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INSTITUTO DEL SEMINARIO MAYOR “SAN JOSÉ”

PROFESORADO DE FILOSOFÍA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORANEA

WILHELM DILTHEY
Y LAS CONCEPCIONES DEL MUNDO.

Alumno: MIGUEL, Axel Profesor: AYALA, Cesar.


Año: 2002 Curso: 3° Filosofía
1.Historicismo. Wilhelm Dilthey- (1813-1911).

Figura como el fundador y principal representante del movimiento


historicista alemán, que llevó a una mayor profundización del problema de la
historia.

Nace en Biebrich (Renania), hijo de un pastor de la iglesia protestante.


Estudió en la Universidad de Berlín, donde en 1865 era ya docente privado de
filosofía. Fue sucesivamente profesor en Basilea (1867), Kiel (1868), Breslau
(1871), hasta ser llamado de nuevo, en 1882, a Berlín como sucesor de Lotze en
la cátedra de Historia de la filosofía. Tuvo la fortuna de ser contemporáneo de las
mayores celebridades entre los historiadores alemanes que brillaban en Berlín,
como Mommsen, Burckardt, Zeller y otros muchos filólogos y etnólogos, a
quienes él alaba como constituyendo “la escuela histórica” y que elevaron esta
ciencia al grado de saber autónomo. Y él mismo fue, ante todo, un historiador que
trabajó toda su vida en una historia universal del espíritu europeo. De ella son
fragmentos los estudios Vida de Schleiermacher (Berlín 1867-70), sobre el
Renacimiento y la Reforma en Concepción del mundo y análisis del hombre en
los siglos XV y XVI (1891-1900), sobre el Romanticismo en Das Erlebnis und die
Dichtung (Leipzig 1905), sobre otros numerosos escritores y poetas alemanas y
sobre la estética moderna en Las tres épocas de la estética moderna (1892). Con
estos y otros escritos menores que publicaba casi siempre en las revistas
“Philosophische Monatshefte” y en los “Archivs” de la Academia de Prusia y de
Historia de filosofía, adquirió un enorme bagaje de formación cultural del que
alimentaba su especulación filosófica.
Simultaneando con los estudios de investigación histórica iba elaborando
su pensamiento teórico. Se inicia con el trabajo de habilitación Versuch einer
Analyse des moralischen Bewusstseins (Berlín 1864) y la obra básica, Einleitung
in die Geiteswissenschaften (Leipzig 1883). Otras obras principales son Ideen
einer beschreibende und Zergliedernde Psychologie (Berlín 1894), Beiträge zum
Studium der Individualität (1896), Studien der zur Grundlegung
Geiteswissenchaften (1905), Das Wesen der Philosophie (1907), Der Aufbau der
geschitlichen Welt (1910), Die Typen der Weltanschauung (1911), con otros
numerosos esbozos fragmentarios, cartas y escritos póstumos que forman el
abigarrado Corpus Diltheyano.

1.1 Filosofía vitalista e historicista:

Sin poder detallar muchos aspectos del enmarañado sistema diltheyano,


debemos caracterizar todo su pensamiento como una filosofía de la vida y
englobarlo primariamente dentro de las filosofías de la vida. Su actitud y método
trascendental y su acusado empirismo desembocan en una filosofía de la vida de
doble aspecto: la vida será el objeto y a la vez el sujeto del filosofar. Esta filosofía

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de la vida se enlaza con ideal del romanticismo desde Goethe y tiene grandes
semejanzas y a la vez diferencias con las de Nietzsche y de Bergsón. La principal
diferencia estriba en que la nueva concepción de la vida viene fuertemente
impregnada de matiz historicista. Se trata de una filosofía histórica de la vida. La
unión de una filosofía de la vida con el problema de la historia es el mérito propio
y original de Dilthey, así como la estrecha conexión de esta filosofía de la vida
con el esfuerzo por fundamentar y esclarecer las ciencias del espíritu. Desde este
doble punto de vista suelen enfocar el pensamiento de Dilthey los autores, en
especial su comentarista moderno Otto F: Bollnow.

