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“La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena”

El Círculo de Viena se encuentra en el centro del movimiento comúnmente llamado “empirismo


lógico”. Las posiciones de estos autores han sido una de las principales influencias sobre el panorama
actual de la filosofía de la ciencia, pero también de la filosofía en general. Los filósofos del siglo XX se
han posicionado, habitualmente, como seguidores, superadores u opositores a sus ideas.
El Círculo de Viena era una agrupación conformada por muchos miembros reunidos en torno a la figura
de Moritz Schlick. Algunos de los participantes más conocidos del Círculo eran Otto Neurath, Rudolf
Carnap, Hans Hahn, Philipp Frank, Kurt Gödel, Victor Kraft, Richard von Misses, etc. El Círculo tenía
partidarios y colaboradores a lo largo del mundo, entre los cuales se encontraban: Hans Reichenbach,
Carl Hempel, Ernest Nagel y W. V. O. Quine. En 1929 publican “La concepción científica del mundo”,
prefacio al texto está firmado por Hahn, Neurath y Carnap. Con este manifiesto la existencia del grupo
en torno a Schlick se vuelve pública en 1929 y el grupo adquiere su nombre: “Círculo de Viena”
Para comprenderlo hay que tener en cuenta los objetivos y metas mediatas, principalmente políticas,
del movimiento, sin los cuales es imposible entender de manera adecuada el proyecto de la unidad de
la ciencia, del lenguaje universal y de la eliminación de la metafísica, característicos de los empiristas
lógicos. Estos objetivos mediatos sociales influyeron sobre los objetivos inmediatos de índole teórica.
En particular, aquél que tiene que ver con el de la unidad de la ciencia. Hoy suele entenderse esta
pretensión de un modo reduccionista, monista e intolerante. Sin embargo, para ellos tenía que ver con
la posibilidad de generar herramientas conceptuales que permitieran la comunicación entre los
científicos de las diversas áreas por encima de sus especializaciones, y la comunicación de la ciencia al
resto de la sociedad. Este objetivo impregna todas sus tareas. Los puntos centrales del pensamiento del
Círculo quedan relacionados con la meta de la unidad de la ciencia: Para lograr la unidad de la ciencia
consideraban necesaria la creación de un lenguaje universal artificial al cual los diversos lenguajes de
las ciencias particulares se tradujeran, libre, por un lado, de las ambigüedades del lenguaje natural (el
lenguaje que hablamos habitualmente) y libre, por otro, de cualquier resabio de metafísica. El método
por el cual se lograría esto es el del análisis lógico. La tarea por delante consistiría en la clarificación
y elucidación de los conceptos de la ciencia.
La forma más interesante en la que pensaban la unidad de la ciencia, y la que más repercutió sobre las
tareas que acometieron, fue la de la confección de un lenguaje universal al que el lenguaje de las
diversas ciencias se tradujera. Esta meta se relaciona fácilmente con los ideales políticos señalados más
arriba.
Su posición es fuertemente antimetafísica. Los problemas tradicionales de la filosofía no son más que
pseudoproblemas que o bien carecen de significado cognoscitivo, o bien son problemas que no son
solubles en el marco de la filosofía misma sino en el de la ciencia empírica. Así, la filosofía no puede
solucionar ningún problema sustantivo y sólo puede dedicarse a la aclaración del lenguaje de la ciencia.
Afirmaran que las tesis metafísicas, como también las de la ética o las del arte, carecen de significado
cognoscitivo. No pueden ser consideradas proposiciones o enunciados, porque no describen un estado
de cosas en el mundo y no pueden ser verdaderas o falsas. Entonces, podemos dividir entre oraciones
que expresan una proposición y aquellas que no lo hacen. Las primeras tendrían significado
cognoscitivo, mientras que las segundas no. Pero una oración que no tiene significado cognoscitivo,
puede tener otro tipo de significado. Dentro del empirismo lógico se les suele atribuir un significado
emotivo. Este tipo de proposiciones expresan un sentimiento de vida o una valoración al respecto
de algo. No todas estas son metafísicas. Sólo son metafísicas aquellas que sin tener significado
cognoscitivo simulan tenerlo. A estas las llaman pseudoproposiciones.
Enfrentándose a posiciones racionalistas, niegan la posibilidad de que el pensamiento puro, es decir, de
que el mero razonar sin acudir a la experiencia, pueda dar más que enunciados analíticos sin contenido
alguno. Es imposible saber algo del mundo a partir de la mera reflexión. Si bien Kant comparte este
espíritu, para los empiristas lógicos, pertenece a la tradición que hay que rechazar. Pues el sintético a
priori que Kant defiende en su interpretación de la matemática, la geometría y la ciencia empírica,
justamente, es el tipo de enunciado metafísico que debe evitarse.

