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La guerra del Fútbol, conocida en Honduras y El Salvador como guerra de las Cien Horas y en El
Salvador como guerra de Legítima Defensa,[cita requerida] fue un conflicto armado ocurrido entre el 14 y el
18 de julio de 1969 entre las repúblicas de El Salvador y Honduras, en la cual El Salvador gana
militarmente, pero no políticamente. El nombre del conflicto se tomó de la historiografía anglosajona (en
inglés: Football War o Soccer War), debido a la coincidencia con un partido de fútbol que el 26 de junio
de 1969 enfrentó a las selecciones nacionales de El Salvador y Honduras, con motivo de la clasificación
para la Copa Mundial de Fútbol de 1970. Acuñaron dicho nombre el reportero polaco Ryszard
Kapuściński y el reportero jamaicano Bob Dickens,3 quienes no dieron cuenta de las causas reales que
provocaron tal conflicto en Centroamérica.
Durante esta guerra se evidenciaron las tensiones políticas que llevaron al conflicto armado. Fue una
guerra breve (los combates duraron cuatro días) y ambos bandos utilizaron aviones de combate obsoletos
para la época. Fue la última ocasión en la que participaron en acciones bélicas los aparatos
estadounidenses Cavalier P-51D Mustang, F4U-1 Corsair, T-28A Trojan, Douglas C-47 Skytrain (como
bombardero improvisado por ambos bandos) y AT-6C Texan, todos veteranos de la Segunda Guerra
Mundial.
Antecedentes
Un elemento importante en la tensión diplomática de ambos países fue la situación social en El Salvador y
Honduras, cuando los militares gobernantes en ambos Estados buscaban una salida conveniente para los
grupos en el poder político de cada país. Los dos contendientes se caracterizaban por tener una economía
nacional basada en la producción de materia prima de origen agrícola, al ser muy escasos el poderío de la
industria y el sector servicios de ambas economías. Una gran parte de la población de los dos países estaba
formada por campesinos sin tierras, quienes trabajaban como jornaleros en fincas de grandes
terratenientes.
Los grandes hacendados controlaban la mayor parte de la tierra cultivable en El Salvador desde los años
1920, ya que los sucesivos gobiernos salvadoreños habían rechazado todo proyecto de distribución de
tierras a campesinos pobres. Esto llevó a la emigración constante de campesinos salvadoreños a regiones
de Honduras cercanas a la frontera con El Salvador, pues si bien la extensión territorial de El Salvador era
igual (entonces como ahora) apenas al 20 % del territorio hondureño, la población salvadoreña era
bastante más numerosa que la de Honduras en el año 1969: 3 600 000 salvadoreños y 2 600 000
hondureños. La sobrepoblación de El Salvador halló una válvula de escape en la emigración de
campesinos salvadoreños a Honduras, país con menos población y con demanda de mano de obra no
calificada, al punto que hacia 1969 había casi 300 000 jornaleros salvadoreños viviendo en Honduras, que
formaban casi el 20% de los peones rurales de dicho país. Esto permitía a las élites de El Salvador reducir
la alta densidad demográfica de su país sin sacrificar sus intereses financieros, evitando todo posible
«reparto de tierras».
En 1969 la situación cambió en Honduras. Los grandes terratenientes hondureños también experimentaban
la presión social de tener grandes masas de jornaleros sin tierras que podían ser fuente de revueltas contra
el gobierno. Para paliar el descontento de los campesinos pobres de Honduras, el presidente Osvaldo
López Arellano decidió realizar una reforma agraria pero sin afectar a los grandes propietarios de tierras
(entre los que se contaba la empresa estadounidense United Fruit Company, dueña del 10% de la tierra
cultivable de Honduras). La solución del gobierno hondureño consistió en expropiar tierras a los
campesinos salvadoreños que habían vivido allí durante varias generaciones y que se habían hecho
propietarios a base de esfuerzo propio, además de expulsar a los jornaleros salvadoreños residentes en
Honduras. Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras, por el grupo clandestino La
Mancha Brava, que asesinó a gran cantidad de salvadoreños y atemorizó a otros, lo cual produjo un
«regreso» masivo a El Salvador.
Los gobiernos aprovecharon esta escalada de tensión para orientar la atención de sus poblaciones hacia
fuera, en vez de los conflictos políticos internos de cada país. Los medios de comunicación alentaron el
odio entre hondureños y salvadoreños. Los conservadores en el poder en El Salvador temían que la
expulsión de salvadoreños de Honduras causase tensiones sociales: más campesinos implicarían más
presiones socioeconómicas en El Salvador, cosa que ocurrió. Debido a la pasividad del Gobierno
hondureño ante el genocidio que cometía La Mancha Brava sobre los salvadoreños en Honduras, las
autoridades de El Salvador decidieron intervenir militarmente en Honduras.
La contienda
La Organización de Estados Americanos negoció un alto al fuego la noche del 18 de julio que entró en
vigor el 20 de julio. El gobierno salvadoreño exigió que cesara la persecución de sus compatriotas, pero la
OEA le exigió antes desalojar suelo hondureño. Las tropas salvadoreñas se retiraron a principios de
agosto.
Fue la última confrontación de la historia donde combatieron aeronaves de pistón y hélice. Ambos bandos
tenían en servicio material de origen norteamericano que sirvió al final de la Segunda Guerra Mundial. Se
enfrentaron dos de las mejores aeronaves de este tipo jamás construidas: por un lado, los F4U Corsair de
la Fuerza Aérea Hondureña, por el otro, los P-51 Mustang de la Fuerza Aérea Salvadoreña,[cita requerida].
Ambos bandos utilizaron sus aviones C-47 Skytrain como bombarderos improvisados, cuando la Fuerza
Aérea Salvadoreña bombardeó el Aeropuerto Internacional Toncontin en Honduras; en cambio, cuando
Honduras bombardeó el Aeropuerto de Ilopango en El Salvador.
El mayor Fernando Soto Henríquez, al mando de su nave una Chance Vought F4U Corsair con registro
FAH-609 de la Fuerza Aérea de Honduras, anotó tres derribos en combate: un Cavalier P-51D Mustang y
dos Goodyear FG-1D Corsair S de la Fuerza Aérea Salvadoreña el 17 de julio de 1969, logrados así, el de
un P-51 por la mañana y dos FG-1 por la tarde. Con esto se convirtió en el único piloto latinoamericano en
obtener tres victorias en un conflicto bélico en suelo continental americano. Esto le supuso varios
reconocimientos a nivel mundial y fue invitado de honor al «Eagles Gathering».
Al final de la guerra, los ejércitos de ambos países encontraron un pretexto para rearmarse y el Mercado
Común Centroamericano quedó en ruinas. Bajo las reglas de dicho mercado, la economía salvadoreña (la
más industrializada en Centroamérica en aquella época) estaba ganando mucho terreno en relación con la
economía hondureña.
Las dos naciones firmaron el Tratado General de Paz en Lima (Perú) el 30 de octubre de 1980, por el cual
la disputa fronteriza se resolvería en la Corte Internacional de Justicia: ello dio paso a la solución
negociada del litigio fronterizo por el control de unos 450 kilómetros cuadrados, conocido como Los
Bolsones, los cuales pasaron a formar parte del territorio hondureño, en detrimento del territorio
salvadoreño.
El fútbol
Pelea entre salvadoreños y hondureños al finalizar el partido en el estadio Flor Blanca - 1969
Estos son los resultados de los partidos de fútbol entre ambas selecciones:
Consecuencias de la guerra