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“Algo debía haber cambiado dentro de mi ser, pues el miedo o recelo que hasta
entonces había sentido, se trocó en audacia. Empecé a imaginarme que lo que
tenía enfrente no era ninguna nave, y hasta le encontré cierto parecido con una
casa de exploradores de tipo convencional”.
“Salimos por una especie de claraboya o agujero redondo de poco más o menos
medio metro de circunferencia, a una plataforma horizontal…”
3 Leslie Desmond & Adamski George, Flying Saucers Have Landed, The British Book
Centre, New York, 1953, 232 s.
4 http://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-primera-parte/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-final/
5
Calvillo Madrigal Salvador, Plativología: ensayo nesciente, edición del autor, México,
1954, 21 s. Este sería el primer intento de libro sobre platos voladores publicado en México.
Pero la primera obra formal en este sentido es el libro Diego Pérez Ismael, ¿Son los platillos
voladores una realidad?, Imprenta Didot S. de R. L., México, 1955.
Manuel Gutiérrez Balcázar en una expedición realizada para
tratar de localizar el lugar en donde aterrizó el plato volador
reportado por Salvador Villanueva.
6 Reeve Bryant & Reeve Helen, Flying Saucer Pilgrimage, AmherstPress, Wisconsin,
1957, 304 s.
7
Ver: http://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-
comandantes-de-luz-primera-parte/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-
comandantes-de-luz-final/
nueva canción popular -un mambo- se convirtió en todo un éxito titulado Los
marcianos llegaron ya8. Cuando llegamos por primera vez en la capital no
pudimos encontrar un sólo libro sobre platillos en español, y el libro de Leslie-
Truman Bethurum
“Podemos decir que las personas con las que nos reuníamos eran maravillosas.
Había un gran contingente mexicano, que incluía a personas tales como
médicos, abogados, periodistas, ingenieros, científicos, artistas, autores y
militares -Sí, incluso un General. Creemos que también hay que mencionar
nuestro buen amigo el Coronel ‘B’ de la Fuerza Aérea Mexicana9, que era la
autoridad mexicana en el fenómeno de los platillos volantes. Agudo, ingenioso,
agradable, siempre alerta por nueva información, que era uno de los visitantes
más bienvenidos. Hemos sido capaces de intercambiar información sobre
platillos con él en numerosas ocasiones, y todavía tenemos correspondencia
directa con muchos líderes platillistas. Cuando el Coronel B no podía venir él
mismo, a menudo enviaba a un representante. Tenga en cuenta que estos
funcionarios no estaban burlándose de los platillos voladores ni estaban
amordazados. Lejos de ello. Eran plenamente conscientes de la existencia de
naves espaciales y no dejaban ninguna piedra sin mover para aprender todo lo
que pudieran sobre ellos. Mucha gente buena, muy educada y distinguida venía
a nuestras reuniones sobre platillos o nos invitaban a asistir a sus propias
reuniones. Luego hubo un importante contingente de habla
inglesa y también un grupo de estudiantes norteamericanos, en
su mayoría del México City College, donde muchas clases se
daban en inglés. México es una especie de cruce de caminos que
conducen a Norte y Sudamérica. Era, pues, una actividad
apasionante y cosmopolita -este fue el asunto de los platos
voladores al sur de la frontera”.
“El señor ‘Gebe’ comenzó la reunión presentando una serie de invitados que
contaron sus interesantes avistamientos de platillos en los alrededores de la
ciudad de México. A continuación presentó a Bryant, quien inició su
conferencia diciendo frases en inglés, que luego eran traducidas en forma
instantánea al español por un excelente intérprete. Luego seguía otra frase de
inglés y otra relampagueante traducción. Iba muy bien, y el público escuchaba
con gran atención”.
“Hoy sé que Bryant intentó esto simplemente como una especie de pregunta
retórica y que esperaba seguir adelante y decir algo como: ‘Bueno, mire a su
prójimo –todos somos personas del espacio, nosotros mismos vivimos en una
nave espacial llamada Tierra’. Luego desarrollaría el tema de que la Tierra
misma es un tipo de nave espacial”.
“Bryant miró al señor ‘Gebe’ que sacudió la cabeza con asombro16. Estuvieron
de acuerdo y decidieron que era peligroso dejar que el hombre hablara -si su
pretensión de haber visto a un hombre del espacio pudiera ser sólo una broma.
Era una situación muy difícil”.
“Bryant cerró la conferencia -el punto más alto, sin embargo, fue el relato dado
por el chofer de México”.
“La pregunta hizo un efecto fulminante en mí que, sin saber con certeza el
alcance de mi repentina decisión y sintiendo que una fuerza extraordinaria me
obligaba a ello, levanté la mano, siendo invitado al estrado ante la expectativa
general”.
17 Existió un Luis Struck que el 12 de marzo de 1950 vio cuatro objetos sobre el aeropuerto
de la Ciudad de México, a unos 7,000 metros de altura y el 17 del mismo mes y año observó,
en compañía de varias otras personas, un objeto brillante en el cielo, en forma de “globo…
con gajos o cuerdas que descienden de la parte esférica superior a la parte alargada hasta
formar cauda en la parte inferior”. En ambos casos se confirmó que eran globos
meteorológicos. ¿Se trata del mismo personaje? Ver:
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-2/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-3/
“DECIDIMOS INVESTIGAR”
“La historia nos intrigó tanto que tuvimos muchas sesiones con
el señor ‘Gebe’ y el chofer en las que discutimos su experiencia a fondo. Se hizo
una transcripción escrita de su historia, con gran detalle. Nos identificamos
mucho con él y a su pedido lo llamamos ‘Salvador’. Confiamos en que no le
importaba si le llamábamos por ese nombre en este relato de nuestras
experiencias juntos. Nosotros mismos teníamos ganas de conocer la verdad y
todos los incidentes, minuto a minuto, relacionados con este contacto, y lo
mismo ocurría con el señor ‘Gebe’. Todos nos dimos cuenta de que no había
testigos, pero poco a poco nos enteramos de que sólo unas pocas personas que
han contactado en los últimos tiempos en todo el mundo han tenido testigos.
Cualquier investigador tiene que reconocer esta situación. Por favor, recuerde
que somos investigadores privados de platillos -sólo eso. Nunca ha habido nada
‘oficial’ de ningún tipo en nuestras investigaciones. Nuestra política en esta
materia ha sido la de ‘convivir’ con la gente que tuvo experiencias con platillos
para poder ‘sentirla’ nosotros mismos y hacer nuestras propias decisiones.
Convencer a otros nunca ha sido nuestra meta. Queríamos convencernos a
nosotros mismos de una manera u otra. Estábamos tan deseosos de refutar este
contacto como de probarlo. Discutimos con el señor ‘Gebe’ la posibilidad de
sacar al chofer de su trabajo por tres o cuatro días y viajar a Ciudad Valles,
cerca de donde ocurrió el encuentro, a fin de realizar una investigación
cuidadosa. Él pensó que esa era una buena idea y finalmente fue arreglada.
Mientras tanto, hicimos todo lo posible por averiguar lo que podíamos acerca
de Salvador y sus antecedentes y para obtener el relato de su contacto por
escrito”.
Pero antes de continuar con lo que sería una de las primeras investigaciones de
campo de la ufología mexicana, veamos el relato de Salvador Villanueva. Aquí
utilizaremos una versión mezclada de los relatos que aparecen en su libro, lo
publicado por M. Gebé y la versión por escrito que entregó a los esposos Reeve.
A esta parte le llamaremos “Primer acto”, pues es en términos generales, la
versión que aparecería publicada en los primeros artículos de M. Gebé. En ella
no se menciona el viaje en plato volador al planeta Venus.
18Otro punto que considerar debido a la forma educada, y hasta culta en que se expresa
Salvador Villanueva en su libro, lo que nos hace sospechar de que alguien más trabajó como
“escritor fantasma” para confeccionar esa obra.
YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS (PRIMER ACTO)
“El 20 de agosto de 195319 a las 9 p.m. estaba cubriendo mi ruta de taxi (en la
Ciudad de México) en la que trabajo y me ocupó desde 1931. Tomé como
pasajeros a dos tejanos, un hombre y su esposa. Él era de aproximadamente
cincuenta años, tenía el pelo gris, era delgado y alto. Ella era un poco más
bajita que él y parecía de unos cuarenta años de edad. Los recogí en el Zócalo
para llevarlos al Hotel Oxford20. Durante el viaje me pidieron que les
recomendara un chofer que les ayudara a conducir a Laredo su automóvil, que
entonces estaba en un taller de reparación, sometido a un chequeo luego de un
accidente”.
“Al día siguiente, después de haber hecho algunas compras, salimos para
Laredo conduciendo a una velocidad de sesenta a setenta millas por hora. A la
pareja le urgía llegar y nos turnábamos manejando el vehículo”.
19 En su libro Villanueva dice “Corría la segunda decena del mes de agosto de 1953”, lo
que ha dado pie a varias confusiones en cuanto a la fecha en que, supuestamente, ocurrió la
aventura.
20 Había un Hotel Oxford en la colonia Tabacalera, Delegación Cuauhtémoc, pero no hay
más datos para determinar si se trata del mismo en donde se hospedaron los turistas
norteamericanos. En los ochentas, cuando intenté investigar el caso de Villanueva, me dirigí
a ese hotel, pero no tenían registros de sus huéspedes, mucho menos tan antiguos.
21
Se refiere a Ciudad Valles, en el estado de San Luis Potosí. En la literatura ufológica hay
mucha confusión sobre este punto. Algunos mencionan “Ciudad Vallejo”, que es una ciudad
de California, otros hablan de “Ciudad Valley’s”, es decir, “los valles de la ciudad”, etc.
22 En el libro se habla de la transmisión, en el relato a los Reeve se menciona “la caja de
cambios (diferencial)”.
“Ya era tarde. Mis acompañantes decidieron regresar a la ciudad en busca de
una grúa y un mecánico, ya que en plena carretera y sin herramientas resultaba
imposible hacer alguna reparación. Llamaron a un coche que pasaba y me
dijeron que esperara y cuidara su coche”.
“No acababa de hacerlo cuando oí una voz extraña que en perfecto español24
me preguntaba qué le pasaba al coche. No contesté, sino que acabé de salir,
quedando sentado y recargado en la carrocería”.
“Un hombre con una cara muy blanca estaba delante de mí,
como a metro y medio. Estaba vestido con un uniforme de una
sola pieza de un material similar a la pana o a un tejido de
lana25, que lo cubría hasta los pies. Estaba apretado en los tobillos, puños y
cuello, pero estaba suelto en otros lugares, dando la apariencia de ser elástico.
Alrededor de su cintura llevaba un cinturón grueso, de unas tres pulgadas de
ancho, de un color azulado, redondeado en sus bordes y sin unión aparente. Lo
23 Diversos autores mencionan que eran las 6 de la tarde, pero en las fuentes originales no se
da la hora exacta.
