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Teoría Ética de Sartre

Para Sartre, el fundamento de la ética es el hombre, y el hombre no es otra cosa


más que un proyecto: “El hombre es ante todo un proyecto que vive subjetivamente,
en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor, nada existe previamente
a este proyecto, nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo, lo que
habrá proyectado ser. No lo que querrá ser”. Por tanto la ética pende del proyecto
del hombre. Lo que Sartre llama el “para-si”, no es otra cosa que lo que él hace.

La moral, nos dirá Sartre, es asunto de humanos, y Dios no tiene que intervenir en
ello. La moral está, en función de la realidad humana en tanto que esta constituye
su existencia. Así pues en última instancia, la ética Sartreana encontrara su
fundamento definitivo en la libertad. Pero, ¿qué es la libertad? Según Sartre “dicho
de otro modo no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por
otra parte, Dios no existe no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que
legitimen nuestra conducta. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresare
diciendo que el hombre está condenado a ser libre”.

Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre,
porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.

En cuanto a la desesperación esta expresión tiene un sentido extremadamente


simple. Quiere decir que nos limitaremos a contar con lo que depende de nuestra
voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción.

LA LIBERTAD COMO UN ABSURDO EN LA ÉTICA DE JEAN PAUL SARTRE

Autor: Lcdo. Francisco Mota

Profesor Departamento de Filosofía

Universidad de Carabobo-Venezuela

Resumen
A lo largo de la historia han emanado innumerables sistemas de pensamiento, que de alguna
forma han marcado cada época, destaca de manera significativa la Filosofía como forma de
reflexión y de vida, en el periodo de las dos guerras mundiales, momentos tempestuosos,
surgió una manera de pensar basada en el Existencialismo, del cual uno de los mayores
exponentes fue Jean Paul Sartre, quien desarrollo de manera radical esa corriente de tal forma
que hasta la iglesia católica se opuso a sus ideas, las cuales estuvieron basadas sobre todo en
una ética, la cual, parte de la siguiente afirmación: “el hombre no es otra cosa que lo que él
se hace”, destacando que hay tantas éticas como circunstancias se le presenten al hombre. Es
importante destacar que uno de los valores que resalta Sartre es la libertad, se niega a aceptar
normas generales de conductas, en otras palabras niega los estatutos generales de la moral,
establecidos por la sociedad. Quiere decir entonces que el individuo actúa según lo que le
dicte su conciencia. La existencia individual es quien marca la pauta de su propia conducta.
Su ética está marcada por las situaciones y acontecimientos que le toque vivir.

Palabras Claves: Ética, Libertad, Sartre, Hombre.

Abstract

Throughout history they have issued countless systems of thought, that somehow have
marked each time, highlights a significant philosophy as a way of thinking and living, in the
period of the two world wars, stormy moments, there arose a way of thinking based on
Existentialism, which one of the greatest exponents was Jean Paul Sartre , who development
in a radical way that current so that even the Catholic Church was opposed to his ideas, which
were based on ethics, which is based on the following statement: "man is not anything other
than that it is done," stressing that there are so many ethical as circumstances arise to the
man. It is important to note that one of the protruding Sartre is the freedom refuses to accept
general rules of behaviour, in other words deny the general statutes of morality, established
by the society. Means that the individual acts according to what dictate you your conscience.
The individual existence is who sets the tone of his own conduct. His ethics is marked by the
situations and events that touch you live.

Key words: Ethics, freedom, Sartre, man.

LA LIBERTAD COMO UN ABSURDO EN LA ÉTICA DE JEAN PAUL SARTRE

La filosofía existencialista de Sartre surge en un momento convulsivo de la humanidad, lleno


de tantas vicisitudes por los acontecimientos bélicos que estremecieron al mundo, como fue
la primera y segunda guerra mundial (1939-1945) conflicto armado que se originó por la
agresión de las potencias totalitarias del eje (Alemania, Italia y Japón) inspiradas en un
nacionalismo excesivo que poco a poco fue convirtiéndose en imperialismo y los países
democráticos aliados (Inglaterra, Francia, Estados Unidos y China). Durante estos hechos,
que conformaron la guerra, fue apareciendo un estilo de vida y una manera pensar que
envolvió a las multitudes.

