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Asignatura: Herencias

Profesor: Raúl Cristancho


Fecha: 12-05-2012
Presentado por:
David Briceño, Código: 323687

Oscar Muñoz: Nuevos Horizontes del Arte Colombiano

El propósito de este ensayo es explorar una serie de tendencias en el arte colombiano, que
comienzan a gestarse en la segunda mitad del siglo XX y se extienden hasta el arte
contemporáneo en nuestro país, a partir del análisis de dos de obras de Oscar Muñoz, artista
colombiano que surge en la segunda mitad del siglo XX. Para esto se realizara una breve
revisión del desarrollo histórico del arte colombiano, así como nuestro contexto social, con
miras esclarecer la razón de ser, del rezagamiento del arte colombiano frente a los procesos
modernistas en el arte de Europa y el cómo esto cambia en el siglo XX.

Como puede apreciarse en el libro de Marshall Berman Todo lo sólido se desvanece en el aire,
la modernidad se caracteriza por su condición constante de cambio y transformación de las
distintas estructuras en las que se asientan la sociedad y el mundo civilizado, alterando las
formas de valoración de la producción humana en las distintas épocas incluyendo el arte. Esta
vorágine de la vida moderna que transforma todo lo que toca y que va creciendo y
acelerándose a medida que el tiempo pasa, de acuerdo al afán progresista de las sociedades
modernas y la implementación de nuevas técnicas y tecnologías, que vienen con los
desarrollos industriales, transforman nuestro entorno físico, en muchos casos, violentando las
estructuras sociales y culturales establecidas, a la vez que impulsan nuevas formas de
pensamiento, a partir de las nuevas relaciones que se establecen con el mundo como
resultado de dichas transformaciones y las crisis que tienen afrontar las estructuras socio-
culturales tradicionales.

En Colombia estos procesos son un poco distintos, dado que su desarrollo industrial siempre
ha sido menor al de países de primer mundo y ha quedado rezagado por su condición
“colonial”, en lo que respecta a la educación y el conocimiento. Unido a esto y a un débil
sentido de nación, que lleva a nuestro país a imitar modelos extranjeros, pero sin asimilar sus
sustratos intelectuales o sin llegar a cuestionarlos, nuestra sociedad y nuestra cultura han
tenido un desarrollo asimétrico, lleno de tropiezos y vacios, configurando un país lleno de
contradicciones y problemas sociales, bajo el dominio de un grupo reducido de clases
dominantes, que ven al país como una mina de oro y a sus habitantes como esclavos para
explotarla. Por otro lado, el legado del pensamiento conservador español, reforzado por las
doctrinas de la iglesia, nos ha dejado una sociedad reticente al cambio, que expresa su débil
sentido de nación, en un nacionalismo, que muchas veces no es otra cosa que un miedo y un
odio recalcitrante hacia el exterior, donde las mentes paranoicas e irreflexivas, ven fantasmas
de imperialismos y depravaciones morales que amenazan con corromper nuestra “buena
cultura” y desgarrar nuestro “buen país”, sin detenerse para analizar con seriedad, qué nos
conviene y que no.

Esto tiene un efecto considerable en el arte, pues es en el arte, más que en otros campos,
donde se manifiestan con mayor fuerza, las tensiones internas de la sociedad y la cultura, y
para el caso concreto del arte colombiano, ha hecho que este preserve un cierto hermetismo,
influido o coartado por tendencias retrogradas, propias de una sociedad conservadora, con
poca capacidad crítica para mirar su entorno y mirarse a sí misma.

El arte en nuestro país viene de una tradición gremial y artesanal, traída de España, ligada al
problema de la representación, que en un principio sirvió de vehículo para la proliferación de
imágenes religiosas. Después de la independencia esto empieza a cambiar, el arte en Colombia
empieza a desligarse de su función religiosa, teniendo como ejes fundamentales a; la pintura,
la escultura y el dibujo, y sus nuevas directrices pasarían a ser dadas por las academias
emergentes de arte en nuestro país.