1.2 La vida como principio y realidad supremos.-


En cada página de las obras de Dilthey hay una apelación a la vida como
el centro de toda consideración filosófica, y lo primario en toda realidad y
pensamiento.

a) La vida, ante todo, es el objeto de la filosofía, puesto que


comprende la totalidad de la experiencia, a cuyo conocimiento tiende el filósofo.
“Mostrar la vida tal como es, a eso tendemos. Describir la vida, tal es nuestro fin...
Queremos esclarecerla en su profundidad insondable” (V p.LIV). Dilthey habla
de ella como “una filosofía de la realidad y de la vida”, ya que la realidad y la vida
son lo mismo. La vida es lo primero y de ella procede todo conocimiento,
consistente en comprender la vida misma. Esta filosofía de la vida es la aspiración
del hombre actual. “El pensamiento filosófico del presente tiene hambre y sed de
la vida” (VII p. 268).

b) La vida es no sólo lo primario en el orden de la realidad, sino


también en el orden del conocer. “La vida es el prius del conocimiento” (VIII
p.264), y “se ha de comprender desde ella misma”, porque la vida es el hecho
original que está dada en sí misma, con la cual todo pensamiento comienza.
“Detrás de la vida no se puede reducir el conocimiento”, repite en diversos tonos
Dilthey, ya que la vida misma es el hecho fundamental irreducible, del cual tiene
su punto de partida el conocer. Por eso ha puesto como principio de todo
conocimiento la experiencia primera y universal del Erlebnis, de Er-leben , llamó
el primum psychologicum, por lo que a su correspondiente, que es la vida, deberá
llamarse “el primer ontológico”, que en el sistema de Hegel sustituye al ser. El
pensamiento lógico y la misma filosofía son llamados una función de la vida (VII
p.6 ; VIII p212), que a través de la comprensión viene a esclarecer la vida en la
totalidad de sus conexiones. El filósofo “debe proyectar en las raíces de la vida y
de la realidad la luz del pensamiento lógico” (VIII p.32). La filosofía viene a ser
una hermenéutica de la vida que debe interpretar no sólo determinados objetos
individuales o productos históricos del hombre, sino también la vida entera,
propuesta como “texto” propio el filósofo. Como toda Lebensphilosophie, la de
Dilthey entraña una gran dosis de antiintelectualismo, con repulsa de todos los
conceptos abstractos del racionalismo metafísico y de las ciencias de la naturaleza.
Sin embargo, no incide en un irracionalismo radical. Mantiene la validez de una
ciencia que trate de la vida y cuyos productos son las ciencias del espíritu, las

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cuales, aunque operen con “categorías de la vida”, deben resolver el problema
hermenéutico de la “relación de la vida y el pensamiento lógico”.

c) La vida en sí misma no es definible (no se habla, como Bergsón,


de una intuición inmediata de la vida), sino que se manifiesta en la historia y en
todas las ciencias del espíritu. Dilthey la presenta como fuente “inagotable” de
realidad, algo “insondable”, “impenetrable”; ninguna experiencia de una vida
individual puede quedar resuelta en conceptos. Habla también de lo enigmático
de la vida”, a causa de los aspectos oscuros y negativos que en el fondo de sus
pasiones e impulsos en sí encierra, suerte de esfinge cuyos enigmas son insolubles
al pensamiento, refiriéndose a los problemas de su corruptibilidad y de la muerte.
De una manera positiva presenta la vida en movimiento o devenir
incesantes. Vida significa lo movible, cambiante, un fluir continuo, y está en
oposición al ser como algo fijo, rígido e inmutable del pensamiento helénico y de
la metafísica tradicional. Dilthey ha descrito con frecuencia el flujo o el “curso de
la vida” (Lebensverlauf) como un río continuo en cuya corriente somos llevados.
Los momentos de la vida son como las olas del río, que nacen y desaparecen sin
jamás repetirse (VII p.280). Esta imagen, que recuerda a Bergsón, es empleada
sobre todo para significar “la temporalidad” del vivir. Pero también significa al
vivo la realidad móvil, el devenir. En el fondo de este movimiento de la vida no
queda otra cosa. Siguiendo a Fichte, rechaza las categorías sustanciales para
representar el yo, que es más bien concebido como acto, actividad pura. “En lo
hondo mismo del yo en sí no se encuentra nada como sustancia, ser, hecho, sino
como vida, actividad energía” (VII p157). Y, en general, no se da en la experiencia
ni podemos suponer algún sujeto “portador” de la vida como el yo, el alma, que
serían algo trascendente a la vida. Con las categorías de sustancia o de ser no
podemos comprender la vida sin desfigurarla, porque es movimiento y nada más.

