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Introducción:

Los hombres y las mujeres tienen órganos reproductores anatómicamente distintos que se
encuentran adaptados para producir gametos (siendo esenciales las gónadas: un par de
testículos en el hombre que formen los espermatozoides y un par de ovarios en las mujeres
que tendrán la función de formar los óvulos), permitir la fecundación y, en las mujeres,
mantener el crecimiento del embrión y el feto.
Las estructuras anatómicas y los complejos mecanismos de control característicos de los
aparatos reproductores masculino y femenino están orientados hacia la consecución de la
supervivencia de nuestros genes. En hombres y mujeres estos aparatos se adaptan
estructural y funcionalmente para seguir una secuencia específica de acontecimientos que
permiten la formación de espermatozoides y óvulos, seguida de la fecundación, el
desarrollo normal y el nacimiento de un niño.
Los órganos reproductores masculinos y femeninos pueden agruparse según su función.
Las gónadas (testículos en el hombre y ovarios en la mujer) producen gametos y secretan
hormonas sexuales. Diferentes conductos se encargan del almacenamiento y transporte
de gametos, y las glándulas sexuales accesorias producen sustancias que protegen los
gametos y facilitan su movimiento. Finalmente, las estructuras de sostén, como el pene y
el útero, ayudan en la liberación y el encuentro de los gametos siendo así que tanto los
órganos reproductores masculinos como femeninos trabajan juntos para producir la
descendencia.
Pene:

Estructura:

El pene lo forman tres masas cilíndricas de tejido eréctil, o cavernoso, incluidas en


cubiertas fibrosas separadas y unidas por la cobertura cutánea. Los dos cilindros más
grandes, situados en posición superior, son los cuerpos cavernosos, mientras que el más
pequeño, localizado en posición inferior y que contiene la uretra, se denomina cuerpo
esponjoso. (1)

La parte distal del cuerpo esponjoso se solapa con el extremo terminal de los dos cuerpos
cavernosos para formar una estructura ligeramente engrosada, el glande del pene, sobre
el cual la piel forma un pliegue doble que constituye un recubrimiento retráctil más o
menos ajustado conocido como prepucio. La abertura de la uretra en la punta del glande
se denomina meato urinario externo. (2)

Funciones:

El pene contiene la uretra, que es el conducto terminal de las vías urinarias y


reproductoras. Durante la excitación sexual, el tejido eréctil del pene se llena de sangre,
haciendo que el órgano se vuelva rígido y aumente en diámetro y en longitud. El
resultado, denominado erección, permite que el pene actúe como órgano copulador de
penetración durante el coito. El escroto y el pene son los genitales externos del hombre.
(2)

Al producirse la estimulación sexual, (visual, táctil, auditiva, olfativa o imaginada), fibras


simpáticas provenientes de la porción sacra de la médula espinal inician y mantienen la
erección, es decir, el aumento de tamaño y endurecimiento del pene. Las fibras
parasimpáticas liberan y estimulan la producción local de óxido nítrico (NO). El NO
produce la relajación de las fibras musculares lisas en las paredes de las arteriolas que
nutren los tejidos eréctiles, lo que permite la dilatación de los vasos sanguíneos. De esta
forma, grandes cantidades de sangre ingresan en los tejidos eréctiles del pene. El NO
también produce la relajación del músculo liso en los tejidos eréctiles, y aumenta así el
tamaño de los sinusoides sanguíneos. La combinación de flujo sanguíneo aumentado y la
dilatación de los sinusoides sanguíneos da como resultado la erección. (1)

La expansión de los sinusoides sanguíneos produce también la compresión de las venas


que drenan el pene; el enlentecimiento del flujo sanguíneo contribuye a mantener la
erección. (2)

La eyaculación, la liberación brusca de semen desde la uretra hacia el exterior, es un


reflejo simpático coordinado por la región lumbar de la médula espinal. Como parte de
este reflejo, el esfínter de músculo liso en la base de la vejiga urinaria se cierra y, así,
evita que la orina sea expulsada durante la eyaculación y que el semen ingrese en la vejiga
urinaria. Incluso, antes de que la eyaculación se produzca, las contracciones peristálticas
del epidídimo, del conducto deferente, de las vesículas seminales, de los conductos
eyaculatorios y de la próstata impulsan el semen a la porción peneana de la uretra (uretra
esponjosa). (2)

Esto conduce a la emisión, que es la secreción de un pequeño volumen de semen antes de


la eyaculación. La emisión también puede producirse durante el sueño (emisión o
polución nocturna). La musculatura del pene (porciones bulboesponjosa e
isquiocavernosa y los músculos transversos superficiales del periné), inervada por el
nervio pudendo, también se contrae durante la eyaculación. (1)

Una vez que la estimulación sexual del pene termina, las arteriolas que proveen la sangre
a los tejidos eréctiles y al músculo liso del tejido eréctil se contraen, y disminuye el
tamaño de los sinusoides. Esto alivia la presión en las venas tributarias del pene y permite
que la sangre drene a través de ellas. En consecuencia, el pene vuelve a su estado flácido
(relajado). (2)

Espermatozoide:

Un espermatozoide mide alrededor de 60 μm

de largo y contiene distintas estructuras


específicamente adaptadas para poder alcanzar
y penetrar a un ovocito secundario.

