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Ella

Era Fea 2

Por

Isavela Robles


Recuerdos de un pasado feliz


Keidys estaba bajando de un ascensor con un paso afanado, su asistente


personal no dejaba de hablar a su izquierda, en la derecha estaban dos chicas
que conversaban por teléfono.
—Debemos darnos prisa, llevamos media hora de retraso —dijo una de
ellas.
—No podemos cancelar la sesión de fotos Keidys, sabes que es muy
importante, la cita con Josef puede esperar, es tu carrera profesional, por favor
—insistió su asistente mientras caminaba a paso afanado.
Al salir del edificio un tumulto de personas empezaron a gritar como si no
hubiera un mañana, los guardaespaldas que esperaban afuera trataban de hacer
espacio para que Keidys pudiera pasar, pero de pronto, ella sintió que su
mundo tambaleó, rodó su mirada por su alrededor, era como una cámara lenta.
Detuvo su paso y uno de sus guardaespaldas la reparó un tanto extrañado.
—Señorita Keidys, ¿se siente bien? —le preguntó al verla demasiado
pálida.
Pero la joven no respondió nada y en un segundo cayó al piso, todo pasó
tan rápido que los periodistas demoraron tres segundos en darse cuenta que
tenían una gran noticia frente a ellos. Aunque, claro, al percatarse, la bomba se
hizo viral. Los noticieros no dejaban de hablar sobre el desmayo que tuvo la
joven actriz y modelo internacional.
*
Alejandra estaba tirada en su cama comiendo palomitas de maíz mientras
veía el noticiero donde estaban pasando la noticia sobre la carrera de Keidys.
—Miren a esta tipa, se cree tan diva —soltó una carcajada, después tomó
su vaso lleno de gaseosa.
En aquel momento vio cómo Keidys caía al suelo, Alejandra quedó con la
boca abierta, todo su cuerpo se erizó, después, al reaccionar, soltó un gran
grito y todas las palomitas salieron volando de sus manos junto con el vaso de
gaseosa.
—¡Mi amiga! —gritó con fuerza y salió corriendo del cuarto, después
volvió para tomar su celular, marcó el número de Josef—, Dios mío, Josef,
Josef, Josef.
—¿Qué sucede?, habla rápido que estoy muy ocupado, voy a entrar a una
reunión —dijo el joven bastante serio por medio de la línea.
—Keidys, Keidys, se desmayó, lo acabo de ver en las noticias, en vivo…
—soltó Alejandra entre sollozos.
—Espera, ¿qué? —la voz de Josef ya sonaba muy preocupada.
—Sí, solo se vio que cayó y después las personas empezaron a gritar y a
ella se la llevó cargada un tipo ahí, creo que era su guardaespaldas, no sé, pero
eso se vio muy feo… —Alejandra caminaba de un lado a otro buscando ropa
para alistarse y salir en búsqueda de su amiga.
—Voy a hablar con su asistente, debo colgar, te llamo cuando sepa en qué
clínica la tienen —informó Josef y después cortó la llamada.
*
Claudia olió los huevos que estaban frente a ella y todo su interior se
revolvió.
—Ay no… —corrió al baño y empezó a vomitar.
Mateo dejó salir un suspiro, después caminó hasta la puerta del baño:
—¿Te sientes muy mal? —preguntó.
—Horrible, esos huevos parecían estar podridos.
—Eso no es cierto —renegó Mateo.
—Lo sé, pero debes de entenderme; estos tres meses me han dado muy
duro —Claudia empezó a limpiarse la boca en el lavamanos, Mateo entró y
abrazó su espalda.
—Me encantaría ayudarte, hacer algo para que así te sintieras mejor,
aunque, solo puedo hacer una deliciosa comida que al final vomitas.
—Lo siento, cuando ya se me pase como algo y esta vez no lo vomitaré —
dijo Claudia volteando a verlo.
—Tranquila, solo no dejes de comer, debes de hacerlo por el bebé —le dio
un beso en la mejilla.
Mateo entró a la sala y se sentó en un mueble, aunque Claudia se paseaba
de un lugar a otro, como si quisiera decir algo.
—¿Qué sucede? —preguntó Mateo al recordar que su mujer siempre daba
rodeos para poder hablar.
—Estaba pensando que… el bebé no debería llegar a este mundo y vivir
con unos padres que no se han casado —soltó Claudia.
—¿Estás diciendo que deberíamos casarnos? –inquirió Mateo y tragó en
seco.
—Lo sé, es, es… una pésima idea. Olvídalo —Claudia llevó una mano a su
cintura y con la otra se rascó la nuca.
—No… No es una mala idea, solo… que me sorprendió que me lo hayas
dicho —Mateo se levantó y abrazó a Claudia, después le dio un beso en la
frente—. Vamos a casarnos, sería lo mejor para el bebé.
*
Keidys estaba sentada en la cama del hospital, su pecho dolía como si
tuviera clavada una espada en ella. No escuchaba nada a su alrededor, respiró
hondo para no dejar que las lágrimas salieran de sus ojos.
—No le diga a nadie sobre lo que me está sucediendo, esto quedará entre
nosotros —ordenó Keidys.
—No es algo que se pueda ocultar por mucho tiempo Keidys, con el
tiempo se va a notar, además… —trató de explicar el doctor.
—Lo sé, lo sé, pero por favor, deje que sea yo quien les diga. Tengo que
pensarlo mejor —dijo Keidys bastante nerviosa.
—Tal vez en tu situación estar en este estado no es tan favorable, pero
recuerda que la decisión que tomes cambiará tu vida. No les diré nada a tus
amigos y familiares, puedes tomarte el tiempo para pensarlo—dijo el doctor.
Después de unos minutos entró Santiago (su hermano mayor), la abrazó
como si no hubiera un mañana.
—Pensaba que estabas muy mal, te vi desmayarte frente a las cámaras y…
¿Cómo es eso que fue estrés y mala alimentación?, con la salud no se juega,
Keidys.
—Lo siento, es que la agenda estaba muy apretada, a veces ni podía
dormir, pero voy a apartarme por un mes o dos para poder mejorar mi salud —
explicó Keidys.
—Eso nos dijo el doctor, aunque, tu asistente parecía como si le dieran la
peor noticia, debes buscar una mejor asistente, alguien que se preocupe por tu
salud, no que le importe solo el dinero. Yo te voy a buscar a la adecuada —
decía Santiago. Aunque, Keidys muy poco le prestaba atención, en ese
momento quería salir corriendo lejos de allí, de su realidad.
Después, fue entrando toda su familia y le daban un gran sermón sobre
cuidar su salud, esto aburrió en gran manera a la joven, ya que, lo menos que
necesitaba en ese momento era algo así. Al final, entró Alejandra y al verla en
aquella cama puso un rostro bastante dramático:
—Casi me da un infarto cuando te vi desmayarte en la televisión y saber
que no podía hacer nada, llamé a Josef, él vino, pero le tocó irse por una
reunión importante con sus socios, dijo que regresará como en dos horas. Su
vida es muy difícil, él será el próximo en recibir un desmayo como siga así. Yo
por eso elegí ser escritora, algo tranquilo y que amo mucho —Alejandra
desplegó una gran sonrisa, aunque notó que a Keidys le pasaba algo, parecía
como si hubiera llorado—, ¿qué sucede?, ¿estás mal porque tendrás que
retirarte por unos meses?
—Es que… todo estaba marchando demasiado bien, ya era modelo
internacional y sabes que la película se estrenará la otra semana, todos la están
esperando y eso me hará aún más famosa, era mi sueño… —la voz de Keidys
se quebró a lo último.
—Ay, nena, pero vas a poder ir al lanzamiento, no es el fin del mundo, solo
fue un desmayo, seguramente para ese tiempo ya estarás trabajando ¿no? Tú
nunca haces caso a los médicos —Alejandra quedó confundida con la reacción
de su amiga.
—Sí, tienes razón —Keidys respiró hondo para poder calmarse.
Alejandra salió del cuarto bastante intranquila, al estar caminando por el
pasillo recibió una llamada.
—¿Sí? —contestó.
—Amor, ¿cómo está Keidys? —era Gabriel.
—Está bien, fue solo estrés, el doctor dijo que debía retirarse un tiempo de
su trabajo o de lo contrario su estado podría empeorar, conociéndola, me
imagino que lo hará por un mes o menos. ¿Por qué no viniste a verla?
—Estoy ocupado en una sesión de fotos, una modelo se retrasó y apenas
vamos a comenzar —explicó.
—¿A esta hora?, pero si ya son más de las siete de la noche, Gabriel —
Alejandra empezó a enojarse.
—Lo siento, pero es mi trabajo.
La joven dejó salir un suspiro de resignación.
—Bueno —Alejandra colgó. En ese momento vio a Josef que estaba
entrando al hospital.
—¿Ya despertó? —preguntó.
—Sí, hace dos horas, creo —respondió Alejandra.
—Estaba hablando con Tomás, ya viene en camino —explicó Josef, se veía
bastante agitado.
—¿Recién acabó la reunión? —inquirió Alejandra.
—Sí… Fue muy estresante —dejó salir un suspiro, se notaba en su rostro
lo cansado que estaba—. Voy a entrar a ver a Keidys.
Josef estaba sentado en el sillón de la habitación hablando sobre cómo
estuvo la reunión, era normal en la pareja contar todo sobre sus trabajos, se
podría decir que a eso se había limitado su noviazgo, hablar solo de su
cotidianeidad, pero esta vez Keidys no estaba para escuchar nada al respecto.
—…Aunque, si yo tuviera tanto tiempo libre creo que me volvería loco,
¿qué vas a hacer en todo el día?, ¿comer helado? —preguntó Josef.
—Tenía pensado pasar tiempo contigo y con mi familia, ¿cuándo fue la
última vez que estuvimos todos reunidos?, creo hace tres meses cuando
Claudia nos dio la noticia sobre su embarazo, solo una noche —respondió
Keidys.
—Amor, —habló Josef con voz tranquila— sabes que estoy muy ocupado
con el trabajo, mañana debo viajar a primera hora. Aunque, me voy tranquilo,
estás bien, solo debes descansar.
—¿Te vas a ir?, ¿por cuánto tiempo?
—No lo sé, tres semanas o más, así como puede ser menos. —Respondió
— no te debe de sorprender, todos estos años ha sido así, tú también estás
viajando constantemente.
—Sí, pero yo ahora estoy… —Keidys se detuvo al recordar su verdadera
realidad.
—Estarás con tu familia, también nuestros amigos, no estarás sola, yo
después regresaré y te prometo que pasaremos todo un día juntos —tomó una
mano de Keidys y le dio un beso, aunque notó que su amada no estaba muy
bien, había algo en ella que no cuadraba con lo que el médico decía, notaba en
sus ojos una gran tristeza; pero estaba tan sumido en su trabajo que no quería
estresarse para que así pudiera tener todo bajo control.
*
Tomás llegó al hospital, encontró a Alejandra sentada en una banca, se veía
muy triste y un tanto estresada.
—Gordis… —se sentó a su lado y la abrazó mientras le daba un beso en la
frente—. ¿Gera no está por aquí? ¿No ha llegado?
—¿Gera?, no… No la he visto, seguramente está en camino —respondió
Alejandra.
—¿Josef está hablando con Keidys? —preguntó Tomás.
—Sí, ya tienen un buen tiempo hablando.
—Ese tonto, prefiere ir a una reunión que estar pendiente de la salud de su
novia con la que lleva más de seis años. Yo no soportaría algo así, la familia y
el amor de tu vida es primero —Tomás soltó un suspiro y después llevó la
mirada a la joven que estaba abrazando—. Gabriel también es así, ¿no?
—Está terminando una sesión de fotos, me imagino que vendrá a verla
mañana —dijo Alejandra con tono incómodo.
—Deja de defenderlo, nunca pregunté si iba a venir. Odio ver cómo mis
amigos se obsesionan con sus trabajos, ya no es lo mismo, no podemos pasar
tiempo como antes, ¿recuerdas que los viernes en la noche planeábamos ir a
cenar, a fiestas o hacer pijamada? Eran tiempos hermosos —Tomás desplegó
una sonrisa.
—Sí, pero ya todo eso se perdió —Alejandra recostó su cabeza en el pecho
de Tomás—. Tengo sueño.
—Deberías ir a dormir, ya es muy tarde.
—Casi que no llego —escucharon la voz de Gera.
—Hasta que apareces —dijo Tomás con tono serio.
—Quedé atrapada en un trancón, no es mi culpa —alegó Gera.
—Ay… No se pongan a discutir ahora, y menos en un hospital —regañó
Alejandra.
—¿Cómo está Keidys? —preguntó Gera.
—Está bien, solo fue el estrés del trabajo, ahora está hablando con Josef —
explicó Alejandra mientras se apartaba de Tomás y se frotaba los ojos. Gera se
sentó al lado de Alejandra y empezaron a conversar.
A primera hora de la mañana Keidys fue dada de alta, en su casa estaba
esperando Mateo y Claudia que había preparado un delicioso desayuno.
—Me enteré de todo cuando pasaron las noticias en la noche, nadie fue
capaz de avisarme antes, con esos amigos que tengo ¿para qué querer
enemigos? —soltó Claudia enfadada.
—Lo siento, pero se me olvidó —se excusó Alejandra un tanto nerviosa y
desplegó una sonrisa.
—Bueno, lo importante es que ella ya está bien —dijo Mateo, terminó de
servirle el desayuno a Keidys que estaba sentada frente a la mesa.
—¿Dónde está Josef? —inquirió Mateo.
—Tuvo que irse de viaje, cosas de negocios —respondió Keidys.
—Parece que a Josef le importa más el trabajo que su novia —soltó Tomás
mientras se sentaba frente a la mesa para poder desayunar.
—Sí, de eso me di cuenta —Keidys empezó a comer de lo más normal, su
grupo de amigos se miraban los rostros un tanto preocupados.
—¡Familia! —gritó Gabriel entrando al comedor—, llegué en buen
momento.
—Hasta que te apareces —dijo Gera bastante aburrida.
—Lo siento, la sesión de fotos se alargó y después tuve que editarlas,
ahorita fue que terminé todo y estoy muerto del hambre —caminó hasta la
cocina y empezó a servirse la comida—. Si Mateo y Claudia no hubieran
preparado el desayuno creo que todos ahora nos estaríamos mirando las caras
—se burló.
—Hubiéramos pedido comida a domicilio, ¿qué tanto es? —Keidys soltó
una risita que acompañaron todos.
—Si Josef estuviera aquí esto sería otro reencuentro, genial, ya se hizo
muy raro que nos encontremos todos de esta manera, me hace acordar cuando
estábamos en el colegio y por las noches veíamos películas y cantábamos
karaoke —dijo Alejandra.
—Sí… Eran bellos recuerdos —soltó Keidys bastante nostálgica.

¿Y si no separamos para siempre?


Todos estaban desayunando, Claudia apartó el plato y los ojos de los


presentes se concentraron en ella.
—Es que… no me siento bien —se levantó y puso sus manos en la boca.
—¿Vas a vomitar? —preguntó Gabriel.
—Si lo vas a hacer, ve al baño —sugirió Tomás que era el más asquiento
de todos.
—¿Te sientes muy mal? —inquirió Gera.
Claudia se agarró de una silla, Mateo la tomó de un brazo con miedo de
que fuera a perder el equilibrio.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Alejandra levantándose de su silla, así
como los demás.
—Solo es un mareo, es el embarazo —explicó Mateo.
—Pero no se ve bien, vamos a ver al médico o algo —dijo Gera un poco
preocupada.
—No… es normal en los primeros tres meses —tranquilizó Mateo—,
amor, vamos al baño ¿o quieres recostarte?
En ese momento Claudia se fue en vómito, Tomás rodó la mirada mientras
todos sus adentros se revolvían.
—Ay, Claudia, no te ves muy bien —dijo Keidys.
Aparte de Mateo y Tomás (que sabían sobre embarazos) para los demás era
algo muy extraño ver a alguien muy cercano a ellos con esos síntomas.
—Ver a Claudia así me hace acordar a mi madre cuando estaba
embarazada de Nicolás, con solo oler algo vomitaba —dijo Tomás cuando
todos estaban sentados en el patio.
Claudia estaba acostada en las piernas de Mateo que le acariciaba el
cabello para que pudiera estar más tranquila mientras se le pasaba el malestar.
—¿Y eso pasa muy seguido? —preguntó Keidys.
—Sí, pero después de los tres meses los malestares desaparecen y la
barriga empieza a notarse —explicó Claudia.
—¿Será niño o niña? —Gera miró a todos bastante animada.
—¿Ya tienes los nombres? —inquirió Gabriel.
—No, estamos pensando eso —respondió Mateo.
—¿Y no piensan casarse? —interrogó Tomás.
—Bueno… Estamos considerando la idea, no queremos tener el bebé fuera
del matrimonio, las cosas hay que hacerlas con orden, ¿verdad, amor? —
Mateo le dio un beso a Claudia en la frente.
—Qué lindo… —Alejandra se ruborizó y Gera también hizo lo mismo.
Keidys apartó la mirada, sentía una cierta apatía y envidia al ver a aquella
pareja.
—Ahora ellas querrán casarse y quedar embarazadas —se burló Tomás.
—No… Con esos hombres que nos ganamos no creo que pasará algo así,
primero terminamos nosotras con ustedes antes que quedemos embarazadas.
Es como si Keidys quedara embarazada, con ese adicto al trabajo… Lo más
seguro es que sería madre soltera antes que Josef se case con ella —dijo
Alejandra. Todos soltaron la carcajada, excepto Keidys.
—Hablando de eso, voy a terminar con Josef, —informó Keidys— esto no
va a ningún lado, estoy pensando en volver a vivir con mi tía, lo estuve
pensando toda la noche. Aún todo es inseguro y… no sé en verdad qué hacer,
pero… es lo más probable que suceda.
Todos quedaron en completo silencio mientras procesaban la información.
—Espera, ¿qué? —soltó Tomás.
—Oye, si es por lo que acabo de decir, solo fue una broma, no lo dije en
serio —Alejandra empezó a asustarse.
—¿No crees que debes pensar mejor las cosas?, te mudaste y compraste
esta casa para estar cerca de él, lo amas, eso no lo hace cualquiera —
recomendó Gabriel.
—Lo dijiste bien, para estar junto a él, pero mira, ahora es cuando más lo
necesito y él no está aquí, prefiere estar más en su estúpido trabajo que
conmigo, yo tenía algo para decirle y- —Keidys se detuvo enseguida, sus
amigos ya empezaban a sospechar que algo pasaba allí.
—¿Qué le ibas a decir a Josef? —preguntó Mateo. Claudia se sentó en el
mueble y miró fijamente a Keidys.
—No es nada, eran cosas entre él y yo —respondió Keidys un poco
preocupada, sabía que sus amigos no la dejarían salir de esa así de fácil.
—Cuenta ya, ¿qué está pasando de verdad?, lo tuyo no fue un simple
desmayo, ¿cierto? —dijo Alejandra.
—¿Estás enferma? —interrogó Tomás.
—No… Basta, por favor —a Keidys se le inundaron los ojos de lágrimas.
—Dinos ya, por favor, nos estás asustando —insistió Gabriel.
—Amiga, nosotros te podemos ayudar —dijo Gera.
—Estoy embarazada —soltó Keidys. Todos hicieron completo silencio y la
joven soltó el llanto.
—¿Pero, por qué lloras?, estar embarazada no es malo —replicó Claudia
sin entender la situación.
—Keidys… ¿Qué? —Gabriel no dejaba de reparar a su amiga—, ¿qué vas
a hacer ahora?
—Tenerlo, ¿qué más va a suceder?, —cuestionó Gera— es obvio que no lo
va abortar, ¿verdad, Keidys?
—Entiende, ella es modelo reconocida, no es como Claudia que no tiene a
toda la prensa al pendiente de lo que hace o no —explicó Gabriel—, Keidys
no está casada, su familia es demasiado importante y que sea madre fuera del
matrimonio será un gran escándalo, su familia no lo tomará para nada bien.
—¿Por eso no dejaste que tus papás nos acompañaran? —preguntó
Alejandra.
—Pero debes hablar con Josef, se pueden casar antes de que la barriga se
note y será su secreto, no deben por qué contarles a sus familias que el bebé
nació fuera del matrimonio —sugirió Mateo.
—Ese maldito Josef, él debería de estar aquí, pero prefirió irse a su viaje
de negocios que estar conmigo —soltó Keidys.
—¿Vas a terminar con él? —preguntó Gera.
—Sí, cuando regrese de su absurdo viaje. —Dijo Keidys mientras se
limpiaba las lágrimas— yo… no voy a abortar a mi bebé, siempre he querido
ser mamá, pero lo voy a criar sola, él no se va a enterar que es su hijo; este
será nuestro secreto, ¿sí?
—¿Qué?, Josef tiene el derecho de saber que va a ser papá, no le puedes
impedir que conozca a su hijo —replicó Mateo.
—¡A él no le importa tener una familia!, muchas veces traté de hablarle de
conformar una y siempre dijo que nosotros no tenemos tiempo para esas
bobadas, lo más seguro es que él me haría abortar, su familia no le gustaría la
idea de verlo casado con una actriz, dicen que es algo muy escandaloso. ¿Es
que acaso se les olvidó lo que pasó hace seis años con su abuelo?, él solo
accedió porque era un noviazgo de “jovencitos inmaduros”. Hace dos meses
los escuché hablando sobre ese tema, hablaban de una tal Carolina, la hija de
uno de sus socios, al parecer su abuelo quiere que ellos lleguen a casarse,
como dicen ellos “sería un buen negocio”. Este noviazgo es una farsa, ayer me
di cuenta de eso, por eso voy a acabarlo —Keidys terminó de hablar y todos
hicieron silencio absoluto mientras se miraban los rostros.
—Josef no sería capaz de hacer algo así —soltó Tomás bastante serio.
—¿Si no es capaz de hacer algo así por qué no está aquí? —cuestionó
Keidys mientras una lágrima rodaba por una de sus mejillas.
Tomás se levantó y después salió de la casa.
—¿Qué va a hacer ese tipo? —preguntó Mateo levantándose.
—¿Será que va a llamar a Josef? —inquirió Gabriel bastante preocupado.
—No… Debemos detenerlo —dijo Mateo y los dos salieron corriendo
detrás de Tomás.
Cuando los chicos salieron las mujeres se miraron unas a otras, ninguna era
capaz de decirle algo a Keidys.
—Quiero dormir, voy a descansar un rato —informó Keidys levantándose
de su sillón para adentrarse a la casa.
Cuando Claudia, Gera y Alejandra quedaron solas, empezó el debate:
—¿Creen que Josef sea capaz de una cosa como esa? —preguntó Claudia.
—No lo sé, él ha cambiado mucho últimamente, muy poco habla con
nosotros y siempre está de viaje —explicó Alejandra.
—Pero hay un bebé de por medio, si él se entera, tal vez cambie —dijo
Gera.
—Keidys no quiere que nosotros le contemos, es un tema de ellos dos, no
debemos meternos allí —Alejandra se levantó de su sillón y se adentró a la
casa.
*
Keidys soltó el llanto cuando estuvo acostada en su cama, después escuchó
el sonido de la puerta abriéndose, Alejandra pasó y se sentó al lado de su
amiga, una de sus manos le hizo masajes circulares en su espalda:
—Ay, amiga, creo que tal vez estás exagerando las cosas, yo pienso que
Josef aunque es un completo idiota él… te ama, deberías de hablar con él, no
armes una película antes de tiempo; él no está aquí para defenderse de todas
las cosas que estamos diciendo de —dijo Alejandra. Keidys se sentó en la
cama y limpió las lágrimas de sus ojos.
—Es que todo lo que he visto por ahora me dice que Josef ya no me quiere,
se va a casar con esa tal Carolina y solo para poder ganar más dinero —Keidys
volvió a soltar las lágrimas y un pequeño grito.
—¿Y tú vas a dejar que esa tipa te lo quite?, recuerda que eres quien lleva
con él más de seis años y ahora le vas a dar un hijo, debes de demostrarle a
Josef que se está equivocando al dejarte a un lado solo por su maldito trabajo.
Debes de darle un susto, yo no sé… Puedes ponerle una prueba —las dos
quedaron en silencio mientras pensaban en algo.
—¿Cómo así?, ¿ponerle una prueba? —Keidys reparó a Alejandra. Pero no
era porque estaba pensando en “la prueba”, sus ojos se enfocaron en la barriga
de la joven—. Oye, estás gorda, te salió un rollito.
—¿Qué? —Alejandra inclinó la mirada, era cierto, tenía buche— Este…
Estamos hablando de Josef, no de mi peso, Keidys.
—Es que te reparé y me di cuenta que estás gorda.
—Es por mi trabajo, tengo que pasar mucho tiempo sentada escribiendo
los libros, son más de ocho libros que tiene la saga, ese es el costo de mi fama
—las mejillas de Alejandra se ruborizaron por completo.
—Me imagino, pero bueno, eso no es importante, tú no te preocupas por
esas cosas —Keidys dejó salir un suspiro mientras recogía sus piernas y las
abrazaba.
—Claro que no, eso es una tontería, Gabriel me quiere tal cual como soy
—dijo Alejandra no muy convencida y tragó en seco.
*
Alejandra salió de la casa de Keidys y vio en una esquina a sus amigos
conversando, parecía que Gabriel trataba de explicarle algo a Tomás, quería
acercarse para preguntar, pero por algún motivo decidió irse a su apartamento.
“Debería de esperar a Gabriel, pero no quiero verlo por ahora” pensó
Alejandra.
Cuando llegó al apartamento empezó a recoger los vasos que había dejado
sobre su escritorio, encontró muchas botellas de gaseosas en la cocina y un
gran arrume de platos sucios “¿Gabriel llegó al apartamento y vio todo esto
sucio?” pensó, tragó en seco y respiró hondo.
Entró al cuarto y en una mesita de noche había un portarretratos de ellos
dos con una gran sonrisa desplegada.
—¿Quién es él? —recordó lo que le dijo una amiga.
—Es mi novio —contestó ella.
—¡No te creo!, qué hermoso, mira esos ojos tan lindos que tiene, te fajaste
Alejandra —dijo la chica emocionada.
Alejandra tomó el portarretratos entre sus manos, después lo dejó acostado
en la mesita, ¿por qué de repente se sentía tan insegura?
—Basta Alejandra, no puedes comenzar con lo mismo, tú también eres
muy hermosa, él fue quien se ganó la lotería contigo —caminó hasta el espejo
y se quitó la camisa para verse mejor, se puso de perfil, después se acercó para
mirarse más de cerca su rostro— ¡ay, me salió una espinilla! —gritó—, es
cierto, me está saliendo pansa —se puso las manos en su rostro—. ¿Cuándo
me puse tan fea?
Se tiró en la cama meditando sobre su situación:
—Gabriel no le importa el físico, me lo ha dicho. Tenemos tres años de
relación y ahora vivimos juntos… Eso es, Gabriel está loco por mí desde hace
muchos años y yo también lo amo mucho —se sentó en la cama, se asustó al
ver que Gabriel la estaba observando.
—¿Estabas hablando sola? —le preguntó un poco confundido.
—Ah… Solo estaba pensando en el final del libro, se está acercando la
fecha de entrega y no lo he terminado aún, estoy un poco atrasada —explicó.
—Entiendo. Oye, el departamento es un desastre, está muy sucio, solo
estoy una semana por fuera y esto parece un basural —Gabriel se veía bastante
molesto.
—Lo siento, es que no he tenido tiempo para limpiar —se excusó mientras
se levantaba de la cama.
—Estás todo el día aquí, ¿cómo es posible que no puedas limpiar lo que tú
misma ensucias? —Gabriel caminó hasta la cocina y Alejandra lo seguía—.
Mira esta cocina, no hay espacio si quiera para poder prepararse un café.
Llego cansado, quiero dormir, pero no puedo hacerlo porque tengo que limpiar
—Gabriel se remangó la camisa negra que tenía puesta y empezó a lavar los
platos.
Alejandra salió de la cocina hacia la sala y empezó a recoger el desorden
que había allí, encontró el computador portátil de Gabriel, “no debería
revisarlo, solo hay cosas de su trabajo” pensó. Siguió limpiando todo, había
pasado dos horas, su novio se encontraba durmiendo tranquilamente en su
cuarto. Alejandra trataba de escribir el final de su historia, pero la curiosidad
le ganó y tomó el computador de su novio, se sentó en un sofá de la sala, abrió
la galería de fotos y encontró una carpeta “personal”, todo estaba muy
organizado con nombres o fechas, el joven le gustaba tener todo en completo
orden, por eso se enojaba al verse rodeado de suciedad.
Alejandra empezó a ver fotos, algunas eran paisajes, él, Keidys, algunos
amigos comiendo tranquilamente o…
—¿Haciendo ejercicio? —Alejandra le sorprendió, ¿desde cuándo Gabriel
se ejercitaba?, se suponía que a él no le gustaban esas cosas. Él viajaba mucho,
su trabajo lo obligaba a irse por un mes, o más, por eso su grupo de amigos les
había recomendado no irse a vivir juntos ya que notarían mucho la ausencia
del otro, tal vez en todo ese tiempo Gabriel cambió y comenzó a hacer
ejercicio y ella nunca lo notó.
Alejandra siguió revisando las fotos, aparecía mucho el rostro de una
muchacha, sabía que era una modelo, llegó a verla en las sesiones de fotos en
las que pudo acompañarlo. Al parecer Gabriel y ella eran bastante unidos.

El amor de una mujer inocente


Gera estaba despertándose, escuchó el sonido del agua en el baño, caminó


hasta allí y entró.
—¿Ya te tienes que ir a trabajar? —le preguntó a Tomás.
—Sí, yo no tengo el privilegio de llegar a la hora que quiera al trabajo
como tú —terminó de quitarse el jabón en todo su cuerpo.
En ese momento Gera entró y lo abrazó por la espalda.
—Me gustaría quedarme más tiempo contigo, así, los dos arrunchados
dejando que pasen las horas, solo tú y yo —Gera dejó salir una pequeña risa
traviesa.
—Pero no se puede, tengo cosas que hacer —Tomás hizo que Gera lo
dejara de abrazar.
—Hoy voy a preparar una cena, te espero a las ocho, no vayas a faltar —
informó. Tomás volteó a verla—. Estoy hablando en serio, prepararé una cena.
—No he dicho nada. Ahora deja que me termine de bañar —Tomás hizo
que saliera de la ducha.
—Está bien… Ay, eres un seco de primera, tienes corazón de hielo —se
burló la joven mientras salía del baño.
—Sí, de hielo sólido —escuchó que dijo Tomás mientras ella cerraba la
puerta.
La joven caminó con una sonrisa desplegada hasta la cocina y preparó un
café sin azúcar que empezó a beber, después de quince minutos Tomás bajó y
tomó un poco de café mientras se preparaba un pan con jalea de mora. Gera
reparó la camisa blanca remangada que tenía puesta Tomás, sus brazos fuertes
se veían demasiado bien con esa camisa y aquel pantalón jeans.
—Cada vez me parece que te ves más guapo ¿qué es lo que haces? —dijo
Gera, después mordió su labio inferior.
—Lo que tú ya no haces —respondió el joven.
—Sabes que no tengo tiempo, además, no creo necesitarlo, por más que
coma no subo de peso —Gera arrebató el pan de las manos de Tomás y lo
mordió, él dejó salir un resoplido.
—Se me hace tarde, tengo que irme —limpió sus manos con un pañuelo
que estaba en el mesón de la cocina y se dirigió a la entrada del departamento.
Gera hizo un puchero y después caminó hasta el cuarto para empezar a
alistarse. Se acercó a una ventana donde corrió un poco la cortina para poder
mirar hacia la calle, allí estaba el carro de Tomás saliendo del edificio.
*
—Y no sé qué hacer, cada vez me veo más gorda cuando me miro en el
espejo y Gabriel está muy extraño conmigo, ahora se va a ir de viaje con una
amiga; imagínate, una amiga. Yo encontré una foto en su computador, tiene
que ser ella ¿tú crees que me está siendo infiel? —Alejandra mordió su labio
inferior mientras sus manos jugaban entre sí.
—¿Por qué me cuentas todo esto a mí y no a Keidys? —cuestionó Tomás.
—Ella está estresada con su problema del embarazo y la situación con
Josef, además… No suelo hablar estas cosas con Keidys, como todos creen
que yo no le pongo atención a mi peso… Tú me entiendes, prefiero hablarlo
contigo, no preguntes por qué —Alejandra hizo un puchero mientras inclinaba
su rostro.
—Entiendo, pero oye… No creo que Gabriel te esté siendo infiel, desde un
principio sabías que él se rodeaba con modelos y que a ti te gusta comer
despreocupadamente, esa es una muy mala combinación ¿no crees? —Tomás
recostó su espalda al espaldar del sillón y carraspeó su garganta para que
Alejandra alzara la mirada. Ella con algo de miedo miró a su amigo—, era
muy raro que ustedes tuvieran una relación estable, por naturaleza propia eres
una mujer demasiado complicada de entender; aunque, lo de tu peso puedes
resolverlo, empieza a hacer ejercicio y lo de Gabriel… Tienes que hablar con
él, las cosas siempre se solucionan cuando hay comunicación.
—¿Tú me ayudarías con los entrenamientos? —inquirió Alejandra.
—¿Por eso viniste a mi trabajo? —Tomás respingó una ceja.
—Sabes que yo te amo, ¿verdad? —Alejandra desplegó una sonrisa.
—Ese amor tuyo es tan interesado —Tomás soltó una carcajada.
—¿Cuándo comenzamos? —Alejandra se levantó del sillón que estaba en
la oficina.
—Es cierto, te está saliendo barriga, Keidys te fue bastante franca —
Tomás se cruzó de brazos.
Alejandra dejó salir un suspiro y se miró la barriga:
—Sí… Es que escribir todo el día hace que no me mueva para nada, por lo
menos en la universidad tenía el estrés de las clases y eso hacía que bajara de
peso, pero ahora no… Las pizzas son muy deliciosas y más si las acompaño
con gaseosa negra bastante fría, eso me está costando tener una barriga
enorme, Keidys y Claudia tendrán una barriga grande, pero es porque están
embarazadas, yo no…
Tomás soltó una gran carcajada y Alejandra lo fulminó con una mirada.
—Tú eres quien hace que me burle, dices todas esas cosas y yo no puedo
soportar la risa, mi naturaleza es burlona, no puedo hacer nada. Pero mira el
lado positivo, puedes tomarte una foto con ellas e imaginar que tú también
estás embarazada —Tomás volvió a soltar la carcajada.
—No sé por qué vine a verte, contigo no voy a resolver nada. Si tan solo
Josef estuviera en la ciudad para poder hablar con él… —Alejandra salió de la
oficina del restaurante de comida Fitness.
—Alejandra, espera… Ay, no seas tan aburrida, solo estaba molestando —
Tomás salió de la oficina y tomó de un brazo a la muchacha al alcanzarla.
—Oye, te burlas porque tienes un buen cuerpo y Gera es delgada y
hermosa por naturaleza, no entenderás lo que es sentirse con la autoestima por
el piso porque con solo recordar que tu pareja está rodeada de hermosas
modelos todo el día y viaja con ellas y no sabes… si te está engañando… Es
horrible, pero claro, tú no me entiendes, no sé ni por qué te digo todo esto —
Alejandra se sorprendió cuando sintió el abrazo de su amigo.
—Tranquila, claro que te entiendo, pero no es un problema tan grande;
solo haces un poco de dieta y ejercicio y volverás a tener tu bello cuerpo de
vuelta. Tampoco es que estés tan gorda, no hagas una tormenta en pequeño e
insignificante vaso —consoló Tomás.
*
Santiago estaba sentado en frente de su hermana Keidys, ella hablaba por
teléfono sobre el escándalo que hubo por su desmayo, al parecer ya todo lo
estaban arreglando y la prensa poco a poco apagaba el fuego.
Santiago dejó salir un suspiro, entró a la casa en busca de algo para comer.
—Alejandra… Que no lo he visto, lo más seguro es que está en su estúpido
restaurante que acabó de abrir. A todas estas ¿para qué quieres hablar con él?
—se escuchó la voz de Gera.
—Tengo un asunto pendiente con él, no vayas a pensar cosas malas ahora
—esa era la voz de Alejandra.
—Claro que no, ni que fuera celosa —replicó Gera.
Las muchachas se sorprendieron cuando entraron en la cocina y
encontraron a Santiago allí comiendo un pedazo de sandía.
—¿Qué? —inquirió el muchacho—, ¿quieren un pedazo?
—Cada vez que llego a esta casa te encuentro comiendo, ¿es que no sabes
hacer otra cosa? —Gera hizo un gesto de desagrado.
—Es la casa de mi hermana, puedo hacer lo que me plazca, así que deja tu
bobada —Santiago también hizo un gesto de fastidio mientras abría la nevera
para sacar un poco de agua y un postre que allí había—, tiene fresas, delicioso.
—Pareces un maldito cerdo comiendo —bufó Gera mientras se cruzaba de
brazos.
—Bueno, ¿eso a ti qué te importa?, deja de darte mala vida, rana platanera
—se enojó Santiago.
—¡Por favor, dejen de discutir, parecen niños! —regañó Alejandra—, van
a terminar enamorados como sigan en esas.
—Cállate… Deja de invocar al demonio —replicó Gera.
—Uff… Como si tú fueras muy hermosa, ni loco me metería contigo; yo
soy demasiada carne para tan poco perro —Santiago barrió a Gera con la
mirada. La joven soltó una carcajada sarcástica.
—Primero me vuelvo vegetariana antes que comerme esa carne, además,
parece ser de mala calidad —soltó Gera.
—Ay no, ya comenzaron ustedes a discutir. Lo menos que quiero ahora es
escucharlos con sus tonterías. Santiago, recoges tu desorden cuando termines
de comer y Gera, si vas a preparar comida con Alejandra hazlo sin discutir con
mi hermano, tengo un dolor de cabeza que no aguanto, estos malestares me
están matando. ¿Ya llamaron a Claudia?, porque no quiero que me incendien
la cocina —dijo Keidys cuando entró en el lugar.
—Claudia ya viene en camino —informó Alejandra.
—Bueno, por cierto, ¿para qué estás planeando hacer una cena?, eres
terrible en la cocina —Keidys se cruzó de brazos tratando de no dejar salir una
sonrisa de burla.
—Es que, hoy Tomás y yo cumplimos un año y quiero decorar el
apartamento, hacer una deliciosa cena y pasarla rico —el rostro de Gera se
volvió rojo de la emoción.
Se escuchó la fuerte carcajada de Santiago.
—Qué feo, a Tomás se le olvidó que están de aniversario —el muchacho
empezó a comer el postre que tenía entre sus manos.
—Ay, no digas eso… No creo que a Tomás se le olvide algo tan especial.
No le prestes atención Gera, lo más seguro es que él también te está planeando
algo muy lindo —contradijo Keidys.
—Sí… Tomás no es así, lo más seguro es que te de un lindo regalo, ¡solo
de imaginarme me emociono! —Alejandra soltó un pequeño grito que las
demás acompañaron.
Santiago salió de la cocina burlándose de la situación.
—Qué feo, la van a dejar plantada —soltó.
—Estúpido ese, ¡cállate! —regañó Keidys, se quitó una sandalia y la lanzó
a la cabeza de su hermano que se agachó por el dolor mientras se sobaba el
lugar donde recibió el golpe.
—Se lo merece —bufó Gera.
Claudia llegó animada con unas bolsas que las chicas le ayudaron a cargar.
—¡Saca esa bolsa grande, ten cuidado, vienen unos huevos allí! —decía
Claudia a Santiago que sin saber por qué terminó ayudando a las muchachas.
Claudia les explicaba a las chicas cómo picar las verduras y poner el fuego
indicado a cada sartén.
—Santiago, tienes que revolver más rápido la salsa, mira… se te está
subiendo, baja la llama… ¡Santiago que revuelvas más rápido! —decía
Claudia al muchacho que ya le empezaba a sudar la frente.
—¡Ya sé…! —gritó Santiago corriendo por la cocina en busca de una
cuchara más grande.
Claudia empezó a empacar todo en platos hondos.
—Antes de servir todo debes calentarlo, no le sirvas mucho a Tomás, he
visto que come en porciones medianas, por cierto, traje dos vinos y unas velas
aromáticas para que todo quede perfecto —decía Claudia. Volteó a mirar a
Santiago—, lava los platos, nosotras vamos a acompañar a Gera a organizar el
apartamento.
—¿Qué? —el joven volteó a ver la enorme montaña de platos sucios y sus
dedos con algunos quemones.
Las muchachas salieron de la casa y Santiago quedó en completo silencio,
un gato de raza Angola color blanco entró a la cocina con el sonido del
cascabel que se movía en su cuello, empezó a sobarse en los pies del
muchacho.
—¿Es en serio que tengo que limpiar todo este desastre? —se preguntó.
*
Gera, Keidys, Alejandra y Claudia empezaron a organizar el apartamento,
decoraron el comedor, el cuarto y cuando el reloj marcaba las seis de la tarde
todo estaba terminado.
—Ahora debes arreglarte, ah… y no se te olvide poner la música que te
descargué, será perfecta para la noche —Alejandra le guiñó un ojo a Gera.
Cuando las muchachas se fueron, Gera entró al baño para darse un buen
baño muy alegre, después maquilló su rostro y arregló su cabello para verse
muy bella y vaya que quedó hermosísima. En ese momento escuchó el timbre
de la puerta, su corazón se estremeció, seguramente era Tomás quien llegó
más temprano de lo habitual.
Se puso los tacones altos y quitó algunas arrugas de su vestido, abrió la
puerta con una gran sonrisa desplegada, pero la borró al ver que se trataba de
Santiago quien la reparó de arriba abajo un tanto impresionado.
—Se te olvidaron las rosas en la casa de mi hermana —entró al
apartamento como si se tratara de su casa.
—¡Cuidado con el piso! —gritó Gera fastidiada, Santiago inclinó su
mirada y vio que había pétalos de flores rojas que hacían un camino hasta el
comedor.
—Uy, tremendo detalle —masculló—. Voy a dejar las flores en la mesa —
salió del camino hecho de flores.
—Sí, pero no toques nada ni dañes la decoración —pidió Gera.
—Ay sí… Deja el drama —entró en la cocina y buscó un florero.
—Tienes la camisa toda sudada —soltó Gera.
—¿Será porque hoy ustedes me tuvieron como su sirviente? —inquirió el
muchacho mientras llenaba el florero con agua.
—Bueno, pero es por una buena acción —Gera salió de la cocina hasta su
cuarto, empezó a quitar las arrugas de la cama que tenía pétalos rociados sobre
ella. Quedó reparando el lugar por un momento y desplegó una sonrisa—.
Anda, no me he echado perfume.
—Ya puse las flores en la mesa… —informó Santiago entrando al cuarto,
observó que Gera estaba con un rostro serio mientras recibía una llamada.
—No, está bien, entiendo —a la joven se le salió una lágrima de uno de sus
ojos.
Santiago quedó inmóvil, no sabía qué hacer, ya imaginaba la situación y no
le gustaba para nada estar en medio de ella.
Gera tiró el celular al piso y se sentó en el borde de la cama, el silencio
inundó el lugar, después soltó un fuerte llanto y se levantó de la cama
desordenando toda la decoración.
—¡Tranquilízate, basta! —Santiago la abrazó para que así no volviera el
lugar un desastre.
Gera se agachó hasta quedar sentada en el piso del cuarto soltando un gran
llanto:
—¡Se le olvidó todo!, ¡¿por qué me hace esto?! —soltó entre los sollozos.
La piel de Santiago se erizó cuando la escuchó decir aquello, la pobre
chica lloraba desconsoladamente. Se sorprendió cuando ella agachó su rostro
hasta el piso y soltó un fuerte grito.
Santiago salió del cuarto mientras llamaba a Tomás, el celular sonaba una
y otra vez, el joven se paseaba por todo el apartamento que estaba arreglado
con tanto detalle que se dio cuenta que la joven se sentía destrozada al quedar
allí plantada después de estar todo un día trabajando en su gran regalo.
—¿Dónde estás? —preguntó al escuchar la voz de Tomás.
—Estoy llegando a la casa de Josef, acabó de llegar a la ciudad, necesito
hablar con él urgente y ya sabes de qué —explicó Tomás.
—Eso no es tan importante ahora, estoy en el apartamento de Gera y no te
imaginas el problema en el que estás metido —contó Santiago.
—¿Por qué estás allí?, ¿no se supone que ustedes no se soportan?
—Idiota, hoy ustedes están de aniversario y ella te preparó un gran regalo,
ahora está llorando terriblemente, no sé ni qué hacer, debes venirte ya, ¿cómo
se te pudo olvidar eso Tomás?, solo de verla así me da una rabia contigo que
tengo ganas de partirte la cara —Santiago colgó al escuchar un fuerte grito de
la joven, entró al cuarto y la vio tirada en el piso llorando descontroladamente.
Santiago no era tan bueno para esos casos, quería llamar a las amigas de la
joven, pero sabía que Gera se enojaría al él hacerlo, así que prefirió llamar a la
persona que provocó aquel inconveniente.
—Oye, levántate, ven… Vamos a sentarnos en la sala —la tomó de los
brazos, se dio cuenta que esa chica estaba tan destrozada que no tenía energías
para caminar con aquellos altos tacones, se los quitó y después observó el
rostro de la muchacha, su maquillaje se dañó por completo—. Este… Vamos a
sentarnos mejor en la cama.
Los dos estaban sentados en el bordillo de la cama, Gera había dejado de
llorar y solo mirada un punto fijo en la pared blanca.
—Tenías razón cuando dijiste que a él se le había olvidado nuestro
aniversario, Tomás nunca me ha amado, para él solo he sido un estorbo que no
sabe quitar de su vida. ¿Qué debo de hacer?, yo estoy enamorada de él, estaba
tan feliz de saber que por fin pude tenerlo para mí… por eso planeé esto,
quería que hoy fuera una noche perfecta, todo el mes esperé este día —la voz
de Gera estaba completamente quebrada.
—Pero si él no te ama, lo más conveniente para estos casos es que lo dejes
y sigas tu vida. Soy malo para estas cosas, pero… es que es obvio Gera, tú
misma lo has dicho, él no te ama y si solo eres un fastidio para Tomás…
¿Cómo es posible que aguantes todo esto?, yo ya me habría ido lejos, le daría
un puñetazo y nunca más lo vería, ante todo el orgullo ¿no crees?, si quieres
yo le doy el puñetazo y después me voy —desplegó una sonrisa, pero la borró
al ver que Gera lo miraba con rostro totalmente aburrido—. Lo siento, no soy
bueno para estas cosas, ya te lo dije antes.
—Lo llamaste, ¿verdad?
—Sí, no sabía qué hacer, yo solo vine a traer unas flores y mira en qué
problema estoy metido, no quiero irme, me da miedo que vayas a suicidarte y
después quede con peso de conciencia —Santiago tragó en seco. Gera soltó
una pequeña sonrisa.
—Nunca me suicidaría por un idiota como él. Esta mañana me había dado
cuenta que él se le había olvidado, como suele pasar a final de mes, pero yo
pensé “no… esta vez es muy especial, él se va a acordar”, fui tan tonta, Tomás
desde que nos conocimos siempre me recalcó que no quería nada conmigo,
que… yo no era su tipo de mujer, ¿cómo pude soportar esto por tantos años?
—Tomás no es la gran cosa, tiene una personalidad egocéntrica y a veces
suele ser bastante odioso, además, por naturaleza propia es mujeriego, ¿qué le
viste?
—No lo sé —Gera inclinó la mirada—, una vez lo observé por la ventana
de la casa de mis padres mientras trotaba y yo… Me pareció guapo y en ese
tiempo solía ser bastante loca, muchas veces le incité tener sexo y él se
negaba, después eso se volvió un juego que solíamos tener hasta que sucedió y
nuestra relación se volvió una muy extraña, después le dije que debíamos
formalizar todo, él aceptó y bueno, ahora pasó esto.
—Espera, ¿tú le dijiste que fueran novios?, ¿qué rayos? —Santiago quedó
con la boca abierta—, oye… si yo fuera una mujer como tú nunca haría eso,
mírate, eres hermosísima y he visto los muchos pretendientes que tienes ¿por
qué te rebajas hasta esa altura?
—¡Tú no lo entiendes, yo lo amo, es eso! —gritó Gera, lo miró fijamente
—, no sé qué hago hablando esto contigo, eres tan bruto que será imposible
que estés en mi lugar, solo sirves para comer en la casa de tu hermana y no
hacer nada en el resto del día.
—¿Ahora te desquitas tu enojo conmigo?, ¿por qué no eres así de valiente
y le dices las verdades al estúpido de Tomás?, y para tu información yo no soy
un flojo, tengo que trabajar todo el día y solo tengo tiempo un día para poder
visitar a mi hermana que está mal, ah… y te recuerdo, ese día es hoy y tú lo
gastaste con tu idiota sorpresa para tu estúpido novio que ni te quiere. Deja de
ser tan pendeja y quiérete un poco, por ser así es que Tomás juega contigo y
hace lo que se le venga en gana, por eso te deja plantada. Ya me enojé, mejor
me largo a darme un baño, por tu culpa ahora huelo a pollo mojado —se
levantó de la cama y salió del cuarto.

Te quiero cuando yo quiera


Cuando Santiago salió del edificio se encontró con Tomás que estaba
saliendo del parqueadero.
—¿Qué pasó?, ¿está muy enojada? —le preguntó Tomás. Santiago respiró
hondo y después le dio un puñetazo en la cara que envió a Tomás al suelo.
—Por ser tan imbécil —Santiago se alejó rumbo al parqueadero.
Tomás comenzó a levantarse del piso, con su lengua tocaba la herida en el
labio superior, para que Santiago reaccionara de esa manera significaba que
las cosas estaban bastante mal. Sintió que el tiempo que duró en el ascensor
fue eterno.
Abrió la puerta del apartamento y sus ojos se abrieron en gran manera al
ver aquella decoración, solo pudo dar dos pasos cuando Gera salió del cuarto.
—¿Qué haces aquí? —inquirió con bastante enojo.
—Gera yo… Lo siento, de verdad, perdón —empezó a suplicar.
—¡Lárgate! ¡No quiero verte nunca más en mi vida! —gritó con fuerza,
Gera empezó a tirar copas, platos, varias cosas en dirección a Tomás— ¡NO
QUIERO VOLVER A VERTE EN MI VIDA!
—Cálmate, por favor —en eso sintió que algo golpeó su cabeza, lo que
había sido lo hizo sangrar y en ese momento se dio cuenta que debía irse de
allí.
Salió del departamento y escuchó un fuerte grito, sabía que no debía
dejarla sola, así que llamó al único que podría calmarla.
—Gabriel, por favor, ven urgente al apartamento de tu hermana, creo que
va a cometer una locura, ven lo más rápido que puedas, ¿dónde estás? —dijo
bastante asustado.
—¿Qué?, ¿pero ¿qué pasó?, ¿por qué no la detienes? —inquirió Gabriel
asustándose, él iba en el auto, por suerte, estaba cerca de allí.
—Es que no me deja entrar, si lo hago empieza a lanzarme cosas, ven
rápido —explicó Tomás.
Caminaba de un lado a otro en el pasillo, en eso escuchó como si algo se
partiera y golpes bastante fuertes.
—Ay no… ¿Qué está haciendo? —llevó sus manos a su cabeza asustado.
Gabriel llegó corriendo, miró a Tomás quien tenía una línea de sangre en
su frente y el labio partido, pero no tuvo tiempo de preguntar, los sonidos que
había en el departamento avisaban que había un gran problema. Entró
corriendo y observó a su hermana tirando cosas a las paredes mientras lloraba.
—¡Basta, cálmate, ya, ya, tranquila! —la abrazó por la espalda y los dos
cayeron de rodillas al suelo. Gera soltó un fuerte grito, se volteó para poder
dejar su rostro sobre el pecho del muchacho—, tranquila, yo estoy contigo —
empezó a acariciarle la cabeza con mucha suavidad, podía sentir como las
manos de la joven apretaban con fuerza su camisa.
Con solo divisar el lugar entendía lo que sucedía, todo fue ocasionado por
Tomás. Sabía que aquella relación era una bomba de tiempo, de cierta forma
sintió que era culpable, nunca debió dejar que ella tuviera una relación con
alguien como él, con solo observarlo supo que no la quería, al menos para
poder hacerla feliz. Ahora tenía a su pobre hermana llorando
desconsoladamente, quería hacerla sentir bien, pero solo podía reducirse a un
abrazo hasta que ella se calmara.
*
—Es cierto, con esos malestares no era bueno que fueras al lanzamiento de
la película, aunque si fuera tú me hubiera puesto triste, estabas esperando ese
día todo este tiempo y que cuando llegara no pudieras ir… —dijo Alejandra.
—Creo que prefiero ahora estar así, con la tranquilidad de mi casa, no estar
rodeada de personas. Lo importante es que la película ya fue lanzada y eso
ayudará mucho en mi carrera, toda esa bomba de mi desmayo fue apagada y
dijeron que todo fue estrés, así que no iría al lanzamiento. Lo bueno es que
estoy recibiendo mensajes donde quieren que me mejore, eso es muy tierno,
no hace mucho vi una foto de una niña que sostenía una hoja donde decía que
estaba orando por mi recuperación, eso es hermoso —Keidys soltó una
pequeña risita.
—Aw… Eso es lo bueno de ser famoso —soltó Claudia.
—Oye, Josef llega hoy ¿no? —dijo Alejandra.
—Ah… sí —Keidys empezó a sentirse incómoda con el momento.
—¿Le vas a decir sobre el bebé? —preguntó Mateo.
—No lo sé —Keidys dejó salir un respiro profundo. La sala cayó en un
gran silencio. En aquel momento se escuchó la puerta abrirse, todos voltearon
a ver, era Santiago con un rostro de pocos amigos.
—¿Qué sucedió? —preguntó Mateo.
—El idiota de Tomás se le olvidó el aniversario y Gera se volvió loca, la
dejé llorando en el cuarto, pero llamé a Tomás y él llegó cuando me iba a ir, le
partí la cara para que deje de ser tan imbécil —explicó. Todos se asustaron.
—No puede ser, voy a llamar a Gabriel, debe ir urgente allá, seguramente
Gera debe de estar destrozando todo, puede cometer una locura —Alejandra se
levantó del mueble y salió de la sala.
Santiago se sentó al lado de su hermana y llevó sus manos al rostro, se
notaba lo estresado que estaba.
—Ya, cálmate, ese no es asunto tuyo, todos sabíamos que esa relación no
iba a durar mucho, es lo mejor para la pobre de Gera, Tomás… es un idiota
completo, mejor ve a bañarte, estás muy sudado —Keidys puso una mano en
el hombro de su hermano y cuando él la observó, ella mostró una sonrisa
tranquila.
—Sí, huelo a de todo —Santiago se levantó del mueble y salió de la sala.
—Está bueno que Santiago le pegara a Tomás, me hubiera gustado ver eso,
lo más seguro es que yo molería a Tomás a golpes allí, hasta verlo sangrar —
dijo Mateo.
—Cállate ya —regañó Claudia fulminando a Mateo con una mirada.
En ese momento tocaron la puerta con un poco de desespero, Mateo fue
quien abrió la puerta un tanto dudoso, al ver que era Tomás con sangre en el
rostro, se asustó.
—Madre mía, pero en verdad te fue muy mal —soltó Mateo conteniendo
una risa de burla.
—¿Josef está aquí?, ¿no ha llegado aún? —inquirió Tomás con un rostro
muy preocupado.
—No… ¿Por qué? —Mateo puso el rostro más serio que tenía.
—Lo llamé antes y me dijo que vio la película de Keidys y que ella salió
desnuda allí, que… estaba demasiado decepcionado con ella, además que se
escuchaba bastante estresado, me habló antes sobre algo de la empresa, no le
entendí mucho, se escuchaba bastante enojado y dijo que iba a venir a acabar
todo con Keidys, que no quería verla nunca más, en serio, cuando dijo eso se
escuchó bastante enfadado —lo último Tomás lo dijo casi a susurro al notar
que Keidys hablaba en la sala de lo más tranquila con sus amigas, hasta
escuchó una carcajada y eso lo entristeció mucho.
—Qué mierda… ¿Y ahora?, ¿qué vamos a hacer? — inquirió Mateo
mientras llevaba una mano a su boca, sus corazones empezaron a palpitar con
mucha fuerza.
—A mí lo que me preocupa es que ella está embarazada y Keidys cuando
se enoja se pone como loca. ¿Aquí está Santiago? —Tomás miró a todos
lados.
—Se está bañando —contestó Mateo.
—Menos mal, me ve y empieza a matarme —Tomás pasó su lengua por la
herida en su labio.
—¡Tomás ¿no vas a venir para recibir tu castigo?! —gritó Claudia.
—Acabé de hablar con Gabriel, la pobre Gera está destrozada —Alejandra
caminó hasta el marco de la puerta y jaló el cabello de Tomás.
—¡Ah…! ¡Alejandra, basta! —empezó a suplicar.
—¡Golpéalo por mí, se lo merece por idiota! —gritó Keidys.
—¿Sabes cuánto le costó a ella hacer todo eso?, tú no tienes corazón, en
serio, te mereces tener esa cara así de demacrada. Vas a terminar solo y ella se
va a conseguir a un buen hombre que la va a amar mucho y ojalá te lo
restriegue en la cara, me encantaría estar ahí para reírme de tu mal y darte un
buen golpe en esas malditas bolas hasta que quedes estéril —mientras
Alejandra hablaba iba apretando más su agarre en el cabello de Tomás y él
poco a poco se agachaba mientras gritaba del dolor.
—Sí, sí, sí, pero por favor, suéltame, por favor —suplicaba Tomás.
Alejandra lo soltó y sacudió sus manos—. No vales nada, ella es mucha carne
para tan poco perro. A todas estas, ¿qué haces aquí?, ¿no sabes que aquí está
Santiago y podría volver a golpearte? Yo no te lo voy a quitar de encima.
—No es hora de echarme sermones —Tomás empezó a reincorporarse,
estaba sudado y con moretones en todo su cuerpo, tragó saliva para poder
aguantar la sed que tenía en ese momento—. Josef viene para acá y está
enojado, vio la película de Keidys y dijo que allí ella sale en una parte
totalmente desnuda y eso lo enfadó bastante, va a terminar todo con ella, pero
conociendo a Josef y Keidys sé que va a ser de la peor manera posible, de
seguro eso será una discusión horrible, sabes que ella está embarazada y eso es
muy peligroso.
Alejandra tapó su boca con las manos mientras empezaba a asustarse.
—¿Qué vamos a hacer? —inquirió Alejandra—, si tan solo él supiera del
estado de ella…
En ese momento vieron un carro negro que se estaba estacionado frente a
la casa.
—Ay no… ¿Y ahora? —preguntó Mateo un tanto nervioso al ver a Josef
bajando del auto bastante enfadado.
—Josef, oye, espera, cálmate —pidió Tomás cerrando el paso de su amigo.
—Déjame Tomás, esto no te incumbe y tampoco a ustedes —regañó Josef
con la voz muy severa.
Keidys se levantó del mueble al escuchar las voces que no sonaban naba
bien. Se acercó con Claudia a la entrada.
—¿Qué está sucediendo? —inquirió ella, quedó observando el rostro de
Josef que se veía bastante enojado.
—Necesito hablar contigo —informó Josef entrando a la sala—. Pero a
solas —miró a todos.
—Lo siento, pero yo no me voy a ir de aquí —replicó Tomás cruzándose
de brazos.
—Por favor, yo también necesito hablar con él —pidió Keidys.
Sus amigos accedieron y se fueron al patio a la espera de cualquier ruido
extraño para entrar corriendo. Keidys se miró fijamente con Josef, el silencio
era atemorizante.
—Acabé de ver tu película y ¡oh, sorpresa!, veo a mi novia mostrando todo
su cuerpo en la maldita película que el mundo entero dentro de poco verá, qué
hermoso recibimiento tengo, ¿sabes cómo te viste?, como una completa
regalada, riéndote mientras muestras todo a una puta cámara —dijo Josef.
—¿Es en serio? —Keidys se cruzó de brazos—, Josef, solo es una película
¿en serio te vas a poner así por eso?
—¡¿Cómo quieres que me ponga?! Si veo a mi novia mostrando todo en
una maldita película y hay un montón de pervertidos comentando como te
gustarían ponerte si te estuvieran follando —la observó con impotencia y
Keidys empezó a asustarse, no lo reconocía—. Pero, al parecer te gusta que los
hombres te deseen de esa manera, por eso es que lo haces, esa es tu forma de
ganarte esa fama ¿verdad?
—No puedo creerlo, así que esa es la idea que tienes de mí —a Keidys se
le empezó a inundar la mirada.
—¿Y qué idea más voy a tener? ¡Si eso es lo que me estás demostrando!,
es por eso que mi abuelo no te quiere ver conmigo, es la verdad, ¡eres una
maldita regalada que le gusta que todo el mundo la vea desnuda, porque así es
como quieres ganarte la fama! —Josef tiró un florero que estaba sobre una
mesita pequeña que estaba recostada a la pared, aquel sonido llenó de
impotencia a Keidys.
—¡ERES UN MALDITO DESGRACIADO! —le dio un empujón sin
importarle que el piso estaba lleno de agua y vidrios— ¡LÁRGATE, NO TE
QUIERO VOLVER A VERTE EN MI VDA, ESTÚPIDO, POCO HOMBRE,
NO VENGAS A MI CASA A TRATARME ASÍ, IMBÉCIL! —Josef quedó
arrinconado en la pared y Keidys le dio varias bofetadas.
—¡YO TAMPOCO TE QUIERO VER EN MI VIDA! ¡NUNCA! —Josef
la empujó para poder hacer espacio, aunque fue de una manera bastante seca y
un tanto violenta. Abrió la puerta y se fue dando un gran portazo.
Tomás, Alejandra, Claudia y Mateo habían quedado pasmados viendo
aquella escena, esa forma en que la pareja se trató los dejó sin saber qué hacer;
nunca imaginaron que ellos serían capaces de llegar a ese nivel. Keidys quedó
respirando bastante agitado, después soltó el llanto mientras se agachaba.
Santiago bajó mientras terminaba de ponerse una camisa y quedó
observando a todos confundido:
—¿Qué pasó? —su mirada bajó hasta el piso lleno de vidrios—, Keidys,
ten cuidado, no te muevas de allí. ¿Por qué estás llorando?, escuché gritos y
parecían ser de Josef —volvió a mirar a todos— ¡que alguien me explique!
Escuchó un motor de carro afuera de la casa, en un impulso salió e impidió
el paso del auto, le dio un manotazo.
—¡¿Qué le hiciste a mi hermana?! —gritó.
Los chicos salieron de la casa:
—Santiago, cálmate —pidió Mateo.
—Basta Santiago, cálmate —pidió Tomás.
—¡No me pidan que me calme, este estúpido cree que puede llegar y tratar
mal a mi hermana, la hiciste llorar, nadie hace llorar a mi hermana e irse sin
que yo lo muela a golpes, si eres tan macho baja, sal, cobarde! —se acercó y le
dio una palmada al vidrio de la ventana. Josef bajó del carro y le dio un
empujón.
—¡¿Qué es lo que quieres Santiago?! Esos son asuntos de Keidys y mío,
no te metas.
—¡Claro que me meto, es mi hermana, si yo llegara e hiciera llorar a tu
hermana ¿cómo te sentirías, idiota?! ¡Hasta en el maldito cuarto se escucharon
los gritos y partiste un florero!, ¿estás loco? ¡Pudo haberse hecho daño! —le
dio un empujón al pecho de Josef.
—¡Cálmate Santiago! —Tomás se metió en el medio de los dos. Miró a
Josef— ¡Lárgate! ¡Ya tú no tienes nada que hacer aquí! —Josef y su mejor
amigo cruzaron miradas— ¡Que te largues te dije! —gritó con fuerza.
Josef entró al carro y los muchachos tomaron de los brazos a Santiago, lo
arrastraron para que le hiciera paso al auto. Cuando Josef empezó a salir de la
casa Santiago intentaba soltar el agarre.
—¡TE TENGO QUE ENCONTRAR MALDITO, TE VOY A PARTIR LA
PUTA CARA, A ESTA CASA NO VUELVES! —gritaba con mucha fuerza.
Keidys escuchaba aquello mientras estaba sentada en el mueble, soltaba
gritos descontroladamente, Alejandra y Claudia estaban muy preocupadas por
su amiga:
—Ay, amiga, debes calmarte, puedes hacerle daño al bebé, debes ser
fuerte. Josef no te merece, no pienses más en él, recuerda que estás
embarazada y que si sigues tomando estas emociones tan fuertes podrías
perderlo, ¿quieres eso? —dijo Claudia. Keidys abrazó su vientre y empezó a
calmarse.
—Sí amiga, debes de calmarte, voy a hacerte una aromática para esos
nervios, ay, hasta yo me siento mal —Alejandra peinó su cabello— ¡Y esos
otros estúpidos parecen gallos de pelea allá afuera! —gritó enojada mientras
observaba la puerta de la casa.
En ese momento ellos entraron.
—¡¿Tú estás loco o qué?! ¿Cómo se te ocurre salir a provocar a Josef
sabiendo que eso pone más nerviosa a Keidys y ella podría perder el bebé?,
hasta yo estoy mal —Claudia le dio una bofetada a Santiago.
—Lo siento, no me acordaba —se disculpó Santiago, miró a su hermana
que estaba casi temblando sentada en el mueble—, perdón —se sentó al lado
de ella y la abrazó.

Los recuerdos que guardé en un cajón


Tomás tocó varias veces el timbre de la casa de Josef, en vista de que nadie
habría, empezó a hacerlo desesperadamente. Sofía, la hermana de Josef (quien
ya era toda una señorita), abrió el portón bastante fastidiada.
—¿Qué tienes, por qué tocas así? Mis amigos están en la casa, no vayas a
hacer ninguna locura con Josef —dijo la muchacha.
—¿Dónde está Josef? —preguntó Tomás entrando a la casa.
—Acabó de llegar, dijo que no quiere que lo molesten, pero sé que vas a
entrar, ¿verdad? —la muchacha lo siguió cuando él subía las escaleras.
Tomás entró al cuarto con un paso bastante enfadado.
—¡Josef! —gritó.
El muchacho se levantó de la cama de un golpe, sabía lo que se avecinaba.
Tomás entró a la habitación y se abalanzó a su amigo dándole un puñetazo en
la cara. Sofía al ver aquella escena empezó a gritar.
Tomás tomó del cuello de la camisa a Josef y lo tiró al piso, volvió a darle
otro puñetazo:
—¡¿Cómo se te ocurre tratar a Keidys así?! ¡Debí dejar que Santiago te
partiera la cara para que dejes de ser idiota! —gritaba mientras lo estremecía.
—¡Ayuda, Tomás va a matar a Josef! —gritaba Sofía mientras corría por el
pasillo.
—¡Déjame, no me interesa nada que tenga que ver con ella! —dijo Josef
mientras forcejeaba con Tomás, la sangre ya empezaba a salir de su nariz y
tenía el labio superior con una pequeña cortada.
—¡Deja de ser tan idiota! —volvió a darle otro puñetazo.
—¡Mátame, sigue golpeándome! —soltó Josef. Su boca empezó a llenarse
de sangre y Tomás se detuvo.
—No, no lo voy a hacer, no te dejaré el camino tan fácil. Debes hacerte
responsable de tus malditas acciones —refutó Tomás mientras se levantaba del
piso.
Josef quedó tendido mientras trataba de tomar aire. Al cuarto entró
corriendo Mateo asustado, más atrás estaba Sofía temblando del miedo junto
con dos amigos.
—¿Ya se calmaron? —inquirió la muchacha.
—Tranquila, solo estaban platicando —contestó Mateo.
—¿Qué? Pero si estaba encima de mi hermano dándole golpes en la cara
—replicó la muchacha.
—Sí, lo sé. Nosotros hablamos así —Mateo volteó a ver a los jóvenes que
miraban petrificados—. Bueno, ya se acabó el espectáculo —cerró la puerta.
Mateo observó cuando Josef empezaba a levantarse del piso mientras
escupía la sangre que tenía en su boca. Después, con un poco de dolor, intentó
caminar para sentarse en la cama.
— Keidys está embarazada —soltó Mateo de golpe.
*
En el cuarto solo se escuchaba el sonido de las manecillas del reloj,
Santiago acariciaba el cabello de Keidys para que la joven pudiera fundirse en
el profundo sueño. Él estaba muy preocupado por lo que sucedía en ese
momento, Alejandra le había dicho que ella resolvería aquel problema, pero
no sabía qué tan bueno serían los frutos de aquella conversación.
—Ella no lo sabía, nunca imaginó que esto sucedería, pero ya que está aquí
Keidys… lo va a tener. Entiendo que ustedes no están de acuerdo y mucho
menos con lo que acabó de suceder con el padre del bebé, yo también quedé
muy sorprendida, no conocía esa faceta de Josef, pero deben entender que si
ustedes se sienten impotentes con esto… Keidys está peor, ella fue la que pasó
seis años de su vida al lado de él, lo ama y sin embargo, él en una noche dañó
todo con su trato. Pero aun así Keidys no quiere matar la vida que lleva en su
vientre, es su primer hijo y ella decidió tenerlo, se hará cargo de él sola, eso ya
es un peso muy grande que debe de tener, ustedes como padres traten de
ponerse en su lugar ¿qué harían si se enteran que tendrán un hijo, pero no es el
momento indicado y tienen un problema con su pareja?, porque así es como
está Keidys ahora, lo menos que necesita es que ustedes no la apoyen, al
contrario, es cuando más deben de estar a su lado —explicó Alejandra a los
señores Gonzales.
La madre de Keidys tenía los ojos inundados, llevó su mirada a señor
quien se veía bastante serio y dejó salir un resoplido.
—Ese Josef… —soltó.
—Keidys decidió no contarle nada a él, dice que Josef no merece estar
cerca del bebé. Ella antes de dormirse dijo que se iría a vivir con su tía,
Santiago decidió acompañarla, ustedes ahora deben decidir si irse con ellos o
no —informó Alejandra.
—Cla-claro que yo me iré con ellos —dijo la señora, tragó en seco—.
Nunca me imaginé que mi primer nieto vendría con todos estos problemas,
pero ya que mi hija tomó esta decisión yo la voy a apoyar —miró a su esposo
—. Me imagino que también harás lo mismo, no creo que tengas el corazón
tan frío como para no reconocer a tu primer nieto.
—¿Qué dices mujer?, claro que voy a reconocer a mi nieto. Mi hija tomó
la mejor decisión, que ese tipejo no se entere que tiene un hijo, ese poco
hombre, venir y maltratar a mi niña, no lo quiero volver a ver más en mi vida.
Nos mudaremos, Keidys puede comenzar a trabajar en la empresa y dedicarse
a cuidar a su hijo, nosotros la ayudaremos a estabilizarse.
Alejandra dejó salir un suspiro, todo salió muy bien, al menos para Keidys.
En esos momentos imaginó el rostro de Josef si se enterara de todo lo que
estaba pasando. Él nunca llegaría a conocer a su primogénito.
El rostro de Josef palideció, su cuerpo se erizó por completo y su mirada se
paseaba por los ojos de sus dos amigos.
—Es una broma ¿verdad? —fue lo único que alcanzó a decir.
—¿Crees que yo bromearía con algo así? —inquirió Mateo mientras se
sentaba en la cama.
—Keidys al parecer te iba a decir cuando tú llegaste a la casa, pero con lo
que dijiste lo más seguro es que por ella nunca te enterarías que vas a ser papá
—contó Tomás.
—No… Eso no puede ser cierto —dijo Josef sentándose en la cama.
—Además… Los padres de Keidys acabaron de llegar a la casa de ella y se
enteraron de todo, cuando digo todo hablo de la decisión de Keidys —empezó
a contar Mateo. Josef lo miró fijamente—. Ella… se va a ir del país con toda
su familia, lo van a registrar con sus apellidos, no vas a tener ningún derecho
sobre el niño, además, para Keidys tú nunca sabrás que tuvieron un hijo, ella
no quiere volver a verte nunca más en su vida, cuando le bebé crezca creerá
que su padre murió en un accidente que ellos tuvieron. Toda su familia está de
acuerdo con ello, bueno, por lo que escuché cuando estaba en la casa, Santiago
dijo que mientras él esté vivo ese niño no iba a saber la verdad.
Los ojos de Josef se llenaron de lágrimas que pronto salieron rodando
rápidamente y se mesclaron con la sangre que Josef tenía en su rostro.
—¡No, eso no puede ser cierto! —gritó Josef con fuerza mientras llevaba
sus manos a la cabeza— ¡es mi hijo, yo tengo derecho sobre él, soy su papá!
—Pero Josef, tú trataste muy mal a Keidys, solo te faltó pegarle cuando
estabas en su casa, lo peor es que lo hiciste estando ella embarazada, pudo
haber perdido al bebé —explicó Tomás.
—Es cierto Josef, Keidys está en todo su derecho, además… Ella sabe que
tu familia no está de acuerdo con su relación, se lo gritaste en su cara, eso es
horrible. Resígnate, ya lo hecho, hecho está —dijo Mateo.
—¡¿Qué?! ¡Estás hablando de mi primer hijo! —gritó Josef, se levantó de
la cama y empezó a caminar por el cuarto— no… Yo no puedo permitir esto,
¡yo no sabía que ella estaba embarazada! ¡¿por qué me pasa esto a mí?! —
Josef soltó un fuerte grito mientras empezaba a llorar.
En ese momento entró el abuelo de Josef junto con la mamá del muchacho.
—¡Hijo! ¡Por Dios… ¿qué te pasó?! — la señora se acercó al muchacho
que empezaba a caer de rodillas al piso.
—Mamá, lo perdí todo, soy un idiota, la perdí mamá y a mi hijo también,
¡no…! ¡Esto no me puede estar pasando, es mi hijo mamá, se va a ir lejos! —
decía Josef.
—¿Cuál hijo, acaso tú tienes hijos? —preguntó su abuelo.
—¿De qué hablas amor? —preguntó su mamá asustada— ¿Por qué tienes
el rostro lleno de sangre? —miró a los muchachos enfadada— ¿qué le hicieron
a mi hijo?
—Señora, él acabó de tratar mal a Keidys, solo le faltó pegarle y pues…
está recibiendo su escarmiento. Keidys está embarazada y ahora ella se va a
mudar con toda su familia y no le van a permitir tener algún derecho sobre el
niño —explicó Mateo—, yo lo entiendo a él, yo también voy a ser papá,
pero… él no supo hacer las cosas, llegó como loco a la casa de Keidys y uff…
La trató súper feo, pero claro, él no sabía que estaba embarazada, ah… y tiene
la cara así porque Tomás acabó de golpearlo, pero Santiago lo iba a golpear
peor, así que se salvó de esa golpiza.
—Sí, salió bien librado —agregó Tomás haciendo pequeños sí con su
cabeza.
La señora Tatiana quedó con la boca abierta mientras asimilaba aquella
noticia que le acababan de dar.
—Keidys embarazaba… —se tapó la boca con las manos, volvió a mirar a
su hijo— ¡Josef, Keidys está embarazada!
—Lo sé, pero no vas a poder conocer tu nieto porque ella se va a ir lejos
mamá, se va a ir, se llevará a mi hijo lejos de mí, no podré verlo nunca en mi
vida, ¡no…! —Josef abrazó con fuerza a su madre.
—Pero hijo, tú puedes impedirlo, ruégale su perdón… ¿Por qué la trataste
mal? ¿Qué te hizo? ¡Tú no eres así…! —explicaba la señora.
—¡Porque soy un idiota…! ¡No sabía lo que hacía!
—¿Qué hubieras hecho si vieras que un hombre me trata mal?, hijo, a las
mujeres no se les grita, no se maltratan, mira cómo te dejó Tomás porque
hiciste eso. Yo quiero conocer a mi nieto, convéncela de que se quede a tu
lado.
El señor Sandoval solo observaba aquella situación, al parecer la noticia
del embarazo de Keidys no le daba mucha emoción:
—Josef, levántate del piso, recuerda que no puedes estar recibiendo
emociones fuertes. Ustedes, dejen de mortificar a mi nieto, acabó de salir de la
clínica, podría morirse si sigue en esta situación —dijo con voz fuerte.
—¿Qué? —inquirió la señora Tatiana bastante asustada.
—¿Cómo así que estaba en la clínica? —preguntó Tomás palideciendo por
completo.
—Sí, y ahora ustedes vinieron a dañar todo. Voy a llamar al doctor, sé que
Josef se pondrá mal en cualquier momento —sacó el celular del bolsillo del
pantalón.
—Yo no sabía nada señor, se lo juro —dijo Mateo.
—¡No importa!, si Keidys se iba a ir lejos con el bebé ¿por qué se lo
dijeron? ¿No se supone que ella no quiere que él se entere?, ¿qué hacen
contándole a Josef si él no puede hacer nada? Con esos amigos que tiene mi
nieto… —el señor Sandoval empezó a marcar el número del doctor en su
celular.
—¡Josef! —gritó la señora Tatiana cuando vio que su hijo se desmayó.
—¡Josef! —gritó el señor Sandoval—, doctor, Josef volvió a desmayarse,
por favor, venga con una ambulancia rápido, ¡pero ya…! Sí, se estresó mucho
con una noticia que le acabaron de dar, además, le dieron una golpiza. Sí, pero
que sea rápido doctor, entiendo, bueno.
Los muchachos se levantaron de la cama y corrieron a ver a Josef que
estaba entre los brazos de Tatiana.
—¡Hijo, hijo…! —gritaba la señora entre sollozos.
*
Gabriel terminó de limpiar el desorden que había formado su hermana,
Gera ya estaba completamente dormida, era obvio, quedó desgastada con todo
lo que sucedió esa noche. El muchacho botó toda la decoración y los detalles
que ella compró para Tomás. No quería ver nada que tuviera que ver con esa
relación.
Después de media hora se acostó al lado de Gera y la abrazó, así que
durmió acurrucado con ella. Tenía años que no dormían de esta manera, por un
momento le pareció ver que estaba despertando, por lo mismo comenzó a
cantar la canción que a ella le gustaba y la tranquilizaba.
*
Keidys se despertó y Santiago la abrazó.
—No quiero estar aquí —dijo Keidys.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó su hermano.
—¿Te acuerdas de la cabaña que está en la playa? —inquirió la joven.
—Claro, ¿quieres ir allá?
—Sí, ahora, quiero amanecer allí.
—Bueno, solo debemos empacar e irnos —Santiago le dio un beso en la
frente—, ¿digo que empaquen tus cosas?
—Sí.
—Bueno, quédate descansando mientras empacamos. Voy a pedir que te
preparen un poco de aromática.
—Gracias.
Santiago salió del cuarto, lo único que iluminaba el lugar era una pequeña
lamparita que estaba en la mesita de noche de la derecha. Keidys se acomodó
entre las sábanas y almohadas para así quedar más cómoda.
Santiago bajó y les comunicó a sus padres lo que Keidys había pedido.
—Pero nosotros no podemos irnos de un día para otro. Ve con ella hijo –
dijo la señora, miró a Alejandra que estaba al lado de Claudia— ¿podrían
acompañarla?
—Claro, yo voy, aunque Claudia no puede ir, tiene obligaciones —dijo
Alejandra.
—Sí… Pero me estás comunicando, ¿sí? —respondió Claudia.
Ellas ayudaron a Santiago a empacar algunas cosas en las maletas, después
la llevaron al auto. La señora Gonzales preparó la aromática y se la llevó a
Keidys. Después, se quedaron conversando en el cuarto de Keidys.
—Viajaré para hablar con tu tía e informarle sobre la conversación, cuando
vuelvan de la playa terminas de empacar lo que falta y nos mudamos, haremos
todo como lo planeaste —dijo la señora mientras acariciaba la cabeza de su
hija.
—Gracias mamá —Keidys le mostró una sonrisa.
Claudia y Alejandra al escuchar lo que la señora dijo se miraron los
rostros, después Alejandra le informó a Keidys que todo estaba listo. Así fue
como se fueron de la ciudad para que la joven despejara la mente, sin saber los
problemas que dejaban atrás.

Tú me enseñaste a romper tu corazón


Josef se despertó con un fuerte dolor de cabeza, abrió lentamente los ojos y
vio a Tomás sentado en un sillón frente a él.
—¿Has hablado con Keidys? —preguntó Josef. Se quitó la cánula de
oxígeno que tenía puesta y se sentó en la cama.
—Quédate quieto, ayer te complicaste mucho, Josef —pidió Tomás con
una voz triste y un tanto melancólica.
—No… Tengo que buscarla, pedirle perdón —dijo Josef empezando a
alterarse.
—Ella no está en la ciudad, pero va a volver, cuando lo haga la buscarás,
mientras… debes recuperarte. Yo te ayudaré a convencerla, todos lo haremos,
pero por ahora enfócate en descansar —Tomás reparó el rostro golpeado de
Josef y sus grandes ojeras.
—¿A dónde se fue? —inquirió Josef mientras se acomodaba para así estar
mejor.
—Solo fue a la cabaña para despejar la mente —Tomás se levantó del
sillón.
—¿Cuándo vuelve? —Josef quería levantarse de la cama.
—Quédate quieto, debes dormir y recuperarte, ayer casi mueres ¿no lo
entiendes?, no estás bien Josef, estás demasiado estresado y nosotros ayer casi
te matamos; estábamos enojados contigo, no sabíamos por los tantos
problemas que estás pasando… Si le cuentas todo a Keidys tal vez ella
entienda y te perdone.
—Claro que no, yo no quiero que me tengan lástima. Solo deseo que ella
me perdone, pero no porque me tiene lástima, quiero arreglar todo lo malo que
hice; por eso debo salir de aquí —Josef trató de quitarse todo lo que tenía
puesto en su cuerpo.
—Oye, Josef, no puedes salir, al menos por una semana donde descanses y
comas adecuadamente, tu chica no va a volver por unas dos semanas, así que
será en vano el que te vayas —explicó el doctor entrando al cuarto—, tuviste
un estrés postraumático, eso es algo grave, estás vivo de milagro, si quieres
estar al lado de Keidys trata de mejorarte.
—Doctor, usted fue quien la atendió aquella vez, sabía que estaba
esperando un hijo mío, ¿por qué no lo informó ese día? —Josef volvía a
empalidecer y comenzar a estresarse como la noche anterior.
—Ella no lo quiso, yo solo respeté su decisión. Josef, te puedo dar un 90%
que ella no se va a apartar de ti, claro, si le demuestras que estás totalmente
arrepentido por lo que hiciste, lo que me contaron fue muy grave, las mujeres
fueron creadas para ser amadas, no maltratadas —el doctor le hizo señas para
que se volviera a acomodar en la cama.
—¿Qué pasa con el diez por ciento faltante? —preguntó Josef.
—Roguemos a Dios para que no pase lo que hay allí en ese 10% —dijo el
doctor.
—Sé que la traté muy mal, fui un completo bruto al no darme cuenta que
ella ahora es cuando más me necesita —soltó Josef mientras inclinaba su
mirada y la dejaba concentrada en sus manos.
—El hombre solo aprende de los golpes que la vida le da, ya tuviste tu
lección, ojalá no vuelvas a repetirlo —el doctor le dio dos golpes en el hombro
del muchacho.
—No, claro que no, si vuelvo a tenerla a mi lado le puedo jurar que haré
todo lo que esté en mis manos para hacerla feliz a ella y a mi hijo —las
palabras de Josef sonaron muy convencidas.
Tomás salió del cuarto y caminó bastante pensante por el pasillo, en la sala
de espera estaba Claudia hablando con Gabriel quien había acabado de llegar.
—Me acabé de enterar cuando Mateo me llamó para decirme lo sucedido,
—dijo Gabriel— ¿cómo es posible que pasara tantas cosas en una sola noche?
—¿Y Gera, cómo está? —preguntó Claudia.
—Está en la cafetería desayunando, le dije que la llamaría para que pasara
a ver a Josef, claro, si dejan recibir visitas —explicó Gabriel.
—Sí, pero no se ha despertado aún —contestó Claudia.
—Me imagino, Mateo me contó que anoche estaba bastante delicado de
salud.
Tomás pasó de largo, ellos no lo vieron, eso fue bueno, no quería hablar
con Gabriel, sabía que solo recibiría un golpe por parte de su amigo. Llegó a la
cafetería en busca de Gera, la vio al fondo, al lado de una ventana que dejaba
ver una hermosa vista a un jardín, la muchacha estaba desayunando
tranquilamente mientras miraba su celular y soltaba algunas pequeñas risitas
“seguramente está viendo vídeos de risa” pensó Tomás mientras retenía una
pequeña carcajada.
Tomás se sentó en una mesa a esperar que la muchacha terminara de
desayunar, no la dejaba de observar, se sentía muy mal por lo sucedido
anoche. Lo que vivió con Josef lo hizo entrar en razón, darse cuenta que no
supo valorar lo que tenía frente a él y no le importó jugar con los sentimientos
tan puros de aquella muchacha.
Gera sintió que se sentaron frente a ella, alzó su mirada al creer que era su
hermano, pero su mañana se dañó al ver que se trataba de Tomás.
—Hola —saludó el joven.
—¿Qué quieres? —inquirió la muchacha con tono cortante— ¿qué parte de
no quiero volver a verte no entendiste?, lárgate.
—Gera… Perdón, no sabes cuan arrepentido estoy por haber sido tan
idiota contigo y no haberte valorado, siempre fuiste tan amable y amorosa
conmigo, yo no supe ver eso. Perdón, en serio, estoy tan arrepentido —dijo
Tomás mientras sus ojos se inundaban de lágrimas.
—Te arrepentiste demasiado tarde, yo no voy a volver contigo, ni ahora ni
nunca —una lágrima corrió por la mejilla derecha de Gera, pero sus palabras
sonaban bastante rudas.
—Yo lo entiendo perfectamente ¿quién querría volver con una persona que
solo te trató mal por todo un año?, no, más de cinco años, eso es mucho
tiempo —la voz de Tomás se quebró al final, tuvo que detenerse para que sus
lágrimas no rodaran por sus mejillas—. Las mujeres existen para ser amadas,
no maltratadas.
—Exacto, tú lo has dicho, pero yo nunca recibí de tu lado un lindo gesto,
siempre fueron desplantes, rechazos, me quedaba esperando en las citas hasta
que se hacía media noche con la esperanza de que llegaras, con frío, llorando.
Nunca te lo dije porque tenía miedo de perderte y me decía “él va a cambiar,
algún día se va a enamorar de mí”, llegó nuestro aniversario y tú ni te
acordaste, Tomás, yo fui quien te dijo que fuéramos novios. No lo puedo creer,
fui tan idiota, me humillé tanto por ti… —Gera dejó salir una pequeña risita,
aunque sus ojos no dejaban de llorar— ¿sabes que acabas de dañar mi
desayuno?, hasta ganas de vomitar me han dado con solo recordar lo tonta que
fui en estos años. Pero no más, esto se acabó, espero que si en verdad te
sientes arrepentido no me vuelvas a buscar.
—Gera… Perdón, perdóname —suplicó Tomás. La muchacha se levantó
de la silla, tomó un vaso lleno de jugo de naranja y lo arrojó en el rostro del
joven.
—Vete al infierno Tomás —dijo antes de irse.
Las personas que estaban a su alrededor quedaron concentradas en lo que
sucedía entre los muchachos. Tomás no soportó más y soltó el llanto allí
mientras veía a Gera marcharse, el cargo de conciencia que tenía era grande.
*
Keidys se despertó y sus ojos se posaron en el mar azul que estaba frente a
ella, el olor salado se impregnó en su nariz. Algunas gaviotas se escuchaban
mescladas con el ruido de las olas. Se sentó en la cama mientras esperaba que
su alma descansara al ver aquel paraíso tropical.
Alejandra estaba en el pasillo hablando con Gabriel por celular:
—¿Entonces está en la clínica?, ¿qué? ¿Cómo es eso que se enteró de
todo? —interrogaba bastante asustada.
—Sabes que ellos le iban a contar todo, me dijeron que Josef antes ya
había estado internado en el hospital por un fuerte estrés que tuvo, al parecer
algo anda mal con las empresas y por eso es que está viajando todo el tiempo,
el llegar, discutir con Keidys y después enterarse que ella estaba embarazada,
todo esto lo puso muy mal y casi se muere anoche —explicó Gabriel por
medio de la llamada.
—No puede ser… Qué mal… ¿Y ahora?
—No sé, creo que lo más recomendable es que Keidys hable con Josef y
lleguen a un acuerdo porque si esto sigue así lo más seguro es que Josef
terminará de agravarse y podría morir, el doctor lo advirtió —explicó Gabriel.
—Ay no… Qué peligro, pero ella no quiere verlo —explicó Alejandra. En
ese momento la chica vio que Keidys salió del cuarto y se recostó en el marco
de la puerta—. Amor, te hablo después, ¿sí?
—¿Keidys está allí? —inquirió Gabriel.
—Sí, entonces hablamos más tarde —Alejandra colgó la llamada y le
mostró una sonrisa a Keidys—. ¿Quieres desayunar?
*
Alejandra y Santiago estaban en la cocina preparando el desayuno.
—Pica mejor esas verduras, están demasiado gruesas —pidió Santiago.
Alejandra estaba incómoda preparando comida, por un momento dejó salir
un resoplido:
—¡Ay no…! —gritó dejando a un lado el cuchillo y se cruzó de brazos.
—¿Qué sucede? —inquirió el muchacho.
—Yo no sirvo para cocinar, has eso tú —se recostó a la isla de la cocina.
—No sabes cocinar, tampoco te llama la atención… —Santiago quedó un
tanto pensativo—, ¿entonces, cómo es eso que te metiste a vivir con Gabriel?,
¿acaso tú no haces nada en el apartamento? ¿Él llega y no encuentra algo
preparado?
Alejandra tragó en seco e hizo un puchero:
—¿Acaso soy su sirvienta? —preguntó con un poco de sarcasmo—, soy su
mujer, pero eso no quiere decir que debo estar atendiéndolo.
—Tú lo has dicho, eres su mujer, cuando estás viviendo con una persona
tratas de hacerlo feliz, eso se logra con atención, no eres su sirvienta si cuando
llega le tienes preparado un plato de comida porque te preocupa que no se
haya alimentado adecuadamente en el trabajo, o que él encuentre una cama
arreglada donde puede descansar a tu lado —explicó Santiago—. Si yo tuviera
una novia y viviera con ella… intentaría que se sintiera a gusto a mi lado, los
pequeños gestos hacen que el amor en el hogar no se apague.
—Él no hace eso por mí, siempre que llega al apartamento está de mal
humor —refutó Alejandra.
—O sea que ustedes no están bien. Ya era muy raro en ti que no estuvieras
envuelta en algún problema —Santiago dejó salir una pequeña carcajada
mientras revolvía una salsa, después la probó—. Está delicioso.
—Lo sé, para serte franca… no me siento a gusto viviendo a su lado, creo
que me precipité —las manos de Alejandra empezaron a jugar entre sí—.
Gabriel está muy ausente, para él su trabajo es más importante, es raro porque
en todos estos años nuestro mayor sueño era estar juntos y ahora no sé qué
pasa… Yo a él lo amo y él dice que a mí también, pero ha cambiado tanto y
ahora no sé qué pensar —Alejandra hablaba rápido y después hizo un
momento de silencio cuando escuchó su voz quebrarse, tragó en seco—.
¿Crees que yo soy una mala persona por pensar todo esto?, le encontré fotos
con una modelo en su computador, ellos son muy… Muy… apegados, tal vez
esa sea la razón por la que esté tanto tiempo por fuera, bueno, yo sé que es por
su trabajo, lo entiendo, pero todas las noches en las que tengo que dormir sola
en ese enorme departamento me siento tan miserable…
Santiago terminó de servir el desayuno en los platos, sus oídos escuchaban
atentamente todo lo que la muchacha hablaba, le pasó dos platos a Alejandra
para que los llevara al comedor.
—Gabriel dice que no me engaña, que nunca sería capaz de hacer algo
así… Pero una cosa es decirlo, otra muy diferente son sus acciones, me hace
dudar mucho, ahora está haciendo ejercicio, nunca me contó algo respecto a
eso, ¿puedes creerlo?, me está ocultando cosas. Yo ahora estoy gorda, ya no
tengo el cuerpo de cuando tenía diecisiete, del que él se enamoró, ahora no
faltan muchos años para que cumpla treinta y me he convertido en una
escritora gorda que solo sabe tomar gaseosa con pizza frente a su computador
y que a veces se le olvida bañarse —Alejandra se sentó en la mesa. Keidys se
sentó frente a ella y Santiago al lado de la muchacha—. Lo más seguro es que
Gabriel ya no me ve como antes, siempre estamos discutiendo.
—Aléjate de él —soltó Santiago. Hubo un momento de silencio en la
mesa.
—¿Qué? —inquirió Alejandra.
—¿Piensas vivir tu vida al lado de un hombre que te hace desconfiar
tanto?, te estás destruyendo como persona, solo escucha como te tratas —
explicó Santiago mientras comía de lo más normal.
—No puedo hacer eso, todos estos años añoré estar con Gabriel, lo amo…
¿No crees que eso sería peor? —los ojos de Alejandra se inundaron de
lágrimas.
—Si tanto lo amas como dices ¿por qué desconfías de él y vives
discutiendo cuando lo tienes frente a ti? —preguntó Santiago. Alejandra no
supo responder, humedeció sus labios mientras su mente rebuscaba la
respuesta para tal pregunta.
Pasada dos horas, Alejandra estaba sentada debajo de una palmera en la
playa, tenía apoyados sus brazos en sus rodillas mientras los dedos de sus
manos jugaban entre sí, dejó salir algunas lágrimas mientras meditaba su
situación. Las olas del mar eran la única música que sus oídos escuchaban.
Recordó la primera vez que habló con Gabriel, era un día como aquel,
frente al mar, él le tomó una foto mientras ella lloraba, cuando hablaron no le
prestó mucha atención, aunque Gabriel sabía todo sobre su vida. Ahora
aquellos recuerdos de su adolescencia eran tan tristes, se había jurado que
atesoraría en gran manera aquella relación, quería envejecer a su lado, que un
día se despertara con su piel arrugada y él estuviera junto a ella, prepararan un
café y se sentaran en el patio de la casa debajo de un árbol mientras veían a
sus nietos jugar, tener una conversación con sus hijos ya mayores y en la
noche ver su programa favorito al lado de él hasta que quedaran dormidos
abrazos en la cama.
Pero en este momento las cosas estaban bastante mal y eso que apenas
estaba comenzando su historia juntos, no era como se lo había imaginado; veía
a Mateo y Claudia que estaban tan felices con la espera de su primer hijo, ellos
se amaban tanto… y eso le daba envidia.
*
—Eso no es cierto… Siempre me cuidé, no soy tan tan loca para quedar
embarazada a estas alturas de la vida, estoy demasiado joven —dijo Gera
mientras llenaba su copa de vino, desplegó una sonrisa y empezó a beberla.
Claudia la quedó mirando de arriba abajo, estaba tan bien arreglada y con
un maquillaje que resaltaba sus ojos verdes azulados.
—¿Y no se supone que estabas mal por lo que sucedió con Tomás? —
preguntó Claudia.
—Claro… Me duele lo que sucedió, pero eso no quiere decir que ahora me
voy a morir, al contrario, no voy a derramar lágrimas por un patán como ese.
Hay tantos hombres en este mundo que desearían estar conmigo como para
que yo me ponga en esas —Gera se acomodó en el sillón del restaurante—.
Estuve todo el día pensando en qué voy a hacer, quiero irme de viaje, pero
para eso debo esperar a que mis padres vuelvan para dejarlos al mando de la
editorial, voy a disfrutar lo que me queda de juventud, estuve tantos años
detrás de ese idiota que perdí mi esencia, así que voy a recuperarla —Gera
dejó salir una risa maliciosa.
—Me acuerdo cuando te conocí, eras una loca descabezada, cuando
empezaste a estar al lado de Tomás no lo fuiste más, él te cambió por completo
—dijo Claudia.
Gera quedó mirando por la ventana que estaba a su lado, desde allí se
podía apreciar un parque donde una pareja estaba sentada en una banca.
—¿Crees que no he estado pensando en eso?, él llegó a pedirme disculpas
por lo que pasó —decía Gera mientras miraba por la ventana—, yo lo observé
tan detenidamente, era las mismas palabras que utiliza siempre, pesé… “ahí
está otra vez, el mismo discurso de siempre, dice que está arrepentido y
después lo vuelve a hacer, la misma historia que se repetirá una y otra y otra
vez”, me di cuenta que nosotras somos así, dejamos que esos tipos nos
dominen, somos tan sumisas —volvió su mirada a Claudia—. ¿No te das
cuenta que hemos sido sumisas con ellos?, siempre estamos mal por las
acciones de ellos, nos tratan horrible, tú lo estuviste un tiempo con Mateo, te
trató tan mal… pero lo perdonaste y se volvieron novios, ahora le vas a dar un
hijo, bueno… tuviste la dicha de que él cambiara y ahora te trata como una
reina, pero mira a Keidys. Josef, todo este tiempo ha tenido que soportar su
mal genio y a él solo le faltó golpearla, qué patán. La verdad, yo no pienso
consentir eso. Alejandra, siempre con su inseguridad discutiendo con mi
hermano, esa es una relación tan tóxica, él no le presta nada de atención y
siempre está con esa tipa, lo más seguro es que a él le gusta esa Marisol, lo
peor es que Alejandra está sufriendo con todo lo que le está pasando y aun así
lo va a perdonar y seguirá al lado de Gabriel. Yo… por eso ahora solo trataré
de disfrutar mi vida, me follaré los tipos que yo quiera como la buena zorra
que soy y viajaré, iré a fiestas y me emborracharé como la gran loca que soy,
ya lo sabes, esa es mi esencia, así que disfrutaré esa hermosa personalidad que
tengo —Gera terminó de beber la copa de vino.
—Es cierto, estás soltera, eres hermosa y joven, disfruta, para ser feliz no
hay que tener un hombre al lado. Has tomado una buena decisión —dijo
Claudia, después quedó un tanto pensante— ¿quién es Marisol?
—Es una fotógrafa de la agencia en la que trabaja Gabriel y siempre están
juntos, ella viaja a su lado y se nota que está loquita por mi hermano —
respondió Gera—. Pobre de Alejandra como llegue a enterarse de eso.

