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MÓDULO 3:

ACTORES DE LA MEMORIA Y LUCHAS POLÍTICAS POR EL PASADO


Dra. Valentina Salvi

Bibliografía obligatoria:
Jaspers, Karl El problema de la culpa. Sobre la responsabilidad política de Alemania, Barcelona,
Alianza, 1998, pp. 53-69.
Bibliografía optativa:
Longoni, Ana “Traiciones. La figura del traidor (y la traidora) en los relatos acerca de los
sobrevivientes de la represión”, en Elizabeth Jelin y Ana Longoni (comps), Escrituras,
imágenes y escenarios ante la represión, Madrid-Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.
Jelin, Elizabeth “¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Para qué? Actores y escenarios de las memorias”, en
Ricard Vinyes, (ed.), El estado y la memoria. Gobiernos y ciudadanos frente a los traumas de la
historia. Barcelona, RBA, 2008.

Muy bienvenidos y bienvenidas al módulo sobre actores de la memoria y luchas políticas


por el pasado. A lo largo de este módulo trabajaremos dos temáticas:

1) Los actores sociales de la memoria: aspectos conceptuales y metodológicos


2) El problema de la responsabilidad y las formas de elaboración del pasado

PRIMERA PARTE:
ACTORES SOCIALES DE LA MEMORIA: ASPECTOS CONCEPTUALES Y
METODOLÓGICOS

En la primera parte de este módulo, nos concentraremos en los actores sociales


(organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y políticas, comunidades
locales, víctimas, familiares, etc.) que intervienen en los procesos de conformación de las
memorias sociales de pasados traumáticos y controvertidos. Para comprender quiénes son
y qué hacen los actores sociales de la memoria, nos detendremos en uno de sus
aspectos: los públicos de sus acciones y recuerdos. ¿Quiénes son los actores sociales de las
memorias? ¿Qué tipos de acciones emprenden? ¿Qué relación mantienen con el pasado que
recuerdan y con el presente en el que luchan?, son cuestiones de los que nos ocuparemos
en esta primera parte del módulo.

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Desde sus comienzos, durante la década del ‘90, el campo de estudios sobre
memoria en el Cono Sur de América Latina otorgó principal atención a quienes, en los
diversos contextos nacionales, lucharon por establecer, disputar, divulgar y transmitir
narrativas sobre el pasado de violencia estatal y política vivido durante las dictaduras
militares de las décadas del ‘70 y ‘80. Solo para citar algunos de estas contribuciones,
recordemos el trabajo pionero de Elizabeth Jelin sobre el movimiento de derechos
humanos en Argentina, y las investigaciones de Ludmila da Silva Catela sobre las
organizaciones de familiares de desaparecidos en la Ciudad de La Plata, de Diego Sempol
sobre las trayectorias de la organización HIJOS en Uruguay, de María Angélica Cruz sobre
el rol de la Iglesia en Chile, entre muchos otros trabajos.

Elizabeth Jelin (1995) “La política de la memoria: El movimiento de derechos humanos y la construcción
democrática en la Argentina”, en VVAA, Juicio, castigos y memoria: Derechos humanos y justicia en la
política argentina. Buenos Aires, Nueva Visión; (2008) “¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Para qué? Actores y
escenarios de las memorias”, en Ricard Vinyes, (ed.), El estado y la memoria. Gobiernos y ciudadanos
frente a los traumas de la historia. Barcelona, RBA; (2010) “¿Víctimas, familiares o ciudadanos/as? Las
luchas por la legitimidad de la palabra”, en Emilio Crenzel, (ed.), Los desaparecidos en la Argentina.
Memorias, representaciones e ideas (1983-2008). Buenos Aires, Editorial Biblios.
Ludmila Da Silva Catela (2001) No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo
de las familias de los desaparecidos. Ediciones al Margen. La Plata.
Diego Sempol (2006) “HIJOS Uruguay. Identidad, protesta social y memoria generacional”, en Elizabeth
Jelin y Diego Sempol, (ed.), El pasado en el futuro: los movimientos juveniles. Buenos Aires, Siglo XXI.
María Angélica Cruz (2004) Iglesia, represión y memoria. El caso chileno. Buenos Aires, Siglo XXI.

Pero, ¿por qué el interés de estudiar e historizar la agencia y trayectoria de los


actores sociales de la memoria en los diversos contextos nacionales del Cono Sur? Tal
interés es, al mismo tiempo, expresión y consecuencia de la centralidad política e histórica
que tales actores han tenido en la construcción y formalización de memorias sobre las
dictaduras y la violencia política en países como Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay
y Perú. Además la acción pública llevada adelante por muchos de estos actores de la
memoria estuvo vinculada a la necesidad de construir órdenes democráticos en países en
los que los derechos humanos no están garantizados para todos los ciudadanos, así como a
la voluntad de promover debates que articulen proyectos democratizadores bajo la forma
de un aprendizaje y elaboración colectiva respecto de esa violencia pasada. En la región, las
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luchas por la memoria y por los sentidos del pasado se convirtieron en un campo de acción
social y política que movilizó distintos actores que tomaron a su cargo la tarea del recuerdo
articulada con la defensa de valores democráticos, el fortalecimiento de Estado de Derecho
y el respeto a los derechos humanos.

è ASPECTOS CONCEPTUALES:

Ahora bien, para entender el desarrollo que adquirió el estudio de las


trayectorias, luchas, transformaciones, prácticas e identidades de los actores
sociales de las memorias en la región, resulta necesario identificar los elementos
conceptuales que dan sustento y marco teórico a esta peculiar mirada sobre las memorias
sociales. En este punto, debemos focalizar en tres conceptualizaciones que hacen a la
delimitación teórica del campo de estudios sobre memoria en el Cono Sur de América
Latina y le dan su especificidad –algunos de estos conceptos ya fueron trabajados en el
Módulo 1-: el sentido del pasado, los trabajos de la memorias y la memoria como
luchas políticas.

El SENTIDO DEL PASADO

Si bien estaríamos todo/as de acuerdo en que lo que sucedió en el pasado ya pasó y


por lo tanto los acontecimientos sucedidos no pueden ser modificados, sin embargo, lo que
podría cambiar de ese pasado ya acontecido es su sentido. El sentido del pasado, el
modo en que lo vemos y significamos, puede ser interpretado e reinterpretado desde los
diversos presentes y en función de expectativas a fututo. De modo tal que, desde esta
mirada, el pasado se presenta como un sentido activo que se encuentra abierto a la
acción simbólicamente transformadora de distintos actores sociales (personas o
grupos) sean tanto contemporáneos de los hechos como parte de las nuevas generaciones.
(Les sugerimos revisar el Módulo 1 para reponer este punto).