24
En varias revistas y libros sobre platos voladores se dice que el extraterrestre hablaba en
español, pero uniendo las palabras. De esto nada se menciona en las diversas ediciones del
libro de Villanueva, ni en los artículos de Gutiérrez Balcázar, ni en el libro de los Reeve.
25 Para los cincuentas en México la pana estaba de moda, pero dudo mucho que sea el material
“Tenía miedo y estaba temblando por dentro. Me preguntó dos veces en español
correcto qué le pasaba a mi coche. Yo no podía contestar porque estaba
asustado y lo observaba de cerca”.
“El hombre se llevó la mano derecha a la boca para preguntarme: ‘¿No puedes
hablar?’. Me resultó alucinante el sonido sonoro musical de su voz, salido de
una boca perfecta que enmarcaba dos hileras de pequeños y blanquísimos
dientecillos”.
26 Varios autores mencionan una especie de caja negra en la espalda, pero de eso no hay
constancia en ninguna de las fuentes originales.
27
El insólito tamaño de sus interlocutores no pareció llamar la atención de Villanueva.
Gordon Creighton, entonces editor de la Flying Saucers Review hace un comentario con
tintes racistas: “Su pequeño tamaño no parecía extraño porque muchos indios de México son
muy pequeños, y concluyó que probablemente eran pilotos de alguna cercana República de
América del Sur”.
“‘Sí’, respondí finalmente, y lo único que se me ocurrió decir fue: ‘¿Es usted
un aviador?’”28
“Sin darme cuenta, los invité a subir, cosa que aceptaron de inmediato29. El
pequeño se sentó junto a mí, y luego el más alto. Fue así cuando, por primera
vez, sentí la extraña sensación de que aquellos seres eran algo superior a mí.
Como si fuera una premeditada advertencia, al estirar el brazo derecho sobre
ellos tratando de ayudarlos a cerrar la portezuela, sentí un dolor agudo como
el que produce un golpe repentino dado en un codo, seguido de un
entumecimiento que me paralizó momentáneamente el brazo”30.
29
Nuevamente, varias fuentes ufológicas mencionan que había comenzado a llover y por eso
Villanueva los invitó a pasar al interior del coche. No hay referencias de esto en los trabajos
de Villanueva, Gutiérrez o Reeve.
30 Este incidente no se los mencionó al matrimonio Reeve.
“Un momento después se dejó sentir un calorcillo emanado de sus cuerpos o
de sus uniformes, que por cierto resultaba agradable, ya que en esa época la
temperatura en la región es fresca”.
“El más pequeño respondió que venían de otro lugar mucho más lejano”.
“‘Nuestro lugar’, dijo, ‘es mucho más habitado que éste. Allí no encuentra
mucho espacio entre persona y persona’”.
“Entonces empezó a hablar con toda libertad, pero el más alto se limitaba a
asentir con la cabeza en reconocimiento. El más pequeño dijo que en su lugar
los pueblos cubrían todo. No había zonas deshabitadas, y las calles eran
continuas. La gente no caminaba en las calles porque eran metálicas y de ellas
sus vehículos tomaban la energía. Había una gran cantidad de vehículos de
gran diversidad, pero nunca se utilizaba ningún tipo de combustible. Las calles
nunca se cruzaban al mismo nivel. Algunas tenían las aceras hechas de bandas
sin fin (cintas) corriendo en direcciones opuestas”.
“Le pregunté si tenían algunos océanos o mares. Él dijo ‘Sí’ y todos estaban
habitados. Le pregunté si no tenían los combustibles, ¿cómo generaban la
energía? Me dijo que la energía se generaba en los centros de producción que
aprovechaban los inagotables rayos solares”.
“La conversación se prolongó durante horas31. A veces sentía que ellos estaban
bromeando. Siendo un hombre sin mucha educación, nunca había oído nada
como esto antes. Traté de averiguar de qué país eran. Por último, con titubeo,
le pregunté dónde estaba su país, porque todo parecía tan fantástico. Los dos
se rieron, pero de ninguna manera ofensiva. Entonces el más pequeño, dijo,
‘Estamos hablando de otro ‘mundo’ como se llama este en el que vives’”.
“Yo no podía creer lo que decían, y dije de manera burlona, ‘Bueno, ¿qué
forma de vida y de gobierno tienen ustedes?’”
“Él respondió: ‘La etapa por la que atraviesan ustedes ahora, la vivimos
nosotros hace algunos miles de años. En nuestro mundo hubo guerras y
destrucción, atrasos y adelantos; pero un buen día llegó la ecuanimidad.
Finalmente se alcanzó un acuerdo entre los diferentes gobiernos para que lo
que ustedes llaman naciones y países desaparecieran y todos nos convertimos
en hijos de un mismo mundo. Se derrocaron líderes políticos y se eligieron en
su lugar sabios y destacados humanistas. Se formó un consejo de sabios, y son
los que ahora gobiernan. Los que tienen mentes excepcionales o se destacan en
cualquier ámbito del conocimiento pertenecen a este grupo’”.
31
Esa noche parecía interminable. Pasaban y pasaban las horas y el Sol nunca aparecía.
Villanueva subió el coche para revisar el motor; llegó el venusino y partió; aparecieron los
motociclistas; Villanueva se quedó dormido por algunas horas; regresaron los venusinos y se
pusieron a platicar por varias horas más.
Portada de la edición japonesa del libro de Villanueva.
“Cuando el alba apareció los visitantes salieron del coche. Un ruido como un
zumbido proveniente de sus cascos o sus cinturones, subiendo a veces de tono
hasta herir los oídos. Tomé valor para preguntar de dónde provenía el ruido y
ambos indicaron sus cinturones. El pequeño hombre me dijo que los cinturones
también podrían ser utilizados ‘para identificar un enemigo’”.
“La curiosidad me invadió y no tuve más remedio que preguntarle para qué les
servían dichos cinturones. La pregunta, al parecer, les llenó de satisfacción. El
bajito fijó su vista en el cinturón. Su acompañante solo lo elevó entre sus manos,
sin dejar de observarme. Pero su expresión era tal que daban a entender que,
con aquella maravilla puesta, se sentían inmunes a cualquier peligro. O por lo
menos eso me pareció”.
Brasil, 1973, 84 s.
Villanueva Medina Salvador, Eu estive no planeta Vênus, Karl Bunn(traductor), 1985.
38 Quien fuera conductor del diario matutino “Hoy Mismo” de Televisa y que en 1965
trabajaba en Novedades.
39
Este es un punto que consideraremos al final de esta obra. Aquí sólo resta anotar que el
propio Salvador diría, poco después, “…de paso les diré que me piqué jugando cuanto
centavo me sobraba, pero jamás me volví a sacar nada”.
40 Fundador de CIFEEEAC (Centro de Investigación de Fenómenos Extraterrestres,
41Peor hubiera sido el enojo de Villanueva si se hubiera enterado de que su hijo, Salvador
Villanueva Larios, publicó una nueva edición en 1995 (Villanueva Medina Salvador, Yo
estuve en el planeta Venus, Corporativo Mina S.A. de C.V., México, 1995. 112 s.), pero
cuyo copyright estaba a nombre de Enrique Mercado Orue, otro contactado mexicano que,
no sólo le había robado el copyright, sino su misma historia, pues el relato de Mercado es
muy parecido al de Villanueva.
nuevas partes: ésta que está usted leyendo y una serie de reportajes publicados
en el Magazine de Novedades en 1956, en la que algo tuve yo que ver”.
“Parece ser que los viajes al planeta Venus están a la orden del día. Primero
fue el tapatío Antonio Apodaca42 quien nos contó con detalles llenos de interés
el viaje que según dice realizó a ese planeta y cuyo relato apareció en el
Magazine de Novedades en una versión de nuestro entusiasta y distinguido
colaborador el plativolista M. Gebé… y ahora es don Salvador Villanueva
Medina quien ha escrito, en forma de libro, la narración circunstanciada de su
experiencia como viajero del espacio”.
“Y esta fantasía de Villanueva Medina tiene, por lo menos, una ventaja sobre
la fantasía ‘made in USA’: no está encasillada en las cosas convencionales de
los narradores de las novelas de ciencia-ficción. Tiene espontaneidad. Nace de
una nueva veta, quizás un tanto ingenua, pero llena de sugerencias porque está
42 Sobre este Antonio Apodaca nos ocuparemos más adelante en este libro. Se trata de un
personaje “semificticio” inventado por el propio Villanueva. Por otra parte, Raúl E. Puga
estaba equivocado al decir que el relato de Apodaca había aparecido antes del de Villanueva.
aligerada de la literatura del cuentista profesional, porque no hay malicia en
el escritor, porque no existe ni el artificioso suspenso ni los finales
inesperados”.
Rafael Solana.
43 Cosa que no ocurre con el resto del texto. Extraño, muy extraño.
44
Por lo visto no fuimos los únicos en darnos cuenta de esa extraña mezcla de imaginación
y falta de cultura. Muchos ufólogos comentaban que el relato de Villanueva debía ser cierto,
pues el taxista ni siquiera había hecho la primaria y a duras penas sabía leer y escribir. Por lo
tanto, concluían, él no era capaz de inventar esta historia. Algo de verdad hay en esto. Pero
eso lo veremos al final de este trabajo.
“Recomendamos el libro como divertido; se deja leer, distrae por unas horas y
revela a un autor de imaginación ardiente y fantasía muy rica, quizá muy
aprovechable para otras disciplinas literarias”.
45 Eliminamos partes que realmente no tenían nada que ver con este caso y en las que M.
Gebé se extendió en sus artículos de la revista, partes demasiado aburridas que describen la
vida en el planeta Venus, o partes que repetían datos ya conocidos. El lector las podrá
identificar en donde pongamos los puntos suspensivos entre los párrafos. Hay otros puntos
suspensivos que pertenecen al propio texto, que están al final de los párrafos. No los
eliminamos, aún a riego de causar confusión, pues tienen que ver con el desenlace de este
trabajo.
“SOBRE LA PISTA DE LOS PLATILLOS VOLADORES”
“Por M. Gebé”
“1956”
“Capítulo I”
“‘Me es grato dirigirme a usted para relatarle algo que me sucedió y que hasta
antes de leer sus artículos me parecía inverosímil. Se lo voy a relatar tal como
sucedió y usted lo juzgará:’”
“‘El día 20 de agosto de 1953, como a las 21.00 horas, cubriendo un turno en
un coche de alquiler, trabajo al que me dedico desde el año de 1931, tomé como
pasajeros a una pareja de tejanos, hombre y mujer. El, de aproximadamente 50
años, de pelo entrecano, delgado, y como de 1.75 metros de estatura. Ella era
también alta. Un poco más baja que él, delgada, y como de 40 años. Hablaba
perfectamente el español. Ella, una mezcolanza de español e inglés’”.
