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VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR.

LA INCREÍBLE HISTORIA DE SALVADOR VILLANUEVA

“Algo debía haber cambiado dentro de mi ser, pues el miedo o recelo que hasta
entonces había sentido, se trocó en audacia. Empecé a imaginarme que lo que
tenía enfrente no era ninguna nave, y hasta le encontré cierto parecido con una
casa de exploradores de tipo convencional”.

“Cuando el hombre repitió su invitación, decididamente avancé y empecé a


subir tras él”.

“Salimos por una especie de claraboya o agujero redondo de poco más o menos
medio metro de circunferencia, a una plataforma horizontal…”

Salvador Villanueva Medina en la década de los sesentas.

Así comenzaba el supuesto viaje a Venus del taxista mexicano


Salvador Villanueva Medina, tal como lo relataba en el
capítulo II de su libro Yo estuve en el planeta Venus1. Así, con
una simple invitación del venusino, Villanueva iba a hacer el
viaje de su vida.

Pero la historia no comenzaba ahí. Ni Salvador fue el primer personaje que


apareció en escena.

Donald E. Keyhoe por la época en que se publicó el relato de


Salvador Villanueva.

En 1950 el Mayor retirado Donald Edwards Keyhoe publica su


famoso artículo Flying Saucers Are Real, en la True Magazine
de enero de 19502. Artículo, que crearía los cimientos teóricos del mito de los
platos voladores, y que fue traducido al español. En febrero y marzo los diarios
de toda la República, día con día, publicaban uno o varios artículos sobre platos
voladores. Para marzo se dio la primera gran oleada en México. Ese artículo de
Keyhoe fue el catalizador de avistamientos en diversas partes del globo.

1 Villanueva Medina Salvador, Yo estuve en el planeta Venus, Imprenta Cosmos, S. de R.


L., México, 1958, 136 s.
2 Keyhoe Donald E., Flying Saucers Are Real, True, 26 de diciembre de 1949.
Interiores del libro de Adamski y Leslie, con la famosa
fotografía del plato volador en forma de campana.

Enero de 1953 fue el año de la publicación del libro de George


Adamski y Desmond Leslie, Flying Saucers Have Landed3,
que sería comentado en la prensa mexicana. En 1954 se presentaría la oleada
francesa y muchos otros casos que luego se harían clásicos de la ufología, como
el del ovni de Coniston, fotografiado por los hermanos Derbishire (un fraude),
el marcianito de Cedric Allingham4 (otro fraude) y otros más.

Cedric Allingham en una fotografía publicada en el libro Flying


Saucer From Mars.

En ese mismo año, 1954, se publicó el librito de Salvador


Calvillo Madrigal, Plativología: ensayo nesciente5, edición del
autor, de 21 páginas con varias ilustraciones (como su título lo
indicaba). También fue el año en que el periodista Manuel
Gutiérrez Balcázar, del diario Novedades, comenzaría a
publicar una serie de artículos sobre los platos voladores, bajo el pseudónimo
de M. Gebé. Y, finalmente, sería el año en que llegaron a México dos
entusiastas de los platos voladores, los esposos Bryant Reeve y Helen Reeve.
Estos tres últimos personajes jugarían un importante papel en la historia del
contactado mexicano y de la ufología en México.

3 Leslie Desmond & Adamski George, Flying Saucers Have Landed, The British Book
Centre, New York, 1953, 232 s.
4 http://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-primera-parte/

http://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-final/
5
Calvillo Madrigal Salvador, Plativología: ensayo nesciente, edición del autor, México,
1954, 21 s. Este sería el primer intento de libro sobre platos voladores publicado en México.
Pero la primera obra formal en este sentido es el libro Diego Pérez Ismael, ¿Son los platillos
voladores una realidad?, Imprenta Didot S. de R. L., México, 1955.
Manuel Gutiérrez Balcázar en una expedición realizada para
tratar de localizar el lugar en donde aterrizó el plato volador
reportado por Salvador Villanueva.

Este trabajo sobre el primer contactado mexicano, Salvador


Villanueva Medina, está basado en una investigación
hemerográfica y bibliográfica y algunas breves entrevistas con
personajes que estuvieron involucrados en este asunto,
realizadas por quien escribe y por Óscar García. La intención
es organizar la información disponible y mostrar algunas
conclusiones. Se presentan las fuentes originales,
primordialmente las dos principales ediciones del libro de
Villanueva, el folleto y los artículos de M. Gebé, así como el libro de los esposos
Reeve y otras fuentes consultadas. Se da especial interés a las voces de los
protagonistas y sólo se intercalan algunos breves comentarios de este autor.
TURISTAS GRINGOS BUSCANDO PLATOS VOLADORES EN
MÉXICO

En octubre de 1954 los dos jubilados norteamericanos deciden viajar a México.


Consiguen un permiso de turistas de seis meses, se suben a su auto y no paran
hasta llegar a la Ciudad de México, a 1,300 kilómetros de distancia de su casa
en Detroit, ingresando al país por la Autopista No. 85, “The Laredo Road”,
como era conocida por los norteamericanos.

El matrimonio Reeve, Helen y Bryant. Él era un ingeniero


graduado de Yale y del Massachusetts Institute of Technology.

Lo que iba a ser un viaje de recreo y descanso se convirtió en


una búsqueda de platos voladores. Los Reeve dicen en su libro,
Flying Saucer Pilgrimage6, que eran dos “turistas gringos” que de pronto se
encontraron con los artículos sobre platos voladores de un tal M. Gebé y
decidieron entrar en contacto con el periodista mexicano.

Los Reeve ya tenían experiencia en el mundillo de los platos voladores. Habían


conocido, entrevistado y eran amigos de George Adamski, Desmond Leslie,
George Hunt Williamson7 y Truman Bethurum. Habían grabado varias de
las conferencias de esos contactados. Todo ese material lo pusieron a
disposición de M. Gebé y eso mantuvo ocupada su columna durante semanas.
Los Reeve relatan así esa historia:

George Hunt Williamson.

“Los artículos semanales de M. Gebé sobre platos crearon


considerable interés en la Ciudad de México, y otros periódicos
comenzaron a escribir sobre el tema. Antes de salir del país, seis
meses más tarde, prácticamente todos los diarios
metropolitanos tenían artículos sobre platillos, y luego de
nuestra partida una carta de nuestro pequeño amigo Joey nos dijo que una

6 Reeve Bryant & Reeve Helen, Flying Saucer Pilgrimage, AmherstPress, Wisconsin,
1957, 304 s.
7
Ver: http://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-
comandantes-de-luz-primera-parte/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-
comandantes-de-luz-final/
nueva canción popular -un mambo- se convirtió en todo un éxito titulado Los
marcianos llegaron ya8. Cuando llegamos por primera vez en la capital no
pudimos encontrar un sólo libro sobre platillos en español, y el libro de Leslie-

8 No era un mambo sino un cha-cha-chá interpretado por la Orquesta Aragón de Cuba.


Salvador Villanueva también se refiere a esta canción en estos términos: “En el barrio, los
vagos empezaron a burlarse de mis hijas. Por ese entonces estaba de moda un mamarracho
de canción que se titulaba ‘Los marcianos llegaron ya’ que les cantaban al pasar y no había
un solo día que no llegaran llorando y maldiciendo mi ocurrencia de haber publicado mi
aventura. Más de una vez estuve a punto de arremeter contra aquella estúpida chusma que
me hacía la vida imposible, pero me contenía al pensar que mi familia quedaría
desamparada”.
La letra de este chachachá:
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
De un platillo volador
Todos bajaron bailando
Y uno gozando rascando
Un güiro televisor
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
Las marcianas muy bonitas
En trajes de mamboleta
Giraron en mil piruetas
Al ritmo del ricacha
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha
Ricacha ricacha ricacha
Así llaman en Marte al cha cha chá
¡Cha cha chá!
Adamski en inglés era difícil de obtener. Sin embargo, esta situación cambió
poco a poco. Durante nuestra estancia se publicó una edición en español de
este libro, y muchos libros sobre platillos en inglés comenzaron a aparecer en
las librerías”.

Truman Bethurum

“Pero déjenos contarles lo que pasó en nuestro apartamento en


México, DF. Poco a poco se convirtió en una sede no oficial de
los interesados en los platillos en la capital. Por primera vez
tocamos las grabaciones de conferencias sobre platillos y
entonces nos pidieron dar conferencias nosotros mismos. Estas
conferencias fueron dadas en inglés, pero siempre se traducían en beneficio de
aquellos en la audiencia que sólo entendían español. Nuestra biblioteca de
libros sobre platillos era ávidamente buscada por muchas personas que
estaban realmente deseosas de aprender más acerca de este gran tema, y
teníamos una lista de espera de libros. Nuestra fama creció a pasos
agigantados. Apenas podíamos mantener el ritmo con los compromisos sociales
y los compromisos que se desarrollaron por este interés en las naves espaciales
y los seres del espacio. Hablar de ‘Café Society’ en la capital mexicana, era
uno-dos-tres en comparación con la nueva y excitante ‘Temporada social de
los platillos volantes’, que fue cobrando impulso en todo momento. No era nada
para nosotros tener una reunión de platillos con veinte o treinta personas en el
apartamento durante el día, y luego ser invitados a una encantadora residencia
mexicana para una noche de discusión sobre el mismo tema. Muchas personas
estaban sinceramente interesadas en estos objetos que visitaban nuestros
cielos.

Escena de la película “Ensayo de un crimen”, de Luis Buñuel,


interpretada por Enrique Alonso y Miroslava, que aparecen en
primer plano. El hombre, a la derecha de la foto, con camisa
blanca y sin corbata, de pelo canoso, es Bryant Reeve.

“Podemos decir que las personas con las que nos reuníamos eran maravillosas.
Había un gran contingente mexicano, que incluía a personas tales como
médicos, abogados, periodistas, ingenieros, científicos, artistas, autores y
militares -Sí, incluso un General. Creemos que también hay que mencionar
nuestro buen amigo el Coronel ‘B’ de la Fuerza Aérea Mexicana9, que era la
autoridad mexicana en el fenómeno de los platillos volantes. Agudo, ingenioso,
agradable, siempre alerta por nueva información, que era uno de los visitantes
más bienvenidos. Hemos sido capaces de intercambiar información sobre
platillos con él en numerosas ocasiones, y todavía tenemos correspondencia
directa con muchos líderes platillistas. Cuando el Coronel B no podía venir él
mismo, a menudo enviaba a un representante. Tenga en cuenta que estos
funcionarios no estaban burlándose de los platillos voladores ni estaban
amordazados. Lejos de ello. Eran plenamente conscientes de la existencia de
naves espaciales y no dejaban ninguna piedra sin mover para aprender todo lo
que pudieran sobre ellos. Mucha gente buena, muy educada y distinguida venía
a nuestras reuniones sobre platillos o nos invitaban a asistir a sus propias
reuniones. Luego hubo un importante contingente de habla
inglesa y también un grupo de estudiantes norteamericanos, en
su mayoría del México City College, donde muchas clases se
daban en inglés. México es una especie de cruce de caminos que
conducen a Norte y Sudamérica. Era, pues, una actividad
apasionante y cosmopolita -este fue el asunto de los platos
voladores al sur de la frontera”.

El matrimonio apareció en los periódicos, en la televisión y en


el cine. Interpretaron a unos “típicos turistas gringos” en “Ensayo de un
crimen” de Luis Buñuel10. En su libro comentan al respecto:

Otra escena de la misma película. La mujer a la derecha, de chal


o reboso blanco, es Helen Reeve.

“Antes de salir de México tuvimos la oportunidad de ver una


vista previa, y lo que nos llevó tres días de arduo trabajo y veintinueve
repeticiones en el estudio tuvieron alrededor de 120 segundos en la pantalla”.

En cuanto a las entrevistas en periódicos y televisión:

“Nuestra presencia en los periódicos a veces fue el resultado directo de


nuestras actividades platillistas. Esto también se aplica a la televisión. Fuimos
9
Este Coronel “B”, junto con un sargento de la Fuerza Aérea Mexicana, constituían le versión
mexicana de los proyectos Sign, Grudge, Blue Book, etc. En estos momentos me encuentro
investigando esta historia, que espero publicar en un futuro en mi blog Marcianitos Verdes.
10 Ensayo de un crimen, drama cinematográfico de 89 minutos, México, 1955. Dirigida por

Luis Buñuel y producida por Alianza Cinematográfica.


invitados a aparecer en la televisión en un programa llamado ‘Mesa de
Celebridades’11, que se transmitía en el restaurante en la cima del Hotel
Continental en el centro de la ciudad de México. Era algo así como los
programas en USA en los que los invitados del club son entrevistados de
manera informal y televisados justo en sus mesas”.

Portada del libro de Ismael Diego Pérez.

Como una curiosidad para la historia de la ufología mexicana, el


matrimonio Reeve fue el fundador de los primeros clubes
platillistas de México y también fueron, junto con M. Gebé, de
los primeros investigadores de campo en este país. Ellos mismos
nos lo cuentan así:

“Fuimos elegidos miembros fundadores de la recién formada Sociedad


Mexicana de Investigación Interplanetaria12 y éramos miembros del
recientemente formado English Speaking Saucer Club. A pesar de todo esto,
hacíamos viajes y explorábamos el hermoso país en cada oportunidad”.

11 Mesa de celebridades era conducido por el periodista Agustín Barrios Gómez, y


producido por Elías Smeke.
12
Que por una extraordinaria coincidencia tenía casi las mismas siglas de la Sociedad
Mexicana para la Investigación Escéptica. SOMIE y SOMII. De la SOMII no he encontrado
más que esta referencia. No hay actas del grupo, ni registro oficial de su establecimiento.
Mucho menos tengo datos del English Speaking Saucer Club.
YO HICE CONTACTO CON LOS TRIPULANTES

A instancias de Manuel Gutiérrez Balcázar, los Reeve prepararon una


conferencia sobre platos voladores. Para ese entonces Villanueva ya se había
puesto en contacto con M. Gebé y le había contado parte de su supuesta
experiencia13.

Portada del libro de Héctor Enrique Espinosa y Cossio.

“Por aquellos días un periodista que bajo el seudónimo de M.


Ge Be escribía una serie de artículos sobre el tema llamó ni
atención. Por la seriedad con que actuaba, decidí interesarlo
mandándole una parte del relato, pues no podía desterrar de mí
la incertidumbre que provocara el amigo chofer y por lo tanto
juzgo que de nuevo cometí un error, no contándole a este
hombre la experiencia con lujo de detalles”14.

“Por esos días estaba en México de vacaciones un matrimonio norteamericano,


que había tenido oportunidad de ver una nave espacial a poca altura y les
entusiasmó tanto que decidieron documentarse debidamente y dictar algunas
conferencias”.

“En México se pusieron en contacto con el señor M. Ge Be, quien tuvo la


gentileza de invitarme a la primera conferencia dictada por ellos en la capital”.

“Concurrieron a ésta unas trescientas entusiastas personas, la mayoría


documentadas y algunas con experiencias personales”.

“También los periodistas hicieron acto de presencia, por lo que resultó


interesante el nuevo incidente que iba a aumentar mi acervo personal”.

13 Gutiérrez Balcázar recibió la carta de Villanueva el 30 de diciembre de 1954.


14
Salvador Villanueva se refiere a que sólo relató la primera parte del supuesto encuentro.
No mencionó nada sobre el viaje a Venus. A estos dos eventos los llamaremos Primero y
Segundo Acto. Hay, además, el relato de un Tercer Acto, es decir, un segundo encuentro con
los venusinos en plena ciudad de México. Esta parte de la historia es muy poco conocida y
la encontrará el lector al final de este trabajo.
“En compañía de mi hijo mayor, ocupamos un rincón del salón, dejando que
transcurriera el acto. Los ánimos se caldearon. Varias personas subieron al
estrado a relatar su experiencia, aumentando el interés de los concurrentes”.

Portada del libro Platillos voladores realidad y fantasía, de


William Jones.

Los Reeve relatan este incidente de una manera muy parecida:

“Eran las 7 p.m. del 7 de enero de 1955. Nosotros estábamos


reunidos en la antigua Colonia San Pedro de la Ciudad de
México en la Calle Cinco Nº 1015. ‘Nosotros’ incluye a una
audiencia de más de doscientos mexicanos y amigos -nos reunimos a la espera
de escuchar una conferencia sobre los platillos volantes. El conferencista, mi
marido Bryant, estaba sentado en el estrado con una pizarra detrás de él, que
había solicitado. El señor ‘Gebe’, el editor de un periódico había patrocinado
la reunión, y había presente una serie de distinguidos invitados. Fue una
ocasión de gala -el primer esfuerzo en la Ciudad de México hacia la formación
de una Organización de Platillos Voladores”.

“El señor ‘Gebe’ comenzó la reunión presentando una serie de invitados que
contaron sus interesantes avistamientos de platillos en los alrededores de la
ciudad de México. A continuación presentó a Bryant, quien inició su
conferencia diciendo frases en inglés, que luego eran traducidas en forma
instantánea al español por un excelente intérprete. Luego seguía otra frase de
inglés y otra relampagueante traducción. Iba muy bien, y el público escuchaba
con gran atención”.

“Luego de algunas presentaciones Bryant llegó a una pausa, y con todo el


mundo alerta, preguntó a la audiencia de manera dramática, ‘¿Alguien
presente ha visto alguna vez un hombre del espacio? ¡Por favor, levanten la
mano!’”

“Hoy sé que Bryant intentó esto simplemente como una especie de pregunta
retórica y que esperaba seguir adelante y decir algo como: ‘Bueno, mire a su
prójimo –todos somos personas del espacio, nosotros mismos vivimos en una
nave espacial llamada Tierra’. Luego desarrollaría el tema de que la Tierra
misma es un tipo de nave espacial”.

15 Se refiere a la actual San Pedro de los Pinos, en la Delegación Benito Juárez


“Uno de los periódicos de México informó del incidente al día siguiente,
afirmando que, ‘Un impactante silencio -absoluto silencio- siguió a esta parte
de la conferencia’”.

“Seguramente lo hubo, y Bryant parecía estar disfrutando del efecto. La pausa


fue muy larga. Estaba a punto de continuar cuando, créanlo o no, una figura
humana en la fila de atrás, cerca de la puerta, se puso de pie y ¡alzó la mano!”

“Bryant estaba petrificado, congelado. Su rostro registró una mezcla de


sorpresa, shock, incredulidad, y la idea de que ¡cualquier cosa puede pasar en
México!”

“El público veía la mano levantada y la reunión inmediatamente se convirtió


en una verdadera casa de locos”.

“Bryant miró al señor ‘Gebe’ que sacudió la cabeza con asombro16. Estuvieron
de acuerdo y decidieron que era peligroso dejar que el hombre hablara -si su
pretensión de haber visto a un hombre del espacio pudiera ser sólo una broma.
Era una situación muy difícil”.

“En ese momento, sin embargo, los miembros de la audiencia se pusieron de


pie sobre las sillas, demandando a gritos que el hombre fuera escuchado. El
hombre fue impulsado al estrado, y el señor ‘Gebe’ le dio un asiento y le indicó
a Bryant que siguiera la conferencia. Bryant lo intentó, pero era imposible
porque era irresistible el clamor por que el otro hombre hablara. Por último,
el señor ‘Gebe’ hizo lo único posible en esas circunstancias para calmar a la
audiencia. Permitió hablar a la audiencia a este hombre de la tierra, que había
declarado que había visto a un hombre del espacio”.

“Eso, amigos míos, fue nuestra presentación poco convencional y emocionante


con un mexicano notable que más tarde sería conocido por muchos como el
‘Adamski mexicano’. Era un taxista llamado Salvador Villanueva Medina, y
contó una historia sorprendente de su reunión, de más de una noche, con dos
hombres del espacio ultraterrestre, en un automóvil descompuesto, a unas
trescientos millas al Norte de la ciudad de México, en la carretera a Laredo,
16
Pongamos atención en este punto. Gutiérrez Balcázar ya conocía la historia de Villanueva
y al mismísimo taxista, al que había invitado a la conferencia. Resulta sumamente extraño
que se asombrara y que incluso pensara que era peligroso dejarlo hablar ante el público. Este
es un punto que el lector debe mantener en mente hasta el final de este artículo.
en agosto de 1953. Pudimos ver que su relato causó una profunda impresión
en el público. Todo fue en español, y el intérprete estaba tan interesado que no
nos dijo mucho en inglés. Por último, el hombre terminó y fue aplaudido”.

“Bryant cerró la conferencia -el punto más alto, sin embargo, fue el relato dado
por el chofer de México”.

Ahora regresemos a la parte de atrás del teatro. Vayamos con Salvador


Villanueva y escuchemos lo que nos dice al respecto.

“De repente, la persona que dictaba la conferencia, en un recurso de oratoria,


preguntó si alguno de los presentes había establecido contacto con los
tripulantes de las naves espaciales”.

“La pregunta hizo un efecto fulminante en mí que, sin saber con certeza el
alcance de mi repentina decisión y sintiendo que una fuerza extraordinaria me
obligaba a ello, levanté la mano, siendo invitado al estrado ante la expectativa
general”.

Uno de los objetos que vio Luis Struck durante la oleada de


platos voladores de 1950. No cabe duda de que se trataba de un
globo.

“Solo había caminado unos pasos, cuando ya estaba


arrepentido; pero seguí adelante. Afortunadamente me trataron
con cortesía, y hasta hubo un gran escritor, don Francisco Struk17, allí
presente, que salió en mi defensa, dando crédito a mis palabras, en lo que se
calmó la efervescencia que había provocado”.

17 Existió un Luis Struck que el 12 de marzo de 1950 vio cuatro objetos sobre el aeropuerto
de la Ciudad de México, a unos 7,000 metros de altura y el 17 del mismo mes y año observó,
en compañía de varias otras personas, un objeto brillante en el cielo, en forma de “globo…
con gajos o cuerdas que descienden de la parte esférica superior a la parte alargada hasta
formar cauda en la parte inferior”. En ambos casos se confirmó que eran globos
meteorológicos. ¿Se trata del mismo personaje? Ver:
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-2/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-3/
“DECIDIMOS INVESTIGAR”

Así titulan los Reeve el apartado en el capítulo IX de su libro Flying Saucer


Pilgrimage, y nos cuentan lo siguiente:

“La experiencia de Salvador Villanueva Medina causó sensación entre los


interesados en los platillos. Muchos mexicanos se habían quejado de que los
hermanos del espacio parecían aterrizar en todas partes, pero no en México.
No había mucho más que avistamientos de platillos. Este era un verdadero
‘contacto’ con seres del espacio justo en México. Una cosa es discutir
‘contactos’ en países lejanos, pero otra es encontrar que la gente de tu propia
comunidad tiene experiencias justo ‘en casa’. Era la oportunidad de México
para su propio ‘Adamski’. Pero, por supuesto, la experiencia tenía que ser
investigada y comprobada. Como siempre, había muchos escépticos. Muchas
personas estaban haciendo una pregunta muy pertinente, ‘¿Por qué el chofer
mantuvo esta terrible experiencia para sí mismo durante casi diecisiete meses?
¿Por qué no la contó antes?’”

Portada del libro del matrimonio Reeve.

“Su respuesta a esto fue que les había contado a algunas


personas después de que ocurrió y había sido rechazado
totalmente. Se lo dijo a su mujer, y acordaron que por el bien
de su trabajo era necesario mantenerlo en secreto”.