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“Aunque, en efecto, las hechos son imborrables y no puede deshacerse lo que se ha hecho,
ni hacer que lo que ha sucedido no suceda, el sentido de lo que pasó, por el contrario, no
está fijado de una vez por todas”. Paul Ricoeur, citado en Jelin, E. (2002) Los trabajos de la
Memoria. Buenos Aires, Siglo XXI, p. 39.

LOS TRABAJOS DE LA MEMORIA

La memoria es principalmente una actividad humana. Elizabeth Jelin (2002)


utiliza la noción de trabajos de la memoria para referirse al rol activo que tienen los
grupos y las personas en la producción y transformación de sentidos y narrativas sobre el
pasado. A diferencia de las memorias que invaden, irrumpen, penetran en el presente con
silencios, fijaciones o repeticiones independientemente de la voluntad, conciencia y agencia
de las personas, ya sea una memoria traumática o una memoria involuntaria, Jelin llama la
atención sobre la agencia de los actores.

“La contracara de esta presencia sin agencia es la de los seres humanos activos en los
procesos de transformación simbólica y de elaboración de sentidos del pasado. Seres
humanos que ‘trabajan’ sobre y con las memorias del pasado”. Jelin, Elizabeth. (2002) Los
trabajos de la Memoria. Buenos Aires, Siglo XXI, p. 14.

LA MEMORIA COMO LUCHAS POLÍTICAS


La elaboración, resignificación y construcción de sentidos sobre el pasado están, a


su vez, enmarcados en escenarios de colaboración y diálogo, pero también de disputa y
confrontación con otras interpretaciones, y en contra de olvidos y silencios. Tales
interpretaciones son sostenidas públicamente por diversos actores sociales que interactúan
en particulares relaciones de poder. Los procesos de reinterpretación y formalización de las

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memorias se despliegan en el esfera pública entre actores sociales que luchan por
establecer, legitimar y transmitir su “verdad” sobre el pasado.

“Las transiciones en el Cono Sur fueron distintas y singulares y las memorias de los
conflictos sociales previos a la instauración dictatorial, así como la crudeza e inmediatez de
las violaciones a los derechos humanos durante las mismas, crearon escenarios de
confrontaciones, en el marco de un difícil intento de generar consensos entre los diversos
actores políticos. Las voces censuradas y prohibidas comenzaron a hacerse oír, pero las
voces autoritarias no necesariamente desaparecieron del debate público. (…) La cuestión
de cómo encarar las cuentas con el pasado reciente se convirtió entonces en el eje de
disputas entre estrategias políticas diversas.” Jelin, Elizabeth. (2002) Los trabajos de la
Memoria. Buenos Aires, Siglo XXI, p. 47.

Retomando las tres conceptualizaciones, es posible afirmar que los actores


sociales de la memoria devienen objeto de estudio para las investigaciones en el campo
de la memoria en la región, no sólo por la centralidad y peso significativo que tuvieron en
las transiciones democráticas, sino también porque se adoptó una mirada teórica que
permitió atender a su particularidad histórica y sociológica.

Los actores sociales como objeto


de estudio

El sentido del La elaboración


pasado es abierto La reintepretación del pasado se
y está sujeto a del pasado es una realiza en
cambio y actividad humana contextos de
reinterpretación colaboración y
conflicto

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Los actores sociales de la memoria son quienes llevan adelante la tarea de


convertir una demanda, en este caso, de reconocimiento de una (su) verdad sobre el
pasado o de reparación por violaciones padecidas, en una cuestión pública/política. En
este sentido, Jelin (2002: 48-49) denomina emprendedores de memoria a quienes asumen
la tarea de promover, empujar, dirigir un conjunto de acciones y estrategias en el espacio
público para llamar la atención sobre sus demandas y sus narrativas sobre el pasado.

è ASPECTOS METODOLÓGICOS:

Para estudiar y analizar los diversos aspectos que hacen a las trayectorias, valores,
prácticas e identidades de los actores sociales de la memoria, tanto en su diversidad
como en su dinamismo, debemos atender a los siguientes elementos analíticos y
metodológicos.

¿Quiénes?

En primer lugar, debemos preguntarnos quiénes son los actores sociales de la
memoria. Para ello, podemos comenzar indagando en los siguientes aspectos sustantivos
que hacen a la identidad y trayectoria de tales actores:

è ¿Cuál es el vínculo (experiencial, simbólico o político) que cada grupo


mantiene con el pasado? Aquí surgen una multiplicidad de diferencias a tener en
cuenta que se deben a las distintas experiencias que los actores mantienen con ese
pasado. No es lo mismo si se trata de un grupo de víctimas sobrevivientes o de
familiares, de organizaciones de activistas en Derechos Humanos, de grupos locales de
comunidades urbanas o campesinas, de grupos referenciados en instituciones sociales
como son la iglesia, los sindicatos, los partidos políticos o, incluso, las fuerzas armadas
y, por último, si trata de agencias y agentes estatales que impulsan o gestionan políticas
de memoria o de reparación. También es importante atender a las diferencias que

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surgen entre quienes, en términos generacionales, vivieron los hechos y entre los
nacidos después quienes lo heredaron.
è ¿Cuáles son las motivaciones en el presente o las expectativas a futuro? Con
esto nos referimos a, si con sus acciones y memorias, los distintos actores sociales
buscan reparación moral, justicia o resarcimiento material por los daños padecidos, si
quieren influir en el sentido de la historia o hacer públicos determinados relatos, si
pretenden desacreditar o deslegitimar otros sentidos en pugna, o elaborar rituales de
duelo, participar en conmemoraciones, instalar marcas territoriales e influir en las
políticas públicas.
è ¿Cómo se construye el nosotros? Se trata de los límites y criterios que definen
quienes tienen la legitimidad de recordar y están autorizados para visibilizarlo en el
espacio público. Como parte de este nosotros pueden estar quienes vivieron el
acontecimiento, quienes lo sufrieron en carne propio o quienes lo heredaron. Puede
tratarse de un nosotros restringido a los “afectados directos” o puede incorporar a
otros que no vivieron, que no fueron afectados o que sufren y padecen en los nuevos
presentes otras formas de violencia y discriminación.

¿Cuándo?