El poema que te escribí en la mañana


Josef estaba frente al padre de Keidys:


—Perdón, ese día estaba muy alterado, no sabía que Keidys estaba
embarazada, nunca lo imaginé… Sé que lo que yo hice no tiene alguna
explicación; aun así… Estoy muy, pero muy arrepentido de lo que hice, yo
amo demasiado a su hija. Fui un idiota que no supo ver lo que estaba
perdiendo, no supe apreciarlo, le prometo que algo así de ahora en adelante no
se va a volver a repetir, si Keidys llega a perdonarme trataré de hacerla feliz,
haré todo lo que esté en mis manos para cuidarla y también a mi hijo —los
ojos de Josef se inundaron de lágrimas.
La señora Gonzales entró a la sala y se sentó al lado de su esposo en el
mueble:
—Nunca en mi vida vi a mi hija tan triste como esa noche, no estoy de
acuerdo con que Keidys esté a tu lado, es que has cambiado tanto Josef… —
dijo la señora con voz severa.
—Lo entiendo perfectamente, está en todo su derecho de estar enojada, si
alguien maltrata a mi hermana yo nunca lo perdonaría —respondió Josef.
—Veo que estás de verdad arrepentido, pero será difícil que Keidys cambie
de parecer, tendrás que demostrarle que en realidad estás arrepentido de lo que
hiciste —explicó el señor Gonzales.
—Señor yo… Yo haré todo lo que esté en mis manos, así sea que tenga que
arrodillarme y suplicarle su perdón, yo lo haré, porque de verdad, no quiero
perderla; deseo casarme con su hija y crear una familia, es la mujer con la que
me veo pasando el resto de mi vida.
Los señores Gonzales se miraron las caras, como si hablaran por telepatía.
Dicen que cuando dos personas llevan tanto tiempo juntas con el solo hecho
de mirarse a los ojos pueden saber lo que el otro piensa.
—Solo esperamos que lo que ahora estás diciendo lo puedas cumplir —
dijo la señora Gonzales a Josef.
—Voy a demostrárselo —respondió el joven con voz segura.
*
Claudia estaba soltando carcajadas con Gera mientras comían pollo frito en
la sala de la casa de Keidys, en ese momento el gato de la dueña de la casa se
subió a las piernas de Gera.
—¡Niango! —gritó Gera mientras abrazaba al gato.
—Qué nombre tan raro le puso Keidys al gato —soltó Claudia.
—Oigan, alguien no bajó la cadena del baño ¿Quién fue la puerca? —
preguntó Mateo al entrar a la sala.
—Yo si lo bajé, solo que no se bajó bien, creo yo —respondió Gera entre
una risita.
—Esta tipa ya está borracha… —masculló Mateo.
—¿Ya se comieron todo el paquete de pollo? —preguntó Gabriel que
acababa de llegar—, traigo un hambre…
—Es que por fin se me fueron los malestares del embarazo y ahora me da
mucha hambre —respondió Claudia entre una risita, tenía un muslo de pollo
en su mano derecha y estaba mascando una parte.
—Sí… ya me di cuenta —dijo Gabriel sentándose a su lado—. Tengo
hambre…
Tomás y Josef entraron a la sala con dos arreglos de flores, los pusieron a
un lado y volvieron a salir.
—Yo no voy a ayudar, por mí que Josef se joda —soltó Gera acostándose
en el mueble—. Quien lo manda… a… tratarla mal… —se quedó dormida.
—Es mejor que la lleves al cuarto, ah… y recoge las botellas de cerveza,
necesitamos la sala limpia —dijo Mateo a Gabriel.
—Oye, por favor, prepara algo de comida, tengo hambre y yo así no puedo
trabajar —pidió Gabriel a Mateo.
—Sí… Ya pido que te traigan algo de comida del restaurante, pero lleva a
Gera al cuarto y recoge las botellas de cerveza —respondió Mateo
acercándose a él.
Claudia terminó de comer la última pieza de pollo y miró a Gabriel:
—Quiero más, ¿comemos algo de pizza? —le preguntó a Gabriel.
—¿No se suponía que no podías ni mirar la comida? —inquirió Gabriel.
—Sí… Pero ya no, tengo cuatro meses —respondió Claudia.
—Es cierto, se te nota un poco la barriga —Gabriel quedó analizando el
vientre de la muchacha—. Keidys estará así dentro de poco ¿no?
—Claro… Está embarazada.
—Será raro, ella es tan plana de barriga —soltó Gabriel con un rostro un
tanto pensante.
—Es tu primera vez viendo a una amiga cercana a ti embarazada ¿verdad?
—Sí… Así de cercanas como ustedes es la primera vez, verte a ti con esos
malestares y que el vientre te crezca cada vez más —Gabriel dejó salir una
pequeña carcajada—, es raro…
—Tranquilo, los demás me han dicho lo mismo, es que estaban
acostumbrados a verme no embarazada —dijo Claudia—, pero es una nueva
etapa en la que entramos, habrá más pansas grandes, bodas, niños pequeños
corriendo por estas casas y pronto nuestros rostros se arrugarán y nos daremos
cuenta que ya dejamos de ser jóvenes —Gabriel reparaba cada detalle de
Claudia—, oye, no siempre habrán cuerpos perfectos rodeándote.
—Claro que sé todo eso —refunfuñó Gabriel.
*
Keidys estaba terminando de empacar su ropa en la maleta, en esos días los
síntomas del embarazo habían comenzado y todo le molestaba, hasta ese lugar
empezaba a fastidiarle.
Alejandra entró al cuarto y la quedó observando un momento, ella estaba al
tanto de lo que sucedía en la ciudad, Josef estaba dispuesto a recuperarla:
—Keidys… Si Josef te pide volver contigo ¿lo harías? —preguntó solo por
curiosidad, vio que su amiga hizo un gesto de desagrado mientras doblaba la
ropa.
—Claro que no… Con él siempre es lo mismo, me voy a ir muy lejos de él
para que así mi hijo no tenga que soportar a un hombre como ese estúpido de
Josef —gruñó Keidys.
—Pero el bebé… ¿No crees que tiene derecho a decidir si quiere estar con
su padre o no?, me parece que le estás negando la oportunidad de elegir, el que
entre ustedes las cosas hayan terminado mal no quiere decir que el bebé debe
pagar los platos rotos —dijo Alejandra.
—Josef es un mal padre, no voy a permitir que mi hijo sufra por su culpa.
Prefiero que piense que su padre murió y que fue una hermosa persona a que
vea a un hombre que no sabe desempeñar ese papel —refutó Keidys bastante
seria.
—¿Cómo sabes que Josef es un mal padre si él no sabe que lo será? —
inquirió Alejandra.
Keidys quedó inmóvil por un momento, el cuarto fue inundado solo por el
sonido de las olas. La joven no tenía palabras para poder defender su punto de
vista; en lo más profundo de su ser sabía que las acciones que estaba tomando
eran erróneas, pero por naturaleza propia era una mujer terca.
*
Josef estaba terminando de inflar unas bombas con sus amigos, las pegaron
en el techo de la sala y parte del piso, todas rojo fuego y azules, los colores
favoritos de Keidys, al fondo en una gran pared había un letrero “soy un tonto,
perdóname” y a su alrededor muchas rosas de distintos colores, así como un
oso gigante. Claudia había preparado algunas comidas, aunque sabía que
Keidys no querría probar bocado alguno.
Sabían que Keidys llegaría a la hora del almuerzo a la casa, los padres de
la joven estaban allí, decidieron planear una fiesta y por lo mismo la señora
orneó un delicioso pastel de fresa. La idea era que Keidys cambiara de
mentalidad y se casara con Josef (él le pediría matrimonio allí), el señor
Gonzales compró algunas botellas de vino para abrirlas cuando Keidys diera el
sí.
Aunque el señor Gonzales mostraba un rostro serio, por dentro le animaba
la idea de una boda, desde que nacieron sus hijos creó una cuenta de ahorro
para cuando se fueran a casar, aunque, cada vez que se miraba en el espejo
encontraba una nueva arruga y sus hijos no mostraban signos de querer formar
una familia. Santiago era un obsesionado con la empresa y nunca le había
conocido una novia, bueno, solo una cuando tenía quince años, creía que era
homosexual, pero ni eso, con Santiago perdió la esperanza cuando el joven
una vez le dijo “creo que soy asexual papá”, así que debía esperar la decisión
de Keidys.
—Si Keidys dice que no, gastaré la plata en un viaje alrededor del mundo,
¿quieres ir? —dijo el señor a su esposa que estaba poniendo unas fresas en la
decoración del pastel.
—Bueno… Por lo menos tendremos un nieto, podrías gastar el dinero para
sus estudios ¿no sería mejor?
El señor Gonzales dejó salir un suspiro.
—Nuestros hijos salieron a ti mujer, difíciles de entender —se puso las
manos en la cintura. La señora dejó salir una carcajada.
—Yo no tengo culpa, no comencemos una discusión —hizo que su esposo
saliera de la cocina.
—Yo también discuto mucho con Mateo, es que los hombres hacen que
saquemos el animal que llevamos dentro ¿no cree? —dijo Claudia mientras
picaba unas verduras.
—También creo lo mismo —las dos soltaron una gran carcajada.
Gera se despertó con mucha sed, se sentó en la cama con algo de
aburrición, vio que no era la única que se encontraba en el cuarto, allí estaba
Sofía, la hermana menor de Josef y se estaba tomando fotos con su celular:
—¿Qué hora es? —le preguntó.
—Las doce y media —contestó Sofía.
—¿Ya terminaron de arreglar la casa para la sorpresa? —inquirió.
—Algo así, abajo están los padres de Keidys y mi familia, llegamos hace
una hora —explicó la joven.
—¿Y mi hermano? —siguió el interrogatorio Gera.
—Ay… Baja y mira por ti misma, nadie te manda a emborracharte tan
temprano, hubieras esperado a que la fiesta comenzara —regañó Sofía.
Gera se levantó de la cama, le dio un pequeño golpe encima de la cabeza
de la joven y después salió del cuarto. Bajó las escaleras y se sorprendió por el
enorme detalle que Josef le estaba preparando a Keidys, se paseó por el
comedor donde había mucha comida preparada:
—Sí que quiere recuperarla —Gera cruzó sus brazos sintiendo lastima por
Josef.
La señora Tatiana se encontraba en el patio de la casa esperando a la hora
en que llegara Keidys a la casa.
—Ojalá diga que sí, quiero capturar un buen momento —dijo Gabriel que
acompañaba a la mujer.
—Le estoy rogando a Dios para que ablande el corazón de Keidys, quiero
conocer a mi nieto —Tatiana dejó salir un suspiro.
*
Josef estaba hablando con su abuelo cerca de la piscina.
—No… Yo voy a casarme con Keidys, lo siento abuelo, pero los
problemas de la empresa ahora no son importantes para mí, ¡entiende que es la
madre de mi futuro hijo, tu bisnieto! —dijo Josef ya empezándose a estresar.
—Me llegó una amenaza Josef —soltó el señor Sandoval.
—¿Qué? —Josef quedó pasmado.
—Sí… Esta mañana, lo encontré en la entrada de la casa, tu abuela no sabe
nada, si llega a leer alguna de estas amenazas terminará muy enferma, al
parecer ese alguien no le está gustando que nosotros estemos actuando en su
contra —explicó el señor.
—No… Eso no es posible, abuelo, es nuestro dinero… No podemos dejar
de insistir, ahora las empresas no tienen músculo financiero, por eso es que te
digo que muevas tus influencias para así… —dijo Josef bastante preocupado.
—Lo sé, hoy me di cuenta Josef —interrumpió su abuelo—. Nunca
imaginé que este problema fuera tan grande, al parecer el secretario Henrique
no era el tiburón grande de todo este problema.
—Abuelo… En ese tiempo yo era solo un niño, también creía que esto se
solucionaría fácilmente encarcelando a ese tipo, pero Henrique solo era un
simple peón —hubo un silencio entre ellos.
—¿Estás seguro de convencer a Keidys de casarse contigo?, recuerda que
si das ese paso ella también estará en peligro, se sumergirá en este tremendo
problema.
Josef desplegó una sonrisa:
—Estuvo sumergida una vez, nunca se apartó de mí. Cuando mi padre
defendió las empresas supo proteger a su esposa e hijos, quiero ser como mi
padre, Dios me dará la fuerza para proteger a mi futura familia y acabar con
este problema —dijo Josef con mucha seguridad.
—Está bien hijo, aceptaré a Keidys solo porque veo que sabes lo que
quieres para tu futuro. Debes de tratarla bien de ahora en adelante, ¿me lo
prometes? —aceptó el señor Sandoval.
—Claro que sí abuelo, no dejaré que sufra más, tampoco le haré daño —
Josef se animó en gran manera al ver que su abuelo por fin aceptaba su
relación. Se dieron un abrazo.
—Todo te va a salir bien —dijo el señor entre una carcajada.
*
Keidys miraba por la ventana el paisaje urbano, las pequeñas vacaciones se
habían acabado y nuevamente enfrentaba su terrible realidad, su corazón
estaba entristecido en gran manera, las lágrimas amenazaban con salir a flote.
Por su mente paseaban los recuerdos vividos con Josef, fue en aquel
momento que se dio cuenta que había estado toda su juventud al lado de él, no
conocía lo que era amar a otro hombre, siempre fue Josef.
Se acostumbró a la idea de que Josef sería el hombre que vería todas sus
mañanas cuando abriera sus ojos, ya era el padre de su primer hijo, pero él no
estaría en su futuro. Por la ventana del auto podía ver las pantallas gigantes
donde se encontraba su rostro alegre posando con gran elegancia, de alguna
manera le hacía recordar a los primeros días que pasó en esta misma ciudad
cuando tenía diecisiete años, su objetivo era hacerle la vida imposible a Josef,
se sentía sola aquellos días, pero aquel joven no le importó sus insultos y la
amó, le enseñó que podía ser feliz, después, aquellos días grises se
convirtieron en los momentos más hermosos que recordaba hasta el momento.
Ahora no sabía lo que haría con su vida, sería raro para ella tener que
mudarse, comenzar de cero, todo por lo que había luchado en esos años se
esfumaron con un simple acto. ¿Sería capaz de decirle a su hijo que su padre
murió cuando en realidad no era así?, tal vez en algún momento remoto en su
vida podría encontrarse con Josef ¿qué le podría decir?, si la ve con su hijo ¿él
sería capaz de darse cuenta que es el padre del pequeño?
—Keidys —llamó Santiago cuando habían llegado a la casa. Ella salió de
todos sus pensamientos.
Bajó del auto, se dio cuenta que alrededor de la casa había muchos carros,
podía reconocer algunos, seguramente sus amigos habían llegado para
despedirse de ella.
—Espero que no hayan desordenado la casa —masculló Santiago mientras
sacaba las maletas.
—Te ayudo —dijo Alejandra tomando una maleta.
—Voy a entrar, tengo el estómago revuelto —informó Keidys.
Subió unos pequeños escalones que había en la entrada y al intentar abrir la
puerta se dio cuenta que no tenía seguro:
—Estos tipos, qué descuidados son —gruñó mientras hacía un gesto de
desagrado, entró a la casa—, les he dicho que no dejen la puerta sin segu- —
quedó pasmada al ver toda la sala decorada.
No sabía cómo reaccionar al ver a todos reunidos, aunque se enfocó en el
letrero, su boca quedó abierta al ver a Josef frente a ella con los ojos llorosos.
Alejandra y Santiago entraron a la casa con las maletas.
—Mierda, ¿qué es todo esto? —soltó Santiago.
—Keidys… Sé que no te he valorado, pero no tienes ni idea de todo lo que
he sufrido en estos días. No me di cuenta de lo que estaba perdiendo y el gran
sufrimiento que has recibido por mi culpa, perdón, he sido un idiota, pero,
aunque sepa que no te merezco yo… no sabría vivir si no estás a mi lado. Me
enteré que estás embarazada y que te irás lejos, el enterarme de eso… Yo no
sería capaz de vivir si no los tengo junto a mí —Josef empezó a llorar—, por
favor, no te vayas. Mi mayor deseo en el mundo es conocer a mi hijo, te
prometo que haré todo lo posible por hacerlos felices, te lo juro —Josef se
acercó a Keidys, aunque ella en un impulso dio dos pasos atrás.
—Josef yo… Lo siento —dijo Keidys.
—¡No, amor, por favor, perdóname, no te apartes de mí! —se arrodilló
frente a la joven, Keidys tapó su boca con sus manos por lo impactada que
estaba.
Los allí presentes hacían completo silencio expectantes por lo que haría
Keidys.
—Josef, levántate —pidió Keidys.
—Amor, por favor, perdóname, yo estoy muy arrepentido, no soportaría
tenerte lejos —suplicó Josef mientras dejaba correr sus lágrimas.
Entonces fue cuando decidió arriesgarse, era ahora o nunca, sacó del
bolsillo de su pantalón una cajita negra que al abrirla dejaba ver un anillo que
presumía su enorme diamante. Se escucharon unos gritos de emoción de los
allí presentes.
—Keidys, por favor, cásate conmigo. Estoy decidido a pasar el resto de mi
vida a tu lado, prometo hacerte feliz, al igual como a mi hijo, nunca dejaré que
te hagan daño, los protegeré y no los dejaré solos, estaré ahí, en las buenas y
en las malas. Quiero envejecer a tu lado, no importa cuántos años pasen,
siempre te amaré de la misma manera en como lo hago ahora —a Keidys se le
salieron las lágrimas mientras su mirada penetraba la de Josef—. Por favor,
olvidemos el pasado y comencemos una nueva vida juntos, por favor.
Hubo completo silencio en la sala, Josef tenía tanto miedo en aquel
momento, sus manos empezaban a temblar, no dejaba de llorar, Keidys parecía
estar decidida a no perdonarlo, pero no quería darse por vencido, era el amor
de su vida.
De repente, sintió unos brazos que rodearon su cuello, era Keidys quien se
había abalanzado a abrazarlo, la muchacha se había ido en llanto.
—Claro que sí… —dijo Keidys en un hilo de voz.
Josef abrazó con fuerza a su amada, los gritos de emoción retumbaron en
las paredes. La tensión se marchó del lugar y las sonrisas estaban en los
rostros de las personas.
Josef le puso el anillo de compromiso a Keidys y después le dio un beso,
volvió a abrazarla, parecía que el tiempo fue eterno cuando esperó la respuesta
de la joven, era bastante terca, por lo mismo no volvería a cometer el mismo
error, Keidys le demostró que lo amaba mucho al perdonarlo, eso no lo hace
cualquiera.
Se levantaron y las personas se acercaban a felicitarlos, Keidys reparó con
más detalle el lugar, Josef estaba a su lado con su mano aferrada a la de ella:
—¡Qué hermoso! —dijo Keidys frente al oso gigante.
*
Gera se sentó en el patio, en esos momentos se sentía tan miserable,
cuando ves lo feliz que es una persona y lo comparas con tu desgracia de
cierta forma comienza la envidia a invadir tu cuerpo, como si quisieras ser ella
por un minuto, tener la dicha de ser igual de feliz.
Se sirvió una copa de vino y empezó a beber.
—¿Me das un poco? —preguntó Santiago sentándose a su lado.
—No, es mío —Gera apretó la botella de vino en su pecho mientras
tomaba de la copa.
—Odio las fiestas como estas, ahora empezarán a preguntarme cuándo me
voy a casar, soy el típico tipo de treinta años que nunca le han visto una novia
y lo creen gay —dijo Santiago dejando salir un suspiro.
—¿No eres gay?, yo creía que sí —Gera soltó una carcajada.
—Claro que no… —refutó Santiago, le arrebató la botella y después se
sirvió una copa de vino.
—Bueno… Aquí somos los únicos solteros, pero yo te gano en la
desgracia, mi ex está aquí y es la cosa más horrible que puede pasarle a una
persona —explicó Gera con una sonrisa bastante forzada en sus labios.
—Es verdad, me alegra ver que hay una persona peor que yo —Santiago
soltó una pequeña risita.
—Ya recuerdo por qué es que me caes tan mal —Gera se levantó y se
adentró a la casa.
—Mejor me emborracho esta noche —masculló Santiago.

Y cuando cae la noche


—Ah… Está muy hermoso… —decían las chicas mientras observaban el


anillo de compromiso de Keidys.
—A mí nunca me van a dar un detalle así, qué envidia Keidys… —soltó
Alejandra mientras le daba un abrazo a la joven.
—Oye, nosotras te tenemos que ayudar a escoger el vestido de bodas —
dijo Claudia.
—¡Keidys se va a casar! —gritó Gera y las demás la siguieron.
—¡Amiga, qué emocionante…! —soltó Alejandra.
—Oye, Claudia, pero tú también te vas a casar ¿no? —dijo Keidys.
—Ah… Sí, pero solo es un plan, no tengo anillo aún, lo estamos planeando
todavía —explicó.
—¡Dios…! ¡Tengo una idea, AH…! —gritó Keidys e hizo que algunos de
los invitados voltearan a ver.
—Cuando las mujeres empiezan a hablar entre ellas —masculló Santiago
sentado en una mesa junto a los demás hombres.
—Parecen cotorras —se burló el señor Sandoval.
Todas quedaron en silencio, hasta la señora Gonzales y Tatiana que
acababan de llegar hasta donde estaban las chicas.
—¿Hacer una sola boda? —inquirió Claudia pasmada.
—Sí, nos casamos juntas ¡¿no sería genial?! ¡Las dos entrando con los
vestidos blancos, Mateo y Josef esperándonos al final de la iglesia! —Keidys
dio pequeños brincos de la emoción.
—¡Eso sería tan genial, sí…! —gritó Claudia y las demás soltaron gritos.
Mateo y Josef no dejaban de observar al grupo de mujeres que estaban
cerca de la piscina.
—¿Qué están planeando? —inquirió Mateo.
—No lo sé, pero algo me dice que es una de sus locuras —dijo Josef
mientras tomaba un poco de coctel.
—Oye, ¿ya le compraste el anillo a Claudia? —preguntó Tomás al lado de
Mateo, este empezó a ahogarse con la bebida que tenía en su boca.
—Alguien está en problemas —se burló Santiago llegando a la mesa, se
sentó frente a Mateo—. Ahora que Claudia vio el semejante detalle que le dio
Josef a Keidys, esa manera tan cursi de pedirle matrimonio… Claudia se va a
sentir mal al ver que ella también se va a casar y nunca le dieron un anillo o le
hicieron la propuesta de una manera especial, como esta.
Mateo quedó pensante mientras sus ojos estaban clavados en las copas
sobre la mesa vestida con el mantel blanco.
—Yo te puedo ayudar a organizar algo para Claudia, es cierto, ella, aunque
no lo demuestre se va a sentir un tanto afligida, no es justo, se merece algo
lindo ¿no crees? —dijo Josef.
—Es cierto, no había caído en cuenta sobre ese error, ya saben, soy muy
lento con estas cosas —Mateo desordenó un poco su cabello con su mano
derecha mientras soltaba pequeñas carcajadas.
—En el balcón de tu casa hay una hermosa vista de la ciudad en la noche,
además que es bastante grande, podemos preparar una cena romántica con
velas allí, decorar las barandas con luces y también unas rosas rojas en el
centro de la mesa, ah… y la canción favorita de Claudia cuando ella haga la
entrada —dijo Santiago. Todos quedaron sorprendidos.
—Wow… Eso sería perfecto —vociferó Mateo.
—Oye… Eres muy bueno para estas cosas —Tomás le dio dos palmadas a
la espalda de Santiago.
—Eso es lo bueno de tener un amigo gay —dijo Gabriel tomando una copa
de coctel al lado de Santiago.
—No soy gay —contradijo Santiago bastante serio.
—¿En serio? —inquirió Tomás sorprendido— yo juraba que sí…
—¿Por qué todos me preguntan lo mismo? —se quejó Santiago, los
hombres allí presentes se empezaron a mirar unos a otros.
—Es que siempre estás trabajando en la empresa junto con muchas
modelos, todos estos años que he trabajado contigo… Siempre creí que eras
gay, ellas dicen que eres su mejor amiga —explicó Gabriel.
—¿Quién te dijo eso? —inquirió Santiago con su orgullo herido.
—Ah… Una vez escuché a Marisol hablando con las modelos mientras
estaban en la sesión de fotos —respondió Gabriel viendo que había cometido
un gran error. Reparó a sus amigos que le hacían señas para que dejara de
hablar.
Keidys, Alejandra, Claudia, Gera, la señora Gonzales, Tatiana y Sofía
estaban sentadas en dos mesas pegadas llena de mucha comida hablando sobre
la boda compartida.
—Como debemos organizarla antes de que se les note más la barriga creo
que sería bueno algo sencillo, podría ser frente a la playa —recomendó la
señora Gonzales.
—¡Me encanta la idea! —gritó al unísono Keidys y Claudia, después se
miraron y soltaron una carcajada.
—Siempre quise una boda frente a la playa, la cabaña, allí sería perfecto,
nosotros siempre íbamos de vacaciones, tenemos buenos recuerdos allí, ¿no
crees? —Keidys miró a Claudia quien aceptó con un movimiento de cabeza.
—Oh… Que los vestidos tengan encaje, y que las damas de honor tengan
un vestido azul claro —agregó Gera emocionada.
—¡Sí! —gritó Alejandra—, los novios pueden estar vestidos de blanco.
—Esa idea me gusta, que Josef y Mateo estén con traje blanco —aceptó
Keidys.
—Ustedes sí que saben sus gustos —soltó Sofía entre una pequeña
carcajada.
—Tantos años siendo amigas, hemos hablado sobre nuestras bodas muchas
veces —explicó Claudia.
—Lástima que ustedes no vayan a casarse, sería tan lindo casarnos las
cuatro —dijo Keidys mirando a Gera y Alejandra.
—Déjame como la dama de honor, ese puesto me gusta —refutó Gera,
después terminó de tomar el vino que estaba en su copa.
—Como está la cosa con Gabriel no creo que tengamos una boda pronto —
Alejandra empezó a comer la carne que había en su plato.
Santiago se fue hasta el cuarto de huéspedes con una botella de vino, ya
tenía el alcohol en la cabeza, no quería que nadie notara lo mal que se sentía
después de la conversación con sus amigos:
—Yo gay. Claro… —se tiró en la cama y después llevó la botella a su boca
y empezó a beberla.
*
Tomás llegó a la mesa donde estaban las mujeres planeando la boda, en ese
momento empezó a sonar una música romántica:
—Keidys, deberías bailar esa canción con tu futuro esposo —le dijo a la
joven mientras se sentaba a su lado. En ese momento llegó Josef y la hizo
levantar de la mesa.
Después las parejas de cada mujer llegaron para sacarlas a bailar. Así que
Gera quedó sola en la mesa con la incomodidad de saber que en una esquina
estaba Tomás, no quería arruinarse la noche por él, así que empezó a tomarse
varias copas de vino.
—Podemos ser amigos, como antes, ¿no crees? —dijo Tomás de la nada
impresionando a la muchacha, volteó a mirarlo.
—Si quieres que seamos amigos sería bueno que no me dañes la noche con
tus conversaciones absurdas, llevemos la fiesta en paz hasta que nuestros
amigos se casen —Gera se levantó de la mesa.
—Gera, por favor, espera —Tomás se levantó y la agarró de un brazo—.
Por favor, sé que lo nuestro acabó, pero somos un grupo, tú lo has dicho,
nuestros amigos se van a casar, vamos a estar viéndonos prácticamente todos
los días, fuimos grandes amigos, no dejemos que una relación que no funcionó
dañe los lazos que hemos creado, eso te haría mucho daño, por favor, hagamos
la paz, hazlo por ti, no por mí, para que así puedas ser feliz, sé que ahora no lo
eres, te conozco —Gera lo observó fijamente y sus ojos empezaron a llenarse
de lágrimas—. Te pedí perdón esa mañana, sé que eres orgullosa y muy
rencorosa, por eso antes de ser novios me prometiste que si no funcionaba ese
noviazgo seguiríamos siendo amigos. Cumple tu promesa, vuelve a ser mi
amiga.
—¿Es una orden?
—Claro que sí, debes cumplir tu palabra, somos amigos desde hace seis
años, no voy a perder a una buena amiga solo porque una relación amorosa no
funcionó. Me lo prometiste, desde el inicio sabíamos que no iba a funcionar,
fue lo mejor Gera, al parecer la vida lo que quiere es que solo tengamos una
amistad —Tomás llevó su mano hasta la de Gera y la entrelazó—. ¿Recuerdas
cuando corríamos por la playa y tú te subías a mi espalda y me hacías dar
vueltas hasta marearnos y caer en la arena? —los dos soltaron unas sonrisas—,
podemos volver a ser esas personas locas que siempre tenían una nueva
historia para contar. Como amigos, no dejemos que un trago amargo dañe esa
hermosa amistad que tenemos.
Era cierto, antes de comenzar aquel noviazgo juraron que no dejarían de
ser amigos, sin importar lo que la otra persona le hiciera. Gera tragó en seco,
hizo que Tomás soltara su mano:
—Déjame pensar mejor las cosas, después… seguimos hablando —Gera
miró a todos lados y acto seguido, tomó una botella de vino.
—¿A dónde vas? —inquirió Tomás.
—Eso no te importa, a tus amigos no les das explicaciones —respondió.
Tomás desplegó una sonrisa.
—Bien, solo no vayas a hacer una locura, —pidió el joven— emborráchate
en un cuarto.
—Bebo donde yo quiera —refutó Gera mientras se apartaba.
Al final terminó haciéndole caso a Tomás y entró a una habitación. Cerró
la puerta con seguro y se acostó en la cama, pero le pareció sentir a alguien a
su lado, así que prendió la luz de una lámpara que estaba en la mesita de
noche. Soltó un grito al ver a Santiago acostado a su lado.
—¿Qué haces aquí? —inquirió.
—Yo vine primero, así que eres tú quien se va a ir —respondió, se
escuchaba ya bastante ebrio.
—No te iba a echar, no es como que me preocupe que estés aquí —
contestó Gera abriendo la botella de vino.
—Que no soy gay… —se molestó el joven.
—Yo no te estoy llamando gay —Gera empezó a beber de la botella.
Santiago se sentó en la cama.
—Se me acabó la mía, dame un poco —pidió, le quitó la botella y empezó
a beberla.
—¿Debería ser amiga de Tomás? —preguntó la joven.
—¿Qué?
—Tomás me está pidiendo que seamos amigos. Antes de comenzar la
relación prometimos que si pasaba algo que nos hiriera separar no nos iba a
importar, no debíamos dejar que la amistad se dañara. Tomás y yo fuimos muy
amigos, tantos años juntos, después una relación que fue muy mala, nos
hicimos tanto daño y ahora… todo se acabó y él quiere que seamos amigos,
¿eso es justo?
—Pues yo… —Santiago trataba de encontrar las palabras indicadas—. Si
eres amiga de él y lo tratas como a uno más del grupo eso sería bueno, porque
mira —Santiago se acomodó en su puesto y Gera se sentó frente a él—, si tú…
lo tratas como a uno más vas a demostrarle que ya no te importa y eso estaría
bien… porque así asimilarás que ya no son nada, te ayudará a superarlo y así
también… no habrá problemas en tu grupo, dos de… tus… amigas se van a
casar, ahora más que nunca deben de estar unidos. Eso es lo que yo pienso —
Santiago volvió a tomar de la botella, después Gera bebió un trago.
—Hablas como una amiga, lo necesitaba, tienes razón, si lo trato normal…
Yo lo superé, le voy a demostrar que lo nuestro es pasado, pasado pisado —
Gera alzó la botella— ¡salud! —después bebió varios tragos bastante largos.
—Oye, con cuidado, tú no aguantas el alcohol, ¿verdad?
—No, eso me gusta, quiero emborracharme, que el alcohol suba a mi
cabeza. Estúpido Tomás, voy a olvidarlo esta noche, de aquí no pasa… —
abrazó a Santiago—, mi hermano me abraza cuando me siento mal.
—Apartaos, yo no soy tu hermano —la apartó con sus brazos.
Gera empezó a beber el vino como si fuera agua, Santiago se acostó en la
cama boca abajo y la joven lo quedó reparando por un corto tiempo.
—¿En serio no tienes novia o novio? —preguntó.
—No… y no soy homosexual —respondió con la voz bastante cansada.
—¿Desde cuándo no tienes sexo?
—Eso no te interesa —el joven se volteó quedando boca arriba.
—Estoy segura que no llevas una vida sexual activa, y a mí que me
encanta el sexo, ¿no te gustaría tener sexo con la chica que se supone que te
odia en la fiesta de compromiso de tu hermana? —Gera se sentó en el vientre
del joven quedando el cuerpo de Santiago entre sus piernas.
—Tú ya perdiste tus cabales, mejor me voy —intentó quitar a Gera de su
cuerpo, pero la chica vertió lo último del vino sobre el pecho de Santiago—. A
ti te dicen homosexual porque no tienes novia, a mí la despechada porque mi
novio me trató mal, ¿por qué no podríamos tener una aventura de una noche
culpando al alcohol? —empezó a desabotonar la camisa de Santiago.
—¿Estás loca?
—Nunca he dicho que sea normal —Gera desplegó una sonrisa y empezó a
quitarse el vestido rojo oscuro que traía puesto.
Santiago reparó hasta lo más mínimo de Gera y tragó en seco, los segundos
pasaron eternos, pronto sus manos empezaron a acariciar el cuerpo de la joven
y las manos de ella comenzaron a quitar la ropa del muchacho. Soltaron unas
pequeñas carcajadas y así fue como los dos cayeron en la trampa del alcohol.
*
—No debiste decirle eso, al pobre no le ha ido muy bien con las mujeres,
siempre que conoce a alguna sucede algo y él queda ilusionado —explicó
Keidys a Gabriel.
—No lo sabía —dijo el joven un poco avergonzado.
Estaban sentados alrededor de una mesa mientras veían a los invitados
bailar y comer alegremente.
—Tranquilo, Santiago ya se resignó a estar solo, lo más seguro es que se
fue a dormir, no es de los que hace locuras, así que no te preocupes —dijo
Keidys.
—Ah… sí, se llevó una botella de vino.
—Sí, él es de los que se encierra, se embriaga y se queda dormido,
pobrecito. No vuelvas a mencionar el tema —pidió Keidys.
—Pobre Santiago, debe estar pasándola muy mal ahora por mi culpa —
Gabriel dejó salir un suspiro.
*
Tomás entró a la casa para poder hablar por celular, subió a los dormitorios
para tener algo de silencio, después de hablar por unos largos minutos iba
saliendo cuando escuchó unos extraños sonidos que provenían del cuarto para
invitados. Se acercó y pegó sus oídos a la puerta, eran gemidos.
—¿Quiénes serán los atrevidos? —se preguntó Tomás mientras desplegaba
una sonrisa—, la están pasando bien… —se alejó de la puerta, después volvió
a mirar—, picarones.
*
Gera se despertó, no se acordaba cómo fue que se quedó dormida, solo
estaba ahí, por la luz que entraba por la ventana del cuarto ya debía ser de
mañana, rodó su mirada a un lado de la cama, había un hombre junto a ella y
era… “¿qué mierda?, ¿Santiago?, ¿el hermano de Keidys?” pensó Gera, sus
ojos se abrieron en gran manera. En ese momento a su mente llegó todo lo que
sucedió la noche anterior, se sentó rápidamente en la cama, no fue un sueño,
habían tenido sexo.
—Ay… No… —reparó el cuarto. Estaba en graves problemas, seguía en la
casa de Keidys, lo más seguro es que la vivienda estaba llena de gente, sus
amigos debían de estar allí y si se enteraban que ellos dos estuvieron juntos se
armaría un gran escándalo.
Salió de la cama y un fuerte dolor de cabeza comenzó a atormentarla, pero
aun así buscó su ropa para vestirse. Santiago estaba completamente dormido y
ella podía verlo desnudo “¿cómo es posible que me acostara con él?, ¿así de
bajo está mi nivel en hombres?, se nota que tengo depresión” pensó mientras
se vestía con sus interiores. Con su mirada buscaba su vestido, lo encontró en
la cama, pero Santiago dormía encima de él. “No quiero despertarlo” pensaba
mientras trataba de quitarle el vestido.
Fue imposible, él abrió sus ojos y los dos se quedaron mirando fijamente,
seguramente Santiago se estaba acordando de lo que sucedió la noche anterior.
—¿Me podrías dar mi vestido? —preguntó Gera casi en un susurro.
Santiago rodó sus ojos color miel por todo el cuarto, de un sopetón salió de
la cama y comenzó a cambiarse.
—¿Qué hora es? —le preguntó a Gera.
—Como las siete de la mañana —respondió la joven mientras comenzaba a
ponerse su vestido.
—¿Cómo es posible que se me haya olvidado? —se preguntaba Santiago
mientras terminaba de abotonarse la camisa, después se puso el pantalón y
comenzó a buscar sus zapatos. Iba a salir del cuarto cuando Gera lo detuvo.
—No nos pueden ver saliendo del mismo cuarto, van a sospechar —gritó
por lo bajo.
—Sal por la ventana —recomendó Santiago a punto de abrir la puerta.
—¿Estás loco?, está muy alto… —regañó Gera.
—Yo te espero abajo, tú saltas y yo te agarro, este cuarto está alejado,
nadie nos va a ver —explicó el muchacho.
—Tú eres capaz de dejarme estrellar con el piso —replicó Gera y el
muchacho arrugó su entrecejo.
—Claro que no, soy malvado, pero tampoco hasta allá —Santiago estaba
aguantando una carcajada.
El joven bajó las escaleras con rapidez y vio que era cierto, los amigos de
su hermana estaban conversando, hasta sus padres se encontraban bastante
calmados hablando con los allí presentes.
—Santiago, la reunión es en media hora, ¿qué haces aquí? —avisó su
padre.
—Lo siento, voy en camino —siguió de largo hasta la puerta que daba a la
calle.
Al estar afuera corrió con rapidez hasta llegar a la ventana donde Gera
estaba sentada con bastante miedo.
—Salta, no voy a dejar que te lastimes —le dijo mientras miraba a todos
lados—, rápido, antes que nos atrapen.
Gera apretó sus ojos fuertemente por un momento.
—Yo estoy loca —se dijo mientras dejaba caer su cuerpo, pero Santiago la
atrapó, después perdieron el equilibrio y cayeron al suelo mientras soltaban
carcajadas.

Los destinos que impone cupido


Tomás miró a todos sus amigos que estaban desayunado:


—Aquí falta un par —dijo de repente.
—¿Ah? —inquirió Mateo extrañado.
—Nada. Es imposible que hubieran sido ellos los de anoche —soltó Tomás
mientras volvía a ver la comida.
—Ay, no… —Keidys se levantó de la mesa y al dar dos pasos hacia atrás
se fue en vómito.
—Uish… —Alejandra tapo su boca.
—Ohs… Keidys —Claudia se levantó y se acercó a la joven—. Vamos al
baño, tranquila, te entiendo amiga —las dos salieron del comedor.
—Recuerdo esos días en los que estaba embarazada de Keidys —la señora
se levantó de la mesa para limpiar el vómito de la joven.
—Ya se me quitó el hambre —Gabriel apartó su mano del plato.
Josef estaba pasmado mirando a la nada, sus amigos lo observaron
fijamente.
—Debe estar asimilando que su futura esposa en verdad está embarazada
—dijo Mateo—. Yo me ponía igual los primeros días, después se me hizo
normal.
Josef parpadeó dos veces y se levantó de su puesto, salió del comedor en
busca de Keidys, la encontró en el patio tomando aire sentada en un sillón.
—¿Estás bien, amor? —se sentó al lado de ella.
—No me toques, me siento fastidiosa —gruñó Keidys. Josef quedó un
tanto confundido.
—Es el embarazo, es normal —explicó Claudia.
—¿Quieres algo? —preguntó Josef a Keidys un tanto preocupado.
*
—Hay veces que es el hombre el que pasa los síntomas del embarazo —
dijo Mateo al grupo.
—Ah… sí, una amiga mía se embarazó y era el esposo el que pasó los
síntomas, eso se veía muy raro —contó Gabriel.
Tomás se levantó de la mesa.
—Todo estuvo muy rico, pero debo irme —informó.
—Oye, ¿y lo que quedamos de hacer?, ¿me vas a ayudar siempre? —
preguntó Alejandra.
—Comenzamos mañana, ¿te parece?
—Bueno, entonces mañana —Alejandra desplegó una sonrisa.
Cuando ya todos había desayunado se fueron de la casa a sus respectivos
trabajos, aunque Mateo tenía planeado hacerle el detalle a Claudia esa noche,
la idea era que todo fuera una sorpresa. Así que dejó a Claudia a cargo del
restaurante mientras él iba a comprar las cosas que necesitaba y adelantar los
preparativos hasta que sus amigos llegaran para ayudarlo con lo demás.
—¡Llegué! —gritó Josef al entrar en la casa, se adentró a la cocina y
encontró varias bolsas llenas de verduras junto con otras cosas que esperaban
la hora en la cual se convertirían en comida—. Veo que tienes todo listo —
agregó al ver que Mateo estaba entrando a la cocina.
—¿Y Santiago? —preguntó Mateo.
—Ya viene en camino —respondió Josef.
Como era costumbre, todos los hombres del grupo llegaron a ayudar con el
detalle, aunque algunos eran un poco torpes, a veces terminaban haciendo
desorden o dañando las cosas, como Tomás, quien terminó peleando con el
cable de las luces porque estaba muy enredado.
—Hazlo tú, uy no… —se lo pasó a Gabriel.
—Tipo loco este… —masculló el joven empezando a desenredar el cable.
Gabriel dejó una cámara escondida filmando todo, había decidido capturar
cada momento especial de su grupo de amigos para así crear un buen vídeo y
mostrarlo dentro de cinco años a todos.
Esa tarde el cielo decidió darle uno de sus mejores atardeceres, uno
veraniego totalmente despejado con una mescla de hermosos colores
románticos que se podían apreciar desde allí. Así fue como Claudia llegó al
balcón y encontró a su amado de pie frente a aquel detalle, ella desplegó una
sonrisa mientras su piel comenzaba a erizarse, sus ojos recorrieron el espacio
decorado con mucha precisión, bajo sus pies había un camino hecho con
pétalos de rosas rojas que había seguido desde la puerta que daba a la calle y
para que el momento fuera más perfecto, su canción favorita sonaba de fondo.
Lentamente se acercó a la mesa.
—Amor… ¿qué es todo esto? —preguntó Claudia.
—Lo mejor de la vida es que te sorprende cuando menos lo esperas —
respondió Mateo. Se acercó y la abrazó, después la miró fijamente a los ojos
—. ¿Ya te he recordado lo mucho que te amo?
—Yo también, te amo mucho —dijo Claudia muy sonriente. En ese
momento Mateo se arrodilló, Claudia llevó sus manos a su boca por la
impresión.
—Quiero hacerlo como se debe —sacó de su bolsillo una cajita pequeña de
color rojo oscuro y la destapó dejando así al descubierto un precioso anillo—.
Amor, ¿quieres casarte conmigo?
A Claudia se le salieron las lágrimas por la gran alegría que estaba
viviendo en ese momento, hizo varios sí con su cabeza, Mateo colocó el anillo
en el dedo anular de la mano derecha de Claudia y después se puso de pie
rodeando con sus brazos a aquel cuerpo que tanto amaba.
—Gracias por compartir tu vida conmigo, no sabes cuan feliz estoy de
haberte conocido, darme cuenta que eres el amor de mi vida, te amo tanto,
pero tanto —Mateo le dio un beso a Claudia.
Aquel momento fue perfecto, los últimos rayos de luz se despedían de
aquellos amantes que sellaban su amor con un anillo, algo tan pequeño, pero
tan especial que con solo mirarlo hace recordar a aquella persona, que hay
alguien en este mundo que te piensa, y eso es simplemente hermoso.
*
“Y mientras corríamos por la arena blanca de la playa nuestras carcajadas
se escapan de nuestras gargantas. Me rodeó con sus fuertes brazos haciendo
que cayéramos al suelo, de esta manera me encarceló entre sus piernas y
nuestras miradas se penetraron en gran manera, me di cuenta que mi corazón
estaba palpitando muy fuerte — estoy locamente enamorado de ti, no sé qué es
lo que me has hecho, pero no puedo dejar de pensar en ti. Deseo pasar el resto
de mi vida a tu lado —me dijo y lo besé, fue la primera vez que un beso fue
tan apasionado, tan locamente lleno de adrenalina”. Alejandra terminó de
escribir en su computador y quedó observando por la ventana el hermoso
atardecer, decidió salir al balcón para apreciar el pálido cielo.
En aquellos momentos sentía su corazón lleno de aquellos sentimientos
adolescentes que la envolvían en tardes como aquellas.
—Como me gustaría volver a vivir algo así —masculló. Lentamente fue
inclinando su mirada, se había dado cuenta que, aunque tenía todo lo que
deseó a sus diecisiete, no era como se lo imaginaba, tenía a Gabriel, era
escritora, su grupo de amigos estaban a su lado haciendo locuras como
siempre. Pero faltaba algo, estaba incompleta, de alguna manera inimaginable
había ignorado algo que ahora poco a poco desequilibraba su vida por no
tenerlo, es como ese tornillo minúsculo que cuando hace falta, la máquina no
puede trabajar a la perfección y poco a poco deja de funcionar.
Josef había llegado a la casa de Keidys, la encontró durmiendo en su
habitación profundamente, él encendió la televisión y se acostó a su lado, al
parecer la joven pudo sentirlo llegar ya que se acomodó entre su regazo. Sus
masculinas manos empezaron a acariciar el cabello de su amada lentamente.
—Amor, ¿cómo te sientes? —le preguntó a susurro.
—Quiero un helado, un delicioso helado de vainilla —dijo Keidys con una
voz perezosa.
—Creo que hay un poco en la nevera, voy a traerlo —Keidys se apartó de
Josef y el joven buscó el helado, sirvió un poco en un vaso y lo llevó al cuarto.
Keidys se sentó en la cama y los dos empezaron a comerse el delicioso
postre.
—¿Recuerdas cuando hacíamos esto los viernes por la tarde en mi casa? —
preguntó Josef mientras le daba cucharadas de helado a la muchacha.
—Sí, me encantaba tanto esos días —respondió Keidys, quedó observando
fijamente el rostro del joven—. Qué bueno que sigas a mi lado como en ese
momento, tenía miedo de criar a nuestro hijo yo sola; me gusta más así, como
ahora, a tu lado, no quiero separarme de ti, Josef.
—No me voy a ir de tu lado, estaré aquí para ti y para nuestro hijo, siempre
—Josef desplegó una sonrisa, se acercó para así darle un beso en los labios a
Keidys—. Te amo —susurró.
*
Gera estaba sentada en su sillón en la oficina, en aquel momento recordó lo
sucedido con Santiago, dejó salir una risotada.
—¿Yo que estaba pensando? —se preguntó, por su mente pasaba los
detalles de la noche—. No lo hace mal… —Tocaron la puerta de la oficina,
ella volvió su rostro serio— adelante —informó.
*
Santiago estaba en medio de una reunión, veía como uno de sus empleados
hablaba sobre los nuevos diseños de verano, aunque, él solo sabía pensar en lo
que hizo la noche anterior, recordaba a Gera y como sus manos la acariciaban
lentamente, fueron momentos de placer explotados por todas partes. Le había
excitado en gran manera el que fuera con una persona prohibida, esa que nadie
se imaginaría que pudo tener una aventura con él.
Por la mente de Gera y Santiago nunca se cruzó que podría pasar algo así,
siempre fueron apáticos entre ellos, se fastidiaban, sus propios amigos les
decían que era mejor no hablarse, para así llevar la fiesta en paz. Ahora
cruzaron la línea que separa a los amigos de los enemigos, se convirtieron en
amantes enemigos y para terminar de empeorarlo todo, ella es la ex novia de
uno de sus amigos más cercanos.
*
Gabriel salía del trabajo junto con una joven delgada, estatura mediana,
cabello castaño oscuro y ojos color miel.
—…Me mandas las fotos, necesito editarlas y enviarlas antes de media
noche —terminó de decir la joven mientras caminaban por la calle. Tenía un
acento español que la delataba a primera vista.
—Bueno, ahora que llegue a la casa te las envío —respondió Gabriel.
—Perfecto —la joven desplegó una sonrisa al muchacho.
Ella fue a cruzar la carretera, en ese momento el joven observó que una
moto venía a toda velocidad y atropellaría a la muchacha:
—¡Marisol! —gritó con fuerza y corrió a salvarla. Los dos cayeron del otro
lado de la carretera dando vueltas por el suelo dos veces. Gabriel empezó a
reparar a la muchacha con bastante miedo— ¡¿estás bien?!
—Ah… Sí, tranquilo, estoy bien, muchas gracias —respondió Marisol.
Las personas los quedaron observando bastante sorprendidos “esa moto
casi la atropella” decían entre ellos.
—Debes de tener más cuidado cuando vayas a cruzar la carretera —
regañaba Gabriel mientras se levantaba del piso y ayudaba a la joven a
reincorporarse.
—Lo siento, estoy un poco cansada por el trabajo acumulado —explicó.
—Es cierto, mejor yo edito las fotos y tú duerme temprano —Gabriel
ordenaba con sus manos el flequillo que caía en la frente de la joven.
—Ah… no Gabriel, mañana tienes que viajar a primera hora. No puedes...
—Claro que puedo hacerlo, tú me has ayudado con las sesiones de fotos en
estos días cuando tengo que hacer otras cosas. Esto es lo más justo. Te das un
baño y duermes, pareces un panda con esas ojeras —le dio un beso en la frente
—. Se me hace tarde, tengo que irme —Gabriel volvió a cruzar la carretera.
Marisol lo quedó observando por un breve momento, él volvió su mirada
hasta donde estaba la chica del otro lado de la carretera, se despidió con un
movimiento de manos y después retomó su camino, al igual como Marisol.
Gabriel llegó al apartamento, entró al cuarto y encontró a Alejandra
comiendo una pizza mientras veía una película.
—¿No se supone que habíamos quedado en que limpiarías el apartamento
hoy? —preguntó Gabriel con un tono muy enfadado.
—Necesito terminar de escribir mi libro, así que no me dio tiempo —
explicó la joven sin quitar sus ojos de la pantalla del televisor.
—Sí… Se nota que estás muy ocupada —reprochó el joven.
—Se supone que hoy ibas a llegar temprano —dijo Alejandra.
—No pude, tengo muchas cosas que hacer y lo mío sí es importante —
Gabriel se quitó la camisa y entró al baño.
Alejandra apagó la televisión y se bajó de la cama, caminó hasta estar en el
marco de la puerta, se recostó a este mientras se cruzaba de brazos:
—¿Estás diciendo que mis libros no son importantes? —preguntó.
—¿Cuándo dije eso? —inquirió Gabriel frente a Alejandra.
—Lo acabas de hacer.
—Estás viendo televisión y comiendo pizza mientras todo el apartamento
apesta por el desorden, no estás escribiendo. Realmente eres una puerca
¿cómo puedes vivir así? —Gabriel puso las manos en la cintura—. Por lo
menos contrata a una empleada de servicio.
—Ay… Yo lo limpio mañana, eso no es importante. Siempre que llegas es
discutiendo —se fastidio la joven, caminó hasta la cama.
—¡Llego cansado del trabajo y quiero descansar, pero no puedo hacerlo,
porque el lugar donde vivo apesta! —repicó Gabriel enfadándose. Cerró la
puerta del baño y dejó salir un resoplido.
Alejandra se tiró en la cama y comenzó a comer la última rebanada de
pizza, volvió a encender el televisor sin darle importancia al enfado de su
novio. Después que Gabriel terminó de bañarse salió ya con un pijama puesto
y encontró a Alejandra profundamente dormida, el televisor había quedado
encendido, como siempre. Lo apagó y se dirigió al cuarto de estudio para
terminar los trabajos faltantes. Cuando quiso terminar sus pendientes el reloj
marcaba las cuatro y media de la madrugada, frotó sus ojos y tomó el último
trago de café que quedaba en el pocillo blanco.
Se dirigió a la cocina encontrándose con un terrible desorden, reparó el
pocillo que tenía en su mano izquierda.
—Ella no va a limpiar nada —dijo. Así fue como las dos horas que tenía
para descansar las gastó limpiando el apartamento.
*
Josef terminó de cambiarse y caminó hasta la cama donde estaba Keidys
recostada:
—¿Ya se te pasó el malestar? —le preguntó mientras la rodeaba con sus
brazos y Keidys comenzaba a acurrucarse en su pecho.
—Sí… Perdón, prepararon toda esa comida y yo no pude probar nada.
—Tranquila, después de haberte visto vomitar me di cuenta que esos
malestares son bien feos —Josef dejó salir una pequeña carcajada.
—No hablemos de eso ahora, tengo mucho sueño —Keidys dejó salir un
bostezo e hizo que Josef se acomodara en la cama para que así los dos
pudieran dormir abrazados—. Teníamos tiempo que no dormíamos así, me
encanta —la joven dejó salir una pequeña carcajada.
—De ahora en adelante todas las noches serán así, te lo prometo —dijo
Josef casi en un susurro.
Era de mañana, en la casa de Keidys se encontraba Santiago y Sofía (la
hermana de Josef):
—Santiago, pásame la salsa de tomate —pidió la joven cuando se
encontraban desayunando. La mesa estaba llena de comida.
—Eres buena para la cocina Sofía, ¿cuándo termines el colegio vas a
estudiarlo? —preguntó Santiago mientras revolvía una salsa en su plato para
después comerla.
—Sí, quiero estudiar gastronomía, el año pasado terminé un curso… —en
ese momento entró Josef al comedor.
—Buenos días —saludó mientras se sentaba frente a la mesa—.
¿Preparaste el desayuno? —inquirió mirando a su hermana.
—Sí, Santiago me ayudó —respondió—, debes alimentarte bien, no
puedes malpasarte.
—Sí, pero no hables eso frente a Keidys —pidió Josef.
—Ah… Cierto —Sofía volvió a mirar su plato lleno de comida.
—Les quedó muy delicioso, Santiago, ¿dónde aprendiste a cocinar? —dijo
Josef emocionado.
—Cuando tenía la edad de Sofía me gustaba cocinar con mi papá —
respondió Santiago.
—¿Con tu papá? —interrogó Sofía confundida.
—Sí… a él le fascina la cocina, a mi mamá también, pero ella es más de
postres. Keidys también sabe cocinar perfectamente, los fines de semana
cocinábamos unos banquetes enormes cuando nos pasábamos las vacaciones
con mi tía —contó Santiago.
—Ah… Sí, yo estuve una vez allí, esa señora no me dejaba de poner
comida en el plato, casi vomito —Josef soltó una carcajada.
—Cierto, esa vez Keidys te llevó con nosotros —Santiago dejó salir una
risotada y palmeó la mesa dos veces—. Tú de loco que le dijiste que comes
más que mi tío, esa gente es de estómago sin fondo, por eso te embutieron de
esa manera.
—No vuelvo a repetir una locura de esas, lo peor es que Keidys a la
mañana siguiente me hizo darle veinte vueltas a un largo camino que hay para
llegar a la ascienda para así quemar las calorías de ese banquete, no pude
caminar en todo el día. La pasé mal, muy mal —Josef inclinó la mirada
mientras hacía un puchero.
—En estos momentos es que me doy cuenta que estoy rodeada de gente
loca —soltó Sofía mientras contemplaba a su hermano.
—Buenos días —saludó Keidys entrando al comedor.
—¿Tu tía es gorda? —inquirió Sofía mirando a la joven.
—Eh… No —contestó Keidys— ¿Por qué la pregunta?
—No, nada —Sofía volvió a mirar su plato, después se levantó y entró a la
cocina, al volver traía consigo un plato.
—Santiago te preparó un caldo bastante nutritivo, está realmente delicioso,
te ayudará mucho —lo puso frente a Keidys.
—Vaya, muchas gracias —Keidys empezó a tomarse la sopa.
—¿Y ya has pensado en nombres? —inquirió Sofía.
—La verdad, no —respondió.
—Si es niño me gustaría que se llamara Luis Angel, como mi papá —pidió
Josef.
—Ah… Sí, es verdad, antes me habías dicho que ese sería el nombre de tu
primer hijo —Keidys desplegó una sonrisa—, si es un niño se llamará así.
*
Alejandra se despertó y notó que estaba sola en el departamento “no quise
despertarte, regreso la otra semana” leyó una nota que dejó Gabriel en una
mesita de noche.
—Este tipo ya me está aburriendo —se levantó de la cama y entró al baño,
en aquel momento sonó su celular, entró al cuarto y tomó el teléfono—. Hola
Tomás, ah… sí, ya me voy a bañar, llego en media hora, ay, claro que no… Yo
no demoro tanto arreglándome.
Ese día comenzaría su rutina de ejercicios para bajar de peso, Alejandra
estaba decidida a volver a aquel cuerpo de adolescente que una vez tuvo. Se
miró en el espejo cuando ya estaba cambiada con ropa deportiva.
—¿Debo de tomarme una foto para el antes y después? —se preguntó.
Al salir del cuarto encontró todo totalmente limpio, quedó pasmada,
Gabriel limpió antes de irse de viaje.
—No… puede ser, seguramente no durmió —masculló. Se sintió tan mal
consigo misma que todos sus adentros se revolvieron.
Al llegar al gimnasio encontró a Tomás haciendo barras, tenía puesta una
camisa que dejaba relucir sus fuertes brazos y dos chicas a lo lejos se lo
comían con la mirada. Alejandra se acercó a él muy sonriente:
—Amorcito… Ya estoy aquí, ¿me extrañaste mucho? —dijo con una voz
un tanto tierna.
—¿Qué mierda? ¿Por qué me hablas así? —inquirió el joven levantándose
de la máquina.
—¿Yo soy el amor de tu vida? —Alejandra puso sus manos en las mejillas
de Tomás.
—¿Qué comiste hoy? —Tomás dejó salir una risotada.
Las dos jóvenes que miraban al joven se alejaron.
—Ya se fueron las mojigatas —Alejandra volvió a su rostro serio y se
cruzó de brazos—. Por eso es que siempre estás metido aquí, solo para que te
vean tipas como esas.
—Estoy metido “aquí” porque es mi gimnasio, además, ¿qué haces
celándome?, ¿acaso somos algo?, sí que eres bien rara… Cela a tu marido, no
a mí —bufó el joven mientras caminaba por el gimnasio.
—Cambiando de tema, ¿cómo vamos a comenzar mi rutina?
—Primero debes calentar, ven, te tengo un hermoso regalo.
Llegaron a la parte de atrás del gimnasio donde había una piscina y una
cancha de futbol.
—Tienes que darle cinco vueltas a la cancha, pero antes debes de estirarte
—explicó Tomás.
—¿No lo vas a hacer conmigo? —inquirió Alejandra.
—Claro que no… Ya yo terminé mi rutina, llegaste muy tarde, mañana
debes madrugar —dijo Tomás.
Esa mañana Alejandra se arrepintió de haberle dicho a Tomás que la
ayudara a bajar de peso, el chico se metió mucho en el cuento y le hizo una
lista de las cosas que debía de cambiar en su alimentación. La pobre joven no
podía con sus piernas ese día, por más estiramiento que hizo, al terminar todo
su cuerpo quedó cansado “eso no es nada, no te quejes” dijo Tomás cuando
terminó la rutina.
—¿Cómo crees que es mi relación con Gabriel? —le preguntó a Tomás
mientras descansaba en una banca frente a la cancha de futbol.
—¿Estás teniendo problemas con él? —interrogó Tomás.
—Es que… Siento que nuestra relación no es buena, ya muy poco nos
vemos, él está ocupado con su trabajo, yo con mis libros, cuando llega
discutimos y él se va de viaje al día siguiente volviendo a la monotonía de
siempre —explicó Alejandra—. Tampoco es que yo sea buena novia, me he
dado cuenta que no lo soy.
—Entonces, debes de cambiar eso Alejandra, Gabriel es un excelente
hombre. Sé que eres complicada, pero si ves en dónde te estás equivocando y
lo cambias, las cosas pueden ser mejor —aconsejó Tomás.

Sin final

Tomás estaba llegando a la casa de Keidys, ese era el punto de encuentro


que las mujeres citaron para dar una noticia. Sabía que recibiría una buena
impresión, cuando pedían reunirse era para algo loco.
—Será una sola boda —informó Keidys emocionada de pie frente a sus
compañeros, estaban en el patio de la casa, todos hicieron completo silencio.
—Espera, ¿qué? —inquirió Mateo, rodó su mirada a Claudia que se
encontraba al lado de Keidys, ella se puso de pie y mordió su labio inferior de
la emoción.
—Decidimos hacer una sola boda, nos casaremos juntas —explicó
Claudia.
—¿Cuándo planearon eso? —preguntó Josef.
—El día de nuestro compromiso. Chicos, es una buena idea, nosotras
prepararemos todo, no se preocupen —dijo Keidys.
—Si planear una boda es difícil, ahora imagínense dos, pero en una sola —
chistó Tomás.
—Bueno, pero es lo que ellas quieren. Nosotras le ayudaremos con todo —
Alejandra se cruzó de brazos—, además —agregó—, ahorrará tiempo y en
parte dinero el hacerlo el mismo día.
—¿Dónde está Gabriel? —preguntó Mateo a Alejandra.
—Se fue de viaje, vuelve la otra semana —informó.
—Pero él debía de estar aquí, lo sabía —regañó el joven.
—Es por su trabajo —excusó Alejandra.
—Deja de defender a ese tipo. Nunca está, tanto que hablaba de Josef —
bufó Mateo.
Tomás rodó su mirada hasta donde se encontraba Gera sentada escuchando
la conversación. En aquel momento Santiago entró al patio de la casa.
—¡Buenos días familia! —saludó.
—¿Dónde te metiste? —interrogó Keidys.
—Tu asistente no deja de llamarme, la acabo de despedir —soltó una
pequeña carcajada.
—¿Qué hiciste qué? ¡Santiago!
—Agradece, ella no estaba haciendo bien su trabajo, le mintió a la prensa
diciendo que tú tuviste no sé qué estrés, te conseguiré una mejor asistente —
explicó el joven.
—No… Ash… —Keidys se cruzó de brazos.
—Es mentira, te lo creíste —volvió a soltar una carcajada.
—Ese Santiago es un loco —se burló Alejandra, rodó su mirada a Gera
que estaba sentada a su lado—. ¿No crees?
—Normal, no me agrada —bufó Gera.
—Ah… Cierto —Alejandra hizo un puchero.
Así fue como empezaron a hablar sobre los planes de la boda, la
conversación se veía que duraría bastante tiempo, trajeron una agenda para
anotar todo lo que necesitarían, hasta pusieron horarios para todos y a cada
uno le asignaron una tarea.
Las miradas de Santiago y Gera varias veces se cruzaban, sabían que no
podían seguir así, su grupo lo notaría. Debían hablar.
—Lo que pasó esa noche… —dijo Santiago cuando encontró a la joven
sola en la cocina.
—Olvídalo, quiero imaginar que nunca pasó —soltó Gera, empezó a
servirse un vaso de limonada.
—Sí… Es lo mejor, si los demás se enteran de lo que pasó… —aceptó
Santiago, se notaba aliviado, eso enojó un poco a Gera.
—Tienes razón, además, fue tan malo que lo mejor es no recordarlo —
desplegó una sonrisa y empezó a beber la limonada de su vaso.
Hubo un momento de silencio en la cocina.
—¿En serio?, vaya, menos mal que acertamos en una, no me gustó para
nada. Tus besos fueron horribles —Santiago dejó salir una pequeña carcajada.
Gera lo reparó de pies a cabeza y soltó un resoplido.
—¿Ah sí?, pensaba que era al contrario, se nota que eres bien novato,
además que estabas tan borracho que parecía que te quedabas dormido en
medio del acto —Gera se cruzó de brazos.
—Por favor, quien estaba así eras tú, eres una vaca muerta —Santiago
soltó una gran carcajada.
—Eso lo dices porque no sabes nada, creo que esa noche perdiste la
virginidad, sí… eso fue lo que pasó —Gera iba a salir de la cocina, se notaba
que Santiago estaba muy herido por las palabras de la joven—. Bueno, ya
podrás morir en tranquilidad.
Santiago le cerró el paso, algo que asustó a Gera.
—¿Qué sucede? —preguntó la joven.
Encerró la cintura de Gera con sus brazos y la arrinconó en la pared, acercó
sus labios al oído derecho de la joven:
—¿Estás segura de lo que dices? —susurró. Aquel acto erizó la piel de
Gera, después tragó en seco, pudo sentir la respiración de Santiago recorriendo
su cuello.
Sus narices se rozaron entre sí, al igual como sus labios, sin saber cómo
pasó comenzaron a besarse de una manera bastante apasionada. A Gera le
estorbaba el vaso que tenía en su mano, trató de encontrar el mesón y ponerlo
sobre él, fue un poco torpe al hacerlo, pero de alguna manera pudo deshacerse
del vaso. Así fue como sus manos ya libres comenzaron a acariciarse creando
una explosión de adrenalina en sus cuerpos. Aquel beso se desplazó para sus
cuellos. A Gera se le escapó un jadeo, trató de hacer silencio, si alguien los
encontraba allí estarían en un gran problema.
Sus cuerpos estaban muy pegados, Santiago comenzó a meter una de sus
manos debajo del vestido de Gera. Estaban bastante excitados. Pero todo se
arruinó cuando se escuchó el sonido de un vaso romperse. Reaccionaron y
rodaron su mirada a donde yacían los pedazos del vidrio roto y el charco de
limonada.
Tomás escaba cerca de la cocina, al escuchar el fuerte sonido decidió entrar
para ver la situación. Encontró a Gera con la respiración agitada y Santiago
bastante tenso frente a la chica.
—¿Qué está sucediendo? —interrogó Tomás con voz seria.
A la cocina entró Mateo y Josef, miraron a Tomás quien se veía un tanto
malhumorado con su mirada fija en Santiago.
—¿Qué sucede? —preguntó Josef.
—¿Quién fue el que partió el vaso? —inquirió Tomás.
—Fue mi culpa —respondió Gera mientras trataba de calmar su
respiración.
—¿Qué te sucede?, estás roja —dijo Mateo.
—No es nada —Gera no sabía cómo salir de esa situación, pasó su mirada
por Santiago que parecía vivir la misma situación.
—Estaban discutiendo —Josef se cruzó de brazos—. Bueno, ¿pero es que
ustedes no saben llevar la fiesta en paz?
—Santiago, ya tienes treinta años, no eres un niño, déjala en paz —regañó
Tomás.
—Yo no le hice nada —soltó Santiago, clavó su mirada en los jóvenes—.
¡¿Por qué siempre me culpan a mí?! —Josef y Tomás se asustaron por la
reacción del joven.
—Lo siento, fue mi culpa —dijo Gera, se agachó para empezar a recoger
los vidrios rotos.
—No, no, no, te vas a cortar, yo lo hago —Mateo se acercó y comenzó a
recoger los vidrios.
Santiago salió de la cocina, Josef y Tomás lo siguieron.
—¡Oye! —gritó Josef tratando de alcanzarlo.
—Santiago, no te enojes, es que ustedes no saben hacer otra cosa que no
sea discutir, eso aburre —Tomás se interpuso en su camino para así detenerlo.
—Mira cómo estás de rojo, ¿fue fuerte la discusión? —interrogó Josef.
—Solo fue una bobada, no quiero hablar de eso —Santiago quería salir de
ese momento incómodo, no era capaz de mirar a los ojos a Tomás.
*
—¿Pero por qué se odian tanto?, ¿qué fue lo que te hizo Santiago? —
preguntó Keidys frente a Gera.
“Mierda, ¿qué les digo?” pensó Gera tragando en seco, todas sus amigas
tenían la mirada fija en ella.
—Es que… —trató de hablar, por primera vez comparó a su grupo con los
cuervos, ni parpadeaban esperando la respuesta “Gera piensa en algo” decía la
chica en su mente—. Bueno, lo voy a decir, es que… Cuando conocí a
Santiago él me había gustado mucho, pero nunca me prestó atención y no sé
por qué quedé tan herida que después no lo pude soportar, cada vez que él dice
algo hace que yo me enoje —Gera habló bastante rápido y las chicas quedaron
con las bocas abiertas.
Josef y Tomás estaban detrás de la joven y quedaron pasmados al escuchar
aquella confesión.
—¿En serio? ¿Te gustaba Santiago? —Keidys no lo podía creer.
—Sí… Pero eso ya es pasado, fue hace años, antes de conocerte a ti, ni
sabía que eran hermanos —Gera dejó salir una risita nerviosa.
—Es cierto eso que del amor al odio solo hay un paso —Claudia dejó salir
un pequeño suspiro mientras se recostaba al espaldar del sillón.
—¿Y ya no te gusta nada? —interrogó Alejandra.
—Ay, claro que no… —Gera hizo un gesto de fastidio— No sé ni qué le vi
en ese tiempo.
—Santiago no es feo, es alto, tiene buen porte, es amable, cariñoso, está
soltero y sabe cocinar. Pero eso no es todo, lo mejor es que heredó todo un
imperio, así que es un buen partido —explicó Claudia.
Josef y Tomás decidieron apartarse para no interrumpir la conversación de
mujeres.
Gera quería que alguien interrumpiera esa conversación, se sentía tan
incómoda. ¿Será que sus amigas descubrirían su secreto?
—Oye, pero Gera fue novia de Tomás, sería raro que comenzara una
relación con Santiago —opinó Alejandra.
—Prefiero mil veces a que esté con Santiago que con Tomás. Santiago sí la
sabría valorar, tendría una muy buena vida con él, hasta harían bonita pareja
—replicó Claudia.
—¡A mí no me gusta ninguno de los dos! —se exasperó Gera, al procesar
su reacción trató de calmarse, miró a sus amigas que observaban un poco
asustadas—. Chicas… No voy a estar con ninguno de los dos, Tomás ya es
pasado, quiero que no me recuerden más la relación que tuve con él, quiero
superarlo y Santiago… Mi relación con él no es buena, siempre discutimos, sé
que es un poco molesto para ustedes eso, así que trataré de controlarme para
que no vuelva a suceder lo de hoy —rodó su mirada a Keidys—. No le tengo
rabia a tu hermano, solo que no somos compatibles.
—Lo entiendo –dijo Keidys.
—Así que no mencionemos ninguno de los dos temas, por favor, me
incomodan mucho —pidió Gera. Hablaba muy sincera, el recordar a Santiago
y Tomás hacía que su interior se revolviera.
*
Tomás y Josef estaban sentados en la sala:
—¿Qué tienes? —preguntó Josef a su amigo.
—¿En serio a Gera le gustó Santiago? —rodó la mirada hasta observar
fijamente a Josef.
—Eso fue lo que dijo —respondió el joven.
—Qué historia tan rara, ¿crees que ellos dos pueden llegar a tener algo?
—¿Eh? —Josef se extrañó por la pregunta.
—No… Ira… No… Santiago no se metería con ella —Tomás se acomodó
en su puesto.
—Lo dudo mucho, él sabe bien que ustedes fueron novios, no sería capaz
—explicó Josef.
—Sí… Es cierto, además… —Tomás quedó pensante.
—Tomás ¿qué es lo que estás insinuando? —Josef lo miró fijamente—
¿Crees que ellos tienen algo?
—Es que… Santiago parecía estar quitándose algo de los labios cuando
entré —confesó Tomás.
—Ellos estaban discutiendo, ¿no viste sus caras?, algo pasó entre ellos,
pero no fue nada bueno, Santiago estaba muy herido por algo que dijo Gera.
Además, tú la escuchaste, acabó de decir que le gustó Santiago antes de
conocernos, pero él no le prestó atención, así que eso le hizo odiarlo —explicó
Josef y Tomás dejó salir un suspiro.
—Tienes razón, esas ideas raras que yo tengo —soltó una carcajada.
—Sí… Además, sé que Gera no es para nada el tipo de mujer que le gustan
a Santiago, ellos no compaginan en lo absoluto.
*
Santiago estaba recostado en su carro y a su lado se encontraba Mateo.
—Debes de calmarte, no será bueno que ahora que vendrán tantos
preparativos ustedes estén todo el tiempo discutiendo. Ella pudo haberse
hecho daño con ese vaso, eso es peligroso, Santiago —aconsejaba Mateo.
—Lo sé, esto no volverá a pasar —aceptó Santiago.
—Sí... Además, es una mujer, mira todo el problema que se formó cuando
Keidys y Josef discutieron de esa manera. Tú explotaste ese día, ahora imagina
a Gabriel que tiene el temperamento seis veces más fuerte que el tuyo, te has
salvado que nunca lo has visto discutir, ese tipo pierde la cabeza de una
manera impresionante. Si solo fue esa vez que hubo el malentendido entre ella
y Josef el año pasado y casi le parte el tabique al pobre tipo —a Mateo se le
erizó la piel con solo recordarlo.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Santiago.
—Ah… es cierto, para ese tiempo tú no vivías aquí —cayó en cuenta
Mateo.
—Sí, estaba viviendo en Francia.
—Bueno, te voy a contar, pero esto nunca lo menciones cuando estés con
ellos. El problema fue bastante grande, hubo hasta sangre —dijo Mateo,
Santiago se impresionó.
—Bueno, cuenta —Santiago quedó bastante interesado.
—Para el cumpleaños de Tomás todos nos habíamos reunidos para
celebrarlo, todo estaba bastante bien, pero Josef se había pasado de copas al
igual como los demás. Gera y Tomás fueron los que no bebieron, no me
preguntes por qué, solo sé que Gera si a lo mucho tomó dos copas. En fin, ella
decidió irse a dormir cuando eran las tres de la mañana, Josef cometió el error
de entrar al mismo cuarto donde Gera se fue a dormir, como él estaba ebrio no
se dio cuenta que a su lado estaba ella dormida, para rematar, Josef se quitó la
camisa y el pantalón; Gera por alguna razón se despertó y lo vio dormido a su
lado, ella se impresionó y nosotros escuchamos un grito, Gabriel fue el
primero en entrar a ver qué era lo que sucedía. Ellos dos fueron los únicos que
decidieron irse a dormir y Josef no llevaba mucho tiempo que se había ido de
la fiesta, así que Gabriel se imaginó lo peor. Entró y al ver a Gera en el piso y
Josef casi desnudo podrás imaginarte cómo reaccionó.
—Espera, ¿por qué Gera estaba en el piso? —preguntó Santiago.
—Ah… Ella después contó que no pudo ver bien el rostro de Josef porque
las luces estaban apagadas, y como en la fiesta no solo estábamos nosotros,
sino personas que ella no conocía, se asustó, así que intentó irse del cuarto y
perdió el equilibrio al bajar, cayó al piso y se hizo un horrible moretón en el
rostro. Gabriel encendió la luz y al ver a su hermana con ese golpe en el
rostro…
—Me imagino, pensó lo peor —masculló Santiago.
—Lo peor es que Josef se despertó cuando encendieron la luz. Dijo
después que él no supo cuándo Gera apareció en el cuarto, que la vio fue
tendida en el piso y que Gabriel se le abalanzó dándole golpes, no pudo
reaccionar, solo se vio con Gabriel encima. Nosotros entramos al escuchar los
gritos de Gera, se formó la de Troya en ese cuarto, tratábamos de apartar a
Gabriel, pero ese era otra persona. Josef llegó a desmayarse, estábamos
asustados, quedó con el rostro lleno de sangre.
—Dios mío —soltó Santiago—. ¿Y qué hizo cuando se enteró que fue un
malentendido?
—Gera tuvo que explicar a detalle lo que en verdad sucedió para que hasta
Keidys viera que Josef era inocente de aquella situación. Gabriel estaba
asustado y obviamente le pidió disculpas a Josef por lo sucedido, estaba ebrio
ese día y es tan celoso con su hermana, son gemelos, es de esperarse. No le
hizo nada a Tomás porque ella le dijo que no interfiriera, de lo contrario te
imaginarás lo que habría hecho —terminó de contar Mateo.
—Uy… Tan tranquilo que se ve —soltó Santiago.
—Ha cambiado, después de ese día le aconsejamos que se controlara, Josef
tuvo que ir a la clínica, estaba inconsciente y nos asustamos bastante. Tomás
lo amenazó, le dijo que si a Josef le sucedía algo que se atuviera a las
consecuencias. Pero no… todo se pudo resolver, menos mal, y hasta fue bueno
que eso sucediera porque nosotros peleábamos mucho. Dios… por cualquier
cosa nos íbamos a golpes, bueno, a veces lo hacemos, pero no como antes —
Mateo dejó salir una carcajada.
—Hace poco golpearon a Josef, pobre tipo, me parece que es el que más
golpean —dijo Santiago.
—No… El que sale más golpeado es Tomás, después Josef y por último
Gabriel, yo soy el más pacífico.
—¿Gabriel?
—Sí, a él también lo hemos golpeado. Una vez le di una paliza porque hizo
llorar a Alejandra, uy… solo me acuerdo y me da rabia. Ese día era su
cumpleaños y discutió con ella, la pobre estaba destrozada, llegó al restaurante
llorando, nos contó lo que sucedió y me fui a la sesión de fotos donde él
estaba, recuerdo que era Keidys la modelo y estaba con otra chica, Keidys
como que sospechó lo que pasaría y comenzó a pedir ayuda —Mateo soltó una
pequeña carcajada—. Pero le pude dar la paliza que se merecía. Después
estaba como un buen idiota pidiéndole perdón a Alejandra. Lo peor es que ella
lo aceptó. ¿Te digo algo?, nunca me ha gustado esa relación.
—¿Por qué?
—Gabriel es buena persona y todo, pero no sé, me parece que él no sabe
valorar a mi prima.
—Hace poco Alejandra me contó que ella no es feliz con esa relación, no
se siente segura y hasta sospecha que él tiene a otra —dijo Santiago—.
Deberías de hablar con ella, con lo que me dices no creo que sea bueno que
esa relación funcione, Alejandra cuando estábamos en la cabaña hasta se puso
a llorar, se veía muy triste.
—Sí… Esa relación no es buena para ella —masculló Mateo.
*
Eran las cinco y media de la mañana cuando Alejandra se despertó por el
sonido del despertador, el dolor de las piernas la estaba matando, pero si no
iba a hacer la rutina Tomás vendría a sacarla del departamento.
Llegó al gimnasio.
—El día que vayas a usar el vestido en la boda me lo vas a agradecer —
dijo Tomás mientras ayudaba a Alejandra a estirarse—. ¿Has comido pizza en
estos días?
—¿Cómo voy a comer si siempre me estás vigilando? —inquirió
Alejandra.
—Tú me dijiste que lo hiciera antes de comenzar con los entrenamientos,
más adelante me lo agradecerás. Bueno, ahora debemos de darle las diez
vueltas a la cancha —se levantó del piso y estiró su mano para que Alejandra
se reincorporara.
Tomás se veía tan tranquilo trotando, lo contrario a Alejandra que cada vez
que daba las vueltas sentía que moriría. Se detuvo por un momento.
—¡Vamos Alejandra! —gritó Tomás y la llevó arrastrada del brazo.
—Imposible, no puedo más… —jadeó Alejandra.
—Claro que puedes, vamos —siguió trotando mientras la tenía agarrada de
la mano.
Si no fuera porque Tomás estaba a su lado insistiendo que terminara la
rutina como debía de ser, Alejandra no haría nada, solía ser de ánimos, así que
ir todos los días a ejercitarse volvía tediosas sus mañanas.
—No lo sé… Siento que esto no está funcionando Tomás, cuando llego a
la casa solo quiero dormir todo el día y tengo que darle final al libro, pero
como estoy cansada mi cerebro no funciona —decía Alejandra mientras se
servía uno pocillo de té verde, ya se encontraba en su casa—. Lo que me
provoca ahora es una gaseosa.
—No puedes tomar gaseosa —regañó Tomás detrás de ella—. Debes
esperar a que se cumpla el mes, tu cuerpo se va a acostumbrar y verás que te
va a gustar. Lo que estás es estresada por tus problemas, eres muy negativa.
—¿Será? —Alejandra se volteó para verlo a los ojos.
—¿Quieres montar bicicleta conmigo hoy? —preguntó desplegando una
sonrisa.
—Tengo años que no hago eso.
—Conseguiste novio y me dejaste tirado. Qué mala eres conmigo —le
quitó el té de las manos y comenzó a beberlo.
Así fue como esa tarde se fueron a un extremo de la ciudad, había una
larga carretera que era utilizada por los ciclistas para hacer sus rutas, al final
podían encontrar una enorme vista de la ciudad con hermosos atardeceres.
Cuando Tomás y Alejandra eran adolescentes solían llegar mucho allí, era en
esa época en que ella le seguía todos sus pasos y Tomás desde siempre fue
muy activo, así que Alejandra no sabía lo que era engordar, al contrario, su
físico era muy resistente.
El subir las colinas en bicicleta le hizo remontar a aquellas épocas,
Alejandra se dio cuenta lo mucho que cambió, en realidad todas esas
actividades le gustaban muchísimo, fue lo que la inspiró a crear todos esos
libros que la llevaron a la fama.
Veía en la carretera los rayos de sol que creaban sombras de las hojas de
los árboles y el agua de río hacer sonido por las piedras. Tomás iba a su lado
contándole chistes bastante malos que la hacían soltar risas, pero de lo malo
que era para eso.
Llegaron a su lugar favorito, la cima de la montaña, desde allí el panorama
se dividía en tres, una parte era el bosque, otra, la desembocadura del río con
el mar y por último, la ciudad. Se sentaron en una roca que los dejaba ver con
claridad aquella vista.
—No tomes fotos, estoy toda sudada —pidió Alejandra esquivando el
abrazo de Tomás—. ¡Basta! —soltó una carcajada cuando Tomás empezó a
hacerle cosquillas. Cayeron de espalda en la roca.
—El cielo está bastante despejado hoy —notó Tomas.
—¿Te acuerdas del día que el freno de mi bicicleta no funcionó? —
preguntó Alejandra.
—Claro, ese día casi mueres —respondió Tomás.
—Tú también, casi te golpeas con esa roca por tratar de ayudarme. Ese día
se parece mucho a este, el cielo era igual de despejado.
—Recuerdo que lloraste como una buena boba ese día –Tomás soltó una
gran carcajada.
—Estaba asustada, tu rostro sangraba y mi bicicleta se fue al vacío —dijo
Alejandra.
—Yo también me asusté mucho cuando te vi ir en dirección a ese peñasco.
Se me eriza la piel de solo acordarme —rodó sus ojos para mirar fijamente a la
joven.
—Y lo peor es que a la semana siguiente decidimos volver, qué
masoquismo —Alejandra soltó una gran carcajada.
—Eran buenos esos tiempos. Solo existían las clases en el colegio, fiestas
con nuestros amigos y tardes juntos donde solo estábamos tú y yo, me
gustaban mucho esos días —Tomás observó fijamente a Alejandra.
—Sí, pero no todo es para siempre —expresó la joven.