“La historia nos intrigó tanto que tuvimos muchas sesiones con
el señor ‘Gebe’ y el chofer en las que discutimos su experiencia a fondo. Se hizo
una transcripción escrita de su historia, con gran detalle. Nos identificamos
mucho con él y a su pedido lo llamamos ‘Salvador’. Confiamos en que no le
importaba si le llamábamos por ese nombre en este relato de nuestras
experiencias juntos. Nosotros mismos teníamos ganas de conocer la verdad y
todos los incidentes, minuto a minuto, relacionados con este contacto, y lo
mismo ocurría con el señor ‘Gebe’. Todos nos dimos cuenta de que no había
testigos, pero poco a poco nos enteramos de que sólo unas pocas personas que
han contactado en los últimos tiempos en todo el mundo han tenido testigos.
Cualquier investigador tiene que reconocer esta situación. Por favor, recuerde
que somos investigadores privados de platillos -sólo eso. Nunca ha habido nada
‘oficial’ de ningún tipo en nuestras investigaciones. Nuestra política en esta
materia ha sido la de ‘convivir’ con la gente que tuvo experiencias con platillos
para poder ‘sentirla’ nosotros mismos y hacer nuestras propias decisiones.
Convencer a otros nunca ha sido nuestra meta. Queríamos convencernos a
nosotros mismos de una manera u otra. Estábamos tan deseosos de refutar este
contacto como de probarlo. Discutimos con el señor ‘Gebe’ la posibilidad de
sacar al chofer de su trabajo por tres o cuatro días y viajar a Ciudad Valles,
cerca de donde ocurrió el encuentro, a fin de realizar una investigación
cuidadosa. Él pensó que esa era una buena idea y finalmente fue arreglada.
Mientras tanto, hicimos todo lo posible por averiguar lo que podíamos acerca
de Salvador y sus antecedentes y para obtener el relato de su contacto por
escrito”.

“Salvador mismo es un mexicano bastante joven, de condición humilde. Es


bajo, gordo y tiene el pelo negro oscuro. No ha sido bendecido con mucha
escolarización o educación18. Está casado y tiene una buena familia, de siete
hijos, a quien apoya con su trabajo como chofer y taxista. Personalmente lo
encontramos muy simpático, y descubrimos que tenía un buen sentido del
humor. Su rostro muestra carácter, y uno puede sentir su honestidad y
sinceridad. Su humildad nos dio una buena impresión – no es jactancioso o
grandilocuente en absoluto, más bien tiene una actitud ‘digna’. Una
característica sobresaliente es su excelente memoria ‘fotográfica’, junto con
poderes de observación realmente excepcionales, minuciosos hasta el detalle.
Él es un alma muy religiosa y piadosa y no bebe bebidas alcohólicas. Nos
hicimos amigos”.

Pero antes de continuar con lo que sería una de las primeras investigaciones de
campo de la ufología mexicana, veamos el relato de Salvador Villanueva. Aquí
utilizaremos una versión mezclada de los relatos que aparecen en su libro, lo
publicado por M. Gebé y la versión por escrito que entregó a los esposos Reeve.
A esta parte le llamaremos “Primer acto”, pues es en términos generales, la
versión que aparecería publicada en los primeros artículos de M. Gebé. En ella
no se menciona el viaje en plato volador al planeta Venus.

18Otro punto que considerar debido a la forma educada, y hasta culta en que se expresa
Salvador Villanueva en su libro, lo que nos hace sospechar de que alguien más trabajó como
“escritor fantasma” para confeccionar esa obra.
YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS (PRIMER ACTO)

“El 20 de agosto de 195319 a las 9 p.m. estaba cubriendo mi ruta de taxi (en la
Ciudad de México) en la que trabajo y me ocupó desde 1931. Tomé como
pasajeros a dos tejanos, un hombre y su esposa. Él era de aproximadamente
cincuenta años, tenía el pelo gris, era delgado y alto. Ella era un poco más
bajita que él y parecía de unos cuarenta años de edad. Los recogí en el Zócalo
para llevarlos al Hotel Oxford20. Durante el viaje me pidieron que les
recomendara un chofer que les ayudara a conducir a Laredo su automóvil, que
entonces estaba en un taller de reparación, sometido a un chequeo luego de un
accidente”.

Cartel publicitario el Buick 1952.

“Contra mi costumbre, me interesó el trabajo y me puse a su


servicio. Volví a verlos al día siguiente a las 10 horas recogimos
su automóvil, que era un magnífico Buick modelo 1952, que avanzaba con
facilidad. El resto del día los llevé a varios lugares. Me pagaron y luego me
contrataron para llevarlos a Laredo a partir de las 9 a.m. del día siguiente”.

“Al día siguiente, después de haber hecho algunas compras, salimos para
Laredo conduciendo a una velocidad de sesenta a setenta millas por hora. A la
pareja le urgía llegar y nos turnábamos manejando el vehículo”.

“Más allá de Valles21 llevábamos recorridos menos de 500 kilómetros, 484


para ser exactos, cuando se produjo un ruido en la transmisión del coche22.
Paramos al lado de la carretera, temerosos de causar un desperfecto grave”.

19 En su libro Villanueva dice “Corría la segunda decena del mes de agosto de 1953”, lo
que ha dado pie a varias confusiones en cuanto a la fecha en que, supuestamente, ocurrió la
aventura.
20 Había un Hotel Oxford en la colonia Tabacalera, Delegación Cuauhtémoc, pero no hay

más datos para determinar si se trata del mismo en donde se hospedaron los turistas
norteamericanos. En los ochentas, cuando intenté investigar el caso de Villanueva, me dirigí
a ese hotel, pero no tenían registros de sus huéspedes, mucho menos tan antiguos.
21
Se refiere a Ciudad Valles, en el estado de San Luis Potosí. En la literatura ufológica hay
mucha confusión sobre este punto. Algunos mencionan “Ciudad Vallejo”, que es una ciudad
de California, otros hablan de “Ciudad Valley’s”, es decir, “los valles de la ciudad”, etc.
22 En el libro se habla de la transmisión, en el relato a los Reeve se menciona “la caja de

cambios (diferencial)”.
“Ya era tarde. Mis acompañantes decidieron regresar a la ciudad en busca de
una grúa y un mecánico, ya que en plena carretera y sin herramientas resultaba
imposible hacer alguna reparación. Llamaron a un coche que pasaba y me
dijeron que esperara y cuidara su coche”.

“Cuando mis improvisados patrones se alejaron, saqué el gato de defensa con


objeto de investigar de dónde provenía el ruido. Lo coloqué, levantando una
rueda; eché a andar el motor conectado a la transmisión y me deslicé por
debajo, para oír con mayor claridad. Quería ver si podía arreglarlo antes de
que regresaran mis clientes. Estaba empezando a oscurecer23. Sólo pasaron dos
o tres coches. Yo estaba muy solo”.

“Estando en esa posición oí que alguien se acercaba, pues se escuchaban pasos


en la arenilla que se acumula en la orilla de la carretera. Miré la parte de
debajo del coche y vi dos piernas delante de mí. Las piernas estaban cubiertas
con pantalones de un material como la pana. Alarmado, ya que cuando mis
improvisados patrones se fueron y me metí debajo del coche no había visto a
nadie cerca y el lugar es despoblado, traté de salir lo más rápidamente
posible”.

“No acababa de hacerlo cuando oí una voz extraña que en perfecto español24
me preguntaba qué le pasaba al coche. No contesté, sino que acabé de salir,
quedando sentado y recargado en la carrocería”.

Dibujo de la época basado en el relato de Salvador Villanueva.

“Un hombre con una cara muy blanca estaba delante de mí,
como a metro y medio. Estaba vestido con un uniforme de una
sola pieza de un material similar a la pana o a un tejido de
lana25, que lo cubría hasta los pies. Estaba apretado en los tobillos, puños y
cuello, pero estaba suelto en otros lugares, dando la apariencia de ser elástico.
Alrededor de su cintura llevaba un cinturón grueso, de unas tres pulgadas de
ancho, de un color azulado, redondeado en sus bordes y sin unión aparente. Lo

23 Diversos autores mencionan que eran las 6 de la tarde, pero en las fuentes originales no se
da la hora exacta.
24
En varias revistas y libros sobre platos voladores se dice que el extraterrestre hablaba en
español, pero uniendo las palabras. De esto nada se menciona en las diversas ediciones del
libro de Villanueva, ni en los artículos de Gutiérrez Balcázar, ni en el libro de los Reeve.
25 Para los cincuentas en México la pana estaba de moda, pero dudo mucho que sea el material

con el que estén confeccionados los trajes de los astronautas.


extraño del cinturón era que tenía agujeros en él, y los agujeros se iluminaban
poco a poco, como si tuvieran luz eléctrica en su interior. Llevaba un casco
bajo el brazo, como los utilizados por los jugadores de football americano, un
poco deformado en la parte trasera. A la altura de la nuca, en dicho casco,
había un abultamiento del tamaño de una cajetilla de cigarros cubierta a su vez
de perforaciones desvanecidas en sus bordes. A la altura de las orejas, se veían
dos agujeros redondos como de un centímetro, de los que salían gran cantidad
de alambritos delgados y temblorosos, que aplanados sobre el dorso del casco
formaban una circunferencia como de tres pulgadas y media. Estos alambritos
y la protuberancia eran de color azul, igual que el cinturón y una cinta al
parecer metálica en que remataba el cuello del uniforme. Este y el resto del
casco eran de color gris opaco26. No tenía más parte visible que la cabeza y la
cara, cuyo color resultaba sorprendentemente parecido al marfil. Tenía
facciones finas y una mirada penetrante. Sin barba. Tenía el pelo fino,
ondulado, gris platinado y le caía un poco más abajo de los hombros y por
detrás de las orejas. Estas, las cejas, la nariz y la boca formaban un conjunto
maravilloso, que completaban un par de ojos verde brillante que recordaban
los de una fiera. Parecía de un 1 metro 20 centímetros de altura y un peso de
50 kilos”27.

“Tenía miedo y estaba temblando por dentro. Me preguntó dos veces en español
correcto qué le pasaba a mi coche. Yo no podía contestar porque estaba
asustado y lo observaba de cerca”.

“El hombre se llevó la mano derecha a la boca para preguntarme: ‘¿No puedes
hablar?’. Me resultó alucinante el sonido sonoro musical de su voz, salido de
una boca perfecta que enmarcaba dos hileras de pequeños y blanquísimos
dientecillos”.

“Haciendo un esfuerzo me levanté, dándome un poco de valor al notar mi


superioridad física. El individuo me animaba esbozando una sonrisa llena de
dulzura; pero yo no salía aun de la rara impresión que me produjo la súbita
aparición de aquel tipo tan singular”.

26 Varios autores mencionan una especie de caja negra en la espalda, pero de eso no hay
constancia en ninguna de las fuentes originales.
27
El insólito tamaño de sus interlocutores no pareció llamar la atención de Villanueva.
Gordon Creighton, entonces editor de la Flying Saucers Review hace un comentario con
tintes racistas: “Su pequeño tamaño no parecía extraño porque muchos indios de México son
muy pequeños, y concluyó que probablemente eran pilotos de alguna cercana República de
América del Sur”.
“‘Sí’, respondí finalmente, y lo único que se me ocurrió decir fue: ‘¿Es usted
un aviador?’”28

Portada de la primera edición del libro de Villanueva en donde


podemos ver la apariencia del venusino, tal y como la describe
el contactado.

“Haciendo derroche de amabilidad me contestó ‘Sí. Mi


máquina que la gente llama avión está allí’ y señaló en la
dirección de un pequeño montículo en frente de nosotros”.

“‘¿Tú no eres de México?’ le pregunté”.

“‘No’, dijo, ‘Yo vengo de un lugar en el espacio’”.

“La palabra ‘espacio’ me llamó la atención, pero nunca se me ocurrió pensar


en otros planetas, sino sólo de otros países”.

“Reconfortado con su contestación, se me ocurrió invitarlo a subir al coche, ya


que era casi de noche. Hacía un airecillo frío, bastante desagradable, que
aumentaba de cuando en cuando, al pasar algún vehículo a gran velocidad”.

“La oscuridad nos empezaba a cubrir y el hombre, en vez de aceptar o de


agradecer la invitación, procedió a acomodarse el casco cuidadosamente,
dejándose oír un ruido muy parecido al que produce un automóvil en marcha
a gran velocidad. En las perforaciones del cinturón comenzó a prender y a
apagar con profusión diversas luces, que aumentaban de intensidad”.

“El hombre alzó el brazo derecho como despidiéndose, se acercó a un


montículo de tierra, lo alcanzó con agilidad, saltó al bosque que bordea la
carretera y me dejó solo. Pasado un momento me subí al mismo y traté de
buscarlo, localizando a cierta distancia la franja luminosa de su cinturón que
semejaba un grupo numeroso de luciérnagas. A unos 200 metros aún podía ver
las luces de su cinturón cintilar. Me quedé parado cerca del coche hasta que se
perdió de vista en el bosque”.
28
En su libro, Villanueva escribe algo distinto: “Como no me sintiera obligado a contestar,
le pregunté a mi vez si era aviador”. En las revistas ufológicas se dice que pensó que era un
aviador de un país vecino, pero nuevamente ni Villanueva, ni Gutiérrez Balcázar, ni los
Reeve hacen referencia a eso.
“Regresé al coche, quité el gato, y por consejo de unos motociclistas vigilantes
de caminos que pasaban, lo saqué del asfalto, acercándolo al borde en que
estaba parado”.

“Entonces me metí al coche y traté de dormir. Me acurruqué en el asiento,


cavilando sobre aquel extraño ser y pensé que quizá fuera en verdad algún
aviador que había sufrido un accidente o percance y tuviera el avión destrozado
en el bosque”.

Instante en que se aleja el venusino rumbo al plato volador,


según un dibujo de la época.

“Ocasionalmente pasaban los coches y me despertaban. Por fin


me quedé dormido. Debió haber pasado bastante tiempo, pues
estaba profundamente dormido cuando fuertes golpes dados en
el vidrio de la puerta delantera derecha me despertaron. Vi a
dos personas de pie cerca del coche y pensé que eran los
propietarios del automóvil. Sin pensarlo, abrí la puerta. Mi sorpresa fue
mayúscula cuando vi que era mi amigo aviador, pero esta vez estaba
acompañado por otro más alto, pero con el mismo tipo de uniforme”.

“Sin darme cuenta, los invité a subir, cosa que aceptaron de inmediato29. El
pequeño se sentó junto a mí, y luego el más alto. Fue así cuando, por primera
vez, sentí la extraña sensación de que aquellos seres eran algo superior a mí.
Como si fuera una premeditada advertencia, al estirar el brazo derecho sobre
ellos tratando de ayudarlos a cerrar la portezuela, sentí un dolor agudo como
el que produce un golpe repentino dado en un codo, seguido de un
entumecimiento que me paralizó momentáneamente el brazo”30.

“Fue tan fuerte la impresión que, instintivamente, me apreté hacia el lado


izquierdo, poniendo espacio por medio. Le di la espalda hacia la puerta con el
fin de observarlos cada vez que un coche pasaba por allí. Entonces se me
ocurrió encender la luz del techo. Así lo hice y pude ver el interés con que el
más alto de ellos me estaba observando. Su piel era muy blanca”.

29
Nuevamente, varias fuentes ufológicas mencionan que había comenzado a llover y por eso
Villanueva los invitó a pasar al interior del coche. No hay referencias de esto en los trabajos
de Villanueva, Gutiérrez o Reeve.
30 Este incidente no se los mencionó al matrimonio Reeve.
“Un momento después se dejó sentir un calorcillo emanado de sus cuerpos o
de sus uniformes, que por cierto resultaba agradable, ya que en esa época la
temperatura en la región es fresca”.

“Un temblor nervioso comenzó a invadirme. ‘¿Son ustedes europeos?’


Finalmente me atreví a preguntar”.

“El más pequeño respondió que venían de otro lugar mucho más lejano”.

“‘Nuestro lugar’, dijo, ‘es mucho más habitado que éste. Allí no encuentra
mucho espacio entre persona y persona’”.

“Entonces empezó a hablar con toda libertad, pero el más alto se limitaba a
asentir con la cabeza en reconocimiento. El más pequeño dijo que en su lugar
los pueblos cubrían todo. No había zonas deshabitadas, y las calles eran
continuas. La gente no caminaba en las calles porque eran metálicas y de ellas
sus vehículos tomaban la energía. Había una gran cantidad de vehículos de
gran diversidad, pero nunca se utilizaba ningún tipo de combustible. Las calles
nunca se cruzaban al mismo nivel. Algunas tenían las aceras hechas de bandas
sin fin (cintas) corriendo en direcciones opuestas”.

El venusino portando su casco y vistiendo su traje ajustado


rematado con un cinturón luminoso, frente a su nave espacial.

“Le pregunté acerca de las hortalizas, frutas y cereales, como


las que comemos. Me respondió que todas las casas tenían
patios pequeños en el centro donde había un jardín y un pozo.
Producían todos los alimentos que necesitaban -de todo y
mucho más de lo que comemos en la tierra se producía en estos
patios interiores. Añadió que no tenían grandes árboles. Ellos no tenían
edificios altos. En una cuadra continua de calle había construcciones”.

“Le pregunté si tenían algunos océanos o mares. Él dijo ‘Sí’ y todos estaban
habitados. Le pregunté si no tenían los combustibles, ¿cómo generaban la
energía? Me dijo que la energía se generaba en los centros de producción que
aprovechaban los inagotables rayos solares”.
“La conversación se prolongó durante horas31. A veces sentía que ellos estaban
bromeando. Siendo un hombre sin mucha educación, nunca había oído nada
como esto antes. Traté de averiguar de qué país eran. Por último, con titubeo,
le pregunté dónde estaba su país, porque todo parecía tan fantástico. Los dos
se rieron, pero de ninguna manera ofensiva. Entonces el más pequeño, dijo,
‘Estamos hablando de otro ‘mundo’ como se llama este en el que vives’”.

“A pesar de su voz armoniosa me volvió a sentir incómodo, pero finalmente les


pregunté cómo viajaron de su mundo. El bajito respondió que pronto tendría la
oportunidad de ver la nave en la que viajaban. Después de decirme esto, ambos
me observaron con atención. El hombre bajito acarició mi pierna derecha y
dijo: ‘¿Esto te sorprende? Bueno, te sorprenderá más saber que en este mundo
en que vives hay hombres como nosotros que viven entre ustedes, visten y comen
como ustedes lo hacen. Y son ellos los que nos informan todos los datos acerca
de cómo son, su progreso, sus formas de vida y su gobierno’”.

“Yo no podía creer lo que decían, y dije de manera burlona, ‘Bueno, ¿qué
forma de vida y de gobierno tienen ustedes?’”

“Él respondió: ‘La etapa por la que atraviesan ustedes ahora, la vivimos
nosotros hace algunos miles de años. En nuestro mundo hubo guerras y
destrucción, atrasos y adelantos; pero un buen día llegó la ecuanimidad.
Finalmente se alcanzó un acuerdo entre los diferentes gobiernos para que lo
que ustedes llaman naciones y países desaparecieran y todos nos convertimos
en hijos de un mismo mundo. Se derrocaron líderes políticos y se eligieron en
su lugar sabios y destacados humanistas. Se formó un consejo de sabios, y son
los que ahora gobiernan. Los que tienen mentes excepcionales o se destacan en
cualquier ámbito del conocimiento pertenecen a este grupo’”.

31
Esa noche parecía interminable. Pasaban y pasaban las horas y el Sol nunca aparecía.
Villanueva subió el coche para revisar el motor; llegó el venusino y partió; aparecieron los
motociclistas; Villanueva se quedó dormido por algunas horas; regresaron los venusinos y se
pusieron a platicar por varias horas más.
Portada de la edición japonesa del libro de Villanueva.

“‘La sede de este gobierno, está en un lugar central. En cada


grupo o núcleo, hay un representante de este consejo que se
encarga de recibir y estudiar las sugerencias de los habitantes
y de transmitir los acuerdos. Todos estos hombres son muy
capaces y sabios. Entre las clases bajas no hay pobreza
extrema, ya que cada habitante trabaja voluntariamente en
donde es enviado o puesto y tiene lo suficiente para vivir bien.
Nadie se queda con sus hijos. Desde el momento en que son pequeños van a
una zona determinada donde son debidamente atendidos. Allí viven y crecen y
son educados de acuerdo a sus cualidades físicas y mentales. Más tarde, viven
en el núcleo para que sean asignados’”.

“Cuando el alba apareció los visitantes salieron del coche. Un ruido como un
zumbido proveniente de sus cascos o sus cinturones, subiendo a veces de tono
hasta herir los oídos. Tomé valor para preguntar de dónde provenía el ruido y
ambos indicaron sus cinturones. El pequeño hombre me dijo que los cinturones
también podrían ser utilizados ‘para identificar un enemigo’”.

“La curiosidad me invadió y no tuve más remedio que preguntarle para qué les
servían dichos cinturones. La pregunta, al parecer, les llenó de satisfacción. El
bajito fijó su vista en el cinturón. Su acompañante solo lo elevó entre sus manos,
sin dejar de observarme. Pero su expresión era tal que daban a entender que,
con aquella maravilla puesta, se sentían inmunes a cualquier peligro. O por lo
menos eso me pareció”.

En Brasil el libro se editó con el título “Aventura no planeta


Vênus” y una portada en la que aparecía George Adamski.

“Por fin, el bajito alzó la vista y me dijo: -Este es un aparato


que sirve para inmovilizar cualquier mecanismo o enemigo.
Ahora dime, prosiguió, satisfecha tu curiosidad, ¿tienes deseos
de conocer la máquina? Ven con nosotros y rubricó la
invitación con amplia y amable sonrisa’”.

“Empezaron a caminar a la derecha (Este) a través de los campos. No me


pareció digno desairarles. Por lo tanto, me apresuré a seguirles. El suelo
estaba cubierto de árboles y arbustos32. Algunos metros más adelante,
sorpresivamente, tuve ante mi vista la majestuosa nave de que me habían
hablado. Emergía deslumbrante, rodeada de follaje, como gigantesco huevo en
descomunal nido. Paré en seco mis pasos y me puse a contemplar lo que tenía
delante. Una majestuosa esfera achatada se apoyaba en tres boyas que
formaban triángulo. Tenía, en la parte superior, un cable ligeramente inclinado
hacia dentro, como de un metro de altura, circundado de agujeros que
semejaban ojos de buey como los que usan en los barcos33. El conjunto era
impresionante y daba la sensación de una gran fortaleza. Era de un color muy
parecido al que se produce en un pedazo de acero al quemarlo contra un
esmeril. Pero de una transparencia difusa”.

“Por último llegamos a la nave que era de aproximadamente 10 metros de


diámetro y posiblemente la mitad de altura. A una señal una sección de la nave
se abrió y pude ver algunas cosas en el interior. Mis visitantes me invitaron a
su interior. En este punto entré en pánico total y me volví y corrí hacia la
carretera y el coche. Pocos minutos más tarde, de pie junto al coche y mirando
en la dirección de la nave, la vi subiendo lentamente por encima de las copas
de los árboles. Oscilaba y era luminosa con rayos azules a su alrededor. Luego
despegó y desapareció rápidamente en la dirección del sol naciente”.

“Hacia el mediodía los norteamericanos regresaron junto con un mecánico que


diagnosticó el problema del coche como daño debido a la falta de lubricante
en la caja de cambios. Mis clientes se inclinaron a culparme de esto, y todos
coincidimos en que sería mejor si regresaba a México”.

32 A los norteamericanos no les comentó nada de lo siguiente, al principio, pero en su libro


dice que “El terreno era lodoso. Nuestros hombres vadeaban los charcos, buscando lugares
más duros. De repente me di cuenta de que en los lugares donde asentaban los pies, el lodo
se abría sin adherirse a ellos, con el mismo efecto que produce un fierro caliente. Vi mis
zapatos. Los llevaba totalmente cubiertos de lodo, alcanzando éste a mancharme las piernas
del pantalón. El descubrimiento me dio la sensación de estar caminando tras dos fantasmas,
e inconscientemente empecé a rezagarme, aumentando la distancia entre los hombres y yo,
pero sin dejar de seguirlos”.
33 Justo la descripción y lo que se ve en las fotografías tomadas por George Adamski.
Salvador Villanueva dedica el libro a sus padres. Dedicatoria
aparecida en la primera edición.