En segundo lugar, es necesario conocer cuándo, esto es, en qué momento


histórico-político estos actores salen a la escena pública a divulgar y formalizar sus
memorias sobre el pasado. Se trata de interrogar en qué medida las coyunturas políticas o
memoriales influyen para activar (o desactivar) las acciones reivindicativas ya sea por el
ingreso de nuevas generaciones a las luchas por la memoria o por al surgimiento de nuevas
demandas. O, también, si tal activación sucede en momentos en los cuales las memorias
sociales se enfrían o cuando se calientan (y están en plena ebullición) en el espacio público
o en contextos de aperturas políticas tras las caídas de regímenes autoritarios y dictaduras,
entre otros acontecimientos. También es bueno saber qué pasó antes de que esas memorias
se hicieran públicas y cuáles fueron las condiciones que ayudaron para que eso suceda.
Veamos algunos ejemplos que ilustran ese antes y después en la activación y movilización
de las acciones y los actores sociales:

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è ¿Estaban silenciadas o eran clandestinas? Por ejemplo, los regímenes represivos


con fuerte policiamiento sobre el espacio público hacen que las memorias se refugien y
se silencien en el espacio de la intimidad de las familias o produzcan formas de
resistencias más o menos clandestinas. Cuando estos regímenes se debilitan o
resquebrajan, esas memorias pueden aflorar y comenzar a circular por el espacio
público.
è ¿No encontraban escucha social? Como ya vimos en el Módulo 1, Michael Pollak
(2006) analiza cómo, veinte años después del Holocausto, los relatos de los
sobrevivientes de los campos de concentración encontraron condiciones sociales de
escucha en Europa. Hasta ese momento se habían recluido en la intimidad personal
porque constituían memorias vergonzantes. http://cesycme.co/wp-
content/uploads/2015/07/Pollak.-Memoria-Olvido-y-Silencio.pdf
è ¿Circulaban en un plano íntimo y familiar? Ese fue el caso de las memorias que
retrataban la militancia política de los desaparecidos que salieron a la luz, hacia mitad la
década del ’90 en la Argentina, cuando hablar de militancia no ponía directamente en
cuestión la condición de víctima de los desaparecidos, como sucedió durante los
primeros años de la transición democrática.
è ¿Carecían de marcos simbólicos de interpretación para encuadrarse
socialmente? Tal es el caso de las memorias de las víctimas judías del Holocausto de
los países de Europa del Este, que habían estado silenciadas por décadas, y que
encontraron un marco simbólico de expresión luego de la caída del muro de Berlín y la
desintegración de la U.R.S.S. La memoria de los horrores del nazismo encontraron un
nuevo marco de enunciación cuando se hacen públicas las denuncias de las violaciones
cometidas por el régimen comunista en decadencia.
è ¿Surgen en reacción a otras memorias? Este puede ser el caso de las memorias
miliares en Argentina que levantan la consigna de “memoria completa” como una
reacción y en confrontación con la memoria de los desaparecidos y la lucha de los
organismos de Derechos Humanos. El carácter reactivo de una memoria se expresa en
el hecho de asumir la forma de una respuesta a los sentidos y narrativas levantadas por
otras memorias (la de los organismos de Derechos Humanos para el caso mencionado)
consideradas rivales o en pugna.

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De lo que se trata con la pregunta por cuándo es dar cuenta del carácter
históricamente contingente que tienen los diversos presentes para coadyuvan a la
activación de las memorias sociales.

¿Qué?

En tercer lugar, la pregunta por el qué hace foco en qué recuerdan, qué
transmiten, qué divulgan, qué elaboran los actores sociales sobre el pasado. Lo que
resulta significativo analizar es cuáles son los sentidos y narrativas que estos actores
producen sobre el pasado, en cuáles aspectos estas memorias confrontan con otras
interpretaciones y otros sentidos disponibles en la esfera pública, cómo luchan contra
olvidos y silencios, y cómo construyen ellos mismos sus propios olvidos. Veamos
nuevamente algunos ejemplos que nos permiten operacionalizar este interrogante:

è El carácter selectivo de las memorias: se recuerdan ciertos hechos, personajes y


períodos y se obliteran u ocultan otros que pueden resultar controvertidos o polémicos.
Alessandro Portelli (2003) muestra cómo en la memoria de la resistencia antifascista en
la Italia de pos-guerra la imagen del partisano moribundo reemplazó a la del partisano
combatiente en monumentos, pinturas y en la imaginación en general. La memoria de
los mártires que sufrieron y murieron en su lucha por la liberación de Italia del fascismo
resultaba menos conflictiva para su circulación en la esfera pública de pos-guerra que la
de los combatientes. Consagrándose así la imagen de los partisanos que murieron y no
la de partisanos que mataron por la liberación del Italia.
http://comisionporlamemoria.net/bibliografia2012/memorias/Portelli.pdf
è El deber de memoria: En los países del Cono
Ver debate en el foro
Sur, en el momento de las llamadas transiciones
“Memoria y democracia”,
democráticas, se fortaleció la idea de que había una organizado por la RIEMS
http://memoria.ides.org.ar
relación necesaria entre la construcción de futuros
/archivos/2271
democráticos y sin violencias y la activación de un

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“deber de memoria” que exigía “recordar para no repetir”. Consignas como el Nunca
Más muestran que las nuevas democracias se moldearon a partir del imperativo de
recordar y que el futuro se derivaba del hecho irrevocable de hacer frente al pasado.
(Jelin, 2013)
è Las memorias como terreno de controversias y conflictos: Los diversos actores
de la memoria luchan por imponer y divulgar versiones contrapuestas del pasado, de
modo que, en estas disputan puede suceder que algunos relatos silencien a otros o
logren convertirse en hegemónicos. Tal es el caso de las memorias militares que en
Argentina reivindicaban la “lucha contra la subversión” y el lugar de las Fuerzas
Armadas como “salvadoras de la patria”. Esa memoria que fue hegemónica durante la
dictadura fue progresivamente desplazada hasta quedar completamente silenciada por la
memoria de los desaparecidos.

Si bien las memorias sociales suelen expresarse en forma narrativa, como el modo
privilegiado en que se construyen y modifican los sentidos del pasado. Esta forma no es la
única, en las memorias se crean y recrean prácticas conmemorativas, rituales de
fijación o marcación espacial del recuerdo, también se activan o actualizan
sentimientos y afectos, patrones de comportamientos, creencia, valores, etc.

¿Cómo?

En cuarto lugar, podemos estudiar cómo actúan los actores sociales de las
memorias, o en otras palabras, qué hacen para establecer, convencer, divulgar y
transmitir sus narrativas sobre el pasado. Nos referimos pues al conjunto de acciones
y estrategias emprendidas públicamente para hacerse visibles y buscar reconocimiento a
sus reclamos y memorias.