d) Las categorías de la vida vienen a sustituir a las categorías en las


que se da el conocimiento de la naturaleza exterior. Dilthey las entiende de una
manera muy general. Comprende en ellas todos los conceptos en los cuales se
expresan “los modos de concepción” de los objetos. Ante todo están las
“categorías supremas” que designan los más altos puntos de esta visión de la
realidad (VII p.192). Después se distinguen categorías formales, puros conceptos
lógicos, abstraídos por las operaciones formales del pensamiento, y categorías
reales, que expresan algún contenido de los objetos (VII p.302). Todavía éstas son
diversas según los distintos campos de objetos, como las ciencias del espíritu. Su
noción es distinta de las categorías kantianas. Estas expresan formas subjetivas
que se imponen a una materia empírica, extraña a ellas; las de Dilthey, en cambio

1.3 La realidad como historia

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La concepción historicista se enlaza íntimamente en Dilthey con su
filosofía de la vida y le sigue muy de cerca. Toda su concepción de la vida es
netamente historicista, pues la vida es un devenir que transcurre en la historia y
forma la historia.
Dilthey tiene el mérito de haber subrayado el momento histórico del
hombre, de haber descubierto que el hombre no sólo vive en la historia y tiene una
historia, sino que lo histórico es su modo de ser constitutivo, como la vida entera.
En esto consiste su historicismo. Sus pronunciamientos son frecuentes a este
respecto: “El hombre es algo histórico” (VII p.291), “una esencia histórica” (VII
p.151). “Yo soy, hasta en la profundidades inescrutables de mí mismo, una esencia
histórica ( VII p.278; VIII p.157). Su dimensión histórica es tan honda como su
naturaleza misma: “Justamente tanto como naturaleza, yo soy historia”.
El hombre es de esencia histórica y no sólo naturaleza, porque la vida
entera es una realidad histórica, la cual es “viviente”, es decir, ha de entenderse
como una fuerza de movimiento. En Dilthey, los conceptos de vida e historia son
tomados en un mismo sentido. Así repite con frecuencia el doble término “la vida
y la historia”, de modo semejante a la anterior expresión “vida y mundo”,
significando una unidad conceptual inseparable. Ambos conceptos marchan
paralelos sin límites netamente distinguibles entre ellos. “La vida es una misma
sustancia algo uno con la historia...La historia es simplemente la vida, concebida
desde el punto de vista del todo de la humanidad, que forma una conexión” (VII
p.256). La vida, pues, ha de concebirse siempre históricamente; y la unidad y
generalidad en ella contenidas han de entenderse como la comunidad de
estructuras enlazadas en el fondo histórico que las sostiene, una fuerza común que
se desenvuelve en una división interna de pueblos y edades. Si vida e historia
significan lo mismo, han de entenderse por el mismo método de
conceptualización. Por eso a las “categorías de la vida” las llama también
“categorías de la historia” (VII p362). Esto implica que una filosofía de la vida se
transforma en filosofía de la historia, y al contrario, que el plan de una “crítica de
la razón histórica” la ha realizado en una filosofía de la vida.
Dicha historicidad diltheyana encuentra su raíz en la temporalidad de la
vida. Dilthey ha desarrollado antes que Heidegger esta dimensión temporal de
todo el vivir. “En su vida, la primera determinación categorial, fundamento de
todas las otras, está contenida en la temporalidad” (VII p192). La vida se
desenvuelve en el espacio y tiempo como una corriente o flujo “que comienza en
el tiempo y en él acaba” (VI p113).
Y ha descrito con gran viveza “el tiempo concreto de la vida, medido no
por el reloj, sino por la vivencia del acontecer”. Este tiempo, como la vida, es “una
corriente ininterrumpida en que lo presente se hace sin cesar pasado, y lo pasado
presente. El presente es el llenarse de cada momento del tiempo de la realidad”.
El presente es “un corte en esta corriente incesante que llamamos tiempo”, pero
“la experimentable en ella es la plenitud de la realidad que avanza en el curso del
tiempo” (VI p.315). Tales descripciones sobre esta fenomenología de la
temporalidad son frecuentes en Dilthey, quien condensa su idea en frases que
preludian a Heidegger: “El presente está cargado del pasado y lleva en sí el futuro”
(VII p.232). “La conciencia concreta del presente contiene en sí el pasado y el
futuro” (VI p.314). Mas también ha señalado el desenlace fatal del acontecer
temporal, subrayando antes que Heidegger la dimensión de caducidad o
“corruptibilidad” que corroe la vida en el tiempo y está abocada a la muerte. Es el

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“enigma”, indescifrable a la experiencia, de la vida, declarada fuente de creación
inagotable y que así devora sus propios hijos...