“‘Como habíamos acordado, estuve yo listo a las 9.00 horas del siguiente día,
pero no salimos inmediatamente. Fueron primero a desayunar a Sanborn’s, el
que está a un costado del hotel del Prado. Después quisieron comprar algunos
rebozos y me pidieron que los llevara a donde fueran más baratos. Los llevé
por la calle de Venustiano Carranza, en donde además de los rebozos,
compraron algunas canastas y latas. Total: que salimos hasta las 12.00 del día,
aproximadamente’”.
“‘Luego que los ví perderse, saqué el gato del automóvil y lo alcé de las ruedas
traseras, echando a andar el motor, conectado para hacer girar la caja de
velocidades’”.
“‘Aún no oscurecía. Estaba yo debajo del carro, oyendo el ruido que producía,
cuando sentí que alguien se acercaba’”.
“‘Desde entonces no se lo había contado más que a mi esposa y a mis dos hijos
mayores. Ahora he estado leyendo sus artículos y me atrevo a repetirlo y lo
hago por la sencilla razón de que creo que usted si está seguro de la existencia
de esos seres, y en segundo lugar, porque ni usted me conoce ni yo le conozco’”.
“‘Le suplico me perdone que no mencione mi nombre y dirección, para evitar
las burlas de que pueda ser objeto. Sólo le diré que soy un modesto chofer de
coches de alquiler, con licencia 45504 del Distrito Federal’”47.
“La narración del chofer número 45504 era alucinante, pero… ¿Y si todo era
una broma? ¿Existía realmente ese chofer? ¿Había una posibilidad de que su
relato fuera verídico?”
47Si no quería que supiera su nombre, no entiendo porqué le dio el número de su licencia.
Un buen periodista hubiera podido dar con el nombre y hasta con la dirección.
“CAPÍTULO II”
“‘Pasaron las horas. El notó que yo estaba preocupado. Dedujo que algo me
pasaba y que yo se lo ocultaba. Finalmente, le conté una parte de lo que me
había sucedido. El soltó la carcajada y su único comentario fue que
seguramente yo había fumado mariguana’”.
“‘Mi esposa también me notó alterado. Le dije que había tenido un disgusto,
pero ella me dijo que tenía aspecto de enfermo. Me acosté y me puse el
termómetro. Tenía fiebre…’”
“‘-No -me dijo- Yo te creo. Te conozco y sé que no me dirías una mentira, pero
los demás no te creerán…’”
“¿SERA VERDAD?…”
“Fue entonces cuando me escribió. Fue así como lo conocí. Y desde entonces,
juntos hemos buscado pruebas de que dice la verdad. Hicimos una expedición
a Ciudad Valles, acompañados de tres investigadores norteamericanos, a los
que yo invité a ir. Encontramos el sitio en que había aterrizado la nave.
Recorrimos la zona, en donde florece una espesa vegetación tropical. Árboles
y plantas estaban verdes en todos los alrededores, pero en el sitio en donde se
posó la nave -un área casi circular, de quince metros de diámetro
aproximadamente- todo estaba seco. Los arbustos estaban aplastados…”
“Tomé muestras de la tierra del área seca y del área fértil, a unos cuantos
metros de distancia. Las muestras fueron analizadas en los Laboratorios
Phillips y no se encontró nada extraordinario. Sólo que la tierra de la zona es
rica en fosfatos y en otras substancias. Y la muestra que tomé del área seca no
contiene fosfato. Es salitrosa. ¿Por qué?”
“Las dos muestras fueron tomadas a una distancia no mayor de cuatro metros”.
“…más tarde fue publicado por numerosos periódicos de los Estados Unidos,
de Sudamérica y de Europa. En Caracas, el diario Noticias, rompió su récord
de circulación el día que lo publicó. Y más tarde fue transmitido un programa
especial de televisión abordando el tema”.
“Yo seguí todas las pistas. Buscaba una prueba que demostrara de modo
evidente la veracidad de la historia. Villanueva se prestó a auxiliarme. No sólo
me acompañó a Ciudad Valles, sino a otros lugares, en pos de algún indicio
importante. Y así nació entre nosotros una amistad que ha perdurado al través
del tiempo”.
“Y así llegó a mis manos otra narración extraordinaria, que supera en interés
el caso Villanueva: el caso de un joven ranchero de Jalisco, que asegura que
lo llevaron a otro planeta a bordo de una astronave…”
“‘Señor’”.
“‘Tengo ahora 23 años. Cumplo en este mayo, seis meses de casado y nos viene
en camino nuestro primer hijo. Me vive mi madre. Por tanto, verá usted que soy
más o menos feliz’”.
“ATERRIZAJE DE UN PLATIVOLO”
“‘El día 9 de octubre del año de 1953, estando yo en compañía de mis dos
peones, arreglando una cerca de un pequeño huerto que mi madre cultiva, nos
llamó la atención un objeto que descendía a unos cien metros del lugar en que
nos encontrábamos. Dicho objeto era azul brillante y afectaba una forma
circular’”.
“‘Los tres nos quedamos de una pieza. El objeto descendía lentamente, como
desciende una pluma, meciéndose ligeramente en el viento’”.
“‘Cuando tocó tierra, ninguno de los tres nos atrevimos a acercamos, ya que
nos paralizó cierto temor’”.
“‘-¡Somos amigos!’”
“‘Como ya dije, el más alto no medía más de 1.20 y el que se había adelantado
era aún más pequeño. Llevaba un uniforme de aviador, de una pieza. La tela
de que estaba hecho era una especie de pana de color gris, ajustado a los
tobillos y muñecas, cubriendo con el mismo material las manos y los pies. Se
cubrían la cabeza con un casco un poco más prolongado en la parte trasera,
pero no tanto como para evitar que su pelo gris y ondulado escapara de dicho
casco, cayéndoles sobre los hombros. Me llamó la atención que llevaban un
cinturón ancho y brillante’”.
“‘Hasta entonces caí en la cuenta que seguían con sus bracitos en alto, por lo
que me apresuré a decirles que por qué no los bajaban’”.
“‘-Bueno… -me dijo- no queríamos que fueran ustedes a pensar que veníamos
en forma de enemigos y como usted está armado, lo más prudente era llegar
como llegamos’”.
“‘Mis peones estaban alelados y hasta mi madre, que había salido a la puerta
de la casa, atraída por los ladridos de los perros, estaba estupefacta’”.
“‘-Bueno -les dije- como supongo que vienen de visita, lo correcto es que los
invite a pasar a la casa. ¿No es así?’”
“‘No hallando con qué agradar les invité a conocer la finca y aceptaron de
inmediato. Mi madre se encaminó a la cocina a seguir preparando la comida y
yo los llevé al huerto. Daba gusto ver el interés con que examinaban las
hortalizas de mi madre. Se hubiera pensado que los amigos eran estudiantes de
horticultura. Luego fuimos a nuestro corral y mostraron igual interés a la vista
de nuestros cerdos, gallinas, patos y guajolotes. Tal parecía que en su vida no
habían, tenido oportunidad de conocer uno de esos animales. Pero lo más
asombroso fue cuando estuvimos frente a las vacas, pues su sorpresa llegó al
límite cuando les dije que producían alimentos de gran calidad’”.
“‘La plática que siguió -dice nuestro hombre- no se la repito porque la acabo
de leer en los reportajes de M. Gebé y terminaría haciéndole pensar a usted
que solamente lo copié. Me hablaron largamente sobre su mundo y sus
costumbres y al leer lo que usted relata, encuentro una absoluta similitud’”.
…
“CAPÍTULO V”
…
“CAPÍTULO VI”
…
“CAPÍTULO VII”
“‘Procuré atenderlos lo mejor que pude. Les conseguí una gran variedad de
semillas y les regalé también varias parejas de aves de corral de mi rancho.
Espero que haya llegado todo bien’”.
“‘Antonio Apodaca’”
“Lo importante para mí era saber si Antonio Apodaca existía. La única pista
era la fajilla postal en que venía la carta. No traía dirección del remitente. El
único indicio era el matasellos del correo, que indicaba que había sido
depositada en Guadalajara. Apodaca decía que su rancho estaba a seis horas
de camino de esa ciudad. Pero… ¿en qué dirección?”
“¿Cómo dar con él, con tan escasos datos? ¿El nombre con que había firmado
era un nombre o un seudónimo?…”
“‘Sr. M. Gebé’”.
“‘Doy a usted las gracias anticipadas por la atención que se sirva prestar a
esta nota y quedó atentamente…’”
“La carta no tenía firma. Solamente las iniciales, a las que iba antepuesto el
título de doctor”.
“Villanueva Medina tuvo mejor suerte que yo. Un pariente de Apodaca lo invitó
a ir a Guadalajara y lo llevó a hablar con él. Yo le proporcioné un cuestionario
para que Apodaca contestara. Y Villanueva sostuvo una larga conversación
con nuestro hombre. Sólo que él tampoco sabe en dónde está el rancho, pues
fue conducido a bordo de una camioneta sin placas, con los ojos tapados con
“Pero lo importante es que Villanueva habló con él y está seguro de que dice
la verdad. Confirmó también que no está en condiciones de hacer frente a una
encuesta pública, por las razones que el doctor ‘G’ ofrece en su carta”.
“Usted, creo yo, haría lo mismo si conociera esta historia, contada por uno de
sus primos, un joven residente en Guadalajara. Y va usted a conocer la historia,
porque es la justificación de que estos reportajes hayan sido publicados y de
que se suspendan temporalmente”.
“Al ver que pasaban los días y él no regresaba, la señora empezó a preocuparse
y nuevamente sufrió algunos trastornos nerviosos, que perturbaron sus
facultades mentales. Pero el mal también fue pasajero. El regreso del hijo y sus
cuidados lograron que pronto se restableciera”.
“Entonces Antonio empezó a invitar a sus parientes y amigos para la boda, que
ya era inminente. Y con gran ingenuidad, dijo a algunos de sus íntimos que no
dejaran de ir, pues unos amigos suyos que venían de otro planeta asistirían a
la fiesta nupcial”.
“Antonio, de buena fe, les respondía que seguramente llegarían más tarde,
puesto que le habían prometido ir”.
“Empezaron las sonrisas burlonas, después las bromas y éstas llegaron a tal
punto, que Antonio se indignó y la emprendió a golpes con sus invitados. La
fiesta terminó como el rosario de Amozoc…”51
“El triste resultado de aquello fue que su madre volvió a recaer y que desde ese
día, todos los cuidados fueron inútiles. Día a día, el mal se agudizaba”.
50 Hay un error en este dato. Apodaca fue muy explícito al afirmar que su viaje había durado
“cuatro días y diecinueve horas”. A menos que se deba a diferencias entre el apogeo y el
perigeo de Venus. Si hay alguien que tenga el tiempo para calcular estos datos, se los
agradeceré.
