así como las
consecuencias del daño cerebral sobre la conducta; trastornos del pensamiento, síndrome
disejecutivo, afasias, amnesias, agnosias, apraxias y alteraciones neuroconductuales; y
utiliza modelos humanos”.
En el apartado 2 del capítulo 1, el autor hace un recorrido por el “desarrollo histórico
y las orientaciones actuales”; lo cual nos puede servir para comprender las concepciones
desde las cuales se posicionan nuestros colegas, miembros de la comunidad, beneficiarios
de servicios y pacientes, por ejemplo, ya que desde los “egipcios había interés por
determinar el área encargada de la actividad mental, atribuyéndose a aspectos externos al
sujeto (demonios)”; por otro lado, desde Platón y Aristóteles, se plantearon argumentos
acerca de la “localización del intelecto y los sentimientos”; más adelante perduró la visión
mecanicista y localizacionista de “Galeno”; no fue hasta la aparición de “Andrés Vesalio,
que se postuló que la actividad mental se localizaba en el tejido nervioso del cerebro”; aún
nos encontramos con colegas cuya percepción de algunos fenómenos que se explican
mejor con la neuropsicología, son atribuidos equivalentemente a daños en ciertas zonas del
cerebro. Así nacen los teóricos localizacionistas en el sentido estricto, agregándose a
Galeno y Vesalio, el filósofo “Descartes, al afirmar que la mente se situaba en la glándula
pineal”. Enseguida, dos anatomistas (Gall y Spurzheim) desarrollaron “teorías frenológicas,
postulando que cada una de las actividades mentales se situaban en áreas concretas del
encéfalo, estimándose 27 facultades mentales, y consideraban que las protuberancias de
algún sector del cráneo se correspondían con un mayor desarrollo de la función que se
suponía, estaba localizada en esa área, mientras que la presencia de una depresión en el
cráneo implicaría un menor grado de desarrollo de la función correspondiente a dicha
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zona”. También realizaron la primera descripción de la “afasia tras una lesión del lóbulo
frontal izquierdo”. Como respuesta, surgió un movimiento antilocalizacionista, que
consideraba que “el cerebro funcionaba de un modo global y unitario”. Esta concepción
holista se fundamentó en la conclusión de Flourens, quien comprobó que con el paso del
tiempo, “las conductas perdidas en un animal (es este aspecto es donde estribó la misma
debilidad de la teoría), y que en un principio se habían anulado, volvían a recuperarse”. Por
otro lado, en el siglo XIX aparecieron los afasiólogos; “Dax propuso que los trastornos del
habla estaban causados por lesiones del hemisferio cerebral izquierdo”; Paul Broca y Carl
Wernicke, serán siempre recordados como unos de los principales aportadores a la
neuropsicología, ya que el primero “confirmó las relaciones entre el lenguaje expresivo y el
lóbulo frontal izquierdo (afasia de Broca)”, mientras que el segundo “identificó el principal
centro del lenguaje comprensivo en la zona posterior del lóbulo temporal izquierdo, así
como el fascículo arqueado como responsable de conectar (afasia de Wernicke)”.
Ya alrededor de los años 50 y 60, la neuropsicología se popularizó con las primeras
publicaciones, quedando definitivamente asentado para referirse a una disciplina que “no
sólo era autónoma por su denominación, sino por sus contenidos y objetivos”. Los
posicionamientos antilocalizacionistas fueron reforzados a partir de los hallazgos que
científicos como Friedrich Goltz, quien al extirpándole una parte del cerebro a un perro,
este sufría una “pérdida de funciones”, no obstante, lo que llamó la atención, fue “la
posterior recuperación de dichas funciones”. Por otro lado, John Hughlings-Jackson
destacó “la división del sistema nervioso en tres niveles jerárquicos de creciente
complejidad: el nivel inferior o espinal se localizaría en la médula espinal y el tronco
cerebral; el segundo nivel –de tipo sensorial y motor– estaría ubicado en los ganglios
basales y en la corteza motora; el nivel superior se localizaría en los lóbulos frontales
permitiendo el control de los movimientos”. Este modelo es interesante porque ninguna
actividad era producto de un grupo limitado de neuronas, sino que más bien tenía una
estructura vertical.
Con la aparición de las guerras en el siglo XX, Goldstein “estudió las consecuencias
de las heridas en el sistema nervioso, por lo que puede ser considerado como uno de los
pioneros de la rehabilitación neuropsicológica del daño cerebral”. Además, con Hebb, por
vez primera se empezó “a tener en cuenta la importancia de la psicología para valorar las
lesiones cerebrales, aceptándose que la utilización de escalas neuropsicológicas podía ser
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de gran utilidad para localizar el área cerebral dañada”. También, profundizó en el


