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A licia H .

P u leo

G én ero y s e x o en la filo so fía


co n te m p o r á n e a

FEMINISMOS
Dialéctica de la sexualidad
Género y sexo en la filosofía contemporánea
Alicia H. Puleo

Dialéctica de la sexualidad
Género y sexo en la filosofía contemporánea

EDICIONES CÁTEDRA
UNIVERSITÄT DE VALENCIA
INSTITUTO DE LA MUJER
Feminismos
Consejo asesor:

Giulia Colaizzi: Universidad de Minnesota.


María Teresa Gallego: Universidad Autónoma de Madrid.
Isabel Martínez Benlloch: Universität de Valencia.
Mercedes Roig: Instituto de la Mujer de Madrid.
Mary Nash: Universidad Central de Barcelona.
Verena Stolcke: Universidad Autónoma de Barcelona.
Amelia Valcárcel: Universidad de Oviedo.
Matilde Vázquez: Instituto de la Mujer de Madrid.

Dirección y coordinación: Isabel Morant Deusa: Universität de Valencia. Prólogo

La elaboración de una política sexual feminista a la altura


de las exigencias de nuestro tiempo requiere una laboriosa re­
flexión teórica. Pues el feminismo, en rigor, todavía no ha he­
cho su ajuste de cuentas práctico, y sobre todo teórico, con lo
que se ha dado en llamar “la revolución sexual de los años se­
senta” y fenómenos derivados, como la difusión de la porno­
Diseño de cubierta: Carlos Pérez-Bermúdez grafía entre otros. Ha habido, sí, por parte de algunos secto­
res, un “parti pris” militante contra la pornografía que no ha
dudado en establecer con la derecha alianzas ambiguas y en
último término ruinosas para el feminismo, en la medida en
que los resultados de esta cruzada conjunta no han hecho sino
reforzar la sexualidad convencional, no precisamente libera­
dora para las mujeres —ni para nadie. Por su parte, las que se
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto
en el art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados han dado en llamar “feministas pro-sexo” se han opuesto a la
con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren normativización y a la jerarquización de los comportamientos
o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística
o científica fijada en cualquier tipo de soporte y gustos sexuales de acuerdo con criterios, al menos, discuti­
sin la preceptiva autorización. bles. Frente a la concepción esencialista de una sexualidad
que emergería de la naturaleza humana como Minerva toda
armada, han insistido, en la línea de Judith Walkowitz y de
© Ediciones Cátedra, S. A., 1992
Telémaco, 43. 28027 Madrid Foucault, en su peculiaridad de ser un constructo de un con­
Depósito legal: M. 3.422-1992 junto de prácticas y de relaciones sociales, de lo cual se deri­
I.S.B.N.: 84-376-1051-6 va una relativización acerca de los juicios de valor que las op­
Priníed in Spain
Impreso en Gráficas Rógar, S. A. ciones sexuales de las gentes nos merezcan. Sin embargo, si
Fuenlabrada (Madrid) bien es cierto que muchas de ellas han sido contundentes en
vil
sus críticas a los supuestos esencialistas que subyacen bajo la los pactos de apropiación de los varones que es la prostituta.
monográfica militancia de las llamadas “antipomógrafas”, su La reconstrucción de la lógica patriarcal de los tres mo­
constructuvismo no ha sido lo bastante radical como para, en mentos es de una originalidad impecable y nos restituye en su
su sentido etimológico, tomar las cosas por la raíz. Lo cual, organicidad, si se quiere el despliegue diacrònico —o, si se
en el caso que nos ocupa equivale a desmontar las formas de prefiere, la inteligibilidad sincrónica— de este conspecto cu­
articulación patriarcal que este constructo ha revestido en la yos “ligamentos naturales” —como las coyunturas del ave
contemporaneidad filosófica. Y a hacerlo, además, filosófica­ que trincha el buen cocinero del Fedro— remiten a la matriz
mente —desde una filosofía feminista, claro está—, relacio­ sadiana (anti-genealogismo militante, liberación catártica,
nando de un modo sistemático las modalidades de la “puesta transgresión soberana). La razón —mero epifenómeno cuya
en discurso” de la sexualidad con las formas en que la soi-di- función es puramente instrumental y, eo ipso, feminizada—
sant “autoconciencia de la especie” pivota y discurre sobre la poco puede consensuar ni argumentar ante una sexualidad
estereotipada dicotomía de las categorías de género. que es “como un torrente” —dicen los jueces cuando el viola­
El análisis de Alicia Puleo identificará tres momentos dor “no se pudo contener” a la vista de una mini-falda— o
significativos en los que el varón se autodesigna como lo es­ como la pirueta batailliana del “animal sagrado” —¿no han
pecíficamente humano determinando la conceptualización de oído ustedes hablar del “salto del tigre”?
lo femenino como el correlato respectivo de las tres modali­ Nuestra autora trabaja, pues, en la línea del análisis de “la
dades de su autodesignación. En la metafísica del pesimismo política sexual” que abriera Kate Millet, desde claves filosó­
schopenhaueriano, al ideal soteriológico del varón —que nie­ ficas que le ponen de manifiesto como avatares de la crisis de
ga conscientemente su complicidad a la reproducción del su­ la razón los diversos hitos de este itinerario, a través del cual
frimiento en el mundo renunciando a la práctica de la sexuali­ la sexualidad se implanta como “nuevo suelo ontològico” y
dad— corresponderá la Mujer-Inconsciente, como trampa que “vía de acceso privilegiada” al conocimiento. Al feminismo
le tenderá la especie, para frustrar su proyecto ascético, a tra­ le corresponde replantear cuál deba ser su espacio en la vida
vés del amor. Cuando el conatus de la Vida se tome su revan­ humana, más allá de una hipertrofia a la que no han sido
cha autoafirmativa y el varón se inserte sin resentimiento en ajenos —traduzcamos a Foucault en nuestra clave de género-
el engranaje del devenir, una nueva figura de lo femenino to­ sexo— los intereses ideológicos del sistema de dominación
ma cuerpo. De Nietzsche al freudomarxismo, acabará siendo patriarcal. Gracias al trabajo de Alicia Puleo, tenemos más
“representante privilegiada de Eros”, encamación de la alter­ elaborado nuestro propio discurso sobre ese discurso que
nativa emancipatoria a la represión de los instintos por parte siempre nos “pone en discurso”.
de la “astucia de los poderes” —que ahora sustituye, como su
variante combinatoria, a la “astucia de la especie” del autor de C e l ia A m orós
Parerga y Paralipómena. En un tercer momento, Bataille, en
su distinción entre sexualidad y erotismo, rechazará la prime­
ra como inmediatez natural insatisfactoria para “el hombre” y
valorará el segundo como expresión de lo genuinamente hu­
mano, en cuanto que apunta a la liberación de una naturaleza
prisionera del universo de las reglas culturales instituidas:
estamos en pleno “erotismo transgresivo” cuya presa más
codiciada será esa mujer descodificada, a la intemperie de
V IH
ix
Introducción

Una dialéctica implica oposición e integración. La sexua­


lidad se ha configurado como una dialéctica porque en tanto
parte de un orden de dominación milenario incluye entre sus
componentes la fusión amorosa y el éxtasis, pero también la
agresividad y la negatividad. Esta ambigüedad fundamental,
así como las vicisitudes históricas, económicas, políticas y
culturales contemporáneas, determinan los cambios en la vi­
vencia y conceptualización de la sexualidad desde que ésta
adquiriera rango filosófico. He tratado de seguir estas trans­
formaciones en un ejercicio que intenta ser una comprensión
del presente a la luz del pasado reciente.
Cercana ya a la época de su decadencia, la Metafísica, esa
raíz del árbol de la Filosofía, acogió en su seno a una intrusa
con pretensiones de trascendencia: la sexualidad. A partir del
siglo XIX, ésta ya no será algo ajeno al pensamiento filosófico
sino que, poco a poco, adquirirá un espacio propio y debida­
mente legitimado por los nuevos valores gnoseológicos y
ontológicos que se le atribuyen.
Se ha dicho que la filosofía tiene por tarea el pensar lo
obvio, aquello que por estar constantemente bajo los ojos
pierde la capacidad de sorprendemos, se convierte en invi­
sible. Y si a la totalidad del ente corresponde esta posibilidad,
¿cómo no ha de dirigir su mirada la filosofía hacia su propio
discurso cuando un confuso resultado de mediaciones entre lo
1
biológico, lo histórico y lo social es llamado “natural” y ter­ remos diversos pasajes de la Filosofía de lo Inconsciente, en
mina reclamando para sí el estatus de revelación metafísica? particular los reunidos bajo el título de “El inconsciente en el
En función de tal objetivo, he centrado mi atención en los amor de los sexos”. Compararemos las aseveraciones de am­
desarrollos filosóficos europeos contemporáneos que otorgan bos pesimistas respecto al fenómeno que interpretan e in­
un lugar de privilegio a la sexualidad en el marco de una re­ tentaremos comprenderlas (sin pretensiones reduccionistas)
flexión sobre el Ser y el sentido de la existencia humana. en el marco de las transformaciones económico-sociales del
Pero he tenido siempre presente que los filósofos pueden ser siglo XIX.
considerados agentes culturales que no sólo se limitan a “re­ Atenderemos también a la reificación de las categorías de
flejar” y organizar en un todo coherente las realidades y opi­ género-sexo con las que opera acríticamente este pensa­
niones de su época sino que, como creadores de ideología miento filosófico. Originados en la conciencia mítica, los
(entendida ésta tanto en sentido amplio, como en el más es­ conceptos de masculino y femenino, hombre y mujer, viajan
trecho de deformación y ocultamiento), contribuyen a confi­ casi intactos a través del tiempo y de los distintos movi­
gurarlas. mientos filosóficos que los emplean una y otra vez sin revi­
La filosofía suele ser fuente de inspiración del arte. La re­ sarlos. El esencialismo subyacente a estas categorías se reve­
lación inversa también tiene lugar. A menudo, el proceso es lará como una constante en los distintos momentos del pensar
de dependencia recíproca. Cuando el movimiento de influen­ que estudiaremos.
cias es del primer tipo, las ideas filosóficas alcanzan una difu­ La misma dinámica de la historia del pensamiento nos
sión que no podrían haber logrado en el austero lenguaje del llevará, después, a otro hito mayor en el discurso sobre la
concepto. Se extienden despojadas de las cadenas deductivas sexualidad. Analizaremos la transformación de la actitud
que las unen a un sistema, perdiendo su pretensión de objeti­ pesimista, que veía en el placer sexual una astucia del Uno-
vidad pero ganando, en contrapartida, el inmenso poder de Inconsciente para perpetuarse, en una afirmación orgullosa de
seducción que les confiere un estilo atento a la estética y la Vida y del sexo.
generador de intensas emociones. Así, Ferdinand Alquié po­ La consagración de las teorías de la izquierda freudiana
drá hablar de una “filosofía del surrealismo”, movimiento durante los acontecimientos de mayo del sesenta y ocho en
éste que tuvo un importante papel en lo que se refiere a la Francia ha decidido mi elección de dos pensadores célebres:
conceptualización de la sexualidad en nuestro siglo. Invito, Wilhem Reich y Herbert Marcuse, sin olvidar a Deleuze y
pues, a un viaje por las diversas configuraciones de la sexua­ Guattari con su revolucionario Anti-Edipo.
lidad en el discurso filosófico contemporáneo. Nuestro re­ Seguiremos los distintos desarrollos de este movimiento
corrido partirá del pesimismo, pensamiento que elevó la que hizo de la liberación de la sexualidad una instancia fun­
sexualidad a categoría fundamental de la Metafísica con la damental en el advenimiento del “hombre nuevo” y la espe­
aparición y el progresivo afianzamiento de la noción de In­ rada realización de la utopía.
consciente. Finalmente, cerrando el itinerario filosófico elegido, asis­
Arthur Schopenhauer y Edouard von Hartmann provee­ tiremos a la justificación ontològica que procura Georges Ba-
rán material significativo para nuestra indagación. En el caso taille a su moral de la transgresión e intentaremos, a la luz de
del primero, nos atendremos al complemento de El mundo las categorías de género, poner de manifiesto una función y
como voluntad y representación, que lleva el nombre de un significado de su teoría del erotismo que son, por lo co­
“Metafísica de la sexualidad”. Respecto al segundo, tan fa­ mún, sistemáticamente ignorados.
moso y popular en su tiempo y ahora tan olvidado, examina­ Con el examen de estos fragmentos del discurso filosó-
2 3
fico (que de ninguna manera pretende agotar el tema o el ma­
terial disponible), espero haber contribuido al estudio de ese
vasto “dispositivo de sexualidad” que denunciara Michel
Foucault como parte de las microprácticas de poder en el pro­
ceso de formación del sujeto moderno y correlativo some­
timiento. Pero me he propuesto hacerlo en una dimensión au­
sente en Foucault: la del análisis de género proveniente de la
filosofía feminista.
Antes de ponemos en camino, querría agradecer par­
ticularmente las críticas y sugerencias de Celia Amorós y su
cálido apoyo de amiga. En el Seminario Permanente “Femi­
nismo e Ilustración” que dirige en la Universidad Complu­ C a p ít u l o p r im e r o

tense de Madrid, hemos debatido muchos de los temas que


aquí se tocan. Han sido particularmente enriquecedoras las La sexualidad como clave ontològica
discusiones con Angeles Jiménez Perona, Ana de Miguel,
Rosa Cobo, Teresa López Pardinas, Neus Campillo, Cristina
Molina, Oliva Blanco, María Luisa Cavana y Luisa Posada. Y com o la esencia íntima de la Natu­
También debo a Victoria Camps, Jacobo Muñoz y Ana María raleza, la voluntad de vivir, se m anifiesta
Leyra la lectura y apuntes críticos a este trabajo. Agradezco más enérgicam ente que en parte alguna en
particularmente a Raquel Osbome las charlas que mantuvi­ el instinto sexual, los poetas y los filó so ­
fos antiguos, entre ellos H esíodo y Par-
mos sobre el tema y a Colette Guillaumin la correspondencia
m énides, decían, con sentido profundo,
mantenida desde nuestro encuentro en Canadá. Gracias, asi­
que Eras (el amor) era el primer principio
mismo, a Teo Sanz por sus observaciones durante la elabora­ el principio creador de donde todas las
ción del trabajo. Quiero recordar además el estimulante am­ cosas salieron
biente de trabajo del Master de Sexualidad Humana dirigido
por José Antonio Nieto en la Universidad Nacional de Educa­ A rthur S ch o penh auer
ción a Distancia, la cordialidad de los compañeros y el inter­
cambio de opiniones con los alumnos durante las tutorías.
Finalmente, un reconocimiento muy especial para Isabel Mo- Hacia el final de la década de los setenta, las teorías de la
rant y Amelia Valcárcel que se interesaron por mi investiga­ sexualidad dieron un gran vuelco interpretativo. El exponente
ción y le brindaron su apoyo. más significativo de este giro copemicano, el más conocido y
discutido, es Michel Foucault. Su último gran proyecto de in­
vestigación, una Historia de la sexualidad, se halla estructu­
rado en tomo a una idea fundamental: la sexualidad no es una
simple realidad natural que las distintas sociedades y épocas
históricas reprimen cada una a su manera sino que es, ella
misma, el resultado de un complejo proceso de construcción
social.
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De esta manera, Foucault rechaza la “hipótesis represiva” glo XVII que, inspirada por la Contrarreforma, recomienda la
desarrollada en particular por los pensadores de la izquierda confesión detallada de todas las fantasías sexuales al tiempo
freudiana. Esto no quiere decir que niegue la realidad de la que insiste sobre la importancia extrema del pecado sexual.
represión sexual a través de la historia. Simplemente, trata de Nos hallamos ante un proyecto de enunciación del sexo na­
insistir en el papel creativo, formativo, que sobre los aspectos cido en medios monásticos e impuesto posteriormente a toda
fantasmáticos y la práctica concreta de la sexualidad tienen la población. El objetivo es examinar y analizar el deseo y no
las instancias de poder. sólo los actos del individuo. El filósofo francés destaca la, a
Hablamos de giro copemicano porque con este nuevo primera vista, sorprendente similitud entre esta exigencia reli­
planteamiento la teoría abandona el esencialismo que suponía giosa y la obra del marqués de Sade que transforma en dis­
la existencia de una sexualidad natural deformada por la curso todos sus deseos y fantasmas sexuales.
civilización y se instala en un enfoque nominalista. Ya no se El siglo XVIII inicia la aplicación de la razón al sexo. Se
busca descubrir una hipotética verdad sexual humana sepul­ investiga sobre su origen, su cantidad y sus tipos. Las formas
tada por el peso de una historia de error y represión. Esta “patológicas” suscitan gran interés. Son clasificadas y se
esencia verdadera nunca existió. La sexualidad siempre es tiende a descubrirlas allí donde nunca se había sospechado de
algo construido sobre la base de pulsiones lo suficientemente su existencia. Esta administración racional se intensifica du­
indeterminadas como para poder recibir formas muy diversas. rante el siglo XIX.
Guiado quizás por lo que se le reprochó como excesivo Foucault reagrupa bajo el término de “dispositivo de se­
gusto por la paradoja, Foucault analiza en el primer volumen xualidad” al conjunto de procedimientos de poder, tendentes
de su Historia..., titulado La voluntad de saber, el progresivo a crear y controlar el sexo de los individuos. Este dispositivo
desarrollo del conocimiento sobre la sexualidad en Occidente incluye discursos científicos, medidas legales, organización
señalando que lo que siempre se había estudiado como repre­ del espacio arquitectónico, etc, generadores de nuevos fenó­
sión sexual y aumento del silencio en tomo al tema con la menos. La perversión y el mecanismo que la controla son di­
instalación progresiva de la burguesía en el poder, debía ser fundidos simultáneamente. Así, por ejemplo, el discurso so­
entendido, por el contrario, como una expansión creciente del bre el onanismo infantil lo incentiva para luego reprimirlo.
discurso sexual hasta su apoteosis con el psicoanálisis en el Las perversiones adquieren realidad analítica a través de la
siglo XX. definición y la clasificación de que son objeto. La homo­
Este largo proceso de producción-investigación se basó sexualidad se transforma en esencia. Las prácticas sexuales
en la noción de sexo, concepto que “permitió agrupar en una insólitas son definidas como patologías que requieren trata­
misma unidad artificial elementos anatómicos, funciones miento médico y son objeto de la ciencia. Cuando en 1631,
biológicas, conductas, sensaciones, placeres, e hizo posible un conde fue ejecutado por sodomía en Inglaterra, no se
que esa unidad ficticia funcionara como principio causal, pensó que poseyera una naturaleza especial, distinta de los
como sentido omnipresente, secreto que es necesario descu­ demás. Simplemente, se lo consideró como un pecador. En
brir en todos lados”1. cambio, la medicina y psiquiatría del siglo XIX verán una
Foucault sitúa el comienzo de esta estrategia creativa esencia específica en un individuo que realice el mismo tipo
(y no meramente represiva) en la pastoral cristiana del si-1* de prácticas sexuales que las de aquel desventurado conde.
Las ciencias médicas toman el relevo de la religión en la tarea
1 Foucault, M., La volonté de savoir, Gallimard, París, 1976, pág. 205 de definición, control y administración de la sexualidad. La
(la traducción es nuestra). proximidad del analista y el analizado crea nuevos placeres:
6 7
el de cazar y el de huir, el de engañar o escandalizar. Se pro­ su análisis apenas tiene en cuenta la perspectiva de género
cede a la histerización del cuerpo de la mujer, proceso por con lo que en algunos momentos, la interpretación es suma­
el que pasa a considerarse al cuerpo femenino como total­ mente parcial e incompleta4.
mente saturado de sexualidad. La presencia misteriosa de esta Dejaremos de lado estas deficiencias comunes a cual­
sexualidad exige que el cuerpo de la mujer se someta al con­ quier estudio académico (ya que éstos tienen por consigna, en
trol médico que termina uniendo la identidad personal de la casi totalidad de los casos, no incluir las ineludibles aporta­
ésta, pensada siempre como madre, con la salud futura de la ciones de la teoría feminista). Nos interesa destacar su enfo­
población. La procreación pasa a ser objeto de interés del Es­ que constructivista de la sexualidad, enfoque que comparte
tado. Familia, colegios e instituciones psiquiátricas se con­ con otros estudiosos actuales del tema, como Jeffrey Weeks5.
vierten en dispositivos de saturación sexual. Tanto la ar­ Partiendo de este enfoque constructivista, dedicaremos el
quitectura como las reglas disciplinarias se refieren al sexo y, presente capítulo a un aspecto del dispositivo de sexualidad
al mismo tiempo que lo prohíben, incitan a una sexualidad no no tratado por Foucault: la entrada triunfal de la sexualidad
heterosexual, incestuosa y promiscua. El discurso no sólo ha­ en la filosofía decimonónica de la mano del pesimismo de
bla sobre sexualidad sino que la crea. Schopenhauer y Edouard von Hartmann.
La sexualidad es el “correlato de esa práctica discursiva Si podemos considerar el psiconálisis freudiano como la
lentamente desarrollada llamada scientia sexualis”2 Por eso, culminación del despliegue del dispositivo de sexualidad fou-
una historia de la sexualidad ha de ser una “historia de los caultiano, las teorías de Schopenhauer y E. von Hartmann (a
discursos” que sobre la sexualidad se sostuvieron y aún se las que Foucault no alude por concentrar su atención en el
mantienen. Con Foucault, pasamos de una sexualidad con je­ discurso científico y las prácticas que lo acompañan) no pue­
rarquía de fundamento ontològico, a una sexualidad definida, den dejar de ser tenidas en cuenta, dentro de este movimiento
no sólo como construcción cultural (tesis que encuentra sus de constitución del sujeto como sujeto sexual. La estrecha re­
orígenes en las investigaciones antropológicas abiertas por lación de estas teorías filosóficas con la suya propia llevó a
Margaret Mead), sino como estrategia de poder. Freud a formular declaraciones tendentes a reafirmar la inde­
En este sentido, consideramos a Foucault en parte here­ pendencia de su teoría la cual habría sido formulada, según
dero no confeso de los estudios feministas sobre la dimensión
política de la sexualidad en la sociedad patriarcal. A pesar de 4 A este respecto, señala Geneviève Fraisse que no se puede aludir a la
que el pensador alude a los movimientos feministas como sátira Las joyas indiscretas de Diderot sin tener en cuenta, como lo hace
elementos relevantes de cambio social por constituir una de Foucault, que el sexo que es interrogado es el femenino. Agregamos por
las formas de enfrentamiento con el estado actual de las rela­ nuestra parte, que la fantasía erótica de Diderot, en la que los genitales fe­
ciones de poder3, ninguna referencia bibliográfica concede en meninos considerados como la parte más “franca” de las mujeres se po­
nen a hablar por obra de un anillo mágico, se inscribe en la tradición de
sus obras el lugar que le corresponde a las teorías feministas. humor “paillard”, misógino, propio de la Edad Media, con lo que no
Por otro lado, como ya hemos subrayado en la introducción, puede ser considerado como parte del dispositivo de sexualidad que se
inaugura en el siglo xvn. A favor de Foucault, supondremos que la cita de
Diderot no tenía en su obra más que un interés retórico y funcionaba
2 Ibid, pâg. 91. como simple metáfora de La voluntad de saber todo sobre el sexo propia
3 Foucault, M, “Deux essais sur le sujet et le pouvoir”, en Dreyfus, H., de la modernidad.
Rabinow, P., Michel Foucault. Un parcours philosophique. Au-delà de 5 Weeks, Jeffrey, Civilization and Its Discontents. Meanings, Myths
l’objectivité et de la subjectivité, trad, al francés de F. Durand-Bogaert, and Modem Sexualities, Londres-Boston, Routledge and Kegan Paul,
Gallimard, 1984, pâgs. 300-304. 1985.

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él, sin haber leído la obra de Schopenhauer. Sin embargo, se cer en la existencia un sentido que trascienda los mecanismos
ha reconocido la importancia de la metafísica alemana para el ciegos de la naturaleza.
desarrollo del psicoanálisis. Así, por ejemplo, reconociendo El irracionalismo comienza su andadura con los prerro­
esta filiación, Jean-Claude Filloux dedica el primer capítulo mánticos alemanes. Algunos rasgos de las teorías de los filó­
de L’inconscient6 a Schopenhauer, Carl-Gustav Carus y E. von sofos de la Naturaleza (Franz von Baader, Johann Jakob Wag-
Hartmann en tanto precursores de la noción freudiana de ner, Johann-Carl Passavet, Oken y Ritter) anuncian la impor­
inconsciente. tancia creciente de lo no racional en el pensamiento posterior.
El discurso filosófico y científico sobre la sexualidad re­ Entre los rasgos que les son comunes, es consignable la idea
percute en el arte y, a través de él, logra un impacto profundo de la analogía presente en toda la naturaleza. Esta idea propia
en la sociedad. Es conocida la influencia de las teorías freu- de la mística y de la magia se revitalizó con el descubrimien­
dianas del inconsciente en André Breton y los artistas que to del magnetismo y la electricidad, interpretados como pre­
formaban parte de su grupo, influencia sobre la que los dada- sencia espiritual en el mundo. El pensamiento analógico per­
ístas ironizaron con agudeza. La revista Manomètre de Lyon mitiría apresar las secretas relaciones de los entes. Gracias a
publica en su número cinco del mes de febrero de 1924 un ar­ él, una serie de objetos remite y aclara el significado de otra
tículo de Malespine que presenta el pensamiento de Freud serie que el intelecto considera independiente:
como mera repetición de conceptos ya expresados por otros Esta forma de pensamiento supone la existencia de
filósofos y reducción de la realidad a una de sus parcelas: un “espacio-red”. En su Tratado de historia de las religiones,
“Tendencia del ser a perseverar en el ser de Spinoza = volun­ Mircea Eliade señala que este concepto de “espacio-red” sus­
tad de vivir de Schopenhauer = impulso vital de Bergson = tenta toda creencia en una magia simpática basada en leyes
libido sexualis de Freud = 0 “ (...) “Para comprender a Freud, de coexistencia orgánica, analogía formal o simbólica o sime­
póngase testículos como si fueran gafas”7. tría funcional.
Para los filósofos románticos, las oposiciones son
complementarias y en distintos niveles de la realidad se en­
C r isis d e l a r a z ó n e in g r e so d e l a s e x u a l id a d e n la cuentra el mismo principio de división en pares opuestos. De
F ilo so fía esta manera, el día y la noche, el hombre y la mujer, son algu­
nos de los aspectos de la polaridad universal. Pero estas opo­
Comenzaremos entonces nuestro recorrido por el dis­ siciones no son originarias, sino el resultado de un proceso
curso filosófico de la sexualidad en ese particular momento generador de la multiplicidad a partir de la unidad del Abso­
en que esta última pasa a ocupar un lugar destacado dentro de luto. En esta interpretación del mundo del devenir, es posible
la Metafísica. Este “ascenso” ontològico se produce en un ver rastros de la noción religiosa de la Caída8*.Un error ha in­
momento especialmente favorable para ello: cuando la razón ducido la división en el seno de la unidad y el ser humano ha
entra en crisis y el pensamiento se siente incapaz de recono­ de emplear todos los medios que se hallen a su alcance para
retomar al estado privilegiado originario que se deja entrever
en el éxtasis, los sueños o la intuición.
6 Filloux, J.C, U inconscient, París, P.U.F., 1963.
7 Citado por Behar, H., Carassou, M., Le surréalisme. Textes et débats,
París, Librairie Générale Française, 1984, pág. 207 (la traducción es nues­ 8 Cfr. Béguin, A., L’âme romantique et le rêve, Paris, Librairie José
tra). Corti, 1946.

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Así, para Schubert, la videncia y el magnetismo son las Suelen explicarse las corrientes románticas de pensa­
vías más aptas para recobrar contacto con la Naturaleza y miento como un fenómeno debido a la ley general de oscila­
restablecer la armonía del Todo. Para Baader, serán las imá­ ción del pensamiento que provoca una reacción de rechazo
genes del sueño y de la poesía aquellas que expresen más del período anterior101*.Sin embargo, nos interesa destacar que
fielmente la intuición fundamental de la unidad del espíritu y la asignación de un carácter redentor a la Naturaleza (aspecto
la materia. La importancia acordada a las imágenes oníricas, que desaparecerá con el pesimismo) ya estaba presente en la
atención que no podemos dejar de poner en relación con la Ilustración y su búsqueda de un nuevo paradigma legitima­
posteriormente dada por la escuela freudiana a este tipo de dor. Por otro lado, la explicación por la ley nombrada nos pa­
material psíquico, encuentra su explicación en la creencia de rece correcta pero parcial ya que se limita a la dialéctica in­
que el Inconsciente conecta con la Realidad Universal de al­ terna de la historia de la filosofía sin hacer referencia a los
guna manera desconocida por la ciencia y la razón. procesos históricos externos a la filosofía, pero no por ello
El Romanticismo alemán vuelve a las intuiciones neo- indiferentes a su desarrollo. Consideramos que el espectáculo
platónicas del Renacimiento y rechazando las explicaciones de los cambios históricos debidos a la Revolución francesa
atomistas y mecanicistas concebirá a la Naturaleza como un así como la desilusión posterior y el progresivo avance del
organismo viviente, manifestación y símbolo del Espíritu. La capitalismo industrial no han sido ajenos a la tentación de
filosofía de la identidad de Schelling invita a descubrir el postular la existencia de entes metafísicos no necesariamente
alma del mundo o unidad del espíritu y la Naturaleza por me­ racionales que dirigen la historia11.
dio del arte o de la intuición intelectual. Así, la nueva conciencia pesimista, por boca de Schopen-
El pensamiento analógico es propio del ocultismo. Lo hauer, acusa tempranamente a Hegel, cuando aún la interpre­
guía la idea de una correspondencia secreta entre la realidad tación de la Historia que éste hiciera gozaba de gran prestigio
espiritual, la realidad mental y la sensible. Esta corresponden­ y unánime aceptación, de ocultar el horror del devenir, la
cia no puede ser aprehendida por las categorías lógicas del injusticia de los acontecimientos históricos, bajo el pretexto
conocimiento. En este aspecto nos hallamos frente a lo que de que se trataría de momentos necesarios para la consecu­
Nicolai Hartmann llama “irracional alógico”9. Pero, como este ción de la Idea. El optimismo racionalista sería, en realidad,
mismo filósofo advierte, es imposible mantener una estricta en el mejor de los casos, un consuelo de la conciencia, en el
diferencia entre el irracionalismo gnoseològico, que pretende peor, una mentira de los filósofos que sirven al Estado. Una
llegar a conocer un objeto, no necesariamente irracional, pero simple mirada a nuestro alrededor podría convencemos de
a través de vías irracionales, y el irracionalismo ontològico. que el mundo está regido por el azar y el error.
La negación de la concordancia entre las categorías del pen­
sar y las del ser propia del irracionalismo gnoseològico im­
plica ya la aceptación de lo irracional ontològico. Esta ob­ 10 Brehier, E. Histoire de la Philosophie, tomo II, La Philosophie Mo­
servación nos permite trazar una línea que conduce de los derne deuxième partie, xixème et XXème siècles, Paris, Librairie Félix Al­
prerrománticos alemanes a la teoría schopenhaueriana de la can, 1932, pâg. 587. También A. Béguin en el estudio ya citado se refiere
Voluntad de vivir. al romanticismo como un fenòmeno reactivo frente al racionalismo de la
Ilustración.
11 Ver la presentación que realiza Marcuse del idealismo alemán y en
9 Cfr. Hartmann, N., Les principes d ’une métaphysique de la con­ particular del sistema hegeliano en la introducción a Razón y Revolución.
naissance, trad. de R. Vancourt, ed. Aubier Montaigne, 1945, tomo I, Hegel y el surgimiento de la teoría social, Madrid, Alianza Editorial,
pâg. 319. 1972, págs. 9-21.

12 13
mann acepta la tendencia de la química de la época a conside­
El irracionalismo de Schopenhauer termina con una larga rar la aparición de la vida en la Tierra como resultado de una
tradición filosófica occidental que postulaba una inteligencia
particular organización de la materia inorgánica, acuerda a
suprema ordenadora como fundamento de la realidad. Esta esta circunstancia lo que podríamos llamar un “carácter po­
razón con mayúsculas explicaba la existencia de los entes y
servía de garante de los valores morales. tencial”.
En efecto, las condiciones químicas favorables a la
Con el filósofo de El Mundo como Voluntad y represen­ formación de las primeras células requieren, para el filósofo,
tación, el pensamiento, la conciencia, no son más que un pro­
el concurso de un principio espiritual que las active: “En
ducto de la Voluntad de Vivir (Wille zum Leben). El conoci­
cuanto se produce la posibilidad de vida en un cuerpo, el In­
miento intuitivo y el racional sólo son medios para la conser­
consciente lo anima, ejerciendo sobre él las funciones psíqui­
vación del individuo y de la especie. La formación científica
cas que la constitución de ese cuerpo comporta”13.
del filósofo, sus conocimientos de la fisiología de la época
No entraremos aquí a discutir el problema del idealismo
(no olvidemos que había comenzado los estudios de Medici­
y el materialismo enfrentados en el pensamiento de Schopen­
na que luego abandonó para seguir los de Filosofía) lo lleva­
hauer. Ya lo hemos examinado en otra ocasión14. Sólo desta­
ron a afirmar que el pensamiento es una función del cerebro y
caremos esta noción de razón como instrumento que será re­
que éste es un órgano en el que se objetiva la Voluntad de vi­
tomada por Nietzsche y que dejará sentir su poderosa presen­
vir, energía universal que subyace a los entes del mundo
fenoménico. cia en la concepción psicoanalítica de la conciencia como un
tenue velo que oculta los abismos de la libido, verdadero mo­
En su debate con el materialismo, la teoría del Incons­
ciente universal propone una solución de recambio que impli­ tor de la conducta.
Emmanuele Severino considera a Schopenhauer como el
ca en cierto modo una retirada estratégica frente a la ofensiva
primer filósofo contemporáneo porque su definición de la ra­
de las ciencias particulares. Si bien se mantiene la afirmación
zón como instrumento de la Voluntad de vivir se inscribe en
de la necesidad de la presencia del alma como principio de
el proceso de “ocaso de la razón como remedio”15 adecuado
animación de los seres vivos, el alma pierde su carácter sus­
al miedo producido por el devenir. También ha sido califi­
tancial estático, que es reemplazado por otro que podríamos
cado de “último de los grandes idealistas alemanes”16*y único
calificar de “relacional dinámico”. Así, el alma será definida
de ellos capaz de liberarse de la herencia teológica que les
por E. von Hartmann como : “la suma de las acciones ejerci­
llevaba a considerar al Logos como el fundamento de los en­
das sobre un organismo por lo Uno-Inconsciente”12.
tes. De esta separación drástica entre religión y filosofía, deri­
Las almas individuales han desertado los cuerpos para
van su postura atea y su visión desesperanzada de la realidad.
fundirse en la unidad del Inconsciente, entidad misteriosa y
providencial de la que ciertas pulsiones nos hablan con elo­
cuencia. 13 Hartmann, E., op. cit., pág. 262. En el capítulo titulado “La esencia
Ni la Voluntad de vida schopenhaueriana, ni el Incons­ de la generación desde el punto de vista de la unidad y universalidad del
ciente hartmanniano pueden ser reducidos a mero símbolo de Inconsciente” se debaten las teorías científicas, teológicas y filosóficas so­
bre el origen de la vida.
una realidad mecánica que explicaría la existencia de los se­ 14 Cfr. Puleo, Alicia H., Cómo leer a Schopenhauer, Gijón, Júcar, 1991.
res vivos y su obstinada reproducción a partir de una azarosa 15 Severino, E., La Filosofía contemporánea, trad. de Juana Bignozzi,
combinación de elementos simples. Aun cuando E. von Hart- Barcelona, Ariel Filosofía, 1986.
16 Philonenko, A., Schopenhauer, une philosophie de la tragédie, París,
Librairie Philosophique J. Vrin, 1980, pág. 122.
12 Hartmann E., op. cit., tomo II, pág. 251.

14 15
¿Qué es esa Voluntad de vivir que nuestro filósofo pone exclusión del campo filosófico, la sexualidad se convierte por
en el lugar que antes ocupara la razón? Es la esencia de toda fin no en un tema más de cierta filosofía, sino en la raíz
manifestación fenoménica. Es la fuerza que descubrimos den­ misma de la comprensión del universo”19.
tro de nosotros mismos a través de la introspección. Schopen­ La conciencia de esta innovación estaba presente en el
hauer prefiere el término de “Voluntad” al de “fuerza” porque mismo Schopenhauer, quien mostró su asombro por la indife­
este último, extraído del ámbito de la naturaleza, denota algo rencia que la Filosofía había manifestado generalmente por
que no nos es dado a conocer directamente, mientras que la un fenómeno de tan singulares características. Al comenzar el
palabra “voluntad” adquiere un claro sentido procedente de complemento dedicado a este tema, afirma que el único filó­
nuestra propia experiencia interna. Por ello, a sus ojos, resulta sofo que antes que él se interesó por el amor fue Platón. Sin
más adecuado extender su uso al mundo de los objetos inani­ embargo, considera insuficiente y parcial el análisis que éste
mados que no realizar el procedimiento inverso. Llamará en­ lleva a cabo en El Banquete y en Fedro porque se refiere es­
tonces Voluntad a la energía que anima y constituye tanto la pecialmente a la atracción homosexual y, por otro lado, se
manifestación de las fuerzas naturales como la conducta hu­ contenta con elaboraciones míticas.
mana. La Voluntad es la esencia de/ universo. A pesar de las El carácter imperativo de la atracción erótica, su fuerza
reiteradas declaraciones del filósofo en el sentido de que no avasalladora que no atiende a conveniencias personales o
debía entenderse su teoría como un materialismo, este mo­ sociales, sugirió al filósofo que se trataba de la manifestación
nismo de la Voluntad ha sido considerado un “panergetismo más clara de esa energía cósmica que llamó Voluntad de vi­
naturalista”17 o identificación del ser con la energía natural. vir. Observa Savater que las cualidades asignadas a esta úl­
tima parecen haber sido extraídas de la observación del deseo
En todo caso, lo que ahora nos interesa es la relación es­ sexual: “repetición obstinada de lo mismo, urgencia ciega y
tablecida por Schopenhauer entre esta Voluntad de vivir y la perentoria, menosprecio del individuo en beneficio de la fun­
sexualidad. El acto sexual y la reproducción son considerados ción específica, imposibilidad de una satisfacción definitiva,
como la más evidente “afirmación de la Voluntad de vivir falta de miramientos morales en la consecución de sus fines,
pura y sin mezcla”18. perpetuación del dolor y del hastío”20. Estas dos últimas ca­
Femando Savater subraya el lugar central ocupado por la racterísticas nos remiten al problema ético.
sexualidad en la teoría schopenhaueriana al sugerir que final­
mente no es tan errada la tendencia de muchos lectores de Si la filosofía de Schopenhauer ha podido ser conside­
Schopenhauer a atender fundamentalmente a lo que éste dice rada una filosofía de la tragedia, ello se debe a la mirada
sobre el sexo, ya que una lectura más profunda muestra que amarga y carente de esperanza que dirige hacia el mundo.
la clave de su metafísica reside en el deseo sexual elevado a Como el espectador de la tragedia, el filósofo sabe de ante­
principio ontològico. Respecto a la categoría de tema funda­ mano que no es posible creer en un final feliz. Su interpreta­
mental de la Metafísica que la sexualidad adquiere con este ción del monólogo de Hamlet resume este pathos de una radi-
maestro del pesimismo, observa: “Después de tantos siglos de calidad pocas veces alcanzada en la historia de la Filosofía: el
no ser absoluto es preferible a la triste condición de nuestra
17 Cfr. Maceiras Fafián, “La Voluntad como energía”, en Anales del Se­
minario de Metafísica, número 23, 1989, Schopenhauer (1788-1988): Pe­ 19 Savater, F., “Génesis del pesimismo genital”, en Savater, F. ed., Filo­
simismo y nihilismo, pág. 119-133. sofía y sexualidad, Barcelona, Anagrama, 1988, pág. 19.
18 Schopenhauer, A., El Mundo como Voluntad y representación, IV, 60. 20 Ihíd, pág. 19.

16 17
existencia. Esta convicción abre paso a un sentimiento que tensa que forma los cuerpos, se convierte en principio onto-
más tarde se expresará en el existencialismo y el teatro de lo lógico y en consecuente tema de discusión filosófica22.
absurdo: la vida es trágica porque es sufrimiento absurdo. Schopenhauer comienza su tratamiento del tema refirién­
La Filosofía no puede ya reconocer un sentido trascen­ dose a la pasión amorosa y demuestra su fuerza por los casos
dente al mundo y a la existencia humana. Su desolada luci­ 'de suicidio y trastornos psíquicos provocados por ella. Basta
dez, libre ya de toda atadura de lo que más tarde fueran lla­ una lectura de los periódicos (el filósofo era lector asiduo de
mados “los grandes relatos”, descubre que la única finalidad prensa) para convencerse. No se trata, pues, de una invención
de la vida es reproducir su ciego ciclo de dolor hasta el in­ de los poetas. Es una realidad cotidiana. Su increíble fuerza
finito. sólo puede ser explicada por una raíz instintiva: el instinto se­
¿Y no es acaso el instinto sexual el responsable de esa xual. La misma posibilidad del “amor a primera vista” consti­
obstinada sucesión de vidas carentes de sentido? tuiría una prueba suplementaria de que no nos hallamos ante
un producto del entendimiento sino ante una manifestación
de la Voluntad de reproducción de la especie.
La atracción de los sexos es esclavitud del individuo a la
U n a m e t a f ís ic a d e l a s e x u a l id a d
especie, es el aspecto de nuestro ser en el que el Inconsciente
manifiesta su poder para vencer todo cálculo egoísta. Si bien
F.L. Mueller21 estima que el complemento de El mundo no es el único instinto que podemos observar en nosotros, es
como voluntad y representación, titulado “Metaphysik der aquel que no se refiere únicamente a nuestra satisfacción y
Geschlechtsliebe” es, en general, traducido erróneamente al supervivencia personales.
francés por “métaphysique de F amour” cuando en realidad, A diferencia del hambre y la sed, el deseo sexual se halla
en alemán, se refiere a una metafísica de la sexualidad. Lo dirigido a la generación de un nuevo individuo, distinto de
mismo podemos decir de la traducción al español (“Metafí­ nosotros mismos y por el que será necesario sacrificarse.
sica del amor”). Esta observación nos confirma en la creencia El instinto sexual prueba la supremacía del Inconsciente
de que “La Metafísica de la sexualidad” de Schopenhauer y sobre la reflexión y el intelecto. Es la constatación de la exis­
“El Inconsciente en el amor de los sexos” de Edouard von tencia de la energía cósmica, del monstruo amorfo, del deve­
Hartmann, su discípulo, constituyen, en el espíritu de sus au­ nir ciego y obstinado dentro de nuestro propio ser. Devenir
tores, no sólo un intento de explicación del curioso fenómeno que sacrifica a los individuos en aras de un todo en el que el
de la pasión amorosa, sino un elemento clave dentro de sus individuo no puede identificarse, un todo que ni siquiera po­
sistemas ya que aportan la prueba más sorprendente de la ac­ see ya la jerarquía de los grandes valores del espíritu.
ción del Inconsciente en el ser humano.
Creemos que esta particular atención de la filosofía a la
sexualidad ha de ser examinada en relación con el dispositivo
22 Para un análisis del pensamiento cartesiano con respecto a la existen­
de sexualidad puesto de relieve por Michel Foucault. Obser­ cia de los sexos y su mutua atracción, ver el libro de Paul Hoffmann, La
vemos que aquello que en el dualismo cartesiano no consti­ femme dans la pensée des Lumières, Paris, Association des publications
tuía más que una modalidad accidental de la sustancia ex- de l ’Université de Strasbourg, Ophrys, 1977. Desde una perspectiva más
genera], la tesis de Geneviève Lewis, Le problème de l’inconscient et le
cartésianisme, París, P.U.F, 1950, traza un panorama del tratamiento que
21 Mueller, F., L’irrationalisme contemporain. Schopenhauer, Nietzs­ los actos inconscientes reciben en los escritos de Descartes y de sus segui­
che, Freud, Adler, Jung, Sartre, Paris, Payot, 1970, pâg. 15. dores.

18 19
El Inconsciente es aquello que el hombre comparte con que o incluso la evite, ya que el objetivo del Inconsciente es
las formas más humildes de la vida. Presente en el meca­ ajeno a la conciencia y se manifiesta en el deseo. Puede ob­
nismo de los seres vivos más primitivos, el reconocimiento servarse, en este autor, la omisión del recurso schopenhaue-
de su fuerza en el ser humano constituye una ofensa, una he­ riano a la idea platónica del nuevo ser como generadora de la
rida narcisística. pasión amorosa. Si bien esta última sigue siendo considerada
Para E. von Hartmann, la adecuación de los órganos de como un impulso metafísico en tanto tiende hacia aquello que
reproducción de cada sexo a su contrario en todas las espe­ aun no existe, el acento se halla puesto en la existencia del
cies, así como la atracción del macho por la hembra de su instinto de formar un hogar y en los instintos materno y pa­
misma especie, son prueba de la existencia del Inconsciente, terno. El filósofo alude a la teoría de la selección natural de
concebido éste como Providencia que ordena los entes en el Darwin como una corroboración científica de sus propias te­
mundo e interviene en su acontecer. La función del Incons­ sis. Recordemos que Schopenhauer murió sin haber podido
ciente, al manifestarse en las pulsiones, es la de orientar a un conocer esa obra que conmocionó el conocimiento sobre la
fin que no es conocido por el individuo. naturaleza: El origen de las especies. Es evidente que des­
Aunque el instinto sexual en los humanos se halla más pués de la publicación de esta obra ya no podía hablarse de
“individualizado”, no deja de ser la prueba de la preeminen­ Ideas inmutables que constituyeran la esencia de las especies.
cia de los derechos de la especie. Para Schopenhauer, los Pero según la interpretación que hace E. von Hartmann
griegos habrían intuido esta verdad que simbolizaron con la de la obra del revolucionario investigador inglés, la elección
figura de Eros. El dios del amor reunía en su imagen mítica instintiva dirige teleológicamente el desarrollo de las es­
los atributos que caracterizan al deseo sexual: la inocencia pecies.
propia de su ser niño, el peligro al que aludían el arco y las El concepto darwiniano de “supervivencia del más apto”,
flechas y la inconstancia representada por sus alas. Incons­ que hoy los biólogos prefieren llamar “reproducción diferen­
ciencia que no se pregunta por las consecuencias de sus actos, cial del más apto”23, se ve de esta manera asimilado a una hi­
inconstancia que olvida rápidamente al objeto de la pasión: pótesis que se halla a medio camino entre la teología natural
estos rasgos pertenecen al amor porque éste está inspirado con su argumento del diseño y la teoría evolutiva que pro­
por el genio de la especie que sólo busca lograr su cometido, clama el carácter azaroso y oportunista de los cambios en los
la fecundación. Por eso, después de la pasión viene el tedio y organismos vivientes. Recordemos que el concepto de “o-
el individuo se lanza a la búsqueda de nuevas sensaciones portunismo”, aplicado a la evolución de las especies por la
amorosas. biología, se refiere precisamente a la ausencia de un plan
La causa de la obstinación amorosa reside, para Schopen­ prefijado y a la adaptación dependiente de las condiciones del
hauer y E. von Hartmann, en el carácter instintivo del deseo medio.
sexual, el cual no deriva de ninguna experiencia como lo Si bien E. von Hartmann dedica un capítulo entero a
prueba su universal imperio en los seres vivos, aún en aque­ distinguir su concepto de Inconsciente del concepto de dios
llos inferiores que no poseen capacidad de experimentar de los teístas, señalando que este último posee el atributo an-
placer.
La realización del acto sexual, al que E. von Hartmann 23 Sobre el descubrimiento de Darwin, su impacto en la época y el
califica de “grosero”, “repugnante” y “humillante”, sólo es punto de vista actual de la ciencia, ver el segundo capítulo de Genética de
explicable, entonces, por la intervención del Inconsciente . Su la conducta de R. Plomin, J.C. Defries y G.E.MC. Cleam, trad. al español
fin es siempre la reproducción, aunque el hombre no la bus­ de L. Pezzi, Madrid, Alianza Ed., 1984.

20 21
tropomórfico de la conciencia, la finalidad del Inconsciente, El devenir es un caos que no tiene otra explicación ni
aunque definida como “intuición clarividente” introduce una sentido que la misma voluntad de vida que lo constituye. El
guía de tipo providencial, totalmente ajena al mecanismo na­ único acto coherente con semejante descubrimiento será, pues,
tural postulado por Darwin. la anulación del deseo. El velo de Maya del mundo feno­
ménico ha de ser rasgado. Debemos descubrir la identidad de
Eros, en tanto engaño por el que la Voluntad logra re­ los entes tras la multiplicidad de la apariencia.
producir su interminable ciclo de insatisfacción, se opone, en La verdadera sabiduría consiste en aceptar la Nada y vol­
su esencia misma, a la simpatía nacida de la conciencia del ver a ella evitando, así, los sufrimientos inherentes al ser. La
dolor compartido y de la unidad de todos los seres. Esta única inmortalidad posible es la de la cosa en sí o Voluntad
forma de sentimiento, la verdadera bondad, es llamada por de vivir, núcleo secreto de la realidad. El individuo es mera
Schopenhauer “ágape” y nada tiene en común con los violen­ apariencia, simple instrumento de que se sirve la Voluntad
tos sentimientos nacidos de la atracción sexual. La compasión para perpetuarse. El ser en sí del hombre reside en la especie
ocupa un lugar fundamental en la ética de este pensador, que y la reproducción lo convierte en indestructible. Pero no hay
se aleja así de la tradición racionalista que deshechaba el sen­ inmortalidad del individuo porque el principio de individua­
timiento como instancia moral pertinente. La compasión es ción es ajeno a la Voluntad de vivir.
“piedra angular de la metafísica” schopenhaueriana24, es la La profunda nostalgia del amor que conmociona a los
piedad generada por el reconocimiento del dolor universal. enamorados y produce las más bellas páginas de la literatura
Schopenhauer considera que el mito de la transmigración de proviene de la aspiración infinita de la especie a una “existen­
las almastes la versión popular de la verdad filosófica ense­ cia infinita”. Los fines de la especie le dan esa apariencia su­
ñada en los Upanishads como máximo principio moral: “tat blime, el individuo capta confusamente algo que lo trasciende.
twam asi” (eso eres tú), somos idénticos a los demás seres. Schopenhauer pone al ascetismo en la más alta posición
Todos somos la misma Voluntad de vivir en sus distintas ma­ de su escala ética. Es la actitud de quien ha comprendido, sea
nifestaciones. por el camino de la experiencia o por el de la reflexión filosó­
Desde el enfoque pesimista de la realidad como dolor, ce­ fica, que la esencia de la vida es sufrimiento provocado por el
der al impulso sexual significa condenar a la vida a un nuevo deseo y la única alternativa válida para evitarlo es suspender
ser. Es, por lo tanto, el acto más egoísta que pueda conce­ todo deseo. El filósofo no oculta las fuentes en las que toma
birse. esta concepción: el pensamiento de la India. Los Vedas son ci­
Tanto en Schopenhauer como en el continuador de su tados a menudo como prueba del temprano descubrimiento
línea de pensamiento pesimista, Edouard von Hartmann, la de este aciago carácter del ser.
sexualidad aparece como una de las más claras manifesta­ Consecuentemente, encontraremos en el otro extremo de
ciones de la Voluntad y por lo tanto como una de las formas su escala ética, en el más bajo, al individuo que se abandona
extremas de la esclavitud humana. El surgimiento de la con­ a los impulsos dictados por la Voluntad de permanencia del
ciencia pesimista hace que el sujeto se descubra arrojado en ser. Esta permanencia está asegurada por la reproducción, por
el mundo y portador dentro de sí mismo de la sustancia onto­ lo tanto, el deseo más culpable será el deseo sexual.
lògica que explica el dolor y el sufrimiento imperantes. La afirmación del impulso sexual implica la perpetuación
de la cadena de seres que se debaten en el dolor para ser,
finalmente, vencidos por la muerte. De ahí la calificación que
24 La expresión es de Philonenko, op. cit., pág. 254. reciben los amantes. Son “traidores”.