51 Expresión que tiene su origen en una divertida, aunque funesta, leyenda virreinal. Se utiliza
52Esta también es una incongruencia pues al inicio de la carta dirigida a Salvador Villanueva
había dicho que era “más o menos feliz”.
“‘Adiós’”.
“Y ahora, amigos, no les diremos adiós, sino hasta luego. Ustedes, que han
tenido la paciencia para leer esta serie de reportajes, sabrán otras cosas en su
oportunidad”.
Sabemos que Salvador Villanueva Medina era un chofer de taxis que luego se
dedicó a la mecánica automotriz, que tuvo siete hijos, que vivía en la colonia
Valle Gómez, al Norte de la ciudad y que su taller de automóviles estaba sobre
Calzada de Guadalupe. Y nada más.
En la edición de 1976 Villanueva nos cuenta mucho más sobre su vida, de una
manera novelada. Comienza en la Primera parte del libro, titulada No resisto la
tentación de contarles nuevas cosas. Como en la mayor parte de este trabajo,
he tomado la decisión de publicar íntegramente estos documentos por varias
razones: por lo poco conocidos que son, por la dificultad de conseguirlos y
porque son parte de la historia de la ufología mexicana (y mundial) y de otra
manera se perderían para las generaciones futuras. Demos pues paso a esta
breve autobiografía de Salvador Villanueva:
“Huérfano de padre a los seis años de edad y único varón sobreviviente de una
diezmada familia de quince hijos, nací en una época en que sólo los más fuertes
y mejor dotados sobrevivían”.
“Así mi familia, a la muerte de mi activo padre, se había reducido y sólo
restábamos una hermana un año y meses mayor que yo y este servidor, que a
tan corta edad había visto sufrir al hombre que le dio el ser, o mejor dicho, a
lo que quedaba de él después de recibir ocho tiros disparados con carabinas
30-30, balas sordas de plomo que sólo alcanzaban a penetrar unos centímetros
en el cuerpo del que las recibía, alojándose en partes inaccesibles para los
bisturís de los cirujanos pueblerinos de principios de siglo”.
“Así ví cómo el autor de mis días se fue consumiendo poco a poco, envenenado
con el maldito plomo de aquellas balas disparadas por sus propios cuñados,
envidiosos de la prosperidad que él había alcanzado”.
“Mi padre, hijo menor de una familia árabe que había emigrado al Continente
Americano en busca de mejores medios de vida, tuvo la desgracia de perder a
su progenitor poco antes de cumplir los quince años y mi abuela materna, al
quedar viuda, decidió establecerse en Jilotlán de los Dolores, Jalisco.
Habituado al trabajo desde muy pequeño pronto consiguió empleo en una finca
porque conocía el trabajo de campo en todas sus fases y le gustaba, por lo que
desde muy pequeño soñaba con llegar a ser, un día, dueño de un rancho que él
cultivaría amorosamente con sus propias manos”.
“En Jilotlán, el destino le tenía reservada una familia y buenas tierras en las
que podría realizar sus sueños de estanciero próspero. Muy trabajador,
honrado, con ingenio, buen carácter y simpatía, muy pronto consiguió ser
correspondido por una agraciada jovencita, hija de un rico ranchero español
afincado por allá por las regiones de Tepalcatepec. Don Mauricio Medina, que
así se llamaba el padre de la joven, vio con buenos ojos aquel noviazgo porque
el mozo era trabajador y honrado, que es el mejor capital y el único que puede
aportar un joven. Pronto se casaron y don Mauricio le regaló a mi padre un
ranchito por haberse desposado con su única hija legítima”.
“Mi afligida madre no tuvo tiempo para quejarse o para llorar esa desgracia.
A pesar de que estaba en el quinto mes del embarazo se sobrepuso y después
de ver que mi padre, sin sentido, aún alentaba, decidió ponerse en salvo con la
familia, temerosa de otro asalto de sus propios hermanos. Trajinó como
desesperada, dando órdenes y siendo auxiliada por la servidumbre para
empacar rápidamente la ropa y los objetos de valor después de aplicar a mi
padre las curaciones de emergencia que se le ocurrieron y de ordenar que lo
tendieran sobre una improvisada parihuela, bien abrigado por varias cobijas.
Una vez que todo estuvo listo ordenó a un mozo y a su mujer, que eran de toda
su confianza, que le acompañaran en aquella dramática huida. Ya estaban los
caballos uncidos a la carreta, el equipaje distribuido y mi padre en la
improvisada parihuela que le serviría de cama por varios días. Ayudada por la
fiel pareja de servidores hizo subir a sus pequeños, que lloraban
desconsoladamente sin saber qué era lo que ocurría”.
“Mi padre tardó más de un mes para recobrar el conocimiento, pero bajo los
cuidados del doctor González se fue recobrando con increíble rapidez, sólo que
infortunadamente su restablecimiento nunca fue total. Nunca volvió a ser el
hombre que era. A resultas de la agresión quedó flaco, de mal color y sufriendo
numerosos achaques a causa de dos balas que el doctor González no pudo
extraerle; pero así y todo sobrevivió milagrosamente y luchó denodadamente,
rebelándose contra su destino”.
“Le gustó el Mesón del Laurel, que era donde mi madre había tomado
hospedaje y le gustaron los propietarios que, como he dicho, eran gente buena.
Al enterarse de que deseaban vender el mesón, mi padre ajustó el precio y lo
compró, decidido a emprender un nuevo negocio. Gracias a un cofrecito que
rescató mi madre al huir, que contenía una buena cantidad en monedas de oro,
pudo pagar el precio del mesón”.
“Pues bien, aquella gran oportunidad de que hablaba se me presentó aquel día
en que estaba yo al cuidado del coche. Un ricachón del pueblo llegó al sitio y
subiéndose en el coche, me ordenó: ¡Llévame a Sayula!”
“Al oír la orden comprendí que aquella aventura iba a ser algo muy gordo y
sentí cierto temor, pero pensé que ya que me había metido en eso seguiría hasta
el final y ya veríamos, al regresar a Zapotlán, a cómo nos tocaba”.
“Efectivamente, el viaje resultó toda una aventura. Para mis pocos años,
aquello era más apasionante que una novela de aventuras y ya me sentía un
héroe capaz de emprender cualquier hazaña. Mis clientes, que pronto dieron
fin a las botellas de tequila que compraron, pronto se quedaron dormidos y no
se dieron cuenta de los peligros a que los expuse, pues tuve que bajar la famosa
Cuesta de Sayula, lugar en que Pancho Villa voló trenes a pasto en tiempos de
la revolución”.
“Después de bajar la tal Cuesta, el viejo camino real seguía faldeando toda la
montaña y para dificultar más la cosa y hacerla más peligrosa, me empezó a
ganar el sueño, ya que la noche anterior me había tocado hacer guardia en el
sitio. Iba yo cabeceando y haciendo esfuerzos para que no se me cerraran los
ojos. Por fin llegamos a las playas de Zacoalco y Atoyac, que en tiempo de
sequía quedan como inmenso espejo. En aquel terreno plano, sin peligros, iba
durmiendo y despertando, sobresaltado porque yo dejaba de acelerar y el coche
se empezaba a jalonear por falta de gasolina”55.
“Sólo Dios sabe cómo pude llegar hasta donde empezaba la terracería de un
camino en construcción, con cunetas y todo, que iba hacia Guadalajara, pero
me alentó el hecho de que pronto descubrí el enorme enjambre de luces de esa
magnifica ciudad”.
“Ya íbamos llegando al final de nuestro viaje, pero el sueño seguía haciendo
estragos en mí, que me empeñaba en vencerlo. Al fin me venció la fatiga y me
“No lo creyeron, pues les parecí muy chaparro y en efecto lo era, pues a esa
edad apenas levantaba un metro y cuarenta centímetros del suelo. Era yo tan
chaparrito que algunos paisanos me decían, de burla, que tuviera cuidado al
caminar, no fuera a ser que me pisaran la cabeza. Pero yo estaba conforme con
mi estatura y aun me sentía orgulloso de ella, pues pensaba que esa era
herencia de mi abuelo el español, que también era chaparro y además,
endemoniado”.
“Aquellos hombres fueron buenos conmigo. Eran una veintena, que echaron
pie a tierra y en unos minutos sacaron el fordcito y lo volvieron a colocar en el
camino, no sin advertirme que yo debería sacar las piedras que había echado
a la cuneta. Se les olvidó saciar su curiosidad, viendo si efectivamente, yo
manejaba el coche”.
“Mi patrón recibió el precio del viaje sin mucho trabajo, pues mi cliente pagó
sin discutir y todavía me regaló cien pesos. Después, mis compañeros de oficio
se encargaron de la segunda parte y fui bautizado por ellos, como mandan los
cánones choferiles. Así pasé a formar parte del gremio…”
“Y no cabe duda que Dios estaba conmigo, pues esa misma noche debuté como
chofer velador en turno57. Llegó al sitio una anciana, que me pidió la llevara a
un pueblo llamado Contla. En los límites de éste apareció un grupo de rebeldes
o revolucionarios, cuyo jefe era hijo de aquella anciana. Este, después de
interrogarme y aconsejarme que de ahí en adelante tendría que mantener la
boca cerrada, me dio como pago treinta pesos (se dice aprisa), pero para que
nos demos cuenta de cuánto eran treinta pesos en esa época, les diré que una
res, ya fuera vaca, buey o toro, sólo valía la miserable cantidad de diez pesos
y en los expendios de carne solía costar cinco centavos el kilogramo. Leyeron
bien ¡Cinco centavos el kilo!…”
“Estos viajes se sucedieron diariamente por todo un mes y en el último día sólo
encontramos un individuo colgado en cada uno de los árboles que bordeaban
la carretera”.
“Tiempo después fui contratado en la compañía más fuerte del pueblo para
suplir, por una semana, a un chofer que salía de vacaciones y esa semana se
alargó a cuatro años, fecha en que se apoderó de mí la necesidad de emigrar a
la gran ciudad de México”.
“Llegué a ésta apenas cumplidos los dieciséis años. Era Jefe del Departamento
de Tránsito, un General oriundo de Sayula, Jalisco. Así que me apersoné con
él y ordenó que me examinaran, prueba que pasé exitosamente e ingresé como
chofer de la entonces plácida ciudad de México”.
“No cambié de oficio, pues para un individuo casi analfabeta este trabajo
resultaba el mejor remunerado”.
“Pasaron los años y así, trabajando un turno en un auto de alquiler, allá por
el año de 1952 tomé como pasajeros a una pareja de norteamericanos. Después
de llevarlos a algunos lugares de diversión, me pidieron que les recomendara
a un chofer que les ayudara a manejar su auto rumbo a los Estados Unidos.
Por esos días yo había cumplido años, y mis economías se habían agotado, así
que enterado de la cuantía del pago acepté ayudarlos”.
