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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA CIENCIAS SOCIALES Y POLÍTICAS

NOMBRE: Génesis Asencio Gutiérrez.

CURSO: 1-6.

ECONOMÍA POLÍTICA

Estructura y Superestructura de la Sociedad

Hemos visto que existen relaciones de explotación entre los seres humanos, y
que esta explotación se funda en que unos pocos son los que poseen los medios
de producción mientras otros muchos no y, por tanto, deben trabajar a cambio
de un salario. A esta relación la llama Marx la estructura. La denomina así porque
es la base, los pilares, sobre los que se mantiene el capitalismo. Sin esta base
económica donde se dé la propiedad privada y sin dos clases sociales (la
capitalista y la obrera), sería imposible pensar el capitalismo.
Sin embargo, ¿notamos nosotros que estamos siendo explotados? ¿Acaso las
leyes no dicen que somos hombres libres e iguales? ¿O por qué respetamos la
propiedad privada si es tan solo una fuente de injusticias? Para Marx, esto se
debe a que existe una superestructura que se encarga de que nada afecte a la
base económica y que, de algún modo, disimula la explotación que se da en la
estructura. Para Marx, la superestructura consiste en la sociedad política que
nos organiza socialmente (el Estado y sus instituciones, las leyes, la policía, la
educación, etc.), a lo que otros marxistas luego agregarán .también la sociedad
civil (la ideología, las tradiciones, las religiones, etc.) todo aquello que nos
conduce a comportarnos de determinado modo. Por ejemplo, si no respetáramos
la propiedad privada y tomáramos algo que no nos pertenece legalmente,
seríamos condenados como delincuentes tanto por la ideología de quienes nos
rodean así como también por las leyes y por las fuerzas de seguridad del Estado,
como ser la policía (nótese que mientras la sociedad civil ejerce su poder por
medio del convencimiento, el poder político lo hace mediante la fuerza directa).
La superestructura no es más que un disfraz que oculta aquello que es propio
del capitalismo y que es la estructura. Así, mientras podemos sentirnos contentos
porque nuestras leyes dicen que somos libres e iguales, Marx sostiene que eso
no es más que una mentira, porque si miramos la estructura vamos a notar que
los obreros no son libres (no les queda otra opción que vender su fuerza de
trabajo para sobrevivir) y que tampoco son los hombres iguales (hay unos que
tienen medios de producción y otros que no).
Marx percibe que incluso muchas veces la superestructura cambia, por ejemplo,
existe la posibilidad de cambiar las leyes o de aumentar los salarios de los
trabajadores, pero él está convencido de que aquello no deja de ser un maquillaje
porque la estructura no se estaría cambiando. Es por esto que sostiene que lo
que importa es cambiar la estructura para lograr una sociedad más justa, y a esa
tarea vuelca todos sus esfuerzos.

En el Manifiesto Comunista, libro que Marx escribió junto a su amigo Engels,


Marx nos cuenta que la actual estructura capitalista no ha sido siempre así. La
estructura de la época feudal se basaba en otras relaciones sociales y formas de
explotación, por ejemplo donde se daba el dominio directo (la riqueza se obtenía
dominando a los propios siervos e invadiendo nuevos territorios). En cambio, a
partir del siglo XVIII y principalmente con la revolución industrial, esto se fue
modificando por el actuar de la burguesía capitalista. Esto lleva a Marx a notar
que la burguesía capitalista ha tenido un rol revolucionario en la historia, porque
ha modificado la base económica, ha logrado enormes inventos y tecnologías,
ha podido expandirse por el mundo entero, etc. Sin embargo, Marx creía que
había llegado la hora de terminar con la explotación generando una nueva
estructura. Lógicamente si para él la principal fuente de injusticias era la
propiedad privada que hacía que existieran dos clases sociales entre los
hombres, una revolución implicaba cambiar eso precisamente: abolir la
propiedad privada y lograr una sociedad sin clases sociales.
El marxismo vino a trastocar todo el modelo de pensamiento generado hasta el
siglo XIX de una manera radical y fulminante. Sus teorías permitieron establecer
un modelo social y político diferente al establecido desde siglos donde mediante
la lucha de clases se alcanzaría un estado obrero idílico, un paraíso en la Tierra.
Este modelo de pensamiento no solo afectó a la política y a la sociedad, sino que
su impacto fue mucho más profundo, afectando a facetas tan distantes como la
filosofía, el arte, las mentalidades o la Historia. Para el estudio de esta última
ofreció un método de investigación muy poderoso y útil, el materialismo histórico,
que dividía el sistema en dos niveles, la estructura o el nivel base y la
superestructura o los niveles superiores. Según Ludovico Silva, filósofo
venezolano:

“La estructura, está compuesta por el aparato material productivo, la


infraestructura tecnológica, las relaciones de trabajo, la maquinaría, etc., y la
superestructura, según los filósofos soviéticos, es algo que está “montado” por
“encima” de la estructura; es otro nivel o estrato. Su composición sería la de toda
la espiritualidad de la sociedad, y en ella estarían incluidos por igual la ciencia y
la religión, la moral y el arte, la filosofía y la política, etc.”