22 23
las miradas de los enamorados. El mero deseo es una forma
La traición de los amantes consiste en sacrificar al indivi­ de engendrar. La nueva Idea procurará ávidamente encar­
duo en el altar de la especie. Sus descendientes serán nuevas narse. Luchará por conseguir la materia que precisa para ello.
sombras fenoménicas que hagan posible, gracias a su es­ Su “avidez” y su “violencia” se expresan en la pasión erótica.
fuerzo por sobrevivir y reproducirse a su vez, la inmortalidad En virtud de esta singular interpretación, Schopenhauer
del fundamento o Voluntad de vivir. rechaza la utilización de cualquier método anticonceptivo.
Una cierta conciencia difusa de esta culpa explicaría, se­ Una vez que el deseo genera la nueva Idea no es ético evitar
gún Schopenhauer, el manto de vergüenza que cubre todo lo su encamación. Sería equivalente a un infanticidio. De más
que se halla relacionado con la sexualidad. Las normas socia­ está decir que también condena el aborto. En todos estos ca­
les que instituyen el secreto de la sexualidad se derivarían de sos, el individuo se limita a aniquilar el fenómeno pero no
la conciencia del mal. puede terminar con la cosa en sí (el noúmeno) producida por
La sexualidad es culpable de atar a las generaciones si­ el deseo. Este sólo puede ser aniquilado por la negación de la
guientes a la vida. Es la culpa metafísica fundamental, la afir­ Voluntad en un proceso de superación ascética.
mación del mal supremo, o sea, de la vida. Será, pues, necesario dejar que la naturaleza lleve a cabo
Y el filósofo reinterpreta, entonces, la historia bíblica: el sus fines ya que entre ellos se incluye el objetivo superior de
cristianismo ofrece sendas representaciones de la alternativa adquirir la luz y liberarse definitivamente27. Por el mismo
ética a la que el hombre se enfrenta: Adán es la figura de la motivo, desecha el suicidio como posible abandono del su­
afirmación de la vida con la que comienza la serie genealó­ frimiento. El suicida sólo termina con su apariencia fenomé­
gica, Cristo es la negación ascética salvadora25. nica pero su deseo vital subsiste ya que lo que aborrece no es
¿Y cuando el impulso sexual no lleva a la reproducción? la existencia en sí sino determinadas condiciones que se la
¿Es culpable un individuo que evita la trampa de la especie hacen insoportable.
por medio de prácticas sexuales que sólo busquen el placer y Este aspecto de la teoría schopenhaueriana sólo se com­
no impliquen reproducción? prende si lo relacionamos con su creencia en la metem-
La respuesta de Schopenhauer a esta pregunta nos mues­ psicosis o palingenesia. En el capítulo de los complementos
tra su distancia respecto al materialismo del siglo XVIII, por dedicado a la “Metafísica de la muerte”, el filósofo nos habla
ejemplo, el que podemos encontrar en Diderot y su trata­ de su adhesión a esta doctrina hindú. Con su ayuda, explica
miento del amor erótico dentro de las coordenadas de una fenómenos que más tarde la sociología explicara de manera
ética utilitarista26. Aunque Schopenhauer parte de datos cien­ muy diferente. Así, afirma que el aumento de la natalidad tras
tíficos de la época, su filosofía es idealista. La Voluntad de las guerras o las pestes es debido a la Voluntad de vivir que
vivir no puede ser reducida a determinismo mecánico de la busca encamarse después de una muerte acaecida sin que el
materia. El concepto de Idea tomado de Platón asegura, de deseo de vida se hubiera extinguido totalmente.
manera poco convincente, la articulación del sustrato metafí- Muy pocos alcanzan el estado de “liberado viviente” pre­
sico (Voluntad) con la realidad fenoménica. La Voluntad de conizado por el ascetismo oriental. Apagar todo deseo es pro­
vivir se objetiva en la Idea del hijo ya desde el encuentro de pio del santo, de aqüel que ha alcanzado el máximo grado
ético posible. Lo más común es la constante caída del indivi-
25 El Mundo como Voluntad y representación, IV, 60.
26 Cfr. Diderot, D., Suite de l’entretien précédent, en Le neveu de Ra­
meau et autres dialogues philosophiques, Paris, Gallimard, 1972. 27 El Mundo como Voluntad y representación, IV, 69.

24 25
duo en la mayor afirmación de la vida: la sexualidad. Pero vidualmente, como en el ideal schopenhaueriano, o en un sui­
ello no debe sorprendemos ya que la esencia misma del indi­ cidio colectivo universal, a la manera de E. von Hartmann,
viduo es Voluntad. La enorme dificultad de semejante infle­ con el que la ciega voluntad de vida del Inconsciente llega a
xión contra el propio ser en sí es revelado por el cristianismo su fin. El sentimiento de la necesidad de limitar la enloque­
en el pasaje de los Evangelios en que Jesucristo perdona a la cida fertilidad de la naturaleza, de detener un proceso que no
mujer adúltera e increpa a los que la condenan. tiene otro objetivo que él mismo, parece inspirar estas pá­
Pero la propia muerte es el castigo que borra “el acto que ginas de la Filosofía.
no debería haber sido”, toda concepción contiene en sí el ger­ La especie acecha al individuo, se insinúa en sus entrañas
men de la muerte del nuevo ser. para engañarle y cuando la conciencia, borrado el espejismo
La amplia cultura del filósofo, su gusto por la literatura, de la pasión, comprende que ha sido rebajada al rango de me­
lo llevan a explicar ciertos aspectos de los distintos géneros dio para un fin que le es ajeno, ya es tarde. Esta es, en resu­
teatrales por medio de su metafísica de la sexualidad. La base midas palabras, la historia de amor del pesimismo. En todo
del efecto humorístico de las comedias estaría dada por el caso, E. von Hartmann consuela al desdichado, asegurándole,
conflicto entre los intereses personales y los objetivos de la como veremos más tarde, que su sacrificio habrá servido al
especie. El individuo aparece como un títere ridículo some­ progreso de la humanidad. Lo que no puede restituirle es,
tido al deseo de la Voluntad. La obra paradigmática al res­ evidentemente, su anterior vida despreocupada y el ingenuo
pecto sería el Decameron. orgullo de creerse fin en sí mismo.
También las tragedias utilizan como material esta oposi­ De la lectura de ambos filósofos, parece desprenderse
ción entre el individuo y la especie. A menudo nos muestran que este golpe es más acusado en los hombres que en las
personajes destruidos por la pasión amorosa no satisfecha. mujeres. Asimismo, podemos constatar que la condena que
Tanto en la comedia como en la tragedia, el efecto emocional deja caer Schopenhauer sobre el hombre por ceder a la se­
de risa o llanto sobre el espectador está asegurado por el reco­ xualidad es más dura que la que sanciona la misma conducta
nocimiento de esa instancia metafísica superior que consti­ en una mujer. Esta última diferencia sorprende a Femando
tuye nuestro común fundamento. Savater quien la considera paradójica a la luz de la conocida
misoginia del filósofo. En realidad, las diferencias constata­
das no son contradictorias con las tesis generales. Muy por el
E sclavo s d e l a e s p e c ie : l a t r á g ic a h is t o r ia d e a m o r contrario, revelan una gran coherencia respecto a la concep-
DEL PESIMISMO tualización de los sexos propia de este pesimismo decimo­
nónico.
El discurso filosófico que estudiamos se elabora en tomo Si bien los autores no explicitan directamente los moti­
a las bipolaridades: vos, creemos que es fácil descubrirlos si atendemos a la ma­
especie / individuo nera en que hombre y mujer son presentados. Su caracteriza­
fuerza inconsciente infinita / conciencia finita. ción es totalmente fiel al discurso propio de la Medicina de la
época.
El primer elemento engloba al segundo, es la sustancia
primigenia de la que el segundo es configuración particular.
Esta ha alcanzado una cierta independencia con respecto a su
fundamento y puede ser capaz de negarlo, liberándose indi­
26 27
y derivado que oculta su verdadero fin acorde con el plan de
la Naturaleza: la reproducción. En segundo lugar, y esto res­
D is c u r s o c ie n t íf ic o y t r a n s p o s ic ió n f il o s ó f ic a ponde a la pregunta que nos hiciéramos anteriormente, Ca­
banis, como el resto de los médicos filósofos, ve en la mujer
Tanto Schopenhauer como E. von Hartmann atienden a a un ser totalmente determinado por su destino natural de
los datos de las ciencias de su época. Los últimos descubri­ madre.
mientos de la física, química y medicina son empleados para El útero es el órgano determinante en la mujer. Todo su
validar las tesis metafísicas28. Una vez que ha realizado la co­ ser se halla bajo su influencia y en la oposición cerebro-geni­
rrespondiente restricción de la validez de la ciencia al mundo tales, el sexo femenino se caracteriza por tener el primer tér­
fenoménico regido por el principio de causalidad, el filósofo mino totalmente determinado por el segundo. Esta idea había
puede utilizar el discurso científico para elevarse más tarde sido expuesta ya por Roussel en el siglo anterior. Los médi­
adonde la ciencia no llega: a la cosa en sí. cos filósofos del siglo XIX permanecerán fieles a ella: el inte­
Schopenhauer había iniciado sus estudios universitarios lecto de la mujer es sexuado29. En el hombre, en cambio, se
en el campo de la Medicina. Conocía los estudios de fisiolo­ daría una mayor independencia del cerebro respecto a los ge­
gía de Bichat (1771-1802) sobre los tejidos que componen el nitales.
cuerpo. De este científico, toma la explicación de la muerte Como señala Geneviève Fraisse, este discurso médico no
como el momento en que las fuerzas físicas y químicas que es ajeno a la voluntad de los demócratas de alejar a las muje­
componen el organismo (y tienden siempre a recuperar su in­ res de la nueva escena política abierta con la Revolución
dependencia) vencen finalmente a las fuerzas vitales. francesa. Las mujeres habían realizado intentos de apropia­
Pero lo que nos interesa particularmente para nuestro ción del paradigma de igualdad revolucionario y el patriar­
tema es el contacto de este filósofo con la obra del médico fi­ cado se veía ante una seria amenaza30*.
lósofo Pierre Cabanis perteneciente al grupo de los Ideólogos. Por ello, a través del discurso científico emergente, se
Cabanis se inscribe en una línea de conceptualización dife­ descalificará su posible intento de participación en la vida pú­
rencial de los sexos que va de Pierre Roussel y su Sistema f í ­ blica. Esta conceptualización del sexo femenino no es un
sico y moral de la mujer de 1775 a Julien-Joseph Virey con simple reflejo de las condiciones de vida de la época, como
Sobre la Mujer en sus aspectos fisiológico, moral y literario suelen explicarse, generalmente, las manifestaciones sexistas
de 1823, pasando por Jacques Moreau de la Sarthe (Historia de los pensadores. Como prueba de esto último, recordemos
natural de la mujer, 1803) y G. Jouard (Nuevo Ensayo sobre que la madre de Schopenhauer era escritora de renombre y
la mujer considerada comparativamente al hombre, princi­ presidía un salón donde se reunían personalidades notables
palmente en sus aspectos moral, físico, filosófico, etc, 1804).
La metafísica de la sexualidad pesimista presenta llama­
tiva similitud con la obra de Cabanis, Relaciones de lo físico 29 Para un análisis exhaustivo y comparativo de estos médicos filóso­
y lo moral en el hombre (1802). En primer lugar, destacare­ fos, ver Geneviève Fraisse, Musa de la razón. La democracia excluyente
mos la reducción del amor romántico a fenómeno superficial y la diferencia de los sexos, trad. al español de A. Puleo, Cátedra, 1991.
30 Esta reapropiación del discurso político liberador por parte de las
mujeres es patente en los cuadernos de quejas y reclamaciones, cartas y
28 Para un estudio de los distintos conocimientos científicos presentes obras polémicas del siglo X VIII. Ver La Ilustración olvidada. El feminismo
en la obra de Schopenhauer, especialmente los de Física, ver el estudio de francés del siglo xvill, presentación y traducción de A. Puleo, de próxima
Maceiras Fafián ya citado. publicación en editorial Anthropos.

28 29
como Goethe. Sin embargo, su hijo multiplicará las ocasiones niño en el futuro para encontrar la satisfacción de la materni­
en que en sus obras reclama la limitación de los derechos civi­ dad. La conducta carente de raciocinio, las torpezas de los pe­
les de las mujeres, llegando a afirmar, en Parerga y Paralipó- queños la regocijan mientras que el padre, en cambio, ha de
mena, que no deberían poder disponer en ningún caso, ni si­ buscar su contento en la esperanza de aquello que los hijos
quiera el de viudedad, de su fortuna, pues la dilapidarían a serán más tarde32.
causa de su vanidad. Por otro lado, el varón ha de ser el sostén económico de
Ciencia y filosofía coincidirán en afirmar que el someti­ la familia. Amargamente se refiere a ello Schopenhauer cuan­
miento de la mujer a su función sexual le impide alcanzar el do dice que no contará a la mujer y a los hijos entre las pose­
mismo grado de responsabilidad que el varón. La transposición siones que puede alcanzar un hombre “porque más bien es
de la teoría médica vigente a la terminología filosófica lleva a uno poseído por ellos”33. Y Edouard von Hartmann presenta
Schopenhauer a decir que las mujeres son un grado de objeti­ claramente esta responsabilidad en términos de ley natural.
vación de la Voluntad menor que el hombre. Son algo así como Señalemos al pasar que una sentencia dictada en el año
una escala intermedia entre los animales y lo específicamente 1988 por el juzgado militar número dos de Zaragoza revela
humano. una visión similar. Aunque había desertado, un soldado fue
De esta manera, en lo que se refiere a la caída en la afir­ absuelto porque “el encausado actuó movido por el atávico
mación de la Voluntad de vivir por la sexualidad, su culpa es instinto de conservación de la célula familiar, intentando evi­
indudablemente menor ya que participa, en alguna medida, tar el mal a su esposa e hijos, a causa de la precaria situación
de esa inocencia que tanto nos conmueve en los animales. La familiar” (,..)34.
culpabilización del varón, en cambio, es coherente con su ni­ Subraya E. von Hartmann que el impulso de formar un
vel de responsabilidad y su grado de capacidad de elevarse hogar y convertirse en jefe de familia lleva al hombre a
por encima de las determinaciones naturales. sacrificar su bienestar si es necesario: “Aunque el pobre dia­
El mayor desarrollo cerebral que Schopenhauer acuerda blo ve que en el matrimonio sufrirá hambre mientras que si
al varón lo hace más apto para liberarse de las exigencias de permanece soltero tendrá de qué vivir, terminará casándose
la Voluntad de vivir y para alcanzar, entonces, un estatus de todas maneras”.
verdaderamente humano que lo diferencie del animal. El filó­ Agrega este filósofo que la misma conducta es observa­
sofo cita a Koheleth al referirse a esta capacidad de algunos ble en los animales, al llegar a la edad adulta. Ambos, ani­
seres humanos superiores de elevarse por encima de la escla­ males y hombres, actúan en la misma ignorancia del origen
vitud de la especie: “he hallado de cada mil un hombre; pero de sus impulsos. La finalidad de los mismos, determinada por
ninguna mujer entre éstos”31. la especie, les es absolutamente desconocida. Observemos
La mujer se halla más directamente influida por los dictá­ que este punto de vista presenta similitud con la teoría actual
menes de la especie, por lo que poseerá, en consecuencia, una del gen egoísta en sociobiología. Esta última teoría explica
menor capacidad de distanciamiento con respecto a ellos. La
sumisión a las leyes de la Naturaleza podrá, incluso, colmarla
en sus aspiraciones y llenarla de alegría. Así lo demuestra el 32 Sobre las actitudes de padres y madres y su relación con los ins­
hecho de que la madre no necesita pensar en lo que será el tintos, ver Hartmann, E. von, Philosophie de VInconscient, tomo I, pági­
nas 235-243 del capítulo “L’instinct dans l’esprit humain”.
33 Schopenhauer, A., Arte del Buen Vivir (fragmento de Parerga und
31 Schopenhauer, A., Sobre la Voluntad en la Naturaleza, trad. de Mi­ Paralipomena), trad. al español de E.G.B, Madrid, Edaf, 1990, pág. 90.
guel de Unamuno, Madrid, Alianza editorial, 1970, pág. 77. 34 El País, domingo 6 de marzo de 1988, pág. 17.
30 31
las conductas altruistas de las diversas especies como es­ esa representación y, erróneamente, ve en un objeto exterior
trategias de reproducción del gen a través del sacrificio del la causa de su deseo.
individuo. Acorde con los contenidos del discurso científico de la
Pero si el varón cae en la trampa que le tiende la especie época, el pesimismo afirma que en la mujer existe una mayor
es, fundamentalmente, por obra de la mujer, encamación predominancia del sistema ganglionar que en el varón. Aun­
misma de esta trampa. Estamos ante una nueva Eva. La ser­ que hombres y mujeres poseen el instinto sexual, estas últi­
piente es ahora la Voluntad de vivir que se sirve de ella para mas tienen también, según Schopenhauer, otro instinto: el de
reducir al hombre a simple medio de realización de sus de­ nutrición del feto, que se revela en los caprichos alimenticios
signios. propios de las embarazadas.
De esta manera, el individuo, en tanto instancia parti­ Schopenhauer extrae una consecuencia curiosa de esta
cular, es dirigido por una voluntad metafísica, cuyo modo de supuesta menor importancia del sistema ganglionar en el va­
actuación no puede dejar de recordamos la astucia de la razón rón. La pederastía es explicada como un resultado de “la ma­
hegeliana. Para imponerse sobre los cálculos egoístas del en­ yor preponderancia del cerebro en el hombre”. El gran desa­
tendimiento, la Voluntad de vivir recurre a una estratagema. rrollo del sistema nervioso central gracias al cual el varón
Valiéndose de la ilusión generada por el instinto que tiene su está más lejos de la naturaleza, sería también el causante de
sede en el sistema ganglionar, el individuo confía en buscar un mayor margen de error en la determinación del objeto ade­
su bien personal cuando fija su deseo en una mujer determi­ cuado al instinto. La posibilidad del lesbianismo ni siquiera
nada. En realidad, está cumpliendo los objetivos de la espe­ es planteada. La completa sumisión de las mujeres a los man­
cie. El egoísmo fundamental del individuo es vencido por la datos ganglionares lo convierte en imposible.
ilusión de la pasión y creyendo seguir un objetivo individual, Que la astucia de la Voluntad de Vivir o Inconsciente cós­
cumple aquello que la Voluntad desea. La astucia de la Vo­ mico se sirve del individuo para sus propios fines se muestra
luntad consiste justamente en disfrazarse de voluntad indivi­ con toda evidencia en la inevitable decepción que sigue al de­
dual cuando, en realidad, es pura Voluntad de vivir genérica. seo satisfecho. Aunque los amantes creían buscarse uno al
Como cualquier actividad instintiva, la pasión erótica ca­ otro sin pensar en el hijo que vendría, o incluso abominando
rece de conciencia de su objetivo. A la manera de la construc­ tal posibilidad, el deseo estaba alimentado por las capas pro­
ción de los panales de abejas, parece estar guiada por una fundas del ser, por la Voluntad de reproducción de la especie.
idea, sin embargo, esta finalidad no está presente en la mente El amante se siente “engañado” cuando advierte que la
de los ejecutores. satisfacción que le ha dado la posesión de esa mujer determi­
Afirma Schopenhauer que el sistema ganglionar del que nada no ha sido mayor que la que podría haberle provisto
depende el instinto sexual es propio de los animales inferiores cualquier otra. El “espejismo” se desvanece y la percepción
pero se conserva en los superiores, incluso en nuestra especie, retoma a la normalidad.
para asegurar el cumplimiento de las funciones vegetativas. Este análisis de la pasión amorosa como un proceso de
Es el sistema responsable de todos los movimientos automáti­ tres momentos (deseo, satisfacción y decepción) no es nuevo.
cos como respiración o digestión y de las conductas instinti­ Lo encontramos también en los ilustrados. Así, en la Enciclo­
vas de reproducción y alimentación de las crías. El cerebro se pedia de Diderot, el artículo “Hombre, según la moral” des­
halla bajo los dictámenes de este sistema. Cuando en este úl­ cribe esta pasión como una ilusión transitoria que, una vez
timo surge el deseo, inmediatamente se fija en una represen­ colmado el deseo, hace que el amante se descubra junto a una
tación mental. El individuo cree entonces estar movido por mujer tan “ajada” como las flores que el amor le había ofren­

32 33
dado. La diosa de belleza, cúspide de todas las perfecciones, grado más bajo o simple instinto sexual pone el énfasis en la
sólo era una proyección del deseo del enamorado. Sin em­ cantidad, es promiscuo, no selecciona individuos en su fija­
bargo, debemos señalar que en este artículo de la gran obra de ción del deseo. El grado más alto, la pasión, se guía por la ca­
la Ilustración no hay referencias al objetivo de reproducción lidad. Al fijarse en un solo individuo es, necesariamente, más
de la especie. La concepción de la mujer como madre es el intenso, más concentrado. La elección no es realizada por el
resultado de un largo proceso que alcanza su culminación du­ entendimiento sino por la Voluntad de vivir. Esta designa el
rante el siglo XIX. Diderot no es Rousseau. El énfasis está objeto amoroso en virtud de la posibilidad de nacimiento de
puesto en la búsqueda del placer (masculino) sin alusión a sus un nuevo individuo que satisface en grado sumo la Idea de la
consecuencias. especie. Para que esta última se perpetúe, debe conservarse el
Desde la perspectiva de Schopenhauer, esta mera bús­ tipo que la caracteriza. Así, tras disculparse por descender a
queda del placer personal no es más que un engaño. En reali­ un nivel tan empírico en una obra filosófica, Schopenhauer
dad, como ya hemos visto, el hombre actúa movido por la dividía en dos grupos las causas que explican la elección de
Voluntad de vivir que lo empuja a la procreación de un indi­ una pareja: las consideraciones absolutas y las relativas. Las
viduo determinado, el más adecuado a la Idea de la especie. primeras, cuando es el hombre quien elige, son: edad, salud,
Veremos más adelante cómo se concreta esta elección. Reten­ estructura ósea, moderada gordura, belleza del rostro y, en
gamos por el momento que se trata de un violento deseo de menor medida, cualidades intelectuales. Edad y salud son las
posesión del cuerpo femenino. Prueba de ello es para el filó­ consideraciones más importantes porque se hallan en estrecha
sofo el hecho de que en muchos casos el hombre se satisface relación con la capacidad reproductiva. Aunque una mujer
por medio de la violación o pagando los favores sexuales, lo madura pueda conservar su belleza, no podrá despertar el de­
que demuestra que no necesita obligatoriamente suscitar un seo masculino porque el período más adecuado en cuanto a la
sentimiento de atracción similar al suyo en la mujer. disposición reproductiva es entre los dieciocho y los veinte
años. En lo que se refiere a la estructura ósea, el aspecto im­
portante es la armonía de proporciones del esqueleto, los
L a s r a z o n e s d e l a pa sió n dientes por ser un rasgo hereditario y la pequeñez de los pies,
característica humana relacionada con la postura vertical. El
¿Cuáles son los dictámenes de la Naturaleza para objetivo inconsciente de conseguir una buena nutrición del
Schopenhauer y E. von Hartmann? Ambos filósofos diferen­ futuro niño despierta el interés por la abundancia no excesiva
cian entre deseo sexual meramente físico, provocado por la de las carnes y, sobre todo, la redondez de los senos. Una
excitación de los órganos, y pasión amorosa. Esta última es boca pequeña, precisamente lo contrario de las fauces del ani­
de origen metafísico. Inspirada por el genio de la especie, mal, una bella nariz, una frente despejada que sea signo de in­
tiene por objetivo la mejor constitución posible de la gene­ teligencia, son otros rasgos tenidos en cuenta. Finalmente, las
ración siguiente. E. von Hartmann sigue, paso a paso, las ex­ cualidades intelectuales son también un factor de atracción
plicaciones del maestro del pesimismo e incluso remite a su porque la inteligencia del hijo proviene de la madre. Esta úl­
obra en cuanto a los detalles que dan cuenta de la elección de tima afirmación podría sorprendemos en un filósofo que con­
la pareja. sidera al sexo femenino a medio camino entre la animalidad y
Schopenhauer distingue varios grados de manifestación lo propiamente humano. Sin embargo, sigue siendo coherente
del instinto. Todos ellos comparten un mismo objetivo: la con la totalidad de su teoría. No olvidemos que su teoría ha
reproducción de la especie. Sin embargo, son diferentes. El degradado a la razón convirtiéndola en mero instrumento. In­
34 35
cluso el carácter puramente formal que posee la razón cuando simples esquemas. Por ello, los conceptos no pueden generar
no trabaja con material suministrado por la intuición le su­ arte auténtico, sólo imitación. Tampoco serán capaces de ge­
giere un símil con los sexos. La razón sería femenina ya que nerar simpatía, virtud o santidad. Unicamente pueden pulir
sólo puede desarrollar el germen que ha recibido (se basa en los modales a través de la cortesía que reprime el egoísmo de
la misma tradición médica que recogiera Aristóteles, tradi­ nuestra naturaleza animal.
ción que afirmaba que en la concepción la mujer no contri­
buye con un germen propio sino que se limita a albergar y Aclarado este punto, volvamos ahora a las consideracio­
alimentar la semilla del varón). nes que presiden la elección de la pareja. Las consideraciones
Esta analogía basada en datos erróneos sobre la reproduc­ absolutas por las que se rigen las mujeres son las siguientes:
ción (la ovulación no sería descubierta hasta 1827)se ve re­ prefieren hombres entre treinta y treinta y cinco años, a pesar
forzada por un argumento filológico en la primera obra del fi­ de que los más jóvenes son más bellos, ellas se sienten atraí­
lósofo Sobre la cuádruple raíz del principio de razón sufi­ das por el mayor poder genésico de los adultos. Por otro lado,
ciente: en las lenguas latinas y también en las germánicas esta Schopenhauer, como suele ser habitual en los filósofos
mera receptividad de la razón habría dado lugar al género fe­ cuando tratan el tema de los sexos, no se aparta ni un ápice de
menino de la palabra, mientras que la potencia engendradora los prejuicios consagrados y afirma que la belleza no consti­
del entendimiento se hallaría expresada por su género mascu­ tuye el atractivo del hombre. En cambio, pesará decisiva­
lino. Consideramos que esta asignación de un carácter feme­ mente en la elección femenina la fuerza y el coraje necesarios
nino a la razón es un síntoma de la gran transformación que en el hombre para la procreación y protección de los hijos.
sufre el concepto de razón. Así como podemos observar hoy Como ya podíamos imaginar, las mujeres prefieren hombres
que la feminización de una profesión implica su desvaloriza­ feos con tal que posean las “cualidades viriles”: fuerza mus­
ción, también en el ámbito de la teoría la insistencia en la fe­ cular, coraje, barba, etc. Respecto a esta última, señalemos
mineidad de la razón es un signo de su descenso en la escala que el filósofo detestaba su uso y en Parerga y Paralipomena
de valores de la filosofía. Schopenhauer retoma la definición insinúa que los hombres que la llevan hacen que se destaque
kantiana de la razón como sistema de categorías pero le retira su naturaleza sexual en detrimento de su carácter de “ser hu­
la prerrogativa de fundar la ética. La razón es mero instru­ mano in abstracto”36. Esta observación airada debe enten­
mento que puede servir para realizar acciones virtuosas o per­ derse en el marco general del pensamiento que tiende a des­
versas. Su naturaleza femenina carente de contenidos, mera­ plazar la sexualidad a uno de los sexos, el femenino. El sexo
mente receptiva, sólo permite la fijación y comunicación por de la especie es el femenino, el hombre es el neutro, como
medio de conceptos del conocimiento de las relaciones causa­ bien lo demuestra la doble utilización del término en el sen­
les obtenido gracias a la intuición35. En última instancia, toda tido de “el varón” y “la humanidad”.
verdad procede de la intuición y se apoya en ella. Excepto la
lógica, toda ciencia tiene su fundamento en la intuición pura A las consideraciones absolutas, Schopenhauer agrega las
o en la empírica. consideraciones relativas que tienden a corregir defectos de
El conocimiento abstracto ordena y aplica los conoci­ uno de los miembros de la pareja o a equilibrar cierto exceso.
mientos pero empobrece el contenido intuitivo. Los concep­
tos son como imágenes de mosaico que reducen las figuras a 36 Schopenhauer, A., Sobre la Filosofía de Universidad (fragmento de
Parerga und Paralipomena) presentación y traducción de Mariano Rodrí­
35 El Mundo como Voluntad y representación, I, 12. guez González, Madrid, Tecnos, 1991, pág. 102.

36 37
Así, los rubios se sentirán atraídos por las negras, los fuertes das por la inteligencia, la elección inconsciente que preside la
por las débiles, etc. El objetivo de todas estas consideraciones unión sexual busca más cualidades intelectuales que cualida­
es conservar el tipo perfecto de la especie. des físicas”38.
A pesar del acuerdo de los dos pesimistas sobre este El amor a primera vista, originado en la exclusiva apre­
tema, podemos señalar ciertas variantes en su tratamiento. ciación de las cualidades físicas sin esperar el conocimiento
Mientras que para Schopenhauer la diferencia entre deseo fí­ de las virtudes espirituales del individuo elegido, es propio de
sico y pasión amorosa se manifiesta en la indiferencia del pri­ los pueblos primitivos, de las clases incultas y de las mujeres.
mero respecto a la belleza de la mujer en la que encuentra su Reconoce E. von Hartmann excepciones a esta regla en el
satisfacción, E. von Hartmann ve la independencia de la ne­ caso de aquellos varones intelectualmente superiores que su­
cesidad física y la necesidad metafísica en la incapacidad del cumben inmediatamente a los encantos de una mujer particu­
hombre para conformarse con la masturbación. larmente seductora. Estos casos atípicos son resueltos por el
Perifrásticamente aludido, el onanismo es presentado por filósofo como fenómenos que hoy llamaríamos parapsi­
el antiguo militar como una manera mucho más razonable de cológicos y el autor llama “magia”: la influencia de un alma
acceder al mismo placer, evitando todo aquello que de desa­ sobre la otra por medios que nos son desconocidos.
gradable puede tener el contacto con el otro sexo. Una prueba Resulta notable la contradicción existente entre las
de la existencia del Inconsciente es la obstinación de los afirmaciones generales que anteceden y la exposición de las
hombres que confunden su deseo con la experiencia real, la “consideraciones absolutas” que guían la elección de la pa­
cual no es superior a la obtenida en soledad. reja según ambos filósofos. La firmeza de los senos, la gor­
También para E. von Hartmann las mujeres tienen una re­ dura moderada del cuerpo femenino, su constitución ósea y
lación privilegiada con el Inconsciente. Esta característica fe­ su apariencia de salud no parecen cualidades muy intelectua­
menina explica también la mayor frecuencia del enamora­ les. Por otro lado, si las mujeres se sienten atraídas por el co­
miento instantáneo en las mujeres. El amor a primera vista re­ raje masculino no será, según impondría una mínima cohe­
sulta, de esta manera, un inequívoco signo de la carencia de rencia de este discurso, por una cierta superioridad femenina
mediaciones con que el Inconsciente se manifiesta en el se­ que llevaría a admirar los valores espirituales, sino simple­
gundo sexo: “Le ocurre a menudo a las mujeres que se hallan mente porque son incapaces de dar a luz un hijo con tal cuali­
en comunicación con el Inconsciente de manera más directa dad sin el concurso de un hombre que posea efectivamente
que los hombres”37. esa particular característica viril.
El sexo, la pertenencia social y el grado de desarrollo his­ Además de las simples contradicciones perceptibles por
tórico son factores determinantes, según Hartmann, del tipo contrastación de distintos fragmentos de la obra, podemos ob­
de cualidades que se busquen a la hora de constituir pareja: servar, en este discurso sobre la diferencia de los sexos, una
“En los pueblos que viven en general menos la vida de la in­ lógica que se halla emparentada con el concepto de “double
teligencia que la de los sentidos, las preferencias sexuales de­ bind” o “doble vínculo” desarrollado por la escuela de Palo
penden casi exclusivamente de las cualidades corporales: por Alto como mensaje paradójico inductor de esquizofrenia.
eso, las más violentas pasiones se despiertan en ellos en un Este concepto, aplicado por Celia Amorós a la dialéctica de
instante. En las clases cultivadas de las naciones desarrolla­ los géneros, pone al descubierto el mecanismo por el cual
aquél que posee el poder de nombrar determina de tal manera

37 Hartmann, E. op. cit., tomo II, pág. 263. 38 Ibid, tomo I, pág. 263.

38 39
la significación de las opciones que coloca al colectivo feme­ plicada por diversas razones no excluyentes. Mientras que en
nino en una situación paradójica, siempre desventajosa. En el el primero la vía de salvación es concebida como una retirada
caso que nos ocupa, si la regla que rige la elección en los indi­ individual frente al horror experimentado por el reconoci­
viduos de mayor desarrollo intelectual es la preferencia de los miento de tal voluntad monstruosa como noúmeno, en el se­
valores espirituales sobre la belleza física, que las mujeres la gundo hay una recuperación de la teleología y una exigencia
cumplan al preferir al hombre feo pero valiente será explicado de salvación colectiva a través de la autodestrucción de toda
por la particular carencia e inferioridad del sexo femenino en la humanidad.
cuanto a coraje se refiere, y no se considerará signo de perte­ Podemos considerar este cambio como la resultante del
nencia a un grupo calificado de superior (como nos permi­ intento de síntesis que realiza Hartmann entre Schopenhauer
timos sospechar que hubiera sido, si de varones se tratase). y Hegel. El Inconsciente hartmaniano no es pura voluntad
No se interpreta según el mismo esquema el pretendido ciega, sino que contiene la Idea en potencia.
atractivo que tienen para los hombres los valores del intelecto Para explicar la existencia de dos principios aparente­
en el momento de señalar a la elegida de su corazón. Apli­ mente independientes (Idea y Voluntad) sin caer en un dualis­
cando la misma lógica debería concluirse que tal preferencia mo, Hartmann recurre a la sustancia de Spinoza y hace, de los
tiene lugar debido a la esencial inferioridad intelectual mas­ dos principios anteriormente indicados, dos atributos de un
culina. Como tal explicación no se produce, debemos limitar­ mismo fundamento: “Si admitimos la identidad sustancial y
nos a retener que las mujeres se encuentran, según E. von sólo la diferencia de función y de estado de los dos princi­
Hartmann más próximas al Inconsciente que los hombres y pios, obtenemos la sustancia única de Spinoza con sus dos
que esta cercanía se manifiesta en el instinto materno y la ten­ atributos”40.
dencia al enamoramiento inmediato. De esta manera, el pesimismo es moderado por la in­
fluencia del idealismo absoluto. Si bien la Voluntad es per­
ceptible en el sufrimiento y el mal del mundo, la Idea es res­
¿Un p e s i m i s m o o p t im is t a ?
ponsable del proceso teleológico que puede observarse en la
evolución natural y en la Historia.
Para Hartmann, como para su maestro, el Inconsciente Debemos también tener en cuenta la reflexión de Fichte
manifiesta su dominio sobre el hombre en especial en aque­ sobre la relación íntima entre el filósofo y la teoría que éste
llos actos relacionados con el impulso sexual. La Voluntad se adopta. Las diferencias entre Schopenhauer y E. von Hart­
perpetúa creando nuevos seres, contra la lógica que advierte mann deben sin duda corresponder a temperamentos y perso­
que recrear la vida es repetir hasta el infinito el sufrimiento. nalidades diferentes que, de postulados iniciales similares,
El Inconsciente hartmanniano funda la unidad del cos­ conducen a conclusiones de significativa diferencia.
mos, puesto que: “los individuos en la naturaleza sólo son Por último, es posible interpretar esta variante de la pro­
sustancias distintas en apariencia, en el fondo, son simple­ puesta de liberación frente al deterninismo de la Voluntad
mente fenómenos objetivos de la sustancia única”39. como una necesidad de restaurar el sentido y los lazos con los
Pero las formas del retomo al reposo varían de Schopen- demás seres humanos. La vía del ascetismo schopenhaueria-
hauer a E. von Hartmann y esta diferencia puede ser ex­ no junto con su interpretación del mundo como dolor irrepa-

39 Hartmann, E., op. cit., tomo II, pág. 509.


40 Ibid, tomo II, pág. 557.

40 41
rabie pueden resultar demasiado difíciles de aceptar en tanto para Hegel el progreso de la Idea implicaba un aumento de la
implican una estrategia puramente negativa y aíslan al indivi­ libertad, para Hartmann, cuya concepción de la libertad es
duo del resto. puramente negativa (ausencia de impedimento), la meta final
de la evolución histórica es la felicidad. Esta última se revela
El proyecto dador de sentido retoma, de esta manera, en como el objetivo de todo ser viviente.
pleno pesimismo, bajo la forma de una acción encaminada a
eliminar el sufrimiento de todos los seres vivos. Y aunque
esta acción tenga como meta final la destrucción del mundo y E l p r o g r e s o a t r a v é s d e l o s t r e s e s t a d io s d e l a il u s ió n

de sus pobladores, la anima una idea de redención. La desa­


parición total de la vida sobre la Tierra es para E. von Hart­ Pero el progreso de la conciencia en la Historia es, justa­
mann la solución radical y verdadera al problema ontològico mente, la adquisición gradual de la convicción de que esta fe­
del sufrimiento. El filósofo pesimista ha de ser, entonces, un licidad, en tanto felicidad positiva, es imposible de alcanzar.
optimista militante de la causa de la Nada. Los tres estadios de la ilusión por los que pasa necesaria­
Esta esperanza de que habrá un tiempo en que todo su­ mente la humanidad corresponden a las diferentes formas que
frimiento haya terminado alienta la “Marcha fúnebre por la el hombre prueba para eliminar el sufrimiento de su vida.
muerte de la Tierra” de Jules Laforgue, un poetar que fue Tras haber puesto toda su energía y esperanza en lo que
partidario entusiasta de las teorías pesimistas hasta el punto se considera bienes, tales como el amor, el placer de la co­
de tener la obra fundamental de E. von Hartmann como libro mida, la amistad, la gloria, el poder, el placer intelectual o
de cabecera. Las estrofas de esta “Marcha” enumeran las tor­ artístico, la riqueza, el honor o la vida piadosa, el hombre
turas, errores y locura que caracterizaron a la Historia pero se llega, a través de infinitas decepciones, a comprender que
cierran por un mismo estribillo que asegura que todo horror nada de todo esto le dará el único bien deseado en última ins­
tendrá su fin: “Pero duerme, todo ha terminado, duerme eter­ tancia: la felicidad.
namente”41. Este desencanto, que hace visible el carácter ilusorio y
La rehabilitación de la Historia como realización pro­ vano de todo aquello por lo que la mayoría de los hombres se
gresiva de la conciencia pesimista implica una visión más po­ esfuerzan habitualmente, es, según Hartmann, una conquista
sitiva del fundamento inconsciente que la constituye y, conse­ ya antigua de la humanidad. Se remonta a los hebreos, grie­
cuentemente, de las consecuencias del deseo sexual. Hart­ gos y romanos, todos los cuales, aunque con diferentes doc­
mann atribuye a la estrechez propia del idealismo subjetivo al trinas, concibieron como posible la realización de la felicidad
que adhiriera Schopenhauer la irrelevancia que en su pensa­ en la tierra. En las obras maestras de la Antigüedad, cree el
miento tiene la Historia y su progreso, ausencia derivada de filósofo percibir una melancolía y un pesimismo que prueban
la concepción de la irrealidad del tiempo. el fracaso de tales actitudes vitales.
Sin embargo, el optimismo con que E. von Hartmann El primer estadio de la ilusión que considera posible al­
modera el pesimismo schopenhaueriano difiere notablemente canzar la felicidad aquí y ahora, deja su lugar al segundo es­
del que caracterizara al romanticismo alemán. Mientras que tadio. En el desencanto y la angustia provocados por el de­
rrumbe de la antigua esperanza, encuentra su terreno propicio
la prédica cristiana que reconforta con la promesa de la felici­
41 Laforgue, J., Les complaintes. L’imitation de Notre Dame La Lune.
Derniers vers , Paris, ed. A. Colin, 1959, págs. 12-15. La traducción es
dad celeste. El cristianismo se basa en la actitud egoísta de
nuestra. los individuos, que no alcanzan aún la actitud de renuncia ne-

42 43
cesaría para aceptar la inexorable pérdida del yo propio. Este se afirma como movimiento de la totalidad del ser. Las mis­
segundo estadio de la ilusión se caracteriza, entonces, por la mas ciencias particulares convergen con las afirmaciones de
esperanza de una felicidad futura en el más allá. la Filosofía en tal sentido. La química, la arqueología, la bio­
Poco a poco la crítica del dogma, que se inicia con la Re­ logía y las demás disciplinas científicas prueban, con sus ha­
forma, conduce a la disolución de la firme creencia conso­ llazgos, la realidad de la evolución en los distintos planos en
ladora de la vida posterior a la muerte. Observa E. von Hart­ que se articula la totalidad.
mann que, paralelamente a este fenómeno de decadencia del Pero es también el alto desarrollo de la industria y con
cristianismo, se produce un resurgimiento de las antiguas for­ ella, de la economía, el responsable del espejismo propio de
mas de la esperanza. El optimismo acompaña el aumento este tercer estadio: la confianza en la ciencia y la tecnología
considerable de la actividad comercial, industrial y política. como el remedio absolutamente eficaz. Podemos considerar
El pensamiento y el arte manifiestan también un gran dina­ este tercer estadio de la ilusión como la visión desengañada
mismo. Debemos señalar que el autor de la Filosofía de lo In­ del tercer estadio o estadio positivo anunciado por Auguste
consciente no establece ningún lazo causal entre el desarrollo Comte como la panacea a los males del mundo.
socio-económico y la renovación de la creencia en una felici­ E. von Hartmann se esfuerza en probar que los progresos
dad positiva. Se trata más bien de una recaída en el primer es­ de la ciencia y las mejoras sociales de todo tipo que se logren,
tadio de la ilusión debida a la debilidad del espíritu humano serán incapaces de erradicar el sufrimiento, ya que éste hunde
que se niega a reconocer la dura verdad. En el pensamiento sus raíces en lo ontològico. Como muestra de ello, señala la
de E. von Hartmann, el desarrollo industrial y comercial de permanencia de la maldad y el egoísmo a pesar de las mejo­
los tiempos modernos cumple una función accesoria: la de ras logradas en la sociedad en lo que se refiere a comodidades
crear medios de comunicación entre los pueblos que faciliten derivadas de la técnica. Toda mejora tecnológica será siempre
la constitución de una conciencia universal. un mero alivio de algún mal en particular, pero ello no impe­
Fiel a su hipótesis de la evolución y el progreso, nuestro dirá que mil otras dificultades empañen el sueño de la feli­
filósofo ve, en cada estadio, una adquisición duradera de la cidad terrestre.
humanidad. En un movimiento similar a la espiral de Vico,
los estadios de la ilusión hartmannianos esconden, en un apa­ Por otro lado, el mismo desarrollo económico acarreará,
rente retroceso, el avance realizado en el recorrido anterior. según Hartmann, un empeoramiento de las condiciones de
Así, por ejemplo, el segundo estadio, que puede parecer in­ vida, ya que se acelera el crecimiento desmesurado de la
fantil si se lo compara a los sistemas filosóficos de la Anti­ población. Este dato empírico, proveniente de la observación
güedad, contiene la experiencia pasada en su negación de la de un período de la historia del capitalismo, se ve en nuestros
posibilidad de concretar la felicidad en este mundo. días desmentido por la caída de las tasas de natalidad de los
El tercer estadio, que a primera vista presenta una recaída países más desarrollados.
en las ilusiones del primero, es en realidad un importante ¿Cómo interpretaría el pensador decimonónico esta reali­
paso hacia adelante en la Historia. Su superioridad con res­ dad contraria a la que le fue dado conocer en su tiempo? Es
pecto al primero reside en el descubrimiento del progreso y la probable que la considerara el comienzo de esa era final de la
evolución como nociones claves aplicables a toda la realidad. Historia en que la experiencia acumulada por la humanidad
Estos conceptos que Aristóteles había elaborado para la ex­ apagará el instinto vital: “La envejecida humanidad no dejará
plicación de los organismos vivos, encuentran su plenitud en tras ella herederos que puedan sacar provecho de las riquezas
el tercer estadio. De Leibniz a Hegel, la noción de progreso acumuladas en su seno: no tendrá ni hijos ni nietos que per­
44 45
turben con la ilusión del amor paterno la seguridad de su jui­ Pero la astucia del Inconsciente es también en E. von
cio. Caerá entonces esa melancolía superior que general­ Hartmann clemencia maternal de la Naturaleza, que aunque
mente experimentan los genios o los ancianos de gran inteli­ exige sacrificios al individuo, al mismo tiempo le ofrece re­
gencia”42. compensas. Compara el filósofo las exigencias que la socie­
La visión del amor erótico de Schopenhauer es más trá­ dad tiene con los hombres y las encuentra indudablemente
gica que la de E. von Hartmann. Como hemos visto, para el más duras, ya que actúan a menudo por medio de la amenaza
primero, los amantes son “traidores” que perpetúan el sufri­ del castigo, por el temor y no por la promesa de un placer,
miento, mientras que para su seguidor ecléctico, se trata de como es el caso de la Naturaleza.
individuos que sacrifican su bien individual por el bien de la Para E. von Hartmann, la capacidad de experimentar pla­
humanidad. La existencia de un plan de liberación y progre­ cer es propia de organizaciones complejas de la vida y no la
siva realización de la Idea a través de los períodos históricos, poseen las plantas o los animales inferiores, que actúan
requiere, en el pensamiento hartmanniano, la sucesión de las compulsivamente dirigidos por las finalidades instintivas. El
generaciones y no la retirada ascética por negación puramen­ desarrollo del cerebro y, por lo tanto, de la conciencia, per­
te individual del destino de dolor inherente a la vida. mite al individuo una creciente autonomía con respecto a los
También difieren ambos filósofos en cuanto al carácter dictados del Inconsciente. Es entonces cuando se hace nece­
del placer. El optimismo que deriva de postular la existencia sario articular otros medios que aseguren el cumplimiento de
de la Idea lleva a E. von Hartmann a criticar la división reali­ los actos necesarios a la continuidad de la vida. De esta ma­
zada por Schopenhauer entre placeres físicos e intelectuales. nera, el placer es un estímulo que incita a los individuos a re­
El placer no es únicamente supresión del dolor sino realidad alizar aquellas acciones que ya no pueden ser cumplidas por
positiva, independiente del dolor, es satisfacción de la Volun­ obediencia directa a los mandatos inconscientes.
tad. Un sentimiento de placer derivado de la satisfacción de la La especie humana ha demostrado ser capaz de negarse a
Voluntad es la resultante del apetito, del deseo sexual, de la llevar a cabo aquello que los impulsos sexuales tienen como
curiosidad científica o del amor al arte. No es necesario pos­ meta. Sin embargo, advierte el pensador, el precio que pagan
tular el cese de un sufrimiento para explicar el placer, ya que los individuos que eligen la castidad es muy elevado, ya que
éste puede originarse a partir de un estado de indiferencia. los instintos no satisfechos son fuente de grandes sinsabores.
Asistimos, pues, a una revalorización del placer en el Pero tampoco la satisfacción del deseo sexual será ca­
seno mismo del pensamiento pesimista. mino hacia la felicidad, muy por el contrario. Nuestros dos
Sin embargo, ambos pensadores concuerdan en el carác­ pesimistas están de acuerdo en afirmar que el matrimonio es
ter pesimista de su Weltanschauung. A pesar de que E. von siempre causa de desdicha. Schopenhauer afirma que el amor
Hartmann otorga al placer una realidad positiva no derivada realizado, generalmente termina en la unión con una mujer
del dolor, un detallado recuento del gozo y el sufrimiento de desagradable y odiada. Observemos que el sujeto del discurso
los seres vivos le muestra la abrumadora supremacía del se­ filosófico se revela aquí, abiertamente, como masculino. Pre­
gundo sobre el primero. Admás, el placer se presenta en la cisamente en temas como el de la sexualidad, es donde más
Filosofía de lo Inconsciente como el anzuelo necesario para con mayor nitidez se percibe la parcialidad que lo invalida en
conducir a los individuos a realizar los fines superiores me- tanto discurso universal.
tafísicos. Nos hallamos, pues, ante la manifestación más simple del
sexismo en la Filosofía. Celia Amorós se refiere a este fenó­
42 Hartmann, E., op. cit., tomo II, pág. 479. meno en los siguientes términos: “la ideología sexista en filo­

46 47
sofía (...) afecta al propio discurso de la genericidad, convir­ de la existencia del vínculo matrimonial en la sociedad que le
tiéndolo en un discurso limitado, resentido de la falsedad que es dado observar, el filósofo busca en las demás especies un
lleva consigo la percepción distorsionada de la misma, preci­ lazo que se le asemeje. Después de narrar algunos casos de
samente para un discurso que se pretende a sí mismo el dis­ parejas de animales estrechamente unidas que prefirieron la
curso de la autoconciencia de la especie”43*. muerte a la separación, concluye que sólo un instinto puede
Debemos señalar, sin embargo, que en E. von Hartmann tener tal fuerza. Su definición del matrimonio, independiente
encontramos un mayor énfasis en afirmar la infelicidad do­ de las ceremonias civiles o religiosas, como voluntad de
méstica como un mal que concierne a los dos cónyuges. Para unión duradera, le permite afirmar que la institución matri­
este filósofo, el matrimonio es un mal, pero un mal necesario, monial es natural y no cultural. Existiría en el ser humano,
dada la superioridad del Inconsciente y de sus objetivos sobre hombre o mujer, el instinto de formar un hogar, instinto que
la voluntad consciente particular. La ley suprema de la filoso­ no se detiene frente a las innumerables dificultades y desdi­
fía práctica será, entonces, la sumisión a los intereses genera­ chas que puede acarrear semejante voluntad a quien no posee
les, al progreso de la especie hacia el suicidio cósmico, sacri­ los medios económicos necesarios. Señalemos que E. von
ficando el bien individual. Los cálculos individualistas de la Hartmann emplea los términos “esposos” y “unión conyugal”
razón son reemplazados, en el individuo que ha comprendido también para los animales.
las leyes de la vida, por una actitud de entrega confiada a los Como prueba de la fuerza del instinto materno, el filó­
dictámenes de la Naturaleza. sofo alude a la felicidad que toda madre, aún siendo una mu­
El Inconsciente hartmanniano no posee conciencia de sí jer culta, encuentra en los menesteres fatigosos que implica el
como el Creador judeo-cristiano. La constitución de su ser- cuidado de un niño. También este instinto explica el hecho de
para-sí depende de su realización en los individuos y en la que las sirvientas acepten cuidar niños ajenos por el mísero
Historia, a la manera de la Idea en el romanticismo e ide­ dinero que reciben.
alismo alemanes. Será la especie humana, en tanto aquella La fidelidad al principio monista de su filosofía lleva a
que ha alcanzado el mayor desarrollo de la conciencia, la que E. von Hartmann a interrogarse sobre la totalidad de las mani­
cargue con la responsabilidad de la redención. Por ello, el fi­ festaciones del Inconsciente en el espíritu humano. La existen­
lósofo considera una actitud egoísta y condenable toda acción cia posible de un instinto paterno lo sume en la duda. Afirma
que, guiada por el cálculo racional, evite los sacrificios que su realidad para negarla en la página siguiente. En todo caso,
implica la obediencia a las leyes de la Naturaleza. Dentro de si instinto hay, éste es muy débil y se halla reemplazado más
este tipo de acción egoísta, quedan comprendidos: el suicidio bien por la conciencia del deber, por un afecto nacido de la re­
como decisión puramente individual, el ascetismo schopen- flexión y finalmente por el peso de las costumbres y la noción
haueriano que no es más que un intento de salvación aislada de las conveniencias.
de los demás y también, en el otro extremo del espectro Pero hay dos instintos que E. von Hartmann no duda en
psico-social, los amores pasajeros que no buscan más que la atribuir a ambos sexos: los de formación de un hogar y ma­
voluptuosidad. trimonio. Sustraerse a la ley natural que éste último implica
De esta forma, nos hallamos ante una legitimación de las no constituye, como ya hemos explicado, un valor moral.
instituciones establecidas basada en la naturaleza. Partiendo Fuera de él sólo puede haber sensualidad culpable o ascetis­
mo asocial.
43 Amorós, C., Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona, La definición del amor como deseo inconsciente de en­
ed. Anthropos, 1985, pág. 24. gendrar un hijo muestra que el verdadero lugar de los senti­
48 49
dos y de la voluptuosidad es el de simples medios de reali­ Observemos que esta desigual consideración del adulte­
zación del fin del Inconsciente. Su elevación a objetivos en sí rio de ambos sexos encuentra en el siglo XIX su aplicación
implica una degradación del amor. Y el filósofo agrega que, práctica a través del Código civil napoleónico que perdona al
con esta revelación de los fines verdaderos de la pasión amo­ marido que mata a la adúltera y castiga sólo con una multa al
rosa, espera hacer callar a quienes la denigran y mostrar su esposo que engaña a su mujer. Por otro lado, considerará
valor moral y trascendente a quienes la veneran como mera adulterio una sola relación sexual de la mujer fuera del matri­
relación personal. monio y, en el caso masculino, sólo verá adulterio cuando el
La actitud de E. von Hartmann a este respecto nos recuer­ hombre mantiene una concubina bajo el techo conyugal. Esta
da la de San Pablo frente a los padres de la Iglesia que predi­ legislación llega hasta el siglo XX, extendiendo su influencia
caban un ascetismo férreo incompatible con la sociedad44. Por a muchos países que tomaron el Código napoleónico como
considerar que no todos los individuos se hallan preparados modelo.
para rechazar la vida y a la espera de que tal estado de espíritu Y aunque nos parezca que los argumentos biologistas que
advenga en el futuro de la humanidad, el matrimonio es con­ sustentaban esta moral de la doble norma no merecen siquiera
siderado la única vía aceptable para dar curso a la sexualidad. nuestra atención en la actualidad y que no vale la pena dete­
El vínculo conyugal es pensado por Schopenhauer y nerse en ellos, corresponde señalar que no se hallan absoluta­
E. von Hartmann en peculiar unión de conceptos biológicos y mente desterrados de las explicaciones “científicas” actuales.
metafísicos, convirtiéndose, de esta manera, la institución so­ Un ejemplo de esta persistencia de la fundamentación pseu­
cial del matrimonio en relación natural y destino ontològico. do-biològica, discurso que parece calcado de los filósofos que
Incluso las variantes de poligamia y monogamia son explica­ nos ocupan, lo encontraremos en las intervenciones de ciertos
das por la diversidad del instinto de hombres y mujeres en la especialistas que colaboraron en El hecho femenino, estudio
naturaleza. interdisciplinario sobre la mujer publicado en 1978 por el
Con este argumento, nos hallamos en plena elaboración “Centre Royaumont pour une Science de l’homme”45.
filosófica de la causa atribuida comúnmente a la moral de la
doble norma, característica de la sociedad patriarcal: el hom­
bre es instintivamente polígamo debido a su capacidad de fer­ B r e v e h is t o r ia d e u n in s t in t o

tilizar a muchas mujeres en un corto período de tiempo; la ne­


cesidad de éstas de tener a su lado un hombre que alimente y La decidida afirmación hartmanniana de la existencia de
proteja al hijo las hace naturalmente constantes. Por ello, am­ un instinto maternal que llevaría a las mujeres a aceptar sin
bos filósofos considerarán la fidelidad conyugal masculina reticencias los dictados de lo Uno-Inconsciente invita a su
como artificial. El adulterio femenino, en cambio, será abso­ contrastación con el estudio de Elisabeth Badinter sobre este
lutamente injustificable ya que no existe en la mujer ningún polémico tema46.
instinto que lo explique. Naturalmente monógama, sólo una Esta autora combina enfoques filosóficos e históricos
degeneración incomprensible puede llevarla a quebrantar las para mostrar la dialéctica que en los tres últimos siglos ha
leyes de su sexo.
4- Le fait féminin, París, Fayard, 1978. Actas del Coloquio de Royau­
44 Sobre la oposición de San Pablo al ascetismo cristiano, cfr. Alzon, C., mont publicadas bajo la dirección de Evelyn Sullerot.
“Wilhelm Reich face au mariage en Droit canon”, en Partisans. Sexualité 46 Badinter, E., U amour en plus. Histoire de l’amour maternel (xvilème-
et répression (II), julio-octubre, 1972, París, Maspero, págs. 114-130. XX siècle), Paris, Flammarion, 1980.

