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Tanto los incas como los aztecas habían comenzado a concebir la educación como una práctica distinta de
la política y la religión, aunque muy orientada por ellas.
No se perfila la figura del educador diferenciada del sacerdote, pero los contenidos que se programan
trascienden la formación religiosa para internarse en la política, el arte de la guerra, la ciencia y la tecnología.
En los demás pueblos no se han encontrado rastros de instituciones educativas, pero puede apreciarse que
la transmisión de la cultura tuvo orden y constancia. Los rituales fueron un medio para enseñar formas de
relación entre la gente; los mitos permitieron condensar, guardar y transmitir la cultura; los educadores eran
siempre los ancianos y se preparaba a los jóvenes para servir a la comunidad.
La conquista cultural
Los siglos XVI, XVII y XVIII fueron siglos de vaciamiento de América Latina: despojo de riquezas, de
población, de culturas. Desde el punto de vista educacional, esta segunda etapa estuvo marcada por la
decisión de imponer la doctrina cristiana en gran escala, a la vez que lograr la domesticación de los indios
como mano de obra. Si bien el Concilio de Trento confirmó el derecho a la colonización, en 1550 los teólogos
y filósofos reunidos en Valladolid reconocieron el derecho de los indios a ser considerados humanos y
redactaron las Leyes de Indias, sin incluir una sola línea sobre la educación elemental. En 1552 fue la Junta
de prelados de Lima la que recomendó enseñar a leer, escribir y contar, además del catecismo.
En 1565 se fundó la primera escuela conventual en Tucumán; en 1572 una Real Cédula de Felipe II
estableció que los gobernadores debían nombrar maestros en todos los pueblos de su jurisdicción. De 1573
data escuela de Santa Fe cuyo maestro fue Pedro de Vega. En 1586 los jesuitas fundaron una escuela en
Santiago del Estero. En 1612 se educaba a mujeres en el convento de Santa Catalina de Córdoba; en 1617
los jesuitas abrían un colegio en el actual emplazamiento de la Plaza de Mayo. En 1684 el presbítero
cordobés Ignacio Duarte Quirós fundó el Real Convictorio Monserrat de Córdoba.
Debe agregarse un hecho muy significativo para toda la región: la fundación de la Universidad do Lima, que
recibió en 1574 el titulo de Real y Pontificia Universidad de San Marcos. Estuvo a cargo de dominicos y
recibió los privilegios de la vieja Universidad de Salamanca, que databa del siglo XII1. En 1613 el jesuita
Diego de Torres fundó el Colegio Máximo de Córdoba, con la colaboración del obispo Diego de Trejo y
Sanabria. En 1624 recibió la autorización papal para emitir títulos de bachiller, licenciado, maestro y doctor
por diez años. Se transformó definitivamente en universidad en 1634, cuando el papa Urbano IV la autorizó
a otorgar títulos a perpetuidad.
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El curriculum medieval, condensado en el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el cuadrivium (aritmética,
música, geometría y astrología o astronomía) persistió en aquellas universidades.
Es importante destacar que no existía la noción de un sistema educativo integrado, que recién termina de
gestarse en Europa a comienzos del siglo XIX. El nivel medio o escuela secundaria es una creación muy
tardía surgida de las llamadas Escuelas Preparatorias, que eran en su origen extensiones de las
universidades.
Durante casi dos siglos los únicos establecimientos que proporcionaron educación pública fueron los
Ayuntamientos. Las escuelas para el pueblo enseñaban las primeras letras y evangelizaban, en tanto las
universidades transmitían los saberes cultos. Las primeras ligaban toda la educación al aprendizaje de los
elementos de la religión católica y su culto. Sólo en excepcionales casos, como en las misiones jesuíticas,
se enseñaba a trabajar formando artesanos y agricultores. En las universidades se formaban los dirigentes
políticos y religiosos. Netamente escolásticos, los planes daban prioridad a la teología y el derecho. Los
educandos eran los hijos de los funcionarios españoles y criollos, aunque concurrieron también algunos hijos
de los nobles indígenas.