Si trasladamos este modelo histórico organizativo de la sociedad al mundo del


videojuego encontramos una idea bien definida del juego donde la estructura, la
base, la infraestructura del mismo es la mecánica, lo material, la programación
del juego en definitiva, se superpone al resto, es decir, a la historia, el argumento,
la exposición de ideas o la transmisión de mensajes. Todos estos factores se
sustentarían sobre la mecánica del juego y se nutrirían de él siendo dirigidos y
marcados por el mismo y dependiendo su plena existencia de esta estructura.
Por supuesto no existe quien dude de esta afirmación, la base de cada juego es
la programación del mismo, sobre lo que sustenta todo lo demás es sobre el
trabajo del ingeniero informático que desarrolla trabajosamente las líneas de
diálogo para que cuando nosotros apretemos un botón nuestro avatar en la
pantalla salte. Sin embargo a este sistema de pensamiento que es uno de los
métodos históricos más potentes que ha dado la historiografía mundial se
opusieron otros igual de válidos e igual de potentes como por ejemplo la Escuela
de Annales. Esta concepción histórica, la marxista, llevaba un paso más allá el
estudio de la Historia, hasta entonces estancado en sus propios métodos
eruditos, la búsqueda y lectura de fuentes primarias, y objetivos, el estudio
detenido de los estados – nación como protagonistas de la Historia. Es decir,
amplió las miras de los historiadores desde la gran política exterior a la
economía, fundamento de las naciones. En el caso de los videojuegos este
aspecto es perfectamente trasladable, los primeros juegos únicamente poseían
estructuras, eran, por llamarlos de alguna manera, juegos puros como por
ejemplo Pong (id.; Atari, 1972) o Tetris (id.; Aleksei Pazhitnov/Vadim Gerasimov,
1984). Sin embargo, poco a poco estas bases fueron enriqueciéndose con la
superestructura, es decir, con historias, mensajes y ambientaciones más
cuidadas que escondían o enriquecían la estructura base del juego. Tras los
primeros compases del siglo XIX se instauró la denominada Escuela Histórica
de Annales y uno de los dos principales protagonistas de la primera generación
de la Escuela de Annales fue el insigne medievalista Marc Bloch, quien afirmó
que:
“La Historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”.

Esta definición trasladó completamente el objeto del método de estudio de la


historia de los estados – nación de la escuela alemana y de la economía pura y
dura soviética al hombre. Ahora era la persona quien desde todos sus ámbitos,
social, política, económica, cultural o ideológica quien mueve la Historia. Pero
esta escuela histórica no se quedó únicamente aquí, sino que introdujo entre sus
métodos herramientas propias de disciplinas alejadas de la Historia hasta ese
momento como la geografía, la sociología, la economía, la psicología social o la
antropología entre otras. La Historia, gracias a este método se enriqueció de una
manera sorprendente y las fuentes para el estudio de la Historia se multiplicaron
gracias a la incorporación de nuevas herramientas de estudio Ahora bien, si
aplicamos esta etiqueta al mundo de los videojuegos, podemos contemplar cómo
estos no se sustentan únicamente en la programación de la idea, sino en el
hombre que la provoca y más fundamentalmente en la idea que hay detrás del
hombre que programa. Además de incorporar dentro del título herramientas
propias de otros canales culturales como el cómic, el cine o la televisión
enriqueciendo de esta manera el ya de por si rico mundo de los videojuegos.
Este aspecto, como afirmamos, es particularmente destacable en el mundo de
los juegos. A lo largo del tiempo se han ido enriqueciendo con ideas o
herramientas propias de otros medios culturales, como el arte, la literatura, el
cine, la filosofía o la televisión, adoptando y transformando para hacerlos suyos
métodos en un principio ajeno.

Estas dos escuelas históricas debatieron y discutieron a lo largo de todo el siglo


XX por conseguir el reconocimiento supremo de las escuelas de historiadores y
hubo en los dos bandos grandes figuras de la Historia. Este choque de trenes
también lo contemplamos a día de hoy en el mundo de los videojuegos donde
hay una lucha continúa entre los grandes juegos que ofrecen la vuelta a la
esencia y los grandes juegos que ofrecen grandes ideas e innovaciones tomando
métodos de otros medios para enriquecer su propuesta. Los dos ámbitos han
ofrecido grandes títulos, unos basados en la esencialidad, en las mecánicas
sólidas y en la jugabilidad a prueba de bombas y otros en sus historias, su
ambientación y sus mensajes.

Por supuesto, y al igual que ocurre con estos dos métodos históricos de análisis
del espacio y del tiempo pasado, su elección corresponde a las necesidades y
convicciones personales de cada persona y por tanto no defendemos un tipo de
videojuego en cuestión, sólo ofrecemos la idea de que existen juegos que basan
todo su contenido en la materialidad del mismo, es decir, en su estructura, y otros
que basan todo su potencial en su infraestructura, por lo que su elección
corresponderá a nuestras convicciones personales.

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