Estos dos mundos, modos de vivir y forma de reflexionar, tuvieron su origen en una
corriente filosófica denominada existencialismo. Al respecto, Urdanoz en su Historia de la
Filosofía (1978) señala que tal situación produjo “ un tipo extraño de hombres y mujeres (los
hippies) que viven en absoluta libertad, dados a un modo de vivir sin rumbo ni sentido,
despreocupados de la vida social y con frecuencia entregados a una gran licencia moral”
(p.699), trayendo como consecuencia una actitud pesimista sobre el futuro del hombre, según
la cual este no tiene ni metas ni rumbo fijo y, mucho menos, normas morales; igualmente por
la vida que llevan es guiado a la deriva a medida que va jalonando sus vivencias que, a cada
momento, lo lleva a situaciones límites, y según Quiles (1967), “Un escepticismo sobre los
valores positivos, tales como la virtud, la religión, las leyes, el amor, …” (p.103).

Este escepticismo, arraigado en el corazón de las masas, llevo a estos hombres y


mujeres a revelarse contra el orden social establecido, la finalidad, destruir los valores
positivos antes mencionados. Se da pues una negación permanente de las normas sociales y
del orden moral, donde se niegan explícitamente los valores eternos. El hombre, además de
estar arrojado al mundo, también está solo en éste, sin normas a que sujetarse ni autoridad a
quien responder, debido a que esta desligado de la ley y del orden moral establecidos, por lo
tanto, cada uno hace lo que quiere. Como lo afirma Quiles (1967):

Rebelión contra…la justicia y la virtud humanas (que


tantas veces son injustas justicias acomodaticias); contra
las autoridades, normas, costumbres, instituciones,
convencionalismos, porque todos ellos coartan lo más
sagrado y esencial del hombre: su libertad individual, el
progreso y el desarrollo del individuo. (p.104)

Los grandes pensadores del existencialismo, corriente filosófica que causo tanto furor
en Europa, no pertenecieron como era natural y tradicional, a una escuela determinada, sino
mas bien, fueron pensadores radicalmente individualistas. Cada uno construyo su propio
sistema filosófico, destacándose entre otros: Martin Heidegger y Jean Paul Sartre, por el lado
ateo; mientras que por el lado cristiano sobresalieron Karl Jaspers y Gabriel Marcel, de todos,
el más radical fue Sartre, cuya filosofía fue censurada y condenada por la iglesia católica. El
papa Pío XII (1950), en su encíclica Humani Generi, afirma “han abierto el camino a las
aberraciones de una moderna filosofía, que,…se ha llamado a si misma Existencialismo,
porque rechaza las esencias inmutables y solo se preocupa de la existencia de los seres
singulares” (Nº3). En este sentido, la Madre Iglesia, salió a la defensa de su doctrina y de sus
valores cristianos, por considerar, el pensamiento de este famoso pensador francés es
pernicioso y dañino para las personas. Esto se debe a que el existencialismo sartiano defiende
el ateísmo.

Uno de los hechos más resaltantes de la filosofía existencialista de Sartre, es haberse


manifestado en un modo de vida. Actitud que está ligada a la crisis social y moral producida
en Europa por los acontecimientos bélicos tanto de la primera como de la segunda guerra
mundial. Este modo de vida llevo a Sartre (1977) a plantearse una ética, la cual, parte de la
siguiente afirmación: “el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer
principio del existencialismo” (p.17-18).

El tema de la ética es un punto importante en la historia del pensamiento filosófico,


el cual, ha preocupado a los filósofos, desde la antigüedad hasta nuestros días. Esto trae como
consecuencia el hecho de que existan varias concepciones filosóficas respecto a la misma, en
la época contemporánea, Sartre habla de una “ética situacionista”. La ética de situación
sostiene que el hombre creara su ética cada vez que se encuentra en una determinada
situación. Como se ve no es una ética que este fundamentada sobre valores eternos, sino que
el hombre es creador de sus propios valores, elaborando su conducta de acuerdo con las
circunstancias. Cada situación que enfrenta el hombre a lo largo de su vida le da la
oportunidad de crear una ética, de tal manera, que habrá tantas éticas como situaciones se
presenten, a la vez, que cada situación y cada momento circunstancial lo obligará a crear sus
propios valores, que serán producto de esos momentos limites.