“Un camión pasó dirigiéndose a la Ciudad de México, y acordé


con el conductor que me diera un aventón. Rebosante de mi
reciente experiencia, empecé a contarle al conductor del
camión. Este último rápidamente me hizo callar al sugerir que
había estado fumando marihuana. Después de este rechazo comencé a darme
cuenta por primera vez de la dificultad y el peligro de contar de mi experiencia.
Al llegar a casa, sin embargo, se la conté a mi esposa y mis dos hijos mayores”.
UN ÉXITO EDITORIAL

En 1976 Villanueva publicó una nueva edición de su libro. De la obra original


se hicieron varias reimpresiones en México34 y se tradujo a varios idiomas
(alemán35, japonés36, portugués37). En Alemania fue todo un éxito. A finales de
la década de los cincuenta ya se habían vendido más de 80,000 ejemplares. En
1965 el periodista Guillermo Ochoa38 menciona que ya se habían vendido más
de 200,000 ejemplares. Dice que Villanueva pudo haberse hecho rico, pero
rechazó todo beneficio económico. “Difundir lo que vi es un compromiso que
contraje con ellos”, explica. “El libro mismo lo pude editar gracias a que
obtuve un premio en la Lotería, pese a que no jugaba con frecuencia”39.

Guillermo Ochoa en su programa “Hoy mismo” de la década de


los ochenta.

En la edición de 1976, además del relato de su viaje a Venus,


publica algunas de las reseñas que obtuvo su libro, un texto, Los misioneros, del
libro El quinto reino de Ramiro Garza40, y la compilación completa de los
artículos de M. Gebé sobre su caso, titulada Sobre la pista de los platillos
voladores.

En lo que podría ser la introducción Villanueva nos informa:

34 Hay una reedición de 1968 por Editorial Orión.


35 Villanueva Medina Salvador, Ich war auf einem anderen Planeten, con un prólogo de
Karl L. Veit, Ventla Verlag Schierstein, Wiesbaden, Alemania, 1961. 150 s., 4 tav. – ISBN
3-88071-028-7
36 Villanueva Medina Salvador, わたしは金星に行った!!UFOは金星の都市に着陸し

た! (たまの新書) (新書) ¡Fui a Venus!, Michiko Abe de Neri (traducción), たま出版,


Japón, 1995, 226 s. ISBN-13: 978-4884818180
37 Villanueva Medina Salvador, Aventura no planeta Vênus, Editora Quarto Caminho,

Brasil, 1973, 84 s.
Villanueva Medina Salvador, Eu estive no planeta Vênus, Karl Bunn(traductor), 1985.
38 Quien fuera conductor del diario matutino “Hoy Mismo” de Televisa y que en 1965

trabajaba en Novedades.
39
Este es un punto que consideraremos al final de esta obra. Aquí sólo resta anotar que el
propio Salvador diría, poco después, “…de paso les diré que me piqué jugando cuanto
centavo me sobraba, pero jamás me volví a sacar nada”.
40 Fundador de CIFEEEAC (Centro de Investigación de Fenómenos Extraterrestres,

Espaciales y Extraordinarios Asociación Civil)


“BUENO, AMIGOS… Me llegó la hora en que tengo que contarles algo
respecto a los escurridizos platos voladores que todo el mundo sabe que otros
vieron; pero si me perdonan vamos a hacer un poco de historia: recordarán
ustedes que este servidor, a tiros y tirones, publicó un libro en el que hablaba
de los espaciales, o sea de las personas que tripulan esas naves. El libro se
llamó ‘Yo estuve en el Planeta Venus’. Fue editado allá por el año cincuenta y
tantos y prefiero no recordar la fecha porque el haberlo publicado me dio
muchos dolores de cabeza”.

“Les decía que haríamos un poco de historia porque a mi parecer no hemos


aventajado nada en cuanto a saber si esos seres vienen de otros mundos o viven
en éste desde el principio de los tiempos en que nuestro planeta quedó en
condiciones de ser habitado”.

Ramiro garza, uno de los fundadores del CIFEEEAC.

“Sentí deseos de volver a escribir cuando al revisar algunos


papeles de aquellos tiempos encontré algunas críticas que
personas muy enteradas me hicieron el favor de escribir con
respecto a ese libro. Estas honrosas menciones me llenaron de
orgullo; pero hay también otras razones que me obligan a
escribir una vez más sobre el tema. Mi libro se sigue leyendo y
muchos editores se han llenado los bolsillos en algunos países
de América y Europa; pero le han ido suprimiendo partes que quizás a ellos no
les interesaban y me preocupa que llegue el día en que sólo vendan el título y
mi nombre respaldándolo; pero lo más curioso es que en cuanto ejemplar he
leído encuentro una advertencia: ‘Prohibida la Reproducción Total o Parcial’.
¡Qué desfachatez!”41

“Así que muchos de mis viejos lectores iban a mi taller, se quejaban y me


regañaban por el descuido en que he tenido a mi libro. Un buen grupo de ellos
se asociaron y reunieron algún dinero con el que van a hacer esta nueva edición
y yo con mucho gusto les he dado toda mi ayuda y hasta vamos a incluir dos

41Peor hubiera sido el enojo de Villanueva si se hubiera enterado de que su hijo, Salvador
Villanueva Larios, publicó una nueva edición en 1995 (Villanueva Medina Salvador, Yo
estuve en el planeta Venus, Corporativo Mina S.A. de C.V., México, 1995. 112 s.), pero
cuyo copyright estaba a nombre de Enrique Mercado Orue, otro contactado mexicano que,
no sólo le había robado el copyright, sino su misma historia, pues el relato de Mercado es
muy parecido al de Villanueva.
nuevas partes: ésta que está usted leyendo y una serie de reportajes publicados
en el Magazine de Novedades en 1956, en la que algo tuve yo que ver”.

Edición del libro de Villanueva de 1995.

“Naturalmente, les advertí a mis amigos que lo vendieran sin


ganancia de ninguna clase, salvo la de las casas que lo
distribuyan porque ahí sí ni modo y -naturalmente- el costo de
la edición”.

“Vamos, pues, a empezar con esas críticas de que hablaba y que


tanto me gustaron. Una la escribió en El Universal aquel gran periodista ya
fallecido y que fue maestro entre los mejores, don Rafael Solana (padre) que
en paz descanse. La otra fue escrita por otro as del periodismo, don Raúl E.
Puga que además, de pasadita, menciona otra cosa que escribí en un momento
de desesperación adjudicándosela a un viejo amigo mío, revolucionario, sólo
que cambiándole el nombre. No así los apellidos. Tam bién él murió. Dios lo
tenga en su Gloria. Yo, por mi parte, hace rato que vivo horas extras. Así que
empezaremos con las críticas de que hablaba”.
“VIAJES A VENUS”

“Por Raúl E. Puga”.

“Parece ser que los viajes al planeta Venus están a la orden del día. Primero
fue el tapatío Antonio Apodaca42 quien nos contó con detalles llenos de interés
el viaje que según dice realizó a ese planeta y cuyo relato apareció en el
Magazine de Novedades en una versión de nuestro entusiasta y distinguido
colaborador el plativolista M. Gebé… y ahora es don Salvador Villanueva
Medina quien ha escrito, en forma de libro, la narración circunstanciada de su
experiencia como viajero del espacio”.

“Salvador Villanueva pretende haber tenido en México un contacto con los


venusinos, quienes lo encontraron en un paraje solitario de la carretera de
Nuevo Laredo y luego lo invitaron a que subiera a su nave”.

“Villanueva nos habla de manera objetiva de la ciudad de los venusinos, de sus


edificios, de sus hoteles, de sus salones de espectáculos, de sus naves aéreas,
terrestres y marítimas; de su flora y de su fauna, de sus costumbres y régimen
social”.

“Describe minuciosamente cómo se construye un platillo volador, cómo son las


naves ‘madre’ o barcos del espacio, cómo es la alimentación, de dónde
procede, cómo se hace. Nos traza la figura de un venusino y hace la descripción
de sus facciones, de su cuerpo, de su vestido, de los objetos que lleva. Nos
informa de su manera de expresarse, del tono de sus voces y de cómo se
desenvuelven en sus relaciones amistosas y familiares: Todas son noticias
rápidas, logradas en un instante, porque al parecer los venusinos no tenían
mucho tiempo que perder y trataban de darle una impresión más o menos
completa de la ciudad-mundo”.

“Y esta fantasía de Villanueva Medina tiene, por lo menos, una ventaja sobre
la fantasía ‘made in USA’: no está encasillada en las cosas convencionales de
los narradores de las novelas de ciencia-ficción. Tiene espontaneidad. Nace de
una nueva veta, quizás un tanto ingenua, pero llena de sugerencias porque está

42 Sobre este Antonio Apodaca nos ocuparemos más adelante en este libro. Se trata de un
personaje “semificticio” inventado por el propio Villanueva. Por otra parte, Raúl E. Puga
estaba equivocado al decir que el relato de Apodaca había aparecido antes del de Villanueva.
aligerada de la literatura del cuentista profesional, porque no hay malicia en
el escritor, porque no existe ni el artificioso suspenso ni los finales
inesperados”.

“Villanueva cuenta lo que vio (con los ojos de la imaginación)…”

“Y estamos seguros de que él cree firmemente en lo que dice y que de verdad


piensa que estuvo en Venus y con los venusinos”.
“YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS”

“Por Rafael Solana Sr.

“(HABLEMOS DE VENUS: A VENUS SE ENTRA POR LA PUERTA DEL SOL


Y DESPACITO) S.P.I. (COSMOS) México. 1958.- Extraño libro y extraña
personalidad la de su autor, capaz de cometer las más escalofriantes faltas de
ortografía en la dedicatoria autógrafa43; pero al mismo tiempo de escribir un
relato que conquista la atención del lector y que permite llegar al término de
la lectura sin cansancio”.

“No hay propiamente un novelista, pues la narración, como tal, adolece de


gran debilidad y no tiene adecuado remate; pero hay un hombre de vigorosa
imaginación, que cuando describe la vida en el planeta Venus hace gala de una
cohesión de ideas y de una fantasía que hace recordar al inmortal Julio Verne
o aquel maravilloso libro, que tanto me gustaría volver a leer y que se llamaba
“LA VIDA EN EL SIGLO XX” y que editó El Universal en el siglo pasado y
cuyos pronósticos casi al pie de la letra he visto cumplidos, a medio siglo de
distancia de la redacción de este libro”.

Rafael Solana.

“El asunto de la novela queda revelado en su título. El estilo es


correcto y sencillo, sin llegar a ser nunca chabacano o
adocenado; hay claridad en la exposición, curiosidad en el
detalle, orden en la composición”.

“¿Cómo el hombre que ha escrito este relato amable y


entretenido puede tener la sumaria cultura que revela grafológica y
ortográficamente?”44

43 Cosa que no ocurre con el resto del texto. Extraño, muy extraño.
44
Por lo visto no fuimos los únicos en darnos cuenta de esa extraña mezcla de imaginación
y falta de cultura. Muchos ufólogos comentaban que el relato de Villanueva debía ser cierto,
pues el taxista ni siquiera había hecho la primaria y a duras penas sabía leer y escribir. Por lo
tanto, concluían, él no era capaz de inventar esta historia. Algo de verdad hay en esto. Pero
eso lo veremos al final de este trabajo.
“Recomendamos el libro como divertido; se deja leer, distrae por unas horas y
revela a un autor de imaginación ardiente y fantasía muy rica, quizá muy
aprovechable para otras disciplinas literarias”.

A continuación, en esta nueva edición del libro de Villanueva se publicaba el


relato Los misioneros, del libro El quinto reino de Ramiro Garza. La tercera
parte de esta nueva edición del libro de Villanueva era la compilación de
artículos de M. Gebé, un total de ocho capítulos que reproducimos casi
íntegramente45:

45 Eliminamos partes que realmente no tenían nada que ver con este caso y en las que M.
Gebé se extendió en sus artículos de la revista, partes demasiado aburridas que describen la
vida en el planeta Venus, o partes que repetían datos ya conocidos. El lector las podrá
identificar en donde pongamos los puntos suspensivos entre los párrafos. Hay otros puntos
suspensivos que pertenecen al propio texto, que están al final de los párrafos. No los
eliminamos, aún a riego de causar confusión, pues tienen que ver con el desenlace de este
trabajo.
“SOBRE LA PISTA DE LOS PLATILLOS VOLADORES”

“El Relato es Fantástico, Inverosímil… Pero yo lo Creo”

“Por M. Gebé”

“1956”

“Capítulo I”

“¡Yo le creo a ese hombre!”

“El relato es fantástico. Inverosímil”

“El día 30 de diciembre de 1954 recibí la siguiente carta”:

“’Sr. M. Gebé. Estimado señor:”

“‘Me es grato dirigirme a usted para relatarle algo que me sucedió y que hasta
antes de leer sus artículos me parecía inverosímil. Se lo voy a relatar tal como
sucedió y usted lo juzgará:’”

“‘El día 20 de agosto de 1953, como a las 21.00 horas, cubriendo un turno en
un coche de alquiler, trabajo al que me dedico desde el año de 1931, tomé como
pasajeros a una pareja de tejanos, hombre y mujer. El, de aproximadamente 50
años, de pelo entrecano, delgado, y como de 1.75 metros de estatura. Ella era
también alta. Un poco más baja que él, delgada, y como de 40 años. Hablaba
perfectamente el español. Ella, una mezcolanza de español e inglés’”.

“‘Los tomé en el Zócalo para llevarlos al hotel Oxford, en la calle de Mariscal.


En el trayecto, él me pidió que le recomendara un chofer para que les manejara
un automóvil que tenían en un taller, dándole una checada y enderezando un
ligero choque’”.

“‘Como a mí me interesara el trabajo, quedé en verlos al día siguiente, a las


10 de la mañana, en el mencionado hotel’”.
“‘Veinte minutos después de la hora indicada fuimos a la calle de Ramón
Guzmán, a recoger el coche, que resultó ser un Buick modelo 52. Todo ese día
anduve con ellos, llevándolos a Xochimilco, en donde pasearon en lancha; a la
Ciudad Universitaria, en donde se divirtieron tomando fotografías a más y
mejor y como a las 15:00 horas, regresamos al hotel, dejando el coche en las
afueras del mismo. Me recomendó que me fuera a descansar porque al día
siguiente, a las 9:00 horas, saldríamos rumbo a Laredo. Por el trabajo de ese
día me pagó 50 pesos y me ofreció que me pagaría 300 pesos, porque lo
ayudara a manejar hasta la frontera’”.

“‘Como habíamos acordado, estuve yo listo a las 9.00 horas del siguiente día,
pero no salimos inmediatamente. Fueron primero a desayunar a Sanborn’s, el
que está a un costado del hotel del Prado. Después quisieron comprar algunos
rebozos y me pidieron que los llevara a donde fueran más baratos. Los llevé
por la calle de Venustiano Carranza, en donde además de los rebozos,
compraron algunas canastas y latas. Total: que salimos hasta las 12.00 del día,
aproximadamente’”.

“‘Llenamos el tanque de gasolina sobre Insurgentes Norte y la avenida


Potrero, enfilando luego hacia el Norte, a velocidad moderada, porque la
señora iba sumamente nerviosa, pues me contó que cuando venían rumbo a
México él había estado a punto de volcarse por ‘librar’ un burro que se les
atravesó en el camino’”.

“‘Ya en la tarde, habríamos caminado unos quinientos y pico de kilómetros46


cuando empezamos a sentir un ruido, al parecer proveniente de la caja de
velocidades. Paramos para aseguramos de qué era lo que pasaba y
efectivamente, me pareció peligroso para el automóvil que siguiéramos
caminando, y como no llevaba más herramientas que la indispensable para
desmontar llantas, decidieron ir a alguna población en donde hubiera taller
mecánico’”.

“‘Para eso, en la carretera pararon un automóvil. Este era un Chevrolet


nuevecito, con placas del Estado de México. Lo ocupaban una señora y 3
jovencitos y lo manejaba un señor al parecer muy gordo. Fue hacia ellos mi
improvisado patrón y regresó poco después por su esposa y a recomendarme
que los esperara allí y que tuviera mucho cuidado con el coche. Me dijo que me

46 Aquí no hablaba de los 484 kilómetros que aparecen en el libro.


encerrara en él, porque el sitio era muy solitario y la zona le parecía
peligrosa’”.

“‘Luego que los ví perderse, saqué el gato del automóvil y lo alcé de las ruedas
traseras, echando a andar el motor, conectado para hacer girar la caja de
velocidades’”.

“‘Aún no oscurecía. Estaba yo debajo del carro, oyendo el ruido que producía,
cuando sentí que alguien se acercaba’”.

“A continuación venía el relato. Un relato inverosímil, fantástico, pero sin


embargo, me parecía sincero. Este relato será dado a conocer, a su tiempo, a
los lectores de MAGAZINE NOVEDADES. El documento, original en nuestro
poder, es interesantísimo. Pero continuemos con nuestra narración”.

“La carta terminaba así:”

“‘Al día siguiente, poco después de mediodía, llegaron los norteamericanos


con un mecánico, que resultó ser adivino, pues antes de ver cuál era el daño
que tenía el coche, les dijo a los dueños que se había descompuesto debido a
un descuido mío, por no revisar el aceite en la caja de velocidades’”.

“‘Discutimos, nos acaloramos, y de allí mismo me regresé en un camión de


carga’”.

“‘Se me ocurrió contarle mi aventura al chofer del camión y le doy gracias a


Dios de que no me conociera, porque ya me imagino las burlas de que hubiera
sido objeto, pues se le ocurrió decirme que la yerba que yo había fumado estaba
demasiado ‘guisada’’”.

“‘Desde entonces no se lo había contado más que a mi esposa y a mis dos hijos
mayores. Ahora he estado leyendo sus artículos y me atrevo a repetirlo y lo
hago por la sencilla razón de que creo que usted si está seguro de la existencia
de esos seres, y en segundo lugar, porque ni usted me conoce ni yo le conozco’”.
“‘Le suplico me perdone que no mencione mi nombre y dirección, para evitar
las burlas de que pueda ser objeto. Sólo le diré que soy un modesto chofer de
coches de alquiler, con licencia 45504 del Distrito Federal’”47.

“Así terminaba la carta. No tenía firma”.

“La narración del chofer número 45504 era alucinante, pero… ¿Y si todo era
una broma? ¿Existía realmente ese chofer? ¿Había una posibilidad de que su
relato fuera verídico?”

“Para eso, era necesario dar con él”.

47Si no quería que supiera su nombre, no entiendo porqué le dio el número de su licencia.
Un buen periodista hubiera podido dar con el nombre y hasta con la dirección.
“CAPÍTULO II”

“¡LA INCREÍBLE VERDAD!”

“‘Cerca del mediodía volvieron los dueños del automóvil acompañados de un


mecánico. Este me echó la culpa del desperfecto, por lo que tuvimos una
discusión y allí mismo me rehusé a seguir adelante. Viendo que pasaba un
camión de carga rumbo a México, lo paré y pedí al chofer que me llevara.
Amablemente, mi compañero abrió la portezuela y me introduje en el camión
sentándome a su lado’”.

“‘Yo hablé poco. Le contestaba con monosílabos. Estaba aun fuertemente


impresionado. Le conté el incidente que había tenido con los texanos, que ni
siquiera me pagaron. Y él rio…’”

“‘Pasaron las horas. El notó que yo estaba preocupado. Dedujo que algo me
pasaba y que yo se lo ocultaba. Finalmente, le conté una parte de lo que me
había sucedido. El soltó la carcajada y su único comentario fue que
seguramente yo había fumado mariguana’”.

“‘Disgustado, cambié la conversación. Y seguimos el viaje hasta México, en


donde le dí las gracias y me dirigí rumbo a mi casa’”.

“‘Mi esposa también me notó alterado. Le dije que había tenido un disgusto,
pero ella me dijo que tenía aspecto de enfermo. Me acosté y me puse el
termómetro. Tenía fiebre…’”

“‘Por la noche, viendo que yo no podía dormir y que me revolvía nerviosamente


en el lecho, me preguntó qué me pasaba. Entonces le conté todo…’”

“‘Ella me escuchó con calma. Después, me aconsejó que no se lo contara a


nadie, pues me tomarían por loco’”.

“‘Me enojé. ¿De modo que ella me consideraba loco?’”

“‘-No -me dijo- Yo te creo. Te conozco y sé que no me dirías una mentira, pero
los demás no te creerán…’”
“¿SERA VERDAD?…”

“Salvador Villanueva Medina guardó el secreto durante dos años. Sólo lo


sabían su esposa y sus dos hijos mayores. Cuando yo publiqué una serie de
reportajes sobre el tema apasionante de los discos voladores, su esposa le
aconsejó que me viera y me contara todo”.

“Fue entonces cuando me escribió. Fue así como lo conocí. Y desde entonces,
juntos hemos buscado pruebas de que dice la verdad. Hicimos una expedición
a Ciudad Valles, acompañados de tres investigadores norteamericanos, a los
que yo invité a ir. Encontramos el sitio en que había aterrizado la nave.
Recorrimos la zona, en donde florece una espesa vegetación tropical. Árboles
y plantas estaban verdes en todos los alrededores, pero en el sitio en donde se
posó la nave -un área casi circular, de quince metros de diámetro
aproximadamente- todo estaba seco. Los arbustos estaban aplastados…”

“Tomé muestras de la tierra del área seca y del área fértil, a unos cuantos
metros de distancia. Las muestras fueron analizadas en los Laboratorios
Phillips y no se encontró nada extraordinario. Sólo que la tierra de la zona es
rica en fosfatos y en otras substancias. Y la muestra que tomé del área seca no
contiene fosfato. Es salitrosa. ¿Por qué?”

“Las dos muestras fueron tomadas a una distancia no mayor de cuatro metros”.

“Ese es el primer indicio de que Villanueva dice la verdad, pero ya seguiremos


adelante, para ofrecer otros datos, que no han sido publicados hasta la
fecha…”
“CAPÍTULO III”

“‘¡YO HICE UN VIAJE A OTRO PLANETA!’”

“…más tarde fue publicado por numerosos periódicos de los Estados Unidos,
de Sudamérica y de Europa. En Caracas, el diario Noticias, rompió su récord
de circulación el día que lo publicó. Y más tarde fue transmitido un programa
especial de televisión abordando el tema”.

“Villanueva fue interrogado ampliamente por diversas personas interesadas en


la investigación. En mi estudio, yo lo ví contestar a todo con seguridad. Primero
lo interrogó George Adamski, en su primer viaje a México. Después vino
Desmond Leslie, de Londres, y pasó largas horas en mi departamento,
hablando con él. Ambos aseguran que Villanueva dice la verdad”.

“Yo seguí todas las pistas. Buscaba una prueba que demostrara de modo
evidente la veracidad de la historia. Villanueva se prestó a auxiliarme. No sólo
me acompañó a Ciudad Valles, sino a otros lugares, en pos de algún indicio
importante. Y así nació entre nosotros una amistad que ha perdurado al través
del tiempo”.

“Y así llegó a mis manos otra narración extraordinaria, que supera en interés
el caso Villanueva: el caso de un joven ranchero de Jalisco, que asegura que
lo llevaron a otro planeta a bordo de una astronave…”

“Un día, el correo me trajo un rollo de papeles escritos a máquina, que


contienen la narración más extraordinaria sobre el asunto de los platillos
voladores. Desgarré la fajilla postal, que traía el matasellos de Guadalajara y
leí asombrado la carta que ustedes van a conocer…”

“Firma Antonio Apodaca y dice así:”

“‘Señor’”.

“‘Salvador Villanueva Medina. México, D. F.’”

“‘Muy Señor mío:’”


“‘En primer lugar, le suplico me dispense por escribirle por conducto del señor
M. Gebé, pero por más pesquisas que hicieron unos parientes míos radicados
en el Distrito Federal, no lograron investigar su domicilio. Me he enterado de
la aventura que corrió cerca de Ciudad Valles. Los parientes de quienes le
hablo me mandaron los reportajes, que he leído con gran interés’”.

“‘Uno de mis parientes es doctor y hace aproximadamente un año vino de


vacaciones a mi rancho en Jalisco y le platiqué de una formidable aventura que
yo había vivido. Naturalmente que por lo extraordinaria que es, no me creyó
absolutamente nada. Eso me mortificó en parte, máxime que como testigos “a
medias” le presenté a mis dos peones, y como si eso fuera poco, hasta mi madre
le aseguró la veracidad de mi relato’”.