Corazón frío

Mateo había llegado al apartamento de Alejandra para poder hablar con


ella, sabía que no sería tan fácil explicarle su punto de vista, por naturaleza
propia era muy sentimental y lo más seguro es que llorara, no estaba seguro de
poder soportar ver correr las lágrimas por sus mejillas.
Para su sorpresa, la encontró limpiando, algo que era raro en ella.
—Es que no debo dejar que el apartamento se vuelva a desordenar —dijo
Alejandra terminando de secar el mesón de la cocina.
—¿Gabriel ya va a volver? —preguntó Mateo recostado al mesón.
—Sí… Mañana, seguramente en la tarde, odia encontrar todo sucio —
respondió la joven lavándose las manos en el lavaplatos—. Pero dime, ¿a qué
se debe esta visita inesperada?, deberías estar atendiendo el restaurante ¿no?
—Ah… Sí, pero estaba cerca de aquí y quise venir a ver cómo estabas,
como tenía varios días sin verte el rostro…
—Es que tengo que terminar el último libro de la saga, así que no tengo
tiempo para salir, lo siento —los dos salieron de la cocina.
Mateo recordó lo que había hablado con Keidys antes de llegar allí:
—Alejandra no está bien con esa relación, la he visto muy deprimida en
estos días, lo mejor es que hables con ella y le aconsejes que piense mejor las
cosas, que se decida una vez en su vida. Alejandra a mí nunca me hace caso,
en cambio, si quien le habla es su primo las cosas serán diferentes —dijo
Keidys.
Mateo se sentó en un mueble frente a Alejandra:
—¿Y cómo va tu relación con Gabriel? —preguntó.
—Bueno… No es la mejor, ya sabes, él viaja mucho y… creo que eso ha
afectado mucho nuestra relación —explicó Alejandra—, no es nada de lo que
yo creí que podía vivir con él. Pero… aún así lo amo.
—Ay, Alejandra, si las cosas siguen así… ¿No crees que deberías tomar
una decisión?, no puedes seguir con una relación tan inestable como esta, solo
mírate, estás tan triste, ya no eres la misma.
Hubo un momento de silencio en la sala, el corazón de Alejandra comenzó
a latir con gran fuerza, Mateo tragó en seco, se levantó y camino hasta poder
sentarse al lado de su prima, uno de sus brazos comenzó a acariciar la espalda
de la muchacha.
—Necesito decirte esto porque eres mi prima y te quiero mucho, no me
gusta verte tan triste, no mereces esta vida que estás llevando —explicó el
joven. Alejandra clavó su mirada en sus manos que jugaban entre sí.
—Mateo, lo que me pides no es fácil, todos estos años lo que siempre
quise fue estar al lado de Gabriel.
—¿Y lo estás?, porque yo solo te veo encerrada en un apartamento
completamente sola mientras él se va de viaje sin importar el dejarte aquí triste
por mucho tiempo, eso es muy egoísta de su parte.
Alejandra levantó la mirada y observó fijamente a su primo, para Mateo
fue algo bastante desagradable el notar los ojos de aquella muchacha llenos de
lágrimas. La abrazó, fue la primera vez que pudo sentir el mismo dolor en el
pecho que recorría por el cuerpo de su prima.
—Ay, Alejandra, lo siento mucho, no me gusta verte así, por eso debes
tomar una decisión ¿no crees?, necesitas mejorar tu vida, no puedes seguir así
—aconsejó.
Cuando Mateo se fue y Alejandra quedó en completa soledad se dio cuenta
de la verdad que había en las palabras de su primo, sola, aunque con una
mentira de relación que la volvía todos los días más miserable. Entró a su
cuarto y se sentó en la cama, frente a ella había un cuadro con una foto donde
estaban ellos dos abrazados con unas enormes sonrisas. Se tiró de espalda a la
cama y el silencio era su única acompañante en esa tarde.
Su celular sonó, al contestar la llamada se dio cuenta que era Tomás:
—¿Qué haces? —preguntó Tomás.
—Nada, estoy en el cuarto aburrida ¿por qué? —contestó Alejandra.
—Voy a ir a manejar bicicleta, ¿quieres ir?
—No tengo ánimos de salir de mi cuarto.
—Anda, vamos, no seas aguafiestas —insistió Tomás.
—Está bien… —Alejandra no sabía el por qué aceptó, no quería ir, para
nada.
El poder manejar le hizo despejar la mente, fue muy gratificante el salir a
pedalear hasta el cansancio. Poder ver el sol descender lentamente por el
horizonte.
—¿Qué tienes? —interrogó Tomás al verla muy triste, tanto, que parecía
que quería llorar.
—Es que… ¿Te parece que tengo la vida desorganizada? —estaban
sentados en una banca frente a un enorme mirador de la ciudad y gran parte de
la playa.
—Si hablamos de tu vida sentimental… Esa relación por lo que sé no es
muy buena para ti y te hace ver más miserable que cuando estabas soltera —
contestó Tomás con mucha sinceridad.
—Sí que eres sincero —balbuceó Alejandra. Después hubo un momento de
silencio donde la brisa fría del atardecer jugueteaba con el cabello de la joven
—. Creo que lo mejor es acabar esta relación, no me hace bien, para nada —de
pronto, sus lágrimas emergieron con un fuerte llanto que asustó a Tomás.
—Oye… —le iba a decir que se calmara, pero se dio cuenta que necesitaba
desahogarse—. Mira el lado bueno, volverás a estar sola y podremos salir a
muchos paseos, serás mi compañía solterona ahora —Tomás soltó una
pequeña carcajada, hizo reposar sus brazos encima del espaldar de la banca,
Alejandra se acercó más a Tomás y recostó su cabeza en el ancho pecho del
joven, este acto le dio bastante lástima, se dio cuenta que Alejandra se sentía
muy mal… —Ay, Alejandra —la abrazó—, a veces la vida no nos da lo que
queremos, aunque no queramos hacerle daño a alguien y nos enfrascamos
tanto en eso que terminamos haciéndole daño. Seguramente Gabriel nunca
quiso hacer que te sintieras miserable, que estuvieras triste, pero a veces
nuestras intenciones no se reflejan como queremos. Solo mira mi caso, yo
nunca quise que Gera sufriera, pero pasó; creo que en estas cosas uno no es el
que decide, es la vida y como nosotros somos humanos… Nos equivocamos,
de la peor manera —Tomás comenzó a sumergir sus dedos de las manos en el
cabello de Alejandra—. Gabriel te quiere, solo que este no es el mejor
momento para que ustedes estén juntos.
Cuando Alejandra se calmó quedó observando los últimos rayos de sol:
—No sé quién es el que se está equivocando en todo esto, si soy yo o es
que la vida no quiere que yo sea feliz… —dijo casi a susurro.
Tomás se levantó de la banca y caminó hasta poder tocar la baranda del
mirador, soltó un fuerte grito.
—Cuando me siento así me encanta gritar, recuerdo que esto me lo enseñó
una chica loca con la que venía seguido aquí cuando tenía diecisiete años —
volteó a ver a Alejandra quien había desplegado una sonrisa al escuchar esas
palabras. La joven se levantó y caminó hasta quedar al lado de Tomás.
Alejandra soltó un fuerte grito, con ello una gran descarga de energía salió
de su cuerpo, el descanso se empezaba a apoderar de su cuerpo. Dejó salir una
pequeña carcajada, volteó a ver a Tomás, después los dos comenzaron a gritar
al enorme paisaje que tenían frente a ellos.
En aquel momento Alejandra entendió algo, si su relación con Gabriel
terminaba no debía de enfrascarse en eso, sería lo mejor para ella; debía de
estar sola y arreglar su vida sentimental para así poder en un futuro tener una
relación estable, saludable. Comprendió que era tan inestable con sus
sentimientos y debía de corregir esa parte de su vida.
*
—Va ser muy difícil para Alejandra, no creo que sea saludable para ella
dejar su relación de tantos años ahora, está terminando el libro más importante
de su carrera, sus fans lo están esperando desde hace meses —dijo Claudia a
todo el grupo.
—Tomás está con ella, la va a aconsejar —explicó Mateo.
—Esos dos andan muy juntitos en estos días, ¿es que acaso tienen algo? —
preguntó Santiago.
—Claro que no… La está ayudando a bajar de peso —contestó Josef.
—Todo esto es culpa de Gabriel, tantas cosas que tuvieron que pasar para
que ahora que viven juntos dañe una relación de esa manera, pobre Alejandra,
es verdad lo que dice ella, eso es que tiene un amante. Mi pobre amiga —dijo
Keidys bastante enojada, se cruzó de brazos y se recostó al sillón.
—¿Creen que Gabriel sería capaz de serle infiel? —inquirió Claudia
rodando su mirada por la sala, todos estaban en su casa bastante preocupados
por lo que se avecinaba.
—Él anda muy juntito con Marisol, una tipa que trabaja con él, hasta viaja
con ella y todo, es obvio que tienen su cuento. Yo antes no dije esto porque no
quería hacerle daño a Alejandra, es mi amiga y la quiero, pero es que esa
Marisol se le nota que bota la baba por mi hermano —soltó Gera, todos
quedaron pasmados con su confesión.
—Ah… Verdad, una vez me habías contado algo así —Claudia parpadeó
dos veces mientras ataba los cabos en su mente.
—¿En serio? —Mateo empezó a enfadarse— Este tipo… ¡Qué rabia!,
¿cómo es posible que sea capaz de engañar a mi prima?
—Oye, cálmate —pidió Josef—, solo es una hipótesis, eso no quiere decir
sea cierto.
—¡Ay, Josef, por favor, si Gera lo dice es porque es cierto! —regañó
Keidys quien se encontraba bastante enojada con aquella situación.
—Amor, pero tal vez sea un malentendido, Tomás y Alejandra andan muy
juntitos en estos días y parece que son algo cuando no es así, solo son muy
amigos. Sabes que Gabriel es muy cariñoso con sus amigos, contigo parecía
que fueran novios ¿o no los llegaron a confundir muchas veces porque creían
que eran pareja? —explicó Josef.
—¡Pero este caso es diferente!, es una tipa que trabaja con él y mira que
Alejandra sospecha, ella no es de esas que se hacen películas en la mente,
conozco a mi amiga, sé que si lo dice es porque es algo serio. Además, yo he
visto el cambio en Gabriel, ya no es el mismo, siempre está viajando y deja a
mi pobre amiga sola y cuando estábamos en la playa ella hasta lloraba. Ash…
Solo de acordarme me da rabia, en ese tiempo no le dije nada a Gabriel porque
tenía ese problema contigo, pero esta vez me va a escuchar, me va a escuchar
—Keidys soltó un pequeño grito de rabia—. Ash… Qué molesto… Este tipo
lo voy a matar cuando lo vea —la mirada de Keidys se veía bastante asesina.
—Yo te ayudo amiga —dijo Gera.
—Qué problema… —masculló Josef, miró a Santiago, este subió los
hombros, ellos se entendían, estaban en un grave aprieto.
*
Gabriel estaba saliendo del aeropuerto cuando se encontró con Marisol:
—Vaya, así que me viniste a recoger —Gabriel desplegó una sonrisa
mientras le daba un abrazo.
—¿Cómo te fue? —preguntó la joven.
—Bueno… Bien, estoy bastante cansado ahora, quiero llegar a mi casa y
dormir todo el día, pero tengo que entregar las fotos, lo bueno de todo esto es
que soy amigo del jefe. Llegaré a la casa de Keidys, sé que lo encontraré allí y
dormiré un poco allá, mato a dos pájaros de un solo tiro. ¿Me llevas? —decía
Gabriel mientras caminaban al parqueadero.
—Claro —respondió Marisol.
—Ah… Por eso es que te quiero tanto —Gabriel rodeó la cintura de la
muchacha con un brazo—. Te agradarán mis amigos, son algo alocados y a
veces sus conversaciones son un poco locas, pero me gustan, con ellos siempre
tendrás algo nuevo qué contar. Tal vez te acepten en el grupo.
—He oído hablar mucho de ese grupo en la agencia, dicen que está
conformado de gente muy importante, mira que Keidys González está allí y su
novio es un reconocido empresario, su mejor amiga es la escritora más
importante del país, estás tú y tu hermana, también Tomás, el tipo más
deseado, tengo una amiga modelo que está obsesionada con él, habló todo un
mes del día que pudo bailar con Tomás en una fiesta, me estaba volviendo loca
—decía Marisol mientras sostenía una sonrisa tierna en su rostro.
—Puedes sentirte afortunada ahora, irás a la casa de Keidys, estarás con
todos ellos.
—Solo he podido tomarle fotos a Keidys una vez, nunca he hablado con
ella —Marisol se emocionó.
*
Tomás llegó a la casa de Keidys en la mañana, había escuchado todo el
chisme por Sofía y como Josef ahora vivía con ella hablaría con los dos.
—Le es infiel, es eso —dijo Keidys muy seria.
—¿Qué?, ¿infiel? —Tomás quedó pasmado con aquellas palabras.
—Amor… No digas cosas que no sabes —pidió Josef.
—¡Cállate! ¡Sé de lo que estoy hablando! —Keidys le dio un jalón de
orejas a Josef.
—¡Keidys! —Santiago bajó las escaleras del segundo piso corriendo, tenía
el celular en una mano—, Gabriel me acabó de llamar, viene para acá y con la
tal Marisol.
—¡¿Qué?! ¡¿Va a meter a esa tipa a mi casa?! —Keidys puso sus manos en
su cintura.
—¿Así se llama la tipa con quien le es infiel a mi amiga?! —Tomás se
cruzó de brazos.
—Tomás, no se sabe si es cierto —dijo Josef.
—Alejandra me dijo que había visto fotos de ellos dos en su computador,
¿eso no te parece sospechoso?, Gera también lo dijo —recalcó Santiago a
Josef quien no sabía ni qué pensar.
—¡Bueno ya, vamos a conocerla y así vemos si es cierto lo que dicen de
ellos! —Josef desordenó su cabello del estrés que estaba teniendo.
—Llama a los demás, deben de estar aquí para cuando vengan, veremos
qué tanto es esa tal Marisol. Meterse con el hombre de mi amiga… —la
mirada de Keidys se volvió asesina.
—Amor, me das miedo —dijo Josef.
—Estoy que mato y como del muerto —masculló Keidys.
Claudia, Mateo y Gera llegaron de volada al enterarse que Gabriel llegaría
a la casa con Marisol, todos se sentaron en el patio, ese era su lugar favorito
para las reuniones. Santiago trajo algo de limonada, la mañana comenzaba
calurosa y el humor en aquel sitio no parecía ser muy bueno, así que algo
refrescante ayudaría para el momento.
—Traer a la mojigata de turno a mi casa… Qué insulto, cuando la vea la
voy a poner en su sitio para que aprenda a respetar lo ajeno… —dijo Keidys.
—Amor, no vayas a hacer una locura, debes de pensar en el bebé —pidió
Josef a su lado.
—Cállate, el bebé también quiere venganza —Keidys era una mujer celosa
y como no le gustaba que se metieran con lo suyo el saber que alguien estaba
dañando la paz de su grupo de amigos le hacía hervir la sangre.
—Bueno, tratemos de disimular un poco, no debemos dejar que sospechen
que nosotros sabemos sobre todo esto, así que Keidys, debes de calmarte —
pidió Mateo.
—Está bien, lo sé, es que solo de pensar que esa tal Marisol vendrá a mi
casa… ¿Por qué debe de traerla? —Keidys se cruzó de brazos.
—Así es mejor, la conocemos y vemos qué tan cierto es eso de que Gabriel
le es infiel a Alejandra —explicó Tomás.
—Deberíamos de echarle sal a la limonada, para que la Marisol se
atragante con el delicioso refresco —dijo Gera emocionada.
—¡Buena idea! —soltó Keidys.
Pasada media hora se escuchó el timbre. Santiago fue el que abrió la
puerta.
—Oh… Tú eres la nueva de la empresa —dijo sorprendido.
—Ah… Sí, soy Marisol —respondió la muchacha un tanto confundida por
la reacción de su jefe.
—Pasa, pasa, estamos en el patio —pidió Santiago, estaba emocionado por
lo que pasaría a continuación.
—¿Cómo que están todos en el patio? —preguntó Gabriel. Sabía que algo
estaba sucediendo.
—Ah… Es por la boda, estamos planeado todo —mintió Santiago, era
bastante bueno para fingir.
—Ah… ¡Sí! —Gabriel desplegó una sonrisa, miró a Marisol—, es que va a
ver una boda, se van a casar, Keidys y Claudia.
—Vaya, qué emocionante, dos bodas —decía Marisol mientras caminaba
con Gabriel rumbo al patio—, ¡Wow!, qué casa tan hermosa.
Santiago iba detrás de ellos, hizo un gesto de desagrado y remedó a
Marisol. Cuando llegaron al patio todos quedaron en completo silencio, al
parecer Marisol no era como ellos creían que iba a ser. Una gran risotada se
escuchó de la nada.
—¡Es una tabla! —comenzó a burlarse Keidys, Claudia también no dejaba
de carcajear, no eran las únicas, Mateo y Tomás parecían morirse de la risa.
Josef trataba de no reírse, pero lo contagiaban.
—¿De qué se ríen? —preguntó Gabriel confundido. Marisol de alguna
forma sintió que se burlaban de ella, comenzó a incomodarse de estar en aquel
lugar.
Santiago caminó con una risa mezclada, tomó asiento y empezó a beber un
poco de limonada.
—Es que estamos echando chistes, vengan, siéntense, ¿quieren un poco de
limonada? —dijo Santiago.
Gabriel y Marisol se sentaron frente a la larga mesa donde había varios
bocadillos preparados adornando de tal manera que todo se veía tan agradable.
“Cielos, esta gente se nota que tiene mucho dinero” pensó Marisol.
—Así que tú eres Marisol —dijo Keidys forzando a que una sonrisa saliera
de sus labios. Santiago le pasó un vaso de limonada a Marisol quien lo recibió
con una enorme sonrisa.
—Sí… Antes ya nos habíamos visto, te tomé varias fotos —contestó la
joven.
—Hasta ahora sé que existías —soltó Keidys, tomó un bocadillo de un
plato y le dio un mordisco mientras tenía sus ojos clavados en la joven
reparando hasta lo más mínimo de ella “tiene cara de no matar ni una hormiga,
pero es una víbora, maldita zorra” pensaba Keidys.
—¿Qué edad tienes? —preguntó Tomás.
—Veintitrés, bueno, en un mes cumpliré los veinticuatro —respondió la
joven, como todo el interrogatorio se centraba en ella sintió que su garganta se
secaba como nunca, tomó un trago de su vaso de limonada, estuvo a punto de
escupirlo, sabía horrible, en vez de azúcar tenía sal. ¿Qué estaba pasando?
Gabriel le pareció observar que algo andaba mal, Marisol no se veía nada
cómoda en aquel lugar. Rodó la mirada por sus amigos, Tomás estaba de lo
más normal bebiendo limonada, Mateo, y Josef también lo hacían, Claudia
comía pastelillos al lado de Gera y Keidys, estaban tan normales que eso no
cuadraba con la personalidad de ellos. Rodó su mirada a Santiago que se
servía un vaso de limonada.
—Qué calor… —dijo Santiago, empezó a beber su limonada.
—Entonces están planeando hacer las dos bodas en una sola —dijo
Gabriel. Miró a Marisol quien estaba bastante silenciosa—. ¿Qué sucede?
—Ah… Nada —respondió la muchacha desplegando una sonrisa.
—¿No te gusta la limonada? —preguntó Claudia a la chica.
—Ah… Sí, está deliciosa —Marisol decidió darle un trago a la limonada,
pero era tan desagradable aquel sabor.
—No parece gustarte, pero me imagino que estás asustada —se burló
Tomás.
—Oye —regañó Gabriel, fulminó a Tomás en una mirada.
—¿Qué?, es la verdad, tu amiga parece no estar cómoda en este lugar, ¿no
es así Marisol? —la joven y Tomás se miraron fijamente, la manera en la que
habló el muchacho fue bastante seca y engreída. Gabriel empezaba a enojarse
con sus amigos, ¿por qué actuaban de esa manera?
—Ella es tímida, es eso, así que sean amables con Marisol —pidió Gabriel
—, recién llegó a la ciudad, le dije que le presentaría a unos amigos, les hablé
tan bien de ustedes, no me dejen mal.
Gera, Claudia y Keidys soltaron unas grandes carcajadas.
—¿Qué? —preguntó Gabriel.
—Nada, solo que te vez tan serio, relájate, seremos muy amables con tu
amiguita —respondió Keidys.
Al rato Santiago y Gabriel salieron del patio para hablar de trabajo, así que
Marisol se quedó con el grupo, el momento se volvió bastante incómodo.
—Ahora sí Marisol, vamos a hablar —dijo Keidys bastante seria. Las
sospechas de Marisol eran ciertas, no le agradaba para nada a aquellas
personas.
—¿Sí? —preguntó.
—No te hagas la idiota, ya sabemos todo, así que deja de fingir —Gera
cruzó las piernas y enarcó una ceja.
—No sé de lo que me están hablando —explicó Marisol.
—Quien te ve se las cree, con esa cara de niña tonta, pensaba que serías
más bonita, pero eres una tabla, ¿cómo es posible que Gabriel se metiera con
algo como tú?, se nota que sus gustos se han ido por el piso —dijo Keidys y
barrió a Marisol con una mirada nada amistosa.
—Bueno… No tengo el cuerpo que tienes tú, eres una modelo, yo solo soy
la chica que está detrás del lente tomándote las fotos —a Marisol se le creó un
nudo en la garganta.
—Ya, dinos, no hagamos esto tan largo, ¿es cierto que estás enredada con
Gabriel? —preguntó Josef.
—¿Qué?, claro que no —respondió Marisol un poco asustada.
—Es obvio que lo va a negar, no es tan idiota —se burló Gera, clavó su
mirada en Marisol—. Acéptalo, te gusta mi hermano desde que eras una niña,
harías cualquier cosa para estar con él, se te nota en la cara. Qué ingenua eres,
¿crees que no lo descubriría?
—Gera… —trató de explicar Marisol.
—Para ti soy Geraldine —regañó.
—Geraldine… No negaré que eso es cierto, pero yo a tu hermano lo
respeto mucho, además… Alejandra es una buena persona, nunca me
entrometería en su relación. Ella ha sido muy buena conmigo —explicó
Marisol.
—¿Conoces a Alejandra? —preguntó Claudia.
—Claro… Ella muchas veces fue a visitar a Gabriel cuando volvió a vivir
al lado de mi casa. Gabriel y yo hemos sido amigos desde la infancia, es mi
mejor amigo. Soy amiga de Alejandra desde hace años, nunca dañaría su
relación —los ojos de Marisol se llenaron de lágrimas—, no sería tan mala
persona.
—Ay, por favor, si fuera así Alejandra no sospecharía de ti, eres la culpable
de que ellos ahora vayan a dejarse. Tu palabrerío no va a funcionar —replicó
Keidys.
—¿Qué? ¿Por qué se van a separar? —inquirió Marisol preocupada.
—¿Es que eres lenta?, por tu culpa ellos se van a separar —respondió
Mateo.
—¡Pero yo no he hecho nada, en serio, yo no tengo nada con Gabriel, él
nunca le ha sido infiel a ella y mucho menos conmigo! —insistió Marisol.
Todos comenzaron a mirarse los rostros, Josef se notaba que le creía, pero
Keidys le decía con la mirada que no lo hiciera, mas él insistía que sí.
En aquel momento Alejandra entró al patio.
—¡Alejandra! —gritaron ellos sorprendidos.
—¿Qué sucede? —inquirió la joven inocente de la situación. Rodó su
mirada al rostro nuevo en el grupo— ¡Marisol!, tenía días que no te veía.
—Hola… —saludó la muchacha.
—¿Qué te sucede? ¿Por qué parece que quieres llorar? —se sentó a su lado
— Qué pecado… —rodó su mirada bastante seria a sus amigos— ¿qué le
hicieron?
Tuvieron que contarle todo a Alejandra.
—¡¿Qué?! —gritó Alejandra enojada— Marisol no sería capaz de hacer
algo así, pobrecita —rodó su mirada a la joven—. Esto es un malentendido
Marisol, mis amigos son unos tontos.
Claudia soltó una carcajada sacada desde sus adentros y después todo el
grupo lo hizo.
—¡Qué vergüenza! —gritó Claudia, le dio dos palmadas al hombro de
Mateo.
—Lo siento Marisol, te confundimos con otra mujer —se disculpó Mateo.
—¿De qué están hablando? —inquirió la joven inocente de lo que sucedía.
—Encontré unas fotos en el computador de Gabriel, es una modelo que
supuestamente es una amiga, pero esa “amiguita” me hace desconfiar mucho
—explicó Alejandra.
—¿Cómo es su físico? —preguntó Marisol.
—Es, cierto, tú siempre estás con Gabriel, seguramente sabes más sobre su
relación —Alejandra se animó—, es morena, alta, su cabello es engajado.
—Ah… Vanessa, no creo que ellos estén en una relación o algo por el
estilo —explicó Marisol.
—Según tú, ¿por qué? —cuestionó Keidys.
—Ella prefiere a las mujeres —respondió Marisol.

Paso en falso

Todos hicieron completo silencio.


—Qué mierda —soltó Gera, dejó salir una risotada—, tanto escándalo para
esto.
—Bueno, hagamos esto, le pedimos una disculpa a Marisol y que Gabriel
no se entere. Nunca más nos va a hablar si sabe sobre esto —recomendó
Keidys mientras se ruborizaba por la vergüenza.
—Me gusta esa idea —aceptó Tomás. Miró a Marisol— Sorry, fue un
malentendido.
—Bueno Marisol, nunca me has agradado, esa es la verdad, pero ya que
esta vez metí la pata hasta el fondo… Lo siento —dijo Gera.
—También pido una disculpa, te tratamos mal. No somos buenos para
estas cosas, esa la verdad —Claudia soltó una pequeña carcajada.
—Yo fui la que te echó sal en la limonada, lo siento mucho, estaba muy
enojada —Keidys tragó en seco.
—Ojalá no te vaya a dar diarrea —dijo Tomás.
—Si no llego matan a la pobre Marisol —soltó Alejandra.
Todos dejaron salir una gran carcajada, Marisol se sentía mejor al ver que
solo fue un malentendido, después hablaban con naturalidad y no se sentía
incómoda.
—Toma, es mejor que tomes con azúcar y no con sal —Keidys le pasó un
vaso de limonada. Tenía cargo de conciencia.
—Gracias —Marisol bebió un trago, sí, estaba dulce.
—No has comido nada que contenga leche o algo así ¿no?, podría hacerte
daño por la limonada —preguntó Claudia a Marisol.
—¿Qué? —Marisol en aquel momento se acordó que mientras esperaba a
Gabriel en el aeropuerto se compró un helado. Eran personas que no conocía,
no les iba a decir la verdad, qué pena— no, claro que no.
—Menos mal, tu estómago sufriría si fuera lo contrario —Tomás soltó una
carcajada.
“No puede ser, ¿qué hago ahora?” pensó Marisol mientras miraba el vaso
de limonada.
—Alejandra ¿y qué le vas a decir a Gabriel? ¿Terminarás con él? —
preguntaba Keidys.
—Voy a hablar con él hoy —contestó la joven.
Marisol se levantó de su puesto “debo de irme, correré peligro si sigo aquí”
pensaba Marisol.
—¿Sucede algo? —preguntó Alejandra.
—Ah… Es que debo volver al trabajo —explicó la joven.
—Pero estás ahora con tus jefes, no tendrás problema —dijo Keidys
desplegando una sonrisa.
—Sí, pero debo hacer una sesión de fotos a las once, no puedo ser
irresponsable —insistió Marisol.
—Vamos a llamar y que otro lo haga, tranquila. Eso es lo bueno de ser
amigo del jefe, genial ¿no? —dijo Keidys.
“Estoy muerta, ¿qué hago ahora?, ya me está dando retorcijones” pensó
Marisol. Volvió a sentarse en su puesto.
—Estos bocadillos quedaron deliciosos, Marisol, prueba, están muy ricos
—Alejandra le pasó uno a la joven quien se sintió obligada a comerlo.
Santiago y Gabriel llegaron al patio.
—Amor… —Gabriel se sentó al lado de Alejandra y le dio un beso en la
frente. Observó que su amiga ya estaba comiendo y conversando con el grupo,
eso le alivió, podrían estar más tiempo en la casa.
Comenzaron a hablar sobre los planes de la boda y que se acercaba la
fecha, Marisol para aparentar y que nadie observara que estaba mal terminó de
tomarse el vaso de limonada, algo muy tonto de su parte, empezaba a sentirse
bastante mal, pronto su cuerpo comenzó a decirle que no estaba bien,
necesitaba un baño, se avecinaba una tormenta.
No tenía la excusa de ir a trabajar, sus jefes se estaban riendo con ella allí,
le daba vergüenza decir que necesitaba ir al baño, notó que ese grupo era muy
burlón, ellos le habían advertido que no tomara limón si había comido un
lácteo, ¿cómo fue posible que se le olvidara esa regla alimenticia?
Su frente comenzó a sudar.
—Oye, estás sudando, la verdad es que hoy es un día bastante caluroso —
dijo Santiago, le llenó el vaso con limonada—, refréscate, estamos planeando
meternos en la piscina ¿qué te parece la idea?
—No… Marisol no sabe nadar —confesó Gabriel.
—¿Qué? ¿Es en serio? —interrogó Josef.
—Pero aquí tenemos a un experto en eso —dijo Alejandra y todos miraron
a Tomás.
—Ah… Yo puedo enseñarte —se ofreció Tomás.
“Dios mío, ¿yo que hice para merecerme esto?, parece que no me van a
dejar ir por ahora” pensó Marisol.
—El problema de nosotros es que cada vez que nos juntamos terminamos
haciendo una fiesta —Claudia soltó una risotada—. Terminamos yéndonos en
la noche.
“No… Necesito ir al baño, me estoy muriendo” pensaba Marisol. “Debo
tomar alguna excusa para entrar a la casa y poder ir al baño”.
—Oigan, ya se acabaron la limonada, vayan a buscar más —ordenó
Santiago.
—No… Qué pereza —empezaron a decir.
—Yo voy, yo busco más limonada —se ofreció Marisol.
—Oh… Qué amable —Tomás le pasó la jarra.
—Oye, atrevido, ella es la visita —regañó Keidys.
—Pero se está ofreciendo —insistió Tomás.
—No se preocupen, yo puedo ir a buscar más —dijo Marisol, tomó el
recipiente.
—Pero tú no sabes donde se encuentran las cosas aquí, Tomas, acompáñala
—ordenó Gabriel.
“Ay no… Así no me va a funcionar” pensaba Marisol. Tomás se levantó
con algo de pereza. Llegaron a la cocina.
—Así qué gracia, esos tipos son unos maldadosos —decía Tomás mientras
abría la nevera—, anda, es que no hay más, debemos de hacerla —rodó su
mirada a la joven—, necesito ir al baño, ¿podrías prepararla?
—Ah… Bueno —Marisol tragó en seco “debería decirle que yo también
debo de ir al baño, es mi oportunidad” pensó. Tomás salió de la cocina.
Minutos después, al llegar el joven, Marisol estaba cortando los limones.
—Te ayudo —se ofreció Tomás. Notó que la muchacha se veía algo
extraña— ¿sucede algo?
—Ah… No, nada —respondió.
—Oye, lo que sucedió fue un malentendido, no te tenemos rabia, creo que
lo notaste, somos un grupo muy unido y el problema de uno es el de todos. Lo
que sucede entre Gabriel y Alejandra… —Marisol solo veía cómo Tomás
movía la boca, no era capaz de concentrarse en lo que decía el muchacho.
Volvió su mirada a lo que estaba haciendo, al terminar de hacer la limonada ya
no podía con su dolor de barriga.
—Disculpa… ¿dónde queda el baño? –por fin preguntó.
—Ah… Sí, al fondo a la derecha —respondió Tomás de lo más casual—
yo llevo esto mientras vas al baño —tomó la jarra llena de limonada.
Cuando Tomas salió de la cocina Marisol caminó rápidamente siguiendo
las indicaciones que el joven le dio, entró al baño y sintió un gran descanso.
*
—¿Y Marisol? —preguntó Gabriel.
—Fue al baño —respondió Tomás—, tu amiga es bastante tímida.
—Demasiado tímida —agregó Alejandra.
—Ah… Sí, debes tenerle paciencia, apenas se está acomodando a la nueva
ciudad, es hija única y no ha tenido una vida fácil —explicó Gabriel.
—Me habías dicho que tuvo cáncer cuando tenía diez años ¿verdad? —dijo
Alejandra.
—Sí, leucemia, casi muere —contestó Gabriel. Todos se sorprendieron al
escuchar aquella confesión—. Pero ahora no le vayan a tener lástima, no le
gusta que hagan eso.
—No, claro que no, al contrario, nos impresiona, es una chica muy fuerte,
se ve tan delicada y tierna, es impresionante saber que tiene un pasado así —
explicó Josef.
*
—Oh… Esa canción me gusta —dijo Alejandra cuando Gabriel y ella iban
en el auto rumbo al apartamento, la noche ya había caído. La joven comenzó a
cantar la canción y Gabriel dejó salir una sonrisa.
—Cantas bastante bien amor… —elogió. Alejandra soltó una pequeña risa,
después Gabriel la acompañó en el canto.
Ese día se suponía que sería el más triste, ella había planeado romper todo
con Gabriel, pero en vez de eso tuvieron un buen día juntos, ahora se divertían
mientras iban rumbo a la casa. Al abrir la puerta Gabriel se sorprendió.
—Huele a limpio ¡qué bueno! —soltó mientras entraba—, genial, es tan
bueno llegar y tener este recibimiento.
Alejandra se montó en su espalda.
—Amor, estoy cansado… —Gabriel soltó una pequeña risa.
—Llévame al cuarto así, anda, como en los viejos tiempos —pidió
Alejandra.
—Está bien…
Fue extraño para Alejandra que hablaran como antes, solo sabía reír por
cualquier bobada y hasta decidieron bañarse juntos, Gabriel le contó sobre su
trabajo, todos los problemas que estaba teniendo. Se sintió tan mal por no
haberlo entendido y poner todos los problemas de la relación sobre él.
—Amor, ¿has hablado con tus padres? —preguntó Gabriel.
—¿Qué? ¿Por qué preguntas por eso? —inquirió Alejandra.
—Tu mamá me habló hace poco preguntándome cómo estabas, dijo que no
le respondías las llamadas —explicó Gabriel, se acostó en la cama.
—Ah… es, que cuando fui a contestar el celular ya había colgado y
después llegó Tomás al apartamento y me distraje con él, así que se me olvidó
marcarle, pero mañana en la mañana lo haré —dijo Alejandra, se arrunchó en
los brazos de Gabriel.
—Así que estás haciendo ejercicio con Tomás, ¿qué tal te parece?
—Al principio no me gustaba, pero ya le volví a coger el ritmo y me
empieza a gustar.
—Qué bueno, me encanta que salgas a divertirte, te has confinado en este
apartamento y andabas toda amargada, no dejes de hacer lo que te gusta amor
—Gabriel se acomodó y cerró los ojos. Alejandra no quería que se acabara ese
momento tan hermoso.
Tal vez no era necesario terminar su relación, si daba más de su parte,
entender más a Gabriel y que hubiera más comunicación entre los dos podrían
revivir aquellos días rosados donde se amaron tan apasionadamente, recordar
lo que los enamoró del otro. Lo iba a intentar, si debía de organizar sus
emociones lo haría salvando su relación, demostrándole a Gabriel que seguía
siendo la misma joven de la cual se enamoró, estaba ahí, nunca se marchó.
Gabriel se despertó, al abrir sus ojos notó que la cama estaba vacía, algo
muy raro, pudo oler un delicioso aroma a café. Salió del cuarto y vio a
Alejandra vestida de manera deportiva preparando el desayuno.
—¿Qué es todo esto? —desplegó una sonrisa.
—Buenos días amor —saludó Alejandra.
—Muy buenos días, me has impresionado, el apartamento limpio, estás
cocinando, ya estás bañada y con ropa para hacer ejercicio, además… son las
seis de la mañana, así que te despertaste a las cinco —dijo Gabriel, sus ojos
brillaban de la emoción.
—Sí, es que voy a hacer ejercicio temprano, tengo que alimentarme bien y
como en el día me queda tanto tiempo libre me pongo a ordenar, debo de
vencer el sedentarismo —explicó Alejandra—, ¿vas a desayunar?
—Sí, claro, me muero del hambre —Gabriel desplegó una sonrisa
emocionada—. Me voy a bañar y ya regreso.
—Bueno —Alejandra regaló una sonrisa que Gabriel recibió de muy buena
manera.
Gabriel, ya listo para ir a trabajar, se sentó en la mesa con un delicioso
desayuno caliente preparado por la mujer que amaba, sentía que no había
mejor momento que ese. Conversaron un rato hasta que llegó el momento de
partir, salieron juntos y al momento de despedirse lo hicieron con un beso en
los labios. Era una relación, se sentía que había algo entre ellos.
*
—Así que no terminaste la relación —dijo Tomás cuando habían
terminado hacer ejercicio.
—No… Pensé en eso todo este tiempo que estuve con Gabriel, me di
cuenta cuál era la falla en nuestra relación, el por qué está así. Soy yo, la
inestabilidad de mis emociones, esa manera negativa de ver la relación, de
dejarlo todo en manos de él. Pondré de mi parte y si sigue como hasta ahora,
hablo de lo que pasó ayer y hoy en la mañana, todo fue tan lindo, una relación
tan hermosa, se notaba que éramos pareja, eso de despertarse, desayunar
juntos, dormir hablando de cosas cotidianas… Es agradable. Todo eso fue
como siempre imaginamos, y si sigue así sé que podremos ser una pareja
estable —explicó Alejandra emocionada.
—¿Y tú si vas a poder conseguir eso?, Alejandra, tú eres de momentos,
ahora estás bien, después estarás mal, siendo franco, soy tu amigo de toda la
vida, yo no creo que logres hacerlo —dijo Tomás.
—Lo sé, pero nunca en mi vida he querido tanto poder hacer algo que dure
para siempre Tomás, necesito cambiar, me di cuenta que Gabriel me ama y
mucho, el problema en la relación soy yo. No quiero destruir algo tan lindo
como lo es esto, siempre lo hago, dejo abandonado todo y no quiero que pase
esta vez —confesó Alejandra.
Tomás quedó observando fijamente la cancha de futbol meditando sobre la
situación de su amiga:
—Me parece que esto es algo psicológico Alejandra, tuviste que vivir algo
que te dejó con esa inestabilidad —dijo Tomás.
—A mí no me ha sucedido nada —contradijo la joven.
—No lo creo Alejandra, tuvo que sucederte algo, medítalo, piensa en ello
—sugirió su amigo.
*
—¿Y esa cara tan feliz? —preguntó Marisol reparando a su amigo al
terminar una sesión de fotos.
—Es que las cosas con Alejandra están cambiando, desde ayer todo ha
estado muy bien, se despertó temprano y preparó el desayuno, fue tan hermoso
—respondió Gabriel mientras revisaba las fotos en su cámara.
—Vaya, me encanta escuchar eso, ¿te das cuenta?, te dije que esperaras y
hablaras con ella, la comunicación arregla todo —dijo Marisol.
—Gracias amiga, tus consejos siempre me ayudan en todo —Gabriel la
abrazó y le dio un beso en la frente.
—Por eso siempre escúchame, ella solo necesitaba un poco más de
atención, que hablaran más y le demostraras interés.
—Sí, me di cuenta que estaba fallando en ese ámbito, ahora que vi el
cambio no la descuidaré más —los ojos de Gabriel brillaban de la felicidad.
*
—Les quedan preciosos esos vestidos —dijo Gera emocionada al ver a
Keidys y Claudia cambiadas con los vestidos de novia.
—¡Sí, qué emoción, se ven tan hermosas! —soltó Alejandra fascinada,
todas se miraron. Soltaron un gran grito.
—¿Por qué tuve que ser yo el que las acompañara? —se preguntó Santiago
bastante aburrido sentado en un sillón en un rincón.
*
—No quiero que me tomen las tallas ahora, solo esperen un mes, estaré en
forma para ese día… —insistió Alejandra a sus amigas.
—Pero es que amiga, estás hablando de hacerte el vestido una semana
antes de la boda —explicó Keidys.
—Estoy muy juiciosa con la dieta y los ejercicios, está funcionando, estoy
bajando de peso —miró a Claudia—, tú estás de testigo, me estás enseñando a
cocinar comida nutritiva, y Tomás, entreno con él todos los días, amiga, en
serio, estaré en forma, tendré las tallas para esa fecha.
—Pero si no estás tan gorda Alejandra, te ves bien… —replicó Keidys.
—¡Claro que no, no seas mentirosa! —se enojó Alejandra—, solo lo dices
para que yo me tome las tallas ahora. Qué mala amiga eres, claro, como tú
tienes un cuerpo perfecto.
—¿Por qué mencionas eso ahora?, no llega ni al caso Alejandra —refutó
Keidys con desagrado.
—¡Bueno ya…! —regañó Gera—, es cierto Keidys, solo lo haces para no
estorbar los planes, si Alejandra se toma las medidas ahora o en un mes no
importa, de todos modos tendrá su vestido, y no se ve bien, está gorda, yo te
digo la verdad Alejandra, se te ve barrida y el vestido de las damas de honor te
lo va a resaltar más —miró a Keidys—, ¿quieres que tu mejor amiga se vea
barrigona en tu boda?, eso no lo hace una amiga de verdad —Keidys quedó un
momento en silencio.
—Lo siento amiga, es cierto, solo que… Debes de entenderme, es mi boda,
no quiero que nada salga mal —se disculpó Keidys.
Esas palabras de Gera y Keidys hirieron el orgullo de Alejandra, “gorda”,
“no quiero que dañes mi boda”, eso fue lo que entendió la joven. Se quedó
reparando en el espejo del baño, por más que hacía ejercicio y dieta… sentía
que no bajaba de peso…
Hizo varios abdominales antes de comenzar a escribir, le gustaba perderse
en su mundo imaginario y no tener que pensar en sus problemas.
—Amor —escuchó en su oído, se despertó y notó que era de noche. Rodó
su mirada a todos lados, vio que Gabriel le sonreía.
—Ah… Me quedé dormida —frotó sus ojos con sus manos—, ¿qué hora
es?
—Las ocho de la noche —respondió Gabriel—, ¿escribiste hasta cansarte
otra vez?, amor no hagas eso, sabes que te produce migraña.
—Me falta solo un pedazo del libro y ya, debo acabarlo —explicó
Alejandra.
—Sí, pero ante todo está tu salud —recalcó Gabriel.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó.
—Ahora, vi que preparaste la cena, pero… no has comido, está todo
intacto —dijo Gabriel.
—Es que… no tengo hambre —trató de decir Alejandra, sabía lo que
vendría ahora.
—¿Cómo que no tienes hambre?, no, no, no —la hizo levantarse del sillón
—, tu trabajo es uno de los más desgastantes, amor, debes de alimentarte bien,
vamos, cenemos.
*
Como era viernes por la noche Gera decidió irse a divertir, pero sola, así
que se adentró a una discoteca a buscar alguna diversión. Aquella noche se
arregló de la mejor manera posible, tomó un poco de alcohol y bailó un rato.
Había decidido ser libre, disfrutar de todas las maneras posibles, no le
importaba si era algo prohibido, solo quería no pensar en nada, esa noche solo
existiría ella. Bailó con muchos hombres y hasta uno la besó, pero no quiso
pasar más de allí con ese, no le parecía que estuviera a su talla, así que lo
apartó.
Estaba sentada en un sillón en un rincón cuando le pareció ver a Santiago
bailando con una joven “así que este también se da sus escapadas” pensó, se le
ocurrió una idea, tenía dos semanas desde la última travesura con él. Se acercó
y empezó a bailar cerca donde estaba el joven, pronto notó que era ella.
—Gera —dijo acercándose.
—La última vez lo dejamos incompleto —susurró en el oído del joven,
después respiró cerca a su oído.
—Así que quieres terminarlo —Santiago rodeo la cintura de la muchacha
con sus manos, quedando así sus cuerpos bastante pegados y comenzaron a
besarse.
Entraron a un baño donde entre risas y besos comenzaron a acariciarse de
una manera muy apasionada.
—¿No se supone que yo lo hacía mal? —preguntó Santiago.
—¿Y te lo creíste? —Gera se fue en risa, después comenzó a besar el
cuello del muchacho.
Gera quedó recostada a la pared del baño, su vestido quedó recogido y las
manos calientes de Santiago acariciaban sus glúteos. No sabía qué era lo que
le gustaba de aquella aventura prohibida que estaban comenzando a tener, si
era la adrenalina de que nadie los viera o que se daba en los momentos menos
inesperados. Mas tenía claro que cada vez su situación se volvía más excitante,
una explosión de adrenalina recorría su cuerpo, no pensaba en nada, solo
estaban las caricias apasionadas de cada uno, los muchos besos que se daban
en cada rincón de su cuerpo, los jadeos y aquellas miradas llenas de lujuria.
Después de acabar decidieron salir a tomar otros tragos mientras bailaban y
se acariciaban, era como descansar y que la noche les dijera “esto apenas
comienza, pueden seguir”, así que decidieron ir a un lugar donde solo
estuvieran ellos dos.
—Mi apartamento está cerca de aquí —dijo Gera cuando ya estaban
montados en el auto, los dos rozaron miradas y comenzaron a besarse.
—¿Lo has hecho alguna vez en un auto? —preguntó Santiago.
—No, pero… estamos en la calle, ¿no crees que podrían vernos? —dijo
Gera.
—En la discoteca todos nos vieron —respondió el joven, se pasó para los
asientos traseros, Gera desplegó una sonrisa y lo siguió.
—Esto lo hace más interesante —se sentó encima del joven y comenzó a
besarlo.
Una pareja iba pasando por el lugar donde estaba el auto, era un poco
oscuro, aunque… se notaba algo, el joven reparó por un instante “creo que hay
una pareja ahí” le dijo a su novia, se echaron a reír mientras seguían
caminando.
Gera soltó una pequeña risita.
—Me encanta esto —le susurró al oído de Santiago.
Llegaron al apartamento de la joven con varias botellas de alcohol para
finalizar con broche de oro, decidieron darse una ducha, llenaron la tina con
mucha espuma y se llevaron una botella de vino para poder acompañarlo, era
el mejor de los placeres.
—No voy a olvidar esta noche nunca, nunca —susurró Santiago al oído de
la muchacha.
Gera bañó el pecho del joven con vino y comenzó a besarlo, mientras que
él la acariciaba. Terminaron en la cama con las mismas ganas que cuando
comenzaron en la discoteca, no sabían de dónde salía tanta energía, solo
querían más y más.
Al despertarse, Gera sentía un gran dolor de cabeza.
—Oh… Dios… —musitó mientras se levantaba de la cama. Caminó hasta
la cocina en busca de agua, la sed la estaba matando.
Se sorprendió al ver a Santiago preparando comida:
—¿Qué es todo esto? —preguntó Gera.
—Tengo hambre —contestó el muchacho.
—Pudiste pedir algo a domicilio, es lo que siempre hago —sugirió Gera
mientras abría la nevera en busca de algo líquido, se sorprendió al ver un jugo
de naranja natural allí. En seguida lo sacó y comenzó a beberlo—. Qué delicia
—dijo al saciarse. Volteó a ver al joven—, olvida lo que te dije, sigue
cocinando.
Santiago soltó una pequeña carcajada, al terminar de preparar la comida
sirvió una buena porción para Gera. El plato de sopa le cayó como un milagro
en su estómago.
—Este es el mejor fin de semana que he tenido —dijo Gera acostada en el
mueble con su cabeza recostada en las piernas de Santiago.
—¿Sabes que hora es? —preguntó el joven.
—No sé, ¿qué hora es?
—Las cuatro de la tarde, dormimos casi todo el día —Santiago soltó una
carcajada que Gera acompañó.
—No importa, no tenía planes para hoy —dijo la joven—, ¿y tú?
—Digamos que no eran importantes.
A veces tu verdadera felicidad siempre estuvo a tu lado, solo que no lo
notaste por estar observando lo que nunca pudo ser para ti.

Quiéreme despacito

Gabriel estaba bajando de su auto frente al edificio donde vivía su


hermana, habían quedado en verse y al parecer a la joven se le había olvidado.
Subió hasta llegar al octavo piso, tocó a la puerta del apartamento.
Gera estaba viendo televisión acostada en la cama junto a Santiago, al
escuchar el sonido de la puerta los dos se miraron fijamente.
—Ese debe ser Gabriel, escóndete en el vestidor, corre —dijo Gera, hizo
que Santiago saliera de la cama, le ayudó a recoger las cosas del muchacho y
lo arrastró hasta el vestidor.
Gera abrió la puerta del apartamento.
—Gabriel, ¿qué haces aquí? —preguntó la muchacha mientras desplegaba
una sonrisa.
—Se nota que no tienes nada que hacer, ponte algo de ropa —Gabriel entró
al apartamento. Gera se reparó la vestimenta, solo un camisón y ya. Gabriel se
sentó en un mueble—. Te quedé esperando en el restaurante —volteó a ver a
su hermana—, por dos horas.
—Anda. Es que… —trató de explicar.
—Ya sé, no tienes ganas de hacer nada. Gera, no puedes seguir así, sé que
terminaste con Tomás, pero vas a tener un mes así, no te estanques solo porque
terminaste una relación. Siempre estás aquí o en el trabajo.
Hubo un momento de silencio en la sala, después Gera miró a todos lados,
Gabriel dejó salir un suspiro.
—Anda, ve a cambiarte, hoy vendrán los padres de Alejandra a la ciudad y
tenemos preparada una comida en la casa de Mateo, así podrás salir de aquí —
recomendó el joven.
—Bueno —Gera meció sus brazos y después señaló su cuarto—. Voy a
bañarme.
Gera al entrar al cuarto buscó a Santiago quien estaba en un rincón del
vestidor entre la ropa.
—Eh… Gabriel y yo vamos a salir, cuando nos vayamos esperas cinco
minutos y te vas —dijo la joven en un susurro.
*
—¿Dónde estará metido Santiago? —preguntó Keidys terminándose se
arreglar, volteó para ver a Josef, pero este estaba hablando por celular,
últimamente lo hacía mucho, aunque Keidys imaginaba que debía ser muy
importante, su semblante al recibir aquellas llamadas era muy serio y a veces
preocupado. Sabía que Josef no le gustaría contarle, al menos no antes de la
boda, habían acordado confesar sus males cuando ya fueran esposos, así que
debía esperar hasta ese día.
Terminó de pintarse los labios, Josef finalizó la llamada y guardó el
celular, sus miradas se cruzaron. Keidys desplegó una sonrisa amorosa al
joven:
—¿Ya estás lista? —preguntó. Keidys se acercó a él y rodeó con suavidad
el cuello del joven con sus brazos.
—¿Está todo bien? —inquirió.
—Sí… Todo está bien, no te preocupes —respondió Josef, aunque Keidys
sabía que mentía. Lo abrazó, Josef cerró los ojos para disfrutar mejor de aquel
cálido abrazo.
—Sabes que siempre estaré aquí para ti, puedes contar conmigo el resto de
tu vida —dijo casi a susurro Keidys.
—Gracias.
*
Alejandra estaba en la casa de Mateo conversando con Claudia y se
contaban los últimos chismes de la semana.
—Nena, no sé tú, pero a mí me parece que Gera está rara, ya muy poco la
veo, hasta me contaron que la vieron con un tipo todo raro en un carro, quién
sabe en qué está metida —dijo Claudia.
—Ay, no creo, si Gabriel está preocupado porque ella no sale de su
apartamento y siempre está trabajando. A mi parecer la pobre está sufriendo
mucho por la ruptura con Tomás —contradijo Alejandra.
—Bueno, pues sí, ella estaba muy enamorada de Tomás y con lo que le
hizo… —Claudia se cruzó de brazos, se acomodó en el mueble.
—¡Familia! —escucharon un grito en la puerta de la entrada. Voltearon a
ver. Era un joven de aproximadamente unos dieciséis años de edad, cabello
negro, ojos marrones claros, alto y un poco delgado.
—Ay no, ya llegó el molestoso —fanfarroneó Sofía sentada frente a las
mujeres.
—Camilo, ¿y mis papás? —preguntó Alejandra.
—Están bajando las maletas —respondió el muchacho caminando hasta la
sala, se sentó al lado de Alejandra y la abrazó fuerte— ¡hermanita…!, no
sabes cuánto te extrañé.
—¿Ahora qué fue lo que hiciste? —interrogó Alejandra bastante seria.
—¿Yo?, nada… —el joven le dio un beso en una de sus mejillas.
—Espera. Maletas, ¿cuáles maletas? —dijo Gabriel acercándose a él con
un rostro muy serio. Camilo tragó en seco, le tenía mucho miedo a ese
hombre.
—Que les cuenten mis padres —contestó el muchacho desplegando una
sonrisa.
Todos quedaron en completo silencio al escuchar la noticia de los padres
de Alejandra.
—Así que va a vivir con nosotros —dijo Alejandra, rodó su mirada a
Camilo.
—Siempre vive metiéndose en peleas en el pueblo, está perdiendo el año
en el colegio, no quiere hacer nada y esos amigos que tiene no me agradan
para nada. Hija, si lo tienes por el resto del año aquí, tal vez se corrija, mira
que tú te educaste tan bien con tus tíos, sabes que ese pueblo tiene mala
reputación y yo no quiero que tu hermano termine perdiéndose, por favor, solo
será por el resto del año —explicó la madre de la muchacha a su lado, tomó
las manos de su hija y las entrelazó con las suyas.
—Pero mamá, mis tíos no pueden cuidarlo, siempre están trabajando y
yo… vivo con Gabriel, además, ¿Por qué no me avisaron antes?, lo trajeron
con maletas hechas y todo… —replicó Alejandra.
—No se preocupen, yo me puedo quedar con Mateo, les ayudo a atender el
restaurante, seré mesero, así que no me tengo que quedar con Alejandra y su…
novio —la piel de Camilo se erizó al mirar a Gabriel.
—Puedes trabajar con nosotros después de clases, pero no vivirías en
nuestra casa, solo hay un cuarto disponible y es para cuando nazca el bebé, en
cambio, en el departamento de Alejandra hay un cuarto disponible, siempre te
quedabas a dormir ahí, es perfecto —explicó Mateo.
—Sí, te quedarás con Alejandra, estoy seguro que Gabriel te corregirá, a
las buenas o a las malas —ordenó el padre del muchacho.
—Le puedo asegurar que él aquí se va a corregir y se va a graduar, ¿verdad
Camilo? —dijo Gabriel mirando fijamente al joven.
—Pobre niño, no quiero estar en su lugar —susurró Tomás, Josef pudo
escuchar lo que su mejor amigo dijo, dejó salir una pequeña risita.
—Se le nota que le tiene miedo a Gabriel —se burló Josef.
Camilo estaba sentado en el comedor al lado de Gera mientras todos
hablaban alegremente.
—Pobre de ti, no quiero estar en tu lugar —dijo la joven mientras
terminaba de comer una taza de helado.
—Me acuerdo que, cuando estaba pequeño tu hermano se me acercó y me
regañó porque le rayé el auto con una llave, es lo más horrible que he visto en
mi vida —relató el joven.
—Mi hermano siempre vivió regañándome cuando tenía tu edad, es
bastante serio y temperamental, debes tener cuidado ahora que vivan juntos.
Puede convertirse en tu peor pesadilla como lo hagas enojar —aconsejaba
Gera.
—Así me han dicho todos, por eso les dije a mis padres que no me quería
quedar a vivir allí, hago lo que sea, pero que no me dejen viviendo con él —
decía Camilo con un rostro bastante nervioso.
—¿Estás asustado? —escuchó Camilo frente a él, pero con un tono de
burla. Era Sofía quien se estaba burlando de su mal.
—Acéptalo, tú también le temes a Gabriel —dijo Camilo. Sofía quedó un
poco pensante, después negó con la cabeza.
—Gabriel es un buen tipo, me agrada, lo conozco desde que era una niña y
siempre me traía una barra de chocolate, así que no le tengo miedo —explicó
Sofía.
*
Cuando llegaron al apartamento Camilo entró sus maletas al cuarto.
—No vayas a dejar el cuarto sucio, trata de mantenerlo limpio —pidió
Alejandra.
—Siempre lo vas a mantener organizado, ¿no es así? —dijo Gabriel
mirando fijamente a Camilo.
—Ah… Claro, claro, lo mantendré organizado —el joven hizo pequeños sí
con su cabeza.
—Eso me gusta —Gabriel desplegó una sonrisa.
*
—Recuerdo cuando teníamos diecisiete años, éramos una locura, siempre
salíamos con una nueva ocurrencia —dijo Claudia a Mateo cuando estaban
acostados en la cama. El joven dejó salir una pequeña carcajada.
—Gera y tú siempre se metían en algún problema y Tomás también, eran
los más problemáticos —recordó Mateo.
—Cuando me pediste que fuera tu novia… Todavía no puedo creer que se
hayan montado en el tejado del colegio para guindar ese cartel gigante —
Claudia con solo recordarlo se emocionó.
—Ay, amor, por ti soy capaz de hacer locuras, las más grandes —Mateo se
acurrucó cerca de Claudia.
—Tenemos tiempo que no hacemos nada de eso, alguna ocurrencia —la
joven quedó pensante.
—Amor, estás embarazada, no inventes —pidió Mateo.
Era de mañana, Claudia estaba sentada en una mesa del restaurante frente a
Camilo y Mateo.
—Te dijimos ayer, no puedes vivir con nosotros, no hay espacio, en
cambio, en el apartamento de Alejandra tienes una habitación para ti solo, un
baño independiente y un cuarto de estudio que puedes tomar para no sé… ver
porno —dijo Claudia, se recostó al espaldar de su silla.
—Gabriel siempre me está vigilando, Alejandra me manda a limpiar hasta
lo más mínimo y es aburrido, no puedo escuchar música porque ella necesita
silencio para escribir sus libros —refunfuñó Camilo mientras fruncía el ceño,
miró a Mateo—. Por favor primo, déjame quedarme en tu casa, no me importa
si duermo en la sala.
—Ya te dijimos que no… Nadie te manda a comportarte mal en tu casa,
ahora debes aprender a comportarte, trabajarás con nosotros en las tardes y
estudiarás en el Liceo desde la próxima semana, te asignaron en el mismo
salón donde estudia Sofía, así que conocerás a alguien —explicó Mateo.
—¿Qué? ¿Con ella? —Camilo hizo un gesto de desagrado—, ¡no!, con ella
no… —desordenó su cabello con una mano.
—¿Qué tiene Sofía de malo? —inquirió Claudia.
—¡Ella es un tormento! —se enojó Camilo.
—Uff… Tú eres tan buena persona, me agradas tanto —dijo Sofía detrás
del joven, estaba cruzada de brazos y con un rostro de pocos amigos. Camilo
volteó a ver a la muchacha y se asustó cuando los ojos de la joven se clavaron
en él de una manera fulminante.
*
—Por eso te digo, me preocupa tu rostro, te ves tan apagada, cada vez que
hablo contigo tu semblante está más triste. Eres una mujer hermosa, terminaste
tus estudios con las mejores notas, tienes el trabajo que siempre soñaste,
amigos, viajes alrededor del mundo, unos padres que te aman mucho… Yo
también te quiero un montón —Gabriel desplegó una gran sonrisa a su amiga
Marisol—. No entiendo el porqué de tu tristeza.
—Gabriel, yo no estoy triste —refutó Marisol con su tierna mirada que la
caracterizaba.
—Claro que lo estás —insistió el muchacho, se acomodó en la silla y
después inclinó su mirada hasta el café que calentaban sus manos.
—No. Claro que no, tú lo has dicho, tengo el trabajo que siempre soñé y lo
mejor, al lado de mi mejor amigo, estoy invitada a la boda de mis jefes, eso es
algo con lo que puedo alardear, siempre viajo a nuevos lugares, mis padres me
aman mucho y ahora tengo buenos amigos en una ciudad nueva. No tengo
razón para estar triste, así que deja de hacerte ideas erróneas, por favor, no me
gusta verte preocupado, se supone que deberías estar feliz porque tu relación
está mejor que nunca ¿no? —explicó Marisol. Gabriel alzó su mirada con una
sonrisa desplegada.
—Es cierto, antes pensaba que terminaría rompiendo una relación que fue
tan difícil de conseguir por años, estaba muy triste por eso, pero ahora no,
Alejandra se está comportando muy bien conmigo —los ojos de Gabriel
brillaron al mencionar aquellas palabras.
Marisol era de las personas que sufrían en silencio, no le gustaba contarles
sus males a sus allegados. Al despedirse de Gabriel y salir de la cafetería
decidió caminar un poco por la playa; el escuchar las olas golpear con la costa
y respirar el aire salado, hizo despejar su mente. Su vida después de superar un
cáncer que casi acaba con su existencia se reducía a viajar, trabajar y estar en
su casa al lado de su gato viendo series románticas. Para algunos esta sería una
vida muy feliz y en cierta parte lo era, Marisol se concentró en poder
construirla con muchas noches en velas y momentos al lado de su familia, al
igual como con sus amigos. Ahora que la había alcanzado sentía que faltaba
algo, sabía lo que era, desde pequeña estuvo enamorada de Gabriel (su mejor
amigo), pero fue tan tímida que decidió resumirse a verlo de lejos y guardar
sus sentimientos solo para ella, pensaba que su primer amor nunca se alejaría
de su lado; aunque ahora estaban juntos, anteriormente no fue así. Después de
haber superado el cáncer, Gabriel se mudó de su país natal y cuando volvió le
presentó a Alejandra, su novia, no pudo saber qué fue más triste para ella, el
saber que Gabriel ya le pertenecía a alguien o que cuando esto pasó ella se
había decidido a confesar sus sentimientos. Fue así como quedó con un amor
imposible, el poder estar al lado de esa persona y ver que nunca podrá hacer
realidad todas aquellas fantasías era muy sufrido.
Gabriel había estado con ella en los momentos que creyó era su fin y
siempre le dio ánimos para seguir viviendo, recordaba muy bien la tarde en
que aquel joven le dio su primer beso porque según ella no quería morir sin
experimentar el placer de besar los labios de otra persona. Ahora, ya grande,
pensaba que eso era lo más cercano que estaría de una experiencia romántica.
Marisol se sentó en la arena de la playa y sacó su cámara del bolso para
poder tomarle una foto a una gaviota que volaba por encima de las aguas
azules y que brillaban con el imponente sol. De repente, en su lente apareció
un rostro masculino con una sonrisa desplegada. Marisol soltó un grito y alejó
sus ojos de la cámara. Era Tomás quien estaba acompañado de Alejandra.
—¿Te asustas? —se burló Tomás.
—¿Qué haces aquí debajo del sol? —preguntó Alejandra.
—Ah… Es que estaba por aquí y quería tomar algunas fotos —respondió
la muchacha ruborizándose por completo.
—Mira como estás de roja, pareces un tomate, no es bueno sentarse con
este solazo y menos en la playa —aconsejó Tomás.
—Vamos para la sombra —sugirió Alejandra.
Los muchachos llegaron a una palmera donde se sentaron.
—¿Estabas con Gabriel? —preguntó Alejandra.
—Sí, acabó de irse —respondió Marisol.
—¿Y por qué te quedaste aquí?, yo en tu caso hubiera hecho que me
llevara en su carro, así no pagaría taxi —dijo Tomás.
—No… Él tiene que volver —explicó la joven.
—Y decidiste quedarte a esperarlo debajo del sol, pero que cosas más raras
te gustan —se burló Tomás.
Marisol no sabía el por qué cada vez que estaba cerca de Tomás se sentía
incómoda, las palabras que salían de su boca la avergonzaban siempre ¿es que
acaso él le tenía rabia?
—Marisol, hoy le van a tomar unas fotos a Tomás, va a salir en la revista,
—informó Alejandra— ¿por qué no le tomas las fotos tú?
—Ah… Así que era él, ya me habían informado sobre la sesión de fotos,
las tomaremos en un hotel cerca de aquí —Marisol empezó a ruborizarse—. Y
sí, yo seré quien tome las fotos. ¿Por eso están aquí en la playa?
—Sí, yo vine a ver la sesión de fotos, Tomás acabó de abrir un restaurante
de comida Fitness, él será la imagen de su propia marca —explicó Alejandra.
—Ah… qué bueno —en aquel momento Marisol rodó su mirada a Tomás,
él desplegó una sonrisa y ella rápidamente volteo a ver a Alejandra.
*
Estaban cerca de la piscina del hotel en la sesión de fotos, Tomás estaba
descamisado posando aquel cuerpo muy bien esculpido que volvía loca a las
mujeres, aunque, Marisol no quería seguir tomando aquellas fotos, se sentía
muy incómoda. Para ella, aquel joven era como una piedra en su zapato cada
vez que lo tenía a su lado.
—Tomás tiene un cuerpo de los mismísimos dioses —elogió Alejandra al
lado de Gabriel quien soltó una pequeña carcajada.
—Lo que tiene en cuerpo le falta en cerebro —se burló Gabriel.
—Ay, claro que no. Tomás es inteligente —regañó Alejandra.
Marisol le estaba mostrando las fotos a Tomás, y al parecer al muchacho
no le estaban gustando.
— No, no… Están feas —renegó Tomás— les falta algo.
—¿Qué? —preguntó Marisol.
—Dime tú, eres la encargada de que las fotos queden perfectas —renegó
Tomás con un tono bastante seco.
Marisol quedó observando las fotos, después miró detalladamente a
Tomás.
—Agua, estamos en verano, la foto tiene un paisaje tropical, la playa, estás
descamisado, pero tú quieres que no se vea tan obvio el que estabas tomándote
una foto, si apareces mojado, como si acabaras de darte un baño en el mar se
vería mejor, además, resaltaría tu cuerpo esculpido —explicó Marisol.
—Es cierto, sería una buena idea.
*
Keidys estaba sentada en la cama andando su celular cuando encontró la
noticia sobre Tomás, vio las fotos donde mostraba aquel cuerpo bien
trabajado.
—Wao… Esto sí que lo hará famoso, con ese rostro y cuerpo —soltó la
joven, empezó a leer la entrevista que se le hizo.
Josef estaba terminando de arreglarse cuando escuchó que Keidys lo
llamaba. Se acercó a la cama y vio las fotos en el celular de Keidys.
—Típico de él, sabe como llamar la atención —dijo Josef desplegando una
sonrisa.
—Tiene muy buenos comentarios, casi todos son de mujeres —Keidys
comenzó a leerlos—. Lo más seguro es que tendrá mucha clientela a partir de
ahora.
—Me voy, nos vemos en la noche —Josef le dio un beso en la frente.
—Me traes una pizza cuando regreses —pidió Keidys.
—Bueno.
Josef salió de la casa, al ir conduciendo pudo ver que había un auto negro
que lo seguía desde hace muchas cuadras atrás. Aceleró la velocidad y trató de
perderlo al desviarse del camino, su corazón latía con mucha fuerza, no era la
primera vez que esto sucedía, al contrario, en esa semana era la tercera vez.
Pudo escaparse de aquel auto, pero… ¿qué pasaría la próxima vez?
*
Alejandra dejó a Camilo en la escuela.
—Esto me trae viejos recuerdos, yo me gradué aquí —dijo Alejandra muy
sonriente.
—Ya lo sé, por eso es que estudiaré aquí —refunfuñó Camilo.
—Oye, levanta ese ánimo, la vas a pasar bien —soltó Alejandra con una
sonrisa, aunque al voltear a ver a su hermano la borró.
—Prefiero estar en mi casa, con mis padres, no aquí —masculló Camilo.
—Pero te portaste mal, además, nuestros padres son personas que no les
gusta tener muchas obligaciones, hay que entenderlos… —trató de decir la
joven.
—Di la verdad, no les gusta tener hijos, tratan de zafarse de ellos cuando
ven la oportunidad. Parece como si no nos quisieran —se enojó el muchacho.
—No digas eso, nuestros padres si nos quieren —regañó.
—Si es así ¿por qué te mandaron a vivir con mi tía? Y ahora a mí, cogen la
excusa más barata para hacerlo, yo solo me pelee una vez y eso, porque
estaban golpeando a un niño, por más que les expliqué la verdad ellos se
creyeron esos malditos rumores que les dijeron y me botaron de sus vidas —
los ojos de Camilo se llenaron de lágrimas, decidió hacer silencio, no quería
que su hermana se diera cuenta.
—Ah… No, claro que no, ellos solo estaban buscando lo mejor para mí,
claro que nos aman Camilo. —Alejandra trataba de buscar las palabras
perfectas, aunque ella también llegó a pensar lo mismo alguna vez, ahora solo
trataba de excusar a sus padres de alguna forma, ya ni pensaba en eso. Camilo
rodó la mirada a su hermana.
—Acéptalo, sabes que es así, solo somos unos estorbos en su vida —el
joven se bajó del auto y se adentró al Liceo.
Alejandra dejó salir un suspiro, ¿era cierto? ¿Sus padres no la querían?, la
dejaron viviendo en la casa de sus tíos a muy temprana edad y muy poco iban
a verla. A veces escuchaba a su tía discutir por teléfono con su madre “no
quieres a tu hija”, “ella no te importa”, “solo querías deshacerte de ella”; esas
eran las palabras que escuchaba.
*
Gera llegó al restaurante donde había quedado en verse con Tomás para
hablar sobre lo que ella pospuso por muchas semanas. Lo divisó hasta el fondo
del lugar, justo al lado de una ventana. Llegó y se sentó desplegando una
sonrisa.
Esa tarde Tomás se dio cuenta de cuan hermosa era, se veía radiante, la
soltería la estaba tratando muy bien y claro, el modo de ser de la joven era de
aquellos que no se dejan derrumbar tan fácil, por más complicada que sea la
situación.
—Hola —se saludaron.
—Te ves hermosa —elogió Tomás.
—Gracias —dijo Gera, reparó por un momento el lugar, no había mucha
gente, por la ventana se podía apreciar un parque donde había unos columpios
de color verde, a su lado un hermoso árbol con flores amarillas.
—Tenía muchos días sin verte —soltó Tomás.
—Ah… Sí, es que he estado bastante ocupada, ya sabes, el trabajo, las
chicas se van a casar y otras cosas más… privadas —en aquel momento Gera
se acordó de Santiago, aquel pensamiento le hizo desplegar una sonrisa.
—Ya veo —Tomás hizo pequeños sí con su cabeza—. ¿Qué has pensado
de lo que hablamos la última vez?
—Mira Tomás, voy a ser muy franca, sé que te gusta que te hablen así. Lo
nuestro solo fue hace un mes y yo, la verdad, por ahora quiero despejar mi
mente con otras cosas, tengo planes de viajar después de la boda. Por ahora no
tengo un espacio para ti en mi vida, debemos aceptar que lo nuestro terminó
muy, pero muy mal y no se puede tapar con un solo dedo, debes saber que no
siempre las personas van a aceptar tenerte en su vida. Tienes que aprender las
consecuencias de tus actos, ya no eres un adolescente —explicó Gera con voz
muy seria y no titubeó para soltar sus palabras.
—Muchas gracias por tu sinceridad —agradeció Tomás desplegando una
sonrisa.
—Sé que eres buena persona y que más adelante podremos volver a
retomar esa amistad que hemos mantenido por años. Puedes contar conmigo
siempre, aunque… por ahora necesito un respiro —el celular de Gera sonó en
aquel momento, parecía ser una llamada importante.
Después de unos segundos Gera se despidió de él, los ojos de Tomás
viajaron con la mujer que con paso elegante salía del lugar. Se notaba a simple
vista que Gera supo seguir su vida y lidiar con su mal de amores. Tomás la
había perdido y para siempre.
Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Me llora el cielo

Tomás se encontraba sentado en los columpios que estaban cerca del


restaurante, un lugar como ese le traía tantos recuerdos de su adolescencia que
le invadían el pecho hasta el punto de hacerlo agonizar.
En aquel momento se dio cuenta de algo, no había cambiado mucho, su
actitud despreocupada era la misma, se daba cuenta de sus errores cuando era
demasiado tarde, y, además, era el único soltero de su grupo. Sí, sabía que
Gera traía su enredo, no tenía idea con quién, pero la conocía muy bien, ella
guardaba algo y lo más seguro es que se trataba de un hombre.
—Tal vez nací para estar solo —masculló.
*
Alejandra estaba con una sonrisa bien desplegada al terminar de escribir en
su computador, por fin había escrito el último párrafo del libro, era el final de
su famosa saga; el libro que todos habían esperado.
Saltó de la silla soltando pequeños gritos alegres, tomó su celular y llamó a
Gabriel:
—¡Amor, amor, amor, acabo de terminar el libro! —dijo al notar que
Gabriel contestó el celular—, esto hay que celebrarlo amor, por eso quiero que
vengas hoy bien temprano a la casa, nada de peros, te espero, voy a hacer una
deliciosa cena. No te preocupes de Camilo, está en casa de Sofía pasando
apuntes del colegio y se quedará a dormir allí, la señora Tatiana estará
pendiente de que todo esté bajo control —Alejandra soltó un pequeño grito al
colgar, corría de un lugar a otro sin decidirse por algo.
*
Camilo dejó salir un bostezo frente a Claudia.
—Eres la persona más floja que he conocido en mi vida —dijo la joven
con los brazos cruzados, hizo un gesto de fastidio.
—No he dormido casi nada, debo ponerme al día con los temas que
estamos dando. Voy a quedarme en casa de Josef para que Sofía me explique
las clases, ese es el problema de entrar a un colegio nuevo casi a final de
periodo, es un fastidio total —tomó su bolso de encima de la mesa del
restaurante.
—Espero no escuchar alguna queja, compórtate bien.
—Sí… —Camilo hizo un gesto de fastidio y acomodó su bolso con
bastante pereza en su espalda—, pareciera como si trajera piedras aquí —
masculló.
—Deja de quejarte, pareces niño —regañó Claudia.
—¡Soy un niño!, apenas tengo 16 y así estudio de seis a tres, trabajo de
cuatro a siete, el poco tiempo que tengo me queda para repasar, hacer tareas,
me duermo a las diez, no descanso nada y aun así me dicen que soy un flojo
que se comporta mal todo el tiempo —Camilo comenzó a apartarse de la
mujer con pasos arrastrados.
—Yo tenía peores horarios —masculló Claudia mientras veía al joven irse,
después caminó hasta los adentros del restaurante.
Alejandra estaba preparando una deliciosa cena, cuando terminó se dio una
ducha y maquilló su rostro, se veía muy hermosa con aquel vestido rojo fuego.
Era temprano, estaba tan emocionada por aquella noche que no podía quitar
aquella sonrisa tonta de su rostro. Se sentó frente a su computador para
distraerse de alguna manera, así fue como encontró una foto de cuando era
pequeña, a su lado estaban sus padres, todos muy sonrientes. Recordó las
palabras de su hermano, a su mente llegaron los recuerdos de aquella infancia
dura que pasó por no haber tenido la compañía de esas personas. En aquel
momento supo el por qué creció siendo tan insegura, por más que sus tíos
trataron de encajar en ese papel siempre sintió una gran ausencia y lo reflejó
en aquella inestabilidad emocional y sentimental.
Sin haberse dado cuenta unas lágrimas brotaron de los ojos. No supo por
qué, solo marcó el número de su madre, quería preguntarle las razones
verdaderas de aquella ausencia.
—Hola mamá —saludó, limpió las lágrimas con su mano mientras trataba
de que su voz no delatara su llanto.
—Hola Alejandra, ¿sucedió algo?, ¿para qué me llamas? —preguntó su
madre.
—Ah… No, no sucedió nada, Camilo está muy juicioso estudiando. Decidí
llamarte porque… él me dijo que ustedes solo lo hicieron vivir aquí porque no
quieren tenerlo con él, ya sabes, lo mismo que sucedió conmigo cuando estaba
pequeña —explicó Alejandra.
—Hija… ¿Cómo va a pensar Camilo una cosa de esas?, no es cierto, en tu
caso fue porque yo estaba muy joven y tu padre también, no sabíamos cómo
criarte; no queríamos que tuvieras una infancia… fea. Esa vez que te vimos
con aquel libro te veías tan feliz… Tu tía Noelia ya tenía experiencia con los
niños, por eso le pedimos que te criara. Con Camilo es diferente, lo criamos
bien, solo que no queremos que se pierda con esas amistades que tenía.
—Ah… Entiendo —soltó Alejandra, el nudo que tenía en la garganta no la
dejaba hablar.
—Hija, no vayas a pensar mal, solo queríamos lo mejor para ti; nosotros en
ese tiempo no pensábamos con claridad, además, mira que fue una buena
elección, creciste bien, ahora eres una escritora famosa. No te imaginas lo
orgullosa que me siento de ser tu madre.
Alejandra no aguantaba más las lágrimas, se sentía muy mal en aquel
momento.
—Gracias mamá. Tengo que colgar, Gabriel y yo hoy vamos a cenar,
necesito organizar todo —informó.
—Bueno hija, pásala rico y por favor, está muy pendiente de Camilo.
—Bueno mamá —Alejandra colgó la llamada y soltó el llanto.
No podía soportar aquel sentimiento que la abrazaba con fuerza, las
palabras de su madre se clavaron en su espalda mientras en su mente una
conclusión la atormentaba “era un estorbo”, cuando nació fue un estorbo para
sus padres y por eso se la dieron a otra familia.
Por lo menos ya sabía la raíz de aquella inseguridad que la había
atormentado por años, aquella depresión que no la dejaba estabilizar su vida.
Gabriel llegó al apartamento, encontró la mesa decorada con velas y lista
para poder tener una grata cena, desplegó una sonrisa mientras contemplaba lo
hermoso que todo se encontraba. Pasó al cuarto para buscar a Alejandra,
aunque se sorprendió y en cierta parte se asustó al verla llorar acurrucada en la
cama.
—Amor, ¿qué sucedió? —preguntó sentándose en la cama cerca de su
novia.
Alejandra se sentó y abrazó a Gabriel. El joven supo que ella necesitaba
desahogarse, por lo mismo la abrazó fuerte y empezó a acariciar su cabello en
silencio.
—Tranquila —le susurró después de unos segundos—, llora todo lo que
quieras.
Cuando ya pudo tranquilizarse, el cuarto se sumió en un silencio que solo
lo interrumpía el sonido de las manecillas de un reloj colgado en la pared
blanca.
—¿Qué sucedió? —preguntó Gabriel mientras Alejandra estaba acostada
en su regazo.
—Yo… Hace semanas atrás Tomás me había dicho que mi inestabilidad
emocional debía ser porque me sucedió algo en mi pasado que me dejó así —
Alejandra se alejó de Gabriel y se sentó cruzada de piernas frente al joven que
también se acomodó de aquella manera—. Camilo cuando lo llevé al colegio
el primer día me dijo que mis padres lo que hicieron fue botarlo de sus vidas
como lo hicieron conmigo, eso me dejó muy pensativa y hoy llamé a mi mamá
para poder quitarme la duda —las lágrimas volvieron a humedecer sus
mejillas—. Mi mamá dijo que ella sí me dejó con mi tía porque no sabía cómo
criarme, que ellos eran muy jóvenes, sin experiencia y que mi tía podía darme
una vida mejor. Es cierto lo que dijo Camilo, ellos me botaron de su vida. Por
años he sido tan insegura, depresiva, lloraba en las noches, me sentía tan
sola… Es por eso que no puedo tener una relación sana con alguien, no me
siento a la altura de los demás, por más que trate, yo no puedo; es por eso,
porque no tuve a mis padres cerca, yo no fui una hija deseada.
El cuarto era iluminado por las pequeñas lámparas que estaban en las
mesitas de noche, el rostro de Alejandra se veía un poco oscuro y Gabriel no
dejaba de observarla fijamente, se sentía tan triste de ver a su amada tan
desconsolada.
—Gabriel, no sabes el miedo que he tenido en estos días porque pienso que
voy a dañar nuestra relación y volveré a quedarme sola, yo no quiero perderte.
Todos estos años añoré estar así, juntos, pero por culpa de mi inseguridad voy
a perder todo lo que hemos construido —Alejandra intensificó su llanto y
Gabriel la abrazó.
—No digas eso, yo no me voy a alejar de ti, no permitiré que eso pase.
Siempre estaré a tu lado —susurró. Volvió a mirarla a los ojos—. Debes de
hablar en persona con tus padres, ahora que sabes la raíz de tu inseguridad
debes de tratarla y eso solo podrás hacerlo siendo sincera con tus padres para
poder llegar a una mejor conclusión de todo esto. Tus padres sí te aman, pero
no son personas perfectas, se equivocan como cualquier humano y ante todo
son tus padres.
Gabriel comenzó a limpiar las lágrimas de las mejillas de la joven con sus
manos:
—No te sientas sola, tienes a muchas personas que te aman, entre esas
estoy yo, nunca te dejaré sola, siempre, siempre, estaré aquí para ti —desplegó
una sonrisa—. Te amo, y mucho, me gustó el que me hayas contado todo esto,
así te entenderé mejor y te ayudaré a que puedas superar esto. Ya verás, todo
saldrá bien.
—Muchas gracias, amor, yo también te amo, no quiero perderte —
Alejandra tomó las manos de Gabriel que seguían en sus mejillas, pudo
estrecharlas con fuerza.
—Yo tampoco Alejandra, eres lo mejor que me ha pasado en mi vida —
acercó su rostro hasta el de la joven y le dio un beso en los labios que pronto
se convirtió en algo más.
Camilo llegó a la casa de Sofía, se sentó frente a una mesa llena de libros y
muchos apuntes, la joven estaba sentada frente a él andando su celular. No
había momento más aburrido que ese para el pobre muchacho, cuando terminó
de pasar todos los apuntes ya era media noche, solo quería dormir, tirarse en la
cama como una piedra.
—Voy… a dormir —dijo levantándose de su puesto, las ojeras en sus ojos
eran enormes, Sofía volteó a verlo, le dio lástima aquel muchacho.
—Bueno —soltó. Volvió a mirar su celular—. Tienes que despertarte a las
cuatro, mañana es el examen de química y tienes que repasar, así que solo
puedes dormir cuatro horas.
Camilo hizo un gesto de fastidio y después empezó a caminar hasta llegar a
las escaleras, tenía mucho cansancio aplastando su espalda. ¿Cuándo se
terminaría esa tortura?
—Oye —llamó Sofía, Camilo volteó a verle—. Si quieres mañana te
puedes pasar la tarde libre, no tienes que ir a trabajar.
—No… Si no lo hago me caerán como cuervos sobre mi cabeza. No quiero
darle problemas a nadie —explicó Camilo. Después se fue rumbo a las
escaleras.
Al llegar al cuarto de huéspedes se tiró sobre la cama. En aquel momento
el recuerdo de lo que había hablado con su hermana Alejandra llegó a su
mente, ¿por qué le dijo todo eso?, estaba enojado por la decisión de sus
padres; pero el rostro de Alejandra impactada por sus palabras no lo dejaba de
molestar. Nunca pensó en cómo ella se iba a sentir, sabía que la joven no tuvo
una vida fácil, a simple vista se notaba que era frágil, sentimental. Tal vez la
pasó mal por las acciones de él.
*
—Yo tampoco sé si es niño o niña, pero cuando abra esta caja saldrá un
pañuelo, si es niño, será azul, niña, rosa —informó Claudia frente a los
invitados.
Estaban en el restaurante teniendo una gran cena, los más allegados a la
pareja celebraban con la pareja la noticia sobre el sexo del bebé. Era más que
obvio que estaban emocionados con el nacimiento de su primer hijo; sentían
que los meses pasaban lentos para que por fin pudieran tenerlo entre sus
brazos.
Claudia tenía una caja marrón entre sus manos, los invitados se
encontraban frente a ella sentados en las mesas con sus miradas fijas en la
chica. Rápidamente abrió la caja y encontró…
—¡Es un niño! —gritó Claudia emocionada. Los invitados comenzaron a
aplaudir— ¡vamos a tener un niño!
Mateo corrió a abrazarla, él quería un niño, tenía semanas hablando sobre
el tema:
—¡Gane! —gritó Mateo entre una gran carcajada.
—Yo quería que le pusieran Silvia si era niña —refunfuñó Tomás mientras
se cruzaba de brazos. Rodó su mirada a Keidys quien se encontraba
aplaudiendo emocionada mientras observaba a la pareja—. Bueno, todavía
falta saber el sexo de ese.
—Deja tu invento, ese nombre es feo —regañó Gabriel.
—¡Quiero que se llame Silvia! —se quejó Tomás.
Keidys rodó su mirada a Josef quien se encontraba a su lado:
—Cuando sepamos el sexo de nuestro hijo —dijo bastante emocionada.
Josef desplegó una gran sonrisa.
—Sí, ya quiero saberlo —el joven tuvo que contenerse, cada vez que
tocaban el tema comenzaban a hacer planes a futuro.
Comenzaron a pasar los días, la fecha de la boda se acercaba cada vez más,
con ella muchos planes, Alejandra siguió sus ejercicios para bajar de peso,
pero al final lo dejó todo y se hizo el vestido con solo dos tallas menos de la
que tenía en un comienzo “me gusta comer mucho” esa fue su excusa. En ese
tiempo Gera y Santiago llevaron una relación bastante extraña en secreto, por
unos días tuvieron que dejarse de ver, las personas a su alrededor comenzaban
a sospechar. En aquellos días Marisol se volvió muy amiga del grupo, además,
ayudó mucho a las chicas con la preparación de la boda, tenía muy buenas
ideas y la dejaron a cargo de muchas cosas, era como la chica que llevaba la
lista de todo lo que se necesitaba y su celular sonaba a cada momento por
parte de las jóvenes preguntándole sobre los planes, ni Marisol sabía cómo se
metió en aquel papel, Tomás se burlaba de ella porque decía que se convirtió
en la esclava de las muchachas. Se había filtrado una foto de Keidys junto a
Josef y un rumor que hablaba sobre su embarazo y la boda, tanto fue el
escándalo que la joven aceptó todo, estaban un poco preocupados por el día de
la boda, no querían que los planes se dañaran, por lo mismo se reforzó la
vigilancia en la zona para que así la prensa o algún fan de la muchacha no se
infiltrara en el evento.
Keidys se miró frente al espejo, a su lado se encontraba Claudia quien
también estaba asustada.
—Tranquila, no se nos va a enredar el vestido con los zapatos, todo saldrá
bien —dijo Claudia.
—¿Por qué estás pensando en eso? —preguntó Keidys.
—Eh… Bueno, tú eres modelo, eres experta en esto, yo no, así que me
asusta un poco —explicó Claudia.
—¿Te imaginabas llegar a esto con Mateo? —inquirió Keidys.
—Claro que no, es raro, cuando tenía diecisiete años no era correspondida
por él, me tenía en la friendzone, pero ahora estoy a punto de casarme con él y,
además, vamos a tener un hijo —Claudia desplegó una gran sonrisa.
—Es cierto, a esa edad yo solo sabía hacerle la vida imposible a Josef, él
era un nerd total, solo sabía pensar en sus estudios y yo en que quería
convertirme en una reconocida actriz —Keidys soltó una pequeña risita llena
de nervios—. Tengo miedo, quiero ser una buena madre y esposa.
—Tranquila, lo serás, ya verás —Claudia tomó una mano de su amiga y la
entrelazó con la suya.
En aquel momento al cuarto entró Gera y Alejandra:
—Se ven hermosas —elogió Gera.
—¡Se van a casar! —gritó Alejandra. Todas comenzaron a gritar de la
emoción.
Sofía entró al cuarto vestida como dama de honor, prácticamente la
metieron porque ella lo pidió, quería alardear en el colegio que ella fue un
papel importante en la boda de la que tanto se habló en aquellos días en todo el
país.
—¡No puedo creerlo, ya es el día! —gritó Sofía y corrió a abrazar a las
chicas.
—Oye… te queda hermoso el vestido —elogió Keidys.
—Sí, tienes buen cuerpo para ser una modelo —dijo Gera.
—Claro que sí, ya soy familia de Keidys —soltó Sofía. Todas carcajearon.
En aquel momento Gabriel entró:
—¡Qué hermosas! —gritó. Tenía su cámara en mano—, agrúpense, vamos
a tomar la foto antes de la boda.
En aquel momento entraron las madres de las novias que corrieron a
abrazar a sus hijas por la tanta emoción. En el cuarto solo se escuchaban risas
y se vieron algunas lágrimas correr. Al momento de tomar la foto Keidys gritó:
—¡Marisol!, anda, casi nos olvidamos, ven, tú también eres dama de honor
—Keidys corrió hasta el marco de la puerta y tomó las manos de la muchacha
que tímidamente observaba como se iban a tomar la foto de las damas de
honor sin ella.
—Ay, bobita, ¿por qué te quedaste ahí?, yo veo que me van a dejar por
fuera y corro a jalarles el cabello a todas, tremenda traición —se burló Gera.
En realidad, ella no era que soportara mucho la timidez de Marisol.
Marisol caminó tomada de la mano de Keidys hacia el grupo como un
pequeño borreguito. Así fue como Gabriel tomó la foto del hermoso recuerdo
de aquel tan esperado día. Estaban frente a la playa, comenzaba la hermosa
tarde, todos los invitados terminaron de llegar y solo se escuchaban las risas
mescladas con las olas del mar y aquel tranquilo viento que despejaba alguna
nube que amenazara con dañar el especial momento.
Los novios antes de la boda tenían un gran desorden en el cuarto, se
grababan bailando, hasta algunos invitados se colaban en el cuarto para
curiosear lo que sucedía:
—Las chicas están es hablando y llorando, en cambio, ustedes solo saben
bromear y bailar frente a la cámara —dijo Gabriel mientras filmaba.
—No, no, no, yo estoy nervioso —dijo Mateo frente a la cámara.
—Pero si tú fuiste el que comenzó con ese pase extraño hace un momento
—dijo Camilo. Mateo jaló una oreja del joven—. Cállate, si Claudia ve este
video después me va a matar.
—Pues que te mate —Camilo le dio una palmada a la cabeza de Mateo y
después salió del cuarto.
—¡Este grillo! ¡Ven acá! —gritó Mateo tratando de alcanzar al muchacho.
—Oye, cálmate. Te vas a casar dentro de media hora —Josef detuvo a
Mateo.
—¿Estás nervioso Josef? —preguntó Gabriel.
—Claro que sí, es mi boda. Bueno, no estoy tan nervioso como Mateo, él
vomita cuando lo está, por eso comenzamos a bailar para que se tranquilizara
—contestó Josef frente a la cámara.
—¡Dijiste que sería un secreto! —regañó Mateo—. Eso es traición.
Keidys y Claudia comenzaron a entrar por el pasillo rojo que se había
creado en la playa especialmente para ellas. Todos los invitados se pusieron de
pie al momento de verlas aparecer y un piano comenzó a escucharse. Josef y
Mateo tragaron en seco por el nerviosismo al ver a las muchachas avanzar
frente a ellos. “No vayas a vomitar, no vayas a vomitar” pensaba Mateo. “Dios
mío, esto es real… Por favor, que no se me vaya a enredar la lengua cuando
me toque hablar” pensó Josef.
La boda surgió sin ningún contratiempo, bueno, a Josef solo se le cayó el
anillo al momento de ponerlo en el dedo de Keidys y Claudia antes de besar a
Mateo se fue en risa. Aunque esto sucedió, solo hizo que fuera más agradable
el momento; las carcajadas salían de todos lados y a la vez, fue muy
romántico.
En la recepción se sirvió un gran banquete, el pastel tenía doce pisos, era
algo en donde uno podía quedarse mirando por un buen tiempo. La música
hacía bailar a todos y hubo un comediante para la noche. Todo marchaba tan
perfecto.
—Yo conocí a las dos parejas, me gradué con ellos, claro, conocí a Josef y
Mateo cuando estábamos pequeños, también hice muchas locuras con ellos,
conocí a sus ahora esposas cuando llegaron a estudiar en el Liceo, les puedo
asegurar que ellas ni se imaginaban que terminarían siendo las que soporten a
ese par de ahora en adelante —decía Tomás quien fue el que dio el discurso,
los invitados no dejaban de reír—. Por eso estoy orgulloso de ser quien ahora
esté hablando aquí, ver a mis amigos al lado de esas hermosas mujeres, sé que
ellas merecían algo mejor, pero… La vida no tuvo más, esos fueron los que se
les escaparon y por eso las flecharon con esos hermosos hijos que van a tener,
¡se parecen a ellas!, no a esos bobos que están diciendo “sí” ahora, dicen que
sí porque me van a moler a golpes cuando me vean solo —Josef y Mateo se
miraron las caras y soltaron una gran carcajada—. Pero, aunque mis amigos no
son perfectos y mucho menos los más bellos… sé que las aman y tratarán de
hacerlas las mujeres más felices, soy su amigo, vigilaré para que no me vayan
a dejar mal después de este discurso —Tomás dejó salir una pequeña risita—.
Estoy muy feliz por mis amigos, ellos las amaron desde que estaban en el
colegio, con solo verlos sé que el amor para toda la vida existe, no importa
cuantos problemas aparezcan en el camino… si hay verdadero amor todo es
posible.
Los invitados se pusieron de pie para aplaudir el discurso de Tomás. Detrás
de Tomás apareció una foto de las dos parejas cuando iban al instituto, cada
uno abrazando a su novia.
—¡Que vivan los recién casados! —gritó Tomás. Todos gritaron lo mismo
y aplaudieron más fuerte.
A Keidys se le salieron algunas lágrimas al ver su foto de cuando tenía
diecisiete años al lado de Josef, todos aquellos recuerdos de su adolescencia la
invadieron. La primera vez que vio a Josef a su lado, ese nerd que la
sorprendió al ver que era ese niño al cual le dio su carta de sobre rosado, el
mismo que le rompió el corazón a tan temprana edad, pero era el mismo que la
hizo creer nuevamente en el amor. Aquellos momentos al lado de una fuente le
juró amarlo y estar a su lado en todos los malos momentos, aquel noviazgo de
colegio que se convirtió en una gran trayectoria juntos, sin importar las
confusiones, las grandes distancias que le dieron el vivir en países diferentes,
el peso de los años. No importó nada, ni el estrés del trabajo o los muchos
rumores. Ahora estaban por fin oficialmente siendo esposos, esperando su
primer hijo. Bajo aquella noche llena de estrella se tomaron de la mano, las
sonrisas aparecieron en sus rostros, estaban unidos sintiendo lo mismo, aunque
los rodeaba muchas personas que celebraban su boda, por un momento se
sintieron solo ellos, ahí estaba la muestra de los muchos años que habían
pasado juntos y claro, los que faltaban por recorrer.
—Esa foto la tomamos el día que nos hicimos novios, un quince de junio –
dijo Josef mientras tenía su mano entrelazada con la de su mujer.
—Sí, cumpliste tu promesa, ese día me dijiste que sería la mujer con quien
te casarías y tendrías tus hijos —Keidys observó fijamente los ojos de Josef.
—Recuerdo que soltaste una gran risa burlona cuando lo dije.
—Claro, me pareció bastante absurdo que lo dijeras —Keidys soltó una
pequeña risita.
—Me gusta cumplir mis promesas, eres la primera mujer en mi vida y
serás la última —Josef acercó su rostro al de la joven—. Te amo.
—Yo te amo más —susurró Keidys.
A veces un pequeño amor se convierte en un gran infinito.