2. Los tipos de concepción del mundo.

La última especulación y pensamiento de Dilthey en relación con la


filosofía en sí misma, la vida y la historia, se encuentra en su postrera monografía,
Los tipos de concepción del mundo y su desarrollo en los sistemas metafísicos
(Die Typen der Weltanschauung-1911), completada con el ensayo paralelo La
esencia de la filosofía (1907), el breve escrito filosofía de la filosofía y otros
numerosos esbozos, preparaciones y ampliaciones de las mismas que llenan el
volumen VIII del Opus diltheyano. Son constantes en ese material las repeticiones
de ideas, los recorridos y síntesis generales de los sistemas, que revelan su
virtuosidad en la historia filosófica.
Esta teoría de las concepciones del mundo no es contraria a su doctrina
anterior, sino que se enraíza en ella y parte de sus supuestos. Comienza, en efecto,
diciendo: “la raíz última de la concepción del mundo es la vida”. Y las
experiencias más importantes de la vida son las que se refieren a la realidad del
mundo exterior y a mis relaciones con él. Surgen así “las concepciones del
mundo” que tratan de interpretar las experiencias cambiantes de la vida y resolver
el enigma de la vida “en su totalidad misteriosa”. No son meros productos del
pensamiento. Nacen también “de las actitudes vitales, de las experiencias
interiores, de la estructura de nuestra totalidad psíquica. La elevación de la vida a
conciencia, en el conocimiento de la realidad; la estimación del mismo vivir y la
realización de la voluntad representan el arduo trabajo aportado por la humanidad
en el desarrollo de las concepciones del mundo” (Ibíd., p119)..
La diversidad de las concepciones del mundo nace, por ende, de la misma
variedad de las experiencias psíquicas y actitudes ante la vida o “temples vitales”
de los hombres. Todas las concepciones del mundo contienen similar estructura,
consistente en una conexión “en la cual se decide acerca del significado y sentido
del mundo sobre la base de una imagen de él, y se deduce así el ideal, el bien
sumo, los principios supremos de la conducta” (p115 ). Pero estas estimaciones
del mundo se desarrollan en condiciones cambiantes de clima, de razas, de
situaciones históricas, etc., que originan esa diversidad. Como la vida surge en
condiciones tan diversas, así son diversos los tipos de hombres que conciben la
vida y sus visiones de la realidad. Dilthey las compara al proceso biológico de
selección y evolución de las especies.
Tres son las diferencias fundamentales de las “concepciones del mundo”
o Weltanschauungen: la concepción religiosa del mundo, la concepción en el arte
y en la metafísica . Se diferencian “por su estructura y por sus tipos según se trate
del genio religioso, del artístico o del metafísico”. Son tres modos de
interpretación de la realidad según estos tres tipos de estructura de la vida anímica,
que buscan “obtener solidez en la imagen del mundo”.

