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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN DE AREQUIPA

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

UNIDAD DE POSGRADO

ESPECIALIDAD: GESTIÓN EDUCATIVA

“Estudio de caso: José María Arguedas”

PROFESOR: Ángel Mogrovejo Flores

PRESENTADO POR:

Cruz Apaza, Ivi Madeleine

Orihuela Sánchez, Richard

Quispehuamán Balcón, Walter

Salcedo Orosco, Celso Felipe

Quispe Cutipa, Yesenia

Mamani Mamani, Magali Esmeralda

Arequipa – Perú

2018
INTRODUCCIÓN

El personaje que hemos escogido para este proyecto es un ejemplo emblemático de

maestría porque representa al grupo de peruanos olvidados en la serranía por el Estado, a

los peruanos que tienen muchos obstáculos, vicisitudes, vacíos afectivos y que a él le

produjeron durante toda su vida una crisis psicológica y existencial. Por el contrario, logró

superarse y llenar esos vacíos utilizando sus habilidades intelectuales y artísticas con

mucho esfuerzo y, asimismo, logró enfrentarse en contra de los prejuicios sociales de la

época teniendo un lugar importante en la sociedad y volviéndose trascendente para nuestra

cultura.

Como etnólogo y antropólogo enseñó en prestigiosas universidades de Lima. Como

escritor dejó libros de temas indígenas que son leídos por todo el mundo. Como folklorista

le dio el carácter auténtico y le devolvió el lugar en las esferas sociales a toda expresión

artística indígena que estuvo reprimida por siglos. Como educador e intelectual enseñó en

colegios nacionales en la parte sur de la sierra. Pero lo más importante es que visibiliza al

campesino proponiendo un cambio en el Diseño Curricular Nacional que vaya acorde con

las multiculturalidad de nuestro país.

Después de muchos años y de arduo trabajo de Arguedas se refleja una transformación en

el sistema educativo que, poco a poco, va promoviendo una sociedad inclusiva,

intercultural y justa. Por ello, nos parece un merecido homenaje a su labor hablar de sus

obras y vida que representan el eje de este trabajo.

Nuestro objetivo es analizar y explicar la vida de José María Arguedas a través de

documentos y testimonios vivos que corroboran la información de una y otra fuente.


En el capítulo I: empezaremos escribiendo sobre su historia de vida, ya que al estar bien

enriquecidos e informados sobre las vivencias que pasó durante los años de vida podremos

comprender, analizar y criticar en un capítulo siguiente, algunos de sus aspectos más

relevantes como su personalidad, actitud, pasión por el arte y las razones que lo llevaron a

tomar la trágica y fatal decisión de suicidarse.

También le daremos un acápite aparte al tema del “contexto histórico” en que nació,

porque nos parece muy valioso conocer la época influida por los acontecimientos sociales,

políticos y culturales que sucedieron durante las primeras etapas de vida en que Arguedas

va adquiriendo su madurez como escritor y como pensador.

En el capítulo II: que titulamos “Prosopografía y Etopeya de José María Arguedas” se

describen de manera objetiva los rasgos físicos como también la personalidad, el

pensamiento, las pasiones, valores, etc., que lo hacen diferente, único y querido por todos

los que son seguidores y fieles a su obra y su imagen.

En el capítulo III: se proponen conclusiones a manera de epilogo en las que destacamos

las ideas más sobresalientes que le den el justo y merecido valor como escritor, educador,

antropólogo y peruano.
CAPÍTULO I

HISTORIA DE VIDA

I. CONTEXTO HISTÓRICO

En el plano internacional, el siglo XX es considerado un periodo de desarrollo y progreso


en la ciencia, tecnología e industria. Esto posicionó económicamente a unos países que
fueron considerados como desarrollados y potencias sobre otros. Así también, el siglo XX
es conocido como un siglo teñido de sangre porque se desarrollaron las guerras más
sangrientas y crueles con imágenes inhumanas que el hombre moderno ha podido
presenciar. Además en Europa surgen dos sistemas de pensamiento económico que se
expandieron por todas las sociedades y dividió en dos bandos a todas las naciones del
mundo trayendo como consecuencia competencias y enfrentamientos bélicos. Con todos
estos acontecimientos también suceden cambios sociales, políticos, artísticos, etc.

El siglo XX en América Latina también es influenciado por los acontecimientos en el


mundo. Hay cambios que consisten en la transformación de la economía agraria feudal a
una naciente economía capitalista. Este cambio económico confluye a una lucha de clases
que se ve reflejado en convulsionadas protestas sociales que exigen derechos laborales,
ciudadanos, reformas educativas y agrarias que conllevan al nacimiento de partidos
políticos populares. Este siglo es característico de los gobiernos populares, oligárquicos,
militares y dictatoriales.

El Perú, igualmente, recibe los efectos de los acontecimientos sociales, bélicos, artísticos
que estaban cambiando profundamente al mundo. En el plano social el Perú estaba
conformado por criollos, gamonales, mestizos indígenas. Más del 50 por ciento de la
población nacional era indígena y la mayoría de ellos eran pobres, analfabetos, otros eran
sirvientes o esclavos en las grandes haciendas de los gamonales. Y en muchos de los
pequeños pueblos andinos no se conocía ni siquiera el nombre de la palabra Perú. La
educación era exclusiva, clasista y tradicional. En la costa la economía cambia de un
sistema de arriendos a un naciente método tributario. Además, Lima vivía a espaldas de las
demás ciudades de la sierra y selva. Por otro lado es un siglo donde suceden prematuras
muertes de mentes brillantes que no llegaron a ver el proceso de materialización de sus
proyectos.

II. DESCRIPCIÓN BIOGRÁFICA DE SUS PRIMEROS AÑOS

2.1. Nacimiento e infancia

José María Arguedas


Altamirano nació el 18 de
enero de 1911 en la ciudad
de Andahuaylas, en la sierra
sur del Perú. Era hijo de
Víctor Manuel Arguedas
Arellano, un abogado
cuzqueño que ejercía de Juez
en diversos pueblos, y de
Victoria Altamirano
Navarro, perteneciente a una
hacendada y acaudalada familia de Andahuaylas. En
1912 el padre es nombrado juez en la provincia de
La Mar y la familia se traslada a Ayacucho, pero
tanto a su padre como a José María Arguedas el
clima no le asentaba bien porque eran
hipocondriacos. Tenían propensión a sentirse
enfermos. Él pide constantemente su traslado.
Cuando José María tiene dos años –en 1913- nace su
hermano Pedro.

“José María Arguedas acompañó a su padre en la


Mar desde que tenía 1 año hasta los tres años, momento en que, como señalamos, muere su
madre y pasa a vivir, con su abuela paterna…”

Pinilla C. Carmen. Pág.124

2.2. La influencia de Pedro


¿Pedro era su hermano o medio hermano?

“…Pedro era hijo de su padre y de la hermana mayor de su madre... Las Uniones fuera
del matrimonio eran permitidas, pero eran sancionadas, incluso los hijos nacidos fuera del
matrimonio eran llevados a la familia principal y educadas dentro de ellas…esto ocurría
con mucha frecuencia”.

Carmen Pinilla, socióloga


.Sucedió en el Perú, video 211

Cuando Arguedas tenía tres años, perdió a su madre.


Fallece su madre, víctima de «cólicos hepáticos”. El
pequeño José María habría asistió al entierro de su
madre pues, según el testimonio de su hermana Nelly,
escuchó allí el canto de ciertos pájaros a los que desde
entonces temía.

“Cuando íbamos de paseo al campo. Le tenía horror al piar de los pajaritos, yo le decía
por qué te pones así, te desconozco y él me dijo; “Es que me hace recordar el día que
enterraron a mi madre”. Parece que le carcomieron los sesos y no puedo olvidar de mi
mente…

Nelly Arguedas (hermana menor) Sucedió en el Perú, video 211


El padre desesperado y sin saber que hacer luego de la muerte de su esposa entregó a José
María al cuidado de sus abuelos en Andahuaylas y su hermano menor. Pedro fue adoptado
por su hermana, Amalia Arguedas de Guillén, casada con Manuel María Guillen (un
gamonal déspota, descrito así por José María Arguedas), El padre sólo se queda con su hijo
mayor, Arístides y se trasladan a Puquio, donde fue nombrado juez en 1915. Alquila una
casa en la esquina en la plaza principal de Puquio; el primer piso sería su despacho y el
segundo piso su lugar de descanso. Esa casa pertenecía a Grimanesa Arangoitia Iturbi viuda
de Pacheco.

En 1916 nace Carlos Arguedas Altamirano, el segundo medio hermano de José María,
propio hermano de Félix; también hijo de Víctor Manuel, padre de José María, y de
Eudocia Altamirano. El testimonio de la sobrina de José María, hija de Arístides Arguedas,
señala que en una oportunidad su padre le confió que él hubiese anhelado que Víctor
Manuel desposara a su tía Eudocia, pues de esa manera hubiesen tenido, él y José María, la
madre que perdieron prematuramente. Este anhelo no pudo realizarse porque, según la
misma fuente, el párroco del pueblo se opuso tajantemente a dicha unión, considerándola
incestuosa.