¡Ups! Esto no lo vi venir


Tomás no dejaba de bailar con todas las solteras de la fiesta, su gran


discurso hizo que más de una se enamorara perdidamente de él. Él llegó a
gozarse la boda, era el alma de la fiesta. Se había acordado que los novios se
quedarían toda la noche, en la mañana se irían a sus lunas de miel, así que
ellas se quitaron los vestidos y se vistieron con una ropa cómoda, pero
elegante, no se querían perder la fiesta; aunque, Keidys y Claudia se fueron a
dormir pronto, sus embarazos las tenían muy dormilonas.
Tomás se sentó al lado de Marisol para poder descansar, había muchas
chicas que querían bailar con él esa noche, así que no lo querían soltar, pero él
no daba más. Contrario a él, Marisol nadie la había sacado a bailar, estaba
desde hace horas sentada allí, comiendo cuanta cosa le brindaban los meseros.
—Entonces sirvienta, como ya se hizo la boda te olvidaron —se burló
Tomás, tomó una copa de vino de un solo golpe—. Te lo dije, solo te estaban
explotando, mira, tu amor platónico, digo, mejor amigo —soltó una risa llena
de humor negro—, te tienen más sola que un hongo. Bueno, por lo menos hay
comida en la mesa, es la mejor compañía que puede haber. Estar solo, pero
con plata para comprar mucha comida.
—Vaya, mira quien lo dice, el que aparenta ser el más feliz, pero está igual
o peor que yo —dijo Marisol.
—¿De dónde sacas eso? Si todas aquí matarían por estar aquí, hablando
conmigo —Tomás tomó un bocadillo de la mesa y lo comió mientras miraba
fijamente a Marisol, así que la chica lo vio masticar por unos segundos, eso le
fastidió a la muchacha.
—Entonces no estoy tan mal, estoy hablando con el alma de la fiesta.
—Exactamente. Bueno, solo porque estoy cansando —volvió a burlarse
Tomás.
*
Gera tomó una botella de vino a escondidas y se escapó con Santiago de la
fiesta. Se fueron hasta la parte de atrás de la cabaña donde había una piscina,
ese lugar estaba solo y un poco apartado de la fiesta. La pareja comenzó a
besarse mientras soltaban risitas traviesas. Había unas sillas especiales para
tomar el sol donde Santiago se acostó y ella se sentó encima de él, tomaban
vino y se besaban. Santiago sumergía sus manos por debajo del vestido de la
joven y así poco a poco desorganizaban sus vestimentas.
Las olas y la música que se escuchaba a lo lejos eran sus únicos
acompañantes:
—La noche está fría —susurró Santiago.
—Sí, pero no importa, nosotros la calentamos —chistó Gera.
—Siento que me estoy enamorando de ti —confesó Santiago con una
enorme sonrisa. Gera apartó su rostro del joven.
—¿Qué? —quedó estupefacta.
—Sí, todo lo que he vivido contigo es una gran locura que nunca creí vivir.
Este tiempo que he estado contigo ha sido mágico. ¿No te sucede igual?
—Bueno… Sí, contigo he pasado muchas cosas, eres distinto a los
hombres que he conocido y me haces muy feliz, pero… creo que llamarlo
amor es muy apresurado –explicó Gera.
—Bueno, yo soy un romántico empedernido y sé que tú eres mi princesa
—Santiago llevó sus manos a las mejillas de Gera quien en aquel momento
tenía los ojos brillantes, se fundieron en un gran beso apasionado.
*
Marisol había acabado de salir del baño cuando encontró a Alejandra
besándose con Gabriel en un rincón, se veían muy enamorados hablando entre
susurros mientras se daban besitos cortos:
—Claro que yo quiero casarme contigo —fue una de las cosas que les
alcanzó a escuchar a Alejandra decir.
¿Qué estaba pensando para seguir enamorada de Gabriel? Era obvio que
nunca tendría una oportunidad con él, nunca, jamás en la existencia. Alejandra
era muy buena persona con ella y se veía que estaba totalmente enamorada de
Gabriel, vivían juntos y al parecer comenzaban a surgir planes entre ellos de
una futura boda donde seguramente Marisol sería una dama de honor, otra vez,
planear una boda que no era la suya.
Volvió a sentarse en aquella mesa arrinconada en la fiesta, miró la mucha
comida que tenía para comer, en aquel momento un mesero le dejó una copa
llena de vino en la mesa, la bebió de un solo golpe, eso le sorprendió al
mesero:
—¿Le traigo una botella de vino? —preguntó el hombre.
—Sería lo mejor —aceptó Marisol. El mesero se apartó de la mesa—. Soy
una boba, las personas solo saben utilizarme para su beneficio. Así será
siempre mi vida.
Frente a ella, a unos metros de distancia, estaba Tomás bailando muy
pegado a una chica, pudo ver que la joven llevó sus manos hasta el trasero del
muchacho y comenzó a manosearlo.
—Anda… Pero qué atrevida —bufó Marisol. El mesero puso la botella de
vino en la mesa, la joven notó que ya estaba abierta la botella, volteó a ver al
hombre.
—Buen provecho —dijo el mesero.
—Gracias —Marisol llenó su copa por completo y comenzó a beberla
como si fuese agua.
Por media hora así estuvo la situación, Marisol ya estaba que lloraba por
aquel momento. Tomás se acercó a la mesa para tomar un trago, notó a la
joven bastante decaída, bueno, más de lo normal.
—¿Quieres bailar? —le preguntó. Ella alzó la mirada hasta que se
observaron fijamente.
—¿Qué? Claro que no vas a bailar conmigo, hay muchas chicas hermosas
aquí —contestó la joven, el alcohol ya estaba haciendo efecto en ella.
—No puedes tomarte toda esta botella de vino sin moverte de esa silla, vas
a quedar privada aquí. No serás quien dañe la fiesta de mis amigos —Tomás le
extendió una mano—. Vamos, tienes que moverte.
—¿Es una orden? —inquirió Marisol.
—Sí —Tomás la tomó de un brazo y la hizo levantar de la silla, ella por un
momento perdió el equilibrio y cayó sobre el pecho del muchacho.
—Lo siento, estoy un poco mareada —se disculpó.
Gabriel observó de lejos a la pareja, a su lado estaba Alejandra, al parecer
los dos pensaban lo mismo, no permitirían que Tomás se sobrepasara con
Marisol.
—No… Él no se metería con ella, ¿o sí? —preguntó Alejandra.
—Imaginaré que solo le quiere alegrar un poco la noche —respondió
Gabriel.
—Sí, él… siempre quiere ayudar a las personas —dijo Alejandra, al
parecer se quería convencer de que así era.
En realidad, Tomás tenía lástima de Marisol, se burlaba de ella porque era
la manera en la que quería llamar la atención de la muchacha y así distraerla
por un momento. Cuando la vio en esa mesa completamente sola y deprimida
no soportó más, prácticamente la rescató de aquel mal momento. Ellos
comenzaron a bailar y al muchacho le sorprendió que Marisol bailaba bien, los
dos se coordinaban muy bien, así que eso lo animó a seguir bailando con ella.
—Oye… bailas muy bien —dijo Tomás cuando volvieron a la mesa para
descansar un poco.
—Gracias —agradeció Marisol mientras se sentaba.
Un joven se acercó a la muchacha para invitarla a bailar. Marisol aceptó,
Tomás se quedó solo en la mesa bastante extrañado por lo que acababa de
suceder, al parecer ella lo que quería era gozarse la fiesta. Bailó dos canciones
con el joven y después volvió a la mesa:
—¿Ves? Todo es cuestión de actitud, te sacaron a bailar cuando tu ánimo
cambió. Tal vez solo lo que necesitas en tu vida es cambiar la forma pesimista
con la que te tratas —dijo Tomás cuando la joven estuvo sentada a su lado.
Marisol quedó un poco pensante mientras observaba su copa de vino que
tenía entre sus manos. Después, Tomás se levantó de su puesto:
—Vamos, bailemos, ¿o ya te volviste a aburrir? —desplegó una sonrisa
retorcida.
Sofía estaba con Camilo comiendo en una mesa, eran de los que llegaban a
la fiesta a tomarse fotos y comer todo lo que encontraban a su paso.
—¿Ya te emborrachaste? —preguntó Camilo cuando vio a Sofía un poco
extraña.
—No, es que tengo ganas de vomitar, creo que algo me hizo mal —explicó
la joven.
—Vamos a tomar aire, has comido mucho —Camilo se levantó y arrastró a
la joven hasta la parte de atrás de la fiesta.
—Ay, me siento mal —Sofía soltó el vómito y ensució la camisa del joven.
—¡Ay…! —el muchacho se alejó de Sofía con bastante asco.
—Lo siento, ya estoy mejor —Sofía se limpió con la mano la boca—, qué
descanso.
Camilo se reparó la camisa con bastante desagrado, comenzó a quitársela.
—Voy a llamar a Josef, ya vengo, debes de tomarte algo —caminó a los
adentros de la cabaña.
Sofía se sentó en un escalón de los que llevaban a la piscina, se sentía
mejor, aunque un poco mareada. En aquel momento sus ojos no lo podían
creer, a lo lejos estaba Gera con Santiago besándose y haciendo algo más. Su
boca se abrió de la impresión ¿no se suponía que ellos se odiaban?
Camilo llegó a la mesa donde se encontraba Josef acompañado de Gabriel
y Alejandra, estaban hablando tranquilamente mientras bebían y comían
bocadillos. Se extrañaron al ver al joven descamisado y un rostro bastante
aburrido.
—¿Por qué estás en esas fachas? —preguntó Gabriel.
—Sofía se enfermó, al parecer comió lago que le hizo daño, me vomitó la
ropa, la dejé cerca de la piscina —explicó Camilo.
Todos se pusieron de pie, fueron con Camilo a buscar a la joven, aunque,
encontraron algo más. Gabriel quedó pasmado, su hermana estaba frente a él
besándose con el que se suponía que era la persona que más le desagradaba.
—¡Gera! —gritó Gabriel, rápidamente la joven volteó a ver a su hermano
— ¡¿qué haces?!
Santiago y Gera se levantaron de la silla, ¡los habían descubierto! ¿Y ahora
qué se suponían que harían?
—¿No se supone que ellos no se soportaban? —preguntó Josef a
Alejandra.
—Se suponía, pero al parecer no era así. Tal vez están borrachos —explicó
Camilo.
Gabriel, quien era bastante celoso con su hermana, caminó bastante
enfadado en dirección a la pareja:
—¡Gabriel, no, espera! —gritó Alejandra corriendo a detenerlo, volteó a
ver a Josef— ¡ayúdame!
Gera se asustó al ver a su hermano así de enojado, sabía lo que se
avecinaba:
—¡Gabriel, cálmate, yo te puedo explicar! —gritó la joven.
Santiago hizo que Gera se escondiera detrás de su espalda mientras
esperaba a que Gabriel estuviera cerca de ellos.
—Cálmate Gabriel, te puedo explicar todo —pidió Santiago, lo dijo en una
voz bastante calmada para que así no llamaran la atención.
—¡¿Qué te pasa?! ¡¿No se supone que ustedes se odian?! —gritó Gabriel,
Josef se puso en el medio de los dos jóvenes para prevenir una pelea.
—Eso era antes, pero ya no —explicó Santiago. Hasta Josef se confundió
con aquella respuesta, todos hicieron silencio y posicionaron sus ojos en el
joven—. Gera y yo tenemos una relación —agregó Santiago.
—¡Qué mierda! —gritó Gabriel— ¡Gera acaba de salir de una relación con
Tomás, es tu amigo! ¡¿Qué te pasa Santiago?! ¡Es mi hermana!
—¡Lo sé, pero ella no te pertenece para que controles su vida! —gritó
Santiago.
—¡¿Para que siga dando estos espectáculos contigo?! ¡Idiota! —Gabriel
rodó la mirada a donde estaba Gera sin saber qué hacer— ¡Geraldine!
—Gabriel, cálmate —pidió Alejandra.
Hasta Sofía comenzaba a asustarse al ver a aquel grupo con ese pleito.
—Ve a buscar al padre de Gera y el de Santiago, corre —pidió Alejandra a
Sofía. La joven así lo hizo, corrió a la fiesta a buscar a los padres de los
muchachos.
No pasó unos minutos de discusión cuando los señores llegaron y trataron
de calmar a los muchachos, pero, obviamente, el padre de Gera al enterarse la
raíz del problema se enojó con la joven, aunque, decidieron hablarlo cuando se
terminara la fiesta. Pero para ellos el festejo terminó en ese momento, se
montaron en el auto y se marcharon de la cabaña.
Alejandra decidió quedarse para hablar con Santiago, el joven pidió que no
le contaran nada a Keidys, ella se enojaría mucho si llegaba a enterarse.
Josef, Alejandra y el señor Gonzales se quedaron con Santiago en la
piscina queriendo saber cómo sucedió todo aquello.
—Se suponía que ustedes no se agradaban, ¿cómo pasó? —preguntó
Alejandra.
—Cuando Josef le pidió matrimonio a Keidys, en esa fiesta nosotros nos
embriagamos y estuvimos juntos —contestó Santiago.
—¿Qué?, pero ella solo tenía varios días de haberse dejado de Tomás —
dijo Josef sorprendido, el problema era más grande de lo que él creía.
—Sí, pero… Todo sucedió sin que nos diéramos cuenta, comenzó muy
raro, eso lo sé. Pero Gera es una mujer maravillosa, no la pienso dejar —
explicó Santiago.
—Pero ella fue novia de Tomás, él es tu amigo, ¿cómo puedes hacer eso?
—soltó Alejandra.
—¡Sí! Pero él y ella ya no son nada, no me importa con quien estuvo antes,
yo a ella la amo, no pienso dejarla solo porque a ustedes no les agrade nuestra
relación —Santiago se levantó de la silla y miró a todos, su padre sabía que
haría una locura en aquel momento.
—Hijo, ni se te ocurra —ordenó el señor asustado.
—Ustedes tienen su vida, no van a controlar la mía —soltó Santiago,
después comenzó a caminar rápidamente a la salida del lugar.
—¡Santiago, ven aquí! —gritó el señor Gonzales furioso.
—¡Santiago, ¿a dónde vas?! —Josef trató de seguirlo, no sabía qué hacer,
volteó a ver al padre del muchacho.
—¡La va a buscar! ¡Es peligroso! —gritó el señor Gonzales.
—Mierda, Gabriel lo va a matar como lo vea —soltó Alejandra y comenzó
a correr detrás de Santiago.
El muchacho entró a su carro, algunos invitados se dieron cuenta que algo
estaba sucediendo, claro, por los gritos que tenía el joven detrás de ellos.
—¡Santiago, deja de hacer esta locura! —gritó Josef frente al carro.
—¡Tú ya te casaste con la mujer que amas, no me vas a entender! —dijo
Santiago, pitó para que Josef se apartara del camino.
—Por lo menos déjame ir contigo, si te pasa algo Keidys me va a matar —
pidió Josef. En aquel momento Alejandra llegó hasta el vehículo.
Así fue como Alejandra y Josef acompañaron a Santiago en su locura.
—¿Qué le vas a decir a su familia? —preguntó Josef al lado del joven
quien estaba conduciendo muy rápido.
—No sé —contestó.
—¿Y a Gabriel? Está muy enojado por encontrarlos en su fechoría —dijo
Alejandra bastante asustada.
—¡No sé, no sé, solo no quiero perderla! —respondió Santiago.
—Y yo que creía que este tipo era gay —Josef soltó una carcajada que
acompañaron todos.
La noche era bastante oscura, estaba sola la carretera, ellos iban a gran
velocidad y pronto pudieron ver a lo lejos el auto donde iba la familia de Gera.
La joven estaba siendo sermoneada por toda su familia, aunque, ella no
pensaba ni por un momento en apartarse de Santiago.
—¡Claro que no lo voy a dejar, no me importa lo que ustedes piensen, es
mi vida! —replicó Gera con mucho enojo.
—¡Sí, por eso debemos de controlarte, diste el peor de los espectáculos,
todos vieron como te manoseabas con él! ¡¿Qué te pasa?! —discutió Gabriel
muy enojado, era peligroso, iba manejando.
—¡Hijo, ten cuidado! —pidió la señora.
En aquel momento vieron que un auto les obstaculizó el paso, ellos
soltaron un grito y Gabriel frenó en seco. Después un silencio invadió el auto.
Las puertas del carro que los hizo detenerse se abrieron.
—¿Qué rayos? —soltó Gabriel confundido al ver a Santiago, Josef y
Alejandra bajarse del vehículo.
—Santiago… —soltó Gera, rápidamente bajó del carro y corrió a su
encuentro.
—¡Geraldine, vuelve al auto! —gritó su padre.
—¡Geraldine! —Gabriel bajó bastante enojado.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Gera a Santiago, pero tenía una
sonrisa desplegaba, estaba emocionada y llena de nervios, el momento era
muy confuso.
—No te quiero perder, no me importa enfrentarme a quien sea, yo te amo
Gera… —Santiago la abrazó.
—¡¿Qué te pasa?! ¡Casi nos matamos por tu culpa! —gritó Gabriel
acercándose a Santiago.
—¡Hijo, espera! —soltó la señora nerviosa.
—¡Gabriel, no comiencen otra vez, por favor! —pidió su padre.
—Gabriel, cálmate, Santiago solo quiere aclarar las cosas —Alejandra se
acercó a Gabriel y trató de calmarlo.
—¿Qué hacen aquí? ¿Por qué él nos siguió? —Gabriel se veía aturdido, no
quería que volvieran a jugar con su hermana, mataría a quien lo intentara.
—Es loco, pero al parecer Santiago va muy en serio con Gera —explicó
Alejandra.
—Gabriel, yo amo a tu hermana, no pienso dejarla. No me importa si no
estás de acuerdo con nuestra relación; yo no me voy a separar de Gera —
explicó Santiago, apretó con fuerza la mano de la joven quien se encontraba a
su lado.
—Joven, Geraldine acaba de salir de una relación, ella tiene su vida
desorganizada ahora, es mejor que ustedes no estén juntos —el padre de la
muchacha se acercó a ellos.
—No, si Gera tiene su vida desorganizada, entonces yo le ayudaré a
organizarla. Quiero compartir mi vida al lado de ella, no me van a hacer
cambiar de parecer, yo amo a Gera.
—Ella es de momentos, después te dejará, mi hija ni sabe lo que quiere
hacer con su vida —soltó el señor.
—Si me deja la volveré a enamorar, no me importa hacerlo cuantas veces
sea necesario. Usted está muy mal informado sobre la vida de su hija, ella sí
sabe lo que quiere con su vida, así que no decidan por ella —explicó Santiago,
se veía muy convencido de lo que hablaba.
A Gera le impresionó la forma en la que Santiago la defendía, nunca
alguien hablaba tan lindo de ella, de hecho, pudo ver como toda su familia
quedaba con la misma expresión. Siempre quiso tener a su lado a un hombre
que la amara de aquella manera; Santiago con cada acto que hacía la
enamorada, todo fue lento, poco a poco, pero muy preciso y ahora él se
encontraba ahí, hablando con su familia y aclarando cuanta duda ellos tenían.
Cuando quiso darse cuenta Gabriel conversaba con el muchacho acerca del
tema de Tomás, todo lo que se le avecinaba por esa relación, se veía la
situación bastante calmada y en todo ese momento Santiago no soltó la mano
de Gera.
—Gera —llamó su mamá.
—¿Sí? —preguntó la joven.
—¿Estás segura que esto es lo que quieres? —inquirió la señora.
—Claro, al igual como Santiago… yo también estoy decidida a tener una
relación, no me importa lo que piensen los demás —explicó la joven.
Marisol y Tomás se estaban gozando la fiesta, bailaban todas las canciones
y bebían alcohol a todo momento, eran el alma de la celebración. Ya eran las
tres de la mañana y la fiesta se encontraba en su apogeo, saltaban y hacían
desorden, la música hacía retumbar las paredes, los más viejos se habían
marchado ya, solo las almas jóvenes estaban como locos bailando.
Tomás estaba encantado bailando con Marisol, ella había cambiado por
completo su estado de ánimo y bailaba con todos, pero, mayormente con él.
Sonó una canción que debía bailarse bastante pegado, los brazos del muchacho
rodearon la cintura de la joven y mientras se movían al compás de la canción
sus brazos comenzaron a acariciarla. El alcohol recorriendo por sus venas y la
música lo tenían controlado; pronto sus rostros se encontraron y él comenzó a
besarla.
Sin darse cuenta se adentraron a un pasillo y él no podía parar, la estaba
besando hasta en los rincones más profundos, Marisol le seguía el juego, hasta
soltaban pequeñas carcajadas traviesas. ¿Qué era lo que hacían? Serían la
pareja más imperfecta, Tomás en sus cinco sentidos no sería capaz de besarla,
ella no era su tipo, una joven tímida, insegura y con baja autoestima, no, nunca
tendría una relación con una joven como Marisol. Pero aún así, la vida los
puso en aquella situación, ellos no dejaban de acariciarse y pronto entraron a
un cuarto, Marisol se acostó en la cama y Tomás le echó seguro a la puerta, se
acercó a la joven y comenzó a desnudarla lentamente, recorrió el delgado
cuerpo de la muchacha con sus labios y pronto la gran pasión los consumió.
Marisol nunca creyó perder la virginidad esa noche y mucho menos con un
hombre como Tomás, con la poca luz que había en aquel cuarto solo pudo ver
algunas facciones del musculoso cuerpo del joven. La experiencia se volvió
más vivida por el alcohol que recorría su cuerpo, sabía que al despertarse y
estar en sus cinco sentidos se arrepentiría de sus acciones.
Al haber acabado Tomás se tumbó al lado de la joven, para él solo fue una
noche más donde se acostó con una mujer:
—Fue tu primera vez, ¿verdad? —dijo Tomás.
—Sí, pero me gustó mucho —respondió Marisol y soltó una pequeña
carcajada.
—Estás loca, ¿no te vas a arrepentir cuando estés cuerda? —inquirió el
muchacho.
—No lo sé —contestó Marisol.
—Me arañaste la espalda, me arde —confesó Tomás.
—Es que me dolió en ese momento —explicó Marisol.
—¿En serio te gustó? —Tomás rodó sus ojos al rostro de Marisol que era
iluminado por una tenue luz.
—Sí, para ser la primera vez fue bastante buena —contestó.
—¿Quieres repetirlo? —Tomás se acercó más la joven y comenzó a
besarla.
—¿Y tú no te vas a arrepentir cuando amanezca? —preguntó Marisol.
—No, claro que no —respondió Tomás.
A veces el amor de tu vida es todo lo opuesto a lo que tú quieres.

¡Quiéreme!

Había amanecido, Marisol abrió los ojos y comenzó a reparar el lugar,


¿dónde estaba?, sintió su entrepierna un poco extraña, rodó su cabeza a la
derecha y vio a Tomás profundamente dormido. En aquel momento lo recordó
todo, había estado con él; se levantó de la cama, tomó su ropa y entró a un
pequeño baño que tenía el cuarto. Al tratar de orinar sintió gran ardor, eso lo
hizo más real, había tenido su primera vez.
El agua fría la hizo volver en sí, ¿fue bueno el haber estado por primera
vez con alguien como Tomás?, seguramente para él no fue más que una noche
con una chica, una más de las tantas que estaban en su lista. Pudo ver un poco
de sangre en el piso del baño que poco a poco se iba desvaneciendo en el agua.
Marisol era de esas mujeres que había fantaseado con un hombre amoroso
y tierno con quien viviera una aventura romántica parecida a las películas de
amor que le encantaba ver. Pero tuvo la desgracia de vivir una vida bastante
ordinaria y muy solitaria donde solo tuvo dos relaciones amorosas, una de
quince días y la otra de un mes, lo más parecido al romance lo vivió cuando
Gabriel le dio su primer beso, y eso, sucedió porque ella se lo pidió, creía que
el cáncer acabaría con su vida.
Su primera vez al experimentar algo era así, inesperado y muy ordinario, la
otra persona lo tomaba como algo normal, solo se consideraba especial para
ella.
Marisol se terminó de bañar, se cambió y salió del cuarto. Volvió a la
ciudad tratando de olvidar esa noche. ¿Qué debía hacer?
Tomás se despertó, al momento de bañarse vio en el espejo cuatro arañazos
que tenía en su espalda, fue su recuerdo de aquella noche. Pero había algo que
no lo dejaba tranquilo, no se protegió al estar con Marisol. Debía buscarla e
informarle.
Vio a Keidys saliendo de la cabaña con unas maletas y a su lado estaba
Josef:
—¡Keidys! —llamó el joven mientras se acercaba.
—Tomás, ¿qué sucede? —preguntó la joven.
—¿Sabes la dirección del departamento de Marisol? —inquirió Tomás.
—¿Y eso? —se extrañó la muchacha.
—Es que se le quedó el celular y la estaban llamando sus padres, parece
que tienen algo importante que decirle, se lo voy a llevar —mintió el
muchacho, le salió con mucha naturalidad.
—Ah… Claro, ¿tienes dónde apuntar? —dijo Keidys convencida de la
situación.
—Sí, claro —Tomás sacó su celular del bolsillo del pantalón.
Después, Tomás se fue a la ciudad, primero debía de pasar a la farmacia,
tenía que comprar la que era en ese momento su salvación de un futuro que no
le agradaría para nada.
Marisol se encontraba en su departamento viendo películas acostada en su
cama, tenía planeado estar todo el día sola. Pero sus planes se dañaron cuando
escuchó el sonido de la puerta. Al abrir se asustó al ver el rostro de Tomás.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—¿Puedo pasar? —inquirió el joven.
Ella le dio paso a Tomás para que entrara. El joven se sentó en un mueble y
reparó un poco el lugar, todo estaba ordenado y limpio, además, tenía
decoraciones bastante bonitas, se notaba que una mujer vivía ahí, pero una
bastante romántica.
—Vaya, se nota que tú vives aquí —chistó Tomás.
—¿Por qué viniste? —inquirió la joven de pie frente a él con los brazos
cruzados.
—Ah… es que anoche yo no me protegí, puedes quedar embarazada y vine
a impedir eso, lo de anoche sabes que solo fue…
—Lo sé, lo tengo muy claro —respondió Marisol, toda la mañana se había
convencido que solo fue cosa de un momento.
—Perfecto, por eso te traje esto —Tomás sacó de su bolsillo una caja y se
la pasó a la muchacha.
—La píldora del día después —balbuceó Marisol.
—Sí, tómala, por favor. Así vamos a prevenir molestias en el futuro —
Tomás se levantó del mueble y se acercó a la joven, le dio un beso en la frente.
Esa fue su despedida.
Marisol lo vio marcharse por la puerta sin decir alguna palabra y apretó
con fuerza la cajeta que tenía en sus manos. Era lo mejor, tomar la pastilla y
seguir sus vidas imaginando que nada sucedió.
*
Las dos parejas se fueron a su luna de miel, pasar unas fantásticas
vacaciones de ensueño como siempre imaginaron. En los periódicos y algunas
revistas se podía leer la noticia de la boda que fue algo polémica, ya que
sorprendió a todos los fans de la actriz y modelo Keidys.
—No puedo creer que se hayan casado, ahora Gera y Santiago son novios,
poco a poco cada uno va formando su familia —dijo Alejandra recostada al
pecho de Gabriel.
—¿Quieres que nos casemos? —inquirió el joven.
—Claro que sí, ayer te lo dije, sería muy lindo, pero… que sea solo nuestra
boda, algo planeado con más tiempo, que sea sencillo y sin apresures. Algo
muy romántico, lo quiero en una iglesia, con mi vestido estilo princesa, todo lo
tradicional —Alejandra se emocionó mucho y soltó una pequeña risita.
Gabriel la abrazó y le dio un beso en la cabeza:
—Todo a su tiempo, todavía no estamos listos para dar ese paso. No
porque nuestros amigos se casaron quiere decir que nosotros también vamos a
hacerlo. Disfrutemos de este tiempo —explicó el joven, los dos se
acomodaron en la cama.
—Sí, lo sé, por ahora estoy muy bien así, a tu lado. Es tan hermoso el
poder vivir juntos, salir, o disfrutar de momentos como este —Alejandra cerró
los ojos y se relajó mientras escuchaba el corazón de Gabriel latir.
—No puedo creer que Gera se haya vuelto novia de Santiago, eso fue tan
raro, me impactó mucho —soltó de repente Gabriel.
—Sí, fue muy raro, estaba tan acostumbrada a verlos discutiendo y que
Gera dijera que no lo soportaba. Ver a Santiago decir que la amaba y que
quería pasar su vida al lado de ella… Fue muy extraño, todavía no lo proceso
—Alejandra soltó una pequeña carcajada.
—Gera es tan rara, pero ella lo dijo, ya está grande, que se cuide sola —
masculló Gabriel.
—Sí, debes dejar que ella maneje su vida. Santiago no es una mala
persona; al contrario, estoy tranquila porque sea él, sabrá valorarla —dijo
Alejandra.
*
Tomás estaba inmóvil, no lo podía creer, ¿era una broma? ¿Santiago y
Gera novios?
—Sí, ahora son pareja —dijo Camilo bastante serio.
—Yo los vi besarse y manosearse en la playa, después, cuando los
encontró Gabriel, se formó un problemón, eso discutían y casi se pelean, pero
mi hermano los detuvo —contó Sofía.
—Después Santiago se fue detrás de Gera, a ella se la había llevado su
familia, mi hermana y Josef se fueron detrás de él para que no cometiera una
locura, bueno, ellos le gritaban eso. Al final todo se resolvió y Josef,
Alejandra, Santiago y Gera volvieron a la fiesta, después, a la media hora
Gabriel llegó y se puso a hablar con Santiago —decía Camilo— eso fue muy
raro, se quedaron tomando en una mesa hasta que amaneció.
—Uy, sí, yo no lo podía creer, todo se arregló de una manera muy rara.
Gera y Santiago se fueron juntos de la fiesta —terminó de contar Sofía.
Tomás estaba en el restaurante de comida fitness cuando los muchachos
llegaron a darle la noticia.
—¿Estás enojado con Santiago? —preguntó Camilo.
—Te mencionaban en la discusión mucho, decían que no era bueno que tu
ex fuera la novia de Santiago, pero él dijo que no le importaba lo que pensaras
—explicó Sofía.
—Sí, al parecer a Gera y a Santiago no le importa lo que tú pienses —
Camilo y Sofía estaban emocionados por ver la reacción de Tomás.
Tomás salió del restaurante sin decir palabra alguna. Sofía y Camilo
desplegaron una sonrisa de emoción.
—¡Están en el departamento de Gera! —gritó Sofía.
¿Qué podía hacer?, era la vida de ellos, no tenía derecho alguno de
reclamar, Gera estaba haciendo su vida y si eligió a Santiago, él no podía
interferir. Se sentía muy mal; que todos sus amigos estaban terminando de
construir sus vidas y él se quedaba atrás, solo y siendo olvidado.
Terminó en un parque observando una fuente mientras revisaba lo que
había hecho en su vida, se concentró tanto en su carrera profesional como
nadador, después de las muchas medallas y dinero que ganó construyó varios
gimnasios que se hicieron muy famosos y ahora el restaurante de comida
fitness. Todo en su vida había marchado como siempre quiso, era guapo, las
mujeres abundaban en su vida, tenía muy buenos amigos, dinero y familia que
lo quería mucho. Pero se sentía solo, que faltaba algo muy importante en su
vida. Desde ese momento comenzó a sentir esa sensación de que debía
organizar su vida para crear una familia con alguien. Pero ahí estaba el
problema, no había ese “alguien” en su vida.
*
—¿Y qué vamos a hacer ahora? —le preguntó Gera a Santiago.
Estaban solos en el apartamento de la joven, el silencio abundó en el lugar,
aunque, a lo lejos se escuchaba y “tic tac” del reloj que se encontraba en el
pasillo que daba a los dormitorios.
—Bueno, habías dicho que te gustaría viajar por el mundo, ¿qué te parece
si eso hacemos? —sugirió Santiago. Gera desplegó una agradable sonrisa,
creía que el joven estaba bromeando.
—Por favor, hablo en serio —pidió su novia.
—Sí, lo sé, yo también hablo en serio.
En aquel momento, el corazón de Gera empezó a latir con fuerza.
—Pero… ¿qué le vamos a decir a nuestra familia?, además, tenemos
obligaciones —dijo Gera.
—No te enfrasques en eso, acabamos de enfrentar a nuestras familias,
ahora debemos pensar en nosotros, porque yo quiero un futuro contigo;
disfrutemos la vida, viajemos, hagamos lo que siempre hemos querido hacer.
No pienses en los demás, ellos ya hicieron su vida, ahora… es momento de
que nosotros seamos felices —Santiago entrelazó los dedos de sus manos con
los de la joven—. Me encantaría hacer una lista de las cosas que quiero hacer
contigo, de hecho, ya he pensado en la mitad de ella.
Gera sentía su pecho lleno de tanda alegría, sus ojos comenzaban a llenarse
de lágrimas, pero eran de la enorme felicidad que estaba viviendo, si esto era
un sueño, no quería despertar nunca.
—Vale, viajemos y hagamos lo que siempre hemos querido hacer —aceptó
la joven. Santiago besó las manos de la muchacha y después le dio un cálido
abrazo.
—No sé cuándo sentí esto por ti, pero, pienso que es lo mejor que me ha
podido pasar en la vida —susurró Santiago.
—¿Qué fue lo que gustó de mí? —preguntó Gera.
—A tu lado siento que mi vida tiene sentido y que la monotonía se aleja,
todo es mejor, divertido y eso me motiva a seguir viviendo —respondió—. ¿Y
a ti? ¿Qué es lo que te gusta de mí?
—Me aceptas tal cual como soy, me sabes tratar y a tu lado todo es mejor.
Has sabido enamorarme, esos días en los que hicimos tantas locuras, las
deliciosas comidas que me preparaste y los muchos detalles que me has dado,
todo; todo de ti me encanta —respondió Gera—. Me has hecho sentir en
algunos meses lo que otros no han despertado en mí en años. Y eso es
hermoso.
Santiago abrazó con fuerza a la joven y después se besaron de forma lenta,
tranquila, pero dentro de su ser una explosión de energía recorría su cuerpo.
Eran personas totalmente diferentes, sus gustos no es que fueran muy
parecidos, pero eso los hacía compaginar y estar nivelados, por eso se atraían
en gran manera. Solo esperaban que ese sentimiento durara hasta los últimos
días de su vida.
Un mes después:
Josef y Keidys compraron la casa de sus sueños, no era muy grande, solo
necesitaban que fuera acogedora y tuviera las habitaciones necesarias para
vivir cómodamente con su futuro hijo.
Apenas se acababan de instalar, tenían dos semanas viviendo allí. Era una
tarde de invierno, acababa de llover y los grillos comenzaron una orquesta, es
cielo era gris, pero en algunos momentos se escapaban algunas luces
salmones.
Keidys había acabado de tomar una siesta, estaba entrando al cuarto mes
de embarazo y todavía sentía uno que otro malestar. Notó que Josef caminaba
de un lado a otro en la habitación y comenzaba a arreglarse.
—¿Para dónde vas? —le pregunta.
—Voy para la empresa, mi abuelo me acabó de llamar y me pidió que fuera
—respondió el joven terminando de abotonarse la camisa blanca de mangas
largas.
—¿Cuándo me vas a contar lo que está sucediendo? —inquirió Keidys
sentada en el bordillo de la cama, todavía el sueño la tenía un poco atrapada.
—Eso que tanto te inquieta te lo voy a contar a detalle muy pronto, no te
preocupes —respondió el joven—. Por ahora debo de salir, porque si mi
abuelo insiste es porque es algo importante.
—Josef, ya pasó la boda, eso fue lo que acordamos; que explicarías todo
cuando nos organizáramos. En estos días te he visto salir como lo estás
haciendo ahora y me preocupa, la verdad. Así que espero que esta vez sí me
cuentes todo —explicó Keidys.
—¡Tranquila amor, tranquila, lo voy a hacer, sabes que siempre cumplo
mis promesas! —se acercó y le dio un abrazo y un beso en la frente a su
esposa. Ella desplegó una sonrisa no muy convencida, estaba preocupada,
comenzaba a tener un mal presentimiento—. Mira, si quieres, cuando regrese
te traigo una pizza y nos ponemos a ver películas.
—Yo lo que quiero es que me cuentes todo, así ya me tendrías feliz —
pidió Keidys con una voz un tanto apagada.
“Si te contara no estarías para nada feliz” pensó Josef mientras la
observaba. Se sentó al lado de Keidys y comenzó a amarrarse los zapatos.
—¿A qué hora regresas? —preguntó la joven.
—A eso de las nueve ya estoy aquí —respondió.
—Bueno, ahora que llegues a la empresa me llamas. No tengo un buen
presentimiento y eso no me gusta para nada Josef, deberías decirle al señor
Sandoval que te envíe a uno de tus guardaespaldas para que acompañe —dijo
Keidys.
—Ay, no exageres amor, si quieres le digo al general para que me mande
una tropa para que me proteja —chistó Josef.
—Pues viéndolo bien no estaría mal que llames a la policía —soltó Keidys.
—¡¿En serio?! —Josef soltó la risotada—, no exageres amor, tampoco es
para tanto.
—¿Estás diciendo que soy una exagerada e histérica? —se enojó Keidys.
—¡No, claro que no, oye, no comiences, yo no he dicho nada! —replicó
Josef. Trató de contener la risa cuando Keidys lo fulminó con una mirada.
—¡Yo solo tengo un mal presentimiento y sabes que cada vez que los
tengo es porque algo está pasando Josef, eso nunca se equivoca! —Keidys se
levantó de la cama y comenzó a dar vueltas por el cuarto.
Josef sabía que se avecinaba una discusión, esas eran sus primeras señales
de que comenzaba a enojarse.
—Amor, tranquila, mira, si quieres le digo a mi abuelo que envíe el
blindado y otro carro con guardaespaldas, cuando llegue allá te llamo y a la
hora de salir te vuelvo a llamar. ¿Qué te parece? —en aquel momento sonó el
celular del joven—. Mira, justo en el momento exacto, le diré a mi abuelo.
Josef se levantó de la cama y salió del cuarto mientas conversaba con el
señor Sandoval por la llamada. Eso en realidad calmó un poco a Keidys, ella
sabía que algo estaba muy mal en esos negocios y que lo más seguro era que
Josef volvía a correr peligro.
Al memento de llegar los vehículos a la casa, Keidys acompañó a Josef a la
puerta para despedirse de él. El joven se montó en el carro y la muchacha
quedó observando como se alejaban en la calle, al cruzar la esquina, Keidys
volteó su rostro al otro lado de la calle y observó un auto negro de vidrios
oscuros con un hombre bastante sospechoso fumando un cigarro mientras la
observaba.
Keidys sintió que todo su cuerpo se estremeció mientras su piel se erizaba
por completo. Aquel presentimiento tomó fuerza en su ser. “¡Dios mío! ¡¿en
qué peligro estamos?!, por favor, protégeme”.
—¡Señorita Keidys! ¿Siempre vamos a preparar el postre de tres leches?
—preguntó la empleada de la cocina. Salió al frente de la casa donde se
encontraba Keidys paralizada de miedo observando a un punto fijo. La
empleada Beatriz buscó aquel lugar que tanto veía Keidys y notó al carro
negro y aquel hombre.
Keidys reaccionó y le preguntó mientras agarraba un brazo de la empleada:
—¿Está viendo lo mismo que yo? —su voz se escuchaba temblorosa y las
piernas comenzaban a temblarle.
—¡Anda! ¡Sí!, ese hombre se ve muy raro, ¿será que nos van a atracar o a
secuestrar?, ¡ay!, señora, vamos, entremos. Es peligroso estar aquí, vamos a
llamar a la policía —comenzó a jalar a Keidys de un brazo, ya que estaba
paralizada del miedo.
Entonces, el pánico se apoderó de la casa:
—¡Luchita, Luchita! —comenzó a llamar Beatriz. Esa era la empleada del
aseo.
Una mujer de unos cuarenta años salió secándose las manos con el delantal
muy preocupada por los gritos que la llamaban, a paso afanado se acercó a las
jóvenes.
—¡A ver! ¡¿Qué pasó?! —preguntó.
—¡Ay, ay! —trataba de hablar Beatriz, miró a Keidys que tenía los ojos
llorosos— ¡hay un hombre extraño mirando la casa con un carro muy raro,
como de esos que usan los mafiosos!, ¡qué miedo, llamemos a la policía!
—¡Cálmate niña, mira como está la señorita Keidys! —pidió Luchita.
Rodó su mirada a Keidys que estaba temblando del miedo—. Cálmese señora,
entre en sí, le podría hacer mal al bebé. Vamos, vamos a mirar si en realidad
ese hombre se ve extraño, de pronto vieron mal —tomó a las mujeres de los
brazos a cada una y las comenzó a arrastrar a las escaleras que daban al
segundo piso.
Desde allá la vista sería mejor, así que subieron y entraron al cuarto
principal y se acercaron a una ventana, abrieron un poquito la cortina y
pudieron ver que un hombre comenzaba a salir del auto negro y hablaba con el
otro que estaba afuera que seguía fumando su cigarro. Los nervios se
dispararon en las mujeres cuando los dos hombres miraron fijamente a la
vivienda. Era cierto, estaban vigilando quien entraba y salía de la casa.
—¡Ay, Dios…! ¡Ah…! —gritó Keidys muy asustada. Su grito fue
acompañado por los de las otras mujeres.
En aquel momento, mientras observaban, se pudo ver que en la ventana de
la puerta trasera de la camioneta se asomó un hombre con gafas oscuras (tipo
mafioso) de aspecto corpulento, hizo una seña con su brazo derecho mientras
decía algo que ellas no alcanzaron a escuchar. Los hombres voltearon hacia
atrás a la voz del hombre, después entraron a la camioneta y salieron en
marcha lenta. Lo que terminó de aterrorizar a las mujeres fue que, al pasar la
camioneta por el frente de la casa, el hombre que estaba fumando el cigarro lo
arrojó frente a la puerta de la vivienda.
Las mujeres comenzaron a gritar descontroladas.
—¡Nos están vigilando! —gritó Keidys.
—¡Llamemos a la policía! —soltó con mucho miedo Beatriz.
—¡Por favor, cállense, nos pueden escuchar! —pidió Luchita. Miró a
Keidys—, por favor, cálmese, le puede hacer mal al bebé, baje la voz. Yo voy
a llamar a la policía.
—Pero, pero, estamos en peligro, nos van a matar —dijo Keidys.
—¡Por eso, vamos a llamar a la policía, además, avisémosle al joven Josef
lo que está pasando! —explicó Luchita.
—Sí, sí —Keidys puso una mano en su frente y arrugó el ceño—. Tengo
mareo.
—Siéntese, voy a llamar a la policía —miró a Beatriz—. Llama al patrón,
corre —ordenó.
Rápidamente Beatriz corrió en busca de algún celular o teléfono para
avisar sobre la situación. Luchita ayudó a Keidys a sentarse en un sillón que
estaba en un rincón del cuarto.
—Debe calmarse, recuerde que está embarazada. Voy a llamar a la policía,
también… Le diré a Beatriz que prepare alguna aromática, eso ayudará a que
los nervios se le tranquilicen —explicó la mujer, Keidys hizo un “sí” con su
cabeza mientras trataba de calmar su respiración.
Beatriz corría mirando a todos lados buscando en dónde llamar, los nervios
los tenía de punta. Era la primera vez que se encontraba en aquella situación,
su mente imaginaba que iban a entrar hombres por las ventanas apuntándole a
su cabeza, bueno, eso era lo que pasaba en las series que le encantaba ver
sobre mafiosos en las noches. Pero le horrorizaba vivirlo, no era para nada
lindo y mucho menos emocionante.
Encontró en una rinconera un teléfono, lo tomó con sus manos
temblorosas, ¿qué número marcaría?, ¡se le acababa de olvidar el número de
su patrón!, vio un directorio telefónico, comenzó a buscar el número de la
empresa, pero no lo podía concentrar. Menos mal, su memoria volvió a
funcionar y se acordó del número de Josef, enseguida lo marcó, no fuera que
lo olvidara otra vez. Escuchó como sonaba la llamada al otro lado de la línea y
le rogaba a Dios que Josef no tuviera su celular en silencio, ya que,
acostumbraba a hacerlo y muchas veces perdía las llamadas por este motivo.
Josef se encontraba en un consejo de seguridad de la empresa con el
capitán de la policía, la fiscalía y los agentes secretos que llevaban el asunto
de los paraísos fiscales que fueron los mismos que le salvaron la vida cuando
tenía diecisiete años. Ya que como había tenido la conversación con Keidys
antes de partir no apagó el celular o lo dejó en silencio, decidió dejarlo en
vibrador y al ver que era el número de su casa rápidamente contestó.
—¡Menos mal contestó señor Josef, ay, Dios mío! —soltó Beatriz con su
voz llena de tragedia.
—¿Qué sucedió?, ¿qué pasó?, cálmate, ¿qué sucede? —preguntó Josef
levantándose de la silla. Llamó la atención de todos los presentes que al notar
el rostro preocupado del joven quisieron escuchar lo que decía el muchacho.
—¡Señor! ¡Un carro, un carro de un mafioso, ay, no se imagina, el carro
tenía a unos hombres que comenzaron a mirar la casa, la señora Keidys, ellos
la veían y a mí también!, ¡después un hombre gordo, grande… dijo algo y
ellos entraron, después se fueron, estamos aquí, la señora Keidys está mal,
tiene mareo, ay, el bebé! —trataba de explicar Beatriz, pero los nervios no la
dejaban y ya comenzaba a tener mareo.
—Espera, espera, cálmate, explica mejor, ¿cuál mafioso? ¡¿qué vieron?! —
comenzó a interrogar Josef.
El señor Sandoval que escuchaba en silencio se levantó de la silla y
mirando al capitán de la policía (que se notaba que pensaba lo mismo que él),
le dijo:
—Debemos de ir, mi nuera está en peligro.
Josef escuchaba atento lo que explicaba Beatriz.
—¡Era una camioneta grande, negra, esa que utilizan los mafiosos, el
hombre gordo utilizaba unas gafas negras y estaba con dos hombres! ¡Ellos se
fueron, pero lo más seguro es que van a volver para matarnos! —terminó de
explicar la joven.
A Josef el peor de los presentimientos lo invadió, estaba describiendo la
misma camioneta que muchas veces lo siguió a él a la empresa, sabía muy
bien que esa descripción del hombre con gafas oscuras se trataba de su peor
enemigo, alias “el escurridizo”, la muerte en persona.

Sombra de la muerte

Se levantaron de prisa los agentes, junto con Josef y su abuelo, corrieron a


los carros rumbo a la casa donde se estaba viviendo un gran drama. La
caravana de policías acordonó el lugar, todo el barrio empezó a murmurar que
algo estaba sucediendo, pues los carros de la fiscalía y el CTI comenzaron el
plan candado.
Josef llegó a su casa y corrió escaleras arriba buscando a su esposa. Al
entrar al cuarto principal encontró a Keidys tomando una aromática de albaca
con toronjil para estabilizar su presión.
—¡Amor! ¿Estás bien?, ¿cómo te encuentras? —preguntó mientras
caminaba a pasos agigantados hacia ella.
—Sí, estoy bien —contestó Keidys.
—¿Qué fue lo que viste?, ¿qué sucedió? —inquirió Josef.
—Había un carro extraño, también unos hombres. Los vi cuando te
alejabas, uno de ellos me quedó viendo mientras fumaba un cigarro, entonces
Beatriz salió de la casa y ella también lo vio, me dijo que entráramos a la casa
y fue cuando le contamos todo a Luchita, subimos al cuarto para ver mejor y
asegurarnos que fuera eso, al mirar por la ventana vimos al segundo hombre
que salió de la camioneta y los dos miraron hacia la casa mientras hablaban y
después un hombre se asomó por la ventana de atrás del carro y les dijo algo
mientras movía su brazo. Fue horrible, cuando se fueron tiraron el cigarro al
frente de la casa —contó la joven.
—Tranquila mi amor, todo estará bien —Josef la abrazó.
—Josef, tengo mucho miedo, pensé que nos harían daño —sollozó la
joven.
—No nos van a hacer daño amor, tranquila, todo estará bien —consolaba
el muchacho.
Keidys notó que en la casa se encontraban muchas personas, ya que, se
escuchaban varias voces y pasos por el pasillo.
—¿Llegó la policía? —preguntó la joven.
—Sí, están investigando, pero no te preocupes, ya todo está bajo control —
explicó Josef.
En aquel momento entró a la habitación el señor Sandoval junto con el
comandante de la policía.
—Mi niña, ¿cómo estás? —preguntó el señor Sandoval mientras se
acercaba a Keidys.
—Estoy bien —respondió.
El señor Sandoval rodó su mirada al comandante.
—Él es el comandante de la policía, ya están inspeccionando el lugar —
dijo el señor, el comandante acentuó con su cabeza, el señor Sandoval volvió a
mirar a Keidys—. Así que puedes estar tranquila, estás a salvo. Si quieres mira
por la ventana para que te asegures que todo ya pasó, debes de guardar reposo,
estás embarazada y no puedes tomar emociones fuertes.
—¿Y cómo vinieron tan rápido? —preguntó Keidys al comandante.
—Estábamos en un consejo de seguridad, yo llamé a Josef para que
estuviera presente ya que él forma parte importante de esta empresa —
respondió el señor Sandoval.
—Ah… Ya, así que el comandante estaba con ustedes —dijo Keidys
atando los cavos sueltos.
—Usted puede estar completamente relajada, tranquila, porque ya
dispusimos un plan candado y donde estén estas peligrosas personas las vamos
a capturar sea quien sea —tranquilizó el comandante a la joven.
Viendo que Keidys ya estaba tranquilizada los hombres se dispusieron a
bajar y salieron a la terraza de la casa donde se encontraban los detectives los
cuales esperaban a Josef y al señor Sandoval para mostrarles el pedazo de
cigarro que yacía en el piso de la terraza.
—Josef, mira, esta es la prueba de que El escurridizo no está jugando —
explicó el detective Pablo Trejo.
Los dos detectives que habían estado con Josef cuando él solo tenía
diecisiete años y fueron los que aquella vez le salvaron la vida cuando estaba
siendo impactado por el secretario Henrique en la empresa, eran los mismos
que se encontraban allí con él, Pablo Trejo Guevara y su compañero Felipe
Trujillo de la Hoz. Ellos habían estado siguiendo el caso del Escurridizo, un
peligroso mafioso que acecha al señor Sandoval y a Josef.
—El escurridizo tiene este método para señalar las víctimas de sus
atentados, tira medio cigarro en el lugar donde va a cometer sus fechorías. Así
que su familia está corriendo un gran peligro, es mejor que esta misma noche
lleves a tu esposa a un lugar seguro —explicó el detective Pablo mientras
observaba el cigarro, después rodó su rostro hacia Josef quien tenía un rostro
bastante preocupado.
—Pero yo no le he contado nada a Keidys, está embaraza y es muy
nerviosa, se pondrá muy mal si se entera —explicó el joven.
—Pero si ella no sabe nada sobre la situación va a correr un grave peligro,
esto es una bomba de tiempo; ella se enterará tarde o temprano, es mejor que
se entere por ti a que lo haga por medio de una situación como esta —explicó
Pablo.
—Señor Sandoval y señor Josef, el Escurridizo tiene unas prácticas para
acorralar a sus víctimas —comenzó a explicar el detective Felipe—, todo el
que no se doblegue delante de él lo obliga matando a toda su familia, al igual
como a sus trabajadores más cercanos y a sus amigos. Toda persona cercana a
ustedes, incluyendo hasta sus socios de la empresa, a cada uno los va a
empezar a matar hasta que ustedes le entreguen lo que él quiere. Por lo mismo
deberán avisarle a las personas más cercanas a ustedes sobre la situación, lo
más seguro es que el Escurridizo ya sabe y tiene la información necesaria de
las personas que los rodean. Están corriendo un grave peligro.
—Señor Sandoval, lo más seguro en estos casos es que envíe a su familia
fuera del país, cuente con nuestro apoyo para mantener la seguridad de su
familia y allegados —dijo el comandante.
*
El celular de Keidys comenzó a sonar, rápidamente lo tomó y vio que se
trataba de Santiago.
—Santiago —dijo Keidys.
—Keidys, estoy en la casa de Alejandra, estamos preparando un postre de
tres leches, tu favorito, pensamos que tal vez querrías probarlo —el joven
soltó una pequeña carcajada.
—Hermano, si supieras lo que está sucediendo —comenzó a contar la
joven.
—¿Qué sucede? ¿Qué tienes? —se comenzó a preocupar el joven.
Alejandra estaba frente a Santiago, a su lado se encontraba Gera. Gabriel
estaba en la cocina cuando escuchó que la voz de Santiago se tornó bastante
preocupada, rápidamente salió de allí hacia la sala para enterarse de lo que
sucedía. El rostro de Santiago palideció por completo al Keidys contarle la
situación.
—Ya voy para allá, tranquila —dijo Santiago.
—¿Qué sucede? —preguntó Gabriel.
—¿Le está pasando algo a Keidys? —inquirió Alejandra preocupada.
—¡Habla! —pidió Gera.
—Keidys me dijo que unos hombres estaban vigilando su casa cuando
Josef salió, que ahora está la policía con ella y al parecer la situación es muy
grave. Se escuchaba muy mal, comenzó a llorar. Necesito ir con ella —
Santiago caminó hasta un mueble donde se encontraba su chaqueta,
rápidamente la tomó.
—Espera, yo voy contigo —pidió Gera.
—Yo también voy —Alejandra corrió a buscar su bolso.
—¡Alejandra, trae las llaves del carro! —pidió Gabriel caminando detrás
de la joven y después puso sus manos en su cintura bastante preocupado.
Los jóvenes se fueron muy preocupados rumbo a la casa de Keidys. A
medida que se acercaban podían ver a los policías que merodeaban el lugar,
dos hicieron que se detuvieran y les pidieron requisar el vehículo. Era grave lo
que estaba sucediendo, se podía ver a las personas que curioseaban a los
alrededores de la vivienda.
—¿Por qué hay tantos policías? —preguntó Gera cuando el carro se
acercaba a la casa.
—¡Ahí está Josef! —gritó Alejandra y bajó del vehículo haciendo que
Gabriel frenara en seco para que ella no fuera a hacerse daño.
—¡Alejandra, espera! —pidió Gabriel.
Alejandra corrió hasta donde se encontraba Josef hablando con los
detectives, el comandante y su abuelo. Santiago también corrió hasta donde
estaba el muchacho bastante asustado.
—¿Dónde está Keidys? —preguntó Alejandra a Josef.
—¡¿Qué hacen aquí?! —inquirió Josef sorprendido. Vio que detrás de los
jóvenes se encontraba Gera y Gabriel.
—¡¿Dónde está mi hermana?! —interrogó Santiago muy preocupado.
—Tranquilo, está bien, se encuentra en la habitación —respondió Josef.
Santiago y Alejandra caminaron a pasos agigantados a los adentros de la
casa. Gera y Gabriel se acercaron a Josef.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Gabriel.
—Por favor, llama a los demás y pídeles que se reúnan con mi madre,
vayan con ella y díganles que no salgan de la casa, busquen a Sofía al colegio,
¡ah! Y a Camilo también, por favor —pidió Josef con una voz bastante seria.
—¿Pero qué sucede? —inquirió Gera.
—Después les explico, por favor, colabórenme con esto —insistió Josef.
Miró al comandante de la policía—, necesito que alguien los acompañe.
Los muchachos se dieron cuenta que la situación era más grave de lo que
pensaban, ¿tanto era que necesitaban ser protegidos?
Sofía se vio frente a Gera quien le mostraba una sonrisa y al lado de la
joven estaban dos policías.
—¿Me van a llevar presa? —preguntó la joven.
—Claro que no… —respondió Gera.
—¿Entonces? ¿Qué haces aquí? —inquirió Sofía.
En aquel momento Camilo se acercó a ellas, a su lado estaba el señor
Moreño (el director y padre de Tomás).
—¡Ay, yo no hice nada! —soltó el joven deteniéndose en seco.
—Deja tu payasada —el señor Moreño le pegó en la cabeza con un
periódico.
—Pero… tengo clase de educación física ahora, solo falta una hora, dile a
mi hermano que más tarde llego, ¿qué le pasa a Josef? —dijo Sofía.
—¿Qué está sucediendo? —inquirió el señor Moreño.
—No lo sé, pero Josef nos pidió que nos reuniéramos todos en la casa de la
señora Tatiana y me dijo que buscara a los muchachos. Además, están
vigilando el colegio para cuando usted salga, solo por precaución. Bueno, eso
mandó a decir el señor Sandoval, este… un policía lo acompañará a su casa —
Gera se sintió rara al decir eso.
—¿Qué le pasa a Carlitos?, si yo vivo cerca de aquí ¿para qué necesito que
me acompañe un policía? —el señor Moreño desplegó una sonrisa nerviosa.
—Bueno, usted es su mejor amigo, ¿no sabe nada? —inquirió Gera.
El señor Moreño tornó su rostro bastante preocupado, sabía un poco del
tema, al menos lo que el señor Sandoval le contó en esos últimos meses, tragó
en seco. “Dios mío, protégenos” pensó el hombre.
La señora Tatiana estaba en la casa de Tomás tomando una taza de café con
la madre del joven, eran muy amigas y les gustaba pasar las tardes
conversando. En aquel momento sonó el teléfono de la casa y la señora
caminó a contestar la llamada. Tatiana dejó su taza sobre el pequeño plato de
porcelana y en aquel momento su celular comenzó a recibir una llamada.
—Hola Josef, ¿para qué me llamas? —preguntó la señora desplegando una
sonrisa que a medida que el joven hablaba comenzó a borrar.
La señora Tatiana se levantó de la silla mientras bajaba el celular de su
oído, vio a su amiga entrar al comedor con un rostro bastante preocupado.
—Me acabó de llamar Luis, amiga, el niño, está en la guardería, debo de ir
a buscarlo, ay —decía la madre de Tomás mientras sus dedos jugaban entre sí
por la desesperación, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Josef me acabó de decir, este… Vamos a buscar al niño, la guardería está
cerca, no te preocupes, no nos sucederá nada —tranquilizó Tatiana—. Nos
quedamos en mi casa, tranquila, esperemos a que lleguen los demás—. Mira,
unos policías van a llegar a la casa, cuando vengan buscamos al niño, ellos nos
van a acompañar.
Todos se reunieron en la casa de la señora Tatiana, el señor Sandoval y
Josef estaban sentados frente a las personas más allegadas a ellos.
—¿Qué es lo que está sucediendo? —preguntó Keidys.
—Todos estamos corriendo peligro de muerte —confesó el señor
Sandoval.
Toda la sala se llenó de un completo silencio y el miedo caminaba entre las
personas allí presentes. Los corazones de cada uno comenzaron a latir
rápidamente mientras sus mentes se empezaron a alterar y llenar de muchas
preguntas por la situación en la que se encontraban.
—Hay un mafioso que nos tiene amenazados, le dicen el Escurridizo, y lo
que hoy sucedió en la casa de Josef solo es el comienzo, dejaron un cigarro en
el frente de la casa porque así señalan el lugar donde cometerán sus atentados.
Seguirán hasta que nosotros le demos lo que ese mafioso quiere y eso es
nuestras propiedades, antes nos había robado mucho dinero, eso pasó hace
años, ya saben, Josef casi muere al descubrir uno de sus trabajadores que tenía
dos cómplices más dentro de nuestra empresa. Nosotros creíamos que eso
había acabado allí, pero no fue así; ese hombre siguió robándonos dinero y
cuando descubrimos que era él… Me ofreció comprarme todo, fue humillante
que hiciera eso, solo se quiso burlar de nosotros, él ya sabía que lo habíamos
descubierto; cuando me negué me amenazó con matar a todo lo que yo más
quiero. Eso no solo me lo dijo a mí, también a Josef, por eso ustedes están
corriendo peligro —explicó el señor Sandoval con una voz bastante seria y su
mirada muy triste.
—Él actúa matando todos los que son más cercanos a sus víctimas, de uno
en uno. Lo más seguro es que ya saben dónde ustedes viven, su trabajo, los
lugares que frecuentan para saber cómo podrán matarlos cuando el Escurridizo
les de la orden —explicó Josef.
Tomás llevó una mano a su boca, nunca se imaginó que por ser el mejor
amigo de Josef lo fueran a asesinar.
—Lo siento, no quería que estuvieran en esta situación, perdónenme —
pidió Josef.
Tomás se acercó a él y Keidys también.
—Oye, tranquilo, no es tu culpa —dijo Tomás, le dio dos palmadas en su
hombro derecho.
—Amor, tranquilo —Keidys le dio un abrazo.
Alejandra y Gabriel se le acercaron. Sofía estaba al lado de su madre y la
abrazó con mucho nerviosismo.
—Mami, tengo miedo —sollozó la joven.
—Tranquila, vamos a estar bien —dijo la señora Tatiana.
Se estuvo platicando un poco sobre cómo resolverían aquel problema y se
acordó poner guardaespaldas a todos. Individualmente cada uno debía de
tomar una decisión, marcharse temporalmente del país o quedarse, aunque eso
tenía un gran costo, la muerte.
Keidys se opuso totalmente a irse, no si Josef tenía que quedarse.
—¡Entiende que no quiero perderte, podrían matarte en cualquier
momento, no quiero eso Keidys, el solo pensarlo me pone mal! —discutió
Josef. Se encontraban en el cuarto.
—¡Yo tampoco quiero perderte, si tú no te vas yo tampoco! —replicó la
joven.
Josef comenzó a dar vueltas por el cuarto mientras llevaba sus manos a su
cabeza bastante desesperado, se quedó observando por una ventana las ramas
de los árboles de mango. Ya la noche estaba adentrada, aunque, el sueño no
atrapaba a ninguno.
—Entiende que es muy difícil para mí el dejarte aquí sabiendo que te
pueden asesinar en cualquier momento; me da mucho miedo, no podría
soportar el tenerte lejos en esta situación Josef, no podría —Keidys comenzó a
sollozar.
—Para mí también es muy difícil, pero entiende, prometí cuidarte, no dejar
que nada te sucediera… —Josef volteó a ver a la joven— ya perdí a mi padre,
fue horrible, no quiero perder a alguien más de mi familia, ¡tú eres lo más
importante que tengo!, ahora tuviste suerte, pero más adelante no lo será, ¡por
favor! ¡No quiero perderte, entiéndelo! —se le salieron las lágrimas y eso
impresionó a la muchacha.
Keidys se acercó a Josef y lo abrazó fuertemente.
—¡No quiero perderte! ¡Me moriría si lo hicieras! —soltó el joven entre
sollozos.
—¡Está bien, lo haré, lo haré! —aceptó Keidys.
Era un momento muy difícil, recién se habían casado y ya tenían que
separarse por este tipo de situaciones, aquella vez que la joven experimentó la
sensación de perder a Josef la marcó en gran manera. El pensar que podría
repetirse la hacía caer en un gran vacío donde no había nada de oxígeno, era
una agonía.
—Te prometo que, cuando todo esto acabe nunca más nos vamos a separar,
viviremos tranquilamente con nuestro hijo, así, como siempre has querido —
dijo Josef mientras entrelazaba las manos de la joven con las suyas.
—¿Me vas a llamar todos los días?, —preguntó la joven con un nudo en la
garganta— no podré dormir tranquila si no lo haces.
—Claro que sí, a todo momento, no te preocupes —contestó Josef.
Keidys soltó el llanto y escondió su rostro en el pecho del muchacho. No
sabía si iba a soportar aquella preocupación, detestaba el pensar que su celular
sonaría para darle la noticia de que Josef había muerto.
*
—Deberíamos irnos del país, nuestros padres estarán muy preocupados por
nuestras vidas, no podrán dormir tranquilos si seguimos aquí. Podríamos
tomarlo como vacaciones, visitar a nuestro hermano —dijo Gabriel a su
hermana Gera.
—¿Le llamas a esto vacaciones? —Se enojó la joven— están que matan a
Josef, el que se supone que es tu gran amigo.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que por quedarnos aquí nos maten?, ¿te
imaginas cómo van a quedar nuestros padres? ¡Sería una muerte muy idiota!,
¿qué podemos hacer?, hasta el mismo Josef nos recomendó salir del país —
replicó Gabriel. Se encontraban en el patio de la casa cerca a la piscina.
Gera se cruzó de brazos, tenía mucho miedo por aquella situación, no sabía
ni qué pensar.
—Yo también estoy muy preocupado por Josef, su familia, ¡Keidys! Tengo
tantos años siendo amigos de ellos, pero estamos corriendo peligro, lo más
prudente para estos casos es irnos muy lejos y esperar a que el peligro pase.
Tengo miedo de perderte, al igual como sé que tú también tienes miedo;
nuestros padres se irán con nosotros, podemos visitar esa cabaña en las
montañas que tanto te gusta —dijo Gabriel.
*
—Lo siento mamá, yo no me voy a ir, Josef es mi mejor amigo, no lo voy a
dejar aquí, solo, sé que todos se van a ir, pero yo no lo haré, además, estoy
trabajando, tengo que estar pendiente de mis negocios —se negó Tomás frente
a su mamá. A la mujer sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Tú y tu padre son unos tercos, ¡¿no se dan cuenta que podrían morir?! —
se enojó la mujer.
—Lo sé, pero no soportaría saber que mi amigo podría morir y que yo esté
lejos, crecí junto a él, Josef me ayudó cuando casi muero. Debes entender que
es muy difícil para mí, no voy a irme. Para mi papá es difícil también, ya
perdió a su mejor amigo hace años atrás, aún se arrepiente por haber escapado
aquella vez, ahora no quiere que suceda lo mismo con el padre de su mejor
amigo, quiere estar aquí para ayudarlo y yo también quiero hacer lo mismo
con Josef, así que no me voy a ir —explicó Tomás.
Era cierto, el papá de Josef creció junto a al padre de Tomás, eran
inseparables, pero, cuando hubo aquel problema lo amenazaron y él escapó
para salvar su vida, aunque, al hacerlo, una tarde lo llamaron para informarle
que su mejor amigo había muerto. Aquel peso de conciencia lo atormentaba
aún y quedó la pregunta de ¿qué hubiera pasado si…? Esa que nadie puede
responder a menos que conozca un mundo paralelo a este que funcione de
forma contraria a lo que vivimos.
—¿Qué vas a poder hacer tú? ¡Nada!, solo tener una muerte boba si te
quedas a su lado —regañó la señora.
Era una situación muy difícil para los querían quedarse y ayudar al joven,
pero era cierto ¿qué podían hacer ellos?, aquel mafioso era una persona muy
peligrosa que no dudaba en matar a sus víctimas, solo serían un estorbo, una
preocupación más.
—Nunca creí tener que volver a vivir una preocupación como esta —soltó
la señora Tatiana sentada en un mueble.
—Hija, lo sé, hemos tenido que pasar por muchas preocupaciones —dijo la
señora Sandoval a su lado—. Perder a mi único hijo fue algo terrible.
—Sí, ahora pensar que podría perder a Josef, mi hija, al señor Sandoval, a
usted… Esto es terrible, no sé si podría soportarlo —a la señora Tatiana se le
llenaron los ojos de lágrimas.
—Y Keidys que está embarazada, tener que pasar por esto en este estado
—la señora Sandoval puso una mano en su pecho—. Pobre niña.
—Sí… Ya antes tuvo que pasar por algo igual y que todo se vuelva a
repetir, pobrecita.
—Debemos cuidarla mucho de ahora en adelante, podría ponerse mal y tú
también hija, recuerda que tu salud no es la mejor. Lamentablemente las
mujeres de esta familia tienen que sufrir mucho, esto parece una maldición —
la señora Sandoval puso una de sus manos encima de las manos de la señora
Tatiana quien ya se encontraba llorando.
Sofía veía a lo lejos lo que sucedía, sus lágrimas comenzaron a surgir, tenía
mucho miedo, ¿su hermano iba a morir?, no recordaba la muerte de su padre,
estaba muy pequeña, pero tenía claro la imagen de su mamá llorando cuando
le informaron que Josef había sido herido y estaba muy grave en el hospital.
—Sofía, ¿por qué lloras? —preguntó Claudia frente a la joven cuando la
encontró recostada a la pared llorando desconsoladamente.
—Van a matar a mi hermano, también a mi abuelo —contestó la joven.
—Claro que no… No digas bobadas, vas a poder molestar a tu abuelo y a
tu hermano por mucho tiempo más, se supone que tú eres la caspa de la
familia, tienes que seguir atormentándoles su vida ¿no? —Claudia le desplegó
una sonrisa—. No llores, todo va a estar bien.
—¿No te da miedo?, estás embarazada y podrían matar a Mateo o a ti, todo
por nuestra culpa, si no fueran tan apegados a nosotros no correrían peligro —
preguntó Sofía con la cabeza gacha.
—Claro que tengo miedo, pero ustedes son mis amigos, soy amiga de Josef
desde que iba al colegio, nunca pensé estar metida en algo como esto; pero no
porque tu familia esté corriendo peligro me voy a olvidar de ustedes. Como
dije, son mis amigos, no los abandonaré.
—Mi abuela dijo que esta familia está maldita. Al parecer las desgracias
nos persiguen.
—No digas eso, ustedes no están malditos, ya verás, van a capturar a ese
hombre y todo esto acabará —Claudia le dio dos palmadas al hombro de
Sofía.
*
Alejandra estaba al lado de Mateo, se encontraban en una pequeña sala.
—Yo me voy a ir con Keidys, no voy a dejarla sola. Le diré a mis padres
que se lleven por un tiempo a Camilo. ¿Y tú qué vas a hacer? —dijo
Alejandra.
—Me voy a quedar a administrar el restaurante, Claudia se irá un tiempo
con sus padres, pero ya antes ella había pensado en irse a ver a su familia. Dijo
que si no hubiera avisado que iría, se quedaría —explicó Mateo.
—Ustedes son unos locos, qué despreocupados —Alejandra soltó una
pequeña carcajada.
—Creo que cuando la muerte le llega a uno no se puede escapar de ella, si
voy a morir lo haré aquí o en cualquier otro lugar. Si ese tal Escurridizo me va
a mandar a matar pues… muerto me quedo, lo más seguro es que era mi hora.
Dios sabrá el por qué quiso que así fuera —Mateo dejó salir un suspiro.
—¿No te da miedo?, no podrías conocer a tu hijo, dejarías a Claudia sola,
tus papás, yo... —preguntó la joven.
—Claro que me da miedo, tengo mucho miedo de lo que vaya a pasar. Soy
humano. Pero no voy a dejar tirada mi vida solo porque un mafioso tiene
amenazado a Josef, ¿qué puedo hacer?, él podría matarme mientras escapo,
aquí o allá, en cualquier lugar. Esa gente tiene ojos en todos lados. Solo debo
de esperar en Dios para que me deje conocer a mi hijo —explicó Mateo.
En aquel momento se escuchó una gran explosión que hizo retumbar el
suelo y dejó paralizado a todos los allí presentes.

La muerte detrás de ti

Todos salieron de la casa con mucho miedo a ver qué era lo que había
explotado, la policía estaba rodeando un parqueadero donde se encontraba un
auto prendido en llamas y había partes de éste tirados alrededor del lugar.
Josef quedó petrificado observando la magnitud de su situación, todo lo
que su familia estaba creando y cuántas personas podían morir por su culpa,
era una locura. Sus ojos recorrieron su alrededor mientras su piel comenzaba a
erizarse y su mente se fundía en un ahogo total, como alguien que quiere
llegar a la superficie de un profundo océano, sin embargo, no puede y pronto
su cuerpo se hunde lentamente.
Lo que había sucedido con aquel auto bomba era que se había explotado
antes de tiempo, la idea era ponerlo frente a la casa de Josef y que la explosión
consumiera a todos los que allí se encontraban, o sea que, si el plan hubiera
funcionado toda la familia del joven y los más allegados a él habrían muerto,
fue muy peligroso que se encontraran todos en un mismo sitio. Contaron con
la dicha de que el auto se explotara mientras lo estaban llevando al lugar, solo
murieron dos hombres en el acto, los trabajadores del Escurridizo.
Las personas se aglomeraban en el lugar para poder mirar el panorama y la
prensa comenzaba a informar sobre el suceso, todos querían saber qué era lo
que estaba pasando, ¿por qué la ciudad se sentía tan tensionada?
*
Keidys y Josef se encontraban en el cuarto con una pequeña luz tenue que
solo les alcanzaba a distinguir sus rostros. Había mucha tensión en el ambiente
y era de esperarse al haber acabado de presenciar la muerte en persona.
—Te vas mañana mismo —ordenó Josef a Keidys.
—No… Pero ¿por qué? Habíamos quedado que me iría la otra semana, no
he organizado nada —replicó Keidys.
—¡¿Es que no viste lo que sucedió?! ¡Casi nos matan a todos con un carro
bomba! ¡Hubiera sido una masacre! —se exasperó Josef. No sabía qué hacer,
se sentía aturdido.
—¡Por eso es que tú también te tienes que ir Josef! ¡Te van a matar si te
quedas! —pidió Keidys, caminó rápidamente a él y lo tomó de la camisa—.
¡Yo no me voy a ir si tú no te vas! ¡Deja de ser tan terco!
—¡Si me voy matarán a todos, él se saldrá con la suya! —gritó Josef.
—¡Prefiero que se salga con la suya antes de que te mate! ¡¿No te das
cuenta que quiere acabar con toda tu familia?! —Keidys se apartó de Josef
mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas—. Él te matará si te quedas, a ti
y a tu abuelo, solo por una estúpida pelea de dinero.
—Eso es lo que ha construido mi familia por décadas, ¡es lo único que
tenemos!, toda mi familia siempre ha dado su vida a esas empresas, no vamos
a dejar que un malandro como él venga a robarnos todo lo que tenemos.
—¿Así que no importa si te mata? ¡¿Qué haces con ganarle y no poder
vivir?! ¡No vas a conocer a tu hijo y él tendrá que llevar la misma vida
miserable que tú has tenido! ¡Y todo por la avaricia! —gritó Keidys llena de
mucha impotencia.
La joven salió del cuarto dejando a Josef petrificado y a punto de soltar el
llanto. Se sentó en un bordillo de la cama y llevó sus manos a su cabeza
mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Esas últimas palabras
de Keidys fueron puñales clavados directos en su corazón.
Alejandra vio cuando Keidys salió del cuarto ahogada en llanto, se acercó
a ella muy preocupada:
—¿Qué sucedió amiga? —preguntó. Keidys solo se limitó a abrazarla y así
poder desahogarse.
Tomás estaba con Santiago de pie divisando el horrible panorama que
mostraba la situación, los dos se encontraban con los brazos cruzados
declarando con sus rostros que, por su mente las salidas que tenían no eran
muy buenas.
—Perdón, estaba enojado contigo cuando me enteré que te habías vuelto
novio de Gera. Pensaba que me habías traicionado al fijarte en la ex de uno de
tus mejores amigos —dijo de la nada Tomás. Esas palabras sorprendieron a
Santiago quien rodó rápidamente su mirada al joven.
—¿En serio? Pensaba que no me hablabas porque había criticado tu estilo
de vida la vez que fuimos a comer pizza y pediste una vegetariana —soltó
Santiago y los dos dejaron salir una carcajada, pero después esfumaron las
sonrisas, la situación no ameritaba el buen ánimo.
—¿Crees que me voy a enojar por algo así?, qué tiempos aquellos —
Tomás dejó salir un suspiro y después clavó su mirada al gran portón y los
muchos policías que pasaban de un lado a otro.
—¿Crees que saldremos vivos de ésta? —inquirió Santiago.
—Debes hacerlo, me gustaría que te casaras con Gera, que la hicieras feliz,
has lo que yo nunca hice —respondió Tomás.
—No te trates así Tomás —Santiago sumergió sus manos en los bolcillos
de su pantalón—. Tengo la esperanza de verte con una buena mujer y que la
sepas valorar. Te aseguro que sin darte cuenta conseguirás a una chica que te
haga cambiar, seguramente la tienes a tu lado y no te has dado cuenta que está
allí. Además, con lo inmortal que eres sé que saldrás vivo de esta.
—Gracias —Tomás desplegó una sonrisa, en aquel momento Gabriel llegó
hasta donde estaban ellos.
—¿Por qué esas caras? —preguntó Gabriel—. ¿Se están despidiendo o
qué?
—Bueno… —Tomás tenía un nudo en la garganta y al mirarse las caras se
dieron cuenta que estaban pensando en lo mismo.
—La verdad es que no pienso morir ahora, quiero casarme con Alejandra y
tener hijos. No voy a dejar que un tipo como ese me quite todo por lo que he
luchado en mi vida —soltó Gabriel.
—Le estaba diciendo a Tomás que él tampoco iba a morir, antes estuvo a
punto, ya se volvió inmortal —chistó Santiago.
—Pero esta es diferente, acabas de ver que nos salvamos de una explosión
por los pelos del gato —recalcó Tomás.
—¿Estás diciendo que crees que El escurridizo te va a matar? —preguntó
Gabriel.
—Esto no se lo he dicho a nadie, pero… Años atrás me habían amenazado
cuando todo comenzó, no sé si esta vez me salvaré —contó Tomás.
—Claro que no… Deja tu pesimismo, no eres el Tomás que yo conozco –
regañó Gabriel.
—Mira, hagamos algo, si tú sobrevives a este problemón que hay, quiero
que consigas una mujer y te ajuicies, cuando lo hagas yo le pido matrimonio a
Gera y hacemos una sola boda, las dos parejas, ¿qué te parece? —propuso
Santiago.
—¡¿Qué?! —Tomás soltó una carcajada.
—Hablo en serio —aclaró Santiago.
—Esa es buena idea, yo me apunto —se animó Gabriel—. Así que tienes
que permanecer vivo y comenzar a buscar una buena mujer, Tomás, tienes que
hacerlo pronto porque estoy ansioso por pedirle matrimonio a Alejandra.
—Está bien, lo haré —aceptó Tomás.
La forma en la que los amigos alientan a una persona a seguir viviendo,
una promesa, tres vidas y muchos proyectos de vida. Todo un mar de
problemas y la muerte caminando alegremente por las calles. Era
impresionante, aquellos rostros jóvenes que anhelaban tener más años en este
planeta para poder ver su vida realizada con las personas que más amaban, no
solo hablo de parejas, también deben de incluirse a los familiares y amigos de
toda la vida.
—Yo no me voy a ir, pienso quedarme a cuidar a Josef —expresó Tomás.
—¿Quién habló de irse? Si huyo y matan a Josef tendré la conciencia
manchada para toda la vida por no haber cuidado a ese loco y ver a mi
hermana llorando todos los días, ¡Dios, no quiero eso! —dijo Santiago con una
sonrisa desplegada.
—Yo tampoco me voy, acabamos de hacer una promesa ¿no?, yo quiero
casarme —agregó Gabriel.
*
Claudia estaba empacando sus cosas en una maleta y Mateo la ayudaba en
el acto.
—Solo estaré por fuera una semana, cuida bien del restaurante —le dijo a
su esposo mientras desplegaba una sonrisa.
—Y tú de mi hijo —Mateo le dio un beso en la boca y después uno en la
frente de la joven.
Los padres de Claudia la habían ido a buscar después de haber visto las
noticias, estaban muy asustados por lo que sucedía, su papá era policía y los
rumores ya estaban más que esparcidos por la problemática. De hecho, ya en
las calles se murmuraba un poco de lo que sucedía, sabían que por algunas
semanas habría mucho peligro y eso aterraba.
—¿Te vas a quedar en la ciudad? —le preguntó su suegro.
—Sí, alguien debe hacerse cargo del restaurante —respondió Mateo.
—¡Eres muy terco, sabes lo peligroso que es ese narco! —regañó el señor
mientras tomaba una de las maletas de su hija del piso—. Solo… —miró
fijamente al joven— no te vayas a morir, no quiero una hija viuda.
—Mala hierba nunca muere —chistó Mateo.
El joven pudo ver el carro perderse en la larga carretera, a su lado estaba
uno de los guardaespaldas del señor Sandoval.
—¿Cómo estará Josef? —se preguntó.
—Siguen en la casa, la señora Keidys partirá a las cinco de la mañana con
su familia y la del señor Sandoval fuera del país —informó el guardaespaldas
casi a susurro.
—Ah… Ya, así que adelantaron la fecha —balbuceó Mateo.
*
Alejandra estaba casi pasmada por la notica, puso sus manos en su boca
mientras trataba de ahogar el llanto.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —le preguntó a Gabriel. Se encontraban
en uno de los balcones de la casa de Josef.
—Es lo mejor amor —trataba de explicar Gabriel.
—¡Claro que no! ¡Es una locura! ¡Mira lo que acabó de pasar! —gritó
Alejandra— ¿por qué quieres morir tan pendejamente?
—No quiero dejar que mis amigos mueran —soltó Gabriel—. Sé que si a
Keidys se le diera por quedarse en la ciudad tú también lo harías, es tu mejor
amiga y está embarazada, querrías protegerla.
—Pero, Gabriel, con quedarte aquí no vas a resolver nada. ¿No te das
cuenta que tengo suficiente con la desesperación de que maten a Josef? Ahora
tú… —Alejandra soltó el llanto y abrazó al joven—, no… No quiero perderte.
—No voy a morir —dijo Gabriel.
—No me dejes sola, por favor —sollozó Alejandra.
—Amor, tranquila, no te dejaré sola, nunca. Sabes que debemos estar
juntos, siempre, ¿no? —le susurró al oído.
—Es una promesa —dijo la joven mirando al muchacho fijamente a
aquellos ojos verdes azulados.
—Una promesa —le dio un beso en los labios.
*
—Pero si quieres te puedes quedar —le dijo Gera a Keidys.
—A ti tampoco te dejan quedarte ¿no? —soltó Keidys mientras se limpiaba
las lágrimas sentada frente a la piscina.
—Bueno, tienes razón —Gera arrugó el ceño—. Imagínate que ahorita que
Santiago me llamó era para decirme que se va a quedar con Josef en la ciudad,
también se quedarán Gabriel y Tomás. ¿Por qué ellos pueden quedarse y
nosotras no?, al final, si nos vamos a morir lo haremos en cualquier lugar.
Keidys se quedó observando el agua de la piscina mientras su mente
reflexionaba sobre aquella situación tan angustiante. ¿Ella soportaría estar
cada segundo, angustiada, esa horrible incertidumbre por lo que le pudiera
suceder a Josef?
—Yo no me pienso ir, no… No lo soportaría, quiero estar al lado de Josef y
de mi hermano —soltó el llanto y puso sus manos en su cabeza.
—Keidys, cálmate, por favor —pidió Gera—. Si no te quieres ir, no debes
hacerlo.
Aquellas palabras hicieron que la mente de Keidys se despejara, dejó de
llorar y miró fijamente a su amiga.
—Tienes razón, ¿por qué debemos de hacerles caso si ellos tampoco nos
obedecen? —preguntó Keidys, pero sonó más a respuesta.
—¿Qué piensas hacer? —Gera la conocía, sabía lo impulsiva que era.
De pronto, Gera se vio subiendo las escaleras con nerviosismo en busca del
bolso de Keidys, la idea era salir por una puerta que había en la parte de atrás
de la casa que daba al parqueadero de la casa y allí salir huyendo a algún lugar
donde esconderse hasta que pasara la hora donde el avión partiría, si todo salía
bien, se quedarían en la ciudad. Pero había un gran riesgo en salir las dos
solas, en la noche, sabiendo que afuera estaban muchos ojos observando quien
entraba y salía de aquella casa para así poder dar uno de sus golpes.
Gera llegó al lugar de encuentro donde ejecutarían su plan, Keidys pudo
ver que su amiga caminaba con paso afanado trayendo consigo el bolso donde
se encontraban las llaves de algunos de los autos guardados en el parqueadero
de la casa.
—Lo más recomendable es que nos vayamos en el gris, ese muy poco lo
utiliza Josef, así que podemos correr con la suerte de que no lo reconozcan —
explicó Keidys.
—Bueno… Nadie me vio salir con el bolso, así que no se darán cuenta que
nos fuimos —dijo Gera.
Abrieron la puerta que estaba cerrada con muchas cerraduras, se notaba
que no querían que nadie entrara por allí.
Entraron a uno de los autos y Keidys decidió manejar, Gera se encontraba
llena de mucho miedo, salir sin alguien que las protegiera, era como tirársele a
un tren. Muy pronto salieron de la cuadra, pasaron por el parqueadero donde
estaban los policías revisando la explosión que había sucedido en el lugar,
después, entre más se alejaban, la carretera se volvía bastante sola.
Josef salió del cuarto en busca de Keidys, comenzaba a sentir un mal
presentimiento. Se encontró con Alejandra, quien algo dudosa lo acompañó
hasta la parte trasera de la casa, los dos pensaron lo mismo, se miraron las
caras. Corrieron a buscar por toda la casa a Keidys, pero su pensamiento era
acertado, se había ido.
Josef corrió a buscar al comandante para dar la noticia. Pero Keidys ya
estaba bastante alejada de la casa, manejaba a gran velocidad mientras pensaba
en dónde podría refugiarse para que no la encontraran.
—Keidys, por favor, baja la velocidad —pidió Gera.
Santiago notó que no podía ver a Gera en la casa, le preguntó a Gabriel por
su hermana.
—¿Se habrán ido juntas? —inquirió Gabriel comenzando a pensar lo más
horrible.
—¡No…! ¡No! —a Santiago se le erizó la piel.
Keidys se detuvo en un semáforo en rojo, volteó a ver a Gera quien tenía el
rostro de mil colores.
—¿Habremos hecho lo correcto? —inquirió Gera.
—No lo sé, pero ellos tampoco están haciendo bien —respondió Keidys.
Josef comenzó a marcar al número de Keidys, pero ella no contestaba. Su
peor miedo lo estaba torturando en aquel momento, ¿por qué ella le hacía
eso?, ¿acaso no se daba cuenta que solo intentaba protegerla y a su futuro
hijo?
Comenzaron a buscar el carro en el cual se había fugado Keidys, según el
comandante de la policía, ella no debía de estar muy lejos. El peligro era que
los trabajadores del Escurridizo reconocieran el auto antes que ellos y mataran
a Keidys junto con su compañera.
Keidys vio que un auto negro comenzó a pasar por el carril contrario, se le
hizo muy conocido, lo quedó mirando fijamente mientras su mente buscaba
los recuerdos exactos de dónde lo había visto.
—¿Qué sucede? —preguntó Gera.
—Ese auto… —soltó Keidys.
—¿Qué sucede con él? —inquirió Gera bastante asustada.
—Me parece que ya lo conozco —respondió Keidys, al pasar el auto cerca
de ellas su mente lo reconoció, era el mismo que ese día llegó a su casa—
¡oh… no, es, es el mismo que llegó a mi casa! —a Keidys las piernas
comenzaron a temblarle.
—¡Maneja, rápido, antes que te reconozcan! —pidió Gera. Keidys así lo
hizo. Sus corazones palpitaban muy rápido.
—¿A dónde irán? —preguntó Gera.
—No lo sé, pero creo que lo más seguro es que están vigilando la casa, nos
hemos salvado por poco —contestó la joven.
—¿Y si salen a buscarnos? ¿No crees que sería peligroso? —Gera llevó sus
manos a su boca, comenzaba a desesperarse.
*
—No… yo no puedo quedarme aquí sin saber a dónde fue mi hermana —
soltó Santiago—. Además, está con Gera, yo no soporto estar aquí sin hacer
nada.
Santiago comenzó a salir de la casa y Josef lo vio salir.
—¡Santiago, ¿a dónde vas?! —preguntó mientras comenzaba a seguirlo.
—No voy a quedarme aquí, necesito ir a buscarlas —respondió Santiago
montándose en su auto.
—Pero es muy peligroso, no debemos de salir —pidió Josef
posicionándose frente al auto.
—¡Claro que no! ¡Es mi hermana y mi novia las que se fueron y están
corriendo peligro! —gritó Santiago.
Sus amigos salieron fuera de la casa para poder ver lo que estaba pasando.
Josef quedó mirando por un momento a Santiago, él tampoco soportaba esa
horrible situación.
—Yo también voy —Josef comenzó a subirse al auto.
—¡Josef, no! ¡Oigan, no se vayan! —gritó Tomás comenzando a caminar
con pasos afanosos hacia el auto, pero fue muy tarde, Santiago comenzó a
manejar a gran velocidad.
Todos quedaron mirando cómo el auto se perdía en la carretera.
—Mierda, presiento que algo va a suceder —soltó Gabriel mientras
comenzaba a imaginarse lo peor.
*
Keidys y Gera hicieron lo más estúpido en su vida, comenzaron a seguir el
auto negro para saber a dónde se dirigía, es que sintieron una corazonada que
les decía que si no lo seguían se arrepentirían toda su vida. Y tenían razón,
ellos se dirigían al restaurante de Mateo, tal vez se enteraron que estaría solo,
él era el único del grupo que estaba desprotegido, solo había tenido un
guardaespaldas hasta hace unas horas, ya era media noche, así que lo más
seguro era que estaba durmiendo en su cuarto completamente solo, una presa
fácil para el Escurridizo y que haría flaquear a Josef y a su abuelo muy fácil.
Mateo era el amigo de la infancia de Josef y uno de los jóvenes que
prácticamente crio el señor Sandoval, el primer chico del grupo que sería
padre muy pronto, a cualquiera le dolería aquella muerte y mucho.
—Keidys, se dirigen a la casa de Mateo, él está solo ahora, ¡Dios mío, no
puede ser! ¡Lo van a matar, van a matar a Mateo, no…! —gritó Gera muy
asustada.
—Rápido, llámalo y avísale, ¡rápido Gera! —pidió Keidys muy
desesperada.
Gera sacó el celular del bolso y con mucho temblor lo sacó, pero sus
manos temblaban tanto que se le cayó al piso del auto, rápidamente comenzó a
recogerlo, ni le importó golpearse la cabeza cuando Keidys desvió su ruta para
tomar un atajo que la llevaría a la casa de Mateo.
El inocente joven sí se encontraba durmiendo en su casa, tenía todas las
ventanas con las cortinas corridas y las dos puertas principales de la vivienda
con seguro (la que daba a la calle y la del patio), según él eso lo salvaría de
algún atentado. Por suerte, tenía el celular con la carga completa y en sonido,
no quería perder ninguna llamada. Se despertó al escuchar la llamada que
estaba entrando en su celular, tenía que cruzar el cuarto para llegar a la mesa
redonda de cristal que estaba en una esquina. El sueño lo tenía un poco
atrapado aún, había tenido un día muy pesado y estaba bastante cansado,
además, era una persona muy relajada.
—¿Qué pasó Keidys? —preguntó Mateo mientras se frotaba los ojos con
las manos (Gera estaba llamando desde el celular de Keidys).
—¡Sal de tu casa ahora, te van a matar, corre, vete por la parte de atrás de
la casa, te esperamos en la esquina, cerca del parque! —dijo rápidamente
Gera.
—¡¿Ah?! —Mateo sintió que su cabeza se puso grande.
—¡Sí…! ¡Rápido, ni se te ocurra salir por la entrada principal, ellos
cogieron esa ruta, sal, corre! ¡No te queda mucho tiempo! —prácticamente
Gera estaba gritando.
—¿Por el patio? —preguntó Mateo, ¿cómo escaparía por el patio?
Mateo, no pensó en nada, ni siquiera colgó la llamada, bajó las escaleras
del segundo piso y corrió hasta la cocina para buscar las llaves. Todo estaba a
oscuras, eso le dificultaba la búsqueda de las ahora importantes llaves, pudo
reconocerlas en la oscuridad, ahí estaban, colgadas en la pared como si nada,
Mateo las tomó rápidamente y corrió hacia la derecha donde estaba la puerta,
comenzó a quitar los seguros de la puerta, al salir escuchó que un carro se
comenzaba a parquear frente a su casa.
Mateo cerró la puerta lentamente para no hacer nada de ruido. Después,
comenzó a buscar en el patio algo por el cual pudiera escapar, vio una pequeña
silla al lado de una mesa, por ahí podría montarse para saltar la paredilla que
dividía su casa con la de atrás. Sus vecinos se iban a asustar al escuchar que
alguien estaba tocando la puerta trasera y más a esas horas de la noche. Se
subió a la silla y comenzó a subir la paredilla, le sorprendió ver por una
ventana de la cocina de la casa vecina que la luz estaba encendida, saltó la
pared y comenzó a caminar con mucho sigilo.
—Gera, ¿estás ahí? —preguntó Mateo por medio de la llamada.
—Sí, aquí estoy, ¿cómo estás? —respondió la joven casi en un chillido.
—Estoy en la casa de atrás de la mía, voy a decirle que me deje salir a la
calle, espérenme en esa esquina, ¿saben cuál es?
—Sí, sí, estamos aquí, por favor, no dejes que te maten —dijo Gera. Por la
llamada se podía escuchar que Keidys le decía algo a Gera con tono muy
preocupado.
Los hombres del Escurridizo observaron la casa desde la ventanilla del
auto.
—Parece que el tipo no está en su casa —dijo uno de ellos quien estaba al
volante.
—Sí está, lo estuve vigilando por un buen rato, el tonto está dormido
creyendo que podrá ver el amanecer —replicó su compañero.
—Bueno, ¿qué esperas para entrar? —gruñó el que iba frente al volante.
El otro hombre se bajó del auto y trató de mirar por la ventana. Mientras,
Mateo comenzó a tocar la puerta de su vecino quien con algo de temor se
asomó y al ver a Mateo se extrañó, ya lo reconocía, varias veces habían
cruzado palabra por la calle y le iba a comprar comida al restaurante.
—Hermano, ¿qué pasó? —preguntó el señor al abrir la puerta y
encontrarlo en pijama y descalzo.
—Necesito que me ayude, debo salir por su calle, es urgente. Después le
explico el por qué —pidió Mateo.
—Claro —accedió el hombre al ver que en realidad Mateo se encontraba
en un aprieto, lo conocía, sabía que era una buena persona y eso hacía que le
quisiera preguntar la razón, pero no era el momento.
Caminaron con rapidez hasta la entrada y el señor abrió la puerta y en
cuestión de segundos, Mateo comenzó a correr, para aquel muchacho el huir
hasta poder divisar el auto y a sus adentros a Gera y Keidys gritándole que
corriera más rápido hizo que se diera cuenta de que era cierto, estaba a punto
de morir. Había un gran peligro al Mateo correr por esa calle, podía hacer que
los hombres que fueron a quitarle la vida lo vieran y lo mataran de un disparo.
Nada pasó, Mateo llegó al auto que ya se encontraba con la puerta del
pasajero abierta para que el joven entrara, al hacerlo, Keidys arrancó a gran
velocidad. Todo había pasado muy rápido.
La respiración de Mateo estaba muy agitada, Keidys manejaba muy rápido,
claro, era cuestión de segundos para que los matones se dieran cuenta que
Mateo había escapado y comenzaran a buscarlo, así que ellas también estaban
en peligro en ese momento.
—¿Cómo se dieron cuenta que ellos venían por mí? —preguntó Mateo ya
pasado unos segundos.
—Los seguimos —respondió Gera.
—¿Qué? —inquirió Mateo. Después se dio cuenta que la puerta del auto
estaba abierta, así que la cerró.
—Nos escapamos de la casa, menos mal lo hicimos, de lo contrario,
estarías muerto ahora —explicó Keidys.
*
El hombre que iría a asesinar a Mateo subió las escaleras sigilosamente y
comenzó a revisar en los cuartos y se llevó la gran sorpresa de que no había
nadie en la casa. Rápidamente corrió hasta la entrada.
—¡Se escapó, se escapó! —informó mientras se montaba en el carro.
—¡Te dije que el maldito auto que venía detrás de nosotros nos estaba
siguiendo! —gritó su compañero dándole un golpe al volante.
—¡Rápido, no deben de estar lejos! —le dijo mientras cerraba la puerta del
copiloto— ve al desvío, los alcanzaremos por ahí.
Josef iba bastante desesperado mientras miraba por la ventana del auto
algún carro que se le pareciese al auto que manejaba Keidys, cuando
encontraba alguno comenzaba a leerle la placa. Pero no habían encontrado la
dicha de encontrar el que era, pensaba que si podían hacerlo solo la regañaría,
pero al final terminaría con un fuerte abrazo, nada más, solo quería tenerla
entre sus brazos y darse cuenta que estaba bien; si ella moría él no sabría qué
hacer con su vida.
—¿No te contesta las llamadas? —preguntó Santiago.
—No, acabó de apagar el celular, ¿a dónde habrán ido? —respondió Josef
sin dejar de mirar por la ventana.
—Lo peor es que nadie nos llama para darnos información de ellas —soltó
Santiago.
Keidys comenzaba a dirigirse a la avenida principal, al llegar allí haría un
pequeño desvío y tomaría un atajo para poder volver a la casa de Josef. Quería
informarles a todos que era mejor no separase y quedarse en una casa grande a
las afueras de la ciudad, era muy peligroso quedarse allí. En momentos como
aquellos quería correr hacia Josef y abrazarlo, también decirle a su hermano
mayor que le agradecía todos los regaños que le había dado, tener en frente a
sus padres y decirles que los amaba, nunca se los había dicho, se acostumbró a
estar separada de su familia y siempre llevarle la contraria a Josef, debía estar
en momentos como esos para darse cuenta que tenía una vida tan perfecta,
todo lo que siempre quiso tener estaba ahí, pero solo faltaba un pequeño paso
en falso para morir. Detrás de ella se encontraba la muerte abriendo su enorme
boca para tragársela, no quería morir, no en momentos como esos, deseaba
conocer a su hijo, abrazar a Josef y pasar un día en familia, también poder ver
a sus amigos casarse, tomarse una foto con todas las personas que amaba y
tener una vida tranquila. ¿Morir sin pedirle a Josef perdón por esa última
discusión? ¡No lo quería!
Josef contestó una llamada de Gabriel.
—Tranquilo, estamos bien, vamos por la avenida principal, sí, cuando
terminemos el recorrido regresamos. Sí, por favor, dile a mi madre que estoy
bien —dijo Josef.
Keidys cada vez aceleraba más.
—¿A dónde vamos? —preguntó Mateo.
—A la casa de Josef —contestó Gera mientras miraba por la ventana, en
aquel momento se escuchó un trueno.
—Keidys, con cuidado, está comenzando a llover —advirtió la joven.
—¡Sí, lo sé! —aceptó Keidys.
—¡Chicas, nos están siguiendo! —informó Mateo comenzando a alterarse.
—¡Ya lo sé, no me mortifiques, no querrás que nos estrellemos! —se alteró
Keidys. Comenzó a subir más la velocidad.
A Gera no le gustaba mucho la situación en la que se encontraban, Keidys
cada vez manejaba más rápido y al parecer sus perseguidores también estaban
propuestos a seguirles el paso.
—¡Dios mío! —gritó Gera al ver que Keidys se pasó un semáforo en rojo y
un auto les pitó mientras frenaba en seco. Pero, salieron ilesos.
—¡Keidys, no vuelvas a hacer eso, es peligroso! —regañó Mateo quien
sentía que no saldría vivo de allí.
—¡¿Qué quieren que haga?! ¡Nos están persiguiendo para matarnos! —
gritó Keidys.
Tenían que pasar por un cruce donde se encontraban cuatro esquinas, el
semáforo estaba en rojo y Keidys no le hizo caso al aviso. Todo pasó muy
rápido, Gera solo vio un carro que también venía a gran velocidad y sus luces
la cegaron mientras el chillido que hicieron las llantas con el pavimento
retumbó en sus oídos. El auto donde venían sus perseguidores al intentar
desviar para no chocarse con el carro de Keidys terminó estrellado en un poste
y los hombres en él con el rostro lleno de sangre. Mientras, todos los que iban
en el auto de Keidys terminaron inconscientes incluyéndola a ella.