En este punto el arte en Colombia, se legitimaba y se valoraba de acuerdo a su propia tradición


y el gusto dominante de las elites de la época, dentro lo que podemos denotar a grandes
rasgos como el “buen gusto”, el cual determina los modelos que debe seguir el “buen arte”,
unido a un criterio estético de belleza, que bajo una atmósfera conservadora e
intelectualmente pusilánime, mantendría rezagado al arte colombiano hasta mediados del
siglo XX, a pesar de los nuevos horizontes que abrían las vanguardias europeas en el arte, a
comienzos de ese mismo siglo y las experimentaciones realizadas por algunos pocos artistas
colombianos que se distanciaban de los modelos academicistas y sus temáticas, como Andrés
de Santa María.

Con el desarrollo de la fotografía y el surgimiento del impresionismo a comienzos del siglo XX,
se empieza a cuestionar el papel del arte, y este empieza a desligarse de la representación
como problema fundamental de sí mismo, al igual que empieza a cuestionar los modelos
academicistas, así como el sentido mismo de las formas tradicionales de hacer arte.

La aparición de la fotografía trae grandes cambios, que transforman la manera de hacer arte.
Por un lado, es la primera técnica que le permite al ser humano extraer imágenes del mundo
sin la mediación de un artífice que haga una reconstrucción de lo observado. Antes de la
fotografía, la pintura el dibujo y el grabado, constituían los únicos medios de fijación, creación
y difusión de imágenes, de ahí la importancia del grado de naturalismo y realismo de las
mismas, pues estas eran una ventana a la realidad desconocida y al pasado histórico, pues a
través de un dibujo uno podía hacerse una imagen de un país lejano o en un retrato, uno podía
ver a un gobernante que había vivido varios siglos atrás. Pero con la llegada de la fotografía y
su respectiva masificación, esto cambia radicalmente, por un lado, era más barato y rápido
realizar una fotografía que una pintura y su grado de veracidad con respecto a imagen de
origen, nunca seria alcanzado por la pintura o el dibujo, debido a que en la primera la imagen
tiene su origen en el mundo, mientras que en las otras esta surge de la percepción y la
habilidad del artífice, que sin importar que tan hábil sea, siempre mantendrá un grado de
separación con el objeto de su representación. Gracias a esto el arte se libero del yugo de las
representaciones realistas, para explorar nuevos caminos y nuevas posibilidades de la imagen
y la técnica, a su vez que hace que el arte empiece a desplazarse de lo representacional a lo
presentacional.

Pero a pesar de esto, el arte colombiano se mantuvo indiferente ante estos nuevos
cuestionamientos y planteamientos del arte, lo cual cambiaría hacia mediados del siglo XX,
gracias al surgimiento de la crítica especializada de arte en Colombia, con el papel
preponderante de Marta Traba. Esto le dio a conocer al país el análisis crítico profesional del
arte, permitiendo tener un análisis más profundo y reflexivo sobre la producción artística
colombiana y el arte en general, lo cual contribuyo a la formación de un pensamiento plástico
mucho más maduro, con gran consciencia del estado del arte y de su potencial. Este fue el
detonante que le permitió al arte colombiano romper los grilletes de los convencionalismos
tradicionales, entrando en contacto con las nuevas corrientes y planteamientos que se habían
gestado en los movimientos artísticos de las vanguardias, en lo que finalmente el arte
colombiano se integra plenamente a la modernidad. A partir de aquí se da un boom de
diversas tendencias en el arte colombiano, que se extiende a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX, expandiendo el campo del arte por fuera de sus ejes tradicionales (la pintura, el
dibujo y la escultura), para explorar nuevas posibilidades y problemáticas en unos casos, como
se puede apreciar en el caso del performance y el arte conceptual, o transfigurando sus ejes
tradicionales para explorar nuevas técnicas, materiales y nuevas formas de hacer arte.

En esta segunda mitad de siglo XX, surgieron grandes artistas en el contexto colombiano que
se apropiaron de los influjos de su época moderna y las nuevas posibilidades que se abrían en
el arte, de entre los cuales me interesa mucho la obra de Oscar Muñoz, por ser una artista
emblemático de mediados de siglo XX y nuestra contemporaneidad, pero también por su obra,
la cual exhibe ciertos rasgos destacables en la producción plástica del arte contemporáneo.