Las partes principales de un espermatozoide


son la cabeza y la cola. La cabeza, aplanada y

piriforme, mide 4-5μm de largo. Contiene un

núcleo con 23 cromosomas muy condensados.


(3)

Cubriendo los dos tercios anteriores del núcleo


se encuentra el acrosoma, una vesícula con
forma de capuchón llena de enzimas que
ayudan al espermatozoide a penetrar el ovocito secundario y así lograr la fecundación.
Entre las enzimas, encontramos hialuronidasas y proteasas. La cola del espermatozoide
se divide en cuatro partes: cuello, pieza intermedia, pieza principal y pieza terminal. El
cuello es la región estrecha inmediatamente posterior a la cabeza que contiene los
centriolos; estos forman los microtúbulos, que van a conformar las porciones restantes de
la cola. (2)

La porción media contiene mitocondrias dispuestas en espiral, encargadas de proveer la


energía (ATP) que permite la locomoción del espermatozoide hacia el sitio de
fecundación y el metabolismo celular. (2)

La pieza principal es la porción más larga de la cola y la pieza terminal es la porción


final, donde se estrecha. Una vez producida la eyaculación, la mayor parte de los
espermatozoides no sobreviven más de 48 horas dentro del tracto reproductor femenino.
(2)
Espermatogénesis:

Los espermatozoides se
forman al interior de los
testículos mediante un
proceso llamado
espermatogénesis, que se
lleva a cabo en los túbulos
seminíferos, en cuyas
paredes hay células
germinales primordiales que
se dividen continuamente,
desde la pubertad, durante
toda la vida del hombre. Los
espermatozoides son el
producto de esa división, que
involucra procesos de mitosis, meiosis y transformaciones celulares. La espermatogénesis
consta de tres etapas principales: fase proliferativa, fase meiótica y espermiogénesis. (1)

Fase proliferativa

Las espermatogonias proliferan dividiéndose mitóticamente. Algunas de ellas dejan de


proliferar, crecen y se diferencian en espermatocitos primarios. (3)

Fase meiótica o maduración

Los espermatocitos primarios entran en la primera división meiótica, en la que se


entrecruzan los cromosomas homólogos y luego se originan dos espermatocitos
secundarios, cada uno de los cuales contiene 22 cromosomas autosómicos duplicados y
un cromosoma X o Y duplicado. Estos comienzan casi inmediatamente una segunda
división meiótica, la que originará a las espermátidas, cada una de las cuales tiene un
número haploide de cromosomas simples. (3)

Espermiogénesis

Las espermátidas se transforman en espermatozoides mediante modificaciones, tales


como la formación del flagelo, la condensación de la cromatina nuclear, la disminución
del volumen citoplasmático y la formación del acrosoma, organelo que contiene enzimas
hidrolíticas de importancia para el proceso de fecundación. (3)

Aparato Reproductor Femenino:

El sistema reproductor de la mujer puede ser dividido en genitales internos, que agrupan
a la vagina, al útero, a las trompas de Falopio (a veces denominadas oviductos) y a los
ovarios, y en genitales externos, constituidos principalmente por la vulva. (3)

Ovarios:

Las gónadas femeninas u ovarios son homólogas (de origen similar) a los testículos
masculinos. Se trata de glándulas nodulares que, tras la pubertad, presentan una superficie
irregular, con depresiones, que recuerdan por su tamaño y forma a una almendra grande
y que se localizan a cada lado del útero, por debajo y detrás de las trompas de Falopio.
Cada ovario pesa unos 3 g y se une a la superficie posterior del ligamento ancho a través
de una estructura llamada mesovario, que contiene vasos y nervios. E l ligamento ovárico
ancla el ovario al útero. La porción distal de la trompa se incurva alrededor del ovario, de
forma que las fimbrias digitiformes situadas en el extremo de la misma forman una
especie de copa sobre el mismo, aunque solo una de ellas se ancla a él en realidad. (1)

Fisiología:

Los ovarios se consideran los órganos esenciales del aparato reproductor femenino. Esto
se debe a que en ellos se producen los gametos femeninos u óvulos. El proceso que
termina con la liberación del óvulo se denomina ovogenia, término que significa,
literalmente, «producción del huevo». Los ovarios son también órganos endocrinos que
secretan las hormonas sexuales femeninas. Los estrógenos (sobre todo estradiol y estrona)
y la progesterona son secretadas por las células de los tejidos ováricos. Estas hormonas
ayudan a regular la función reproductora femenina, lo que hace que los ovarios tengan
una importancia todavía mayor en la misma. (2)

Ciclo Menstrual:

A diferencia de otras glándulas del cuerpo la actividad del ovario es cíclica. En la mujer
el ciclo ovárico se denomina ciclo menstrual y en él pueden identificarse varias etapas:
folicular, ovulatoria, luteal y menstrual. Los acontecimientos que tienen lugar durante
cada una de ellas son peculiares y diferentes a las de las otras etapas. (2)

Fase folicular:

Durante la fase folicular inician su desarrollo varios folículos ováricos bajo la influencia
de las gonadotropinas hipofisiarias LH y FSH (primero se libera FSH y LH después). La
FSH se dirige a las células del folículo e inician su transformación en células de la
granulosa. La LH, en cambio, actúa sobre las células del estroma ovárico cercanas a las
células foliculares y las transforma en células de la teca. La misión principal de estas
células recién creadas es la síntesis de hormonas; concretamente, las células de la
granulosa sintetizan estrógenos y las de la teca progesterona y andrógenos. Casi la
totalidad de la progesterona y andrógenos creados por la teca en esta fase es utilizada
como precursor del estrógeno en la granulosa. El estrógeno sintetizado durante esta fase
ejerce en el folículo en desarrollo varias acciones. Aumenta el número de receptores para
la FSH en las células de la granulosa (que se hacen más sensibles a ella) y junto a esta
hormona adenohipofisiaria (estrógeno + FSH) estimula el desarrollo de receptores para
la LH ahora también en la granulosa (permitiendo que estas células respondan también a
ella y aumente así la secreción folicular). Junto con la LH, el estrógeno aumenta también
la proliferación y la secreción de las células tecales. Estos efectos producen un incremento
notable en los niveles de hormonas sexuales en sangre que ejercen un feedback negativo
al cerebro disminuyendo la secreción de las gonadotropinas hipofisiarias. Ante esta caída
solo el folículo que se había desarrollado más rápidamente consigue mantener su
crecimiento y los restantes degeneran (se cree que un folículo necesita entre 10 y 14 días
para madurar). El folículo maduro se conoce como folículo de De Graaf y mide unos 10
mm de diámetro. (3)

Fase ovulatoria:
Unos dos días antes de la ovulación, por mecanismos no del todo conocidos, las hormonas
hipofisiarias se liberan de manera masiva a la sangre (la LH multiplica sus niveles por 6
y la FSH los duplica). La LH que ahora posee receptores también en la granulosa favorece
la síntesis de progesterona cuyos niveles empiezan a incrementarse (y los de estrógeno a
decrecer). Estos cambios inducen la rotura del folículo maduro y la liberación del óvulo
que inicia su andadura hacia la trompa de Falopio. El óvulo libre conserva la capacidad
de ser fertilizado sólo durante unas 24 horas. (3)

Fase luteal:

Una vez liberado el óvulo las células del folículo (granulosas y tecales) se transforman en
células luteales. Estas células se especializan en la síntesis fundamentalmente de
progesterona que se libera masivamente al torrente circulatorio (también estrógeno). Esta
hormona induce cambios en todo el organismo y especialmente en el endometrio del
útero. Aquí prepara los tejidos para una posible implantación del cigoto. Cuando los
niveles de progesterona (y estrógeno) en sangre superan un umbral se ejerce un feedback
negativo al cerebro que consecuentemente disminuye los niveles de FSH y LH liberadas.
Si la fecundación finalmente no se produce el cuerpo lúteo degenera (unos 10-12 días
después de su formación) y los niveles de progesterona en sangre disminuyen
drásticamente. Poco a poco el cuerpo lúteo se transforma en una cicatriz blanca conocida
como el corpus albicans. (2)

Fase menstrual:

Ante la caída de progesterona en sangre los tejidos que se habían formado en el útero no
pueden mantenerse y terminan desprendiéndose dando lugar a la menstruación. El cerebro
reacciona ante la disminución de hormonas sexuales en sangre liberando de nuevo FSH
y LH iniciándose así un nuevo ciclo. (3)
Bibliografía
1. Tortora J. G, Derrickson B. Principios de Anatomía y Fisiología. Treceava ed. Wiley J, editor.
Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2006.

2. Patton KT, Thibodeau GA. Anatomía y Fisiología. Octava ed. Barcelona: Elsevier; 2013.

3. Obregón Á, editor. Biología del Desarrollo. Segunda ed. México D.F: Mc Graw Hill; 2012.

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