Método de análisis lógico o elucidación: Según los filósofos del Círculo de Viena, entonces, la tarea
primordial de la filosofía es el análisis del lenguaje de la ciencia. Carnap propone llamar a la tarea por la
cual se clarifica un concepto de la ciencia: “elucidación”. La tarea que se busca con una elucidación es
reemplazar un concepto ambiguo, vago o poco claro, por uno que no lo sea. Se suele llamar
“explicandum” al concepto dado (o al término usado para designarlo) y “explicatum” al concepto (o al
término propuesto para designarlo) que se elige para ocupar su lugar. Si bien lo que tienen en mente
es la elucidación de conceptos del lenguaje científico, es posible proponer elucidaciones de conceptos
del lenguaje natural. (ej. Supongamos que quiero elucidar el concepto de mesa.)
Lo primero que hay que tener en cuenta para comprender en qué consiste una elucidación, es que no
se trata de una definición del concepto a elucidar. Y esto es así porque en el caso de la definición se
busca la sinonimia, es decir, igualdad de significado, entre el término a definir y la expresión que lo
define. En este caso esta no es la meta, puesto que buscamos el reemplazo de un concepto poco
exacto por uno más exacto, es decir, por uno distinto.

NEURATH “Proposiciones protocolares”

Era habitual, en el marco de las reuniones del Círculo de Viena, que se abandonaran temáticas o
propuestas por metafísicas. Así, se puede poner de ejemplo, la discusión entre Carnap y Neurath
acerca del estatus del lenguaje protocolar. El lenguaje protocolar es aquel con el que se describe la
propia percepción. Un ejemplo podría ser “ahora mismo veo una mesa blanca”. Si bien el lenguaje
fisicalista que en un comienzo servía de lenguaje universal estaba formado por enunciados acerca de
objetos y sus propiedades, del estilo de “esta mesa es blanca”, en un comienzo Carnap consideraba
que estos últimos enunciados eran aceptados por cada una de las personas en base a cláusulas
protocolares, y que éstas, por describir la experiencia privada observable, eran autoevidentes sin
necesidad de justificación y, en consecuencia, no revisables (Carnap 1932). Más adelante Carnap revisó
esta posición en base a las críticas que Popper y Neurath. Ambos subrayaron la revisabilidad de estas
cláusulas. Pero aquí interesa enfocarnos en la crítica de Neurath (1932). Según Neurath la idea de que
las proposiciones protocolares no requieren verificación, se puede relacionar con la creencia en
vivencias inmediatas frecuente en la filosofía tradicional. Existirían, según esta filosofía, elementos
últimos a partir de los cuales se construye la imagen del mundo. Estos elementos se encontrarían por
encima de todo escrutinio crítico. Se encontraría en esta idea de Carnap, según Neurath, la misma
enfatización del yo que en la filosofía idealista y moderna. Neurath es claro al respecto. La búsqueda de
la estructura de un lenguaje protocolar que describa la experiencia privada e intransferible “podría
inducir a los jóvenes a la búsqueda de un lenguaje protocolar; ello puede conducir fácilmente a
desviaciones metafísicas”. Neurath dice: “No hay forma de tomar oraciones protocolares
concluyentemente establecidas como punto de partida de las ciencias. No hay una tabula rasa.”
La búsqueda de tal fundamento último es, según Neurath, intrínsecamente metafísica. Y por lo tanto
tal búsqueda debía ser abandonada. Popper y Neurath terminaron convenciendo a Carnap de
renunciar a partir de esta base fenomenológica basada en las percepciones privadas.
La ficción de un lenguaje ideal construido a partir de proposiciones atómicas puras es tan metafísica
como la ficción del demonio de Laplace.
No puede considerarse al lenguaje científico, cada vez más provisto de estructuras simbólicas
sistemáticas, como una aproximación a tal lenguaje ideal.
Nuestro lenguaje trivial histórico se nos da de inmediato con una gran abundancia de términos
