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Suele decirse que el pecado es como un puñal que puede tener muy distintos
tipos de hoja, pero en el que el mango casi siempre es el mismo: la mentira. Y
es cierto: mentimos cuando decimos que amamos a Dios y sólo nos amamos
a nosotros mismos. Mentimos cuando nos engañamos a nosotros para
encontrar razones para olvidarnos de la misa dominical. Mentimos cuando
justificamos nuestros pequeños o grandes robos.
Sabemos que la palabra es la expresión oral de la idea. De ahí que, por ley
natural, aquello que yo expreso es algo que debe coincidir con lo que pienso.
Si mi palabra no refleja la idea, estoy violentando el orden natural de las
cosas, voy contra la ley de Dios. Por eso se dice que la mentira es
intrínsecamente mala, es decir, no es mala porque alguien la prohíba, sino
que es mala en sí misma. Y algo de suyo malo no puede producir nada bueno,
aunque sean muy buenas las intenciones de quien actúa.
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Al mentiroso hoy se le quiere llamar como aquel que “tiene chispa”, tiene
“aptitud para la vida” o tiene “sentido comercial” o “viveza”. Pero en realidad
eso no cambia la realidad: el mentiroso se daña a sí mismo, daña a los
demás, daña a la sociedad y, sobre todo, desfigura la imagen de Dios en su
alma.
Cuida tu lengua, amigo. Es la parte más valiosa que tienes, pero también la
más peligrosa. Con ella puedes alabar a Dios, consolar al triste, aconsejar a
un amigo…pero también puedes herirte, herir el honor y la fama del prójimo.
Decía san Bernardo que la lengua es una lanza, la más aguda; con un solo
golpe atraviesa a tres personas: a la que habla, a la que escucha y a la
tercera de quien se habla. ¡Cuánto destrozo puedes causar con tu lengua, si
la usas para el mal! Te dice Dios, a través del libro del Eclesiástico: “Muchos
han perecido al filo de la espada; pero no tantos como por culpa de la lengua”
(28, 22). Esto significa, creo, que será mayor el número de los que se
condenen por causa de la lengua que el de aquellos que mueran en la guerra.
¿Por qué es tan grave esto? Porque se está pisoteando también la caridad.
Un proverbio alemán dice: “El burro se delata por sus orejas; el tonto, por sus
palabras”. El corazón humano es una cámara de tesoros, que tiene por puerta
el habla; hay quien saca bondad, amor, verdad, sabiduría; el otro saca
insensatez, maldad, veneno, mentira.
Tienes que agradecer a Dios que te haya dado este octavo mandamiento.
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En fin, que la verdad no tiene hoy carta de ciudadanía en todas partes del
planeta, no la han dejado entrar y salir libremente, la tienen maniatada,
vendada, amordazada. ¿Por qué? No se quiere encontrar hoy con la verdad,
pues “la verdad, aunque no peca, incomoda”.
Parece que hoy algunos no consideran la verdad como un valor. Por lo menos
en la práctica. Te doy estos ejemplos.
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Por otro lado, el hombre, hoy más que nunca, busca la verdad; busca el
sentido de las cosas, sus leyes, y aplicarlas; busca conocer al hombre en
profundidad, su psicología, su funcionamiento biológico. Parece como si un
fuerte instinto le moviera a buscar la verdad en todo.
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La joven Perpetua sobresale por sus altas prendas, por su patética actuación
frente a su padre pagano, por su empuje y por su grandeza moral. Hoy lo
llamaríamos: coherencia de vida.
“Cuando nos hallábamos todavía con los guardias, mi padre, impulsado por
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Yo le dije:
- Padre, ¿ves, por ejemplo, ese cántaro que está en el suelo, esa taza u otra
cosa?
- Lo veo –me respondió.
- ¿Acaso se les puede dar un nombre diverso del que tienen?
- ¡No! –me respondió.
- Yo tampoco puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: ¡CRISTIANA!
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Para las jóvenes mujeres el diablo había reservado una vaca bravísima. La
elección era insólita, como para hacer, con la bestia, mayor injuria a su sexo
femenino. Fueron presentadas en el anfiteatro, desnudas y envueltas en
redes. El pueblo sintió horror al contemplar a una, tan joven y delicada, y a la
otra, madre primeriza con los pechos destilando leche. Fueron, pues,
retiradas y revestidas con túnicas sin cinturón.
Visto todo esto, te hago un breve resumen de lo que es la verdad y los tipos
de verdad.
Hace veinte siglos un procurador romano, llamado Poncio Pilatos, hizo esta
pregunta a un judío llamado Jesús de Nazaret: “Y...¿qué es la verdad?”. Y esa
pregunta quedó sin ser respondida. ¿Por qué? Jesús no quiso contestarla. ¿Por
qué?
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1. Verdad del ser: ser aquello que uno es, que uno debe ser. Hay verdad
del ser cuando tú te comportas como persona inteligente, libre y responsable.
Vives en la verdad de tu ser cuando sabes y te comportas con lo que te exige
tu origen, tu fin como persona humana, cuando tienes trascendencia y
sentido. Cuando vives la verdad de tu ser, vives realizado, feliz, digno y te
elevas sobre todo el universo material y animal. Lo contrario a la verdad del
ser es la inautenticidad.
