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Introducción Porfiriato

En las páginas de nuestra historia sobresale la figura de Porfirio Díaz como


el gran estadista que logró la estabilidad política y económica, también
responsable del logro de la paz social, luego de que gran parte de la vida
del México decimonónico había estado dominada por la anarquía, los
levantamientos intestinos, las intervenciones extranjeras y las crisis
políticas y hasta financieras. Nacido en Oaxaca en 1830, desde muy joven
optó por la carrera de las armas, participó en la revolución de Ayutla, en la
Guerra de Reforma, en la que alcanzó el grado de coronel, y en la
Intervención francesa, en donde pasó de ser un caudillo regional a uno
definitivamente nacional. Este renombre alcanzado por sus logros militares
en 1867 le permitió encabezar hacia finales de 1871 la rebelión de La
Noria, y aunque este primer intento fracasó, Díaz no cejó en su búsqueda
del poder máximo de la nación. Cuatro años más tarde, se opuso
violentamente contra la reelección del presidente Sebastián Lerdo de
Tejada, iniciando así la rebelión tuxtepecana que lo conduciría al triunfo
que afianzó mediante dos políticas: centralizar el poder y lograr conciliar
los intereses de varios sectores de la sociedad. La alianza y el personalismo
se instituyeron como parte de la identidad del manejo porfiriano del poder.
El Porfiriato inició con el control de las instancias e instituciones políticas
del país en 1877 y durante trece años, hasta 1890, se caracterizó por el
control sobre caudillos y caciques, la inversión extranjera, principalmente
europea, la conciliación con las potencias mundiales, el saneamiento de la
hacienda pública, la política de comunicaciones y transportes, el incentivo
hacia la minería, el campo y la industria, y también, la tolerancia sobre los
asuntos religiosos. Lo anterior permitió el auge del régimen porfirista
desde 1890 hasta los primeros años del siglo xx, etapa en la que
predominó el grupo conocido como los científicos, quienes determinaron la
política a seguir básicamente en tres rubros: en el económico,
consideraban necesario fomentar la inversión extranjera y la exportación
de materias primas, eliminar las alcabalas, además de intensificar la obra
pública en comunicaciones, transportes e infraestructura. En el ámbito
político, proponían la instauración de una dictadura transitoria, que a su
debido tiempo debía ser reemplazada por instituciones y leyes. En materia
sociocultural, recomendaban la implantación de un sistema de educación
pública bajo la égida del positivismo y en una identidad apegada al avance
de la civilización occidental en la que el país debía insertarse
definitivamente.
No obstante este auge, la avanzada edad de Díaz obligó a crear la
vicepresidencia, decisión que muchos han considerado como la causa de la
decadencia del Porfiriato, porque generó problemas de equilibrio dentro del
equipo porfirista. La represión ejercida contra los obreros de Cananea y
Río Blanco, aunada a la crisis económica de 1907, provocó las críticas
hacia Ramón Corral, secretario de Gobernación, y hacia José Yves
Limantour, titular de Hacienda, y golpeó a los sectores industrial y rural. A
las declaraciones de Díaz publicadas a inicios de 1908, sobre la madurez
democrática de los mexicanos, sobrevino la eclosión revolucionaria que
ocasionaría el fin de una época. Por último, el descontento popular hacia el
régimen encontró en Francisco I. Madero su apóstol, y del
antirreeleccionismo se pasó a la lucha armada, dando término de esta
manera a más de tres décadas de dominio porfiriano. Porfirio Díaz y el
Porfiriato marcaron la historia de la segunda mitad del siglo xix mexicano
y los inicios del siglo xx. El personaje y su época tejieron un periodo
histórico fundamental para entender la historia moderna y contemporánea
de México. Los hechos más destacados que marcaron este periodo han
sido recopilados para que el público lector tenga en sus manos la consulta
rápida y sencilla de un personaje y de una época.

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