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La moral, nos dirá Sartre, es asunto de humanos, y Dios no tiene que intervenir en
ello. La moral está, en función de la realidad humana en tanto que esta constituye
su existencia. Así pues en última instancia, la ética Sartreana encontrara su
fundamento definitivo en la libertad. Pero, ¿qué es la libertad? Según Sartre “dicho
de otro modo no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por
otra parte, Dios no existe no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que
legitimen nuestra conducta. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresare
diciendo que el hombre está condenado a ser libre”.
Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre,
porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.
Universidad de Carabobo-Venezuela
Resumen
A lo largo de la historia han emanado innumerables sistemas de pensamiento, que de alguna
forma han marcado cada época, destaca de manera significativa la Filosofía como forma de
reflexión y de vida, en el periodo de las dos guerras mundiales, momentos tempestuosos,
surgió una manera de pensar basada en el Existencialismo, del cual uno de los mayores
exponentes fue Jean Paul Sartre, quien desarrollo de manera radical esa corriente de tal forma
que hasta la iglesia católica se opuso a sus ideas, las cuales estuvieron basadas sobre todo en
una ética, la cual, parte de la siguiente afirmación: “el hombre no es otra cosa que lo que él
se hace”, destacando que hay tantas éticas como circunstancias se le presenten al hombre. Es
importante destacar que uno de los valores que resalta Sartre es la libertad, se niega a aceptar
normas generales de conductas, en otras palabras niega los estatutos generales de la moral,
establecidos por la sociedad. Quiere decir entonces que el individuo actúa según lo que le
dicte su conciencia. La existencia individual es quien marca la pauta de su propia conducta.
Su ética está marcada por las situaciones y acontecimientos que le toque vivir.
Abstract
Throughout history they have issued countless systems of thought, that somehow have
marked each time, highlights a significant philosophy as a way of thinking and living, in the
period of the two world wars, stormy moments, there arose a way of thinking based on
Existentialism, which one of the greatest exponents was Jean Paul Sartre , who development
in a radical way that current so that even the Catholic Church was opposed to his ideas, which
were based on ethics, which is based on the following statement: "man is not anything other
than that it is done," stressing that there are so many ethical as circumstances arise to the
man. It is important to note that one of the protruding Sartre is the freedom refuses to accept
general rules of behaviour, in other words deny the general statutes of morality, established
by the society. Means that the individual acts according to what dictate you your conscience.
The individual existence is who sets the tone of his own conduct. His ethics is marked by the
situations and events that touch you live.
Estos dos mundos, modos de vivir y forma de reflexionar, tuvieron su origen en una
corriente filosófica denominada existencialismo. Al respecto, Urdanoz en su Historia de la
Filosofía (1978) señala que tal situación produjo “ un tipo extraño de hombres y mujeres (los
hippies) que viven en absoluta libertad, dados a un modo de vivir sin rumbo ni sentido,
despreocupados de la vida social y con frecuencia entregados a una gran licencia moral”
(p.699), trayendo como consecuencia una actitud pesimista sobre el futuro del hombre, según
la cual este no tiene ni metas ni rumbo fijo y, mucho menos, normas morales; igualmente por
la vida que llevan es guiado a la deriva a medida que va jalonando sus vivencias que, a cada
momento, lo lleva a situaciones límites, y según Quiles (1967), “Un escepticismo sobre los
valores positivos, tales como la virtud, la religión, las leyes, el amor, …” (p.103).
Los grandes pensadores del existencialismo, corriente filosófica que causo tanto furor
en Europa, no pertenecieron como era natural y tradicional, a una escuela determinada, sino
mas bien, fueron pensadores radicalmente individualistas. Cada uno construyo su propio
sistema filosófico, destacándose entre otros: Martin Heidegger y Jean Paul Sartre, por el lado
ateo; mientras que por el lado cristiano sobresalieron Karl Jaspers y Gabriel Marcel, de todos,
el más radical fue Sartre, cuya filosofía fue censurada y condenada por la iglesia católica. El
papa Pío XII (1950), en su encíclica Humani Generi, afirma “han abierto el camino a las
aberraciones de una moderna filosofía, que,…se ha llamado a si misma Existencialismo,
porque rechaza las esencias inmutables y solo se preocupa de la existencia de los seres
singulares” (Nº3). En este sentido, la Madre Iglesia, salió a la defensa de su doctrina y de sus
valores cristianos, por considerar, el pensamiento de este famoso pensador francés es
pernicioso y dañino para las personas. Esto se debe a que el existencialismo sartiano defiende
el ateísmo.