57
Villanueva nació en 1912. Debuta, según él, como chofer velador a los 10 años, en 1922.
Pero en la carta que le dirige a M. Gebé le dice que se inició en el oficio de taxista en 1931.
Por lo menos en alguna de las dos versiones está mintiendo, tal vez en las dos, pero es más
creíble que su aventura en la que aprendió a manejar la haya vivido a la edad de 19 años.
“Salimos dos días después en el auto de su propiedad que, era un magnífico
Buick, del año anterior, que se pegaba con seguridad a la carretera. Era ésta
la que une al D. F. con Laredo, Texas. Poco después de pasar un pueblo que
más tarde me enteré se llama Ciudad Valles, el coche empezó a producir un
ruido en la transmisión. En ese momento llevábamos recorridos cerca de
quinientos kilómetros. Temerosos de causar al coche daño grave acordaron mis
improvisados patrones, que yo los esperara mientras ellos regresaban al
pueblo que acabábamos de pasar para buscar un mecánico o una grúa, que nos
remolcara”.
“Ese día era sábado y se trabajaba sólo hasta mediodía. Por lo tanto, no me
extrañó que mis improvisados patrones no regresaran pronto. Así que levanté
el auto por una rueda trasera, eché a andar el motor y lo conecté a la
transmisión, me metí debajo y traté de localizar el desperfecto, fue entonces
cuando empezó la más extraña aventura que le puede suceder a un ser humano.
Aventura que aún ahora no alcanzo a comprender cabalmente, porque las
consecuencias han sido de diversa índole…”
“Por esa época, encabezaba una familia numerosa, que se componía de una
esposa, cinco hijos varones, y dos hijas, Estas en esa época entraban a la
adolescencia, edad difícil para todos los humanos”.
“No llevaba amistad con nadie. Me limitaba a trabajar de doce a catorce horas
diarias, entregaba la cuenta al dueño del auto, pues nunca tuve uno propio y
volvía a mi casa a descansar un poco para volver a la labor al día siguiente”.
“En la vecindad donde vivía a nadie le hablaba y con nadie llevaba amistad.
Para todos resultaba ‘el apretado’, como suelen llamar a los que se apartan
ensimismados en su propia envoltura”.
“A este caballero, (pues resultó serlo a carta cabal, ya que siempre me trató
respetuosamente, sin el más mínimo asomo de burla), le escribí dándole sólo el
número de mi licencia de manejar… El hizo investigaciones para encontrarme,
ya que sucedió lo que yo no esperaba, o sea que se interesara, pues yo,
ingenuamente, había pensado, que con solo relatarle algo a una persona
versada en esos asuntos daba por terminada mi obligación para con aquellas
personas de la nave…”
“Al parecer estaba traumado, pues justo cuando terminaba mi aventura y los
tripulantes de la nave me habían abandonado casi en el mismo lugar donde me
recogieron, cerca de la carretera, y me recomendaron que rápido me alejara
para poder elevarse, corrí hasta el borde del camino y parado en el asfalto,
miré hacia donde había quedado la nave y ví a ésta a una altura como de
quinientos metros, meciéndose suavemente, como una hoja seca de árbol que
levanta el viento. Imaginé que se despedían de mí. Luego dieron un acelerón
tan rápido hacia el poniente que en unos segundos perdí de vista la enorme
nave. Quedé un momento pensando si sería factible ir a otro planeta en tan
poco tiempo…”
“Empecé a hacer memoria de las veces que había comido y dormido, así que
deduje que no había pasado más de dos o tres días, salvo que hubiera dormido
más de lo normal y aunque un sudor frío me recorría el cuerpo, no me sentía
débil. Al contrario, rebosaba de salud y mi mente se solazaba recordando uno
a uno todos los detalles de la experiencia pasada. Ví venir un camión de carga
y rápido crucé la carretera y le hice señal de parada. El hombre que lo
manejaba paró, seguro porque mi apariencia era pulcra, pues iba vestido con
un traje que había estrenado en mi cumpleaños. Me abrió la portezuela y subí…
El hombre me miraba curioso. Le pedí que me dejara en el siguiente pueblo
para tomar un autobús que me llevara a la ciudad de México”58.
“Me invitó a seguir con él, pues llevaba ese rumbo. Me preguntó si vivía donde
me recogió y como si la cosa me pareciese natural, le dije que no, que acababa
de bajar de una nave que venía de otro planeta y antes de que pudiera decir
palabra, le pregunté qué día era, pues sentía verdadero interés en saber cuánto
tiempo había estado fuera”.
“El hombre tardó en contestarme, pero finalmente me dijo que era viernes.
Noté que se inquietó y no me perdía de vista y para acabar de redondear su
inquietud le pregunté: Viernes ¿pero de qué mes?59 El hombre paró en seco y
viéndome de frente, me dijo: mire, amiguito, si cree que se va a divertir conmigo
está equivocado. Ahora era yo el que estaba nervioso, pero hice acopio de
fuerza y le dije: Mire, señor, si le pregunté qué día y que mes está corriendo es
porque no lo sé. Acabo de venir de otro planeta y no sé cuánto tiempo estuve
fuera de éste. Lo curioso es que yo me sentía orgulloso y rebosante de
optimismo. Pero el hombre aquel no entendía nada, así que volvió a arrancar
y ya caminando, me dijo: Mi amigo, la yerba es buena, y hasta quita el
cansancio, secada al sol, pero al parecer usted la guisó…”
58 En esta parte del relato se olvida al buick que había quedado descompuesto en el
acotamiento de la carretera. Tampoco se habla del mecánico ni de la grúa que, supuestamente
habían llegado a resolver el desperfecto, y de ninguna manera se menciona que el problema
fue la falta de aceite en el sistema de transmisión, ni el enojo con sus patrones. Se toma el
relato del Primer Acto justo cuando aborda el camión hacia la ciudad de México.
59
No es comprensible esta pregunta pues, si por una parte Villanueva dijo que había salido
rumbo a Laredo el 20 de agosto, y por otra, al bajar de la nave, pensó que no habían pasado
más de dos o tres días, entonces debió estar consciente que se trataba del mismo mes de
agosto.
que había pasado no era cosa de todos los días. El hombre aquel seguro se
compadeció de mi estado y sacó de debajo del asiento una botella y me invitó
un trago y aunque no soy afecto a la bebida bebí generosamente de aquel
aguardiente y poco a poco empecé a sentirme mejor”.
“En todo el viaje no abrí más la boca. Sentía trabadas las quijadas. Ya en la
ciudad de México aproveché que paró en una gasolinera a cargar combustible
y lo abandoné dándole las gracias. De ahí en adelante aquel dolor de cabeza
no me abandonaría en mucho tiempo… A cuanto médico subía al coche, le
preguntaba yo si tendría alguna enfermedad y la mayoría, después de
preguntarme cuántas horas al día trabajaba, me decían que necesitaba
descanso. El periodista agotó todo lo que yo estaba dispuesto a contarle. Yo
adivinaba, que él estaba a un paso de juzgarme un charlatán. Y decidí no
contarle todo lo que me había pasado y no le dije una sola palabra sobre mi
viaje a otro planeta”.
“Por esos días conocí a un auténtico héroe de nuestra Revolución, uno de esos
hombres que llegan a fascinar, por su bravura e indiferencia hacia la muerte”.
“Se llamaba don Jesús Apodaca Anaya60, y era descendiente de aquel General
Anaya que defendió el Convento de Churubusco cuando la invasión
norteamericana, y que soltó aquella célebre frase, cuando el jefe
norteamericano le preguntó dónde estaba el parque”.
“Era este don Jesús Apodaca Anaya hermano mayor de toda una familia
revolucionaria, compuesta además de dos mujeres, intelectuales y maestras,
doña Aurora y doña Atala. La primera fue maestra del celebrado Torres Bodet,
y el otro hermano era o es don Andrés, si vive todavía”.
“Pues bien, este don Jesús era de los que acometían contra el enemigo
montando un buen caballo y reata de lazar en ristre y si lograba lazar la
ametralladora no paraba hasta llegar a sus líneas con ella a rastras. Este
hombre me caía bien, pues fue uno de los revolucionarios que pelearon por
cambiar el estado de cosas reinantes en aquella época y a pesar de que todos
ellos tenían propiedades, se lanzaban a la revuelta buscando aventura, que no
dinero, porque lo tenían en abundancia”.
“La cosa dio resultado, pues en cuanto llegó, M. Gebé vino a verme muy
emocionado a mostrarme la carta que “Antonio Apodaca” me había enviado a
la Revista y yo le devolví el original, autorizándolo para que él lo publicara en
el periódico que quisiera. Por esos días “Novedades” lanzaba un breve
Magazine Dominical y allí M. Gebé publicó el relato, perfectamente ilustrado
con numerosos dibujos. El periodista M. Gebé debe perdonarme este juego,
pero yo hice eso en un momento de desesperación, cuando no sabía cómo
contarle lo más importante de mi aventura, que en mala hora le oculté porque
comprendí que no me creería y le dije que eso era todo, al llegar al pasaje en
que los tripulantes de la nave me hablaron de su mundo y me llevaron a ver el
disco volador posado en el bosque, a corta distancia de la carretera, de donde
volvieron a elevarse. Todo lo que le oculté a M. Gebé lo relaté en la carta del
supuesto Antonio Apodaca. Y todo eso trajo consecuencias más tarde…”
“Un día recibí de Alemania, del editor del libro que escribí más tarde, una
desesperada petición y era debido a que don Jorge Adamski me acusaba en
Europa de haber plagiado a don Antonio Apodaca Anaya o sea el personaje de
mi segundo relato y no tuve más alternativa que mandarle una enérgica carta
al señor ADAMSKI para que se pusiera en paz. Y vaya que se puso…”
“Me puse a escribir el relato completo y me resultaba tan fácil que a las claras
veía que me estaba convirtiendo en un receptor escribiente”61.
“Pero lo curioso es que el premio no era de los que salen en la canasta, sino
uno de los que agregan antes y después de un premio mayor, premiándolos
como aproximaciones”.
“Me emocionó tanto recibir el dinero, que no pensé que en ello estuviera la
mano de los espaciales y me olvidé de la edición del libro”.
“Al día siguiente, llamé a mis hijos y me los llevé a comprarles ropa que en
realidad necesitaban. No hubo dificultad. El problema estuvo cuando quise
comprar más de lo necesario. Sucedió que siempre tuve deseos de comprar a
mis hijos varones chamarras de piel y nunca me alcanzó el dinero que ganaba,
y para mí era la oportunidad, así que metí seis mil pesos en la cartera y subí a
mis hijos al coche en que trabajaba y nos fuimos a un taller donde las
fabricaban”.