2.1 Concepción religiosa:

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Esta concepción ocupa el rango inferior dentro de estas interpretaciones.
La visión de lo religioso en Dilthey es siempre de radical agnosticismo, que
implica la negación de todo objeto trascendente y se funda en la pura experiencia
inmanente.
Según Dilthey “las concepciones religiosas del mundo surgen en una
especial conexión vital (Lebensbezurg) del hombre. (En la antigüedad) el hombre
deseaba asegurarse para sí las fuerzas de seres superiores, colocarse en buenos
términos con ellos. Las acciones encaminadas a estos fines constituyen el punto
de partida. Se origina el oficio del brujo, del hechicero o del sacerdote, y a medida
que este gremio se va consolidando, va almacenando procedimientos,
experiencias, saber, y va constituyendo también un modo peculiar de vida que lo
distingue de los otros miembros de la sociedad.
El factor decisivo reside en como se desarrollan las primitivas ideas
religiosas sobre la base de las experiencias recurrentes del nacimiento, la muerte,
la enfermedad, el sueño, la locura, las intervenciones dañinas y saludables de los
demonios, las fugaces apariciones del orden dentro de la naturaleza, que apuntan
siempre a una relación teleológica con el que la contempla, lo fortuito, la
destrucción y la lucha.
El pensamiento analógico conviene a las ideas religiosas formando
doctrinas a cerca de doctrinas del mundo, del hombre y a cerca de la procedencia
del alma.
El mundo se halla cubierto de la relación religiosa de las cosas y
personas concretas con lo invisible, y con arreglo a esta relación recibe su
significación religiosa por la fuerza final que les asigna.
Con la intervención del genio religioso se añade a las acciones
particulares entre los hombres y los seres superiores una relación interna del
hombre entero con estos seres. Esta experiencia religiosa concentrada acopla a
las ideas religiosas elementales en concepciones religiosas del mundo, las que se
caracterizan porque en ellas se lleva a cabo la interpretación de la realidad, el
enjuiciamiento de la vida y el ideal práctico partiendo de la relación con el
invisible.
Todas las formaciones típicas de estas concepciones religiosas del
mundo contiene, desde un principio la oposición entre seres benéficos y dañinos,
entre la existencia sensible y el mundo superior.
El contenido religioso con su magia, sus fuerzas, personas y santuarios
religiosos, su escritura pictórico-simbólica, constituye siempre el trasfondo de las
concepciones religiosas del mundo, lo mismo que el pueblo representa la ancha
y la última capa en que se asienta la vida común eclesiástica. En estas
concepciones del mundo se contiene un oscuro núcleo, específicamente religioso,
que nunca puede esclarecer y fundamentar el trabajo conceptual de los teólogos.
Se produce entonces una situación según la cual la concepción religiosa
del mundo representa la preparación de la concepción metafísica, pero jamás se
disuelve en ésta.
El ánimo religioso tiene siempre razón con sus experiencias, pero el
espíritu en avance se da cuenta de que la fijación del alma en el mundo
suprasensible, producto histórico de la técnica sacerdotal, mantuvo otrora un

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poderoso idealismo, pero en artificiosa lejanía, e impuso la disciplina de la vida,
pero con aspereza ascética; el espíritu debe buscar en su marcha por la historia
posiciones más libres con respecto a la vida y al mundo, posiciones que no se
hallen vinculadas a tradiciones que proceden de orígenes oscuros y dudosos.

“La religión es una forma de la experiencia de la vida” cuyo carácter


específico reside “en la relación con lo invisible”. La religiosidad “experimenta el
valor supremo y absoluto de la vida en el trato con lo invisible..., a partir de ese
invisible se determinarán todos los fines y reglas de acción”. La fuerza actuante
de lo suprasensible otorga a hombres y cosas su significación religiosa. “El mundo
se halla cubierto de la relación religiosa de cosas y personas con lo invisible”
(Ibíd., p.121). De ahí la proliferación de lugares sagrados, símbolos, ritos,
imágenes y sacramentos, que obtienen su fuerza de esta relación con lo invisible.
Y las diferentes concepciones religiosas nacen de la diversa conexión vital de los
hombres. Todas ellas son tratadas en un pie de igualdad por Dilthey. Solamente
las religiones más elevadas, monoteístas o panteístas, representan la preparación
de la concepción metafísica, pero nunca se disuelven en ella. “El espíritu debe
buscar en su marcha por la historia posiciones más libres con respecto a la vida y
el mundo..., no vinculadas a tradiciones que proceden de orígenes oscuros y
dudosos” (Ibíd.., p 123). Queda así relegada la religión a la etapa primitiva de la
concepción del mundo.

2.2 Concepción artística:

Nace también de una experiencia de la vida propia de la complexión de


ánimo del artista, cuya tendencia es a realizar “valores vitales”. La reacción
artística le abre la visión de un mundo más alto y más fuerte. La vida va mostrando
al poeta aspectos siempre nuevos. La poesía muestra las posibilidades infinitas de
ver la vida, de valorarla y de conformarla creadoramente. Le lleva así al poeta a
expresar en el “suceso” de su representación épica o dramática una concepción de
la vida. El suceso se convierte en símbolo, pero no de pensamiento, sino de una
conexión contemplada de la vida desde la experiencia vital del poeta.
Acerca de las artes Dilthey dice: “la poesía guarda una relación especial
con la concepción del mundo. Porque el medio en el cual opera, el lenguaje, le
permite la expresión lírica y la representación épica o dramática de todo lo que
puede ser visto, oído, vivido. Al aplacar el anhelo secreto del hombre que por el
destino y por las propias decisiones de su vida se halla encerrado en los límites
de su circunstancia, y prestarle caminos de realizar en la fantasía posibilidades
de vida que están lejos de su alcance, le ensancha su yo y el horizonte de sus
experiencias vitales. Le abre la visión de un mundo más alto y más fuerte. Pero
en todo esto se expresa la relación fundamental en que descansa la poesía: su
punto de partida lo constituye la vida; referencias, tramas vitales con los
hombres, las cosas, la naturaleza, constituyen su núcleo. La poesía no pretende
conocer la realidad como la ciencia, sino el significado de lo que no acontece, de
los hombres y de las cosas trabados en las urdimbres vitales que tejen los
hombres, los destinos, el ambiente vivo.