50 51
configurado las relaciones materno-filiales. Sus investigacio­ trabajo y eventual soldado) dio fuerte impulso a este discurso
nes nos permiten comprender que la mujer-madre a la que se de la maternidad como realización de la naturaleza femenina.
refiere E. von Hartmann, hombre del siglo XIX, es la con­ De esta manera, nos encontramos en pleno siglo XIX con la fa­
creción de un paradigma que había sido impuesto por filóso­ milia burguesa organizada en tomo a la mujer-madre que reina
fos, médicos, moralistas y hasta autoridades policiales des­ en el ámbito de lo privado tras haber renunciado a las veleida­
pués de una larga batalla desarrollada durante el siglo XVIII. des mundanas o intelectuales de las antiguas aristócratas.
La dedicación exclusiva y apasionada de las mujeres por Observa E. Badinter que quienes más rápida y calurosa­
sus hijos, un siglo antes de las elucubraciones de Hartmann, mente acogieron los consejos rousseaunianos sobre la educa­
no era, por lo general, más que un deseo expresado por quie­ ción y cuidado de los niños fueron aquellas burguesas que
nes se preocupaban por la alta mortalidad infantil causada por no tener pretensiones intelectuales ni prestigio derivado
por el abandono en que se hallaban los niños. de su rango en la nobleza vieron, inconscientemente, en esta
Durante el siglo de las luces, para mantener al niño ale­ nueva profesión de fe una ilusión para sus vidas y un aumen­
jado de su hogar, en donde sólo se lo consideraba un estorbo, to de poder sobre los hombres en la esfera familiar.
si sobrevivía al viaje rumbo a la casa de la nodriza y a los es­ La mística de la madre inaugura un nuevo estatus de la
casos cuidados de ésta, generalmente miserable y poco escru­ mujer como lo prueban algunos estudios de derecho de la
pulosa, se lo enviaba inmediatamente a un intemado, o con­ época. Sus funciones inalienables, su figura irremplazable,
vento si era niña. implican un recorte de la autoridad del padre y un prestigio
Poco a poco, en los siglos XVII y XVIII, el envío de los re­ acrecentado.
cién nacidos a casa de una nodriza en el campo se extendió Por nuestra parte, nos parece importante señalar que si el
desde las capas privilegiadas de la población a las medias de desinterés de las mujeres por la maternidad había sido conde­
comerciantes y magistrados y, finalmente, a los estratos más nado como un renegar de la Naturaleza, la entronización de la
bajos cuyas mujeres no podían asumir su cuidado por el tra­ mujer-madre pronto será percibida en sus aspectos negativos.
bajo agotador al que estaban sometidas. La noticia de la La nueva mujer “natural”, toda ella instinto materno, en
muerte del niño era, a menudo, recibida como un alivio. tanto representante de las fuerzas inconscientes de la especie
Entre las voces indignadas que protestan por esta indi­ de las que extrae sus derechos y poderes, atrae sobre sí el ren­
ferencia de las madres hacia sus hijos, destaca la de Jean Jac- cor de un varón que siente su libertad amenazada por las cre­
ques Rousseau. Pero está lejos de ser la única. Se esgrime el cientes responsabilidades familiares. Este rencor se evidencia
ejemplo de la Naturaleza como modelo que ha de ser imitado: con el pesimismo, de forma muy acentuada en Schopenhauer
hembras de especies feroces, salvajes del Nuevo Mundo, mu­ y moderada en E. von Hartmann. La mujer-trampa de la espe­
jeres de la Antigüedad parecían cuidar de su prole con un cie hace naufragar la posibilidad humana del hombre de supe­
amor que las civilizadas europeas no parecían poseer. rar los condicionamientos naturales. Es culpable-inocente ya
Así, afirma Prost de Royer en su Memoria sobre la con­ que su constitución ontològica no le permite poseer una ver­
servación de los niños que “la mayoría de las madres no es­ dadera responsabilidad, como tampoco le concede un verda­
cuchan a la naturaleza”47. dero saber. La mujer se caracteriza por la superficialidad de la
El interés del Estado moderno y de sus ideólogos por el cortesía, el adomo o el barniz de cultura, de la misma manera
aumento de la natalidad (cada niño será considerado fuerza de en que su ser mismo es superficie atractiva que oculta los tur­
bulentos abismos de esa ansiedad nunca satisfecha que es la
47 Citado por E. Badinter, op. cit., pág. 185. Voluntad de vivir o Uno-Inconsciente.
52 53
En el siglo en que se elabora el discurso filosófico pesi­ terminada y justificada por ritos y mitos apropiados), el
mista que nos ocupa, se produjeron importantes cambios en la aborto, el infanticidio (en especial el femenino, del que China
estructura familiar, transformaciones con respecto a las cuales nos ofrece un ejemplo contemporáneo) y esa forma particular
la filosofía no permanece indiferente. del infanticidio que es la negligencia sistemática. Los es­
En Europa, el siglo XIX marca el paso del modelo agrario tudios antropológicos muestran la relación indirecta entre
de familia al modelo burgués e industrial. La familia pierde guerra y control de la natalidad en los pueblos pre-indus-
su rol de unidad de producción. Los hijos ya no son riqueza, triales49, a través de la elevada tasa de mortalidad infantil fe­
en tanto mano de obra para trabajar la tierra. Se atenderá a la menina generada por una mayor valorización y corres­
calidad sobre la cantidad: menos hijos pero mejor cuidados. pondiente atención preferencial al varón, en tanto futuro gue­
Un número elevado de hijos significa el peligro de descenso rrero.
social para una clase media precaria, la realidad de la miseria Lo que quizás constituye el rasgo peculiar del siglo pa­
para el obrero y el riesgo de dispersión del capital para el bur­ sado es la articulación de esta necesidad con una reflexión
gués48. No deseamos, sin embargo, reducir la visión negativa sobre el individuo y su aspiración a la felicidad y a la liber­
que la filosofía dio de la reproducción de la vida a un mero tad. El sujeto del pensamiento, heredero de la Ilustración, se
reflejo de las condiciones infraestructurales. Creemos que el siente amenazado por las fuerzas de la Naturaleza que lo ha­
fenómeno es más complejo y ha de ser visto desde distintos bitan, fuerzas que todavía no es capaz de controlar total­
ángulos, todos ellos complementarios. Así, por ejemplo, el mente.
mismo énfasis que el pensamiento ha puesto en el individuo El individualismo encuentra sus límites en una institución
conduce a una mayor sensibilidad con respecto al sufrimiento familiar elevada a ley natural. La limitación progresiva de las
y a un interrogante sobre el valor del sacrificio. relaciones sexuales al marco jurídico y religioso del matrimo­
La Naturaleza es vivida como una trampa tendida al in­ nio, difícil proceso histórico de implantación del vínculo con­
dividuo en parte porque su ritmo ha entrado en contradicción yugal a través de los siglos50, cristaliza en esta definición
con las nuevas estructuras socio-económicas. Esta situación filosófica naturalista de su esencia.
no es totalmente nueva en la historia de la humanidad ya que, La mujer, dotada del instinto materno que en ella cul­
de una manera u otra, ésta se vio a menudo forzada a limitar tivaran pensadores y médicos, aparece, bajo esta nueva luz,
la natalidad a tasas adecuadas a sus medios de subsistencia. como uno más de los males propios de la existencia. La joven
Pero durante largos períodos históricos, esta necesidad seductora esconde a la madre que reclama el sacrificio del
fue asumida en diversas prácticas sin que se la enunciara placer y el final de la libertad. Declarada representante del In­
claramente a nivel del discurso. Entre los distintos medios consciente, su estrella seguirá los vaivenes de la valoración
de que los pueblos prehistóricos e históricos se valieron para que a éste se asigne.
ello, los más corrientes fueron la abstinencia sexual (de­

48 Para una exposición de los cambios producidos en el tránsito de la


familia tradicional agraria a la industria urbana, de los fenómenos infraes­ 49 Ver al respecto el capítulo titulado “Regulación demográfica y gue­
tructurales que lo indujeron así como del debate ideológico que lo acom­ rra” de la Introducción a la antropología general de Marvin Harris, trad.
pañó, ver el estudio de Abel Jeannière titulado “Du parental au conjugal”, al español de J. Oliver Sanchez Fernández, Madrid, Alianza Ed., 1981.
en Sexualité humaine, Centre d’Etudes Laënnec, París, P. Lethielleux, 50 Cfr. Duby, G., Le chevalier, la dame et le prêtre. Le mariage dans la
1966, págs. 171-191. France féodale, Paris, Hachette, 1981.

54 55
esencia del erotismo continúa estrechamente ligada al hecho
reproductivo. Este último es caracterizado como una mo­
La r e b e l i ó n d f ,l s u j e t o m a s c u l i n o mentánea supresión de la discontinuidad de los seres que
permite la aparición de un nuevo ser discontinuo. Al igual
Frente a la sexualidad de finalidad reproductora, califica­ que la muerte, es continuidad de los seres en tanto supresión
da de trampa de la especie, el sujeto masculino elaborará una de las barreras del ente individual, disolución en el todo.
respuesta que, sin redefinir en profundidad los elementos en Erotismo y muerte estarían profundamente unidos por su
juego, recupere el placer, liberado de sus consecuencias ne­ esencia.
gativas. Esta opción será la del erotismo transgresivo. Aun­ Para Bataille, la violencia es parte indisociable del ero­
que nos ocuparemos de esta nueva formulación de la sexuali­ tismo por la sencilla razón de que, sin ella, no puede haber
dad en los dos últimos capítulos de nuestro estudio, avanza­ superación de la resistencia del individuo que se afirma en su
mos aquí algunos conceptos que nos parece importante poner discontinuidad, en su ser independiente de lo otro. Sacrificios
en relación con las teorías pesimistas. rituales y relación sexual tienen, entonces, la misma estruc­
En el erotismo transgresivo, la mujer no es un sujeto con tura y el mismo fin: superación de lo individual, destrucción
el cual sellar un contrato que respete la dignidad del indivi­ de sus límites y puesta de manifiesto de la continuidad del
duo al tiempo que permita el goce de su cuerpo a la manera ser. Son vías privilegiadas de acceso a lo Absoluto.
del derecho real-personal de Kant51, sino un fragmento de na­ Bajo el título de “La comparación antigua del sacrificio y
turaleza que se resiste a reconocerse como tal y al que será de la conjunción erótica”, Bataille se refiere al sacrificio
necesario doblegar. como una manera, propia de las religiones antiguas y abando­
La violación, que Schopenhauer había ya justificado nada por el cristianismo, de acceder a la realidad del ser a tra­
como acto necesario para la especie, es redefinida en térmi­ vés de la violencia. El sacrificador suprime el carácter dife­
nos gnoseológicos en el siglo XX. La relación sexual es con­ renciado de su víctima y la devuelve a la continuidad del ser,
cebida sobre el modelo de la violación y el sacrificio ritual. a la vida en su grandiosa y dinámica inconsciencia.
La sistematización y exposición completa de esta tendencia Al pasar inmediatamente a la comparación con el erotis­
se halla en Georges Bataille. mo, no nos depara demasiadas sorpresas al revelamos los in­
El erotismo es definido por Georges Bataille como: “la térpretes de esta tragedia. Los prejuicios vulgares se cubren
aprobación de la vida hasta en la misma muerte”52 y es di­ con el ropaje suntuoso del discurso filosófico patriarcal pero
ferenciado de la actividad sexual como una forma particular el reparto de los personajes es el mismo de siempre. En una
que ésta ha tomado en los seres humanos al independizarse apología del sacrificio y la violencia, no cuesta mucho adivi­
de la reproducción. nar que el varón recibirá el papel de victimario y la mujer, el
Sin embargo, una vez subrayada la distinción, el autor se­ de víctima: (la violencia) “es deseada como la acción de
ñala que la diferenciación no puede ser completa ya que la aquel que desnuda a su víctima, a la que desea y quiere pe­
netrar. El amante produce la disgregación de la mujer amada
como el sacrificador sangriento realiza la del hombre o ani­
51 La noción del derecho real-personal de Kant es comentada por mal inmolado. En las manos del que la asalta, la mujer es
René Schérer en “Sexualidad y pasión. Sobre la Filosofía moderna de la desposeída de su ser. Junto con su pudor, pierde esa firme ba­
sexualidad”, en ed. de Femando Savater, Filosofía y sexualidad, op. cit.,
págs. 149-173.
rrera que la separaba de los demás y la hacía impenetrable.
52 Bataille, G., L’érotisme, París, Ed. du Minuit, 1957, pág. 17. Bruscamente, se abre a la violencia del juego sexual desenca­

56 57
denado en los órganos de la reproducción, se abre a la vio­ ráneas dentro del marco de ese proceso por el que la metafí­
lencia impersonal que la desborda desde afuera”53. sica, respondiendo a un movimiento general del discurso en
El discurso irracionalista de afirmación de la Vida ter­ la sociedad occidental que Foucault llamara “dispositivo de
mina confirmando las relaciones de poder existentes. Su rei­ sexualidad”, termina por identificar al deseo sexual con el
vindicación de la muerte como contrapartida de la Vida no es fundamento mismo de la realidad.
ajena al uso que, cotidianamente, las voluntades particulares
dominantes hacen de la violencia para imponerse. El papel
de víctima necesaria para tal experiencia gnoseológica lo
tendrá siempre el ya dominado: mujeres, minorías étnicas,
animales. Estas tres categorías han sido señaladas por Hork-
heimer y Adorno como blanco favorito de la crueldad y el
odio54.
Si con el pesimismo, el acceso a la verdad residía en el
reconocimiento de la mujer como trampa del Inconsciente
cósmico, con el erotismo transgresivo, el conocimiento autén­
tico es definido como rechazo de un orden falso y apropia­
ción de aquello que se oculta tras él, como violación de una
femineidad que intenta vanamente refugiarse en normas
y prohibiciones que limitan el deseo y la imaginación del
hombre.
“Hombre” debe aquí ser entendido en su doble acepción
de género humano y de varón. En el primer sentido, se trata
de una crítica a los moldes sociales de pensamiento y a la
rigidez de los conceptos. En el segundo, nos hallamos ante un
rechazo de los términos del contrato entre los sexos y frente
a una identificación de la potencia viril con la Vida avasa­
lladora.
Toda una retórica de metáforas fálicas expresa esta
concepción del mundo. Como ya advirtiera Kate Millet res­
pecto a Norman Mailer, la sexualidad, comprendida como re­
lación de poder, toma visos de metafísica55. Pero esto sólo
puede ser comprendido en todas sus implicaciones contempo­

53 Ibid, págs. 100-101.


54 Horkheimer, M., Adorno, T., La dialéctica de la Ilustración, Buenos
Aires, Sur.
55 Millet, K., Política sexual, trad. al español A.M. Bravo García,
México D.F., Aguilar, 1975.

58 59
C a pít u l o II

La mediadora

Cuando se agotan ciertas formas bárbaras


de explotación de la naturaleza, cuando
ya no se controlan m ecanism os delirantes
de organización-desorganización de la pro­
ducción y de la vida social, se invoca a la
mujer com o mediadora de una vuelta a la
naturaleza maltratada, tom ándola com o
coartada de la autocrítica de una determi­
nada forma de civilización hecha sola­
m ente a m edias

C e l ia A m o r ó s

Hemos mostrado que la elevación de la sexualidad a


clave ontològica se produjo en un momento de crisis de la ra­
zón. Rebajada a subproducto de la Voluntad de vivir, la razón
que otrora fuera esencia de la realidad se ve reducida a mero
instrumento. El lugar central asignado a la sexualidad con el
pesimismo conlleva una redefinición de los sexos en la que la
mujer, concebida como el ser por el que el Inconsciente cós­
mico se impone al individuo varón, es la culpable-inocente de
la perpetuación de la Vida, o sea, del mal.

61
Veremos, ahora, que otras voces surgen, desde la confu­ abandonado por las antiguas esencias. Nuevo ser inmutable,
sión provocada por el derrumbe de los grandes sistemas me- se presenta como voluntad de poder, como devenir de un
tafísicos, para cambiar de signo esta antigua identificación de mismo deseo.
la mujer con la Naturaleza. En la búsqueda de un nuevo suelo
ontològico, la sexualidad, y la mujer como su representante, Pero, alejándose del pesimismo y de su moral de la
serán positivamente valoradas. El rescate de antiguos mitos, aniquilación, el nuevo discurso sobre la sexualidad tomará
la Mujer-Mesías sansimoniana, la mirada hacia el Oriente, la justamente el rumbo opuesto. En tanto fundamento, la sexua­
creación masculina de la “femme-enfant” o mujer paradigmá­ lidad será la Verdad y sus prácticas una vía de acceso a lo Ab­
tica, constituirán diversas formas tendentes a un mismo obje­ soluto. La razón masculina buscará en el cuerpo femenino, al
tivo: encontrar en ese Otro misterioso que es el segundo sexo que identifica con la Naturaleza, un olvido oportuno de los
el sentido que el varón de la angustia existencial ha perdido. fracasos históricos.
Se ha afirmado que el discurso amoroso es a menudo un
pretexto, un tópico que permite hablar de otros temas como el
arte, la relación entre los signos, el mundo, etc. Su función La p é r d id a d e l s e n t id o

sería la de ser un significante de otro discurso que lo deter­


mina por completo, de manera oculta1. Como ejemplo ex­ Ya el análisis kantiano había afirmado la imposibilidad
tremo de esta instrumentalización de Eros, podríamos citar la del conocimiento absoluto. Sólo nos es accesible el fenó­
poesía cortés que, en la interpretación de Denis de Rouge- meno, resultado de la aplicación de las formas puras de la
mont, habla de la “Dama” para referirse al alma prisionera sensibilidad y las categorías del entendimiento. Todo objeto
del cuerpo. El amor cortés sería la máscara bajo la cual se ex­ se convierte así en una construcción en la que interviene acti­
presaban las místicas heréticas. Hoy, desaparecido el medio vamente el sujeto. Hegel subraya la paradoja de una obje­
que profesaba tales creencias, las palabras desacralizadas pa­ tividad y verdad objetiva definidas como subjetividad3. Si
recen sólo referirse al amor entre los sexos y sólo un análisis bien la verdad reside en el concepto éste ha sido declarado
en profundidad puede redescubrir el sentido de aspiración hu­ vacío y perteneciente a lo que hoy llamaríamos “estructura”
mana hacia lo absoluto1 2. En cambio, el pansexualismo de del sujeto.
grandes sectores de la cultura del siglo XX no responde a una La crítica kantiana del conocimiento tendrá consecuencias
voluntad de lenguaje críptico o meramente estético sino a una que exceden el ámbito de la gnoseología. Las derivaciones se­
cosmovisión fundada en el pensamiento analógico. rán particularmente trágicas para la disciplina filosófica que
Si en este entramado de correspondencias, la sexualidad concierne la acción humana: la Etica.
puede ser calificada de Gran Significante, en tanto señala lo Si aceptamos el planteamiento que Adorno y Horkheimer
que no es ella, también es el Gran Significado al que todo re­ hacen en La dialéctica de la Ilustración, nos vemos obligados
fiere. a admitir que la razón llega a este resultado porque su esencia
La sexualidad, como significado invasor, ocupa el lugar misma es negativa. La razón se autodestruye. El primer paso
habría sido dado con la desaparición de los mitos. El mito es
la primitiva manifestación de la razón con vistas a superar el
1 Cfr. Discours et idéologie, Le discours amoureux, Université de la
Sorbonne nouvelle, Paris III, 1986.
2 Cfr. Rougemont, D., L’amour et l’occident, Ed. 10/18, Paris, Plon, 3 Hegel, W.F., Ciencia de la lôgica, tomo II, trad. R. Mondolfo, Bue­
1972. nos Aires, ed. Solar Hachette, 1968, pâg. 518.

62 63
miedo frente a la Naturaleza. Esta es apaciguada, manejada, de Severino rasgos mucho más positivos que en la lectura que
clasificada y ordenada de acuerdo a una serie de relatos y de ella hicieron los dos frankfurtianos anteriormente nombra­
símbolos. dos. El mundo de la ciencia y la técnica actuales no es cani­
Pero la razón no se detiene en su tendencia de reducción balismo de la razón sino el último Remedio encontrado, la
a la unidad y bajo la forma de religiones solares procede a estrategia contemporánea para hacer frente al sentido origina­
sustituir a los mitos. Espíritu y materia son separados. Con la rio del devenir, al sentido que los griegos dieron al pasaje de
derrota de las religiones frente a la economía capitalista y a la la nada al ser y del ser a la nada. El filósofo italiano no ve la
Ilustración que la acompaña y expresa, la misma Ilustración transformación de la filosofía hasta su división en diversas
trata desesperadamente de suplantar el vacío de sentido con disciplinas científicas como un proceso de degradación y de
teorías morales que ocupen el lugar vacante. A este momento abandono de su destino. La incapacidad actual de proponer
corresponde el imperativo categórico kantiano. Pero el es­ verdades absolutas reside en la contradicción inherente a la
fuerzo será inútil. Toda norma superior al sujeto se halla mi­ filosofía misma que reconoce el devenir para luego intentar
nada por la misma debilidad: la carencia de un fundamento. descubrir valores eternos.
La Filosofía se reducirá a la Lógica que es instrumento de
manipulación útil para la ciencia. En todo caso, resulta claro que todas éstas son reflexio­
nes que surgen de lo que se dio en llamar la crisis de la ra­
Emanuele Severino interpreta esta dimisión de la razón
zón. El pensamiento discursivo se confiesa incapaz de reve­
en lo que se refiere a la pregunta por el sentido como fide­
lar el sentido del mundo. Al culminar su tarea de crítica de
lidad al origen de la misma filosofía occidental4. La episteme
las religiones y las ideologías, la razón ilustrada deja a los
había sido erigida como medio de superar el terror provocado
seres humanos libres pero también huérfanos. Las morales
por el devenir imprevisible. Los sistemas metafísicos impo­
heterónomas ofrecían un sólido apoyo para la fragilidad del
nían un orden y un sentido al cambio caótico del mundo feno­
individuo. La teología y la metafísica nos mostraban la ar­
ménico pero la contrapartida era el sacrificio de la libertad
monía secreta bajo el aparente caos que implica el vivir
del sujeto en el altar los principios superiores, trascen­
como entes entre otros entes. La paulatina desaparición de
dentes. La filosofía contemporánea procede al desmante-
las grandes respuestas deja una triple opción al individuo
lamiento de toda afirmación metafísica en nombre de la liber­
contemporáneo: insistir sin éxito en la construcción de una
tad y de la verdad. Con ello cumple el destino que marcara su
nueva episteme o adherir a alguna ya en plaza; darse de lleno
origen ya que, nacida como reacción defensiva ante el miedo
a la praxis, dedicarse, con fe en el progreso, a la trans­
de una naturaleza en continuo devenir, tiene a este último
formación de la naturaleza por la técnica sin mayores exi­
como su fundamento. La ausencia actual de un sentido o cen­
gencias gnoseológicas; o, por último, rebelarse frente a este
tro que organice la multiplicidad de lo real nos devuelve a la
conformismo que traza límites precisos al conocimiento hu­
experiencia del devenir: a la experiencia del ser como breve
mano de la realidad e intentar otras vías de acceso a lo Abso­
intervalo entre el surgir y el hundirse en la nada.
luto. Con esta última opción, asistiremos al auge de las ten­
Es evidente que la actividad de destrucción de todo sis­
dencias irracionalistas.
tema filosófico, la imposibilidad de construir una teoría pos­
terior al gran sistema hegeliano adquiere en la interpretación

4 Severino, E., op. cit., págs. 245-247.

64 65
etiquetas pegadas sobre ellas. Esta tendencia, nacida de la ne­
cesidad, se acentuó aún más por influencia del lenguaje. Pues
V ÍA S PRIVILEGIADAS HACIA LO ABSOLUTO
las palabras, a excepción de los nombres propios, designan
géneros. La palabra, que sólo señala en la cosa su función
El lenguaje conceptual será considerado como traición al más común y su aspecto banal, se insinúa entre ella y noso­
sujeto. Ya habíamos visto con Schopenhauer que la razón era tros, y llegaría a ocultar su forma a nuestros ojos si esta forma
reducida a la capacidad de fijar significados con vistas a la ma­ no estuviera ya disimulada detrás de las necesidades que cre­
nipulación de la realidad fenoménica. aron a la misma palabra”6. Aplicadas a nosotros mismos, a
El lenguaje será el enemigo que llevamos con nosotros nuestros estados de ánimo, las palabras producen el mismo
mismos, un Otro que habla en nuestro lugar. Nos consti­ efecto: anonimato del concepto, indiferenciación en lo que
tuimos en el lenguaje pero lo hacemos como inevitable error es único. Las palabras son algo muerto que sólo puede ser
y falsificación de la realidad. Las palabras se interponen entre útil para la manipulación del mundo exterior. Surgidas de
la intuición, lo vivido y el yo. Nos hallamos aquí en el ex­ la actividad de la inteligencia del homo faber, su ineptitud
tremo opuesto a la interpretación que hace Hegel del pasaje para hacemos descubrir el mundo real es algo evidente para
de los sentimientos al habla: “lo que fue consciente pasó ya,
Bergson.
cesó. Ha entrado en la forma de la reflexión y al tener esta
forma se ve desplazado por la determinación siguiente. (...) El Cuando en los años sesenta, con la contracultura, este re­
hablar es la forma más pura de la objetividad para lo sub­ chazo del conocimiento racional como vía privilegiada de co­
jetivo, lo cual no es aún nada objetivo, pero sí un movimiento nocimiento se transforma en movimiento social, nace un gran
hacia la objetividad”5.
interés por la tradición oriental del silencio, en particular por
Cuando el sistema hegeliano se derrumba y la crítica filo­ la escuela zen. Entre sus aspectos principales, destacaremos
sófica posterior muestra que la pretendida objetividad era su irracionalidad estrechamente vinculada con una visión
subjetividad que hundía sus raíces en lo histórico y empírico, intuitiva de la verdadera realidad7. El pensamiento Zen parte
las categorías del pensamiento inherentes al lenguaje van co­ del convencimiento de la inutilidad de todo esfuerzo por arri­
brando un aspecto extraño y hostil a la experiencia interior. bar al conocimiento auténtico del ser a través del razona­
Esta última se presenta bajo el signo de lo inmediato que es miento discursivo. El satori es una visión o percepción de la
asimilado a lo puro. La intuición es elevada por encima de la esencia de los entes, descubrimiento del ser por la mirada, si
razón. En literatura, se privilegia la poesía sobre la prosa por­ bien no se trata de la mirada común, sino de una mirada que
que la poesía elude el filtro racional del lector para producir revela la multiplicidad como espejismo.
el efecto buscado directamente en su interioridad. Así, para En tanto este conocimiento deriva de una percepción o
Bergson la intuición artística nos permite acceder a lo que es visión privilegiada, su traducción al lenguaje es imposible.
peculiar de cada cosa o de nosotros mismos. Afirma que las Por lo tanto se presenta como una experiencia incomunicable.
palabras constituyen un obstáculo entre lo que las cosas son Aquel que la ha vivido no puede explicarla al profano y todos
en sí, en su individualidad, y nuestra conciencia de ellas: “no
vemos las cosas mismas; generalmente, nos limitamos a leer
6 Bergson, H., Le rire, Œuvres, París, Presses Universitaires de
France, 1963, pág. 460, la traducción es nuestra.
5 Hegel, G.W.F, Escritos de juventud, trad. de Z. Szankay y J.M. Ri- 7 Cfr. Suzuki, D.T., Essais sur le bouddhisme zen, Deuxième série,
palda, México, F.C.E., 1978, pág. 168. trad. al francés de J. Herbert, Paris, ed. Albin Michel, 1972, págs. 22-29.

66 67
los argumentos lógicos con que éste refuta la posibilidad de En el siglo XX, el asalto a la razón enquistada en el uso
tal experiencia se desmoronan frente a lo absolutamente otro, normal, convencional y aceptado del lenguaje había inaugu­
frente a aquello que la lógica y la argumentación metafísica rado sus estrategias con el surrealismo, en juegos como el
no pueden alcanzar. “cadavre exquis” y en la escritura automática. Esta surge de
El budismo Zen propone una técnica para llegar al satori. una experiencia personal de Bretón narrada en Manifiesto del
Se trata del kó-an, generalmente una pregunta o respuesta surrealismo. La repetición involuntaria y obsesionante de una
incomprensibles para el entendimiento. El discípulo debe frase desprovista de significado en términos de experiencia
esforzarse en comprenderlo fijando toda su atención en él. corriente pero portadora de gran valor poético revela al autor
Ello no significa que en esas breves frases se halle resumido de Arcano 17 la existencia en su interioridad de un discurso
el conocimiento absoluto que el discípulo espera. Dado que el que resiste el control consciente. La utilización de este dis­
satori no puede ser transmitido por el lenguaje, debemos su­ curso con fines poéticos conducirá a los Campos magnéticos
poner que su función es otra. El objetivo del kó-an es deso­ escritos en colaboración con Philippe Soupault.
rientar el intelecto ya que éste dificulta el acceso a lo Abso­ Desprovista de control racional, la elección en los planos
luto. El kó-an ofrece un material no procesable por el inte­ de los ejes sintagmático y paradigmático produce combina­
lecto discursivo y despierta en cambio la voluntad y la ciones insólitas que los surrealistas juzgaron más auténticas
afectividad, generalmente sometidas al control racional limi­ que las comunes. Por su surgir espontáneo, independiente de
tativo. una voluntad domesticada por la sociedad y la Historia,
En su estudio sobre la contracultura, dice Theodore Ros- tendieron a considerarla como la expresión del pensar en li­
zak, refiriéndose a los maestros del misticismo oriental: bertad capaz de descifrar el cosmos.
“Afortunadamente, nuestros jóvenes disconformes han reco­ Mircea Eliade apunta a la relación entre surrealismo y ex­
gido su ejemplo, y hoy es uno de los más acusados acentos de periencia religiosa cuando explica la afirmación de los surre­
la contracultura”8. Volveremos más adelante sobre esta se­ alistas de que cualquier hombre puede ser poeta en tanto se
ducción ejercida por Oriente. Por ahora, deseamos destacar la abandone a la corriente del inconsciente con la técnica de la
persistencia, en este movimiento del siglo XX, de la búsqueda escritura automática. Según el historiador de las religiones,
romántica de vías de conocimiento no racionales que condu­ en la base de esta práctica literaria se hallaría el carácter filo­
cirían a una nueva sociedad del futuro. Para superar la socie­ sófico, poético y místico del inconsciente puesto de ma­
dad tecnocrática, “se requiere nada menos que la subversión nifiesto por la terapia analítica junguiana.
de la visión científica del mundo, con todo su apego a un Recordemos la oposición animus/anima que establece
modo de consciencia egocéntrico y cerebral. En su lugar, Jung para lo que serían, a su juicio, la parte masculina y fe­
tiene que ponerse una nueva cultura en la que las facultades menina del individuo. Mientras que las imágenes serían pro­
no intelectivas de la personalidad —las que nacen del mundo ducto del aspecto femenino del individuo, los conceptos se
de la imaginación y la fantasía y de la experiencia de la co­ originarían en la actividad del intelecto, en el mundo mascu­
munión humana— sean los nuevos árbitros de la bondad y lo lino de las relaciones sociales. La sospechosa similitud de
bueno, de la verdad y la belleza”9. esta división con los roles sexuales tal como éstos se presen­
tan en la sociedad (femineidad nutricia, afectiva, fértil / mas-
culinidad fría, dominadora) sería explicable por una relación
8 Roszac, T., El nacimiento de una contracultura, Barcelona, Kairós, causal cuyo punto de partida se hallaría en las instancias
1970, pág. 97. Edición original en inglés de 1968.
9 Ibid, pág. 65. psico-biológicas.

68 69
Las imágenes míticas continuarían, de esta manera, habi­ ción no puede ser sino la cama en donde ios sexos se encuen­
tando el inconsciente tal como antes habitaban las religiones tran, lugar de la vida y de la muerte.
y mitologías. En él, cumplirían la función de todo sistema re­
ligioso definida por Eliade como guía en el perfeccionamien­ Esta similitud en la significación acordada a ciertos sím­
to del ser humano10. Esta lectura junguiana de la creación su­ bolos por antiguas culturas y por los surrealistas no ha de sor­
rrealista se halla muy próxima a la interpretación que los mis­ prendemos si recordamos que éstos últimos se proponen ex­
mos surrealistas hacían de los productos del inconsciente a plorar el inconsciente tal como Freud decide investigar sus le­
pesar de que siempre, aunque con algunas críticas y reticen­ yes de funcionamiento y su estructura. Pero el proyecto de
cias, se declararon admiradores de Freud. ambos es profundamente diferente, tanto en su base teórica
La profunda diferencia entre Freud y los surrealistas se como en sus objetivos.
manifiesta ya en la actitud distante y desconfiada con que el Mientras que el médico vienés, imbuido de positivismo,
médico vienés respondió al entusiasmo de los surrealistas por postula la existencia de un inconsciente individual, suscepti­
sus teorías. Ello se debe a que el psicoanálisis forma parte del ble de ser estudiado por el intelecto y convenientemente con­
intento científico de control y racionalización creciente de la trolado, si ello fuera necesario a los fines de una mejor adap­
realidad. tación a la sociedad establecida, los surrealistas apuntan a un
Para Freud, el sueño es la vía privilegiada que llevará a la inconsciente de tradición romántico-irracionalista y esperan
curación del paciente individual y no a la transformación de de su revelación un cambio radical de las relaciones sociales.
la realidad social por influjo del inconsciente. La indagación Según Michel Carrouges11, el interés y la importancia acorda­
científica del inconsciente es una tarea de conquista en la que dos por los surrealistas a la imaginación en libertad han de ser
el intelecto, como todo conquistador, impone sus leyes, clasi­ interpretados en este sentido. Por ella, el hombre renovaría y
fica, reparte y distribuye, terminando así definitivamente con redescubriría sus lazos con el cosmos, al cual pertenece.
el misterio de la tierra ignota y los reinos desconocidos. Bajo este enfoque, algunos (y sólo algunos) productos de
Entre las ideas y métodos que los surrealistas tomaron de la imaginación serían elaboraciones cuya clave explicativa
Freud, el más importante es el método de interpretación de se encuentra en la biología. Así lo explica Roger Caillois1112,
los sueños tal como lo afirma el mismo Bretón en Los vasos el cual, siguiendo el análisis bergsoniano de la facultad miti-
comunicantes. Pero no es de menor importancia el lugar asig­ ficadora, considera que los mitos tendrían por función reem­
nado a la sexualidad en la realidad del inconsciente. plazar los instintos perdidos a lo largo de la evolución. En
Siguiendo a Freud, los surrealistas interpretarán situacio­ virtud de ello, sería necesario comparar estas construcciones
nes y objetos como portadores de una significación sexual. de la mente humana con las conductas animales genética­
Ello explica, según Xaviére Gauthier, la interpretación que mente determinadas, para comprobar sus posibles corres­
Bretón hiciera de la célebre frase de Lautréamont (“Her­ pondencias.
moso...como el encuentro fortuito de una máquina de .escribir De esta manera, el inconsciente al que se refiere el surre­
y un paraguas sobre una mesa de disección”). Para el autor de alismo sin especificar claramente sus características, implica
los manifiestos del surrealismo, el paraguas representa al tres niveles o realidades que es posible diferenciar: el incons-
hombre, la máquina de coser a la mujer y la mesa de disec-
11 Carrouges, M., André Breton et les données fondamentales du surréa­
10 Eliade, M., Images et symboles. Essais sur le symbolisme magico- lisme, Paris, Gallimard, 1950, págs. 359-360.
religieux, Paris, Gallimard, 1952, pág. 15. 12 Caillois, R., Le mythe et l’homme, Pans, Gallimard, 1972, pág. 23.

70 71
cíente individual, el inconsciente colectivo y el inconsciente quico debido a la pérdida de contacto con las imágenes ar-
cósmico. quetípicas, fuentes inspiradoras de la imaginación.
La adhesión surrealista a la teoría freudiana del incons­ Según Eliade, los símbolos pueden ser un remedio contra
ciente individual convive con la noción de un inconsciente el nihilismo y el relativismo historicista que han privado al
cósmico. Esta suposición de un inconsciente cósmico se re­ hombre moderno de todo apoyo en un sentido revelado. No
vela opuesta al dualismo racionalista que separa materia y se trata de buscar nuevas creencias en culturas exóticas sino
espíritu. Una cosmovisión similar acerca los surrealistas a los de reconocer en esas civilizaciones remotas las mismas imá­
románticos alemanes. genes que Bachelard descubriera en la creación poética occi­
La esperanza romántica de una conciliación final de los dental. Bajo este punto de vista, la literatura aparece como
contrarios alienta a los surrealistas en su búsqueda del hom­ aquella instancia que guardó las ancestrales imágenes arquetí-
bre nuevo picas y las defendió de la embestida racionalista al disfrazar­
Mircea Eliade califica a Freud de “último positivista” 13 las de capricho subjetivo y diversión gratuita. La literatura se
por su interpretación reduccionista de una pretendida sexuali­ muestra así como la gran continuadora de los temas míticos.
dad pura. Su Historia de las religiones nos muestra que la Microcosmos en el macrocosmos, según el surrealismo,
sexualidad ha sido, generalmente, investida de una signifi­ el ser humano puede en virtud del pensamiento analógico
cación polivalente. Según Eliade, con excepción de las so­ descubrir la realidad como sistema de relaciones. Estas re­
ciedades modernas, la sexualidad ha sido siempre entendida laciones no se reducen a la causalidad admitida por las cien­
como una hierofanía. Así, la siembra es asimilada al acto cias. Se trata de relaciones misteriosas entre los hechos, los
sexual en casi todas las culturas. Este valor simbólico agre­ objetos del mundo externo y el deseo del ego. El azar objeti­
gado se justifica en una concepción del mundo como sistema vo al que alude Bretón es la prueba de una afinidad secreta
de correspondencias. La realidad del objeto que se transforma entre diversos elementos que la conciencia y la lógica comu­
en símbolo es, en este tipo de pensamiento propio de las so­ nes consideran reunidos por exclusiva casualidad. Advierte
ciedades arcaicas, una realidad abierta. Su apertura consiste sin embargo Ferdinand Alquié14 que esta búsqueda de lo “su-
en significar un ámbito que trasciende la realidad inmediata pra-real” tiene como objetivo combatir la alienación de una
sin que ésta sea ignorada. Veremos que este aspecto de la se­ conciencia moderna reducida al conocimiento de la realidad
xualidad será recuperado, bajo nuevas formas, en el siglo XX. objetiva; no se trata pues de un simple retomo al pensamiento
La Europa racionalista redescubre los símbolos bajo la primitivo, la “supra-realidad” (“surréalité”) es pensada en
influencia de las culturas de Asia, Africa y Oceanía. Los sím­ todo momento como inmanente a la realidad.
bolos como medio de conocimiento son revalorizados por el
surrealismo que se interesa también por fenómenos tales
como el esoterismo, el absurdo, la literatura negra, etc. Para M u jer y e r o t ism o
Eliade, este retomo de la cultura occidental a sistemas de
pensamiento que otorgan un lugar privilegiado a los símbolos “Para nosotros, jóvenes surrealistas de 1924, la gran
es la necesaria y saludable reacción a una crisis de sentido. ‘prostituta’ era la razón. Considerábamos que cartesianos,
Citando a Jung, describe esta crisis como desequilibrio psí­ volterianos y otros funcionarios de la inteligencia sólo la ha-

14 Alquié, R, Philosophie du surréalisme, París, Flammarion, 1955,


13 Eliade, M., Images et symboles, op. cit., págs. 15-16.
pág. 202.
72 73
bían hecho servir para la conservación de valores estableci­ naturalismo esotérico que hace de “La mujer” lo absoluta­
dos y muertos a la vez”15. mente Otro.
Interesante metáfora la de la prostituta como símbolo de
la razón envilecida. Contra esta prostituta, los surrealistas En un momento clave de la crisis contemporánea, con el
crearán el mito de la mujer pura, la mujer-niña, la célebre surrealismo, el Inconsciente supuestamente capaz de revita­
“femme-enfant” que marcara toda la cultura de nuestro siglo. lizar la percepción, de renovar la comprensión del mundo
Nadja, arquetipo de la “femme-enfant”, posee dotes de viden­ tomó cuerpo de mujer. Pero esto no es totalmente nuevo. Ya
cia, percibe una realidad liberada de las formas puras de la el pesimismo había señalado el lazo privilegiado que unía
sensibilidad y las categorías kantianas. Con ella y con la teo­ al Inconsciente con “la” mujer. Pero en tanto que ese Uno-
ría del azar objetivo de André Breton, se desarrolla en el su­ Inconsciente era fuerza ciega enemiga del individuo, la mujer
rrealismo una iniciativa de acceso a lo Absoluto que pres­ formaba parte del velo de Maya que garantizaba la repro­
cinde del conocimiento discursivo. ducción del dolor.
Cuando Simone de Beauvoir analiza la imagen de la mu­ Ahora, una revalorización del Inconsciente, concebido
jer en la obra de André Breton16, subraya la función gnoseo- como fuente de energías para un mundo exhausto, conlleva la
lógica que adquiere el erotismo con este autor. Para el funda­ consecuente visión positiva de “la” mujer. La identificación
dor del surrealismo, el amor de la pareja es la única vía de Mujer=Inconsciente no sufre cambios, sólo se alteran los va­
salvación posible para el hombre. Sólo gracias a la mediación lores asignados.
de la “femme-enfant”, esencia de la femineidad, puede tener La mujer se convertirá en mediadora entre el hombre y
el varón un contacto con la realidad primordial concebida, a un mundo de signos que es necesario descifrar. Sobre ella re­
diferencia de las esencias platónicas, como un constante de­ posa la esperanza en un sentido oculto que libere de la terri­
venir. ble conciencia de un devenir ciego y arbitrario.
Retomando las ideas de Fourier y de Saint Simon, Breton Esta mujer-niña mediadora es “a la vez hada y mujer,
proclama en Arcano 17 el carácter redentor de la mujer, la hada por lo que la une a las profundidades del inconsciente,
única capaz de salvar a la humanidad por el amor. Su proxi­ al universo de los cuentos, a la naturaleza de lo imaginario, o
midad a la Naturaleza hace de ella la mediación privilegiada sea, a la literatura, principio de la metamorfosis, Melusina en
para corregir el error en el rumbo tomado por la civilización. Arcano 17, mujer porque es ese hada encamada en el cuerpo
Para que ello sea posible, es necesario que las mujeres reco­ más emocionante, más perturbador que cualquier otro y de
nozcan, redescubran su esencia indisolublemente ligada a la ninguna manera fuera de alcance, al contrario, un cuerpo que
Vida. Aclara Breton que esta asunción de la propia identidad se deja experimentar y vivir bajo el modo de una participa­
femenina suele verse dificultada por la función represora de ción embriagadora”17.
la civilización que impide el desarrollo de las potencialidades El proyecto surrealista entiende abrirse paso a través de
inherentes al sexo. Para Simone de Beauvoir, esta concepción la “belleza convulsiva” de la “femme-enfant” y de la poesía.
de la mujer se remonta a los gnósticos. La define como un Coincidimos con Ferdinand Alquié en considerar que hay en
los surrealistas, en especial en Bretón, un rechazo de la expli­
cación positivista del amor como producto del instinto sexual
15 Masson, A., Le rebelle du surréalisme. Ecrits, Paris, Hermann, 1976,
págs. 16-17.
16 De Beauvoir, S., Le deuxième sexe, vol. I, Paris, Gallimard, 1949, 17 Pfeiffer, J., “La médiatrice”, Obliques, núms. 14-15, Nyons, 1977,
págs. 355-363. pág. 16.

74 75
en beneficio de una concepción que hace del amor una vía de los surrealistas, así como los deseos expresados (comer, be­
acceso a la espiritualidad18. Sin embargo, es necesario subra­ ber) muestran una vivencia del amor como posesión, vivencia
yar que esta vía presenta al cuerpo femenino como el objeto que para la autora es una manifestación propia del modo
paradigmático del deseo. Sensualidad y pureza se unen en la capitalista de percibir la realidad. Creemos que esta última in­
figura de la mujer surrealista. terpretación limita a un período histórico particular un fenó­
En su lectura marxista y psicoanalítica del surrealismo, meno que lo excede ampliamente, como es posible compro­
destaca Xaviére Gauthier19 que en él las mujeres son repre­ bar con los datos de la observación etnográfica.
sentadas a menudo, tanto en la pintura, poesía o escultura, por Junto a esta exaltación de la Mujer-Naturaleza esotérica,
medio de imágenes vegetales: flores, frutos, plantas acuáticas asistimos a un retomo del mito de la hierogamia cósmica pre­
que se prestan a ser consumidas. Recordemos a este propósito sente en numerosas culturas arcaicas. La realidad se sexua-
la asimilación hegeliana de la mujer al mundo vegetal: “La liza, todo habla de secretas correspondencias con los princi­
diferencia entre el hombre y la mujer es la que hay entre el pios masculino y femenino y su unión erótica.
animal y la planta; el animal corresponde más al carácter del De esta manera, podemos considerar al pansexualismo no
hombre, la planta más al de la mujer, que está más cercana al sólo como manifestación de una tendencia relativamente re­
tranquilo desarrollo que tiene como principio la unidad inde­ ciente en la Historia que Foucault denomina “dispositivo de
terminada de la sensación”20. Enfoques filosóficos muy dis­ sexualidad”, sino también como un retomo a un tipo de pen­
tintos coinciden en esta identificación de la mujer con la na­ samiento mítico de carácter arcaico. Este pensamiento, del
turaleza. Si la comparación se hace con animales y plantas, el cual el género gramatical podría ser una huella lingüística,
sexo femenino es identificado con las segundas. Si el símil concibe la relación entre los objetos como una hierogamia
pone en correlación a seres humanos y animales, éstos cósmica apoyada en ciertos casos por analogías semánticas.
corresponderán a lo femenino. La mujer se verá identificada Destaca Bachelard que en la poesía o en la alquimia se realiza
en ambos casos con lo más cercano a la vida natural incons­ una sexualización del mundo. El género lingüístico la hace
ciente. posible para aquellas palabras que designan objetos inanima­
El surrealismo adjudica también a las mujeres atributos dos. De esta manera, la lengua ejerce una influencia determi­
que la religión otorga a la Virgen María en las Letanías, califi­ nante en los sentimientos del poeta. El masculino y el feme­
cativos tales como: “admirable”, “Rosa mística”, “fiel”, “Con­ nino dan connotaciones particulares a las cosas nombradas
suelo de los desdichados”, etc. orientando de esta forma el soñar propio de la poesía.
Las flores simbolizarían la pureza y la vida a la que alu­ Por medio del método fenomenológico de las variacio­
den los desnudos femeninos que Delvaux pinta junto al hom­ nes, Bachelard muestra la importancia de los géneros para
bre del traje y sombrero, atento lector de un periódico. La nuestra percepción de las palabras. Todo un sistema de lazos
asignación del par Naturaleza-cultura a la diferencia de los afectivos puesto en funcionamiento por el género gramatical
sexos encuentra en este pintor su manifestación más clara. estructura la relación entre las palabras. Como muestra de
Gauthier sugiere también que las metáforas utilizadas por esto último, recordaremos el estudio de Gérard Genette21 so­
bre un caso particular de esta influencia del género de las len­
guas naturales sobre la percepción de la realidad: el par de
18 Alquié, F. op. cit., pág. 130.
19 Gauthier, X., Surréalisme et sexualité, París, Idées NRF, 1971.
20 Hegel, W.F., Principios de la Filosofía del Derecho, Buenos Aires,
Ed. Sudamericana, 1975, pág. 213. 21 Genette, G., “Le jour, la nuit” en Figures II, Paris, Seuil, 1969.