En sentido general, el existencialismo se niega a reconocer principios absolutos, métodos


generales y normas permanentes de conducta, es decir, no acepta normas absolutas de moral.
Lo único valido que permite incondicionalmente, es la existencia individual. Esta realidad
individual es el centro de la filosofía existencialista, núcleo central de su reflexión. La
existencia individual siempre es diferente y siempre es original, por estas razones es una
existencia humana en práctica, que vive día a día su propia realidad. Este vivir cotidiano de
su vida hace que este individuo concreto sea responsable de cada uno de sus actos, haciendo
uso de su libertad, y al hacer uso de ella se niega a aceptar normas generales de conductas,
en otras palabras niega los estatutos generales de la moral, establecidos por la sociedad.
Quiere decir entonces que el individuo actúa según lo que le dicte su conciencia. La
existencia individual es quien marca la pauta de su propia conducta. Su ética está marcada
por las situaciones y acontecimientos que le toque vivir.

Por su parte, Sartre en su libro “El Ser y la Nada” (1976) sostiene que el hombre es
libre para actuar en un mundo en el que no existen normas o valores morales, sino que él (el
hombre) es la norma para sí mismo, a la vez, que es el creador y fundamento de sus propios
valores. La ética Sartriana suscita gran interés por la manera tan fuerte como influyo en las
masas y el atractivo que despertó su pensamiento en muchos intelectuales de renombre (E.
Mounier, A. Camus, S. de Beauvoir). En las primeras influyo a través de su literatura, sobre
todo el teatro; mientras que los intelectuales siguieron muy de cerca sus publicaciones.

En referencia a los valores se puede afirmar que existe una ética existencialista en la
filosofía Sartiana, partiendo de un hecho fundamental como es la libertad, la cual da al
hombre la posibilidad de actuar en los distintos ordenes del comportamiento humano. La
libertad, como valor supremo, representa el bien más grande que posee el hombre, la cual se
pone de manifiesto cuando éste hace uso ilimitado de ella debido a que está condenado a ser
libre; lo que importa es elegir y elegir libremente, pero es una libertad que no tiene sentido
ya que ésta desemboca en un absurdo. Su lado opuesto, el mal, es la conciencia, y es ésta la
que llena de angustia y desesperanza al hombre.

A través, de la conciencia se infiltra la nada en el mundo, separando en el hombre el


que es del que tiene que ser. Por la conciencia, el hombre se acepta a sí mismo como un ser
lanzado a un mundo absurdo en el que se siente desamparado, y, todo cuanto
realice desemboca en la nada, porque el hombre es un proyecto para la nada. Todo cuanto
haga el hombre no tiene sentido, no vale nada, todo lo que realice el hombre haciendo uso
ilimitado de su libertad concluye en un absurdo, en un fracaso, por estas razones también es
una “pasión inútil”.

La libertad es el tema central de la antropología Sartriana. Y esta no la entiende como


una cualidad que se atribuye a la esencia del hombre porque se daría como algo ya dado.
Frente a esta concepción esencialista del hombre, Sartre propone su tesis sobre la existencia.
La formulación usual de esta idea en Sartre es que en el hombre la existencia precede a la
esencia. Esta posibilidad de hacerse a sí mismo, que es la libertad, no es una propiedad del
hombre sino que es su raíz. Porque la libertad es una constante realización de una manera de
ser a otra, pero es a la vez, aniquilación, ya que constantemente está destruyendo su pasado
con su presente. La separación del pasado y del futuro se manifiesta en la nada. Por la
conexión sartriana de la libertad con la nada, la conciencia de ser libre se da primeramente
en la experiencia de la angustia; y en ésta se capta a sí mismo como el propio autor de sus
actos. Es así, según Sartre una pura indeterminación. Se ve pues, que Sartre afirma de una
manera radical y tajante la libertad humana.