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2.3 Concepción filosófica ( metafísica):

Según Dilthey “en el núcleo de las religiones universales persiste algo


extraño y extremo, que procede de las vivencias religiosas potenciadas, de la
fijación del alma en lo invisible, implicada por la técnica sacerdotal, y que es
inaccesible a la razón.
Cuando la concepción del mundo se eleva de esta suerte a una conexión
conceptual, se funda científicamente y se presenta, por ende, con pretensión de
validez universal, surge la metafísica.
La estructura de las concepciones del mundo de la metafísica fue
determinada en un principio por su conexión con la ciencia”.
Es una estructura esencialmente distinta de la concepción religiosa y
artística por su pretensión de validez universal. Se despliega sobre fundamentos
más amplios: sobre la conciencia empírica, la experiencia y las ciencias empíricas
por la observación de las vivencias en el pensamiento conceptual. “Cuando la
concepción del mundo se eleva de esta suerte a una conexión conceptual, se funda
científicamente con pretensión de validez universal, surge la metafísica”. Dilthey
llama metafísica a toda filosofía o visión universalizadora y conceptual del
mundo. Como las posibilidades en las que el mundo puede afectar a la estructura
de nuestra vida anímica son ilimitadas, y además los sistemas de pensamiento
dependen de cada situación histórica y de los problemas que surgen de ella, la
metafísica puede adoptar infinitas formas. En la Introducción, Dilthey habla de la
“anarquía” de los sistemas filosóficos, de la impresión de “caos” que produce la
diversidad sin límites de los mismos. La pretensión de cada uno de ellos por la
validez universal supone una contradicción que alimenta el escepticismo. “Cada
sistema excluye al otro, lo contradice y ninguno de ellos acierta a ser irrecusable”
(p.109-110). Dilthey, sin embargo, los reduce a tres tipos fundamentales:

1er Tipo: Es el del naturalismo, materialista o positivista. Son citados en


este grupo Demócrito, Epicuro, Lucrecio, Hobbes, los enciclopedistas,
naturalistas modernos, Comte. Esta concepción del mundo tiene su raíz en el
sensualismo como estructura vital y en el materialismo como metafísica. Se funda
en la organización causal de la naturaleza, propia de la explicación mecanicista;
se colocan las causas de los movimientos en los elementos materiales, y los hechos
espirituales se reducen a estos elementos. Los valores y los fines tienen sólo
validez relativa, pues son productos engendrados ciegamente por el curso natural.
El alma de esta metafísica es la lucha contra las fuerzas de la religión y todo
espiritualismo.

2do tipo es el idealismo de la libertad . Es “la creación del espíritu


ateniense”. Son incluidos en él Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, la metafísica
del teísmo cristiano, la trascendencia kantiana, Jacobi, Fichte, Maine de Biran y

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los espiritualistas franceses. Esta doctrina interpreta el mundo en términos de
voluntad libre, de independencia de lo espiritual frente a la naturaleza. Este libre
poder personal se halla vinculado en relación con las otras personas, formando “el
reino de las personas” unidas entre sí por normas morales y con una causa personal
absoluta y libre. Aparece la figura de un Dios trascendente que domina el curso
del mundo y determina reglas para la adopción de los fines.

3er Tipo: los denomina idealismo objetivo. En él enumera a Heráclito y


Parménides, los estoicos, G. Bruno, Spinoza, Schaftesbury; Goethe, Schelling,
Hegel, Schopenhauer, Scheiermacher. “Su intuición fundamental resulta ser el
panenteísmo y la consideración del universo como un todo singular en que cada
parte se halla determinada mediante el nexo significativo ideal del todo” (p.142).
En lugar de la relación lógica de lo particular con lo universal, en este sistema
domina el sentimiento de una relación orgánica de un todo con sus miembros.
“Corresponde al temple de ánimo de una simpatía universal, que experimenta en
lo real, en lo que aparece en el espacio, la presencia de la divinidad”; es la
potenciación de la conexión vital en una conexión cósmica y de todos los valores
en un nexo significativo que compone el sentido del mundo.