76 77
opuestos “jour/nuit” en la poesía francesa. Ambas palabras milable, por lo tanto, a la Gran Madre de las más antiguas
constituyen una oposición del tipo “término no marcado/tér- mitologías. Estos símbolos de lo femenino son incluidos por
mino marcado” ya que “jour”, en tanto unidad de veinticuatro Gilbert Durand22 en un conjunto al que llama “régimen noc­
’ñoras, posee un valor semántico más amplio que incluye la turno de la imagen” En éí, la mujer puede adquirir carácter
“nuit”. Es el mismo tipo de oposición que enfrenta “hom- de redentora, aparecer como la Naturaleza maternal en la
mes/femmes”, una oposición privativa cuyo contenido se­ cual refugiarse. A esta imagen se asocian representaciones
mántico puede ser caracterizado como una distinción entre la de la intimidad tales como el sótano, el laberinto, el mán­
norma y la desviación. Si el día es el término normal y la no­ dala, la ciudad como totalidad cerrada, el jardín y en general
che representa la desviación de la norma, el carácter trans- todo espacio bien delimitado que implique una cierta inte­
gresivo de la poesía nocturna y la preferencia de los poetas rioridad.
por la noche se hallan prefigurados en el par de opuestos ci­ El pez (“pez soluble” de Bretón) y el camaleón son figu­
tado. La oposición gramatical de géneros permite presentar el ras que se inscriben en la tradición surrealista como repre­
par “jour/nuit” como una pareja unida por el amor. La noche, sentaciones del devenir constante y de una realidad alejada de
percibida como mujer o madre universal, será amada por el la rigidez de los conceptos. Estas imágenes teriomorfas y
día masculino o por el poeta. Observemos que el caso estu­ evocadoras del agua apuntan a una mayor plasticidad de la
diado es perfectamente traducible a la lengua española en la percepción que alcance a reconocer lo absoluto como anula­
que las oposiciones “día/noche”, “hombre/mujer” funcionan ción de los contrarios.
con los mismos valores semánticos y metafóricos. Así, las connotaciones de fertilidad que los pueblos del
Si bien los símbolos de lo masculino y lo femenino no al­ pasado y los estudiados por la etnografía daban a los símbo­
canzan la universalidad que muchos investigadores desearían los asociados a lo femenino se transforman en el siglo XX oc­
adjudicarles, es sorprendente su repetición en diversas cultu­ cidental en invocaciones a la fertilidad del espíritu. El dis­
ras y épocas históricas. La difusión y la enculturación no pa­ curso malthusiano y las condiciones de vida moderna dejan
recen criterios explicativos suficientes. Pero tampoco es ne­ sentir su influencia. La esterilidad que se desea combatir es la
cesario recurrir a un inconsciente colectivo, instancia cuya del intelecto. Las famosas parejas surrealistas no se caracteri­
existencia se postula basándose solamente en el fenómeno zaron precisamente por ser prolíficas en hijos.
que se quiere explicar. Nos inclinamos a considerar que el En la trama de significaciones mágicas y religiosas en
materialismo cultural es lo que mejor podría dar cuenta del fe­ que diferentes culturas presentan a la serpiente, hallamos,
nómeno. Según este enfoque, condiciones materiales simila­ próxima de ella, a la lluvia o al agua en general en sus dis­
res producen características culturales similares. Si evitamos tintas manifestaciones. La fertilidad es la significación que
el error frecuente de confundir matrilinealidad con matriar­ subyace a tal acercamiento de ambos símbolos, relación que
cado, estaremos de acuerdo en afirmar que la organización de se verifica en las culturas agrarias precolombinas, de la India
todas las sociedades conocidas hasta el presente es patriarcal. y europeas.
Teniendo en cuenta este fenómeno, no resulta extraño que sus
símbolos presenten gran parecido o incluso se repitan.
Elementos tales como el agua y la tierra son experimenta­
dos como femeninos. Tanto en el romanticismo como en el
surrealismo, la mujer, en tanto eterno femenino, aparece li­ 22 Durand, G., Les structures anthropologiques de l’imaginaire, Paris,
gada a la tierra y al agua, identificada a la Naturaleza y asi­ Bordas, 1984, pâgs. 256-293.

78 79
sor al infinito (en el sentido del infinito malo hegeliano) no
encontrará su resolución en el plano del concepto sino en el
La N aturaleza en carnada de la intuición facilitada por esa Naturaleza condensada que
es el cuerpo de la mujer.
Como ya hemos visto, Schopenhauer y los médicos filó­ Pero este microcosmos en el que todo es movimiento y
sofos del siglo XIX habían expuesto las razones “científicas” transformación viscosa es valorado positivamente en tanto
que daban cuenta de las Nadja “avant la lettre”. Su explica­ manifestación inmediata de la unidad de aquello que la con­
ción no era poética sino fisiológica. Puesto que el instinto, en ciencia separa. A diferencia de la mirada del hombre de cien­
el ser humano y en los animales, tiene su sede en el sistema cia que diferenciará órganos y funciones diversas, el pensa­
ganglionar que genera el deseo y las representaciones subjeti­ miento analógico encontrará el universo entero en el interior
vas que lo acompañan, un mayor desarrollo cerebral y una de un cuerpo femenino. Las imágenes líquidas y nocturnas
disminución de la importancia del sistema ganglionar permi­ sugerirán la inextricable unidad de lo viviente. Recordemos
ten al varón una mayor independencia con respecto a los ins­ lo viscoso en la caracterización que hizo Jean-Paul Sartre de
tintos. La hembra humana se encontraría a medio camino en­ la mujer en El Ser y la Nada.
tre la animalidad y la plenitud de lo humano. Por ello, el va­ Si para explicar ese cuerpo el pensamiento analógico
lor que el hombre concede a la mujer que ama no es, para el recurre a la química, esta química será misteriosa, por lo
pesimismo, más que error, ilusión y trampa de la especie. tanto, prácticamente inapresable en un sistema limitado de
En cambio, con una importante vertiente del surrealismo, conocimientos, más propia de un saber esotérico que de uno
ese gran movimiento cultural que impregnó toda la cultura empírico, remota porque viene de tiempos inmemoriales
occidental del siglo XX, la identificación de la mujer con la e inalcanzables en los que la vida se inició y, finalmente,
naturaleza adquiere rasgos positivos en tanto lo irracional es próxima ya que subsiste en nosotros aunque a menudo lo
considerado la vía privilegiada de acceso a lo Absoluto. Con olvidemos y constituye la condición necesaria de toda exis­
esa naturaleza despojada de Historia a la manera en que las tencia.
mujeres de Delvaux se hallan despojadas de ropa junto a se­
ñores de traje y sombrero que se interesan por las actualida­ La mujer se convierte en testimonio de la presencia de la
des o la cultura, se intenta superar la crisis de sentido contem­ Naturaleza como fundamento. Su cuerpo, abandonado a los
poránea. procesos metabólicos que no requieren ninguna actividad
El cuerpo femenino aparece como mediación que pres­ consciente, constituye un apropiado punto de partida para la
cinde del logos, como inmediatez de la primitiva unidad de la reflexión filosófica sobre la Naturaleza y sobre la unión
Vida a disposición de filósofos angustiados. Es Naturaleza en mente-cuerpo, que la conciencia masculina del filósofo vive
el sentido que le dieran los románticos y Schelling: totalidad como fragmentada y dividida.
orgánica en la que lo viviente y lo inanimado se confunden. Entre la admiración y el horror, el observador masculino
Esta naturaleza femenina aparece como incapaz de autocon- va más allá de la atractiva apariencia de las formas para des­
ciencia. Los filósofos y los intelectuales en general serán los cubrir lo que ellas encierran. Esta estrategia del pensamiento
encargados de revelar la verdadera naturaleza femenina que es similar a la que nos brindan los modelos de cera de ciertos
las mujeres no siempre son capaces de comprender. museos del siglo XVIII que representaban a mujeres jóvenes y
El problema de la fragmentación de la realidad como re­ bellas en actitudes sensuales, desnudas, a menudo con un co­
sultado de la aplicación de la razón y de su mecanismo divi­ llar de perlas adornando el cuello. Al levantar la parte externa
80 81
del tórax, podía estudiarse la anatomía interna. En el útero las investigaciones de Michel Foucault sobre el nacimiento
generalmente había un feto, signo de la función esencial­ de la prisión y las tecnologías emparentadas con ella, sobre el
mente reproductora de la mujer. Si esta representación anató­ conocimiento psiquiátrico y la constitución de un saber cien­
mica así como los cuadros de la misma época que mostraban tífico sobre el sexo.
médicos seccionando y analizando cuerpos femeninos han Según Jordanova, esta particular construcción de con­
sido caracterizados como una asimilación de la mujer a la ceptos genéricos reificados no puede explicarse como reflejo
Naturaleza entendida ésta como objeto de la ciencia, como de las condiciones materiales sino como proyecto de una cla­
realidad controlada y domesticada, la representación surrea­ se media intelectual con planteamientos de reforma social
lista puede ser comprendida como identificación de la mujer que veía en las ciencias el motor del progreso y en las muje­
a la Naturaleza concebida como realidad salvaje, irreductible res el peligro de la tradición y al mismo tiempo las garantes
a los embates del intelecto clasificador. Para L.J. Jordanova23, de la familia y de su necesario mantenimiento con vistas a
son éstos los dos sentidos asignados a la Naturaleza por el de­ mejorar la vida social.
sarrollo de las ciencias biológicas y la tecnología. En La flauta mágica de Mozart se encontraría así un
Si bien Jordanova elogia la importancia dada por Simone ejemplo de la relación entre los significados otorgados al par
de Beauvoir a los mitos en relación a la condición femenina, genérico en la época y los conflictos políticos de ésta. Bajo la
considera que el error de la autora de El segundo sexo, como forma de una lucha entre un linaje patriarcal y otro matriarcal,
el de los estructuralistas, fue ignorar el carácter histórico de en esa ópera se enfrentan la Razón ilustrada y la tradición y
los pares opuestos Naturaleza/Cultura, Mujer/Hombre. La au­ absolutismo reaccionarios. La victoria final masculina forma
tora francesa habría desconocido la importancia de la reifica- parte del mensaje transmitido por la obra: la lucha contra la
ción operada por las ciencias. monarquía es también una lucha contra las mujeres y su “natu­
Los investigadores de fines del siglo XVIII y del siglo XIX ral” relación con las supersticiones y la fuerza del clero25.
explicaron la totalidad de las diferencias entre los dos sexos Tras el desencanto de la Razón ilustrada, la mujer, siem­
por la constitución anatómica de ambos y su teleología pro­ pre como soporte sensible de una conceptualización que le es
pia. Resulta particularmente interesante al respecto, además ajena, adquiere los rasgos de la Naturaleza redentora. Pero
del ensayo de Geneviève Fraisse ya citado, el estudio de esta connotación positiva de la Naturaleza pertenece también
Michèle Le Doeuff sobre la obra del médico Pierre Roussel24, al pensamiento ilustrado. La revalorización del concepto de
análisis que intenta poner de manifiesto los mecanismos naturaleza puede ser interpretada como uno más de los sínto­
ideológicos por los que un saber particular (en este caso la mas de la revolución burguesa que se está gestando. Corres­
Medicina) suplantó a la religión y a la Filosofía en la justifi­ pondería a la necesidad de encontrar un nuevo paradigma de
cación de las desigualdades sociales. Observemos la similitud legitimidad que reemplazara a Dios, a la Iglesia y al monarca.
de dirección de estos estudios con los últimos trabajos de
Foucault. La misma sospecha sobre la “objetividad” de las En esta línea de interpretación de la oposición Natura­
ciencias que toman por objeto de estudio al ser humano guía leza/Cultura, Maurice Bloch y Jean Bloch26 insisten sobre el

25 Ibid.
23 Jordanova, L.J., “Natural facts: a historical perspective on science
26 Bloch, M. y Bloch J.H., “Women and the dialectics of nature in
and sexuality”, en C. Mac Cormack, M. Strathem, Nature, Culture and
eighteen-century French thought”, en Mac Cormack, C., Strathern, M.,
Gender, Nueva York, Cambridge University Press, 1980, pâgs. 42-69.
op. cit., pâgs. 25-41.
24 Le Doeuff, M., L’imaginaire philosophique, Paris, Payot, 1980.

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carácter confuso y variable del contenido de ambos con­ miento de las normas de la misma sociedadque el pensador
ceptos. Por su relación con los acontecimientos sociales y po­ criticara tan acerbamente.
líticos del siglo XVIII, ambas nociones presentan diferentes En Bemardin de Saint Pierre, considerado prerromántico,
significados aun en un mismo autor. Resumimos en el cuadro los valores paradigmáticos de la naturaleza se encamarán en la
que sigue los distintos sentidos que los autores del estudio ci­ mujer. La famosa novela Pablo y Virginia sugiere que la
tado afirman haber hallado: moralidad natural femenina puede redimir al mundo. No es
otra la esperanza de Bretón, pero en el camino se han produ­
Naturaleza sociedad cido cambios. Ya no es una natural bondad maternal lo que se
Estado primigenio de la sociedad sociedad corrupta
alaba, sino una natural capacidad cognoscitiva de aprehensión
cuerpo humano y sus funciones leyes
instintos, em ociones, sexualidad artes y ciencias
de la realidad liberada de los esquemas limitativos del in­
orden universal usos y costumbres de las clases telecto.
privilegiadas
armonía de los seres vivos y su Cabe observar que aunque los contenidos que se incluyen
entorno: forma de vida de los en el concepto de “naturaleza” cambian, se mantiene constan­
pueblos primitivos cultura (en sentido antropológico) te la asignación de la mujer al ámbito de lo natural como
opuesto a lo cultural, sea éste último concebido como hazaña
Tales diferencias de su campo semántico probarían que de la humanidad o error trágico de la especie. Al respecto,
no se trata de estructuras esenciales de la mente tal como los destaca Celia Amorós que: “la idea ilustrada de naturaleza
estructuralistas posteriores a Lévi-Strauss lo entienden sino como paradigma legitimador, lejos de introducir algún ele­
de una articulación polémica propia de los siglos XVII y XVIII mento de reorganización en los espacios simbólicos adjudi­
cuya función fue la de criticar los poderes establecidos. Sin cados ideológicamente al hombre y a la mujer, consagró
embargo, señalan ambos autores que cuando el par Naturale- —malgré revoluciones copemicanas— los viejos lugares ‘na­
za/Cultura se articula con el par genérico, los pensadores del turales’ aristotélicos” (...)27.
XVIII suelen caer en contradicciones debido a la emergencia Por otro lado, esta renovación del concepto de naturaleza
de fragmentos ideológicos “dormidos” en un discurso que conlleva la originalidad de identificar a la mujer con la Natu­
pretende ser de ruptura. raleza prescindiendo de todo orden espiritual trascendente, li­
Así por ejemplo, Diderot, en una exigencia revolucionaria mitándose a apelar al simple orden de la Naturaleza como
de libertad y felicidad para todos los seres humanos, elogia la justificación. Resulta entonces que: “la categoría de natura­
moral sexual permisiva de hombres y mujeres en su utopía de leza cumple así, a la vez, la función de juez que asigna su lu­
Tahití para luego terminar señalando las conveniencias que tal gar a cada parte y de lugar asignado a una de las partes”28.
organización tendría en vistas a la procreación y a la mayor
unión resultante entre los hombres al compartir a las mujeres. Deseamos subrayar la importancia que tienen los valores
Más clara aún se presenta la contradicción en Rousseau, que acordados al cuerpo y a la sexualidad en la definición de
abandona su postura radical e innovadora sobre la educación
cuando de mujeres se trata. La Naturaleza que era guía inme­
jorable en la educación de Emilio, no lo será para Sofía, la 27 Amorós, C., Hacia una crítica..., op. cit., Barcelona, Anthropos,
Eva de este nuevo Adán, la cual, por ser ella misma naturaleza 1985, pág. 24.
(en otro sentido), se verá condenada por Rousseau al acata­ 28 Ibid, pág. 162.

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aquello que será la Naturaleza. Es el momento de recordar
que el arte (al que actualmente hay que agregar la publici­
N o s t a l g ia s d e l s u e l o o n t o l ó g ic o
dad) ha representado hasta la saciedad el cuerpo femenino y
muy pocas veces el masculino. Además, el desnudo puede
De acuerdo a lo ya expuesto, podemos decir que la duali­
asumir distintos significados según las posturas en que se lo
dad genérica recibe dos formulaciones que son solidarias. La
muestre: pasivo, activo, sensual, deportivo, etc. Si dar mate­
primera, de carácter ontológico, hace de ciertas figuras feme­
rialidad a un cuerpo masculino se revela una empresa difícil,
ninas la encamación misma de la Naturaleza, del Incons­
más complicado aún es hacer de él un objeto de deseo. In­
ciente como fuerza cósmica, como voluntad de Vida frente a
cluso en una sociedad como la griega clásica, en la que los
un varón lastrado por toda la Historia occidental y sus innu­
amores masculinos no se hallaban al margen de lo aceptado,
merables realizaciones culturales. Estrechamente ligada a esta
observa Michel Foucault29 una cierta ambivalencia en la ac­
perspectiva, la segunda formulación, de tipo gnoseológico,
titud que hacia ellos se reserva en los textos. El problema re­
presenta al par genérico como dos formas diferentes de
sidía en la reducción del cuerpo del joven a objeto de placer.
En cualquier caso, esta reducción no debía nunca ser asu­ conocimiento: intuición versus razón.
La imposibilidad de conocer la realidad, el noúmeno, se
mida por el muchacho. Tampoco se admitía que pudiera en­
transforma en incapacidad existencial de realizar la síntesis
contrar goce en la relación que mantuviera con el hombre
enamorado que lo buscaba y sólo debía acceder a los deseos de pensamiento y acción.
Recordemos la afirmación de Klages, filósofo del irracio­
de éste por complacencia y admiración. La jerarquía poten­
nalismo: “La ley del intelecto nos separa del ritmo de la vida
cial que le concede el futuro despliegue de su virilidad es la
cósmica”30*.La razón como forma de la inautenticidad es acu­
causa de tales límites y el fundamento del consejo de ir
sada de pertenecer a una Historia que no es progreso sino de­
transformando progresivamente el amor en “philia”, en la
formación de una naturaleza primitiva superior. Desde esta
medida en que la edad del joven ya no se adecuara a tales
relaciones. perspectiva, el pensamiento racional no es ya el maravilloso
estandarte que la Ilustración levanta frente al oscurantismo y
Por ello, los varones no parecen ser considerados deposi­
tarios aptos de la carga simbólica contenida en la noción de los poderes establecidos.
Aceptar la clasificación de la realidad que la cultura im­
Naturaleza. Esta incluye entre sus significados (resumidos en
pone a través de ese sistema de signos que es el lenguaje
el cuadro expuesto más arriba) el de ser corporalidad, cuerpo
equivale a un suicidio, a la aceptación de una existencia alie­
vivo y sus impulsos, sexualidad y afectividad. ¿Quiénes sino
las mujeres representaron tradicionalmente estas instancias en nada. El pensamiento entra en crisis.
Celia Amorós caracteriza al hombre de la angustia
grado sumo a través de sus roles de objetos del deseo sexual
existencial como un emergente de la crisis patriarcal o genea­
masculino, senos que alimentan, sentimientos que no temen
el ridículo? lógica. Esta crea individuos desarraigados, descritos por Kier-
kegaard como al borde de la locura sin poder alcanzarla, sin
poder morir porque no pueden vivir. El existencialismo daría
una respuesta a la crisis genealógica al trasponer las coorde­

29 Este aspecto del Eros clásico es eestudiado por M. Foucault en


L’usage des plaisirs, segundo volumen de Histoire de la sexualité, París, 30 Klages, L., Vom Kosmogonischen Eros, Segunda edición, Munich,
Gallimard, 1984. 1926, pág. 63.

86 87
nadas temporales al ámbito de la subjetividad. De ahí una en algunas mujeres ese suelo ontològico que Heidegger buscó
tendencia al nominalismo, ya que lo real será lo individual y en los campesinos.
lo universal sólo tendrá realidad en tanto pensado31. Nuestra Los mismos reproches que Adorno hiciera a este filó­
filósofa señala que en Kierkegaard y Sartre, la existencia sofo34 pueden aplicarse a esta idealización de la mujer : en
como problematicidad se presenta como algo masculino32. primer lugar, tal búsqueda se basa en la creencia de que exis­
Esta existencia añora la inmediatez del simple dejarse vivir y ten cosas primeras en las que reside la verdad, cuando desde
la capacidad de poseer una creencia sin que la razón se encar­ Hegel el pensamiento dialéctico nos muestra que no hay tales
gue de disolverla. cosas y que todo es producto de la mediación.
Este mito de la mujer-naturaleza-mediadora se reactiva En la alabanza de Heidegger a la sencillez del pensa­
en un momento de crisis de valores. De ahí el interés con que miento campesino como pensamiento genuino se oculta un
Kierkegaard estudia la relación de Fausto y Margarita. El cé­ procedimiento ideológico que consiste en presentar como re­
lebre personaje de la obra de Goethe goza con la fe de la jo­ laciones sustanciales lo que no es más que un residuo de anti­
ven y suspende ante ella su actitud de militancia escéptica: guas relaciones socioeconómicas destinadas a desaparecer
“El escéptico es de este modo la figura del caballero deca­ con la sociedad industrial.
dente y en crisis”33 El seductor kierkegaardiano se convierte
en un exaltado poeta de la femineidad entendida como poder Pero para la escuela de Frankfurt no resulta tan evidente que
de la pura intuición, inmediatez no corrompida por la razón los roles sexuales de nuestra sociedad sean relaciones sociales35
ilustrada. Sin embargo, a través de esta última logra seducir y ni que los integrantes de los grupos genéricos resulten un pro­
él mismo no deja de experimentar esa hipertrofia de la razón ducto de esas relaciones y no elementos anteriores a éstas.
como una superioridad que lo coloca por encima de la simple Así, Horkheimer afirma la necesidad de una autoridad
inocencia tan envidiada. paterna para el surgimiento de la conciencia y de una madre
naturaleza amante dedicada por completo a la educación de
Este varón contemporáneo busca la proximidad de una sus hijos. Y para completar esta nostalgia de un suelo ontolò­
mujer que por su relación inmediata con el mundo lo reconci­ gico, el filósofo agrega que Nietzsche no se equivocó al ase­
lie con él y represente la esperanza de superar la escisión en­ gurar que la mujer perdería con la obtención de la igualdad de
tre sujeto y objeto, pensamiento y acción. Sujeto profunda­ derechos aquello que la distinguía y le confería mayor valor:
mente moderno que, a falta de una moral por la que guiarse, “su pensamiento no cosificado ni meramente pragmático”36*.
suele dirigir sus acciones por normas estéticas, cree encontrar
34 Adorno, T., Terminología fdosófica, vol. I, trad. española de R. Sán­
chez Ortiz de Urbina, Madrid, Taurus, 1976, págs. 112-120.
31 Amorós, C., Sóren Kierkegaard o la subjetividad del caballero. Un 35 Sobre el impacto del análisis feminista en las ciencias humanas y el
estudio a la luz de las paradojas del patriarcado, Barcelona, Anthropos. cambio epistemológico que introdujo en el estudio de la relación entre los
1987, págs. 174-175 y pág. 242. sexos, considerada hasta ese momento como perteneciente al ámbito de lo
32 Cfr. Amorós, C., Hacia una crítica..., op. cit., págs. 51-52 y pág. 112. natural, ver Colette Guillaumin, “Femmes et théories de la société: Re­
En el caso de Sartre, nuestra filósofa señala un cambio de punto de vista marques sur les effets théoriques de la colère des opprimées”, en Sociolo­
relacionado con la obra de Simone de Beauvoir El segundo sexo, la cual gie et Sociétés, vol. XIII, núm. 2, octubre 1981, Presses de l ’Université
lo habría llevado a introducir personajes femeninos para representar la au­ de Montréal, págs. 19-32.
tenticidad moral. 36 Horkheimer, M., A la búsqueda del sentido, Salamanca, ed. Sí­
33 Amorós, C., Sóren Kierkegaard..., op. cit., pág. 112. gueme, 1976, págs. 119.

88 89
De esta manera, las mujeres se convierten en un sujeto dor, la humanidad perdería uno de los pocos rasgos de tras­
revolucionario en la lucha contra la razón instrumental. Su cendencia que le quedan en esta civilización tecnológica: el
revolución consistiría, paradójicamente, en no cambiar el es­ amor. La artificialidad del pudor, su carácter de virtud del so­
tado de cosas existente y mantenerse suficientemente alejadas metimiento no parecen preocupar a este teórico “crítico”.
del poder como para no contaminarse con él. El prudente per­ Como hemos dicho, la crítica suele detenerse a menudo
severar en su marginación relativa les garantizará la conser­ cuando se llega al terreno del sexo-género y la sexualidad.
vación de esa frescura e inocencia que tanto necesita y tanto
aprecia el hombre (entiéndase “varón”) agobiado bajo el peso
de siglos de administración racional de la naturaleza. La t e n t a c ió n d e l e s e n c ia l is m o
Nos hallamos aquí ante la elevación a términos filosófi­
cos de una opinión común que pretende que con la igualdad La confusión entre causas sociológicas y psico-biológicas
de derechos entre los sexos el mundo dividido en términos de de la diferencia de género es compartida por artistas y es­
Naturaleza y Logos dominador quedará reducido a este se­ pecialistas del pensamiento conceptual. Esto último es más
gundo término de la oposición. La hipótesis de que un reparto injustificable e incomprensible. Cuando abordan estos temas
más equilibrado e igualitario de los roles permitiría a los va­ suele predominar la vaguedad del discurso y la falta de clari­
rones desarrollar cualidades hasta ahora “femeninas” no es si­ dad en la elaboración de las categorías aplicadas.
quiera considerada. Al respecto, afirma Nicole-Claude Mathieu38*, que de las
El terror ante la posibilidad de un mundo totalmente re­ tres variables fundamentales usadas en sociología y psico-
gido por valores “masculinos” sirve, de buena o mala fe, para sociología (categoría socio-profesional o clase social, edad y
el mantenimiento y cultivo de las diferencias. sexo), la tercera aún no ha sido objeto de una definición pro­
Géneros y sexualidad parecen ser el límite en el que se piamente sociológica.
detienen los pensamientos que pretendieron ser más osados. La primera variable ha sido definida de manera perti­
Cuando se le preguntó a Horkheimer cómo justificaba el nente por criterios sociológicos y no psicológicos o bioló­
apoyo que había dado a la encíclica del papa Pablo VI en la gicos. No sólo se ha descrito a grupos sociales determinados
que se prohibía el uso de métodos anticonceptivos artificiales sino que también se ha estudiado su relación, con lo cual se
a los católicos, respondió: “La teoría crítica, y yo he hablado obtuvo una problemática de conjunto. Para la edad, el proce­
como crítico teórico, tiene una doble función. Quiere indicar so de definición sociológica fue más lento y sólo reciente­
lo que ha de cambiar pero también lo que ha de mantenerse. mente se llegó a una noción de edad social. Este estadio no ha
Por ello tiene también la función de mostrar el precio que no­ sido alcanzado en lo que se refiere a las categorías de sexo,
sotros hemos de pagar por esta o aquella medida y por tal o que aun se confunden con datos biológicos inmediatos.
cual progreso. La “pildora” hemos de pagarla con la muerte Esta deficiencia en la reflexión sobre la dualidad genérica
del amor erótico. (....) Si se quita el tabú de lo sexual se de­ conduce al fenómeno de la reificación, que se caracteriza por
rrumba con ello la barrera que fomenta el anhelo, perdiendo definir los sexos en términos de categorías independientes del
entonces el amor su base”37. sistema de relaciones sociales que las constituyen. La diferen­
Vemos, pues, que el sacrificio de las mujeres es impres­ cia biológica servirá de base para una interpretación de las
cindible. Sin esa identidad femenina construida sobre el pu­
38 Mathieu, N., “Notes pour une définition sociologique des catégories
37 Horkheimer, M., A la búsqueda del sentido, op. cit., pág. 114. de sexe”, Epistémologie sociologique, II, 1971, pâgs. 19-39.

90 91
demás diferencias como “naturales”. La autora francesa se­ El acceso a la individualidad requiere la autoconciencia y
ñala en otro de sus trabajos39 que esta reificación conduce a para el pensamiento patriarcal las mujeres son inmediatez
otorgar a los sexos atributos generales y a producir un dis­ natural incapaz de reflexión. Comparadas al varón problemá­
curso sobre los contenidos que le son propios a cada uno. Se tico y desgarrado se asemejan más a arquetipos, a proyeccio­
hace así una descripción de los símbolos, de las representa­ nes simbólicas del hombre.
ciones que pertenecen a cada sexo, luego se los contrapone Nos parece apropiado recordar aquí la noción de “in­
subrayando sus diferencias y, si es posible, presentándolos consciente productivo” que Deleuze y Guattari oponen en el
como opuestos. Por último, se justifica tal oposición por las Anti-Edipo al inconsciente representativo de Freud. El psico­
diferencias biológicas que llevarían a actuar, pensar y ver el análisis político y social que los primeros se proponen postula
mundo bajo dos formas muy disímiles. un campo social investido inmediatamente por la libido: “La
Tal procedimiento se ha llevado a cabo en la sociología, libido se caracteriza por invadir el campo social bajo formas
la antropología, la psicología, la literatura, la crítica literaria y inconscientes y de esta manera alucinar la totalidad de la His­
la filosofía. Todas ellas conservan en la mayor parte de los toria, delirar las civilizaciones, los continentes y las razas”41
casos un discurso esencialista en lo que se refiere a las cate­ y, añadiríamos nosotros (una vez más los críticos osados se
gorías de sexo. Este pensamiento esencialista constituye a detienen ante el límite) alucinar, delirar los sexos.
menudo un enclave aislado dentro de un discurso general dia­ La libido contiene siempre un momento social y político
léctico, fenómeno residual que atribuimos al carácter relativa­ en el que se articulan las categorías de sexo. Esta articulación
mente reciente de la incorporación de las mujeres al mercado es, en cada caso, dependiente de la Historia y dentro de ésta,
de trabajo y a la lenta asimilación de las teorías feministas variable según los avatares personales de los individuos. Por
por parte de las ciencias humanas. ello, aunque aceptamos las limitaciones que Gayle Rubin42
señala respecto a un análisis de la sexualidad que pretenda
Enfrentado a la disolución de las creencias y a la com­ explicar todo desde la perspectiva de género, consideramos
pleja red de interacciones en que la dialéctica convierte a la que ésta es fundamental.
realidad, el pensamiento se verá tentado a recurrir a esos resi­
duos de esencialismo para encontrar en ellos un nuevo para­ En Heidegger no encontramos referencias directas al ca­
digma que sea capaz de vehicular antiguos contenidos. La rácter genérico, masculino o femenino del discurso filosófico.
empresa de recuperación del sentido intentará llevarse a cabo Sin embargo, en una publicación coordinada por Luce Iriga-
por una hipóstasis de lo femenino. Este procedimiento se ve ray, teórica feminista de la diferencia, Jean-Joseph Goux
facilitado por la particular conceptualización que el pen­ afirma que en su obra existe una crítica implícita al pensa­
samiento patriarcal aplica a las mujeres: éstas no acceden miento filosófico masculino y una invitación a escuchar la
a la individualidad sino que permanecen confundidas en el voz, apenas audible ya, de la raíz materna43. Según esta par-
género40.
41 Deleuze, G., Guattari, f., Capitalisme et schizophrénie. UAnti-Œdi-
pe, Paris, ed. de Minuit, 1972, pág. 117.
39 Mathieu, N.C., “Homme culture, femme nature?”, L’Homme, julio- 42 Rubin, G., “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radi­
septiembre, 1973, pág. 106. cal de la sexualidad”, en Placer y peligro. Explorando la sexualidad fe ­
40 Sobre la identificación de las mujeres al género, ver Amorós, C., menina, Vanee, C. (comp.), Madrid, ed. Revolución, págs. 113-190.
“Espacio de los iguales, espacio de las idénticas. Notas sobre poder y 43 Goux, J.J., “L’oubli de Hestia”, en Langages núm. 85, Le sexe lin­
principio de individuación”, Arbor, núms. 503-4. guistique, Larousse, marzo 1987, págs. 55-61.

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ticular lectura, el papel de Hestia como fundadora y guar- construcción de un sistema binario implica, en realidad, la su­
diana del hogar habría sido menospreciado y olvidado por presión de las infinitas diferencias entre los individuos.
una metafísica elaborada por los varones.
Esta interpretación se apoya en la afirmación de Heideg­ Razón e intuición escindidas y paradigmáticamente re­
ger de que la filosofía se aleja del ser en la medida en que, a presentadas por la dualidad de los sexos manifiestan en su
partir de Platón, el ser es proyectado fuera de la tierra. El pre­ mutua atracción la necesidad de integrar los dos modos del
fijo “da” del Dasein indicaría ya desde Sein und Zeit la inten­ conocimiento en un sistema de oposiciones que no es ajeno a
ción heideggeriana de instalar al hombre nuevamente en ese los avatares de la conciencia contemporánea. Resumimos en
“habitar” que es el ser. La misma investigación etimológica el cuadro que sigue sus principales contenidos:
del sentido primero del verbo “ser” lleva al filósofo a iden­
tificar “ser” y “habitar”, “permanecer”. En los comentarios Yo m asculino Vida, Naturaleza, mujer
autoconciencia cuerpo, animal m isterioso
que dedica a la poesía de Hölderlin dice: “Suevia, la voz de la
análisis, lím ites unidad de los entes
madre, señala la esencia de la tierra patria. En la cercanía al
clasificación unidad del sujeto y el objeto
origen está fundamentada la vecindad a lo más gozoso”44. razón aplicada a sus propios
Aquí tenemos una prueba de que la tierra como símbolo materiales históricam ente
femenino sigue activo en la imaginación de los filósofos o, al acumulados intuición inmersa en el devenir
menos en este caso, en la de sus intérpretes. hastío pasión
Este intento de lectura de Heidegger desde un feminismo intelecto estéril poesía, arte, m etafísica espontánea
de la diferencia corresponde, en el terreno de la filosofía, a decadente prim itivo
los intentos de Luce Irigaray y Julia Kristeva en el ámbito del
psicoanálisis. La primera reivindica un eterno femenino
irracional enclavado en el cuerpo sexuado45. La segunda, a U l ise s in t e r r o g a a lo O t r o
pesar de su proclamado nominalismo, tiende a la definición
esencialista cuando ve en “lo semiótico” o expresión del im­ Dentro de este sistema de pensamiento por oposiciones
pulso libidinal por la entonación y el ritmo el elemento feme­ genéricas, a los ojos del hombre, las mujeres se hallan más
nino y maternal de las prácticas significativas46. Como muy cercanas a los animales, como lo prueba la frecuente relación
bien apunta Michéle Le Doeuff47*,el feminismo de la diferen­ que la Filosofía hace entre mujer y animales y el arte esta­
cia se halla afectado por una eterna aporía: pretende otorgar blece, por ejemplo, entre la imagen enigmática de los gatos y
valor a lo diferente pero su exaltación de “la” diferencia y su la Otra inalcanzable y deseada, inabordable desde el intelecto
masculino (al respecto, nos limitaremos a recordar el célebre
44 Heidegger, M., Interpretaciones sobre la poesía de Hölderlin, trad. al
poema “Los gatos” de Charles Baudelaire como exponente de
español de J.M. Valverde, Barcelona, Ariel, 1983, pág. 44. calidad de una asimilación que ya es popular y trivial).
45 Irigaray, L., Spéculum de l’autre femme, París, Ed. de Minuit, 1974, Si aceptamos la lectura que Horkheimer y Adorno hicie­
y Ce sexe qui ríen est pas un, París, Ed. de Minuit, 1977. ron de la Ilíada en la Dialéctica de la Ilustración y vemos en
46 Para una exhaustiva crítica de J. Kristeva, ver Nancy Fraser, Hiparquia, Ulises al yo individual que lucha contra la Naturaleza no so­
comunicación del II Encuentro Internacional de Feminismo Filosófico,
metida en una laboriosa constitución del ego a partir del
Buenos Aires, noviembre de 1989, traducción al español de M.L. Femenías.
47 Le Doeuf, M., L’étude et le rouet. Des femmes, de la philosophie, Pa­ enfrentamiento con ella y sólo a través de él, podríamos aven­
ris, Seuil, 1989, pág. 251. turar que el héroe contemporáneo que nos ocupa es este mis­

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mo Ulises que al término del camino, desengañado, pretende simonianos, “toda la larga búsqueda de la Mujer-Mesías va
desandarlo interrogando a las mismas fuerzas que sometió; mostrando cómo el papel femenino tiende a considerarse por
convencido de que poseen el secreto que lo salvará. encima y fuera de lo racional”49. Pero, mientras se exaltan los
En su empeño olvida que esta pura Naturaleza que busca valores místicos de la Mujer, se termina apartando a las muje­
no es más que la contrapartida de la constitución de su propio res concretas de la Asociación porque los “compañeros de la
sujeto, una especie de imagen en negativo de sí mismo o con­ Mujer” afirman necesitar un retiro tranquilo en un momento
junto de elementos rechazados e hipostasiados. En esta pre­ particularmente difícil de enfrentamiento con los poderes
tendida inmediatez, cree ahora que reside el Centro, el lugar públicos.
desde el que todo adquiere sentido y vuelve sus ojos hacia El caso de los seguidores de Saint Simón es paradigmá­
aquellas representaciones míticas que, bajo la forma de una tico pero lo mismo podría señalarse en otros grupos como el
hierogamia cósmica, postularon la posibilidad de la unión de surrealista. El discurso de la excelencia y la supra-raciona-
los principios que fueran separados. lidad superior de las mujeres convive muy cómodamente con
las prácticas de exclusión y la fraternidad masculina del
Ya nos hemos referido al interés suscitado por Oriente en grupo de los pares. Al fin y al cabo, la realidad concreta sólo
el momento de la contracultura. Pero esta atracción se re­ se deja apresar por los pedestres mecanismos de la razón y el
monta al romanticismo y a su búsqueda de conocimiento por ejercicio del poder no escapa a esta pragmática verdad.
vías no racionales. La actitud del occidental respecto a las
doctrinas orientales será ecléctica. Tomará aquellos conteni­ El auge del tantrismo en Occidente, durante la contra­
dos que conecten con sus preocupaciones y mitos propios. cultura, ha de ser comprendido dentro de la identificación de
Particularmente interesante nos parece la relación que es­ la mujer con la sexualidad y la energía cósmica de la Natura­
tablecen los sansimonianos en el siglo pasado entre el necesa­ leza necesarias para renovar el espíritu. Al respecto, señala
rio peregrinar a Oriente en búsqueda de la Verdad y la figura Joseph Vicent Marqués que la reciente difusión de la filosofía
de la Mujer-Mesías, salvadora de la humanidad. “Sé donde oriental suele ir acompañada de un ánimo crítico respecto a
está la Madre:, en Oriente. Ha llegado el día. No es solamente los valores masculinos y una propuesta de que el varón
un viaje hacia el Oriente, es un viaje hacia la Mujer. Es en asuma la parte “femenina” de la afectividad, la no agresivi­
Oriente sobre todo donde la mujer es esclava, es en Oriente dad, etc. Sin embargo, advierte Vicent Marqués que esta posi­
donde hay que anunciar la igualdad del hombre y de la mujer. ción “es discutible también en cuanto presupone que algo es
Los caballeros fueron a la cruzada para encontrar la tumba de en sí mismo masculino o femenino, perpetuando así la confu­
Cristo. ¡Nosotros, compañeros de la Mujer, a Oriente no ire­ sión patriarcal”50*.
mos a buscar el sepulcro sino la Vida! La Madre está en
Oriente”48. Junto a esta exaltación de la Mujer, Enfantin pro­ Resumiremos rápidamente la doctrina tántrica que parece
mueve la entrada de las mujeres en el grupo y el abandono de condensar y llevar al paroxismo la estrategia patriarcal de
los criterios tradicionales de fidelidad en la pareja. Se avanza identificar mujer, Naturaleza y sexualidad y recurrir a esta
hacia una nueva moral sexual liberadora para las mujeres.
Pero, como señala Neus Campillo en su estudio sobre los san-
49 Ibid.
50 Vicent Marqués, J., Osbome, R., Sexualidad y sexismo, Madrid, Uni­
48 Citado por Neus Campillo en Filosofía contemporánea desde una versidad Nacional de Educación a Distancia-Fundación Universidad Em­
perspectiva no androcéntrica, A. Puleo coord., Madrid, MEC, en prensa. presa, 1991.

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amalgama cuando por diversas razones decide abandonar la imponiendo su sello a todas las formas del hinduismo. Los
exclusividad de la vía de la razón. “tantra”, a diferencia de otros textos hindúes, insisten en el
“Vedanta” significa etimológicamente “fin del Veda”, carácter femenino de la energía cósmica que en sánscrito re­
enseñanza última en el sentido de posterior (porque se funda cibe el nombre de “shakti”. La “shakti” se halla tanto en el
en las Upanishads que son la última parte de los Vedas), y de macrocosmos o naturaleza como en el microcosmos o indivi­
superior (ya que es el conocimiento supremo de los Vedas). duo. La salvación de este último consiste en activar el princi­
Este conocimiento no es comunicable a la manera en que los pio femenino que en él subyace dormido. El estado latente en
otros conocimientos lo son. Sólo puede ser alcanzado por una que se encuentra la energía femenina en el hombre es expre­
experiencia radical y personal del sujeto. El contenido del Ve- sado en el tantrismo por la imagen de la “kundalini” o ser­
danta se halla reunido en los Brahmasütras de Bádarayana. piente enrollada que descansa en la región sacra de la co­
Estos, a su vez, han sido comentados abundantemente. De los lumna vertebral y a la que el adepto debe despertar para que
comentarios, los más importantes son los de Shankara y Ra- se extienda por el cuerpo liberando su energía.
manuja. El yoga tántrico inicia en la adoración de la Diosa por me­
El núcleo de la enseñanza del Vedanta reside en la doc­ dio de diferentes prácticas entre las que se cuenta una forma ri-
trina de la no-dualidad. El Principio Supremo no admite nin­ tualizada de la unión sexual. El objetivo final es llegar incluso
guna determinación y es, por lo tanto, lo Absoluto. No hay a identificarse con la Diosa liberándose de la determinación
nada fuera de él. El mundo no es más que una realidad iluso­ del ego. En algunas de sus sectas la mujer es sagrada en tanto
ria. Por esta razón, René Guénon afirma que el Vedanta no encamación del principio cósmico femenino, de la Madre, de
puede ser considerado un panteísmo como algunos occidenta­ la Diosa, de la Naturaleza o “Prakriti”. Mircea Eliade presenta
les han creído51. Sin embargo, a pesar de lo que afirma Gué­ al tantrismo como una de las formas del mito de la hierogamia
non, el carácter ilusorio del mundo no sólo ha sido objeto de cósmica ya que en su unión sexual ritualizada o “maithuna” la
controversia o interpretación errada en Occidente sino tam­ mujer-Prakriti-Shakti se une al varón-Shiva o Espíritu puro52.
bién dentro del Vedanta mismo, ya que no puede negarse toda Recordemos también, con este historiador de las religiones,
realidad al mundo si éste es una manifestación de “brahmán”. que el mito de la hierogamia cósmica no es universal.
El objetivo fundamental de la teoría del Vedanta es la li­ La mujer tántrica es una mediadora ya que representa a la
beración o “mukti”. El individuo que llega a identificarse con naturaleza femenina en todos sus aspectos y la salvación se
el ser supremo se libera de toda dependencia y se transforma obtiene a través de la unión sexual con ella. La pérdida de la
en un “yogi” o “liberado viviente”, diferente del “liberado de conciencia propia del placer orgàsmico es así convertida en
la forma” que es posterior a la muerte. La liberación es experiencia inmediata que lleva al nirvana. Aunque la doc­
desprendimiento de la cadena de causas y efectos. La acción trina enseña que la “shakti” es la energía misma y que el
es inferior a este conocimiento supremo porque la acción sólo “brahmán” o principio masculino es impasible y ha perdido el
permite acceder a otras acciones. papel fundamental que le daba el hinduismo, en el acto sexual
Este anhelo de superación individual, este modelo de su­ tántrico la mujer es totalmente pasiva e impersonal: “puro
perhombre guía las prácticas del tantrismo, doctrina que principio sin rostro ni nombre”53 mientras que el varón es su­
alcanzó su plena configuración hacia el siglo X y que terminó jeto activo.

51 Guénon, R., Introduction générale à l’étude des doctrines hindoues, 52 Eliade, M., Le sacré et le profane, París, Gallimard, 1965, pág. 144.
Paris, Librairie des Sciences politiques et sociales M. Rivière, 1921. 53 Rougemont, D., op. cit., pág. 129.

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Subraya Denis de Rougemont la importancia creciente de
la figura de la mujer mediadora en el siglo XX, tal como se
había producido en el siglo XII, y toma del tantrismo un nom­
bre para este fenómeno. Lo llama “retomo de la shakti”. La
“femme-enfant” de la literatura, el interés por el catarismo,
los estudios de Adrián Turel sobre el matriarcado, de Robert
Graves sobre la Gran Diosa, de Jung sobre la Sophia y la Vir­
gen Madre, las voces que anuncian un retomo y una próxima
hegemonía del principio femenino subyugado por el patria­
rcado: son todos síntomas, para este pensador francés, de una
crisis que, desde su punto de vista, se halla relacionada con la
crisis del matrimonio minado por el triunfo del mito del C a pít u l o III
amor-pasión. No creemos que esta respuesta agote la signifi­
cación del fenómeno, aunque aporta interesantes elementos Un romanticismo psicoanalítico
de juicio sobre el pensar y sentir contemporáneos.
El inconsciente conserva los objetivos del
El peregrinaje a Oriente, el retomo a los mitos arcaicos,
vencido principio del placer (...) El re­
la exploración de los mundos oníricos, son síntomas de la cri­ tom o de lo reprimido da form a a la histo­
sis de la razón y, al mismo tiempo, el intento de la misma ra­ ria prohibida y subterránea de la civ iliza ­
zón por superarla. La Mujer-energía cósmica del Vedanta ción
representa, en grado sumo, lo que el agotado intelecto occi­
dental reclama: la mediación necesaria para una nueva alian­ H erbert M a r c u se
za con la Vida.
Reciclaje de antiguos mitos, invención de otros nuevos,
ambos son intentos de superación de la crisis de un pensa­ D e l pe sim ism o a l a a c e pt a c ió n d e l a V id a
miento en el que la Mujer en tanto género asimilado a la se­
xualidad es alternativamente glorificada o denigrada según se Con Schopenhauer y Edouard Von Hartmann el individuo
asigne a ésta última un papel liberador o esclavizador del va­ ya reconoció humildemente su pertenencia a un todo no ra­
rón. Y, aunque las diferencias sean muchas en el camino que cional. Atrás quedaron los sueños de la diferencia absoluta,
va de la identificación del acto sexual a la impureza y el del dualismo espíritu-materia, mente-cuerpo. Y a pesar de
pecado con el cristianismo, del instinto sexual como trampa que el pensamiento de estos filósofos guarda aún el eco de los
de la especie y cadena interminable de dolor en Schopen- tiempos en que el hombre afirmaba orgulloso su esencia radi­
hauer hasta la liberación por el sexo, ya sea en su forma ritua- calmente distinta de los demás entes, la vorágine del In­
lizada tántrica (y en sus correspondientes vulgarizaciones consciente anuncia la certeza del origen. Origen desolador
para uso occidental) o en su famosa revolución sexual de los por su espantosa y muda indiferencia, por su ciego empecina­
sesenta, nos hallamos siempre ante elaboraciones del pensa­ miento que, en la inocencia de la vida carente de reflexión, se
miento patriarcal en las que el sujeto masculino del discurso arroja una y otra vez a un destino de dolor y muerte.
se autodefine como sujeto universal.
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El pathos que caracterizaba esta concepción era el pesi­ cuando hablaba de “un hombre que asimilara completamente
mismo. Aunque se apelara a la Idea, como es el caso en E. Von estas verdades que acabo de exponer, pero no se hallase en es­
Hartmann, el horizonte de la inmanencia amenazaba con sus tado de reconocer (...) que el fondo de la vida es un dolor per­
límites cada vez más cercanos. petuo, y que, por el contrario, estuviera satisfecho con la exis­
Si bien el impacto de tal descubrimiento incitaba inicial­ tencia y encontrándola a su gusto deseara con ánimo sereno que
mente a la piedad, la destrucción provocada en el nivel de los su vida durase eternamente y recomenzara sin cesar”1.
valores terminaba por inhibir toda acción. Afirmarse como vida, aceptar lo Otro que causaba horror
Como ya hemos visto, la única militancia coherente pa­ como fundamento e identidad propia: éste es el segundo mo­
reció a los pesimistas aquella que precipitara el emerger de la mento de la autoconciencia pesimista convertida ahora a un
conciencia en todos los seres humanos para llegar a la des­ optimismo que guarda dentro de sí el recuerdo de la desilu­
trucción final y con ella al término de una larga y absurda sión primera.
historia de dolor. La desilusión ya no tendrá los matices de pérdida que la
El hombre, que se reconoce por fin como una excre­ caracterizaran, ahora será militancia activa y recibirá el nom­
cencia de la naturaleza, considera que es su responsabilidad bre de “genealogía de la moral” o voluntad de “desmitifi-
el liberarla, junto con él, por medio de la aniquilación. Sólo cación”.
una destrucción total puede acabar con el mal porque éste no Poco a poco, el mal se desplaza desde el núcleo mismo
es el fruto azaroso de las circunstancias sino el resultado de la de la Vida hacia la mentira que la cubre y limita. La Vida en­
esencia misma de la Vida. El mal ha perdido su significación juicia ahora a la razón por su visión estrecha y su falsa con­
trascendente, ya no es pecado. La noción de mal es simple­ ciencia. La Ciencia, la Moral, la Filosofía son, todas ellas, ne­
mente la de sufrimiento. La Vida ha manifestado ser incapaz gación de la extraordinaria fuerza de la Vida. Y, paradoja de
de cumplir los requisitos de la felicidad ilustrada. La cantidad la dialéctica histórica y filosófica, se acudirá a esta fuente
de dolores y privaciones que existen en el mundo supera am­ inagotable de energía cuando la razón tambaleante ya no se
pliamente la de placeres. El tribunal de la razón ha fijado el considere capaz de asumir la conducción de los hombres ha­
objetivo a un nivel demasiado elevado como para que esta cia la utopía.
inexplicable voluntad de vivir pueda alcanzarlo. La sentencia
será pues inapelable: lo único que puede desearse es el re­
tomo a la Nada. El s u je t o r e v o l u c io n a r io p u l s io n a l

Pero el camino de esta nueva autoconciencia en el hombre


occidental estaba muy lejos de haber sido totalmente recorrido. A los años sesenta y a sus representantes, desde los fa­
Quizás debido a que la vida no puede desear la muerte para sí mosos creadores a los desconocidos seguidores, podría
misma de manera consecuente durante largo tiempo, pronto aplicarse el análisis que Habermas hace de Marcuse. Nos dice
surgió desde el seno mismo de esa autoconciencia desesperada que el autor de Eros y Civilización espera: “el nacimiento de
la orgullosa reivindicación de sus propios límites en un pensa­ una subjetividad rebelde a partir de una naturaleza que es an­
miento profundamente desafiante. El superhombre nietzsche- terior a la individuación y a la razón (...) Marcuse tiene una
ano acepta la vida en un universo en que los dioses han muerto confianza milenarista en la dinámica renovadora de las pul­
y como prueba máxima de su actitud heroica ha de responder, siones que opera a lo largo de la historia, que acabará rom-1
sin dudarlo un instante: “sí” al eterno retomo de lo mismo.
Schopenhauer ya había previsto la posibilidad de esta actitud 1 Schopenhauer, A., El Mundo.... op. cit.