è Acciones estratégicas: Acciones que se ejecutan en función de ciertos objetivos


más coyunturales o a corto plazo. En algunos casos, los actores sociales de la
memoria pueden deliberadamente ocultar o minimizar determinadas narrativas o

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sentidos sobre el pasado que pueden resultar contradictorias o contraproducentes para
la obtención de algunos objetivos estratégicos.
è Acciones por convicción: Acciones que concuerdan con las convicciones y
valores más profundas de los grupos y que hacen a su identidad. Para este caso,
podemos mencionar la negativa de la Asociación Madres de Plaza de Mayo liderada por
Hebe de Bonafini de aceptar la exhumación e identificación de los restos de los
desaparecidos ya que ello significaba el reconocimiento de vínculo filial individual con
cada desaparecido y la pérdida de la maternidad colectiva que ellas pregonaban. “Todos
los desaparecidos son hijos de las Madres”, sostiene este grupo de Madres de Plaza de
Mayo.
è Acciones políticas: resulta difícil clasificar las acciones políticas pues todas las
acciones lo son. Pero esta distinción analítica permite identificar esas acciones que
buscan hacer visible una memoria, divulgarla y hacerla circular en el espacio
público, que pretende conseguir adeptos, lograr el reconocimiento de las
demandas e impulsar políticas públicas.

Un ejemplo puede ser la Marcha de la Resistencia,


que se realizaba durante una jornada de 24 horas,
en la Plaza de Mayo. Estas marchas tuvieron lugar
entre los años 1981 y 2006 y luego de un período
de inactividad, se reiniciaron en 2015. La III Marcha de la Resistencia en septiembre de
1983 fue un jornada histórica, símbolo de reacción popular contra la dictadura en su
último año.

è Acciones artísticas y culturales: esta clasificación reúne el conjunto de prácticas y


acciones artístico-políticas que constituyen un potente recurso visual público, que
tienen la capacidad de convocar audiencias más distantes con el tema, atraer el
interés de los medios de comunicación y ser un contundente transmisor de
memorias.
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Un claro ejemplo es el Siluetazo que


se realizó en 1983 durante la III
Marcha de la Resistencia. En esa
ocasión, y a partir de la iniciativa de
tres artistas plásticos (Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel) miles de
manifestantes pusieron su cuerpo para bosquejar en papel la silueta de los desaparecidos
para ser exhibidas en paredes, plazas, etc. (Longoni y Bruzzone, 2008)
http://www.comisionporlamemoria.org/investigacionyensenanza/materiales/volumen13/
docs/1-arte-y-politica/Texto%204.pdf

è Rituales conmemorativos: acciones rituales que se realizan periódicamente en


determinadas fechas y lugares y que son vehículo de activación de las memorias.
Son momentos de arduo trabajo de la memoria que se expresa en su performatividad y
en su capacidad de fijar narrativas espacial y temporalmente. Se trata de acciones
orientadas al futuro que buscan imponerse como legados y herencias para las nuevas
generaciones.

¿Para qué?

Por último, podemos preguntarnos para qué estos actores sociales hacen el
esfuerzo de activar sus memorias y darles visibilidad en el espacio público. En este
punto, los objetivos pueden ser diversos, múltiples, convergentes e, incluso,
divergentes, y además pueden modificarse con el transcurso del tiempo y en función de

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los objetivos cumplidos y las derrotas asumidas. Sin embargo, algunas de las motivaciones
más extendidas se relacionan con:

è hacerse visibles y mantener activa la atención pública sobre sus emprendimientos


memoriales.
è afirmar la legitimidad de su verdad sobre el pasado.
è influir en el sentido de la historia para ser legado a nuevas generaciones.
è rivalizar con otros relatos en pugna sobre el pasado
è lograr reivindicaciones y reparaciones simbólicas y materiales por los
padecimientos sufridos.
è enjuiciar a los responsables
è obtener reconocimiento para sus demandas y reclamos
è fijar conmemoraciones, establecer rituales, lograr marcaciones espaciales
è influir en el diseño e implementación de políticas pública de memoria y reparación

Las preguntas quién, cuándo, qué, cómo y para qué permiten descomponer en
términos analíticos un objeto complejo, múltiple y variable en el tiempo.

SEGUNDA PARTE:
EL PROBLEMA DE LA RESPONSABILIDAD Y LAS FORMAS DE
ELABORACIÓN DEL PASADO

En la segunda parte del Módulo 3, abordaremos la relación entre memoria y


responsabilidad para poder reflexionar sobre el modo en que, en función su historia y sus
problemas específicos, cada sociedad hace frente a su pasado violento y traumático. Estos
pasados pueden ser recordados en sus aspectos más dolorosos y ser asumidos, es decir,
reconocidos como propios o pueden ser deliberadamente olvidados, ocultados o
disimulados para, de este modo, no afrontar ni aclarar las responsabilidades que de ellos
se derivan. En las sociedades pos-dictadura, pos-genocidas o pos-conflictos en los que se
expresaron formas de violencia extrema, para varias generaciones y para los diferentes
actores sociales involucrados, recordar el pasado reciente, implica de un modo u otro lidiar
con las responsabilidades por lo sucedido. Estas responsabilidades socialmente
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atribuidas pueden ser muy variadas y de distinta naturaleza dependiendo de si con la acción
o la omisión se ha contribuido o no a que la violencia sucediera. El problema de la
responsabilidad introduce cuestiones muy diversas tales como:

è si los actos deben imputarse a las personas o las circunstancias.

è si se hubiera podido haber actuado de otro modo.

è si tenían conocimiento de lo que estaban haciendo o de lo que estaba


sucediendo.

è si actuaban movidos por normativas, convicciones u obedeciendo.

è si no reaccionaron por miedo o por interés.

è si se beneficiaron o se perjudicaron.

“… qué elementos atribuimos a nuestra visión retrospectiva de la historia a las personas y


cuáles a las circunstancias, dónde situamos la línea de separación entre la libertad y la
coerción, o entre la culpa y la disculpa, son cuestiones cuya solución también depende de la
preconcepción con la que nos aproximamos al suceso” Jünger Habermas (1999)
“Goldhagen y el uso público de la historia”, en Finchelstein, F. (1999) Los Alemanes, el
Holocausto y la Culpa Colectiva. El Debate Goldhagen, Eudeba, Buenos Aires, p. 216.