La libertad sartriana no es posible sino a partir de una situación, pero esta misma situación
solo se da por la libertad, una libertad que se asume por una situación. Pero el hombre no es
más que una conciencia y, por consiguiente, una situación desemboca en una elección, pero
no como tal elección sujeta a normas, sino como una elección cuyos proyectos últimos la
lleva a ser absolutamente necesaria con lo que la libertad absoluta no sufre menoscabo. Para
Sartre, el hombre es un ser encadenado a la libertad, es decir, a elegir su propio destino,
sabiendo una de antemano que esto no conducirá a nada, porque su fin es la muerte absoluta,
que significa el anhelo de absorción del sujeto libre (ser – para – sí) en el objeto idéntico,
inerte (ser en – sí), y no hay nada más tras ente fenómeno; por este motivo se habla de la
angustia de la elección.

Como se ve, pone el obrar humano en dependencia únicamente de la voluntad y de


su libertad: solo será “bueno” y “moral” en acto plenamente libre, y no se considera la ley
como guía y ayuda para la bondad del acto humano y para la realización de su misma
autonomía. La libertad, afirma Sartre, es la única fuente de valor supremo, lo que importa en
lo fundamental elegir y actuar libremente. Cuando se elige el hombre, no solo se compromete
a sí mismo, sino que compromete a la humanidad; por lo tanto el hombre es un constante
elegir y un constante comprometerse, por consiguiente tanto más libre es, es mas valioso
moralmente. La elección no es arbitraria sino que es producto de una “situación dada” y
dentro de una “determinada estructura social”. En referencia a este compromiso, en la que el
hombre está condenado a elegir y de cuya elección también se compromete a la humanidad,
Sastre (1976) afirma:

La consecuencia esencial de nuestras observaciones


anteriores que es el hombre, al estar condenado a ser
libre, lleva sobre sus hombres él pero íntegro del mundo;
es responsable del mundo y de sí mismo en tanto que
manera de ser… En tal sentido, la responsabilidad del
para sí es agobiadora,… Esa responsabilidad absoluta…
es simplemente reivindicación lógica de las
consecuencias de nuestra libertad. (P.675)

La libertad sartriana se caracteiza por su individualismo radical y nihilista. Este


individualismo nihilista se puede englobar en la ética sartriana, que al cifrar toda la conducta
humana en la omnímoda libertad de elección deja resquicio para una axiología de carácter
subjetivo, individual y “solitaria”. Ya se ha afirmado que el único valor que reconoce Sastre
es la libertad porque los demás valores se crean; y la reduce al ejercicio de ella misma, a la
libertad de auto determinarse, pero el mismo ejercicio de la libertad destruye a la libertad, de
donde sigue un absurdo, que es un valor pleno, en cuanto que rebasa todas las razones. Aquí
radica la ética sartriana: tener que ser libres; pero es una libertad que no tiene sentido ya que
ésta es un absurdo. Tanto en la ética como en la moral, se puede decir que el riesgo es algo
implícito en la libertad humana y en su consiguiente responsabilidad.

En el existencialismo sartriano el riesgo se presenta como un concepto básico y


fundamental ya que es una consecuencia de la libertad, de la elección y de la decisión que el
hombre tiene que hacer. Este riesgo se origina bajo tres aspectos: primero, la noción de
posibilidad: porque al hombre se le presentan pluralidad de posibilidades, surge el riesgo;
segundo, anidad a lo posible: porque el hombre es libre puede optar por lo uno o lo otro, una
posibilidad entre múltiples posibilidades y, tercero, de manera inmediata: es en la elección y
en la subsiguiente decisión en la que radica el riesgo. Por estos tres motivos, que se dan en el
riesgo es que surge la “angustia de la elección”, en la posibilidad entre muchas. Este riesgo
va ligado a la libertad posibilitadora de elección; el hombre es libre precisamente porque no
lo es, es decir carece de una esencia constituida. El hombre no es sino que se hace, que tiene
que irse construyendo si esencia, que tiene que hacerse a sí mismo.