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piendo con la historia, y que al fin dejará que emerja lo que naturaleza interna del hombre. Para estos filósofos se plantea
entonces aparecerá como prehistoria”2. entonces la necesidad de una reconciliación entre la natura­
Para Habermas, esta actitud implica una contradicción. leza y la civilización. Este tema, cuyo planteamiento proviene
Esta consistiría en intentar dar un fundamento biológico al del siglo XVIII, es tratado ahora en términos freudianos y
socialismo, el cual se caracteriza justamente por considerar al postmarxistas. Sin embargo, guarda el “potencial místico que
individuo como un producto histórico. La pulsión de soli­ desde Schelling corrió mezclado con el romántico”4.
daridad así como el ímpetu revolucionario de la libido a los Su idea central es la de que el hombre sólo podrá libe­
que acude Marcuse para dar apoyo científico a su utopía se rarse cuando la naturaleza también sea libre. El desarrollo de
hallarían en abierta oposición a los principios del materia­ la razón y con ella el surgimiento de la identidad del yo, de la
lismo histórico. A esta objeción, responde Marcuse afirman­ ciencia y de la técnica aparecen en La dialéctica de la Ilus­
do que si bien la estructura pulsional es la de una dualidad tración como formas de la misma naturaleza y los hombres
de principios (Eros y Tánatos), siempre es posible modificarla. como animales que han logrado un poder mayor al de todos
Por otro lado, las formas que toman estas pulsiones estarían los demás pero que no han podido superar ese estadio natural.
siempre condicionadas por la historia y la organización social. Desde esta perspectiva, con la Ilustración el yo se declara
Con Marcuse, nos hallamos ante una acerba crítica a la ra­ independiente y amo de la naturaleza sin percibir la relación
zón instrumental que aliada a una falsa moral y a las estructu­ dialéctica que lo ha constituido como identidad a partir de la
ras políticas y sociales se convierte en barrera para el desa­ naturaleza indiferenciada. El dominio de la naturaleza de que
rrollo de la especie. Pero esta última tiene una reserva gené­ se jacta la Ilustración es también dominio de la Naturaleza
tica de energía y de orientación que explica la lucha heroica de interna. Así, el hombre ha quedado cercenado, escindido,
ciertos individuos frente a aquello que atenta contra la vida. progresivamente empobrecido a medida que su poderío téc­
Así, la revolución es presentada como un movimiento del nico crecía. La Ilustración habría sido ciega respecto a la
ser que busca su realización. En el Prefacio político de 1966 a prehistoria de la subjetividad. Con respecto a ello observa
Eros y Civilización3, Marcuse acude a conceptos tales como Adorno que “la razón es naturaleza como fuerza física desga­
“revolución instintiva” y “odio biológico”, e interpreta el fenó­ jada para los fines de la autoconservación. Pero una vez sepa­
meno de la aparición de las guerrillas como símbolo de la re­ rada de la naturaleza y enfrentada a ella, se convierte también
belión de las pulsiones contra la maquinaria social represora. en lo otro de la naturaleza. Y en este efímero despuntar sobre
la naturaleza, la razón es idéntica y no idéntica con la natura­
A LA BÚSQUEDA DE LA RECONCILIACIÓN DE RAZÓN
leza, es decir, algo dialéctico por su propio concepto”5.
Y NATURALEZA
La posición de Marcuse, si bien coincide en las líneas
fundamentales con este planteamiento, difiere respecto de él
Marcuse compartía el enfoque de Adorno y Horkheimer en la evaluación que hace de la técnica en el período en que
según el cual el dominio de la naturaleza externa por la razón escribe Eros y Civilización. En ese momento, todavía se ma­
instrumental había implicado un sometimiento paralelo de la nifiesta optimista al considerar que el creciente desarrollo

2 Habermas, J., Perfiles filosófico-políticos, trad, al español de M. Ji­ 4 Cfr. Habermas, J., op. cit., págs. 147-149.
ménez Redondo, Madrid, Taurus, 1975, pág. 293. 5 Adomo, T., Dialéctica negativa. Citado por Habermas en Perfiles fi-
3 Marcuse, H., Psicoanálisis y política, Barcelona, ed. Península, losófico-políticos (pág. 151) por considerar que este párrafo resume la
1969, pág. 155. idea desarrollada en la Dialéctica de la Ilustración.

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científico-técnico podrá liberar a los hombres del trabajo alie­ Marcuse se interesó por Marx en el momento en que el
nado y la instancia pulsional humana será capaz de oponerse descubrimiento de sus manuscritos económico-filosóficos
a las estructuras capitalistas bajo la forma de una subjetividad producía una renovación de los estudios del materialismo
rebelde. histórico6*.De estos manuscritos, el filósofo resaltará los con­
ceptos de “alienación” y “conciencia”. El primero en su as­
Ante el espectáculo de la sexualidad reprimida, surge la pecto humano integral y no únicamente como separación en­
sospecha de que tal represión se halla en relación con las in­ tre proletariado y medios de producción. El segundo como
justicias sociales, con la alienación y el imperialismo. Nos ha­ superación del aparente determinismo economicista de El
llamos pues ante un nuevo sujeto revolucionario nombrado en Capital, determinismo según el cual la revolución era inevita­
el lugar que quedara vacante por la deserción del proletariado. ble debido a mecanismos internos de la economía.
El concepto de conciencia permitiría a Marcuse explicar
la no realización de la revolución esperada. La conciencia
Los MOTIVOS DE LA IZQUIERDA FREUDIANA revolucionaria era imprescindible para que las potencialida­
des de cambio inherentes a la estructura económica pudieran
La peculiar combinación de categorías freudianas y mar- actualizarse.
xistas que encontramos en autores como Wilhem Reich y
Marcuse corresponde a un cuádruple intento. En segundo lugar, se intentaban explicar las causas por
En primer lugar, se quería sacar a la teoría marxista del las que las masas actuaban a menudo en contra de sus propios
“impasse” provocado por la no realización de la revolución y intereses, como lo probara el fenómeno del fascismo: a esta
la capacidad de autopreservación de las estructuras capitalis­ necesidad responde tempranamente Reich con su teoría del
tas: se propondrá una nueva mediación subjetiva entre prác­ carácter. Según ella, la ideología internalizada tomaba cuerpo
tica y situación histórica, ya que la firme objetividad de ésta en la estructura caracterológica del individuo, lo cual explica­
última no permite suponer otro potencial revolucionario. En ría el desajuste entre necesidades económicas y actitudes psi­
Marcuse particularmente, se producirá un giro hacia la antro­ cológicas de los individuos. El medio por el cual la ideología
pología y un “repliegue” hacia el existencialismo y la crítica es internalizada es la familia. Esta es responsable no sólo del
de la ciencia y la técnica como proyectos que han de ser destino del individuo que en ella se forma sino del desarrollo
superados. En opinión de Habermas, será la primitiva forma­ de la política y la economía, si bien ésta última era lo que
ción heideggeriana de este filósofo la que le ofrecerá un re­ determinaba el tipo de estructura familiar. De esta forma se
curso frente al agotamiento del análisis marxista ortodoxo cerraba el círculo dialéctico entre realidad económica e ins­
confrontado a una situación histórica irreductible a las previ­ tancia psíquica.
siones de la teoría inicial. Recordemos que la desconfianza
hacia la ciencia y la tecnología es un tema heideggeriano re­
tomado por Marcuse en One Dimensional Man (1964). En
esta obra, el filósofo frankfurtiano abandona la esperanza que 6 Sobre la interpretación marcusiana de Marx, ver Robinson, R, La iz­
quierda freudiana. Los aportes de Reich, Roheim y Marcuse, trad de Fio-
en Eros and Civilization (1953) había puesto en la capacidad real Mazia, Barcelona, Granica ed., 1977. Para Robinson, constituye un
liberadora de la tecnología. Se agudiza la crítica a una ciencia hecho prodigioso que Marx no sea nombrado en Eros y Civilización ya
basada en la dominación de la naturaleza a través de concep­ que este libro sería, en su opinión, la traducción de las categorías psicoló­
tos operacionales y el tono es mucho más pesimista. gicas de Freud a categorías políticas e históricas marxistas.

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El tercer objetivo era denunciar y prevenir el peligro fundos del individuo, manipulación facilitada por el mayor
existente en el rumbo tomado por el marxismo en los estados conocimiento que se tiene de la estructura psíquica.
socialistas: la evidente represión sexual impuesta por la buro­ Las pulsiones que en el capitalismo liberal quedaban al
cracia en el poder no pasó desapercibida a los ojos de Reich, amparo de la familia, ahora pierden privacidad y son maneja­
quien, en cierta manera, había ya hecho una experiencia de das directamente por el poder. Entre los resultados de tal polí­
ella con el fracaso de su proyecto de consultorios de educa­ tica se contaría la sobreactivación del impulso de destrucción.
ción sexual durante su militancia en el partido comunista. En A pesar de la pertinencia de este argumento, creemos que
La revolución sexual, critica la actitud reaccionaria de mu­ esta inclusión de categorías biológicas en el discurso filo­
chos comunistas que durante la revolución rusa, apoyándose sófico es una de las formas que toma esa tendencia del pen­
en la creencia de la oposición irreductible entre sexualidad y samiento que, influyendo en Marcuse a través de Adomo y
cultura, consideraron que el interés por el problema de la Horkheimer, remonta a Schopenhauer y Nietzsche. Eros y Ci­
sexualidad se basaba en un propósito deliberado de restar vilización exalta la figura de éste último por haber afirmado
fuerza a la lucha de clases7. Para ellos, la instauración de la que “la humanidad debe llegar a asociar la mala conciencia
dictadura del proletariado solucionaría automáticamente to­ no con la afirmación sino con la negación de los instintos de
dos los problemas sexuales. la vida”8.
Marcuse también insiste en que el objetivo de la revo­
lución no ha de ser meramente la substitución de una clase do­ En su Diálogo con Herbert Marcuse, que data de 1977,
minante por otra sino el nacimiento de un hombre nuevo en el Habermas traza un recorrido posible del pensamiento del au­
que la energía destructiva quede sometida a la energía erótica. tor de Razón y Revolución según el cual Marcuse habría to­
No es otra la intención de los estudiantes del mayo francés. mado la idea de razón de Hegel pero, al advertir los límites
del idealismo, confiere a esa noción de razón un contenido
Finalmente, el cuarto objetivo que podemos destacar es pulsional para otorgarle validez universal.
dar a la razón un fundamento pulsional para superar la crisis De esta manera, la razón no será estructura del universo
relativista: ya nos hemos referido a este aspecto del pensa­ ni tampoco el fruto de un acuerdo en y por el lenguaje, sino
miento freudomarxista que sería el propiamente filosófico ya objeto de conocimiento intuitivo, dependiente del sentido co­
que, más allá de toda influencia de disciplinas nacidas de la mún y de los instintos. Como éstos pueden equivocarse y lle­
experiencia clínica, como el psicoanálisis, se inserta en un gar a ser incapaces, por la deformación sufrida en sociedad,
desarrollo coherente de la misma filosofía. de distinguir lo conveniente para la vida (es decir, aquello
que la fomente y la haga más placentera), Marcuse asigna a
las vanguardias esclarecidas el papel de guía por medio de
Las r a z o n e s d e l a l ib id o
una dictadura pedagógica en la tradición de Platón.
Marcuse justifica el recurso al psicoanálisis por una ra­
zón histórica: según este pensador, el capitalismo tardío se 8 Marcuse, H., Eros y civilización, trad. J. García Ponce, Barcelona,
Seix Barral, 1968, pág. 121. Según Marcuse, Nietzsche, Fourier y Schiller
caracterizaría por una manipulación de los sustratos más pro- fueron precursores de Freud: el primero por haber realizado la crítica del
racionalismo y analizado la mala conciencia como resultado de la nega­
7 Cfr. Reich, W, La revolución sexual. Para una estructura de carác­ ción de los instintos vitales, el segundo por haber intuido la interrelación
ter autónoma del hombre, trad de Sergio Moratiel, Barcelona, ed. Planeta entre libertad política y sexualidad y el último por haber destacado el ca­
deAgostini, 1985, págs. 192-193. rácter lúdico y erótico de la actitud estética.

108 109
cación en una estrategia de desexualización del cuerpo que
tiene como finalidad la destrucción de sus capacidades de
(Do s i f i c a c i ó n l ib e r a d o r a s a r t r e a n a y p r in c ip io d e l p l a c e r buscar y sentir placer. La concentración de la libido en la
zona genital se hallaría, pues, en relación con el principio de
Señala Robinson9 que la idea de una sexualidad esencial­ ejecución.
mente liberadora le fue sugerida a Marcuse por la lectura de Observemos que la astucia de la naturaleza o del In­
Sartre. En su crítica al filósofo existencialista titulada “Exis­ consciente para perpetuarse en contra de los intereses del
tentialism: Remarks on Jean-Paul Sartre’s L’Être et le néant” individuo, astucia tradicionalmente reconocida por el saber
publicada el 3 de marzo de 1948 en Philosophy and Pheno­ popular y centro de atención de la metafísica con los pesi­
menological Research, Marcuse se muestra atraído por la mistas del siglo XIX, se transforma aquí en astucia de los po­
caracterización sartreana de la sexualidad a la que interpreta deres establecidos para subordinar el placer a la reproducción
como muda rebelión de un alcance mucho mayor y más pro­ y a las exigencias de la economía.
fundo que la categoría del para-sí y la estructura proyectiva
del existencialismo: “El deseo sexual revela su objeto como
despojado de todas las actitudes, gestos y afiliaciones que lo R e ic h o l a l ib e r a c ió n s e x u a l y p o l ít ic a
convierten en un instrumento estandarizado, revela el cuerpo
como carne, y con ello, como una fascinante revelación de La independencia de la sexualidad respecto a la repro­
fadicidad. La esclavización y la represión quedan anuladas, ducción se afirma de manera radical en la teoría de Reich
no en la esfera de la actividad proyectiva intencional sino en quien, sin lugar a dudas, inspira, al menos en parte, los desa­
el cuerpo vivido como carne, en la red de la inercia” 10. rrollos marcusianos. Con Wilhem Reich, el orgasmo se con­
En Eros y Civilización, reaparecería esta idea de una co- vierte en una pieza fundamental del sistema de regulación de
sificación liberadora, de una abolición revolucionaria de la energía propio del ser humano. Su realización efectiva es
intencionalidad. Tal cosificación correspondería al principio condición del equilibrio psicofísico del individuo.
del placer y se opondría al principio de ejecución. Este último Para Reich, liberación sexual y liberación política van a la
es la variante capitalista del principio de realidad. En él se par. Ambas se implican, ya que por la primera es posible obte­
encuentran resumidas las nociones marxistas de alienación y ner una actitud de rebeldía frente al autoritarismo. La libera­
reificación. Por el principio de ejecución, el cuerpo deja de ción sexual se convierte en motor de la liberación política. De
ser un objeto libidinal para pasar a convertirse en instrumento ahí la importancia acordada a toda práctica que ayude al indi­
de trabajo compulsivo. viduo, en especial a los jóvenes, a realizarse sexualmente.
Para Marcuse, la “tiranía genital” encuentra su expli­ La revista francesa Partisans, que ya en su número 32-33
de octubre-noviembre de 1966 publicara textos de W. Reich,
9 Robinson, R, op. cit., págs. 159-161. De todas maneras, debemos te­ resume en varios de sus artículos de un número de 1972 las
ner en cuenta que la actitud de Marcuse respecto a la significación de la teorías reichianas sobre la articulación de sexualidad y polí­
sexualidad fue matizada por el desarrollo de su concepto de “desublima­ tica11. Se recuerda, en el de Bertell Ollman en particular, que
ción represiva” (El hombre unidimensional, trad. A. Elorza, Barcelona,
ed. Pianeta-Agostini, 1985, págs. 107-108) que denunciaba la utilización
de la sexualidad como un elemento más de control y de reproducción del 11 Este número 66-67 de julio-octubre de 1972 de la revista Partisans,
sistema social establecido. ed. Maspero, afirma en su artículo de introducción, titulado “Sexualidad
10 Citado por Robinson, op. cit., pág. 161. y represión (II)” y firmado por B. Fraenkel, que los acontecimientos de

110 111
la represión sexual afecta el carácter del individuo; que Algunas pintadas de los muros de París en mayo del se­
Reich, basándose en las observaciones antropológicas de Ma­ senta y ocho daban cuenta de la presencia de Reich y Mar-
linowski afirmó que el individuo reprimido tiene inhibidas cuse en las barricadas. Así, por ejemplo, ésta escrita en la
sus capacidades de rebelión, de pensamiento, de curiosidad y Sorbona: “Cuanto más hago el amor más ganas tengo de ha­
crítica al tiempo que aumenta su depresión, su sentimiento de cer la revolución. Cuanto más hago la revolución más ganas
disgusto, nerviosismo, dificultades en el trabajo e inclinacio­ tengo de hacer el amor”.
nes al crimen y las perversiones (entre las que incluía la ho­
mosexualidad). La sexualidad se diferenciaría de una simple La actividad revolucionaria se convierte en realización de
necesidad natural en el hecho de que a la sexualidad está uni­ la verdadera naturaleza, en un liberarse de las trabas de la ci­
da la capacidad de desarrollar una personalidad sin trabas, ca­ vilización opresora para, simplemente, dejarse llevar por los
paz de rebelarse frente a la opresión. impulsos normales y espontáneos del ser humano. El deseo
En otro artículo del mismo número de Partisans (pági­ adquiere un papel fundamental en las expectativas de cambio
nas 83-97), se acude a Freud para denunciar que la represión social de la época. Si desear era agregar nuevas cadenas a la
sexual genera una personalidad tendente a la identificación existencia concebida como Maya en el pesimismo decimo­
con un jefe-padre. Este lazo de identificación es de naturaleza nónico occidental, con los nuevos tiempos el deseo es acceso
libidinosa y constituye la base del culto a la personalidad del a la verdad en una realidad que se enorgullece del conoci­
lider. A través de él, los individuos se sienten ligados entre sí miento de su finitud.
y la cohesión reina en las instituciones. Por ello, las ins­ A la manera surrealista, se concede al deseo un poder in­
tituciones autoritarias se manifiestan contrarias a la entrada conmensurable. Deleuze y Guattari afirman que el capitalis­
de la mujer y del sexo en su interior. La sexualidad libre ac­ mo es incapaz de soportar la más mínima manifestación de
tuaría de por sí como disolvente de las organizaciones autori­ deseo verdadero porque éste, aún en sus manifestaciones apa­
tarias. rentemente más anodinas tiene capacidad de destrucción de
En Capitalismo y Esquizofrenia. El Anti-Edipo, que apa­ sus estructuras de base.
reció en 1972, Deleuze y Guattari hacían de Reich el funda­ “Creemos en el deseo como en lo irracional de toda
dor de una psiquiatría materialista que señala la relación del racionalidad13. El deseo explica la actualización de la poten­
deseo y la sociedad. El máximo descubrimiento de Reich, cialidad revolucionaria porque, tomando el lugar de la razón
para estos autores, era el haber mostrado que la represión del práctica kantiana, abre el campo de lo inesperado, el ámbito
deseo dependía de la represión social necesaria para la con­ de la libertad. Se lo definirá como: “ruptura de la causalidad
servación de la forma de producción vigente. Y aunque seña­ que obliga a volver a escribir la historia en la realidad
laban ciertos límites del análisis reichiano12, reconocían la misma”14.
deuda que ligaba su propio pensamiento al de aquel médico
clínico que elevó el deseo a combate revolucionario. Desde la genitalidad preconizada por Reich hasta la
apoteosis del deseo en Deleuze y Guattari pasando por la
sexualidad polimorfa marcusiana hay numerosos matices
mayo del sesenta y ocho, la popularización de las tesis de W. Reich y de diversos que no son reductibles a la unidad de un discurso
H. Marcuse, sólo conocidas por unos pocos cuando Partisans publicara su
número 28 en abril de 1966, justifica el dedicar nuevamente un ejemplar
de la revista al freudomarxismo. 13 Ibid, pág. 455.
12 Cfr. Deleuze, G., Guattari, F., op. cit., págs. 140-141 y págs. 372-373. 14 Ibid, págs. 453-454.

112 113
monolítico. Sin embargo, podemos considerarlos expresiones
de una tendencia que identifica el aspecto pulsional del ser
plano superficial autodom inio, cortesía com pulsiva,
humano con su realidad más auténtica, poniendo todo el
o superestructura sociabilidad artificial
empeño posible en una crítica del yo como máscara o defor­
mación causada por la cultura. caracterológica

También se sitúa en esta línea David Cooper, quien en su


intervención en el Coloquio de Milán de 1975 sobre sexualidad
y política15 hace del orgasmo una “política” de subversión del plano m edio surgido inconsciente freudiano
lenguaje ordinario, apta para transformarlo hasta alcanzar los de la represión con su sadism o, perversiones,
“silencios perfectos” y minar la conciencia normal, considera­ envidia, etc.
da “anti-orgásmica”. El éxtasis del orgasmo aparece como ca­
paz de destruir el tiempo burgués de la producción, tiempo ca­
racterizado por su mensurabilidad y división en vistas al apro­
vechamiento capitalista. Este representante de la antipsiquiatría plano profundo sociabilidad y sexualidad naturales,
opone “Sexualidad Procreadora” a “Sexualidad Orgàsmica”. placer en el trabajo y capacidad
de amar
Esta última es concebida como la sexualidad revolucionaria.
La hipótesis freudiana de la existencia de una pulsión de
agresión precipitó la ruptura entre Reich y su maestro. A los
ojos del disidente, esta concepción freudiana se asemejaba a Según este modelo, el carácter como máscara se hacía
la del pecado original. Reich, en la línea de Rousseau aposta­ necesario para reprimir la agresividad y las perversiones sur­
ría por la natural bondad humana. gidas por influencia de la sociedad. Para disolver el carácter,
En la década de los treinta, la explicación que Marcuse Reich proponía la potencia liberadora del orgasmo.
daba de la agresión era similar: sadismo y masoquismo eran Reich llevó hasta sus extremas consecuencias la teoría
actitudes inducidas por la sociedad a través de la represión freudiana de la existencia de la energía sexual, ya que ter­
sexual. Más tarde, aunque introdujera el doble principio de Eros minó por “descubrir” en 1939 su realidad física: el orgón.
y Thanatos, seguiría afirmando la capacidad de la sexualidad Consecuentemente, el carácter eminentemente verbal de la
para canalizar y restar energía a los impulsos destructivos. cura psicoanalítica clásica fue progresivamente reemplazado
Para Reich, el carácter es una enfermedad que el análisis por terapias corporales.
debía poner al descubierto y desactivar para liberar las poten­ En 1951, el orgón ya no era solamente la energía vital
cialidades del inconsciente. En La función del orgasmo, el sino “la materia primordial” responsable de la existencia de
modelo psíquico posee una estructura tripartita16 que presen­ todos los entes. La teoría del orgón era, para Reich, la supera­
tamos esquematizada en el cuadro que sigue: ción de la dicotomía occidental entre ciencia mecanicista y
religión mistificadora. Observemos que su pensamiento se
desliza hacia posturas netamente románticas en las que el ca­
15 Cooper, D, “La politique de l ’orgasme”, en Sexualité et politique. rácter o yo que limita la personalidad habría surgido, ya no
Documents du Congrès International de Psychanalyse, Milán 25-28 de únicamente por una represión de origen económico y social,
noviembre de 1975, presentación de A. Verdiglione, 10/18, Giangiacomo sino por un proceso aún más fundamental.
Feltrinelli Editore, 1975, págs. 161-170.
En esta etapa final de su vida (correspondiente a Cosmic
16 Reich, W., La función del orgasmo, Buenos Aires, ed. Paidós, 1955.

114 115
Superimposition, 1951) Reich planteó la hipótesis de que la muerte y el deseo edípico. En Eros y Civilización son blanco
energía orgónica cósmica habría tomado conciencia de sí de sus diatribas Erich Fromm, Karen Homey y Harry Stack
progresivamente, perdiendo al mismo tiempo su espontanei­ Sullivan, revisionistas que dieron una explicación sociológica
dad emocional, oponiendo a las fuerzas biológicas la estruc­ a los conflictos que para Freud tenían una base biológica.
tura caracterológica propia del patriarcado. El desastroso es­ En lo que podríamos considerar el extremo de esta ten­
tado de la humanidad actual se debería, así, al progreso del dencia, Deleuze y Guattari acusan al freudismo de hacer una
conocimiento (teoría que parece relacionarse con el mito bí­ representación antropomórfica y molar de la sexualidad (idea
blico del árbol de la ciencia paradisíaco). de un solo sexo, el masculino acompañado del temor a la cas­
tración o de dos sexos, como en Melanie Klein) la cual en re­
alidad es no humana, inconsciente molecular, máquinas del
D is o l u c ió n d e l y o y r e a l iz a c ió n f in a l d e l in c o n s c ie n t e deseo. Sostienen con Nietzsche la coextensividad de hombre
y naturaleza. El sujeto es el inconsciente que se produce y re­
Al término de su recorrido histórico por los estadios de la produce. Después de la transmutación de los valores, el Ser
ilusión, el yo pesimista hartmaniano debía alcanzar, junto con ha descendido, definitiva y radicalmente, a la Tierra: “Ya no
su pleno desarrollo, la apatía necesaria para no dejarse arras­ se opone el devenir al Ser, lo múltiple a lo Uno (estas mismas
trar por el torbellino de los deseos. Esta indiferencia era posi­ oposiciones eran las categorías del nihilismo). Al contrario,
tivamente valorada. Se trataba del momento que más tarde se afirma lo Uno de lo múltiple, el Ser del devenir. O bien,
Nietzsche ilustrara con la figura del último hombre del nihi­ como dice Nietzsche, se afirma la necesidad del azar. Dioniso
lismo que sólo es capaz de desear la nada. Este hombre deca­ es juguetón”18.
dente debía ser, para Nietzsche, reemplazado por el hombre Esta nueva definición del ser exige renunciar no sólo a
que quiere morir activamente, con lo que se produciría el valores morales consagrados sino también a otras mistifica­
tránsito del nihilismo tradicional que condena el devenir y la ciones, entre ellas una particularmente difícil de destruir: la
multiplicidad, al nihilismo nietzscheano de afirmación de la mistificación del yo. Ahora el yo deberá fragmentarse en la
vida y goce en lo múltiple. realidad del deseo.
Decíamos entonces, que se reniega de esa conquista de El deseo no es ya deseo de personas o cosas sino de me­
la indiferencia aunque se conserva el objetivo de la unión fi­ dios, vibraciones y flujos. El deseo es nómada y se fija en
nal, el anhelo de acceso a lo indiferenciado concebido, no grandes extensiones de mundo, de las cuales las personas son
como unidad y reposo, sino en tanto vorágine dionisíaca. La puntos de conjunción o disyunción. Esta concepción se acom­
disolución del yo se convierte en un imperativo. paña de un repudio total a los procesos de sublimación: “en
En ambos casos se trata de realizar la finalidad del in­ realidad, la sexualidad está en todas partes”19.
consciente17 el cual es considerado la realidad auténtica. De
ahí la virulencia de los ataques de Marcuse al revisionismo Pero ¿cuál es el deseo verdadero, revolucionario, y cuál
freudiano culturalista al que califica de “ética idealista” por el deseo que tiene por objeto las estructuras sociales de domi­
haber abandonado las hipótesis freudianas del impulso de nación existentes? Para los autores del Anti-Edipo la res­
puesta parece encontrarse en su concepción del inconsciente
17 Así, leemos en E. von Hartmann: “Al trabajar para desarrollar la con­
ciencia hasta que la conciencia de la humanidad entera se haya hecho pe­ 18 Deleuze, G., Nietzsche, París, PUF, 1968, pág. 32.
simista, realizamos la finalidad del Inconsciente” (op. cit., vol. II, pág. 477). 19 Deleuze, G., Guattari, F., op. cit., pág. 348.

116 117
molecular opuesto al inconsciente molar y en el objeto de dad lúdica el componente natural del ser humano que se halla
amor no figurativo: “Hemos visto que, a través de la repro­ oprimido, sofocado por la civilización y su alienado trabajo.
ducción y sus objetos (determinados familiar o genéticamen­ Esta necesidad de suprimir la escisión en el hombre se
te), el inconsciente siempre se reproduce a sí mismo en un expresa en los muros de la Sorbona donde, durante los acon­
movimiento cíclico y huérfano, ciclo de destino en el que tecimientos de mayo del sesenta y ocho, podía leerse: “La
siempre sigue siendo el sujeto. Precisamente sobre este punto inteligencia camina más que el corazón pero no va tan lejos
descansa la independencia de derecho de la sexualidad en re­ (Proverbio chino)”
lación con la generación”20. Sólo hay máquinas de deseo y má­ Los sesentaiochistas manifestaban la nostalgia de un
quinas sociales. El mundo se fragmenta hasta el infinito y las tiempo edénico teñida de un optimismo que ve en ese París
personas se descomponen en procesos y elementos de un flu­ revolucionario la vuelta a la edad de oro, a los días del reen­
jo universal. Lo discontinuo no es más que apariencia bajo la cuentro entre los seres humanos, la llegada del futuro.
que subyace la continuidad de la materia. El “esquizo-análi- El proyecto del “hombre nuevo” combina así un mito del
sis” tendrá como tarea fundamental la destrucción del yo con­ Edén perdido con una imagen de la sociedad futura ideal. Al
siderado normal, continuando así con la labor emprendida por hombre nuevo se llegaría recuperando el placer lúdico, el ero­
escritores tales como Lawrence y Miller, expresamente seña­ tismo y hasta reivindicando algunos estados psíquicos llama­
lados en el Anti-Edipo como precursores. ¿Puede conside­ dos “patológicos”. El erotismo es concebido como momento
rarse una simple casualidad que estos autores hayan justa­ de supresión de lo histórico, como triunfo del principio del
mente sido los que eligiera Kate Millet como ejemplos para­ placer sobre el de realidad y de esta manera como otra forma
digmáticos para su análisis de la política sexual del patriarcado? de eludir las estructuras productivistas de la sociedad.
Si Schopenhauer es superado por Nietzsche ello se debe, Se reivindica el orgasmo como medio de anular el ego, la
según Deleuze afirma en 1968 en Diferencia y repetición21, a historia personal, el lagos, y producir la fusión de los sexos,
que Nietzsche descubrió que el yo no habría de disolverse en la indiferenciación primitiva, la unidad de lo que la razón
un impersonal o universal abstracto sino que el mismo yo era continuamente separa en opuestos. Es también un retomo al
un universal abstracto que ha de disolverse en los factores tiempo mítico que establece la abolición del tiempo profano.
individualizantes, en las singularidades pre-individuales del El cuerpo se transforma en mapa cósmico y su recorrido es
flujo dionisiaco. un viaje al origen no deformado por la civilización.
La sexualidad adquiere el papel de inductora del éxtasis y
Ecos ROMÁNTICOS DEL MAYO FRANCÉS: EL HOMBRE NUEVO fuente de energías renovadas. Como las prácticas chamáni-
cas, revela sus secretas relaciones con el mito del Centro del
El objetivo será crear un hombre nuevo que, como en el mundo o lugar que permite el paso a la realidad absoluta22.
proyecto romántico, sepa potenciar su sensibilidad frente a un Para Reich, la sexualidad y sociabilidad naturales hacían
intelecto desmesuradamente desarrollado en el sentido opues­ del niño un ser “divino” al que posteriormente la sociedad se
to a los intereses de la vida. Marcuse reconocerá en Schiller a
un precursor de su propuesta: reforzar por medio de la activi­
22 Sobre las relaciones entre la nostalgia del paraíso, el mito del Centro
del Mundo y el éxtasis chamánico, ver M. Eliade, Images et symboles,
20 Ibid, pág. 345. op. cit., pág. 70, así como su tratamiento del chamanismo en Traité d’His­
21 Deleuze, G., Différence et répétition, París, PUF, 1968, pág. 332. toire des religions, op. cit.

118 119
encargaba de reprimir y deformar.La creencia de que existió Esta última se conseguía por medio de la represión de la
una época de plenitud anterior al mundo actual es de origen sexualidad natural del niño. Su función no era la construcción
arcaico. Remontarse a aquella época por medio de la memo­ de una cultura como lo había supuesto Freud, sino el mante­
ria asociada a diversas prácticas (ritos, yoga, etc) permite re­ nimiento del poder autoritario.
cuperar la energía vital que la caracterizaba y supone un rena­ El matriarcado era asimilado al comunismo primitivo. El
cimiento relacionado con los mitos cosmogónicos. El histori- carácter genital que le era propio permitía la autodetermi­
cismo representa la actitud totalmente opuesta, ya que no nación del individuo y ello gracias a la inexistencia de la fa­
establece ese tipo de diferencias cualitativas entre los perío­ milia nuclear y su típica represión sexual. In illo tempore no
dos históricos. Con él se produce la secularización total del existían ni el Estado ni la explotación del hombre por el hom­
tiempo. Eliade23 pone de relieve la similitud de la creencia en bre. El matriarcado originario era el tiempo de la libertad y la
un tiempo primordial con la terapia psicoanalítica en la que el felicidad sexuales. Con la aparición del patriarcado surgían
paciente debe regresar hasta un “paraíso” que, y aquí reside la las clases sociales y la moralidad contraria a la economía
diferencia, ya no está fuera de la Historia, sino en la propia sexual natural.
experiencia vital del individuo. La época privilegiada por el Esta teoría de la Historia fue también calurosamente
psicoanálisis freudiano es la infancia, época del origen que acogida por ciertas corrientes feministas surgidas del espíritu
determina todo el resto de la vida. contestatario de mayo del sesenta y ocho. Así, y para citar un
Si trasladamos las observaciones de Eliade al pensa­ ejemplo entre muchos otros, observemos que a pesar de re­
miento de Reich, el paralelismo con el mito de los orígenes es conocer que los datos de la antropología son adversos al pos­
aún mayor ya que este psicoanalista plantea la existencia de tulado de un matriarcado primitivo, Séverine Auffret prefiere
un período histórico privilegiado con cuyo fin habría comen­ conservar la hipótesis de una organización no represiva y
zado la decadencia y el sufrimiento. matriarcal que habría precedido a la irrupción del patriarcado
y a la instauración de la sociedad de clases. El capítulo pri­
mero de su ensayo histórico-filosófico sobre la escisión se ti­
El m it o d e l m a t r ia r c a d o p r im it iv o
tula “Metamorfosis de la serpiente”. En él, bajo la imagen de
la serpiente de múltiples colas y cabezas, elabora un mito
Basándose en Bachofen, Engels y Malinowski, Reich que según sus declaraciones iniciales, no pretende revelar li­
dividió la Historia en dos grandes períodos: el matriarcal, teralmente la verdad sino sólo apuntar a ella como lo hizo
poseedor de una estructura de carácter genital, y el patriarcal Platón. Esta serpiente representa la Vida que, al descompo­
(cuyo comienzo situaba unos cuatro mil años antes de Cristo) nerse en múltiples fragmentos, diera origen a animales y se­
generador de un carácter neurótico tendente a la sumisión24. res humanos, individuos sexuados que se buscan incansable­
mente.
Los comienzos de la vida humana son descritos como fe­
23 Eliade, M., Mythes, rêves et mystères, París, Gallimard, 1957, pági­ lices y sin enfrentamientos intra-específicos, las armas sólo
nas 49-59. sirven para cazar. En aquel tiempo primordial, no había reli­
24 Encontramos referencias al matriarcado originario y a la libertad y
felicidad sexuales que le eran propios en Reich, W, La revolución sexual,
gión que instituyera un más allá sagrado. Sólo el cuerpo era
Planeta Agostini, 1985, págs. 174-176, y un tratamiento extenso del tema
en su estudio de 1931 (L’irruption de la morale sexuelle. Etude des origi­ rís, Payot, 1972) en donde se detiene sobre los datos aportados por Bro­
nes du caractère compulsif de la morale sexuelle, trad. P. Kamnitzer, Pa- nislaw Malinowski en The Sexual Life of savages publicado en 1930.

120 121
sagrado porque en él se consumaba el misterio de la Gran cavidades de la tierra. Tanto en las culturas mediterráneas
Serpiente, el gran arcano del origen común, de la viscosidad e como en las paleo-orientales, el falo era significado por me­
indiferenciación de la Vida. Actualmente, en cambio, víc­ dio de la serpiente, que formaba parte, así, de los ritos de
timas de la máscara del ego: “El Erotismo inquieta. En él, la iniciación. Es portadora del esperma e iniciadora en los mis­
Serpiente-Caracol vuelve a formarse. ¿Quién no teme encon­ terios de la génesis y la destrucción, enigmas de la tempo­
trar en el fondo de sí mismo a la Gran Serpiente, negadora de ralidad.
la creencia en el sí mismo?"25. La imagen de la serpiente per­ Durand insiste en este aspecto de complementaridad de
tenece al régimen nocturno de la imagen al que nos refiriéra­ la vida y la muerte, en esta implicación mutua del comienzo
mos en el capítulo anterior al hablar de la recuperación de y el fin. El símbolo del uróboros, serpiente que devora su
símbolos arcaicos por las corrientes irracionalistas contempo­ cola, alude al ciclo vital y su dialéctica de los contrarios.
ráneas. La serpiente, símbolo asociado a la sexualidad, está Esta metamorfosis continua es inapresable por medio de las
presente en numerosas culturas. Es un animal lunar, al que se palabras. Además, el orden del discurso, desarrollo lineal a
asigna alternativamente, valor femenino o masculino, y a ve­ partir de un comienzo fijo, es totalmente inadecuado a su ex­
ces se lo representa como hermafrodita26. Eliade subraya sus presión.
relaciones con la mujer y la luna. Su lazo con estas dos últi­ Por otro lado, en el ciclo de transformaciones de la vida
mas se debe a la cualidad de transformación que se le atri­ y del cosmos en su totalidad, elegir un comienzo para la ex­
buye. Este poder de transformación es concebido también plicación es tan sólo una concesión necesaria a la limitada
como capacidad de regeneración. Así como la luna pasa por comprensión humana.
distintas fases que son interpretadas como de muerte y renaci­ Las imágenes del dormir, del sueño invernal, se reiteran
miento, también la serpiente cambia y desaparece en las en esta evocación mítica de la aurora de la especie realizada
profundidades de la tierra para reaparecer más tarde. Los ci­ por Séverine Auffret. La conciencia y el yo aún no habían
clos menstruales femeninos revelarían secretas corresponden­ implantado su represión despiadada de los cuerpos.
cias con el astro regulador de la fertilidad. La serpiente, en Cómo no recordar, ante un texto como éste, las lucu­
tanto animal lunar, es considerado en distintas culturas como braciones de la metafísica romántica sobre el pasado de la
poseedor de poder fertilizante y símbolo mismo de la fertili­ humanidad: entre ellas, la reactivación del mito de la andro-
dad. Este atributo la relaciona consecuentemente con la ginia originaria. Los filósofos románticos, para quienes el
Tierra en tanto madre de todos los seres y seno donde todos mundo que llamamos corrientemente “objetivo” no era más
vuelven. Por ello, este animal acompaña a las representa­ que una construcción intersubjetiva hecha de convenciones
ciones y los ritos de las Grandes Diosas de la fertilidad, y es útiles, afirmaron también que el hombre primitivo soñaba
también motivo funerario. más que el civilizado. Su estado natural era el sueño. Sólo la
Pero no es menos importante su representación como razón, como deformación posterior, lo exiló de ese mundo de
símbolo fálico, valor que le es otorgado por su similitud los sueños, espacio privilegiado que revela la unidad de la
con el miembro viril y su capacidad de penetrar en las realidad.

25 Auffret, S., Des couteaux contre des femmes. De Vexcision, Paris, ed.
des femmes, 1982, pâgs. 219-228.
26 Cfr. Eliade, M, Traité d’Histoire des religions, Paris, Payot, 1986,
pâgs. 146-152 y Durand, G., op. cit., pâgs. 366-368.

122 123
Reason and Revolution. Hegel and the Rise of Social
Theory (1941), así como un ensayo de 1932 sobre la ontolo-
El p a t r ia r c a d o : in d is p e n s a b l e m o m e n t o d e l a n e g a c ió n gía hegeliana, prueban la atracción ejercida por Hegel y su
teoría de la Historia como un progreso hacia la libertad. Pero
Los sentimientos de pertenencia a la Totalidad, la as­ justamente, la dialéctica hegeliana no concibe este progreso
piración a la unión de sujeto y objeto, recibieron por parte de como una marcha lineal sino como un camino en el que la
Freud un tratamiento similar al que concediera a la religión. destrucción y el sometimiento mismo son momentos necesa­
Escéptico, explicó en el primer capítulo de El Malestar en la rios que alcanzan su justificación a partir de la comprensión
Cultura tal sentimiento “oceánico” como un residuo en algu­ del todo del que forman parte.
nos individuos del yo indiferenciado del niño que aún no se Así, la interpretación hegeliana de Freud hará del patriar­
reconoce distinto del mundo exterior. En tal sentido lo consi­ cado autoritario el paso necesario, pero provisional, para fun­
deró una actitud eminentemente narcisista y primitiva que, dar la civilización por medio de los procesos de sublimación.
aunque puede encontrarse junto a un yo maduro, es anterior De esta manera, se comprende que las teorías más controver­
a la constitución de éste y a la aceptación del principio de tidas y pesimistas del fundador del psicoanálisis hayan sido
realidad. resucitadas por Marcuse con ánimo revolucionario.
Tampoco plantea Freud la existencia de un matriarcado El subtítulo de Eros and Civilisation: A Philosophical In-
primitivo coincidente con una época de felicidad y libertad quiry into Freud, anuncia este objetivo de analizar la metapsi-
paradisíacas. Por el contrario, su hipótesis filogenética mues­ cología freudiana, aspecto de la teoría abandonado, rechaza­
tra la horda primitiva sujeta a la autoridad implacable del do, por los seguidores de Freud. Para Marcuse, si bien Freud
padre que introduce la represión de la libido necesaria para insistió en la imposibilidad de una civilización no represiva,
echar las bases de la cultura. El patriarcado es la defensa su aspecto revolucionario radica en la denuncia del carácter
necesaria para no sucumbir a la seducción de la madre. En su represivo de todas las instituciones y de todos los valores de
lectura de Freud, Marcuse subraya el peligro representado por la civilización, así como en haber señalado, con su radical
la figura de la madre que “era Eros y Tanatos en unión inme­ materialismo, el fundamento biológico sobre el cual se apo­
diata, natural.(...) Quizá el tabú del incesto fue la primera yan y al cual reprimen.
gran protección contra el instinto de la muerte: el tabú sobre En el origen está la dominación del padre, pero la re­
el Nirvana, sobre el impulso regresivo hacia la paz que se vuelta que lo elimina vuelve a entronizar los mismos valores
levantaba en el camino del progreso, de la Vida misma”27. represivos porque ya habían sido interiorizados y porque res­
ponden al principio de realidad que exige la postergación y
Marcuse combina su aceptación de la dualidad de princi­ sublimación de los impulsos frente a la tendencia natural a la
pios freudiana (Eros y Tánatos) con la hipótesis filogenética satisfacción inmediata.
del médico vienés. En el origen no está el paraíso sino la do­ No obstante, esta oposición entre el principio de realidad
minación y la violencia. Pero la diferencia con Freud es muy y el principio del placer, oposición que Freud creyó eterna, es
grande y proviene, creemos, de la adhesión de Marcuse a la para Marcuse únicamente un momento necesario que el
teoría hegeliana que le ocupara anteriormente. desarrollo de la técnica permitirá superar.
En la sociedad igualitaria y justa del futuro, la sublima­
ción represiva impuesta por la lógica de la dominación será
27 Marcuse, H., Eros y civilización, op. cit., págs. 80-81. reemplazada por la sublimación no represiva. Relaciones an-
124 125
tiguamente no eróticas entre los individuos y entre éstos y tos de Simone de Beauvoir, más próximos al feminismo indi­
su medio ambiente serán erotizadas. El juego y el placer vidualista anglosajón.
transformarán el trabajo. El mito del matriarcado primitivo, De la mano de la teoría de los instintos vuelve entonces
inexistente en la teoría filogenètica propuesta por Freud y el paradigma de la Naturaleza para fundamentar la ética revo­
aceptada por Marcuse, es proyectado por este último hacia el lucionaria. Lamenta Celia Amorós30 que incluso desde el
futuro como sociedad del mañana. marxismo se recurra a un nuevo realismo de los universales
(el de las mujeres como género con cualidades esenciales que
le son propias) para elegir un nuevo sujeto que salve a la hu­
L a s r e pr e se n t a n t e s d e E ro s manidad.
En nuestro siglo, esta tentativa se encuentra presente ya
Marcuse llama a las mujeres al protagonismo en el espe­ en el surrealismo en el que la mujer-Naturaleza-Tierra per­
rado retomo de lo reprimido. En una conferencia del año mite al hombre reconciliarse con el mundo en el cual es un
1974 titulada “Marxismo y feminismo”28 afirma que la igual­ extranjero. En tanto es principio metafísico de vida y muerte,
dad económica, social y cultural a la que las mujeres aspiran le da al hombre la fuerza necesaria para luchar. Es su salva­
implicaría en el capitalismo renunciar a las cualidades fe­ dora en la visión paradisíaca del orden socialista futuro ofre­
meninas valiosas y adoptar la competitividad y agresión cida por Paul Eluard31. En Arcano 17, Bretón anuncia el fin
masculinas. Las cualidades de las mujeres son las propias de del dominio masculino y la llegada de los nuevos tiempos:
Eros y son, por lo tanto, lo opuesto a las que estructuran a la “Ya ha llegado el momento de hacer valer las ideas de la mu­
sociedad patriarcal. Resulta evidente la correspondencia de jer sobre las del hombre, cuya bancarrota se produce hoy bas­
esta afirmación con la de Horkheimer (a la que ya nos re­ tante tumultuosamente”32. Y en el catálogo de la exposición
firiéramos en el segundo capítulo) sobre el pensamiento internacional del surrealismo (1959-1960) se dedica un gran
femenino no cosificado ni contaminado por el pragmatismo espacio a Challes Fourier, creador del falansterismo, el cual
reinante. ya había hablado de la fuerza revolucionaria de las mujeres.
Esta esperanza en los poderes liberadores de la diferencia
es compartida por el movimiento feminista lacaniano y mar- Esta esperanza reside en la Otredad, en la misteriosa po­
xista “Psicoanálisis y Política” (“Psychanalyse et Politique”), tencialidad que se atribuye a las mujeres en tanto género.
surgido tras los acontecimientos de mayo del sesenta y ocho. Como ámbito de lo desconocido y reserva humana de la
“Psy et Po” ve en una sexualidad femenina reprimida el mo­ Naturaleza, las cualidades resultantes de las funciones so­
tor de un cambio social futuro. Señalemos que esta posición
de las lacanianas marxistas las coloca en la tradición del fe­ 30 Amorós, C., Hacia una crítica..., op. cit., pág. 316.
minismo francés decimonónico que veía en las mujeres a lo 31 Sobre Paul Eluard y el mito de la mujer salvadora ver X. Gauthier,
Otro con virtudes redentoras29, y las aleja de los planteamien- op.cit., págs. 123-145. La autora también se refiere a Aragón para comen­
tar que el otorgar el poder a la mujer es una de las formas masculinas de
conservarlo. Si bien su apreciación puede ser justa en estos casos, preten­
28 Marcuse. H., “Marxismo y feminismo” (1974), en Calas de nuestro der, como lo hace, que la crítica misógina de Crevel a Bretón sea justa es
tiempo, Barcelona, ed. Icaria, 1976. como proponer el humor “paillard” de los chistes verdes como alternativa
29 Cfr. Offen, K., “Defining Feminism: A comparative Historical válida a la mistificación de los trovadores.
Approach”, en Signs, vol. 14, núm. 1, otoño 1988, The University of 32 Bretón, A., Arcane 17, París, Pauvert, 1965, pág. 62 (la trad. es
Chicago Press, Chicago, págs. 119-157. nuestra).

126 127
cíales que les son asignadas aparecen como caracteres onto- ración de los valores de la vida. Serán retomo de la Natu­
lógicos. raleza reprimida, vuelta deseada pero al mismo tiempo temi­
Sobre esta ontologización, recordemos la que hace Jean- da. Se mantiene así la secreta ambigüedad que Horkheimer y
Paul Sartre en El ser y la nada. Este filósofo acuerda a la va­ Adorno manifestaran en la Dialéctica de la Ilustración res­
gina la categoría de marca ontològica: “en sí, la mujer llama a pecto a la posible reconciliación con la naturaleza: oscilación
una carne extraña que debe transformarla en plenitud de ser entre la creencia en el amor como unión de lo escindido y el
por penetración y disolución. A la inversa, la mujer siente su miedo a perder la individualidad y el bagaje de la civilización
condición como una llamada, precisamente porque está “agu­ cuando la naturaleza aparece bajo la faz terrible y cautivante
jereada” (...) el sexo es agujero”33. de las sirenas que invitan al yo a abandonarse en lo indeter­
Si la mujer representa el sexo por antonomasia, si a ella minado de su seno para alcanzar la felicidad inmediata pero
se han adjudicado los elementos depreciados de la naturaleza también, con ella, la aniquilación.
humana, lo “viscoso” y “blando” sartriano, es normal que De esta manera, tras las exaltadas y entusiastas visiones
cuando tales elementos son revalorizados en una operación acerca de la negatividad femenina encontraremos agazapada
de salvación de la humanidad sepultada bajo el peso del inte­ la silueta sombría y monstruosa de lo no humano.
lecto y de las instituciones sociales, se haga del colectivo fe­
menino la encamación misma de la libido revolucionaria.
Vemos pues que, si el deber ético de las mujeres ha su­
perado los límites de la familia a los que la confinaba la Fe­
nomenología del Espíritu hegeliana, si se espera ahora de
ellas una actividad que revolucione la polis, ello se debe a
que la eticidad ha sido vinculada a la autenticidad de una in­
tuición pura, no afectada por las mediaciones del mundo del
espíritu.

El r o s t r o t e m ib l e d e l a n e g a t iv id a d

Pero de la oscuridad de esa Otredad misteriosa también


surgirán las Ménades, la violencia del deseo, la destrucción
necesaria en la época de Zaratustra. Porque aunque Zaratustra
no sea Dionisos, al menos lo anuncia. Ejercita el no sagrado
transnihilista que ha superado la negación nihilista de la vida
y de alguna manera anticipa la afirmación dionisiaca del de­
venir34. Encamarán la negatividad necesaria para la restau-

33 Sartre, J.P. L’Etre et le Néant. Essai dontologie phénoménologique,


Gallimard, 1943, pâg. 706.
34 Cfr. Deleuze, G., Nietzsche, op. cit., pâg. 44.

128 129
C a p ít u l o IV

Eros o el poder de las sombras

Las leyes de la naturaleza se mantienen


por una m ezcla de partes equivalentes de
crim en y virtud, la naturaleza renace por
m edio de la destrucción, subsiste gracias
a crím enes, en una palabra, vive en virtud
de la muerte

M arqués de S ade

D e l a t r a m p a d e l a e s p e c ie a l a l ib e r a c ió n

Hemos visto que el camino que lleva a la afirmación de


la sexualidad como fundamento a lo largo de los siglos XIX y
XX se inicia con la mirada sobrecogida que el pesimismo
arroja sobre la vorágine del Inconsciente. Avanza luego hacia
una consideración positiva que, invirtiendo los valores ante­
riormente asignados, acepta la vida en su cruel y encamada
realidad y abandona el ideal de una perfección y una quietud
que sólo se encuentran en la muerte. Por otro lado, la sexuali­
dad dejará de ser considerada como sinónimo de repro­
ducción y ambos conceptos comenzarán a gozar de una cierta
autonomía.