Pues bien, para dar cuenta de la relación entre memoria y responsabilidad, es


decir, entre recordar y reconocer las responsabilidades que surgen del pasado,
especialmente cuando se trata de pasados violentos o traumáticos producto de conflictos
internos, genocidios o terrorismo de Estado, trabajaremos sobre tres aspectos: A) la
dimensión argumentativa de la memoria; B) los diferentes tipos de responsabilidad
desarrollados por Hannah Arendt y Karl Jarpers; y C) la construcción de figuras
emblemáticas de la memoria

è DIMENSIÓN ARGUMENTATIVA DE LA MEMORIA.

Cuando las memorias reconstruyen el pasado, además de recuperarlo con un


sentido determinado y de crear un discurso verosímil sobre él, lo explican y valoran,
elaborando un relato en el plano ético y político que lidia con el problema del
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sufrimiento padecido e infringido y las culpas que esto implica. En efecto, las memorias de
pasados violentos y traumáticos producen operaciones de sentido que se dan en el
nivel de los valores asumiendo la forma de justificaciones, acusaciones,
explicaciones, reivindicaciones o, incluso, minimizaciones y relativizaciones.
Para dar cuenta de la especificidad de este nivel de elaboración de las memorias,
María Sonderéguer (2001) distingue entre dos dimensiones del acto de rememorar: una
narrativa y otra argumentativa. Si bien en la práctica difícilmente puedan separarse
ambas dimensiones, una u otra resulta más eficaz para sus propósitos específicos.

è Dimensión narrativa: remite al conjunto de acciones y sentidos a través de los


cuales se puede recuperar el pasado y crear un discurso verosímil sobre él. Esta
dimensión opera en el plano de la recuperación selectiva de hechos, fechas, personajes
de un modo cronológico para darles un orden y un sentido comprensible y veraz.
è Dimensión argumentativa: busca resolver o eludir las “secuelas” o “legados”
que provienen de pasados controvertidos. Por ello, las memorias se componen de
argumentos y explicaciones de naturaleza moral, política o ideológica que hacen frente
a acusaciones recibidas y realizan, a su vez, otras acusaciones dirigidas a los actores
sociales y políticos de la época.

Dimensión
Dimensión narrativa:
argumentativa:
Recupera hechos,
MEMORIA argumentos y
fechas, personajes
explicaciones de
para darle orden y
naturaleza moral,
sentido
política e ideológica

La dimensión argumentativa se compone de un conjunto de juicios morales y


razones políticas que en el plano de las justificaciones pretenden incidir y responder
respecto de las atribuciones de responsabilidades jurídicas, políticas y morales. De este
modo se busca persuadir, seducir, convencer por medio de opiniones y explicaciones
que, proponen un conjunto de “opciones de valor” sobre los hechos de violencia
acontecidos. Estas explicaciones y justificaciones se producen en el plano de la primera
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persona del plural, del nosotros (cuando se trata de una nación, de un grupo social como
las fuerzas armadas o una organización armada revolucionaria, entre otros) y de la primera
persona del singular, el yo (cuando se trata de un dirigente, un jefe, un militante, un
oficial, etc.) En muchos casos, la resistencia o la voluntad de confrontar las cuestiones
levantadas por los dilemas de la responsabilidad operan sobre el contenido de lo que, las
personas y los grupos, recuerdan, olvidan y silencian.
Las memorias no sólo construyen una narración sobre los hechos (dimensión
narrativa) sino que la fundamentan en juicios de orden moral y político que explican la
naturaleza de los actos propios y ajenos (dimensión argumentativa). De modo tal que al
construir y rememorar el pasado, las memorias lo explican y valoran e, incluso, elaboran
una trama que justifica el sufrimiento, delimita las culpas y funda identidad
colectiva. En efecto, el reparto de culpas y responsabilidades, que los actores de la
memoria distinguen y construyen al evocar pasados traumáticos, refleja las normas y
valores que como grupo actualizan para legitimarse en el presente y para constituirse como
una comunidad moral capaz de lidiar su propia historia hacia el futuro.

Veamos un ejemplo sobre el modo en los oficiales retirados del Ejército Argentino, que
fueron contemporáneos del terrorismo de Estado, elaboran colectivamente sus
responsabilidades en el pasado:

“Por medio de este entramado de


consideraciones morales, la memoria de la
“lucha contra la subversión” busca
resolver los problemas moralmente
controvertidos. Si bien haber franqueado
un límite y consumado un salto cualitativo en la violencia no es ignorado por los oficiales
retirados, e incluso está presente como trasfondo de las justificaciones morales, no
necesariamente implica el reconocimiento de actos criminales, aunque sí haber cometido
“errores”. Por el contrario, la propensión a minimizar, relativizar, equiparar, naturalizar,
eternizar e instrumentalizar los hechos de violencia cometidos por el ejército y sus

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hombres va acompañada por la resistencia a reconocer la naturaleza criminal de los actos
perpetrados. Y la memoria de la generación que fue contemporánea de la represión queda
también atrapada en esta contradicción, que se expresa en la diferencia entre conocer y
reconocer.” Salvi Valentina (2012) De Vencedores a víctimas. Memorias militares sobre el pasado
reciente en Argentina. Buenos Aires, Biblos, p. 190.

è TIPOS DE RESPONSABILIDAD

Como ya dijimos, la tarea de rememorar nos aproxima al problema de la


responsabilidad. ¿Qué actos se están juzgando cuando se atribuyen culpas al grupo, a las
organizaciones, a la sociedad o, simplemente, a los individuos? ¿ De qué modo se justifican
o se excusan los culpados? ¿Qué argumentos usan los acusadores? ¿ A qué modelos de
responsabilidad se apela para ello? Estos interrogantes muestran los diferentes tipos de
responsabilidad que conviven en los procesos de elaboración del pasado, algunos de
ellos diferenciados como la responsabilidad jurídica, política, moral y otros
indiferenciados como la responsabilidad colectiva.
En 1946, Karl Jaspers publica El problema de la culpa. Sobre la responsabilidad política de
Alemania (Alianza, 1998), cuyo mérito es establecer una diferenciación entre tipos de culpas
para poner en cuestión la acusación de responsabilidad colectiva dirigida a los alemanes
como un todo en la inmediata pos-guerra y también ante la obligación ética de afrontar las
responsabilidades que les caben a los alemanes
en relación al nazismo. Por su parte, Hannah “Que los extranjeros abandonen
Arendt (2000, 2003ª, 2003b) también toma la distinción entre los alemanes y
los nazis es el resultado de la
posición frente a la acusación de victoria del nazismo.” Hannah
responsabilidad colectiva y avanza en la Arendt “Organized Guilt and
elucidación de los diversos tipos de Universal Responsibility” en
Essays in Understanding 1930-
responsabilidad sobre los que tienen que
1954. Harcourt Brace &
responder los alemanes y todas las naciones Company, New York, 1994, pp.
europeas por el avance del totalitarismo en la 120. (La traducción es nuestra)
primera mitad del siglo XX en esa región. Esta
diferenciación surge de la necesidad de distinguir la responsabilidad de los perpetradores de