2. Verdad del pensar: tu mente está hecha para percibir el ser de las
cosas. Cuando tu mente coincide que la verdad de las cosas, vives en la
verdad del pensar. Tu mente tiene que respetar la verdad de las cosas: la
verdad del trabajo, del dinero, de la sexualidad, del matrimonio, del estudio,
de la carrera... ¡Cuánta formación necesitas para descubrir la verdad de las
cosas, y pensar así con veracidad de ellas! Lo contrario a la verdad del pensar
es el error, que puede ser consciente o inconsciente, voluntario o
involuntario.
3. Verdad del hablar: decir lo que tu mente sabe que es verdad, y que lo
ha descubierto así, después del estudio y la formación. Tus palabras deben
ser vehículo leal de lo que piensas. Por medio de tu palabra, haces partícipe a
los demás de lo que llevas dentro. La palabra es puente que hace
transparente a los demás el corazón y la intimidad de la persona. Lo contrario
a la verdad del hablar es la mentira.
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- Di siempre la verdad.
- No hagas a los demás lo que no quieres que a ti te hagan.
- No mates.
- Respeta a tus padres.
- Respeta las cosas ajenas, etc.
Tienes que saber quitarte las caretas, tener la valentía de arrancarte las
máscaras, para que seas lo que eres y debes ser.
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Termino este apartado con unos párrafos sobre la verdad, dichos por
el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, que
hizo de la verdad su lema episcopal, “Cooperador de la verdad” que
resumen todas las exigencias y obligaciones de la verdad:
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que ser como un requisito que no nos otorga derechos, sino que –por
el contrario- requiere humildad y obediencia, y, además, nos conduce
a un camino colectivo…”48 .
Caretas de la mentira
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Hay también pecados contra la fama o el honor del prójimo, unos son
de pensamiento, otros de palabra. Todos atropellan la virtud más
importante que tenemos los cristianos: la caridad.
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Burla: por algún defecto que tenga la otra persona. Son esas bromas
de mal gusto, esas risotadas por deficiencias del prójimo: por sus
pecas, por sus orejas, por su nariz aguileña, por sus labios grandotes,
por sus ojos saltones, etc.
La calumnia
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Vale más que el oro, que la plata, que todos los tesoros. Así lo declara
Dios en el libro de los Proverbios 22, 1. Si hubieras perdido dinero,
empleo, salud, todo…pero te ha quedado el honor, no eres todavía
hombre perdido. Pero, ¡ay de ti si pierdes tu honor! Y la lengua
venenosa va justamente contra el honor. No mata tan sólo el puñal del
asesino. La lengua afilada también asesina. La lengua viperina es el
único instrumento de cortar que por el uso se afila aún más.
Difamación
Por ejemplo, será una obligación hacer ver a tu hijo que su nuevo
amigo es drogadicto, o que convenga informar a la autoridad pública
las actividades sospechosas en la oficina contigua. Puede ser
necesario advertir a los profesores del colegio la deshonesta actitud
mostrada por un compañero de tu hijo. Pero lo más usual es que
cuando hablamos mal de alguien lo hagamos llevados por una
intención poco recta.
Por eso, si no tenemos una causa justa, aunque lo que digamos sea
verdad, es ilícito difundir sin necesidad los defectos ajenos. Ahora
bien, si el hecho peyorativo que mencionas es algo público, algo que
resulta del conocimiento de todos, no es pecado, como el caso de
crímenes pasionales que publican todos los periódicos. Pero, aun en
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¡La lengua! El que no peca con la lengua es varón perfecto, nos dice
Dios, a través del apóstol Santiago en su carta (capítulo 3, 2).
Contumelia
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Revelar secretos
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Tal vez no exista en el mundo nada más peligroso que esa especie de
devaluación de la mentira que hoy circula entre los creyentes. Nadie
sabe muy bien por qué, pero lo cierto es que parece que entre los
cristianos hubiésemos decidido que la mentira bajase a segunda
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Cristo nada odió tanto como la mentira. Para Jesús el diablo era
literalmente el padre de la mentira y Él veía en la falta a la verdad el
signo de lo diabólico. De ahí su rechazo visceral a las posturas
mentirosas de algunos fariseos. Jesús, que era comprensivo con los
pecadores, que no tenía inconveniente en comer con los ladrones y los
abusivos, no soportaba algunas posturas de los fariseos y hasta
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Unamuno, escritor español del siglo XX, decía que no es el error, sino
la mentira, lo que mata el alma. Porque el que yerra puede
equivocarse con buena voluntad y será juzgado según esa buena
voluntad. Pero, ¿qué buena voluntad hay en el que miente?
La malicia de la verdad
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imposible una vida digna del hombre. ¿Qué pasaría si la mentira fuera
la moneda corriente de nuestra sociedad? ¿Qué enfermo creería al
médico? ¿Qué alumno creería al maestro? ¿Qué hijo creería a su
padre? ¿Qué padre creería a su hijo? ¿Qué obrero creería en su jefe?
¿Qué jefe creería a su obrero? ¿Qué esposo creería a su esposa y
viceversa? Todo sería un caos, ¿no crees?
Hay cosas que puedes callar si quieres y otras que no debes decir de
ninguna manera. Tus pecados no tiene por qué conocerlos nadie sino
tu confesor.
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