131
Sin embargo, aunque se independiza de la función repro­
ductora, el placer sexual continúa investido de una importan­ Paradoja de la Historia: las cadenas que ataban a la espe­
cia desmesurada. Desde el repudio y la represión hasta la cie y al destino de dolor pasan a ser percibidas como instru­
exaltación de la libertad, la sexualidad no llega a ser con­ mento de la liberación. El fenómeno en el que los pesimistas
siderada como un simple aspecto de la vida del ser humano, vieran la arrolladora potencia del Inconsciente y la nulidad
tan necesario como muchos otros. del individuo deviene la esencia de este último. Con el pro­
Inmersos en la misma cultura que analizamos, podríamos ceso de medicalización de la sexualidad, la personalidad será
creer que esto se debe a alguna cualidad ontològica especial explicada de acuerdo a un sistema clasificatorio que trans­
que otras actividades humanas no poseen. Los análisis fou- forma, como denunciara M. Foucault, las prácticas sexuales
caultianos de la Historia de la sexualidad1 nos permiten evi­ en esencias.
tar este error; ellos nos muestran que en la Grecia clásica los
autores que se ocuparon de la moral no concedían una mayor
atención a los placeres derivados del sexo que a aquellos P a r a d ig m a s d e l a in o c e n c ia y d e l a t r a n s g r e s ió n

obtenidos por la bebida o la comida. Para todos los placeres


sin distinción se aconsejaba la misma actitud: la mesura, Pero, al mismo tiempo, la separación de sexualidad y re­
aguardar que la necesidad se manifieste y que llegue el mo­ producción se ve acompañada por una revalorización de las
mento oportuno. La templanza (sophrosyne) era virtud reco­ prácticas calificadas de “perversas”, fenómeno que no en­
mendada, en particular a los jefes, con respecto a todos los contramos en la obra de Reich. Robinson2 reconoce que el te­
placeres, sin distinciones que hicieran de alguno de ellos en mor de este psicoanalista, sobre todo al final de su vida, de
particular, el que ostentaba poderes o peligros especiales. que sus teorías fueran utilizadas con fines contrarios a los su­
El nuevo paradigma de nuestro siglo, ejemplarmente ma­ yos, se vio justificado con los escritos de William Burroughs
nifestado en la obra de Wilhem Reich, constituiría a los ojos y Alien Ginsberg quienes, junto a la generación “beat”, ha­
de Edouard von Hartmann una nueva recaída en el tercer brían falseado el punto de vista reichiano, al tiempo que invo­
estadio de la ilusión. Pero nuestro pesimista debería reco­ caban su autoridad.
nocer con sorpresa varios cambios significativos respecto a Reich predicó una liberación sexual en la que el sexo
su época. Aquello que fuera denunciado como la más clara “natural” era únicamente genital y heterosexual. Entre otras
manifestación de la actividad del Inconsciente, la trampa a críticas recibió las de Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut3*,
través de la cual el sufrimiento se hacía interminable, se halla quienes le reprochan el haber construido una teoría sexoló-
ahora disociado de la reproducción y concebido como el po­ gica fálica, fundada exclusivamente en el modelo de sexuali­
der por el que el individuo se realiza en plenitud. El breve in­ dad masculino. Para estos autores, habría, en Reich, una vo­
tervalo de placer que la naturaleza ofrecía en su astucia para luntad de limitar el deseo y el placer a las zonas y las prácti­
recompensar, pobremente, el sacrificio de una generación en
aras de la siguiente se convierte en elemento indispensable y
duradero en la formación y expresión de la personalidad del 2 Robinson, R, op. cit., pág. 66.
3 Bruckner, R, Finkielkraut, A., Le nouveau désordre amoureux, París,
individuo. Seuil, 1977, págs. 31-41. También Robinson (op. cit., pág. 53) critica el
“puritanismo” de Reich que consideraba que en una sociedad no represiva
1 Foucault, M., L’usage des plaisirs, vol II de Histoire de la sexua­ habría de desaparecer toda obscenidad y comicidad basada en la sexua­
lité, Paris, Gallimard, 1984. lidad.

132 133
cas aceptadas tradicionalmente en Occidente y respaldadas, nin Artaud presenta a la pederastía como desorden e inver­
ahora, por una etiqueta científica que las ubica en el orden sión de los roles asignados por un poder político que revela
de lo natural y por un aval revolucionario que las presenta su relación con la sexualidad .
como la meta de la liberación. La primera resultante de tal ac­ Se han reconocido dos actitudes diferentes frente a la
titud sería el desconocimiento y la negación del erotismo fe­ sexualidad en el movimiento surrealista5: la primera es la de
menino. una reivindicación de la libertad sexual negada por la socie­
Por nuestra parte, recordemos que en La revolución dad. Esta actitud se apoya en un mito de la inocencia y pureza
sexual, Reich afirma que la verdadera localización erótica fe­ originarias y de la necesidad de volver a la edad de oro per­
menina es la vagina y no el clítoris, como sostenían algunos dida a través de un acto sexual investido de virtudes purifica­
higienistas de la época. La frigidez del sesenta por ciento de deras. Para Gauthier, se trata de un resabio de la moral cris­
las alemanas es explicada por Reich como producto de la in­ tiana. Observemos que esta tendencia coincide plenamente
hibición debido a la acción de la moral en la sociedad auto­ con los planteamientos reichianos.
ritaria. Nos encontramos así con una sexualidad “verdadera” La segunda actitud sería una afirmación de la noción de
funcionando como paradigma de la autenticidad y supremo transgresión en tanto fuente de placer y de lo prohibido como
rechazo de los moldes deformantes de una estructura social condición necesaria para el nacimiento del deseo. Este punto
represora. Por el carácter de verdad originaria que se le asig­ de vista, próximo a Bataille, valoriza el carácter misterioso de
na, en su nuevo puesto de retomo de la Naturaleza liberada, la sexualidad y sus connotaciones de profanación.
es Gran Significante y Gran Significado cargado de conte­ Cercano a esta revalorización de las perversiones, Mar-
nido ético. cuse ve en ellas el rechazo de ese principio de actuación que
De este modo, no se separa de la definición normativa ha limitado la sexualidad a un fin útil para la especie y la so­
común. Como observa José Antonio Nieto: “Todas las socie­ ciedad explotadora. Bajo este enfoque, las perversiones apa­
dades humanas, sin excepción, son coitocéntricas. La sexuali­ recen como la instauración del principio del placer en liber­
dad se entiende y se explica prioritariamente en función del tad. Por ello, el filósofo las relaciona estrechamente con la
coito” y “señalar subliminalmente que el coito es la primera fantasía. En las perversiones, Eros y Tánatos mostrarían su
o/y única vía de la sexualidad es hacer del coito una reli­ identidad en el intento de regreso al principio del Nirvana
gión”4. combatido por la sociedad.
Por otro lado, esta definición coitocéntrica hace que todo De esta manera, el sadismo ejercido en una relación
el peso de la contracepción recaiga en las mujeres. libremente aceptada por las partes corresponderá a una “sus­
La segunda resultante limitadora de las teorías de Reich tancia instintiva” completamente distinta de las formas “inhu­
es el rechazo total de la homosexualidad. Esta última actitud manas”, “compulsivas” y “destructivas” que genera la cultura
es compartida por la mayor parte de los surrealistas, para represiva6. Habrá pues un sadismo aceptable, instintivo y nor­
quienes el objeto de deseo es fundamentalmente la mujer. Sin mal y otro sadismo condenable, capitalista y cultural.
embargo existen importantes excepciones, entre las que se
cuentan Aragón, Desnos y Crevel. El Heliogábalo de Anto-
5 Para la actitud de los surrealistas respecto a la homosexualidad, ver
Gauthier, X, op. cit., págs. 65-67 y págs. 233-235. Para las dos tendencias
4 Nieto, J.A., Cultura y sociedad en las prácticas sexuales, Universi­ diferentes ante la sexualidad dentro del movimiento, ver págs. 195-206.
dad Nacional de Educación a Distancia-Fundación Universidad Empresa, 6 Con referencia a las perversiones en Marcuse, cfr. Eros y Civiliza­
Madrid, 1991, págs. 89 y 91. ción, op. cit., págs. 58-59. Respecto al sadismo, ver pág. 190.

134 135
Este giro en la concepción de la libido se halla rela­ dos en un combate cuyo resultado, provisional y nunca abso­
cionado con la aceptación por Marcuse de la pulsión de luto, conocemos todos: la normalización de la sexualidad,
muerte que Reich rechazara. Eros no será ya pura luz de una conseguida en nombre de una ciencia que pretende ser “obje­
naturaleza bienhechora degradada por la sociedad y, aunque tiva” y que no es, a menudo, más que el nuevo nombre de la
conservará el nuevo significado que le otorga valores de libe­ vieja moral.
ración, en su seno comienzan a agitarse fuerzas sombrías co­ En la denuncia foucaultiana de la ética familiar burguesa,
nocidas de antaño. creemos que se produce una confusión similar a la que Fou­
cault pretende desenmascarar. Pero este fenómeno no es
Así, poco a poco y llevados por los nuevos vientos de la particular de Foucault sino que es propio de su época. La
liberación sexual, retomarán viejos fantasmas del patriarcado. crítica a la razón ilustrada olvida el aspecto emancipatorio de
No será en Marcuse en quien encontremos desarrollada su ésta para sólo subrayar su desarrollo como razón instru­
teorización. Se acercan a ella sin explicitarla Deleuze y Guat- mental.
tari cuando hacen de D.H. Lawrence y Henry Miller los pro­ Coincidimos con Foucault cuando afirma que la progresi­
fetas del amor revolucionario, aun cuando moderen seme­ va implantación, en los siglos XVII y XVIII, de la institución
jante afirmación con alguna reflexión crítica. familiar como modelo de normalidad marca los límites de lo
El Foucault de Historia de la locura en la época clásica que se considerará racional y determina, en contrapartida, el
se pronuncia gravemente a favor de una libido sádica a la que resto de las prácticas sexuales como locura en la que el ser
no considera una deformación producida por la organización humano se abandona a peligrosas pulsiones. Subrayando la
social explotadora sino, por el contrario, expresión pura de la relación entre ideología y tratamiento clínico de la locura, se­
naturaleza que, al igual que la locura, posee la capacidad de ñala Foucault que, en el siglo XIX, se intenta dar- un carácter
hacer añicos una razón represora tambaleante. Así, nos dice familiar al asilo. El loco es considerado un niño al que hay
refiriéndose al marco en el que se desarrollan las actividades que reeducar y el guardia que le cuida se cubre de la autori­
de los héroes del marqués de Sade: “La locura del deseo, los dad moral de la razón. Se abandonan las armas o la violencia
asesinatos sin sentido, las pasiones más irracionales son sabi­ física para reemplazarlas por la psicología. Tuke fue quien
duría y razón puesto que pertenecen al orden natural. Todo lo más insistió en la necesidad de instaurar una familia simulada
que la moral y la religión, todo lo que una sociedad mal he­ que rodeara al enfermo de un ambiente que se consideraba
cha ha podido sofocar en el hombre, renace en el castillo de puro, ya que la familia era identificada a la pureza primitiva
los crímenes. Allí, el hombre está finalmente en armonía con opuesta a la corrupción de los medios sociales pervertidos.
su naturaleza”7. Sobre este prestigio concedido al patriarcado, el psicoanálisis
La cruzada contra la razón occidental hará de Sade héroe elaborará más tarde, afirma Foucault, su nuevo mito: el de la
y mártir que sucumbió a la represión de la razón y su siglo. necesidad y existencia eterna de la familia patriarcal.
Frente a los filósofos de la Ilustración que alababan el poder Por esta relación entre moral y razón, se intemará a aque­
de la razón libre, Foucault reivindica a Sade y, con él, su ala­ llos que, sin haber cometido actos criminales, son suscepti­
banza de una razón sometida a los deseos y las pasiones. Este bles del juicio moral de las autoridades. Poco a poco, se forja
enfoque nos presenta el libertinaje y la Ilustración enfrenta­ el discurso sobre una nueva forma de locura que ya no es la
del delirio sino la de la razón sometida a la naturaleza, a los
7 Foucault, M., Histoire de la folie à l’âge classique, París, Gallimard, impulsos más primitivos. El evolucionismo del siglo XIX verá
1972, pág. 552. en ella la verdad del hombre aún no sometido a la moral. De
136 137
esta forma, la locura terminará siendo explicada como fruto franceses (recordemos el gusto por lo macabro de Philothé
del deterninismo natural. O’Neddy y su influencia sobre Baudelaire) hasta el surrea­
“En todo tiempo y probablemente en todas las culturas, la lismo y las corrientes de pensamiento reveladoras de la huella
sexualidad ha sido integrada en un sistema de reglas, pero de Nietzsche.
sólo en la nuestra y en una fecha relativamente reciente, ha Esta pertenencia histórica hace decir a Foucault que exis­
sido dividida de manera tan rigurosa entre Razón y Sinrazón, ten dos experiencias de la locura: una es la medicalización y
y pronto, por vía de consecuencia y de degradación, entre sa­ el control que se inicia en el siglo XVII y corresponde a la
lud y enfermedad, normal y anormal”8. En la clasificación bi­ conciencia crítica anteriormente expresada en el ámbito del
partita racional-irracional, todo lo que no se adecúa al modelo discurso por Erasmo, mientras que la otra parte de la expe­
familiar es arrojado en bloque a las turbias profundidades de riencia, parte fundamental oculta por la medicalización, es su
una naturaleza humana que hay que sofocar y controlar. “elemento trágico”, su carácter de revelación cósmica que
¿Pero no está aceptando Foucault esta uniformización de lo sólo se recupera con artistas como Goya y Artaud o pensado­
reprimido al reivindicar, también en bloque, lo anteriormente res como Nietzsche. El delirio de la destrucción adquiere va­
condenado? lor cognoscitivo y la locura es una “revelación de que lo oní­
Si al abandonar la visión platónica que diferenciaba el rico es real, de que la delgada superficie de la ilusión se abre
amor según distintos niveles (locura de los sentidos, em­ a una profundidad irrecusable”9.
briaguez sublime del alma), la nueva división inaugurada por El inconsciente como portador de una verdad mons­
la Modernidad sólo reconoce dos especies: amor acorde con truosa, pero verdad al fin, no es algo nuevo en la historia de
la razón y amor carente de razón, ¿no constituye una vía im­ la conciencia humana, y así nos lo recuerda Foucault al re­
practicable la rehabilitación de ciertas prácticas como la ho­ ferirse a la relación existente en el Renacimiento entre saber
mosexualidad sin desprenderlas de la leyenda negra de vio­ esotérico, monstruosidad animal y locura. Pero la percepción
lencia y de muerte en que se vieron envueltas a través del crítica de la locura se expresará en el discurso racional y
proceso de su repudio y medicalización? autodenominado “científico” que culmina con la psicoterapia
freudiana, mientras que la concepción romántica gnoseológi-
ca tomará, en su derrota, el camino de la afirmación negada:
U n a e st é t ic a d e l m a l se expresará en el arte que, en tanto tal, goza de la libertad
pero adolece de la nulidad propia del reino de la fantasía.
La Histoire de la sexualité parece haber superado esta se­ Esta suprema libertad y sublime miseria del arte será objeto
ducción de la violencia que caracterizó a la crítica radical que de la reflexión de Adorno, quien postulará una posible supe­
pretendía denunciar esa otra violencia ya instalada y, por lo ración de los límites del hacer artístico a través de la aboli­
tanto, inaceptable. ción de sus formas tradicionales. Se trata de liberar al arte de
Esta fascinación por la violencia formó parte de una re­ las convenciones que han llegado a constituir una “segunda
vuelta frente a lo establecido, en nombre de lo negado o des­ naturaleza”.
preciado, actitud que se inscribe en un sentir próximo al ro­
manticismo alemán pasando por los románticos menores

8 Ibid, pág. 103. 9 Ibid, pág. 38.

138 139
sólo permite la irrupción de la fantasía liberadora que renueva
el sentir y el pensar de la comunidad. A menudo, pone de
El in c o n s c ie n t e o l a v e r d a d d e l s u je t o manifiesto los esquemas de pensamiento, las concepciones de
la realidad más estereotipadas y tradicionales que no han sido
De la exaltación de la locura como gnosis, los artistas de­ más que superficialmente remodeladas por una crítica racio­
bieron pasar a una humilde forma del delirio: el sueño. Esta nal. Este es el caso de las categorías de género y de la sexua­
locura transitoria es valorada en tanto solución de compro­ lidad, las cuales, por mostrar en tales creaciones de la ima­
miso entre las exigencias de la realidad cotidiana y el deseo ginación toda la crudeza de sus componentes ideológicos más
de una experiencia metafísica sin retomo. retrógrados, adquieren, paradójicamente, el valor de reve­
Para los surrealistas, como para los románticos alemanes, laciones de una verdad profunda no mediada por la sociedad.
el sueño no era la vía privilegiada para una investigación re- El artista se presenta a sí mismo como un médium que
ductiva del espíritu sino la puerta que conducía a un contacto actúa poseído por fuerzas oscuras que quieren expresarse. Su
directo con la realidad sin la mediación de las categorías lógi­ actividad es un descenso a una zona oculta considerada el
cas. En ese sentido, como ya hemos apuntado, su concepción fundamento y la verdad del ser humano.
del sueño se halla más próxima a Jung que a Freud. Para el En la línea de la relación establecida por el romanti­
punto de vista según el cual el inconsciente individual comu­ cismo, y también por Schopenhauer, entre patología y genio
nica con el inconsciente colectivo, los mitos y las creaciones artístico, la escritura será asimilada a un exorcismo para libe­
de la imaginación son manifestaciones de este último. Tanto rarse de una posesión maléfica. En ese sentido, es un estado
el sueño como el mito responden a un mismo mecanismo se­ de trance similar al erotismo. Encontramos esta idea de la
ñalado por Lichtenberg ya en el siglo XVIII: desdoblamiento escritura como exorcismo en el segundo Manifiesto de André
de un yo que se habla a sí mismo10. Que lo obvio deje de ser­ Bretón.
lo, que la monótona presencia de los entes se abra a una di­ La sexualidad como lo maléfico se había manifestado ya
mensión inesperada, que lo conocido muestre súbitamente un en la literatura fantástica del siglo XIX a través de lo que To-
rostro inquietante: estos son los objetivos del arte que busca dorov llama “temas del tú o del discurso”11. En ellos, la libi­
renovar la visión del mundo. do ocupa un lugar destacado, la mujer suele ser una figura
Pero esta gran libertad de expresión del inconsciente no diabólica y hacen su aparición el incesto, la homosexualidad,
el sadismo, la muerte y la necrofilia. Con relación a estos últi­
mos temas adquiere particular importancia la función social
10 Albert Béguin, en su libro ya citado, subraya la diferencia existente que Todorov asigna a la literatura fantástica: evitar la censura
entre la concepción del sueño en los románticos y en Freud. Para los pri­
meros, se trata de un estado privilegiado que nos pone en contacto con lo de la sociedad y la del propio super-yo al tratar realidades
Absoluto, con una realidad común a todos los hombres y a toda la reali­ condenadas.
dad. Para el psicoanálisis ffeudiano, no es más que una actividad mental Con el avance del discurso psicoanalítico, la sexualidad
individual, que puede ser analizada en relación con los acontecimientos ya no se encama en figuras diabólicas extemas sino que aho­
de la vida del sujeto. Según A. Béguin, el punto de vista de Jung estaría ra reside en las profundidades de nuestro ser (la parafemalia
más próximo al de los románticos. El psicoanálisis freudiano ortodoxo se
relacionaría con la posición de los realistas del siglo XVIII, mientras que
decimonónica de seres sobrenaturales queda para las produc-1
los románticos se apoyarían en una metafísica idealista. Por otra parte, el
objetivo de los freudianos es terapéutico (la cura), en tanto que los román­ 11 Todorov, T., Introduction à la littérature fantastique, Paris, Ed. du
ticos y los místicos buscan un conocimiento superior. Seuil, 1970.

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ciones baratas destinadas al consumo popular). El arte se ins­ quis sombríos y caóticos, en los que el yo no se reconoce.
pira, cada vez más directamente, en una ciencia psicológica Cuando las urgencias de la vida cotidiana ceden su lugar a la
en plena expansión. Como el mismo Todorov advierte “los soledad nocturna, el yo parece sufrir un proceso de desinte­
temas de la literatura fantástica se convierten, literalmente, en gración transitoria, viéndose asaltado por imágenes descon­
los mismos que los de las investigaciones psicológicas de los certantes y a veces pavorosas.
últimos cincuenta años” 12. De allí a concebir la conciencia diurna como un producto
A su vez, cerrando el círculo cada vez más perfecto entre socio-cultural y los fantasmas nocturnos como pureza del ori­
arte e investigación psicológica, los críticos no tardaron en gen, verdad terrible pero auténtica, no hay más que un paso.
seguir los pasos del fundador del psicoanálisis y aplicaron a La legitimidad de la teoría que lo franquea está, sin embargo,
las obras artísticas los conceptos generados durante la expe­ por probarse. Distintas voces, aun dentro del mismo psicoa­
riencia clínica. Incluso lo que ni el creador ni el público ha­ nálisis, se elevaron para criticar el carácter excesivamente si­
bían visto nunca como portador de un significado sexual será niestro que Freud otorgara al inconsciente. Ya nos hemos re­
interpretado en esa clave. La sexualidad prosigue su marcha ferido a la actitud de Reich de no aceptar la existencia de pul­
invasora. Ahora es una noche siniestra que nos asedia desde siones de agresividad innatas. Jung, por su lado, advierte que
adentro de nuestro propio ser. la conciencia puede ser mucho más monstruosa y diabólica
que el inconsciente14 y que éste sólo se manifiesta violenta­
La relación entre la noche y el inconsciente puede ex­ mente cuando se desatiende reiteradamente a sus manifesta­
plicarse, en primer lugar, como la normal correlación entre el ciones.
momento dedicado al reposo y la pérdida del control cons­
ciente, la cual posibilita el inicio de los sueños. Jung avanza
también otra razón que le fuera sugerida por la reflexión so­ O r d e n d e l a v io l e n c ia y v io l e n c ia d e l d e s o r d e n

bre los pueblos vivientes considerados primitivos. Observa


que con la caída del sol, el mundo objetivo que la visión ofre­ Pero la violencia seduce con el prestigio de la fuerza. Un
ce durante el día pierde sus contornos nítidos y comienza a inconsciente monstruoso y cruel, ajeno a toda prudente limi­
confundirse con los contenidos de la psiquis del individuo. Se tación propia de nuestra vida cotidiana, fascina al intelectual
produce entonces una proyección del inconsciente en el mun­ rebelde. Frente al orden de la violencia institucionalizada,
do exterior13. Este mismo mecanismo interviene en las narra­ enarbolará la violencia del desorden. Mientras que la primera
ciones fantásticas recuperando, para la conciencia contem­ no reconoce su carácter de violencia y predica hipócritamente
poránea, una experiencia que ésta abandonara en el devenir los valores de la paz, la segunda lo reivindica con orgullo, ad­
de la Historia. quiriendo, así, el prestigio del acto transgresivo, a falta del
La oscuridad nocturna instaura una zona de peligro im­ peso de una realidad establecida. En el enfrentamiento entre
posible de controlar. La irrupción imprevista y siempre te­ Apolo y Dioniso tomará inevitablemente el partido de la divi­
mida, desde el seno de las sombras, será acompañada en la nidad marginal que induce el éxtasis. Con él, desea la aboli­
mente contemporánea por el miedo a los aspectos de la psi- ción de las individualidades, pobladoras del mundo social

12 Ibid, pâg. 169. 14 Ibid, págs. 259-260. Para apoyar tales aseveraciones, aporta como
13 Jung, C.G., L’homme à la découverte de son âme, trad. francesa del ejemplo la triste realidad de la Primera Guerra Mundial. R. Cohen agrega
Dr. Roland Cohen, Paris, Payot, 1962, pâgs. 132-133. que el segundo gran conflicto mundial otorga aún más peso al argumento.

142 143
diurno que debe ser destruido. Al orden burgués en el que
vive, opondrá el ideal de la desmesura dionisíaca. Nos interesa ahora destacar que la luz bajo la que aparece
lo dionisíaco en el siglo XX forma parte de una interpretación
Recordemos que en la mitología griega, las Ménades, o deformante que Jean Pierre Vemant revela como un producto
mujeres poseídas, eran las servidoras de Dioniso. Las prime­ del pensamiento contemporáneo19. Este especialista de la an­
ras ménades habían sido las ninfas que alimentaron al dios. tigüedad clásica sugiere que la percepción de muchos estudio­
Personificaban a los espíritus orgiásticos de la naturaleza. So­ sos del mundo griego se halla marcada por Nietzsche y su cé­
lían ser representadas desnudas o apenas cubiertas por un lebre oposición entre Dioniso y Apolo. Esta influencia deter­
velo, danzando frenéticamente al son de la flauta o el tambo­ mina una interpretación sesgada del culto dionisíaco y de su
ril15. Las bacantes eran sus imitadoras humanas. El culto de manifestación en la tragedia.
Dioniso les procuraba una locura mística que se acompañaba En el origen de esta particular recepción del fenómeno
de un cierto poder sobre las fieras. El rito incluía la muerte, dionisíaco, Vemant coloca a E. Rohde y entre sus continuado­
por despedazamiento, de cabritos que habían sido amaman­ res a E.R. Dodds, entre otros. Para Rohde, el dionisismo no
tados por ellas mismas. Esquilo y Eurípides llevaron el mito a es un elemento propiamente griego sino un injerto extranjero
la tragedia al escenificar el delirio de Agave que, poseída por que más tarde dará lugar al ideal ascético. Según Vemant, no
el dios, confunde a su hijo con un joven león y lo mata. puede decirse que lo dionisíaco, tal como aparece en Las Ba­
Dejaremos de lado el análisis que se impondría en el cantes de Eurípides sea lo opuesto a lo racional. Se trata más
marco de un estudio sobre el género en Grecia. No es una bien de la necesaria integración dentro de la polis de los as­
mera casualidad que las seguidoras del dios de la desmesura pectos de lo Otro sin los cuales lo Mismo, la identidad firme
sean figuras femeninas en un mundo en el que la razón perte­ representada por Penteo, llevada a la desmesura, termina de­
nece a los varones. Estos se reconocen justamente “equipolen­
generando en delirio.
tes en tanto que portadores de ese logos”16 mientras que las El culto dionisíaco representa la posibilidad de integrar
mujeres quedan, como pone de relieve Celia Amorós en su los elementos de la alteridad en el orden de la ciudad. Cuan­
análisis del poema de Parménides, del lado de la noche y la do ello se hace imposible, el dios se venga introduciendo la
privacidad17. El exceso orgiástico presentado como femenino “lussa” o rabia que lleva a Agave a matar a su propio hijo,
se inspira probablemente en una visión de la mujer como el confundiéndole con un león. Subraya Vemant, incluso, que el
lugar por el que la Naturaleza amenaza invadir la cultura18. nombre de “mainades” es utilizado quince veces en referen­
cia a las mujeres de Tebas enloquecidas como castigo de Dio­
15 E. R. Dodds en Los griegos y lo irracional (trad. de M. Araujo, Ma­ niso y se reserva el nombre de “bacantes” a las fieles al dios
drid, Revista de Occidente, 1960, págs. 249-257) observa que estas figu­
ras míticas tienen sus referentes concretos vivientes en diversas culturas
que reciben de él el gozo del delirio y la homofagia.
aún existentes. En estos últimos casos, el trance es obtenido por movi­ La tragedia de Eurípides, y con ella, la percepción que
mientos de la cabeza hacia adelante y atrás. También reviste gran impor­ los griegos tenían de lo dionisíaco no puede, entonces, ser re­
tancia la utilización de ciertos instrumentos musicales, en especial los de ducida a una oposición de razón y religión o inteligencia y
percusión y la flauta. afectividad. Por el contrario, ha de ser entendida como una
16 Amorós, C., “El nuevo espacio de la polis” en La balsa de la Medu­
sa, 19-20, Madrid, págs. 119-135.
17 Ibid. 19 Vemant, J.R, “Le dionysos masqué des Bacchantes d’Euripide”, en
18 Con respecto a este temor a la mujer como naturaleza, cfr. Amorós, Vemant, J.R, Vidal Naquet, P., Mythe et tragédie, t. II, Paris, ed. La dé­
C., Hacia una crítica... op. cit., pág. 124. couverte, 1986.

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invitación a aceptar a Dioniso y con él al vino, la fiesta, el allá de su porcentaje de verdad, ¿no es una huida frente a un
placer sexual y el goce de lo cotidiano. conflicto y una responsabilidad que se sienten como dema­
Las conclusiones de Vemant nos alejan, pues, de la exal­ siado pesados o molestos?
tación unilateral de una pasión dionisíaca tenebrosa en la que
las pulsiones de Eros y Tánatos se entremezclan hasta volver­ Observemos que no son los aspectos automáticos cotidia­
se indiscernibles. Como destaca el último Foucault, el mundo nos del inconsciente los que más interesan o inquietan a la
griego aparece fundamentalmente preocupado por el equili­ conciencia del siglo XX. Que gran parte de nuestros actos sea
brio y la sabia dosificación de elementos dispares. Hasta los inconsciente, regida por automatismos del hábito o reflejos de
ritos dionisíacos parecen inspirados en el ideal de la medida. los sentidos, no genera mayor sobresalto, a pesar de que po­
En cambio, el pensamiento contemporáneo verá en Dio­ dría interpretarse como signo inequívoco de nuestra natura­
niso el fundamento irreductibe a la razón. De esta manera, leza maquínica.
violencia, sexualidad, locura y muerte son rescatadas y Lo que despertó el interés apasionado de nuestros con­
revalorizadas por el pensamiento contestatario sin quebrar la temporáneos fueron las elaboraciones clínicas y literarias de
identificación que entre ellas hiciera la sociedad establecida un inconsciente identificado con la sexualidad. Creemos que
que esa misma crítica pretende abolir. ésto se debe a que en ella, en tanto relación de poder, reside
un conflicto que la nueva ideología de la sexualidad tratará de
ocultar tras un procedimiento de reificación.
La s e x u a l id a d c o m o v o l u n t a d d e p o d e r Según los defensores de este nuevo paradigma, el artista,
en su condición privilegiada de medium, restaura la unidad
El inconsciente sigue siendo una fuerza amenazante, lo primigenia destruida por la Ilustración. Ernesto Sàbato así lo
Otro dentro del individuo. Y el hombre que se expresa, que es afirma en El escritor y sus fantasmas. Las obsesiones del ar­
varón, o mujer que ha aceptado la tradición intelectual pa­ tista brotan de ese suelo ontològico en el que residiría nuestra
triarcal, no siente a este Otro como su tranquila y cotidiana verdad, surgen de: “los territorios que retrotraen al hombre
animalidad, sino como algo monstruoso que adquiere rasgos hacia la infancia y hacia las regiones inmemoriales de la raza,
metafísicos. El tema de la posesión, tradicional en la litera­ allí donde dominan los instintos básicos de la vida y de la
tura fantástica, servirá para plasmar este sentir. muerte, donde el sexo y el incesto, la paternidad y el parrici­
En todo caso, la explicación que Dodds hizo del culto dio, mueven sus fantasmas”20. Esta región del ser aparece
dionisíaco griego puede aplicarse con toda propiedad a esta como Otredad ajena a la sociedad y a la Historia. La repre­
conciencia contemporánea en sus relaciones con el incons­ sentan las Furias, divinidades matriarcales ante las que “esa
ciente recién descubierto. Según el autor de Los griegos y lo ambigua deidad que es Atenea, esa feminista”21, reconoce su
irracional, la locura ritual dionisíaca tenía una función catár­ inferioridad, su menor antigüedad y sabiduría. La crítica fe­
tica. Dioniso era un dios popular. Liberaba de la responsa­ roz a la Ilustración reducida a razón instrumental se combina
bilidad individual que pesaba sobre los hombros de quienes con el ataque a uno de los frutos de la Ilustración: el femi­
comenzaban a separarse de la antigua unidad familiar. El nismo de la igualdad.
“ékstasis” constituía una huida del individuo frente a una si­
tuación histórica de crisis de valores. 20 Sàbato, E., El escritor y sus fantasmas, Barcelona, Seix Barrai, 1979,
El énfasis contemporáneo en la posesión del individuo pág. 203.
por un inconsciente pavoroso que determina su conducta, más 21 Ibid, pág. 186.

146 147
La referencia al feminismo ilustrado denuncia la voluntad como tema de los relatos fantásticos. Lo Otro ya no es el dia­
polémica de este discurso esencialista de la sexualidad. Ante blo extemo que, con alguna estratagema, lograba introducirse
la crisis de sentido se apela a las Grandes Madres. Se mani­ en el espíritu del poseído: ahora es la verdadera naturaleza
fiesta gran respeto y veneración atribulada a los principios fe­ del sujeto.
meninos arcaicos, mientras se recuerda a las mujeres reales y También los símbolos teriomorfos parecen adecuados a
contemporáneas que no han de caer en el error racionalista esta sexualidad. La historia de las artes muestra que, a menu­
que les haría perder su saber y poderío ancestrales. La reivin­ do, los animales han representado la parte inconsciente y pri­
dicación romántica del lado femenino de la oposición “ani- mitiva del ser humano. La civilización llevaría adelante el
ma/animus” forma parte de la mística de la mujer denunciada combate para moderar a este doble inconsciente. Según la
tempranamente por Betty Friedan. psicología junguiana23, el énfasis de esta lucha habría llevado
Por otro lado, la asignación de un valor de verdad ori­ al ser humano a una represión excesiva de sus instintos, los
ginaria a la sexualidad patriarcal, o sea, a la sexualidad enten­ cuales se manifiestan, en los sueños, bajo figura de animales
dida como confusa unión de Eros y Thánatos, permite justifi­ peligrosos.
car el hecho de que las relaciones entre los sexos tengan, Monstruo surgido de la oscuridad, vorágine misteriosa, la
generalmente, el carácter de un combate. La Vida suele ser libido arrasa la precaria e inautèntica estabilidad del confor­
representada como un monstruoso ser de naturaleza femenina mismo en el que el individuo de la sociedad burguesa preten­
que intenta poseer al héroe, quien lucha a su vez por domi­ día refugiarse. Esta oscura voluntad de poder, invisible para
narla22. el individuo diurno, desafía todas las pretensiones de mesura.
Si la libido es, por esencia, tenebrosa, sus manifestaciones Eros, como fuerza de las sombras, horroriza y atrae al
sádicas o masoquistas no han de ser analizadas con criterios mismo tiempo.
sociológicos sino metafísicos. De esta forma, se invalida todo
enfoque que estudie tales actitudes sexuales como elementos
de una dialéctica de los colectivos genéricos. G eorges B a t a il l e : u n a c l a v e t e ó r ic a

Así, en una vertiente del surrealismo, la sexualidad, tanto


masculina como femenina, adquiere un perfil amenazante. Es En El erotismo, que resume desarrollos teóricos anterio­
lo monstruoso dentro del individuo. Podríamos caracterizarla res de Historia del erotismo, Bataille expuso, bajo la forma
como una voluntad de poder que se manifiesta en una pulsión del ensayo, una teoría sistemática sobre el erotismo.
de muerte. Dado su carácter de fuerza que posee al individuo,
arrebatándole su capacidad de decisión, a menudo, se presta 23 A. Jaffé, analista de Zurich, secretaria privada y biógrafa de Jung,
analiza en su libro El simbolismo en las artes visuales, la tendencia del
ser humano a adoptar la piedra y el animal como símbolos. La primera
22 “Ansioso de venganza y sangre, me lancé con furia sobre la mujer de como morada o mediadora de los dioses, el segundo como la parte incons­
piel negra y ojos violetas. Siento el volcán de carne que abre sus fauces ciente y primitiva, el doble del propio yo. Por su parte, G. Durand, en su
para devorarme y siento que sus entrañas llegan al centro de la tierra. Y obra citada, insiste en la connotación negativa que suelen tener los anima­
todavía sus fauces estaban chorreando sangre cuando ya me precipitaba les en la imaginación humana. Por un lado, encontraríamos el temor
nuevamente sobre ella (...) Y siempre para ser devorado” (Sàbato, E., So­ originado por los animales peligrosos y su transformación en demonios,
bre héroes y tumbas, Barcelona, Seix Barrai, 1981, pág. 446). “La vida, por otro, la obsesión del pulular del insecto. El simbolismo teriomorfo se
(...) posesión en las tinieblas (¿mujer, monstruo?), la vida, proxeneta de hallaría, así, relacionado con dos temas negativos: el temor ante el cambio
la muerte” (Cortázar, J., Rayuela, página 519). y el horror provocado por la muerte concebida como devoradora.

148 149
Ya nos hemos referido, brevemente, a sus consideracio­ gasmo es la transitoria negación de la individualidad racional
nes sobre la identidad del erotismo con el sacrificio, en el pri­ y mesurada.
mer capítulo de este estudio. Habíamos presentado su teoría
enmarcada en el momento de la rebeldía del varón frente a De esta forma, el varón se asumía a sí mismo como natu­
los lazos que lo sometían a la vida indiferenciada de la espe­ raleza, e incluso, como naturaleza en lucha contra una cultura
cie, a través de los compromisos contraídos con la mujer. Se inautèntica. La definición y clasificación esencialistas se re­
trata de la actitud del erotismo transgresivo. velan más complicadas de lo que en un primer momento pa­
Volvemos, ahora, a fijar nuestra atención en sus desarro­ recían. ¿Quién es la Naturaleza y quién la Cultura? ¿Para el
llos teóricos sobre el erotismo porque serán una clave para discurso sobre la sexualidad que analizamos, se trata de un
comprender algunas aparentes incoherencias del discurso ge­ simple problema de elección personal, con respecto al cual
neral sobre la sexualidad. todo intento de explicación desde la perspectiva del género
En efecto, poco a poco, a través de nuestro examen sobre resulta inadecuada?
las formas filosóficas y literarias otorgadas a la sexualidad, se Si junto al desenfreno de las Ménades encontramos innu­
iba perfilando un interrogante. En un primer momento, había­ merables ejemplos de violencia fálica asumidos por el sujeto
mos percibido con claridad una constante identificación de masculino del discurso como manifestaciones de la Naturale­
las mujeres con la naturaleza, identificación correspondiente za, ¿podemos seguir considerando que este discurso patriar­
a un proceso de reificación. El esencialismo inherente a esta cal se basa en la identificación mujer-naturaleza, hombre-cul­
caracterización de los sexos culminaba en una oposición de tura?
categorías en la que el lugar de la civilización correspondía al A esta altura de la cuestión, cuando tales interrogantes
varón. Al término de un largo proceso histórico, la decepción nos invitan a limitamos a declarar que se trata de con­
y la impresión de haber errado en el rumbo tomado por la hu­ tradicciones intemas del patriarcado, de confusiones y pa­
manidad, llevó a buscar, en esa “reserva de la naturaleza” que radojas propias de esta ideología, Bataille nos ofrece la solu­
se consideraba era “la mujer”, el remedio a los males del pre­ ción del enigma.
sente y el potencial revolucionario que prometía un futuro
distinto. Hasta una parte del feminismo, el feminismo de la
S e x u a l id a d - n a t u r a l e z a y e r o t is m o - c u l t u r a
diferencia, admitía, en cierta manera, la definición patriarcal
de la mujer como naturaleza para intentar invertir las valora­ En primer lugar, debemos tener presente que Bataille
ciones tradicionalmente realizadas y convertir en superiori­ distingue la sexualidad del erotismo. La primera corres­
dad lo que fuera considerado signo de debilidad o falta de ponde a los impulsos sexuales propios de los animales y,
evolución. por lo tanto, del período inmediatamente anterior al tránsito
Sin embargo, junto a esta ya conocida distribución de pa­ del animal al hombre, mientras que la segunda constituye un
peles podemos observar los contornos de una nueva figura de rasgo típicamente humano, definido como “las asociaciones
la naturaleza, esta vez de signo masculino. En el acto sexual y los juicios que tienden a calificar sexualmente objetos, se­
de penetración interpretado por Bataille, el hombre destruía la res, lugares y momentos que en sí mismos no tienen nada de
aparente individualidad civilizada construida por el pudor sexual, ni tampoco nada contrario a la sexualidad: ese es el
para revelar la naturaleza indivisa en la violenta confusión de sentido de la desnudez y de la prohibición del incesto. Así,
órganos carentes de conciencia. Desde esta perspectiva, el or­ la castidad misma es uno de los aspectos del erotismo, es
150 151
decir, de la sexualidad propiamente humana”24. Para Batai-
lle, sexualidad y erotismo mantienen una relación que, aun­
que conserva un elemento de causalidad, en tanto el ero­ Segundo m o m e n t o d e l a d ia l é c t ic a d e l a s e x u a l id a d
tismo es un derivado de la sexualidad, es también contrapo­
sición próxima a la del par de opuestos de naturaleza y El paso a un mundo humano es indisociable del estable­
cultura. cimiento de prohibiciones que tienen por objetivo la negación
El erotismo aparece, según la definición que hemos ci­ de la propia animalidad a través de la educación. Esta carac­
tado, como extensión de las connotaciones sexuales a entes terística de negación de la propia animalidad constituiría lo
o ámbitos que no poseían estas características. En ese senti­ específicamente humano, junto con otros dos rasgos: la nega­
do, se trata de una especie de invasión de la vida por la se­ ción de lo dado inmediatamente, su transformación a través
xualidad. Pero el erotismo no será, de esta manera, simple del trabajo, y la capacidad de conocer la muerte. Señala Ba­
pulsión ciega, sino reelaboración simbólica. Su dinámica no taille que Hegel se refirió a estos dos últimos aspectos pero
se inscribirá en el proceso circular de repetición de lo no al primero. Esta limitación del autor de la Fenomenología
mismo propio de la naturaleza (al menos de la naturaleza tal del Espíritu se habría debido a una inconsciente obediencia al
como se la presenta tradicionalmente haciendo abstracción tabú general que ordena el silencio en lo que se refiere a las
de su carácter evolutivo). Por el contrario, el erotismo apa­ necesidades animales más negadas en nosotros mismos.
rece, a los ojos de Bataille, como un producto histórico. A la búsqueda de una explicación de las prohibiciones
Aun más, el erotismo habría sido un mecanismo de homini- que afectan a la sexualidad, Bataille alude a la repugnancia
zación. causada por las actividades excretorias de los órganos adya­
centes. Observa que, si bien las normas de limpieza son muy
El movimiento por el cual el erotismo se habría consti­ diferentes de una sociedad a otra, en toda comunidad humana
tuido tiene una estructura triàdica y se considera una manifes­ existen reglas relativas a ella. El grado de observancia de es­
tación de la dialéctica de la Historia, en la línea expuesta por tas, a menudo determinado por la pertenencia social, ubica a
Hegel. los hombres en una jerarquía. Dentro de cada cultura, el ma­
Partiríamos, así, de un primer momento o tesis en el que yor o menor respeto de las reglas de higiene vigentes, pro­
sólo habría la simple animalidad que se conduce por impulsos cede a una clasificación del individuo basada en el horror de
no procesados por la razón y desconoce el pudor, las prohibi­ lo bestial.
ciones, la vergüenza y el asco relacionado con las actividades De este horror a las necesidades animales y a los cadá­
sexuales y excretorias. Este nivel no es propiamente humano veres y la podredumbre relacionada con la muerte habría sur­
sino animal. Ninguna sociedad, ni siquiera las más primitivas, gido el tabú del incesto, el cual marcaría, así, el paso del ani­
vive en un estado semejante de ausencia de reglas respecto a mal al hombre. Entre paréntesis, hay que destacar que los
la sexualidad. ejemplos que da Bataille sobre el horror causado por la vista
de los cadáveres y la putrefacción son atribuidos a “los primi­
tivos” sin que se sepa a qué pueblos se refiere. Esta vaguedad
en los datos provenientes de la antropología, datos presenta­
24 Bataille, G., L’histoire de Vérotisme. Œuvres complètes, t. VIII, pá­ dos como fundamento empírico de las lucubraciones meta­
gina 23. En adelante, nos referiremos a esta obra y a esta edición con las físicas de Bataille, es constante en la obra que estamos anali­
siglas H.E. zando.
152 153
qué punto no se trata de una anacrónica transposición, a un
La fermentación en la podredumbre es un signo del poder pasado remoto, de las angustias del individuo contempo­
de la Naturaleza. Contra esta fuerza que lo domina, el hombre ráneo.
habría elevado las prohibiciones. Estas tenían por objetivo Al respecto, resulta interesante señalar que Bataille, al
conformar un mundo humano en el que la Vida, fuerza indife­ igual que lo hiciera Edouard Von Hartmann, se asombra de
renciada de la que todo surge y a la que todo vuelve, perma­ que el placer sexual deba encontrarse en órganos repugnan­
neciera, de alguna forma, invisible. tes, en objetos que provocan horror. La palabra “horror” es
Olvidar el fundamento. He aquí el proyecto de la huma­ repetida en innumerables ocasiones a lo largo de Historia del
nidad en este segundo momento de la historia del erotismo erotismo. A menudo, se halla unida en la misma frase con el
según Bataille. La repugnancia que las carnes en descomposi­ término “atracción”. El erotismo correspondería a la tensión
ción o ciertas sustancias viscosas nos producen, encontraría extrema entre el horror de la corrupción ligada al cuerpo y la
su origen en una angustia existencial. Si esta repugnancia no atracción que provoca el sentimiento de pérdida. Volveremos
es compartida por los animales es porque no tiene una ex­ más adelante sobre esta caracterización.
plicación fisiológica. Se trataría, en realidad, de una confusa
percepción de la naturaleza como negación del individuo.
El individuo, en tanto instancia particular, requiere una El t a b ú d e l in c e s t o
estabilidad, una permanencia que es amenazada continua­
mente por lo universal. La vida es vorágine indiferente res­ A partir de la lectura de Las estructuras elementales del
pecto de esa parcela de conciencia que alcanza a concebir la parentesco, publicado en 1949, esto es, un año antes de los
totalidad de manera confusa. La vida es “un movimiento tu­ primeros esbozos de Historia del erotismo, Bataille aborda
multuoso, que explota y se agota. Su explosión perpetua es el problema del tabú del incesto. Lamenta que Lévi-Strauss,
posible con una condición: que los organismos gastados ce­ llevado por un rigor científico excesivo, haya evitado
dan el lugar a otros nuevos, que entren en danza con nuevas extraer conclusiones sobre la estructura del erotismo, de­
fuerzas”25*. ducciones más generales que excedieran el ámbito de las
Que la vida implica la muerte, que el reposo y el equi­ observaciones realizadas. Es evidente que ésta será la tarea
librio le son ajenos, que el individuo se preserva sólo por un que proyecta el mismo Bataille: una reflexión no científica
breve lapso de tiempo y su existencia es, únicamente, el pero, a su manera, rigurosa, en tanto se propone ser siste­
efecto de ciegos mecanismos regidos por el azar: todas estas mática.
verdades, intuidas más que pensadas, habrían llevado a la El tabú del incesto correspondería al deseo de preservar
humanidad, en sus albores, a mirar la sexualidad con des­ una zona pura. El establecimiento de prohibiciones, compli­
confianza. cados rituales y sistemas de intercambio de mujeres tendría
Observemos, por nuestra parte, que las razones que Ba­ por objeto el recluir la sexualidad, actividad que recordaba a
taille supone en el hombre primitivo, son precisamente aque­ los hombres su naturaleza bestial, en la oscuridad y el silen­
llas que hemos señalado como funcionando en la base del cio de la noche y el misterio: “El lugar de la inmundicia es la
pesimismo decimonónico para cristalizar en la idea de la se­ sombra donde las miradas no pueden alcanzarla. El secreto es
xualidad como trampa de la especie. Nos preguntamos hasta la condición de la actividad sexual, como lo es también de la
realización de las necesidades naturales. La noche engloba de
25 Ibid, pág. 73. esta manera dos mundos distintos pero siempre asociados. El

154 155
mismo horror esconde en la misma noche la función sexual y En él, el personaje principal es el varón donante que aplaza la
la excreción”26. satisfacción de sus deseos, en una actitud de la que el animal
En el tabú del incesto, Bataille ve la primera muestra de es incapaz. “Porque el matrimonio no es tanto un acto de los
las prohibiciones que niegan la sexualidad natural. De él, re­ cónyuges como del “donante” de la mujer, ese hombre (pa­
sulta el matrimonio como acceso a una vida propiamente hu­ dre, hermano) que habría podido gozar libremente de esa mu­
mana, puesto que es respeto de las prohibiciones, limitación jer (su hija, su hermana) y la da”28. El respeto a las reglas, re­
de la animalidad. La esposa-madre recibe la pureza de la ma­ alzado por la posibilidad siempre presente de recurrir a la
dre y hermanas del esposo, preservadas de actividades degra­ violencia y efectuar una transgresión, va construyendo un
dantes. mundo propiamente humano.
Con el intercambio establecido por el tabú del incesto, las
mujeres funcionan como elementos de comunicación entre Hay que destacar que, en esta construcción histórica de la
los hombres. Bataille subraya que Lévi-Strauss ya caracterizó esencia humana, el sujeto es total y abiertamente identificado
este intercambio como “don” y no como simple transacción como masculino. En ello, Bataille se mantiene fiel a la línea
comercial, a la manera de las sociedades modernas. de Lévi-Strauss, más aún: se encamina en la dirección de una
La similitud con el “potlatch” orienta la interpretación fundamentación metafísica de la pasividad como atributo fe­
de Bataille hacia una teoría económica general. El objeto menino.
del don no es un simple objeto como cualquier otro. Se trata Con respecto a Lévi-Strauss, afirma Carol P. MacCor-
de una manifestación de la energía sobrante, es un objeto mack29 que este antropólogo continúa en la tradición rousse-
de lujo. auniana de la mujer pasiva y controlada por el hombre. En
Así, para Bataille, la mejor metáfora de la mujer es el consecuencia, los estructuralistas ignoran todo dato referente
“champagne”: “animado por el movimiento de exuberancia a un cierto poder de las mujeres en las sociedades que estu­
general y claro símbolo de un exceso de energía”27. Objeto de dian, debido a que operan influidos por el paradigma euro­
consumo de lujo, el champagne se bebe en las grandes oca­ peo. Para esta autora, no se puede hablar de pasividad y natu­
siones. Raro es el caso en que se consuma en soledad. Es mo­ raleza cuando las mujeres tienen un rol fundamental en la
tivo de comunicación entre los hombres, unidos por la fiesta. producción de bienes de las sociedades pre-industriales. Por
La generosidad que implica este consumo en grupo, esta des­ otro lado, denuncia como etnocentrismo la caracterización
trucción del trabajo útil para obtener honores es, para Batai­ que autores como Ortner hacen de la mujer, siguiendo a Si-
lle, lo contrario del capitalismo, el cual siempre busca la mone de Beauvoir y su enfoque del cuerpo femenino como
acumulación, en vistas a aumentar la productividad. Notemos reproductor y causa de su inmanencia, ya que numerosas so­
que esta visión del capitalismo no corresponde ya totalmente
a su realidad actual.
Con el tabú del incesto quedaría, de esta manera, fundado 28 Ibid, pág. 34.
el erotismo, en tanto éste se caracteriza por suplantar la 29 El estudio de Mac Cormack (“Nature, culture and gender: a criti­
que”, en Mac Cormack, C., Strathem, M., op. cit., págs. 1-24) trata sobre
satisfacción inmediata por la espera regulada por normas so­ la creencia en una diferencia fundamental entre la especie humana y las
ciales. El don de mujeres es un mecanismo de humanización. animales. Examina las oposiciones naturaleza-cultura y sus transforma­
ciones metafóricas (crudo-cocido, salvaje-domesticado, mujer-hombre)
26 Ibid, pág. 47. así como la concepción que Rousseau y, siguiéndole a él, Lévi-Strauss
27 Ibid, pág. 34. desarrollaron del tránsito de un estado natural al estado civilizado.