No te lo dije, pero, te amo


Josef quedó petrificado mientras que Santiago se detenía en seco al ver


aquel horrible accidente. A Josef se le comenzaron a salir las lágrimas, no
podía entender lo que Gabriel le decía por el celular, él solo quedaba
reparando los autos que quedaron accidentados frente a ellos, suplicando que
no fuera lo que él estaba pensando.
—Josef, ese auto es gris, el que se chocó —soltó Santiago después que
pasó el accidente.
—No, no, no, ¡no puede ser! ¡Keidys! —gritó Josef mientras se bajaba del
carro, no le importó que comenzara a caer una fuerte lluvia.
—¡Josef! —gritó Santiago mientras comenzaba a bajarse del auto—.
¡Espera, puede que no sea ese!
—¡No, no, no…! ¡Keidys, no! —gritó Josef a medida que se iba acercando
al auto.
Gabriel podía escuchar los gritos de Josef, a su alrededor estaban sus
amigos.
—¿Qué sucede? —preguntó Alejandra.
—Se escuchó como un choque y después Josef comenzó a gritar el nombre
de Keidys —explicó Gabriel.
—¿Qué? —soltó Alejandra comenzándose a preocupar.
—Yo sé dónde está, él antes me había dicho por dónde iban —soltó
Gabriel mientras comenzaba a buscar las llaves de su carro por la sala.
El choque fue tan fuerte que el auto de Keidys patinó en el pavimento
dando varias vueltas. Santiago y Josef al ver la condición en las que se
encontraban las personas que se encontraban en el interior soltaron el llanto.
—¡No… Keidys! —Josef trató de abrir la puerta del auto, pero estaba
atorada.
—¡No abre! —gritó Santiago, le impactaba ver a Gera (quien era la que se
veía en peor estado) allí, llena de sangre.
Josef no sabía qué hacer, estaba traumado con aquel panorama. Trató de
tranquilizarse, entrar en razón, tenía que buscar ayuda. Vio que seguía
sosteniendo su celular en una mano, Gabriel estaba llamando.
—¡Gabriel, hubo un accidente, necesito ayuda, se accidentaron, se ven
muy mal! —dijo Josef.
—¡¿Qué?! —inquirió Gabriel. Ya iban en camino rumbo a la avenida
principal.
—¡¿Qué pasó?! —inquirió Alejandra quien iba a su lado.
—Keidys tuvo un accidente, por favor, llama a una ambulancia —Gabriel
le pasó el celular, comenzaba a alterarse, por la voz de Josef se notaba que la
situación era bastante escabrosa.
Josef trataba de abrir la puerta para sacar a los heridos del auto, pero le era
imposible, no quería ver a Keidys en esa situación.
—¡Amor, responde, abre los ojos! —gritaba Josef.
—¡Josef, ven, ayúdame! —gritó Santiago mientras forcejeaba la puerta del
copiloto.
—¡No se abren! —gritó Josef mientras corría hasta él, le sorprendió ver el
rostro de Gera lleno de sangre, era horrible, se veía muy mal, peor que Keidys,
claro, ella fue la que recibió el impacto.
—¡Por favor, no te mueras! —gritó Santiago mientras se agachaba
sintiéndose derrotado, las personas que más quería estaban allí, debatiéndose
entre la vida y la muerte.
—¡Mateo!, ¡no!, Santiago, ¡Mateo también está aquí! —gritó Josef cuando
comenzó a ver por las ventanas, estaba tirado en un rincón del carro empapado
de sangre— ¡NO.…! ¡AYUDA! —comenzó a gritar desesperado.
Santiago aturdido miró a su alrededor para ver si encontraba personas que
lo ayudaran a abrir las puertas del auto. En momentos como ese es cuando
nadie está a nuestro alrededor para darnos una mano amiga. Pasó alrededor de
cinco minutos para que llegara la ambulancia y con ayuda de herramientas
abrieron las puertas del auto. Como había más heridos necesitaron de más
ambulancias para poder atender el accidente, en el auto que chocó con el carro
de Keidys iban dos jóvenes, por lo que se encontró a sus adentros se podía ver
claramente que venían de alguna fiesta.
A Gera comenzaron a reanimarla. Gabriel llegó con sus amigos al
accidente, al ver lo que estaba sucediendo corrió y comenzó a gritar, unos
policías no lo dejaron pasar.
—¡ES MI HERMANA!, ¡NO…! ¡QUIERO PASAR! —gritó con mucha
fuerza mientras forcejeaba con los policías.
—Gabriel, cálmate, por favor —pidió Tomás a su lado temeroso de toda la
situación.
A Keidys se la iban a llevar en la ambulancia.
—¿Cómo está el bebé? —preguntó Josef.
—¿Qué es de la joven? —inquirió el paramédico.
—Es mi esposa —respondió.
—Venga con nosotros —pidió el hombre.
Alejandra llegó hasta donde estaba su novio para tratar de calmarlo, pero,
al darse cuenta que estaban atendiendo a Mateo también se alteró, corrió hasta
donde lo estaban llevando en una camilla.
—¡No… ¿Por qué?! —gritó. Unos policías comenzaron a calmarla— ¡Es
mi primo! ¡Quiero ir con él!
Todos se encontraron en la clínica, Mateo era el único que no había
recibido todo el impacto, solo tenía un brazo roto, varios golpes y había
perdido la conciencia. Keidys tenía el riesgo de perder el bebé y Gera se
debatía entre la vida y la muerte.
Santiago se encontraba agachado con su espalda recostada en la pared
blanca y lisa, tenía los ojos hinchados de tanto llorar.
—¿Qué te han dicho? —preguntó Tomás al joven.
—La tienen en el quirófano, a Keidys también y Mateo… —Santiago soltó
el llanto— ¡esto es horrible!
Tomás llevó sus manos a la boca, ¿qué había pasado? ¿Por qué la vida los
trataba de esa manera?
Transcurrieron varias horas, Mateo se despertó con un fuerte dolor de
cabeza, soltó un pequeño grito al intentar mover su cuerpo, sintió algo en su
rostro, era la mascarilla de oxígeno.
—¡Tranquilo, tranquilo! —soltó Alejandra, desplegó una sonrisa de alivio
al verlo despertar.
—¿Dónde estoy? —inquirió Mateo con un poco de debilidad en sus
palabras.
—En la clínica, tuvieron un accidente —respondió la joven.
—Las chicas, cómo, ¿cómo están?, Gera, a Gera, ella recibió el golpe.
¿Cómo está Keidys? El bebé, ¿cómo está? —comenzó a alterarse.
—Tranquilo, tranquilízate —pidió Alejandra, pero se le salieron las
lágrimas al recordar la situación.
—¿Qué pasó? —Mateo comenzó a quitarse la máscara de oxígeno y
miraba a su prima asustado— ¡responde!
Pudieron salvar el bebé de Keidys, ella estaba en cuidados intensivos, pero
se iba a recuperar. Lamentablemente, Gera no había corrido con la misma
suerte.
Gabriel y Santiago estaban sentados en una banca mirando otra frente a
ellos en la sala de espera, el silencio entre los dos no era incómodo, pero
tampoco muy gustoso.
Los padres de Gabriel llegaron con paso afanado.
—¡¿Cómo está Gera?! —preguntó su mamá. Gabriel no era capaz de
hablar, se derrumbó en aquel momento y soltó el llanto.
*
—¡Es lo mejor abuelo! ¡Mira lo que sucedió! —replicó Josef—, casi
pierdo a mi esposa por esta pelea, mi amiga, está a punto de morir por mi
culpa. Si esto no hubiera pasado… Ella no estaría en esta condición.
—Josef, no es tu culpa —recalcó el señor Sandoval.
—¡Claro que sí! Por mi culpa es que ellos están envueltos en todo esto,
cuando… no tienen nada que ver —Josef dio dos pasos atrás y después
comenzó a caminar a pasos afanados hacia la salida de la clínica.
Tomás vio caminar a Josef con paso afanado y con un rostro lleno de
mucha tragedia.
—¡Josef, espera! —gritó Tomás.
—Ahora no Tomás —pidió Josef mientras dejaba salir las lágrimas. Salió
de la clínica y fue en busca de su auto.
—No… ¿Qué sucede? —insistió Tomás.
—¡¿Es que no te das cuenta?! —gritó Josef, se detuvo y llevó sus manos a
la cabeza—. Lo he jodido todo, por mi culpa mi esposa casi pierde a nuestro
bebé, Gera está que se muere y Mateo también está mal. Si yo no los hubiera
metido en todo esto, ese accidente no hubiera pasado, nada de esto —hubo un
momento de silencio—. No sé qué voy a hacer si Gera se muere, ¿te imaginas?
¡Santiago le iba a pedir matrimonio, se iban a casar! ¡Pero yo lo jodí todo!
—Eso no es cierto —replicó Tomás.
—¡Claro que sí! ¡Ellas escaparon porque estaban envueltas en este
problema, y quién sabrá el por qué Mateo estaba en ese auto, seguramente
corría por su vida, lo más seguro es que lo iban a matar y todo por mi culpa!
—Josef se agachó, sus fuerzas se estaban escapando, quería en ese momento
ser él quien se estuviera muriendo.
—Josef… —Tomás se acercó a él y sus ojos se inundaron de lágrimas.
—Le prometí a Keidys que la protegería, solo ha pasado un día, un día y
casi pierde la vida, nuestro hijo, casi lo pierde por mi culpa —comenzó a
desahogarse Josef, sus lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos.
—Pero ella está a salvo, Mateo también, y Gera, Gera es fuerte, va a salir
de ésta. Ya verás. Mira, nosotros prometimos no morir, ella debe de casarse
con Santiago, ya verás. No te preocupes —consoló Tomás—. Sabes que yo no
soy capaz de mentirte. Ella es una mala hierba, no va a morir.
Pasó un día, la investigación para poder dar con el escondite del
Escurridizo estaba en marcha, pero ningún rastro de él. La policía tenía en
vigilancia el cuarto donde estaban los trabajadores del narcotraficante para que
cuando despertaran hablaran. Mientras, Josef visitó a Mateo para poder saber
el por qué iba en el auto el día del accidente.
—Estaba durmiendo y recibí una llamada de Keidys, pero quien me
hablaba era Gera desesperada porque saliera de mi casa por la parte de atrás,
los hombres del Escurridizo estaban llegando a mi casa para matarme, me
habían vigilado todo ese tiempo y sabían que era el único cercano a ti que
estaba desprotegido en ese momento —hubo un momento en silencio donde
Tomás entró al cuarto de manera sigilosa para que ninguna enfermera o
médico lo viera—, salí por la parte de atrás pidiéndole permiso al vecino para
que me dejara salir por la puerta de su casa, en una esquina me estaban
esperando las chicas, cuando entré al auto Keidys comenzó a manejar a gran
velocidad; les pregunté cómo supieron que me iban a matar y me respondieron
que siguieron al auto después de escaparse de tu casa. En la cuatro esquina de
la avenida principal Keidys manejaba a gran velocidad y se pasó un semáforo
en rojo, es que nos perseguían y se nos estaban acercando mucho, pero… —
los ojos de Mateo se inundaron de lágrimas— un carro nos llevó por delante,
lo único que recuerdo es ver que Gera recibió el impacto, me golpee con todo
y antes de perder la conciencia la vi a ella con el rostro lleno de sangre, quería
gritarle, llamarla, también estaba preocupado por el bebé de Keidys, pero mis
fuerzas se fueron y no pude hacer nada.
La habitación entró en un gran silencio, Josef y Tomás no pudieron decir
nada a tan perturbador relato. Mateo se veía que estaba bastante mal, se sentía
impotente y hasta culpable de lo que estaba pasando.
—No es tu culpa Mateo, no podían hacer nada. Keidys no perdió el bebé,
está bien —consoló Tomás.
—Gera, sé que está muy mal, se está muriendo y todo por mi culpa, si tan
solo no me hubiera quedado como un buen idiota en mi casa ellas no hubieran
tenido que irme a rescatar —replicó Mateo mientras sus lágrimas rodaban por
sus mejillas.
—No… Mateo, no te culpes, tú no sabías que eso iba a pasar —explicó
Josef.
Hubo un momento de silencio en la habitación, después, Josef puso sus
manos en su cintura y dejó salir un suspiro.
—Lo siento Mateo —el joven rodó su mirada a Josef, esas palabras lo
desconcertaron—, todo esto es culpa de mi familia, tiene muchos problemas,
pero… Quiero agradecerte por todo lo que has hecho, te has quedado a mi
lado apoyándome, eres un gran amigo; así que no te sientas culpable por lo
que pasó ¿sí?
Marisol había llegado a la clínica para visitar a los heridos, pero vio que la
situación estaba más tensa de lo que se esperaba. En el noticiero se contaba
muchas cosas malas y había un gran rumor esparcido sobre un narcotraficante
que estaba cometiendo estragos en la ciudad, de hecho, ella pudo ver un
accidente en la avenida principal, pero solo de lejos, las personas no le dejaron
ver mucho.
—Hola —saludó a Gabriel quien estaba sentado en una banca. Lo abrazó,
el joven soltó el llanto por un momento, el que él hiciera eso quería decir que
sí era muy grave la situación de su hermana. Quería preguntar por Gera, pero
no era el momento.
Pasaron dos horas, Marisol estaba comprando un café junto a Alejandra
que se veía extremadamente seria, pero era entendible, no estaba pasando el
mejor de los momentos.
—¡Alejandra! —escucharon al fondo. Voltearon a ver, era Claudia.
—¡Claudia! —gritó Alejandra, dejó caer el café, pero no le importó y
corrió al encuentro de su amiga.
—¿Cómo están? —preguntó Claudia. Alejandra la abrazó y soltó el llanto
— ¡¿qué pasó?! ¡¿Están muy mal?! —Claudia también soltó las lágrimas.
Ese momento incómodo cuando sientes que estás demás en un lugar, así se
sentía Marisol. Pidió una servilleta cuando se dio cuenta que una empleada de
servicio la estaba matando con la mirada. Comenzó a limpiar el piso, alguien
la tropezó e hizo que se le cayera el café que tenía en su mano y se quemara
una pierna. Al reincorporarse se dio cuenta que Alejandra y Claudia se habían
marchado de la cafetería.
Decidió marcharse de la clínica, estaba preocupada por el estado de ellos,
pero no se sentía muy cómoda, de hecho, Gabriel, (el que se suponía que era
su mejor amigo), no hablaba con ella. Lo entendía, su hermana gemela estaba
en un estado muy crítico. Pero era mejor marcharse, así no los incomodaría, el
momento le gritaba a todo pulmón que no estuviera allí.
—Gabriel… —comenzó a llamar.
—Espera un momento, hablo con mi hermano —pidió Gabriel.
El joven se alejó por el pasillo mientras hablaba por celular. Marisol
inclinó la mirada hacia su pantalón húmedo de café, “solo márchate…”
pensaba. Dio media vuelta y comenzó a caminar por los pasillos de la clínica.
Sacó su celular y comenzó a escribir un mensaje de texto “Gabriel, se me
presentó un imprevisto, disculpa por irme, mañana regreso ¿sí?, confía en que
todo se va a arreglar y tu hermana se pondrá mejor”. Le dio a “enviar” y
después salió a la entrada de la clínica.
Estaba esperando un taxi cuando comenzó a llover, corrió hasta una parada
de bus y se sentó a esperar. En momentos como ese era cuando se sentía muy
torpe, “bueno, vine porque me preocupaba lo que había pasado. Los conozco,
fui a su boda, me preocupa el estado de Gera, su hermano es mi mejor amigo.
Es entendible el que haya venido a visitar” pensó.
Tomás estaba saliendo del hospital en su auto, vio que Marisol esperaba
allí, bajo la lluvia. Se estacionó frente a ella y bajó una de las ventanillas.
—Sube —le ordenó.
“¡Ni en broma!” pensó Marisol. Tomás le hizo un rostro bastante
insistente, se le mojaba el interior de su auto.
—¡¿Qué estás esperando?! —insistió el joven.
Marisol se levantó de la banca y corrió hasta el interior del auto. En el
recorrido hubo un gran silencio, uno muy grande e incómodo, al menos para la
joven, Tomás se veía que estaba muy a gusto mientras manejaba.
—No es que te hayan querido hacer mala cara Marisol, solo que el
momento no permitía hablar con otras personas. Entre menos gente esté
involucrada es menos tensión para todos —explicó Tomás de repente.
—¿Por qué dices eso? –preguntó Marisol.
—Tú sabes de qué hablo —dijo Tomás.
—No, la verdad no —replicó ella.
—Bueno, dejémoslo ahí —Tomás había visto lo que pasó en la cafetería y
también cuando Gabriel prácticamente la había ignorado. De hecho, no sabía
el por qué siempre que Marisol estaba en un momento difícil él la veía, eso lo
enojaba, le molestaba ver a esa chica cerca de él.
—Si hablas de Gabriel… Entiendo que está pasando por un momento
difícil, es entendible —dijo Marisol, después desplegó una sonrisa, algo que ni
llegaba al caso. Al darse cuenta que era así la borró por completo—. Puedes
dejarme aquí, tomaré un taxi, gracias.
—¿Qué estás diciendo? Claro que no, ya está oscureciendo, será misión
imposible que puedas tomar uno con esta lluvia y con lo lejos que vives… —
replicó Tomás.
—No, pero, tú también vives lejos, no… —se negaba.
—¡Deja que te ayude, solo deja que lo haga! ¡Yo no te estoy tratando mal,
imagina que esto es por lo mal que te trataron mis amigos ¿sí?! —soltó Tomás.
Marisol tragó en seco. El joven sabía que sus palabras habían herido bastante a
la muchacha.
—No debes hacerlo, no lo necesito.
—Marisol —Tomás se detuvo en un semáforo en rojo—. Me disculpo por
mis amigos, es que… estamos pasando por un momento muy difícil, Gera se
está muriendo, estuvieron en medio de un horrible accidente y, además, hay
otro problema que no se compara con esto. No estamos para estar teniendo
conversaciones por ahí.
—Lo sé, lo entiendo, por eso me fui —dijo Marisol de la manera más
comprensiva.
—¿No te importa que te traten mal?
—No… Sé que no lo hacen porque quieran, solo que no soy importante, tú
lo has dicho, no están para ese tipo de cosas ahora. Yo no soy importante.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Es que acaso no tienes orgullo? —soltó
Tomás.
—¿Qué? —Marisol quedó confundida con la reacción de Tomás.
—¿Por qué siempre dejas que todos te traten mal?, parece que no te
importa que te pisoteen, he visto cómo te gritan en la empresa en la que
trabajas, hasta tus compañeros abusan de ti, ni tu mejor amigo le importa lo
que te pasa, hasta sabe que estás enamorada de él y ni le importa. ¿Es que te
gusta que te traten así? Aprende a quererte un poco —el semáforo cambió de
color y Tomás comenzó a manejar.
—Te estás contradiciendo —soltó Marisol en un hilo de voz, quería llorar
—. Yo solo quería ser amable con tus amigos, ¿o acaso te gustaría que los
tratara mal?
—Yo no estoy hablando solo de lo que acabó de pasar.
—¿Entonces?
—Te acabo de decir que también lo haces en todos los lugares a los que
vas. ¿Es que acaso te gusta que te traten así?
Marisol inclinó la mirada, no sabía cómo responder a los regaños de
Tomás, de hecho, no sabía si él tenía el derecho de decir todo eso. No estaba
en el mejor lugar.
El resto del camino fue en completo silencio. Tomás sabía que se había
pasado al decirle todo eso, pero no se pudo aguantar, siempre viendo como
otras personas la menospreciaban y la maltrataban lo llenaban de impotencia.
Llegaron al edificio donde ella vivía, estaban en el parqueadero, Marisol
dejó salir un estornudo y después tosió. Tomás la quedó observando por un
momento, no se veía bien.
—¿Estás mal? —le preguntó.
—No, estoy bien, gracias por traerme —se iba a bajar del auto.
—Bueno —Tomás vio que se le iba a quedar el celular dentro del carro, así
que decidió avisarle—, tu celular —sintió el tacto de la joven, estaba hirviendo
en fiebre— ¡Dios mío! ¿Por qué no dijiste nada? ¡Debiste quedarte en la
clínica!
—Solo es un resfriado, además, comenzó de camino aquí —se excusó—.
Tomaré una pastilla y me acostaré a dormir.
—Bueno, si tú lo dices —soltó Tomás. Mejor para él.
—Gracias por traerme —Marisol salió del auto.
Cuando iba una cuadra de distancia del apartamento de Marisol, Tomás
contestó una llamada de Gabriel.
—llevé a Marisol a su apartamento, estaba en medio de la lluvia esperando
a tomar un taxi, imagínate, con esta tormenta, misión imposible —dijo el
joven—. Hasta se enfermó la pobre.
—¿Qué? ¿Está mal? —preguntó Gabriel.
—Bueno, tenía mucha fiebre, pero dijo que se le pasaría tomándose una
pastilla —explicó Tomás.
—¿Y le creíste?, Tomás, Marisol tiende a desmallarse y tener hemorragias
nasales cuando tiene fiebre. ¿Estás muy lejos de su apartamento? Es que no
quiero estar preocupado por su estado, ¿podrías cuidarla hasta que se le pase?,
en serio, se pone muy mal cuando se enferma, de hecho, lo más recomendable
es llevarla a que la vea un médico cuando se le sube la fiebre.
—¿En serio? —Tomás quedó bastante aburrido.
—Sí, ella es de defensas baja y su cuerpo es muy débil, ya sabes el por qué
—explicó Gabriel.
—Sí, cuando era pequeña, ajá, entonces voy a cuidarla por un rato, hasta
que se ponga mejor.
—Muchas gracias, si estuviera sola me quedaría muy preocupado —
agradeció Gabriel.
Y ahí estaba Tomás, tocando la puerta del apartamento de Marisol,
preocupado por su estado. Lo que él no sabía era que la vida los había juntado
desde la primera vez que se vieron para nunca más separarse.
—Tomás, ¿qué haces aquí? —preguntó Marisol extrañada.
—Traje medicina y comida —Tomás pasó como si se tratara de su casa—.
Y no me voy de aquí hasta que te mejores —volteó a verla y se asustó al ver
su nariz sangrar.
—Es por la fiebre, no te preocupes —dijo ella mientras llevaba sus dejos a
su nariz.
—Por eso me quedaré aquí toda la noche, te voy a cuidar —informó
Tomás.
—¿Qué?
Marisol estaba acostada en su cama, ya había tomado medicamento y su
nariz ya no sangraba. Tomás le estaba preparando un poco de comida, ella no
había comido nada en todo el día, así nunca se iba a mejorar.
—Debes de comerlo todo, yo nunca cocino para alguien, así que puedes
sentirte afortunada —recalcó Tomás mientras se acostaba a su lado, tomó el
control del televisor y comenzó a pasar los canales—. No hay nada bueno —
refunfuñó.
Ella no era capaz de comer, no si él estaba a su lado. Le daba mucha
vergüenza, ¿en serio iba a pasar la noche allí?, seguramente se quedaría
dormido junto a ella. Comenzó a comer bocados muy pequeños, por un
momento Tomás la quedó observando, pero era porque le impresionaba la
forma en que comía, era tan delicada.
—Así nunca vas a terminar —se burló. Después soltó una pequeña risita
mientras seguía pasando los canales.
—Si te burlas de mí no podré comer —dijo Marisol. Tomás soltó una
carcajada.
—Qué pendejada, ¡come…! —chistó el muchacho.
Marisol se ruborizó por completo, por cosas como esas es que a ella no le
gustaba estar al lado de Tomás.
—¡Coco! ¡Esta película me encanta! —Tomás comenzó a ver una película
animada.
La joven se sentía muy mal como para ponerse a criticar el que a un chico
como él le gustara ese tipo de contenido. Se concentró en comer para poder
dormir tranquilamente, era lo único que pensaba. Al rato se quedó dormida.
Cuando despertó vio que todo estaba oscuro y alguien la estaba abrazando, eso
la asustó.
Comenzó a apartarse de Tomás quien estaba profundamente dormido. Pero
en su intento de separarse del agarre del joven, lo despertó.
—¿Qué tienes? —preguntó el muchacho un poco preocupado por la salud
de Marisol.
—Es que… Me estás abrazando —respondió.
—Ay, pensaba que te estaba pasando algo, pero es una bobada —Tomás se
acomodó en la cama para poder dormir tranquilo.
Marisol se quedó sentada en la cama, observó con la poca luz que había en
el cuarto que Tomás estaba sin camisa y sin pantalón durmiendo fogosamente.
—¡¿Por qué te quitas la ropa para dormir?! —la joven se puso de los mil
colores.
—Es la única forma de dormir tranquilo. Duérmete ya… —dijo Tomás.
—No voy a dormir a tu lado si estás desnudo —replicó Marisol. Tomás
soltó una carcajada mientras se acurrucaba en las sábanas.
—Te aceptaría esa excusa si no hubiera tenido sexo contigo dos veces —
soltó Tomás.
—¡Eso solo pasó una noche! ¡Nada más! —la pobre joven estaba más que
avergonzada.
—Déjame dormir, tuve un día muy pesado… —suplicó Tomás.
—Solo te estoy pidiendo que te vistas.
—Claro que no, ya te dije que no lo haré y el motivo. Así que aguántate y
duerme, tampoco es que fuera a hacer algo contigo, estás enferma —refutó el
muchacho mientras se acomodaba boca arriba para poder observar a la joven,
la poca luz le dejaba ver algunas partes del rostro de Marisol.
—O sea que si no hubiera estado enferma sí lo habrías hecho.
—No sé por qué tus palabras me hicieron imaginar una violación —Tomás
soltó una pequeña carcajada mientras ponía sus brazos detrás de su cabeza—.
Si no hubieras estado enferma no estaría en tu cama ahora, eso te lo puedo
asegurar. Ya quisieras tú volver a tener otra noche con este modelo de portada
de revista.
—Claro que no, eso solo pasó porque estábamos ebrios, si no hubiera
estado borracha esa noche aun virgen. Nuca hubiera tenido mi primera vez
contigo. Eso te lo puedo asegurar —después de Marisol decir esas palabras la
habitación entró en un pequeño silencio. Tomás trataba de encontrar alguna
respuesta en el rostro de la inocente joven.
De pronto, Marisol sintió que Tomás tomó uno de sus brazos y la jaló hasta
hacerla caer encima de su pecho.
—Te puedo asegurar que sí lo hubieras hecho, si yo quisiera te seduciría y
te terminaría enamorando por completo —dijo casi a susurro muy cerca del
rostro de Marisol.
—¿Qué haces con enamorar a una joven y no aprender a amarla? ¿Eso te
hace sentir muy macho? —inquirió la joven un tanto enojada. Tomás la quedó
reparando por un momento.
—Ya no tienes fiebre, qué bueno —Tomás dejó salir una pequeña sonrisa.
Después le robó un beso de la boca.
—¡Oye…! —se enojó la muchacha.
—Solo es un beso, no te voy a violar ni nada por el estilo —la hizo
acurrucar en su pecho mientras él se acomodaba en la cama—. ¿No te gusta?
Dormir así con una persona, es muy cómodo y uno no se siente solo. Sería
perfecto si se sabe que es la persona con la que se estará para el resto de la
vida.


Solo por esta vez

—Es lo mejor para ti Camilo, sabes todo lo que está pasando y el peligro
que corres por estar conmigo. Mi mamá ya habló con el director del colegio,
podrás terminar allá, lo bueno… es que has subido tus notas y pasarás el año
—explicó Alejandra.
—No, harás lo mismo que hacen mis padres, cuando tienen un problema
me mandan a otro lado para deshacerse de mí —hizo un minuto de silencio
mientras reflexionaba—, entiendo, lo que sucede es que… yo soy el problema.
Alejandra al escuchar estas palabras se impresionó en gran manera. Camilo
se levantó del mueble de la sala y comenzó a caminar a la salida del
apartamento.
—Eso no es cierto, ¡Camilo! ¡Espera! —comenzó a decir. Pero el joven se
hizo de los oídos sordos.
Alejandra se levantó del mueble y corrió a la puerta para alcanzar a su
hermano.
—¡Camilo, espera, no salgas, es peligroso! —gritaba.
*
—¡Camilo! —se emocionó Sofía al escuchar la voz del joven desde el
celular, miró a su lado donde estaba la señora Tatiana dormida en un sillón de
la clínica—. Claro, tengo tiempo, ¿dónde nos vemos?, perfecto, estaré ahí.
Claro que no hay ningún peligro, nadie se dará cuenta que estamos por fuera.
*
Alejandra comenzó a marcar el número de Josef, debía contarle lo que
estaba pasando, sentía un mal presentimiento, por suerte Josef contestó.
—Hola, Josef, tengo un problema, Camilo salió del apartamento muy
enojado, no sé para dónde cogió, pero lo más seguro es que se verá con Sofía.
Por favor, ve a la clínica y revisa que los dos estén allí —Alejandra tenía la
voz temblorosa, estaba desesperada y su corazón lo sabía, palpitaba con gran
fuerza y esto hacía que las piernas y manos de la muchacha comenzaran a
temblar. Estaba dentro del ascensor y el tiempo allí le pareció eterno.
—Claro, ahora que termine aquí voy a la clínica —respondió el joven.
—¡No, no, no…! Esto es urgente Josef, es mi hermano, salió y no sé a
dónde se dirige, lo más seguro es que si él le dice algo a Sofía, ella es capaz de
seguirle los pasos, estarán en gran riesgo si salen los dos solos —explicó
Alejandra.
—Tranquila Alejandra, allá está mi mamá cuidándola, no dejará que se
vaya a ningún lado, lo más seguro es que Camilo se dirige a la clínica para
hablar con ella. No creo que ellos sean tan tontos de salir sin guardaespaldas
sabiendo como están las cosas —calmó Josef.
—Si me estoy asustando es porque conozco a mi familia y sé que Camilo
sí es tonto de salir sin guardaespaldas. ¡Por favor, ayúdame con esto, son
nuestros hermanos, Josef, ¿cómo es posible que no lo comprendas?!
Alejandra colgó la llamada, se sentía muy mortificada, lo podía presentir,
iba a pasar algo muy malo con su hermano y todo era por su culpa.
*
Sofía estaba caminando por el pasillo de la clínica con el celular en su
mano izquierda, vio a lo lejos a un guardaespaldas, rápidamente corrió a
esconderse detrás de una pared. Soltó una pequeña carcajada y después revisó
que el lugar estuviera despejado de personas que no la fueran a dejar salir.
Caminó con pasos afanados por el parqueadero, no era la más experta
conduciendo, pero, se defendía, el único problema es que la detuviera un
policía de tránsito (no tenía licencia de conducir), pero, ya este tipo de cosas
las había hecho antes.
Así fue como se aventuró a una locura bastante peligrosa. En momentos
como ese es donde la mente se le nubla a la persona, no se entiende el por qué
se actúa de esa manera, simplemente se está ahí, haciendo todo mal.
Alejandra llegó a la clínica y comenzó a buscar a Camilo y a Sofía en todas
partes. Le preguntó a los guardaespaldas encargados de vigilar a Sofía, ellos
llevaron a la joven hasta el cuarto donde se encontraba Keidys durmiendo y a
su lado estaba la señora Tatiana en los brazos de Morfeo. Ver aquella situación
fue como un balde de agua fría sobre su cabeza. Los hombres detrás de la
joven comenzaron a correr en busca de la chica, empezaron a informar sobre
la desaparición a la policía y demás escuadrones de vigilancia.
Josef apenas estaba llegando a la clínica, había estado hablando con los
detectives sobre la búsqueda del Escurridizo. No creía que las cosas se iban a
poner boca abajo nuevamente, no, las cosas ya estaban de esta manera, la
desaparición de su hermana solo sería el postre para aquella dulce cena.
—¿Qué? —inquirió Josef palideciendo frente a Alejandra.
—¡Te lo dije, Camilo iba a incitar a tu hermana a escaparse!, ¡pudimos
haberlos alcanzado!, ninguno de ellos me responde las llamadas, quién sabe
dónde estarán, si corren peligro… —Alejandra llevó las manos a su cabeza y
peinó su cabello de una manera desesperada mientras comenzaba a mirar a
todas partes.
Josef se recostó a una pared, no podía más, ¿por qué pasaba esto?, sentía
que sus fuerzas lo dejaban. Veía como su amiga lo regañaba mientras
comenzaba a llorar.
Sofía llegó a un restaurante frente a la playa, vio a lo lejos a Camilo que le
hacía señas con una mano. La joven caminó con una gran sonrisa desplegada
en su rostro hacia el muchacho.
—Hola… —lo saludó con un beso en los labios.
—¿No te da miedo estar por fuera? —preguntó Camilo.
—Ya lo he hecho antes, no creo que yo le importe mucho a ese mafioso —
respondió Sofía.
—Vaya, qué valiente —elogió Camilo.
—Bueno, ¿qué fue lo que sucedió? —preguntó Sofía.
—Lo que pasa es que… Alejandra me va a mandar con mis padres —
explicó el muchacho.
—¿Qué? ¡No!, no, no… Camilo, ¡dijiste que nos íbamos a graduar juntos!
—soltó Sofía con la voz temblorosa.
Un mesero les llevó unas malteadas que dejó sobre la mesa.
—Lo sé, pero no puedo hacer nada, es la decisión de mi hermana, como
siempre, ya no saben a dónde mandarme —explicó Camilo con un rostro
bastante serio.
—¡Pero esto es injusto! ¡No deben de hacerte esto! —se enojó Sofía.
*
Santiago observaba fijamente el cuerpo de Gera que estaba entubado a las
máquinas que eran las responsables de mantenerla con vida. Sus ojos se
llenaron de lágrimas, ¿cómo es posible que un día la tenía entre sus brazos y
otro ella estaba ahí, casi inerte peleando por vivir?
El muchacho salió de la habitación con las esperanzas en el piso, caminó
lentamente por el pasillo sintiéndose burlado por la vida. En momentos como
ese era cuando corría a los brazos de su hermana menor, pero ella también
estaba en estado crítico, claro, no como el de Gera, pero no había recobrado la
conciencia; quería morirse, sentía que era imposible salir de esa situación que
los iban a matar a todos. El Escurridizo era una persona muy peligrosa, con
mucho poder.
Tomás vio a lo lejos a Santiago que estaba sentado una banca del pasillo
con los codos sobre sus rodillas.
—Santiago, ¿viste a Gera? ¿Cómo está? —Preguntó el joven sentándose a
su lado, pero al ver el semblante de su amigo tuvo la respuesta, nada había
mejorado— oye, tranquilo, Gera es muy fuerte, saldrá bien de esta.
—¿Y que tal que nos maten a todos? ¿En realidad crees que ese mafioso
nos va a dejar vivos? Esto solo es el comienzo, él no se va a detener —gruñó
Santiago—. Entiende, esto no es ningún juego que pueda ganar personas tan
inútiles como nosotros, es un mafioso que tiene ojos en todas partes, nos
puede matar cuando él quiera, solo juega con nosotros.
—Oye… Él no es Dios, no nos va a matar, claro, lo hará si le tenemos
miedo, eso es lo que quiere, que le temamos. Ya verás, todo va a salir bien.
Recuérdalo, él no es Dios, es alguien como tú y como yo —Tomás hizo un
momento de silencio—. ¿Recuerdas que hace tres años hicimos el curso de
defensa personal? —Santiago rodó su mirada a su amigo, desplegó una
sonrisa, Tomás como siempre, dispuesto a alzarle el ánimo a cualquiera—.
Bueno… Acabo de comprar algunas cosas que se las regalaré a ustedes, la idea
es mantenernos vivos ¿no?
—Pero yo ese curso… Solo asistí como a siete clases, no lo terminé —
soltó Santiago.
—Bueno, es hora de que lo retomes. De lo contrario, cuando te encuentres
con uno de los trabajadores del Escurridizo te dejarán como papilla —chistó
Tomás.
*
Gabriel estaba haciendo una sesión de fotos, frente a él estaba una modelo
de curvas perfectas, sonriendo con el ego por las nubes. Alta, de cabello rubio,
ojos grises, posando con gran elegancia, su nombre, o bueno, el apodo con el
que todos la llamaban era Rossy.
Rossy le gustaba revisar sus fotos al terminarse la sesión para subirse más
el ego. Aunque fuera muy engreída, se llevaba bien con Gabriel, muchas veces
conversaban sobre sus vidas.
—Hoy mi novio me va a llevar a cenar al nuevo restaurante chino, tan
lindo, siempre complaciéndome en todo —dijo Rossy.
—Ah… El viejo —soltó Gabriel, no estaba de ánimos para escuchar sus
historias.
—Ay, sí, me llevará a Miami la otra semana, aunque me aburre, quería
pasar mis vacaciones en Dubái, pero él dijo que viajaremos allí después, o sea,
cuando pasemos dos semanas en Miami.
Gabriel dejó salir un suspiro, ¿cuánto más debía soportar su historia de los
viajes que hacía? Quería terminar el trabajo e ir a revisar el estado de su
hermana.
—En fin, hoy iré a su hacienda a las salidas de la ciudad porque me tiene
un regalo, ojalá no sea otro de esos autos, porque ya no tengo espacio para uno
más en mi casa, si me da otra casa sí le recibo el auto —Rossy comenzó a
organizar su cabello mientras revisaba las fotos.
—¿Tu novio en qué trabaja? —preguntó Gabriel.
—Bueno… ¿No te lo había contado Gabi? —inquirió ella mientras
desplegaba una sonrisa.
—No.
—Es porque no lo puedo contar, es un tema difícil y más con las cosas que
hace ese viejo rebelde en estos momentos —soltó una carcajada.
—¿Está metido en cosas malas?
—¿Él?, ¡por favor!, supuestamente es un viejo al que todos le temen, pero
es porque no lo conocen de verdad, es tan fácil hacer que se lo lleve la muerte.
Esas últimas palabras confundieron a Gabriel, ¿de qué hablaba esa chica?,
bueno, no le importaba mucho las cosas locas con la que salía Rossy en aquel
momento.
Rossy salió de la agencia con su gran paso engalanado, en la salida había
un auto negro con dos guardaespaldas esperándola. Ella los saludó muy
amablemente, se subió al carro y ellos la llevaron hasta lo último de la ciudad,
un gran trayecto en el que conversaba con los hombres sobre lo que hacía en la
agencia, o sea, cuántas fotos se tomó. Algo que los aburría en gran manera.
Rossy llegó a una hacienda enorme que tenía mucha vigilancia, pero ella
hacía que no observaba nada de lo que pasaba a su alrededor. Llegó hasta una
piscina donde se encontraba un viejo bastante gordo tirado en una silla muy
gorda debajo de un árbol de mango.
—¡Amorcito! —gritó ella mientras corría hasta él, se sentó sobre sus
piernas y comenzó a besarlo— ¡te extrañé mucho!
Los hombres del Escurridizo comenzaron a hacer gestos de desagrado, en
momentos como ese es donde uno dice que la chica solo lo quiere por dinero,
pero… ¿soportarlo por siete años? Tal vez estaba esperando a que muriera de
un infarto, pero él tenía más vidas que un gato, aunque… pensaban que Rossy
era muy bruta para que se le pasara por la mente matar al gordo y quedarse
con toda su fortuna, por eso era que el Escurridizo confiaba tanto en ella.
Bueno, era porque estaba con la chica desde que tenía catorce años.
—¿Sabes que fecha es hoy? —preguntó Rossy al viejo gordo.
—Claro que sí —soltó el hombre comenzándose a levantar de la silla, se le
hacía difícil, su grasa pesaba mucho a esas alturas de la vida.
—Bueno, te tengo un regalo para celebrar estos diez años juntos —soltó
ella emocionada mientras comenzaba a buscar algo en su bolso.
El Escurridizo se puso una camisa blanca y se sentó en una silla frente a
una mesa, un mesero comenzó a servir varios platillos en ella. Rossy le pasó
una cajita negra de tamaño mediano, el hombre la abrió con un rostro un tanto
cansado, ella nunca le daba regalos buenos.
—Un portarretratos y una cadena de oro —dijo el Escurridizo.
—¡Sí!, así cuando estemos lejos siempre me vas a recordar —soltó ella con
un tono emocionado.
—Muchas gracias, es muy bonito de tu parte —soltó él mostrando una
sonrisa forzada.
—¿No te gustó? —Rossy borró la sonrisa.
—No, claro que sí, es muy tierno, muy bonito —soltó él, después comenzó
a ponerse la cadena—. ¿Cómo se me ve?
—¡Hermoso mi amor! —ella corrió a abrazarlo— ¡Te amo!
—Yo también mi amor, por eso te tengo el mejor de los regalos —soltó él
emocionado.
—Sé que te gusta mucho Dubái, por eso te acabo de comprar una casa,
todo a tu nombre, además, quiero hacerte una propuesta.
Rossy tapó su boca con sus manos, se levantó de las piernas del gordo al
ver que unos empleados trajeron varias cajas, bolsas, y un sobre pequeño (que
era el que le interesaba a la muchacha, eran las escrituras de la casa), abrió el
sobre y gritando de la emoción comenzó a saltar y llenarle el rostro al gordo
con besos sin importarle lo sudado que estaba.
—¡Te amo mi amor, gracias! —gritó.
—Espera, no he terminado —él se levantó de la silla y sacó de su bolsillo
una cajita roja—, ¿quieres casarte conmigo?
Rossy con los ojos llorosos volvió a taparse la boca, pero era el impacto de
ver aquel anillo, ese enorme diamante que la envolvía en su brillo.
—¡SÍ, CLARO QUE SÍ! —ella se abalanzó a él, sus brazos no alcanzaban
para rodearle todo el cuerpo.
*
Sofía conversaba con Camilo sobre un plan en el cual él pudiera quedarse
en la ciudad, de pronto, vieron que desde hace algunos minutos había un auto
parqueado frente al restaurante. Eso les daba un mal presentimiento, Sofía
comenzó a llenarse de miedo.
—Camilo… —musitó.
—Lo sé, yo también lo he visto. No te asustes, mira, levantémonos
lentamente y hagamos que no hemos visto nada, salgamos y comencemos a
caminar hasta la quinta avenida, ahí nos mesclaremos con la gente. Vamos, no
tengas miedo —explicó Camilo mientras comenzaba a levantarse de la silla.
Caminaron como si no hubieran visto nada, pero por dentro el corazón de
la joven palpitaba con gran fuerza. Sim embargo, para su mala suerte, el carro
comenzó a avanzar y les tocó correr. La bahía estaba llena de personas que
comenzaron a ver la persecución, todo se llenó de desorden cuando se
escucharon disparos, los gritos no dejaban de retumbar las calles.
Sofía no sabía a dónde la llevaban sus pies, solo estaba tomada de la mano
de Camilo, esperando que la muerte no los alcanzara; cruzaron en una esquina
donde había una estatua de un indígena saludando, no se habían percatado que
estaban en medio de la carretera, un auto frenó en seco. Volvieron a escuchar
disparos, siguieron corriendo hasta llegar a una esquina bastante grande (era la
misma donde Keidys tuvo el accidente), las personas corrían de un lado a otro
al escuchar los disparos, era un enorme desastre.
La policía llegó en aquel momento y comenzó a perseguir el auto que se
escapó en las estrechas calles del antiguo lugar. Pronto solo se escuchaban los
murmullos de las personas que comenzaron a rodear a los chicos mientras que
gritaban a todos lados “¡una ambulancia!”. Sofía quedó reparando a Camilo
quien estaba herido en su brazo derecho mientras permanecía arrodillado
jadeando.
—¡Camilo, mírame! —gritaba Sofía mientras se arrodillaba frente a él—,
¡debemos de irnos, tienes que levantarte! —pero el chico estaba lleno de tanto
miedo que no sabía qué hacer.
Algunos de la multitud filmaban lo que estaba sucediendo. Pronto el
detective Henrique se acercó hasta ellos y los sacó de la multitud. Debían de
escapar antes de que llegara la prensa.
*
Josef le vio una gran bofetada a Sofía:
—¿Estás loca? —le preguntó en un gruñido. Comenzó a estremecerla—
¡Casi te matan!
Sofía soltó el llanto mientras se abrazaba a sí misma, el cuarto de estudio
cayó en un silencio absoluto.
—Mi mamá casi le da algo cuando se enteró que te habías escapado. Mira
como quedó Camilo, Alejandra estaba muriéndose de los nervios mientras lo
buscaba por toda la ciudad. ¡¿En qué estaban pensando?! ¡Sabes que estamos
en grave peligro ¿y se te ocurre hacer una de tus bobadas?!, ¡ahora hablan de
nosotros en los noticieros! —Josef estaba muy furioso.
La nariz del joven comenzó a sangrar, eso asustó a la chica.
—Josef, cálmate —pidió su hermana.
—¡Lárgate! —gruñó el joven.
Sofía salió del cuarto de estudio, corrió a buscar a su abuela que estaba en
la cocina:
—A Josef le está sangrando la nariz, llama al doctor, por favor —pidió.
—¡Anda, mi niño! —soltó la señora corriendo a ver a Josef.
*
—Casi me da algo cuando te fuiste, ¡¿por qué hiciste esa locura?! —dijo
Alejandra frente a Camilo quien tenía un brazo vendado y estaba sentado en
una camilla.
—A nadie le importo, no era para tanto —respondió el joven con la mirada
cabizbaja.
—¡Eso no es cierto! ¡Si te mueres yo no sé qué voy a hacer con mi vida!
¡Entiéndelo! —Alejandra soltó el llanto y llevó una mano a su boca.
Camilo alzó la mirada impresionado de escuchar las palabras de su
hermana mayor, tragó en seco, Alejandra estaba temblorosa y se veía muy
preocupada, alguien que ya no podía más con la situación.
—Deja de llorar, por favor —le pidió.
—No puedo creer que quieras morir, ¿por qué no lo entiendes? A mi madre
le daría algo si se entera que te hirieron, yo no sabría qué hacer con mi vida si
te mueres. Necesito que sigas vivo –Alejandra lo abrazó—. Sí tienes personas
que te quieren, yo te amo Camilo, eres mi único hermano.
—¿Entonces por qué te quieres deshacer de mí? —inquirió el joven en un
hilo de voz. Alejandra lo miró fijamente a los ojos.
—No me quiero deshacer de ti, entiéndelo, solo quiero protegerte, que
sigas vivo. Si quieres puedes quedarte, así nos cuidamos entre los dos, pero
por favor, no vuelvas a irte de esa manera —hubo un minuto de silencio,
después los ojos de Camilo se inundaron de lágrimas.
—Está bien, no lo volveré a hacer, perdón por asustarte de esa manera —se
disculpó. Alejandra limpio sus lágrimas y después desplegó una sonrisa.
—Eres una caspa —soltó comenzándose a calmar.
La prensa estaba frente al hospital donde se encontraba interna Keidys, ya
habían confirmado que los videos del grave accidente que circulaban en las
redes sociales se trataban de ella y sus amigos. Pero lo que tenía revolucionada
a toda la comunidad eran los sucesos que giraban en torno a la familia de la
muchacha, y eso amaba la prensa, el poder revolver más el avispero. En las
redes sociales circulaba una noticia donde decían que querían exterminar al
grupo de amigos de Keidys por problemas con el narcotráfico y muchas cosas
más.
El señor Sandoval trataba de pasar por la multitud de reporteros que lo
agobiaban con muchas preguntas, sus guardaespaldas apartaban a los
reporteros junto con los policías para que así dejaran pasar al hombre. “¡Señor
Sandoval, por favor, responda, ¿tiene problemas con el narcotraficante…!”
preguntaban en todas partes.
Keidys despertó, frente a ella estaba sus padres que corrieron al verla abrir
los ojos:
—Hija… —sollozó su mamá.
—Mi bebé, ¿cómo está? —preguntó muy asustada.
—Tranquila, está bien, sigue en tu vientre —respondió el señor.
Keidys dejó salir un suspiro mientras comenzaba a tranquilizarse. En aquel
momento entró Josef al cuarto y desplegó una sonrisa al verla despertar.
—Amor… —soltó mientras caminaba hacia ella.
—Josef —soltó Keidys en un hilo de voz, trató de sentarse en la cama,
pero un gran dolor invadió su cuerpo.
Josef tomó una de las manos de la muchacha.
—No te muevas, estás bastante delicada —pidió Josef.
—¿Cómo están todos? —preguntó la joven.
—Están bien, no te preocupes —respondió su mamá.
—Tenía mucho miedo, nos chocamos y no supe más nada. Nos estaban
persiguiendo, casi nos matan. Iban por Mateo, si no hubiéramos estado allí —
Keidys soltó el llanto—, tengo mucho miedo, casi pierdo a mi bebé.
Josef la abrazó, la pobre comenzaba a temblar.
—Josef, esto está peor de lo que pensaba, nos van a matar a todos. Nos
vigilan todo el tiempo, no quiero que nadie muera, no… —sollozaba mientras
escondía su rostro en el pecho de su esposo.
—Tranquila, estamos bien, nadie ha muerto —susurró Josef. Rodó la
mirada a sus suegros quienes entendieron el mensaje. Keidys estaba teniendo
una crisis nerviosa.
*
—Keidys está bastante mal, a cada momento pregunta por mí, debo de
estar siempre cerca de ella —le dijo Josef a Santiago quien estaba sentado a su
lado en una banca del hospital.
—Debes de entenderla, acabó de sufrir un accidente, ahora… Si antes
sabía que este problema era muy grande, ahora que lo experimentó en carne
propia sabe las magnitudes de él. Pobrecita mi hermana, ella es bastante
nerviosa por naturaleza y con esto… debe de estar sufriendo mucho —
Santiago rodó la mirada a su cuñado—. Lo siento mucho Josef, pero es la
verdad, me preocupa la salud de mi hermana, es la única que tengo —las
últimas palabras sonaron quebradas, era un nudo en la garganta que se estaba
formando en Santiago.
—Lo sé, estoy claramente consiente del sufrimiento que ella está
padeciendo y me siento impotente por no poder resolverlo pronto. Sé que en
cualquier momento esto empeorará más y… Yo no quiero perder a Keidys,
claro que no, sé que este problema es mi culpa —hubo un momento de
silencio—. Yo le había prometido que no dejaría que le hicieran daño, pero no
pude cumplirlo.
Santiago se sitió culpable por haberle dicho aquellas palabras a Josef, fue
muy imprudente.
—Josef… Disculpa, no quería decirte eso, sé que tú tratas de hacer todo lo
posible por resolverlo. Mira… —trató de resolver las cosas.
—Santiago, sé que te sientes impotente por lo que está pasando, es tu única
hermana y ahora su salud peligra. Te prometo que haré todo lo posible por
protegerla.
—Gracias Josef —se miraron fijamente. Sabían que todo su alrededor
estaba hecho un desastre, que una simple promesa no podría resolverlo, pero,
esas palabras ayudaban a calmar el alma.
Uno de los empleados del Escurridizo se despertó, se vio esposado a la
cama y frente a él el detective Henrique.
—Sí, irás a la cárcel, y es mejor que nos digas todo lo que sabes, así tu
condena no será tan alta. Hazlo por las buenas —dijo el hombre.
—Sí, sí, tranquilo, yo voy a contar todo lo que sé, pero por favor, que nadie
se entere que soy yo, el Escurridizo mata a todos sus hombres que entran a la
cárcel, no dejen que me mate. Les contaré absolutamente todo —suplicó el
hombre.
—Eso está muy bien… —el detective desplegó una sonrisa.

Cuando se es confiado

Así fue como la policía supo un poco sobre los puntos donde se escondían
más trabajadores del narcotraficante, les hicieron una emboscada y así
comenzaron a caer poco a poco. Algunos hablaron, pero lo hacían al enterarse
que sus compañeros también hablaban y les daban protección. Así dieron con
los lugares donde el escurridizo se escondía, pero al tratar de capturarlo él ya
no estaba allí. Las amenazas seguían para Josef, recibía llamadas, panfletos,
hasta quemaron uno de sus autos. Era una gran guerra entre dos bandos. El
ganador sería el que mejor moviera las fichas.
—Ya no se encuentra en la ciudad, tiene pensado salir del país el martes,
no debemos permitirlo, es ahora o nunca —le dijo el señor Sandoval a Josef.
—No creo que se vaya a ir así, nada más, con todo lo que nos ha hecho
hasta ahora, seguramente tiene pensado hacer algo bastante grande antes de
huir —Josef se cruzó de brazos frente a la pared de vidrio donde se veía toda
la ciudad en la espesa noche.
—Hijo, debo de confesarte que me siento cansado, no puedo dormir, los
trabajadores están renunciando desde que en las noticias no dejan de hablar de
nosotros y que explotaran ese auto frente a la empresa. Todo se viene abajo —
soltó el señor Sandoval.
—Lo sé, yo también me siento así. Pero tranquilo abuelo, nosotros también
lo tenemos acorralado, míralo, huyó de la ciudad, ahora se irá del país, y se
suponía que seríamos nosotros los que lo íbamos a hacer. Pronto lo vamos a
capturar y le haré pagar todo lo que nos ha hecho —Josef sumergió sus manos
en los bolsillos de su pantalón.
Todos los amigos de Josef, junto con su familia, se habían desplazado a las
afueras de la ciudad en una finca adentrada a más de cuatro horas de camino,
allí tenían una alta seguridad que los vigilaba las veinticuatro horas.
Lo tomaban como unas pequeñas vacaciones no planeadas. Mateo ya le
habían dado de alta en la clínica y a Keidys también, ella debía de estar en
reposo absoluto ya que tenía riesgos de perder el bebé, por lo mismo le
contrataron a una enfermera.
—¿Te acuerdas cuando estábamos en el colegio y nos conocimos por
primera vez? —le preguntó Alejandra a su mejor amiga.
—Cómo olvidarlo, si te desagradé a la primera. ¿Quién iba a creer que
seríamos mejores amigas? —Keidys desplegó una sonrisa, se acomodó en la
cama, Alejandra estaba a su lado con las piernas cruzadas.
—En estos días recuerdo mucho esos tiempos, eran tan tranquilos. Los
viernes íbamos al restaurante y comíamos hasta que no podíamos más —
recordó Alejandra.
—Cuando hacíamos las pijamadas y terminabas borracha, siempre tenía
que quedarme contigo al día siguiente hasta que se te pasara la resaca —
Keidys soltó una pequeña risita.
—Me acuerdo bien que a Gabriel se le daba por quedarse y a mí me daba
una vergüenza que me viera en la mañana, yo con esos cabellos de punta y sin
haberme lavado la boca —las dos soltaron una gran carcajada—. ¡Amiga, qué
pena! —hubo un momento de silencio—. Qué bonitos recuerdos, cómo me
gustaría que todo siguiera igual, que podamos reunirnos en un restaurante
todos y nos divirtiéramos como esos días.
—¿Sabes?, en estos días me he dado cuenta que nunca he estado muy
cerca de Josef, que nuestra vida se resumió a una relación a distancia. Ahora
que nos casamos seguimos lejos y… No quiero seguir así, quiero que esté a mi
lado y nunca más se vaya —a Keidys se le inundaron los ojos de lágrimas—.
Quiero que todo esto acabe y que podamos estar juntos.
—Ay amiga —a Alejandra se le llenaron los ojos de lágrimas—, ya verás,
todo va a salir muy bien y podrán estar juntos. Ya verás —Alejandra abrazó a
su mejor amiga.
Tomás no quiso quedarse en la finca, quería seguir su vida normal en la
ciudad cuidando su pequeña empresa y así no tener que estar pensando a cada
momento lo que sucedía a su alrededor.
—Digamos que me quedo solo, debes de lidiarme para siempre en tu casa
—dijo Tomás a Josef recostado al mesón mientras tomaba una copa de vino.
—Claro que no te voy a soportar, tengo que lidiar con las discusiones de
Keidys y los llantos del futuro bebé, ¿cómo crees? —Josef soltó una carcajada
mientras terminaba de picar unas manzanas y las mesclaba con el resto de su
ensalada de fruta—. Debes de organizar tu vida Tomás, no puedes andar como
picaflor de un lado a otro, sé que no quieres quedarte solo, anhelas tener una
buena esposa y unos hijos. Ahorita toda tu belleza se irá y quedarás solo, sé
que no te gusta la soledad.
—Creo que… no tengo buena suerte en el amor, siempre que creo haber
conseguido a una buena mujer termino haciéndole daño y después, cuando me
doy cuenta, ella ya está con otro hombre, uno que sí la sabe valorar y se
terminan enamorando perdidamente —Tomás quedó observando su copa de
vino mientras que el silencio se apoderaba del departamento.
Josef miró detenidamente a su amigo, le echó miel a su ensalada de frutas
mientras pensaba en las palabras clave para darle un buen consejo.
—¿Lo dices por lo que pasó hace años con Alejandra?, cuando te diste
cuenta que la amabas ella ya tenía a Gabriel y no tuviste más remedio que
ayudarlos a que estuvieran juntos. Después te hiciste novio de Gera y la hiciste
sufrir, cuando quisiste recuperarla ella ya estaba con Santiago —dijo Josef
mientras caminaba con su taza llena de picadas de frutas hacia una mesa de
cristal que estaba a unos metros de él.
—No me lo recuerdes —pidió Tomás mientras se sentaba frente a él.
—Es que eso es lo que pasa, te haces de los oídos sordos frente a tu vida
amorosa, por eso estás con una y con otra, tienes una vida sentimental
inestable porque quieres olvidarlo todo, hacer que nada ha pasado —regañó
Josef.
—¡¿Y qué quieras que haga?! —se enojó Tomás— yo no soy como tú, que
puede expresar sus sentimientos a la primera cuando los siente. No soy como
ninguno del grupo, siempre he tenido esa maldita mala fama de hombre
mujeriego que juega con cualquiera que se le atraviesa en el camino y es
verdad, así soy. Así que no me pidan tener una vida estable con una bella
familia y una vida rutinaria con noches en familia porque no lo puedo hacer,
no soy capaz, soy un maldito hombre que no sabe lo que quiere en su vida —
Tomás comenzó a revolver su cabello con mucho estrés.
—Pero si no te gusta la vida que estás llevando solo debes de cambiarla.
—Eso suena tan fácil, ¿crees que no lo he intentado? ¡Lo hice!, pero
terminé con el rostro reventado por los golpes cuando ustedes se enteraron lo
que pasó con Gera, después me enteré que ella se estaba revolcando con
Santiago cuando no llevábamos ni un mes de separados, ¿qué lindo no?
—Oye… Lo de Gera, ¿no se supone que ya lo superaste? —inquirió Josef
curioso.
—Claro que sí, ella… —Tomás tragó en seco al recordar el estado en el
que seguía la joven.
—Mira… Debes de darte un tiempo Tomás, piensa mejor las cosas y así
sabrás si quieres quedarte solo o deseas formar una familia. Pero que esta vez
sea cierto, y si quieres tener una pareja, cuando elijas a la indicada recuerda
todos los días que debes de tratarla como el ser más especial para ti. Cambia tu
personalidad en ese aspecto —aconsejó Josef.
Esas palabras retumbaron en la mente de Tomás, “debes de tratarla como el
ser más especial para ti”. Eso era, tenía que reconocer a esa chica y comenzar
a tratarla de la mejor manera, así conseguiría que ella se quedara a su lado.
Josef estaba viviendo con Tomás en su departamento, así se cuidaban
mutuamente. Para no llamar la atención, los guardaespaldas de Josef vigilaban
la entrada del edificio, les molestaba estar viendo a una persona vigilarlos todo
el tiempo, aunque, eso era bastante riesgoso.
—Josef, escuché un ruido en la sala —soltó Tomás al despertarse
precipitadamente, las palomitas de maíz se regaron en la cama cuando el joven
hizo aquel movimiento en la cama.
Josef se despertó con los pelos de punta:
—¿En serio? —Josef comenzó a rodar su mirada por el cuarto
completamente desordenado con CD de películas sobre la cama.
Tomás tomó el arma que reposaba sobre la mesa de noche que estaba a su
lado. Sintieron un ruido de pasos que se dirigían al cuarto. La cabeza de Josef
se puso grande al ver que su mejor amigo le estaba poniendo el silenciador a la
pistola.
— Tomás… —soltó Josef.
—No debemos de asustar a los vecinos, ellos ya tienen un mal concepto de
mí —explicó el joven.
Se levantaron de la cama y caminaron hasta el closet donde se escondieron.
Pronto, la puerta del cuarto se abrió y un hombre corpulento entró y cerró la
puerta, aunque, quedó dudoso al ver que no había nadie. Comenzó a buscar
debajo de la cama. En aquel momento, sigilosamente, Tomás comenzó a abrir
el closet y al hombre rodar su mirada hacia donde se encontraban los jóvenes,
Tomás le disparó en el pecho y el hombre cayó inconsciente al piso.
—Lo mataste —soltó Josef.
—Él venía a matarnos, ¿qué preferías? —dijo Tomás.
Josef quedó aturdido al ver aquella escena, escucharon otro ruido en la
sala. Caminaron lentamente hacia la sala y se escondieron detrás de una mesa,
había una empleada de servicio escribiendo algo en el piso.
Josef y Tomás se abalanzaron a ella, comenzaron a forcejear y se escuchó
un disparo, pero nadie salió herido, aunque, una puerta de cristal de una
estantería se rompió haciendo que muchos pedazos de vidrio quedaran regados
en el piso y Josef se cortó su brazo izquierdo.
En aquel momento entraron los guardaespaldas, uno de ellos tenía un brazo
bañado en sangre, en aquel momento se escuchó una explosión y los vecinos
comenzaron a salir de sus apartamentos.
—¡Quieta! —gritó uno de los guardaespaldas a la empleada de servicio.
Josef le quitó la peluca y se dio cuenta que era un disfraz, así fue como
engañaron a los guardaespaldas, era un hombre.
—¡¿Qué rayos?! —soltó uno de los guardias al entrar al apartamento.
La policía entró y revisó el lugar, el atacante que se encontraba tirado en el
piso herido fue atendido y al otro lo obligaron a confesar todo, por suerte, él se
ofreció a confesar el punto exacto donde se encontraba el Escurridizo en aquel
momento.
Afuera, el auto de Josef había explotado en el parqueadero, o sea, si Josef
hubiera intentado escapar iba a morir al montarse en su auto, o si se salvaba
del atentado podía morir al utilizar el automóvil. Por suerte, nada de eso
sucedió, solo quedaron varios autos quemados que al joven le tocaba pagar a
sus vecinos.
Josef estaba sentado en una banca afuera del apartamento mientras contaba
lo sucedido a un agente de policía. Las personas miraban curiosas el lugar de
los hechos. Mientras, al Escurridizo se le avecinaba una emboscada en la
cabaña antes de que se fuera del país.
*
—Maldito Josef, lo voy a matar y a todo lo que tiene a su alrededor —el
Escurridizo tiró su cigarro al piso. Ya se había enterado que le harían una
emboscada.
—Amor, ¿qué sucede? —preguntó Rossy saliendo de la cama.
—Alista todo, nos vamos para Miami —ordenó.
—¿Ahora? —inquirió ella con algo de miedo.
—¡Estos tipos que tengo no sirven para un carajo, todo lo hacen mal! Y
encima, vienen a abrir la boca, son unos sapos, pero ya verán —el gordo
comenzó a sudar mientras recogía sus pantalones del piso y comenzaba a
vestirse, miró a la joven— ¡Que te vistas, ¿no ves que nos atraparon?!
Así fue como toda la cabaña entró en un desorden total, los carros
comenzaban a salir de ella para después encontrarse acorralados entre
disparos. Rossy soltó un fuerte grito al ver que el auto frenó en seco y después
se vio obligada a agacharse para que no la fuera a atrapar una bala. Sus ojos se
abrieron en gran manera al ver que un hombre que iba adelante estaba lleno de
sangre, pero a ellos no les importó; siguieron su ruta. Parecía imposible salir
de aquella emboscada, tenían a un helicóptero alumbrándoles por los aires y
patrullas prendiéndoles fuego por tierra.
Llegaron a una zona llena de muchos árboles, el Escurridizo se bajó del
auto al ver que no podría huir de la policía, hizo que su mujer también bajara,
se adentraron al bosque y corrieron río arriba.
—¡NOS VAN A MATAR! —gritó Rossy llena de agua, descalza, con
algunos rasguños en su cuerpo al verse escondida detrás de un matorral.
—¡Cállate y sube por aquí! —gritó el gordo, miraba a todos lados, se
escuchaban las pisadas de los soldados correr por el bosque buscándolos.
—Pero no veo nada —soltó la joven.
—Es una cuerda, nos están esperando arriba —explicó El escurridizo.
Así fue, se escaparon de la emboscada, pero, perdió prácticamente a sus
hombres. Ya tenían todas sus movidas y fechorías descubiertas y la ley
prácticamente estaba esperando a que se entregara, era cuestión de tiempo para
que lo capturaran.
Josef, al ver los primeros rayos de sol reparó el panorama del último
atentado que le hizo El Escurridizo, no solo había sido en el apartamento, no,
en la empresa principal había muchos panfletos regados, en la casa de su
abuelo llevaron partes de animal muerto y un carro bomba cerca a la finca
donde estaba su familia refugiada.
Keidys estaba muy asustada, esa noche no pudo dormir, no fue hasta que
vio a Josef que pudo calmarse.
—¿Qué te sucedió en el brazo? —preguntó asustada.
—Nada, tranquila, mírame, estoy bien —tranquilizó Josef.
En las noticias no se hablaba de otra cosa que no fuera aquel suceso en la
ciudad y mostraban un video del Escurridizo corriendo hacia el bosque para
poder escaparse.
—¿Crees que él pueda escaparse y volver a hacernos daño? —preguntó
Claudia a Josef.
—No lo creo, ahora está muy débil y ya saben dónde está —explicó Josef.
Apagó la televisión—. Ya verás, sé que esto se acabó. Por ahora, quédate
tranquila, vamos a estar todos aquí hasta que nos digan cuando salir, lo
importante es que todos estamos bien y Mateo está a tu lado.
*
Rossy estaba en el cuarto viendo como El escurridizo se curaba los
rasguños en sus brazos mientras celebraba su huida.
—¿Viste amor? Nos escapamos, esos tontos creen que pueden capturarme,
pero ya verán, los voy a matar a todos y me quedaré con su fortuna. Esta vez
no se van a salvar —decía, guardó las cosas en el botiquín.
—Tienes toda la razón mi amor, ahora, vamos a celebrar, ¿qué te parece si
nos bañamos en la playa? —sugirió Rossy muy sonriente. El gordo miró
detenidamente a la muchacha.
—Tú tan linda, siempre has estado a mi lado, ¿sabes? Estoy tan feliz de
haber encontrado a una mujer como tú, te amo, te amo mucho. Por eso seguiré
vivo, para poder estar contigo —le dijo el hombre mostrando una sonrisa llena
de mucho orgullo.
—Gracias amor, esas palabras son tan hermosas, yo también siempre estaré
contigo, para apoyarte, estar a tu lado y ser una muy buena mujer —Rossy se
le acercó y lo abrazó—. Por eso, ahora que estamos a salvo vamos a celebrar
en la playa, hay un hermoso atardecer.
—Sí, olvidemos todo esto por ahora y solo seamos tú y yo —El escurridizo
se levantó de la cama con un poco de torpeza y salió de la cabaña.
Había una hermosa vista en la paya con un atardecer colorado, la brisa
soplaba lentamente. Era una playa privada que le pertenecía, seguían en
Colombia, pero tenían pensado al caer la noche viajar a Miami. Al menos eso
creía él, era ese momento en que uno pierde la partida por confiado, eso le
pasó al Escurridizo.
Rossy comenzó a nadar hacia lo profundo y el gordo trataba de seguirla,
pero se le hizo imposible y comenzó a ahogarse.
—¡A-Amor! Ayu-ayame, ah… Ayuda, ¡ayuda! —comenzó a gritar
desesperado.
—¿Te estás ahogando? —inquirió Rossy—, adelante, sálvate de esta,
maldito gordo, ya muérete de una vez por todas.
Rossy comenzó a nadar hacia la orilla, dejando al gordo ahogándose en la
profundidad y después, no se escuchó nada más. Ella entró a la cabaña y se
hizo la dormida. Al despertarse hizo un show al ver el cuerpo de su “futuro
esposo” en la orilla tratando de ser atendido por sus empleados. El luto de
Rossy acabó al darse cuenta que El escurridizo dejó una gran suma de dinero
en su cuenta bancaria. ¿Cuándo él pensó morir de esa manera? Fue tan boba su
muerte que seguramente se revolcaba en su tumba por la vergüenza.
Rossy le colaboró a la policía contando todo lo que sabía, todo con tal de
no ir a la cárcel y es que no sería justo, ella no hizo nada, explicó que él la
tenía amenazada y era una víctima más. Que nunca supo cómo murió, solo lo
vio tirado en la orilla de la playa cuando se despertó. Tuvo que huir del país al
recibir amenazas de los cómplices del Escurridizo, pero aquella red cayó
cuando se comenzaron a señalarse unos a otros y declarar todo lo que sabían.
Así fue como las noticias no dejaban de hablar sobre las capturas y por
varios meses el país tuvo un buen entretenimiento. Pero para Josef y sus
amigos aquella muerte fue una celebración, no importaba cómo murió o quién
lo mató, por fin la paz había vuelto a ellos. El escurridizo los marcó para
siempre, tenían a una persona debatiéndose entre la vida y la muerte, al
parecer ella no quería regresar con ellos.
Gabriel veía una foto en el apartamento de Gera, allí estaban ellos de
pequeños abrazados sonrientes, ¿cuándo fue que sucedió algo así? Nunca
pensó que estuviera a punto de perder a su hermana gemela, aquella caspa que
le daba tanto dolor de cabeza.
Santiago estaba frente a Gera quien cada vez se veía más pálida y débil:
—Amor, por favor, no me dejes, me prometiste que te quedarías a mi lado
siempre, que viviríamos juntos el resto de nuestra vida. Se supone que eres
alguien que cumple sus promesas —se hizo un nudo en la garganta del
muchacho y una lágrima rodó por su mejilla derecha—. Todos te extrañamos.
Santiago se encontró con Gabriel al salir:
—¿Estabas llorando? ¿Se ve muy mal? —inquirió Gabriel.
—Lo siento Gabriel —Santiago siguió su camino, no estaba de muy buen
ánimo como para conversar.
Gabriel sintió un nudo en la garganta, entró a la habitación donde tenían a
Gera, se le acercó y después soltó el llanto:
—Por favor, abre los ojos, hermanita, no me dejes, no quiero que te
mueras, debes de ser fuerte; lucha por tu vida, no puedes dejarnos ahora —
tapó su boca con sus manos, no quería seguir viendo a su hermana en ese
estado.
Salió de la habitación y comenzó a caminar sin rumbo fijo, después se
recostó a una pared blanca y dejó caer su cuerpo lentamente mientras soltaba
el llanto. Alejandra lo vio a lo lejos y corrió hasta él muy asustada:
—¿Qué sucede? —se agachó hasta poder mirarlo directamente a los ojos.
Gabriel la abrazó con fuerza:
—No quiero que muera, no sé qué haría si no la tengo conmigo, ya no
soporto más —sollozó Gabriel.
—Amor —Alejandra no sabía qué decirle, se veía muy mal.
Gera se vio en aquel accidente, sentía que siempre había estado ahí, que
nadie la ayudó, estaba sola, atrapada en ese accidente, la lluvia caía muy fuerte
y su alrededor se veía horrible, destrozado y parecía que ese sería su final, su
respiración comenzaba a faltar y su rostro se llenaba de sangre. Hasta el
momento siempre fue así, se repetía todo una y otra vez, pero aquel día
escuchó unas palabras de alguien que lloraba, después vio a su hermano
llorando frente a ella, por último, le pareció ver a Santiago gritando fuera del
carro, con ganas de romper el vidrio, pero no podía. “¡Gera, no te mueras!
¡Geraldine!” le gritaba.
Gera tomó una gran bocanada de aire, eso le asustó al enfermero que la
estaba revisando, pero después se asustó al ver que abrió los ojos en gran
manera. De hecho, llamó al doctor que pasaba por allí, pero no, estaba bien, al
parecer tenía una pesadilla.
Después de ese día, Gera comenzó a recuperarse, aunque, seguía en estado
crítico. Pero había esperanzas de que más adelante la joven volviera a reunirse
con todos en una tarde de verano.
Parecía que todo lo malo dejaba sus vidas. Aunque las empresas de Josef
quedaron casi en la quiebra por lo que tuvieron que pasar, él y su abuelo
comenzaron un plan para poder sacarlas adelante, y con mucho juicio y
sacrificio pudieron comenzar a ver los resultados.
Por muchos días Keidys recibía cartas de sus fans donde le daban ánimos
para que se recuperara.
*
—No sabes lo horrible que me sentí mientras estabas inconsciente, pensaba
que ibas a morir —dijo Santiago cuando pudo hablar con Gera. Ella desplegó
una sonrisa, se veía bastante débil y respiraba con ayuda de una cánula de
oxígeno.
— Es que quería asustarte, imagina que era una prueba para ver si me
querías en serio —chistó ella.
—Por favor, no juegues con ese tipo de cosas, todos sufrimos por lo que te
sucedió. Keidys casi le da algo cuando le contaron toda la verdad y que
estabas a punto de morir —regañó Santiago.
—¿Ya todo acabó? —inquirió Gera.
—Sí, ya ese hombre está donde siempre debió estar.
—¿Dónde?
—En el infierno, murió y nadie sabe cómo pasó, solo lo encontraron
ahogado en la orilla del mar después que la policía le hizo una emboscada,
ahora todos sus cómplices están en la cárcel y otros muertos. A mí me tocó
aprender defensa personal en esos días para seguir vivo y Tomás me regalo un
arma, nos tocó aprender a usarlas, menos mal nunca tuve que hacerlo —contó
Santiago mientras tenía una de sus manos entrelazada con una de la chica.
Gera dejó salir una pequeña carcajada.
—Eres un cobarde de primera —se burló.
—Gera, no quiero estar separado de ti, estos días en los que estuviste tan
mal me di cuenta de cuánto te amo. Yo… Por favor, necesito que sigas
viviendo, no sabría qué hacer si no te tengo —los ojos de Santiago se llenaron
de lágrimas. Aquellas palabras impresionaron a la muchacha, sonaron tan
profundas.
—Tranquilo, estaré aquí por mucho tiempo. ¿Sabes?, soñé que estabas en
el accidente y que tratabas de romper el vidrio para salvarme, yo pensaba que
eras muy débil para hacerlo, pero me gustaba el ver que tenía a alguien que se
preocupaba por mí.
—La verdad es que sí traté de romper el vidrio de la ventana, y no, no pude
hacerlo, necesito hacer más ejercicio —Santiago soltó una pequeña carcajada
que acompañó Gera—. Fue horrible verte allí, no quiero recordar eso.
—Tranquilo, no volverá a suceder, ya estoy bien —dijo Gera. Santiago le
dio un beso en los labios.
Tiempo después:
Claudia estaba caminando de un lado a otro totalmente desesperada.
Keidys la veía asustada, ¿y cómo no? Si su bebé ya venía en camino y ella
sabía que pronto estaría igual. Rodó su mirada a Josef que estaba a su lado, al
parecer pensaban lo mismo.
—Tranquila, ya te vamos a llevar a la clínica —calmó Keidys.
—Es que cada vez es peor —soltó Claudia y después dejó salir un grito
que asustó a la muchacha. —Creo que ya va a venir el bebé.
En aquel momento llegó Tomás con unas bolsas en sus manos:
—Ya te traje las paletas —se sentó en un mueble que estaba al lado de
Claudia y comenzó a destapar una de las bolsas—. Esta es de limón, tu
favorita.
Claudia soltó un gran grito y agarró con fuerza el cabello de Tomás, el
muchacho empezó a gritar por lo fuerte que la joven tenía su agarre. Mateo
bajó corriendo al escuchar los gritos, tenía sus brazos llenos de bolsas con
pañales y demás cosas. Quedó totalmente aterrado al ver el desorden que había
en la sala.
Keidys y Josef no sabían ni qué hacer, necesitaban a alguien con
experiencia que controlara la situación. Solo se les ocurrió llevar a Claudia a la
clínica, mientras llamaban a la mamá de la muchacha y otras mujeres con
experiencia.
Mientras iban hacia la clínica Claudia no dejaba de gritar y atemorizar a
Josef quien era el que iba conduciendo. Al llegar y Claudia bajar del carro
¡rompió fuente!
Tomás corrió hasta los adentros en busca de alguien que les ayudara,
prácticamente trajo a un médico a rastras para que la ayudara. Eso fue un
completo espectáculo, los pobres no tenían ni idea de qué hacer en momentos
como esos.
Por suerte, nada salió mal, Claudia pudo traer a Cristian al mundo, se
parecía mucho al…
—Papá, se parece al papá, qué feo, debió parecerse a la mamá para que
saliera más bonito —refunfuñó Tomás.
Gabriel soltó una carcajada:
—Bueno, esperemos que el bebé de Keidys se parezca a ella —dijo
Gabriel.
—¡Ay no, ella cuando era pequeña era muy fea, ojalá se parezca a Josef,
porque de lo contrario, ¡pobrecito! —soltó Tomás.
Keidys le dio un golpe a la cabeza de Tomás:
—¡Déjame y te aclaro Tomás!, mi Luis Ángel va a ser ¡hermoso!, ¡un ser
divino y se va a parecer a mí y tus hijos le van a tener envidia a mi hijo! —
Keidys se cruzó de brazos y enarcó una ceja.
Tomás al ver aquella actitud de la joven no supo ni qué decir, es que él no
creía que fuera a tener hijos, era por eso. Keidys pudo divisar aquella
respuesta en los ojos del joven, eso la impresionó. Solo quería divertirse con el
muchacho, pero… se sintió mal por él y a la vez culpable, no sabía el por qué,
pero… así se sintió por su amigo.