“Traté una para cada uno y hasta yo me dí el lujo de escoger una, pero a la
hora de pagar me encontré con que no traía la cartera. Y estaba seguro de
haberla puesto en la bolsa del pantalón. Pero podía no ser así. Me disculpé con
el comerciante y nos fuimos de regreso a casa. Apenas entramos, se me ocurrió
tocar el lugar donde debía estar la cartera y cuál no sería mi sorpresa al
descubrir que ahí estaba. ¿Coincidencia?…”
“Por el momento pensé que allí había estado siempre, sólo que la había
buscado en otra bolsa, y volví con mis hijos donde las chamarras y hasta le cité
el cuento de la equivocación al comerciante, que ya había procedido a
empacarlas de nuevo, y ¡maldita confusión! al ir a pagar de nuevo, la cartera
que momentos antes había palpado, ya no estaba en la bolsa”.
“Al día siguiente fui a ver a un editor, contraté dos mil ejemplares y los pagué
religiosamente por adelantado y cuando ví lo que me sobró cerré los ojos y
mentalmente les dije, ahora sí puedo comprarles a mis hijos sus chamarras. Fui
por ellos y antes de apersonarme con el comerciante saqué el dinero y lo llevé
en la mano fuertemente agarrado”.
Más arriba comentamos que Villanueva había tenido otro encuentro con los
extraterrestres. Esta vez se había dado justo en plena Ciudad de México. El
siguiente es el relato de ese encuentro poco conocido y nos ocupamos de él aún
antes que se haya presentado el Segundo Acto:
“Este negocio lo monté a sólo cien metros de donde vivía, cuando tuve una
nueva experiencia con los espaciales”.
“En una ocasión en el mes de agosto de 1965, se paró frente a la entrada del
taller un coche Mercedes de color negro brillante. Estaba al volante un
individuo que portaba uniforme del ejército mexicano y llevaba en el hombro
derecho tres pequeñas barras de metal que lo acreditaban como capitán”.
“Sólo que en esta ocasión las personas a que me refiero traían el pelo recortado
igual que el militar que estaba al volante del Mercedes”.
“Vestían elegantes trajes color azul claro, pero haciendo caso omiso de las
nuevas características del traje y corte de pelo, las facciones eran las mismas
de los dos hombres que me invitaron a la nave en la carretera a Laredo. Por
un momento me quedé absorto, contemplándolos como hipnotizado, tratando
de reconocerlos, pero como mi familia y yo habíamos sufrido tanto a
consecuencia de aquella experiencia, al parecer yo estaba traumado y por un
momento sentí un estremecimiento a lo largo de mi columna vertebral”.
“Traté de alejarme del coche, pero sólo caminé unos pasos hacia la entrada
del taller cuando una fuerza misteriosa me hizo volver al coche, esta misma
fuerza ya la había sentido antes, cuando en aquella ocasión memorable,
caminaba tras ellos, rumbo al lugar donde tenían estacionada su nave”.
“Descubrí que a ellos no se les pegaba el lodo del camino en los zapatos. En
cambio los míos y hasta las piernas del pantalón, iban sucios de lodo”.
“Así que cuando sentí esa sensación, volví, me asomé de nuevo al interior del
coche y uno de ellos, triunfante, me dijo ¿Nos recibes aquí en tu taller o nos
llevas a tu casa?”
“Por un momento dudé, pero recordé que entre el taller y mi casa había a esas
horas gran cantidad de vagos, de los que se pasaban el día jugando y
molestando a todos los que tenían necesidad de pasar cerca de ellos y de paso
me recordé que dentro de mi casa estaba mi suegra, una anciana culta,
inteligente y de mente abierta, que siempre apoyó mi decisión de publicar todo
lo referente a mi experiencia, así que les dije a mis visitantes que fuéramos
caminando a mi casa. Ellos aceptaron y cuál no sería mi sorpresa al ver que
aquellos vagos ni siquiera nos miraron y mi suegra sólo contestó el saludo, sin
darles importancia. Empezó a revolotear en mi mente la idea de que estos seres
aparecían a los ojos de los demás como querían, pues era curioso que ni mi
suegra ni ninguno de los vagos que formaban el grupo hubieran advertido la
diferencia física que había entre mis acompañantes y yo”.
“Los pasé a una pequeña sala donde sólo había dos modestos muebles, un sofá
y un viejo sillón”.
“Yo no tenía nada que preguntar. Ni siquiera sabía cómo iniciar una
conversación. Fueron ellos los que la iniciaron empezando por felicitarme por
haber logrado establecerme por mi cuenta, diciendo que estaban contentos de
mi éxito y me aseguraron que seguiría progresando, pero que debía
mantenerme firme, ¿Firme, pensé, pero sobre qué? No atiné a preguntarles,
pues como la vez anterior me mantenía expectante en su presencia y no lograba
abrir la boca”.
“¿Por qué tratar de ignorarlo? Quizá ellos regulan la población humana igual
que nosotros nos damos el lujo de regular la de algunas especies de animales.
¿O no les parece sospechoso que de repente un individuo trastornado en su
siquismo, engreído y estúpido, se apodere de la mente de millones de humanos
y los lancé unos contra otros en una espantosa carnicería y destrucción
material?”64
63
Aquí se ve que Villanueva, ya enterado de los nuevos conocimientos sobre el planeta
Venus, comienza a cambiar su versión sobre su “viaje espacial”. En ese sentido Héctor
Escobar Sotomayor comentaba:
“Desgraciadamente para Adamski, Villanueva, Menger y demás cuates de los venusinos,
pocos años después las sondas soviéticas Venera descubrirían que Venus era un infierno de
azufre y gas carbónico y no el paraíso tropical pletórico de mares y plantas que la ciencia
ficción -barata- de la época planteaba. Hoy en día Villanueva -nada tonto- niega haber
estado en Venus ofreciendo una versión más acorde, en la que aduce que seguramente fue
hipnotizado por los seres extraterrestres para hacerle creer que viajó a otro planeta”.
(Escobar Sotomayor Héctor, 500 años de ovnis en México, Vol II, Corporativo Mina S.A.
de C.V., México, 1995.)
64 Hasta me parece estar leyendo algún libro de Salvador Freixedo, pero recordemos que
Villanueva publicó esto en 1976 y aunque el exsacerdote publicó sus primeros libros sobre
el tema ovni en 1971 y 1973 (Extraterrestres y creencias religiosas y El diabólico
inconsciente, respectivamente), sus “ideas” más delirantes vendrían años después (La
amenaza extraterrestre, 1982, y ¡Defendámonos de los dioses!, 1983) En estos últimos libros
las ideas de los dos Salvador confluyen en un mismo cauce. Freixedo no menciona a
Villanueva en los dos primeros libros, pero en los siguientes se ocupa tangencialmente del
contactado mexicano. Yo creo que el ufólogo español tomó estas ideas del contactado
mexicano (entre otros).
Inmediatamente vino a mí la imagen de mi madre muerta hacía diez años y la
de mi padre, al que había perdido cuando era niño, pero que dejó su fuerte
personalidad saturando todo mi ser. Cuando esto pasó, en vez de mis
entrevistadores vi a mi padre y a mi madre frente a mí, tal como yo los había
conocido y admirado. Por un momento creía haber dejado de existir, ya que no
entendía lo que estaba pasando”.
“XI”
“Bajamos lentamente, hasta sentir que habíamos tocado tierra. Mis amigos me
hicieron prometerles que la experiencia que me habían concedido la daría a
conocer en todas partes y por todos los medios a mi alcance y fue entonces
cuando les advertí que mi preparo intelectual era nulo y ellos me prometieron
su ayuda”.
“Cuando llegué al borde de tierra dirigí la vista al lugar, esperando ver cómo
la nave se elevaba; pero esta se mecía majestuosamente a unos 500 metros de
altura, como despidiéndose de mí. Luego dio un tirón tan fuerte que
desapareció de mi vista, pudiendo localizarla cuando solo era un pequeño
óvalo de seis o siete pulgadas”.
“El señor me preguntó que sí iba al pueblo subiera, que me traería. Pensó el
hombre que yo sería de por allí, y como traía dificultades con el motor creyó
que le podía indicar algún taller mecánico; pero yo desconocía el pueblo y sus
moradores. Me limité a aconsejarle que nos paráramos en la primera
gasolinera68. Allí tuvimos la suerte de encontrar un mecánico petulante y medio
ebrio, que inmediatamente pronosticó el desperfecto, engatusando al dueño del
coche para que lo siguiera, puesto que éste manejaba una carcacha. Yo me
quedé en la gasolinera. Poco después llegó en la misma dirección un gran
camión de carga a cuyo chofer le pedí que me trajera. El hombre que lo
manejaba accedió a traerme pues se dirigía a la Ciudad de México. Por mi
parte me sentía rebosante de optimismo. Recordaba perfectamente todos los
incidentes del viaje y estaba seguro de que nadie me confundiría. Le pregunté
al compañero qué día era. Al contestar me dirigió una mirada, con cierta
mezcla de extrañeza y de burla; pero venía yo tan optimista que no le di
importancia. Hice cuentas de los días que llevaba fuera de mi casa y me dispuse
a contarle a mi compañero mi aventura”.
66 Han pasado 5 días. Lo acaba de decir tan sólo unas líneas más arriba. Si eso no es una
muestra de que estaba mintiendo, entonces no sé qué pueda ser.
67
Esto no concuerda con sus otras versiones, en las que Villanueva regresa a la Ciudad de
México a bordo de un camión de carga. El lector nos podrá decir que más adelante aparece
el citado camión, pero el hecho es que las versiones son diferentes.
68 En la otra versión es al camión de carga al que deja justo en una gasolinera.
“-Mira, hermano, la hierba es mala cuando uno la fuma pura. Ya verás cuando
la guisas69. Si te contara lo que he visto, te quedarías maravillado. Aquello me
apenó. ¿Sería verdad que aquel hombre pensaba que yo estaba mariguano? Así
que todo el trayecto me lo pasé dormido70, pues de repente vi con claridad la
magnitud de mi experiencia y perdí todo deseo de hacerla pública. Pero
recordaba la promesa que había hecho a mis amigos de hacer pública la
oportunidad que ellos me habían proporcionado, así que de allí en adelante
tenía que luchar para vencer aquel complejo que echó profundas raíces cuando
se la conté al compañero chofer que me trajo. Fue por esta causa que durante
año y medio no lo conté a nadie y solo me arriesgué cuando se empezaron a
leer con frecuencia en los periódicos relaciones de personas que aseguraban
haber tenido oportunidad de admirar estas fantásticas naves espaciales”.
“Como decía al principio de este libro, he pasado tantos sinsabores desde que
me decidí a contarlo que he acabado por considerar increíble la aventura y
justificar a las personas que se burlan de mí, pues tienen derecho a no creer lo
que ellos no hayan visto o vivido. Así, cuando me topo con una persona que me
pregunta en son de guasa, acabo por decirle, que solo fue un viaje que hizo mi
mente en alas de la imaginación, y con eso lo dejo satisfecho, pues casi siempre
infla el pecho y dice:”
“-Ya decía yo que esto era imposible. A mí nadie me engaña. Así los dos
quedamos tan contentos”.