156 157
ciedades consideran la reproducción como trascendencia y taba como lo contrario de los límites estrechos de la tempora­
eternidad del linaje. No son los objetos los que perduran sino lidad material.
la vida del grupo. Pero pronto descubrió que ese ámbito de la espirituali­
Desde luego que esta acusación de etnocentrismo puede dad, ganado con la cultura, era también limitado para su sed
aplicarse a Bataille. Pero no se trata sólo de etnocentrismo. de infinito. Como en el anterior momento de negación de la
En su afán por superar un análisis puramente economicista, a naturaleza, el hombre reacciona frente a lo dado, negándolo.
veces ignora, otras niega, la posibilidad de que el erotismo Las reglas que había construido para garantizar su indepen­
pueda, en algún caso, pertenecer al sistema general de las re­ dencia respecto a los procesos materiales, se le antojan, aho­
laciones productivas. Así, considera que la prostitución no ra, límite insoportable y lo que antes había aparecido como
puede ser analizada en términos de compra-venta sino de límite, al estar negado, prohibido, se presenta como garantía
don, puesto que ninguna de las dos partes hará un uso pro­ de libertad.
ductivo de lo que recibe, ni siquiera la mujer, la cual utilizará En el vértigo de la transgresión, el hombre experimenta­
el dinero para comprar objetos de lujo, tales como joyas o rá, en este tercer momento, la identidad de la vida y de la
vestidos que realcen su belleza. Bataille parece sólo conocer muerte. Esta experiencia singular será posible porque el ho­
la prostitución del más alto nivel, la única que puede ser, en rror del objeto viscoso natural se cubre con la máscara de la
parte, comprendida con su concepto de la mujer como objeto belleza. Será la atracción de una mujer joven y hermosa: “ el
de consumo de lujo. objeto del deseo tiene un contenido esencialmente horrible (y
es tan poco objeto como posible), es el objeto erótico viscoso
En todo caso, queda claro que, en esta visión, el tabú del in­ en el que la virulencia de la vida coincide con la descomposi­
cesto como mecanismo fundamental de desanimalización ción de la muerte. En principio no tenemos fuerza para sopor­
afecta al varón que modela su propia estructura pulsional para tarlo (...) El juego consiste en disimularlo bajo el aspecto más
habitar un mundo humano. Al mismo tiempo, crea el nuevo inocentemente atractivo. Ese aspecto es la belleza”30. Fun­
objeto de deseo, no ya meramente sexual sino erótico: lo fe­ dando sus afirmaciones en un razonamiento por analogía con
menino. las leyes físicas de acción-reacción, operación de validez un
tanto dudosa, Bataille afirma que aquello que nos repugna,
nos atrae con fuerza proporcional al horror que nos causa.
E se “ o sc ur o o b je t o d e l d e s e o ” Consciente de la debilidad de su argumentación, agrega que,
de todas maneras, las cosas no son tan simples ya que un ho­
Una vez negada la sexualidad natural propia de la simple rror excesivo suele bloquear el deseo.
animalidad, habrá un retomo o recuperación del primer mo­
mento de la naturaleza, pero se tratará, ahora, de una natu­ Con el cuerpo femenino u objeto erótico por excelencia,
raleza maldita, negada por las reglas del mundo humano de la el deseo supera el rechazo. Bataille considera que el objeto
cultura. erótico es el mismo para hombres y mujeres: se trata siempre
Esta dialéctica de la sexualidad corresponde, según del desnudo femenino. Esta singular afirmación de la homo­
Bataille, al anhelo de autonomía del hombre. Cuando la natu­ geneidad del deseo se basa en una caracterización particular
raleza aparecía como la esclavitud a la que debía someterse,
el hombre creó reglas que la negaron, la ocultaron. Buscó el
refugio y la libertad, en un mundo espiritual que se presen­ 30 Bataille, G., H.E., págs. 66-67.

158 159
del cuerpo de la mujer, relacionada con una identificación del gencia es desarrollada explícitamente en su teoría del ero­
deseo erótico con la vivencia de la muerte. tismo. Afirma que el deseo erótico sólo puede fijarse en un
La visión de las mucosas internas de los órganos sexuales objeto inmóvil, ya que es la pasividad lo que le atrae.
ofrece un aspecto similar a una “llaga”. Su humedad recor­ En la base de esta aseveración encontramos su teoría de
daría al hombre la supuración propia de los procesos de pu­ la tendencia del ¿ser humano o varón? hacia el abismo, hacia
trefacción. Si a todo esto agregamos la suciedad de los excre­ la destrucción. Observemos que el texto de Bataille habla de
mentos, la experiencia sexual de intimidad con otro cuerpo se “nosotros” y de “hombres”, sin que se explicite si ese “noso­
convierte en experiencia de la vida en el momento de su dis­ tros” y ese “hombres” establece una complicidad, muy proba­
gregación. ble, entre el autor y su público de varones, o tiene un alcance
Este conocimiento inmediato de la unión de la vida y la universal. Esta ingenua identificación con el sujeto universal
muerte se ve facilitado, según Bataille, por las características no es una particular característica de este pensador del ero­
del cuerpo femenino: redondez, suavidad, aspecto de “río le­ tismo. Por el contrario, es corriente en los filósofos. Por
choso”, que provocan una sensación de “fuga líquida” que ejemplo, la encontramos también en Sartre, cuando al anali­
“se abre sobre la muerte como una ventana al patio”31. zar el deseo sexual afirma: “deseamos una mujer y no sim­
La idea no es nueva. Señala Bachelard en El agua y los plemente nuestra satisfacción”33.
sueños32, que el agua no representa únicamente el líquido im­
prescindible para la vida y la fertilidad de la tierra. Para el in­ El tercer capítulo de la cuarta parte de Historia del ero­
consciente, el agua es también la muerte, el último viaje, la tismo, lleva por título “El temible deseo de perder y perder­
desaparición en el infinito. Es el símbolo “profundo” y “orgá­ se”. En él, se expone la tentación continua que “nos” acecha
nico” de la mujer y su llanto. de perder todo lo acumulado, de hacer girar el sentido de
Bachelard subraya la relación que existe entre la imagen “nuestros” esfuerzos y poner por meta la nada en vez del ser.
de los cabellos ondulados y las ondas del agua, citando varios Para el autor, se trataría de un impulso originario que explica
poemas en los que una de las imágenes sugiere la otra. Esta el goce que “nos” ocasiona el espectáculo de la destrucción,
recurrencia del tema le lleva a hablar de un “complejo de al menos en su forma literaria, ficticia. Este impulso hacia la
Ofelia”, aludiendo al trágico fin de la prometida de Hamlet, muerte que la razón, instalada en el poder, no puede com­
imagen paradigmática del suicidio masoquista en la plenitud prender, habría permitido crear las maravillas de la religión y
de la vida. Estrechamente ligada a las ensoñaciones sobre la del arte. También es el motor de las guerras, que el pensa­
muerte, el agua es un elemento que produciría un estado de miento racional, según Bataille, no podría explicar.
ánimo melancólico. No sólo porque se halla asociada a la Nuestras dudas acerca del género del destinatario del dis­
imagen de las lágrimas, sino porque representa la idea de di­ curso de Bataille se hallan fundadas. Resulta muy sugestivo
solución. Para Bachelard, es el elemento que simboliza “la detenerse, al respecto, en una nota a pie de página del capí­
nada sustancial”. tulo siguiente. En esta nota, de tipo aclaratorio, Bataille da un
Para Bataille, el objeto del deseo ha de ser un objeto in­ fundamento histórico a su noción de la relación erótica como
móvil, que presente las características de lo muerto. Esta exi­ “inmolación”. Afirma que, en la Antigüedad, se identificaba
la posesión de una mujer con un rito de sacrificio y que ésta
31 Ibid, pág. 132.
32 Bachelard, G., L'can et les rêves, París, Corti, 1948, págs. 112-113 y 33 Sartre, J.P., L’Etre et le Néant, op. cit., pág. 453.
pág. 125.

160 161
era tratada como un animal inmolado en el culto, con la sola erótico como un producto cultural. En este sentido, reconoce
diferencia de que en el caso de la mujer no se llegaba a darle un valor civilizatorio a la cosificación de la mujer ya que, sin
muerte. Por todo ello, agrega Bataille, el centro del erotismo ella, asegura, no habría sido posible el enriquecimiento del
es ocupado por la mujer más que por el hombre. El varón es erotismo: “Si las mujeres no se hubieran convertido en obje­
en primer lugar: “animal de trabajo o de guerra. Sin embargo, tos expuestos a la posesión, no habrían podido, como lo han
he hablado esencialmente del erotismo en nombre del hom­ hecho, convertirse en objetos del deseo erótico: estos objetos
bre. No he juzgado necesario considerar cada una de las si­ tienen formas, aspectos determinados, que sin duda no tenían
tuaciones de las que he hablado desde el punto de vista de las ménades”35.
una mujer”34.
La explicación de porqué no ha juzgado necesario tener El objeto erótico por excelencia es, para Bataille, la pros­
en cuenta el punto de vista femenino respecto al erotismo es tituta, un ser que ha perdido la característica fundamental de
curiosa. Afirma que su objetivo no ha sido una descripción la persona de ser un fin en sí. Es la figura fundamental del
completa del erotismo sino la captación del proceso a través erotismo. Se oponen a ella, en dos registros diferentes, la mu­
del cual “la existencia humana” alcanza la totalidad concreta jer que trabaja (recordemos que la prostitución es para Batai­
en el erotismo. Señalemos los fundamentos que dan cohe­ lle un don y no una transacción comercial) y las Ménades.
rencia a esta explicación dentro del sistema de Bataille. En La mujer que trabaja no puede ser objeto erótico porque
primer lugar, cuando se trata de la “existencia humana”, lo la actividad endurece sus rasgos, quitándoles el carácter de
que importa es el punto de vista masculino, ya que ha sido el indolencia inherente a la belleza femenina. En un hombre, en
varón quien a través de la creación, interiorización y trans­ cambio, el ocio degrada sus rasgos viriles, suscitando la sos­
gresión de las reglas, se ha revelado como sujeto de la histo­ pecha de que se trate de un “afeminado”. Esta rotunda afir­
ria del erotismo. mación provoca un sobresalto al mismo Bataille que se ve en
En segundo lugar, el objeto erótico es, como se ha visto, la obligación de salvar el honor de los varones de su profe­
el mismo para ambos sexos: el desnudo femenino. Este cuer­ sión. Aclara, apresuradamente, que el poeta no puede ser con­
po de mujer no es, para nuestro pensador, una realidad natural siderado ocioso ya que su labor consiste en la creación.
sino un producto de la historia. Pero la renuncia al esencia- Las Ménades, figura que ya habíamos tratado en este
lismo no le lleva más que a la afirmación de la necesidad his­ capítulo, se oponen al objeto erótico por pertenecer al primer
tórica. En efecto, el deseo erótico exige que su objeto sea un momento de la sexualidad, momento en el que aún no se ha­
sujeto reducido al rango de objeto. El objeto erótico no puede bía constituido el símbolo de la femineidad como pasividad.
ser un ser en y para sí sino un ser para otro. Tal sería la condi­ No suscitan el deseo por ser figuras del movimiento, mera
ción del deseo. Cuando ésta no se cumple y el objeto es algo agitación animal, naturaleza primitiva que todavía no ha sido
más que una figura inmóvil, el sujeto del deseo tiende a do­ negada. Con tales figuras que desconocen lo prohibido y son
minarlo y destruirlo para alcanzar la experiencia de lo que ya pura dinámica de las pulsiones, la transgresión es imposible,
no pertenece a la cadena cotidiana de la utilidad propia del ya que ésta requiere el establecimiento anterior de reglas.
mundo normal. Decíamos que Bataille había abandonado el
esencialismo, aunque no totalmente, para concebir el objeto De esta forma, la teoría de Bataille aclara al fin, a su ma­
nera, la confusa noción de naturaleza propia del patriarcado

34 Bataille, G., H.E, pág. 103. 35 Ibid, pág. 121.

162 163
en lo referente a la sexualidad. En los dos extremos de la trí­
ada que compone el movimiento de la historia del erotismo,
nos encontramos con la naturaleza. Las ménades pertenecen
al primer momento o sexualidad natural, animal. El varón que
ha instaurado, en un segundo momento, las prohibiciones que
inauguran el mundo de la cultura, deseará, en un tercer mo­
mento, el del erotismo, transgredir estas reglas y acceder a un
nuevo reino de la libertad: el de la naturaleza maldita. Pero
este acto no es retomo a la animalidad inicial sino animalidad
“sagrada”, nueva sublevación contra el límite, actitud profun­
damente humana de quien busca la plenitud de lo infinito.
A esta fuerza, que emerge de las sombras y hacia ellas se di­ C a p ít u l o V
rige, dedicaremos los desarrollos del próximo capítulo.
Una gnoseologia y una ética de la transgresión

Las mujeres nos han sido dadas para fe li­


cidad de todos y no para una felicidad
egoísta y privilegiada. Por lo tanto, todos
lo s hom bres tienen el m ism o derecho de
gozar sobre todas las mujeres.

M arqués de S ade

El sexism o se valida ofreciendo el dom i­


nio y el sim ulacro del dom inio, la mujer
singular dom inada y EL OBJETO TR A N -
SA C C IO N A L D E LA DO M INACIÓ N.

A m e l ia V a l c á r c e l

¿ T r a n s g r e s ió n o r e v o l u c ió n ?

Hemos visto que la historia del erotismo, según Bataille,


se caracteriza por presentar tres momentos que constituyen
una tríada dialéctica. La sexualidad o animalidad natural cons­
tituiría la tesis, a la que se oponen, en tanto antítesis, las pro­
hibiciones referidas al acceso al objeto de deseo, definido
164 165
como femenino. Este segundo momento, el del tabú, funda lo a sus normas aunque sus actos infringieran continuamente es­
humano del hombre y construye ese objeto simbólico lla­ tas normas. De esta manera, se sublevaría sin llegar a la revo­
mado “femineidad”. La síntesis, o negación de la negación, lución. Las transgresiones confirmarían la norma. Esta dimi­
es el estadio de la animalidad sagrada o transgresión. En él, el sión en la capacidad de crear valores confiere al juicio de los
hombre vuelve a la naturaleza, la cual ya no es percibida demás un carácter de fundamento de la propia existencia, con
como lo dado sino como una conquista alcanzada mediante la lo cual se oculta la gratuidad de esta última.
negación de las reglas. El retomo a esta naturaleza mediada La actitud transgresiva es, para Sartre, similar a la del
o, en palabras de Bataille, “maldita”, constituye el “escán­ niño que encuentra su fundamento absoluto en la mirada de
dalo” de la inversión de las alianzas. los padres2. Al reemplazar la crítica por el resentimiento, la
Si la instauración de reglas había sido una rebelión del imagen de los padres sigue siendo la de los ídolos de su ni­
hombre frente a los límites de la animalidad, esta transgresión ñez. Su rebelión es un juego que carece de eficacia.
de las normas que es el erotismo es, también, una revuelta. Lo En cuanto al pensamiento del mismo Bataille, Sartre lo
propio del hombre reside, pues, en la no aceptación de los lí­ considera un manejo superficial de conceptos tomados de di­
mites, sean éstos de la índole que sean, naturales o culturales. ferentes filósofos, en particular Hegel y Heidegger3. Bataille
Observemos que, en este proceso de “inversión de las realizaría una mezcla de filosofía y ciencia sin llegar a po­
alianzas”, el tercer momento conserva, como todo movimien­ seer ninguna de las dos, opinión que compartimos y que en
to dialéctico, los momentos anteriores. La transgresión es ne­ cierta manera apuntábamos ya en el capítulo precedente al
gación de las reglas pero necesita de ellas para ser: “esta in­ señalar que los datos de la antropología que Bataille utiliza
versión de las alianzas es quizás difícil de comprender, pero como apoyatura empírica de sus desarrollos metafísicos no
la duplicidad fundamental del erotismo es ininteligible en están, en ningún momento, debidamente especificados. Coin­
tanto no se aprehende la totalidad de este movimiento doble, cidimos también con Sartre cuando destaca el origen pro­
de negación y de retomo. Hemos visto que el primer aspecto fundamente cristiano de Bataille. Lo llama “un nuevo mís­
del movimiento es el rechazo: la totalidad no se ha desarro­ tico”. Esta caracterización se impone, aún de forma más evi­
llado hasta el momento en que, lo que había sido negado dente, cuando nos detenemos en su concepción del erotismo
hasta la náusea y guardaba un valor ambiguo, es recordado como Caída, regocijo en la corrupción, conciencia de la
como algo deseable”1. La naturaleza ambigua de la transgre­ transgresión.
sión, su dependencia respecto a aquello que niega es reivindi­ El placer se presenta, de esta manera, como inseparable
cada por Bataille con la misma firmeza con que Sartre la cri­ de la noción de falta, siendo ésta última la condición de su
ticará en su estudio sobre Baudelaire. experiencia. Por otro lado, no es el placer el objetivo último
Para Sartre, el satanismo baudelairiano elogiado por Ba­ sino el acceso a un acto de soberanía, la trascendencia más
taille es el resultado de la incapacidad de asumir la responsa­ allá de los sentidos. Subraya Sartre que el sentimiento de
bilidad de la creación de nuevos valores. La trascendencia culpa ligado a la voluptuosidad vivida como transgresión im­
como proyecto y la gratuidad de nuestra existencia revelan la pide el abandono absoluto en el placer. Hay una cierta distan­
libertad humana, que es lo contrario de una esencia inmuta­ cia reflexiva entre el sujeto y el placer.
ble. Frente a este descubrimiento, Baudelaire habría elegido
sacralizar a determinados personajes y someterse de principio 2 Sartre, J.P., Baudelaire, Paris, Gallimard, 1947, pâgs. 89-90.
3 Ver la crîtica titulada “Un nuevo mistico” en Sartre, J.P., Situations I,
1 Bataille, G., H.E., pág. 66. Paris, Gallimard, 1947, pâgs. 174-229.

166 167
En el mismo sentido, Simone de Beauvoir4 sitúa a Sade, la que Sade alcanza el máximo del horror. Al escribirla, el
el inspirador de Bataille vía Blanchot, en la tradición puritana marqués reveló a la conciencia, en términos claros, algo que
de Kant. Sade considera que un acto es auténticamente libre permanece oscuro para la mayor parte de los hombres. Esta
cuando no se haya motivado por la afectividad, ya que ésta revelación se produjo gracias a su estancia en la prisión, ya
constituye la naturaleza en nosotros. Así, el crimen ha de ser que ésta constituyó un obstáculo para la libre realización de
cometido con sangre fría, sin exaltación. La indiferencia fren­ los deseos. En libertad, obrando de acuerdo con sus impulsos,
te al sufrimiento ajeno aparece como preparación del espíritu no se habría detenido a reflexionar sobre el objeto de su de­
para la ataraxia. seo. Para Bataille, Sade ha descubierto que la sensualidad se
A su vez, en La Soberanía, Bataille contraataca, llaman­ halla estrechamente ligada a la destrucción de su objeto. El
do “ingenua” la descalificación sartreana de la transgresión y desencadenamiento de las pasiones exige el desencadena­
afirmando que los revolucionarios instauran un nuevo orden miento del objeto del deseo, el derrumbe de sus límites, la di­
que excluye el acto soberano de la “rebelión”. En ese nuevo solución de su ser.
reino revolucionario de la necesidad, el mal, territorio de la Por lo tanto, el erotismo es una de las vías de reali­
libertad, está excluido56. Bataille reconoce al cristianismo el zación del gran sueño filosófico de la unidad del sujeto y el
mérito de haber identificado voluptuosidad y mal, convir­ objeto. Próximos a él, se hallan el éxtasis místico y el sacri­
tiendo al erotismo en la principal ocasión moderna de la rebe­ ficio ritual. Por medio de la conciencia de la sensualidad, el
lión contra lo prohibido. Así lo habría entendido Baudelaire. hombre se hace similar a la Naturaleza, la cual se sirve de
Al carecer del sentimiento de pecado, Sartre sólo conoce los seres, los utiliza y finalmente los destruye. El descu­
los criterios de utilidad que maneja la razón, criterios que di­ brimiento de las tendencias sádicas en el fondo de sí mis­
bujan el entramado de un mundo en el que todos los entes se mos hace a los hombres conscientes de la fragilidad y la
definen por su pertenencia a una cadena de causalidad y ne­ hipocresía del mundo civilizado. El caos es el reverso de lo
cesidad, un mundo burgués en el que el acto y la existencia normal.
soberanos han desaparecido. Contra esta reducción de todos Si en 1947, fecha de la edición de Situaciones I de J.P.
los entes al ser útil, Bataille reivindica el libertinaje y el Sartre, la teoría de la transgresión de Bataille aparecía como
satanismo, a los que considera parientes próximos de Nietzs- una falsa opción subversiva que infringía las normas para ci­
che: en todos ellos se produciría la transgresión por la exube­ mentarlas mejor, el pensamiento surgido con el mayo francés
rancia. verá en ella la revolución total. Así se desprende del coloquio
Una lectura del capítulo dedicado a Sade en La literatura de Cérisy titulado “Hacia una Revolución Cultural: Artaud,
y el mal6 puede resultar sumamente aclaratoria de lo que Ba­ Bataille”, celebrado en 1972 bajo la dirección de Philippe
taille entiende por realización de la libertad en el mal. Se Sollers.
afirma en él que la toma de la Bastilla descubrió al mundo el En su intervención, Julia Kristeva destaca la importancia
manuscrito de las Ciento veinte jornadas de Sodoma, obra en del punto de vista de Bataille como irrupción del sujeto en la
realidad de la lucha de clases, a través del tema del placer.
Este sujeto había sido expulsado por el marxismo. Para la
4 Beauvoir, Simone, Faut-il brûler Sade? (Privilèges), París, Gallimard, ponente, una lectura de Bataille a la luz de Mao muestra la
1955, págs. 71-72. proximidad del pensador francés con el revolucionario chino,
5 Bataille, G., La souveraineté, Œuvres Complètes, t. VIII, París, NRF, el cual habría introducido la subjetividad en la teoría y la
Gallimard, 1976, págs. 434-436.
6 Bataille, G. La littérature et le mal, Paris, Gallimard, 1957.
práctica del materialismo dialéctico.

168 169
Según Kristeva, el problema de mayo del 68 reactualiza a
Bataille: ¿cómo integrar el dogmatismo y el hippismo en que
se divide la juventud? Contraponiendo Hegel y Bataille, afir­ E s e n c ia f e m e n in a d e l m u n d o d e l a n e c e s id a d

ma que la conciencia de sí hegeliana es una instancia repre­


siva que tiene en el Estado su correlato jurídico. El autor de En la “totalidad concreta” de Bataille, totalidad que co­
El erotismo mostraría a la conciencia de sí disgregándose en rresponde a la estructuración patriarcal, la excepcional mujer-
la transgresión. De esta forma, se revela que la unidad de esta mediadora tiene su contrapartida en la cotidiana esposa y ma­
conciencia era: “Hegel suprime la negatividad en la unidad dre: “En tanto cosa, a la vez en razón de y a pesar de los celos
del concepto y del saber absoluto: Bataille vuelve a encontrar masculinos, una esposa es principalmente la mujer que tiene
la negatividad en ese momento reprimido del saber absoluto hijos y se ocupa de la casa: ella toma cuerpo bajo esta forma
que es la experiencia inmediata”7. a la manera de un ladrillo o un mueble”8.
Mientras que para Hegel el deseo contribuye a la cons­ Y continúa su definición de la esposa contraponiéndola a
titución del sujeto, para Bataille constituye la tendencia del la prostituta. Ambas, nos dice, son objetos pasibles de una
sujeto hacia el abismo de la indiferenciación. En la fusión de­ evaluación, pero en el caso de la segunda se trata de un objeto
saparece el “ipse”. erótico, de un condensado del erotismo, de importancia fun­
Sorprendentemente, no hay en la intervención de J. Kris­ damental para la vida propiamente humana del hombre. En el
teva la más mínima alusión al género-sexo, categoría rele­ matrimonio, habría una cierta regresión hacia la sexualidad
vante, desde nuestro punto de vista, en especial si se trata del animal, ya que la excitación sexual se produciría por la cerca­
erotismo y de una teoría del erotismo que no hace, en ab­ nía de los cuerpos en la oscuridad de la alcoba y no por una
soluto, abstracción de la diferencia sexual. ¿Cómo puede en­ “posición de objeto”, como es el caso de la prostituta, sím­
tenderse esta omisión en una supuesta teórica del femi­ bolo de la femineidad.
nismo? A pesar de los matices que Bataille intenta introducir in­
mediatamente, al afirmar que el matrimonio puede unir todos
Consideremos, entonces, por un momento, quiénes son los aspectos del erotismo (desorden de los sentidos y orden
los protagonistas de la totalidad concreta reivindicada por Ba­ del hogar, pureza e impureza), toda su teoría apunta a separar
taille. Observemos su distribución de acuerdo al género-sexo una actividad sexual con fines utilitarios (relaciones de los es­
tal como se manifiesta, explícitamente, en Historia del ero­ posos destinadas a la reproducción y al mantenimiento de la
tismo. Podremos, así, evaluar el alcance revolucionario de la sociedad conyugal) de un erotismo liberado de las miserias
transgresión, los colectivos que incluye y aquellos que ex­ del mundo de la necesidad y considerado acto libre y so­
cluye de la igualdad alcanzada en esa sociedad final a-histó­ berano.
rica que Bataille propone como solución al problema de las Agreguemos que las famosas parejas surrealistas (Aragón
guerras. y Elsa, Dalí y Gala, Eluard y Nusch) fueron parejas del ero­
tismo. En general, la actitud de los surrealistas fue reticente
respecto a la procreación y su crítica a las familias que los
domingos pasean su aburrimiento con abuelos, tíos y suegros

7 Kristeva, J., “Bataille, l'expérience et la pratique”, en Bataille, Bar-


thes, R. y ait., dirección Philippe Sollers, Pans, 10/18,1973, pág. 269. 8 Bataille, G., H.E., pág. 121.

170 171
se caracterizó por su acidez. Respecto a esta actitud, recorde­ Pero el varón no se resignará fácilmente a ser esclavo
mos que Michel Leiris afirmó en su obra autobiográfica: de la especie y del orden social que él mismo ha construido a
“Siendo adulto, nunca pude soportar la idea de tener un hijo, lo largo de la Historia. El “mueble” y el “ladrillo” adquieren
de traer al mundo a un ser que, por definición, no lo pidió y perfiles maléficos. Se acusará a las mujeres de ser pilares del
terminará fatalmente por morir, después de haber procreado a orden establecido. De esta manera, el sistema patriarcal es
su vez”9. En cambio, Bataille se limita a separar el ámbito re­ concebido como matriarcal. Se trata de una inversión fre­
productivo del erótico en una actitud que tiene una larga tra­ cuente en los análisis de muchos intelectuales críticos (y tam­
dición patriarcal. bién, a menudo, en amargos comentarios del hombre co­
Si la esposa es, en términos de Bataille, un “ladrillo” o un rriente) que acusan al colectivo femenino de poseer secretos
“mueble” más de la casa, su estatuto no es, evidentemente, el poderes por los que manejaría a la sociedad entera.
de sujeto de un contrato sino el de objeto definido por su fun­ Tal denuncia es muy antigua y la encontramos, incluso,
ción en el orden social. Este enfoque no es en absoluto nove­ en pensadores que abogaron por los derechos de las mujeres,
doso y parece calcado de la misma ética griega. como es el caso de Diderot12, el cual se pregunta si no habrá
Destaca Foucault101que las relaciones de marido y mujer un complot femenino, una liga que, a la manera de los sacer­
son tratadas en los escritos económicos de Jenofonte asimi­ dotes, transmita los conocimientos necesarios para controlar a
lándolas al arte político y militar: es el arte de dirigir a los los varones con las artes de la hipocresía.
otros en el que el marido debía ser un pedagogo para la mu­ Los dos modelos de mujer que Celia Amorós encontrara
jer. La premisa de la que se partía era la de una ley natural en Kierkegaard13, reaparecen en la teoría de Bataille y sus va­
que indicaba los ámbitos correspondientes a cada sexo: el in­ riantes poéticas: por un lado, la mujer negativa o proyección
terior, la casa, pertenecía a la mujer y el mundo exterior al masculina ideal que ayuda al hombre a crear espiritualmente
hombre. La Erótica, en cambio, era el arte de la conducta del (Simone de Historia del ojo, Nadja de Bretón, por no citar
hombre adulto y el muchacho en sus relaciones amorosas. más que dos, entre infinitos ejemplos e innumerables autores),
“Eros” también podía estar presente en la relación con una por otro lado, la mujer positiva, lastre que domina al hombre
mujer pero no era esencial porque en las relaciones hetero­ y lo ata al mundo sensible y finito, cargándole de hijos y ocu­
sexuales había otras cosas que unían ya a la pareja: oikos, la paciones inauténticas.
casa, y la descendencia. Si reemplazamos al hermoso joven Porque aunque la mujer sea considerada ontológicamente
griego por la prostituta, veremos que el lugar de la esposa no inferior e insignificante, tiene el mérito de inspirar espiri­
ha cambiado: “El aspecto de una esposa no puede tener el tualmente al hombre, siempre y cuando éste sea capaz de
sentido del erotismo: tiene el sentido de la vida común de los mantener con ella una “relación negativa”, es decir, una re­
esposos en su conjunto”11, vida común y cotidiana en la que lación con la Idea y no con una mujer concreta, ya que el lazo
no hay lugar para el acto soberano de afirmación radical de matrimonial convierte a la joven en un lastre. Así, el rechazo
la libertad del sujeto. del matrimonio transforma la relación en “místico-estética” a
través de la ruptura. La unión se realizará en el recuerdo. La
melancolía será utilizada por el varón para librarse de las
9 Citado por Alexandrian en Les libérateurs de l’amour, Paris, ed. du
Seuil, 1977, pâgs. 244-247. 12 Diderot, D., “Sobre las mujeres”, en Escritos fdosóficos, ed. de F.
10 Foucault, M., L’usage des plaisirs, op. cit. Savater, Madrid, Editora Nacional, 1975, págs. 235-236.
11 Bataille, G., H.E., pâg. 131. 13 Amorós, C., Sóren Kierkegaard..., op. cit., pág. 59.

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responsabilidades éticas que entraña una unión estable. Habrá ción materna produce en el niño una identificación con el
entonces dos tipos de mujeres, las Nadja y las esposas: con sexo opuesto, los ritos de la pubertad se encargan de cortar
las primeras se alcanza la pasión pero rápidamente sobre­ tales lazos e inducir aquellas conductas agresivas que se con­
viene la ruptura, con las segundas se convive rutinariamente. sideran viriles y prestigiosas.
Las grandes efusiones sentimentales de las que este varón En la sociedad patriarcal moderna, estos ritos de ini­
es capaz tienen una función estética y cultivan un cierto ma­ ciación masculina han desaparecido, ai menos en su forma
soquismo y sentimiento narcisista de compasión para consigo tradicional, rígidamente establecida por las costumbres y la
mismo. La mujer amada es un fantasma que puebla las horas religión. Sin embargo, la subsistencia de los estereotipos se­
de soledad sin perturbar en lo más mínimo la organización in­ xuales implica una serie de conductas masculinas que dan co­
dependiente de su vida de hombre. El concepto genérico tiene hesión de grupo. Unen a sus integrantes diferenciándolos de
un enclave tan poderoso que le impide conocer a la mujer quienes no participan en sus rituales. Como señala Josep-Vi-
concreta en tanto persona y poder y, de esta manera, esta­ cent Marqués, “los varones han creado “androceos” o lugares
blecer con ella una relación que no esté prevista por la defini­ donde refugiarse solos, tales como el club inglés o rituales
ción de los sexos previamente establecida. para hombres solos, como las excursiones de caza o las peñas
Las caracterizaciones funcionales de “la” mujer se con­ futbolísticas”15. Por su parte, Kate Millet ya había observado
vierten en esencia y se cree percibir secretas corresponden­ que la camaradería masculina de la sociedad patriarcal se
cias entre esta última y el ritmo cósmico o las estructuras his­ basa siempre en el deporte y la guerra16. El etólogo I. Eibl
tóricas represivas. Eibesfeld destaca la subsistencia de los lazos que, proba­
blemente, unieran a los varones primitivos encargados de las
tareas cinegéticas en ese componente fuertemente emotivo
R it o s d e in ic ia c ió n g e n é r ic a de las asociaciones masculinas actuales, vínculo reforzado
por las aventuras vividas en común (caza, banquetes, etc)17.
Si dirigimos nuestra mirada a otras culturas, nos resultará También Edgard Morin se refiere al origen de la camaradería
sugestiva la correlación existente, en las sociedades pre-in- masculina al propugnar la hipótesis de que cuando se pro­
dustriales, entre rigurosos ritos de iniciación masculinos y duce el paso gradual de la sociedad primática a la paleo-so­
educación infantil y cuidados delegados en las mujeres14. La ciedad (proceso de hominización, postura erguida, enfrenta­
agresividad que se requiere en sociedades pre-estatales beli­ miento del pulgar a los demás dedos y abandono del bosque
cosas se obtiene a través de un corte drástico con la infancia, para ir a la sabana, probablemente impulsados por la sequía),
ruptura realizada en el momento de la iniciación que intro­ se debilita el principio de dominación-jerarquía propio de los
duce al varón en el mundo de sus iguales. Dado que la educa- primates en beneficio de una actitud de colaboración y con-
certación para las actividades cinegéticas. Se introduce así
14 Cfr. Harris, M., op. cit., págs. 509-514. Los estudios sobre correla­
ción entre los grados de severidad en los ritos de iniciación masculinos y
varios factores entre los que se cuenta la educación de los niños a cargo 15 Vicent Marqués, J., Osborne, R., Sexualidad y sexismo, op. cit.,
de las mujeres fueron realizados por John Whiting y publicados en 1969 pág. 44.
bajo el título de “Effects of Climate on Certain Cultural Practices” en En­ 16 Millet, K., op. cit.
vironment and Cultural 'Behavior: Ecological Studies in Cultural 17 Eibl Eibesfeld, I., Amor y odio. Historia natural de las pautas ele­
Anthropology, A.P. Vayda, ed., Natural History Press, Garden City, Nueva mentales de comportamiento, trad, de Félix Blanco, México, Siglo XXI
York, págs. 416-455. ed., pág. 155.

174 175
un principio cooperativo-socialista de organización. La com­ A la luz del concepto de género, se aclaran numerosas in­
petencia entre los machos adultos se debilita, afirmándose cógnitas, la similitud de conductas se manifiesta como signo
los lazos de amistad masculina (conservación creciente de de un entramado profundo, signo que no remite, únicamente a
los lazos afectivos de la infancia en individuos adultos). Pa­ una historia personal, sino a la coherencia de un sistema de
ralelamente, aparece una bio-clase o primera clase social, la categorías.
de los hombres, que monopolizan las actividades de la caza Definiremos este sistema, a la manera de Colette Guillau-
y su tecnología dejando a las mujeres la recolección. La evo­ min, como: “la faz mental de las relaciones concretas”20. Con
lución de cuadrúpedos a bípedos dificulta el traslado de las esta caracterización de los conceptos que articulan la relación
mujeres con la cría colgada en la espalda durante las expedi­ de los géneros, la socióloga francesa pretende destacar que
ciones de caza a la manera de las cuadrillas de babuinos que los conceptos mismos constituyen una relación social. No son
recorren la sabana. Esta clase de los hombres adultos con­ reflejos de las relaciones sociales sino una particular forma de
vierte a las hembras de las sociedades de homínidos en “me­ las relaciones sociales.
nores sociales, políticos, económicos y culturales”18. La conciencia de pertenencia al colectivo masculino in­
Es necesario destacar que el discurso sexista hace más cluye, de manera confusa o teóricamente elaborada, una con­
llevaderas las desigualdades de clase y de poder porque ofre­ cepción de la sexualidad como transgresión, como agresión y
ce “la mujer singular dominada y EL OBJETO TRANSACCIO- conquista propias del género.
NAL DE LA DOMINACIÓN, la condición del discurso de los que
son iguales en su superioridad a un tercero-segunda fuera del
discurso y sin discurso”19. La barrera de las clases sociales y La a n im a l id a d s a g r a d a
las determinaciones individuales adquiere cierta permeabili­
dad gracias a la pertenencia a un mismo colectivo: el de los En el capítulo precedente, nos hemos referido ya a la
varones. existencia de una identificación del varón con la Naturaleza.
Frente a las profundas simpatías masculinas u homofilia, Paradójica a primera vista, puesto que contradice la tradicio­
a menudo se dice que existe un índice de homosexualidad la­ nal adjudicación de la mujer al ámbito de lo natural, opuesto
tente. Esta explicación pasa por alto, en gran medida, la a la Cultura, esta caracterización de la virilidad manifiesta su
existencia de dos género-sexos con subculturas propias dife­ coherencia cuando examinamos la teoría de Georges Bataille.
rentes que los separan y fomentan las amistades intra-genéri- El hombre-Naturaleza de Bataille surge en el tercer mo­
cas. Por ello, creemos que tales sentimientos han de ser en­ mento de la historia de la sexualidad propuesta por este pen­
tendidos como producto de la identificación con su género- sador. No es simple inmediatez sino asunción voluntaria del
sexo, definido como el mejor y más importante. Este potencial de energía instintiva. Nace de un proceso de doble
fenómeno puede alcanzar altos niveles de contenido libidinal, negación: primitiva negación de la animalidad en tanto meca­
como puede observarse especialmente en los “androceos”. nismo ciego que ata al individuo a la especie y a su reproduc­
ción, y posterior rechazo de las barreras sociales de conten­
ción de la animalidad primitiva.
Si el rechazo originario de la Naturaleza había tenido por
18 Morin, E., El paradigma perdido, el paraíso olvidado. Ensayo de
bioantropología, Barcelona, Kairós, 1974, pág. 80. objetivo el olvido de lo precario del ser humano, de la carne,
19 Valcárcel, A., Sexo y filosofía. Sobre “mujer" y “poder", Barcelona,
Anthropos, 1991, pág. 116. 20 Guillaumin, C., art. cit., pág. 21.

176 177
para exaltar la parte espiritual, independiente de las necesida­ El caballo ha sido otra de las representaciones de esta
des animales, la transgresión lleva a lo divino, Inaugura la di­ animalidad sagrada del hombre-Naturaleza. No podemos de­
mensión de lo sagrado (lo prohibido), gracias a la liberación jar de recordar su tratamiento como arquetipo en el psicoaná­
“explosiva” de las fuerzas animales que interrumpe la mono­ lisis de Jung22, quien, reuniendo datos del folklore, la mitolo­
tonía de la vida servil. gía y los sueños considera a este animal como símbolo de los
Lo sagrado, para Bataille, no puede ser comprendido por elementos instintivos del individuo. El caballo sería una me­
el intelecto, el cual sólo pregunta por la utilidad de cada cosa. táfora de cierta parte del cuerpo humano y sus sensaciones: el
El intelecto se hallaría aquejado por el infinito malo hege- abdomen. Esta relación se haría patente en la figura de los
liano. La unidad del mundo sagrado, en cambio, es la unidad centauros transgresores que, como señala Roger Caillois23,
en la agitación violenta de lo prohibido y su transgresión, del amigo y compañero de aventuras intelectuales de G. Bataille,
horror y del deseo. Esta agitación es contrapuesta a la regula­ son manifestaciones de la hybris griega, portadores del carác­
ridad tranquila del mundo profano. ter “caliente” fecundante del acto sexual , el cual, por magia
Nos hallamos así ante una “naturaleza transfigurada” y simpática, comunicaba con las potencias cósmicas, dando a
sagrada porque es “el salto en lo desconocido cuyo impulso los excesos sexuales de las orgías su función de renovar el
es la animalidad”21. No podía ser menos, puesto que su pro­ mundo.
tagonista es el varón, género-sexo asociado a todas las insti­ Por último, recordemos el temible caballo blanco de la
tuciones y prácticas de reconocido valor eminente. Ocurre, mitología europea24. Criatura de la noche, ligada a los miste­
entonces, con la oposición naturaleza-cultura, lo que sucede rios subterráneos, fuerza de las sombras, es, sin embargo, li­
en el ámbito práctico. Así como las mujeres acceden a las beración de las ataduras de un orden falso. Señalemos que
profesiones cuando éstas se hallan devaluadas o su misma lle­ una leyenda lo vincula con Cronos, el tiempo, el cual habría
gada a ellas produce esa devaluación, el descenso de la razón engendrado dos demonios hipomorfos al cortar el miembro
en la cotización del mundo intelectual abandona la racionali­ viril de Urano. Imagen del movimiento, de la carrera enlo­
dad al colectivo femenino, reservándose los prestigios de una quecida que supera las fuerzas humanas, este caballo reuniría
irracionalidad genial. en sí el temor al cambio y a la sexualidad.

Desde antiguo, el toro pareció un adecuado símbolo de la


virilidad en tanto se trataba de representar a ésta como la S ig n o s g e n é r ic o s d e l o r d e n y e l d e s o r d e n

esencia del poder. Zeus fue concebido bajo la forma de un


toro. También con esta figura, el primitivo deus otiosus de los La rebelión que se expresa en esta animalidad viril sa­
súmeros fue relacionado con la lluvia que fecundaba la tierra, grada es doble. Por un lado, manifiesta una voluntad contes­
Diosa Madre, otorgándosele la función agraria genésica. In- tataria frente a las normas sociales de un mundo inautèntico.
dra y Rudra, su antecesor pre-ario, tomaron la apariencia del Por otro, el rechazo es aun más profundo, ya que afecta a la
toro, símbolo del espíritu combativo viril y las fuerzas de la necesaria aceptación de la contingencia y de la temporalidad.
sangre. Su culto incluía los ritos de iniciación de los jóvenes
en el momento de su ingreso a la “casa de los hombres”.
22 Jung, C.G., op. cit., pág. 269.
23 Caillois, R., L’homme et le sacré, París, Gallimard, 1950, págs. 152-3.
21 Bataille, G., H.E., pág. 81 24 Cfr. Durand, G., op. cit., pág. 79.

178 179
El varón transgresor no acepta la limitación que la exis­ des para difundir el uso del condón es “en el fondo mucho
tencia del otro implica para su propio yo. Este último es vi­ más represiva y reaccionaria que la de la Iglesia”26.
vido como esencialmente invasor, por lo que su desarrollo Estos varones transgresores se sienten decepcionados por
sólo parece posible a través de actividades de conquista y po­ la instrumentalización de ciertos medios en lo que debe ser
sesión. una ceremonia ontologizante de posesión. Decididamente,
Lo que le subleva no es, únicamente, un orden social ina­ con este varón transgresor no hay manera de salir de la alter­
decuado sino el mismo orden cósmico en tanto no le es dado nativa paradójica del “doble vínculo”: trampa de la especie o
alterarlo sino que, por el contrario, depende de él. El intento fría Atenea, nunca pueden las mujeres tener una actitud co­
de abandonar la temporalidad por medio del éxtasis responde rrecta fuera de la de desaparecer para siempre después del
al deseo de romper todas las cadenas. contacto sexual, a la manera de la anónima prostituta. Y aún
En esta búsqueda de la libertad total, comienza a ver en en ese caso, no deja de ser una figura maldita.
su compañera de ruta una manifestación más de Maya, la ilu­
sión que encadena el espíritu a los avatares de la carne. Un
odio sordo, una antigua desconfianza inspirará sus relaciones La é t ic a t r a n s g r e s iv a d e l p a t r ia r c a d o

con “la” mujer. Matrimonio y paternidad aparecen como la


caída en el orden establecido inautèntico. Con el erotismo transgresivo de Bataille, el contacto
Pero no hace falta que “la” mujer sea vista como respon­ sexual se establece en una zona de categorías ontológicas
sable de la caída del varón en los límites del matrimonio. definidas a priori. Los papeles son distribuidos de acuerdo a
También las reivindicaciones feministas de respeto a la per­ la pertenencia al género-sexo. La mujer es objeto del deseo y
sona serán consideradas como un injusto recorte a la sobera­ peligrosa trampa tendida por la Vida al varón-individuo. Pero
nía del individuo (que, por supuesto, es varón). De este éste no necesitará reprimir sus deseos a la manera de los san­
modo, podemos leer, por ejemplo, en la España actual, una tos varones cristianos, ascetas que veían en los placeres del
interpretación de la posmodemidad como “feminización” y sexo la pérdida de su más preciada libertad espiritual. Tam­
“puritanismo” que ha terminado con la sexualidad. Este pro­ poco se entregará al placer con la amarga convicción de ser
ceso se manifestaría, según Manuel Delgado Ruiz, en fenó­ manipulado por la astucia del Inconsciente. Por el contrario,
menos tales como la penalización del acoso sexual en el tra­ su estrategia ha de consistir en volver contra la mujer-araña
bajo, actividad erótica de probada “saludabilidad” que, por sus propias armas. Tendrá que eludir la sexualidad-trampa
consistir en relaciones, “como no puede ocurrir de otra forma, tendida por la especie o la sexualidad consensuada y “light”
debía implicar una forma u otra de insistencias y ensayos”25. de la sociedad democrática, en la transgresión soberana libe­
Otro de los signos de este proceso de “feminización” y muer­ radora. Así, Delgado Ruiz afirma que la única alternativa que
te de la sexualidad, siempre según este autor, sería la “hipo­ le queda al varón que busca sexo es “echarse al monte y con­
condría actual” que conduce a la generalización del uso de tinuar el combate por la satisfacción y el orgasmo empleando
los preservativos. Adhiriéndose a las tesis de Agustín García un sistema de guerrillas basado en la emboscada”27. A sus
Calvo, Delgado Ruiz sostiene que la campaña de las autorida- ojos, la desexualización y feminización de la sociedad es la
causa del aumento de los delitos sexuales. Por nuestra parte y
25 Delgado Ruiz y otros, La sexualidad en la sociedad contemporánea.
Lecturas antropológicas, Madrid, Universidad Nacional de Educación a 26 Ibid, pág. 79.
Distancia-Fundación Universidad Empresa, 1991, pág. 57. 27 Ibid, pág. 58.

180 181
al margen de lo tratado, nos podemos preguntar si aumentan nación. Así se expresa, claramente, en el artículo “Autoridad
los delitos sexuales o su denuncia y, en el caso de que hubie­ política” del primer tomo de la Enciclopedia: “El príncipe re­
ran aumentado efectivamente, si no sería una consecuencia de cibe de sus mismos súbditos la autoridad que tiene sobre
que las mujeres hayan abandonado el hogar y se desplacen ellos; y esta autoridad está limitada por las leyes de la natura­
más libremente que antes. leza y del Estado” (...) “Las condiciones de este pacto son di­
ferentes en los diferentes Estados. Pero, en todos lados, la na­
La concepción del falo como arma no es nueva. Las ar­ ción tiene el derecho de mantener a pesar de todo el contrato
mas con punta son isomórficas con el falo en numerosas cul­ que ha hecho”30.
turas. El cortar y traspasar propio de estas armas (contraria­ ¿Pero quiénes son los firmantes de ese pacto? Es el mo­
mente a las masas, por ejemplo, que aplastan) se hallan aso­ mento de recordar que las ideas ilustradas de igualdad, su im­
ciados a los esquemas de verticalidad y ascensión en los que pulso nominalista, llegó a generar un feminismo articulado
se da la lucha de los héroes solares contra los monstruos28. incluso a nivel teórico. Pero este feminismo ilustrado no pudo
Así, la espada de la justicia, y el falo en tanto le es asociado, imponer su dirección al proceso histórico. Las exigencias del
son símbolos del poder que separa el bien del mal. La vio­ marqués de Condorcet relativas a la inclusión de las mujeres
lación es concebida como alteración del orden femenino re­ en el derecho de ciudadanía31 no pasaron, en el momento en
presivo.
que fueran publicadas, de ser una utopía. La Declaración de
los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gou-
La violación se convierte en un acto ético tras la desapa­
ges condujo a su autora al cadalso durante el Terror.
rición del Supremo Varón, del Padre eterno celoso a quien no
se debe arrebatar las vírgenes. El pacto que inaugura la caída de las monarquías por
derecho divino es un acuerdo entre varones. Destaca Celia
“Dios ha muerto” (...) “Todos nosotros somos sus asesi­
Amorós32 que en el Leviatán se hace explícita la exclusión
nos” (...) “¿La grandeza de este acto no es demasiado grande
del colectivo femenino del espacio público al erigir a los
para nosotros? ¿No estamos forzados a convertimos en dio­
varones en únicos intérpretes válidos, exclusivos “portadores
ses, al menos para parecer dignos de los dioses?”29. Pero ya
del Logos” que, en tanto cabezas de familia, pueden interpre­
mucho antes de que este grito, hecho de orfandad y orgullo,
tar la voluntad de la mujer.
recorriera la Tierra, comenzó a producirse el traspaso de la
De esta manera, llegamos al “espacio de los iguales”:
soberanía de Dios a los individuos unidos por el pacto social.
“las relaciones de los varones entre sí, en tanto que patriarca­
Con el pensamiento de los filósofos de la Ilustración, la
les, constituyen el ámbito interclasista correlativo a una espe­
autoridad del Padre Eterno, concretada en el mundo en la fi­
gura del monarca por derecho divino, inicia una lenta dis­
gregación. El Dios personal se hace más abstracto hasta con­ 30 Diderot, D, Artículo “Autorité politique” de la Encyclopédie, ou
vertirse en el “Ser Supremo” de la Revolución Francesa. Dios Dictionnaire raisonné des Sciences, des arts et des métiers par une so­
ya no delega, como lo hacía con Bossuet, su poder a los prín­ ciété de gens de Lettres, Paris, Pergamon Press.
31 Condorcet, A.C., marqués de, “Sur l ’admission des femmes au droit
cipes. Ahora, la autoridad reside en el pacto que constituye la de cité”, en Journal de la société de 1789, 3/7/1790. Traducción espa­
ñola de Puleo, A., La Ilustración olvidada: el feminismo francés del si­
glo XVIII, de próxima publicación en editorial Anthropos.
28 Cfr. Durand, G., op. cit., pâgs. 179-187.
32 Amorós, C., Mujer, participación, cultura política y Estado, Buenos
29 Nietzsche, E, El Gay saber, Libro tercero, Obras complétas, Tomo
Aires, ed. de la Flor, 1990, págs. 26-27.
VI, Buenos Aires, Aguilar, 1949, pâg. 170.

182 183
cié de pacto juramentado por el que cada varón se reconoce sexual. Se convertirá en su representación misma, a la cual
para ser reconocido por el otro, al que a su vez reconoce, hay que vencer para liberar el deseo, alcanzando así la sobe­
como aquél que puede poder, como el candidato a la ocupa­ ranía.
ción de un ubi en ese espacio, rígido y metaestable a la vez,
que se autoconstituye al mismo tiempo como ordenador de
los otros espacios”33. U n a d if íc il c o n j u n c ió n d e i g u a l d a d y s o b e r a n í a

Aquello que no es sujeto del pacto será objeto a distribuir


por y entre los pactantes. Si la violación ya no puede ser ofen­ Bataille advierte que la desaparición del monarca del An­
sa a un Dios Padre, se constituirá en falta solamente cuando tiguo Régimen no implica la soberanía de todos los indivi­
lesione los intereses de otro varón, cuando sea un atentado a duos. Por el contrario, según su enfoque35, en el nuevo orden
su honor y propiedad. habría un retroceso respecto al anterior. En la sociedad bur­
La pérdida de importancia de la familia como núcleo de guesa, nadie es soberano y no existe siquiera una repre­
producción provocará nuevos reajustes en la ética. Pero la sentación del ser completo, de la soberanía, a la manera en
devaluación de las estructuras familiares tradicionales no se que lo era el mismo rey por derecho divino.
ve acompañada por una aceptación completa de las mujeres ¿Qué es lo soberano para el teórico de la transgresión? Es
como individuos. Como prueba de ello, nos remitimos al se­ lo feudal, lo sádico, la embriaguez del obrero. Soberano es un
gundo capítulo de este libro. acto gratuito, un acto puro sin presente ni futuro. Es lo sagra­
En tanto continúan estando marginadas del poder, las mu­ do, noción que ha desaparecido en la sociedad burguesa, có­
jeres no logran acceder a la categoría de individuo y siguen moda y cobardemente instalada sobre el principio de utilidad.
siendo percibidas como género. Por ello, su voluntad indivi­ Esta sociedad ha querido olvidar la muerte, ha deseado
dual es inexistente para el varón transgresor, que sólo puede ignorar la precariedad sobre la que vivimos, día a día, hasta
concebir el rechazo como resultado de la represión social. Por desaparecer en el torbellino de la indiferenciación, en el mo­
si fuera necesario insistir más aún, diremos con Amelia Val- mento en que se derrumban los limites del ser determinado.
cárcel que “reclamar la individualidad es el necesario golpe Sin embargo, el conocimiento de la muerte constituye la
en la base del estereotipo genérico”34. Aceptar, o incluso rei­ esencia de lo humano. Pero no es un mero saber teórico sino
vindicar como lo hace el feminismo de la diferencia, la defi­ una fascinación que dirige al hombre hacia el borde mismo
nición del género es resignarse a la imposición de una hetero- de su perdición. Existe en él una tendencia hacia la pérdida
designación. Y esta filósofa afirma que es tarea de la Filo­ de energías, un gusto por el consumo desenfrenado. Esta
sofía feminista el preguntarse por la construcción de los tendencia, propia de la soberanía, es absolutamente contra­
géneros, mostrarlos como constructos. ria, según Bataille, a las prácticas burguesas e inapresable
Mientras tanto, seguimos bajo la tiranía de las esencias. para el pensamiento propio de éstas: la razón asexuada
Cuando una mujer-género se niegue al deseo erótico de un occidental. La recurrente realidad misma de la guerra se en­
varón-individuo, el varón transgresor considerará que res­ carga de refutar esta razón débil, incapaz de dar cuenta de su
ponde a los imperativos obsoletos del sistema represor anti­ objeto36.

