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Encabezado: Ensayo Ciencia, orden y creatividad.

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Ensayo Ciencia, orden y creatividad.

(nombre completo)

(nombre del profesor/a)


Instructora

Universidad Santo tomas


(nombre de la carrera)
Bucaramanga – Santander
2018
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No supone desde luego ninguna novedad afirmar que la constitución de la física como
una ciencia, en oposición al viejo aristotélico, tiene lugar sobre la base de una
concepción mecánica de la naturaleza. La máquina reemplaza al organismo vivo en
cuanto analogía válida en el estudio del mundo natural, y con ello se da paso a una
característica fundamental consistente en la prioridad indiscutible de lo manifiesto, de lo
externo, de lo extenso frente a cualquier forma de existencia que suponga ocultación a
nuestros sentidos. La condición primera de posibilidad de un conocimiento físico
objetivo radica en la aparición de las cosas ante los sentidos, en su exposición frente a
un sujeto en tanto que seres diferentes entre sí, lo que a su vez remite al único criterio
diferenciador, la localización espacial.
El fundamento de la objetividad es la exterioridad, la existencia externa, la cosa
extensa, en último término el espacio. Puede, por tanto, que el horizonte especulativo
que da lugar a la aparición del paradigma mecánico es el horizonte de lo espacial.
Mecanicismo y exterioridad se revelan como términos inseparables, de forma que toda
hipotética realidad no sostenible a las condiciones del espacio, quedará claramente
fuera de toda posibilidad de conocimiento científico, tal como estipuló de modo ejemplar
Descartes. Es indudable que estos supuestos han calado tan hondo en nuestra cultura
científica, que difícilmente negaría nadie el carácter indisociable de la pareja ciencia-
observabilidad.
Toda forma de saber sobre realidades ocultas a la observación, no-espaciales, internas,
queda para místicos y parapsicólogos, no para científicos dignos de tal nombre. pues
bien, partiendo de estas premisas, que reconocer enormemente provocadoras que
resultan las ideas del prestigioso físico, recientemente desaparecido, David Bohm. Este
ilustre científico, antiguo
La característica fundamental del pensamiento de Bohm es la unidad múltiplemente
conexa de la realidad. El mundo físico posee una estructura dinámica que produce la
enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos por los sentidos. Es un
sistema plural en continuo cambio que, sin embargo, goza de un substrato interno que
lo sustenta, rige y unifica.
El conjunto de fenómenos físicos, biológicos y psíquicos que acontecen en la realidad
sensible y perceptible conforman el orden explicado de Bohm. Es la realidad temporal
que los físicos describen mediante cuatro interacciones fundamentales. Por tanto, el
orden explicado está constituido por el conjunto de sucesos susceptibles de
comprobación experimental por alguna disciplina científica.
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Este orden explicado carece en sí mismo de una razón suficiente de ser. Se trata de un
orden contingente de la realidad que, sometido a las leyes de causa-efecto, no puede
últimamente explicarse a sí mismo. Es una realidad dada y limitada por su dimensional
dad temporal. Hablamos del continuo devenir donde se han dado la materia física, la
vida y el psiquismo.
Se supone que todo lo que importa en la teoría física es el desarrollo de las ecuaciones
matemáticas que nos permitan predecir y dirigir el comportamiento de grandes
conjuntos estadísticos de partículas. Este propósito no se considera solamente por su
utilidad práctica y técnica: más bien ha llegado a darse por supuesto que tal predicción
y dirección es todo lo que interesa al conocimiento humano.
Ciertamente, esta clase de suposición está de acuerdo con el espíritu general de
nuestra época, pero la principal propuesta de este libro es que no podemos prescindir
alegremente de tener un concepto global del mundo. Si pretendemos hacerlo así, nos
encontraremos con que hemos perdido cualesquiera conceptos del mundo
(generalmente inadecuados) que podríamos haber tenido a mano.
En efecto, uno se da cuenta de que los físicos no pueden sumergirse precisamente
ahora en cálculos de predicción y control: necesitan utilizar imágenes que se basen en
cierto tipo de nociones generales acerca de la naturaleza del mundo físico, como las
«partículas que son los ladrillos del universo»; pero estas imágenes son ahora
enormemente confusas (por ejemplo: estas partículas se mueven discontinuamente y
son también ondas). Resumiendo: nos hemos encontrado ante un ejemplo de cuan
profunda y acuciante es la necesidad de mantener algún tipo de noción del mundo real
en nuestro pensamiento, aunque sea fragmentaria y confusa.