Introducción

Los motivos que me impulsaron a realizar un trabajo monográfico de


investigación sobre el pensamiento de Wilhelm Dilthey son principalmente dos:
1. habiendo visto el año pasado al autor Bergsón en otra materia
filosófica hizo que mi curiosidad se dirigiera hacia el primer
filósofo, al cual conozco sólo de nombre.
2. me parece interesente e importante el tema de las concepciones
del mundo y muy digno de estudio.

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La concepción del mundo es dada de una vez en su totalidad, es inalterable y depende
en gran medida del carácter individual del pueblo o conjunto de pueblos, del momento
histórico, etc. La confusión entre imagen y concepción del mundo, así como la confusión
entre ésta y la filosofía han sido desentrañadas recientemente cuando se ha advertido la
posibilidad de una separación de las mismas y, con ello, la posibilidad de una teoría de
las concepciones del mundo íntimamente relacionada, según Dilthey, con el problema de
la filosofía de la filosofía. En general puede afirmarse que existe una jerarquía de las
concepciones del mundo por la cual las mas amplias y elevadas comprenden en su seno
las cosmovisiones más angostas en un entrecruzamiento acaso imposible de separar en
toda su pureza. Las investigaciones realizadas a este efecto desde diversos ángulos y con
ayuda de varias ciencias por Dilthey, Scheler, Spranger, Litt, Jung, Jaspers, entre otros
constituyen hasta el momento la mayor aportación realizada para la aclaración del
problema. Cada una de estas investigaciones parte de un ángulo distinto. Así en Dilthey
se establece una tipología que, más atenta a los tipos metafísicos, comprende como
cosmovisiones básicas el materialismo, el idealismo objetivo y el idealismo de la libertad.

Conclusión:

Dilthey con su filosofía de la vida intenta superar el relativismo a que


parece conducir la investigación de las concepciones del mundo, propia de la
filosofía de la filosofía. Según este pensador lo que permanece tras todas las
concepciones, en su variedad y multiplicidad, es la vida misma, la actitud que
adopta la vida ante el mundo y ante sí misma. Por eso la vida es, en última
instancia, el objeto fundamental de la filosofía, lo que permitirá convertir la
filosofía en un saber desligado de su condicionabilidad histórica. En un sentido
análogo concibe Simmel la investigación de la vida como el paso necesario a la
interpretación del ser, pero, según Heidegger, la interpretación de la vida dada
por este filósofo no tiene en cuenta como se bosqueja ya en Dilthey, la diferencia
existente entre el aspecto biológico-óntico y el aspecto ontológico-existencial. La
delimitación entre lo naturalista y lo existencial en la investigación acerca de la

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vida es, por lo demás, uno de los temas que la más reciente filosofía de la vida ha
intentado precisar. El estudio de la concepción del mundo y de las concepciones
del mundo en particular pertenece a una esfera de estudios distinta de la filosófica.
La concepción del mundo se refiere al conjunto de intuiciones por las cuales se
tiene un saber en su mayor parte no teórico del mundo y de la vida en su totalidad..

Bibliografía

1. Diccionario de Filosofía. José Ferrater Mora Tomos I-II.


Editorial Sudamericana. Buenos Aires.1969.
2. Historia de la filosofía. Teofilo Urdanoz, O.P.. Tomo VI.
Editorial. B.A.C. Madrid 1978.
3. La filosofía actual. I.M.Bochenski. Editorial Fondo de Cultura
Económica de México. 1949.

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Índice:
Introducción
1. Historicismo. Wihelm Dilthey........................................................................1
1.1. Filosofía vitalista e historicista………………………………………...…….1
1.2. La vida como principio y realidad supremos..................................................2
1.3. La realidad como historia................................................................................4
2. Tipos de concepción del mundo.......................................................................5
2.1. Concepción religiosa........................................................................................6
2.2. Concepción artística.........................................................................................7
2.3. eConcepción filosófica.......................................................................................8

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Conclusión..............................................................................................................9
Bibliografía...........................................................................................................10

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