2.3. Grimanesa Arangoitia Iturbi

¿Quién era Grimanesa Arangoitia Iturbi?

Carmen Pinilla, socióloga nos dice;

“…No solamente es dueña de casas de Puquio sino que tiene tierras y ganados en San
Juan de Lucanas de las principales familias de San Juan de Lucanas”.

Sucedió en el Perú, video de 2011

Víctor Manuel Arguedas, termina enamorándose de esta señora. Poco después se casó con
esta rica hacendada del distrito de San Juan (Lucanas) en 1917. Apenas se sintió
nuevamente establecido, Víctor Manuel reunió de nuevo a sus hijos excepto Pedro, que se
quedó para siempre con su hermana y su esposo, Manuel Guillen, en Cusco. La familia se
instaló en Puquio, capital de la provincia de Lucanas del departamento de Ayacucho. José
María y su hermano Arístides, dos años mayor que él, fueron matriculados en una escuela
particular. Al año siguiente, 1918, los dos hermanos continuaron sus estudios en San Juan
de Lucanas, a 10 km de Puquio, viviendo en la casa de la madrastra.

2.4. Algunos datos sobre Puquio

Rodrigo Montoya sostiene que la escena política de Puquio entre 1890 y 1950 estuvo
marcada por una enconada lucha entre dos grupos de vecinos principales cuya ocupación
era al mismo tiempo la de “ganaderos propietarios”, grupos que constituían uno de los
puntos del eje de penetración del capitalismo en la sierra. Este eje relacionaba a
Andahuaylas, Puquio, Nazca y Lima. Nos dice Montoya que los dos grupos mencionados y
sus respectivas clientelas se enfrentaban hasta los tiros. A su alrededor se alineaban 30
familias de la provincia; ellas monopolizaron el poder político local y regional. Elegían el
personal encargado de la municipalidad provincial, de la subprefectura, judicatura,
incluso del telégrafo). De ello dependía la protección de sus intereses económicos.

Nos dice Rodrigo Montoya que tal era el grado de poder de estos dos grupos que
frecuentemente usurpaban las facultades de los jueces , pues podían hacer apresar – y
hasta matar-a los ”amigos” de sus adversarios o a los adversarios mismos en nombre de
la ley y de la autoridad. Nos dice también que para ambos bloques, el Estado era
considerado como de su propiedad y trataban de obtener el máximo provecho durante el
lapso en el que estuvieran en el poder.

Pinilla C. Carmen. Pag.125


Puquio ,1941. Casa de su madrastra
GRIMANESA ARANGOITIA ITURBI
https://www.slideshare.net/Bennovon
Archimbold/arguedas-jos-mara
III. ETAPA DE AFLICCIÓN EN SAN JUAN DE LUCANAS CON SU
MADRASTRA

Esta etapa de la vida del niño José María estuvo marcada por la difícil relación que sostuvo
con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco. Aquella sentía por su hijastro un
evidente desprecio, y constantemente lo mandaba a convivir con los criados indígenas de la
hacienda, de la cual solo lo recogía a la llegada de su padre, tal como lo ha relatado
Arguedas en el primer encuentro de narradores realizado en Arequipa en 1965. Por su parte
el hermanastro lo maltrataba física y psicológicamente e incluso en una ocasión le obligó a
presenciar la violación de una de sus tías, que era a la vez la mamá de uno de sus
compañeritos de escuela (los «escoleros» mencionados en varios de sus cuentos). Al
parecer, esa fue solo una de las tantas escenas sexuales que fue obligado a presenciar, ya
que el hermanastro tenía muchas amantes en el pueblo. La figura de este hermanastro
habría de perdurar en su obra literaria personificando al gamonal abusivo, cruel y lujurioso.

Algunos, sin embargo, consideran que el supuesto maltrato de la madrastra fue una ficción;
entre ellos el mismo Arístides.

Los hermanos Arguedas eran pocos queridos por su madrastra también eran odiados por
su hermanastro Pablo Pacheco, el famoso hermanastro de los cuentos del que tanto dolor le
va a causar. José María se refugia en el mundo de los sirvientes indios, de hecho era
enviado a convivir con ellos cuando el padre estaba ausente y volvía a la mesa familiar los
fines de semana:

En 1965, en el Primer Encuentro de Narradores Peruanos que se llevó a cabo en


Arequipa, el escritor y antropólogo andahuaylino José María Arguedas, habló de su
infancia. Por un lado, violenta y discriminatoria debido a los maltratos de su madrastra y
hermanastro; por el otro, amorosa, alegre, festiva al lado de los 'indios'.

A continuación compartimos su testimonio;

“Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: yo soy hechura de mi madrastra. Mi


madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas nupcias con
una mujer que tenía tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeño me dejó en la casa
de mi madrastra, que era dueña de la mitad del pueblo; tenía mucha servidumbre indígena
y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía
tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos en
la cocina, comer y dormir allí. Mi cama fue una batea de esas en que se amasa harina para
hacer pan, todos las conocemos. Sobre unos pellejos y con una frazada un poco sucia, pero
bien abrigadora, pasaba las noches conversando y viviendo tan bien que si mi madrastra
lo hubiera sabido me habría llevado a su lado, donde sí me hubiera atormentado. Así viví
muchos años. Cuando mi padre venía a la capital del distrito, entonces era subido al
comedor, se me limpiaba un poco la ropa, pasaba el domingo, mi padre volvía a la capital
de la provincia y yo a la batea, a los piojos de los indios. Los indios y especialmente las
indias vieron en mí exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por
ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos... y me lo dieron a manos llenas. Pero
algo de triste y de poderoso al mismo tiempo debe tener el consuelo que los que sufren dan
a los que sufren más, y quedaron en mi naturaleza dos cosas muy sólidamente desde que
aprendí a hablar: la ternura y el amor sin límites de los indios, el amor que se tienen entre
ellos mismos y que les tienen a la naturaleza, a las montañas, a los ríos, a las aves; y el
odio que tenían a quienes, casi incoscientemente, y como una especie de mandato Supremo,
les hacían padecer. Mi niñez pasó quemada entre el fuego y el amor.”

Confesiones de José María Arguedas - La Mula

3.1. SU HERMANASTRO PABLO PACHECO

“Cuando llegó mi hermanastro de vacaciones, ocurrió algo verdaderamente


terrible (...) Desde el primer momento yo le caí muy mal porque este sujeto
era de facciones indígenas y yo de muchacho tenía el pelo un poco castaño
y era blanco en comparación con él. (...) Yo fui relegado a la cocina (...)
quedaba obligado a hacer algunas labores domésticas; a cuidar los
becerros, a traerle el caballo, como mozo. (...) Era un criminal, de esos
clásicos. Trataba muy mal a los indios, y esto sí me dolía mucho y lo llegué
a odiar como lo odiaban todos los indios. Era un gamonal.”
“Pero no solamente he sido hechura de mi madrastra, hubo otro modelador tan eficaz
como ella, un poco más bruto: mi hermanastro. Cuando yo tenía siete años de edad, me
obligaba a que me levantara a las seis de la mañana a traerle su potro negro de una
chacra muy grande; y los potros y los caballos de raza fina son muy caprichosos porque
son aristocráticos: unas veces se dejaba agarrar con gran mansedumbre, pero otras veces
me hacía sudar más de una hora hasta poder enlazarlo. Si llegaba tarde, mi hermanastro,
que tenía unos veinte años cuando yo tenía siete, me trataba muy mal delante de la
servidumbre. Un día, por una cosa que no puedo contar aquí, que la contaré quizás en
nuestras reuniones de mesa redonda, me hizo algo. Lo había acompañado de paje para
una aventura que no se puede confesar en público... Me hacía montar en un burro
creyendo humillarme. El burro se llamaba "Azulejo". Nunca hubo amigos que se amaron
más que yo y el burro. También en eso estaba tan equivocado como mi madrastra. Me dejó
cuidando su potro negro que había comprado con veinte bueyes y doscientos carneros, y
cuando regresó de su aventura indecible me reprochó que hubiera hecho perder su poncho
de vicuña, aunque no me constaba que hubiera estado sobre la montura. Levantó el
rebenque para pegarme en la cara pero se arrepintió a última hora, montó el potro y
espoleándolo se fue cuesta arriba a toda velocidad, mientras yo me iba conversando con,
quizás, uno de los mejores amigos que he tenido en este mundo: el "Azulejo" inmortal.
Cuando llegué a la cocina me puse a comer; a mí la servidumbre me trataba mucho mejor
que a los patrones; entró mi hermanastro, yo estaba tomando sopa y tenía un plato de
riquísimo mote a un lado con su pedacito de queso; él me quitó el plato de la mano y me lo
tiró a la cara, diciéndome: "no vales ni lo que comes", que es una cosa que se suele decir
muy frecuentemente. Yo salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado había
un excelente campo de maíz, me tiré boca abajo en el maizal y pedí a Dios que me
mandara la muerte. Yo no sé cuánto tiempo estuve llorando, pero cuando reaccioné ya era
la noche. Mi buen hermanastro se había asustado un poco y me estaba haciendo buscar
por todas partes, y la única vez que se alegró de verme fue cuando regresé a la casa esa
noche.