imprecisos, no analizados (“conglomerados”). Empezamos por limpiar ese lenguaje trivial de partes
componentes metafísicas y llegamos así al lenguaje fisicalista trivial. (Una lista de palabras proscritas
nos puede ser muy útil para ello en la práctica).
Junto al anterior está el lenguaje fisicalista altamente científico, que de antemano puede considerarse
como libre de elementos metafísicos. Disponemos de este lenguaje sólo para determinadas ciencias;
en algunos casos sólo para partes de ellas.
Si se desea sintetizar la ciencia unitaria de nuestro tiempo, tendremos que combinar términos del
lenguaje trivial y del lenguaje altamente científico, ya que en la práctica se entrecruzan los términos de
ambos lenguajes.
Carnap, en cambio, habla de un lenguaje protocolar primario, sobre las proposiciones protocolares que
“no requieren confirmación”, de un “lenguaje primario”, al cual también caracteriza como un “lenguaje
referente a las vivencias inmediatas” o “lenguaje fenomenalista”.
La ciencia unificada consta, si hacemos abstracción de las tautologías, de proposiciones fácticas. Éstas
se subdividen en:
• (a) proposiciones protocolares
• (b) proposiciones no protocolares.
Para que esté completa una proposición protocolar, es esencial que aparezca en ella el nombre de un
apersona. “Ahora alegría”, o “Ahora círculo rojo”, o “Un dado rojo está sobre la mesa” no son
proposiciones protocolares completas.
Una proposición protocolar completa es una proposición que a su vez muestra un nombre personal y
un término del dominio de los términos de percepción
Rechazamos la tesis de Carnap según la cual las proposiciones protocolares son aquellas “que no
requieren confirmación”.
El proceso de transformación de las ciencias consiste en que las proposiciones que fueron utilizadas en
una determinada época, desaparecen en otra, proceso en el cual frecuentemente son sustituidas por
otras. Cada ley y cada proposición física de la ciencia unitaria o de una de sus ciencias fácticas puede
sufrir tal transformación. Lo mismo vale para cualquier proposición protocolar.
En la ciencia unitaria tratamos de crear un sistema libre de contradicción, el que consistiría en
proposiciones protocolares y proposiciones no protocolares (incluidas las leyes).
Cuando se nos muestra una nueva proposición, la comparamos con el sistema de que disponemos, y
averiguamos si la nueva proposición se halla o no en contradicción con el sistema. Si se halla en
contradicción con el sistema, la podemos eliminar como inútil (falsa), o bien podríamos aceptar la
proposición y en cambio modificar de tal modo el sistema que, aumentado con esta proposición,
conserve su no-contradictoriedad. La proposición se denominaría, entonces, “verdadera”.
La eliminación como destino puede acaecerle también a una proposición protocolar. Para ninguna
proposición existe un “noli me tangere”, tal y como Carnap considera estatuirlo para las proposiciones
protocolares. En opinión de Carnap, sólo podríamos vernos obligados a modificar proposiciones no-
protocolares y leyes. Nosotros admitimos igualmente la posibilidad de eliminar proposiciones
protocolares. Entra otras características, la definición de una proposición exige su verificación y, por lo
mismo, también es susceptible de ser eliminada.
La opinión de Carnap de que las proposiciones protocolares “no requieren verificación” puede
relacionarse sin dificultad con la creencia en “vivencias inmediatas”, que es frecuente en la filosofía
académica tradicional. Según esa filosofía, existen, en realidad, ciertos “elementos últimos” a partir de
los cuales se construye la “imagen del mundo”.
En el dialecto universal no hay proposiciones que puedan caracterizarse como “más primarias” que
otras. Todas son proposiciones de un nivel igualmente primario.
POPPER, K. R. (1934) La lógica de la investigación científica