“‘Pero vamos por partes…’”

“‘Yo estudié en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, terminando la instrucción


primaria y la secundaria, y hubiera seguido hasta ingeniería, de no ser por la
desgracia de haber perdido a mi padre. Tengo un rancho a seis horas de camino
de la ciudad de Guadalajara. Como le digo, me vine al rancho, abandonando
mis estudios por esa desgracia, pero estoy contento y me ha ido bien, pues soy
descendiente de campesinos y mi trabajo me agrada’”.

“‘Tengo ahora 23 años. Cumplo en este mayo, seis meses de casado y nos viene
en camino nuestro primer hijo. Me vive mi madre. Por tanto, verá usted que soy
más o menos feliz’”.

“‘Pero de lo que yo le quería hablar y lo que le conté a mi primo, y por tanto,


motivo de esta carta, es lo siguiente:’”

“ATERRIZAJE DE UN PLATIVOLO”

“‘El día 9 de octubre del año de 1953, estando yo en compañía de mis dos
peones, arreglando una cerca de un pequeño huerto que mi madre cultiva, nos
llamó la atención un objeto que descendía a unos cien metros del lugar en que
nos encontrábamos. Dicho objeto era azul brillante y afectaba una forma
circular’”.

“‘Los tres nos quedamos de una pieza. El objeto descendía lentamente, como
desciende una pluma, meciéndose ligeramente en el viento’”.
“‘Cuando tocó tierra, ninguno de los tres nos atrevimos a acercamos, ya que
nos paralizó cierto temor’”.

“‘De pronto vimos rodeando al aparato, para dirigirse a donde nos


encontrábamos, a dos pequeños y extraños personajes. No medía el más alto
arriba de un metro con veinte centímetros…’”

“‘Instintivamente me llevé la mano a la cacha de la pistola, para retirarla poco


después avergonzado de mi cobardía. Los dos hombres se acercaban con pasos
menudos y con los brazos en alto, hacia nosotros. Cuando los tuve a tres o
cuatro metros les pregunté quiénes eran y qué deseaban, puesto que habían
descendido en terrenos de mi finca’”.

Dibujo de la época que representa el avistamiento de Antonio


Apodaca.

“‘Ellos dibujaron la mejor de sus sonrisas y adelantándose el


más bajito me dijo en claro y sonoro español:’”

“‘-¡Somos amigos!’”

“‘Como ya dije, el más alto no medía más de 1.20 y el que se había adelantado
era aún más pequeño. Llevaba un uniforme de aviador, de una pieza. La tela
de que estaba hecho era una especie de pana de color gris, ajustado a los
tobillos y muñecas, cubriendo con el mismo material las manos y los pies. Se
cubrían la cabeza con un casco un poco más prolongado en la parte trasera,
pero no tanto como para evitar que su pelo gris y ondulado escapara de dicho
casco, cayéndoles sobre los hombros. Me llamó la atención que llevaban un
cinturón ancho y brillante’”.

“‘Tenían ojos de gato montés, pero su aspecto en general era inofensivo.


Cuando el que habló me hubo medido con la vista; me dijo:’”

“‘-¡Qué alto es usted!’”

“‘Hasta entonces caí en la cuenta que seguían con sus bracitos en alto, por lo
que me apresuré a decirles que por qué no los bajaban’”.
“‘-Bueno… -me dijo- no queríamos que fueran ustedes a pensar que veníamos
en forma de enemigos y como usted está armado, lo más prudente era llegar
como llegamos’”.

“‘Mis peones estaban alelados y hasta mi madre, que había salido a la puerta
de la casa, atraída por los ladridos de los perros, estaba estupefacta’”.

“‘-Bueno -les dije- como supongo que vienen de visita, lo correcto es que los
invite a pasar a la casa. ¿No es así?’”

“‘Les pregunté esto como bromeando y mi interlocutor respondió:’”

“‘-Efectivamente. Nosotros venimos de visita y aceptamos su afabilidad’”.

“‘Me encaminé hacia la casa y cuando llegamos al pequeño portal de entrada,


le dije a mi madre:’”

“‘-Le presento a usted a unos amigos de Guadalajara que vienen a


visitamos…’”

“‘No sé por qué se me ocurrió mentirle a mi madre. Pienso que en mi


subconsciente se formó la idea de que si lo hacía de otra manera, mi madre
desconfiaría de los desconocidos’”.

“‘Mi madre, mide un metro y sesenta y cuatro centímetros y yo mido un metro


ochenta y dos, así que ya verá usted el contraste que había entre nuestros
visitantes y yo, en estatura. Pero me apresuré a decir a usted que solamente en
estatura, porque a decir verdad, algo había en esos señores que imponía cierto
respeto’”.

“‘Los pasamos a nuestra pequeña sala, invitándolos a sentarse. Con cierta


agilidad treparon a los sillones de tule que forman nuestro ajuar y me pareció
correcto invitarles una copa de tequila, digamos, para iniciar la conversación.
Moviendo graciosamente la cabeza me contestaron que tequila no, porque era
una bebida muy fuerte y no querían embriagarse. Se alejó mi madre rumbo a
la cocina, para aparecer poco después con una charola con algunas frutas y
dulces. Sólo aceptaron nueces en dulce, que parecieron ser de su agrado. Por
lo visto, mis visitantes eran gente chic, así que ya no les ofrecimos nada más’”.
“SERES DE OTRO MUNDO”

“‘No hallando con qué agradar les invité a conocer la finca y aceptaron de
inmediato. Mi madre se encaminó a la cocina a seguir preparando la comida y
yo los llevé al huerto. Daba gusto ver el interés con que examinaban las
hortalizas de mi madre. Se hubiera pensado que los amigos eran estudiantes de
horticultura. Luego fuimos a nuestro corral y mostraron igual interés a la vista
de nuestros cerdos, gallinas, patos y guajolotes. Tal parecía que en su vida no
habían, tenido oportunidad de conocer uno de esos animales. Pero lo más
asombroso fue cuando estuvimos frente a las vacas, pues su sorpresa llegó al
límite cuando les dije que producían alimentos de gran calidad’”.

“‘Todo un laboratorio, dijeron sonriendo, pero en eso el laboratorio pegó un


mugido espantoso. Creo que le sorprendió la traza de nuestros visitantes.
Hubiera visto usted con qué ligereza se pusieron a distancia del animal’”.
“CAPÍTULO IV”

“¡A BORDO DE LA NAVE INTERPLANETARIA!”

“‘La plática que siguió -dice nuestro hombre- no se la repito porque la acabo
de leer en los reportajes de M. Gebé y terminaría haciéndole pensar a usted
que solamente lo copié. Me hablaron largamente sobre su mundo y sus
costumbres y al leer lo que usted relata, encuentro una absoluta similitud’”.


“CAPÍTULO V”

“¡EN OTRO PLANETA!”


“CAPÍTULO VI”

“LA URBE REFULGENTE Y PRODIGIOSA”


“CAPÍTULO VII”

“EL RETORNO A LA TIERRA”

“‘Poco después aterrizamos en mi rancho. Llegamos el día 14 de octubre a las


12 y minutos. Puesto que habíamos salido el día nueve de octubre a las cinco
de la tarde, el viaje había durado cuatro días y diecinueve horas’”.

“‘Mis amigos cumplieron su promesa. Dos semanas después aterrizaron en el


rancho y pasaron allí tres días como huéspedes míos. Si le dijera todo lo que
me platicaron, nunca acabaría esta carta’”.

“‘Durante su estancia en el rancho, cubrimos la nave con rastrojo y ramas


secas para que no fuera visible desde arriba, pues en ocasiones pasan por allí
aviones de línea’”48.

“‘Procuré atenderlos lo mejor que pude. Les conseguí una gran variedad de
semillas y les regalé también varias parejas de aves de corral de mi rancho.
Espero que haya llegado todo bien’”.

“‘Le ruego que no me busquen’”.

“‘Adiós. Créame que me considero su amigo y compañero’”.

“‘Antonio Apodaca’”

48 ¿Y el “escudo de invisibilidad” del que hablan algunos contactados? ¿Estaba


descompuesto?
“CAPÍTULO VIII”

“SIGUIENDO EL RASTRO DE ANTONIO APODACA”

“Ahora, reanudemos el relato”.

“Lo importante para mí era saber si Antonio Apodaca existía. La única pista
era la fajilla postal en que venía la carta. No traía dirección del remitente. El
único indicio era el matasellos del correo, que indicaba que había sido
depositada en Guadalajara. Apodaca decía que su rancho estaba a seis horas
de camino de esa ciudad. Pero… ¿en qué dirección?”

“¿Cómo dar con él, con tan escasos datos? ¿El nombre con que había firmado
era un nombre o un seudónimo?…”

“Necesitaba comunicarme con él. Salvador Villanueva Medina deseaba


también hablar con el autor de la carta, que se había dirigido a él como a un
camarada, que había tenido una experiencia parecida”.

“Recurrí entonces al único camino. Inserté un anuncio en el periódico, que


decía más o menos lo siguiente:”

“‘Sr. Antonio Apodaca. Guadalajara, Jal. Le ruego comunicarse conmigo


dándome su dirección para enviarle una correspondencia importante. M. Gebé.
Dr. Vértiz No. 783-3. México, D. F.’”

“No tenía muchas esperanzas en el resultado, pero al día siguiente de la


publicación del anuncio, recibí una carta depositada en esta capital, que decía
lo siguiente:”

“‘Sr. M. Gebé’”.

“‘Muy señor mío:’”

“‘Me tomo la libertad de quitarle su tiempo en vista de que en el periódico de


ayer apareció una cita para el señor Antonio Apodaca. Este señor es mi primo
y el objeto de escribirle a usted es anticiparle que si él escribió algo y usted lo
quiere publicar, lo tiene que hacer usted bajo su propia responsabilidad, por
las razones que paso a exponer:’”

“‘Tengo entendido que Antonio sufrió un accidente grave y que está


desfigurado y se ha apoderado de él un complejo de inferioridad muy fuerte,
tremendo. Ese hombre es muy serio49 y si algo le escribió, creo que en otras
circunstancias se haría completamente responsable, pero en éstas en que se
halla, no creo que se atreva a recibir a nadie y mucho menos exhibirse en
público’”.

“‘Doy a usted las gracias anticipadas por la atención que se sirva prestar a
esta nota y quedó atentamente…’”

“La carta no tenía firma. Solamente las iniciales, a las que iba antepuesto el
título de doctor”.

“¡Luego Antonio Apodaca existía! ¡Y era su nombre auténtico, no era


seudónimo! Y existía el primo doctor a que él se refería en su carta, al que
narró su aventura y se negó a creerle”.

“Entonces, había que localizar al doctor. La inicial de su apellido era G.


Seleccioné en el directorio telefónico todos los médicos cuyas iniciales
coincidían con las que calzaban la carta. Telefoneé a todos pidiéndoles su
segundo apellido, ‘para el registro del Laboratorio X’”.

“Aunque yo, por discreción, no hubiera publicado su nombre, el doctor G, -


llamémosle así- se hubiera negado a recibirme, pues por obvias razones no
hubiera querido verse mezclado en un asunto tan extraño, que haría que sus
clientes dudaran de su seriedad o de su equilibrio mental. Y a última hora,
decidí esperar. Creo que algún día se comunicará conmigo sólo para confirmar
algunos datos”.

“Villanueva Medina tuvo mejor suerte que yo. Un pariente de Apodaca lo invitó
a ir a Guadalajara y lo llevó a hablar con él. Yo le proporcioné un cuestionario
para que Apodaca contestara. Y Villanueva sostuvo una larga conversación
con nuestro hombre. Sólo que él tampoco sabe en dónde está el rancho, pues
fue conducido a bordo de una camioneta sin placas, con los ojos tapados con

49 Si era muy serio ¿Por qué se negó a creerle?


unos enormes anteojos negros, que tenían pegados por la parte interior unos
círculos de esparadrapo, para impedirle toda visión”.

“Pero lo importante es que Villanueva habló con él y está seguro de que dice
la verdad. Confirmó también que no está en condiciones de hacer frente a una
encuesta pública, por las razones que el doctor ‘G’ ofrece en su carta”.

“Una cosa me obligó a suspender las pesquisas: Ahora sé la historia de Antonio


Apodaca y sus razones para permanecer en el incógnito me parecen muy
respetables”.

“Esa historia es triste. Terriblemente dramática. Y si él no quiere ser


molestado, yo lo dejaré en paz, a pesar del gran interés que tengo en seguir
investigando este caso”.

“Usted, creo yo, haría lo mismo si conociera esta historia, contada por uno de
sus primos, un joven residente en Guadalajara. Y va usted a conocer la historia,
porque es la justificación de que estos reportajes hayan sido publicados y de
que se suspendan temporalmente”.

“Antonio Apodaca Núñez -usted debe recordar que lo decía al principio de su


carta- estudiaba la secundaria en Guadalajara, cuando la muerte de su padre
lo obligó a ir a su rancho a hacerse cargo de la administración y a hacer
compañía a su madre. Lo que no dijo Antonio fue que su padre fue asesinado
en su pueblo. Y que a resultas del choque recibido, su madre estuvo muy
delicada de salud y sufrió una perturbación temporal de sus facultades
mentales. Gracias a los cuidados amorosos del hijo, la señora recobró la
salud”.

“Y Antonio empezó a trabajar en el rancho, olvidándose de sus planes de


estudiar ingeniería. Al poco tiempo se enamoró de una señorita de su pueblo.
Decidieron casarse. Y fijaron la fecha de la boda”.

“Fue entonces cuando aterrizaron en su rancho aquellos seres. Y al despedirse


de ellos, en su última visita a la finca, Antonio los invitó a su boda y ellos
prometieron ir, ‘si les era permitido’”.
“Pero algo terrible ocurrió. Cuando él se fue a su fantástico viaje, que duró
aproximadamente seis días50, sólo tuvo tiempo de decirle a los peones que
avisaran a su madre que no tuviera cuidado, pues él iba a dar una vuelta con
sus amigos”.

“Al ver que pasaban los días y él no regresaba, la señora empezó a preocuparse
y nuevamente sufrió algunos trastornos nerviosos, que perturbaron sus
facultades mentales. Pero el mal también fue pasajero. El regreso del hijo y sus
cuidados lograron que pronto se restableciera”.

“Entonces Antonio empezó a invitar a sus parientes y amigos para la boda, que
ya era inminente. Y con gran ingenuidad, dijo a algunos de sus íntimos que no
dejaran de ir, pues unos amigos suyos que venían de otro planeta asistirían a
la fiesta nupcial”.

“Las murmuraciones no se hicieron esperar. Algunos de sus amigos


comentaron aquello y llegaron a la conclusión de que Antonio no estaba en sus
cabales”.

“Y llegó al fin el día de la boda. Después de la ceremonia en el registro civil y


en la parroquia, hubo gran fiesta en el rancho. Se brindó con tequila de buena
cepa. Reinaba la alegría en la fiesta ranchera. Pero entonces, algunos de los
invitados empezaron a preguntar con sorna, ‘a qué hora llegarían los
marcianos’”.

“Antonio, de buena fe, les respondía que seguramente llegarían más tarde,
puesto que le habían prometido ir”.

“Empezaron las sonrisas burlonas, después las bromas y éstas llegaron a tal
punto, que Antonio se indignó y la emprendió a golpes con sus invitados. La
fiesta terminó como el rosario de Amozoc…”51

“El triste resultado de aquello fue que su madre volvió a recaer y que desde ese
día, todos los cuidados fueron inútiles. Día a día, el mal se agudizaba”.

50 Hay un error en este dato. Apodaca fue muy explícito al afirmar que su viaje había durado
“cuatro días y diecinueve horas”. A menos que se deba a diferencias entre el apogeo y el
perigeo de Venus. Si hay alguien que tenga el tiempo para calcular estos datos, se los
agradeceré.
51 Expresión que tiene su origen en una divertida, aunque funesta, leyenda virreinal. Se utiliza

cuando algo termina o va a terminar mal.


“Una hermana de la señora, que reside en Guadalajara, enterada de lo que
ocurría, fue a ver a Antonio para arreglar que la señora fuera internada en un
sanatorio”.

“-Mi madre -dijo él- se quedará aquí. No la internaré en un sanatorio”.

“Pasó el tiempo. Una noche, cuando Antonio se hallaba durmiendo, despertó


sobresaltado al oír unos desgarradores lamentos de su madre. Se puso en pie
rápidamente y se dio cuenta de que el ala de la casa en donde dormía la señora
era pasto de las llamas”.

“Decidido a salvarla se introdujo a la recámara, al través de las llamas. Y pudo


salir con el cuerpo inanimado de su madre entre los brazos. Fuera ya de aquel
infierno, cayó sin sentido. Había sufrido terribles quemaduras en todo el cuerpo
y en el rostro”.

“Antonio y su madre estuvieron entre la vida y la muerte. El tardó más de dos


meses en reponerse. Cuando al fin se levantó de la cama reanudó las labores
en el rancho, pero estaba terriblemente amargado”52.

“Las quemaduras lo habían desfigurado terriblemente. Su madre también se


salvó, pero quedó muy enferma. Y aquella casa se ensombreció. Antonio fue
atacado de misantropía. Dejó de saludar a sus parientes y amigos y se refugió
en su rancho, a sufrir su pena…”

“Así vive ahora. Eso explica las últimas palabras de su carta:”

“‘Perdóneme que le advierta de antemano que deseo permanecer ignorado,


aquí en mi rancho, y que no quiero verme envuelto en una ola de publicidad
que no podría soportar’”.

“‘Yo no estoy en condiciones físicas ni morales para sostener relaciones con


nadie. Ni siquiera puedo soportar la presencia de un extraño’”.

“‘Le ruego que no me busquen’”.

52Esta también es una incongruencia pues al inicio de la carta dirigida a Salvador Villanueva
había dicho que era “más o menos feliz”.
“‘Adiós’”.

“No lo buscaremos más. Si algún día él cree conveniente recibirnos, con la


promesa anticipada de que no lo molestaremos, de que iremos solos, sin
fotógrafos ni curiosos, entonces seguiremos adelante”.

“Respetamos su deseo de permanecer oculto. Y lo acompañamos en su dolor,


como camaradas que comprenden la tragedia que le aflige. Dios quiera que él
encuentre la resignación y la fortaleza para aceptar cristianamente esta gran
pena…”

“Y ahora, amigos, no les diremos adiós, sino hasta luego. Ustedes, que han
tenido la paciencia para leer esta serie de reportajes, sabrán otras cosas en su
oportunidad”.

“Por ahora, doblemos la hoja…”


QUIÉN FUE SALVADOR VILLANUEVA MEDINA

Sabemos que Salvador Villanueva Medina era un chofer de taxis que luego se
dedicó a la mecánica automotriz, que tuvo siete hijos, que vivía en la colonia
Valle Gómez, al Norte de la ciudad y que su taller de automóviles estaba sobre
Calzada de Guadalupe. Y nada más.

Pero es el mismo Salvador quien nos proporciona más información sobre su


vida y sobre una extraña vuelta de tuerca sobre su caso. Vuelta que involucra el
caso de Antonio Apodaca y que causaría mucha confusión entre los interesados
e investigadores del tema de los platívolos voladores.

En la edición de 1976 Villanueva nos cuenta mucho más sobre su vida, de una
manera novelada. Comienza en la Primera parte del libro, titulada No resisto la
tentación de contarles nuevas cosas. Como en la mayor parte de este trabajo,
he tomado la decisión de publicar íntegramente estos documentos por varias
razones: por lo poco conocidos que son, por la dificultad de conseguirlos y
porque son parte de la historia de la ufología mexicana (y mundial) y de otra
manera se perderían para las generaciones futuras. Demos pues paso a esta
breve autobiografía de Salvador Villanueva:

Portada de la edición de 1976.

“Pero yo quisiera que ustedes conocieran algo de mi vida y no


resisto la tentación de contarles nuevas cosas, para que no
vayan a pensar que el autor es una persona que se dedica a
escribir ciencia-ficción. Sólo soy un humilde chofer y mecánico
de automóviles. Cuando escribí el libro sobre mi viaje a Venus,
muchas cosas se quedaron arrinconadas en ese desván que es
la memoria. Tiempo después fui recordando diversos detalles que lamenté no
haber relatado en mi libro, pero pasado el tiempo he pensado que podía tomar
el lápiz otra vez y pasar las noches en blanco para escribir esos pasajes de mi
vida que pueden ser interesantes o que pueden servir para explicar el origen de
mis increíbles experiencias”.

“Huérfano de padre a los seis años de edad y único varón sobreviviente de una
diezmada familia de quince hijos, nací en una época en que sólo los más fuertes
y mejor dotados sobrevivían”.
“Así mi familia, a la muerte de mi activo padre, se había reducido y sólo
restábamos una hermana un año y meses mayor que yo y este servidor, que a
tan corta edad había visto sufrir al hombre que le dio el ser, o mejor dicho, a
lo que quedaba de él después de recibir ocho tiros disparados con carabinas
30-30, balas sordas de plomo que sólo alcanzaban a penetrar unos centímetros
en el cuerpo del que las recibía, alojándose en partes inaccesibles para los
bisturís de los cirujanos pueblerinos de principios de siglo”.

“Así ví cómo el autor de mis días se fue consumiendo poco a poco, envenenado
con el maldito plomo de aquellas balas disparadas por sus propios cuñados,
envidiosos de la prosperidad que él había alcanzado”.

“Mi padre, hijo menor de una familia árabe que había emigrado al Continente
Americano en busca de mejores medios de vida, tuvo la desgracia de perder a
su progenitor poco antes de cumplir los quince años y mi abuela materna, al
quedar viuda, decidió establecerse en Jilotlán de los Dolores, Jalisco.
Habituado al trabajo desde muy pequeño pronto consiguió empleo en una finca
porque conocía el trabajo de campo en todas sus fases y le gustaba, por lo que
desde muy pequeño soñaba con llegar a ser, un día, dueño de un rancho que él
cultivaría amorosamente con sus propias manos”.

“En Jilotlán, el destino le tenía reservada una familia y buenas tierras en las
que podría realizar sus sueños de estanciero próspero. Muy trabajador,
honrado, con ingenio, buen carácter y simpatía, muy pronto consiguió ser
correspondido por una agraciada jovencita, hija de un rico ranchero español
afincado por allá por las regiones de Tepalcatepec. Don Mauricio Medina, que
así se llamaba el padre de la joven, vio con buenos ojos aquel noviazgo porque
el mozo era trabajador y honrado, que es el mejor capital y el único que puede
aportar un joven. Pronto se casaron y don Mauricio le regaló a mi padre un
ranchito por haberse desposado con su única hija legítima”.

“Se dedicó mi padre al trabajo como él sabía hacerlo y el ranchito fue


prosperando y creciendo con el tiempo, que también fue trayendo, uno tras otro,
hasta catorce vástagos entre hembras y varones”.

“Era feliz viendo cumplidos sus sueños de estanciero próspero y para él no


había más que su hogar y sus tierras; pero tanta felicidad no podía ser eterna
y un día empezó a tener dificultades con sus cuñados, que seguramente sentían
envidia de su creciente prosperidad”.
“Corría el año de 1912 y mi madre estaba en espera de su vástago número 15.
Lo digo por el orden que le correspondía; pero ya varios de los niños habían
muerto con los ‘fríos’. En aquella época el paludismo era un azote y no había
remedio para el mal, que también atacaba sin misericordia a los niños, que
morían por millares salvándose sólo los mejor dotados o quizá los de mejor
suerte. Aquel vástago número 15 que presto iba a llegar era yo, pero ya no me
tocarían los tiempos felices, sino el doloroso Vía Crucis de mi padre y las
naturales penas que pasaba mi madre”.

“Porque un día de aquel año malhadado mi padre cayó acribillado en una


celada que le tendieron sus cuñados. Huyeron, dándolo por muerto, pero él
sobrevivía gracias a su maravillosa naturaleza, a pesar de traer ocho balas en
el cuerpo. Esta agresión asesina ocurrió cuatro meses antes de que yo
abandonara el claustro materno. Aquellos criminales no se conformaron con
atacar cobardemente a mi padre, sino que antes de emprender la retirada
prendieron fuego al casco del rancho”.