José María Arguedas, Confesiones y Canto


En 1919, Arístides fue enviado a estudiar a Lima y José María continuó viviendo con la
madrastra. Febrero de 1919, José María viaja por primera vez a Lima. Su padre, luego de
una larga licencia por el paludismo que había padecido finalmente es cesado como juez
cuando Leguía sube al poder. En esa visita José María llega solo a Puquio y su hermano se
queda estudiando en el colegio Guadalupe. De esa primera visita José María recuerda cómo
los limeños tratan a los serranitos y cómo apaleaban a los burros a la siguiente visita a lima.
En 1920 realiza su segunda visita y ésta vez se regresa de Lima con su hermano Arístides a
San Juan de Lucanas pasando por el puerto de Lomas en Nazca

Tras la ascensión al poder de Augusto B. Leguía, el padre de José María ―que era del
partido contrario (pardista)― fue removido de su cargo de juez y tuvo que retornar a su
profesión de abogado litigante y viajero, trajinar que solo le permitía hacer visitas
esporádicas a su familia.

A mediados de julio de 1921 José María se escapó de la casa de la madrastra junto con su
hermano Arístides que había retornado de Lima. Ambos fueron a la hacienda Viseca,
propiedad de su tía Zoila Rosa Peñafiel y su esposo José Manuel Perea Arellano (medio
hermano de su padre), a quien le tenía un gran cariño, situada a 8 km de San Juan de
Lucanas. Allí vivió durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los
campesinos indios a quienes les tomó cariño y con quienes participaba por diversión de las
faenas agrícolas. De dos campesinos guardaría un especial recuerdo: don Felipe Maywa y
don Víctor Pusa. Para José María fueron los años más felices de su vida.
VISECA Y LOS AÑOS MÁS HERMOSOS DE SU INFANCIA

La casa hacienda de José María Arguedas Altamirano está ubicado en el Distrito de San
Juan, a orillas del río Viseca, anexo de Viseca, Comunidad de Utec, a una altitud de 3.282
m.s.n.m. Ambos distritos pertenecientes a la Provincia de Lucanas, en la región de
Ayacucho. Cuando en 1917 llega José María Arguedas, Viseca fue una hacienda que
desarrolló la minería, la agricultura y la ganadería, convirtiéndose en la principal de la
región para su época y llegando a fabricar sus propias monedas de oro.

Imagen satelital de San Juan de Lucanas, Imagen satelital de la casa hacienda


Utec, casa hacienda Viseca y río San José Viseca, y río San José ( GOOGLE MAPS)

Casa hacienda Viseca y río Viseca Entrada principal a la casa hacienda Viseca

Frentera de la casa hacienda


Viseca

Indígenas de la época fotografía Martín


Chambi
Aunque asistía a la escuela local, la primera lengua que aprendió fue el quechua porque los
indios se comunicaban entre sí. Tuvo predilección por el mundo de los indígenas que lo
acogen y le dan la ternura y afecto…

La casa hacienda donde pasó su niñez el novelista José María Arguedas se encuentra en el
fondo de la quebrada de Viseca, a donde se llega a un duro camino de descenso de dos
horas desde el pueblo minero de Utec. Esta casa pertenecía a los padres de su amigo de
infancia Julio Peñafiel, un eximio charanguista y personaje nombrado en la novela “Agua”.
Arguedas fue adoptado por la familia Peñafiel, debido a los maltratos que recibía en la casa
de su madrastra.

Cuando tenía 9 años (en 1921) el padre y la madrastra se


trasladan a Puquio y los hermanos permanecen en San
Juan con el hermanastro. Asisten a la escuela local y a
los diez años, José María, cursa el segundo año de
primaria. Ante otro de los abusos del hermanastro,
Arístides y José María deciden huir de la casa. Caminan
varios kilómetros por sendas empinadas hasta llegar a la
hacienda Viseca, propiedad del medio hermano del
padre: José Manuel Perea Arellano. Este último, al llegar
a Puquio siguiendo a su hermano mayor, Víctor Manuel,
conoció, y luego desposó, a Zoila Peñafiel, la hija de otro de los más grandes propietarios
de la región de San Juan de Lucanas.

Don Isaac Peñafiel hijo de su amigo íntimo, Don Julio Peñafiel, nos cuenta:

“Mi padre tenía 8 años y José María Arguedas tendría 7 años… eran muy amigos como la
uña y carne. Mi padre (Don julio peñafiel) nació en 1910 y el amauta nació en 1911 sí
pues, eran contemporáneos…Él se escapaba de su madrastra y se quedaba en la casa de
mi padre, y su tio de José María Arguedas venia y les enseñaba las primeras letras en un
cajón de arena en que se escribía con una cañita”. (Visita Casa Hacienda de José María
Arguedas Viseca - Lucanas)
UN POCO DE HISTORIA Y DESCRIPCIÓN DE LA CASA HACIENDA VISECA

Construida en 1896, más conocida como hacienda Viseca. Las calaminas hundidas y
picadas; ahora está lozana, con techo nuevo. La parte inferior de las paredes casi no se
reconocía por el estiércol de los animales de la comunidad, que se tuvo que retirar. Falta,
dicen, recuperar parte de la belleza de los dibujos de las paredes. Todo producto de cerca
de 30 años de abandono. En lo que era el área de estancia de la sala, se ha creado un
pequeño museo con fotos de la familia
Peñafiel y una gigantografía de las
obras de Arguedas. Hay imágenes de
Dolores Morales, cocinera que conoció
Arguedas; de Pablo Pacheco, el
hermanastro; de Hilda Peñafiel, quien
inspiró, dicen, el Warma kuyay y del
charanguero Julio Peñafiel, amigo de
José María. El ingeniero Ricardo
Rivera, de la Universidad Agraria La
Molina, es uno de los que promovieron que en 1999 se declarase Patrimonio Histórico y
Cultural de la Nación a la casa hacienda Viseca y la casa de San Juan. Dice que lo del
avance de las obras es bueno para el pueblo de San Juan y para el país. “Arguedas
representa un valor muy grande en la cultura nacional.”(Recuerdos de Lucanas)

José María y Arístides son acogidos en Viseca y pasan ahí dos años. El padre acepta esta
nueva situación. Dejan de estudiar. Según José María, fue la época más feliz de su infancia.
Conoce a los indios comuneros (propietarios, libres) de zonas aledañas y en base a ellos
construye un modelo de sociedad ideal que luego plasma en su literatura e inspira su
antropología. Por entonces lee y memoriza el poema “Amor” de González Prada que
apareció en un Almanaque Bristol. Esta primera lectura habría determinado su predilección
por el romanticismo, corriente afín a su temperamento.
ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

Justo cuando José María tiene 12 años (en 1923), y cuando han pasado 6 años del abandono
que sufrió luego de morir su madre, el padre recoge a sus dos hijos de Viseca y los lleva a
San Juan. En setiembre de este año se dirigen a Ayacucho y luego regresan a Puquio.

En abril de 1924 parte nuevamente Víctor Manuel con sus dos hijos a Nazca, Ica y Lima.
Regresan a Puquio y salen enseguida hacia el Cusco.

El viaje resulta aciago pues a Víctor Manuel le roban todo el dinero que había cobrado por
sus devengados y se ven obligados a vender objetos y ropa para poder comer. En un punto
llegan a vender el burro que trasladaba a José María y deben dejar al niño encargado a unos
parientes, repitiéndose en el pequeño la experiencia de separación y abandono. Envían por
él luego de un mes. En el Cusco los dos hermanos visitan a Pedro, el hermano menor que
fuera entregado en adopción y que vive interno en el colegio La Salle. Realizan esta visita a
escondidas del padre. Pedro les ruega que lo lleven con ellos y con el padre, pero no pueden
acceder a tal pedido. Este recuerdo también habría ahondado el sentimiento de inseguridad
en José María: existe un hermano suyo abandonado que bien pudo haber sido él. Tener un
padre no garantiza nada. Parten del Cusco el padre y sus dos hijos después de haber
recorrido Nazca, Arequipa, Cuzco y Cangallo. Éste ha decidido matricularlos en el mejor
colegio del Departamento, el Miguel Grau de Abancay, regentado por religiosos
mercedarios, y donde un primo suyo: Humberto Acurio Arguedas integra la plana docente.
Víctor Manuel se propone afincarse en este pueblo, abre un despacho de asuntos legales y,
además, es aceptado como profesor en el mismo colegio de sus hijos, teniendo a su cargo
los cursos de Constitución y de Historia del Perú. Luego de dos meses se cansa del puesto y
del pueblo. Parte hacia Challhuanca y deja internos a sus dos hijos en el colegio Miguel
Grau de los Padres Mercedarios, cursando el quinto y sexto grado de primaria, entre 1924 y
1925, mientras su padre continuaba su vida itinerante y su hermano Arístides seguía su
educación en Lima. Esta etapa de su vida quedó conmovedoramente plasmada en su obra
maestra: Los ríos profundos.