En mi verano sin sol


—¡Ah… Coshita hermosa! —gritó Gera cuando le pusieron el bebé de


Claudia entre sus brazos—. Y saber qué no pude verlo antes por estar en esta
cama… Es muy hermoso el Cristian, va a ser todo un galán.
—Si vieras, el parto fue todo un espectáculo, hasta le jaló el cabello a
Tomás —contó Keidys.
—¡¿En serio?! —soltó Gera.
—Nena, es que estaba muy asustada, imagínate, mi primer hijo —contó
Claudia.
—Keidys, ahora viene el tuyo —soltó Gera.
—¡Ya sé, al ver a Claudia así me dio un miedo! —dijo Keidys mientras su
piel se erizaba.
Todas hablaban emocionadas en el cuarto de Gera, parecía la misma,
aunque tuviera todo su cuerpo maltratado, se recuperaba rápido y ella, con
aquel entusiasmo que la caracterizaba, ponía de su parte para pronto recuperar
la movilidad en su cuerpo gracias a las terapias.
El tiempo pasó bastante rápido y Keidys pronto se vio en una sala de parto
soltando gritos y Josef quería morirse de los nervios mientras la veía en aquel
estado. Un hermoso niño, bastante gordito y sí, se parecía a Keidys. Tomás no
dejaba de reírse mientras le decía a Josef que su pobre hijo sería feíto de
pequeño.
—Deja de burlarte, es mi hijo —pidió Josef.
—Ay sí… Es mi pequeño Luis Ángel —soltó Keidys mientras tenía al
bebé en sus brazos.
—Comiste mucho en el embarazo Keidys, por eso salió así de gordito,
pero eso es bueno, tendrá un buen desarrollo —dijo Gera al lado de Keidys en
una silla de ruedas.
Alejandra observaba todo de lejos, bastante incómoda con el panorama.
Decidió salir de la casa de Keidys para dar una caminata por los alrededores.
Se encontró con Marisol quien traía en sus brazos un regalo.
—¡Marisol, días sin verte! —saludó.
—¡Alejandra! ¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien, ¿vienes a visitar a Keidys?
—Sí, quiero conocer a Luis Ángel, debe de ser hermoso —dijo la joven.
—Sí, es muy bonito. Vamos —Alejandra la acompañó hacia los adentros
de la casa.
Todo era risas, alegría por los dos nuevos integrantes del grupo. Se hablaba
de planear una fiesta para celebrar la llegada de los dos pequeños y claro,
como era de esperarse, todos se emocionaron con la idea, tenían meses que no
hacían una fiesta.
Así fue como dentro de quince días estaban ellos reunidos en un gran salón
comiendo y degustando con sus más allegados. Alejandra seguía reparando
todo, sintiéndose incómoda, como si le faltara algo.
—Oye —llamó Gabriel.
—¿Sí? —inquirió la joven volviendo en sí.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—Nada.
—Tu hermano te está buscando, dice que tus papás llamaron, al parecer
van a venir a la ciudad. Deberías de hablarles.
—Sí, ya lo hago.
Alejandra salió del salón de eventos y marcó el número de sus padres, era
cierto, tenían planeado pasarse el fin de semana con ella y su hermano menor.
Lo sintió como una patada en el estómago, no los perdonaría si esta vez no
cumplían su palabra.
*
—Es una promesa, debes de cumplirla —dijo Gabriel a Tomás.
—No me van a obligar a casarme, además, ¿con quién lo voy a hacer? —
soltó Tomás.
—Me preocupas, en serio, ¿te vas a quedar solo?, así que eres el solterón
del grupo —chistó Santiago.
—No lo sé, de todos modos, el quedarse solo no es tan malo. Estoy joven,
viajaré y les daré muchos regalos a sus hijos. De hecho, tengo meses sin estar
con alguien, me he ajuiciado y la verdad es que me gusta estar así —contó
Tomás.
—Bueno, si eso es lo que tú quieres, te entendemos. Yo sí le pienso pedir
matrimonio a Gera, es lo que más deseo ahora —dijo Santiago muy sonriente.
—¡¿En serio?! —soltó Gabriel emocionado.
—Sí, pero quiero que sea algo bien hermoso, impresionante, lo planearé
con tiempo, además, estoy esperando que termine de recuperarse —explicó
Santiago.
—Amigo, eso va a poner muy feliz a mi hermana, te felicito —dijo Gabriel
—. Sé que harás muy feliz a mi hermanita. Yo dentro de poco le voy a pedir
matrimonio a Alejandra, ya tengo todo planeado.
—¿Qué? —soltó Tomás, casi se atraganta con el coctel.
—Sí, necesito que me ayuden a organizar todo —comenzó a hablar
Gabriel.
Tomás quería alegrarse por sus amigos, pero se sentía muy desganado. No
quería sentirse así, se supone que él era el que siempre estaba en medio de
todas las organizaciones, daba ideas y era el que le echaba ánimo a su grupo.
Pero esta vez no era así, estaba muy triste.
Salió a la calle para poder caminar y despejar su mente, vio a lo lejos a
Alejandra sentada en un paradero de bus, se veía extraña, muy triste.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó a la joven.
—También te pregunto lo mismo, ¿por qué no estás en la fiesta?
Tomás se sentó a su lado, quedaron observando los carros pasar por la
carretera.
—Nos estamos haciendo viejos Alejandra, ya no somos unos jovencitos de
colegio —Tomás rodó su mirada a la muchacha que le desplegó una sonrisa.
—Tienes razón, en estos días también me he sentido así, que ya todo pasó,
cada uno comenzó a construir su vida con sus parejas. Ya no somos los
mismos niñitos que peleaban por todo. Eso me trae tanta nostalgia —los ojos
de Alejandra se llenaron de lágrimas.
—Tan linda tú, pensando en todo eso a estas alturas de la vida. Deberías de
estar feliz, estás al lado del hombre que siempre has amado, y lo mejor, te va a
hacer más feliz de lo que te ha hecho ahora —Tomás desplegó una sonrisa
llena de mucho amor a Alejandra.
—¿Tú crees que yo lo he hecho feliz a él?
—Claro, si al tipo se le nota en la cara —respondió Tomás sin dudarlo.
—Tomás… A veces me imagino en un mundo paralelo donde en aquel
tiempo tú me hubieras correspondido y nos veo a los dos juntos en momentos
como este, viviendo juntos y pensando en planear una vida. Sé que no tiene
sentido que piense cosas como esas cuando tengo a Gabriel en mi vida, pero
como te dije, es en un mundo paralelo donde yo nunca me fijé en Gabriel
porque solo tenía ojos para ti y tú para mí —contó la muchacha.
Tomás sintió como una flecha se clavó en su pecho y un nudo en la
garganta no lo quería dejar respirar.
—Ay Alejandra, afortunadamente ese mundo no existe y tú te pudiste fijar
en un buen hombre como Gabriel, mira, has construido toda una vida con él, te
hace tan feliz y tú también debes de devolverle toda esa felicidad a Gabriel —
explicó Tomás.
—Lo sé, pero siempre he tenido una pregunta, ¿en verdad nunca sentiste
nada por mí?
—¿Para qué preguntar cosas como esas ahora? No es bueno.
—Pero es una simple pregunta.
—La verdad es que nunca tuviste un amor platónico, solo te puedo
responder eso —Tomás le dio un beso en la frente y después la abrazó por
algunos segundos.
Tomás se levantó de la banca. Alejandra estaba sorprendida por su
respuesta, todo este tiempo Tomás siempre la quiso, solo que fue uno de esos
amores que nunca pudieron estar juntos.
—¡Tomás! —llamó Alejandra de pie en medio del andén, el joven volteó a
verla—, siempre, siempre te quise. Por más tiempo que pase y por más que
ame a Gabriel, tú siempre serás mi primer amor.
Tomás dejó salir un suspiro, desplegó una sonrisa.
—Qué bueno es escuchar eso, porque también siempre serás mi primer
amor, gracias —soltó Tomás mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Alejandra corrió a abrazarlo, es bueno saber que uno no sufrió solo en el
pasado, que aquellos sentimientos siempre fueron correspondidos y que ahora
los recuerdos se podían ver con un tono alegre.
—Yo también imaginé ese mundo paralelo y no era para nada feo —
susurró Tomás mientras la abrazaba.
—Gracias, es muy bonito saber eso —Alejandra lo abrazó con más
fuerzas.
Sintió que al decirle todo aquello que retuvo por años la hizo sentir más
liviana, como si acabara de tachar algo más en la lista. En ese momento lo
supo, debía de cerrar los siclos en su vida para comenzar uno nuevo, al
comenzar por contarle sus pensamientos a Tomás se dio cuenta que algo
placentero se produjo dentro de ella, algo así como tomar agua cuando se tiene
una gran sed. El siguiente paso era hablar con sus padres.
Tomás siguió su camino y llegó a un parque donde vio que Marisol tenía
un tacón atorado en una pequeña rejilla del piso. Se acercó curioso y con algo
de burla hasta la chica.
—¿Es en serio? —soltó.
—¡¿Tienes algún problema con eso?! ¡Cierra el pico por una vez! —gruñó.
Se agachó y desabrochó su tacón para poder sacar su pie.
La pobre tenía ganas de llorar, eso le dio mucho pesar a Tomás, se agachó
para ayudarla a sacar su tacón de la rejilla.
—¡No, yo lo puedo hacer sola! —gritó la joven bastante furiosa.
—Está bien, pero si tienes rabia no te la desquites conmigo —pidió Tomás.
—Si quiero puedo hacerlo, tú también lo haces y muchas veces. Así que no
debe de sorprenderte —Marisol pudo sacar su tacón, rápidamente lo puso en
su pie, se reincorporó y comenzó a caminar ignorando la presencia de Tomás
que la seguía muy curioso— ¡¿qué quieres?!
—Que me digas por qué estás así, o no, quién te puso así.
—Nada, no tengo por qué contarte mis cosas, no eres mi amigo, ¡así que
vete! —Marisol le golpeó uno de sus brazos con su cartera, eso hizo que
Tomás soltara una carcajada, no le dolió para nada— ¡QUE ME DEJES SOLA
JODER!
En ese momento la joven soltó el llanto y Tomás se sintió mal por hacerla
llorar, bueno, él provocó que eso que la joven estaba reteniendo salieran a
flote. La abrazó, pobrecilla, ¿quién la hizo sentirse tan mal?
—Ya, llora todo lo que quieras, no es bueno que uno retenga su enojo —
comenzó a hacerle masajes circulares en su espalda, siempre funcionaban.
—Estoy cansada de que las personas se burlen de mí, de sentirme un cero a
la izquierda y que también quieran elegir por mí. Quiero sentir que valgo o
que le importo a alguien —se desahogó Marisol ya sentada en una banca del
parque, en aquel lugar no había tanta luz, así que era bueno para que las
personas no se dieran cuenta de que estaba llorando.
—¿Qué pasó? —preguntó Tomás.
—Me encontré con unas excompañeras de clases de la universidad que
vinieron a la ciudad por unas vacaciones, comenzaron a preguntarme sobre mi
vida y lo comparaban con mi pasado. Solo querían humillarme, claro, como
ellas tienen mucho dinero para hacer viajes y hasta dos están casadas con unos
empresarios guapos que les dan todos los lujos, otra montó su propia empresa
y yo solo soy una fotógrafa que sigue enamorada de su amigo de la infancia
que pronto se va a casar y me va a tocar ser otra vez dama de honor, ¿te
imaginas? Tengo que ser dama de honor en la boda de la persona que me gusta
—Marisol comenzó a limpiar sus lágrimas, Tomás hizo silencio, no sabía qué
decir, hasta le daba pena ajena—. Para que no me siguieran humillando,
recordándome cómo era, comencé a decirles cosas de mi vida.
—Ay no, ¿qué les dijiste? —Tomás se estaba preparando para no reírse de
la desgracia de la muchacha.
—Les dije que vivo con mi novio en su apartamento, que él es modelo de
la revista en la que trabajo, al decirles el nombre de la revista se
impresionaron, me tocó mostrarles mi carnet para que me creyeran y que
Gabriel trabaja conmigo allí, me dijeron que mañana llegara al restaurante
donde estábamos, que les gustaría conocer a mi novio —Marisol soltó el
llanto.
—Pero hiciste bien en contarles todo eso, no dejaste que te humillaran —
soltó Tomás confundido por el llanto de la joven.
—¡El problema es que ese novio no existe!, me lo he inventado todo, sabes
que vivo en ese apartamento pequeño, ellas se imaginan un apartamento lujoso
en el centro de la ciudad, voy a quedar en un ridículo más grande, soy tan
absurda.
Tomás hizo completo silencio, pobrecita, estaba tan desesperada por no
sentirse humillada que tuvo que inventarse toda una fantasía.
—Bueno, pero no creo que ellas quieran ir a tu apartamento, solo te
pidieron que llevaras a tu novio a la cita. Si quieres yo te ayudo con esa parte
de la mentira, he salido en la portada de la revista, así que me van a reconocer
y podrás dejarles una buena impresión. Ya después ellas se irán de la ciudad y
no te volverás a encontrar con ellas. No estés triste, dime dónde vas a estar y
yo llego —dijo Tomás desplegando una sonrisa.
Marisol se ruborizó por completo, ni loca lo utilizaría a él, eso la haría
sentirse peor.
—Ni en broma, no sé qué hago hablando contigo ahora. No quiero tu
lástima —Marisol se levantó de la banca y comenzó a caminar rápidamente,
prácticamente a correr.
Tomás se sorprendió por el comportamiento que tuvo Marisol.
2 de la tarde:
Marisol estaba en el restaurante tomando una malteada, se suponía que sus
amigas llegarían a las dos y media, pero quería estar allí temprano, preparar su
explicación, o no, simplemente ver cómo iba a transcurrir la tarde.
Tomás se sentó a su lado y puso frente a ella la cartera que llevaba ayer.
—Lo dejaste ayer cuando te fuiste enojada —le dijo.
—¿Pero qué haces aquí? —preguntó Marisol aburrida— ¿revisaste mi
cartera?
—¿No puedo? Necesitaba saber dónde estabas para poder entregártela —
explicó Tomás.
—Pudiste enviarla con Gabriel —replicó la joven.
—Ay ya, deja de ser orgullosa conmigo, no te queda. Te quiero ayudar para
que no quedes en ridículo, de hecho, tus amigas habían informado que
llegarían más temprano porque estarían cerca de aquí. Así que mejor metete en
el papel para que te crean —explicó Tomás y le dio un beso en la boca, algo
que sorprendió a la joven—, ¿esa es la cara que pone una mujer cuando besa a
su novio?
—Pe-pero, es que… ellas no han llegado todavía, de hecho, no hay
necesidad de besarnos —explicó Marisol completamente ruborizada.
—Pareces un tomate —se burló el muchacho.
—No me vuelvas a besar —pidió la joven.
—Ay, ya hemos hecho más que eso, así que ni al caso —chistó el joven,
llamó a un mesero con la mano, pidió una malteada para él.
Tomás le metió conversación para que la joven se sintiera en confianza,
pero por naturaleza propia, Marisol se avergonzaba con facilidad frente a los
hombres y más si los tenía tan cerca como estaba el muchacho.
Al parecer el joven se metió en el papel porque la trataba muy cariñoso, le
contó cosas que le había pasado en esos días y se creó un ambiente bastante
romántico.
—Sí, lo conozco desde que estábamos en el colegio, recuerdo bien el día
en que se le declaró a Alejandra, yo estaba en el fondo echándole porras —
contó Tomás después pasado unos minutos—. Pero, cambiando el tema, ¿en
realidad no has tenido novios anteriormente?
—Ah… sí, dos relaciones que fueron bastante malas y cortas.
—¿En serio? —Tomás se sorprendió.
—Sí, no quiero hablar de eso —pidió Marisol.
—Bueno… de esta relación sí querrás hablar bastante, te lo puedo asegurar
—dijo Tomás con un tono muy seguro.
Marisol estaba tomando su malteada sin el pitillo, al escuchar esas palabras
se atragantó y después comenzó a toser, eso hizo que Tomás soltara una
pequeña carcajada.
—Te pones roja muy rápido —Tomás le dio pequeños masajes en la
espalda de la muchacha, ella rodó su mirada a él, el joven soltó una pequeña
carcajada al ver el bigote de espuma que se le creó encima de la boca. Se
acercó y comenzó a besarla para quitárselo.
Las amigas de Marisol habían acabado de llegar al restaurante y pudieron
ver aquel espectáculo. Decidieron quedarse de lejos observando para ver si era
cierto lo que veían sus ojos.
—No debes de hacer todo esto para que mis amigas crean la mentira, de
hecho, ni han llegado —explicó Marisol.
—Al contrario, ahora es cuando, están en la entrada observando todo —
contradijo el joven—. No vayas a mirar, deja que ellas lleguen, solo finge que
estás muy interesada en nuestra conversación.
—Ah… Bien —Marisol se ruborizó por completo, no le gustaba estar en
ese tipo de situaciones.
—Si solo es una actuación, no me quiero imaginar cómo serás de novia de
verdad —se burló Tomás.
—Oye… Soy una persona normal, muy cariñosa con su pareja —replicó la
muchacha.
—¿Ah sí? ¿Igual como esa noche que estabas enferma?, tenías miedo de
que te tocara.
—Pero eso es porque, porque… Tú y yo no somos nada, así que no se vale
—se excusó.
—Claro, y fui tu primera vez y ahora soy el que te abraza —Tomás rodeó
la cintura de Marisol y le dio un beso en el cuello.
—Tomás, espera, ya… —pidió la muchacha.
En aquel momento llegaron las amigas de Marisol a la mesa.
—Ah… Hola chicas —saludó la joven.
Las tres muchachas no dejaban de reparar a Tomás quien seguía abrazando
a Marisol, después, se apartó y se presentó.
—Mucho gusto, Tomás Robles, soy el novio de su amiga —le estrechó la
mano a cada una de ellas.
—Ya te conocemos, apareciste en la revista… —decía una de ellas, era una
rubia de ojos verdes, estaba embobada mientras hablaba con él.
—Sí, pero por favor, ahora solo soy el novio de Marisol, ustedes son sus
amigas, así que véanme como un amigo más —pidió el joven—. Además, ayer
hablé con ustedes por el grupo que hicieron, ya deben de tenerme confianza.
*
Keidys estaba sentada en el balcón del cuarto de su bebé observando que
todo estuviera bajo control, aunque, Luis Ángel (su hijo) dormía plácidamente.
Al lado de la joven estaba su mejor amiga, Alejandra, concentrada comiendo
una taza de yogurt con cereal.
—Alejandra —llamó Keidys.
—¿Eu? —musitó Alejandra mientras tenía cereal en la boca.
—¿Qué te parece si le planeamos a Tomás una cita a ciegas? —soltó
Keidys mientras en su mente todo un plan comenzaba a emerger.
El balcón se llenó de un gran silencio, después un grillo fue el único que
interrumpió el ambiente. Alejandra estaba bastante pensativa mientras
comenzaba a tragar el cereal de su boca.
—¿Y eso para qué? —inquirió.
—¿Para qué más? —preguntó Keidys como si fuera muy obvio.
—Deja tus inventos amiga, ya vienes tú con tus cosas —Alejandra soltó
una risotada que después acompañó Keidys.
—Nena, es que el pobre anda todo solo, Tomás quiere tener una pareja,
pero esta vez para algo serio. La última vez me dio un pesar cuando hablé con
él. Quiero ayudarlo, encontrar una chica perfecta para él.
—¿Y si no le gusta? —Alejandra se cruzó de brazos.
—Sabes que yo tengo buenos gustos. Encontraré una chica que será su
tipo, ya verás —Keidys se notaba que ya tenía todo planeado.
—Tú y tus inventos —Alejandra sabía que su mejor amiga siempre
inventaba planes que terminaban muy mal.
*
Josef estaba jugando ajedrez con Gabriel, los dos estaban bastante
pensativos, Gabriel le iba ganando a su amigo.
—Ay no, me rindo, ya estoy cansado de esto, no es lo mío —soltó Josef
estresado. Gabriel dejó salir una carcajada.
—Sí, eres muy malo —se burló el joven—. Tomás juega mejor que tú.
Josef quedó algo pensativo y su amigo lo notó.
—¿Qué tienes? —inquirió Gabriel.
—Me preocupa Tomás.
—¿Qué pasa con él? —interrogó curioso.
—Es que anda muy solo, triste, la última vez que hablamos se veía
bastante apagado. Creo que tiene que ver con su vida amorosa, lo tiene
deprimido eso de que quiere organizarse con una buena chica y no la ha
encontrado. Me dio pesar ver a mi amigo así —explicó Josef.
—Entiendo —Gabriel comenzó a mirar el patio de la casa de Josef, como
si quisiera encontrar una respuesta allí—. ¿Qué te parece si le planeamos una
cita a ciegas?
Josef quedó meditando ese plan, después su mente se aclaró, ¡eso era!
Debía de encontrarle una buena mujer, ayudarle a su amigo a encontrar la
pareja perfecta que lo hiciera feliz.
—Buena idea —soltó Josef.
—Podemos hacer una lista con las chicas que a él le podrían gustar,
hablamos con ellas y cuando encontremos a la indicada le decimos que espere
a Tomás en el Big —así se llama el restaurante de Claudia y Mateo— para que
los chicos nos informen si todo salió bien o mal.
—¡Oye sí!, pero hay algo —soltó Josef—, a Tomás no le gustaría que le
planearan una cita, sabes lo orgulloso que es. Deberíamos de hacerlo como si
fuera un encuentro del destino, ella sabrá, pero él no.
—Sí, Tomás lo tomaría como un insulto si se entera, sería un gran
problema. Por eso debe ser la chica adecuada, no una de sus admiradoras —
explicó Gabriel.
—Ese es el problema, Tomás tiene a muchas mujeres detrás de él —Josef
se cruzó de brazos—. Pero encontraré la indicada para él.
—Debemos de hacer una lista con las mujeres que creamos que tienen un
buen perfil para él. Tengo unas amigas que podrían servir, les voy a preguntar
algunas cosas y después te informo —dijo Gabriel desplegando una sonrisa
emocionada.

Cuando quieres ser cupido


Tomás soltó una carcajada que acompañaron las amigas de Marisol. Ya no


se encontraban en el restaurante, ahora estaban en una discoteca. Esas chicas
la estaban pasando de maravilla con aquel joven, de hecho, Tomás llamó a
algunos amigos de él para que los acompañaran y ahora nadie quería irse del
lugar, bueno, Marisol sí quería hacerlo. “Se supone que esto apenas era una
pequeña cita” pensó la muchacha mientras vía a Tomás tomarse una cerveza
mientras hablaba con una de sus amigas.
—Vamos a bailar —pidió Tomás a Marisol con una sonrisa desplegada.
—No, mejor me voy, estoy cansada —dijo Marisol.
—Ay, no seas aburrida, la estamos pasando genial. Ven, vamos —la tomó
de una mano y la arrastró hasta la pista de baile—. No te estreses, todo está
saliendo bien ¿no?
—Pero se suponía que apenas sería una pequeña cita, no toto esto —
reprochó la muchacha.
—Tú si eres aburrida, solo nos divertimos un rato. Si dejas ese mal genio
sé que también te gustará el rato. —A Tomás se le ocurrió una idea, se apartó
de la muchacha y después trajo un pequeño trago de alcohol para la joven.
—No, no, no, no voy a tomar, no… Y menos si estoy contigo —se negó.
—Boba, no te voy a hacer nada. Es solo para que te relajes, tómalo… —
insistió Tomás.
Después, todo el grupo llegó a donde estaban los muchachos, al parecer
estaban atentos a la plática de ellos. El grupo le insistió a Marisol que se
tomara el trago y ella le tocó resignarse a hacerlo. Después, Marisol estaba
bailando con Tomás de lo más alegre, hablaba con los chicos y reía con sus
amigas mientras bebían. Se había vuelto una más del grupo que animaba el
ambiente, Tomás nunca se le despegaba de su lado y sí, parecían una pareja de
verdad.
A las tres de la mañana se despidieron de todos cuando estaban frente al
edificio donde vivía Tomás. Entraron al apartamento y Marisol se acostó en la
cama, quedó mirando a Tomás con una sonrisa desplegada.
Al despertarse, se asustó al verse en un lugar que no reconocía para nada y
lo peor, totalmente desnuda.
—No, no, no, no… —soltó. Se sentó en la cama mientras miraba a todos
lados.
Comenzó a caminar alrededor del cuarto y encontró parte de su ropa con la
cual comenzó a cambiarse. Escuchó el sonido del agua, ¿por qué estaba ahí?
¿Qué había pasado la noche anterior? ¡No se acordaba de nada!
Tomás salió del baño y quedó observando a Marisol por un momento. La
joven soltó un grito al reaccionar y procesar la situación, eso asustó a Tomás.
—¡¿Qué pasó?! —preguntó.
—¡¿Qué me hiciste anoche?! —inquirió ella rabiosa, lo reparó de pies a
cabeza, él estaba en toalla— ¡vístete!
—¡¿Qué te pasa?! ¿Por qué te comportas así?
—¡Me desperté totalmente desnuda en tu cama!, eres un… No debí de
confiar en ti —regañó la joven, comenzó a terminar de ponerse su camisa.
—Te despertaste desnuda porque anoche te desvestiste mientras dormías.
Para la próxima no te dejo beber de esa manera, no me dejaste descansar en
toda la noche —soltó Tomás amargado, se dirigió al closet para buscar algo de
ropa.
Era cierto, Marisol comenzó a recordar lo que hizo la noche anterior.
—¡Tomás! ¿Por qué será que nadie me quiere? ¡Siempre pasa lo mismo!
Me voy a volver mala —decía mientras se comenzaba a quitar la ropa.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió el joven mientras se acomodaba en la
cama— Mañana vas a hacer un espectáculo cuando te veas desnuda, no lo
hagas.
—Se supone que dos personas en una cama hacen esto —no se podía
quitar la camisa—. Me he quedado atrancada, ayúdame.
Marisol quería morirse de la vergüenza, su rostro se acaloró, solo tenía
ganas de salir de ese cuarto corriendo, qué pena. Tomás la quedó observando
por un momento y el momento se volvió incómodo.
—¿Me quieres verme desnudo? —inquirió el joven.
La joven rápidamente salió del cuarto, era ese momento en que te sientes
torpe y no sabes la razón por la cual actúas de esa manera.
Al ya estar Tomás cambiado, oloroso, (parecía que iba a salir a algún
lugar) Marisol lo quedó reparando, era tan guapo, con un cuerpo perfecto y se
vestía muy bien (obvio, era un chico de plata). Mientras que ella, flaca, sus
curvas eran parecidas a las de una tabla, bajita, torpe, todo lo opuesto a Tomás
o a una chica en la que él se fijaría.
—Eh… Yo ya me voy —le dijo, estaba sentada frente a una mesa de vidrio
cuadrada, comenzó a levantarse.
—¿Te vas a ir sin desayunar?, va a ser las diez de la mañana y hace hambre
—Tomás comenzó a dirigirse a la cocina.
—Tranquilo, yo como en mi apartamento —soltó la joven, llevó un brazo a
su nuca. Estaba incómoda.
—Deja tu bobada, vamos a desayunar, ayúdame a cocinar y así
terminamos rápido, la cuestión es de hambre. De hecho, quiero hacer algo
sencillo —Tomás comenzó a buscar en las gavetas de la cocina instrumentos
de cocina que iba a utilizar.
“Así que sabe cocinar” pensó Marisol mientras se acercaba a la cocina. Se
detuvo a observar al joven que caminaba de un lado a otro.
—Si tanta hambre tenías ¿por qué no desayunaste primero? —inquirió la
joven.
—Tengo la costumbre de preparar algo rápido antes de salir, por lo general
demoro más tiempo bañándome y arreglándome que cocinando y comiendo —
explicó Tomás.
Prácticamente Marisol observó a Tomás cocinar mientras le hacía
preguntas sobre su vida, era un interrogatorio bastante agradable para los dos,
después, Marisol lo ayudó probando el punto de sabor de la comida y, por
último, los dos llevaron los platos a la mesa, desayunaron tranquilamente
mientras las carcajadas inundaban el comedor.
Marisol esa mañana se llevó otra imagen de cómo era en realidad la
personalidad y el diario vivir de Tomás, le agradó mucho, hasta cambió mucho
el concepto de chico malo y patán que tenía de él.
Cuando llegó a su apartamento y se acostó a dormir, procesó cada cosa que
conversó con él, cada sonrisa que Tomás le mostró, los gestos amables que el
chico tenía hacia ella. Los besos que se dieron el día anterior que, aunque
fueron actuados, le encantaron, Tomás besaba muy bien, hacía que cada parte
de su cuerpo se encendiera y le diera un cosquilleo en el pecho, algo que
nunca había sentido al besar los pocos hombres que habían probado sus labios.
Era extraño, no podía dejar de pensar en él, se sentía emocionada y
comenzaba a reír sin razón alguna. ¿Qué le estaba pasando?
*
—No quiero vivir más en ese apartamento, casi maté a alguien allí, quiero
mudarme a otro lado. Hoy tuve una maldita pesadilla y me desperté muy
temprano, no hago eso cuando la noche anterior estuve de fiesta. Mira las
ojeras que tengo, me muero del sueño —le dijo Tomás a Josef. Su amigo dejó
salir un suspiro.
—¿Tenías que decirme eso en mi día de descanso? No voy a ponerme a
buscar un apartamento contigo hoy, domingo, ¡es un maldito domingo!, quería
dormir hasta tarde, me despertaste Tomás —renegó Josef, seguía en pijama, se
acomodó en el mueble subiendo sus piernas para así poder cruzarlas.
—Porque es por tu culpa que el apartamento de mis sueños ya no me gusta,
no quiero estar ahí, solo, es horrible. Dame posada en tu casa hasta que
consiga un nuevo lugar. Sabes lo exigente que soy con el tema de los
apartamentos.
—Claro que no, si tienes una casa y un apartamento, ¿para qué vivir
arrimado aquí? —replicó Josef confundido.
—¡Ay! Qué mal mejor amigo eres, tanto tiempo que vivimos juntos y
ahora me vas a salir con esas —regañó Tomás.
—Entiende, ahora estoy casado, no es lo mismo como cuando estábamos
en la universidad —explicó Josef.
—En verdad, estos meses han sido una tortura —Tomás lo quedó
observando—. Mira como es la vida, yo que te refugié en mi apartamento
cuando estabas en apuros, que por eso es que quedé con ese trauma de que no
quiero estar en mi apartamento y mira como me pagas, bien… —Tomás se
levantó del sillón que estaba frente a Josef, se iba a ir totalmente enfadado.
Josef hizo mala cara, odiaba cuando Tomás se ponía con esos caprichos.
—Oye, espera —llamó.
Tomás volteó a ver su amigo, siempre pasaba así, cuando se enfadaba por
X motivo Josef terminaba complaciéndolo.
—Sabes que lo hago por Keidys, por eso no puedo dejar que te quedes en
la casa cuando tienes un apartamento para ti —Tomás se cruzó de brazos
mientras lo escuchaba—. No te pongas así, sabes que es por eso —Josef no
sabía qué decirle—. Hay un apartamento pequeño donde te puedes quedar por
unos días, después yo te ayudo a encontrar uno que esté a tu altura, como eres
tan exigente. El apartamento no es muy grande, el edificio es sencillo al igual
que el apartamento.
—¿De cuál estás hablando? —inquirió Tomás.
—No lo conoces, mi mamá lo arrendaba, pero el muchacho que vivía ahí
se mudó de allí hace un año —explicó Josef.
—¿Por qué yo no sabía sobre ese apartamento? —interrogó Tomás.
—Es de mi mamá —replicó Josef.
—Bueno, ¿me lo vas a prestar mientras consigo otro apartamento?
—Si te hablo de él es porque te lo voy a prestar por unos días, o bueno, lo
que dures. Sabes que mi mamá no tiene problema en eso —respondió Josef
con tono muy lógico.
—Dame la dirección, voy a revisarlo ahora. De verdad, no pienso vivir
más en ese apartamento, tiene… Es un lugar horrible ahora —Tomás se veía
bastante preocupado por su situación y Josef lo notó.
—Espera, voy a arreglarme y te ayudo con todo, llévate algunas cosas hoy
—Josef se levantó del mueble—. Vamos a llamar a Gabriel y Alejandra, viven
cerca de ahí.
—Oye. Genial, viviré más cerca, ya sé a quién voy a molestar de ahora en
adelante —Tomás soltó una risa malvada.
—Tú si —chistó Josef mientras caminaba hacia su cuarto y Tomás lo
acompañaba.
Entraron al cuarto principal donde estaba Keidys acostada de lado mientras
veía al pequeño Luis Ángel dormido plácidamente a su lado.
—¿Y ahora qué te pasó Tomás? —preguntó Keidys con tono de burla.
—Ese apartamento, odio estar en él —el joven se sentó en la cama,
dispuesto a contar su historia—, sabes lo que pasó ahí, ahora no puedo estar
allá, dormir hace que me de pesadillas y estar solo, ¡uy! Horrible.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Te va a mudar?
—Sí, eso es lo que quiero. ¿Es cierto que tú no me dejarías vivir aquí por
unos días? —Tomás miró fijamente a Keidys analizando su conducta.
—Claro que sí, el problema es que molestas mucho, seguramente
estaríamos discutiendo todo el día. Es mejor que te quedes en otro lado —
respondió Keidys.
—¡Tú si hablas! Yo no soy tan molestoso —replicó Tomás.
Josef había entrado al baño, pero salió al acordarse que se le estaba
quedando algo, vio que Keidys estaba a punto de discutir con Tomás, como
siempre.
—Ay, por favor, no se pongan a discutir. Lleven la fiesta en paz por un
momento —pidió, tomó una toalla que estaba tirada sobre un sillón y después
volvió al baño.
—¿Cómo que no?, te despiertas a las cinco de la mañana y comienzas a
llamar, preguntar cualquier cosa hasta que haces que a uno se le quite el sueño.
A la hora de comer eres tan molestoso, prácticamente comes pasto, ¡me
fastidia una persona así! —dijo Keidys ignorando lo que decía Josef.
—De verdad que vivir con Josef te ha hecho cambiar de una manera
impresionante, ¿cuándo se ha visto una modelo pase comiendo pollo frito y
toda esa comida chatarra que ustedes comen? Se supone que en unos meses
vas a volver a las pasarelas, ¿cómo vas a hacer?, Mira como has perdido las
tallas, estás gorda —criticó Tomás.
—¡¿Vuelves con lo mismo?! Deja de mortificarme la vida, si me gusta
comer así… —soltó Keidys, después hizo silencio al ver que Tomás había
hallado la respuesta a su gran interrogante.
—¡Así que vas a dejar de ser modelo! —Tomás abrió los ojos en gran
manera— ¡¿Por qué?!
—Quiero estar cerca de mi hijo, criarlo, que tenga la figura de su mamá
siempre presente, no como me pasó a mí, prácticamente no estuve cerca de
mis padres. Quiero que mis hijos tengan una vida tranquila, ordinaria, como la
de ustedes ¿entiendes?, niños normales. No como yo, siempre teniendo que
mantener un peso perfecto, comportarme sin ninguna falla, estar viajando
siempre. Yo no tuve una niñez divertida, toda mi juventud posando frente a
una cámara como una chica perfecta. Estoy cansada de esa vida, así que dejaré
el modelaje y la actuación, ya tengo planes de comenzar mi propia empresa
para poder estar siempre con mis hijos, comer como siempre he querido y
vivir tranquilamente —prácticamente Keidys se desahogó contándole todo a
Tomás, él la escuchaba atentamente analizando la situación—. Sabes que mi
relación con Josef fue prácticamente a distancia, eso es horrible, ahora que
estamos casados y con un hijo decidimos hacer sacrificios para que esto
funcione. Aunque, la verdad es que… para mí es más como quitarme un gran
peso, ya, por fin puedo tener una vida estabilizada, sin el tormento de
engordar, verme fea, que la gente me señale por no ser perfecta, no, ahora
tengo a mi lado a un hombre que me ama, un hijo, amigos, todo lo que
siempre he deseado. No voy a renunciar a todo esto solo porque quiero seguir
siendo la cara bonita de las pasarelas y de las grandes empresas de publicidad.
Ese no es mi verdadero deseo.
—Entiendo —fue lo único que pudo decir Tomás.
El sueño de muchas, aparecer en la pantalla grande, ser una actriz que está
en la cima, de la que todos hablan en el momento, la modelo que todos
elogian. Para muchos esa era la peor decisión que ella podía tomar, odiarían a
Josef por haberle dañado la vida. Pero no era así, Keidys siempre había
llevado un hueco en su pecho, eso que nunca tuvo, una familia, ahora ella
había construido la suya y le daba miedo que su hijo tuviera esa misma
soledad que ella por años tuvo que sufrir, no estar cerca de su mamá, llorar por
las noches porque sentía que nadie la quería, sentirse insegura. Sabía en carne
propia lo que era crecer con esa carencia, ahora que tenía a su hijo en frente le
prometió que él no viviría eso.
Seguramente cuando ella diera la noticia iba a recibir muchas críticas, pero
no le importaba. Ahora sería lo que ella en realidad siempre quiso ser.
*
—¿Tú fuiste quien le metió todas esas ideas a Keidys? —preguntó Tomás
a Josef cuando iban en el auto.
—¿Cuáles? —preguntó Josef.
—Esa, de dejar el modelaje y la actuación.
—¿De qué estás hablando? —inquirió Josef inocente del tema.
—Nada, ¿de qué hablas? —soltó Tomás al ver que iba a meter la pata hasta
el fondo.
—¿Tú qué tienes hoy? —inquirió Josef confundido.
—Ay, que nada, mira al frente, no quiero accidentarme, suficiente tengo
con vivir en el apartamento del infierno —soltó.
Llegaron a un edificio que conocía Tomás muy bien, era donde vivía
Marisol.
—No puede ser, qué coincidencia ¿o malestar? —se cruzó de brazos
mientras observaba el edificio.
—¿Sucede algo? —preguntó Josef.
—No, nada —Tomás comenzó a caminar hacia el edificio.
El piso era el mismo donde vivía Tomás, el joven no sabía qué pensar, le
parecía demasiada coincidencia que ese apartamento estuviera tan cerca al de
Marisol. Estaba al lado, Tomás dejó salir un suspiro, aunque, a la vez le
emocionaba, tenía a alguien que conocía cerca.
Entraron al apartamento y comenzaron a quitar las sábanas de los muebles,
tuvieron que abrir las ventanas para que el polvo saliera, pero no había muchas
cosas que hacer, solo sacudir el polvo, quien antes vivía allí era bastante
organizado.
Tomás fue a buscar algunas cosas a su apartamento que iba a necesitar, su
ropa, utensilios de cocina y otras cosas, obligó a Josef a que lo acompañara, no
quería ir solo. Al llegar, se topó con Marisol en el pasillo, ella tenía una bolsa
de supermercado en una mano, tenía una ropa bastante parecida a un pijama,
bastante desarreglada “el supermercado está a dos cuadras de aquí” pensó
Tomás mientras la reparaba de pies a cabeza.
—Tomás, ¿qué haces aquí? —soltó Marisol, después rodó la mirada a
Josef quien estaba bastante curioso y algo impresionado.
—Marisol, hola —saludó Josef—, ¿vives aquí?
—Sí, aquí —ella señaló la puerta que estaba al lado del apartamento que
por el momento sería de Tomás.
—Ah… Vaya, así que ahora serán vecinos —soltó Josef desplegando una
sonrisa, miró a su mejor amigo—. Qué suerte tienes, no estarás molestando en
mi casa más.
—Tomás, ¿vivirás al lado? —preguntó Marisol.
—Ah… Sí, es que pasó un imprevisto y mientras busco un nuevo
apartamento Josef me prestó éste —explicó Tomás.
—Ah… Vaya, entiendo —Marisol acentuó con su cabeza mientras
analizaba la situación.
Tomás miró la bolsa de la compra que Marisol tenía en una de sus manos:
—¿Prepararás sopa para el almuerzo? —inquirió desplegando una sonrisa.
—Ah… Sí, me provocó una para la tarde —aceptó la chica.
—¡Uff…! Sería estupendo si nos regalas un poco, de seguro cocinas
delicioso —dijo Josef.
—Sí, yo iba a decir lo mismo —soltó Tomás.
—Ah… bueno —aceptó Marisol.
—Tomás ni me dejó desayunar —Josef dejó salir un suspiro.
—No comiste fue porque no quisiste —replicó Tomás.
Josef y Tomás comenzaron a rodar los muebles para darle otro aspecto a la
sala del departamento cuando escucharon que llamaban a la puerta, era
Marisol con un plato de comida para Josef, le ofreció a Tomás un vaso de jugo
de naranja. Josef quedó curioso cuando escuchó decir a Marisol que Tomás ya
había desayunado, ¿ella cómo sabía?
Se quedaron platicando un rato sobre la razón para que Tomás se mudara a
ese edificio cuando tenía un lujoso apartamento a su nombre. El joven no
quiso dar la razón, algo que hizo que Josef soltara una carcajada y comenzara
a burlarse de Tomás. Pasados seis minutos llegó Alejandra con Gabriel al
apartamento, el muchacho no le convenció ver a su mejor amiga hablando con
Tomás allí.
—Así que vas a vivir aquí —dijo Gabriel.
—Sí —Tomás terminó de tomar su jugo.
—¿Les preparaste el desayuno? —inquirió Gabriel mirando fijamente a
Marisol.
—Ésta joven —Josef señaló a Marisol con una mano— se apiadó de este
pobre hombre —terminó de comer y miró a la muchacha—, gracias Marisol,
me has salvado el día.
—De nada —la muchacha desplegó una sonrisa.
A Gabriel no le convencía el que Tomás comenzara a vivir al lado de su
mejor amiga, sentía que Marisol estaba en peligro.
—Puedes vivir en la casa de mis padres que está cerca de la Bahía, estarás
cerca de tu trabajo ¿qué te parece? —propuso Gabriel.
—¿Eh? No… Ya me estoy instalando aquí, estoy cerca de todos ustedes y
mira, conozco a alguien en el edificio. De hecho, voy a averiguar un
departamento en su edificio, ¿te acuerdas el que estaba en el piso de arriba?
¿Ya lo compraron? —respondió Tomás.
—No, nosotros te ayudamos con esa información, pero, si quieres puedes
vivir con nosotros —Gabriel trataba de hablar lo más amigable posible y tratar
de no mostrar sus celos.
—Gabriel —regañó Alejandra, ella sí lo conocía, había captado todo desde
que vio el edificio donde comenzaría a vivir Tomás.
—Claro que no, ya te dije, viviré aquí hasta que me mude —insistió
Tomás, comenzaba a sospechar lo que pasaba, pero no lo iba a discutir
mientras estuviera Marisol allí.
—Bueno, entonces… —Gabriel rodó su mirada a Marisol, le mostró una
sonrisa.
—¿Qué sucede? —inquirió la joven inocente, aunque, podría percibir que
algo estaba pasando.
—Nada, ¿por qué? —dijo Alejandra desplegando una sonrisa—, oye,
nunca he entrado a tu apartamento, quiero conocerlo —tomó de una mano a la
joven y prácticamente la sacó del apartamento.
Al quedar los jóvenes solos se formó una gran tensión entre Gabriel y
Tomás.
—¿A ti qué te pasa? —gruñó Tomás— ¿de verdad crees que seré capaz de
meterme con tu mejor amiga? ¡¿Por quién me tomas?!
—Chicos, por favor —pidió Josef tratando de calmar el ambiente.
—Si lo pienso es porque sé lo que eres capaz de hacer —replicó Gabriel.
—¡Si fuera así el día que la cuidé lo hubiera hecho! ¡Pregúntale para ver si
llegué a tocarla o hacerle algo! —se enfadó Tomás y se levantó de la silla
dándole un manotazo a la mesa.
—¡Tomás, cálmate! ¡No van a pelear por una bobada como esta! —regañó
Josef.
—¡Prométeme que nunca vas a intentar tener algo con Marisol! ¡Con ella
no Tomás! —pidió Gabriel levantándose de la silla donde estaba sentado.
—¿Es que acaso ella es de tu propiedad o qué? —interrogó Tomás
haciendo un gesto de fastidio.
—No, pero debo de cuidarla, soy lo único que tiene en la ciudad y no
dejaré que la lastimes, así como lo hiciste con mi hermana —recalcó Gabriel
con una voz bastante severa.
—¿Es en serio? —Tomás sintió su orgullo herido en aquel momento, se
hizo un momento de silencio bastante incómodo y Josef estaba nervioso por lo
que pudiera suceder— ¡no, mira qué tipo de amigos tengo!
Tomás salió de la sala rumbo al balcón, no quería pelear, de hecho, las
palabras de Gabriel lo desanimaron en gran manera.
—Gabriel, ¿qué te pasa? ¿Por qué le dijiste eso? —preguntó Josef, aunque,
sonó más a regaño.
—Sabes como es Tomás, no quiero que se le acerque a Marisol, ella es
toda inocente, él tiene mucho mundo para ella —explicó Gabriel.
—Por favor, sabes muy bien que Tomás no sería capaz de meterse con ella,
mira su reacción, se enfadó porque tú pensaste eso de él. Se nota a leguas que
ni se le ha pasado por la mente —Josef dejó salir un suspiro—, déjame decirte
que lo que hiciste estuvo muy mal.
—¿Y qué querías que hiciera?, viste lo que pasó con Gera, no quiero que
pase con mi mejor amiga, si puedo hacer que Tomás no se le acerque lo haré.
Si él se le acercara a Sofía estoy seguro que también reaccionarías igual —
explicó Gabriel. Josef hizo un minuto de silencio.
—Mira Gabriel, creo que Marisol está bastante grandecita para saber qué
es lo que quiere y Tomás es un hombre maduro para saber que Marisol está
prohibida, además, conozco muy bien a mi mejor amigo, nunca se fijaría en
mujeres como Marisol, es que, ni las soporta, solo trata de ser amable con ella
porque ahora serán vecinos, eso fue todo, si yo te lo digo es porque estuve
aquí analizando todo, ¡entiende! —Josef notó que Gabriel comenzó a
comprender—, ven, vamos a hablar los tres.
Josef se levantó de la silla y caminó hacia el balcón del apartamento donde
estaba Tomás mirando la panorámica de la ciudad desde aquel quinto piso.
—Tomás —llamó Josef, él rápidamente volteó con un rostro bastante serio
—, por favor, solucionemos esto calmadamente, dile a Gabriel que no vas a
meterte nunca con su mejor amiga, por favor, por la amistad.
—¿Y por qué debo de hacer eso? Si para él soy la peor escoria que existe
—Tomás se cruzó de brazos.
—Por favor Tomás, disculpa, no quise que pensaras eso, pero entiéndeme,
es mi mejor amiga y por más que seamos amigos, en ese aspecto debo de ser
estricto, entiéndeme —pidió Gabriel. Tomás comenzó a meditar la situación.
—Está bien, te prometo que nunca voy a enamorar a tu mejor amiga, de
hecho, nunca lo había pensado, solo somos amigos y eso, porque sé que es tu
amiga y necesitas protegerla, la pobre es muy inocente —dijo Tomás—. Solo
vigilaré que nadie le haga daño y si pasa la defenderé y te avisaré si está en
peligro.
—Gracias —Gabriel desplegó una sonrisa—. Disculpa por lo de antes.
—Tranquilo, te entiendo.
*
—Yo siempre quise decorar mi apartamento de esta manera, todo es tan
bonito, pero no, tenía que vivir con Gabriel —dijo Alejandra y después tomó
un trago de su taza de café—. Debe de ser muy tranquilo vivir aquí ¿no?
—Sí, me gusta bastante —respondió Marisol mientras picaba las verduras
que le iba a echar a la sopa. La cocina estaba muy silenciosa a excepción del
agua que estaba hirviendo en la estufa.
—Oye, una pregunta —soltó Alejandra bastante intrigada. Marisol rodó su
mirada hacia la joven—. ¿Cómo se comporta Tomás contigo?
—¿En qué sentido?
—O sea, ¿cómo es su relación? ¿Te ha pretendido o es normal? —explicó
Alejandra.
—Es… Normal, amable, pero no en el sentido de pretenderme, solo… Es
un amigo, podría decirlo, aunque, creo que es amable por lo que soy la mejor
amiga de Gabriel —respondió Marisol, aunque, a su mente veía todo lo que
había pasado entre ellos, pero obviamente no le iba a contar todo eso.
—¿Y hablan mucho? —siguió su interrogación.
—Muy poco, todo es más como saludos y preguntas generales cuando nos
encontramos en la calle —mintió Marisol, pero lo hizo muy bien.
—Entiendo, así que no será hasta ahora que comenzarán a hablar bastante
—dijo Alejandra, toda la película que se había armado en su mente comenzaba
a desplomarse.
—No lo creo, yo siempre estoy trabajando, me gusta estar por fuera y solo
llegar a dormir y los fines de semana estoy hablando con mis amigos. Además,
no me gusta estar cerca de Tomás, me parece que su personalidad es bastante
opuesta a mí, lo de hoy fue solo amabilidad con Josef que no había
desayunado.
—Ah… Comprendo —Alejandra se estaba creyendo toda esa historia.
“Si se enterara de todo lo que ha pasado” pensó Marisol.
Tomás tragó en seco mientras meditaba sobre toda su situación,
definitivamente debía de apartarse de Marisol, hacer una gran distancia entre
ellos. Si Gabriel se enteraba que ellos ya habían estado justos seguramente se
formaría un gran problema. Lo que Tomás no sabía era que ese sería el
comienzo de muchos problemas para él.
A veces las personas llegan para quedarse en nuestras vidas para siempre.

¿Y si me enamoro de ti?

Claudia estaba sacándole los gases a su pequeño Cristian que tenía en su


regazo. Estaba en la sala de su casa, soltó una carcajada mientras escuchaba la
historia que Alejandra le contaba.
—Gabriel es un cuento —soltó—. Sólo a él se le pasa esa idea de que
Tomás sería capaz de fijarse en Marisol, ¡ira!, ella ni llega a los tobillos al tipo
de mujer que a él le gusta, ella es una tabla.
—Cierto, yo la verdad no veo a Tomás con Marisol —dijo Keidys—, ay
no… —la joven soltó una carcajada que acompañaron sus amigas—, mira a
Gera, ahí si cabe el problema, ella es hermosísima. Con lo superficial que es
Tomás; si él fue el primero en burlarse cuando pensamos que ella era la
amante de Gabriel.
Volvieron a soltar la carcajada.
—Qué feo, la pobre ese día debió de sentirse muy mal cuando nos
burlamos en su cara. Pobrecita, Marisol sí que nos ha soportado tantas cosas
—dijo Alejandra—. Yo me puse a interrogarla en la cocina, la tenía al trote
sacándole la “historia” que tenía con Tomás.
—¿Qué te contó? —preguntó Claudia emocionada por el chisme.
—¿Qué me va a contar? —soltó Alejandra con un tono muy obvio—, que
él solo habla con ella por pura amabilidad y que lo más seguro es que ni
hablen ahora que son vecinos, que ni ella lo soporta a él y Tomás, ustedes ya
saben, cree que ella es una pendeja de primera, recuerden todo lo que nos dice,
se burla de la pobre por lo lenta que es para captar las cosas.
—Yo no sé cómo Gabriel se soporta a Marisol, siempre con su cara de
boba —criticó Claudia.
—Oye sí, a mí me estresa cuando estoy cerca de ella. Muy boba… —dijo
Keidys.
—Pero ella es bien —defendió Alejandra.
—No estamos diciendo que ella sea mala, solo que es muy inocente, tanto
al punto que ya es una boba. Esa, si se mete con Tomás, cosa que no va a
pasar, pero si pasa —explicó Keidys, soltó otra carcajada que acompañaron
sus amigas— les aseguro que Tomás la corrompe y la rompe —todas soltaron
la risotada—, con lo que le gusta el sexo a ese tipo.
Habían pasado dos semanas desde que Tomás se había ido a vivir al lado
de la chica, Gabriel le ayudaba a conseguir otro apartamento, estaba muy
entusiasmado mostrándole nuevos lugares, pero como era típico de Tomás, le
ponía peros a todo. Aunque, él desde la discusión con Gabriel reaccionó sobre
su situación con Marisol.
Mientras, la joven siempre que veía a Tomás cerca se escondía para no
tener que hablar con él. Esquivaba todos los temas que tuvieran que ver con
planes referentes a ese grupo. Su rutina era ir al trabajo y ver una serie online
en las noches, de hecho, no hablaba mucho con Gabriel.
Pero no todo es para siempre, un viernes por la noche Marisol estaba en el
supermercado comprando su cena como de costumbre, de pronto, a lo lejos vio
a Tomás leyendo la tabla nutricional de un producto, al parecer algo le asustó
y después la dejó en el estante.
Marisol se ruborizó por completo y se escondió detrás de un bulto de
papeles higiénicos, pero ella no sabía que Tomás la había observado; soltó una
pequeña risa al verla esconderse, le pareció bastante infantil su acto, pero, se
había acostumbrado a la forma de ser de la muchacha.
Tomás fue a pagar, para la mala suerte de la muchacha, tuvo que hacer la
cola detrás de él, las otras estaban muy largas.
—Hola —saludó el joven, prácticamente le habló para molestarla, sabía
que ella no quería dirigirle la palabra y eso lo tentó.
—Hola —saludó Marisol, más ruborizada no podía estar.
Tomás terminó de facturar su compra, comenzó a buscar su billetera en los
bolsillos de su pantalón “¡qué mierda, dejé la billetera en el apartamento!”
pensó el muchacho, la cajera lo miraba con un rostro bastante serio.
—¿Me prestas dinero?, dejé la billetera en el apartamento, cuando
lleguemos te lo regreso —pidió Tomás a Marisol.
—Ah… Claro —Marisol dejó salir un suspiro lleno de mucho
nerviosismo, ni ella entendía el por qué se sentía tan torpe en ese momento.
—Si quieres hacemos una sola cuenta con lo tuyo —recomendó el
muchacho.
Al salir del supermercado, los muchachos caminaban por la acera a paso
lento mientras Tomás le contaba chistes a Marisol, ella soltaba risas forzadas,
quería llegar pronto a su apartamento y no tener que ver a ese hombre más.
—¿Cuándo te mudas a tu nuevo apartamento? —preguntó Marisol.
—Ah… ¿No quieres que viva cerca de ti? —inquirió el joven. Marisol
comenzó a excusarse y decir que eso no era lo que quería decir con el rostro
muy acalorado—, relájate, solo estoy bromeando —Tomás soltó una pequeña
carcajada.
—¿Qué vas a hacer de cenar?
—Voy a hacerme unas tortillas rellenas de una salsa de brócoli —
respondió el joven, miró fijamente a la muchacha—. Lo sé, todos dicen que
como horrible.
—No… Me pareció delicioso, a mí también me gusta comer saludable,
bueno, trato de hacerlo —explicó Marisol.
—¿En serio?, eres la primera persona que conozco de mi círculo social que
dice eso —Tomás desplegó una enorme sonrisa—, eso está bien.
Tomás observó por un momento el cielo estrellado, era una noche hermosa
de luna llena, Marisol notó lo que observaba el joven, así que también lo hizo.
—A veces siento que si miro un cielo como este… puedo imaginar que
estoy en otro planeta —dijo Tomás.
—¿Y por qué? —pregunto Marisol.
—Creo que una luna como esta y también las estrellas son tan perfectas
para que un simple ojo humano pueda apreciarlo —respondió el muchacho.
Aquellas palabras fueron una flecha justo para el corazón de Marisol, algo
que la hizo volar para después dejarla con un pensamiento totalmente diferente
sobre la persona que caminaba a su lado.
—Oye, ¿quieres probar mis tortillas?, sé que te van a encantar, así me
haces un poco de compañía, no me gusta estar solo —Marisol solo sabía
apreciar los labios de Tomás moverse al hablar—, ¿qué dices?
—Claro que sí, me encantaría —respondió con una tierna sonrisa.
Después, Marisol solo se vio en el apartamento de Tomás escuchándolo
hablar sobre sus historias, a él que no le gustaba hablar (sarcasmo) se le
ocurrían muchas historias que podía contarle.
—¿Qué te parece si vemos la película? —preguntó Tomás con una gran
sonrisa desplegada. Parecía un mismo niño encantado por muchos planes que
podía hacer con una persona.
—¿La de miedo de la que estás hablando?
—Sí, ahora, ¿qué te parece? —Tomás comenzó a servir los platos con las
tortillas rellenas.
—Ah… No sé —Marisol tragó en seco, no le gustaban las películas de
miedo “¿y ahora cómo salgo de esta?” pensó.
—Voy a hacer unas crispetas —palomitas de maíz— para acompañar la
película, ¿podrías sacarlas de la estantería que está a mi derecha? —Marisol
no había aceptado quedarse a ver películas, pero él no iba a dejar que se fuera
hasta que hicieran aquel plan.
—Claro —Marisol sacó las palomitas de maíz de la gaveta, Tomás siguió
hablando de un montón de cosas mientras terminaba de preparar todo,
después, emocionado, buscó la película (la verían en su cuarto) algo que no le
gustó a la muchacha, ¿qué hacía ella en la noche en el apartamento de un
hombre?
Pero no pasó nada malo, al contrario, no solo vieron una película, fueron
tres, prepararon más palomitas de maíz y como se había acabado el jugo que
había preparado Tomás y las tortillas, Marisol lo hizo pecar haciendo un
pedido de una pizza y una gaseosa de litro.
Así fue como terminaron durmiendo a las tres de la mañana, podrán
imaginarse que Marisol se durmió a su lado, no tenía fuerzas de irse a su
apartamento. De hecho, aquella noche se tomaron mucha confianza y a ella no
le importó que Tomás la abrazara al dormir. Por un momento se vieron como
una pareja de novios que vivían juntos y hacían este tipo de planes los viernes
por la noche. Lo disfrutaron mucho, algo que fue improvisado y que los hizo
muy feliz.
—¡Ah… ¿Por qué no te apagas?! —gritó Marisol cuando escuchó el
sonido de un despertador.
Tomás soltó una carcajada, ella se sentó en la cama con los cabellos de
punta. El joven estaba vestido con ropa deportiva, se veía que tenía varias
horas ya despierto.
—¿Ese es tu maldito despertador? —gruñó la joven.
—Uy, pero si la niña santa dice malas palabras —se burló Tomás. Marisol
le hizo mala cara—, preciosa, debo de ejercitarme, me encanta despertarme
temprano.
—¿Quién pone despertador los fines de semana? Se supone que son para
descansar —Marisol desactivó el incómodo objeto.
—Yo, me encanta poder disfrutar de mis días. Solo se tiene una sola vida
—explicó el joven.
—Perfecto —Marisol se bajó de la cama y comenzó a buscar su pantalón
por el cuarto, de hecho, no supo cuándo se lo quitó, seguramente cuando
estaba durmiendo.
—Si hicieras más ejercicio sacarías bastante cuerpo, te lo puedo asegurar
—soltó Tomás reparando la figura de la joven mientras se ponía su pantalón.
Eso hizo que la muchacha se ruborizara, miró a todos lados:
—¿Me prestas tu baño?
—No debes de pedirlo, ve —respondió Tomás.
En realidad, esa fue una escapatoria que tuvo Marisol para aquel momento.
Pensaba que al salir Tomás ya no estaría en el cuarto. Pero no, él la esperó allí
con una gran sonrisa desplegada.
—¿Todavía me sigues teniendo pena? —se burló Tomás sentado en un
borde de la cama. Marisol se moría de la vergüenza.
Tomás la jaló de un brazo, esto produjo que ella quedara entre las piernas
de él, algo que la intimidó mucho.
—¿Qu-que haces? —le preguntó bastante asustada.
—Intimidarte —respondió el muchacho y después soltó una carcajada.
—¡Deja de burlarte de mí! —gritó Marisol y después soltó el agarre del
joven.
—¿Por qué me tienes miedo? No entiendo, a veces te comportas con
mucha confianza y otras veces no, tengo que aceptar que me da muchas ganas
de molestarte, pero me confunde a la vez —dijo Tomás levantándose de la
cama, en aquel momento los dos se observaron fijamente a los ojos.
Tomás encontró la respuesta, la mirada de Marisol la delató por completo.
—Así que es eso —desplegó una sonrisa.
—¿Qué?
—Lo que te atemoriza, te comienzo a gustar.
—¡Claro que no! —a Marisol se le formó un nudo en la garganta.
—No tienes por qué sentirte mal, yo también comienzo a sentir atracción
por ti, si no fuera así no pasaría tantas horas a tu lado como anoche. Me parece
que la paso muy bien cuando estoy a tu lado, pero no quiero correr, me
gustaría que sigamos siendo amigos, ¿qué te parece?
Esas palabras hicieron que el corazón de Marisol se acelerara en gran
manera, su piel se erizó y no sabía cómo actuar o qué decir. ¿Le estaba
diciendo que él también gustaba de ella?
—¿Se te nubló la memoria? —preguntó Tomás mientras se acercaba a ella,
rodeó la cintura de la joven con sus manos—, anoche pensé en diez cosas que
me gustaría hacer contigo, uno, convertirme en tu mejor amigo, dos, ayudarte
a que puedas ser más feliz, que aprendas a protegerte por ti misma, tres,
planear cinco puntos juntos, después de eso, viajar contigo a algún lugar que a
los dos nos encante y por último…
—¿Cuál es la última? —preguntó Marisol con mucha timidez al tener el
rostro del muchacho tan cerca del suyo.
—Si todo sale bien, quedarme contigo el resto de mi vida, ¿te gustaría? —
se miraron fijamente, ella estaba a punto de responder cuando la interrumpió
—, no debes de responder ahora, ese es el décimo punto de la lista, falta hacer
los nueve anteriores para que lleguemos a él.
Marisol estaba en su trabajo hablando con Gabriel, bueno, él no dejaba de
contarle sobre un plan del cual ella ni prestaba atención, solo pasaba una y otra
vez el recuerdo de Tomás contándole sus pensamientos. Ya había pasado un
mes, no podía creer que alguien como Tomás se haya fijado en ella, ahora
siempre estaban juntos.
—Marisol, Marisol —llamó Gabriel.
—¿Qué sucede? —inquirió ella saliendo de sus pensamientos.
—¿Qué te sucede? Estás muy rara, ¿tienes algún problema? —le preguntó
el joven preocupado.
—No es nada, es que… —estuvo a punto de contarle, parpadeó dos veces
—, ¿qué era lo que me contabas?
—Ah… El sábado hay una fiesta en la casa de la mamá de Josef, está de
cumpleaños, deberías de ir, se supone que te llevas muy bien con ella ¿no? —
contó el joven sonriente.
—Claro, voy a ir.
—Es de gala, así que ponte elegante, seguramente te verás hermosa —
informó Gabriel.
*
—Se llama Noelia, es amiga de Tomás, tiene dos años que no lo ve, pero
por lo que me contó en ese tiempo estuvieron a punto de tener una relación, al
parecer a Tomás le gusta bastante la muchacha y es que hay mucha lógica, ella
es modelo, es muy hermosa, ¡tiene un cuerpo! —le dijo Gabriel a todo el
grupo, el único que faltaba allí era Tomás, pero claro, nadie le avisó de esa
reunión.
Estaban en el patio de la casa de Keidys, todos comenzaron a mirarse los
rostros, mientras, Gabriel comenzó a buscar una foto de la chica en su celular
y se las mostró a sus amigos quienes quedaron muy impresionados por la
apariencia de la muchacha. Era morena, cabello liso, ojos marrones claros,
alta, con unas curvas perfectas, su apariencia era muy bella.
—¡Sí, yo la conozco!, la he visto de lejos en la agencia, es un amor esa
chica, se nota que es muy amigable —soltó Keidys.
—¡Sí, es una chica muy agradable!, o sea, con esa belleza tan exótica, no
es engreída ni nada, eso la hace aún más hermosa. Cuando hablé con ella
quedé impresionado, es un amor, es la chica perfecta para Tomás —explicó
Gabriel.
—Debemos de conocerla, no creo tanta maravilla. Sí es linda, pero debo de
verla en persona —dijo Josef — ya tenemos en esto mucho tiempo, comienzo
a aburrirme con las chicas engreídas que conocemos.
—Te prometo que Noelia no es así —dijo Gabriel muy seguro.
Así fue como citaron a la chica en el restaurante de Claudia y Mateo.
Noelia llegó muy puntual a la cita, bastante nerviosa por lo que le fueran a
preguntar.
—Conozco a Tomás desde hace dos años, es un hombre muy bueno,
bastante enfocado en lo que quiere, tenemos una muy buena relación —
explicó la joven. Todos estaban atentos a lo que ella decía.
—Es alguien muy perfeccionista y eso muchas veces es un problema —
dijo Gera, estaba en una silla de ruedas.
—¿Eras su novia? —inquirió Noelia.
—Sí, pero eso fue hace mucho, ahora solo somos amigos. No te preocupes
por eso —respondió Gera.
A Noelia le pareció bastante extraño ese grupo de amigos, pero, a la vez
vio que eran muy agradables.
—¿En realidad estás muy interesada en Tomás? —preguntó Josef.
—Oh… Sí, por supuesto. Si no fuera así no hubiera aceptado esta cita, no
crean, no es fácil que te estén haciendo un interrogatorio como este —Noelia
dejó salir una pequeña carcajada que acompañaron los demás.
Quedaron encantados con Noelia, era muy sencilla su personalidad, muy
humilde y carismática. Prestaron atención a cada cosa que les contaba y cómo
se había conocido con Tomás y el por qué tenían tiempo sin hablar. Al final,
planearon un nuevo reencuentro que se viera casual del cual Tomás no
sospechara absolutamente nada y quedaron que sería el día del cumpleaños de
la señora Tatiana. Noelia quedó emocionada por volver a ver a Tomás,
prometió que haría todo lo posible para que las cosas salieran bien.
Llegó el día, Tomás se despertó y fue a comprar algunas cosas al
supermercado después de hacer ejercicio, al llegar a su apartamento se
encontró con Marisol quien al verlo se ruborizó por completo. Se notaba que
la muchacha iba a salir a alguna parte.
—Hola —saludó Tomás emocionado, se acercó y le dio un beso en la
frente.
—Hola —respondió al saludo algo tímida.
—¿A dónde vas? —preguntó Tomás.
—Ah… Voy a la peluquería —explicó ella.
—¿Y eso? —Tomás desplego una sonrisa, ¿cómo se vería ella bien
arreglada?, nunca la había visto.
—Voy a arreglarme el cabello, le cambiaré el color —contó Marisol. A
Tomás se le iluminaron los ojos.
—¡Wow! ¡Quiero ver eso! ¿De qué color te lo vas a tinturar? —Marisol se
ruborizó mucho más, el joven lo notó y trató de controlarse—, bueno, cuando
regreses me tienes que mostrar cómo quedaste. ¿De qué color te lo vas a
tinturar? —insistió.
—Quiero oscurecerlo un poco, no es la gran cosa —explicó la chica. Eso
aburrió a Tomás, quería decir que se iba a ver igual. Algo se lo decía, notó que
a Marisol le daban miedo los cambios.
—Oye, un rubio te quedaría muy bien, te verías hermosa —aconsejó
Tomás. Quedó meditando por un momento—, ¿hoy vas a salir a algún lado?
—Ah… Sí, es el cumpleaños de la señora Tatiana, la conozco y me llevo
muy bien con ella, así que iré a su fiesta.
—¡Vaya, qué bueno, yo también voy a ir! Eso es obvio, nos vamos juntos.
Así fue como llegó la noche, Tomás estaba esperando en la sala de Marisol
a que ella terminara de alistarse, miró la hora en su reloj de mano, se estaba
demorando. Él era impaciente, así que decidió entrar al cuarto sin importarle si
estaba o no arreglada.
—Oye, ¿Qué tanto te demoras? —preguntó. Sus ojos se abrieron en gran
manera cuando la vio con un hermoso vestido rojo largo, maquillada y su
cabello rojizo ahora más oscuro de lo normal, se le veía muy bien—. Te ves
hermosa.
—Me parece que no me veo muy bien —soltó ella algo triste.
—¡Claro que no! ¿No me escuchaste? Te acabo de decir que te ves
hermosa, me impresionaste, ese vestido te favorece mucho —se acercó a ella y
rodeó su cintura con sus brazos—. Te ves más alta ahora. Podré presumirte en
la velada —le dio un beso en la mejilla.
—Tomás… —Marisol trataba de alejarse de él mientras soltaba una
pequeña carcajada.
—Me encantaría besarte en estos momentos, pero tengo que recordar que
solo somos amigos, aunque me muero de ganas por besarte. Solo por ahora,
vamos, dame un beso —decía Tomás mientras trataba de robarle un beso.
—¡No, claro que no! —Marisol salió corriendo del cuarto y Tomás la
siguió, dieron varias vueltas por el apartamento.
Marisol salió del departamento soltando gritos enredados entre una risa
traviesa, comenzó a correr por el pasillo emocionada, pero se detuvo por
completo al ver a Gabriel confundido por lo que estaba viendo. Tomás no
había visto a Gabriel, rodeó la cintura de Marisol con sus brazos, pero se alejó
de ella al notar la presencia de su amigo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Gabriel bastante serio.
—Ah… nada —respondió Marisol.
—Gabriel, ¿y eso? ¿Viniste a buscar a Marisol? Yo la iba a llevar —dijo
Tomás como si nada.
—Sí, como no tiene auto, me hubieras llamado si la ibas a llevar, así no la
habría venido a buscar —fanfarroneó Gabriel.
—No soy adivino, me encontré con ella en la mañana y me contó que iría a
la fiesta, así que me ofrecí a llevarla, no sabía que vendrías. ¿Viniste con
Alejandra? Llévanos a los dos y ya, así no tendré que conducir —Tomás
comenzó a caminar por el pasillo y Gabriel lo siguió. Después se detuvo en
seco—, se me olvida lo más importante —desplegó una sonrisa—, el regalo.
Marisol se había asustado al ver a Gabriel serio, pensaba que los había
descubierto, pero Tomás manejó muy bien la situación. No sabía el por qué se
asustaba tanto cuando veía a Gabriel cerca de ellos, era como si estuviera
haciendo algo muy malo con Tomás, no, era que sabía que él estaba prohibido
para ella; siempre lo sintió así.
—¿Qué te hiciste en el cabello? Se te ve más oscuro —dijo Gabriel a
Marisol cuando iban en el ascensor.
—Sí, decidí oscurecérmelo —respondió Marisol desplegando una sonrisa,
apretó con fuerza el regalo que llevaba en sus manos.
—Se veía mejor natural —fanfarroneó el joven. Marisol borró por
completo su sonrisa.
—¡Oye! Se ve muy bien —regañó Tomás.
—No dije que se viera mal, solo que me gustaba más como se veía antes
—replicó Gabriel—. De todos modos, no es que te veas muy diferente. Así
que no te preocupes.
Tomás le enfadó mucho lo que estaba diciendo Gabriel, no le gustaba la
manera en la que le hablaba a Marisol, la pobre se veía que le entristecían sus
palabras.
—Gabriel, cállate, así ayudas más —gruñó Tomás. Quería golpearlo con el
regalo que llevaba en sus manos.
—No estoy diciendo nada malo —refutó Gabriel, salió del ascensor como
si nada, de hecho, no le prestó mucha atención a la situación.
—No le prestes atención, te ves muy hermosa —le dijo Tomás a Marisol
caminando detrás de Gabriel. Ella le desplegó una tierna sonrisa.
—Gracias.
Llegaron a la fiesta, Tomás era inocente de lo que habían planeado sus
amigos para él, solo quería disfrutar de la noche. Gabriel estaba notando que
su amigo hablaba mucho con Marisol, pero trataba de no prestarle atención,
habían acordado que ella era prohibida, además, él volvería a ver a su chica
perfecta esa noche y se olvidaría por completo que Marisol existía.
—¡Feliz cumpleaños! —felicitó Marisol a la señora Tatiana mientras le
daba un abrazo.
—¡Marisol!, gracias, oye… ¡Te ves hermosa! ¿Qué te hiciste? —dijo la
señora con una gran sonrisa desplegada.
—Ah… Me tinturé el cabello, gracias —Marisol llevó una de sus manos a
su cabello.
—Te queda muy bien mi niña —como siempre, la amable señora trataba
muy bien a las personas que tenía a su alrededor y le encantaba mucho la
manera de ser de Marisol desde que la había conocido.
Tomás estaba hablando con Josef sobre temas rutinarios, a su lado estaba
Keidys quien conversaba con Marisol sobre los tipos de colores que le
quedarían muy bien en su cabello, como siempre, Keidys era la única que
hablaba y la joven la escuchaba atentamente, pero, con deseos de irse a un
lugar tranquilo donde pudiera sentirse cómoda. En aquel momento se acercó
Alejandra con Claudia, ellas con sus miradas le informaron a Keidys que era el
momento. De hecho, Marisol también entendió las señales que se estaban
dando, no sabía lo que iba a pasar, pero era mujer, sabía muy bien las maneras
en que las mujeres se comunican.
En aquel momento todo el grupo quedó observando a Gabriel quien se
acercaba con una hermosa chica morena que traía puesto un vestido largo
color negro que le quedaba muy bien, resaltaba mucho sus curvas. Tomás
desplegó una enorme sonrisa llena de emoción al verla.
—¡Noelia! —caminó hasta ella con pasos afanados y al estar frente a la
muchacha le dio un fuerte abrazo.
—¡Tomás! —ella siguió el abrazo— ¡tiempo sin verte!
—¡Sí, qué coincidencia! —Tomás se veía muy sorprendido al verla—,
¡estás más hermosa que antes! Los años te han caído excelentes.
Marisol quedó sorprendida al ver la reacción de Tomás, se veía que tenía
una muy buena relación con aquella chica, de hecho, ella quedó pasmada al
ver la belleza de aquella chica, se notaba a metros que era una modelo de
alguna importante agencia y Tomás estaba loco por ella. Sería imposible que
pudiera hacer competencia con una chica como Noelia.
—Comencé a trabajar en la agencia y me hice amiga de Gabriel, pero
nunca creí que nos íbamos a encontrar aquí, qué sorpresa —dijo Noelia a
Tomás.
—Para que veas, el destino existe, hoy debíamos de volver a encontrarnos
—Tomás estaba emocionado hablando con la chica que se olvidó que tenía a
otras personas a su alrededor.
Keidys y sus amigas estaban emocionadas al ver a Tomás hablando con
Noelia.
—Funcionó, mira esa química que tienen. Son el uno para el otro —dijo
Keidys emocionada.
—¿Ustedes planearon ese encuentro? —preguntó Marisol a las chicas.
—¿No fue perfecto? —inquirió Alejandra a Marisol.
—Bueno… Se nota que se gustan mucho —respondió la joven, por dentro
se estaba destrozando, ¿qué era lo que estaba pasando?
—Esos dentro de poco serán novios. Noelia es un amor, es perfecta para
Tomás, es que se ven tan lindos juntos —dijo Claudia.
Marisol se apartó del grupo, no podía soportar ver eso ni un minuto más.
No podía enojarse, no era nada de Tomás, se suponía que solo eran amigos,
pero… su corazón no decía lo mismo, quería soltar el llanto.
—Dos años sin vernos, ¿qué hiciste en todo ese tiempo? —preguntó
Tomás a Noelia.
—Estuve en España, pero necesitaba volver a mi país y aquí estoy, mira la
buena suerte que he tenido —Noelia soltó una pequeña carcajada—. ¿Y tú?
Me he enterado que eres muy popular, de hecho, te vi en la portada de la
revista y una entrevista que te hicieron, te veías muy bien, seguramente tu
novia te protege mucho.
—¿De qué estás hablando? Estoy solterito —respondió Tomás—. ¿Y tú?
¿Tienes novio?
—Sabes que soy difícil de conquistar, no me meto con cualquiera —Noelia
se cruzó de brazos con un gran ego y Tomás soltó una carcajada.
—Vaya, con ese ego —chistó Tomás. Después Noelia soltó una carcajada.
—¿En serio no tienes a nadie que te guste? —inquirió Noelia reparando la
mirada de Tomás.

Noche de fuegos artificiales


Tomás comenzó a buscar a Marisol antes de que se sirviera la gran cena


que se tenía preparada. La encontró en el patio de la casa sentada frente a una
mesa tomando una copa de vino.
—¿Qué haces aquí sola? —le preguntó.
—Ah… Es que había recibido una llamada de mis padres y busqué un
lugar con silencio para poder hablar tranquilamente con ellos —mintió.
—Entiendo. Oye, quiero presentarte a alguien que debes de conocer, es un
ángel en persona —dijo Tomás desplegando una sonrisa.
—¿Quién? —Marisol desplegó una sonrisa, ya sabía muy bien que se
trataba de aquella chica.
En aquel momento se acercó Noelia con una sonrisa amable en su rostro.
—Marisol, te presento a Noelia, es una gran amiga que no veía desde hace
dos años —presentó Tomás.
—Mucho gusto —Noelia y Marisol estrecharon sus manos.
Los jóvenes se sentaron alrededor de la mesa, mientras, Marisol quería
salir de aquel lugar y encerrarse en su cuarto. Tomás estaba presumiendo a
aquella modelo y eso la enfadaba en gran manera, pero, ella no tenía autoridad
para regañarlo y decirle que dejara de hacerlo. Solo sabía verlo hablar muy
animado con su amiga quien estaba muy interesada por cada cosa que le dijera
el muchacho.
—Disculpen —dijo Marisol en un impulso de valentía.
—¿Qué sucede? —inquirió Tomás.
—Voy adentro, quiero hablar con Gabriel —explicó la joven.
—Ay no, quédate aquí, si quieres yo lo llamo; así no tienes que entrar —
Tomás se levantó y como si ella hubiera aceptado su recomendación, entró a la
casa.
Así fue como Noelia y Marisol se quedaron solas en el patio, un silencio
las consumió en un ambiente bastante incómodo. Marisol se sentó en el sillón
de una manera algo torpe, era el peor momento para ella, ¡estaba viendo a la
futura novia de Tomás frente a ella!
De pronto, Noelia desplegó una enorme sonrisa emocionada, eso asustó a
Marisol quien no entendía esa reacción precipitada.
—¡Dime! ¿Cómo sucedió todo entre tú y Tomás?, es que me lo acaba de
contar todo y no lo puedo creer, va muy en serio contigo —soltó Noelia.
—¿Eh? ¿De qué hablas? —inquirió Marisol totalmente confundida.
—¿De qué más? ¡De su relación! ¿No se supone que se están conociendo
para ser novios más adelante? —respondió Noelia. Notó que Marisol no
entendía lo que hablaba—, Tomás me acabó de contar que va muy en serio
contigo, que le gustas un montón y tiene planes de formalizar lo suyo más
adelante. Eso me impresiona mucho, Tomás es de los hombres que casi nunca
toman la iniciativa y contigo lo está haciendo, eres muy afortunada, lo tienes
loquito.
—Espera, ¿no se supone que tú vas a tener algo con Tomás? El grupo de él
planeó todo un encuentro para que ustedes se juntaran —dijo Marisol.
—Se suponía, pero tú más que nadie debería entender que él no tiene ojos
para más nadie. Es mi amigo y si tú eres su felicidad lo apoyo completamente.
Me alegra mucho que haya encontrado a una mujer a la que quiera entregarle
su vida. Debes de valorarlo mucho —explicó Noelia.
El corazón de Marisol comenzó a palpitar muy fuerte y su garganta se secó
por completo, ¿qué era lo que estaba escuchando?
—¿No te lo crees? —chistó Noelia entre una carcajada—, estoy diciendo
la verdad, por eso quería conocerte, hablo en serio señorita.
—Lo que sucede es que… No en realidad no lo puedo creer, la verdad, sé
que no estoy a la altura de Tomás, él nunca se fijaría en alguien como yo para
tener una relación a serio —se sinceró Marisol.
—¿Pero de qué hablas?, mira, cuando se trata del verdadero amor no hay
apariencia física que se interponga. Si quieres mira el gran ejemplo que tienes
frente a ti, Noelia, una modelo de pasarelas importantes, Tomás solo la ve
como amiga porque está totalmente loco por Marisol, una chica sencilla, pero,
que supo conquistarlo con su personalidad. Así que no lo dejes ir por esos
pensamientos. Ya quisiera yo estar en tu lugar.
En aquel momento llegó Tomás junto con Gabriel que traía en su mano
derecha una copa de vino. Se sentaron al lado de las jóvenes y comenzaron a
platicar de varias cosas. Marisol no dejaba de pensar en las palabras de Noelia,
le impresionó mucho todo lo que dijo y es que nunca creyó que eso fuera a
pasar.
*
—¿Cómo les estará yendo? —preguntó Mateo a Keidys.
—Ni idea, pero, veo a Tomás muy animado caminando de un lado a otro,
parece que ahora están en el patio conversando. Espero que mañana me den
grandes noticias, ya me siento cupido aquí —desplegó una sonrisa
emocionada.
—Esperemos que esta vez el cupido sí te funcione, tú siempre estás
haciendo todo mal, bueno, las cosas te salen muy mal —chistó Mateo.
—Oye, estás buscando que te de un golpe en ese brazo, recuerda que ese es
tu punto débil —amenazó Keidys observando el brazo derecho de Mateo, hace
poco le habían quitado el yeso de él.
—¡Ni se te ocurra! —regañó Mateo.
—Entonces deja de molestarme —recalcó Keidys con un rostro serio,
después los dos soltaron carcajadas.
Alejandra se acercó en aquel momento:
—Imagínense, acabo de ver a Noelia hablando con Marisol, estaban solas
en el patio, parecía que Noelia le estaba explicando algo a Marisol, ella
quedaba totalmente pasmada por lo que decía. Quién sabe lo que hablaban,
pero Noelia se veía emocionada contándole lo que fuera que hablaban y
Marisol asustada. ¿De qué hablarían? —Alejandra se cruzó de brazos.
—¿Marisol y Noelia? ¿Ellas qué tienen que hablar? —inquirió Keidys
cruzándose de brazos.
—No lo sé, pero veo que Marisol se está metiendo mucho en este cuento,
mira que ahora vive al lado de Tomás —especuló Mateo poniendo un rostro
serio.
—Por favor, Tomás nunca se fijaría en ella, sabes que Marisol no es su
tipo, de hecho, hasta le fastidia la forma de ser que tiene —replicó Keidys
como si fuera algo tan obvio—. Pero, puede ser que a ella le guste Tomás, eso
sí te lo creo.
—Ay no, ahora que no se meta esa boba aquí, yo que estoy tan encantada
con Noelia, a ella sí le hago porras —dijo Alejandra. Todos se miraron las
caras.
—Bueno… Marisol también es una muy buena persona —soltó Mateo.
Alejandra y Keidys lo fulminaron con la mirada—. Bueno, yo solo digo.
*
Gabriel estaba observando que Tomás hablaba muy interesado con
Marisol, eso lo estaba confundiendo mucho, parecía que la emoción por
Noelia había pasado.
—Marisol, acompáñame —pidió Tomás levantándose de su sillón.
—¿A dónde van? —inquirió Gabriel.
—Ah… Es entre ella y yo, no te lo puedo decir —respondió Tomás—. No
te preocupes, no es nada malo.
Tomás tomó de una mano a Marisol y comenzaron a caminar hacia los
adentros de la gran casa. Gabriel observó hasta que no los pudo tener más a la
vista.
—Hacen bonita pareja ¿no? —dijo Noelia a Gabriel.
—¿Qué? —inquirió el joven confundido por todo lo que estaba pasando.
—Tomás ya tiene a su chica perfecta y va muy en serio con ella. Ya hablé
con Marisol al respecto, está algo insegura, ¡es tan tierna! Le aconsejé que no
fuera tan indecisa con Tomás. Debo de apoyarlo, después de todo… es mi
amigo y si ella es su felicidad les deseo mucha suerte —contó Noelia. Gabriel
sintió que todo su cuerpo se estremeció al escuchar esas palabras.
—¿De qué estás hablando? Tomás no puede estar con Marisol, ella está
prohibida para él, me lo prometió —se enfadó el joven—. Es mi mejor amiga,
él no puede meterse con ella, no…
—¿Qué te sucede? —inquirió Noelia confundida y algo asustada.
—Tomás no puede fijarse en ella, estamos hablando de mi mejor amiga,
me prometió que nunca la tocaría —Gabriel se levantó de la silla y se
encaminó hacia los adentros de la casa.
—¡Gabriel, espera! ¡¿qué vas a hacer?! —Noelia lo siguió.
Mientras, Tomás comenzó a correr tomando de la mano de Marisol
mientras soltaba una carcajada.
—¿A dónde me llevas? —preguntó Marisol.
—Espera, ya estamos llegando —respondió el joven mientras comenzaban
a subir una calle empinada.
La noche estaba estrellada y se comenzaba a ver la ciudad con sus
pequeños foquitos de luz que la adornaban. Al llegar a la punta de la calle
encontraron una banca donde se podrían sentar y apreciar la hermosa vista.
Marisol se dio vuelta para poder ver el paisaje, se sorprendió de lo hermoso
que era.
—¡Wao! —soltó Marisol mientras comenzaba a calmar su respiración.
—Siempre me ha gustado este lugar, aquí vengo a despejar la mente. Pero
nunca he traído a nadie, bueno, ahora sí —rodó la mirada a la chica y le
mostró una sonrisa—. No sé quién es más afortunado de los dos, si tú por ser
la primera en experimentar todo lo que antes hacía solo o yo por haber
conocido a una mujer como tú —Tomás apretó con fuerza la mano de Marisol
—. Nunca pensé que me comenzara a gustar tanto el estar con alguien.
—Tomás… —Marisol no sabía ni qué decir.
—Sé que habrá muchas personas que a partir de hoy tratarán de alejarnos
diciéndonos que no debemos de estar juntos porque nuestras vidas son muy
diferentes, el primero será Gabriel. Le hice la promesa de que nunca me fijaría
en ti, pero, se me hizo imposible cumplirla.
*
Gabriel comenzó a buscar por toda la casa a Tomás, tenía mucha rabia, por
dentro siempre supo que él no cumpliría su acuerdo y es que se veía venir,
desde que él la conoció se fijó mucho en ella.
—¿Qué sucede? —preguntó Alejandra a Gabriel.
—¿Han visto a Tomás y Marisol? —inquirió el joven desesperado.
—No, ¿qué pasó? ¿Por qué estás así? —se comenzó a preocupar
Alejandra. Josef se acercó a ellos junto con Keidys y Mateo.
—Tomás está saliendo con Marisol, tienen un enredo que no entiendo —
explicó Gabriel. Todo el grupo se impresionó, procesaron la noticia y después
soltaron preguntas al no poder creerlo.
—¿Qué está pasando? —inquirió Claudia acercándose a ellos—, están
llamando la atención.
—Oye, eso es imposible, no… —soltó Keidys.
—Claro que sí, me lo acaba de decir Noelia —miró a la chica que estaba a
su lado.
—Bueno… —trató de hablar la joven al verse observada por todo el grupo
— Tomás me lo dijo, pero no creo que sea algo malo, se veía muy enamorado
de ella cuando me lo contó, dijo que va muy en serio con ella y pues…
Marisol es una ternura de mujer —notó que las chicas hicieron un gesto de
desagrado—, en serio, me agradó mucho Marisol, hablé con ella hace un
momento.
—Estás hablando de tu rival, no deberías de defenderla —renegó Keidys.
—Pero es que ella es muy buena persona, deberían dejar serlos felices. A la
final es su vida y su elección —explicó Noelia mientras se cruzaba de brazos,
miró a Gabriel—, por más que sea tu mejor amiga ella se nota que está muy
dispuesta a tener una relación con él, es su vida, es mejor que no te metas en
ese tema. Es un consejo.
—Claro que me meto, le prometí a sus padres que la cuidaría, siempre lo
he hecho desde que somos unos niños. Ella no debe de estar con Tomás, lo
conozco y sé cómo es, tiene mucho mundo para ella, es que no, no debe de
fijarse en él, seguramente Tomás le endulzó el oído y ella cayó —refutó
Gabriel, trató de calmarse—, lo peor es que él me lo prometió.
*
Tomás y Marisol se sentaron en la banca, el joven observó la hora en su
reloj de pulso.
—No falta mucho —dijo.
—¿Para qué? —inquirió la joven.
—La señora Tatiana ama los fuegos artificiales, así que en todos sus
cumpleaños hay espectáculo de ellos, es hermoso y desde aquí tenemos una
vista perfecta —explicó Tomás.
—Tomás, ¿qué fue lo que te gustó de mí? —inquirió Marisol.
—Bueno… Es difícil de explicar, todavía no lo sé bien. Tengo que aceptar
que al principio no me agradabas ni un poquito —soltó una pequeña carcajada
—, pero después, cuando comencé a hablar contigo me di cuenta que eras una
chica muy sencilla, bastante tierna, muy tímida, eso desespera un poco,
aunque a la vez me agrada, porque sé que te esfuerzas por mejorarlo cada día.
Creo que también está lo que hemos pasado juntos y también lo que viviremos
a futuro. No puedo darte una respuesta concisa, creo que es todo; cada cosa de
ti, tus defectos y virtudes.
Marisol se ruborizó por completo, su mente todavía no asimilaba el que
Tomás se haya fijado en ella.
—¿Y a ti? ¿Qué te gusta de mí? —preguntó Tomás.
—Ah… Bueno, yo tampoco lo sé aún, sigo bastante confundida en ese
aspecto. Pero me encanta estar contigo, es muy agradable, siempre pasa algo
—Marisol desplegó una sonrisa y rodó su mirada a Tomás quien no se veía
muy emocionado— ¿qué sucede?
—Me he dado cuenta que no soy correspondido —soltó, Marisol dejó salir
una carcajada—, en serio, yo todo romántico diciéndote cosas que nunca sería
capaz de decirte y tú me vas a salir con un “me gusta estar contigo”, o sea, eso
se le dice a un amigo.
—¿Y no somos amigos? —interrogó Marisol. Tomás hizo silencio, no
sabía qué responder.
—No, yo me voy de aquí, me acaban de enviar a la friendzone —se
levantó de la banca.
—¡Tomás… Espera! —Marisol lo tomó de una mano—, se supone que
estamos yendo paso a paso ¿no?
Tomás volteó a ver a la muchacha, ella tenía una gran sonrisa de emoción
desplegada, se notaba que estaba disfrutando del momento.
—Sí, claro —respondió Tomás comenzándose a tomar la situación en
serio.
—Me encanta —soltó Marisol.
—¿Qué te encanta?
—Esto, poder encontrar a alguien que quiera ir paso a paso conmigo.
Espero que me tengas paciencia.
—Y tú a mí —Tomás le dio un beso en la frente.
En aquel momento se vio el cielo lleno de fuegos artificiales, era una vista
hermosa desde allí. Marisol se impresionó por lo bella que se veía la noche
con aquel espectáculo. Se sentaron en la banca a apreciar el momento. Nunca
pensó vivir algo así con alguien, siempre lo recordaría, era su propia historia
de novela romántica.
*
Gabriel daba círculos por el patio de la casa de la señora Tatiana, trataba de
calmarse y pensar una buena salida a aquel problema.
—Es cierto, al final… Es su vida —dijo Josef a Gabriel.
—¿Y qué tal que Tomás solo quiere jugar con ella? —inquirió Gabriel.
—Si lo hace te doy el permiso de que lo muelas a golpes y nunca más le
hables —respondió Josef.
—Marisol está bastante grande, si su decisión fue meterse con Tomás
sabiendo que él tiene una fama de mujeriego empedernido, allá ella. Fue su
elección —explicó Alejandra.
—Dejemos que lleguen y hablemos con ellos —pidió Claudia.
—Sí, es lo mejor, pero por favor Gabriel, cálmate, no vayas a dañarle la
fiesta a la señora Tatiana, ustedes no saben hablar sin pelearse, qué mala
costumbre —dijo Gera—, solo buscarán que yo me levante de esta silla de
ruedas y se las despedace a los dos como los vea peleando.
—Sí, no vayan a dañar la fiesta de mi mamá —pidió Josef.
Pasó una hora para que Tomás volviera a la fiesta, todos quedaron
impresionados al ver a Marisol tomada de la mano del joven. La pareja lo
supo, todos se habían enterado de lo que sea que ellos tenían. Se acercaron
lentamente, Tomás notó lo furioso que estaba Gabriel.
—¿Nos podrían explicar lo que sucede entre ustedes? —pidió Gabriel
cruzándose de brazos— ¡ah…! Y contigo quiero hablar a solas —dijo mirando
a Marisol.
—¿Explicar qué? —inquirió Tomás.
—Tomás y yo no tenemos nada —respondió Marisol, soltó la mano del
joven.
—Ay, por favor, ya lo sabemos todo —replicó Keidys, se sentó en una silla
y después los demás también lo hicieron, solo Tomás, Gabriel y Marisol
quedaron de pie.
—Es cierto, Marisol y yo no tenemos nada por ahora, pero más adelante
pensamos hacerlo; no queremos correr —aclaró el asunto. Miró a Gabriel—.
No estoy jugando con ella, no sería capaz.
Aquellas palabras enojaron mucho más a Gabriel quien ya no podía
contenerse.
—Me lo prometiste, dijiste que nunca te meterías con ella. ¡¿Qué te pasa?!
¡Es mi mejor amiga! —comenzó a sulfurarse.
Alejandra se levantó a cerrar la puerta para que así nadie entrara al patio o
escuchara algo. Josef estaba atento a que no fueran a pelear.
—Gabriel, cálmate —pidió Josef.
—Por favor Gabriel, Marisol no es una niña para que le estés prohibiendo
con quién puede o no estar. Además, yo no pienso hacer nada malo con ella,
me gusta y quiero una relación seria con Marisol, nada más —dijo Tomás,
pero eso solo empeoró las cosas. Gabriel se encaminó a él y Josef tuvo que
intervenir.
—¡Gabriel, cálmate, nadie va a pelear aquí! —recalcó Josef.
—No creo tanta maravilla, siempre tomas a las mujeres a juego y las tratas
mal, por eso no quiero que estés cerca de Marisol, ¡yo sabía que ibas con esas
intenciones! ¡Por eso hice que me lo prometieras! ¡No eres capaz ni de ser
responsable con tus palabras!
Tomás comenzó a enojarse con lo que decía Gabriel.
—¡No, como tú tratas muy bien a Marisol! ¡Deberías ser tú el que debería
de alejarse de ella! ¿Crees que no he visto la indiferencia con que la tratas? Y
vienes creyéndote su dueño diciéndole lo que debe y no hacer. Por favor, no es
una niña y tampoco es de tu propiedad.
Marisol dio dos pasos hacia atrás y después Claudia la apartó de Tomás,
sabía que esos dos no se podrían controlar más, ahí había pelea segura.
—¡Tú ni la conoces maldita sea! ¡No vengas a hablar como si la
conocieras! —gritó Gabriel, trató de caminar hacia Tomás, pero Josef se lo
impedía.
—¡Cálmense los dos! ¡Respeten el cumpleaños de mi madre! —se enojó
Josef— ¡si quieren pelear háganlo fuera de la casa!
Hubo un minuto de silencio, Josef respiró hondo al ver que los dos se
calmaron al recordar en dónde estaban.
—Solo respóndeme esto, siempre he tenido la duda —pidió Gabriel
volviendo en sí. Tomás lo observó fijamente a los ojos— ¿la tocaste?
Todos miraron por un momento a Marisol quien tenía un rostro de espanto
al escuchar esa pregunta, después rodaron su mirada a Tomás quien no sabía ni
qué responder. Gabriel volvió a enojarse, Josef se apartó al verlo decidido a
golpear al joven. Tomás cayó al suelo al recibir el puñetazo en una de sus
mejillas.
—¡Gabriel no! —gritó Marisol caminando comenzando a correr hacia su
amigo.
—¡¿Qué haces?! —la detuvo Keidys.
—¡Gabriel déjalo! —suplicó Marisol.
—¡Fue un accidente, no sabía lo que hacía! —trataba de explicar Tomás.
—¡¿Cómo puedes llamar eso un maldito accidente?! —Gabriel se subió
encima de él y comenzó a estremecerlo.
—¡Estaba borracho, no sabía lo que hacía, sobrio nunca se me hubiera
pasado por la cabeza, lo prometo, digo la verdad! —insistía Tomás.
—¡Dice la verdad, yo también lo estaba, no nos conocíamos bien! —gritó
Marisol.
Gabriel se calmó, ya no sabía ni qué pensar, sentía que ya no conocía a la
chica que se suponía era su mejor amiga. Se levantó y dejó quieto a Tomás
quien fue auxiliado por Josef y Mateo. Miró a Marisol.
—¿Quién rayos eres? Has cambiado tanto por este maldito —gruñó
mientras la observaba— ¡¿qué les voy a decir a tus padres?! ¡¿Qué te andas
revolcando con escorias como esta?!
Comenzó a caminar hacia la salida, no quería estar más ahí.
—¡Gabriel espera! —suplicó Marisol detrás de él. Lo tomó de un brazo,
pero él lo sacudió para que no lo tocara, eso hizo que ella cayera al suelo.
Tomás pudo ver eso, algo que lo llenó de mucha furia, antes se había
contenido para que la situación no fuera peor, pero eso fue su límite, no
permitiría que maltratara a Marisol. Se abalanzó a él y le dio dos puñetazos, lo
arrinconó a la pared mientras lo tomaba del saco oscuro que tenía puesto.
—¡Ni se te ocurra volver a tratarla así! La maldita escoria aquí eres tú al
ser capaz de tratar a una mujer de esa manera —se alejó— ¡¿es que no te das
cuenta?! ¡Tú has provocado todo esto! Esa noche tenías que cuidarla, no
dejarla sola en una fiesta para que ella no se sintiera apartada de todos. Si
hubieras estado pendiente de ella yo nunca me le hubiera acercado. ¡Ah…!
¡Pero como hasta las que se estaban casando la tenían como una sirvienta! —
miró todos los allí presentes—, siempre tratándola mal. Dejen de estar
criticando lo que hacemos o no hacemos ¡maldita sea! ¡Ocúpense de sus vidas
y dejen que uno sea feliz! —rodó su mirada a Gabriel— ¡y a ti ni se te ocurra
volver a ponerle una mano encima porque a la próxima te muelo a golpes!
Marisol comenzó a llorar, no soportaba más esa situación, era tan
humillante. Tomás lo notó, la tomó de un brazo y después salieron del patio.
Gabriel se agachó, tenía la mente hecha un caos, ¿era cierto que todo eso pasó
por su culpa? Si era así debía de hablar con ella, disculparse, nunca fue su
intención.
Tomás salió de la casa arrastrando a Marisol de un brazo, cuando estaban a
unos metros de lejanía de la casa Marisol zafó el agarre.
—Detente, por favor —pidió la muchacha. Tomás volteó a verle. Ella
lloraba muy fuerte, se veía bastante mal.
—Tranquila, esto no volverá a pasar más —explicó Tomás—. Perdóname
por favor.
—Quiero estar sola —Marisol se abrazó a sí misma.
—No, espera, no te pongas en esas, esto ya pasó. No empeoremos más las
cosas —suplicó Tomás.
—¡Es por eso! ¡Esto es una locura, no quiero que me vuelvan a tratar de
esa manera! Yo no soy el problema de nadie, fue horrible —gritó Marisol.
—Tú no eres un problema para mí, ¿de dónde sacaste eso? —Tomás trató
de tomarla de una mano, pero ella no dejó.
—Todo lo que se gritaron allá, fue horrible. Yo no quiero volver a verte a ti
y a tu grupo, déjenme en paz —aclaró Marisol—. Nunca más dejaré que algo
como esto se repita.
Gabriel pudo escuchar cuando Marisol le dijo aquellas palabras a Tomás.
Josef llegó de segundo pensando que la cosa iba a seguir. Marisol volteo a ver
a los chicos, reparó a Gabriel de pies a cabeza.
—Olvídate de que eres mi mejor amigo, ese título ya no te queda —le dijo.
Marisol comenzó a marcharse, cuando Tomás procesó que era cierto lo que
ella le había dicho sintió que todo su mundo comenzaba a despedazarse.
—¡NO!, ¡Marisol espera, por favor, te lo suplico!, ¡ESPERA! —comenzó a
gritarle, la persiguió y le impidió el paso—. ¡Por favor, sabes que yo no quiero
apartarme de ti!, perdóname, no me controlé, pero no volverá a pasar, te lo
prometo.
—¡No Tomás, yo no encajo en tu mundo! ¡No me volverán a tratar así, ya
te lo dije! —gritó Marisol—, si tanto me quieres entiende que me hace
miserable estar a tu lado.
Aquellas palabras fueron puñales para Tomás, quedó inmóvil con un nudo
en la garganta. Marisol siguió su camino con un paso muy afanado, se notaba
que iba llorando, estaba destrozada. Tomás soltó un grito de impotencia,
volteó a ver a sus “amigos”, soltó un gruñido.
—¡Olvídense de que existo! —les gritó mientras comenzaba a tomar un
camino opuesto al de Marisol.
—Tomás, espera, por favor —pidió Josef.
—¡Ni se te ocurra seguirme! —le gritó. Josef se detuvo de un golpe.
Tomás siguió caminando e iba dándole golpes a todo lo que se topaba con
su camino. Se sentó en la banca de un parque y soltó el llanto. Todo había ido
muy bien para que fuera realidad, nuevamente la vida lo había ilusionado con
una bella historia y todo quedó peor que la historia anterior. Pero lo peor de
esta es que había comenzado a dar todo de él para que saliera bien; se ilusionó
en gran manera y quería tanto a Marisol, cuando la vio llorar y le dijo “me
hace miserable estar a tu lado” lo hizo sentirse ¡terrible! Siempre trató de que
ella no se sintiera así a su lado.
Gabriel corrió a buscar las llaves de su auto, debía de seguir a Marisol,
tenía que arreglar aquel problema, no podía quedar así. Se dio cuenta que
había metido la pata hasta el fondo cuando vio a Tomás suplicarle de una
manera impresionante a Marisol para que no se apartara de su lado.
—¡Gabriel ¿a dónde vas?! —preguntó Alejandra preocupada cuando lo vio
salir a gran velocidad del parqueadero. Pero él no le dijo nada.
—¿Qué les pasa a esos tipos? —inquirió Claudia al lado de Alejandra.
—No lo sé, parece que las cosas terminaron peor de lo que esperaba —
respondió su amiga.