Por su parte, Sartre en su libro “El Ser y la Nada” (1976) sostiene que el hombre es
libre para actuar en un mundo en el que no existen normas o valores morales, sino que él (el
hombre) es la norma para sí mismo, a la vez, que es el creador y fundamento de sus propios
valores. La ética Sartriana suscita gran interés por la manera tan fuerte como influyo en las
masas y el atractivo que despertó su pensamiento en muchos intelectuales de renombre (E.
Mounier, A. Camus, S. de Beauvoir). En las primeras influyo a través de su literatura, sobre
todo el teatro; mientras que los intelectuales siguieron muy de cerca sus publicaciones.
En referencia a los valores se puede afirmar que existe una ética existencialista en la
filosofía Sartiana, partiendo de un hecho fundamental como es la libertad, la cual da al
hombre la posibilidad de actuar en los distintos ordenes del comportamiento humano. La
libertad, como valor supremo, representa el bien más grande que posee el hombre, la cual se
pone de manifiesto cuando éste hace uso ilimitado de ella debido a que está condenado a ser
libre; lo que importa es elegir y elegir libremente, pero es una libertad que no tiene sentido
ya que ésta desemboca en un absurdo. Su lado opuesto, el mal, es la conciencia, y es ésta la
que llena de angustia y desesperanza al hombre.
La libertad sartriana no es posible sino a partir de una situación, pero esta misma situación
solo se da por la libertad, una libertad que se asume por una situación. Pero el hombre no es
más que una conciencia y, por consiguiente, una situación desemboca en una elección, pero
no como tal elección sujeta a normas, sino como una elección cuyos proyectos últimos la
lleva a ser absolutamente necesaria con lo que la libertad absoluta no sufre menoscabo. Para
Sartre, el hombre es un ser encadenado a la libertad, es decir, a elegir su propio destino,
sabiendo una de antemano que esto no conducirá a nada, porque su fin es la muerte absoluta,
que significa el anhelo de absorción del sujeto libre (ser – para – sí) en el objeto idéntico,
inerte (ser en – sí), y no hay nada más tras ente fenómeno; por este motivo se habla de la
angustia de la elección.
El hombre tiene, pues que elegirse así mismo, y en la aceptación de esto radica la
autenticidad del ser humano, lo mismo que su grandeza. Ahora bien, la conciencia de que el
hombre se hace a sí mismo, y su inherente responsabilidad, pone de manifiesto el riesgo que
va unido a cada una de las diversas elecciones, ya que ellas el hombre se muestra como
cuidador y aniquilador de todas las demás posibilidades no elegidas. Es el carácter cuidador
y aniquilador el que liga indisolublemente el riesgo a todas y cada una de las decisiones
existenciales del hombre. Por esta razón afirma Sastre, que el hombre “está condenado” a ser
libre. Ya se ha dicho en poco más arriba, que el riesgo de hacerse a sí mismo, lleva inherente
la responsabilidad. Se verá, pues, hasta qué punto el hombre es responsable.
Sastre afirma que el hombre por su libertad es responsable del mundo y de sí mismo,
es decir, es responsable absoluto de todo, porque ha elegido ante una situación dad y ante
esta no tiene excusa, porque ha elegido no sólo por sí mismo, sino también por la humanidad
entera, comprometiéndola. El hombre en su desamparo y en su angustia se encuentra solo sin
excusas frente a su soledad, una soledad que no puede compartir. Ante esta soledad de
sobreviene la angustia que nace frente a la conciencia de su libertad. Sabe que el hombre es
un elegirse y que es responsable de esa elección, pues sabe que no es definitivamente lo que
ha sido, ni lo que será y sabe también que nadie podrá determinar rigurosamente lo que será.