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la co-responsabilidad de los otros actores sociales implicados como cómplices,
colaboradores o espectadores durante el nazismo.
Retomando la conceptualizaciones propuestas por Jaspers y Arendt presentamos
los diversos tipos de responsabilidad:

Responsabilidad Jurídica

Está basada en el “nexo de imputación penal” que exige diferenciar objetivamente


en qué medida, con cada acción directa o con la mera complicidad, el sujeto ha infringido
la ley. Esta delimitación es propia del ámbito del Derecho y pone coto a la acusación por
medio de figuras jurídicas ajustadas a debido proceso. La acusación penal es objetiva,
exterior a la persona y a la conciencia del acusado, y reclama exclusivamente por lo
que éste ha hecho. El escenario en que se desarrolla es el tribunal, que busca el castigo
y el acusado solo responde ante él. En el ámbito jurídico, el castigo se distingue de la
venganza y no exige el arrepentimiento del acusado.

Las definiciones de “crímenes contra la


humanidad”, “crímenes de guerra” y
“crímenes de agresión” para responder a las
atrocidades cometidas por el nazismo; los
delitos de “traición”, “colaboración” e
“indignidad nacional” creados en Francia
para purgar retrospectivamente a quienes proveyeron ayuda material y moral al enemigo
durante la ocupación alemana; la acusación de delito contra el pueblo judío implementada
por el Estado de Israel en el juicio a Eichmann; y el Juicio a las Juntas en el que no se
pretendió juzgar las violaciones a los Derechos Humanos como delitos contra la Nación
sino como acciones ilegítimas contra los particulares, expresan las condiciones políticas e
históricas en las que se resuelven los problemas de asignación de responsabilidad criminal.
En todos estos casos, las políticas de justicia transicional han cumplido un efectivo servicio

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a la institucionalidad política, esto es, legitimar el nuevo orden social que se construye tras
la catástrofe. Sobre este tema ver: Nino, Carlos Juicio al mal absoluto. Los fundamentos y la
historia del juicio a las juntas del Proceso. Emece Editores, Buenos Aires, 1997.

Responsabilidad Moral

Las definiciones jurídicas que han permitido, en algunos casos, castigar a los
responsables directos de las masacres han arrojado a un espacio de impotencia jurídica a
todos aquellos que denunciaron a sus vecinos o amigos, que prestaron recursos materiales,
que cerraron los ojos, que colaboraron pasivamente, que se beneficiaron silenciosamente o,
incluso, a las víctimas que victimizaron a otras víctimas. De allí que la responsabilidad
moral se bate frente a un conjunto amplio de comportamientos que no pueden ser
castigados. Se trate de un ámbito que excede al Derecho y a su lógica, y que implica la
disposición tanto de los miembros de una comunidad a interrogarse por cada uno de los
pequeños actos individuales que tornaron posible la masacre como de los criminales
directos a hacer acto de público y sincero arrepentimiento.
En el ámbito de las responsabilidades personales es pues necesario hacer una
distinción entre lo legal y lo moral. Si bien, las reglas morales y legales tienen algo en
común, esto es, están relacionadas con la persona y con la que la persona ha hecho, de la
responsabilidad jurídica surge el castigo y de la responsabilidad moral el remordimiento.
Para ello, la responsabilidad moral involucra al Yo y a su conciencia moral a través
de la confrontación del sujeto consigo mismo y con los actos que cometió. En el
plano moral se expresan los sentimientos de culpa, la mala conciencia y el remordimiento,
en suma, el reconocimiento sincero de haber actuado mal. En cuanto tal, la
responsabilidad moral no reconoce ni tribunal ni condena alguna sobre la tierra
más que el examen interno, la voluntad personal de no convivir con un asesino en el
propio yo.

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El juicio moral, sostiene Arendt (2003c) se
encuentra amenazado en la conciencia de los
asesinos como Adolf Eichmann. “Alguien que
soy yo mismo me dice que he cometido actos
aberrantes, pero alguien que también soy yo me
dice que no soy el asesino, que eso no pude
haberlo hecho yo. Aunque dos convivan en mi,
solo uno se impone. Se trata del mediocre que para vivir debe disimular la naturaleza de los
actos atroces que ha cometido.” La imposibilidad de establecer esta confrontación consigo
mismo inhibe la capacidad de pensar que, según Arendt (2003c), es la condición para la
creación de un nuevo tipo de criminal (el perpetrador) que no tiene conciencia del carácter
atroz de sus actos.

Responsabilidad Política

La responsabilidad política surge de la necesidad de diferenciar los factores


legales y morales de los factores políticos, es decir, poner el acento en la comunidad en
lugar de depositarlo en el yo. Se trate de las categorías de responsabilidad política
planteadas por Arendt (2003a), de culpa política para Jaspers (1998) o del “auto-
entendimiento ético-político” para Habermas (1998),
para todos ellos es necesario no confundir las
“…el Ethos de la política es
culpas jurídica y moral que se imputan a las el principio de una
personas particulares con la obligación de existencia estatal en la que
responder que los ciudadanos de una todos forman parte a través
de su conciencia, su saber,
comunidad tienen cuando se vulnera la
su opinión y su querer”.
dignidad política. Estos autores concuerdan en Jaspers, K (1998) El
que los reproches, acusaciones y reflexiones que se problema de la culpa, Op. Cit.,
p. 55.
hacen en el espacio público tienen que quedar
referidos, con sentencias políticamente justas, a la
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colectividad en nombre de la cual fueron cometidos los crímenes.
Si bien, en el Estado Moderno, cada persona es responsable por cómo sea
gobernada, para Jarpers (1998), solamente el vencedor tiene la prerrogativa absoluta para
juzgar a la comunidad porque sólo él se ha jugado la vida para liberarla del poder opresor.
Al punto que la comunidad debe someterse a aquel porque sus miembros durante la
catástrofe no opusieron resistencia suficiente para impedirla. Para Habermas (1998: 52), en
cambio, “el juicio político sólo puede tener efectos curativos si no se lo emplea desde fuera
como un arma contra nosotros, sino si opera desde dentro como una reflexión sobre
nosotros mismos, es decir, como ‘auto-reflexión”. Arendt (2003ª: 57) llama la atención
sobre la responsabilidad política que “… todo gobierno asume por los actos buenos y los
actos malos de sus predecesores y cada nación por los actos buenos y los actos malos del
pasado”.
El locus de la responsabilidad política no es ni el tribunal ni la conciencia
individual, sino el espacio público, el ágora. Se trata de un tipo de responsabilidad que
se ejerce desde la primera persona del plural, desde el nosotros, y que surge de la
obligación de todo ciudadano, en tanto miembro de una comunidad política, no
sólo de evitar que el daño sea cometido sino también de responder por el
padecimiento que se ejerció en nombre de la nación, de la organización, del grupo
del que es/fue parte. La responsabilidad política involucra a cada ciudadano/a por los
actos que comete el Estado al que pertenece, aunque en el fuero interno hayan sido
contrarios a ellos o no sientan culpa moral por ningún acto o motivación. Aquellos que
llevaron un comportamiento completamente al margen, que no han participado de ningún
modo, son igualmente alcanzados por la responsabilidad política porque sus vidas también
están reguladas por su comunidad política. Escapar de la responsabilidad política es
imposible para Arendt, porque aquel que pretenda abandonar su comunidad caerá, de
todos modos, en otra.