“Mi padre no pudo encontrar nunca dónde fijar su residencia; fue un abogado de
provincias, inestable y errante. Con él conocí más de doscientos pueblos. (...) Pero mi
padre decidía irse de un pueblo a otro cuando las montañas, los caminos, los campos de
juego, el lugar donde duermen los pájaros, cuando los detalles del pueblo empezaban a
formar parte de la memoria. (...) Hasta un día en que mi padre me confesó, con ademán
aparentemente más enérgico que otras veces, que nuestro peregrinaje terminaría en
Abancay. (...) Cruzábamos el Apurímac, y en los ojos azules e inocentes de mi padre vi la
expresión característica que tenían cuando el desaliento le hacía concebir la decisión de
nuevos viajes. (...) Yo estaba matriculado en el Colegio y dormía en el internado.
Comprendí que mi padre se marcharía. Después de varios años de haber viajado juntos, yo
debía quedarme; y él se iría solo. (Los ríos profundos)

En el verano de 1925, cuando se hallaba de visita en la hacienda Karkequi, en los valles


del Apurímac sufrió un accidente con la rueda de un trapiche del que perdió dos dedos de la
mano derecha y se le atrofiaron los dedos restantes. Se dice que atribuyó el hecho a un
castigo sobrenatural por practicar la masturbación.

VÍCTIMA DE RACISMO EN ICA

En 1926, junto con su hermano Arístides empezó sus estudios secundarios en el colegio
San Luis Gonzaga de Ica, en la desértica costa peruana, hecho que marcó su alejamiento del
ambiente serrano que había moldeado hasta entonces su infancia, pues hasta entonces había
visitado la costa solo de manera esporádica. Cursó allí hasta el segundo año de secundaria y
sufrió en carne propia el desprecio de los costeños hacia los serranos, tanto de parte de sus
profesores como de los mismos alumnos. Se enamoró intensamente de una muchacha
iqueña llamada Pompeya, a quien le dedicó unos acrósticos, pero ella lo rechazó diciéndole
que no quería tener amores con serranos. Él se vengó llegando a ser el primero de la clase
en todos los cursos, derrumbando así la creencia de la incapacidad intelectual del hombre
andino.

Ingresé y nunca fui tratado como serrano en San Marcos. En donde sí me trataron
como serrano y con mano dura fue en el Colegio "San Luis Gonzaga" de Ica, pero yo
también los traté con mano dura. El secretario del Colegio, que se apellidaba Bolívar, me
dijo cuando vio mi libreta con veintes: "¡estos serranitos!, siempre les ponen veintes en las
libretas porque recitan un versito cualquiera: aquí lo voy a ver sacar veintes". Me vio y
batí el récord de los veintes en toda la historia de "San Luis Gonzaga", porque era una
responsabilidad del serrano hacerlo y lo hice. (Confesiones de Arguedas: La Mula)

En 1928 reanudó su vida trashumante otra vez en la sierra, siempre junto a su padre. Vivió
entre Pampas y Huancayo; en esta última ciudad cursó el tercero de secundaria, en el
colegio Santa Isabel. Fue allí donde se inició formalmente como escritor al colaborar en la
revista estudiantil Antorcha; se dice también que por entonces escribió una novela de
600 páginas, que tiempo después le arrebataría la policía, pero de la que no ha quedado
huella alguna.

Cursó sus dos últimos años de secundaria (1929-1930) en


el Colegio Nuestra Señora de La Merced, de Lima, casi sin
asistir a clases pues viajaba con frecuencia a Yauyos para
estar al lado de su padre, que se hallaba agobiado por la
estrechez económica. Aprobó los exámenes finales,
terminando así sus estudios escolares prácticamente
estudiando sin maestro.

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS: ETAPA UNIVERSITARIA EN LA UNMSM

En 1931, ya con 20 años de edad, se estableció permanentemente en Lima e ingresó a la


Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí, contra lo que
esperaba, fue recibido con cordialidad y respeto por sus condiscípulos, entre los que se
contaban los futuros filósofos Luis Felipe Alarco y Carlos Cueto Fernandini, y los
poetas Emilio Adolfo Westphalen y Luis Fabio Xammar. A raíz del fallecimiento de su
padre, ocurrido el año siguiente, se vio forzado a ganarse la vida entrando a trabajar como
auxiliar en la Administración de Correos. Era apenas un puesto de portapliegos, pero los
180 soles mensuales de sueldo aliviaron sus necesidades económicas a lo largo de cinco
años.
En 1933 publicó su primer cuento, “Warma kuyay”, publicado en la revista Signo. En 1935
publicó “Agua”, su primer libro de cuentos, que obtuvo el segundo premio de la Revista
Americana de Buenos Aires y que inauguró una nueva época en la historia del indigenismo
literario. En 1936 fundó con Augusto Tamayo Vargas, Alberto Tauro del Pino y otros, la
revista Palabra, en cuyas páginas se ve reflejada la ideología propugnada por José Carlos
Mariátegui.

En 1937 fue apresado por participar en las protestas estudiantiles contra la visita del general
italiano Camarotta, jefe de una misión policial de la Italia fascista. Eran los días de la
dictadura de Óscar R. Benavides. Fue trasladado al penal «El Sexto» de Lima, donde
permaneció 8 meses en prisión, episodio que tiempo después evocó en la novela del mismo
nombre. Pero a pesar de simpatizar con el ideario comunista, nunca participó activamente
en la política militante. Estando en prisión, se dio tiempo para traducir muchas canciones
quechuas que aparecieron en su segundo libro publicado “Canto kechwa” en (1938).

Educador, etnólogo y literato

Perdido su trabajo en el Correo y lograda su Licenciatura de Literatura en San Marcos,


Arguedas inició su carrera docente en el Colegio Nacional «Mateo Pumacahua» de Sicuani,
en el departamento de Cuzco, como profesor de Castellano y Geografía y con el sueldo de
200 soles mensuales (1939-1941). Allí, junto con sus alumnos, llevó a cabo un trabajo de
recopilación del folclor local. Descubrió entonces su vocación de etnólogo. Paralelamente
contrajo matrimonio con Celia Bustamante Vernal, el 30 de junio de 1939, quien junto con
su hermana Alicia era promotora de la Peña Cultural «Pancho Fierro», un legendario centro
de reunión de artistas e intelectuales en Lima.

En 1941 publicó “Yawar Fiesta”, su tercer libro y primera novela a la vez. Entre octubre de
1941 y noviembre de 1942 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la
reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en
el Primer Congreso Indigenista Interamericano de Pátzcuaro (1942), reasumió su labor de
profesor de castellano en los colegios nacionales “Alfonso Ugarte”, “Nuestra Señora de
Guadalupe” y “Mariano Melgar” de Lima. En esos años publicó también en la prensa
muchos artículos de divulgación folclórica y etnográfica sobre el mundo andino.
En 1944 presentó un episodio depresivo caracterizado por decaimiento, fatiga, insomnio,
ansiedad y probablemente crisis de angustia, por lo cual pidió licencia repetidas veces en su
centro de labor docente, hasta 1945. Este episodio lo describió en sus cartas a su hermano
Arístides y brevemente en sus diarios insertados en su novela póstuma “El zorro de arriba y
el zorro de abajo”; en una de esas cartas (con fecha 23 de julio de 1945) dijo:

“Yo sigo mal. Van tres años que mi vida es una alternativa de relativo alivio y de días y
noches en que parece que ya voy a terminar. No leo, apenas escribo; cualquier
preocupación intensa me abate totalmente. Sólo con un descanso prolongado, en
condiciones especiales, podría quizá, según los médicos, curar hasta recuperar mucho mi
salud. Pero eso es imposible.”

José María Arguedas

Se recuperó, pero tendría otras recaídas posteriores. Según atestigua César Lévano, en esta
época Arguedas estuvo muy cerca de los comunistas, a quienes apoyó en diversas labores,
como en la de capacitación a círculos obreros. Los apristas lo acusaron de ser un «conocido
militante comunista», acusación que sin duda tuvo mucho eco pues a fines de 1948 la
recién instalada dictadura de Manuel A. Odría declaró a Arguedas «excedente», cesándolo
de su puesto de profesor en el colegio Mariano Melgar. Al año siguiente se inscribió en el
Instituto de Etnología de San Marcos y reanudó su labor intelectual. Ese mismo año
publicó “Canciones y cuentos del pueblo quechua”. En los años siguientes continuó
ejerciendo diversos cargos en instituciones oficiales encargadas de conservar y promover la
cultura.