“Mi afligida madre no tuvo tiempo para quejarse o para llorar esa desgracia.
A pesar de que estaba en el quinto mes del embarazo se sobrepuso y después
de ver que mi padre, sin sentido, aún alentaba, decidió ponerse en salvo con la
familia, temerosa de otro asalto de sus propios hermanos. Trajinó como
desesperada, dando órdenes y siendo auxiliada por la servidumbre para
empacar rápidamente la ropa y los objetos de valor después de aplicar a mi
padre las curaciones de emergencia que se le ocurrieron y de ordenar que lo
tendieran sobre una improvisada parihuela, bien abrigado por varias cobijas.
Una vez que todo estuvo listo ordenó a un mozo y a su mujer, que eran de toda
su confianza, que le acompañaran en aquella dramática huida. Ya estaban los
caballos uncidos a la carreta, el equipaje distribuido y mi padre en la
improvisada parihuela que le serviría de cama por varios días. Ayudada por la
fiel pareja de servidores hizo subir a sus pequeños, que lloraban
desconsoladamente sin saber qué era lo que ocurría”.

“Así, mi madre vivió un verdadero drama, abandonando apresuradamente su


hogar, que era presa de las llamas. Entre el resplandor del incendio se podía53
ver la carreta poniéndose en marcha. Ella iba al pescante, al lado de su mozo
de confianza que látigo en mano empuñaba las riendas. Tras esa carreta iba
otra, llevada por la mujer del mozo que a su lado llevaba a su hijo de ocho o
diez años. Tomaron a buen paso por el camino real y pronto se dejó de ver el

53 Aquí hay una errata en el original, en donde se puede leer “pedía”.


resplandor del incendio y las carretas fueron tragadas por las sombras de la
noche”.

“Mi madre, al fin, podía desahogarse. Lloraba silenciosamente. Un río de


lágrimas corría por sus mejillas pensando en el destino que le esperaba con su
esposo moribundo y un racimo de hijos que mantener, más el último de sus
hijos, el que esperaba y que cuatro meses después habría de ver la luz”.

“Después de un increíble peregrinar llegaron a Zapotlán el Grande -hoy


Ciudad Guzmán- en donde se hospedaron en un mesón, en donde los dueños,
gente buena de aquellos rumbos, le recomendaron un médico apellidado
González, hombre recto y caritativo que se hizo cargo de la difícil curación de
mi padre empezando por irle extrayendo, una a una y después de laboriosas
operaciones, las balas que tenía alojadas en el cuerpo”.

“Mi padre tardó más de un mes para recobrar el conocimiento, pero bajo los
cuidados del doctor González se fue recobrando con increíble rapidez, sólo que
infortunadamente su restablecimiento nunca fue total. Nunca volvió a ser el
hombre que era. A resultas de la agresión quedó flaco, de mal color y sufriendo
numerosos achaques a causa de dos balas que el doctor González no pudo
extraerle; pero así y todo sobrevivió milagrosamente y luchó denodadamente,
rebelándose contra su destino”.

“En cuanto se levantó de la cama empezó a hacer planes. Mi madre le contó


cómo había huido del rancho en llamas y él comprendió que no podría volver
a reclamar su propiedad, pues sus cuñados volverían a atacarlo hasta acabar
con él. Así, decidió quedarse en Zapotlán”.

“Le gustó el Mesón del Laurel, que era donde mi madre había tomado
hospedaje y le gustaron los propietarios que, como he dicho, eran gente buena.
Al enterarse de que deseaban vender el mesón, mi padre ajustó el precio y lo
compró, decidido a emprender un nuevo negocio. Gracias a un cofrecito que
rescató mi madre al huir, que contenía una buena cantidad en monedas de oro,
pudo pagar el precio del mesón”.

“Murió cuando yo cumplía seis años. En cuanto se supo la noticia en el pueblo


sus enemigos se cebaron en su familia desamparada, negándonos todo tipo de
subsistencia”.

“Quedábamos desamparados mi madre, la única hermana que sobrevivía, que


aún no cumplía los ocho años y yo, que andaba en los seis, a tiempo de ir a la
escuela; pero en esas condiciones yo no podía pensar en escuela y me propuse
trabajar para ganar el dinero que necesitaba mi corta familia”.

“Empecé a trabajar como aprendiz en una hojalatería, después en una


carpintería, más tarde en una herrería y finalmente, cuando cumplí los diez
años, entré a trabajar como ayudante de chofer, oficio que como a la mayoría
de la gente en aquellos pueblos, me fascinaba…”

“Creo que no anduve muy equivocado al elegir mi oficio definitivo, ya que


desde el principio gané más dinero que en mis anteriores trabajos y apenas
cumplía un mes trabajando como ‘chalán’ cuando se me presentó la primera
gran oportunidad de mi vida, un día en que mi patrón se fue a jugar al billar y
me dejó cuidando el coche. Aunque él me había prometido enseñarme a
manejar, aun no iniciaba sus lecciones; pero yo desde el primer día estuve
pendiente de todo cuanto hacía desde el momento en que echaba a andar el
coche y algunas veces, cuando él me dejaba solo, yo había empezado a hacer
mis pininos y aunque con trabajos alcanzaba los pedales debido a mi baja
estatura, ya echaba a andar el coche y marchaba por la calle para después
regresar en reversa y así, aun cuando a veces el coche echaba ‘reparos’ yo ya
me sentía un chofer hecho y derecho y soñaba con el día en que yo pudiera
meter el acelerador a mi gusto, para correr por esas calles pueblerinas…”

“Pues bien, aquella gran oportunidad de que hablaba se me presentó aquel día
en que estaba yo al cuidado del coche. Un ricachón del pueblo llegó al sitio y
subiéndose en el coche, me ordenó: ¡Llévame a Sayula!”

“Sayula es un pueblo distante 20 kilómetros de Zapotlán y al oír la orden de


aquel ricachón, que iba bien borracho, pensé en ir a llamar a mi patrón; pero
se me ocurrió que aquella era mi oportunidad y decidí jugármela, arremetiendo
contra mi destino. En cuanto el ricachón aquel se acomodó en el asiento se
quedó dormido y no se dio cuenta de mis fatigas para dominar el coche al
principio, pero afortunadamente en aquellos tiempos era raro el coche que
transitaba en el camino real y todo el camino era mío. A los pocos kilómetros
ya pude manejar con más seguridad y controlaba bien el coche y la confianza
que eso me dio hizo que realmente al llegar a Sayula ya manejara yo bastante
bien. Al llegar al pueblo desperté a mi cliente y me ordenó ir a una casa, en
donde recogió a una señora de no malos bigotes que probablemente era su
amante. Esta señora salió acompañada de dos ancianas -su madre y su tía- que
se acomodaron también en el coche. Mi cliente me ordenó ir a la tienda del
pueblo y me dio dinero para llenar el tanque de gasolina y una vez que
estuvieron provistos, el coche de combustible y ellos de tequila, me ordenó
seguir hacia Guadalajara, que dista doscientos kilómetros de aquel lugar”54.

“Al oír la orden comprendí que aquella aventura iba a ser algo muy gordo y
sentí cierto temor, pero pensé que ya que me había metido en eso seguiría hasta
el final y ya veríamos, al regresar a Zapotlán, a cómo nos tocaba”.

“Efectivamente, el viaje resultó toda una aventura. Para mis pocos años,
aquello era más apasionante que una novela de aventuras y ya me sentía un
héroe capaz de emprender cualquier hazaña. Mis clientes, que pronto dieron
fin a las botellas de tequila que compraron, pronto se quedaron dormidos y no
se dieron cuenta de los peligros a que los expuse, pues tuve que bajar la famosa
Cuesta de Sayula, lugar en que Pancho Villa voló trenes a pasto en tiempos de
la revolución”.

“Después de bajar la tal Cuesta, el viejo camino real seguía faldeando toda la
montaña y para dificultar más la cosa y hacerla más peligrosa, me empezó a
ganar el sueño, ya que la noche anterior me había tocado hacer guardia en el
sitio. Iba yo cabeceando y haciendo esfuerzos para que no se me cerraran los
ojos. Por fin llegamos a las playas de Zacoalco y Atoyac, que en tiempo de
sequía quedan como inmenso espejo. En aquel terreno plano, sin peligros, iba
durmiendo y despertando, sobresaltado porque yo dejaba de acelerar y el coche
se empezaba a jalonear por falta de gasolina”55.

“Sólo Dios sabe cómo pude llegar hasta donde empezaba la terracería de un
camino en construcción, con cunetas y todo, que iba hacia Guadalajara, pero
me alentó el hecho de que pronto descubrí el enorme enjambre de luces de esa
magnifica ciudad”.

“Ya íbamos llegando al final de nuestro viaje, pero el sueño seguía haciendo
estragos en mí, que me empeñaba en vencerlo. Al fin me venció la fatiga y me

54 En realidad está a 115 kilómetros.


55 Eso es imposible, a menos que tuvieran una fuga de combustible. Zacoalco está a unos 50
kilómetros de Sayula, donde habían llenado el tanque de combustible.
quedé dormido. Despertamos sobresaltados pues habíamos caído en la cuneta,
que afortunadamente no era muy profunda. Como ya se veía cerca la ciudad,
mis clientes se acomodaron en un camión lechero que pasó por el lugar y
dejándome la dirección en donde debería buscados, se fueron tranquilos. Yo,
por mi parte, me dediqué a rellenar de piedras la cuneta, bajo las ruedas.
Llevaría unas tres horas en la tarea cuando acertó a pasar un camión lleno de
trabajadores de los que laboraban en aquel camino y me preguntaron qué
había pasado y quién manejaba el coche, a lo que muy orgulloso, contesté que
yo mismo, por lo que todos soltaron la carcajada”56.

“No lo creyeron, pues les parecí muy chaparro y en efecto lo era, pues a esa
edad apenas levantaba un metro y cuarenta centímetros del suelo. Era yo tan
chaparrito que algunos paisanos me decían, de burla, que tuviera cuidado al
caminar, no fuera a ser que me pisaran la cabeza. Pero yo estaba conforme con
mi estatura y aun me sentía orgulloso de ella, pues pensaba que esa era
herencia de mi abuelo el español, que también era chaparro y además,
endemoniado”.

“Aquellos hombres fueron buenos conmigo. Eran una veintena, que echaron
pie a tierra y en unos minutos sacaron el fordcito y lo volvieron a colocar en el
camino, no sin advertirme que yo debería sacar las piedras que había echado
a la cuneta. Se les olvidó saciar su curiosidad, viendo si efectivamente, yo
manejaba el coche”.

“Al llegar a Guadalajara paré el coche en donde empezaba la ciudad y me eché


a andar buscando la dirección que me dio mi cliente. Los encontré cuando ya
eran las tres de la tarde”.

“Salimos de regreso, pero antes a la joven señora se le ocurrió ir a San José


de la Montaña. Y yo sin dormir, pero lleno de entusiasmo…”
56 Hay una notable fijación del autor de estas líneas por los viajes en carretera. Todas las
aventuras le ocurren en una carretera. Desde el supuesto encuentro con los venusinos, el
traslado de su padre moribundo a Zapotlán el Grande y esta aventura en la que aprende a
manejar en un trayecto de más de 200 kilómetros (según él). Finalmente está el escape, que
más adelante veremos, en el que deja atrás a unos salteadores de caminos, bajo una intensa
lluvia de fuego. Hay que observar que los posibles testigos de esta aventura, sus clientes y
los trabajadores del camino, no presencian tan increíble prodigio. Unos por quedarse
dormidos de borrachos, y los otros, como se verá, por alejarse justo antes de que el chiquillo
tome el volante. Tampoco tendrán suerte los habitantes de la ciudad de Guadalajara, pues el
muchacho deja estacionado el auto fuera de la ciudad y se interna a pie para buscar una
dirección, ¡en lugar de hacerlo con el coche!
“Ya guiaba con mayor seguridad y oprimía el acelerador sin miedo, gozando
al ver cómo el coche se deslizaba velozmente y cuando entramos de nuevo a la
Playa de Zacoalco mis clientes iban bien dormidos y yo aproveché la
oportunidad para detener el coche y descabezar mi siesta, pues otra vez los ojos
se me cerraban de sueño. De repente desperté y ví que estábamos rodeados de
gente de a caballo. Fue tal el susto que llevé que eché a andar el coche y hundí
el acelerador hasta el fondo. Afortunadamente el coche me respondió y pronto
les cambié a los salteadores una nube de polvo de salitre por un nutrido tiroteo,
que de haber dado todos los disparos en el blanco nos hubieran dejado
convertidos en coladeras”.

“Escapamos a salvo de milagro, pero desgraciadamente un disparo perforó el


tanque de gasolina y sólo alcanzamos a llegar a Sayula, en donde nos
presentamos al Cuartel para denunciar el ataque de que habíamos sido
víctimas. El Jefe de la Guarnición militar, por toda respuesta, nos ordenó que
nos quedáramos quietos, o nos mandaba fusilar por escandalosos y allí nos
quedamos, temblando de miedo, hasta que amaneció. Al fin nos dejaron ir y
después de almorzar en una fonda fuimos a buscar quien arreglara el tanque
de la gasolina. Después de dejar a las señoras en su casa de Sayula, seguimos
de regreso hacia Ciudad Guzmán, a donde llegamos a las tres”.

“Habían terminado ya mis increíbles aventuras, pero faltaba lo que yo más


temía: enfrentarme a mi patrón y darle cuenta de mi fechoría, pero mi
bondadoso cliente, que me había tomado ley, no sólo pagó religiosamente el
importe del viaje, sino que regaló otro tanto a mi patrón y todavía a mí me
regaló cien pesos. No contento con eso, me recomendó con mi patrón,
diciéndole que yo no sólo manejaba muy bien, sino que era muy valeroso y que
yo les había salvado la vida. ¡Vaya!, pensé para mis adentros. Con suerte al
miedo le llaman valor…”

“Mi patrón recibió el precio del viaje sin mucho trabajo, pues mi cliente pagó
sin discutir y todavía me regaló cien pesos. Después, mis compañeros de oficio
se encargaron de la segunda parte y fui bautizado por ellos, como mandan los
cánones choferiles. Así pasé a formar parte del gremio…”
“Y no cabe duda que Dios estaba conmigo, pues esa misma noche debuté como
chofer velador en turno57. Llegó al sitio una anciana, que me pidió la llevara a
un pueblo llamado Contla. En los límites de éste apareció un grupo de rebeldes
o revolucionarios, cuyo jefe era hijo de aquella anciana. Este, después de
interrogarme y aconsejarme que de ahí en adelante tendría que mantener la
boca cerrada, me dio como pago treinta pesos (se dice aprisa), pero para que
nos demos cuenta de cuánto eran treinta pesos en esa época, les diré que una
res, ya fuera vaca, buey o toro, sólo valía la miserable cantidad de diez pesos
y en los expendios de carne solía costar cinco centavos el kilogramo. Leyeron
bien ¡Cinco centavos el kilo!…”

“Estos viajes se sucedieron diariamente por todo un mes y en el último día sólo
encontramos un individuo colgado en cada uno de los árboles que bordeaban
la carretera”.

“Tiempo después fui contratado en la compañía más fuerte del pueblo para
suplir, por una semana, a un chofer que salía de vacaciones y esa semana se
alargó a cuatro años, fecha en que se apoderó de mí la necesidad de emigrar a
la gran ciudad de México”.

“Llegué a ésta apenas cumplidos los dieciséis años. Era Jefe del Departamento
de Tránsito, un General oriundo de Sayula, Jalisco. Así que me apersoné con
él y ordenó que me examinaran, prueba que pasé exitosamente e ingresé como
chofer de la entonces plácida ciudad de México”.

“No cambié de oficio, pues para un individuo casi analfabeta este trabajo
resultaba el mejor remunerado”.

“Pasaron los años y así, trabajando un turno en un auto de alquiler, allá por
el año de 1952 tomé como pasajeros a una pareja de norteamericanos. Después
de llevarlos a algunos lugares de diversión, me pidieron que les recomendara
a un chofer que les ayudara a manejar su auto rumbo a los Estados Unidos.
Por esos días yo había cumplido años, y mis economías se habían agotado, así
que enterado de la cuantía del pago acepté ayudarlos”.

57
Villanueva nació en 1912. Debuta, según él, como chofer velador a los 10 años, en 1922.
Pero en la carta que le dirige a M. Gebé le dice que se inició en el oficio de taxista en 1931.
Por lo menos en alguna de las dos versiones está mintiendo, tal vez en las dos, pero es más
creíble que su aventura en la que aprendió a manejar la haya vivido a la edad de 19 años.
“Salimos dos días después en el auto de su propiedad que, era un magnífico
Buick, del año anterior, que se pegaba con seguridad a la carretera. Era ésta
la que une al D. F. con Laredo, Texas. Poco después de pasar un pueblo que
más tarde me enteré se llama Ciudad Valles, el coche empezó a producir un
ruido en la transmisión. En ese momento llevábamos recorridos cerca de
quinientos kilómetros. Temerosos de causar al coche daño grave acordaron mis
improvisados patrones, que yo los esperara mientras ellos regresaban al
pueblo que acabábamos de pasar para buscar un mecánico o una grúa, que nos
remolcara”.

“Ese día era sábado y se trabajaba sólo hasta mediodía. Por lo tanto, no me
extrañó que mis improvisados patrones no regresaran pronto. Así que levanté
el auto por una rueda trasera, eché a andar el motor y lo conecté a la
transmisión, me metí debajo y traté de localizar el desperfecto, fue entonces
cuando empezó la más extraña aventura que le puede suceder a un ser humano.
Aventura que aún ahora no alcanzo a comprender cabalmente, porque las
consecuencias han sido de diversa índole…”

“Por esa época, encabezaba una familia numerosa, que se componía de una
esposa, cinco hijos varones, y dos hijas, Estas en esa época entraban a la
adolescencia, edad difícil para todos los humanos”.

“No llevaba amistad con nadie. Me limitaba a trabajar de doce a catorce horas
diarias, entregaba la cuenta al dueño del auto, pues nunca tuve uno propio y
volvía a mi casa a descansar un poco para volver a la labor al día siguiente”.

“En la vecindad donde vivía a nadie le hablaba y con nadie llevaba amistad.
Para todos resultaba ‘el apretado’, como suelen llamar a los que se apartan
ensimismados en su propia envoltura”.

“Vivíamos en un barrio pobre, plagado de vagos y malvivientes, siempre


hostiles para los que no hacen relación con ellos, para los que luchan
honradamente para ayudar a su familia, por mantener un nivel superior al de
ellos. Por fin, año y medio después y cuando estaba a punto de volverme loco,
pues es difícil mantener una lucha consigo mismo cuando dentro de la cabeza
se tiene algo que acicatea, que crece y amenaza con hacer explosión”.
“Las personas que me habían propiciado la increíble aventura me hicieron
prometerles que la haría pública, pero ahí mismo les dije que no podría cumplir
con ese encargo, pues mi cultura era totalmente nula, que difícilmente escribía
una carta correctamente; pero ellos insistieron, asegurando que me ayudarían,
pero fue pasando el tiempo y yo seguía dudando. Solía repetirme como una
oración, mientras trabajaba o descansaba, que no sabía nada de escribir libros,
pero pronto me sentí desarmado, pues me vino la idea (de donde, no lo sé
todavía), de acudir a un intelectual, digamos un periodista, pero no conocía a
ninguno, pero por ahí tampoco pude escapar porque no tardé en leer en una
revista que alguien había visto naves en forma discoidal, justo de la forma de
la que yo había abordado, invitado por aquellos seres extraños. Así que cuando
menos pensé ya le había escrito a ese periodista, que firmaba sus artículos con
el seudónimo de M. Gebé”.

“A este caballero, (pues resultó serlo a carta cabal, ya que siempre me trató
respetuosamente, sin el más mínimo asomo de burla), le escribí dándole sólo el
número de mi licencia de manejar… El hizo investigaciones para encontrarme,
ya que sucedió lo que yo no esperaba, o sea que se interesara, pues yo,
ingenuamente, había pensado, que con solo relatarle algo a una persona
versada en esos asuntos daba por terminada mi obligación para con aquellas
personas de la nave…”

“Por fin dicho periodista me encontró y empezó a interrogarme, y a publicar


lo que le contaba, siempre en fracciones, ya que con el miedo a la burla sólo le
platicaba lo que me parecía más verosímil”.

“Al parecer estaba traumado, pues justo cuando terminaba mi aventura y los
tripulantes de la nave me habían abandonado casi en el mismo lugar donde me
recogieron, cerca de la carretera, y me recomendaron que rápido me alejara
para poder elevarse, corrí hasta el borde del camino y parado en el asfalto,
miré hacia donde había quedado la nave y ví a ésta a una altura como de
quinientos metros, meciéndose suavemente, como una hoja seca de árbol que
levanta el viento. Imaginé que se despedían de mí. Luego dieron un acelerón
tan rápido hacia el poniente que en unos segundos perdí de vista la enorme
nave. Quedé un momento pensando si sería factible ir a otro planeta en tan
poco tiempo…”

“Empecé a hacer memoria de las veces que había comido y dormido, así que
deduje que no había pasado más de dos o tres días, salvo que hubiera dormido
más de lo normal y aunque un sudor frío me recorría el cuerpo, no me sentía
débil. Al contrario, rebosaba de salud y mi mente se solazaba recordando uno
a uno todos los detalles de la experiencia pasada. Ví venir un camión de carga
y rápido crucé la carretera y le hice señal de parada. El hombre que lo
manejaba paró, seguro porque mi apariencia era pulcra, pues iba vestido con
un traje que había estrenado en mi cumpleaños. Me abrió la portezuela y subí…
El hombre me miraba curioso. Le pedí que me dejara en el siguiente pueblo
para tomar un autobús que me llevara a la ciudad de México”58.

“Me invitó a seguir con él, pues llevaba ese rumbo. Me preguntó si vivía donde
me recogió y como si la cosa me pareciese natural, le dije que no, que acababa
de bajar de una nave que venía de otro planeta y antes de que pudiera decir
palabra, le pregunté qué día era, pues sentía verdadero interés en saber cuánto
tiempo había estado fuera”.

“El hombre tardó en contestarme, pero finalmente me dijo que era viernes.
Noté que se inquietó y no me perdía de vista y para acabar de redondear su
inquietud le pregunté: Viernes ¿pero de qué mes?59 El hombre paró en seco y
viéndome de frente, me dijo: mire, amiguito, si cree que se va a divertir conmigo
está equivocado. Ahora era yo el que estaba nervioso, pero hice acopio de
fuerza y le dije: Mire, señor, si le pregunté qué día y que mes está corriendo es
porque no lo sé. Acabo de venir de otro planeta y no sé cuánto tiempo estuve
fuera de éste. Lo curioso es que yo me sentía orgulloso y rebosante de
optimismo. Pero el hombre aquel no entendía nada, así que volvió a arrancar
y ya caminando, me dijo: Mi amigo, la yerba es buena, y hasta quita el
cansancio, secada al sol, pero al parecer usted la guisó…”

“Si este hombre me hubiera dado un golpe no habría sentido el efecto. La


cabeza me estalló en un dolor fulgurante, hube de apretarla con las dos manos,
y clavarla entre las rodillas, sentí que el hombre volvió a parar el camión,
ahora para preguntarme burlonamente qué me había pasado. Ya no pude
contestar. Todo el cuerpo se me cimbraba. Hasta entonces comprendí que lo

58 En esta parte del relato se olvida al buick que había quedado descompuesto en el
acotamiento de la carretera. Tampoco se habla del mecánico ni de la grúa que, supuestamente
habían llegado a resolver el desperfecto, y de ninguna manera se menciona que el problema
fue la falta de aceite en el sistema de transmisión, ni el enojo con sus patrones. Se toma el
relato del Primer Acto justo cuando aborda el camión hacia la ciudad de México.
59
No es comprensible esta pregunta pues, si por una parte Villanueva dijo que había salido
rumbo a Laredo el 20 de agosto, y por otra, al bajar de la nave, pensó que no habían pasado
más de dos o tres días, entonces debió estar consciente que se trataba del mismo mes de
agosto.
que había pasado no era cosa de todos los días. El hombre aquel seguro se
compadeció de mi estado y sacó de debajo del asiento una botella y me invitó
un trago y aunque no soy afecto a la bebida bebí generosamente de aquel
aguardiente y poco a poco empecé a sentirme mejor”.