La libertad lleva al hombre a tomar múltiples actitudes, entre ellas, sobresalen: el amor y el
odio, la mala fe y la mentira, la mirada y el cuerpo. El hombre al actuar, elige cada una de
estas actitudes, y al actuar va cuando sus valores, los va eligiendo, puesto que él cuando sus
valores, los va eligiendo, puesto que él es el fundamento de sus propios valores. Aunque
Sartre no ha escrito una teoría ética, sin embargo, su tesis sobre la libertad da pie para una
visión moral. De ahí su “ética situacionista”.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Pio XII. (1950) Carta Encíclica, Humani Generis: Sobre la evolución y el magisterio de la
iglesia.
Quiles, I (1967) Sartre y su Existencialismo. 3era Edición.: Calpe, S.A. Madrid, España
Existencialismo de Sartre
Juan Rodes
Jean-Paul Sartre (1905-1980), una de las figuras culturales más representativas del siglo XX, y cuya
filosofía posiblemente sigue siendo de bastante importancia en nuestros días, más de la reconocida.
Fue identificado con el existencialismo, aunque no fue su creador. Nos dejó su pensamiento en obras
filosóficas, pero también expuesto en brillantes obras literarias para que dedujéramos por nosotros
mismos el medio de existencia individual del ser humano, con su angustia, su libertad y su absurdo.
El existencialismo da sentido a la vida de cada ser humano sin contar con sus creencias, cada uno es
libre y responsable de sus actos. La ética existencialista reconoce una libertad fundamental del
individuo que lo proyecta al futuro, rechazando por inauténticos, los prejuicios que corresponden a
los valores y convencionalismos tradicionalmente inculcados. Dice Sartre: “El hombre es el único ser
en la naturaleza que no sólo es tal como él se quiere, sino también como él se concibe después de
existir… No es otra cosa que lo que él se hace. Es éste el primer principio del existencialismo”.
En el ser humano “La existencia precede a la esencia.” Cuando un artesano quiere crear una obra,
primero piensa, prefigura la esencia de su creación. Con este ejemplo explica cómo la existencia
precede a la esencia en el ser humano, porque a los seres humanos nadie los ha diseñado y nada
hay que los haga malos o buenos. Para Sartre nuestra esencia, lo que nos define, es lo que nosotros
mismos construimos con nuestros actos.
Él considera que existimos para ir aprendiendo los inventos de los demás humanos, las cosas
abstractas, desde la idea de Dios hasta la existencia de una esencia humana previa. Cuando hemos
aprendido nos liberamos y nos realizamos libremente, siendo ésa nuestra esencia. Nunca somos algo
fijo y acabado. O es “mala fe” o es autoengaño considerarnos con un rol social determinado o con
un carácter que se cataloga como tímido, como atrevido, como intelectual, etc. Siempre estamos
intentando definirnos pero siempre somos libres para romper con lo que somos y responsabilizarnos
de lo que hemos hecho de nosotros mismos.
Esta forma de actividad a través de instituciones se aprecia claramente en este ejemplo que él ofrece:
“Me basta abrir la ventana: veo una iglesia, veo un banco, un café: he aquí tres colectivos; este
billete de mil francos es otro colectivo; otro más es el periódico que acabo de comprar. Los objetos
que median entre el individuo y la sociedad, como el autobús de las 7:49, agrupan personas extrañas
entre sí, reunidos sólo por la función realizada; en este caso, por la espera del vehículo que aparecerá
en la esquina del bulevar”.
En ocasiones muy excepcionales, como la toma de la Bastilla o en el asalto al Palacio de Invierno, los
hombres encuentran juntos la solidaridad y se convierten en “grupo”. Estos instantes históricos de
creación colectiva no duran mucho y vuelve a predominar la burocracia, se instala sobre las
conquistas revolucionarias y las masas. Éstas, agotadas y carentes de poder, vuelven a ser pasivas.