En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore del Ministerio de


Educación, para luego ser promovido a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y
Despacho del mismo Ministerio (1950-1952). Llevó a cabo importantes iniciativas
orientadas a estudiar la cultura popular en todo el país. Por su gestión directa, Jacinto
Palacios, el gran trovador andino, grabó el primer disco de música andina en 1948. Los
teatros Municipal y Segura abrieron sus puertas al arte andino.
Entre 1950 y 1953 dictó cursos de Etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional
de Varones. En 1951 viajó a La Paz, Bolivia, para participar en una reunión de la OIT
(Organización Internacional del Trabajo). En 1952 hizo un largo viaje con su esposa Celia
por la región central andina, recopilando material folclórico, que publicó con el título
de “Cuentos mágico-realistas y canciones de fiestas tradicionales del valle de Mantaro,
provincias de Jauja y Concepción” En 1953 fue nombrado director del Instituto de Estudios
Etnológicos del hoy Museo Nacional de la Cultura Peruana, cargo en el que permaneció
durante diez años; simultáneamente dirigió la revista Folklore Americano (órgano del
Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario).

En 1954 publicó la novela corta “Diamantes y pedernales”, conjuntamente con una


reedición de los cuentos de “Agua”, a las que sumó el cuento “Orovilca”. Habían pasado
unos 13 años desde que no publicaba un libro de creación literaria; a partir de entonces
retomó de manera sostenida tal labor creativa, hasta su muerte. Pero su retorno a la
literatura no lo apartó de la etnología. En 1955 su cuento «La muerte de los Arango»
obtuvo el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento organizado en México.

A fin de complementar su formación profesional, se especializó en la Universidad de San


Marcos en Etnología, de la que optó el grado de Bachiller el (20 de diciembre de 1957) con
su tesis «La evolución de las comunidades indígenas», trabajo que obtuvo el Premio
Nacional Fomento a la Cultura Javier Prado 1958. Por entonces realizó su primer viaje por
Europa, becado por la UNESCO, para efectuar estudios diversos, tanto en España como
en Francia. Durante el tiempo que permaneció en España, Arguedas hizo investigaciones
entre las comunidades de la provincia de Zamora, buscando las raíces hispanas de la cultura
andina, que le dieron material para su tesis doctoral: «Las Comunidades de España y del
Perú», con la que se graduó el 5 de julio de 1963.

NARRATIVA CUMBRE

En 1958 publicó Los ríos profundos, novela autobiográfica, por la cual recibió en 1959 el
Premio Nacional de Fomento a la Cultura «Ricardo Palma». Esta novela ha sido
considerada como su obra maestra. Por entonces empezó a ejercer como catedrático de
Etnología en la Universidad de San Marcos (de 1958 a 1968). De la misma disciplina fue
también profesor en la Universidad Nacional Agraria La Molina (de 1962 a 1969).

En 1961 publicó su novela El Sexto, por la cual se le concedió, por segunda vez, el Premio
Nacional de Fomento a la Cultura «Ricardo Palma» (1962). Dicha obra es un relato
novelado de su experiencia carcelaria en el famoso penal situado en el centro de Lima, que
sería clausurado en 1986.

En 1962 editó su cuento La agonía de Rasu Ñiti. Viajó en ese mismo año a Berlín
Occidental (Alemania), donde se llevó a cabo el primer coloquio de escritores
iberoamericanos, organizado por la revista Humboldt.

En 1963 fue nombrado Director de la Casa de la Cultura del Perú, donde llevó a cabo una
importante labor profesional; sin embargo, renunció al año siguiente, como gesto de
solidaridad para con el presidente de la Comisión Nacional de Cultura.

En 1964 publicó su obra más ambiciosa: Todas las sangres, novela de gran consistencia
narrativa, en la que el escritor quiso mostrar toda la variedad de tipos humanos que
conforman el Perú y a la vez los conflictos determinados por los cambios que origina en las
poblaciones andinas el progreso contemporáneo. Sin embargo, esta novela fue criticada
severamente durante una mesa redonda organizada por el Instituto de Estudios Peruanos el
día 23 de junio de 1965, aduciéndose que era una versión distorsionada de la sociedad
peruana. Estas críticas fueron devastadoras para Arguedas, quien aquella misma noche
escribió estas líneas desgarradoras:

… casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, […], que mi libro Todas las
sangres es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo. Mis fuerzas
han declinado creo que irremediablemente.

José María Arguedas

Uno de los críticos desaforados de la obra arguediana era el escritor Sebastián Salazar
Bondy. Según la interpretación de algunos, esas críticas fueron uno de los tantos eslabones
que se sumaron a alimentar la depresión de Arguedas, que lo llevaría a su primer intento de
suicidio al año siguiente.
No obstante, su labor intelectual siguió recibiendo reconocimientos oficiales. En ese mismo
año de 1964 su labor de docente mereció el otorgamiento de las «Palmas Magisteriales» en
grado de Comendador y una Resolución Suprema firmada por el presidente Fernando
Belaúnde Terry dándole las «gracias por los servicios prestados a favor de la Cultura
Nacional». Fue nombrado también Director del Museo Nacional de Historia, cargo que
ejerció hasta 1966.

En 1965 Arguedas inició su divorcio de Celia a la vez que entablaba una nueva relación con
una dama chilena, Sybila Arredondo, con quien se casó en 1967. Una vez fallada la
sentencia de divorcio Sybila lo acompañó hasta el final de su vida. Décadas después estuvo
presa en el Perú acusada de tener vínculos con el grupo terrorista Sendero Luminoso y tras
ser liberada volvió a su país en el 2002.

Ese mismo año de 1965 Arguedas hizo numerosos viajes al extranjero y al interior del Perú.
En enero estuvo en Génova, en un congreso de escritores, y en abril y mayo pasó dos
meses, invitado por el Departamento de Estado, recurriendo universidades norteamericanas
(en Washington D.C., California e Indiana). De regresó a Perú, visitó Panamá. En junio
asistió al primer Encuentro de Narradores Peruanos, realizado en Arequipa, donde sostuvo
una polémica con Sebastián Salazar Bondy quien días después falleció víctima de
una cirrosis hepática congénita. En septiembre y octubre estuvo en Francia. Pero se dio
tiempo para publicar, en edición bilingüe, su cuento El sueño del pongo.

En 1966 hizo tres viajes a Chile (en enero, por diez días, en julio, por cuatro y en
septiembre por dos) y asistió, en Argentina, a un congreso de interamericanistas, luego del
cual visitó Uruguay por dos semanas. Ese mismo año publicó su traducción al español de la
crónica Dioses y hombres de Huarochirí del doctrinero hispanoperuano Francisco de Ávila.

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS Y LA EDUCACIÓN


Su labor docente como educador de aula abierta se encuentra en toda su vida, en su teoría y
práctica, en su creación literaria, en sus ensayos antropológicos, etc. Sin embargo se
traduce mucho más en sus obras literarias y ensayos, donde muestra la enseñanza de los
valores culturales, de los valores humanos, de los lazos de solidaridad y reciprocidad, de la
peruanidad. Todo esto con el fin de formar en cada uno un pensamiento intercultural que
lleve a la reafirmación de la existencia de todos como uno.
Tuvo una vocación innata como educador, fue maestro y orientador de juventudes.
Empezó en la docencia secundaria, hasta llegar a ser un catedrático calificado que utilizó
los valores de la cultura peruana como recurso fundamental para desarrollar su personalidad
de investigador y docente.
Es cierto que Arguedas no escribió mucho sobre educación, como sí lo hicieron otros de su
época o de su talla, sin embargo fue un gran colaborador en diferentes medios de una
manera indirecta, ya que sus lecciones de pedagogía y educación estaban siempre
alimentadas por sus obras literarias y ensayos antropológicos. Este recurso pedagógico fue
mantenido y sostenido durante todo el tiempo que ejerció la docencia, especialmente en la
universidad.
Sus trabajos de Etnología, Antropología y Ensayo permiten conocer mejor su labor en
referencia a la educación peruana. Mientras tanto, es bueno rastrear el itinerario que siguió,
para después apreciar mejor su contribución a la educación. De esa manera, se podrá tener
una visión referente a su formación y a sus experiencias pedagógicas, pero sobre todo de su
ascenso intelectual hasta llegar a la plenitud de su visión del Perú y su labor en la
educación.
Después de vivir en varios pueblos andinos y recibir una accidentada educación primaria,
secundaria y universitaria, decidió escapar de esa vorágine vida e ingresó al magisterio
como profesor de castellano y geografía en el Colegio Pumacahua, en Sicuani.
Posteriormente en otras instituciones locales Alfonso Ugarte, Lima y Nuestra Señora de
Guadalupe, Lima. Tal experiencia parece indicar que, debido a lo férreo y estricto que
significaba ser profesor de curso, él poco o nada pudo hacer a pesar seguramente del deseo
de cambiar en algo la aridez de las materias a su cargo.
Después de cumplir correctamente sus labores como educador, fue destacado al Ministerio
de Educación para colaborar en los “Planes de Educación Secundaria”. Ocupó cargos
importantes en él, cargos que le permitieron conocer más sobre la realidad de la educación
peruana, especialmente en el área cultural. Gracias a ello, junto a la colaboración de
Francisco Izquierdo Ríos, decidió invitar a los docentes de educación secundaria para que
remitieran textos sobre narraciones orales. El resultado fue sorprendente y los alumnos
resultaron siendo finalmente los que revelaron la gran riqueza que tiene el Perú, se trata del
libro Mitos, leyendas y cuentos peruanos, en cuya última parte del prólogo Arguedas
escribe: “Ha sido posible editar, de esta suerte, un libro de procedencia escolar que podrá
convertirse en un instrumento para la educación, pues, aparte de servir como medio de
enseñanza de la lectura, puede emplearse para despertar entre los estudiantes elevadas
inquietudes, pudiéndose aprovechar también su contenido como temas de análisis y como
auxiliar en los cursos de Geografía, Historia, Psicología y Castellano”.