El hombre tiene, pues que elegirse así mismo, y en la aceptación de esto radica la
autenticidad del ser humano, lo mismo que su grandeza. Ahora bien, la conciencia de que el
hombre se hace a sí mismo, y su inherente responsabilidad, pone de manifiesto el riesgo que
va unido a cada una de las diversas elecciones, ya que ellas el hombre se muestra como
cuidador y aniquilador de todas las demás posibilidades no elegidas. Es el carácter cuidador
y aniquilador el que liga indisolublemente el riesgo a todas y cada una de las decisiones
existenciales del hombre. Por esta razón afirma Sastre, que el hombre “está condenado” a ser
libre. Ya se ha dicho en poco más arriba, que el riesgo de hacerse a sí mismo, lleva inherente
la responsabilidad. Se verá, pues, hasta qué punto el hombre es responsable.
Sastre afirma que el hombre por su libertad es responsable del mundo y de sí mismo,
es decir, es responsable absoluto de todo, porque ha elegido ante una situación dad y ante
esta no tiene excusa, porque ha elegido no sólo por sí mismo, sino también por la humanidad
entera, comprometiéndola. El hombre en su desamparo y en su angustia se encuentra solo sin
excusas frente a su soledad, una soledad que no puede compartir. Ante esta soledad de
sobreviene la angustia que nace frente a la conciencia de su libertad. Sabe que el hombre es
un elegirse y que es responsable de esa elección, pues sabe que no es definitivamente lo que
ha sido, ni lo que será y sabe también que nadie podrá determinar rigurosamente lo que será.

Para concluir, se ha de buscar el punto de partida de la ética sartriana de la libertad. Este


punto de partida en la navegación de cualquier sistema de valores objetivos que determinen
al hombre su acción, en la elección lo que cuenta es la creación de cada libertad, que el
hombre hace. La moral para obrar es la propia libertad, es el hombre quien da sentido a los
valores porque estos son indeterminados en sí, solo se determinan por la acción de cada acto.
Sastre lo que busca, moralmente, es que el hombre sea responsable de toda su propia persona,
no solo de sí, sino también de los demás.

La libertad lleva al hombre a tomar múltiples actitudes, entre ellas, sobresalen: el amor y el
odio, la mala fe y la mentira, la mirada y el cuerpo. El hombre al actuar, elige cada una de
estas actitudes, y al actuar va cuando sus valores, los va eligiendo, puesto que él cuando sus
valores, los va eligiendo, puesto que él es el fundamento de sus propios valores. Aunque
Sartre no ha escrito una teoría ética, sin embargo, su tesis sobre la libertad da pie para una
visión moral. De ahí su “ética situacionista”.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Pio XII. (1950) Carta Encíclica, Humani Generis: Sobre la evolución y el magisterio de la
iglesia.

Quiles, I (1967) Sartre y su Existencialismo. 3era Edición.: Calpe, S.A. Madrid, España

Sartre, J. (1976) El Ser y la Nada. Buenos Aires: Losada, S.A

Sartre, J. (1977) El Existencialismo en el Humanismo. Buenos Aires: Sur.

Urdanoz, T (1978). Historia de la Filosofía. Tomo VI. Madrid: BAC

Existencialismo de Sartre
Juan Rodes

Publicado: 29 agosto, 2012

Jean-Paul Sartre (1905-1980), una de las figuras culturales más representativas del siglo XX, y cuya
filosofía posiblemente sigue siendo de bastante importancia en nuestros días, más de la reconocida.
Fue identificado con el existencialismo, aunque no fue su creador. Nos dejó su pensamiento en obras
filosóficas, pero también expuesto en brillantes obras literarias para que dedujéramos por nosotros
mismos el medio de existencia individual del ser humano, con su angustia, su libertad y su absurdo.

El existencialismo de Sartre rechaza la pertenencia a cualquier escuela de pensamiento, no pacta con


sistemas de creencias y no hace concesiones a la superficialidad, al academismo y al alejamiento de
la vida caracterizado por la filosofía anterior a su época. Para el existencialismo de Sartre, las
relaciones del hombre con Dios no deben incluirse en el marco filosófico ni a Dios tampoco. Por otra
parte, el humano cuenta como individuo centrado en su singularidad, no como serie que acata los
rasgos universales que la filosofía generalmente trataba de presentar. Sartre arguye que la naturaleza
humana no nos determina como individuos.
El existencialismo es un desafío filosófico a pensadores morales, según los cuales las acciones
correctas son el dictado de Dios a la naturaleza humana. No hay tal naturaleza humana, a lo que
podríamos agregar que tampoco Dios para concebirla. Para Sartre, son nuestros actos los que
determinan quienes somos y le dan significado a nuestras vidas.