Mi sugerencia es que cada etapa del propio orden con el que opera la mente requiere
una comprensión global de todo lo que se conoce, no sólo en términos formales, lógicos
ni matemáticos, sino también intuitivamente, en imágenes, sensaciones, uso poético del
lenguaje, etcétera. (Quizá podríamos decir que esto es lo que relaciona armónicamente
el «lóbulo izquierdo» con el «lóbulo derecho».) Esta forma global de pensar no es
solamente una fuente caudalosa de nuevas ideas teóricas: la mente humana necesita
funcionar por lo general de una manera armoniosa, lo que revertiría en beneficio de una
sociedad ordenada y estable.
No obstante, como se señala en los primeros capítulos, esto requiere un flujo y
desarrollo continuo de nuestras ideas generales acerca del mundo real. Por lo general,
estos intentos han sido recibidos por la comunidad de los físicos de un modo más bien
confuso, ya que la inmensa mayoría de ellos siente que cualquier concepto general del
mundo se debería admitir como una noción «recibida» y «final» acerca de la naturaleza
del mundo físico.
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Desde el principio, mi postura ha sido la de que nuestras nociones sobre la cosmología
y la naturaleza general del mundo físico están en un proceso continuo de desarrollo, y
que uno debe comenzar con ideas que sean solamente una especie de mejoras sobre
lo que nos ha ido siendo útil hasta ahora, y seguir desde ahí hacia ideas que sean
mejores. También este capítulo presenta los problemas, reales y serios, con los que se
enfrenta cualquier intento de conseguir una noción consistente de la «realidad
mecánico-cuántica», y señala cierta aproximación preliminar a la solución de estos
problemas en términos de variables ocultas.
En el capítulo quinto se explora una aproximación diferente a los mismos problemas. Es
una investigación sobre nuestras nociones básicas de orden.
El orden, en su totalidad, no tiene, es evidente, una definición última, en el sentido de
que penetra todo lo que nosotros decimos y hacemos (lenguaje, pensamiento,
sentimiento, sensación, acción física, las artes, la actividad práctica, etcétera). De todos
modos, en la física, el orden básico ha sido, durante siglos, el de la cuadrícula rectilínea
cartesiana (ampliada ligeramente en la teoría de la relatividad a una cuadrícula
curvilínea).
La física ha logrado un enorme desarrollo durante este tiempo; han aparecido muchos
rasgos radicalmente nuevos, pero el orden básico ha permanecido sin cambios
esenciales.
El orden cartesiano es el adecuado para analizar el mundo en partes que existen
separadamente (por ejemplo, partículas o elementos de campo). No obstante, en este
capítulo vamos a examinar la naturaleza del orden con mayor amplitud y profundidad, y
descubriremos que, tanto en la relatividad como en la teoría cuántica, el orden
cartesiano plantea serias contradicciones y confusión.
Esto es así porque ambas teorías implican una visión de totalidad no fragmentada del
universo más que su análisis en partes independientes.
Sin embargo, ambas teorías difieren radicalmente, en detalle, en sus nociones del
orden. En efecto, en la relatividad, el movimiento es continuo, causalmente determinado
y bien definido, mientras que, en la mecánica cuántica, es discontinuo, con causa no
determinada y mal definido.
Cada teoría se compromete con sus propias nociones de estática esencial y de modos
fragmentarios de existencia (la relatividad, con los acontecimientos separados,
relacionables por señales, y la mecánica cuántica con un estado cuántico bien definido).
Se ve, pues, que hace falta una nueva teoría que deje de lado estos compromisos
básicos y recupere algunos rasgos esenciales, los más que pueda, de viejas teorías,
como formas abstractas derivadas de una realidad más profunda, en la que lo que
prevalece es una totalidad no fragmentada.
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En el capítulo sexto vamos más allá; comenzamos un desarrollo más concreto: el de un
concepto nuevo del orden que puede resultar apropiado a un universo de totalidad no
fragmentada. Se trata del orden implicado o plegado.
En el orden implicado, ni el espacio ni el tiempo son ya los factores dominantes para
determinar las relaciones de dependencia o independencia de los diferentes elementos.
Es posible que exista una relación básica diferente por completo entre los elementos, y
que, por ella, nuestras nociones ordinarias del espacio y del tiempo, junto con la de
partículas materiales existentes por separado, queden absorbidas en las formas
derivadas de este orden más profundo.
En efecto, estas nociones ordinarias aparecen en lo que se llama el orden explicado o
desplegado, que es una forma especial y particular contenido dentro de la totalidad
general de todos los órdenes implicados.

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