Conocer esta realidad le permitió dictar cursos en el Instituto Pedagógico La Cantuta sobre
la “Problemas fundamentales de la educación”. Luego obtener el nombramiento como
catedrático en San Marcos en el departamento de Etnología y en la Universidad Nacional
Agraria La Molina, donde desarrolló su vocación de maestro. Allí pudo formar a nuevos
investigadores y docentes con una mentalidad peruanista renovadora. Así, cumplió una
tarea fundamental hasta agotar sus fuerzas.

Días antes de tomar la fatal determinación, escribió una conmovedora carta dirigida al
rector y a los alumnos de La Molina en referencia al significado de la educación y a la
Universidad, anotó: “Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser
invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso
cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza
superior y la investigación… Mi Casa de todas las edades es ésta: la Universidad. Todo
cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y,
sobre todo, el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a
trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me
acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe en nuestro país y su gente, en la
Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión
de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo
de la capacidad humana, especialmente la del hombre peruano”

Es por ello que debido a Arguedas, la educación peruana recibió y se alimentó con un
nuevo mensaje: la cultura viva como ejemplo de vida y esperanza. Su amor por el Perú
convirtió a la memoria social, a la literatura oral y a la personalidad colectiva, en una fuente
de referencia inagotable. En ese sentido, Arguedas ha cumplido un rol invalorable. Nos ha
enseñado a educar con los signos mayores de la cultura peruana, vía imprescindible para ser
esencialmente peruanos y, al mismo tiempo, latinoamericanos y singularmente universales.
Nos ha invitado a defender el patrimonio cultural, como bien lo expresa en su libro El
cuento folklórico, como fuente para el estudio de la cultura “En un país tan complejo
como el nuestro -tan lleno de contradicciones culturales, de creencias distintas- la misión
del maestro es realmente aquí, una misión muy difícil; porque en el Perú la educación no
se resuelve mediante el método sino mediante el conocimiento de la cultura, de las
costumbres de cada pueblo, porque somos un país muy mezclado, un país mestizo en
cuanto a concepciones morales, políticas; en fin, somos un país que constituye una mezcla
que todavía no ha acabado de definirse. Nosotros los maestros somos los que debemos
impulsar esta definición y a esta integración de las creencias. Cuando todo el Perú tenga
más o menos una sola creencia, por lo menos una de la cual todos compartamos, seremos
patriotas; cuando haya una fe que nos una a todos; pero ahora tenemos veinte mil tipos de
fe distintas y por eso no somos patriotas, porque no tenemos elementos ideales de los
cuales todos participen”. El por ello que una de las funciones de la educación es velar por
la cultura, por la continuidad genérica de los saberes y costumbres, lo que incentiva a decir
que la invitación de Arguedas es absolutamente educativa, sin cultura no hay educación.
Hasta ahora indudablemente, presente a pesar de todo, mostrando que la cultura indígena
viviente representada también en nuestros campesinos y en nosotros mismos como
mestizos no es una cultura débil, debido a que maneja una estructura de valores
fundamentados en la unión de su pueblo y en la adaptación de costumbres extranjeras,
adaptadas a la esencia de los valores propios, comprobando así su valor. Arguedas no
afirma que se deba dar la espalda a la cultura occidental, si no que ambas culturas pueden
aportar a la conformación de la otra cultura sin necesidad de ningún mecanismo de
imposición y de manipulación.

La vida de Arguedas es un ejemplo a ir más allá de uno mismo, a entender la vida como un
compromiso social, y a la educación como un servicio social, Arguedas mira que antes de
ser profesores y estudiantes, se es persona de un misma familia, de un mismo consenso
social, de una misma cultura.

DEPRESIÓN Y SUICIDIO

La depresión de Arguedas hizo crisis en 1966, llevándolo a un primer intento de suicidio


por sobredosis de barbitúricos el 11 de abril de aquel año. Desde algunos años atrás, el
escritor venía recibiendo múltiples tratamientos psiquiátricos, describiendo sus
padecimientos en sus escritos:

“Yo estoy sumamente preocupado con mi pobre salud. (...) He vuelto fatigadísimo, sin
poder dormir y angustiado. Tengo que ir a donde el médico nuevamente; aunque estos
caballeros nunca llegan a entender bien lo que uno sufre ni las causas. Lo malo es que esto
me viene desde mi infancia” (carta a John Murra, 28 de abril de 1961).

“Un poco por miedo otro poco porque se me necesitaba o creo que se me necesitaba he
sobrevivido hasta hoy y será hasta el lunes o martes. Temo que el Seconal no me haga el
efecto deseado. Pero creo que ya nada puedo hacer. Hoy me siento más aniquilado y
quienes viven junto a mí no lo creen o acaso sea más psíquico que orgánico. Da lo mismo.
(...) Tengo 55 años. He vivido bastante más de lo que creí” (carta a Arístides Arguedas, 10
de abril de 1966).

A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos
y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el
propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San
Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann,
quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo
publicó otro libro de cuentos: Amor mundo (en ediciones simultáneas en Montevideo y en
Lima, en 1967), y trabajó en la que sería su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de
abajo.

En 1967 dejó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi simultáneamente, fue


elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La Molina,
a la cual se consagró a tiempo completo. Continuó su afiebrado ritmo de viajes. En febrero
estuvo en Puno, presidiendo un concurso folclórico con motivo de la fiesta de la
Candelaria. En marzo pasó 15 días en México, con motivo del Segundo Congreso
Latinoamericano de Escritores, en Guadalajara, y ocho días en Chile, en otro certamen
literario. A fines de julio viajó a Austria, para una reunión de antropología, y en noviembre
estaba de nuevo en Santiago de Chile, trabajando en su novela de los «zorros».

En 1968 le fue otorgado el premio «Inca Garcilaso de la Vega», por haber sido considerada
su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú. En esa ocasión pronunció su
famoso discurso: «No soy un aculturado». Del 14 de enero al 22 de febrero de ese año
estuvo en Cuba, con Sybila, como jurado del Premio Casa de las Américas. Ese mismo año
y el siguiente tuvo su amarga polémica con el escritor argentino Julio Cortázar, y viajó
varias veces a Chimbote, a fin de documentar su última novela.

A principios de 1969 hizo su último viaje a Chimbote. Ese mismo año hizo tres viajes a
Chile, el último de los ellos por cerca de cinco meses, de abril a octubre. Por entonces se
agudizaron nuevamente sus dolencias psíquicas y renació la idea del suicidio, tal como lo
atestiguan sus diarios insertos en su novela póstuma:

Yo no voy a sobrevivir al libro. Como estoy seguro que mis facultades y armas de creador,
profesor, estudioso e incitador, se han debilitado hasta quedar casi nulas y sólo me quedan
las que me relegarían a la condición de espectador pasivo e impotente de la formidable
lucha que la humanidad está librando en el Perú y en todas partes, no me sería posible
tolerar ese destino. O actor, como he sido desde que ingresé a la escuela secundaria, hace
cuarenta y tres años, o nada. (Epílogo, 29 de agosto de 1969)

Finalmente renunció a su cargo en la Universidad Agraria y el 28 de noviembre de 1969 le


escribió a su esposa Sibyla:

¡Perdóname! Desde 1943 me han visto muchos médicos peruanos, y desde el 62, Lola, de
Santiago. Y antes también padecí mucho con los insomnios y decaimientos. Pero ahora, en
estos meses últimos, tú lo sabes, ya casi no puedo leer; no me es posible escribir sino a
saltos, con temor. No puedo dictar clases porque me fatigo. No puedo subir a la Sierra
porque me causa trastornos. Y sabes que luchar y contribuir es para mí la vida. No hacer
nada es peor que la muerte, y tú has de comprender y, finalmente, aprobar lo que hago.
Ese mismo día (28 de noviembre de 1969) se encerró en uno de los baños de la universidad
y se disparó un tiro en la cabeza. Pasó cinco días de agonía y falleció el 2 de diciembre de
1969.