El existencialismo da sentido a la vida de cada ser humano sin contar con sus creencias, cada uno es
libre y responsable de sus actos. La ética existencialista reconoce una libertad fundamental del
individuo que lo proyecta al futuro, rechazando por inauténticos, los prejuicios que corresponden a
los valores y convencionalismos tradicionalmente inculcados. Dice Sartre: “El hombre es el único ser
en la naturaleza que no sólo es tal como él se quiere, sino también como él se concibe después de
existir… No es otra cosa que lo que él se hace. Es éste el primer principio del existencialismo”.

En el ser humano “La existencia precede a la esencia.” Cuando un artesano quiere crear una obra,
primero piensa, prefigura la esencia de su creación. Con este ejemplo explica cómo la existencia
precede a la esencia en el ser humano, porque a los seres humanos nadie los ha diseñado y nada
hay que los haga malos o buenos. Para Sartre nuestra esencia, lo que nos define, es lo que nosotros
mismos construimos con nuestros actos.

Él considera que existimos para ir aprendiendo los inventos de los demás humanos, las cosas
abstractas, desde la idea de Dios hasta la existencia de una esencia humana previa. Cuando hemos
aprendido nos liberamos y nos realizamos libremente, siendo ésa nuestra esencia. Nunca somos algo
fijo y acabado. O es “mala fe” o es autoengaño considerarnos con un rol social determinado o con
un carácter que se cataloga como tímido, como atrevido, como intelectual, etc. Siempre estamos
intentando definirnos pero siempre somos libres para romper con lo que somos y responsabilizarnos
de lo que hemos hecho de nosotros mismos.

Sartre y Buda coinciden en este criterio y se apartan de la teoría freudiana de la determinación


inconsciente de nuestra personalidad y comportamiento. Sartre también reconoce que es mala fe
verse a uno mismo con todas las posibilidades de ser e ignorar los hechos y circunstancias, siempre
restrictivos, que condicionan nuestras elecciones. Para Sartre no somos libres de nuestra propia
“situación”, pero siempre lo somos para negar esta situación e intentar cambiarla.

La filosofía de Sartre inicialmente dio demasiado énfasis a la libertad y a la consecuente


responsabilidad individual; pero, posteriormente hizo algunas concesiones que se acercaron a los
muy posteriores descubrimientos neurocientíficos relacionados a la preponderancia emocional sobre
la razón; pero, para él, en términos generales, el ser humano consciente es libre para imaginar y
elegir, y por lo tanto responsable de su vida. Siempre estamos inmersos en procesos de elección
porque la conciencia no está sujeta a ninguna causa, se autodetermina. Cada persona está sola ante
sus opciones, aislada de un mundo social que le es hostil. La actividad humana se realiza a través de
instituciones que retroactúan sobre los individuos para reagruparlos, dividirlos, añadirles o quitarles
poder. Para someterlos a reglas y temores.

Esta forma de actividad a través de instituciones se aprecia claramente en este ejemplo que él ofrece:
“Me basta abrir la ventana: veo una iglesia, veo un banco, un café: he aquí tres colectivos; este
billete de mil francos es otro colectivo; otro más es el periódico que acabo de comprar. Los objetos
que median entre el individuo y la sociedad, como el autobús de las 7:49, agrupan personas extrañas
entre sí, reunidos sólo por la función realizada; en este caso, por la espera del vehículo que aparecerá
en la esquina del bulevar”.

En ocasiones muy excepcionales, como la toma de la Bastilla o en el asalto al Palacio de Invierno, los
hombres encuentran juntos la solidaridad y se convierten en “grupo”. Estos instantes históricos de
creación colectiva no duran mucho y vuelve a predominar la burocracia, se instala sobre las
conquistas revolucionarias y las masas. Éstas, agotadas y carentes de poder, vuelven a ser pasivas.
El grupo se degrada y la influencia social los conduce otra vez a la “serialización”, a la pérdida de
identidad.