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Solo los parias, los refugiados, las deportados pueden, según Arendt (2003b),
liberarse de las exigencias de la
responsabilidad política que llega
desde el pasado y se extiende hacia el “…el siglo XX ha dado lugar a lugar a una
categoría de personas que son auténticos
futuro alcanzado a las futuras
marginados, no pertenecientes a ninguna
generaciones. Lo/as nacidos/as comunidad internacionalmente
después tambien son alcazados reconocida, los refugiados y apátridas, que
por la responsabilidad política no pueden considerarse políticamente
responsables de nada.” Arendt, H. (2003b)
pues tienen la obligación política “Responsabilidad Colectiva”, en Arendt,
de no reproducir acríticamente las H. (2003) Responsabilidad y Juicio, Paidós,
tradicioens que hicieron posible la Barcelona, pp. 153.

violencia, para ello deben


apropiarse reflexivamente de la
historia y las tradiciones que reciben. En tal sentido, el juicio político examina
críticamente la matriz cultural de las tradiciones que pesa sobre los miembros de esa
comunidad política, por eso, las nuevas generaciones no están exentas de esta
responsabilidad.

Responsabilidad Colectiva

La idea de responsabilidad colectiva se apoya en una tendencia, aún presente en


nuestras sociedades, que considera el daño pasible de atribución a todo el ámbito social, a
todo una organización, a toda una familia. Se trata de un tipo de responsabilidad que se
imputa colectivamente a un grupo de personas, a los miembros de un partido, a un
pueblo o a una nación. Para ello, se apela a sentimientos de indignación, orgullo o
revancha más que a una estricta distinción entre tipos de comportamientos por acción o
por omisión. De allí que la justificación de las acusaciones y excusas colectivas muestran su
carácter no-formal y fuertemente político, ideológico o emotivo.
En los contextos de crímenes masivos, la culpa colectiva aparece más como una
conclusión que como un punto de partida para la discusión sobre la

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responsabilidad al interior de una comunidad política. Lejos de introducir el debate
sobre la actuación de cada uno de los actores sociales durante los procesos de violencia, el
discurso de la responsabilidad colectiva viene a
“Donde todos son
atribuir una complicidad universal. En este sentido, culpables nadie lo es”.
el concepto de “responsabilidad de los pueblos” Arendt, H. (2003b)
“Responsabilidad
reproduce un argumento explicativo por el cual se Colectiva” Op Cit., pp.
equipara la violencia estatal y administrada a una 151.
única matriz autoritaria generalizada y compartida
por todos los miembros de esa cultura o de esa nación. De este modo, todos sus miembros
se vuelven igualmente inmorales y autoritarios, desdibujándose así cualquier diferencia o
matiz entre el perpetrador y las personas comunes. Ambos quedan igualados en sus
convicciones autoritarias por el hecho de pertenecer a una misma cultura, una nación, un
grupo o una institución. Esta forma de atribución de responsabilidad nace,
paradójicamente, más de la necesidad de olvido del pasado que de un
discernimiento de las culpas compartidas y del reconocimiento de la necesidad de
reparación.

TIPOS DE RESPONSABILIDAD

DIFERENCIADOS
INDIFERENCIADOS
JURÍDICA
MORAL COLECTIVA
POLÍTICA

èFIGURAS EMBLEMÁTICAS DE LA MEMORIA

Las figuras emblemáticas de la memoria remiten y condensan modos culturales y


políticos de construcción de ciertas trayectorias y experiencias personales, sociales,
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políticas y culturales –sea la de las víctimas, los perpetradores, los/as sobrevivientes,
lo/as combatientes o lo/as militante, entre otras. Estas figuras son la resultante de procesos
de rememoración y elaboración de pasados conflictivos y violentos por los cuales
trayectorias y experiencias que fueron diversas e implicaron múltiples posiciones de
sujeto resultan reducidos y cosificados a estereotipos. Entre esas figuras podemos
mencionar la del traidor/a para referirse a aquellos hombres y mujeres que sobrevivieron
al terrorismo de Estado en los países del Cono Sur; la de héroe en relación a las
trayectorias de los militantes de organizaciones armadas que murieron en la lucha
revolucionaria; la de monstruos o demonios para denotar la agencia de los perpetradores
de violencias estatales, genocidios o masacres; y la de la víctima inocente para indicar la
condición de quienes fueron objeto de las formas mas crueles y atroces de
deshumanización y violencia.
Por su carácter emblemático, estas figuras se enmarcan en memorias fuertes que les
dan un sentido fijo y unívoco con determinadas
consecuencias políticas y morales. Entre ellas, la Para ampliar este tema
se recomienda leer el
construcción de lógicas binarias amigo/enemigo, Foro de debate
culpable/inocente, héroe/traidor que tienden a “Memorias sobre la
violencia en Perú”
obturar un análisis que de cuenta de la complejidad de las http://memoria.ides.org
condiciones, las circunstancias y las relaciones de fuerza .ar/archivos/3973

que hicieron posible la violencia. En tanto estereotipos


tienen, a su vez, la capacidad para transmitir y confirmar
esquemas de significación ya armados y que son parte del imaginario social. Por
ejemplo, la condición mentalemente insana o el lado aninal de los criminales comunes que
se asume como cierta cuando se habla de los perpetradores, la necesaria relación entre
pasividad e inocencia cuando se refiere a las vícitmas o la moralidad dudosa de las mujeres
que activan en la vida pública cuando se habla de las militantes políticas, entre otras.
Haciendo un paralelo con la noción de memorias emblemáticas de Steve Stern (2000), estas
figuras son fruto de la actividad de recordar y de sus luchas de fuerza, no deben ser
pensadas como invenciones arbitrarias o simple manipulaciones del pasado. En ellas se
condensan y simbolizan relaciones sociales complejas entre los sujetos políticos que fueron,
en muchos casos, protagonistas de los hechos que se rememoran, y entre ellos y las nuevas
generaciones, la sociedad y el Estado. Por ultimo, estas figuras tienen una resonancia