69
Nuevamente en la otra versión el chofer le dice que la mariguana es mala cuando está
“guisada”, y aquí ocurre todo lo contrario.
70 Había dicho que el trayecto lo había pasado con un terrible dolor de cabeza, pero claro, eso
“Todo se fijó para las 5 a.m. del 12 de enero 1955. Era una mañana húmeda y
oscura a medida que nuestro coche rodaba tranquilamente por la calle para no
molestar a nuestros vecinos del apartamento. Poco después el señor Gebe llegó
con su hijo, que era un fotógrafo experto, cargado con palas, equipo de
campamento, y aparatos fotográficos. Pronto, el chofer de México, Salvador
Villanueva Medina apareció. Era, por supuesto, el rey en esta aventura. Pero
¿dónde estaba Billgey? Esperamos y esperamos y nos preguntamos si íbamos
hasta su casa por él, o si lo dejábamos. Finalmente, en la oscuridad llegó
Billgey con su barba estilo Van Dyke, enmarcada por un asombroso sombrero
nuevo blanco de diez decímetros Murmuró algo sobre los gatos que causaron
la demora. Bryant encendió el motor y estábamos en nuestro camino a Valles a
unos 500 kilómetros de distancia para investigar el contacto de Salvador con
un plato volador”.
“Hicimos todo lo posible para tratar de disuadir a Salvador de ser tan positivo
acerca de que este era el lugar. Lo persuadimos de volver al coche y nos
dirigimos hacia el Norte muchos kilómetros más sugiriéndole seguir viendo la
carretera. Siguió diciendo: ‘No, no’. Regresamos al punto inicial y bajamos del
coche y se hizo un estudio preliminar de la región. Traíamos con nosotros la
transcripción de su descripción por escrito de la localización con todo detalle,
y esto se ajustaba bien con todos los detalles en frente de nosotros. Por ejemplo,
el relato escrito decía, exactamente la naturaleza del suelo debajo del coche y
que la ubicación estaba cerca de una cantera de piedra, etc. Comprobamos
cuidadosamente punto tras punto, y encontramos que concordaba. Ya que
empezaba a oscurecer, decidimos volver a Valles para pasar la noche”.
“Al día y la noche siguientes las pasamos en el lugar del aterrizaje del plato.
Estacionamos nuestro coche exactamente donde Salvador dijo que se había
descompuesto el Buick diecisiete meses antes. De nuevo discutimos las
conversaciones que había mantenido con los hombres del espacio y caminamos
por el terreno en donde había aterrizado el platillo, una y otra vez, que estaba
a kilómetro y medio de la carretera. Se tomaron muestras del suelo y la
vegetación. Billgey mapeo por completo el área. A continuación, preguntamos
a Salvador no lo grande que era el plato, ya que en su declaración había escrito
que era de unos 10 metros de diámetro, sino qué tan grande le pareció a él
cuando lo vio levantarse y volar cuando estaba junto al Buick. Billgey hizo que
Salvador extendiera sus brazos y extendiera sus dedos para mostrar el tamaño
aparente exacto, así como la dirección del plato y luego tomó una lectura de la
brújula en esta dirección. Él entonces construyó con un modelo de papel del
platillo representando el tamaño aparente como se veía desde la carretera y
por una serie de triangulaciones llegó prácticamente el mismo punto del
terreno que Salvador había designado como el lugar de aterrizaje del
platillo”73.
73Supongo que por estos cálculos y movimientos fue que Salvador pensó que Billgey era
ingeniero. Salvador nos cuenta lo siguiente:
“El ingeniero guiado por mí, hizo cálculos y no tardamos en localizar el sitio exacto,
comprobando las dimensiones del aparato. Esto me hizo recobrar la confianza que me había
hecho perder el amigo chofer, y adquirí un nuevo conocimiento: que las naves aludidas dejan
donde aterrizan, siempre en despoblado, una huella”.
Luego vino un nativo con un cubo de agua dulce. Mientras estábamos
conversando con él, nuestros protectores caninos recientemente adquiridos
procedieron a beber el agua. Más tarde vinieron hombres a caballo, a
continuación, cazadores de a pie, con luces y armas de fuego, seguidos de
algunos caballeros montados en burros. Aún más tarde en la noche un grupo
de jóvenes también llegó hasta ahí. Poco después de la medianoche algunos
otros vinieron y nos dieron calabazas que cocinamos en nuestra fogata. No
habíamos planeado nada de esto, pero parece que es parte en la noche en el
Campamento de Platillos en el desolado país de la carretera de Laredo.
Muchos visitantes vinieron a presentar sus respetos, y suponemos que para
satisfacer su curiosidad74. Nosotros no les contamos nuestra misión y no
preguntaron. Todo el mundo estaba feliz pero agotado por la falta de sueño…”
Esa primera excursión ufológica en México no estaría exenta de una buena dosis
de adrenalina. No sólo sería el primer caso ovni investigado in situ, sino que
también sería el primer caso de insectovnis mexicano reportado en la literatura
ufológica…
“Yo también había visto la luz y sabía lo que estaba pensando. Mi corazón latía
cuando corrí al coche y tropecé con los otros que estaban tratando de dormir”.
“ ¡Platillos!’ Grité”.
“La emoción estaba en su punto culminante. Bryant tomó los binoculares. Hubo
una pausa, cuando Bryant se centró en las luces voladoras. Pensé que la cerca
se rompería en cualquier momento. El suspense era insoportable”.
“En el caso que nos ocupa, como aterrizó en un lugar cubierto de vegetación que alcanzaba
gran altura, ésta fue quemada en forma rara, para nosotros desconocida y así estaba año y
medio después”.
“Trajimos muestras de tierra, de dentro y fuera de la huella, que fue analizada en los
laboratorios Phillips, y se pudo comprobar que en ambas muestras había una diferencia
molecular muy marcada”.
Los ufólogos Ted Phillips, Donald Johnson, Ignacio Darnaude y Samael Aun Weor,
independientemente, hablan de arbustos aplastados y palos que se encontraron rotos en el
sitio, formando un círculo de 40 a 45 pies de ancho. (Phillips Ted, Physical Traces
Esto probablemente significa poco, después de diecisiete meses, y se nos dijo
más tarde que se necesita un tipo diferente de prueba de radiación, como la que
se ha desarrollado en Inglaterra. Mientras que faltaba el tipo de prueba que
por lo general demanda el público, nos sentimos muy bien por el viaje. Después
de nuestra experiencia con Salvador, al menos en nuestras propias mentes
estábamos convencidos de que el chofer mexicano había dicho la verdad”.
“Nos han preguntado abiertamente si creemos que pudo haber soñado toda la
cosa. Nuestra respuesta es un rotundo ‘no’, por muchas razones que sería
demasiado largo discutir. Nos habíamos fijado convencernos a nosotros
mismos -de una manera u otra- y esto lo habíamos conseguido78. Una vez más
podemos enfatizar el punto de que no hemos encontrado ninguna carretera fácil
al conocimiento de los platillos. Se trata de un esfuerzo individual, en todo el
camino”.
“La historia con muchas fotografías floreció en el periódico del señor Gebe”.
“Esta historia también tiene una secuela que se produjo cuando George
Adamski llegó a México. La secuela nos convenció aún más, y nos referiremos
a ella más adelante”.
Associated with UFO Sightings, caso 100, Crop Watcher, USA, 2000. Johnson Donald,
On This Day – August 17, artículo en internet www.ufoinfo.com/onthisday/August17.html
Darnaude Rojas Marcos Ignacio, Gente de Otros Planetas – Furor Venusino, texto
electrónico sin fecha. Y la introducción de Samael a la edición colombiana del libro de
Villanueva). Pues solo que hayan sido los palos de la cerca en la que estaban encaramados
los expedicionarios, porque ninguno de ellos hace referencia a este hecho.
78 Los Reeve hubieran sido fanáticos de Los Expedientes X y su “quiero creer”.
LOS DOS “ADAMSKIS”
“En medio de todas estas actividades, recibimos una carta de George Adamski
diciendo que iba a venir a México para unas vacaciones de descanso el 21 de
marzo de 1955. En ese momento, su libro Flying Saucers Have Landed había
sido publicado en español, y él también deseaba reunirse con su editor”79.
…
79
El traductor había sido Ismael Diego Pérez, uno de los primeros platillistas mexicanos. La
casa editorial fue Editorial Indo-Hispana (Leslie Desmond & Adamski George, Aterrizaje
de Platillos Voladores, Editorial Indo-Hispana, México, D.F. 1955.)
80 Espinosa y Cossio Héctor Enrique, Enigma interplanetario, Editora Ibero Mexicana
“¡Apareció un mensajero con una citación legal para el señor Adamski! Había
-créanlo o no- cometido el delito de dar una conferencia cobrada a un peso la
entrada82, en el Teatro de los Insurgentes, sin un permiso. La comisión había
obtenido los permisos de entrada, permisos de teatro, y sabe Dios cuántos otros
permisos, pero habían descuidado obtener un permiso personal para el orador.
El señor Adamski, naturalmente, no sabía nada de todo esto -todo lo que sabía
81Así en el original.
82
La entrada se cobró a 5 pesos y se vendieron más entradas que las butacas del teatro.
Parece que los Reeve, por amistad, tratan de proteger a Adamski. Él había entrado al país
con permiso de turista y no podía ejercer ningún trabajo remunerativo, sin solicitar un
permiso. Sin embargo no he podido investigar si Adamski cobró o no por esa conferencia.
Queda la duda.
era que un grupo de amigos le había pedido dar la conferencia. Pero eso no
influyó en el villano de la trama”.
Pedro Ferriz.
“COMPLICACIONES INTERNACIONALES”
“Acto IV. Los días siguientes fueron agitados. Todos estábamos volando
alrededor para asegurarnos de que el señor Adamski no parara en la cárcel.
Una segunda citación le esperaba en su hotel esa noche, y fue a someterse a
interrogatorios por la mañana. En la vista le quitaron sus documentos a pesar
de las protestas de la comisión. Todavía no se sabía quién estaba involucrado
en esto. La única cosa que se podía hacer ahora era conseguir ayuda de la
Embajada de Estados Unidos, que rápidamente lo hizo. ¡Complicaciones
internacionales! ¡Nunca hay un momento aburrido en México! Pero todos
sentimos pena por el señor Adamski. La publicidad adversa dio como resultado
la cancelación de algunos programas de televisión y hasta una importante
conferencia que iba a dar ante ‘La Asociación Nacional de Técnicos
Mexicanos’”.
Roberto Kenny.