conocimiento de la reorganización neuronal a través del “aprendizaje”. Es conveniente
subrayar lo que menciona el autor sobre que “la llegada de la microscopía electrónica ha
refrendado las hipótesis sostenidas por Hebb, según las cuales, el aprendizaje y la
memoria son capaces de producir cambios estructurales en el sistema nervioso, mediante
la creación de nuevas conexiones nerviosas”.
Mención aparte merecen las aportaciones de Luria, las cuales son fundamentales
para seguir produciendo desarrollos teóricos y prácticos que contribuyan al entendimiento
de la relación entre cerebro y conducta. Dicho neuropsicólogo de origen ruso, tenía “una
concepción antilocalizacionista redefiniendo el concepto de función cerebral”,
entendiéndola como “un sistema”, de tal modo que “una zona del cerebro podría estar
implicada en el desarrollo de diferentes funciones”. Además, proponía la existencia de “tres
unidades funcionales en el encéfalo que son responsables de los distintos niveles de
especificidad de la conducta: la primera, responsable de la regulación del tono o la vigilia, y
ubicada en la parte superior del tronco cerebral y en determinados núcleos del tálamo; la
segunda, encargada de adquirir, procesar y almacenar la información procedente del medio
tanto interno como externo, codificándola y transportándola hacia el interior del sistema
nervioso; y la tercera, localizada en el lóbulo frontal, responsable de programar, regular y
verificar la actividad, emitiendo sus respuestas a través de los sistemas motores eferentes
o a través de las glándulas endocrinas”.
En el texto también se hace mención a la neuropsicología de orientación
neurológica, la cual adscribió a la conducta un papel secundario. También se evoca a la
neuropsicología de orientación psicológica es otra rama que ha sufrido varias críticas por
parte de los neuropsicólogos ya que investiga los procesos psicológicos básicos. Los
seguidores de Luria, desarrollaron la neuropsicología dinámica, la cual es “una modalidad
de neuropsicología interaccionista e interdisciplinar que investiga no sólo los efectos de la
lesión cerebral sobre la función mental, sino la naturaleza de los procesos cognitivos que
subyacen en las pruebas utilizadas para realizar la evaluación”.
Punto y aparte merece la neuropsicología cognitiva, la cual trata de “proporcionar
una explicación de los procesos mentales a partir de las relaciones entre la conducta y los
sistemas de procesamiento, y no en base a la relación entre anatomía cerebral y conducta
tal y como hacía la neuropsicología tradicional”. Esta rama de la neuropsicología se inspira
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en el modelo de “modularidad de la mente”. Cabe mencionar que “la neuropsicología