Para mí nunca fue un juego


Gabriel alcanzó a Marisol rápidamente, ella iba caminando con el llanto


desatado, eso lo hirió bastante.
—¡Marisol, espera! —gritó al bajarse del auto.
—¡ALÉJATE DE MÍ MALDITA SEA! —gritó Marisol con fuerza.
—Por favor, perdóname, no entendía bien la situación soy un estúpido, lo
sé. ¡Perdón! —suplicó Gabriel.
—¡No, no, no, no! —gritó Marisol y siguió su rumbo.
—¡No sabía que tu relación con Tomás iba tan en serio, no lo había
comprendido! ¡Pero entiéndeme, solo deseo protegerte, eres mi mejor amiga y
te quiero, no dejaría que te hicieran daño! —gritó Gabriel mientras dejaba que
sus lágrimas salieran a flote— ¡no debes alejarte de Tomás, te quiere, me di
cuenta, no quiere jugar contigo, estás cometiendo un gran error del que sé que
más adelante te vas a arrepentir!
Marisol se detuvo en seco al escuchar las últimas palabras, volvió a mirar a
Gabriel. Comenzó a caminar hacia él muy enfadada.
—¡¿Y por quién fue?! ¡¿Quién formó todo este problema?! —le dio un
bofetón.
—Lo sé, sé que fui un estúpido al prohibirle que estuviera cerca de ti. Por
favor, déjame arreglar todo esto, sé que lo quieres —Gabriel tomó las manos
de Marisol para que no se le ocurriera volver a golpearlo.
Marisol soltó un grito de impotencia, comenzaba a derrumbarse. Gabriel la
abrazó.
—¡Perdóname, por favor! —insistía Gabriel—. Te quiero, estaba
equivocado todo este tiempo, eres mi mejor amiga, yo nunca querría hacerte
daño.
*
Josef había seguido a Tomás, estaba muy preocupado por su estado, lo vio
sentado en una banca de un parque solitario. Como ya se veía calmado decidió
acercarse.
—¿Qué quieres? —gruñó Tomás.
—¡Anda ¿Qué?! Yo no tengo nada que ver aquí, así que es injusto que te
enojes conmigo —dijo Josef. Era la única manera de que Tomás no se
desquitara la rabia con él—. Nunca creí que fueras tan en serio con Marisol,
me impresionó ver cómo le suplicabas.
—Iba muy en serio con ella. Iba. Ahora todo se perdió —explicó Tomás—.
Acababa de llevarla a un lugar especial, vimos los fuegos artificiales desde allí
y hablamos sobre nuestros planes, pero después todo lo jodieron, ¡maldita sea!
Nada me sale bien —los ojos de Tomás se llenaron de lágrimas.
—Lo siento. Sé que dañamos todo, pero es que nos sorprendió ver eso. Tú
y Marisol, eso es muy raro —soltó Josef, después se dio cuenta que estaba
dañando todo cuando Tomás quedó viendo bastante serio—. ¿Cuándo te
comenzó a gustar?
—Meses atrás estuve en su apartamento cuidándola porque estaba enferma
y hablamos algo que me gustó mucho, me di cuenta que ella me veía de una
manera muy diferente a las demás. Me preguntó ¿qué haces con enamorar a
las mujeres y no saber amarlas? ¿Eso te hace sentir muy macho?, fue algo así
y me gustó mucho que me cuestionara de esa manera. Desde ese día la vi de
otra forma, me interesaba mucho hablar con ella y cada vez que estábamos
juntos pasaba algo, a su lado todo es diferente; me enfoqué en ayudarla cada
vez que la veía en problemas y hacerla reír cuando estaba triste, darme cuenta
que si me gustaba debía de demostrárselo y hacerla sentir especial. Todo iba
muy bien para que fuera para mí.
Hubo un momento de silencio, Josef se sintió muy mal por su amigo,
nunca creyó que Tomás se ilusionara tanto con una mujer; sus palabras
sonaban tan sinceras.
—Pero si tanto la quieres deberías de buscarla e insistirle hasta que te
perdone, demostrarle que tú quieres estar con ella —aconsejó Josef—. Amigo,
de esto te estaba hablando aquel día, darte cuenta cuándo es la chica especial
para ti y luchar para que no se aparte de tu lado, no la dejes ir si la quieres;
demuéstrale tus sentimientos y convéncela que tú vas muy en serio con ella.
—Josef, quiero estar solo, no tengo mente ahora —pidió Tomás.
—¡Claro que no! ¡Debes de ir tras ella, ahora es el momento, después será
tarde si te quedas de brazos cruzados! —insistió Josef, se levantó de la banca
—. Vamos a buscarla, ya verás, vamos a resolver este problema.
Tomás quedó impresionado por la seguridad con la que hablaba Josef, se
veía muy dispuesto a hacer lo que pensaba.
—Bueno, primero límpiate esa cara llena de sangre. Te ves feo así —le
pasó un pañuelo que cargaba en uno de sus bolsillos.
Recuerdo de Marisol:
La niña estaba en cama con un pañuelo rosa cubriendo su cabeza, había
una cánula de oxígeno en su nariz. Se sentía cansada a tan corta edad, quería
descansar de todo eso, había visto a su mamá llorar abrazada por su padre que
la consolaba. No quería que nadie más sufriera por su culpa; se sentía triste
por eso.
En aquel momento el pequeño Gabriel entró sigilosamente a la habitación
escondiéndose de algún doctor o enfermera que lo viera, traía consigo un
globo rosa que tenía en ella una cara feliz pintada de rojo. Marisol pudo verle
y desplegó una sonrisa al ver el detalle que le traía.
—Gabriel —soltó con su voz débil.
—Hola. No me vieron, bueno, eso fue por los pelos, necesitaba verte, me
enteré que te has puesto mal; me asusté, pensaba que te ibas a morir, se supone
que no puedes hacerlo, somos mejores amigos y ellos no se abandonan —dijo
Gabriel mientras se acercaba a ella.
—Bueno, pero es que yo no puedo hacer nada allí, no controlo mi salud y
lo que me hacen aquí me deja muy cansada y mal, creo que los doctores no
saben que me deja así. No son tan buenos como se supone que dicen —explicó
Marisol.
—Mi mamá dice que sí te ayuda, que eso es lo que te curará de tu
enfermedad —explicó Gabriel—. Aunque cada día te veo peor. ¿Será que en
verdad te ayuda?
—No lo sé, cada vez que salgo de ese cuarto me siento más mal —los ojos
de Marisol se llenaron de lágrimas—, ya no tengo cabello, ahora sí que me
parezco a un machito.
Gabriel soltó una carcajada:
—Ya no podrás tener novio —dijo él.
—Lo sé, a nadie le gustaría una niña calva —Marisol tenía ganas de llorar.
—Oye, no eres fea, a mí me pareces bonita con ese pañuelo rosa —Gabriel
desplegó una gran sonrisa—. Hasta sería capaz de darte un beso, me sentiría
celoso si otro niño estuviera cerca de ti. Eres mi mejor amiga y debo de
cuidarte.
Marisol desplegó una sonrisa al escuchar esas palabras.
—¿En serio me besarías? —preguntó.
—Claro que sí.
Gabriel se acercó a ella, el beso fue bastante inocente y simple. Las
mejillas de Marisol se ruborizaron al chocar su mirada con los ojos gateados
del pequeño, después los dos soltaron risitas traviesas por lo que había
acabado de suceder.
—¿Amigos por siempre? —preguntó Gabriel.
—Amigos por siempre —respondió Marisol.
Actualidad:
Gabriel estaba sentado en una banca, a su lado se encontraba aquella amiga
que desde pequeña había conocido y protegido como a su hermana. No, de
hecho, al haber pasado tanto tiempo al lado de ella, la había protegido más que
a su hermana.
—¿Quieres a Tomás? —inquirió el joven, volteó su rostro para verle—
¿estás segura de lo que quieres?
—Tomás es muy bueno conmigo, me escucha y entiende. Siempre he
deseado tener a alguien así a mi lado —explicó Marisol—. Había estado toda
mi vida pensando que nunca… algún chico se iba a fijar en mí y mucho menos
alguien como Tomás, todavía se me hace imposible procesarlo.
—A mí también me impactó saberlo, pensaba que era una burla de parte de
él —confesó Gabriel.
—Pero bueno, eso ya es pasado —Marisol dejó salir un suspiro, alzó la
mirada lentamente al cielo que estaba lleno de muchas estrellas—. Quiero
irme a dormir, me siento cansada.
Marisol se levantó de la banca y comenzó a caminar, los tacones le estaban
maltratando los pies, no le importó quitárselos para así sentirse mejor. En
momentos como ese nada importa.
—Marisol… Espera —Gabriel la siguió—, te llevo a tu apartamento, no te
vayas sola.
—Ya no tienes que protegerme Gabriel, puedo hacerlo sola, llamaré un
taxi, ve a buscar a Marcela, debe estar preocupada por ti.
—Deja de comportarte así conmigo. Ya te pedí perdón; tú lo dijiste, ya es
pasado, comencemos de cero —pidió el joven bastante preocupado.
—¿Crees que es así de fácil? —inquirió la muchacha— para ti es fácil,
tienes a Marcela y te casarás con ella, pero para mí no; te dije que fue la única
persona que me correspondió –hubo un momento de silencio—. Por muchos
años estuve enamorada de ti, siempre vivía con el miedo de que te fueras a
enamorar de alguien y me dejaras sola, cuando volviste al país y me
presentaste a Marcela… ¡Dios! Sí que sufrí al ver que mi gran miedo se había
hecho realidad. Pensé que sería algo pasajero, pero mira, ahora te casarás con
ella y yo seré la dama de honor, estaré detrás de ustedes observando su gran
felicidad mientras yo estaré totalmente humillada. Cuando Tomás entró a mi
vida cambió todo por completo, sé que nuestra primera impresión no fue la
mejor, pero después él trató de arreglarlo y por un minuto me sentí la mujer
más feliz al ver que había alguien que se preocupaba por mí y me defendía
porque era importante para él. Algo que nunca sentí a tu lado. Así que no, no
es fácil dejarlo en el pasado, porque este es mi presente, me has dañado la
poquita felicidad que tenía. No me vuelvas a buscar más, necesito estar lejos
de ti, eres tóxico para mi vida.
Gabriel quedó pasmado al escuchar semejante relato, Marisol se marchó,
dejó a su mejor amigo con un gran remordimiento y sin saber qué hacer. Dicen
que una persona no se da cuenta de su error hasta que toca fondo y para ese
momento ya es demasiado tarde, debe de comenzar de cero si quiere salir de
aquel pozo. Eso mismo le sucedió a Marisol, mientras iba en el taxi viendo las
calles solitarias reflexionaba sobre su vida, aquella triste historia que
aborrecía, ¿por qué no podía cambiarla? Al final era su vida, podía hacer con
ella lo que quisiera.
Tomás llegó a su apartamento con Josef, necesitaban ver si Marisol estaba
por allí, tocaron a su puerta, pero nadie abrió, la llamaron cientos de veces más
ella nunca respondió. Llegó el día siguiente y el otro, los días se volvieron
semanas y las semanas en meses.
Keidys estaba teniendo una entrevista, se hacía oficial, ya todos sabían que
se apartaría del mundo del cine y el modelaje. Aunque, ahora que trabajaba
como diseñadora de modas para la agencia de sus padres, todo estaba muy
bien, sentía que una nueva vida para ella le abría paso.
A la semana siguiente salió la entrevista donde Keidys relató su vida sin
mentir u ocultar cosa alguna, así que esa entrevista quedó bastante picante, fue
un gran impacto y por muchas semanas se habló de ella en las redes sociales.
De hecho, su mejor amiga, o sea, Alejandra, estaba escribiendo un libro sobre
la vida de Keidys y ya muchas personas lo estaban esperando.
—¿Y cuándo te vas a casar con Gabriel? ¿No crees que ya sería bueno que
lo hicieras? —preguntó Keidys, estaban en el patio de la casa.
—Pues… No sé, él no me ha propuesto nada, lo estoy esperando, no creas,
me he pasado por tiendas a ver los vestidos de novia y he visto muchos que me
han gustado. Yo estoy ansiosa por casarme, pero nada de anillo —Alejandra
dejó salir un suspiro.
—Bueno, ¿y qué le pasa a ese Gabriel? Voy a preguntarle, hace dos meses
escuché a Josef hablando con él sobre ese temita y pensé “ya dentro de poco le
ayudaré a mi amiga a organizar su boda” estaba ansiosa, de hecho, organicé
una lista con las cosas que sé que te gustarían en tu boda. Así, todo como un
cuento, me animé sola esa tarde fantaseando con los vestidos que te gustarían
y todas esas cosas, ya hasta se me olvidó donde dejé la lista —las dos chicas
soltaron carcajadas que inundaron el patio de la casa.
—Pero si quieres podemos ir a ver los vestidos de novia, tenemos rato que
no hacemos una tarde de chicas —recomendó Alejandra.
—¡Sería genial! Si quieres llamamos a Gera y Claudia para que vayan, así
recordamos viejos tiempos. No quiero que se pierdan esos días, solíamos
pasarla muy bien entre todas —explicó Keidys.
—Oye sí, podemos también hacer un viaje a la cabaña de la playa —se
emocionó Alejandra.
—¡Sí, sí! Como aquella vez, pero mira, hagamos algo. Que esta vez sean
solo mujeres —recalcó Keidys—. No llevemos a esos cansones, ay no, será
solo un fin de semana para nosotras.
—Ay, pero, ¿y Luis Ángel? ¿Cómo harás con él? —preguntó Alejandra.
—Se quedará con mi mamá, de hecho, siempre me pregunta que cuándo la
dejaré pasar tiempo con su nieto. Creo que será bueno para mis padres y así
nos beneficiamos todos —respondió Keidys.
—Ya me imagino a los señores Gonzales emocionados con Luis Ángel,
pobrecito de ese bebé —chistó Alejandra.
—Volviendo al tema. ¿Llamamos a las chicas para preguntarles? —
inquirió Keidys.
—Sí, vamos a llamarlas y acordamos un día para organizar todo —
Alejandra emocionada sacó el celular de su cartera y marcó el número de Gera
mientras que Keidys llamaba a Claudia.
Así fue como esa noche las cuatro chicas se reunieron para planear su fin
de semana.
—Y así fue como se me quemó el pudín, menos mal se quemó, no quería
morir intoxicada —explicó Gera. Todas soltaron la carcajada.
—Pero niña, ¿cómo es posible que aún no sepas cocinar? —inquirió
Alejandra.
—Por más que le enseño… Ella es muy mala, me desespera —dijo
Claudia.
—Yo te entiendo Gera, a mí nada me sale bien. Al final tengo que limpiar
todo porque mi empleada me mira como si quisiera matarme, le ensucio todo,
pero, le he dicho que me explique algunas cositas, quiero hacerle comidas a
Luis Ángel y sentirme una buena mamá —dijo Keidys.
—Bueno, no nos salgamos del tema, que estamos hablando y hablando y
no organizamos nada. ¿Qué vamos a llevar para comer? —Alejandra sacó su
agenda, estaba emocionada.
—Vamos a llevar mucho vino, de hecho, tengo unos en mi nevera que
desde hace rato los estoy guardando para beberlos con ustedes —recomendó
Gera.
—Yo no puedo beber, estoy amamantando a Cristian, así que no —se
excusó Claudia.
—Ay, tú nunca puedes hacer nada. Nosotras sí, oye Keidys, ¿y tú? Tú no le
das seno a Luis Ángel ¿verdad? —Alejandra comenzó a reflexionar un poco—
de todos modos, tú nunca bebes nada, así que ni para qué preguntarte.
Keidys soltó una carcajada:
—Saben que no me gusta emborracharme, así que mejor para ustedes dos.
Vamos a llevar muchas papitas, me encantan las papitas. ¡Ah…! Varias cajas
de pizza, pollo asado, picadas de carne, gaseosas —decía Keidys emocionada
y Alejandra escribía bastante rápido.
—¡Cálmate que no estoy en el computador, se me enyesó la mano, dicta
lecto! —regañó Alejandra.
—Ay, mejor vamos al supermercado y ahí vemos, por el camino vamos
viendo qué comprar —Claudia siempre se desesperaba, ella no tenía paciencia.
—Sí, mejor vamos al supermercado —aceptaron todas.
Mientras iban en el auto, todas hablaban a la vez sobre lo que harían en su
fin de semana de chicas. En un momento, Keidys frenó en seco y quedó con la
boca abierta.
—¡¿Qué pasó?! —gritaron todas asustadas.
—¡Chi-chicas! ¡Marisol, miren! —gritó emocionada.
—¡¿DÓNDE? ¿DÓNDE?! —gritaban todas mirando a todos lados.
—¡Allá! —gritó ella señalando una esquina bastante lejana de ellas.
—Yo no veo nada —comenzaron a decir.
—¡Ahí! Anda, ya se fue —soltó Keidys bajando el brazo, un auto detrás de
ellas comenzó a pitar para que le diera paso.
Keidys comenzó a manejar, estaba bastante pensativa al igual que sus
amigas.
—Gabriel desde ese día no pudo hablar más con Marisol —contó
Alejandra, era el mismo tema que por esos meses se habló en repetidas
ocasiones, pero, siempre quedó a la deriva. Ninguna encontraba una solución.
—Santiago se comunicó con ella después, se supone que está con sus
padres y trabaja en una cede de la empresa de allá. El problema es que no me
quiere dar la información, dice que después nosotras correremos a
atormentarle la vida a Marisol y me explicó que ella pidió que nadie la fuera a
ver, eso explica mucho el que no nos quiere ver ni en pintura, prácticamente
nos odia —explicó Gera.
—Yo le pregunto mucho a mi tía sobre ella, pero muy poco se ven, de
hecho, no sé mucho sobre Marisol, así que no sé si la acabo de confundir —
dijo Keidys con un rostro bastante serio.
—Seguramente —soltó Alejandra.
—Ay no… Como terminaron las cosas con Marisol… Qué feo, me gustaría
hablar con ella y hacer que se arregle todo entre ella y Tomás —soltó Keidys,
como siempre pasaba cuando se tocaba el tema.
—Nosotras fuimos muy malas con la pobre Marisol. Deberíamos de
buscarla, ir hasta allá y pedirle disculpas, no importa cuánto tiempo pasó. Lo
de Tomás… Oye sí, qué feo, la verdad es que él muy poco me habla —confesó
Alejandra.
—Bueno, Tomás ni habla conmigo, anda es metido en su trabajo y ya.
Después de todo, yo fui la que causó todo este problema —soltó Keidys algo
triste.
—Eso les pasa por meterse en la vida de los demás, si no se hubieran
puesto en esas nada de esto. Pero bueno —Gera se cruzó de brazos.
—Ay… No pues, la que no hizo nada —renegó Claudia.
—Sí… Aquí todas tenemos la culpa, fuimos a traer a la chica esa y después
no ayudamos a Tomás cuando peleó con Gabriel, pero bueno, eso ya pasó. El
pobre Tomás cambió desde ese día, como extraño al viejo Tomás —soltó
Keidys.
—Mejor cambiemos de tema, nos estamos deprimiendo aquí —pidió
Claudia.
—Sí… mejor hablemos de la salida —recomendó Gera.
Llegaron al supermercado y muy emocionadas comenzaron a meter en el
carrito de la compra paquetes grandes de papitas, gaseosas, cervezas y muchas
cosas más.
—¿No crees que eso es mucha carne? —preguntó Keidys a Claudia—,
bueno, si tú eres la que prepararás todo eso… Sabes que nosotras no sabemos
cocinar.
—Si lo voy a llevar es porque lo voy a preparar —explicó Claudia con un
tono muy obvio. El señor que estaba cortando la carne las quedó observando.
—¿Esto es para ustedes cuatro? —inquirió un tanto confundido.
—Sí, pero creo que es muy poquito, mejor deme dos libras más —pidió
Claudia.
Gera estaba emocionada mirando algunos vinos con Alejandra:
—Podemos hacer un coctel, he aprendido a hacer unos fabulosos, soy una
experta —explicó Gera.
—Oh… sí, tomemos unos cinco, aparte, tú vas a llevar los cuatro que
tienes en tu apartamento ¿verdad?, creo que con eso y las cervezas que
llevaremos tendremos suficiente ¿o necesitamos más? —dijo Alejandra.
—Creo que hace falta más, sabes que esto será un desquite —respondió
Gera tomando cinco botellas más de vino y echándolos en el carrito.
Caminaron hasta donde estaban sus dos amigas que quedaron sorprendidas
por todo lo que traían sus amigas en una canasta.
—¿Por qué tanto vino y cerveza? —inquirió Claudia.
—Esto lo pagamos nosotras, no se preocupen —respondió Alejandra.
—Ay no, no se vayan a emborrachar allá, la idea es que la pasemos todas
bien —pidió Keidys.
—Ay no, este es nuestro desquite. Tenemos rato que no hacemos esto,
déjennos ser felices —replicó Gera.
—Oye, acabas de salir de tratamiento, no deberías ponerte en esas —
regañó Claudia a Gera.
—Ya estoy bien, no se preocupen —Gera no prestó mucha atención.
En aquel momento Keidys abrió los ojos en gran manera. Las demás
voltearon a ver lo que su amiga quedó viendo asombrada.
—Esa es Marisol —soltó Keidys.
—Espera, tal vez la estamos confundiendo —dijo Gera tratando de
calmarse.
Al parecer todas leyeron sus mentes, corrieron a esconderse detrás de una
estantería para poder expiar a la joven.
—Se parece mucho a Marisol, pero, ¿qué hace ella aquí? —soltó
Alejandra.
—Sí, es ella, vamos, no dejemos que se vaya —pidió Keidys.
—¿Y qué le vamos a decir? Ella no nos quiere ver ni en pintura —dijo
Claudia.
Pero Keidys, como lo impulsiva que era, corrió a alcanzar a Marisol quien
estaba muy tranquila mirando las estanterías de las salsas. Keidys quería tener
una buena cuartada, suponer que fue un encuentro casual, tomó su carrito de
las compras y caminó (casi corría) y cuando estuvo cerca a la joven caminó
muy campante.
—¿Marisol? —inquirió algo sorprendida, pero ponía rostro de que no la
distinguía bien, (eso era lo bueno de haber estudiado actuación).
Marisol se había teñido el cabello de castaño oscuro, le quedaba muy bien,
de hecho, se veía muy diferente. Rodó la mirada a Keidys quien quedó
sorprendida, casi que impactada. Se veía muy hermosa, no sabía lo que se
había hecho, pero estaba muy bien.
—Cielos, ¿qué te hiciste? —soltó Keidys, después trató de calmarse.
—Ah… Hola Keidys —saludó Marisol (no estaba para nada emocionada
de verla).
—¿Desde cuándo estás en la ciudad? —inquirió Keidys muy animada por
saber la vida de la chica.
—Estoy por motivos del trabajo —explicó la joven.
—Oye, las chicas y yo vamos a viajar para la cabaña afuera de la ciudad, si
quieres puedes venir, sería genial saber de ti después de todo este tiempo, ¿qué
te parece? —dijo Keidys, ella no iba a perder esa oportunidad.
—No, lo siento, tengo mucho trabajo por hacer —se negó Marisol y su
comportamiento era tan seguro de lo que decía que intimidaba a Keidys.
Las chicas analizaban todo y veían que su amiga necesitaba ayuda, por lo
mismo salieron de su escondite y se acercaron a las muchachas.
—¡Marisol, hola! —saludaron.
—Hola —saludó la joven desplegando una sonrisa no muy emocionada.
—¡Tiempo sin verte! —Alejandra corrió a abrazarla.
—¿Qué haces aquí? ¡Qué sorpresa! —soltó Gera con una enorme sonrisa.
—Vine por el trabajo —explicó Marisol.
—Le estoy diciendo que debería de ir con nosotras a la cabaña. Ya que yo
soy su jefa no va a tener ningún problema con el trabajo —explicó Keidys.
—Claro, si quieres venir —dijo Claudia.
—No, tengo muchas cosas que hacer, lo siento —se negó Marisol, tomó
una salsa de la estantería y la echó en su carrito de compras.
—Ay, no seas aburrida, puedes venirte el sábado por la tarde, nosotras de
traemos, así no perderás mucho tiempo. Puedes hasta llevarte tu computador y
hacer el trabajo allí —insistió Keidys—. No tienes excusa.
Todas comenzaron a mirarse, Keidys estaba decidida a llevar a Marisol a la
cabaña y cuando se le metía un tema en la cabeza no había poder humano que
la detuviera.
—Oye, Keidys en realidad quiere que vayas con nosotras, solo será por un
momento, puedes venirte después —pidió Alejandra.
—¿Y sólo van a estar ustedes cuatro? —inquirió Marisol comenzando a
considerar la idea.
—Sí, nada de hombres, solo seríamos las cinco. Estamos comprando todo,
mañana partimos a las cuatro de la tarde, va a estar emocionante, es un fin de
semana de chicas. Estará genial —explicó Keidys emocionada y las demás
hacían “sí” con su cabeza.
—No le contaremos a nadie que irás con nosotras, será un secreto —dijo
Gera.
—Pero solo será el viernes, me regreso el sábado en la mañana —aceptó
Marisol.
—Está bien, no te preocupes. Solo es para conversar un rato contigo, la
idea es que sea una noche de chicas y entre más chicas, será mejor —Keidys
tenía desplegada una enorme sonrisa que se veía muy sincera, por eso era que
Marisol había aceptado, además, no era una chica rencorosa.
Se quedaron un buen rato conversando con la joven, tanto fue el interés de
las chicas por volver a hablar con Marisol que la invitaron a cenar y la verdad
es que a la joven le estaba agradando estar con ellas, era porque habían
cambiado y la trataban muy bien, se veía que eran bastante sinceras con su
comportamiento.
—Y nosotras siempre estábamos juntas, todos los viernes solíamos
quedarnos en un restaurante y comer todo lo que pudiéramos, era muy
divertido. Por eso estamos tratando de rescatar esos días, compramos todo lo
que solíamos comer —explicó Keidys.
—Alejandra siempre era la que terminaba vomitando, hacía unas mezclas
muy raras con la comida y después estaba apurada —contó Gera.
—Pero tú me seguías el paso —se defendió Alejandra.
—Las dos siempre competían por todo. Así que no peleen —dijo Claudia.
—Qué vienes a hablar, si tú eras otra —renegó Keidys a Claudia.
Todas soltaron la carcajada.
—¿Desde cuándo se conocen? —preguntó Marisol.
—¡Uff…! Desde hace muchos años, estábamos en el colegio cuando eso
—respondió Gera.
*
Tomás hizo un rostro bastante aburrido cuando vio a sus amigos entrar a su
oficina.
—¿Qué hacen aquí? —inquirió.
—Vamos a hacer una salida. A las chicas se les dio por tener un fin de
semana solo para ellas y nosotros decidimos hacer lo mismo, vamos a ir a la
cabaña de la playa, ya compramos todo, bueno, casi todo, no sabemos el pasto
que te gusta comer —explicó Josef.
—¿Cuál pasto? —preguntó Tomás un tanto aburrido, comenzó a guardar
unas carpetas marrones en los cajones de su escritorio.
—Bueno, tu comida —soltó Mateo.
—No voy a ir, tengo mucho trabajo por hacer —se negó el muchacho.
—¡Ay, no seas aburrido! —insistió Mateo— no podemos salir sin ti.
—Las chicas no nos dijeron a donde iban a ir, así que nosotros también
queremos hacer lo mismo, es divertido darse estas escapadas, ya tenemos todo
planeado, ven con nosotros —explicó Josef.
—Vayan ustedes, diviértanse —soltó Tomás sin observarlos, estaba
concentrado en lo suyo.
—¿Es porque yo voy a ir? Si quieres no lo hago para que así puedas ir y
divertirte un rato —dijo Gabriel y toda la oficina quedó en silencio absoluto,
uno muy incómodo.
—Bueno, esto es una pendejada que me tiene cansado, qué tontería. Se
supone que somos amigos desde hace años, dejen la bobada y hagan las pases
—Mateo se cruzó de brazos y observó detenidamente a Tomás quien alzó la
mirada y los observó con un rostro muy serio.
—Tomás, Gabriel muchas veces te ha pedido disculpas, por favor, deja esa
actitud y ven con nosotros, no es saludable que estés trabajando día y noche —
pidió Josef.
—Tomás, por favor, perdón por lo que pasó, volvamos a ser amigos —dijo
Gabriel.
—Está bien, ya… Voy a ir —aceptó Tomás.
Todos soltaron unas sonrisas de alivio mientras veían que el joven se
levantaba de su puesto para poder salir con ellos.
—No vuelvas a decirle pasto a mi comida —regañó Tomás a Josef.

Duele no tenerte cerca


—Así que ustedes también van a salir —le dijo Keidys a Josef cuando lo
vio empacar una maleta emocionado.
—Sí, prácticamente lo hicimos por Tomás, nos preocupaba mucho —
explicó Josef.
—¿Y a dónde irán? —interrogó Keidys curiosa.
—Es un secreto de grupo —dijo Josef, Keidys hizo mala cara, eran las
mismas palabras que ella había utilizado cuando él le preguntó sobre el plan
de las chicas.
—Perfecto, yo también me voy —Keidys soltó una pequeña carcajada y
tomó su maleta.
—Oye. Solo no vayan a hacer tantas locuras —pidió Josef.
—No, al contrario, cuando te cuente lo que hicimos te vas a emocionar y
me vas a amar más de lo que lo haces ahora —dijo la joven y Josef quedó muy
curioso.
—Los planes de ustedes me asustan, la verdad, siempre les salen mal —
chistó Josef.
—Bobo —Keidys le dio un puño en el pecho del joven quien soltó una
carcajada y después abrazó a su esposa.
—Te quiero —le susurró muy cerca del rostro.
—Yo te quiero más —respondió Keidys.
Así fue como Keidys y su grupo salió primero que el grupo de Josef, todos
inocentes de que se dirigían al mismo lugar.
—La idea era esa, no contarles en dónde vamos a estar, después se nos
iban a meter allá y no, la idea es estar solo mujeres —le dijo Keidys a Marisol.
—Oye, ¿desde cuándo te pintaste el cabello de ese color? —preguntó
Alejandra a Marisol.
—Hace ya unos meses —respondió.
—Te queda muy bien, te ves muy hermosa, la verdad —elogio Marcela.
—Gracias.
Iban en una camioneta blanca escuchando música y comiendo papitas, para
ellas la fiesta ya había comenzado.
Mientras, los chicos estaban terminando de comprar algunas cosas que
iban a llevar a la cabaña. Ellos casi se llevan todo el licor que encontraron,
querían quedar totalmente inconscientes. Trataron de hacer una buena lista
para que no les faltara nada, pero a cada momento se detenían en el camino
porque se acordaban de cosas que no habían comprado, así que se les hacía
eterno el camino.
Keidys y las chicas llegaron a la cabaña. Se emocionaron a desempacar
todo mientras limpiaban el polvo, pusieron algo de música mientras que
Claudia preparaba algunas picadas. Gera y Alejandra llevaron a Marisol a
conocer el lugar.
—Lo recuerdo, Keidys se casó aquí, pero no recorrí el lugar, todo estaba
muy enredado —dijo Marisol.
—Sí, ese día fue una locura. Nos gusta mucho este lugar por lo grande que
es y la hermosa vista que tiene —explicó Alejandra mientras caminaban por
los pasillos de los dormitorios.
—Hay cinco cuatros, todos tienen balcón, puedes elegir el cuarto que
quieras y dejar tus cosas ahí, bueno, vi que no trajiste muchas —dijo Gera.
—Sí, mañana en la mañana me voy —explicó Marisol.
—Bueno, no te preocupes. Escoge el dormitorio que quieras, en el baño lo
más seguro es que ya tiene algunas cosas como jabones, crema dental y otras
cosas que trajimos en meses anteriores, las dejamos porque sabemos que
estamos viniendo aquí constantemente. Pero si necesitas algo solo nos dices,
compramos todo siempre —explicó Alejandra con tono muy amable.
Marisol entró a un cuarto y al entrar se impresionó por la hermosa vista
que había del atardecer en la playa, se veía muy hermoso, aquel sonido de las
olas y el viento salado la llenaron de mucha tranquilidad.
—Ella se va a quedar todo el fin de semana, ya verás —dijo Gera con los
brazos cruzados recostada en el marco de la puerta.
—Lo sé, mi plan es que se quede en la ciudad, no puede irse sin antes ver a
Tomás —soltó Alejandra con una sonrisa desplegada.
—Sí, pero por ahora enfoquémonos en que se haga amiga nuestra. No
mencionemos a Tomás por ahora, ese nombre es prohibido este fin de semana.
Bajaron al comedor donde Claudia con un poco de ayuda de Keidys (solo
miró y pasó recipientes) preparó la cena. Todas comenzaron a comer y planear
lo que harían esa noche.
—Veamos películas, o no, mejor, vamos a hacer una fogata en la playa,
comemos malvaviscos —sugirió Gera.
—Sí, muy buena idea, hagamos eso. Compitamos en quién se demora más
en irse a dormir, ¿recuerdan? —aceptó Keidys.
—Oh… Sí, ese juego que siempre hacíamos cuando estábamos en el
colegio. Como siempre, yo siempre ganaba —se emocionó Claudia.
—¿Vas a embriagarte con nosotras? —preguntó Alejandra a Marisol.
—Oh… No, mañana debo de adelantar algunas cosas —explicó la joven.
—Está bien, no te preocupes —aceptó Keidys.
En aquel momento escucharon un ruido en la entrada. Josef y los demás
quedaron confundidos al ver la camioneta blanca en la entrada.
—Qué idiotas, ¡obviamente ellas iban a coger para acá! —soltó Josef
bastante aburrido.
—Bueno, vámonos a otro lado, la idea es estar solos —le dijo Tomás a
Josef quien estaba a su lado.
—Sí, vámonos antes de que salgan y nos echen a patadas de aquí —le dijo
Mateo a Josef.
—Pero se está haciendo de noche, ¿a dónde vamos a ir? ¿A la finca? Está a
cinco horas de aquí, no aguanta. Digámosle que nos quedamos esta noche aquí
y mañana a las cinco nos vamos —explicó Santiago.
—Sí, yo ya tengo hambre, lo más seguro es que Claudia hizo la cena —
dijo Mateo.
—Es cierto, tengo hambre y no compramos nada para comer en el camino
—aceptó Tomás.
—Con eso de que Mateo iba a preparar la comida no compramos nada
preparado —refunfuñó Gabriel.
—Yo qué iba a saber que ellas iban a venir a la cabaña, se suponía que esta
es la que está más cerca de la ciudad —explicó Mateo.
—¡Por eso ellas la iban a elegir primero! —discutió Josef. Todos hicieron
silencio.
—Ya qué, bajemos y expliquémosle —soltó Tomás.
Así fue como entraron a la cabaña, las chicas estaban asustadas mirándose
las caras cuando escucharon que habían llegado los chicos.
—¿Serán ellos? —preguntó Keidys a Alejandra.
—Esos idiotas —se enojó Gera.
—¿Qué? ¿Quiénes llegaron? —inquirió Marisol.
—No salgas del comedor, vamos a decirles que se vayan. Ellos no sabían
que íbamos a estar aquí, por eso se les ocurrió quedarse aquí, pero no los
vamos a dejar —explicó Keidys.
Las cuatro chicas salieron del comedor dejando a Marisol con sus
pensamientos de que seguramente Tomás estaba con los chicos.
—¿Qué hacen aquí? —inquirió Marcela a los chicos al verlos entrar a la
cabaña.
—No sabíamos que estarían aquí —explicó Josef.
—Bueno, ya saben, fuera de aquí —dijo Keidys cruzándose de brazos.
—Es de noche, no vamos a irnos a esta hora, dejen que nos quedemos por
esta noche y ya mañana partimos en la madrugada —pidió Gabriel.
—Claro que no, la idea era estar solo mujeres y ustedes tienen pene, así
que fuera —refutó Gera.
—Oigan, esta también es nuestra cabaña, quién las manda a no decir dónde
van a estar. Así que ya que, estamos aquí y no nos vamos a ir —se opuso
Mateo, se cruzó de brazos y después sus amigos lo siguieron.
—Es cierto, esta también es nuestra cabaña, así que nos quedaremos esta
noche aquí —dijo Josef.
Las chicas no sabían qué hacer ahora, tenían a Marisol escondida en el
comedor, tarde o temprano la iban a ver y eso incomodaría mucho a la chica,
además, estando Tomás allí, no veían buenos aires para esa noche.
—Están haciendo carne frita —soltó Mateo emocionado.
—Aquí la cuestión es de hambre, por el tonto este no compramos nada.
Vamos, no sean malas, seguramente hicieron bastante —dijo Tomás
emocionado. Ellas se impresionaron al ver que se comportaba como el mismo
alegre de siempre.
—No, esperen —soltó Keidys al ver que los chicos se encaminaron a la
cocina a buscar comida y lo peor, el grupo lo encabezaba Tomás.
Así fue como Tomás al pasar por el comedor se detuvo en seco al ver a
Marisol sentada muy tranquila tomando un vaso con gaseosa. Ella casi se
atraganta al verlo ahí.
—Marisol —soltó Tomás impactado.
—¡Hola…! ¿Qué haces aquí? —saludó Mateo como si nada. Quería que
no se formara un momento incómodo entre el grupo.
Las chicas entraron al comedor, vieron como Tomás miraba fijamente a
Marisol.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Josef a Marisol, después miró al grupo
de chicas— Oigan, ¿por qué no dijeron que Marisol vino con ustedes?
—¿Por qué debíamos de decirles? Mejor váyanse de aquí —pidió Keidys
haciéndole señas a Josef, pero él no entendía lo que decía.
—Marisol, ¿desde cuándo estás aquí? —preguntó Gabriel acercándose a
ella, se sentó a su lado—. ¿Cambiaste de número? Te he llamado mil veces en
estos meses.
Tomás salió del comedor hacia la salida de la cabaña. Tenía los
sentimientos revueltos al verla, estaba tan bella, tan cambiada, pero un cambio
que le sentaba muy bien. El grupo hizo silencio cuando vio a Tomás salir,
sabían que estaba mal.
Marisol se levantó de la silla sin decir nada, rápidamente subió a los
dormitorios a buscar sus cosas, no se quedaría ahí, no con todo ese grupo
reunido y, además, estaba Tomás con ellos.
—¡Marisol espera! —gritó Keidys corriendo detrás de ella.
—Lo siento, yo no me voy a quedar aquí. Seguramente su plan desde un
principio era que me volviera a encontrar con Tomás. Debí de imaginarlo,
ustedes siempre actúan de la misma manera —gruñó Marisol tomando su
bolso del cuarto.
—No, te lo juro, nosotras nunca pensamos que ellos iban a venir, por eso
les estamos diciendo que se vayan. Mi plan nunca fue que te encontraras con
Tomás, viste su reacción, no tenía ni la más mínima idea de que estarías aquí,
no le dije ni a Josef. Por favor, perdona esto, nosotras solo queríamos volver a
hablar contigo y que nos perdonaras por como te tratamos antes —explicó
Keidys muy preocupada por lo que fuera a pasar.
—Está bien, acepto que su idea no fue que él viniera, pero no voy a estar
un minuto más aquí. Me tengo que ir —Marisol salió del cuarto, pero en el
pasillo estaban las chicas que comenzaron a hablar a la vez para explicar su
versión de los hechos. Era un desorden total.
Todo se empeoró cuando trató de bajar las escaleras y se encontró con
Mateo y Santiago.
—No te vayas, ya estás aquí, se verá muy mal que le huyas a Tomás —dijo
Santiago con los brazos cruzados.
—Me dijiste que nadie se enteraría que estaría en la ciudad —gruñó la
chica. Al parecer Santiago estaba al pendiente de todo.
—Y lo hice, otra cosa es que estas chicas te hayan encontrado y, además,
aceptaste venir aquí, nosotros nunca imaginamos que estarías en nuestra
cabaña —explicó Santiago.
—Es cierto Marisol —dijo Mateo.
—Ya que, quédate, es de noche. Tomás no parece tener ánimos de
molestarte la noche, mañana yo te llevo a la ciudad —recomendó Santiago.
Mientras, Josef fue a buscar a Tomás a la playa, lo encontró sentado en la
arena muy pensativo, se sentó a su lado.
—Quién iba a creer que la encontraríamos aquí —dijo Josef.
—Santiago dijo que solo sería esta semana, después va a volver. Al parecer
solo trabajará con ellos este año y después se mudará, no se sabe a dónde, así
que ya no sabremos más de ella —explicó Tomás.
—¿Cómo sabes todo eso?
—Le pregunté ayer por ella, sabía que estaba en la ciudad, pero nunca creí
que la encontraría aquí —explicó Tomás.
—¿Y qué piensas hacer? —inquirió Josef.
—Ella no me quiere ver, así que no la incomodaré. Creo que lo mejor es
que me vaya, es lo mejor, quédense con las chicas, ya están aquí. Dame las
llaves —explicó Tomás.
—Está bien amigo, te entiendo y creo que es lo mejor —Josef se levantó y
Tomás lo siguió, después Josef le pasó las llaves del auto.
Minutos después todos en la sala vieron a Josef entrar con las bolsas de la
compra que ellos habían hecho.
—¿Qué haces? —preguntó Santiago.
—Tomás se va a llevar el auto, la condición es esta, él se va, nosotros nos
quedamos aquí. Así se resuelve este problema —respondió Josef dejando las
bolsas en el piso.
—No… ¿Por qué? Nosotros planeamos todo esto por él, ese chico no
despeja la mente para nada, siempre está metido en su trabajo. Cuando por fin
lo sacamos para que se divirtiera un rato, ahora se va a ir por esta pendejada.
Lo siento, pero me parece injusto —se enojó Mateo.
Se escuchó que se encendió el motor de la camioneta. Todos hicieron
silencio.
—Tomás no quiere incomodar a Marisol, por eso decidió irse para que ella
pudiera disfrutar la estadía aquí —explicó Santiago al grupo.
—No… ¿Cuál incomodar? Si ella se va a ir mañana temprano porque debe
de ir a trabajar, dile que se quede. El pobre de Tomás no sale ni nada, ahora
irse por esa carretera oscura y sola, qué peligro —dijo Gera, no le parecía justo
lo que estaba haciendo Marisol.
—Dile que se quede, es cierto, yo me voy mañana temprano. Estaré arriba,
así que no incomodará a nadie —aceptó Marisol levantándose del mueble.
—Ya que, ese ya no se baja de la camioneta, dejen que se vaya —Josef
miró a Marisol—, creo que el que no quiere ver al otro es Tomás; no es que
esté muy contento con haberte visto.
Eso confundió a Marisol y se le notó en el rostro.
—Te estuvo buscando todo este tiempo, a mí también me parece injusto
que te hayas enojado con él cuando no te hizo nada y todo este revuelo por no
estar cerca de él lo ofendió —explicó Josef. Él para decir las cosas no lo
pensaba dos veces.
Tomás ya estaba a punto de irse cuando salió Keidys corriendo de la
cabaña y se interpuso en su camino, tuvo que frenar en seco para que no
atropellarla.
—¿Estás loca? —inquirió él asustado.
—No te vayas, debes de quedarte —dijo Keidys.
—Claro que no, déjame quieto —pidió Tomás.
—Ella quiere hablar contigo, hablen —explicó Keidys. Tomás quedó
confundido.
El joven estaba esperando en la playa sentado mirando las olas a que
llegara Marisol para ver qué tenía que decirle, a decir verdad, no estaba
asustado, su duda era más grande. Marisol se sentó al lado de Tomás, había
mucho silencio en el ambiente y eso lo volvía incómodo.
—Disculpa —soltó la muchacha—, por lo de ahora y lo de aquella vez, no
debí de gritarte y después irme sin decirte nada. Pero tenía mucho miedo
aquella noche, nunca había tenido un problema así de grande. Me cansé de que
las personas eligieran por mí y quise comenzar de cero; no me arrepiento de
haberme ido, cambié mucho todos estos meses y me ha ido muy bien.
Tomás no sabía ni qué decir, solo sabía escucharla. Pero Marisol rogaba
por saber qué estaba pensando.
—Tomás, sé que todo lo que pasó te enojó, también estuviste en medio y
trataste de resolverlo lo mejor posible, pero, olvidemos eso ¿sí?, sigamos
nuestras vidas como las llevamos hasta ahora, no quiero quedar enojada con
nadie, por eso acepté venir con ellas, para así perdonar todo. Lo de ahorita, es
que me había impresionado al verte y me abatieron con preguntas, obviamente
quería salir volando de aquí —siguió explicando la muchacha. Pero parecía
que Tomás no estaba muy contento con lo que escuchaba—. Di algo, por
favor.
—¿Qué quieres que te diga? —volvió a verle—, sé muy bien que decidiste
seguir tu vida, cambiar y todo eso, estoy feliz que hayas logrado darle un giro
a tu vida. No te tengo rencor, tranquila, sigue tu vida que yo lo estoy haciendo
con la mía —se reincorporó, ella también hizo lo mismo—. Espero que las
cosas te sigan saliendo así de bien y algún día encuentres a un buen hombre
para tu vida y seas muy feliz.
Marisol desplegó una sonrisa amable.
—Muchas gracias, también espero que puedas encontrar a alguien que te
haga feliz. Eres un muy buen hombre —ella le mostró una mano, Tomás se la
estrechó, pero después le dio un abrazo.
Tomás después de eso se fue de la cabaña, todos quedaron con la boca
abierta, no lo podían creer, ¿qué había hecho esa chica?
—Nunca había visto a una persona tan tonta, dejar ir semejante lotería. Esa
se va a arrepentir después, ya verás —le dijo Keidys a Alejandra.
—Bueno, lo importante es que nosotras hicimos lo nuestro, esa fue la
elección de ella. Te apuesto a que ella tiene a otro donde vive, porque dejar ir a
Tomás —Alejandra no dejaba de ver cómo la camioneta se hacía pequeña en
la gran carretera.
—Ni idea.
Josef y Santiago se miraron las caras:
—¿Crees que fue bueno dejarlo ir? Debe de estar destrozado con lo que
hizo Marisol —dijo Santiago.
—Por algo se fue ¿no crees? —respondió Josef cruzándose de brazos.
*
—¿Estás segura de lo que hiciste? —le preguntó Claudia a Marisol cuando
estaban enceradas en el cuarto.
—Claro que sí, no quiero dejar ningún compromiso en esta ciudad. Sé muy
bien lo que quiero —explicó la muchacha.
—Pero Tomás, ¿no sientes que fuiste egoísta con él? Ese chico ha sufrido
mucho por ti en todos estos meses, cambió su actitud por completo por no
tenerte. Nunca en mi vida lo había visto así, por eso hicimos todo lo posible
para que él volviera a ser el mismo de antes y te hablamos fue para ver si
podíamos darle una solución a su problema.
—Y lo hicieron, muchas gracias, porque así pude cerrar ese ciclo, ya me
puedo ir tranquila y él seguirá su vida —explicó Marisol.
—Bueno, solo espero que no te vayas a arrepentir más adelante, porque
Tomás no te va a aceptar, ya tú le diste tu respuesta y él la respetó.
*
El fin de semana se dañó por completo, al hacerse de día todos se fueron,
bueno, los chicos, ellas sí se quedaron a disfrutar su fin de semana. Marisol
volvió a la ciudad, tenía trabajo por hacer y solo tenía una semana.
—Tomás me dijo que hoy se mudará a su nuevo apartamento, por fin —le
dijo Josef a Mateo.
—Vamos a ayudarlo, es mejor que no esté solo —sugirió Mateo a los
demás.
—Sí, vamos a estar con él. El pobre ha sido de mala suerte en el amor —
aceptó Santiago. Todos se levantaron del mueble.
Marisol llegó a su apartamento, el día anterior lo había limpiado y ahora se
encontraba como lo recordaba, bueno, un tanto vacío, pero seguía siendo su
viejo hogar.
Mientras, Tomás estaba terminando de empacar sus cosas, en esos meses
no había tenido tiempo de mudarse, pero ese sería el día en que lo haría.
Comenzó a sacar las cajas al pasillo, vio que Marisol abrió la puerta para
curiosear.
—Buenos días —saludó la muchacha.
—Hola —Tomás entró al apartamento, estaba muy ocupado. Volvió a salir
con otras cajas.
—Pensaba que ya te habías mudado —dijo la muchacha.
—No —soltó.
Era muy obvio, si estaba sacando las cajas era porque apenas iba a
mudarse. Marisol tenía ganas de hablar con él un rato, pero sabía que no era
buena idea, quería tener un impulso y entrar al apartamento para dejar al
muchacho en paz de una vez por todas. Cuando vio a los amigos del
muchacho llegar le mandaron una cara de pocos amigos para que así ella
dejara de estar allí.
Así pasó el fin de semana, Tomás comenzaba a cerrar ese siclo en su vida,
pero se sentía muy mal, era desgarrador el hacerlo. Decidió hacer una
ciclorruta para poder despejar la mente, Alejandra bastante preocupada por su
situación lo acompañó.
—Me encanta este lugar, es hermoso ¿verdad? —le dijo cuando subieron a
su lugar favorito—, me acuerdo bien del día que vinimos, querías subirme el
ánimo, no puedo creer que yo sea la que quiera hacerlo ahora —lo reparó de
pies a cabeza—. Vamos, ella no es la única que existe en este mundo.
—Lo sé, pero entiende, no es fácil para mí.
—Vamos, déjalo salir, no es bueno retenerlo por tanto tiempo —pidió la
muchacha, sabía que Tomás necesitaba desahogarse—. ¿La querías mucho?
—Estaba dispuesto a esperarla el tiempo que fuera necesario para arreglar
todo y seguir con ella. Yo quería pasar el resto de mi vida a su lado —
respondió Tomás mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Y no se lo dijiste?
—¿Cómo querías que se lo dijera después de haberme dicho que
siguiéramos nuestras vidas por separado? Según ella está muy bien así. Me
demostró que nunca se tomó lo nuestro en serio, solo llegó el primer problema
y se separó de mí, se fue sin decir una palabra, solo llegó para sentirse bien
consigo misma, no tener cargo de conciencia por lo que hizo, como decir
“ah… él siguió su vida, así que no hay problema, no hice nada malo”, me hizo
sentir como mierda escuchar esas palabras. Todo este tiempo pensé que yo fui
el malo, que me había equivocado como siempre lo he hecho —Tomás se
levantó de la banca y se acercó a las barandas del mirador, soltó un fuerte grito
de enojo mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas.
A Alejandra le destrozó ver cómo le destrozaron el corazón a su amigo,
comenzaba a odiar a Marisol, quería decirle las verdades a esa chica. Pero
sabía que Tomás se enojaría si lo hacía, al final, era la chica de la cual estaba
enamorado.
Para Tomás esa semana fue muy desastrosa, se había deprimido por
completo, no podía dejar de pensar en lo sucedido, aunque, fue de mucha
ayuda las visitas de sus amigos y las salidas. ¿Cómo se debe de cerrar un ciclo
en nuestra vida? Y más si hablamos de este tipo de casos, ¿es posible que no
lleguemos a tenerle rencor a esa persona a la cual nos entregamos por
completo?, Tomás lo meditó por muchos días, para el otro fin de semana se
había resignado por completo.
—Tomás —llamó Keidys.
—¿Qué sucede? —inquirió el muchacho.
—Te estoy diciendo, para tu cumpleaños, quiero que sea neón —dijo
Keidys.
—Pero es mi cumpleaños, debo de ser yo el que elija la temática —explicó
el joven desplegando una sonrisa.
—Ay, por favor, sabes que me encanta planear este tipo de cosas. Deja que
yo te impresione este año —insistió la joven—. Oye, adivina quién volvió.
—Lo sé, apenas Noelia llegó me llamó y me hizo que fuera a buscarla al
aeropuerto. Claro que la voy a invitar al cumpleaños.
—Perfecto, esa noticia me encanta, Noelia es un amor, me encanta esa
chica —dijo Keidys mientras revisaba las invitaciones que tenía en sus manos.
—Ay ya… Deja de ser cupido, no te queda. Todo lo que planeas te sale
mal —chistó Tomás.
—Bueno, esta vez saldrá muy bien —Keidys dejó salir una risita traviesa.

El peso de las decisiones


Alejandra estaba con Noelia y Gera en el restaurante de Claudia comiendo


de lo más alegres.
—Ay sí, vamos a ver esa película, digámosle a Keidys, ama esa saga —
dijo animada Alejandra.
—Compramos los vestidos para la fiesta de Tomás y después nos vemos la
película, ¿qué les parece? —sugirió Noelia alegre.
—Sí, pero Keidys nos va a matar si hacemos ese plan hoy. Si quieres la
llamo —dijo Gera.
—Voy a llamarla para que nos espere en el centro comercial —Alejandra
sacó el celular de su cartera y comenzó a llamar a su amiga.
En aquel momento Noelia pudo ver que en el restaurante estaba Marisol
comprando algo, rápidamente se acercó a ella para saludarla.
—¡Marisol! —se alegró.
—Hola, ¿cómo estás? —saludó Marisol.
—Muy bien ¿y tú?, estás hermosa, se nota la buena vida. ¿Sigues con
Tomás? Tuve que viajar y no sé cómo quedó la historia.
—Bueno… Es una larga historia —trató de explicar Marisol algo
incómoda.
—Oye, estoy con las chicas, ven, hablemos un rato, ¿o estás ocupada?,
bueno, no importa, ven, no nos vamos a demorar mucho.
—Es que tengo que ir a comprar algunas cosas aquí cerca, voy a viajar y
antes quiero ir al centro comercial —explicó Marisol.
—¡Fabuloso! Nosotras también, vamos juntas, de hecho, ya nos íbamos a
ir —explicó Noelia emocionada.
Hizo que Marisol se acercara a la mesa donde estaban las muchachas,
Alejandra sintió que todo su interior se revolviera al ver aquel rostro.
—Chicas, Marisol nos va a acompañar, debe de comprar unas cosas y
pues, como tengo rato que no hablo con ella, quiero que me eche los últimos
chismes —explicó Noelia y después soltó una sonrisa.
—Claro, que venga con nosotras, ¿por qué no? —aceptó Alejandra. Gera
rodó el rostro para ver a su amiga, ¿qué pensaba hacer?
Así fue como todas se dirigieron al centro comercial, al llegar Noelia no
dejaba de contarle sobre su vida a Marisol y le insistía para que se tomaran
una foto antes que la muchacha se mudara del todo del país.
Al entrar se encontraron con Keidys y Tomás que estaban esperando a las
muchachas.
—¡Mi Tomi…! —gritó Noelia mientras corría a abrazar al muchacho.
—Ya estás como loca comprando ropa —chistó el joven mientras la
abrazaba.
—Sí, vine a acompañar a Marisol, ¿por qué no me contaste que ella se iba
a mudar? —le preguntó. En aquel momento la joven procesó la situación,
sintió que fue una gran imprudente.
—Vamos a comprar los vestidos para tu cumpleaños —dijo Alejandra al
joven.
—Pero con tanta ropa que ustedes tienen —soltó Tomás.
—Pero es tu cumpleaños, es algo muy especial —explicó Keidys. Miró a
Alejandra para ver el por qué dejó que trajeran a Marisol.
—Marisol, ¿qué es lo que vas a comprar? —preguntó Alejandra y todos se
enfocaron en ella.
—Ah… unos artículos de aseo personal —rodó la mirada a Noelia—, lo de
la foto, lo hacemos después. Me llamas.
—Espera, no te vayas. Ya vinimos todas hasta aquí, compramos lo tuyo y
nos acompañas a comprar los vestidos, quiero el consejo de una fotógrafa,
necesito verme bien para las fotos —pidió Alejandra.
—Ella necesita irse, déjala —habló Tomás bastante serio.
—Pues sí, no estás invitada al cumpleaños, de hecho, no creo que
estuvieras enterada de que el fin de semana es el cumpleaños de Tomás. Así
que te sentirás incómoda —soltó Alejandra.
—Pues sí, tienes razón. Bueno, espero que encuentren sus vestidos. Fue un
placer hablar otra vez contigo Noelia —se despidió Marisol como si aquellas
palabras no la hubieran afectado.
—Igualmente —se despidió Noelia.
Marisol se marchó, todos rodaron la mirada a Alejandra.
—Se lo merece ¿no? —comenzó a caminar como si nada.
—Pero fuiste muy grosera —replicó Gera.
—Lo que ella hizo no se compara con esto —discutió Alejandra—. Esa me
cae super mal, no quiero verla ni en pintura.
Las chicas se quedaron midiéndose los vestidos. Mientras, Tomás comenzó
a buscar a Marisol por el centro comercial para hablar con ella de lo que
acababa de suceder. Sabía bien donde estaba, así que fue fácil encontrarla. Ella
quedó confundida al ver que él se dirigía a ella.
—Lo que sucedió hace un momento, disculpa a Alejandra, está enojada por
lo que sucedió entre los dos —explicó Tomás—. No me gustaría que te fueras
con un mal concepto de mi grupo, bueno, uno peor del que ya tienes.
—Tranquilo, lo entiendo francamente, lo que yo hice estuvo muy mal visto
—dijo ella desplegando una sonrisa.
—¿Cómo que mal visto? Fue tu decisión, los demás deben de respetarla —
replicó Tomás.
Marisol apretujó la bolsa de compra con fuerza, quería decirle a Tomás lo
que pensaba, sobre todo el que quería darse una oportunidad con él, pero
sentía que era mejor el quedarse en silencio.
—Bueno, solo quería decirte eso —dijo Tomás.
—Bueno, entonces… me voy —soltó Marisol y después inclinó la mirada.
Al querer apartarse de él sintió el agarre del joven.
—¿En serio te quieres ir? ¿Por qué volviste? Pero que esta vez sea cierto.
No la tonta excusa.
—¿De qué hablas? Es eso —respondió la joven.
—Por favor, dame un verdadero motivo. Sé que no te quieres ir, que te
gustaría quedarte conmigo, ¿es ese miedo del que tanto me hablaste? ¿Sientes
que yo no debo de estar contigo?, sé que no eres capaz de hacer algo como
esto, ¿cuál es la verdadera razón? —Tomás trató de calmarse—, yo te amo,
por más que quiera seguir mi vida siento que no puedo, porque ese poquito
tiempo que pasé contigo me marcó para siempre. Sería capaz de esperarte el
tiempo que sea necesario si sé que al final podré tenerte a mi lado. Esa es la
verdad, lo que esa noche tenías que escuchar, pero no fui capaz de decirlo; creí
que no serías capaz de marcharte, que al final te quedarías y volveríamos a
arreglar las cosas. Por favor no te vayas, quédate.
Marisol quedó impresionada al escuchar esas palabras, fue mucha
información de golpe.
—Tomás… —trató de hablar.
—Lo sé, te impresiona todo lo que te estoy diciendo. Pero me parece
absurdo todo esto, si sabemos que al final nosotros no hicimos nada malo esa
noche y fueron las personas a nuestro alrededor las que formaron todo este
problema ¿por qué apartarnos ahora? —puso sus manos en las mejillas de la
joven—, mírame y dime que de verdad no quieres estar a mi lado, ¿en verdad
te quieres ir?
Los ojos de Marisol se inundaron de lágrimas, Tomás desplegó una
sonrisa, esa era una gran respuesta. La abrazó fuertemente.
—Si no quieres irte no debes de hacerlo, se supone que estás cambiando
para ser feliz ¿no? Quédate en el lugar donde más te sientas feliz.
*
Santiago estaba con Keidys frente a Marisol analizando la situación.
—Quieres quedarte aquí —soltó Santiago.
—Pero, ¿por qué ahora? —inquirió Keidys. Ella por dentro lo sabía, todo
ese tiempo lo supo, solo quiso analizarla.
Marisol rodó la mirada por la gran oficina, ¿tenía la fortaleza para
sincerarse?
—Allá están tus padres, aquí no tienes nada —dijo Santiago.
—Claro que sí tengo y mucho —explicó Marisol.
—Haber, danos una buena razón para dejarte aquí —pidió Keidys bastante
seria.
—Pienso que es más económico estar aquí, me parece muy pesado el que
yo esté viajando periódicamente, aquí tengo mi apartamento cerca de la
oficina —trató de explicar.
—Haber, nos conocemos fuera de la empresa, así que puedes hablar con
nosotros con confianza. ¿Qué te hizo quedar? —dijo Keidys.
—Estoy tratando de darme una oportunidad con Tomás ¿sí?, creo que irme
ahora no es buena idea —explicó Marisol de sopetón.
Los dos hermanos se miraron las caras.
—Bueno… Solo me queda decir que yo te lo dije, ibas a volver con él —
dijo Santiago acomodándose en el sillón y desplegando una sonrisa.
—¿Y eso era lo que no nos querías contar? —Keidys desplegó una sonrisa
—. Marisol, trata de ser más sincera contigo misma, si algo te gusta solo
quédate con eso. Si Tomás es el hombre que quieres no le prestes atención a
las críticas de los demás.
Keidys sabía muy bien que ella aquella vez en la playa no aceptó a Tomás
fue por las críticas que había recibido anteriormente, tenía miedo de hacer algo
mal o que estuviera mal visto. Pero estaba aliviada al ver que al final entendió
que solo debía de enfocarse en lo que la hiciera feliz.
Keidys le pasó una tarjeta de invitación a Marisol.
—¿Y esto? —Marisol leyó su nombre en la tarjeta, estaba computarizado,
o sea, Keidys cuando mandó a hacer las tarjetas hizo una especial para ella.
Keidys le guiñó un ojo, con eso respondió el gran interrogante de la joven. O
sea, los hermanos González desde un principio sabían que ella no se iba a ir.
Marisol volvió a su antigua rutina, estar en su apartamento, su trabajo, el
mismo que a veces le aburría porque le quitaba mucho tiempo, tener las
conversaciones comunes y corrientes con Gabriel, pero, había algo que la
sacaba de aquella monotonía, Tomás, sus mensajes y cuando la sorprendía al
terminar su jornada laboral, era lo que la alegraba en gran manera.
—No lo puedo creer, la verdad, es estúpido. Esa lo trató mal, lo rechazó,
entonces, de un día para otro se le mete el capricho de quedarse y el tonto de
Tomás cae y ahora están juntos —dijo Alejandra cruzada de brazos.
—Bueno, esos son ellos, deja que hagan su vida —refutó Keidys.
—¿Cómo que te da igual? Esa ahorita se le mete el arrebate de irse y
Tomás queda hecho un pendejo llorando porque no la tiene —discutió
Alejandra.
—Oye, es cierto lo que dice Keidys, sé que estresa un poco porque después
de tanta cosa volvieron, pero esos son ellos, en las relaciones no hay que
meterse —explicó Gera.
—Ay, por favor. Vieron cómo se comporta Marisol, yo juro que esa tenía a
alguien allá, pero como vio que aquí la cosa estaba mejor se quedó con Tomás.
Es que es una regalada esa tipa —dijo Alejandra.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —preguntó Keidys.
—Ay, mira como vino de toda engreída, se comporta como si se creyera
más que los demás. Me cae mal, antes era una mosquita muerta, ahora se cree
la superior.
—Alejandra, basta, tú no sabes lo que sucede ahí, no puedes hablar cosas
que no sabes, ¿Por qué te enoja tanto? ¿Es que acaso te gusta Tomás?
Preocúpate por tu vida y deja de criticar la de las demás. Me fastidia escuchar
gente sin nada que hacer hablar mal de las personas —se enojó Keidys.
—No pues, qué haremos con la santa, la que no critica, cuando eres la
primera en hablar mal de las personas. Ahora defiendes a la mosca muerta esa
cuando antes no la tolerabas —replicó Alejandra. Se levantó de su silla.
Gera no sabía qué hacer, estaba en medio de una discusión de mejores
amigas, ¿cómo se debe de calmar algo así?, solo veía cómo se insultaban y al
final Alejandra tomó su cartera y se marchó de la casa de Keidys, la joven
volvió a sentarse estresada por lo que había pasado. Tenía años que no discutía
con Alejandra, ¿y ahora qué debía de hacer?
—Oye, ¿qué rayos pasó ahí? —preguntó Gera.
—¿Qué le pasa a Alejandra? Últimamente anda amargada, hablando mal
de los demás. ¿A ella qué le importa si Tomás y Marisol volvieron a estar
juntos? Es su vida, que deje que sean felices, pero no, se pone a criticar hasta
lo más mínimo. Ya me tenía cansada.
Keidys estuvo todo el resto día muy pensativa por lo que había pasado en
la mañana. Josef llegó como de costumbre con una sonrisa saludándola y
después tomó a su bebé en sus brazos para jugar un rato con él.
—¿Qué tienes amor? —inquirió Josef mientras se sentaba en un sillón que
había en el cuarto.
—Discutí con Alejandra, estuvo toda la mañana criticando la relación de
Tomás y Marisol y no, eso es aburrido, yo le dije que no se metiera allí que
eso no era de su incumbencia y ella se enojó y me dijo de todo —explicó
Keidys, se cruzó de brazos e hizo un puchero mientras miraba la pared color
crema que estaba al fondo del cuarto.
—Anda, ¿y eso? —preguntó Josef—, ¿qué le sucede a Alejandra? Ella no
es así.
—Lo sé, por eso se me hizo extraño.
—Eso es que le está pasando algo. ¿Será esa depresión con la que siempre
carga? —preguntó Josef.
—Se supone que eso se le pasó hace rato ¿no?
—Quién sabe, recuerda que en ese tiempo casi se separa de Gabriel y
andaba llorando en todas partes —explicó Josef mientras le hacía cosquillas al
pequeño—. La primera palabra que debe de decir es papá, pa… pá…
Keidys quedó muy pensativa, ¿qué le sucedía a su mejor amiga? Debía de
hablar con ella, si era el problema de su depresión sería muy grave el que
hayan discutido. Debía de estar muy sensible y eso solo lo empeoraba.
—Keidys, ¿qué haces aquí? —preguntó Gabriel con su cámara entre sus
manos, miró a todos lados. Estaba en medio de una sesión de fotos.
—¿Qué te dijo Alejandra ayer? —inquirió Keidys.
—Nada, ¿qué debió de contarme? —preguntó Gabriel.
—¿Cómo está su relación?
—Keidys, estoy trabajando —pidió Gabriel con una leve sonrisa—.
Hablamos de eso en el almuerzo.
—Bueno, me vas a buscar, es urgente que hable contigo sobre esto —pidió
la joven con rostro trágico.
—Vale, yo voy a tu oficina —aceptó el joven comenzándose a preocupar.
Las horas parecieron eternas, al final Gabriel llegó a la oficina de la joven
y se sentó frente a su escritorio.
—¿Qué sucede? ¿Por qué llegaste así a la sesión? —interrogó.
—Es que ayer discutí con Alejandra. Estaba de mal humor y criticaba todo,
hasta se metió con la relación de Tomás y Marisol, la trató muy mal a ella. O
sea, no estaba presente, pero decía de cuanta cosa de la pobre y eso me enojó,
le dije que dejara de criticar y eso se puso furiosa, terminamos discutiendo,
ella se fue de la casa y hasta ahora no hemos hablado —contó Keidys, tomó un
respiro—. Lo que me preocupa es lo que dijo Josef anoche, que tal vez es que
Alejandra está decayendo otra vez a…
—¿A qué? —preguntó Gabriel comenzándose a asustar.
—Pues ¿a qué más Gabriel?
—Vamos, sabes que soy un poco lento para entender a Alejandra, unas
veces está de buen humor y otros días parece una fiera. Por eso me limito a no
decirle nada y esperar a que se le pase —explicó Gabriel.
—¿Pero cómo se te ocurre hacer eso? De seguro es lo que la tiene así.
Recuerda lo que pasó aquella vez que casi terminan, ella se pone muy mal
cuando te comportas de esa manera, deja de ser indiferente Gabriel.
—Pero ¿qué quieres que haga? Si le pregunto el por qué está así me
responde como una fiera, me trata mal a mí y terminamos discutiendo, por eso
para que no caigamos en eso prefiero darle su espacio —explicó Gabriel.
—Bueno, ¿y cómo ha estado su relación?
—Bueno, está normal, cada quien en su rutina y los fines de semana pues,
ya sabes, estamos con ustedes y ya. Es que ella anda metida en sus libros y yo
en mi trabajo. Lo normal —Gabriel trató de recordar algo que notó raro en ella
—. Bueno, un día me habló de que tiene problemas con su mamá, se suponía
que ella veía a pasarse el fin de semana hace tiempo ya, cuando pasó lo de
Josef, la señora quería ver a Camilo, pero al final eso quedó en nada y lo que
da pesar es que ellos dos estaban muy animados con su visita. Al final todo
quedó así, en meras palabras y Camilo y Alejandra no hablaron del tema. Pero
escuché una vez que iba a entrar al cuarto que Alejandra discutía por celular,
lo más seguro es que era con su mamá. No le pregunté por eso porque me di
cuenta que no quería hablarlo.
—Sus papás otra vez, ellos son los que tienen a Alejandra así. Lo que me
preocupa es que ella es depresiva.
—Ay, no me lo menciones que me pones nervioso Keidys —pidió Gabriel.
—Es que es una realidad que no podemos ocultar, por no conversarlo es
que Alejandra no quiere ir con un psicólogo y esto cada vez se va a poner peor
—explicó Keidys.
—Está bien, voy a hablar con ella sobre lo que pasó —aceptó Gabriel.
—Sé que es difícil para ti el que Alejandra no le guste hablar sobre el
tema. Pero recuerda que ella tiene un problema y debemos de ayudarla.
Gabriel llegó al apartamento y encontró a Alejandra durmiendo. Era
temprano, seguramente hizo muchas cosas en el día. Se dirigió al cuarto de
Camilo.
—¿Qué sucede? —preguntó el joven.
—¿Qué sucedió con Alejandra? ¿Sabes lo que hizo hoy? —le preguntó.
—Ah… No sé, yo estuve en el colegio y después fui a trabajar al
restaurante, acabé de llegar —explicó Camilo.
—¿No te dijo nada?
—No, estaba dormida —respondió el muchacho.
—Bueno —dijo Gabriel y salió del cuarto para que el chico siguiera
chateando por celular.
A la mañana siguiente, Alejandra se despertó temprano y ayudó a Gabriel a
preparar el desayuno.
—Amor, ¿discutiste con Keidys? —le preguntó.
—Ah… Discusión de amigas, ya ahorita volvemos a hablar —respondió la
joven mientras hacía unos huevos revueltos.
—Estuve hablando con ella y me dijo que estás un poco rara en estos días.
¿Tienes algún problema? Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea —
dijo Gabriel.
—Ay, Gabriel, está muy temprano, no me molestes —gruñó Alejandra.
—Vamos, por favor, solo quiero ayudarte, no tienes que responder de esa
manera —se enojó el joven. Se calmó, fue lo que le pidió Keidys, que no
discutieran—. Mira amor, entiendo que estás pasando por un mal momento,
pero para eso somos pareja, para apoyarnos; por eso puedes hablar conmigo
cuando te sientas agobiada, entre los dos lo podemos resolver.
Alejandra volteó a verle, él le mostró una sonrisa y le dio un beso en la
frente. Todo quedó ahí, Camilo los quedó observando e hizo un gesto de
desagrado “tan temprano y ellos ya andan de melosos” pensó el muchacho.
Keidys en la hora del almuerzo fue a visitar a Alejandra, la encontró
viendo una serie de televisión.
—¿Por qué no tocas? —preguntó Alejandra al verla entrar a su
apartamento como si nada.
—¿Qué haces ahí tirada sin hacer nada? —preguntó Keidys cruzándose de
brazos.
—¿Quién te crees para decirme qué hacer? —gruñó Alejandra.
—Amiga… Ya, deja de estar así. Me preocupa que estés de mal humor
discutiendo con todos. ¿Qué te sucede? —Keidys se subió a la cama.
—Ay nada. Deja de meterle cuentos a Gabriel, hoy se comportó más raro
conmigo, tenía rabia, pero se contuvo. Ya pensaba que se iba a poner a discutir
conmigo a las cinco de la mañana —Alejandra se acomodó en la cama.
—Oh… ya veo, limpias el apartamento y te levantas temprano para que
Gabriel no sospeche que andas con los ánimos abajo —Keidys reparó el lugar.
—Obvio, después se pone a discutir diciendo que soy una gorda floja —
respondió la joven.
—Ay, deja de inventar. Gabriel no te llama gorda y mucho menos floja,
aparte, no estás gorda —regañó Keidys—. ¿Qué te sucede? ¿Por qué andas
así?, sabes que puedes contarme lo que sea.
—Es que… Mis papás otra vez, no llaman, dicen que van a venir y no lo
hacen. Me da tristeza el tener una familia así. Me siento sola, todos metidos en
su vida, yo siempre estoy metida en este cuarto, Camilo llega y se va
enseguida para estar con su noviecita, lo bueno es que no hace gran cosa, no
me da dolor de cabeza. Gabriel, siempre llega de noche, cena, se baña y
después se acuesta a dormir, ya no hablamos, si lo hacemos terminamos
discutiendo, sé que a él no le gusta hacerlo; por eso me evita. Me he limitado a
hacer que nada le incomode. Por eso me la paso escribiendo, leyendo y
arreglando el apartamento, los fines de semana es cuando voy a visitarlas a
ustedes y ya. Siento que mi vida es un asco.
—Alejandra, no digas que tu vida es un asco, no me parece. Me preocupa
tu depresión, mira, si tus papás son así deberías de viajar e ir donde ellos,
encararlos, decirle todo lo que piensas para ver si cambian, si no lo hacen
pues… Tú hiciste lo tuyo, tratar de arreglar la situación. Yo creo que tu
problema es que no dices lo que de verdad sientes por dentro. Si te parece que
Gabriel es muy dejado de su relación deberías decírselo, hablar con él y
decirle le de más animo a la relación porque eso ya te está aburriendo. A veces
Josef se pone en esas, se enfoca tanto en el trabajo y yo se lo digo “estás
descuidando la familia” comienza a sacarme un montón de excusas, pero yo
no dejo, enseguida le voy recordando lo que pasó el año pasado cuando salí
embarazada y enseguida comienza a prestarle atención a la casa —Keidys
miró fijamente a su amiga—. Uno no debe de quedarse callado, debes de decir
lo que piensas, se supone que ellos son tus padres, diles la responsabilidad que
tienen contigo y con tu hermano y a Gabriel lo que él decidió tener cuando se
metió a vivir contigo. Reclama tu lugar, yo sé que cuando lo hagas toda esa
tristeza que tienes por dentro se te va a quitar. Aparte amiga, creo que deberías
de ir con el psicólogo, te va a ayudar mucho. Cuando pasó lo de Josef y el
doctor me remitió con esa psicóloga yo me desahogué con ella y ¡uff! Fue un
alivio, cada vez que tengo consulta con ella le cuento todos los problemas que
me pasan y ella me ayuda mucho. Antes la veía tres veces a la semana, pero
ahora solo son los sábados y así hasta que ya esté totalmente bien.
Alejandra no sabía qué decir. Podía notar que su amiga, como siempre, se
preocupaba de más con los que tenía a su alrededor, solo la veía hablarle sin
detenerse, dándole salidas, hasta tomó su celular y le escribió el número de la
psicóloga que la atendía. ¿Qué podía hacer ella con su vida? ¿Debía de hacer
todo lo que su mejor amiga le aconsejaba?
Le daba mucho miedo enfrentar todo lo que le aquejaba, pero Keidys no la
dejó quedarse sumida en sus pensamientos. La hizo bañarse y salir a dar un
paseo, llamó a la empresa y dijo que cancelaran lo que tenía pendiente “otra
vez Keidys preocupándose de más” pensó Alejandra. Se quedaron en un
parque sentadas comiendo helado y viendo a las personas paras.
—Deberías de volver al gimnasio, así le mortificas la vida a Tomás —
recomendó Keidys.
—Él está con su novia, sería incómodo —respondió Alejandra.
—Oye, Marisol es una buena persona. Además, ella no tiene mucho
tiempo, se la pasa en la agencia y a veces sale muy tarde de allí —explicó
Keidys.
—¿Por qué la defiendes tanto?
—Porque es una buena persona, he comenzado a observarla y ella quiere a
Tomás, solo tenía miedo aquella vez por ese tipo de críticas que tú haces. La
pobre estaba asustada y no sabía lo que quería, menos mal Tomas se dio
cuenta de eso y la convenció de que se quedara, ahora están felices y juntitos.
Eso es bonito, él y ella son tal para cual. Se equilibran, ella es tímida y él un
extrovertido de primera categoría, ella es muy detallista, él alguien bastante
dejado. Ella insegura, Tomás es muy seguro. Me parece que su historia de
amor es muy hermosa —Keidys desplegó una gran sonrisa.
—¿Sabías que te preocupas de más por las personas? —preguntó
Alejandra.
—Lo sé, pero es que son mis amigos, las personas que me importan. No
quiero que estén mal, para eso somos amigos, sé que cuando yo tenga un
problema ellos me ayudarán ¿o no? —Keidys quedó esperando una respuesta
de su amiga.
—Claro que sí, siempre.
—Bueno, por eso es que trato de ayudarlos.
Alejandra desplegó una gran sonrisa, le encantaba la mejor amiga que
tenía, era alguien en la que podía confiar plenamente, sabía que no le fallaría.
—Alejandra, ¿recuerdas que nos sentábamos en esta banca cuando
salíamos del colegio? —soltó Keidys animada.
—Claro, nos burlábamos de las personas que pasaban —respondió la
joven.
—Ay, mira, ahora estamos sentada en ella, después de tantos años. Cuando
estemos viejitas tenemos que sentarnos aquí y hacemos que la gente se
tropiece con nuestros bastones para burlarnos y mostrar que no tenemos diente
—dijo Keidys.
—Ay, sales con unas cosas —Alejandra soltó una carcajada que acompañó
su mejor amiga.