“Los villanos resultaron ser periodistas, irritados, algunos de los cuales hemos
entendido asistieron a la fallida conferencia de prensa. Finalmente llegaron
algunas disculpas. Lo mejor de todo, el señor Héroe arreglo que el señor
Adamski hablara después de todo, en una reunión de ‘La Asociación Nacional
de Técnicos Mexicanos’, que se celebró en su propia residencia. Aún tenemos
nuestra invitación impresa digna de este asunto. Así terminó este drama
fantástico en el Viejo México. ¡Muchas gracias -Señor Héroe! ¡Muchas gracias
a todos los actores del drama! En retrospectiva, no me habría perdido nada de
eso por nada!”
LA ENTREVISTA ADAMSKI VILLANUEVA
Finalmente, luego del incidente del Teatro de los Insurgentes, se concertó una
entrevista entre los dos terrícolas que, supuestamente, habían visitado el planeta
Venus. Adamski sometió a Villanueva a un tipo de prueba “secreta y esotérica”,
diseñada por el propio Adamski para determinar la veracidad de los
contactados. Adamski le hizo una serie de preguntas y declaró que Villanueva
estaba siendo sincero, ya que había respondido correctamente.
84 Me imagino lo incómodo que se han de haber sentido los dos contactados. Adamski
nunca se imaginó que otro “loco” saldría con una historia similar a la de él. Villanueva
estaría nervioso al enfrentarse con el contactado norteamericano y que descubriera sus
mentiras. Ambos medirían perfectamente el terreno para no dar pasos en falso. Debió haber
sido una situación bastante tensa y Adamski, para no generar conflictos y terminar con el
trance, declaró que el encuentro de Villanueva era auténtico. Pero, seguro, ambos se han de
haber quedado con la idea de que el caso del otro era un fraude (ya estaban conscientes de
que el propio… también lo era). Adamski atacaría a Villanueva ya lejos del país, cuando
estaba en Alemania, demostrando lo anterior.
Jesús Reyes Heróles.
“Poco después vino de California, E. U., el señor Jorge Adamski. Dictó también
una conferencia sobre el tema en el teatro Insurgentes, y aseguró que había
tenido numerosos contactos con los tripulantes de las naves”.
“Le fui presentado en casa del señor M. Ge. Be. y me limité a contestar sus
preguntas; pero sin extenderme”.
85 El músico y ufólogo inglés Timothy Good escribió en su libro de1998 que,” Villanueva
le dio (la clave) sin dudarlo”. (Good Timothy, Alien Base – The Evidence For
Extraterrestrial Colonization of the Earth, Arrow, Inglaterra, 1998, Págs. 213-217.)
Desmond Leslie.
“Debo aclarar, como ya dije antes, que tampoco al periodista le había contado
la experiencia completa. Como a las demás personas, me limité a relatarle solo
una parte, ya que el resto lo juzgaba inverosímil. Temía que me ridiculizaran,
pues entonces ya creía justo que nadie creyera lo que no había visto con sus
propios ojos”.
“Sin embargo, seguía haciendo estragos en mi mente la promesa que les había
hecho a los tripulantes de la nave espacial”.
“Y éste es el motivo por el que decidí escribir mi relato con amplitud y sin las
limitaciones que impone el periodismo86. Espero que perdonen mi osadía”.
86¿Las limitaciones que impone el periodismo? ¿Por qué un taxista se iba a preocupar por
esas limitaciones? Eso tendrían que hacerlo los propios periodistas. Ya nos estamos
acercando a la “clave”.
VILLANUEVA, TREINTA Y CUARENTA AÑOS DESPUÉS
Timothy Good.
Noé me llevó para presentarme con los que habían sido algunos de sus maestros
y que podrían haber conocido a M. Gebé. Hablé con varios periodistas, pero
ninguno recordaba al tal M. Gebé. Hasta que Roberto Acevedo, quien fuera el
fundador del periódico deportivo Esto, me dijo que se trataba de Manuel
Gutiérrez Balcázar, que había dirigido el periódico de la farándula El Fígaro.
Por fin supe quién estaba detrás del pseudónimo M. Gebé. Pero dejemos hasta
aquí esta parte de la historia.
Por esas mismas fechas, a pesar de mi repudio por los contactados, decidí ir a
visitar el taller mecánico de Villanueva. No recuerdo cómo conseguí el dato o
quien me dio la información. El hecho es que estaba ahí, en el taller, hablando
con su hijo Salvador Villanueva Larios, quien me informaba que no se
encontraba su padre, pero ponía mi disposición sus servicios mecánicos.
Le dije que lo que me llevaba hasta ahí era la historia de su padre sobre el viaje
a Venus. Entonces se puso a la defensiva. Me dijo que lo del libro de su papá
fue sólo imaginación. Que ellos estaban hartos del asunto. Que a su padre no le
gustaba que hablaran del tema. Que, incluso, había cambiado su carácter a raíz
de las burlas por lo del libro.
Salvador Villanueva Larios.
Pasaron los días e intenté una nueva entrevista. Llegué al taller, pero tampoco
tuve suerte (o me negaron a Salvador). No hice un nuevo intento.
Diez años más tarde conocí al joven ufólogo Óscar García. Habían pasado casi
cuarenta años desde la publicación del libro de Villanueva. Me propuso
investigar el caso. Nuevamente me había llegado la apatía por los casos de
contactados y rechacé su invitación87. Le di la tarjeta del taller y él fue sólo a la
entrevista.
No tuvo mejor suerte, Villanueva había muerto poco tiempo atrás. Se enteró que
el contactado pensaba que había sido hipnotizado para hacerlo pensar que había
viajado a Venus. Le comentó que le habían propuesto hacer una película sobre
su libro, pero el proyecto nunca se concretó88. Óscar estableció el contacto entre
el hijo de Villanueva y Editorial Mina, quien estaba interesada en reeditar su
libro89.
87 También rechacé otras investigaciones que me propuso Óscar, como lo del agua de
Tlacote, entre otras.
88
Independientemente Héctor Escobar Sotomayor supo de esta propuesta y lo relata en su
libro (Escobar Sotomayor Héctor, 500 años de ovnis en México, Vol II, Corporativo
Mina S.A. de C.V., México, 1995.)
89 Villanueva Medina Salvador, Yo estuve en el planeta Venus, Corporativo Mina S.A.
Pero lo anterior no explica por qué también son similares los estilos en el relato
de Antonio Apodaca. Este último relato, se supone, fue escrito por Salvador
Villanueva, sin la ayuda de Manuel Gutiérrez y sin embargo encontramos la
misma forma de redactar.
Esto parece indicar que Gutiérrez escribió ambos relatos y utilizó a Villanueva
presentándolo como el autor. Eso sí, uso partes de la biografía del taxista, como
el personaje de Antonio Apodaca, tío de Villanueva en la vida real, o algún viaje
que éste había realizado hacia Ciudad Valles y que formó la base del cuento
sobre el contacto con extraterrestres.
Gutiérrez tenía varios compromisos con sus columnas en los periódicos y las
revistas. Había pasado la oleada mexicana de 1950 y apenas comenzaban a
llegar los relatos de la oleada francesa de 1954. Las noticias de ovnis no
abundaban. Era necesario inventar algunas historias90.
Pero había un problema. Villanueva era un pobre chofer que a duras penas
mantenía a su familia. De ahí surge la historia del boleto premiado de la lotería.
Y esto no es especulación.
“Y éste es el motivo por el que decidí escribir mi relato con amplitud y sin las
limitaciones que impone el periodismo. Espero que perdonen mi osadía”.
Gutiérrez Balcázar quería ver la obra completa terminada en forma de libro. Las
“limitaciones que le imponía el periodismo” era la falta de espacio en los
periódicos. Pero en un libro se podía extender todo lo que quisiera.
Y decíamos que eso ya no era especulación porque, cuando hablamos con el
periodista Roberto Acevedo, lo primero que nos dijo, riéndose, fue que todo
había sido una invención de Manuel Gutiérrez Balcázar, que había utilizado a
Salvador Villanueva Medina como el supuesto autor de ese viaje fantástico y
que él mismo había pagado la edición del libro, así como una cantidad a
Salvador por el favor y para que guardara el secreto.
Eso explica por qué Villanueva no quiso cobrar regalías por el libro. Más bien
no podía, porque no era una obra de él. Y su verdadero autor tampoco podía,
pues se hubiera desenmascarado. De esa forma un engaño más paso a engrosar
la historia de la ufología.
REFERENCIAS
Aum Weor Samael, Naves cósmicas, edición del autor, México, 1957.
Bartholomew E. Robert, UFOs and Alien Contacts – Two Centuries of Mystery, (de George
S. Howard), Prometheus Books, New York, USA, 1998, Págs. 297-298.
Bennett Colin, Looking for Orthon, Paraview Press, USA, 200, Pag. 136.
Calvillo Madrigal Salvador, Plativología: ensayo nesciente, edición del autor, México,
1954, 21 s. Diego Pérez Ismael, ¿Son los platillos voladores una realidad?, Imprenta Didot
S. de R. L., México, 1955.
Creighton Gordon, Humanoids in South America, en The Humanoids, (de Charles Bowen),
Flying Saucer Review, Special Issue No. 1, 1966, Pag. 32 (resumen). Futura, Inglaterra
1967, Págs. 90-91. En Quête des Humanoïdes, J’ai Lu, Francia, 1974, Págs. 108-109.
Darnaude Rojas Marcos Ignacio, Gente de Otros Planetas – Furor Venusino, texto
electrónico sin fecha. http://www.bibliotecapleyades.net/vida_alien/alien_contact09.htm
Edwards P. M. H., Flying Saucer Review, Vol. 16, No. 1, Inglaterra, enero/febrero, 1970,
Págs. 11-12 y 14. Y Vol. 16, No. 2, marzo/abril, 1970, Págs. 23-25
Escobar Sotomayor Héctor, 500 años de ovnis en México, Vol II, Corporativo Mina S.A.
de C.V., México, 1995.
Good Timothy, Alien Base – Earths Encounters with Extraterrestrials, Century, Inglaterra,
1998.
Good Timothy, Alien Base – The Evidence For Extraterrestrial Colonization of the Earth,
Arrow, Inglaterra, 1998, Págs. 213-217.
Gross Patrick, Circa August 17, 1953, Ciudad Valles, San Luis Potosi, México, Salvador
Villanueva Medina, en URECAT – UFO Related Entities Catalog, June 26, 2007,
http://www.ufologie.net/ce3/1953-08-17-mexico-ciudadvalles.htm#sv1
Gutiérrez Balcázar Manuel, Magic Mushrooms Heal the Sick, Fate, Vol. 11, No. 1, enero
de 1958.
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-primera-
parte/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-2/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-3/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-4/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-5/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-6/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-7/
http://marcianitosverdes.haaan.com/2007/06/ovnis-en-mxico-dcada-de-los-50-8/
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