El día de su entierro, tal como el escritor había pedido en su diario, el músico


andino Máximo Damián tocó el violín ante su féretro ―acompañado por el arpista Luciano
Chiara y los danzantes de tijera Gerardo y Zacarías Chiara― y luego pronunció un breve
discurso, en palabras que transmitieron el sentimiento del pueblo indígena, que lamentó
profundamente su partida.

Sus restos fueron enterrados en el cementerio El Ángel. En junio del 2004 fue exhumado y
trasladado a Andahuaylas, el lugar donde nació.

En 1969 ―el mismo año en que suicidó― Arguedas concedió una entrevista a Ariel
Dorfman para la revista Trilce:

Entiendo y he asimilado la cultura llamada occidental hasta un grado relativamente alto;


admiro a Bach y a Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero
más plenamente gozo con las canciones tradicionales de mi pueblo; puedo cantar, con la
pureza auténtica de un indio chanka, un harawi de cosecha. ¿Qué soy? Un hombre
civilizado que no ha dejado de ser, en la médula un indígena del Perú; indígena, no indio.
Y así, he caminado por las calles de París y de Roma, de Berlín y de Buenos Aires. Y
quienes me oyeron cantar, han escuchado melodías absolutamente desconocidas, de gran
belleza y con un mensaje original. La barbarie es una palabra que inventaron los europeos
cuando estaban muy seguros de que ellos eran superiores a los hombres de otras razas y
de otros continentes «recién descubiertos».
CAPÍTULO II

PROSOPOGRAFÍA Y ETOPEYA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

2.1. ETOPEYA

En estas páginas describiremos la etopeya de nuestro personaje. Cuando hablamos sobre


etopeya, nos referimos a los rasgos psicológicos o morales del personaje: su manera de ser,
de actuar, su carácter, etc.

La niñez es muy importante para todo ser humano porque es la etapa en que los padres dan
más protección a sus hijos por la edad e inocencia; sin embargo, para mala suerte de
muchos que pierden a su madre a temprana edad, su principal sostén se viene abajo. Ese
golpe tan duro para muchos es una obligación de cambio ya sea para mejorar o para
empeorar el comportamiento.

Hubo una serie de hechos, en la infancia de Arguedas, que lo marcaron tempranamente y


que van a actuar a lo largo de su vida como factores que lo llevan al desenlace final de su
existencia. Estos sufrimientos que narran las angustias que vive nuestro autor representan
las aproximaciones a su muerte como algo que lo persigue durante toda su vida y encuentra
sus raíces en la infancia.

PERSONALIDAD:

Se caracteriza por ser angustiada, melancólica, bivalente, suave y exagerada.

“Arguedas tiene una infelicidad de base. A nuestro criterio es por la ausencia del padre, ya
que habiendo sido juez de la zona o juez importante, pierde el trabajo por razones políticas
y termina siendo un abogado que debe buscar trabajo. Eso implica la necesidad de
movilizarse a diferentes lugares y, muchas veces, sin poder llevarse a sus hijos.”

(Cecilia Rivera, antropóloga. Sucedió en el Perú, video 2011)


Había noches que se sentía tan mal que creía que iba a morir y se despertaba lleno de
angustia, su padre lo calmaba sacándolo al patio a mirar las estrellas.

“Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz
habla en cristiano y en indio, en español y en quechua” (Arguedas, 1968)

Estas citas nos permiten apreciar que él es un mestizo; que su ser y personalidad son fruto
de la unión de las dos culturas, del conquistador y del conquistado y como tal considera que
nuestro ser nacional debe consistir en la unión armoniosa de ambas raíces.

“José María era totalmente sensible. Tenía una personalidad tan diferente. Él estaba
conversando bien con una persona, con la familia, y llegaba otra persona, entonces,
automáticamente cambiaba su personalidad, yo no sé por qué.”

“Arístides es muy frío, muy cortante, muy duro, en cambio José María era una pluma.
Siempre que venía Arístides, estaba toda la vida celoso, pues creía que yo quería más a
José María que a él.”

“José María era bastante exagerado. Un día estaban en la mesa y le dice: imagínate que
un día me agarro a las trompadas con el Julio Peñafiel. El pulguiento, que le dice en su
cuento.

Los escoleros

¿No menciona a Julio el Charanguero? Y dice que le dio una trompada, que se le quedaron
colgando los ojos fuera de sus órbitas. Entonces, él, rápido sacó su pañuelo y los metió con
el pañuelo. Y te juro que sonó ´plop´, sonaron los ojos. Ahí le soltó un par de lisuras
Arístides a él ¿no? Y yo le digo: pero déjalo, es su manera de ser. Tú no puedes cambiar tu
manera de ser con la de él. Tú piensas y actúas de acuerdo a tu carácter, a tu manera de
ser. Tú en una copita de agua haces una tempestad, en cambio él viene de la lluvia
torrencial y dice que está garuando n poquito. Tú no puedes exigirle que sea igual que ti
pues”

“A Emilio Adolfo Westphalen, José María le tenía un poco de celos en medio de su


amistad. En una ocasión le dijo: ¿Y tu amigo Westphalen?¿Serían cosas de él? ¿Qué habrá
visto? Usted sabe que a veces un gesto, una mirada, un ademán… ¿no? Sobre todo los
peruanos somos muy diferentes en la expresión, en la manera de pensar de las cosas ¿no?
Porque… ¿sabes por qué le tenía cierto resentimiento o cierto fastidio? Porque dice que,
no sé a dónde viajó Westphalen y le mandó un ramo de flores a Sybila. Puede ser un gesto
de amistad, de caballero, digo ¿Por qué tiene que juzgarlo así? Y él decía: Ah, no, a mí no
me ha gustado, porque él no tiene porqué mandarle flores a mi mujer”

(Nelly Arguedas)

¿UN HOMBRE TRISTE?

Las efigies tristísimas persiguen como un adagio tanto a Arguedas como a Vallejo. Para el
estudioso Rodrigo Montoya, el novelista tenía una “tristeza estructural” pero, a la vez, era
el hombre que contaba chistes de todo calibre, que cantaba (está el registro de su voz aguda
y canto quechua), bailaba y tenía amigos.

“José rasgueando su charango en el ocio de una tarde feliz, cantando suavemente huainos
que me eran familiares; o sino también el estentóreo Wifalaaaaaaaa! Wifalaaaaaaaa!. De
vez en cuando se lanzaba a bailar. José era como un niño más en la casa”, lo recuerda la
poeta y periodista Cecilia Bustamante, sobrina de su primera mujer.

El charanguista Jaime Guardia, quien tocó temas alegres el día de su entierro a pedido del
escritor, ha recordado que Arguedas estuvo jovial y los visitó en la Casa de la Cultura, en el
Centro de Lima, un día antes de quitarse la vida.

ENTUSIASTA Y ALEGRE

Uno de los amigos de José María Arguedas es el charanguista ayacuchano Jaime Guardia
que lo recuerda así:

“Bajaba del escenario, en el año 51, después de mi actuación se me acerca un hombre alto
de bigote, todo entusiasmado, contento me abrazó me felicitó y me dijo: ¡Qué maravilla es
esto! Esto es nuestro folclor”
APASIONADO

El poeta y amigo, Hildebrando Pérez, cuenta que cuando era alumno de José María
Arguedas en su curso de Introducción a la Antropología cuando enseñaba en la UNMSM en
1963:

Era un profesor que disfrutaba y gozaba mucho sus clases… porque describía las conductas
sociales. La diversidad cultural, los ritos sociales, las gormas culturales de los pueblos
antiguos.

HOMBRE SENCILLO, TIERNO Y BONDADOSO

El poeta Arturo Corcuera que lo conoció cuando estaba en la etapa escolar, y años más
tarde, fue compañero de trabajo en el gobierno de Fernando Belaúnde, periodo en que el
Ministro Francisco Miró Quezada Cantuarias y éste nombró Director de la Casa de la
Cultura. Esto dice sobre María Arguedas:

“Era un hombre sencillo, tierno, bondadoso. Yo sentía una gran bondad en él… advertía
que él era un poco tímido, pero que en los momentos necesarios podía contestar con
furia…”

IDEOLOGÍA Y SOCIALISMO

“Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las
cosas; la teoría socialista no solo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí
de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de
encausarlo” (Arguedas. J.M.100)

No pretendí jamás ser un político ni me creí con aptitudes para practicar la disciplina de un
partido, pero fue la ideología socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo
que dio dirección y permanencia, un claro destino a la energía que sentí desencadenarse
duramente la juventud.

De la cita, podemos inferir que para José María Arguedas, la ideología no era algo que se
aprende de memoria y se repite como la enseñanza de un catecismo tradicional, sino, un
sistema de ideas que penetran hasta lo más profundo del ser, le confieren contenido de vida,
lo fortalecían, le llenaban de energía y daban sentido y orientación a su existencia; ello le
permitía mostrar la situación real del indio y buscar la conciliación del mundo opresor y del
oprimido en una sola nación.

La ideología socialista dio a José María Arguedas el sentido de existencia, lo cual afloraría
en todo su existir y su praxis de investigador y difusor de la concepción del mundo, cuyo
derrotero no sería sino la unión de todas las sangres.