Conmigo, con los dos


Alejandra se miró en el espejo, ese día era el cumpleaños de Tomás, pero,


también sería el día que hablaría con Gabriel sobre su relación. También tenía
la fecha en la que viajaría a casa de sus padres, enfrentaría todo lo que la tenía
en aquella depresión. Había creado toda una lista de las cosas que debía de
hacer que eran las causantes de aquel sentimiento amargo.
Llegó a la fiesta y saludó a Keidys que estaba emocionada porque la fiesta
para Tomás quedó perfecta.
—Amiga, no sabes lo que tuve que pelear con Tomás para que me dejara
planear todo. Es que sus otros cumpleaños quedaban horribles, todos sencillos,
era una cosa fea —dijo Keidys.
—Josef, debes de hacer que Keidys no se meta tanto en la vida de los
demás —chistó Alejandra.
—Créeme que trato de hacerlo, pero es imposible —explicó Josef.
—Ay ya, dejen de hablar mal de mí, yo solo trato de ayudar —regañó
Keidys. Todos soltaron una carcajada.
—Lo bueno es que todo te quedó muy bien —aceptó Alejandra.
Tomás estaba esperando a que Marisol se terminara de arreglar.
—Marisol, ¿qué tanto te demoras? —preguntó al entrar al cuarto, la chica
estaba en interiores.
—¡¿Qué haces?! ¡Sal! —le gritó.
—¿En serio? Yo creía que te estabas maquillando, pero no has hecho ni
eso. Llevo media hora esperando —renegó Tomás.
—Lo sé, me demoré bañándome, ya me termino de arreglar —dijo la joven
buscando el vestido que se había comprado. De pronto, sintió que la abrazaron
por la espalda y le plantaron un beso en el cuello—. Tomás, ¿qué haces?
—Es que no puedo resistir verte así, me provocas mucho —le susurró al
oído.
—Pero… Espera —Marisol sintió que su piel se erizó por completo.
—Por favor, solo esta vez, no importa si llegamos tarde —Tomás comenzó
a besarla y acariciar cada rincón de su cuerpo.
*
—¿Por qué Tomás demora en llegar? —preguntó Mateo a Keidys.
—No sé, lo he llamado varias veces, pero no me contesta. Seguramente
está esperando a que Marisol se terminara de cambiar, ella salió tarde del
trabajo —explicó Keidys.
—Sí, se quedó adelantando unas cosas. Por eso están retrasados —explicó
Gabriel a Mateo.
Cuando llegó el cumpleañero todos aplaudieron y le cantaron el feliz
cumpleaños. Todos transcurrió muy bien. La fiesta fue muy movida, como le
encantaba a Tomás. Lo que Alejandra no sabía era que esa conversación que
se estaba convirtiendo en una discusión terminaría en algo que la sorprendería
para siempre.
Alejandra se alejó de Gabriel con los ojos aguados, entró a la ruidosa
fiesta, él la siguió y la detuvo, de pronto, se arrodilló y todos los rodearon en
un círculo, comenzó a sonar la canción favorita de Alejandra y en una pared
aparecieron un letrero “¿quieres casarte conmigo?”, la joven se tapó la boca
con sus manos, frente a ella se encontraba Gabriel con una cajita pequeña
abierta que mostraba un hermoso anillo. Alejandra hizo un sí con su cabeza y
se abalanzó a él muy emocionada.
—Vaya, supieron ocultárselo a Alejandra muy bien —le dijo Josef a
Keidys.
—Yo no tenía ni idea de eso —confesó la muchacha.
—Lo sé, lo planeamos solo nosotros. Le dijimos que tratara a Alejandra
indiferente, para que la sorpresa fuera más grande —Josef soltó una risita
maliciosa.
—Ay, mira eso, ¡la pobre estaba sufriendo! —regañó Keidys.
Todo había sido un plan de los chicos para darle la sorpresa a Alejandra de
una propuesta de matrimonio sorpresa, algo que la impactara como siempre
quiso. Un montón de globos color rojo en forma de corazón cayeron del techo
cuando ellos se abrazaron y comenzaron a besarse, las personas a su alrededor
empezaron a aplaudir. Alejandra se sintió en un momento tan perfecto, en
momentos como ese era en los que se daba cuenta que había elegido a la
persona perfecta para ella.
—Wao, qué hermoso —soltó Gera mientras observaba a la pareja que
ahora estaba comprometida.
—¿Cómo te gustaría que te propusieran matrimonio? —le preguntó
Santiago.
—La verdad, nada extravagante, solo quiero que me digan que me aman y
que esa persona quiere pasar el resto de su vida conmigo, ya, al final, eso es lo
que tiene valor, el amor —explicó Gera. Santiago entrelazó su mano con la de
la chica, después le dio un beso.
*
Mateo y Claudia salieron de la fiesta, querían llegar a su casa y estar en
completa tranquilidad. Mientras iban en el auto sonaba una tranquila canción
por la radio, Claudia la iba musitando mientras su cabeza se movía al compás
de la música. Mateo soltó una pequeña carcajada por este acto, después
comenzó a cantar la canción.
En casa esperaba la madre de Mateo cuidando al pequeño Cristian. El bebé
dormía plácidamente en su cuna, la señora estaba dormida en el cuarto de
huéspedes, pero le abrió a la pareja. Ellos hablaron un rato con ella y después
entraron en su cuarto.
—Vaya que supieron planear esa propuesta, nunca llegué a sospechar,
¿ahora cuál viene? ¿Gera? Me imagino que sí, ¿qué le querrá planear
Santiago? Él es tan romántico —decía Claudia mientras comenzaba a
desvestirse para ponerse algo cómodo.
Mateo se acercó a ella lentamente y rodeó su cintura con sus manos.
—Seguramente será un detalle muy hermoso. Para nuestras mujeres
siempre será lo mejor —dijo el joven. Claudia soltó una pequeña carcajada.
—¿Sabes? Siempre le he dicho a las chicas que tenemos a los mejores
hombres, por más que se equivoquen siempre tratarán de hacernos felices —le
dio un pequeño beso al joven en la boca—. Te quiero mucho.
—Ah… Tú tan hermosa como siempre, yo te quiero más. Siempre,
siempre voy a agradecerle a Dios por haberme mandado a una mujer tan
hermosa para mí —hubo un poco de silencio—, a veces siento que no merezco
a esta linda familia que me has dado.
—Claro que sí, te lo mereces por siempre estar conmigo, en las buenas y
en las malas —Claudia lo abrazó fuerte.
A aquella pareja le encantaba su vida, todo sencillo, siempre una pequeña
rutina tranquila, un hijo que era su adoración, noches llenas de su música
favorita, conversar sobre temas de su agrado, recordar aquellos momentos
donde las carcajadas salían a flote y siempre, siempre recordarse lo cuánto que
se amaban.
En su casa había muchos cuatros de ellos siendo novios en el colegio, la
universidad, cuando fundaron su primer restaurante, los viajes que habían
tenido, un cuadro grande donde estaban con su bebé en brazos, su grupo de
amigos. ¿Qué más podían pedirle a la vida? Solo que les diera más días para
poder estar juntos.
*
Santiago tenía en su espalda a Gera, caminaban por el andén de la larga
carretera mientras soltaban carcajadas. Él había aprendido mucho de Gera,
vivir la vida a cada momento. Cuando se estaba al borde de la muerte se
aprende que solo tenemos un pequeño corte de aquel gran rollo de tela que es
la vida. Así que hay que aprovecharlo al máximo.
Llegaron al apartamento y Santiago se acostó en la cama mientras Gera
trajo un plato lleno de palomitas de maíz. Santiago encendió el televisor y
comenzaron a ver una película. Hablaban de todo un poco mientras criticaban
cada cosa que aparecía en la película mientras soltaban carcajadas, después,
terminaron apagando el televisor y se arruncharon en la cama. Santiago
acariciaba el cabello de la joven mientras le cantaba una canción al oído.
—¿Cómo te imaginas dentro de diez años? —preguntó la joven.
—Contigo —respondió el muchacho.
—Lo sé, pero, ¿cómo? —ella lo observó fijamente.
—Bueno… En una linda casa, como la que siempre hemos soñado, con un
hijo, tal vez dos. Con un perro, noches como estas, enseñándote a cocinar —
los dos soltaron carcajadas—. También me imagino viajando por el mundo, a
todos los países que quieres conocerse, tomarnos muchas fotos para que
cuando nuestros nietos quieran saber nuestra historia poder contarles algo
fantástico.
Gera quedó anonada escuchando al muchacho mientras tenía su cabeza
recostada a aquel pecho que tanto amaba.
—¿Y tú? ¿Cómo te imaginas nuestro futuro? —preguntó Santiago.
—Despertarme un día por dos niños que se montan en nuestra cama y
comenzamos a jugar con ellos, después, bajamos a la cocina y yo comienzo a
preparar un desayuno, pero claro, me tienes que ayudar, sabes que no se me da
muy bien el cocinar. Como es un fin de semana, nos quedamos todos en la
casa, esa que siempre hemos imaginado, los niños juegan en el patio con el
perrito que decidiste comprar, pero que no yo soporto porque ladra mucho.
Nos sentamos debajo de un árbol en nuestros sillones favoritos y nos damos
cuenta que todo lo que siempre quisimos lo hemos obtenido y eso nos hace
sentir muy bien, porque nos amamos y hemos podido edificar lo que alguna
vez creímos una fantasía.
Santiago abrazó fuertemente a Gera, amó aquellas palabras, su corazón
comenzó a latir fuertemente por la felicidad que estaba sintiendo en aquel
momento.
—Te amo —le dijo en un susurro. Después comenzó a besarla—. No me
arrepiento de aquel día haber ido detrás de ti, porque sabía muy bien que eras
la mujer indicada para mí.
*
Josef estaba aburrido de escuchar a Keidys todo el camino, llegaron al
cuarto y ella se estaba quitando los tacones mientras hablaba sobre los planes
que tenía de una supuesta reunión familiar que iba a hacer.
Josef caminaba por el cuarto tratando de dormir a Luis Ángel que estaba en
su regazo, pero claro, con esa habladuría se le hacía imposible. La nana entró
al cuarto:
—Señor Josef, yo duermo al bebé —se ofreció.
—No nana, gracias, quiero dormir a mi hijo. Solo que alguien no me deja
—miró a su esposa.
—¿Qué pasó conmigo? —preguntó inocente.
—Amor, baja la voz, el bebé no se puede dormir por lo fuerte que hablas
—le pidió.
—Ah… No sabía —Keidys se dirigió al baño.
—Señor, téngale paciencia —dijo la nana entre una carcajada que él
compartió y después la señora salió del cuarto.
Josef, como de costumbre, se sentó en el sillón a acurrucar a Luis Ángel,
pero él estaba muy imperativo.
— Amor, ¿Luis Ángel durmió en la tarde? —le preguntó cuando salió del
baño.
—Ah… sí, nos quedamos dormidos —explicó ella.
—¿Por qué? Ahora no quiere dormir —dijo él.
—¿Por qué más? Teníamos sueño —Keidys como si nada comenzó a
ponerse su ropa para dormir.
En momentos como ese era que Josef se sentía muy incómodo y de cierta
manera, enojado con Keidys. Ella lo sabía, tenía rabia, soltó una carcajada, él
la fulminó con la mirada.
—Ay, Josef… No te enojes. Yo sé que a veces no me soportas, pero así me
amas —se acercó a él y comenzó a besarlo—. Ven, yo duermo a este inquieto
—lo tomó en sus brazos—. El pequeño quiere estar con mamá, ¡shi… mamá
es la mejor!, yo me duermo con ella —comenzó a decir Keidys.
Josef solo sabía observarla, Keidys comenzó a caminar de un lado a otro
mientras decía cosas que, según ella, era lo que pensaba el bebé. Al final,
terminó sentada en la cama jugando con Luis Ángel que nunca se durmió, solo
se escuchaban las risas del bebé y ella.
Josef se sentó al lado de su esposa que tenía al bebé en sus brazos, así fue
como los tres comenzaron a jugar y terminaron acostados en la cama.
—¿Cómo crees que será Luis Ángel cuando grande? —preguntó Keidys.
—Bueno. Por ahora ha sido un bebé muy calmado, creo que se parecerá
mucho a mí, bueno, en ese aspecto, muy tranquilo y con una actitud bastante
madura para su edad. Pero será un niño feliz, nosotros nos encargaremos de
que tenga una vida muy tranquila —respondió Josef.
—Claro que sí. Haré que goce su niñez como un niño común y corriente,
que corra, se divierta como nunca. Si se comporta como tú trataré de que sus
amigos lo animen, así como nosotros lo hacíamos contigo —Keidys soltó una
pequeña carcajada.
—Espero que pueda encontrar unos grandes amigos como los que nosotros
tenemos —Josef rodó su mirada a Keidys—. Y que pueda encontrar a una
bella mujer como la que yo encontré.
—Tan lindo tú —Keidys se sonrojó. Se acercó y le dio un beso—. Te amo,
te amo mucho.
—Y yo más —Josef le dio otro beso.
*
Gabriel y Alejandra llegaron al apartamento muy alegres por lo que había
sucedido, estaban solos, Camilo decidió quedarse con Sofía en la casa de la
señora Tatiana. Alejandra corrió hasta en cuarto y Gabriel la siguió, se
subieron a la cama y comenzaron a besarse.
La joven recordaba el primer día que conoció a Gabriel, el día que le tomó
la foto en aquel mirador nunca se imaginó que sería ese niño que le enseñó a
leer y sería el padre de sus hijos, aquel con el que aprendería a vencer sus
miedos, el que estaría en sus momentos difícil. Aquel día, a sus diecisiete años
cuando le escribió la carta había decidido luchar por aquel amor que le tenía y
no le importó todo el tiempo que tuvo que esperar para poder estar a su lado,
la distancia no era una excusa y ahora ahí estaban, sintiendo que podían tener
toda una vida por delante.
—¿Cuántos años quieres estar conmigo? —le preguntó Alejandra a
Gabriel.
—Todos los que me queden de vida —susurró el joven y después le dio un
beso apasionado.
Alejandra observó por un rayo de luz los ojos gateados del muchacho,
desplegó una sonrisa al recordar el primer día que los observó detenidamente
mientras observaban las estrellas al salir del colegio.
—¿Qué sucede? —inquirió Gabriel.
—Que me siento afortunada al tenerte —respondió ella.
—Y no sabes lo feliz que me hace el haberme dado cuenta que la vida me
premió con la mejor mujer. Te amo mucho, nunca me arrepentiré de haberme
fijado en ti, eres el amor de mi vida —dijo Gabriel.
En aquel momento Alejandra imaginó el cómo podría plasmar su vida en
un libro, anteriormente creía que sería en un libro muy triste, pero ahora ya
sabía que no sería así. Sería una tierna historia de amor, una donde conoce el
amor de su vida a muy temprana edad, después, pasan los años y se
reencuentran cuando están adolescentes, pero ella está enamorada de un amor
platónico que es algo tóxico para su vida. El amor de su vida lucha para
hacerle ver que será él quien se encargará de hacerla feliz y gracias a eso viven
una historia de amor, una muy tierna donde ni la distancia pudo separarlos.
Una historia como la de un libro, como siempre quiso.
¿Una persona se puede embriagar de amor? Esa era la pregunta que se
hacía Tomás al estar sentado en la orilla del mal junto con Claudia. La luna
estaba llena y las estrellas estaban muy brillantes esa noche.
—Es cierto, se siente como si estuviera en otro planeta —le dijo Marisol al
joven, él volteó a verla, ella desplegó una sonrisa.
—A veces siento que tú eres una de ellas —confesó Tomás.
—¿Por qué?
—Cuando te fuiste sentí que esa noche perfecta donde vimos los fuegos
artificiales te habías convertido en una estrella, hermosa, que amaba, pero que
nunca podría tener. Eso es muy triste —explicó Tomás.
—¿Recuerdas la lista? —Marisol se acercó más a él y le dio un beso en los
labios.
— Uno, convertirme en tu mejor amigo, dos, ayudarte a que puedas ser
más feliz, que aprendas a protegerte por ti misma, tres, planear cinco puntos
juntos, después de eso, viajar contigo a algún lugar que los dos nos encante y
por último… No lo debes de responder ahora —recordó Tomás.
—Bueno. Ya cumpliste las dos primeras, ahora debemos de planear cinco
puntos juntos —dijo Marisol y después hizo que Tomás se tumbara en la arena
para ella acostarse en su pecho mientras contemplaba el rostro del joven.
—Bueno… Creo que ya comenzamos a hacer la cuatro.
—¿Cuál es la cuatro? —inquirió.
—No dejar que nada nos separe, por más problemas que lleguen, seguir
juntos —respondió Tomás mientras apreciaba las estrellas.
—Cinco, pasar todo un día juntos, solo nosotros dos. Seis, imaginar
nuestra vida a largo plazo —dijo ella.
—Siete, comenzar a construir lo que imaginamos, podríamos comenzar por
vivir juntos —se miraron fijamente y soltaron risitas traviesas.
—Ocho, me debes ayudar a hacer las cosas que nunca he hecho por miedo,
esa es una lista aparte —se emocionó Marisol—. Siempre he querido aprender
a nadar, manejar bicicleta, saltar con paracaídas o como se llame ese deporte
—Tomás soltó una carcajada al verla emocionada, se sentaron para estar más
cómodos, Marisol comenzó a hacer su lista mientras la enumeraba con los
dedos de sus manos—, siempre, siempre, he querido tener mi propia sesión de
fotos, o sea, que yo sea la modelo, pero nunca lo he hecho porque pienso que
mi cuerpo es feo, ¡ah…! Cuando me imagino en un futuro me veo siendo una
mujer que le gusta mucho el deporte, come sanamente, aunque, a veces se da
sus pequeños pecados.
—Sus pequeños pecados —se burló Tomás entre risitas.
—También me veo viviendo con mi pareja y tenemos un par de camisas
iguales, tomarnos una foto con ella y ponerla en un portarretratos al lado de
nuestra cama. Ya sabes, ser una pareja moderna que viaja por el mundo y
hacen muchas cosas juntos, algo extremo, cool, pero sincero —Marisol dejó
salir un suspiro al imaginarse todo eso—. Me sentiría como una chica con una
vida perfecta. Pero después vuelvo a la realidad y me doy cuenta que soy muy
insegura para lograr ser esa chica a la que admiro mucho.
—Pero puedes lograrlo, la idea es que yo te ayude y que todo eso que
quieres puedas tenerlo, construirlo entre los dos —explicó Tomás, rodeó la
cintura de la joven con sus manos—, ¿sabes lo más curioso de eso?
—¿Qué?
—Estás al lado de alguien que gran parte de tu lista lo ha hecho y también
te admiraría mucho, bueno, más de lo que te admiro al poder convertirte en la
chica que tanto quiere ser.
—¿Y cuál es tu lista? —preguntó Marisol.
—Bueno, desde que la hice la he realizado casi toda. La cree cuando tenía
diecisiete años. Uno, entrar a la universidad, dos, ganar una medalla de oro en
una competencia internacional de natación, tres, viajar a tres países diferentes,
cuatro, aparecer en las noticias, no me preguntes el por qué, solo quería
hacerlo —Marisol soltó una carcajada—, cinco, independizarme, tener un gran
apartamento, carro, mi propio dinero, seis, bucear, irme en un crucero y poder
dormir en mar abierto, quería saber lo que se sentía. Después, no hace mucho
cree la otra parte de esa lista, una que creía que nunca iba a poder cumplir,
siete, encontrar a la chica perfecta para mí, después me di cuenta que no debía
ser perfecta, que tenía que ser la chica que me hiciera sentir seguro de lo que
quería para mi futuro, ocho, poder conquistar esa mujer, nueve, crear una lista
con ella, diez, vivir el resto de mi vida a su lado.
Marisol lo abrazó, se acurrucaron entre sus brazos para poder sentir el
calor de sus cuerpos.
—Te ayudaré a cumplir toda tu lista —le dijo Marisol muy cerca de su
rostro.
—Y yo la tuya —Tomás le robó un beso.
¿Se puede encontrar el amor verdadero? Eso era lo que se preguntaba
Tomás en aquel momento, porque sentía que Marisol era la chica perfecta, esa
que le hacía gritar que quería estar el resto de su vida a su lado. Quería que
fuera feliz, que se sintiera segura de sí misma y se diera cuenta que lo hermosa
y lo lejos que podía llegar si se proponía a hacerlo.
Así fue como llegó el día, las parejas comenzaron su rutina diaria, aunque,
Alejandra había planeado ir a visitar a sus padres, pero sola, necesitaba sentir
que hacía algo por sí misma. Así que esa mañana Gabriel se despidió de ella y
la vio partir en la larga e interminable carretera no sin antes recordarle que
todo iba a salir bien, que él la amaba y sabía que ella podría hacerlo.
Keidys tuvo un desayuno lleno de muchas carcajadas junto a Josef,
después, sus padres llegaron a la casa a pasar el día, así que las dos familias
estuvieron juntas ese día.
Claudia y Mateo, decidieron pasarse el día juntos, arrunchados en la cama
y en la tarde ir a visitar la familia y pasar un día agradable, lleno de mucha
tranquilidad.
Santiago y Gera visitaron a Keidys, se suponía que las familias estarían
reunidas. En la tarde llegó Gabriel a la casa de Josef, estaba solo y quería
distraerse un rato.
Marisol y Tomás se levantaron temprano, ella renegó un poco, quería
dormir todo el día, pero él le propuso algo mejor, aprendería a nadar. La chica
ni tenía bañador, nunca se quiso comprar uno porque sentía que no les
quedaba bien, así que primero debieron pasar a comprar uno, el problema
estaba era en que se lo pusiera. Cuando estuvieron frente a la piscina (era la
que tenía el edificio, así que no era profunda) ella no quería entrar, así que
Tomás tuvo que empujarla para que se diera cuenta que no se iba a ahogar en
ella.
Marisol se le hacía difícil aprender a nadar, Tomás debía explicarle una y
otra vez, lo bueno era que tenía a un profesor que estaba dispuesto a enseñarle
a nadar. Así que estuvieron todo el día metido en la piscina, bueno, Tomás no
tenía problema alguno con nadar todo el día, era su pasión, se sentía como pez
cuando estaba en el agua. Algo que no pasaba con Marisol, se sentía cansada y
ella no nadaba, chapoteaba, por un momento se frustró porque Tomás no
dejaba de burlarse de su manera de nadar.
—¡Amor… Ven! —la llamó cuando ella estuvo a punto de salirse.
—No, solo sabes burlarte de mí —renegó la joven.
—Ya, ven, no me burlo —la tomó de un brazo para impedir que se saliera.
Alejandra llegó a la casa de sus padres, los había tomado por sorpresa, no
avisó que iría a visitarlos, sabía que si lo hacía tomarían alguna excusa barata.
—¡Hija…! —se impresionaron al verle. La dejaron pasar.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no avisaste que vendrías? —le preguntó su
padre un poco asustado. Ya se estaba haciendo de noche, un poco más y la
cogía la oscuridad en el camino.
La sentaron y comenzaron a ofrecerle todo lo que encontraban a su paso.
Al final, se sentaron en la terraza de la casa para hablar un rato.
—Me voy a casar con Gabriel —les informó.
—¡Vaya, qué estupenda noticia! —se emocionaron.
—¿Cuándo te propuso matrimonio? —preguntó su mamá.
—Ayer, cuando estábamos en el cumpleaños de Tomás —contó la
muchacha.
—Qué bueno hija, él es un buen muchacho —dijo su papá.
—Dime hija, ¿cómo está tu hermano? —comenzaron el interrogatorio.
—Él está muy bien, es novio de Sofía, la hermana mejor de Josef, llevan
ya como seis meses de noviazgo, no sé exactamente, pero parece que van muy
en serio. Ya son hasta oficiales en la casa de Sofía, bueno, Josef quería matarlo
cuando se enteró, hizo que tuviera una conversación con su abuelo, se podrán
imaginar lo asustado que estaba Camilo, hizo hasta que le comprara ropa
nueva para esa ocasión —Alejandra soltó una carcajada—. Va muy bien en el
colegio y trabaja todos los días en el restaurante de Claudia.
—Qué bueno, me alegra que todos estén muy bien. Sabíamos que Camilo
estaría mejor contigo —dijo su papá.
—No, la verdad es que no está muy bien, le hace mucha falta estar con sus
padres, al igual como yo me sentí cuando ustedes me mandaron con mi tía. La
verdad es que no me acuerdo del día en que estuve con ustedes viviendo aquí,
ahora Camilo dice que él solo fue un problema para ustedes, lo mismo que yo
pensé por mucho tiempo. Por más cómodos que estemos en la ciudad, siempre
sentiremos la ausencia de unos padres porque ellos ni nos van a visitar —
comenzó a desahogarse Alejandra.
—Hija… —trató de decir sus padres.
Hubo un momento de silencio donde solo se escuchaba el silencio de los
grillos y algunos sapos que cantaban alrededor de la quebrada que quedaba
cerca de la finca.
—Ni a Camilo y mucho menos a mí nos gustaría que ustedes sigan siendo
tan ausentes de nuestras vidas. No estuvieron en mi graduación, por lo menos
estén en la de Camilo, que él recuerde ese día con la felicidad de sus padres.
Me encantaría que mi mamá esté cuando me pruebe el vestido de novia, que
mi papá me entregue en el altar y más adelante estén cuando nazca mi hijo. Si
el problema es de dinero, yo puedo pagarles todo, solo tienen que pedirlo. ¿O
es que acaso ustedes en realidad creen que somos un problema para sus vidas?
—los ojos de Alejandra se inundaron de lágrimas.
—Oh… Hija, claro que ustedes no son ningún problema, al contrario, son
una bendición. Solo que, nos parece que ustedes están mejor allá y que
seremos nosotros el problema en sus vidas, mírate, eres toda una profesional,
una escritora famosa, ¿no te avergonzaría que tu madre sea una pobre
campesina y que tu padre no sea un empresario famoso? Los padres de Gabriel
son millonarios, tan refinados, en cambio nosotros solo tenemos este pedazo
de tierra —la señora soltó el llanto.
—Mamá, claro que no, ustedes son mis padres, ¿cómo puedo
avergonzarme de las personas que me dieron la vida? No me importa si los
padres de Gabriel tienen todo el dinero del mundo, yo soy su hija, no me tengo
que avergonzar de ustedes. ¿Entonces esa es la razón por la que ustedes no nos
visitan? —Alejandra desplegó una sonrisa de alivio.
—Llegar nosotros a ese edificio con estos harapos —ropa—, no queremos
avergonzarte —confesó el señor.
—Si ese es el problema puedo comprarle toda la ropa que quieran, no se
preocupen. Solo les suplico que comiencen a visitarnos, les compro una casa
en la ciudad, la que ustedes quieran, así no tienen que molestar a nadie. Pero
dejen que yo los ayude, sé que están pasando necesidades y no saben lo mal
que me pongo cuando me niegan ayudarlos. ¿Qué hago con tener dinero y no
poder ayudar a las personas que tanto me importan? —Alejandra dejó salir las
lágrimas.
—Hija, es que nosotros no te dimos nada, no sabes lo culpables que nos
sentimos por no poder darte estudio por nuestra mano, sino que tuvimos que
enviarte allá, estar de arrimada donde tu tía, ella fue la que te dio todo —
confesó el señor con un nudo en la garganta—. Me hubiera gustado darle a ti y
a tu hermano sus estudios, así que no son unos problemas, nosotros somos los
que no servimos para nada.

Tú y yo

Alejandra se quedó todo el fin de semana con sus padres, la relación


cambió por completo; ella insistió para que se mudaran a la ciudad, o al menos
pasaran temporadas allí y aceptaron. Así fue como Alejandra regresó con una
enorme felicidad, todo había salido muy bien.
—Claro, entonces les dije que se vinieran a vivir a la ciudad, pero ellos
muy poco visitan es porque no les gusta molestar a los demás y para resolver
eso les dije que les compraba una casa para que así vinieran y se quedaran más
tiempo. Sabes que ellos no aceptan nada, pero esta vez sí aceptaron, la idea es
mejorar nuestra relación. Así que la otra semana vendrán, se quedarán en la
casa de mi tía, vamos a ver todo esto que te estoy contando, les compraré una
casa y veremos lo de la bodega en el mercado —hablaba Alejandra animada
sobre los planes que tenía con su familia.
Gabriel solo sabía escucharla muy atenta, amaba verla feliz, siempre que lo
estaba sus mejillas estaban sonrojadas y podía escuchar su risa, algo que le
encantaba.
—Qué bueno amor, ojalá todo siga mejorando. Mira, si quieres podemos
hacer una cena entre las dos familias, así nos relacionamos mejor, mis papás
preguntan mucho por los tuyos. Me encantaría que hubiera más comunicación
entre las dos familias y esta es la oportunidad para hacerlo —propuso Gabriel.
—¡Claro! Me encanta esa idea —aceptó Alejandra animada.
Siguieron hablando sobre los planes a futuro, Camilo entró al apartamento,
a su lado estaba Sofía, Alejandra se acercó a él y le contó la gran noticia.
Camilo, como niño pequeño, se impresionó y comenzó a hacerle preguntas a
Alejandra, después se quedaron a hablar sobre lo que la joven habló con sus
padres.
Alejandra comenzó a ir a terapias psicológicas que le ayudaron mucho;
quería cambiar y tener un mejor estilo de vida. Y así pasaron los días.
—Claro, quiero bajar cinco kilos este mes, sé que lo voy a lograr —dijo
Alejandra al lado de Keidys y Marisol.
—Bueno, ¿qué tanto se demora Tomás? —preguntó Keidys comenzándose
a demorar.
—Siempre llega tarde —explicó Marisol.
—Después dice que las mujeres son las que más demoran en arreglarse,
vamos a hacer ejercicio, ¿qué tanto se arregla? —refunfuñó Alejandra.
En aquel momento llegó Tomás al gimnasio, comenzó a saludar a todos los
que se cruzaban por su camino.
—¿Qué tanto te demorabas? —regañó Keidys, Tomás no le prestó mucha
atención y saludó su novia con un beso.
—Cuando las espero yo no les digo nada —respondió el joven.
Tomás les dijo que hicieran diez vueltas a una cancha de futbol que tenía el
gimnasio, al principio todo iba muy bien, pero al pasar el tiempo ellas no
podían dar una vuelta más. Keidys había perdido el físico por completo,
Alejandra nunca le gustó correr y Marisol, bueno, ella no era buena para hacer
ejercicio.
—¡Vamos, solo faltan seis vueltas! —daba ánimo Tomás. Pero ellas
sentían que eso no motivaba mucho.
La idea de las chicas era terminar el año con una rutina saludable, se
impusieron metas y para Alejandra era muy importante, se iba a casar y quería
que el vestido que había visto le quedara. Así que todas las mañanas se
levantaban muy temprano para hacer su rutina, al principio todo el cuerpo les
dolía tanto que Marisol no quería volver al gimnasio, pero Tomás no dejó que
terminara de procesar esa idea, casi se la lleva a rastras.
Algo muy bueno que pasó fue que la relación entre Alejandra y Marisol
cambió mucho al pasar de los días, comenzaron a hacerse amigas; pero no una
amistad hipócrita, no, era una relación muy sincera. Pronto hicieron planes
para salir a trotar los fines de semana, comprar ropa deportiva y hacer cosas de
chicas. Trataron de incluir a Claudia y Gera, pero a esas se les cansaba el ojo
con solo ver las afueras del gimnasio.
—¡Mira esta falda tan hermosa! —soltó Claudia al estar en una tienda de
ropa deportiva.
—¡Oh…! ¡Sí! Está muy bonita, pero —Marisol la reparó—, si te la vas a
comprar debes de utilizarla.
—Bueno, tú puedes comprarla —recomendó Claudia desplegando una
sonrisa.
—¡Madre mía! Primera vez que veo a una persona que le huye tanto al
ejercicio —soltó Marisol.
—¿Sabes que se te acaba de salir ese acento tuyo? ¡Madre mía! —Claudia
soltó una risotada—, por un momento creí que no estaba en Colombia.
—Bueno, no puedo hacer nada, yo no nací en Colombia —se defendió
Marisol.
—Tranquila, no lo digo a mal, me gusta ese acento españolete. Al principio
molestábamos mucho a Gabriel y a Gera por eso, pero después perdieron el
acento, ahora debemos de molestarte a ti. —Claudia soltó una risita.
—Ya, tengo suficiente con Tomás y los demás —pidió Marisol.
—Es que me da mucha risa, a veces no se te siente tanto, pero cuando te
impresionas o enfureces dejas salir todo lo que llevas dentro —chistó Claudia.
—Bueno, ya, que yo no los molesto con su acento costeño que a veces ni
les entiendo lo que dicen, me confunden con todos esos términos que utilizan.
Tomás es uno al que a veces debo pedirle que repita lo que dijo, le pregunto
“¿dónde dejaste el control del televisor?” y me hace un morrito con la boca, yo
quedo totalmente confundida, le digo “venga tío, que no entiendo nada de lo
que estás diciendo”, al final entendí que esa es su forma de señalar el lugar,
con la boca —en aquel momento se estaba acercando Keidys con Alejandra
que prestaron atención a lo que explicaba Marisol. Todas soltaron la carcajada.
—Bueno, es que el costeño es un ser muy complejo —explicó Keidys.
—Bueno, pero nos hemos salido del tema original. Por favor Claudia, ven
con nosotras un día a trotar, después, si no te gustó, simplemente no vas más
—pidió Marisol.
—No lo sé, me da flojera. No tengo físico y sé que Tomás está loco por el
ejercicio —Claudia quedó algo pensativa—. Cuando el plan sea hacer
ciclorruta yo las acompaño.
Aquella idea les gustó mucho a las chicas, así que planearon una salida
para ir todo el grupo. Marisol quedó bastante triste, ella no sabía manejar
bicicleta, cuando intentó aprender casi la atropella un carro, eso la asustó y al
final no se volvió a montar más en una. Cuando les contó a las chicas ellas
solo le dijeron “aprende”, le pareció tan fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo.
—Ajá, es fácil aprender, no le veo nada de malo —soltó Tomás.
—Claro, claro, es muy fácil decirlo, pero ponte en mi situación. ¿Crees que
yo voy a lograr hacer toda esa ruta si soy muy torpe? —cuestionó Marisol
mientras daba vuelvas por la sala cruzada de brazos.
—Amor, vamos, es muy fácil. Si quieres podemos salir ahora a practicar.
Pero este paseo no te lo puedes perder. Mira, ya aprendiste a nadar, el
siguiente paso es aprender a manejar bicicleta. Así pierdes todos tus miedos —
Tomás se acercó a ella y trató de sacarle una sonrisa.
—Vale, pero, debes de tenerme paciencia, sabes que me desespero con
nada —pidió Marisol.
La muchacha terminó con varios raspones en su cuerpo. Pero estaba muy
animada dando vueltas por un parque, era un poco torpe, casi se lleva a una
señora por delante, pero ella estaba concentrada en aprender y divertirse;
Tomás tenía el corazón acelerado cuando veía que la joven debía de cruzar.
Era el día de la salida, todos esperaban a una orilla de la carretera, el
peligro de esa ruta era que tenía muchas zonas empinadas y pasaban camiones
de carga pesada y larga por allí. Pero Marisol sentía que debía de hacerlo para
poder vencer todos sus miedos, estaba logrando cumplir su lista y eso creaba
una gran llama en su interior.
—No puedo creerlo, ¿de verdad vas a subir en bicicleta? Pero si tú no
sabes manejar —dijo Gabriel cuando la vio llegar.
—¿Qué hay de malo en eso? Quiero hacerlo, ya aprendí a manejar —
respondió ella.
—¡Qué genial! Llegaste, yo sabía, ya verás, es fácil, arriba hay unos pozos
deliciosos, te van a encantar —soltó Keidys cuando se acercó a Marisol.
—Bueno, pero ve con cuidado, hay muchas curvas —aconsejó Gabriel.
—Ya, deja de asustarla, suficiente tiene con venir —regañó Alejandra a
Gabriel.
—Bueno, creo que debemos de comenzar, ahorita el sol comenzará a
calentar y el camino es largo —dijo Josef.
—Sí, tienes razón —Mateo se subió en su bicicleta y los demás hicieron lo
mismo, pero todos quedaron a la expectativa con Marisol.
—¡Vamos, dejen de mirarme así, no me va a pasar nada! —Marisol soltó
una carcajada.
—Amor, adelántate —pidió Tomás.
Marisol comenzó a manejar de manera muy torpe, todos se asustaron al
verla. Tomás empezó a frotarse la cara con sus manos y después llevó una
mano a su cabeza:
—¡Marisol, vas en contravía! —le gritó. La joven al escuchar esas palabras
y ver que un carro comenzó a pitarle rápidamente cruzó al carril que debía de
tomar.
—Es mejor que no te separes de ella, un descuido y se la lleva un carro —
aconsejó Mateo a Tomás.
—Esto es una locura —esbozó Gabriel.
Pronto todos comenzaron a pedalear carretera arriba, Gabriel se había
llevado una cámara para filmar algunos paisajes, se acercó a Marisol quien
estaba completamente sudada por la subida.
—Si quieres puedes subirla a pie —recomendó Gabriel.
—Claro que no, debo de sacar físico —la chica comenzó a pedalear más
rápido dejando el chico atrás con la boca abierta.
—¿Cuándo cambió tanto? —se preguntó.
Los paisajes eran hermosos, el sol salía detrás de las grandes montañas
bañadas por una manta verde llena de mucha frescura. Los árboles gordos y
muy altos cubrían la larga carretera de mucha sombra fresca, el aire era
bastante puro, se sentía que ya no estaban en la ruidosa ciudad. Pronto
comenzó a verse la quebrada que descendía de lo alto de la montaña.
—¿Cuánto falta para llegar a Minka? —le preguntó Marisol a Tomás.
—Bueno, recuerda que te había dicho que era bastante lejos. Pero ya
vamos a mitad de camino —respondió el joven.
Parecía eterno el trayecto, pero el bello paisaje de la naturaleza
recompensaba aquel interminable trayecto. Decidieron parar en un mirador
para tomarse fotos, desde allí se apreciaba un paisaje de la quebrada y toda su
naturaleza. Comenzaron a tomarse fotos para poder tener recuerdos de aquella
salida.
—En diciembre debemos de subir a la Sierra Nevada. Te va a encantar,
esto le queda pequeño —le dijo Keidys a Marisol.
—Me han hablado mucho de ese lugar, me encantaría conocerlo —aceptó
la joven.
—Cuando yo la conocí quedé impresionada. La familia de Alejandra tiene
finca cerca de allí, vamos a ir en diciembre, no te lo puedes perder —contó
Keidys.
Siguieron su recorrido y al llegar se encontraron con la naturaleza en todo
su esplendor, las chicas comenzaron a quitarse la ropa y dejar relucir sus
vestidos de baño. Marisol estaba muy cansada para irse a bañar, así que
decidió quedarse sentada en una silla a observar el grupo divertirse.
Gabriel se sentó al lado de la joven y le pasó un poco de agua que llevaba
en su termo.
—Has cambiado mucho —dijo el joven.
—¿Por qué dices eso? —volteó a verlo.
—Bueno, tú nunca harías cosas como estas. La antigua Marisol se hubiera
venido en auto, ni loca se montaba en una bicicleta, de hecho, no dejaste que
nadie te opacara con sus comentarios, te defendiste y sorprendiste a todos al
terminar toda la ruta. Me alegra ver ese cambio —Gabriel desplegó una
sonrisa—. Estar con Tomás te ha beneficiado mucho.
—Quiero hacer todo lo que nunca me atreví a hacer por miedo. Lo bueno
es que Tomás me apoya en todo —Marisol dejó salir un suspiro.
—¿Ya sabes nadar?
—Claro, ahora vivo con un nadador empedernido. Prácticamente es un
requisito el saber nadar, casi todos sus planes tienen agua —Marisol soltó una
pequeña carcajada.
—Bueno, quiero verte nadar, vamos —Gabriel se levantó de la silla.
—No, estoy cansada, no puedo más —se negó la joven.
—Claro que no, entras a las buenas o a las malas. Ellos no van a permitir
que hayas llegado hasta este punto y no te metas al agua —explicó Gabriel.
—Está bien —Marisol se levantó de la silla.
Cuando comenzamos a enfrentar nuestros miedos empezamos a disfrutar la
vida, sentimos que podemos tener cualquier cosa que nos propongamos.
—¿Qué te parece si la invitas a una cena frente al mar?, sabes que le
encanta. A ella le gustará que se lo propongas allí —sugirió Mateo acostado en
un mueble, estaba jugando con una pelota de goma.
—Ella quiere que sea algo sencillo —dijo Santiago.
—Conozco a mi hermana, ella dice así, pero se moriría por un detalle muy
romántico —explicó Gabriel trayendo unas picadas a la sala.
—Yo creo que deberías de hacerle un detalle con el anillo, puedes meterlo
en una caja y que al abrirlo ella encuentre el anillo —sugirió Tomás.
Todos hicieron silencio, Santiago llevó su dedo índice a su entrecejo.
—Es lo más bobo que he escuchado hoy —soltó Josef. Mateo dejó salir
una carcajada por lo que dijo su amigo.
—En serio, pero, ¡ah…! —Tomás procesó la situación—. Ustedes creen
que será una caja normal. No, allí debe de haber varios detalles, fotos,
chocolate, todo lo que a Gera le gusta y al final la pequeña cajita con… ¡Una
tarjeta que diga “¿quieres casarte conmigo?”! Es algo sencillo, romántico,
podría ser en una comida frente al mar con un atardecer. ¿Qué te parece
Santiago? —todos hicieron silencio mientras analizaban la idea.
—Oye sí, me gusta esa idea. Ella dijo que quiere algo sencillo, lo
importante es el amor que se pueda demostrar, eso me dijo ella; pero yo quiero
que sea un lindo detalle. Me gusta esa idea —aceptó Santiago.
—Eso está muy sencillo —refutó Josef.
—También creo lo mismo —dijo Mateo.
—Pero si Gera quiere algo sencillo —discutió Tomás.
—Bueno, ya. Voy a hacer eso, caso cerrado —Santiago se levantó del
mueble.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Gabriel.
—Iré a comprar el anillo. Quiero que sea hoy —explicó Santiago.
—Bueno, yo te acompaño —pidió Tomás, estaba bastante animado con la
idea.
Al final todos decidieron acompañar a Santiago a comprar el anillo y
planear todo para que fuera una tarde perfecta. Gabriel se encargó de las fotos
que estarían dentro de la caja, Josef de encontrar el restaurante perfecto donde
la mesa tuviera una vista al mar para el bello atardecer. Mateo era el distractor
para que Gera no sospechara nada. Tomás y Santiago fueron a comprar el
anillo, debía de ser el perfecto y del gusto de la chica.
Gera estaba en el trabajo como un día normal, recibió el mensaje de
Santiago que la dejó un tanto preocupada, ¿por qué quería hablar con ella?
¿Qué había pasado?, a la salida se encontró con Mateo.
—¿Qué está sucediendo? —le preguntó.
—Ah… Tranquila, es que vamos a planear el cumpleaños de Keidys,
entonces nos vamos a reunir —respondió el muchacho.
—¿Y por qué estás aquí?
—Estaba cerca, así que quise pasar a buscarte para ir juntos —dijo el chico
de lo más normal.
—El mensaje de Santiago fue muy seco, ¿será que está enojado conmigo?
—preguntó la chica mientras caminaban por el parqueadero de la editorial.
—¿Discutieron?
—No… para nada —Gera entró al auto de Mateo.
—Bueno, no sé. Oye, ¿vas a ir así? Todo el día en esa empresa, si estás mal
con Santiago deberías de contentarlo vistiéndote más bonita —dijo el
muchacho en forma de burla, sabía actuar muy bien. Mateo comenzó a
conducir rumbo al restaurante.
—Espera, vamos un momento al apartamento, voy a cambiarme —la chica
se veía un tanto triste.
—Oye, no te sientas mal. Tal vez es algún malentendido, allá tomas un rato
para hablar con él y aclaran lo que sea que pasó. Haré que los chicos no los
molesten para que hablen tranquilamente.
Llegaron al apartamento y Gera corrió a darse un baño y arreglarse para la
ocasión. De hecho, le confundió un poco cuando Mateo le decía que se
arreglara un poco más elegante. Al joven muchas veces lo utilizaban para este
tipo de cosas, pero era por su forma perfecta de convencer a los demás y
persuadir a las personas.
Mateo y Gera llegaron al restaurante, Gera quedó muy confundida al ver
que la mesa era para dos personas, Mateo se excusó diciendo que iría un
momento al baño. Santiago llegó bastante elegante a la mesa y la saludó de
manera muy cariñosa, un mesero los saludó de manera muy amable y les
sirvió dos copas de champaña.
—¿Qué está sucediendo? —le preguntó a Santiago.
—Quería tener un detalle contigo, salir de la rutina —explicó el muchacho.
—Qué bonito, muchas gracias. Pesaba que te habías enojado conmigo, ese
mensaje me dejó muy asustada —dijo la joven. Después rodó su mirada a la
tranquila bahía, el sol que caía lentamente en el horizonte, dejaba ver un cielo
multicolor y romántico.
El momento era perfecto, la música tranquila, la conversación, la deliciosa
comida que estaba en la mesa, la brisa cálida y la persona que estaba frente a
ella. Gera dejó salir un suspiro, amaba ese momento.
—¿Qué sucede? —preguntó Santiago cuando la vio desplegar una sonrisa.
—Es que… es un hermoso detalle. Me encanta que me sorprendas —
respondió Gera.
—Bueno, me gusta que mi relación no sea monótona, me encanta verte
feliz —dijo Santiago.
El momento siguió tranquilamente, hablaron de todo un poco y al Gera
creer que todo había acabado, el mesero que los estaba atendiendo trajo una
cada de tamaño mediano de color rosa, se la dio a Gera.
—¿Y esto? —preguntó la muchacha a Santiago.
—Me encanta sorprenderte —respondió el joven.
Gera puso la caja sobre la mesa y comenzó a abrirla, había unas fotos de
ellos dos, algunas tarjetas con mensajes “solíamos ser amigos”, estaban las
fotos de ellos rodeados de sus amigos, después había otro papel “pero me
enamoré perdidamente de ti” y las fotos eran de ellos dos abrazándose y hasta
una donde Santiago le daba un beso en la frente. Alrededor de las fotos
estaban algunos detalles como cadenas, cajas de chocolates, Gera en realidad
no le importaba mucho ese tipo de cosas en aquel momento, solo quería saber
lo que seguía, o sea, lo que estaba al fondo, el último papel. Rodó su mirada a
Santiago cuando encontró el papel “ahora, no me quiero apartar de tu lado”
estaba una foto de ellos dos tomados de la mano, sacó una cajita que estaba en
lo último, había un papelito pegado en ella “¿quieres casarte conmigo”, Gera
sintió que su corazón se estremeció, sus ojos se llenaron de lágrimas, lo abrió
y vio el hermoso anillo en su interior.
—¿Aceptas a este pobre hombre muerto de amor por ti? —le preguntó
Santiago a Gera cuando se arrodilló frente a ella.
Gera lo abrazó:
—Sí, claro que sí —la joven soltó el llanto, era un detalle muy hermoso.
Tomás, Josef, Gabriel y Mateo estaban al lado de una palmera en la playa
observando todo.
—¿Gera por qué siempre tiene que llorar por todo? —preguntó Gabriel—
no se ve bonita llorando, para nada, seguramente se le corrió el maquillaje.
—Es de felicidad, es así —dijo Josef.
—Deja de ser tan perfeccionista Gabriel. Lo importante es que todo salió
bien —Mateo soltó una carcajada.
*
Las chicas estaban impresionadas al saber la noticia sobre el compromiso
de Gera con Santiago.
—Qué bonito… —soltó Keidys cuando Gera terminó de relatar lo que
sucedió.
—Ahora solo falta Marisol —dijo Claudia, todas rodaron sus miradas a la
chica quien se ruborizó por completo—. ¿Cómo te gustaría que Tomás te
proponga matrimonio?
—¿Eh? Ah… No, eso no va a pasar por ahora —respondió la muchacha.
—¿No te das cuenta? Los chicos quieren hacer una sola boda, por eso las
propuestas van una tras otra —explicó Keidys.
—Yo los escuché hablar, su idea es casarse el mismo día y a nosotras
también nos gusta la idea —dijo Alejandra.
—Sí, así como la boda de Keidys y Claudia. Fue perfecta, es que es lindo,
se conocen desde hace años, son amigas, se casaron juntas. Ahora una boda
triple, ¡es emocionante! Ya me imagino todas buscando el vestido perfecto, el
lugar —Gera se animó y eso hizo que todas se pusieran eufóricas, bueno,
Marisol era todo lo contrario.
—Amigas, me gustaría que fuera al aire libre, pero que no sea playa —
soltó Alejandra.
—Flores, que haya muchas flores, las sillas arropadas de blanco, el camino
que esté lleno de muchos pétalos rosados —agregó Gera emocionada. Todas
comenzaron a gritar de la emoción.
—¡¿Qué te gustaría a ti Marisol?! —preguntó Keidys emocionada y todas
quedaron a la expectativa por su respuesta. Marisol por dentro le encantaba
esa idea de la boda triple al aire libre, todo como un cuento de hadas.
—Bueno… Es que Tomás no me dicho nada de casarnos, solo tenemos
unos meses juntos —explicó Marisol.
—Ay, pero lo va a hacer, ¡vamos! Imagínate todo —insistió Claudia.
—Pues, a mí me gustaría que como es con muchas flores también haya
cadenetas de ellas en los troncos de los árboles y sus ramas, pero para que las
sombras no lo opaquen tengas pequeños foquitos dentro de ellas del color de
cada una de ellas, así de la ilusión que brillan por sí solas, cuando esté
cayendo la tarde, por ahí como a las cinco, las flores con su luz darán ese
toque romántico y tranquilo —dijo Marisol y todas quedaron encantadas con
esa idea.
—Oye sí… O sea, me lo imagino y sí, sería perfecto —soltó Alejandra
anonada, Marisol tenía muy buenas ideas.
—¿Y el vestido? ¿Cómo te gustaría tu vestido? —le preguntó Keidys a la
joven.
—Estilo princesa, pero no tan esponjado, si es una boda triple creo que
estorbaría a las demás. Ese es el problema —Marisol quedó pensativa.
—Si el tema es algo romántico y tranquilo creo que el vestido adecuado
para ustedes debe de ser encaje, que no sea esponjoso, es cierto lo que dice
Marisol, haría que a las demás le estorbe —explicó Claudia.
—Pero yo lo quiero estilo princesa —se opuso Alejandra.
—¿Qué les parece si vamos a ver algunos vestidos de novia ahora? —
propuso Keidys animada.
—Sí, vamos a resolver este problema ahora —Gera se levantó del mueble.
Así fue como se aventuraron en la ciudad a buscar ese vestido perfecto
para cada una, nunca lo planearon, solo lo harían por curiosidad. En la tienda
en la que entraron había muchos modelos, Marisol al fondo vio uno de encaje,
tapaba los hombros con una tela bastante fina, al parecer su idea era dar la
ilusión que tenían brillo y el busto tenía forma de corazón, pero por encima
estaba ese encaje que lo había ver muy romántico.
—¿Te gusta? —le preguntó Keidys—. Es muy hermoso, ¿por qué no te lo
mides?
—Ah… No, yo no me voy a casar —se negó con una leve sonrisa, por
dentro se desvivía por ese vestido.
—Oh… Qué hermoso —soltó Alejandra acercándose.
—Mídetelo —pidió Claudia a Marisol.
—Chicas, yo no me voy a casar, si les gusta ¿por qué no se los miden
ustedes?
—Porque sé que ese te quedaría a ti, es muy hermoso y va contigo —
explicó Alejandra.
Hicieron que entrara al vestidor para que se lo midiera. Mientras, ellas
seguían debatiéndose por un vestido que les encantara y favoreciera la
ocasión.
—El problema es que yo vi un vestido hermoso, es esponjoso, como
siempre me lo he imaginado, pero yo no entro en él y es muy exagerado para
lo que queremos todas —dijo Alejandra.
—Busquemos algo más sencillo —pidió Gera, rodó la mirada a un vestido
que estaba en un maniquí, fue un llamado, era el perfecto—, oh… miren ese
—se acercó, bueno, prácticamente corrió a él.
El vestido resaltaba mucho la cintura, pero la falda caía con un encaje muy
hermoso, era de mangas largas de encaje y atrás tenía un escote que dejaba ver
la espalda, no era uno grande, pero dejaba ver mucho la belleza de quien lo
utilizaría.
—Sí, es para ti, tienes buen cuerpo. ¿Por qué no te lo mides? —dijo
Alejandra.
—Es hermoso —esbozó Gera.
—Yo todavía no encuentro uno que tenga lo que quiero —soltó Alejandra
un poco desganada.
—Ay, no digas eso, solo estamos viendo modelos —Keidys comenzó a
mirar modelos que podrían quedarle a su amiga.
Claudia acompañó a Gera a medirse el vestido, estaban emocionadas por
ver si le quedaría bien.
Marisol tenía puesto el vestido, estaba frente al espejo.
—Le queda perfecto, hasta pareciera que se hizo a su medida —dijo la
empleada que estaba a su lado.
—Me encanta, es hermoso —esbozó Marisol.
Hoy le pido a mis sueños
Alejandra quedó observando el video que Keidys le estaba mostrando.
—Es esponjado, pero no mucho, tiene estilo de corazón en el busto, si le
ponemos un listón en la cintura te la hará ver más pequeña —explicó Keidys.
—No lo sé —dudó ella.
—Vamos a que te lo pruebes, no seas negativa, te va a quedar bien —pidió
Keidys animada.
Alejandra quiso quitarle la idea a su amiga, así que fue a probárselo. Y sí,
la falda caía de manera un poco esponjosa, pero no tanto y tenía una cola muy
hermosa. Keidys mandó a buscar un listón para la cintura, así le hacía que su
cintura se viera más pequeña.
—Un velo con una pequeña coronilla en el moño para mi princesa y un
collar en ese pecho para dar más brillo y te verás perfecta —Keidys trató de
recogerle el cabello para poder poner la pequeña coronita que mandó a traer, la
empleada ayudaba a la chica, le pusieron el velo.
Alejandra no sabía cómo había quedado, Keidys no dejó que se viera hasta
que terminaran lo que le estaban haciendo. La joven caminó hasta el espejo
donde se sorprendió al verse con el vestido de novia y aquel velo que le lucía
muy bien. Keidys se quitó un collar que traía puesto y se lo puso.
—Te ves hermosa —le dijo.
—Sí, me encanta este vestido —soltó la muchacha.
—Es perfecto para ti —Keidys le mostró una gran sonrisa—, no puedo
creer que te vayas a casar.
—Yo tampoco, es increíble —a Alejandra se le aguaron los ojos.
En aquel momento Gera salió del vestidor con el vestido puesto, a su lado
estaba Claudia.
—¿Cómo me queda? —preguntó Gera con una enorme sonrisa desplegada.
—¡Wao! —soltó Keidys sorprendida—, te ves hermosa.
En aquel momento Alejandra volteó para ver a su amiga. Gera y Claudia se
sorprendieron al ver a Alejandra tan hermosa.
—¡Madre mía! ¡Qué hermosa! —soltó Gera.
—¡Gera, te ves muy bien! —Alejandra se acercó a ella.
—¡Tú también amiga! Sí que te vez como toda una princesa, ¡qué
emoción! Mi hermano te va a amar más cuando te vea así —Gera tomó las
manos de Alejandra.
—No puedo creer que nos vamos a casar, esto no parece ser real —esbozó
Alejandra mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Yo tampoco lo puedo creer, es, es… Nunca creí que pudiera encontrar a
un hombre que amara tanto para ser capaz de casarme con él —Gera estaba a
punto de llorar.
En aquel momento Marisol salió del vestidor, se había debatido mucho si
salir o no. Todas la quedaron observando, se veía muy hermosa, el vestido
resaltaba mucho aquella imagen tierna que tenía, se acentuaba mucho a su
cuerpo, era perfecto.
—Wao, Marisol, te vez hermosa —soltó Keidys.
—Amiga, ¡qué linda! —Claudia se acercó a ella y la reparó de pies a
cabeza.
—Te vez preciosa, Tomás se va a morir cuando te vea. ¡Ese es el vestido
para ti! —soltó Alejandra.
—Tomás tiene buenos gustos, la verdad, eligió a la mujer indicada.
Cuando te vea se va a morir por lo hermosa que estás —dijo Gera acercándose
a ella emocionada.
—Foto, debemos de tomarles foto con sus vestidos. Son los perfectos para
ustedes —Keidys sacó rápidamente su celular y las chicas comenzaron a posar
para la foto.
La mejor fotografía que se tomaron y que todas amaron fue una donde
estaban arrodilladas en el piso y sus vestidos mostraban lo esponjosos que
eran. Keidys, creyéndose fotógrafa les tomó aquella foto de pie, haciendo que
las chicas tuvieran que subir su rostro para ver la cámara.
—Amo esa foto, se ven hermosas, creo que deberíamos de revelarla y
ponerla en un portarretrato. Es un buen recuerdo —dijo Alejandra cuando iban
en el auto de regreso y veía las fotos que se tomaron.
—Todavía no puedo creer que Marisol no haya comprado su vestido. ¡Era
el perfecto para ella! —regañó Claudia.
—¡No me voy a casar con Tomás! —insistió la muchacha.
—¡Claro que sí! —gritaron todas al unísono.
—¿Con quién más querrá casarse Tomás? La boda será de tres —dijo
Keidys tratando de hacer entender a Marisol de que ella el día que habían
establecido para la boda se iba a casar con Tomás.
Keidys estaba en su casa mostrándole las fotos a Josef.
—Marisol también se midió el vestido —soltó el joven con una enorme
sonrisa.
—Pues claro, la boda será de tres, ella se va a casar con Tomás. No compró
el vestido porque según ella Tomás no se lo ha propuesto, pero sería horrible
que después de haberse enamorado de aquel vestido venga otra, le guste y se
lo lleve. Menos mal lo compré, Marisol no lo sabe, se lo daré cuando Tomás le
proponga matrimonio —Keidys subió sus cejas en señal de “sí, lo sé, soy muy
lista”.
—Ay, amor, tú como siempre —Josef soltó una risita.
—Es que Marisol en verdad amó ese vestido, mira lo feliz que estaba al
ponérselo, se veía preciosa, todas lo estaban, las chicas compraron sus vestidos
en un arranque de emoción, no iba a dejar que Marisol fuera la única que se
fuera sin su vestido —explicó Keidys—. Injusto ¿no?
—¿Y si Tomás no le propone matrimonio antes de la fecha?
—Lo mato, ¿cómo le va a hacer eso a Marisol? —Keidys lo dijo en un
tono muy obvio.
—Amor, pero es que no lo podemos obligar, él no ha mencionado nada de
querer casarse con Marisol, está muy enamorado de ella, sí, se le nota, el
problema es que Tomás le gusta ir muy despacio con su relación, “todo a su
tiempo” es lo que te va a decir si le preguntas por la boda.
Keidys sintió un mal presentimiento en aquel momento, ¿será posible que
Tomás no se iba a casar con Marisol ese año? Ellas habían ilusionado a joven
al hacerla medir el vestido como para que el día de la boda no se lo fuera a
poner. Eso no la dejó dormir bien, tenía que habar con Tomás sobre ese tema.
Al día siguiente estaban todas las chicas planeando la boda y todo era para
“tres novias”, Alejandra y Gera estaban organizando todo como si fuera muy
seguro que Marisol se iba a casar con Tomás.
—¿Será que Marisol le gustará ese tipo de pastel? —preguntó Gera a
Alejandra.
—No lo sé, ¿la llamamos? —inquirió Alejandra.
—Está trabajando ahora, ¿será que no querrá que la molestemos? —Gera
hizo un puchero mientras pensaba.
—Es su boda ¿no?, es importante, nadie se casa todos los días —soltó
Claudia sacando su celular y marcando el número de Marisol.
Marisol estaba en revisando las fotos que acababa de tomar, a su lado
estaba Gabriel conversando sobre temas del trabajo. Marisol contestó.
—¿Diga? —preguntó.
—¿Qué tipo de pastel te gustaría? Hablo sobre el sabor —dijo Claudia.
—¿El pastel de la boda? Bueno, eso deberías de preguntarle a las chicas,
no a mí —respondió Marisol.
—Pero si la boda también es para ti, ¿quién es la que se va a casar con
Tomás?
—Bueno, ya, no sigamos discutiendo con ese tema, me gusta el chocolate
y vainilla, ah… si el pastel lleva fresas sería fabuloso —explicó la chica.
—Perfecto —Claudia colgó la llamada.
Marisol dejó salir un suspiro, miró a Gabriel.
—No me cuentes, ya lo sé, escuché la voz de Claudia. Tiene razón, la boda
será de tres, dentro de poco Tomás te pedirá que te cases con él y te unirás a
ellas a planear todo. Así que si la boda desde un principio se planea de tres se
podrá ahorrar trabajo —explicó el joven.
—Pero todavía no es seguro, no quiero ilusionarme con algo que puede
que no suceda —replicó la joven.
—Tomás nunca dejaría que te ilusionaras con algo sin ser seguro, ¿crees
que él no sabe que las chicas están planeando todo esto contigo incluida?
*
Tomás estaba viendo la foto donde estaba vestida Marisol con el vestido de
novia. Desplegó una sonrisa, estaba impresionado, se veía muy hermosa.
—Se ve tan tierna —esbozó.
—Sí, ese vestido le queda perfecto, se enamoró de él a primera vista. Pero
ella no lo compró porque dijo que ella no sabía si llegaría a casarse contigo,
que no quiere ilusionarse —explicó Keidys recostándose al espaldar de la silla.
Inclinó su mirada al helado que estaba reposando sobre la mesa de madera.
—Ay, por favor, ¿por qué la hicieron sentir así?, ustedes y sus planes
improvisados, se vuelven locas con las compras —Tomás soltó una pequeña
risita y le pasó el celular a Keidys.
—Se supone que es una boda de tres parejas —dijo Keidys, Tomás hizo
rostro de extrañado—. ¡Sí! Todo se está planeando incluyéndolos a ustedes,
por eso Marisol se probó el vestido de novia, pero como no le has dado el
anillo ella no lo compró. Pero no te preocupes, ella sí tendrá ese vestido, se lo
compré, aunque ella no lo sabe, será una sorpresa. Pero necesito que le
propongas matrimonio pronto.
—No me pueden obligar, yo nunca he dicho que preparen una boda para
tres parejas —Tomás quedó bastante serio y Keidys estaba pasmada por lo que
escuchaba, después Tomás se fundió en risa.
—¡Ay, Tomás, deja esas bromas pesadas! —regañó Keidys volviendo a
respirar.
—Ah… Pero te asustas. Es por eso que les salen los planes mal, se
precipitan. Me impresiona lo locas que se pones ustedes, arman una película
sin ver que pueden tener consecuencias, ¿qué tal que yo no tuviera planes de
pedirle matrimonio a Marisol? —Tomás se cruzó de brazos.
—¡No puedo creerlo! —soltó Keidys al llegarle una gran idea a la mente.
Tomás miró a todas partes en el restaurante, no quería que nadie se diera
cuenta que estaba hablando con una loca.
—Deja de poner ese rostro, pareces una loca desquiciada —pidió Tomás.
—Es que se me acaba de ocurrir la manera en la que puedes proponerle
matrimonio a Marisol. Así, alto todo romántico como a ella le gusta —Keidys
estaba emocionada.
—Haber, cuéntame —Tomás quedó interesado.
*
Marisol llegó a la reunión de chicas (que ya parecían unas locas
obsesionadas con la boda triple perfecta). Se iban a reunir para acordar el día
donde irían a ver el lugar donde se llevaría a cabo la boda y también la
recepción con todo lo demás.
Keidys sacó de su bolso la tarjeta modelo que a ella le había gustado,
bueno, prácticamente le había dicho a Gabriel que la hiciera.
—¿No les parece linda?, tiene todos los gustos de ustedes tres —dijo
Keidys con ganas de soltar un grito de la emoción.
—Pero tiene mi nombre y el de Tomás —Marisol rodó su mirada a sus
amigas—. Lo siento, pero creo que esto es muy precipitado.
—Deja tu mala energía, te vas a casar con Tomás, en vez de estar diciendo
todo eso comienza a pensar qué día tienes libre para ir a hacer lo que nos hace
falta —regañó Gera.
—Marisol, verdad que tú no compraste tu vestido, ¿ahora cómo vas a
hacer? ¿Qué tal que lo hayan comprado? —Marcela pudo un rostro de
incertidumbre—, debemos de ir a ver si no lo han comprado.
—Debiste de apartarlo, ¿cómo harás si ya lo compraron?, sabes lo difícil
que es encontrar un vestido tan perfecto como ese —dijo Gera.
—Bueno… Mañana saco tiempo y voy a la tienda a ver si lo siguen
teniendo —soltó Marisol, pero sus amigas la estaban fulminando con la
mirada.
—No se enojen con Marisol, porque yo ya solucioné eso —Keidys puso
sus manos en su cintura.
—¡No lo puedo creer! ¡¿En serio?! —gritó Alejandra emocionada, ella ya
sabía lo que hizo Keidys.
—¿Qué hiciste? —preguntó Marisol.
—¡Te compró el vestido! —gritó Alejandra. Todas se impresionaron y se
miraron los rostros.
—Yo sabía que íbamos a tener este problema, no quería que mi amiga se
quedara sin el vestido de sus sueños. O sea, no iba a permitir eso, esta boda
debe ser perfecta —explicó Keidys con una gran sonrisa desplegada.
Marisol se levantó del mueble impactada por lo que había hecho Keidys.
—¡Keidys gracias! —Marisol la abrazó.
—Todo porque tengas la boda de tus sueños —dijo Keidys a Marisol
mientras la abrazaba.
Marisol llegó emocionada al apartamento de Tomás, ellos estaban viviendo
juntos desde hace un mes. Estaba preparando la cena antes de que llegara su
novio, no dejaba de pensar en la organización de la boda, todo iba tan bien, era
como siempre había imaginado. Estaba impaciente por tener ese anillo en sus
manos y no pensar el “qué pasaría si…”. Tomás llegó al apartamento y la
saludó como todos los días.
—Te iba a decir que comiéramos afuera, o no sé, pedir una pizza —dijo
Tomás al ver que ella estaba sirviendo la cena.
—¿Pizza tú? —Marisol soltó una carcajada—, suena tan raro en ti.
—Sé que te gusta mucho, quería que hoy pecáramos —explicó el joven.
—Bueno, pero no se va a poder, preparé comida que te gusta —Marisol
llevó los platos al comedor.
—Josef lo llama pasto —Tomás se sentó frente a la muchacha—.
Cambiando el tema, necesito tu opinión sobre un tema.
—¿Cuál? —inquirió la joven.
—Es que me gustaría darle un buen regalo de bodas a los chicos. Ya sabes,
soy muy amigo de ellos desde hace muchos años y estaba pensando que les
podría dar la luna de miel a cada uno —explicó Tomás mientras tomaba el
cubierto para comenzar a comer.
—Ah… Bueno, si quieres darlo y tienes el dinero, pues… sería un regalo
que ellos nunca olvidarán, creo que sería el mejor de todos —respondió
Marisol comenzándose a imaginar lo peor.
—Pues claro, se van a casar. De hecho, no sé, pero creo que para esa fecha
estaré fuera de la ciudad por el trabajo y sé que me van a matar por no ir a su
boda.
—Tomás, no puedes faltar a la boda —regañó Marisol.
—Lo sé, estoy tratando de dejar esa fecha libre, pero se me hace imposible
—trató de explicar el joven.
Marisol se sentía muy triste, pero trataba de disimularlo. Hizo silencio por
un momento.
—Amor, ¿serás dama de honor? —preguntó Tomás después de tragar un
bocado de comida.
—Ah… Sí, claro, estamos planeando todo, prácticamente tenemos el
tiempo contado —respondió Marisol y desplegó una sonrisa forzada. No era
capaz de verlo a los ojos.
—Esta vez no dejes que te pongan todo el trabajo, no por ser dama de
honor tienes que volverte su sirvienta —dijo Tomás como si nada.
Marisol quedó con los ánimos abajo, en pocas palabras le dijo que no se
iba a casar con ella. Quería llorar, se sentía muy mal, después de que se había
planeado todo para tres parejas, cuando ya tenía el vestido y les había llamado
a sus padres para informarles que se iba a casar y que tenía planeado viajar a
verlos para que conocieran a Tomás.
Marisol se encerró en el cuarto, quería estar sola. Tomás quería correr a
contarle la verdad, que sí planeaba casarse con ella para esa fecha, pero
necesitaba esperar al día siguiente. Entró al cuarto y se acostó al lado de la
joven.
—¿Estás llorando? —le preguntó al ver que el rostro de la muchacha se
veía demasiado triste.
—Nada, solo tengo algo de dolor de cabeza —ella se acomodó en la cama
dándole la espalda a Tomás.
—Amor, oye, ¿qué tienes? —insistió.
—No tengo nada Tomás, déjame quieta, quiero dormir —pidió Marisol,
pero su voz sonaba muy quebrada.
Tomás se sentía muy mal por haberla hecho llorar, quería tirar la sorpresa y
pedirle en ese momento que se casara con él. Pero no, tenía que ser algo
perfecto, aunque se preguntaba si sus amigos pudieron soportar el ver a sus
novias así de triste.
—Nunca las hicimos llorar —respondió Gabriel frente a Tomás cuando
estaban en el parque donde Tomás le iba a pedir matrimonio a Marisol.
—Eso es pasarse, ¿por qué no le dijiste a Marisol que todo estaba
planeado? —inquirió Josef.
—Se supone que debo de esperar a hoy para que todo sea sorpresa. Pero
me siento como mierda, ella prácticamente no durmió, se veía demasiado
estresada —Tomás estaba demasiado estresado y con un gran cargo de
conciencia, además, sus amigos no colaboraban.
*
Marisol les estaba explicando a las chicas que debían de cancelar todo,
volvieran a organizar la boda, no se iba a casar. Terminó discutiendo con
Claudia quien era inocente de todo lo que se estaba sucediendo. La muchacha
salió muy enfadada de la tienda en la que se habían encontrado y Keidys quien
se sentía muy asustada por lo mal que vio a Marisol se fue detrás de ella para
tratar de calmarla.
—¡Déjame en paz Keidys! ¡Deja de ser tan entrometida! —le gritó y se
volteó para encararla. Se encontraban en un parque y varias personas quedaron
observando.
Tomás de lejos comenzó a observar lo que sucedía, sabía que la “sorpresa”
no iba a salir muy bien, algo dentro de él se lo le decía. Decidió acercarse para
calmar a su novia.
—Marisol, cálmate, ¿por qué estás así? —pidió Keidys.
—¿Cómo crees que voy a estar después de haberme creído todo esto? ¡Por
su culpa me ilusioné con todo esto! Soy una absurda al prestarle atención a
locas eufóricas como ustedes —Marisol soltó el llanto.
—Ay, amiga, espera —Keidys no sabía cómo controlarla.
—¡Joder! ¡Deja de llamarme así, yo no soy tu amiga! —Marisol comenzó
a alejarse de la muchacha.
Tomás se acercó a ella asustado.
—Amor, ¿por qué lloras? —le preguntó. Trató de detenerla ya que la chica
no quería hablar con él.
—¡Suéltame! —apartó su brazo.
—¡Tomás, dile la verdad! —gritó Keidys.
—Amor, todo fue planeado, salió muy mal. ¡Espera! —se interpuso en su
camino. Hizo que lo viera fijamente—. Hoy te iba a proponer que te casaras
conmigo, por eso te dije todo eso ayer, Keidys me estaba ayudando con los
chicos para prepararte algo muy lindo, pero nunca creímos que se nos fuera a
salir de las manos.
Marisol dejó de llorar, las personas los seguían mirando, algo que era muy
vergonzoso. Tomás comenzó a limpiarle las lágrimas a su novia.
—No sigas llorando, tranquila —la abrazó.
Gabriel, Mateo, Josef y Santiago se acercaron a los jóvenes, detrás de ellos
estaban Alejandra, Claudia y Gera inocentes de lo que estaba pasando.
—Hazlo ahora, ya todo se dañó —dijo Gabriel.
Tomás se apartó de la muchacha y se arrodilló, las personas en el parque se
acercaron para ver la propuesta de matrimonio. El muchacho le mostró una
cajita pequeña de color negro, la abrió y en ella había un hermoso anillo.
—¿Quieres casarte conmigo? —le preguntó.
Marisol tapó su boca con sus manos y se abalanzó al chico para abrazarlo,
las personas a su alrededor comenzaron a aplaudir.
—¿Qué sucedió? —inquirió Alejandra a Gabriel.
—Pues… Es la propuesta de matrimonio de Tomás, se suponía que era
algo mejor, pero todo se dañó —explicó el muchacho.
Después, todos se estaban riendo de lo sucedido, Tomás había planeado
con Keidys una sorpresa en el apartamento, hacerle un camino en pétalos de
rosa, un letrero grande al fondo con una música romántica de fondo, una cena
para ellos con velas. Una cosa bien hecha que ella supuestamente no olvidaría
nunca, aunque, al final a Marisol ese día nunca se le iba a olvidar.
Tomás y Marisol llegaron al apartamento y la chica se sorprendió de lo
lindo que todo había quedado.
—Vaya, qué lindo —se tapó la boca.
—Esta era la verdadera sorpresa —dijo el joven desplegando una sonrisa
avergonzada.
—Amor… —Marisol lo abrazó— disculpa por dañarte la sorpresa.
Y así es como todas recibieron sus anillos de compromiso. Marisol ya
podía estar tranquila, sí se iba a casar y ahora tenía una gran historia para
contarle a sus hijos cuando nacieran. Una semana antes de la boda todo el
grupo se quedó viendo un álbum de fotos que Gabriel había armado del grupo.
—Esta foto se la tomé a Alejandra el día que nos conocimos —mostró la
foto de la joven en el mirador de la playa—. Y esta fue la primera foto que nos
tomamos el primer día en el restaurante.
—Oye, ¿tienes alguna foto de Marisol cuando pequeña? Cuando fuimos a
su casa no me dejó ver ninguna —pidió Tomás emocionado.
—Ah… Sí, tengo una —Gabriel animado comenzó a buscar en el álbum.
—¡Gabriel, no…! —regañó Marisol.
—¡Ah… Solo queremos verte! —comenzaron a decir todos.
Gabriel les mostró a todos una foto donde estaba Marisol sentada en la
banca de un parque a su lado abrazados y muy sonrientes.
Tomás tomó el álbum en sus manos totalmente sorprendido.
—¡Josef, mira, mira! —dijo emocionado.
—¡Oh…! ¡Sí!, ¡somos nosotros al fondo! —soltó Josef sorprendido.
—¿Qué sucede? —inquirió Gabriel confundido.
—Esa foto la tomaron en el parque de los novios ¿verdad? —Tomás
desplegó una sonrisa.
—Eh… Sí —respondió Gabriel dudoso.
—¿Qué hacían a esa edad en Colombia? —preguntó Josef.
— Mis padres recién habían comprado una casa en la ciudad y Marisol con
su familia vinieron a visitarnos unos meses después —explicó Gabriel.
—Bueno, mira, nosotros estamos al fondo viendo que ustedes están
tomando la foto —Tomás señaló a unos niños que estaban al fondo haciendo
mofas a la cámara, debían de tener unos ocho años.
—No lo puedo creer, siempre con mi familia nos reíamos de los niños que
aparecía atrás de nosotros —soltó Marisol.
—Y ahora te vas a casar con el niño que te dañó la foto —Tomás abrazó a
Marisol.
—¡Eso es muy hermoso! —soltó Alejandra.
Esa noche comenzaron a hablar sobre su niñez, las locuras que hacían y
todo lo que soñaban hacer ahora que se casaran. Querían que hubiera más días
así, seguir todos unidos y que sus hijos también se hicieran muy amigos.

El pasar del tiempo


El día de la boda llegó, no está de más decir que todos estaban más que
nerviosos. Pero era emocionante el poder verse a punto de casarse. Los padres
de Alejandra estaban allí, la señora le daba consejos mientras le acomodaba el
velo. Todas las chicas se tomaron una foto antes de partir a la boda. Mientras
que, los hombres contaban chistes para vencer el miedo ya listos para
comenzar la boda.
Al momento de llegar las mujeres todos hicieron silencio y la clásica
música que anunciaba la llegada comenzó, todo transcurrió normal, hasta el
momento en que Gera debía de decir sus botos matrimoniales, soltó una
carcajada que hizo reír a todos.
Al momento de la recepción Josef quiso dar unas palabras.
—Buenas noches a todos, hoy quiero felicitar a mis amigos por haber dado
este paso importante en su vida. Una noche como esta mi mejor amigo Tomás
estaba hablando en mi boda, hoy me toca a mí. Quiero decirle a él y a mis
otros amigos que han encontrado a las mujeres perfectas con las que estarán el
resto de su vida, chicas, por favor, les pido que les tengan paciencia; sé que a
veces son un poco lentos y no las van a entender del todo, pero, a pesar de los
inconvenientes que tendrán en el futuro me gustaría que los amaran, son mis
amigos de toda la vida y sé que ellos las eligieron por una razón, se mueren
por ustedes; tratarán de hacerlas felices de ahora en adelante porque son las
futuras madres de sus hijos. No me queda más que desearles una larga y feliz
vida, muchas gracias —todos comenzaron a aplaudir de la emoción.
En una gran pared comenzó a aparecer un video de ellos, se mostraban en
sus salidas y cuando les propusieron matrimonio a las chicas y los momentos
más graciosos. En ese video estaba plasmada la gran amistad que se tenían,
aquella que comenzó desde muy jóvenes, aparecían fotos de cuando estaban
pequeños, en el colegio y en la universidad, su primer trabajo, los primeros
pasos de los bebés que ya estaban en este mundo, toda una gama de sucesos.
Al final apareció un bello mensaje que les llegó al corazón “esto solo es el
comienzo de una larga amistad”.
Era cierto, su amistad comenzó desde que estaban muy jóvenes y
perduraría hasta que estuvieran en sus últimos días de vejez. Keidys rodó la
mirada por todos sus amigos. Nunca creyó que aquel primer día de clases
donde reparó a los jóvenes que se encontraban en el salón serían los que la
acompañarían para el resto de su vida y mucho menos que aquel chico nerd
que se encontraba a su lado sería el padre de sus hijos.
—Josef —llamó la muchacha a su esposo.
—¿Qué sucede? —le preguntó.
—¿No te parece que hemos tenido una vida hermosa?
—Claro que sí. Y el futuro será mucho mejor —Josef desplegó una
sonrisa.
La fiesta acabó, la mañana llegó y los recién casados se marcharon a su
luna de miel. En ellas Tomás hizo que Marisol se lanzara de un helicóptero,
ella quería caer en paracaídas, bueno, pudo hacerlo y fue ahí donde supo que
las alturas no eran lo suyo. Se compraron un par de camisas iguales y ella tuvo
la sesión de fotos que siempre quiso tener, la hicieron frente a una playa y
Tomás estaba incluido en ella. Aunque, Marisol al final fue muy estricta con
los fotógrafos, muchas de las fotos no le gustaron.
Gabriel y Alejandra por su lado prefirieron tener una luna de miel más
tranquila recorriendo las calles de París. Por su lado, Gera y Santiago se
fueron a explorar el mar como siempre desearon, así poder aprender sobre
especies marinas que tanto le llamaban la atención a la muchacha.
No les contaré a fondo lo que hicieron estas parejas en sus vacaciones,
tendría que escribir un libro hot para eso. Solo me resumiré a decir que Gera y
Santiago regresaron con la noticia de que serían padres, al pasar de los nueve
meses tuvieron un lindo niño al que llamaron Eduar un nombre que detestó
Gabriel. Dos meses de la llegada del niño Alejandra quedó embarazada y tuvo
un niño que llamó Elián, él heredó los mismos ojos gateados de su padre. En
ese tiempo Camilo, el hermano de Alejandra decidió ir a estudiar gastronomía
fuera del país y con él se llevó a Sofía.
Al año siguiente Keidys volvió a quedar embarazada y tuvo una niña a la
cual llamó Neyret, así pudo conformar a la pareja que tanto quiso tener, ella y
Josef decidieron mudarse a una casa más grande cerca al Liceo donde se
graduaron del bachillerato para que sus hijos en un futuro estudiaran allí,
además, les gustaba aquel lugar por lo tranquilo que era. En ese mismo año
Marisol quedó embarazada de una niña que llamó Sandrid, también en ese
tiempo Tomás decidió comprar la casa de al lado donde vivía Josef y le hizo
una remodelación antes de mudarse, prácticamente la volvió a construir, solo
quería el terreno porque estaba al lado de la casa de su mejor amigo, así
podían seguir siendo esos amigos inseparables de toda la vida.
Al año siguiente Gabriel se muda a la casa de sus padres, ellos la iban a
vender y Gabriel, para no perder aquella casa que le gustaba tanto decide
comprársela a sus padres y empezar a vivir allí con Alejandra, algo que le
gustó mucho a la chica ya que estaba cerca de la casa de sus padres y tíos. En
ese mismo tiempo Claudia queda embarazada de su siguiente bebé que nació
siendo niña y Tomás la llamó Camila.
Como Josef había dicho años atrás a Keidys una noche, Luis Ángel nació
siendo un niño muy inteligente y bastante avanzado para su edad, aprendió a
caminar muy rápido y le gustó mucho la lectura, hablaba muy poco y
detestaba el dulce. En cambio, su hermana Neyret fue muy apegada a su mamá
y le encantaba correr por todos lados, una vez asustó a sus padres cuando salió
corriendo detrás del viejo gato de su mamá llamado Niango y accidentalmente
se cayó en la piscina. Neyret a medida que crecía se volvió bastante apegada a
su hermano, pero él siempre la rechazaba; no tenía muy buena relación con
ella.
Todo lo opuesto a los hijos de Claudia y Mateo, Cristian fue un bebé muy
normal, amaba el dulce y era un niño que se reía de cualquier cosa, dejaba que
todos los adultos lo cargaran, sus padres le compraron un perro del cual fue
muy apegado, cuando nació su hermana Camila la protegió mucho y nunca se
apartaba de ella. Camila desde pequeña le encantó la comida y creció siendo
bastante gordita.
Algo bastante curioso que sucedía cuando las familias se reunían era que
Camila, la hija de Claudia y Mateo le gustaba llamar la atención de Luis
Ángel, pero él nunca le prestaba atención.
En total habían pasado cinco años desde que las parejas se habían casado.
Había llegado el primer día de clases para Luis Ángel, sus padres habían
querido darle clases en su casa y no ponerlo a estudiar a tan corta edad,
preferían que su hijo disfrutara de su niñez. Ese mismo año Cristian también
tenía su primer año de clases, los niños no eran muy amigos, por lo mismo los
padres de Cristian le pidieron que tratara de ser amable con Luis Ángel.
—¿Tienes miedo? —le preguntó Keidys a Luis Ángel.
—No, ¿debo estarlo? –preguntó el niño.
—Oye, es normal tener miedo, yo lo estaba mi primer día de clases —dijo
Josef con una sonrisa en su rostro.
Luis Ángel rodó la mirada a su hermana que estaba tomada de la mano de
su madre, la pequeña le mostró una sonrisa bastante grande que dejó relucir
sus pequeños dientes. El niño con un rostro bastante neutral no le devolvió la
sonrisa y ella le sacó la lengua enojada.
—¿Cuándo estés en el salón qué vas a hacer? —preguntó Josef a su hijo.
—Ser amable con mis compañeros —respondió Luis Ángel.
—Perfecto —Josef le dio un beso en la frente del niño.
Luis Ángel rodó su mirada a Cristian que estaba abrazando a su hermana
menor que después se despedía de él con una mano. Cristian mientras
caminaba alejándose de su familia comenzó retener las lágrimas, se acercó a
Luis Ángel quien iba bastante neutral hacia los adentros del colegio.
—¿Por qué Luis Ángel se comporta de esa manera? —preguntó Mateo a
Josef.
—Ni idea, el psicólogo nos dijo que no tiene ningún problema, que solo es
bastante maduro para su edad. Me imagino que a medida que vaya creciendo
mejorará su actitud. Nos recomendaron inscribirlo en una escuela para niños
superdotados como él, pero sé que no será saludable, quiero que tenga una
niñez normal y aprenda a divertirse —Josef apretó con fuerza la mano de su
esposa quien volteó a verlo, le mostró una sonrisa.
—Luis Ángel está bien, sé que lo estará —dijo Keidys.
Todos quedaron viendo que Neyret y Camila comenzaron a jugar mientras
soltaban carcajadas. Al parecer serían muy buenas amigas.
Ese fin de semana todos se reunieron en una parrillada, estaban en la casa
de Keidys que tenía un patio bastante amplio por lo que era compartido por el
de Tomás, había música, carcajadas, un ambiente muy familiar y una deliciosa
gelatina que aguaba la boca de los pequeños.
—¿Y cómo te fue en tu primera semana de clase Luis Ángel? —preguntó
Tomás a su ahijado mientras cuidaba que no se quemara la carne en la parrilla.
—Todo lo que enseñaron ya lo sabía —respondió el niño sentado en una
silla mirando… creo que podría decir a la nada.
—¿Hiciste nuevos amigos?
—Cristian no se apartaba de mi lado.
—Es porque te conoce, es tu amigo ¿no?
—No lo considero mi amigo, es muy bruto, no entiende nada —respondió
el niño.
—Tú no eres muy inteligente, aburrido —dijo Cristian detrás de Luis
Ángel.
Gera había escuchado lo que le dijo Cristian a Luis Ángel antes de salir
corriendo rumbo a la piscina. Tomás comenzó a aconsejar a Luis Ángel para
que no tratara a los demás de esa manera. El niño le explicó que no se sentía
muy a gusto con los de su edad, que prefería estar solo.
—Oye, si quieres puedes aprender algún deporte en tus tiempos libres y así
no aburrirte tanto —le sugirió Gera acercándose al pequeño.
—Esa es buena idea, no todo es leer libros. ¿Qué te gustaría aprender? —
dijo Tomás.
—No sé, no me gusta nada de eso —soltó Luis Ángel.
Después se vio frente a una piscina donde estaban algunos niños de su
edad aprendiendo a nadar, entre ellos, Cristian, quien lo llamó muy alegre para
que se sumergiera en el agua. Tomás era el que dictaba aquella clase de
natación, por lo mismo Luis Ángel aceptó, le agradaba estar cerca de su
padrino. Puedo asegurar que desde ese día el niño comenzó a divertirse al
nadar y a medida que pasaban los meses se volvía muy amigo de Cristian,
tanto, que se volvieron inseparables al transcurrir de los años. De esa manera
Luis Ángel comenzó a comportarse más alegre y sociable, Cristian tuvo
mucha ayuda al no entender las clases de matemáticas que tanto detestaba y
gracias a eso era que no reprobaba los años escolares.
Keidys y Josef pudieron tener esa vida tranquila que tanto anhelaron un
día, aunque, claro, siempre tenían algunos problemas a medida que crecían sus
hijos; no es fácil ser padres, pero hacían lo mejor posible.
Tomás y Marisol podían comprender a Josef y Keidys, su hija a medida
que crecía era muy inquieta, se metía en muchos problemas y solía ser
bastante impulsiva. Trataban de mantenerla ocupada en cursos, deportes, pero
la niña al ser hija única se volvió muy caprichosa y algo rebelde.
—Tío, cuéntanos una historia —pidió Cristian cuando todos los niños
estaban reunidos en la sala una noche de diciembre.
—Está bien, ¿ya les conté la historia de cuando estaba en el colegio y debía
de cantar en público? —preguntó Josef a los niños que escuchaban atentos
sentados en el piso.
—No —respondió Camila bastante concentrada en él.
—Bueno, un día la profesora… —comenzó a relatar Josef animado. Todos
sus amigos estaban sentados en los muebles un tanto aburridos por la misma
historia de siempre.
—Cuenta algo nuevo Josef —pidió Tomás.
—Los niños no la saben, así que has silencio —regaño Josef.
La vida lleva una gran carrera, nos acostumbramos tanto a ella que no nos
damos cuenta de que los años nos han caído encima, un día éramos
adolescentes que tenían miedo de graduarse y al otro momento tenemos una
casa llena de cuadro que muestran aquellos años que tenemos encima, esos
que nos enseñaron a ser más fuertes, vivir la vida al máximo y estar con
quienes más queremos.
Aquel grupo no podía quejarse, vivieron esa etapa de la flor de la vida
hasta el más mínimo segundo, ahora debían de disfrutar de los frutos de
aquellos años, sus hijos, ayudarlos a que pudieran disfrutar ellos de esa etapa y
ser felices. Al final la vida solo se vive una vez y aquel trozo de tela que nos
brinda el tiempo debemos de vivirlo al máximo para en un futuro no muy
lejano no tener que arrepentirnos del pasado. Poder vivir la vida con sus
amores, desamores, triunfos, derrotas y al final, poder encontrar el amor de
nuestra vida y darle gracias a la vida por habernos enseñado que la felicidad y
el amor van tomados de la mano.

FIN

¿Qué es Ella era fea?


Ella era fea es un libro inspirado en la vida adolescente y adulto joven.
Quería expresar lo que yo creo que es la vida, debo de declarar que al
principio la comencé por un pasatiempo, algo que se me ocurrió de momento.
Pero, después comencé a divertirme con la historia y sus personajes. Al
comenzar el segundo libro cerré una etapa en mi vida que es el colegio, así
aprendí muchas cosas que deseé plasmar en Ella era fea 2.
En el momento en que los personajes comienzan a abrirse paso en el
mundo adulto empiezan a sufrir nuevas dificultades en sus vidas, pero el libro
se centra más en el pasar de los años, lo que es la verdadera amistad y lo que
conlleva el tener una relación a largo plazo con alguien. De esta manera Ella
era fea se convierte en una historia que se divide en dos, el primer libro, el
primer amor mezclado con ese toque de colegio y chicos en la flor de la vida.
El segundo, personas que desean formar una familia y encontrar una vida más
tranquila junto a alguien que los respete y ame, que esté dispuesto a estar con
él el resto de sus días. Al este ser sus deseos deben de enfrentarse a sus miedos
más profundos y aquellas inseguridades que crean los problemas a su
alrededor.
De esta manera una historia que comenzó con un cliché se vuelve en un
recuento de la vida por un grupo de chicos que se conocieron en el colegio y
cuenta sus historias hasta la formación de sus propias familias. Algo que lo
vuelve un tanto nostálgico y muy romántico.
Datos curiosos:
1.Al principio la pareja de Alejandra sería Tomás, pero el pasado que tenía
la joven con Gabriel hizo que no se viera bien el que una chica con la
personalidad de Alejandra decidiera dañar su relación de más de cinco años
con Gabriel.
2.Marisol al comenzar Ella era fea 2 sería un personaje antagónico que
trataría de separar al grupo, pero al final terminaría casándose con Gabriel. Al
momento de presentarla en la novela me di cuenta que las características que
cree para ella la volvieron una chica muy dulce he inocente. Al volverse pajera
de Tomás ella sufriría nuevamente de cáncer, pero podría recuperarse y sería
en ese momento en que se casaría con el joven. Aunque, al tener la historia
muchos problemas decidí darle a esta pareja un romance no tan dramático.
3.La historia de Ella era fea 2 es la primera novela en la cual especifico
tanto los lugares en los que está inspirado la novela. Todos los paisajes que allí
relato son mis favoritos en la ciudad.
4.Luis Ángel, el hijo de Keidys y Josef es un personaje protagónico de uno
de mis libros, es un chico bastante inteligente y avanzado a su edad que se
enamora de una chica todo lo opuesto a él, aunque, en el libro nunca hablo
sobre su niñez, así que este vendría siendo en realidad el comienzo de aquel
libro que se titula “En el momento menos oportuno”.
5.Todos los hijos de los protagonistas tienen una historia y la pareja con la
cual terminarán casados. Quise escribir el libro, pero para eso debería de
revelar a los protagonistas de Ella era fea cuando ya están viejos y eso
opacaría estos dos libros. Así que me abstuve en hacerlo y dejar un lindo final
en Ella era fea 2, traté de que fuera lo más alegre posible, pero, al ser la
historia de dos libros terminó bastante nostálgico, tanto, que estuve a punto de
llorar cuando escribí el “fin”.
Tengo que aceptar que Ella era fea es el libro que más amo. Quiero
agradecerles a todos por haber apoyado tanto estos dos libros de la historia. El
terminar el libro fue un verdadero reto, no tenía planeado escribirlo este año,
pero al hacerlo y tener la universidad de por medio hizo que no pudiera
publicar en las fechas dadas y eso me hacía sentir muy mal. Aquel libro sobre
los hijos de los protagonistas en realidad quería escribirlo, de hecho, ya le
tenía el nombre, pero como me dijo mi amiga Gera, ella leyó la historia
“opacaría a los dos libros al ponerlos ya viejos”. No lo sé queridos lectores,
que esto sea una votación, si ustedes sí quieren que escriba el libro les informo
que su título sería “la revolución de la fea”, así que si están de acuerdo
escriban el título de la novela. Si a futuro se crea la historia estaría programada
para el próximo año ya que lo que resta de este estaré escribiendo Novios por
accidente.
Si no están de acuerdo con que se escriba el libro me gustaría que me
dijeran el por qué y si lo están podrían escribir en qué les gustaría que se
basara el libro. Voy informando que se enfocaría en la hija de Claudia que
sería una chica gordita que quiere de bajar de peso. La historia sería totalmente
independiente de Ella era fea y si los personajes del libro se muestran serían en
espacios muy pequeños.
Nuevamente muchas gracias por leer esta linda historia, sin ustedes estos
libros no serían lo que son hoy.

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