Oscar Muñoz es un artista nacido en Popayán, en 1951, manifestando un interés por el arte a
temprana edad, a través del dibujo el cual fue su pasatiempo favorito. Muñoz estudio en el
Instituto de Bellas Artes de Cali, donde se formo como artista plástico, culminando con sus
estudios en 1971 a la vez que se graduaba como bachiller. En las primeras etapas de su carrera
su producción se orienta hacia el dibujo, influenciado por el fotorrealismo y exhibiendo un
gran talento como dibujante. Pero su obra no se quedo ligada a esa técnica, pues hacia finales
de la década de los setenta, Muñoz empieza a experimentar buscando nuevas formas de hacer
y abordar el arte, lo cual marcaría toda su producción posterior. Esto responde a que a finales
de esa década, se da una época de cuestionamientos y de crisis artística, lo cual se asentaría a
lo largo de los ochenta, pues siguiendo el impulso liberador infundido en los cincuentas al arte
a partir de lo ya mencionado, en un ambiente mucho más reflexivo y crítico frente a la
producción artística, se buscaba superar los convencionalismos que habían regido al arte por
largo tiempo, en un afán por encontrar nuevas dimensiones de la plástica, que sacaran al
espectador de la dimensión contemplativa en la que se situaba frente a la obra de arte.

Es de esta producción posterior de la que quiero hablar, enfocándome en dos obras


particulares, las cuales son: la serie de los Narcisos y Aliento.

En consonancia con las iniciativas de las vanguardias de siglo XX, en las cuales se buscaron
nuevas formas de hacer arte empleando técnicas y materiales inusuales, a la vez que se
incursionaba en territorios extraños, que se alejaban de los ejes tradicionales del arte, la obra
de Oscar Muñoz, específicamente su producción posterior a la década de los ochenta, se
caracteriza por su experimentación con materiales inusuales y propuestas plásticas que se
distancian en gran medida de las formas tradicionales de arte, tanto en términos formales
como conceptuales. Un aspecto que cabe recalcar en muchas de las obras de Oscar Muñoz, es
la incorporación del tiempo como parte vital de la obra y como una dimensión activa de esta,
lo cual puede observarse en la producción plástica de varios artistas contemporáneos y en
ciertas vertientes del arte contemporáneo como lo son el performance, el videoarte y el arte
sonoro, las cuales están unidas de manera inexorable a la condición del tiempo.

Sus reflexiones sobre el tiempo, quizá comienzan con su acercamiento a la fotografía como
fuente de información, tanto por la relación que esta tiene con la memoria, como por su
carácter de huella, la cual había venido siendo empleada por pintores y dibujantes como
modelo. Pero la relación de Muñoz con la fotografía no es una relación pasiva, pues a través de
su obra este cuestiona el carácter veraz de la fotografía y hace presente su carácter
fantasmagórico, trabajando con materiales relacionados a la muerte y la destrucción como es
el polvo de carbón, o de naturaleza efímera y cambiante como lo es el agua, dándole a la
imagen fotográfica una condición fluctuante y efímera.

Esto puede apreciarse en su serie de los Narcisos de 1994, la cual hace alusión al mito griego
de Narciso y consiste en una serie de cajas de metacrilato de 71 x 71 x 7 centímetros llena de
agua, sobre cuya superficie Muñoz dibuja meticulosamente, con polvo de carbón y con la
ayuda de un tamiz, una foto ampliada de su propio rostro. Luego de realizar el dibujo de su
rostro en la superficie acuosa, el agua en la cubeta se empezaba a evaporar día a día, hasta
quedar secarse, dejando en el fondo de la cubeta la huella difusa de la imagen original. Esta
serie fue realizada a partir de fotos de carné y al inicio del proceso se puede apreciar el rostro
del artista con toda claridad, pero al final del proceso lo que quedaba era un pegote sombrío,
seco, resquebrajado, una imagen de apariencia cadavérica o fantasmagórica, que le da al
tiempo presencia como fuerza destructora y mortífera, pero también, pero también como
motor de transformación de la realidad, en tanto que cada uno de los retratos en las cubetas,
a través de las distorsiones que el agua le imprime a dichas imágenes, adquieren una
apariencia distinta al culminar el proceso de la obra.