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cultural efectiva y productiva por su capacidad para explicar el pasado y para delimitar los
enunciados en los debates públicos.
Veamos caso por caso algunas de estas figuras:

Esta figura se apoya en la idea de la víctima pasiva


Víctima inocente como víctima absoluta. A partir de una división entre
víctimas inocentes y víctimas culpables, esta matriz de
comprensión establece un canon de jerarquización de las vidas humanas a partir de la
identificación de determinados atributos que corresponderían a las víctimas y que
justificarían su persecución. En esa escala están progresivamente ubicadas, de culpables a
inocentes, aquellas que fueron perseguidas por su trayectoria política, esto es, por lo que
pensaban, creían, decían o hacían, luego aquellas otras que fueron perseguidas por su
pertenencia nacional, étnica, racial o religiosa, es decir, por lo que eran; y por ultimo,
aquellas que portan pasivamente estos últimos atributos como los niños. La figura
emblemática de la víctima inocente se consagró con el Diario de Ana Frank. Su
trascendencia masiva denota la imagen moralmente tranquilizadora que tiene la
pasividad cuando se trata de pensar acciones masivas de exterminio. Esta visión
tranquilizadora sobre las víctimas inocentes resulta funcional y efectiva a las prácticas de
violencia masiva y estatal pues desconoce en las víctimas grupos sociales capaces de oponer
resistencia frente a la maquinaria de muerte.

El consenso interpretativo surgido en la posguerra,


Monstruos
basado en la figura del “Mal Absoluto”, tendió a
presentar el Holocausto como un caso único e irrepetible,
producto de individuos moral y mentalmente deficientes e irracionales. La figura
filosófica del “Mal Absoluto” se apoya en una concepción sociológica que explica la
violencia sistemáticamente administrada como epifenómeno de la barbarización de la
cultura, fruto de la suspensión temporal del dominio de la civilización. La atribución
de la violencia a causas primitivas y pre-sociales produce, a su vez, el extrañamiento del
fenómeno a un territorio que resulta ajeno a la sociedad que la produjo. Este
desplazamiento lleva a una suerte de personalización del mal que destaca el carácter

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compulsivo, sádico o enfermizo de las motivaciones y comportamientos de los
perpetradores –pensamos en el argumento de los “excesos” utilizados para ocultar el
carácter sistemático del terrorismo de Estado implementado en Argentina. Si bien esta
demonización y animalización de la agencia de los perpetradores, estimula sentimientos de
rechazo con estos individuos, tiene el efecto de ocultar el carácter social e histórico de
los mecanismos, hábitos, circunstancias, costumbres y valores, etc. que
posibilitaron los comportamientos criminales de los perpetradores.

La figura de la traición
Traidore/as
se apoya en una
Se sugiere ver el
sospecha y esta sospecha ha recaído documental
mayormente sobre quienes sobrevivieron a masacres, “Montoneros, una
historia” de Andrés
violencias políticas, genocidios. En nuestra región la
Di Tella (1995)
sobrevida de aquellos que fueron secuestrados y luego https://vimeo.com/1
liberados por sus captores se volvió sospechosa, mientras 16316679
en la Europa de posguerra, una vez que se pusieron en
libertad a los/as prisioneros de los campos de
concentración nazi, su sobrevida se tornó vergonzante. La traición, en su calidad de
acusación, o la vergüenza, en su calidad de sentimiento de culpa, connotan
negativamente la condición de sobreviviente a quien se lo acusa de haber hecho
“un pacto con el mal” para estar vivo o viva. Las causas de la sobrevida son múltiples,
variadas e inciertas y responden más a una lógica de poder de los perpetradores que a las
posibilidades y capacidades de las víctimas para demostrar su utilidad. El sentimiento de
vergüenza y la acusación de traición son formas de estigmatizar y descalificar a los
sobrevivientes y de desestimar sus relatos, trayectorias y experiencias. En el caso del
terrorismo de Estado en el sur de América Latina, la traición quedó vinculada directamente
a la sospecha de delación y “colaboración” de lo/as secuestrados/as en situación de
tortura, a raíz de lo cual los/as sobrevivientes recibieron, muy tempranamente, la condena
de las organizaciones en las que militaban.

Héroes
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La figura emblemática del héroe atraviesa transversalmente tanto las memorias
nacionales como las memorias militantes y las militares. En todos los casos, el héroe es
quién muere abruptamente por una causa, por la patria o por una convicción y se
vuelve símbolo para una comunidad o para una organización. Por su carácter
excepcional, lo heroico está vinculado al terreno de lo ejemplar y de lo memorable. Al
calificarse la agencia del héroe como un obrar con coraje y valor, y sin claudicaciones –esto
es, como una acción excepcional-, su sacrificio perpetúa los valores y la causa que
defiende. De este modo, el ethos de la comunidad o de la organización pervive gracias al
sacrificio del individuo, de quién se destaca su voluntad y en su carácter. El héroe (y el
mártir) son figuras emblemáticas que contribuyen a la construcción mítica del pasado,
que exige una adhesión global, sin críticas. Se trate de los mitos heroicos de la nación o de
las revoluciones, y a pesar de sus considerables diferencias, ambos producen el efecto
retrospectivo de cristalizar el pasado de manera gloriosa, borrando del arco de las
reflexiones y el debate colectivo el sentido de los valores, tradiciones y prácticas que
lo tornaron posible.

Si bien la revisión crítica de estas figuras emblemáticas puede servir para


desentrañar valores y creencias morales y políticas socialmente arraigadas que son parte, en
muchos casos, de las mismas tradiciones que hicieron posible la violencia. Sin embargo, esa
revisión crítica tiene que estar históricamente encajada pues estas figuras también son parte
importante de aspectos identitarios de los actores en el plano tanto íntimo y afectivo como
en el ideológico y cultual constituyendo, además, perspectivas nativas que deben ser
contempladas en su funcionamiento, su dinámica y su carácter relacional.

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