“En todo el viaje no abrí más la boca. Sentía trabadas las quijadas. Ya en la
ciudad de México aproveché que paró en una gasolinera a cargar combustible
y lo abandoné dándole las gracias. De ahí en adelante aquel dolor de cabeza
no me abandonaría en mucho tiempo… A cuanto médico subía al coche, le
preguntaba yo si tendría alguna enfermedad y la mayoría, después de
preguntarme cuántas horas al día trabajaba, me decían que necesitaba
descanso. El periodista agotó todo lo que yo estaba dispuesto a contarle. Yo
adivinaba, que él estaba a un paso de juzgarme un charlatán. Y decidí no
contarle todo lo que me había pasado y no le dije una sola palabra sobre mi
viaje a otro planeta”.

“Por esos días conocí a un auténtico héroe de nuestra Revolución, uno de esos
hombres que llegan a fascinar, por su bravura e indiferencia hacia la muerte”.

“Se llamaba don Jesús Apodaca Anaya60, y era descendiente de aquel General
Anaya que defendió el Convento de Churubusco cuando la invasión
norteamericana, y que soltó aquella célebre frase, cuando el jefe
norteamericano le preguntó dónde estaba el parque”.

“‘Si hubiera parque -le contestó- no estarían ustedes aquí…’”

“Era este don Jesús Apodaca Anaya hermano mayor de toda una familia
revolucionaria, compuesta además de dos mujeres, intelectuales y maestras,
doña Aurora y doña Atala. La primera fue maestra del celebrado Torres Bodet,
y el otro hermano era o es don Andrés, si vive todavía”.

60 En la dedicatoria del 14 de marzo de 1958, en la primera edición de su libro, Villanueva lo


llama “tío”. No sabemos si fue tío político o tío lejano, pero parece haber existido gran
familiaridad, no sólo porque lo utilizó como personaje ficticio para una nueva aventura
ufológica, sino porque en la misma dedicatoria autógrafa lo llama, con cariño, “Chuy”. Por
alguna de esas vueltas que da la vida yo poseo el ejemplar que Villanueva dedicó a su “Tío
Chuy”.
Por otra parte, no sería raro que fuesen parientes dado que tanto Villanueva como Apodaca
eran originarios del Estado de Jalisco.
“Doña Aurora y don Jesús ya murieron. Ninguno dejó descendencia…”

“Pues bien, este don Jesús era de los que acometían contra el enemigo
montando un buen caballo y reata de lazar en ristre y si lograba lazar la
ametralladora no paraba hasta llegar a sus líneas con ella a rastras. Este
hombre me caía bien, pues fue uno de los revolucionarios que pelearon por
cambiar el estado de cosas reinantes en aquella época y a pesar de que todos
ellos tenían propiedades, se lanzaban a la revuelta buscando aventura, que no
dinero, porque lo tenían en abundancia”.

Dedicatoria de Salvador Villanueva a Jesús Apodaca Anaya, a


quien llama cariñosamente “Tío Chuy”.

“Se me ocurrió que si yo escribía el resto de mi experiencia con


los espaciales y desde Guadalajara, lo mandaba al periódico en
que escribía don M. Gebé naturalmente atribuyéndola a un
campesino, culto o medio culto, pero dueño de un rancho,
reforzaba mi relato…”

“Acto seguido le escribí y mandé a mi hijo mayor a que lo pasara a máquina y


lo remitiera a mi nombre desde Guadalajara dirigida a la Revista”.

“La cosa dio resultado, pues en cuanto llegó, M. Gebé vino a verme muy
emocionado a mostrarme la carta que “Antonio Apodaca” me había enviado a
la Revista y yo le devolví el original, autorizándolo para que él lo publicara en
el periódico que quisiera. Por esos días “Novedades” lanzaba un breve
Magazine Dominical y allí M. Gebé publicó el relato, perfectamente ilustrado
con numerosos dibujos. El periodista M. Gebé debe perdonarme este juego,
pero yo hice eso en un momento de desesperación, cuando no sabía cómo
contarle lo más importante de mi aventura, que en mala hora le oculté porque
comprendí que no me creería y le dije que eso era todo, al llegar al pasaje en
que los tripulantes de la nave me hablaron de su mundo y me llevaron a ver el
disco volador posado en el bosque, a corta distancia de la carretera, de donde
volvieron a elevarse. Todo lo que le oculté a M. Gebé lo relaté en la carta del
supuesto Antonio Apodaca. Y todo eso trajo consecuencias más tarde…”

“Un día recibí de Alemania, del editor del libro que escribí más tarde, una
desesperada petición y era debido a que don Jorge Adamski me acusaba en
Europa de haber plagiado a don Antonio Apodaca Anaya o sea el personaje de
mi segundo relato y no tuve más alternativa que mandarle una enérgica carta
al señor ADAMSKI para que se pusiera en paz. Y vaya que se puso…”

“Aquel maldito dolor de cabeza de que hablé no me dejaba ni un minuto y


mentalmente rogaba a los espaciales que me ayudaran, pero mentalmente
recibía la respuesta, oía voces y reproches por mi negligencia”.

“Recurrí a la misma estratagema de convertir en oración mi queja: que no


tenía dinero para editar un libro”.

“Me puse a escribir el relato completo y me resultaba tan fácil que a las claras
veía que me estaba convirtiendo en un receptor escribiente”61.

“Cuando lo terminé de escribir me planté orgulloso y les dije: Bueno, ya


está…”

Samael Aun Weor.

“Y ningún editor se arriesgará a publicar esta locura si no le


pagamos la edición y efectivamente así era”.

“Unos días después -¿coincidencia?- un cliente me pagó con un


billete de la Lotería Nacional y cuál no sería mi sorpresa
61
Villanueva se refiere a los médiums escribientes. Esto no es de extrañar. Salvador
Villanueva era una persona interesada en el submundo de lo paranormal. Asistía a los templos
gnósticos y fue alumno de Samael Aun Weor, el místico colombiano afincado en México.
En la edición colombiana del libro de Villanueva (Villanueva Medina Salvador, Yo estuve
en Venus, Instituto Cultural Quetzlcoatl, Colombia, 1973. 48 s.) Samael es el encargado
de hacer la presentación. Dice:
“En nombre de la verdad debo decir con cierto énfasis que este es un hombre totalmente
práctico; nada tiene de fantástico; nunca lo hemos visto en ensoñaciones de ninguna clase”.
“En el pasado se ganó la vida como chofer y ahora lo hemos visto dedicado a eso que se
llama mecánica de automóviles. Es sí, un hombre ejemplar, fuera de toda duda. Magnífico
esposo, padre honorable de familia, buen amigo, etc.”
Villanueva tenía amigos en los círculos gnósticos de Brasil. Todo eso lo acerca más a la
imagen de Adamski quien, más allá de ser el contactado más famoso, era un consumado
teósofo.
Un dato adicional que considerar. Villanueva conoció al periodista Manuel Gutiérrez
Balcázar en este círculo místico y esotérico. Gutiérrez Balcázar no sólo escribía sobre platos
voladores, también era asiduo colaborador de la revista Fate y publicaba artículos sobre
temas de ocultismo (ver por ejemplo: Gutiérrez Balcázar Manuel, Magic Mushrooms Heal
the Sick, Fate, Vol. 11, No. 1, enero de 1958.)
cuando efectuado el sorteo descubrí que había salido premiado con diez mil
pesos, de los cuales sólo me entregaron, por aquello de los descuentos, ocho
mil quinientos”.

“Pero lo curioso es que el premio no era de los que salen en la canasta, sino
uno de los que agregan antes y después de un premio mayor, premiándolos
como aproximaciones”.

“Me emocionó tanto recibir el dinero, que no pensé que en ello estuviera la
mano de los espaciales y me olvidé de la edición del libro”.

“Al día siguiente, llamé a mis hijos y me los llevé a comprarles ropa que en
realidad necesitaban. No hubo dificultad. El problema estuvo cuando quise
comprar más de lo necesario. Sucedió que siempre tuve deseos de comprar a
mis hijos varones chamarras de piel y nunca me alcanzó el dinero que ganaba,
y para mí era la oportunidad, así que metí seis mil pesos en la cartera y subí a
mis hijos al coche en que trabajaba y nos fuimos a un taller donde las
fabricaban”.

“Traté una para cada uno y hasta yo me dí el lujo de escoger una, pero a la
hora de pagar me encontré con que no traía la cartera. Y estaba seguro de
haberla puesto en la bolsa del pantalón. Pero podía no ser así. Me disculpé con
el comerciante y nos fuimos de regreso a casa. Apenas entramos, se me ocurrió
tocar el lugar donde debía estar la cartera y cuál no sería mi sorpresa al
descubrir que ahí estaba. ¿Coincidencia?…”

“Por el momento pensé que allí había estado siempre, sólo que la había
buscado en otra bolsa, y volví con mis hijos donde las chamarras y hasta le cité
el cuento de la equivocación al comerciante, que ya había procedido a
empacarlas de nuevo, y ¡maldita confusión! al ir a pagar de nuevo, la cartera
que momentos antes había palpado, ya no estaba en la bolsa”.

Revista Fate de enero de 1958, cuyo reportaje de portada fue


escrito por Manuel Gutiérrez Balcázar.

“Todo confundido ante el molesto y asombrado comerciante


agarré a mis hijos y volvimos a la casa. En el trayecto palpé la
bolsa del pantalón con la esperanza de que mi cartera hubiera
vuelto y en una de esas palpadas, pude oír claramente una risita
burlona. Al entrar a la casa palpé por última vez la bolsa del
pantalón y ¡maldita sorpresa!, ahí estaba la cartera con todo el dinero. Hasta
entonces comprendí que el dinero de marras era para el libro”.

“No dormí entonces pensando en la jugarreta de estos señores espaciales”.

“Al día siguiente fui a ver a un editor, contraté dos mil ejemplares y los pagué
religiosamente por adelantado y cuando ví lo que me sobró cerré los ojos y
mentalmente les dije, ahora sí puedo comprarles a mis hijos sus chamarras. Fui
por ellos y antes de apersonarme con el comerciante saqué el dinero y lo llevé
en la mano fuertemente agarrado”.

“Ya no hubo problemas, me fui a trabajar y cuál no sería mi sorpresa al


comprobar que aquel maldito dolor de cabeza que me había atormentado tanto
tiempo ya había desaparecido”.

“Ante tanto prodigio me volví místico. Rezaba todo el tiempo y me sentía


protegido por algo o alguien a quien no podía ver, pero que sí sentía”.

“Corría el mes de agosto de 1965 y también estaba próxima la fecha de mi


cumpleaños. Por ese tiempo ya había logrado consolidar mi autonomía o sea
que ya no tenía patrón”.

“Había abandonado definitivamente el trabajo de chofer de carro de alquiler,


y me había dedicado exclusivamente a la mecánica automotriz, que la sabía
desde muy joven, porque había tomado un curso por correspondencia en la
Escuela Nacional de Automotores, ahora Instituto Rosen Kranz de los Ángeles
California62. Atendía mi negocio con verdadera dedicación, porque estaba
empeñado en triunfar. Por lo tanto, le dedicaba las 24 horas del día”.

62 La famosa AMORC de los Rosacruces.


YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS (TERCER ACTO)

Más arriba comentamos que Villanueva había tenido otro encuentro con los
extraterrestres. Esta vez se había dado justo en plena Ciudad de México. El
siguiente es el relato de ese encuentro poco conocido y nos ocupamos de él aún
antes que se haya presentado el Segundo Acto:

“Este negocio lo monté a sólo cien metros de donde vivía, cuando tuve una
nueva experiencia con los espaciales”.

“En una ocasión en el mes de agosto de 1965, se paró frente a la entrada del
taller un coche Mercedes de color negro brillante. Estaba al volante un
individuo que portaba uniforme del ejército mexicano y llevaba en el hombro
derecho tres pequeñas barras de metal que lo acreditaban como capitán”.

“Como era mi costumbre, me acerqué para preguntarle si podía servirle en


algo. Como el hombre ni siquiera me tomó en cuenta, me puse a observarlo.
Sus facciones eran como las de nuestros viejos ancestros, habitantes naturales
de México”.

“Era moreno. Su pelo estaba pulcramente recortado alrededor de las orejas,


su gorra militar colocada correctamente y pude observar que las ventanas de
su recta nariz temblaban ligeramente como si estuviera nervioso”.

“Observando a este hierático militar, que me recordaba a los guardias del


Castillo de Chapultepec cuando la disciplina militar era férrea, no se me había
ocurrido mirar al asiento trasero donde dos personajes me miraban curiosos y
risueños”.

“Eran pequeños y de hermosas facciones. Sus ojos brillantes y el color


marfilino de su piel trajeron a mi memoria aquella escena que tuvo lugar años
atrás en la carretera a Laredo, donde conocí a dos personas con sus mismas
facciones”.

“Sólo que en esta ocasión las personas a que me refiero traían el pelo recortado
igual que el militar que estaba al volante del Mercedes”.

“Vestían elegantes trajes color azul claro, pero haciendo caso omiso de las
nuevas características del traje y corte de pelo, las facciones eran las mismas
de los dos hombres que me invitaron a la nave en la carretera a Laredo. Por
un momento me quedé absorto, contemplándolos como hipnotizado, tratando
de reconocerlos, pero como mi familia y yo habíamos sufrido tanto a
consecuencia de aquella experiencia, al parecer yo estaba traumado y por un
momento sentí un estremecimiento a lo largo de mi columna vertebral”.

“Traté de alejarme del coche, pero sólo caminé unos pasos hacia la entrada
del taller cuando una fuerza misteriosa me hizo volver al coche, esta misma
fuerza ya la había sentido antes, cuando en aquella ocasión memorable,
caminaba tras ellos, rumbo al lugar donde tenían estacionada su nave”.

“Descubrí que a ellos no se les pegaba el lodo del camino en los zapatos. En
cambio los míos y hasta las piernas del pantalón, iban sucios de lodo”.

“Así que cuando sentí esa sensación, volví, me asomé de nuevo al interior del
coche y uno de ellos, triunfante, me dijo ¿Nos recibes aquí en tu taller o nos
llevas a tu casa?”

“Por un momento dudé, pero recordé que entre el taller y mi casa había a esas
horas gran cantidad de vagos, de los que se pasaban el día jugando y
molestando a todos los que tenían necesidad de pasar cerca de ellos y de paso
me recordé que dentro de mi casa estaba mi suegra, una anciana culta,
inteligente y de mente abierta, que siempre apoyó mi decisión de publicar todo
lo referente a mi experiencia, así que les dije a mis visitantes que fuéramos
caminando a mi casa. Ellos aceptaron y cuál no sería mi sorpresa al ver que
aquellos vagos ni siquiera nos miraron y mi suegra sólo contestó el saludo, sin
darles importancia. Empezó a revolotear en mi mente la idea de que estos seres
aparecían a los ojos de los demás como querían, pues era curioso que ni mi
suegra ni ninguno de los vagos que formaban el grupo hubieran advertido la
diferencia física que había entre mis acompañantes y yo”.

“Los pasé a una pequeña sala donde sólo había dos modestos muebles, un sofá
y un viejo sillón”.

“Les indiqué el sofá en el que tomaron asiento y yo me senté en el sillón”.

“Yo no tenía nada que preguntar. Ni siquiera sabía cómo iniciar una
conversación. Fueron ellos los que la iniciaron empezando por felicitarme por
haber logrado establecerme por mi cuenta, diciendo que estaban contentos de
mi éxito y me aseguraron que seguiría progresando, pero que debía
mantenerme firme, ¿Firme, pensé, pero sobre qué? No atiné a preguntarles,
pues como la vez anterior me mantenía expectante en su presencia y no lograba
abrir la boca”.

Héctor Escobar Sotomayor.

“Por fin, de seguro para confundirme o para hacerme sentir su


superioridad, o bien para hacerme entender que no me habían
llevado a ningún planeta que no fuera este mismo63, al que
llamamos nuestro y que al final vamos a descubrir que es de
ellos y que nosotros no somos más que descendientes de humanidades venidas
de otros mundos, lejanos o cercanos”.

“¿Por qué tratar de ignorarlo? Quizá ellos regulan la población humana igual
que nosotros nos damos el lujo de regular la de algunas especies de animales.
¿O no les parece sospechoso que de repente un individuo trastornado en su
siquismo, engreído y estúpido, se apodere de la mente de millones de humanos
y los lancé unos contra otros en una espantosa carnicería y destrucción
material?”64

“Pues bien, de repente uno de ellos me preguntó a quemarropa si recordaba a


alguien con cariño, a alguien que hubiera significado mucho en mi vida.

63
Aquí se ve que Villanueva, ya enterado de los nuevos conocimientos sobre el planeta
Venus, comienza a cambiar su versión sobre su “viaje espacial”. En ese sentido Héctor
Escobar Sotomayor comentaba:
“Desgraciadamente para Adamski, Villanueva, Menger y demás cuates de los venusinos,
pocos años después las sondas soviéticas Venera descubrirían que Venus era un infierno de
azufre y gas carbónico y no el paraíso tropical pletórico de mares y plantas que la ciencia
ficción -barata- de la época planteaba. Hoy en día Villanueva -nada tonto- niega haber
estado en Venus ofreciendo una versión más acorde, en la que aduce que seguramente fue
hipnotizado por los seres extraterrestres para hacerle creer que viajó a otro planeta”.
(Escobar Sotomayor Héctor, 500 años de ovnis en México, Vol II, Corporativo Mina S.A.
de C.V., México, 1995.)
64 Hasta me parece estar leyendo algún libro de Salvador Freixedo, pero recordemos que

Villanueva publicó esto en 1976 y aunque el exsacerdote publicó sus primeros libros sobre
el tema ovni en 1971 y 1973 (Extraterrestres y creencias religiosas y El diabólico
inconsciente, respectivamente), sus “ideas” más delirantes vendrían años después (La
amenaza extraterrestre, 1982, y ¡Defendámonos de los dioses!, 1983) En estos últimos libros
las ideas de los dos Salvador confluyen en un mismo cauce. Freixedo no menciona a
Villanueva en los dos primeros libros, pero en los siguientes se ocupa tangencialmente del
contactado mexicano. Yo creo que el ufólogo español tomó estas ideas del contactado
mexicano (entre otros).
Inmediatamente vino a mí la imagen de mi madre muerta hacía diez años y la
de mi padre, al que había perdido cuando era niño, pero que dejó su fuerte
personalidad saturando todo mi ser. Cuando esto pasó, en vez de mis
entrevistadores vi a mi padre y a mi madre frente a mí, tal como yo los había
conocido y admirado. Por un momento creía haber dejado de existir, ya que no
entendía lo que estaba pasando”.

“Caí de rodillas en el mismo momento en que mis padres desaparecían para


aparecer otra vez mis huéspedes, que ante mi consternación se apresuraron a
aclararme que sólo querían que viera lo fácil que es retroceder en el tiempo o
vivir en el futuro y para volver más mi cerebro en la confusión me dijeron:
Ahora te vamos a llevar a dar un paseo por el futuro de tu patria, vamos a ir a
zonas que progresarán en poco tiempo y serán el nacimiento de una gran
nación. Cierra un poco los ojos… Así lo hice y cuando los abrí no estábamos
en la sala, ni sentados en mis destartalados muebles, estábamos en aquella nave
maravillosa en que nos levantamos allá cerca de Ciudad Valles. Yo estaba
mudo de asombro y tampoco atinaba a comprender lo que estaba pasando
ahora, pero mi mente estaba lúcida y empecé a tratar de recordar para
encontrar un paralelismo entre esta visión que estaba viviendo y la que viví la
vez anterior y encontré que la diferencia era absoluta”.
YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS (SEGUNDO ACTO)

Ahora regresemos al libro de Villanueva y vallamos al Segundo Acto de esta


obra. Acto que nos habíamos saltado para conocer un poco más sobre la vida de
este contactado. Nuevamente adelantemos algunas páginas y vallamos a la parte
medular del relato. La parte en que regresa a la Tierra y desciende del platillo.

“XI”

“Bajamos lentamente, hasta sentir que habíamos tocado tierra. Mis amigos me
hicieron prometerles que la experiencia que me habían concedido la daría a
conocer en todas partes y por todos los medios a mi alcance y fue entonces
cuando les advertí que mi preparo intelectual era nulo y ellos me prometieron
su ayuda”.

Dibujo de las calles de Venus, basado en la descripción de


Villanueva.

“Momentos después me encontraba corriendo hacia la


carretera, pues ellos me dijeron que mientras no me alejara lo
suficiente no podrían elevarse porque ponían en peligro mi
vida”.

“Cuando llegué al borde de tierra dirigí la vista al lugar, esperando ver cómo
la nave se elevaba; pero esta se mecía majestuosamente a unos 500 metros de
altura, como despidiéndose de mí. Luego dio un tirón tan fuerte que
desapareció de mi vista, pudiendo localizarla cuando solo era un pequeño
óvalo de seis o siete pulgadas”.

“De nuevo mi mente se volvió confusa. Fijé mi vista en las piernas de mi


pantalón y estaban completamente limpias, lo contrario de como quedaron al
atravesar el lodazal 5 días65 antes en que atravesamos desde la carretera hasta
la nave. Estuve un buen rato reconociendo el terreno y cavilando sobre aquella
65
Aquí Salvador sabe perfectamente cuántos días han transcurrido desde que subió a la nave.
Nuevamente entra la duda de por qué preguntó al chofer sobre el día y el mes en curso. Pero
en el mismo párrafo vuelve sobre la cuestión del tiempo transcurrido. Al parecer no se da
cuenta de la incongruencia.
fantástica aventura y, cosa rara, estaba seguro de que todo el mundo me creería
cuando la contara, ya que podría contestar cuanta pregunta me hicieran
relacionada con este fantástico viaje. Sólo me intrigaba cuánto tiempo había
pasado”66.

“Vi venir un coche en dirección al sur, crucé la carretera y sin atreverme a


pararlo éste se detuvo frente a mí. Dicho coche traía placas del Estado de
México y estaba ocupado al parecer por una familia. Venía al volante un señor
gordo; a su lado una señora bien vestida y atrás dos jovencitos”67.

“El señor me preguntó que sí iba al pueblo subiera, que me traería. Pensó el
hombre que yo sería de por allí, y como traía dificultades con el motor creyó
que le podía indicar algún taller mecánico; pero yo desconocía el pueblo y sus
moradores. Me limité a aconsejarle que nos paráramos en la primera
gasolinera68. Allí tuvimos la suerte de encontrar un mecánico petulante y medio
ebrio, que inmediatamente pronosticó el desperfecto, engatusando al dueño del
coche para que lo siguiera, puesto que éste manejaba una carcacha. Yo me
quedé en la gasolinera. Poco después llegó en la misma dirección un gran
camión de carga a cuyo chofer le pedí que me trajera. El hombre que lo
manejaba accedió a traerme pues se dirigía a la Ciudad de México. Por mi
parte me sentía rebosante de optimismo. Recordaba perfectamente todos los
incidentes del viaje y estaba seguro de que nadie me confundiría. Le pregunté
al compañero qué día era. Al contestar me dirigió una mirada, con cierta
mezcla de extrañeza y de burla; pero venía yo tan optimista que no le di
importancia. Hice cuentas de los días que llevaba fuera de mi casa y me dispuse
a contarle a mi compañero mi aventura”.

