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Esa es la razón por la cual cada vez más se ha vuelto la atención a los maestros y
cuidadores de los infantes, pues en ellos recae gran parte de la responsabilidad de
que esa oportunidad de oro no se pierda. “En algún momento pensamos que la
atención a la primera infancia era un oficio menor, que los niños más pequeños
necesitaban menos formación (…) Hoy sabemos que es mejor entregar un avión a
un piloto ‘chifloreto’ que dar un grupo de niños pequeños a maestros que no
tengan capacidades para cuidarlos y educarlos”, dijo hace un tiempo sobre el tema
Jorge Eslava, director del Instituto Colombiano de Neurociencias.
Las capacidades de los profesores y cuidadores van desde tener las habilidades
para hacer una ronda, preparar una obra de teatro, leer un cuento, bailar, cantar,
hasta ayudarlos a comer el refrigerio e ir al baño. “Los maestros en esta etapa
son los que deben tener la mayor disposición afectiva para poder
relacionarse con los niños. Su pedagogía debe ser de escucha y sensibilidad
para poder comunicarse. Por eso necesitamos que haya una reflexión en la
pedagogía de la educación inicial”, explica Alexandra Mancera, de la Escuela de
Pedagogía de la Fundación Universitaria Cafam (Unicafam).
Uno de esos lenguajes, el rector a esa edad, es el juego, como también lo han
señalado varias investigaciones. “Es la forma de estar de los niños y las niñas en
el mundo. Pisan rayas, saltan, miran la hormiga, conversan con el otro porque
jugar es la manera de estar y si no lo comprendemos y no lo comprenden los
maestros estamos desperdiciando un momento valiosísimo”, explica Irma Salazar,
de la Corporación Juego y Niñez, organización que lleva 18 años promoviendo el
juego como el lenguaje de la educación.
Centrados en la realidad
La escritora y pedagoga Yolanda Reyes resume las situaciones de hoy con una
frase contundente: “debemos responder a los padres que salen del clóset, a la
tía que se hace cargo del niño porque los padres están en un programa de
drogadicción y, en general, a las distintas familias. Los maestros de
educación inicial deben estar preparados para eso y no para esa obsesión
por la precocidad de los niños”.
“Un docente para la primera infancia debe partir del reconocimiento de los niños y
niñas como sujetos de derechos. Debe permitirles, a través de la ternura, que
descubran y creen el mundo. Que reconozcan sus propias vivencias y
potencialidades. En este proceso el docente debe tener en cuenta que cada niño y
niña es diferente, lo que le implica adaptar sus aproximaciones pedagógicas a
estas particularidades”, Adriana Espinosa, secretaria ejecutiva de la Alianza por la
Niñez Colombiana.