En el Círculo de Viena fue Neurath quien más radicalmente se distanció de la tesis oficial inicial de la
neutralidad de los "informes protocolares de experiencia". Pero en el campo específico de la filosofía
de la ciencia, en el contexto neopositivista de entreguerras, fue Popper quien primero expresó de
forma explícita el componente teórico de la base empírica de contrastación, lo que después se
denominará carga teórica de los hechos.
Popper es uno de los mayores críticos de las tesis centrales del Círculo de Viena (al que, como insiste en
declarar, no pertenecía), pero comparte en general la caracterización de las teorías como cálculos
interpretados. El principal punto de desacuerdo tiene que ver con la epistemología de la contrastación;
frente al confirmacionismo y la lógica inductiva de Carnap, de los que Popper fue el primer y más
severo crítico, él defiende una lógica de la falsación. Pero otro de los puntos de disensión tiene que ver
con nuestra actual cuestión. Aunque no sacara todas las consecuencias (consecuencias que acaban
cuestionando sus tesis falsacionistas más radicales, cf. cap. 12, $4 y §5), declaró abiertamente que, en
la determinación de la base de contrastación, de "los hechos", interviene un conocimiento de fondo
necesitado de aceptación previa. Al someter a prueba una teoría, señala, no sólo intervienen en ella las
condiciones iniciales y los supuestos auxiliares (según el esquema comúnmente admitido) sino también
cierto conocimiento de fondo sobre los hechos singulares. Este conocimiento de fondo, que "contiene"
lo que se acepta como hechos, se puede considerar constituido por teorías de bajo nivel que se
aceptan como altamente corroboradas y que no entran en el juego de la contrastación. Y no entran en
el juego por decisión (no necesariamente consciente): "Siempre que una teoría se somete a
contrastación [...] hay que detenerse en algún enunciado básico que decidimos aceptar: si no llegamos
a decisión alguna a este respecto, [...] la contrastación no lleva a ninguna parte”.
El método científico no es inductivo. La ciencia no pretende establecer o justificar sus hipótesis. Sin
embargo, aprendemos de la experiencia, aunque no por inducción. El método de la ciencia, el método
por el que aprendemos de la experiencia. es el de las conjeturas y las refutaciones. El método científico
es la máxima expresión del modo mediante el que todo organismo aprende de su entorno: por ensayo
y error. En primer lugar, conjeturamos, inventamos libre y creativamente hipótesis generales sobre el
mundo, cuanto más arriesgadas mejor (el objetivo de la ciencia no es buscar hipótesis más probables
sino más improbables). En segundo lugar, sometemos las hipótesis a prueba mediante tests severos.
De nuestras hipótesis (y del conocimiento de fondo) inferimos hechos particulares constatables
mediante observación o experimentación. Si el hecho particular predicho no acaece, la hipótesis no
pasa el test y es refutada por ese informe observacional; si el hecho acaece, la hipótesis pasa el test y
sobrevive provisionalmente. Todo lo que por el momento podemos afirmar en este segundo caso, a la
espera de nuevos tests, es que la hipótesis puede ser verdadera. Se diseñan nuevos tests para refutarla
hasta que no resista la contrastación y quede refutada, en cuyo caso la abandonamos e ideamos otra
mejor que supere todas las contrastaciones de la primera y otras nuevas. Así es como se desarrolla y:
progresa la ciencia, por ensayo y error.
El método científico es por tanto un método de contrastación de hipótesis, pero mediante la
contrastación la ciencia no pretende justificar sus hipótesis sino refutarlas. En esto consiste el
racionalismo crítico, en hacer todo lo que está en nuestras manos para demostrar que estamos
equivocados.
La falsabilidad de una afirmación depende de la cantidad de sus falsadores potenciales: cuantos más
hechos particulares puedan falsar a, tanto más falsable es. Para refutar una hipótesis tenes que
verificar un montón de enunciados básicos, para luego pasar a la hipótesis falsadora, y luego refutar la
hipótesis tomando la decisión: ejemplo (dibujar esquema de la clase)
Para Popper estos EB no se justifican porque los términos que aparecen en el son universales,
disposicional, ergo, no hay términos que se apliquen con referencia a la experiencia. Ej: “acá hay
agua”, son términos que trascienden a la experiencia y no se pueden verificar con aquello que estoy
viendo.

Entonces, para refutar la hipótesis tengo que verificar EB y estos no se pueden justificar, como no se
pueden justificar la base de las teorías científicas es convencional, una convención respecto de los
enunciados básicos intersubjetivamente aceptados. Es mas fácil ponerse de acuerdo respecto a los EB
porque se ven. Estos enunciados básicos son independientes de la teoría, es el único requisito que
deben cumplir.

Se diferencia de Neurath en este punto, como lo único que tenemos son EB, lo único convencional es
eso, no la teoría. Para Popper el lenguaje protocolar no tiene que cumplir ningún rol que es
psicologismo traído al lenguaje formal. Hablar de causa protocolar y no protocolar es traducir el
psicologismo al lenguaje formal.

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