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Existen millones de textos que hablan acerca del sentido de la vida: libros de
autoayuda, textos filosóficos, novelas sugestivas que no exigen ninguna relectura, etc.
No es baladí preguntarse sobre el sentido de la vida, ni tampoco es malo querer hacer
conjeturas al respecto, pero dudo que algún texto pueda decirme cuál es sentido de la
vida, mi vida.
No creo siquiera que la vida en sí misma tenga un sentido, es decir, un fin. A final de
cuentas, a lo único que estamos destinados ineluctablemente, estando en vida, es a
morir. Es cierto que a lo largo de nuestra vida podemos ir persiguiendo una empresa,
nuestro fin, pero esto es algo que decidimos nosotros. Dudo que estemos hechos para
perseguir algo, o que ese algo haya estado esperándonos desde que nacimos; lo que
perseguimos, decidimos perseguirlo.
No es razonable (ni vitalista) creer que estamos destinados a todo lo que nos sucede.
Esperar que algo llegue y me movilice en pro de vivir, es algo deprimente, ¡cómo si
no tuviéramos la capacidad de decidir! La vida en sí no tiene un sentido, y esta no es
una razón para afligirse, de hecho, debería funcionar como algo que potencie las dudas
acerca de lo que es la vida. Este ensayo Emil Cioran ya lo había resumido en un
envidiable aforismo: “El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón
para vivir, la única en realidad.”.