El grupo se degrada y la influencia social los conduce otra vez a la “serialización”, a la pérdida de
identidad.
Sartre refleja experiencias de la rutina diaria de la gente en las ciudades. El individuo “abandonado
bajo millones de miradas”. Según el protagonista de su novela “La prórroga”, la mirada del otro es
perturbadora pero, además, garantía de su existencia, prueba que no es una nulidad, que cuenta
algo. “Debes haber sentido a veces, en el metro, en el vestíbulo de un teatro, en el tren, la súbita e
insoportable impresión de ser espiado por detrás. Te vuelves, pero ya el curioso ha metido la nariz
en su libro. Me resulta fácil decirte lo significa esa mirada. Es nada, es una ausencia. Imagínate la
noche más oscura; pues bien, es la noche la que te mira, pero una noche encendida, la noche a
plena luz, la secreta noche del día. Estoy chorreante de luz negra… ¡Qué angustia al descubrir
súbitamente esa mirada como un medio universal del que no puedo evadirme! Pero ¡qué descanso
también! Al fin sé que soy. Para mi propio uso y tu mayor indagación, he transformado la frase
imbécil y criminal de vuestro profeta, ese “pienso, luego existo” que tanto me ha hecho sufrir, porque
mientras más pensaba, menos me parecía existir, en esta otra: “Alguien me ve, luego existo”. Ya no
tengo que soportar la responsabilidad de mi vaciamiento, pues el que me ve me hace ser. Yo soy
como él me ve.”
La mirada del otro “es un intermediario que me remite de mí a mí mismo. Si espío por el ojo de la
cerradura y otro me sorprende, me avergüenza, me hace volver en mí. Es mi transcendencia
transcendida”. En la obra de Sartre, “San Genet, comediante y mártir”, la mirada del otro ejerce una
función social incriminatoria. Genet, el futuro ladrón y escritor, siendo niño de diez años, está sólo
en una habitación. Abre un cajón y empieza a deslizar su mano cuando alguien de repente entra y lo
mira. Ha sido sorprendido con las manos en la masa. Bajo esta mirada el niño vuelve en sí. Todavía
no era nadie y al momento se convierte en Jean Genet… Una voz, declara públicamente: “Eres un
ladrón”. La sociedad ha objetivado, catalogado y convertido a un niño en un monstruo.
Un componente complementario a la mirada del otro como percepción objetiva, es la imaginación.
La imagen es la forma de proporcionar intención al objeto de la percepción. “Una imagen es un acto
y no una cosa”. La nada de la conciencia y sus actividades conllevan a la negación del mundo y a
nuestra capacidad de imaginar un mundo distinto, con lo cual nosotros también tenemos que
imaginarnos a nosotros mismos en forma diferente a como parecemos ser.
La imaginación nace de la ausencia, de un vacío que se llena con la evocación. “Es un encantamiento
destinado a hacer aparecer el objeto pensado, la cosa deseada, con el fin de que se pueda tomar
posesión de ella. En este acto, hay siempre algo imperioso e infantil, un rechazo a tener en cuenta
la distancia, las dificultades. Los objetos obedecen a estas órdenes de la conciencia: aparecen. El
mundo de lo imaginario es una nada colocada como ser o un ser colocado como una nada.”
La conciencia para Sartre es “nada”, “ningún objeto”, porque es una actividad, un viento que sopla
de ninguna parte hacia el mundo; el ser, en cambio, siempre está en proceso de ser algo. Vamos
acumulando actos que conforman nuestra factibilidad y seguimos siendo libres para ver nuestras
posibilidades a la luz de nuevos proyectos y ambiciones, lo cual constituye nuestra “trascendencia”.
Un personaje de sus novelas dice, “existir es estar ahí, simplemente… Hay quienes, creo, han
comprendido esto, aunque han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y
causa de sí; pero ningún ser necesario puede explicar la existencia… Todo es gratuito, este jardín,
esta ciudad y yo mismo.