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La Evaluación como pilar del proceso educativo

Fredy Peña Suescún.

Tradicionalmente se ha considerado a la evaluación como un instrumento a través


del cual se tiene la posibilidad de clasificar a los estudiantes, ya sea desde la
perspectiva de la adquisición del conocimiento (juicios cuantitativos sobre
determinados temas desarrollados en las clases) o del manejo de la información y
la participación en el desarrollo de las clases (trabajos en grupo, exposiciones, etc).
Inclusive, se ha llegado a utilizar el proceso evaluativo como mecanismo de control,
cuando se le presenta la imagen a los estudiantes de que es a través de ella que el
docente puede “cobrarse” por los comportamientos no adecuados dentro o fuera del
aula. Estos dos usos de los procesos evaluativos cercenan el verdadero potencial
de la evaluación: en el primer caso, pues además de que se deslegitima el carácter
de “proceso” de la educación, al restringirla a la obtención de un único resultado
final, se crea una estratificación al interior del aula (los buenos y los malos
estudiantes), que perjudica tanto la convivencia del grupo como la confianza del
estudiante frente a sus capacidades. En el segundo caso, mucho más perjudicial,
se crea el imaginario de evaluación como castigo.

Estas formas de concebir la evaluación se aplican de la misma forma a cualquier


tipo de ejercicio evaluativo. Por ejemplo, cuando el docente es evaluado, cree que
se le está vigilando para identificar las posibles fallas que comete, sintiendo que
puede ser objeto de castigo. Igual es la perspectiva que se maneja cuando se
evalúan currículos o instituciones educativas.

Estas visiones de la evaluación deben ser reevaluadas, o mejor, olvidadas. La


evaluación es un elemento importante dentro del ejercicio educativo, ya que permite
valorar la educación como proceso, en la medida en que se busca el mejoramiento
tanto de la construcción como de la apropiación y la transferencia de conocimiento,
consideradas como un ejercicio de continua construcción y por tanto, sujeto a
mejora constante. En la medida en que la evaluación permite identificar el estado y
la adecuación del proceso a contextos específicos, se debe contemplar desde el
inicio mismo del proceso, como pilar y parte integrante de la totalidad de los
ejercicios pedagógicos, desde su formulación hasta su cierre. Bajo la misma óptica,
la evaluación como proceso de mejora debe ser considerada parte fundamental del
ejercicio docente, no solo desde su aplicación hacia los estudiantes, sino desde la
perspectiva del autoanálisis y de la posibilidad de que se convierta en herramienta
de mejoramiento personal y de competencias profesionales y académicas.

Por otra parte, el currículo, que debe responder a las necesidades específicas del
contexto social, político y técnico en el que se inserta, debe estar soportado en un
constante ejercicio evaluativo, pues es esta la manera en que puede llegar a cumplir
el fin pedagógico con el cual es creado: La transformación del sujeto que lo asume
como lineamiento pedagógico, y por extensión, la transformación del contexto en el
que este sujeto se desenvuelve.

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