“Me oyó calmadamente, sin dejar de dirigirme miradas de desconfianza, quizá


pensando que estaba loco; pero que era un loco pasivo, sin peligro. Por fin,
cuando estuve seguro de que no corría ningún peligro en mi compañía y que le
había inspirado la confianza necesaria, me dijo:”

66 Han pasado 5 días. Lo acaba de decir tan sólo unas líneas más arriba. Si eso no es una
muestra de que estaba mintiendo, entonces no sé qué pueda ser.
67
Esto no concuerda con sus otras versiones, en las que Villanueva regresa a la Ciudad de
México a bordo de un camión de carga. El lector nos podrá decir que más adelante aparece
el citado camión, pero el hecho es que las versiones son diferentes.
68 En la otra versión es al camión de carga al que deja justo en una gasolinera.
“-Mira, hermano, la hierba es mala cuando uno la fuma pura. Ya verás cuando
la guisas69. Si te contara lo que he visto, te quedarías maravillado. Aquello me
apenó. ¿Sería verdad que aquel hombre pensaba que yo estaba mariguano? Así
que todo el trayecto me lo pasé dormido70, pues de repente vi con claridad la
magnitud de mi experiencia y perdí todo deseo de hacerla pública. Pero
recordaba la promesa que había hecho a mis amigos de hacer pública la
oportunidad que ellos me habían proporcionado, así que de allí en adelante
tenía que luchar para vencer aquel complejo que echó profundas raíces cuando
se la conté al compañero chofer que me trajo. Fue por esta causa que durante
año y medio no lo conté a nadie y solo me arriesgué cuando se empezaron a
leer con frecuencia en los periódicos relaciones de personas que aseguraban
haber tenido oportunidad de admirar estas fantásticas naves espaciales”.

“Como decía al principio de este libro, he pasado tantos sinsabores desde que
me decidí a contarlo que he acabado por considerar increíble la aventura y
justificar a las personas que se burlan de mí, pues tienen derecho a no creer lo
que ellos no hayan visto o vivido. Así, cuando me topo con una persona que me
pregunta en son de guasa, acabo por decirle, que solo fue un viaje que hizo mi
mente en alas de la imaginación, y con eso lo dejo satisfecho, pues casi siempre
infla el pecho y dice:”

“-Ya decía yo que esto era imposible. A mí nadie me engaña. Así los dos
quedamos tan contentos”.

“Ahora, cuando encuentro a una persona exenta de petulancia y de ‘sabiduría’,


casi siempre lo cuento todo y con mucho gusto nos ponemos a discutir lo
factible y lo no factible y, pongamos que no lo crea, pero queda con la duda y,
además, se divirtió, cosa que a mí me satisface”.

“Muchísimas personas me asediaban preguntándome de qué planeta procedían


aquellos hombres y esto me mortificaba a tal grado que acabó obsesionándome,
pues resultaba estúpido no habérseme ocurrido preguntarlo a los que me
hubieran sacado de la duda”.

69
Nuevamente en la otra versión el chofer le dice que la mariguana es mala cuando está
“guisada”, y aquí ocurre todo lo contrario.
70 Había dicho que el trayecto lo había pasado con un terrible dolor de cabeza, pero claro, eso

fue en la otra versión.


“Uno de esos días en que más me mortificaba esta pena, empecé a sentir una
presión mental insoportable que por momentos se hacía más pesada al grado
de que tuve que dejar de trabajar, pues me resultaba peligroso”.

“Me dirigí a mi casa a eso de las tres de la madrugada y, aunque no tenía


sueño, me tendí en la cama”.

“El cuarto estaba a obscuras. No quería despertar a mi esposa y por lo tanto


me abstuve de prender la luz. Estaba, lo recuerdo perfectamente, despierto y en
actitud pensativa y revoloteaba en mi mente el reproche que me hacía de no
habérseme ocurrido hacer tan importante pregunta. De repente el lugar se
iluminó inundándose de luz, pero la luz que yo había visto en aquel planeta.
Traté de incorporarme sin lograrlo y ante mi asombro desapareció todo lo que
de familiar había a mi alrededor y me ví participando en una escena en que
aparecían mis dos amigos dándome una conferencia de astronomía”.

“Pintaban en algo colocado en una de las paredes, lo que debía ser un


diagrama de nuestro sistema solar”71.

“Reconocí el sol y nueve planetas de diferentes diámetros, habiendo treinta y


siete lunas en total, distribuidas treinta de ellas entre los cinco últimos planetas
y las siete restantes entre el nuestro y el sol”.

“Cuando estuvo todo distribuido, simplemente trazó el que hacía de profesor,


que no era otro que el hombre más delgado de los dos primeros, una cruz sobre
el segundo planeta a partir del sol”.

“Luego, el mismo hombre volvió la cara a donde me encontraba y me dijo en


su reconocible voz: -¿Te acuerdas cuando entrábamos en nuestro planeta, que
preguntaste si era el sol lo que veías y te contestó uno de nuestros superiores
que no pero que sí estábamos entrando en nuestro planeta por la puerta del sol,
o sea por la parte en que siempre está alumbrando nuestro astro rey?”

“Y a fe mía que no recordaba aquellas palabras, pues entonces estaba yo tan


asustado ante lo que tenía a mi vista, que no se me grabaron”.

“Terminado este interrogatorio, desapareció la luz, mis amigos y todo lo que


acababa de ver, y de paso ya no pude conciliar el sueño hasta el nuevo día…”

71 Acá hay un antecedente del mapa de Marjorie Fish.


LOS PRIMEROS PLATILLÓLOGOS DE CAMPO EN MÉXICO

Ahora regresemos con el matrimonio Reeve y el periodista M. Gebé. Están a


punto de salir en el primer viaje de investigación ufológica realizado en México,
del que tenga yo noticia. Los acompañan el propio Villanueva, Salvador
Gutiérrez, hijo de M. Gebé y fotógrafo del diario, y un aventurero
norteamericano que trabaja en México dando clases de inglés, al que sólo se le
identifica como “Billgey”. Villanueva dice que es ingeniero72, supongo que por
los cálculos que hizo para determinar el lugar del aterrizaje, pero eso no está
confirmado. Por lo menos los Reeve no lo mencionan.

Los Reeve se ocupan de este asunto en el capítulo diez de su libro:

72 Salvador Villanueva recuerda esta parte de su historia en estos términos:


“Los norteamericanos se interesaron en la investigación de mi relato y, en combinación con
el señor M. Ge Be, me invitaron a que les enseñara el lugar en que vi y abordé la nave”.
“En esta ocasión nos acompañó un ingeniero militar, profesor de matemáticas de
nacionalidad norteamericana, y Salvador Gutiérrez, joven experimentado fotógrafo de
prensa. La excursión fue un éxito”.
Me llama la atención que Villanueva no identifique a Gutiérrez como el hijo de M. Gebé.
Pero tal vez encontremos la razón al final de este texto (el lector inteligente ya se habrá dado
cuenta de por dónde van los tiros)
“CAPÍTULO X NUESTRO VIAJE A VALLES”

“Para entender nuestro viaje a Valles es indispensable presentar brevemente a


un amigo nuestro de la Ciudad de México al que llamaremos ‘Billgey’. Él es un
personaje fabuloso, un norteamericano que llegó a México de vacaciones hace
seis o siete años y nunca volvió a los Estados Unidos. Él se enamoró de México
-y nadie podía estar aquí durante mucho tiempo sin hacer lo mismo. Se
convirtió en profesor de inglés en una de las escuelas, pero es tan versátil que
podía “profesar” la mayoría de los trabajos en corto tiempo. Billgey tiene algo
que la mayoría de las personas en los Estados Unidos han perdido -el
entusiasmo, ¡el entusiasmo sin fin! ¿Para qué? Para la ‘vida’ y todas las cosas
interesantes que posee. Por ejemplo: las personas, los niños, la pintura, la
enseñanza, la poesía, la cerámica, las hormigas, los gatos y los platillos
volantes. Este último entusiasmo es de origen bastante reciente y es probable
que se nos pueda culpar por ello. De todos modos no podríamos ver un viaje
de exploración de platillos mexicanos sin nuestro buen amigo “Billgey”, y se
mostró encantado ante la perspectiva”.

“Todo se fijó para las 5 a.m. del 12 de enero 1955. Era una mañana húmeda y
oscura a medida que nuestro coche rodaba tranquilamente por la calle para no
molestar a nuestros vecinos del apartamento. Poco después el señor Gebe llegó
con su hijo, que era un fotógrafo experto, cargado con palas, equipo de
campamento, y aparatos fotográficos. Pronto, el chofer de México, Salvador
Villanueva Medina apareció. Era, por supuesto, el rey en esta aventura. Pero
¿dónde estaba Billgey? Esperamos y esperamos y nos preguntamos si íbamos
hasta su casa por él, o si lo dejábamos. Finalmente, en la oscuridad llegó
Billgey con su barba estilo Van Dyke, enmarcada por un asombroso sombrero
nuevo blanco de diez decímetros Murmuró algo sobre los gatos que causaron
la demora. Bryant encendió el motor y estábamos en nuestro camino a Valles a
unos 500 kilómetros de distancia para investigar el contacto de Salvador con
un plato volador”.

“A medida que nos acercábamos al pueblo de Valles, Salvador se puso muy


alerta y observaba continuamente el lado Este de la carretera. Le dijimos que
podríamos detener el coche en cualquier momento que deseara, sobre todo
porque el ‘rastro’ tenía diecisiete meses de edad. Llegamos a Valles, un
atractivo pueblo mexicano de alrededor de 14,000 habitantes, y nos dirigimos
a través de la ciudad hacia el Norte a una velocidad muy lenta. La tensión de
Salvador aumentó al pasar el kilómetro 483, y luego el 484. De repente me gritó
y saltó del coche cuando aún estaba en movimiento. Estaba muy emocionado y
exclamó: ‘Esto es todo. ¡Este es el lugar!’”

“Corrió alrededor en busca de una pequeña colina o montículo y lo encontró


subió a él y señalando con su dedo exclamó, ‘Allá, allá es donde el plato
despegó. Lo vi desde aquí’”.

En el lugar del aterrizaje. De izquierda a derecha: Billgey,


Salvador Villanueva Medina, Manuel Gutiérrez Balcázar y su
hijo, el fotógrafo Salvador Gutiérrez.

“Hicimos todo lo posible para tratar de disuadir a Salvador de ser tan positivo
acerca de que este era el lugar. Lo persuadimos de volver al coche y nos
dirigimos hacia el Norte muchos kilómetros más sugiriéndole seguir viendo la
carretera. Siguió diciendo: ‘No, no’. Regresamos al punto inicial y bajamos del
coche y se hizo un estudio preliminar de la región. Traíamos con nosotros la
transcripción de su descripción por escrito de la localización con todo detalle,
y esto se ajustaba bien con todos los detalles en frente de nosotros. Por ejemplo,
el relato escrito decía, exactamente la naturaleza del suelo debajo del coche y
que la ubicación estaba cerca de una cantera de piedra, etc. Comprobamos
cuidadosamente punto tras punto, y encontramos que concordaba. Ya que
empezaba a oscurecer, decidimos volver a Valles para pasar la noche”.

“Al día y la noche siguientes las pasamos en el lugar del aterrizaje del plato.
Estacionamos nuestro coche exactamente donde Salvador dijo que se había
descompuesto el Buick diecisiete meses antes. De nuevo discutimos las
conversaciones que había mantenido con los hombres del espacio y caminamos
por el terreno en donde había aterrizado el platillo, una y otra vez, que estaba
a kilómetro y medio de la carretera. Se tomaron muestras del suelo y la
vegetación. Billgey mapeo por completo el área. A continuación, preguntamos
a Salvador no lo grande que era el plato, ya que en su declaración había escrito
que era de unos 10 metros de diámetro, sino qué tan grande le pareció a él
cuando lo vio levantarse y volar cuando estaba junto al Buick. Billgey hizo que
Salvador extendiera sus brazos y extendiera sus dedos para mostrar el tamaño
aparente exacto, así como la dirección del plato y luego tomó una lectura de la
brújula en esta dirección. Él entonces construyó con un modelo de papel del
platillo representando el tamaño aparente como se veía desde la carretera y
por una serie de triangulaciones llegó prácticamente el mismo punto del
terreno que Salvador había designado como el lugar de aterrizaje del
platillo”73.

“Se obtuvo un poco de información adicional acerca de este contacto durante


las repetidas recreaciones de los detalles. Cuando íbamos caminando desde el
coche estacionado en los campos hacia el lugar donde aterrizó el platillo,
Salvador recordó un detalle que había omitido en el guión escrito. Fue este:”

“En agosto de 1953, los campos estaban fangosos fuera de la carretera en la


dirección donde aterrizó el platillo. Cuando Salvador siguió a los hombres del
espacio de regreso a la nave, estaba teniendo dificultad en vadear el fango.
Señaló que los hombres del espacio, sin embargo, parecían estar caminando
‘por encima del barro’. No había barro en ellos cuando llegaron al plato, pero
sus propios zapatos estaban cubiertos de barro”.

“Cuando cayó la noche elegimos un lugar a varios kilómetros de la carretera


no demasiado lejos del lugar donde aterrizó el platillo, para hacer nuestro
campamento. Todo el mundo estaba muy cansado y con hambre. Cocinamos
nuestra comida caliente y un poco de café con la ayuda de una fogata y un
hornillo de alcohol. Decidimos turnarnos para dormir en el suelo y en el coche,
con dos de nosotros siempre en guardia. Habíamos elegido este lugar sobre
todo por su aparente aislamiento”.

“Siempre nos habíamos preguntado, mientras conducíamos a lo largo de las


carreteras mexicanas, cómo sería salir de la carretera, internarse en las
montañas de México, que parecían tan desoladas y desiertas vistas desde la
carretera. Una gran sorpresa nos esperaba. ¿Estaba aislado y oculto nuestro
campamento? Cielos, ¡no! Se convirtió más como la Grand Central Station en
la hora pico”.

“Primero llegó un agricultor que conversó con nosotros, bebió un poco de


nuestro café, y amablemente nos prestó dos de sus perros “para protección”.

73Supongo que por estos cálculos y movimientos fue que Salvador pensó que Billgey era
ingeniero. Salvador nos cuenta lo siguiente:
“El ingeniero guiado por mí, hizo cálculos y no tardamos en localizar el sitio exacto,
comprobando las dimensiones del aparato. Esto me hizo recobrar la confianza que me había
hecho perder el amigo chofer, y adquirí un nuevo conocimiento: que las naves aludidas dejan
donde aterrizan, siempre en despoblado, una huella”.
Luego vino un nativo con un cubo de agua dulce. Mientras estábamos
conversando con él, nuestros protectores caninos recientemente adquiridos
procedieron a beber el agua. Más tarde vinieron hombres a caballo, a
continuación, cazadores de a pie, con luces y armas de fuego, seguidos de
algunos caballeros montados en burros. Aún más tarde en la noche un grupo
de jóvenes también llegó hasta ahí. Poco después de la medianoche algunos
otros vinieron y nos dieron calabazas que cocinamos en nuestra fogata. No
habíamos planeado nada de esto, pero parece que es parte en la noche en el
Campamento de Platillos en el desolado país de la carretera de Laredo.
Muchos visitantes vinieron a presentar sus respetos, y suponemos que para
satisfacer su curiosidad74. Nosotros no les contamos nuestra misión y no
preguntaron. Todo el mundo estaba feliz pero agotado por la falta de sueño…”

74Lo que a mí me da curiosidad es pensar cómo esto no le ocurrió a Villanueva diecisiete


meses antes. Al igual que los Reeve, pienso que esa era la Gran Estación Central de Ciudad
Valles y que, además de los autos que pasaban por la carretera, o los motociclistas que se
detuvieron para que hiciera el auto hacia el acotamiento, debieron haber pasado muchos otros
pobladores del lugar. Pero Villanueva no los menciona porque, como ya sabemos, su historia
fue un cuento.
APARECEN LOS PLATILLOS VOLADORES

Esa primera excursión ufológica en México no estaría exenta de una buena dosis
de adrenalina. No sólo sería el primer caso ovni investigado in situ, sino que
también sería el primer caso de insectovnis mexicano reportado en la literatura
ufológica…

“Alrededor de las 2 de la mañana había bajado el frío, se nubló y se hizo oscuro


como boca de lobo, y las cosas se habían calmado un poco. Bryant y yo
estábamos de guardia, atizando el fuego en un intento de mantener el calor. De
pronto, sobre las copas de los árboles al norte apareció una luz blanca que se
movía en el cielo. Bryant miró fijamente y luego corrió y se subió a una valla
de madera desvencijada a la parte trasera de nosotros para tener una mejor
vista”.

Los expedicionarios al lado de la cerca en donde hicieron su


campamento y desde donde observaron los platillos voladores.
De izquierda a derecha: Salvador Gutiérrez, Helen Reeve,
Billgey y Salvador Villanueva.

“‘¡Dame los prismáticos rápido!’ llamó emocionado”.

“Yo también había visto la luz y sabía lo que estaba pensando. Mi corazón latía
cuando corrí al coche y tropecé con los otros que estaban tratando de dormir”.

“‘¿Qué pasa?’ preguntaron”.

“ ¡Platillos!’ Grité”.

“Como un relámpago corrieron salvajemente por la valla. En el momento en


que regresaba con los prismáticos, todos ellos estaban encaramados en lo alto
de la cerca, como los cuervos. Así que también me hice como un cuervo. La
cerca era un grupo de troncos altos desvencijados atados con lo que parecían
ser de fibras vegetales. Se balanceaba con la brisa fría de la noche, y todos
estábamos aferrados. Parecíamos pensar que estando a unos centímetros de la
tierra nos daría una visión mucho mejor de los cielos. La luz que se movía
todavía estaba allí, y cuando forzamos la vista pronto se le unió otra luz en
movimiento”.
“‘Mira eso’, se escuchaban gritos en inglés y español”.

“La emoción estaba en su punto culminante. Bryant tomó los binoculares. Hubo
una pausa, cuando Bryant se centró en las luces voladoras. Pensé que la cerca
se rompería en cualquier momento. El suspense era insoportable”.

“Luego, Bryant se echó a reír”.

“‘Luciérnagas’ dijo con el más absoluto disgusto. ‘Luciérnagas, nada más -


¡luciérnagas!’”75

“Así terminó nuestro viaje a Valles, en la búsqueda de Ciencia de los Platillos.


Podríamos mencionar las picaduras de bichos, pero pensándolo bien, el menor
de ellos fue lo mejor”.

“Salvador estaba terriblemente decepcionado de que las luciérnagas no


resultaran ser sus amigos del espacio regresando de nuevo. Nosotros,
intentamos llevarlo directamente a su casa, a nuestra llegada a la Ciudad de
México, pero él insistió en ir a la iglesia antes de ir a casa de su familia. Así
que cuando llegamos a las afueras de la ciudad de México lo dejamos en el
Santuario de Guadalupe76.

“Las muestras de suelo y vegetación en el sitio donde aterrizó el platillo fueron


probadas con un contador Geiger, pero no mostraron señales de radiación77.
75 No hay nada nuevo bajo el Sol. Este relato me recuerda los avistamientos que ocurren entre
las personas acondicionadas a pensar que van a tener una observación de ovnis. Como los
que ocurren en los llamados “santuarios extraterrestres”. A mí me pasó algo similar durante
la oleada de ovnis en Atlixco. En compañía de Óscar García veíamos a la distancia las luces
que decenas de presentes decían que se trataba de ovnis. Allá, a la distancia, luces verdes y
rojas bajaban y subían con una ligera pendiente, justo donde se encuentra el aeropuerto de la
zona.
76 La casa de Villanueva no estaba lejos del santuario.
77 El asunto de estos análisis es relatado de forma distinta por Villanueva

“En el caso que nos ocupa, como aterrizó en un lugar cubierto de vegetación que alcanzaba
gran altura, ésta fue quemada en forma rara, para nosotros desconocida y así estaba año y
medio después”.
“Trajimos muestras de tierra, de dentro y fuera de la huella, que fue analizada en los
laboratorios Phillips, y se pudo comprobar que en ambas muestras había una diferencia
molecular muy marcada”.
Los ufólogos Ted Phillips, Donald Johnson, Ignacio Darnaude y Samael Aun Weor,
independientemente, hablan de arbustos aplastados y palos que se encontraron rotos en el
sitio, formando un círculo de 40 a 45 pies de ancho. (Phillips Ted, Physical Traces
Esto probablemente significa poco, después de diecisiete meses, y se nos dijo
más tarde que se necesita un tipo diferente de prueba de radiación, como la que
se ha desarrollado en Inglaterra. Mientras que faltaba el tipo de prueba que
por lo general demanda el público, nos sentimos muy bien por el viaje. Después
de nuestra experiencia con Salvador, al menos en nuestras propias mentes
estábamos convencidos de que el chofer mexicano había dicho la verdad”.

“Nos han preguntado abiertamente si creemos que pudo haber soñado toda la
cosa. Nuestra respuesta es un rotundo ‘no’, por muchas razones que sería
demasiado largo discutir. Nos habíamos fijado convencernos a nosotros
mismos -de una manera u otra- y esto lo habíamos conseguido78. Una vez más
podemos enfatizar el punto de que no hemos encontrado ninguna carretera fácil
al conocimiento de los platillos. Se trata de un esfuerzo individual, en todo el
camino”.

“La historia con muchas fotografías floreció en el periódico del señor Gebe”.

“Esta historia también tiene una secuela que se produjo cuando George
Adamski llegó a México. La secuela nos convenció aún más, y nos referiremos
a ella más adelante”.

Associated with UFO Sightings, caso 100, Crop Watcher, USA, 2000. Johnson Donald,
On This Day – August 17, artículo en internet www.ufoinfo.com/onthisday/August17.html
Darnaude Rojas Marcos Ignacio, Gente de Otros Planetas – Furor Venusino, texto
electrónico sin fecha. Y la introducción de Samael a la edición colombiana del libro de
Villanueva). Pues solo que hayan sido los palos de la cerca en la que estaban encaramados
los expedicionarios, porque ninguno de ellos hace referencia a este hecho.
78 Los Reeve hubieran sido fanáticos de Los Expedientes X y su “quiero creer”.
LOS DOS “ADAMSKIS”

Como habíamos comentado anteriormente, el matrimonio Reeve mantenía una


amistad con George Adamski. A finales del invierno de 1954, Adamski les
escribió haciéndoles saber su interés en pasar unas vacaciones en México. A los
Reeve les pareció lo más normal presentar a los dos contactados y eso ocurrió
en marzo de 1955.
“CAPÍTULO XI”

“ADAMSKI LLEGA A MEXICO”

“En medio de todas estas actividades, recibimos una carta de George Adamski
diciendo que iba a venir a México para unas vacaciones de descanso el 21 de
marzo de 1955. En ese momento, su libro Flying Saucers Have Landed había
sido publicado en español, y él también deseaba reunirse con su editor”79.

Emilio Portes Gil.

Durante su visita a México Adamski intentó dar una conferencia


en los salones de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística. Su presidente, el licenciado Emilio Portes Gil, ya
la había autorizado. Pero la conferencia fue cancelada. Los
miembros de la Sociedad consideraron que el tema de los ovnis
era una superchería que no debería tener cabida en sus
instalaciones.

Se cambió a un lugar de la conferencia al Teatro de los Insurgentes. El público


abarrotó las localidades. Fue ahí en donde Adamski conseguiría sus primeros
adeptos mexicanos: además de Manuel Gutiérrez Balcázar y Salvador Medina,
María Cristina V. de Rueda, el licenciado Héctor Enrique Espinosa y
Cossio80, el licenciado Ismael Diego Pérez, el abogado y
locutor Pedro Ferríz Santacruz, el padre Joaquín Cardoso
S. J., el ingeniero Roberto Kenny, incluso el mismísimo
Diego Rivera y su, en ese entonces, esposa Emma Hurtado,
etcétera.

Héctor Enrique Espinoza y Cossio.

Nuevamente los Reeve nos informan al respecto:


79
El traductor había sido Ismael Diego Pérez, uno de los primeros platillistas mexicanos. La
casa editorial fue Editorial Indo-Hispana (Leslie Desmond & Adamski George, Aterrizaje
de Platillos Voladores, Editorial Indo-Hispana, México, D.F. 1955.)
80 Espinosa y Cossio Héctor Enrique, Enigma interplanetario, Editora Ibero Mexicana

S. de R. L., México, 1956.


“EN EL TEATRO INSURGENTES”

“El Acto II de nuestro drama extraño ocurrió en el Teatro de los Insurgentes,


que había sido alquilado por el grupo de habla inglesa para una conferencia
pública del señor Adamski. Pasamos por él en nuestro coche para conducirlo
al teatro en ese día, y claro sobre la marquesina con letras grandes aparecía
el letrero: “Conferencia Los Platillos Voladores Por George Adamski”. La
pared frontal entera de esta imponente construcción está compuesta de un
increíble mural hecho de pequeños cuadrados de mosaicos de colores y fue
diseñado por Diego Rivera, el famoso artista mexicano. El señor Adamski lo
admiro mucho. Más tarde, a pesar del atraso de la rueda de prensa, la
conferencia no recibió prácticamente ninguna publicidad de periódicos, el
grupo se dirigió con valentía hacia adelante, distribuyendo carteles y notificado
personalmente a todos sus amigos que estaban interesados. El costo para
ayudar a sufragar los gastos era una suma de cinco pesos (40 centavos de dólar
americano). Incluso sin la adecuada publicidad un buen número de personas
irrumpieron en el teatro”.