Para el efecto examino dos documentos correspondientes a la etapa final de su vida. Uno es
el breve discurso que pronunció en octubre de 1968, al recibir el Premio Nacional de
Cultura Inca Garcilaso de la Vega, verdadero manifiesto y programa político para la acción
socialista, cuya validez trasciende la anécdota del premio y, tal como se ha visto en el año
del Centenario de su nacimiento, los pueblos y los jóvenes los hacen suyo. El otro
documento es el “¿Último diario?” Con el que cierra la novela “El zorro de arriba y el zorro
de abajo” (1971), redactado en Santiago de Chile el 20 de agosto de 1969. Este fue objeto
de selección y corrección de párrafos en Lima el 28 de octubre, un mes antes del 29 de
noviembre en que decidió morir. En la segunda parte que dio al aceptar el premio, el
escritor declara que fue por “dos principios que alentaron mi trabajo desde el comienzo”
(Arguedas, 1983) que el ideal que se propuso realizar en su vida pudo ser alcanzado.

PRIMER PRINCIPIO: EL SOCIALISMO

Cuenta a su auditorio que en su primera juventud estuvo cargada de una gran rebeldía y de
una gran impaciencia por luchar, por hacer algo. Las dos naciones de las que provenía
estaban en conflicto: el universo se le mostraba encrespado de confusión, promesas y
belleza; más que deslumbrante exigente ¿Cómo encausó y dio sentido a esa rebeldía? Fue
leyendo a Mariátegui y después Lenin que encontró el orden permanente de las cosas: la
teoría socialista no solo le dio cauce a un porvenir, sino a lo que había en él de energía: “Le
dio un destino y le cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo”. Y después
de informarnos que no pretendió ser jamás un político ni se creyó con aptitudes para
practicar la disciplina de un partido explica que fue la ideología socialista y el estar cerca de
los movimientos socialistas lo que le dio dirección y permanencia: “un claro destino a la
energía que sentí desencadenarse durante la juventud”. Aún está dependiente la tarea de
documentar esta filiación en el conjunto de sus trabajos literarios y antropológicos. Ahora
prestemos atención a la labor más ardua. (Urrello, A)

¿QUÉ O CUÁL SOCIALISMO?

Arguedas estaba al tanto de los debates entre las corrientes de los grupos socialistas. Y de
las formas de ese debate. La idea que guía este plan de trabajo es la siguiente: él pensaba,
sentía e imaginaba –como antes Encinas, Vallejo, Mariátegui, Castro Pozo, Churata,
Urviola-, que la matriz de los pueblos indígenas sería el tronco en el cual incorporar
redefinir los aportes de la civilización occidental. Difería, por eso, de las experiencias en
construcción en el mundo que proponían en el Perú los partidos existentes es su tiempo.
(Murrugarra, E)

Para Arguedas, el problema de fondo por resolver las sociedades andinas no se reducía a la
liberación de una clase social, el proletariado, de la opresión y explotación capitalista, como
proponía el socialismo eurocéntrico. Era un aspecto pero no se reducía a un tema de justicia
social acabar con la explotación del sistema capitalista en el marco de la otra civilización
para él., la tarea era la liberación y se había convertido en una nación acorralada, aislada;
para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual solo los acorraladores
hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad.

Esa nación a juicio de Arguedas tiene energías suficientes para liberarse, a pesar de los
muros de acorralamiento que no apagan la “luz de la razón humana y mucho menos si ella
ha tenido siglos de ejercicio; apagan; ni apagan por tanto la fuentes del amor de donde brota
el arte”. La superación dice la explotación económica se realiza en el curso de construcción
de otra civilización basada en la matriz andina, cuyas fuentes de amor no solo es entre seres
humanos sino entre todos los seres del cosmos infinito. Dan vida al florecimiento, a las
expresiones artísticas igualmente infinitas en que hablan los lenguajes rituales.

En su opinión, los pueblos indígenas y sentimiento, los movimientos socialistas en nuestros


andes amazónicos, deben luchar por un orden que reconozca a los trabajadores su derecho a
disfrutar la riqueza que han creado, sino que esa lucha la dan los pueblos en los diversos
procesos de la creación de maravillas artísticas. Es una revolución espiritual que
compromete al conjunto de la civilización. Los pueblos y culturas indígenas no separan o
segregan la actividad económica o productiva de las dimensiones lúdica, religiosa, amorosa
y erótica. Ese sincretismo da lugar a la danza y el canto celebratorio.

En la novela Yawar Fiesta (1941), Arguedas toma posición temprana frente a la


comprensión que el socialismo eurocéntrico respecto de las culturas y pueblos indígenas.
Jóvenes migrantes de Puquio aprenden en Lima ideas, actitudes y conductas izquierdistas
que al regresar al pueblo los mueven a oponerse a la celebración de los rituales festivos de
los pueblos indígenas. El argumento es que era expresión del atraso irracional y no del
progreso basado en la ciencia. Un claro ejemplo de aculturación en versión socialista, que
llegó a predominar entre los grupos del movimiento socialista de la segunda mitad del siglo
XX con el nombre de marxismo-leninismo. La novela critica este tipo de mentalidad
socialista. No era su ideal, su mito. (Murrugarra, E)
EPÍLOGO

José María Arguedas promueve la defensa de una identidad andina y estabilizada como
expresión de lo genuino que está esperando su hora. El mundo andino va evolucionando en
muchos aspectos y en otros campos no lo ha hecho porque ha habido en el Perú unas
políticas y unos gobiernos que lo han impedido a través de la explotación de los indígenas
desde los inicios de la vida en el Perú hasta nuestros días. Todo eso ha hecho imposible que
los hombres andinos se convirtieran en hombres de nuestro tiempo. Algo preocupante es
que el hombre andino no se despega de su imagen pintoresca y exótica ante los demás, eso
lo ha llevado a optar por una aspiración a lo moderno y liberal. El gran aporte de Arguedas
obedece a su condición de –parafraseando a Vargas Llosa- “haber tenido un pie en el
mundo indígena y otro en el moderno”. Fue criado y educado en regiones andinas, aprendió
quechua y más tarde vivió en el Perú occidentalizado y de habla española. Tuvo una gran
influencia de dos realidades, escritor vital y sensible, así como un hombre impenetrable que
terminó suicidándose en 1969 tras dejar publicadas novelas como Los ríos profundos o
Ensayos de antropología y folclor sobre los indígenas, siempre tratando de rescatar la
tradición andina. Muchos escritores intentan interpretar las obras y la intención de
Arguedas con respecto a los indígenas, lo han situado dentro de la clasificación tradicional;
como un expresionista de la cultura indígena, su herencia, sus valores quechuas; como un
transmisor del mundo mágico andino y el sentir del indígena desde su propio mundo; como
un neoindigenista por su obra Los ríos profundos; como un defensor de lo indígena por los
atropellos e injusticias que sufre; como un ser paternalista; como la voz de los explotados
porque en sus obras hay una afirmación constante de expresión cultural de los campesinos
quechuas., entre otros calificativos. Sin embargo, no debemos dejar de lado su verdadero
aporte a la construcción de la identidad. Pone sobre la mesa temas históricamente
pendientes, desde lo más profundo del Perú hasta lo más moderno como lo sostiene Vargas
Llosa. Plantea la integración de la diversidad cultural en la agenda más importante de
nuestro país como lo es la educación. Promueve relaciones de interculturalidad y
correspondencia; así como el respeto por el campesino, haciéndolo presente en los temas
para el desarrollo e integración de nuestro país.
WEBGRAFÍA

ARGUEDAS, José María. Los ríos profundos. En


http://www.mercaba.org/SANLUIS/ALiteratura/Literatura%20Peruana/Arguedas,%20Jose
%20Mar%C3%ADa/Narrativa/Los%20r%C3%ADos%20profundos.pdf

ARGUEDAS, José María. Yawar Fiesta (fiesta de sangre). En


http://files.comunicatodos.webnode.es/200011834-6ab036ba9f/Yawar%20fiesta%20-
%20Jose%20Maria%20Arguedas%20(1).pdf

CAVERO, Ranulfo. El recorrido vital de Arguedas por Ayacucho. Valores y fortalezas de


la cultura quechua. Tradición y cambio, mestizaje e interculturalidad. En
http://zaloamati.azc.uam.mx/bitstream/handle/11191/804/El_recorrido_vital_de_arguedas_
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PINILLA, Carmen María. Arguedas: Conocimiento y vida. En


http://digital.csic.es/bitstream/10261/63079/1/Rese%C3%B1a_Pinilla_Arguedas.pdf

LA MULA. José María Arguedas. En https://www.youtube.com/watch?v=G2qy0EukRDc

SUCEDIÓ EN EL PERÚ. Biografía de José María Arguedas. En


https://www.youtube.com/watch?v=tgaCGpwtB0c

VISITA CASA HACIENDA DE LUCANAS. José María Arguedas. En


https://www.youtube.com/watch?v=nlBDZvLXe3I

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