Es interesante como Muñoz logra construir y manifestar relaciones poéticas, a través de los
distintos elementos emplea en su obra, a partir de relaciones indíciales que emanan de dicho
elementos, dejando de lado el problema de la representación para presentarnos realidades
poéticas, pues además de los posibles matices conceptuales y filosóficos que operan en la obra
de Muñoz, muchas de sus obras se manifiestan, indudablemente, como realidades físicas. Esta
es otra característica que puede apreciarse en el arte contemporáneo, y es la posibilidad de
apropiarse de elementos de la realidad, como elementos portadores de sentido en sí mismos,
capaces de manifestar o crear realidades poéticas, como lo plantea Duchamp con sus ready-
mades, en lugar de adecuar dichos elementos, buscando representar realidades ajenas a los
mismos, como puede verse en muchas pinturas y esculturas.

Además de los Narcisos siguiendo en su experimentación con la imagen fotográfica y


enfatizando aun más en lo efímero, Muñoz desarrolla su obra Aliento de 1995, la cual consta
de una serie de espejos de acero dispuestos en la pared, intervenidos con grasa empleando
una pantalla serigráfica, y usando fotografías de personas desaparecidas, de tal forma que
cuando el espectador se acerca y respira sobre ellos, su aliento revela la imagen de personas
que han muerto y como concluye Muñoz, es "el propio aliento del espectador es el que le da la
vida y, literalmente, la muerte a la obra”. Esta obra demanda una acción necesaria del
espectador y generan una reflexión ineludible en él, que, de acuerdo con su autor, está
encaminada a sugerir cuestionamientos acerca del yo y el otro, debido a que cada vez que el
espectador inhala puede ver su imagen frente al espejo, mientras que cuando exhala, su
imagen desaparece para dar lugar al fantasma de un otro. De esta forma aparece una relación
entre la vida y la muerte, vinculando la frágil condición de la vida humana con los procesos de
inhalación y la exhalación; la primera relacionada con el nacimiento y la inspiración inicial, y la
segunda con la muerte, la exhalación última.

En esta obra podemos ver como Muñoz hace que el espectador sea participe de su obra,
sacándolo de un estado meramente contemplativo para convertirlo en parte activa de la obra,
dado que es el aliento de este, el que le da vida a la obra y su propia imagen se hace presente
en la misma. Este es otro rasgo importante del arte contemporáneo y es capacidad que tiene
el arte de hacer del público una parte activa de la obra de arte, de tal forma que es el público
quien complementa la obra, a su vez que tiene una experiencia mucho más vivida del arte. De
igual forma es una obra que hace presente el fenómeno de la violencia, desde un ángulo
distinto al cual suele tratarse este problema, dado que no recurre a representaciones que
hagan alusión a la violencia, a diferencia de otros artistas, generando una forma distinta de
aproximarse a este fenómeno, que no se estanca en un tratamiento pornográfico de la
violencia, lo cual es particular en la forma en cómo Muñoz aborda las problemáticas sociales
en su producción plástica, pues como el mismo dice, su intención es “llevar la obra a niveles
más allá de la experiencia que el espectador tiene de la realidad y enriquecerla” para evitar “la
banalización tenaz de lo terrible”.

El siglo XX, es un siglo de cambios importantes en el arte colombiano en el que este abre sus
horizontes, para explorar nuevas formas de hacer arte, así como nuevas problemáticas bajo
una mirada crítica y reflexiva, con una conciencia mayor del potencial del arte. Bajo estas
nuevas condiciones se empiezan a dar grandes desarrollos en la plástica nacional, lo cual
abriría nuevos caminos a seguir para los artistas colombianos, en lo que cabe destacar la obra
de Oscar Muñoz, que es un artista que desborda los lindes de las formas tradicionales de hacer
arte y rompe su condición estática, para crear un arte dinámico que hace del mundo su
materia plástica, dejando de lado el problema de la representación para presentar nuevas
realidades poéticas y plásticas, a partir de elementos dispuestos en relaciones inusuales, que
se constituyen como experiencias vitales en una fuerte relación con nuestra realidad y con la
experiencia sensible, que incorpora el tiempo como una dimensión dinámica en su obra,
haciendo de esta un ente vivo, que incluso puede llegar a hacer que el espectador sea
participe de la obra, transformándola y haciendo del público una parte activa de la obra, a su
vez que genera nuevas reflexiones en torno a la imagen, que son rasgos que pueden apreciarse
en buena parte de la producción contemporánea y dan cuenta de las nuevas dimensiones del
arte.
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