“Billgey hizo la introducción, y el señor Adamski procedió a subir con dos


intérpretes hablando acerca de los platillos. Cuando la conferencia estaba
parcialmente terminada, un programa de televisión intentó desesperadamente
televisar parte del acto, pero el comité decidió que haría demasiada confusión
y sería injusto para el público del teatro. Después de la conferencia en el
vestíbulo vimos al señor Diego Rivera y su señora, y el señor Adamski parecía
muy contento de reunirse con el gran artista responsable del mural de hermosos
mosaicos en el frente del teatro”.

Ismael Diego Pérez.

“Todo el tiempo detrás de la escena el villano acechaba


invisible y desconocido. Hizo notar el hecho de que justo en esta
conferencia el señor Adamski había cometido un crimen
terrible. El comité nunca se hubiera imaginado qué era, no, no,
ni en un millón de años. Tal vez el lector pueda adivinar”.
“EL TRAMA SE COMPLICA EN LA RECEPCIÓN”

“Acto III. Entonces vino la gran recepción en el American Club, organizado


por la Comisión de habla inglesa -todos interesados en los platillos. ¡Luces,
fotógrafos, caviar, cócteles, líneas de recepción, presentaciones, música!
Distinguidos hombres en finos trajes y bellas damas en trajes de colores. Una
mezcla de diplomáticos y personal militar. Y los camareros haciendo realmente
sus cosas. Una verdadera fiesta mexicana -¡Bueno, es algo para que lo inviten
a uno! Tuvimos un gran momento dando vueltas y escuchando los diversos
grupos. El señor Adamski tenía dificultades para responder a todas las
preguntas que se le hacían. Entonces, de repente detrás de la escena -¡Embuste!
Recibimos una llamada de SOS de un miembro de la comisión. Un joven que
había entrado en la recepción sin invitación y estaba tratando de extorsionar
unos pocos pesos por medio de un documento legal falso. El asesor jurídico de
la comisión, un magistrado, afortunadamente, estaba presente y lo regresó por
su camino a toda prisa. La fiesta continuó sin ser molestados. Dudamos de si
alguno de los distinguidos invitados se habría enterado de lo que estaba
sucediendo detrás de la escena. En realidad apareció otro personaje. Quería
saber cuánto ‘cobraba’ el señor Adamski por una conferencia. Parecía
sorprendido al saber que el señor Adam81 impartió la conferencia sólo por
insistencia de los amigos -y sin cobrar. El cargo fue para el Teatro Insurgentes,
que se había excedido en los gastos de venta de entradas. ¡Ahora supimos que
se estaba tramando una maldad! Pero la fiesta continuó alegremente, y sólo la
comisión supo sobre estos acontecimientos -y sólo el villano conocía el crimen
cometido en secreto en la conferencia. Pero pronto lo sabríamos”.

“¡Apareció un mensajero con una citación legal para el señor Adamski! Había
-créanlo o no- cometido el delito de dar una conferencia cobrada a un peso la
entrada82, en el Teatro de los Insurgentes, sin un permiso. La comisión había
obtenido los permisos de entrada, permisos de teatro, y sabe Dios cuántos otros
permisos, pero habían descuidado obtener un permiso personal para el orador.
El señor Adamski, naturalmente, no sabía nada de todo esto -todo lo que sabía

81Así en el original.
82
La entrada se cobró a 5 pesos y se vendieron más entradas que las butacas del teatro.
Parece que los Reeve, por amistad, tratan de proteger a Adamski. Él había entrado al país
con permiso de turista y no podía ejercer ningún trabajo remunerativo, sin solicitar un
permiso. Sin embargo no he podido investigar si Adamski cobró o no por esa conferencia.
Queda la duda.
era que un grupo de amigos le había pedido dar la conferencia. Pero eso no
influyó en el villano de la trama”.

Pedro Ferriz.
“COMPLICACIONES INTERNACIONALES”

“Acto IV. Los días siguientes fueron agitados. Todos estábamos volando
alrededor para asegurarnos de que el señor Adamski no parara en la cárcel.
Una segunda citación le esperaba en su hotel esa noche, y fue a someterse a
interrogatorios por la mañana. En la vista le quitaron sus documentos a pesar
de las protestas de la comisión. Todavía no se sabía quién estaba involucrado
en esto. La única cosa que se podía hacer ahora era conseguir ayuda de la
Embajada de Estados Unidos, que rápidamente lo hizo. ¡Complicaciones
internacionales! ¡Nunca hay un momento aburrido en México! Pero todos
sentimos pena por el señor Adamski. La publicidad adversa dio como resultado
la cancelación de algunos programas de televisión y hasta una importante
conferencia que iba a dar ante ‘La Asociación Nacional de Técnicos
Mexicanos’”.

Roberto Kenny.

El problema se arregló, finalmente, debido a la intervención de


un alto personaje de la política mexicana a quienes los Reeve
identifican como “Señor Héroe”. ¿Se trataba de Jesús Reyes
Heróles83? Tal vez nunca lo sabremos.

83 En ese entonces era el director de Ferrocarriles Nacionales de México.


“LA CABALGATA DE MEDIANOCHE”

“Los villanos resultaron ser periodistas, irritados, algunos de los cuales hemos
entendido asistieron a la fallida conferencia de prensa. Finalmente llegaron
algunas disculpas. Lo mejor de todo, el señor Héroe arreglo que el señor
Adamski hablara después de todo, en una reunión de ‘La Asociación Nacional
de Técnicos Mexicanos’, que se celebró en su propia residencia. Aún tenemos
nuestra invitación impresa digna de este asunto. Así terminó este drama
fantástico en el Viejo México. ¡Muchas gracias -Señor Héroe! ¡Muchas gracias
a todos los actores del drama! En retrospectiva, no me habría perdido nada de
eso por nada!”
LA ENTREVISTA ADAMSKI VILLANUEVA

Finalmente, luego del incidente del Teatro de los Insurgentes, se concertó una
entrevista entre los dos terrícolas que, supuestamente, habían visitado el planeta
Venus. Adamski sometió a Villanueva a un tipo de prueba “secreta y esotérica”,
diseñada por el propio Adamski para determinar la veracidad de los
contactados. Adamski le hizo una serie de preguntas y declaró que Villanueva
estaba siendo sincero, ya que había respondido correctamente.

Diego Rivera y Emma Hurtado.

Son nuevamente los Reeve los que nos informan de esto:


“LA REUNIÓN DE LOS DOS ADAMSKIS”

“Antes de que George Adamski se fuera de México, se organizó una interesante


reunión entre él y Salvador Villanueva Medina, el taxista de México. Muchos
de los admiradores de Salvador, en ese momento lo llamaban ‘el Adamski
mexicano’. Así, una histórica reunión fue organizada entre los ‘dos’ Adamskis
en la residencia del señor Gebé. Esta es la secuela que prometimos en el
capítulo 10. Sólo seis de nosotros estábamos presentes, incluyendo un caballero
que actuó como intérprete”.

El teatro de los Insurgentes, en cuya marquesina se podía leer:


“Los platillos voladores por George Adamski”.

“Antes de la reunión se acordó que el señor George Adamski


sería libre de preguntarle a Salvador para darse una idea en cuanto a la validez
de la experiencia de Salvador84. Nos sentamos atrás asombrados de como
continuó el interrogatorio. Algunas de las preguntas formuladas por el señor
Adamski eran fundamentalmente preguntas técnicas relativas a los platillos que
no podríamos haber respondido correctamente nosotros mismos. ¿Qué vio
Salvador cuando miró a través de la puerta en la nave? ¿Qué notó cuando la
nave despegó? ¿Exactamente qué razones le dio el hombre del espacio para
estar allí? Estas y muchas otras preguntas puntuales fueron formuladas. Si las
preguntas nos asombraban, también lo hicieron las respuestas. Salvador
aprobó su examen en las manos de un hombre, que había visto un platillo por
sí mismo, conocía cómo preguntar ciertas cosas que no imaginarías que el
simple contacto pueda dar las respuestas. Todos los presentes se mostraron
satisfechos con los resultados. Salimos de la reunión sintiéndonos agradecidos
de que los acontecimientos habían trabajado de tal manera que pudimos estar
presentes”.

84 Me imagino lo incómodo que se han de haber sentido los dos contactados. Adamski
nunca se imaginó que otro “loco” saldría con una historia similar a la de él. Villanueva
estaría nervioso al enfrentarse con el contactado norteamericano y que descubriera sus
mentiras. Ambos medirían perfectamente el terreno para no dar pasos en falso. Debió haber
sido una situación bastante tensa y Adamski, para no generar conflictos y terminar con el
trance, declaró que el encuentro de Villanueva era auténtico. Pero, seguro, ambos se han de
haber quedado con la idea de que el caso del otro era un fraude (ya estaban conscientes de
que el propio… también lo era). Adamski atacaría a Villanueva ya lejos del país, cuando
estaba en Alemania, demostrando lo anterior.
Jesús Reyes Heróles.

La versión de Villanueva es más parca, pero deja entrever su


ansiedad:

“Poco después vino de California, E. U., el señor Jorge Adamski. Dictó también
una conferencia sobre el tema en el teatro Insurgentes, y aseguró que había
tenido numerosos contactos con los tripulantes de las naves”.

“Le fui presentado en casa del señor M. Ge. Be. y me limité a contestar sus
preguntas; pero sin extenderme”.

George Adamski en la casa del matrimonio Reeve, en la Ciudad


de México.

“Tenía entonces la firme convicción de que ninguna de las


personas que había conocido, gozaran de mayor experiencia
que yo, y me parecía que sólo buscaban para su provecho
personal mis confesiones”.

El socio y co-autor de Adamski, Desmond Leslie, también visitó a Villanueva


ese mismo año, y afirmó que Adamski le había confiado la “Clave”,
explicándole que “todo hombre que ha tenido un verdadero contacto físico con
los hombres de otros mundos se le ha dado un cierta ‘clave’ por la que se sabe
que está diciendo la verdad”85.

George Adamski y Salvador Villanueva Medina en la casa de


Manuel Gutiérrez Balcázar.

Nuevamente cedemos la palabra a Villanueva.

85 El músico y ufólogo inglés Timothy Good escribió en su libro de1998 que,” Villanueva
le dio (la clave) sin dudarlo”. (Good Timothy, Alien Base – The Evidence For
Extraterrestrial Colonization of the Earth, Arrow, Inglaterra, 1998, Págs. 213-217.)
Desmond Leslie.

“También pasó por esta capital el escritor inglés Mr. Desmond


Leslie y tuve oportunidad de conocerlo y acompañarlo durante
día y medio, gracias al interés del acucioso investigador y
periodista señor M. Ge. Be. que no se daba punto de reposo para
aprovechar cuanta oportunidad se le presentaba para
investigar mis experiencias”.

“Debo aclarar, como ya dije antes, que tampoco al periodista le había contado
la experiencia completa. Como a las demás personas, me limité a relatarle solo
una parte, ya que el resto lo juzgaba inverosímil. Temía que me ridiculizaran,
pues entonces ya creía justo que nadie creyera lo que no había visto con sus
propios ojos”.

“Sin embargo, seguía haciendo estragos en mi mente la promesa que les había
hecho a los tripulantes de la nave espacial”.

“Y éste es el motivo por el que decidí escribir mi relato con amplitud y sin las
limitaciones que impone el periodismo86. Espero que perdonen mi osadía”.

86¿Las limitaciones que impone el periodismo? ¿Por qué un taxista se iba a preocupar por
esas limitaciones? Eso tendrían que hacerlo los propios periodistas. Ya nos estamos
acercando a la “clave”.
VILLANUEVA, TREINTA Y CUARENTA AÑOS DESPUÉS

En la década de los ochentas yo escribía las secciones de tecnología de las


revistas Vogue y Varón México, ambas del grupo editorial Novedades. Una de
las tantas veces que me encontraba en las oficinas de la revista hablando con su
editor Noé Agudo, salió el tema de los ovnis y derivó al asunto de los
contactados. No tardo en aparecer el nombre de Salvador Villanueva Medina y
comenté que los primeros artículos sobre este contactado los había escrito justo
un periodista de Novedades, M. Gebe. Pregunté si alguien lo conocía. Como era
lógico (ya habían pasado casi treinta años), nadie lo recordaba, pero Noe me
prometió presentarme a los periodistas de la vieja guardia.

Timothy Good.

El “Café La Habana” es (o era) uno de los lugares favoritos de


reunión de los periodistas en México. Su ubicación se presta
para ello: está a tan sólo una cuadra de los tres principales
periódicos de la capital, el Novedades, que ya mencionamos, el
Excelsior y el Universal.

Noé me llevó para presentarme con los que habían sido algunos de sus maestros
y que podrían haber conocido a M. Gebé. Hablé con varios periodistas, pero
ninguno recordaba al tal M. Gebé. Hasta que Roberto Acevedo, quien fuera el
fundador del periódico deportivo Esto, me dijo que se trataba de Manuel
Gutiérrez Balcázar, que había dirigido el periódico de la farándula El Fígaro.
Por fin supe quién estaba detrás del pseudónimo M. Gebé. Pero dejemos hasta
aquí esta parte de la historia.

Por esas mismas fechas, a pesar de mi repudio por los contactados, decidí ir a
visitar el taller mecánico de Villanueva. No recuerdo cómo conseguí el dato o
quien me dio la información. El hecho es que estaba ahí, en el taller, hablando
con su hijo Salvador Villanueva Larios, quien me informaba que no se
encontraba su padre, pero ponía mi disposición sus servicios mecánicos.

Le dije que lo que me llevaba hasta ahí era la historia de su padre sobre el viaje
a Venus. Entonces se puso a la defensiva. Me dijo que lo del libro de su papá
fue sólo imaginación. Que ellos estaban hartos del asunto. Que a su padre no le
gustaba que hablaran del tema. Que, incluso, había cambiado su carácter a raíz
de las burlas por lo del libro.
Salvador Villanueva Larios.

Eso hizo que me interesara más en el asunto. ¡El hijo de


Villanueva diciendo que todo había sido producto de la
imaginación de su padre!

Larios me dio una tarjeta del taller y se puso nuevamente a mis


órdenes. Nos despedimos.

Pasaron los días e intenté una nueva entrevista. Llegué al taller, pero tampoco
tuve suerte (o me negaron a Salvador). No hice un nuevo intento.

Diez años más tarde conocí al joven ufólogo Óscar García. Habían pasado casi
cuarenta años desde la publicación del libro de Villanueva. Me propuso
investigar el caso. Nuevamente me había llegado la apatía por los casos de
contactados y rechacé su invitación87. Le di la tarjeta del taller y él fue sólo a la
entrevista.

No tuvo mejor suerte, Villanueva había muerto poco tiempo atrás. Se enteró que
el contactado pensaba que había sido hipnotizado para hacerlo pensar que había
viajado a Venus. Le comentó que le habían propuesto hacer una película sobre
su libro, pero el proyecto nunca se concretó88. Óscar estableció el contacto entre
el hijo de Villanueva y Editorial Mina, quien estaba interesada en reeditar su
libro89.

87 También rechacé otras investigaciones que me propuso Óscar, como lo del agua de
Tlacote, entre otras.
88
Independientemente Héctor Escobar Sotomayor supo de esta propuesta y lo relata en su
libro (Escobar Sotomayor Héctor, 500 años de ovnis en México, Vol II, Corporativo
Mina S.A. de C.V., México, 1995.)
89 Villanueva Medina Salvador, Yo estuve en el planeta Venus, Corporativo Mina S.A.

de C.V., México, 1995. 112 s.


CONCLUSIONES FINALES

Hemos dejado varias pistas sueltas a lo largo de este trabajo. Es tiempo de


recogerlas y analizarlas. Tal vez el lector ya habrá resuelto el “misterio”. Pero
si no es así, preste atención.

Decíamos que M. Gebé (Manuel Gutiérrez Balcázar), el periodista que dio a


conocer el caso de Salvador Villanueva Medina, lo conoció antes de la
conferencia de los esposos Reeve. Es sospechoso que haya adoptado una actitud
de asombro cuando, en la conferencia de los norteamericanos, Villanueva
levantó la mano para afirmar que él se había contactado con seres de otro
mundo. ¡El mismo M. Gebé lo había invitado a la conferencia!

De hecho Gutiérrez conoció a Villanueva aún antes de que, supuestamente,


Villanueva le enviara la carta que relataba su historia de contacto. Ambos
personajes se conocerían en el submundo de los círculos esotéricos y místicos
de la Ciudad de México, de los que eran asiduos visitantes.

Villanueva visitaba los círculos espiritistas, tratando de mejorar su situación


económica. Gutiérrez hacía lo mismo, no sabemos si por los mismos motivos,
pero sí para documentarse y luego escribir sus artículos en periódicos y revistas,
nacionales y extranjeros (era corresponsal de Fate y de diarios en Venezuela y
la Argentina).

Es cierto que los libros de Adamski se tradujeron al español después de que


apareció la historia de Villanueva. También lo es que el contactado mexicano,
casi analfabeto, difícilmente podría haber conocido la historia del contactado
norteamericano. Pero para Gutiérrez eso no era imposible. Antes bien, no se
hubiera esperado algo distinto. Hablaba y escribía perfectamente el inglés,
estaba interesado en los temas paranormales y su trabajo era justo el relatar esas
historias en sus periódicos. Manuel Gutiérrez conocía el caso Adamski aún
antes de que apareciera el relato de Villanueva.

No es de extrañar que la descripción que hace Villanueva de la nave que


encontró en un lugar cercano a Ciudad Valles, coincida como una gota de agua
a otra, con la descripción y las fotografías de las naves adamskianas:

“Una majestuosa esfera achatada se apoyaba en tres boyas que formaban


triángulo. Tenía, en la parte superior, un cable ligeramente inclinado hacia
dentro, como de un metro de altura, circundado de agujeros que semejaban
ojos de buey como los que usan en los barcos”.

Fotografía de Adamski de una de las naves venusinas.

Desde esta perspectiva, tampoco hay problemas ni


incongruencias con lo que ya el periodista Rafael Solana
apuntaba: “¿Cómo el hombre que ha escrito este relato amable y entretenido
puede tener la sumaria cultura que revela grafológica y ortográficamente?”

Y no hay incongruencia si pensamos que el que escribió el relato y el libro fue


el propio Manuel Gutiérrez Balcázar. Pero, ¡un momento!, me podrá decir el
lector. Villanueva mismo dijo que le había solicitado al periodista le ayudara en
la redacción de su historia. Eso es cierto y eso podría explicar la incongruencia.
De hecho explica por qué son similares ambos etilos de redacción (en particular
el uso excesivo, para mi gusto, de los puntos suspensivos)

Pero lo anterior no explica por qué también son similares los estilos en el relato
de Antonio Apodaca. Este último relato, se supone, fue escrito por Salvador
Villanueva, sin la ayuda de Manuel Gutiérrez y sin embargo encontramos la
misma forma de redactar.

Esto parece indicar que Gutiérrez escribió ambos relatos y utilizó a Villanueva
presentándolo como el autor. Eso sí, uso partes de la biografía del taxista, como
el personaje de Antonio Apodaca, tío de Villanueva en la vida real, o algún viaje
que éste había realizado hacia Ciudad Valles y que formó la base del cuento
sobre el contacto con extraterrestres.

Gutiérrez tenía varios compromisos con sus columnas en los periódicos y las
revistas. Había pasado la oleada mexicana de 1950 y apenas comenzaban a
llegar los relatos de la oleada francesa de 1954. Las noticias de ovnis no
abundaban. Era necesario inventar algunas historias90.

90Esto no es extraño. Lo viví en varias revistas de ovnis, como Contactos Extraterrestres


y Contacto Ovni. También se puede leer en los trabajos de editores de revistas ufológicas,
como Timothy Green Beckley y James Moseley.
Salvador Villanueva Medina hacia el final de sus días.

La historia del contacto de Villanueva se fue puliendo poco a


poco. Al principio no se daban detalles, como en el caso del
lugar del encuentro. En el primer artículo de Gutiérrez se dice:
“Ya en la tarde, habríamos caminado unos quinientos y pico de
kilómetros”. Pero luego se afina el detalle y se nos dice que
ocurrió justo en el kilómetro 484. Quizás, y esto es pura
especulación, Villanueva le relató algún viaje hacia Laredo y le dijo que el auto
se le había descompuesto justo después de pasar Ciudad Valles. Al ver un mapa
de carreteras de la época, la distancia anotada debió ser 500 kilómetros hasta
Ciudad Valles. Y si el percance ocurrió después de Ciudad Valles, entonces la
descripción sería “unos quinientos y pico de kilómetros”. Luego del viaje de
investigación con los Reeve, al verificar las distancias, se ajustó el dato a 484
kilómetros.

Para publicar el libro se necesitaba dinero. Como dice Villanueva, en ese


entonces pocos eran los editores mexicanos interesados en publicar libros de
platos voladores. Era necesario pagar la edición. Tal vez Gutiérrez estuvo
buscando algún editor, pero sin suerte (de nuevo, esto es pura especulación).
Por eso pasaron tres años antes de publicar el libro. Finalmente se dio cuenta
que sólo pagando la impresión podría ver el libro.

Pero había un problema. Villanueva era un pobre chofer que a duras penas
mantenía a su familia. De ahí surge la historia del boleto premiado de la lotería.
Y esto no es especulación.

Manuel Gutiérrez Balcázar siempre trató de mantener la distancia justa entre él


y el relato de Villanueva. En el relato, por ejemplo, no identifica al fotógrafo
que los acompañó a la excursión a Ciudad Valles, que era su hijo Salvador
Gutiérrez. Por eso tampoco quiso aparecer como quien aportó el dinero para
publicar el libro. Pero se le escaparon algunos detalles, como cuando escribe
(adjudicándoselo a Villanueva):

“Y éste es el motivo por el que decidí escribir mi relato con amplitud y sin las
limitaciones que impone el periodismo. Espero que perdonen mi osadía”.

Gutiérrez Balcázar quería ver la obra completa terminada en forma de libro. Las
“limitaciones que le imponía el periodismo” era la falta de espacio en los
periódicos. Pero en un libro se podía extender todo lo que quisiera.
Y decíamos que eso ya no era especulación porque, cuando hablamos con el
periodista Roberto Acevedo, lo primero que nos dijo, riéndose, fue que todo
había sido una invención de Manuel Gutiérrez Balcázar, que había utilizado a
Salvador Villanueva Medina como el supuesto autor de ese viaje fantástico y
que él mismo había pagado la edición del libro, así como una cantidad a
Salvador por el favor y para que guardara el secreto.

Eso explica por qué Villanueva no quiso cobrar regalías por el libro. Más bien
no podía, porque no era una obra de él. Y su verdadero autor tampoco podía,
pues se hubiera desenmascarado. De esa forma un engaño más paso a engrosar
la historia de la ufología.
REFERENCIAS

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Bartholomew E. Robert, UFOs and Alien Contacts – Two Centuries of Mystery, (de George
S. Howard), Prometheus Books, New York, USA, 1998, Págs. 297-298.

Bennett Colin, Looking for Orthon, Paraview Press, USA, 200, Pag. 136.

Calvillo Madrigal Salvador, Plativología: ensayo nesciente, edición del autor, México,
1954, 21 s. Diego Pérez Ismael, ¿Son los platillos voladores una realidad?, Imprenta Didot
S. de R. L., México, 1955.

Clark Jerome, Extraordinary Encounters – An Encyclopedia of Extraterrestrials and


Otherwordly Creatures, ABC-Clio, USA, 2000, Págs. 257-258.

Cook J. Ryan, Anthropology and UFOs, website, 2005, en www.anthroufo.info/au-


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