Sartre introdujo en el pensamiento existencialista un nuevo componente conflictivo que intimida y


renueva el entorno consciente de cada individuo, “la mirada del otro”. Para Sartre, el otro es el
antagonista. Un nuevo observador que interfiere al observador. “Me veo en el mundo absorto por las
cosas como la tinta por el papel secante; pero, de repente, la mirada del otro me saca de mi mundo.”
El otro es el infierno, alguien que me objetiva remitiéndome a mí mismo: “Lo que siento cuando oigo
crujir las ramas detrás de mí, no es que haya alguien, sino que soy vulnerable, que poseo un cuerpo
que puede ser herido, que ocupo un espacio y que no puedo, en ningún caso, evadirme del espacio
en el que estoy sin defensa, que me ven.”

Sartre refleja experiencias de la rutina diaria de la gente en las ciudades. El individuo “abandonado
bajo millones de miradas”. Según el protagonista de su novela “La prórroga”, la mirada del otro es
perturbadora pero, además, garantía de su existencia, prueba que no es una nulidad, que cuenta
algo. “Debes haber sentido a veces, en el metro, en el vestíbulo de un teatro, en el tren, la súbita e
insoportable impresión de ser espiado por detrás. Te vuelves, pero ya el curioso ha metido la nariz
en su libro. Me resulta fácil decirte lo significa esa mirada. Es nada, es una ausencia. Imagínate la
noche más oscura; pues bien, es la noche la que te mira, pero una noche encendida, la noche a
plena luz, la secreta noche del día. Estoy chorreante de luz negra… ¡Qué angustia al descubrir
súbitamente esa mirada como un medio universal del que no puedo evadirme! Pero ¡qué descanso
también! Al fin sé que soy. Para mi propio uso y tu mayor indagación, he transformado la frase
imbécil y criminal de vuestro profeta, ese “pienso, luego existo” que tanto me ha hecho sufrir, porque
mientras más pensaba, menos me parecía existir, en esta otra: “Alguien me ve, luego existo”. Ya no
tengo que soportar la responsabilidad de mi vaciamiento, pues el que me ve me hace ser. Yo soy
como él me ve.”

La mirada del otro “es un intermediario que me remite de mí a mí mismo. Si espío por el ojo de la
cerradura y otro me sorprende, me avergüenza, me hace volver en mí. Es mi transcendencia
transcendida”. En la obra de Sartre, “San Genet, comediante y mártir”, la mirada del otro ejerce una
función social incriminatoria. Genet, el futuro ladrón y escritor, siendo niño de diez años, está sólo
en una habitación. Abre un cajón y empieza a deslizar su mano cuando alguien de repente entra y lo
mira. Ha sido sorprendido con las manos en la masa. Bajo esta mirada el niño vuelve en sí. Todavía
no era nadie y al momento se convierte en Jean Genet… Una voz, declara públicamente: “Eres un
ladrón”. La sociedad ha objetivado, catalogado y convertido a un niño en un monstruo.
Un componente complementario a la mirada del otro como percepción objetiva, es la imaginación.
La imagen es la forma de proporcionar intención al objeto de la percepción. “Una imagen es un acto
y no una cosa”. La nada de la conciencia y sus actividades conllevan a la negación del mundo y a
nuestra capacidad de imaginar un mundo distinto, con lo cual nosotros también tenemos que
imaginarnos a nosotros mismos en forma diferente a como parecemos ser.

La imaginación nace de la ausencia, de un vacío que se llena con la evocación. “Es un encantamiento
destinado a hacer aparecer el objeto pensado, la cosa deseada, con el fin de que se pueda tomar
posesión de ella. En este acto, hay siempre algo imperioso e infantil, un rechazo a tener en cuenta
la distancia, las dificultades. Los objetos obedecen a estas órdenes de la conciencia: aparecen. El
mundo de lo imaginario es una nada colocada como ser o un ser colocado como una nada.”

La conciencia para Sartre es “nada”, “ningún objeto”, porque es una actividad, un viento que sopla
de ninguna parte hacia el mundo; el ser, en cambio, siempre está en proceso de ser algo. Vamos
acumulando actos que conforman nuestra factibilidad y seguimos siendo libres para ver nuestras
posibilidades a la luz de nuevos proyectos y ambiciones, lo cual constituye nuestra “trascendencia”.
Un personaje de sus novelas dice, “existir es estar ahí, simplemente… Hay quienes, creo, han
comprendido esto, aunque han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y
causa de sí; pero ningún ser necesario puede explicar la existencia… Todo es gratuito, este jardín,
esta ciudad y yo mismo.

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