33 Amorós, C., “Espacio de las iguales, espacio de las idénticas...”,


art. citado, Arbor, núms. 503-4. 35 Bataille, G., La souveraineté, op. cit., pág. 298.
34 Valcárcel, A., op. cit., pág. 153. 36 Bataille, G„ H.E., pág. 91.

184 185
“De manera fundamental, la impulsión del hombre sobe­
rano hace de él un asesino. La muerte es la negación ilimitada ción erótica. Respecto a la moral griega de los aphrodisia,
del mundo de la práctica”37. La soberanía es la negación de lo este pensador habla de una “antinomia del muchacho” por la
prohibido, por eso Sade es su expresión extrema. Basándose que, si bien se considera que el joven puede ser un objeto de
en la interpretación que Maurice Blanchot hiciera de Sade, placer, el acto de penetración, concebido como posesión y
Bataille ve en la obra de éste último un descubrimiento fun­ dominación, resulta inconveniente para su dignidad futura de
damental: el erotismo implica la total negación de los parte- varón.
naires, la completa indiferencia acerca de sus intereses y sus Como podemos ver, la concepción misma del acto sexual
vidas. El falso principio de la soledad absoluta, principio que como negación del Otro se revela difícilmente compatible
no se cumple en ningún individuo, habría permitido a Sade con el pacto de los iguales fundador de la democracia.
mostrar la verdad de la relación entre el erotismo y el crimen. Para Bataille, como para Blanchot, la ternura y la co­
Debemos, sin embargo, destacar una importante diferen­ municación con el partenaire ocultan el hecho fundamental
cia entre Sade y Bataille. El pesimismo de Sade lo llevaba a de que el erotismo es tendencia hacia la destrucción, es odio,
un rechazo de la reproducción que se traducía en el consejo es fiebre que se opone al mundo ordenado y razonable de lo
dado a las libertinas de preferir la sodomía para liberarse de útil. Sólo la pérdida, el gasto inútil, la destrucción, dan felici­
las cargas de la maternidad. “No tengáis nunca hijos, nada da dad. El hombre soberano es un asesino en potencia. Por ello,
menos placer”38. Por otro lado, y esto es fundamental para el el erotismo está siempre relacionado con lo sucio, con la
tema que estamos tratando, en Sade no hay pacto entre los prostitución y, en último extremo, con el sufrimiento y la
hombres, entre otras razones, porque el varón es también ob­ muerte sádicas. Recordemos que esta caracterización de la se­
jeto sexual del libertino, cosa que no ocurre en Bataille que se xualidad constituía la otra tendencia surrealista. Así, Robert
muestra horrorizado por la homosexualidad. Desnos había publicado en 1927 una obra titulada La liber­
Nos parece importante recordar que Foucault39 observa tad o el amor en la que abundaban las alusiones al marqués
que en los textos que tratan del amor entre varones en la Gre­ de Sade y a Lautréamont. En ella, el crimen sexual, represen­
cia Clásica existe una macada dificultad para denotar la rela­ tado por la figura mítica de Jack el Destripador, es reivindi­
cado como acto revolucionario que la sociedad burguesa con­
dena porque es incapaz de comprenderlo. El famoso criminal
37 Bataille, G., Annexes. Œuvres Complètes, T. VIII, pág. 491. es calificado de “héroe sobrenatural” acusado por un tribunal
38 Sade, marqués de, Histoire de Juliette ou Les prospérités du vice,
T. I, Paris, 10/18, 1976, pág. 110.
de “viejos ciegos” y de “burgueses panzones”. Pero Desnos
39 Cfr. Foucault, M, L’usage des plaisirs, op. cit., pág. 243 y “Entre­ vaticina que una población “de gran cultura moral” recono­
vista a Foucault” en Homosexualidad, Literatura y política, Steiner, G. cerá finalmente su valor y le levantará una estatua, sus críme­
comp., trad. de R. Serratacó y J. Aguilar, Madrid, Alianza Ed., 1982. Fou­ nes serán llamados “obra de arte”.
cault no se interroga sobre el porqué de estos significados de superioridad De esta manera, el sadismo se presenta como la verdad
e inferioridad otorgados al acto sexual. Se limita a describirlos crítica­
mente. Señalemos de paso que el prólogo de Steiner apuesta por un esen-
del erotismo, como su punto máximo que está presente, sin
cialismo contrario a todo enfoque constructivista. Para Steiner, los homo­ embargo, aunque de manera velada, en la sexualidad del indi­
sexuales y las mujeres, marcados por la biología, serían particularmente viduo “normal”. En sus comentarios sobre Nietzsche y Tilo­
aptos para la creación dependiente de la imaginación y los sentidos mien­ mas Mann40, Bataille afirma que la voluptuosidad del mal es
tras que las teorías abstractas corresponderían al dominio exclusivo y pri­
vilegiado de los hombres.
40 Bataille, G., Annexes, T. VIII, págs. 57-60.
186
187
un valor soberano porque es vivida como completa inutilidad gredir las leyes irracionales de una sociedad injusta. Más allá
y como peligroso descenso a la corrupción, como abandono de este aspecto que podría tener caracteres de contestación a
del mundo puro construido por las reglas. una estructura que se rechaza, está la noción de mal como su­
Desde otra perspectiva, los teóricos de la escuela de peración del límite del propio yo, como voluntad de dominio
Frankfurt recuerdan que la piedad es error y pecado en Nietz- aniquiladora. El amor aparece como una forma del odio. No
sche porque se opone a la ley natural del predominio del más se trata de un odio por motivos particulares sino de un odio
fuerte. Con ello, Nietzsche retoma un tema tratado desde la ontològico nacido del sentimiento de otredad. El Otro es el lí­
virtus romana a Spinoza y la moral de la eficiencia contem­ mite y el deseo sexual es un intento de superar los límites del
poránea: la inferioridad de la conmiseratio comparada con el ser determinado para convertirse en lo que no se es.
valor viril. La piedad, a la que se considera típicamente feme­ En el sadismo, el dolor de la víctima confirma la potencia
nina, tiene, frente a la filosofía, un carácter deficiente en tanto del verdugo. La capacidad de imponer su propia voluntad en
es limitada y acepta la diferencia en su actividad misma. Así, la carne de un ser sometido concede al mal su apariencia so­
con su crítica, la filosofía presenta dos vertientes: por un berana.
lado, ha permitido la instrumentación del argumento para La acción solidaria, en cambio, es vivida como limitada,
convertirlo en injusticia y autoritarismo fascista, mientras la puesto que es un hacer que reconoce al otro y a sus ne­
piedad, descalificada, cede su lugar a la opresión reivindicada cesidades y placeres. “Porque la solidaridad impide que el
como un valor; por otro lado, las teorías pesimistas que reve­ hombre ocupe el lugar que designa la palabra “soberanía”: el
lan la identidad de razón y dominación serían más accesibles respeto de los hombres unos por los otros acarrea un ciclo de
a la piedad que las de los moralistas burgueses. El rechazo de servidumbre en el que no subsisten más que los momentos
la piedad en Nietzsche es negación de la resignación que subordinados y en el que, finalmente, nos faltamos a ese res­
acepta el mal y trata de paliarlo con medios limitados. peto puesto que privamos al hombre en general de sus mo­
Nos podemos preguntar porqué para Sade o Bataille el mentos soberanos (de lo más precioso que tiene)”41.
único acto realmente soberano es aquel por el que se realiza El fragmento de Historia del erotismo que acabamos de
el mal. ¿no es posible producir un acto libre a partir de una reproducir plantea el problema fundamental de la ética de la
afirmación del bien? ¿Qué son mal y bien desde esta perspec­ transgresión: el orden de una sociedad basada en la igualdad,
tiva? De manera rápida se puede responder a esta última pre­ la libertad y la fraternidad resulta incompatible con la necesi­
gunta diciendo que el mal sería todo aquello que perjudica al dad del hombre de afirmarse a través de un acto soberano, el
otro, aquello que no puede ser deseado por el otro. Esté es el cual, como ya hemos visto, implica la negación de los otros y
mal que provoca placer a los personajes de Sade. El bien, en­ tiende, incluso, a su destrucción.
tendido como virtud, es concebido como hipocresía o, en el El respeto de los derechos individuales reduce, según este
mejor de los casos, sentimiento de los débiles que perma­ punto de vista, a todos los hombres al estado de servidumbre,
necen sordos a los consejos de la Naturaleza. Esta es despia­ puesto que ninguno puede ser tratado como medio para satis­
dada con sus hijos y su ejemplo nos muestra el auténtico re­ facer los deseos negadores de otro. Todos son fin en sí mis­
sorte de la Vida: la destrucción. El bien con mayúsculas no mos y como tal se reconocen.
existe o, en todo caso, ha de ser interpretado por cada particu­ Así, el estado moderno que proclama la libertad y sobe­
lar como aquello que mayor placer le produzca.
Pero en esta nueva definición del bien, el mal tiene un lu­
gar de privilegio. Realizar el mal no es únicamente trans­ 41 Bataille, G., H.E., pág. 153.

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ranía de todos los individuos representa, en realidad, la impo­ dencia de las mujeres de la nobleza del Antiguo Régimen
sibilidad de todos sus miembros de acceder a la soberanía. La puede haber inspirado personajes como Juliette. No preten­
esencia del hombre es incompatible con una sociedad igua­ demos, de ninguna manera, hacer de Sade un feminista, sino
litaria. Esta idea se halla expuesta ya en la obra del marqués simplemente, subrayar cierta diferencia entre el sadismo de
de Sade. Sade y el de sus epígonos.
Señala Simone de Beauvoir42 que para los intelectuales Para Bataille, masoquismo y sadismo son características
de la Ilustración que habían reemplazado el orden divino por que corresponden, un poco por naturaleza y otro poco por
el orden natural, la Naturaleza aparecía como el Bien Su­ Historia, al sexo femenino y masculino respectivamente. Las
premo que debía guiar la conducta de los hombres. Sade, si­ variantes que pueda ofrecer la realidad sólo serán alteraciones
guiendo la tradición inglesa afirmó que la Naturaleza misma de la normalidad: “Dejo de lado la homosexualidad que no
contenía el mal. Y además, sostuvo la idea de que era nece­ aporta al cuadro general más que extrañas variantes de interés
sario imitarla. Tal actitud implicaba el descrédito de la moral secundario; y el masoquismo, que sólo me parece una altera­
universal que el hedonismo del siglo X V III pretendía instalar ción del carácter sexual, o sea, un hombre con conducta fe­
sobre la base de la armonización de los intereses particulares menina frente a una mujer de conducta masculina”43. Esta
y la general tendencia al placer. A pesar de que en algunos apreciación sobre masoquismo y sadismo coincide con las re­
pasajes, Sade parece adherirse al mecanicismo de La Mettrie, presentaciones surrealistas que, como señala X. Gauthier, di­
su concepto de Naturaleza no se reduce al de simple combi­ fieren de Sade porque el ejecutante es un hombre y la víctima
nación mecánica de elementos. La representa como una una mujer en la casi totalidad de los casos.
fuerza maligna que se complace en crear y destruir a sus cria­ Destaquemos, sin embargo, que generalmente, como en
turas. Por otro lado, la noción de libre arbitrio encuentra su este caso, tales precisiones respecto a lo propio de cada sexo
lugar en el elogio del crimen. aparecen en discretas notas a pie de página, con lo que este
El paradigma de la Naturaleza como violencia e injusticia discurso de Bataille sobre el erotismo aparenta, en una lectura
que se debe aceptar es característico del pensamiento de dere­ rápida, tener un alcance universal.
chas. Sin embargo, no le es exclusivo, ya que el patriarcado, Distribuida de esta manera la voluntad de dominio y
cualquiera sea su signo, también lo reivindica. destrucción, resulta más fácil solucionar el problema que se
Beauvoir interpreta las fantasías sexuales de Sade como plantea Bataille: cómo eliminar las guerras del panorama his­
medio simbólico de conservar un poder que la nobleza había tórico del futuro. Si, como en su teoría, el trabajo, la guerra y
perdido. Apoya su hipótesis en el hecho de que tales prácticas el erotismo extraen la energía de un mismo fondo de reservas,
no fueron exclusivas de Sade. Las orgías sanguinarias del du­ será necesario dar una solución conjunta a sus problemas.
que de Charoláis eran famosas en la época. El placer buscado Para Bataille, la primera condición de desaparición de las
era el que provenía de doblegar la voluntad de la víctima, guerras es la disminución del desequilibrio de los niveles de
vencer su resistencia, confirmando la autoridad del verdugo. vida entre los hombres. La segunda consiste en dar mayor
Quizás este carácter de reacción de la casta nobiliaria energía al erotismo ya que es necesario canalizar las energías
frente a la supresión de los privilegios explica la existencia de excedentes que, de otra manera, conducen a ese frenesí de
un gran protagonismo femenino en Sade. La relativa indepen­ destrucción llamado “guerra”. Si se cumplieran ambas condi-

42 Beauvoir, S. de, Faut-il..., op. cit., págs. 57-60. 43 Bataille, G., H.E., nota a pie de la página 144.

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ciones, se llegaría al final de la Historia con una sociedad sin sus intereses. Nuestro teórico del erotismo tiene profundas
grandes disparidades en los niveles de vida. Su forma expre­ creencias democráticas que le inspiran un gran respeto hacia
siva sería la actividad erótica. Tales son las conclusiones reu­ el espacio de los iguales inaugurado por la Modernidad. Su
nidas en el epílogo de Historia de del erotismo. problema es, justamente, el de preservarlo, eliminando de su
Como podemos observar, algunos de los planteamientos interior las tensiones originadas por las tendencias destructi­
centrales del Marcuse de Eros y Civilización están ya presen­ vas de la naturaleza maligna del hombre.
tes en Bataille. Puesto que ambos pensadores parten de la Será necesario, pues, el sacrificio de, al menos, cierta
unión de Eros y Tánatos, concluyen que la descarga de la parte del colectivo femenino. Estas sacerdotisas de Eros-Tá-
agresividad puede encontrar un cauce adecuado y relativa­ natos renunciarán a su condición de ser-en-y-para-sí, transfor­
mente inocuo en el erotismo. Siguen, al respecto, las líneas mándose en ser-para-otro, denigrado pero indispensable para
fundamentales de la teoría de Freud para quien la pulsión de que subsistan los aspectos puros de la totalidad concreta.
muerte aumenta su fuerza cuando la pulsión sexual dismi­ La idea de la prostituta como supremo lugar del vicio que
nuye por el efecto de la represión. Cuando los impulsos de preserva, con su existencia, los ámbitos de pureza no es muy
muerte se mezclan con los elementos eróticos son inofensi­ novedosa. Ya había sido expresada, entre otros, por San
vos, de lo contrario se vuelcan en el exterior bajo un com­ Agustín y Santo Tomás. Pero la relación se establecía, en es­
portamiento agresivo o se descargan contra el propio yo del tos pensadores, con las categorías de libertinaje y virtud. Ba­
individuo que intenta sofocarlos. taille, para quien Freud no ha pasado en vano, introduce el
En las conclusiones con las que Bataille eleva el ero­ tema de la canalización de la violencia. La idea central, sin
tismo a clave ontológico-política, no hay ninguna referencia embargo, ya había sido expuesta de forma mucho más clara
a los colectivos genéricos. Su lenguaje adopta una aparente por el mismo Sade que dice: “al hombre le gusta mandar, ser
neutralidad que olvida la diferencia de los sexos resaltada a obedecido, rodearse de esclavos obligados a satisfacerlo,
lo largo de todo el ensayo. Será nuestro, pues, el trabajo de ahora bien: en todas las ocasiones en que no deis al hombre el
establecer las conexiones que la coherencia lógica de su sis­ medio secreto de exhalar la dosis de despotismo que la natu­
tema impone. raleza puso en el fondo de su corazón, se arrojará para ejer­
Recordemos que el objeto erótico por excelencia fue de­ cerlo sobre los objetos que le rodeen, provocará pertur­
finido por Bataille como la prostituta, a la que otorga una im­ baciones al gobierno”44. La solución propuesta por Sade es
portancia fundamental en la formación de “nuestra” sensibili­ organizar la prostitución como válvula de seguridad del Es­
dad. Las protestas de ciertos espíritus “solidarios”, que no so­ tado. El espíritu “contestatario” de Bataille muestra su núcleo
portan las miserias de la prostitución, no harían más que profundamente conservador. Sin embargo, insistimos en una
disimular la hipocresía general. La prostituta es una figura diferencia entre ambos pensadores: en Sade, el varón como
clave de la civilización en tanto que receptora de la agresivi­ objeto posible de deseo elimina la hermandad de los varones
dad, de ese odio ontològico que encerraría el erotismo. mientras que la heterosexualidad de Bataille asegura la so­
En sus referencias a la esclavitud como intento de reducir beranía preservando un coto de caza femenino específico al
los hombres a objetos, Bataille afirma su convicción de que margen de la asociación necesaria entre iguales que se res­
tal tentativa se halla condenada, tarde o temprano, al fracaso petan.
ya que no es posible transformar en simple medio a un ser
que tiene su fin en sí mismo. La esclavitud será sentida siem­
pre por los opresores como una “ficción” que se acomoda a 44 Sade, Marqués, La philosophie dans le boudoir, pág. 135.

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Franz Fanón y el sociólogo negro Calvin C. Hemton con­
Junto a la figura de la prostituta, Bataille presenta a sus sideraron que los fantasmas masoquistas de la mujer blanca
heroínas que son, como destaca Alexandrian45, auténticas se hallaban en la base de las violaciones realizadas por ne­
“santas” que, soportando la repugnancia que les produce la gros. Los revolucionarios blancos apoyaron estas posiciones,
sexualidad y dándose por completo a ella, inician al varón en viendo en la violación un derecho insurreccional. Incluso en­
los misterios del goce en el suplicio. Son Simone, Charlotte, tre las mujeres blancas, militantes revolucionarias, hubo gran
Sainte y Mme Edwarda. Esta última, encerrada en un burdel, resistencia a analizar este tipo de agresión porque temían caer
sale de él vestida de blanco, como las demás heroínas, simbo­ en actitudes racistas. Theodore Roszak, advierte en su estudio
lizando así su eterna pureza, imprescindible para que pueda sobre la contracultura el peligro de esta tendencia a la amal­
ser mancillada una y otra vez. gama entre actitud contestataria y virilidad agresiva afir­
mando que “Cleaver, al igual que los neoizquierdistas, parece
El erotismo transgresivo ofrece, entonces, una posibi­ concebir la lucha por la liberación como acción específica de
lidad económica de alcanzar la soberanía. La violencia del hombres viriles” y denuncia en esta ideología “un aborrecible
asesinato será reemplazada por la “petite mort” del acto eró­ estereotipo sexual a un nivel de consciencia más hondo que el
tico, por la inmolación de la mujer en el abrazo sexual, sacri­ prejuicio de raza”46. También se refiere explícitamente a la
ficio sin consecuencias graves para el orden de los iguales, estética de la sexualidad transgresiva del grupo musical “The
dado que lo que se destruye es tan sólo el pudor constitutivo Doors” calificándola de “frenesí dionisíaco de pacotilla”47.
de la personalidad femenina. Al mismo tiempo, se termina En esta nueva ética de la transgresión, subestimada ahora
con la pretensión inautèntica de ciertas mujeres de ser inde­ la función de reproductora, “la” mujer recibe una nueva asig­
pendientemente de la potencia fálica invasora. La paz de­ nación en los espacios de poder de la sociedad ideal: será el
pende del libre acceso de los individuos del pacto al acto so­ medio por el cual la animalidad sagrada realice el prodigioso
berano. salto que le otorga su verdadero estatus humano, el estatus de
hombre soberano.
Siguiendo el trazado de la influencia de la teoría de la La antigua agresividad fálica de carácter filogenético pre­
transgresión de Bataille, llegaremos a Franz Fanón que sente en la monta ritualizada de los primates se perpetúa en la
considerará lo patológico como violencia catártica necesaria especie humana a través de la cultura. Entre sus manifestacio­
y eficaz en tanto es lucha del oprimido. Este pensador del nes menos elaboradas, podemos citar fenómenos comunes a
anti-colonialismo influyó, a su vez, en Eldridge Cleaver, teó­ distintos pueblos como la monta agresiva en los juegos de ni­
rico de los Black Panthers, fanoniano confeso que llevó a la ños, las maldiciones fálicas, ciertos ritos amenazantes, los di­
práctica su fe en el erotismo transgresivo. Cleaver afirmó co­ bujos fálicos contra el mal de ojo, etc.48 Recordemos que en­
menzar violando mujeres negras para especializarse y llevar a tre los primates, la presentación de los órganos genitales en la
cabo, más tarde, su transgresión de la sociedad racista.

46 Roszak, T., op. cit., pág. 79-80.


45 Cfr. Alexandrian, op. cit. Señalemos que Alexandrian formó parte 47 Ibid, pág. 90.
del movimiento surrealista y coincide con Bataille en poner a “la” mujer 48 Cfr. Eibl-Eibesfeldt, I., El hombre preprogramado... op. cit.. Entre
como centro de atención en lo que concierne al erotismo. Para Alexan­ los objetos culturales que la etologia ha mostrado como estrechamente re­
drian, Bataille habría reconocido su diferencia y su importancia sin caer lacionados con la agresividad fálica destacan las estatuas de los guardia­
en el “error” de Kate Millet y otras feministas que exigen la igualdad para nes de Bali y los amuletos en forma de seta del Japón.
un ser “diferente y privilegiado” en su sensibilidad.
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hembra reviste el carácter de un acto de sumisión. La pre­ Soberanía de los iguales gracias a la no inclusión de uno
sentación de la región anal de los machos inferiores a los supe­ de los géneros en los beneficios del pacto. La tierra de nadie
riores es un gesto de apaciguamiento imitado de las hembras. de las mujeres, a las que un sistema de alianzas familiares ca­
Sin embargo, la misma etología subraya que el contacto duco ya no protege bajo el nombre del varón propietario o la
sexual tiene una función vinculadora y no implica necesaria­ mirada constante y celosa de un Padre Todopoderoso, al no
mente una manifestación de agresión. Por lo tanto, la exacer­ hallarse constituida por individuos a los que se reconozca ple­
bación de su componente agresiva en determinados momen­ namente una voluntad autónoma, será concebida, en princi­
tos de la cultura humana responde a la dinámica misma de la pio, como propiedad pública. Todos han de tener libre acceso
dominación, a sus resortes políticos. a ella, con la ventaja, además, de que, al conservar todavía
Por otro lado, queremos destacar que el error que gene­ sobre sí vestigios de las antiguas prohibiciones, constituye el
ralmente subyace tanto a la aplicación de las observaciones espacio ideal del acto transgresivo, el cual implica conoci­
de la etología al ser humano en clave biologista, como al re­ miento de lo prohibido y deseado y afirmación de la libertad
chazo absoluto de toda posible explicación de lo humano del individuo soberano.
desde la etología consiste en creer que todas las conductas de
los animales superiores se hallan genéticamente determina­
das. Así, se ve la conducta animal como el ámbito del deter-
minismo y se pretende extender la pertinencia de esta expli­
cación a la especie humana (por ejemplo, Desmond Morris)
o, por el contrario, se teme tanto el biologismo reaccionario
que se opta por ignorar los datos preciosos que las especies
cercanas a la nuestra pueden ofrecer. El planteamiento co­
rrecto49, desde nuestro punto de vista, exige ampliar la expli­
cación culturalista a las especies animales superiores, puesto
que sus conductas ya son el resultado de mediaciones entre lo
biológico y lo social.

La relación de la agresividad fálica con situaciones de


poder y prestigio es tan estrecha que fascina a amplios secto­
res del género-sexo masculino con independencia de su signo
político y nivel cultural (compárese las lucubraciones metafí­
sicas de un Bataille con los mensajes correspondientes del
“hard rock” surgido de los barrios marginales de las grandes
urbes industriales). Esta agresividad puede erigirse, incluso,
en definición constitutiva del género, especialmente en un
momento de reafirmación de sus derechos.

49 Cfr. Morin, E., op. cit.

196 197
Tres momentos de un discurso

El discurso filosófico sobre la sexualidad que hemos ana­


lizado parece jugar con las tres primeras categorías de la ló­
gica hegeliana: Ser, Nada, Devenir. El pesimismo schopen-
haueriana ve en la sexualidad la manifestación más clara de
un Ser pavoroso y elige la Nada como la vía ética por exce­
lencia. La izquierda freudiana y una vertiente del pensa­
miento surrealista y contracultural confían en la sexualidad
como acceso al Ser auténtico y recuperación de la naturaleza
pulsional que garantice la llegada del hombre nuevo sobre los
valores de verdad y justicia. El erotismo de la transgresión in­
siste en el Devenir o alternancia del Ser y la Nada como com­
ponente fundamental de la experiencia sexual.
Al finalizar nuestro recorrido por las diversas formas que
ha tomado este discurso, nos parece posible diferenciar en él
tres momentos. En el primero, la sexualidad es astucia del
Uno-Inconsciente. En el segundo, la sexualidad es liberación.
En el tercero, la sexualidad es transgresión soberana.
Este esquema presenta los defectos propios de toda
simplificación pero no deforma, en lo sustancial, la realidad
de los complejos movimientos de ideas que pretende reflejar.
Desde cierta perspectiva, el orden de su enumeración puede
verse como una sucesión cronológica. Sin embargo, si aten­
demos a voces disidentes y a tempranos precursores, los tres
momentos se superponen, imbrican y llegan a coexistir.
199
Es importante destacar que a partir del primero, la mensa piedad surgida de la contemplación de la multiplicidad
sexualidad asume el papel de clave gnoseològica: revelación de seres sufrientes, de la terrorífica visión de una Voluntad
del Ser como energía infinita de la que los individuos son que se tortura y devora a sí misma, preside la decisión de
sólo máscaras transitorias. Conservará este carácter en los dos quienes, en contra de la tendencia de un Occidente sólida­
momentos siguientes. mente instalado en la metafísica del Ser, eligen la Nada como
Con la creciente sospecha de que el sustrato ontològico el supremo bien.
es ajeno a la razón, el filósofo detiene su mirada sobre una La convicción de lo absurdo de la existencia conduce,
parcela fenoménica tradicionalmente despreciada por el pen­ pues, a una denuncia de la sexualidad como trampa y culpa.
samiento especulativo. Schopenhauer y Edouard von Hart­ El énfasis cristiano en la culpa se traslada desde el placer a su
mann verán en la sexualidad la manifestación más clara de la consecuencia: la procreación.
fuerza impersonal carente de finalidad consciente que consti­ La auténtica culpa del hombre que se abandona a las
tuye el noumeno, la cosa en sí, la verdad del Ser. pulsiones sexuales reside en la responsabilidad que, en tanto
Así como la pluralidad e identidad de los individuos no ser consciente, posee respecto a la continuación de la serie del
son más que el fenómeno bajo el que se nos presenta la Vo­ dolor, del nacimiento y la muerte. Utilizamos aquí el término
luntad de Vida, una y única, la atracción sexual sólo es astu­ “hombre” en su habitual ambigüedad semántica por la que de­
cia de esta misma Voluntad, de ese Inconsciente cósmico que signa al varón y a la totalidad de la especie, pero también en
se sirve de las identidades individuales, su eterno presente, su sentido estrecho de género-sexo masculino ya que tanto
para perpetuarse más allá de los límites de cada generación. Schopenhauer como Edouard von Hartmann consideraron que
Serpiente cósmica de las mil cabezas evocada en los mi­ el Uno-Inconsciente se manifiesta con una forma y una inten­
tos de fertilidad, uróboros que resume en su círculo la dialéc­ sidad distintas en cada sexo.
tica de los contrarios, la mutua implicación de nacimiento y Según sus teorías, las mujeres se hallarían bajo el imperio
muerte, esta Voluntad de Vida o Uno-Inconsciente es empeci­ directo del Inconsciente, lo cual explicaría la existencia de un
nada energía que inspira a los individuos motivos que única­ instinto maternal frente a la probable ausencia del instinto pa­
mente contribuirán a multiplicar y eternizar el dolor. En bus­ ternal. Ellas sólo encontrarían la felicidad en el cumplimiento
ca de un placer efímero, los seres vivos actúan contra su pro­ de las leyes naturales.
pio interés, condenando a la prole a las mismas cadenas y Hemos seguido la argumentación de ambos filósofos en lo
miserias a las que han sido condenados ellos mismos al nacer. referente a las diferencias genéricas y hemos visto que se apo­
Pero si en animales y plantas el Inconsciente comandaba yaban en los estudios de medicina filosófica de la época. Esta
la acción sin interferencias, la complejidad del ser humano, conceptualización de las mujeres como organismos sometidos
provisto de razón especulativa y no meramente instrumental, totalmente a las exigencias reproductoras de la especie respon­
hace de la sexualidad no sólo clave gnoseològica sino tam­ dían, según lo han demostrado estudios recientes, a una volun­
bién clave ética. tad de exclusión de las mujeres del nuevo ámbito político de la
El ser que ha accedido a la comprensión de la verdad me­ democracia inaugurado tras la caída del Antiguo Régimen. He­
tafísica señalada por el pesimismo se ve colocado frente a mos contrastado las aseveraciones de estos médicos y filósofos
una encrucijada del obrar cuando el impulso sexual hace sen­ con estudios históricos recientes que demuestran que el
tir sus exigencias. pretendido instinto maternal natural de las mujeres hubo de ser
La renuncia, el rechazo a convertirse en medio de una fi­ reforzado desde el siglo XVIII y durante todo el XIX por un muy
nalidad ciega y cruel será un acto ético fundamental. Una in­ cultural discurso de filósofos, moralistas y médicos que repi­
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tieron una y mil veces que la mujer que no era capaz de sacrifi­ silencio final de un mundo en el que, como evocara Jules La-
car todo por la maternidad no merecía el título de “mujer” y forgue, reina la paz eterna, la muerte, el olvido.
constituía una degeneración de la Naturaleza.
De esta manera, asistimos a un proceso curioso por el Tras haberse instalado en el corazón mismo de la Metafí­
cual el colectivo femenino que ha interiorizado el elogio de la sica, el Inconsciente, y la sexualidad como su más clara ma­
maternidad rousseauniano se ve ahora denigrado por esta nifestación, continúan su avance invasor en todos los ámbitos
misma razón. Como podemos comprender por este giro valo- de la realidad. Hemos considerado este fenómeno como parte
rativo, la conceptualización del género-sexo femenino mues­ integrante de lo que Foucault llamara “dispositivo de sexuali­
tra una gran dependencia respecto a los avatares de la noción dad” o conjunto de disposiciones y discursos por los que las
de Naturaleza y el juicio que la procreación merezca en cada prácticas sexuales se convierten en esencia y el yo tiende a
época. Hemos encontrado otro claro ejemplo de esta depen­ ser identificado con ellas.
dencia, sobre él volveremos en su momento. Por otro lado, el Psicoanálisis y surrealismo (y con él la vasta creación ar­
mandato de limitarse a la función maternal y la condena a la tística que muestra su influjo), a pesar de sus diferencias en la
obediencia del mandato constituye un caso de situación para­ concepción del inconsciente, coinciden en un pansexualismo
dójica de “doble vínculo” esquizofrenizante. Hagas lo que ha­ que convierte a la sexualidad en Gran Significante y Gran
gas, me obedezcas o te subleves, siempre estará mal. Significado que es necesario descubrir en todo. La sexualidad
Puesto que, en la visión pesimista, la mujer encama con será la verdad del sujeto e, incluso, en la vertiente mística su­
mayor intensidad que el hombre las exigencias del Incons­ rrealista: vía real de acceso a lo Absoluto.
ciente, se verá en ella una nueva Eva por cuya mediación el En plena crisis de la razón, se revitalizan símbolos arcai­
error se reproduce indefinidamente. Máximo engaño de los cos en los que la sexualidad es percibida como hierofanía y
velos de Maya del mundo fenoménico, la mujer encadenaría contacto con lo Otro. Se otorgará el papel de mediadora a la
al varón a las leyes de la Naturaleza, a las fatigas del matri­ mujer concebida como Naturaleza. Esta nueva inflexión del
monio, concebido éste como institución natural en la que una pensamiento que asigna a la Naturaleza poderes redentores,
generación se sacrifica en aras de la siguiente. en una sociedad tecnificada sometida a la razón instrumental,
Hemos podido comprobar que el rechazo de la sexua­ constituye otro ejemplo de la dependencia del concepto de
lidad, el matrimonio y la procreación poseían un matiz dis­ mujer respecto al de Naturaleza.
tinto en Schopenhauer y Edouard von Hartmann. Mientras El par genérico recibe una formulación ontològica y gno­
que en el primero el repudio era categórico y total, en el se­ seològica acorde al nuevo espíritu que anima la cultura. Tras
gundo se vislumbraba un retomo de la esperanza que modera el fracaso histórico de la razón, se recurre a los valores
el anatema al justificar la sexualidad y la procreación durante “naturales” de la intuición y la bipolaridad genérica “hom-
el período histórico transitorio hasta la redención completa de bre/mujer” es acoplada a la oposición “intelecto estéril/intui-
la humanidad. Esta se produciría gracias al acceso a la ción”. Dentro de esta búsqueda de una solución a la crisis a
conciencia pesimista por parte de la totalidad de los seres través de un Otro femenino definido como intuición y sexua­
humanos. Ya no se trata, como en Schopenhauer, de la ini­ lidad, ha de ser inscrita la revalorización occidental de ciertos
ciación azarosa de unos pocos privilegiados al decepcionante aspectos del pensamiento oriental como los rituales tántricos.
misterio del Ser. Por ello, calificamos este pesimismo de El héroe contemporáneo, el hombre de la angustia exis-
“optimista”. La Historia inicia su regreso triunfal a la filoso­ tencial, puro logos despojado de la fe en un sentido de la vida
fía, aun cuando el contenido de la utopía sea ahora la Nada, el y de la Historia, busca un suelo ontològico en la pretendida

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inmediatez de una mujer que es también, en realidad, el fruto damento pulsional a la razón para superar la crisis relativista.
de las mediaciones por las que se constituyó el género-sexo En la nueva visión de la sexualidad, ésta ha sido des­
masculino. Esta imagen en negativo subyuga la fantasía de fi­ vinculada de la procreación. El descubrimiento de la astucia
lósofos y artistas que se verán tentados a recurrir a esta an­ de la Naturaleza deja su lugar a la denuncia de la astucia de
tigua reificación de los géneros para fundar un nuevo sentido. los poderes establecidos que reprimen las pulsiones para do­
Como Schopenhauer ya previera en el apartado LIV del minar y explotar a los individuos. Los valores se invierten y
Libro cuarto de El mundo como voluntad y representación, el deseo ya no es cadena ni servidumbre, sino poder revo­
era posible que hubiera filósofos que a partir de la compren­ lucionario.
sión de la desoladora insustancialidad del ser humano, a pesar Lo auténtico es lo pulsional y el yo aparece como una de­
de reconocer a la Vida como vorágine en la que el individuo formación. Desde este enfoque, la razón especulativa scho-
es siempre sólo un medio, no extrajeran las mismas conclu­ penhaueriana que conduce al ascetismo sólo sería una instan­
siones y terminaran por aceptar el destino trágico e incluso lo cia super-yoica represora.
reivindicaran con orgullo hasta el extremo de concebir con La sexualidad sigue siendo clave gnoseológica que nos
serenidad el eterno retomo de lo mismo. permite conocer nuestra verdadera identidad, valorada ahora
Así, tras el abatimiento experimentado al descubrir el ca­ de muy distinta manera. También continúa siendo una clave
rácter irracional del fundamento ontològico y la insignifican­ ética por considerarse que permite la realización del ser autén­
cia del individuo, la autoconciencia se refugia en una orgu- tico de cada individuo y de la colectividad.
llosa reafirmación de la finitud y del poder de la Vida. En la Comparando la teoría del orgón, materia primordial de
línea iniciada por Nietzsche, se intentará proceder a una des- Wilhem Reich, con la filosofía de la Historia de Edouard von
mitificación o genealogía reveladora de la nulidad de los va­ Hartmann hemos podido comprobar que, a partir de un mis­
lores tradicionalmente reconocidos, acusados ahora de ser mo postulado (el de lo indiferenciado como auténtica reali­
enemigos de la Vida. dad), se produce, con Reich, un abandono de la idea de apatía
La autoconciencia de ser parte de la Naturaleza y estar valiosa, pero existe una continuidad en el objetivo de disolver
condenados al sufrimiento, autoconciencia que llevara en un las individualidades percibidas como ilusión fenoménica. El
primer momento al deseo de autoaniquilación y a la condena extremo de esta tendencia estaría dado por Deleuze y Guattari
de la sexualidad percibida como astucia del Inconsciente, con su noción del inconsciente maquínico revolucionario.
transforma su ánimo desilusionado en tarea de desmitifica- Pero mientras que los pesimistas aspiraban a la disolu­
ción y reconciliación con la Naturaleza. ción del yo en el reposo de la Nada, el pensamiento que se
De esta forma, se instala plenamente el segundo mo­ impone con el mayo francés busca la disgregación del yo en
mento del discurso sobre la sexualidad iniciado con el surrea­ la multiplicidad del Ser-deseo, puro dinamismo del incons­
lismo y el psicoanálisis. Será la izquierda freudiana quien ciente.
haga de las pulsiones sexuales el motor de la esperada revolu­ A esta nueva configuración de la utopía, sueño de la uni­
ción socialista. La vida instintiva asegurará la aparición del dad primitiva y del erotismo en libertad, corresponde la
nuevo sujeto revolucionario. reelaboración hecha por Reich de la hipótesis del matriarcado
Con ello, la izquierda freudiana realiza un cuádruple in­ originario propia de la tradición marxista inaugurada por En-
tento: renovar la teoría marxista, explicar los motivos anture­ gels. Aunque su realidad histórica fue desmentida por la in­
volucionarios de las masas, denunciar el socialismo burocra- vestigación antropológica contemporánea, los planteamientos
tizado y —lo que es propiamente filosófico— dar un fun­ teóricos del feminismo de la diferencia continuaron fieles a
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esta línea al seguir postulándolo como aurora de la especie en un sadismo natural que, en tanto manifestación de la libido,
el convencimiento, erróneo a nuestro parecer, de que toda es también revolucionario rechazo del principio de actuación
reivindicación y exigencia de cambio social había de ser fun­ que rige la sociedad capitalista. El Foucault de Historia de la
dada en el prestigio de una verdad del origen. locura reivindica la sexualidad sádica que, junto con la pér­
Marcuse tomará el paradigma ilustrado de la Naturaleza dida de la razón, recibirá el título de experiencia cósmica.
y hará de las mujeres las representantes privilegiadas de Eros. Filósofos y artistas insistirán en el lado siniestro del in­
Anunciará, también, el fin próximo del patriarcado, período consciente. Frente a la violencia institucionalizada y enmas­
que consideraba necesario pero provisional en la evolución carada, el intelectual rebelde se ve tentado a oponer la violen­
de la humanidad. cia del desorden. Eros y Tánatos vuelven a unirse en un lazo
De esta manera, el discurso revolucionario sobre la tenebroso que el arte de inspiración psicoanalítica recrea en
sexualidad se vale de categorías resultantes de un proceso de sus nocturnas criaturas monstruosas.
reificación por el que los sexos son definidos sin tener en La expansión de este discurso de la sexualidad permite a
cuenta el sistema de relaciones sociales que los constituyen. su vez que estas creaciones artísticas sean interpretadas por
Tomando como punto de partida la diferencia biológica, todas una crítica derivada del psicoanálisis, el cual reafirma sus pro­
las demás diferencias existentes entre los géneros se conside­ pias posiciones al descubrir en el arte aquello que el arte ha to­
ran “naturales”. Concebidas como género, las mujeres son mado de él. El círculo interpretativo se cierra sobre sí mismo.
pensadas como lo Otro, lo “viscoso” y lo “blando” sartreano A diferencia de la cultura griega clásica, que no daba un
ajeno a la razón instrumental dominadora. Serán ahora la li­ lugar especial a la sexualidad y colocaba sus placeres entre
bido que retoma como amasadora violencia. Siempre ligadas los de la comida y la bebida, aconsejando para todos ellos el
a la sexualidad en el imaginario filosófico, las mujeres se mismo ideal de mesura, el discurso contemporáneo, fiel a la
convierten en las necesarias Ménades destructoras, en la en­ noción de sexualidad como clave gnoseològica y ética, le
camación misma del deseo destinado a ejercer el no sagrado concede un tratamiento especial y una importancia sin prece­
transnihilista de la época de Zaratustra que supere la negación dentes. Eros se convierte en lo amenazante, en el aspecto
nihilista de la vida y avance hacia la afirmación dionisíaca sombrío de Dioniso, el cual ya no es la embriaguez lúdica
del devenir. que J.P. Vemant opone a la interpretación contemporánea de
Sin embargo, la pregonada negatividad necesaria de este este culto griego, sino la locura y la muerte.
nuevo sujeto revolucionario no deja de despertar angustias en
sus mismos heraldos. El énfasis en la violencia del deseo y en los componentes
agresivos de la sexualidad consagra, en realidad, un para­
Al servirse de las categorías reificadas de género-sexo, el digma patriarcal, una visión esencialista de la sexualidad que
discurso de la liberación de la sexualidad permitirá, sin ha­ encubre, bajo una interpretación metafísica, la dialéctica con­
berlo pretendido, la progresiva reintroducción de los fantas­ flictiva de los colectivos genéricos.
mas patriarcales propios de una sociedad a la que pretendió De pura luz y fraterna unidad liberadora reichiana, la
transformar de raíz. sexualidad pasa a ser presentada como fuerza tenebrosa, ani­
Así, Marcuse que, inspirado por la lectura de Sartre, ha­ malidad amenazante, voluntad de poder indisociable de la
bía visto en la sexualidad una cosificación liberadora que res­ pulsión de muerte. Pasamos así al tercer momento del discur­
pondía al principio del placer contra el principio de actua­ so de la sexualidad, representado tempranamente en su cús­
ción, distinguirá un sadismo de origen cultural y represivo de pide contemporánea por Georges Bataille.
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Este tercer momento comparte elementos de los dos que transgresión en la que el sujeto se acepta como devenir pero
expusimos anteriormente. Del pesimismo conserva la visión rechaza la inscripción en la serie genealógica.
negativa de la sexualidad en tanto ésta se le aparece como re­ El reconocimiento de la Vida como vértigo aniquilador
velación de la materia indiferenciada y el caos al que nos genera un intento de identificación con ella, tal como lo dese­
condenará la muerte. El impulso sexual superaría, con su po­ ara Sade, según la lectura que del marqués hiciera Maurice
deroso imperativo, los límites y el orden de un mundo hu­ Blanchot. Para Bataille, la literatura y la relación hetero­
mano que ha elegido olvidar su origen animal y su trágica sexual son versiones cotidianas, accesibles a todos, de los crí­
finitud. menes sadianos por los que el sujeto se afirmaba como so­
Pero con el discurso de la sexualidad liberadora comparte berano.
la aceptación de la sexualidad y el valor que le atribuye como Con el erotismo asimilado a un sacrificio ritual en el que
realización del individuo. el sacrificador es el varón (naturalmente sádico) y la mujer
Recordemos que Bataille distingue entre sexualidad y (naturalmente masoquista) es la víctima, se cumpliría el obje­
erotismo, entendiendo por la primera la pura inmediatez del tivo más profundo del deseo: la destrucción de su objeto, la
inconsciente personificado en las Ménades y por el segundo, abolición del ser-otro que constituye su límite.
el fruto de una realidad mediada por las prohibiciones. El erotismo es elevado a la categoría de realización del
Esta oposición de sexualidad y erotismo debe ser anali­ sueño filosófico de la unidad de sujeto y objeto, imposible de
zada desde el punto de vista de las categorías de género. Así, alcanzar en el plano del logos. Por el erotismo, el hombre al­
según la Historia del erotismo de Bataille, la sexualidad canzaría una vivencia que ha desaparecido en la sociedad
correspondería al enfrentamiento de la mujer-Naturaleza y el burguesa desacralizada en donde toda experiencia es reducida
hombre-Cultura. La esclavitud de la Vida, denunciada por los a cadenas causales, según el mecanismo propio de la razón
pesimistas, fue eludida por el hombre que construyó un instrumental.
mundo de pureza preservada por normas que restringían la En el erotismo o sexualidad transgresora, se consumiría
sexualidad y la obligaban, al menos, a permanecer oculta en la “parte maldita”. La liberación de la energía que tiende a la
la oscuridad de lo privado y la noche. destrucción eliminaría, así, el peligro siempre latente de las
Una vez liberado, aunque sea parcialmente, del imperio guerras. Según Bataille, la paz sólo será garantizada por un
de los sentidos, el hombre experimentó las reglas que él mis­ mayor equilibrio en los niveles de vida de los hombres y una
mo había creado como un nuevo límite y deseó a la Natura­ menor disparidad en el acceso a la soberanía a través de la
leza, antes temida y repudiada. De esta manera, nació el ero­ experiencia erótica por parte de los varones.
tismo o sexualidad negada. En él, un hombre transgresor que El espacio de los iguales, inaugurado por la revolución
encama la animalidad sagrada o sed de infinito y consecuente que derrocó a la monarquía por derecho divino para instaurar
negación de todos los límites, se rebela contra un orden el derecho basado en el contrato, conserva, así, la posibilidad
“matriarcal”, inautèntico y anti-sexual. para cada varón de experimentar el ser soberano en la “petite
Bataille también coincide con los pesimistas en el con­ mort” del éxtasis sexual.
cepto de la Vida como ciego poder de destrucción y regene­ La relación heterosexual aparece como el último y pre­
ración pero, mientras que con éstos asistíamos al rechazo ho­ cioso vestigio de la relación del señor y el siervo en la que el
rrorizado, hay en el pensador francés una aceptación nietzs­ primero puede experimentar y ver reconocida su soberanía.
cheana desafiante y una continuidad de la tradición libertina. Es experiencia cósmica también, en la medida en que revela
Si el pesimismo elegía la Nada, Bataille se decide por la el Ser como poder, experiencia posible en el marco de una so­
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ciedad democrática en tanto no desaparezcan ni la oposición la correlativa reificación de la sexualidad. El impacto del fe­
genérica ni el objeto erótico simbólico que, para Bataille, es minismo, tanto en las ciencias como en la sociedad, entraña
la prostituta o esencia de lo femenino. necesariamente la revisión y superación de la dialéctica de la
Esta teoría del erotismo transgresivo resume y da aires de sexualidad que hemos puesto de manifiesto.
modernidad a la vieja concepción patriarcal de la sexualidad, Podemos afirmar con el último Foucault que se suele lla­
originada probablemente en primitivas conductas de monta mar “sexualidad” a un complejo resultado de infinitas media­
agresiva, filogenéticamente determinadas, hoy observables en ciones y complejas relaciones de poder. La sexualidad no nos
los primates. Planteamos la hipótesis de que este significado otorga ya la clave de nuestro ser ni es revelación ontològica
haya llegado hasta nosotros a través de la cultura que, como privilegiada. Pero más allá de Foucault, vemos un movi­
para muchas otras conductas, suplantó la determinación gené­ miento dialéctico del discurso filosófico sobre la sexualidad
tica asegurando las mismas funciones. que responde en gran medida a la dinámica conflictiva de las
La difusión de la teoría del erotismo transgresivo a través relaciones entre los sexos. El tema en el que la Filosofía
del arte y la entusiasta aceptación acrítica que recibió por muestra con mayor claridad su sesgo patriarcal es el de la
parte de intelectuales que se querían a sí mismos progresistas sexualidad. Que ésta se convirtiera en un punto central de las
pueden explicarse por su adecuación a las relaciones vigentes discusiones contemporáneas no puede ser un fenómeno ajeno
entre los sexos y por su exaltación del vínculo intragenérico a la crisis del secular paradigma de dominación masculina.
masculino en un período que Celia Amorós calificó de “crisis
de legitimación patriarcal”.
Hemos afirmado que los tres momentos del discurso so­
bre la sexualidad que distinguimos coexisten y suelen imbri­
carse unos en otros en la conciencia contemporánea.
Más allá de las elaboraciones organizadas y sistemáticas
del filósofo, los fragmentos de discurso se confunden y con­
viven a pesar de las contradicciones que los separan.
Por si fuera necesario, repitamos una vez más, con el
Foucault de La volonté de savoir, que la sexualidad es una
construcción. En ningún caso se trata de un dato inmediato,
de una instancia originaria fundante.
Por otro lado, el mito que la interpreta es, como ya seña­
laran Adorno y Horkheimer respecto a todo mito, un bal­
buceo de la razón dominadora y no una alternativa a esta últi­
ma. El mito ya es la razón misma que, por medio de símbolos
y relatos, intenta clasificar y ordenar la naturaleza para con­
trolarla.
Hemos insistido en la reificación de los conceptos de gé­
nero-sexo con que se opera en los tres momentos del discurso
contemporáneo sobre la sexualidad analizados. Este fenó­
meno de reificación de los géneros implica, inevitablemente,
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Prólogo............................................................................. v ii

Introducción .................................................................. 1
Capítulo I: L a s e x u a l id a d c o m o c l a v e o n t o l ò g ic a ................... 5

Capítulo II: L a m e d ia d o r a ............................................. 61


Capítulo III: U n r o m a n t ic is m o p s ic o a n a l ít ic o ................... 101
Capítulo IV: E r o s o e l poder d e la s so m bras .................... 131
Capítulo V: U n a g n o s e o l o g ìa y u n a é t ic a d e l a t r a n s g r e s ió n 165

Tres momentos de un discurso ........................................ 199


Bibliografía ................................................................... 213
Cülii: lu p e rsp e c tiv a con »tru ctivi»la foucau lliu itu , «*»lu

D o b ra ex a m in a lu» principale» uvular«'» «I«- lu con -


rcp tiin lizaciô n d r lu æ x u id id a d en In filo so fía n m -
h 'in p iiriiiiru y «il rid iirión ru n lu Inn inentndn cri*i« d r lu ra-
/.«»II. P r r u »il t'iifu ip ir in rlu y r una dim ensión aii« rn le en
F u iira iill: «*l uuál¡»¡» «I«' (it'iicru p ro ve n ien te «Ir la fiioHofiu fc-
m inista.
Kl re r o r r id u p a r ir «Irl |M-»imi»mo d r S c h o p e n h a u e r y
K. Vun llu rtiiiu n n . ninnimi«» p articu larísim o rn «pir In scxun-
lidnd h a r e »11 rn lrm la triu nfal rn r l rani|»n d r la F ilo so fía al
r o n v r iiir » r rn ca te g o ría finiduinrulH l «i«' la M etafísica ru n la
u»ci«in d r ln rn n » r ir n lr . I.a uii»nia d in â iiiira d r lu lti»loria
d rl |M'ii»uiui«'iilu r o n d u r e a un segund o liiln fiiin lan u 'iilal: lu
rrr u u r iliu r iù u cuti la Vida y r l »e.xu q u e , ru n N ietzsch e, r l
su rre a lism o y fig u ra s ru m o W. R r ir h y H. Marni»«*, d esem -
Imm' u rn r l |in i» a n iim tn co n te stata rio «l«*l m ayo fran«1«*».
Fina Imeni«', r l ro n re p to «Ir e ro tiam o «le G eo rge» liu tu illc,
»11 lin n ilirr trun»grc»«»r <|ur r iir a r n a lu uniiiiuliilutl «abrada o
»rd «le in fin ito , »un rxuniinad«»» r u «u» rrlu<*iuur» ru n rl
niur«|u<*» «K* Sa«lr y rn «u »¡gnificuei«»ii «*n laut«» pr«»yerlo |h»-
litico d«'l p a tria rc a d o nuM lrrno.
r o im i lia «rñ alad u C elia Amur«»» u prnp«í»¡lo «Ir «'»Ir li­
b ro . " la re c o n stru c c ió n «!«■ la liiftii'a p a tria rc a l «Ir I«»» Irr»
m nnientn» r» «I«' una o rig in alid ad im pci able y uu» rr» tilu y r
en »11 o rg a n icid u d , »i »r q u ie r e r i d e sp lieg u e d ia r r ó n ir o — <>.
«i se p r e fie r e , la inteligibilidad » in rrú n ira — d r este c«»ns-
p r r lo ru yo» "lig a m e n to * n a tu rales” — co n io la» ru yu n tu ra»
d«d a v e q n r Irin rb a r l b u rn r n r in r r o d r l F ed ro — rcm ilen a
la m airi/, «ailiana (anti-geneulogism o n iilila n lr. lib cru cion

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