cognitiva explica las alteraciones cognitivas por daño en términos de alteración en el
procesamiento de la información, considerando que un lesionado cerebral puede tener el
problema en la entrada, durante el procesamiento o en la salida”.
En el tercer apartado, el autor aborda los ámbitos de actuación, el cual señala que
se relaciona con “contextos sanitarios, educativos, sociales o relacionados con la
investigación, básica o clínica del cerebro”; y sus principales competencias se resumen en:
“evaluación, intervención, prevención, investigación y orientación”. La evaluación, se haría
para conseguir un “diagnóstico (daño cerebral traumático, accidentes vasculares,
dificultades de aprendizaje, TDA trastornos neuropsiquiátricos, epilepsia, enfermedades y
tratamientos médicos, efectos de sustancias tóxicas y demencia) a través de tests y
procedimientos estandarizados para valorar sistemáticamente la Inteligencia, resolución de
problemas y capacidad de conceptualización, planificación y organización, atención,
memoria y aprendizaje, habilidades académicas, habilidades perceptivas y motoras”.
La rehabilitación cognitiva y neuropsicoterapia consistiría en el desarrollo de
“programas de intervención y rehabilitación de las funciones cognitivas”, así como el
abordaje de los problemas emocionales derivados del daño cerebral del modo más
personalizado posible. En este punto, es cuando se dice que los ámbitos de actuación
profesional del neuropsicólogo son muy extensos, y puede ser considerada como una
ciencia en apogeo dado el pronóstico de desarrollo para la población en general.
Otro ámbito de actuación es en la prevención del daño cerebral, resultantes de
“accidentes de tráfico, campañas de promoción de la salud sobre enfermedades vasculares
cerebrales, la prevención del fracaso escolar en alumnos detectados disfunción cerebral y
dificultades de aprendizaje, y la implementación de programas de prevención del consumo
de drogas adictivas alertando sobre sus consecuencias”.
El ámbito de la investigación quizás sea uno de los más fértiles, ya que puede ser en
torno a pruebas neuropsicológicas, su estandarización y la creación de otras nuevas, “la
diferenciación de perfiles neuropsicológicos” entre las diferentes patologías, y la producción
de “software” que apoye al tratamiento.
Por último, el autor hace mención al ámbito de la orientación para el paciente que ha
sufrido daño cerebral y su familia, adoptando en enfoque informativo, adaptativo y de
solución de problemas.
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CONCLUSIÓN

Como se puede observar, el futuro de la neuropsicología podría describirse como


prometedor, ya que muchas de las respuestas que espera la sociedad en la actualidad (y
tal como se menciona el pronóstico para nuestra cultura) se encuentran en los hallazgos
que los neuropsicólogos pueden ofrecer a la luz de lo que le pasa al paciente, su
manifestación y algo que las personas que le rodean sospechan que le sucede en alguna
parte de su sistema nervioso central. Estas posturas se perciben claramente cuando los
padres de familia o maestros, demandan que un niño no aprende por más que se empeñen
las personas que le rodean en utilizar diferentes métodos educativos. Y es que el tiempo ha
ido dando la razón de diferentes maneras, ya que existen disfunciones cerebrales que no
llegan a ser daño, pero que influyen en la aparición de un trastorno del neurodesarrollo, tal
como los problemas de aprendizaje severos, los problemas de comunicación o el TDAH,
por citar algunos ejemplos. Si los psicólogos utilizaran las herramientas que tienen a la
mano desde una perspectiva más metodológica y fundamentada en los hallazgos de la
neuropsicología, es probable que se pudiera estar más cerca de la comprensión del
problema que aqueja a muchas personas, principalmente con fines de sensibilizar que lo
que le pasa al paciente, no es por su culpa, o por culpa del contexto, y más bien es por
esas alteraciones que se manifiestan claramente, pero que no se pueden observar con las
técnicas que se tienen a la mano (sea neuroimagen o test). Las discrepancias que se
mencionan al inicio de este reporte de lectura, son el punto de parte para que en los casos
que sean necesarios, y con la capacitación y experiencia suficiente, se realice una
evaluación neuropsicológica que arroje saberes prácticos que en principio permitan
negociar dicho conocimiento científico con la experiencia del paciente y de quienes le
rodean, lo cual sin lugar a dudas permitirá ofrecerle a ambos algo más de lo que espera, y
en función de ello tener mejores expectativas hacia el tratamiento. Será cuestión de tiempo
para explicar la presencia y mantenimiento de ciertas patologías que afectan al cerebro y la
conducta del individuo, pero sobre todo, con el paso de dicho proceso, seguramente el
ámbito de la intervención se nutrirá fecundamente, ya que el estudio desde la perspectiva
neuropsicológica se caracteriza por tener un doble papel, ya sea el de la evaluación
neuropsicológica o el de la rehabilitación neuropsicológica.

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